7 Preguntas y Respuestas Sobre El Estoicismo

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7 PREGUNTAS Y

RESPUESTAS
SOBRE EL
ESTOICISMO
ESCRITO POR: PEPE GARCÍA ·
31 AGOSTO 2022
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Cubiertas las necesidades básicas, los seres humanos tenemos, en esencia,
deseos y miedos similares. Queremos ser aceptados por nuestro entorno, ser
felices, vivir en el momento presente, dejar de procrastinar , y que nuestros seres
queridos se sientan plenos. Hace unas semanas hice un Q&A en Instagram
preguntando cuáles son las principales preocupaciones que tienen las
personas que allí me siguen. He reunido las respuestas que más se
repitieron en este artículo, en el que voy a explicar cómo el estoicismo puede
ser una guía para gestionar mejor esas situaciones.
Antes de comenzar el artículo, quiero dejar claro que el estoicismo no sirve para
solucionar cualquier problema para siempre, ni que sea para todo el mundo, en
todo momento. Lo adelanto porque al leer estas líneas, alguien puede
pensar: «esto del estoicismo parece que es una aspirina para cualquier dolor de
cabeza». La verdad es que no es así, pero también es cierto que el estoicismo es
una filosofía de vida, y como filosofía de vida trata de dar respuestas a
cuestiones vitales, lo que incluye distintos ámbitos de la vida de una persona.
Con frecuencia se considera a los estoicos como los primeros psicólogos, y de
hecho las terapias cognitivo-conductuales modernas se basan en gran medida en
las prácticas estoicas. Por este motivo, veremos que puede aportar soluciones a
los siguientes problemas.

Hecho este disclaimer, comencemos.

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• 1 «Me agobian los pensamientos rumiantes, mi cabeza me va a mil por
hora»
• 2 «Me preocupa que mi familia y las personas que quiero se
encuentren bien»
• 3 «Me gustaría aprender a tener menos deseos y a agradecer lo que ya
tengo»
• 4 «Quiero saber vivir con más estabilidad emocional»
• 5 «Me gustaría tener estabilidad y menos miedo a la incertidumbre»
• 6 «Cómo dejar de procrastinar y empezar a hacer más cosas»
• 7 «Falta de valores. No sé por qué guiarme. No sé qué valores me
mueven»

«Me agobian los pensamientos


rumiantes, mi cabeza me va a mil por
hora»
Todos tenemos una voz en la cabeza que no se calla nunca. Santa Teresa la
llamaba «la loca de la casa».

Cuando queremos dormir por las noches, parece que habla más fuerte que nunca.
Cuando queremos concentrarnos en algo, prefiere que la escuchemos a ella.
Cuando necesitamos tranquilizarnos y poner en orden los pensamientos, notamos
un barullo mental al que sentimos que no podemos poner fin.

Todos queremos sentir más paz mental, más serenidad, más calma interior.
Más ataraxia. Pero la voz de nuestra cabeza no tiene esas mismas intenciones.
Pero este problema del ruido mental no es nuevo, viene de siglos atrás. Por
eso los estoicos y otras escuelas budistas sabían de la importancia de prestar
atención a lo que tenemos entre manos, como forma de acallar esa infinita voz.
Los estoicos nos hablaron de la Prosochê, el arte de prestar atención. Desde el
budismo se nos habla del mindfulness como una parte de la meditación
Vipassana. Y, que sepamos, si bien los estoicos no meditaron en el sentido formal
de la meditación (sentarse con los ojos cerrados y concentrarnos en la
respiración), sí que hablan en muchos de sus escritos de prestar atención.
Prestar atención a lo que tienes delante no sólo te ayuda a ser más eficiente o
profesional, sino a ser más consciente de cómo te encuentras, a ver qué
emociones estás sintiendo y cómo te están influyendo. Precisamente en uno de
los retos estoicos que hicimos en Patreon, una de las prácticas consistía
en hacer paradas al día para autoexaminarnos. El autoexamen constaba de
apenas un minuto, en el que nos parábamos ver qué sentíamos, cómo iba el día,
qué había pasado y si nos había afectado de alguna manera, hacer algunas
respiraciones conscientes y seguir adelante con el día. Me sorprendió como esta
simple práctica, para la que no hace falta sacarse ningún doctorado, de parar a
ver cómo me encuentro, ayudó a muchísimos participantes en el reto. Mucha
gente llegó a confesar que nunca antes en su vida había parado simplemente a
plantearse cómo estaba, cómo se encontraba.
La velocidad del mundo actual suele impedirlo. ¿Parar? ¿Para qué? Con todo lo
que tengo que hacer…estoy yo como para parar.

