La Constitucion Tomo I - Gaceta
La Constitucion Tomo I - Gaceta
La Constitucion Tomo I - Gaceta
OBRA COLECTIVA
ESCRITA POR 166 DESTACADOS JURISTAS DEL PAÍS
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CO NSTITUCIÓ N
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Directo!
Walter(Miérmz;
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LA CONSTITUCIÓN COMENTADA
Análisis artículo por artículo
TOMOI
TERCERA EDICIÓN
AGOSTO 2015
1,700 ejemplares
PRIMERA EDICIÓN
DICIEMBRE 2005
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
TOTALO PARCIAL
DERECHOS RESERVADOS
D. LEG. N° 822
DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES
Miguel Ángel Salinas Arica
Ciaci i \ Jl Rime \ S A
Angamos Oes tr 526 - MiRArLORrs
Director de la obra
Ljm \ 18 - Perl
Walter G utiérrez Camacho
O MURAL TrLETONK’V (01 ) 710-8900
Colaboradores
T a x : 241-2323
P edro Salas Vásquez
F-mail ■venias^]gaeetajuridica.com.pe
Gabriela O porto Patroni
Luis V ilca C otrina
Luis M iguel Z avaleta R evilla
Imprenta Editorial El Buho E 1R L
Aan Albulo 201 Surquillo
DIEZ AÑOS DESPUÉS
Hace diez años, cuando decidimos elaborar esta obra no pensamos en el éxito que
tendría. Tal vez la aceptación mostrada se deba a la concepción de este trabajo colec
tivo. La idea desde un inicio fue comentar la Constitución a partir no solo de especia
lidades distintas, sino de visiones diferentes de nuestra ley principal. Esto podría pa
recer hasta cierto punto incoherente, pero en realidad no lo es. Si bien la Constitución
es un pacto social, un punto de encuentro de las distintas fuerzas y sectores que convi
ven en una sociedad y, por lo tanto, ha de ser leída e interpretada con una cierta unidad,
también es verdad que en el plano jurídico es un conjunto de cláusulas normativas que
aborda temas diversos, derechos de distinta naturaleza que pertenecen a disciplinas ju
rídicas diferentes y que exigen un tratamiento desde la especialidad para poder ser ca
balmente entendidas y aplicadas.
Una explicación solo desde los parámetros de la disciplina constitucional haría que
el lector pierda, en muchos casos, no solo el concepto técnico desde cada especialidad,
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DIEZ AÑOS DESPUÉS
sino algo más importante, la verdadera “realidad” que la norma constitucional pretende
regular. Ese es el valor de esta obra.
No obstante, si bien los especialistas tienen mucho que aportar en la lectura y expli
cación de la Constitución, no es admisible para entender cabalmente nuestra norma prin
cipal una visión exclusivamente técnica y, por tanto, aislada de los valores y bienes que
esta consagra. Nuevamente, un ejemplo de ello lo hallamos en la Constitución económi
ca; pretender entender la propiedad, la libertad de contratación, la libertad de empresa y
la libertad de mercado prescindiendo de la dignidad de la persona es un error vitando. To
das esas figuras han sido creadas, inventadas por el hombre y carecen de todo sentido sin
el respeto de la dignidad de la persona.
W alter GUTIÉRREZ C.
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POST SCRIPTUM
a la segunda edición
Por otro lado, hay que tener presente que en el Perú se vive, sobre todo desde los
años ochenta del siglo pasado, y más en concreto, desde el año 2000, lo que en su momen
to Favoreu llamó “la constitucionalización del Derecho”, que significa que en la actuali
dad toda rama o disciplina del Derecho tiene que estar atenta a lo que dice la Constitución
y sobre todo lo que a ella pueda afectarla. Y por otro, se ha producido también o -mejor
aún- se ha incrementado la interpretación jurispmdencial de la Constitución, no solo en
sede judicial, sino en el más alto del Tribunal Constitucional. En estos casos, se ha dado,
por cierto, muchos aspectos positivos, pero también no pocos excesos, algunos de los cua
les han terminado interpretando al revés la Constitución, no solo en su sentido profundo,
sino muchas veces literalmente. Y de esto hay que estar consciente. Evidentemente, todo
esto no puede estar en una obra como la presente, pero sí se ha cuidado que esté la más
reciente o significativa línea jurispmdencial debidamente actualizada, para que se pueda
tener una imagen global del entramado constitucional. En cuanto á la jurisprudencia, ella,
como se sabe, es fruto de la interpretación, sobre la cual hay, quizás, demasiada literatu
ra, y sobre la que no puedo extenderme en estas líneas. Pero es bueno tener presente algo
sustancial: que toda interpretación parte del texto y tiene al lenguaje como límite. Si bien
i
POSTSCRIPTUM
es cierto que, dentro de él, caben diferentes posturas. Pero lo importante es, generalmen
te, buscar su sentido, pero sin llegar a torcerle el cuello a las palabras.
No está de más hacer una reflexión adicional, transcurridos dos periodos democráti
cos y uno en curso. Y es el reconocimiento paulatino que ha adquirido la Constitución de
1993 en estos años, legitimándose de esta manera. Y esto parece generalizado, con lo cual,
entiendo que, pese a muy importante argumentación teórica en contra, la vigente Carta
durará, y creo que por un buen tiempo. Esto no descarta las reformas puntuales proyecta
das por muchos y con buena intención, pero que casi no han pasado de un buen empeño.
Pero no nos desviemos de nuestro objetivo, que no es otro que dar la bienvenida a
esta segunda edición de comentarios a nuestra Constitución, la cual no solo presenta me
joras sustanciales, sino formales, como se aprecia en esta magnífica edición en tres grue
sos tomos.
t
PRESENTACION
a la primera edición
Es cierto que habíamos tenido la idea del Diccionario, del cual el clásico sigue sien
do el que a fines del siglo XIX publicó Francisco García Calderón en su segunda y defi
nitiva edición - y del que acaba de hacerse una edición facsimilar- y hubo otros más, an
tes y después.
En materia constitucional hay manuales desde mediados del siglo XIX -empezando
con el de Felipe M asías-y así hasta nuestra época. Hemos tenido manuales recientes como
los de José Pareja Paz-Soldán, Enrique Bemales, Víctor García Toma, Alfredo Quispe Co
rrea o Marcial Rubio Correa -este último a mitad de camino entre el manual y el tratado-
y también diccionarios estimables -como el de Raúl Chanamé Orbe-. Pero nunca antes
se había dado un libro como este, con tantos autores -cien o más según mis cálculos- per
tenecientes a diversas generaciones y a tantas disciplinas y no solo al ámbito constitucio
nal (lo que sin lugar a dudas le da un mayor atractivo y más amplitud).
En otros países existen obras similares a la que ahora presentamos, y podría decirse
que hay una tradición en tomo a ellas. Así, hay varios diccionarios o enciclopedias en los
Estados Unidos (los de K. Hall y la de Philip B. Kurland y R. Lemer); en España, el de
Garrido Falla que circuló ampliamente en la década de los ochenta. Y más recientemente,
los comentarios a las leyes políticas -léase constitucionales- que reedita de continuo Oscar
Alzaga, con una cantidad cada vez mayor de volúmenes. Y sin olvidar los que hay en Italia
f
PRESENTACIÓN
Pero esto que es frecuente en otras partes, aquí no lo es. De hecho, en esta área las
publicaciones realmente académicas son pocas, a diferencia de las que tienen carácter y
veta profesional, que se agotan en varias ediciones y que circulan abundantemente, dan
do fama desmedida a quienes son meros compiladores.
Pero algo así había que hacer y es bueno que una editora de prestigio como Gace
ta Jurídica, con el respaldo entusiasta del Congreso de la República, se haya animado a
hacerlo. Esto es, una obra de dimensiones superlativas, en donde se aborda cada artícu
lo o si se quiere cada tema -pues hay artículos que incluyen varios tópicos en la vigente
Constitución de 1993- que curiosamente y pese a todo pronóstico, se mantiene con vida.
No obstante esto, y más allá de las coyunturas y mientras se mantenga el texto vi
gente, es indudable que la Carta de 1993 debe ser conocida. Y una obra como la presen
te contribuye no solo a eso, sino que además ayudará a nuestros políticos, generalmente
indocumentados en esta materia, pues ya no tendrán excusas para seguir hablando ligera
mente sobre temas sobre los cuales esta obra echa abundantes luces.
****
No se me escapa el hecho de que una obra tan vasta, con tantos colaboradores y, so
bre todo, con tantos temas objeto de tratamiento, muchos de ellos disímiles o poco co
nocidos entre nosotros, presente altibajos. Pero esto es inevitable en obras de esta enver
gadura, y más aún en una primera edición. En lo personal, advierto que algunos autores,
con muy buena fe por cierto, se han extendido más de lo deseable o han tocado aspectos
más allá de lo necesario, y que es el precio que se paga por una primera experiencia. Pero
aun así, el conjunto se presenta armónico, bien hecho, con criterios acertados y referen
cias precisas que serán de utilidad para los lectores. Y sobre todo, que sentarán la necesi
dad para que en el futuro se continúe en esta veta acertadamente iniciada por Gaceta Ju
rídica y sus directivos.
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PRESENTACION
del Presidente del Congreso de la República
a la primera edición
La tarea del Congreso no se agota en dar leyes; detrás de esta y de todas sus funcio
nes se encuentra la obligación de respetar y hacer respetar la Constitución. Pero cualquier
esfuerzo en esta dirección será inútil si el texto y el sentido de nuestra Norma Suprema
es ignorado por quienes tienen que aplicar la ley. De ahí que el primer paso en cualquier
proceso de formación de una sociedad regida por una Constitución sea conocer y com
prender esta norma.
A esta tarea se aboca la monumental obra editada por Gaceta Jurídica y auspiciada
por el Congreso de la República. Se trata de una obra que no tiene precedentes en nuestro
país. No obstante las numerosas Constituciones que hemos tenido durante nuestra vida re
publicana, y a pesar de los prestigiosos juristas nacionales que han estudiado el Derecho
nacional -incluyendo el Derecho Constitucional-, nunca ha existido un esfuerzo multi-
disciplinario como el que ahora se corona con éxito.
Las razones de esta carencia son diversas. Tal vez la primera de ellas sea el hecho
de que por mucho tiempo nuestras Constituciones fueron vistas como un catálogo de buer
ñas intenciones, y no como auténticas normas. Solo recientemente esta realidad ha veni
do cambiando, al punto que hoy se mira la Constitución como una verdadera norma jurí
dica, con efectos vinculantes para los poderes públicos y para los ciudadanos. Ciertamente
solo en esta condición la Constitución adquiere la importancia suficiente para irradiar sus
valores y principios a todas las actividades y normas existentes, de tal forma que el cum
plimiento y respeto de su contenido sean una realidad, y el Estado peruano un auténtico
Estado constitucional de derecho.
Por estas razones, consideramos muy oportuna la salida dé esta obra, que estamos
seguros contribuirá al estudio y aplicación de la Constitución.
12
PRESENTACIÓN
del Presidente de la Comisión de Constitución
y Reglamento del Congreso de la República
a la primera edición ■
Cada vez se hace más evidente el importante papel que juega la Constitución como
principal norma de ordenamiento. En efecto, hoy se reconoce que la Norma Fundamen
tal debe ser respetada y fielmente cumplida no solo por los ciudadanos, sino también por
los poderes públicos.
Pero el respeto no solo es una postura pasiva y de acatamiento. También es una ac
titud activa que debe buscar la difusión de los alcances y la importancia de contar con un
Texto Constitucional. En este escenario, el Congreso de la República del Perú debe ser
uno de los principales promotores de la constitucionalidad en el Estado de derecho, labor
que cumple no solo respetando su contenido, sino también promoviendo su conocimiento.
Entre las diversas bondades de la obra destaca el hecho de que en ella participan no
solo los más destacados constitucionalistas del país, sino también especialistas de diversas
materias jurídicas, economistas, congresistas y otros connotados profesionales que, des
de su particular punto de vista, analizan las instituciones de la Constitución relacionadas
13
t
PRESENTACIÓN
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ABREVIATURAS DE LAS
C O N C O R D A N C IA S
■ INSTRUMENTOS INTERNACIONALES
D.U.D.H................................ Declaración Universal de los Derechos Humanos (10/12/1948)
RI.D.C.P................................Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (16/12/1966)
P.I.D.E.S.C............................ Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (16/12/1966)
C.A.D.H.................................Convención Americana sobre Derechos Humanos (22/11/1969)
P.S.S....................................... Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Dere
chos Económicos, Sociales y Culturales, Protocolo de San Salvador (17/11/1988)
C.D.N.....................................Convención sobre los Derechos del Niño (20/11/1989)
C.I.C.......................................Convención Interamericana contra la Corrupción (29/03/1996)
Convenio N° 151 OIT..........Sobre la protección del derecho de sindicación y los procedimientos para determinar las condicio
nes de empleo en la Administración Pública (07/06/1978)
Convenio N° 169 OIT..........Sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes (27/06/1989)
D. N° 285...............................Decisión N° 285. Normas para prevenir o corregir las distorsiones en la competencia generadas
por prácticas restrictivas de la libre competencia (19/05/1991)
D. N° 351...............................Decisión N° 351. Régimen común sobre derecho de autor y derechos conexos (24/03/1994)
■ i CONSTITUCIÓN Y CÓDIGOS
C.............................................Constitución Política de 1993 (30/12/1993)
C.C..... ....................................Código Civil (D.Leg. N° 295 de 25/07/1984)
C.P..........................................Código Penal (D.Leg. N° 635 de 08/04/1991)
C.P.C...................................... Código Procesal Civil (TUO, R.M. N° 010-93-JUS de 23/04/1993)
C.P.P.............................,........Código Procesal Penal (D.Leg. N° 638 de 27/04/1991)
N.C.P.P.................................. Nuevo Código Procesal Penal (D.Leg. N° 957 de 29/07/2004)
C. de P.P................................. Código de Procedimientos Penales (Ley N° 9024 de 16/01/1940)
C.N.A.....................................Código de los Niños y Adolescentes (Ley N° 27337 de 07/08/2000)
C.P.M.P.................................. Código Penal Militar Policial (D.Leg. N° 1094 de 01/10/2010)
C.T..........................................Código Tributario (TUO, D.S. N° 133-2013-EF de 23/06/2013)
C.P.Ct..................................... Código Procesal Constitucional (Ley N° 28237 de 31/05/2004)
LEYES ORGÁNICAS
L.O.PJ........................ Ley Orgánica del Poder Judicial (TUO, D.S. N° 017-93-JUS de 02/06/1993)
L.O.M.P................................... Ley Orgánica del Ministerio Público (D.Leg. N° 052 de 18/03/1981)
L.O.P.E........................... Ley Orgánica del Poder Ejecutivo (Ley N° 29158 de 20/12/2007)
L.O.B.C.R............................... Ley Orgánica del Banco Central de Reserva del Perú (D.L. N° 26123 de 30/12/1992)
L.O.J.N.E....... .........................Ley Orgánica del Jurado Nacional de Elecciones (Ley N° 26486 de 21/06/1995)
L.O.E....................................... Ley Orgánica de Elecciones (Ley N° 26859 de 01/10/1997)
L.O.RENIEC.......................... Ley Orgánica del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Ley N° 26497 de 12/07/1995)
L.O.O.N.P.E.:......................... Ley Orgánica de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (Ley N° 26487 de 21/06/1995)
L.O.T.C....................................Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (Ley N° 28301 de 23/07/2004)
L.O.C.N.M.......................... .-. Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura (Ley N° 26397 de 07/12/1994)
L.O.D.P.................................. Ley Orgánica de la Defensoria del Pueblo (Ley N° 26520 de 08/08/1995)
LEYES ORDINARIAS
LEYN° 24150.......................Normas que deben cumplirse en los estados de excepción en que las FRAA. asumen el control del
orden interno (07/06/1985)
LEY N° 24656...................... Ley que declara de necesidad nacional e interés social y cultural el desarrollo integral de las co
munidades ( 14/04/ 1987)
LEY N° 24710.......................Establece que la persona procesada, acusada o condenada como autor, cómplice o encubridor que
se encuentre en otro estado, puede ser extraditada (27/06/1987)
15
i
ABREVIATURAS
LEYN° 24973....................... Ley que regula la indemnización por errores judiciales y detenciones arbitrarias. (28/12/1988)
LEY N° 25054........................Ley sobre la fabricación, comercio, posesión y uso por particulares de armas y municiones que no
son de guerra (20/06/1989)
LEY N° 25397....................... Ley de control parlamentario sobre, los actos normativos del Presidente de la República
(09/02/1992)
LEY N° 25593....................... Ley de Relaciones Colectivas (02/07/1992)
LEYN0 26300.......................Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadanos (03/05/1994)
LEY N° 26303....................... Dicta norma para la clasificación e identificación de las Leyes Orgánicas en nuestro ordenamiento
jurídico (05/05/1994)
LEYN0 26329....................... Crean comisión especial encargada de proponer al Presidente de la República, en forma excepcio
nal, concesión del derecho de gracia a intemos procesados (07/06/1994)
LEYN0 26335....................... Ley Orgánica de la Academia de la Magistratura (21/07/1994)
LEYN0 26397....................... Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura (07/12/1994)
LEYN0 26533.;..................... Dictan noimas presupuéstales del Sistema Electoral y establecen casos para resolver conflictos
entre diversos organismos (04/10/1995)
LEYN0 26534....................... Dictan normas sobre la irrenunciabilidad del cargo y funciones incompatibles con el mandato de
Congresista (04/10/1995)
LEYN° 26574....................... Ley de Nacionalidad (11/01/1996)
LEYN0 26641....................... Precisan para el caso de los contumaces, la aplicación y el momento en que opera el principio
jurisdiccional de no ser condenado en ausencia (26/06/1996)
LEYN° 26689....................... Establecen delitos cuyos procesos se tramitarán en la vía ordinaria (30/11/1996)
LEYN° 26702....................... Ley General del Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia
de Banca y Seguros (09/12/1996)
LEY N° 26772....................... Disponen que las ofertas de empleo y acceso a medios de formación educativa no podrán contener
requisitos que constituyan discriminación, anulación o alteración de igualdad de oportunidades o
de trato (17/04/1997)
LEYN0 26775....................... Establece derecho de rectificación de personas afectadas por afirmaciones inexactas en medios de
comunicación social (24/04/1997)
LEYN° 26790....................... Ley de Modernización de la Seguridad Social en Salud (17/05/1997)
LEY N° 26793....................... Ley de creación del Fondo Nacional del Ambiente (22/05/1997)
LEY N° 26821....................... Ley Orgánica para el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales (26/06/1997)
LEY N° 26834....................... Ley de Áreas Naturales Protegidas (04/07/1997)
LEYN0 26839....................... Ley sobre la conservación y aprovechamiento sostenible de la diversidad biológica (16/07/1997)
LEYN0 26842....................... Ley General de Salud (20/07/1997)
LEYN0 26845....................... Ley de Titulación de las Tierras de las Comunidades Campesinas de la Costa (26/07/1997)
LEYN0 26853.......................Establece causal de abandono de la instancia en procesos de Hábeas Corpus y Amparo que ha
tomado conocimiento el Tribunal Constitucional (01/09/1997)
LEYN026856....................... Declara que las playas del litoral son bienes de uso público, inalienables e imprescriptibles y
establecen zona de dominio restringido (08/09/1997)
LEYN0 26864....................... Ley de Elecciones Municipales (14/10/1997)
LEYN0 26889....................... Ley Marco para la Producción y Sistematización Legislativa (10/12/1997)
LEY N° 26979....................... Ley de Procedimiento de Ejecución Coactiva (23/09/1998)
LEYN0 26994....................... Ley que concede beneficios complementarios en los casos de indulto y derecho de gracia conce
didos conforme a la Ley N° 26655 (24/11/1998) .
LEYN0 27037....................... Ley de Promoción de la Inversión en la Amazonia (30/12/1998)
LEYN0 27056....................... Ley de Creación del Seguro Social de Salud (EsSalud) (30/01/1999)
LEY N °27117....................... Ley General de Expropiaciones (20/05/1999)
LEYN0 27157....................... Ley de Regularización de Edificaciones, del Procedimiento para la Declaratoria de Fábrica y del
Régimen de Unidades Inmobiliarias de Propiedad Exclusiva y de Propiedad Común (20/07/1999)
LEYN0 27240....................... Ley que otorga permiso por lactancia materna (23/12/1999)
LEYN" 27342....................... Ley que regula los convenios de estabilidad jurídica al amparo de los Decretos Legislativos
N°s 662 y 757 (06/09/2000)
LEYN0 27365....................... Ley de reforma constitucional que elimina la reelección presidencial inmediata y modifica la
duración del mandato del Presidente, Vicepresidentes y Congresistas de la República elegidos en
las Elecciones Generales de 2000 (05/11/2000)
LEY N° 27375.......................Ley de Interpretación del Artículo 115 de la Constitución Política del Perú (05/12/2000)
LEYN0 27399....................... Ley que regula las investigaciones preliminares previstas en la Ley N° 27379, tratándose de los
funcionarios comprendidos en el artículo 99 de la Constitución (13/01/2001)
LEY N° 27444....................... Ley del Procedimiento Administrativo General (11/04/2001)
LEYN0 27506....................... Ley de Canon (10/07/2001)
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ABREVIATURAS
17
t
ABREVIATURAS
■ DECRETOS LEYES
D. L. N° 22175......................Ley de Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de la Selva y de Ceja de Selva (10/05/1978)
D. L. N° 25475......................Establecen la penalidad para los delitos de terrorismo y los procedimientos para la investigación,
la instrucción y el juicio (06/05/1992)
D. L. N° 25762......................Ley Orgánica del Ministerio de Educación (12/10/1992)
D. L. N° 25891......................Transfieren las funciones y actividades comprendidas en la Ley General de Comunidades Cam
pesinas y en la Ley de Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de las Regiones de Selva y
Ceja de Selva (09/12/1992)
D. L. N° 26005......................Crean el Fondo para la Cultura y las Artes (27/12/1992)
D. L. N° 26092......................Determinan la Autofinanciación de los Colegios Profesionales (28/12/1992)
D. L. N° 26126......................Texto Único Concordante de la Ley Orgánica de la Comisión Nacional Supervisora de Empresas
y Valores (Conasev) (30/12/1992)
■ I DECRETOS LEGISLATIVOS
D. LEG. N° 125.....................Normas sobre Ausencia y Contumacia (15/06/1981)
D. LEG. N° 183.....................Ley Orgánica del Ministerio de Economía y Finanzas (15/06/1981)
D. LEG. N° 276.....................Ley de Bases de la Carrera Administrativa y de Remuneraciones del Sector Público (24/03/1984)
D. LEG. N° 346.....................Ley de Política Nacional de Población (06/07/1985)
D. LEG. N° 441.....................Ley Orgánica de la Secretaría de Defensa Nacional (27/09/1987)
D. LEG. N° 598.....................Crean el Instituto Nacional de Desarrollo de Comunidades Campesinas(Indec), como organismo
de Derecho Público Interno (01/05/1990)
D. LEG. N° 653.....................Ley de Promoción de las Inversiones en el Sector Agrario (01/08/1991)
D. LEG. N° 662.....................Régimen de estabilidad jurídica a las inversiones extranjeras (02/09/1991)
D. LEG. N° 668.....................Medidas destinadas a garantizar la libertad de comercio exterior e interior (14/09/1991)
D. LEG. N° 677.....................Regulan la participación en utilidad, gestión y propiedad de los trabajadores de las empresas que
desarrollan actividades generadoras de Rentas de Tercera Categoría y que están sujetos al régimen
laboral de la actividad privada (07/10/1991)
D. LEG. N° 703.....................Ley de Extranjería (14/11/1991)
D. LEG. N° 708.....................Ley de Promoción de Inversiones en el Sector Minero (14/11/1991)
D. LEG. N° 709.....................Ley de promoción a la inversión privada en predios para arrendamiento (08/11/1991)
D. LEG. N° 713.....................Consolidan la legislación sobre descansos remunerados de los trabajadores sujetos al Régimen
Laboral de la Actividad Privada (08/11/1991)
D. LEG. N° 757.....................Ley Marco para el crecimiento de la Inversión Privada (13/11/1991)
D. LEG. N° 803.....................Ley de Promoción del Acceso a la Propiedad Formal (22/03/1996)
D. LEG. N° 807.....................Facultades, normas y organización del Indecopi (18/04/1996)
D. LEG. N° 818.....................Precisan el inicio de operaciones productivas de empresas que suscriban contratos con el Estado
para la exploración, desarrollo y/o explotación de recursos naturales (23/04/1996)
D. LEG. N° 822.....................Ley sobre el derecho de autor (24/04/1996)
D. LEG. N° 824.....................Ley de lucha contra el narcotráfico (24/04/1996)
D. LEG. N° 882.....................Ley de Promoción de la inversión en la Educación (09/11/1996)
D. LEG. N° 892.....................Regulan el derecho de los trabajadores a participar en las utilidades de las empresas que desarro
llan actividades generadoras de rentas de tercera categoría (11/11/1996)
D. LEG. N° 898.....................Ley contra la posesión de armas de guerra (27/05/1998)
D. LEG. N° 1017...................Ley de Contrataciones del Estado (04/06/2008)
D. LEG. N° 1033...................Ley de Organización y Funciones del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la
Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) (25/06/2008)
D. LEG. N° 1034...................Ley de represión de conductas anticompetitivas (25/06/2008)
D. LEG. N° 1044.................. Ley de Represión de la Competencia Desleal (26/06/2008)
D. LEG. N° 1047...................Ley de Organización y Funciones del Ministerio de la Producción(26/06/2008)
D. LEG. N° 1068.................. Decreto Legislativo del Sistema de Defensa Jurídica del Estado (28/06/2008)
D. LEG. N° 1071...................Decreto Legislativo que norma el Arbitraje (28/06/2008)
D. LEG. N° 1098...................Ley de Organización y Funciones del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables
(20/01/2012)
D. LEG. N° 1129...................Decreto Legislativo que regula el Sistema dé Defensa Nacional (07/12/2012)
D. LEG. N° 1134...................Ley de Organización y Funciones del Ministerio de Defensa (10/12/2012)
D. LEG. N° 1135...................Ley de Organización y Funciones del Ministerio del Interior (10/12/2012)
D. LEG. N° 1137...................Ley del Ejército Peruano (10/12/2012)
D. LEG. N° 1138................. . Ley de la Marina de Guerra del Perú (10/12/2012)
18
t
ABREVIATURAS
■ DECRETOS SUPREMOS
D.S. N° 01-84-ED................ Norma de Organización y Funciones del Instituto Nacional de Cultura (17/01/1984)
D.S. N° 17-84-ED................ Reglamento de Organización y Funciones del Instituto Nacional de Cultura (03/04/1984)
D.S. N° 006-89-IN............... Estructura orgánica de la Policía Nacional (01/04/1989)
D.S. N° 005-90-PCM...........Reglamento de la Carrera Administrativa (18/01/1990)
D.S. N° 068-90-TR............... Reglamento de Organización y Funciones del Instituto Nacional de Desarrollo de Comunidades
Campesinas (09/11/1990)
D.S. N° 011-91-AG.............. El Estado garantiza derecho de propiedad privada sobre la tierra, manteniéndose límites inafecta
bles (31/03/1991)
D.S. N° 068-91-EF............... Permiten la libre tenencia, uso y disposición intema y extema de la moneda extranjera, por las
personas naturales y jurídicas residentes en el país (27/03/1991)
D.S. N° 011-92-TR............... Reglamento de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo (15/10/1992)
D.S. N° 012-92-TR............... Reglamento del Decreto Legislativo N° 713 sobre los descansos remuneradosde los trabajadores
sujetos al régimen laboral de la actividad privada (03/12/1992)
D.S. N° 001-93-PCM...........Fija el Horario de Trabajo de los Servidores de la Administración Pública (08/01/1993)
D.S. N° Ó0Í-94-AG.............. Precisan el marco funcional que corresponde a las Direcciones Regionales Agrarias en cuanto a
las acciones y procedimientos de titulación y deslinde de comunidades (10/01/1994)
D.S. N° 001-96-TR............... Reglamento del TUO de la Ley de Fomento del Empleo (26/01/1996)
D.S. N° 002-97-TR............... Texto Único Ordenado del Decreto Legislativo N° 728, Ley de Formación y Promoción Laboral
(27/03/1997)
D.S. N° 003-97-TR............... Texto Único Ordenado del D.Leg. N° 728, Ley de Productividad y Competitividad Laboral
(27/03/1997)
D.S. N° 004-97-IN............... Reglamento de la Ley de Nacionalidad (28/05/1997)
D.S. N° 006-97-JUS............. Texto Único Ordenado de la Ley N° 26260, Ley de protección frente a la violencia familiar
(27/06/1997)
D.S. N° 009-97-SA............... Reglamento de la Ley de Modernización de la Seguridad Social en Salud (09/09/1997)
D.S. N° 011-97-AG.............. Reglamento de la Ley N° 26505, referida a la inversión privada en el desarrollo de actividades eco
nómicas en tierras del territorio nacional y de las comunidades campesinas nativas (13/06/1997)
D.S. N° 027-97-RE............... Ratifican el “Convenio de Unidroit sobre los Bienes Culturales Robados o Exportados Ilícitamen
te” (03/09/1997)
D.S. N° 112-97-EF............... Texto Único Ordenado de las normas con rango de Ley emitidas en relación a los Ceticos de lio,
Mataranj y Tacna y de Paita (03/09/1997)
D.S. N° 007-98-IN............... Reglamento de Ley que norma la fabricación, comercio, posesión y uso por particulares de las
armas y municiones que no son de guerra (05/10/1998)
D.S. N° 015-98-PCM...........Reglamento de Inscripciones del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (25/04/1998)
D.S. N° 002-99-TR............... Reglamento de la Ley N° 27056, Ley de Creación del Seguro Social de Salud (27/04/1999)
D.S. N° 008-2000-IN...........Reglamento de la Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú (06/10/2000)
D.S. N° 007-2002-TR...........Texto Único Ordenado de la Ley de Jomada de Trabajo, Horario y Trabajo en Sobretiempo
(04/07/2002)
D.S. N° 008-2002-TR...........Reglamento del TUO de la Ley de Jomada de Trabajo, Horario y Trabajo en Sobretiempo
(04/07/2002)
D.S. N° 054-2002-ED..........Reglamento General de la Escuela Nacional Superior de Folklore “José María Arguedas”
(24/12/2002)
D.S. N° 013-2002-SA........... Reglamentó de la Ley del Ministerio de Salud (22/11/2002)
D.S. N° 010-2003-TR........... Texto Único Ordenado de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo (05/10/2003)
D.S. 0 N° 15-2003-JUS........Reglamento del Código de Ejecución Penal (11/09/2003)
D.S. N° 043-2003-PCM....... Texto Único Ordenado de la Ley N° 27806, Ley de Transparencia y Acceso a la Información
Pública (24/04/2003)
D.S. N° 072-2003-PCM....... Reglamento de la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública (07/08/2003)
D.S. N° 156-2004-EF........... Texto Único Ordenado de la Ley de Tributación Municipal (15/11/2004)
D.S. N° 023-2005-SA........... Reglamento de Organización y Funciones del Ministerio de Salud (01/01/2006)
D.S. N° 056-2005-RE........... Declaran de necesidad pública exceptuar de los alcances del artículo 71 de la Constitución Política
19
ABREVIATURAS
20
Constitución
Política del Perú
Por cuanto:
Ha sido ratificado en el referéndum del 31 de octubre de 1993,
el texto constitucional aprobado por el Congreso Constituyen
te Democrático,
EL CONGRESO CONSTITUYENTE DEMOCRÁTICO
Ha dado la siguiente Constitución Política fe l Perú:
PREÁMBULO
El Congreso Constituyente
Democrático, invocando a Dios
Todopoderoso, obedeciendo el mandato del
pueblo peruano y recordando el
sacrificio de todas las generaciones que nos
han precedido en nuestra Patria, ha resuelto
dar la siguiente Constitución:
t
TÍTULO I
DE LA PERSONA Y
DE LA SOCIEDAD
t
TITULO I
DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
CAPÍTULO I
DERECHOS FUNDAMENTALES
DE LA PERSONA
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts.2,3; 44; C .P.Ct: arts. II, 1; C.C.: arts. 1,2 ,5 ,6 a 32,233; C.P.: art. I; C.N.A.:
arts. I, II; D.U.D.H.: art. 1; P.I.D.C.P: arts. 2,10; C.D.N.: arts. 2, 27, 37; C.A.D.H.:
arts. 1,11
27
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Los citados instrumentos son los textos normativos de mayor influjo en el escenario
posbélico para el constitucionalismo mundial. En este contexto, también influenciada por
el humanismo de la posguerra, la Constitución peruana de 1979 hizo referencia a la “per
sona humana” como “fin supremo de la sociedad y del Estado”, prescribiendo además que
“[tjodos tienen la obligación de respetarla y protegerla”.
Pero es recién la Constitución de 1993 la que hace explícita referencia a la dignidad
de la persona, en su artículo 1. Como puede apreciarse, a través de esta disposición nues
tra comunidad política se fija como horizonte máximo “defender” a la persona y además
“respetar su dignidad”. Lo primero, la defensa de la persona, alude básicamente al deber
de reaccionar frente a ataques o menosprecios a cada ser humano, responsabilidad que
recae en agentes públicos y privados (es decir, todos los miembros de la comunidad). Lo
segundo, el respeto a la dignidad humana, es una obligación más amplia, pues podría de
cirse que abarca lo anterior -la protección para las personas-, aludiendo además a su li
bertad plena o real, a su desarrollo, a su realización conforme a sus planes de vida. Por lo
tanto, se advierte que el elemento clave de este artículo es la dignidad humana, más aún,
las exigencias que derivan de su contenido y el respeto que demanda.
Ahora bien, dada su gran importancia jurídica y política, conviene preguntamos, ¿qué
significa dignidad humana? Su contenido y significado no es para nada claro, pués son
diversas las formas de entenderlo. En lo que sigue nos referiremos a los cuatro concep
tos de dignidad más relevantes para el constitucionalismo y las filosofías política y mo
rales contemporáneas.
28
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.l
el sustrato normativo de la igual dignidad de cada ser humano que los derechos humanos
únicamente precisan con más detalle”(I)-
“[Ojbra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solo como un medio”1(2).
Desde esta perspectiva, la dignidad viene a ser un mandato para no ver ni utilizar a
otros hombres como si fueran meros instrumentos, es decir, como medios para obtener
otros fines. Que el ser humano es un fin en sí mismo significa que este tiene valor per se
y no puede ser abusado, “cosificado” o eliminado por el interés, el beneficio o el capri
cho de otros seres humanos. Así, cabe afirmar también que el valor de los seres humanos
no radica en un precio, intercambiable, sino en una dignidad, única. En palabras del pro
pio Kant: “Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio
lo que se halla por encima de todo precio y, por lo tanto, no admite nada equivalente, eso
tiene una dignidad”(3).
(1) HABERMAS, Jürgen. “El concepto de dignidad humana y la utopía realista de los derechos humanos”. En:
Diánoia. Vol. LV, N° 64, Fondo de Cultura Económica, México, mayo de 2010, p. 7. La tesis de Habermas es
que “siempre ha existido -aunque inicialmente de modo implícito-un vínculo conceptual intemo entre los
derechos humanos y la dignidad humana”; así, la dignidad no sería simplemente una característica común
a estos derechos, sino antes bien “constituye la ‘fuente’ moral de la que todos los derechos fundamentales
derivan sus sustento” (Ibídem, p. 6 y ss.).
(2) KANT, Inmanuel. Fundamento de la metafísica de las costumbres. Excelsior N° 146, Ercilla, Santiago de
Chile, 1939, p. 48.
(3) Ibídem, p. 54.
(4) Teoría de la Objektformel o “fórmula del objeto”, que alude a la cosificación de la persona humana.
29
ART.l DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
categoría de objeto, a un simple medio para otros fines, a una cantidad reemplazable”®.
Asimismo, en un reciente y conocido caso -precisamente vinculado a la dignidad y a la
posible instmmentalización de vidas humanas- el Tribunal Constitucional Federal ale
mán ha precisado que “el deber de proteger la dignidad humana excluye (...) con carácter
general hacer de la persona un mero objeto del Estado (...). De esta forma, está prohibi
do por antonomasia todo trato de la persona por parte del poder público que ponga fun
damentalmente en duda su calidad de sujeto, su estatus como sujeto de Derecho (...), fal
tando al respeto del valor que corresponde a todo ser humano por sí mismo, por el mero
hecho de ser persona (...)”5(6)789.
Así las cosas, ha sido difícil intentar dar contenido a esta noción. Teniendo en cuenta
“que la persona individual es frecuentemente objeto de medidas por parte del Estado, sin
que por ello se esté violando siempre su dignidad”, se ha considerado, por ejemplo, “que
solo se da una violación de la dignidad de la persona cuando al tratamiento como objeto
se suma una finalidad subjetiva. Solo cuando el tratamiento constituye ‘expresión del des
precio’ de la persona”®. En similar sentido, y desde una perspectiva algo más amplia, se
ha sostenido que la dignidad hace referencia a la protección de toda persona frente a “la
degradación, la estigmatización, la persecución, la proscripción y otras conductas simi
lares por parte de terceros o del propio Estado”(10), es decir, no respecto a cualquier agre
sión, sino a aquellas especialmente humillantes e injustas.
(5) Según DÜRIG, Günter. “Der Grundrechtssatz von der Menschenwürde”. En: AóR, 81,1956, p. 127. Citado
por GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, Ignacio. Dignidad de la persona y derechosfundamentales. Marcial Pons,
Madrid, 2005, p. 29 (nota 25).
(6) Sentencia del Tribunal Constitucional Federal alemán del 15 de febrero de 2006, sobre la Ley de Seguridad
Aérea (BVerfGE 115,118 <C.II.2.b.aa>).
(7) Es el caso de la colisión entre derechos fundamentales o principios, lo que revela su carácter “derrotable”,
y que suele ser resuelto a través de la llamada ponderación de bienes.
(8) MAIHOFER, Wemer. Estado de Derecho y dignidad humana. BdF, Buenos Aires, 2008, p. 10.
(9) Vide VON MÜNCH, Ingo. “La dignidad del hombre en el Derecho Constitucional” . En: Revista Española
de Derecho Constitucional. Año 2, N° 5, Centro de Estudios Constitucionales, mayo-agosto de 1982, p. 20.
Esto es lo que habría resuelto el Tribunal Constitucional Federal alemán en BVerfGE, 20, 1 y ss. <26>.
(10) BVerfGE 115, 118, loe. cit.
30
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
La dignidad como mandato de no instrumentalización, entonces, tal vez puede ser me
jor concebido como una obligación de respeto mínimo; de esta manera, la dignidad plan
tearía un umbral mínimo de trato que merece toda persona. Al respecto, Ronald Dwor-
kin señala sobre la dignidad humana:
(11) DWORKIN, Ronald. El dominio de la vida. Una discusión acerca del aborto, la eutanasia y la libertad
individual. Ariel, Barcelona, 1998, p. 305.
(12) Ibídem, p. 309.
(13) Que es como Nozick concibe a los derechos individuales. Para él, la segunda formulación del imperativo
categórico kantiano significa que las personas no pueden ser sacrificadas ni utilizadas para lograr fines
de otros, lo cual sustenta en parte su particular liberalismo. NOZICK, Robert. Anarquía, Estado y utopía.
Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p. 40; cfr. DIETERLEN, Paulette. “Kant y el pensamiento
liberal contemporáneo”. En: Diánoia. Vol. XXXI, N° 31, Fondo de Cultura Económica, México, 1985,
pp. 76-77.
(14) NOZICK, Robert. Anarchy, State and Utopia. Basil Blackwell, Oxford, p. 29 y ss., citado por GARZÓN
VALDÉS, Ernesto. “¿Cuál es la relevancia moral del concepto de dignidad humana?”. En: Tolerancia,
dignidad y democracia. Fondo Editorial Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Lima, 2006, p. 242.
31
t
ART.l DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
parámetro mínimo respecto del trato que merecen las personas (nadie puede ser instru-
mentalizado ni tratado de modo indigno).
En atención a su carácter igualitario se reconoce que los seres humanos son, cuando
menos, iguales en dignidad0 6). Así, independientemente de nuestras diferencias de todo
tipo, las personas compartirían entre sí una dignidad esencial. Se afirma, en el mismo sen
tido, que todas las personas son igualmente dignas, lo que significa que ningún ser huma
no vale más que otro°7).
Ahora bien, existen diferentes enfoques en tomo a esta idea de dignidad inherente.
Por ejemplo, se ha explicado que una fuente principal de esta idea de dignidad es cristia
na. Así, desde esta posición se señala que todos somos hijos de Dios, fuimos creados a su
imagen y semejanza, y colocados en este mundo como seres superiores de la creación, por
(15) BENDA, Ernesto. “Dignidad humana y derechos de la personalidad”. En: BENDA; MAIHOFER; VOGEL;
HESSE y HIEDE. Manual del Derecho Constitucional. Instituto Vasco de Administración Pública-Marcial
Pons, Madrid, 1996, p. 118.
(16) GARZÓN VALDÉS, Ernesto. O b.cit.,pp. 261 y 274.
(17) Esta idea, desde luego, no alude a una igual “cantidad” de dignidad, sino a una misma “cualidad” de sujeto
digno (ahora bien, existen posiciones que consideran que la dignidad tendría grados, vinculados a la mayor
o menor “humanidad”, o a la dignidad entendida como valoración social de una persona).
32
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
lo que existe en nuestra naturaleza algo que nos identifica a todos por igual(18) y, a la vez,
nos hace distintos de los demás animales y cosas(19).
Por último, esta idea de dignidad en muchas ocasiones está vinculada a formas de es-
pecismo -es decir, el trato diferente atendiendo a la especie animal a la que se pertene
ce-, al reducir las exigencias morales o éticas al ámbito de lo humano. Al respecto, ya
que este planteamiento se basa en una supuesta naturaleza de la especie humana, suele
aludir a dogmas seudocientíficos o trascendentes, pero no a argumentos morales, es de
cir, referidos a auténticas razones para la acción. Desde esta perspectiva, se considera que
“[tjitulares de la dignidad humana son todos los seres que han sido procreados por perso
nas humanas”(21) o los miembros de la especie homo sapiens, sacralizándose de esta forma
todo ámbito humano en perjuicio de otras especies(22), sin que se discuta o cuestione las
razones morales a favor de su protección.
(18) SALDAÑA, Javier. “La dignidad de la persona. Fundamento del derecho a no ser discriminado
injustamente”. En: Derecho a la no discriminación. Carlos de la Torre Martínez (coordinador). UNAM -
Consejo Nacional para prevenir la discriminación - Comisión de derechos humanos del Distrito Federal.
r México DF, 2006, pp. 69-70.
(19) GONZÁLES PÉREZ, Jesús. La dignidad de la persona. 2a edición, Civitas, Madrid, 2011, pp. 28-30.
(20) “Cosas hay que son debidas al hombre por el solo hecho de ser hombre (...)”. MARITAIN, Jacques. Los
derechos del hombre y la ley natural. Pléyade, Buenos Aires, s/f, p. 70; en similar sentido, vide la definición
de derechos humanos de CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “La interpretación iusfundamental en el marco
de la persona como inicio y fin del derecho”. En: Juan Manuel Sosa Sacio (coordinador). Pautas para
interpretar la Constitución y los derechos fundamentales. Gaceta Jurídica, Lima, 2009, p. 31 y ss.
(21) STARCK, Christian. “Introducción a la dignidad humana en el Derecho alem án”. En: Anuario
Iberoamericano de Justicia Constitucional. N° 9, Madrid, 2005, p. 491.
(22) Vide SINGER, Peter. “Ética más allá de la especie”. En: Teorema. Revista internacional de Filosofía. Vol
XVIII, N° 3, 1999, p. 5 y ss.
33
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, Carlos Santiago Niño expresó que la personalidad moral (aquella que
permite ser titular de derechos humanos) requiere, entre otras propiedades(26), autoconcien-
cia y, más aún, capacidad para adoptar decisiones y consentir las consecuencias de los
propios actos(27). Para este pensador argentino precisamente en esto consiste el “principio
de dignidad de la persona”, uno de los fundamentos de los derechos básicos(28).
En efecto, para Niño el principio de dignidad está referido a que toda'persona debe ser
tratada según sus decisiones, intenciones o manifestaciones de consentimiento(29): “le per
mite a la persona tener en cuenta decisiones o actos deliberados de individuos como una
base suficientemente válida para contraer obligaciones, asumir responsabilidades o perder
derechos”(30). Esto plantea un matiz al entendimiento clásico de la dignidad como prohi
bición de instrumentalización, sin más, que tratamos líneas arriba. Así -señala Niño-, si
bien la autonomía personal no debe ser instrumentalizada para beneficiar la autonomía de
otros o de la comunidad, hay circunstancias en las que los individuos se colocan volun
tariamente en supuestos en los que su autonomía se verá restringida a favor del resto. Es
el caso, por ejemplo, de quienes cometen delitos a sabiendas dé que merecerán una pena.
Como señala Niño, estos “no están legitimados para sostener que están siendo utilizados
como meros medios porque ellos han acordado asumir sus responsabilidades y ser casti
gados cuando voluntariamente cometieran un delito sabiendo que la responsabilidad es
una consecuencia necesaria y normativa del acto”.
.En suma, desde esta perspectiva, el respeto a la dignidad de la persona implica respe
tar a los individuos -e n tanto que sujetos racionales y moralmente autónomos- en lo que
deciden, reconociendo así su responsabilidad y atribuyéndole las consecuencias de las re
laciones normativas en las que participan conscientemente.
4. ' La dignidad como aspiración normativa (la dignidad como “deber ser”)
Desde esta perspectiva, la dignidad humana no aparece como algo dado o determi
nado,. sino que es una exigencia moral para toda la humanidad. Efectivamente, es un de
ber ser: algo que debe alcanzarse, una interpelación para toda la comunidad política, una
prescripción. Para Gregorio Peces-Barba, se trata de “un deber ser fundante que explica
los fines de la ética pública política y jurídica, al servicio de ese deber ser”, en tal senti
do, “la dignidad no es un rasgo o una cualidad de la persona que genera principios y dere
chos, sino un proyecto que debe realizarse y conquistarse”(31). O, como sostiene Norber-
to Bobbio, “Que los seres humanos nacen libres e iguales [en dignidad y derechos] quiere
decir én realidad que deben ser tratados como si fuesen libres e iguales. La expresión no
es la descripción de un hecho, sino la prescripción de un deber”(32).
Desde una perspectiva análoga, puede considerarse también que la dignidad no es algo
que describa al ser humano (o algo propio de él), sino más bien es algo que se le atribuye,
es decir, constituye una adscripción. Al respecto, afirma Garzón Valdés: “Decir que todo
ser humano posee dignidad no es, desde luego, lo mismo que decir, por ejemplo, que todo
ser humano posee un determinado número de cromosomas. El concepto de dignidad hu
mana tiene un carácter adscriptivo. Expresa uña evaluación positiva, en este caso moral
(...) Adscribirle dignidad al ser humano viviente es algo así como colocarle una etiqueta
de valor no negociable, irrenunciable, inelimiriable e inviolable, que veda todo intento de
auto o heterodeshumanización”(33).
(31) PECES-BARBA, Gregorio. La dignidad de la persona desde la Filosofía del Derecho. Instituto de Derechos
Humanos “Bartolomé de las Casas”, Universidad Carlos III de Madrid, Dykinson, Madrid, 2003, p. 68.
(32) BOBBIO, Norberto. El tiempo de los derechos. Sistema, Madrid, 1991, p. 61.
(33) GARZÓN VALDÉS, Ernesto. Ob. cit., p. 260. Ahora bien, Ernesto Garzón en su texto plantea
consideraciones que le ubicarían en otra de las nociones que venimos explicando, por ejemplo, al hacer
recaer la dignidad únicamente en “todo ser que pertenezca a la especie humana”, con lo cual incurriría en
cierto especismo (al que nos referimos antes).
35
#
ART.l DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
II. Dignidad hum ana como valor superior, principio y derecho cons
titucionales
(34) DE ASÍS, Rafael. Escritos sobre derechos humanos. ARA, Lima, 2005, p. 71.
(35) GARZÓN VALDÉS, Ernesto. Ob. cit., p. 273.
(36) Cfr. HABERMAS, Jürgen. Ob. cit., p. 8.
(37) BENDA, Ernesto. Ob. cit., p. 136, quien cita el principio esperanza.
36
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
coexistir estas distintas posturas sobre e l significado de dignidad, sin que se tome muy en
cuenta las complicaciones tanto ideales como prácticas qüe ello acarrea.
Tal imprecisión en tomo a su significado hace que la dignidad humana corra el peligro
de significar nada específico o muy poco(38); o, peor aún, que su contenido pueda ser lle
nado de manera subjetiva y hasta arbitraria, a través de juicios valorativos personales(39).
Además, el uso excesivo de este concepto (no solo en el ámbito jurídico(40)) lo desgasta en
demasía, pudiendo incluso hacerse irrelevante por cotidiano. Asimismo, la dignidad hu
mana, por asentarse generalmente en ideales morales y metafísicos, con pretensiones uni
versales y atemporales irrebatibles, puede hacer difícil compatibilizar formas diversas de
entenderla -incluso el aceptar alguna de ellas- teniendo en cuenta que existen contextos
culturales muy disímiles entre sí.
(38) Cfr. OTERO PARGA, Milagros. Dignidad y solidaridad: Dos derechos fundamentales. Porrúa, México
D.F., pp. 23 y 24.
(39) Cfr. HOERSTER, Norbert. En defensa del positivismo jurídico. Gedisa, Barcelona, 1992, p. 96 y ss.
(40) Cfr. VON MÜNCH, Ingo. Ob. cit., pp. 11-14. •
(41) DÍAZ REVORIO, Francisco Javier. Los valores superiores-e interpretación constitucional. Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, p. 114.
(42) Ibídem, p. 255 y ss.
(43) STC Exp. N° 0050-2004-AI/TC y otros (acumulados), f. j. 106.
37
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Con lo anotado, al tener la dignidad una carga axiológica evidente, y no expresar di
rectamente mandatos jurídicos determinados, puede considerársele un valor superior cons
titucional. Al tratarse del valor más importante para el constitucionalismo contemporáneo
es que, luego, le derivan obligaciones concretas (por ejemplo, bajo la forma de principios
y derechos constitucionales).
De otra parte, los valores constitucionales superiores tienen algunas funciones sin
gulares, señaladas por la doctrina, como las de (1) fundamentar o dar sustento valorati
vo a las demás normas y a las actuaciones del poder público -incluso de la sociedad y los
particulares, en general-; (2) orientar los fines, alcances e interpretación de las normas y
las políticas públicas; (3) frenar toda norma o actividad que los contravenga abiertamen
te, o que se aparte de ellos trasgrediendo su sentido; y también (4) ser fuente de produc
ción normativa.
En el caso de la Constitución peruana, a partir del artículo 1 -aunque también del 3(45)-
la dignidad humana plantea una imagen de ser humano(46) que se irradia al ordenamiento
y los poderes públicos en su conjunto y, a la vez, constituye la piedra angular en la que se
fundamenta la existencia y el quehacer de nuestra comunidad política(47).
(44) ATIENZA, Manuel y RUIZ MAÑERO, Juan. Las piezas del Derecho, Teoría de los enunciados jurídicos.
Ariel, Barcelona, 1996, p. 131.
(45) Constitución Política del Perú
“Artículo 3.- La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye los demás que la
Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hom bre, o en
los principios de soberanía del pueblo, del Estado democrático de derecho y de la forma republicana de
gobierno” (el resaltado es nuestro).
(46) Cff. STC Exp. N° 00017-2008-PI/TC, ff. jj. 1 y 4; cff. BENDA, Ernesto. Ob. cit,. pp. 119-120.
(47) Es considerado “fundamento de toda comunidad humana” en VON MÜNCH, Ingo. Ob. cit., pp. 28-30, y
“fundamentadora del orden político” en BATISTA J. Femando. “La dignidad de la persona en la Constitución
española: naturaleza jurídica y funciones”. En: Cuestiones Constitucionales. UNAM, México D. F., enero-
junio de 2006, pp. 17-19.
(48) STC Exp. N° 06730-2006-PA/TC, f. j. 9.
38
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
de manera complementaria que: “[E]l pfincipio.de dignidad (...), en cuanto el valor central
de la persona impone que sus derechos fundamentales proyecten también su efecto regula
dor al ámbito de la sociedad y de la propia autonomía privada. La dignidad de la persona
trae así consigo la proyección universal, frente a todo tipo de destinatario, de los derechos
fundamentales, de modo que no hay ámbito social que se exima de su efecto normativo
y regulador, pues de haber alguno, por excepcional que fuese, significaría negar el valor
normativo del mismo principio de dignidad”(49).
39
f
ART.l DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
objetos del Derecho o al servicio del Estado(55). Incluso, debido a la posición privilegiada
en la que se encuentra en los ordenamientos y en el constitucionalismo contemporáneo,
la dignidad humana ha sido considerada como intangible, y como prevalente o jerárqui
camente superior frente a otros bienes jurídico-constitucionales.
M andato de respetar y proteger la dignidad hum ana: Proteger y respetar son dos
obligaciones clásicas del Estado con respecto a los derechos humanos. Si bien algunos or
denamientos -com o el alemán- prescriben expresamente tales obligaciones de protección
y respeto a la dignidad humana(56), estos mandatos pueden deducirse sin problema de lo
señalado en el artículo 1 de nuestra Constitución, entendiendo a la dignidad como míni
mo de consideración o respeto que merece toda persona (en tal sentido, se proscriben
tratos degradantes, situaciones indignantes, humillaciones) o como m andato de no ins-
trum entalización (así, nadie puede ser tratado como mero medio u objeto). -
A efectos prácticos, lo indicado implica que el poder público (al legislar, gobernar, ad
ministrar, impartir justicia, etc.) y la sociedad (ciudadanos, poderes privados, sociedad ci
vil organizada) no pueden lesionar ni poner en riesgo la dignidad de las personas (obliga
ción de respetar); además, deben hacer lo propio para defender la dignidad frente a daños
o amenazas, y para revertir las afectaciones ocurridas (obligación de proteger).
M andato de m axim izar la existencia hum ana digna: De otra parte, a partir de no
ciones de dignidad vinculadas a la consideración o trato que merece la persona hu
m ana por ser tal, o a las exigencias de justicia consideradas inmanentes a ella, existe
un mandato -que recae especialmente en el Estado, pero no es ajeno a los particulares-
de hacer los esfuerzos necesarios para que toda persona pueda vivir en condiciones dig
nas, asimismo, para que no caiga en situaciones de precariedad o debilidad inaceptables.
(55) HABERLE, Peter. E l Estado Constitucional. Ob. cit., p. 171; LANDAARROYO, César. “Dignidad de la
persona”. En: Cuestiones Constitucionales. N° 7, México D. F., 2002, p. 129.
(56) Ley F undam ental alem ana
“Artículo 1 ( 1 ) La dignidad humana es intangible. Respetarla y protegerla es obligación de todo poder
público (...)” (el resaltado es nuestro).
40
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
Es más, si la dignidad no. es mirada tan solo -como un “umbral, mínimo” de humani
dad sino incluso como una exigencia vinculada al desarrollo pleno de cada persona,, se
entiende que existe también una obligación de asegurar y fortalecer las autonomías per
sonales, y hasta de promover y permitir que cada persona elija y realice su plan de vida,
debiéndosele proporcionar (básicamente desde el Estado) las prestaciones necesarias, así
como implementarse los mecanismos y las instituciones que lo hagan posible(57). El Tri
bunal Constitucional ha puesto énfasis en la vinculación de ambas garantías (satisfacción
de necesidades básicas / optimización de la autonomía personal), señalando que “el prin-
cipio-derecho de dignidad humana (...) está orientado a la cobertura de una serie de nece
sidades básicas que permitan garantizar la autonomía moral del ser humano y el libre de
sarrollo de su personalidad”(58).
En primer lugar, se trata de un derecho atribuible a toda persona, lo que prima facie
aludirá a todo ser humano. Desde luego, la principal duda que surge al respecto es cuán
do estamos ante una vida humana, es decir, desde cuándo empieza y hasta cuándo dura.
No podremos discutir acá suficiente sobre ello, aunque sí corresponde plantear los princi
pales temas. Con respecto al no nacido, surge la duda si se trata de una persona humana
considerando que aún no tiene personalidad moral, pero, al mismo tiempo, ya es un sujeto
que pertenece a la especie humana. Sin perjuicio de la posición que se tome al respecto, la
Constitución considera al no nacido sujeto de derechos, resultando necesario, además, te
ner en cuenta que estos, a su vez, no son irrestrictos, sino que pueden ser ponderados con
otros bienes (como ocurre con cualquier derecho). Respecto al fin de la existencia huma
na: esta cesa con la muerte, cuando menos la muerte encefálica o cerebral, que implica
41
r
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
que el cerebro deja de funcionar por completo, sin perjuicio de que subsista el funciona
miento de otros órganos por medios artificiales. Ahora bien, tras el deceso es posible que
subsistan algunos derechos o titularidades, pero estás no tienen relación con una supues
ta “dignidad humana” del fallecido. Eso sí, ni las personas jurídicas ni las entidades de
Derecho Público poseen esta dignidad y, por ende, tampoco la titularizan como derecho.
De otra parte, como ya hemos señalado, las obligaciones que se desprenden de la dig
nidad humana están dirigidas tanto al poder público como a los poderes privados e inclu
so a cada ciudadano. Todos, sin excepción, tienen el deber constitucional de respetar y
defender la dignidad de la persona humana. Asimismo, su optimización y promoción, si
bien vincula a todos, es un mandato dirigido principalmente al poder público.
Obligación de no instru m entalizar: Implica que ninguna persona puede ser trata
do como mero medio para lograr fines ajenos, ni ser rebajado a la condición de objeto.
La idea de “mero medio” indica que no estamos ante situaciones en las que, por coope
ración o voluntad, una persona sirve o ayuda a otra, sin ser forzada, sometida o utilizada
como un simple instrumento. Lo anotado implica que, a contrario sensu, las situaciones
en las que uno se coloca voluntariamente no son contrarias al derecho a la dignidad. De
otra parte, es claro que a quienes practiquen lesiones graves contra la dignidad humana,
por ejemplo a través de la comisión de delitos de lesa humanidad, les corresponden casti
gos más severos (incluso la pérdida de beneficios y gracias)(60)61.Al mismo tiempo, tenemos
que ningún castigo, por drástico que merezca ser, puede contravenir la dignidad huma
na, en tal sentido, no es posible la imposición de medidas crueles, degradantes o inhuma
n a s ^ . Al respecto, el Tribunal Constitucional tiene señalado que “[l]a condición digna
es consustancial a toda persona y el hecho de que esté restringido el derecho a la libertad
cómo consecuencia de una sanción penal, por más abominable y execrable que haya sido
el hecho que motivara su aplicación, nunca enervará o derogará el núcleo fundamental de
la persona, su dignidad”(62).
Obligación de optim izar la existencia hum ana digna: Toda persona debe ser pro
movida en el desarrollo de su existencia, inicialmente a través de la satisfacción de sus
necesidades básicas, pero inclusive previéndose las prestaciones necesarias para que cada
persona elija su propio plan de vida y lo pueda llevar a cabo.
Como señala Benda, la dignidad no solo proscribe el trato arbitrario, sino incluso
es garantía de existencia material para las personas, lo que implica la actuación positi
va del Estado para procurar un “mínimo existencial”. De esta manera, “quienquiera que
(60) Cfr. SSTC Exps. N°s 0012-2010-PI/TC, f. j. 46; 0024-2010-PI/TC, f. j. 67 (siguiendo diversa jurisprudencia
de la Corte Interaraericana de Derechos Humanos).
(61) SSTC Exps. N°s 0010-2002-AI/TC, f. j. 220 y ss.; 01429-2002-HC/TC, f. j. 5 y ss.
(62) STC Exp. N° 0 1429-2002-HC/TC, f. j. 11.
42
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
por causas ajenas a su voluntad, caiga en situación de necesidad posee un derecho públi-.
co subjetivo a asistencia”(63).
URISPRUDENC1A RELACIONADA
La dignidad hum ana constituye un mínim um invulnerable que debe ser respetado en
toda limitación que se im ponga al ejercicio de los derechos fundamentales: STC Exp.
N° 00020-2012-PI/TC (f. j. 75).
La dignidad hum ana constituye tanto un principio como un derecho fundamental: STC
Exp. N° 02273-2005-PHC/TC (f.j. 10).
La interpretación de la Constitución debe realizarse de manera tal que los derechos fun
damentales por ella reconocidos sean verdaderas manifestaciones de la dignidad humana:
STC Exp. N° 00030-2005-PI/TC (f. j. 22).
jj La dignidad hum ana debe tener participación m edular en la determinación del contenido
esencial de los derechos fundamentales: STC Exp. N° 01417-2005-PA/TC (f.j. 21).
El Estado debe asegurar las condiciones mínimas para una vida acorde con el principio-
derecho de dignidad humana: STC Exp. N° 01417-2005-PA/TC (f. j, 19).
jj Trato cruel a animales en espectáculos públicos es contrario a la ética y dignidad, así como
a la naturaleza racional y emotiva del propio ser humano: STC Exp. N° 00042-2004-AI/
TC (f.j. 28).
jj Examen del polígrafo podría afectar el valor de dignidad humana si su realización no tiene
una justificación razonable y proporcional: STC Exp. N° 00273-2010-PA/TC (ff. jj. 2 y 3).
B IB L IO G R A F ÍA
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ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
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44
A r tíc u lo 1 D e fe n s a d e la p e r s o n a
La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad
son elfin supremo de la sociedad y del Estado.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arte. 2,3; 44; C.P.CL: arte. II, 1; C.C.: arte. 1,2,5,6 a 32,233; C.P.: art. I; C.N.A.:
arts. I, II; D.Ü.D.H.: art. 1; P.I.D.C.P: arts. 2, 10; C.D.N.: arts. 2, 27,37; C.A.D.H.:
arte. 1,11
El Derecho fue creado para proteger, en última instancia, la libertad personal, a fin de
que cada ser humano, dentro del bien común, pueda realizarse en forma integral, es de
cir, pueda cumplir con su singular “proyecto de vida”, el mismo que es el resultante de la
conversión de su libertad ontológica en acto, conducta o comportamiento. El Derecho pre
tende, a través de su dimensión normativa eliminar, hasta donde ello sea posible, los obs
táculos que pudieran impedir el libre desarrollo del personal “proyecto de vida”, es decir,
de lo que la persona desea ser y hacer en su vida(1). El Derecho es, por ello, un instrumen
to liberador de la persona. De ahí que es deber genérico de toda persona, que subyace en
toda norma jurídica, el de no dañar al prójimo, ya sea en su unidad psicosomática, en su
libertad proyectiva o en su patrimonio.
Por lo expuesto, el axioma jurídico que preside cualquier ordenamiento jurídico pres
cribe “que toda conducta intersubjetiva está permitida, salvo que se halle expresamente
prohibida por dicho ordenamiento jurídico o atente contra el orden público o las buenas
costumbres”. El prius del Derecho es, pues, la libertad. Lo prohibido, en cuanto se trata
de una conducta injusta o ilícita, es la excepción.
(1) El segundo párrafo del artículo 3 de la Constitución italiana de 1947 es muy elocuente al respecto cuando
enuncia que: “Es deber de la República remover los obstáculos de orden económico y social, que, limitando
de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana
y la efectiva participación de todos los trabajadores en la organización política, económica y social del
país”. Es pues deber del Estado la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad, para lo cual
debe utilizar el ordenamiento jurídico como un válido instrumento para coadyuvar a la remoción de dichos
obstáculos.
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Es importante conocer previamente lo que “es” la persona humana para saber, lue
go, qué es lo que la sociedad y el Estado están obligados a defender, a proteger. La perso
na humana o ser humano es, en síntesis y a la altura de nuestro tiempo, una “unidad psi-
cosomática constituida y sustentada en su libertad”. El ente “persona humana” tiene, así,
una estructura dentro de la cual se puede distinguir el soma -o cuerpo en sentido estric
to - y la psique. Se trata de una “unidad” por cuanto todo lo que afecta al cuerpo en senti
do estricto repercute, de alguna manera y magnitud, en la psique y, viceversa, todo lo que
afecta a la psique repercute en el soma o cuerpo.
La libertad es lo que permite al ser humano constituirse como un ser dotado de una
dimensión espiritual. Ser libre significa tener permanentemente que elegir(3), que proyec
tar y para elegir hay que preferir entre las múltiples opciones con que se cuenta para vivir
la vida, es decir, para determinar el destino personal, para decidir sobre el singular “pro
yecto de vida”.
Pero, para preferir, la persona debe valorar cada una de las opciones con las que cuen
ta a fin de decidirse por alguna de ellas para proyectar su vida. El ser humano es el único
ente estimativo, es decir, el que posee la capacidad de vivenciar valores. Los valores son
(2) Si bien el antecedente sobre la calidad ontológica propia de la persona humana la encontramos en el cristia
nismo y en algunos precursores, como Kant o Kierkegaard, su desarrollo fue asumido por la escuela de la
filosofía de la existencia. Así, Jean Paul Sartre expresa que “la libertad no es un ser: es el ser del hombre”
(El ser y la nada. Tomo III, Editorial Ibero-Americana, Buenos Aires, 1949, p. 20). Xavier Zubiri, por su
parte, afirma que “la libertad es la situación ontológica de quien existe desde el ser” (Naturaleza, Historia,
Dios. Editorial Poblet, Buenos Aires, 1948, p. 343). Gabriel Marcel sostiene que “en última instancia, decir
‘soy libre’ es decir ‘soy yo” {El misterio del ser. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1953, p. 296).
