Roman Perpiñá. La Crisis de La Economía Liberal

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ROMAN PERPIÑA

LA CRISIS DE LA
ECONOMIA LIBERAL
DEL «ETHOS ,. ECONOMICO
AL DE SEGURIDAD

EDICIONES CULTURA HISPANICA


COLECCION HOMBRES E IDEAS
1 9·' 5 3
LA CRISIS DE LA
ECONOMIA LIBERAL
ROMAN PERPIÑA

LA CRISIS DE LA
ECONOMIA LIBERAL
DEL «ETHOS:. ECONOMICO
AL DE SEGURIDAD

EDICIONES CULTURA HISPANICA


COLECCION HOMBRES E IDEAS
195 3
IN DICE
Páginas

PREÁ;'IlBULOoo. oo. oo. oo. oo. oo. 7

LA FISIOCRACIA INTRODUCE POR PRIMERA VEZ AL ETHOS


ECONO:vlICO COMO PREDOMINANTE EN LOS PUEBLOS
A) Introducción: lo sano, lo enfermo -y la crisisoo. oo' oo. oo. 9
Estructuras -y caracteres en la constitución de los pueblos.
Ethos dominantesoo. oo' oo. oo' oo. oo. oo. oo. oo' oo. oo. oo. oo. 11
No hay Constituciones perfectasoo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. 14
El Ethos económico: El homo oeconomicus existeoo. oo. .00 16
B) La Fisiocraciaoo. ... oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo.
.00 .00 .00 22
El librito de Du Pont: La Physiocratieoo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. 23
Paréntesis: La Constitución pre-liberal... oo. oo' oo. oo. .00 25
Ambiente del libritooo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo .. oo. oo. 00 28
El gran sofisma: El dístico de Quesna-y oo. oo. oo. oo. oo. oo. 29
El programa liberal, deducción lógica del dísticooo. oo. oo' 32
La prevalencia del ethos económico sobre la libertad, confir-
madaoo. oo. oo. oo. oo. oo. oo' oo. oo. oo .. oo. oo. oo. oo' 00 35
II
LA RAMA LIBERAL BRITANICA
y ANTE LOS POBRES: MALTHUS y MARX
INTRODUCC¡Ó=,<oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo .. 00 39
1. El sofista Mandeville -y Quesna-y: Lema -y dísticooo. oo. 40
Mandeville, cabeza de serie: La sombra de Erasmo... ... 41
La fábula de las abejas: Los vicios, las pasiones naturales,
producen la prosperidadoo. '00 oo. '00 oo. oo. oo. oo,
'00 42
Mandeville -y Platónoo. oo. oo. oo. . oo.
00 • oo.
00 oo. oo.
.00 .00 45
Natura: alma del mundooo. oo. '00 oo. oo.
'00 .00 oo. oo, oo. '00 46
Paréntesis: El secreto liberal. oo. oo. oo. .
00 oo. oo. oo'
00 • 00 48
La dogmática del sofisma queda creadaoo. oo. oo. oo. oo. oo. 49
2. Adam Smith. No se persígue el bien, sino su medio: lo
útil.oo oo''00 oo. oo. oo. oo. oo' oo. oo. oo.
'00 oo, oo. oo'
'00 .00 50
Smith parte de Mandeville: Los textos señalados por Cannan. 51
Nosotros hallamos más concordancias fundamentalesoo. oo' oo. 52
El concepto inglés del self-interest: El homo oeconomicusoo. 54
3. La lógica del propio interés da los principios liberales y su
planoo. oo. oo. '00 oo. oo.
'00 oo.
'00 oo. oo. oo, oo. oo. oo. oo.
'00 55
La ciencia económico liberal: Sus leyes naturalesoo. 56
Las categorías económicasoo. oo. oo. oo . . oo. oo . . oo. oo, 00 00 58
4. Lo económico liberal y la poblaciónoo. oo. oo' oo. oo. oo. 59
Malthus -y Platónoo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo' oo. oo. oo. oo. 60
El problema es insolubleoo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo. oo.
.00 65
5. La concepción materialista de la vida, hija del liberalismo. 67
Páginas

III
CRITICA DE LAS REALIZACIONES EN LA EPOCA LIBERAL
PREÁMBULO ...••.••.•.•••••..••• '" ••• •.• ••• ..• ••• •.. •.. 71
1. La prosperidad del siglo X¡X, ¿ tuvo por causa al ethos
económicoli~eral ?.. ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 73
2. Si el desarrollo económico es debido a la idea económico-
liberal. ................................... '" ... ... 77
a) Las ideas teóricas... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 77
b) Las ideas en acción... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 83
3. Un análisis inglés de las condiciones talasocráticas... 86

IV
LA PROCLAMACION ACTUAL DEL NEOLIBERALISMO
PANVALENCIA DEL "ETHOS" ECONó~nco o PRAXEOLOGiA

INTRODUCCIÓN •.•••••.••.••.••.••••••••••...••••.•••••.•• ,. 93
El sistema filosófico neoliberal (hombre-mundo-vida), nacido
de la generalización de los principios básicos de la eco-
nomía (Las leyes del mercado) ... ... ... ... ... ... ... ... 95
La Praxeología, ciencia del neo liberalismo. .. ... ... ... ... 95
La Praxeología, ¿ es ciencia nueva?.. ... ... ... ... ... ... 100
El concepto neoliberal del hombre y su filosofía... ... ... 104
Las categorías... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 10\1
El individuo praxeológico ante la procreación ...... '" 111
La Praxeología ante la vida, la política y el futuro... 113
v
EL ETllOS DE SEGURIDAD
DE LA NATURALEZA AL PODER

1. El orden y el desorden ........... . 117


2. La ley del orden de los pueblos .. . 122
3. La estructuración y el ritmo en lo económico ... 127
4. De la Naturaleza al Poder ................. . 133
5. El poso no liberal de la economía liberal... . .. 136

VI
EPILOGO Y DINTEL
DE LA ECOXOMIA COMO FI:-¡ A LA ECONOMiA co~w MEDIO

INTRODUCCIÓN... ... ••. ••• ••• •.• ... ••. ••• •.• 139
Síntesis crítica... ... ... ... ... ... ... ... 141
Es la descomposición de la sociedad... ... 150
La verdadera seguridad... ... ... ... ... ... 151
Replete terra.m... ... ... ... ... ... ... ... ... 154
El contento, expresión de seguridad... ... ... ... ... ... 156
La conexión de los ethos: el hombre enlero y sano... ... ... 157
INDICE DE AUTORES... • •••••••••.•••.•.•••••••••.•••••••••
INDICE DE MATERIAS ..•...•••••••••••••.••••••.•..••.•..•.• , .....
PREAMBULO

El liberalismo es la filosofía de la vida amable. No en


balde nació en salones destilados de l'esprit francés y con-
juntado con británico humor.
El liberalismo nace, requiere y siempre tiende a la aoun-
dancia. Este es su fin: adquirir, conservar y aumentar la
riqtle.$a. En épocas de decadencia, el liberalismo es impo-
sible.
Lo malo es que el liberalismo suscita tales envidias, que
crea ejércitos que lo atacan con sus mismas armas. "¡ De-
jadnos haced", que es tanto como decir, dejadnos también
gozar, descubriendo su secreto designio para obtener sus
provechos, sus ventajas.
El verdadero fin del liberalismo no es, pues, ni la liber-
tad política, ni la libertad de contratación, ni la liberación
de las guerras, ni la libertad del poseer y del comerciar, ni
la libertad de moral, de conciencia y de religión. El fin del
liberalismo es la Riqueza, es decir, Wealth, voz que encie-
rra no sólo abundancia, acumulo, sino que también un con-
cepl'o de bienestar, supuesto indisolublemente unido a la
riqueza.
Esas ansias de libertad son, pues, sólo el medio para
lograr la riqueza.
7
De ahí que la libertad, una vez proclamada como apa-
rente fin, vaya unida a la pugna por el poder, o la fuerza,
para lograr primero, y "asegurar" después, la plácida po-
sesión libre de la riqueza.
He aquí su paradoja. Vino el liberalismo contra el ab-
solutismo político, religioso, jurídico y económico, o mer-
cantilismo; mas su f1'uto son otros absolutismos: el mo-
nopolio económico y la oligo o monocracia política y social.
Mas monopolio y monocracia ya no se avienen con la
idea liberal, aunque sean sus hijos. Hijos que se aúnan y
abandonan las ideas y el mundo liberal. Esta separación,
sedición, es la crisis decisiva.
He aquí el objeto de estas conferencias: comprender el
mundo actual en tanto en cuanto procede del liberalismo.
A nosotros nos corresponde discurrir de lo que toca a la
riqueza, crisis de la economía liberal. Mas acabamos de ver
cómo es indesligable ese fin de riqueza del medio o instru-
mento de que se vale para obtenerla: la libertad liberal.
Vista la riqueza como fin del liberalismo y la libertad
como medio, quizá choquemos con otros pensadores.
Nosotros, empero, lo vemos así. Quizá porque estamos
en los seC1'etos de la Economía, y, no sólo como economis-
tas, podemos conocer el secreto del liberalismo. Si este ver
es realmente un descubrimiento, es decir, la verdad, aletheia,
nos lo han de probar las siguientes partes.
Esta primera es introductiva, pues hemos de precisar
lo neC':esario sobre la constitución de los cuerpos colectivos
y sobre el hombre económico.

8
1

LA FISIOCRACIA INTRODUCE POR PRIMERA VEZ


AL ETHOS ECONOMICO COMO PREDOMINANTE
EN LOS PUEBLOS

A) INTRODUCCION

Lo SANO, LO ENFERMO Y LA CRISIS

Crisis de un "mundo" quiere decir crisis del alma, de


las ideas, del espíritu que informa a tal mundo.
Cada "mundo" nos lo representamos como un ser. Este
curso sobre La c1'isis del mundo libeml tiende a estudiar
este ser liberal de las naciones y el proceso y causas de
su crisis.
Mas entendámonos, antes de entrar en nuestra peculiar
materia, sobre lo que es crisis de un ser.
Toda crisis es el desenlace de una enfermedad. Para ex-
plicarnos, séanos permitida una digresión lingüística.
Cuando decimos que no nos ha sentado bien la co-
mida, no hacemos más que expresar el puro concepto de
enfermedad: un mal asentamiento de las cosas en nuestro
ser, venga del exterior o se produzca en el interior; por con-
siguiente, una perturbación en su orden sano funcional o
estructural. Porque enfermedad viene de infirmilas, que en
latín quiere decir debilidad, débil complexión, falta de so-
lidez de una cosa, pues firmilas indica firmeza, estabilidad,
solidez.
Así, aplicado por Cicerón al cuerpo y al alma, dice fi1'-
9
mitas corporis, robustez del cuerpo; firmitas animi, entere-
:za de ánimo; y por Suetonio, aplicado al gobierno, firmitas
.imperii, estabilidad del mando.
Todas estas acepciones se esclarecen cuando establece-
'mos el parecido de conceptos con voces griegas.
De una parte, observamos que firmus indica sólido y
-estable. Pues bien: la voz griega thranos viene a expresar-
nos "lo bien asentado"; luego lo mal asentado, lo no sólido,
'lo no estable, es lo enfermo, infirmus.
También la voz griega holas, que dice entero, todo, tiene
.sus correspondencias semánticas con el latín salvus, que
,q uiere decir sano; así como solidus, soldus, que expresa
·"todo de una pieza", completo.
Así, esclarecemos que lo sano es lo sólido, lo entero, lo
estable, lo firme; mientras que lo insano, o la enfermedad,
'será aquello que se disgregue, y que, por tanto, sea inesta-
ble, débil; en una palabra, una alteración o anormalidad
dañosas, sean funcionales, sean estructurales o constituti-
vas de un ser, de un cuerpo, del alma, de una institución o
·cuerpo colectivo, como nos lo define la Real Academia.
y ahora es como podremos comprender por qué Platón,
al hablar de las politeias, califica de enfermas, nasón, a
aquellas cuyas partes no están racionalmente complemen-
.tadas, armonizadas y rítmicas, precisamente por el predo-
minio irracional, anormal, de un ethos, de una intenciona-
·lidad exagerada y perturbadora.
En una palabra: enfermedad-para nosotros concretada
en cuerpos colectivos-es lo mal · asentado, perturbación del
.orden, sea por vicio funcional, sea por defecto estructural,
en elementos o en com-posición des-ordenada.
El concepto de enfermedad nos da ya su solución: o el
reordenamiento de nuestro orden, o la reabsorción de lo que
lo perturba, o bien su expulsión. Crisis, propiamente, quie-
iO
re decir la expulsión, el desenlace, en bien o en mal. Si es
en mal, la muerte.
Un estado de crisis es, pues, aquel momento de la en-
fermedad que precede a la expulsión de lo perturbador, al
reajuste salvador o a la muerte.
Estos conceptos y fenómenos se hallan ya en Hipócra-
tes, y quienes hayan entendido bien a Platón, los verán re-
flejados y utilizados en su Politeia, su llamada República.
Los antiguos, sin las prisas de hoy en día, nos legaron
pensamientos de buena ley, inalterables, permanentes y
siempre beneficiosos para los modernos pensares sobre los
modernos problemas.

ESTRUCTURAS Y CARACTERES EN LA CONSTITUCION


DE LOS PUEBLOS. ETHOS DOMINAN'rES

Porque antes de conocer las perturbaciones, las enfer-


medades de los Cuerpos sociales, debemos conocer su es-
tructura, su morfología, la teoría de la constitución de sus
partes en un todo vivo y sano.
Realizarlo aquí nos llevaría todo un curso de confe-
rencias.
Mas, necesitándolo para nuestra tesis y nuestro pensar
sobre el tema propuesto, vamos a exponer una síntesis, con
la cual poder discurrir.
Todo Cuerpo social es un con-junto de hogares. Así lla-
maron los griegos a la formación de una nueva ciudad
reuniendo a los hogares dispersos: synoíkia, es decir, con-
hogaria, hogares conjuntados en una ciudad; pólis, Cuerpo
social o colectivo.
El hogar es el núcleo-germen de todo pueblo organizado.
Así, los grupos homogéneos de acciones para el vivir
i1
de un hogar darán realizaciones, que formarán sendas es-
tructuras. En tales acciones se hallarán las radicales a todo
Cuerpo social.
Un hogar, pues, actúa para mantenerse y para obtener
los medios con que subvenir a todas sus necesidades. He
aquí, enunciadas, las acciones económicas.
Todo hogar, además, actúa para defenderse, sea del cli-
ma, sea de la rapacidad de las fieras, sea de la de los hom-
bres; o bien para defender su honor, ideas, dignidad, gé-
nero de vida. He aquí las acciones y necesidades de defensa
que, a veces, con razón o sin ella, se emplean para vin-
dicación u ofensa.
Todo hogar resuelve por principios y costumbres las re-
laciones con las cosas y personas, sean las privadas den-
tro de él, sean las con otros hogares, sea la convivencia co-
lectiva entre todos los hogares. Son las necesidades y las
acciones de justicia y derecho.
Todo hogar, además, al formar la sinoikía colabora en
múltiples formas y proporciones al vivir del Cuerpo so-
cial, al que pertenece indesligablemente. Son, pues, las
acciones para satisfacer las necesidades de la colectividad,
las políticosociales.
Y, por fin, todo hogar necesita invocar y ligarse con la
Divinidad, necesita orar; he aquí las acciones para satis-
facer las necesidades religiosas. Necesidades éstas que, mo-
dernísimamente, Jung las ha "descubierto", radicales y
"reprimidas", en el fondo de la inconsciencia.
Pues bien: para cada uno de estos mundos de acciones,
el hombre actúa con principios y fenómenos homogéneos y
de especie distinta; y tal actuar del hombre con las cosas
e inter-humano produce unos resultados. A estos resultados
los llamamos estructuras, que son las mismas, por ser
~as radicales, que se nos aparecen en todo Cuerpo social:

12
estructura económica, defensiva, jurídica, políticosocial y
religiosa. Estas cinco estructuras, que nosotros hemos esta-
blecido como necesarias objetivamente, por universalización
de nuestro captar mental sobre los elementos esenciales del
actuar humano, las hemos hallado confirmadas y presen-
tes en varios textos de pensadores clásicos, expresadas con
uno u otro orden de palabras. Por ejemplo, en varlOS pasa-
jes de obras de Platón y en Virgilio. Pero no es aquí lugar
de mayores explicaciones.
Mas tales acciones requieren un pensar, un maquinar
indagatorio y resolutorio de nuestra mente, a la vez que una
formación de nuestra manera de ser. He aquí otra gran es-
pecie de actuares de gran variedad, y que no siempre se
hallan presentes todos y cada uno en cada hogar.
Son las partes de la cultura: la cultura física, la artísti-
ca, la científica, la religiosa.
El primer grupo de actuares nos ha dado en sus resul-
tados estructuras; en el segundo hallaremos, propiamente,
caracteres (elhos), intencionalidades en acción, que serán
las que informarán, consciente o inconscientemente, a las
respectivas estructuras y al conj unto todo.
Al primero le llamamos civilización; al segundo, cultura.
L.a cultura es, propiamente, cultivo de la persona.
El modo de concebir la vida, su intención, y el modo de
realizar las acciones estructurales o de civilización nos lo
da la cultura de cada individuo para el hogar, y la de los
hogares para el Cuerpo social.
La cultura, pues, informa e imprime carácter; consti-
tuye, en una palabra, al Cuerpo social.
En estas conferencias estamos realizando una serie de
actos de cultura, especialmente de orden científico, o del
pensar, y más particularmente del pensar político, y den-
13
tro de él, las nuestras, del pensar económico, más preci-
samente políticoeconómico.
Estos pensares no sólo políticos, sino filosóficos, artís-
ticos, etc., son los que mantienen, corrigen o transforman
las Constituciones de los pueblos, los Cuerpos sociales.
El predominio de una manera de pensar, de una cultura,
sobre la vida, es lo que {orma el espíritu de su civilización:
su ethos.
y en todo Cuerpo social, si bien cada estructura está
in{ormada por su ethos correspondiente, en el todo o cons-
titución predomina, dirige, un ethos general y prevalente.
La problemática de tales predominios, en espacios y épo-
cas, tampoco puede caber en estas conferencias.
Sin embargo, aunque limitados a lo económico, desarro-
llaremos insensiblemente sus fenómenos principales.

NO HAY CONSTITUCIONES PERFECTAS

No sólo los pensadores políticos, sino también los filo-


sóficos, se han devanado los sesos buscando la Constitución
política modelo para los pueblos. Vana tarea.
El más idealista de entre ellos, luego de haber expuesto
y razonado su politeia paradigmática, y luego de haperla
contrastado con las politeias o Constituciones enfermas, dice
que tal ciudad, empero, sólo en el cielo pudiera hallarse.
Esta es la conclusión de Platón (1). Mas a continuación nos
dice que el hombre sí que puede estructurar su alma con
tal perfección.
He aquí una declaración que indica el más fecundo re-
sultado de tan gran pensador: "Los pueblos, las naciones,
los Estados, no pueden hallar su perfección; las almas, sí."

(1) Republica, 545 b.

14
Por esto nosotros, con palabras de Santo Tomás, llama-
mos a las naciones perfeclio imperfecta.
y nosotros lo confirmamos porque sabemos que el hom--
bre tiene un alma inmortal y perfectible, mientras que los-.
pueblos, las colectividades organizadas como tales, ¿dónde
tienen su alma?
Si, pues, no tienen alma, aunque sí un espíritu colectivo,
mal podrán hallar total perfección. Son cuerpos imperfec-
tos e inestables, de fin puramente terrenal y, por ende, pa-
sajero.
A lo que pueden aspirar es a lograr la menor imperfec--
ción posible, facilitando la mayor perfección a todas aque-
llas personas y hogares qu e en ellos vivan como compo-
nentes.
Con tales premisas es como Aristóteles escribe su Po-
l'Ílica.
Mas tanto Platón como Aristóteles, ante una u otra
Constitución, discurren igual en cuanto se trate de su sa-
nidad y su crisis.
Cada país puede tener una Constitución humanamente-
sana, la cual enfermará y se disgregará, precisamente,_
cuando se desproporcionen, cuando se disgreguen, cuando
se sedicionen uno o varios de sus elementos radicales com-
ponentes, particularmente los principios generales culturales,
que la informen, su ethos predominante, su espíritu de ci-
vilización.
Pues bien: nosotros nos proponemos estudiar el orden
constitucional general de un modo de vivir, informado por-
unos principios, por un ethos predominante, que nació y se
extendió-con sus variadísimas formas accidentales-prác-
ticamente por todo el mundo civilizado durante unos ciento.
cincuenta años, desde finales del siglo XVIII hasta princi-
pios de este siglo. El modo de vivir llamado liberal. Y, con
su estudio, investigar el fenómeno de su crIsIs, de su eu-
fermeda~, camino de su disolución, de su desorganiza0ión.
Buscando y delimitando el fenómeno de lo liberal en
los Cuerpos colectivos, estaremos en condiciones de apor-
tar elementos de análisis para su actual crítica, y eventua-
les caminos de transformación o de saneamiento de tales
Cuerpos de aquella pél,rte que verdaderamente ha produci-
do la crisis de la enfermedad en lo liberal.
Este nuestro método eliminará, por tanto, la importan-
cia de la documentación histórica para darla al razona-
miento.

EL ETHOS ECONOMICO

EL "HOMO OECONOMICUS" EXISTE

El hombre económico ha existido, existe y existIrá. ~ o


es ninguna invención original de los clásicos economi taso
Platón lo empieza a delimitar al caracterizar al hombre
oligárquico y, para mí, al exponer sus máximas consecuen-
cias en el hombre democrático.
Aristóteles, que fué el primero en preocuparse de estu-
diar los diversos "géneros de vida" por su intencionalidad
preponderante-en sus M orales y Política he hallado do-
cena y media-, establece en su Etica a Nicómano que sólo
hay tres géneros de vida individual, tres típicas intenciona-
lidades según el bien perseguido:
Vida económica, persiguiendo lo útil.
Vida política, persiguiendo la gloria y honores; y
Vida contemplativa e intelectual, persiguiendo la virtud.
En cada una, la intencionalidad va dirigida a una pecu-
liar y típica concepción de la felicidad: riqueza, poder,
saber.
16
Luego, en su Política-siguiendo a Platón, si bien éste
parte de la ciudad para ir al individuo, mientras que Aris-
tóteles invierte el orden-, al establecer Aristóteles que la
felicidad se constituye de elementos idénticos para el in-
dividuo y la pólis, nos da las tres preferencias cole~tivas o
géneros de vida de las sociedades:
Si la felicidad se busca en la riqueza, la vida económica.
Si en el poder, la vida política.
Si en la virtud, la vida sabia.
Es decir, Aristóteles, en su sistemática, halló y eviden-
ció que la vida concebida con fin económico era no sólo
una de las tres preferencias genéricas individuales, sino
que también colectivas.
Pero, además, Aristóteles definió ya al homo oecono-
micus con el término griego ho crematistés, Gomo aquel cuyo
fin principal es lo útil, la riqueza (las cosas para otras
cosas), por la cual vive, luchando incesantemente (i).
Modernamente, los autores germanos han sido quienes
con mayor solvencia y nitidez nos han evidenciado sufi-
cientemente que los fines del vivir y, por ende, del actuar
que los hombres se proponen, constituyen caracteres, tipos
o géneros de vida que en la realidad existen. Max Scheler,
con su profunda y sistemática teoría de los valores en su
Etica, y en especial en lo referente a los valores de utilidad,
y Spranger, con su aguda penetración, también valorativa,
en su obra Formas de vida.
Spranger, en su obra Formas de vida, prescmdiendo
ahora de su primera parte filosófica (y de las diferencias
con Scheler), dedica la segunda parte (verificación de su
psicología científica espiritual), en sendos capítulos, a seis

(1) Eth. a iVic., 1, 5 (3), § 8, pág. 4, líneas 4-6 en col. Didot: Opera
omnia, vol. II (1.096 de BEKKER ) .

i7
tipos de hombres: teorético, económico, estético, social, po-
lítico y religioso.
El titulado hombre económico ocupa veinte páginas de
la versión castellana realizada por Ramón de la Serna, edi-
tada por la Revista de Occidente argentina en 1946, segun-
da edición, que es la asequible hoy en día.
De la Serna vierte el término alemán de Spranger del'
okonomiseh e M enseh, no al castellano, sino al latín: horno
oeeonomieus; versión, a nuestro entender, plenamente ade-
cuada a la caracterización sprangeriana.
He aquí al horno oeeonomieus mostrado por Spran-
gel' (1):
" ... hemos de considerar el eterno motivo económico
como una función constante entre el sujeto y el mundo de
las utilidades ... El sujeto económico puro ... evidencia el
mismo tipo mental siempre" (c. 1(5).
y este motivo y función no precisa que se dé solamente
en la peculiar actividad lucrativa; "antes bien, el motiyo
fundamental de utilidad puede observarse en los más dis-
tintos aspectos de la personalidad, y su constitución ínte-
gra puede predominar... incluso en el ethos distintivo de
la existencia toda" (c. 1(6).
He aquí lo útil, el eterno motivo económico, delimitado
por Spranger:
"Lo útil tiene, ante todo, el carácter de un medio físico
para la satisfacción de las necesidades ( :l/r Bedür{nisbe-
fl'iedigung ) ... La cualidad de valor de su finalidad se halla
en la yiven cia ... , medida inmediatamente sobre un valor
de simple conservación vital, y en los conatos ( Trieben ) ,
que regulan la salisfacción de las necesidades" (al. 1115 ).

(1) Señalamos con c. las páginas del texto castellano; y con al., las
del alemán, Lebensformen, 7." edición, 1930.
y ahora la caracterización del tipo:
"El homo oeconomicus, en sentido universal, es aquel
que en todas las relaciones vitales antepone el valor de uti-
lidad."
Del" okonomische 111 ensch im allgemeinsten Sinne ist also
del"jenige, del' in allen Lebensbeziehungen den Nülzlich-
keitswert voranstellt (al. 148).
"Todo lo considera como medio para la conservación vi-
tal, como objeto de lucha natural por la existencia y como
conducente a la forma de vida agradable (del' angenehmen
Lebensgestaltung). "
"Opera administradoramente (es decir, ahorra) con la
materia, energía, espacio y tiempo, con el fin de obtener
para sí el máximo efecto útil. En la actualidad, quizá lo
definiéramos como el hombre práctico ... ; pero el valor
de su tarea (seines Tuns) no reside en las profundidas crí-
ticas de valores (¿hay aquí una discusión con el psicoana-
lista Jung?), sino en el efecto de utilidad de índole total-
mente superficial o externa. Los griegos, por consiguiente,
le calificarían, indudablemente, como el que obra (einen
1I1achenden - poionta; yo diría mejor ergonla), pero en
modo alguno el que hace (einen Handelnden - práttonta)"
(al. 148 ).
Esta distinción de Spranger es muy aguda. Ella le per-
mite establecer luego que los grandes capitanes de indus-
tria-añadimos los verdaderos, y no precisamente los gran-
des financieros-ya traspasan el tipo de hombre económi-
co y obran a la vez por motivos políticos o sociales. Aun-
que esta distinción no es aún suficientemente clara en
Spranger, pues se liga a Sombart excesivamente.
Spranger, empero, a pesar de su método individualista
y de confesar que en su Lebensfol"men queda excluída una
"teoría de los sujetos supraindividuales y un análisis de la
19
estructura sociológica", nos aporta la universalización co-
lectiva del homo oeconomicus, al decir:
"El sujeto económico no es siempre necesariamente el
individuo, sino también, con frecuencia, un sujeto de pue-
blos... Estas comunidades ... , como unidades colectivas, ac-
túan sólo en sentido económico egoísta" (c. i7i).
De ahí que "donde el tipo económico legisla, en el ré-
gimen jurídico se atienden ante tedo las demandas de or-
den económico. Y el derecho mismo aparece sólo como for-
ma social normativa, en la que la economía es concebida
como la materia de la vida social...; para muchos no pare-
ce ser el Estado otra cosa que una mera organización su-
praindividual de la vida económica" (c:. i72).
He aquí-dejando aparte ya las distinciones, límites y
conexiones con el hombre teorético, estético, social, políti-
co y religioso- nuestro "espíritu de civilización" económi-
co, es decir, el ethos económico presidiendo a toda la socie-
dad, expresado, si no plenamente, sí con suficiente cla-
ridad y evidencia para curroborar nuestra tesis.
En todo género de constitución de los pueblos existe,
más o menos puramente, un ethos preponderante sobre todas
las Estructuras. En la constitución liberal, en el mundo li-
beral, este ethos es el económico. Es, también, lo que Sche-
ler llama Weltanschauung, vertido acertadamente en su '
Etica, por cosmovisiÓn.
y Spranger lo confirma casi .'1.1 final de su capítulo con
la certera observación del ethos del mundo llamado occi-
dental en la época de su obra, entre la post-primera guerra
mundial y la gran crisis económica estructural, qu~ se ma-
nifestó en otoño de i929:
"Nos hallamos (hoy) más sometidos a lo económico que
en cualquier tiempo p.asado. No somos dueños de contro-
lar ya nuestras necesidades, despertadas en nosotros desde
20
la infancia... Como humanidad imperamos sobre la Natura
en medida insospechada; mas, al propio tiempo y por ello,
nos hemos encadenado unos con otros hasta tal punto que
ya nadie puede decir ni que asienta sus plantas por propia
voluntad" (al. 163).
Estas palabras encierran ya el punto álgido critico del
ethos liberal económico. Y no será hasta la última de las
conferencias donde podremos recogerlas de nuevo.
Este homo oeconomicus, este crematístico, con voz pre-
cisa de Aristóteles, es el que ha constituido al mundo libe-
ral; hasta el segundo tercio del siglo pasado, cada vez con
mayor pureza, y desde entonces el que, prosiguiendo su
ethos, ha causado la crisis del propio mundo por él inten-
tado formar, de manera tan pura como la polis platónica
presidida por el' homo te01'eticus, el sotos. Si Platón hubo
de úonfesar que su ciudad sólo el individuo aislado pudiera
constituirla en su alma, nosotros podemos decir que la ciu-
dad económica. sólo ciertos individuos aislados pueden for-
marla en su cuerpo.
La real existencia del homo oeconomicus la puede co-
nocer todo aquel que pueda y sepa observar y razonar.
Mas a los hombres de mi generación les ha sido dado el
haber vivido aún en época de pleno prevalecimiento del
ethos económico, y, precisamente, de contrastarlo, por de-
batirse con los últimos factores de su propia enfermedad;
al propio tiempo hemos vivido y estamos viviendo su época
más decisiva, de crisis, con el nacimiento indudable de
otros géneros de vida. Nuestro conocimiento bien puede
afirmarse que, lejos de ser defectuoso, gana en tal situa-
ción, pues se cumple en nosotros la perfecta posible ade-
cuación de la cosa al intelecto, porque, a la vez, bien pode-
mos decir con verdad que nada hay en el intelecto que
antes no estuviera en los sentidos. Hemos vivido y reco-
21
rrido el bosque de punta a rabo, lo hemos poseído; por esto
lo podemos conocer. y nos reímos de las puras frases de
que los árboles no dejan ver el bosque.
El homo oeconomicus no es, pues, ningún "espantajo
universal", como dice el economista Robbins, sino un ethos
muy real.
Ahora, luego de esta introducción general, vamos a de-
dicar el resto de la conferencia al examen del liberalismo
surgido en Francia.

B) LA FISIOCRACIA, POR PRIMERA VEZ, INSTITUYE


AL ETHOS ECONOMICO PREPONDERANTE EN LA
CONSTITUCION DE LOS PUEBLOS

Par la Natul'e, tout;


De l'homme, ríen.

No importa que las ideas flsiocráticas, como tales, no tu-


vieran muchos años de vigencia. Sus hombres estaban in-
mersos entre los enciclopedistas franceses y participaban
del bullir de un nuevo ethos general o modo de concebir la
vida individual y, por ende, del predominio de tal concep-
ción en el regir la vida colectiva de los pueblos: occidenta-
les, primero, y, hoy ya, de muchos orientales asiáticos,
como también africanos: la democracia.
Si en lugar de estar limitado a discurrir sobre lo eco-
nómicoliberal tuviera que hacerlo sobre lo liberal en su to-
talidad, yo no hubiera escogido olra ayuda para iniciar y
fundamentar mis razonamientos que los flsiócratas, aun-
que cronológicamente no sean los primeros.

22
EL LIBRITO DE DU PONT

"LA PHYSIOCRATIE"

y de los fisiócratas, me bastará escoger a una publi-


cación de Du Pont-Du Pont de Nemours-, en la que, lue-
go de un muy sustancioso D'iscOU1'S de l'Édileur, reúne una
serie de estudios de su colega y fundador de la secta-los
fisiócratas se llamaron secte des économistes-, Francois
Quesnay, médico de Luis XV.
Librito que es el evangelio fisi ocrático; nombre que no
es de Quesnay, aunque sí su espíritu, y que es el que em-
pleó Du Pont para titular esta obrita en dieciseisavo, im-
presa en Leyden: El se trouve A PARIS,/ chez MERLIN, Librai-
re, me de la Ha1'pe/M.DCC.LXVIll (la primera impresión
fué de 1767). (Este es el pie de la tercera hoja impresa.)
La primera hoja sólo contiene sobre el blanco del pa-
pel, sin encuadramiento ni nombre propio alguno, el mismo
título de la obra que encabeza esa hoja tercera:

PHYSIOCRATIE,/ ou/ CONSTITUTIOK NATURELLE/DU


GOUVERKEMENT/LE PLUS AVANTAGEUX AU
GENRE HUMAIN.j

!iiiadiéndose- verdadera portada interior del libro-:

RECUEIL publié pm' DU PO:\T, des Sociélés/


Royales d' A griculture... et/ correspondant
de la Sociélé d'Émulalion de Lond1'es.

