VAMC (2008) Contexto Metafísica Aristóteles

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CONTEXTO HISTÓRICO FILOSÓFICO DE LA METAFÍSICA ARISTOTÉLICA

Vladimir Antonio Molina Cruz

El contexto histórico filosófico en que se gesta el pensamiento de Aristóteles puede


entenderse si examinamos diferentes aspectos de él desde su proceso de gestación hasta
la sistematización de sus postulados. Procedamos por etapas:

1. Las posturas rivales de Parménides y Heráclito


2. La propuesta de Platón
3. La situación y propuesta de Aristóteles
4. Metafísica Aristotélica

1. Las posturas rivales de Parménides y Heráclito

Los primeros filósofos, los llamados comúnmente pre-socráticos o “pesadores


mañaneros” (Heidegger), tuvieron como ocupación la reflexión en torno al origen de las
cosas, el «αρχή» o principio del todo. Entre ellos, despuntan, por su profunda reflexión y
eventual rivalidad, Parménides, proveniente de Elea, y Heráclito proveniente de Efeso. En
ellos constatamos una reflexión metafísica, que va más allá de lo meramente físico (del
verbo «φύω») y se orienta germinalmente a la unidad de la totalidad en su radicalidad.

A. Parménides en su poema denominado «περί φύσεως» postula la identidad del ser


consigo mismo: «εστίν γαρ είναι» = “pues, el ser es”, y junto a ello que el ser no puede no
ser. Tenemos así que el ser y la nada son radicalmente diferentes; de hecho, la nada es
nada, no tiene ser: «ούκ εστίν». Todo cuanto conocemos es inmutable, ya que el ser es el
mismo siempre: uno, eterno e inmutable. El único camino del conocimiento es el ser, y el
del no ser es inviable para conocer. De este modo, sucede que todo es apariencia del ser,
y que el movimiento, paso del ser al no ser de algo, no existe.
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B. Heráclito en sus aforismos, que son extractos o frases de su pensamiento, nos


señala el constante devenir de las cosas: nada es siempre lo mismo ni del mismo modo,
sino que todo cambia. Pero hay algo que siente, que trata de llevar al habla aún a costa de
que solo signi-fique aquello que experimenta: hay algo que está a la base del cambio, que
le brinda unidad y se constata en el devenir. A veces lo llama «λόγος» = palabra,
argumento (o razón), en tanto unidad radical; otras veces le llama «πύρ» = fuego y
«πόλλεμος» = guerra, imágenes de aquel principio, que es el cambio permanente.

Estos dos autores tratan de darnos una imagen del «σοφός» = sabio. Pero sus propuestas
en torno al modo de concebir la realidad resultan rivales, irreconciliables [¿seguro?]. Los
dos se refieren a dimensiones de la realidad que son verdaderas, pero su comprensión de
esta es excluyente en cada caso, y eventualmente dificultan llegar a una conclusión
definitiva respecto al génesis, constitución y concreción de la realidad. Esto exige una
profundización de la problemática, que será llevada por Platón.

2. La propuesta de Platón

Discípulo de Sócrates, Platón trata de sintetizar estas dos concepciones de la realidad.


Todos constatamos que las cosas cambian, y que eventualmente nunca algo es
estrictamente lo mismo. Pero por otro lado, ¿cómo se da en nosotros el que concibamos
algo, lo identifiquemos, si hay tanta mutabilidad? La identidad del ser y su permanencia es
algo que no se puede descartar sino que lo identificamos en cada cosa.

Para solucionar esta problemática, Platón propone la teoría de las ideas. El término “idea”
es creación suya: viene de «είδος», del verbo «βλέπω» = “ver”; es un modo de ver las
cosas, una visión o imagen de ellas. Examinemos esto con detención:

a. En nuestro mundo, el de los sentidos, tenemos una vaga y confusa impresión de


las cosas: ellas se nos dan, pero de manera mutable, confusa e inconcusa. Todas
las cosas cambian y no sabemos que y cómo son en la realidad, y en esto nuestros
cuerpos sensoriales nos dificultan avanzar en la perfección del conocimiento.
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b. Pero de algún modo concebimos que las cosas son, y que tienen algo que nos lleva
a concebirlas de una forma y no de otra. Por muchos organismos vegetales que
identifiquemos como árboles, hay en nosotros algo que nos dice que eso es un
árbol. Hay algo ya dado en nosotros que nos lleva a eso.
c. A eso ya dado que está en nosotros y nos lleva a identificar algo como tal, es lo que
Platón llama «ίδεα» = idea. Es algo que recordamos cuando conocemos algo, pero
que solo recordamos si al sentir esa cosa mutable ella nos remite a su fundamento,
que no puede estar en este mundo aparente, sino en otro lugar, que es el
auténtico. Es el «τόπος ουρανός» = “lugar celeste”: el mundo de las ideas, el único
real y ya no de las apariencias.
d. Las ideas vienen a ser así el correlato real de las cosas, sus fundamentos. Las ideas
son inmutables e imperecederas, y mantienen una unidad e identidad consigo
mismo. En su virtud, las ideas permanecen, y lo hacen en un mundo al que solo
puede llegar el intelecto humano, por medio de la contemplación de estas mismas
ideas que se presentan en las cosas sentidas pero que son abstraídas para
contemplarlas en su pureza.
e. Esta contemplación de las ideas las lleva a cabo el alma inmortal, que es intelectiva
(«νόησις» = intelección), al ser esta una de sus facultades más sublimes, ya que
una de las partes del alma es divina. Entre más contemplación de las ideas logre el
alma más divina se hace, lo que se traduce en llevar una mejor vida; eso nos
posibilita que en la próxima vida, cuando el alma se reencarne, sea en una mejor
condición. La mala vida da lugar a una reencarnación en algo más bajo que lo que
se era, incluyendo a los más viles animales.

Con esto podemos ver que se postulan dos mundos: el de la apariencia, que es el de los
sentidos y nuestra condición corporal, imperfecta; y el de la realidad, que es el de las
ideas, aquellas que alcanza el intelecto contemplándolas en el “lugar celeste” donde se
encuentra y, eventualmente, recordándolas al estar innatas en el alma. A eso le llama
reminiscencia o «ανάμνησις» = “recuerdo”. Del mismo modo, constatamos que el “sabio”
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es aquel que dedica cada momento de su vida a la contemplación de las ideas, lo que le
lleva la mejor vida, y para eso se eleva de este mundo a aquel otro mundo, donde sí
encuentra la verdadera realidad y el conocimiento seguro de las cosas.

3. La situación y propuesta de Aristóteles

Desgraciadamente, la postulación de dos mundos de conocimiento opuestos presenta una


dicotomía que acusa la insuficiencia de la metafísica platónica. Surgen así dos tendencias
que se hacen comunes y conflictivas entre los pensadores, que podemos identificar, para
diferenciarlos del idealismo y empirismo de la modernidad, como ideístas y empíricos:

A. Ideístas: teniendo a Platón como su mayor exponente, afirman que la esencia de


las cosas, que es el objeto de conocimiento del intelecto, se encuentran en el correlato
real de las cosas en las ideas, que son inmutables, eternas. Eventualmente, desprecian los
datos dados por los sentidos, al ser inferiores para el conocimiento, ya que están
sometidos al cambio, la eventual apariencia. Las ideas son así el ser de las cosas, su
esencia.
B. Empíricos: señalan que lo único que podemos conocer propiamente es el conjunto
de recuerdos de datos sensibles que dan lugar a una experiencia. Solo podemos
experimentar las cosas, arraigados en la sensibilidad; cualquier tipo de conocimiento que
aspire más allá es falso e inviable, algo innecesario, ya que basta conformarse con el único
dato sólido dado al intelecto, la experiencia.

