The Hunt (The Sept 1)
The Hunt (The Sept 1)
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Esta es la tercera serie del Mundo Centinela. Para comprender la historia
general y algunos de los personajes que se presentan en este libro, es
necesario haber leído primero las series La centinela perdida y Alas
sombrías. Si no ha leído las dos primeras series del Mundo Centinela, le
recomiendo encarecidamente que lo haga antes de empezar La Caza.
Este libro contiene referencias y descripciones de abuso infantil, agresión
física, secuestro, violencia gráfica y otros elementos que los lectores pueden
considerar desencadenantes. Aunque no se describen en detalle ni en las
páginas, también hay inferencias de agresión sexual y embarazo forzado.
Luchar, ganar, avanzar en la agenda de mi alfa y mantener a mi familia a
salvo. Simple. Hasta que se llevan a mi hermana pequeña y todo a mi
alrededor se derrumba.
Traicionada por la manada a la que juré lealtad, corté los lazos y empiezo
a buscar a Harlow por mi cuenta.
No sabía que mi búsqueda me pondría en curso en colisión con todo lo
que he estado huyendo.
Me he estado escondiendo durante años, protegiendo mis secretos y a mi
familia a toda costa mientras acecho en las sombras donde es seguro. Ahora
estoy atrapada con un grupo de Caballeros cambia formas con armadura
brillante que creen que pueden ayudarme.
Empiezo a pensar que tal vez puedan hasta que mi pasado finalmente me
alcanza y me encuentro con una Centinela. Ella no es a la primera que envían
para eliminarme, y no será la última. Necesito matar a la Centinela antes de
que pueda decirles a lo demás donde estoy luego deshacerme de los
caballeros, sin importar cuanto quiera mi Loba retenerlos, para poder
encontrar a mi hermana y desaparecer nuevamente.
Lo bueno es que lo que hago bien es pelear.
No sé cómo rendirme o dar marcha a atrás, y cuando se trata de Harlow.
Hare lo que sea necesario. A la mierda las consecuencias y a cualquiera que
se interponga en mi camino.
Un par de fuertes brazos me rodean el pecho y la cintura por detrás. Con
un suave tirón, me empujan hacia atrás contra un cuerpo grande y musculoso.
El calor me envuelve. Estoy flotando en un mar de satisfacción, pero hay algo
amargo y frío que presiona los bordes de esta serenidad.
Una palma callosa me sube por las costillas, dejando tras de sí un profundo
y sensual zumbido de aprobación a su paso. Sus dedos rozan burlonamente
el borde exterior de mi pecho. La necesidad parpadea en mi vientre.
Somnolienta, inclino la cabeza hacia atrás, permitiendo el acceso a mi cuello
mientras una mano grande me rodea la garganta. Me aprieta con suavidad,
posesivamente, y unos labios carnosos rozan el lóbulo de mi oreja en una
insinuación íntima. Un escalofrío me recorre la espalda, pero es más una
advertencia cautelosa que una anticipación placentera.
—Ahí estás —susurra una voz ronca.
El leve roce de su aliento es cálido contra mi mejilla a pesar de la gélida
alarma que de pronto me salpica el pecho como un inoportuno chorro de
aguanieve. En un suspiro, su agarre en mi garganta se convierte en una
amenaza y su susurro se transforma en un gruñido de odio.
Es la última voz del mundo que quiero oír.
Empiezo a forcejear contra su agarre, desesperada por escapar, pero él se
ríe. Siempre pensó que esto era solo un juego.
—Te encontré —arrulla amenazador antes de pellizcarme el lóbulo de la
oreja—. Y ahora nunca volverás a escaparte de mí.
Con un grito ahogado, me siento en la cama, con el corazón
martilleándome en el pecho tan fuerte que parece que intenta liberarse de la
prisión de mis costillas. Tengo la piel pegajosa por el miedo y respiro
frenéticamente, demasiado rápido y superficialmente. Trato de ralentizarlo
mientras miro a mi alrededor, anclándome en el aquí y ahora.
Me miro las manos y recorro los dedos con la mirada, pero mis runas
siguen ocultas y no percibo ni una pizca de magia en ningún lugar donde no
debería estar.
Fue sólo un sueño... sólo un sueño.
Al otro lado de la puerta de mi habitación suenan unos golpes y doy un
respingo sobresaltada. El pomo se sacude, pero no gira, la cerradura hace su
trabajo.
—Savy, olvidaste poner el despertador —llama Harlow desde el otro lado,
con tono impaciente—. Los alfas vuelven a reunirse en una hora. Levanta el
culo y métete en la ducha a menos que quieras ofenderlos con tu hedor post-
entrenamiento. —Vuelve a llamar.
—Estoy despierta —grito, con la voz aturdida a pesar de la adrenalina que
me recorre.
—Sólo ha sido un sueño. —Me recuerdo de nuevo, apartando las sábanas
que me llegan a la cintura y saliendo de la cama.
—¿Realmente estás despierta, o sólo lo dices para que te deje en paz?
—Las dos cosas —respondo, frotándome el malestar y el cansancio de la
cara mientras me estiro y me dirijo al baño.
Harlow suelta una risita mientras se aleja de la puerta y yo agarro el
teléfono de la mesilla para mirarlo. Efectivamente, he puesto la alarma para
la mañana en vez de para la tarde.
Menos mal que mi hermana estaba en casa. Ilaria se habría cabreado si
me hubiera perdido la última reunión, sobre todo si esta noche va como ella
predice que irá con los otros alfas y el desafío.
Entro en el cuarto de baño y me doy una ducha fría. Maldigo cuando el
gélido aguacero me pincha dolorosamente la piel, pero necesito que el shock
me ayude a despertarme. Me lavo el cabello y me froto con fuerza el cuerpo
con la esperanza de que se vaya la inquietud que me ha dejado la pesadilla.
Hacía tiempo que no tenía una y me sentía tan agitada. Pero también hacía
tiempo que no me sentía tan agotada.
He estado quemando la vela por los dos extremos durante demasiado
tiempo. Me iba a pasar factura en algún momento. Menos mal que la Cumbre
Alfa de Norteamérica está a punto de terminar. Una noche más y podré
desmayarme durante una semana y la vida volverá a la normalidad... bueno,
todo lo normal que puede ser para alguien como yo. Me enjuago, respiro
hondo varias veces y suelto el aire lentamente mientras me centro y dejo que
los últimos vestigios de ansiedad se vayan por el desagüe con el agua
jabonosa.
Hubo un tiempo en que un sueño así me habría hecho salir corriendo. Lo
habría tomado como una señal, un presagio para alejarme lo más posible de
donde estaba. Quemé muchos puentes cuando Harlow y yo empezamos a
correr. Escuché cada preocupación o punzada de alarma, confiando
demasiado en ellas.
Ahora lo sé mejor. Es estrés, no precognición. Resulta que es una de las
pocas habilidades que no tengo. El jurado no se decide si eso es una bendición
o una maldición.
Cierro la ducha y me escurro el exceso de agua del pelo, más que
preparada para que acabe el día. Después de las fiestas de esta noche, las otras
manadas volverán a sus territorios y las cosas aquí podrán calmarse. No más
alfas rivales y sus séquitos. No más hacer de niñera de manadas de lobos
desconocidos e impredecibles.
Puedo volver a escabullirme entre las sombras mientras sigo órdenes y
hago todo lo posible por mantenernos ocultas a Harlow y a mí. Al salir de la
ducha, uso una magia que no debería tener y lanzo aire a mi alrededor para
secarme el cabello y el cuerpo. Luego cepillo mi espesa melena caoba oscura
hasta que queda brillante y parece que me la acabaran de secar
profesionalmente. Como me apetece protegerme un poco más con la cortina
de capas largas, me lo dejo suelto en lugar de echármelo hacia atrás como
hago normalmente.
Con un suspiro, me agarro a la encimera del tocador y me inclino hacia el
espejo, estudiando los inquietantes ojos cetrinos que me devuelven la mirada
en el reflejo. Me sorprende no tener ojeras ni bolsas por haber dormido tan
poco durante tantas noches. Mi rostro está sorprendentemente libre de arrugas
de preocupación, aunque eso es lo único que hago ya. Preocuparme, vigilar
y esperar mientras hago todo lo que puedo para eliminar cualquier potencial
amenaza.
Me asalta un bostezo y sacudo la cabeza. No sé qué esperaba de una siesta
rápida; fuera lo que fuese, no ha funcionado. Sigo sintiendo una pereza de
cojones. Por suerte para mí, nunca lo sabrías por el saludable brillo de mi
cutis. Juro que pareceré recién salida de la playa y radiante incluso en mi
lecho de muerte.
Pero no me quejo. La bonita máscara me sirve bien la mayor parte del
tiempo, e Ilaria necesita que yo cumpla esta noche, como siempre. Está harta
de dejarme jugar en la sombra; quiere dar a los otros alfas algo por lo que
recordarla. Me molestaría, pero estoy segura de que esto me favorecerá más
a mí que a ella, y las opciones nunca son malas.
Suena mi teléfono, pero ignoro el familiar número mientras me pongo
unos vaqueros negros desgastados y una camiseta térmica ajustada de manga
larga del mismo color. Mi teléfono deja de chirriar cuando empiezo a atarme
mis zapatos de mierda, los que tienen un tacón grueso y una plataforma de
bebé que me proporciona unos centímetros extra. Joder, necesito la altura
extra para enfrentarme a los monstruosos ejecutores que vigilan a sus alfas
en esta cumbre.
Con mi metro sesenta y cinco de estatura, parezco realmente débil en
comparación con las bestias que me rodean constantemente. Pero me gusta
dejar que la desventaja percibida juegue a mi favor. Pequeña no significa
débil.
Deslizo el dedo en mi teléfono para descartar la notificación de llamada
perdida, me lo meto en el bolsillo trasero y corro a la cocina con la
desesperada necesidad de tomar un café antes de que llegue la hora de irme.
—Qué guapa —le digo a Harlow al pasar por donde está sentada en un
taburete junto a la isla, comiendo los últimos restos de la comida china del
otro día.
Se ha enfundado en un ceñido vestido gris tormenta de manga larga y tan
corto que le llega hasta el trasero. Lleva un maquillaje impecable y el cabello
castaño rojizo pulido suelto a la perfección. Nuestra madre nos bendijo a las
dos con ese color, mientras que nuestros padres, diferentes entre sí,
reclamaron nuestros ojos: los suyos son de un celeste claro, mientras que los
míos son de un cetrino cálido, pero a las dos se nos vuelven de un dorado
brillante cuando cambiamos.
Parpadeo y, de repente, es la niña delgada y larguirucha que encontré
escondida en un armario. Temblaba y estaba traumatizada, pero seguía siendo
tan pura y confiada. Otro parpadeo y la joven hermosa y segura de sí misma
en la que se ha convertido está de vuelta, e intenta inhalar un cartón entero
de fideos de un bocado.
—¡Me adelante! —bromea antes de meterse un tenedor bien lleno en la
boca—. Te he preparado unos chupitos de expreso —murmura entre dientes,
inclinando la cabeza en dirección a la lujosa cafetera que nos compramos
hace un par de meses. A la que ambas llamamos cariñosamente "novio".
—Eres una diosa entre los hombres —le ronroneo a mi hermana mientras
saco mi taza de viaje favorita de un armario y cojo mi combinado de cremas
de la nevera—. ¿Adónde vas esta noche? —pregunto, señalando con la
barbilla su atuendo.
—Delaney quiere ir a Ruination. Con toda la carne fresca que hay en la
ciudad para la cumbre, ella está a la caza. —Se ríe.
—No bebas hasta vomitar —instruyo, llenando mi taza—. Y pon un
calcetín en la puerta principal si embolsas a alguien en el club y necesito
dormir en otro sitio esta noche.
—Lo mismo te digo a ti —replica Harlow moviendo las cejas, pero yo
niego con la cabeza.
—Alpha Ramsey me hará pelear esta noche, o al menos ella cree que
llegará a eso. —Doy un sorbo a mi café, hago una mueca de dolor y añado
más crema de vainilla—. Nada acaba más rápido con mis posibilidades de
ligar que un grupo de idiotas inseguros viéndome darles una paliza a unos
tipos mejores y más grandes. —Levanto una ceja y Harlow suelta una
carcajada burlona.
—Entonces no se lo merecen.
—Por supuesto que no —le doy la razón.
Unos golpes rítmicos en la puerta interrumpen nuestras risas. Las dos nos
giramos cuando se abre y entra un metro ochenta y cinco de malota y
encantadora masculinidad.
—Hola, Tree. —Saluda Harlow mientras Tree cierra la puerta tras él.
—Hey, enana —contesta, entrando en la cocina, quitándome mi café
perfectamente hecho y dándole un buen trago.
Cabrón.
Su pelo rubio sucio está húmedo, lo bastante oscurecido para hacer juego
con su barba bien recortada, hasta que se seque y salgan a saludar todos sus
mechones dorados. Se lo ha peinado perezosamente hacia atrás, resaltando la
nítida decoloración de los lados, pero me doy cuenta de que se ha pasado los
dedos por la parte más larga de arriba. Tiene un mechón que cuelga en una
onda perfecta sobre la frente. Sus ojos azul pizarra me absorben.
