Crítica de La Razón Tecnofeudal
Crítica de La Razón Tecnofeudal
Crítica de La Razón Tecnofeudal
segunda época
marzo-junio 2022
evgeny morozov
CRÍTICA DE LA RAZÓN
TECNOFEUDAL
Las noticias no tan buenas son que al emprender este ejercicio espe-
culativo de planificación de escenarios apocalípticos a la izquierda le
cuesta diferenciarse de la derecha. De hecho, los dos polos ideológicos
casi han coincidido en una descripción común de la nueva realidad. Para
muchas posiciones presentes en ambos campos, el fin del capitalismo
realmente existente ya no significa el advenimiento de un futuro mejor,
ya sea en forma de socialismo democrático, anarcosindicalismo o libe-
ralismo clásico «puro». Por el contrario, el consenso emergente es que
el nuevo régimen es nada menos que algo similar al feudalismo, un
-ismo que cuenta con muy pocos amigos respetables. Es cierto que el
neofeudalismo de hoy llega con eslóganes pegadizos, aplicaciones inge-
niosas para móviles y hasta la promesa de una eterna felicidad virtual en
los ilimitados dominios del metaverso de Zuckerberg. Sus vasallos han
cambiado su atuendo medieval por las elegantes camisetas de Brunello
Cucinelli y las zapatillas de Golden Goose. Muchos partidarios de la tesis
neofeudal sostienen que su auge va de la mano con el de Silicon Valley.
Así, términos como «tecnofeudalismo», «feudalismo digital» y «feuda-
lismo de la información» son ya moneda corriente1. «Smart feudalism»
aún no ha cuajado, pero no tardará en llegar.
1
En aras de la información debo decir que en torno a 2016 yo también coqueteé
con estos conceptos, que utilicé en una columna periodística ocasional y en una
charla. Por aquel entonces, el término «feudalismo digital» incluso se coló en el
anuncio del subtítulo de mi libro aún no publicado (la edición final ciertamente
no lo incluiría); también apareció en el subtítulo de una colección de mis ensayos
publicada en España en 2018. Al darme cuenta de su debilidad analítica, abandoné
rápidamente estos conceptos.
2
Eric Posner y Glen Weyl, Radical Markets: Uprooting Capitalism and Democracy for a
Just Society, Princeton (nj), 2018, p. 232. Weyl se perfila como un hijo rebelde de la
economía neoliberal. Fanático de Ayn Rand desde la infancia, se ganó los elogios de
las principales estrellas de la profesión, incluidos, cuando tenía 13 años, los de Milton
Friedman. Recientemente Weyl ha declarado que ya no se identifica como economista,
debido a las imperfecciones de la profesión. Sus vínculos con la esfera tecnológica se
derivan de su puesto en Microsoft Research y de su colaboración con Vitalik Buterin,
cofundador de la blockchain Ethereum, principal competidor de Bitcoin.
3
Las ideas detrás de Feudl se describen en el blog de Yarvin, Unqualified Reservations.
Básicamente, se venía a decir que Google no era demasiado feudal, sino dema-
siado «woke», demasiado democrático. Al indexar y clasificar todas las páginas web
que encontraba en función del número de páginas ajenas que enlazaban con ella,
el motor de búsqueda ignoraba la aparición de jerarquías naturales que, según
En la izquierda, la lista de personas que han coqueteado con concep-
tos «feudales» es larga y va en aumento: Yanis Varoufakis, Mariana
Mazzucato, Jodi Dean, Robert Kuttner, Wolfgang Streeck, Michael
Hudson y, paradójicamente, incluso Robert Brenner, el epónimo del
«debate Brenner» sobre la transición del feudalismo al capitalismo4.
A su favor hay que decir que ninguno de ellos llega a afirmar que el
capitalismo esté completamente extinguido o que hayamos vuelto a la
Edad Media. Los más prudentes, como Brenner, sugieren que las carac-
terísticas del sistema capitalista actual (el estancamiento prolongado, la
redistribución de la riqueza hacia arriba impulsada por medios políticos,
el consumo ostentoso de las élites combinado con la creciente depau-
peración de las masas) recuerdan a aspectos de su predecesor feudal,
aunque el capitalismo siga imperando en gran medida. Sin embargo, a
pesar de todas estas cautelas, muchos en la izquierda no han resistido la
tentación de aplicar el apelativo «feudal» a Silicon Valley o a Wall Street,
así como muchos expertos no pueden evitar llamar «fascistas» a Trump
o a Orbán. La conexión real con el fascismo o el feudalismo históricos
puede ser tenue, pero la apuesta es que hay suficiente valor de choque en
la proclamación como para despertar a la somnolienta opinión pública
de su complacencia. Además, no deja de ser un buen meme. A las
Yarvin, son una característica benigna de todas las comunidades. Yarvin llevó a la
práctica algunas de sus ideas sobre las infraestructuras digitales neofeudales en su
proyecto Urbit, financiado en parte por Thiel. Para un resumen de su política, véase
Harrison Smith y Roger Burrows, «Software, Sovereignty and the Post-Neoliberal
Politics of Exit», Theory, Culture & Society, vol. 38, núm. 6, noviembre de 2021. Para
un perfil de Yarvin, véase Joshua Tait, «Mencius Moldbug and Neoreaction», Key
Thinkers of the Radical Right, Oxford, 2019, pp. 187-203.
