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Ulloa, Astrid; Godfrid, Julieta; Damonte, Gerardo; Quiroga, Catalina; López, Ana Paula
Monitoreos hídricos comunitarios: conocimientos locales como
defensa territorial y ambiental en Argentina, Perú y Colombia
Íconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 69, 2021, Enero-Abril, pp. 77-97
FLACSO Ecuador
DOI: https://doi.org/10.17141/iconos.69.2021.4489
Resumen
En Latinoamérica, en el contexto de la expansión de proyectos de minería a gran escala y dadas sus consecuencias socioam-
bientales y territoriales, se han implementado diversos monitoreos del agua (institucionales y empresariales) basados en
conocimientos técnicos que desvalorizan otros conocimientos. Por lo tanto, han emergido los monitoreos hídricos comuni-
tarios (MHC), una estrategia para posicionar las concepciones y los conocimientos locales como una herramienta política,
con la que se visibiliza y cuestiona los efectos de la minería en el agua. De igual manera, las comunidades han establecido
redes con la academia, las ONG y las organizaciones sociales, para así propiciar el diálogo entre sus conocimientos y los
conocimientos técnicos, con el fin de generar contranarrativas frente a los indicadores e informes institucionales o empresa-
riales sobre la calidad del agua, y como estrategia de defensa territorial frente a la minería. Nos centramos en la investigación
realizada entre 2018 y 2020 en Argentina (Veladero), Perú (Antapaccay-Expansión Tintaya) y Colombia (Cerrejón), en
donde las comunidades locales han desarrollado MHC, basados en la producción y sistematización de sus conocimientos
en torno al agua. Analizamos las asimetrías del conocimiento en contextos de desigualdad socioambiental y planteamos
la necesidad de una discusión amplia que incluya los conocimientos locales y, por tanto, formas diversas de comprender,
conocer y relacionarse con el agua y lo territorial de manera integral.
Descriptores: agua; asimetrías de conocimientos; conocimientos locales; contextos mineros; desigualdades socioambientales;
monitoreos comunitarios.
Abstract
The expansion of large-scale mining projects in Latin America has led to the application of several different institu-
tional and business-endorsed water monitoring systems. These have attempted to deal with their vast environmental
consequences. The methods are based on the devaluation of other forms of knowledge. As a response to this tendency,
community hydric monitoring (MHC in Spanish) has been proposed in order to empower community-based knowl-
edge. Alternative forms of knowledge are seen as useful ways of illuminating the impact of mining on water supplies.
Likewise, communities have been active in developing connections with Academia, NGO's and social organizations to
promote a meaningful dialogue with conventional technical paradigms. These exchanges aim to generate counter-nar-
ratives about water quality, as well as to develop a defense strategy against mining. Here we focus on the research done
between 2018 and 2020 in Argentina (Veladero), Peru (Antapaccay-Expansión Tintaya) and Colombia (Cerrejón). In
all these cases, the local population has developed its own MHC, based on local knowledge about water. We analyze the
information asymmetries resulting from socio-environmental inequality and we advocate for a wider discussion which
incorporates community-generated knowledge, and more diverse and comprehensive approaches to understanding,
knowing and relating to water and to local conditions.
Keywords: water; knowledge asymmetries; local knowledge; mining contexts; socio-environmental inequality; community
monitoring.
ÍCONOS Revista de Ciencias Sociales • n.º 69 • vol. XXV (1er. cuatrimestre) • ISSN: 1390-1249 • e-ISSN: 1390-8065
enero-abril 2021 • www.revistaiconos.ec
https://doi.org/10.17141/iconos.69.2021.4489 • Páginas 77-97
ÍCONOS 69 • 2021
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
1. Introducción
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
Los Estados han desarrollado nuevas políticas ambientales y han creado instituciones
tanto para facilitar la implementación y el seguimiento de los proyectos mineros
como para ampliar su control sobre los efectos en las fuentes hídricas (Li 2009; Va-
lencia 2018). Asimismo, desde mediados del siglo XX se introdujeron en las empresas
extractivas prácticas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Tales prácticas se
consolidaron en el siglo XXI, dando paso a la reciente incorporación de monitoreos
ambientales y al relacionamiento comunitario (2002-2003), procesos influenciados
por las guías del International Council on Mining & Metals y otras instituciones que
asesoran a las empresas en materia de relacionamiento comunitario.
