Albo - Iguales Aunque Diferentes
Albo - Iguales Aunque Diferentes
Albo - Iguales Aunque Diferentes
Iguales,
aunque Diferentes
Hacia unas políticas
interculturales
y lingüísticas
para Bolivia
CONTEXTO
M
ás de una década de estudios, reflexión, seminarios, siste-
matizaciones, debate intersectorial y con los sectores direc-
tamente involucrados permitió a Xavier elaborar este libro,
que es su trabajo más completo sobre uno de sus temas preferidos:
la interculturalidad.
1. INTRODUCCIÓN 247
La religión 293
El desarrollo socioeconómico 294
Las otras mil dimensiones 295
BIBLIOGRAFÍA 375
UNO
INTRODUCCIÓN
1 En el aspecto sociolingüístico nos remitimos sobre todo a los dos volúmenes y mapas de Bo-
livia plurilingüe (Albó 1995). Allí se muestran y explican con suficiente detalle las diversas situ-
aciones culturales y sociolingiiísticas en todo Bolivia, principalmente a partir de los datos del
Censo Nacional de 1992, complementados por los del Mapa Educativo de 1993. En el aspecto
cultural, la producción es más dispersa. Para una iniciación general al tema, remitimos al tra-
bajo colectivo Para comprender las culturas originarias en Bolivia (Albó, Godínez et al. 1995) y a su
bibliografía básica sobre las diversas culturas allí mencionadas, que no incluye aún la produc-
ción más reciente. A un nivel más histórico y académico, pueden consultarse los volúmenes ya
publicados de la Guía etnográfica lingüística de Bolivia: tribus de la selva (Montaño 1987, 1989).
En general, la bibliografía es mucho más rica en determinados grupos (por ejemplo, los pue-
blos andinos y los guaraní) pero tiene grandes vacíos en otros. El viceministerio de Asuntos
Indígenas y Pueblos Originarios (Vaipo) y el Programa Indígena del Pnud están preparando
248 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
una serie de monografías cortas y populares sobre los principales grupos culturales del país.
Sobre las relaciones interculturales andinas, puede consultarse el ensayo “La raíz: colonizado-
res y colonizados” de Silvia Rivera (1993), el ensayo más teórico de Guillermo Mariaca (1999) y
otros trabajos publicados después del presente libro, a saber: El rincón de las cabezas de Denise
Arnold, Juan de Dios Yapita et al. (2000), Diálogo de sordos de Javier Medina (2000), que sinte-
tiza las principales propuestas hechas en el país, añadiendo la suya propia (comentada en Albó
2001) y la síntesis colectiva La encrucijada cultural, publicada por Cosude (2001). Seguimos te-
niendo carencia de investigaciones en temas fundamentales como la cultura dominante, como
tal; las variantes urbanas de las culturas originarias (con la excepción parcial de los aymaras en
La Paz); o los procesos de aculturación y mestizaje cultural.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 249
* * *
Colonialismo e interculturalidad
1976 1992
Saben castellano 78,8% 87,4%
Saben quechua 39,7% 34,3%
Saben aymara 28,8% 23,0%
Saben otras lenguas indígenas 1,1% 1,6%
Hay que subrayar que en ambos censos el dato se refiere más que nada
a la actitud de la población con relación a las lenguas consultadas, pues
simplemente se preguntó “¿Sabe (tal lengua)?” y solo entraban las res-
puestas “sí” o “no”, sin mayores matices. Una prueba de proficiencia en
cada lengua habría mostrado notables lagunas, sobre todo en los que
afirmaron saber castellano, habiéndolo aprendido solo como una segun-
da lengua. En cambio, es probable que mostrara un conocimiento de
las lenguas indígenas mayor que el reconocido por los entrevistados. En
este sentido, tras la pregunta sobre el idioma surge una respuesta que
en parte muestra una mayor o menor lealtad a la cultura que este refleja.
originarias queda en parte exagerada (al igual que el aumento del cas-
tellano) también por otros dos motivos de carácter estadístico: (a) la
falta de datos sobre los niños menores de 6 años en el Censo de 1992 y
(b) la peor cobertura de dicho censo precisamente en las áreas rurales
periféricas, donde más fuertes siguen las lenguas originarias. La incor-
poración de los menores de 6 años hace subir en un 21,5% las cifras
absolutas. Por otra parte, sobre la base del cotejo de datos en distintas
partes del país, no parece exagerado hablar de un 15% no censado en
buena parte del campo. El Mapa Educativo, elaborado por el Etare en
1993, sugiere vacíos aún más notables, pues en todos los departamen-
tos encuentra cifras de profesores rurales muy superiores a las que dio
dicho censo, sin que estos reaparezcan en áreas urbanas3.
Por otra parte, y en contraste con lo anterior, hay que subrayar que en el
caso boliviano, si bien el Estado seguía reticente para implementar una
política escolar de Eib, había ya una larga tradición, que se remonta a
los años 50, de incorporación masiva de las lenguas quechua y aymara
en las radioemisoras, sobre todo a través de la red Educación Radiofó-
nica de Bolivia [Erbol], que en algún momento ha llegado a contar con
el 50% de los kilowatts instalados en las radios del país. Varias de ellas
hacían educación formal por radio (escuelas radiofónicas) pero su apor-
te principal ha sido el haber creado un ambiente masivo favorable al
uso de estas lenguas y a la participación pública de sus hablantes y sus
organizaciones (Albó 1981). Así se entiende mejor por qué dentro de la
sociedad civil el reclamo por una educación “bilingüe” ha estado pre-
sente en diversos sectores de la sociedad boliviana desde mucho tiempo
atrás. Citemos los tres casos más relevantes, que aparecen en escena en
el siguiente orden: parte del mundo académico; enseguida las organi-
zaciones campesino-indígenas; y finalmente, un sector del magisterio.
