Ceniza
Ceniza
Ceniza
Oración
La oración es vida para el alma y una necesidad. Sin ella es imposible convertirse a Dios y permanecer
unido a él.
7. Ceniza
El miércoles de Ceniza marca un tiempo litúrgico especialmente importante; para prepararse dignamente
para la Pasión del Señor. La Iglesia lo conserva como signo de actitud de un corazón verdaderamente
penitente.
5. Limosna.
El camino de conversión a Cristo implica volverse hacia el más necesitado.
1. El ayuno
La edad recomendada para el ayuno es entre los 18 años y hasta los 59 años, según el Derecho Canónico, e
indica su obligatoriedad el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
CENIZA
Es el residuo de la combustión por el fuego de las cosas o de las personas. Este símbolo ya se
emplea en la primera página de la Biblia cuando se nos cuenta que "Dios formó al hombre con
polvo de la tierra" (Gen 2,7). Eso es lo que significa el nombre de "Adán". Y se le recuerda
enseguida que ése es precisamente su fin: "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho"
(Gn 3,19).
Por extensión, pues, representa la conciencia de la nada, de la nulidad de la creatura con respecto
al Creador, según las palabras de Abraham: "Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi
Señor" (Gn 18,27).
Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de humildad ("humildad" viene de humus, "tierra"):
"polvo y ceniza son los hombres" (Si 17,32), "todos caminan hacia una misma meta: todos han
salido del polvo y todos vuelven al polvo" (Qo 3,20), "todos expiran y al polvo retornan" (Sal
104,29). Por lo tanto, la ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento. En Job
(Jb 42,6) es explícítamente signo de dolor y de penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por
largo tiempo conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en el suelo recubierto
con ceniza dispuesta en forma de cruz. La ceniza se mezcla a veces con los alimentos de los ascetas
y la ceniza bendita se utiliza en ritos como la consagración de una iglesia, etc.
La costumbre actual de que todos los fieles reciban en su frente o en su cabeza el signo de la ceniza
al comienzo de la Cuaresma no es muy antiguo.
En los primeros siglos se expresó con este gesto el camino cuaresmal de los "penitentes", o sea, del
grupo de pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, el Jueves Santo, a
las puertas de la Pascua. Vestidos con hábito penitencial y con la ceniza que ellos mismos se
imponían en la cabeza, se presentaban ante la comunidad y expresaban así su conversión.
En el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, se vio que el gesto de la
ceniza era bueno para todos, y así, al comienzo de este período litúrgico, este rito se empezó a
realizar para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía pecadora, dispuesta
a emprender el camino de la conversión cuaresmal.
Además, se puede hacer la imposición de las cenizas fuera de la Eucaristía -en las comunidades
que no tienen sacerdote-, pero siempre en el contexto de la escucha de la Palabra.
Miremos mucho a Cristo en esta Cuaresma. Antes de comenzar su misión salvadora se retira al
desierto cuarenta días y cuarenta noches. Allí vivió su propia Cuaresma, orando a su Padre,
ayunando...y después, salió por nuestro mundo repartiendo su amor, su compasión, su ternura, su
perdón. Que Su ejemplo nos estimule y nos lleve a imitarle en esta cuaresma. Consigna: oración,
ayuno y limosna.
DESIERTO
Para la Biblia, el desierto es, además, una época de oración intensa. Es el lugar del sufrimiento
purificador y de la reflexión, aunque también es una gracia que puede rechazarse.
De hecho, el ayuno de Moisés contrasta con el rechazo de los cuarenta años de desierto por parte
del pueblo. Los cuarenta días de Moisés son el rehacer un camino de fidelidad que el pueblo no
supo andar, así como los de Cristo lo son para la prueba que el Espíritu Santo permitía al tentador
(Mt 4, 1).
El desierto es la geografía concreta, el espacio y el tiempo de la unión con Dios. Por eso Oseas (Os
2, 16-17) lo propone como el lugar propicio para captar su mensaje espiritual, al igual que lo hace
la Iglesia con sus hijos en la Cuaresma.