Dichos monitoreos responden a políticas e instituciones, cuya lógica tributa al
conocimiento experto que en la literatura se identifica como “racionalidad cien-
tificista” (Bäckstrand 2004), “tecnociencia” (Latour 1987) o “ciencia regulado-
ra” (Jasanoff 2005). En nuestro campo de análisis esta lógica implica, entre otras
cuestiones, la despolitización de lo ambiental, la búsqueda de soluciones mediante
herramientas “técnicas” (mayor cantidad de controles, instituciones, monitoreos);
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
información sobre cuestiones ambientales que amenazan sus modos de vida (Overdevest
y Mayer 2008; ENDA 2017).
Los MHC como acciones autónomas frente a las estatales y empresariales se han
transformado en estrategia de resistencia y lucha política de diversas comunidades
–indígenas, afrodescendientes, campesinas y urbanas– que confrontan a Estados y
empresas a través del posicionamiento de sus conocimientos y de la generación de
información propia. En estas estrategias se despliegan diferentes recursos materiales
y simbólicos, así como diversas maneras de accionar y generar conocimiento sobre
el territorio. Los conocimientos locales, que responden a cosmovisiones, concepcio-
nes de la naturaleza, prácticas, manejos, experiencias cotidianas y relaciones con los
territorios y el agua, se posicionan como otras visiones sobre la problemática hídrica
en contextos mineros.
Sin embargo, los MHC no son desarrollados exclusivamente por las comunida-
des (Jalbert, Kinchy y Perry 2013; Merlinsky 2018). De hecho, constituyen nuevos
acuerdos entre comunidades locales, la academia, las ONG y las organizaciones de
base para la producción de los conocimientos que fundamentan sus demandas po-
líticas (ENDA 2017; GWW 2013; CENSAT Agua Viva s.f.). También los MHC
parten de la necesidad de vincular de forma integral los conocimientos locales, las ex-
82 periencias cotidianas y el conocimiento técnico acerca del agua. Están directamente
relacionados con redes y procesos de incidencia política y discusión con los Estados y
otros actores en el territorio (Jalbert, Kinchy y Perry 2013; GWW 2013).
Los procesos de los monitoreos –estándares, conceptos y métodos de recolección–
pueden estar validados y legitimados tanto social como técnicamente (Flores-Díaz
et al. 2013). Con lo anterior, se complejiza la manera de entender e implementar
la gobernanza hídrica, y se confronta las formas de implementar la gobernanza ins-
titucional en lo local. De igual manera, los MHC sustentados también en conoci-
mientos técnicos permiten una demanda de democratización y transparencia en la
producción del conocimiento como una estrategia de confrontación a los sesgos o la
manipulación de datos técnicos.
Merlinsky (2018) señala que la producción de conocimientos locales resulta fun-
damental para visibilizar un problema, legitimar un reclamo, influenciar en la opi-
nión pública o evidenciar que existe un derecho violentado. Es decir, con la genera-
ción de conocimientos locales se puede cuestionar la desigualdad de poder existente
entre Estados, empresas y comunidades en contextos de extracción minera.
Los MHC forman parte de las estrategias de resistencia comunitaria en entor-
nos marcados por la minería de gran escala (Sánchez Vázquez 2019). Asimismo, los
MHC tienen varios aspectos y dimensiones que buscan la defensa de la vida, el terri-
torio y el agua. El proceso se torna en un encuentro e interacción de conocimientos
y se busca el reconocimiento de las comunidades locales en la toma de decisiones
autónomas en lo ambiental.
1 El proyecto se denominó “Fortalecimiento de los actores de la sociedad civil para el ejercicio del derecho al agua y el control social de
la actividad minera en la región de Cuyo y NOA”.
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
Los vecinos eligieron los puntos donde realizar las tres campañas de recolección de
muestras de agua (Zeballos 2016) y la institución donde se analizaría la información.
Las muestras se examinaron en el laboratorio de la Universidad Nacional de Cuyo
(UNCUYO), de la provincia de Mendoza, que fue seleccionado por la comunidad
pues consideraban a la universidad una institución autónoma de los intereses mine-
ros. La elección del laboratorio fue un punto clave, puesto que los vecinos consideran
que las instituciones de la provincia de San Juan están vinculadas de un modo u
otro la actividad minera y querían garantizar la independencia de la institución que
hiciera los análisis.
Los resultados obtenidos en 2010 les permitieron generar información propia
sobre la calidad del agua en distintos puntos del río Jáchal. Sin embargo, no gene-
raron una repercusión significativa, ni para la comunidad ni para el gobierno de la
provincia.