4 Aparte de los numerosos estudios estrictamente lingüísticos, ver Centro Cultural Portales
(1973, 1974, 1976), Albó (1974, 1978), Hosókawa (1980), Plaza y Carvajal (1985) y la publicación
periódica Notas y Noticias Lingüísticas del Inel.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 263
obligatoria del quechua y del aymara en el ciclo medio, que nunca llegó
a implementarse. Pero los cambios más significativos se han dado en
la siguiente década. Desde que en 1991 se ratificó el convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo [Oit] sobre pueblos indígenas
y, muy particularmente, desde que en 1994 se aprobaron los cambios
en la Constitución Política del Estado [Cpe], poco a poco los nuevos
instrumentos legales empiezan a incorporar el nuevo concepto de una
Bolivia pluricultural, dentro del que se incluye también el respeto a las
diversas lenguas del país. La ley 1257 del 11 de julio de 1991 da carácter
legal a los derechos que el convenio de la Oit reconoce a los pueblos in-
dígenas. Hay que tener en cuenta que en nuestro caso los indígenas (o
parcialmente indígenas) siguen siendo la mayoría de los ciudadanos,
aunque son también los más postergados.
Con esta redefinición del país, adquiere pleno sentido el art. 6 por el
que todos, manteniendo esta diversidad, tenemos el derecho de ser
iguales “sin distinción de raza, sexo, idioma, [...] condición social u otra
cualquiera”. Se expresa de esta forma el ideal nacional de la unidad
e igualdad en nuestra diversidad. Los instrumentos legales aprobados
desde entonces deben tomar en cuenta estos postulados, aunque no
todos lo hacen con igual fuerza. He aquí los hitos más significativos:
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 267
Dos son los aspectos que más debemos tener en cuenta de cara al fu-
turo, al establecer una política lingüística e intercultural: el proceso de
globalización y el rol cada vez más determinante de los nuevos meca-
nismos de comunicación masiva.
...Con un agravante: Cada uno de esos lenguajes tiene una vida muy
efímera, y hay que irse actualizando constantemente en nuevos pro-
gramas y hasta sistemas operativos. El plurilingüismo en unos pocos
idiomas reales no es nada comparado con el que se necesita día a día
en los nuevos paralenguajes virtuales de la informática. Los “tilines” y
muchas aplicaciones recreativas de las computadoras dejan de ser sim-
ples juegos para transformarse en herramientas de aprestamiento en la
lógica y los símbolos de la informática.
TRES
PANORAMA
GENERAL
No todos los que hablan una misma lengua necesitan las mismas
políticas lingüísticas y culturales. Estas dependen además de cada
contexto sociocultural y lingüístico. Así, limitándonos a las diversas
formas de relacionamiento social entre los tres principales grupos
del país –aymara, quechua y castellano–, se puede identificar hasta
25 situaciones diferenciadas5. Si incluimos los otros grupos minori-
5 Remitimos a los volúmenes Bolivia plurilingüe (Albó 1995) para una discusión más exhaustiva.
En las páginas 68-76 del vol. I se encuentra la sinopsis de todas las situaciones detectadas y
su distribución por los diversos municipios del país, tal como estos fueron reestructurados
en 1994. Todas nuestras estimaciones demográficas han sido redondeadas y se refieren al
Censo de 1992, con algunos ajustes explicados en Bolivia plurilingüe. Lamentablemente en
276 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
involucra a lenguas
Situaciones típicas
miles* n municipios (+ cast.)
38 Q
c. Rural andino bilingüe en castellano 300
6 A
d. Rural andino no tradicional 490 17 Q, (A, otras)
A
(incluidas en las
e. Poblaciones intermedias andinas cuatro situaciones Q
precedentes)
Q-A
4 A, (Q)
el momento de preparar esta nueva edición, todavía no están disponibles los datos del nuevo
censo nacional, realizado en septiembre 2001, que ha incorporado preguntas más refinadas
sobre lenguas y una nueva sobre identidad étnica u originaria.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 277
Estos sectores son también rurales con fuerte presencia andina, pero
no son tradicionales, por estar mucho más vinculadas a una economía
de mercado y, muchas veces, por ser áreas de atracción de inmigrantes,
ubicadas en la frontera agrícola. La lealtad cultural y lingüística es me-
nor que en el caso anterior, siendo ya bastantes los padres que adoptan
el castellano como lengua primera de sus hijos. Se incluyen aquí tres
situaciones diferenciadas:
• Los yungas de La Paz con casi 50.000 habitantes, descendientes
de migrantes aymaras, más una pequeña minoría negra y gente
citadina que va allí para gozar del clima yungueño.
