¡¿Uien Mató A Vandor?
¡¿Uien Mató A Vandor?
¡¿Uien Mató A Vandor?
Fabián Bosoer
PANORÁMICA
Senén González, Santiago
¿Quién mató a Vandor? Sindicalismo y violencia en la
Argentina de los 60 / Fabián Bosoer ; Santiago Senén
González. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Vi-Da Tec, 2019.
Libro digital, EPUB
Con este libro, Santiago Senén González y Fabián Bosoer realizan un nuevo
aporte a la historia del sindicalismo argentino. Los aspectos de la biografía
política y personal del legendario líder de la Unión Obrera Metalúrgica que
aquí se reconstruyen componen un “clima de época”, el de los agitados años
60, un período clave para entender nuestra historia contemporánea. Vandor
fue un ícono para toda una generación de argentinos, “como lo son las
heladeras SIAM, los automóviles Di Tella, el Citroën 2CV y el Torino; las
revistas Primera Plana y Leoplán, los televisores y combinados Ranser, los
populares Nicolino Locche, Juan Manuel Fangio y la Cabalgata Deportiva
Gilette”, en un tiempo signado por la proscripción y represión del
peronismo y por la Resistencia, con Perón en el exilio. Augusto Timoteo
Vandor será, según los autores, “el único dirigente peronista que se atrevió a
enfrentar a Perón e imaginar la formación de un renovado Partido
Laborista”. El primero en atreverse a intentar un “peronismo sin Perón”. Su
asesinato, el 30 de junio de 1969, sigue cubierto de misterios y conjeturas.
Así, el asesinato de Vandor prenuncia los años de plomo. Como Senén
González y Bosoer advierten, la muerte del Lobo “no sólo anticipó la
ordalía de muertes que vendrían sino que fue el disparo de largada para
admitir la supresión física del adversario como regla tácitamente aceptada
en las luchas políticas de la época”.
Quiénes son los autores
Luego de este diálogo con Neustadt, atiende por última vez el teléfono: es
el dirigente y economista Antonio Cafiero, allegado a las 62
Organizaciones, quien llama a la sede de la UOM buscando a Miguel
Gazzera, otra pieza clave del entorno del líder metalúrgico. Eran cerca de
las 11.30 de la mañana.
El hecho salió en todos los diarios. Kelly también reconoce otro escándalo
que le prepararon en el Casino de Mar del Plata: “No era escándalo sino
denuncia. A él le gustaba el juego y la gente no lo sabía, y debía saberlo.
Esa noche, uno de los empleados de la ruleta le dice a una mujer que
dejara su silla porque no estaba jugando y hacía mucho que estaba
sentada. En ese momento entra Vandor y va a ocupar esa silla. Yo se la
saco y se cae al suelo. Lo ayudo a levantarse, sonriéndome, mientras mira
con bronca a los guardaespaldas que estaban jugando y no habían
intervenido. Toma varias fichas de sus hombres y las coloca sobre el tapete
en sólo dos o tres números. Extiendo la mano sobre la mesa y
desparramándole las fichas le digo: “No podés jugar así. Así no se juega.
Se armó un gran lío pero él se fue sin hacer nada. No quería más. Lo que
menos deseaba era publicidad de este tipo, sobre todo cuando funcionaban
las ollas populares en el Gran Buenos Aires”.
A las siete de la tarde de ese viernes 13, Rosendo se sube al auto de Vandor
y van juntos al Ministerio de Trabajo, donde tenían cita con la federación
empresaria para discutir el anteproyecto del convenio metalúrgico; de allí a
la CGT y luego de regreso a Avellaneda, donde recalan en la confitería La
Real. Minutos más tarde, sucedería todo.
Él ocupaba una de las mesas del local junto con Vandor, Armando Cabo
y Norberto Imbelloni. Enfrentados, en otra mesa, se hallaban con Blajaquis
y Zalazar los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor y tres amigos más.
En una tercera mesa cercana a la primera, se ubicaban acompañantes de los
dirigentes, Luis Costa, inseparable guardaespaldas de Vandor y su chofer,
Juan Taborda. Se agregarán al grupo el senador provincial Julio Safi,
Nicolás Gerardi, de la Legislatura bonaerense, y Máximo Castillo.
Ésta es la versión de Miguel Gazzera, que no estuvo allí pero se
encontraba cerca del lugar y conocía de cerca a los protagonistas de ambos
bandos:
“La Real tiene dos entradas, una por la esquina con la avenida Mitre y
otra por la calle Sarmiento, que es la lateral. Para ubicarnos,
tengamos en cuenta, además, que la confitería tiene dos sectores
separados por el pasillo. Vandor y su gente estaban ubicados en el
sector que, de espalda, da a la avenida Mitre. Al llegar Blajaquis y
otros compañeros, se ubicaron en el otro sector de la confitería,
enfrentado al que ocupaba Vandor. Entonces, ya tenemos las dos
posiciones: la de Vandor, de espalda a la avenida Mitre, y la de
Blajaquis, frente a la avenida Mitre, separados por un corredor.
”Casi enseguida de acomodarse en una mesa, Blajaquis y sus amigos
empezaron con las provocaciones: hablaban en voz alta de ‘traidores’,
de ‘traidores a los que hay que matarlos’. Vandor estaba ahí, enfrente
de ellos. Nadie decía nada. Se la bancaban. Hasta que Armando Cabo,
que estaba sentado al lado de Vandor, empezó a putear a Blajaquis, a
putearlo en voz baja. Eso fue así, porque cuando Armando puteaba en
voz alta era porque tenía en su mano el arma. Además, agregarle a él
la historia marxista de Blajaquis era encender la mecha.
En un momento determinado se levanta uno de los que estaban con
Blajaquis, y va al baño. Armando Cabo le dice a uno de sus
compañeros: ‘Andá, vigilá a ese que está en el baño’. Ya habían
subido los insultos de un lado y del otro. En medio de ese clima cada
vez más caldeado, sale del baño el compañero enviado por Armando
Cabo y lo ve a Rosendo García con el arma, un revólver 38 corto, que
avanza hacia el grupo de Blajaquis. El compañero que sale del baño
es el que grita: ‘¡Ojo, que está armado!’. Se refería al que estaba en el
baño. Eso era lo que había pensado también Armando Cabo, que lo
había mandado en prevención de un ataque por el frente y el costado.
”Ése fue el momento en que Rosendo García se levanta de su asiento
con el arma empuñada, intentando disparar al grupo de Blajaquis, sin
éxito, ya que los proyectiles no salieron. García se asusta y busca la
salida de la confitería por el pasillo hacia la puerta lateral. Fue
entonces que comienzan los disparos entre los dos bandos y García
queda atrapado por los dos fuegos. Muere Rosendo García, muere
Blajaquis, y otros compañeros de él mueren o resultan heridos. Al
iniciarse los disparos, Vandor y otros compañeros que estaban con él,
desarmados, se tiran al suelo volcando las mesas como protección. Al
terminar el tiroteo, se produce el desbande. Vandor y otros
compañeros huyen por la puerta de la esquina de la confitería”11.
El relato de otro testigo sobreviviente –en este caso, del bando opuesto–,
Rolando Villaflor, ofrece esta versión de lo acontecido en la esquina de
avenida Mitre y Sarmiento, en Avellaneda:
Ante esta descripción del panorama del país y sus posibles consecuencias,
los dirigentes gremiales sostuvieron que “seguirán manteniendo la misma
línea de conducta que hasta el presente, bregando decididamente en
defensa de las fuentes de trabajo y de los trabajadores, procurando una
política plena de empleo y defendiendo con toda energía la estabilidad de
sus representados, el cumplimiento de todas las obligaciones legales y
convencionales, en especial el pago de sueldos y salarios en tiempo y
forma, y de todo aquello que implique mayor bienestar y progreso no sólo
para sus representados, sino para el país y el pueblo todo”.
¿Y si hay coincidencias?
Los que coincidan con Onganía negarán al movimiento sindical y se
transformarán en funcionarios del régimen.
¿Quiénes?
Quienes fueran; pocos, pero quienes fueran. No quiero dar nombres, pero
le aseguro que los oportunistas son pocos.
En los primeros días de abril del 69, los dirigentes de más de cien
organizaciones sindicales recibieron sorprendidos una nota de la Secretaría
de Trabajo. Decía: “Con motivo de realizarse en la ciudad de Ginebra,
Suiza, a partir del 4 de junio próximo la 53ª reunión de la Conferencia
Internacional de Trabajo, y a efectos de posibilitar la designación de la
representación de trabajadores argentinos que asistirá a la misma, invito a
usted a que proponga un candidato en nombre de esa organización”; y
agregaba: “La propuesta deberá obrar en esta secretaría con antelación al
18 de abril”.
El año anterior, cuando el secretario de Trabajo Rubens San Sebastián
había sido nombrado presidente de la 52ª Conferencia, sólo habían sido
consultados cuarenta y nueve gremios. El nombramiento de los dirigentes
Rafael Isaac Negrete (Cueros), Alfredo Omar Maldonado (Pasteleros) y
Néstor Maza (Municipales de Capital) había sido repudiado por las dos
centrales obreras; estas organizaciones, sin el aval oficial, enviaron a
Ginebra a sus propios delegados: Vicente Roqué y Armando March, por la
CGT Azopardo, y Ricardo De Luca por la de Paseo Colón. En esta
oportunidad se invita a proponer candidatos a gremios de los más variados
matices; desde “participacionistas”, como el de la Construcción, a
opositores , como el de los Gráficos; de vandoristas, como la UOM, a
neutrales, como el de Bancarios.
La CGT Azopardo, prácticamente en receso desde fines del año anterior,
dijo que estudiaría la invitación oficial a Ginebra. San Sebastián había
tomado la iniciativa y Vandor, acostumbrado a ese juego, preparó la
respuesta. Hasta pocos días antes sostenía que las 62 debían actuar como
grupo ideológico dentro de la CGT, a fin de impulsar las tácticas que
convinieran en cada circunstancia; ahora debería procurar la alianza con
otros dirigentes que no integraran su grupo: Armando March (Comercio) y
Ramón Baldassini (Correos-FOECYT), ambos con afiliación a
secretariados internacionales y a la CIOSL. La jugada maestra de Vandor
tenía un plazo breve: apenas diez días. Para designar otra representación,
debía citar a un Comité Central Confederal, aun a riesgo de ahondar la
escisión si no concurrían los participacionistas; o, caso contrario, aceptar el
hecho consumado, lo que se conjeturaba improbable.
