Kossok Virr

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 22

Material de formación política

de la
«Cátedra Che Guevara –
Colectivo AMAUTA»

El virreinato
del Río de la Plata
(capítulo primero)

Manfred Kossok
I

COLONIZACIÓN ESPAÑOLA DEL RÍO DE


LA PLATA

Según una expresión de Ricardo Levene, la Argentina, a


diferencia del resto de Hispanoamérica, no fue conquistada sino
colonizada. Con tal delimitación del concepto, Levene subraya
conscientemente los fundamentos peculiares del dominio colonial
español en el Río de la Plata, cuyas particularidades también
influirían y encauzarían el proceso de la emancipación en su etapa
preparatoria del siglo XVIII. Como para las demás regiones del
imperio hispanoamericano, también en la Argentina puede
apreciarse una evidente continuidad desde la época de la conquista
hasta la emancipación, si bien los contextos históricos son
diferentes de los que podría hacer presumir la interpretación de
Salvador de Madariaga.1 Una comparación con el resto del imperio
colonial nos permitiría definir las particularidades de la coloniza-
ción del Río de la Plata, pero para ello deberemos atenernos al
doble criterio que se expondrá a continuación.
En la tarea de juzgar un régimen colonial, inmediatamente se
plantea el problema del carácter de su colonización y, a la vez, el de
la estructura del sistema colonial. Se
1
The Fall of the Spanish American Empire (Caída del imperio español en
América), Nueva York, 1948. Entre otras cosas, Madariaga manifiesta que el
separatismo "democrático" de los conquistadores debe interpretarse como legítimo
precedente de la emancipación de 1810.
trata de dos aspectos diversos de un mismo proceso y, en última
instancia el carácter de la colonización imprime su sello a la
estructura del sistema resultante, si bien no debe olvidarse que la
interrelación concreta de ambos factores sólo podrá apreciarse en
un campo de acción relativamente extenso, que puede alcanzar una
importancia de vastos alcances en la dirección que terminará por
asumir la evolución-de una colonia determinada.
De acuerdo con su carácter histórico —entendido como
totalidad de los impulsos tanto objetivos como subjetivos que
intervinieron—, la colonización española fue un movimiento del
feudalismo tardío, de expansión y colonización,2 que se volcó en
diferentes oleadas sobre el continente americano, desde California
hasta Bío-Bío. La etapa inaugural se extendió de 1492 a 1510, años
durante los que se llevó a cabo la ocupación de las Grandes
Antillas. Tan breve lapso fue suficiente para proveer a los
conquistadores de las experiencias necesarias para continuar la obra
emprendida, para establecer la dirección fundamental de la futura
política colonial y para estabilizar tanto en lo económico como en
lo político los puntos de apoyo conquistados, que así brindaron una
base segura desde donde partir a la conquista de tierra firme. 3
Después de un preludio en el istmo de Panamá, la conquista de los
imperios azteca e inca, como así también de los territorios
intermedios, formó el contenido de la segunda etapa, que se
extendió de 1510 hasta 1535. Con la segunda conquista de
Tenochtitlan por Cortés y con la ocupación de Cajamarca y del
Cuzco por Pizarro comenzó la etapa de prosperidad de la
Conquista, cuya primera crisis
3
M. Kossok y W. Markov, Konspekt über das spanische Kolo-nialsystem
(Ojeada general al sistema colonial español) en: Wiss, Zéitschr., año 45, 1955/56,
Gesellsch, u sprachwiss. Reihe, cuad. 2 y 3, p. 126. W. Markov, Bemerkungen zur
geschichtlichen Stellung der Siedlungskólonie (Anotaciones sobre la situación
histórica de la colonización) en: Vom Mittelalter zur Neuzeit (De la Edad Media a
la Moderna), ed. por H. Kretzschmar, Berlín, 1957, p. 318 y sigs.
3
N. Meza Villalobos, Significado del período 1493-1508 en el proceso de la
Conquista, en: Rev. Chilena de Historia y Geografía,. Santiago de Chile, 1947, n<?
110.
se presentó con la devastadora revolución de los precios. 4 Desde
1535, aproximadamente, y hasta el último cuarto del siglo xvi, es
posible situar la tercera etapa, caracterizada por repetidos intentos
de incorporar las "zonas marginales", entre las cuales también
figura la del Plata. Estos movimientos surgieron ya en buena parte
de la propia fuerza expansiva de los nuevos centros de
colonización, si bien no puede pasarse por alto un creciente
desfallecimiento en la intensidad de la conquista. Al mismo tiempo,
desde el punto de vista del poder central, el aspecto de la
colonización efectiva cedía gradualmente su lugar a una tarea de
"redondeamiento", al establecimiento de un "cordón sanitario"
frente a la competencia indeseable de otros países. Chapman 5 ha
llamado la atención sobre el esfuerzo potencial del aspecto
defensivo (que él llama: "offensive offensive" - "defensive
offensive" -''defensive defensive") y ya debe concedérsele
importancia para sus comienzos precursores a fines del siglo xvr, si
bien las situaciones diferían considerablemente en las distintas
zonas fronterizas, como lo indica ya una comparación entre Florida
y Norte de México, dos términos opuestos.