4
De Yanis Varoufakis véase su breve artículo «Techno-Feudalism Is Taking Over»,
Project Syndicate, 28 de junio de 2021, así como mi entrevista con él, «Yanis
Varoufakis on Crypto, the Left and Techno-Feudalism», The Crypto Syllabus, 26
de enero de 2022; de Mariana Mazzucato, «Preventing Digital Feudalism», Project
Syndicate, 2 de octubre de 2019; de Jodi Dean, «Communism or Neo-Feudalism?»,
New Political Science, vol. 42, núm. 1, febrero de 2020; y de Robert Kuttner véase su
artículo en coautoría con Katherine Stone, «The Rise of Neo-Feudalism», American
Prospect, 8 de abril de 2020. Para el debate de Wolfgang Streeck sobre la «desigual-
dad oligárquica» –«también se podría hablar de neofeudalismo»–, véase How Will
Capitalism End? Essays on a Failing System, Londres y Nueva York, 2016, pp. 28-30,
35, 187 [ed. cast.: ¿Cómo acabará el capitalismo?, Madrid, Traficantes de Sueños,
2017]. Michael Hudson lleva casi una década escribiendo sobre el neofeudalismo;
véase, por ejemplo, «The Road to Debt Deflation, Debt Peonage and Neofeudalism»,
Levy Economics Institute of Bard College Working Paper no. 708, febrero de
2012. Para el uso del término por parte de Robert Brenner, véase su conferencia
«From Capitalism to Feudalism? Predation, Decline and the Transformation of us
Politics», University of Massachusetts Amherst Political Economy Workshop, 27
de abril de 2021, disponible en YouTube.
multitudes hambrientas de Reddit y Twitter les encanta: el debate sobre
tecnofeudalismo entre Varoufakis y Slavoj Žižek publicado en YouTube
obtuvo más de trescientas mil visualizaciones en solo tres semanas5.
5
La cultura digital ya estaba inundada desde principios de la década de 1990 del
imaginario medieval de los «cercados», los «comunes», los «barones ladrones»,
los «señores de la tecnología», la «aparcería digital» e incluso la «caza de brujas
digital», por no hablar de la comparación de Umberto Eco entre los usuarios de
dos y de Mac con protestantes y católicos. El diagnóstico tecnofeudal cae así en
terreno fértil.
6
Véase Brett Christophers, Rentier Capitalism: Who Owns the Economy, and Who
Pays for It?, Londres, 2020.
7
Julia Tomassetti, «Does Uber Redefine the Firm? The Postindustrial Corporation
and Advanced Information Technology», Indiana Legal Studies Research Paper
No. 345, abril de 2016.
mediática. Es como si el marco teórico de la izquierda ya no pudiera dar
sentido al capitalismo sin movilizar el lenguaje moral de la corrupción y
la perversión. En las páginas siguientes profundizo en algunos debates
sobre los rasgos específicos que diferencian al capitalismo de las formas
económicas anteriores (así como los que definen las operaciones políti-
co-económicas en la nueva economía digital) con la esperanza de que la
crítica de la razón tecnofeudal pueda arrojar nueva luz sobre el mundo
en el que nos encontramos.
lógica feudal
8
La recapitulación reciente más accesible de la lectura marxista del feudalismo
como lógica económica es la de Chris Wickham, «How Did the Feudal Economy
Work? The Economic Logic of Medieval Societies», Past & Present, vol. 251, núm. 1,
mayo de 2021.
también en el seno de ellas. Las propias condiciones de posibilidad del
feudalismo eran tan complejas como las de los regímenes capitalistas
que le sucedieron. Por ejemplo, la naturaleza peculiar de la soberanía en
el feudalismo (que, como subrayó Perry Anderson, estaba «parcelada»
entre los terratenientes en lugar de estar concentrada en la cima) dejó
una impronta fundamental. Sin embargo, a pesar de todos estos mati-
ces, importantes corrientes de la tradición marxista han concentrado sus
esfuerzos en descifrar la lógica económica del feudalismo, como clave
para elucidar la de su régimen sucesor, el capitalismo.
9
Debo esta llamativa frase al título de la obra de Murray Smith, Invisible Leviathan:
Marx’s Law of Value in the Twilight of Capitalism, Leiden, 2020.
10
La obra de Marc Bloch, Feudal Society [1939], Londres, 2014 [ed. cast.: La sociedad
feudal, Madrid, 1986] es la perenne referencia en estos círculos.
11
Un ejemplo interesante en este sentido, procedente de la derecha política, es el
trabajo del teórico holandés Frank Ankersmit, quien lleva argumentando desde
1997 que el papel prominente desempeñado por las ong y otras organizaciones de
la sociedad civil en las democracias liberales ha producido un «archipiélago cuasi
feudal de islas de gestión egoísta», que nos lleva, a tenor del título de su libro de
2005, a una «Nueva Edad Media».
una determinada dinámica y si podemos observar la recurrencia de esa
dinámica en nuestro propio presente posfeudal, deberíamos al menos
poder hablar de la «refeudalización» de la sociedad con independencia
de que en el horizonte actual no se vislumbre un «neofeudalismo» en
toda regla. Se trata de una afirmación más débil, pero que conlleva una
mayor claridad analítica.