Este año 69, la Conferencia de la OIT tenía una importancia especial para
el gobierno argentino. San Sebastián dejaría la presidencia del cuerpo en
momentos en que el organismo tripartito internacional cumplía medio siglo
de existencia. Pero, quizá más trascendente aún era que en esta Conferencia
se renovaba el Consejo de Administración de la OIT; el sindicalismo
argentino podía estar en condiciones de ocupar uno de los cargos titular,
adjunto o suplente 47.
Es el momento para Vandor de viajar a España y reconciliarse con Perón.
Al menos, un gesto del General era necesario en un panorama que se salía
de cauce y se recalentaba con el crecimiento del sindicalismo clasista en las
principales filiales del interior. En marzo de 1969, viaja a Irún, en el País
Vasco, a una reunión que debía ser secreta48. El líder de la UOM estaba
golpeado por la ofensiva del gobierno de Onganía contra el movimiento
obrero, que estrechaba al máximo los márgenes para negociar. En su
horizonte, Vandor avistaba peligros porque la primavera de su relación con
Onganía había terminado: el régimen militar se deterioraba y había
reclamos gremiales y sociales en todo el país. Además, sabía que algunos
personeros del entorno del ministro del Interior, general Francisco Imaz,
seguían con recelo sus movimientos. En los despachos oficiales se prefería
al Vandor que continuara sosteniendo el proyecto del peronismo sin Perón
que éste había representado en el gremialismo años antes.
En el encuentro de Irún, donde Perón lo citó para evitar la presencia de
López Rega, hablaron solos, sin interferencias. Los pocos relatos de ese
encuentro indican que Vandor fue a verlo con signos de arrepentimiento por
sus posiciones de confrontación de los últimos años: quería rectificar el
rumbo porque asumía que estaba debilitado y su proyecto hacía agua.
Vandor llegó a la cita programada en Irún cuatro horas antes que Perón. Se
alojaron en la misma casa pero en pisos distintos. Después estuvieron en el
comedor y caminaron por el jardín. “¿Cómo le explico esto al Viejo?”, se
decía mentalmente Vandor. Tenía que aclarar lo de Mendoza, cuando se
atrevió a presentar listas electorales propias, el punto más alto de aquel
desafío al verticalismo, y lo de aquel Congreso del 22 de octubre de 1965,
en Avellaneda, cuando Perón había enviado como delegada personal a su
esposa Isabelita para disciplinar a las huestes. Perón le hablaba de la
estratósfera, de la filosofía, hasta que de pronto, como quien no quiera la
cosa, le habría dicho: “A propósito, Augusto. Usted sabe lo bien que le hizo
al movimiento ese Congreso. Los movimientos que no tienen corrientes
internas no sobreviven”. Vandor sintió que lo acababan de perdonar49.
Otras versiones de aquel encuentro a solas pintan un cuadro diferente. Un
Vandor que fue a pedir disculpas y a someterse a la conducción casi al
borde del llanto. Y un Perón que lo miró sorprendido y sólo atinó a
palmearlo y le dijo: ‘Vandor, ahora que saben que vino a verme, usted se
tiene que cuidar mucho porque van a querer matarlo, la CIA va a querer
matarlo. Se tiene que cuidar’”.
Aeropuerto de Ezeiza. Regreso de Madrid. como referente principal de la fallida
Operación Retorno. 24 de agosto 1964 (Archivo Clarín)
El sábado 28, Vandor trabajó todo el día, y como estaba un poco engripado
se quedó en su casa y se acostó muy temprano. Vivía con su mujer y sus dos
hijos en un departamento de tres ambientes en la calle Emilio Mitre, a una
cuadra y media de Parque Chacabuco. El domingo al mediodía los cuatro
fueron a visitar a su cuñada en San Isidro, pero volvieron antes de lo
habitual; él se sentía molesto. A la tarde llamaron al médico, quien, después
de revisarlo, le aplicó una inyección. Comió frugalmente (no era de mucho
comer) y se fue a acostar porque al día siguiente debía levantarse temprano:
lo esperaba una semana cargada.
Su amigo Miguel Gazzera recuerda una comida en una cantina de la
esquina de Paraguay y Anchorena, en esos últimos meses. “En esa
conversación estaban presentes Paulino Niembro, Avelino (Fernández) y
Lorenzo (Miguel). Le sugerí: ‘¿Por qué no te vas unos meses del país? Las
cosas han quedado muy mal, te van a matar’. La respuesta tardó unos días:
entre contrariado y reflexivo, me contestó: ‘Si hay algo que puede ser
jodido para mí, prefiero que sea acá’”54.
Cansado, casi extenuado, Vandor había enviado durante esos días
mensajes a diestra y siniestra. Le había ofrecido su respaldo a Ongaro,
buscando la unidad del movimiento obrero, pero la CGT de los Argentinos
no respondía y ratificaba el paro general para el martes 1º de julio. Entonces
envió a sus colaboradores a entrevistar al presidente de la Junta de
Comandantes en Jefe, el almirante Pedro Gnavi, y al secretario de Trabajo,
Rubens San Sebastián. Agendó mentalmente una probable reunión con
Onganía, que podría concretarse esa misma semana, luego de un encuentro
en el recreo del Sindicato de Aguas Gaseosas.
El relato de Gazzera es pormenorizado. El sábado, aproximadamente a
las 21 horas, mientras se hallaba elaborando un informe para la Mesa
Coordinadora, Vandor lo visitó y le solicitó un proyecto de declaración para
que fuera dado a publicidad por la CGT de Azopardo, refiriéndose a la
situación del país, y repudiando al gobierno como ejecutor de una política
liberal contraria a la clase trabajadora. A esa hora, luego de trabajar todo el
día, Gazzera no estaba en condiciones de producir la declaración, así que le
prometió que la tendría preparada para la mañana del día siguiente. “Ese
domingo 29 me encontré con un Augusto Vandor que hasta ese momento no
había conocido… Había olvidado la declaración que teníamos que analizar
y se entregaba al juego con los niños casi con necesidad: desbordando
ternura… Habló largo rato conmigo con sus dos hijos sentados en sus
rodillas que lo hostigaban empeñados en prolongar el juego, mientras su
compañera nos servía un segundo desayuno… Nos olvidamos de la
declaración y era casi el mediodía cuando le entregué el proyecto que
había preparado, y me despedí de él. Entonces, naturalmente, ignoraba que
me estaba despidiendo definitivamente de Augusto Vandor”55.
Nunca pudo establecerse con certeza de qué forma los atacantes, entre
tres y cinco, habían podido ingresar al edificio. Perri seguirá preguntándose
cómo ingresaron, recordando que cada vez que él concurría a ver al jefe del
gremio tenía que presentar sus documentos y responder a un mismo
monótono interrogatorio aun siendo un conocido de la casa. Ese riguroso
control contrastó violentamente con la entrada del grupo comando que
cometió el asesinato58. La versión inicial recogida entre algunos dirigentes
sindicales que se hicieron presentes a poco de ocurrido el hecho señala que
los integrantes del grupo exhibieron credenciales de Coordinación Federal.
De inmediato redujeron a la guardia y mientras tres de ellos se lanzaban
escaleras arriba, los otros dos mantenían inmovilizados a los encargados de
la custodia de la puerta.
En su propia guarida
Aunque ya era tarde para eso, los pesados nos miraron con sospecha a
los que presuntamente esperábamos los resultados de las operaciones
de nuestros parientes. Por suerte, conocían al coimero y no me
echaron ni siquiera cuando, pocos minutos después, llegó Élida
Curone, la esposa de Vandor hasta Cirugía. Cuando lo hizo, todos se
quedaron mirándola, sin saber qué decir. Ella nos “relojeó” a todos y
preguntó:
–¿Qué les pasa? ¿Por qué me miran?
Salió un médico veterano de Cirugía y le dijo llorando:
–¡Negrita, lo mataron al Lobo, lo mataron!
Ella gritó:
–No. A él, no. A él no lo mataron. Eso es una mentira. Ustedes todavía
pueden salvarlo. Venga conmigo, doctor.
Y lo obligó a entrar en Cirugía. Más tarde me enteré de que, adentro,
ella acarició lentamente el cuerpo de su esposo. Luego oí su voz y la
del médico. Ella dijo:
–Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. ¡Son seis agujeros! ¿Cuál me lo
llevó?
El médico le pidió:
–No hagas eso, Negrita. Él no sufrió.
Otra vez se oyó la voz de ella:
–Que alguien me traiga a Marcelita, que la quiero abrazar.
Se refería a su hija de 2 años, que seguramente estaba en el edificio
porque inmediatamente la trajo una mujer vieja, mientras se le caían
las lágrimas. La esposa de Vandor estrechó con sus brazos a la hija y
también se puso a llorar. Luego las dos mujeres y la nena entraron en
Cirugía. Y oí que la última decía:
–No llorés, mami. Papá está dormido en esa cama con rueditas. ¿No
ves?
Media hora más tarde, la esposa de Vandor estaba fuera de Cirugía,
en el mismo ámbito en el que yo seguía sentado, muerto de hambre y
sed, tenso, nervioso. Su hija dormía en el regazo de la cincuentona que
la acompañaba. Una enfermera y otra mujer se le habían sentado una
a cada lado y trataban de consolarla. Ella parecía no oírlas y les
contó:
–Cuando se levantó Augusto hoy, como todos los días, miró lo de
Piscis en el horóscopo de Clarín. ¿Saben lo que decía? “Alivio
inmediato”. Ni en eso se puede creer.
La enfermera quiso que hablara de otra cosa y preguntó:
–¿Cuándo lo conoció?
–En el 58, cuando ya era famoso. Me impresionó por lo alto que era,
por sus ojos celestes, por la mirada tierna y las sonrisas que me hacía.
Después me empezó a buscar cuando yo salía de la Philips.
Hablábamos de ir a Grecia alguna vez.
La enfermera se entusiasmó:
–¿Cuándo se casaron?
La mujer de Vandor sonrió con tristeza. Respondió:
–Me propuso matrimonio en el 63. Nos casamos el 19 de diciembre de
ese año. Los compañeros del sindicato nos regalaron la fiesta. Él
siempre fue mi protector, la familia que antes me faltó.