Mientras que el carácter de la colonización solamente era
determinado desde la metrópoli —por lo cual actuó sin
modificaciones en todas las fases de la Conquista—, la estructura
misma del sistema poseía, como correctivo esencial, una índole
mucho más compleja. A la consolidación de la estructura del
sistema colonial español, es decir, a la totalidad de los elementos
económico-sociales, político-administrativos, cultural-espirituales y
étnicos que determinaron forma y contenido del régimen colonial,
también contribuyeron —por encima del carácter de la
colonización— las circunstancias concretas preexistentes, ya fueran
de carácter geográfico, económico, social o de otro tipo, que
reacciona-
4
E. J. Hamilton, Spanish American Treastire and the Price Revo-
Ivtion in Europe, Cambridge (Mass.), 1934. Cf. asimismo G, Luzatto,
Storia económica dell'etá moderna e contemporánea; Padua, 1955, t. I,
p. 199 y sigs.
5
Ch. Chapman, Colonial Hispanic America: a history, Nueva
York, 1938, p. 92 y sig.
ron activamente frente a la invasión europea. Entre esa amplísima
escala de reacciones figuran, por ejemplo, tanto las exigencias
particulares de la economía de plantaciones tropicales (o
subtropicales) como quizás la heroica resistencia de los indígenas a
ser explotados por los "dioses blancos", y también los efectos —
que últimamente suelen subrayarse, sobre todo por parte de los
indigenistas—6 del contacto-social y cultural; por encima de la
mezcla de razas (mestizaje), dicho contado creó las posibilidades
efectivas de una "Reconquista" india.7 Desde el punto de vista de
una correlación tan sumamente complicada, y a partir de
características comunes de tipo primario y general, se hace posible
desmembrar el sistema colonial español en diversos sectores en
cuanto a lo estructural y tipológico, si bien en algún caso aislado su
recíproca delimitación no será todo lo exacta que fuera de desear.
A los ojos de los conquistadores y según la expectativa del
Estado absolutista, los poderosos imperios de incas y aztecas
constituían meramente el "tipo ideal" de un objeto de colonización,
juzgado con criterios de valoración predominantemente feudales.
En esos imperios podía cumplirse con mayor facilidad y con
máximo provecho la profesión de fe de los conquistadores: "Para
servir a Dios y al rey; para llevar la luz a quienes viven en las
tinieblas, y también para ganar riquezas, lo que buscan todos los
hombres" (Bernal Díaz). En la organización económica y social
altamente desarrollada de los imperios inca y azteca, los
colonizadores hallaron toda una serie de puntos de apoyo que
facilitaron la transferencia del orden social feudal a los dominios de
ultramar.8 Toda seguridad de convertir una conquista tran-
6
E. Vaicargel, Rufa cultural del Perú, México, 1946.
7
F. Morales Padrón, Fisonomía de la conquista indiana, Sevilla
1953, p. 153 y sigs.
s F. Katz, Díe sozialekonomischen Verháltnisse bei den Azteken i. 15. u. 16
Jahrh. (Condiciones económicosociales entre los aztecas en los ss. XV y XVI). II. H.
Disselhoff, Geschichte der altamerikanis-chen Kulturen (Historia de las antiguas
culturas americanas), Munich,. 1953, v. sobre todo p. 112 y sig., 160 y sig., 310 y
sig.
sitoria en duradera penetración colonizadora descansaba eR el
presupuesto de que existía una población autóctona cuyo nivel de
desarrollo permitía su integración, con el mínimo de fricciones, en el
nuevo orden social. Dentro de las condiciones de la colonización a
través de señores feudales, la posesión territorial (con inclusión de
las minas) sólo alcanzaba su verdadero valor al asignárseles al
mismo tiempo la facultad de disponer de mano de obra servil en
número adecuado.'9 Este problema cardinal de la colonización
española' fue resuelto recurriendo al sistema de repartimientos y en-
comiendas.10
Tanto para el futuro de las colonias como de la metrópoli, la
casi exclusiva concentración de las iniciativas coloniales privadas y
estatales u en los centros de gravedad de México y Lima fue un
indicio de la eliminación parcial del elemento capitalista dentro de
la colonización, en la medida en que dicho elemento no se
identificara inmediatamente con el fisco estatal. No debe
despreciarse la acción de los impulsos capitalistas12 en la
expansión transatlántica, pero-sus efectos más amplios
repercutieron en el ámbito de las Indias Occidentales (con inclusión
de la región costera venezolana y centroamericana). Tras la rápida
declinación de la fiebre del oro de Cibao y de Río Hayna, se
impusieron los esfuerzos por convertir a las islas en vastas
plantaciones. También resulta característico que, a medida que*
progresaba con éxito la conquista de tierra firme, fueron declinan-

* Kossok-Markoy, Konspefcí, 2? paite, p. 236. Markov, Bermer-hungen, p.


319.
10 S. Zavala, La encomienda indiana, Madrid, 1935.
11
Acerca de la relación entre la iniciativa privada y la estatal
en Hispanoamérica, cf. S. Zavala, Ensayos sobre la colonización espa
ñola en América, Buenos Aires, 1944, p. 123 y sig. De allí surgen
reparos esenciales a la tesis de la omnipotencia del Estado español
(cf. J. Becker, La política española en las Indias, Madrid, 1920).
12
A modo de resumen del estado actual de la investigación,
véase R. Konetzke, Der welthistorische Moment der Entdeckung Ame
ritan [Importancia histórica mundial del descubrimiento de América),.
en: Historische Zeitschr. 182/2, oct. de 1956, p. 279 y sigs. V. Ma-
galhaes Godinho, Les grandes découvertes, Coimbra, 1953.
do gradualmente en las islas las primeras tentativas, a pesar del
generoso apoyo que les brindaba la Corona y de la protección
eclesiástica.13 En contraste con la política colonial anglofrancesa de
la época del mercantilismo, España sólo desarrolló en forma
embrionaria el tipo de la colonia de plantaciones, y hubo que
esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII para que se hiciera
visible algún cambio.