• Las zonas de colonización, con un total censado de unos 80.000,
en el área más aymara de La Paz, y 220.000, en las más que-
chuas del Chapare y Santa Cruz, más una población flotante de
quizás 100.000, sobre todo en las zonas cocaleras. La población
proviene de áreas rurales tradicionales, pero muchos ven su lle-
gada a colonización como un “progreso” modernizador, por lo
que sienten una menor lealtad a su cultura y lengua originaria,
280 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
En las tierras bajas hay 33 grupos étnicos minoritarios que hablan unas
30 lenguas indígenas6, con un total de unos 85.000 hablantes. Hay que
añadir los que mantienen su identidad étnica pero ya no el idioma, lo que
eleva la población a 153.000 habitantes en el área rural7 más varias dece-
nas de miles en los pueblos y ciudades que no llegaron a censarse. En
el altiplano existe además la minoría uru, a la que aquí no nos podemos
referir en detalle8. En realidad, se trata de muchas situaciones específicas
y diferenciadas, cada una de las cuales necesita su propio enfoque. Solo
los guaraní y los chiquitanos superan los 40.000, aunque muchos de
estos últimos ya no hablan su lengua. Otros 6 superan los 5.000. Pasan
de 1.000 otros 7 grupos y el resto no llega ni a esa cifra. El caso de la pro-
vincia y municipio de Moxos es el más complejo desde el punto de vista
étnico y lingüístico, pues en toda la zona se entreveran cinco grupos, no
6 La cifra depende de qué se considera lengua o solo dialecto de una lengua común.
7 Censo Indígena de las tierras bajas, 1994. No tomó en cuenta ni a las poblaciones urbanizadas
con más de 2.000 habitantes, ni a la población rural no indígena. Aparte de la publicación más
detallada (hasta el nivel de comunidades y asentamientos), existe una versión en diskette para
Windows, hasta el nivel de municipio y un breve resumen en Bolivia Multiétnica, n. 1 (enero 1997).
8 Son cerca de 1.500, ubicados en tres áreas cercanas a lagos en medio del territorio aymara. El
grupo más numeroso y que mejor ha mantenido su identidad y lengua es el Chipaya (Oruro).
Ver más detalles en Albó (1995: II 35-38, 66).
284 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
siendo raras las comunidades en que conviven dos y hasta tres grupos (y
lenguas) indígenas, aparte de los grupos karayana (castellanos) del con-
torno. El conocimiento del castellano suele ser bastante general, pues es
casi indispensable para comunicarse con el contorno. Pero la mayor o
menor lealtad cultural y lingüística puede variar mucho, de acuerdo con
cada historia particular, incluso dentro de un mismo grupo cultural. Es
muy alta, por ejemplo, en los chimanes (o tsimane) pero es baja en sus
vecinos moxos (con sus variantes trinitarios, ignacianos y otros menores)
y casi nula en los takana, más al norte. Además de la relación con la ciu-
dad y los sectores castellanos, influyen otros factores como ser miembros
de comunidades libres o peones de hacienda; mantener una forma libre
de vida o estar (o haber estado antes) bajo un régimen de misión y, dentro
de este, su enfoque y duración temporal.
j. Ciudades no andinas
Presencia extranjera
l. Colonizaciones extranjeras
La administración pública
El sistema educativo
El sistema legal
La religión
Por este mismo carácter globalizante que suele tener el fenómeno reli-
gioso, despierta también fuertes cargas emocionales, a favor o en con-
tra. De ahí pueden generarse dos tipos de conflictos de convivencia.
El más antiguo y extendido es el de la discriminación étnico-religiosa,
ya mencionada. El más reciente es el de los conflictos internos entre
grupos indígenas que se han afiliado a diversas religiones o sectas, so-
bre todo los que han adoptado las versiones más fundamentalistas. En
algunos lugares es este uno de los elementos más corrosivos de la tra-
dicional unidad y solidaridad comunal. En este ámbito religioso la in-
terculturalidad podría llamarse ecumenismo. Pero es este el más difícil
y audaz de los ecumenismos, pues no se trata de las viejas discusiones
entre diversas denominaciones cristianas sino del diálogo constructivo
de igual a igual entre quienes detentan la autoridad y el poder religioso,
con bastante aceptación de la sociedad y el Estado, y quienes no tienen
294 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
El desarrollo socioeconómico
Este es tal vez el campo en el que quienes toman decisiones más fácil-
mente dan por supuesto que la dimensión cultural no tiene nada que
aportar. Esta postura parece estar implícita incluso en la estructura del
Estado, que separa el sector económico de sectores más dedicados a
los grupos sociales populares, incluidos los pueblos originarios. Estos
últimos son con frecuencia considerados los “excluidos”, prácticamente
sin potencial productivo, a los que a lo más hay que dotar de servicios
básicos por equidad, para erradicar la pobreza o siquiera para evitar que
se conviertan en un problema social inmanejable. Aun limitándose a
esta dimensión mínima de superar la situación de pobreza mediante la
dotación de servicios básicos, es evidente que ello debe hacerse teniendo
en cuenta la matriz cultural de quienes deben utilizarlos. Demasiadas
veces se introducen innovaciones técnicas de todo tipo que resultan
inadaptadas en un determinado contexto cultural o incluso ecológico.
Mención especial merecen las cada vez más numerosas Ong de pro-
moción que, desde diversas perspectivas y áreas, realizan su trabajo
con pueblos originarios. Hay una amplia variedad entre ellas por los
servicios que desempeñan, por sus metodologías de trabajo y, dentro
de ello, también por su enfoque intercultural. Algunas instituciones
o miembros de ellas han reflexionado poco sobre el asunto y de forma
espontánea, quizás inconsciente, reproducen muchas de las actitudes
discriminantes señaladas en las páginas anteriores. Otras, en cambio,
han sido pioneras en la toma de conciencia interétnica en el país. Varias
tienen una fuerte brecha entre su discurso, más abierto, y su práctica.
Con honrosas excepciones, es bastante común que quienes toman las
principales decisiones institucionales pertenezcan a la cultura domi-
nante, con poco conocimiento de las otras y menos de sus lenguas, y
que los miembros de las culturas oprimidas tengan solo roles subor-
dinados. Se refleja así el permanente dilema entre optar por la mayor
cercanía a la realidad cultural de aquellos a quienes se desea servir y la
mejor calificación profesional para desempeñar determinadas tareas.