La otra mujer quiso saber si habían ido a Grecia. La respuesta:
–No, pero fuimos a muchos otros lugares. Y él estuvo con el Che en La
Habana, y este verano fue a México, donde se encontró con Perón y
con Isabelita. Cuando volvió me dijo que se había dado el gusto de
abrazar al General y que ahora podía morirse tranquilo…
Ahí, Élida Curone de Vandor comenzó a llorar nuevamente. La mujer
de su derecha, la que había preguntado si habían ido a Grecia,
exclamó:
–¡Cómo es la gente de mal pensada! ¡Pensar que dijeron que él estaba
peleado con el General!
La mujer de Vandor sacó un pañuelo de su cartera, se secó los ojos y
dijo:
–¡Qué saben! ¡Aquí cualquiera habla!
Cuando llegué a la redacción, el Gordo Soriano ya había vuelto de la
sede de la UOM, y escribía un informe para Roberto Aizcorbe, el
secretario de Redacción que manejaba Política. Había tenido más
suerte que Carlitos Russo, que había ido al departamento de Vandor,
en un primer piso al que se subía por escalera, en la calle Emilio
Mitre, para tratar de hablar con la esposa, y terminó rajado cuando
ella volvió con la hija, sus amigas y los guardaespaldas del
policlínico, para cambiarse e ir al velatorio.
El Gordo había hablado con el sindicalista Miguel Gazzera, que
recordó una cena que había compartido con Vandor, Paulino Niembro,
Lorenzo Miguel y Avelino Fernández en una cantina de Paraguay y
Anchorena. Gazzera reveló:
–Le dijimos que se fuera unos meses del país, que las cosas estaban
muy calientes, que lo podían matar. No quiso. A mí me explicó unos
días después que si había algo jodido para él, como pensábamos,
prefería que fuera aquí.
Desconcierto y temor
—¿Quién fue, Andrés? ¡Decime quién fue! –casi gritó Élida de Vandor.
La reacción en el exterior fue inmediata. The New York Times insertó una
fotografía del encuentro entre el presidente Onganía y Nelson Rockefeller
que se había realizado en la víspera. El pie de la foto rezaba: “En el
momento de la reunión, era asesinado Vandor, dirigente sindical y amigo
del Presidente”. El diario brasileño Tribuna de Imprensa titula: “El
asesinato de Vandor puede provocar el caos en la Argentina”. El diario Ya,
de España, en un editorial advierte sobre los peligros de guerra civil que se
ciernen sobre la Argentina y traza un paralelo con el asesinato ocurrido en
julio de 1936 del político monárquico español José Calvo Sotelo, cuya
muerte fue uno de los factores desencadenantes de la guerra civil española.
El Mercurio, de Chile, también compara el magnicidio: “El asesinato de
Vandor es, guardando las proporciones de persona y lugar, semejante en
sustancia a los de Martin Luther King o los hermanos Kennedy”.
Un cable procedente de Madrid habla de un Perón esquivo para
responder a la requisitoria: “Madrid 1 (Reuter) –No pudo ser localizado hoy
el ex presidente argentino Juan Domingo Perón, para requerírsele un
comentario sobre el asesinato ocurrido ayer en Buenos Aires del dirigente
gremial Augusto Timoteo Vandor. La servidumbre de la residencia
madrileña de Perón aseguró que su amo no se encontraba en la ciudad.
Otras fuentes señalan que estaba pasando una temporada en Alicante,
sobre la costa oriental de España, pero allí tampoco pudo ser
localizado”63.
Los primeros comentarios editoriales de la prensa muestran el estupor
por un hecho que irrumpe como “exótico” en la vida política nacional. El
editorial del diario Clarín del martes 1º señala que “el país ha tenido un
nuevo motivo de estupor y desconcierto, provocado por un hecho que el ser
argentino rechaza desde lo más íntimo de su conciencia” y subraya que
“tales operativos acusan la presencia de manos e inspiraciones que no son
o no pueden, en último caso, llamarse argentinas (…) El crimen,
incorporado a las luchas políticas o gremiales, no condice –ni aun en el
desafuero de las pasiones– con el estilo de vida que hemos elegido”64.
El 30 de junio de 1969 se marcaba un punto de inflexión. Y proliferaron
las hipótesis acerca de los responsables directos e intelectuales del crimen.
Tantas como las interpretaciones de un fenómeno que había sellado a fuego
el curso del sindicalismo argentino. Gazzera concluye su relato desde la voz
omnisciente, con tanta admiración hacia el personaje como desdén hacia
aduladores y enemigos: “Terminaba una etapa en el movimiento obrero
argentino signada por su vigorosa personalidad”. Se queda pensando y tras
tomarse una pausa, agrega: “La cosa venía muy jugada, no ya sólo por los
grupos de choque internos del peronismo, sino por los grupos armados
paramilitares que estaban por entrar en operaciones. El asesinato de
Vandor, luego el de (José) Alonso, en fin, todo venía en una misma bolsa;
utilizaban el fervor, las ansiedades de un grupo, lo instigan y lo dejan
operar. Así nacieron los Montoneros, apañados por el grupo de servicios
que tenía el general Imaz…”65.
A la conmoción inicial, le siguen las más variadas especulaciones. El
gobierno, particularmente desde el Ministerio del Interior, propala de
inmediato su versión de los hechos y responsables, encaminada a lo que
denominaban como “grupos castro-chinoístas encubiertos en las
organizaciones gremiales y estudiantiles”. Los periodistas más cercanos al
régimen elaboran el argumento: “Debe haber, ya no cabe duda, una célula
ideológica maoísta, importadora de métodos extranjeros, formada por
hombres jóvenes y decididos, que viene operando sobre la frustrante
realidad argentina”. Las detenciones masivas desde esa misma tarde
incluyen a un amplio espectro opositor. Esto alienta la conjetura de que para
el gobierno existía una hipótesis más: la conjura de los políticos “liberales”,
a quienes muchos consideran aliados de los gorilas, de acuerdo con una
antigua simplificación.
Sea como fuere, lo cierto es que la muerte de Vandor tiene consecuencias
inciertas para el futuro político argentino: resultaba harto difícil, coinciden
desde distintos sectores, encontrar un dirigente obrero que reuniera sus
condiciones para el diálogo y la lucha; de allí que muchas personas se
pregunten si podrá subsistir la corriente gremial moderada ante la muerte de
su mentor. Puede que el caudillo obrero asesinado hubiese perdido parte de
su predicamento de otrora; puede, también, que su postrer gestión
dialoguista estuviese condenada al fracaso dadas las características de la
rebeldía obrera del interior, que ya se insinuaba en áreas capitalinas y
suburbanas.
Pese a ello, Vandor estaba preparado para resistir los embates, tenía
experiencia y todavía controlaba los dispositivos vitales del aparato
sindical. Y recordabaque había sobrevivido a otros tres atentados: el
primero en 1951, en la UOM, cuando era activista; años después cuando le
pusieron una bomba en su automóvil, tras un acto en el Luna Park; el tercer
intento, en el hipódromo de San Isidro, en 1966. El cuarto resultó fatal para
el Lobo.
La “Operación Judas”
Recién el 11 de febrero de 1971, diecinueve meses después del crimen y
cuando se habían sumado a la luctuosa lista el general Pedro Eugenio
Aramburu y José Alonso, una organización armada hasta entonces
desconocida, autodenominada Ejército Nacional Revolucionario, se
adjudicó “el ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor” en lo que
llamó “Operativo Judas”. El nombre que le ponen al grupo comando es el
de Domingo Blajaquis, el militante metalúrgico muerto en el tiroteo de La
Real de Avellaneda, junto con Rosendo García.
Al pueblo de la Patria:
20. Por haber sido uno de los gestores del golpe antinacional que
instauró la actual dictadura de los monopolios apátridas el 28 de
junio de 1966.
26. Por negociar despidos, por las coimas con retenciones sindicales,
servicios sociales, cajas de previsión, compra y construcción de
locales, por los negocios de quiniela y chatarra.
El informe exclusivo, titulado “El sillón del Lobo”, reproduce párrafos del
periódico oficial de la UOM dedicado al secretario general asesinado: “Hoy
hay más vandoristas que nunca”, “Vandor es un símbolo de la Tercera
Posición” (…) “porque en cada corazón argentino hay un Vandor” (…)
“Vandor salvó al país del caos…”. Señala, a continuación, que
curiosamente no se nombra ni una sola vez a Perón o al peronismo,
mientras que por primera vez entre los metalúrgicos se habla de
“vandorismo”. Quizás fueron estas dos cosas, especula, las que provocaron
la reacción de los dirigentes de segunda línea de las seccionales
metalúrgicas que reclamaron al Secretariado por lo que consideraban un
exabrupto.
Según consigna el análisis de Cabo en la newsletter de Neustadt, el
periódico metalúrgico debió ser retirado de circulación ante la reacción
encabezada por la Seccional Capital por intermedio de sus agrupaciones.
Suspendida la distribución por unos días, el secretariado incluyó
apresuradamente en su órgano oficial una misiva de Perón donde el Líder se
lamenta por el asesinato y hace algunas consideraciones: “Ha sido
asesinado por los que se oponen a la Unidad de la Clase Trabajadora; el
mejor homenaje que podemos rendir al compañero caído es continuar y
realizar la tarea que la fatalidad sacó de sus manos”.
El gambito de los directivos de la calle La Rioja, incluyendo entre el
panegírico vandorista la carta del General, coloca a éste como bendiciendo
las recargadas loas hacia el dirigente desaparecido. El comentario de Cabo
concluye haciéndose eco de sus repercusiones en la disputada interna
metalúrgica:
“Es seguro que los delegados del secretariado que estuvieron hace
unos días en Madrid deberán rendir cuentas ante el jefe del peronismo
por la utilización que le dieron a la carta de condolencias fechada el
10 de julio. Precisamente la autoelección de Guerrero y Barreiro para
viajar a España incomodó a Calabró y Azzolina (secretarios de Acción
Social y Administrativo, respectivamente) que aspiraban a integrar la
comisión de visita. Avelino Fernández (quizá el más calificado para
representar al gremio ante Perón) también hizo sentir un rechinar de
dientes por tener que quedarse en Buenos Aires. Pero sigue en su
actitud de ‘esperar sin hacer barullo’. Sin embargo, febrero está lejos
y esperar demasiado quieto puede atrofiar movimientos futuros”75.
Avelino, finalmente, deberá resignar posiciones ante el ascenso de
Lorenzo Miguel a la conducción del gremio.
