Unidad I Lectura 3
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UNIDAD I
LECTURA 3
1
La p r e g u n t a p o r l a t é c n i c a , B a r c e l o n a , 1 9 8 5 .
2
M . H o r k h e i m e r , Crit ica de la rozo)] unstr unrenial, Sur, Buenos Aires, 1 9 6 9 .
como «ideología», de 19683, como en Conocimiento e interés, de 19714.
3
Tecnos, Madrid, 1 9 9 4 .
4
Taurus, Madrid, 1982
5
La ciencia corno vocación, Alianza, Madrid, 1967, p. 229.
lizada, sin la tecnociencia hoy sería prácticamente imposible su
subsistencia. Toda añoranza no conduce ya a resolver ningún
problema sino a disolverlo. Eso exige con más vigor la reflexión (moral,
política, educativa...) y la reconsideración de la responsabilidad para
gire, como recordábamos con Heidegger, no sea el hombre el «alguacil
alguacilado» que, proclamándose señor de la ciencia, vaya siendo, cada
vez más, su víctima.
6
Bacon, Descartes. Hoy, L. Mumford, Tecnique et civilisation, tr. Fr., Seuil, Paris, 1950
7
PRIGOGINE y STENGERS, La,nouvelle alliance, Ga llímard, Pa rís, r ead., 1986. El «Apéndice» que cit amos
no sc incluye en la traducción castellana de la misma obra (Alia nza).
la naturaleza legítimamente humana, ni cuides sus fines. Si en algo
vacilamos en nuestra llamada cultura humanística, es en el modelo de
humanismo para nuestro tiempo. Vacilación que proviene de la ausencia
de una ontología de fondo compartida por todos, o por el mayor número,
que se agrava cuando el pluralismo ideológico y político disiente, no en
asuntos menores, sino en problemas antropológicos clave, como son el
valor de la vida, la ilegitimidad del aborto, de la pena de muerte, de los
motivos de la guerra, añadidos a las discrepancias sobre la ,vida familiar
y sexual, sobre el respeto debido a los demás, en re ellos al emigrante,
al débil o al llamado «Tercer Mundo», En fin, parece poco dudoso que la
humanidad nos unifica pero el modo de tratarla nos separa. Y, dado este
esencial pluralismo, ¿cuáles son los f i n e s h u m a n o s u n i v e r s a l e s a
c u y o servicio debe ponerse la tecnociencia? ¿Cuál el modelo de moral?
Nuestra llamada «postmodernidad», si por algo se caracteriza, es por
tomar «caminos en el bosque» andando por senderos que no van a parar
a ningún lugar predefinido. Con Foucault, si algo damos hoy por cierto es
la certeza de que no existe ningún centro. Situación que aquí no nos
tocar valorar, pero si reconocer como hecho que, estando el poder de la
tecnociencia de por medio, implica la exigencia de políticas que protejan
lo que ni la ontología ni la ética están en condiciones de garantizar.
2. AUTONOMÍA DE LA TECNOCIENCIA
8
Recurro al concepto de «vivencia» en el sentado orteguiano. Para Ortega., «todo aquello que llega con tal
inmediatez a mi yo que entre a Formar parte de él es una vivencia (...] el yo es [...] una unidad de vivencias»
(Sobre la sensación, en Obras, Alianza, Madrid, 1, p. 256). Aclara Ortega que la «vivencia» es el complemento
directo del verbo «vivir», tomado como activo y no como deponente. En este sentido decimos ((vivir la música»,
«vivir la vida». En analogía, decimos aquí «vivimos la tecnociencia».
9
Le sisteme tecnicien, Calman-Lévy, Par ís, 1977, p. 167.
detenerse. Con la mejor de las voluntades, debemos reconocer con Max
Weber, que hoy la ciencia no ensefia lo que alguien debe hacer, sino lo
que puede o, en el mejor de los casos, lo que quiere hacer 10.
10
La ciencia como Vocación, Alianza, Madrid, 1967, pp. 198 ss.