En el fondo, es una consecuencia más de la discriminación en todo el
298 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Nuestro último ejemplo son las fiestas y celebraciones sociales, que tie-
nen características singulares, sobre todo por el peso que en ellas tiene
el sentido expresivo de comunidad. No faltan eventos exclusivos para
uno u otro sector social y cultural, que contribuyen más bien a reforzar
las brechas existentes en las relaciones cotidianas, por todo su estilo
e incluso por las condiciones de admisión. En otros casos, hay cierta
convivencia entre grupos culturales, pero se sigue marcando la diferen-
cia por la ubicación de cada grupo en la fiesta, o por otros detalles más
sutiles con la música, las bebidas, las relaciones interpersonales, etc.
Pero es también relativamente común que muchas celebraciones ten-
gan una mayor apertura intercultural que los eventos y actividades más
formales. Es normal, por ejemplo, que la música y baile vaya cambian-
do de estilos, de modo que ni la gente blanca y “refinada” se avergüence
de cantar y bailar ritmos andinos ni los indígenas dejen de aventurarse
en los nuevos estilos que van llegando desde el exterior. Es también con
ocasión de celebraciones más familiares, sobre todo las relacionadas
con el ciclo vital, que se establecen las alianzas interétnicas más dura-
deras, a través del nombramiento de padrinos y compadres. Pero no es
raro que después, en el funcionamiento cotidiano de esas alianzas, se
reproduzcan de nuevo las relaciones asimétricas.
CUATRO
CONCEPTOS
BÁSICOS
9 Otra cosa son los dialectos de la lengua domíname desarrollados por los neo-hablantes
provenientes de una lengua subordinada, a los que nos referiremos más adelante.
304 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
10 Por esta posibilidad, no nos resulta operativa la utilización del término “lengua mayoritaria”
para lo que en rigor es lengua dominante; o “lengua minoritaria”, para lo que en realidad
es lengua subordinada u oprimida (ver, por ejemplo, Skutnabb-Kangas, ed. 1995). Tal
identificación puede que sea útil en ciertos ambientes migratorios. Pero nos impide analizar
la diversidad de situaciones en que ambas variables se combinan de manera diversificada,
requiriendo por ello políticas distintas.
306 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Cambios de lengua
Los dialectos sociales son las variantes que utilizan distintos grupos so-
ciales incluso dentro de un mismo ambiente geográfico. Pueden reflejar
la clase social, la identidad étnica o incluso el género, el grupo etáreo
y ciertas ocupaciones. Así, en nuestro medio, hablamos del castellano
“popular”, como un dialecto distinto del que usan las clases “refinadas”,
o del aymara “patronal”, como distinto del que usan los comunarios. En
el caso del castellano popular, este suele tener además muchas inter-
ferencias fonológicas y gramaticales de alguna lengua originaria (aun-
que ya no se hable), sobre todo del aymara o quechua. Expresiones muy
comunes como en ay o de mí (en vez de ahí, mío) reflejan ese tipo de
sustrato. Como ejemplos de otras modalidades de los dialectos sociales,
se puede mencionar el black English, de los negros en Estados Unidos,
objeto de muchos estudios y aplicaciones didácticas; el habla de y a los
niños, no aceptable entre los adultos; la diferencia entre habla masculina
y femenina, que puede provocar situaciones embarazosas si se trabucan
y que en algunas lenguas (como el bésɨro o chiquitano) llega incluso al
uso obligatorio de categorías gramaticales diferenciadas; o el lenguaje
del hampa, que no se limita al uso de un vocabulario especializado. Nos
interesa tener en cuenta la existencia y características de los dialectos
sociales porque, al igual que en el caso de las lenguas, el utilizar un de-
terminado dialecto social de mayor o menor prestigio puede ser motivo
de imposición, rechazo, discriminación e incluso reivindicación.
Los usos oral o escrito de una lengua podrían considerarse como dos
grandes tipos de dialectos situacionales, aunque en rigor tal vez solo
310 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
que las lenguas originarias han quedado limitadas a sus usos orales,
relegando y eliminando incluso otras formas previas de codificar men-
sajes (por ejemplo, con los khipus, la cerámica y los tejidos). Hay incluso
quienes caracterizan a las culturas indígenas como ágrafas, como si
esta ausencia de escritura fuera algo inherente a ellas; pero esta afirma-
ción precipitada solo puede ser a lo más una constatación factual de lo
que está ocurriendo en un determinado lugar y contexto histórico. Más
bien se puede afirmar que fue la imposición colonial la que acentuó
esta presunta superioridad y prestigio de lo escrito, monopolizado en
gran medida por el castellano, frente a la oralidad a que fueron reduci-
das las lenguas colonizadas en su uso cotidiano11. La superación de esta
forma de diglosia pasa también por el acceso habitual de estas lenguas
a la forma escrita y, a la vez, por la recuperación de los valores comple-
mentarios que tiene todo lenguaje oral.
11 Guillermo Mariaca (1999: 15-24) habla del “gesto colonial de la escritura” con el que se consu-
mó “la colonización de la palabra oral” y se redujo al mínimo “el derecho a la palabra” de los
pueblos originarios colonizados. En los Andes la Colonia aceptó la escritura en lenguas indí-
genas casi exclusivamente para textos eclesiásticos de apoyo. En Mesoamérica y en el mundo
guaraní hubo una mayor gama productiva aunque, en este último caso, Meliá (1986) percibe
entonces el carácter “reductivo” que tiene ese uso escrito de la lengua, perdiendo parte de su
riqueza previa. Ver también Arnold, Yapita et al (2000).