Precursores
12
Véase Sighard Neckel, «“Refeudalisierung”: Systematik und Aktualität eines
Begriffs der Habermasschen Gesellschaftsanalyse», Leviathan, vol. 41, núm. 1,
2013; «Refeudalisierung der Ökonomie», en Soziologie der Finanzmärkte, Bielefeld,
2014, pp. 113-28; y «The refeudalization of modern capitalism», Journal of Sociology,
vol. 56, núm. 3, junio de 2020. A pesar de las frecuentes referencias al capita-
lismo, el análisis del feudalismo que informa el uso que Neckel hace del mismo
es inequívocamente no marxista, dado que contrasta la igualdad, la justicia y la
neutralización del poder privado fomentadas por el Estado burgués con su ausencia
en el modelo feudal.
y no marxistas, Neckel sostiene que podemos estar asistiendo a la apa-
rición de «un capitalismo moderno sin estructuras burguesas», y que la
ausencia de estas últimas podría ser «la condición cultural previa para
la marcha triunfal del capitalismo en el siglo xxi». La modernización
neoliberal no debe pues leerse en términos de progreso ni de involu-
ción, sino como paradójica. En opinión de Neckel, la refeudalización no
conduce al pasado, sino que hace referencia a «una dinámica social del
presente en la que la modernización toma la forma de un rechazo de las
máximas de un orden social burgués». En este sentido, Neckel se une a
otros destacados sociólogos alemanes –me vienen a la mente Wolfgang
Knöbl y Hans Joas– en el cuestionamiento de los relatos de inspiración
teleológica sobre la modernización13.
13
Esto es más visible en sus obras escritas conjuntamente: Hans Joas y Wolfgang
Knöbl, Social Theory: Twenty Introductory Lectures, Cambridge, 2009, y War in
Social Thought, Princeton (nj), 2012.
14
Un resumen accesible de la tesis de Supiot se encuentra en su artículo «The
Public-Private Relation in the Context of Today’s Refeudalization», International
Journal of Constitutional Law, vol. 11, núm. 1, enero de 2013, pp. 129-145.
15
Alain Supiot, La gouvernance par les nombres, París, 2015; ed. ing.: Governance by
Numbers, Londres, 2015, p. 225. Existe aquí una afinidad con la proliferación de
conceptos relacionados con el «neomedievalismo» en la teoría de las relaciones
internacionales a partir de la década de 1960. En ese campo, el «neomedievalismo»
también se aplicó tempranamente a la economía digital global: véase Stephen
Kobrin, «Back to the Future: Neomedievalism and the Postmodern Digital World
Economy», Journal of International Affairs, vol. 51, núm. 2, primavera de 1998.
cálculos de utilidad, todos los ciudadanos podían disfrutar de un mínimo
de dignidad en el lugar de trabajo y fuera de él, independientemente de sus
diferencias de poder y de riqueza. El neoliberalismo, al someter al Estado
a los imperativos de maximización de la utilidad y la eficiencia, lo abre de
nuevo, sin embargo, a la contratación privada.
¿brenner o wallerstein?
16
Ellen Meiksins Wood, «The Separation of the Economic and the Political in
Capitalism», nlr 1/127, mayo-junio de 1981, p. 80.
Inglaterra, como los principales factores responsables del surgimiento
del capitalismo17. Aquellos debates dieron lugar a líneas tangenciales
de discusión fascinantes. Una en particular es crucial para descifrar los
fundamentos teóricos de las formulaciones más serias de la tesis tec-
nofeudal: la centralidad de la «acumulación primitiva» en los orígenes,
así como en la evolución y comportamiento posterior del capitalismo.
17
La bibliografía al respecto es enorme, pero un punto de partida indispensa-
ble para el debate Brenner sobre la transición al capitalismo es Trevor Aston y
Charles Philpin (eds.), The Brenner Debate: Agrarian Class Structure and Economic
Development in Pre-Industrial Europe, Cambridge, 1987.
18
Immanuel Wallerstein, The Origins of the Modern World-System: Capitalist
Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century,
Nueva York, 1974, pp. 16-20; ed. cast.: El moderno sistema mundial. La agricultura
capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo xvi, Madrid, 2016.
lugar de la expropiación de los bienes ya elaborados por los campesinos
semiautónomos. El divorcio en cuestión se produjo como resultado de
la reconfiguración de las relaciones de clase y de los cambios acaeci-
dos en los derechos de propiedad; tuvo poco que ver con el intercambio
desigual o el comercio mundial19. Tal y como afirmaría Brenner en un
ensayo posterior, la etapa conocida como «acumulación primitiva» no
fue más que el proceso de «aparición de las relaciones sociales y de
propiedad constitutivas del capital». Esto trajo aparejado ciertamente
enormes dosis de fuerza y violencia, pero el papel de la acumulación
primitiva fue muy limitado, no debiendo confundirse su dinámica con
la de la acumulación capitalista propiamente dicha.
19
Robert Brenner, «The Origins of Capitalist Development: A Critique of Neo-
Smithian Marxism», nlr 1/104, julio-agosto de 1977.
20
Robert Brenner, «What Is, and What Is Not, Imperialism?», Historical Materialism,
vol. 14, núm. 4, enero de 2006, pp. 79-105.
vivero para la caza comercial de pieles negras, señalaron el halagüeño ama-
necer de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos
son los principales momentos de la acumulación primitiva21.
Karl Marx, Capital, Volume One, Londres, 1990, p. 915; ed. cast.: El capital, Madrid, 2017.
