Bloque 4 - Lectura Complementaria 1
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Estética
Lectura
Estructuralismos
urbanos
Bibliografía:
Ordeig, J. M. (2010). Estructuralismos urbanos. Recuperado de
https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/18017/1/Estructuralis-
mos%20urbanos.pdf
Material compilado con fines académicos, se prohíbe su reproducción total o parcial sin
la autorización de cada autor.
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ESTRUCTURALISMOS URBANOS
José María Ordeig Corsini. Profesor Agregado de la escuela Técnica Superior de
Arquitectura de la Universidad de Navarra
Pamplona, junio de 2010
INTRODUCCIÓN
La intervención urbana ha supuesto siempre un previo entendimiento de la ciudad y
del territorio para poder saber, con antelación, las repercusiones que . Ese entendimiento ha
variado notablemente, y especialmente, a lo largo del siglo XX con muchas
manifestaciones que han aportado soluciones y enfoques cuyo conjunto general puede
considerarse de alto interés. Uno de esos entendimientos, quizá el más sugestivo bajo mi
punto de vista, consiste en las consecuencias de la aplicación del pensamiento
estructuralista a las cuestiones urbanas. Y, aunque hoy día, el denominado
postestructuralismo se ha presentado como la superación necesaria de ese punto de vista,
no por ello ha dejado de ser un fenómeno cuyas aportaciones todavía perduran en una gran
medida.
Por ello, por su interés, entender bien sus manifestaciones requiere, una vez más,
comprender más a fondo el propio estructuralismo aplicado a las cuestiones urbanas. No es
de extrañar, además, el interés por este fenómeno1 puesto que, en la precipitación de los
acontecimientos hacia el “post”, el estructuralismo no tuvo tiempo de madurar
adecuadamente y, en consecuencia, no pudo despojarse de lo que quizá tenía que haber
hecho desde un principio.
El trabajo que se presenta está basado evidentemente en el libro que escribí hace
algunos años; pero no se centraba en el fenómeno estructuralista de manera sistemática y
exclusiva, puesto que trataba de ofrecer una visión amplia de la historia del diseño urbano
contemporáneo. Por ello es oportuno ofrecer ahora una visión donde aparezca con claridad
la tendencia de tipo estructural; de este modo, además, completo una explicación sobre el
particular ante las preguntas que se me formulan.
De todas maneras y antes que nada, se debe decir que el estructuralismo, tanto en sí
mismo como aplicado a los diversos saberes, adoptó y adopta muy diferentes aspectos,
hasta el punto de que, como sugiere Piaget, se presenta como caleidoscópico. Por eso, el
presente escrito se centrará exclusivamente en las dos manifestaciones urbanas que se
consideran más importantes: el fenómeno del denominado Estructuralismo holandés y los
asociados a la corriente neorracionalista de los años setenta. Sin embargo, aunque la
finalidad sea tan específica, es menester un mínimo análisis del estructuralismo en sí, para
entender con profundidad sus manifestaciones en la ciudad; análisis que resaltará sobre
todo aquellos aspectos del estructuralismo que influyeron en lo urbano.
Por tanto, comenzaremos por establecer unos conceptos sobre el estructuralismo
como corriente cultural. Después analizaremos las características que adoptó en Holanda
dentro del difuso movimiento del Team X, para pasar a la consideración de sus nuevas
características en el enfoque que mantuvo el neorracionalismo. Concluiremos con algunas
valoraciones comparativas.
Pero antes conviene revisar la situación del Urbanismo en los finales de los años
cincuenta, pues de ahí arrancan estos fenómenos.
Una vez finalizada la II Guerra Mundial, todo parecía apuntar a que las nuevas ideas
modernas sobre las ciudades producidas en el período de entreguerras iban a poder llevarse
1 . De hecho ha habido un Simposio en Munich los días 19, 20 y 21 de noviembre de 2009, con el título
“Structuralism in Architecture and Urbanism reloaded”, organizado por la Facultad de Arquitectura de Munich.
2
2 . El autor sigue diciendo que “La filosofía analítica recorrió este camino (el neopositivismo con sus variantes:
escuela de Cambridge, Círculo de Viena, escuela de Oxford, neorrealismo angloamericano), mientras que el pragmatismo
3
El estudio del lenguaje y de los signos en general sería, ya entrado el siglo XX, el
método para una explicación cabal del mundo y del hombre. Con esos parámetros
semiológicos, las ciencias y la filosofía relativas al hombre y a la sociedad tendrían en
cuenta no sólo las realidades externas, sino también el proceso complejo de interacción
entre lo externo y los aspectos internos e inconscientes del hombre. Si durante los años
cuarenta el existencialismo fue la moda intelectual dominante, a partir de los sesenta las
ciencias de los signos (la semiótica) tomarían una preponderancia completa,
concentrándose en las formas en que la conducta humana es determinada por estructuras
culturales, sociales y psicológicas.