“Alguien dijo que ‘la historia del crimen político es la historia de los
grandes interrogantes nunca contestados’. La muerte de José Alonso,
precedida por las de Aramburu y Vandor, parece –hasta ahora–
confirmar el aserto para nuestra historia reciente. La evidencia de una
macabra y coherente planificación detrás de las tres muertes, tesis
sintetizada en la existencia de una escrupulosa y precisa lista de la
muerte, nos pone, sin embargo, en el camino de las explicaciones. Y
allí nos hundimos en la maraña casi inextricable de posibles o
imposibles autores ideológicos y brazos ejecutores… Antes de
perdernos en ella, entendemos que cabe una reflexión,
insoslayablemente válida: a poco que no logremos contener la
escalada, la lista de la muerte nos comprenderá a todos. Y entonces ya
no habrá tiempo para buscar culpables. Sino apenas el necesario y
vital para enfrentar enemigos. Será el momento en que todos
tendremos licencia para matar… para que no nos maten”80.
En este momento, el partido militar, con sus complejas internas, se retira del
centro de la escena e ingresa de lleno en ella el peronismo movilizado,
aluvional y desbordante, tanto de entusiasmos como de intenciones e
intereses encontrados. A ese carro irrefrenable y triunfal se subirían muchos
que llegaban para alentar las próximas batallas.
El enfrentamiento entre quienes mentaban la patria socialista y quienes
lo hacían con la patria peronista invocando el nombre de Perón y Evita se
abonaba con una interpretación de la historia reciente que colocaba a la
burocracia sindical como un tema de denuncia social. Las columnas de
militantes de Montoneros y FAR, principales organizaciones de la izquierda
peronista, coreaban en los actos: “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo
mismo que a Vandor”. Las pintadas eran otro grito de guerra: “Rucci,
traidor, saludos a Vandor”. El secretario general de la CGT, primer dirigente
metalúrgico que asumía la dirección de la central obrera y se ubicaba en la
primera línea del verticalismo ortodoxo asociado a la derecha peronista, era
el blanco preferido de los ataques.
En los actos públicos, en las calles y asambleas universitarias, se
trenzaban las hinchadas de la Tendencia y la JPRA. Con la melodía de la
famosa canción “Yo tengo fé”, de Palito Ortega, repiqueteaba el estribillo
que sonaba a sentencia de muerte: “Oy, oy , oy, oy, escuche bien, señor; a
Rucci va a pasarle lo que le pasó a Vandor”83.
La película Los traidores, de Raymundo Gleyzer, realizada en 1973,
cuenta la historia de un sindicalista cuya trayectoria resume los perfiles de
Vandor y Rucci. Flaco, con bigotes y campera negra, Roberto Barrera
comienza luchando dentro de la fábrica en la que trabajaba hasta convertirse
en su interventor. De allí en adelante, sus principios, ideales y motivos de
lucha se ven bastante afectados: comienza a negociar con sus supervisores y
patrones al principio y, a medida que va aumentando su poder, con
representantes de empresas multinacionales y hasta miembros de las fuerzas
armadas. Ya no escucha ni responde a los reclamos por las condiciones de
trabajo de los obreros, los despidos masivos o el peso cada vez mayor de los
capitales extranjeros. Al contrario, ahora es parte de todas esas
negociaciones.
La historia de Barrera es narrada en la película contraponiendo su
juventud con su adultez, dejando en evidencia el cambio de postura y su
traición al sector que representaba. Casado con dos hijos, es aficionado a
los caballos y está rodeado siempre de sus secretarios, que acumulan poder
a la par y cubren todos los actos corruptos de su jefe. Las coincidencias con
la realidad no son pura coincidencia, están cuidadosamente hilvanadas.
En la historia de la película, ante el peligro de no ganar la elección
sindical por el descontento obrero, Barrera simula su propio secuestro,
mientras en realidad está en otra ciudad con una amante. Durante el
transcurso de este “secuestro”, el grupo que responde a sus órdenes se
encarga de golpear, secuestrar y torturar a los principales disidentes.
Finalmente Barrera gana la elección y regresa triunfante, pero no tendrá
tiempo de celebrar. Cuando los principales representantes del gremio se
reúnen a festejar la victoria, un grupo de jóvenes revolucionarios ingresa al
lugar en el que estaban a punto de brindar y lo acribilla. Los traidores fue
prohibida y su difusión, censurada84.
La guerra interna entre el peronismo revolucionario y los sectores
ortodoxos estaba declarada. Pero también las diferencias internas en ambos
bandos. El 2 de octubre del 73, horas después del asesinato de Rucci, como
director de El Descamisado, Dardo Cabo escribe y firma el siguiente
editorial a manera de carta “A los compañeros”.
“La cosa, ahora, es cómo parar la mano. Pero buscar las causas
profundas de esta violencia es la condición. Caminos falsos nos
llevarán a soluciones falsas. Alonso, Vandor, ahora Rucci. Coria
condenado junto con otra lista larga de sindicalistas y políticos.
Consignas que auguran la muerte para tal o cual dirigente. La
palabra es ‘traición’. Un gran sector del movimiento peronista
considera a un conjunto de dirigentes como traidores y les canta la
muerte en cada acto. Estos dirigentes a su vez levantan la campaña
contra los infiltrados, proponen la purga interna. Arman gente, se
rodean de poderosas custodias personales y practican el matonaje
como algo cotidiano. Cómo es toda esta historia, cuándo comenzó la
traición y cuándo comenzó la muerte.
”Los viejos peronistas recordamos a estos burócratas hoy ejecutados o
condenados a muerte. Los conocimos luego de 1955, cuando ponían
bombas con nosotros. Cuando los sindicatos logrados a sangre y
lealtad, recuperados para Perón y el movimiento, eran casas
peronistas donde se repartían fierros y caños para la resistencia y de
donde salía la solidaridad para la militancia en combate o presa.
Coria guardaba caños en Rawson 42, el local de la UOCRA, allí se
armaban bombas y se preparaba la resistencia; Vandor bancó la
mayoría de las células más combativas del movimiento. Eran leales,
eran queridos, habían llegado a los sindicatos por elecciones y
representaban a la base del gremio; más allá de que les gustaran las
carreras o tuvieran un vicio menor, ‘los muchachos los querían’ y en
serio. Perón confiaba en ellos.
”No tenían matones a sueldo; en cambio, amigos en serio los
acompañaban. Si uno quería hablar con Vandor podía invitarlo a la
esquina de La Rioja y Caseros o caerse al mediodía en un boliche a
cuadra y media del sindicato, agregarse a la mesa o apartarlo a una
cercana. Las puertas de los sindicatos estaban abiertas, siempre. A lo
sumo una mesa de entrada con un par de muchachos con algún fierro,
pero sin mucha bulla, más para cuidar los fierros que adentro se
guardaban que para cuidar a nadie. ¿Quién iba a matar a Vandor en
1962?
”Pero de pronto las puertas se cerraron, o fueron reemplazadas por
sólidos portones con sistemas electrónicos. Ya no andaban con
amigos, sino ‘con la pesada’. Su vida rodeada del secreto
impenetrable. Las elecciones en los sindicatos iban precedidas por
una intrincada red de fraudes, tiros, impugnaciones, expulsiones.
Denuncias de las listas opositoras y todo un sucio manejo que dejaba
como saldo una gran bronca: delegados echados, afiliados
expulsados, acusaciones de troskos o ‘bichos colorados’ que
justificaban el arreglo con el jefe de personal para arreglar el despido.
”También las versiones: se negociaba con el enemigo, se apretaba a
Perón, se guardaban sus órdenes o no se cumplían. Perón tiraba la
bronca: ‘Hay que cortarles las patas’ o ‘Los traidores generan
anticuerpos’. Y la bronca se extendía. Rosendo García cayó en una
bronca entre pesados. Alonso, en una limpia operación comando. Los
métodos se tecnificaron al mismo ritmo que la traición. A puertas
electrónicas: tiros dirigidos con telescopio. Se decía siempre que era
la CIA.
”Pero la bronca estaba adentro. Una historia de traiciones, negocios
con el enemigo, levantamiento de paros, elecciones fraudulentas,
apretadas a Perón. Uno tras otro los cargos se acumulaban. A más,
los matones hacían las suyas: sacudían a los periodistas, reventaban
militantes, impunes recorrían la ciudad armados, si caían presos
salían enseguida. La policía empezó a protegerlos. La división se
agravó, se agrava cada vez más.
”Rucci era un buen muchacho. Lo cargaban en la UOM cuando
andaba (mucho antes de ser siquiera interventor en San Nicolás) con
saco y corbata. Hasta trabita usaba, y el Lobo lo cargaba. Pero no era
mal tipo. Tenía su historia de resistencia, de cárcel. Las había pasado
duras, como cualquiera de nosotros. De pronto aparece en el campo
de Anchorena prendido en una cacería del zorro. Apoyando a
Anchorena para gobernador de la provincia de Buenos Aires. ¿Quién
entiende esto?
”Algo debe tener de transformador eso de ser secretario general. Algo
muy grande para cambiar así a la gente. Para que surjan como leales
y los maten por traidores.
”Por eso no hay que disfrazar la realidad. El asunto está adentro del
movimiento. La unidad sí, pero con bases verdaderas, no recurriendo
al subterfugio de las purgas o a las cruzadas contra los troskos. No
hay forma de infiltrarse en el movimiento. En el peronismo se vive
como peronista o se es rechazado. No se puede pretender que la mitad
de la gente que desfiló –por ejemplo– el 31 de agosto frente a la CGT
eran infiltrados o que son locos cuando denuncian y piden la cabeza
de la burocracia sindical. Por un momento, pensar si no tienen razón.
Pensarlo antes de empuñar el fierro y amasijar –por ejemplo– a
Grynberg85. Porque así la cosa no para.
”La unidad así es un mito. Hay que revisar los procedimientos antes
de llamar a la unidad, porque por ahí quedamos más divididos que
ahora. Si se usó el fraude para elegir autoridades en los sindicatos,
apelar a abrir la mano y pedir a los trabajadores que limpiamente
elijan sus conducciones. Si se alentó a la pesada para hacer
brutalidades en nombre de la doctrina justicialista, llamarla y
ubicarla en donde corresponda que esté. A laburar en serio, o a hacer
pinta con el fierro y pegar un cachiporrazo de vez en cuando.
”Sin estas condiciones mínimas no hay unidad que valga. Si todos los
peronistas no tenemos derecho a elegir a quien nos represente, debajo
de Perón, en el Movimiento Peronista, así no camina la cosa. Se va a
seguir muriendo gente.