21
22
Para una evaluación del estado actual del marxismo político, véase Historical
Materialism, vol. 29, núm. 3, noviembre de 2021, que está dedicado al tema. Cabe
destacar que la crítica fundamental de Brenner a Wallerstein, «The Origins of
Capitalist Development», menciona el término «innovación» cuarenta y tres veces,
probablemente una primicia para un ensayo publicado en la New Left Review.
consecuencia de que los capitalistas compitieran en el mercado, emplea-
ran trabajo asalariado libre y trataran por todos los medios de reducir sus
costes. En este modelo no era necesario hablar de violencia, expropia-
ción o desposesión; aunque no se negaba su existencia, estas variables
tenían poco que aportar al aumento de la productividad y no formaban
parte del proceso de acumulación capitalista.
23
Véase Klaus Dörre, «Capitalism, Landnahme and Social Time Regimes: An
Outline», Time & Society, vol. 20, núm. 1, abril de 2011; y «Finance Capitalism,
Landnahme and Discriminating Precariousness: Relevance for a New Social
Critique», Social Change Review, vol. 10, núm. 2, octubre de 2012. Para las contribu-
ciones de Fraser, véase Nancy Fraser y Rahel Jaeggi, Capitalism: A Conversation in
Critical Theory, Cambridge, 2018; y Nancy Fraser, «Expropriation and Exploitation
in Racialized Capitalism: A Reply to Michael Dawson», Critical Historical Studies,
vol. 3, núm. 1, primavera de 2016.
y la usurpación». Esto tenía poco que ver con el relato brenneriano de la
«acumulación primitiva» como proceso de ruptura de la «fusión» feudal
entre los factores de producción; los capitalistas de Brenner no estaban
«cooptando» nada, sino que se estaban deshaciendo, con cierta ayuda
sistémica, de prácticas y relaciones sociales improductivas.
24
R. Brenner, «What Is, and What Is Not, Imperialism?», cit.
redistributivo que generativo, cuyo objetivo era transferir la riqueza y
la renta de la totalidad de la población a las clases altas de los distintos
países o de los países pobres a los más ricos, si contemplamos el proceso
a escala internacional. Aquí no había espacio alguno para la interpre-
tación afín a Brenner de la «acumulación por desposesión» como algo
destinado a crear las condiciones para la innovación (y, por lo tanto,
para la producción y la generación). Sin decirlo explícitamente, Harvey
se unió silenciosamente al otro campo del debate, al tiempo que aña-
día una serie de mecanismos adicionales de transferencia de plusvalor
(como la extracción de rentas en torno a la propiedad intelectual, por
ejemplo) a los descritos inicialmente por Wallerstein. Cualquiera edu-
cado en la visión ortodoxa y brenneriana de la «acumulación primitiva»
discreparía inmediatamente de la cronología básica de los acontecimien-
tos presentada por Harvey; incluso para Wallerstein y sus seguidores, la
acumulación primitiva basada en el comercio precedió y acompañó a la
acumulación capitalista, pero no la sustituyó ni la superó25.
25
En la última década, el sociólogo brasileño Daniel Bin elaboró una descripción más
cuidadosa de las condiciones específicas bajo las cuales la desposesión conduciría a
la acumulación capitalista –una combinación de proletarización, mercantilización y
de lo que Bin llama «capitalización»–, para distinguirla de los casos en los que la des-
posesión tendría únicamente efectos redistributivos. Véase Daniel Bin, «So-Called
Accumulation by Dispossession», Critical Sociology, vol. 44, núm. 1, enero de 201,; y
«Dispossessions in Historical Capitalism: ¿Expansion or Exhaustion of the System?»,
International Critical Thought, vol. 9, núm. 2, mayo de 2019.
26
Para una visión general, véase Verónica Gago y Sandro Mezzadra, «A Critique of
the Extractive Operations of Capital: Toward an Expanded Concept of Extractivism»,
Rethinking Marxism, vol. 29, núm. 4, 2017, pp. 574-591.
de una vida de lujo, como los terratenientes de la época feudal. «Si todo
el mundo trata de vivir de las rentas y nadie invierte en la fabricación de
nada», escribió Harvey en 2014, «entonces, claramente, el capitalismo
se dirige hacia la crisis»27. Pero, ¿qué tipo de crisis? El propio Harvey no
coquetea con el imaginario neofeudal (al menos no lo ha hecho todavía),
pero su análisis del capitalismo contemporáneo invita a sacar la conclu-
sión obvia: este es un capitalismo solo de nombre, encontrándose su
lógica económica real mucho más cerca de la feudal. ¿Qué otra lección
se puede extraer de la afirmación efectuada por Harvey, en una fecha tan
temprana como 2003, de que la desposesión redistributiva había ocu-
pado el lugar de la explotación generativa?
Multitudes cognitivas
27
David Harvey, Seventeen Contradictions and the End of Capitalism, Nueva York,
2014; ed. cast. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Quito y Madrid, iaen
& Traficantes de Sueños, 2014.
28
Véase Yann Moulier-Boutang, Cognitive Capitalism, Cambridge, 2011; Carlo
Vercellone, «From Formal Subsumption to General Intellect: Elements for a
Marxist Reading of the Thesis of Cognitive Capitalism», Historical Materialism, vol.
15, núm. 1, enero de 2007. El hecho de que el propio Harvey tenga sentimientos
encontrados sobre el «capitalismo cognitivo» no debería disuadirnos en este caso;
para su discusión del término, véase el capítulo 5 de Marx, Capital, and the Madness
of Economic Reason, Londres, 2017; ed. cast.: Marx, el capital y la locura de la razón
económica, Madrid, 2019.