Este auge de las ciencias de los signos tendría muchas vertientes que es imposible
resumir en pocas líneas. Pero para lo que nos afecta, es preciso distinguir entre los trabajos
que estudiarían el signo como portador de un significado en sí mismo considerado,
reconocible de manera natural (como pudiera ser el humo que significa fuego), y los
trabajos que estudiarían el signo como portador de un significado reconocible sólo dentro
de un sistema definido y cerrado. Algunos autores han calificado a cada una de estos
aspectos como la vertiente semántica y la vertiente sintáctica o estructural de la semiótica,
siendo esta segunda la que interesa desarrollar en el presente análisis. Pero lo importante es
que las dos vertientes –paralelas y en relación- se fueron adoptando como método para
disciplinas cada vez más lejanas al lenguaje y más cercanas a las ciencias sociales y
antropológicas, por lo que se ha explicado antes: su difícil objetivación. No es de extrañar,
por tanto, su influencia en las bases disciplinares para la construcción de la ciudad y para la
arquitectura; influencia especialmente urgente al constatar, por vía práctica, la insuficiencia
de la Carta de Atenas como ya se ha comentado.
El pensamiento estructuralista
Aún centrándonos en la vertiente estructuralista, ésta tendría muchos enfoques y
derivaciones, hasta el punto de que no es fácil una definición que abarque todas sus
manifestaciones. Pero, para lo que interesa en este trabajo, debemos insistir en uno de sus
puntos capitales: su intento de dotar de significado preciso a lo que no es reducible a
ciencia en sentido clásico o matemático. Y la complejidad de la urbe, no reducible a una
mera ciencia positiva o matemática, requería evidentemente un sistema de comprensión
más amplio, constituyendo un nuevo modo de entender la disciplina, pero con el mismo
carácter de certeza y seguridad con que la había emprendido el Movimiento Moderno. Para
entenderlo cabalmente hay que comentar algo más sobre el estructuralismo como corriente
de pensamiento y para ello se tomará como base el análisis del término “estructura”.
americano, en continuidad con el psicologismo, amplió el concepto de lenguaje al del comportamiento externo, teniendo su
eco en el behaviorismo americano de Ogden y Richards”. Cfr. URDANOZ, Teófilo, Historia de la Filosofía, VII.
Neopositivismo y filosofía analítica, Madrid 1985.
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3 . Así por ejemplo, si el cuerpo humano forma una estructura reconocible y cuantificable, se puede apreciar que
algo falta o sobra a esa estructura cuando al cuerpo humano le falta o sobra una parte (un brazo, un dedo, etc). Y asimismo
también se puede predecir con certeza si hay alguna enfermedad por la alteración de las constantes vitales.
4 . El carácter subjetivo de conceptos se diferencia del carácter objetivo en que aquél atañe al modo de percibir o
reaccionar ante las cosas, mientras que el objetivo se atiene a la realidad; por ejemplo, son conceptos subjetivos los que se
refieren a sentimientos internos mientras que son objetivos los que se refieren a las realidades externas. Por su parte el
carácter intersubjetivo significa un intermedio entre los dos, en el sentido de que son de carácter subjetivo, pero que, en una
determinada cultura o contexto, se entienden de la misma manera. Por ejemplo el color rojo que significaría peligro; y, en
general los signos a los que la sociedad está acostumbrada.
5 . BONTA, Juan Pablo, Sistemas de significación en arquitectura, Barcelona 1977.
5
Abría así el camino para hacer ver que “tras las relaciones observables externamente, el
estructuralismo descubre que se oculta una lógica interna –una estructura- que explica por
qué son esas variantes las que aparecen a la observación. Tal estructura no se establece por
inducción, sino postulando, por debajo de manifestaciones superficiales, unas leyes
profundas, siendo las primeras una manifestación de las segundas”6.
Al principio de los años sesenta, el estructuralismo como movimiento estaba en
pleno desarrollo y algunos creyeron que podría ofrecer un enfoque unificado para el
estudio de la vida humana que abarcaría todas las disciplinas. Roland Barthes y Jacques
Derrida se concentraron en cómo el estructuralismo podía ser aplicado a la literatura.
Jacques Lacan (y, en una forma distinta, Jean Piaget) lo aplicaron a la psicología,
mezclando a Freud con Saussure. El libro de Michel Foucault Las palabras y las cosas
examinó la historia de las ciencias humanas para estudiar cómo las estructuras de la
epistemología o episteme forjaron la manera en que se utiliza el conocimiento (aunque
posteriormente Foucault negaría explícitamente cualquier vinculación con el movimiento
estructuralista). Louis Althusser combinó el marxismo con el estructuralismo para crear su
propio modo de análisis social. Y muchos otros autores han extendido el análisis
estructural a prácticamente cualquier disciplina7.