”Es cierto que también nos puede tocar a nosotros. Porque por dos
veces los pesados le propusieron a Rucci –fue para la misma época en
que se ‘reventó’ Clarín– reventar a El Descamisado. El Petiso, como le
decían ellos, los paró. Ahora es posible que se vengan a tirar los tiros
que tendrían que haber tirado cuando debieron, porque para eso
estaban. Como no cumplieron en la tarea para la cual estaban quieren
compensar dándosela a cualquier gil. Ellos están dispuestos a erigirse
con sus fierros en los dueños de la ortodoxia. Se sienten los cruzados
del justicialismo, los depuradores. Porque a su juicio todos los que
criticaban a José son sus asesinos. Todos son troskos, todos son
infiltrados.
Nosotros, desde estas mismas páginas, criticamos a José Rucci y lo
hicimos duramente. Su muerte no levanta esas críticas, porque no las
modifica.
”Todos los sectores del Movimiento, incluyendo a la Juventud
Peronista y la Juventud Trabajadora Peronista, sectores desde donde
provino la más dura oposición a los métodos que usó José Rucci,
lamentaron esta violencia que terminó con la vida del secretario de la
CGT.
”Pero acá todos somos culpables, los que estaban con Rucci y los que
estábamos contra él; no busquemos fantasmas al margen de quienes se
juntaron para tirar los tiros en la Avenida Avellaneda, pero ojo, acá
las causas son lo que importa. Revisar qué provocó esta violencia y
qué es lo que hay que cambiar para que se borre entre nosotros. Para
que no se prometa la muerte a los traidores y para que la impunidad
no apañe a los matones, ni el fraude infame erija dirigentes sin base.
”Si la cosa es parar la mano para conseguir la unidad, habrá que
garantizar los métodos que posibiliten que los dirigentes sean
representativos. Habrá que desarmar a los cazatroskos y fortalecer
doctrinariamente al peronismo como la mejor forma de evitar las
infiltraciones.
”No es con tiros como van a ‘depurar’ el Movimiento. La única verdad
la tiene el pueblo peronista. Dejemos que el pueblo se exprese”86.
Detalles y dudas sobre un “eficaz operativo”
EL PLAN
El plan de operaciones fue elaborado en base a un esquema
militar de operaciones comando; teníamos un material de grupos
especializados para guerra en localidades que nos permitía
sistematizar cada cosa: logística, inteligencia, etc. Se hizo todo por
escrito y cada compañero memorizó el papel que tenía que cumplir. Lo
ensayamos hasta hartarnos. Hicimos práctica de tiro, también de
lanzamiento de granada.
Después se tejió mucha fantasía en torno a este operativo porque
salió redondo. Se dijo que había costado 50 millones de pesos y que lo
habían hecho cinco especialistas. Todo patraña, fantasía. Eran cinco
peronistas. Cinco argentinos y que no lo hacían por dinero, sino por
una Patria Justa, Libre y Soberana. Todo era rudimentario, pero
existía la firme decisión de cumplir el objetivo, dispuestos a cambiar
cinco por uno si era necesario.
¿Por qué salió redondo? Sabíamos que el armamento era pobre;
también sabíamos que éramos pocos, porque adentro había más de
cuarenta personas. El aparato de seguridad de ellos lo “veíamos
bartolero”; muy celoso por momentos pero sin ninguna precisión.
Pero del lado nuestro sabíamos que había tres elementos que iban a
definir la operación: 1) cómo meternos; 2) la sorpresa; 3) la rapidez y
decisión. Todo no duró más de cuatro minutos.
Pocos días antes de la fecha indicada, hicimos una limpieza de
todo lo que pudiera comprometernos. La información estuvo
cerradísima, sólo sabían cosas los ocho compañeros iniciales y en el
proceso posterior fuera de los cinco nadie sabía nada. Inclusive la
compañera de uno de los integrantes, que ignoró e ignora todavía que
él estuvo en ésa. Había que hacerlo así, entre otras cosas porque
Vandor se había enterado de dos intentos anteriores de matarlo y
compró a los que lo iban a hacer.
A ESPERAR LA QUINTA
La retirada la teníamos bien prevista. Todo salió así. Fuimos con
el auto hasta un subterráneo y algunos se dispersaron por allí. Hasta
teníamos las fichas sacadas de antes. Otros se iban en colectivo;
también tenían la plata justa y a mano. Habíamos quedado en
encontrarnos nuevamente a la una de la tarde. Hasta ese momento no
habíamos tenido tiempo de pensar mucho. Pero cuando volvimos a
vernos, no podíamos creerlo, nos mirábamos, estábamos todos al pelo.
En realidad, todos habíamos pensado que de allí no volvíamos.
Algunos fueron al laburo, otros nos sentamos a esperar la quinta87.
Tampoco habíamos pensado mucho si nos íbamos a adjudicar la
operación o no; en realidad, por la misma causa que antes: no
creíamos que íbamos a salir vivos. Finalmente decidimos no firmar el
operativo y desarrollar un proceso de desinformación. Nosotros no
sabíamos cómo funcionaba la maquinaria de investigación del
régimen. O son Sherlock Holmes o no lo son, pensábamos; decidimos
jugar a que eran Sherlock Holmes y entonces no dar ninguna pista.
Por eso nunca supieron nada, no tuvieron ninguna punta para tirar. La
primera vez que dijimos algo fue cuando les adjudicaron lo de Vandor
a dos de los montoneros detenidos en La Calera; mandamos un
comunicado al juez, otro a Crónica y un tercero al abogado Ventura
Mayoral, diciendo que ellos no tenían nada que ver y hacíamos
algunas descripciones para demostrar que los autores éramos
nosotros. El comunicado completo referido a este hecho, incluyendo
los cargos que pesaban sobre Vandor, lo dimos a publicidad después
de lo de José Alonso, el principal dirigente de los participacionistas.
Esa operación también la hicimos nosotros, firmada como “Comando
Montonero Emilio Maza” del Ejército Nacional Revolucionario. Pero
ésa es otra historia.
HACIA MONTONEROS
Un mes después del asesinato, hicimos un balance objetivo y nos
propusimos estructurarnos seriamente para constituir una
organización. Con el tiempo también fuimos pensando en las
consecuencias de la desaparición de Vandor.
Los primeros dos o tres meses pensamos que se había acabado el
vandorismo. En realidad fue un análisis optimista y superficial.
Vandor y su aparato eran el proyecto integracionista dentro del
peronismo, pero no teníamos una idea de la proyección de ese
aparato, cómo había prendido eso en dirigentes corrompidos. Pero de
todas maneras, sin Vandor, el vandorismo quedó herido de muerte; fue
el punto de partida y eso los afectó lo suficiente como para que
pudiesen tomar vuelo otras variantes, como la participacionista. Tuvo
que pasar tiempo para que se rearmasen, y nunca pudieron reproducir
un dirigente de la capacidad de Vandor.
Nos dimos cuenta, de todas maneras, de que lo que había que
destruir era toda una política; desarrollar una opción política de la
clase trabajadora que hiciese realidad las palabras de Evita: “El
peronismo será revolucionario o no será nada”. Con el vandorismo
iba a ser nada. Teníamos que lograr un proyecto político-integral
como opción que superara los marcos del sindicalismo. Allí es donde
empezamos a ver el proyecto de “Montoneros” y su expresión en los
distintos frentes.
Eso era a fines de 1970 y estábamos buscando acercarnos a
ellos; a principios del 71 aparece la posibilidad de vincularse, ya a
fines del 72 tenemos la primera reunión concreta que concluye
posteriormente con la incorporación nuestra a esa organización.
PERÓN Y VANDOR
Para poder traicionar mejor y continuar con su política de
acumular poder personal, Vandor tuvo que enfrentarse con Perón y
Perón llegó a tratarlo como a un enemigo. Porque Vandor fue eso: un
enemigo. La máxima fue cuando tuvo que mandar a Isabel para
arruinarle la trenza.
Al lado de eso están los testimonios de las cartas que Perón envió
a distintos integrantes del movimiento refiriéndose al “Lobo”. En una
de ellas lo acusa de “engaño, doblez, defección, satisfacción de
intereses personales y de grupo, desviación, incumplimiento de
deberes, componendas, acomodos inconfesables, manejo discrecional
de fondos, putrefacción, traición”, manifestando que “yo nunca lo
podré perdonar, nunca, como creen, tan funesta gestión”.
En enero del año pasado, Perón se refirió públicamente a este
tema. El reportaje publicado ese mismo mes en el diario Mayoría
incluía un párrafo que no fue publicado donde se recogían
apreciaciones sobre Vandor. Textualmente Perón dijo: “A Vandor yo lo
mandé llamar tres meses antes de que lo mataran. Vino a Irún donde
yo estaba y le dije: a usted lo matan; se ha metido en un lío que a
usted lo van a matar. Lo mataban unos o lo mataban otros, porque él
había aceptado dinero de la embajada norteamericana y creía que se
los iba a fumar a los de la CIA. ¡Hágame el favor! Le dije: ‘Si usted le
falla al Movimiento, el Movimiento lo mata; y si usted les falla a los
norteamericanos, la CIA lo mata’.
”Me acuerdo de que lloró. Le dije: ‘Usted no es tan habilidoso
como se cree, no sea idiota; en esto no hay habilidad, hay
honorabilidad, que no es lo mismo. Al que se pone en esto, aunque
tenga veinte pistoleros, el día en que lo asesinan de esos veinte la
mitad va a estar para asesinarlo, no para defenderlo’. Falta de cancha
verdadera; él se sentía muy canchero y le dije: ‘No sea pavo, no sea
idiota’; yo lo conocía desde muchacho, si se formó en la escuela
peronista, lo conocía desde chico”. Ahora se sabe. A Vandor no lo
mató la CIA. Lo mató el Movimiento88.
Gazzera coincide con esta sospechas: “El tema arranca del Ministerio
del Interior de Onganía, donde algunos de los que terminarían en
Montoneros eran empleados de Imaz. Onganía se debe haber enterado del
crimen por los diarios. No así el Ministro del Interior. Yo tenía información
de gente amiga en la SIDE de que en el gobierno de Onganía consideraban
una actitud de deslealtad el acercamiento de Vandor a Perón”. Y ofrece un
dato más: “Siempre había custodia policial en la esquina y también
próxima a la puerta de la sede de la UOM, y en el momento en que lo
matan a Vandor no había nadie. Fueron allí, lo mataron, pusieron la
bomba, salieron tranquilamente y nadie los vio”96.