Aristóteles, discípulo de Platón, constata y critica la metafísica de su maestro en su


marcado idealismo, señalando que la realidad y fundamento de las cosas, ello que las hace
ser tales e identificables al intelecto, es algo que no está fuera de ellas, en otro mundo,
sino que está en las cosas, en su propia estructura radical. Con esto otorga un lugar
privilegiado a los empíricos. “Nada hay en el intelecto que no haya pasado por los
sentidos”. Aristóteles se presenta como un empirista, pero no como el común de ellos: el
dato de los sentidos, en los cuales nos deleitamos por brindarnos conocimiento, no se
queda solo en la gestación de las experiencias, excluyendo un mayor conocimiento por
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imposibilidad, sino que el intelecto alcanza tipos de conocimiento propio a los hombres,
que van más allá de la mera experiencia, y nos diferencian de los animales más hábiles.
Tenemos así cinco modos de conocimiento:

a. Τεχνή = “técnica”, “arte”. Es aquel modo de conocer que nos brinda el por
qué (διότι) de algo: no nos dice que algo solo suceda, sino que conoce cómo
sucede, y por qué sucede así. Del mismo modo, es un saber que conoce cómo
producir tal cosa, es «ποιήσις», y no conoce lo particular, sino que se avoca a lo
universal. Este es un saber comunicable, que se puede enseñar: «μάθημα».
b. Φρόνησις = “prudencia”. Es saber hacer la vida. Es una «πράξις», un hacer
algo, dentro de esa actividad denominada «ένέργεια» que es el decurso vital del
hombre. Por competer a los actos de la vida del hombre, la «πράξις» no es una
«dποιήσις» sino actividad en acto, mera «ενέργεια». El saber de la φρόνεσις tiene
por objeto el bien y el mal, y sabe actuar en el conjunto total de la vida.
c. Επιστήμη = “ciencia”. Es de carácter demostrativa (από-δειξις), porque nos
hace ver la articulación interna de algo en su necesaria constitución,
mostrándonosla (δειξις) desde (από) aquella cosa. Es la ciencia propiamente.
d. Νους = “razón” en tanto modo de conocer. Se diferencia del νους como
facultad porque, en tal caso, es la intuición; pero en tanto modo de conocer es un
tipo de saber que comprende qué es algo (sus notas esenciales) en un primer
contacto, con antelación a la explicación de su “qué”.
e. Σοφία = “sabiduría”. Es el modo de conocer superior a los otros.

Para llegar al más alto nivel de conocimiento, la sabiduría, el poder llegar a ser un sabio,
Aristóteles proponer un tipo de ciencia, un tipo de saber apodíctico que abarque la
totalidad de las cosas desde un punto común, universal y unitario. ¿Qué es aquello que es
común a todo (ολόν)?

En el pensamiento y contexto griego, aquello común de la totalidad, «καθόλου», es que


las cosas son: «όντα»; todas y cada una de las cosas son concebidas como algo siendo: «το
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όν» (más conocido como “ente”, participio presente del verbo ser). Las cosas que son las
denominamos “entes”, el estar siendo de algo. ¿Qué es lo que las cosas son? ¿Qué es el
ente en cuanto ente? (τί το όν ήν το όν). Esta es la pregunta guía que orienta el pensar
metafísico de Aristóteles, el objeto de la «ζητουμένη επιστήμη» = “ciencia que se busca” o
«πρωτη φιλοσοφία» = “filosofía primera”.

Esta propuesta no es un saber parcial como el que nos puede brindar la matemática, la
física u otras ciencias, que abordan un área de la totalidad del ente, a pesar de su
profundidad; este saber de la “filosofía primera” abarca comprensivamente el ente en su
totalidad; y como función intelectual, desempeña la función de ser «σοφία», ya que es
«επιστήμη» y «νους».

4. La metafísica Aristotélica

La realidad de las cosas y aquello que las hace ser como son y aprehensibles al intelecto.
Está en las cosas mismas y puede ser demostrado desde ellas. Sabemos que las cosas
pueden ser conocidas por la ciencia, ya que esta es apodíctica, que nos de a conocer su
intrínseca consistencia y talidad.

Aristóteles nos dice que preguntar qué es el ente (τί τό όν) es preguntar por su ser (είναι),
por la substancia: «ούσια». Esto es clave. En su estudio, se avoca a estudiar la «ούσια», ya
que el ente en cuanto tal (όν ή όν) es la sustancia que sostiene los accidentes. De esto
podemos sacar diversas observaciones, que sintetizan y explican tanto el problema del
cambio de las cosas así como su intrínseca unidad y constitución.

 Materia y Forma
 Acto y Potencia
 Las cuatro Causas

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