312 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Dentro de las muchas acepciones que tiene esta palabra, la que aquí
más nos interesa, con miras a la ulterior discusión de la interculturali-
dad, es la siguiente:
El grupo humano que comparte una misma cultura, tal como acaba-
mos de definirla, y que de ella toma su propio sentido de identidad,
puede recibir distintos nombres, según el contexto cultural, social o
político en que ello ocurre: etnia, pueblo, nacionalidad, nación, país,
incluso Estado-nación... Privilegiamos esta definición porque conside-
ramos que, en un país con una propuesta pluricultural –como es el
caso de Bolivia–, el aspecto más determinante y, a la vez, el que más
conflictos puede generar, si no se lo afronta adecuadamente, es el de la
identidad de los diversos grupos que lo componen y, por tanto, también
el de la diferenciación entre todos ellos. Más allá de la definición, no
siempre se puede determinar con precisión qué elementos forman par-
te de una determinada cultura. En principio, dentro de una concepción
más general de cultura, entran en ella todos los elementos aprendidos
que se trasmiten y comparten. Se excluye solo aquello que se hereda
biológicamente. Una primera clasificación de esta amplia gama nos lle-
va a distinguir tres grandes ámbitos culturales:
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 315
12 Esta temática ha sido objeto de una publicación muy didáctica de Jédu Antonio Sagárnaga (1998).
13 Ver gráfico al final del capítulo 5, donde abordamos de nuevo este asunto.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 317
15 Ver, por ejemplo, las resoluciones del Encuentro Continental de Mujeres Indígenas realizado
en México en diciembre de 1997, comentadas en Sierra (1999). Para el caso boliviano, ver
Rivera, Arnold, et al. (1996).
318 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Hay que ir con mucho más cuidado todavía para hablar de C1 o C2 al re-
ferirse a los componentes pragmáticos de la cultura. Si estos conceptos
se aplicaran sin mayores matices al mundo de la técnica, se podría en-
trar fácilmente en callejones sin salida, pues en este campo es mucho
más evidente la posibilidad de que cualquier cultura pueda enriquecer
322 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
su experiencia con los aportes de cualquier otra sin perder por ello su
propia identidad. Tarde o temprano, muchos de estos elementos, que
en algún momento histórico fueron la innovación o la particularidad
de algún grupo cultural específico, pasan a ser parte de una cultura
común sin que importe ya cuál fue su origen. ¿Qué influye ahora en
la identidad cultural de tantos pueblos saber que el papel, la tinta o la
imprenta provienen de la China, que las papas fueron experimentadas
y “domesticadas” en los Andes, que la radio la inventó un italiano, que
el Internet nació de los mensajes secretos entre militares, o que el fax
fue un invento de los japoneses, para adaptar otros inventos previos,
basados en el alfabeto, a su escritura con ideogramas?
Supuesto todo lo anterior, hay que mirar también con cierto recelo las
afirmaciones que se hacen a veces sobre la identidad de nuestros países
como “mestizos”, y las propuestas de un ideal futuro como una “na-
ción mestiza”. En la práctica histórica siempre que se han hecho estas
propuestas, en Bolivia y en otros países del continente, ha sido para
16 Uno de los iniciadores de esta corriente, dentro de las ciencias sociales, fue Aníbal Quijano
(1980), en el Perú. Entre las versiones más recientes, están las de Toranzo (1993), Nugent
(1994) y Mariaca (1999).
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 325
a) Situaciones de interculturalidad
18 En Albó (2001) hemos desarrollado más nuestro punto de vista frente a la posición de
Medina (2000).
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 329
b) Niveles de complejidad
Nótese que este ideal de interculturalidad dice más que una simple tole-
rancia, consistente en “aguantar” al que es distinto, por un mínimo de
respeto o por lo menos para poder convivir. Esa es sin duda una actitud
indispensable para el pluralismo. Pero la verdadera meta de intercultu-
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 331
que al entrar en relación con el primer polo pasan a ser “tú” (o “uste-
des”). Para que esta relación sea positiva, se tiene que haber desarrolla-
do a su vez rasgos positivos en ambas vertientes: en el reconocimiento
de la propia identidad y en el reconocimiento de la alteridad o, si se pre-
fiere, la “otredad”. Así lo ilustra el gráfico 4.1.
19 Por ejemplo, ñuqanchik (inclusivo) vs. ñuqayku (exclusivo), en quechua; ñande vs. ore en
guaraní; jiwasa vs. nanaka, en aymara... Este ejemplo aymara es el más completo, pues jiwasa
(yo y tú) forma incluso parte de un sistema de cuatro personas que va de mayor a menor
participación en el diálogo comunicativo (yo-y-tú, tú, yo, él/ella) y las cuatro pueden ser
pluralizadas con el sufijo -naka. El castellano, en cambio, no tiene esta riqueza de matices.
Si, por ejemplo, se intentara traducir la teoría filosófica del “nosotrismo” a las lenguas arriba
citadas, ¿cuál de las dos formas debería escogerse en cada caso?
336 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Es decir, los que se sienten de arriba se asocian mucho más con la he-
rencia cultural hispano criolla de la Colonia –más la de otras elites in-
migrantes extranjeras– y, ahora, se sienten también más identificados
20 En todo este trabajo, nuestro uso de los términos “arriba” o “superior” y “abajo” o “inferior”
siempre deben tomarse “entre comillas”. Los utilizamos solo como una cita implícita, para
referirnos a una estructura social injusta y a una caracterización subjetiva hecha por los
grupos dominantes, que a su vez se sienten culturalmente “arriba” y “superiores”. Pero en
ningún caso pretendemos afirmar que una determinada cultura, lengua o grupo social sea en
sí misma superior o inferior a otra.