En el 2015, en Veladero ocurrió un derrame de alrededor de un millón de litros
de sustancia cianurada al río Potrerillos, afluente del río Jáchal (UNOPS 2016). La
empresa demoró en informar el hecho y los habitantes se enteraron a través de un
poblador que trabajaba en la mina (Zeballos 2016). Más de 8000 personas en Jáchal,
una localidad de 20 000 personas, se movilizaron para solicitar información y exigir
84 su cierre. Durante 2016 y 2017, en Veladero sucedieron dos nuevos accidentes am-
bientales, en los cuales se le desacoplaron cañerías que transportaban material mine-
ralizado (Parrilla 2016, 2017).
En ese mismo año, a raíz de los accidentes (y de un proyecto de minería de uranio
que querían instalar en la localidad), los vecinos que estaban organizados desde el
2010 más otros preocupados por la afectación de la calidad del agua del río confor-
maron la Asamblea Jáchal No Se Toca (AJNST). Por su parte, los funcionarios del
Estado de la provincia de San Juan negaron en distintas oportunidades que hubiese
existido contaminación de la cuenca Jáchal (Los Andes 2016). Los vecinos desconfia-
ban del control hídrico realizado por el Estado pues consideran que las instituciones
están “cooptadas” por el interés minero.
Para visibilizar sus cuestionamientos adoptaron un amplio repertorio de acciones
colectivas de confrontación, por ejemplo, movilizaciones, la instalación de una carpa
de manera permanente frente a la sede municipal, performance, grafitis o bloqueos de
ruta. Asimismo, llevaron adelante acciones más institucionales tales como denuncias
judiciales a funcionarios y a la empresa, presentación de proyectos de ordenanzas,
pedido de consultas populares, etc., para la concreción de estas estrategias reforzaron
sus alianzas con ONG, fundaciones y redes de abogados ambientales.
En el marco del despliegue de diversas estrategias de confrontación con el Estado
y la empresa, la comunidad de Jáchal le exigió a través de movilizaciones pacíficas al
Concejo Deliberante de Jáchal que aprobará el proyecto denominado “Agua Segura”
(aprobado mediante la Ordenanza 2694/2015). En este se estipula que el municipio
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
Ocultaron otro derrame de mercurio […] sí, otra vez, solo que la maquinaria de
ocultamiento del gobierno y las mineras parece funcionar mejor (AJNST 2019).
El gobierno y la Barrick MIENTEN, porque la cuenca del río Jáchal está siendo gravemente
afectada por la actividad megaminera (AJNST 2017a, mayúsculas del original).
Los monitoreos realizados en el 2010 y luego a partir del 2015, conjugados con la
acción política de la AJNST, han permitido el surgimiento de un espacio ciudadano
86 de generación y difusión de información fuera de la reportada por el Estado y las em-
presas. En ese sentido, para las comunidades el aporte de esos monitoreos no solo se
centra en la generación de nueva información, sino también en la estrategia política
desplegada a partir de tales resultados, que cuestiona el rol del Estado en su control
ambiental y político.
En el 2012 el Estado impulsó una Mesa de Diálogo y conformó una comisión téc-
nica sobre la temática ambiental2 que excluyó a las comunidades campesinas de Espi-
nar de la discusión sobre los impactos ambientales en el río Cañipía y los efectos en la
salud de los pobladores. En este contexto, la ONG Derechos Humanos sin Fronteras
(DHSF) en alianza con la ONG Suma Marka iniciaron un proyecto para la forma-
ción de un comité de monitoreo comunitario en el río Cañipía. En la ONG Suma
Marka de Puno, se brinda asistencia técnica en el desarrollo de las metodologías de
monitoreo en campo del Programa Internacional Global Water Watch (GWW). Es
importante señalar que en el marco de este programa los datos de calidad de agua de-
ben ser suministrados a la Universidad de Alabama (EAU). Por ello, la participación
en este programa plantea una alianza global, pero también un flujo de información
hídrica local hacia un nodo central.
El monitoreo formó parte de una iniciativa para promover una gestión hídrica
integral en las regiones de Ancash y Cusco, con el apoyo de CAFOD de Inglaterra
y Gales (Catholic Agency for Overseas Development). El proyecto se inició a finales
del 2013 con la formación en el uso de kits para monitoreos de la calidad física y quí-
mica de las aguas, la elaboración de un plan de monitoreo y la capacitación para la in-
terpretación y difusión de los resultados. Los kits empleados (de las marcas LaMotte
Alabama, Water Quality Monitoring) permitieron medir pH, temperatura, turbidez, 87
oxígeno disuelto, alcalinidad y dureza totales de las aguas (CEAS 2013).