En definitiva, los autores estructuralistas postularían siempre una estructura
profunda, que, con sus leyes, actuaría y explicaría las realidades sociales y culturales, no
quizá con un método matemático y preciso como el aplicable a las estructuras consideradas
al principio, pero sí con un método suficientemente preciso como para obtener el
significado de esas realidades observables. Y tendría su éxito porque las realidades de tipo
psíquico, social, histórico o cultural son más importantes para el hombre que las realidades
físicas y empíricas. Y es que, como bien sugiere Cassirer, en el fondo, el estructuralismo se
confunde y alía con una tendencia de pensamiento, más que con una ideología concreta,
que se inscribe en el natural "holismo" buscado permanentemente por el hombre: la
explicación de la realidad como un todo.
Su aplicación en urbanismo
Es aquí, en el intento de obtener una metodología que asumiera, con seguridad y
certeza, la versatilidad no tenida en cuenta por el racionalismo del Moderno, donde la
técnica urbanística se sirvió de esas corrientes culturales que intentaban una racionalidad
de los elementos vitales y complejos difícilmente reducibles a unos pocos axiomas de tipo
funcional o mecánico. De modo que esta tendencia pareció adecuada para el entendimiento
de la ciudad. La visión de la realidad a través de una estructura, dada por las relaciones
entre los elementos que la constituyen, permitía manejar elementos complejos y no
agotables en el conocimiento de la realidad urbana. Pero ese punto de vista estructural
operaría de muy diversas maneras en la disciplina urbanística que es importante comentar.
En primer lugar, se aplicaría el concepto de estructura a la construcción de modelos
metodológicos, de manera totalmente ajena al pensamiento estructuralista de Lévy-Strauss.
En efecto, sin ánimo de encontrar estructuras profundas ni principios explicativos, se
pretendió resolver la ciudad tomándola como una abstracción simplificada de relaciones
entre diferentes funciones (circulación, servicios, terciario), siempre desde un punto de
vista estrictamente metodológico y, por tanto, sin penetrar en condiciones y finalidades
sociales y humanas profundas. Los Sistemas y Modelos se impusieron como posible vía de
solución a nivel del gran planeamiento para operar en la expansión de la ciudad siguiendo
las pautas de modelos estructurales matemáticos.
Por tanto, dejando aparte los Sistemas y Modelos de tipo matemático, la tendencia
estructural de los dos últimos se diferenciarían porque el primero seguiría operando con un
entendimiento disciplinar de tipo axiomático directamente trasladado a la forma urbana,
7
mientras que el segundo rompería con ese entendimiento de tipo disciplinar, apostando por
el estructuralismo en sentido estricto. Veamos brevemente algunas de las características de
cada uno de ellos para terminar con una valoración conjunta.
EL ESTRUCTURALISMO HOLANDÉS
Las ideas del Estructuralismo holandés se forjaron dentro del denominado grupo
Forum, cuyo nombre provenía de la revista que ya se estaba publicando en Holanda desde
1946, y supone una importante y rica profundización en la propia disciplina urbana. Es, a
todas luces, el discurso con más contenido en la década 1955-1965. Pero fueron
participantes activos y protagonistas destacados en los trabajos del Team X, equipo
formado por un grupo de jóvenes que prepararon el CIAM X.
El contexto: el Team X
Desde sus comienzos, este grupo de jóvenes manifestó una actitud de cambio frente
a lo que van Eesteren calificaría como "una estructura excesivamente formal" del
International Style que condicionaba todos los programas de trabajo. Buscaban otra salida
diferente que suponía nuevas respuestas a los nuevos modos de vida que se estaban
produciendo. Pero una salida todavía en continuidad con el espíritu de vanguardia, que
mantendría la conciencia de que la sociedad seguía cambiando y la técnica proporcionaba
nuevas posibilidades para resolver los problemas: no se podían repetir las mismas
soluciones que treinta años antes. Para ello analizarían los casos concretos, en un trabajo
empírico en oposición a la metodología anterior de los CIAM, dogmática y globalizadora;
y ésta es una de las razones por la que es difícil hallar los contornos precisos del Team X,
pues como doctrina sistematizada al estilo de la Carta de Atenas no llegó a existir.
No cabe duda de que continuarían la búsqueda de nuevas formas en sintonía con la
vanguardia: “el arquitecto tenía que asumir la responsabilidad de usar un nuevo orden a
través de la forma"8. Pero los exponentes más característicos del Team X defendieron,
desde el principio, un acercamiento especial a la diversidad de modelos sociales frente a la
postura universalizadora. Ese intento significaba encontrar una relación precisa entre forma
física y necesidad social: los distintos grupos sociales requerían distintas formalizaciones,
expresión cabal de cada contexto.