Establecer el hábito de parar a ver cómo están tus emociones, en qué estado de
encuentras, puede hacer muchísimo por tu gestión personal. Descubrirás
patrones, te empezarás a conocer mejor. Si no sabes cómo empezar, una
alarma en tu móvil puede ayudarte a recordar parar durante un minuto.
«Detén el impulso de marioneta, circunscríbete al momento presente», se
recordaba Marco Aurelio en sus «Meditaciones«.
Una buena forma de trabajar la atención es apuntar palitos cuando estás
haciendo algo importante. Te cuento cómo aquí. Y, aunque los estoicos no lo
hicieran, meditar también te ayudará a mejorar la concentración y la
atención en el momento presente.
Estos ejercicios te darán claridad mental poco a poco y te ayudarán a tener menos
dispersión mental.

«Me preocupa que mi familia y las


personas que quiero se encuentren bien»
Una de nuestras mayores preocupaciones como seres humanos es que
nuestros seres queridos, nuestra familia, nuestros amigos, estén bien. Que tengan
salud, tranquilidad económica, estabilidad, que sean buenas personas, que sean
felices. Nos gustaría hacer todo lo posible para ello, pero lo cierto es que no está
bajo nuestro control total.
No podemos hacer que un hijo sea feliz. Podemos darle todo el cariño del
mundo, todos los medios, dedicarle todo el tiempo que podamos pero, en última
instancia, la felicidad es un asunto personal que cada uno debe trabajar.
Los estoicos hablaron del concepto de Oikeiósis, que tiene una difícil traducción.
Suele explicarse como «apropiación», en el sentido de que nos «apropiamos», al
preocuparnos, del bienestar de nuestros queridos.
Se suele explicar con esta imagen de círculos que te dejo aquí abajo:

Para ello, uno debe empezar a trabajar en sí mismo. Luego, en lo que puede
controlar respecto a los familiares, amigos, vecinos, etc.
La clave es que nos centremos en lo que podemos controlar, tratemos de
hacer lo mejor posible para ser de ayuda al resto, y liberarnos de la carga mental
de todo aquello que se escapa a nuestro control.

«Me gustaría aprender a tener menos


deseos y a agradecer lo que ya tengo»
El problema no es tener deseos. Todos los tenemos. El problema es tener
excesivos deseos, y ligar nuestra felicidad a la consecución de esos deseos.
Mucha gente quiere tener una casa más grande, esperan ser más felices en ella.
Otras personas desean un puesto de trabajo más importante y con más
responsabilidad, esperando obtener un mejor estatus para que los demás le
admiren. Otros, en cambio, desean que el próximo coche que se compren
atraiga la mirada y la envidia de todos los demás.
Todas estas personas están cayendo en el mismo error: no son capaces de
valorar lo que ya tienen, y creen que lo que les falta le dará la felicidad.

El estoicismo nos ayuda a dar menos valor a lo que creemos que nos falta.
Me alegró ver que, nuevamente, el estoicismo y el budismo coinciden: las dos
mayores causas de sufrimiento del ser humano son el deseo y el miedo.

Séneca decía que nuestros invitados deben impresionarse más por nuestra
persona que por nuestro ajuar. Es en nosotros en quienes debemos trabajar, no
en nuestras posesiones. Leí también (no recuerdo la fuente) que si no sabes ser
feliz con un café, tampoco lo serás con un Ferrari. Alguien pensará: «qué tontería.
Dame un Ferrari y ya verás como sí soy feliz». ¿Sabes lo que ocurrirá? Que
sí, serás feliz un tiempo. Pero luego te acostumbrarás a conducirlo (adaptación
hedónica), o verás que otro tiene un coche mejor y entonces querrás ese coche.
El estoicismo te enseña a poner tu atención en lo que ya tienes para que aprendas
a valorarlo. ¿Cómo? Imaginando que lo pierdes.