Observemos, en primer lugar, la finalidad de la obra:


De una parte, la explicación del novísimo término, crea-
23
do por el propio Du Pont: Fisiocracia es el poder, el do-
minio, el gobierno de la "Constitución natural" de la so-
ciedad. Ya no son las formas de gobierno clásicas, en las
que hay una autoridad dominante ( c1'acia), sea de los me-
jores ( aristoi), sea de los pocos (oligoi), sea del pueblo
(demos), sino que toda autoridad desaparece, y es sólo la
servidumbre a la Naturaleza, que pretende hallar 6n ella,
inconsciente y espontáneamente, la fuente y orden de la
vida. De otra, el título añade que tal sociedad, constituída
y gobernada por la fysis, por la Naturaleza, obtendrá, de
tal regimiento, no ya para ella sola, sino para "todo el gé-
nero humano" (cosmopolitismo), las mayores ventajas, el
mayor provecho: le plus avantageux au genre humain.
Si, pues, eran economistas los que componían la secta,
y éstos, como todos sabemos, no sólo discurren de agricul-
tura, de industria, de comercio, :;ino de constitución natu-
ral y de su regimiento, de su gobierno, he aquí el primer
gran fenómeno del mundo liberal: la inserción constitu-
cional, la entrada como un elemento esencial en la consti-
tución de los pueblos, de la estructu1'a económica y de las
ideas que la informan. Y una entrada no ya subordinada,
sino prevalente. No importa que sea sólo de un sector, de
una subestructura económica: la Agricultura. Lo importan-
te es que quienes pensaron sobre el actuar económico fue-
ron los que de dicho pensar llegaron a la conclusión de
que en la constitución de las sociedades lo económico no
sólo era una parte indesligable, inseparable, sino que era
la parte principal y predominante.
He aquí la primera aparición del ethos económico como
prevalente para informar la constitución de los cuerpos co-
lectivos.
PARENTESIS: LA CONSTITUCION PRE-LIBERAL

Hagamos un pequeño paréntesis para tener en cuenta


lo pre-liberal.
Las estructuras pre-liberales de los Estados habían te-
nido diversos ethos dominantes o prevalentes.
La época pre-liberal no se caracteriza frente a la liberal,
hoy llamada capitalista, porque no hubiera leyes económi-
cas, pues sean las que fueren siempre existen; ni por la
falta de desarrollo económico, pues en los lugares propi-
cios lo había y lo hubo, por ejemplo, Venecia; ni por la
ausencia de grandes empresas, pues existían; ni por falta
de grandes hombres de empresa, pues donde hubo ocasión
allí los hubo (así, los grandes monopolistas coloniales y
comerciales y los grandes empresarios del período manu-
facturero mercantilista, de que habla, por ejemplo, Wieser
en su tratado de Economía social). El espíritu de lucro no
fué tampoco creación del libera!ismo, pues es fenómeno
permanente de un tipo humano; tampoco la falta de liber-
tad-y en esto creo que es en lo que más me separo de los
juici0s establecidos--es característica distintiva de ambas
épocas, pues frente a las indudablemente numerosísimas re-
gulaciones y limitaciones normativas de la libertad de pen-
sar, actuar y poseer, el liberalismo tuvo por consecuencia
real la limitación efectiva de otras muchas libertades tam-
bién en el pensar, actuar y poseer, consecuencia precisa-
mente de su ethos.
No; la distinción entre ambas épocas es más sutil, y no
por ello menos nítida y firme. La époea pre-liberal-y con
ello, con el pre, ya indicamos que la linea divisoria no es
tal línea, sino, como en el arco iris, una zona a partir de la
cual, a la vez que aumentan las gotas del color venidero,
25
disminuyen las del que fenece- se distingue de la liberal,
hoy llamada capitalista, porque en ella el género de vida in-
dividual y colectivo no tenía la inlenc'Íonalidad económica
como elhos prevalente, sino otras intencionalidades de orden
distinto: los ingresos no eran el fin del vivir, y, por ende,
la consideración personal no era dada por la Fortuna; las
guerras no se hacían para la conquista de mercados como
fin principal, sino que, por ejemplo, el honor era predomi-
nante en sus motivaciones y en los Tratados; el derecho no
estaba al principal servicio del dinero; la política no era
dominada por el interés económico; la religión estaba pre-
sente en los actos privados y en los públicos de gobierno y
ele relaciones internacionales.
Para nosotros nos bastan estas distinciones negativas,
pues no hemos de estudiar la époea pre-liberal, sino la
liberal.
Bástenos concluir que la denominación de Estados capi-
talistas era desconocida e inaplicable, mientras que hoy el
mundo liberal se llama por antonomasia mundo capitalis-
ta, aunque se devanen los sesos para explicar qué es real-
mente "capitalismo". Pero esta denominación no tiene su
fundamento en la posesión de mayor capital, sino en el
espíritu predominante económico en la vida de los pueblos
de la llamada civilización occidental. Espíritu al que se
hallan sujetos la estrategia y la guerra, el propio derecho,
la política, lo social y las mismas religiones.
La borrachera de libertad terminó en las guillotinas.
Luego aparecieron el burgués y el proletario, con el espíritu
predominante de lucro; tipos inexistentes en la estructura
pre-liberal.
Espíritu cuyo ethos es el principio intencional del pen-
sar, del actuar y del poseer, que responde, en síntesis, al
concepto de libertad económica, espeeialmente de empresa.
26
y empresa es toda intención que posee los medios para
conseguir su fin.
La estructura del mundo pro-liberal se caracterizaba
porque los sujetos económicos-aunque existente la pro-
piedad privada-estaban ligados por un orden políticoso-
cial que reglamentaba su libertad de profesión, de produc-
ción (agrícola o manufacturera), de comercio, de beneficios
o de remuneración, fuesen sujetos individuales, fuesen las
grandes empresas privilegiadas o concesionarias. Es decir,
las corporaciones o gremios o las instituciones del mercan-
tilismo. Para todos, en multitud y continua modificación,
regían precios de tasa, tipos de salario, tipos de interés y
fijaciones del valor de la moneda, la cual, signo de la épo-
ca, era dependiente del poder absoluto real.
En una palabra: producción, remuneración, comercio,
precios, provechos, moneda y, en general, los conceptos que
hoy llamamos económicos, eran tratados como categorías
polLticojurídicas, sujetas, por tanlo, a la "norma", al "no-
mos", al arbitrio, fundamentado o no, del gobernante su-
premo.
Mientras que la época liberal, a la vez que precisa cien-
tíficamente esos conceptos económicos, los hace tan pre-
ponderantes en la vida de los pueblos que su Gobierno se
halla determinado y sometido a las categ01'ias económicas,
como conceptos de la razón natllral, concordantes con las
categorías lógicas y técnicas del actuar humano,
En Platón y Aristóteles, era la virtud, la ateté, el eth os
dominante,
En Roma fué el Poder, el lmperium: "Tu regere impe1'io
populos, 1'omane, memento", dejó escrito en frase inmor-
tal Virgilio en su Eneida. Y si alendemos a Cicerón, tam-
bién la Virtud, pues cuando quiere señalar la diferencia
entre los grandes hombres de Grecia y Roma, dice que "en
27
los griegos las semillas de virtud se desarrollaron por la
palabra y el estudio, mientras que en nosotros, por las ins-
tituciones y las leyes" (1). Y en estas palabras podemos ver
señalado el otro ethos dominante romano: el derecho esta-
blecido, la estructuración jurídica de la familia y de los
pueblos.
y así- pues aquí no es el lugar-podríamos ir señalan-
do ethos dominantes sin que halláramos la generalización
del ethos económico, aunque precisamente porque no par-
timos de una historia evolucionista pudiéramos señalar
pueblos con él, como, por ejemplo, Venecia, Cartago. Los
ethos dominantes europeos se hallan en lo guerrero, en lo
jurídico, en lo político-poder y en lo religioso. El ethos eco-
nómico, eomo prevalente, sólo aparece fundamentado, sis-
tematizado, creado como ser independiente y germinado
para crecer e informar en las variadísimas especies de su
nuevo género, el género de vida y de gobierno de los pue-
blos de la civilización llamada occidental, desde los fisió-
eratas; y entre ellos en este librito dieciochesco de Ques-
nay-Du Pont que tengo ante vosotros, por graciosa conce-
sión para esta conferencia, de la Dirección de la Biblioteca
Nacional.

AMBIENTE DEL LIBRITO

Librito lleno de cosas viejas, muy viejas, dichas de ma-


nera propicia a ser tomadas por nuevas y germinar por
doquier con el nombre de libertad y progreso.
Por algo nos hemos declarado suspicaces al evolucio-
nismo.

(1) De Res publica, L. III, cap. IV.

28
En primer lugar, las invocaciones al Eclesiastés y a los
Proverbios:
Non oderis laboriosa opera, et Rusticationem creatam ab
Altisimo (VII, 16).
Y Qlli operatllr terram suam, satiabitur (VIII, 11).
En medio de ambas citas bíblicas, en la hoja 2, opuesta
a la portada interior, cuyo comentario hemos suspendido,
hay un encantador grabado ideado por Jaurat y esculpido
por María Ozanne, que no dudo en afirmar sea un retrato
del propio Du Pont en su posición campestre: un cháteau-
ferme a sus espaldas, con su esposa sentada y una olla
vacía, un niño al lado derecho y un caballo de labor en
el izquierdo; y él, en pie, con las manos y la vista orantes
al cielo, como en acción de gracias, mientras las aguas de
un riachuelo discurren hacia otras tierras por debajo de
un puente, verosímilmente le Pont du cháteau-ferme de
Nemours, que dió el nombre al lugar y a la familia: Du
Pont de Nemours.

EL GRAN SOFISMA

EL DÍSTICO DE QUESNAY

Cuanto estamos diciendo del librito, empero, es sólo el


mínimo enmarcamiento para lo más trascendental que con-
tiene:
Un dístico de Qllesnay en el centro de la portada in-
terior.
Dos versos latinos, en los cuales supo Quesnay concen·
trar la quintaesencia de lo liberal: su filosofía y su inte.n-
cionalidad de pensamiento y de acción.
Relos aquí:
29
Ex natura, jus, ordo, el leges.
Ex hOlnine, al'bit¡'ium, j'egimen et coel'citio.
F. Q.

y con ello hemos llegado al punto culminante de esta


conferencia, introductoria y fundamental.
N ada de griego en el dístico; todo romano, a la vez que
reacción contra lo romano: frente al poder y la fuerza del
hombre, frente a los ethos hasta entonces dominantes del
absolutismo político y político económico, y de la fuerza de
los Ejércitos y Policía de los soberanos, el poder y la fuer-
za de las leyes de la Natura.
Frente al concepto de ley por imperio, coacción y el
arbitrio del hombre gobernante, el concepto de no-ley po-
sitiva, sino sólo las fuerzas y el poderío de la Naturaleza.
El hombre todo lo desordena; la Naturaleza todo lo con-
duce al orden por sus leyes.
Es decir: "la ley establecida por el hombre es un tirano
de los hombres, y obliga a muchas cosas contra natu-
raleza" .
Mas ¿qué acabamos de decir? ¿Dónde fué dicho esto
último, tan espontáneamente salido de nuestros labios glo-
sando y analizando el dístico?
¿Dónde se discutió ya la oposición entre ley natural y
ley humana, entre natura y derecho?
Son dos palabras las que nos vienen a la mente, las
que nos lo solucionan: fysis y nomos, natura y convención
en el sentido de derecho o ley positiva humana. Y con ello
salimos de dudas. La frase anterior era de Hippias, en el
Protágoras platónico. Y en la Política, de Aristóteles, halla-
mos su concepto humano, pero sofista, de Licofrón: "La
ley no es más que un convenio establecido, una garantía
30
de los mutuos derechos individuales, sin poder alguno so-
bre la moralidad y la justicia personales de los ciuda-
danos" (1 ).
Ya en la conversación de Sócrates con Glaucón, en la
República, Platón pone bien claro que para el vulgo (tois
pollois ) la justicia no es más que la convención establecida
por ley de los hombres frente a la ley de la natura (2 ).
He aquí la ley como convención, he aquí el principio,
quizá el más esencial, del liberalismo: la mayoría con-
viene, y esto es la ley.
Porque ... no hay en el hombre principio alguno de lo
justo y lo moral.
Quesnay, y con él los fisiócratas, retrocedieron al gran
atasco de los Hippias, Protágoras y Trasímarcos, de los so-
fistas griegos: no existe la Justicia; el que se llama hom-
bre injusto es el que sabe salirse con la suya. Hay que
dejar a todo el mundo en libertad para lograr su interés.
El propio interés de cada uno nos dará la felicidad de todos.
Es decir: la fisiocracia, el gobierno de las tendencias, de
los intereses, de las fuerzas naturales, nos dará ya de por
sí le gouvel'nement le plus avantageux, no sólo para un
país, sino a toda la Humanidad: A u genl'e humain.
El dístico es, pues, el gran sofisma sobre el que surgió
el mundo liberal, sea para sus grandes y pragmáticos éxi-
tos, sea en las consecuencias actuales de sus incompletas
y débiles, es decir, enfermas premisas.
El señalamiento de sus raíces nos puede ahorrar el en-
trar en la CI'ítica filosófica. Baste para ello partir de Platón
en sus Protágoras, Gorgias, Grifón y República.
Mas la ideología general, política y, especialmente, la

(1) PallUca, 1.280 b, 10-12.


(2) República, 358 a -y 358 e.

31
económica que de ello se sigue es la materia de nuestras
disertaciones. Ella es la que nos perfilará y nos definirá el
ethos económico que ha informado las realizaciones libera-
les y de la época llamada liberal.

Pw' la nature, tout;


De l'homme, ríen

hubiera podido resumir Quesnay en francés, cuando en la-


tín nos dice que sólo de la Naturaleza proviene lo justo, el
orden y la ley, mientras que del hombre sólo cabe espe-
rar injusticias o arbitrariedades y mando despótico ayuda-
do de la fuerza.
Mas hora es ya que resumamos el programa deducido
de tales principios y de todo el pensar fisiocrático.
Programa deducible tan sólo con el pensar lógico par-
tiendo del dístico de Quesnay.

EL PROGRAMA LIBERAL, DED CClO LOmC.-\.


DEL DISTICO

SUS DOS MANDAMIENTOS: LIBERTAD y PROVECHO

El dístico fisiocrático de Quesnay contiene, en sí y en


germen, toda la doctrina liberal:
La teológica del Ser Supremo: la Nalure (alma del
mundo).
La filosófica racionalista: las leyes naturales.
La científica: el acicate de la investigación de lo natural
y sus leyes.
La religiosa práctica: libertad de conciencia, de religión
y de cultos.
32
La moral, fundamento para las económicas: de la liber-
tad en buscar el máximo interés individual se sigue el má-
ximo interés de la sociedad y de la Humanidad.
La política: la libertad de todos y para todo, con su con-
secuencia: la constitución por convención, variable con la
voluntad de una mayoría.
La gubernamental: el Estado policía (como mal nece-
sario) garantizador de la libertad y de lo poseído gracias
a la libertad.
La social: no hay privilegios de -clase; pero las clases,
como los hombres, lucharán por su interés.
La jurídica: siendo el hombre libre, libremente se obli-
ga; he aquí el contrato, sea individual, sea social: la con-
vención. Nacidos los contratos de la libertad, lo son, pues,
por naturaleza: son sagrados. La ley garantiza la libertad
de la posesión: la propiedad.
La guerrera: desarme y pacifismo universal. (Pero man-
tenimiento de una Policía y de una Escuadra o Ejército
frente a los "perturbadores" de la "pacífica" posesión de
lo adquirido.)
La económica : libertad de producir, de consumir, de in-
tercambiar; para el individuo que busca siempre, por na-
turaleza, su máximo lucro, respetado y hecho respetar por
la ley al servicio de los principios naturales de la libertad.
En su consecuencia, el género de vida liberal deja a
la Humanidad libre de toda traba para crear, pensar, hacer
y luchar.
La vida de cada hombre es la lucha, a su pleno riesgo,
por su existencia.
La vida de los pueblos es la evolución de esta lucha
connatural.
y puesto que la Naturaleza conduce siempre a lo mejor
(dogmática fundamental), de los principios y del género

33
de vida liberales se sigue el progreso indefinido de la Hu-
manidad.
y todo lo anterior se resume en los dos mandamientos
del liberalismo:
¡Sed lib1'es!
i Buscad vuestro propio interés!
Es decir: libertad y máximo provecho (garantizado por
la ley de la libertad).
De estos dos dogmas tan bellos no solamente nació el
llamado liberalismo y sus partidos políticos, sino que fue-
ron el fundamento del género de vida que informó al lla-
mado mundo civilizado.
Con grandes ventajas y aciertos en lo que contienen de
verdad, y con grandes males en lo que contienen de error.
En fin de cuentas, los fisiócratas, los liberales, solamen-
te formularon una doctrina sofística de opinión, de doxa,
en la cual, desde Parménides, sabemos que puede hallarse
la verdad o el error.
Tal la sentencia, de sabor panteísta y determinista, de
Du Pont en carta del 22 de abril de 1815 a Say: "Dieu est
le seul producteur" (1).
No es, pues, inútil ni fuera de lugar el tiempo que he-
mos dedicado a los flsiócratas para una serie de conferen-
cias que se enuncian sobre el mundo liberal económico.
Mucho más hubiéramos tenido que aportar si pertene-
ciéramos al mundo actual preciosista, superbarroco de la
ciencia, sea histórica, sea fenoménica, que considera falli-
do un estudio si en él no se han agotado todos los autores
y todos los documentos sobre el tema.
Lo dicho ha de bastar para llevar al convencimiento de
mis lectores de que no sólo la política económica liberal,

(1) DAlRE: Physiocrates ... , vol. 1, págs. 399, 1846.


sino que la ciencia económica, solamente pudieron nacer
en un ambiente de fundamental cambio de vida y basada
en unos peincipios nuevamente expresados y en circuns-
tancias de técnica adecuada, cuales se manifiestan en el
ambiente y pn los pensares y conceptos que expresan los
fisiócr:üas.
En los fisióceatas se hallan, pues, los cimientos de la fi-
losofía, que ha de presidir el pensar, el obrar y el vivir eco-
nómico del siglo XIX y dos o tres décadas del xx.
Pero añadimos no sólo del vivir económico, sino de todo
el vivir prevalente del mundo llamado civilizado.
Y, además, como desarrollaremos en otra conferencia,
suscitando el predominio de una concepción de la vida re-
gida por el pensar, el obrar y el fin de lo económico como
característica, como etilos, mucho más general y más uni-
versal que el propio lema de Libertad.
Por esta razón, al período liberal le atribuímos como
predominante el ethos económico, como el carácter más
deflnidOl' de la época.

LA PREVALENCIA DEL ETHOS ECONOMICO SOBRE


LA LIBERTAD, CONFIR\IADA

El clamor por la libertad, la intencionalidad de libertad,


no era, pues, el verdadero fin propuesto por el liberalis-
mo; ni lo es de la. democracia, su forma política, sino que
la libertad liberal era y es propugnada como el medio para
el verdadero fin buscado: la. riqueza.
Así, cuando la libertad se ha hecho difícil o imposible,
el mundo liberal demócrata sigue invocándola de palabra;
pero inservible ya como medio para el fin de máxima po-
35
sesión, acepta y emplea los medios contrarios a la libertad
para asegurarse la riqueza, que se le escaparía con ella.
Tal es la real prevalencia del ethos económico sobre
cualquier otra concepción del fin de la vida, que hace ya
varias generaciones la mayoría de los pensadores y regi-
dores de la vida pública o de negocios estaban-y eslán aún
muchos-de acuerdo, en su interior pensar, con las pah-
bras de Schaeffle:
"Nuestra época cada vez es más ávida de libertad, y
precisamente clama por cada vez mayor igualdad, por cada
vez más y más general justicia y hermandad, y clama con-
juntamente por una completa independencia y solidaridad.
Ahora bien: nuestro tiempo no quiere, no pide estos
bienes simplemente como "Principios", sino que tan sólo
los soporta o acepta 'Ij los utili:::;a en la medida determinada
por su desarrollo. Y esto porque como "Principios" esos
pensados estímulos son indemostrables, son "sentencias de
creencias de contenido mundial", mientms que, como fuer-
zas prácticas de una lucha p01' el Destino, progresivas, son
inquebrantablemente firmes y no pueden negarse" (i).
El sofisma está en marcha y muestra su tendencia ra-
dical.
Medio siglo después, el profesor Luis von Mises, el más
radicalmente individualista y liberal de los científicos mo-
dernos, nos mostrará plenamente realizado el ethos econó-
mico, y le tendrá, como el autor, la causa eficiente de todo
progreso de los pueblos llamados civilizados:
"La historia de la cultum moderna está ligada insepa-
rablemente, desde hace doscientos años, con la suerte
(Schicksal) dt la Economia.

(1) SCHAEFFLE: Deulsche Kern-und Zeitrragen, pág. 6, 1894, bajo


el título "Libertad e igualdad como "Principios" y como estlmulos de
desarrollo (progreso)".

36
Tal cultura pudo surgir porque los pueblos fueron do-
minados por ideas (WEIL DIE VOLKER VON IDEEN BEHERRSOHT
WErmEN), que significan la adopción (la aplicación: An-
wendung) de las doctrinas económicas en la política" (1).
La declaración es solemne: Hace doscientos años, los
fisiócratas, la secte des économistes, esparcieron y sembra-
ron ideas económicas, que sustituyeron a las que informa-
ban el vivir de los pueblos; ideas que dominaron la con-
cepción del fin de la vida, ideas que constituyeron a los
pueblos. He aquí al ethos económico prevalente y enseño-
reado de los otros ethos que otrora predominaron: elhos
religioso, elhos político, elhos de lo justo, elhos guerrero.
No es de extrañar, pues, que la obra del fundador de la
ciencia económica, ensalzador de los fisiócratas fundado-
res de la doctrina políticoeconómica, lleve por título:
A n Inquiry into the N atUl'e and Causes of the lVeallh
of Nations.
y wealth asume el bienestar particular y colectivo, pero
siempre surgido, motivado por la riqueza.
Sólo con el fin primordial y prevalente de riqueza es
como tiene lógica todo el mundo liberal.
El liberalismo afirmó que sólo con la persecución de la
riqueza, de los bienes de lo útil, es como se obtendría el
progreso y la felicidad.
No es, pues, de extrañar que tales dogmas condujeran,
por primera vez en la historia, al estudio de las leyes de
formación y de organización de la riqueza.
En el próximo capítulo someteremos a examen y crítica
la rama británica del liberalismo, anterior, ciertamente, a
la francesa, pero más comprensible luego de esta expo-
sición.

(1) L. v. MISES: Nationalükonomie, pág. 7. Ginebra, 1940.

37
II

LA RAMA LIBERAL BRITANICA


y ANTE LOS POBRES: MALTHUS y MARX

Two systems of morality, the


strict 01' austere and the
liberal 01' loose.
A. S~[JTII.

INTRODUCCION

Si en Francia nace el mundo liberal con cierta filoso-


fía de la natumleza y de la libertad, en Gran Breta1ia nace
con cierta filosofía del individuo y de la utilidad. La rama
francesa, del mismo á1'bol liberal, conducirá luego a la po-
lítica y al derecho liberal; la inglesa, a la economía libe-
ml. Política, derecho y economía que se exlende1'án por
todo el mundo llamado occidenlal. En parte alguna habrá
preocllpación directa ni por lo militar ni por lo religioso,
pues para lo liberal tales estructuras son "perturbaciones"
para la libertad y la economía.
El ethos económico, formulado en Francia por los fisió-
cratas, se había manifestado ya en Inglaterm por la críli-
ca de los vicios de la sociedad como primer paso para la
39
formulación de los p¡'incipios que habían de sustituir a los
caducos.
La cl'ítica la representa Mandeville. La fo¡'mulación de
los principios, Adam Smilh. La cínica crítica de Mande-
ville, empero, encie¡'¡'a ya la filosofía del intel'és personal
conducente al provecho público, idea fundamental del ethos
económico.

1. EL SOFISTA MANDEVILLE y QUESNAY

LEMA y DÍSTICO

Dos tomos de igual formato que el librito de Du Pont


son el secreto protoevangelio del nuevo ethos, el ethos hedo-
nístico, que generaciones después inspirará a la sociedad
toda europea y norteamericana la búsqueda del máximo
placer por los mínimos medios: por el hombre libre.
En estos dos tomitos, que también muestro, graciosa-
mente prestados por la Biblioteca Nacional, divididos en
cuatro volúmenes o libros, el tercero contiene también un
lema, esta vez tomado subrepticiamente a Cicerón:

Opinionum commenta delet dies,


Natura judicia confirmat.
(CICERÓN : De Nat. Deorum, lib. II.)

La plena coincidencia de intencionalidad con el dístico


de Quesnay es manifiesta. Expresan ambos, no ya en sus
palabras, sino en su intención, el mismo sofisma:
La contraposición entre Naturaleza y arbitrio humano
(Quesnay) y entre las verdades naturales con la opinión
(Mandeville ).
40
MANDEVILLE, CABEZA DE SERIE

LA SmiBRA DE ERASMO

Mandeville nn ha sido suficientemente valorado. Mande-


ville es cabeza de serie: de él procede el francés Helvetio
(sistema verdadero de la Natura), formulando las últimas
consecuencias del hedonismo; Montesquieu, de quien se
parte para el liberalismo, olvidando sus fuentes inglesas,
y luego Juan Jacobo Rousseau, que enlaza ya con los fi-
siócratas.
Cierto que el pensamiento siempre se halla eslabonado.
Así, podríamos derivar a Mandeville de las corrientes hu-
manistas, pues no en balde fué alumno de la escuela de
Erasmo. Y éste, ¿no nos dejó en sus Colloquios modelos
de causticidad, de licencia y de audacia precoz y licencio-
sa, tras su desenvuelto y personal estilo y erudición, como
Virgo misogamos, Virgo poenitens, Adolescens el Scortum?
¿No compuso su epístola De contemptu mundi, satirizando
la vida opípara del convento agustino de San Gregorio,
donde pasó meses en su mocedad? ¿No es Erasmo el famo-
so autor del elogio o sátira de la locura o de la estulticia,
la Moriae Encomium, que Milton-el ya liberal y antipa-
p~sta que inspira aún hoy a Hayek-dice que, en 1628,
más de cien años después de haber escrito, la halló in every
one's hands en Cambridge? He aquí un tema que sólo po-
demos brindar a los investigadores españoles, pues ni a
franceses ni a ingleses les interesaría tal como, recta y
universalmente, lo planteamos.
LA FABULA DE LAS ABEJAS

Los VICIOS, LAS PASTONES NATURALES, PRODUCEN LA PROSPERIDAD

Si Quesnay se inspiró en Mandeville, no lo sabemos.


Este publicó su famosa Fable of lhe bees, titulada original-
mente, en 1705, The Grumbling Hive, 01' Knaves TU1'n'd
Honesl, en panfleto volante, y, en 1723, eran ya varios cien-
tos las hojas añadidas por su Comenlw'io, ensayos y répli-
cas a los ataques de inmoralidad y cinismo. Y, en 1740, se
había traducido en Francia de la sexta edición inglesa, ti-
tulándola:

LA FABLE DES ABEILLES/ OU/


LES FRIPPONS/DEv'E~US/HO¡'¡NETES GENS
AVEC/LE COMME~TAIRE/ou l'on pl'OU-
ve que les vices des Pal'liculiel's/
lendent d l'avanlage du Publico

No podemos detenernos ni en el contenido literal de la


fábula ni en los abundantes desarrollos posteriormente aña-
didos; mas su propio autor nos da su razón, su formula-
ción lógica, aparentemente apoyada en el príslino princi-
pio de contradicción que sabemos formulado por el mismí-
simo Platón:
" ... on a eu dessein de faire voir QU'IL Es·r IMPOSSIBLE DE
JaU IR DES PLAISIRS les plus délicals de la vie, qui se ll'ouvenl
NÉCESSAIRE:\rE~T dan s une Nalion indusll'ieuse, oplllenle el
puissanle, ET D'y VOIR EN MEME TEMS FLEURIR L'INNOCENSE ET
LES VER TUS qu' on pourroit souhailer dans le Siecle d'Or."
Es la idea con que termina la fábula: "ll esl impossible
42
que la verlu seule rende jamais une Nation célebre el glo-
rieuse. Pour y faire 1'evivre l'hemeux Siecle d'Or, il faut ab-
solument outre l'honneteté reprend1'e le gland qui servoit
de nOU1'1'itU1'e a nos premiers Peres."
He aquí la gran ironía y sátira del Siglo de Oro: la hon-
radez unida necesariamente a la bellota del hombre pri-
mitivo.
Re aquí las mismas palabras de Glaucón a Sócrates en
la polileia de Platón:
"Si tú organizases, i oh Sócrates!, una "Nación de Puer-
cos" (suón pólin), no les darías otra comida" (1).
Pero en Mandeyille es el final; en Platón, el principio
de donde arranca la constitución de la polis.
He aquí la formulación del principio hedonístico: la ne-
cesidad del vicio, contradictorio con la inocencia y las vir-
tudes, para la vida agradable y progresiva; al mismo tiem-
po, en la misma parte de la sociedad y en relación con el
mismo objeto: el placer. He aquí, encerrado con habilidad
volteriana, el sofisma: el fin del vivir es sólo el placer. Pues
la virtud, según Mandeville, es "contraria al impulso de la
Naturaleza", porque el vicio (como the self-regarding ac-
tions of men) es el que, mediante las invenciones y la cir-
culación del capilal con la aneja vida de lujo, únicamente
estimula a la sociedad a la acción y al progreso.
y luego nos muestra absurda a la virtud si se desea el
progreso, y lo explica y confirma por reducción al absurdo
de toda finalidad de progreso, que pretenda al mismo tiem-
po la eliminación de sus vicios connaturales :
"Je me propose de {aire sentir qu'il y a DE L'ABSURDITÉ,
ET MEME de l'extravagance de la part de ceux qui SOUHAI-
TANT que leur Pal1'ie soit dans. UN ÉTAT D'OPULANCE et de

(1) 372 d.

43
grandeu/', et qui cmp1'essés d se procurer tous les avan-
tages qu'ils peuvent tire/' de cette prospel'ité publique, NE
CESSENT DE MURMURER et de déclamer CO:\TRE CES VICES et
ces inconvénients, QUI depuis le commencement du Monde
jusques d pl'ésenl O:\'T ÉTÉ INSEPARABLES de tous les Royaumes
et DE 'TOUS LES ETATS CÉLEBRES par leur FORCE, Pa1' leurs
RICHESSES, et par leur POLITESSE" (pág. XIII del prólogo de
Mandeville ).
Por ello, con Hobbes, la ausencia de self-love es la muer-
te del progreso. Porque las llamadas altas virtudes son
mera hipocresía, y aparecen por el deseo de amor propio
p¡ersonal de ser superior a los brutos. No en balde, en su
juventud mantuvo una tesis en la Universidad de Leyden,
titulada De bl'utoTUm operationibus, en la cual invoca la
teoría cartesiana del automatismo entre los animales.
y con todo ello nos da los t,'es fin es de la civilización
model'na: fu crza-l'iqueza- "politesse"; ésta en su sentido
más cínico de apariencia de respetabilidad, cual el burgués
que Platón define como el oligarca perfecto: aquel para el
cual "no hay nada más precioso que las riquezas"; el cual,
aunque haya perdido su interior armonía, "presentará una
apariencia más decorosa que muchos otros" (1).
El escándalo de la fábula y de los posteriores añadidos
( R emal'ks, An Inquil'Y into the ol'igin of moral vil'tue, An
Essay in Charity y A Seal'ch into the Nature of Society) fué
grande. Atacáronle, entre muchos, Berkeley, Campbell y
John Brown, pues Mandeville, con propias palabras, con-
fiesa que "en exposant les SUITES NÉCESSAIRES de L'Ho:\-
NETETÉ ET DE LA VERTU en général, de la Tempérance d'une
Nation, dll Contentement et de l'lnocence des Particuliers,
JE DÉMONTRE QUE SI TOUS LES HOMMES ÉTOIENT RAMENÉS DES

(1) Rep., 554 b Y e.

44
VICES, ils seroienl H\CAPABLES DE FORYIER DES SOCIÉTÉS VASTES.
PUISSANTES, ET POLIES ... " (pág. XIV del prólogo).
No en vano ponía en ridículo los vicios y las extrava-
gancias de los hombres y de las personas que componen la
sociedad, como: des Minislres d'Etat, des Prélals, des Ordl'es
Religieuses, des Jug es, des .1Iarchands, des Gens de GueJ'l'e,
des lIJédecins, etc. Censurando agréablement ... l'édHcaLion
modernc, como dice el editor francés, mostrando la doble ca-
racterística liberal: esprit y humor (? ).
La fuerza de ~Iandeville no sólo se halla, pues, en su sá-
tira, sino en los principios agudamente expuestos-como los
grandes sofistas-, que pudieran servir para sustituir un gé-
nero de vida mostrado caduco en sus lacras por otro que,
paradójicamente, las justificaba y tenía por necesarias si ...
los individuos y los pueblos querían la fuerza, la opulencia
y la comodidad.

