Psicorre Del Comportamiento
Psicorre Del Comportamiento
Psicorre Del Comportamiento
CIE 10
f90-f98
Trastornos del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y
adolescencia.
F90 Trastornos hlpercinéticos
Se trata de un grupo de trastornos caracterizados por comienzo precoz (normalmente en los
cinco primeros años de vida), falta de persistencia en las tareas que requieren un esfuerzo
intelectual y tendencia a cambiar de una actividad a otra sin acabar ninguna, además de una
actividad desorganizada, irregular y excesiva. Pueden asociarse otras anomalías varias. Los
niños hipercinéticos son, a menudo, descuidados e impulsivos, propensos a accidentes, y
plantean problemas de disciplina por saltarse las normas, más que por desafío deliberado de
las mismas, por falta de premeditación. Sus relaciones con los adultos suelen ser
socialmente desinhibidas, con una falta de la prudencia y la reserva naturales. Son
impopulares entre los niños y pueden llegar a convertirse en niños aislados. Es frecuente la
presencia de un déficit cognoscitivo y son extraordinariamente frecuentes los retrasos
específicos en el desarrollo motor y el lenguaje. Las complicaciones secundarias incluyen
comportamiento di social y baja autoestima.
Excluye: Trastornos de ansiedad (F41.-).
Trastornos afectivos (F30-39).
Trastornos generalizados del desarrollo (F84.-).
Esquizofrenia (F20.-).
CDI-1O
El diagnóstico para investigación del trastorno hipercinético requiere la presencia clara de
déficit de atención, hiperactividad o impulsividad, que deben ser generalizados a lo largo
del tiempo y en diferentes situaciones, y no deben ser causados por otros trastornos como el
autismo o los trastornos afectivos.
G l. Déficit de atención. Por lo menos seis de los siguientes síntomas de déficit de atención
persisten al menos seis meses, en un grado que es maladaptativo o inconsistente con el
nivel de desarrollo del niño:
1. Frecuente incapacidad para prestar atención a los detalles, junto a errores por descuido en
las labores escolares y en otras actividades.
2. Frecuente incapacidad para mantener la atención en las tareas o en el juego.
3. A menudo aparenta no escuchar lo que se le dice.
4. Frecuente incapacidad para cumplimentar las tareas escolares asignadas u otras misiones
que le hayan sido encargadas en el trabajo (no originada por una conducta deliberada de
oposición ni por una dificultad para entender las instrucciones).
5. Incapacidad frecuente para organizar tareas y actividades.
6. A menudo evita o se siente marcadamente incómodo ante tareas tales como las
domésticas, que requieran un esfuerzo mental mantenido.
7. A menudo pierde objetos necesarios para determinadas tareas o actividades tales como
material escolar, libros, lápices, juguetes o herramientas.
8. Fácilmente distrafble por estfmulos externos.
9. Con frecuencia olvidadizo en el curso de las actividades diarias.
G5. Carácter generalizado. Los criterios deben cumplirse para más de una situación, es
decir, la combinación de déficit de atención e hiperactividad deben estar presentes tanto en
el hogar como en el colegio, o en el colegio y otros ambientes donde el niño puede ser
observado, como pudiera ser la consulta médica (la evidencia de esta generalización
requiere, por lo general, información suministrada por varias fuentes. La información de los
padres acerca de la conducta en el colegio del niño no es normalmente suficiente).
CDI-JO
A. Deben cumplirse los criterios generales para el trastorno disocial (F9l).
B. Deben estar presentes tres o más síntomas de los listados en F9l, criterio G 1 presente,
con al menos tres de los síntomas comprendidos entre 9-23.
C. Al menos uno de los síntomas de 9-23 tiene que haber estado presente durante seis
meses por lo menos.
D. La alteración di social se limita al medio familiar.
CDI-lO
A. Deben cumplirse los criterios generales para el trastorno disocial (F91).
B. Deben estar presentes tres o más síntomas de los listados en F9l, presencia del criterio Gl
con al menos tres de los síntomas 9-23.
C. Al menos uno de los síntomas 9-23)tienen que haber estado presentes durante seis meses
como mínimo.
D. Los trastornos de conducta incluyen el ámbito extrafamiliar.
E. Relaciones con compañeros dentro de límites normales
DSM V
Trastornos destructivos del control de los impulsos y de la conducta
A. Un patrón de enfado/ irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa que
dura por lo menos seis meses, que se manifiesta por lo menos con cuatro síntomas
de cualquiera de las categorías siguientes y que se exhibe durante la interacción por
lo menos con un individuo que no sea un hermano.