Es posible que, dentro del ámbito general de la expansión
española, la colonización del Río de la Plata represente un "caso
fronterizo", y en medida aún mayor que las Indias Occidentales. A
la misma conclusión nos lleva igualmente el análisis contemplativo
de los procesos internos argentinos.
De acuerdo con su configuración natural, el territorio del Río de
la Plata ofrecía las mejores condiciones para el desarrollo de una
libre colonización agraria, sobre todo si se considera la "gran
cantidad de praderas que se encuentran en estado natural" y la
circunstancia de que "dichas tierras no fueron apropiadas, no se
sometieron a la propiedad de bienes raíces". 1"1 De ello podría
deducirse la transformación del colonizador en pequeño productor
autónomo, cuyos "principales agentes de producción son el trabajo
y la tierra",15 pero nada hubiera estado más lejos de las
concepciones del inmigrante español. El libre emigrante campesino,
amenazado en su existencia por el exceso de población en su país
de origen,1'6 no figuró en los contingentes de la Conquista, y las
tentativas en esta dirección —inspiradas principalmente por los
dominicos (Las Casas)— no tuvieron éxito apreciable.
Las primeras incursiones hacia el Río de la Plata ocurrieran ya
en la temprana etapa de los descubrimientos y con-
13
Cf. Relación. .. por Alonso de Porado (1527) en-. Colección •de
documentos inéditos. .. de Ultramar (D.I.U.), Madrid, 1885. .., t I, p. 428 y
sigs.
w K. Marx, Das Kapital, Berlín, 1949, t. III, p. 805.
» Ibídem, ps. 726-741.
1<J
C. H. Haríng, The Spanish Empire in America, Nueva York, 1947,
p. 222 y sigs.
quistas.17 En busca de una ruta hacia las Molucas, la costa
.sudamericana fue explorada ya entre 1502 y 1514 hasta la
desembocadura del Río de la Plata. En 1516, Juan Díaz de Solís
intentó el primer desembarco, en la margen oriental del "Mar dulce"
y, poco después, la misma región servía como base de operaciones
a la expedición de Magallanes. Al calor de los acontecimientos de
México y del Perú, surgieron innumerables leyendas sobre las
supuestas riquezas que existían en las márgenes de ese "río de
plata", y ellas constituyeron el más poderoso incentivo para su
exploración.18 A partir de 1524, el Río de la Plata fue el objetivo de
viajes independientes de descubrimiento, pero la verdadera toma de
posesión precursora de una colonización se debió a la expedición
encabezada por Pedro de Mendoza.19 Los preparativos y el
despliegue de la expedición superaron todo lo conocido hasta
entonces: no solamente correspondía ello a las esperanzas de los
conquistadores, de la Corona y de los comerciantes alemanes que
en muy primer lugar participaban con su capital, sino también a los
auspicios políticos que habían inspirado la empresa. Poco tiempo
antes, Portugal había decidido intensificar la colonización del
Brasil, desde Pernambuco y hasta una buena distancia hacia el sur,
merced a la creación de capitanías hereditarias.20 A Mendoza se le
encomendaba la misión de "conquistar y colonizar las tierras y
provincias del Río de Solís, también llamado La Plata donde ya
estuvo Sebastián Caboto".21 Con esa intención se llevó a cabo la
fundación de Buenos Aires, en medio de un mundo de tribus de
indios nómades, que pronto
17
J. M. Rubio, Conquista y colonización del Plata (Historia de
.América, ed. A. Ballesteros Beretta, t. 8), Barcelona, 1942.
18
Ibid&m, p. 37 y sig.; E. de Gandía, Historia crítica de los mitos
■de la conquista americana, Buenos Aires, 1929, p. 154 y sigs.
10
Rubio, op. cit., p. 92.
20
J. Capistrano de Abreu, Capítulos de Historia colonial (1500-
1800), Sao Paulo, 1954, p. 91 y sigs. Ch. E. Nowell, A Iiistonj of
.Portugal, Nueva York, 1952, p. 97 y sigs. C. Malheiro Dias (Ed.),
Historia da colonizacao portuguesa do Brasil, Oporto, 1921-1924,
it. III, ps. ,97-164. . •
21
Rubio, op. cit.
se resistieron a ser dominados por los españoles. Al cabo de poco
tiempo el destino de esa nueva colonización en la "tierra del
hambre"22 quedaba sellado. Impulsados tanto por la. falta de
alimentos como por el espejismo de la Montaña de-la Plata, en los
dominios del "Rey Blanco", los españoles llegaron hasta Asunción,
que, a partir de 1541 y como consecuencia del abandono de Buenos
Aires, debía convertirse en centro de la Conquista.23 Como "agro
del mundo"24 Paraguay ofrecía condiciones más favorables para una
colonización.
Si bien los españoles solamente consideraron a Asunción como
etapa indispensable en su camino hacia la Sierra de-la Plata, el
sentido más hondo de la fundación de esa ciudad se encuentra en
otro plano. A medida que se desvanecía la ilusión de conquistar
nuevas tierras del oro, los españoles: se consagraban con éxito
creciente a la agricultura. Favorecido por las condiciones
geográficas y teniendo a su disposición abundante mano de obra
indígena, pronto se inició un. notable auge económico.25 Tal
"prosperidad" desató una renovada expansión colonizadora que,
siguiendo el rumbo-natural del comercio, se dirigió hacia el sur. Al
decrecer la aportación de españoles europeos, fueron criollos y
mestizos6 los portadores de esa expansión que, a lo largo del
Paraguay, el Paraná y el Plata, pasando por Santa Fe (1573), llevó a
la segunda fundación de Buenos Aires.27 Semejante vuelco hacia el
Atlántico, con miras a establecer un contacto' directo con España,
entrañó para Paraguay y el litoral ribereño un alejamiento del Perú
cuyas consecuencias sólo podrían apreciarse mucho más tarde.