MANDEVILLE y PLATON

y en sus razonamientos fundamentales, en el fenómeno,


puesto de manifiesto contradictoriamente, de que todo país
próspero está lleno de vicios, y que la riqueza en desarrollo
no puede avenirse con la práctica de las virtudes, el franco-
holandés Bernardo de l\Iandeville no se halla distanciado de
los clásicos más que adoptando la solución o finalidad in-
versa de la que sostuvieron: los clásicos antiguos, la virtud;
l\1andeville, el vicio.
Bástenos recordar a Platón . cuando, en sus Leyes (li-
bro IV), luego de oír de Clinias que la ciudad a fundar está
en el interior y puede ser autárquica, dice: .. Siendo esto
así, no es imposible que sus habitantes sean vÍ1'tuosos, pues-
to que si tuviese que ser marítima (que aquí significa llena
45
de riquezas) ... necesital'ía nada menos que la protección de
lo alto, así como legisladores verdaderamente divinos para
impedÍ1' que, con tal localización, no diese entrada a toda
clase de costumbres abigarradas y viciosas ... "
Mandeville lo que hace, pues, es cambiar radicalmente
el fin de la vida: de un ethos apoyado aún formalmente en
la virtud-desde luego, en las clases altas, ya decadentes e
hipócritas-, al ethos de finalidad económica, de prosperi-
dad; en una palabra, de libertad para las cupididades hu-
manas.
Si todos los mayores clásicos helénicos que inspiraron
a los grandes filósofos de todos los tiempos, Sócrates, Pla-
tón, Aristóteles, demostraron que el Bien a perseguir era
el Bien Supremo o conjunción de todas las virtudes y per-
fecciones en los hábitos humanos, Mandeville trata de de-
mostrar que el "bien" que todo hombre persigue es la pro-
pia satisfacción de todos sus apetitos. Bien que no será lla-
mado tal, sino utilidad, en sentido de provecho individual.
No como Cicerón (De Leg., 1, 21) dice de Zenón que llamaba
a las riquezas, a la salud y a los placeres exteriores, cosas
útiles y no cosas buenas, a la pobreza, a la enfermedad y
al dolor, cosas incómodas y no cosas malas, puesto que con
ello el estoico reserva para lo bello y el soberano bien la
finalidad de bien único, mientras que el ethos económico
persigue como único bien lo útil.

NATURA: ALMA DEL MUNDO

y l\landeville nos revela, nos enseña una verdad: que


este actuar secreto del hombre, el que caracteriza la inten-
cionalidad del homo oeconomiclls, no es, como él mismo pre-
tende y como pretendieron sus defensores-y los que hoy
46
aun lo son-, "el" actuar caraelerístico de la persona total
humana, sino el fenómeno de intencionalidad adecuado sólo
a la parte concupiscible de su alma, desligada de su orde-
nación con las partes superiores reeloras y ordenadoras del
ser humano entero. Pero de ello prescinde, lo esconde en
su sofisma y lo da como fenómeno total del hombre, enten-
diendo, pues, al hombre como sólo sensación.
Mandeville, sin embargo, invoca a Cicerón para escoger
su lema, y precisamente también en su aportación estoica,
pues el lema escogido por Mandeville corresponde a pala-
bras puestas por Cicerón en boca del estoico Balbus en el
diálogo tripartito con un epicúreo y un académico.
Mas ¿qué doctrina estoica es la que se encierra en la con-
traposición de la opinión, como ficción y contingencia, fren -
te a la Naturaleza, como necesidad y permanencia?
El pasaje de donde Mandeville sacó las dos frases (De
Natura Deorum, n, 2), nos lo esclarece y nos revela preci-
samente la secreta filosofía y "teología" que informaba los
pensamientos y los actos de los fundadores del liberalismo
y del elhos económico racionalista como informador de
"loda" la sociedad.
Pues en el mismo libro n, en su capítulo XI, el mismo
Balbus nos explica lo que es la Natura de los estoicos.
Balbus, como contestando al tan conocido verso de Vir-
gilio: Felix qui poluilrel'l'um cognoscere causas ( Ge01'gs., n,
190), nos dice:
"He aquí la causa que hace subsistir a todo el universo;
y añado que no carece ni de sentimiento ni de razón. Y esto
porque es necesario qtle en un lodo, compuesto de partes,
haya una que domine ...
y llamo pal'le stlpel'iol' lo que los griegos llaman hege-
monikón, lo que nada, y en género alguno, le puede ni le
debe ser superior.
47
Por consiguiente, es, pues, necesario que aquello en lo
que reside el principado de la Natura sea lo óptimo del todo,
y que posea la potestad sobre todas las cosas con la más ex-
celente dominación.
Ahora bien: vemos que en las partes del mundo-y nada
hay en todo el mundo que no sea parte del universo- existe
sentimiento y ra::;ón (inesse sensum et 1'ationem) . Por con-
siguiente, en aquella parte del mundo. donde reside el prin-
cipado es necesario que contenga esas facultades, y, además,
eminentemente.
De esto se sigue que es necesario que el mundo sea inte-
ligente (sapiente m esse mundum necesse est); y la natura-
le::;a de aquella parte que contiene el complejo todo, mani-
fiesta la razón perfecta, por lo cual concluimos que el mun-
do es Dios (Deum esse mundum), y, en general, toda fuer-
za o virtud del mundo se halla contenida por la naturaleza
divina."
Ultimas conclusiones que se repiten en las Questiones
académicas, al decir:
"En la Natu1'a se halla contenida la perfecta razón, a
cuya fuerza, o virtud, dicen (los estoicos) ser el mundo."
He aquí la formulación del concepto de Satura que pre-
side la filosofía de los fisiócratas y la de ::\IandeYille, cami-
no del liberalismo: el alma del mundo: la ::\ aturaleza. Dios
ya no es el Ser Supremo personal, sino la ::\atura toda.

PARENTESIS: EL SECRETO LIBERAL

Al fin y al cabo, la secreta intencionalidad pasional de


la dialéctica liberal se nos manifiesta hoy eyidente, por la
crítica y la destrucción de los princi píos e institucione- que
que impedían la satisfacción de las pasiones del hombre:
autoridad humana, Monarquía y Dios, Iglesia. He aquí, pues,
lo que, en secreto, quería decir Ex homine, arbitrium. re-
gimen et coercitio.
Sigamos, pues, los libres impulsos de nuestra naturale-
za y entonces hallaremos la justicia, el orden y la ley. He
aquí el principio del actuar liberal.
Investiguemos, pues, las fuerzas de la Naturaleza y ha-
llaremos las leyes naturales que nos la harán conocer. He
aquí el principio para el pensar de la escuela clásica.

LA DOGMATICA DEL SOFISMA QUEDA CREADA

La dogmática del sofisma está creada. La Naturaleza es


el Ser Supremo. Todos somos parte de la razón divina.
Obremos conforme a ello.
Estas son las verdades, los juicios verdaderos y de ra-
zón que la Naturaleza confirma; lo demás son opiniones
pasajeras y mudables.
Esto expresa Mandeville con su elegido lema: "Opinio-
num commenta delet dies, Natu1'a iudicia confirmat", como
Quesnay: "Ex Natura, lex, ordo et leges; ex homine, ar-
bitrium, regimen et coercitio."
y no hubiéramos podido aportar, por así decir, filósofos
sistemáticos, pues para lo liberal no existieron; estamos
tratando, además, un fenómeno plenamente societario, y
debemos apoyarnos en autores que expresen el ethos, que
aparece ya en su forma más propicia para invadir todas
las esferas y todas las mentes.

49
2. ADA M SMITH

Ahora, luego de la crítica y de los pensamientos de Man-


deville, observemos en Adam Smith su lógica consecuen-
cia: la búsqueda de las leyes naturales del obrar del hom-
bre para el fin propuesto: la riqueza.

NO SE PERSIGUE EL BIEN, SINO SU MEDIO: LO UTIL

De ahí-la ciencia económica-la búsqueda de las ver-


dades universales y necesarias de la actividad productora,
consumidora e intercambiadora.
Mas ¿se cumplieron las premisas de Platón, en este caso
esencialmente iguales a Aristóteles, y luego en Santo
Tomás?
El fin ontológico está expresado insuperablemente en la
politeia de Platón:
" ... el verdadero amante del conocimiento está, natural-
mente, dotado para luchar en la pe1'secución del ser, y por
ello no hace caso de la opinión, es decir, no se detiene en
cada una de las muchas cosas que pasan por existir" (1 ),
Pero Smith no persigue el ser, lo que son los pueblos
o naciones, sino solamente un accidente del bien colectivo:
la riqueza, es decir, lo útil, o séase la categoría del bien,
que Aristóteles llama lo relativo: ta pros ti, las cosas para
otras cosas; mas, en Smith, buscadas como fin y no en su
esencia categorial, como medio. No en balde, Smith, en su
1II oral, basada en los sentimientos, rechaza lo modélico, lo
perfecto, como cosa "más allá del alcance de la humana

(1) Rep., 490 a.

50
naturaleza" (pág. 105, 3.' ed., 1767, Londres), aunque en
posteriores ediciones parezca rectificar al sustituir tal afir-
maClOn radial por otra, también insatisfactoria, diciendo:
"Every sense is Supreme over its own objects" (pág. 235,
edición de 1822). ¿No hallamos aquí la misma filosofía de
Spencer, quien, en sus Firsts PrincipIes, encabeza las dos
primeras partes de su obra con estos títulos: Lo incognosci-
ble, Lo cognoscible?

S~lITH PARTE DE MANDEVILLE

Los TEXTOS SEÑALADOS POR CANNAN

Mas si Smith, en esta su obra Theory of Moral Senti-


menls (Parte VI, Seco II, cap. IV: of Iicenlious systems, pá-
ginas 373-385) (1) critica a Mandeville, no sin tratar de ex-
cusarlo; en su obra, tenida por fundadora principal de la
ciencia económica, Mandeville aparece inspirándole ya
desde el famoso primer capítulo. El profesor Edwin Cannan
nos da einco referencias, en las que coinciden las ideas de
uno y otro.
La frase division of Iabour, que se halla en un diálogo
de Mandeville, preside el desarrollo de la idea y fenómeno
básico y primero de la teoría económica de Smith. y si
Smith escogió el ejemplo de los alfileres, Mandeville la
ilustra, por primera vez, con la manufactura de relojes, "la
cual ha llegado a su alto grado de perfección, a su abun-
dancia, a su exactitud y belleza, gracias lo the division lhat

(1) Smith puso muy pocas notas a pie de página; pocas más de
una docena. De antiguos cita a Platón, Aristóteles, Cicerón, Zenón,
Arriano y San Agustín. De británicos, sólo a su maestro Hutcheson, al
poeta Thomson, al doctor Cudworth y la Fable of the Bees.

51
has been rnade of Lhat art into rnany branches"; así, el ín-
dice de Mandeville dice: Labour, the usefulness of dividing
and subdividing it.
Cierto, decimos entre nosotros, que ya Platón estructura
la polis, precisamente con el principio de que cada uno se
'd edique a la profesión adecuada a sus aptitudes (epiLe-
deyrna), y esto con el fin de intercambiarse dones o servi-
cios (rnetadidonai).
No es de extrañar que en este primer capítulo de la
obra de Smith se hallen otras inspiraciones de Mandeville,
como al tratar Smith de la opulencia de una sociedad bien
gobernada, y, en el segundo, de las relaciones humanas
por tratado, trueque o compra y el uso del dinero. Y hasta
en el capítulo X, al señalar las diferencias de salarios ca-
lificados con los simples trabajadores.
No señala Cannan otros textos.

NOSOTROS HALLAMOS MAS CONCORDANCIAS


FUNDAMENTALES

Mas en la total obra de Smith vive Mandeville.


Así, en el libro V, cap. I, arto 3.°, Smith establece two
systerns of rno1'alily, Lhe slricl or austere and the liberal or
loose, la primera del vulgo y la segunda del mundo elegan-
te (people of fashion); y poco más adelante, a las llama-
das pequeñas sectas religiosas les atribuye una moral "des-
agradablemente rigurosa e insocial". ¿No son estas pala-
bras las mismas que, en sus frases y fundamental idea,
escribió Mandeville?
Y, por fin, en el concepto de interés privado, básico para
todos los clásicos economistas liberales, Smith coincide con
Mandeville.
52
Primero, al afirmar las "naturales inclinaciones" que
forman el "orden natural".
Así, en el libro IlI, cap. I, dice Smith:
"That order of things, which necessity imposes in gene-
ral ... is, in every particular country, promoted by the natu-
ral inclinalions of man."
De ~. hí que el self-love sea the gouverning principle in
lhe intercourse of human sociely.
Sociedad humana, no sociedad económica humana, o
séas e para todo hombre, no solamente para el "producti-
va". Es decir, en definitiva, el homo oeconomicus no es para
Smith una especie particular, un tipo humano, sino que
todo hombre actúa como homo oeconomicus, es gobernado
por el principio del propio interés.
De ahí que en el libro IV, cap. VII, parte IV-inciden-
talmente al parecer, pues Smith no se preocupa de sentar
la doctrina filosófica en su obra sobre la riqueza, pues pro-
piamente ni la misma riqueza define-, Smith establezca:
Es asi como the privale inlerest and passions of indivi-
duals, naturelly, los dispone a invertir en aquellos empleos
que ordinariamente are mosl avanlageous lo lhe Sociely;
poco más adelante, most agreable to l'he inle1'est of the
whole society, aunque cada individuo "neithe1' intenls to
promol'e the public interest, nor knows how much he is pro-
moting it" (lib. IV, cap. IIl). Es decir, el bien general surge
simplemente, sin idea del bien común, del actuar indivi-
dual movido por el principio natural de su propia utilidad
e interés; es, exactamente, l'ordre naturel de los fisiócratas,
inspiradores fundamentales también de Smith.
y aquí nos hemos de preguntar:
¿Cuál es el concepto de propio interés?

53
EL CONCEPTO INGLES DEL SELF-INTEREST

EL "HOMO OECONOMICUS"

El principio del propio interés, que se halla en la base


del carácter radicalmente individualista de los clásicos, ex-
cluye toda consideración moral.
Se ha querido defender, diciendo que tal principio no es
inmoral, sino neutro de moralidad, amoral.
Pues bien: veamos cómo se define aún hoy en día, en
inglés, el propio interés: self-interest:
"... one's own interest 01' advantage, especially when
considered without regard to what is right 01' due to others."
" ... el propio provecho o ventaja, especialmente cuando
no tiene en cuenta lo que es justo o debido a otros."
Esta definición no es de ningún autor. Se halla en uno
de los grandes y solventes diccionarios de la Lengua in-
glesa, el Standard. Así, pues, es concepto plenamente ge-
neralizado.
La hipótesis, el a priori "natura", conduciría, sin em-
bargo, lógicamente, a una concepción anárquica de la so-
ciedad. Y, en realidad, la contiene. Mas el vivir en socie-
dad requiere un método de convivencia, un sistema con-
tractual que facilite el ejercicio del self-intel'est; he aquí
la necesidad de la convención, del convenir humano en
ciertas reglas y disposiciones. He aquí el concepto de ley
del ethos económico: el nomos de los sofistas, el nomos de
los fisiócratas, el derecho de la libertad.
Arbitrio humano, sí; dominio de quienes logran ser sus
legisladores y coacción para aquellos que son dominados.
Efectivamente, Ex homine, arbitl'ium, l'egimen et coercitio.
54
He aquí resuelto en sí mismo el concepto del propio in-
terés.
El principio del propio interés, general a la naturaleza
humana, es el principio liberal por excelencia. Smith lo
dejó establecido, sin género alguno de dudas, al hacer la
crítica de Colbert:
"... and instead of allowing every man to pursue his
own inte1'est, his own way, upon the liberal plan of equality,
liberly and justice he bestowed ... " (Libro IV, cap. IX, pá-
ginas 162.)

3. LA LOmCA DEL PROPIO INTERES DA LOS


PRINCIPIOS LIBERALES Y SU PLAN

En resumen, la escuela económica liberal:


a) Tiene un plan, el plan liberal, cuyo principio Ulll-
co, universal y necesario, es afirmar que la tendencia na-
tural del actuar humano es el propio interés:
self-inlerest, self-Iove, own interest, own way.
De consiguiente:
b) No debe perturbarse tal naturaleza radical humana.
e) La lucha entre los intereses debe ser libre (llamada
libre competencia).
d) Todo fenómeno económico tiene su causa en las
acciones del interés individual (individualismo).
e) El interés común (versión liberal del bonum com-
mune) se produce como consecuencia de la lucha de inte-
reses particulares, que conducen siempre a lo mejor (dog-
ma del orden natural).
f) En el plano internacional, son los individuos y no
los Estados los que actúan (cosmopolitismo).
55
g) El princIplO de la libertad económica queda, pues,
establecido, tanto en cada Estado como entre Estados, como
ethos de toda sociedad y de la Humanidad.
Este principio es de Natura; empero, para que rinda
sus beneficios se necesita un referee, un árbitro (un árbitro
pagado y condicionado por la libertad), cuya misión es ex-
clusivamente asegurar que nadie lo vulnere; el Estado li-
beral es sólo Estado-Policía.
La consecuencia de la realización del interés propio es
la apropiación de la riqueza; de consiguiente, es necesaria
la propiedad individual.
Lo policíaco y la propiedad requieren unas normas. He
aquí el nomos, pura opinión oportunista o reglas precarias
pero necesarias para la convivencia, con un poder que haga
respetar esta clase de ley; propiamente, estos convenios o
convenciones.

LA CIENCIA ECONOMICOLIBERAL

SUS LEYES NATURALES

Sentado este principio-medio de la libertad económica,


la gran aportación de los economistas clásicos fué el po-
nerse a investigar las causas de los fenómenos económicos.
Cada causa referente a un fenómeno radical constituyó,
pues, una ley natural. Con ello se fueron estableciendo las
categorías económicas y sus leyes.
"Las leyes naturales-dejó ya escrito Du Pont en la obri-
ta examinada en la primera conferencia-son las condicio-
nes esenciales, según las cuales todo se efectúa en el orden
instituido por el Autor de la Natura ... , a las cuales se hallan
56
suj etos los hombres para asegu1'arse todos los provechos
que el orden natural puede procurarles" (pág. 21).
De estas leyes hemos ya señalado dos al analizar los
componentes del interés personal:
1. El propio interés personal.
2. La competencia o lucha libre de intereses.
En consecuencia:
3. La ley de la oferta y demanda, ley que hoy en día
se ha convertido en la ley subjetiva explicativa del fenó-
meno. Precio y leyes de los diversos tipos de mercado, se-
gún varíen las condiciones.
4. Ley de la productividad, formulada al principio como
ley del rendimiento decreciente en la agricultura y luego
generalizada. Ley cuyo fenómeno es físico y no sólo
humano.
5. Ley de la población, sobre la que habremos de
volver.
6. Ley del salario o precio corriente de oferta y deman-
da y precio natural, alrededor del cual oscila el primero.
Origen de la llamada ley de bronce por Lassalle y de la
teoría del wage fundo
7. Ley del control de nacimientos, derivada de la ley
de la población y de la ley del salario.
Esta ley, que sepamos, no se da por tal. Mas es una
consecuencia lógica de las premisas liberales.
Pues si la población crece más de prisa que los alimen-
tos (aquí la riqueza); si el precio del trabajo, el salario,
es, naturalmente, sólo el indispensable para subsistir; si
todo hombre obra siempre por un impulso natural hacia
conseguir el propio interés; si este interés se cifra en la
riqueza, es evidente que ante tales condiciones no le queda
otro camino, para no perecer, que el de reducir la procrea-
57
ción. Pero aún más: si sólo anhela el maXlmo de riqueza,
a menos hijos mayor cuota de riqueza para cada uno.
8. Ley de la renta, derivada de las premisas de la de
productividad, mostrando la existencia de un plus, produc-
to de una limitación de la disponibilidad de un factor y
del fenómeno de precio único para sus productos.
9. Le?! del comercio internacional, también llamada de
los costes comparativos de Ricardo, que implica la no ple-
na movilidad internacional de los factores de producción.

LAS CATEGORIAS ECONOMICAS

Al investigar y formular esas leyes, los economistas clá.-


sicos tuvieron que operar con unos conceptos radicales,
irreducibles y, entre ellos, esencialmente distintos. He aquí
las calego1"ías económicas.
Así, los conceptos de:
N ecesidad, Utilidades, Bienes, Servicios, Producto, Me-
dios de producción, Propiedad, Fortuna, que algunos eco-
nomistas consideran los más simples como pertenecientes
a la llamada economía natural; y
Cambio, Demanda, Oferta, Mercado, Alquiler, Arrenda-
miento, Empréstito, Capital, Ahorro, Precio, Salario, Inte-
rés, Moneda, que se consideran más sujetas a interpreta-
eión por pertenecer a la economía de cambio y ser con-
ceptos complejos.
Entre todos, empero, el Actua1" humano es la categoría
fundamental, y, según se conciba, así se fundamenta no
sólo la ciencia económica pura, sino que también la teoría
de la política económica.
De hecho, el leit motiv de estas conferencias gira ee
torno a esta categoría económica en su relación con la.
58
misma categoría en la naturaleza del ser humano, indivi-
dual y colectivamente constituído.
Los clásicos liberales rindieron este g¡ an serVICIO a la
ciencia económica. Sin la posesión de tales radicales con-
ceptos, aunque imprecisos en un principio y con errores
hoy en día, no existiría ciencia económica.
Los economistas clásicoliberales fueron, en su mayoría,
políticos y moralistas, y por ello finalistas. Más tarde, los
modernos economistas científicos tratarán de eliminar toda
finalidad a los actos económicos para asentar los cimien-
tos de la llamada economía pura. Mas de ellos nos ocupa-
remos en otra conferencia.
Para completar los clásicos economistas debiéramos de
analizar, por lo menos- dirían algunos-, a Say, Ricardo y
MilI. Mas no es este nuestro discurrir historia de doctri-
nas. Con lo dicho se halla lo fundamental económicoliberal.

4. LO ECONOMICOLIBERAL y LA POBLACION

El ethos económico, la filosofía liberal, tiene por prin-


cipio y fundamento el actuar natural del hombre. (Con su
peculiar interpretación de "lo natural": la lucha por el
propio interés.)
Este actuar individual debe ser libre: es el homo oeco-
nomicus.
Mas hay una libertad, la del más natural actuar huma-
no, que, paradójicamente, no puede, por principio, ser ad-
mitida por la ideología liberal, por el ethos económico: la
libertad de procreación.
Si se admite la libertad de procreación, el fin del mayor
lucro-de la mayor riqueza, individual y social-no puede
alcanzarse; se im posibili lLl .
59
He aquí la gran contradicción del mundo liberal. He
aquí la piedra de toque a la lógica del sistema: el propío
interés, el afán de riqueza, se muestra "contra Natura".
¿Qué hacer ante esta alternativa entre dos principios esen~
ciales al "sistema"?

MALTHUS y PLATON

"El hombre-dice Malthus-, al mirar en derredor suyo


y observar el espectáculo de las familias numerosas; al
comparar sus medios de subsistencia con el número de in-
dividuos entre los que se tendrá que repartir, experimenta
un fundado temor de no poder hacer subsistir los hijos que
habrá hecho nacer. Tal debe ser el objeto de su inquie-
tud (retengamos esta palabra para la cuarta conferencia)
en una sociedad fundada baj o el sistema de igualdad, SI
acaso pueden existir sociedades de tal género" (pág. 13,
edición de Guillaumin. París, 1845).
Esta inquietud ha de conducir al hombre racional si-
guiendo la utilidad (como regla la más segura de la moral
natural, según el propio Malthus, puesto que "funda nues-
tros deberes en el orden de las leyes natural es" ) a la cons-
ciente limitación del número de hijos.
Esta moral natural, empero, fué ya vista por Platón.
"¿Se refocilarán tanto ellos como sus hijos bebiendo
vino, la cabeza coronada de flores, entonando canciones a
los dioses; y vivirán alegremente todos juntos no procrean-
do más hijos que los que permitan sus recursos, ante el
temor (o p1'ecaviéndose frente a) J la miseria o la gue-
rra?" (1).
(1) Demos el texto latino, de lo que hemos subrayado, en la Colec-
ción Didot: non ultra censum (hyper ten ousian) liberos geranl es, ca-
ventes paupertatem vel bellum? República, n, 12, 372 bc.

60
Si Smith centra y dirige su investigación sobre la ri-
queza (lo material ), queriendo conocer su naturaleza y cau-
sas, Malthus aparece preocupado por el hombre, por la po-
breza y miseria.
Ambos tienen por fin el bienestar como derivado de la
riqueza: el primero, para adquirirla; el segundo, para re-
tenerla. Ambos tienen por dogma el progreso: Smith, cie-
gamente; Malthus, empero, al relacionar riqueza y hom-
bre, apuntando a éste y no a aquélla, se asombra, y de entre
las causas que han limitado ( cheked) los progresos de los
hombres y el crecimiento de su felicidad (en riqueza), bus-
ca una, la principal, y la halla ante los efectos de la que
él llama la "gran causa", íntimamente ligada a la N atu-
raleza misma del hombre.
He aquí el discurrir de Malthus.
"Esta "gran causa"-dice-es la tendencia constante,
manifestada en todos los seres vivientes, a acrecer su espe-
cie, a multiplicarse más allá de lo que permite el alimento
asequible" (pág. 6).
Y explica su observación:
"La Naturaleza, con mano liberal, ha prodigado los gér-
menes de vida en los dos reinos (vegetal y animal ) ; mas
ha sido avara en cuanto a espacio y alimentos."
... Una imperiosa ley de necesidad reprime y mantiene
en sus límites, fijados por espacio y alimento asequible, la
tendencia de proliferación ilimitada, "y el hombre se halla
sometido a esta ley, como todo ser viviente".
¿Cómo reprime la Naturaleza esta tendencia de prolife-
ración? Malthus dice: "Por la muerte, por miseria o por
lucha destructora de existencias vivientes."
Para las plantas y animales, desprovistos de razón, el
problema es simple: siguen su instinto sin previsión por
su progenie; y la falta de espacio y de alimentos destruye,
61
aniquila, lo que nace más allá de los límites designados a
cada especie.
Para el hombre, en cambio, el obstáculo a su reproduc-
ción libre tiene consecuencias más complicadas. "Los hom-
bres, solicitados por el mismo instinto, se reprimen por la
voz de la razón, que es la que les inspira el temor de tener
hijos que no podrán alimentar."
El problema, la tragedia, queda claramente señalado
por Malthus: El principio liberal de que las cosas se arre-
glan por sí mismas, de que la Natura resuelve siempre le
mejor, es cierto, pero inhumano, contradictorio con la na-
turaleza humana. La N aLura arregla, sí, las cosas, mas con
soluciones de tragedia. El hombre, según Malthus, debe
obrar contra Natura, reprimiendo las fuerzas naturales
de procreación: la población tiene una ley de crecimien-
to, que, por su mayor aceleración, viene contradicha, para
la existencia humana, por la ley de productividad de las
subsistencias, de menor aceleración. Es decir, la población
queda pronto desproporcionada con las subsistencias ase·
quibles.
"Es preciso- dice Malthus-que exista una ley superior
a estas dos leyes, contradictorias en su devenir" (pág. 11 ).
¿ Cuál? Malthus no la halla, porque mantiene la doble
condición del progreso humano y del enfoque individual
del propio interés lucrativo.
La Naturaleza restablece el equilibrio mediante obstácu-
los destructivos de la población creciente: miseria, luchas.
El hombre tiene en su mano obstáculos preventivos: no
procrear; posibles por su facultad racional y previsora. He
aquí la ley superior de Malthus, que no es tal ley supe-
rior, sino una elección del hombre: Antes que la Natu-
raleza me destruya, destruyo yo a una parte de la Natu-
es
raleza: la humana, para no ser destruído por otra parte de
la Naturaleza: los alimentos insuficientes.
La inquielud del hombre, previsora de un malestar o
de una insuficiencia de medios materiales para la vida,
es el fenómeno que, racionalmente visto, da la solución
de alternativa en el obrar humano: el control de nacimien-
tos como solución previsora.

·..
Tanto el texto de Platón como el discurrir de Malthus
presentan una patente y fundamental coincidencia.
La previsión y el miedo a la miseria y a las guerras,
ley natural al hombre como animal, incita a su razón a no
procrear por "encima de su mínimo de hijos con asequi-
ble subsistir.
Mas el género de vida para el cual Platón aporta este
fenómeno y solución es el llamado "ciudad de puercos",
que es tanto como decir ciudad de vida primitiva.
Malthus, en cambio, distingue géneros o grados de vida,
y para cada uno muestra su peculiar solución. Para todos;
empero, su leyes la acomodación de la población a los
medios de subsistencia. Para la vida primitiva, tal acomo-
dación se produce cual en los animales: muerte por mise-
ria o por guerra. Para la vida superior, la acomodación
óptima, para Malthus, es la regulación viciosa o racional y
voluntaria de nacimientos.
Malthus, racionalista extremo, ha fijado unas categorías
al problema de la dinámica de la población.
Categorías que coinciden con las causas del problema
del desarrollo de la población y subsistencias, dando la ley
formal general de aceleraciones con ritmos desiguales y
conduciendo, por tanto, al problema: el desequilibrio.
C3
Causas eficientes: La Natura y la libertad.
Causas instrumentales: La razón y los medios anticon-
cepcionistas, es decir, los frenos.
Causas finales: De una parte, si no actúan las instru-
mentales humanas, la miseria o las guerras. De otra parte,
si actúa la voluntad humana, el progreso y el bienestar del
individuo.
Como se ve, el problema tiene una hipótesis: las cau-
sas finales no son propiamente naturales, como era de es-
perar, sino artificiales: riqueza e interés individual.
Lo que Malthus señala especialísimamente es que la
Natura no soluciona humanamente el problema, y que para
ello el hombre tiene que actuar.
Si el hombre no actúa, vence la solución de la miseria y
guerras, que elimina el exceso de población.
Luego el hombre racional debe actuar contra su pro-
pia personal ley natural, con el fin de evitar las conse-
cuencias individuales y de masa de las leyes naturales del
procrear y del producir.
y aquí aparece con prístina evidencia nuestra tesis: el
liberalismo no tiene por fin la libertad, sino la riqueza, pues
sacrifiea la libertad de su propia ley natural de procrear.
La libertad que el hombre ejerce es sólo aquella que, como
medio, le permite y le conduce a conservar o acrecer la ri-
queza.
Porque, en fin de cuentas, no se trata sólo de mante-
nerse en el mínimo de subsistencia, sino que, como dice
Platón, el fin es "vivir alegremente ... , sin miedo a la mi-
seria y a las guerras".
Malthus no llega a esta formulación, pero sienta cer-
teramente las premisas, de las cuales, lógicamente, el elhos
económico ha sacado sus consecuencias.
Hoy, la mayoría de los economistas anglosajones son
64
toJos partidarios, racional y lógicamente consecuentes con
la finalidad malthusiana de progreso y de propio interés
indiYidual, del birth control, el cual, i oh paradoja!, es una
ley tiránica que se impone el arbitrio y la coacción (nomos)
del hombre sobre sí mismo, ya que no se quiere aceptar,
contradictoriamente, la ley de libertad natural (fysis) y, a
la "ez, sustancialmente humana: la procreación libre den-
tro del matrimonio.

EL PROBLEMA ES INSOLUBLE

El problema, tal como está planteado por Malthus, y el


fenómeno que lo origina, es, en lo humano, el problema más
trascendental, puesto que encierra en sí el problema de la
vida y felicid ad terrenas, tanto del hombre individual como
del hogar, de las naciones y de la Humanidad entera.
Porque, señores, este problema es, así planteado, terrena
y humanamente insoluble. Recientemente, un economista
ha tenido la valentía de escribirlo:
"No hay necesidad de esclarecer que la irrupción de las
"masas", las cuales violentamente desgarran el interior de
nuestra civilización como un cataclismo sobre campos cul-
tivados, es, ante todo y de manera patente e indubitable,
una consecuencia del exorbitante aumento de la población.
Mas, miremos en la dirección que miremos el proceso de
la masificación, siempre tropezaremos ante esta fatal cone-
xión (fatal en Zusammenhang) (pág. 58).
Pero Ropke, que éste es el autor, en su Gesellschaftkrisis
del' Gegenwarl, veladamente, celebra la solución malthusia-
na, pues en otro lugar de su obra dice: "Mas quizá es una
verdadera suerte el que hoy en día, en que la Tierra está
llena, parece disminuir lentamente el tan peculiar y extra-
65
ordinario aumento de población del último siglo" (pág. 376).
Rtipke, sin embargo, en otras obras, señala claramente,
de una parte, que el problema cuantitativo de la población
"es tal que fácilmente escapa a una exacta comprensión",
y, de otra, que la teoría del óptimo do la población (que
parte del fenómeno malthusiano) sólo tiene presentes las
consecuencias puramente materiales e individuales del au-
mento de la población (1).
Sin necesidad de una declaración de un economista
-aunque valiosísima por la ausencia de amor propio pro-
fesional que supone-, bástenos pensar que este problema
compete al hombre-individual y colectivamente-de ma-
nera integral; por tanto, encierra condiciones y fenómenos
que ya escapan a la más ambiciosa ciencia económica, e
incluso a toda ciencia puramente racionalista.
La razón del hombre jamás podrá captar todo el pro-
blema del destino humano, incluso sobre la Tierra; de con-
siguiente, las soluciones a tal problema serán siempre, hu-
manamente, parciales.
Mas si el hombre plantea el problema fijando gratui-
tamente unos fines: riqueza y propio interés del individuo
-postulados del ethos económico preponderante como fin
de la vida-, entonces tendrá que apelar a soluciones con-
tra Natura, como la neomalthusiana actualmente, no sólo
evidente y general por sus resultados, sino que también
pretendida justificar, "científica y racionalmente", como la
única dable al hombre.