—¡Pareces una mierda! —exclama antes de arrugar la nariz y mirar mi
bebida—. Demasiado dulce —refunfuña, devolviéndome la bebida antes de
abrir la nevera y rebuscar en el contenido.
—Gracias, gilipollas —gruño, mirando desde donde está agachado,
moviendo cosas por las estanterías, hacia mi café mancillado.
Hago una mueca.
Quién sabe dónde ha estado su boca. Estaba persiguiendo a alguna colita
esponjosa de la manada Porter esta mañana antes de que tuviéramos un
descanso, y no parece que pasara nuestra breve pausa durmiendo como yo.
—No parezco una mierda. Solo te ves reflejado —me defiendo, tirándole
de la oreja. Miro a Harlow para que me apoye, pero de repente está muy
concentrada en el cartón de fideos que tiene en la mano.
Grosero.
Recurriendo a mis runas, me paso una mano por el rostro, conjurando un
maquillaje que haría que una drag queen me dijera: ¡Chica, eso es demasiado!
—¿Mejor? —pregunto, y me parto de risa cuando Tree me mira y casi
escupe el zumo de manzana que acaba de beberse directamente del cartón.
Animal.
Si no lo quisiera tanto, lo desterraría de nuestra cocina.
—Por favor, mantenla así. Quiero ver la cara de Alpha cuando entres
pareciendo una marioneta de un programa de terror —me suplica, y yo me
río mientras me paso la mano por la cara, dándome una ilusión de maquillaje
mucho más tenue.
—¡No es justo! Quiero poder hacer eso —se queja Harlow—. Me he
pasado una hora haciéndome esto —gruñe, señalando su rostro perfectamente
contorneado, sonrosado y con pestañas.
Le guiño un ojo con suficiencia y le lanzo un beso al aire. Ella resopla
antes de enseñarme el dedo corazón.
—¿Lista? —me pregunta Tree, y yo asiento con la cabeza mientras envío
un mensaje rápido y cojo mi zumo de la encimera.
—Te asigno a Pax esta noche —le digo a Harlow.
El hecho de que ni siquiera ponga los ojos en blanco demuestra lo
acostumbrada que está a mi actitud sobreprotectora. Nos hemos enfrentado
varias veces por el tema de la guardia. Trato de ceder cuando puedo, pero con
todos los metamorfos nuevos y desconocidos deambulando por nuestro
territorio durante esta cumbre, es imposible que no la vigile cada vez que sale
de casa.
—Llegará en diez minutos, así que no te vayas antes o enviaré a Matt para
que te vigile en su lugar —le advierto.
Esto le provoca un gemido, y me obligo a no reírme a su costa. De los
agentes que suelo asignarle, Paxton es el más discreto y relajado. La dejará
hacer lo suyo sin intervenir a menos que esté realmente en apuros.
Matt es exactamente lo contrario. Tiene muchas opiniones sobre el lugar
de una hembra en la manada, y siempre se apresura a dejar que su misoginia
y su naturaleza controladora arruinen un buen momento. Si supusiera una
mínima amenaza, acabaría con él para librarme de su molestia, pero el alfa
de la manada Bryant es su tío, así que todos tenemos que jugar limpio y
esperar que encuentre una pareja que aguante su mierda en una manada muy,
muy lejana.
—De acuerdo, me portaré bien —concede ella.
Le lanzo una mirada cómplice.
—Mantente alerta —le ordeno con el peor acento escocés del mundo.
—Sí, capitana —responde con un apropiado acento pirata mientras me
saluda perezosamente.
—¡Calcetín en el pomo! —grito por encima del hombro—. No necesito
el trauma de encontrarte chocando con un culo peludo.
—Bien. Primero lo depilaré —responde.
Me río y Tree me empuja hacia la puerta antes de que Harlow y yo
podamos empezar lo que a él le gusta llamar ponerse raras, que normalmente
consiste en soltarnos citas de películas y acentos malos en un esfuerzo por
decir la última palabra antes de tener que irnos corriendo a algún sitio.
—Las dos estáis locas —anuncia él con una risita mientras nos dirigimos
a su camioneta.
Una ráfaga de viento nos envuelve juguetonamente antes de alejarse y
robarme parte de mi calor. Cada vez hace más frío y estoy deseando que
llegue la primera nevada de la temporada.
—Todas las mejores lo están, amigo mío —le respondo y me subo a su
elevada bestia de vehículo—. Joder, Tree, ¿puedes dejar ya de sobre
compensar tu micro-pene y conducir algo en lo que sea fácil entrar y salir?
—No puedo evitar que seas diminuta, Savoy. Cualquier cosa más grande
que un coche de Hot Wheels1 y lo vas a tener complicado —incita.
Lo fulmino con la mirada mientras intento llegar como puedo hasta el
asiento del copiloto.
—Ese es tu problema —me dice mientras se sienta en el asiento del
conductor y arranca la camioneta.
—Ya te enseñaré a ti tu problema —refunfuño mientras me abrocho el
cinturón—. ¿Rafe llega tarde? ¿Le recogemos de camino?
—No. Trinity lo tiene ayudándola con la comida.
Me río y niego con la cabeza.
—Ella nunca va a dejar de encontrar formas de pasar tiempo con él,
aunque él le haya dejado más que claro que no le interesa.
—Desde luego —asiente Tree, y entonces ambos nos partimos de risa—.
No hay muchos lugares donde esconderse cuando ella es el enlace de la
manada. Él podría alejarla a golpes con un palo, y ella volvería a aparecer en
el siguiente evento, necesitando ayuda con algo y metiéndole en el ajo.
—Una verdadera lucha —bromeo, repitiendo una de las frases favoritas
de Tree cuando se queja.
—La más auténtica —asiente, sin darse cuenta o ignorando el hecho de
que me estoy burlando totalmente de él.
Enseguida llegamos a la casa de reuniones que Alpha Ilaria Ramsey ha
construido para esta reunión especial de las manadas. Es un edificio de diez
plantas con aires de piedra rojiza, como si no pudiera decidir si iba a ser un
edificio de oficinas o una casa, así que parece ambas cosas. Me preguntaba
qué haríamos con todos los edificios y alojamientos recién construidos una
vez terminada la cumbre. Sin embargo, con todos los intercambios y alianzas
que se han negociado y puesto en marcha, está claro que la manada de
Ramsey va a crecer en estas nuevas instalaciones más rápido de lo que me
imaginaba en un principio.
No estoy segura de qué pensar al respecto. Desde que la conocí supe que
Ilaria Ramsey era ambiciosa. Quería más para su manada y para sí misma, y
estaba decidida a conseguirlo. Solía admirar eso, pero últimamente me
inclino más hacia ser cautelosa al respecto.
Aparcamos en la parte de atrás y suspiro interiormente mientras asimilo
el ajetreo del edificio mientras me tomo mi café. No sé hasta qué punto es
eficaz el estimulante para los cambia formas. Probablemente quemamos la
cafeína más rápido de lo que pueda hacer efecto, pero... no me importa.
Incluso si todo está en mi cabeza, fingir que ayuda es mejor que nada.
—Sólo tenemos que aguantar hasta esta noche —canturrea Tree mientras
ambos permanecemos sentados un rato, ninguno con prisa por salir de la
camioneta y entrar en la refriega—. Una noche más y los alfas se irán, todos
estos lobos extra desaparecerán, y las cosas podrán volver a la normalidad.
—Yo digo que cambiemos de manada si Ilaria vuelve a ofrecerse para
organizar una cumbre. —Suelto, y él suelta una carcajada incrédula.
—Como si fuera a dejarte ir sin luchar —argumenta—. Pensándolo mejor,
amenázala con eso. Tal vez le impida ofrecerse como anfitriona en el futuro.
Sabes que ella elegiría a su Sombra en lugar de todo este circo. Le gusta
presumir, pero le gusta aún más estar en la cima.
Con un resoplido incrédulo, salgo de vehículo. Prácticamente necesito un
paracaídas para caer con seguridad desde el asiento de esta monstruosidad
elevada hasta el suelo.
—Eh, holgazanes —grita Rafe desde detrás de nosotros, y echo un vistazo
para verle haciendo malabares con dos grandes tablas de madera cubiertas de
carnes y quesos que parecen más arte que algo que los alfas puedan picar.
Ambas están bien envueltas con celofán, lo cual es bueno porque, con la
forma tan precaria en que Rafe las está equilibrando, el contenido estaría por
todo el pavimento.
Sus gruesos rizos negros están hoy sueltos y le cuelgan maravillosamente
por encima de los hombros. Harlow y yo solíamos tener envidia de su cabello
cuando lo conocimos, pero ahora que sabemos lo que hay que hacer para
cuidar esos rizos, puede quedárselos. Lleva unos vaqueros negros y una
camiseta blanca que resalta especialmente con su tez de sándalo. Sus ojos
castaños se desvían hacia Trinity y me lanza una mirada que grita ayuda.
Suelto una risita silenciosa mientras observo al enlace de la manada y la
forma en que forcejea con las fuentes que tiene en las manos. No ayuda el
hecho de que no deje de mirar a Rafe con ojitos de cachorrito y, cada vez que
lo hace, pierde el equilibrio.
—Te llamé antes —anuncia Rafe mientras se acerca.
—Sí, lo ignoré —respondo sin disculparme—. Me imaginé que intentabas
meterme en alguna mierda como ésta. —Hago un gesto hacia las tablas de
embutidos mal equilibradas que tiene en las manos.
Su mirada me confirma que tenía razón. Tree y yo nos apiadamos de ellos
y ambos reclamamos una bandeja antes de dirigirnos a las instalaciones. El
trayecto en ascensor hasta la gran sala de conferencias es silencioso e
incómodo. Rafe intenta alejarse de Trinity tanto como le permite el reducido
espacio, pero ella no lo consiente y se las arregla para acercarse cada vez más
a él a medida que subimos a la planta requerida. Hago todo lo que puedo para
no echarme a reír cuando las puertas por fin se abren y respira aliviado cuando
Trinity se ve obligada a salir antes que nosotros.
La seguimos a la enorme sala de reuniones y me sorprende ver que la
mayoría de los alfas ya están presentes. Parece que no somos los únicos listos
para terminar con esto de una vez. Deslizo mi bandeja sobre la larga mesa
ovalada y dejo que Trinity se ocupe de la comida mientras me dirijo al
perímetro de ejecutores que montan guardia contra los muros circundantes.
—Cariño —me grita un hombre, agarrándome del brazo para
detenerme—. Tráeme un café, ¿quieres? Un chorrito de leche y medio de
azúcar —ordena.
Miro hacia abajo, donde su mano está en mi bíceps, y luego poso una
mirada poco divertida en el macho que se ha pasado la cumbre esperando
conseguir la aprobación para empezar una nueva manada. Aún no ha
conseguido el respaldo de la mayoría alfa, pero está cerca. Me pregunto por
un momento lo enfadada que se pondría Ilaria si las posibles relaciones de la
manada se vieran comprometidas porque yo le rompiera la cara.
—Te recomiendo encarecidamente que quites la mano —le digo
rotundamente—. Te prometo que no quieres que lo haga por ti. Mis
soluciones tienden a ser más... permanentes.
—Se lo traeré, señor; ¿ha dicho leche y azúcar? —interviene sabiamente
Trinity, y fulmino con la mirada al macho cuando aparta la mano y se centra
en el enlace de la manada.
Me limpio el lugar que acaba de tocar el capullo presumido como si ahora
estuviera cubierto de piojos y me uno al resto de mi equipo contra la pared,
justo detrás de Alpha Ramsey. Lleva su traje favorito de color crema, los
labios impecablemente pintados de rojo rubí y el cabello rubio recogido en
una coleta que no acepta tonterías. Está cerca de los trescientos, pero no
aparenta más de treinta y cinco. Siento sus ojos clavados en mí, pero no cedo
a la exigencia silenciosa de mirarla. No me interesa la censura que estoy
segura de que flota en su mirada.
Es una línea fina y precaria sobre la que bailamos las dos. Yo, ejerciendo
dominio sobre mi alfa, cuando normalmente ese tipo de comportamiento no
se tolera. Y ella, fingiendo que no es un problema, siempre y cuando haga lo
que ella quiere. Le gusta fingir que puede mantenerme en mi lugar, y yo lucho
contra el impulso de demostrarle que no tengo ninguno.
La mayoría de los días soy buena cumpliendo las órdenes de Ilaria. Estoy
contenta de ayudar a mantener a su manada en lo alto de la cadena
alimenticia. A cambio, no hace demasiadas preguntas sobre mí ni sobre nada
de lo que hago y nos ofrece ciegamente a Harlow y a mí protección total para
que podamos escondernos a plena vista. Es un trueque que ha funcionado
bien durante siete años y medio, pero puedo sentir que las cosas van de mal
en peor.
Nos estamos desgastando, e Ilaria se está volviendo demasiado codiciosa,
a pesar del poder que ya ha acumulado.
Sé muy bien lo mala que es esa combinación.
El alfa Silas es el último en llegar, con su contingente de ejecutores y betas
a cuestas. No es la primera vez que me doy cuenta de que su segundo, Mateo
Torrez, aún no está con él. Al principio no le di mucha importancia, pero se
rumorea que ha abandonado la manada de Silas.