Con esas convicciones sociológicas, que patentizan el reconocimiento de la
complejidad de lo social, construyeron su sistema en el convencimiento de que las nuevas
tecnologías podían dar lugar a otras formas y otros principios de organización espacial. Por
ejemplo, la orientación rígida de los edificios ya no tenía tanta razón de ser, puestos en la
perspectiva de una tecnología adecuada que satisficiera algunas de las carencias producidas
por la orientación. Si esas convicciones operaron en los planteamientos del Team X de
modo general, en materia de diseño urbano decantarían en dos consecuencias de gran
alcance: una fue atender al problema del crecimiento de la vivienda como célula
individual; y otra, el interés por los espacios urbanos intermedios. Ambos estrechamente
relacionados a nivel proyectual.
El crecimiento de la vivienda representó un lugar común por aquellos años. No hay
que olvidar que el acceso a la propiedad de una vivienda había costado un esfuerzo
tremendo en el período de entreguerras. Además, la necesidad de reconstrucción después
de la guerra provocaba que ese logro fuera considerado como conquista insuperable: es
decir, la mentalidad de disfrutar de más de un inmueble era impensable. Por tanto, la
vivienda, como bien escaso, debía permitir la adaptación en el tiempo a los requerimientos
del habitante, bien fuera producida por el crecimiento familiar o de trabajo, bien fuera
producida por sus gustos y necesidades específicas. Las agrupaciones urbanas, entonces,
no podían quedarse en una mera disposición estática, sino permitir ese tipo de adaptación,
apoyándose en las nuevas tecnologías.
8 . Cfr. BANHAM, Reyner, voz CIAM, en Enciclopedia de la Arquitectura del siglo XX, Barcelona 1989.
8
Notemos cómo lo explica Hertzberger: “La idea básica es muy simple. Tomemos
una calle de una ciudad. Veremos que está en constante cambio: aparecen nuevas tiendas y
cierran otras, se levantan nuevas casas, se cambia el sentido de circulación del tráfico o se
peatonaliza. Pero la calle como tal permanece. Y el estructuralismo en arquitectura consiste
precisamente en incorporar en tu trabajo elementos permanentes, que tienen un ciclo de
vida de largo plazo, pero también (y esto es lo verdaderamente importante y constituye una
lección fundamental para los arquitectos) en introducir posibilidades para el cambio, para
la renovación, para la reutilización. Se trata de incluir estos dos polos. Los arquitectos
siempre quieren construir su obra como algo eterno, les gustan las grandes estructuras
acabadas. Frente a esto, la idea básica del estructuralismo es que hay que construirlas de
forma que puedan adaptarse a una constante renovación. Muchas veces, no obstante, se ha
malentendido el término y se ha empleado para hacer referencia a una estética
determinada, como de puzzle o kit de montaje, debido a que muchas de las obras
estructuralistas mostraban, efectivamente, estas características formales, al ser proyectos
compuestos como una estructura de piezas que van encajando.”11
Bakema y van den Broek
Características del estructuralismo holandés
Ahora bien, es preciso en este punto distinguir entre todo proyecto urbano que
permite variación y renovación de edificios en su interior y el estructuralismo al que nos
referimos. Puesto que este último se diferencia del anterior en que en el propio proyecto se
encuentran ya las variaciones posibles dentro de una gran coherencia formal que no se
altera a pesar de tales variaciones. Se entenderá mejor si atendemos a tres características de
ese primer estructuralismo en lo urbano. Una en la aplicación en escalas manipulables.
Otra referido al diseño de unidades elementales. Y, por último, una tercera referente al
diseño de estructuras que articulan esas unidades. Lo haremos de la mano de los dos
representantes más destacados, Barema y van den Broek.
La escala manipulable
En primer lugar, los estructuralistas holandeses se preocuparon de que la tarea
formalizadora de debería poder ser aplicada a escalas o magnitudes manipulables que
posibilitaran la convivencia en todos sus matices. Con esto, el Estructuralismo holandés se
apartaba de las propuestas tecnotópicas que surgirían también en el seno del Team X.
Quizá el ejemplo más claro desde el comienzo de sus trabajos sea el centro Lijnbaan,
donde a la macroescala de la edificación que había sustituido al centro de Rotterdam por
los destrozos de la guerra, contraponían una escala humana del centro comercial que
funciona realmente como centro de casco urbano.
EL NEORRACIONALISMO
Por su parte, el noerracionalismo también ha supuesto una aportación muy notable al
diseño urbano. No es exagerado reconocer que, dentro de las manifestaciones de los años
setenta, sería el que operaría con una sistematización más coherente, de la que todavía
estamos viviendo.
El término "neorracionalismo" comenzó a popularizarse a raíz de una crítica de
Rikwert a la XV Triennale de Milán de 1973, cuando el movimiento se autopresentó. Este
provenía de una serie de inquietudes que pueden condensarse en dos grandes tendencias:
por un lado, el punto de llegada del debate italiano de los años sesenta (la Tendenza) y, por
otro, el punto de partida que representó el rechazo a la ciudad derivada del “estilo
13 . El carácter general vendrá dado por la "permanencia" de una relación tipología-morfología en diferentes
contextos (misma relación entre calles y edificios en diferentes sitios; tipos de asentamientos o de ocupación del suelo
repetitivos en diversas latitudes; composiciones clásicas o de manual; etc.). El carácter particular vendrá dado por los
cambios en la relación tipología-morfología, o mejor, por la "permanencia" de una relación tipología-morfología en un mismo
contexto, (consecuencias de una determinada operación urbanística, la existencia de precisos vínculos geográficos, etc.). Cfr.