(3) Sartre expresa, refiriéndose a los seres humanos, que “de hecho somos una libertad que elige, pero no
elegimos ser libres: nosotros estamos condenados a la libertad” (Ob. cit., p. 84).
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
“en” y “para” la vida del hombre y, como está dicho, a través de ellos se ingresa al mun
do del espíritu, que es privativo del ser humano. El significado preponderante del concep
to “persona” que se atribuye al ser humano es, precisamente, el que se constituye como
el único animal mamífero que es “espiritual” por cuanto es un ser libertad. Es esta cali
dad ontológica la que lo hace único, singular, irrepetible, idéntico a sí mismo, estimativo,
proyectivo, no estandarizado, responsable.
(4) Como expresa Xavier Zubiri “existir es existir ‘con’ -con cosas, con otros, con nosotros mismos-. Este
‘con’ pertenece al ser mismo del hombre: no es un añadido suyo” (Ob. cit., p. 373). Por su parte, Martin
Heidegger enfatiza que “es inherente al ser del ‘ser ahí’ el irle en su ser mismo el ‘ser con’ otros” (El ser
y el tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1951, p. 143). El “ser ahí” es para Heidegger “un ente
que en cada caso soy yo mismo”. Al “existente ‘ser ahí’ le es inherente el ser, en cada caso, mío (...)” (Ob.
cit. p. 62).
(5) Xavier Zubiri sostiene al respecto que “el tiempo no es una pura sucesión, sino un ingrediente de la consti
tución misma del espíritu” (Ob. cit., p. 334). Martin Heidegger expresa que “si la temporalidad constituye
el sentido original del ser del ‘ser ahí’, mas a este ente le va en su ser este mismo, entonces tiene la cura
que emplear ‘tiempo’ y por tanto contar con ‘el tiempo” (Ob. cit., p. 269). El autor manifiesta que “en
prueba de que la temporalidad constituye el ser del ‘ser ahí’, y de la forma en que lo constituye, se mostró
que la historicidad, constitución del ser de la existencia, es ‘en el fondo’ temporalidad” (Ob. cit., p. 464).
47
ART. 1 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(6) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. “Daño al proyecto de vida”. En: Derecho. N° 50, órgano de la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, diciembre 1996, y en Studi in
onore di Pietro Rescigno. Tomo V, Giuffré, Milano, 1998.
(7) Para una distinción entre “daño a la persona” y “daño al proyecto de vida” ver del autor de este comentario
el trabajo “Deslinde conceptual entre ‘daño a la persona’, ‘daño al proyecto de vida’ y ‘daño moral’”. En:
Foro Jurídico. Año 1, N° 2, Lima, julio 2003, y en Revista Jurídica del Perú. Año LUI, N° 50, Trujillo,
setiembre, 2003.
(8) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. “El daño al proyecto de vida en la jurisprudencia de la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos”. En: Derecho. N° 56, órgano de la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, junio, 2003; en: Estudios jurídicos en homenaje al profesor Luis
Diez-Picazo. Tomo IV, Civitas, Madrid, 2003; en: Responsabilidad Civil y Seguros. Año V, N° IV, La
Ley, Buenos Aires, julio-agosto 2003; y en: Revista Peruana de Jurisprudencia. Año 5, N° 31, Trujillo,
setiembre, 2003.
48
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 1
e idéntica a.sí misma.. La .libertad y la identidad sustentan la dignidad del ser humano..
El ser humano posee dignidad porque, siendo libre, es un ser espiritual, y además, por
el hecho de que, a pesar de que todos los seres humanos son iguales, no hay dos idén
ticos. Es esta dignidad inherente a su ser el sustento de los derechos fundamentales de
la persona humana.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj] La defensa de la persona humana no representa solo el fin supremo de la sociedad, sino
también el sustrato material de convivencia de la sociedad: STC Exp. N° 00228-2009-PA/
TC (f. j. 22).
La persona humana está consagrada como un valor superior y el Estado está obligado a
protegerla: STC Exp. N° 02016-2004-PA/TC (f. j. 26).
Todo Estado de derecho que proclama como principal valor la defensa de la persona debe
garantizar mecanismos para brindarle una adecuada protección: STC Exp. N° 01006-2002-
PA/TC (f.j.2 .d ).
49
ART.l DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
B IB L IO G R A F ÍA
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‘daño al proyecto de vida’ y ‘daño moral’. En: Foro Jurídico. Año 1, N° 2, Lima, 2003; y en: Revista
Jurídica del Perú. Año LUI, N° 50, Normas Legales, Trajillo, 2003; FERNÁNDEZ SESSAREGO,
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Humanos”. En: D erecho. N° 56. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003; en: Estudios
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sabilidad Civil y Seguros. Año V, N° IV. La Ley. Buenos Aires, 2003; y en: Revista Peruana de
Jurisprudencia. Año 5, Np 31. Trujillo, 2003; HEIDEGGER, Martin. E l se r y el tiempo. Fondo de
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A rtícu lo 2 Derecho a la vida y.a la integridad m oral, .
p síq u ic a y física
Toda persona tiene derecho:
1. A la vida, a su identidad, a su integridad moral, psíquica
y física (...).
CO N C O R D A N C IA S:
arts. 2 ines. 2), 19), 24) lith, 4, 6, 9, 24,140, 200 ines. 1, 2; C P .C t: art. 25 ines.
1), 16), 17), 35 ines. 23), 25); C.C.: arts. 1,2,3,5,6,7,12,19,26,598,617,618,856;
C.N.A.: arts. II, 1, 4, 6, 7; Ley 29312; R.J. 755-2009-JNAC/RENIEC; D.U.D.H.:
arts. 3,4, 5, 6, 25; P.I.D.C.P.: arts. 6.1, 7, 9.4,10, 16,24; C.D.N.: arts. 3, 6, 7, 8,27;
C.A.D.H.: arts. 3,4,5,7,18
Aunque evidentemente nadie cuestionaría premisas como las antes señaladas, porque
en efecto, son comunes o universales desde la línea de razonamiento antes descrita; sin
embargo, en lo que no existe una idea muy precisa o uniforme, ni en términos positivos ni
tampoco doctrinarios, es en el contenido o los alcances que se suele asignar a dicho atributo.
Sin que se pretenda dar por zanjada discusión alguna, creemos sin embargo que el
entendimiento cabal del derecho a la vida presupone ante todo una idea aproximativa del
contenido esencial que este supone.
A nuestro juicio, aunque no es esta una tendencia que pueda considerarse mayorita-
ria o cuando menos tradicional, el derecho a la vida supone dos dimensiones, una que po
demos calificar como existencial o formal y otra que podemos denominar como de carác
ter material o sustancial.
51
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
del ser humano queda claro que con la referida, dimensión, no se está haciendo otra cosa
que incidir en su presencia individualizada en cuanto tal, es decir, ubicado desde la pers
pectiva que ofrece su estatus como ser vivo, dotado de condiciones fisiológicas óptimas
o mínimamente funcionales.
Aunque es bien sabido que para fines jurídicos, es una idea generalizada que la noción
de persona, solo se refiere a quien ha nacido, mas no así a quien está por nacer, hay que pre
cisar que la vida como proceso natural, no se inicia en rigor con el nacimiento de la perso
na -aunque ciertamente a partir de allí se dé su principal manifestación- sino que se pro
yecta, a título de derecho, desde el significativo momento en que acontece la concepción.
De allí que si hemos sostenido que la vida es inescindible de la persona, hay que ad
vertir empero, que por lo dicho, también lo es la del concebido o nasciturus, ya que aquel
no es ni representa, una simple prolongación de la existencia natural del humano, sino su
primera o inicial etapa.
Por lo demás, si quisiéramos utilizar una terminología que englobara a una y otra si
tuación, diríamos que la dimensión existencial de la vida se refiere a la presencia tangi
ble e individualizada del “ser humano” y este último, o. puede ser la persona o puede ser
el concebido.
52
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
inseparable.de la vida de la madre(1). Por lo mismo aquella se nos presenta como decisiva^
mente limitada, cuando menos hasta la etapa o periodo de la viabilidad, lo que como vere
mos más adelante, solo se produce dentro de un contexto de gestación bastante avanzado.
El derecho obviamente reconoce y protege la presencia o existencia del ser humano en
cualquiera de sus facetas, pero ya que como se ha visto, el proceso existencial natural su
pone dos situaciones con características propias, resulta evidente que ese mismo derecho
se ve en la necesidad cuando no en la obligación de estructurar un tratamiento que aun
que desde luego, no deviene ni puede ser discriminatorio, si resulta en cambio y por cer
teza lógica, diverso, desde que como repetimos no se trata de hipótesis en estricto iguales.
Tal vez una de las principales manifestaciones de dicho tratamiento diferencial sea
la de considerar que mientras el nacido tiene y mantiene su personalidad jurídica, siendo
además destinatario tanto de las situaciones favorables como de aquellas desfavorables
que sobre aquel recaigan, el que está por nacer, en cambio1(2), carece en absoluto de per
sonalidad jurídica y, por el contrario, solo resulta beneficiario cuando determinadas situa
ciones, en efecto, le favorecen(3).
No puede sorprender, por consiguiente, que a partir de tan elemental constatación se
pueda hablar de un cierto paralelismo en el tratamiento, pero no pues, de una absoluta
identidad o de una igualdad jurídica estricta sensu.
(1) Salvo que naturalmente, nos ubiquemos en la hipótesis, por demás excepcional, de la fecundación in vitro.
(2) Para un planteamiento general respecto del estatus jurídico del concebido se puede consultar preferentemen
te: DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Alberto. Sistema de Derecho Civil. Volumen I, 4a edición, Tecnos,
Madrid, 1982, p. 266 y ss. Sobre la diferenciación entre persona y concebido: ESPINOZA ESPINOZA,
Juan. Estudios de Derecho de las Personas. Lima, 1990, pp. 91-92.
(3) El asunto de las situaciones favorables ha sido también recogido por nuestra Constitución. Empero no
por ello resuelve el problema de lo que se entiende por dichas situaciones ya que de hecho estas pueden
ser muchas y no siempre totalmente favorables. Ello merced a que hay hipótesis en las que no se puede
desligar lo favorable de lo desfavorable como ocurre con las herencias y las deudas que recaen sobre estas.
53
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De todos los mencionados, puede decirse que la animación, representa el más tradi
cional aunque quien sabe si a la par, el menos objetivo de los rasgos. Se trata, en rigor, de
una idea de raíces espirituales o religiosas según la cual todo ser vivo es poseedor de una
esencia o alma que no puede ser desconocida. Quien comulga con esta idea o la acepta o
la rechaza, pero no puede desconocerla, por estar inspirada en razones de fe o de convic
ción. Son por consiguiente dichas razones las que propugnarían la necesidad de tutela o
protección del no nacido.
La viabilidad suele ser un elemento mucho más objetivo en términos científicos, aun
cuando no por ello carente de ciertas controversias, como lo demuestra el hecho de que
haya sido utilizado por la jurispmdencia comparada a los efectos de delimitar la licitud o
no del aborto. Con el mismo, se busca determinar el periodo de subsistencia del feto fuera
del vientre materno, o como algunos dicen, su capacidad de vida independiente. Aunque
no existe exactitud en los criterios que determinan dicho periodo, se puede coincidir en
que el mismo opera hacia el sexto mes de embarazo, cuando el peso del feto es de aproxi
madamente 1200 gramos. En consecuencia, en la idea de delimitar, la existencia autóno
ma, es que reside la necesidad de protección.
El tercer criterio al que se suele apelar es la llamada socialización, criterio con el que
se hace referencia a la capacidad de aprendizaje o percepción humana que va ostentan
do el concebido desde su proceso de formación. Dicha condición no solo es medida des
de la perspectiva de la gestante, quien va adentrando su comportamiento a partir del sen
timiento especial que profesa para con el concebido, sino y fundamentalmente, desde la
posición que este ocupa y que le permite ir adquiriendo rasgos de conducta esencialmente
humanos, a la par que distintos a los de cualquier otra especie viviente. La socialización,
es pues un ingrediente de connotaciones si se quiere mixtas, pues tiene tanto de vínculos
subjetivos como de ingredientes eminentemente objetivos o reales.
El cuarto y último rasgo es tal vez el más complejo de todos, pues por individuali
zación, no se entiende un solo y único criterio, sino diversos, aun cuando todos ellos vin
culados por la idea de la característica propia, es decir, la condición única e irrepetible de
cada ser vivo. En dicho contexto, suele hablarse hasta de tres variables, el código genéti
co (que se encuentra asociado a la configuración cromosomática típica y exclusiva de cada
ser humano), la capacidad de sentir (que puede ser asumida como la condición de sensi
bilidad físico-funcional, que le permite al feto distinguir las sensaciones y dolores desde
muy temprano momento), y la autoconciencia (que sería un estatus de razonamiento o au
todeterminación individual). Mientras que el primero de dichos factores se generaría desde
(4) Cfr. RUIZ MIGUEL, Alfonso. El aborto: problemas constitucionales-, Cuadernos y Debates. N° 25, Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1990, pp, 34-52. VILLANUEVA FLORES, Rocío. “El aborto: un
conflicto de Derechos Humanos”. En: Derechos Humanos de las Mujeres. Aproximaciones conceptuales,
Manuela Ramos, Lima, 1996, pp. 192-207.
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
el momento mismo de la fecundación, en el caso de. los otros dos no estaría muy claro el
momento preciso de su aparición, optándose en todo caso por discutir su presencia a par
tir de ciertos elementos indicíales.
En suma, existen, como es fácil percibir, diversos referentes que nos permiten consi
derar la posición especial del concebido y la correlativa necesidad de una adecuada protec
ción. Consecuentemente y al margen de que aquella no resida o se sustente en el reconoci
miento de. una personalidad jurídica, no supone ello de que al Derecho, no le corresponda
un papel a cumplir, pero la determinación del mismo, deberá marchar, como se dijo pre
cedentemente, por un camino no precisamente igual al de la persona.
(5) Aspecto que hasta hoy en día sigue siendo de discusión, lo constituye el hecho de determinar la posición
jerárquica de los instrumentos internacionales relativos a Derechos Humanos, pues como es bien conocido,
la vigente Carta de 1993 les negó la jerarquía constitucional de la que, por el contrario, si gozaban con
la Constitución de 1979 (sobre el particular vide: SÁENZ DÁVALOS, Luis. “El dilema de los tratados
internacionales sobre derechos humanos en la nueva Constitución”. En: Revista Jurídica. Órgano Oficial
del Colegio de Abogados de La Libertad. N° 134, Trujillo, enero, 1996,1999, p. 737 y ss.). Ello no obstante,
no debe omitirse que conforme lo dispone la misma Carta en su Cláusula Final y Transitoria Cuarta, toda
interpretación en materia de derechos íimdamentales debe tomar como marco de obligada referencia lo
dispuesto en los citados instrumentos internacionales.
55
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“La Política Nacional garantiza los derechos de la persona humana: A la vida” y que
“el concebido es sujeto de derecho desde la concepción”.
Por último, la Ley General de Salud N° 26842 del 20 de julio de 1997 establece en el
artículo III de su Título Preliminar que “toda persona tiene derecho a la protección de su
salud en los términos y condiciones que establezca la ley (...)” así como que “el concebi
do es sujeto de derecho en el campo de la salud”.
Pues bien, auscultadas dichas normas por su contenido, no cabe duda, que el atributo
existencial del concebido, aparece como un postulado incuestionable. Consecuentemen
te y en líneas generales puede afirmarse que en este específico aspecto, coinciden todos y
cada uno de los dispositivos en mención.
Sin embargo, muy a pesar de los contenidos descritos, lo cierto es que si se les analiza
con algún detenimiento, es posible percibir, que entre lo que proclama el derecho interno,
por vía de la Constitución, el Código Civil, la Ley de Política Nacional de Población y la
Ley General de Salud, y lo que proclama el derecho externo, por vía de la Convención, se
pueden extraer algunas conclusiones no precisamente coincidentes en todos sus alcances.
Por de pronto, la vigente Constitución de 1993, que en este aspecto ha efectuado cier
tas modificaciones con relación a su predecesora(6), ha previsto, reiterando un criterio re
conocido precedentemente por el Código Civil, que el concebido es sujeto de derecho en
todo aquello que pueda resultarle favorable(7).
Conviene recordar, que cuando el Código Civil de 1984, utilizó la noción de sujeto
de derecho, lo hizo, por cierto, entendiendo que se trataba un estatus jurídico de alcan
ces generales, a partir del cual era factible invocar derechos y exigir obligaciones (centro
de imputación de derechos y obligaciones). Como tal comprendía, no solo a la persona
sino al propio concebido, e incluso y de modo extensivo a las personas jurídicas colecti
vas (sean o no inscritas).
(6) En la Carta de 1979, era el segundo párrafo del artículo 2 inciso 1) el que tenía una redacción no muy técnica
que digamos, al establecer que: “Al que está por nacer se le considera nacido para todo cuanto le favorece”,
pues lo que con ella se pretendía era crear una ficción jurídica, consistente en asumir que el concebido era
una suerte de persona imaginaria o ficticia. Sobre el particular ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Ob. cit.,
pp. 47-48.
(7) Con ello, a nuestro modo de ver, ha precisado con mayor rigor los alcances del derecho a la vida, fuera
de la hipótesis correspondiente a la persona en sentido estricto. En criterio similar: QUISPE CORREA,
Alfredo. Apuntes sobre la Constitución y el Estado. Gráfica Horizonte, Lima, 1998, pp. 97-102.
56
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
Ahora bien, no obstante que la formula de igualación enarbolada por la referida nor-
matividad, pareciera inspirarse en un sentido fundamentalmente deontológico o estimati
vo, creemos que sus alcances no dejan de ser más formales que reales. La verdad es que
una norma jurídica, así como no puede decir, que el día comienza con el crepúsculo y la
noche con la alborada, tampoco puede convertir al concebido en persona solo porque así
se le ocurre a sus artífices. Ambas nociones -como ya lo dijimos- se refieren a situaciones
diferentes a pesar de que forman parte de la dimensión existencial de la vida.
El concebido es no solo y como hemos adelantado, un ser humano cuya vida resulta
condicionada a la vida de la madre, sino que para fines jurídicos carece de personalidad.
No ocurre lo mismo -repetim os- con la persona, con el ya nacido, con el ser huma
no individualizado frente a cualquier otra forma de vida, puesto que este último tiene una
personalidad que el derecho le reconoce y que, desde luego, nadie discute.
No se necesita pues ser muy exhaustivo para reparar en algo tan elemental, salvo cla
ro está, que se pretenda -como ha ocurrido con el instrumento internacional citado- adop
tar una tesis acentuadamente fundamentalista, pero como hemos visto discutible y har
to confusa.Si
57
ART. 2, INC. I) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
es cierto cuando se dice que el no considerar como persona al concebido, origine el ries
go absoluto de negarle su atributo existencial.
“El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido
por la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente”.
Ahora bien, sí resulta cierto que, por los alcances que respecto del derecho a la vida
tienen estos instrumentos, se deduce una posición no necesariamente coincidente con aque
lla que postula nuestro ordenamiento interno por vía de la Constitución y el Código Ci
vil, e incluso parte del Derecho internacional por vía de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, lo importante es subrayar, que de una lectura preliminar de los tex
tos en referencia, no aparece una tentativa explícita de fusionar dentro de la nomenclatu
ra de persona, nociones como las del concebido y el ya nacido.
La comprobación de tal criterio, por otra parte, no resulta difícil, porque tanto la De
claración Universal de los Derechos Humanos como el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos utilizan, respectivamente, los términos de “individuo” y “persona hu
mana”, sin efectuar precisiones en tomo del momento en que se inicia propiamente la tu
tela del derecho a la vida. Con ello, a nuestro juicio, no solo eluden la referencia explíci
ta al concebido, sino que en el fondo denotan, que su preocupación se orienta exclusiva e
inobjetablemente, respecto del estatus del nacido®.8
(8) Cfr. O’ DONNELL, Daniel. Protección Internacional de los Derechos Humanos', CAJ-IIDH. Ia edición,
Lima, 1988, pp. 47 y 49. Hay que resaltar que análogamente a lo que ocurre en América, en el viejo
continente el Convenio Europeo de Protección de los Derechos Humanos, habla del derecho a la vida
de “toda persona”, y la doctrina vislumbra en el mismo no precisamente una referencia -p o r lo menos
expresa- al concebido. Apropósito: GARCÍA DE ENTERRIA, Eduardo; LINDE, Enrique; ORTEGA, Luis
Ignacio y SÁNCHEZ MORÓN, Miguel. El sistema europeo de protección de los Derechos Humanos. 2a
edición, Civitas, Madrid, 1983, pp. 71 y 73.
58
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
Aunque por cierto, alguna confusión podría originarse con la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre, habida cuenta que aquella se refiere al derecho a
la vida de “todo ser humano”, y dicha terminología —como sugerimos anteriormente- sí
podría englobar dentro de sus alcances al concebido, la verdad es que dicha posibilidad
resulta discutible por decir lo menos, cuando ha sido la propia Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, la que al conocer de un caso en que se cuestionaba la legislación
de un Estado por la que se legalizaba el aborto ha opinado que: “El criterio según el cual
la vida humana debe ser protegida a partir de la concepción no está implícito en la Decla
ración Americana, siendo obligatorio, entonces, únicamente para los Estados Partes de la
Convención Americana”(9).
La tendencia entonces no deja de ser uniforme. Se trata, como dijimos, de dos situa
ciones particulares o con características propias a las que, por consiguiente, el derecho les
otorga un tratamiento diferenciado.
Si esto repercute sobre los alcances del derecho a la vida, de modo relativo, es una con
troversia que dejamos para otro momento. Ya hemos visto que internamente el problema
está resuelto. La vida preliminarmente significa existencia o como persona o como conce
bido. Externamente (aunque con alguna vinculación sobre nuestro sistema interno) la vida
es un derecho inalienable de la persona. La del concebido, en cambio, resultaría discutible
en algunos casos, salvo que se quiera aceptar como preferente, la teoría que, estricto sensu,
postula la Convención Americana. Sin embargo, habría que recordar que esta, a tenor de
las reglas del Derecho internacional y nuestra Constitución en particular, solo sería mar
co referencial para aquellos países que, como el Perú, en su oportunidad la suscribieron.
Más que como un tema jurídico, es dentro del plano científico donde fundamental
mente se ha intentado dar respuesta a la interrogante. Aunque son diversas las posiciones
esbozadas, se suele aceptar que han sido dos de ellas las más difundidas, la teoría de la
59
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
fecundación y la teoría de la anidación. Ambas han venido polemizando acerca del mo
mento en el que con toda certeza puede hablarse del inicio de la concepción.
La teoría de la anidación, por su parte, estima que solo puede hablarse de concepción
en aquel supuesto en el que el óvulo fecundado obtenga las condiciones naturales que le
permitan con toda certeza, asegurar su desarrollo. Esto último, por lo demás, solo pue
de darse en aquellos casos en los que el cigoto, una vez evolucionado en blastocisto, que
da alojado en la cavidad interna del útero (endometrio), situación que recién se produce a
los siete días de la fecundación, demorando otros siete más, para quedar totalmente con
cluido. En el marco de la teoría descrita, la concepción supone la certeza o garantía de un
embarazo en un curso y tal situación requiere necesariamente del proceso de anidación.
Desde nuestro punto de vista y sin que el derecho tenga por qué ser el factor demos
trativo de una situación que a la ciencia primariamente corresponde definir, creemos sin
embargo que es perfectamente posible optar por una respuesta ál tema sobre la base de los
propios referentes jurídicos de los que se dispone y sin desvirtuar en lo absoluto el apor
te de cada teoría.
60
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
solo se produce cuando existe la certeza de un embarazo en curso, no antes del mismo. Y
el estado de embarazo no es algo que se mida conforme aproximaciones o posibilidades,
sino de acuerdo a situaciones fisiológicas muy concretas, que guste o no,, solo, se patenti
zan en el instante en que el óvulo fecundado ha encontrado en el endometrio ó cavidad in
terna del útero, las condiciones necesarias como para poder desarrollarse.
El estado de fecundación será sin duda alguna importante a los efectos de determinar
las probabilidades de desarrollo que pueda tener una vida, pero definitivamente irrelevan
te si lo que se quiere es determinar el estado de gestación que, para fines prácticos, es lo
mismo que concepción. Tan evidente es esta posición que en el ámbito de nuestro Dere
cho Penal, se tipifica como delito de aborto, no al atentado contra un embrión fecundado,
sino a la supresión del feto que anida en el vientre de la gestante o embarazada, como se
deduce con toda nitidez de los artículos 115, 118, 119 y" 120 del Código Penal.
En resumidas cuentas, el derecho bien puede asumir una posición sobre la base de los
insumos que le proporciona la propia ciencia y para ello no es necesario ni manipular los
conceptos ni fantasear con el pensamiento para quedar bien con algunas ideologías o co
rrientes de pensamiento(10). .
Justamente es esa realidad la que, por desgracia, nos describe, una sociedad donde miles
de personas, antes que un derecho a la vivencia proclamada, solo les queda resignarse con
(10) En este apartado y como es fácil deducir, nos alejamos radicalmente de lo sostenido en algún momento por
nuestro Tribunal Constitucional, en la STC Exp. N° 2005-2009-AA/TC (Caso: ONG “Acción de Lucha
Anticorrupción”) cuyos argumentos como bien se recuerda, desataron una profunda polémica. Cff. SÁENZ
DÁVALOS, Luis. Ob. cit., p. 19 y ss.
61
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la sobrevivencia como destino, con la subsistencia dramática, no solo por falta de recur
sos sino de efectivas oportunidades de realización. Es esa misma realidad, la que nos dice
que el Estado, al margen de los objetivos que le impone el Derecho, padece sin embargo,
de indiferencias crónicas, y la que convierte, por más de una razón, la existencia formal en
una triste ironía, bastante lejana a lo que se supone es un legítimo y fundamental atributo.
Que a distinguidos juristas - y sobre todo aquellos que siguen una orientación ius pri-
vatista- les parezca un gran avance lo que nuestro ordenamiento jurídico proclama hoy en
día y a simple vista sobre el derecho a la vida, puede ser - y es sin duda- una posición muy
respetable dentro del universo de alternativas de opinión, porque en ella a fin de cuentas
ocupa un papel primordial el ángulo existencial del ser humano y hacia la garantía de esa
existencia es que dirigen toda su técnica y preocupación, pero que ese modo de interpretar
las cosas sea la regla general para todo el Derecho, y particularmente para el Derecho Pú
blico, si nos parece un evidente exceso(11), claro está, no por lo falso -y a adelantamos y nos
ratificamos en que se trata de un ángulo cierto- sino porque como lo hemos enunciado, tal
óptica solo cubre una parte del contenido que entendemos abarca el derecho a la vida11(12).
(11) Como fue un exceso la perspectiva unilateral, mostrada por quienes elaboraron la Constitución de 1993,
para quienes la vida era un tema formal antes que material. Cfr. Las intervenciones de los constituyentes
Ricardo Marcenado Frers, Carlos Torres y Torres Lara, Francisco Tudela Van Breugel-Douglas y sobre
todo, Enrique Chirinos Soto y, la solitaria-aunque rescatable- posición de Henry Pease García y en alguna
forma la de Roger Cáceres Velásquez. En: Congreso Constituyente Democrático. Diario de los Debates
(Debate Constitucional); Pleno 1993, Tomo I, especialmente, pp. 58-65.
(12) En el Derecho Privado, salvo muy pocas excepciones, el tema de la vida parece haber quedado zanjado
únicamente por el lado del reconocimiento de la dimensión existencial. El valor de la vida adquiere así
para los ius privatistas capital importancia en la medida en que se exterioriza con la presencia de la
persona o la presencia del concebido. En el Derecho Público en cambio - y particularmente en el Derecho
Constitucional- existen otros valores de tanta importancia como la vida y por ende no se trata únicamente
de reconocer la existencia, sino de encaminar esta de modo paralelo o simultáneo a esos otros valores.
62
i
Empezaremos entonces por reconocer, que así como el atributo comentado, supone
una dimensión existencial, implica también y con mayor rigor, la presencia de una dimen
sión que podemos tipificar como material, una dimensión en la que dándose por aceptado
que el ser humano tiene presencia en el mundo, se entiende que su derecho a la vida apa
rece como una verdadera oportunidad de realizar el proyecto vivencial al que se adscribe,
como una indiscutible potencialidad de realización humana. No se agota pues en la exis
tencia, la trasciende, reconociendo un sentido finalista, integral o, si se quiere, sustancial.
“El derecho a la vida (...) no puede entenderse solo como respeto que los demás deben
a mi integridad, ni como discurrir en el mundo mediante satisfacción de necesidades
primarias; fundamentalmente habría que comprenderlo como materialización de la
oportunidad de desenvolverse libremente, no sobrevivir en condiciones indignas,
precarias, inhumanas”.
“Vivir es posibilidad de desarrollar facultades humanas y de satisfacer necesidades
biológicas, culturales, estéticas. Vivir no es impedir a otro atacar mi ser; vivir es ca
pacidad para realizarse con decoro; vivir es desterrar sobresaltos que provienen de la
falta de recursos; vivir en suma, es libertad de poseer, cada uno, su destino”.
“Si el derecho a la vida significara tolerancia ajena, empequeñecería la definición,
porque no se puede vivir solamente del respeto a los demás si se carece de trabajo,
educación, atención médica oportuna, alimentación. Ello supone la contraparte, in
eludible, de la acción del gobierno, el de hacer esfuerzos para construir un medio en
que las libertades sean algo más que el sueño o inspiración de poetas y filósofos(13)14.
Al identificarse el derecho a la vida, no solo pues desde la dimensión existencial, sino
desde aquella material, evidentemente cambia en mucho la situación de los valores cons
titucionales implicados. La vida en cuanto derecho, deja de interpretarse como una exis
tencia meramente formal o simplemente episódica, para pasar a convertirse en un atribu
to de verdaderas potencialidades cuya materialización viene asegurada por el disfrute real
y oportuno de los derechos básicos que reconoce el ordenamiento (educación, salud, tra
bajo, bienestar, etc.), contexto que desde luego y para bien, traduce a plenitud lo que re
presenta el auténtico fundamento de todos los derechos: La dignidad.
(13) Cfr. QUISPE CORREA, Alfredo. Temas Constitucionales. Editora Gráfica Cisneros, Lima, 1995, pp. 14
y 15.
(14) Un planteamiento general lo encontramos en: VON MUNICH, Ingo. “La dignidad del hombre en el Derecho
Constitucional”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. N° 5, CEC, Madrid, mayo-agosto de
1982, p. 9 y ss. Aunque es menester anotar que este autor intuye ciertas dificultades para delimitar un
concepto preciso de dignidad. También puede verse: GONZÁLES PÉREZ, Jesús. La dignidad de la persona.
1“ edición, Civitas, Madrid, 1986; BENDA, Ernesto. “Dignidad humana y derechos de la personalidad” .
63
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
es la base de la cual se desprenden todos los atributos fundamentales del ser humano, el
núcleo esencial del cual se derivan y en el cual se residencia cualquiera de los alcances de
dichos atributos(15), con el derecho a la vida no ocurre una excepción. De tal suerte que la
noción de dignidad, que hace las veces de un núcleo básico o intangible de la personali
dad, la razón por la que se justifica la autodeterminación humana(16)17,conduce inexorable
mente a que el mencionado derecho sea entendido más allá de la óptica estrictamente exis
tencia!, siendo asimilado más bien, como un aceptable o racional modo de vivir, como un
discurrir o desenvolvimiento dentro de condiciones no reñidas con la situación o estatus
natural que se sobreentiende debe tener o poseer todo ser humano.
La vida, tamizada con ese ingrediente de dignidad asume así una presencia mucho más
amplia de aquella a la que con frecuencia y desde el plano formal, hemos estado acostum
brados. Dentro de esa presencia es posible individualizar tanto a la colectividad organizada
como al Estado en cuanto titulares de la responsabilidad de proteger y promover la vida.
Cuando dicha responsabilidad no se cumple o, se cumple solo parcialmente, la dignidad
se convierte en simple teoría y la vida se reduce a la existencia formal y porque no decirlo,
hasta casual. Cuando, en cambio, se observa a cabalidad, el derecho a la vida engrandece
sus horizontes y puede, en efecto, hablarse con toda razón de una perspectiva humanista.
De allí pues que, en efecto, sea correcto cuando se invoca como contrapartida de
la existencia, la creación de un medio07) en el que los derechos del ser humano, no se
reduzcan a los linderos de la romántica poesía o el declamatorio idealismo.
64
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
La discusión vendría en cambio por el lado del concebido, ya que si hemos dicho que
carece de personalidad jurídica, sería más difícil aún, reconocerle un proyecto vital en
condiciones dignas. Sin embargo, si se apela a la idea de personalidad moral(18), estamos
convencidos que puede perfectamente suplirse tal vacío, pues lo que a fin de cuentas, di
cho concepto intenta precisar, es que al margen de concretizaciones jurídicas, la humani
zación del nasciturus, o los ingredientes que le acompañan para predicar dicha condición
(código genético, sensibilidad, autocoríciencia, etc.) resultan en conjunto la mayor y más
efectiva justificación para invocar protección.
§5
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Valga precisar que las nociones de defensa (que la relacionamos con la óptica exis-
tencial) y de respeto (que la relacionamos con la óptica material) son aquí especialmen
te significativas.
Coincidente con la misma orientación y como demostración palpable, que todos los
atributos del ser humano, tienen un fundamento en la dignidad, pueden citarse el segundo
párrafo del artículo 7 de la norma suprema, cuyo texto prevé que: “La persona incapacitada
para velar por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto
de su dignidad y a un régimen legal de protección (...)”. O el artículo 23, párrafo tercero,
de la norma suprema, que establece que: “Ninguna relación laboral puede limitar el ejer
cicio de los derechos constitucionales, ni desconocer o rebajar la dignidad del trabajador”.
Pero de manera similar a lo que ocurre con el Derecho interno, los instrumentos inter
nacionales relativos a derechos humanos y que han sido suscritos por nuestra República,
han consagrado inobjetablemente el papel que cumple el principio dignidad.
“(...) que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base en reconocimiento
de la dignidad intrínseca (...)” (Preámbulo) y que: “Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos (...)” (art. 1).
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre estima, asimis
mo, que:
(20) Cfr. SÁENZ DÁVALOS, Luis (coordinador). Derechos constitucionales no escritos reconocidos por el
Tribunal Constitucional. Guías especializadas sobre la jurisprudencia constitucional. N° 03, Gaceta Jurídica,
Lima, 2009.
66
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
“(...) todos los hombres nacen libres e iguales e dignidad y derechos (...)” (Preámbulo).
Por su parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos argumenta a su
vez que:
Con alcances amplios en la mayoría de los casos (es decir, con la posibilidad que no
solo se refieran a la persona sino al ser humano o al hombre en general) vemos pues que
se consigna la dignidad como principio fundamentado!- de la totalidad de derechos. Por
consiguiente no se trata, pues, de una simple sublimación moral sino de convicciones
nada equívocas. Y siendo aquellas directrices interpretativas explícitas, su valor jurídico
no puede ni debe ser ignorado.
Asumir entonces el derecho a la vida no solo desde una dimensión existencial o formal
sino también material o integral, esto es, como existencia plena pero dentro de un contex
to compatible con la dignidad, es pues una verdadera exigencia que se impone al razonar
de quienes interpretan y aplican el Derecho. Por lo demás es esta visión, la que a nuestro
juicio permitiría afrontar con verdadera objetividad y sin falsos espejismos (cuando no
con evidentes perjuicios), los diversos problemas que subyacen a la temática, mucho más
polémica de los límites a los que se enfrenta el citado atributo (pena de muerte, interrup
ción voluntaria del embarazo, eutanasia, estado de necesidad, etc.).
(21) Similar enunciado se reconoce en el no menos capital Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
(22) El enfoque distintivo que realiza nuestra vigente Constitución entre estas tres variantes de la integridad,
que por cierto, no estaba contemplado en la Carta de 1979 (que solo hablaba de libertad física) parece ser
rigurosamente tributario de lo dispuesto en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos según el cual: “Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral”. Este último instrumento, por lo demás, es quien adopta directamente dicha postura en el plano
internacional, ya que el resto de instrumentos (por lo menos los más conocidos) optan por una perspectiva
distinta, prefiriendo limitarse a describir las conductas concretas, consideradas prohibidas. Al respecto: O ’
DONNELL, Daniel. Ob. cit., p. 71 y ss.
17
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
como un típico atributo de exclusión, es decir, que proscribe o prohíbe injerencias arbi
trarias sobre la integridad, sea que estas provengan del Estado o de cualquier persona.
Correlato del mensaje descrito y de los contenidos que supone, la misma norma fun
damental establece en el inciso 24-h) del mismo artículo 2 que “nadie debe ser víctima de
violencia moral, psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos inhumanos o humillan
tes”. Agregándose, además, que “cualquiera puede pedir de inmediato el examen médico
de la persona agraviada o de aquella imposibilitada de recurrir por sí misma a la autori
dad” y que “carecen de valor las declaraciones obtenidas por la violencia. Quien la em
plea incurre en responsabilidad”.
Quiere ello decir, que en línea de principio, lo que la Constitución pretende al hablar
de integridad es evitar las conductas que traducidas de alguna forma en violencia, pue
dan suponer un menoscabo a los aspectos morales, psíquicos y físicos que tal derecho re
presenta. Desde esta perspectiva, no es pues que cualquier conducta pueda presumirse
como contraria a la integridad y a sus manifestaciones, sino fundamentalmente aquellas
que de alguna manera puedan ser vislumbradas como actitudes o comportamientos vio
lentos o ilegítimos.
Definir por otra parte, lo que resulta violento o ilegítimo, aunque no es una tarea sen
cilla, tampoco es imposible. En realidad pasa por evaluar cada caso concreto a la luz de
los estándares de razonabilidad y proporcionalidad. Estamos convencidos al respecto que
no necesariamente puede establecerse un repertorio de reglas iguales para todos los su
puestos, sino que se hace necesario evaluar cada hipótesis en particular^. Así por ejem
plo, no es lo mismo que una típica conducta de presión que pueda ejercer una autoridad
superior por sobre un subordinado, pueda ser medida de igual forma en un centro de tra
bajo, en una escuela, o en un cuartel. Sin que desaparezca la noción de lo que debería ser
un buen trato (un trato digno) en cada caso, debe quedar en claro que no todos los supues
tos van a resultar exactamente iguales. Ello, como es obvio, exige de parte de quien ana
liza o resuelve casos en los que se reclame por la afectación a este derecho, una especial
sensibilidad y adecuado enfoque en el análisis de cada controversia.
Sin perjuicio de lo que más adelante se verá en tomo de la integridad física, puede de
cirse que uno de los mayores debates que originó el reconocimiento del derecho comentado23
(23) Los términos violencia o acto ilegítimo, no son pues conceptos cerrados o estrictos como algunos lo
pretenden, sino que representan una infinita variedad de posibilidades. Por lo demás, tampoco se encuentran
asociados a la posibilidad de que quien ocupa el papel de víctima o agredido, haya consentido tales actos,
ya que de ser así, cualquier forma de manipulación sobre este último podría enervar la determinación de
responsabilidades sobre el agresor.
68
........... ................. ^
tiene que ver con la distinción entre lo que representa la integridad moral por un lado, y
la integridad psíquica, por otro.
2. La integridad moral
En efecto, lo que se denomina como integridad moral tiene que ver con la percepción
que la persona realiza de sí misma y de su comportamiento a partir de los valores esen
ciales con los que se identifica. La honestidad, la gratitud, la solidaridad, la responsabili
dad, entre otras cualidades compatibles con la moral, puede decirse que representan parte
de lo que la persona considera como inseparable o inescindible de su propia personalidad.
En tales circunstancias, obligarle a que altere tal modo de concebir las cosas o desvirtuar
la imagen que la persona intenta proyectar de sí misma, puede devenir en atentatorio al
contenido de la integridad moral(24). Es lo que sucedería, si por ejemplo, aprovechando el
estado de subordinación en el que laboralmente se encuentra una persona, se le impusie
ra comportarse en forma antiética, es decir, opuesta a la percepción moral que dicha per
sona mantiene sobre la vida.
Se trata pues entonces, en este primer supuesto, de una vertiente de la integridad que
intenta relievar o colocar en un plano especial el contexto en el que se desenvuelve la per
sona a partir de los valores representativos o más esenciales que aquella ostenta. Siendo
obligación no solo del Estado y de la sociedad, sino de cualquier persona en particular,
respetar los alcances de este derecho.
3. La integridad psíquica
La integridad psíquica, en cambio, hace referencia al estado de tranquilidad interior.
Al contexto de normalidad en el que se desenvuelve el psiquismo o mundo interno de la
persona y que por ser esencialmente individual corresponde prima facie ser valorado en
sus alcances por su propio titular.
(24) Puede decirse dentro de la línea descrita que la integridad moral tiene una relación bastante cercana con
el derecho al honor, solo que mientras este último tiene que ver con el sentimiento de autoestima desde
muy diversas perspectivas, aquella se sustenta en un componente decididamente moral. Ello no obstante,
algunos autores le asignan elementos mucho más amplios que el estrictamente moral. Al respecto RUBIO
CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo I, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 132.
69
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
4. La integridad física
La integridad física pretende garantizar el estado de inalterabilidad del cuerpo de una
persona o su buen funcionamiento desde el punto de vista fisiológico y garantizar dicho
estado frente a conductas que atenten contra el mismo.
Otro aspecto que también se debate respecto de la integridad física son sus alcances
como derecho individual. En efecto, si por este último, se entiende facultad de hacer o
no hacer, o lo que es lo mismo, un atributo de libre disposición, se preguntan algunos si a
nombre de dicha característica, puede su titular disponer libremente de su propio cuerpo
y disponer incluso, a tal grado y nivel, que de la propia persona sea de quien dependa des
naturalizar o desarticular su propio cuerpo o alterar su normal funcionamiento.*I,
(25) Perspectiva distinta a la nuestra la encontramos por ejemplo en RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., Tomo
I, pp. 131 y 132; MESÍA RAMÍREZ, Carlos. Derechos de la persona. Dogmática constitucional. Fondo
Editorial del Congreso de la República, Lima, 2004, p. 95.
70
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
“Los actos de disposición del propio cuerpo están prohibidos cuando ocasionen una
disminución permanente de la integridad física o cuando de alguna manera sean
contrarios al orden público o a las buenas costumbres. Empero, son válidos si su exi
gencia corresponde a un estado de necesidad, de orden médico o quirúrgico o si están
inspirados por motivos humanitarios”.
“Los actos de disposición o de utilización de órganos y tejidos de seres humanos son
regulados por la ley de la materia”.
De la disposición aquí glosada puede inferirse que en materia de actos de disposición
sobre el propio cuerpo, la regla general es la no procedencia, aun cuando podría acep
tarse esta en dos hipótesis, una que podríamos llamar amplia y otra, más bien, de carác
ter restringido.
Ello supondría, entre otras cosas, que podría ser perfectamente posible la donación de
aquellos órganos o tejidos que por su propia naturaleza resulten regenerables, como ocu
rre con la sangre o los cabellos, o la de aquellos otros que por situaciones atípicas o ex
cepcionales hayan resultado repetidos dentro del cuerpo de la persona y puedan por tanto
resultar prescindibles, como podría ser el caso de quien haya nacido con más de dos riño
nes u otro tipo de órganos.
71
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Responder a esta pregunta no sería tan fácil. De pronto una primera aproximación se
ría la de considerar que la citada donación de órganos o tejidos, no debiera ocasionar un
grave daño en la salud o la vida del donante. Es esta misma línea la que por ejemplo adop
ta el Código Civil al establecer en la primera parte de su artículo 7 que: “La donación de
partes del cuerpo o de órganos o tejidos que no se regeneren, no debe perjudicar grave
mente la salud o reducir sensiblemente el tiempo de vida del donante”.
Somos sin embargo de la opinión que en los casos de extrema urgencia en los que la
vida de una persona dependa de la citada donación, es el propio donante y solo él .quien
debe valorar la magnitud de su propia decisión antes que la ley. No debemos olvidar que
la situación descrita puede producirse en muy diversos contextos pero, por sobre todo, en
uno tan sensible Como el familiar. En tales circunstancias pretender que un padre o una
madre, permanezca impotente frente a la muerte irremediable de alguno de sus hijos o hi
jas, porque no encuentra donante de algún órgano vital, pudiendo ser dicho padre o dicha
madre, la única salvación, nos colocaría en un escenario realmente dramático donde el Es
tado se arrogaría una definición que creemos no le corresponde.
(26) Convendría precisar al respecto que según la segunda parte del artículo 7 del Código.Civil: “Tal disposición
(la referida a la donación de órganos no regenerables) está sujeta a consentimiento expreso y escrito
del donante”. Desde nuestro punto de vista, la redacción de esta norma admitiría una doble lectura o
interpretación. Conforme a la primera y acorde con lo que parece ser, quiso el legislador ordinario, cuando
se dona órganos no regenerables, dicha decisión debe constar expresamente. Sin embargo, cabría otra
lectura, totalmente distinta. Según esta última, aun en los casos en los que se opte por donar órganos o
tejidos no regenerables y ello pudiese perjudicar la salud o disminuir el tiempo de vida del donante, dicha
decisión quedaría librada a su consentimiento expreso, con lo cual, si sería posible, por parte del donante,
decidir en último término y a pesar de las consecuencias, si opta por donar sus órganos o tejidos vitales.
72
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
DERECHO A LA VIDA
¡jp El derecho a la vida es el primer derecho reconocido por la Constitución entendido como
el centro de todos los valores y el supuesto básico de la existencia de un orden mínimo en
la sociedad: STC Exp. N° 04637-2006-PA/C (f. j. 45). ,
¡jp El derecho a la vida es el primero de los derechos fundamentales, ya que sin este no es
posible la existencia de los demás derechos: STC Exp. N° 06057-2007-PHC/TC (f. j. 6).
¡jp El derecho a la vida no solo debe entenderse como un límite al ej ercicio del poder, sino como
un objetivo que guía la actuación del Estado: STC Exp. N° 04637-2006-PA/TC (f. j. 43).
JP La supresión de la vida como una forma de pena resulta incongruente dado que los objetivos
de la pena son totalmente incompatibles con la muerte: STC Exp. N° 00489-2006-PHC/
TC (f. j. 15).
jp El servicio militar obligatorio afecta el derecho al proyecto de vida original que deriva del
derecho a la vida: STC Exp. N° 00015-2013-PI/TC (f. j. 51).
D E R E C H O A L A IN T E G R ID A D P S ÍQ U IC A '
jp La integridad físiea presupone el derecho a conservar la estructura orgánica del ser humano
y en general la salud del cuerpo: STC Exp. N° 02333-2004-PHC/TC (f. j. 2.1).
jp Derecho a la integridad moral define los fundamentos del obrar de una persona en el plano
de la existencia y coexistencia social: STC Exp. N° 02333-2004-PHC/TC (f.j. 2.2).
|jp La separación arbitraria entre un m enor y sus padres configura la afectación del derecho a
la integridad psíquica del niño: STC Exp. N° 00325-2012-PHC/TC (f.j. 11).
P El derecho a la integridad personal de los menores puede verse menoscabada si son trasla
dados a un ambiente no apto para la vivienda: STC Exp. N° 01821-2013-PHC/TC (f.j. 21).
j| Autoridad que se le reconoce a los padres no implica que puedan ejercer un control arbitrario
sobre el niño que pueda afectar su integridad: STC Exp. N° 01817-2009-PHC/TC (f.j. 15).
73
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
D E R E C H O A L A ID E N T ID A D
B IB L IO G R A F ÍA
74
Artículo 2 D erech o al lib re desarrollo
y al b ien estar
Toda persona tiene derecho:
1. (...) [A] su libre desarrollo y bienestar. (...)
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 ines. 2), 19), 24) lith, 4, 6, 9, 24,140, 200 ines. 1, 2; C.P.Ct: art. 25 ines.
1), 16), 17), 35 ines. 23), 25); C.C.: arts. 1,2,3,5,6,7,12,19,26,598,617,618, 856;
C.N.A.: arts. II, 1,4, 6, 7; Ley 29312; R.J. 755-2009-JNAC/RENIEC; D.U.D.H.:
arts. 3,4, 5, 6,25; P.I.D.C.P.: arts. 6.1, 7,9.4,10,16,24; C.D.N.: arts. 3, 6, 7, 8,27;
C.A.D.H.: arts. 3,4,5, 7,18
Adelantando un poco nuestra explicación, nuestra tesis es que estos derechos plantean
dos modelos esenciales de libertad: la libertad de acción (libre desenvolvimiento de la per
sonalidad) y la libertad real (derecho al bienestar), ambos diferentes a la libertad negativa
o de abstención {laissez faire), que es la noción de libertad más difundida y que también
cuenta con reconocimiento constitucional.
A efectos de presentar mejor nuestras ideas, vamos a dividir nuestro trabajo en cua
tro partes: una, en la que presentamos de modo muy sucinto algunas nociones de libertad
hoy vigentes; otra, en la que explicamos los tres modelos básicos de libertad contenidos
en nuestra Carta Fundamental; otra, en la que analizaremos el derecho al libre desarro
llo de la personalidad, y una última, en la que nos dedicaremos al derecho al bienestar.
I. Nociones de libertad
Actualmente, la libertad es considerada un atributo esencial para la existencia huma
na. Diferentes concepciones filosóficas y teórico-políticas dan cuenta de ello. Solo por
75
i
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
hacer referencia a concepciones de gran calado en el siglo XX, mencionaremos que el li
beralismo mayoritariamente la tiene como el bien humano más valioso, incluso definito-
rio de la esencia humana; el existencialismo la considera como una auténtica condena, de
la que el ser humano no puede escapar y que debe asumir con angustia y responsabilidad;
y el socialismo consideró que es una condición a la que aspiramos, y que solo podremos
alcanzar tras abolir las limitaciones materiales que esclavizan a la humanidad. Así, desde
diversas perspectivas, el ser humano es o debe ser libertad. Todo esto constata la impor
tancia y rol central de la libertad, pero también pone en evidencia que existen concepcio
nes muy diferentes sobre ella.
Al respecto, Isaiah Berlín explicitó, en un conocido ensayo, que hay dos conceptos
fundamentales de libertad; la denominada “libertad negativa”, que implica no padecer
interferencias ni obstáculos, es decir, “el ámbito en que un hombre puede actuar sin ser
obstaculizado por otros”(1); y una “libertad positiva”, referida al “deseo por parte del
individuo de ser su propio dueño”, librado “de fuerzas exteriores”®. De esta forma, la
libertad positiva significa “autodominio” y no simplemente “no interferencia”, como la
libertad negativa.
Ahora bien, no obstante lo antes señalado, más cercanamente la libertad viene siendo
concebida también como “no opresión” (v. gr. Philip Pettit®, Quentin Skinner)®, “libertad123456
(1) BERLIN, Isaiah. “Dos conceptos de libertad”. En: Cuatro ensayos sobre la libertad. Alianza, 1996, Madrid,
p. 191.
(2) Ibídem, p. 201.
(3) Ibídem, p. 202 y ss. '
(4) Por ejemplo, Karl Popper, Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek o Milton Friedman.
(5) PETTIT, Philip. Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y gobierno. Paidós, Barcelona, 1997,
p. 35 y ss.
(6) SKINNER, Quentin. “La libertad de las repúblicas: ¿un tercer concepto de libertad?”. En: Isegoria. N° 33,
Instituto de Filosofía CSIC, 2005, pp. 19-49.
76
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
(7) VAN PARUS, Philippe. Libertad real para todos: qué puedejustificar al capitalismo (si hay algo que pueda
hacerlo). Paidós, Barcelona, 1996; cfr. CARBONELL, Miguel. “Libertad como no dominación. Philippe
Van Parijs”. En: La libertad. Dilemas, retos y tensiones. IIJ UNAM - Comisión Nacional de Derechos
Humanos, México, 2008, pp. 65-73.
(8) Entre varios, SEN, Amartya. Desarrollo y libertad. Planeta; Bogotá, 2000; recientemente: ibídem. La idea
de la justicia. Taurus, Madrid, 2010.
(9) V. gr. NUSSBAUM, Martha. Las fronteras de lajusticia. Paidós, Barcelona, 2007; recientemente: ibídem.
Crear capacidades. Propuesta para el desarrollo humano. Paidós, Barcelona, 2012.
(10) Ahora bien, las primeras (y contundentes) críticas a la idea de libertad negativa provinieron del denominado
liberalismo igualitario, sobre todo a partir John Rawls (y en el que se inscriben autores como Ronald
Dworkin). Asimismo, hay otras críticas a la libertad negativa desde el comunitarismo, tal es el caso de
Charles Taylor.
(11) Cfr. SALAZAR UGARTE, Pedro. La democracia constitucional. Una radiografía teórica. Fondo de Cultura
Económica, IIJ-UNAM, México D. F., 2008, p. 79 y ss; DIPPEL, Horst. Constitucionalismo moderno.
Marcial Pons, Madrid, 2009, p. 185 y ss.
(12) Cfr. SOSA SACIO, Juan Manuel. “Nuestros constitucionalismos”. En: Pautas para interpretar la
Constitución y los derechos fundamentales. Juan Manuel Sosa (coordinador). Gaceta Jurídica, Lima, 2009,
- pp. 18-23.
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Sobre la libertad formal, esta coincide con el concepto de libertad negativa en los
términos expuestos por Isaiah Berlin; en este sentido, alude a la capacidad para hacer o no
hacer algo sin que existan obstáculos que lo impidan. Tal libertad es negativa en la medida
que no se refiere a ninguna acción en especial, sino pone énfasis en la ausencia de medidas de
coerción para que uno pueda realizar o no una acción (alternativas de conducta o acción)(13).
Asimismo, es formal (o “libertad jurídica”) debido a que no tiene en cuenta si la libertad
puede ejercerse en la práctica: su contenido se reduce, básicamente, al reconocimiento
normativo (jurídico) de la remoción de obstáculos que impidan actuar libremente.
Una norma que expresa claramente esta libertad es la establecida en el artículo 2, in
ciso 24, literal a de la Constitución, que prescribe: “Nadie está obligado a hacer lo que la
ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe”. Esta disposición preconiza que
no existan intromisiones estatales (o privadas) sin sustento legal; sin embargo, no protege
concretas acciones que se haya decidido realizar, ni alude a condiciones materiales nece
sarias para que las personas puedan ser algo o llevar adelante un proyecto.
De otra parte, tenemos a la libertad positiva o, mej or aún, libertad general de acción.
Esta protege el ejercicio de la libertad humana en sentido amplio, otorgando protección a
todo lo que las personas quieran hacer, ámbito que solo puede ser limitado si existen razo
nes suficientes, de raigambre constitucional y si se hace a través de medidas proporcionales.
Finalmente, tenemos a la libertad real o sustantiva, que garantiza que las personas
sean sujetos realmente autónomos, que puedan elegir planes de vida propios y llevarlos
a cabo. Así, esta libertad implica la satisfacción de necesidades básicas que permitan una
(13) ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. 2a edición, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 2008, pp. 189-190; BOROWSKI, Martin. La estructura de los derechos fundamentales. Univer
sidad Extemado de Colombia, Bogotá, 2003, p. 132.
78
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, I N C . 1)
vida digna, sin dependencias ni opresiones vejatorias; y conmina a poner énfasis en las
capacidades concretas de las personas así como en las realizaciones que pueden alcanzar.
Desde esta perspectiva, la libertad no solo exige abstencionismo estatal o respeto a las de
cisiones personales, sino promocionar decidamente las capacidades de cada quien, con la
finalidad de que podamos ser realmente libres.
Nuestra Constitución también acoge esta noción de libertad, por ejemplo, al consagrar
el derecho al bienestar, reconocido en el artículo 2, inciso 1 de la Carta. En similar senti
do, encontramos al artículo 44 de la Constitución, que señala como deber primordial del
Estado -entre otros- garantizar la vigencia plena de los derechos humanos y promover el
bienestar general; asimismo, el artículo 59, que prescribe que el Estado brinda oportuni
dades de superación a los sectores que sufren desigualdad.
79
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“La libertad general de acción es la libertad de hacer y omitir lo que se quiera. Que
la libertad de hacer y omitir lo que se quiera está protegida (...) significa dos cosas.
Por una parte, a cada cual le está permitido prima facie -es decir, en caso de que no
intervengan restricciones- hacer y omitir lo que quiera (norma permisiva). Por otra,
cada cual tiene prima facie, es decir, en la medida que no intervengan restricciones,
un derecho frente al Estado a que este no impida sus acciones y omisiones, es decir,
no intervenga en ellas (norma de derechos)”(16).
Es claro, con lo anotado, que el supuesto protegido por el libre desenvolvimiento de
la personalidad es bastante amplio y comprende cualquier acción constitucionalmente vá
lida que se desee realizar; además, su posible limitación tiene también un vasto alcance,
pues comprende restricciones fundamentadas en los más variados bienes constitucionales.
En otras palabras, para esclarecer las diferencias entre ambas libertades, la libertad
negativa o formal podría ser una libertad ejercida en el marco de la ley y, dentro de esta,
evitar la existencia de injerencias adicionales: así, bastaría evitar restricciones para que
cada quien, según sus capacidades, dentro del marco de la ley, ejerza su libertad como pue
da. Mientras que el derecho al libre desenvolvimiento de la personalidad, por el contra
rio, implica la prevalencia prima facie de la libertad humana frente a las decisiones políti
cas; por ende, la ley no puede establecer cualquier restricción a la libertad de acción, sino
que únicamente puede hacerlo si existen suficientes razones constitucionales para ello.
80
r
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
Ahora bien, es necesario realizar dos precisiones adicionales sobre los alcances de
este derecho: 1) ¿en qué sentido es una libertad “general”? y 2) ¿puede tratarse de un “de
recho no enumerado”?
“[L]a valoración de la persona como centro del Estado y de la sociedad, como ser moral
con capacidad de autodeterminación, implica que deba estarle también garantizado la
libre manifestación de tal capacidad a través de su libre actuación general en la sociedad.
El Tribunal Constitucional alemán, en el célebre caso Elfes, interpreta (...) que
el contenido o ámbito de protección del derecho al libre desenvolvimiento de la
personalidad comprende la ‘libertad de actuación humana en el sentido más amplio’, la
‘libertad de actuación en sentido completo’. Se trata, entonces, de un ‘derecho autónomo
— que garantiza la libertad general de actuación del hombre’ y que no se confunde con
la libertad de la actuación humana ‘para determinados ámbitos de la vida’ que la
Constitución ha garantizado a través de específicos derechos fundamentales, tal como
sería el caso de las libertades de expresión, trabajo, asociación, etc.”(17).
Además de ello, también se le considera una libertad “general” en el sentido de
ella no requiere estar encaminada a formas de “realización personal”, al “bienestar” o
al “perfeccionamiento humano” para obtener protección(18)19.Pero sobre esto volveremos
luego, al referimos al derecho al bienestar.
81
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. Una decisión tan importante (y política) como establecer los límites entre
la libertad humana y la autoridad debía ser, en cualquier caso, una decisión
tomada por el constituyente, y no una creación (interpretación) de los jueces
constitucionales. Si el Tribunal consideraba que la Constitución no reconocía un
derecho genérico de libertad y más bien había optado por un modelo restringido
(u orientado) de libertad de acción (tal como sostuvo), no debía arrogarse
el lugar del constituyente y modificar la “cláusula de cierre del sistema de
libertades”(21).
2. La existencia de un “derecho general de libertad” no es un mandato que provenga,
inmediata e indiscutiblemente, del principio dignidad de la persona (como exi
ge el artículo 3 de la Constitución para el reconocimiento de nuevos derechos).
Al respecto, debe tenerse en cuenta que en los ordenamientos constitucionales
en los que no exista un derecho al libre desenvolvimiento (como ocurre en va
rios países, entre ellos España), los derechos fundamentales -enumerados o n o -
siempre merecen un especial reconocimiento y no quedan a merced de ningún
poder, público o privado y, por ende, se garantiza el respeto a la persona huma
na y su dignidad.
3. La cláusula de derechos no enumerados es un recurso subsidiario para el
reconocimiento de nuevos ámbitos iusfimdamentales, y en el caso de la libertad
general de acción es innecesaria, pues puede ofrecerse una interpretación
correcta para adscribirla al enunciado constitucional que reconoce el derecho
al libre desarrollo y bienestar (art. 2, inc. 1 de la Constitución). Al respecto,
debe tenerse en cuenta que el “libre” desarrollo y bienestar son, precisamente,
libertades; eso significa que si “el propio desarrollo y bienestar son libres,
a cada quien corresponde determinar cómo ejercer su libertad en el marco
de lo constitucionalmente permitido; es decir, sin transgredir otros bienes
constitucionales”(22). En otras palabras, cabe una interpretación de esta cláusula
como libertad no encaminada a un fin predeterminado u obligatorio (y, por ello,
era innecesario “crear” un nuevo derecho fundamental).
4. Por último, el derecho al libre desenvolvimiento no satisface los criterios que
debe tomarse en cuenta para utilizar la cláusula de derechos no enumerados, a
(20) SOSA SACIO, Juan Manuel. “Derechos constitucionales no enumerados y libre desarrollo de la
personalidad”. En: Derechos constitucionales no escritos reconocidos po r el Tribunal Constitucional.
Luis Sáenz Dávalos (coordinador). Gaceta Jurídica, Lima, 2009, pp. 143-144.
(21) Cfr. PRIETO SANCHÍS, Luis. “La limitación de los derechos fundamentales y la norma de clausura del
sistema de libertades”. En: Derechosfundamentales, neoconstitucionalismo y ponderaciónjudicial. Palestra,
Lima, 2002.
(22) SOSA SACIO, Juan Manuel. Ob. cit., p. 139.
82
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
“Aunque en anterior jurisprudencia este Tribunal ha sostenido que este [el derecho
al libre desarrollo] es un derecho innominado y que, consecuentemente, encontraría
su fundamento en el artículo 3 de la Constitución (cff. STC N° 0007-2006-PI, f. j.
47), analizadas con mayor detenimiento las cosas, la manifiesta indeterminación
de esta cláusula, aconseja a la jurisdicción constitucional -en razón de su carencia
de legitimidad democrática directa- a no acudir a ella, a menos que el derecho
fundamental cuya esencialidad ética es indiscutida y que es necesario proteger, no
derive razonablemente de la semántica de los derechos expresamente enumerados
por la Norma Fundamental. Y es que si es posible establecer esta razonable relación,
la interpretación constitucional que da cuenta de la existencia jurídica del respectivo
derecho fundamental, gozará, además, de un mayor margen de legitimidad democrática
al encontrar como fuente directa la expresa mención de un derecho por parte del Poder
Constituyente en la Norma Fundamental”(23).
Por último, vale la pena mencionar algunos ámbitos de libertad humana que han
sido considerados por el Tribunal Constitucional como parte del libre desarrollo de la
personalidad. Entré estos tenemos: la autodeterminación reproductiva(24), la decisión de
ser madre(25), el ejercicio de la profesión y desarrollo profésional(26), la sexualidad y las
relaciones sexuales(27), los actos de esparcimiento y diversión(28), el contraer matrimonio(29),
las relaciones amorosas y sexuales(30), el libre pintado de la propia casa(31) y el fumar
cigarrillos(32).
(23) STC Exp. N° 00032-2010-AI/TC, f. j. 21. En los párrafos siguientes el Tribunal explica que, además, la
cláusula de derechos no enumerados debe ser de aplicación excepcional y que el libre desarrollo y bienestar
debe considerarse, precisamente, como una libertad (tal como explicamos antes).
(24) STC Exp. N° 02005-20Ó6-PA/TC, f. j. 6.
(25) STC Exp. N° 05527-2008-PHC/TC, f. j. 21.
.(26) STC Exp. N° 03898-2008-PA/TC, ff. jj. 5-7.
(27) STC Exp. N°01575-2007-HC/TC, ff. jj. 23-26.
(28) STC Exp. N° 0007-2006-PI/TC, f. j. 49.
(29) STC Exp. N° 2868-2004-PA/TC, f. j. 14.
(30) STC Exp. N° 3901-2007-HC/TC, ff.jj. 13-15.
(31) STC Exp. N° 0004-2010-PI/TC, ff. jj. 26-27.
(32) STC Exp. N° 00032-2010-AI/TC, f.j. 24.
83
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Debido a la amplitud prima facie de esta noción, es necesario dar más luces sobre su
significado y contenido. Al respecto, desde ciertas perspectivas el bienestar remite, por
ejemplo, a las ideas de felicidad(35) o de perfeccionamiento humano(36). Respecto a la primera,
algunos textos constitucionales(37)38y documentos importantes para el constitucionalismo^
han hecho referencia al “logro de la felicidad” como un derecho fundamental. Asimismo,
respecto al perfeccionamiento humano, este haría alusión a formas de mejoramiento
personal dirigido hacia fines valiosos, generalmente en relación con la naturaleza humana o
exigencias de justicia inmanentes (o divinas)(39). Si bien ambas nociones tienen cierto grado
de plausibilidad, también pueden ser criticadas válidamente: el “logro de la felicidad” por su
(33) KRESALJA, Baldo. Derecho al bienestar y ética para el desarrollo. PUCP - Palestra, Lima, 2008, p. 37.