338 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
por la actual corriente neoliberal globalizadora, por ser los que más se
benefician de ella. En cambio, los que se sienten de abajo, en la base
de la pirámide social, y quedan relegados cuando no oprimidos por las
viejas y nuevas fuerzas, aparecen más asociados con las culturas tradi-
cionales y locales, con frecuencia indígenas originarias. No es nuestra
tarea describir aquí en detalle esta estructura socioeconómica asimétri-
ca, pero sí mostrar las consecuencias que de ella se derivan para nues-
tro tema de la interculturalidad. La incidencia de dicha estructura sobre
las relaciones interculturales es tan grave y determinante, que resulta
imposible lograr una plena equidad si no se la transforma.
Desde abajo hacia arriba, los miembros de los grupos y culturas subor-
dinadas tienen –como ya vimos– una mayor dificultad en aceptar su
propia identidad cultural, precisamente porque viven a diario en carne
propia las humillaciones y desprecios que esta les brinda, por parte de
los sectores dominantes. En cambio, sienten con mucha fuerza la nece-
sidad de adquirir cada vez más rasgos de la cultura dominante e incluso
llegar a identificarse (o camuflarse) como miembros de ella, precisa-
mente para superar esa condición. Llegan a pensar muchas veces que
su único camino de progreso es asemejarse culturalmente a los de arri-
ba. Se repite así lo que ya hace décadas Paulo Freire caracterizó como
la “pedagogía del oprimido”, cuando este busca liberarse asemejándo-
se a su opresor. Nótese que, en ese caso, la relación de estos grupos
subordinados consigo mismos y con los grupos dominantes, no es de
“alteridad”, en el sentido riguroso de la palabra, porque falla uno de los
dos polos –su propia autoidentificación– como consecuencia de no ser
aceptados como distintos por el grupo dominante. Su interculturalidad
es negativa, porque lleva al debilitamiento y eventualmente a la desapa-
rición de ellos mismos como grupo cultural. En el extremo contrario,
puede existir una actitud de rebeldía, que en sí misma no es aún una
prueba de interculturalidad positiva pero que, debidamente adminis-
340 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Desde arriba hacia abajo, los miembros del grupo y cultura dominante
no tienen mayores problemas en cuanto a su autoidentificación cul-
tural, al menos con relación a la de los otros grupos culturales a los
que ellos dominan y subordinan. A lo más, puede que sientan cierta
aspiración a asimilarse a la cultura de otros países que ocupan luga-
res superiores dentro de la pirámide social internacional; es decir, a
esta escala mayor, algunos se comportan como miembros de una cul-
tura subordinada. En cambio, estos sectores dominantes sienten una
gran dificultad en aceptar a los grupos y culturas subordinadas. Lo
más común, en la vida cotidiana, es ignorarlos y despreciarlos, en una
actitud de autosuficiencia. En la medida que deban mantener relacio-
nes regulares con ellos (por ejemplo, por razones laborales, incluido
el servicio doméstico), o los quieren mantener distintos –para facilitar
su condición subordinada– o los quieren asimilar. En el mejor de los
casos, se sienten salvadores de los otros, porque ellos son los que tie-
nen la verdad y los medios que los harán progresar. Proponen enton-
ces –como única vía de liberación posible para los de “abajo”– su plena
asimilación a la cultura dominante. Rara vez se plantean la actitud de
acercamiento a ellos y a su cultura, para comprender su lengua, mo-
dos y estilos ni menos para aprender de ellos. Si lo hacen, es quizás
por cierta curiosidad intelectual o para transformarlos mejor. Incluso
detrás de algunas conductas muy sacrificadas puede haber una fuerte
cerrazón a aceptar al otro como igual pero distinto.
Nótese que en esta dimensión “de arriba hacia abajo” puede también
ser necesario un cambio de actitudes entre miembros de algunas cul-
turas subordinadas. Por una parte, en consonancia con la “pedagogía
del oprimido” arriba mencionada, con frecuencia los miembros de una
cultura oprimida, en su ascenso social y “civilizatorio”, se alienan de
sus propios orígenes y lo expresan rechazando con dureza a sus propios
hermanos de etnia, pese a que ellos mismos tal vez siguen sufriendo
el rechazo de las elites dominantes. Por lo mismo, hay que poner un
esfuerzo especial en lograr la estima de este sector hacia los grupos
cuya cultura ellos ya han rechazado y hacia esta cultura que ya no es la
suya. En segundo lugar, no siempre hay relaciones simétricas entre los
miembros de diversas culturas oprimidas. Pensemos, por ejemplo, en
la tensa relación entre aymaras y urus (chipayas, muratos) o entre los
guaraní y los ayoreos, o entre algunos colonizadores andinos y los pue-
blos originarios orientales con los que se encuentran en su nuevo asen-
tamiento. En tales situaciones también hay que fomentar una actitud
de aceptación de arriba hacia abajo en el grupo que se siente superior.
Pero en todos esos casos es más fácil llegar a superar esta actitud inicial
que en el de la elite dominante, pues a la larga todos ellos se sienten
igualmente amenazados por los sectores y cultura dominantes.
