Belzún, Carmen - de Cómo Llegó Al Río de La Plata

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D E CÓMO LLEGÓ AL Rio DE LA PLATA EL PRIMER EJEMPLAR

DEL QUIJOTE EN 1 6 0 5 , su RECEPCIÓN Y EL DESENLACE DE SU HISTORIA,


SEGÚN M A N U E L M U J I C A LÁDMEZ

CARMEN BELZÚN
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA MATANZA
INSTITUTO UNIVERSITARIO NACIONAL DE LAS ARTES

"Villa quijotesca fue B u e n o s Aires y, por eso, españolísima. Tonto sería mirarla con ojos
de S a n c h o . Su fortín pronto a desplomarse g a n a en los d o c u m e n t o s rango de fortaleza airo­
sa U n caserón de tapia hace la vez de palacio de prelados... Villa quijotesca..." afirma
M a n u e l Mujica Láinez (1936) en el Homenaje por el C u a r t o C e n t e n a r i o de la fundación de
1
esta c i u d a d . C o n posterioridad, entre 1948 y 1950, Mujica L á i n e z escribe una colección de
relatos d o n d e desarrolla algunos de estos c o n c e p t o s y q u e reúne luego en Misteriosa Buenos
Aires. U n o de ellos, titulado "El libro", ubica en 1605 el arribo al R í o de la Plata, e s c o n d i d o
entre objetos de c o n t r a b a n d o , de la primera edición de un v o l u m e n a p a r e c i d o ese m i s m o año
en España. Este era un c o n t r a b a n d o que se suponía de fácil venta, f o r m a d o por diversos artí­
culos, a l g u n o s de ellos casi suntuarios: una alfombra, cuatro s á b a n a s de Ruán, siete arcabu­
ces, raso b l a n c o para casullas. Entre ellos, llega el libro en cuestión " q u e se e s c o n d í a en el
2
fondo de la caja" ( 4 4 ) . Esta frase permite pensar en la inclusión subrepticia j u n t o con el
e m b a r q u e . El c o n t r a b a n d o dentro del c o n t r a b a n d o . N o p a r e c e h a b e r intencionalidad en el
envío. ¿ H a b r í a q u e d a d o allí casualmente? ¿Sería un r e z a g o de cargas anteriores? ¿ Q u e r r í a n
deshacerse de él? En el texto no se responden estos interrogantes; p e r o se a r m a una e c u a c i ó n
3
en c u y o s e x t r e m o s se ubican el casual primer dador, Pedro G o n z á l e z R e f o l i o , c o n t r a b a n d i s ­
ta sevillano para m á s datos, quien envía el c a r g a m e n t o desde Porto Bello, P a n a m á , y Lope,
el destinatario adolescente que aspira a ser escritor, q u e tiene el privilegio de p o s e e r t e m p o ­
r a l m e n t e y de leer en forma retaceada un verdadero m o d e l o literario. C u r i o s a m e n t e , estos
son los únicos personajes n o m i n a d o s . También intervienen a y u d a n t e s q u e s o n identificados
por su profesión. Se pasa de la reticencia inicial del fraile (¿será p e l i g r o s o ? ) , a la simpatía
del s o l d a d o p o r la dedicatoria que lee en el texto, la indiferencia del flamenco m e t i d o a ban­
q u e r o ("¿Se lee o se j u e g a ? " ) , la actitud displicente del e s c r i b a n o y la indecisión del pulpe­
ro q u e p r e g u n t a " Y esto, ¿qué e s ? " Este tendero iletrado tiene u n a intervención decisiva
c u a n d o , convirtiéndose en s e g u n d o dador, deposita el tesoro en m a n o s del j o v e n escribiente.
Tal riqueza n o es m á s q u e un libro. O nada m e n o s . U n progresivo a c e r c a m i e n t o permite la
apropiación. Así, p r i m e r o se informa que el lugar de edición fue M a d r i d , en el a ñ o de 1605,

1
Este festejo motivó disertaciones histórico literarias patrocinadas por la Intendencia Municipal, a una de las cuales
pertenece la cita inicial, incluida en Cruz, Jorge, 1996, Genio y figura de Manuel Mujica Láinez, Buenos Aires, Eudeba.
2
Editorial Sudamericana, 1981
3
"Se ha documentado que el 25 de febrero de 1605, Pedro González Refolio presentaba a la Inquisición un pedi­
do de autorización para enviar a America cuatro cajas de libros, y que en ella figuraban 'cinco Don Quixotc ¡Je la
Mancha' y que, el 26 de marzo de 1605, 75 ejemplares del Quijote fueron embarcados en Sevilla, en una de las 45
cajas de libros enviados a America, y que fueron desembarcados en San Pedro de Portobclo,..." (Torre Rcvcllo,
1947), citado por Barcia (2004).