(34) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. “Derecho a la vida, a la identidad, a la integridad, a la libertad y al
bienestar”. En: La Constitución comentada. Tomo 1, Walter Gutiérrez (Director), Gaceta Jurídica, Lima,
2006, p. 36.
(35) La idea de felicidad como máxima aspiración humana ha sido reiterada por diversas perspectivas filosóficas,
desde los epicúreos (e incluso habría referencias aristotélicas) en la antigüedad, hasta el utilitarismo y
algunos liberalismos contemporáneos.
(36) En especial, la planteada desde consideraciones iusnaturalistas o religiosas, que suelen hacer referencia al
despliegue de una supuesta “esencia” o “naturaleza” humana, cuyo origen sería divino o metafísico.
(37) Tales como el artículo 13 de la Constitución de Japón (“Todos los ciudadanos serán respetados como
personas individuales. Su derecho a la vida, a la libertad y al logro de la felicidad, será, en tanto que no
interfiera con el bienestar público, el objetivo supremo de la legislación y de los demás actos de gobierno”)
y el artículo 10 de la Constitución de Corea del Sur (“All citizens are assured of human worth and dignity
and have the right to pursue happiness. It is the duty o f the State to confirm and guarantee the fundamental
and inviolable human rights o f individuáis”).
(38) La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América se refiere a algunas “verdades
autoevidentes”, entre estas, que fuimos creados con el derecho inalienable de buscar nuestra felicidad (“We
hold these truths to be self-evident, that all men are created equal, that they are endowed by their Creator
with certain unalienable Rights, that among these are Life, Liberty and the pursuit of Happiness”).
(39) Cfr. DERISI, Octavio Nicolás. “La persona y el Estado”. En: Estudios en honor del Doctor Luis Recaséns
Siches. Tomo II, Fausto E. Rodríguez García (coordinador), UNAM, México D.F., 1987, pássim; CASTILLO
CÓRDOVA, Luis. Los derechos constitucionales. Elementos para una teoría general. 3a edición, Lima,
2007, pp. 29-37. Vide, asimismo, las interesantes Encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris
(1963).
84
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
Por nuestra parte, y en similar sentido, vamos a considerar -junto con Amartya Sen-
que el bienestar de la persona depende de su calidad de vida(43), mejor aún, de las cosas
que una persona efectivamente puede ser y hacer (funcionamientos), y que considera
valiosas(44). Al respecto, el bienestar depende de las capacidades de las personas para
alcanzar tales funcionamientos y, por ende, estas capacidades, en el fondo, constituyen
las “oportunidades reales para obtener bienestar”(45).
Ahora bien, las capacidades no implican la imposición o elección por parte de las per
sonas de un determinado ser o hacer, sino constituyen el “conjunto de oportunidades (habi
tualmente interrelacionadas) para elegir y actuar”(46); siendo así, el conjunto de capacidades
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ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
constituye, entonces, la “libertad real” de una persona(47). Contando con tales capacida
des, corresponderá a cada persona decidir si persigue o no su bienestar. En este orden de
ideas, el contenido del derecho estaría referido a contar, cuando menos, con capacidades
centrales o esenciales, las más básicas, que permitan a cada persona optar por su bienes
tar. Sin estas, no habría bienestar posible.
Señalado esto, ¿cuáles serían estas capacidades? A estos efectos, hacemos nuestro el
listado de diez capacidades centrales que propone Martha Nussbaum, a efectos de que
una vida sea considerada como digna:
“ 1. Vida. Poder vivir hasta el término de una vida humana de una duración normal;
no morir de forma prematura o antes de que la propia vida se vea tan reducida que no
merezca la pena vivirla.
2. Salud física. Poder mantener una buena salud, incluida la salud reproductiva; recibir
una alimentación adecuada; disponer de un lugar adecuado para vivir.
3. Integridad física. Poder moverse libremente de un lugar a otro; estar protegido
de los ataques violentos, incluidas las agresiones sexuales y la violencia doméstica;
disponer de oportunidades para la satisfacción sexual y para la elección en cuestiones
reproductivas.
4. Sentidos, imaginación y pensamiento. Poder usar los sentidos, la imaginación, el
pensamiento y el razonamiento y hacerlo de un modo ‘verdaderamente humano’, un
modo formado y cultivado por una educación adecuada, que incluya (aunque ni mucho
menos esté limitada a) la alfabetización y la formación matemática y científica básica.
Poder usar la imaginación y el pensamiento para experimentación y la producción de
obras y actos religiosos, literarios, musicales o de índole parecida, según la propia
elección. Poder usar la propia mente en condiciones protegidas por las garantías de la
libertad de expresión política y artística, y por la libertad de práctica religiosa. Poder
disfrutar de experiencias placenteras y evitar el dolor no beneficioso.
5. Emociones. Poder sentir apego por cosas y personas externas a nosotras y nosotros
mismos; poder amar a quienes nos aman y se preocupan por nosotros, y sentir duelo
por su ausencia; en general, poder amar, apenarse, sentir añoranza, gratitud e indigna
ción justificada. Que no se malogre nuestro desarrollo emocional por culpa del miedo
y la ansiedad. (Defender esta capacidad significa defender, a su vez, ciertas formas
de asociación humana que pueden demostrarse cruciales en el desarrollo de aquella).
6. Razón práctica. Poder formarse una concepción del bien y reflexionar críticamente
acerca de la planificación de la propia vida. (Esta capacidad entraña la protección de
la libertad de conciencia y de observancia religiosa).
7. Afiliación: a) Poder vivir con y para los demás, reconocer y mostrar interés por
otros seres humanos, participar en formas diversas de interacción social; ser capaces
(4 7 ) S E N , Amartya. Bienestar, justicia y mercado. Ob. cit., p. 113. Cfr., ibídem. La idea de lajusticia. Ob. cit.,
p. 261 y ss.
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t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART, 2, INC. 1)
Ahora bien, la lista propuesta podría parecer en exceso pretensiosa y, por lo mismo,
imposible de realizar o exigir. Nosotros no estamos de acuerdo con una objeción de este
tipo. Primero, porque la mayoría de estas capacidades ya están actualmente protegidas por
derechos fundamentales concretos. Segundo, porque al tratarse de capacidades realmente
básicas para que una vida sea dignamente vivida, debería verse en esta lista una oportuni
dad para repensar los fundamentos, el contenido, los alcances y sobre todo las prioridades
en materia de derechos fundamentales (y de políticas públicas, claro está).
Señalado todo esto, consideramos todavía necesario realizar algunas precisiones adi
cionales sobre los alcances del derecho al bienestar:
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ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
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DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
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ART. 2 , INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
mayoría social, pues incluso el error propio (cometido a veces a expensas de al
tos costos personales, tanto materiales como espirituales), es fundamental para
la maduración de las ideas y de las acciones futuras, cuyo libre flujo es de sin
gular importancia en el ámbito de una sociedad democrática. Por ello, con ra
zón se ha mencionado que en el Estado Constitucional es esencial el reconoci
miento del derecho ‘a equivocarse’ (...)”(56).
3. El bienestar también tiene alcances objetivos: el “bienestar general”. Además
de lo anotado hasta el momento, el bienestar es reconocido en la Constitución
con alcances objetivos o generales. Por ejemplo, el artículo 22 prescribe que el
trabajo es la base del “bienestar social”; por su parte, el artículo 44 dice que uno
de los deberes esenciales del Estado es promover el “bienestar general” funda
mentado en la justicia y el desarrollo nacional. Con lo indicado, el bienestar no
se presenta solamente como un atributo individual, sino puede entenderse tam
bién en términos colectivos o nacionales. Ahora bien, incluso en este supuesto
debe considerarse que el bienestar general alude, de manera más o menos inme
diata, al bienestar de las personas (desarrollo de capacidades humanas), aleján
dose de concepciones que lo valoren únicamente a partir de metas estadísticas
o económicas, que falseen o distorsionen su significado como “estar bien”, “de
sarrollo de capacidades valiosas” o “vida digna”, etc.
Por su parte, nuestro Tribunal Constitucional ha validado el carácter también
objetivo del bienestar como principio o valor constitucional (y no solo como
derecho); es decir, entendido como bienestar general. Esto ha sido puesta en
evidencia, por ejemplo, al pronunciarse sobre los deberes de los funcionarios
públicos(57), la protección del ambiente(58) y el desarrollo de las generaciones
futuras(59), el fundamento de las penas como garantía social(60), el respaldo ma
terial (económico) que requiere el sistema democrático(61), el rol del Estado en
general(62) - y a su carácter social, en especial(63)- , entre otros supuestos.
Finalmente, al bienestar humano le ha sido otorgado un especial peso valorati-
vo al momento de sopesar (ponderar) bienes constitucionales. En efecto, de ma
nera similar a como se emplea el criterio interpretativo pro hómine, el colegia
do constitucional ha explicado que debe preferirse la protección del “bienestar
general” y la “preservación de la especie humana” frente a expectativas mera
mente lucrativas de los particulares:
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DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2» INC. 1)
____ ■
_________________ —__ ___. __ J
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj L a lib e r ta d s e x u a l p o s e e u n a d im e n s ió n n e g a t iv a q u e v in c u la a l E s ta d o o c u a lq u ie r p a rti
c u la r a n o in te rfer ir e n e l lib r e d e sa r r o llo d e la a c tiv id a d s e x u a l d e la p e r so n a : S T C E x p .
N ° 0 0 0 0 8 - 2 0 1 2 -P I /T C (f. j . 2 1 ) .
(H L o s m a y o r e s d e c a to r c e a ñ o s y m e n o r e s d e d ie c io c h o ta m b ié n s o n titu la r e s d e l d e r e c h o al
lib r e d e sa r r o llo se x u a l: S T C E x p . N ° 0 0 0 0 8 - 2 0 1 2 -P I /T C (f. j . 2 2 ) .
B IB L IO G R A F ÍA
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ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
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t
A r tíc u lo 2 P r o t e c c ió n j u r íd ic a d e l c o n c e b id o
C O N C O R D A N C IA S :
C : art. 1; C.C.: arts. 1, 365,405, 598,617, 805 inc. 1), 856,2068; C.N.A.: arts. I, II,
IV, 1,2; Ley 26497: arts. 7 inc. b), 44 inc. a); Ley 26842: art. III; D.Leg. 346: art. IV;
D.S. 015-98-PCM: arts.3 inc. a), 22; P.LD.C.P.: art. 6.1; C.D.N.: art. 1;GAD.HL: art 1.2.
Una indagación psicológica sobre el pecado, tarea que emprendiera Kierkegaard a fi
nales de la primera mitad del siglo XIX en su libro El concepto de la angustia, nos lleva,
inevitablemente, a concebir al hombre como un ser libre, capaz de decidir entre la virtud
que enaltece, o el rechazo al vivenciamiento de los valores, lo que lo conduce por la vía
de la degradación.
La escuela de la filosofía de la vida, que florece en la primera mitad del siglo XX,
congrega en su seno a pensadores de diferentes signos ideológicos en cuanto al destino
del ser humano al dejar de existir. Hallamos, entre ellos, a los que creen en la trascenden
cia del ser humano después de la muerte, como es el caso de Jaspers, Marcel o Zubiri, y
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la de aquellos que estiman que ella conduce a la nada, como ocurre en el caso de Sartre.
No obstante esta discrepancia en lo que atañe a este específico asunto, todos ellos compar
ten, con distintos matices, la concepción de un ser humano que es simultáneamente libre,
coexistencia! y temporal. Libre en cuanto es capaz de decidir por sí mismo, coexistencial
en tanto está creado para convivir en sociedad y, temporal, desde que su vida se desplie
ga en un tiempo existencial que, dentro del tiempo cosmológico, se inicia con la concep
ción y concluye con la muerte.
Esta nueva concepción del ser humano, que aproximadamente lo describe como “una
unidad psicosomática constituida y sustentada en su libertad espiritual”, inevitablemen
te repercute en el Derecho. Ante este hallazgo, la disciplina jurídica debe adaptar sus su
puestos y sus instituciones en el sentido que la protección que dispensa ya no es más la de
un animal racional o la de cierta ficción, como era el caso del concebido, sino la de un ser
humano libre, coexistencial y temporal. El notable vuelco antropológico-filosófico se ha
lla en el Perú sintéticamente expresado en el artículo primero de la derogada Constitución
de 1979, el que enuncia que la persona es el ser supremo de la sociedad y del Estado, por
lo que todos están obligados a respetarla y protegerla. En términos más o menos similares
se pronuncia el mismo artículo primero de la Constitución vigente de 1993. De este modo,
la protección jurídica se desplaza, de la que tradicionalmente se brindaba primariamente
al patrimonio, a la de la persona humana convirtiéndose esta en centro y eje del Derecho.
La otra teoría negadora de la calidad de ser humano del concebido lo asimila a una fic
ción, aun ente inexistente en la realidad. Tanto la derogada Constitución peruana de 1979
como el Código Civil de 1936 adherían, al igual que los cuerpos legales hasta hoy vigen
tes en el mundo, a la tesis de que el concebido es, simplemente, una ficción. Este concep
to supone un fingimiento, una mentira, en suma.
La mencionada Constitución enunciaba que “al que está por nacer se le considera na
cido para todo lo que le favorece”. Igual fórmula empleaba el derogado Código Civil de
1936. Como se advierte, ambos textos legales, contrariando los hallazgos de la ciencia
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DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2» INC. 1)
El ente que se reputa como nacido no es, de acuerdo con la teoría de la ficción, un ser
humano. En ella, al concebido se le considera como lo que aún no es, es decir, un nacido.
No es, en suma, ni concebido ni nacido. Por ello, ante nuestros alumnos alguna vez diji
mos - y tuvimos que repetirlo por que muchos no lo entendieron- que el concebido “es lo
que aún no es y, cuando es, ya no es”. En efecto, antes de nacer se le considera como na
cido, no siéndolo y, cuando nace, ya no es concebido sino una persona natural. El con
cebido se disolvía, así, en la nada, no existía en la realidad y, por consiguiente, tampoco
para el Derecho.
Lo paradójico de esta posición, que se arrastra desde un remoto pasado es que, no obs
tante no considerarse al concebido como un ser humano, como un “sujeto de derecho”, en
ciertas circunstancias se le protegía jurídicamente. Si bien en Roma la titularidad de dere
chos se adquiría con el nacimiento y siempre que se poseyeran los tres estatus -e l de ser
libre, romano y páter familias-, no por ello se dejaba de proteger al concebido. Así, la ma
dre que abortaba merecía castigo, mientras aquella que moría no podía ser enterrada an
tes de que se extrajera al hijo. Cuando se condenaba a la pena de muerte a una mujer em
barazada, se difería su aplicación hasta que naciera el hijo.
A título de anécdota, cabe recordar que alguna legislación del siglo XIX no le otorgaba
al nacido la calidad de ser humano cuando no fuera viable o que no tuviera apariencia hu
mana. Esta prescripción, a la altura de nuestro nivel histórico, no merece mayor comentario.
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ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De la singamia surge un nuevo ser humano con un código genético propio, único e
irrepetible, distinto al de sus progenitores, en el cual se halla toda la información nece
saria y suficiente sobre las cualidades y características que perdurarán durante toda su
existencia, desde el color de sus ojos al de su cabello, para citar tan solo un ejemplo. Por
ello puede decirse, al igual que un colega argentino, que “lo que somos biológicamente
los adultos no es esencialmente otra cosa que lo que fuimos como un óvulo fecundado”.
Los gemelos comparten el mismo código genético desde que son el resultado de la
división de un mismo óvulo fecundado. Por ello se les considera como clones naturales.
Su identidad genética no impide, sin embargo, el que cada uno de ellos, por ser consti
tutivamente libres, posean un propio proyecto de vida y una determinada personalidad o
manera de ser. . ■
Dicha clonación es la única realizable, pues ella es imposible entre seres humanos des
de que no se puede clonar la libertad que, junto con la identidad genética, permite que cada
ser humano sea único, irrepetible. Podría hipotéticamente clonarse la unidad psicosomática
del ser humano, como sucede con los animales, pero jamás su libertad, su centro espiritual.
Por lo expuesto, si bien todos los seres humanos son iguales, ninguno de ellos es idén
tico al otro. El código genético y su libertad constitutiva y proyectiva hace que cada hom
bre sea un ser singular, no estandarizado, dotado de una inherente dignidad.
Este nuevo ser en su etapa inicial, en su proceso evolutivo, es reconocido con diversas
denominaciones como las de cigoto, mórula, blastocisto, blástula, embrión y feto. Todas es
tas denominaciones se refieren a un mismo ser, que no es otro que el ser humano concebido.
“La vida humana comienza con la concepción. El concebido es sujeto de derecho para
todo cuanto le favorece. La atribución de derechos patrimoniales está condicionada
a que nazca vivo”.
En la primera frase de esta norma jurídica se reconoce que la vida humana, de acuer
do con los hallazgos de la ciencia y los aportes de la filosofía, se inicia con la concepción,
96
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
La segunda frase del artículo primero, como lógica consecuencia de la primera, de
clara que el concebido, en cuanto ser humano, es “sujeto de derecho”. Se añade que lo es
para todo lo que le favorece, concediéndole, de esta manera, una situación de privilegio.
Esta especial posición debería desaparecer en una futura enmienda de este artículo, pues
ella es un rezago de la teoría de la ficción, ya que el concebido, como “sujeto de derecho”,
en cuanto ser humano, adquiere derechos y asume obligaciones como cualquier otro, sin
distinción alguna. Su ejercicio corresponde a los detentadores de la patria potestad.
La tercera frase del referido artículo primero señala que los derechos patrimoniales
del concebido están condicionados a que nazca vivo. Siendo el concebido un “sujeto de
derecho”, la condición a que se alude en esta frase no puede ser otra que la resolutoria ya
que, desde la singamia, el concebido es titular de derechos. Ello, por consiguiente, supo
ne que estos no se hallan en suspenso, a la espera de su nacimiento, como erróneamente
pretende la teoría de la ficción.
Se intentó en varias oportunidades, sin éxito durante los años que duró el proceso de
codificación, convencer a los codificadores que el concebido era un ser humano y, por con
siguiente, un “sujeto de derecho”, por lo que era necesario, apartándonos de la tradición,
desterrar la teoría de la ficción por ser contraria a la realidad. Recordamos, en este sentido,
haber intensificado esfuerzos en los últimos años del proceso de codificación destinados
97
ART. 2, INC. I) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Para obtener este resultado se dirigieron a la Comisión Revisora del Proyecto de Có
digo, que redactara la Comisión Reformadora, varios memorandos e intervenciones per
sonales en el periodo comprendido entre abril de 1983 y marzo de 1984. Recién, en ju
nio de este último año, al final de dicho proceso y cuando el Código ya estaba redactado
y sus artículos numerados, la Comisión Revisora aprobó, luego de larga espera e incerti
dumbre, el texto que se había propuesto para el reconocimiento del concebido como “su
jeto de derecho”.
Es del caso recordar que el texto del artículo primero del Código Civil de 1984 se re
dactó sin contar con ningún antecedente o modelo inspirador en la codificación civil com
parada. Se trata, por ello, de un artículo precursor en la codificación civil al haberse dis
tanciado de la tradición al enunciar que la vida humana comienza con la concepción por
lo que el concebido es un “sujeto de derecho”.
98
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
constante a través de la historia del derecho, mientras que, la segunda, es una creación de
la normativa jurídica del siglo XIX.
En razón del citado problema fue que hace casi veinte años, en 1991, nos propusimos
elaborar un texto más comprensible y didáctico del segundo párrafo del primer artículo del
Código Civil. Para el efecto, desde la Dirección del Centro de Investigación de la Facul
tad de Derecho de la Universidad de Lima, se convocó a conocidos especialistas sobre el
Libro Primero, dedicado al Derecho de las Personas, para discutir la nueva propuesta que
habíamos elaborado. El proyecto fue aprobado por dichos profesores y fue entregado, a
fines de 1994, a la Comisión designada por ley para proponer enmiendas al Código Civil.
Durante el primer periodo de sesiones de esta Comisión, entre fines de 1997 y comien
zos de 1998, se aprobó la propuesta que presentáramos con el siguiente texto:
9§
t
ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Ante esta posición cabe formular una pregunta, la que hemos planteado en cuanto con
greso o encuentros académicos hemos concurrido, sin obtener una adecuada respuesta. La
interrogante es, ¿qué clase de ser es el que existe en el tiempo que discurre entre la singa-
mia y la implantación del embrión en el útero de la mujer?, ¿es una pepita de oro, una hor
miga, un cabrito, un árbol de la quina? Nunca recibimos una respuesta a dicha interrogan
te. Ello es explicable porque del producto de la singamia, que se conoce con el nombre de
cigoto, solo surge un ser humano. Entonces, seguimos preguntándonos, ¿qué sentido tie
ne negar la existencia del ser humano desde la singamia cuando de este hecho aparecerá
siempre un ser humano, con su propio y único código genético, y ninguno de otra especie?
100
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 1)
Aparte de la anteriormente expuesta, existe otra corriente científica que sostiene que
la existencia del ser humano surge con el inicio de la actividad cerebral, hecho que suce
de alrededor de cuarenta a cuarenta y cinco días después de la concepción. Ante esta po
sición debemos hacemos la misma pregunta que formulamos en el caso de la teoría que
retarda la aparición del ser humano hasta la implantación del embrión en el útero de la
mujer. Es decir, ¿qué clase de ser existe en los cuarenta días anteriores a la aparición d e .
la actividad cerebral?
Es importante tener en cuenta que la vida humana es un proceso continuo, sin inte
rrupciones, desde la concepción hasta la muerte. En él, el ser humano atraviesa por dis
tintas etapas. Es un embrión, un feto, un bebé, un niño, un adolescente, un adulto, un an
ciano. En este proceso no hay vacíos existenciales. Siempre y necesariamente, desde la
singamia, estamos frente a un determinado ser humano. Por ello, de la fusión de los pro
núcleos del espermatozoide y el óvulo no surge jamás otra clase de ser que no sea un hu
mano. Es una realidad científica que debemos admitir y no crear vacíos existenciales, mo
mentos en los que no existiría ningún ser, lo que equivale a sostener la presencia de la
nada en el proceso del vivir.
Cabe señalar que la mejor doctrina jurídica de nuestros días apoya la teoría que he
mos expuesto, es decir que la aparición del ser humano se produce con la singamia y que
el concebido, por ello, es un “sujeto de derecho”. En varios de nuestros trabajos, hemos
citado el pensamiento de destacados juristas de nuestra época dentro del mundo occiden
tal, los que avalan la teoría de que la vida humana se inicia con la concepción, en el ins
tante de la singamia. Lo mismo podríamos decir de la jurisprudencia comparada de nues
tros días que protege la vida del embrión.
Por su parte, el artículo 1 de la Ley N° 27716, de mayo del 2002, incorpora el artícu
lo 124.A al Código Penal el cual, como consecuencia del reconocimiento del concebido
como ser humano, “sujeto de derecho, establece que el que le causa daño en el cuerpo o
en la salud, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de un año ni mayor
de tres. Si bien la mencionada ley representa un avance en la legislación protectora del
concebido consideramos que la pena establecida debería ser mayor.
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ART. 2, INC. 1) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
IX. Un augurio
Por todo lo anteriormente expuesto, es motivo de orgullo que el Código Civil peruano
de 1984 sea pionero en reconocer, en el escenario normativo contemporáneo, que el con
cebido es un ser humano y, por consiguiente, un “sujeto de derecho” al igual que la perso
na individual, natural o física. Estamos seguros, al compartir la opinión de ilustres juris
tas de nuestro tiempo, que al seguir la innovadora huella trazada por nuestro Código Civil
esta realidad ha de ser paulatinamente reconocida por las constituciones y los códigos ci
viles que se promulguen en el futuro.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjp La concepción de un ser humano se produce con la fusión de las células materna y paterna:
STC Exp. N° 02005-2009-PA/TC (f. j. 38).
jj¡¡ El anticonceptivo oral de emergencia vulnera el derecho a la vida del concebido al afectar
el proceso de implantación: STC Exp. N° 02005-2009-PA/TC (f. j. 53).
B IB L IO G R A F ÍA
102
t
A r tíc u lo 2 I g u a ld a d a n te la le y
Toda persona tiene derecho:
(...)
2. A la igualdad ante la ley. Nadie dehe ser discriminado por
motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión,
condición económica o de cualquiera otra índole.
(..).
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 ines. 3), 19), 6, 26 inc. 1), 37, 48, 50, 59, 74, 103, 197, 199, 200 inc. 2);
CJP.Ct: art. 37 inc. 1); C.C.: arts. 3, 4, 12, 42, 234, 235, 290, 292, 818, 819, 2046;
C.P.C.: art. 50 inc. 2); C.P.: art. 10; C.N.A.: arts. III, V; Ley 26772: arts. 1, 2; Ley
28983; D.U.D.H.: arts. 1 , 2 ,7 ,1 6 ; P.LD.C.P.: arts. 2 ,3 ,4 ,1 4 .1,2 4 ,2 6 ; P.I.D.E.S.C.:
art. 2.2; C.D.N.: art. 2; C.A.D.H.: arts. 1,24 ; P.S.S.: art. 3
(1) BOBBIO, Norberto. Igualdady libertad. Paidós, I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona, Bar
celona, 1993, pp. 53-54.
103
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
negra en dicho país. Estas concepciones de la igualdad parecen pálidas expresiones de este
derecho cuando las comparamos con los alcances a que ha llegado en el siglo XXI. Con
temporáneamente, incluso, se llega a hablar de una “igualdad social”, es decir, una con
cepción de la igualdad en la que el papel del Estado se orienta hacia la promoción de con
diciones de equidad entre los individuos, ya que si bien se reconocen las diferencias entre
estos, es necesario garantizar un trato justo e igualitario a cada persona, mejorando -e n tal
sentido- las condiciones de vida y las posibilidades de desarrollo de quienes se encuen
tran en una posición desfavorable.
La igualdad, qué duda cabe, es un permanente desafío para el Derecho, más aun en un
mundo en que las diferencias se revelan y reclaman a cada instante. Si hay un rasgo verda
deramente humano es ese afán que compartimos todos por diferenciamos; si algo carac
teriza a la sociedad moderna es precisamente el pluralismo, el derecho a que se reconozca
nuestra individualidad y particularidades de cada ser humano. Solo tal reconocimiento y
respeto garantiza el pleno desarrollo de la personalidad del sujeto, porque es en ese contexto
de diferenciación, aun cuando parezca contradictorio, que surge el derecho a la igualdad.
Pero la igualdad, al ser un concepto relacional -com o anotamos-, exige, incluso cuan
do lo abordamos como bien jurídico constitucional, ciertos términos de referencia que sir
van de parámetro para poder reconocerla. Desde esta perspectiva, el derecho fundamen
tal a la igualdad no puede ser considerado como un derecho autónomo, pues siempre se
(2) RUBIO LLORENTE, Francisco. La forma del poder. Estudios sobre la Constitución. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1993, p. 105.
(3) Cfr. PETZOLD-PERNIA, Hermann. “La igualdad como fundamento de los derechos de la persona humana”.
En: Anuario de Filosofía Jurídico Social. N° 10, Argentina, 1990, pp. 211-212.
104
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
Cabe anotar, entonces, que desde una perspectiva constitucional la igualdad puede re
conocerse como un principio o revelarse como un derecho fundamental que exige respe
to, sirviendo en el primer caso como pauta para examinar la afectación de diversos bienes
constitucionales y, en el segundo, como un derecho pasible de reclamación y protección
individual.
Pero en realidad no solo la igualdad, sino prácticamente todos los derechos funda
mentales son, al propio tiempo, derechos individuales y valores o principios que verte
bran el ordenamiento jurídico. Así, los derechos fundamentales se comportan como prin
cipios estructurales básicos para el Derecho positivo y el aparato estatal(8), los que deben
tenerse en cuenta en las diferentes actividades públicas, como son la expedición de nor
mas, su interpretación y aplicación jurídica, la intervención de la fuerza pública, la actua
ción administrativa, etc.(9).
(4) Cfr. GARCÍA MORILLOj Joaquín. “La cláusula general de igualdad”. En: AA .W . Derecho Constitucional.
Valencia, 2000, p. 174.
(5) STC Exp. N° 03891-2011-PA/TC, f.j. 48: “El derecho-principio de igualdad (...) establece una prohibición
de discriminación que implica que ningún grupo destinatarios de la norma se vean excluidos del ejercicio
o goce de un derecho fundamental, constitucional, legal, frente a otro grupo al que, por el contrario, sí se
le permita (...)”.
(6) STC Exp. N° 0261-2003-AA/TC, f.j. 3.1.
(7) STC Exp. N° 0018-2003-AI/TC, f.j. 2.
(8) Cfr. PÉREZ LUÑO, Antonio E. Los derechos fundamentales. Tecnos, Madrid, 1993, pp. 20-22.
(9) Cfr. STC Exp. N° 2050-2002-AA/TC, f. j. 25.
105
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Ahora bien, el debate moderno sobre los principios jurídicos arranca con los tra
bajos de Dworkin - y en gran medida aún gira alrededor de sus ideas-, este dife
renció a los principios de las reglas, considerando que los primeros tienen una “di
mensión de peso”, y por ello su aplicación (básicamente argumentativa) depende
del valor o importancia asignada a cada cual; mientras que las reglas se aplican “todo o
nada”(1I). Por su parte, Robert Alexy -siguiendo tal separación entre reglas y principios-
ha sostenido que los principios son “mandatos de optimización, es decir, normas que or
denan que se realice algo en la mayor medida posible, en relación con las posibilidades
jurídicas y fácticas”(12).
Con respecto a la igualdad, cuando se afirma que es un principio, se alude tanto a los
alcances señalados por Alexy (mandato de optimización), como al entendimiento de es
tos como piezas que estructuran y dan sentido a todo el ordenamiento legal, a la actua
ción del Estado e incluso -aunque en diferente m edida- como condicionantes de la ac
tuación de los particulares.
Precisado esto, es necesario dar cuenta del contenido del principio constitucional de
igualdad; en este punto lo primero que hay que observar es que tal principio no aloja una
única norma o mandato, sino que su observancia implica diversas obligaciones que pueden
106
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
ser sintetizadas en la reflexión aristotélica: “parece que la igualdad es lo justo y lo es, pero
no para todos sino para los iguales; y lo desigual parece que es justo, y ciertamente lo es,
pero solo para los desiguales” {La Política). De soslayo, diremos que la mera igualdad no
implica nada, no es ni justa ni injusta, porque antes y después de la igualdad están las dis
tintas condiciones humanas.
Ahora bien, en la línea de precisar los alcances del principio de igualdad, el Tribunal
Constitucional ha expresado que ha de considerarse(13):
107
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por consenso, los derechos fundamentales han de ser concebidos como atributos que
corresponden a las personas y que se encuentran reconocidos y garantizados por las Cons
tituciones, los cuales concretizan las exigencias de igualdad, libertad y dignidad, de acuer
do a circunstancias históricas.
(16) En el sentido anotado: STC Exp. N° 0261-2003-AA/TC, loe. cit; STC Exp. N° 0018-2003-AI/TC.
(17) Algunos autores (y el Tribunal Constitucional en algunas sentencias) denominan a la igualdad “en el
contenido de la ley” como “igualdad en la ley”, y a la igualdad “en la aplicación de la ley” como “igualdad
ante la ley”. Nosotros consideramos que las nociones de “contenido” y “aplicación” de la ley son mucho
más explicativas y por ello preferiremos su uso. Cfr. STC Exp. N° 00004-2006-AI/TC, f. j. 123.
108
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
abstracta y atemporal, así como a la atribución de una igual capacidad jurídica a toda la
ciudadanía sin distinción. Con esta concepción de la igualdad se pretendía combatir los
privilegios y arbitrariedades de la monarquía, el clero y la nobleza, a través de las leyes
del parlamento que debían encamar la voluntad general. Así considerada, la igualdad en
el contenido de la ley impone también un límite constitucional a la actuación del legisla
dor, al no poder apartarse de este marco impuesto por el ordenamiento, para crear normas
que sin más contravengan la igualdad de trato.
Expresada esta garantía como derecho fundamental, implica la posibilidad de que toda
persona pueda defenderse frente a normas estatales que contengan diferencias irrazona
bles y que afecten su situación jurídica o sus legítimas expectativas.
No obstante, esta concepción formal de la igualdad puede llegar a ser falaz y dar una
apariencia de igualdad donde no la hay, con lo cual se pone de manifiesto la injusticia de
tratar igual a quienes soportan diferencias relevantes. ¿Cómo puede el analfabeto tener
igual derecho a la libertad de prensa? ¿Cómo puede tener el mismo derecho a la salud
quien vive en la miseria? Se advierte, entonces, con claridad que gran parte de la igualdad
en los distintos derechos, está vinculada a situaciones fácticas y sociales de los individuos.
El Estado debería com prom eterse, entonces, con la prom oción de las per
sonas desfavorecidas social y económicamente, así como con la disminución de
desigualdades materiales. Con ello, se hace admisible legislar en beneficio de algunos me
diante leyes especiales, en la medida que no se afecte la igualdad constitucional, sino que
se busque alcanzarla superando las ficciones formales(18).
Como es evidente, no cabe entender esta posibilidad de diferenciación como una puerta
abierta para vaciar de contenido a la igualdad constitucional. Así, es inaceptable cualquier
trato diferenciado, solo se tolerarán aquellos que exclusivamente tengan base objetiva, es
decir, comprobables en la realidad, y que al propio tiempo sean razonables, esto es cons
titucionalmente admisibles. De esta forma, quedan proscritos los tratamientos arbitrarios
basados en la subjetividad, capricho o en virtud de criterios artificiosos(19).
(18) “El Estado queda facultado para desvincular a la ley de su vocación por la generalidad y hacerla ingresar a
una necesaria y razonable singularidad. Necesaria, porque está llamada a recomponer un orden social que
tiende a desvirtuarse, y razonable, porque se fundamenta en un elemento objetivo, a saber, la naturaleza
de las cosas”. En: STC Exp. N° 0001-0003-2003-AI/TC, f.j. 8.
(19) STC Exp. N° 01399-2001-AA/TC, f. j. 3.
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
110
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
En esta misma línea, el Tribunal Constitucional ha explicado que el contenido del de
recho a la igualdad en la aplicación de la ley “ se dirige a garantizar que, en la aplicación
de las leyes a casos sustancialmente análogos, los justiciables reciban un pronunciamien
to jurisdiccional que no anide tratamientos diferenciados que carezcan de base objetiva y
razonable”(25); así, los órganos administrativos o judiciales “al momento de aplicar la ley,
no deban atribuir una consecuencia jurídica a dos supuestos de hecho que sean sustancial
mente iguales”, sino que “la ley debe ser aplicada de modo igual a todos aquellos que estén
en la misma situación, sin que el aplicador pueda establecer diferencia alguna en razón de
las personas o de circunstancias que no sean las que se encuentren presentes en la ley”(26).
Así las cosas, los órganos jurisdiccionales pueden resolver casos en apariencia simi
lares con resultados diferentes, si se demuestra la razonabilidad constitucional de la deci
sión. Esto último solo se produce cuando el juez o la administración consideran que el su
puesto específico merece una aplicación diferenciada que restablezca una igualdad real,
(24) Cabe agregar que el Congreso también realiza aplicación de la ley, por ejemplo, al decidir las destituciones,
vacancias, inhabilitaciones y levantamiento del filero, decisiones que le corresponde según mandato de la
Carta Fundamental.
(25) STC Exp. N° 01211 -2006-AA/TC, f. j. 20.
(26) STC Exp. N° 0004-2006-PI/TC, f. j. 124.
111
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(27) BILBAO UBILLOS, Juan María y REY MARTINEZ, Femando. El principio constitucional de igualdad
en lajurisprudencia constitucional española. En: Miguel Carbonell (compilador) “El principio de igualdad
constitucional”. Comisión Nacional de Derechos Humanos, México, 2003, pp. 114-120.
(28) SSTC Exps. N°s 1279-2002-AA/TC, ff. jj. 3 y 4; 02039-2007-AA/TC, f. j. 9.
(29) RTC Exp. N° 04775-2006-AA/TC, f. j. 4.
(30) RTC Exp. N° 00759-2005-AA/TC, f. j. 4.
(31) RTC Exp. N° 02373-2005-AA/TC, f. j. 3.
(32) RTC Exp. N° 01755-2006-AA/TC, f. j. 3.
112
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
113
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(39) BILBAO UBILLOS, Juan María y REY MARTINEZ, Femando. Ob. cit., p. 111.
(40) ídem.
(41) Véase: SORIANO TORRES, Marta. “La igualdad no como uniformidad de tratamiento jurídico sino como
prohibición de discriminación”. En: Anales de la Facultad de Derecho N° 19, Universidad de La Laguna,
diciembre 2002, p. 260; CARBONELL, Miguel. Ob. cit.. pp. 177-178.
(42) Lo ha señalado, por ejemplo, en la STC Exp. N° 01151-2010-PA/TC, f. j. 3, referida a una discriminación
hacia las mujeres, a través de la distinción irrazonable de trato por encontrarse embarazada.
(43) Nuestro Tribunal Constitucional se ha referido a “categorías sospechosas”, “especialmente odiosas” o
“potencialmente discriminadoras”. STC Exp. N° 2317-2010-PA/TC, ff. jj. 32-33.
(44) STC Exp. N° 0025-2005-AI y otro (acumulados), f.j. 71.
114
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
115
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
justo a cada persona por igual. Tal protección, empero, es insuficiente para garantizar, en
todos sus extremos, la igualdad que la Constitución establece, pues se limita solo a una
igualdad formal. En efecto, de poco sirve reconocer la diferencia entre las personas si esto
no se tiene en cuenta para establecer una equidad sustantiva que promueva y proteja a los
más débiles, para de esta forma satisfacer el ordenamiento constitucional de valores, in
cluyendo la igualdad que la integra.
“El principio de igualdad en el Estado constitucional exige del legislador [y del Esta
do en general, acotamos] una vinculación negativa o abstencionista y otra positiva o
interventora. La vinculación negativa está referida a la ya consolidada jurisprudencia
de este Colegiado respecto de la exigencia de ‘tratar igual a los que son iguales’ y
‘distinto a los que son distintos’ (...). Sin embargo, enfocar la interpretación del dere
cho a la igualdad desde una faz estrictamente liberal, supondría reducir la protección
constitucional del principio de igualdad a un contenido meramente formal, razón por
la cual es deber de este Colegiado, de los poderes públicos y de la colectividad en
general, dotar de sustancia al principio de igualdad reconocido en la Constitución. En
tal sentido, debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador a los
- derechos fundamentales, de forma tal que la ley esté llamada a revertir las condiciones
de desigualdad o, lo que es lo mismo, a reponer las condiciones de igualdad de las
que la realidad social pudiera estarse desvinculando, en desmedro de las aspiraciones
constitucionales”(47).
Así, con el avance hacia el Estado social ya no basta la igualación vía contenido o vía
aplicación de la ley, se exige a los entes estatales la elaboración y ejecución de políticas
públicas enderezadas a mejorar las condiciones de los más desfavorecidos. De este modo
el Estado se compromete no únicamente en el ámbito formal o jurídico, sino también en
los planos político, cultural, social y económico. Se trata-precisa el Colegiado Constitu
cional- de brindar “a las personas las mismas oportunidades para el goce real y efectivo
de los derechos fundamentales que la Constitución reconoce”, lo que ciertamente com
prende la realización de todo tipo de derechos (civiles, políticos, sociales)(48).
116
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 2)
En esta línea de reflexión, entonces, sería la inacción estatal para reparar las inequi
dades sociales las que están viciadas de inconstitucionalidad. Serían “omisiones incons
titucionales”, las que ocurren “cuando la inactividad, inacción, o un non facere por parte
del legislador ordinario [u órgano estatal responsable, agregamos] infringe algún precep
to o mandato constitucional provocando una situación inconstitucional”(51).
Ahora bien, para hacer referencia a estos grupos desfavorecidos, con la finalidad de
saber a quienes se hace alusión y el tratamiento que merecen, se ha utilizado la catego
ría “sujetos merecedores de especial protección constitucional”. De conformidad con la
Constitución, reciente jurisprudencia del Tribunal Constitucional y tratados sobre dere
chos humanos, las personas en situación de postergación, debilidad o vulnerabilidad re
quieren una especial atención y cuidado por parte del Estado, sea porque pueden pade
cer abusos por parte de otras personas, porque sus derechos pueden quedar amenazados
o vulnerados por tener capacidades diferentes, o porque cuentan con menos oportunida
des que los demás.
11-7
ART. 2, INC. 2) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| El derecho a la igualdad contiene dos facetas: igualdad en la ley e igualdad ante la ley:
STC Exp. N° 02466-2012-PA/TC (f. j. 3.2.2).
H Las instituciones educativas deben otorgar un trato diferenciado a los estudiantes cuando se
advierta una situación de desigualdad entre ellos: STC Exp. N° 02362-2012-PA/TC (f. j. 11).
B IB L IO G R A F ÍA
ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundam entales. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1997; BILBAO UBILLOS, Juan M aría y REY M ARTÍNEZ, Fem ando. E l principio constitucional
de igualdad en la jurisprudencia constitucional española. En: M iguel C arbonell (com pilador)
“El principio de igualdad constitucional” . Com isión N acional de D erechos Hum anos, M éxico,
2003; BOBBIO, N orberto. Igualdad y libertad. Paidós, I.C.E. de la U niversidad A utónom a de
Barcelona, Barcelona, 1993; CARBONELL, Miguel. Los derechosfundamentales en México. UNAM-
Comisión N acional de los Derechos H um anos, M éxico, 2004; DWORK1N, Ronald. Los derechos
en serio. Ariel, Barcelona, 1995; GARCÍA M O RILLO, Joaquín. “La cláusula general de igualdad”.
En: AA.VV. Derecho Constitucional. Valencia, 2000; PETZOLD-PERNÍA, H ennann. “La igualdad
como fundamento de los derechos de la persona hum ana” . En: Anuario de Filosofía Jurídico Social.
N° 10, Argentina, 1990; PÉREZ LUÑO, Antonio E. Los derechos fundam entales. Tecnos, Madrid,
1993; RUBIO LLORENTE, Francisco. L a fo rm a del poder. Estudios sobre la Constitución. Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993; SORIANO TORRES, Marta. “La igualdad no como
uniformidad de tratam iento jurídico sino com o prohibición de discrim inación” . En: Anales de la
Facultad de D erecho. N° 19, Universidad de L a Laguna, 2002.
(54) En la jurisprudencia del Tribunal se encuentran a otras personas o colectivos que también han merecido
una tutela reforzada, tal es el caso de las comunidades indígenas (a la luz deí Convenio OIT 169), los
enfermos terminales y las personas con enfermedades mentales.
118
Artículo 2 L ib ertad de conciencia, religión,
id eas, creencias y opinión
Toda persona tiene derecho:
( ...)
3. A la libertad de conciencia y de religión, en forma indivi
dual o asociada. No hay persecución por razón de ideas
o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público
de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la
moral ni altere el orden público.
(...).
CO N C O R D A N C IA S:
C : arts. 2 ines. 2), 13), 18), 14, 37, 50; C P.C t: art. 37 ines. 1), 2), 3); C.C.: arts. 360,
763; C.N.A.: arts. 9,11; D.U.D.H.: arts. 18,19; P.I.D.C.P.: arts. 18, 27; C.D.N.: art.
14; C.A.D.H.: art. 12
I. Introducción "' .
El desarrollo y perfección de la persona humana no se agota con el simple respeto
de sus libertades clásicas. El hombre es un ser racional, dotado de conocimientos, ideas
y creencias que conforman su mundo espiritual. Su gran tragedia y a la vez su mayor ca
pital es su sed insaciable de verdad que lo impele a la búsqueda inagotable del conoci
miento, de lá verdad suprema. A diferencia de los otros seres vivos que pueblan la tierra,
el hombre se sitúa en el mundo partiendo de una concepción del universo. A ella llega por
medio de las ideas y de los conocimientos que adquiere gracias a la educación, la prensa,
la radio y la televisión; los libros, el arte y la poesía que lo cultivan. En consonancia, con
todo ello, las libertades espirituales resultan imprescindibles para garantizarle al hombre
su condición de ser racional y su dignidad como persona.
¿Con los vocablos conciencia, ideas y creencias se está haciendo referencia a un mis
mo fenómeno, lo religioso; o por el contrario, estamos ante categorías distintas que de
mandan del ordenamiento jurídico un tratamiento diverso?(1).
(1) Linares Quintana escribe que la libertad de religión tiene tres aspectos distintos, uno de los cuales es la iibertad
119
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
de conciencia o de creencias, que consiste en el derecho de cada uno de creer interiormente lo que quiera en
materia religiosa (Cfr. LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucio
nal argentino y comparado. Tomo III, editorial Alfa, Buenos Aires, 1956, p. 710). Para otros autores como
Esmein, por ejemplo, “la libertad de conciencia se refiere al derecho de todo ciudadano de no ser obligado
a profesar una religión en la que no cree, o a participar en sus actos exteriores” (citado por B ID ART CAM
POS, Germán. Derecho Constitucional comparado. Tomo II, Ediar, Buenos Aires, 1966, p. 21). Bourdeau,
en cambio, dice que: “la libertad de conciencia importa la de creer en lo que se desee, sea en materia política,
social, filosófica o religiosa” (citado por LINARES QUINTANA, Segundo V. Ob. cit., pp. 710-711). Desde
esta visión más amplia, la libertad de conciencia involucra a la de creencias y, ambas, a su vez, son variantes
específicas del derecho más genérico a la libertad de pensamiento. Así, por ejemplo, en España F. Garrido
Falla (siguiendo a RIVERO, J. Les libertés publiques. Tomo II, 1977, p. 120), sostiene que la “libertad de
opinión, de creencias, ideológica y de conciencia son aspectos o manifestaciones de la libertad de pensa
miento”. (Cfr. GARRIDO FALLA, F. y otros. Comentarios a la Constitución. 2a edición, Madrid, 1985,
pp. 284-287). En todo esto lo único que vemos es confusión de términos que requieren de urgente precisión.
(2) Artículo 18 de la DUDH: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión”. El PIDCP no menciona la libertad de pensamiento pero dice en su artículo 19 que “nadie podrá
ser molestado a causa de sus opiniones”. El artículo 13 de la CADH proclama que “toda persona tiene
derecho a la libertad de pensamiento y de expresión”. El artículo 9 de la CEDH señala: “Toda persona tiene
derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. En su artículo 10 establece el derecho
de toda persona “a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión (...)”.
(3) Para Cecilia Medina, las libertades de opinión y de pensamiento son similares y “equiparables con la
libertad de conciencia concebida de manera amplia, no solo como libertad de religión”. (Cfr. M EDINA
QUIROGA, Cecilia. La libertad de expresión. En: Cecilia Medina Quiroga y Jorge Mera Figueroa (edi
tores). “Cuadernos de Análisis Jurídico”. N° 6: Sistema jurídico y derechos humanos. El Derecho nacional
y las obligaciones internacionales de Chile en materia de derechos humanos. Universidad Diego Portales,
Santiago de Chile, 1996, p. 147).
120
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 3)
sistema de ideas, ni tampoco la protección de una determinada forma de relación con Dios,
sino la facultad del entendimiento de formular juicios prácticos en relación con lo que re
sulta ser una acción correcta frente a una situación concreta que se presenta de facto. En
otras palabras, es la facultad de discernir entre lo que resulta ser el bien o el mal moral,
pero en relación con lo que concretamente, en determinada situación debemos hacer o no
hacer. Por eso se dice que es un conocimiento práctico”(4)56.
Por consiguiente, es un derecho que se ejerce siempre de modo individual, en la me
dida que la conciencia a la que se refiere y protege la Constitución es la conciencia sub
jetiva y no la protección abstracta de un sistema moral determinado, o en otras palabras,
de una regla objetiva de moralidad.
Esta línea diferenciadora entre la libertad de conciencia y la libertad religiosa ha sido
también asumida por el Tribunal Constitucional peruano, quien en su oportunidad seña
ló que si bien pueden confluir en algunos de sus postulados, son dos derechos de distin
to contenido®.
Sin embargo, en fallos posteriores, esta línea divisoria no queda tan clara, pues el propio
Tribunal señalará que ninguna persona puede ser impedida de ejercer su opción de adorar
a alguna divinidad, pues se trata de una de las manifestaciones de la libertad de concien
cia, ya que previamente parte del reconocimiento de la existencia de una esfera reserva
da al individuo, en la que no cabe interferencia o intromisión alguna por parte de terce
ros. En tal sentido, para el Tribunal, y así lo expone expresamente, la decisión de elegir a
una divinidad a quien adorar es una manifestación del derecho a la libertad de conciencia,
omitiendo mención alguna a la libertad religiosa®.
(4) NARANJO, Vladimiro. Teoría constitucional e instituciones políticas. 8a edición, Temis S.A., Santa Fe
de Bogotá, 2000, p. 657.
(5) STC Exp. N° 00895-2001-AA/TC, f. j. 3.
(6) STC Exp. N° 03283-2003-AA/TC, f. j. 16.
(7) Cfr. ORTEGA Y GASSET, José. “Ideas y creencias”. En: Revista de Occidente, Madrid, [1940], 1986, p. 23.
121
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
artísticos, etc. Con el bagaje de sus ideas pretende influir sobre su entorno sin más limi
taciones que las que impone el orden público constitucional. Premunido de su programa
ideológico, el individuo adopta una determinada posición frente a la vida y cuanto le con
cierne; enjuicia la realidad desde su particular modo de verla según sus ideas.
Esta libertad, que en el Derecho español se recoge como libertad ideológica (art. 16.1
de la Constitución española de 1978), no se agota en su faz interna, en el mundo del pen
samiento psíquico, sino que tiene también una dimensión externa, de agere licere: la de
actuar no solo conforme a nuestra religión o nuestras creencias, sino también de confor
midad con nuestras ideas, lo que implica la interdicción de cualquier obstáculo, intromi
sión o injerencia de los poderes públicos obligados a la neutralidad e impedidos de exigir
la adherencia a cualquier postulado ideológico, incluido el democrático y constitucional.
La expresión “no hay persecución por razón de ideas o creencias” exige que ambos
derechos -la libertad de ideas (o ideológica) y la libertad de creencias- se ejerzan con la
máxima amplitud. Amplitud que no encuentra límites en el plexo de valores propugna
dos por la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico, sino que va más allá; inclu
so para proteger los comportamientos, actitudes o conductas que se asumen con arreglo
a unos valores, creencias o ideas contrarios a los de la Constitución, con excepción, claro
está, de la violencia como un medio para imponer criterios.
La libertad de conciencia aparece aquí como la garantía jurídica de que el sujeto puede
acomodar su conducta y su forma de vida no solo a su religión, sino también a sus creen
cias o ideas con exclusión de cualquier intervención del Estado. Como un complemento
de estas libertades, la libertad de conciencia no se confunde ni tiene por qué confundirse
con ninguna de ellas. Es una guía ética para la praxis y, en último extremo, oponible fren
te a deberes jurídicos a fin de alcanzar lá dispensa o exención de su cumplimiento, como
única forma de dar a nuestras conductas la coherencia que exigen nuestras ideas o creen
cias (religiosas o no).
Bien dice Vladimiro Naranjo que “no hace falta estar inscrito en una religión deter
minada, ni en un sistema filosófico, humanístico o político, para emitir juicios prácticos
en tomo de lo que es correcto o incorrecto. Las personas ateas o las agnósticas, igualmen
te lo hacen, toda vez que la libertad de conciencia es un predicado necesario de la dimen
sión libre propia de la naturaleza humana, que le permite al hombre autodeterminarse con
forme a sus finalidades racionales”(8).
122
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 3)
Al respecto, habría que señalar que para el Tribunal Constitucional pemano, la liber
tad de conciencia supone el derecho de toda persona a formarse libremente la propia con
ciencia, de manera tal que aquella formación se vea exenta de intromisiones de cualquier
tipo. El libre desarrollo de la personalidad del individuo, afirma el Tribunal, implica que
en el transcurrir de la vida de la persona vaya formándose en valores o principios que den
lugar a la generación de un propio cúmulo de criterios e ideas. El Estado Constitucional
de Derecho, recuerda el Tribunal, resguarda que el forjamiento de la propia conciencia no
conlleve perturbación o imposición de ningún orden, ni siquiera de aquellos postulados
éticos o morales que cuenten con el más contundente y mayoritario apoyo social, pues jus
tamente, una condición intrínseca al ideal democrático lo constituye el garantizar el res
peto de los valores e ideas de la minoría(9). Para luego, en este mismo pronunciamiento
afirmar que la libertad de conciencia está vinculada a la libertad de ideas; mientras que la
libertad de religión, a la libertad de creencias.
123
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Parece que una definición jurídica de lo religioso solo puede darse por medio de la
exclusión, aun cuando esto supone un tratamiento completamente diferente al que recibe
del Derecho internacional. Uno de los planos más conflictivos, como señala Amorós Az-
pilicueta, no es la contraposición religión-ateísmo, ya que este no es una fe religiosa; sino
la respuesta a la inclusión en el nomen inris de la libertad religiosa de objetos tan dispa
res, tan claramente enfrentados, como el culto al bien y el culto al mal(12).
Aun cuando una definición de este tipo queda librada a la voluntad del legislador,
pensamos que las entidades religiosas, para ser reconocidas como tales, deberán cumplir
cuando menos las siguientes exigencias:
(10) ORTEGA Y GASSET, José. Ob. cit., pp. 56-57. Ibán dice que para llegar a un concepto cabal de este
derecho se debe abandonar las concepciones clásicas de la doctrina: “(...) me parece que en el tema que nos
ocupa, la doctrina sigue anclada en concepciones demasiado clásicas - o por mejor decir: m inim alistas-; y
es que me parece que hasta que no se llegue a comprender que la libertad religiosa es un valor radicalmente
laico, no se podrán extraer las últimas consecuencias de la idea que subyace tras ese mismo valor”. Véase
IBÁN, Iván. “La libertad religiosa como derecho fundamental”. En: Anuario de Derechos Humanos de
la Universidad Complutense de Madrid. N° 3, Madrid, 1985, p. 163.
(11) COMITÉ DE DERECHOS HUMANOS. Observación general. N °22, artículo 18 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (48° Periodo de Sesiones, 1993) HRI/GEN/l/Rev. 1,29 de julio de 1994,
p. 4 t y ss. citado por GONZÁLEZ M., Felipe. “Libertad de conciencia y religión”. En: Cecilia Medina
Quiroga y Jorge Mera Figueroa (editores) Cuadernos de Análisis Jurídico. N° 6. Ob. cit., p. 128.
(12) Véase: AMORÓS AZPILICUETA, J. J. La libertad religiosa en la Constitución española de 1978. Citado
por LÓPEZ CASTILLO, Antonio. “Acerca del derecho de libertad religiosa”. En: Revista de Derecho
Constitucional. N° 56, año 19, mayo-agosto, 1999, p. 86.
124
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 3)
c) Un conjunto de mandamientos morales que son guía de conducta para los fieles
(con lo cual quedan fuera las creencias que veneran y rinden culto al mal).
d) Un culto propio y diferenciado compuesto por prácticas, liturgias y oraciones
que se llevan a cabo, la mayoría de las veces, en los templos o lugares de culto.
e) Una organización diferenciada, sino permanente, estable; no necesariamente je
rárquica, pero sí dotada de una estructura propia y definida acerca de la posición
de los fieles y los criterios para la selección de sus ministros.
Como se advierte, la libertad religiosa es algo más que la libertad de creer. También
comprende el derecho de toda persona a practicar sus creencias religiosas; a exteriorizar
las y expresarlas (libertad de culto). En virtud de ello, la Constitución declara que “el ejer
cicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere
el orden público”. Con este precepto el constituyente prohíbe, tanto al Estado como a los
particulares, cualquier comportamiento orientado a perturbar o a exigir del hombre decla
raciones sobre sus ideas o sentimientos religiosos.
La libertad de religión puede llegar hasta la sumisión de los fieles a un poder espiri
tual habilitado para proceder a su reclutamiento, para imponerles ciertas actitudes, juz
gar sus actos, y hasta para censurar las reglas que les son impuestas por la autoridad civil.
Asimismo, señala que como todo derecho de libertad, el derecho a la libertad religio
sa tiene una vertiente negativa, que garantiza la libertad de cada persona para decidir en
conciencia que no desea tomar parte en actos de la naturaleza antes descrita. En tal medi
da, el Tribunal señala que el contenido del derecho a la libertad religiosa compuesto bási
camente por cuatro manifestaciones: •
125
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
También ha señalado el Tribunal que la libertad religiosa, como toda libertad y dere
cho fundamental, consta de dos aspectos o dimensiones. Uno negativo, que implica la pro
hibición de injerencias por parte del Estado o de particulares en la formación y la prácti
ca de las creencias o en las actividades que las manifiesten. Y otro positivo, que implica,
a su vez, que el Estado genere las condiciones mínimas para que el individuo pueda ejer
cer las potestades que comporta su derecho a la libertad religiosa.
Ahora bien, y como ocurre con la casi totalidad de derechos fundamentales, el dere
cho a la libertad religiosa no es absoluto, está sujeto a límites. Para el Tribunal, uno de es
tos límites es el respeto al derecho de los demás. Este límite forma parte del contenido del
derecho en su dimensión negativa, que, como se ha recordado, prohíbe la injerencia de ter
ceros en la propia formación de las creencias y en sus manifestaciones. También constitu
ye un límite la necesidad de que su ejercicio se realice en armonía con el orden público;
particularmente, con la libertad de culto. Asimismo, se encuentra limitado por la moral y
la salud públicas. Tales restricciones deben ser evaluadas en relación con el caso concre
to e interpretado estricta y restrictivamente(16)17.
126
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2, INC. 3)
la asistencia religiosa correspondiente sin que se atente contra el orden público o contra
la moral pública. Ya que la libertad religiosa no solo se expresa en el derecho a creer, sino
también en el derecho a practicarla. Así, una vez formada la convicción religiosa, la fe
trasciende el fuero interno del creyente y se exterioriza ya sea en la concurrencia a luga
res de culto, a la práctica de los ritos de veneración, e incluso, como la adopción de de
terminadas reglas de trato social, saludo, vestimenta, entre otros. Es importante destacar,
que el contenido de este derecho supone también la facultad de recibir la asistencia o con
sejería religiosa, necesarias para la tranquilidad espiritual de las personas que pudieran
encontrarse dentro de un régimen especial de sujeción, como por ejemplo en hospitales,
asilos, centros de rehabilitación, centros de formación militar, establecimientos peniten
ciarios, entre otros. Ello es así en la medida que existe íntima relación de la libertad reli
giosa con el principio-derecho de dignidad de la persona humana(18).
V. La objeción de conciencia
Para Venditti la objeción de conciencia es la actitud de aquel que se niega a obedecer
un mandato de la autoridad, un imperativo jurídico, invocando la existencia, en el seno
de su conciencia, de un dictamen que le impide realizar el comportamiento prescrito(19).
El fin que se persigue es incumplir un comportamiento ordenado por el Estado a través
de una norma legítima y válida, no importa si se trata de una ley o un reglamento; de una
regla general o individual. El rechazo responde a una norma de contenido que vive en la
conciencia del objetor y que es opuesta al mandato estatal.
El concepto hasta aquí apuntado resulta válido para todos los tipos de objeción(20)21.Sin
embargo, ningún Estado puede reconocer de forma genérica el derecho a objetar sin ata
car su propia naturaleza; hacerlo sería caer en el más puro anarquismo al renunciar al ca
rácter obligatorio de las normas jurídicas, ya que una vez establecido el principio cabrían
tantas formas de objeción como contenidos de conciencia^. Es la ley, en consecuencia,
127
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la llamada a regular los alcances del Derecho. Y en caso de omisión legislativa el juez de
berá integrar el ordenamiento jurídico caso por caso, pues los derechos fundamentales son
de inmediata aplicación, no requiriéndose para su ejercicio de la interpositio legislatoris.
¿Cuáles son las motivaciones en que puede fundamentarse una conducta de rechazo
a un deber jurídico? Se suelen distinguir hasta tres clases de motivaciones, según tengan
su origen en creencias religiosas, ético-morales o filosófico-políticas(23). No debe dejar de
tomarse en cuenta, sin embargo, que estas distintas clases de motivación pueden conver
ger en la conciencia del sujeto. A veces, lo religioso, lo ético y lo político se entrecruzan
en la concepción particular del mundo que es propia de cada individuo.
Cuando las motivaciones son religiosas, el sujeto rige su conducta por preceptos evan
gélicos o teológicos y prefiere la norma religiosa en función de un compromiso personal
con la divinidad, antes que obedecer el mandato jurídico. La objeción de conciencia al ser
vicio militar apareció con el cristianismo. Lactancio decía: “Cuando Dios nos prohíbe ma
tar, no solo prohíbe el bandidaje que las propias leyes públicas no permiten, sino que nos
advierte de que ni siquiera hagamos lo que los hombres consideran lícito. Así, a un hom
bre justo no se le permitirá servir como soldado, ya que su servicio militar es la justicia”(24).
Las motivaciones éticas guardan relación con los movimientos pacifistas y humanitarios
que alzan su voz contra la violencia y la inmoralidad que subyace en el uso de las armas. Des
de esta postura destacan las ideas de hombres preclaros como Ghandi, Martin Luther King,
Romain Rolland, Víctor Raúl Haya de la Torre, entre otros.
128
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 3)
De estos tres tipos de motivaciones, los dos primeros -e l religioso y el ético- no ofre
cen mayores problemas en cuanto a su admisión legal y doctrinal. En cambio, el político
no tiene una aceptación pacífica. Para algunos autores las motivaciones políticas no cons
tituyen una base sólida de ninguna objeción de conciencia. Bertolino y Gómez de Ayala
sostienen que en la objeción fundada en motivaciones políticas no se verifica un auténtico
conflicto de conciencia, sino que se trata más bien de una simple opinión contingente, a
propósito de la particular situación política que rodea al individuo. En otras palabras, si el
sujeto se niega a portar armas, por ejemplo, no lo hace en función de una convicción ge
neral de su conciencia, válida para todas las situaciones, sino solo para aquellas que con
tradicen su ideología política.
129
ART. 2, INC. 3) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
D E R E C H O A L A L IB E R T A D D E C O N C IE N C IA
j¡] Libertad de conciencia es la facultad del individuo de poseer su propio juicio ético o moral
y de actuar conforme a dicho juicio: STC Exp. N° 06111-2009-PA/TC (f. j. 10).
j | La objeción de conciencia no puede estar fundamentada en meras opiniones o ideas, sino que
debe sustentarse en las convicciones del sujeto: STC Exp. N° 02430-2012-PA/TC (f. j. 36).
H La perm isión de una conducta que se separa del mandato general e igual para todos no puede
ser considerado una regla, sino una excepción: STC Exp. N° 00895-2001-AA/TC (f. j. 7).
D E R E C H O A L A L IB E R T A D R E L IG IO S A
jjjl La libertad religiosa es la capacidad de toda persona para autodeterminarse de acuerdo con
sus convicciones y creencias en el plano de la fe religiosa: STC Exp. N° 06111-2009-PA/
T C ( f.j. 11).
[jf La libertad religiosa se ve plasm ada en las capacidades de profesar o no una religión,
cambiar de credo y hacer público o guardar reserva sobre la vinculación religiosa: STC
Exp. N° 05680-2009-PA/TC (f. j. 18).
130
f
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 3)
B IB L IO G R A F ÍA
:
I
131
Artículo 2 L ib erta d es de expresión e in form ación
Toda persona tiene derecho:
(■■■)
4. A las libertades de información, opinión, expresión y di
fusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita
o la imagen, por cualquier medio de comunicación social,
sin previa autorización ni censura ni impedimento algunos,
bajo las responsabilidades de ley.
Los delitos cometidos por medio del libro, laprensa y demás
medios de comunicación social se tipifican en el Código
Penal y se juzgan en el fuero común.
Es delito toda acción que suspende o clausura algún órgano
de expresión o le impide circular libremente. Los derechos
de informar y opinar comprenden los de fundar medios de
comunicación.
(■■)■
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 incs. 2), 3), 18), 37, 61,1 3 9 incs. 4), 20); C.P.Ct: art. 37 inc. 3), 200 inc.
2); C.C.: art. 15,157,360, 763; C.P.: arts. 132,169; C.P.C.: art. 51 inc. 6), C.P.: arts.
130, 131, 132, 154, 169; C.N.A.: arts. 9, 10; D.U.D.H.: arts. 18, 19; P.I.D.C.P.: art.
19; C.D.N.: arts. 12,13; C.A.D.H.: art. 13
I. Introducción
La libertad de expresión, inicialmente, se concebía como libertad de imprenta debido
a que era la modalidad más frecuente de ejercer este derecho. Actualmente, se suelen uti
lizar conceptos tales como libertad de expresión o libertad de información para referirse a
los derechos vinculados a la libre comunicación de las ideas y hechos.
(1) SOLOZÁBAL, Juan José. “La libertad de expresión desde la teoría de los derechos fundamentales”. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. N° 32, CEC, Madrid, 1991, p. 8.
132
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
las más variadas formas de comunicación sea oral, escrita, a través de símbolos, por ra
dio, televisión o cualquier otra modalidad(2). De esta manera, la libertad de prensa ven
dría a ser una especie del género libertad de expresión(3); por ello, cuando se alude a la
libertad de prensa, solo se está tomando en consideración uno de los aspectos de la li
bertad de expresión.