AYMONINO, Carlo, "La tipología edificatoria residencial", en Per una ricerca di progettazione, n. 6 de 1973.
14 . ROSSI, Aldo, “Introducción” a I SIAC, Proyecto y ciudad histórica, Santiago de Compostela 1976.
13
lejos de la abstracción del plano, quedaba sin resolver. Los sucesos del 68, el movimiento
hippy, los Beatles... fueron la reacción, (reclamando libertad, vida y un ambiente no
sofocante) al proyecto de Modernidad"15.
Un punto decisivo de esta reacción se apoyaría en la crítica sociologista sobre la
razón instrumental que, entre otros, se manifestó en la Escuela de Frankfurt16. Esto
requiere una cierta explicación. Ya se ha hablado de ese ideal social que el ambiente
cultural de principio del siglo XX pretendía. Pero ese ideal podía no conseguirse por dos
razones ya vistas en el propio siglo XIX: una por una dosis de utopía que alejaría las
soluciones como imposibles; y otra por una dosis de “ideología” que no permitiría alterar
el “statu quo”17. Frente a las dos posturas se defendería, sobre todo por las corrientes
positivistas, que la ciencia y la técnica serían los instrumentos adecuados, objetivos,
neutros e independientes de todo tipo de ideologías para solucionar los problemas sociales
y humanos.
Pero la crítica sociologista del siglo XX descubriría que tales disciplinas eran, al fin
y al cabo, meros instrumentos al servicio de la ideología imperante, puesto que la mera
técnica mira a la posibilidad de producción y no a la justificación de la misma. Esto
significaba desvelar la falta de contenido crítico (y, por ello, la acusación de “ideología” en
sentido marxiano) del sistema científico-técnico, del que el urbanismo y la arquitectura
formaban parte. Esas técnicas, nacidas en su día como utopía para conseguir un nuevo
orden social, con el devenir del tiempo se habían convertido en un sistema al servicio de
los poderes fácticos, que miran la producción y acumulación de medios, sin referentes
sociales como finalidad; es decir, su razón de ser era una mera razón instrumental. Ese
ideal social, entonces, nunca sería alcanzable con tales medios.
De este punto nacería la fuerza práctica de la idea de democratización de las
soluciones urbanas y el desencadenamiento de un nuevo modelo urbano. Un modelo
todavía sin reflexión disciplinar compartida, pero que fue rápidamente extendido y unía
postulados ecologistas y sociologistas en una nueva visión de la utopía social. Por un lado,
dentro de la crítica ecologista se entendería que la ciudad se había construido hasta
entonces como elemento de explotación del ambiente y, en consecuencia, se postularía la
lucha contra la producción de la ciudad -la producción capitalista- que no se adaptara o
respetara la estructura del ecosistema natural. Por otro lado, los autores en la línea de
pensamiento sociologista entenderían que la ciudad se había construido hasta ese momento
como elemento de producción -o sea, de interés capitalista- y no como elemento de uso -o
sea, de servicio- para el ciudadano y, en consecuencia, apoyarían la lucha por la
apropiación social del espacio urbano.
15. PESCI, Rubén, “De la ciudad regulada a la consensuada”, en Ciudad y Territorio, n. 81-82 de 1989. Puede verse
a este respecto el artículo de MONEO, Rafael, “El urbanismo contemporáneo: 1950-1980”, en Vivienda y Urbanismo en
España, Barcelona 1982. En él, Moneo hace una crítica calibrada al modo de hacer urbanismo en España entre los años 50 y
70, que incide en lo que se está exponiendo.
16 . Cfr. HORKHEIMER, Max, Crítica de la razón instrumental, Buenos Aires 1973. Horkheimer perteneció y fue
director de la Escuela de Frankfurt. Pensadores destacados en los primeros años fueron, además de él, Theodor Adorno y
Herbert Marcuse.
17 . Se entiende aquí por “ideología” una visión deformadora de la realidad a la que el individuo se ha
acostumbrado, de modo que es incapaz de darse cuenta de la verdadera realidad y sus problemas, tal y como fue acusado por
la crítica marxista. De ese modo oculta y, al mismo tiempo, apoya el sistema productivo establecido (el capital). Es, por tanto,
una deformación, una simulación incongruente que se opone al avance cultural y que, por tanto, debe ser combatida por
patológica. Cfr. RICOEUR, Paul, Ideología y utopía, Barcelona 1997.
14
sociales; por último, una actitud de rechazo crítico (y a veces violento) respecto del modo
de hacer ciudad.