Muchas veces en nuestra vida cotidiana rechazamos esos espacios de silencio y soledad porque
tenemos miedo de encontrarnos con nosotros mismos y con Dios y descubrir qué lejos estamos de
su proyecto sobre nosotros. Por eso, el "desierto" requiere el coraje de los humildes, de los que no
tienen miedo de volver a empezar...
AYUNO
Junto con el desierto y la oración, el ayuno parece ser una de las mediaciones privilegiadas de todo
tiempo penitencial, de revisión de vida y de búsqueda sincera de Dios. Por eso, como hemos visto
al referirnos al desierto, generalmente van unidos. Todos los que se retiran al desierto para
encontrarse con Dios, ayunan.
Sin embargo, los profetas Joel e Isaías nos indican el verdadero sentido de esta antigua práctica
penitencial:
... Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus
vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios. (Joel 2, 12-18)
Este es el ayuno que yo amo, oráculo del Señor: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del
yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el
hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo... (Isaías 58, 6-9)
A la luz de sus palabras, comprendemos por qué, con el tiempo, el ayuno como abstención de
comida ha cedido lugar al ayuno como símbolo y expresión de una renuncia a todo aquello que nos
impide realizar en nosotros el proyecto de Dios, invitándonos a transformarlo en un gesto de
solidaridad efectiva con los que pasan hambre (es decir, ayunan forzosamente), trabajando por la
eliminación de toda injusticia en la vida personal y social, y por la liberación de toda opresión,
explotación y corrupción.
Naturalmente, sería más fácil limitarnos a "cumplir" con el ayuno de alimentos propuesto por la
Iglesia. Pero necesitamos descubrir esos "otros" ayunos como medio adecuado para cambiar lo que
más nos cuesta. Tal vez se trate de hablar menos, de hacer menos gastos superfluos, de perder
menos tiempo frente al televisor para entregarlo a alguien que necesite nuestra asistencia, etc.
Por eso el ayuno tiene que ir unido a la limosna, al gesto caritativo, que es también una acción
preferencial de la Cuaresma, según la tradición cristiana. Si ayunáramos sólo para sufrir o
demostrar que somos fuertes, estaríamos desvirtuando su verdadera finalidad.
¿Qué es el Viacrucis?
La expresión latina "Vía Crucis" significa "camino de la Cruz", es decir, el que recorrió Cristo
durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario. Dicha expresión se utiliza
también de modo habitual para designar una forma de oración acompañada de meditación sobre
los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al que se añaden el hecho de su muerte en
la cruz, el descendimiento de la misma y su sepultura. Junto a diversas oraciones, en general de
penitencia y arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman
«estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o detienen unos
momentos para meditar en cada uno de los siguientes acontecimientos o escenas:
Los precedentes del Vía Crucis datan de los primeros siglos del cristianismo, de la piadosa
compasión con que los cristianos primitivos veneraban los pasos de la Vía Dolorosa. La española
Silvia Eteria, peregrinó a Tierra Santa en el siglo IV. Y en su Peregrinatio describe el ejercicio
piadoso de los cristianos de Jerusalén, recorriendo durante la Semana Santa el camino del
Calvario.
La mayoría de estas «estaciones» han sido tomadas del Evangelio, otras las ha deducido o
añadido la tradición piadosa del pueblo cristiano con una sana lógica.
Las escenas o «estaciones» directamente descritas en los Evangelios son las siguientes:
· Primera: en Mt 27,1-31; Mc 15,120; Lc 23,1-25; Jn 18,28-40 y 19,1-16.
· Segunda: en Jn 19,17.
· Quinta: en Mt 27,32; Mc 15,21 y Lc 23,26.
· Octava: en Lc 23,27-32.
· Décima: en Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34 y Jn 19,23-24.
· Undécima: en Mt 27-25 s.; Mc 15,24 s.; Lc 23,33 s. y Jn 19,18.
· Duodécima: en Mt 27,50-51; Mc 15,37; Lc 23,46 y Jn 19,30-33.
· Décimo tercera: en Mt 27,57-59; Mc 15,42-45 y Lc 23,50-53.
· Décimo cuarta: en Mt 27,55-61; Mc 15, 42-47; Lc 23,50-55 y Jn 19,38-42.