29
La mirada de estos teóricos no suele extenderse más allá de Europa occidental,
con la excepción parcial de Moulier-Boutang, experto en historia económica colo-
nial y postcolonial africana.
de la era fordista: son rentistas perezosos, totalmente parasitarios de la
creatividad de las masas. Partiendo de estas premisas, es fácil pensar que
una especie de tecnofeudalismo se cierne ya sobre nosotros: si los miem-
bros de la multitud son realmente los que hacen todo el trabajo e incluso
utilizan sus propios medios de producción (ordenadores y software de
código abierto), entonces hablar de capitalismo parece una broma cruel.
30
Véase el capítulo 5 de George Caffentzis, In Letters of Blood and Fire: Work,
Machines, and the Crisis of Capitalism, Oakland (ca), 2012 [ed. cast.: En letras de
sangre y fuego, Buenos Aires, Tinta Limón, 2020].
31
Este ejemplo está extraído de Bryan Pankhurst, «Digital Information and Value:
A Response to Jakob Rigi», tripleC: Communication, Capitalism & Critique, vol. 17,
núm. 1, febrero de 2019, pp. 72-85.
se utilizaron algunos algoritmos, trabajo muerto y conocimientos con-
gelados de generaciones anteriores o tal vez incluso una o dos patentes?
fortunas digitales
32
Véase Peter Drahos, «Information Feudalism in the Information Society», The
Information Society, vol. 11, núm. 3, abril de 1995, y Peter Drahos y John Braithwaite,
Information Feudalism: Who Owns the Knowledge Economy?, Abingdon, 2002.
intelectual permitían separar formalmente la propiedad de los objetos de
su control, lo que suponía un retroceso al pasado).
33
La posición de «los usuarios son trabajadores» también ha sido promovida por
Glen Weyl, que es coautor de un documento muy discutido sobre el «trabajo de
datos» con el experto en tecnología Jaron Lanier y otros autores; véase Imanol
Arrieta Ibarra et al., «Should We Treat Data as Labour? Moving Beyond “Free”»,
American Economic Association Papers & Proceedings, vol. 108, mayo de 2018. Véase
también Carlo Vercellone, «Les plateformes de la gratuité marchande et la con-
troverse autour du Free Digital Labor: une nouvelle forme d’exploitation?», Open
Journal in Information Systems Engineering, vol. 1, núm. 2, 2020.
desvanecido de los mapas de nuestra propia experiencia»34. Para garanti-
zar una mayor nitidez expositiva, es preciso indicar que en este caso no
se trata exactamente de la fórmula M(ercancía)-D(inero)-M(ercancía) de
Marx, pero la idea está clara.
Zuboff se aleja de las teorías del «trabajo digital» (de hecho se aleja, pura
y simplemente, de toda consideración del trabajo). En consecuencia, no
tiene mucho que decir sobre la explotación; los capitalistas de la vigilancia,
al parecer, no la practican demasiado35. En su lugar, parte de la «acu-
mulación por desposesión» de Harvey, presentándola como un proceso
continuo. Zuboff analiza en profundidad los elaborados procedimientos
de Google para efectuar la extracción y expropiación de los datos de los
usuarios. El término «desposesión» aparece casi un centenar de veces en
el libro, a menudo en combinaciones originales con otros términos: «ciclo
de desposesión», «desposesión del comportamiento», «desposesión de la
experiencia humana», «industria de la desposesión» y «desposesión uni-
lateral de plusvalor». A pesar de todo su lenguaje altisonante sobre los
usuarios como «pueblos nativos», The Age of Surveillance Capitalism no
deja lugar a dudas de que la «desposesión» se lleva a cabo mediante la
tecnología moderna y a escala industrial, lo que supuestamente hace que
parezca capitalista. Para Zuboff, sin embargo, el «capitalismo» es algo que
las empresas «cometen», como un faux pas o un delito. Por extraña que
suene, esta formulación es la representación exacta de cómo entiende ella
este particular -ismo: en general, el «capitalismo» es lo que les ocurre a los
humanos cuando las empresas hacen cosas.
34
Shoshana Zuboff, The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future
at the New Frontier of Power, Nueva York, 2019; ed. cast.: La era del capitalismo de
vigilancia, Barcelona, 2020.
35
Aunque Zuboff habla de que Google «explota la información» o «explota su
descubrimiento del plusvalor de la conducta», no se está refiriendo aquí a la explo-
tación capitalista.
36
«¡Los ingresos de los rentistas son cinco veces mayores que los ingresos obteni-
dos del comercio exterior del mayor país “comercial” del mundo! Esta es la esencia
capitalismo de la vigilancia coquetea aquí y allá con la formulación «feu-
dal» sin llegar tampoco a adoptarla por completo. Sin embargo, si se
examina más de cerca, el sistema económico que describe no es ni capi-
talista ni feudal. Es lo que podría llamarse, a falta de un término mejor,
usuarismo, en analogía directa con el operaismo italiano. Los italianos no
podían imaginar cómo las empresas capitalistas no rentistas y ligeras
de mano de obra podrían obtener beneficios capitalistas simplemente
atrayendo el plusvalor producido en otros lugares; en consecuencia, aca-
baron introduciendo conceptos forzados como «trabajo digital gratuito».
Zuboff, a su vez, no puede imaginar que la experiencia humana conge-
lada en datos del usuario, que son objeto de apropiación en el momento
mismo en que este interactúa con los artefactos digitales, no sea el prin-
cipal motor de los exorbitantes beneficios de Google.