Delevoy expresó acertadamente, en Rational Architecture Rationelle18 estos
principios. Según este autor, la intervención en la ciudad debería venir marcada por dos
parámetros.
En primer lugar, la necesidad de "frenar" las manifestaciones del ideal moderno de
progreso, porque en el fondo habían sido mera tecnocracia al servicio del sistema. En este
sentido primaron el Arte Urbano (léase diseño y autonomía disciplinar) frente al
Planeamiento; un Arte Urbano que, aunque continuara como utópico en línea de la
neovanguardia heredada del Moderno, sería válido en la medida en que se opusiera a la
apropiación capitalista del espacio. Es decir, en la medida en que abandonara la utopía del
futuro (que justificaría esa apropiación en aras de una realidad económica del inversor) por
la utopía del presente, de lo inmediato, de la realidad económica del usuario.
Y, en segundo lugar, la clave del método para esa oposición fue la llamada "crítica
tipológica" entendida como "producción de categorías de cultura y de vida", fundamental
en el entendimiento de la nueva base disciplinar.
Para hacerse una idea de esa “crítica tipológica”, lejana a un entendimiento
funcionalista, es preciso repasar el concepto de “tercera tipología” de que hablara Vidler19.
Este autor comenta la existencia de tres tipos históricos: Uno proveniente de la naturaleza
(tipo natural), cuyo modelo es la cabaña. Otro proveniente de la máquina (tipo industrial),
que ha derivado en modelos como prisiones, hospitales, etc., y que está llamada a
desaparecer, puesto que es la propia del Movimiento Moderno, causa de todos los
desequilibrios. Y un tercero, necesario para sustituir al segundo, que provendría de la
propia arquitectura ya existente (tipo arquitectónico). Este último debe atender a tres
niveles en el momento de la proyectación: la herencia de las formas del pasado, las
exigencias del entorno inmediato, y la propuesta de recomposición de tales fragmentos en
un nuevo contexto.
Ahora bien, la propuesta de recomposición en un nuevo contexto constituye el nivel
en que deben patentizarse aquellas nuevas categorías de cultura y de vida, críticas con
respecto a los ideales pseudomodernos de progreso. Por tal razón, esa recomposición
implica unas nuevas relaciones, dadas no por lo funcional o por una formalización
deductiva y jerarquizadora (tecnocrática), sino por otros valores que superan a los
anteriores: la correcta interpretación de la cultura, el ambiente, la historia o lo simbólico.
Como comentaría años después, Bernard Huet, en la conferencia sobre Enseñanza de la
Arquitectura en Francia, "uno de los elementos que han caracterizado las ‘luchas urbanas’
después del 68 es la reivindicación de un sistema alternativo que se oponga a la imagen del
desarrollo (en referencia a la edificación yuxtapuesta social y formalmente de las ciudades)
impuesta por el capitalismo avanzado". El “lío”, seguía exponiendo, se disiparía cuando
“los arquitectos entiendan que el gusto de las masas es un dato a respetar; y que la
sustancia de la Arquitectura no es el Design o la Innovación, sino la cualidad intrínseca de
las formas y de los espacios, dadas a los objetos banalizados. La enseñanza no es tanto la
innovación como la perfección del oficio”20. También es resaltable la frase de Gregotti, "he
aquí la 'rue couloir', símbolo de una polémica contra todas las infamias cometidas por la
corrupción mercantilizada de los principios del Movimiento Moderno".21
Por tanto, la recomposición de la tercera tipología en un nuevo contexto no puede
separarse de las implicaciones políticas que se pretenden. Se debe recomponer con una
18. DELEVOY, Robert L., “Hacia una Arquitectura” en Rational Architecture Rationelle: the Reconstruction of the
European City, Bruxelles 1985.
19 . VIDLER, Anthony, “La tercera tipología” en Rational Architecture Rationelle: the Reconstruction of the
European City, Bruxelles 1985. Tafuri ha comentado que la crítica tipológica venía a situarse enfrente de la llamada "crítica
operativa", propia de los principios del Moderno, que había conducido a una práctica arquitectónica desde los presupuestos
del funcionalismo como criterio básico para una renovación de la arquitectura y del urbanismo en su tarea de construir una
sociedad mejor. La "crítica tipológica", en continuación con ese aspecto operativo (producción de categorías de vida), se
constituiría también en una crítica a la ingenuidad funcionalista de la anterior.
20 . Cfr. Mesa redonda sobre Escuelas de Arquitectura organizada en el I. U. A. V. en Abril de 1980.
21 . GREGOTTI, Vittorio, Artículo del día 28.VII.1980 en La Reppublica, Roma 1980.
15
nueva razón de utopía social. Tal recomposición es la que se presenta como "crítica
tipológica", de modo que los proyectos deben tener un carácter provocativo, totalmente
distinto de las recomposiciones postmodernas venturinianas, puesto que éstas sólo son citas
y reduplicaciones sin sentido, cargadas de “ideología”. Por otra parte, la acción social
requerida para que esa recomposición sea válida pasa por el control en los niveles de
decisión democrática, enlazando así con los deseos más radicales del urbanismo de
participación del momento.