Enfado/irritabilidad
1. A menudo pierde la calma.
2. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.
3. A menudo está enfadado y resentido. Discusiones/actitud desafiante
4. Discute a menudo con la autoridad o con los adultos, en el caso de los niños y los
adolescentes.
5. A menudo desafía activamente o rechaza satisfacer la petición por parte de figuras de
autoridad o normas.
6. A menudo molesta a los demás deliberadamente.
7. A menudo culpa a los demás por sus errores o su mal comportamiento. Vengativo
8. Ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis meses.
Nota: Se debe considerar la persistencia y la frecuencia de estos comportamientos para
distinguir los que se consideren dentro de los límites normales, de los sintomáticos. En los
niños de menos de cinco años el comportamiento debe aparecer casi todos los días durante
un periodo de seis meses por lo menos, a menos que se observe otra cosa (Criterio A8). En
los niños de cinco años o más, el comportamiento debe aparecer por lo menos una vez por
semana durante al menos seis meses, a menos que se observe otra cosa (Criterio A8). Si
bien estos criterios de frecuencia se consideran el grado mínimo orientativo para definir los
síntomas, también se deben tener en cuenta otros factores, por ejemplo, si la frecuencia y la
intensidad de los comportamientos rebasan los límites de lo normal para el grado de
desarrollo del individuo, su sexo y su cultura.
Trastorno de la conducta
A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que no se respetan los
derechos básicos de otros, las normas o reglas sociales propias de la edad, lo que se
manifiesta por la presencia en los doce últimos meses de por lo menos tres de los
quince criterios siguientes en cualquier de las categorías siguientes, existiendo por
lo menos uno en los últimos seis meses:
Agresión a personas y animales
1. A menudo acosa, amenaza o intimada a otros.
2. A menudo inicia peleas.
3. Ha usado un arma que puede provocar serios daños a terceros (p. ej., un bastón, un
ladrillo, una botella rota, un cuchillo, un arma).
4. Ha ejercido la crueldad física contra personas.
5. Ha ejercido la crueldad física contra animales.
6. Ha robado enfrentándose a una víctima (p. ej., atraco, robo de un monedero,
extorsión, atraco a mano armada).
7. Ha violado sexualmente a alguien.
Destrucción de la propiedad
8. Ha prendido fuego deliberadamente con la intención de provocar daños graves.
9. Ha destruido deliberadamente la propiedad de alguien (pero no por medio del fuego).
Engaño o robo
10. Ha invadido la casa, edificio o automóvil de alguien.
11. A menudo miente para obtener objetos o favores, o para evitar obligaciones (p. ej.
“engaña” a otros).
12. Ha robado objetos de valor no triviales sin enfrentarse a la víctima (p. ej., hurto en
una tienda sin violencia ni invasión; falsificación).
Especificar si:
312.81 (F91.1) Tipo de inicio infantil: Los individuos muestran por lo menos un
síntoma característico del trastorno de conducta antes de cumplir los 10 años.
312.82 (F91.2) Tipo de inicio adolescente: Los individuos no muestran ningún síntoma
característico del trastorno de conducta antes de cumplir los 10 años.
312.89 (F91.9) Tipo de inicio no especificado: Se cumplen los criterios del trastorno de
conducta, pero no existe suficiente información disponible para determinar si la
aparición del primer síntoma fue anterior a los 10 años de edad.
Especificar si:
Con emociones prosociales limitadas: Para poder asignar este especificador, el
individuo ha de haber presentado por lo menos dos de las siguientes características de
forma persistente durante doce meses por lo menos, en diversas relaciones y
situaciones. Estas características reflejan el patrón típico de relaciones interpersonales y
emocionales del individuo durante ese período, no solamente episodios ocasionales en
algunas situaciones. Por lo tanto, para evaluar los criterios de un especificador concreto,
se necesitan varias fuentes de información. Además de la comunicación del propio
individuo, es necesario considerar lo que dicen otros que lo hayan conocido durante
periodos prolongados de tiempo (p. ej., padres, profesores, compañeros de trabajo,
familiares, amigos).
Falta de remordimientos o culpabilidad: No se siente mal ni culpable cuando hace
algo malo (no cuentan los remordimientos que expresa solamente cuando le sorprenden
o ante un castigo). El individuo muestra una falta general de preocupación sobre las
consecuencias negativas de sus acciones. Por ejemplo, el individuo no siente
remordimientos después de hacer daño a alguien ni se preocupa por las consecuencias
de transgredir las reglas.