37
Rasmus Fleischer, «If the Song Has No Price, Is It Still a Commodity? Rethinking
the Commodification of Digital Music», Culture Unbound, vol. 9, núm. 2, octubre de
2017. Dado que la plataforma tiene que pagar tanto por las licencias, Fleischer señala
que «la devaluación de la música grabada redundaría en beneficio de Spotify».
barata de fabricar. ¿Por qué? Porque Google no paga a los editores y crea-
dores de contenidos, cuyas páginas indexa para producir esa mercancía
(o al menos, no del mismo modo en que Spotify paga a las discográficas).
Google, a diferencia de Spotify, no ofrece una experiencia de búsqueda
diferente y sin publicidad a sus usuarios de pago; pero su sitio hermano,
YouTube, sí lo hace a cambio de una cuota mensual. Al igual que hace
Spotify con sus usuarios que no pagan, Google ofrece su producto de
búsqueda de forma gratuita, lo que, a su vez, le permite vender a los
anunciantes otro producto muy rentable: la atención de sus usuarios,
mediante el acceso a sus pantallas. Hay mil maneras de lograr que los
datos personales, extraídos subrepticiamente de forma masiva, hagan
a la mercancía publicitaria más valiosa, pero nada de ello importaría si
Google realmente tuviera que pagar una tasa por indexar cada dato que
muestra en la primera página de los resultados de búsqueda al lado de
los anuncios que hacen a la compañía tan absurdamente rentable.
The Age of Surveillance Capitalism tiene 704 páginas, pero Zuboff solo
dedica dos frases, en pasajes discretos en los que trata otros temas, a
este pecado original presente en el corazón del modelo de negocio de
Google. Cuando escribe simplemente que «la información indexada que
el rastreador web de Google ya había tomado de otros sin pagar», Zuboff
parece estar aceptando este hecho de forma natural. Es fácil compren-
der por qué esta actividad no se ajusta a la definición de desposesión
de Zuboff: porque no hay usuarios involucrados. Las operaciones capi-
talistas reales de Google no son, por consiguiente, de interés para el
usuarismo. Sin embargo, centrarse en este caso en los usuarios y en sus
datos es como centrarse en las listas de reproducción personalizadas de
Spotify a expensas de los royalties pagados en concepto de derechos de
autor: las primeras no son del todo irrelevantes –hacen que los usuarios
vuelvan– pero, en el gran esquema de las cosas, su poder explicativo
palidece en comparación con los segundos.
38
Cédric Durand, Techno-féodalisme: Critique de l’économie numérique, París, 2020;
ed. cast. Tecnofeudalismo, Buenos Aires, 2021. Todavía no existe una edición inglesa;
todas las traducciones del francés son mías.
simplemente «innovación») fue reemplazada por dos dinámicas más
siniestras. La primera, que hunde sus raíces en la lógica de la desposesión
teorizada por Harvey, involucra a poderosas instituciones financieras,
que aprovechan sus conexiones con el Estado para redirigir más dinero
público hacia sí mismas; aquí volvemos a los medios «extraeconómicos»
de extracción o, más exactamente, de redistribución de valor, respalda-
dos por los estrechos vínculos existentes entre Wall Street y Washington.
La segunda dinámica, enraizada en la lógica del parasitismo teorizada
por Lenin en su análisis del imperialismo, se refiere a los diversos pagos
–intereses, dividendos, comisiones de gestión– que las empresas no
financieras deben hacer a las empresas financieras y que se hallan situa-
dos completamente al margen del proceso de producción.
40
Véase, por ejemplo, Özgür Orhangazi, «The Role of Intangible Assets in
Explaining the Investment–Profit Puzzle», Cambridge Journal of Economics, vol. 43,
núm. 5, marzo de 2019, pp. 1251-1286; Herman Mark Schwartz, «Global Secular
Stagnation and the Rise of Intellectual Property Monopoly», Review of International
Political Economy, 2021, pp. 1-26.
de sus niveles de beneficios. Devuelven sus beneficios a los accionistas
en forma de dividendos o bien recompran sus propias acciones; algunas,
como Apple, hacen ambas cosas.
41
Durand también analiza esta tipología en un artículo escrito conjuntamente
con William Milberg, «Intellectual Monopoly in Global Value Chains», Review of
International Political Economy, vol. 27, núm. 2, septiembre de 2020. Para un estu-
dio de caso esclarecedor, véase Céline Baud y Cédric Durand, «Making Profits by
Leading Retailers in the Digital Transition: A Comparative Analysis of Carrefour,
Amazon and WalMart (1996-2019)», Working Papers of the Department of
History, Economics and Society, Universidad de Ginebra, abril de 2021.
42
McKenzie Wark, Capital Is Dead: Is This Something Worse?, Londres y Nueva
York, 2021.
mejorar la productividad, recortar los costes y aumentar los beneficios
fue lo que garantizó el dinamismo del sistema capitalista. Este imperativo
obedecía a que los capitalistas operan bajo la presión de la competencia
del mercado, dada la intercambiabilidad de las materias primas, el tra-
bajo y la tecnología (el resultado, como argumentó Brenner, de romper
la «fusión» de estos tres factores bajo el feudalismo).