Según las malas lenguas, Torrez y Silas mantenían una profunda amistad,
por eso las ausencias del beta está causando tanto revuelo. Los conocí hace
poco en un acuerdo comercial, y con conocí me refiero a que los observé a
ellos y a los demás asistentes mientras me mantenía al margen, pero esta
sacudida en la jerarquía de la manada Silas tiene a muchos boquiabiertos con
las especulaciones.
Alfa Silas toma asiento y yo lo estudio como si la respuesta al misterio de
Torrez estuviera oculta en la forma en que apoya las manos en los
reposabrazos y coloca un tobillo sobre la rodilla contraria. Irradia una fuerza
serena pero innegable, su piel oscura, sus ojos negros y su sonrisa Colgate no
delatan nada. Se pasa una mano por su negra barba corta y se acomoda en su
silla, con sus competentes e intimidantes matones y betas formando un muro
de apoyo detrás de él.
Ilaria se aclara la garganta y llama al orden a la última reunión. Dejo de
mirar a los alfas que no son los míos y fijo la vista en un punto en blanco de
la pared. No tardó mucho en desconectar. Estoy demasiado cansada y
desinteresada para escuchar al Contingente Alfa de Norteamérica mientras
reestructuran territorios, negocian los últimos acuerdos comerciales, hacen
trueques por hembras o más músculos para sus manadas y hacen lo que mejor
saben hacer: discutir por el simple hecho de discutir.
Toda esta dominación en un espacio reducido me produce picores. Puedo
decir por el nerviosismo de los demás ejecutores y betas de la sala, sé que
sienten lo mismo. Agradezco que las cumbres sólo se celebren cada cinco
años. En la última, a la que asistió Ilaria, no se me exigió que asistiera, porque
prefería pasar desapercibida, pero este año, como la manada es la anfitriona,
no tenía escapatoria.
—¡No es suficiente! —exige el Alpha Weston, sus rasgos de halcón se
ven aún más afilados mientras su puño cae sobre la mesa en una muestra de
frustración.
—Y, sin embargo, es lo único que conseguirás —responde el Alfa Paté,
reclinándose en su silla, con un tono tan aburrido como yo me siento ahora
mismo.
—Ella tiene tierra de sobra; ¿por qué debería recibir el nuevo terreno con
el lago? —argumenta Weston.
Su territorio limita con el de nuestra manada, e Ilaria y él llevan un año
discutiendo por la invasión del otro.
—Puede que yo me quede con un lago, pero tú te quedas con los dos ríos;
no seas avaricioso, Weston —argumenta Ilaria con ecuanimidad—. Sólo
aléjate con la victoria... mientras puedas.
Los ojos de Weston se encienden con furiosa ofensa. Su boca se frunce
como si estuviera masticando su no tan sutil amenaza y no le gustara su sabor
agridulce. Ya veo que las cosas van a ir exactamente como Ilaria esperaba.
A la menor provocación por parte de ella, él está listo para jugar. Weston
es demasiado impulsivo para ver la trampa cuidadosamente tendida en la que
está a punto de caer. Después de esta noche, le doy seis meses antes de que
Ilaria Ramsey se apodere completamente de todo lo que él tiene, vida y
manada incluidas.
—Te desafiaré por eso —advierte Weston, y es todo lo que puedo hacer
para no poner los ojos en blanco mientras los otros alfas de la sala se ponen
tensos.
Ilaria junta las manos sobre la mesa y se echa hacia atrás en su asiento,
estudiando al otro alfa como si lo estuviera considerando detenidamente en
lugar de alegrarse internamente de que Weston juegue exactamente como ella
esperaba.
—Soy la anfitriona de la cumbre, Weston. Aunque normalmente estaría
más que encantada de aceptar cualquier invitación para arrancarte la
garganta, si quieres un desafío como es debido, tendrá que esperar unos días
hasta que todo esto termine. —Señala, haciendo un gesto alrededor de la sala.
Él se ríe, y si no lo hubiera observado con tanta atención, no habría notado
el trasfondo de inquietud que esconde su risa.
—No te estoy retando por tu manada, Ilaria. No creo que esta
insignificante disputa de tierras justifique la muerte de ninguno de los dos.
De hecho, juguemos por poderes —sugiere mientras adopta una actitud más
relajada y se acomoda perezosamente en su silla de cuero. Quiere parecer
imperturbable y razonable, pero estoy bastante segura de que todo el mundo
percibe el olor a goma quemada del rápido retroceso que acaba de ejecutar.
Oh, sí. Alfa Ramsey se revolcará en el olor de su debilidad y lo tomará
todo. Me hace preguntarme cómo se adjudicó una posición tan poderosa en
su manada en primer lugar. Ilaria se ha quejado de chantaje o influencia de
los Caster de algún tipo, pero ella no puede probar nada, lo que significa que
la acusación no tiene fundamentos.
Con todo lo que está pasando en la comunidad sobrenatural estos días,
nadie va a ir husmeando en los asuntos de los demás basándose en las
acusaciones infundadas de un alfa hambriento de poder. Los metamorfos han
tenido la cumbre en sus platos, y algo tiene a los Casters y a los Lamia
zumbando como abejas inquietas últimamente. Aparte de eso, siempre hay
muchos otros dramas sobrenaturales que mantienen a todo el mundo más que
ocupado.
—Bien, ¿cuáles son las condiciones? —concede Ilaria, como si un desafío
por poderes realmente la molestara.
Weston responde con una sonrisa altiva.
—Si mi hombre gana, nos quedamos con toda la nueva adquisición, cada
acre, lago y pico. Si ganas tú, lo mismo. E incluso te dejaré elegir tu
representante después de echarle un buen vistazo al mío.
Ella rechaza su oferta como si su hedor fuera un insulto a sus delicados
sentidos.
—Puedes elegir a mi hombre, Weston. A diferencia de ti, estoy bastante
segura de que cualquiera de los miembros de mi manada limpiaría el suelo
con el tuyo en un día cualquiera.
Una onda de conmoción recorre la sala ante su declaración, y todos los
ojos se vuelven hacia ella. Sus miradas son expectantes, calculadoras,
esperando a que se retracte de lo que ha soltado tan descuidadamente de sus
labios pintados de rojo.
Acaba de darle a un oponente una invitación abierta para apilar un desafío
a su favor. Ha abierto la puerta para que el Alfa Weston elija al lobo más
débil que pueda encontrar en su manada.
Es un farol, pero uno bien jugado.
Weston puede elegir una opción débil y garantizarse la victoria, pero a la
larga, los otros alfas no respetarán una jugada así. Sin embargo, si a Weston
no le importa eso, Ilaria acaba de darle una victoria fácil y mucho territorio.
Ella está apostando por el deseo de Weston de establecerse un nombre por sí
mismo. Es un líder novato que quiere ser un jugador con una pieza ganadora
en el tablero. Ilaria acaba de darle una. O más bien, la ilusión de una. Un lobo
inteligente se daría cuenta.
Weston no es un lobo inteligente.
La alfa Ilaria Ramsey sonríe al inexperto metamorfo que está claramente
fuera de su liga, y su sonrisa tiene un destello de colmillo. Weston cree que
está jugando con los grandes en la parte más profunda de la piscina, pero el
chico todavía lleva manguitos para niños en la infantil.
—¡De acuerdo! —estalla él, prácticamente tropezando sobre sí mismo
para aceptar la oferta antes de que alguien se la arrebate—. Tengo a un nuevo
transferido de manada de la península de Tymyr, y se muere por demostrar
su valía —presume.
Un murmullo de sorpresa se expande por la sala como ondas en un
estanque, la declaración de Weston es la roca que perturba las tranquilas
aguas. La península de Tymyr es conocida por sus matones. Las manadas de
allí los crían grandes y fuertes, con una buena dosis de despiadados y una
pizca de psicópatas. Las manos de Tree se cierran en puños y yo inspiro
profundamente y suelto el aire despacio.
Esto va a ser interesante.
—¿Y su oponente? ¿A quién de la manada de la Alfa Ramsey eliges como
representante? —pregunta el Alfa Pate, con una fisura excitada zigzagueando
a través de su habitualmente desinteresado semblante.
La sonrisa de Weston se ensancha aún más y sus ojos revolotean detrás
de Ilaria, buscando entre los betas y los ejecutores hasta que su mirada se
posa en Tree. El alfa estudia por un momento su corpulencia gigantesca y
luego vuelve a mirar a Ilaria con un sorprendente filo de acero en sus ojos.
—Creo que es hora de que todos conozcamos a la misteriosa Sombra de
la que tanto hemos oído hablar. Veamos de primera mano de qué es capaz
realmente tu escurridizo Castigador.
Miro al arrogante alfa y evito negar con la cabeza.
Oh, Weston. Deberías tener cuidado con lo que deseas.
Le echo un vistazo a mi teléfono y veo un mensaje de texto de Harlow a
la hora programada de chequeo con la contraseña del día. Siento la tentación
de enviarle un mensaje a Pax para ver cómo van las cosas por su parte, pero
dejo que la pantalla parpadee en negro y lo guardo en mi taquilla. Es hora de
quitarme el sombrero de madre gallina y ponerme el que me permite hacer lo
que mejor sé hacer... joder la mierda.
—Creía que la Alfa Ramsey había dicho que iba a mantener este desafío
privado y tranquilo. No me gusta la fanfarria en torno a esto —refunfuña Rafe
mientras se pasea por la habitación.
—¿De verdad la creíste? —le cuestiona Tree, con la mirada en su rostro
diciendo bueno, eso fue estúpido.
Suelto un bufido divertido. Mi reflejo en el espejo magnético que hay en
el interior de la puerta de mi taquilla me sonríe y empiezo a trenzarme el
cabello para apartarlo de la cara.
—Para la Alpha Ramsey, esto es discreto y tranquilo. Es algo intermedio.
Si fuera a lo grande, sería televisado para todos los supes2 que existen.
—¿Estás de acuerdo con esto? —me pregunta Rafe.
Se ha recogido el cabello negro y rizado detrás de la cabeza como si
también se estuviera preparando para cualquier cosa que se nos viniera
encima. Es más delgado que Tree y unos cinco centímetros más bajo, lo que
lo deja en la categoría de macizo.
Estar aquí, en este vestuario, preparándome para hacer lo que hago, me ha
hecho sentir nostalgia de cómo nos cruzamos en la vida. Casi puedo oír los
gritos del público en las peleas de aquella noche. Oler el sudor, la agresividad
y la desesperación como si estuviera allí otra vez. Rafe subió al ring invicto,
pero desde luego no salió así.
Sonrío al recordarlo y luego me encojo de hombros, sin estar segura de
cómo responder a su pregunta.
—Creo que todo irá bien. Hace tiempo que sé que Ilaria y los demás no
me iban a permitir escabullirme en la oscuridad para siempre.
—Pero, ¿y si esto te detecta en su radar? —cuestiona Rafe, y puedo ver
la preocupación agitándose en su rica mirada marrón junto con el impulso de
agarrar nuestras bolsas de supervivencia y salir corriendo.
Mi pesadilla de antes vuelve de golpe, trayendo consigo una creciente
oleada de aprensión. Contengo un escalofrío.
—Dudo que De… —Casi estoy a punto de pronunciar su nombre en voz
alta, pero me detengo, no quiero que surja ni siquiera una chispa de su
recuerdo. No cuando he luchado tanto para escapar de él—. Él cazó a todos
los demás. Lo que significa que destruyó cualquier posible conexión con las
manadas o con cualquier otro supe. Se aisló a sí mismo cuando eliminó a
todos los híbridos.
—Tal vez, pero sabes que está buscando y, con sus habilidades, es sólo
cuestión de tiempo. Podría tener espías en cualquier parte. —Señala Tree,
con los músculos de la mandíbula tensos.
—Si nos estuviera buscando por ahí, habría un rastro de cuerpos. No lo
hay. Estoy siendo cuidadosa —aseguro a mis Escudos—. Tengo señuelos
saltando por Sudamérica y distracciones de apoyo que pueden activarse en
Australia y en el norte con una llamada telefónica. Si me equivoco y nos
encuentra aquí, huiremos. Pero hoy no se trata sólo de los juegos de poder de
Ilaria. No estoy haciendo esto por ella o para mantenerme en su gracia. Si los
otros alfas ven de lo que soy capaz, puede que nos reciban con los brazos
abiertos cuando tengamos que huir en el futuro. Esto podría darnos opciones.
—O te cortarán el cuello a la primera oportunidad que tengan. Supones
que te verán como un activo, pero podrían decidir fácilmente que eres una
amenaza —insiste Rafe cauteloso.
Me encojo de hombros e ignoro la mirada adusta que me dirigen mis dos
Escudos.
—Tendremos que cruzar ese puente si llegamos a él.
Rafe, frustrado, levanta las manos y gruñe.
—Preferiría no cruzar ningún puente que atraviese un río de tu maldita
sangre, Savoy.
Se me escapa una burla y trato de no poner los ojos en blanco.
—Probablemente sobreviviría a eso, así que ¿cuál es el problema? —me
burlo, levantando rápidamente una mano para detener la discusión que ambos
están a punto de iniciar—. ¡Estoy de broma! Los dos necesitáis echar un
polvo.