A) Imprevisión
B) Irreversibilidad
C) Impersonalidad
11
Crítica\ Barcelona, 1996.
12
Cf . A. KohN, Falsos profetas, Pirámide, Ma d r id , 1 9 8 8 .
En este punto las exigencias políticas se hacen apremiantes, en
cuanto que los complejos investigadores (grandes laboratorios, centros
de planificación, etc.) sólo son susceptibles de someterse, en el mejor
de los casos, a responsabilidades penales o económicas, derivadas de
esta o aquella legislación, pero, por la estructura de su propia
organización, carecen de aptitud para imputarse una responsabilidad
moral. De ahí el nacimiento de los Movimientos Universales de
Responsabilidad Científica (MURC), que deberían integrarse como una
condición epistemológica de la propia investigación. Y esto porque son
muchas las dudas sobre qué avances en biología, en la intervención
ambiental, en el terreno de las comunicaciones, etc., serán tenidos por
positivos dentro de cien o doscientos años.
13
No está, sin embargo, demostrado que los context os tecnificados sean psico lóg ica mente más
perjud icia les q ue ot r os no manip ula dos. Así par ece deducirse del trabajo de A. KLEINMAN y A.COHEN, «El
problema mundial de los tr as tornos menta les», Investigación y Ciencia, ma yo d e 1997 p p. 32-36. El trabajo
revela que en los medios campesinos chinos, sobre todo entre hombres, se produce el doble de suicidios que én
Estados Unidos. A nadie se esca-' pa, no obstante, la cantidad de variables a tener en cuenta para interpretar
este fenó meno .
14
Technotress. The Human Cost of the Computer Revolution, Addiso nWesley, Lo ndr es, 1984.
15
Blackweell, Nueva Yor k, 198 5.
16
Cf ., al r espect o, J. BUSTAMANTE, Sociedad in formatizada, ¿sociedad deshumanizada?, Ga ia , Madr id,
1993.
17
Stig Sandklef, presidente del FORATOM ". La opinión pública no es
ajena a este ambiente que subyace como vivencia de desasosiego
subconsciente.
5 . COROLARIOS ANTROPOLÓGICOS
17
Abc Cultural, 6 de junio de 19 97.
natural e incluso histórica del hombre, puesto que naturaleza e historia no
son ya referencias suficientes para determinar la identidad, tanto indi-
vidual como colectiva. Esto es bien perceptible desde tres puntos de vista.
18
M. Levy, (Modernite, Mortalite), Population et societe, junio de 1985
19
Traite de 1'homme, en Oenvres, Gallimard, París, 1953, pp. 807 ss.
la mayor lentitud del cerebro respecto a ciertas -computadoras, no
estamos nada seguros de que las operaciones intelectuales, incluso
artísticas, no puedan ser invalidadas o «mejoradas>) por procedimientos
computacionales. Eso hace sospechar a lnose y Pierce 20. Los autores
muestran cómo las computadoras pueden actuar en la creación
artística, tanto plástica como musical, cine, etc. El problema no radica
en dirimir las Competencias cerebro/máquina, sino en la posible
interpretación «computacional» del pensamiento y de la subjetividad.
20
H . IN OSE y J. R . PIER CE, Infamation Tecluiology and Civilization, W. H. Freeman, 1984. Trad. cast.,
Tecnología de la info r mación y civilización, Labor, Barcelona, 1985.
21
Investigación y ciencia, junio de 1994, pp. 22-28.
un psiquismo - e n todos sus aspectos- en nada análogo al psiquismo
humano. Todos sabemos que eso es hoy posible. Lo qué supondría un
cambio en su sensibilidad moral y social, en su capacidad simbolizadora,
incluso introduciendo en sus vivencias nuevas e insospechadas expectativas
o esperanzas. La ingeniería y la manipulación genética, las posibilidades de
intervención en la personalidad, etc., son el eficaz recordatorio de que el
hombre no está encomendado sólo a su responsabilidad individual. Y, si
bien es cierto que el hombre es racional, también lo es que los hombres no
siempre lo somos y, aunque la humanidad no cambiará si ella no quiere,
para que esto suceda no se necesitan más que algunos grupos y poderes
faltos de escrúpulos y de respeto.