22
R. Levene, Argentinien. 400 Jahre Geschichte und Entwicklung (La
Argentina. Su historia y su desarrollo a través de 4 siglos), Essen, 1939, p. 24.
33
Rubio, op. cit.
24
O. Quelle, Geschichte von Iberoamerika (Historia de Ibero
américa), Leipzig, 1949, p. 104.
25 Ibídern, p. 105.
36
Levene, op. cit., p. 26. C, Pereyra, Historia de América española, t. IV; Las
Repúblicas del Plata, Madrid, 1927, p. 75 y sig. 27 Pereyra, op. cit., p. 91 y sigs.
Además, el afincamiento en el Río de la Plata no correspondía
únicamente a la política antiaislacionista de la aristocracia criolla
paraguaya: el movimiento favorecía también las elementales
necesidades económicas de los centros de colonización al este de
los Andes, desde Mendoza hasta Tucumán, centros que debían su
existencia a una corriente de colonización totalmente distinta.28
Mientras la penetración a lo largo del Plata-Paraná-Paraguay se
limitaba a una estrecha faja ribereña de colonización esporádica, y
que no se adentraba en los vastos territorios adyacentes, las
regiones situadas al oeste y al sudoeste del Chaco se encontraron en
la esfera de irradiación de Perú y de Chile.2í) A las primeras
tentativas de Rojas, Heredia y Francisco de Mendoza (1543-1546),
que desde su comienzo tropezaron con una enconada resistencia
indígena, siguió en 1550 una colonización sistemática por el lado
peruano (Núñez de Prado). Este movimiento se entrecruzó a veces
con la contracorriente desde Chile,30 y el litigio colonial así surgido
entre Lima y Santiago de Chile sólo tuvo solución en 1563, en
beneficio de la primera, con la incorporación de la futura provincia
de Tucumán a la jurisdicción de la Audiencia de Charcas. Entre las
principales fundaciones de carácter permanente se cuentan Santiago
del. Estero., (1553), Mendoza (1559), Tucumán (1565), Córdoba
(1573), Salta (1582), La Rioja (1591), Jujuy (1593).
Con la nueva fundación de Buenos Aires en el sur y la
fundación de Jujuy en el norte argentino, se cerró el ciclo de la
colonización del Río de la Plata, cuya significación particular
trataremos de fijar en las consideraciones que se leerán a
continuación.
28
"R. Levillier, La Argentina en el siglo XVI. Descubrimiento y
población del Norte argentino -por españoles del Terú, Buenos A.iies,
1943.
29
Rubio, op. cit., p. 448 y sig.
s° F. Soldevii-a, Historia de España, Barcelona, 1954, t. III, p. 387.
1. Ya desde los primeros comienzos se puso de relieve, en las
tendencias económicas y sociales del territorio
que más tarde pertenecería al Virreinato del Río de la
Plata, un notable dualismo; por una parte el Litoral, o sea
"la costa", en el sentido más amplio del término; por otra
parte el Norte, es decir, el territorio comprendido en el
interior del triangulo Mendoza-Jujuy-Córdoba. La distribución
geográfica de la tarea colonizadora echó ya las bases para esa
evolución antagónica. Más aún, en opinión de
V. G. Quesada, hasta debería verse en la implantación del
dominio español en el Río de la Plata ana "colisión entre
la aristocracia del norte con la democracia de la costa".31
2.También en el Río de la Plata, como motivo impulsor del
movimiento material de expansión, actuó la fiebre del oro y
aceleró la toma de posesión, pero lo cierto es que no alcanzó
mayor importancia en la determinación de los fundamentos
económicos de la colonia. A diferencia de los centros de
gravedad del régimen colonial, en los territorios situados al sur
del Potosí la agricultura no desempeñó una función secundaria
y de mero complemento —junto a una extremada preferencia
por la minería-— sino que constituyó la condición sine qua non
para el afianzamiento de condiciones duraderas de
predominio.32 Por ello volvió a perder la Corona todo interés en
un fomento intensivo puesto que, desde el punto de vista del
efecto utilitario específicamente financiero y económico, tales
regiones se consideraron como "territorios inútiles" para la
metrópoli. En este aspecto, el interés colonial de España por el
Río de la Plata se vio tan desilusionado como, por ejemplo, el
de Inglaterra en cuanto al rendimiento económico de América
del Norte.
3.No existían comunidades autóctonas altamente organizadas
del tipo de los imperios inca y azteca, cuyo des-
5
* V. G. Quesada, La evolución económico-social de la época colonial
en ambas Américas, Buenos Aires, 1914, p. 34.