Le lanzo una mirada fulminante a Tree para detener la ingeniosa réplica
de sabelotodo que veo brillar en sus ojos azul pizarra.
—Hemos tenido cuidado, pero sí de algún modo he juzgado mal la
situación, nos iremos. Estamos preparados. Estaremos bien —afirmo,
sintiéndome también fortalecida por la afirmación.
Ellos asienten con la cabeza, pero sé que a ninguno de los dos les gusta.
Está bien, no tienen por qué. Los he mantenido a salvo durante casi diez años,
a Harlow y a mí durante aún más tiempo, y soy la única que sabe realmente
de qué es capaz Deveraux, a qué nos enfrentamos.
Desde el momento en que mi magia se salió del guion y marcó a Rafe y
Tree con runas de Escudo, he intentado prepararlos. Sé que nada de esto ha
sido fácil. Sé que sólo intentan protegernos a Harlow y a mí, pero mi instinto
me dice que aún estamos bien, y hasta que no me grite ¡largaos de aquí!, nos
quedaremos tranquilos.
Estiro el cuello y empiezo a aflojar los músculos. Una cálida calma se
apodera de mi pecho, y por un momento me pregunto si Ilaria bajará a
impartirme algunas palabras de sabiduría alfa. Rápidamente desecho la idea.
No. Estará en el palco con los demás alfas, con cara de seguridad y serenidad,
intentando no revelar lo ansiosa que está por lo que está a punto de ocurrir.
No siempre estamos de acuerdo, pero en este caso no le envidio nada. El
mundo sobrenatural está dominado por hombres que sólo ven a las mujeres
como propiedad, accesorios o algo peor. Hay un tipo de satisfacción aguda e
incomparable en mostrar a nuestros homólogos lo equivocados que están.
Compruebo mi teléfono por última vez en busca de mensajes de Harlow
o Pax, veo que todo está tranquilo y cierro mi taquilla. Echo un vistazo a la
habitación, con el leve rastro de pintura fresca oculto bajo el aroma cítrico de
los productos de limpieza. Es la primera vez que entro en la arena que Ilaria
construyó para la cumbre. Dijo que se utilizaría para diversos eventos y
entrenamientos diarios, pero me pregunto si esta noche era realmente de lo
que tenía en mente.
A la perra le encanta el espectáculo.
—Muy bien, ¿qué te apetece? —pregunta Tree mientras saca su teléfono
del bolsillo—. ¿Screamo?3 ¿Emo?4 ¿O lo que sea, siempre que la batería
suene fuerte?
Considero la pregunta, mi pesadilla de antes una vez más se desliza sin
querer en mis pensamientos antes de alejarla.
—¿Like a Storm?5
—No digas más, conozco la perfecta. —Toca algunas cosas en su teléfono
y la música llena la habitación.
Con una sonrisa, cierro los ojos y apoyo la cabeza contra el frío metal de
la taquilla que tengo a mi espalda. Respiro hondo y me dejo llevar por la
batería, el bajo, la guitarra y la resonante voz del cantante.
Mientras me repongo, busco el hilo mágico que utilizo para ocultar mis
runas y compruebo que está activado y es fuerte. Últimamente lo uso casi sin
pensar, pero esta noche no hay lugar para el error. Lo último que necesito es
perder la concentración y cometer un error. Que me salgan marcas extrañas
por todo el cuerpo en medio de un desafío no es algo que pase desapercibido.
Por suerte, mi habilidad para enmascararme hace lo que debe, me sacudo las
manos y me concentro.
El segundo estribillo de "Love the Way You Hate Me"6 resuena por los
altavoces conectados al vestuario de aspecto industrial, cuando un golpe seco
resuena en la puerta del vestuario, anunciando que ha llegado la hora.
Inmediatamente me coloco detrás de Rafe y Tree y suelto una profunda
exhalación.
Allá vamos.
Sus enormes cuerpos me impiden verlos cuando salimos de los vestuarios
y nos dirigimos hacia el gran estadio. Las nuevas instalaciones son
inmaculadas, de primera categoría en todos los sentidos. Está muy lejos de
los sórdidos almacenes y las jaulas de alambre donde Ilaria y yo nos
conocimos.
Cuando me encontró por primera vez abriéndome camino en un circuito
de lucha clandestino, no tenía ni idea de que la necesitaba tanto como ella a
mí. Había estado ganando cuidadosamente durante años. Primero en la costa
este, luego en la oeste, pero estaba empezando a llamar demasiado la
atención, lo que era peligroso en más de un sentido.
Deveraux seguía persiguiéndome, y mi situación era jodidamente
arriesgada. Estaba desesperada por encontrar un lugar seguro donde aterrizar,
un lugar donde pudiera esconder a Harlow, Rafe y Tree. Necesitaba un
momento para respirar, un lugar donde pudiera sentarme e intentar curarme
un poco.
Entró Alpha Ramsey. Diría que estaba destinado si creyera en ese tipo de
cosas, pero mi corta lista de confianza no incluye a la caprichosa fortuna ni a
la perra de su hermana, el destino.
El leve sonido de los vítores y la algarabía general de los metamorfos
aumenta a medida que Rafe, Tree y yo nos acercamos a unas puertas dobles.
Por lo que parece, hay muchos espectadores. Inspiro por la nariz y exhalo por
la boca para sofocar el parpadeo de ansiedad que bulle en mi pecho. Esperaba
que todo el mundo estuviera de fiesta y desahogándose después de las
semanas de cumbre. Está claro que subestimé el valor del entretenimiento.
Supongo que más gente de la que pensaba quiere echar un vistazo al
escurridizo Castigador de Ilaria. Por supuesto, todos esperan que sea un
hombre. Típico.
Los cambia formas tienden a valorar más la fuerza física que cualquier
otra cosa. Siempre creen que el mayor depredador de la sala será justamente
eso, el más grande. Están a punto de aprender una valiosa lección sobre
suposiciones. No sólo te convierte en un idiota a ti y a mí, sino que puede
hacer que te entreguen el culo en bandeja.
Hay una parte de mí que disfruta del impacto sorpresa de lo que está a
punto de suceder. El lado subestimado, el lado de mí que es pasado por alto
como una amenaza y al que se le pide que traiga el café de un alfa en lugar
de ser reconocido como la fuerza que soy, ese lado se deleita con todo esto.
Y, sin embargo, hay otra parte de mí que sabe lo peligroso que puede ser el
atractivo del poder. Lo rápido que todo puede volverse en tu contra si no
tienes cuidado.
Espero estar siendo lo suficientemente cuidadosa.
El aire cálido del anfiteatro me invade cuando Tree y Rafe abren de un
empujón las puertas dobles. Todas las miradas se centran en ellos mientras
nos dirigimos al claro del centro del estadio. No puedo evitar sonreír cuando
nos lanzan abucheos y ánimos. Voy detrás de mis Escudos, más o menos
perdida en sus sombras, fácilmente desestimable y absorbiendo las oleadas
de intimidación y agresividad que desprenden.
Mis Escudos son fuerzas a tener en cuenta por derecho propio, y sé que
les encanta esta mierda tanto como a mí.
El alfa Weston no está en el palco con los otros alfas como esperaba. En
su lugar, está hablando con su luchador, riendo y despreocupado como si su
victoria ya fuera un hecho. Mira a Tree, con un brillo en los ojos y una sonrisa
socarrona que se extiende por los duros ángulos de su rostro.
El representante de Weston es exactamente lo que espero de un
metamorfo de Tymyr. Es casi de la altura de Tree e igual de musculoso y
definido. Su cara es cuadrada y parece hecha para dar puñetazos, su nariz
plana y los ángulos de sus rasgos afilados. Su cuello es tan grueso y con tantas
cuerdas que probablemente despedace a sus oponentes cuando intentan
morderlo. Un gruñido curva su labio mientras observa a Rafe y Tree
acercarse, con sus ojos oscuros, astutos y evaluadores.
Es un lobo. Puedo sentir la energía de su animal desde aquí, y la sed de
sangre que desprende. Apuesto a que su bestia es un gran hijo de puta. Me
pregunto qué pensará de la mía. Eso sí me molesto en transformarme.
Veremos si me hace trabajar tanto.
Un graznido lobuno que suena casi como una risita reverbera en mi mente;
mi propio monstruo interior encuentra divertido ese pensamiento.
Normalmente está callada, pero nuestro vínculo empieza a zumbar con
impaciencia. No sé si es porque quiere salir a jugar o porque se contenta con
mirar desde la barrera.
Por lo que parece, estoy a punto de averiguarlo.
Alpha Silas entra en el claro ovalado del tamaño de una pista de patinaje
sobre hielo. Debe de haber sacado la paja más corta a la hora de arbitrar este
combate. Su andar es suave, seguro. Su piel oscura adquiere un aspecto
satinado bajo las luces brillantes que se dirigen hacia nosotros. Su mirada
profunda no admite tonterías, su semblante es honorable, y sé de inmediato
que no tendré que preocuparme por un árbitro parcial.
Un punto para mí.
Weston, su representante y beta se acercan al centro de la arena cuando
Alfa Silas nos llama a todos. El público se calla, ansioso por escuchar las
instrucciones de Silas y cualquier posible discusión entre los apoderados.
Weston y su séquito se pavonean con arrogancia. Ninguno de ellos me ha
visto.
Oigo algunos gritos de "chica del ring" y "ven a sentarte conmigo, nena"
mientras nos dirigimos al centro de la pista. Para ellos, no soy más que un
accesorio de boxeo que está aquí para sostener las tarjetas de los asaltos
mientras camino por el borde del ring en bikini de tiras. Idiotas.
—¡Avancen, luchadores! —grita Silas, listo para empezar.
El apoderado de Weston se adelanta, con la mirada clavada en Tree, como
si la parte del combate en la que se miran fijamente ya hubiera comenzado.
Él sonríe y le guiña un ojo antes de hacerse a un lado para que yo pueda
ocupar mi lugar. El Goliat al que me enfrento está tan obsesionado con Tree
que ni siquiera registra mi existencia. Pero percibo el momento en que la
multitud lo hace. La pausa colectiva que se propaga por el público cuando
doy un paso adelante y mis Escudos retroceden es alimento para mi pequeña
alma rota.
El ceño de Weston se frunce inmediatamente de confusión. Ni siquiera el
Alfa Silas puede ocultar el destello de sorpresa que ensancha sus ojos durante
un segundo antes de volver a encerrarlo todo bajo una profesional máscara
de indiferencia. No puedo ver a Ilaria, pero sé que su sonrisa es más amplia
que el Gran Cañón. Simplemente me quedo ahí, sin emociones, esperando la
inevitable pregunta que sé que se está acumulando en la cabeza de Weston
como una olla a presión.
—¿Qué coño es esto?
Ahí está.
Su demanda flota entre los grupos colectivos como una molesta mosca
que no encuentra donde posarse.
—La Sombra, como solicitó —anuncia Tree, y no se me escapa la
diversión en su voz.
Weston balbucea y su débil cerebro entra en cortocircuito. Los sonidos
acaban por darle una pista a su luchador de que algo no va bien, porque los
ojos oscuros del apoderado se mueven por primera vez de Tree a mí. La
perplejidad se arremolina en su profunda mirada marrón, seguida de cerca
por un bufido incrédulo mientras permite que sus ojos me evalúen durante
apenas unos segundos.
—¿Nombres? —pide Silas, ignorando por completo el colapso de su
compañero alfa justo al lado.
—Yery —declara el representante.
—Savoy —ofrezco uniformemente.
—No va a luchar contra ella. ¡Va a luchar contra él! —exige Weston,
haciendo un gesto a Tree como si esto fuera obvio.
—Puedes elegir a otro representante si tienes miedo, Alpha —ofrezco
mientras me examino las cutículas de una mano—. Sin embargo, solicitaste
específicamente al Castigador de Ilaria, y esa soy yo —le digo al títere
tartamudo, con la apatía goteando de cada sílaba como miel caliente.
Un agudo jadeo se abre paso entre la multitud ante la revelación. Mis
palabras surten el efecto deseado, y Weston retrocede como si mi silenciosa
insinuación de cobardía acabara de arañarle la cara. La ira arde en sus ojos,
que saltan de mí a Tree, al Alfa Silas y viceversa.
Te tengo, hombrecillo.
Poco a poco, controla su sorpresa y permite que su chovinismo confiado
resplandezca. Una vez más, todas las banderas rojas que deberían estar
ondeando como señal de alarma para este alfa le pasan volando sin que lo
note, me sonríe y sacude la cabeza.
—Es tu funeral —me escupe con desprecio.
—Este desafío no es un combate a muerte —le recuerda rápidamente Silas
a Weston.
—No se supone que lo sea, pero si Ilaria quiere jugar rápido con las
hembras de su manada, mi apoderado no puede hacerse responsable de lo que
pueda pasar. Mírala comparada con él —defiende Weston, como si nuestra
diferencia de tamaño fuera toda la prueba que necesita de que mi inminente
final es inevitable.
—A muerte está bien —le digo a Silas encogiéndome de hombros
imperturbable—. Vivir o morir no me importa mucho.