Las similitudes se aprecian especialmente en su faceta activa, pues en ambos casos se trata
de actos destinados a la comunicación. Sin embargo, la distinción se evidencia en el contenido
de lo que se transmite, pues mientras que en la libertad de expresión se exterioriza el pensa
miento (concepción subjetiva), en la libertad de información se difunden datos o hechos. Así,
por ejemplo, lo entendió el Tribunal Constitucional en la sentencia de 14 de agosto de 2002
(STC Exp. N° 0905-2001-AA/TC, Caso Caja Rural de Ahorro y Crédito de San Martín, f.j. 9),
al precisar que:
“Mientras que la libertad de expresión garantiza que las personas (individual o colecti
vamente consideradas) puedan trasmitir y difundir libremente sus ideas, pensamientos,
(2) BIDART CAMPOS, Germán. Manual de Derecho Constitucional argentino. Ediar, Buenos Aires, 1985,
p. 228.
(3) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Elementos de Derecho Constitucional. Tomo II, Astrea, Buenos Aires, 1993, p. 105.
(4) FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. E l sistema constitucional español. Dykinson, Madrid, 1992, p. 318.
(5) ESPÍN, Eduardo y otros. Derecho Constitucional. El ordenamiento constitucional. Derechos y deberes de
los ciudadanos. Vol. I, Tirant lo Blanch, Valencia, 1991, p. 228.
133
ART.2,INC.4) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
También se aprecia una diferencia entre ambos derechos por la amplitud de su conte
nido. En efecto, mientras la libertad de expresión solo protege la comunicación del pen
samiento u opinión, la libertad de información abarca, además, la preparación, elabora
ción, selección y difusión de las noticias®.
Sin perjuicio de lo señalado, cabe advertir que la distinción resulta más clara en su fa
ceta pasiva. De esta manera, mientras que la libertad de expresión solo protege la comu
nicación sin trabas del pensamiento, el derecho a la información comprende, además, el
derecho de todas las personas a recibir información diligentemente producida.
Su fundamento basado en la dignidad del ser humano ha sido expuesto, entre otros,
por Ronald Dworkin en los siguientes términos:67
134
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
“El derecho original a la libertad de expresión debe suponer que es una afrenta
a la personalidad humana impedir a un hombre que exprese lo que sinceramente
cree, particularmente respecto de cuestiones que afectan a la forma en que se lo
gobierna’5®.
De otro lado, la dimensión institucional de este derecho denota su carácter esencial
para la vigencia de un régimen democrático. Como anota Juan José Solozábal, la libertad
de expresión “es condición de la transparencia, la existencia efectiva de alternativas, la
responsabilidad y la participación racional del ciudadano en el sistema político”. Agrega
este autor que “la opinión pública presupone información sobre la cosa pública”®.
(8) DWORKIN, Ronald. Los derechos en serio. Traducción de Marta Guastavino, 2a edición, Ariel, Barcelona,
1989,p. 295.
(9) SOLOZÁBAL, Juan José. “Aspectos constitucionales de la libertad de expresión y el derecho a la
información” . En: Revista Española de Derecho Constitucional. N° 23, CEC, Madrid, 1988, p. 141.
(10) FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. Ob. cit., p. 318.
135
ART. 2, INC. 4) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se
ñala que la libertad de expresión comprende “la libertad de buscar, recibir y difundir in
formaciones’e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por
escrito, en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento”.
“[L]a libertad de expresión no está diseñada solo en función de los intereses de quien,
procura divulgar sus opiniones o ideas; de hecho y de derecho, toda persona a quien
se le impide el acceso a la información, o a las opiniones o ideás de otro, es víctima
de una violación de la libertad de expresión”11(12).
Precisamente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinión Consul
tiva OC-5/85 de 13 de noviembre de 1985 sostuvo que:
(11) Síntesis desarrollada por FAÚNDEZ, Héctor en su artículo “La libertad de expresión”. En: Revista de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela. N° 78, Caracas, p. 252.
(12) Ibídem, p. 253.
136
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
ideas ‘por cualquier (...) procedimiento’, está subrayando que la expresión y la difusión
del pensamiento y de la información son indivisibles, de modo que una restricción de
las posibilidades de divulgación representa directamente, y en la misma medida, un
límite al derecho de expresarse libremente (...).
32. En su dimensión social, la libertad de expresión es un medio para el intercambio
de ideas e informaciones y para la comunicación masiva entre los seres humanos. Así
como comprende el derecho de cada uno a tratar de comunicar a los otros sus propios
puntos de vista implica también el derecho de todos a conocer opiniones y noticias.
Para el ciudadano común tiene tanta importancia el conocimiento de la opinión ajena
o de la información de que disponen otros como el derecho a difundir la propia”.
Las dos dimensiones de la libertad de expresión que han sido expuestas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, dan una pauta sobre el contenido de este derecho.
De esta manera, para fines del presente artículo, utilizaremos una concepción amplia
de la libertad de expresión que incluya a la libertad de información. Ello no significa des
conocer sus diferencias conceptuales, sino asumir que son manifestaciones de un derecho
general a la libre comunicación.
Para determinar si un límite resulta legítimo, primero habrá que precisar los alcances
del derecho, es decir, delimitarlo, para luego si hubiera un conflicto resolverlo aplicando
el test de ponderación. Así lo suele hacer el Tribunal Constitucional:
(13) H UERTA G UERR ERO , Luis. “Libertad de expresión: fundam entos y lím ites a su ejercicio” . En: Los
derechos fundamentales. Estudios de los derechos constitucionales desde las diversas especialidades del
Derecho. Gaceta Jurídica, Lima, 2 0 1 0 , p. 129.
ART. 2, INC. 4) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(14) EKMEKDJIAN, Miguel Ángel. Derecho a la información. Reforma constitucional y libertad de expresión.
Nuevos aspectos. Depalma, Buenos Aires, 1996, p. 38.
(15) SAGÜÉS, Néstor Pedro. Ob. cit. Tomo II, p. 116.
(16) O’DONNELL, Daniel. Protección Internacional de los Derechos Humanos. CAJ, Lima, 1988, p. 253.
138
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
“38. (...) En esta materia toda medida preventiva significa, inevitablemente, el menos
cabo de la libertad garantizada por la Convención.
39. El abuso de la libertad de expresión no puede ser objeto de medidas de control
preventivo sino fundamento de responsabilidad para quien lo haya cometido”.
Asimismo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso Martorell
(Informe N° 11/96), reiteró que:
“La interdicción de la censura previa, con la excepción que prevé el párrafo 4 del artí
culo 13, es absoluta. Esta prohibición existe únicamente en la Convención Americana.
La Convención Europea y el Pacto sobre Derechos Civiles y Políticos no contienen
disposiciones similares”.
Sobre la base de dicho criterio, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
consideró que:
“El censor es, generalmente, elPoder Ejecutivo; pero también puede ser el legislador,
mediante leyes de censura (...) o los jueces, en virtud de medidas cautelares o senten
cias de censura. No cabe descartar que los particulares impongan de hecho actos de
censura, por ejemplo, impidiendo fácticamente una publicación”(17)18.
De esta manera, interpretando lo dispuesto por la Constitución a la luz de la Conven
ción Americana sobre Derechos Humanos, puede concluirse que no puede establecerse una
prohibición judicial previa para difundir opiniones o informaciones a través de un medio
de comunicación08). En consecuencia, solo resultan admisibles responsabilidades poste
riores de quienes ejerzan inadecuadamente este derecho.
139
ART. 2, INC. 4) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“En uno de sus estudios, la Comisión Interamericana consideró que, a pesar de la au
sencia de límites formales al ejercicio de la libertad de pensamiento y de expresión, el
gobierno en cuestión había incurrido en graves violaciones de los derechos humanos
consagrados en la Convención Americana debido en particular, a la existencia de un
grado apreciable de autocensura originada por los actos de intimidación de que han
sido objeto algunos periodistas, la restricción de la propaganda oficial (como forma
de presión económica) y los allanamientos de locales de (...) algunos medios de
comunicación”(20).
Hechos de esta naturaleza constituyen, sin duda, graves restricciones a la libertad de
expresión que no contribuyen al pluralismo informativo, a la formación de una opinión
pública libre y, en última instancia, al afianzamiento de un sistema democrático. Por ello
se afirma que “la autocensura, en la cual cabe una cuota de responsabilidad a los propios
medios y periodistas, es otra forma de afectar la libertad de expresión, la libertad de pren
sa y en especial el derecho a la información de los ciudadanos”(21).
(19) Una interpretación distinta que admite que un mandato judicial pueda evitar la divulgación de información
que afecte la intimidad ha sido expuesta por EGUIGUREN PRAELI, Francisco. La libertad de expresión
e información y el derecho a la intimidad personal. Su desarrollo actual y sus conflictos: Palestra, Lima,
2004, p. 241.
(20) O ’DONNELL, Daniel. Ob. cit., p. 254.
(21) “Contribuciones a los Diez Principios de la Declaración de Chapultepec”. En: La libertad de prensa y la
ley. Norma Legales que afectan alperidodismo en lasAméricas. Sociedad Interamericana de Prensa, 1999,
p. 556.
140
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
En todo caso, para que una medida de esta naturaleza prospere debería estar contem
plada por la Constitución, tal como sucede en otros países. Así por ejemplo, la Consti
tución italiana admite el secuestro de publicaciones de modo excepcional por orden ju
dicial (art. 21), mientras que la Constitución española también admite “el secuestro de
publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judi
cial” (art. 20.5). En el Perú, en cambio, la norma constitucional no habilita limitaciones
previas de esta naturaleza, más bien las impide.
De esta manera, cualquier medida solo puede ser aplicada sobre conductas ya produ
cidas. Si bien es necesario evitar el posible abuso de los medios de comunicación, tam
bién es necesario proteger la actividad informativa, en consideración a que es una garan
tía para la vigencia del sistema democrático.
En este sentido, el Código Penal (art. 130 y ss.) regula los denominados delitos con
tra el honor (injuria, calumnia y difamación). Así se tipifica como injuria (art. 130) la con
ducta del que ofende o ultraja a una persona con palabras, gestos o vías de hecho, cuya
pena será de prestación de-' servicio comunitario de diez a cuarenta jomadas o de sesen
ta a noventa días-multa. Por su parte, la calumnia (art. 131) se presenta cuando alguien
atribuye falsamente a otro un delito, y la pena será de noventa a ciento veinte días-multa.
Asimismo, comete difamación (art. 132) el que, ante varias personas, reunidas o se
paradas, pero de manera que pueda difundirse la noticia, atribuye a una persona, un he
cho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar su honor. La sanción será de pena
privativa de libertad no mayor de dos años o treinta a ciento veinte días-multa. Si el deli
to se comete por medio del libro, la prensa u otro medio de comunicación social, la pena
será privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años y de ciento veinte a tres
cientos sesenta y cinco días-multa.
Finalmente, el Código Penal señala que en los delitos antes mencionados la justicia
solo procederá por acción privada, es decir, el afectado es el que deberá presentar la de
nominada “querella”, pues no le corresponde al Ministerio Público presentar la denuncia.
Cabe mencionar dos casos recientes y emblemáticos que supusieron prisión efectiva
para los periodistas denunciados, situación que posteriormente fue corregida por la Sala
Penal de la Corte Suprema. Se trató de los casos Segundo Carrascal Carrasco (18/06/2010,
Sala Penal Permanente, R.N. N° 1372-2010, Amazonas) y Paul Garay Ramírez (28/10/2011,
Sala Penal Transitoria, R.N. N° 2436-2011, Ucayali). Situaciones de esta naturaleza no
deben volver a repetirse.
141
ART. 2, INC. 4) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De otro lado, la Ley de Radio y Televisión, Ley N° 28278, publicada en el Diario Ofi
cial el 16 de julio de 2004, ha regulado la cláusula de conciencia señalando que en virtud
de ella “todo el que ejerza la actividad periodística tendrá derecho a solicitar la resolución
de su contrato o el término de su vínculo laboral cuando hubiese sido conminado u obli
gado a realizar trabajos contrarios a su conciencia o al Código de Normas Éticas estable
cido por el titular del servicio”.
Creemos que constituye un avance reconocer dicha institución. Sin embargo, la pre
gunta que podemos plantear es si realmente garantiza la libertad de conciencia disponer
que cuando cambia la línea editorial o se afecta el Código de Ética, es suficiente con reco
nocer el derecho al periodista de solicitar la resolución del contrato o dar por culminado
el vínculo laboral. Y es que en un país donde el mercado laboral es tan reducido y exis
te una elevada tasa de desempleo, ¿un periodista a quien le cambian la línea editorial del
medio en que labora buscará otro trabajo o aceptará la nueva línea impuesta pese a que
ella afecte su conciencia? No es posible olvidar lo ocurrido con los medios de comunica
ción en el Perú. Por ello, creemos que debió establecerse que el periodista, en vez de re
nunciar, pueda rehusarse a cumplir la orden del medio de comunicación y permanecer en
él haciendo respetar su conciencia.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj La libertad de expresión garantiza que las personas puedan trasmitir y difundir libremente sus
ideas, pensamientos, juicios de valor u opiniones: STC Exp. N° 02976-2012-PA/TC (f. j. 6).
¡j| La veracidad del hecho noticioso está sometida a prueba; en cambio, la expresión de
opiniones o juicios de valor no se presta á ninguna demostración de exactitud: STC Exp.
N° 02976-2012-PA/TC (f. j. 7).
¡jj Las críticas al desem peño funcional de un funcionario se encuentran protegidas por el
derecho a la libertad de expresión: Exp. N° 02976-2012-PA/TC (f. j. 19).
142
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 4)
B IB L IO G R A F ÍA
BIDART CAM POS, Germán. M anual de Derecho Constitucional Argentino. Ediar, Buenos Aires,
1985; DW ORKIN, Ronald. Los derechos en serio. Traducción de M arta Guastavino, 2a edición,
Ariel, Barcelona, 1989; EGUIG UREN PRAELI, Francisco. La libertad de expresión e información
y el derecho a la intimidad personal. Su desarrollo actual y sus conflictos. Palestra, Lima, 2004;
EKMEKDJIAN, M iguel Ángel. D erecho a la información. Reforma constitucional y libertad de
expresión. Nuevos aspectos. Depalm a, Buenos Aires, 1996; ESPÍN, Eduardo y otros. Derecho Cons
titucional. E l ordenamiento constitucional. Derechos y deberes de los ciudadanos. Vol. I, Tirant lo
Blanch, Valencia, 1991; FAUNDEZ, H é c to r. “La libertad de expresión” . En: Revista de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela. N° 78, Caracas; FERNÁN
DEZ SEGADO, Francisco. E l sistem a constitucional español. Dykinson, Madrid, 1992; HUERTA
GUERRERO, Luis. “Libertad de expresión: fundamentos y límites a su ejercicio”. En: Los derechos
fundamentales. Estudios de los derechos constitucionales desde las diversas especialidades del D e
recho. Gaceta Jurídica, Lima, 2010; O ’DO NNELL, Daniel. Protección Internacional de los Derechos
Humanos. CAJ, Lima, 1988; SAGÜÉS, Néstor Pedro. Elementos de Derecho Constitucional. Tomo
II, Astrea, Buenos Aires, 1993; SERNA, Pedro. “La llamada censura previa judicial y el Derecho
Constitucional argentino. Consideraciones a partir de la constitucionalización de la Convención
A m ericana sobre Derechos H um anos” . En: Secretaría de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. Líber Am icorum Héctor Fix-Zamudio, Volumen II, San José, Costa Rica; SOLOZÁBAL,
Juan José. “Aspectos constitucionales de la libertad de expresión y el derecho a la información” . En:
Revista Española de Derecho Constitucional. N° 23, CEC, Madrid, 1988; SOLOZÁBAL, Juan José.
“La libertad de expresión desde la teoría de los derechos fundamentales” . En: Revista E spañola de
Derecho Constitucional. N° 32, CEC, Madrid, 1991.
143
t
A rtículo 2 E l derecho de acceso a la in form ación
p ú b lica
Toda persona tiene derecho:
(...)
5. A solicitar sin expresión de causa la información que
requiera y a recibirla de cualquier entidad pública, en el
plazo legal, con el costo que suponga el pedido. Se excep
túan las informaciones que afectan la intimidad personal
y las que expresamente se excluyan por ley o por razones
de seguridad nacional.
(...).
C O N C O R D A N C IA S:
C.: arts. 2 ines. 4), 6), 7), 200 me. 3); C.P.Ct: arts. 61, 62 y ss., 119; C.C.: arts. 14,
15,16; C.P.: arts. 154,155,156,157,242,330; D.S. 043-2003-PCM; D.S. 072-2003-
PCM; D.U.D.H.: art. 19; C.I.C.: art. XVI
I. Introducción
El contenido y alcances del derecho de acceso a la información pública han sido de
sarrollados por la Constitución, los instrumentos internacionales sobre derechos humanos
y las leyes. En efecto, de acuerdo al artículo 2, inciso 5, de la Constitución toda perso
na tiene derecho a solicitar sin expresión de causa la información que requiera y a reci
birla de cualquier entidad pública, en el plazo legal, con el costo que suponga el pedido.
(1) Defensoría del Pueblo. “Situación de la libertad de expresión en el Perú”, En: Informe Defensoriol. N° 48,
Lima, 2000, p. 56. Asimismo, cfr, Defensoría del Pueblo. “El acceso a la información publica y la cultura
del secreto”. En: Informe Defensorio!. N° 60, Lima, 2001. “El derecho de acceso a la información pública.
Normativa, jurisprudencia y labor- de la Defensoría del Pueblo”. En: Serie Documentos Defensoriales -
Documento N° 9, Lima, 2009.
144
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA •ART. 2, INC. I)
La Ley N° 27806, modificada por la Ley N° 27927, cuyo Texto Único Ordenado (TUO)
fue aprobado a través del Decreto Supremo N° 043-2003-PCM, publicado el 24 de abril
de 2003, ha sido fruto de un trabajo singular en el Congreso de la República, pues para su
elaboración recibió y acogió sugerencias procedentes de diversas instituciones. A nivel de
la sociedad civil, por ejemplo, el Consejo de la Prensa Peruana y el Instituto Prensa y So
ciedad formularon importantes aportes. Asimismo, la Defensoría del Pueblo contribuyó
a este esfuerzo con diversos informes y opiniones remitidos al Congreso de la República.
Todo ello ha hecho que se trate de una norma que fomenta el acceso ciudadano a la infor
mación y la transparencia en las entidades públicas. Precisamente por ello, muchas de sus
disposiciones han tratado de ser bastante detalladas, pues se ha pretendido impedir que la
“cultura del secreto” pueda ampararse en normas poco claras e imprecisas.23
(2) MESTRE DELGADO, Juan Francisco. El derecho de acceso a archivos y registros administrativos (Análisis
del articulo 105.b) de la Constitución. Civitas, Madrid, 1998, p. 50.
(3) Cfr. LUQUE RÁZURI, Martín. Acceso a la información pública documentaly regulación de la información
secreta. ARA Editores, 2002, Lima, p. 204 y ss. -
145
A*RT. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
146
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
(4) CASTRO CRUZATT, Karin. “El derecho fundamental de acceso a la información pública”. En: Los
derechos fundamentales. Estudios de los derechos constitucionales desde las diversas especialidades del
Derecho. Gaceta Jurídica, Lima, 2010, p. 150.
147
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
148
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
149
t
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Tal situación fue corregida por el Texto Único Ordenado de la Ley N° 27927, la cual
desarrolla de mejor manera las excepciones al acceso a la información, especialmente aque
llas referidas a la seguridad nacional - “una idea subdesarrollada en el plano conceptual,
y cargada de emotividad e irracionalismo en su plasmación práctica”- (5), que se caracteri
zaban por su amplitud y ambigüedad. La ley distingue tres tipos de información: secreta
-ámbito militar y de inteligencia (art. 15)-, reservada -ámbito policial y de relaciones ex
teriores (art. 1 6 )-y confidencial-intimidad, secreto bancario, reserva tributaria, etc. (art.
17)-. Además, establece un plazo de clasificación y un procedimiento de desclasificación.
Cabe indicar que en el caso “Nuevo Mundo Holding S.A.”, el Tribunal Constitucional (f.
j. 6) consideró que el control que permita determinar jurisdiccionalmente si la información
debe ser pública o no, debe guiarse por los principio de razonabilidad y proporcionalidad:
“[E]l solo hecho de que una norma o un acto administrativo, como en el presente caso,
atribuya o reconozca la condición de seguridad nacional a una información deter
minada, no es razón suficiente, en términos constitucionales, para denegar el acceso
a la misma; por el contrario, es siempre indispensable examinar si la información
calificada de reservada reviste realmente o no tal carácter, acudiendo para tal efecto
al principio constitucional de razonabilidad”.
Por lo demás, el artículo 18 de la ley señala que: “la información contenida en las ex
cepciones señaladas en los artículos 15,16 y 17 son accesibles para el Congreso de la Re
pública, el Poder Judicial, el Contralor General de la República y el Defensor del Pueblo”.
(5) REVENGA SÁNCHEZ, Miguel. Seguridad Nacional y derechos humanos. Estudios sobre lajurisprudencia
del Tribunal de Estrasburgo. Aranzadi, Navarra, 2002, p. 43.
150
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
(6) Cfr. HUERTA GUERRERO, Luis. Libertad de expresión y acceso a la información pública. Comisión
Andina de Juristas, Lima, 2002, p. 175.
151
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
152
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
Además, algunas de las medidas que buscan promover la transparencia no tienen ma
yor impacto. Esto, por ejemplo, sucede con los informes que anualmente elabora la Presi
dencia del Consejo de Ministros en cumplimiento de la Ley. Así por ejemplo, en el infor
me correspondiente al año 2010 se indicaba que se habían cursado 1988 comunicaciones
a las distintas entidades que forman parte de la Administración Pública; sin embargo, solo
se recibió información de 395 (20%); se agregaba que un número considerable de gobier
nos regionales y locales habían presentado sus informes de manera incompleta y que un
número importante de gobiernos regionales y locales informaban que no disponían de in
formación de las autoridades de la gestión saliente, entre otros aspectos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjf L as entidades que resguardan inform ación pública tienen el deber de conservarla en soportes
que faciliten su reproducción: ST C Exp. N° 0 4865-2013-PH D /TC (f. j. 9).
¡jp P e d id o de inform ación p ú b lic a po d rá ser im preciso si ello se ju stifica en la asim etría
e n tre el ciudadano y la institución que la resguarda: ST C E xp. N° 03351-2013-PH D /T C
( f .j.4 ) .
¡jj L as em presas q u e brindan servicios públicos no están obligadas a entregar inform ación
a tercero s sobre los cobros que realizan a sus usuarios: ST C Exp. N° 03993-2013-P H D /
T C ( f .j . 4 ) .
153
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
B IB L IO G R A F ÍA
CASTRO CRUZATT, Karin. “El derecho fiindamental de acceso a la información pública”. En: Los de
rechos fundamentales. E studios de los derechos constitucionales desde las diversas especialidades del
Derecho. Gaceta Jurídica, Lima, 2010; DEFENSORÍA DEL PUEBLO. “El acceso a la información
pública y la cultura del secreto”. En: Inform e Defensorio!. N° 60, Lima, 2001; DEFENSORÍA DEL
PUEBLO. “Situación de la libertad de expresión en el Perú”. En: Inform e Defensorio!. N° 48, Lima,
2000; ESTRE DELGADO, Juan Francisco. E l derecho de acceso a archivos y registros administrativos
(Análisis del articulo 105.b) de la Constitución. Civitas, Madrid, 1998; HUERTA GUERRERO, Luis.
Libertad de expresión y acceso a la información pública. Comisión Andina de Juristas, Lima, 2002;
LUQUE RÁZURI, Martín. Acceso a la información pública documental y regulación de la información
secreta. ARA Editores, Lima, 2002; REVENGA SÁNCHEZ, Miguel. Seguridad nacional y derechos
humanos. Estudios sobre la jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo. Aranzadi, Navarra, 2002.
154
Artículo 2 Secreto banearlo y reserva trib u ta ria :
derecho a la privacidad econ óm ica
Toda persona tiene derecho:
(...)
-5. (...)
El secreto bancario y la reserva tributaria pueden levan
tarse a pedido del juez, del Fiscal de la Nación, o de una
comisión investigadora del Congreso con arreglo a ley y
siempre que se rejieran al caso investigado.
(...).
CO N C O R D A N C IA S:
C : arts. 97,200 inc. 3); CP.Ct: arts.61,119; C.P.: 245,247,330; C.T.: arts. 62,85; Ley
26702:140,141,142,143; D.S. 043-2003-PCM; R. 234-2007-MP-FN; C.I.C.: art XVI
I. Introducción
1. La importancia de la privacidad económica ha sido reconocida por nuestro sistema
legal elevándola a estatus de derecho constitucional a través de la reserva tributaria y el
secreto bancario. Sin embargo, el conocimiento de la información económica de los par
ticulares puede llegar a ser esencial para la buena marcha del mercado, para el proceso
de fiscalización tributaria, indispensable en todo Estado, y para la lucha contra la delin
cuencia que suele ampararse en estas figuras legales para ocultar sus fortunas mal habidas.
La necesidad de información patrimonial por parte del Estado debe conciliarse con el
derecho a la privacidad y, en especial con el tema que nos ocupa: la privacidad económi
ca. En los últimos años, esta institución se ha puesto nuevamente en debate debido, pre
cisamente, a la cada vez mayor exigencia de información y transparencia que reclaman
el Estado y la sociedad, y debido también al creciente desarrollo del crimen organizado
y al surgimiento de fortunas injustificadas.
155
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Se trata entonces de conocer cuáles son los nuevos límites de la privacidad económi
ca en sus expresiones legislativas: secreto bancario y reserva tributaria, y cuáles son los
mecanismos de seguridad que deberá garantizar el poseedor de la información económi
ca que constituye el objeto de dicho derecho; para todo lo cual, desde luego, habrá que
hacer una relectura de esta institución a la luz de los nuevos tiempos, enmarcados por una
sociedad de la información, de un creciente avance tecnológico, de una apertura de las
economías nacionales al comercio mundial, y de un claro proceso de democratización, no
solo de las instituciones públicas sino de las organizaciones privadas. Este breve comen
tario pretende ser una aproximación al tema y problema que hoy representa esta figura.
156
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
Sin embargo, para eUDerecho no solo se encuentra protegido todo aquello que cons
tituye el núcleo de intimidad, también lo están ciertos datos, que si bien no tan sensibles
como los referidos a la intimidad, se consideran-igualmente importantes; estos constitu
yen la esfera de la privacidad, un ámbito más dilatado que el de la intimidad, y por lo tan
to, menos protegido. Datos como nuestra edad, estado civil, dirección, número telefónico,
lugar de nacimiento, récord de notas en la universidad u otro tipo de información como
nuestras preferencias en el consumo, pueden ser parte de nuestro derecho a la privacidad.
Lo cual no quiere decir que estos datos sean secretos, pues muchos de ellos figuran en re
gistros públicos, como el Reniec, y se puede tener acceso a ellos en caso de mediar algún
asunto de interés general.
4. Ahora bien, si el secreto bancario y la reserva tributaria tienen que ver directamen
te con nuestras finanzas, nuestra economía, nuestro patrimonio, y —un asunto esencial-in
distintamente pueden ser titulares de estos derechos personas naturales o jurídicas. Enton
ces, ¿puede acaso afirmarse que su fundamento está en el derecho a la intimidad? ¿cómo
pueden justificarse estos derechos en las personas jurídicas, si estas no tienen derecho a
la intimidad? Es más, ¿puede afirmarse que la información económica es un elemento en-
titativo de la personalidad del sujeto? La respuesta obvia es no. Por consiguiente, tampo
co puede afirmarse que la base jurídica de la reserva tributaria o del secreto bancario sea
el derecho a la intimidad.
(1) Nuestro Tribunal Constitucional, en una sentencia publicada en abril de 2003 (STC Exp. N° 1219-2003-
HD), incluyó como parte de su argumentación, que el secreto bancario tiene como fundamento jurídico el
derecho a la intimidad, omitiendo en todo momento de la concepción de privacidad económica.
157
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por eso cuando hablamos del derecho al secreto bancario o a la reserva tributaria debe
advertirse que el bien protegido es siempre la privacidad y no la intimidad. La confusión
puede venir en el caso de las personas naturales, en las que con frecuencia se suele utilizar
indistintamente el término, olvidando que en estas figuras hay una diferencia en el conte
nido y en el grado de protección. Si bien ambos derechos protegen un conjunto de datos
propios de la personalidad del sujeto, el derecho a la intimidad está referido a ciertos as
pectos en extremo sensibles, y que en circunstancias ordinarias estaría vedado su conoci
miento por parte de terceros salvo autorización expresa del titular. Como ya lo hemos afir
mado, las personas jurídicas, en rigor, no tienen derecho a la intimidad, de ahí que deba
hablarse en este caso de derecho a la privacidad.
(2) Cfr. ORTIZ LIÑÁN, José. Derechos y garantías del contribuyente ante la utilización por la Hacienda
Pública de sus datos personales. Ed. Comares, España, 2003, p. 30.
158
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
(3) Cfr. Informe 2001, Relaíoría de la CIDH para la Libertad de Expresión, Cap. III. p. 14.
159
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
democráticas. En la lectura de este principio hay que tener cuidado, pues no toda infor
mación en poder del Estado es información pública y, por lo tanto, de libre acceso. Es in
formación en poder del Estado, por ejemplo, las notas de un alumno que estudia en un
colegio estatal. Sin embargo, es insostenible afirmar que esa información en manos del
Estado es información pública.
Igual sucede con la información económica de las personas naturales e incluso jurí
dicas, pues gran parte de ella se encuentra en manos del Estado. Información a la que ha
accedido por diversas vías: declaraciones juradas de impuestos, información de los ban
cos y financieras sobre movimientos económicos de los particulares, información adua
nera de importación y exportación, etc. No toda esta información, pese a estar en manos
del Estado, es pública, el Estado es solo su poseedor y hace uso de ella solo en el ámbi
to de la autorización legal.
Sin embargo, tal como veremos más adelante, en nuestro medio, más allá de la decla
ración constitucional de la reserva tributaria y el secreto bancario, se advierte que no exis
te una clara normativa que en los hechos protej a esta información.
1160
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
Las definiciones que pueden hallarse, en la literatura jurídica son, a menudo, en extre
mo genéricas, y no revelan la esencia misma de esta figura, por ejemplo:
“Es un deber de silencio a cargo de los bancos respecto de hechos vinculados a las
personas con quienes mantienen relaciones comerciales”(5).
En cuanto a la reserva tributaria, esta también consiste en una obligación omisiva, pero
esta vez por parte del Estado a través del órgano de Administración Tributaria, respecto a
la información económica del contribuyente, obtenida directa o indirectamente. Se trata,
entonces, de una obligación legal impuesta al ente encargado de los tributos, de no reve
lar a terceros, sin causa justificada, los datos que lleguen a su conocimiento como conse
cuencia del cumplimiento del deber de información de los contribuyentes en el marco de
las normas tributarias establecidas.
“(...) Dentro de la ley que reglamenta los procedimientos aplicables a los precitados
impuestos, el legislador ha conceptuado conveniente instituir una cláusula que facilite
al contribuyente su cumplimiento fiscal y le ampare en su desempeño, cual es la que
establece el-secreto que debe guardarse sobre sus declaraciones juradas. Tal está regu
lado al consentir que las declaraciones juradas, manifestaciones o informaciones que
el contribuyente presente a la Dirección, son absolutamente secretas y que no pueden
trascender de los magistrados, funcionarios o dependientes de dicha repartición, con
la sola excepción de sus superiores jerárquicos”(6).
“El alcance del secreto fiscal tiene sus propias dificultades porque en la aplicación de
los objetivos del secreto fiscal hay una marcada contradicción entré los de las partes
intervinientes ya que la publicidad es la regla en el funcionamiento del Estado mientras
que la discreción es propia de las relaciones privadas”(7).
. (4) MALAGARRIGA, Juan Carlos. El secreto boticario. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1970, p. 15.
(5) LAB ANCA, Jorge. El secreto boticario. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1953, p. 9.
(6) LAGO, Alfonso. “Secreto de las declaraciones”. En: Impuestos, doctrinasfundamentales 1942-2002. Ed.
La Ley, Buenos Aires, 2002, p. 2.
(7) NAVARRINE, Susana. El secreto fiscal. Régimen en el procedimiento tributario nacional. Ley 11.683
(T.O. 1998). Ed. La Ley, Buenos Aires, 2001, p. 1.
161
ART. 2, INC. 5> DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
162
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
Pese a que el secreto bancario y la reserva tributaria en nuestro país tienen estatus
constitucional desde 1993 , su desarrollo infraconstitucional es aún parcial y revela los de
fectos ya anotados. En efecto, nuestra Constitución aloja estos derechos en el artículo 2
inciso 5), norma referida a los derechos fundamentales de la persona. Sabemos por esta
norma quiénes tienen facultad de levantar el secreto bancario y la reserva tributaria, sin
embargo, no se conoce aún en qué circunstancia dichos funcionarios pueden ejercer esa
facultad. Tampoco sabemos cuál es el procedimiento para hacerlo. Desde luego, la Cons
titución no era el lugar para desarrollarlos, no obstante, siendo fundamental para una eco
nomía de mercado, la circulación de la información así como la protección de la priva
cidad económica, nuestro ordenamiento jurídico debió desde hace mucho desarrollar los
mencionados derechos.1
11. Las normas infraconstitucionales que se han ocupado de estas instituciones jurí-
dico-económicas no son muchas, veamos cuáles son. En primer lugar, nos referiremos
al secreto bancario, respecto del cual tenemos la Ley General del Sistema Financiero
y del Sistema de Seguros (Ley N° 26702), sección segunda, capítulo segundo, titula
do “Secreto bancario”. Concretamente en el artículo 140, que establece que las entida
des conformantes del sistema financiero, así como sus directores, funcionarios y servi
dores, están prohibidos de suministrar información sobre las operaciones pasivas de
sus clientes, salvo que mediase autorización escrita de estos o en los casos previstos en
los artículos 142 y 143.
163
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El artículo 142 de la norma ya mencionada señala los casos en los que no opera el se
creto bancario: información global que proporciona la Superintendencia de Banca y Se
guros al Banco Central de Reserva y a las entidades del sistema financiero para usos es
tadísticos y la formulación de la política monetaria y su seguimiento. Se excluye también
la información que soliciten las sociedades de auditoría autorizadas por la Superintenden
cia de Banca y Seguros, así como la información requerida por las firmas clasificadoras
de cartera de riesgo.
164
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
Tributaria, para sus fines propios, la cuantía y la fuente de las rentas, los gastos, la base
imponible o, cualesquiera otros datos relativos a ellos, cuando estén contenidos en las de
claraciones e informaciones que obtenga por cualquier medio de los contribuyentes, res
ponsables o terceros, así como la tramitación de las denuncias a que se refiere el artículo
192”(8). A continuación, el artículo se refiere a una larga lista de excepciones a la reserva
tributaria, respecto a expedientes de procedimientos tributarios, datos estadísticos, infor
mación que se traslade entre órganos de la propia Administración Tributaria, información
que se intercambie con Administraciones Tributarias de otros países en cumplimiento de
convenios internacionales. Y más adelante añade que la reserva tributaria se extiende a
quienes accedan a la información calificada como reservada en virtud de lo establecido
en el citado artículo, incluyendo las entidades del sistema bancario y financiero que cele
bren convenios con la Administración Tributaria.
Hasta aquí puede advertirse que la figura ha sido desarrollada con cierto celo y cui
dado, tratando de que se cumpla la obligación de reserva. Sin embargo, el desarrollo de la
norma no está exento de críticas, pues, si bien es cierto que nuestra legislación fiscal la ha
regulado con alguna extensión, no ha definido propiamente sus alcances, habiéndose redu
cido solo a enumerar la información que puede calificar de reservada. En realidad, nuestro
legislador tributario, al parecer, no tiene completamente claro en qué consiste este dere
cho y solo atina a hacer un listado, lo cual resulta lamentable y peligroso, pues puede ge
nerar en la práctica un total desamparo del mismo. Es más, esto se comprueba al leer en
el citado artículo 85 “ajuicio del jefe del órgano administrador de tributos, la Administra
ción Tributaria, mediante resolución de Superintendencia o norma de rango similar, podrá
incluir dentro de la reserva tributaria determinados datos que el sujeto obligado a inscri
birse en el Registro Único de Contribuyentes proporcione (...) y en general cualquier otra
información que obtenga de dicho sujeto o de terceros (...)”. Esto nos lleva a la siguiente
interrogante: ¿Puede acaso un funcionario público, como el jefe de la Administración Tri
butaria, decidir qué está dentro o fuera de los alcances de un derecho constitucional? Lo
cierto es que no queda claro, y peor aún, revela de modo inmediato y palmario, lo expre
sado en líneas anteriores: el legislador tributario no tiene una completa certeza de aquello
que comprende la reserva tributaria, y mucho menos del bien jurídico protegido por esta.
¿Qué forma parte, entonces, de la reserva tributaria y cuál es el bien jurídicamente pro
tegido? ¿Forma parte, por ejemplo, del secreto tributario el conocimiento que pueda obte
ner la Administración Tributaria, de determinado contribuyente, respecto del volumen de
su clientela, procedimientos comerciales, red de distribución, contratos, secretos comer
ciales, industriales, profesionales, proyectos de expansión, etc.? ¿Forma parte de este de
recho el nivel de ingresos del contribuyente, su patrimonio y de qué está compuesto, la
cantidad de empresas que tiene, los negocios de los que forma parte, etc.? Definitivamen
te sí. ¿Cómo está compuesto entonces, este derecho y cuál es la expresión que involucra
(8) El referido artículo versa sobre la facultad discrecional con que cuentan las personas para denunciar ante
la Administración Tributaria la existencia de actos que presumiblemente constituyan delitos tributarios o
aduaneros.
165
t
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
todas sus manifestaciones? Una posible respuesta a estos cuestionamientos sería entender
la reserva tributaria -debido a su amplitud- como una cláusula constitucional abierta; en
consecuencia, todo intento de enumerar la información que la comprende, deberá ser en
tendida como un enfoque de la misma meramente enunciativo. Sin embargo, lo que sí re
sulta necesario precisar es el denominador común con que cuenta toda esta información,
es decir, se trata de información económica con relevancia tributaria, y que junto con la
reserva bancaria forman parte del derecho a la privacidad económica que es un derecho
que se les reconoce tanto a las personas naturales como jurídicas.
Conviene insistir en una idea que consideramos fundamental, el levantamiento del se
creto bancario, así como el de la reserva tributaria, nunca es absoluto, en el sentido de que
aquello que fue reservado se convierte en público. El levantamiento de estos derechos sir
ve para que determinadas personas, autorizadas por ley, puedan conocer información eco
nómica generada en la relación banco-cliente o bien Administración-contribuyente. Cuan
do la información se traslada al funcionario autorizado se traslada también la obligación
de reserva. En este sentido, información y reserva son dos caras de una misma moneda,
el funcionario público que por cualquier razón o circunstancia obtiene dicha información
166
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 5)
VIII. Conclusiones
1. El verdadero fundamento jurídico del secreto bancario y de la reserva tributaria no se
halla en la protección del derecho a la intimidad, sino en la tutela jurídica del derecho a la
privacidad económica, reconocido en nuestra Constitución. Sin embargo, la protección de
este derecho no se limita a la exigencia del respeto a la privacidad, sino que tiene que ver
con el respeto del orden público económico, en la medida en que figuras legales como las
tratadas, fortalecen la seguridad jurídica, facilitan el funcionamiento del mercado generan
do confianza en los actores económicos. En este sentido, debe verse al secreto bancario y a
la reserva tributaria, no solo como derechos a la privacidad económica, con los que cuen
ta todo ciudadano y persona jurídica, sino como piezas fundamentales para preservar el in
dispensable flujo de información que requiere el mercado a fin de funcionar eficientemente.
3. La necesidad de información que tiene el Estado para poder cumplir con sus fines,
en ocasiones limita los derechos individuales. Este conflicto de derechos, tal como señala
el Tribunal Constitucional español, no ha de ser resuelto a través de la anulación de unos
para el pleno desarrollo de otros; y aunque en colisiones del interés público frente a de
rechos individuales estos últimos han de ceder frente al primero; esta situación ha darse
de tal manera que se limiten lo menos posible estos derechos. Ello en definitiva va a exi
gir que el ordenamiento cumpla con el papel que en un Estado de Derecho le correspon
de, es decir que nos presente un catálogo de límites a la propia obtención de la informa
ción con el fin de armonizar los distintos derechos que pudieran entrar en conflicto; pero
fundamentalmente que se articulen un conjunto de garantías sobre la información en po
der de la Administración, garantíais que no solo han de tener sentido negativo, sino que
deben cobrar un sentido positivo en el ánimo de residenciar en manos del interesado, su
auténtico control(9). - ■
167
ART. 2, INC. 5) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
4. Al hilo de las ideas expuestas puede advertirse que nuestra legislación no ha creado
un auténtico mecanismo legal de protección de la privacidad económica. Nosotros consi
deramos que cuando se pretenda levantar tanto el secreto bancario como la reserva tribu
taria deberá necesariamente notificársele al titular de la información. Tal comunicación
deberá contener en primer lugar, la identidad del funcionario estatal que lo solicita y la fi
nalidad por la que se le dará esa información; así como la identificación del funcionario
que deberá cuidar que se preserve la correspondiente privacidad económica.
En cuanto a la necesidad que tiene el titular de los datos de estar informado del mane-
j o de su información por parte de un ente público, creemos que es un derecho básico, pues
este necesita conocer no solo quiénes manejan esa información sino quiénes eventualmen
te la requieren. Las razones son dos, de un lado tener el derecho a oponerse al traslado de
esa información, y conocer quién o quiénes son los responsables de la seguridad de esta.
En definitiva no es posible garantizar el secreto bancario ni la reserva tributaria si el inte
resado no se halla informado del manejo de su información.
5. Por último, es inevitable que el Estado en situaciones normales tenga acceso a cier
tos niveles de información económica de los ciudadanos, y en situaciones excepcionales
pueda levantar las barreras de seguridad que el Derecho ofrece a los agentes económicos
(secreto bancario, reserva tributaria) e incluso pueda develar las formas jurídicas utiliza
das por estos para la realización de sus negocios (levantamiento de la personalidad jurídi
ca), con el objeto de conocer la real actividad económica de los sujetos a quienes fiscaliza.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
¡p El conocimiento y acceso al secreto bancario solo puede efectuarse mediando una orden
judicial: STC Exp. N° 01219-2003-HD /TC (f. j. 10).
j| Las comisiones investigadoras del Congreso están facultadas para solicitar el levanta
miento del secreto bancario solo de los investigados: STC Exp. N° 00156-2012-PHC/TC
(£ j. 74).
B IB L IO G R A F ÍA
168
t
A rtícu lo 2 P rivacid a d de la intim idad p erson al
y fam iliar
Toda persona tiene derecho:
(...)
6. A que los servicios informáticos, computarizados o no,
públicos o privados, no suministren informaciones que
afecten la intimidad personal y familiar.
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts, 2 incs. 5), 7), 97,200 inc. 3); C.P.Ct: art 6 1,6 2y ss.; C.C.: arts. 14 ,15 ,16 ; C.P.:
arts. 154 y ss.; C.P.C.: 19°D.F.; C.P.: arts. 15 4 ,1 5 5 ,15 7 ; Ley 26497: art. 7; D.U.D.H.:
art. 12 ,19 ; P.I.D.C.P.: art. 17; C.D.N.: art. 16; C.AD.EL: art. 11.2
I. Generalidades
Desde hace algún tiempo ya, el desarrollo de la ciencia en general, y de las tecnolo
gías de la información y las comunicaciones (TIC) en particular, ha hecho posible alma
cenar una gran cantidad de datos en un espacio físico reducido y, además, sistematizar
los, con lo que es más fácil y rápido ubicar la información necesitada. Otro beneficio de
las TIC es el bajo (casi nulo) costo de reproducir información, es decir, de crear varias co
pias de un mismo documento o una misma foto, por ejemplo.
Es necesario destacar, además, que doctrina autorizada advierte sobre los elementos
de la sociedad informatizada que es necesario tener en cuenta, en la medida en que el na
cimiento del derecho a la autodeterminación informativa se encuentra, precisamente, en
la explosión de las TIC. Así, tenemos que la sociedad informatizada tiene como elemen
tos coparticipantes:
“a) Elementos materiales: sociedad, información, empresa, administración y ser
humano;
b) Elementos formales: los límites o autolímites al desarrollo tecnológico como de
las telecomunicaciones; los procesos de comunicación, los límites o autolímites a la
participación de una decisión, así como un orden jurídico, que necesariamente deberá
coexistir (...)”(1).
Este avance tecnológico, unido a la expansión del internet, generó -d e forma no tan
reciente- que los datos de las personas se encuentren en la red sea porque ellas mismas,
(1) RÍOS ESTAVILLO, Juan José. Libertad informática y su relación con el derecho a la información.
Disponible en: < http://www.bibliojuridica.Org/libros/l/7/6.pdfi>.
169
ART. 2, INC. 6> DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En ese sentido, hay autores que destacan los principios, derechos y procedimientos
que cualquier legislación actual sobre protección de datos debe recoger:234
(2) A decir de Pablo Murillo, “[e]l problema es que, de igual modo, resulta idónea para causar perjuicios de entidad
semejante a los beneficios. Por lo tanto, como en otros aspectos del progreso, se trata de buscar el modo de
aprovechar al máximo las ventajas y conjurar, a la vez, las desventajas. Pues bien, en este contexto, la necesidad
básica o interés vital a partir del cual surge la demanda de reconocimiento de un derecho es, precisamente, la de
poner en manos de los interesados instrumentos que les permitan recuperar, al menos en parte, el control sobre
la información personal que les concierne y que está o puede estar en manos de terceros”. LUCAS MURILLO
DE LA CUEVA, Pablo. La construcción del derecho a la autodeterminación informativa. Garantías para su
efectividad. En: < http://www.fcje.org.es/wp-content/uploads/file/jomadal5/l_LUCAS_l.pdf>.
(3) “[Ajnte el avance tecnológico y las posibles masificaciones en el manejo de la información, tanto entes
públicos como privados han visto la necesidad de modificar sus medios de archivar tal información para
lo cual han recurrido a las computadoras. [E]ste fenómeno que, a simple vista puede resultar cotidiano, es
necesario vislumbrarlo o cuestionarlo como una posible o presumible intromisión en la esfera privada o
íntima de las personas y, ante esto, es necesario también determinar si las normas jurídicas deben delimitar
estos alcances”. RÍOS ESTAVILLO, Juan José. Libertad informática y su relación con el derecho a la
información. Ob. cit.
(4) RIOS ESTAVILLO, Juan José. Libertad informática y su relación con el derecho a la información. Ob.
cit.
170
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, I N C . 6)
(5) DAVARA RODRÍGUEZ, Miguel Ángel. Manual de Derecho Informático. Aranzadi, Madrid, 1997,
p. 66 y ss.
171
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la recolección de datos sobre los individuos como la protección que estos pueden ejercer
contra su almacenamiento, uso y transmisión(6).
Este derecho protege, prima facie, la facultad de las personas(9) de controlar qué in
formación podría o no estar almacenada en registros informáticos, sea que pertenez
can a entidades públicas o privadas, y así proteger la intimidad personal y familiar de
las personas(10).
(6) Sobre el nacimiento del derecho a la privacidad, íntimamente ligado con este derecho, hay autores que
postulan su origen anglosajón en el caso de la boda de la hija de un profesor estadounidense. WARREN,
Samuel y BRANDEIS, Louis. “The right to privacy”. En: HarvardLaw Review. Vol. IV, N° 5, Harvard, p p ..
193-219. Citados por MILLÁN SALAS, Francisco y PERALES ORTEGA, Juan Carlos. “El derecho de
autodeterminación informativa como derecho de la personalidad o derecho fundamental”. En: Cuadernos
de estudios empresariales. N° 5, Servicio de publicaciones UCM, Madrid, 1995, pp. 203-222.
(7) Sobre la denominación de derecho de protección de datos, que es bastante común, se ha dicho con razón
que ha sido criticada porque “puede dar a entender que se está protegiendo el dato cuando lo que se protege
es al sujeto titular de los mismos”. No obstante, debe destacarse que “a nadie puede ocultarse que los datos
no son un objeto de propiedad de la persona (visión patrimonialista de Derecho Privado ya superada) sino
que son la persona misma (visión personalista actual de Derecho Público)”. Vide DELPIAZZO, Carlos E.-et
ál. Protección de datos en Uruguay y elMercosur. F.C.U., Montevideo, 2005, p. 12; DELPIAZZO, Carlos E.
“Nueva regulación de la tutela de los datos personales y hábeas data en el Derecho uruguayo”. En: El Derecho
en Red. Estudios en homenaje al Prof. Mario G. Losano. Dykinson, Madrid, 2006, p. 241 y ss.; “El derecho
a la intimidad en el nuevo horizonte telecomunicativo”. En: RICO CARRILLO, Mariliana (Coordinadora).
Derecho de las nuevas tecnologías. La Rocca, Buenos Aires, 2007, p. 129 y ss.; “Marco actual de la protección
de datos”. En: Revista Derecho y Nuevas Tecnologías. Años 4-5, N°s 6-7-8, Buenos Aires, 2006, p. 527 y ss.;
y “El derecho a la intimidad en el ciberespacio”. En: Anales de las 30 Jornadas Argentinas de Informática e
Investigación Operativa. Buenos Aires, 2001, p. 51 y ss.
(8) Aunque parece no haber mayores diferencias entre las denominaciones indicadas, Pablo Lucas Murillo
refiere que prefiere “hablar de autodeterminación informativa porque, si bien se trata de una fórmula poco
estética, es, sin embargo, más precisa pues apunta al núcleo del derecho, a su aspecto sustantivo, mientras
que la protección de los datos personales es su manifestación instrumental y, por eso, tiene un carácter
técnico que le priva de capacidad significativa”.
(9) En nuestro medio aún no se ha debatido si sería posible que la titularidad de este derecho recaiga sobre una
persona jurídica. Sobre la experiencia europea en este aspecto, y otras interrogantes que plantea el derecho
estudiado, recomendamos ver ADINOLFI, Giulio. “Autodeterminación informativa, consideraciones
acerca de un principio general y un derecho fundamental”. En: Cuestiones constitucionales. N° 17, julio-
diciembre, 2007.
(10) Este derecho, diferente al de autodeterminación informativa ahora estudiado, ya está reconocido en el
artículo 2, inciso 5, de la Constitución. Además encuentra concordancias en los artículos 97 (que regula la
actuación de las comisiones investigadoras del Congreso permitiendo el levantamiento del secreto bancario
y la reserva tributaria, pero exceptuando la información que afecte la intimidad personal) y 200, inciso 3
(que establece la acción de hábeas data para proteger los derechos a la intimidad personal y familiar y de
autodeterminación informativa).
172
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
Este derecho, a decir de Pablo Murillo, es un “derecho nuevo, de los que se dice que
integran una de las últimas generaciones de derechos, _la tercera o la cuarta, según los au
tores. Es decir, las formadas por aquellos que responden a los retos y dificultades de la so
ciedad de nuestros días. Principalmente, a los derivados del avance tecnológico, del im
pacto sobre el medio y de las nuevas formas de desigualdad”033.
(11) “El elemento determinante de la necesidad o interés esencial sobre el que se construye es el progreso
tecnológico, principalmente el derivado de los avances que resultan de la combinación de las virtualidades
de la informática y de las telecomunicaciones. Aplicadas a la captación, relación, almacenamiento y
comunicación de datos personales crean un escenario en el que es posible que terceros, públicos o privados,
reúnan tal caudal de información sobre las personas, cualquier clase de personas, que, prácticamente, no
queden aspectos de su vida al margen del conocimiento ajeno, a veces inmediato, incluyendo el de su
localización y movimientos en cada momento”. LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, Pablo. La construcción
del derecho a la autodeterminación informativa. Garantías para su efectividad. Ob. cit.
(12) LUCAS MURILLO DE LA CUEVAS Pablo. El derecho a la autodeterminación informativa. Tecnos,
Madrid, 1990, p. 120.
(13) LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, Pablo. La construcción del derecho a la autodeterminación
informativa. Garantías para su efectividad. Ob. cit.
(14) El Tribunal Constitucional de España, en las SSTC N°s 254/1993, f. j. 7; 11/1998, f. j. 4; y 94/1998, f. j. 4,
ha explicado que “la garantía de la intimidad adopta hoy un entendimiento positivo que se traduce en un
derecho de control sobre los datos relativos a la propia persona; la llamada ‘libertad informática’ es así derecho a
controlar el uso de los mismos datos insertos en un programa informático (hábeas data) y comprende, entre otros
aspectos, la oposición del ciudadano a que determinados datos personales sean utilizados para fines distintos de
aquel legítimo que justificó su obtención”.
(15) EKMEKDJIAN, Miguel Ángel y PIZZOLO, Calogero. Hábeas data. El derecho a la intimidad frente a
la revolución informática. Depalma, Buenos Aires, 1996, p. 25; y PÉREZ LUÑO, Antonio Enrique. “Los
derechos humanos en la sociedad tecnológica”. En: AA. W . Libertad informática y leyes de protección
de datos personales. CEC, Madrid, 1989, p. 140.
173
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
otros derechos06), y comprenderlo como aquel que tiene por objeto la tutela jurídica de
las personas en lo que concierne al tratamiento -especialmente automatizado- de los da
tos que refieren a ellas16(17).
A pesar de su novedad, y como bien recuerda el profesor Delpiazzo, este ha sido en
carado por el Derecho Comparado progresivamente mediante las generaciones normati
vas que, en respuesta a su perfil evolutivo, intentaron responder a la realidad tecnológica
del momento, pasando de la situación creada por los grandes computadores que concen
traban gran cantidad de información a la época de la informática distribuida y a la actual
determinada por la red de redes globalizada(18)19.
Sobre su naturaleza como derecho, el Tribunal Constitucional ha explicado que la au
todeterminación informativa “por su propia naturaleza (...), siendo un derecho subjetivo,
tiene la característica de ser, prim a facie y de modo general, un derecho de naturaleza re-
lacional, pues las exigencias que demandan su respeto, se encuentran muchas veces vin
culadas a la protección de otros derechos constitucionales”0^. Es decir, la protección de
la autodeterminación informativa está íntimamente vinculada con la tutela de otros dere
chos de naturaleza constitucional, como son la intimidad personal y familiar, y el honor y
la buena reputación de las personas.
En conclusión, el derecho a la autodeterminación informativa es aquel que brinda a
las personas la posibilidad de disponer de su información personal, reservando su propia
identidad informática mediante el consentimiento, control y rectificación de los datos con
cernientes a su personalidad, que se hallen almacenados en cualquier banco de datos, sea
este privado o público. Este derecho es, realmente, una respuesta ante la posibilidad ac
tual y factual de construir un ciudadano de cristal, es decir, un individuo del que se pue
de conocer todo(20).
(16) CANALES GIL, Alvaro. “La protección de datos personales como derecho fundamental”. En: Anuario
Derecho Informático. Tomo IV, FCU, Montevideo, 2004, pp. 264 y 265.
(17) Una explicación de cómo este derecho forma parte de los derechos de la personalidad se encuentra en:
MILLAN SALAS, Francisco y PERALES ORTEGA, Juan Carlos. “El derecho de autodeterminación
informativa como derecho de la personalidad o derecho fundamental”. En: Cuadernos de estudios
empresariales. N° 5, Servicio de publicaciones UCM, Madrid, 1995, pp. 203-222.
(18) DELPIAZZO, Carlos E. Dignidad humana y Derecho. U.M., Montevideo, 2001, p. 123 y ss.
(19) STC Exp. N° G1797-2002-HD/TC, f. j. 3.
(20) DELPIAZZO, Carlos E. “A la búsqueda del equilibrio entre privacidad y acceso”. En: DELPIAZZO,
Carlos E. (coordinador) Protección de datos y acceso a la información pública. F. C. U., Montevideo,
2009.
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
(21) Para RIANDE JUÁREZ, Noé Adolfo. Privacidad, autodeterminación informativa y la responsabilidad de
proteger los bienes de uso común. Disponible en: <http://www.ordenjuridico.gob.mx/Congreso/pdf/103.
pd£>, los derechos del titular de los datos sobre el procesamiento de los datos, son:
1. El derecho a ser informado sobre el procesamiento. Si el interesado señala tener alguna razón para
pedir información sobre el procesamiento y la integridad de los datos relativos a su persona tiene
derecho a que en todo momento, pero nunca a intervalos inferiores a treinta días, se le informe en
forma inteligible, sin gastos, ni retrasos.
2. El derecho de acceso. El sujeto de los datos, en intervalos no inferiores a 1 año, tiene derecho a que el
titular del archivo permita la consulta de los registros magnéticos (o del tipo que fueren) para conocer
o comprobar los datos concernientes a su persona registrados, las operaciones del procesamiento al
que se someten, el tipo de transmisión al que se someten, que se transmitan íntegramente, la identidad
del destinatario al que se le transmitieron; y los datos sobre el manejo de los archivos que contienen
datos sobre su persona.
3. Los derechos de rectificación, bloqueo, borrado y/o despersonalización. Cuando el interesado comprue
be que se violan algunos de los principios del consentimiento miento o sus derechos de información
y acceso; tendrá derecho también a que en el término de un mes, los datos sobre su persona sean
Rectificados, actualizados y/o integrados (corregidos), Bloqueados (suspensión temporal de todo
procesamiento), Borrados, cancelados o destruidos (suspensión definitiva de todo procesamiento),
y/o Despersonalizados o disociados (de manera que no puedan asociarse a ninguna persona).
4. El derecho de comprobación de la fidelidad de la información transmitida o recibida. El titular del
archivo tienen la obligación de llevar un registro de todas las actividades que realice, a fin de Dispo
ner de comprobación de las actividades realizadas, y/o transmitir las condiciones de procesamiento
consentidas, así como los cambios que posteriormente se les hagan, y/o entregar al órgano oficial
de control o a la autoridad judicial competente, la comprobación de las actividades realizadas. Y el
sujeto tiene derecho a conocer dicha comprobación mediante la entrega de copia de los registros al
órgano oficial de control.
5. El derecho de impugnación ante los órganos privados y/o ante el órgano oficial de control. Toda
persona puede quejarse ante el organismo privado de control ético profesional o elevar queja ante
el Órgano oficial de control, si estima que, a causa de la recolección y/o procesamiento de sus datos
personales, ha sufrido lesión en sus derechos.
6. El derecho de impugnación de valoraciones fundadas solo en datos automatizados. El afectado
podrá impugnar los actos administrativos o decisiones privadas que impliquen una valoración de su
comportamiento cuyo único fundamento sea un procesamiento automatizado de sus datos de carácter
personal que ofrezca una definición de sus características o personalidad.
7. El derecho de indemnización como materialización de Tutela. Los afectados que, como consecuencia
del incumplimiento por el titular del archivo o por el responsable del procesamiento, de lo dispuesto
en la Ley, sufran daño o lesión en sus bienes o derechos tendrán derecho a ser indemnizados. Cuando
se trate de archivos de titularidad pública, la responsabilidad se exigirá de acuerdo con la legislación
reguladora del régimen de responsabilidades de los Servidores Públicos. En el caso de los archivos
de titularidad privada la opción se ejercitará ante los órganos de la jurisdicción ordinaria”.
(22) “[El bjien jurídico [que protege este derecho consiste] en asegurar a las personas el control de la información
-d e los datos- que les es propia para ponerles al resguardo o, al menos, permitirles protegerse de los
pequicios derivados del uso por terceros, públicos o privados, de ese material. Las ilimitadas posibilidades
que ofrece la tecnología de captar, acopiar, asociar, recuperar en tiempo real y conservar indefinidamente
datos personales, así como de obtener ulterior información personal mediante su tratamiento, junto a la
necesidad creciente de los mismos en todo tipo de relaciones, han hecho imprescindible garantizar a los
individuos instrumentos jurídicos que hagan posible ese control”. LUCAS MURILLO DE LA CUEVA,
175
t
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
176
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
Para su homólogo español, “[s]e trata (...) de un instituto de garantía de otros dere
chos, fundamentalmente el honor y la intimidad, pero también de un instituto que es, en sí
mismo, un derecho o libertad fundamental, el derecho a la libertad frente a las potencia
les agresiones a la dignidad y a la libertad de la persona provenientes de un uso ilegítimo
del tratamiento mecanizado de datos”(27).
o informáticos, a fin de enfrentar las posibles extralimitaciones de los mismos. Se encuentra estrechamente
ligado a un control sobre la información, como una autodeterminación de la vida íntima, de la esfera
personal”.
(26) Esto también ha sido afirmado por el TC peruano en los siguientes términos: “ [E]l derecho a la
autodeterminación informativa también garantiza que una persona pueda hacer uso de la información
privada que existe sobre [ella], ya sea que esta se encuentre almacenada o en disposición de entidades
públicas o de carácter privado. En ese sentido, parece razonable afirmar que una persona tiene derecho a
obtener copia de la información particular que le concierne, al margen de si esta se encuentra disponible
en una entidad pública o privada”. STC Exp. N° 00746-2010-PHD/TC, f. j. 5.
(27) SSTC 254/1993, f. j. 6, y 11/1998, f. j. 4.
(28) STC Exp. N° 04739-2007-PHD/TC, f.j. 4.
177
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
persona(s) que recabaron dicha información. En segundo lugar, el hábeas data puede
tener la finalidad de agregar datos al registro que se tenga, ya sea por la necesidad de
que se actualicen los que se encuentran registrados, o bien con el fin de que se incluyan
aquellos no registrados, pero que son necesarios para que se tenga una cabal referen
cia sobre la imagen e identidad de la persona afectada. Asimismo, con el derecho en
referencia, y en defecto de él, mediante el hábeas data, un individuo puede rectificar la
información, personal o familiar, que se haya registrado; impedir que esta se difunda
para fines distintos de aquellos que justificaron su registro o, incluso, tiene la potestad
de cancelar aquellos que razonablemente no debieran encontrarse almacenados”(29).
IV. Características - .
Sobre sus características, poco material se encuentra en la doctrina jurisprudencial del
Tribunal Constitucional, pero echando mano de la doctrina se encuentran datos interesan
tes. Así, para un sector^I}, este derecho se caracteriza por ser:
178
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
En quinto lugar, el principio de seguridad obliga a que todo responsable del registro
de datos personales deba adoptar las medidas de reserva y cautela adecuadas para prote
gerlos contra posibles pérdidas, destrucciones o acceso no autorizado.
En sexto lugar, el principio de limitación temporal determina que los datos perso
nales no puedan conservarse más allá del tiempo requerido para alcanzar el objetivo para
el cual fueron recolectados.
(32) DELPIAZZO, Carlos E. y VIEGA, María José. Lecciones de Derecho Telemático. F.C.U., Montevideo,
2004, pp. 75 y 76.
(33) STC Exp. N° 00202-2009-PHD/TC, f. j. 5.
179
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
tablecer que el sujeto pasivo del derecho estudiado puede ser cualquier entidad (es decir,
sea de Derecho Público o Privado).
180
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
4. Deudas pagadas e impagas deben ser eliminadas del registro a los dos
años de su extinción ■
En la medida en que el artículo 10, literal d, de la Ley N° 27489, Ley que regula las
centrales privadas de información de riesgo y de protección al titular de la información,
establece que las Cepir están prohibidas de contener en sus bancos de datos o difundir en
sus reportes de crédito “[ijnformación referida al incumplimiento de obligaciones de na
turaleza civil, comercial o tributaria, cuando (...) la obligación se haya extinguido y ha
yan transcurrido 2 (dos) años desde su extinción”, el Tribunal Constitucional ha entendido
que este plazo, “con mayor motivo (...), también es aplicable a las obligaciones o deu
das que fueron oportunamente pagadas. En otros términos, una interpretación del artículo
181
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
182
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
Por ejemplo, se ha afirmado en la doctrina que “[l]a protección de los datos persona
les -entre los que debemos encuadrar aquellos que, unidos al individuo, se pueden consi
derar como características que definen a la persona y a su entorno, en su convivencia so
cial está suficientemente protegida en las nuevas legislaciones, mediante el derecho a la
intimidad. Es cuando surge la Informática y la posibilidad de tratamiento automatizado
de la información y su trasmisión telemática -que proporciona unas características espe
ciales a la información, añadiendo posibilidades de tratamiento en tiempos pequeños, de
volúmenes grandes, con las particularidades informáticas de procesamiento de la misma
que, en principio, tienen una potencial agresividad contra la intimidad de la persona, en
formas diferentes- cuando aparece una nueva relación entre datos y personas, que necesi
ta que el individuo sea protegido más allá de las normas referentes a la intimidad. El dere
cho que se trata de proteger no es solamente el de la intimidad, sino algo con mayor pro
fundidad, que en los ordenamientos de ámbito anglosajón, se ha dado en llamar privacy y
que nosotros hemos castellanizado como privacidad”(42).
183
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Sin embargo, como apunta Carlos Gregorio, “el principal problema se produce cuando el
Estad acumula datos personales, y el hecho que estén almacenados en la esfera pública no
necesariamente los transforma en información gubernamental o de dominio público. Las
leyes de acceso suponen, pero no enfatizan, que el derecho de acceso [a la información
pública] está dirigido a establecer cómo ejercen los funcionarios estatales sus funciones.