El auge de los activos intangibles, pero, sobre todo, de los datos, invierte la
ruptura capitalista de esa fusión, argumenta Durand: si los activos digitales
son indisociables de los usuarios que los producen y de las plataformas en
las que se fabrican, entonces podemos leer la economía digital como una
nueva «fusión» de los principales factores de producción, de modo que
se impide su movilidad. En términos más sencillos, estamos atrapados
en los jardines amurallados de las empresas tecnológicas, pues nuestros
datos, cuidadosamente extraídos, catalogados y monetizados, nos atan a
ellas para siempre, lo cual debilita los efectos incentivadores de la produc-
tividad derivados de la competencia mercantil, dando a quienes controlan
los activos intangibles una impresionante capacidad para apropiarse de
valor sin tener que dedicarse a la producción. «Bajo esta configuración
–escribe Durand– la inversión se orienta al desarrollo no ya de las fuerzas
productivas, sino de las fuerzas de depredación»43.
43
La economista argentina Cecilia Rikap, que fue coautora de Durand, expone argu-
mentos similares sobre la depredación, basándose también en Veblen, en su reciente
libro sobre lo que denomina «capitalismo de monopolio intelectual» (véase Cecilia
Rikap, Capitalism, Power and Innovation: Intellectual Monopoly Capitalism Uncovered,
Londres, 2021). No sigue a Durand en la detección de tendencias feudales en la econo-
mía global, sino que opta por el relato que, en la línea de Wallerstein, contempla a las
principales empresas tecnológicas como capitalistas que aprovechan tanto la explo-
tación como la expropiación, absorbiendo plusvalor dondequiera que lo encuentren.
la explotación del trabajo o en el proceso productivo. Durand se basa
en el trabajo de Zuboff para mostrar la dominación oculta que ejerce el
«gran Otro» del big data, argumentando como ella hace que el secreto
del éxito de Google radica en su capacidad para extraer, ensamblar y
beneficiarse de una variedad de conjuntos de datos. Disfruta de un eficaz
monopolio debido a los efectos de red y a las impresionantes economías
de escala: se beneficiará más de cualquier nuevo conjunto de datos de lo
que podría hacerlo una nueva empresa, lo que hace que la competencia
sea mucho más difícil.
Hay mucha sabiduría, así como sentido común básico, en estas con-
clusiones, pero el tenor general del razonamiento se inclina demasiado
hacia el usuarismo, ya que Durand, al igual que Zuboff, ignora el papel
crucial que desempeña la indexación en el funcionamiento general
de Google. Es más difícil invocar conceptos como el de «monopoliza-
ción intelectual» en este caso, ya que las páginas de terceros a las que
Google enlaza para generar su producto de búsqueda siguen siendo
propiedad de sus editores; Google no es dueño de los resultados que
indexa. En teoría, cualquier otra empresa bien capitalizada podría cons-
truir la tecnología de rastreo de la web para indexarlos. Podría resultar
extremadamente caro, pero no hay que confundir estas barreras con
una situación de rentismo: lo que es caro para una empresa emergente
de Berlín podría ser relativamente asequible para la empresa japonesa
SoftBank, con su fondo Vision de 100 millardos de dólares. Las extensas
posesiones de datos de Google son un asunto diferente; ahí sí viene al
caso un debate sobre la renta. Pero no se puede sostener que su negocio
se centre únicamente en estas tenencias de datos, como si Google fuera
un mero rentista y no, también, una empresa capitalista estándar.
6. ¿fuerzas de depredación?
Aquí, las analogías son bastante claras: tierra = datos; empresas tec-
nológicas = no capitalistas; sus ingresos = renta. Foley le saca mucho
jugo al ejemplo de la cascada, cuando argumenta que «una vez que una
persona o entidad concreta ha adquirido el derecho de propiedad sobre
una cascada, por ejemplo, surge una renta que constituye una parte del
conjunto global del plusvalor». Pero, continúa diciendo, hay cosas aún
mejores que poseer una cascada. Al fin y al cabo, el agua es escasa. Los
activos intangibles, en cambio, podrían ser infinitos: si uno es propieta-
rio de los derechos de autor de una canción popular, puede obtener casi
infinitas rentas de la misma.
45
Dominick Reuter, «1 out of Every 153 American Workers Is an Amazon Employee»,
Business Insider, 30 de julio de 2021.
46
Véase Kean Birch, D. T. Cochrane y Callum Ward, «Data as Asset? The
Measurement, Governance, and Valuation of Digital Personal Data by Big Tech»,
Big Data & Society, vol. 8, núm. 1, mayo de 2021.
47
El texto paradigmático es Jonathan Nitzan y Shimshon Bichler, Capital as Power:
A Study of Order and Creorder, Londres, 2009. Para una crítica marxista de este
Sus partidarios, concentrados principalmente en la Universidad de York
(Canadá), han criticado tanto a la economía marxista como a la neoclá-
sica, con algunos argumentos sólidos y convincentes, a las que acusan
de pasar por alto esta dinámica de «sabotaje» e ignorar el papel consti-
tutivo del poder en el capitalismo en su conjunto. Este planteamiento
ha servido fundamentalmente para propiciar durante los últimos años
algunas investigaciones interesantes sobre la industria de la tecnología,
incluyendo fecundos trabajos empíricos sobre la renta tecnocientífica y
su conversión en activos tangibles, que incorporan ideas procedentes de
los estudios sobre ciencia y tecnología48.
plantemiento, véase Bue Rübner Hansen, «Review of Nitzan and Bichler’s Capital
as Power: A Study of Order and Creorder», Historical Materialism, vol. 19, núm. 2,
abril de 2011.