Silas me mira a mí y luego a Yery. El gran metamorfo parece incómodo
por un momento, pero sus ojos vuelven a Tree y asiente una vez. Es casi como
si pensara que esto es una especie de artimaña y que, si me hace daño, Tree
finalmente dará un paso adelante y aceptará la pelea que Yery y Weston
pensaban que iban a tener.
Mamones.
—Está bien —concede el Alfa Silas, con una voz clara como el agua.
Un murmullo dudoso toma el lugar de los vítores y la emoción que
llenaron el edificio cuando entramos por primera vez.
—Todo vale mientras se quede entre vosotros dos —instruye Silas, su
astuta mirada rebota hacia Rafe y Tree y luego a Weston y su beta—.
Cualquier interferencia externa resultará en una pérdida inmediata, y la
oposición será declarada ganadora. ¿Entendido?
Yery y yo asentimos.
—Representantes, tomen su lugar. Todas las demás partes salgan del ring.
El anuncio resuena en el anfiteatro y algunos de los espectadores pasan de
estar confusos y sorprendidos a ansiosos y despiadados. A los que no les
gusta que esté aquí se vuelven ruidosos. Sus gritos y amenazas dejan claro
que nunca debería haberme atrevido a ocupar el lugar de un retador, mi mero
sexo y tamaño me hacen instantáneamente indigna a sus ojos. Me lanzan
burlas e insultos como si sus palabras miopes e ignorantes fueran puñales
capaces de cortarme. Se lo toman a broma.
Para mí, todo es combustible para el fuego.
Crecí con cosas mucho peores que me lanzaban cada segundo de mi
existencia, esto no es nada. Vivo para esta mierda. La burla baja como un
buen vino. Soy una puta profesional en recoger todo el odio, cubrirlo con una
pequeña cucharada de "jódete" y servírselo de vuelta para que puedan
atragantarse con él.
Comed, cabrones.
Cuando Yery y yo nos hemos colocado en lados opuestos del claro, Silas
nos mira a cada uno antes de comprobar que no hay nadie más en la arena.
Cuando ve que ambos séquitos se han replegado tras la barrera de hormigón
que los rodea, asiente una vez y levanta los brazos.
—¡Que gane el mejor lobo! —grita, soltando las manos, sus palabras son
el pistoletazo de salida que me libera.
Como un toro, Yery embiste, con la mirada fija en mí y ardiente de
malicia. Camino hacia él, invocando en silencio la magia de mis miembros.
Mis runas me alimentan, vertiendo poder en mí igual que un grifo llena una
bañera. Menos mal que mi magia enmascaradora, la habilidad que oculta mis
runas, también enmascara el olor de lo que estoy haciendo cuando me cargo
de energía.
Yery, junto con todos los demás, excepto mis Escudos, no detecta nada.
Así que cuando está a pocos metros de mí y se abalanza sobre mí para intentar
separarme la cabeza del cuerpo, no se da cuenta de que todo ha terminado
hasta que lo hace.
Esquivo el golpe de sus garras y le doy un puñetazo en el pecho. Su grito
ahogado es música para mis oídos e inmediatamente se desploma contra mí.
La gravedad lo arrastra rápidamente hacia abajo, liberando mi brazo y mi
mano de la jaula de su esternón destrozado. Sangre y trozos de él gotean de
mi puño, con el corazón de Yery entre mis dedos. El músculo bombea dos
veces más antes de detenerse, como si acabara de darse cuenta de que no está
donde debería estar.
Su cuerpo cae al suelo a mis pies, con los ojos vacíos, un gruñido feroz
aún dibujado en sus finos labios antes de que la muerte relaje sus facciones.
Encuentro la amplia mirada de Weston en medio de su séquito de
ejecutores y betas, que parecen todos igual de sorprendidos, horrorizados y
recelosos.
El estadio enmudece de confusión y asombro.
—Upss —arrullo a Weston antes de tirar al suelo el corazón de su
representante—. Supongo que era más frágil de lo que pensaba.
Él mira desde el pecho destrozado de su campeón hacia mí, el miedo y la
comprensión brillan finalmente en su mirada azul.
Ahora lo entiende. Por fin me ve.
La satisfacción canta en mi sangre cuando da un paso atrás, como si 101
pasos entre nosotros le mantuvieran a salvo, en lugar de los míseros cien que
había antes.
El silencioso estadio se llena poco a poco de susurros preocupados y
exclamaciones atónitas que aumentan de volumen a medida que el shock
empieza a desaparecer. Me vuelvo hacia Rafe y Tree, que sonríen de oreja a
oreja y se enorgullecen. Empiezo a caminar hacia ellos, pero el Alfa Silas
aparece de repente con una toalla en la mano.
—Ha sido... un espectáculo digno de ver —me dice, con su rica mirada
castaña buscando algo en mi rostro.
—Mi objetivo es entretener —bromeo, le quito la esponjosa toalla blanca
de las manos y me limpio a Yery del antebrazo y los dedos.
Sus fosas nasales se abren y aspira profundamente, lo que hace que se me
erice el vello de la nuca. La confusión recorre sus facciones. Me esfuerzo por
no mostrar alivio cuando es obvio que solo huele lo que yo quiero que huela:
loba, y nada más.
Es una ilusión, una fachada, igual que mis runas ocultas y el maquillaje
de mi rostro que en realidad no está ahí. Mi habilidad para engañar a la mente,
para cambiar u ocultar lo que realmente está viendo u oliendo, no tiene rival.
Es la razón por la que he sobrevivido tanto tiempo.
—¿Hay algo mal, Alfa? —pregunto inocentemente mientras evalúo al
poderoso metamorfo que tengo ante mí con más cautela que antes.
—No, no mal, sólo... interesante —observa, sus ojos bajan a mis brazos y
luego a mi torso, buscando algo en la piel y los músculos allí expuestos—.
Me recuerdas a alguien —murmura casi para sí mismo.
No puedo evitar tensarme y quedarme completamente inmóvil ante esa
afirmación. Su inquisitivo escrutinio se detiene y sus ojos oscuros se clavan
en los míos.
—¿Y a quién podría ser? —pregunto con cautela, conteniendo el gruñido
que mi loba hace retumbar en mi interior.
Joder. ¿Es uno de los espías de Deveraux?
—La compañera de mi segundo —responde Silas—. Ex-Segundo ahora.
Torrez. Hace poco encontró a su pareja y se unió a su... eh, manada —explica,
y el pánico que me atenazaba el pecho cede de inmediato.
No es un espía. Me tranquilizo mientras lleno discretamente mis
pulmones de alivio y exhalo la alarma que crecía en mi pecho. Estoy a salvo.
Deveraux no sabe dónde estamos.
Mi mirada se desvía inmediatamente hacia Tree y Rafe, necesitando la
seguridad de que están ahí, de que están bien. Rafe saca el teléfono del
bolsillo y contesta. Me froto la mano limpia por la cara y estiro el cuello
rígido. Necesito dormir. Primero el sueño de esta tarde y ahora veo fantasmas
y espías donde no los hay.
—Bueno, mándale recuerdos a Torrez —ofrezco distraídamente—.
Espero que tenga un feliz apareamiento y encuentre un buen lugar en su
nueva manada.
—Lo haré —afirma, y justo cuando paso a su lado, inhala profundamente
mi aroma.
Hago todo lo que puedo para no fulminarle con la mirada y decirle que lo
deje. Sabe que aquí pasa algo. Es una lástima para él, tengo un firme control
sobre lo que es eso. El hecho de que esté mirando es preocupante, aunque
fácilmente podría estar viendo zorros por hurones. No sería la primera vez
que mi paranoia me hace pensar en el peor de los casos. Podría estar buscando
talismanes o alguna otra mejora que me hubiera permitido hacer trampa y
hacer lo que acabo de hacer. Su sospecha y examen no significa que
realmente sospeche lo que soy.
Aun así, no me gusta.
Antes de que pueda seguir cuestionándome las cosas, Tree y Rafe están
delante de mí. La expresión de sus caras hace que el corazón se me desplome
en el pecho.
—¿Qué ocurre? —exijo, con el miedo inundando mis venas.
—Sienna de Ruination llamó. Ha pasado algo. Encontraron a Paxton en
el callejón detrás del club, inconsciente. —El corazón me da un vuelco en el
pecho y el miedo me aprieta la garganta. Miro de Rafe a Tree y viceversa.
Los ojos de Rafe se oscurecen de angustia—. Y nadie puede encontrar a
Delaney... ni a Harlow.
—Responde, Harlow. ¡Contesta! —rujo al teléfono, la línea suena una y
otra vez hasta que contesta su buzón de voz. Con un gruñido, cuelgo y apenas
puedo evitar arrojar el teléfono al otro lado del coche.
Quiero gritar, pero sé que no servirá de nada. Perder los papeles nos hará
perder tiempo, y ahora no nos sobra.
—La localización de su teléfono sigue situándolo en el club —anuncia
Tree.
—Dime otra vez todo lo que han dicho —gruño mientras me subo los
vaqueros por las caderas y me apresuro a abrocharme la cremallera y el botón.
Rafe me pasa la camisa y yo me la pongo, golpeándome contra la
ventanilla del copiloto cuando Tree gira bruscamente a la izquierda y tiene
que esquivar a un coche que va lento para no chocarle por detrás. No me
quejo de que me zarandeen; nada es más importante que llegar a Pax y
encontrar a Harlow.
Apaciguo el terror que burbujea en mi pecho y me niego a dejar que mis
pensamientos se desvíen a todos los lugares horribles a los que quieren ir.
Nada de eso ayudará. No la encontrará, y ni siquiera sabemos aún si las cosas
son tan graves. Mi instinto grita lo contrario, pero acallo la alarma que
martillea en mi cabeza y me centro en lo que Rafe está diciendo.
—Uno de los camareros estaba sacando la basura y se tropezó con Pax
boca abajo en un charco de sangre. Julio está sacando las imágenes de las
cámaras. Sienna dijo que tendrán todo listo cuando lleguemos.
Los neumáticos chirrían cuando Tree toma otra curva e intento respirar
entre la rabia y la preocupación que amenazan con ahogarme.
¿Qué me he perdido?
¿Cómo la encontraron?
¿Por qué se la llevaría y no vendría a por mí también?
Sé inmediatamente la respuesta a esa. Deveraux sabe que haría cualquier
cosa por Harlow.
Iré a todas las trampas y fosos de víboras, sin hacer preguntas, por ella.
Lo he hecho antes y no dudaré en volver a hacerlo. Apoyo la cabeza en el
reposacabezas y cierro los ojos cuando la emoción empieza a escocerme.
¿Era el sueño una advertencia? ¿Me he vuelto demasiado cómoda,
demasiado engreída, y he pasado por alto todas las señales? ¡Joder!
Mi loba me araña por dentro, quiere salir, quiere destrozarlo todo hasta
que encontremos a nuestra hermanita. Por suerte, ella sabe que necesitamos
que yo esté al mando en este momento. Tenemos que estudiar y planificar,
averiguar qué coño está pasando. Entonces podrá salir a jugar y arrasar todo
a su paso hasta que recuperemos a nuestra familia.
Vuelvo a comprobar mi teléfono en busca de llamadas o mensajes, pero
no hay nada. Una vez más, abro mi aplicación de rastreo, con la desesperada
esperanza de que aparezca otra señal del teléfono de Harlow o del rastreador
oculto en su par de pendientes favoritos. Nada ha cambiado desde la última
docena de veces que lo comprobé. El teléfono sigue en el club y sus
pendientes no funcionan. O han sido destruidos o algo está ocultando su
señal.
No es propio de Deveraux comprobar esas cosas, nunca ha sido un experto
en tecnología, pero tal vez alguien de su equipo se haya adaptado a los
tiempos y no subestime la tecnología moderna como él siempre hizo. La idea
me hace palpitar la cabeza y el miedo me aprieta la garganta.
—Ya casi llegamos —anuncia Tree mientras levanto la mano para
deshacerme la trenza y recogerme el cabello en una coleta.
—Rafe y yo revisaremos Ruination —le digo—. Tú ve a buscar todo lo
que necesitemos a la casa y luego ve al Warren. Puede que algo haya asustado
a Harlow y se haya escondido allí —le ordeno, y él asiente con la cabeza,
apretando con fuerza el volante—. Llama a Pinky, que me deje la moto y el
equipo en el club. Me pondré en contacto a través de las runas si todo se
tuerce, ¿vale?
Tanto Rafe como Tree asienten solemnemente, sus miradas decididas y
furiosas.
—La encontraremos —me asegura Tree, con ojos brillantes de promesa.
Asiento con la cabeza, tragándome la emoción que me oprime la garganta.
Todos hemos planeado escenarios como este, pero ahora que ha llegado,
nunca he estado más agradecida de que estén a mi lado. Podemos cubrir más
terreno, averiguar a quién matar mucho más rápido, y sé que no se detendrán
hasta que tengamos a Harlow de vuelta. Para ellos, ella también es su familia.
Tree pisa el freno y nos detenemos delante del popular bar y club de supes,
Ruination. Rafe y yo salimos de la furgoneta en menos de lo que canta un
gallo, y Tree se aleja a toda velocidad antes de que Sienna y Julio nos reciban
en la puerta.