* * *

Como puede verse, nos hemos limitado a considerar el


problema de la población, tan sólo en sus premisas filosó-

(1) Cfr. Die Lehl'e von del' Wil'tschaft; págs. 61 "Y 77, Zurich, 1943.

66
ficas en cuanto encierran las ideas liberales y discurren
con sus condiciones.
Mas esto nos lleva de la mano y nos pone de manifiesto
que el liberalismo, tanto filosóficopolítico cuanto económi-
co, tiene una grande e interna contradicción lógica o la-
guna en su pretendido sistema: el afán de libertad para
conseguir el máximo de riqueza descuida las consecuen-
cias; es tan optimista que sólo piensa en el empresario,
en el poseedor y en el creador de riqueza; sólo piensa en
el hombre en cuanto rico; mas descuida las consecuencias
del desmesurado desarrollo de la riqueza para las clases
i nf eriores.

5. LA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA VIDA,


HIJA DEL LIBERALISMO

A la época, al mundo liberal no pertenecen solamente


los pensadores, los políticos, los economistas, llamados por
antonomasia liberales.
El mundo liberal destruyó una concepción de la vida.
La nueva eoncepción, el predominio del ethos económico,
dió lugar a otros pensares y concepciones de la vida, que
se han mostrado como opuestos al mundo liberal, y que,
sin embargo, nacieron y se han desarrollado y los tenemos
hoy en parte triunfantes, cargados de los principios más
radicalmente básicos del mundo liberal: tales son el anar-
quismo, socialismo, comunismo.
A todo este cúmulo de ideas o de sistemas políticos y
de concepción de la vida se le oponen hoy, como máxima
solución, las ideas y el género de vida liberal. ¿Por qué?
Porque el mundo no se ha dado cuenta aún de que toda
la producción literaria, toda la formación escolar, se halla
67
aun bajo los princlplOs liberales de vida; y a la mayoría
de los pensadores les es imposible sustraerse al credo y
dogma liberal en el que están inmersos: científicos de ca-
beza clara, pero imposibilitados de sobrenadar los "dog-
mas" liberales aprendidos en su niñez.
Vamos a limitarnos, pues no disponemos de más es-
pacio, a mostrar cómo el propio :.\1arx construyó su mundo
partiendo de la concepción liberal de la vida: la riqueza,
para los más.
En efecto, recordemos el dístico de Quesnay, que he-
mos visto presidiendo no ya las concepciones fisiocráticas y
francesas del liberalismo, sino que también a la rama in-
glesa: Mandeville, Smith, Malthus.
Quesnay contrapone Natura a hombre-autoridad. Es de-
cir, la contraposición de los sofistas griegos: fysis-nomos.
Pues bien: veamos el punto de partida fundamental de
Marx.
Este, al empezar su obra El capital (ed. castellana, li-
bro 1, 1. Sec., cap. 1: "La mercancía"), nos dice:
8

"La diyersidad de medidas aplicables al conjunto de


mercancías depende, de una parte, de la nalurale:.a de los
objetos a medir, y, de otra, debe su origen a la convención"
(página 25, primera del texto de Marx).
Así empieza, y de esta distinción parte toda la obra del
marxismo: contraposición de lo natural con lo que es ve-
luntad humana o convención.
Así, en el capitulo n, sentará el principio de la concep'
ción materialista de la historia al escribir:
"La relación económica (natural-material) es la que de-
termina el contenido de la relación jurídica o de voluntad"
(página 62). Clara repetición de la relación dialéctica entre
Natura y Derecho.
Ya sé que mis lectores recordarán que Marx fué un
68
producto de Hegel. Empero, de él también salieron, criti-
cando su filosofía del Derecho como autoritaria, los anar-
quistas y revolucionarios más famosos.
y :\larx, precisamente, ya en 1844, en sus colaboracio-
nes en los Anuario germanofmncés, editado en París
(Deulsche-{ran::oosische Jahrbüchel', redactado por Ruge y
.Marx para relacionar el pensamiento filosófico alemán con
las ideas revolucionarias francesas ) ; Marx, decimos, ya ar-
gumentaba que toda la nueva economía social debía partir
del hecho demostrado por Hegel: "La inevitable aparición
de la miseria a consecuencia del régimen jurídico existen-
te" (nomos).
De ahí que, luego, Engels y Marx propugnaran la re-
volución del proletariado y la destrucción del Estado tradi-
cional (nomos), "puesto que no se trata de administrar a
los hombres (nomos), sino de administrar las cosas ( fy-
sis)" (1 ).
Estos textos nos confirman plenamente nuestra tesis: el
marxismo nace del liberalismo. Como el liberalismo, parte
de la sofística y helénica contraposición entre Naturaleza
y derecho positivo (fysis -nomos ); como el liberalismo,
atiende a lo material, la consecución de la riqueza como
fin o coneepto de la vida; como el liberalismo, quiere des-
truir el orden jurídico y estatal vigente, para que el Es-
tado y el derecho positivo estén al servicio del máximo bien-
estar según la forma de adquirirlo, propia del burgués (ge-
nuino liberalismo individualista histórico) o de la masa
(genuino socialismo).
Ambos, liberalismo histórico y marxismo, reposan en
una idea del progreso. Un desarrollo fatal, optimista y evo-

(1) CH. AXDLER: Art. Hegel, en Sup!. del Dictionail'e d'Economie


Politique, por LEór; SAY y J. CHAILLY-BERT, París (Guillaumin), 1900,
página 179.

69
lucionista, uno; un desarrollo fatal de destrucción del orden
burgués, el otro (concepción materialista de la historia y
fenómeno de la acumulación y de la autodestrucción del
capital).
Ambos, por fin, tienen por principio el propio interés
por alcanzar la posesión de la riqueza. El uno, sin citar ni
preocuparse por los medios; el otro, mediante cualquier me-
dio que eonduzca a la destrucción del capitalista para
adueñarse, la masa, de los medios de producción. No im-
porta que el propio interés sea para uno el individual y
para el otro el de la masa; lo esencial es que el espíritu
de lucro, como fin, como valor supremo del vivir, es en am-
bos el determinante.
El ethos económico, como fin primordial de la vida, es
el motor tanto del liberalismo económico burgués cuanto
del marxismo.
Ambos nacen de igual sofisma. Repitámoslo:
Ex Natura, ius, ordo el leges.
Ex Homine, arbitrium, regimen et coercitio.
Es decir, lo material es el fin supremo de la vida; el
espíritu del hombre debe sujetarse a las leyes del ma-
terial devenir; y, pues el hombre no tiene autoridad so-
bre los demás hombres, todos sus actos, en cuanto hom-
bre, no son más que tiranía.
Tal es el plan, la intencionalidad liberal, es decir, el
ethos económico. ¿ Cuáles han sido sus realizaciones? He
aquí la materia de las próximas páginas.

70
111

CRITICA DE LAS REALIZACIONES EN LA EPOCA


LIBERAL

Lucri bonus est odor


ex re qualibet.
El olor a dinero,
de donde venga es bueno.
JUVENAL, 14, 204.

PREAMBULO

Estaba un día consultando el dicciona1'io angloameri-


cano Standard, indagando unas efemé1'ides, y topéme con
este hecho, 1'egisttado para la posteridad, y acaecido el 11
de ab1'il de 1817, hace hoy, p1'ecisamente, ciento t1'einta y
cuat1'O años:
"A man sold his wife in open market at Dartmoor, for
two guineas" (1).
He aquí una 1'ealización libe1'al imposible de habe1'se p1'O-
ducido si en el Devonshú'e, en la patria de los Raleigh,
Dralce, Hawlcins, del sudoeste inglés, no hubiera prevalecido
el ethos liberal. He aquí la prueba de la idea liberal "reali-
zada": la venta en mercado libre (open market) de una cosa,

(1) STANDARD, t. II, pág. 2.838.

71
una mujer, pOI' su dueiío "'a c(onbio" de lo que hoy pueden
significar 1'ealmente tres mil pesetas.
Ante este ejemplo, generalizado, bien se puede concluir
que es la idea, son los principios liberales, quienes la causa-
1'011: pues sin ellos pudo venderse, mas no en mercado abier-
to, en lib1'e competencia, la cosa, la mujer, considerada como
un bien económico, útil para el cambio.
Un hecho aislado, empero, no autoriza su generalización,
aunque pueda hacerlo sospechar como necesario un ethos
generalizado en su luga1'.
Quede este ejemplo como corroboración del espí1'itu que
informa la sentencia de Juvenal, el también aquinate, que
hemos dado por lema: "El olor a dinero, de donde venga es
bueno"; o, como añade a continuación, en peligroso análi-
sis crítico de la idea liberal-paradójico incitador de Man-
deville- , en toda su sátira: "Nada inquiete de donde venga;
el haberlo es su imperio." "Unde habeas, quaerit nemo; sed
oportet habere" (14, 207).

* * *

, Por doquie1', por todos los países, especialmente intensi-


sificado desde las medidas intervencionistas de los Estados
intentando paliar la crisis económica mundial iniciada en
otoíio de 1929, se oyen q 1lejas contra el manejo y los contro-
les públicos de los fenómenos económicos, precios, adua-
nas, cupos, licencias, moneda, etc., y, como salvadora medi-
da, se clama por la libertad económica, la libertad de mer-
cado, conclllyendo que su reimplantación solventada los ma-
les pl'esentes y nos acarrearía de nuevo la prosperidad.
En el fondo de tales asertos 1'eposa una creencia tópica
11, si se quiere, un juicio histórico: la era liberal nos trajo
la riqueza y prosperidad; volvamos, pues, a la libertad eco-
'TI ómica, política, social, religiosa.

72
La economía, se dice, y sus fenómenos centrales, los mer-
cados, no 1'equiel'en arconte, jefe, director, para funcionar.
El libre precio es su arconte, su autoridad; él, ellos, son los
que mueven a los individuos, a las cosas, al dinero, hacia sus
óptimos empleos. Toda intervención pertw'ba el óptimo de
producción y, por ende, la prosperidad.
Argumentos y pensares que contienen verdades, pero que
no son toda la verdad de la vida humana y de los pueblos.
A nalicémoslo, pues, preguntándonos y sometiendo a 1'e-
fl exión las preguntas.

1. LA PROSPERIDAD DEL SIGLO XIX, ¿'ruvo POR


CAUSA AL ETHOS ECONOMICOLIBERAL?

El ethos económicoliberal promete:


1.0 Le gouvernement le plus avantageux au genre hu-
main (fisiocracia).
2." The Wealth of Nations (clásicos economistas).
Es decir, un género de vida y una política general y eco-
nómica de libertad como medio para acrecentar la riqueza,
el progreso.
Si observamos los eventos del siglo XIX y primer cuarto
de siglo del XX, evidenciaremos la existencia de una extra-
ordinaria difusión y crecimiento de la riqueza en la mayo-
ría de los países del mundo donde ha existido un predomi-
nante etll os económico.
De consiguiente, ¿podemos relacionar liberalismo con
prosperidad y concluir que ésta es el efecto y aquél es la
causa?
De entre el innumerable archivo de afirmaciones, de
entre la infinidad de autores que así han razonado y que hoy
en día proclaman como evidente tal causalidad, vamos a
73
recordar las palabras del economista contemporáneo, el pro-
fesor Luis de Mises, correspondientes a las primeras pági-
nas de su obra, ampliadas con las afirmaciones con las que
concluye sus 750 páginas de denso texto:
"La historia de la cultura moderna está ligada insepara-
blemente, desde hace doscientos años, con la suerte de la
economía.
"Tal cultura pudo surgir porque los pueblos fueron domi-
nados por ideas que significaban la aplicación de las doctri-
nas económicas a la política" (pág. 7).
Este párrafo fué aportado ya en la primera conferencia;
y tales palabras nos evidencian que lo esencial de la doctri-
na de los clásicos queda hoy incólume: la teoría económi-
ca actual ha superado- científicamente a la de los clásicos;
mas sus premisas ideológicas, y especialmente políticas, son
:as mismas. Toda la proclamada Wertfreiheit, toda la obj e-
tividad sustentada sobre Max Weber, todas las afirmacio-
nes de independencia de toda valoración, todas las asevera-
ciones de que la ciencia económica no persigue ningún fin,
son esto: proclamaciones, afirmaciones, aseveraciones de
una intencionalidad, de un fin conseguido, de una valora-
ción: el sentido liberal de la vida como fin-medio para el
incremento de la riqueza.
Así, Mises puede decir, confirmando nuestra tesis, que:
"La economía ha conducido al liberalismo, no el libera-
lismo a la economía" (pág. 748); Y termina su obra, "rigu-
rosamente científica", con esta "opinión" solemne, llena de
intención política:
"De los hombres depende el querer hacer uso adecuado
del bien espiritual (Geistesgut) que poseen por la econo-
mía ... ; mas si lo rehusan ... , no destruirán a la economía, sino
a la sociedad, a la cultura y a la Humanidad" (pág. 751).
Tales textos, que no son sólo la conclusión de una perso-
74
na, sino que expresan una evidente opini6n de actualidad y
de difusi6n mundial, implican:
- de una parte, un juicio histórico; y,
- de otra, una concepción del mundo, del hombre y de
la vida.
Ahora vamos a someter a crítica este juicio histórico.
Luego analizaremos esa concepción filosóficoeconómica que
considera ¡tIa economía como el bien espiritual (Geistesgut),
factor elemental, imprescindible, de nuestra vida y cultura.

* * *

Planteado el problema histórico, tenemos aún que distin-


guir dos supuestos:
- que las ideas (en este caso las que fundamentan el
ethos económico) determinan la vida. Y que han de-
terminado la vida progresiva moderna;
- que el eChos económicoliberal es el único verdadero:
la única filosofía.
Este segundo supuesto quede también para la próxima
conferencia.
* * *

Que el ethos económicoliberal es la causa eficiente de


la civilización y cultura modernas y, por ende, de la pros-
peridad novecentista, es un aserto de posición claramente
idealista; mas tal como está formulado encierra una inte-
rior contradicción o, por lo menos, una petitio principii,
pues:
- ¿Es de las ideas económicoliberales de las que ha
surgido la cultura, y de ésta el desarrollo económico?
- O bien: ¿ han surgido las ideas del desarrollo econó-
mico, y aquéllas han sido luego el origen de la cul-
tura?
75
En el primer caso se mantiene la lógica idealista; pero
no parecen decir esto ni los textos de Mises ni la general
opinión que representan.
Mas, si cuidadosamente penetramos en ambas interpre-
taciones, concluiremos que las dos se reducen a la se-
gunda:
La cultura es {rulo, sea de las ideas económicoliberales
(que son, aunque ideas, materialistas), sea del desarrollo
económico, en cuyo caso la interpretación materialista de
la historia es indudable.
En definitiva, esa cultura, aunque se proclame espiri-
tual, artística. literaria, científica, es una civilización pu-
ramente material, concebible, a lo más, con la psique, pero
sin el alma humana.

Para nuestra crítica, he aquí nuestro método;


Cierto que toda obra humana (fin ) es fruto de una idea
(forma) que ha actuado (agente) sobre la materia. Mas
¿hasta qué punto la idea humana, al fin y al cabo siempre
causa segunda, es independiente de otras ideas y, al pro-
pio tiempo, de la naturaleza material ya creada o ya rea-
hzada en anteriores y presentes obras?
En nuestra primera conferencia distinguimos entre ci-
yilización (las estructuras de las realizaciones colectiyas
elementales humanas ) y cultura (los pensamientos y reali-
zaciones del hombre que actúan sobre la ~aturaleza o so-
bre las estructuras anteriores, y constituyen sistemas de
\"iela individual y colectiva), siempre teniendo en cuenta la
infraestructura de cada zona y su espíritu ele civilización,
así como las influencias de ambos factores. natural e ideo-
lógico, con el exterior de caela zona.
7G
2. SI EL DESARROLLO ECONOMICO ES DEBIDO A LA
IDEA ECONOMICOLIBERAL

Esta cuestión debe examinar:


a) De una parte, las ideas teóricas; y, de otra,
b) Las ideas de acci ón.
a) Las ideas teó1'icas, en relación con el desarrollo de
la riqueza, son de dos órdenes:
a) Uno científicotécnico general.
~) Otro genuinamente de ciencia económica.
a) El desarrollo económico requiere una técnica del
producir, del transportar, del construir, etc.
¿Es la idea económicoliberal la que ha originado la
técnica?
Evidentemente, no.
Los navíos, los inst1'umentos de labmn:::;a, las murallas,
las leyes, las a1'7nas, los caminos, los vestidos y, en una pa-
labra, todo {ogro de comodidades del vivi1', así como todas
las delicias de la vida, poemas, pinturas, el acabado a1'te
eslatua1'io; todo fué enseñado por el uso, día a día, de una
lenta civilidad, así como p01' la expe1'iencia de la mente
conducida p01' un espí1'itu infatigable.
Es de esta maneTa como la ma1'cha del tiempo nos p1'e-
simta sucesivamente 'Ij nos pone f1'ente a descub1'imientos,
que la 1'azón esclarece y levanta al 1'ega:::;o de la luz; así
ru.é como los h omb1'es vieron en su espí1'itu cómo una cosa
se escla1'ecía t1'as ot1'a, has la que con sus a1'tes log1'a1'on las
más altas cimas (1).
Este bellísimo texto, tan actual, es de hace- digamos-

(1) LUCRECI: De la Natura (trad.) Balcells, ed. bIlingüe, vol. n,


libro V, 144.9-57, Barcelona (F. B. M.), 1928, págs. 87- 88.

77
dos milenios; todos habréis pensado ya en el autor De
Rerum Natura, el poeta Lucrecio.
Cierto que está impregnado de epicureísmo; mas s u ar-
gumento es fundamentalmente cierto: todo conocimiento,
todo invento, ha partido, ha requerido adecuación de lo
real-cosa o fenómeno-a la mente.
En cada época, en cada circunstancia ante cada afán,
el hombre se asombra (primigenio acto para conocer), in-
vestiga, halla y descubre. En unas épocas y zonas, las obras
humanas han sido de arte; en otras, de filosofía, derecho
o técnica militar. En nuestra época fueron especialmente
los inventos técnicos a consecuencia del anterior primer
desarrollo de las ciencias naturales.
Mas esta aplicación por descubrir y dominar y utilizar
las fuerzas de la Naturaleza, ¿quién se atreve a decir que
tiene por causa las ideas económicoliberales? Pues en la
parte en que pueden ser causa, ¿por quién estas ideas fue-
ron a su vez causadas?
También Lucrecio creía que era sólo el epicureísmo la
causa del desarrollo material humano.
Mas ¿fué necesario ser epicúreo; ha sido necesario ser
liberal para que la mente humana haya podido hallar ver-
dades, inventar, descubrir fuerzas y fenómenos de la Na-
turaleza?
La protección y el fomento de las ciencias, ¿son sólo pa-
trimonio de mentes liberales?
~ ) Hay, sin embargo, un campo del saber humano, en
el cual sólo con la adopción, se dice, de la idea liberal ha
sido posible establecer ciencia.
Este campo es el de la ciencia económica.
Y, ciertamente, sin un ambiente doble: de libertad-"des-
encadenar al hombre de la tiranía del hombre", como con
frase liberal podemos decir-y de afán de riqueza y pros-
78
peridad, parece difícil que hubiera podido percibirse el fe-
nómeno central de la ciencia económica: la movilidad de
los factores de la producción, movilidad que es el fenóme-
no básico para todas las teorías del precio y del mercado,
es decir, del cambio y de la división del trabajo, que son
los dos fenómenos calificativos de la economía.
Y, más tarde, partiendo de Menger, llevando ese punto
de partida objetivo de los clásicos al subjetivo, ese fenó-
meno de la movilidad, pasó a ser establecido genéticamen-
te en el hombre, y la economía teórica se propone ya un
estudio de la conducta humana en cuanto elección entre
fines y medios.
Y ha sido el profesor Robbins quien, en su obra Natu-
raleza y significación de la ciencia económica, ha puesto
de manifiesto esta definición de la economía, como la más
generalizada modernamente.
Mas si, en efecto, es lo electivo lo fundamental de la
ciencia económica, todo régimen social que ponga trabas a
la elección será cada vez más antieconómico, o bien com-
plicará de tal manera el uso de las categorías de este ser
"electivo", que prácticamente inutilizará a toda la ciencia
económica.
De consiguiente, el estudio puro de la economía requie-
re la máxima universalización de la libertad de elección, y,
de otra parte, el supuesto de que sea en relación con el in-
dividuo como la ciencia económica deduzca sus análisis,
pues no es concebible una elección sin conducta referida a
un individuo, y sólo partiendo de una concepción individua-
lista de la elección es como la economía puede desarrollar
su lógica.
De consiguiente, el centrar la economía teórica en la
conducta humana, en cuanto elección, implica la acepta-
ción, por lo menos, de condicionamiento mental de partida,
79
de los dos supuestos básicos del liberalismo en general y
de los economistas clásicos: libertad e individuo.
Toda interferencia a la libertad individual de elegir,
todo concepto de persona que no sea una suma de indiYi-
duos obrando cada uno libremente en sus elecciones, son
pel'lurbaciones a los principios más fundamentales sobre
los que se asienta la teoría económica; y si bien pueden
ser objeto de investigación, siempre lo son como casos pa-
tológicos frente al modelo de la "sana" economía basada
en la libre elección individual.
De consiguiente, aun aceptando como la ortodoxa posi-
ción moderna de la ciencia económica la posición de
Robbins, tal posición no sólo se deriva de los economistas
clásicos, sino que no es concebible hubiera surgido sin su
existencia.
Por lo demás, la permanente y actual filiación de la eco-
nomía a lo liberal es patente en Robbins. Baste obseryar a
los autores a quienes cita y acude en autoridad: Hayek,
l\lrises, Beveridge (precisamente en su Economía como edu-
cación libeml, pág. 57).
Cierto que Robbins, precisamente, rechaza la concep-
ción de la economía como estudio de las causas del bien-
estar material-hoy, ciertamente, existente en la mayoría de
los economistas, como es natural y lógico-; ma dice tex-
tualmente: "Lo que se ha rechazado no es sino una defi-
nición. No rechazamos el conjunto de conocimientos cuya
descripción se intentaba. El sistema de quienes la han adop-
tado encafa perfectame~te dentro de la otra definición que
se ha sugerido" (la que parte de Menger) (pág. 46,.
La ciencia económica "pura" se reclama de plena exac-
titud dentro de sus condiciones. Condiciones que son ele-
mentales y evidentes categorías. Sus más destacados pro-
pugnadores, empero, coinciden en dos cosas: en llamarse
80
neoliberales y en unas referencias a la escolástica cuya
racionalidad y adecuacidad científica no hallamos funda-
mentada.
Robbins, por ejemplo, contrapone el riguroso valor cien-
tífico de las categorías fundamentales de la ciencia econó-
mica, de las que se deducen las definiciones, leyes y análi.
sis, con las "deducciones escolásticas (sic) de definiciones
establecidas arbitrariamente" (1).
Esta negación del valor racional de la escolástica, en con-
traposición a la racionalidad de la propugnada ciencia eco-
nómica, ¿no es sospechosa? ¿No encierra, quiérase o no,
una valoración filosófica desde el mismo punto radical de
partida?
¿Este término "arbitrariedad" fr.ente a exactitud, ¿no
recuerda la contraposición sofística entre nomos (como ar-
bitrariedad humana) y {ysis (como exactitud de leyes de la
Naturaleza)?
La ciencia económica "pura" ha querido delimitar tanto
y tanto su "genuino" campo, que hoy en día es víctima
de su propia delimitación lógica. Así, Robbins advierte "los
peligros muy reales de seccionar los estudios económi-
cos: economía agrícola, transportes, etc.", y dice: "Las in-
fluencias que gobiernan las relaciones sociales en sus as-
pectos económicos sólo pueden lograrse considerando el
sistema económico como un todo" (2).
Pues bien: este todo-economía es, evidentemente, una
parte del todo-sociedad; de consiguiente, los peligros hacia

(1) "Los métodos de la ciencia 'económica difieren frecuentemen-


te de los métodos de las ciencias naturales. Pero esto no quiere decir,
en modo alguno, que sus generalizaciones tengan un carácter "me_
ramente formal" o que pueda considerárselas como deducciones esco-
lásticas de definiciones establecidas arbitrariamente" (pág. 145).
(2) ROBBI~S, págs. 68, 69, nota.

81
abajo son los mismos que la economía, considerada como
un todo, tiene respecto a la sociedad también como un todo.

De nada sirve decir al economista que "no le interesan"


los problemas técnicos ni los valores humanos. Su presen-
cia e influencias no basta cogerlas como "datos", porque
manejar algo que se desconoce o se quiere desconocer es
"peligroso" .
El elemental concepto de "elección" supone la plena
libertad de fines o acepta cualquier fin del actuar humano
como "dato" (1). Desde el punto de vista científico meto-
dológico, esta posición es correcta, o empleando el término
de Robbins, consistente o lógicamente raciona,l, correcta.
Mas cuando en la política económica se pretende el mismo
supuesto de Wertfrei, de la conducta humana, entonces tal
supuesto es, a su vez, una valoración: la del escepticismo
liberal:
"Los actos económicos se ejecutan siempre por individuos
aun en la economía colectivista; no se distinguen... sino
porque son otros los motivos y razones que dirigen las re-
laciones económicas... en la economía planificada: las ór-
denes de una autoridad central, inspirada en determina-
dos p·rincipios (dirección suprema de la economía), y aquí,
en la economía de los cambios libres, por ejemplo, en la
apetencia de dinero, de poder y de fortuna" (2).
¿Es una coincidencia que en la reunión internacional
de economistas habida en París, en 1938, bajo la presiden-
cia de vValter Lippmann, se adoptara unánimemente como

(1) ROBBINS, pág. 128.


(2) Cfr. MAX WEBER: Gesammelte Au{sat::e ;;ur Wissenschafts-
¡eh7'e, págs. 503 y sigs. Tubinga, 1923. Y ~nrtschaft und Gesellscha{t,
introducción, parte IlI. Tubinga, 1922.

82
prinCIpIO regulador del neoliberalismo el "mecanismo de
los precios"? (1).
Estoy convencido, sin embargo, que algunos, por ejem-
plo Roepke y Robbins, si realmente conocieran la escolás-
tica y si realmente pusieran a su espíritu en indiferencia
de valoración-eliminando su indudable posición de idea-
lismo racionalista-reconocerían que la abstracción esco-
lástica sería de gran ayuda, precisamente, para la univer-
salización y el avance "racional" y "real" de la ciencia
económica, porque permitiría no sólo principios y catego-
rías específicas a la ciencia económica, sino que solucio-
naría las dificultades de su conexión racional con otras
ciencias y con la realidad humana y social.
b) Las ideas en acción.-La aplicación de las ideas a
la realidad tiene, a su vez, dos facetas:
De una parte, es problema de política económica.
De otra, plantea el problema de si el desarrollo concre-
to, la prosperidad, ha sido ocasionada por la política econó-
mica liberal, o bien tiene por causa, o con causa necesaria,
determinantes independientes del modo de pensar.
Que el problema de política económica significa some-
ter a crítica si las medidas, en materia económica, tenidas
por liberales forzosamente provienen de la idea económico-
liberal, o bien pudieran haberse tomado con otro régimen
de gobierno o con otra concepción de la vida.
Difícil sería probar, racionalmente, esta causalidad, tan-
to en favor como en contra.
Se trata de hechos históricos, y la circunstancia de que
una medida genuinamente sea conforme con la ideología

(1) BAUDIN (Louis): El mecanismo de los precios . Versión espa-


ñola de Vicente Polo. México (Fond. Culto Econ.), 1945 (La ed. 1940),
página 129.
económicoliberal no permite por sí sola poder atribuírle la
plena causalidad. Así, por ejemplo, el Tratado de Eden,
de 1786, que estableció la cláusula de nación más favore-
cida y la rebaja de tarifas aduaneras del 10-15 por 100 en-
tre Francia e Inglaterra, atribuído, no sin razón, a las ideas
liberaleconómicas de Adam Smith y de Du Pont de Ne-
mours, ¿fué motivado solamente por el liberalismo o hubo,
como se sabe, ideas de relación política que lo reclamaron?
Como bien pronto otras ideas políticas lo rechazaron, cual
la guerra de 1793 y el bloqueo continental (1806-1814), pre-
cisamente entre dos naciones liberales: Inglaterra y el Na-
poleón del Código Civil, que dieron fin a tal política liberal.
La contradicción entre la política económica liberal, lle-
vada a cabo en el interior de los Estados, y la política ex-
terior, es evidente.
Nadie podrá decir que fueron principios liberales los de
la política mundial desde la independencia norteamericana
y la Revolución francesa. Las luchas enter Francia e Ingla-
terra por la hegemonía económica, luego de un siglo de co-
lonismo, terminan con la cesión del Canadá a la Gran Bre-
taña y por la venta de la gran cuenca del Missouri, la Lui-
siana, a Norteamérica, otrora española. Los avances britá-
nicos por la India y Birmania, por Australia y Africa; la
captura de los principales puertos del comercio mundial,
pueden proclamarse liberales tan sólo si se acepta la igual-
\liad entre liberalismo y fuerza prepotente, es decir, con un
wncepto de competencia a todas luces unfair, de la misma
manera que toda elevación de tarifas por un' Estado débil
es seguido de represalias comerciales o por la presencia
de buques de guerra, calificándola de unfair discriminalion,
tomando el término establecido por los norteamericanos.
y la doctrina de Monroe, proclamada por un Estado que
basa su Constitución en la libertad, tampoco puede llamar-
84
se liberal ni sostenerse como principio liberal en relación
con los demás países.
De ahí que la calificación de nacional-liberalismo ex-
prese claramente esa contradicción entre una ideología li-
beral en el interior y unos hechos, una política antiliberal,
en las relaciones con el exterior.
Cierto que en el siglo XIX se extendió y generalizó en
los Tratados de Comercio la cláusula de la nación más fa-
vorecida, que implica la paridad de trato entre países. Mas
supone ya unos aranceles, es decir, la negación o entorpe-
cimiento de la libertad de comercio mediante tarifas esta-
blecidas por cada Estado.
* * *

En cuanto a la política interior, y en gran medida ex-


tendidas a lo exterior, las medidas económicoliberales prin-
cipales fueron las siguientes:
Libertad de trabajo, de elección de profesión y de movilidad.
Idem de circulación de mercancías.
Idem de cire.ulación de dinero.
Idem de contratación.
Idem de asociación mercantil, patronal y obrera.
Salvaguarda de la propiedad privada.

Imposible exponer la historia de estas realizaciones; mas


muchas de ellas no fueron dadas ni por políticos libera-
les ni aceptadas por Gobiernos liberales.
Ante lo cual podemos preguntarnos:
Sin la ideología liberal, ¿ hubiérase realizado la política
llamada liberal en tales medidas?
A lo cual es imposible contestar.
Presumiblemente, muchas de ellas se hubieran tomado
también, aunque no con la amplitud y manera liberal. Por-
que su adopción, cuando permaneció y tuvo éxito, respon-
85
día a condiciones que mostraban, evidentemente, su utili-
dad nacional o internacional.
Esta reserva por aceptar como necesidad la existencia de
las ideas liberales para la adopción de todas las medidas
de política económica liberal se nos esclarecerá si somete-
mos a comprobación la siguiente necesaria pregunta:
La indudable prosperidad del siglo XIX y principios del
XX, ¿ tiene por causa primera y determinante los princi-
pios liberales?
y más general: ¿puede una ideología, de por sí, produ-
cir la prosperidad económica en toda época y en toda zona?
y si no fuera así, ¿qué causas son las superiores que
condicionan el desarrollo económico?
Los economistas, la mayoría protestantes, atribuyen, pri-
mero, al protestantismo el progreso del mundo moderno,
y, en segundo lugar, a los principios liberales.
¿Puede sostenerse esta causalidad histórica a lo Polibio?
Los economistas modernos que tratan de la localización
industrial o de actividades económicas tienen que tener en
cuenta factores mucho más complejos, entre los cuales, si
bien aparecen factores ideológicos, los factores naturales
se presentan como condicionantes decisivos.
Escojamos precisamente a un contemporáneo y vigente
autor inglés, John A. Hobson (The Evolution of Modern
Capitalism, Londres, 1930, iD." ed., 1.' 1894).