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y que n o es m u c h o lo que contiene: algo m á s de trescientas p á g i n a s ; se pasa luego a la dedi­
catoria hecha al d u q u e de Béjar, por lo cual n o p u e d e ser cosa mala; también se r e c o n o c e el
género al decir que es " u n libro de burlas"; luego, se alude a los versos introductorios.
La v a g u e d a d del n o m b r e "El l i b r o " avanza por la historia m i s m a d a n d o indicios que con­
ducen a develar el misterio - s i es que el receptor aún no lo ha d e s c u b i e r t o - acerca de la iden­
tidad de la obra aludida; hasta q u e , c o m o una prueba innecesaria para quien ha seguido aten­
tamente las pistas, p e r o imprescindible para una reafirmación ontológica propia del texto que
se trata, en las últimas líneas el narrador explícita el título.
En relación con el contenido del cuento, una sencilla historia d o m é s t i c a presenta los
m o d o s de leer de una época por m e d i o de una hábil estrategia intertextual q u e no escapa al
lector que c o n o c e la obra cervantina. La práctica de la lectura aparece, así, con m a r c a d a s
diferencias que van del pulpero y su hija que n o saben leer ni escribir, por lo cual necesitan
de un m e d i a d o r entre ellos y el texto, hasta "el molinero de Flandes, que n u n c a ha leído
n a d a " (45). Se podría considerar literalmente la frase y concluir q u e , al igual que p a d r e e
hija, no ha adquirido los r u d i m e n t o s de la lectoescritura; pero t a m b i é n cabe la posibilidad de
dejarse llevar por la sugerencia de la frase. ¿ N u n c a ha leído nada que perteneciera al g é n e r o
literario? ¿ O n a d a incluido en el canon de la é p o c a ? ¿ N u n c a ha leído nada c o n s i d e r a d o
importante o serio? ¿El no leer nada p u e d e indicar la ausencia del hábito de la lectura? Q u e d a
en claro que n o le interesa esta práctica porque es quien interrumpe una discusión originada
por el libro diciendo: " — ¿ J u g a m o s ? ¿ J u g a m o s , p u e s ? " (45). Y poco d e s p u é s a m e n a z a : "Si
no se j u e g a , m e v o y " (45). En otro p u n t o se ubican el d o m i n i c o , el e s c r i b a n o y el s o l d a d o ,
representantes de los principales estamentos sociales (el clero, las artes liberales y la mili­
cia), a d e m á s , en oposición con el anterior, españoles. Se dice que "...les hacían soñar en la
E s p a ñ a r e m o t a . . . " (45). ¿Y qué los hace soñar? Las novelas. L a evocación de las lecturas
j u v e n i l e s recrea en ellos un lugar y un tiempo lejanos. La lectura, entonces, es el terruño, la
protección, el hogar. Es el refugio en el sentido m á s cabal. Los textos q u e adquieren esta
dimensión son los libros de caballerías, pues estos sectores han "sido e d u c a d o s en el oficio
de las b u e n a s letras" (46) que los hace suspirar por don Duardos de Bretaña, d o n Clarisel,
d o n Lisuarte. Y esto parece calificarlos para j u z g a r la literatura de la época, p o r lo cual el
libro que han e n c o n t r a d o entre los elementos c o n t r a b a n d e a d o s pasa de ser un potencial "peli­
groso viajero" a algo que " n o p u e d e ser cosa m a l a " por considerar a quién está d e d i c a d o ,
para ser finalmente m e n o s p r e c i a d o p o r q u e "es un libro de b u r l a s " que incluye, sin que estos
personajes lo sepan, una dura crítica al género que ellos defienden

—¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y
ociosa lectura de los libros de caballerías, que le hayan vuelto el juicio de modo que
venga a creer que va encantado, con otras cosas de este jaez, tan lejos de ser verdade­
ras como lo está la mesma mentira de la verdad? [...] De mí sé decir que cuando los
leo, en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son todo mentira y liviandad,
me dan algún contento; pero cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor
4
dellos en la pared... (I, 49, 573)

Tiene lugar entonces una oposición entre el ahora de la historia, t i e m p o c o n s i d e r a d o por


los personajes c o m o de s a n d e c e s , pérdida de la raza, estupidez y blandura, y el ayer de

Edición de Martín de Riqucr, 1973

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esplendor literario q u e se caracteriza por el brillante recuerdo de algunos personajes caballe­
rescos. En ese presente, Las Sergas cíe Esplandián, Lisuarte de Grecia, Paímerin de Oliva
se elevan a la categoría de j o y a s , mientras que en el capítulo 6 del criticado libro de burlas,
todos ellos son arrojados al fuego durante un d o n o s o escrutinio. Hay, por lo tanto, un diálo­
go constante entre la historia que transcurre en el B u e n o s Aires de 1605 y la que se desarro­
lla en el libro c o n t r a b a n d e a d o , con guiños cómplices al lector real. La tensión entre a m b o s
textos es sostenida por una urdimbre paródica y, así, el c u e n t o de Mujica Láinez se convier­
te en la burla de la burla. Es m u y fácil identificar al pulpero y a su hija, "...una m u c h a c h a
que sería bonita si suprimiera la capa de bermellón y de albayalde..." (43), con el s e g u n d o
ventero y su hija, "...doncella, m u c h a c h a y de m u y buen parecer..." (I, 16, 221). La j o v e n del
cuento se adorna con "los vidrios de colores de una j o y a falsa" (43) así c o m o la criada astu­
riana de la s e g u n d a venta "...traía en las m u ñ e c a s unas cuentas de vidrio..." (I, 16, 226). L a
primera, cual Maritornes vernácula, visita durante la n o c h e a su a m a n t e . En el original, "...en
c a m i s a y descalza [...] con tácitos y atentados p a s o s [...] entró en el a p o s e n t o . . . " (I, 16, 225).
En la burla, " L a m u c h a c h a , cansada de aguardar al d e s g a n a d o a m a n t e , cruza el patio de pun­
tillas, hacia su h a b i t a c i ó n " (46). En un texto, la confusión g e n e r a una gresca entre un arrie­
ro celoso y el h u é s p e d desquiciado de la venta; en el otro, hay una discusión entre los a m a n ­
tes, queda, sigilosa, con rubores que pugnan por aparecer y que finaliza con el v o l u m e n d e s ­
a r m a d o , sin tapas, indefenso a merced de la brutal ignorancia que termina h a c i é n d o l o trizas.
Hay, p o r último, una experiencia de lectura en su forma m á s desinteresada. L o p e , el
j o v e n escribiente con espíritu de escritor, lee "...echado de bruces en el lecho..." y " R í e , ensi­
m i s m a d o , a mil leguas de Buenos A i r e s " (46). Lectura y risa. M a l a asociación para los m o d e ­
los rígidos del siglo XVII que m a r c a b a n la necesidad de la c o n c e n t r a c i ó n , el orden, el silen­
cio y el c u i d a d o del libro, ya que pautaban una actividad utilitaria. C o m o dice Chartier:

Las múltiples prohibiciones dictadas por las autoridades castellanas contra la literatura
de ficción han de ser entendidas en relación con el temor que inspiraba una práctica de
lectura que tornaba borrosa en los lectores la frontera entre lo real y lo imaginario
(Chartier, 2001: 485)