Julio, un antiguo matón ahora beta, con el cabello rubio y una perilla a
juego, nos hace pasar inmediatamente, seguido de su ágil jefa de seguridad,
con su característico traje de gata y corte pixie. Agradezco que hayan cerrado
el jolgorio y despejado el camino para nosotros.
Todos los clientes del bar han sido apartados a los lados. Sienna tiene a
sus porteros rodeándolos y asegurándose de que nadie salga hasta que lo
autoricen los guardias de la manada, que también están en camino. La música
está apagada, las luces encendidas y a todo volumen, y todos los empleados
de Julio están de pie esperando a ser interrogados o a que su jefe les encargue
alguna otra tarea.
Estoy impresionada por su rápida y concienzuda actuación. No sé si es
porque Julio ocupa un lugar destacado en la manada y es consciente de mi
posición y de lo importante que es Harlow para mí, o si es el hecho de que
los metamorfos no se toman este tipo de cosas a la ligera. En cualquier caso,
ha hecho que esto sea mucho más fácil y eficiente de lo que esperaba, y estoy
más que agradecida por ello.
—Sienna, ¿podrías llevar a Rafe con Paxton? —pregunto, pero todos
sabemos que en realidad es una orden.
—Por supuesto, Castigadora —responde cariñosamente antes de
marcharse a grandes zancadas, Rafe la sigue de cerca.
—Julio, ¿te importa si hablo con el camarero que encontró a Pax?
—Ya tengo a Hardy en el callejón esperando. Sígueme.
Julio se da la vuelta y me lleva más allá de la barra y las cocinas hasta una
salida trasera. Estudio todo lo que me rodea, percibo los olores, busco algo
que me parezca raro, pero solo parece la zona trasera de un bar y también
huele como tal. El camino por el que me lleva es demasiado transitado y no
puedo percibir ni el más leve rastro de Harlow o incluso de Pax. No estoy lo
bastante familiarizada con el edificio ni con el bar como para saber si algo
está mal o fuera de lugar.
Pasamos por la zona de descanso y los vestuarios de los empleados, y
Julio abre de un empujón una gran puerta. El aire frío de la noche me recibe
al salir y enseguida me invade un olor abrumador a alcohol rancio y basura.
El callejón es lo bastante ancho para que quepa el camión de la basura que
vacía los dos grandes contenedores de la izquierda, las paredes de ladrillo que
delimitan el espacio están libres de pintadas y el suelo de hormigón está
relativamente despejado.
Un charco oscuro mancha el cemento a unos cuatro metros de la puerta
trasera. Sangre. Puedo ver que Pax se dirigía hacia la abertura del callejón
cuando cayó. Me sorprende que alguien fuera capaz de llevárselo. Pax es uno
de los mejores de Ilaria, por eso siempre es mi elección para cuidar de
Harlow.
Contra una pared, hay una gran caja eléctrica y un nudo de tuberías que
podrían haber servido de cobertura para que alguien se escondiera. Supongo
que alguien lo tomó por sorpresa o que lo superaban en número en una pelea.
Aunque si ese hubiera sido el caso, esperaría encontrar algo más que un
charco de sangre.
Olfateo el aire, intentando cortar el olor a basura, buscando el aroma
inconfundible de la magia, o más concretamente, el innegable aroma de un
Centinela.
Todo lo que huelo es cambiante, pero no todos son lobos. Catalogo el
aroma de... oso... tal vez, podría ser tigre; es difícil de distinguir bajo el fuerte
olor a alcohol. Me vuelvo hacia Hardy y el joven junto al que está.
—¿Estás bien? —le pregunto al chico, que no puede tener unos meses
más de dieciocho. Es larguirucho y un poco nervioso, pero no dispara
ninguna alarma de sospecha. Asiente y se traga un poco su aprensión—.
¿Puedes decirme lo que sabes?
Empieza a hablar de limpiar las mesas y comprobar la lista de tareas de
su turno. No presto atención a los detalles innecesarios y escucho lo que me
dice entre las palabras que salen de su boca. No detecto ningún engaño; no
huele a mentira ni a omisión. Su ritmo cardíaco se mantiene ligeramente
acelerado pero constante. No sabe nada más allá de encontrar a Pax.
Definitivamente no estaba dentro de ningún plan para raptar a Harlow. Si
Deveraux estuviera trabajando a través de él, ya estaría muerto. Es sólo un
chico en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Julio hace algunas preguntas aclaratorias mientras me dirijo lentamente
hacia el charco de sangre seca del suelo. Observo todo a mi alrededor, con la
esperanza de que haya alguna pista, pero no hay más que tierra, cemento,
ladrillos y la sangre de Pax.
—Sigue inconsciente —anuncia Rafe al entrar en el callejón desde la
puerta trasera del club—. Un sanador está de camino, pero lo que le golpeó
le hizo un grave daño.
Cierro los ojos, una punzada me atraviesa al oír la noticia. Rafe no cree
que Pax vaya a sobrevivir; puedo oírlo en su tono, claro como el cristal.
—Aquí no hay nada —le digo a mi Escudo mientras me agacho junto a la
sangre.
Le miro fijamente y Rafe asiente una vez, sabiendo exactamente lo que le
estoy pidiendo. Echa un vistazo alrededor del callejón una vez antes de
exhalar ruidosamente y luego me da la cobertura que necesito disparando
preguntas a Julio, Hardy y el chico.
—Sienna dijo que las cámaras de aquí atrás han estado apagadas todo el
día. ¿Alguna señal de manipulación? —pregunta, pero yo ignoro la respuesta.
Mientras están distraídos, mojo discretamente un dedo en la sangre de Pax
y me lo llevo rápidamente a la boca. De pie, de espaldas a los demás y con la
mirada fija en el extremo abierto del callejón, pruebo la sangre del ejecutor y
espero a ver qué evoca. Respiro hondo cuando me sacan de la visión del
callejón que tengo delante y me dejan caer justo en medio de un ajetreado y
bullicioso Ruination.
La música suena a todo volumen, con un bajo intenso que atrae a los
bailarines desde sus taburetes y sillas hasta el centro de la pista. Harlow y
Delaney están en el meollo, su grupo de chicas bailando con uno de chicos a
los que claramente han cazado en el fulgor de la batalla. Delaney se está
besando con su pareja de baile, y el chico que se está frotando contra Harlow
se agacha y le susurra algo al oído. Ella se ríe y gira en sus brazos hasta
quedar frente a frente, con las manos de él rozándole la cintura hasta el culo.
Ella le dice algo que Pax está demasiado lejos para oír, y luego le toma de la
mano y se dirige a la barra, tocando el hombro de Delaney al pasar.
Como buena amiga que es, Delaney aparta los labios de su conquista de
la noche y lo saca de la pista de baile, siguiendo a Harlow. Piden bebidas y
se sientan junto a la barra, riendo, hablando y bailando al ritmo de la música.
Pax observa a su alrededor, con la cabeza girando mientras vigila a mi
hermana.
Lanzo una esperanza silenciosa de que, de algún modo, el ejecutor estará
bien, que sobrevivirá a lo que sea que le haya pasado.
Su mirada se posa en un hombre de pelo castaño desgreñado y ojos
oscuros que observa atentamente a las chicas, y luego Pax mira y descubre a
otro hombre, rubio y con gafas, de pie entre la multitud, con la mirada fija
también en el mismo lugar. No puedo sentir sus emociones cuando evoco,
sólo ver lo que sea que su sangre quiera mostrarme, pero tengo la impresión
de que Pax ha pillado a esos hombres observando a las chicas más de un par
de veces a lo largo de la noche.
El miedo me acelera el corazón mientras estudio a los dos tipos. No
reconozco a ninguno de los dos, pero eso no significa nada. Deveraux
siempre está reclutando, y estos dos podrían haber entrado fácilmente en el
redil después de que yo me marchara. Busco runas en ambos, pero o tienen
la rara habilidad de enmascararse como yo o no tienen ninguna marca visible
de Centinela.
Se produce una pelea u otro tipo de refriega cerca de la puerta principal.
No puedo ver de qué se trata porque Pax nunca mira. En cambio, se acerca a
las chicas cuando los otros dos hombres que las vigilan parecen intentar
aproximarse. Llega rápidamente hasta Harlow y Delaney, pero lo que sea que
haya empezado en la puerta principal hace que la tensión y la agresividad
aumenten rápidamente en el bar. No es ninguna sorpresa; agarra a cualquier
grupo grande de cambia formas, mézclalo con mujeres elegibles y alcohol, y
no hace falta mucho para cambiar el interruptor de una noche divertida a una
pelea en toda regla.
—Es hora de irnos —le dice a Harlow, y mi pecho se calienta cuando
ninguna de las chicas discute. Se limitan a asentir y se apartan de la barra
para seguirle.
Se me hace un nudo en la garganta. Siempre me preocupa estar asfixiando
a Harlow. Que mi miedo a lo que pueda pasarle esté aplastando lo que podría
ser y destruyendo la vida que se merece, pero cuando la veo ponerse en fila
detrás de Pax sin animosidad ni resentimiento en su rostro, algo se alivia
dentro de mí. Ella lo entiende. Lo entiende y lo acepta... y todavía así le he
fallado.
—Quietos —ladra Pax a los dos chicos con los que bailaban las chicas
cuando se mueven para seguirlas. Los dos parecen sorprendidos por la orden,
pero hacen lo que se les dice.
Él busca entre la inquieta multitud a los varones que hicieron saltar sus
alarmas, pero no están a la vista. Lleva a Harlow y Delaney más allá del bar
y la cocina, y por el pasillo trasero. Es el mismo camino por el que Julio acaba
de guiarme. Hace salir a las chicas por la puerta trasera y mira detrás de él
para asegurarse de que no las siguen antes de salir él también. Cuando van
por la mitad del callejón, una furgoneta negra se detiene bloqueando la salida
y alguien lo golpea por detrás.
Había un tercer cómplice. Alguien a quien Pax no etiquetó. Es la
explicación más lógica. Mis instintos eran correctos; quienquiera que fuese
se escondió en las sombras de la caja eléctrica y la fontanería expuesta. El
abrumador olor a basura y licor agrio cubrió fácilmente el olor del atacante.
El ejecutor nunca lo vio venir.
Pax cae inmediatamente, su visión parpadea mientras gritos ahogados y
el sonido de una pelea llenan el callejón. Intenta levantarse, moverse, ayudar,
pero está demasiado herido y le cuesta mantenerse despierto. Lo último que
veo antes de que él pierda el conocimiento es cómo meten a Harlow y
Delaney en la furgoneta. Harlow sangra y está inconsciente, y Delaney parece
a punto de desmayarse, con lágrimas rodándole por la cara mientras lucha
por mantener los ojos abiertos.
La sangre de Pax me suelta, y vuelvo a estar en el callejón, mirando hacia
la salida, la furgoneta negra hace tiempo que desapareció, pero ahora tenemos
un punto de partida.
Deveraux no se habría llevado a Delaney también. Tal vez me equivoque,
pero no concuerda con lo que sé de él. Él no necesitaría a nadie para ayudar
a controlar a Harlow; ella no es su objetivo final, lo soy yo.
Mis pensamientos son arrastrados a una habitación gris mientras un eco
de dolor irradia por todo mi cuerpo. El sonido de los puños golpeando mi piel
y la sensación de las botas pisoteando mi maltrecho cuerpo abruman mis
sentidos, pero esta vez no es una visión en la sangre de alguien la que me
arrastra, sino mi pasado, que clava sus garras y se niega a dejarme marchar.
—Kelton, tu turno —ladra Fausto, justo cuando Deveraux me asesta una
última patada en las costillas. Intento protegerme, pero tengo el brazo roto
y no puedo moverlo lo bastante rápido para bloquear el golpe.
Me gotea sangre de la nariz y la boca mientras me sostengo el brazo roto
contra el pecho e intento ponerme en pie. Deveraux retrocede y se aparta los
mechones oscuros y sudorosos de la cara; sus ojos ocres brillan de
satisfacción. Se pone en fila con los demás, con su deber cumplido por ahora.
Me muerdo un grito y aprieto los dientes contra la agonía cuando intento
apoyar el brazo menos dañado, pero descubro que la muñeca debe de
habérseme roto en algún momento, dejándome las dos extremidades más o
menos inutilizadas.
Tengo un ojo hinchado, lo que dificulta mi percepción de la profundidad,
pero consigo incorporarme y concentrarme en Kelt, que se acerca a grandes
zancadas. Lleva el pelo largo y sucio hacia atrás y sus ojos verde-pera están
huecos. Sé por la mirada vacía en su rostro que no voy a encontrar piedad
de él. No tiene elección, soy demasiado consciente de ello y, sin embargo, me
encuentro deseando que se dirija a Fausto y le diga que no. Los golpes de
Kelt siempre llegan con más fuerza, se hunden más y dejan cicatrices en
partes de mí que me esfuerzo por proteger.
