Paradigmas de Seguridad Ciudadana Nelson Gonzalez

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LAS RELACIONES


INTERIORES, JUSTICIA Y PAZ
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN
UNIVERSITARIA,
CIENCIA Y TECNOLOGÍA
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LA SEGURIDAD
PROGRAMA NACIONAL DE FORMACIÓN AVANZADA EN SEGURIDAD
CIUDADANA
MENCIÓN: POLICIAL

PARADIGMAS DE SEGURIDAD CIUDADANA

COMISARIO JEFE

NELSON GONZALEZ

12.406051
1.- EXPLIQUE CUAL PARADIGMA DE LA SEGURIDASD CIUDADANA,
CONSIDERA USTED QUE SE ENCUENTRA NUESTRO PAIS, TOMANDO
EN CONSIDERACION EL ROL QUE DESEMPEÑA DENTRO DEL ESTADO.

Con la Constitución de 1999 (Venezuela, 1999) se introdujo bajo un nuevo


Título, denominado “De la Seguridad de la Nación”, un concepto cuyo
fundamento radicaría en el desarrollo integral y cuya defensa sería
responsabilidad de las personas naturales y jurídicas establecidas dentro del
espacio geográfico (art. 322).

El artículo 326 de la Constitución desarrolla la seguridad como una


corresponsabilidad entre Estado y sociedad civil para cumplir con los principios
de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad,
promoción y conservación ambiental y defensa de los derechos humanos, así
como para lograr la satisfacción progresiva de las necesidades de la población.
Esta corresponsabilidad abarca los ámbitos económico, social, político, cultural,
geográfico, ambiental y militar.

Dentro de estos amplios enunciados se concibe la seguridad en una doble


faz de protección de principios y derechos y de cobertura de necesidades
indefinidas, aunque, cuando se indican las instancias garantes y los
responsables operativos, el concepto se restringe notablemente. En el ámbito
externo se refiere a la independencia, soberanía, integridad geográfica, cuya
responsabilidad corresponde a la Fuerza Armada Nacional (arts. 328 y 329).
En el ámbito interno, que se denomina seguridad ciudadana, se refiere al
mantenimiento y restablecimiento del orden público, el apoyo de la autoridad, la
protección de personas, hogares y familias, y al aseguramiento y disfrute de
garantías y derechos constitucionales, cuya responsabilidad corresponde a los
cuerpos de policía, bomberos y defensa civil (art. 332). No obstante, la Guardia
Nacional (que desde 1950 forma parte de la Fuerza Armada Nacional) tiene
como responsabilidad básica, según el art. 329, la conducción de operaciones
para el mantenimiento del orden interno del país.

El art. 332 indica que los órganos de seguridad ciudadana (una de cuyas
funciones es mantener y restablecer dicho orden interno) son de carácter civil,
y que dicha función es competencia concurrente entre el gobierno central y los
gobiernos estadales y municipales. Sin embargo, el énfasis en el orden público
como responsabilidad militar ha creado una tensión de rango constitucional,
que anteriormente no existía, entre cuerpos militares y civiles y entre cuerpos
centralizados y descentralizados de policía.

En 2001, dentro del marco de una ley habilitante de la Asamblea Nacional,


fue dictado el Decreto Presidencial con Fuerza de Ley de Coordinación de
Seguridad Ciudadana (Venezuela, 2001b), cuyo propósito fundamental fue el
de establecer mecanismos de enlace y coordinación entre diversos cuerpos
policiales. Algunos casos emblemáticos ocurridos años atrás, en materia de
captura de rehenes, habían concluido con muertes de civiles y funcionarios
debido a la competitividad y rivalidad, en el sitio del suceso, de diversos
cuerpos policiales.

De este modo, los arts. 8 y 9 del decreto establecieron los principios de la


prevalencia de intervención para el cuerpo policial que tuviere mayor capacidad
de respuesta y recursos para enfrentar la situación y de sustitución ascendente,
es decir, de policías municipales por estadales, y de policías estadales por
nacionales, en caso de rebasarse la capacidad operativa de alguno de estos
cuerpos en cada situación. Este decreto también estableció un Consejo de
Seguridad Ciudadana de carácter nacional, integrado por representantes del
Ministerio del Interior y Justicia y de las gobernaciones y alcaldías, cuya función
sería el estudio, formulación y evaluación de políticas en esta materia a nivel
nacional, así como una Coordinación Nacional y Coordinaciones Regionales, a
nivel de los estados, para el seguimiento y evaluación de los planes que
estableciere el Consejo de Seguridad Ciudadana.