Para noviembre del 2018, el comité de monitoreo estaba integrado por miem-
bros de las comunidades locales y de la ciudad de Yauri. El grupo de trabajo se reúne
una vez al mes y toman muestras en ocho puntos claves de la cuenca del río Cañipía.
Luego realizan los procedimientos técnicos en campo para analizar los parámetros
señalados. Un miembro del equipo de Derechos Humanos Sin Fronteras guía y
vigila el monitoreo, en esta ONG, se reciben los datos proporcionados por los mo-
nitores para sistematizarlos.
El monitoreo tiene un componente de capacitación, dado que los comuneros son
entrenados por los expertos técnicos. Si bien los comuneros miembros del equipo no
conocían las fórmulas químicas utilizadas para el muestreo, ellos hacían un esfuerzo
para comprender el lenguaje técnico desde sus propias prácticas y conocimientos. Por
ejemplo, ellos memorizaban pasos, procedimientos y parámetros (pH, temperatura,
dureza, alcalinidad, turbidez), para luego evaluar la evolución y posibles efectos y
causas de los resultados, de esta manera, cambios hacia un pH ácido significaban la
posible afectación a la calidad del agua.
El objetivo del monitoreo hídrico comunitario es que las comunidades posean una
herramienta técnica que pueda ser utilizada en sus demandas y procesos de diálogo con
las empresas mineras y el Estado. Se busca que los resultados sean reconocidos como una
fuente válida de información ambiental por los distintos sectores del Estado y la socie-
2 Además, se establecieron otras mesas sobre desarrollo, responsabilidad social y de producción.
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
dad. Con este fin, en 2018, los comuneros se han constituido legalmente como Asocia-
ción de Vigilantes y Monitores Ambientales de Espinar (AVMAE). Esta asociación ha
establecido alianzas con universidades, institutos y ONG, y a futuro se propone articular
estas experiencias comunitarias con el Sistema Nacional de Gestión Ambiental3 para
alcanzar la autosostenibilidad económica y organizacional del monitoreo (DHSF 2014).
El principal desafío al que se enfrenta esta iniciativa es la falta de reconocimiento
por parte del Estado. Para el Estado peruano los Comités de Monitoreo Comunitario
y los Comités de Monitoreo y Vigilancia Ambiental Participativos (CMVAP) son or-
ganizaciones que complementan la vigilancia ambiental estatal, pero que no reempla-
zan al Estado en sus competencias. En este sentido, los resultados de las evaluaciones
ambientales no se reconocen como oficiales si el Estado no dirige el monitoreo.
Sin embargo, la iniciativa ha buscado el reconocimiento oficial por otras vías, en
un primer momento, a través de una alianza con la Municipalidad Provincial en el
período de alcaldía de Oscar Mollohuanca (2011-2014), cuando se generó el Plan
de Monitoreo reconocido y financiado por el gobierno municipal. Sin embargo, el
cambio de la gestión municipal implicó la suspensión del monitoreo.
Los funcionarios de la empresa y del Estado desestiman el monitoreo comuni-
tario porque consideran que no cumple con los estándares técnicos. En particular,
88 se menciona la falta de personal técnicamente capacitado, equipos suficientemente
sofisticados y procedimientos certificados por la autoridad competente.
La asociación respondió a estos señalamientos incorporando especialistas y equi-
pamiento. Así busca erigirse como un representante experto de las comunidades con
capacidad de producir resultados validados técnicamente y evitar su manipulación
por parte de la empresa o Estado. En este sentido, la población de Espinar no rechaza
el conocimiento científico o el lenguaje técnico como tal, sino que repudian los re-
portes oficiales por considerarlos cooptados por el interés minero.
Es importante señalar el valor que la especialización técnica tiene para todos los
actores involucrados. La población de Espinar en Perú, al igual que la de Jáchal en
Argentina, ha recurrido a la “profesionalización” ciudadana para fortalecer sus argu-
mentos en la controversia sociotécnica con el Estado y las empresas.
3 En agenda se encuentra el proyecto de la “Ley de articulación de la vigilancia y el monitoreo ambiental y social, ciudadano e indígena
en el sistema Nacional de Gestión Ambiental”, que busca articular a los Comités de Vigilancia y Monitoreo Ambiental Comunitario
(CVMAC), dentro del Sistema Nacional de Gestión Ambiental.