Me duelen las costillas con las respiraciones rápidas que inhalo mientras
Kelt se acerca. El dorso de su mano se estrella contra mi mandíbula, y siento
cómo se me fractura el hueso mientras la angustia me atraviesa. Me
concentro en la risa de Fausto mientras Kelton sigue las órdenes y ejecuta
cada golpe, patada, y latigazos mágicos con todo su poder. La paliza, o el
temple, como a Fausto le gusta llamarlo, termina, mientras yo me aferro a
la consciencia. Mi loba hace tiempo que aprendió sus propias lecciones
dolorosas sobre sentarse en silencio durante estas sesiones de
acondicionamiento. Pero en cuanto termina, me presta su fuerza mientras
nuestro cuerpo inicia el proceso de curación de todo el daño que le acaban
de hacer. Otra vez.
Las brillantes botas marrones de Fausto se detienen a escasos
centímetros de mi cara y se agacha frente a mí, con su fría mirada cetrina
recorriéndome.
—Tengo la prueba perfecta para ti —me dice con calma, como si todo
hasta ahora no hubiera sido ya una prueba tras otra. Todo para que pueda
romperme y luego reformarme a la imagen que él considere digna para que
por fin se acabe todo este temple—. ¿Qué tienes que decir? —exige, con la
impaciencia y la crueldad afilando los bordes de su pregunta.
Me concentro a través del dolor y trato de encontrar mi voz.
—Gracias... —jadeo, con la mandíbula en llamas mientras me esfuerzo
por formar las palabras con los labios partidos y ensangrentados—.
Gracias... Faus… Padre —me apresuro a corregir, sabiendo que habrá oído
el lapsus y esperando que lo ignore, solo por esta vez.
Se pone en pie, y sé que tendré que hacerlo mejor la próxima vez cuando
la suela de su bota destella hacia mi cabeza. Ojalá supiera que ser noqueada
por una patada es un alivio bienvenido.
El recuerdo me abandona tan rápido como me atrapó y vuelvo a
encontrarme en el callejón, con las ondas del tormento del pasado
arremolinándose con mi miedo actual. Me sacudo el flash e intento
deshacerme rápidamente del emocional recuerdo antes de centrarme en
Harlow y en lo que está ocurriendo ahora.
—Julio, ¿puedo ver lo que has grabado con la cámara? —pregunto,
dándome la vuelta e interrumpiendo lo que sea que Rafe esté hablando con él
mientras me sacudo discretamente el dolor fantasma de mis extremidades.
Sienna se adelanta y me entrega una tablet con las grabaciones cargadas
y listas para reproducirse.
—Esto es todo lo que hemos podido obtener de donde aparecen las chicas
—me dice, con sus ojos azules llenos de preocupación y empatía—.
Seguiremos escaneando todo lo demás en busca de algo que hayamos podido
pasar por alto. Si encontramos algo, te lo enviaré enseguida. Quédate con esto
todo el tiempo que necesites. —Se toca la oreja un momento y luego asiente
a lo que le dicen a través del auricular que lleva ahí—. La Alpha Ramsey y
otros ejecutores acaban de llegar —me informa, y yo asiento con la cabeza,
paso junto a ella y dirigiéndome de nuevo al interior.
—Sienna, ¿puedes enviarme imágenes de la puerta? Me gustaría ver a
todos los que entraron en el club desde la apertura hasta que cerrasteis —digo
por encima del hombro mientras me abro paso por el laberinto de la parte
trasera del club hacia la parte delantera.
—Por supuesto, Castigadora.
—Si necesitas algo más, no dudes en decírnoslo —me ofrece Julio, y con
un gesto de la cabeza, salgo de nuevo a la planta principal y me abro paso
entre el grupo de ejecutores que se ha reunido allí.
—Buscaré el teléfono de Harlow y haré que esos tipos empiecen a
interrogar a todos los que están aquí —me dice Rafe, y yo asiento con la
cabeza antes de dirigirme a las puertas principales.
Empieza a ladrar órdenes, pero sus demandas se pierden en la distancia
que pongo entre nosotros mientras salgo de Ruination y encuentro a Ilaria
esperando fuera. El Alfa Paté y el Alfa Silas están con ella, y contengo un
gruñido ante la presencia del último alfa.
¿Por qué parece que no puedo deshacerme de este tipo esta noche?
El Alpha Pate lo entiendo; él y la Alpha Ramsey se enrollan. Creen que
son discretos al respecto, pero todo el mundo lo sabe. Pate también es un
viejo aliado de la Manada Ramsey. Silas, sin embargo, no tiene vibraciones
de un amante secreto, así que no está aquí por eso, y su manada nunca ha
estado alineada con la de Ramsey.
¿Está involucrado en esto de alguna manera?
Un todoterreno gris oscuro se detiene justo cuando me acerco al trío de
alfas, y el Alfa McMillian y su segundo, Rory, salen del coche. Parecen padre
e hijo, aunque, según Ilaria, no tienen ningún parentesco. Rory es más
delgado y bajo que McMillian, pero ambos parecen leñadores corpulentos,
con el cabello ámbar, barba enjuta y predilección por la franela.
—He venido en cuanto me he enterado —me dice Ilaria, con mirada
preocupada—. El sanador está con Paxton en este momento. ¿Qué sabemos?
A lo lejos, veo a Pinky de pie, despreocupada, junto a mi moto en el
aparcamiento, con mi equipo en una mochila a sus pies. Ha llegado rápido.
—Te pondré al día cuando sepa más, pero ahora tengo que irme —le
contesto a Ilaria distraídamente y me dirijo a la colección de alfas.
—Así no es cómo funciona esto, Savoy —declara ella mientras se cruza
en mi camino, reclamando mi atención—. Tenemos que investigar, recoger
pruebas y luego reunir un grupo de trabajo.
—Genial. Hazlo —le digo e intento esquivarla de nuevo.
El Alpha Pate se mueve para acorralarme, y un gruñido de advertencia
sale de mis labios.
—Savoy —me reprende Ilaria, y dirijo mi ira contra ella.
—Haz lo que necesites, Alfa. Pero no me quedaré aquí perdiendo un
tiempo precioso mientras lo haces. Alguien tiene a mi hermana. Sentarme
aquí mientras reúnes un grupo de trabajo no va a ayudarme a encontrar y
matar a esa persona antes. Tengo que irme.
—No puedes matarlos sin más. Tenemos que encontrar a las otras chicas
primero —interviene Rory, el grupo se mueve para rodearme como si yo
fuera el problema prioritario aquí y no quien se llevó a Harlow y Delaney.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué otras chicas? —exijo, con mi control
sobre la ira y la dominación resbalando.
—Las que se llevaron de los otros territorios —responde Rory como si
me estuviera recordando algo que ya debería saber.
—¿De qué coño estás hablando? —gruño, a punto de perder los estribos.
Mi loba prácticamente saliva ante la idea de destrozarlos a todos. Nuestra
hermana ha desaparecido, está herida, ¿y ahora quieren interponerse en
nuestra búsqueda?
El Alfa McMillian se aclara la garganta.
—Se avisó a todos los territorios de Norteamérica —responde,
mirándome a mí y a la alfa Ramsey, con un brillo de confusión en los ojos—
. Cuando nos dimos cuenta de que los secuestros no eran incidentes aislados,
que estaban ocurriendo en todas partes, se corrió la voz a las manadas para
que estuvieran alerta.
Retrocedo como si acabara de recibir un golpe brutal. La furia se enciende
en mi pecho y miro a Ilaria en busca de respuestas.
—¿Qué advertencia? ¿Qué secuestros?
—Las cambia formas femeninas están siendo secuestradas. A veces
individualmente. A veces se las lleva de dos en dos o de tres en tres un grupo
de hombres no identificados. Nadie ha recibido ninguna petición de rescate
ni ha recuperado ningún cuerpo. No sabemos exactamente qué está pasando
—responde Rory con toda naturalidad.
Miro fijamente a los ojos de Ilaria, buscando algo, cualquier cosa que
contradiga lo que me están diciendo o que me ayude a entender qué coño está
pasando. Pero nada de lo que debería flotar en su mirada marrón está ahí. No
hay ni rastro de confusión. Ni un atisbo de sorpresa o disculpa. Y esa falta,
esa ausencia de reacción, me lo dice todo. Ella lo sabía.
Sabía que había una amenaza y no me lo dijo.
Abro la boca para preguntarle por qué, y luego la cierro porque ya lo sé.
La cumbre.
La pelea.
No quería distraerme. No quería arriesgarse a que yo no bailara a su son
ni acudiera cuando me llamara.
Los bordes de mi visión se oscurecen, mi creciente rabia chamusca las
lindes de mi vista como una cerilla encendida en el papel. La presión de las
garras desenvainadas me pincha las yemas de los dedos, y mis caninos se
afilan y descienden ligeramente por mi boca. Se me eriza el vello de la nuca,
mi cuerpo espera en estado de pre-cambio, listo para convertirse en un
monstruo al menor impulso.
Me recorre un pequeño hilillo de alivio. Es lo único que me ayuda a
contener mi creciente necesidad de desbocarme.
Deveraux no se la llevó.
No le importan una mierda los cambia formas y no los secuestraría. No,
esto es otra cosa... otra persona. Y eso simultáneamente me hace sentir mejor
y peor.
Este no es el diablo que conozco. Es uno que no conozco. Pero siempre
he sido buena cazando a las cosas que se mueven en la oscuridad y luego
mostrándoles que yo soy más aterradora.
Mi mirada hacia Ilaria es mordaz. Harlow está en peligro y es culpa de
esta zorra codiciosa.
El aire entre nosotras se llena de tensión. Sus hombros se endurecen, sus
instintos le advierten por fin de que está en peligro. Sabe exactamente lo que
Harlow y su seguridad significan para mí y, sin embargo, esta puta intrigante
no quería arriesgar su poder. No quería decirme que había una amenaza,
porque eso significaría que me habría centrado en proteger a mi hermana en
lugar de entretener a sus enemigos.
La Alfa Ilaria Ramsey acaba de jugar con la persona más importante de
mi mundo... y ha perdido.
—Acabas de firmar tu propia muerte —le digo rotundamente.
—¿Cómo te atreves? —gruñe el Alfa Paté, acercándose.
Vuelvo mi ahora dorada mirada hacia él, mi loba pasea ansiosa bajo la
superficie, el sabor de la muerte y la destrucción es un grato recuerdo en su
lengua.
—Cuidado —ronroneo—. Sé que te la estás tirando y eso te hace sentir
todo caballeroso, pero ella no va a impedir que te arranque la cabeza. No
querría manchar de sangre su traje favorito.
—Tú no sabes nada —argumenta, pero suena más a petulancia que a
confianza.
—Acércate un paso más y lo averiguaremos —le advierto.
Me mira fijamente, pero se queda exactamente dónde está.
—Nuestra seguridad ya estaba reforzada debido a la cumbre. —Se
defiende Ilaria, cuadrando los hombros como si se convenciera a sí misma de
que puede recuperar el control de la situación.
Lástima que nunca lo tuvo en primer lugar.
Se pasa las manos por delante de la chaqueta de color crema como si
estuviera alisando arrugas que no existen.
—Asigné a Mark, Troy y varios otros para manejar este posible problema.
Se estaba gestionando.
Sus palabras resuenan en mi mente, pinchando mi furia como un torero
provocando a un toro con banderillas. Respiro hondo por la nariz para
calmarme.
Todo esto sucedió porque ella quería un espectáculo. Me pregunto qué le
parecería ser la estrella principal. Las posibilidades pasan rápidamente por
mi mente. En dos pasos, podría atravesarle el pecho con la mano, igual que
hice con Yery. El Alpha Pate se lanzará hacia mí, pero puedo arrancarle la
garganta fácilmente.
Es el Alfa Silas, el Alfa McMillian, y su segundo, Rory, quienes serán un
problema. Estoy segura de que puedo abrirme paso a través de ellos, pero no
será rápido. Si voy por ese camino, no sólo Deveraux y sus lacayos me
perseguirán, cada una de las manadas de estos alfas querrá un pedazo de mí
también.
Mi hermana cuenta conmigo. Tengo que irme.
—No había nada más que se pudiera hacer, Savoy.
Esta perra no sabe cuándo callarse.
La temperatura a mi alrededor se enfría, enviando una onda de advertencia
a través de la colección de alfas que me rodean.
—Te equivocas —gruño—. Y todos lo sabemos.
—Como tú alfa, es mi responsabilidad tomar decisiones...
—Deberías darle las gracias a tu buena estrella de que encontrar a mi
hermana sea más importante que arrancarte miembro a miembro —le digo, y
con eso, le doy la espalda a Ilaria, el gesto es un grave insulto en la cultura
de los cambiantes.
Inhala bruscamente, sorprendida, y suelta un gruñido ofendido.
Me importa una mierda.
Pronto descubrirá que no se juega con monstruos y se sale ileso. Me
encantaría enseñarle lo que es la miseria sin remedio... pero hoy no.
Miro fijamente a Rory hasta que se aparta, y esta vez, cuando me alejo del
grupo, nadie intenta detenerme.
—Savoy, deja que tu manada y tu alfa te ayuden —me llama Silas
mientras me dirijo a mi moto.
Pinky se ha ido, pero mi Ninja 650 y mi mochila siguen exactamente
donde las dejó. Rafe está de repente detrás de mí. No estoy segura de cuándo
terminó con los ejecutores o cuánto acaba de oír, pero me alegro porque
hemos terminado aquí... permanentemente.