3. UN ANALISIS INGLES DE LAS CONDICIONES


TALASOCRATICAS

Hobson señala ya que la ordenación infraestructural, ca-


lificando la estructura, es factor determinante del desarro-
llo económico, al referirse, si no a toda, sí a la localización
86
industrial inglesa. Y para su época da como determinantes
de esta localización a estos tres: 1) Aptitudes físicas del
suelo. 2) Facilidad de mercado. 3) Clases de mercancías.
1) Al referirse a las aptitudes físicas del suelo, señala,
en primer lugar, a la madera. La madera fué usada para
fundición donde la hubo, y estuvo cerca de los ríos nave-
gables. Allí hubo industrias del hierro.
Señala luego las ferlile meadows, de Glowcester y de So-
merset, donde se produjeron las más finas lanas y su co-
mercio.
En cambio, indica que el Lancashire del Sur no tenía
condiciones para buena agricultura; de ahí que sus habi-
tantes se dedicasen al comercio de lana y luego al algo-
dón. Numerosos riachuelos y ríos daban abundante fuerza
hidráulica; de ahí que tal distrito asentase los primeros
mills (fábricas textiles), al igual que el Llobregat y sus
afluentes dieron a nuestra industria textil catalana su pri-
mera localización. Y el mismo hecho infraestructural ubi-
có lo misma industria textil en la Nueva Inglaterra nor-
teamericana. Tales localizaciones fueron, a su vez, la lógica
determinante de la industria de maquinaria.
De otra parte, las areniscas silíceas, con los yacimien-
tos de piedras de moler, dieron a Sheffield la supremacía
en la cuchillería. Y la existencia de arcillas margas, reque-
ridas para los crisoles u hornos especiales para la fabri-
cación de porcelana, fueron determinantes decisivos para
la especialización del Staffordshire en tal industria.
Hobson, pues, aunque tomando solamente un factor "no
transportable", el suelo, opera ya con la problemática de
la localización, hoy en día, formando una sistemática.
2) La facilidad de mercado la refiere a otro aspecto hoy
tenido en cuenta en la teoría de la localización: las con di-
87
ciones de las aglomeraciones o ciudades. Señala que las
principales fueron Londres y Bristol.
3) En cuanto a la naturaleza de las mercancías, indica
que la ferretería, quincalla y textiles fueron las que más
ancho comercio pudieron tener, y que sus condiciones de
localización les dieron esa ventaja y desarrollo.
Estudia más ampliamente Hobson el mercado. Señala
atinadamente, al preguntarse cuándo Inglaterra tuvo un
mercado nacional y no solamente locales, que hasta finales
del siglo XVIII el único mercado nacional fué Londres. Los
demás, locales, principales, fueron Bristol, Leeds, Norwich
y sus zonas. Pero, lógicamente, a falta de mercado perma-
nente hubieron de existir en Inglaterra ferias también; y
señala las de Stomambridge y la de Winchester. Entre los
mercados especializados, a Leeds, Halifax, Norwich y Ex~
ter. Y por la ausencia de mercado nacional, provocando
transacciones permanentes por todo el país, señala que en
muy pocas villas existían tiendas permanentes. Hasta en-
tonces, el interior inglés no era aún una unidad, y los mer-
cados o ferias secundarias eran solamente semanales. De
ahí que pueda decir Hobson que, hasta el siglo XVIII, las
zonas inglesas eran self-sufficing. El mercado nacional
apareció cuando avanzó la transformación del domestic al
factory system, con el empleo del vapor o fuerza hidráulica
poseída por el empresario en la segunda mitad del si-
glo XVIII. Por esto en Leeds, ya en 1725, había concentra-
ción urbana, frente a los caseríos dispersos aún en otras
zonas. y esta evolución la afirma diciendo que, en 1750,
ya había "sólo" doce banqueros fuera de Londres.
De otra parte, Hobson generaliza y establece que los prin-
cipales factores determinantes del desarrollo de los "mo-
dernos" métodos industriales, en varios países, se pueden
clasificar en naturales, políticos y económicos.
RR
Por su visión de nuestra problemática y concordancia
con nuestra sistemática, vamos a resumir lo que entiende
Hobson por esas condiciones naturales o infraestructura,
donde opera con conceptos de estructura y de posición (1).
Señala la característica insular de la Gran Bretaña; las
naturales facilidades para la producción de materias pri-
mas, manufacturas y alimentos. Pero también la facilidad
de importar alimentos permitió la especialización de manu-
facturas. El número y variedad de los mercados fácilmente
asequibles. La gran ventaja de clima templado. Las exce-
lentes comunicaciones interiores por ríos y canales. La au-
sencia de barreras de montañas entre muchos distritos. Y
dice que tales eran ventajas de relativa gran importancia
antes de la transformación del vapor, pero que desempeña-
ron un gran papel, facilitando luego su desarrollo.
La extensión de las costas y las buenas condiciones de
puertos, en no pequeña medida dieron orientación de loca-
lización y desarrollo a la industria moderna, otorgando a
Inglaterra, Holanda, Francia e Italia una ventaja que la
tendencia de perfeccionamiento de la moderna maquina-
ria "no ha sido aún capaz de superar". Y añade que el
lento progreso de Alemania y el mayor de Rusia son atri-
buíbles más a esas barreras físicas que a otra causa que se
pueda aportar.
y señala que el retardado desarrollo de la maquinaria
en Francia es debido al lento descubrimiento de sus áreas
naturales de manufactura (¡ nuestra parte no conocida de
la infraestructura!). Así, mientras a finales del siglo XIX,
cuando el comercio del hierro en Inglaterra avanzaba rá-

(1) Cfr. La infraestructura económica, en Anales de Economía,


número 10, Madrid, 1945.
Posteriormente contenido en nuestra obra: De Estructura económi-
ca ... Madrid (Rialp), 1952, pieza 2.

89
pidamente, el de Francia era insignificante. (Y aquí hace
referencia a la página 153, de SERIVENER, History of the
[ron Trade.)
Con ello, Hobson intuye nuestros fenómenos de situa-
ción y posición. Y en su página 10 lo señala influído por
Sombart (vol. 1, pág. 326). La aparición de las condiciones
de posición la registra diciendo que la prosperidad de Por-
tugal, de España, de Holanda, Francia e Inglaterra es in-
concebible sin la previa destrucción de la civilización ára-
be, el saqueo de Africa, el empobrecimiento y desolación
del Asia del Sur y su mundo de islas y la existencia de
las fructuosas Indias occidentales.
Quizá quienes no estén familiarizados con nuestro con-
cepto de infraestructura no puedan captar todo el alcance de
este resumen y textos de Hobson; mas a todo el mundo se
le hace evidente que ni la marítima y comercial Venecia
pudo ser una talasocracia, dominadora de mares, durante
ocho siglos; ni la Gran Bretaña pudo ser la talasocracia
moderna, sin unas condiciones naturales superiores a cual-
quier otra zona. Entre ellas, principalmente, para Venecia
los bosques, y para Inglaterra, primero, sus bosques de
robles (quercus sensiliflora), y, luego, sus yacimientos de
carbón, además de su situación y configuración geográfica.
Y nadie podrá llamarme profeta, sino tan sólo lógieo,
si predigo que las condiciones naturales. propias y de re-
lación, que dieron a Inglaterra su opulencia, hoy han pa-
sado a una zona de un millón de kilómetros cuadrados, a
un cuadrilátero, aproximadamente, cuya diagonal de Oeste
a Este viene dada por Chicago y Wáshington (1).
Y sea cual sea la intensidad de la ideología económico-
liberal que se restaurase en Inglaterra, jamás, por sí sola,

(1) Cfr. La infraestructura económica, en De Estructura económi-


ca, págs. 120-122.

90
podría dar a las Islas Británicas la hegemonía y el tenor
de vida perdidos. Como la continuación de la oligarquía
veneciana desde que, en 1502, sus barcos volvieron de va-
cío de Alejandría hasta que fué por primera vez ocupada
por las tropas napoleónicas, en 1794, de nada sirvió para
recuperar su poder y su riqueza al serIe arrebatada su ta-
lasocracia por las naves portuguesas repletas de especies
que llegaron a Lisboa.
y el mismo Portugal, fuere cual fuere su política, jamás
pudo conservar un imperio comercial asiático, porque Por-
tugal carece de los principales requisitos necesarios para ser
una verdadera talasocracia; requisitos que tuvieron Rolan·
da primero e Inglaterra después.
Baste este haber centrado nuestra argumentación sobre
el condicionamiento infraestructural del desarrollo econó-
mico, referida al fenómeno talasocrático, pues el razona-
miento, mutati mutandis, es general y aplicable al examen
del condicionamiento de los factores naturales en todo país
y zona, independientemente, por períodos suficientes o his-
tóricos, de la ideología que domine su régimen político y
económico.
Señalo tan sólo que con estos principios pude discurrir
sobre la imposibilidad de España para provocar un des-
arrollo económico en nuestra América, salvándola de la
culpa y de las imputaciones de los escritores anglosajones;
que gratuitamente comparan el desarrollo portentoso nor-
teamericano con el modesto centro y sudamericano (1 ).
En conclusión, la idea liberal ha tenido éxitos y facili-
taciones en lo que la libertad es respecto a la persona hu-
mana y entre pueblos; mas esta libertad no es propiamen-

(1) Cfr. Prólogo a la titulada Historia de la economía española,


de J. CARRERA PUJAL, t. 1, Barcelona, Bosch, 1945. Y pieza 3, De Estruc-
tura económica, o. c.

91
te la liberal, sino que ya fué esclarecida por nuestro Fran-
cisco de Vitoria; ha tenido, empero, en cuanto libertad li-
beral, consecuencias y fracasos, como la generalización del
derecho y aprovechamiento del más fuerte, sea en barcos,
en ejércitos, en monopolios o en contratos "conforme a de-
recho escrito", y ha tenido la gran coincidencia de ser plan-
ta fácilmente ubérrima en época de prosperidad natural, en
la cual los vicios hasta parecen virtudes.
No ha sido, pues, la idea económicoliberal la que ha pro-
ducido la prosperidad. Afirmar tal causalidad es pura y vul-
gar dialéctica.
En primer lugar, la prosperidad ha sido, con múltiples
regímenes, en los cinco continentes.
En segundo lugar, con otras ideas, puede asegurarse que
la prosperidad hubiera sido también grande en estos cien-
to cincuenta años pasados. La diferencia sustancial no hu-
biera sido en la cantidad de prosperidad, sino en la cali-
dad del vivir.
No creo que nadie pueda contradecirme si sospecho con
solvencia que en Rusia, en Norteamérica y en Europa ha-
bría hoy aproximadamente el mismo número de automó-
viles que hoy en día. Lo que cambiaría, con otro elhos se-
rían las personas que van dentro y su modo de ser para
consigo mismas y para con los demás.

92
IV

LA PROCLAMACION ACTUAL DEL NEO LIBERALISMO

PANVALENCIA DEL "ETHOS" ECONÓMICO O PRAXEOLOGÍA

EPIMETHEUS: Wie vieles ist denn


dein?
PRO~!ETHEUS: Der Kreis den meine
Wirksamkeit erfüllt! Nichts drunter
und nichts drüber!

E. : Y ¿ en cuánto mides lo tuyo?


P.: Cuanto llena el ámbito de mi
obrar. Ni pizca menos, ni pizca más
GOETHE: PrometeD, acto 1 (1).

INTRODUCCION

Terminábamos la conferencia anterior concluyendo que.


en modo alguno se puede afirmar que la evidente prospe-
ridad, coincidente con la época liberal, tenga al ethos eco-
nómico, a los principios generales liberales y económicos,
por causa determinante, aunque, indudablemente, tal ethos
facilitó y aceleró tal prosperidad. (Ya veremos en la pró-
xima conferencia con qué consecuencias.)
Mas con igualo parecida cantidad de prosperidad, pero

(1) Cfr. GOETHE: Samtlische Werke, Il, Munich, 1909, pág. 66.

93
con distinto ethos predominante, añadimos, lal pl'osperidad
tendría distinto reparto espacial y serían distintas las per-
sonas y las maneras de pensar y de obrar que gozaran de
tal prosperidad.
Con ello hacíamos referencia al punto dejado de tTalar:
la influencia del ethos económico predominante sobl'e el
concepto del mundo, del hombre y de la vida.
Este concepto está determinado por los structors, por los
pensadores, que han logrado generalizar sus principios so-
bre el modo de vivir, es decir, los que han constituído la
sociedad, informándola de uno u otro ethos, en nuestro caso
del económico.
Pues bien: si lodos tenemos conciencia de un estado
crítico de la sociedad, no todos se dan cuenta de la aun ac-
tual vigencia de las ideas y conceptos de la vida con pre-
dominio de los principios e ideas liberales, pues hoy el pen-
samiento liberal, si bien en sí no dominante, sigue presente
en las mentes de varios autores en obras de ve¡'dadera gran
precisión y altura intelectual. Son sus propugnadores los
a sí mismos llamados neoliberales, los actualmente reac-
cionarios del mundo liberal.
De entre ellos, los más agudos, el núcleo de pensadores
que en la actualidad tiene mayor vigor mental, está com -
puesto por economistas, Todo político, jurista, sociólogo, si
lo hay, que piense y arguya en liberal, se basa hoy, fun-
dam.entalmente, en las ideas contenidas en los libros de
los economistas o en a¡'gumentos económicos. y todo ata-
que a la ideología liberal, ante todo, va dirigido a destruir
las bases económicas de la vida liberal.
Pero, además, los economistas de hoy en día han llega-
do a una profundidad y desarrollo de la teoría económica
que, al utilizarla, traspasando la especulación pura paTa
discurrir sobre los problemas de la sociedad contemporánea.
04
son capaces de argumenta1' con una dialéctica depuradísi~
ma, precisamente porque han sometido a crítica los defec-
tos o definiciones de los primitivos economistas clásicos y
las primit'ivas formulaciones liberales, Nos p1'esentan, pues,
no ya postulados o principios toscos, sino todo un sistema,
lógico e irrebatible, al pa1'ecer: tales son la agudeza y el
entrelazamiento sistemático de sus razonamientos y de la
filosofía de que calladamente parten.
Por consiguiente, frente a la m'gumentación de las mo-
dernas concepciones de la vida y de la sociedad, que han
nacido como reacción a la ideología liberal, presentándola
como causante de la actual c1'isis de la sociedad, los neo-
liberales, a su vez, arguyen qtle tal crisis precisamente es
debida al abandono de lo liberal.
La importancia de tal posición no puede desconocerse,
y precisa, por tanto, exponer y someter a serio análisis qué
es lo que promete el sistema neoliberal, basado hoy en la
generalización, para todo el vivir, de la moderna teoría eco-
nómica.

EL SISTEMA FILOSOFICO NEOLIBERAL (HOMBRE-


MUNDO-VIDA ), NACIDO DE LA GENERALIZACION DE
LOS PRINCIPIOS BASICOS DE LA ECONOMIA

(LAS LEYES DEL MERCADO )

LA PRAXEOLOGÍA, CIENCIA DEL NEOLIBERALISMO

El neoliberalismo actual se basa en una novísima CIen-


cia predicada de exacta, llamada Praxeología.
La Praxeología presupone un conocimiento científico
verdadero del ser hom[n'e, el cual es, inseparablemente,
95
homo sapiens y homo agens. La Praxeología parte del homo
agens, y se define como ciencia del obrar humano.
Nuestra traducción de práxis (acción, actividad) por
"obrar" en lugar de "actuar", la esclarecemos más ade-
lante.
He aquí cómo justifica el nacimiento de la Praxeología
su máximo creador, el profesor Ludwig von Mises:
Es ciencia radicalmente nueva: "La Economía es, de
entre todas las ciencias, la más joven. En los últimos dos-
cientos años-empieza Mises en su obra NationalOkonomie,
Theorie des Handelns und Wirtschaftens, Ginebra, 1040,
756 págs., 4.° (i)-han surgido, ciertamente, muchas ciencias
provenientes de disciplinas que ya habían fundado los grie-
gos ... ; se descubrían, empero, sólo provincias hasta entonces
descuidadas ... ; mas, propiamente, el campo de la investi-
gación no se ampliaba. Sin embargo, en la Economía .Ya-
tionalokonomie) la ciencia ha penetrado en un campo que
otrora había quedado cerrado."
"El descubrimiento, la invención (Entdeckung) de las
leyes del proceso de los fenómenos del mercado-pro igue
Mises- , condujo a la superación del antiguo legado sis-
tema de las ciencias. Aportó un conocimiento que no se
podía reconocer ni como Lógica, ni Matemática o Psicolo-
gía, ni tampoco como Física o Biología" (pág. 2).
Ante estos párrafos iniciales, declaramos que no sabe-

(1) Al pronunciar estas conferencias (abril 1951) no po-elamos


aún la edición inglesa de esta obra, la cual, si bien se declara que
no es traducción y que fué reescrita, es sustancialmente y en gran
parte literalmente la misma. Su titulo: HUMAN ACTIo:-i, A Treatise on
Economics, Londres (Hodge), 1949, 890 págs., 4.°
(2) El 2 de mayo de 1951, el autor pronunció sustancialmente la
misma conferencia invitado por el Instituto Filosófico Balmesiano, en
Barcelona.

96
mos si, para la presentación de un invento o de una nue-
va teoría, se han escrito jamás palabras más soberbias.
Continuemos, empero, oyendo a Mises:
"Los antiguos pensadores habían considerado los pro-
blemas de la sociedad desde el punto de vista del gobierno
de hombres mediante la imposición de la autoridad (durch
die Obrigkeit). Buscaban establecer n01'mas para la política,
como doctrina del arte de conducir a los hombres y al Es-
tado. Las mentes filosóficas lanzaban planes de reformas
para la reconstrucción del Estado ... ; mas todos se hallaban
impelidos por el convencimiento de que en la vida social
no imperaba ni necesidad ni ley alguna reguladora que
fuese ya conocida por el desarrollo del pensar y de los pro-
cesos naturales. No se investigaba acerca de las leyes cons-
titutivas de la sociedad, porque se pensaba que la sociedad
podía ser construída arbitrariamente por los homb1'es ...
Para el Estado ideal... se creía que bastaban buenos prin-
cipes y vasallos; con hombres buenos se podía realizar
cualquier ideal de la sociedad" (págs. 1-2).
Observemos aquí la sorprendente filiación al dístico de
Quesnay: Ex h omine, arbit1,ülm ... , mientras que Ex natura,
leges. Nuestro leiv motiv aparece siempre como piedra de
toque.
Creo, empero, que es oportuno recordar, una vez más,
estas palabras, escritas hace ya milenio y medio:
" ... nullo modo est credendum, regna hominum eorum-
que dominationes et servitutes a suae providentiae legibus
alienas esse voluisse" (1).
Es decir, que ya San Agustín partió de la existencia ne-
cesaria de leyes naturales en y para las sociedades hu-
manas.

(1 ) SA~ AGUSTÍ~: De Civitate Dei, V, 11 final.

97
Continuemos:
"El descubrimiento de la necesaria conexión de los fe-
nómenos del mercado arruinó tal concepción (stü1'zte diese
Auffassung). El mundo quedó aturrullado ante un nuevo
conocimiento, un nuevo saber ... El tener a la sociedad y al
obrar humano (menschliche Handeln) como objeto de una
ciencia de lo que es (von das Sein), y ya no más como una
ciencia normativa de valoraciones de deseos (decimos del
deber ser), constituyó un viraje de gigantescas consecuen-
cias (von ungeheuerer tragweile), tanto para el pensar como
para el mismo obrar" (pág. 2).
Notemos que el ejemplo del giro o viraje copernica-
no sigue teniendo discípulos: el conocido de Kant, en el
siglo XVIII; el menos conocido de Marx con respecto a He-
gel, en el XIX, y el actual de la Praxeología.
"La importancia de este radical viraje del pensar- sigue
Mises-quedó limitada durante unos cien años, porque se
creyó que no hacía relación más que a un estrecho sector
del total campo del obrar humano, es decir, a los fenóme-
nos del mercado ... La economía (clásica) se redujo en un
principio a doctrina de la parte económica de los obrares
humanos ... La subversión ( Umsturz) del pensar, que los
clásicos habían iniciado, sólo se terminó con la aparición
de la economía subjetivista, al reconfigurar la teoría de los
precios del mercado en teoría de los actos electivos (:;;ur
Theorie del' Wahlakte ausgestaltete)" (pág. 2).
Y ahora nos muestra Mises la génesis de la Praxeo-
logía:
"Se han necesitado largos años para reconocer que el
paso de la clásica a la moderna teoría del valor supone mu-
cho más que el arrinconar una insostenible doctrina del va-
lor y del precio por medio de una satisfactoria. La teoría
de los actos electivos sobrepasa con mucho el círculo de
98
problemas que se han tenido por los económicos, desde
Cantillon, Hume y Smith, hasta John Stuart MilI. Es más
que una simple doctrina del lado económico del obrar hu-
mano o del obrar humano dirigido al abastecerse do bie-
nes materiales. Es, en definitiva, la doct1'ina de todo obrar
humano ... Todo lo humano se halla ante el elegir,. todo fin
y todo medio, material e ideal, alto y común, honroso y
deshonroso, se halla en una escala, y mediante el obrar se
eligen o se rechazan ... La economía subjetivista lo genera-
lizó del campo de investigación trabajada por los clásicos.
Así, pues, la Praxeología y la doctrina general del obrar
humano surgen de la economía política. De su parte, los pro-
blemas económicos o catalácticos se hallan inmersos (einge-
bettet) en una ciencia general (la praxeológica), y jamás
pueden ya desligarse de tal conexión. Por tanto, ningún
tratamiento de problemas económicos puede dejar de par-
tir de los actos electivos; la economía será, pues, una parte,
si bien la más importante, de una ciencia general: la Pra-
xeología" (pág. 3).
* *
Hasta aquí Mises. Y sólo hemos referido sus tres pri-
meras páginas. Su obra, de 756 páginas, es igualmente
densa, y a pesar de su propósito científico, igualmente re-
dactada con este lenguaj e dialécticoaseverativo.
Un amplio curso sería preciso para su total análisis y
crítica.
En esta conferencia nos habremos, pues, de limitar a la
exposición de algunas de las ideas, a señalar su crítica y
a mostrar sus consecuencias referidas al hombre, al mun-
do y a la vida, para reconocer el más agudo, culminante y
moderno intento de reivindicación y reacción neoliberal en
este su período de crisis.


99
Sometamos, pues, esta "nueva" doctrina a considera-
ción y crítica con estas preguntas:
¿Es ciencia nueva? ¿Cuál es su concepto del hombre?
¿ Qué filosofía la informa? ¿ Qué alcance tienen sus cate-
gorías? ¿Cuál es su visión del mundo? ¿Qué mundo nos
promete? ¿Por qué la calificamos de culminacIón neo-
liberal?

LA P RAXEOLOGÍA, ¿ ES CIENCIA NUEVA?

La primera arrogancia dice así:


La ciencia del obrar humano nada debe a los griegos;
es un invento de los economistas, especialmente esclareci-
do por la escuela subjetivista de Viena: Menger-Wieser y
hoy Mises.
Ante todo, resulta pintoresco que, no obstante, la desig-
nación de tal ciencia general (praxeología) y la rehabilita-
da denominación de la economía (cataláctica) se apoye en
la lengua griega.
El nombre de praxeología lo toma Mises del biólogo po~
sitivista Alfredo Espinás en su artículo clasificador de las
ciencias: "Les origines de la Tecnologie", en la Revue Phi-
losophique y en su obra de 1897.
La voz alemana que emplea Mises es Handeln (actuar);
mas, por el sentido y limitación que le da en su tratado,
nosotros lo traducimos por obrar (la acción inmediata y
concreta), pues actuar, en cuanto hacer, tiene necesidad de
un pensar más complejo y de varios actuares conexos, con
una intencionalidad del ser actuante que, en modo alguno,
permite la circunscripción, el condicionamiento de Mises.
Más aún: el Handeln, el prattein de la Praxeología, más
100
bien se correspondería a lo d1'ástico, que indica todo radical
e inmediato obrar (1).
De otra parte, la nueva designación de economía la toma
Mises de la propuesta por Whateley: "Catallactics 01' the
Science of Exchanges", en las Int1'oducto1'y Lectu1'es on Po-
litical Economy, de 1831, del que luego fué arzobispo an-
glicano de Dublín.
¿De dónde, empero, sacó Whateley este término?
Esta voz griega la justifica Whateley en este pasaje de
Aristóteles en la M oral a Nicómano, cuando trata de la es-
timación del valor guerrero, y dice:
" ... tales gentes (los mercenarios) están dispuestas a
despreciar todos los peligros y a cambiar (katallátontai) su
vida por mísera ganancia" (2).
Estos días se publica en el Boletín de Estudios Econó-
micos, de la Universidad Comercial de Deusto (3), un artí-
culo mío, titulado "Ta p1'OS ti, Fundamento de la Econo-
mía", en el cual cito varios otros pasaj es de autores grie-
gos, en los cuales el verbo catalattein (cambiar) tiene más
digna y universal acepción y aplicación a lo económico;

(1) Claro que Mises también desconoce otro antecedente griego:


la definición del hombre, drops, como ser actuante, drástico, de efi-
cacia inmediata pero con alta finalidad de perfección, en el sentido de
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA:

Drops autem est Logos etticax.' Drops de ho Logos ho drasterios (37).


Drops . HESYCHIUS, drops ho anthropos.

Cfr. CLE~!El'TIS ALEXAl'DRlNI: Opera quae exstant omnia ..., en


MW NE Gr., vol. IX, Strom ., 5. 8, lat. col. 79 A Y gr. col. 80 A, corres-
pondiente a 675 ed. ox on. de POTER, 1715.
(2) Et. Nic., III, 9(12), § 6, pág. 35. líns. 42, 43 de la col. Didot,
tomo II de Arist., corresp. a la pág. 1117 de Belclcer.
(3) Aunque en el número de enero de 1951, la revista apareció,
luego de estas conferencias, en mayo.

101
pero, además, muestro cómo, de escoger una voz griega,
otras serían las más adecuadas, por ejemplo, anlidosis, an-
tidorein o anlidoreislhai; y este concepto del intercambio
de dones, de bienes o de mercancías, en el Eulí{1'on, de Pla-
tón, no sólo no es voz aislada y marginal como la elegida
por Mises-Whateley, sino que aparece en un pasaje que
debería considerarse como la coneepción princeps de la
Economía, porque se hallan presentes y conectadas todas
las sustanciales eategorías eeonómieas:
Coste y deseo, servicio, demanda y oferta, el fenó -
meno del demandar y ofrecer que es el intercambio, y
el nombre de la ciencia: el comerciar, con su contenido
plenamente eeonómico.
y el tal texto va precedido por conceptos sobre cultivo,
producción, servicio- de la tierra, ganadería, viviendas,
obreros-, eomo adecuación de medios y técnica para pro-
ducir bienes. Y termina con el fin del intercambio de bie-
nes: el obtener un beneficio, o séase utilidades y sus bie-
nes (1).
Pues bien : cuando un científico solvente se equiyoca,
quienes le someten a crítica, o silencian lo silenciable o
tratan de salvarlo humanamente, porque, con Terencio, sa-
ben que ellos también son humanos y pueden incurrir en
error; mas cuando un científico presenta su teoría con so-
berbia, es de necesidad ponerle de manifiesto la estulticia
humana en que ha caído.
El mismo Hans Mayer, de la misma escuela que Mises,
no hace más que citar estas palabras de John Stuart Mill
para ponerle en la picota : "Afortunadamente, nada queda

(1) Cfs. Ta pros ti, Fundamento de la Economfa, articulo publi-


cado en el Boletin de Estudios Económicos núm. 22. Bilbao, enero de
1951, esp. nota 20.

i02
ya-dice Mill de su propia teoría del cambio-que descu-
brir en las leyes del yalor ni ahora ni en el porvenir" (1).
Pero es preciso que añadamos algo más importante:
Toda la doctrina praxeológica parte de la afirmación de
que "todo lo humano se halla ante el elegir" (Alles men-
schliche s/eltt zur Wahl, pág. 3 Y passim), pero también
de que hay un pensar enjuiciador de la elección.
Pues bien: si Mises hubiera leído a Aristóteles, se
habría acordado del siguiente pasaje de su Moral a Eudemo:
"El vivir es un deseo que la Naturaleza ha puesto en
todos nosotros cuando nos ha creado ... ; la vida es una cosa
que se desea. Luego si en la serie coordenada de las cosas
uno de los elementos se encuentra siempre en la catego-
ría del bien, es porque conocer y elegir las cosas participa
de una misma general naturaleza finita" (2).
y este texto, para quien lea a Mises, constituye su más
fundamental y radical punto de partida, aunque su des-
arrollo sea muy otro que con la filosofía peripatética.
Este texto aristotélico nos dice que vita est' res optanda:
"la vida es un apetecer" (3) ; exactamente, pero más pro-
fundamente que el mismo principio que Mises enuncia, di-
ciendo: Das Leben steht zum Wahl: "la vida es elección".
No es, pues, verdad que los griegos hubieran descuida-
do de formular, precisamente, el mismo principio y fenó-
meno que sirve de base a Mises para la ciencia que cree
novísima. Lo que ha sucedido es que Mises ha debido si-

(1) !\1AYER, I-I.: Der Erli:enntniswel't der funktionellen Preistheorien,


tomo II de Die Wirtschtheol'. der Gegenwart. Viena, 1932, pág. 147.
(2) Moral a Eudemo, lib. VII, cap. XII, cfr., por ejemplo, la ver-
sión de AZCÁRATE: Obras de Aristóteles, págs. 238-39.
(3) To zen li:ai haireton, cfr. Moral a Eudemo, en la col. Dldot;
Arist. op., t. II, pág. 235, líneas 19-20, corresp. a 1244-45 de Bekker y
todo el capítulo, especialmente los párrafos 5-9.

103
lenciarlo, porque para él, "el bien" (1 ) no puede existir:
los actos humanos, para Mises, no tienen otra finalidad
que la inmediata, es decir, de bienes que sólo son bienes
en cuanto son medios para verdaderos bienes .


EL CONCEPTO NEOLIBERAL DEL HOMBRE Y SU FILOSOFÍA

"Todo lo que contiene nuestra ciencia-dice Mises, pá-


gina 40-es el desarrollo del concepto obrar humano
(menschliches Handeln)."
De ahí, del concepto del hombre, depende la clase, las
posibilidades, los límites y las consecuencias de tal obrar.
El hombre, para Mises-y para Aristóteles, como hemos
testificado-, es dos cosas: hamo sapiens y hom. agens
(página 31 ). El pensar y el obrar no pueden separarse; el
hombre es hombre porque, siendo un ser vivo pensante
( ein denkendes Lebewesen), es también una criatura obran-
te (ein handelndes Geschop{) (pág. 14).
Veamos, empero, qué entiende Mises por hamo sapiens,
por hombre pensante:
"Quien dice hombre (Al ensch) ; quien, en definitiva, ha-
bla del pensar; quien quiere convencer, probar o refutar,
presupone implícitamente la generalización, eternidad e in-
mutabilidad de la estructura del pensar humano (der
Struktur menschlichen Denkens)." "y si más allá del cam-
po cuya captación le es posible a la razón humana puede

(1) El pasaje indicado de Aristót eles dice: "La vida no es, en


cierta manera, otra cosa que un conocimiento ... ; es preciso que la
razón establezca la conexión de estas dos ideas a la vez: que la vida
es una cosa que se prefiere (elige), 'i que el bien se desea igualmen-
te, porque sólo así pueden tener los hombres la naturaleza que tie-
nen." Párrafos 7 'i 8.

104
haber o no haber un pensar y un obrar, esto no tiene im-
portancia alguna, puesto que la penetración en tales esfe-
ras es imposible al pensar humano" (pág. 38).
La filiación kantiana queda con esto patente: esta es-
tructura apriorística del pensar humano, única fuente de
conocimiento, es la que pone las condiciones o categorías,
ex ante, es decir, antes de toda experiencia; y sólo en ella
reside lo cognoscible y la verdad.
Mas esto supone una facultad, una maravillosa facul-
tad humana, característica del ser hombre y no animal.
¿De dónde le viene al hombre tal facultad?
"j Ah! Esto es un don, eine Gabe- dice Mises-, que es
dado al hombre."
Mas nada sabe el hombre de dónde le viene ni qué es
este don:
"Dejemos en la indecisión si para algo sú·ve el meditar
o discurrir de dónde y cómo nos ha venido este don, esta
gracia (Gabe) asombrosa. El que en la realidad todo sea
asombroso, queda excluído de nuestro conocimiento. En
balde clama el hombre con su pobre metafísica a las puer-
tas del saber por las cosas últimas. Lo que significa ser y
no ser queda más allá de lo que nuestro espíritu puede
abarcar" (pág. i 7).
Por todo ello, Mises prosigue su lógica cuando, en otro
lugar, afirma que ante los problemas del pensar y del ac-
tuar humanos el supuesto de la existencia de un alma, o
también de un alma inmortal, nada tiene que ver (pági-
na 2i ). Afirmación de acuerdo con el despreéio, a todo lo
largo del libro, por cualquier metafísica.
El hombre praxeológico es, pues, hombre simplemente,
porque tiene el don-no sabe de dónde, pero lo tiene-de
pensar. y de su pensar surgen las categorías del obrar.
El hombre es obrante porque es pensante.

105
El pensamiento, de por sí, puede pensar en el obrar;
mas, en definitiva, ¿qué cosa, qué fuerza, es la que hace
que el hombre obre?
Descartada la existencia de un alma, surge, no se sabe
cómo, la inquietud (1).
Porque el hombre es un ser inquieto: piensa, obra, exis-
te; de lo contrario, muere.
La entelequia aristotélica, el alma definida por Santo
Tomás, "el principio primero por el cual vivimos, senti-
mos, nos movemos y entendemos", se llama en Mises, en
Praxeología, la ciencia nueva: inquietud, insatisfacción.
Pues el estado de satisfacción, de quietud, la ataraxia
de los epi cúreos, no es más que el fin que atrae y originét
el obrar humano (págs. 68-69); mas esta quietud es inal-
canzable para el hombre, y, si fuese alcanzable, ya no mo-
vería al obrar (pág. 30). Sería, decimos nosotros, la beati-
tud del dios inmóvil parmediano frente a la continua mo-
vilidad heracliana de von Mises.
He aquí la dialéctica manejando medias verdades.
No; el hombre que deja de obrar, muere. El hombre
viviente obra siempre, dice Mises. De ahí que el hombre
obrante, el homo agens, tiende siempre a sustituir un estado
que le ha sido dado sin hacer nada él (ohne sein Dazulun)
por otro estado; y en su pensar ve otro estado que le dice,
le propone (zusagt) más que el que le es dado, y su obrar
va, pues, dirigido a realizar ese estado querido. Esta es la
razón del intercambio, siempre realizado en un mercado:
dinero por mercancías, y viceversa; salario por trabajo; in-
terés por inversión, etc.
Lo que mueve, pues, al hombre es la permanente y con-
natural inquietud o el ser-no-satisfecho (Unzufriedenheit,
Unzufridigtsein).
(1) Cfr. nuestra pág. 60.