48
Véanse Kean Birch y Fabian Muniesa (eds.), Assetization: Turning Things into Assets
in Technoscientific Capitalism, Boston (ma), 2020; Kean Birch, «Technoscience
Rent: Toward a Theory of Rentiership for Technoscientific Capitalism», Science,
Technology, & Human Values, vol. 45, núm. 1, febrero de 2020; y Kean Birch y D.
T. Cochrane, «Big Tech: Four Emerging Forms of Digital Rentiership», Science as
Culture, mayo de 2021.
49
Véase Cedric Durand, «Predation in the Age of Algorithms: The Role of Intangible
Assets», en Marlène Benquet y Théo Bourgeron (eds.), Accumulating Capital Today:
Contemporary Strategies of Profit and Dispossessive Policies, Londres, 2021, pp. 149-162.
El propio Marx fue inequívoco sobre el hecho de que las empresas capita-
listas totalmente automatizadas no solo se apropian del plusvalor derivado
de otra parte –en este punto, tanto Foley como Durand están de acuerdo–,
sino que se lo apropian en concepto de beneficios, no de renta. Estas empre-
sas automatizadas son tan capitalistas como las empresas que explotan
directamente trabajo asalariado. Como escribe Marx en el volumen iii:
50
Karl Marx, Capital, Volume Three, David Fernbach, trad., Londres, 1991, p. 300.
entra el estado
51
Sobre la ausencia del Estado estadounidense en la obra magna de Zuboff, véase la
reseña de Rob Lucas, «El negocio de la vigilancia», nlr 121, marzo-abril de 2020.
–aparentemente eficaz hasta ahora– en virtud del cual la ruptura o frag-
mentación de Facebook envalentonaría a los gigantes tecnológicos chinos
y debilitaría la posición de Estados Unidos en el mundo? Dentro de la pers-
pectiva tecnofeudal, la geopolítica apenas es visible: las pocas menciones
que Durand hace de China son sobre todo para criticar su sistema de crédito
social, un instrumento de gubernamentalidad algorítmica.
52
El término «capitalismo político», acuñado por Weber en Economía y sociedad
para describir –aunque de forma inapropiada– la economía política de la Antigua
Roma, fue reutilizado por Gabriel Kolko para caracterizar la autodenominada
«era progresista» en The Triumph of American Conservatism: A Reinterpretation of
American History, 1900-1916, Nueva York, 1963.
53
Robert Brenner, «Saqueo pantagruélico», nlr 123, julio-agosto de 2020, p. 7.
neoliberal, disciplinas a las que preocupa la detección de funcionarios
públicos en busca de rentas y el resurgimiento de redes personalistas que
intervienen en las operaciones del capital. Fue este tipo de preocupación
por el capitalismo «político», más que por el «económico», lo que dio
lugar a la teoría de la elección pública [public choice] y a la fetichización de
la anticorrupción por parte de economistas de la Escuela de Chicago como
Luigi Zingales. El propio Durand dialoga repetidamente con Mehrdad
Vahabi, un estudioso de la public choice, al que cita favorablemente cuando
trata el tema de la depredación54.
Véase Mehrdad Vahabi, The Political Economy of Predation: Manhunting and the
54
55
Jason Moore, «The Capitalocene Part II: Accumulation by Appropriation and the
Centrality of Unpaid Work/Energy», The Journal of Peasant Studies, vol. 45, núm. 2,
mayo de 2018, pp. 237-279.
56
Ellen Meiksins Wood, «The Separation of the Economic and Political in
Capitalism», cit., pp. 66-67.
El relato general de Wood presentaba, no obstante, una imagen demasiado
simplista de la coerción en el capitalismo. «La integración de la produc-
ción y la apropiación [bajo el capitalismo] –escribió– representa la última
y definitiva “privatización” de la política, en la medida en que las funcio-
nes anteriormente asociadas con un poder político coercitivo, centralizado
o “parcelado”, están ahora firmemente alojadas en la esfera [económica]
privada, como funciones de una clase apropiadora privada liberada de las
obligaciones de cumplir con fines sociales más amplios». Desde este punto
de vista, el alcance de lo «puramente político» con respecto a lo puramente
económico era bastante limitado: consistía, principalmente, en salvaguar-
dar los derechos de propiedad. El hecho de que lo político también sirviera
para asegurar un suministro barato de energía y alimentos, de trabajo no
libre y de minerales, de conocimiento y, tal vez, eventualmente, de datos
–las condiciones de posibilidad mismas que hacen posible la concepción
(ampliada) de lo «económico»– se quedó en el tintero por una razón obvia:
ninguna de esas cosas tenía una relación directa con la explotación.
57
R. Brenner, «Saqueo pantagruélico», cit.
Una vez que damos ese salto analítico, ya no necesitamos enredarnos
con invocaciones al feudalismo. El capitalismo se mueve en la misma
dirección de siempre, aprovechando cualquier recurso que pueda movi-
lizar, cuanto más barato, mejor. En este sentido, la descripción que hizo
Braudel en una ocasión del capitalismo como «infinitamente adaptable»
no es la peor perspectiva que podemos adoptar. Pero el capitalismo no
se adapta continuamente y, cuando lo hace, no está garantizado que las
tendencias redistributivas hacia arriba ganen sobre las productivas. Es
muy posible que sea precisamente así como funcione gran parte de la
economía digital actual. Esto, por supuesto, no es razón para creer que
el tecnocapitalismo sea de alguna manera un régimen más amable, aco-
gedor y avanzado que el tecnofeudalismo; pero al invocar vanamente el
segundo, nos arriesgamos a blanquear la reputación del primero.