Otra de las demandas expresada por las organizaciones de base se refiere al acceso a
información fidedigna y actualizada sobre las afectaciones medioambientales (salud,
agua y aire) producidas por la mina. Los problemas en la producción de conocimien-
to técnico válido por parte de las entidades de control ambiental se han visto refor-
zados por el hecho de que un organismo como la Contraloría General de Colombia
ha señalado que la capacidad administrativa de la Autoridad Nacional de Licencias
Ambientales (ANLA) y las Corporaciones Autónomas Regionales no es suficiente en
materia de control ambiental (Contraloría General de la República 2017).
4 Una demanda de nulidad simple es un recurso judicial que pueden utilizar personas naturales para defender sus derechos cuando
consideran que han sido violentados por una autoridad administrativa. Más información en: https://bit.ly/3nprm2r
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
[Ellos] acaparan el agua del río Ranchería y de todos los arroyos. No conforme con eso,
tienen 19 pozos profundos. El agua que sale de esos pozos está siendo contaminada,
ya no la están usando para el consumo. El ferrocarril pasa contaminando a todos los
arroyos, cuerpos de agua que están ahí […]. Anteriormente, uno cogía el jagüey y lo
cerraba para el consumo humano; hoy no se puede hacer eso porque hasta los animales
están saliendo con malformaciones por esa agua contaminada por el carbón (entrevista
a líder de la Fuerza de Mujeres Wayuu, 25 de febrero de 2019).
Desde el 2008, las comunidades del sur de La Guajira para generar información y
conocimiento propio sobre la mina y sus impactos ambientales se han articulado en
red con las ONG, los centros de investigación y la academia, entre ellos están: Fuerza
de Mujeres Wayuu, Centro de Investigación de Educación Popular (CINEP); Centro
Nacional Salud, Ambiente y Trabajo (CENSAT Agua Viva); Colectivo de Abogados
“José Alvear Restrepo” (CAJAR); Corporación Geoambiental Terrae e Instituto de
90 Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz). La red de organizaciones trabaja en
procesos cotidianos de formación política y en la producción y el seguimiento de los
impactos ambientales de la mina.
Estas instancias les han permitido a las organizaciones locales discutir sobre los
procesos de reasentamiento poblacional o presentar denuncias por violaciones de
derechos humanos (CINEP et al. 2019). Una de las estrategias de las comunidades
para participar de estos espacios ha sido producir información propia y así fortalecer
los argumentos a la hora de las negociaciones.
En ese sentido, las organizaciones de la red han realizado monitoreos hídricos,
ambientales y sociales. Entre estos cabe mencionar el trabajo de monitoreo social del
CINEP acerca de las violaciones a los derechos humanos y su relación con proyectos
extractivos (CINEP et al. 2019). CENSAT Agua Viva, durante las movilizaciones loca-
les en contra de la desviación del río Ranchería, propuesta por Cerrejón en 2011, tomó
muestras en zonas afectadas. También Ana María Llorente y Julio Fierro (2019), de la
Corporación Geoambiental TERRAE, realizaron estudios que presentan evaluaciones
generales con base en los datos producidos por el Estado y las tomas de muestras loca-
les; en su análisis evidencian las afectaciones en el agua y en otros componentes bióticos
del ecosistema. Del mismo modo, está la experiencia de los monitoreos realizados por
Indepaz que desde el 2008 han apoyado a las comunidades étnicas de La Guajira en los
seguimientos relativos a los reasentamientos en el municipio de Barrancas.
En todos los procesos, los pueblos indígenas, afroguajiros y las comunidades
campesinas participan directamente en la toma de decisiones. Estos procesos, si
bien parten de una financiación lograda por ONG y otras instituciones intere-
sadas, atienden a las necesidades locales. Estos apoyos no se limitan a un proceso
asistencial, por el contrario, son concertados localmente y es allí donde radica la
importancia de estos procesos en las formas de abordar las herramientas técnicas de
formas situadas y contextualizadas.