22
I n v e s t i g a c i ó n y C i e n c i a , diciembre de 1994, pp. 86 ss.
cerebro de doscientos años? ¿Y otro electroquímicamente tranquilizado o
farmacológicamente excitado? Y, si el dolor puede ser controlado o
eliminado y la inteligencia multiplicada por diez o por veinte, ¿de qué
serán capaces tales mentes? Y la estatura, la fortaleza física, ¿qué puede
pasar con todo eso? La tecnociencia tiene una incidencia innegable en la
demografía. Hoy la población disminuye en los países tecnificados y
aumenta en los subdesarrollados. Pero sabemos que todo eso es
controlable y la ciencia puede hoy provocar una permanente revolución
demográfica, en más y en menos, pero con no pequemos problemas
psicológicos, afectivos, económicos, sociales, en fin, morales 23.
23
Bryant R0DEY, Shea O. RUTSTEIN y Leo MORRIS, «Caída de la natalid a d e n e l T e r c e r M u n d o » ,
Investigación y Ciencia, f e b r e r o d e 1 9 7 4 .
situación. Es posible que los mismos hechos sean susceptibles de
otras interpretaciones. La nuestra acepta y afirma la tecnociencia
como obra necesaria y bien imprescindible y, por tanto, saturada de la
mayor significación antropológica, histórica y social, con un alcance
que va más allá de su propia racionalidad y materialidad. No está en
nuestro propósito sugerir una sociología de la ciencia o una política
para la ciencia, sino una política a partir de la tecnociencia.
1 . S I S T E M A INSTITUCIONAL Y SUBSISTEMAS
24
P. Papon, pour une prospective de la science, seghers, Paris, 1983
prioridades y fijar orientaciones concretas para preparar el futuro
deseable.
25
Industrie et unirersités: nouvelles formes de coopération et de comunication, Paris, 1984.
26
Cf . Cuadernas de Realidades Sociales, entro d e 1 9 9 7: M. SOLER, «España Bite el panorama tecnológico del
siglo xxi», pp. 187-204; igualmente, AYALA, «L 1 sit ua ció n de la ciencia cn Espa ña y en la Amér ica Lat ina »,
pp. 1 6 5 - 1 8 6 .
La tecnociencia es un complejo de subsistemas abiertos, cuya
significación plena va apareciendo con el despliegue del porvenir. Su
sentido está más en las potencialidades y consecuencia que en los
resultados actuales. Esto compromete doblemente la acción política:
con el presente porque toda acción es actual y, de modo más
imperativo, con el porvenir, que queda pendiente de las consecuencias
de las decisiones actuales.
A) Responsabilidades c o n e l porvenir
27
«La ciencia y la d iver sificación necesar ia de la Mod er nida d», Cuadernos de Realidades sociales, ener o d e
1997, pp. 21-36, p. 35; Los muchos rostros de la ciencia, No bel, Ovied o, 1995.
Pero, más allá de las coordinaciones, hoy se hacen imprescindibles
las intervenciones políticas. Los problemas morales inherentes a la
manipulación genética, a la alteración de los procesos reproductivos, a
las consecuencias del uso de drogas y medicamentos, a los de
trasplante de órganos, a las posibilidades de donación humana (hoy ya
en experimentación, aunque no se diga), etc., todo eso solicita la
concurrencia previa de puntos de vista que deben ser tenidos en cuenta
antes de iniciar líneas de investigación y experimentación para no
poner en entredicho el futuro de una vida realmente humana. Esta
lleva implícitos valores y fines que superan los asignables a la voluntad
individual, al interés científico y, mucho más, a los intereses
económicos y de poder. La vida corno continuum, como filian
ininterrumpido entre los seres vivos, es, por sí misma, un valor superior
a la precariedad de la vida individual. Por eso la humanidad es sujeto de
atributos y derechos no derivables exclusivamente de la vida biológica
de los individuos. Esto supone introducir un principio de responsabilidad
que trasciende al individuo y se inscribe como imperativo de la
humanidad a la que también pertenece la vida humana futura.