«Quiero saber vivir con más estabilidad


emocional»
Séneca fue un maestro de las emociones. Supo ver, algo que ahora demuestra la
psicología moderna, que crear un espacio entre estímulo y respuesta es la
clave para elegir responder y no reaccionar.
En su manual «De la ira» nos habla de cómo hacerlo y qué pasos seguir:
1.- Prestar atención a las señales del cuerpo. Semblante colorado, puños
cerrados, ceño tenso. Todos hacemos eso cuando nos enfadamos.
2.- Observar nuestro semblante en el espejo. Si vemos la cara iracunda que
tenemos, nos horrorizaremos.
3.- Hacer movimientos lentos y deliberados. Relajar los músculos de la cara,
hacer respiraciones lentas y profundas.
La clave es retrasar la respuesta. Cuando respondemos inmediatamente,
solemos equivocarnos. Cuando paramos, y contamos hasta diez, nos
equivocamos menos.
¿El problema? Las emociones son respuestas automáticas y adaptativas. Séneca
también supo que ese primer instinto, esa primera sacudida, es inevitable en
muchos casos. Por eso debemos entrenarnos en no dar nuestro asentimiento a
las impresiones, y tratar de retrasar la respuesta en la medida de lo posible.
Especial atención debemos prestar a este trabajo en el mundo moderno, en el
que nuestra amígdala está hipertrofiada por tanto estímulo externo. Es
completamente normal que en el pasado saliésemos corriendo cuando nos
perseguía un león, pero no lo es tanto que un insulto en redes de alguien que no
conocemos nos afecte durante horas. En mi entrevista con la neurocientífica
Nazareth Castellanos hablamos de este fenómeno, y de cómo la meditación y la
atención (Prosochê) en el momento presente nos puede ayudar a revertir estas
respuesta automáticas por unas más moderadas.

Otras de las formas en las que el estoicismo nos ayuda a entrenarnos en este
espacio estímulo/respuesta es prestando atención (nuevamente Prosochê) a
nuestro diálogo interior cuando ocurre algo que nos impacta
emocionalmente. La clave para hacerlo con efectividad es ser amables con
nosotros mismos, y tratar de no añadir juicios de valor a nuestras acciones.
Veamos un ejemplo:
Vas caminando por casa, entras en la cocina y, sin querer, le das un codazo a una
taza y la tiras. Ante este hecho objetivo (has dado un codazo a una taza y la has
tirado) puedes actuar de dos formas muy distintas:
1) Diciéndote «madre mía, qué torpe soy. Siempre lo tiro todo». Fíjate en las
palabras «qué torpe soy». Son un juicio de valor («eres torpe») y refuerzan la
identidad que tienes sobre ti de que eres una persona torpe. Cuando alguien te
pida que te describas, entre muchas otras cosas dirás que eres torpe.
2) Diciéndote «he tirado la taza, voy a recogerla. La próxima vez prestaré más
atención». Aquí no hay juicio de valor y sí más amabilidad hacia tu persona.
Es importante destacar este apartado porque, de la misma manera que no le
dirías a un amigo «qué torpe eres», tampoco deberías decírtelo a ti. Como
diría Séneca: «desgraciado de ti si te menosprecias como testigo de tus
acciones».
Sé que no somos robots y no estoy diciendo que los problemas cotidianos no
nos vayan a afectar, ni que siempre seremos capaces de hablarnos así. Pero, con
la práctica, situaciones que antes nos sacaban de quicio lo harán de forma menos
intensa y durante menos tiempo.
Sencillamente, gracias al trabajo de cambiar tu diálogo interior, empiezas a ser
capaz de decirte: «ya le he dedicado un tiempo a esta molestia, pero no merece
más la pena. Sigamos adelante, que no es tan importante. Hay cosas peores».

«Me gustaría tener estabilidad y menos


miedo a la incertidumbre»
Siempre me ha preocupado en exceso el futuro. ¿Dónde trabajaré? ¿Seré
feliz? ¿Tendré para comer? ¿Me irá bien? ¿Enfermaré?
Leamos juntos la siguiente frase de Marco Aurelio:

«No temas el futuro. Acudirás a su encuentro, de ser preciso, con


las mismas armas con las que ahora afrontas el presente».
A menos que fallezcas, el futuro vendrá sí o sí. No tienes otra forma de escapar
de él. El estoicismo enseña que, en lugar de preocuparnos constantemente por
ello, nos centremos en lo que podemos controlar para ponernos en una posición
en la que nos afecte lo menos posible.
El presente, el día de hoy, algún día en el pasado fue un futuro que temíamos.
Y aquí estamos, no es para tanto. No es tan temible como imaginábamos. Con
el futuro que hoy nos preocupa ocurrirá igual: tendremos armas para enfrentarlo.
Procurémonos esas armas en el presente (más estudio, más fuerza, más lectura,
más meditación, mejor gestión emocional, etc) y el futuro no nos afectará.