El estudio realizado por Indepaz consistió, por un lado, en una serie de muestreos
de agua realizados en el río Ranchería y sus afluentes, y en las aguas de los pozos con
que se abastecen comunidades reasentadas. Asimismo, se analizaron tejidos de los
animales en la zona. Las comunidades participaron en distintas fases del proceso de
monitoreo, por ejemplo, en la toma de muestras y el ejercicio general de planeación
del proceso. Por otro lado, la información obtenida se contrastó con la producida por
el Estado. El informe fue publicado en el 2019 y se tituló “Si el río suena, piedras
lleva. Sobre los derechos al agua y a un ambiente sano en la zona minera de La Gua-
jira”. Recibió el apoyo de los institutos de química ambiental de la Universidad de
Cartagena (Colombia) y de la Universidad Koblenz-Landau (Alemania). Los autores
del informe señalan
Los resultados de este proceso, y de los otros mencionados, han sido integrados en
las estrategias de lucha jurídica contra Cerrejón. Los MHC constituyen argumen-
tos fundamentales en los espacios de discusión con la empresa y el Estado, y han
sido muestras claras de las resistencias locales, por ejemplo, en giras internacionales,
demandas nacionales o en protesta locales. La generación de información propia
también ha permitido determinar las causas de lo que se percibe como afectación
ambiental (Caro 2018).
Con los MHC, las comunidades pueden cuestionar la minería de carbón como
imagen del progreso y desarrollo en La Guajira al poner de relieve las desigualdades
territoriales y ambientales que produce. Estos monitoreos surgen de la necesidad im-
perante de evidenciar, técnica y socialmente, problemas y vivencias con aguas conta-
minadas, salobres o no aptas para el consumo. A su vez, estos han puesto de relieve las
desigualdades en la disponibilidad y acceso al agua que generó Cerrejón, así como los
efectos que la contaminación y pérdida de calidad del agua producen en la población
local. De igual manera, demandan que se reconozcan sus conocimientos y modos
de entender lo ambiental no solo centrado en el agua, sino incluyendo también las
dimensiones territoriales y culturales.
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
Los tres casos de MHC evidencian cómo las instituciones basadas en conocimientos
expertos desconocen los conocimientos locales y sus resultados no son incluidos en
los análisis para las licencias ambientales, lo cual genera conflictos y asimetrías del
conocimiento. Por tanto, la estrategia de las comunidades ha sido impulsar monito-
reos autónomos, independientes de los del Estado y las empresas, pues consideran a
dichas instituciones cooptadas por el interés minero.
Para ello, las comunidades se han organizado en procesos comunitarios (organiza-
ciones de base, comités, asambleas o asociaciones) y han establecido redes con la aca-
demia, las ONG y las organizaciones sociales para “apropiarse” de conocimientos téc-
nicos, sistematizar información o acceder a recursos económicos que les permitan la
realización de monitoreos locales. Asimismo, se observa que esta “profesionalización”
ha sido acompañada por un proceso de politización de la problemática socioambien-
tal. Las comunidades cuestionan no solo los informes “oficiales” producidos por los
Estados, sino también el modo en que se toman decisiones sobre la minería y sus
efectos socioambientales, sin considerar a quienes habitan en los territorios.
92 Los MHC articulan los conocimientos locales con conocimientos técnicos, y para
ello emplean kits y protocolos validados por entidades científicas (universidades o
laboratorios). La apropiación del “conocimiento técnico” por parte de las comuni-
dades locales, vía los MHC en torno a calidad y contaminación del agua y de sus
implicaciones, para la salud, por ejemplo, visibilizan los conflictos y las desigualdades
socioambientales y las asimetrías de conocimientos, que de otra manera no se pueden
problematizar. De esta manera, a nivel local se puede generar nueva información
que confronte la disponible y contribuya así a elaborar un debate más amplio sobre
las políticas ambientales, en general, y sobre el agua, en particular (Paneque-Gálvez
2019; Corburn 2005; ENDA 2017).
Los resultados de los MHC muchas veces no son reconocidos como oficiales si
el Estado no dirige el monitoreo. Sin embargo, se trata de procesos en construcción
que necesitarían institucionalizarse para no perder legitimidad social y eficacia po-
lítica. Por ello es necesario buscar mecanismos de fortalecimiento institucional que
le den mayor legitimidad social y política a los MHC. De ahí, surge la necesidad
de discutir sobre el tipo de institucionalidad que se requiere desarrollar para que
reconozca dichos monitoreos. Por ejemplo, los soportes técnicos actuales como el
GWW en el caso de Espinar suponen también connotaciones éticas vinculadas a la
apropiación del conocimiento local, mientras el reconocimiento estatal se constituye
en un elemento clave. En síntesis, es necesario buscar mecanismos que reconozcan,
complementen y legitimen los MHC, ya que por sí mismos sueles ser procesos débi-
les e ineficaces.
Apoyos
Astrid Ulloa, Julieta Godfrid, Gerardo Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López
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