Efectivamente, si ciertos datos personales o íntimos son confiados por particulares al Es
tado para la toma de decisiones, el derecho de acceso no necesariamente alcanzaría la to
talidad de estos datos sino solo en la medida que esos datos son necesarios para establecer
si el proceder del Estado ha sido dentro de la ley; entonces en la gran mayoría de los ca
sos los nombres de las personas no son necesarios para realizar este control ciudadano”(45).
I. Principios
La norma recoge una serie de principios relacionados con la recopilación y almace
namiento de datos personales es sus artículos 4 a 12, que aquí reproducimos y explica
mos brevemente(46):
(45) GREGORIO, Carlos G. “Protección de datos personales en América Latina. Juan Pérez ante una disyuntiva
de progreso y bienestar”. Disponible en: <http://www.iijlac.org/docs/juanperez.pdfi>.
(46) Para una explicación didáctica de los principios de la recolección de datos, consúltese RIANDE JUÁREZ,
Noé Adolfo. Privacidad, autodeterminación informativa y la responsabilidad de proteger los bienes de
uso común. Ob. cit.
184
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
(47) El documento puede ser consultado en la página web del referido estudio: <http://www.iriartelaw.com>.
185' ;
t
ART. 2, INC. 6) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
a) Que los sistemas de tratamiento de datos deben respetar las libertades y dere
chos fundamentales de las personas físicas y, en particular, la intimidad;
b) Que la libre circulación de datos personales de un Estado miembro a otro recla
ma la protección de los derechos fundamentales de las personas;
c) Que las legislaciones nacionales relativas al tratamiento de datos personales tie
nen por objeto garantizar el respeto de los derechos y libertades fundamentales,
particularmente el derecho al respeto de la vida privada, y
d) Que en la directiva se establecen los principios de la protección de los derechos
y libertades de las personas y, en particular, del respeto de la intimidad.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| L os bancos de datos únicam ente p u e d e n alm acenar inform ación personal q u e sirva p a ra el
cum plim ento de su finalidad: ST C E xp. N ° 03700-2010-H D /T C .(f. j. 21).
jf E xcepcionalm ente p u ed e accederse a in fo rm ació n personal de terceros siem pre que exista
u n a ju stificació n razo n ab le p a ra ello: ST C E xp. N° 005 0 6 -2 0 13-PH D /TC (f. j. 7).
B IB L IO G R A F ÍA
186
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 6)
Hábeas data. E l derecho a la intim idadfrente a la revolución informática. Depalma, Buenos Aires,
1996; LUCAS MI TRILLO DE LA CUEVA, Pablo. El derecho a la autodeterminación informativa.
Tecnos, Madrid, 1990; LUCAS M URILLO DE LA CUEVA, Pablo. La construcción del derecho a
la autodeterminación informativa. Garantías pa ra su efectividad. En: < http://www.fcje.org.es/wp-
content/uploads/file/jom adal5/l_L U C A S_l.pd£>; M ENDOZA ESCALANTE, M ijail. “Derecho
fundamental a la autodeterm inación informativa” . En: Revista Jurídica del Perú. Tomo 91. Gaceta
Jurídica, Lima, octubre de 2008; M ILLÁN SALAS, Francisco y PERALES ORTEGA, Juan Carlos.
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m ental” . En: Cuadernos de estudios empresariales. N° 5, Servicio de publicaciones UCM , Madrid,
1995; PÉREZ LUÑO, Antonio Enrique. “Los derechos humanos en la sociedad tecnológica” . En: AA.
W . Libertad informática y leyes de protección de datos personales. CEC, Madrid, 1989; RIANDE
JUÁREZ, Noé Adolfo. Privacidad, autodeterminación informativa y la responsabilidad de proteger
los bienes de uso común. Disponible en: < http://www.ordenjuridico.gob.mx/Congreso/pdf/103.pdf>;
RICO CARRILLO, M ariliana (Coordinadora). Derecho de las nuevas tecnologías. La Rocca, Buenos
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A ños 4-5, N°s 6-7-8, Buenos Aires, 2006 y “El derecho a la intimidad en el ciberespacio”. En: A n a
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RÍOS ESTAVILLO, Juan José. L ibertad informática y su relación con el derecho a la información.
Disponible en: < http://w ww.bibhojuridica.Org/libros/l/7/6.pdf>; WARREN, Samuel y BRANDEIS,
Louis. “The right to privacy”. En: H arvardLaw Review. Vol. IV, N° 5, Harvard.
187
t
A rtículo 2 D erech o al honor, b u en a rep utación,
in tim id a d p erso n a l y fam iliar, voz e im agen
Toda persona tiene derecho:
(...)
7. A l honor y a la buena reputación, a la intimidad personal
y familiar así como a la voz y a la imagen propias.
Toda persona afectada por afirmaciones inexactas o agra
viada en cualquier medio de comunicación social tiene
derecho a que este se rectifique enforma gratuita, inmediata
y proporcional, sin perjuicio de las responsabilidades de
ley.
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
G : arts. 2 incs. 1), 5), 6), 97,139 inc. 4,200 inc. 2; C P.C t.: art. 37 inc. 8), 47; C.C.:
arte. 5, 14, 15; C.P.: arts. 130, 131, 132, 154, 155, 156, 157, 158, 164; Ley 26775;
D.U.D.H.: art. 12; P.I.D.C.P.: art. 17; C.D.N.: art. 16; C.AD .H .: arts. 11.2,14
Betzabé MarcianiBurgos
I. El derecho al honor
El derecho al honor suele confundirse con conceptos como la buena reputación o in
cluso la dignidad. La intención de determinar su contenido y límites ha llevado a la doc
trina a formular una serie de teorías, entre las que figuran las llamadas teorías fácticas
(subjetiva u objetiva). La teoría fáctica subjetiva valora el alcance del derecho desde el
punto de vista de su titular. Para la teoría objetiva, en cambio, el honor es apreciado des
de el punto de vista de la comunidad en que se desenvuelve el sujeto; enfoque que coin
cide con la denominada buena reputación.
Como resulta evidente, las teorías fácticas presentan grandes limitaciones. En el caso
de la concepción subjetiva, la determinación del derecho y de sus límites se somete al ar
bitrario sentimiento de autoestima del sujeto, de manera que puede llevar a situaciones ab
surdas como la de proteger a sujetos que tienen una gran autoestima pero que, sin embargo,
con sus actos incumplen los más mínimos deberes jurídicos y éticos que derivan de la vida
en comunidad (por ejemplo, el sanguinario delincuente que se valora mucho a sí mismo).
188
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
sujeto y de sus circunstancias^. Incluso, muchos sujetos que pertenecen a grupos mino
ritarios pueden ser -independientemente de los actos que realicen- automáticamente en
casillados en una categoría de individuos que gozan de una baja o nula consideración so
cial, debido a ciertos prejuicios de la mayoría, lo cual vulnera el derecho a la igualdad y
también los principios de pluralismo y tolerancia de la sociedad democrática. Por último,
la valoración social del sujeto no está exenta de incurrir en distorsiones, pudiéndose pre
sentar el caso que se otorgue a un sujeto una alta consideración social que, sin embargo,
no corresponde con sus actos1(2).
Dadas las limitaciones que presentan las teorías fácticas, se propone una teoría que
valore el contenido del derecho al honor de forma abstracta, sin caer en el peligro de va
ciamiento del Derecho producto de la calificación subjetiva o colectiva. De este modo,
con la llamada teoría normativa la determinación del contenido del derecho al honor se
realiza a partir del propio marco jurídico constitucional: del conjunto de valores y prin
cipios que ella recoge y, esencialmente, de los principios de dignidad y de igualdad. No
obstante, la crítica que se formula a esta concepción del derecho al honor es que no hace
una clara distinción entre el contenido de este derecho y el de dignidad, lo que lleva al ab
surdo de sostener que el constituyente ha utilizado dos conceptos distintos para referirse
a una misma realidad(3).
(1) Vidal Marín añade al problema de las motivaciones irracionales de la comunidad, la dificultad de que “un
mismo hecho puede ser objeto de valoraciones opuestas en el seno de una misma comunidad”. Sostiene
también que la concepción objetiva no protege los supuestos de vulneración del honor en privado o en
ausencia de terceros. Esta opinión la podemos encontrar en: VIDAL, Tomás. El derecho al honor y su
protección desde la Constitución española. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000,
p. 50.
(2) Como afirma Urquizo: “Los grandes medios de comunicación masiva de los que dispone nuestra civiliza
ción contribuye en no despreciable medida, a que la propaganda presente como héroes a individuos que
en realidad tienen pies de barro y caricaturice cómo villanos precisamente a quienes en actitud digna se
enfrentan a una verdad oficial”. Esta opinión la podemos encontrar en: URQUIZO, José. “Los delitos contra
el honor en el nuevo Código Penal”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Año 1, Lima, enero-junio,
1993, p. 227.
(3) VIDAL, Tomás. Ob. c it, p. 53.
189
ART. 2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
derecho derivado del valor de la dignidad (en su dimensión estática), el honor es igual
para todos, o mejor, todos los seres humanos tienen derecho al honor. Desde la perspecti
va dinámica de la dignidad, es decir, a partir de las manifestaciones que suponen el libre
desarrollo de la personalidad del sujeto, el honor es evaluado (en su ámbito de protección
en el caso concreto) a partir del efectivo comportamiento del individuo y de su correspon
dencia con los deberes jurídicos o éticos que se exigen en la sociedad(4).
En cuanto a los supuestos concretos de lesión del derecho al honor, cabe señalar que
estos pueden realizarse por vías de hecho (gestos obscenos, escupitajos, etc.) o de enun
ciados verbales o escritos. Cuando el derecho al honor entra en conflicto con la libertad
de expresión en sentido estricto (referida a opiniones o ideas), se dice que encuentra su
límite en la ausencia de excesos verbales injustificados y que no constituyen parte nece
saria de cualquier exposición de ideas(5). Sin embargo, este difuso límite no es unánime
mente admitido por la doctrina. Así, por ejemplo, para Ronald Dworkin la libertad de ex
presión supone la libertad que se tiene de ofender a otros con nuestras ideas u opiniones.
No existe un derecho a ser respetado o a no ser ofendido -dice Dworkin-, aunque admi
te que el tratamiento de este derecho puede ser distinto en Estados Unidos y en otros paí
ses como Alemania, por ejemplo(6).
En relación con los enunciados referidos a hechos, de los cuales puede predicarse ver
dad o falsedad, la veracidad de los hechos afirmados supone, en principio, un eximente de
responsabilidad (penal o civil). La legitimidad de los enunciados verdaderos, en los ca
sos en que se discute la vulneración del derecho al honor, obedece a la idea de hacer co
rresponder la actuación del sujeto con su valoración social. En la medida que el ámbito de
protección del derecho se construye según los propios actos del titular, la veracidad de los
hechos referidos a su actuación contribuye a determinar dicho ámbito.
(4) La referencia a exigencias éticas ha sido planteada por una parte de la doctrina. Así, Alonso Álamo - a decir
de Tomás V idal- sostiene que la conducta del sujeto debe valorarse a partir de una perspectiva ético-social.
En ese sentido, los ataques al honor no son ataques a la dignidad, sino más bien al valor ético-social que
tiene el sujeto y que resultan de sus propias acciones. La crítica a Alonso radica en que este se remite a
criterios éticos sociales (no jurídicos) para aceptar la disminución de la esfera de protección del derecho.
Estas opiniones las podemos encontrar en: ÁLAMO, Alonso. “Protección penal del honor. Sentido actual
y límites constitucionales”. En: Anuario de Derecho Penal y CC Penales, 1983, pp. 140 y ss. Citado por:
VIDAL, Tomás. Ob. cit., p. 54.
(5) El Tribunal Constitucional español en su STC 105/1990, de 6 de junio de 1990, ha señalado: “La emisión
de apelativos formalmente injuriosos en cualquier contexto, innecesarios para la labor informativa o de
formación de la opinión que se realice supone un daño injustificado a la dignidad de las personas o al prestigio
de las instituciones, teniendo en cuenta que la Constitución no reconoce un pretendido derecho al insulto,
que sería por lo demás incompatible con la dignidad de la persona que se proclama en el art. 10.1”.
(6) Cíf. La democracia posible. Principios para un nuevo debate político. Paidós, Barcelona, 2008, p. 51.
“Ronald Dworkin on the right to ridicule”. New YorkReview ofBooks, 23 de marzo: <http://www.cs.utexas.
edu/~vl/notes/dworkin.html>. Consulta: 7 de setiembre de 2009.
190
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
Cabe señalar que la evaluación del ámbito de protección del derecho al honor esta
rá también condicionada por el tipo de sujeto que solicite la protección del derecho en el
caso concreto. Como ocurre también con el caso del derecho a la intimidad y del derecho
a la voz e imagen propias, los personajes públicos sufren una disminución en la protec
ción de su derecho al honor, a causa de la exposición a la crítica y la evaluación pública a
que se encuentran expuestos por la actividad que realizan, lo que les exige un nivel de to
lerancia mayor que el que se le pide al resto de individuos.
Mención aparte merecen los casos de vulneración del honor dé grupos o colectivos
tradicionalmente excluidos (lo que en Estados Unidos se conoce como hate speech), que
en el derecho europeo y latinoamericano se encontrarían prohibidos en virtud de lo dis
puesto por tratados internacionales como la Convención Internacional sobre la elimina
ción de todas las formas de discriminación racial (art. 4), el Pacto Internacional de Dere
chos Civiles y Políticos (que en su artículo 20, numeral 2, establece: “Toda apología del
odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad
o la violencia estará prohibida por la ley”), o la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (art. 13 inc. 5: “Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la gue
rra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la
violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de perso
nas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”).
(7) Según Coderch: “Rebajar es desacreditar: exponer a una persona al riesgo del odio, ridículo o desprecio
de las gentes. Aislar es generar la probable aversión de los conciudadanos aunque no haya descrédito en
sentido estricto” (CODERCH, Pablo; IGARTUA, Femando y otros. El mercado de las ideas. Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1990, p. 225). Un ejemplo de vulneración del honor que provoca el
aislamiento del sujeto, a raíz de la difusión de datos de su intimidad, es el caso de la noticia aparecida
en un diario que daba cuenta de la enfermedad (sida) que padecía un ciudadano conocido de un pueblo.
El caso es reseñado por Coderch y fue resuelto por el Tribunal Supremo español como un supuesto de
vulneración del derecho a la intimidad y al honor (Ibídem, p. 356). En tal caso, la reacción del público
pudo no ser el desprecio, sino más bien la piedad. Sin embargo, el resultado final sería el aislamiento del
grupo, producto del temor infundado, pero extendido, de contagio.
(8) El caso es recogido y analizado por ESPINOZA, Juan. Derecho de las personas. 5a edición, Rodhas, Lima,
2006, pp. 335- 340.
191
ART. 2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
privacy, que surge a partir de la afirmación del derecho que tiene todo sujeto a mantener
un ámbito de soledad y reserva. La elaboración doctrinal de Warren y Brandéis nace de
la afirmación del derecho que tiene todo individuo a ser dejado en paz o a ser dejado solo
(to be left alone) -frase que había sido utilizada por el juez Coo Ley en 1873 en su tex
to The Elements o f Torts- y toma como punto de partida el reconocimiento del derecho
a la propiedad en su forma más. intangible: la propiedad intelectual. De este modo, Wa
rren y Brandéis sostienen que el derecho a la propiedad intelectual es una forma de apli
cación de un derecho general al privacy. Señalan que “el principio que protege escritos y
todas las producciones personales, no contra robo o apropiación física, sino contra publi
cación en cualquier forma, no es en realidad el derecho a la propiedad privada, sino el de
una personalidad inviolable”(9); añadiendo que el mismo principio resulta aplicable en el
caso de la apropiación de la apariencia personal, las expresiones, los actos y las relaciones
personales(10)1.
(9) HERRERO-TEJEDOR, Femando. Honor, Intimidad y Propia Imagen. 2a edición, Colex, Madrid, 1994,
p. 38. La traducción del texto de Warren y Brandéis al español es realizada por el propio autor.
(10) A partir del aporte realizado por Warren y Brandéis “el fundamento y la naturaleza de la intimidad dejan
de tener su origen en la propiedad privada, sino en la inviolabilidad de la personalidad humana. Así, se
liga la privacy con la libertad individual, hasta el punto de convertirse en un presupuesto de la misma”
(Ibídém, pp. 41-42).
(11) La teoría de Prosser (PROSSER, William. Privacy. CLR, N° 46, 1960, p. 389) es desarrollada por Pérez
Lufío en: PEREZ LUÑO, Antonio. Derechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución. 6a edición,
Tecnos, Madrid, 1999, pp. 328- 329.
(12) MORALES GODO, Juan. “El Right o f Privacy Norteamericano y el Derecho a la Intimidad en el Perú.
Estudio Comparado”. En: Derecho. Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica del
Perú. N° 49, Lima, 1995, pp. 184-186.
(13) Como señala Eguiguren, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha definido este derecho como el
derecho a disfrutar de retiro y secreto, y citando a Blanca Rodríguez, sostiene: “tanto la noción de retiro
como ia de secreto hacen referencia a zonas de las que se puede excluir a los demás, a zonas en las que cosas,
informaciones, actividades e, incluso, personas pueden quedar al resguardo de intrusiones no deseadas,
de la mirada del mundo público. El Tribunal Constitucional español ha hablado de un ámbito o reducto en
192
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
el que se veda que otros penetren, o de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento
de los demás” (EGUIGUREN, Francisco. “La libertad de información y su relación con los derechos a
la intimidad y al honor: El Caso Peruano”. En: lus et Praxis. Año 6, N° 1, Universidad de Talca, Chile,
2000, p. 140). ■
(14) NOVOA MONREAL, Eduardo. Derecho a la vida privada y libertad de información. Siglo XXI, México,
1979, pp. 45-46, Citado por: EGUIGUREN, Francisco. Ob. cit., pp. 141-142.
193
t
ART.2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
No obstante, el criterio de interés público, tan fundamental para resolver los conflic
tos entre el derecho a la intimidad y la libertad de expresión, ha sido confusamente tra
tado por una sentencia más reciente del Tribunal Constitucional. En el conocido caso
Q uim per(17), el Tribunal señala que las conversaciones telefónicas ilícitamente obtenidas
significan una injerencia arbitraria en la vida privada (f. j. 20); argumento con el que es
tamos de acuerdo (más todavía si constituye un ilícito penal, conforme al artículo 162 del
194
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
Código Penal). Sin embargo, dice también que “(é)n este sentido debe destacarse que las
conversaciones telefónicas del beneficiario no constituían información pública, por
lo que su divulgación a través de los medios de prensa sin la autorización del beneficia
rio se tomó inconstitucional” (el resaltado es nuestro). Y, más adelante, en el fundamento
22 -invocando una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos- subra
ya: “Cuando las conversaciones telefónicas son de carácter privado y no constituyen in
formación pública, su divulgación requiere de la autorización de los interlocutores, caso
contrario, su divulgación se toma ilegítima”.
Si bien es cierto que el caso trata de una conversación privada, el Tribunal parece des
conocer que esta alude a materias que sí resultan de relevancia pública. De manera que,
aunque de forma general el interés público concierne a asuntos que se desarrollan en el
ámbito público y no privado, hay circunstancias en las que ciertos asuntos privados pue
den convertirse en temas de interés general.
En ocasiones, la distinción público-privada puede ser más compleja que las simples
clasificaciones entre espacios o sujetos. De ahí que algunos autores se refieran al debilita
miento que ha sufrido el concepto de privacidad en la actualidad y a la manera en que, en
ciertos casos, tiende a difuminarse la distinción público-privado. Como refiere John Kea-
ne respecto a las demandas de protección de la intimidad: ■
(18) KEANE, John. “Lo público en la era de la abundancia comunicativa”. En: Ciudadanos en la Sociedad de la
Información. Miguel Giusti y María Isabel Merino (editores). Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 1999, p. 31.
195
ART. 2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
196
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
El derecho a la propia imagen o voz sería el derecho que tiene el sujeto a contro
lar la captación, reproducción o representación de sus rasgos físicos o voz reconocibles.
Este derecho comprende dos dimensiones, una negativa y otra positiva. En cuanto a la
dimensión negativa, el derecho a la propia imagen implica la posibilidad que tiene el su
jeto de prohibir la captación, reproducción y/o publicación de su imagen, cuando no me
die consentimiento suyo para efectuar dichas acciones. La dimensión positiva del dere
cho se refiere a la facultad que tiene el sujeto de determinar el uso de su imagen, lo que
lo faculta a “obtener su imagen, reproducirla o publicarla”21(22) y también a permitir que
otros lo hagan, ya sea en forma gratuita u onerosa (de donde deriva la dimensión patri
monial del Derecho)(23). -
Las características físicas del sujeto que pueden comprenderse en la noción de imagen
no se limitan únicamente a los rasgos faciales, sino que también abarcar otras caracterís
ticas corporales que hacen identificable al sujeto. En la medida que la reconocibilidad es
esencial al concepto de imagen (voz) propia, se afirma que puede producirse una lesión al
derecho a la propia imagen o voz a través del uso de una imagen o voz que no correspon
de a la del sujeto, pero que resulta tan semejante a la de este que puede producir en el pú
blico la errónea percepción que se trata del sujeto en cuestión(25). El tema se relaciona con
los supuestos de imitación en los que se utiliza la imagen o la voz de una persona desco
nocida para hacerla pasar por la de otra persona que sí es conocida o que goza de presti
gio y, así, aprovecharse de la notoriedad de esta última(26). En estos casos, existe, sin lugar
(21) Resolución N° 0245-1999/TDC-INDECOPI, p. 11. Para mayor información de este y otros casos más
recientes ver: ESPINOZA, Juan. Ob. cit., pp. 399-409.
(22) ALEGRE, Miguel Ángel. El derecho a la propia imagen. Tecnos, Madrid, 1997, p. 98.
(23) VIDAL, Tomás. Ob. cit., p. 77.
(24) Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional español al señalar en su sentencia 170/1987 que “la cuestión
planteada por el recurrente carece, según lo razonado en los apartados anteriores, de entidad constitucional,
no pudiendo imputarse a las Sentencias recurridas la vulneración por falta de la debida protección, de los
derechos fundamentales garantizados por el artículo 18.1 de la Constitución que no resultan afectados ni
tienen que ver con la cuestión resuelta por los mismos” (Citada por: ALEGRE, Miguel Ángel. Ob. cit.,
p. 89). El caso trata del recurso interpuesto por un trabajador despedido por negarse a afeitarse la barba,
lo que había sido solicitado por el empleador en forma reiterada.
(25) BERCOVITZ, Germán. Obras plásticas y derechospatrimoniales de su autor. Tecnos, Madrid, 1997, p. 89.
(26) Este tipo de casos se han presentado muchas veces en los Estados Unidos, en el contexto de la protección
contra el uso comercial no autorizado de la identidad de las celebridades que otorga el Right of Publicity,
197
ART. 2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
También se discute si es posible proteger con este derecho ciertos elementos que no
son inherentes a la figura humana, sino que derivan de las elecciones que realiza el suje
to respecto a su apariencia (son producto del denominado derecho a la apariencia al que
ya hemos hecho referencia). Así, por ejemplo, un particular modo de vestir, un peinado
o color de pelo característico, el uso de tatuajes, etc. No encontramos ninguna razón que
impida proteger estos rasgos exteriores del sujeto como parte de su imagen propia, claro
está, siempre y cuando formen parte efectiva de su imagen, esto es, de su cotidiana apa
riencia personal (lo que impediría, por ejemplo, proteger como parte de la imagen el uso
eventual de aretes o de otros accesorios), y sirvan para reconocer al sujeto. La alusión a la
imagen personal del sujeto supone la no protección -constitucional- de la imagen artísti
ca o de la imagen del personaje al cual da vida el sujeto, pues, como sostiene el Tribunal
Constitucional español, en estos casos la imagen “constituye una representación ajena aí
espacio de privacidad de su creador, a su propia imagen como individualidad y como per
sona y, en definitiva, a su dignidad personal”(27).
Para poder captar, reproducir, difundir o utilizar de cualquier otro modo la imagen
(o la voz) de una persona es necesario contar con su autorización. No obstante, en la me
dida que este derecho -com o cualquier otro- no goza de una protección absoluta existen
ciertas excepciones a la necesaria y previa autorización del titular del derecho. El artículo
15 del Código Civil señala que no es necesario el asentimiento del titular o sus herederos
“cuando la utilización de la imagen y la voz se justifique por la notoriedad de la persona,
por el cargo que desempeñe, por hechos de importancia o de interés público o por moti
vos de índole científica, didáctica o cultural y siempre que se relacione con hechos o ce
remonias de interés general que se celebren en público. No rigen estas excepciones cuan
do la utilización de la imagen o la voz atente contra el honor, el decoro o la reputación de
la persona a quien corresponden”.
y en los casos de publicidad engañosa (false endorsemeni). Así por ejemplo, en el caso Midler v. Ford
Motor Co. (1988), el Noveno Circuito de la Corte de Apelación de California reconoció el derecho de Bette
Midler a ser indemnizada por el uso de la voz de una persona extraña que imitaba su timbre de voz para
promocionar unos automóviles de la empresa Ford (reseñado por: MILUNOVICH, Kent. “The Past, Present
and Future o f Copyright Protection o f Soundalike Recordings”. Journal of Patent and Trademark Office
Society, vol 81,N °7,july 1999, pp. 519-521). En el caso Alien v. National Video, Inc. (1985), Woody Alien
demandó a National Video por el uso de un doble suyo en una foto publicitaria para promover una cadena
de video rent. En el caso, la Corte de Distrito de California prohibió que el doble apareciera nuevamente
en cualquier publicidad que pudiese provocar confusión en el consumidor respecto de la identidad del
actor (McCARTHY, J. Thomas. Me Carthy on Trademarks and Unfair Competition. Cuarta edición. St.
Paul, MN: West Group, Vol 4, 1996, pp. 28-19 a 28-21).
(27) STC 81/2001, de 26 de marzo de 2001, Fundamento N° 3.
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 7)
La redacción del artículo en cuestión es un poco confusa, pues parece hacer coinci
dir en todos los supuestos la necesidad de que las imágenes sean captadas en relación con
hechos o ceremonias de interés general que se celebren en público. No obstante, es po
sible pensar en hechos de interés público que no se refieran a ceremonias o hechos que se
realicen en público, por lo cual la referencia a hechos o ceremonias de interés general “y”
que se celebren en público parece inadecuada. Un ejemplo de lo dicho es el caso de las
imágenes de los personajes que transitaron por la ya conocida sala del SIN (que no es un
lugar público) y que aparecen en los denominados “Vladivideos”. Otro ejemplo más re
ciente, en el caso del derecho a la voz, es la difusión de las interceptaciones telefónicas,
ciertamente ilícitas pero que resultaban de interés público, en el caso Quimper (al que ya
nos hemos referido antes).
En general, se reputan ilícitos los usos de la imagen o de la voz que implican una in
tromisión en el ámbito privado del sujeto. De ahí la referencia que hace el artículo 15 del
Código Civil a que las excepciones de uso no consentido de la voz o de la imagen son lí
citas “siempre que se relacione(n) con hechos o ceremonias de interés general que se ce
lebren en público”. Así pues, se establece que toda imagen o voz del sujeto obtenida en
el ámbito de su esfera privada no solo supone una violación de su derecho a la intimidad,
sino también de su derecho a la voz o imagen propias.
En el caso del honor, la utilización de la imagen o voz puede ser solo un instrumento
accesorio para la lesión de aquel derecho, que no necesariamente implique una violación
del derecho a la propia imagen o voz. Por ejemplo, en el caso de la captación de la ima
gen de un personaje público durante una ceremonia pública -uso legítimo según el artícu
lo 15 del Código Civil- que es utilizada para difamar a dicho sujeto, a través de una nota
en la que se dicen mentiras sobre el contexto en que fueron obtenidas dichas imágenes(28).
(28) En ese sentido, Vidal considera que los montajes fotográficos y el uso de la imagen sacada del contexto en
que realmente fue captada, que permitan realizar juicios de valor o conclusiones que no tienen nada que
ver con la imagen, suponen una vulneración del honor, pero no de la imagen (VIDAL. Ob. cit., p. 79). Al
contrario, Miguel Ángel Alegre considera que en estos casos existe tanto una lesión del honor como de
la propia imagen. Así, sostiene que, por ejemplo, en el caso de un reportero gráfico que capta la imagen
de un político mientras parpadea sentado en su escaño del Congreso, la difusión de dicha imagen “podría
considerarse intromisión ilegítima en los derechos al honor y á la propia imagen en el supuesto de que la
fotografía aparezca en un periódico, para ilustrar la crónica parlamentaria, dando la sensación de que el
diputado dormía durante el debate” (ALEGRE, Miguel Ángel. Ob. c it, p. 47).
199
ART. 2, INC. 7) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
No obstante, el artículo 15 de nuestro Código Civil parece establecer que en los casos de
vulneración del honor a través de la utilización de imágenes captadas en alguno de los
supuestos de uso excepcional no consentido por el titular, siempre existirá una violación
conjunta de ambos derechos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
DERECHO AL H ONOR
j¡] El derecho al honor protege a la persona de actos orientados a desm erecerla social o indi
vidualmente: STC Exp. N° 03206-2012-PA/TC (f. j. 4).
jp- Las opiniones negativas que se deslizan en medios de prensa, siempre que estén libres de
expresiones agraviantes o vejatorias, no afectan el derecho al honor: STC Exp. N° 02976-
2012-A A .pdf(f. j. 19).
IN T IM ID A D
j¡ El derecho a la vida privada protege los datos, hechos o situaciones desconocidos para
la comunidad, y cuya divulgación o conocimiento trae aparejado algún daño: STC Exp.
N° 06712-2005-HC/TC (f. j. 38).
B IB L IO G R A F ÍA *4
ÁLAMO, Alonso. “Protección penal del honor. Sentido actual y límites constitucionales”. En:
Anuario de Derecho P enal y CC Penales, 1983; ALEGRE, Miguel Ángel. E l derecho a la propia
imagen. Tecnos, Madrid, 1997; BERCOVITZ, Germán. Obras plásticas y derechos patrim oniales
de su autor. Tecnos, Madrid, 1997; CODERCH, Pablo; IGARTUA, Femando y otros. E l mercado de
las ideas. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1990; EGUIGUREN, Francisco. “La libertad
de información y su relación con los derechos a la intimidad y al honor: El Caso Peruano”. En: Ius et
Praxis. Año 6, N° 1, Universidad de Talca- Chile, 2000; ESPINOZA, Juan. Derecho de las personas. 5a
edición, Rodhas, Lima, 2006; HERRERO-TEJEDOR, Femando. Honor, intimidad y propia imagen. 2a
edición, Colex, Madrid, 1994; KEANE, John. “Lo público en la era de la abundancia comunicativa”.
En: Ciudadanos en la sociedad de la información. Miguel Giusti y María Isabel Merino (editores).
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999; McCARTHY, J. Thomas.
M e Carthy on Trademarks and Unfair Competition. Cuarta edición. St. Paul, MN: West Group, Vol
4, 1996; MILUNOVICH, Kent. “The Past, Present and Future of Copyright Protection of Sounda-
like Recordings”. Journal o fP a te n t a n d Tradem ark Office Society, vol 81, N° 7, 1999; MORALES
GODO, Juan. “El Right o f Privacy Norteamericano y el Derecho a la Intimidad en el Perú. Estudio
Comparado” . En: Derecho. R evista de la F acultad de Derecho de la Universidad Católica del Perú.
N° 49, Lima, 1995; NOVOA MONREAL, Eduardo. Derecho a la vida privada y libertad de infor
mación. Siglo XXI, México, 1979; PROSSER, William. Privacy. CLR, N° 46,1960; PÉREZ LUÑO,
Antonio .D erechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución. 6a edición, Tecnos, Madrid, 1999;
URQUIZO, José. “Los delitos contra el honor en el nuevo Código Penal”. En: Revista P eruana de
Ciencias Penales. Año 1, Lima, enero-junio, 1993; VIDAL, Tomás. E l derecho al honor y su protec
ción desde la Constitución española. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000.
200
Artículo 2 E l derecho a crear y el derecho a la cultura
Toda persona tiene derecho:
(■■•)
8. A la libertad de creación intelectual, artística, técnica y
científica, así como a la propiedad sobre dichas creaciones
y a su producto. El Estado propicia el acceso a la cultura
y fomenta su desarrollo y difusión.
(■■■)■
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 ines. 1), 4), 17), 14, 17,21, 200 inc. 2); C.P.Ct: art. 37 inc. 5); C.C.: arts.
18,2093; C.P.: art. 216 y ss.; D.L. 26005; D. Leg. 822: art. 3 y ss.; D. Leg. 823: art.
3 y ss.; D.Leg. 1033: art. 2; Ley 28988; D.U.D.H.: arts. 27, 28; P.I.D.E.S.C.: art. 15
inc. l.c); D. 351
I. Introducción '
El artículo segundo de la Constitución-el artículo más extenso de nuestra Carta Mag
na—contempla los derechos fundamentales de la persona. Estos derechos fundamentales
se refieren directamente a las libertades de las que goza el ser humano por ser tal siendo,
por lo tanto, libertades intrínsecas e intransmisibles.
El inciso 8 del artículo 2 se refiere básicamente a dos derechos. Por un lado, al de
recho a la creación, en todas sus formas y manifestaciones, a la propiedad sobre dichas
creaciones y al producto de la explotación de las mismas. Por otro lado, el derecho de ac
ceso a la cultura, su desarrollo y difusión.
Estos dos derechos, no solo por su extensión sino por su aparente oposición, debie
ron, en nuestra opinión, hacer parte de incisos distintos.
201
i
ART. 2, INC. 8) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Los Derechos Intelectuales son la disciplina jurídica que tiene por objeto la protección
de los bienes inmateriales, de naturaleza intelectual y de contenido creativo.
202
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 8)
Salvo la referencia a la competencia desleal -que más bien es una obligación de abs
tención respecto a conductas que afectan los derechos del consumidor—todos los obje
tos protegidos implican una creación intelectual y generan un derecho de exclusiva opo-
nible a terceros.
Otros objetos protegidos por el derecho de autor son los derechos conexos, que com
prenden las interpretaciones de los artistas intérpretes y las ejecuciones de los artistas eje
cutantes, los fonogramas y las emisiones de radiodifusión.
Los objetos protegidos por el derecho invencional son la invención, el modelo de uti
lidad y el diseño industrial. Por los dos primeros se recibe una patente y por el último un
certificado de registro.
El autor y el inventor son los titulares originarios de los derechos exclusivos que na
cen de sus creaciones, ya sean estos de orden moral o patrimonial.
Los derechos patrimoniales de las obras e inventos pueden ser cedidos a personas na
turales o jurídicas, según indica la ley, ya sea por contrato de cesión o por contrato de tra
bajo. También pueden ser titulares de estos derechos los herederos.
203
ART. 2, INC. 8) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
VIL Excepciones
No todos los bienes inmateriales se encuentran protegidos por los derechos intelectuales.
En el ámbito del derecho de autor están excluidas las ideas contenidas en las obras,
los textos oficiales de carácter legislativo, administrativo o judicial, las noticias del día y
los simples hechos o datos.
V III. Duración
El derecho de los autores en el Perú dura toda la vida del autor y 70 años después de
su muerte, contados a partir del 1 de enero del año siguiente a que esta ocurra.
204
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 8)
Transcurridos estos plazos las obras pasan a dominio público, es decir, no se necesi
tará la autorización previa y expresa que indica la ley ni deberán de pagarse regalías. Esto
en lo que se refiere a los derechos patrimoniales pues los derechos morales son perpetuos.
IX. Cultura
Según el Diccionario de la Real Academia Española, cultura es el conjunto de modos
de vida y costumbres, conocimiento y grados de desarrollo, artístico, científico, industrial,
en una época, grupo social, etc. El Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales
de Manuel Osorio define a su vez cultura como el resultado o efecto de cultivar los cono
cimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio, las facultades intelectuales del
hombre. JC Smith advierte, en el mismo texto, que el vocablo cultura presenta dos aspec
tos: uno amplio y general, referido a un cierto refinamiento de un individuo, de un grupo
social o de un pueblo en sus costumbres o modalidades, así como también a la riqueza y
extensión de su saber; y otro estricto y específico, qué alude a la realidad del mundo espi
ritual de las ciencias culturales que el hombre se crea a través dé las acciones y reaccio
nes que se dan en el sobrevenir.
X. Conclusiones
La aparente contradicción que existe entre los dos derechos contenidos en el inciso 8
del artículo 2 de nuestra Constitución se centra en los siguientes postulados:1
205
ART. 2, INC. 8) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
4. Aquí no debe haber más enfrentamiento. Si buscamos una tercera vía de solu
ción no tendremos que dar la razón o defender los derechos de unos frente a los
de los otros. De esta forma podemos encontrar la complementariedad de los de
rechos de los creadores y los derechos de todos los hombres, que se fundan en
la unidad de la persona y que son indivisibles.
5. Universalmente se ha comprendido que la evolución de la condición huma
na, el desarrollo de los pueblos y su consecuente crecimiento socioeconómico
-es decir, la cultura- tienen como uno de los pilares principales a la creación y al
estímulo a los creadores. Todo esto en un marco en el que no existen más fron
teras gracias a la tecnología, y que nos permite el acceso directo a las creacio
nes de cualquier parte del planeta solo en cuestión de segundos.
6. La protección legal adecuada a las creaciones intelectuales, el reconocimien
to de los derechos que como seres humanos todos tenemos y la conciencia del
respeto que nos debemos pueden llevamos a otra escala material y moral como
personas. Por lo tanto, cambiando nuestra mirada en relación con nuestros de
rechos y a la responsabilidad que nos genera el ejercerlos, podemos gozar de la
satisfacción de ser protagonistas de nuestra propia evolución como humanidad.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| E l derecho de a utor com prende to d a creación intelectual, artística, técn ica o científica y
derechos m orales de p a te rn id a d de acuerdo a los convenios internacionales suscritos p o r
el E stado: STC E xp. N ° 00044-2004-P I/T C (f. j. 14).
B IB L IO G R A F ÍA
206
f
A r tíc u lo 2 I n v io la b ilid a d d e l d o m ic ilio
Por su parte en nuestro país, la regulación constitucional de este derecho se inicia con
la promulgación de la Constitución Política de 1823, bajo el nombre de “asilo inviolable”.
(1) GARCÍA TOMA, Víctor. Los derechos fundamentales en el Perú. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 215.
207
ART. 2, INC. 9) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
individual, recomendando que sea formulada en términos que correspondan a este dere
cho. Inclusive hoy, algunos definen a la inviolabilidad del domicilio como una “verdade
ra libertad”, es decir, “como derecho absoluto de defensa o reacción frente a intromisio
nes en lo que tradicionalmente se ha considerado un espacio sagrado”(2).
Siguiendo esa misma línea, el Tribunal Constitucional español considera como do
micilio “Todo aquel espacio donde un particular tiene residencia de forma permanente
o eventual, o donde en su caso y dependiendo de su voluntad, puede tenerlo; recinto en
donde el sujeto puede mantener su vida privada en el pleno sentido de la palabra, a lo que
solo él tiene libe .accceso”(6). ...........
(2) RODRÍGUEZ-ZAPATA, Jorge. Teoría y práctica del Derecho Constitucional. Tecnos, Madrid, 1996,
p. 340.
(3) El derecho a una vivienda digna y decorosa, a diferencia de la Constitución de 1979, no se encuentra
expresamente consagrado en nuestra Constitución. Empero, este derecho se desprende sin problema del
derecho a la propiedad, la cláusula de dignidad de la persona, del carácter social de nuestro Estado, la norma
de apertura de derechos, de la protección a la familia y promoción del matrimonio, entre otros dispositivos
previstos en nuestra Norma Fundamental. Aquí no corresponde explicar la naturaleza constitucional del
derecho a una vivienda digna, por lo cual solo nos referiremos al derecho fundamental a la propiedad a
la luz del principio de unidad de la Constitución.
(4) CARBONELL, Miguel. Los derechos fundamentales en México. UNAM, México, 2004, p. 712.
(5) Ibídem, p. 173.
(6) Sentencia del Tribunal Constitucional español N° 22/1984.
208
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 9)
Además, el domicilio inviolable no debe entenderse solo como el espacio físico pro
tegido en sí, sino con lo que en este hay de emanación de la personalidad. Por ello, con
este concepto amplio de domicilio constitucional, la garantía de la inviolabilidad inclui
rá toda clase de invasiones, a pesar de que estas no se realicen mediante el ingreso físico
y directo al domicilio. El domicilio constitucional es también inviolable frente a intromi
siones por medio de aparatos electrónicos, mecánicos u otros análogos. Para el Tribunal
(7) VÁSQUEZ RÍOS, Alberto. Derecho de las personas. Tomo I, San Marcos, Lima, 1997.
(8) BIDART CAMPOS, Germán. Derecho Constitucional. Tomo II, Ediar, Buenos Aires, 1966, p. 276.
(9) ZAVALA DE GONZÁLES, Matilde. Derecho a la intimidad. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1982.
209
t
ART. 2, INC. 9) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De este modo, y como anotamos en otra ocasión(12), podemos decir que son tres los
elementos que configuran al domicilio constitucional:
210
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 9)
(13) STC Exp. N° 0905-2001 -AA/TC, f. j. 5: “[E]n la medida en que las organizaciones conformadas por
personas naturales se constituyen con el objeto de que se realicen y defiendan sus intereses, esto es, actúan
en representación y sustitución de personas naturales, muchos derechos de estos últimos se extienden sobre
las personas jurídicas (...). Sin embargo, no solo de manera indirecta las personas jurídicas de derecho
privado pueden titularizar diversos derechos fundamentales. También lo pueden hacer de manera directa.
En dicho caso, tal titularidad no obedece al hecho de que actúen en sustitución de sus miembros, sino en
cuanto a sí mismas y, naturalmente, en la medida que les sean extendibles”. Cfr. además las sentencias
del Tribunal Constitucional recaídas en los Exps. N°s 0252-98-AA/TC, 1049-2003-AA/TC, 0905-2001-
AA/TC, 0410-2002-AA/TC, entre algunas que admiten la titularidad iusfundamental de las personas
jurídicas.
(14) STC Exp. N° 0905-2001 -AA/TC, loe. cit.: “Ahora bien, que se haya afirmado que el reconocimiento de los
derechos fundamentales se extiende al caso de las personas jurídicas de derecho privado no quiere decir
que ellos puedan titularizar todos los derechos que la Constitución enuncia, pues hay algunos que, por su
naturaleza estrictamente personalista, solo son susceptibles de titularizar por las personas naturales (...)”.
211
ART. 2, INC. 9) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En tal supuesto, creemos que basta con la autorización de uno solo de ellos para permitir
la entrada en el domicilio común.
El m andato judicial se presenta como una garantía para que una intervención en el
domicilio, sea o no consentida, cumpla con valorar los bienes constitucionales y asegure
que la medida sea razonable y proporcional. La autorización judicial debe respetar ade
más los derechos fundamentales del debido proceso, tales como la motivación del manda
to, competencia del juez, jurisdicción predeterminada, cosa juzgada, etc. La autorización
prevé, en la mayoría de los casos, los supuestos de investigación en los que es necesario el
registro del domicilio o la detención de personas en su interior. Visto así, una de las prin
cipales consecuencias de esta garantía es la invalidez de las pruebas obtenidas mediante
el allanamiento ilegal, con el ingreso al domicilio sin autorización judicial.
212
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 9)
que haya de experimentar sea: justificada en una resolución judicial debidamente moti
vada o, necesario para lograr un fin constitucionalmente legítimo, proporcionado para al
canzarlo y respetuoso del contenido esencial del derecho(16)17.
JURISPRUDENCIA RELACIONAD
E l derecho a la in violabilidad d el dom icilio encam a el espacio físico que la propia p e rso
n a elige para dom iciliar teniendo la facultad de excluir a cualquier otra p erso n a de dicho
ám bito: STC Exp. N ° 0 3 691-2009-P H C /T C (f. j. 10).
E l derecho a la in v iolabilidad d el dom icilio no protege cualquier espacio físico, sino aquel
q u e sea com patible con la esfera p riv ad a de la persona: STC Exp. N° 03691 -2009-P H C /
T C ( f .j . 11).
B IB L IO G R A F ÍA
213
A rtícu lo 2 Secreto e inviolab ilid ad de com un icacion es
y d ocum en tos privados
Toda persona tiene derecho:
(■■)■
10. A l secreto y a la inviolabilidad de sus comunicaciones y
documentos privados.
Las comunicaciones, telecomunicaciones o sus instrumen
tos solo pueden ser abiertos, incautados, interceptados
o intervenidos por mandamiento motivado del juez, con
las garantías previstas en la ley. Se guarda secreto de los
asuntos ajenos al hecho que motiva su examen.
Los documentos privados obtenidos con violación de este
precepto no tienen efecto legal.
Los libros, comprobantes y documentos contables y ad
ministrativos están sujetos a inspección o fiscalización de
la autoridad competente, de conformidad con la ley. Las
acciones que al respecto se tomen no pueden incluir su
sustracción o incautación, salvo por orden judicial.
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C.: art.200inc.2);C.P.Ct: art.37inc. 6);C.C.:art. 16;C.P.C.:art. 199;C.P.: arts. 161,
162,163,164; D.U.D.H.: art. 12; P.I.D.C.P.: art. 17; C.D.N.: art. 16; C.A.D.H.: art. 11.2
I. Introducción
El régimen político que gobernó el país en la década de los años noventa generó con
secuencias positivas y negativas, cuyo balance, por cierto, no es objeto de este artículo;
solamente realizaré algunos análisis a partir de dos hechos puntuales que aquellas gene
raron: a) analizaré procesal y constitucionalmente el derecho al secreto e inviolabilidad
de las comunicaciones particulares o privadas a partir de la aparición pública de los tris
temente célebres “vladivideos” y, posteriormente, un análisis a partir del “Caso del exmi
nistro Rómulo León Alegría y del abogado Alberto Quimper Herrera”; y b) realizaré un
análisis jurídico de la existencia de un “mercado de interceptaciones” a las comunicacio
nes privadas que provoca, con peligrosa frecuencia, diversos problemas políticos, mediá
ticos y penales, y que han tenido su “pico” con el destape del “Caso BTR”.
214
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
(...)
“2. Toda persona tiene derecho:
10. Al secreto y a la inviolabilidad de sus comunicaciones y documentos públicos.
Las comunicaciones, telecomunicaciones o sus instrumentos solo pueden ser abiertos,
incautados, interceptados o intervenidos por mandamiento motivado del juez, con
las garantías previstas en la ley. Se guarda secreto de los asuntos ajenos al hecho que
motiva su examen.
Los documentos privados obtenidos con violación de este precepto no tienen efecto
legal.
Los libros, comprobantes y documentos contables y administrativos están sujetos a
inspección o fiscalización de la autoridad competente, de conformidad con la ley. Las
acciones que al respecto se tomen no pueden incluir su sustracción o incautación,
salvo por orden judicial”.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos en el artículo 12; el Pacto Inter
nacional de Derechos Civiles y Políticos en el artículo 17; la Convención Americana so
bre Derechos Humanos, artículo 11 incisos 2 y 3; igualmente, si bien no como el mismo
detalle, garantizan el derecho al secreto y a la inviolabilidad de las comunicaciones y do
cumentos privados.
215
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En la STC del 8 de marzo del 2005 el Pleno del Tribunal Constitucional, “Caso Víc
tor Alfredo Polay Campos”, en el fundamento 24 recuerda que el artículo 2 inciso 10 de la
Constitución protege que todo tipo de comunicaciones entre las personas sea objeto ex
clusivamente de los intervinientes en el mismo; fija como base del secreto y la inviolabili
dad de las comunicaciones y documentos privados al derecho fundamental a la vida priva
da, el mismo que permite garantizar que la comunicación entre particulares, sea mediante
llamada telefónica, correo -clásico o electrónico- o nota entre particulares, no pueda ser
objeto de conocimiento de terceros o de la interrupción de su curso(4).
216
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2, IN C 10)
En la STC del 27 de octubre de 2010, “Caso Alberto Quimper Herrera”, el Pleno del
Tribunal Constitucional ante la denuncia de utilización de prueba ilícita examina el ám
bito de la interceptación y grabación de las conversaciones telefónicas, basándose en la
sentencia del 6 de julio de 2009 que dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos
en el “Caso Escher y otros vs. Brasií”(7).
Siempre sobre la base de la sentencia del “Caso Escher y otros vs. Brasil”, el TC de
termina que el derecho a la vida privada tutela a las conversaciones telefónicas indepen
dientemente de su contenido, e incluso puede comprender tanto las operaciones técnicas
dirigidas a registrar ese contenido, mediante su grabación y escucha, como cualquier otro
elemento del proceso comunicativo: destino de las llamadas que salen, el origen de las que
ingresan, la identidad de los interlocutores, la frecuencia, hora y la duración de las llamadas.
' 217
t
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En la STC del 19 de julio de 2011, “Caso Angélica María Huamaní Vargas”, la Sala
Segunda del Tribunal Constitucional, en el fundamento 13 se pronuncia sobre la aplica
ción del derecho al secreto y a la inviolabilidad de las comunicaciones en el caso de co
rreos electrónicos, comunicaciones personales, almacenados o registrados en los servido
res del empleador; precisa que la existencia de la relación laboral no justifica vulnerar el
derecho respecto a comunicaciones de carácter personalísimo(9).
La STC 114/1984 del 29 de noviembre resulta una excepción pues en ella se señala
que el concepto de secreto tiene un carácter formal dado que se protege el secreto y la in
violabilidad de la comunicación, sea cual fuese el contenido, sin la necesidad que integre
el ámbito de la intimidad(n).
La STS del 15 de julio de 1993 constituye otra excepción. Si bien reconoce la estre
cha vinculación entre el derecho a la intimidad y el derecho al secreto e inviolabilidad de
las comunicaciones, se precisa que no deben confundirse ya que si bien toda comunica
ción es secreta y solamente algunas son íntimas o privadas(12).
218
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2, INC. 10)
la persona cuya naturaleza es social, lo que hace necesario que exprese a otros sus senti
mientos, ideas, posiciones, etc.(13).
(13) NOYA FERREIRO, María Lourdes. La intervención de comunicaciones orales directas en el proceso
penal. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000, pp. 53 y 54.
(14) SAN M ARTÍN CASTRO, César Eugenio. Estudios de Derecho Procesal Penal, La intervención de las
comunicaciones telefónicas en el ordenamiento peruano. Grijley, Lima, 2012, p. 129.
219
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
La CIDH pone más atención en las exigencias que debe cumplir la ley que regula los
casos en los que se puede levantar el secreto y la inviolabilidad de las comunicaciones:
a) la injerencia debe estar fundada en ley; b) la regulación legal debe ser precisa e indicar
reglas claras y detalladas sobre la materia; así debe señalar las circunstancias en que pro
cede la injerencia, las personas autorizadas para solicitarla, ordenarla y llevarla a cabo; el
procedimiento a seguir y otros aspectos.
220
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.-2, INC. 10)
El presidente del Poder Judicial, César San Martín Castro, en su reciente obra, co
menta en la Justicia de los Estados Unidos, en los casos “On Lee v. USA” y “Rathbun vs.
USA”, se reconoce que la intervención de comunicaciones con el consentimiento de uno
de los participantes le da validez y eficacia jurídica, a pesar de la no existencia de auto
rización judicial; en “López vs. USA” se legitimó la aplicación de la teoría de la autoin-
jerencia o bugging; quien participa en una comunicación asume el riesgo que la otra par
te divulgue el contenido, de allí que sea legal que uno de los intervinientes la grabe y la
utilice como prueba de cargo; línea que como indica el autor nacional, ha sido seguida en
Argentina, en los casos “Hidalgo”, “Macri”, y “Raña”, en donde la Corte Suprema de ese
país admitió como pruebas las grabaciones ocultas de comunicaciones efectuadas por los
denunciantes y los periodistas(15).
San Martín ubica dentro de estos supuestos los distintos casos en los que en el Perú
fueron admitidos los “vladivideos” como prueba en los procesos penales, sin embargo
considero que el fundamento fue otro, el que su contenido no estaba protegido por el ám
bito del derecho a la intimidad(16).
Es evidente que el contenido de los “vladivideos” no forma parte del ámbito del dere
cho a la intimidad, el carácter delictivo, de interés público, de moral pública, entre otros,
por lo que no se permite que la persona se oponga al conocimiento de la sociedad. Antes
bien, el análisis que debe realizarse sobre esta práctica judicial va por otro lado: el tipo de
documento de los videos, público o privado, su posesión lícita o ilícita (requisito de efica
cia probatoria de la prueba documental), la oportunidad e intensidad, su difusión con re
lación a la garantía procesal constitucional de la imparcialidad judicial, etc.
221
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(18) CLIMENT DURÁN, Carlos. La prueba penal. Tomo II, 2a edición, Tirant lo Blanch, Valencia, España,
2005, p. 1529.
(19) STC Exp. N° 01058-2004-AA/TC, f. j. 22.
222
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
inc. 4) y, por lo tanto, como dice San Martín(20), el juez no puede realizar un control direc
to de la ejecución de la autorización. Ello no puede por otro lado significar, como se rei
tera, desconocer la misión del juez de tutela de asegurar que la ejecución de la medida de
búsqueda de fuentes de prueba no viole los derechos fundamentales.
La motivación no es un requisito de forma. Me parece claro que para ser exigido cons
titucionalmente, es una garantía procesal constitucional “necesaria para poder sacrificar un
derecho fundamental”(22); el auto debe contener las razones jurídicas del juez para justificar
levantar la prohibición de inviolabilidad de las comunicaciones y documentos privados.
El artículo 203 del Código de 2004 de forma general establece que las medidas de
búsqueda de fuentes de prueba que impliquen afectación de derechos, como las de control
223
ART, 2, INC. 30) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Montero Aroca afirma que en cuanto a los indicios que sirven para establecer el jui
cio de probabilidad de hechos o circunstancias importantes para el objeto de la investiga
ción, pues en este caso el juez verifica la utilidad, por ejemplo, los exigidos para la incau
tación de documentos privados; y los indicios que permiten al juez alcanzar un juicio de
probabilidad del delito o la intervención del investigado, que se exigen para la intercep
tación de comunicaciones(24).
San Martín Castro explica que la fundamentación fáctica del auto corresponde a los
hechos respecto de los que deben existir indicios. El juez debe establecer circunstancias
concretas que permitan sospechar, mejor dicho, formular un juicio de probabilidad, que
mediante el teléfono cuya intervención se solicita, en caso de comunicaciones por esa
224
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
vía, se efectuarán llamadas vinculadas con el delito investigado, útiles para el objeto de
la investigación(25)26.
El juicio factico del auto motivado se forma con la concurrencia de indicios suficien
tes que hacen posible que una persona esté implicada en la comisión de un delito y que a
través de la intervención de las comunicaciones es probable que se puedan obtener fuen
tes de prueba sobre el delito y los intervinientes(27).
Se pueden fijar las siguientes características de los indicios que fundamentan el auto
de control de las comunicaciones:
225
ART, 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
intervención del investigado, plantea Climent Duran; porque hay que tener en cuenta que
se trata de una medida de búsqueda de fuentes de prueba que se realiza en la investiga
ción y que no han permitido aún, en la investigación preliminar formar causa probable, y
en la investigación preparatoria sustentar una acusación, caso contrario no sería necesaria
la intervención de las comunicaciones(31).
Ahora bien, la intensidad de los indicios sí aumenta respecto del otro extremo de la
fundamentación fáctica, el control de la comunicación del investigado o de un tercero,
permitirá encontrar fuentes de prueba del delito y de los intervinientes. Aquí sí se exige
probabilidad o causa probable a fin de poder efectuar el juicio de proporcionalidad, esto
es, justificar la necesidad de afectar el derecho fundamental, máxime si, como pasó en el
“Caso del congresista Galarreta”, los usuarios son terceros respecto de los cuales hay que
asumir que el investigado usó o utiliza, directa o indirectamente, para cometer el delito
objeto de investigación.
Respecto de los indicios que constituyen el fundamento fáctico del requisito consti
tucional auto motivado, hay que distinguir: los que se refieren al delito, autor o partícipe,
que deben permitir formar un juicio de posibilidad, de los que establecen en que con el
control de la comunicación o documentos privados, se encontrarán fuentes de prueba so
bre los hechos que forman el objeto de la investigación; aquí los indicios deben permitir
alcanzar un juicio de probabilidad.
226
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
Las conjeturas son menos que las sospechas, no se refieren a un hecho concreto, por
ejemplo, un requerimiento fiscal que se basa en la información policial que “Nariz grue
sa”, sujeto no identificado plenamente, es un traficante de drogas; la exigencia de indi
cios no permitiría que se adopte en este caso una medida de control de comunicaciones(35).
Esta mínima exigencia probatoria es la que justifica la afectación del derecho al secreto
de las comunicaciones y documentos privados, de no observarse el derecho quedaría vacío
como advierte el Tribunal Constitucional Español en la STC 49/ 1998, Fundamento 8(37).
Dada la incidente que tiene sobre el tema de prueba, vale la pena este momento para
advertir el conflicto que existiría entre la Ley N° 27697 que conforme a su artículo 1, lue
go de establecer que es una norma de desarrollo constitucional de la potestad del juez de
227
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
control de las comunicaciones y documentos privados del artículo 2 inciso 10, precisa los
delitos que pueden motivar tales medidas cautelares o de tutela provisional(41); y el artícu
lo 230 inciso 1 del Código Procesal Penal que admite la intervención o grabación, o re
gistro de comunicaciones telefónicas o de otras formas de comunicación en todos los ca
sos por delitos sancionados con una pena superior a los 4 años de privación de la libertad.
No se puede considerar, por lo menos en este punto, a la Ley que otorga facultad al
fiscal para la intervención y control de comunicaciones y documentos privados en caso
excepcional, anterior al Código Procesal Penal, por lo que la regla de la ley posterior de
termina que aquella modificaría el artículo 230 inciso 1, es decir, que el juicio de proba
bilidad es respecto a la comisión e intervención del investigado en alguno de los delitos
que permiten el control de las comunicaciones y telecomunicaciones.
(41) Por razones de orden no asumo posición en este artículo sobre si se justifica o no la diferencia entre medidas
cautelares y de protección provisional, solamente adelanto que un concepto amplio de medidas cautelares
como instrumentos para asegurar los diversos fines o necesidades del proceso, haría innecesaria la figura
de las medidas provisionales de protección.
(42) El tema de la inviolabilidad de las comunicaciones con el abogado defensor, sus límites, es de gran
trascendencia, me comprometo a tratarlo en extenso en otra oportunidad.
228
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
La Constitución de 1993 no reserva como materia de ley orgánica a los códigos, sal
vo el Código Procesal Constitucional conforme al artículo 200.
El principio de legalidad exige que las medidas de control de las comunicaciones estén
previstas en la ley, lo que se satisface en el ordenamiento procesal penal peruano a través
del Código Procesal de 2004, principalmente, y la Ley N° 27697, más sus modificatorias.
229
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Idoneidad
La adopción de una medida de control de las comunicaciones o documentos priva
dos, por ser limitativa de un derecho fundamental, exige que el juez realice un riguroso
examen sobre su idoneidad para alcanzar el fin perseguido, esto es, la búsqueda de fuen
tes de prueba a través de la intervención en el ámbito de las comunicaciones o documen
tación privada del investigado. De no verificarse la idoneidad no se justificaría la afecta
ción del derecho(46).
El juez tiene que comprobar si la medida, por ejemplo, de intervención de las comu
nicaciones telefónicas es idónea para averiguar la realización del delito, sus circunstan
cias y la culpabilidad (procesal) del investigado, esto es, obtener fuentes de pruebas(47).
Necesidad
La necesidad de una medida de control de las comunicaciones o documentos priva
dos significa que el juez haya efectuado un riguroso examen, a fin de determinar; o que
es la única que permitiría alcanzar la finalidad, búsqueda de fuentes de prueba; o que en
tre las diversas alternativas de medios de investigación es la menos gravosa para los de
rechos fundamentales del investigado o del tercero que será afectado con la medida(49).
230
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
de las comunicaciones “tiene que ser el único medio por el que se puede descubrir la exis
tencia del delito o de sus circunstancias”, o en todo caso “el que sacrifica menos los de
rechos fundamentales del investigado”; esto último supone que el juez haya comprobado
que los otros medios posibles de investigación no ofrecen las mismas garantías para lo
grar la finalidad de búsqueda de fuentes de prueba(50)5123.
Climent Durán, siempre con base en la jurisprudencia del Tribunal Supremo Penal de
España, al que siempre es válido recurrir por la notoria influencia que tiene en la jurispru
dencia ordinaria y constitucional en el Perú, explica que el juicio de necesidad significa
que el juez se ha proyectado, por ejemplo, sobre la intervención telefónica, y ha determi
nado que es imprescindible para descubrir el delito, y que no existe otro medio de inves
tigación menos traumático para los derechos fundamentales del investigado, igualmente
eficaz (STS 609/1997 del 6 de mayo)<52>.
A partir de estos criterios se puede establecer los casos en los que no procede recu
rrir al control de las comunicaciones o documentación privada, cuando no hay necesidad;
casos de flagrancia o cuando hay otras fuentes de prueba suficientes (STS 533/1999 del
29 de marzo)(55).
231
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El TEDH en los casos “Kruslin” y “Huvig” insiste en recordar que las medidas de in
tervención de las comunicaciones y documentos privados solamente pueden emplearse
en investigaciones por delitos graves, para lo cual los sistemas legales optan, o por hacer
un catálogo de delitos, o por el marco de pena abstracta(59).
Vuelve a tomar importancia el conflicto, al menos aparente, ya comentado, entre el
Código Procesal Penal y la Ley que otorga facultad al fiscal para la intervención y con
trol de comunicaciones y documentos privados en caso excepcional; el primero opta por
el sistema de la pena abstracta y la segunda por el catálogo de delitos, con resultados di
ferentes y hasta contradictorios, porque haciendo una interpretación teleológica de la ley,
podría considerarse que los delitos graves que justifican el tipo de medidas analizadas, son
los que se cometen a través de organizaciones criminales, criterio que no aparece como
factor de determinación de los casos de procedencia en el Código de 2004.
Debe existir proporcionalidad entre la afectación del derecho al secreto de las comuni
caciones y documentación privada, con la medida de control, y esta solamente se alcanza
cuando está destinada a ser un medio de investigación de delitos graves (STS 1596/1997
del 19 de diciembre)(60).
En Alemania, Italia y Francia, con dificultad en España, los delitos graves se estable
cen a través del sistema de catálogo, no el de pena abstracta, que no responde de igual me
dida a la exigencia de proporcionalidad estricta, el nivel de afectación del derecho a la in
violabilidad de las comunicaciones y documentos privados solo se justifica en el caso de
(56) MONTERO AROCA, Juan. Ob. cit., p. 167. Del mismo modo, NOYA FERREIRO, María Lourdes. Ob
cit. p. 152.
(57) MONTERO AROCA, Juan. Ob. c it, 172.
(58) NOYA FERREIRO, María Lourdes. Ob. cit., p. 153.
(59) MONTERO AROCA, Juan. Ob. cit., p. 173.
(60) CLIM ENT DURÁN, Carlos. Ob. cit., p. 1738.
232
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
los delitos más graves. En esta línea, la Ley que otorga facultad al fiscal para la interven
ción y control de comunicaciones y documentos privados en caso excepcional, más allá si
el catálogo es el adecuado, sería de mejor técnica que la del artículo 230 inciso 1 del Có
digo Procesal Penal, que ojo, no se reitera para otras medidas de control distintas a la in
tervención de comunicaciones y telecomunicaciones.
1.4. Especialidad
Para entender este requisito constitucional hay que diferenciar entre especialidad en
sentido estricto y el descubrimiento de hechos casuales(6I).
Se discute los casos de teléfonos en casas familiares, pensiones, lugares públicos, como
una discoteca, una empresa; aquí la especialidad se respeta fijando las personas sospecho
sas o las terceras afectadas, a fin de que en la ejecución sé preserve el secreto de las co
municaciones de las que no corresponde afectar.
En el estado actual de la discusión, el hecho conocido tiene valor procesal, así como
el soporte que lo grabó, existiendo una autorización judicial que no abarcá a las personas
ni al hecho descubierto casualmente, pero no puede hablarse de prueba; sí en cambio de
una noticia criminal y de un tema probatorio que tiene que ser objeto de investigación y
recolección de fuentes de prueba.
233
t
ART. 2, INC. 10) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
VIL Conclusiones
Las medidas de control de comunicaciones y documentos privados, sobre todo las pri
meras, aún se encuentran en plena evolución jurisprudencial, como se apreció en el “Caso
del Congresista Galarreta”; son evidentes los problemas de motivación del auto, asumo la
postura de desconocimiento, falta de experiencia o una práctica muy flexible tolerada insti
tucionalmente; no creo en la mala fe de los distintos operadores jurídicos que intervinieron.
El problema que surge con esta ley ordinaria -no se señala que es de desarrollo cons
titucional como sí se hace con la Ley N° 27697-, es que en el artículo 2 se indica que en
la investigación preliminar se pueden utilizar medidas limitativas de derechos o cautela
res anteriores al proceso penal, respecto de todos los altos funcionarios públicos que tam
bién gozan del privilegio de la inmunidad conforme al artículo 99 de la Constitución, ex
cluyéndose a los congresistas.
234
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 10)
- ¡
____________ URISPRUDENCIA RELACIONADA ■*■■’* * •
fl Utilizar correos electrónicos sin la autorización del titular afecta el derecho al secreto de
las comunicaciones pese a que el soporte electrónico pertenece al empleador: STC Exp.