32
Rubio, op. cit., p. 96 y sig. R. Levene, Historia Argentina, Buenos Aires,
1928, t. I, p. 132.
tino político hubiera podido decidirse con el derrocamiento del
soberano o con la extirpación, o bien la absorción, del estrato
superior. A cambio de ello, tropezaron los conquistadores con
razas indias nómades, y por eso mismo sumamente capaces de
ofrecer resistencia, y las que, o bien se sustrajeron completamente
al ataque español (Chaco, Pampa), o bien sólo se incorporaron con
las mayores dificultades —a través de su reunión en pueblos y
reducciones— al sistema que les impusieron sus nuevos señores.33
4. Pero la minería como fuente más proficua de rentas feudales,
así como la existencia de una población sedentaria y explotable,
figuraban entre los pilares fundamentales de la pirámide de la
sociedad feudal hispanoamericana, cuyo carácter colonial se
expresó principalmente en el hecho de que una aristocracia política
y económicamente poderosa, de proveniencia europea, se levantó
sobre una masa de indios semilibres o esclavizados. 34 A diferencia
de ello, la provincia de la Plata apenas ofreció a continuación algún
aliciente para una inmigración forzada, y solamente quedaron en el
Río de la Plata algunos contingentes de la corriente principal, la que
se encauzaba hacia México y Lima. Se trataba además de una
inmigración particular; en su mayoría, no se trataba de frustrados
"caballeros de fortuna"35 sino, al menos en potencia, de "gemimos
inmigrantes" y de portadores de una "colonización" 36
33
Rubio, op. cit., passim.
34
Cf. L. Chavez Orozco, Historia económica y social de Mé
xico, México, 1938, p. 29. J. C. Mariátegui, Siete ensayos de interpre
tación de la realidad peruana, Lima, 1944, p. 8 y sig. y 35 y sígs.
35
En este sentido emplea la expresión f. B. Alberdi, Estudios
Económicos. Interpretación económica de la historia y política ar
gentina y sudamericana, Buenos Aires, 1916, p. 105. Cf. igualmente
Mariátegui, op. cit. p. 8.
36
R. Levene, Investigaciones acerca de la historia económica
del virreinato del Plata, Buenos Aires, 1927, t. I, p. 178. Cf. al res
pecto los principios tipológicos ("four-fold-division") que propone
R. Bilden, Race Relation in Latín America with Special References to
the Development of Indigenous Culture (Relaciones raciales en La
tinoamérica, con especial referencia al desarrollo de la cultura indí
gena), Univ. of Virginia, 1931.
propiamente dicha. Un factor no menos importante fue la
participación relativamente elevada de extranjeros137 (en su mayoría
portugueses, más tarde italianos), que superó con mucho el
porcentaje habitual. Al mismo tiempo fue creciendo la importancia
propia del elemento criollo, frente a un número cada vez más
reducido de españoles de la metrópoli. Así se observó ya en 1585:
"En la actualidad, estas provincias necesitan ante todo hombres
venidos de España, porque ya quedan pocos de los antiguos con-
quistadores. La generación siguiente (gente de mancebos), tanto
criollos como mestizos, es muy numerosa y crece día a día..."ss De
esta manera, la base de la población colonial de origen europeo, por
comparación con la autóctona, fue incomparablemente más amplia
que en otras regiones de Hispanoamérica, pero también es cierto
que esos colonizadores se apartaron cada vez más de la influencia
de la metrópoli.
5. Como consecuencia, la evolución propiamente peculiar de la
colonia del Plata se redujo —sin olvidar la subsistencia al menos
parcial de la diferencia evolutiva ya señalada entre el litoral y el
interior— a un apego menos marcado a la estructura feudal de la
economía y de la sociedad, sobre todo si la comparamos con la
mayor parte del resto del imperio colonial. No faltaron repetidos
intentos de adaptarse al esquema tradicional, de recuperar un
supuesto tiempo perdido, pero los resultados jamás respondieron a
las esperanzas concebida?. Como ejemplo clásico podría
mencionarse el desarrollo fallido del sistema de encomiendas,39 que
ofrecía un seguro criterio para apreciar la "restauración del
feudalismo"4,0 en los dominios de ultramar.
37
Ya en las expediciones de descubrimiento habían participado
innumerables extranjeros. Cf. Soldevila, op. cit., p. 338. Quelle op.
cíí., p. 102.
38
J. A. García, La ciudad indiana. Buenos Aires desde 1600
hasta mediados del siglo XVIII, Buenos Aires, 1900, p. 78 y sig.
39
Véanse datos estadísticos en: Historia de la Nación Argentina
desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862 (H.N.A.),
ed. por R. Levene, Buenos Aires, 1936. .., t. IV, p. 519.
4,0
García, op. cit., p. 100.
Es característico que el número de indios encomendados fuera en
aumento hacia el interior, y que haya alcanzado su cuota máxima en
la región del Tucumán. Con la oferta deficiente de mano de obra
indígena, también tuvo que esfumarse gradualmente el prejuicio
habitual de los conquistadores contra toda-.actividad "indigna de su
condición",41 pero- lo cierto es que tal infracción de las normas
tradicionales, impuesta por las circunstancias, arraigó antes y en
forma más duradera en la región de Buenos Aires que en las
provincias interiores. En la zona del litoral no surgió ninguna
nobleza colonial de caracteres tan marcados como los que privaron
en México o en Lima. Por necesidad, ese arraigo incompleto del
sistema feudal entrañaba condiciones favorables para su
debilitamiento a través de formas económicas y sociales de tipo
criptocapitalistas,42 si bien el proceso de transformación antifeudal
se arrastró al comienzo en forma harto rudimentaria.
Hasta bien avanzado el siglo XVII, el centro de gravedad de la
economía colonial se encontraba en el norte, y de él emanaron los
rasgos más característicos de la colonización feudal en el Plata. La
explotación agrícola de la zona continuó los cultivos que ya en la
época precolombina habían desarrollado las tribus de indios
sedentarios (principalmente los diaguitas) bajo influencia incaica.43
En el curso de la colonización española, Tucumán se convirtió en
uno de los principales centros algodoneros de toda His-
panoamérica: "El algodón forma la base sobre la cual descansan su
comercio, sus finanzas, sus encomiendas, en una palabra, toda su
economía".44 El cultivo y elaboración del "oro blanco" por los
indios encomendados bastaron pronto para cubrir las necesidades
de los colonos, y el comienzo de la exportación a los centros
mineros del Alto Perú (en el cerro de Potosí) dio impulso a una
próspera expansión

42
4i H. N. A., IV, p. 507. "
Quesada en cuanto al "democratismo" político y económico •de los
criollos (op. cit., p. 31.). *3 H. N. A., IV, p. 358 y sig. 44 Ibídem, p.