106
¿En qué se apoya, de dónde toma Mises este concepto
del ser hombre: la inquietud, la insatisfacción?
Mises cita este pasaje de Leibniz: "L'inquiétude (uneasi-
ness en anglais) est le principal pour ne pas dire le seul
aiguillon qui incite l'industrie et l'activité des hommes"
(página 30).
Mas este concepto inglés, uneasiness, ¿dónde se halla a su
vez? Esto no lo dice Mises, que se cuida mucho de no anotar
ninguna vez al patrono liberal y actualista John Locke (1),
porque, aunque torcido formalmente, el c'onocimiento de
Locke invoca el principio escolástico: nihil est intellectu
quod prius non fueril in sensu; y la filosofía empíricos en-
si sta y psicológica lockiana es la que centra en la uneasi-
ness, precisamente, los actos humanos.
Leibniz, empero, si viviera, es posible que calificase
la filosofía praxeológica de Mises, al igual que la de Locke:
paupertina philosophia.
y es que Locke, como se ha probado recientemente, a
pesar de su contraposición al racionalismo cartesiano, es
también fundamentalmente un racionalista.
y cuando una filosofía tan sólo tiende a rechazar el ple-
no concepto de alma, para limitarse a la razón pura o a
la razón sensista, llega a estas absurdidades de sustituir la
fuente del ser humano por conceptos tan vagos como la
uneasinnes, l'inquiétude, la Un::;ufriedenheit, o bien, moder-
namente, la angustia.
Desaparecido el principio del alma, el fin general, la
tendencia general del ser persona desaparece. El hombre
no puede tener ni tender a un más allá. ¿ Cuál será, pues,
lo que conducirá a los obrares movidos por esta inquietud?
y aquí surge de nuevo otro concepto de la vida: el
hábito.
(1) Essay, II, 20, 6 Y 21. En su lluman AcUan cita J'a a LOCKE.

107
El homo agens obra por hábito (la palabra en cursiva
nahezu casi no tiene, en definitiva, justificación ).
y fundamentamos que el hombre de Mises está condu-
cido sólo por el hábito, en la definición de sociedad que
Mises adopta de Menger: "El cuerpo social es, como dice
agudamente Carlos Menger, el fruto irreflexivo, la resul-
tante impremeditada de tendencias (Bestrebungen) de los
miembros de una sociedad" (pág. 167) (1).
Definición claramente mecanicista e individualistalibe-
ral. Y Menger, el fundador de la escuela austríaca, y en
gran parte de la moderna teoría económica, es, para Mises,
quien ha descubierto la importancia y ha expuesto el mé-
todo del conocimiento para la doctrina praxeológica (pá-
gina 365 de Mises).
Ese fundamento lo pone Mises en estos versos de Sully
Prudhomme, titulados L'habitude:

Elle conduit les pieds de l'homme,


Sait le chemin qu'il eíU choisi,
Connait son but sans qu'il le nomme
Et lui clit tout bas: "Par icí." (Pág. 36 de Mises).

Dos observaciones tan sólo a los versos de Prudhomme:


Renato Francisco Sully, llamado Sully Prudhomme,
dice que lo que conduce el hábito son les pieds, y no dice
la cabeza ni el corazón.
Pero, además, Mises parece desconocer que el propio
Prudhomme, si bien afirmó que no podíamos ir más allá
del fenómeno, añadió también: "La estética y la moral nos
devuelven lo que la lógica pura nos ha arrebatado." La es-
tética y la moral, en la filosofía de Mises, no existen,

(1) En MEKGER, citado por MISES: Unte¡'suchungen über die Me-


thode der Sozialwissenschaften, Leipzig, 1883.

!O8
empero, aunque sea heterónomamente, como para Prud-
homme.
.. ..
Señalemos ahora que el estudio concreto del obrar del
hombre, prescindiendo del alma, es y puede ser legítimo
científicamente. La misma psicología experimental lo em-
plea con éxito. Mas el pretender que la necesaria abstrac-
ción y delimitación de los campos científicos ya no es abs-
tracción metodológica, sino plena realidad, es decir, el pasar
del "supuesto" que "deja aparte" a la afirmación de que
todo "lo dejado aparte" ya no tiene en la realidad de la vida
total presencia ni entidad alguna, esto implica no sólo una
soberbia científica, impropia del verdadero científico, sino un
craso error.
Imposible nos es aquí mostrar más textos y derivacio-
nes, en Mises, sobre el concepto del hombre y del actuar
humano.

LAS CATEGORÍAS

Indiquemos tan sólo que de esta filosofía kantiana sur-


gell las categorías a priori del actuar humano, provenientes
de la razón ex ante. Las principales son:
Medio y fin, o séase coste y beneficio.
Compra y venta: precios, salarios e intereses.
Medio de cambio.
El tiempo y espacio, sin ser tiempo ni espacio.
Así como insatisfacción y supuesto de satisfacción, que
son las condiciones sin las cuales el obrar humano sería im-
pensable, y que son las que definen al hombre como "el ser
terrenal que vive sujeto a estas condiciones: el ser obrante
(das handelnde Wesen) no es solamente homo sapiens, sino
que también homo agens" (pág. 31).
109
El elegir, ligado a estas condiciones, es neutro; no tiene
otra intencionalidad anterior que la continua y actual in-
quietud para cualquier insatisfacción sucesiva.
El hombre, por sí, se halla, pues, ontológicamente, su-
jeto ante un elegir; mas "jamás se elegirá entre virtud y
vicio, sino solamente a causa de dos concretos fenóme-
nos" (pág. 35).
En definitiva, Mises rehusa todo concepto total del hom-
bre, y se queda con un concepto de individuo, limitado
por las categorías puramente fenoménicas de la razón
kantiana.
Con tales categorías es imposible conocer el ser hom-
bre, y entonces aparece sólo el individuo como "una de las
categorías fundamentales de la experiencia en el campo del
obrar humano" (pág. 117). En definitiva, un dato: Daten
sind ... die M enschen (pág. 586). Y esto porque el hombre, el
individuo, como dice Mises, precisamente en latín y con sen-
tencia escolástica, es inefable: lndividuum est ineffabile
(página 47).
El individuo es, pues, inexplicable, como Can el en
L'homme cet inconnu, secreto, misterioso; sin explicar el
por qué es in-efable, sin conocer el profundo sentido del
griego ho árretos.
Frente a este hombre inquieto, un autor moderno, ~fau­
ricio Blondel, recientemente fallecido, partiendo también de
la acción, ha dicho:
"Mientras el animal permanece encarcelado y esclaYÍza-
do en el orden inmanente de las fuerzas a las cuales se
adapta como una parte del todo, el hombre tiene constante-
mente la inquietud, la añoranza de lo que aún no es, de 10
que debería ser, de lo que querría sentir o producir; y ahí
está el principio común del arte, de la ciencia, de la mo-
ralidad, de la aspiración religiosa" (pág. 87 de la obra del
HO
P. ROIG Gmo:\ELLA sobre La filosofía de la acción, y pág. H6
de la obra de BLONDEL, La Pensée).
He aquí otra solución, insospechada por Mises, partien-
do igualmente del principio de la inquietud humana. Solu-
ción que ha sido y es discutida en alta metafísica y teolo-

gía, pero que, evidentemente, es un camino humano frente
al truncado de Mises.

EL INDIVIDUO PRAXEOLÓGICO ANTE LA PROCREACIÓN

Este inefable individuo tiene su piedra de toque en la


problemática de la población. ¿ Cómo obrará?
He aquí la solución de Mises:
"En el obrar humano también se racionaliza el impul-
so sexual" (pág. 610).
Con ello está dicho todo. Pero precisa:
"El enjuiciamiento praxeológico muestra que entre los
dos hechos (la disminución de la mortalidad infantil y la
prolongación de la vida) existe una necesaria relación:
donde los hombres, ante la mejora de las condiciones de
·vida, no reaccionan con una correspondiente limitación de
la frecuencia de nacimientos, el tenor de vida no puede, a
la larga, seguir elevándose" (pág. 6H).
Por consiguiente, el fin praxeológico es la creencia en
el indefinido progreso; mas, en definitiva, este progreso so-
lamente mediante el bi1'th control puede proseguir.
y añade: "La consciente acomodación del número de
nacidos es humana general" (pág. 613). "Y que la regula-
ción de nacimientos se tenga o no por moral, es cosa que
nada importa praxeológicamente" (pág. 613). Porque:
"En la economía de mercado (la cataláctica, derivada
de la praxeología), cada individuo está atento en no tener
H1
más hijos de los que pueda sin que atraiga una sensible
baja de su tenor de vida" (pág. 613).
Esta declaración sobre el obrar científico económico, el
único humano, según Mises, es prueba evidente de la pe1'-
manencia del self-interest smithiano y de los clásicos, y
muestra,• sin lugar a dudas, de una parte, la falacia de las
declaraciones sobre la inexistencia de fines en el obrar pra-
xeológico o económico, y, de otra, la posición mental e in-
tencional del neoliberalismo.
y con ello se define la cultura, simplemente, como ma-
terial. Las siguientes palabras de Mises son decisiyas:
"Si se piensa que la regulación de nacimientos fuese
contraria a la Naturaleza y contraria a los mandamientos
de Dios (es la única vez que recordamos la palabra Dios
en Mises sin implicarla en Natura), entonces debiérase tam-
bién pensar que la Naturaleza también ha medido limita-
damente a los hombres el espacio para su alimentación.
y el hombre, ante las condiciones que a su vida le ha im-
puesto la Naturaleza, sólo tiene la elección entre, de una
parte, disolución cultural (kulturlosigkeit) y lucha de truc-
tora y sin compasión de todos contra todos, y, de otra, el
proseguir civilizándose" (pág. 614.) . Peregrino concepto de
guerra y paz.
Paz y cultura son, pues, los fines de la regulación de la
natalidad; sin ella, las guerras y la ruina cultural.
Por todo ello, es precisamente un libro de un economis-
ta el que se constituye portador de las ideas y de las reali-
dades de los dos signos . más importantes de la conYiyen-
cia y perfección humanas.
Veamos las ideas finales a que conduce la Praxeología
sobre la vida, la política y el futuro .

112
LA PRAXEOLOGÍA ANTE LA VIDA, LA POLÍTICA
Y EL FUTURO

"La vida necesita una respuesta a la pregunta ¿cómo


hay que vivir?" (pág. 7-i0).
Esto se pregunta Mises y se pregunta todo el mundo.
Mas he aquí la respuesta de Thlises:
"La ciencia contesta a todos los problemas de la vida;
sólo calla cuando se le plantea el problema de si la vida
vale la pena de ser vivida. Es decir: ¿ qué pasa con la
vida? ¿Qué objeto tiene el vivir? ( Was soll das alles?
Wozu?)" (pág. 740).
Desde el punto de vista rigurosamente lógicocientífico,
casi nada (?) habría que objetar a Mises. Mas Mises, en s u
obra, a lo que conduce es a proclamar a la ciencia corno
único dogma para la vida: "¿ Cuál es el sentido de ese acu-
ciamiento y obrares cuando al final, en definitiva y sin
escape, se halla para quienquiera la muerte, la disolución
en la Nada?"
"Ante cada uno está el futuro desconocido-dice Mi-
ses-, y del cual una cosa es segura ( sic) : que pronto o
tarde, e irremediablemente, conduce a la Nada" (i ).
¿Con qué fundamento científico puede Mises, ni cual-
quier científico, afirmar que luego de la muerte no hay
Nada?
Pues bien: toda la teoría praxeológica, todo el funda-
mento de esta novísima e independiente ciencia de la vida,
es éste. Y sus premisas y toda la concepción del hombre,

(1) Vor jedem liegt eine unbekannte Zukunft, von der nur eines
sicher ist, das s sie niimlich früher oder spiiter, doch jedenfalls unver-
meidlich in das Nichts rührt. Schlusswort, lo Die Wissenschaft und das
Leben, pág. 740.

113
de la sociedad y de la economía, están, ciertamente, liga-
dos lógicamente con tal fundamento y consecuencias. Es,
en definitiva, la única lógica salida del racionalismo kan-
tiano: el existencialismo.
El hombre ahora, aquí como conclusión otra vez defini-
do, no es más que razón-razón kantiana, se entiende-
como centro de gravedad: "Razón en lucha contra la ini-
quidad ( Unbill) del Destino; he aquí el hombre" (pág. 741).
Por esto, ante los sistemas políticos el prevalecimiento
de lo económico es obligado.
"Nadie está más autorizado-dice Mises-para estable-
cer juicios políticos como el economista; y esto porque ha
elaborado su mente mediante un riguroso pensar" (pági-
na 748).
El predominio del ethos económico llega, pues, a la cul-
minación. Y este ethos económicocientífico es, precisamente,
el liberalismo, en tanto en cuanto la vida es toda economía.
He aquí el importante texto:
"Si el economista es liberal, es decir, considera que el
único orden de vida y realidad, de cooperación social con
división del trabajo, se halla en la economía del mercado,
lo ha llegado a ser basado en los resultados a los que s1,l
pensar le ha conducido. Así, pues, es liberal porque es eco--
nomista. Ha sido la economía la que le ha conducido al li-
beralismo, y no el liberalismo a la economía" (pág. 748).

* * *
Con ello podríamos dar por terminada esta conferen-
cia, ya que hemos llegado a la prueba buscada; mas no
podemos por menos de señalar las últimas consecuencias
de esta culminación racionalista del neoliberalismo con tex-
tos que asombrará saberlos escritos no ya de pasada en
una obra que se titula Economía Nacional, sino constitu-
iH
yendo piezas lógicas de la construcción científica más emi-
nente de la ciencia praxeológica o económica liberal.
"Ningún racionalista del siglo XVIII y XIX quiso ver otra
cosa en el culto católico de los santos, imágenes y relí-
quias, que una pintoresca superstición (als anstOssigen
Aberglallben), la cual, a causa de sus perniciosas conse-
cuencias sobre la moralidad e inteligencia, se tenía que
desarraigar. Y cuando el liberalismo luego, en sus progra-
mas, no sólo mostró tolerancia para con el catolicismo, sino
que también respeto a las creencias de los ciudadanos cató-
licos, no aconteció esto, en modo alguno, ante la considera-
ción de que en esos contenidos-a sus ojos sin séntido-
quizá pudiera hallarse la verdad. El liberalismo quería paz
sobre la tierra (sic), y creía que la paz sólo la podía traer
la tolerancia de cada convicción y de cada creencia. Quien
quisiera desarraigar al error debía luchar con él mediante
el espíritu y no con la fuerza" (pág. 174).
No es de extrañar ya, por tanto, que al querer llegar
hasta las últimas consecuencias de la racionalización libe-
ral de la vida, en otro lugar se ocupe Mises de poner de
manifiesto-utilizando el principio de no contradicción, den-
tro de la estructura kantiana praxeológica del pensar-la
paradoja del creer, a la vez, en la existencia de la Omni-
potencia y de la Omnisciencia de Dios, y añadir:
"Nos hemos visto obligados, justamente, a recordar al~
guno de estos fantasmas del pensar escolástico (an einige
dieser Gespenster scholastischen Denkens), con el fin de
colocar a plena luz la importancia de nuestros conceptos
praxeológicos" (págs. 64-65).
y con esto terminamos.
La cumbre del neoliberalismo y de la filosofía de lo
económico, puesta por fundamento de toda la vida y de la
misma existencia y destino humanos, llega, con Mises, a su
ii5
maXlma agudeza dialéctica, porque ha precisado ridiculi-
zar a la filosofía escolástica, ha necesitado negar a la mente
humana su capacidad del conocer metafísico y se ha visto
obligada a declararse dogmáticamente atea, con el fin de
poder dar validez a las afirmaciones apodícticas de su doc-
trina novísima, ajena a todo pensar anterior, la nueva Ve-
nus atenea, por nombre Praxeología.
De esta cumbre esperan muchos una luz salvadora de
la crisis actual de la sociedad.
Este hecho es para mí, precisamente, la muestra de todo
lo contrario: la muestra de la más grave crisis que la socie-
dad contemporánea está atravesando: la crisis del concep-
to de hombre, vida y sociedad.

116
v
EL ETHOS DE SEGURIDAD

DE LA NATURALEZA AL PODER

In Natura, ordinem et struem


Ex l/omine, ratio et opinio
llomine Naturaque, Structurae.

1. EL ORDEN Y EL DESORDEN

El programa de nuestras conferencias se halla dividido


en dos partes: una, comprendiendo las cuatro primeras, ti-
tulada "El ethos económico"; otra, con las dos últimas:
"El ethos de seguridad".
En la pasada conferencia terminamos la primera parte
expositivocrítica del ethos económico como ethos prepon-
derante en la concepción y en las acciones de los hombres
en la sociedad total o pueblos; y mostramos con evidencia
no sólo su culminación en la ciencia económica moderna,
sino que también las lógicas consecuencias en una con-
cepción del mundo, del hombre y de la vida, plenamente
existencialista y necesariamente excluidora de toda otra
filosofía e intencionalidad en las acciones humanas.
Recordemos ahora de nuevo el primer verso del dístico
117
que contiene la quintaesencia de la concepción de la vida
liberal:
Ex natura, ius, ordo et leges.

Este dogma fundamental liberal, general y económico,


bastaría enunciarlo con sólo tres voces: ex natura, ordo,
puesto que si existe un orden físico, natural, en él se tie-
nen que implicar unos principios de justicia y unos corre-
lativos fenómenos o leyes de su recta distribución. Y jus-
ticia aquí es lo ajustado, lo naturalmente conectado
del todo.
Luego, el problema crítico central que tenemos ante nos-
otros, la problemática que estamos analizando-por cuyo
discurrir tanto interés ha demostrado el lector que haya
llegado hasta aquí-, converge todo en el problema del
orden de los pueblos. Otra cosa es la sofística interpreta-
ción liberal.
Por tanto, antes de seguir adelante habremos de empe-
zar por captar qué es el orden.
No hemos hallado ningún esclarecimiento mejor sobre
el orden que uno de los fragmentos aristotélicos de las dis-
tinciones, de las definiciones.
Aristóteles, para decirnos lo que es el orden, lo primero
que hace es llamarlo buen -orden: eulaxía; con lo cual, sin
más, une el orden esencialmente con el bien de cada ser
al cual se refiera. Con ello deja sentado que no puede exis-
tir un orden sin que ya de por sí sea bueno, en lo que coin-
cide Santo Tomás al definirlo como "la recta disposición
de las cosas a su fin". El mal orden, por consiguiente, no
existe, no se concibe; por ello Aristóteles opone al buen
orden, al orden, a la eutaxía, la ataxia, la ausencia de or-
den o desorden.
La eulaxía ha de referirse forzosamente a un ser, y un
118
ser tiene forzosamente prinCIpIO, cuerpo, movimiento y ar-
conte de la multitud de las partes que lo componen. Cada
uno de estos elementos de su existencia y vida deben estar
ordenados para que en el todo se produzca la completación
o perfección del ser.
Veamos cómo esclarece así Aristóteles el orden de los
seres, y tengamos en la mente a los elementos de una per-
fecta constitución de los pueblos o sociedades humanas.
La eutaxía se manifiesta así:
- en el alma es kosmioles; es decir, el principio que
produce la perfecta ordenación de sus facultades. Es,
pues, lo que llamamos, para los pueblos, el espíritu
de civilización que los informa y constituye.
- en el cuerpo es kálos; es decir, la sanidad estructu-
ral. Lo que en la primera conferencia hemos llama-
do también la firmilas corporis.
- en el movimiento es eurythmia; es decir, que la exis-
tencia de adecuada kosmioles, de principios consti-
tutivos y de lo kálos, de lo bien compuesto de las
partes integrantes, hará que la existencia en deve-
nir, el funcionar y el desarrollarse del ser sea pro-
porcionada entre todas sus partes y para cada órga-
no y su función, sin descompasamientos perturbado-
res de su vida y naturaleza; en una palabra, buen
funcionamiento de su propio sistema de equilibrio
en su vivir funcional y en su crecimiento y rela-
ciones.
Y, en cuarto lugar, la eutaxía requiere y se manifiesta
- en la multitud por la petharquía; es decir, que todas
las diversas partes de que se compone un ser bien
ordenado requieren obedecer o ser persuadidos por
un principio rector, guía, que rige su multitud; por
un arconte, por el arjé, no sólo existente formalmen-
119
te en la lwsmiotes, sino corporizado realmente. Es,
dicho en latín, la necesidad, para que exista un or-
den, del P1'incipe, del P1'incipiurn, manifiesta nece-
sariamente en las colectividades humanas.
He aquí cómo, con la sencillez y profundidad aristoté-
lica, se nos patentiza que el orden no sólo es físico, con
.sus principios naturales, sino que toda colectividad hu-
mana requiere un orden de autoridad, un arconte también
humano; precisamente necesario para todo quien no pre-
tenda que el hombre es sólo un dato, un individuo, gota
o elemento determinado exclusivamente por la Naturaleza
como el animal irracional, sin campo alguno de relación
y de libertad propia en el pensar o en el actuar.
y tal definición del orden queda, si falta hacía, plena-
mente confirmada y esclarecida por el contraste o nega-
tiva definición del des-orden, de la ataxia; es decir, de lo
que con otra voz también llamaron los griegos tyrbia, o ·
séase tumulto, confusión (1).
Así, pues, la ataxia, con respecto igualmente a los cua-
tro elementos del orden, es, respectivamente:
- asotía y akolasia; es decir, intemperancia, desenfre-
no, licencia.
- esgrotes, deformidad, vicio, cuerpo deformado o des-
estructurado, viciado.
- a1'1'ythrnía, pérdida del compás, falta de ritmo o no
concordancia en la movilidad o aceleración de las
partes en el funcionamiento del cuerpo social; extra-
vagancias de sus partes.
- apeitha1'quía, que nos dice la inobediencia, la rebe-
lión, la dis-conformidad de o entre las partes de un
ser, la manifestación de la crisis o sedición.

(1) Del sánscrito turrani = yo me doy prisa, que viene a expresar


"me atolondro".

120
Ni los clásicos economistas liberales ni los liberales filó·
sofos, políticos o juristas, en lugar alguno, nos pueden
mostrar una racional y universal definición del orden como
la aristotélica.
Los clásicos, ante ¿qué es el orden?, siguiendo o infor-
mándose con el dístico de Quesnay, sólo responden con
la afirmación apodíctica del ordre nalurel, afirmación en
sí necesaria, pero manejada tan superficialmente que su
única caracterización positiva es su optimismo dogmático,
y la negativa es, precisamente, declarar al hombre ajeno
al orden natural, calificándolo de desordenado, arbitrario
y tirano irracional.
Los neoclásicos y los modernos, al querer establecer un
sistema, un orden económico, recurren solamente a lo fe-
noménico, al equilibrio del mercado gracias a un principio.
arje y arconte: valor marginal y precio.
¿Se puede alcanzar un orden y mantenerlo con tales
postulados liberales?
La economía, en cuanto se proclama liberal, no sólo
mantiene hoy en día el llamado optimismo originario del
"ordre naturel", sino que lo ha concretado en su fin: el
máximo producto social, el óptimo de renta, aunque osci-
lante, siempre creciente, siempre andante a más, progre-
sivo. Las depresiones, las llamadas crisis, sólo son momen-
tos de reajuste; en economía liberal-que es la llamada
teórica pura por muchos economistas-, la crisis definiti-
va, la depresión continuada o establecida a puntos decre-
cientes, no se concibe (1), porque sus supuestos la impo-
sibilitan:
La libertad plena hacia cada mejor oportunidad, la ple-

(1) Es decir, no se conciben ni pueden explicar los países un día


progresivos y luego estáticos o llamados decadentes. Son, para ella.
casos de irracionalidad.

121
na movilidad de los factores productivos, la libre concu-
rrencia de cosas, de hombres, de empresas, ha de conducir
siempre, por definición apriorística, a la sucesiva acomo-
dación de los precios a nuevos equilibrios progresivos.
Sin embargo, tal optimismo se halla trágicamente con-
dicionado por la real no existencia de libertad en las accio-
nes entre los hombres y entre las naciones, lo cual evita
el cumplimiento teórico de la inmediata acomodación de
precios de las cosas, de sus usos y del dinero.
Es que la economía que se proclama liberal sólo tiene
atención a una faceta del ser hombre y de su actuar: al
fenómeno; descuidando, abstrayendo, sin recoger luego la
abstracción para conocer la plena realidad.
Es decir, las leyes del orden de los pueblos no son algo
sin reposar en nada, sino que provienen y son leyes sólo
en tanto en cuanto los fenómenos surgen o se posan en
seres, en estructuras.

2. LA LEY DEL ORDEN DE LOS PUEBLOS

Los pueblos, considerados como seres, tienen su ley pri-


mera, constitutiva de su orden, en la distribución o com-
binación de los elementos que hacen que tal ser, que tal
pueblo, sea, y sea tal.
Tal ley orgánica es su estructura, es la recta combina-
ción que les da su naturaleza. De ahí las leyes de su rit-
mo, crecimiento o vida, y, en consecuencia, las leyes de
relación con los demás seres, o séase, las leyes de comu-
nicación o de sociabilidad.
Es, en definitiva, la ley universal de la eutaxía, de la
recta distribución o combinación ordenada de los seres, en
sí y entre sí.
Hay en la Naturaleza una ley universal que nos da la
122
experiencia, pero cuya íntima esencia jamás podremos co-
nocer:
Toda especie se individualiza porque se cumple en ella
un sistema de conexión entre sus partes.
En reinos mineral, vegetal y animal.
La estructura entre las partes de un ser la constituye
en su especie y diferencias o variedades. Es su ley de
existencia.
Incluso en productos químicos los hay cuya fórmula-o
sea cuyas cantidades y calidades moleculares-es igual,
mas su distribución estructural es distinta, y esto sólo basta
para que sean en sus propiedades otros cuerpos. Es el fe-
nómeno llamado isomería.
Tan importante y decisiva es la composición, que ya
saben los químicos que con igual combinación molecular,
es decir, con exactas iguales partes, un individuo químico
tiene igual apelativo o fórmula empírica (o sea, sin indi-
car la ley propia e íntima de composición) que otro, mas
es un individuo distinto, p. ej., el ácido butílico y el éter
propilfórmico, aunque ambos expresados por sus partes:
e.H.O., son cuerpos distintos, porque sus moléculas se
hallan en distinta composición, en lugares de diferente si-
metría. Por esto llaman isómeros a eSLos cuerpos de igua-
les partes (meros=parte), y, con mayor precisión, a este
fenómeno estructural que distingue individuos por distinta
colocación de sus partes lo llaman también metame1'Ía.
En los seres vivos, además, su ley de vida implica un
desarrollo proporcionado-no proporcional-de sus partes
hasta su límite de magnitud, según su especie. El cómo
de estos fenómenos de crecimiento lo podemos conocer-en
gran parte- por la experiencia. Mas el porqué de tal pro-
porcionamiento es algo vedado al conocimiento humano:
es la ley de su individuación y de su vida.
123
Esto en' cuanto al desarrollo individual por cada especie.
Pero. además, cada especie y variedad experimenta
unos progresos, los cuales, a su vez, se hallan limitados,
ya no sólo por leyes autónomas de sus propios individuos,
sino por leyes de relación con los seres circundantes.
Una sola especie de seres, el hombre, es el que puebla
y puede poblar todos los lugares de la Tierra.
El hombre, como ser viviente, se halla suj eto igual-
mente a esas dos lE>yes:
- la individual, de complementación de sus partes pro-
porcionada a su especie y variedad, según las posi-
bilidades de su lugar y modo de vivir, con límites
relativamente de gran variación accidental, mas sin
poder traspasar inexorablemente los límites que le
están fijados a su especie humana; y
- la colectiva, de complementación en masa, con las
condiciones de sus lugares de existencia, pero con
incierto límite de desarrollo-su fundamental dife-
rencia con todos los demás seres-, porque tal des-
arrollo depende del dominio que su inteligencia rea-
lice sobre los dones de la Naturaleza.
Mas el hombre vive en sociedad. Y en la primera de
las conferencias establecimos que el actuar humano so-
cial conformaba su vida civil, su civilización, en cinco ra-
dicales o elementales estructuras : la económica, la defen-
siva, la jurídica, la políticosocial y la religiosa, mediante
las ideas de su cultura.
y las llamamos estructuras porque cada una de ellas
implica un orden propio, que conocemos por abstracción,
como partes esenciales de toda sociedad.
y si bien cada uno de estos órdenes es indesligable del
todo, cada uno tiene unos principios constitutivos que nos
explican su existencia y los distingue de los demás.
124
Cada una de estas estructuras es una parte de la so-
ciedad; mas son partes a las que atribuímos, no sin razón,
un concepto independiente en su orden.
De consiguiente, cada orden elemental de la sociedad
lo conceptuamos para su conocimiento en nuestra mente,
basada en la abstracción de sus características y fenóme-
nos esenciales e individualizadores, como siendo de por
sí un órgano con cuerpo dentro del Cuerpo total social.
Cada uno de estos cuerpos-estructuras componentes
del Cuerpo total social-invade a su vez a toda la sociedad.
Todos sin excepción efectuamos actos económicos; to-
dos sin excepción somos elementos que contribuímos a la
defensa de nuestra sociedad (material e ideológica) ; todos
realizamos actos jurídicos, activos o pasivos; todos parti-
cipamos del Cuerpo políticosocial, y todos, por acción o
por omisión, somos elementos con los que la religión o
las religiones obran y actúan y sobre cuyos obrares influí-
mos o estamos presentes.
Mas, de otra parte, los principios que rigen cada una
de estas estructuras son distintos, y los fines de su actuar
no sólo distintos, sino que también muchas veces contra-
dictorios si vistos en igual lugar y tiempo.
N o obstante, cada sociedad se halla consliluída por una
determinada complementación y proporcionamiento de sus
partes elementales merced a las múltiples ideas que in-
forman sus estructuras, pero especialmente por un espí-
ritu preponderante de su civilización.
De otra parte, toda sociedad, al desarrollarse, lo hace
conforme a un crecimiento, también proporcionado a su
especie si su crecimiento es normal, o bien se halla sujeta
a desproporcionamientos entre sus estructuras elementales,
pugnando una o varias de ellas por un desarrollo superior
o más acelerado que las demás y constituyendo las pertur-
125
baciones del total orden o constitución de dicha sociedad.
Con ello establecemos que toda sociedad se halla su-
jeta:
a) a un sistema propio de complementación de sus ór-
denes estructurales elementales constitutivos;
b) a unas posibilidades de crecimiento, según su lu-
gar, época y otras condiciones específicas, las cua-
les serán normales o anormales, en cuyo caso puede
. periclitar su constitución para transformarse en
otra, o bien producirse, si ha llegado a un límite de
su posible desarrollo, en tal época, su decadencia,
corta, larga o prácticamente permanente.
Mas también hemos establecido que a cada estructura
la consideramos a su vez como un cuerpo, con sus dobles
fenómenos de
- complementación entre sus partes y
- de desarrollo posible o decadencia.
Si, pues, cada estructura independiente tiene unas po-
sibilidades de desarrollo, es evidente que cuando tal des-
arrollo no vaya coordinado con el correspondiente propor-
cionamiento del de las demás, el problema de descomple-
mentación aparece: la sociedad está en crisis, enferma.
El hombre, las sociedades, los pueblos, se hallan suje-
tos a estas leyes estructurales y de vida que, evidentemen-
te, reposan, en cuanto manifestaciones fenoménicas, en su
naturaleza, en su orden.
Por tanto, si concebimos al orden de actividades huma-
nas con finalidad económica como un cuerpo, una estruc-
tura, habremos de conocer este íntimo ordenamiento estruc-
tural para explicarnos sus fenómenos universalmente, y
luego concretamente en la realidad para las distintas eco-
nomías individualizadas, concretas.
y puesto que lo económico sólo es concebible como UD
i26
cuerpo, como una estructura, en la mente; puesto que ja-
má~ podr emos tenerlo en la realidad, sino que en ella está
inmerso entre los demás órdenes que constituyen el todo
de las sociedades, de los pueblos, tal orden económico sólo
lo veremos vivo y viviente en relación y compuesto en el
todo sociedad o pueblo.
He aquí, ya comprensible, el doble fenómeno-la com-
plementación, la composición y el ritmo y desarrollo de
los pueblos-: estructura y vida.
Si la estructura es sana, si el funcionar es sano, la eco-
nomía, dentro de un pueblo, es sana; si no, es enferma,
es decir, hay crisis.