N° 04224-2009-PA/TC (ff.jj. 16 y 17).
B IB L IO G R A F ÍA
CLIMENT DURAN, Carlos. La prueba penal. Tomo II, 2aedición, Tirant lo Blanch, Valencia, España,
2005; MONTERO AROCA, Juan. L a intervención de las comunicaciones telefónicas en el proceso
penal. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 1999; NO YA FERREIRO, María Lourdes. La intervención
de comunicaciones orales directas en e l proceso penal. Tirant lo Blanch, Valencia, España, 2000;
SAN MARTÍN CASTRO, César Eugenio. Estudios de Derecho Procesal Penal, L a intervención de
las comunicaciones telefónicas en el ordenamiento peruano. Grijley, Lima, 2012.
235
t
A r tíc u lo 2 L ib e r ta d d e tr á n s ito y r e s id e n c ia
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 3 7 ,13 7 inc. 1), 200 inc. 1); C.P.Ct: art. 25 incs. 4), 6); C.P.: art. 30; C .N .A : art.
12; D.U.D.H.: arts. 9 ,1 3 ; P.I.D.C.P.: arts. 9 ,1 2 ,1 3 ; C.D.N.: art. 37; C.A.D.H.: art. 22
Desde una perspectiva histórica, podríamos afirmar que la génesis de este derecho se
remonta genéricamente a lo establecido en la Declaración de los Derechos del Hombre y
del ciudadano (Francia 1789); y específicamente a lo consignado en la Constitución Fran
cesa de 1791 y en el Derecho de Seguridad Individual de 1811(1).
Por su parte en nuestro país, la regulación constitucional de este derecho se inicia con
la promulgación de la Constitución Política de 1826.
En cuanto al concepto del mismo habría que decir que este derecho es también cono
cido como libertad de locomoción o de desplazamiento y reconoce la facultad de las per
sonas para trasladarse por donde quieran y asentarse donde les plazca. En otras palabras,
es el atributo que permite a todo individuo entrar al territorio del Estado, permanecer en
este, fijar su domicilio y cambiarlo, movilizarse de un lugar a otro y salir del país sin ma
yores restricciones1(2), salvo las que respondan a razones de sanidad, mandato judicial o
por aplicación de la ley de extranjería.
(1) GARCÍA TOMA, Víctor. Los derechos fundamentales en el Perú. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 226.
(2) LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional argentino y
comparado. Tomo III, Alfa S.A., Buenos Aires, p. 529.
236
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 11)
D el m ism o m odo, G regorio Baeni h a señalado que este derecho consiste en la libertad
que tiene toda persona para ingresar, perm anecer, circular y salir librem ente del territorio
nacional. E sta facultad, señala la doctrina, conlleva al ejercicio del atributo ius movendi et
ambulabndi . Es decir, a desplazarse autodeterminativamente en función a las propias ne
cesidades y aspiraciones personales a lo largo y ancho del territorio, así como a ingresar
o salir de él. En ese contexto, se trata pues de un imprescindible derecho individual y de
un elemento conformante de libertad. Más aún, podríamos decir que se trata de una con
dición indispensable para el libre desarrollo de la personalidad(3). Este mismo parecer, y
en los mismos términos, ha sido recogido por el Tribunal Constitucional peruano, cuando
señala que el derecho a la libertad de tránsito es al mismo tiempo:
a) Un derecho individual
b) Es parte del derecho a la libertad individual en general.
c) Es una condición imprescindible para el ejercicio del libre desarrollo personal®.
Asimismo, es posible afirmar que la libertad de tránsito y residencia debe conside
rarse como una proyección de la libertad física, esto es, como el despliegue espacial de
la libertad personal reconocida por el inciso 24 del artículo 2 (derecho a no ser arresta
do sin causa justa y de conformidad con la ley). Sin duda, de muy poco serviría la liber
tad física si no se encontrara acompañada de las libertades de movilizarse, salir e ingre
sar del territorio nacional.
Ahora bien, cabría señalar que esta facultad de desplazamiento se materializa a tra
vés del uso de las vías de naturaleza pública o en las vías privadas de uso público. Así, en
el primer caso, el ius movendi et ambulando se expresa en el tránsito por parques, calles,
avenidas, carreteras, etc.; y en el segundo caso por ejemplo, por las servidumbres de paso.
Quedando claro, que en ambos casos el ejercicio de dicho atributo debe efectuarse respe
tando el derecho de propiedad y las normas derivadas del poder de policía®. En tal sen
tido, dependerá de cada persona la elección del medio de transporte preferido, el mismo
que puede ser pedestre, vehicular, o a lomo de bestia, como suele ocurrir todavía en algu
nos lugares de nuestro país debido a la agreste geografía dé nuestro territorio®.
Cabe apuntar, sin embargo, que si bien es cierto se acaba de afirmar que el conte
nido esencial del derecho a la libertad de tránsito se encuentra asociado a la facultad de
desplazamiento o de locomoción de todo ciudadano a lo largo y ancho del territorio, ello
no quiere decir que tal libertad solo pueda manifestarse dentro de contextos o escenarios
únicamente públicos sino que también puede ser ejercida en ámbitos mucho más restrin
gidos como pueden ser los espacios semiabiertos o áreas de uso común de un grupo de3456
(3) BADENI, Gregorio. Instituciones de Derecho Constitucional. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000.
(4) STC Exp. N° 01953-2007-HC/TC, f. j. 2.
(5) DE ESTEBAN, Jorge y GONZÁLES TRABIJANO, Pedro. Curso de Derecho Constitucional español I.
Tomo II, Rumagraf, Madrid, 1993.
(6) STC Exp. N° 01953-2007-HC/TC, f.j. 3.
237
ART. 2, INC. 11) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El derecho al libre tránsito y residencia, a pesar de ser en principio una libertad ne
gativa, esto es, una obligación para el Estado de abstenerse frente al albedrío individual,
tiene también una dimensión social que demanda acciones positivas del Estado para op
timizar la eficacia del derecho. A nadie está oculto que en nuestro país la libertad de trán
sito y residencia no puede ser ejercida por igual por todos los ciudadanos. En tal sentido,
como parte de un fenómeno que lleva ya varias décadas, existen sectores que se vieron
obligados a migrar debido a la falta de oportunidades y, sobre todo, a la violencia políti
ca que trajo consigo insufribles consecuencias; asimismo, se observa el hacinamiento en
los cinturones de pobreza alrededor de las ciudades más prósperas del país, debido a las
limitaciones que existen para asentarse en zonas más céntricas. La libertad de locomo
ción adquiere también relevancia debido a las migraciones hacia otros países, en lo que
se refiere tanto a la posibilidad de salida y retomo del territorio nacional, como a la si
tuación de los nacionales en otros Estados y la de los extranjeros en nuestro país; sin ol
vidar que el proceso de integración latinoamericana también pone el tema sobre el tape
te al flexibilizar la movilización de los pobladores entre países vecinos.
238
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, IN C 11)
se encuentra accidental o transitoriam ente sin llegar a la perm anencia dom iciliaria. A m
bos conceptos pueden coincidir, siendo que el concepto de residencia es más amplio que
el de dom icilio.
Sobre este punto, es preciso hacer u n a precisión en tom o a la titularidad de estos de
rechos. Si bien el derecho a la inviolabilidad del dom icilio puede ser válidam ente invo
cado p o r una persona jurídica, tal y como lo ha afirmado el propio Tribunal en la senten
cia en la cual desarrolla la temática de la titularidad de los derechos fundamentales para
el caso de las personas jurídicas(10)1; ello no ocurre en el caso del derecho a la libertad de
tránsito y residencia en sentido estricto, pues estos están íntimamente vinculados a la fa
cultad locomotoria, que es exclusiva de las personas naturales(11).
Sin embargo, la claridad de que el derecho a circular y escoger el lugar de residencia co
rresponde por igual a nacionales como a extranjeros no es compartida por todos los Estados.
239
ART. 2, INC. 11) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En España, por ejemplo, se considera que los extranjeros(14) son titulares del dere
cho, pero no en iguales condiciones que los españoles. El Tribunal Constitucional espa
ñol incluso ha llegado a decir que “la libertad de circulación a través de las fronteras del
Estado, y el concomitante derecho a residir dentro de ellas, no son derechos imprescindi
bles para la garantía de la dignidad humana (...), ni por consiguiente pertenecen a todas
las personas en cuanto a tales al margen de su condición de ciudadano”(15). Es cierto que
los tratados y las leyes pueden regular el ejercicio del derecho de los extranjeros a transi
tar y residir, no obstante, solo ha de tratarse de una delimitación del contenido constitu
cional del derecho que no permite su libre disposición(16), ya que estamos frente a un ver
dadero derecho fundamental.
En atención a lo expuesto, está claro que en principio los extranjeros tienen derecho a
la libertad de tránsito dentro del territorio nacional; empero, el Estado está facultado para
reglar, controlar y condicionar la entrada y admisión de extranjeros. En ese sentido, po
dríamos afirmar, tomando como referencia lo expuesto por García Toma, que los Estados
en general, los cuerpos políticos de estos, gozan de la facultad para establecer requisitos
y restricciones al ejercicio del derecho a la libertad de tránsito por parte de los extranje
ros, siempre que se cumplan las condiciones siguientes:
(14) Los ciudadanos dé un Estado miembro de la Unión Europea adquieren una “ciudadanía europea” ante
el resto de Estados de la Unión. En tal sentido, en España a los ciudadanos comunitarios se les reconoce
los mismos derechos constitucionales que a los ciudadanos de nacionalidad española. Son ciudadanos
comunitarios y no extranjeros en sentido estricto.
(15) Sentencia del Tribunal Constitucional de España 94/1993, fundamento jurídico 2.
(16) Aunque la doctrina española acepta una amplia libertad de intervención del legislador, conforme
a los criterios de su Tribunal Constitucional. Al respecto consúltese PÉ R E Z ROY O, Javier.
Ob. cit., p. 419 y ROD RÍGUEZ ZAPATA, Jorge. Teoría y práctica del Derecho Constitucional. Tecnos,
Madrid, 1996, p. 344.
(17) GARCÍA TOMA, Víctor. Ob. c it, p. 232.
240
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 11)
de la población del Estado y, por lo tanto, detentan los derechos fundam entales que reco
noce la C onstitución peruana y quedan som etidos tam bién a la ju risdicción y leyes nacio
nales. L a dificultad quizá aparezca resp ecto de los extranjeros que no detentan ninguna de
las anteriores condiciones por haber ingresado o perm anecido ilegalm ente en nuestro país.
Sobre las condiciones de los extranjeros, R ey M artínez sostiene que, a p esar de que los
esfuerzos doctrinales apelan a la diferencia entre la “titularidad” y el “ejercicio” de los de
rechos fundamentales en los extranjeros y a la noción idealista de dignidad, el asunto tie
ne que ver más con la distribución de bienes escasos(18). En efecto, toda comunidad debe
tener el derecho de adoptar las políticas de admisión que considere convenientes para su
propia preservación; por lo tanto, uno de los principales bienes que puede distribuir di
cha comunidad es la pertenencia a ella y esta es una decisión que compete ejercer al go
bierno de manera discrecional. Con ello, es vano discutir si los extranjeros legítimamente
aceptados en la comunidad pueden o no ejercer todos sus derechos fundamentales —pues,
com o señalamos antes, todo extranjero admitido en el país se convierte en parte de la po
blación-, siendo el asunto verdaderamente importante el de la política de inmigración, esto
es, el de cuáles son los criterios para admitir extranjeros en el país.
(18) REY MARTÍNEZ, Femando. “Derechos fundamentales de los extranjeros en situación irregular en
España. ¿Metecos o ciudadanos?”. En: Revista Peruana de Derecho Público. Año 4, N° 7, Grijley, Lima,
julio-diciembre de 2003, p. 74.
(19) MESÍA RAMÍREZ, Carlos. Derechos de la persona. Dogmática constitucional. Fondo Editorial del
Congreso de la República del Perú, Lima, 2004, p. 20. Cabe, además, una interpretación más favorable a
los derechos humanos. Cfr. Ibídem, p. 46.
(20) REY MARTÍNEZ, Femando. Ob. cit., p. 75.
241
ART. 2, INC. 11) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Se pueden establecer por ley requisitos para autorizar el ingreso y salida del país (ta
les como presentación de documentos, pago de tributos, medidas sanitarias). Tales requi
sitos no pueden ser irrazonables por su monto o naturaleza.
242
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 11)
a) Las razones de sanidad que impiden, por ejemplo, el ingreso o salida del país de
personas con enfermedades contagiosas capaces de generar u n a epidemia, asi
mismo el tránsito por el territorio nacional cuando existen zonas o personas en
cuarentena con la finalidad de observar o aislar enfermedades graves. En tal sen
tido, podría limitarse el derecho a residir en algunas zonas, debido al alto ries
go que estas significan para la salud humana.
b) El mandato judicial que puede limitar la salida del país y el desplazamiento de
quienes deben comparecer ante la justicia (verbigracia, con la medida del impe
dimento de salida o del arresto domiciliario). Como no puede ser de otra mane
ra, la orden del juez tiene que ser expedida en el ejercicio regular de sus funcio
nes y con las garantías de la debida tutela procesal.
c) La aplicación de la ley de extranjería, en la cual se fijan causales de expulsión
aplicables a foráneos: 1) por ingreso clandestino o fraudulento en el territorio
nacional; 2) por mandato de la autoridad judicial competente; 3) cuando ha ven
cido su permiso de permanencia o residencia y ha excedido el plazo para su re-
gularización sin que haya abandonado el país.
Con relación a las restricciones explícitas extraordinarias, el Tribunal las ubica en el
tenor del artículo 137, incisos 1 y 2, respectivamente:
a) Estado de emergencia.
b) Estado de sitio.
Queda claro entonces que cabe restringir el ejercicio del derecho de circulación bajo
los regímenes de excepción, siempre que las limitaciones que se establezcan sean propor
cionales y guarden relación exclusiva, directa y específica con las causas que han deter
minado la declaratoria del estado de emergencia o de sitio.
■243
ART. 2, INC. 11) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
244
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. II)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp L a s p e r s o n a s ju r íd ic a s p u e d e n in ic ia r u n p r o c e s o d e h á b e a s c o r p u s a le g a n d o la v u ln e r a c ió n
d e la lib e r ta d d e tr á n sito s ie m p r e q u e s e p re te n d a tu tela r lo s d e r e c h o s d e su s trab ajad ores:
S T C E x p . N ° 0 2 3 2 9 - 2 0 1 1 -P H C /T C ; ( f . j . 7).
jp L a e x is t e n c ia d e o b s t á c u lo s a l d e s p la z a m ie n to e n la v ía p ú b lic a p r o d u c to d e o b r a s p ú b lic a s
n o a fe c ta n la lib e r ta d trá n sito : S T C E x p . N ° 0 4 1 2 4 - 2 0 1 3 -P H C /T C ( f. j . 4 ) .
j| L a s e r v id u m b r e d e p a s o c o n s t it u y e u n a in s titu c ió n le g a l q u e h a c e v ia b le e l e je r c ic io d e
la lib e r ta d d e tr á n sito e n su s d iv e r s a s m a n ife s ta c io n e s : S T C E x p . N ° 0 2 3 2 9 - 2 0 1 1 -P H C /
T C ; ( f .j . 4 ).
B IB L IO G R A F ÍA
245
t
Artículo 2 L ib erta d de reunión en locales privados y
p ú b licos
Toda persona tiene derecho:
(...)
12. A reunirse pacíficamente sin armas. Las reuniones en
locales privados o abiertos al público no requieren aviso
previo. Las que se convocan en plazas y vías públicas
exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede
prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad
o de sanidad públicas.
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C : aits. 28 inc. 3), 137 inc. 1), 200 inc. 2); C.P.Ct: art. 37 inc. 7); C.P.: arts. 166,
167,283,315; D.U.D.H.: art. 20; P.I.D.C.P.: art. 21; P.I.D.E.S.C.: art. 8; C.D.N.: art.
15; C.A.D.H.: art. 15
I. Introducción
El hombre es más que su dimensión vital y espiritual. La persona humana aparece no
solo uti singulis, sino también uti socius. Por donde quiera que lo veamos, aparece for
mando parte de organizaciones sociales. Como trabajador, integra sindicatos; como ciu
dadano es militante de un partido político; en su comunidad, se adscribe a clubes y orga
nizaciones humanitarias.
(1) GARCÍA TOMA, Víctor. Los derechos fundamentales en el Perú. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 233.
246
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 12)
Por su parte, en nuestro país, la regulación constitucional de este derecho se inició con
la promulgación de la Constitución Política de 1856.
En cuanto al concepto del mismo habría que decir que es una facultad que poseen las
personas de agruparse de manera deliberada en un lugar y momento determinado, con el
propósito de analizar y tratar asuntos y problemas de interés común. Otros autores como
Rabelleti Oreste o Bidart Campos, lo definen como la “cita voluntaria y temporal de va
rias personas, en un lugar determinado, conforme a un acuerdo preestablecido para un fin
dado”®.
En palabras del Tribunal Constitucional peruano, el derecho de reunión puede ser defini
do como la facultad de toda persona de congregarse junto a otras, en un lugar determinado,
(2) BIDART CAMPOS, Germán. Teoría general de los derechos humanos. Astrea, Buenos Aires, 1991.
(3) SO LE R , Sebastián. Derecho P enal argentino. Tomo IV, E ditorial Tea, Buenos Aires, 1946,
§ 109, p. 165. Citado por LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la Ciencia del Derecho
Constitucional argentino y comparado. Tomo III, Editorial Alfa, Buenos Aires, 1956, p. 798.
(4) TORRES MURO, Ignacio. El derecho de reunión y manifestación. Civitas, Madrid, 1991.
247
ART. 2, INC. 12) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En tal sentido, y al igual que lo señalado por Duguit(5) quien considera que la liber
tad de expresión involucra necesariamente la libertad de reunión, y que por consiguien
te, “la libertad de opinión implica la libertad de manifestar su pensamiento por medio de
la palabra, y, por ende, la libertad de provocar reuniones de hombres en las que este pen
samiento pueda ser expuesto públicamente”, tratándose de un derecho vinculado íntima
mente con la libertad de prensa, base fundamental para el Estado democrático, nuestro
Tribunal ha señalado que aunque los elementos que configuran el derecho de reunión, de
terminan, sin lugar a dudas, que la libertad de expresión y la libertad de reunión, strictu
sensu, gocen de un contenido constitucionalmente distinto, la estrecha relación reunión-
manifestación, genera una singular vinculación entre ambos, al extremo de que el Tribu
nal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), ha destacado una instrumentalidad mutua,
por así decirlo, “de ida y vuelta”. En efecto, en el caso Rekvényi, el referido Tribunal
sostuvo que la libertad de expresión constituye uno de los medios principales que permi
te asegurar el disfrute efectivo del derecho a la libertad de reunión y de asociación. Para
luego señalar, en el caso Stankov, que “la protección de las opiniones y de la libertad de
expresarlas constituye uno de los objetivos de la libertad de reunión”(6)78.
Es este, pues, un derecho vinculado íntimamente con la libertad de prensa y, como esta
última, absolutamente fundamental para el Estado democrático®. En esa misma línea se
encuentra Ramón Soriano quien concibe a este derecho como un “punto de encuen
tro” fundam ental con derechos tales como la expresión y la asociación®. Por lo tan
to, si la radio y la televisión no están al alcance de todos, lá única forma de garantizar el
libre desenvolvimiento de la opinión pública es reconociendo del modo más amplio posi
ble el derecho de reunión. De ahí que las reuniones no pueden prohibirse por razón de los
fines con que han sido convocadas, que no deben ser contrarios a la Constitución ni a las
leyes debiendo ser ejercido de modo pacífico y no de manera tumultuosa, desordenada ni
sediciosa, y mucho menos, mediante intimidaciones o amenazas.
(5) DUGUIT, Léon. Manual de Derecho Constitucional. 2a edición española, Madrid, 1926, p. 220.
(6) STC Exp. N° 04677-2004-AA/TC, f. j. 14.
(7) Ya Felipe Masías, en el primer texto orgánico de Derecho Constitucional escrito en el Perú, expresaba que
el derecho de reunión “es consecuencia práctica de la libertad de imprenta; pues inútil sería que la prensa
ilustrase al país en todas las cuestiones que le interesan, si el país mismo no pudiera expresar sus juicios
de una manera oficial y auténtica; si experimentando una necesidad, e ilustrado ya sobre los medios de
llevarla, no le fuera permitido reclamar su satisfacción; si disgustado del sesgo que tomara la marcha de
sus poderes políticos le estuviera vedado manifestar su desaprobación para traerlos a un orden de proce
dimientos más legales, o si se quiere más regulares, a fin de precaver un terrible conflicto”. Cfr. M ASÍAS,
Felipe. Breves nociones de la ciencia constitucional. Imprenta de J.M. Masías, Lima, 1855, pp. 53-54.
(8) SORIANO, Ramón. Las libertades públicas. Jecnos, Madrid, 1990. Citado por GARCÍA TOMA, Víctor.
Ob. cit., p. 233.
248
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 12)
a) Es una agrupación concertada de personas, todas ellas vinculadas por una inten
ción común (aspecto subjetivo). La mera aglomeración o confluencia de tran
seúntes sin acuerdo previo carece de todo elemento subjetivo. Ranelleti Ores
te define la reunión o asamblea como “la cita voluntaria y temporaria de varias
personas, en un lugar determinado, conforme a un acuerdo preestablecido para
un fin dado”(9).
b) El derecho de reunión solo se configura si se persigue un fin lícito.
c) El derecho de reunión es siempre transitorio y temporal, a diferencia del dere
cho de asociación que tiene vocación de permanencia.
d) Es un derecho instrumental, pues sirve como medio para el intercambio de ideas
u opiniones o para la defensa de intereses de la más variada índole.
Sobre este punto, el Tribunal Constitucional peruano ha señalado que el contenido
constitucionalmente protegido de este derecho viene configurado por la conjunción de los
siguientes elementos:
(9) Citado por B ID ART CAMPOS, Germán. Derecho Constitucional comparado. Tomo II, Editorial Ediar,
Buenos Aires, 1966, p. 283.
249
ART. 2, INC. 12) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
250
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 12)
251
ART. 2, INC. 12) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Estos motivos, deberán ser analizados con el mayor cuidado, atendiendo a las caracterís
ticas particulares del caso concreto, siempre con el afán de no desnaturalizar o vaciar el con
tenido del derecho de reunión. Siendo este punto de vital importancia a efectos de garantizar
un adecuado ejercicio de este derecho, y una adecuada valoración de criterios por parte de la
autoridad encargada de evaluar las condiciones bajo las cuales pretende ser ejercido, debemos
tomar nota de lo señalado por el Tribunal Constitucional en cuanto a la necesidad de “probar
fechacienentemente” la presencia de razones objetivas que acreditan de manera meridiana la
posible afectación de los bienes jurídicos antes mencionados (seguridad nacional, seguridad
pública, sanidad pública) para llevar adelante la prohibición del ejercicio de este derecho.
252
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 12)
determinado puede producir los efectos negativos contra el orden público con peligro para
personas y bienes u otros derechos y valores dignos de protección para personas y bienes
u otros derechos y valores dignos de protección constitucional, aquellas tendrían que re
solverse con la aplicación del principio o criterio de favorecimiento del derecho de reu
nión (favor libertatis), sin que baste para justificar su modulación o prohibición la mera
sospecha o la simple posibilidad de que se produzcan dichos resultados(n).
Esto quiere decir que para la autoridad, la prohibición debe ser entendida como la úl
tima ratio a la que puede apelar para limitar el derecho, debiendo optar en lo posible por
medidas simplemente restrictivas, como la modificación del lugar, fecha, hora, duración
o itinerario previsto.
253
ART. 2, INC. 12) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
J U R IS P R U D E N C IA R E L A C IO N A D A
¡j¡ La agrupación volitiva de las personas diferencia el ejercicio del derecho de reunión de
aquellas meras aglom eraciones casuales de individuos: STC Exp. N° 04677-2004-A A/
TC (f. j. 15).
[jp La licitud del ejercicio del derecho de reunión debe ser predicable no solo de su propósito
sino de los m edios cómo este pretende ser alcanzado: STC Exp. N° 04677-2004-AA/TC
(f.j. 15).
B IB L IO G R A F ÍA
BIDART CAMPOS, Germán. Derecho Constitucional comparada. Tomo II, Editorial Ediar, Buenos
Aires, 1966. DUGUIT, Léon. M anual de Derecho Constitucional. 2a edición española, Madrid, 1926;
LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional argentino y
comparado. Tomo III, Editorial Alfa S.A., Buenos Aires, 1956; MASÍAS, Felipe. Breves nociones de
la ciencia constitucional. Imprenta de J.M. Masías, Lima, 1855; SOLER, Sebastián. Derecho Penal
argentino. Tomo IV, Editorial Tea, Buenos Aires, 1988.
Artículo 2 D erecho de asociación.
C onstitución de fu ndaciones y otras form as
de organización ju ríd ica
Toda persona tiene derecho:
(...)
13. A asociarse y a constituirfundaciones y diversasformas de
organización jurídica sin fines de lucro, sin autorización
previa y con arreglo a ley. No pueden ser disueltas por
resolución administrativa.
C O N C O R D A N C IA S :
G : arte. 28,42,200 inc.2); C.P.Ct: art. 137 inc. 9); C.C.: arte. 76,80 y ss.; C.P.: art. 168;
C .N.A.: art. 13; D.U.D.H.: art. 20; P.I.D.C.P.: art. 22; C.D.N.: art. 15; C.A.D.H.: art. 16
Hasta hace algunos años, las asociaciones y, con mayor énfasis, las fundaciones, para
ser consideradas como instituciones no lucrativas, estaban condenadas, por una inacepta
ble confusión, a no realizar actividades económicas pues se estimaba que en este caso ac
tuaban como entes que perseguían fines utilitarios y especulativos.
255
ART. 2, INC. 13) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la posibilidad de que las lleven a cabo sería tanto como condenarlas a depender exclusi
vamente de terceros que quieran donarles bienes, cortándoles la vía de generar ingresos
propios. En verdad, la no lucratividad de una asociación, de una fundación o de cualquier
otra organización está dada por la circunstancia de que los ingresos que obtenga del más
variado tipo de actividades que realice no se distribuyan entre los miembros y/o adminis
tradores de ellas. Las utilidades se deben aplicar a los fines institucionales para lograr su
consecución. En otros términos, tales organizaciones sí pueden realizar todas las activida
des económicas que les permita contar con fondos para satisfacer ampliamente sus fines,
sin distribuir sus dividendos entre quienes sean parte o se hagan hacen cargo de ellas. La
misma regla se ha de observar cuando tales entidades se liquiden y producto de la liqui
dación existan activos, en cuyo caso, de preferencia, de acuerdo con las normas civiles y
otras, se destinan a instituciones que tengan finalidades similares o análogas.
Los objetivos últimos no deben confundirse con las actividades que realicen cual
quiera de las organizaciones sin fines de lucro. Las actividades son medios o vías instru
mentales que les permiten a las asociaciones, fundaciones, comités u otras entidades no
lucrativas generar recursos o captarlos para alcanzar sus cometidos. En esa medida, las ac
tividades son, por lo general, económicas, pero estas actividades, por no ser los fines últi
mos de estos entes, no los convierten en lucrativos. Dada la actual tendencia de conside
rar que estas personas jurídicas son formas organizativas de empresas como ha señalado
el profesor Carlos Fernández Sessarego, en la medida en que producen bienes y servicios,
parece necesario reconocer esta diferencia y permitirles ejercer cualquier actividad eco
nómica e incluso lucrativa únicamente como medios para satisfacer sus objetivos finales.
256
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 13)
Entre las entidades sin fines de lucro, el artículo 111 del Código Civil incorpora la fi
gura del comité a la que describe como la organización de personas naturales o jurídicas,
257
ART. 2, INC. 13) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Los objetivos del comité son caracterizados como fines altruistas que no necesaria
mente son idénticos a los fines de interés social de la fundación. Si bien, en principio,
todo fin altruista es de interés social, no siempre los fines de interés social son altruistas.
El altruismo del propósito se revela a través de acciones de corte humanitario, filantrópi
co. Una fundación que, por ejemplo, se constituye para la investigación de las bondades
de una especie vegetal y su posible aplicación a terapias curativas tiene un fin abiertamen
te social, mas no filantrópico.
Dadas estas características, es claro que el comité persigue fines en bien de terceros,
que no son ni sus instituyentes ni aquellos que lo administran, diferenciándose así de la
asociación y asemejándose a la fundación.
Si bien en los diversos regímenes de las organizaciones sin fines de lucro que coexis
ten en el ordenamiento legal resulta claro que no se requiere de una autorización previa
para su creación, el mandato constitucional es decisivo. Quizá con él se pueda corregir la
impropia aplicación que se suele dar al segundo párrafo del artículo 81 del Código Civil
en el caso de las asociaciones religiosas. La libertad consagrada por la Constitución expre
sa, quizá desde una perspectiva histórica, el rechazo del Estado de Derecho por el control
que otrora se ejercía sobre los ciudadanos cuando estos decidían agruparse para intentar
realizar fines colectivos, control que tenía como explicación el temor de las asociaciones
políticas o de los estamentos intermediarios entre el Estado y los súbditos que en no po
cas ocasiones sirvió para inhibir iniciativas reformistas o revolucionarias.
258
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 13)
También es importante recalcar que el texto constitucional impide que una organiza
ción no lucrativa sea disuelta por medio de una resolución administrativa. Se deberá re
currir a la jurisdicción ordinaria como parte de la garantía que asiste al derecho a la aso
ciación o creación de cualquiera de estas figuras para evitar, igualmente, la injerencia del
control político sobre dichas instituciones.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
¡jp En virtud del derecho de asociación toda persona puede integrarse con otras, libremente y
de modo permanente, en función de determinados objetivos o finalidades, de conformidad
con la ley: STC Exp. N° 03978-2007-PA/TC (f. j. 3).
¡jp Debe entenderse por derecho de asociación como la facultad que erige una manifestación
de libertad personal dentro de la vida coexistencial a efectos de realizar una meta en común:
STC Exp. N° 01027-2004-PA/TC (f. j. 1).
¡j| La libertad de asociación tiene una doble dimensión: una positiva vinculada a la potestad
de formar parte de una de ellas, y otra negativa relacionada a no ser obligado a integrarse:
STC Exp. N° 00011-2013-AI/TC (f. j. 39).
jf La Constitución y el respeto por los derechos fundamentales irradian sus efectos incluso
dentro de las normas creadas por las asociaciones: STC Exp. N° 07034-2006-PA/TC (f. j. 9).
B IB L IO G R A F ÍA
259
ART. 2, INC. 13) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
nuevo rol que desempeña”. En: Themis, N° 12, PUC, Lima, p. 78; CÁRDENAS, L. “Las fundaciones
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PÉREZ, Francisco. Las fundaciones, en la Constitución española. Ilustre Colegio de Abogados de
Toledo, 1982; STROMHOLM, Stig. “Le régime juridique des fondations en droit suédois”. En: Le
fondazioni. Tradizione e modemitá, cit.; TRAVIESAS, Miguel. “Las personas jurídicas”. En: Revista
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Civil. Gaceta Jurídica, Lima, 1997.
260
t
A r tíc u lo 2 L ib e r ta d d e c o n tra ta r
Toda persona tiene derecho:
(...)
14. A contratar con fines lícitos, siempre que no se contraven
gan leyes de orden público.
(..).
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts. 62, 63, 200 inc. 2); C P .C t : art. 37 inc. 4); C.C.: arts. 12 ,14 0 , 312, 13 5 1 y
ss., 1405,1406
Si como se ha señalado, el contrato es una decisión económica, tal decisión para ser
eficiente ha de ser libre. En el Derecho la figura que resume la libertad de la persona es
la autonomía privada, que significa el reconocimiento del derecho de autodeterminación
que dispone el individuo para “gobernar” libremente sus relaciones con los demás. En pa
labras de Dieter Médicus(I), la autonomía privada consiste en que cada persona desarrolle
su correspondiente libertad, según su propia voluntad, en sus relaciones jurídicas priva
das: por lo tanto, debe dominar la autonomía, no la decisión extraña.
(1 ) M É D IC U S, Dieter. Tratado de las relaciones obligacionales. Volumen I, B osch, Barcelona, 1995, p. 35.
(2 ) F L U M E , Wemer. El negócio jurídico. Parte General. Derecho Civil. Tomo II, Fundación Cultural del
N otariado, Madrid, 1998, p. 23.
261
t
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
libertad económica, al establecer que “la iniciativa privada es libre (...)” (art. 58). Al ini
ciar precisamente con este principio el “Régimen económico” en la Constitución, se pre
tende dar a entender que todas las reglas y demás principios contenidos en esta parte de
berán interpretarse en sintonía con aquel y en el sentido que más favorezca su aplicación.
Pero todo contrato es, al propio tiempo, ejercicio de libertad yjecorte de la misma.
Cuando hablamos de contratación debe tenerse presente que en el contrato lo que se com
prometen son conductas que las partes se obligan a realizar para llevar a cabo una opera
ción económica, por lo tanto, el contrato es también un recorte voluntario de la libertad.
De ahí que la Constitución (arts. 2, inc. 14, y 62) reconozca que quienes decidan celebrar
un contrato lo hagan sin más limitaciones que las impuestas por el ordenamiento; esto es,
con la mayor libertad legal posible.
Al ser concebido el contrato dentro de un proceso en el que una persona pone a dis
posición de otra parte de su conducta - y con ello una porción de su libertad, obligándose
voluntariamente a realizar una prestación-, el contrato deviene, al decir de Hattenhauer(3),
en una pieza central de la libertad civil en el Derecho, desarrollándose la tesis que cul
mina con el reconocimiento de la autonomía privada. Y es que si el contrato es la con
firmación de la libertad civil, nadie debe -desde un plano superior- dictar a una persona
normas reguladoras de esa porción de libertad, sino que aquellas deberán emanar exclu
sivamente de su voluntad.
(3) Citado por R E Z Z Ó N IC O , Juan C. Principiosfundamentales de los contratos. Astrea, B u en os A ires, 1999,
p p . 191 y 192.
(4) Cfr. A L T E R IN I, A tilio A níbal. La autonomía de la voluntad en el contrato moderno. A beledo-P eirot,
B u en o s A ires, 1989, p. 10.
262
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 14)
de la economía y del mercado ha demostrado que existen situaciones en las que es nece1
sario que el Estado intervenga para proteger al contratante débil, en especial en los contra
tos masivos; esta intervención tiene diversas formas de manifestarse como veremos luego.
Por otro lado, si bien es verdad que el contrato es el reino de la autonomía de la vo
luntad, es decir, el ámbito en el que con mayor libertad se ha expresado este principio,
esto no nos puede llevar a considerar que el contrato es solo voluntad de las partes y que
se encuentra al margen del ordenamiento jurídico. No existe contrato fuera de un contex
to legal, ausente de un ordenamiento jurídico. El ordenamiento no solo reconoce la au
tonomía de la voluntad, sino que la protege y la hace posible. Todo acto jurídico, y den
tro de él por supuesto el contrato, surge dentro de un contexto legal preexistente, que le
da virtualidad jurídica y eventualmente lo completa. Si no existiese un contexto legal que
anteceda al contrato, sería inútil todo ejercicio de voluntad. La voluntad por sí sola es es
téril para crear derecho.
263
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El ejemplo más evidente de lo que venimos afirmando son los contratos sobre servi
cios públicos. En la actualidad, producto de las privatizaciones, la mayoría de los servicios
264
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 14)
Pero no son los únicos casos en los que la ley reconoce la necesidad de obligar a con
tratar, existen otros que veremos luego.
(7) GARCÍA AMIGO, Manuel. Teoría general de las obligaciones y contratos. Lecciones de Derecho Civil
II. McGraw-Hill, Madrid, 1995, p. 132.
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Pero, la libertad de contratación cumple también una importante función práctica vin
culada al inevitable carácter imperfecto e incompleto del ordenamiento legal. En efecto, el
legislador más imaginativo y prolijo no podría crear un ordenamiento jurídico compren
sivo de todas las actividades comerciales que el hombre puede realizar en el mercado. De
ahí que la oferta legal siempre sea limitada frente a la realidad comercial; y es que la di
námica del mercado no puede verse encerrada en un conjunto necesariamente limitado de
contratos que ofrece el ordenamiento jurídico, por eso el propio sistema legal ha sancio
nado la posibilidad de que los agentes autorregulen sus relaciones económicas, dándoles
la posibilidad de que creen nuevas figuras contractuales®.
La utilidad del Derecho de los Contratos puede verse también desde otro ángulo que
excede los alcances de la libertad de contratación, por ejemplo, los contratantes en el ejer
cicio de su libertad acuerdan contratos que necesariamente serán imperfectos, los que se
rán completados y perfeccionados por el ordenamiento contractual. Así el Derecho de los
Contratos ofrece una valiosa contribución al funcionamiento de la economía, pues sería
absolutamente ineficiente que los particulares invirtiesen tiempo y recursos en negociar
todos los detalles de sus contratos. «...
(8) Sobre el particular véase GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. “Los contratos atípicos”. En: Contratación
contemporánea. Instituciones de Derecho Privado. Buenos Aires, 2001, p. 295.
266
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC, 14)
pareció a algunos autores(9), que el contrato se halla en crisis o que incluso ha m uerto. E n
realidad no existe conflicto para la convivencia del principio de libertad de contratación
con las crecientes limitaciones de esta libertad.
La razón jurídica para poner límites a las distintas libertades o derechos consagra
dos por la Constitución, es la necesaria coexistencia de distintos principios constitucio
nales que recogen valores que la sociedad considera preciso preservar para la existencia
de un equilibrio social. Así, por ejemplo, es igualmente indispensable que se respete tan
to el principio de libertad de contratación como el principio pro consumidor, ambos san
cionados por la Constitución. Si, como es previsible, en determinadas circunstancias estos
principios colisionan, mediante una interpretación sistemática de nuestro máximo texto le
gal deberá decidirse cuál de ellos primará en el caso particular que se presente, lo que de
ninguna manera implicará la descalificación o eliminación del principio dejado de lado.
Las limitaciones a la libertad de contratación que existen actualmente pueden ser cla
sificadas en los siguientes grupos:
a) Contratos sobre servicios públicos, en los que el Estado impone gran parte del
contenido de estos contratos y existe la obligación de contratar para la empresa
concesionaria, conservándose la libertad de conclusión para los particulares.
b) Contratos reglados, en los que el ordenamiento predetermina el contenido de es
tos contratos; ejemplos de ellos son: el contrato de trabajo, el de seguro, etc.; en
todos estos contratos se halla seriamente afectada k libertad de configuración
contractual, pero se mantiene la libertad de conclusión, es decir, la posibilidad de
contratar o no.
c) Contratos masivos, generalmente celebrados entre particulares en el tráfico mer
cantil, en los que el contenido se halla predispuesto por una de las partes. Estas
figuras han sido reguladas en distintas legislaciones, e incluso en algunos Códi
gos Civiles, con el propósito de proteger al adherente.
d) Contratos forzosos, en los que no existe ni libertad de conclusión ni libertad de
configuración, y son aquellos contratos que inicialmente nacen de un dispositi
vo legal; es el caso del seguro obligatorio para los trabajadores -Vida Ley-, el
seguro obligatorio contra accidentes de tránsito -SOAT-, entre otros.
e) Otro grupo de operaciones contractuales donde se halla severamente limitada
la libertad de contratación, es en las modernas operaciones contractuales que se
realizan a través de máquinas automáticas o por medios telemáticos; operacio
nes en donde las partes no se detienen a negociar y mucho menos a diseñar el
contenido del contrato.
(9) Al respecto puede consultarse a DE BUEN LOZANO, Néstor. La decadencia del contrato. 2a edición,
Porrúa, México, 1986. También a RISOLÍA, Marco Aurelio. Soberanía y crisis del contrato en nuestra
legislación civil. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1958.
267
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(10) DIEZ-PICAZO, Luis. “Los llamados contratos forzosos”. En -.Anuario de Derecho Civil. N° 1, Volumen 9,1956.
268
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 14)
Por otro lado, similar situación se presenta en los casos de monopolio, posición de
dominio en el mercado o cualquier otra manifestación de poder de mercado, en los que la-
ley entiende que el margen de autodeterminación de los contratantes es nulo o muy redu
cido, a causa precisamente del poder del monopolista. De ahí que en estas situaciones el
Derecho no solo “obligue” a contratar, sino que también participe en la configuración de
lo que se contrata. En la medida en que exista un deber de contratar en realidad no se con
trata, sino que el contrato soló es un medio técnico de cumplimiento de la ley*112).
Las condiciones generales no pueden ser justificadas como una expresión de la auto
nomía privada, pues en realidad son un instrumento utilizado por el empresario para agi
lizar las operaciones en el mercado. Estas condiciones generales las propone una parte,
que es la más fuerte desde el punto de vista económico; y la otra se somete o no a ellas.
Como esa aceptación por medio de sumisión se lleva a cabo, en la mayoría dé casos, por
medio de actos concluyentes, ha de exigirse que la oferta, o sea el contenido de las condi
ciones, sea formulada conforme a la equidad; solo así puede presumirse la aceptación tá
cita, en muchos casos sin previa lectura de las condiciones*13).
De ahí que cuando se celebren contratos mediante cláusulas generales, las normas
supletorias o dispositivas, que de ordinario -e n contratos paritarios- pueden ser contra
venidas por los pactos contractuales, adquieren un inusitado carácter imperativo y rigen
aun en contra de la voluntad del predisponente, no pudiendo sostenerse que el derecho
dispositivo en estos casos tenga siempre carácter meramente supletorio de la voluntad de
269
ART. 2, INC. 14) DÉ LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
los contratantes. Por ello, la doctrina más autorizada(14) estima con razón que no es. admi
sible la renuncia al derecho dispositivo cuando no hay duda de que tiene lugar en perjui
cio de una de las partes.
Una interpretación que prive al adherente del derecho a las normas supletorias sería,
eventualmente, contraria al principio pro consumidor (art. 65 de la C), cuando la parte per
judicada además de adherente es consumidor; y, en todo caso, una lectura así sería reñi
da con las consecuencias de la buena fe contractual. Así, en los contratos masivos -en los
que muchas veces el adherente, por el poder de mercado del predisponente, se ve compe-
lido a contratar bajo condiciones generales-, el derecho dispositivo contribuye a determi
nar el contenido de estos contratos y a establecer el límite de las condiciones generales.
270
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 14)
Pero en la enorme mayoría de los casos la justicia contractual es irreal en los contratos
de consumo, porque poder y autonomía privada son incompatibles. La inocultable concen
tración de poder en el mercado por parte de las empresas pone en entredicho la autonomía
privada y hace ilusoria la libertad de contratar. Como afirma Flume: En los contratos en
los que existe una excesiva desigualdad de poder no puede haber propiamente una figu
ra contractual, cuando menos no en los términos tradicionales. Así, cuando alguien tiene
una situación de monopolio de hecho en el tráfico de bienes y servicios de primera nece
sidad, no hay margen para un contrato como acto de autodeterminación de ambos contra
tantes a causa de la posición de poder unilateral del monopolista07). En la medida en que
exista una necesidad inevitable de contratar, en realidad no se contrata, sino que el con
trato solo es una forma legal.
En primer término, porque se trata de una de las más importantes expresiones de li
bertad y como tal un mecanismo de autorrealización de la persona, precisamente en un
plano tan importante como el económico. Segundo, porque, por modesto o acaudalado
que sea el sujeto es esencial que pueda ocuparse libremente de sus asuntos económicos,
de sus transacciones, y porque ese ámbito, el económico, es un espacio fundamental para
la persona cualquiera sea su fortuna. Y en esta línea, dicha libertad se convierte en un ele
mento importante en el desarrollo de la personalidad del sujeto.
Pero, además, la Constitución al mismo tiempo regula esta libertad en el capítulo eco
nómico. ¿Cuál es la razón?, pues, porque ella constituye un elemento esencial en el mo
delo de economía social de mercado que establece nuestra Carta. Al punto tal que, como
se ha dicho, la libertad de contratar está estrechamente ligada la iniciativa privada, que es
la madre de todas las libertades económicas y, por ello, una afectación a la libre contrata
ción, un recorte indebido, afectaría inevitablemente dicha libertad. A tal grado se hallan
vinculadas ambas libertades que sin libertad de contratación la iniciativa privada se vería
afectada en casi todas sus manifestaciones (libertad de empresa, libertad de inversión, li
bre tráfico de propiedades, etc.), y en la práctica, sencillamente sería ilusoria.17
271
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Hay una razón más para la ubicación de esta libertad en el capítulo económico de
nuestra Carta. La libertad de contratar se encuentra vinculada con la posibilidad de ejer
citar y valorizar la propiedad, al extremo que sin aquella esta sería imposible. Así, el
contrato no solo es una figura jurídica del Derecho Privado, que permite el ejercicio de
la propiedad, es también una fórmula jurídica que hace posible el funcionamiento del
mercado, la dinamización de la economía, y con ello el enriquecimiento de la socie
dad0^. Y es que, como señala Roppo18(19), disponer de los bienes implica casi por defini
ción hacer contratos, como también se necesita de ellos para materializar muchas po
sibilidades de goce.
272
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.2, INC. 14)
IX. Conclusión
En suma, la autonomía privada en materia contractual se entiende más cabalmente en
sus alcances económicos que jurídicos, pues ella es la traducción en derecho de un postu
lado económico(20). En buena cuenta, como se ha dicho, se trata del poder que se otorga a
los particulares para facilitarles la creación de riqueza y la circulación de esta. Este poder
jurídico descansa en la facultad que se le confiere a las personas para que creen o modifi
quen derechos subjetivos, lo que no implica la creación de derecho objetivo mediante la
creación de reglas particulares, pero sí les permite apartarse de las normas dispositivas de
nuestro ordenamiento sin derogarlas.
(20) DE PAGE, Henri. Traité élementaire de Droit Civil belge. Tomo II, p. 432; REZZONICO, Juan C. Ob.
cit., p. 183.
273
ART. 2, INC. 14) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjf La autonomía de la voluntad se refiere a la capacidad residual que perm ite a las personas
regular sus intereses y relaciones coexistenciales de conformidad con su propia voluntad:
STC Exp. N° 00047-2004-A I/TC (f. j . 44).
j| La libre contratación no autoriza perseguir intereses privados cuando estos se hallan reñidos
con el bien común y el orden privado: STC Exp. N° 00011-2013-AI/TC (f. j, 57).
B IB L IO G R A F ÍA
MÉDICUS, Dieter. Tratado de las relaciones obligacionales, Vol. I. Bosch. Barcelona, 1995; FLUME,
Wemer. E l negocio jurídico. Fondo Cultural del Notariado, Madrid, 1998; REZZONICO, Juan C.
Principios fundam entales de los contratos. Astrea. Buenos Aires, 1999; ALTERINI, Afilio Aníbal.
L a autonomía de la voluntad en el contrato moderno. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1989; GARCÍA
AMIGO, Manuel. Teoría general de las obligaciones y contratos. Lecciones de Derecho Civil II,
McGraw-Hill. Madrid, 1995; POSNER, Richard A. E l análisis económico del Derecho. Fondo de
Cultura Económica, México, 1998; PALACIOS MEJÍA, Hugo. L a econom ía en el Derecho Cons
titucional colombiano. Biblioteca Vigente. Bogotá, 1999; GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter. “Los
contratos atípicos”. En: Contratación contemporánea. Instituciones de Derecho Privado. Buenos Aires,
2001; DE BUEN LOZANO, Néstor. L a decadencia del contrato. 2a edición, Porrúa. México, 1986;
RISOLIA, Marco Aurelio. Soberanía y crisis del contrato en nuestra legislación civil. Abeledo-Perrot,
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Los contratos civiles. N uevas perspectivas. Editorial Comares, Granada, 1992.
274
A r t íc u lo 2 D e r e c h o a l tr a b a jo
C O N C O R D A N C IA S :
G : arte. 22, 23, 59, 200 inc. 2); C P .C t: art. 37 inc. 10); C.P.: art. 168; C.N.A.: 19,
22; D.U.D.H.: arte. 23,24; P.I.D.C.P.: art. 8.3; P.I.D.E.S.C.: art. 6, 7, 8; C.D.N.: art.
32; C.A.D.H.: art. 6, P.S.S.: arte. 6 ,7
I. Introducción
La importancia del derecho consagrado en el inciso 15) del artículo 2 de la Constitu
ción, conocido como libertad de trabajo, se ve reforzada por una segunda referencia en el
artículo 59 de la misma Carta Política, por la que se consagra al Estado como garante de
la libertad de trabajo(1), así como su vinculación con el artículo 22, que después de decla
rarlo como deber y derecho lo califica como “(-..) base del bienestar social y un medio de
realización de la persona”.
El ejercicio del derecho constitucional de trabajar libremente y con arreglo a ley tie
ne las siguientes formas de manifestarse:
a) La elección del tipo de trabajo que se quiere realizar, sobre la base de las aptitu
des del trabajador y a las características de su proyecto de vida. Conduce a tener
en cuenta, entre otras cosas, el grado de dedicación al trabajo (tiempo completo,
(1) La citada norma constitucional señala: “El Estado estimula la creación de riqueza y garantiza la libertad
de trabajo y la libertad de empresa, comercio e industria”.
(2) DE LA CUEVA, Mario. El nuevo Derecho mexicano del trabajo. Editorial Porrúa, México, 1981, p. 107.
275
ART. 2, INC. 15) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(3) El artículo 6, inciso#,-de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Costa Rica, 1969; señala
los tipos de trabajo que no se consideran forzosos.
(4) Artículo 148.- Ningún género de trabajo, industria o comercio puede ser prohibido, a no ser que se oponga
a las costumbres públicas, a la seguridad, y a la salubridad de los peruanos.
276
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 15)
En lo que se refiere a las Constituciones del siglo pasado, en todas ellas (1920,1933,
1979 y 1993)(5), se reconoce este principio, que está también plasmado en diversos instru
mentos internacionales como en las constituciones de otros países, lo que lo convierte en
un principio aceptado umversalmente.
(5) Constitución de 1920. Artículo 46.- La Nación garantiza la libertad de trabajo pudiendo ejercerse libre
mente todo oficio, industria o profesión que no se oponga a la moral, a la salud ni a la seguridad pública.
La ley determinará las profesiones liberales que requieran título para su ejercicio, las condiciones para
obtenerlo y las autoridades que han de expedirlo.
Constitución de 1933. Artículo 42.- El Estado garantiza la libertad de trabajo. Pueden ejercerse libremente
toda profesión, industria u oficio que no se opongan a la moral, a la salud, ni a la salubridad pública.
Constitución de 1979. Artículo 2.- Toda persona tiene derecho (...) 13) A elegir y ejercer libremente su
trabajo, con sujeción a la ley.
277
t
ART. 2, INC. 15) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
278
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA - ART. 2, INC. 15)
“El atributo para elegir a voluntad la actividad ocupacional o profesional que cada
persona desee o prefiera desempeñar, disfrutando de su rendimiento económico y
satisfacción espiritual; así como de cambiarla o de cesar de ella. Para tal efecto, dicha -
facultad autodeterminativa deberá ser ejercida con sujeción a la ley. Por ello es que
existen limitaciones vinculadas con el orden público, la seguridad nacional, la salud
y el interés público”(6).
(6) STC Exp. N° 0008-2003-AI/TC, f. j. 6. Similares conceptos han sido ratificados en: STC Exp. N° 4058-
2004-AA/TC, f. j. 5 y STC Exp. N° 00026-2008-PI/TC, f.j. 47.
279
ART. 2, INC. 15) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
A modo de conclusión, podríamos decir que, uno de los conceptos más importantes
que sustenta la libertad de trabajo radica en el reconocimiento que esta libertad está es
trechamente vinculada a la subsistencia y a la necesidad de cada persona de atender a la
misma y la de los familiares que dependen de él, para lo cual tiene que realizar la activi
dad que estime conveniente para lograr dicho propósito.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj La libertad de trabajo es una manifestación del derecho al trabajo que se define como el de
recho a elegir libremente una profesión u oficio: STC Exp. N° 03330-2004-AA/TC (f. j. 31).
¡jjj L a libertad de trabajo puede ser entendida como la facultad de ejercer toda actividad que
tenga como finalidad el sustento vital de la persona: STC Exp. N° 02450-2007-PA/TC (f. j. 4).
[jj La libertad de trabajo comprende la libre elección del trabajo, la libertad para aceptar o
no un trabajo y la libertad para cambiar de empleo: STC Exp. N° 04058-2004-PA/TC
(f .j.5 ).
jj La libertad de trabajo im plica disfrute del rendimiento económico del trabajo, así como
la satisfacción espiritual que conlleva su realización: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC
(f.j.2 6 ).
280
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 15)
jf La libertad de trabajo no es un derecho irrestricto, sino que debe ser ejercido de acuer
do a las leyes, como las que exigen contar con licencias de funcionamiento: STC Exp.
N° 03504-2007-PA/TC (f.j. 2).
jj| El Estado debe proteger, sin diferencias, tanto al trabajador dependiente como a la perso
na que realiza actividades económicas por cuenta propia: STC Exp. N° 03330-2004-AA
(f.j. 31).
B IB L IO G R A F ÍA
DE LA CUEVA, Mario. E l nuevo D erech o m exicano d el trabajo. Editorial Porrúa, México, 1981.
281
A rtículo 2 D erech o a la p ropiedad
Toda persona tiene derecho:
(...)
16. A la propiedad (...).
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arte. 70,71,72,73,74,88,89,200 inc. 2); C.P.Ct: art. 37 inc. 12); C.C.: arts. 444,
923 y ss.; C.P.: arts. 185 y ss., 202,446; Ley 27117: art. 2; Ley 27157: arts. 7,9,14,17,
23; D. Leg. 653: art. 4 y ss.; D.S. 011-91-AG: art. 1; D.U.D.H.: art. 17; C.A.D.H.: art. 21
La propiedad puede ser estudiada desde muchos puntos de vista: económico, socio
lógico, histórico, político y también jurídico.
Por la propiedad los hombres luchan y se enfrentan, desde el inicio de los tiempos.
El hombre se esfuerza y trabaja para ser propietario. La condición de propietario le per
mite satisfacer sus necesidades y las de su familia. Le permite, además, ahorrar para su
edad madura y finalmente transmitir a sus sucesores aquello que acumuló durante su vida.
En sentido jurídico, la propiedad es generalmente vista como la que recae sobre bie
nes singulares. Por esto se dice “soy propietario de mi casa” o “de mi automóvil”. Pero
también hay propiedad sobre los entes productivos, tales como las fábricas, las minas, los
fundos, etc. Estos entes productivos agrupan numerosos bienes singulares, muebles e in
muebles, corporales e incorporales.
La propiedad es el derecho real más completo e importante. Los derechos reales re
caen sobre los bienes. La palabra “reales”, se basa en el concepto de “res” (cosa). La pro
piedad, dice el Código Civil, es el poder jurídico que permite usar, disfrutar, disponer y
reivindicar un bien (art. 923).
Usar es la facultad que permite servirse del bien. En esto no hay un aprovechamien
to económico directo. Hay aprovechamiento indirecto porque sin duda el propietario que
vive en su casa, por ejemplo, obtiene un beneficio económico: evita tener que alquilar una
casa y consiguientemente pagar la renta. Lo mismo el dueño del carro que lo usa para ir
a su trabajo.
282
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 16)
Disfrutar es apropiarse de los frutos que el bien produce. Este es un atributo que con
fiere al propietario una clara ventaja económica. Frutos son para el Derecho los provechos
económicos que genera un bien, sin disminuir su sustancia (art. 890 del CC). En senti
do más estricto, frutos son los excedentes o rentas que producen los bienes o conjunto de
bienes. Hay varias clases de frutos, los naturales, industriales y civiles (art. 891 del CC).
Disponer del bien es el derecho que tiene el propietario para acabar o terminar con su
propiedad. Hay actos de disposición material y de disposiciónjurídica. La primera autoriza
a consumir o destruir una cosa. Así ocurre cuando el propietario de alimentos los consume
o cuando el dueño de un bien de escaso valor, lo echa a la basura. Obviamente, en estos ca
sos el derecho de propiedad se extingue. Pero también hay disposiciónjurídica, que se pre
senta cuando el propietario vende o dona el bien de su propiedad. Acá también la propie
dad se acaba, pero solo para el titular porque el derecho sigue para quien lo ha adquirido.
No existe-otro derecho sobre las cosas que confiera en forma conjunta todas estas fa
cultades al titular. Por esto el Código Civil francés de 1804 definió el derecho de propie
dad como aquel que permite usar, gozar y disponer de un bien “del modo más absoluto”.
Hoy, sin embargo, se admite que la propiedad tiene límites cuando está en juego el bien
común o el derecho de los demás. Por esto el Código Civil admite la posibilidad de que
por ley se le impongan limitaciones o restricciones.
A este respecto, pueden citarse algunas resoluciones del Tribunal Constitucional:en las
que este ha afirmado que la propiedad no es un derecho absoluto (Exps. N°s 0031-2004-
AI y 0050-2004-AI). Sin embargo, la doctrina es uniforme al atribuirle a la propiedad los
siguientes caracteres: derecho real, absoluto, exclusivo y perpetuo. El carácter de derecho
absoluto consiste en que el titular goza de todos los atributos sobre el bien: usar, disfrutar
y disponer. ¿En qué quedamos? ¿Es en efecto la propiedad un derecho absoluto? La res
puesta es que sí lo es porque es el único derecho real que atribuye al titular todas las fa
cultades sobre el bien. Ningún otro derecho real es igual a este. Todos los demás son en
realidad parte del derecho de propiedad y confieren solamente algunos atributos. Pero, de
otro lado, no podemos olvidar que por mandato del propio Código Civil (art. 923), la pro
piedad se ejerce “en armonía con el interés social” (hoy en día el “bien común” y dentro
de los límites de la ley.
En la norma constitucional bajo comentario no debe entenderse, por otra parte, la pro
piedad circunscrita o limitada a las cosas singulares, tal como la define el artículo 923 del
Código Civil. Debe entendérsela en su acepción amplia, es decir, vinculada a la noción de
patrimonio, el cual es en realidad una universalidad jurídica integrada por activos (dere
chos, créditos) y pasivos (deudas)(1). Pero la noción económica de patrimonio se aparta un
poco de esta concepción jurídica y alude más bien a los activos patrimoniales. Por esto se
afirma que determinada persona tiene “un patrimonio importante”.
(1) El Tribunal Constitucional se pronunció en este sentido en la ejecutoria recaída en la acción de inconsti-
tucionalidad que se interpuso contra el Decreto de Urgencia N° 140-2001, Expediente N° 008-2003-AI/
TC, publicada en El Peruano del 14 de noviembre de 2003.
283
ART. 2, INC. 16) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| El derecho de propiedad es el poder jurídico que perm ite a una persona usar, disfrutar,
disponer y reivindicar un bien: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC (f. j. 26).
j| El origen del derecho de propiedad no reside en la voluntad política del legislador, sino en
la propia naturaleza humana: STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC (f. j. 26).
H El pago de un concepto a quien no tiene título para obtenerlo representa un cobro indebido
y, por consiguiente, una afectación del derecho de propiedad: STC Exp. N° 00043-2007-
PA/TC (f. j. 7).
B IB L IO G R A F ÍA
PEÑA BERNALDO DE QUIROZ, Manuel. Derechos Reales. Derecho Hipotecario. 2a edición, Edi
tado por la Sección de Publicaciones de la Universidad de Madrid, Madrid, 1986; ROMERO ROMA-
ÑA, Eleodoro. Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo 1,2a edición, Lima; PUIG BRUTAU, José.
Fundamentos de Derecho Civil. Tomo III, 2a edición, volumen I, Casa Editorial Bosch, Barcelona, 1974;
284
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 16)
BORDA, Guillermo A. M anual de Derechos R eales. 4a edición, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1994;
CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Instituciones de Derecho Civil. Los Derechos Reales. Tomo I, Editorial
Castrillón Silva S.A. Lima, 1952; MAISCH VON HUMBOLDT, Lucrecia. Los Derechos Reales. 3a
edición, Librería Studium, Lima, 1984; VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil. Derechos Reales.
Tomo II, 5a edición, Editorial Temis, Bogotá, 1958.
285
t
A r tíc u lo 2 D e r e c h o a la h e r e n c ia
Toda persona tiene derecho:
(...)
16. (...) a la herencia.
(..).
CONCORDANCIAS:
C.P.Ct.: art. 37 inc. 12); C.C.: arts. 304, 660 y ss., 815 y ss.
(1) RADBRUCH, Gustavo. Filosofía del Derecho. 4a edición, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid,
1959, p. 206.
286
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 16)
“Con gran frecuencia, el patrimonio de una persona no es el resultado del trabajo per
sonal, sino también el fruto de la colaboración del cónyuge y los hijos. Este trabajo común
carecería de aliciente si, al morir el padre, los bienes fueran a parar a manos del Estado”®.
Y es que desde la antigüedad, la propiedad tiene un carácter familiar. “De allí una frecuen
te preferencia a los hombres respecto a las mujeres, a la cual se agregaba la preferencia
del primogénito respecto a los demás, con el fin de mantener la unidad del patrimonio”®.
Como nos dicen Ripert y Boulanger®, el jefe de familia ejerce los derechos de la comu
nidad familiar, siendo a su muerte reemplazado por uno de los miembros de la familia,
convertido a su vez en jefe. “La familia es la agrupación natural y el Estado está intere
sado en la estabilidad de las familias. No hay mejor medio de asegurarla que la transmi
sión de los bienes”®.
Hemos dicho que la sucesión es la trasmisión patrimonial y de otros derechos por cau
sa de muerte. El patrimonio objeto de la trasmisión constituye la herencia. En sentido lato,
esta significa trasmisión y patrimonio. En otras palabras, se le identifica con el concep
to sucesión y con el objeto de la misma. Fue en ese sentido que se legisló la herencia en
el Código Civil de 1852, cuyo título correspondiente se titulaba Del modo de adquirir el
dominio por herencia. A pesar de ello, su comentarista Samanamú® reconocía que suce
sión y herencia eran términos muy distintos, lo cual fue ratificado por Calle®. En su nota
al artículo 3279 del Código argentino, Vélez Sarsfield decía que herencia y sucesión eran
sinónimos en Derecho. Bien acota Arias(10), en crítica a esta afirmación, que si ello fuera2345678910
287
t
ART. 2, INC. 16) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
absolutamente cierto, la ley no podría referirse, como lo hace, a la sucesión a título sin
gular, que no es herencia. El Código uruguayo usó estos términos como sinónimos, me
reciendo la crítica certera de Barbot(u).
I. Herencia
Llamada masa hereditaria total, acervo bruto, común o ilíquido. Está constituida por
el conjunto de bienes y obligaciones de las que el causante es titular al momento de su fa
llecimiento, incluyendo todo lo que el difunto tiene, o sea, el activo; y todo lo que debe,
o sea, el pasivo. “Se caracteriza este acervo porque en él se confunden los bienes propios
del difunto con bienes que pertenecen a otras personas, y no al causante o a este conjun
tamente con otras personas”11(12). .
La herencia así entendida no es objeto de partición, pues esta debe hacerse únicamen
te sobre el activo remanente, cuando se haya Cumplido con todas las obligaciones.
(11) B ARBOT, Raúl. De las sucesiones. Derecho Civil uruguayo. Anotaciones al Código Civil. Tomo I, Mon
tevideo, Librería El Correo, 1929, p. 7.
(12) SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel. Derecho Sucesorio. 3a edición actualizada, versión de René
Abeliuk, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1981, p. 67.
(13) MEZA BARROS, Ramón. Manual de la sucesión por causa de muertey donaciones entre vivos. 3a edición,
Universidad de Chile, Santiago, p. 74.
288
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 16)
Por ello, el acervo imaginario está constituido por la herencia en sentido estricto más
los actos de liberalidad otorgados por el causante sin dispensa de ser colacionados. Es la
(14) DE GÁSPERI, Luis. Tratado de Derecho Hereditario. Tomo I, Parte General, Tipográfica Editora Argentina,
Buenos Aires, 1953, p. 53.
(15) SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel. Ob. cit., p. 308.
(16) Loe. cit.
289
ART. 2, INC. 16) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
masa imputable; el patrimonio objeto de la división. La fórmula para obtenerla es: re lic
tum deb itu m + don atu m . Dicho cálculo no es otra cosa que una reunión ficticia. “Es im
portante hacer notar enseguida que las operaciones antedichas deben ser ejecutadas preci-
• sámente en el orden indicado: o sea, que el debitu m debe ser sustraído del relictu m antes
de agregarle el don atu m . Si aritméticamente es lo mismo agregar antes el don atu m y sus
traer después el d e b itu m , jurídicamente la conclusión puede variar por el hecho de que los
acreedores, en la hipótesis de que el d eb itu m superase al relic tu m , no pueden pretender la
reducción del d on atu m en satisfacción de sus créditos”00. En este sentido, las donacio
nes y los anticipos de legítima se reputan como entrega a cuenta de la herencia. El acervo
imaginario se distingue de los conceptos analizados en que no es forzoso que exista. “En
toda sucesión habrá un acervo ilíquido y uno líquido, pero no siempre existirán acervos
imaginarios”00. La sabia acepción acervo imaginario la utilizó Andrés Bello en el Códi
go Civil de Chile (arts. 1185 y 1193).