362 y sig.
de los cultivos.45 A falta de recursos suficientes en metales-
preciosos, el algodón hasta llegó a reemplazar el dinero metálico (1
vara de lienzo = 4 reales). Pero la expansión de las exportaciones se
vio limitada por la competencia que les opuso Lima, y por ello —
como ya subrayamos— la segunda fundación de Buenos Aires y la
apertura de su puerto representaban para Tucumán un asunto de
interés inmediato.46
Con la "prosperidad del algodón", la explotación de los indios
superó la medida de lo soportable. "En Tucumán, la rueca se
convirtió en símbolo de la esclavitud y fue objeto de un odio
implacable".47 Repetidas veces se produjeron graves desórdenes
contra el régimen español, pero no fueron tanto estos actos
desesperados los que terminaron por desquiciar la economía, sino
más bien el creciente aniquilamiento de indios.48 A fines del siglo
XVII comenzó-a decaer el cultivo del algodón, que cedió
gradualmente ante la cría lanar,41 pues ésta prometía igual beneficio
con menores gastos, inversiones y mano de obra, es decir, con
menores riesgos.
Aunque en forma menos marcada, también las provincias de
Cuyo (Mendoza-San Juan) y de Córdoba llegaron a una
especialización semejante en su agricultura. La agricultura cuyana,
merced a un sistema de irrigación natural, producía principalmente
cereales, vino y aguardiente-, especialmente el comercio de estos
dos últimos productos se mantuvo particularmente activo entre
Buenos Aires y Potosí. En Córdoba, la explotación intensiva de
parcelas intermedias (granjas) produjo principalmente lo necesario
pa-
45
Hacia 1600, la exportación alcanzaba a unos 100.000 pesos. 45 Levene,
Investigaciones, t. I, p. 2,02,. P. Cnaunu, Áux origines de l'Argentirw coloniaje, en:
Cahiers des Ármales 4, París, 1949, p. 133..
47 H.N.A., IV, p. 363.
48
M. Morner, The political and economic activities of the Jesuits
ín the La Plata región. The Hapsburg Era (Actividades políticas y
económicas de los jesuítas en la región del Piafo. Época de los fíobs-
burgo), Estocolmo, 1953, p. 47. Levene, op. cit., p. 196.
4» H. N. A., IV, p. 364 y sigts.
ra satisfacer el mercado local, mientras que en el intercambio con
el Perú solamente alcanzó cierta importancia, la cría de ganado
mular.
En conjunto, y ya en el siglo xvi, los territorios interiores
situados al este de los Andes evidenciaban un desarrollo económico
notable dentro de las condiciones hispanoamericanas, así como una
distribución de cultivos que favorecía el intercambio interregional.
Por hallarse estas provincias geográficamente aisladas de Chile y
del Alto Perú, su centro distribuidor natural era la propia "costa", es
decir, Buenos Aires y sus contornos inmediatos. La metrópoli
desconoció las posibilidades comerciales que de ello se derivaban,
y se opuso con todos los medios a su alcance a la lógica económica
de la colonia del Río de la Plata. De esta, manera surgió el
"problema de Buenos Aires".50
También la nueva fundación de la ciudad (1581) se debatió
durante mucho tiempo bajo el signo de una "miseria, colectiva"
fuente de permanentes llamamientos a la ayuda, de la Corona. B1
Estas quejas, periódicamente repetidas, se-referían a:
a)Envío de nuevos colonos, cuya importancia se consideraba
ante todo como vital para la estabilización militar de la
colonización frente a las incursiones de los indios.82*
b)Concesión de franquicias impositivas, para que al menos
pudieran satisfacerse las necesidades financieras más
imperiosas de la administración de la ciudad.58
c)Admisión del comercio con Guinea y con el Brasil, como
remedio para contrarrestar la catastrófica escasez de-
60
C H. Harimg, Trade and navigation between Spain and the-
Iridies in the times of the Hapsburgs (Comercio y navegación entre-
España t¡ las Indias en tiempos de los Habsburgo), Cambridge, Mass.
1918, p. 140.
61
Cf. ejemplos en R. Levillier, Correspondencia de la Ciudad de-
Buenos Aires con los Tleyes de ^España, t. 3, Buenos Aires, 1915.
es Ibídem.
G3
R. Levillier, Antecedentes de la, ■política económica en el Río ¡ de la
Plata. Libro I. Régimen -fiscal. Madrid, 1915, t. I, p. 36 y sig-
mano de obra64 mediante la creciente importación de negros.55
d) Eliminación general de todas las trabas comerciales56 que se
opusieran a la exportación de productos de la tierra.
Para la crítica situación económica del litoral, son par-
ticularmente reveladoras las exigencias planteadas en los apartados
c) y d). A despecho de condiciones objetivas que señalaban otro
rumbo, los colonos intentaron desesperadamente al comienzo evitar
la obligación de "tener que trabajar con sus propias manos" .0T
Como consecuencia de la fluctuación de la población india y de la
falta de un proletariado criollo-mestizo, solamente les quedó la
introducción de esclavos negros como último recurso. No fue una.
economía de plantaciones, sino la necesidad —puesto que "en ella
(la ciudad) no hay ni labriegos ni trabajadores que cultiven la
tierra"58— lo que llevó al tráfico de esclavos: por lo demás, éste no
alcanzó en ningún momento la amplitud deseada.