Según este modelo, en lugar de absorberse todas las policías en un solo


cuerpo nacional, idea que ya había sido materializada en un proyecto de Ley
Orgánica de Policía, de 1991, y en otro sobre Policía Federal, de 1993, se
optaba por un esquema de formulación de políticas y seguimiento de planes de
acción, centrado en la Coordinación Nacional de Policía, dependencia
administrativa adscrita al Ministerio del Interior que ha funcionado,
preferentemente, bajo la dirección de oficiales de la Guardia Nacional desde
1969.
El proyecto de Ley de Policía Nacional que fue aprobado en primera
discusión por la Asamblea Nacional en julio de 2004 (Venezuela, 2004),
desarrollaba este último modelo, estableciendo principios comunes (y en este
sentido, estandarizados) para lo que sería el Cuerpo de Policía Nacional (que
absorbería lo que es hoy la Policía Metropolitana de Caracas y el Cuerpo de
Vigilancia de la Dirección de Tránsito Terrestre, del Ministerio de
Infraestructura), y para las policías estadales y municipales. El texto enfatizaba
la coordinación, reglamentación y supervisión por parte del Ministerio del
Interior y Justicia. La tendencia centralista se manifestaba en dos disposiciones
controvertidas, aquella según la cual el Cuerpo de Policía Nacional y la Guardia
Nacional podrían sustituir a las policías estadales y municipales cuando así lo
determinase el Consejo Nacional o la Coordinación Regional de Seguridad
Ciudadana, y aquella según la cual el mismo ministro podría delegar las
funciones del Cuerpo de Policía Nacional en la Guardia Nacional, tomando en
cuenta “la racionalización y optimización de los recursos materiales y humanos
para la tutela de la seguridad ciudadana, las necesidades y requerimientos
para la prestación del servicio policial y la eventual imposibilidad del Cuerpo de
Policía Nacional para ejercer las atribuciones que le son propias” (art. 33). Esta
cláusula, evidentemente amplia y ambigua, podría conducir a una militarización
total de la policía.

El modelo de policía surgido con ocasión del trabajo de la Comisión


Nacional para la Reforma Policial (Gabaldón y Antillano, 2007, 237-250)
desestima cualquier carácter militar de la policía general y enfatiza el principio
de competencias concurrentes entre cuerpos de policía nacional, estadales y
municipales, conforme a los principios de territorialidad de la ocurrencia
situacional y de complejidad, intensidad y especificidad de la intervención
requerida, a fin de facilitar la sinergia en el trabajo policial, fomentando, por otro
lado, la rendición de cuentas y el control ciudadano. Tal parece que la nueva
ley del Cuerpo de Policía Nacional y del Servicio de Policía, que será dictada
dentro del marco de la ley habilitante, responderá a este modelo ampliamente
validado por la consulta ciudadana.
2.- QUE ACCIONES CONSIDERA USTED QUE SE DEBEN DE
IMPLEMENTAR O REFORZAR

Para resumir esta perspectiva sobre el desarrollo institucional de la policía


venezolana en los últimos setenta años (Gabaldón, 1999), podríamos decir que
se ha caracterizado por la centralización, la rígida jerarquización y los estilos
militarizados de gestión, que incluyeron, a partir de 1969, la designación de
oficiales de la Guardia Nacional como directores de las policías en los estados.
Entre 1989 y 1999, surgieron policías municipales de perfil descentralizado y
con autonomía local en los municipios con mayores recursos, al amparo del art.
30 de la Constitución de 1961. Estos cuerpos se han multiplicado, en muchos
casos sin estándares mínimos que permitan hacer predecible y auditable su
desempeño.

La nueva Constitución, aunque en los arts. 164, n. 6, 178, n. 7 y 332


reconoce competencias estadales y municipales en materia policial, adopta un
modelo de seguridad ciudadana con gran énfasis en el centralismo y en el
componente militar, y la legislación promulgada con posterioridad a su entrada
en vigor, así como la proyectada, ha tendido a concentrar la función policial
dentro de un modelo vertical con gran pendiente hacia el control militar de la
policía, pese a la retórica sobre su carácter civil. La tendencia se acentuó
después de 2002 (Gabaldón, 2004a), cuando, como consecuencia de eventos
como la deposición del Presidente, el paro petrolero y el proceso del referendo
revocatorio, la polarización política alcanzó niveles insospechados y las policías
locales fueron percibidas por el gobierno como focos de desestabilización
territorial, mientras las policías centralizadas generaron desconfianza al ser
percibidas por la oposición como estructuras al servicio de un modelo
autoritario, que pretendería, en última instancia, la militarización de la sociedad.
Sin embargo, a partir de abril de 2006, con ocasión de la instauración de la
Comisión Nacional para la Reforma Policial, un nuevo énfasis en el carácter
civil de la policía y en la cooperación de todos los cuerpos dentro de un sistema
integrado, pero que admita la autonomía regional y local, parece orientar el
modelo para un nuevo consenso.
La violencia es un elemento que debe erradicarse, coinciden los autores
clásicos de la sociología, pero también alertan sobre las tensiones existentes
en la socialización de los sujetos. Los actores sociales actúan en torno a la
exclusión, a la violencia estructural y, sobre todo, a la conceptualización de sus
miedos, metas y valores. Estamos viviendo una nueva manera de entender la
violencia, vinculada con la satisfacción de ciertas necesidades, incentivos de
dominación, explotación, respeto y seguridad. Uno de los retos que plantea
este libro es pasar de la descripción de los casos y las estadísticas al
establecimiento de los factores que detonan la violencia, todo esto para tratar
de aislar los factores y proponer soluciones.

En el debate que alimenta el nuevo paradigma de la seguridad ciudadana,


se contempla avanzar en torno al fortalecimiento y la transformación profunda
de las instituciones de justicia, pero, más importante, promover la cultura de la
legalidad y el combate a la corrupción. El control del crimen organizado deberá
ser también a partir de un sistema efectivo de las fuerzas armadas: no todo
puede ser prevención cuando estamos viviendo la urgente necesidad de
restablecer la paz y el Estado de derecho con instituciones fuertes,
incorruptibles y eficientes.

La distinción del paradigma de la seguridad ciudadana de la concepción


anterior de seguridad pública se basa en establecer un análisis de los
elementos que promueven o detonan la violencia en todos sus ámbitos. El
combate al delito es una tarea muy compleja que sólo puede lograrse con la
integración de la fuerza pública, pero también con todos los elementos
contenedores de la violencia: la religión, las organizaciones, la educación,
etcétera.

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