Queremos terminar con una cita de nuestro gran historiador Jorge Basadre, de quien
me precio haber sido amigo, en L a v id a y la h isto ria : “No ignoro que en nuestro tiempo y,
con mayor fuerza, en los años futuros, valores provenientes del trabajo, del talento y del
poder político arrinconan y arrinconarán todavía más el respeto a la herencia o al nombre.
Sin embargo, hay algo de cierto en quienes creen que si se evoca la vida de los antepasa
dos, por encima de frívolas vanidades o torpes engaños, es dable observar en ella, mejor
que en cualquier otro dominio, la prolongación de nuestra breve existencia en el ámbi
to más vasto de la especie. Así se explica que, según Goethe, el hombre puede concebir
se como un ser colectivo”00.
(17) BARBERO, Domenico. Sistema del Derecho Privado. Tomo V. Sucesiones por causa de muerte. índices
generales de la obra. Traducción de Santiago Sentís Melendo. Ejea, Buenos Aires, 1967, p. 220.
(18) SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel. Ob. cit., p. 72.
(19) KIPP, Theodor. “Derecho de Sucesiones”. En: ENNECCERUS, Ludwig; KIPP, Theodor y WOLFF, Martín.
Tratado de Derecho Civil. Tomo Y, volumen I, traducción de Blas Pérez González y José Alguer, Bosch,
Barcelona, 1951, p. 1.
(20) BINDER, Julius. Derecho de Sucesiones. Traducido de la segunda edición alemana y anotado conforme
al Derecho español por José Luis Lacruz Berdejo, Editorial Labor, Barcelona, 1953, p. 1.
(21) BASADRE GROHMANN, Jorge. La vida y la historia. Ensayos sobre personas, lugares y problemas.
Fondo del Libro del Banco Industrial del Perú, Lima, 1975, p. 29.
290
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 16)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjl Por herencia se debe entender la entera consideración del derecho sucesorio a causa de la
muerte: STC Exp. N° 03347-2009-PA/TC (f.j. 11).
H La herencia es tanto una garantía institucional como un derecho subjetivo: STC Exp.
N° 03347-2009-PA/TC (f.j. 17).
jjf La voluntad del testador tiene los mismos alcances que la ley para las partes concernidas:
STC Exp. N° 03347-2009-PA/TC (f. j. 20).
jf La intención del causante debe extraerse de la literalidad del testamento, bajo una inter
pretación razonable y no forzada de sus términos y advirtiendo la arm onía y correlación
entre todas sus cláusulas: STC Exp. N° 03347-2009-PA/TC (f.j. 20).
Las entidades financieras no pueden compensar, motu proprio, la deuda contraída por el
causante de la pensión que corresponde a sus herederos: STC Exp. N° 03682-2012-PA/
T C ( f.j. 9).
B IB L IO G R A F ÍA
ARIAS, José. Derecho Sucesorio. T edición, Editorial Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires, 1950;
BARBERO, Domenico. Sistema del Derecho Privado. Tomo V, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1967; BARBOT, Raúl. De las sucesiones. Derecho Civil uruguayo. Anotaciones al
Código Civil. Tomo I, Librería El Correo, Montevideo, 1929; BASAD RE GROHMANN, Jorge. La
vida y la historia. Ensayos sobre personas, lugares y problemas. Fondo del Libro del Banco Industrial
del Perú, Lima, 1975; BINDER, Julius. Derecho de Sucesiones. Traducido de la segunda edición
alemana y anotado conforme al Derecho español por José Luis Lacruz Berdejo, Editorial Labor,
Barcelona, 1953; BORDA, Guillermo A. Tratado de Derecho Civil argentino] con la colaboración
de PELTZER, Federico J.M. Tomo 1,2a edición, Editorial Perrot, Buenos Aires, 1964; CALLE, Juan
José. Código Civil del Perú, anotado con las modificaciones que contendrá el Proyecto de nuevo
Código que en breve presentará al Poder Ejecutivo la Comisión Reformadora, creada por Supremo
Decreto de 2 6 de agosto de 1922. Librería e Imprenta Gil, Lima, 1928; DE GÁSPERI, Luis. Tratado
de Derecho Hereditario. Tomo I, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1953; KIPP, Theodor.
Derecho de Sucesiones. En: ENNECCERUS, Ludwig; KIPP, Theodor y WOLFF, Martin. “Tratado
de Derecho Civil”. Tomo V, Volumen I, Editorial Bosch, Barcelona, 1951, traducción de Blas Pérez
González y José Alguer; MEZA BARROS, Ramón. Manual de la sucesión por causa de muerte y
donaciones entre vivos. 3a edición, Universidad de Chile, Santiago; RADBRUCH, Gustavo. Filosofía
del Derecho. 4a edición, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1959; RIPERT, Georges y
BOULANGER, Jean. Tratado de Derecho Civil (según el Tratado de Planiol). Tomo X, Volumen I,
La Ley, Buenos Aires, 1965, traducción de Delia García Daireaux; SAMANAMÚ, Francisco. Ins
tituciones de Derecho Civil. Tomo I, Librería Española La Académica, Lima, 1911; SOMARRIVA
UNDURRAGA. Manuel. Derecho Sucesorio. Versión de René Abeliuk Sa, 3a edición actualizada,
Editorial Jurídica de Chile, 1981; TRIMARCHI, Pietro. Istituzioni di Diritto Privato. 6a edizione,
Giufffé, Milano, 1983.
291
f
Artículo 2 P a rticip a ció n en la vid a p olítica, econ óm ica,
so cia l y cu ltu ra l de la N ación
Toda p e r s o n a tien e derech o:
(...)
17. A p a rtic ip a r, en fo r m a in d ivid u a l o a so c ia d a , en la vid a
p o lític a , eco n ó m ica , s o c ia l y cu ltu ra l d e la N ación . L o s
ciu d a d a n o s tienen, conform e a ley, los derech o s d e elección,
d e rem o ció n o re vo c a ció n d e a u to rid a d e s, d e in ic ia tiv a
le g isla tiv a y d e referéndum .
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts. 2 inc. 13), 30 y ss., 139 inc. 17), 107,152,153,176 y ss, 190,200 inc. 2), 206;
C.P.Ct: art. 37 inc. 14); C.P.: art. 354 y ss.; Ley 26300: arts. 11 y ss., 20 y ss., 37 y ss.;
Ley 26859: arts. 2,16 y ss., 26 y ss., 106,112,128,348,382,386; R. 063-2007-JNE; R.
0604-2011-JNE; D.U.D.H.: art. 21; P.I.D.C.P.: art. 25; C.A.D.H.: art. 23
Si bien en principio todos los ciudadanos cuentan con la misma cantidad y calidad de
Derechos Fundamentales, factores extemos como la calidad y la efectivización de esos de
rechos nos muestran una división social en el interior de la comunidad política.
292
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 17)
En este sentido debemos explicar que este concepto jurídico tiene una doble naturale
za constitucional: Son a la misma vez derechos de la persona y son un orden institucional
en la sociedad. Es decir, que sobre la base del reconocimiento de estos derechos, el Estado
está obligado a respetar los derechos subjetivos de la persona.
(1) LANDAARROY O, César. Teorías de los derechosfundamentales. En: LANDAARROY O, César. Derecho
Constitucional peruano. Materiales de enseñanza, PUCP, Lima, 2000.
(2) Entendiéndose esta afirmación desde el punto de vista teórico.
(3) Los Derechos Humanos son diferentes de-los Derechos Fundamentales, pero los segundos son parte inte
grante de los primeros. La diferencia obedece a un criterio de género a especie.
293
ART. 2, INC. 17) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. La ciudadanía
Entendemos el concepto de ciudadanía a aquella condición que posee un individuo en
una comunidad que comprende un conjunto de derechos y responsabilidades, cuyo ejer
cicio es garantizado constitucional e institucionalmente por el Estado con la finalidad de
construir y fortalecer una comunidad política.
3. El ciudadano
Uno de los elementos constitucionales y políticos más significativos para la cultura
política es a la vez uno de los elementos menos valorados por el derecho constitucional,
justamente por su implicancia política. Nos referimos al ciudadano, como institución y
no en cuanto a su identificación como persona.
En este sentido, en los países con una mayor tradición política los ciudadanos interio
rizan la relación “Estado-Vinculación obligatoria-Ley-sociedad”, lo cual facilita la vida
cotidiana en términos de relación con los demás ciudadanos y el propio Estado.
(4) ALTAVA, Miguel Guillermo y otros. Lecciones de Derecho Comparado. Castelló de Plana: Universidad
Jaume I, 2003, p. 74.
294
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 17)
Sin embargo, las circunstancias actuales que existen en nuestro país pueden modifi
car o por lo menos cuestionar la premisa inicial.
Estos factores, entre otros, nos permiten hipotetizar que en cuanto al efecto goce de
Derechos Fundamentales, no todos los ciudadanos tienen la misma perspectiva de equiva
lencia, pues ahora se debe analizar y sumar otro factor: la calidad del derecho a gozarse.
En este sentido, no es lo mismo gozar del derecho a la Educación, si este está limita
do a una educación deficiente (si lo evaluamos como servicio público), con un déficit cu-
rricular y metodologías obsoletas.
Por estas diferencias en el efectivo goce de derechos y el acceso a gozar de las garan
tías institucionales en la actualidad se discuten hasta tres tipos (grados) de ciudadanías®.
(5) BERMÚDEZ TAPIA, Manuel. Categorías de Derechos Fundamentales por el goce de Derechos. PUCP,
Riva Agüero, Lima, 2002.
295
ART. 2, INC. 17) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
5. La comunidad política
Lo descrito hasta el momento tiene un objetivo, el análisis del artículo 2, inciso 17,
nos provoca evaluar los elementos implícitos de su marco regulatorio, el cual deviene en
la comunidad política.
296
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 17)
Eri este sentido, conforme lo establece el pacto social, para que el Estado adquiera su
legitimidad (por su existencia), se requiere que una sociedad lo conforme, la misma que
denota en forma implícita el reconocimiento de la voluntad de los individuos a confor
marla en una comunidad política.
Bajo esta perspectiva, la participación de los ciudadanos, como individuos en una co
munidad política, implica necesariamente una acción política que sea capaz de negociar
con los poderes y las administraciones locales aquello que se considere de necesidad,
tanto para el mismo ciudadano como para la propia comunidad(10).
La desvinculación del ciudadano con la comunidad política, por lo tanto, puede ser
un factor desequilibrante en la construcción de un Estado de Derecho social y democráti
co, por cuanto le resta la fundamentación político constitucional que toda Administración
y Gobierno de Estado debe tener.
La importancia por lo tanto de una comunidad política, es tal que debe evaluarse a
dicha estructura como un sujeto político en sí mismo, al tener una categoría autonómica
frente a los ciudadanos que la conforman.
Las dinámicas intemas y las influencias extemas, determinan que las comunidades
políticas no necesariamente siguen los parámetros prefijados por los Estados y los dife
rentes gobiernos y ello fundamenta nuestra posición.
6 . La simbiosis ciudadano-sociedad-Estado
El artículo 2, inciso 17 por los contenidos que implica, ha requerido de la presenta
ción dogmática de una serie de conceptos, sin los cuales resultaría complicado entender
cómo se fundamenta la relación con el resto de sus conciudadanos como también con el
propio Estado.
Esta relación existente es simbiótica, por cuanto la relación se produce vía interacción
entre los diferentes actores existentes: ciudadano, comunidad política (sociedad) y Estado.
(10) HERAS I TRIAS, Pilar. La acción política desde la comunidad. Grao, Barcelona, 2008, p. 34.
297
ART. 2, INC. 17) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por lo tanto, al igual que en lo biológico, en lo político existe una relación en conjunción
de organismos disímiles en íntima asociación y con efectos benéficos.
Esta relación simbiótica se traduce en cuatro niveles, tal como lo describe la propia
constitución:
298
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 17)
299
ART. 2, INC. 17) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En este sentido, hay una relación proporcional entre el Estado y el ciudadano, por el
cual el primero otorga y genera condiciones para mantener la identidad cultural de la so
ciedad, y la última garantiza la continuidad de los valores que legitiman al propio Estado.
Sin embargo, este derecho no es una facultad discrecional, está sujeta a una serie de
condicionamientos, los cuales son establecidos con el objetivo de no vulnerar finalmente
sus propios alcances, evitándose de esta manera las acciones indiscriminadas de los per
dedores en un proceso electoral.
300
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 17)
Por lo tanto, corresponde señalar que este derecho solo se ejerce en forma excepcio
nal y condicional al cumplimiento de determinados requisitos.
1. Iniciativa legislativa
La iniciativa legislativa en principio corresponde, por cuestión natural, a las autori
dades políticas elegidas en proceso democrático y por cuestión de legitimidad funcional,
también les asiste a determinados organismos públicos y privados (colegios profesionales).
2. Pedido de referéndum
Es regulado también por la Ley N° 26300, con la variación del número del porcentaje
exigido, el cual es del 10% de los ciudadanos considerados electores nacionales.
Por sus propias implicancias, el Ejecutivo no puede observar esta iniciativa, pero tam
bién estas iniciativas deben estar sujetas a las mismas condiciones que se les imponen a los
parlamentarios, cuando se trata de evaluar temas de naturaleza tributaria o constitucional.
B IB L IO G R A F ÍA
CONCORDANCIAS:
C. : arts. 2 inc. 3), 4), 17), 31, 35; C.P.: arts. 157, 165; L.O.P.J.: art. 288 inc. 4);
D. U.D.H.: arts. 2.1,18,19,21,37 inc. 25); P.I.D.C.P.: arts. 18; C.A.D.H.: arts. 12,13
Para nosotros, el derecho a que nadie le pregunte a uno sobre sus convicciones y que
uno no tenga la obligación de hacer públicas sus convicciones ideológicas, políticas, fi
losóficas, religiosas o de cualquier otra índole, es casi el único derecho fundamental que
no tiene límites. Nos encontramos, en nuestra opinión, frente a la libertad de pensamien
to, entendida como idea pura que se mantiene en la más estricta intimidad del sujeto, sin
posibilidad de trascender en el orden jurídico. Es todo lo contrario de la libertad de ex
presión, o de la expresión libre. Se trata simplemente del derecho a pensar libremente,
sin coacciones, como algo absolutamente impenetrable desde el exterior. El alcance de
este derecho es inconmensurable. Incluye cualquier fase o momento del pensar y con
siste en “la facultad de mantener fuera del conocimiento de los demás aquellas ideas o
(1) GARCÍA TOMA, Víctor. Los derechos fundamentales en el Perú. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 260.
302
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 18)
sentimientos que la persona no desea, por su propia voluntad, dar a publicidad o reve
lar a terceros”(2).
Podríamos decir, con relación a su contenido, que este derecho consiste en la potes
tad de mantener sigilo sobre las convicciones in genere, es decir, deviene en la atribu
ción de no revelar dato alguno acerca de los criterios, opiniones o creencias que gobier
nen la conciencia.
Como podemos apreciar entonces, se trata de un derecho que no solo guarda estrecha
relación con las denominadas libertades informativas, sirio tambiéri con la libertad de pen
samiento en general, la libertad de conciencia, como sostienen algunos; y con la libertad
religiosa en particular. Dicho de otro modo, si todo ciudadano tiene el derecho a hacer pú
blicas sus convicciones, cualquiera sea la naturaleza de las mismas, resulta evidente pen
sar que este mismo derecho nos concede también la libertad de callar sobre las mismas.
(2) COM ISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Protección de los Derechos Humanos. Definiciones operativas.
CAJ, Lima, 1997, p. 198.
(3) STC Exp. N° 0030-2005-AI/TC, f. j. 64.
303
ART. 2, INC. 18) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(4) CUADROS VILLENA, Ferdinand, Ética de la abogacía y deontología forense. Fecal, Lima, 1994.
304
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 18)
Ahora bien, queda claro que las obligaciones que surgen como parte de la dinámica
confíente-confesor, difieren en atención al tipo de relación que se genera entre ambos. En
atención a esta consideración, autores como Antonio Serrano, consideran que el secreto
se puede clasificar en tres categorías(6)7:
Secreto natural: Es aquel que emana de una declaración amical. Su reserva se en
cuentra garantizada por la caridad o la fidelidad a la persona, en razón del daño que su di
vulgación puede ocasionar^.
Al respecto, y en consonancia con varios de los apuntes doctrinarios hasta aquí enun
ciados, nuestro Tribunal Constitucional ha señalado que el derecho a “guardar el secreto
profesionaf’supone una obligación para el profesional (abogado, notario, médico, periodista,
etc.) de mantener en reserva o confidencialidad las confesiones, hechos, situaciones o cual
quier noticia de la que haya tomado conocimiento, o que se le haya confiado de modo di
recto en su condición de profesional o técnico en determinada arte o ciencia. Dicha obliga
ción, le impone que no divulgue ni participe a otros dichos “secretos”sin consentimiento de
305
ART. 2, INC. 18) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la persona a quien le conciernan. El secreto profesional es, así, una garantía para el ejercicio
de determinada profesión u oficio, de modo que ninguna autoridad o poder público, en gene
ral, pueda obligar a entregar dicha información reservada para usos propios de la profesión(8).
Al mismo tiempo, el Alto Tribunal, ha afirmado que esta garantía resulta fundamen
tal cuando la profesión u oficio guarda estrecha relación con el ejercicio de otras liberta
des públicas como es el caso de los periodistas respecto de la libertad de información y
expresión, o de los abogados con relación al ejercicio del derecho de defensa. En estos su
puestos,-afirma el colegiado, se trata de preservar y garantizar el ejercicio libre de las pro
fesiones, de los periodistas, médicos o abogados con relación a sus fuentes de informa
ción, sus pacientes y patrocinados respectivamente, de modo que estos profesionales no
puedan ser objeto de ningún tipo de presión de parte de sus empleadores o de las autori
dades y funcionarios con relación a hechos u observaciones vinculadas al ejercicio de una
determinada profesión y oficio(9). Especial atención, como ya dijéramos antes, ha mereci
do para el Tribunal el caso de los periodistas, señalando que estos profesionales no pue
den ser obligados, por ninguna autoridad y bajo ningún motivo a revelar sus fuentes(10).
De todo lo antes dicho podemos afirmar, siguiendo la línea del propio Tribunal y de
la doctrina comparada, que dos son los ámbitos de actuación de la garantía-derecho al se
creto profesional que reconoce la Constitución.
En cuanto derecho, reconoce al titular de tales secretos la exigencia de que estos sean
celosamente guardados por los profesionales, a quienes se les confía de modo directo, o
que tuvieran acceso a información confidencial en razón de su ejercicio profesional; del
mismo modo, el secreto profesional también protege a los propios profesionales, quienes
podrán hacerlo valer en cualquier situación o circunstancia en que los poderes públicos o
cualquier persona o autoridad pretendan desconocerlo de cualquier forma, sea obligando a
confesar dichos secretos o poniendo en riesgo su preservación en el ejercicio de su profesión.
En cuanto garantía, el secreto profesional impone un deber especial de parte del Es
tado a efectos de preservar su eficaz cumplimiento. Dichas acciones de parte del Estado
deben concretarse en una adecuada legislación, así como en la promoción de una cultura
de respeto al ejercicio de las profesiones en general y, en especial, de aquellas que tienen
directa implicancia con la promoción de los derechos y libertades públicas, como es el
caso de la profesión del periodismo y la promoción del derecho a al libertad de expresión
e información; la abogacía y el ejercicio del derecho de defensa; la profesión médica y la
promoción de la salud, así como las profesiones que inciden en la promoción de las liber
tades económicas en el marco del Estado Social y Democrático de Derecho.
306
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA -ART. 2» INC. 18)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp La facultad de m antener reserva sobre las convicciones puede verse afectada si las auto
ridades judiciales interrogan a los justiciables respecto de la religión que profesan: S T C
Exp. N° 06111 -2009-PA/TC (f. j. 63):
jj Las personas deben mantener en reserva las confesiones que hayan conocido en su co n d i-.
ción de profesional o técnico en determinada arte o ciencia: STC Exp. N° 07811-2005-PA/
TC (f. j. 5).
|P El secreto profesional es una garantía .para el ejercicio de las profesiones u oficios, pues
ninguna autoridad o poder público puede exigir la entrega de dicha inform ación: STC Exp.
N° 00134-2003JTD/TC (f. j. 3).
jf La obligación de m antener el secreto no solo alcanza a los profesionales, sino también sus
colaboradores, ayudantes o asistentes que tuvieran acceso directo a tal información: STC
Exp. N° 07811-2005-PA/TC (f. j. 8).
B IB L IO G R A F ÍA
COM ISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Protección de los Derechos Humanos. Definiciones opera
tivas. CAJ, Lima, 1997; SORIANO, Ramón. “La objeción de conciencia: significado, fundamentos
jurídicos y positivación en el ordenamiento jurídico español”. En: Revista de Estudios Políticos.
N° 58, Nueva Época, W d rid , 1987.1
307
Artículo 2 Id en tid a d étnica y cultural.
D erech o a l uso del propio id iom a
Toda persona tiene derecho:
(...) _ <2
19. A su identidad étnica y cultural. E l Estado reconoce y
protegedlapluralidad étnica y cultural de la Nación.
Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante
cualquier autoridad mediante un intérprete. Los extranjeros
tienen este mismo derecho cuando son citados por cualquier
autoridad.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 ines. 1),2), 3), 23); 17, 48, 89, 149, 200 inc. 2; C.P.Ct: arts. 25 in fine,
37 inc. 25), 40; C.C.: arts. 134 y ss.; Ley 24656: árt. 1 y ss.; Ley 2-7908: art. 1 y ss.;
Ley 28495; D.S. 0Í-84-ED: art. 3 ines. e) y f); 5incs. e), f), g), i), k) y p); D.S. 17-
84-ED: arts. 4; 6 ines. f) y g); D.S. 054-2002-ED: art. 3; Ley 28495: art. 1 y ss.; Dir.
N° 012-2000-PROMUDEH/SETA1; D.U.D.H.:art. 2
-(1 ) Vale decir, como antecedente, que en el Anteproyecto original de la Constitución, de 1993 no aparecía
este derecho, razón por la que en un artículo-periodístico publicado en el diario oficial El Pgijymo el 8 de
febrero de 1993, bajo el título Constitución: Lasrprimeras modificaciones, señalábamos qué existía en la
propuesta planteada en el Congreso Constituyente Democrático, “una omisión sustancial al no haberse
reoenocido expresamente el ‘derecho a la identidad’, magistralmente desarrollado en Latinoaméricapor:
el doctor Carlos Fernández Sessarego y que es un nuevo derecho a incorporar en el texto constitucional”.
(2) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Derecho-a la identidad personal. Astrea, Buenos Aires, 1992. -
Y
308
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2, INC. 19)
Cabe decir que este derecho va más allá de la simple protección y respeto que mere
ce el nombre, pues tiene que ver con la integridad sicosomática, la nacionalidad, la forma
de ser, la cultura, las creencias, la religión (o la negación de ella), las afinidades políticas
y un largo etcétera, lo cual pone de relieve la vinculación directa entre este derecho con
la dignidad y la libertad del ser humano.
Así, entonces, tenemos que toda persona tiene su propia identidad, la que tiene tanto
una dimensión estática como también dinámica, abarcando en su amplio espectro al de
recho a la identidad genética, a la identidad sexual, a la identidad religiosa, a la identidad
política, a la identidad racial-, a la identidad social y, por supuesto, a la identidad étnica y
cultural, tema al que se refiere precisamente el artículo bajo comentario.
Nuestra Constitución, no solo reconoce este derecho (y debe subrayarse que se trata
de un “reconocimiento”, pues se trata de un derecho que antecede a nuestra propia nor
ma fundamental), sino que también manda protegerlo, reforzando el concepto del artícu
lo 89 infine cuando señala que: “El Estado respeta la identidad cultural de las Comunida
des Campesinas y Nativas”.
309
ART. 2, INC. 19) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es esencial, como dicen Antoni Biamés y Jordi Xuclá tener presente que “en plena
era de la homogenización cultural (que a menudo es simplemente imposición del ameri-
can style o f life) y del mestizaje de culturas, la persona necesita más que nunca dotarse de
una identidad claramente definida, desde la cual pueda abrirse y dialogar con el mundo”(4).
Sin embargo, es interesante citar aquí una reflexión hecha por Mario Vargas Llosa al
momento de recibir el Premio Nobel de Literatura 2010: “Si escarbamos un poco descu- -
brimos que el Perú, como El Aleph de Borges, es en pequeño formato del mundo entero.
¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene
todas!”. La cita da para todo un estudio, que bien merecería hacerse, desde un punto de
vista psicológico, sociológico y antropológico, en un momento en que el país se acerca a
cumplir 200 años de vida independiente.
(4) BIARNÉS, Antoni y XUCLÁ,.Jordi. “Liberalismo-Nacionalismo: dos caras de la misma moneda”. En:
Perfiles liberales. N° 57, Fundación Friedrich Naumann, México, enero/febrero, 1998. -
(5) - TOURAINE, Alain. ¿Podremos vivir juntos? Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1997.
310
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 19)
No cabe duda de la noble inspiración que motiva a esta directiva; no obstante, deberá
tenerse siempre presente en su prudente aplicación -recordando aquí el concepto dephró-
nesis de los griegos- la importancia de la preservación de la unidad del Estado, la prima
cía de los derechos humanos y la Constitución®, así como el innegable hecho de que cada
día las comunidades están cada vez más integradas al país, lo que hace discutible el reco
nocer a veces el estatus de comunidad originaria que muchas nunca lo han tenido, ya lo
perdieron o que simplemente se invoca como recurso estratégico para gozar de determi
nados beneficios o ejercer ciertas formas de poder.
En este punto, conviene tener presente que si bien el Estado protege la pluralidad ét
nica y cultural, debe tenerse cuidado de no caer en proteccionismos que, a la larga, afecten
a las propias comunidades, o en el establecimiento de zonas “liberadas” del ius imperium
del Estado, en donde la opinión de las comunidades pueda sobreponerse a los propios in
tereses de la nación en su conjunto.
- Con gran expectativa, el Congreso de la República aprobó, en agosto del año 2011,
la Ley del derecho a la consulta previa, a los pueblos indígenas u originarios, reconocida
en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), norma que fuera
^publicada el 7 de setiembre de 2011, como Ley N° 29785.
Luego de los trágicos sucesos de la provincia de Bagua, entre otros hechos políticos
y sociales acaecidos en los últimos años, la norma fue bien recibida por unos y otros ya
que, por un lado, consagra el derecho a la consulta previa y, por otro, establece quedos re
sultados de la consulta no son de obligatorio cumplimiento por parte del gobierno. H abrá.
que ver entonces que ha de ocurrir en la práctica (al momento de escribirse este texto, sé~
encuentra en estudio el proyecto de reglamento de la referida Ley), pero todo indica que
estaríamos ante un problema social muy grave que podría estallar cuando, por ejemplo,
una comunidad se pronuncie en contra de una explotación minera, pero el gobierno deci
da igual ejecutarla, haciendo que los ánimos de dichos comuneros so alteren al pensar en
que para qué les consulta si es que al final no se les va a hacer caso.
No queremos decir con esto que los resultados de la consulta deberían ser.obligato-
rios, sino que urge difundir debidamente los alcances de la ley a fin de que no se generen
falsas expectativas que se desborden cuando se vean desilusionadas y que puedan ser uti
lizadas políticamente por grupos ajenos al sistema democrático.
(6) Paramn mayor detalle respecto a las normas aplicables a estas comunidades, véase el comentario al artículo
149 de la Constitución en esta misma obra.
311
ART. 2, INC. 19) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
que si bien la consulta debe hacerse obligatoriamente, ello no significa que los resultados
de la consulta sean también obligatorios para el Estado.
Es de observar que está norma permite, por ejemplo, que una comunidad se oponga a
que se explote las riquezas de una montaña porque ella tiene un valor sagrado, no obstan
te no estar ubicada en el ámbito específico de su territorio, negativa que a su vez podría
afectar a otras comunidades, reducir las oportunidades de trabajo y hacer que el Estado
reciba menos impuestos para hacer obras indispensables a nivel nacional.
Será el artículo 15 el que establece que la decisión final sobre la aprobación de la me
dida legislativa o administrativa corresponde a la entidad estatal competente, decisión que
debe estar debidamente motivada e implica una evaluación de los puntos de vista, suge
rencias y recomendaciones planteados por los pueblos indígenas u originarios durante el
proceso de diálogo, así como el análisis de las consecuencias que la adopción de una de
terminada medida tendría respecto a sus derechos colectivos reconocidos constitucional
mente en los tratados ratificados por el Estado peruano.
312
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 19)
Por otro lado, otra vertiente del debate ha ido por el lado religioso, siendo que en Fran
cia se ha prohibido hace unos años los crucifijos en las escuelas públicas por considerarse
que el Estado no debe tomar partido por ninguna religión en particular, quedando la dis
cusión abierta de la importancia que puede tener la presencia histórica de una religión en
un país para mantener determinados privilegios debido justamente a su aporte histórico y
el respaldo de la mayoría de sus habitantes.
También se ha discutido mucho en los últimos tiempos el derecho de las niñas musul
manas a usar el velo para asistir a clases y ya se ha prohibido en algunos países el usarlo
públicamente. Lo curioso de esto es que tanto una como otra parte alegan en su defensa
el derecho a la identidad cultural.
Por otro lado, no cabe duda tampoco de que, alegando el derecho a la “identidad cul
tural”, en un tiempo no muy lejano se pretenda encontrar en ello un rebuscado amparo
para sostener la validez del matrimonio entre personas del mismo sexo, mas ello sería ob
jeto de otro debate que excede de estas líneas.
Otra norma significativa con relación al artículo constitucional aquí comentado es que
la Ley N° 29824, Ley de Justicia de Paz, menciona en el artículo IV del Título Preliminar
que “el juez de paz debe motivar, sus decisiones de acuerdo a su leal saber y entender, no
siendo obligatorio fundamentarlas jurídicamente”; agregando a renglón seguido que “el
juez de paz, preservando los valores que la Constitución Política del Perú consagra, res
peta la cultura y las costumbres del lugar”(7).
(7) Sobre la aplicabilidad de la costumbre como fuente del derecho en el contexto de un país pluriétnico y
multicultural, puede verse: CÁRDENAS KRENZ, Ronald. Derecho y realidad social. La costumbre como
fuente del Derecho Civil. Ediciones Jurídicas UNIFE, Lima, 1998.
313
ART. 2, INC. 19) DE LÁ PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por otro lado, el artículo 4, en su inciso 3, señala que es derecho del juez de paz “Que
se reconozca, aprecie y respete su cultura, sus costumbres, sus tradiciones, sus normas y
procedimientos para solucionar conflictos y promover la paz social”, lo que viene a ser
otro desarrollo del texto constitucional bajo comentario.
En cuanto a que, como corolario del referido derecho a la identidad, nuestra Ley de
Leyes establezca que todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier
autoridad mediante un intérprete y que los extranjeros tienen el mismo derecho, solo cabe
hacer votos para que el Poder Judicial y las instituciones públicas en general puedan con
tar con las facilidades para el efecto. Si bien ello puede generar a veces situaciones de
abuso del derecho -com o en el caso de Joran van der Sloot, acusado de homicidio por el
asesinato de la joven Stephany Flores, .quien pretendió usar el tema del idioma como un
recüfso para alargar indebidamente el proceso- es responsabilidad de los magistrados es
tar atentos a-cualquier uso indebido de los beneficios que la ley reconoce.
Para concluir este comentario, es de reconocer aquí que se advierte en los últimos
años un mayor interés del Poder Judicial sobre el tema de la identidad étnica y cultural,
siendo de destacar la realización, en el 2010, de dos congresos internacionales: el prime
ro sobre Justicia Intercultural en Pueblos Indígenas (realizado en La Merced entre el 28
de setiembre y el 1 de octubre de 2010), y, el segundo, sobre Justicia Intercultural en Co
munidades Andinas y Rondas Campesinas (llevado a cabo en Caj amarca entre el 8 y el
10 de diciembre de 2010). Justamente, al presentar los interesantes resultados de ambos
congresos, el Presidente del Poder Judicial ha destacado que “(...) es deber de las institu
ciones públicas tutelares, cómo lo es el Poder Judicial, velar porque ese derecho legítimo
a la identidad cultural garantizado por la Constitución, se exprese también en el recono
cimiento de los sistemas comunales de impartición de justicia vigentes a lo largo del ex
tenso territorio nacional”(8).
(8) PODER JU D ICIA L. Congresos internacionales sobre justicia intercultural en pueblos indígenas,
comunidades campesinas y rondas campesinas. Fondo Editorial del Poder Judicial, Lima, 2011, p. 11.
314
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 19)
JURISPRUDENCIA RELACIONAD
L as p ersonas que no com prendan el idiom a del ju zg a d o o tribunal ante el cual com parecen
tien en el derecho a que se les brinde un intérprete: STC Exp. N ° 04789-2009-P H C /T C
(f. j. 12).
D en eg ar a u n a com unidad nativa la inscripción en el registro correspondiente lesio n a su
derecho a la identidad cultural: STC Exp. N° 00906-2009-PA /T C (f. j. 3).
B IB L IO G R A F ÍA
BIARNÉS, Antoni y XUCLÁ, Jordi. “Liberalismo-Nacionalismo: dos caras de la m isma moneda”. En:
Perfiles Liberales. N° 57, Fundación FriedrichNaum ann, enero/febrero, M éxico, 1998; CÁRDENAS
KRENZ, Ronald. Derecho y realidad social. La costumbre como fuen te del Derecho Civil. Ediciones
Jurídicas UNIFE, Lima, 1998; CÁRDENAS KRENZ, Ronald. Constitución: Las prim eras modifi
caciones. En: diario oficial E l Peruano. Edición del 8 de febrero de 1993, Lima, 1993; DRUCKER,
Peter. L a sociedad postcapitalista. Editorial Norma, Bogotá, 1993; FERNÁ NDEZ SESSAREGO,
Carlos. Derecho a la identidad personal. Editorial Astrea, Buenos Aires, 1992; PO DER JUDICIAL.
Congresos internacionales sobrejusticia intercultural en pueblos indígenas, comunidades campesinas
y rondas campesinas. Fondo Editorial del Poder Judicial, Lima, 2011; TOURAINE, Alain. ¿Podremos
vivir ju n to s? Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1997.
315
i
A r tíc u lo 2 E l d e r e c h o d e p e tic ió n
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 inc. 5), 34, 42, 159 ines. 1), 5), 169,200 inc. 2); C P .C t: art. 37 inc. 13);
C.P.: art. 348; L ey 27444; D.U.D.H.: art. 8; C.A.D.H.: art. 25
(1) PÉREZ ROYO, Javier. Curso de Derecho Constitucional. T edición, Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y
Sociales, Madrid, 2000, p. 540.
(2) La Carta Magna inglesa de 1215 se constituye en el primer ej emplo histórico de este derecho privilegio del
estamento peticionario. Por medio de ella, el Rey Juan Sin Tierra concede -no sin la presión requerida- una
serie de privilegios y libertades a los barones ingleses. Siglos después, el Bill ofRight de 1689 reconoce-
expresamente (art. 5): “Que es un derecho de los súbditos presentar peticiones al Rey, siendo ilegales las
prisiones y procesamientos de los peticionarios”,
(3) Las cámaras presentaban las peticiones al monarca, el cual decidía sobre ellas; entre estas peticiones destacaban
316
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 20)
De allí que su reconocimiento como derecho autónomo haya sido posterior, Cons
titución francesa de 1791, y como derecho natural y civil; vale decir, abierto a todos los
hombres incluso a quienes no gozaban de derechos políticos, como “la libertad de dirigir
a las autoridades constituidas peticiones firmadas individualmente”. El derecho de peti
ción, por ende, cobraba la condición de instrumento de legitimación democrática(6). Y así
se integró en el resto de las constituciones europeas y, posteriormente, latinoamericanas.
Con el advenimiento del Estado Constitucional, la “petición de derecho” terminó por
configurarse como un derecho fundamental, ejercido por toda persona o ciudadano -se
gún sea el ordenamiento jurídico de cada país-, bajo el amparo del principio de igualdad.
las de aprobar leyes nuevas. Pero este uso evolucionó hasta el punto de que las cámaras redactaban y aprobaban
estas peticiones en forma de proyectos de ley o Bill. El rey podía aceptar o rechazar el bilí, ya que conservaba
su derecho a veto. Después de su aceptación, el bilí se transformaba en staíuíe, el cual ya no se podía reformar
sin el consentimiento del Parlamento. Cfr. COLOM PASTOR, Bartomeu. El derecho de petición. Universitat
de les liles Balears. Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales., Madrid, 1997, p. 18.
(4) Por cierto, que tampoco en la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia, de 12/06/1776; ni
tampoco en la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, mas sí en su primera enmienda:
“tampoco aprobará [el Congreso] ley alguna que coarte la libertad de palabra y de prensa, o el derecho del
pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar reparación de cualquier agravio”.
(5) COLOM PASTOR, Bartomeu. Ob. c it, p. 18, por ejemplo, concluye ello a partir del análisis del Contrato
Social de Rousseau y de otras fuentes normativas contemporáneas. De Rousseau, cita un pasaje de su obra
cumbre en el que el filósofo ilustrado francés alude a la necesidad de que “no haya ninguna sociedad parcial en
el Estado y que cada ciudadano opine exclusivamente según él mismo” para “poder fijar la voluntad general”.
Asimismo, identifica el celo a los cuerpos intermedios en el artículo 3 de la Declaración de 1789, cuando esta
señala que: “el origen de toda soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún cuerpo ni ningún individuo
puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella”. Y también en el artículo 1 de la Ley 14-17 de
junio de 1791, conocida como Le Ghapelier, que prescribe que: “siendo una de las bases fundamentales de la
Constitución francesa, el aniquilamiento de toda clase de corporaciones de ciudadanos del mismo estado y
profesión, queda prohibido establecerlas de hecho, bajo cualquier pretexto y cualquier forma que sea”.
(6) Ibídem, p. 19.
(7) Artículo 32.- El derecho a presentar peticiones a los depositarios de la autoridad pública no puede ser
prohibido, suspendido ni limitado en ningún caso.
(8) Artículo 44.- Derecho de petición
317
t
ART. 2, INC. 20) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Un apunte final que merece mención, es que el reconocimiento de este derecho subjetivo
no solo alude-en algunos casos- a los “poderes públicos” como destinatarios naturales de su
ejercicio; sino también, y de manera particular, a órganos específicos de representación popu
lar como son los distintos parlamentos. Vale decir, el análisis de derecho comparado eviden
cia que algunos ordenamientos jurídicos aluden expresamente a los parlamentos como des
tinatarios por excelencia de las peticiones ciudadanas y regulan internamente su trámite(13).
En el Perú, este derecho ha sido reconocido prácticamente en todos nuestros textos
constitucionales04). Sin embargo, podemos advertir recién en las Constituciones de 1933°5)
y 1979°6), una redacción muy similar al texto de nuestra actual Carta Magna.
Todo ciudadano d é la Unión o toda persona física o jurídica que resida o tenga su domicilio social en un
Estado miembro tiene el derecho de petición ante el Poií^hento Europeo.
(9) Artículo XXIV.- Toda persona tiene derecho apresentar peticiones respetuosas a cualquiera autoridad
competente, ya sea por motivo de interés general, ya de interés particular, y el de obtener pronta resolución.
(10) Entre los estudios de derecho comparado que destacan en el ámbito iberoamericano sobre la constituciona-
lización de este derecho destaca: ALVAREZ CARREÑO, Santiago. El derecho de petición. Estudio de los
sistemas español, italiano, alemán, comunitario y estadounidense. Editorial Colmenares, Granada, 1999.
(11) En Europa: Artículo 50 de la Constitución Italiana (1947); artículo 17 de la Constitución Alemana (1949);
artículo 29 de la Constitución Española; artículo 49 de la Constitución de Portugal (1976); artículo 45 de
la Constitución de Bulgaria (1991); artículo 46 de la Constitución de Estonia (1992); artículo 33.3 de la de
Lituania (1992); artículo 63 de la de Polonia (1997); artículo 33 de la Constitución Rusa (1993); entre otras.
(12) En América: Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América (1787); artículo
14 de la Constitución Argentina (1994); artículo 24 de la Constitución de Bolivia (2009); artículo 27 de
la Constitución de Costa Rica (1949); artículo 51 de la Constitución de Venezuela (1999); artículo 8 de
la Constitución de México (1917); artículo 19.14 de la Constitución de Chile (1980); artículo 40 de la
Constitución de Paraguay (1992); artículo 30 de la Constitución de Uruguay (1997); artículo 63 de la
Constitución de Cuba (1976); artículo 5. XXXVI. a y b. de la Constitución de Brasil (1988); entre otras.
(13) Por ejemplo, el artículo 77 de la Constitución Española: “ 1. Las Cámaras pueden recibir peticiones
individuales y colectivas, siempre por escrito, quedando prohibida la presentación directa por
manifestaciones ciudadanas. 2. Las Cámaras pueden remitir al Gobierno las peticiones que reciban. El
Gobierno está obligado a explicarse sobre su contenido, siempre que las Cámaras lo exijan.”; O, el artículo
50 de la Constitución Italiana (1947): “Todos los ciudadanos pueden dirigir peticiones a las Cámaras
solicitando medidas legislativas o exponiendo necesidades comunes”.
(14) C. 1823 (art. 193, inc. 5); C. 1828 (art. 168); C. 1834 (art. 164); C. 1839 (art. 171); C.1856 (art. 29); C. 1860
(art. 30); C. 1867 (art. 28); C. 1920 (art. 28).
(15) Artículo 60.- El derecho de petición puede ejercerse individual o colectivamente. No puede ejercerlo la
Fuerza Armada.
(16) Artículo 2.- Toda persona tiene derecho: (...).
18. A formular peticione^individual o colectivamente, por escrito, ante la autoridad competente, la que
está obligada a dar al interesado una respuesta también escrita dentro del plazo legal. Transcurrido este, el
interesado puede procedér como si la petición hubiere sido denegada. Las Fuerzas Armadas y las Fuerzas
Policiales no pueden ejercer el derecho de petición.
318
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 20)
Los elementos comunes en estas tres últimas Constituciones, han sido la modalidad
de ejercicio, individual o colectivamente; así como la proscripción de su ejercicio para los
miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales. En el caso de las Constituciones de 1979
y 1993, un elemento común adicional es la consagración de la forma escrita como requi
sito para su ejercicio(17).
(17) No obstante, cabe anotar que la forma escrita estuvo a punto de ser suprimida de la Constitución de 1993.
En efecto, de la lectura del Diario de Debates de dicha Constitución, puede verificarse cómo la Subcomisión
de Redacción, presidida por Carlos Torres y Torres Lara, eliminó la exigencia de la solicitud y respuesta
por escrito, bajo el argumento de la universalización del derecho. Sin embargo, tras un amplio debate,
la oposición consiguió que el artículo aprobado por el Pleno del Congreso, sea respetado en su versión
original. (Diario de los Debates. Debate Constitucional. Pleno, Tomo III, 1993, pp. 2531-2538).
(18) Adviértase que de este concepto están excluidas las peticiones privadas que se formulen los particulares entre
sí. El ejercicio del derecho de petición en relación con las personas privadas es excepcional en todos los
sistemas constitucionales, como bien anota COLOM PASTOR, Bartomeu. Ob. cit. p. 25. Él mismo nos ofrece
la excepción en el artículo 23 de la Constitución Colombiana, en virtud del cual se acepta que el legislador
pueda “reglamentar su ejercicio ante organizaciones privadas para garantizar los derechos fundamentales”.
(19) STC Exp. N° 01042-2002-AA/TC.
(20) En Perú, por ejemplo, la Ley del Procedimiento Administrativo General (Ley N° 27444), desarrolla una
319
ART. 2, EVC. 20) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
tipología particular. Como bien anota el Tribunal Constitucional Peruano (STC Exp. N° 1042-2002-AA/TC), la
concepción amplia de este derecho adoptada por la legislación peruana está acreditada por los distintos ámbitos
de operatividad -e n función de la materia peticionaria-; así, tenemos que junto a la petición gracial (art.
112), tenemos también la petición subjetiva (art. 107), que tiene por objeto el reconocimiento administrativo
de un derecho; es decir, que conlleva a la admisión de la existencia de una facultad o atribución para obrar
o abstenerse de obrar para que el administrado peticionante haga exigible un determinado tipo de prestación
o comportamiento. A ellas, se suman la petición cívica (art. 108), que sirve para solicitar la protección y
promoción del bien común y el interés público; la petición informativa (art. 110), ejercida para la obtención
de documentación oficial contenida en los bancos informativos o registros manuales de la institución requerida;
y, la petición consultiva (art. 111), que tiene por objeto la obtención de un asesoramiento oficial en relación
con una materia administrativa concreta, puntual y específica. Está destinada a obtener una opinión informativa
acerca de las funciones y competencias de una entidad pública o una asesoría legal respecto a normativa
legal o administrativaaplicable al peticionante, etc. Igual es el caso de Colombia, que mediante el Código
Contencioso-Administrativo (Decreto 1 de 1984, que será reemplazado el 2 de julio de 2012 según lo dispuesto
4 por el artículo 309 de la LeyN01437 de 2011, que aprueba el nuevo Código de Procedimiento Administrativo
y de lo Contencioso Administrativo), establece las distintas modalidades del derecho de petición -art. 5 y
ss: derecho de petición en interés general, en interés particular, de informaciones, de consultas- Un ejemplo
opuesto sería México; donde el constituyente - y tampoco el legislador- ha considerado necesario distinguir
entre diversos tipos de peticiones; así, cualquier comunicación que incluya un petitium, una solicitud, una
queja, es considerada petición. Cff. CIENFUEGOS SALGADO, David. El derecho de petición en México.
Universidad Autónoma de México, México D.F., 2004, p. 89.
(21) De allí que no resulte extraño que la jurisprudencia constitucional informe de demandas no amparadas
que pretendían el ejercicio del derecho de petición en ámbitos plenamente regulados, como es el caso
de la propia jurisdicción del Tribunal Constitucional español (STC, 81/80, f. j. 2); o los supuestos en los
que procede la admisión de recursos judiciales y sus efectos en la jurisdicción ordinaria española -p o r lo
que resulta inadmisible tramitar una demanda de amparo que pretenda impugnar un recurso de apelación
concedido con un solo efecto contra la denegación del recurso alegando la tutela del derecho de petición
cuando este se entiende ya subsumido en el derecho a un proceso debido- (ATC 749/85, f. j. 2).
(22) Otro ejemplo lo constituiría, en el ordenamiento jurídico peruano, el derecho de acceso a la información
pública (art. 2, inciso 5, de la Constitución). En palabras del propio Tribunal Constitucional peruano, “(...) del
hecho de que su reconocimiento constitucional (del derecho de acceso a la información pública) se haya
precisado independientemente del genérico derecho de petición, hay que comprender que la Constitución
le ha querido brindar un tratamiento particularizado y también un medio de tutela distinto, como en efecto
se ha previsto al incorporar como uno de los derechos protegidos mediante el hábeas data” (STC, Exp.
N° 1071-1998-HD/TC, f. j. 4).
320
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 20)
bajo un concepto más amplio, encuentran en cualquier tipo de peticiones a los poderes
públicos -instancias o solicitudes en Derecho a la Administración, peticiones gracia
bles, quejas, sugerencias e, incluso, las acciones judiciales- distintas manifestaciones
del derecho bajo análisis(23).
La ventaja de acoger un concepto restringido de este derecho -doctrinariamente y, al
parecer, en la mayoría de casos, normativamente- es que sirve también para diferenciarlo
de otras figuras afines como -e l ya citado- derecho de acción(24), los recursos administra
tivos(25), la denuncia(26), la solicitud en el ámbito administrativo(27), la iniciativa legislativa
popular o ciudadana(28), o las quejas ante el Defensor del Pueblo(29).
(23) Para un recuento de autores hispanos y jurisprudencia que refrendan esta noción amplia del derecho de petición
puede consultarse a GONZÁLEZ NAVARRO y ALENZA GARCÍA. Derecho de petición. Comentarios
a la Ley Orgánica 4/2001, de 12 de noviembre, Civitas, Madrid, 2002, p. 113 y ss. Como bien señalan
estos autores, “(...) en la legislación cabe encontrar supuestos en los que se utiliza el término “petición” o
similares, sin que ello signifique que constituyan verdaderamente formas distintas de ejercicio del derecho
de petición. Puede aceptarse que todas las variadas formas de pedir que se prevén en el ordenamiento tengan
un origen común en una especie de primordial derecho de petición que, luego -como ocurrió con la sustancia
primitiva, informe y caótica que comenzó a auto-organizarse y enrarecerse a partir del big bang-, derivó en
los distintos institutos petitorios que fueron formalizándose jurídicamente a medida que se concretaban los
efectos de ese big bang político-jurídico que supuso la instauración del Estado Democrático de Derecho”.
Y es que, como tan bien explica García Cuadrado: puede admitirse que el origen histórico del derecho a la
acción se encuentra en el ejercicio del derecho de petición en sentido amplio, puesto que el origen común
de las acciones y de las peticiones se explica porque los reyes tenían también la potestad jurisdiccional, de
modo que se acudía e ellos a “pedir justicia” y, en su caso, también “a pedir gracia”. GARCÍA CUADRADO,
“El derecho de petición”. En: Revista de Derecho Público, N° 32, 1991, pp. 149 y 150.
(24) Se diferencia en que para ejercitar el derecho de acción se requiere ser titular de derechos o intereses
legítimos, en cambio, en el de petición, todo lo contrario. COLOM PASTOR, Bartomeu. Ob. cit., p. 27.
(25) Los recursos administrativos buscan anular o reformar los actos administrativos (impugnar el acto); mientras
que las peticiones pretenden provocarlos o producirlos. Ibídem, p. 28.
(26) Las denuncias administrativas o penales pretenden poner en conocimiento de las autoridades hechos que
pudieran constituir faltas o infracciones administrativas o delitos; lo que podrá generar que las referidas
autoridades inicien un proceso penal o un procedimiento administrativo sancionador. Ibídem, p. 29.
(27) En la solicitud de iniciación de un procedimiento administrativo, reclamación o solicitud fundada en
derecho, primera petición o instancia, el interesado o administrado es titular de un derecho subjetivo o
un interés legítimo que obliga a la formación de un expediente administrativo que servirá de fundamento
para luego adoptar una decisión discrecional. Ibídem, p. 36.
(28) La iniciativa supone el derecho de proponer resoluciones por una parte del cuerpo electoral y de hacer que
se voten por todo el cuerpo electoral, mientras que el derecho de petición no pasa de ser una excepción de
opinión que no entraña necesariamente ulteriores consecuencias. CIENFUEGOS SALGADO, David. Ob.
cit., p. 95. El derecho de petición, desde un punto de vista subjetivo, no exige un número determinado de
firmas, ni la condición de elector en la persona o personas que suscriben la petición; desde un punto de vista
formal, tampoco se exige un texto articulado con su exposición de motivos y un documento justificativo de la
aprobación de la ley; y, desde un punto de vista objetivo y material, la diferencia radica en que las leyes que
regulan la iniciativa suelen incluir una lista de materias excluidas, distinto a la libertad de materia que concede
el ejercicio del derecho de petición. COLOM PASTOR Bartomeu. Ob. cit., pp. 37 y 38. No obstante, algún
otro autor de la doctrina alemana considera las iniciativas ciudadanas como “peticiones colectivas”. Cfr. J.
Isensee, “StaatshoheitundBürgerinitiativen”, enK.H. BIEDENKOPT/R. vonVOSS (editors), Staatsführung,
Verbandsmacht undSouveránitát, 1977, p. 45, citado por ÁLVAREZ CARREÑO, Santiago. Ob. cit., 141.
(29) Que en la mayoría de países se regula por una normativa específica y diferenciada. Las quejas que presenta
el ciudadano ante el Defensor están provistas sino de un derecho que le asiste y que no ha sido respetado
321
ART. 2, INC. 20) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
por la Administración Pública, sí de un interés legítimo por su condición de administrado. Aquí yace la
diferencia con-el derecho de petición.
(30) Por ejemplo, el Tribunal Constitucional Español ha reconocido que este derecho expresa súplicas o quejas
referidas a decisiones discrecionales o graciables (STC N° 161/1988), y que tiene mucho de instrumento de
participación ciudadana, aun cuando sea por vía de sugerencia y algo de ejercicio de la libertad de expresión,
como posibilidad de opinar (STC N° 242/1993). El Tribunal Constitucional Peruano lo ha definido como
“una facultad constitucional que se ejerce individual o colectivamente y que no se encuentra vinculada con
la existencia en sí de un derecho subjetivo o de un interés legítimo que necesariamente origina la petición.
(:..) deviene en un derecho de naturaleza mixta, toda vez que la petición puede ser de naturaleza pública o
privada, según sea utilizada en el caso de la defensa de los derechos o intereses del peticionario o para la
presentación de puntos de vista de interés general. Por ende, en atención al primer caso, la referida atribución
- puede ser considerada dentro del conjunto de los derechos civiles que pertenecen al ser humano en sí mismo;
y, respecto al segundo caso, pertenece al plexo de los derechos políticos que le corresponden a una persona
en su condición de ciudadano; de ahí que aparezca como manifestación de la comunicación, participación
y control en relación con el poder político. El derecho de petición se constituye así en un instrumento o
mecanismo que permite a los ciudadanos relacionarse con los poderes públicos y, como tal, deviene en un
instituto característico y esencial del Estado democrático de derecho. (...)”. (STC Exp. N° 1042-2002-AA/TC).
La Corte Constitucional de Colombia ha precisado: “Cabe señalar de otra parte que el derecho de petición
no cabe confundirlo con otros derechos, como el derecho de acción que tanto en materia administrativa
como jurisdiccional sirve de fundamento a procedimientos específicos tendientes a asegurar su ejercicio.
(...) Sobre este punto finalmente no sobra precisar que si bien esta Corte ha señalado que la interposición de
los recursos para agotar la vía gubernativa previstos en la ley, constituyen ejercicio del derecho de petición
y presuponen, el deber para la administración, de resolverlos dentro del término previsto para el efecto, ello
- no significa que se pueda confundir el derecho de acción que sirve de fundamento a esos recursos con el
derecho de petición propiamente dicho. El derecho de petición es pues un derecho fundamental de naturaleza
esencialmente política, que no subsume todas las actuaciones ante la administración, que no puede asimilarse
con otros derechos como el derecho de acción, ni con otros procedimientos administrativos de naturaleza
especial regulados en normas diferentes al Código Contencioso Administrativo, que como en el caso sub
examine son objeto de leyes especiales, las que por lo demás, como pasa a explicarse, no pueden entenderse
incorporadas a dicho Código” (Sentencia C-510 de 2004).
(31) Por ejemplo, la Ley Orgánica del 4/2001, de 12 de noviembre (España), regula este derecho restringiendo
su objeto a aquellas peticiones o solicitudes para las que el ordenamiento jurídico no ha dispuesto una
vía específica (art. 3); así, prevé que no se admitirán peticiones cuya resolución deba ampararse en un
título específico distinto al establecido en la ley que deba ser objeto de un procedimiento parlamentario,
administrativo o de un proceso judicial; y, por ende, tampoco peticiones sobre cuyo objeto exista un
procedimiento parlamentario, administrativo o un proceso judicial ya iniciado, en tanto sobre los mismos
no haya recaído acuerdo o resolución firme (art. 8).
(32) En algunas ocasiones, es la propia norma constitucional la que delimita con inusual detalle los elementos
objetivos. Así, por ejemplo, la Constitución italiana (art. 50) ha determinado específicamente el objeto del
- derecho, tanto en relación a la causapetendi (necesidades de carácter general) como alpetitum (elaboración
de disposiciones legislativas o actuación de potestades inspectoras y de control). Hace esta observación,
así como un señalamiento de las materias excluidas, AVAREZ CARREÑO, Santiago. Ob. cit., p. 50.
(33) STC Exp. N° 03741-2004-AA/TC, f. j. 31.
322
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 20)
del derecho de petición que no se diferencia del derecho de queja o a los recursos admi
nistrativos. Por lo tanto, en sede nacional, el derecho de petición, además de compren
der la facultad para presentar escritos de solicitud ante la administración como peticio
nes individuales y colectivas (solicitudes concretas a favor del solicitante; solicitudes a
favor de terceros o de un colectivo; reclamaciones, por ejemplo, por la deficiencia de los
servicios públicos; solicitudes de información; consultas; solicitudes de gracia), todas
con el común denominador de ser manifestaciones del derecho al margen de un proce
dimiento previamente instaurado, también comprende la facultad de contradecir decisio
nes de la administración en el cauce de un procedimiento establecido (art. 106.2 de la Ley
N° 27444)(34); vale decir, mediando la existencia previa de un acto de la administración.
En lo que se refiere a los elementos subjetivos del mismo, podemos señalar que este
se ejerce individual o colectivamente (salvo en aquellos ordenamientos jurídicos don
de esta modalidad de ejercicio está vedada para los miembros de las fuerzas armadas y
policiales)(35), normalmente, por nacionales y extranjeros(36), y bajo la forma escrita(37).
Cuando este derecho se ejerce ante parlamentos, por lo general, las peticiones se trami
tan siguiendo las formalidades previstas en los reglamentos internos de las cámaras(38). Lo
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ART. 2, INC. 20) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
mismo ocurre con peticiones de colectivos como la población penitenciaria que terminan
rigiéndose, normalmente, por la normativa penitenciaria que regula su estatuto especial(39)40.
Por último, en cuanto a las obligaciones que asumen las partes en esta relación jurí
dica, es claro que la parte peticionante debe cumplir con las formalidades preestablecidas
como su identificación, la forma escrita en la presentación, la delimitación del objeto de
petición dentro del ámbito competencial del estamento público al cual se dirige o la utili
zación de una lengua oficial en la formulación de la petición. Por otro lado, el estamento
público que recibe la petición, debe acusar recibo de su recepción y dar respuesta funda
mentada^^, dentro de un plazo razonable -normalmente, previsto también legalmente-
al peticionante sobre la procedencia o no de su petición o sobre los requisitos adicionales
que debe cumplir la misma para ser admitida formalmente o, en caso advierta que no es
de su competencia, derivarla al órgano público que sí lo sea.
324
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 20)
Por último, en la vía administrativa, como se ha comentado antes -supra nota 20-, el
derecho de petición puede ejercitarse según las modalidades previstas en la Ley del Pro
cedimiento Administrativo General, aprobada mediante Ley N° 27444. En este sentido, la
protección en esta vía puede ejercerse a través del recurso administrativo que correspon
da según lo previsto en el artículo 207 y siguientes de la citada Ley.
325
ART. 2, INC. 20) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjj] El derecho de petición está conformado por el derecho formular un pedido a la autoridad
competente y que este sea resuelto en un plazo pertinente: STC Exp. N° 01042-2002-AA/
T C ( f.j. 2.2.4).
j| El derecho de petición no se agota en la realización del pedido, sino que exige una respuesta
por parte de la Administración: STC Exp. N° 01004-2011-PA/TC (ff. jj. 4 y 5).
jp El derecho de petición constituye un mecanismo que perm ite a los ciudadanos relacionarse
con los poderes públicos: STC Exp. N° 01042-2002-AA/TC (f. j. 2.2.2).
B IB L IO G R A F ÍA
ÁLVAREZ CARREÑO, Santiago. El derecho de petición. Estudio de los sistemas español, italiano,
alemán, comunitario y estadounidense. Editorial Colmenares, Granada, 1999; CIENFUEGOS SAL
GADO, David. El derecho de petición en México. Universidad Autónoma de México, México D.F.,
2004; COLOM PASTOR, Bartomeu. El derecho de petición. Universitat de les liles Baleare. Marcial
Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, Madrid, 1997; GARCÍA CUADRADO, “El derecho de petición”.
En: Revista de Derecho Público, N° 32, 1991; GONZÁLEZ NAVARRO y ALENZA GARCÍA.
Derecho de petición. Comentarios a la Ley Orgánica 4/2001, de 12 de noviembre, Civitas, Madrid,
2002; PÉREZ ROYO, Javier. Curso'de Derecho Constitucional. 7a edición, Marcial Pons, Ediciones
Jurídicas y Sociales, Madrid, 2000.
A r tíc u lo 2 D e r e c h o a la n a c io n a lid a d
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 52, 53, 200 ines. 1), 2); C.P.Ct: arts. 25 inc. 10), 37 inc. 15); C.N.A.: art.
6; Ley 26574: arts. 2 y ss.; D. Leg. 703: art. 3; D.S. 004-97-IN; D.U.D.H.: art. 15;
P.I.D.C.P.: art. 24; C.D.N.: art. 7; C.A.D.H.: art. 20
I. Introducción
El derecho a la nacionalidad constituye el vínculo jurídico entre una persona y un
Estado determinado(1), que tendrá consecuencias determinadas tanto dentro del territo
rio del Estado del que se es nacional, como fuera de él. En efecto, la imputación de una
determinada nacionalidad constituye el punto de partida del ejercicio de los derechos
que le son propios como nacional de un país determinado.
A lo largo del presente artículo, se pretende hacer una revisión al contenido del dere
cho a la nacionalidad, así como su regulación en los principales instrumentos internacio
nales de derechos humanos y en las Constituciones de 1979 y 1993. Asimismo, se revisará
la relación del derecho a la nacionalidad con el ejercicio de los demás derechos fundamen
tales y su evolución en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo I, Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 407.
327
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Con respecto al derecho a adquirir una nacionalidad, existen dos formas de adqui
sición de la nacionalidad: a. la originaria y, b. la derivada.
Cabe señalar que cada una de las legislaciones nacionales determinan qué sis
tema de adquisición originaria de la nacionalidad es la rige en su país. Así, exis
ten países que reconocen solo un criterio de adquisición de la nacionalidad
-y a sea el ius sanguinis o el ius solis-, o sistemas jurídicos mixtos, que admiten la aplica
ción de al menos uno de dichos criterios para imputar nacionalidad (Perú).
(2) O'DONNELL, Daniel. Derecho Internacional de los derechos humanos. Oficinal Regional para América
y el Caribe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Santiago de Chile,
2007.
(3) La naturalización constituye una gracia del Estado a quien se solicita la nacionalidad. Para adquirirla, se
deberá cumplir con los requisitos legales que cada Estado establezca.
(4) En el caso peruano, la opción implica la existencia de un derecho que tienen ciertas personas vinculadas
al Perú, entre las cuales se encuentran: las personas nacidas fuera del territorio de la República, hijos de
padres extranjeros, que residen en el Perú desde los cinco años y que al momento de alcanzar la mayoría de
edad manifiestan su voluntad de ser peruanos ante la autoridad competente; la persona unida en matrimonio
con peruano o peruana, residente al menos dos años en el territorio de la República; y las personas nacidas
en territorio extranjero hijo de padre o madre peruanos, que a partir de su mayoría de edad, manifiestan su
voluntad de ser peruanos ante la autoridad competente (art. 4 de la Ley de Nacionalidad, Ley N° 26574).
(5) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Ivcher Bronstein, párrafo 90.
323
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
Sobre los dos primeros aspectos del derecho a la nacionalidad, tanto la Declaración
Universal de Derechos Humanos como la Declaración Americana consagran expresamen
te el derecho de toda persona de ostentar una nacionalidad y la protección ante la priva
ción arbitraria de dicho derecho. Así, la Declaración Universal de Derechos Humanos es
tablece en su artículo 15 que:
329
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Cabe señalar que la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discrimi
nación contra la mujer consagra en su artículo 9.1., “iguales derechos que a los hombres
para adquirir, cambiar o conservar su nacionalidad. Garantiza, en particular, que ni el ma
trimonio con un extranjero ni el cambio de nacionalidad del marido durante el matrimo
nio cambien automáticamente la nacionalidad de la esposa, la conviertan en apátrida o la
obliguen a adoptar la nacionalidad del cónyuge”.
No obstante, el derecho internacional prevé una protección contra los Casos de apa-
tridia; es decir, las situaciones en las que una persona no tenga derecho a ninguna nacio
nalidad. En ese sentido, la Convención para Reducir los Casos de Apatridia establece que
la privación de la nacionalidad -d e acuerdo a los casos establecidos en las leyes de cada
país- no podrá producirse sin que la persona posea otra nacionalidad o adquiera una nue
va nacionalidad.
330
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
Del mismo modo, la Declaración establece que -para evitar los casos de apatridia- los Es
tados partes deben conceder su nacionalidad a las personas cuyos padres ostenten la na
cionalidad de dicho Estado, aun cuando dichas personas no hayan nacido en su territorio,
entre otras disposiciones00.
331
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
peruano tuviese una doble nacionalidad. Lo que significaba que el ciudadano peruano man
tenía su nacionalidad de origen, pero ostentaba una segunda nacionalidad, configurándose
en ese caso una nacionalidad activa (la que se utiliza en las actuaciones jurídicas del indi
viduo) y una pasiva (la que se mantiene latente).
De otro lado, el referido artículo debía ser concordado con lo dispuesto en el artícu
lo 94 de la Constitución de 1979, el mismo que establecía que “la nacionalidad peruana
se recupera cuando el que ha renunciado a ella se domicilia en el territorio de la Repúbli
ca, declara su voluntad de reasumirla y renuncia a la anterior”. Cabe señalar que lo esta
blecido en el artículo 94 de la Constitución de 1979 nos permite afirmar que -aunque di
cha Constitución no contenía una disposición expresa sobre la formalidad de la que debe
estar revestida la renuncia de la nacionalidad-, la pérdida de la nacionalidad se producía
únicamente por un acto volitivo y formal de la persona.