Insensible, carente de empatía: No tiene en cuenta ni le preocupan los sentimientos de
los demás. Este individuo se describe como frío e indiferente. La persona parece más
preocupada por los efectos de sus actos sobre sí mismo que sobre los demás, incluso
cuando provocan daños apreciables a terceros.
Despreocupado por su rendimiento: No muestra preocupación respecto a un
rendimiento deficitario o problemático en la escuela, en el trabajo o en otras actividades
importantes. El individuo no realiza el esfuerzo necesario para alcanzar un buen
rendimiento, incluso cuando las expectativas son claras, y suele culpar a los demás de
su rendimiento deficitario.
Afecto superficial o deficiente: No expresa sentimientos ni muestra emociones con los
demás, salvo de una forma que parece poco sentida, poco sincera o superficial (p. ej.,
con acciones que contradicen la emoción expresada; puede “conectar” o “desconectar”
las emociones rápidamente) o cuando recurre a expresiones emocionales para obtener
beneficios (p. ej., expresa emociones para manipular o intimidar a otros).
Especificar la gravedad actual:
Leve: Existen pocos o ningún problema de conducta aparte de los necesarios para
establecer el diagnóstico, y los problemas de conducta provocan un daño relativamente
menor a los demás (p. ej., mentiras, absentismo escolar, regresar tarde por la noche sin
permiso, incumplir alguna otra regla).
Moderado: El número de problemas de conducta y el efecto sobre los demás son de
gravedad intermedia entre los que se especifican en “leve” y en “grave” (p. ej., robo sin
enfrentamiento con la víctima, vandalismo).
Grave: Existen muchos problemas de conducta además de los necesarios para
establecer el diagnóstico, o dichos problemas provocan un daño considerable a los
demás (p. ej., violación sexual, crueldad física, uso de armas, robo con enfrentamiento
con la víctima, atraco e invasión).
Estamos por tanto ante un Trastorno de curso crónico, en el que, si bien la edad y
maduración neurobiológica puede implicar la eliminación de los síntomas en un
variado porcentaje de casos, en otros persistirán alteraciones cognitivas y
ejecutivas, que condicionarán la vida del adolescente y adulto aquejado de TDAH,
y que serán determinantes en su adaptación a las exigencias académicas, laborales y
de las relaciones sociales.
¿Cuáles son los síntomas que prevalecen en los adolescentes y adultos con TDAH?
Estos los adolescentes y adultos con TDAH suelen presentar:
Síntomas atencionales: les produce problemas de falta de adaptación tanto en el
ámbito laboral como académico. Así, refieren perder objetos, ser despistados,
cometer errores en la ejecución de tareas por falta de atención, no planificar sus
actividades, mal manejo del tiempo, dificultades en mantener la atención en tareas
que requieren concentración, dificultades en finalizar las tareas puestas en marcha,
sufrir frecuentes accidentes laborales y de tráfico, distraibilidad (percatándose de
otros estímulos a pesar de los intentos por filtrarlos y mantenerlos al margen),
dificultad para mantener el interés en la lectura o en la tarea, etc..
Impulsividad: se refleja en problemas de autocontrol, poder esperar turnos,
responder precipitadamente cortando la palabra a los demás, etc.
Hiperactividad: en esta etapa es más interna, sintiendo la persona una inquietud
subjetiva interior, como un motor que no cesa, que le impide relajarse. Mueven las
piernas, juegan con las manos, toleran mal estar sentados largos períodos de
tiempo, se muestran verborreicos... A veces la hiperactividad motora externa no se
da o es menos intensa en la adolescencia, y esto dificulta la detección, aunque con
frecuencia si hacemos un análisis retrospectivo de la evolución del alumno,
observamos que la hiperactividad sí estaba presente en edades anteriores en un
importante número de casos.
Labilidad afectiva: se manifiesta en oscilaciones desde el humor normal a la
depresión (la cual es descrita como “sentirse bajo de ánimo”, aburrido,
descontento), o hacia la excitación y una ligera euforia. Las oscilaciones del humor
habitualmente duran horas, o como mucho unos pocos días, y se presentan sin las
alteraciones vegetativas características de los trastornos afectivos; pueden ocurrir
espontáneamente o ser reactivas.
Desorganización: inhabilidad para completar tareas. El sujeto se queja de
dificultad para organizarse en el trabajo, ordenar el hogar, o realizar las tareas
escolares; las obligaciones a menudo se quedan a medio hacer: el sujeto cambia de
una actividad a otra de modo azaroso; desorganización de las actividades, dificultad
para orientar la resolución de problemas secuenciales, problemas con la
administración del tiempo, tozudez y encono.