Acaso el grupo comando ejecutor haya sido efectivamente el que narra en
primera persona del plural en El Descamisado. Acaso detrás de las manos
directamente responsables y los posibles instigadores hubo complicidades
mediatas e inmediatas, interesadas en que algo así sucediera. Acaso fue
parte de una conjura mayor de distintos agentes, convencidos de que, tarde
o temprano, debía ocurrir: tal era la fuerza ineluctable de las
determinaciones históricas. Una verdadera profecía autocumplida que
despejaba el terreno para la gran confrontación entre amigos y enemigos.
Años después, Ricardo Grassi, codirector junto a Cabo de El Descamisado,
asumirá que “ambos atentados (el de Vandor y el de José Alonso) no eran
venganzas sino cuestiones internas, ajustes de cuentas de peronistas de
Perón contra quienes querían dejarlo de lado. Los anticuerpos del
Movimiento”97.
El vandorismo tuvo un único heredero en la cúspide: Lorenzo Miguel, (a)
“El Loro”, que permaneció allí, al frente del gremio y de las 62
Organizaciones hasta su muerte, el 29 de diciembre de 2002. Un escalón
hacia abajo, la dirigencia sindical siguió practicando el ejercicio de la
negociación y el paro, manejando los tiempos y los márgenes de acción
según las circunstancias: con Isabel, en dura lucha contra López Rega y el
“Rodrigazo”, y luego del feroz golpe de la dictadura, acomodándose a las
reglas de la nueva democracia, con Alfonsín primero, y después con
Menem, y la coda final del gobierno de De la Rúa hasta entrar al siglo XXI
con la crisis de 2001. Aquella impronta de un sindicalismo que se apoyaba
en la mística de sus dirigentes iba quedando en el pasado, aunque el estilo
de liderazgo unipersonal semicolegiado perduraría, en línea sucesoria,
encarnado en la figura del líder camionero Hugo Moyano.
El revés de la trama
Del otro lado de la trama, la figura de Dardo Cabo seguirá envuelta en una
aureola de idealización, misterios y sombras entre los sectores que
reivindicarán la militancia combativa de los años 60 y el nacionalismo
revolucionario: un luchador, un militante de la causa revolucionaria,
“periodista y fierrero”98.
El 2 de abril de 2014, al encabezar el acto de conmemoración de la
guerra de Malvinas en la Casa Rosada, la presidenta Cristina Kirchner
exhibió una de las siete banderas argentinas plantadas por los militantes
peronistas que aterrizaron en las islas en 1966, en aquella acción resonante
para reclamar por la soberanía. “No hay futuro si no conocés la historia, así
que quiero homenajear a esos jóvenes que en los años 60 fueron a plantar
nuestra bandera a las Islas Malvinas”, señaló99. Las siete banderas habían
sido entregadas a la presidenta el 24 de agosto de 2012, por María Cristina
Verrier, la compañera de Cabo. Verrier fue mencionada por ella durante el
acto, al recordar que “una (de las banderas argentinas) está en el mausoleo
de Néstor Kirchner –en Río Gallegos– y otra en la basílica de la Virgen de
Itatí, de la que ella y Dardo Cabo eran devotos”.
Tras ser entregadas a la entonces presidenta, las banderas fueron
exhibidas en diferentes espacios, algunos a pedido especial de Verrier, quien
entregó dichas enseñas a la mandataria junto con una carta, en la que le
pidió que “la releve de su custodia”. Además de la que fue colocada en el
mausoleo de Néstor Kirchner y la depositada en la basílica de Itatí, otra
quedó en exhibición en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso
Nacional, otra fue entregada a la basílica de Luján, en oportunidad de
celebrarse allí un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. Las
restantes banderas fueron ubicadas en el Museo del Bicentenario en la Casa
Rosada y una más en el Museo de las Islas Malvinas en el Espacio de la
Memoria. Varias calles del conurbano bonaerense y locales políticos del
peronismo llevan el nombre de Dardo Cabo. Su entrada al Olimpo de
“luchadores revolucionarios” soslayaba varios tramos de su trágico
derrotero. Un vals de la muerte en el que intercambiaban roles víctimas y
victimarios.
67 Primera Plana n.º 341, “La hora del miedo”, año VIl, Buenos Aires, 8 al 14 de julio de 1969.
68 El Diario, Mendoza, 10/10/69.
69 Publicado por la revista Cristianismo y revolución, segunda quincena de agosto; reproducido
por Gorbato, V. (1992), p. 151.
70 Abós, A. (1999), p. 59.
71 Richard Gillespie, Montoneros: soldados de Perón, Grijalbo, Buenos Aires, 1987. Ver también
el trabajo de Claudia Hilb y Daniel Lutzky, La nueva izquierda argentina: 1960-1980, Centro Editor
de América Latina, 1984.
72 Gorbato, V.(1992), op. cit.
73 uomracapital.org.ar.
74 La trayectoria de Bernardo Neustadt (1925-2008) en el periodismo argentino marca los lugares
de cruce entre los factores del poder político, económico, militar, sindical y cultural –lo que
comúnmente se ha definido como “el establishment”– con los gobiernos de turno y las áreas
reservadas de la inteligencia estatal. Pocos recuerdan por entonces que su carrera se inicia en tiempos
del segundo gobierno de Perón, cuando como periodista destacado en el Congreso se conecta con
Alberto Teisaire, vicepresidente de la Nación y presidente provisional del Senado, quien lo lleva a
trabajar en la Secretaría de Asuntos Políticos de la Presidencia, en la Casa de Gobierno. Ver Bosoer,
Fabián, Detrás de Perón. Historia y leyenda del almirante Teisaire (2013), p. 222.
75 Informe exclusivo: “El sillón del Lobo”. País-País Nacional, septiembre de 1969.
76 Revista Extra n.º 52, año 5, noviembre de 1969.
77 El padre Carlos Mugica sería asesinado años más tarde, el 11 de mayo de 1974, semanas antes
de la muerte de Perón. Sánchez Abelenda sería designado decano en la Facultad de Filosofía y Letras
por Alberto Ottalagano, un nacionalista de extrema derecha nombrado como interventor en la UBA
en septiembre de ese año por el gobierno de Isabel Perón. Al asumir, declaró: “Los profesores
devotos de Marx y Freud tendrán ahora que ir a enseñar a Moscú o a París, porque en la Argentina
se les acabó la aventura judía, libertaria y destructora de los valores de la nacionalidad”.
78 La cercanía entre militares y militantes continuaría aún cuando las acciones armadas fueron
ganando una entidad mayor. Durante los sucesos de Trelew, entre el 15 y el 22 de agosto de 1972,
que terminan en el asesinato de varios activistas del ERP que habían participado de la toma del
aeropuerto, el coronel Perlinger dialoga con los guerrilleros y comenta públicamente:“He conversado
con ellos de mi ejército y del suyo. Tengo la convicción de que son profesionales. Pero no en un
sentido peyorativo. No son inconscientes que andan a los tiros por ahí. Saben cuándo deben matar,
cuándo deben atacar, avanzar, retroceder, o rendirse incondicionalmente. Son profesionales en el
arte de la guerra…”. Hablando con uno de ellos, le expresa: “Señor, no coincido con usted
ideológicamente en nada, pero le rindo el mismo respeto que rendía un romano a un cristiano
cuando lo tiraban a los leones y sabían levantar la cruz. Al país lo van a construir los que sean
capaces de tirarse a los leones”. Citado en María Matilde Ollier (2005), op. cit., p. 221.
79 Hasta el día de hoy, si bien se han vertido numerosas hipótesis, el asesinato de Alonso tampoco
fue esclarecido.
80 Extra n.º62, septiembre de 1970.
81 La complicidad y participación, como instigadores, de sectores nacionalistas del Ejército en el
asesinato de Aramburu es sostenido por Rosendo Fraga y Rodolfo Pandolfi en Aramburu, una
biografía, Buenos Aires, Ediciones B, 2005.
82 Tarruella, Alejandro. Guardia de Hierro, de Perón a Kirchner, Sudamericana, 2005; p. 153.
83 Adriana Robles, autora de Perejiles. Los otros Montoneros (Colihue, Buenos Aires, 2004),
cuenta sobre esa época que “las distintas agrupaciones de la llamada Tendencia Revolucionaria –
Juventud Peronista, Juventud Universitaria Peronista, Juventud Trabajadora Peronista, Unión de
Estudiantes Secundarios, Agrupación Evita, Movimiento Villero Peronista– cantaban con deleite:
‘Llora, llora, la puta oligarquía, porque se viene la tercera tiranía (…) Perón entró al gobierno ya
enojado con nosotros (yo ya me sentía parte pese a que no estaba en ninguna agrupación). Sus
actitudes hacia la Tendencia eran hostiles. Los desaires a los diputados de la Juventud, el abandono
cotidiano de sus dichos prerregreso eran señales de una mala relación. La Orga, desde sus revistas,
también hostigaba… y mostraba los dientes. Y como corolario de ese enfrentamiento todavía
silencioso mataron a Rucci, no lo dijeron pero cantaron siempre que pudieron: ‘Rucci, traidor,
saludos a Vandor’”. Adriana Robles fue militante de la UES y luego de Montoneros. Su nombre “de
guerra” era María, así es como la conocieron sus compañeros de militancia.
84 El director de Los traidores, Raymundo Gleyzer, era periodista y cineasta. Fue productor,
fotógrafo, editor y guionista; recibió ocho premios internacionales por sus producciones y fundó el
grupo Cine de la Base. Durante la última dictadura militar, el 27 de mayo de 1976, Gleyzer fue
secuestrado y es uno de los 30 mil desaparecidos que dejó la última dictadura. Tenía 35 años.
85 Se refiere a Enrique Grynberg, un militante de la Juventud Peronista asesinado el mismo día en
que mataron a Rucci.
86 El Descamisado n.º 20, 2/10/1973.
87 Se refiere a la edición vespertina de los diarios La Razón y Crónica.
88 Revista El Descamisado n.º 41, año I, 26/02/74.
89 Pavón Pereyra, Enrique, Conversaciones con Juan Domingo Perón, Buenos Aires,
Colihue/Hachette, 1978, p. 131. Citado por Trinidad Delia Chianelli, Vandor y el sindicalismo
postperonista, revista Todo es Historia n.º 486.
90 Esta versión es sostenida por Marcelo Larraquy, basado en una entrevista que le realizó a un
teniente coronel retirado que pidió permanecer en el anonimato. Ver Larraquy, Marcelo, López Rega.