—Ya no tengo manada, Silas —digo por encima del hombro—. Esa puta
codiciosa te puedo asegurar que ya no es mi alfa. Renuncio formalmente a la
manada de Ramsey y a mi lugar en ella.
La sorpresa aparece en las caras de los alfas.
—No querrás convertirme en tu enemiga —gruñe Ilaria, pero su gruñido
no tiene más peso que el de un cachorro.
Saco una chaqueta de motorista blindada de la mochila que hay en el suelo
y me la pongo. Rafe encuentra la suya en la bolsa y hace lo mismo, deslizando
la tablet dentro de un bolsillo seguro antes de ponerse las correas.
—Te equivocas otra vez —informo a mi ex alfa, agarrando mi casco y
entregándole a Rafe el suyo—. Ambas sabemos que esto te va a doler más a
ti que a mí.
Balanceo una pierna sobre la moto, montándome a horcajadas, mientras
Rafe se acomoda en el asiento trasero detrás de mí. Nos ponemos los cascos
y miro a Ilaria mientras me aseguro la correa de la barbilla y arranco la moto.
—Vigila tu espalda y tu frente, Alpha Ramsey —grito, usando magia para
proyectar mi voz por encima del fuerte estruendo del motor de la moto—.
Cuando vaya a por ti, no será desde las sombras. —Dejo caer la visera del
casco y salgo del aparcamiento.
Ahora, a encontrar a mi hermana.
La puerta principal del Warren cruje y gime cuando la empujo para
abrirla. Suena como una vieja bruja cansada, cabreada de que la molesten a
estas horas. No la culpo.
El aire viciado me hace cosquillas en la nariz cuando entro a grandes
zancadas en el piso franco y dejo caer el casco y la chaqueta sobre la mesa
de centro del pequeño y raído salón. Inmediatamente busco en la modesta
casa de estilo rancho cualquier rastro de Harlow. Tree ya ha estado aquí y ha
confirmado que no hay rastro de ella, pero no puedo evitarlo.
Vi la evocación de lo que le pasó en la sangre de Pax, pero hay una
pequeña esperanza irracional de que tal vez me equivoqué. O tal vez, ella se
despertó en esa furgoneta, mató a esos hijos de puta, y ahora ella y Delaney
se dirigen hacia aquí. Es posible, pero por mucho que odie admitirlo, no
probable. Si Harlow hubiera podido con ellos, no habría acabado en esa
furgoneta en primer lugar.
Me saco el cabello de la coleta desordenada y me paso bruscamente los
dedos por él. Pensaba que era tan lista, que tenía a Ilaria y esta situación justo
donde quería... qué jodida imbécil fui. Quiero gritar y arrancarme el pelo
antes de destrozar todo lo que me rodea, pero una rabieta no va a arreglar
esto. Perder los papeles no va a traer a Harlow a casa.
—Lo subiré todo a los monitores —me dice Rafe, sacando la tablet de la
mochila y dirigiéndose por un pasillo a la instalación de seguridad que
tenemos en una de las salas traseras.
Saco mi teléfono y veo un mensaje de Tree.
Casi he terminado de recoger las casas.
Y sí, agarré a tu novio. Vuelvo en 30.
Me desplazo por mis contactos hasta que encuentro al que busco y pulso
llamar. Suena la línea y empiezo a caminar mientras me desenredo con los
dedos el cabello. La adrenalina y el miedo se agitan en mis venas como aguas
bravas. Intento calmarme. No funciona.
Soy una bola de rabia desenfocada que necesita un objetivo para toda esa
furia. Por desgracia, no lo hay, al menos por ahora. Así que me siento como
un caballo de carreras atrapado en la puerta de salida, esperando ansioso a
que se dispare la pistola y empiece la carrera. Sólo que, ahora mismo, no hay
una pista delante de mí, sólo hay un puto precipicio. Un movimiento en falso
y podría perder a Harlow para siempre. No puedo dejar que eso suceda.
Al sexto timbrazo, contesta Fia.
—¿Qué pasa? —exige, pero un fuerte gemido me hace hacer una pausa.
Una mujer al fondo empieza a jadear un entusiasta "¡Sí, justo ahí!"
mientras un hombre le pregunta sensualmente si su polla se siente bien. El
sonido de piel chocando con piel me hace mirar el teléfono para confirmar
que, efectivamente, he llamado a mi amiga.
Definitivamente es su nombre el que sale en la pantalla.
—Savoy, ¿qué pasa? —Vuelve a preguntar Fia, justo cuando el hombre
del fondo exige que alguien le meta algo en el culo.
—¿Contestaste el teléfono en medio de un trío? —pregunto,
conmocionada.
Fia resopla.
—No, he venido accidentalmente a una orgía —susurra.
—¿Cómo puede ocurrir eso accidentalmente? —indago, desconcertada.
—Es una larga historia. Espera, déjame encontrar un lugar más tranquilo.
La ruidosa escena porno al otro lado de la llamada empieza a
desvanecerse. Escucho el traqueteo de unos tacones contra el duro suelo
durante un minuto antes de oír el inconfundible chasquido de una puerta al
cerrarse.
—Sólo llamas los domingos, Savoy. No es domingo, ¿qué pasa? —
pregunta, con la voz más alta y el entorno ya libre de folleteo.
La pregunta me tranquiliza y me concentro.
—Es Harlow —le digo, con la devastación fracturando mi voz—. Alguien
se la ha llevado.
Duele decirlo en voz alta, como si hacerlo lo hiciera más real y aún más
horrible.
—Joder. ¿Cómo te encontró Deveraux? Lo último que supe de él es que
estaba en Europa del Este husmeando sobre un nido de Lamias.
—No creo que sea Dev —le explico—. No a menos que haya cambiado
drásticamente su forma de hacer las cosas.
—¿Quién entonces? —exige, conmocionada y furiosa.
—No lo sé exactamente, por eso te llamo.
—Joder. Vale, vale. Dame un segundo, encenderé a Spartacus, y
resolveremos esto. La encontraremos, Savoy.
Asiento con la cabeza, aunque ella no pueda verlo, y parpadeo para
contener las lágrimas que de repente me escuecen en los ojos.
—¿Te has llevado el ordenador a una orgía? —pregunto para distraerme.
No sé si eso me impresiona o me preocupa.
—No salgo de casa sin mi hombre, Sav. Sería como si tú salieras por la
puerta sin tus runas... no pasa.
Niego con la cabeza, con un tic de diversión en la comisura de los labios.
Algo en mi pecho se afloja y siento que puedo respirar por primera vez desde
que Rafe recibió la llamada sobre Harlow. Dejo que Fia me ayude a encontrar
un momento de calma en medio de la pesadilla que estoy viviendo. Siempre
ha tenido ese don.
—Muy bien, Sav, ¿qué estoy buscando?
Cierro los ojos y repaso rápidamente todo lo que he estado catalogando
desde el momento en que entramos en Ruination hasta ahora, pensando en
cómo priorizar la información para Fia.
—Buscamos una furgoneta negra grande. De un modelo nuevo, alta, con
aspecto de caja, y esta tiene ventanas oscuras y llantas negras. Podría haber
salido del territorio de la manada en cualquier momento entre las nueve y
media y las diez y media de la noche. La manada de Ramsey no tiene una
vigilancia adecuada, pero la ciudad de Caster, Metier, está al norte de aquí, y
podrían tenerla. Hay establecimientos humanos al sur y al oeste, y ya sabes
cómo vigilan cada movimiento que hacen sus ciudadanos. Hacia el este les
situaría en territorio de la Manada Weston, lo que podría ser un problema.
—¿Por qué? —pregunta, y oigo sus dedos volar sobre el teclado de su
portátil.
—Digamos que Weston no es mi mayor fan ahora mismo. Dudo que me
encuentre con una cálida bienvenida si tengo que cruzar a su territorio pronto.
Fia suelta un bufido divertido.
—¿Lo sabría quien se llevó a Harlow? ¿Lo usarían en su beneficio?
—No lo sé. Creo que la secuestraron antes de que ocurriera, pero no puedo
estar segura. Aparentemente, ha habido secuestros de hembras cambia formas
por todo el país. Parece que Harlow y su amiga Delaney son sólo las víctimas
más recientes, pero las manadas no ven un patrón o motivo definitivo de por
qué está sucediendo esto. No sabía nada de eso hasta hace veinte minutos, así
que me sirve cualquier cosa que puedas averiguar sobre las otras víctimas. —
Me golpeo el muslo con los dedos con impaciencia.
—¿Algo más? —pregunta Fia. Me doy cuenta de que ya está metida de
lleno en el pirateo de varios sistemas para ver qué puede reunir.
—Al menos dos de sus atacantes están en cámara. Estoy a punto de revisar
las imágenes. Te enviaré las fotos por correo electrónico tan pronto como las
tenga.
—Bien. Este es un comienzo realmente sólido, Savoy. Todo lo que
necesitamos está aquí. Sólo tenemos que averiguar cómo encaja todo.
Llamaré tan pronto como tenga algo.
Se me vuelve a hacer un nudo en la garganta, pero trago saliva.
—Gracias, Fia, estoy en deuda contigo.
—Nada de esa mierda ahora. Yo podría ayudarte a rescatar a Harlow todos
los días del resto de mi existencia y seguiría en deuda contigo, así que unta
la galleta de otro con esas tonterías. Recuperaremos a nuestra chica.
No espera a que discuta o acepte, simplemente cuelga. Respiro aliviada y
me guardo el teléfono en el bolsillo trasero.
—Ya voy, hermanita —susurro—. Aguanta hasta que te encuentre.
Están aquí.
2: Supes: Sobrenaturales.
3: Screamo: Es considerado un subgénero del Emo. La palabra Screamo viene de scream (grito).
Básicamente es una fusión rock duro caótico lleno de letras que tratan temas existenciales.
4: Emo: También llamado emocorea es un estilo de música rock caracterizado por un énfasis en
la expresión emocional, a veces a través de letras confesionales.
Storm: Mezcla de género heavy y psicodélica abarca estilos que realza las experiencias con drogas
psicodélicas & alucinógenas.
6: Love the Way You Hate Me: Amo la forma en que me odias. Es una canción de Like a Storm.
8: NAAC: Siglas Contingente Alfa Norteamericano. Se mantiene un registro de todo lo que sucede
en las manadas, territorio, disputas, acuerdos….
9: Lectores: aquellos que se les encomienda llevar los registros y las crónicas del árbol genealógico
de los Centinelas. (los conocimos en Los Perdidos y Los Elegidos).
10: Shaggy: Melenudo & lanudo, es el apodo que le pone en este momento Savoy.
11: Knightsroost: El pueblo se llama algo así como Morada o Refugio de Caballeros.
13: Piquete: Es una forma de protesta de un grupo de personas. Su objetivo es intentar convencer
al resto de personas de sus propuestas.
15: Jury: Jurado. Savoy juega con el significado de su nombre. Él es el Jurado y los otros dos son
el Juez y el Verdugo.
16: Dom: Persona con mayor poder de mando en una organización.
17: Cluedo: Juego de mesa de detectives y misterio, 6 sospechosos, diferentes escenas y armas con
las que se cometen un crimen, el jugador que acusa y resuelve correctamente quien, donde y con qué
se cometió el delito gana.
19: Ouphe: Criaturas que a menudo se asocian con el mundo natural verde (natural), son criaturas
de estatura pequeña y apariencia humana.
21: Stabby McGee: Personaje principal, ficticio de la serie con el mismo nombre, su referencia es
porque este personaje siempre lleva en su mano un cuchillo, de aquí sale la referencia de Rafe con que
Savoy no apuñale a nadie.
22: Hierba Gatera: Savoy se compara con este tipo de hierba que es muy preciada por los gatos,
ya que una de sus tantas propiedades es la de mantenerse activos y entretenidos y no olvidar sus
instintos de caza.
24: Riolita: Roca volcánica de granos finos y una composición química muy parecida a la del
granito.
25: Teddy Ruxpin: Juguete animatrónico con la forma de una criatura parecida a un oso parlante
llamada ‘Illiop’. La boca y los ojos se mueven mientras recrea historias.
26: Amtrak: Red nacional interurbana de transporte ferroviario de pasajeros de los Estados Unidos.
27: Bloody Mary: Mary no soportaba verse en el espejo porque se sentía fea, por lo que terminó
suicidándose. Dice la leyenda que, si te colocas frente a un espejo y pronuncias su nombre tres veces
‘Bloody Mary’, una aparición ensangrentada acudirá a tu llamada.
28: Claymore: Tipo de espada ancha cuyo uso precisa de las dos manos para ser bandida.
29: Rangers Rescatadores: Serie de animación estadounidense, Chip y Dale dos ardillas con olfato
para los problemas abren una agencia de detectives, nuestros chicos los Caballeros pueden jugar a
solucionar los problemas e intentar rastrear la.
31: Dimensiones de Bolsillo: Estas dimensiones se encuentran dentro de las Dimensiones Oscuras,
consiste en una serie de misiones que requieren personajes concretos.
35: Bailarina: Zapatillas planas, muy sencillas y con escote redondeado. Su origen se encuentra en
el calzado usado por las bailarinas de ballet.
39: Banshee: Son espíritus femeninos, que según la leyenda se aparecen a una persona para
anunciar con sus llantos o gritos la muerte de un pariente cercano.