La m i s m a desconfianza despierta, hacia el siglo X V I I , la lectura silenciosa, ya que es pro­


picia a dejarse e n g a ñ a r p o r q u e anula la separación entre el m u n d o del texto y el m u n d o del
lector. " L a lectura silenciosa poseía un encanto peligroso", sentencia Chartier (2001).
Pero Lope lee en silencio. Lee por placer y ríe ante las situaciones q u e se despliegan en
su m e n t e . La imagen, absolutamente desestructurada, adquiere tintes m u y c o n t e m p o r á n e o s
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cuando, según la teoría de Armando Petrucci, se establece una relación de c o n s u m o entre el
usuario y el libro. Esto se produce cuando ingresa intempestivamente la celosa hija del pulpero
en la habitación y le recrimina su abandono. El joven lector "se defiende con el volumen como
si espantara m o s c a s " (46), con lo cual sólo quedan entre sus manos las tapas de pergamino.
¿ Q u é lee este m o z a l b e t e que lo ha transportado a otro m u n d o , lo ha h e c h o olvidar su pro­
m e s a a la ansiosa e n a m o r a d a ? ¡Es el famoso libro de burlas! Si L o p e ha sido un lector orde­
n a d o , n o ha p o d i d o avanzar m á s allá de los primeros capítulos. Al pasar se c o m e n t a que la
habitación se puebla de olor a frutas y ajos, lo cual h a c e pensar en cierto caballero que no
puede c o m e r por su i n c ó m o d a a r m a d u r a ante la risa contenida del d u e ñ o de la venta-castillo

C/. Pctrucci, Armando, 2001, "Lccr por Iccr, un porvenir para la Icclura", cn Cavallo y Chartier (2001: 591-626).

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(I, 2 , 117), o en cierto escudero p a n z ó n que sólo p u e d e c o m e r frutas secas c u a n d o se e n c u e n ­
tra con unos arrieros (I, 11, 179).
Por último, hay que hacer un alto para revisar el desenlace de la historia. El libro había
q u e d a d o d e s t a p a d o (esto es, sin tapas) en m a n o s de la niña iletrada, quien n o sabía q u é hacer
con él. " Q u i s i e r a saber qué dicen, qué encierran esas misteriosas letras e n e m i g a s . . . " (47).
D e s g r a c i a d a m e n t e , no posee el c o n o c i m i e n t o ni hay un m e d i a d o r dispuesto que descifre para
ella los e n i g m a s de esa escritura, lo cual no le impide desarrollar su personal modus legendi
que " c o m p r e n d e una relación física con el libro, intensa y directa" (Petrucci, 2 0 0 1 ) , nueva­
m e n t e aparece una relación que n o es de lectura y aprendizaje, sino de c o n s u m o . Y hace trizas
el libro. C o n absoluta morosidad lo va cortando en tiras que ata para sostener sus rizos dora­
dos. Este es el fin del primer ejemplar que llegó a Buenos Aires, de Don Quijote de la Mancha.
En síntesis, así ha i m a g i n a d o Manuel Mujica Láinez la llegada al Río de la Plata de la
primera edición, en 1605, de este libro que opera maravillas. ¿ C u á n t o hay de verdad en sus
dichos? N o se sabe con certeza. Sí se p u e d e afirmar que en el B u e n o s Aires colonial el con­
trabando era una práctica habitual y que se ha d o c u m e n t a d o que en la p r i m e r a mitad de 1605
salieron para A m é r i c a cientos de ejemplares de la novela. Un librero de Alcalá, p o r ejemplo,
envió a su socio en L i m a la cantidad de sesenta bultos, de los cuales sólo llegó una parte.
¿ Q u é había ocurrido con el resto? Tal vez no es desacertado afirmar que el Quijote ya había
c o m e n z a d o , de este m o d o , su larga gira americana.

Bibliografía
Barcia, Pedro Luis, 2004, "El Quijote en la Argentina", Boletín de Estudios Hispánicos № 30, mayo.
Cavallo, Guglielmo y Chartier, Roger (comp.), 2001, Historia de la lectura en el mundo occidental,
Madrid, Tauras.
Cervantes Saavedra, Miguel de, 1973, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Buenos Aires, Kapelusz.
—, 2004, Don Quijote de la Mancha, Edición IV Centenario, dir. por F.Rico, Real Academia Española
- Asociación de Academias de la Lengua, Alfaguara..
Cniz, Jorge, 1996, Genio y figura de Manuel Mujica Láinez, Buenos Aires, Eudeba.
Mujica Láinez, Manuel, 1981, Misteriosa Buenos Aires, Buenos Aires, Sudamericana.
Puiggross, Rodolfo, 1973, Historia económica del Río de la Plata, Buenos Aires, Peña Lillo editor.

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