Explosiones de ira y temperamento irascible: el sujeto refiere que tiene
frecuentes pérdidas súbitas y breves del autocontrol, de las que él o ella mismo se
sorprende; es fácilmente provocable o está continuamente irritado o irritada. Sus
problemas de temperamento irascible interfieren con su vida social y sentimental.
2.2 Detección
Los indicadores que definirán la pertinencia de la inclusión de un alumno o una
alumna en una categoría diagnóstica serán las propias ca- 4: 29 racterísticas de las
conductas manifestadas. Es decir, las características de los comportamientos
determinarán por sí mismas si los niveles clínicos de gravedad son evidentes. Las
características centrales que determinan el trastorno son la frecuencia e intensidad
de las conductas (Kazdin y Buela-Casal, 2002). Obviamente, el grado en que el
individuo se ve envuelto con frecuencia en conductas como peleas, sustracciones y
mentiras determina si la conducta requiere atención. La repetición y cronicidad de
las acciones también ayuda a definir la gravedad de la conducta. La repetición de la
acción y prolongación del historial de la conducta en el espacio y el tiempo confiere
a las conductas mayor significación. La magnitud de las conductas problemáticas es
también importante para definir la intervención. Las conductas antisociales van en
paquetes o constelaciones. El alumnado que realiza un tipo de conducta antisocial
es propenso a realizar otras. En casos extremos, los sujetos con conducta
antisociales son identificados con facilidad porque muestran todas las
características; es decir, estas conductas problemáticas son frecuentes, graves,
crónicas, repetitivas y diversas (Kazdin y Buela-Casal, 2002). Si se toma como
referencia el DSM - IV, para la identificación del alumnado y evitar el
sobrediagnóstico, se deben cumplir los criterios establecidos, de los cuales
destacamos:
a) Evaluar el comportamiento, sobre todo la hiperactividad, en relación con lo que
podría considerarse normal en otros individuos de la misma edad y nivel de
desarrollo pertenecientes a la misma cultura.
b) Las manifestaciones comportamentales deben darse en múltiples contextos, para
que no se contemplen comportamientos representativos de inquietud o pérdida de
interés que son más o menos de esperar en un contexto poco estimulante.
c) La persistencia en el tiempo produce un significativo deterioro personal, escolar
y social.
d) Otra característica suele ser la precocidad, especialmente en el TDAH, en el que
los síntomas deben de haber cursado necesariamente antes de los siete años.
2.3. Evaluación
En el proceso de evaluación se trata de adoptar una perspectiva funcional y
comprensiva, centrarse en los déficits y excesos del funcionamiento del sujeto y
analizar la naturaleza de estos problemas, con el fin de seleccionar las técnicas de
intervención más adecuadas. Desde esta perspectiva funcional, el proceso de
diagnóstico se fundamenta en entrevistas y escalas de estimación cumplimentadas
por padres y madres y por el profesorado, técnicas para la observación directa del
comportamiento y la aplicación de procedimientos de evaluación centrados en el
alumnado (Miranda, et al., 2003).
La ADHD-IV Rating Scales. (Du Paul, Poder, Anastopolous, y Reid, 1998) está
construida para ser contestada por padres y madres y el profesorado. La ADHD-IV
Rating Scale-IV es una herramienta para el diagnóstico del TDAH en niños y
adolescentes de 5 a 17 años y para medir las mejoras del tratamiento. Consiste en
una versión de 18 items para la familia y una versión de 18 items para el
profesorado. Tanto la versión de la familia como la versión del profesorado de la
escala ADHD contienen dos subescalas de 9 items: inatención e hiperactividad /
impulsividad. En ambos casos necesitan de 10 a 20 minutos para ser administradas.
Las escalas ADHD tienen la ventaja de haber sufrido una extensa validación.