A manera de reverso de este dilema económico, desde los
comienzos existía en los colonos cierto desprecio por la posesión
de tierras,69 Para que se cumpliera la normal
64
Cí. los datos preliminares de A. F. Zimmermann, The hnd
■póíicy of Argentina (Política agraria, en la Argentina), en: Hisp. Am. Hist.
Rev., t XXV, febrero de 1945, xP 1, p. 3 y sigs, R. H. Marfany, El indio en la
colonización de Buenos Aires, Buenos Aires, 1940.
55
Véanse documentos en LeviÜier, Correspondencia. Acexca de los comienzos
del tiáíico de esclavos, cf. Documentos para la Historia Argentina (D.H.A.), t. VII,
Buenos Aires, 1915. Introducción p. XLV11 y sigs.
55
Leviffier, Correspondencia, t. II.
07
E. A. Coni, Agricultura, comercio e industria coloniales (siglos XVI-XVIII),
Buenos Aires, 1942.
58
De una petición de 1677, véase García, op. cit., p. 61. Frente a estos dalos,
puede compararse la muy diversa posición inicial de la esclavitud en las colonias
portuguesas de América (G. Freyre, The Masters and the Slaves. A Study in ihe
Development of Brazilian Cvoi-zation —Amos y esclavos: estudio del desarrollo de
la civilización brasileña—, Nueva York, 1956, p. XXVIII passirn).
S* B. Levene, Estudios económicos acerca del virreinato del Río ■de la Plata,
Buenos Aires, 1915, p. 59.
relación recíproca entre expansión del mercado o demanda de
productos agrícolas, por una parte, y renta creciente del suelo por la
otra, faltaba como imprescindible intermediario el productor
feudalmente subordinado. El dominio sobre hombres y tierras
perdía su importancia exclusiva para la integración del individuo
dentro de la jerarquía social de la colonia. Y bien, ante el
continuado influjo de ese desprecio por la actividad agrícola, la
explotación ganaderaeo se presentó como un equivalente plenamente
compatible con el código del honor feudal. La única riqueza del Río
de la Plata, y que inesperadamente se había reproducido en su
desembocadura, la constituía el "ganado cimarrón", cuyo verdadero
valor sólo podía realizarse a través del comercio de cueros, sebos,
cuernos, crines, etc. En un principio este comercio más bien que
una fuente de "beneficios comerciales, fue una verdadera cuestión
de vida o muerte. Desde el primer momento, el destino de Buenos
Aires y de su "campaña" quedó indisolublemente unido al
desarrollo del comercio. "El destino de la metrópoli, de sus
relaciones de guerra o de paz con otras potencias, pasaba a segundo
término apenas se hablaba de una nueva ventaja comercial o de
alguna temida restricción".61 Esta ley fundamental contribuyó
vigorosamente a acelerar el momento de la emancipación.
El movimiento comercial inicial, como consecuencia de las
limitadas concesiones de la Corona, se desarrolló por muy
modestos cauces. Ello no obstante, era inconfundible la tendencia
que, por encima de Mendoza, Córdoba y Tucumán, absorbía
también a Potosí hacia el ciclo económico que así surgía y señalaba
los contornos de una zona de intereses económicos que abarcaba
desde los Andes hasta el Atlántico.02 Contra esa posibilidad se
levantó el veto de la
60
Desde ios comienzos hasta 1800, cf. H.N.A., IV, 1, p. 367 Y siS- í-
A. Pillado, Orígenes del ganado argentino. Buenos Aires, 1909.
61
Levene, Estudios, p. 10.
02
En García, op. cit., p. 246 y sig. se hallará una estadística sobre el
primitivo comercio colonial.
oligarquía comercial de Lima.63 cuyos esfuerzos tendieron a
aprovechar económicamente la favorable reglamentación
administrativa de 1563. Resultado de esta enérgica intervención fue
el establecimiento, en 1622, de la barrera aduanera de Córdoba, la
aduana seca.64
El argumento decisivo de Lima para aniquilar la competencia
atlántica fue el temor de una no fiscalizada exportación de metales
preciosos a través de Buenos Aires.65 La reglamentación de 1622
tuvo vastas consecuencias, la primera de las cuales fue el golpe
asestado al tránsito de mercaderías por Buenos Aires. A pesar de
las protestas que se levantaron contra ese bloque interior66 en 1623
se impuso —como continuación de esa línea— la prohibición del
tránsito de metales preciosos: sin hablar de la ya incipiente
deflación, la medida amenazaba con condenar la economía del
litoral a la simple explotación de los recursos naturales.
Pero fue aún mayor el golpe ' que soportaron las' provincias
interiores. En la medida en que dichas provincias necesitaban de la
importación de mercancías —cuyo valor excedía
considerablemente el de sus exportaciones—, dicha importancia
debía llevarse a cabo desde Lima, para "someter así a los mercados
del interior y del norte a una ilimitada explotación por parte del
comercio de Lima".67 Pero esa integración, que así se procuraba
imponer por la fuerza, no tuvo éxito. Para no verse librados por
completo a la dictadura económica de los monopolistas
establecidos en Lima, las provincias interiores se vieron obligadas a
explotar mejor sus propios recursos agrícolas y sobre todo sus
propias manufacturas. Situadas en medio del campo de ten-
63
Para los años 1600 y 1601, cf. Colección de documentos inéditos... de
América y Oceanía (D.I.A.), Madrid, 1864..., t. 18> p. 298; t. 19, p. 185.