«Cómo dejar de procrastinar y empezar


a hacer más cosas»
El estoicismo es una filosofía de acción. Sus practicantes eran senadores,
comerciantes, esclavos, y hasta un emperador romano. Como puedes imaginar,
ninguno de ellos dedicaba sus días a meditar en una montaña o a barrer las hojas
del suelo y podar el jardín. Tenían cosas más importantes que hacer.
Por eso el estoicismo atrae a mucha gente en el mundo moderno.

Hoy, el mundo es distinto. No nos presentamos a consulados, pero tenemos


proyectos que son importantes para nosotros. No vamos a librar una guerra con
los partos, pero sí con nosotros mismos. No nos preocupamos de que alguien
nos traicione en el Senado, pero sí de que alguien nos quite el ascenso a un mejor
puesto de trabajo.
Sin embargo, sí compartimos algo con el destino de las personas de hace dos mil,
tres mil, y diez mil años: la muerte.
La muerte es lo único que nos une a toda la humanidad, y los estoicos no
recomendaban mirar hacia otro lado, sino más bien lo contrario: meditar sobre ella
a diario.
Esta práctica se conoce como Memento Mori y es, desde mi punto de vista, el
mejor remedio contra la procrastinación que conozco. Tener la muerte
presente te ayuda a no dejar las cosas para luego, porque ese luego quizás no
llegue.
Séneca era bien consciente de este hecho, y por eso escribió su tratado «Sobre la
brevedad de la vida». Uno de los mejores libros que he leído nunca. En él,
reflexiona sobre lo efímera que es nuestra existencia, y especialmente critica a
aquellas personas que dejan las cosas importantes para más adelante:
«Algunos dicen: cuando tenga sesenta años me retiraré a
descansar. ¿Y quién te garantiza que vayas a tener una vida tan
larga?»
Absolutamente nadie. Y como nadie te lo garantiza, ¿a qué estás esperando? ¿A
que las condiciones sean perfectas? Nunca lo serán.
Si no fuera porque me he entrenado en esta práctica de Memento Mori, este
proyecto nunca hubiera existido. Si hubiera esperado a tener más dinero, o un
trabajo mejor, o más tiempo libre, no hubiera comenzado jamás. Como me ha
pasado con muchos otros proyectos.
Si quieres hacer algo importante, piensa en la muerte. Si no quieres llegar a tu
lecho de muerte preguntándote cómo te hubiera ido, o arrepintiéndote por no
haberlo intentado, da hoy el primer paso, por pequeño que sea. Y, mañana, el
segundo.
Memento Mori: Recuerda que morirás

«Falta de valores. No sé por qué


guiarme. No sé qué valores me mueven»
La ética estoica (cómo actuar) se basa en la virtud. El término virtud viene del
latín «virtus», que a su vez se deriva del griego «areté», y tiene una difícil
traducción en el lenguaje moderno. El que más se le aproxima es «excelencia».
Esa virtud general se subdivide a su vez en otras cuatro:
• Sabiduría práctica o prudencia.
• Coraje o fortaleza.
• Justicia o bondad moral.
• Templanza o moderación/disciplina/autocontrol.
Los estoicos, antes de actuar, intentaban ver de qué manera podían hacerlo de
acuerdo a estas cuatro virtudes, o a la que fuera necesaria en cada situación.

Sobre estas cuatro virtudes estoicas tengo una guía gratuita en pdf que regalo a
todas aquellas personas que se suscriben a mi newsletter. Incluye una definición
más detallada sobre todas ellas y ejercicios para llevarlas a la práctica.
Si aprendes a actuar de acuerdo a estas virtudes, ya tendrás unos valores por los
que comenzar a guiar tus actuaciones y habrás encontrado, por tanto, una brújula
vital que te orientará cuando no sepas cómo actuar. Las virtudes te proporcionarán
sabiduría, coraje, justicia y templanza. Unos valores por los que merece la pena
luchar.

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