La biografía, Buenos Aires, Sudamericana, 2004, p. 145. Citado por Chianelli, ibidem.
91 Otro prominente dirigente sindical, el papelero Fernando Donaires, mencionará a un hombre
que, según él, siempre tuvo la certeza de quiénes fueron los autores, “un compañero al que se lo
menciona muy poco en todos estos episodios, pero era el que estaba conversando con Vandor en ese
momento (…) Mario Barrientos, secretario general de la UOM de San Martín, íntimo amigo de
Vandor, amigo nuestro y leal colaborador en todo lo que Vandor hiciera. Barrientos siempre sostuvo,
incluso ante la policía, que él estaba convencido de que uno de los asesinos había sido (Mario
Roberto) Santucho,(líder) del ERP”. Testimonio de Donaires a Guillermo Gasió, en Donaires (2007),
Memorias…, op. cit., p. 38.
92 Esta versión es confirmada por Eduardo Zamorano, en La patria metalúrgica: “El Operativo
Judas implica un salto cualitativo en esta lucha. Un comando de guerrilla urbana –mostrando una
inteligencia previa, logística y despliegue operativos inéditos hasta ese momento– ejecuta a Vandor
en el edificio sindical de la calle La Rioja. Al frente de los incursores está Dardo Cabo, hijo de uno
de los principales lugartenientes del Lobo y que también, tres años atrás, había liderado el grupo
que secuestró un avión y plantó la bandera argentina en las Malvinas; paradojalmente, buena parte
del dinero para financiar esta audaz intentona había salido de la caja metalúrgica”. En revista
Lucha Armada n.º 11, año 4, 2008.
93 Yofre, J. B. (2019), op. cit.
94 Miguel Bonasso, “Réquiem para Armando Cabo”, Página 12, 8 de junio de 1996.
95 Testimonio a los autores, el 21/10/93. En Senén González-Bosoer (1993), op. cit.
96 Gazzera, testimonio a Guillermo Gasió (2000), op. cit., p. 74.
97 Grassi, R., El Descamisado. Peronismo sin aliento, Sudamericana (2015), p. 355.
98 Baschetti, Rodolfo, www.resumenlatinoamericano.org Vázquez, Pablo, visionpais.com.ar:
www.peronvencealtiempo.com.ar.
99 www.pagina12.com.ar.
Epílogo
Augusto Vandor (a) “El Lobo” fue historia y mito, un dirigente sindical tan
difícil de ubicar y encasillar como de describir y narrar. A Eduardo Luis
Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, mucho antes de los “años de plomo” que
los tuvieron como protagonistas y víctimas, jóvenes abogados por entonces,
se les encomendó hacer un libro sobre él; un retrato que describiera al
personaje y reflejara su pensamiento. Se reunieron varias veces, grabador
mediante, y como Vandor se quedaba con la mirada fija, casi intimidatoria,
frente a las preguntas que le hacían, decidieron sentarse uno en cada
extremo del escritorio, con su personaje en el centro, delante. El
cuestionario se desarrollaba respondiendo preguntas a uno y a otro,
alternadamente, y esta suerte de ping-pong que ejecutaba mirándolos a los
ojos, al parecer lo desconcertaba. Ellos lo sabían y por eso actuaban el
interrogatorio como “policía bueno, policía malo”. Vandor se cansó y
decidió no seguir. Ese libro nunca vio la luz100.
Esta anécdota menor condensa, sin embargo, no sólo la característica
huidiza de un personaje difícil de “capturar”, sino también lo que ocurrió
con la vida, la muerte y la leyenda de este gremialista de gran porte, a través
de las cuales es posible reconstruir algunos trazos de aquellos años de la
Argentina de utopías y sangrías. Miguel Gazzera, uno de los dirigentes
sindicales que mejor lo conoció, en casi todas sus facetas, y tal vez el único
en condiciones de teorizar sobre su trayectoria, resume los trazos maestros
de esa biografía política que terminó trascendiendo la biológica; el
momento en el que el personaje Vandor traspasó al Vandor de carne y
hueso:
100 Ortega Peña fue asesinado por el grupo terrorista de ultraderecha Triple A el 31 de julio de
1974. Eduardo Luis Duhalde, sobreviviente y autor de varios libros y trabajos sobre el terrorismo de
Estado ejercido durante la última dictadura, fue secretario de Derechos Humanos durante las
gestiones de Néstor y Cristina Kirchner. Humberto Capelli, subsecretario de Trabajo entre 1982 y
1983, relató a los autores la anécdota de cuando a Duhalde y Ortega Peña, allegados a la UOM, se les
había encomendado hacer un libro sobre Vandor.
101 Miguel Gazzera, en diálogo con Guillermo Gasió. Peronismo: los años difíciles. Documento
de trabajo. Gazzera/Gasió (2000).
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Tiempo Contemporáneo
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ENTREVISTAS
DOMÍNGUEZ, Nelson
GILBERT, Isidoro
FOTOS
ARCHIVO PERSONAL S. S. G.
INSTITUCIONES
Biblioteca Nacional
Biblioteca del Comité Central del Partido Comunista
ANTECEDENTES
Al asumir la presidencia luego de un golpe militar en junio de 1966, el
teniente general retirado Juan Carlos Onganía comprometió su
administración a una transformación del país conocida como la
“Revolución Argentina”. La “Revolución” se lograría en tres etapas: la
primera se concentraría en estabilizar la economía y alcanzar un
crecimiento continuado; la segunda atacaría los problemas sociales que
ejercían presión, y la etapa final se ocuparía de la construcción de un
sistema político que aseguraría representación genuina para todos los
argentinos.
El 28 de marzo de 1969, a medida que su administración se acerca al
final de su tercer año, Onganía da un discurso de tres horas ante los
funcionarios del gobierno describiendo los logros y los objetivos futuros de
la “Revolución Argentina”. El presidente declaró que los tres elementos
claves de la “Revolución” eran la solidaridad, como búsqueda espiritual
básica para la dignidad del hombre; la integración, como la síntesis de
todas las políticas; y la participación, como la estrategia que asegurará
que las decisiones reflejen los intereses de todos los involucrados, no
simplemente los de una minoría. Onganía dijo que todavía quedaba mucho
por hacer en el área económica, pero había llegado el momento de
ocuparse de los problemas sociales urgentes. Dio una lista de 120
proyectos a realizar durante esta etapa.
Onganía dijo que el uso del plazo de “diez años” para definir su período
de gobierno, en realidad, era simbólico por el hecho de que la “Revolución
Argentina” es un proceso a largo plazo, no de uno, dos, tres o incluso cinco
años. Así, la fase política parece estar todavía en el futuro lejano. Onganía
prometió que, cuando finalmente suceda, Argentina logrará lo que él
describió como una “democracia real”.
LA FASE ECONÓMICA
La primera de las etapas económicas del programa del presidente Onganía
para reestructurar la Argentina tuvo un éxito considerable. La fase inicial
del programa económico, que comenzó al principio de 1967 bajo el
liderazgo del ministro de Economía Krieger Vasena, hizo hincapié en el
logro de la estabilidad financiera. Las medidas de estabilización incluyeron
un programa de control de precios “voluntario”, un congelamiento de los
salarios hasta fines de 1968, y una reducción en el déficit del presupuesto
del gobierno al mantener el gasto actual bastante estable mientras que
aumentaban los ingresos. Como resultado, el aumento anual en el costo de
vida se redujo del 30 por ciento en 1966 a menos del 10 por ciento en 1968.
El gobierno planea mantener el aumento en 1969 en un 5 por ciento o
menos.
En 1967, se evitó la posibilidad de una recesión inherente a estas fuertes
medidas de estabilización mediante una variedad de inducciones del
crecimiento, como los privilegios tributarios y de crédito para la inversión
y nuevos arreglos para los bienes de consumo duraderos. Esta medidas,
combinadas con un buen año en la cosecha y las exportaciones saludables,
permitieron una tasa de crecimiento del producto bruto interno de 1,9 por
ciento en 1967 comparado con sólo un 0,5 por ciento del año anterior. En
1968, los beneficios provenientes de las exportaciones se redujeron debido
a las condiciones climáticas y las medidas de protección adoptadas por los
países que constituyen los mercados más importantes para la Argentina.
Sin embargo, debido a los ingresos por inversiones extranjeras y los
programas de obras públicas amplios, la tasa de crecimiento alcanzó el 4,8
por ciento. Estos programas de obras públicas fueron financiados en gran
parte por las ventas de bonos del gobierno en los mercados externos e
internos, las primeras ventas de esa envergadura en más de veinte años. La
tasa de crecimiento en 1969 probablemente superará el 6 por ciento.
Desde la devaluación en marzo de 1967, el peso permaneció estable en
un valor de 350 con respecto al dólar. Un superávit comercial saludable,
aunque en disminución, combinado con grandes ingresos de capital
(incluyendo el retorno de capitales fugados), elevó las reservas de divisas
brutas a más de $ 800 millones, el nivel más alto en dos décadas.
El presidente prometió que toda la energía de su gobierno se
concentraría este año en mejorar la eficiencia de las empresas estatales y
recortar el sustancial número de empleados en exceso. La estimulación y la
diversificación de las exportaciones también requieren atención. Mucho
queda por hacer, pero la fase económica ya alcanzó un éxito que pocos
podrían haber previsto en 1966.
FOCO EN LOS PROBLEMAS SOCIALES
Aunque la fase económica todavía es de enorme importancia, se hicieron
algunos avances en la segunda fase o fase social de la “Revolución
Argentina”. El gobierno inició una política diseñada para aumentar los
salarios reales sin obstaculizar los objetivos del programa de
estabilización. Aunque la tasa de inflación disminuyó abruptamente en
1968, los salarios reales también cayeron en un 2,5 por ciento
aproximadamente en ese año. A comienzos de 1969, el gobierno autorizó
un ajuste general de salarios en vigencia durante todo el año. Para el
sector privado, esto significó un aumento del 8 por ciento sumado a
asignaciones más altas para las cargas familiares, llevando el aumento
total del trabajador promedio con dos hijos a aproximadamente un 12 por
ciento. El personal de varias empresas estatales también tuvo la cobertura
de este programa. Para los dos grupos, estos aumentos de salarios se
financiarán a través de aumentos en la productividad y no darán como
resultado precios más altos.
Los empleados estatales, incluyendo los maestros con bajos salarios, los
militares y las fuerzas policiales, recibieron un aumento que promedia el 20
al 25 por ciento. El aumento del pago estatal es la primera etapa de un
programa de cinco años diseñado para hacer que las escalas de pago
estatales sean competitivas con respecto a las de la industria privada.