«* Haring, Trade, p. 142.
66
P. Chaunu, Du Potosí á Buenos Aires: une route clandestine
de l'argent. Fin du XVIe, debut du XV11I" siécle, en: Cahier des
Annales, p. 154 y sigs.
06
Levillier, Antecedentes, p. 409 y sig. y 413 y sig.
67
Levene, Investigaciones, t. I, p. 224.
sión del eje económico Buenos Aires-Lima, y cada vez más
aisladas de ambos polos, ya fuera por restricciones o por prácticas
comerciales de extremo monopolio, aquellas provincias
aprovecharon las circunstancias para acentuar su autarquía
económica.
Pero, como pronto se demostró en la práctica, resultó imposible
estrangular por completo el tráfico bonaerense, pues ni siquiera el
recargo aduanero del 50 % fue suficiente para que Buenos Aires
dejara a Lima dueña del campo.68 Si bien la inmigración continuó
siendo insuficiente, como testimonio del perpetuo "estado de
pobreza y de miseria", las restricciones no consiguieron impedir un
gradual renacimiento y liberación de la economía, proceso
favorecido por motivos de índole peculiar:
La anexión de Portugal a España (1580) borró de hecho la ya
ficticia línea de Tordesillas. Con la anuencia de la Corona española,
los portugueses franquearon en Brasil, hacia el norte y el sudoeste,
las antiguas fronteras.69 Como consecuencia de las irrupciones de
los bandeirantes surgió una zona de contacto que iba desde Santa
Catalina hasta Concepción, y que primitivamente estuvo al cuidado
de las reducciones jesuíticas.70 Más importante que la territorial fue
la expansión comercial que paralelamente realizaron los
portugueses,71 que así quebrantaron desde Buenos Aires el
monopolio, comercial español en América piel Sur. Mientras, por
regla general, los comerciantes sevillanos seguían la ruta Portobelo-
Panamá-Guayaquil-Callao-Lima, de Lisboa partieron innumerables
naves para dirigirse directamente al Río de la Plata; su principal
cargamento eran los
68
Ibídem, p. 230 y sig.
69
Capistrano de Abreu, p. 283 y sigs.
70
Mórner, op. cit., p. 89 y sig., 96 y sig., passim. Freyre, op. cit.¿
p. 37, passim.
71
A. Piffer Canabrava, O comercio portugués no Rio da Prata
(1580-1640), Lisboa, 1944. Otro cuadro de conjunto se hallará en
Becu Zorraquín, Orígenes del comercio rioplatense, 1580 a 1620, Bue
nos Aires, 1947.
tejidos, que en no pocos casos llegaron hasta Lima.72 Al comienzo,
el cargamento principal con el que retornaban esas naves fue la
plata. Al restringirse las posibilidades comerciales legales, el tráfico
ilegal tuvo que garantizar la necesaria esfera de acción económica.
"Lisboa y Portugal, como también Brasil, dieron impulso a ese
intercambio subrepticio. Lisboa sigue comerciando con telas de
Europa,, los portugueses proveen a América de esclavos, Brasil
proporciona a Buenos Aires azúcar y comestibles. ¿Podríamos
sorprendernos, frente a tales circunstancias, de que Buenos Aires,
fuera en sus comienzos una ciudad semiportuguesa?73
Con métodos tan insuficientes como inadecuados procuró la
metrópoli contener dicho desarrollo, pero sin cambiar en nada el
"problema de Buenos Aires". Fracasó así la propuesta fusión con el
Perú del territorio situado al este -délos Andes, al tiempo que se
oponían serias dificultades a su proceso gradual de asimilación con
el litoral, gracias al cual se hubiera llegado a cierta nivelación de
esas diferencias evolutivas provenientes de distintas etapas de
colonización, como también se hubiera allanado el camino para una
unificación más orgánica, en lo económico, lo social y lo político,
del territorio argentino. La integración perturbada hasta llegó a
convertirse por un tiempo en forzada desintegración 74 entre el
interior y el litoral. Buenos Aires, como futura metrópoli comercial,
halló su nuevo hinterland en el intercambio colonial de las
potencias económicas europeas que, siguiendo el ejemplo de
Portugal, se lanzaron a. socavar los cimientos económicos del
imperio español. En. la medida en que las necesidades del litoral se
identificaban con los intereses de las potencias antiespañolas, por
fuerza este sector de Hispanoamérica tuvo que evadirse eco-
nómicamente —y desde un punto de vista marcadamente-
72
Haring, Trade, p. 115 y sigs., Luzatto, op. cit., p. 207.
™ Braudel, op. cit., p. 157.
74
Para el caso paralelo de Asunción cf. H. "WiYhelmy, Síiclame-ríka im
Spiegeí seiner Stadte (América del Sur reflejada en sus ciudades), Hamburgo, 1952,
p. 227 y sig.
comercial— del marco del restante imperio colonial español.
El siglo xvii sólo dio los primeros pasos en esta dirección. Una
verdadera ruptura del proceso se produjo en el siglo XVJTX, cuando
una política colonial española reformada, desde su misma base salió
al encuentro, en medida hasta entonces desconocida, de las
potencialidades económicas, individuales de América. Gracias a tal
transformación, las: colonias contaron con la posibilidad de liberar
elementos: evolutivos nuevos, o que sólo habían permanecido en
embrión. La guerra de la sucesión de España señaló la censura
exterior del comienzo de esa política que, a pesar de-iniciarse con
un cambio general de signos, pronto llevaría a consecuencias
mucho más graves en contra de la metrópoli.

También podría gustarte