B) Tecnocracia y Humanismo
28
Der Spiegel, n.° 23, 1976, p. 209.
la Fe, no por eso la política tecnocientífica podrá eximirse de fomentar
aquellos valores específicos, no rentables económicamente, pero que
llenan de contenido un concepto de «humanidad». Es ésta la más
comprometida de sus obligaciones. Para que vaya siendo así nos toca
pedir eficacia a los gobernantes.
29
La reconstrucción del materialismo histórico, Tatuas, Madrid, 1981.
30
Cf. Ciencia>> Técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1984.
La atención al ámbito morales ya inaplazable porque, a pesar del
racionalismo organizativo, el ciudadano de las sociedades capitalistas
avanzadas reclama del Estado, además del consumo y los servicios
sociales, una vida asociada a los ideales de libertad, de solidaridad, de
justicia, de igualdad, etc. En fin, el hombre de las sociedades capitalistas
aspira a una «felicidad» y «vida buena» que no se ve ya satisfecha por el
liberalismo económico ni por la democracia política formal ni por el consumo
o por el manejo de los instrumentos técnicos. Hoy el ciudadano reclama una
vida «más moral», que podemos llamar «postindustrial» o
«postcapitalista», porque no se satisface con los logros de las sociedades
capitalistas tecnificadas ni con los fines que ellas siguen persiguiendo 31.
31
Proble mas de legitimación del capitalismo tardío, A m o r r o r t u , Bue nos A ires 1975.
32
Teoría de la acción comunicativa, 11, Taurus, Madrid, 1987, pp. 555-556.
33
A mb ie n te qu e r ecog e, e n ve r sió n bi en ilustrada, el libro de J. L. P in i llos , El cor a zón de l laber into,
Es pasa , Madrid, 199 7 .
sistema institucional. Y, sobre todo, repensar los objetivos de las
políticas educativas.
34
Sociedad, c u l t u r a y personalidad, Aguilar, Madrid, 1966, pp. 997 y ss.
ción hacia un modelo de humanidad que no puede ser sólo futuro. Los
Estados tienen hoy mucho que proteger con sus políticas.
35
Galileo, El Ensayador, Aguilar, Madrid, 19 81, par. 8.
36
Soy consciente de que la filosofía de Kant no redujo la visión del mundo al que pueda deducirse de la Crítica de la razón
pura. Es bien sabido que, después de su crítica a la «ilusión trascendental», en la «Dialéctica trascendental», no sólo
sugiere sino que solicita otros tipos de saber, legítimos en su orden, pero no derivados de la razón científica (B 877). Se
abre así el paso a una visión moral del mundo (Crítica, cíe la razón práctica) y a la concepción teleológico/estética de la
naturaleza (Crítica del Juicio). Tampoco Newton tenía una visión del mundo estrictamente científica. Lo que quiero señalar es
que su modo de pensar dio pie a un reduccionismo epistemológico que, en plenitud de verda d, no se puede atribuir a
ellos.
observación de ciertos fenómenos no es independiente del
observador37. En fin, toda la epistemología actual es ya ajena a la
afirmación de la ciencia como cosmovisión única. Eso en nada hace
desmerecer sus certezas ni en absoluto invalida su rigor. Solamente
establece órdenes de verdad. Eso quiere decir que las ciencias deben
complementarse, reconocer los límites de sus propósitos y no dar por
zanjado lo que sobrepasa sus métodos.
37
HEISENBERG, La imagen de la naturaleza en la física actual, Se ix Ba rra !, 13 arcdona, 195 7.
6. DERECHOS HUMANOS
Y CALIDAD DE VIDA
EMILIO GARCÍA GARCÍA
Departamento de Psicología Básica. Procesos cognitivos
Universidad Complutense (Madrid)