El corolario obvio de todo este análisis es que uno de los principales obs-
táculos para un enfoque intercultural es la estructura general de poder,
342 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Por todo ello, en este punto parece útil hacer una distinción entre la cul-
tura propia de las elites dominantes y una cultura común, provenga o no
de estas elites22. Para nuestro tema central de la interculturalidad, como
parte de un juego de identidades, este término resulta más neutro, y por
tanto más apropiado. Por eso en las páginas siguientes, cuando hable-
mos de la adquisición de rasgos de otra cultura, por parte de los pueblos
subalternos, hablaremos de esta cultura común más que de la cultura
dominante o de la castellana, etc. Reconocemos que es más fácil hacer
esta distinción en abstracto que en la realidad concreta cotidiana, pues en
esta lo común y lo dominante aparece muy junto, como parte de un único
paquete social y cultural. Pero, hacer explícita esta distinción nos puede
mantener alerta para no caer en la trampa de buscar lo común perdiendo
la propia identidad y asimilándonos al grupo cultural dominante.
22 En este punió esta 4a edición precisa mejor un aspecto aún poco desarrollado en las anteriores.
23 En Albó (1996a, 1998), hemos popularizado este enfoque haciendo alusión a nuestro típico
brindis colectivo, en que, mientras mueven las copas en la dirección indicada, todos brindan
al unísono: “arriba, abajo, al centro, adentro”. Pero, al aplicarlo a la interculturalidad, el orden
lógico es otro: adentro, arriba, abajo y todos al centro.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 345
sidad, “sin distinción de raza, sexo, idioma, [...] condición social u otra
cualquiera” (ver 2.1).
Para facilitar las posteriores referencias, cada esbozo de política irá pre-
cedido de las letras IC [por “intercultural”] o L [por “lingüística”], segui-
da de un número correlativo.
24 El lector encontrará, por ejemplo, una notable diferencia de lenguaje, y a veces quizás
de fondo, entre nuestro enfoque y estilo y el del otro intento reciente ya varias veces
mencionado, de Guillermo Mariaca (1999), presentado como “apuntes teóricos para una
política inter-cultural”.
348 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Con este bagaje por delante, pasemos a detallar los otros criterios gene-
rales, derivados de estos principios fundamentales, que se aplicarán en
cualquier ámbito de actividad. Por las razones didácticas ya señaladas,
empezaremos por el campo lingüístico.
350 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
25 Aquí y en la sección siguiente, invertimos el orden de estos dos objetivos, con relación a las
ediciones anteriores de este trabajo, para guardar mejor el paralelo a lo largo de todo el texto.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 351
Las motivaciones arriba incluidas son las que dan legitimidad a esta
propuesta. Si no existieran, esta preferencia dada al castellano po-
dría ser vista como una nueva imposición. Pero en la práctica, son
muy pocos los monolingües en lengua originaria que no desean el
acceso complementario al castellano para sí o por lo menos para sus
hijos. Habrá que insistir, con todo, en que este acceso es deseable
ante todo por ser una lengua común, útil a muchos grupos cultu-
rales, dentro y fuera del país, y no para acercarse a la identidad del
grupo cultural dominante.
cuando está encaramado en el poder. Ver la aplicación que de ello hace Leontiev al
monolingüismo ruso, en el mismo volumen (p. 210).
354 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
Visto el caso más simple del manejo de las lenguas, pasemos al más
complejo de la interculturalidad en general. De manera semejante al
caso anterior, los principios generales IC-2 e IC-3 pueden reinterpretar-
se más operativamente en los dos objetivos generales que siguen27:
IC-5 Que todas las instituciones públicas, tanto estatales como privadas,
adquieran la capacidad de reconocer y expresar la diversidad cultu-
ral de su entorno y de relacionarse con sus usuarios regulares de
acuerdo a sus variadas características e identidades culturales.
27 Invertimos de nuevo el orden de estos dos objetivos, con relación a las ediciones anteriores de
este trabajo, para guardar mejor el paralelo a lo largo de todo el texto.
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 355
Las tres primeras políticas muestran cierto paralelismo con las que ya
hemos mencionado en la temática lingüística (L-6, 7 y 8), al hablar de
la combinación óptima entre castellano, como lengua común, y las len-
guas originarias, circunscritas a determinadas regiones:
una cultura común, debido a las ventajas sociales y económicas que con
ello se pueden adquirir. De no existir esta motivación, esta propuesta
se podría ver de nuevo como una imposición más, desde arriba. Este
riesgo siempre existe, por parte de los que controlan el poder, y por eso
se añaden, como correctivos, también las propuestas siguientes.
Intercambio de experiencias
Antídotos al fundamentalismo
desde “abajo”, quizás como reacción a las imposiciones que llegan desde
los sectores dominantes. Damos mucha importancia a la tercera y última
política (IC-16), que hemos ilustrado también en el gráfico 5.1. Conviene
evitar que todas las referencias organizativas giren en torno a una única
forma de identidad, pues entonces es más probable que se generen cotos
cerrados, con muchos círculos concéntricos y fronteras de identidad en
torno a un único referente. Cuando así ocurre, son mayores los riesgos
de caer en fundamentalismos intransigentes. En cambio, la existencia
de varios círculos entrelazados, con referentes variados, facilita encon-
trar rasgos comunes más allá de la identidad cultural. Los guaraní, por
ejemplo, sin dejar de sentirse muy marcados por esa identidad cultural,
pueden coincidir con otros grupos –quechuas, chapacos y tantos otros–
en sus comunes reivindicaciones como campesinos; sus mujeres pueden
compartir su problemática de género con gente de la ciudad; y tal vez
todos ellos escuchan los mismos programas de radio y por ellos siguen
las mismas vicisitudes de la realidad nacional
Estas primeras políticas quieren frenar una práctica aún demasiado fre-
cuente según la cual muchas instituciones estatales o privadas actúan
verticalmente, prescindiendo de la organización natural de aquellos
sobre cuyas vidas inciden sus acciones y programas. Al hablar de las
“organizaciones tradicionales”, estas políticas descartan también otra
práctica frecuente, por la que algunas instituciones van creando orga-
nizaciones comunales paralelas, dependientes de la institución (por
ejemplo, un grupo religioso o productivo), al margen de la organización
matriz de base que ya existe en cada comunidad y a niveles superiores.