3. LA ESTRUCTURACIÓN Y EL RITMO EN LO ECONÓMICO

Ese "ordre naturel", ese equilibrio de las sociedades, en


economía, no está resuelto.
Hay en economía problemas no resueltos que impiden
poder afirmar que el orden económico es autónomo, que la
ciencia económica es soberana o independiente para expli-
car todas sus propias problemáticas.
Bástemos señalar algunos referentes a la estructuración,
a la combinación de factores para la formación de un pro-
ducto, y otros referentes al funcionar y ritmo de la eco-
nomía.
La Economía tiene en cuenta en su materia de estudio
la presencia de ambos fenómenos:
- la complementación y
- el desarrollo.
Sin embargo, la economía no ha llegado, precisamente
para estos problemas, a soluciones que expliquen satisfac-
toriamente las problemáticas correspondientes.
El fenómeno de complementación es el básico para el
127
estudio de los problemas de la producción económica: cada
producto que una empresa ofrece al mercado es el resul-
tado de una adecuada complementación de elementos de
producción, los cuales, combinados en el proceso de pro-
ducción, dan el producto. Producto que no tiene, económi-
camente, su razón de existir porque se conozca el procedi-
miento técnico para fabricarlo, sino que, supuesta la téc-
nica, su cantidad y su variedad cualitativa, dependen, de
una parte, del precio que el empresario especta, es decir,
prevé obtener en el mercado, y, de otro, de los precios a
los cuales pueda adquirir las cantidades y calidades nece-
sarias de esos elementos o factores a combinar para obte-
ner el producto, supuesta una instalación y organización,
propia o aj ena.
Mas si bien la teoría económica hace comprender satis-
factoriamente cómo se realiza tal complementación, par-
tiendo de dos leyes económicas, la de la utilidad marginal
y la ley de productividad, no obstante la ciencia económica
ha sido incapaz de poder establecer qué parte del producto
corresponde a la eficiencia de un factor o cuál a otro.
La disputa sobre este problema, llamado en alemán Zur-
rechnung, no ha llegado a satisfactoria solución. Bástenos
señalar sus dos planteamientos principales: el de Bohm-
Bawerk y el de Wieser.
El primero, aceptando el optimismo de Menger, de que
es posible decidir sobre la participación de cada uno de
los factores de la producción en el resultado final, en el
producto, estudia qué le faltaría a la producción al desapa-
recer uno de sus factores productivos. Si tal factor es sus-
tituible, la valoración de su participación se equipara al
valor de sustitución, es decir, a su coste. Si tal factor es es-
pecifico, entonces ha de asignársele el valor total del resul-
tado de la producción.
128
Wieser, de su parte, arguye estableciendo que siempre
se trata de una distribución por división entre el valor to-
tal de la producción obtenida y los factores productivos para
ella cooperantes. Y tal operación la cree posible mediante
la computación de rendimiento en distintas combinaciones;
con ello establece un sistema de tantas ecuaciones cuantas
sean las incógnitas o factores productivos cuyo valor de
asignación se haya de determinar.
A la posición de BOHM se unió SCHUMPETER, y a la de
.wIESER, MAYER.
La solución, empero, sólo establece un mecanismo de
comprensión mental incapaz de expresar la realidad. ¿Por
qué?
Pues porque el problema de saber qué parte del valor
de un producto corresponde a los factores o partes que se
han combinado para formarlo no es un problema de suma
ni de cuenta, no es un problema cuantitativo solamente,
sino que es un problema estructural, es decir, a la vez
cualitativo y de dis-posición entre todos los factores o ele-
mentos constitutivos, dando lugar al artículo, o séase a algo
articulado con aportaciones de materiales, de trabajo y de
capilal, algo que ya no es suma, sino un nuevo ser, distin-
to sustancialmente de cada uno de sus componentes. Y ello
porque, de una parte, sea el rendimiento, sean las faculta-
des, en la producción actualizada por cualquiera de sus
elementos, no puede atribuirse solamente a las operacio-
ciones o tareas de cada factor aisladamente, sino colecti-
vamente, cual las voces de un coro son imposibles de ais-
larse del canto del coro; y, de otra parte, el hace1'se de cual-
quier artículo no depende sólo de sus elementos integran-
tes, sino de un hacedor o structor, que es quien concibe su
idea y quien hace hacer u obrar su forma nueva, no sólo
técnicamente, sino económicamente, es decir, viable, ven-
129
dible; en una palabra, útil, por cuanto todo artículo no
vendible es ya al nacer inexistente económicamente como
tal (i).
Así, pues, la fundamental ley de productividad explica
experimentalmente que en una serie de combinaciones en-
tre factores productivos: suelo o materiales, trabajo y ca-
pital, la variación en cantidad de uno de los factores (ho-
mogéneo), quedando los demás constantes, da rendimien-
tos no proporcionales, pero no explica el porqué. Tal por-
qué es incalculable y, a la vez, es precisamente la razón
de la insolubilidad de la atribución de la participación de
cada una de las partes, factores o elementos que com-
ponen el producto. Porque el producto, lo estructurado, el
todo, es anterior a sus partes, y las partes ya no son cosas
o acciones aisladas, sino sólo partes- trabajo, materiales,
capital o instrumentos-en tanto están en el todo, en cuan-
to existe el todo, el producto, lo producido.
La insolubilidad de la atribución a cada uno de los ele-
mentos que com-ponen un bien económico ha dado ori-
gen- al pretenderla solucionar-a grandes errores de atra-
yente explicación que han originado ideologías económico-
políticas y sociales de gran perturbación del orden eco-
nómico y general de los pueblos.
Así, la teoría ricardiana del valor-trabajo asumida por
la dialéctica marxista ha extendido el elhos económico a
las masas socialistas y comunistas, y es hoy también un
grave e inconsciente error en muchas ideas y políticas so-
ciales, bien alejadas por cierto del comunismo en su fina-
lidad y en sus altos principios.
La no posible resolución de la atribución del valor total

(1) Crf. Ta pros ti, Fundamento de la Economía, en Boletin de Es-


tudios Económicos (Universidad Comercial de Deusto). Bilbao, enero de
1951, págs. 19-42.

i30
del producto a cada uno de sus elementos componentes
deja, aún hoy, insegura toda argumentación frente a los
monopolios, y la indecisión fundamental sobre qué es y
especialmente cuánto es el beneficio del empresario ha dado
lugar a erróneas ideas y actuaciones inquietas, tendentes
unas a conservar o a crearse las condiciones para asegu-
rar el máximo beneficio y empeñadas otras en eliminar, en
rebajar o en distribuir al "productor" directo o al "consu-
midor" los beneficios de las empresas.
Y, con tercer ejemplo, las naciones buscan suscitar la
máxima productividad por medios políticos, sin tener una
base cierta en el conocimiento de la formación del coste
y del precio de los productos por insolubilidad de la impu-
tación a sus partes integrantes y componentes, dando lu-
gar a políticas autárquicas, a proteccionismos y a regula-
ciones de "seguridad" económica, atentas sólo a un aspec-
to parcial de la formación del beneficio o de la producti-
vidad total de su estructura.
He aquí algunos de los campos de consecuencias deri-
vadas de la inexistencia de una decisiva solución sobre qué
parte del valor de un producto corresponde a cada uno
de los factores que se han hecho combinar para obtenerlo.
La otra gran problemática económica, que la propia
ciencia no ha sido capaz por sí sola de explicar satisfac-
toriamente, es la del desarrollo económico y sus llamadas
crisis o depresiones.
Señalemos aquí para fundamentar nuestra aserción, tan
sólo a tres autores.
Ya en 1932, el profesor Guillermo R6pke, entonces aún
no tan conocido, en su obrita-pequeña en tamaño, mas
muy aguda en pensamiento sustancioso-Crisis y Coyuntu-
ras, declaraba que el economista debía ceder la palabra
al historiador y al filósofo de la Historia en cuanto se tra-
131
tase de comprender los cambios estructurales (Struktur-
wandlungen) ligados con las crisis. De otra parte, el autor
que se preocupó en resumir las teóricas explicaciones de
las crisis o depresiones, el profesor Haberler, nos deja tam-
bién ante un juicio incompleto, ante una insatisfactoria ex-
plicación de estos fenómenos masivos del devenir econó-
mico. Y, por fin, Kondratiew, en 1926 y en su famosa obra
-tan poco voluminosa también-Die Langen Wellen der
Kojunktur, si bien muestra experimentalmente la existen-
cia de tales largas ondas coyunturales, no puede conven-
cer que tal experiencia sea un fenómeno esencial al orden
económico en todo tiempo y en todo lugar, como tampoco
el cuándo, cómo y de qué magnitud de oscilación serán
tales ondas, según sea la estructura concreta o la natura-
leza de cada país y de cada política. Y, no obstante, hoy,
aceptando fundamentalmente a Kondratiew, está en auge
una política económico-hacendística que pretende sujetar
a toda la vida de un país a unas normas cíclicas todavía
no resueltas satisfactoriamente, es decir, cuya racionalidad
es todavía un supuesto, una hipótesis mental.
Estas simples enunciaciones nos bastan para constatar
que ni la ciencia económica ni las políticas e ideologías
del ethos económico han explicado el o1"d1"e natul'el. Nos
dicen también que el orden natural, que nosotros tenemos
por cierto, no es un orden individual, ni nacional, ni en
continuo acto, sino que tiene problemáticas de TRÁNSITO que
sólo el optimismo dogmático de los clásicos pudo obnum-
brar, pero que científicos y prácticos han buscado solucio-
nar sin lograrlo.
Estos problemas de tránsito, sin embargo, no son acep-
tados impasiblemente por el hombre y por la masa; nadie
quiere esperar a obtener un provecho que cree le pertenece
ni país alguno soporta resignadamente crisis o depresiones.
132
y no son ni fueron precisamente las masas las que no
esperaron, sino que los mismos empresarios que en su boca
tenían las palabras libertad de salarios, de precios y de be-
neficios, fueron y son los que liberalmente, con el ethos
económico del mayor y continuado provecho, reclamaron
y reclaman solución-protección y SEGURIDAD.

4. DE LA NATURALEZA AL PODER

En cuanto los poseedores de factores de la produc'ción


o los empresarios se enfrentan con períodos de menor ac-
tividad e ingresos, desaparece ya la invocación a las leyes
naturales y a la libertad económica.
Mas ello no supone que el liberalismo mengüe en ex-
tensión e intensidad. El liberalismo, lo hemos ya probado,
no es, no tiene por fin la libertad como tal libertad, sino
como medio. El fin liberal es el máximo provecho, la abso-
lutización del ethos económico. En cuanto amenguan las
condiciones de prosperidad con libertad, surge de sus pro-
pias filas la reacción aparentemente antiliberal, mas im-
pregnada del mismo ethos que dió nacimiento al liberalis-
mo: la vida exclusivamente informada de un fin económico.
y al observar que la Naturaleza no tiene un orden siem-
pre favorable al individuo o a cada país, entonces la ideo-
logía liberal invierte su dístico. Ya no dice que de la Na-
turaleza proviene el orden, el derecho y las leyes, mientras
que lo arbitrario está en el hombre, sino:

Ex Natura, arbilrium, regimen et coercitio


Ex Homine, jus, ordo, et leges.

Es decir, busca a través del manejo de los hombres eli-


minar a lo que ya, por no serIe provechoso, es considerado
133
como arbitrario, coaccionante sujetamiento a los vaivenes
de aquella Naturaleza cuyo orden ya no es "provechoso".
Es el clamor dél hombre de negocios, de los empresa-
rios, hacia el Poder. Es la petición a los gobernantes de la
SEGURIDAD, mediante las pirámides de derecho, de órdenes,
de leyes protectoras de cada una de las operaciones, de
cada una de las actividades, para cada una de las perso-
nas, en cada una de las zonas o países donde el desarrollo
natural de los procesos económicos no ha producido los
provechos que otrora hubo o que, ora por unos, ora por
otros, eran esperados, solicitados o exigidos.
Poder sobre el mercado, por o contra el monopolio, con
o sin tasas de precios.
Poder sobre los salarios, por o contra las huelgas, con
o sin reglamentaciones.
Poder sobre los productos, por o contra el acaparamien-
to, con o sin cupos o racionamlentos.
De ahí la exacerbación de las políticas determinadas por
preponderancias de los llamados intereses económicos:
Los intereses agrícolas frente a los industriales o vice-
versa.
Los intereses obreros frente a los patronales o viceversa.
Los intereses de unas naciones frente a los de otras.
Logrando tales contraposiciones, fruto de una concep-
ción exclusivamente o preponderante mente económica de
la vida, la paradójica afirmación de la ideología liberal, es
decir, de aquel ethos o concepción de la vida que sólo con-
cibe al "individuo" y a las sociedades movidas por los "in-
tereses" de producción, precios, beneficios, sueldos y sala-
rios, rentas o alquileres, comercio y mercados.
Léanse, i si factible fuera!, todas las actas de la Socie-
dad de las Naciones y de la llamada Organización de las
Naciones Unidas, pasando por el Memorándum Briand para
i34
la Unión Europea, y se llegará a la conclusión de que todo
otro fin del hombre y de la sociedad ha sido reprimido,
eliminado y despectivamente arrinconado, para no consi-
derar otro fundamento y fin de los pueblos que el máximo
nivel de producción, de renta nacional, de tenor de vida.
y medítese tan sólo un momento, y se llegará al convenci-
miento de que el empeño cerril de querer solucionar los
problemas económicos solamente económicamente, some-
tiendo los ejércitos, el derecho, la política y los sentimien-
tos religiosos y culturales a su servicio, pone en evidencia
que los propios problemas económicos han sido cada día
más, cada vez más, menos solubles y más y más agravados.
He aquí el gran fenómeno moderno: La economía ideo-
lógicamente liberal no soluciona el tránsito. El hombre ra-
dicalmente liberal, el Insatisfecho de Mises, no admite es-
pera; tiene que obrar, sea como sea, para obtener en cada
momento la satisfacción para sí, sin contar ni con tiem-
po, ni espacio, ni con los demás. El "ethos" económico
preponderante, subyugante, es "ethos" de lucha por lo in-
mediato. Esta es su esencial característica.
Etopeya del hamo oeconomicus que ya hace veinticua-
tro siglos la dejó magistralmente definida Aristóteles al
decir que: "El crematístico tiene por esencia el luchar con-
tinuamente por acumular riqueza" (1).
Cierto que el mundo ha acumulado fabulosas realiza-
ciones de medios para su bienestar material. Mas ¿es hoy
el mundo más feliz que antes? ¿Hay época en la cual la
palabra crisis haya originado tantas discusiones, tantos li-
bros y conferencias, tantas negociaciones internacionales,
tantas inquietudes crecientes y... angustias?
Ropke ha sido quizá el único economista que nos ha se-

(1) Etica Nic., r, 5 (3) 8, cfr. Ta pros ti, art. cit., págs. 28 y 29,
nota 6.

135
ñalado este gran fenómeno, por él llamado "economismo",
o sea ideológica economización de la vida. Mas cuando pre-
tende solucionar La crisis de la sociedad actual, se vuelve
a postulados de una libertad del mercado, teóricamente,
kantianamente lógica, mas no correspondiente a la natu-
raleza tolal del vivir real del hombre ni de los pueblos.

5. EL poso NO LIBERAL DE LA ECOl\OMÍA LIBERAL

No hay error, no hay revolución que no tenga una parte


de verdad. El hombre equivocado, el hombre pasional, es
decir, la mente y el corazón humanos, no son capaces de
apartarse enteramente, completamente, de la natural ver-
dad que fluye de los pensares o de los obrares humanos.
Si pudiera existir un hombre totalmente y esencialmen-
te malo, tal hombre-monstruo ya no sería persona huma-
na; se habría cambiado su alma y su constitución más ín-
tima.
Hay, pues, en la teoría y en la práctica liberal un poso,
incluso en su mismo nombre y principios, que no puede
llamarse liberal en su acepción, pero que se halla confor-
me con verdades fundamentales del hombre y del mundo.
Así, pues, sólo luego de la crítica sobre la economía li-
beral estamos en situación de poder comprender las reac-
ciones y el verdadero sentido de las libertades de la PERSO-
NA HUMANA.
Mas puesto que nuestras conferencias tienen por delimi-
tado fin la economía liberal y la crítica que se desprende
de su análisis, sólo podremos señalar los errores que han
conducido a este fenómeno de crisis:
El hombre no es un individuo; es una persona humana
que vive, no solo, sino esencialmente en un hogar.
El hombre no es sólo terrenal; tiene, además de sus na-
136
turales fines en este VIVIr, fines superiores que se mani-
fiestan en el total de sus haceres y obrares; desconocerlos
es amputar una parte esencial de la naturaleza humana.
El hombre no es sólo hombre económico; es también
militar o defensivo, es jurídico, es político, es social, es
religioso y es cultural, o séase, estético, teorético, espiritual.
El hombre no tiene sólo apetitos animales; tiene alma
y tiene prójimo, y, por ende, las naciones no son fieras que
gruñen, sino conjuntos humanos que se interayudan, inter-
construyen o anfictionan.
El hombre, por fin, es libre en su destino personal, pero
vive en sociedad.
En una palabra, existen principios de vida humana y
social, y tales principios deben ser salvaguardados por
otros hombres frente a los olvidos, a los errores o a las
pasiones humanas del hombre individuo y en masa. He
aquí la necesidad de AUTORIDAD.
Cierto que la Naturaleza tiene un orden. Sin él no sería
concebible ni el hombre ni el mundo; pero el hombre, bus-
cando conocerlo lo mejor que pueda, tiene que ganarse di-
cho orden.
Cierto, pues, que el hombre no 10 conoce todo ni" puede
III podrá jamás conocer todas las leyes con el fin de suje-
tarse a ellas, personal y colectivamente; la Naturaleza tie-
ne, pues, ante el hombre un montón de cosas que el hom-
bre debe ordenar, con conocimiento perfecto o muy im-
perfecto.
De otra parte, el hombre no puede ser anárquico; la
multitud humana, por naturaleza, tiende a someterse a una
organización. Luego el hombre debe reconocer la Auto-
1'idad, a la vez de Principios y de Príncipes. Y a la Auto-
ridad es a quien corresponde la gravísima responsabilidad
de hacer guardar el orden por los principios, respetando las
137
libertades naturales fundamentales de la persona humana
y entre las naciones.
y puesto que todo lo antedicho es verdad, llegamos a la
conclusión de que el dístico en el cual hemos visto quinta-
esenciada la idea liberal nos sirve para convertir en ver-
dad lo que él tenía de error.
Si esto hacemos, nos quedará evidente que

In Nalura, ol'dinem el slruem


Ex Homine, ralio el opinio
Homine Naturaque, Structurae.

Con lo cual afirmamos:


1.0 Que ciertamente la Naturaleza tiene siemprE un
orden, pero que ante nosotros la Naturaleza se nos
presenta también como un montón de cosas (slrues)
que el hombre, racional o intuitivamente, usa y or-
dena.
2.° Que ciertamente el hombre actúa, conforme a su
esencial naturaleza, con su razón; pero, en masa (iY
cuántas veces individualmente !), no tiene más re-
medio que decidirse solamente por opinión.
3.° Que de las acciones y operaciones del y pOI' hombre
juntamente con la Naturaleza, conocida en sus leyes
o desconocida (como montón ), surgen las estructu-
ras y constituciones de las sociedades, de los pue-
blos, las cuales serán sanas o insanas según sean
las razones y las opiniones de los hombres.
Con ello nos situamos en posición mental y discursiva
adecuada para nuestra sexta y última conferencia.

138
VI

EPILOGO Y DINTEL

DE LA ECONOMIA COMO FIN A LA ECONOMIA


COMO MEDIO

Replete terram ... implete eam.

Gen., 1, 28; 9, 1, 7.

INTRODUCCION

El mundo está enfermo, in-sano . Esto es hoy evidente.


Todo el mundo recuerda y suspira por la prosperidad,
hoy vista sin interrupciones y como deslizándose sob1'e seda..
de los últimos, digamos, ciento cincuenta años hasta la
crisis estructural manifestada en 1930.
Mucha gente, sin llamarse liberal y aun creyéndose anti-
liberal, aduce argumentos liberales y los cree factores de
dicha prosperidad.
Con una u otras palabras, dicen, pues: volvamos al li-
beralismo, a la economía liberal, y seremos de nuevo sanos
y salvos.
Mas ¿qué suponen tales decires y anhelares?
De una parte, implican creer que el progreso, la pros-
139
peridad, depende, se halla determinada por la idea liberal
de la vida y del actUa1' de personas y pueblos.
De otra, que la vida es sólo historia, y que ésta se ma-
neja solamente por las ideas,
No pam mientes, de una parte, que fodo progreso es
falaz, es contingente, y que las prosperidades más depen-
den de la sobemna Fortuna que del que1'er ser prósperos
de los hombl'es. Y la Fortuna se manifiesta sólo cuando
sus posibilidades se dan en concreto, sobre un suelo y en
sus situaciones y posiciones propias y relativas, aunque
los hombres deban tratar de conocel' tales condiciones pam
sacar el mayor o el mejor provecho de ellas. La dog-
mática liberal del progreso es esto: sólo ase1'to vacuo cuan-
do tal desarrollo se imposibiWa por la naturaleza o pOI
las acciones de los hombres.
Pero, mucho más importante aún, no caen en cuenta,
no desperezan su mente pam conocer que el problema que
quieren soluciona1' no se halla planteado entre progreso y
no progreso, entre prosperidad y estancamiento, sino en
cómo se conciba y se desee la vida propia y en relación
con los demás.
La absolutización del ethos económico, el creer !J obrar
con el supuesto de que sin aumento de ingresos el hombre,
la nación o la Humanidad f1'Uncirá el ceiio y se conside-
mrá desgraciada, es el legado de ese ethos predominante
aún hoy en día, que engañosamente, pa ionalmente, indu-
ce a tener como fin único o plenamente prepondemnte el
po~eer medios de vida, sin preocuparse para qué si1'ven
tales medios, a no ser pam los goces exteriores de la como-
didad creciente, obtenidos sea como sea; de lo contra1'io,
I qué pensaría-y diría-fulanita, o cómo descendería yo del
aprecio de homb1'e inteligente (léase listo) entre mis ami-
gos, mis competidores, mis clientes o mis colegas I En sín-
140
tesis, si la palabra y el sentido moderno de éxito desapare-
cieran, ¡qué desastre y ruina : la vida carecería de sentido!

SÍNTESIS CRÍTICA

Resumamos, primero, nuestras anteriores conferencias.


Ya desde nuestras primeras palabras pusimos de ma-
nifiesto que la ideología liberal que proclama la libertad
como su fin, en realidad sólo la toma como un medio para
obtener su acariciado único fin: la riqueza, y que tal li-
bertad-medio vaya unida a la pugna por el poder, la fuer-
za, con el fin de lograr primero y "asegurar" después la
plácida posesión libre, no molestada, de la riqueza.
Hoy nos es fácil reconocer que, efectivamente, el mun-
do ha abandonado en gran parte sustentar una libertad
económica, pero que pretende recuperar el bienestar ma-
terial perdido mediante toda clase de individuales y colec- '
tivos actos y organizaciones de poder y de fuerza, declara-
dos o vestidos de albas coberturas de palomas de paz.
Señalemos también, y no con palabras propias, la evi-
dencia mostrada por Spranger de que "nos hallamos hoy
más sometidos que nunca a lo económico" .
Y observamos esa evidencia actual de que cuando la
libertad se ha hecho difícil o imposible, la seguimos invo-
cando, confiando que por su medio, ayudados por medios
contrarios a ella, podremos asegurarnos la riqueza.
Crisis de libertad, decimos, porque creemos que su au-
sencia es la razón de las dificultades económicas del mundo
actual.
Mas nadie para mientes en que el error de nuestro dis-
currir reposa aún en las premisas ideológicas que por pri-
mera vez lograron la absolutización del ethos económico,
del hamo oeconomicus, en la vida y en la política de las
141
naciones, haciendo del modelo económico del vivir el para-
digma del pensar y del obrar colectivo o político.
Este sentido de la vida es el que nos trajo la Fisiocra-
cia: libertad y política con ethos determinante económico.
y en tal ambiente, con tal filosofía, los clásicos econo-
mistas, los fundadores, establecieron las leyes del Weallh:
El fin del vivir es sólo individual y tendente a la má-
xima riqueza y su progreso. Los medios, la libertad y su
aseguramiento para la libre actuación del más fuerte.
No es de extrañar, por tanto, que 1\landeville nos di-
jera-y fuera escuchado y aplicado-que las virtudes de los
hombres se hallan en contradicción con los impulsos natu-
rales; ni tampoco que Smith no solamente limitase el bien
a sólo lo sensiblemente útil, sino que añadiera que "lo per-
fecto es cosa más allá de la humana naturaleza', despre-
ciando así toda tendencia al armónico y total cultivo de
las facultades humanas y asentando toda motivación y ac-
tuación humana en el self-interest.
Luego, bien es verdad que los economistas han inten-
tado eliminar esos postulados de "finalidad" del actuar hu-
mano para condicionar la ciencia a la observación de los
fenómenos de "lo que es" (si real y objetivo o mental es-
tructural, no viene ahora al caso), mas en vano; querer eli-
minar de una ciencia como la económica, cuyo sujeto es
el hombre, una clase de acciones humanas, toda intencio-
nalidad sólo ha sido posible mediante una anti-científica
humildad con un levantar los hombros: ¡pchs!, ¡ nada sa-
bemos de las intenciones!, nos basta suponer que cada per-
sona tiene "sus" preferencias: ¡allá los psicólogos!
Así, pues, las categorías del actuar y realizar económi-
co deben ser apriorísticas, dogmáticas, sin explicación de
dónde vienen y por qué las hallamos y las manejamos:
demanda, oferta, medios, fines, etc.
142
Sin embargo, ha sido imposible dejar aparte una fina-
lidad, los bienes producidos y valorados: la renta nacio-
nal, el fruto o tokos, como yo le llamo (porque con ello
implico que no sólo es cuantitativo) del actuar económico.
y cuando, abandonando el optimismo primigenio, Mal-
thus viene a relacionar en definitiva, agudamente, cantidad
de ingresos con población, se halla ante el problema del
estancamiento y de la miseria. ¿Qué hacer entonces con
la libertad, con la riqueza y con el hombre?
De estas tres finalidades hay que salvar la riqueza. Para
ello es preciso eliminar la libertad más íntima del hombre
y a los hombres mismos; para que los hombres actuales,
maldiciendo a padres y a hijos (1), sigan disponiendo de
igual, si no pudiera ser creciente, riqueza.
No se cumplieron empero los vaticinios de Malthus, por
lo menos en Europa. Surgió, por el contrario, una acelera-
ción de la prosperidad europea, americana y australiana,
principalmente, y se creyó consolidado le gouvernement le
plus avantageux au genre humain de Du Ponto El gobierno
liberal del mundo le daba, pues, su prosperidad.
¿Fué esto verdad?
Nadie puede probarlo. Mas nosotros sostenemos que sin
las ideas filosóficas, económicoliberales, de fisiócratas y de
clásicos y neoclásicos economistas, el mundo hubiera te-
nido igualmente una era de gran prosperidad económica.
Lo que hubiera variado habría sido el género de vida, el
sentido, el ethos cultural que hubiera presidido nuestra ci-
vilización. El número de automóviles hubiera sido sensi-
blemente el mismo, pero las personas y los modales de
sus instalados hubieran sido otras y otros. Y este nuestro
argumento j claro está que ha de ser rebatido por quienes,

(1) En la novelística moderna, el tema del hijo que escarnece a


sus padres es tema ya escandalosamente común.
143
con él, creyeran que hubieran sido hoy peatones u honra-
dos y felices labradores, tenderos o artesanos!
Sin embargo, muchos de nuestros colegas economistas
persisten en afirmar, convencidos, que sólo la vuelta a una
vida regulada por la libertad del mercado es la que puede
devolvernos esa beatífica prosperidad. Afirmación que no
negamos pudiera tener algún día confirmación, aunque no
por esa su causalidad, sino por repetida coincidencia.
Esta autocondicionada o sectaria mentalidad, que sólo
es capaz de explicarse la vida y los acontecimiento hu-
manos a través de la presencia o de la ausencia del sentido
dominante o absoluto del fin económico, es y fué la misma
que achaca, por ej emplo, a los españoles el que, debido a
la ausencia de sentido económico, construyesen grandes ca-
tedrales y conventos en cada pueblo y ciudad y no estable-
ciesen, en cambio, industrias.
Tan cerril es esa mentalidad cienticista-es decir, no
verdaderamente científica o perseguidora de la verdad-,
que ni tan sólo sabe discernir la propia y adecuada expli-
cación económica del mismo fenómeno.
Relo aquí.
Cuando un pueblo, aislado por las condiciones infraes-
tructurales de espacio o imposibilidad de intercambios sus·
tanciales con extensiones de iguales mínimas condiciones
climáticas y ausencia real de medios factibles de comuni·
cación, crece en población-como pasó en la antigüedad y
en el medievo en épocas de ausencia de epidemias o de
guerras-, se le presenta agudo, y al parecer insoluble, el
problema de los "sin trabajo" y de la miseria. Una peque-
ña parte de la población trabajadora es capaz de producir,
incluso con rudimentarios medios, mucho más trigo y carne
que su propio consumo ; empero, el resto no tiene con qué
comprarlo. Tampoco puede exportarlo a tierras que produ-
144
cen lo mismo en leguas y leguas a la redonda. El señor o
los señores del lugar difícilmente pueden emplear sus in-
gresos o su riqueza en lejanos lugares de similar infraes-
tructura sin .mercado hondo y a distancias hoy grandes y
entonces económicamente infranqueables. El pueblo, en su
mayoría, sufre de miseria, y aun con las ideas hoy actua-
les de la limitación de nacimientos, ni en tales situaciones
está comprobado que pudieran tener éxito. ¿Qué hacer? La
posible comida y limitado vestido y cobijo allí están, mas
¿cómo darles capacidad de compra? He aquí el proceso: o
construcción de palacios suntuosos al estilo sultanesco
(concepción oriental de la vida) o construcción y dotación
de floridas y ricas iglesias, conventos o catedrales, de du-
ración larga, durante la cual el proceso de rotación del di-
nero (moneda o especies) es evidente: el exceso de produc-
ción de pan y carne es consumido por los hasta entonces
miserables a cambio de su peonaje y d~ la floración de
extraordinarios artesanos en sus gremios organizados. ~i
tal evidente artesanía española hubiera luego teni.:J.o otros
materiales que trabajar y mercados de consumo, la indu¡,,-
tria hubiera tenido ya su primer factor para su desarrollo;
no lo hubo, señal inequívoca que faltaban las demás con-
diciones y los necesarios y económicamente asequibles fac-
tores de combinación, así como los mercados también eco-
nómicamente alcanzables.
y este ejemplo demuestra, además, que si a Europa se
le impiden hoy mercados para sus productos, de nada ha-
brá servido el Plan Marshall. Más hubiera valido que se
hubiera destinado a construir pirámides, ya que el actual
espíritu de civilización en Europa niega a Dios y a todo el
sentido elevado de la vida.
Empero, lo que nos importa mucho más es hacer resa.!·
tar que, ante el evidente fracaso, no ya sobre la prosperi-
145
dad, sino sobre el contento de vivir y de relacionarse hom-
bres con hombres, éstos con sus Estados y los Estados en-
tre sí, hay hoy en día monumentales esfuerzos para defen-
der la ideología económica liberal y la concepción de la
vida a ella aneja. Es, a la vez que la culminación de la
idea liberal, así, liberal sin apelativo, la muestra de su fra-
caso como fundamento racional, científico y filosófico del
vivir humano y de la propia idea del hombre.
Tal culminación la expusimos en la cuarta de las con-
ferencias, representada, creemos que como en nadie, con
la obra de Luis de Mises Economía Nacional. Teoría del
obrar y del economiar (Ginebra, 1940), obra decisiva a este
importante respecto, única creemos, y la más pro{undamen-
te y sinceramente lógica desde su posición y método filosó-
fico y científico, porque llega a tratar los problemas todos,
necesarios a tal ambiciosa sistemática, y no se arredra en
formular sus últimas consecuencias dentro de la raciona-
lización de sus premisas. Esto es lo que Mises llama Pra-
xeología, la ciencia genéticamente nueva del obrar humano.
Mises, en su discurrir, universaliza el ethos económico
diciendo que el descubrimiento de los fenómenos del mer-
cado no fué sólo un descubrimiento de las leyes del actuar
económico, sino de todo actuar humano; implicando: de
toda intencionalidad humana.
¿Adónde le conduce tal aserto y su lógica sistemática?
Primero, a negar o a encogerse de hombros sobre si tenemos
o no alma, y, luego, a la lógica afirmación-supuesto que
el hombre es tan sólo si se mueve-de que, al dejar de mo-
vernos, dejamos de ser, y, de consiguiente, el fin del vivir
es la Nada.
Si el hombre no tiene, pues, fin alguno, su moverse, su
obrar, no tendrá ninguna intencionalidad final. No com-
prendemos, empero, cómo asigna aún al hombre algunas
146
ganas de vivir, si bien, al definirlo lógIcamente como lo in-
satisfecho=Das Unbefriglsein, le atribuye apriorísticamen-
te incierto poder de pensar, aunque pronto limitadamente
esclarecido en el hábito y unas contingentes y continua-
mente recurrentes operaciones de elegir los medios para
satisfacer su continua y esencial-temporal insatisfacción.
Lo que al parecer el hombre es incapaz de elegir es la
finalidad y el género de su vida: siempre elegirá el hom-
bre con vistas a su satisfacción inmediata y terrenal, es
decir, material o, supuesta cierta "espiritualidad", lo ma-
terial que se le proporciona sensiblemente, pues ya queda-
mos en que no es el alma quien piensa, ni quien elige, ni
quien hace obrar.
Mas ¿quién-hace ya milenios-nos dijo que la vida
era algo que el hombre elige?
Mises-que seguramente debe de conocer bien a todos
los griegos, puesto que rotundamente afirma, desde el prin-
cipio, que su ciencia nada, ni idea alguna, les debe-debió
pasar por alto que Aristóteles nos dejó escrito-digámoslo
en el latín de la colección Didot-que 'Tita est res optan-
da": "La vida es algo que el hombre elige" (1). Y Mises
elige explicar exclusivamente la vida del hombre liberal,
aquel cremalistes del mismo Aristóteles, aquella lucha in-
cesante por la riqueza, por la abundancia.
Mas ya en otra parte hemos señalado fundamentalmen-
te que toda elección de medios económicos para obtener
otras cosas, es decir, toda acción determinada por lo útil,
reposa en un fin que es un bien a alcanzar por tales me-
dios. Si el medio y el fin se confunden, entonces, eviden-
temente, no puede haber ciencia económica, puesto que lo
útil y lo relativo son algo siempre contingente, y sobre la
contingencia no es capaz nadie de construir ciencia. Mas

(1) Moral a Eudemo, 7, 12,7. Colee. Didot, t. n, pág. 235, 19-21.