Inventario de Conducta Infantil (CBCL, Child Behaviour Checklist) y Teacher’s
Report Form (TRF) Achenback y Edelbrock. En castellano están disponibles:
CBCL/1½-5: Inventario del comportamiento de niños y niñas de 1 año y 6 meses a
5 años para padres y madres, CBCL/6-18: Inventario del comportamiento de niños
y niñas de 6-18 años para padre y madres, C-TRF/1½-5: Inventario del
comportamiento de niños y niñas de 1 año y 6 meses a 5 años para profesorado,
TRF/6-18: Inventario del comportamiento de niños(as) de 6-18 años para el
profesorado y cuidadores. La versión más usada es la de padres y madres. Están
construidos para dar información que pretende distinguir un comportamiento típico
de un comportamiento que indica perturbaciones importantes. Distingue mejor los
casos extremos de comportamiento o problemas afectivos que los casos leves o
moderados. Los contenidos que evalúa son: competencias sociales, problemas de
conducta internalizados ( ansiedad, depresión, quejas somáticas y aislamiento) y
externalizados ( conducta agresiva y delictiva) y un factor mixto (problemas
sociales, de pensamiento y de atención). Presenta tres alternativas de respuesta,
valorados con una escala tipo likert de 0 a 2 puntos. A partir de los cuestionarios
anteriores se ha elaborado el Perfil Atencional Infantil que permite distinguir un
predominio atencional o de sobreactividad en el diagnóstico de hiperactividad, y
que ha sido adaptado en nuestro país a través de las Cuatro Escalas de
Comportamiento Infantil (ECI, Manga, Fournier y Navarredonda, 1995) que
permiten obtener puntuaciones de padres y madres y profesorado en tres
subfactores “atencionales” (desinterés por el estudio, déficit de atención y
dificultades de aprendizaje) y uno de “hiperactividad”. Las listas generales de
problemas ofrecen datos valiosos sobre síntomas de los problemas de conducta.
Dentro de esta categoría encontramos: la Escala de Problemas de Conducta para
Padres (EPC) que proporciona información sobre diversos comportamientos
problemáticos y revelan algunos aspectos de la competencia social de los niños y
niñas, y el Inventario de Problemas en la Escuela (IPE), dirigido al profesorado. El
EPC (Navarro, Peiró, Yacer y Silva, 1993) es un heteroinforme contestado por los
padres y madres de niños y niñas de 3 a 16 años. Los datos proporcionan baremos
separados para ambos sexos y en tres rangos de edad diferente (3-5, 6-11, 12-16
años). Ofrece siete escalas: Problemas Escolares, Conducta Antisocial, Timidez /
Retraimiento, Trastornos Psicopatológicos, Problemas de Ansiedad, Trastornos
Psicosomáticos y Adaptación Social. Es un excelente instrumento de cribado para
la evaluación de alteraciones psicopatológicas. El IPE es un instrumento creado por
Miranda, Martorell, Llácer, Peiró, y Silva, (1993).
Esta escala es similar a la EPC para padres y madres. En este caso el cuestionario es
completado por el profesor y analiza el comportamiento y los problemas que
presentan los niños y niñas en el ámbito escolar. Tiene 92 items con tres
alternativas de respuesta y contiene cinco subescalas: Problemas de Aprendizaje
(PA), Conducta Antisocial (CA), Retraimiento (RE), Timidez-Ansiedad (TA) e
Inadaptación Escolar (IE). Específico para la educación Infantil destaca el
Cuestionario de Conductas Problemática para Preescolares (CCP), para padres y
madres y el profesorado de niños y niñas de entre 3 y 6 años (Miranda y Santamaría
1986). El CCP sirve para evaluar la conducta hiperactiva en niños(as) preescolares.
Consta de 59 ítems, con tres alternativas de respuesta: La prueba consta de tres
escalas: hiperactividad-déficit de atención, falta de control-irritabilidad y
agresividad. Por otro lado, es necesario utilizar escalas de socialización. Son de
gran utilidad para orientar el tratamiento posterior con este alumnado, dado que la
mayoría de ellos presentan desajustes sociales.
Entre los diversos instrumentos de evaluación existentes caben citar: Batería de
Socialización (BAS) de Silva y Martorell (1983) y la Escala de Socialización
Escolar (ESE) de Pelechano y Bágena (1979). La Batería de Socialización se
elaboró para detectar varios aspectos de la conducta social en escolares. Evalúa la
socialización de niños y niñas y adolescentes, en ambientes escolares y
extraescolares. Existen diferentes versiones: para padres y madres (BAS-2) y para
el profesorado (BAS-1). A partir de su aplicación se obtienen un perfil de
socialización con cuatro escalas de aspectos facilitadores (liderazgo, jovialidad,
sensibilidad social y respeto-autocontrol) y tres escalas de aspectos perturbadores
(agresividad-terquedad, apatía-retraimiento, ansiedad-timidez). También se obtiene
una apreciación global del grado de adaptación social. Aplicable de 6 a 15 años
(Bas 1 y 2). La BAS-3 estudia la percepción que los propios sujetos tienen de su
conducta social. Las dimensiones de conducta social que evalúa son: Consideración
a los demás, autocontrol en las relaciones sociales, retraimiento social/timidez y
liderazgo. Las edades de aplicación son de 11 a 19 años aproximadamente (6º de
Primaria a Bachillerato o F.P.).