Después de cinco años, estas escalas de pago serán prácticamente iguales
en términos reales a las vigentes antes de 1943. Todos los aumentos se
financiarán mediante economías en otras partes de los presupuestos de los
ministerios.
Uno de los programas sociales más importantes se centra en aliviar la
escasez de viviendas, actualmente estimada en 2,3 millones de unidades.
Las autoridades ya comenzaron a trabajar en la erradicación de las villas
miseria que se encuentran en varias ciudades y hay planes para la
construcción de viviendas permanentes a bajo costo para aquellas personas
que sean desplazadas por los proyectos de renovación.
La administración parece estar ingresando en la fase social de su
programa con un grado apropiado de precaución. No obstante, puede
encontrar dificultades en asegurar que las nuevas escalas de salarios y los
costos de los programas sociales aun limitados, que ahora están en
consideración, no den como resultado un resurgimiento de las presiones
inflacionarias. El año por delante será una base de prueba importante de
su capacidad para encontrar el rumbo a través de los objetivos alguna vez
conflictivos, en el camino del progreso y las mejoras sociales.
INEFICACIA DE LA IZQUIERDA
Los grupos extremistas de izquierda en la Argentina son débiles y
desorganizados, y no parecen ser capaces de presentar ninguna amenaza
seria para el gobierno. La cantidad de afiliados al Partido Comunista
Argentino disminuyó de una cifra elevada como 90 mil a menos de 50 mil.
Los comunistas tradicionalmente tuvieron una influencia importante en la
Federación Universitaria Argentina, pero, desde la reducción importante
durante el gobierno de Onganía, del papel político de los estudiantes y la
expulsión de izquierdistas de las facultades en 1966, hubo una disminución
en las actividades partidarias en esta área. A fines de 1967, un grupo de
jóvenes afiliados al partido, autodenominados Partido Comunista - Comité
Nacional para la Recuperación Revolucionaria, se separó del partido en
principio debido a la rigidez y falta de imaginación de sus dirigentes de la
vieja línea.
Los comunistas trataron desde hace tiempo de hacer alianzas con los
peronistas. Pero sólo encontraron simpatía entre los extremistas al margen
del movimiento. En el XIII Congreso del partido, celebrado en abril de
1969, la frustración de los comunistas por su falta de éxito en obtener
adherentes peronistas dio como resultado la adopción de una resolución de
“romper completamente con el peronismo e iniciar una campaña a destajo
para anular la influencia del peronismo en todo el país”. Es dudoso que se
implemente la resolución.
FUNCIONARIOS MILITARES Y DE SEGURIDAD
Las fuerzas del gobierno rápidamente barrieron a los pequeños grupos
de las que serían las guerrillas en la provincia de Tucumán a fines de 1968
y en la provincia de Jujuy en febrero de 1969. Los funcionarios militares y
de seguridad están preocupados por una serie de ataques terroristas e
intentos de robar armas que ocurrieron desde abril. Los incidentes tuvieron
lugar en localidades ampliamente dispersas incluyendo puestos militares.
Podría ser el trabajo de uno o varios grupos locales, que posiblemente
colaboran con miembros de los grupos extremistas uruguayos, como los
Tupamaros. Las fuerzas de seguridad rodearon a militantes peronistas y
extremistas de izquierda, y detuvieron a unos pocos oficiales militares
retirados contrarios al gobierno, incluyendo los golpistas de siempre
generales Cándido López y Rauch., aunque no hay ninguna evidencia firme
de que estas personas fueran, en realidad, responsables de los ataques.
PERSPECTIVAS
Los próximos años de la “Revolución Argentina” serán una continuación
del programa de planeamiento económico estrechamente combinado con
ingeniería social de Onganía . La actividad política gira en gran medida
alrededor de las diferencias dentro del gobierno por el énfasis y las
prioridades. La mayoría de las decisiones seguirán en manos del gobierno
central. Aunque Onganía haya subrayado que la administración tiene la
determinación de delegar muchas de las responsabilidades en las
provincias, ésta parece ser una perspectiva distante.
Tanto los “liberales” como los “nacionalistas” están observando con
cuidado un proyecto en la provincia de Córdoba que puede servir de
modelo para el tipo de participación de la comunidad en el gobierno
previsto por Onganía. El gobernador Carlos Caballero formó un consejo
que representa a los dirigentes, trabajadores y otros sectores para asistirlo
en carácter de asesoramiento estrictamente. Algunos grupos en Córdoba se
negaron a tomar parte en el consejo porque creían que era sólo una
fachada de “participación de la comunidad” y que era un primer paso
peligroso hacia un Estado corporativo; este punto de vista probablemente
era compartido por la mayoría de los “liberales”.
El esfuerzo por asegurar la cooperación de los trabajadores organizados
en la fase social será, quizás, la prueba más grande hasta la fecha de la
fortaleza y diplomacia del gobierno. Onganía está convencido de que los
trabajadores deben abandonar su rol político y que esto puede hacer
necesario el “sacrificio” de una generación de dirigentes sindicales que
lograron sus posiciones más altas de manera exitosa combinando esfuerzos
y políticas de trabajo. La popularidad personal de Perón entre las masas
seguirá siendo un factor que el gobierno no puede ignorar, y también debe
tener en cuenta el peligro de que los contactos oficiales con él puedan
estimular la hostilidad de los militares antiperonistas, como el teniente
general Lanusse, cuyo apoyo es necesario para la administración.
Tal vez, el proyecto económico y social más ambicioso de Onganía será
el desarrollo del área al sur del paralelo 42 conocida como Patagonia.
Durante una semana a comienzos de abril, Onganía trasladó la sede del
gobierno a la Patagonia para atraer la atención nacional hacia las
necesidades de la región o promover su desarrollo. Esta vasta zona, que
comprende aproximadamente un cuarto del territorio nacional, sólo tiene
un 2 por ciento de la población total del país. Probablemente sólo una
escasa mayoría de los habitantes son argentinos, el resto proviene de países
limítrofes, principalmente de Chile, debido a los salarios más altos que se
pagan en la Argentina.
Las implicancias estratégicas de este hecho preocuparon durante largo
tiempo a las autoridades militares y civiles argentinas. En 1969, un
Comando Conjunto del Sur se creó para planificar y coordinar importantes
maniobras aéreas, marítimas y terrestres a realizarse en la Patagonia en
octubre. La prensa sugirió que esta nueva estructura única también podía
coordinar los proyectos de acción cívica allí. Onganía había asignado una
alta prioridad al desarrollo acelerado de las minas de carbón y hierro y el
establecimiento de otras industrias; la construcción de aeropuertos y rutas,
la expansión de instalaciones telefónicas, de radio y televisión y la
atracción de los nuevos residentes. El proyecto clave para la región, y uno
de los más grandes alguna vez realizado en la Argentina, es la construcción
del gigante proyecto hidroeléctrico El Chocón-Cerros Colorados. Un
préstamo del Banco Mundial de $ 82 millones financiará parte del costo
del proyecto.
Como parte del programa general de modernización, el gobierno está
interesado particularmente en expandir sus contactos internacionales en
ciencia y tecnología. En 1968, se creó el Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología, una de cuyas responsabilidades será asesorar al gobierno y
coordinar las tratativas con los países del extranjero en esta área. En
marzo, la Argentina firmó un convenio conjunto de cooperación científica
con Alemania Occidental que podría servir como modelo para el acuerdo
con otras naciones. La firma Siemens de Alemania Occidental está
construyendo la primera planta nuclear de la Argentina en Atucha, a
aproximadamente 60 millas al noroeste de Buenos Aires. Su deseo de ser
libre en el desarrollo de la investigación de energía nuclear con fines
pacíficos condujo a la Argentina a cuestionar la sabiduría del Tratado de
No Proliferación Nuclear y, por propiedad transitiva, los motivos de sus
defensores.
En ausencia de una acción eficaz por parte de los ex partidos políticos,
es posible que los elementos progresistas dentro de la Iglesia puedan
liderar la presión contra el gobierno para realizar una acción más rápida
en el área social. En ocasiones, esta preocupación puede llevar a conflictos
con las autoridades civiles, particularmente donde el gobierno por razones
económicas despide empleados o cierra empresas estatales o privadas
ineficientes, como sucedió en las provincias de Tucumán y Santa Fe. El
tema de las relaciones entre el Estado y la Iglesia está complicado por la
fuerte orientación católica de Onganía y muchos de sus colaboradores
cercanos.
Si la “Revolución Argentina” continúa avanzando, el gobierno
probablemente dedicará más atención a los asuntos exteriores. La
Argentina aspiró durante mucho tiempo a una posición de liderazgo en el
cono sur de Sudamérica, y Onganía manifestó que la caldera interna que
actualmente está atacando a su rival tradicional, Brasil, le da a su país una
oportunidad excepcional de aumentar su posición internacional.
Las relaciones de la administración de Onganía con los Estados Unidos
mejoraron sustancialmente desde 1966. A la vez que reconoce la especial
relación de la Argentina con los Estados Unidos, el canciller Costa Méndez
declaró en marzo de 1969 que su país no está sujeto a la “esfera de
influencia” de nadie y está decidido a preservar su libertad de acción
política e independencia económica. El ministro dijo que la Argentina
intentó fortalecer sus lazos tradicionales con Europa para trabajar en la
promoción de una “comunidad internacional multipolar”. Costa Méndez
subrayó el deseo de la Argentina de comerciar con todas las naciones,
incluyendo las del bloque comunista. Los incidentes tales como la captura
en la Argentina de los buques pesqueros soviéticos que operaban dentro de
sus aguas territoriales, sin embargo, provocó algún deterioro en las
relaciones con la URSS 102.
102 Weekly Summary. Special Report. Directorate of Intelligence, 16 may 1969 n.º 0370/69A. Los
informes especiales son complementarios de los semanales de inteligencia actual emitidos por la
Oficina de Inteligencia Actual. Los informes especiales se publican por separado para darle un
tratamiento más amplio a un tema. Los redactan la Oficina de Inteligencia Actual, la Oficina de
Investigación Económica, la Oficina de Investigación Estratégica y la Dirección de Ciencia y
Tecnología. Los informes especiales se coordinan según sea apropiado entre las direcciones de la
CIA y, a excepción de un intercambio sustantivo normal con otras agencias en el ámbito de trabajo,
no se coordinan fuera de la CIA a menos que se indique específicamente.
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