Esa recomposición, por tanto, es inseparable de una actitud personal: actitud que
debe estar comprometida –a través de la participación con las bases sociales- con los
anhelos de tipo social. Si cumple tal requisito, las manifestaciones proyectuales pueden
disfrutar de la autonomía propia requerida por los planteamientos de la Tendenza; si no
está en ese compromiso, será falsa o ideologizada. Desde tal punto de vista, la autonomía
disciplinar no podía ser tachada de formalista según reclamaba el propio Rossi. Pero a su
vez operaba con una reducción que limitaba su validez a unas concepciones sociológicas
determinadas.
Características neorracionalistas
Por lo comentado hasta ahora, es fácil concluir en las características con que se
presentó el neorracionalismo, que se pueden condensar en dos grandes vertientes: por un
lado, el interés por el diseño urbano como conclusión de aquella autonomía disciplinar; y,
por otro, un nuevo historicismo como conclusión del rechazo del urbanismo anterior al
paso que expresión de los anhelos reales del usuario final.
Con la clara conciencia de que son más importante las condiciones políticas e
ideológicas que la tecnocracia que pone en marcha el urbanismo, se rechaza la ciudad
mecanicista que se estaba produciendo en los planes de tipo estructurante. El Diseño
Urbano es entonces el gran protagonista y se manifiesta por el detalle que llega hasta un
espacio público concienzudamente definido en que la vitalidad, entendida como nodo de
relaciones humanas, se manifiesta fundamental. Se llega así a lo que Solá Morales
calificaría de “urbanismo urbano”: un urbanismo de contenido físico, concreto, táctil, que
enlaza con la tradición urbanística del Proyecto Urbano22. Y ese enfoque no queda en una
consideración genérica, sino que influye en el modo de plantear la ciudad, como por
ejemplo la reducción al mínimo del suelo residencial, en un intento de llevar a la práctica
el control del crecimiento urbano.
Pero tal nuevo entendimiento disciplinar justificaría, además, la asunción de
elementos enriquecedores en el diseño, requiriendo entonces de otros parámetros distintos
de los derivados de un funcionalismo abstracto y excluyente. Si éste supuso un corte
epocal respecto a la historia, su rechazo llevaría consigo una revisión completa de tal
postura. Como lógica consecuencia, la razón de ser de la forma debía encontrarse no en los
supuestos funcionalistas, sino en la realidad perenne más inmediata. Realidad que no puede
sustraerse a las manifestaciones expresadas en la historia, o a las manifestaciones culturales
sincrónicas. Como consecuencia, se despierta un especial cuidado por el fragmento
preexistente: la ciudad mal construida o los espacios mal consolidados -lo deteriorado- es
objeto de atención específica. Y en tal contexto, dentro de un nuevo historicismo, se
redescubren los espacios libres tradicionales al servicio del peatón (el bulevar, la plaza, el
jardín) en contraposición a la "zona verde" indefinida, así como las ventajas de la manzana
en contraposición al bloque suelto en el territorio, todo ello derivaciones banales del
Moderno.
Con el peligro que supone toda simplificación, se podría apuntar tres ámbitos de
trabajo que destacan en este período dentro del fenómeno neorracionalista.
22 . Cfr. SOLA MORALES, Manuel, “La segunda historia del Proyecto Urbano”, en Ur n. 5 de 1987. En el artículo,
Solá Morales defiende que hasta los años treinta existió una vasta cultura del Proyecto Urbano, entendido como diseño que se
fija especialmente en las condiciones físicas, que fue obviado durante casi cincuenta años por un urbanismo más atento a
cuestiones de estructura. Ante esta realidad, la vuelta al diseño en la época que se está comentando conectaría con esa historia
interrumpida.
16
Valdebernado en Madrid
Mendillorri en Pamplona
CONCLUSIONES
23 . TRANCICK, Roger, Finding lost space. Theories of Urban Design, New York 1986.
17
No es temerario afirmar que la dos deriaciones analizadas han supuesto, cada una en
su momento, un notable enriquecimiento del discurso urbano, especialmente en su
vertiente más cercana al diseño y, por tanto, a la arquitectura. Y en los dos casos porque se
alejaron de los modelos globalizadores que se habían impuesto después de la difusión
masiva –y, a veces, poco reflexiva- de los principios de los CIAM hacia mitad del siglo
XX. En su lugar optaron por particularizar las soluciones y atender más bien a la escala
intermedia, allí donde el usuario podía identificarse.