Como enseguida veremos, no se rechaza ni mucho menos la posibi-
lidad y la conveniencia de crear instancias especializadas, pero estas
deben mantener una clara relación con la organización matriz. En rea-
lidad, no partimos de cero, sino de una organización que desde tiem-
po atrás posee la inmensa mayoría de nuestros pueblos originarios. Su
unidad mínima, más allá de cada familia, suele ser la comunidad, con
su territorio, asamblea y organización matriz. Es localmente reconocida
con el nombre de “comunidad” o con otros locales, como ayllu, tenta,
rancho, estancia, cabildo, sindicato, etc. y viene a ser una especie de “mi-
ni-municipio” en que todas las familias se conocen y relacionan.28 Su
órgano máximo es casi siempre la asamblea comunal, la cual –repre-
sentada por sus autoridades– es, por tanto, el interlocutor natural para
cualquier actividad pública dentro de su jurisdicción.
28 Solo en algunos grupos más reducidos y dispersos de las tierras bajas la unidad organizativa
básica es la familia extendida más que la comunidad. No podemos entrar aquí a analizar
las raíces históricas y culturales de cada nombre local. Pero dejemos sentado que algunos
nombres tan modernos como “sindicato campesino” sirven en el campo para referirse a la
comunidad de siempre y a su organización matriz.
364 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
popular como uno de sus pilares, junto al eje intercultural– nos da una
primera pauta sobre cómo se podría avanzar en esta política.
Las organizaciones de base han tomado con empeño este reto, sobre
todo en el nivel máximo de los Consejos Educativos de Pueblos Origi-
narios [Cepo]. El Consejo Educativo del Pueblo Guaraní llegó, en cierta
ocasión, a plantear la posibilidad de abrir juicio a una alta autoridad
educativa que se resistía a implementar la Eib, como exige la ley. Pero
este interés en la cúspide no siempre llega a reflejarse en innovacio-
nes semejantes al nivel de base, quizás por la rigidez que allí mantie-
nen los actores o por la persistencia de prácticas tradicionales mucho
menos participativas. Este ejemplo del sector educativo nos muestra a
la vez la potencialidad que tiene esta propuesta y las dificultades prác-
ticas que ofrece su implementación. Pero pensamos que es este el ca-
mino por el que conviene seguir avanzando en otros muchos ámbitos.
Existen ya algunas otras experiencias significativas en otros campos
como los de la planificación micro regional, de la participación popu-
1999b | IGUALES AUNQUE DIFERENTES HACIA UNAS POLÍTICAS INTERCULTURALES Y LINGÜÍSTICAS PARA BOLIVIA 367
30 Es posible que, por el camino, aquellos grupos intermedios que se sientan más amenazados
por esa insurgencia desde abajo, reaccionen endureciendo temporalmente su rechazo cultural
hacia ellos. Así ocurrió, por ejemplo, durante la reforma agraria y los demás cambios estructu-
rales de los años 50, en que quienes más se resistieron a cambiar sus actitudes discriminantes
fueron los hacendados y vecinos de pueblos provinciales. Durante siglos habían vivido de
370 XAVIER ALBÓ | OBRAS SELECTAS | Tomo XI: 1998-2002
El ordenamiento legal
las injusticias que allí se cometen, lo más urgente es tal vez lograr un
trato equitativo y respetuoso en toda la administración de la justicia en
el sector rural. Pero en términos más globales y de largo aliento, puede
tener un mayor efecto multiplicador trabajar en la creación de normas
interculturales coherentes para todo el sistema legal.
El primer paso para ello es lograr que esta temática entre en la agenda
pública, a través de la presión por parte de las organizaciones de los
pueblos originarios y otros sectores aliados, del debate de esa temáti-
ca en los medios de comunicación y del trabajo persuasivo de pasillos
(o lobbying) en las instancias públicas y legislativas adecuadas. En este
último punto, hay que estar constantemente alerta para introducir la
sensibilidad intercultural en las leyes y decretos que ya se están deba-
tiendo en el Parlamento o en sus comisiones. El ministerio de Justicia
y el viceministerio de Asuntos Indígenas y Pueblos Originarios tienen
aquí un importante rol “ex officio”, que puede ser reforzado con el apo-
yo de otros especialistas y actores sociales a través de investigaciones y
propuestas. Una vez lograda una norma legal más adecuada, quedará
todo el trabajo de divulgarla, popularizarla y exigir su cumplimiento.
Nuestro país es mejor en dictar leyes que en cumplirlas.
El sistema educativo
Coherencia intersectorial
Contradicciones siempre las habrá y hay que aprender a vivir con ellas
como parte de la lucha para lograr un objetivo. En algún momento
puede ser incluso oportuno no urgir alguna reivindicación que genera
demasiadas resistencias, para no crear anticuerpos ni oposiciones fron-
tales a toda la propuesta. Sin embargo, quienes lideran el proceso, sea
desde el poder o desde el llano, deben tener claro lo que quieren en todo
el conjunto para ir aprovechando los resquicios en uno u otro frente.
Entonces las concesiones tácticas adquieren sentido por formar parte
del avance sistemático hacia una concepción global coherente.
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