147
si no se confunden, entonces el bien perseguido requenra
basarse, en fin de cuentas, en alguna intencionalidad final
absol uta; y sólo entonces con tal referencia podrá darse
una estabilidad, universalidad y ley, a todos los grados in-
feriores de los bienes perseguidos. La inquietud, la insatis-
facción humana, tendrá una explicación, y los fines de la
vida, el género de vida, los ethos económicos, serán capa-
ces de observarse en todos sus grados y de discernirse los
realmente verdaderos, conformes a la naturaleza humana,
y los erróneos, los pasionales, los trágicos y todas aquellas
desviaciones de una ley vista ya con evidencia.
Mises no puede discurrir así, sino que ha de quedar pren-
dido de su lógica dentro de las condiciones apriorísticas en
las que coloca al hombre y sus acciones, puesto que no
admite evidencias en la realidad, ni del hombre ni de las
cosas.
y llevando su lógica no sólo a las últimas consecuen-
cias, sino a la sincera, ingenua y desnuda expresión de
sus finalidades, nos declara que el catolicismo es una ré·
mora y que el liberalismo-"porque se es economista es
por lo que se es liberal", afirma-es la única mentalidad
sostenedora de la cultura y de la espiritualidad humanas.
La culminación del ethos liberal no puede ser más ex-
plícita y patente.
En la quinta y anterior conferencia mostramos, pues,
cómo el ethos económico liberal reaccionó, abandonando,
e incluso impugnando, lo nominalmente liberal, para ase·
gurarse precisamente el fin liberal: la posesión de rique-
za; sea por los menos, sea por los más.
y argüímos que tales reacciones pudieron fundamen·
tarse por cuanto la misma teoría económica liberal, em-
peñada en explicar los fenómenos económicos con plena
independencia de otras actuaciones humanas, no lo con si·
148
gUlO; y precisamente de la no solución económica a pro-
blemas genuinamente económicos, surgieron las medidas y
políticas, aparentemente no liberales, para perseguir la re-
cuperación o la realización de la finalidad liberal.
La insolubilidad económica de la atribución, sea del cos-
te, sea del valor del producto a cada uno de sus factores,
sea a la tierra, sea al trabajo, sea al capital o eventual-
mente el beneficio del empresario, ha conducido a asegu-
rarse, con medios precisamente contrarios a la proclama-
da libertad plena, todas aquellas adquisiciones que se po-
seían o bien aquellas que poseían otros y que eran anhe-
ladas, justa o injustamente, sin saberlo, porque la explica-
ción económica-la única aceptada-nada solucionaba so-
bre qué parte del valor de un artículo corresponde al sa-
lario y cuál al beneflciG, o bien qué precio era el "justo"
y cuál el injusto, o, acaso, cuál era el límite de un mono-
polio y cuál no, o, también, dónde empieza y dónde termi-
na esa "policía" del Estado para asegurar la propiedad, la
empresa o la actividad económica total; así como cuál es
la determinación del auge y la depresión, si los salarios
reales o nominales, si los beneficios empresariales por pre-
cios crecientes o el mejor abastecimiento del consumo por
la abundancia de productos y la baja de precios, etc.
Sustituyéndose, pues, la finalidad de seguridad a la dc!
libertad, fueron lógicas las apetencias de dominio "político,
de logro del Poder, sea directamente por partidos de masas,
sea indirectamente por partidos burgueses. Habido el Po-
der, o controlado, la máquina legislativa se convirtió en
una editorial de sistemas de seguridad, hasta el punto en
que hoy en día cada país, en su estilo y manera, tiene
creada una nueva industria: la fabricación de autorizacio-
nes y licencias para "asegurar" toda concebible actividad
humana; claro está, apoyadas unas con otras, cual aque-
149
!las resp,rvas monetarias del sistema del Gold Exchange
Standard que hacía cubrir la seguridad de cada moneda
en coberturas de las demás monedas con igual sistema
"aseguradas" .

Es LA DESCOMPOSICIÓN DE LA SOCIEDAD

y con ello no hacemos más que señalar, acá y acullá,


por doquier en todas las naciones, el paradójico resultado
de la generalización del ethos económico, dando lugar, por
tanto-puesto que una clase de actividades es la asegura-
dora de las demás, y viceversa-, a un incremento conti-
nuo de lucha de inte1'eses, por cuanto toda nueva seguridad
alcanzada por un grupo o por una nueva nación repercute
en la necesidad de nuevas seguridades para los demás gru-
pos, zonas, naciones o continentes.
El.resultado toLal es, pues, la actual des-composición de
la sociedad, puesto que es imposible una sociedad ordenada
cuando prevalece solamente una intencionalidad de las que
la constituyen-sea la que sea y en toda época y sitio-,
en nuestro caso, sólo la inLencionalidad económica.
y ahora nos es, pues, evidente que toda absolutización
de una aislada y única finalidad en el vivir de los pueblos,
es decir, el empeño de considerarlos constituídos solamen-
te de una de sus cinco estructuras, puesto que descompo-
nen al todo, hace también periclitar los propios fines de
tal única o prepotente intencionalidad. Se quiso sólo eco-
nomía y, hoy, ni sana economía hay en el mundo por
doquier.
Hace poco me decía un profesor norteamericano que
el tenor de vida de los Estados Unidos es hoy mucho me-
nor que hace un cuarto de siglo, puesto que, si bien cuanti-
tativamente es mayor, antes las mujeres no tenían que tra-
150
bajar y, por tanto, la vida familiar era mucho más cómoda
y agradable.
Ya no es, pues, una simple prevalencia del ethos eco-
nómico, sino un completo predominio de la intencionali-
dad económica, la que da lugar a las actuales medidas de
seguridad.

LA VERDADERA SEGURIDAD

Mas ¿de qué seguridad? Basta para conocerlo observar


r,ómo las medidas llamadas de seguridad lo son todas de
apuntalamiento, todas de contingencia, todas referidas a
partes, a grupos, a intereses ora de unos ora de otros, sin
que nadie nos pueda dar razón de cuál es el fin y cuál el
sistema pragmáticamente, en cada cosa, momento, lugar,
circunstancia o evento.
Pero, además, cuando se invocan medidas defensivas
militares, cuando se requieren normas de derecho, cuando
se propugnan actos o instituciones políticas, incluso cuan-
do se invocan necesidades de seguras ideas religiosas o
culturales, todas esas acciones para la seguridad van diri-
gidas principal, si no exclusivamente, al fin económico de
guardar o evitar derrumbamientos de negocios, de produc-
ciones, de precios, monedas y tenores de vida.
¿Qué quiere esto decir? Pues sencillamente que todos los
órdenes que constituyen los pueblos se hallan sometidos a
la única preocupación de la riqueza y su "aseguramiento".
Que ya no se considera sustantiva la defensa de personas
e ideas y naciones, los princi.pios de moral y justicia, los
mismos regímenes políticos en cuanto principios o las pro-
pias ideas y prácticas religiosas, así corno las culturales,
sino que todo es adjetivo, todo es solamente algo que "con-
viene", que es útil para la única finalidad concebible del
151
vivir: obtener ingresos monetarios y goce material de la
vida.
De ahí que hoy hayan desaparecido de la literatura uni-
versal las mismas voces de las virtudes, cuando no sean
empleadas para escarnecer la templanza, la fortaleza, la
justicia, la prudencia; y el mutuo respeto y comprensión
humana, cual la informa la caridad; igualmente hoy ya
no se aprecian tampoco las virtudes intelectuales, sino en
tanto en cuanto producen un éxito e ingreso inmediato: el
best seller es el prototipo de la actual intelectualidad.
y he aquí la gran paradoja del mundo moderno: cuan-
do más y más se busca originalidad, cuando más pragmá-
ticamente se celebran los éxitos de los últimos modelos o
los últimos libros, cuando más se atiende a la erudición de
acarreo y a las ideas hábiles o adecuadas a una situación,
cuando más desprecia el mundo a los autores antiguos
-salvo para mostrar sus títulos en los lomos de burgue-
sas librerías-, más y más actuales vuelven a ser los "Prin-
cipios" rechazados y las obras e ideas calificadas de anti-
cuadas e inadaptables al progreso del mundo actual.
Bástenos recordar a Platón cuando en su República ra-
zona diciendo que lo que arruina y disuelve a oligarquías
y democracias (las causas de su crisis), son el ansia o in-
saciabilidad (aplestia) de riquezas y la negligencia, el des-
precio o el descuido (améleia) de todo lo demás (i).
Es decir, en definitiva, cuando desaparece la armonía
entre las radicales actuaciones y finalidades del vivir hu-
mano, prevaleciendo solamente la intencionalidad del ethos
económico.
He aquí la crisis, que en Platón se llama, lógicamente,

(1) Cfr. La República, ed. de Pabón y de Fernández Gallano (Ins-


tituto de Estudios POlíticos). Madrid, 1949. 3 vols.

i52
de enfermedad (nóseos), es decir, in-sanidad o, lo que es lo-
mismo, in-seguridad.
Mas si la inseguridad, por desequilibrio en los racion<.L-
les fines armónicos del vivir humano y de los pueblos, se '
quiere eliminar mediante medidas provisionales de fuerza
o de simple material sostén, jamás se logrará. La seguri-
dad platoniana, así como la aristotélica, como también la _
de la filosofía única, que alcanzó ya en el siglo XIII su for-
mulación sistemática y suma, no se llama asfáleia (seguri--
dad del no resbalar), sino solería, es decir, seguridad deri--
vada de la buena y sana y equilibrada salud o constitu-
ción del cuerpo social.
Así, pues, la verdadera seguridad de un cuerpo jamás,
se logrará haciéndolo todo él estómago, o corazón, o razón"
sino que tan sólo lograrse puede mediante el equilibrio,
el proporcionamiento y la natural distribución de todos los
miembros y estructuras que le constituyen en ser existen-
te y viable según su naturaleza; así, también, los pueblos,
la Humanidad.
El mundo, empero, se empeña en no reconocer otra cla--
se de práctica que la del egoísmo en los ingresos dine-
rarios.
Por consiguiente, al reconocer-implícitamente o explí-
citamente-que hoy en día los ingresos por persona o por'
nación ya no pueden acrecerse con el mismo ritmo con el
que crece la población; o bien, al reconocer que tales in-
gresos- las llamadas rentas individuales o nacionales-lle-
van más bien trazas de reducirse en disponibilidades de-
bienes reales, si sólo se puede discurrir con fin económico,_
la única solución que a tal clase de razón aparece es la
limitación de la natalidad y su "filantrópica" propugnaciónt
y propagación.
He aquí la más paladina manifestación, como ya reve--
153.
lamo s en otra conferencia, del fracaso de la idea liberal y
de la incompetencia en resolver su crisis.

"REPLETE TERRAM"

Pues lo que hoy no consiente el mundo, en vista de las


grandes densidades de población frente a los espacios ra-
los de diecisiete, seis, tres y un habitantes por kilómetro
cuadrado, es la humana hospitalidad entre los países del
mundo, es la comunicación entre poblaciones excedentes y
deficientes, es el comercio humano y universal.
De ahí las guerras y las revoluciones características de
las tres décadas últimas de nuestro siglo. Perturbaciones
lógicas cuando existen desequilibrios sustanciales en las
artificiales constituciones de los pueblos. Consecuencias que
en otro lugar hemos razonado, y que hemos establecido em-
pleando dos términos del mismo Platón: Tánatos he fugé:
la muerte o el exilio. O mueren o se matan las gentes en
las sediciones, revoluciones o guerras; o bien huyen, se des-
plazan en busca de otros sitios donde asentarse en nueva
vida los que se descomplementaron. Por consiguiente,
cuanta más cerrajón exista en varios países para recibir
inmigrantes, más descomplementaciones, más insanidad,
más temperatura de crisis, de violentas expulsiones, gue-
rras o revoluciones incitan (1).
La Humanidad tiene una fatal ley de masa: replete
terram: ¡llenad la tierra!, dice el Génesis. Y esta ley no es

(1) Cfr. Las mig¡'aciones, ley inexorable de los pueblos, en Resu-


men (Instituto de Cultura Hispánica), núm. 5. Madrid, 15-VIII-1951.

154
un vano precepto. Si se penetra mentalmente, se demues-
tra y se reconoce su evidencia (1 ).
De nada serviría a las naciones asegurarse artificialmen-
te su exclusiva propiedad y riqueza; de nada imponer sus
capitales en otros' países e impedir, al propio tiempo, la
recepción de inmigrantes en los suyos o en sus "jurídicas"
dependencias. Cuando un equilibrio ha sido rebasado, es
preciso doblegarse a los equilibrios y conexiones que de
por sí, sanamente, sotéricamente, puedan dar, naturalmen-
te, una seguridad de sanidad y de salvación.
Cierto que la plena sanidad de los pueblos no es alcan-
zable: ni todas las leyes de la Naturaleza conocemos; ni,
aun conociéndolas, el hombre podría actuar siempre con
evidente razón. Siempre habrá condiciones y factores des-
conocidos, y situaciones en las cuales la decisión lo tenga
que ser por opinión, sin pOSIble esdarecida razón.
Por esto formulamos en la anterior conferencia que:
El hombre, ante la Naturaleza, capta un orden, pero tam-
bién ve montones. Que el hombre actúa a la vez con su
razón y con opinión. Y que de tales conoceres y acciones
del hombre con la Naturaleza surgen las diversas estruc-
turas de las sociedades.
He aquí oka razón al concepto de las naciones como
sociedades de perfección imperfecta.
Mas tales comprobaciones no nos han de conducir a un
escepticismo, pues al hombre le bastan y le sobra n sus
conocimientos sobre la Naturaleza, sobre sí mismo y sus
semejantes para no incurrir en los graves errores que han
conducido a la angustia de las crisis modernas. Tiene para

(1) posteriormente a estas conferencias hemos publicado la teo-


ría de la propagación de los pueblos: De la propagación de los pue-
blos, en Helmántica (Revista de humanidades Clásicas), año II, núm. 7,
Salamanca, julio-septiembre 1951, págs. 257-304.

155
ello la sana razón, que le patentiza fundamentales princi-
pios, y a las virtudes morales, intelectuales y espirituales,
capaces de un recto conducirse y de la aceptación optimis-
ta del vivir.

EL CONTENTO, EXPRESIÓN DE SEGURIDAD

He aquí lo que ha desconocido el hombre moderno, el


insatisfecho, el inquieto, el inacomodado en cualquier lu-
gar y grado de riqueza, por mucho que sea: el contento.
El hombre moderno, desequilibrado, no está contento.
No sabe contenerse ni contentarse con lo que tiene y con
lo que le sea lógica y sanamente posible tener. Cuando el
ethos económico busca el contento, sólo lo concibe com-
prándolo, pagándolo. Hasta la risa y el ánimo tranquilo se
han convertido en algo que sólo se concibe como objeto de
mercado; igual acontece con el matrimonio, la amistad, la
fama y hasta el propio prestigio y dignidad.
N o propugnamos aquí una filosofía de la resignación,
del fracaso. El liberalismo, ciertamente, ha fracasado; mas
el hombre es capaz de no sentirse fracasado, angustiado,
considerado a sí mismo como tendiente a la Nada.
El contento-fruta ésta de la verdadera libertad-es so-
lución optimista de toda crisis, por cuanto no hace reposar
el bienestar sólo y exclusivamente en la riqueza, sino en
los bienes inmensos que la cultura completa-que no ne-
cesita dinero para adquirirse-puede proporcionar al alma
humana, a las naciones y a la Humanidad.
y si el resto del siglo nos ha de deparar nuevas pros-
peridades materiales, la situación anímica del contenl0 es
la única sobre la que se podrá edificar nuevo progreso;
mientras que el descontento, la insatisfacción como funda-
156
mental ethos, sólo a discordias, a guerras y a ruinas ha
conducido y conducirá.

LA CONEXIÓN DE LOS "ETHOS": EL HOMBRE ENTERO Y SANO

Nadie se extrañe que un economista haya discurrido así.


Con ello no sólo no negamos, sino que afirmamos la cien-
cia económica y la humana tendencia a lograr la posible
riqueza. Mas nuestra sistemática ha surgido porque hemos
llegado a reconocer la dependencia del actuar económico
humano con los otros actuares indesligables de la total per-
sona humana.
Cierto que el mismo Aristóteles, a quien hemos invo-
cado repetidamente, nos dijo que a la multitud de actos
humanos se corresponden fines y ciencias diversas-"la
victoria, fin de la ciencia militar; la riqueza, de la econó-
mica", etc.-, y que los hechos de cada orden se hallan, en
general, dominados por una ciencia especial; mas nadie
como él ha visto al hombre como ser entero, syntetos, y,
de consiguiente, demuestra con la razón que ninguna de
las intencionalidades humanas puede prevalecer y absolu-
tizarse, ni la distinción e individuación de las ciencias se
corresponde a una disgregación y seccionamiento de la rea-
lidad del mundo ni del hombre.
Por consiguiente, si quienes se ocupan en pensar y en
actuar, sea en lo militar o defensivo, sea en lo jurídico,
sea en lo político y social, sea en los diversos campos cul-
turales, tienen también en cuenta que sus principios y sus
realizaciones no se hallan aislados e independientes con lo
económico y entre sí, entonces será cuando los pueblos po-
drán tener un concorde pensar, un concorde actuar y obrar;
y cuando en lugar de presentarse como insolubles los pro-

157
blemas de las crisis actuales, se mostrarán las complemen-
tacioIles hacedoras para una Humanidad digna, contenta y
dichosa en cuanto para el hombre y los pueblos se pueda
alcanzar en este mundo transitorio, en el que podemos ha-
llar, indudablemente, si sabemos ser y estar contentos, la
personal alegría del vivir y la paz entre los hogares y los
pueblos.

158
INDICE DE AUTORES

A E
Agustín, San, 51, 97. Erasmo (Gerhard, D.), 41
Andler, Ch., 69. Espinás, Alf., 100.
Aristóteles, 15-17, 21, 27, 30, 46,
50, 51, 101, 103, 104, 118-120,
135, 147, 157. F
Arriano, 51.
Autor, 89-91, 96, 101, 130, 135, Fernández Galiano, M., 152.
157.

B G
Goethe, W., 93.
Balcells, J., 77.
Baudin, L., 83.
Berkeley, G., 44. H
Beveridge, W., 80.
Blondel, M., 110, 111. Haberler, G., 132.
Bohm-Bawerk, E., 128, 129. Hawkins, 71.
Briand, A., 135. Hayek, A. V ., 41, 80.
Brown, J., 44. Hegel, W. F., 69, 98.
Helvetio, 41.
e Heráclito, 106.
Hesiquio, 101.
Hipócrates, 11.
Campbell, 44. Hippias, 30, 31.
Cannan, Edw., 51, 52. Hobbes, T., 44.
Cantillon, R., 99. HObson, J. A., 86-90.
Carrel, A., 11 o. Hume, D., 99.
Carrera Pujal, J., 91. Hutcheson, Feo., 51.
Cicerón, 9, 27, 40, 46-48, 51.
Clemente de A., 101.
COlbert, J. Bta., 55. J
CUdworth, R., 51.
Jaurat, 29.
Jung, C. G., 12, 19.
D Juvenal, 71, 72.
Daire, 34.
DIOS, 47, 48, 112, 115, 145. K
Drake, 71.
Du Pont de Nemours, 23-29, 34, Kant, Em., 98, 105, 109, 114, 115.
40, 56, 84, 143. Kondratiew, 132.
L Ricardo, D., 58, 59, 130.
RObbins, L., 22, 79-83.
Leibnitz, G. W., 107. Roig Gironella, J., 111.
Licofrón, 30. Ropke, W., 65, 83, 131, 135.
Lippmann, W., 82. Rouseau, J . J., 41.
Locke, J., 107.
Lucrecio, 77, 78.
s
M Say, J. Bta., 34, 59.
Say, L., 69.
Malthus, Th. R., 60-66, 143. Schaeffle, A. E. F., 36.
Mandeville, B. de, 40-49, 51-53, Scheler, Max, 17, 20.
68, 72, 142. Schumpeter, J. A., 129.
Marx, C., 68, 69, 98, 130. Serivener, 90.
Mayer, H., 102, 129. Serna, R. de la, 18.
Menger, A., 79, 80, 100, 108, 128. Smith, A., 37, 39, 40, 50-55, 61,
Milton, 41. 68, 84, 99, 112, 162.
MiIl, J. St., 59, 99, 102. - Y Mandeville, 51-53.
Mises, L. V., 36, 37, 74, 76, 80 Sócrates, 31, 43, 46.
96-116, 146-148. Sombart, W., 90.
Monroe, 84. Spencer, H., 51.
Montesquieu, C., 41. Spranger, E., 17-21, 141.
Suetonio, 10.
Sully Prudhomme, R., 108.
o
Ozanne, M., 29. T
p Terencio, 102.
Thomson, 51.
Pabón, J. M.a, 152. Tomás de A., Sto., 15, 50,106
Parménides, 34. 118.
Platón, 10, 11, 14-17, 21, 27, 31, Trasímarco, 31.
42-46, 50-52, 60, 63, 64, 102,
152, 157.
POlibio, 86. v
Polo, V., 83.
Po ter, 101. Virgilio, 13, 27. 47.
Protágoras, 31. Vitoria, Fco. dé, 92.
Prudhomme, 108.
w
Q \Veber, Max, 74, 82.
Quesnay, F., 23-32, 40, 49, 68, Whateley, R., 101, 102.
121. Wieser, F. V., 25, 100, 128, 129.

R z
Raleigh, 71. Zenón, 46, 51.
• INDICE ANAL1TICO POR MATERIAS

A - económica, 37, 51, 56, 59, 66,
78, 79, 80, 81, 94, 132.
acción(es) del hombre, 11-13, 46, civilización (e!. estructuras), 28,
47, 55, 96, 100, 101, 107, 111, 65, 76.
143. cláusula de n. m. f., 84, 85.
actuar humano (e!. obrar, pra- comunismo, 67, 130.
xeología), 19, 49, 58, 59, 64, concepción del mundo, 20, 67, 75,
100, 101, 146. 94, 113, 11~ 134.
agnosticismo (cf. MISES), 36, 51, conducta humana (cf. actuar, pra-
105, 106, 107, 113, 116, 142. xeología), 79, 82.
alma, 105-107, 109, 119, 137, 146. conocimiento, estructura kantiana
- del mundo, 15, 46-48. del, 105, 107.
angustia, 107, 135, 155. constituciones de pueblos, 11, 22,
arbitrario, lo, 30, 54, 81, 97, 134. 24, 119.
ateísmo, 116. - no las hay perfectas, 14-16,
autoridad, 49, 120, 137. 138, 155.
- pre-liberal, 25-28.
- sus estructuras, 11-13, 122 Y
B siguientes.
contento de vivir, 146, 156-158.
bien, el, 46, 50, 104, 118, 142. convención (cf. nómos).
- la economía, bien espiritual, coyuntura, 132.
74, 75. crematistés, ho (cf. homo oecono-
bienes de lo útil (cf. ta prós ti), mtcus), 17, 21, 135, 147.
18, 19, 101, 102. crisis, passim.
birth control (cf. maltusianismo, - de un mundo, 9, 10, 126, 152,
población), 57, 58, 62, 65, 111. 153.
- de un ser, 120, 121.
- económica(s), 20, 126, 127.
e - - insatisfactoria explicación,
131.
capitalismo, 26, 86. cuer:pos colectivos, 10-12, 124,
cataláctica, 99, 100, 101, 111. 126.
categ.orías. cultura, 13.
- del obrar humano, 105, 109, - Y liberalismo, 36, 74-76, 112.
110.
- económicas, 27, 58, 80, 81, 83,
102, 142. D
- pollticojurídicas, 27.
causas, 61, 64, 73-76, 78, 83, 86, datos, 82.
152. - son los hombres (IIlenschen),
clencia(s), 50, 78, 96, 112. 110.
- del neo liberalismo, 95. desorden (cr. orden).
destino. eutaxía (cf. orden), 118, 122.
- SCHAEFFLE, 36. existencialismo, 114, 117.
- MISES, 114, 115.
dístico de QUESNAY, 29-32, 70, 97,
118. F
- inversión del, 133.
- su parte de verdad, 138, 155. fábula de las abejas, 42-45, 51.
división del trabajo, 51, 52, 79. filosofía, 29, 49, 50, 75, 95, 103,
doctrina estoica, 47, 48. 107, 115.
dogmática liberal, 33, 34, 49, 55, - del interés personal, 40, 43,
68, 99, 113, 116, 118, 140. 53-56.
drasttc6s, ho, 101. - de la utilidad (e!. self -interest
y pra.xeologiaJ, 18-20.
fin(es) (e!. intencionalidad), 50,
E 64, 76, 104, 112, 135, 137, 142,
147-149.
economía. - del liberalismo, 64, 143.
- bien espiritual (CeistesgutJ, fisiocracia, 22-32, 34, 68.
74, 75. fracaso liberalismo, 116, 135, 145,
- fundamento del liberalismo 156.
(e!. praxeología), 36, 37, 74, fysis y n6mos, 24, 30, 54, 56, 64,
114, 122. 68, 69, 81.
- problemáticas no re~ueltas,
127-133.
- sistemática de PLATÓN, 102. G
- su poso no liberal, 136.
- sub.ietivista, lOO, 108. Cabe, 105, 110.
economismo (ROPKE), 136. Ceistesgut, 74, 75.
elección humana, 79, 80, 98, 103, griegos.
110, 112, 147. - y la ciencia económica, 96,
enfermedad (el. sano y salvo), 9, 100-102.
10.
error y soberbia, 97, lOO, 102,
103, 115, 130, 136. H
escolástica, 81, 83, 115, 116.
espíritu. hábito, 46, 107, 108.
- de civilización, 13, 14, 20, 26. habitude, l', 108.
Estado, 20, 69, 72. hacer (cr. actos, obrar, praxeolo-
estructura(s) . gía), 19.
- cómo surgen, 11-14, 138, 155. historia.
- de los pueblos, 11-16, 52, 122- - enjuiciamiento, 74, 75, 83, 86.
127. 131.
- kantiana del pensar, 105, 107. hogar, 136.
- pre-liberal, 25, 27. - estructuras radicales, 11-13.
ethos, lO, 14, 37, 46, Y passim. hombre, concepto del, 47, 54, 6i.
- económico, 16-22, 28, 32, 40, 95, 136.
66, 73, 117. - ante la naturaleza, 124, 126,
- - culminación, 115, 116, 146. 155.
- - prevalente, 25, 28, 35-37, - praxeológico, 95, 99, 101, 104-
66, 134, 135, 140, 150, 151. 112, 114.
- de seguridad, 117 y sigs., 134, - ser entero, 157.
149-152. horno agens, 96, 104, 106, 108,
- su conexión, 150, 157. 109.
homo oeconomicus, 16-22, 46, 53, - su contradicción, 60, 64, 67.
59, 135, 136, 141. - su dogmática, 33, 34, 49, 68,
homo sapiens, .96, 104, 109 99, 113, 116, 140.
- su finalidad, 114 y passim.
- su fracaso, 113, 116, 135, 145,
1 146, 156.
- su plan, 55, 56.
ideas económicas, su causalidad - su programa, 32-35.
histórica, 73-76, 83. - su secreto, 48.
individuación, 123. - Y catolicismo, 115, 148.
individualismo, 62, 80, 108, 111. - Y la cíencia económica, 114.
112. libertad, 32, 34-36, 54, 72, 91, 92.
individuo (cf. praxeologla), 55, - su contradicción liberal, 59,
110, 111, 136. 60, 143.
Infraestructura, 76, 86-90, 144, libertades, 55, 56, 136, 143.
145. localización, 86, 87.
inquietud (e!. uneasiness, Unzu-
friedig ts ein).
- de BLONDEL, 110, 111. M
- en MALTHUS, 60, 63.
- praxeológica (MISES), 106, 107, maltilusianismo, 57, 60-67, 111,
110, 148. 112.
insatisfecho, el, 106, 135, 147, 156. marxismo, 68-70.
intencionalidad, 13, 16, 46-48, 112, materialismo, 67-70.
146. mercado, !l8, 134.
- económica, 26, 35, 70, 142. - libertad de, 71-7.3, 82, 83, 144.
interés, propio, privado (cf. self- - leyes del, 96, 98, 114, 146.
interest) . - Y procreación, 111.
isomería. 123. metafísica, su negación, 105, 111.
migraciones, 154.
K monopolio, 8, 131.
moral (cf. MANDEVILLE-S~IlTH), 39,
kantismo (cf. praxeologla), 105, 41, 50-55, 60, 108.
110, 136, 148. muerte, 61, 106, 113.
mundo (cf. concepción del).
preliberal, 25-28.
L
lemas. N
- de QUESNAY (cf. dístico), 30.
- de MANDEVILLE, 40, 49. nacional-liberalismo, 85.
- nuestro, 117, 138. nada, la, 113, 146.
ley(es) naturales, 50, 56-58, 61, natura, 22, 30, 31, 46-49, 54, 56,
124, 130, 133. 61, 62, 112, 137, 138, 155.
- de los pueblos, 97, 122. neo liberalismo, el, 83, 93-116.
- de masa a la Humanídad, 154. nómos (cf. fysis).
liberalismo (cf. praxBología y
passim).
- británico, 39-56. o
- época pre-liberal, 25-28.
- nace y se fundamenta en el obrar (cf. hacer), 19, 63.
ethos económico, 7, 22, 141 Y - humano (cf. praxeologla), 98,
passtm. 104, 106, 111.
oligarca, el, 16, 44. - teoría, su constitución, 11-16,
opinión, 40, 50, 74. 118, 122-127.
- doctrina sofística, 34, 49.
orden, desorden, 10, 117, 121, 137.
- en ARISTÓTELES, 118-121. R
- ley del-de los pueblos, 97,
122, 126. racionalismo, 47, 64, 104, 105, 107,
ordre naturel, 30-32, 53, 56, 121, 111, 114, 115, 146, 153.
127, 132, 138. - Y catolicismo, 81, 115, 148.
religión, 12, 49, 81, 86, 115, 148.
1'eplete terram, 124, 139, 154.
p riqueza, 7, 37, 44, 50, 53, 64, 68,
pensar. 141.
- don, Cabe, del, 105.
perfectio imperfecta, 14-16, 155.
persona humana, 47, 136, 137. s
población, problemática de la, 57-
67, 154. sano y salvo, lo, 10, 127, 139, 153,
pobreza, 61, 62, 143. 155, 157.
poder, 93, 117, 133, 134, 149. seguridad, 8, 57, 117 Y slgs., 131,
política, 34, 37, 82-85, 92, 131, 133, 134, 149-152.
132, 134. - asfáleia-sotería, 153, 155.
- Y praxeologia, 114. - Y contento, 141, 156.
praxeologia, 95-116. self-love; self-interest, 31, 43, 44,
- categorias obrar, 96, 109. 53, 112, 142.
- ciencia nueva, 100-104. ser, el, 50, 76, 105, 110.
- concepto hombre, 104-112. - estructura, 119, 122, 129.
- estructura kantiana del pen- ser-no-satisfecho, 106, 107.
sar, 104, 105. sociedad.
- Y Dios, 112, 115. - crítica vicios, 42-45.
- Y la vida, 103, 113. - definición de ME1\'GER, 108.
- Y procreación, 57, 111, 112. sofisma, el gran, 29-32, 43, 69,
principio(s), 36, 94, 119, 124, 125, 118.
137. structors, 94, 129.
- hedonístico, 41, 43.
- (s) liberales, 31, 36, 49, 53, 55,
62, 68, 71, 83, 92, 103. T
problemáticas económicas.
- atribución factores, 128-131. ta pr6s ti, 50, 101, 130.
- crisis y coyuntura, 131, 132. talasocracia británica, sus deter-
- de tránsito, 132, 149. minantes, 86-91.
producción, 79, 122, 129. teoría.
- participación de sus factores, - actos electivos (cf. ARISTÓTE-
128, 129. LES, praxeología), 98, 103, 109,
progreso, prosperidad, desarrollo, 110.
43, 44, 61, 62, 69, 73, 77, 82, 86, - composición de un producto,
92, 111, 121, 139, 140, 143, 156. 123, 129.
propagación de los pueblos 155. - de la imputación, 128-131.
protestantismo, 86. - del valor económico, 98, 99,
pueblos (cf. estructuras). 102, 103, 129.
- migraciones, ley inexorable, todo, el, 118, 124, 130.
154. todo-economía, el, 81.
u -
-
pueblos, 127.
res optanda est (cf. teoría ac-
uneaslness, 107. tos electivos), 103, 104, 140,
Unzufrledigtsein, Das, 106. 107, 147.
135, 147, 156. viraje eoperniano, 98.
útil, lo, 16-18, 50, 101, 102, 130. virtud(s), 27, 45, 63, 152, 156.
utilidad, 18, 46. - en MANDEVILLE, 42-46.
- en PLATÓN, 45, 46.
- Y vicios, 39, 43, 45, 92, 110.
v
valoración de factores, 129. w
valores (cf. Wertfrethett).
- de utllidad, 17-20. weallh, 7, 37, 73, 142.
vida. Wertfreiheit, 74, 82.
- contento de vivir, 140, 156-
158.
- fracaso liberal, 113, 116, 135, z
145, 156.
- géneros, tipos, formas de, 16- Zurrechnung (ef. teoría imputa-
18, 33, 63, 67, 94, 142, 150. ción), 128.
ESTA OBRA ACABÓSE DE IMPRIMIR EN
LOS TALLERES DE LA IMPRENTA ORBE
EL DÍA 28 DE FEBRERO DE 1953,
FESTIVIDAD DE SAN ROMÁN.
LAUS DEO

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