Sin embargo, las diferencias entre los dos son profundas hasta el punto de que, como
señala Grumbach, “el plan de Nolli representa una ciudad en la que se tienen en cuenta los
espacios públicos interiores de los edificios. (...) Esta representación, que asocia forma
urbana y tipologías arquitectónicas, es el punto de cristalización que ha permitido una
crítica del Team X por su indiferencia a la ciudad antigua y a su proceso de creación”24. En
contraste con la actitud del Estructuralismo holandés, los nuevos aires decantarían hacia
una admisión de la complejidad más cercana a la propia realidad, una realidad basada en la
carga histórica y cultural. Y esto requiere un comentario final que apunta a un sentido
historicista radicalmente diferente, además de su situación en el discurso general del
urbanismo moderno.
Como ya se ha repetido, aunque ambas tendencias admitían la existencia de
estructuras profundas socioculturales que se reflejarían en la estructura superficial de la
forma de la ciudad, el Estructualismo holandés interpretó esa estructura profunda de
manera física, empírica y directamente observable y, por tanto, relacionada estrecha y
unívocamente con los modelos funcionales del Moderno. Mientras que el neorracionalismo
(y la Tendenza particularmente) la tomaría en sentido saussuriano, no como realidad
evidente, sino como principio explicativo, que permitiría un desarrollo hasta cierto punto
disponible y autónomo de la urbanística respecto de los modelos empleados hasta
entonces.
Es decir, el primero operó con un estructuralismo que aspiraba a entender el
proyecto como una estructura física y unitaria; y, en este sentido se diferenciarían de la
serialización aditiva del Moderno; pero su posición ante la historia era la misma, desde el
momento que sólo pretendía entender el futuro con el uso exclusivista de formas
innovadoras. Sin embargo, el neorracionalismo operó con un estructuralismo que pretendía
dar contextura a la propia disciplina y, por ello, no había dificultad en asumir una
reinterpretación del pasado y del posible futuro.
No cabe duda de que las aportaciones del Team X habían supuesto una ruptura que
precisamente sentó parte de las bases de la crítica posterior, en cuanto a la importancia
dada a la mayor complejidad de la ciudad, donde se incluían la valoración de las culturas
autóctonas, la libertad de opción dentro de un marco general, etc., en consonancia con
otras alternativas como el neorrealismo italiano o el empirismo nórdico. Pero el
Estructuralismo holandés –como representación más cabal de las aspiraciones del Team X-
no había llegado a una fundamentación sistemática capaz de asentar unas bases teóricas
para construir una nueva disciplina. Eran experiencias empíricas donde cabían nuevos
valores emergentes, pero su incipiente sistematización se enraizaba todavía en la
fundamentación epistemológica propia del Moderno, tendente a la axiomaticidad y, por
tanto, a una cierta utopía alejada de la realidad inmediata. La afirmación de la necesidad de
una estructura simple, amplia y expresiva, donde tuviera cabida laberínticamente una serie
de actividades y formas en conexión con lo complejo suponía la asunción de que aquella
estructura era lo que conformaba el diseño; pero tal estructura debía ser consecuencia de
una reinvención de los tipos de espacios urbanos y arquitecturas edificatorias que, en su
repetición serializada, devinieran en adiciones, sustracciones y articulaciones
enriquecedoras del espacio urbano y de las necesidades sociales de crecimiento y
conformación final. En ese sentido, se podría decir que la serialización cambió de escala: si
en los primeros pasos del Moderno se atendía a una serialización de gran escala, el Team X
atendió a una escala menor que, en su combinación, produciría diferentes ámbitos de
respuesta a las diversas situaciones. Pero todo ello seguía siendo resultado de un proceso
que desdeñaba la herencia cultural, como interpretación moralizadora para lograr el cambio
social.
En cambio, el neorracionalismo, por situarse con una mayor autonomía en la forma,
cortaría, con la navaja de la implicación dialéctica entre estructura y superestructura, la
relación ingenua entre lo funcional y lo formal, dejando un campo disciplinar para lo
urbano y, sin embargo, expresivo de una realidad más profunda y compleja cual era la
cultura y la historia que actúa sobre la carga socioeconómica y política. Era la única
manera de reconducir el urbanismo perdido en abstracciones hacia su contenido formal, sin
perder la misión moralizadora del mensaje moderno. Se situaban así en coordenadas
gramscianas, en que, a través de la cultura profesional propia, se podía lograr el cambio en
la sociedad.
La diferencia es esencial y apunta a una lucha ideológica sobre los auténticos valores
de la realidad necesarios para construir la ciudad. Para el Team X un acercamiento tan
grande a la realidad era sinónimo de transacción con la vulgaridad; por ello, su
estructuralismo era parcial, en el sentido de aceptar las realidades como algo a tener en
cuenta, pero exterior a una estructura concebida a priori desde los principios renovadores y
moralizadores del Moderno. Para las nuevas posturas la realidad social y cultural es
justamente lo que puede ser moralizador, en contra de las grandes operaciones del capital,
entendido como algo vulgar. Tal realidad es la que debía dar, desde dentro, contextura al
cuerpo doctrinal que se elaborase.
BIBLIOGRAFÍA