Es decir, que nuestra Constitución peruana reconoce como criterios jurídicos para im
putar la nacionalidad tanto el ius soli (el denominado derecho de suelo, que implica que se
considerará peruano al nacido dentro del territorio nacional) como el ius sanguini (dere
cho de sangre, que implica que una persona será considerada peruana siempre que al me
nos uno de los padres tenga la nacionalidad peruana).
332
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
De igual modo, se precisa que las personas nacidas en territorio extranjero, hijos de
padre o madre peruanos deben ser inscritos en el registro de estado civil, sección nacimien
tos de la Oficina Consular del Perú, a efectos de ostentar la nacionalidad peruana. Los re
quisitos de inscripción y el procedimiento se encuentran regulados en los artículos 5,6 y 1
del Reglamento de la Ley de Nacionalidad, aprobado por Decreto Supremo N° 004-97-IN.
Asimismo, pueden ser peruanos por naturalización las personas extranjeras residen
tes en el territorio de la República a las que, por servicios distinguidos a la Nación perua
na, a propuesta del Poder Ejecutivo, el Congreso de la República les confiera ese honor
mediante resolución legislativa.
333
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, la opción implica la existencia de un derecho que tienen ciertas personas
vinculadas al Perú(13), que luego del cumplimiento de los requisitos legales pueden optar
por la nacionalidad peruana. Los documentos requeridos y el procedimiento para la ad
quisición de la nacionalidad peruana por opción se encuentran regulados en los artículos
17 al 22 del Reglamento de la Ley de Nacionalidad.
Cabe señalar que tanto el artículo 4 inciso 2 de la Ley de Nacionalidad, como los ar
tículos 16 y 23 del Reglamento de la citada ley señalan que en el caso de adquisición de
la nacionalidad peruana por opción como consecuencia del matrimonio con un nacional
peruano, la nacionalidad peruana otorgada se mantiene en caso de divorcio o de falleci
miento del cónyuge peruano. La razón de ello es que, dado que la nacionalidad constituye
un derecho fundamental de cada persona, este derecho se mantiene una vez otorgado, con
prescindencia de la causa que originó el otorgamiento de la nacionalidad. _
(13) De conformidad con lo establecido en el artículo 4 de la Ley de Nacionalidad y en el artículo 16 del Re
glamento de dicha ley, estas personas son:
1. Las personas nacidas íbera del territorio de la República, hijos de padres extranjeros, que residen
en el Perú desde los cinco años y que al momento de alcanzar la mayoría de edad, según las leyes
peruanas, manifiestan su voluntad de serlo ante la autoridad competente.
2. La persona extranjera unida en matrimonio con peruano o peruana y residente, en esta condición, en
el territorio de la República por lo menos dos años, que exprese su voluntad de serlo ante la autoridad
competente. El cónyuge naturalizado por matrimonio no pierde la nacionalidad peruana en caso de
divorcio o fallecimiento del cónyuge.
3. Las personas nacidas en el territorio extranjero, hijos de padre o madre peruanos, que a partir de su
mayoría de edad, manifiestan su voluntad de serlo ante autoridad competente.
(14) No obstante, se han producido casos de despojo de la nacionalidad peruana tales como los casos de Eudoxio
Ravines y Manuel D'Omellas durante el Gobierno Militar. En el año 1997, Baruch Ivcher fue despojado de
su nacionalidad peruana mediante la Resolución Directoral N° 117-97-IN-05010; la misma que tenía como
fundamento que: a) Baruch Ivcher no había probado su renuncia expresa a la nacionalidad de origen y que
b) El proceso de otorgamiento de nacionalidad peruana había tenido defectos en su tramitación. Sobre ese
334
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
caso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó que se configuró una privación arbitraria
de la nacionalidad peruana y que, por ende, se debía restituir al señor Ivcher de su nacionalidad peruana.
(15) Si bien es cierto que todo ciudadano tiene derecho a obtener un pasaporte; este derecho supone que el
ciudadano pague la tasa correspondiente para poder obtenerlo o renovarlo. Esta tasa deberá ser proporcional
al costo de emisión del pasaporte.
335
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Con ello, no se quiere decir que se desconozcan los derechos fundamentales de los
extranjeros dentro del territorio peruano solo por el hecho de la nacionalidad en sí mis
ma. Por el contrario, únicamente se podría regular el ejercicio de dichos derechos siem
pre y cuando existan razones objetivas y razonables que legitimen dicha limitación en al
gún aspecto del derecho.
De otro lado, para el ejercicio de los derechos políticos, la Constitución hace ciertas
distinciones en la forma de adquisición de la nacionalidad. El artículo 30 de la Constitución
establece que para el ejercicio de la ciudadanía, únicamente, se requiere contar con diecio
cho años de edad y realizar la inscripción electoral respectiva. Por su parte, el artículo 31
de la Constitución señala que los ciudadanos tienen derecho a participar de los asuntos pú
blicos; y tienen el derecho ser elegidos, así cómo de elegir libremente a sus representantes.
Ello no implica que los extranjeros no tengan derecho alguno a participar en la vida
política del país en el que residen. Así, por ejemplo, la Ley de Elecciones Municipales,
Ley N° 26864 ha previsto la participación política de los extranjeros en las elecciones lo
cales06); opción que ha sido recogida en diferentes legislaciones extranjeras con mayor o
menor éxito16(17).
Por ejemplo, el segundo párrafo del artículo 110 de la actual Constitución de 1993
establece que para poder ser elegido Presidente de la República: “se requiere ser peruano
336
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
por nacimiento, tener más de treinta y cinco años de edad al momento de la postulación y
gozar del derecho de sufragio”.
Es decir, que un peruano por naturalización u opción tendrá el derecho de votar en las
elecciones generales para elegir al Presidente de la República; pero en ningún caso, po
dría ser candidato presidencial.
Cabe señalar que, aunque no se trate de cargos de elección popular, lo mismo ocurre
en el caso de los ministros de Estado, que deben ser peruanos de nacimiento de confor
midad con lo establecido en el artículo 124 de la Constitución. La Constitución también
exige ser peruano de nacimiento como requisito sine qua non para ser magistrado de la
Corte Suprema (art. 147 de la Constitución), miembro del Consejo Nacional de la Magis
tratura (art. 156 de la Constitución) y para ser miembro del Tribunal Constitucional (art.
201 de la Constitución).
Si bien es cierto que la norma constitucional ha considerado como requisito para ac
ceder a dichos cargos públicos ostentar la nacionalidad peruana por nacimiento, la Cons
titución no se ha pronunciado sobre la posibilidad de acceso a dichos cargos de personas
que ostentan una doble nacionalidad. Por ejemplo, en el caso del expresidente Alberto Fu
jimori, que postuló y ocupó el cargo de Presidente de la República teniendo una doble na
cionalidad^: la nacionalidad peruana y la nacionalidad j aponesa.
En la medida que no existe una prohibición expresa, un ciudadano peruano que os
tente una doble nacionalidad podría ocupar cargos públicos, cumpliendo con el requisi
to básico de ser peruano de nacimiento09). No obstante si el funcionario cometiera algún189
(18) Cabe señalar que la nacionalidad japonesa del expresidente Alberto Fujimori, fue invocada cuando este
dejó el país en el año 2000. Este ha sido el argumento bajo el cual, el Gobierno japonés no ha accedido a
su extradición. Pero, en la medida en que Fujimori ha ostentado el cargo de Presidente de la República, se
debería considerar que su nacionalidad activa ha sido la peruana y su nacionalidad pasiva, la japonesa.
(19) Al respecto, cfr. la Resolución N° 030-2011-JNE, en la que el Jurado Nacional de Elecciones resuelve
la tacha contra la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski, que se fundamentaba en la doble nacionalidad
de dicho candidato. En la Resolución citada, el JNE establece expresamente que la tacha es infundada,
en la medida que no se ha acreditado fehacientemente que -a la fecha de la inscripción de la candidatura
presidencial- el candidato Kuczynski haya renunciado expresamente a la nacionalidad peruana; por lo
cual, el referido candidato cumplía con los requisitos establecidos en el artículo 110 de la Constitución
Política para participar en el proceso electoral.
Cabe señalar que, en la citada Resolución, el JNE advierte que no existe disposición alguna que regule la
posibilidad de que una persona con doble nacionalidad asuma el cargo de Presidente de la República. Por
ello, en el fundamento 19 de la Resolución materia de comentario, el JNE manifiesta “su opinión favorable
respecto de la necesidad de consagrar normativamente la exigencia de renunciar a cualquier nacionalidad
distinta a la peruana para asumir el cargo de Presidente de la República, en la medida en que consideramos
del todo incompatible con los artículos 39 y 110 de la Constitución vigente que quien asuma la primera
magistratura del país, personifique a la Nación y ostente la más alta jerarquía del servicio público sea quien
ostenta la más alta magistratura del país, personifique a la Nación y ostenta la más altajerarquía del servicio
337
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es decir que es posible que un peruano de nacimiento ostente una doble nacionali
dad y este hecho no lo inhabilitará para poder postular a cargos de elección popular -o a
los altos cargos del Estado ya señalados-, siempre que se cumpla el requisito de ser pe
ruano por nacimiento.
público sea a la vez nacional de un país extranjero”. Motivo por el cual, el JNE exhortó al Congreso de la
República para que, dentro de su autonomía constitucional, debata y vote los proyectos de ley que sobre
la materia se encuentran pendientes de tramitación.
(20) Es importante recordar que el 28 de mayo de 1997, el Congreso de la República -mediante las resolu
ciones legislativas N°s 002-97-CR, 003-97-CR y 004-97-CR-, destituye a los magistrados del Tribunal
Constitucional Manuel Aguirre Roca, Guillermo Rey Terry y Delia Revoredo Marsano de Mur.
338
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 21)
De otro lado, existen resoluciones del Tribunal Constitucional en las que se mencio
nan algunos aspectos del derecho a la nacionalidad, en relación con el ejercicio de otros
derechos fundamentales.
339
ART. 2, INC. 21) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Finalmente, consideramos oportuno señalar que el Tribunal ha señalado que las per
sonas jurídicas tienen -entre otros- el derecho a la nacionalidad(24).
Ahora bien, consideramos que sería importante que se perfilen con mayor claridad al
gunos aspectos de dicho derecho, tales como si las personas con doble nacionalidad tie
nen algún impedimento para el acceso a cargos públicos, tanto de designación como de
elección popular.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj El derecho de nacionalidad es el derecho que posee toda p erso n a p or el hecho de haber nacido
dentro del territo rio de la R ep ú b lica d el Perú: STC E xp. N ° 00010-2002-P I/T C (f. j. 213).
j¡¡¡ E l derecho al p asap o rte no solo supone la expedición de u n docum ento de identificación a
n ivel internacional, sino tam b ién u n a garantía p ara su titu la r en relació n con el E stado al
que pertenece: ST C E xp. N ° 120-98-H C /T C (f. j. 3).
B IB L IO G R A F ÍA
O'D O N N ELL, Daniel. D erecho Internacional de los derechos humanos. Oficinal Regional para
A m érica y el Caribe del Alto Com isionado de las Naciones U nidas para los Derechos Humanos,
Santiago de Chile, 2007; OLIVÁ M LÓPEZ, F. Constitución y extranjería. Dykinson, Madrid, 2004;
RUBIO CORREA, M arcial. Estudio de la Constitución P olítica de 1993. Tomo I, Fondo Editorial
de la Pontificia U niversidad C atólica del Perú, Lima, 1999; SANTAOLAYA M ACHETTI, Pablo y
REVENGA SÁNCHEZ, Miguel. Nacionalidad, extranjería y derecho de sufragio. Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, M adrid, 2007.
340
Artículo 2 D erech o a la paz y tranquilidad.
D erech o al m edio am biente
Toda persona tiene derecho:
(...)
22. A la paz, a la tranquilidad, al disfrute del tiempo libre y al
descanso, así como a gozar de un ambiente equilibrado y
adecuado al desarrollo de su vida.
(...).
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts. 25,67,68,69,137 inc. 1), 200 inc. 2); C.P.Ct: arts. 37 inc. 23), 40; C.P.: arts.
449, 450, 451, 452; C.N.A.: art. 3; D. Leg. 1148: art. 10; Ley 27933; D. Leg. 713:
art. 10 y ss.; D.S. 012-92-TR; D.U.D.H.: arts. 24,25,27; P.I.D.E.S.C.: art. 7 inc. d)
I. Introducción
Este inciso del artículo 2 de la Constitución regula algunos derechos que, según la
conocida clasificación de los derechos, son considerados como de tercera generación. En
efecto, configurados en la segunda mitad del siglo XX, será en el preseñte siglo donde de
bemos trabajar para que sean una realidad.
Teresa Freixes Sanjuán sostiene que: “Los derechos tienen una estructura jurídica
como orden objetivo de valores y pueden tener una estructura jurídica como derechos
subjetivos”®. Los derechos en comentario tiene una estructura jurídica como orden obje
tivo de valores que reconoce la Constitución y también son un derecho subjetivo, como
veremos más adelante. Del mismo modo, desde nuestro punto de vista, estos derechos tie
nen como finalidad principal sentar las bases del medio y de los elementos mínimos sobre
las que se debería desarrollar la vida de los seres humanos en esta “época de progreso”.
Sin embargo, como podemos comprobar en el Perú, aún estamos lejos de que esto sea así.
(1) FREIXES SANJUÁN, Teresa. “La Constitución y el sistema de derechos fundamentales y libertades pú
blicas”. En: Administración Públicay Constitución. Reflexiones sobre elXXaniversario de la Constitución
Española de 1978. Instituto Nacional de Administración Pública. 1998, p. 151.
(2) La Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución establece que las normas relativas a los dere
chos y a las libertades que la Carta Magna reconoce que se interpretan de conformidad con la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias
ratificados por el Perú. Para conocer de la importancia y la aplicación de esta regla de interpretación de
los derechos constitucionales se puede ver nuestro comentario en esta misma obra.
341
t
ART. 2, INC. 22) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De las normas transcritas que constituyen referente obligado para la interpretación cons
titucional del derecho a la paz, podemos concluir que este se constituye en un valor objetivo
de nuestra Constitución y también en un derecho subjetivo de cada ciudadano peruano,
por lo que comprobamos la vocación pacifista de nuestra Constitución.
! 342
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 22)
con el derecho a la paz, pues nos ayudarán a tener una mejor comprensión de los aspec
tos que comprende este derecho.
En tal sentido la resolución en cuestión proclama que los pueblos de nuestro plane
ta tienen el derecho sagrado a la paz, que proteger este derecho y fomentar su realización
es una obligación fundamental de todo Estado y hace un llamamiento a todos los Estados
y a todas las organizaciones internacionales para que contribuyan por todos los medios a
asegurar el ejercicio del derecho de los pueblos a la paz, mediante la adopción de medi
das pertinentes en los planos nacional e internacional.
343
ART. 2, INC. 22) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, la misma Asamblea General, mediante la Resolución 55/2 del 8 de setiem
bre de 2000 relativa a la Declaración del Milenio, proclamó que no se escatimarán esfuerzos
para liberar a los pueblos del flagelo de la guerra -y a sea dentro de los Estados o entre estos-,
que en el último decenio ha cobrado más de cinco millones de vidas.
Ahora bien, todo este desarrollo jurídico de tratados y resoluciones que tiene rela
ción directa con el mandato constitucional que reconoce el derecho a la paz no queda en
declaraciones escritas, sino que tiene plena efectividad gracias a la justicia constitucional.
En efecto, como se encargó de hacemos conocer Néstor Pedro Sagués(3), la Sala Constitu
cional de la Corte Suprema de Costa Rica, mediante Resolución N° 2004-09992 del 8 de
setiembre de 2004, entendió “(...) que la ‘Proclama de Neutralidad Perpetua, Activa y no
Armada’ de mil novecientos ochenta y tres es una promesa unilateral de Costa Rica en el
concierto internacional que vino a desarrollar el valor constitucional de la paz y que, por
consiguiente, debe ser observada de buena fe de forma permanente por el Gobierno cos
tarricense
Por ello, además de otras consideraciones que sería largo enumerar, además de la “se
cular vocación de paz de Costa Rica” descrita en su proclama de neutralidad perpetua, ac
tiva y no armada, la Sala Constitucional concluyó que “los comunicados del diecinueve y
veintidós de marzo del dos mil tres, del Poder Ejecutivo, para dar apoyo moral a la ‘Coa
lición’ o ‘Alianza’ de países que incurrió en acciones bélicas en Iraq, por ser contrarios a
nuestro orden constitucional y al sistema internacional de Naciones Unidas al que pertenece
(3) Conferencia dictada en el Tribunal Constitucional del Perú por Néstor Pedro Sagüés el 15 de marzo de 2005,.
comentando la sentencia de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Costa Rica sobre la declaración
de inconstitucionaíidad del comunicado del Gobierno de Costa Rica apoyando la coalición encabezada
por Estados Unidos contra Irak en marzo de 2003.
344
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 22)
nuestro país, son inconstitucionales, razón por la cual procede declarar con lugar las ac
ciones acumuladas. Naturalmente que los comunicados al acogerse la acción pierden sus
efectos jurídicos, y en ese sentido procede ordenar al Gobierno de la República que debe
respetar en el futuro los mecanismos internacionales, para apoyar de cualquier forma, in
cursiones armadas independientemente de los fines que persigan. Se deben hacer las ges
tiones necesarias para exigir al Gobierno de los Estados Unidos la exclusión de nuestro
país de la lista de países ‘aliados’ de la ‘Coalición o Alianza’, que consta en la página web
de la Casa Blanca, por ser efectos de los actos anulados”.
345
ART. 2, INC. 22) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
mantiene, supuestamente para no generar un problema social, pero en realidad los nece
sita y los mantiene subempleados y explotados.
Por su parte el Tribunal Constitucional en el caso Colegio de Abogados del Santa, de
claró la inconstitucionalidad de una Ordenanza que pretendía modificar los límites y redu
cir el Parque Metropolitano Humedales de Villa María de Chimbóte. En esta sentencia, en
la que se desarrolla ampliamente el tema ambiental desde la perspectiva constitucional, se
dijo que el inciso 22) del artículo 2 de la Constitución Política del Estado reconoce: “(•••)
en calidad de derecho fundamental, el atributo subjetivo de ‘gozar de un ambiente equili
brado y adecuado al desarrollo’ de la vida de la persona”(5). Del mismo modo, a partir de la
referencia a un medio ambiente “equilibrado”, el Tribunal Constitucional “considera que
es posible inferir que dentro de su contenido protegido se encuentra el conjunto de bases
naturales de la vida y su calidad, lo que comprende, a su vez, sus componentes bióticos,
como la flora y la fauna; los componentes abióticos, como el agua, el aire o el subsuelo;
los ecosistemas e, incluso, la ecósfera, esto es, la suma de todos los ecosistemas, que son
las comunidades de especies que forman una red de interacciones de orden biológico, fí
sico y químico. A todo ello, habría que sumar los elementos sociales y culturales aportan
tes del grupo humano que lo habite”(6).
(4) CANOSA USERA, Raúl. Constitución y medio ambiente. Jurista Editores, Lima, 2004, p. 470.
(5) Caso Colegio de Abogados del Santa. Exp. N° 0018-2001-AI/TC, fundamento 6, pánrafo 1.
(6) Caso Colegio de Abogados del Santa. Exp. cit., fundamento 7, párrafo 3.
346
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 22)
A fin de determinar en qué consiste y los alcances del desarrollo, consideramos con
veniente tener en cuenta la definición y las declaraciones que sobre él se han adoptado en
el seno de las Naciones Unidas, por cuanto, como se estableció en la Declaración de Jo-
hannesburgo sobre el Desarrollo Sostenible, se reconoció la función rectora de las Nacio
nes Unidas que, por ser la organización más universal y representativa del mundo, es la
más indicada para promover el desarrollo sostenible.
Dicha definición puede ser complementada con las declaraciones de Naciones Uni
das de los últimos años. En efecto, debemos recordar que la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, República
Federativa del Brasil, en junio de 1992, adoptó la Declaración de Río sobre el Medio Am
biente y el Desarrollo, que recoge entre sus principales fines la integridad del sistema am
biental y de desarrollo mundial. Dicha declaración proclama una serie de principios, en
tre los que destacamos los siguientes:
(7) GALARZA CONTRERAS, Elsa. La economía de los recursos naturales. Universidad del Pacífico, Centro
de Investigaciones, Lima, 2004, p. 17.
347
ART. 2, INC. 22) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
• Los Estados deberán cooperar con espíritu de solidaridad mundial para conser
var, proteger y restablecer la salud y la integridad del ecosistema de la Tierra.
En vista de que han contribuido en distinta medida a la degradación del medio
ambiente mundial, los Estados tienen responsabilidades comunes, pero diferen
ciadas. Los países desarrollados reconocen la responsabilidad que les cabe en la
búsqueda internacional del desarrollo sostenible, en vista de las presiones que
sus sociedades ejercen en el medio ambiente mundial y de las tecnologías y los
recursos financieros de que disponen (Principio 7).
• Las autoridades nacionales deberían procurar fomentar la intemalización de los
costos ambientales y el uso de instrumentos económicos, teniendo en cuenta el
criterio de que el que contamina debe, en principio, cargar con los costos de la
contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés público y sin distor
sionar el comercio ni las inversiones internacionales (Principio 16).
Del mismo modo, la Asamblea General de las Naciones Unidas, con la presencia de
los jefes de Estado y de Gobierno, en setiembre del año 2000, aprobó la Declaración so
bre el Milenio, que establece el respeto de la naturaleza como uno de los valores y prin
cipios que sustenta dicha declaración. Al respecto, se dispone que es necesario actuar con
prudencia en la gestión y ordenación de todas las especies vivas y todos los recursos na
turales, conforme a los preceptos del desarrollo sostenible. Solo así podremos conservar
y transmitir a nuestros descendientes las inconmensurables riquezas que nos brinda la na
turaleza. Es preciso modificar las actuales pautas insostenibles de producción y consumo
en interés de nuestro bienestar futuro y en el de nuestros descendientes.
En conclusión, podemos afirmar que todos estos derechos son plenamente efectivos
como prueba la jurisprudencia nacional e internacional.
348
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 22)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
fj¡ La insistencia en la rem isión de cédulas de notificación erradas afecta el derecho a la paz
y a la tranquilidad: STC Exp. N° 05239-2013-PA/TC (f. j. 7).
jjj] Los particulares tienen tam bién la obligación de respetar el derecho a preservar el medio
ambiente, más aún de aquellos que desarrollan actividades económicas que inciden sobre
este: STC Exp. N° 00048-2004-PI/TC (f.j. 17).
jp Si bien es cierto es menester satisfacer las necesidades presentes, tam bién lo es la obliga
ción de prever que las generaciones futuras puedan desarrollarse en un medio ambiente
equilibrado: STC Exp. N° 01757-2007-PA/TC (fif.jj. 8-11).
jj Para interponer una demanda de amparo en defensa del medio ambiente no se necesita ser
directam ente afectado: STC Exp. N° 04216-2008-PA/TC (f.-j. 1).
B IB L IO G R A F ÍA
CANOSA USERA, Raúl. Constitución y medio ambiente. Jurista Editores, Lima, 2004; GALARZA
CONTRERAS, Elsa. L a economía de los recursos naturales. Universidad del Pacífico, Centro de
Investigaciones, Lima, 2004; FREIXES SANJUÁN, Teresa. “La Constitución y el sistema de dere
chos fundamentales y libertades públicas”. En: Administración Pública y Constitución. Reflexiones
sobre elX X a n iversa rio de la Constitución Española de 1978. Instituto Nacional de Administración
Pública, 1998.
349
#
A r tíc u lo 2 D e r e c h o a la le g ítim a d e fe n s a
Toda persona tiene derecho:
(...)
23. A la legítima defensa.
(...).
C O N C O R D A N C IA S:
C. : arts. 2 ines. 24.d), 24.e); 139 ines. 3), 14); C.C.: art. 1971; C.P.: art. 20 inc. 3);
D. U.D.H.: art. 11.1; P.I.D.C.P.: art. 15; C.A.D.H.: art. 9
I. B ases
1. En el modelo de Estado delineado por la Constitución Política, el derecho a la legíti
ma defensa, que se ejerce contra el injusto, puede fundamentarse desde dos puntos de vista.
En tal sentido, se suele afirmar, gráficamente: “La legítima defensa justificante pre
tende posibilitar la salvaguarda de los intereses individuales y demostrar con ello a la vez
la salvaguarda general del Derecho”(2).
(1) Vide sobre ello ROXIN, Claus. Derecho P enal Parte General. Tomo I. Traducción de Luzón Peña, Díaz
y García Conlledo y De Vicente Remesal. Civitas, Madrid, 1997, p. 608.
(2) Vide ESER, Albin y BURKHARDT, Bjom. Derecho Penal. Traducción de S. Bacigalupo y M. Cancio
Meliá. Colex, Madrid, 1995, p. 214.
350
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 23)
Los supuestos en que ello sucede pueden darse en los diferentes sectores de nuestro
ordenamiento jurídico; incluso algunos están regulados específicamente, como ocurre en
el caso de las defensas posesorias conforme al artículo 920 del Código Civil o el arresto
ciudadano, según el artículo 260 del Código Procesal Penal de 2004. No obstante, la más
pormenorizada previsión es la que efectúa nuestro Código Penal, cuyos criterios genera
les de aplicación podrían tomarse en cuenta también para evaluar el derecho a la legítima
defensa en ámbitos extrapenales.
Merced a ellas la norma prohibitiva contenida como deber jurídico en el tipo del
injusto pierde su efectividad(4): la conducta (penalmente) típica es valorada conforme
a Derecho. Esta no desaparece, sino que únicamente no es desaprobada o es permitida
por el Derecho (lo que no cabe equiparar con que la valore positivamente(5)). Si la regla
general es siempre la exigencia de respeto del mandato normativo, las causas de justifi
cación operan como excepciones, que requieren especiales circunstancias para presen
tarse y surtir su efecto.
(3) Vide CEREZO MIR, José. Curso de Derecho Penal español. Parte General. Tomo II, 6a edición, Tecnos,
Madrid, 1998, p. 189.
(4) JESCHECK, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 4a edición por
Manzanares Samaniego. Comares, Granada, 1993, p. 290.
(5) ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 557.
351
ART. 2, INC. 23) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. Regulación
El Código Penal, en el inciso 3 de su artículo 20, regula determinados presupuestos,
requisitos y límites del ejercicio de la legítima defensa, del siguiente modo:
2. Bienes jurídicos
Cualquier bien jurídico individual es susceptible de protección al amparo de legítima
defensa, sea de carácter penal (v. gr. la vida -incluso en formación-, la integridad física,
la libertad, el honor, el patrimonio, etc.) o extrapenal (v. gr. la posesión, las relaciones ju-
rídico-familiares, la paz y tranquilidad). Ello incluye a los intereses individuales pertene
cientes a las personas jurídicas (v. gr. el patrimonio privado de una empresa).
Es legítima también la defensa de bienes jurídicos colectivos en tanto una persona in
dividual resulte directamente afectada por la agresión; así como la de bienes jurídicos del
Estado o de personas jurídicas de Derecho Público cuando se trate de bienes jurídicos in
dividuales (v. gr. la propiedad estatal)®.
Titulares de los bienes jurídicos susceptibles de protección puede ser uno mismo (de
fensa propia) o cualquier otra persona (natural o jurídica) sin ninguna cualificación espe
cial (legítima defensa de terceros, llamada también auxilio necesario).6
352
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 23)
3. La agresión
La agresión puede definirse como la conducta que pone en peligro(7) o lesiona un in
terés protegido por el ordenamiento jurídico(8).
La agresión, en principio, debe ser actual. Es actual la agresión inminente, la que se
está produciendo y la que persiste aún. Empero, puede considerase así la agresión cuando
si bien aún no es inminente la producción del menoscabo al bien jurídico, si no se actúa
de inmediato y se espera hasta que efectivamente lo sea, ya no sería posible hacerle fren
te, perdiéndose la posibilidad de defensa, o ello solo sería posible poniendo los bienes ju
rídicos en un riesgo mayor. Al contrario, no son actuales los meros riesgos o amenazas re
motas o inciertas, no tan próximas, o que ya no subsisten más.
Una agresión es una conducta humana. Consecuencia de ello es que no quepa legíti
ma defensa (sino, en su caso, estado de necesidad justificante -inciso 4 del artículo 20 del
Código Penal-) en los siguientes supuestos:
La agresión puede constituir una infracción penal (poseer tipicidad penal) o no: pue
de provenir de cualquier sector del ordenamiento jurídico. Puede consistir en la afecta
ción de un bien jurídico constitucional (v. gr. la paz), civil (v. gr. la posesión), adminis
trativo (v. gr. preferencia del paso en la circulación vial), etc. Cuestión distinta es que la
conducta justificada deba tener necesariamente relevancia penal (siquiera como falta),
para eximir de pena.
Dado que las agresiones pueden provenir de todo el ordenamiento jurídico, el mo
mento en que comienzan no debe regirse siempre por criterios de relevancia penal como
la distinción entre actos preparatorios y ejecutivos del delito, sino por la puesta en peligro
o lesión del interés (vide supra). En el ámbito penal, el límite (siempre difuso) mínimo de
(7) La puesta .en peligro comprende desde la perturbación del bien jurídico, propia de una conducta peligrosa,
hasta la puesta en peligro concreto del mismo.
(8) JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit., p. 303.
353
ART. 2, INC. 23) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
una agresión está marcado por la satisfacción del principio de ejecución, entendido como
la realización de una conducta inmediatamente anterior (sin pasos intermedios esencia
les) a la acción típica(9)(10).
Si la agresión constituye una infracción penal (delito o falta), esta puede ser dolosa
(dolo directo o eventual) o imprudente (culpa consciente o inconsciente) y comisivau omi
siva (omisión impropia(11) y algunos casos excepcionales de omisión propia). Frente a la
conducta realizada por una persona sin dolo ni culpa (v. gr. error de tipo invencible, caso
fortuito) no cabe legítima defensa, sino estado de necesidad justificante(12).
No cabe legítima defensa frente a otras causas de justificación (v. gr. frente a otra legí
tima defensa, frente al estado de necesidad justificante, frente al consentimiento justifican
te, etc.) penales, extrapenales o supralegales (en virtud del principio de unidad sistemática
del ordenamiento jurídico). Pero sí -en la medida en que subsiste lo ilícito- contra una le
gítima defensa putativa, una legítima defensa incompleta o un exceso de legítima defensa^
Procede legítima defensa ante agresiones de personas que obran en una causal de ex
culpación (v. gr. estado de necesidad disculpante, miedo insuperable, orden ilícita supe
rior) y aun puede admitirse en ciertos casos de agresiones de inculpables (inimputables o
personas que obran desconociendo la ilicitud de su acto).
4. La necesidad
La finalidad de la defensa debe ser impedir o repeler la agresión ilegítima. El agredi
do puede, en tal virtud, solo evitar o detener el ataque o defenderse ofensivamente con
traatacando al agresor.9102
(9) Sobre ello vide más detenidam ente REVILLA LLAZA, Percy. Tentativa de delito. En: “Códi
go Penal comentado” . José Castillo Alva (coordinador). Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 2004,
p. 537 y ss.
(10) Excepción: situaciones de riesgo en que ya no hubiera sido posible hacer frente a la agresión no ejecutiva
si el amenazado no actuaba de inmediato.
(11) Vide R O X IN ,C laus.O b.cit.,p. 613.
(12) Sin embargo, el hecho puede constituir un ilícito extrapenal y -e n ese ám bito- el agredido ejercer su
derecho a la legítima defensa.
354
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 23)
La defensa debe ser idónea, esto es, adecuada a su finalidad de evitar o contrarrestar el
ataque ilegítimo(13). La necesidad de la defensa debe evaluarse desde el punto de vista ex
ante (objetivo-subjetivamente), y no expost (el juzgador debe situarse como un observa
dor objetivo en la posición del autor al momento del comienzo de su conducta defensiva).
En armonía con ello, el Código Penal alude a un criterio base para enjuiciar la satis
facción del requisito de la necesidad racional del medio empleado para impedir o repe
ler la agresión: Que racionalidad de medios no significa proporcionalidad de medios, sino
que esta debe evaluarse conforme a las circunstancias del caso concreto, a la intensidad y
peligrosidad de la agresión, a la forma de proceder del agresor y a los medios de los que
disponía el agredido para su defensa.
Determinados supuestos de exceso de legítima defensa (v. gr. donde se echa de me
nos, en alguna medida, la denominada necesidad racional) pueden aún tener, en todo caso,
un tratamiento privilegiado como eximente incompleta (vide artículo 21 del Código Pe
nal: atenuación facultativa de la pena).
(13) Consecuencia de ello es que no cabe legítima defensa si se lesiona un bien jurídico del ofensor en respuesta
o venganza de su agresión o cuando esta ya ha concluido, salvo amenaza de reiteración del ataque. No ha
acabado la agresión y, por lo tanto, cabe legítima defensa, en caso de peligros permanentes, así como en
delitos que aún no se han consumado.
355
ART. 2, INC. 23) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De ahí que, por ejemplo, como se indicó, se acepte pacíficamente que no es necesario
que la “agresión ilegítima” constituya una infracción penal (delito o falta), pues su antiju-
ricidad puede provenir de cualquier sector del ordenamiento jurídico, con tal que lesione
o ponga en peligro un interés jurídico protegido.
Desde tal perspectiva, en casos de conductas imprudentes, quien ve en riesgo sus bie
nes jurídicos podría ampararse en un estado de necesidad justificante (inciso 4 del artícu
lo 20 del CP), pero no en la legítima defensa. Las consecuencias que se derivan de esta di
ferenciación exigen previamente atender a los requisitos (disímiles) de ambas eximentes.
Así, el estado de necesidad justificante requiere que una persona, ante un peligro actual,
realice una conducta destinada a conjurarlo, siempre que el bien protegido resulte “predo
minante” sobre el interés dañado. En tanto que en la legítima defensa-como se indicó- no
rige el principio de ponderación de bienes, por lo que el peijuicio que el ofendido produce
al ofensor puede ser “menor, igual o mayor” que el que se pretendió ocasionar u ocasionó.
Esto es, que si se niega el derecho a la legítima defensa en caso de agresiones culpo
sas se genera un efecto sumamente objetable: quien se defiende solo estaría justificado en
la medida que ocasione al “atacante” un daño menor que el que se evitó o conjuró (apre
ciando los bienes jurídicos en conflicto y la intensidad del peligro que amenaza), siendo
ilícita la producción de un daño mayor.
Además de ello, negar la defensa necesaria significaría exigir al agredido una compro
bación ex ante impracticable en la mayoría de los casos: verificar si el agente actuó con
dolo (para actuar bajo los requisitos de la legítima defensa) o con culpa (para actuar bajo
los requisitos del estado de necesidad).
Estas limitaciones no hacen más que confirmar que por “agresión ilegítima” debe en
tenderse ampliamente la conducta humana que lesiona o pone en peligro un bien jurídico
tutelado, al margen de sus componentes subjetivos (dolo o culpa).
356
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 23)
5. La falta de provocación
La legítima defensa exige, además, que la agresión que se repele no haya sido provo
cada. Incumple este requisito quien provoca a otro a fin de que realice una agresión para
así lesionarlo bajo la protección de la legítima defensa. Esta provocación, que enerva el
efecto justificante de la legítima defensa, debe constituir una conducta antijurídica (que
menoscabe un bien jurídico) y además realizarse dolosamente(14).
6. Elemento subjetivo
La acción defensiva debe necesariamente responder a una voluntad, de defensa, pues
solo así desaparece el desvalor de la acción. La voluntad de defensa puede concurrir con
otros motivos como el odio, la indignación o la venganza(16).
(14) Luego, se le está permitido defenderse justificadamente a quien: i) ha provocado la agresión de otro o a través
de un comportamiento solo ético-socialmente disvalioso, ii) ha provocado imprudentemente la agresión
de otro, iii) no ha pretendido suscitar la agresión del provocado para lesionarlo en legítima defensa, etc.
(15) ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 640.
(16) JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit., p. 308.
357
ART. 2, INC. 23) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, si el agente obra en la creencia errónea de que lo ampara una legítima
defensa, que objetivamente no concurre, se da un error de permisión o error de tipo per
misivo, que al ser una forma de error de prohibición (indirecto) surte efectos -según su
vencibilidad o invencibilidad- a nivel de la culpabilidad0 8).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
fjf E l derecho a la legítim a defensa im plica la respuesta o actuación que pueda realizar
cualquier ciudadano en caso de ser agredido de m anera sorpresiva o irregular: STC Exp.
N° 03802-2004-AA/TC (f. j. 3).
jj E l acto de legítim a defensa que realice una persona en salvaguarda de la integridad física
o el derecho a la vida influenciará en el análisis que realizará el ju ez penal: STC Exp.
N° 03802-2004-AA/TC (f. j. 3).
B IB L IO G R A F ÍA
CEREZO MIR, José. Curso de Derecho P enal español. Parte General. Tomo II, 6a edición, Tecnos, Ma
drid, 1998; ESER, Albín y BURKHARDT, Bjom. Derecho Penal. Traducción de S. Bacigalupo y M. Can
d o Meliá. Colex. Madrid, 1995; JESCHECK, Hans-Héinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte general.
(17) Cfr. ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 667; JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit. p. 296.
(18) JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit. p. 297.
358
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 23)
Traducción de la 4a edición por Manzanares Samaniego. Comares, Granada, 1993; REVILLA LLAZA,
Percy. “Tentativa de delito”. En: Código P enal comentado. José Castillo Alva (coordinador). Tomo I,
Gaceta Jurídica, Lima, 2004; ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Traducción
de Luzón Peña, Díaz y García Conlledo y De Vicente Remesal, Civitas, Madrid, 1997; VILLEGAS
PAIVA, Elky. “Elementos configurativos de la legítima defensa en el Derecho Penal peruano”. En:
Gaceta Penal & Procesal Penal. N° 24, Gaceta Jurídica, Lima, junio de 2011.
359
t
A rtícu lo 2 L ib e r ta d p e r s o n a l
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertad y a la seguridadpersonales. En consecuencia:
a) Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni
impedido de hacer lo que ella no prohíbe.
(...).
C O N C O R D A N C IA S:
G : arts. 2 incs. 3), 4), 8), 15), 24) b), d), g), j), 74,103,4a DFT; C.P.Ct: arts. 4,25;
C.C.: arts. II, V, 5, 214, 215, 216, 667.4, 1354; C.P.: arts. II, 151; C.P.C.: art. 685;
C.J.M.: art. 116; Ley 26689: art. 2; D.U.D.H.: arts. 3,11.2,29.2; P.I.D.C.P.: art. 15.1;
C.A.D.H.: art. 9
I. Antecedentes
Todo se inicia con el inicio de todo. El Creador dice a Adán: “Puedes comer todo lo
que quieras del jardín, pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día
que comas de él, ten la seguridad que morirás” (La Biblia, Génesis 2: 16, 17). Adán po
día deleitarse de los manjares, beber de las frescuras y degustar texturas de cuantos fru
tos del Edén, mas no de aquellos florecidos de un árbol, aquel designado como El Arbol.
Dios le confirió libertad plena en el Paraíso. Podía dispendiar sus antojos en todo aquello
que veía a sus pies o a lontananza, pero apetito humano pudo más. Vulneró la regla divi
na. El creador puso de manifiesto el peor de sus defectos: la ambición. Y comió de lo pro
hibido, digiriendo su sanción. No cumplió la orden, no respetó los límites, sobreexpuso
su libertad. Hizo aquello que no debía hacer.
Hay un límite para todo y la libertad no es ajena a ello. Esta, me refiero a la libertad,
como principio y como norma humana de desarrollo e interacción, merece un tratamien
to en las más diversas ramas del saber y conocimiento, no es ajena a ninguna ciencia en
el sentido que de ella se cimientan los valores del hombre. Pero, la libertad no va nunca
sola, se acompañada de otros principios que permiten un orden social, una vida en armo
nía, nos referimos a la dignidad, igualdad y solidaridad. Con estos considerados o meta-
derechos, se logra un balance en que se permitirá la paz, la equidad y la tan ansiada justi
cia, como veremos en desarrollo de este ensayo.
En el contexto jurídico el Digesto indicó con claridad que la libertad es la facultad na
tural de hacer lo que place a cada cual, salvo lo prohibido por la fuerza o por la ley (“Li
bertas est naturales facultas ejus, quodcuique facere libet, nisi si quid vi, aut jure prohi-
betur”, Florentino: Lib. I, tít. V, ley 4a).
360
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
La Constitución peruana nos dice: “Nadie está obligado a hacer lo que la ley no man
da, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe” (art. 2, inc. 24, literal b). Este precep
to normativo en análisis tiene larga data en las Constituciones peruanas. No se inicia con
la Constitución del 79, a pesar que así los sostengan algunos autores (por ejemplo García
Toma)123(4). Un análisis serio, en otras palabras, con meticulosidad de las fuentes históricas
del derecho constitucional peruano, nos revela qué consagración tenemos en la Consti
tución de 1828 (art. 150), 1834 (art. 144), 1839 (art. 176), el Estatuto Provisorio de 1855
(art. 23), 1860 (art. 14), 1867 (art. 13), 1920 y 1933 (art. 19), 1979 (art. 2, inc. 20, literal a).
En el Derecho comparado constitucional entre las Cartas que tratan expresamente este
principio de la libertad personal podemos mencionar, sin perjudicar su consideración en
otras, la de Brasil (art. 5- II), Ecuador (art. 23-4), El Salvador (art. 8), Guatemala (art. 5),
Honduras (art. 70), Nicaragua (art. 32), Paraguay (art. 9) y Uruguay (art. 7). La Consti
tución Nacional de Argentina indica que: “Las acciones privadas de los hombres que de
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudios de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1997, pp. 440 y 441.
(2) MONTESQUIEU. E l espíritu de las leyes. LIBRO XI. De las leyes que dan origen a la libertad política
en su relación con la constitución. Capítulo IV.
(3) Ibídem, Capítulo III.
(4) GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Tomo I, Universidad
de Lima, Fondo de Desarrollo Editorial, Lima, 1998, p. 116.
361
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo
reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ello no prohíbe”
(art. 19). En el caso concreto del Brasil el profesor Amaldo Godoy de la maestría en De
recho UNISUL/SC (Brasilia) nos dice que: “Este principio da legalidade, que vem sendo
reproduzido em todos os textos constitucionais brasileiros a saber, de 1824, de 1891, de
1934, de 1937, de 1946, de 1967, de 1969, a par, naturalmente, do texto atual, de 1988”.
(5) V ID A L RAM ÍREZ, F em ando. “Orden público y nulidad virtual del acto jurídico”. En: Tratado de Derecho
Civil. Tomo I, U niversidad de Lim a, Lim a, 1990, pp. 245 y 246.
(6) Impossibilium nulla obligado un aforism o jurídico, jurisconsulto Juvencio C elso, siglo I a. C.
(7) TORRES V Á SQ U E Z , A níbal. Acto jurídico. San M arcos, Lima, 1998, p. 168.
(8) Ibídem , p. 174.
(9) ALTERINI, A tilio; A M E A L , Óscar y L Ó PEZ C A B A N A , Roberto. Derecho de las obligaciones civiles y
comerciales. A beledo-Perrot, B u en os A ires, 1995, p. 54.
362
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Procedim ientos Penales, 132; L. 26689; A sim ism o, en la C onvención A m ericana sobre
D erechos H um anos, artículo 9; D eclaración U niversal de D erechos H um anos, 11-2; Pac
to Internacional de D erechos Civiles y Políticos, artículo 15-1.
II. Conceptos
La libertad es el “ser” del hombre. Lo hace espiritual permitiéndole vivenciar valo
res y decidir su proyecto de vida, su destino y futuro. En inmejorables términos, con la
agudeza típica de su pensamiento y armonización de lo humano y lo jurídico, el maestro
homenajeado Carlos Fernández Sessarego escribe que la esencia del hombre es la liber
tad, su situación ontológica: “El hombre es libertad que se proyecta. Libertad irrenuncia-
ble, constitutiva (...) no tiene o deja de tener libertad sino que ‘el hombre es’ libertad (...)
albedrío”(11). El hombre “es lo que es” porque es libre, obra por reflexión o elección; pien
sa, evalúa, decide. Más allá de todo lo que representa la persona, la libertad es connatural
a ella, parte sí, siendo impensable su renuncia. “La libertad no puede desligarse de la vida
misma, desde que esta es la vida en libertad”(12). Como sentenció Rousseau: “Renunciar
a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los debe
res de la humanidad”. La libertad es al hombre como la luz es al sol. Una tiene que ver
con la otra; son fatalmente inseparables.
Como facultad de hacer o dejar de hacer aquello que el orden jurídico permita, la li
bertad es la prerrogativa que tiene la persona de realizar, sin obstáculos, sus actividades en
el mundo de las relaciones(13). En mayor rigor, es el principio rector en la historia de la hu
manidad que nos puede llevar a alcanzar el bien común y la justicia social(14). La persona
progresa, se desarrolla, avanza y crece espiritual e intelectualmente cuando goza y hace uso
de manera apropiada de su libertad. Esta no solo constituye un derecho sino un don, una
virtud, más específicamente un valor personal y social (al igual que la justicia, la honra
dez y la verdad) que está vinculado a la confianza y al orden público. La libertad, aclara el
maestro, no resulta ser una “facultad”, una propiedad, de la cual el hombre puede disponer
363
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
La Doctrina Social de la Iglesia trata este tema considerando que: “La libertad huma
na consiste fundamentalmente en el dominio de sí -en el libre albedrío- que el hombre
posee para realizar una acción, según decida su voluntad, informada por el conocimiento
de la inteligencia, ante el juicio dado por su conciencia”(18)19.
Para Léon Duguit: “El hombre no tiene el derecho de ser libre; tiene el deber social de
obrar, de desenvolver su individualidad y de cumplir su misión social. Nadie puede opo
nerse a los actos que ejecuta con este propósito, a condición, bien entendido, de que esos
actos no tengan como resultado atentar a la libertad de otro. El Estado no puede hacer nada
que limite la actividad del hombre ejercida en vista de ese fin; debe proteger todos los ac
tos que tiendan a este fin y reprimir y castigar todos aquellos que le sean contrarios”09).
Como concepto general, la libertad es aquella facultad del sujeto para realizar sus deseos,
hacer lo que ambiciona siempre que no dañe ni perjudique al resto. Nos permite la posi
bilidad de elegir nuestros actos y quehaceres sin restricción o sometimiento alguno par
tiendo de la premisa que nuestros derechos term inan donde comienzan los derechos
de los demás o, como diría Alzamora Silva, “la libertad de cada individuo está limitada
por el derecho a la libertad de los demás, y cada individuo acepta espontáneamente limi
tar su libertad para que coexista al lado de la libertad de los demás”(20), es.lo que se conoce
como el deber jurídico que, como sostiene Escobar, fija el alcance de la libertad personal(21).
364
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
E n razón de la libertad y su ejercicio D e Cupis(22) hace una clara distinción entre las
conductas internas y las conductas externas siendo estas últimas las que interesan al De
recho, pero no toda conducta externa puede tener trascendencia jurídica. Las acciones ex
ternas -dice—están “normalmente” comprendidas en la esfera de la competencia del De
recho, aclarando que se dan situaciones excluidas de esta área en las que se debe actuar
con cautela (cita los casos de la no prohibición del suicidio y de la autolesión), razón por
la cual resulta pertinente distar entre lo volitivo y actuante en el hombre.
Es así que, no obstante su unidad, cuando nos referimos a la libertad debe considerar
se una doble vertiente: La ontológica y la fenoménica(23). La libertad ontológica es el ser
mismo del hombre, la facultad de decidir y la libertad fenoménica es la puesta en prácti
ca de la libertad ontológica, la proyección social de la libertad, básicamente la realización
de su proyecto de vida. La primera, no es un derecho es un valor, de modo que es absolu
ta e innata en el hombre, no hay forma de limitarla; la segunda, supone la existencia de un
derecho -en sí- que protege su ejercicio, es la forma de limitar el proyecto de vida trans
formándolo en actitudes, lo que sí puede ser circunscrito sea jurídicamente, sea de facto
o frustrado por un daño. Con este pensamiento y bajo el mismo norte la libertad ha de ser
entendida en su contenido jurídico considerando siempre que el Derecho es libertario(24).
Fernández Sessarego nos conduce con claridad esta doble vertiente concretando que:
“La protección jurídica de la libertad en cuanto “proyecto de vida” representa la tutela de
la libertad fenoménica, aquella que se exterioriza a través de actos, conductas, comporta
mientos. En esta instancia de la libertad lo que se protege es la libertad hecha acto o con
ducta intersubjetiva en cuanto concreción de una decisión subjetiva. En otros términos,
proteger la libertad fenoménica significa la protección del “proyecto de vida” o libertad
actuante, presente en el mundo. La importancia de la protección jurídica del “proyecto de
vida” radica en que en él se juega nada menos que el destino de la persona, de cada per
sona. Es decir, lo que la persona decidió hacer en y con su vida”(25).
Como todo derecho, la libertad es relativa. Tiene una demarcación y este es el dere
cho a la igualdad: “La igualdad es el límite de la libertad”. Las acciones de las personas
podemos representarlas como caminos paralelos asfaltados por la libertad pero delineados
por la igualdad. Estos senderos no pueden entrecruzarse menos entreverarse, por el con
trario deben asumir los lineamientos de la equiparidad entre las personas que se logra con
(2 2 ) CUPIS, Adriano de. Os directos da personalidade. Traductor A lfon so C elso Furtado Rezende. Primera
edición, Campiñas SP, Rom ana jurídica, 2 0 04, pp. 106 y 107.
(2 3 ) F E R N Á N D E Z SESSA R E G O , Carlos. “D erecho a la v i d a . O b . cit., pp. 31 a 35.
(2 4 ) F E R N Á N D E Z SESSA R E G O , Carlos. Libertad ... Ob. cit., p. 86.
(2 5 ) F E R N Á N D E Z SESSA R E G O , Carlos. “D erecho a la v id a ...”. Ob. cit., p. 32.
365
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la igualdad. La no distinción motivada por alguna razón ajena al hecho de ser ciudadano
(credo, color, raza, etc.) se conoce como igualdad, en términos sencillos, los hombres no
son iguales, hay elementos físicos, psíquicos y morales que los diferencian. Pero, ante la
ley, todos somos iguales... iguales en la diferencia. (Todos los animales son iguales, pero
unos son más iguales que otros, George Orwell en su Rebelión en la granja)
(26) W EB ER , Albretch. “La carta europea de lo s derechos fundam entales d esde la perspectiva comparada” . En:
Derechos fundamentales y Estado. Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional.
Coordinador M ig u el Carbonell, U niversidad N acion al A utónom a de M éxico, M éx ico , 2 002, p. 741.
(27) CH IR INO S SOTO, Enrique. La nueva constitución al alcance de todos. A ndina, Lim a, 1980, p. 38.
(2 8 ) D ante A lighieri: Jus est realis ac personalis hominis ad hominen proportio, quae servato servat societaten;
corrupta, corrumpt.
(2 9 ) R U B IO COR R EA , M arcial. Estudios de la Constitución Política de 1993. F ondo Editorial de la Pontificia
U niversidad C atólica del Perú, Lim a, 1997, p. 56.
366
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
La libertad tiene doble contenido. Por un lado es un derecho esencial para la realiza
ción de la persona y, por otro, es el valor fundamental que orienta el Estado de Derecho.
Es un atributo que permite un facere o non facere sin más límites que los legales. Hago lo
que deseo en observancia a lo permitido y respondo de mis actos en la medida de los bie
nes afectados, lo que se ve reflejado en el principio penal Nullum crimen, nullapoena sine
praevia legepoenali en razón que: “Los límites de la libertad que traza el Derecho Penal
no solo son límites de la libertad individual, sino también límites de la intervención esta
tal”, argumento sostenido por el profesor alemán Winfried Hassemer, vicepresidente del
Tribunal Constitucional Federal alemán.
3§7
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Para García Toma(39) es una norma declarativa en la medida que resume su conteni
do en la declaración de una mera proclama. Diríamos como un principio mediante el que
la persona goza de un derecho innato de decidir y hacer lo que quiera, por lo tanto a tra
vés de la ley se cumple con la formalidad de declararla. Pero la norma abarca múcho más,
indica que la persona podrá hacer o no, solo lo que la ley señale. En tal sentido, no sería
solo declarativa sino también dispositiva y prohibitiva. De esta manera, es en los límites
del sistema jurídico que se ejercita la libertad, respetando el ordenamiento jurídico el in
dividuo es libre en la práctica de los actos jurídicos(40).
368
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
IV. Casuística
En esta disposición constitucional se agrupan las normas jurídicas imperativas que
disponen una conducta positiva o que establecen una prohibición. Con algunos ejemplos
prácticos podemos apreciar mejor las premisas de trabajo que se vienen planteando en el
análisis de este artículo:
369
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Nadie está obligado al pago de tributos que no hayan sido legalmente creados(43).
Puede transformarse una persona jurídica regulada en el Código Civil en una
normada en la Ley general de sociedades al no existir impedimento legal expre
so que lo prohiba(44) (Segundo párrafo del artículo 333 de la Ley General de So
ciedades indica: “Cuando la ley no lo impida, cualquier persona jurídica consti
tuida en el Perú puede transformarse en alguna de las sociedades reguladas por
esta ley”).
Otros casos sueltos:
370
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Enéas Castilho C hiarini Júnior, m iem bro del Instituo Brasilero de Derecho Constitu
cional, manifiesta en sus obras vinculadas a relaciones de género y bioética que en Bra
sil, al no existir prohibición legal, sería permisible el matrimonio homosexual, la adop
ción por homosexuales, la cirugía de reasignación de sexo con la posterior alteración del
registro y posibilidad futura de casamiento. Situaciones un poco más complicadas en los
que no existe ley expresa pero deben tomarse en cuenta los principios generales del dere
cho para su valoración, menciona el aborto de fetos anencefálicos, la utilización de células
tronco y la objeción de conciencia en los tratamientos médicos de los testigos de Jehová.
cierto. ¿A usted le gusta el buen v in o ? -S í.-P e r o no está bebiendo ahora, ¿verdad?-E s que esta m esa es para
fumar. U sted debería estar adentro—N o , señor; en estas m esas está perm itido fumar, pero no es obligatorio.
Yo so y fumador y m e gusta poder fum ar cuando quiero. Solo que en este preciso m om ento no quiero”.
G U IB O U R G , RICARDO A: “H um o de buen derecho y casos d ifíciles”. En: La Ley. B uenos A ires, A ño
L X X , N ° 2 3 1 , 2 9/11/2006, p. 1.
(5 0 ) Cas. Exp. N ° 1426-03-L im a, en: Diálogo con la Jurisprudencia. N ° 72, A ñ o 10, G aceta Jurídica, Lima,
setiem bre, 200 4 , p. 128.
(5 1 ) STC Exp. N ° 1312-2000. C D . Diálogo con la Jurisprudencia.
371
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
accionante debe precisar la causal para hacerlo, pues ello constituye una infrac
ción del derecho consagrado por el artículo dos inciso veintidós párrafo veinti
cuatro de la Carta Política, en cuya virtud nadie está obligado a hacer lo que la
ley no manda ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe y en otras oportunida
des han interpuesto acciones similares que fueron admitidas y tramitadas y por
que existe una contravención en la resolución del Juzgado, ya que dispuso en
primer lugar que debía precisar la causal de desalojo y posteriormente que no se
ha indicado dicha causal y además la ampliación de la resolución exigía que se
tenga por subsanada las omisiones implica declarar inadmisible por una segun
da vez, y porque habiéndose expedido dictamen Fiscal Superior en lo civil, en
la resolución recurrida ni siquiera se menciona que se resuelve de conformidad
con lo dispuesto por el Fiscal Superior, lo que en la práctica equivale a sostener
que dicho dictamen no mereció ninguna atención por parte del Colegiado(52).
En gran medida este precepto constitucional enraíza un criterio de seguridad, propia
mente de seguridad jurídica, en ese sentido se ha considerado en la jurisprudencia: “La
seguridad jurídica es un principio que transita todo el ordenamiento, incluyendo, desde
luego, a la Norma Fundamental que lo preside. Su reconocimiento es implícito en nues
tra Constitución, aunque se concretiza con meridiana claridad a través de distintas dispo
siciones constitucionales, algunas de orden general, como la contenida en el artículo 2,
inciso 24, parágrafo a. (“Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido
de hacer lo que ella no prohíbe”) y otros más”(53).
V. Límites de la libertad
Los derechos no son absolutos por el contrario, son relativos. Carlos Fernández Ses-
sarego en su tratamiento al derecho subjetivo dice que este “se constituye en la dimensión
sociológico-existencial como un derecho en relación con los intereses y derechos de los
otros sujetos(54). En armonía con la reflexión citada él derecho subjetivo implica mi dere
cho frente al de los demás, cada cual cumpliendo su función conforme a la necesidades de
los sujetos. En este orden de ideas existe un límite en el uso y actuación de los derechos
de la persona. Más allá de lo que quiero hacer he de tener en cuenta lo que puedo hacer
(la lucha entre el querer y el poder). En esto se sustenta una convivencia social armónica.
372
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
acatam iento de la ley. E sto nos trae a colisión dos instituciones m adre, valga la aclaración,
dos principios generales del derecho que se relacionan con la libertad, el ejercicio de los
derechos y el respeto a la ley la como son:
Con estas reflexiones tenemos que la libertad está supeditada al principio de legalidad
que se presenta como un parámetro para su ejercicio. Véase que la ley no siempre estable
ce un límite expreso -lo que no significa que existan facultades extremas- en la medida
que no se ampara el abuso del derecho (instrumento del que se vale el operador jurídico
para lograr una correcta y justa administración de justicia, sostiene entre nosotros Espi-
noza Espinoza(59)). Este es un principio reconocido uniformemente en el Derecho Cons
titucional comparado a punto tal que la Carta de los derechos fundamentales de la Unión
Europea (2000) declara que: “Ninguna de las disposiciones de la presente Carta podrá ser
interpretada en el sentido de que implique un derecho cualquiera a dedicarse a una activi
dad o a realizar un acto tendente a la destrucción de los derechos o libertades reconocidos
en la presente Carta o a limitaciones más amplias de estos derechos y libertades que las
previstas en la presente Carta” (art. 54, Prohibición del abuso del derecho).
Considérese que la ley no obliga sino una vez publicada pues es necesario que la so
ciedad tome conocimiento de lo que señala la norma para saber los derechos, deberes y li
mitaciones que se plasman en ella y luego cumplirla (art. 109 de la CP).
(5 5 ) F E R N Á N D E Z SESSA R E G O , Carlos. Abuso del derecho. A strea, B uenos A ires, 1992, p. 178.
(5 6 ) ídem .
(5 7 ) BA L L E ST E R O S, Enrique. Ob. cit., p. 171.
(5 8 ) G A R C ÍA TO M A , Víctor. Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Tom o I, Universidad
de Lima, Fondo de Desarrollo Editorial, Lim a, p. 116.
(5 9 ) ESPIN O Z A ESPIN O ZA , Juan. Los principios contenidos en el titulo preliminar del Código Civil peruano
de 1984. Fondo Editorial de la P ontificia U niversidad C atólica d el Perú, Lim a, 2 0 03, p. 129.
373
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El Código Penal de 1924 al tratar los delitos contra la libertad refería en su artículo
222 la trasgresión del artículo 2, inciso 20, literal a) de la Constitución Política del Perú
de 1979 cuyo texto era similar al aquí analizado(62).
El Código Penal vigente en su Título IV, Delitos contra la libertad, Capítulo I, Vio
lación de la libertad personal, tipifica en la misma línea el delito de coacción de la si
guiente manera:
“Artículo 151.- El que, mediante amenaza o violencia, obliga a otro a hacer lo que la
ley no manda o le impide hacer lo que ella no prohíbe será reprimido con pena privativa
de libertad no mayor de dos años”.
Con la tipificación del delito de coacción se busca tutelar el bien jurídico libertad. Como
mencionan algunos autores libertad de obrar o de actuar de la persona de acuerdo a
374
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(63) BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis Alberto y GARCÍA CANTIZANO, María del Carmen. Manual de
Derecho Penal, Parte especial. 4a edición, San Marcos, Lima, 1998, p. 183 y SALINAS SICCHA, Ramiro.
Curso de Derecho Penal peruano. Tomo II, I a edición, Palestra, Lima, 2000, p. 154.
(64) VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal. Parte especial I-B. San Marcos, Lima, 1998, p. 108.
(65) HIGUERA GUIMERÁ, Juan Felipe. El delito de coacciones. 2a edición, Bosch, Barcelona, 1983, p. 31.
(66) SOLER, Sebastián. Derecho Penal argentino. Tomo IV; TEA, Buenos Aires, 1983, p. 67.
375
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
acto homosexual en lugar privado). Sobre el particular concluye que sí sería delito pues
la moral no se asimila necesariamente con el Derecho Penal(67). Sebastián Soler con
su particular estilo predica que “hay situaciones en que la persona puede sin sanción
jurídica hacer algo, no por ello puede afirmarse que ese hacer concreto constituya
un derecho. Tal es el caso del suicidio, hecho que inclusive puede ser fuente de res
ponsabilidades penales para terceros. Impedir por fuerza un suicidio no es delito”(68).
Sujetos
Respecto a la tipicidad objetiva Bramont-Arias Torres y García Cantizano(69) consideran
que el sujeto activo y el pasivo puede ser cualquier persona y tienen toda la razón pero
vale aclarar algunos puntos.
Sujeto activo.- Puede ser cualquier persona
En el caso de un funcionario público que exceda o abuse de sus facultades en el
ejercicio de sus funciones dicha conducta será tipificada como abuso de autoridad,
artículo 376 del Código Penal. Las demás conductas del referido sujeto se tipificarán
de acuerdo al tipo analizado(70). Tal sería el caso que un funcionario obligue a compa
recer a una persona en una dependencia pública (nadie estará obligado a comparecer
personalmente a una repartición pública, salvo que tal obligación emanase de la ley)(71).
Sujeto pasivo.- Cualquier persona puede ser víctima de la coacción
Para la configuración del delito -se discute en doctrina- debe doblegarse la voluntad.
Aclaramos la voluntad en sentido genérico no en sentido estricto. Los casos de un
inimputable, un niño recién nacido, un enfermo mental o en estupor catatónico son
situaciones en que si bien existe una incapacidad no implican que se carezca de vo
luntad; el hecho de que el ejercicio de la libertad esté restringido no resta importancia
al derecho a la dignidad(72). Se sostiene, por el contrario, que la libertad no puede ser
afectada por obvias razones al no tener voluntad doblegable por coacción(73).
Tipicidad subjetiva
De la estructura y contenido de este delito es claramente determinable que se trata de
un delito doloso. El agente actúa a sabiendas, conociendo, con la intención de gobernar
la conducta de una persona fuera de los lincamientos de la ley, llevándola a hacer lo
no exigible o limitando lo no prohibido.
376
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
377
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
378
r
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Sobre este tema se ha sostenido que “de los pronunciamientos del Tribunal Constitu
cional se infiere que el principio de interdicción de la arbitrariedad es un principio ma
triz, del cual se derivan los límites formales y materiales del ejercicio del poder pú
blico. Uno de estos límites es que el ejercicio de toda actuación de la administración
debe estar sustentado en la atribución de una competencia por parte del ordenamiento
jurídico. Dicho en otros términos: las administraciones públicas están vinculadas po
sitivamente al ordenamiento jurídico, es decir solo pueden hacer todo aquello que les
está permitido, a diferencia de los particulares que pueden hacer todo aquello que no
les está prohibido”(78).
(78) PALMER OLIDEN, Carmen Julia. “La vinculación positiva de las adm inistraciones públicas al
ordenamiento jurídico”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Año 9, Tomo 63, Gaceta Jurídica, Lima, 2003,
p. 49.
(79) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. L ibertad... Ob. cit, p. 86.
(80) Comisión de Estudio de la Reforma Constitucional del Perú, Ministerio de Justicia, Lima, 2001.
(81) MOISSET DE ESPANES, Luis. Estudios de Derecho Civil. Cartas y polémicas. Universidad Nacional de
Córdova, Córdova, 1982, p. 164.
379
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Os Estatutos do Homen
Traducción Pablo Neruda
Sao Paolo, V&R, noviembre 2001
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j¡¡ E l principio de seguridad ju ríd ic a es u n a garantía que inform a a todo el ordenam iento
ju ríd ic o y consolida la interd icció n de la arbitrariedad: STC Exp. N° 01601-2012-PA7TC
( f .j .2 3 ) .
B IB L IO G R A F ÍA
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381
Artículo 2 P roh ib ición de la restricción de la libertad
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertad y a la seguridad personales. En consecuencia:
(...)
b) No se permite forma alguna de restricción de la libertad
personal, salvo en los casos previstos por la ley. Están
prohibidas la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres
humanos en cualquiera de sus formas.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 24.a), 23,26 inc. 3), 103,200 inc. 1); C.P.Ct: arts. 4,25 inc. 7); C.P.:
arts. VI, 151,152,153,153-A, 168; Ley 28950; D.U.D.H.: arts. 3,4,5, 9; P.I.D.C.P.:
arts. 8.1, 8.2, 8.3, 9.1; C.A.D.H.: arts. 6.1,7.1,7.2
I. Premisa de estudio
Es un artículo que tiene un contenido prohibitivo en el sentido de que, a efectos de
proteger y dar seguridad a la libertad de la persona, se establece el supuesto denegatorio
de todo acto tendente a limitarla. A través de una indicación normativa general se desle
gitima la restricción de la libertad personal, reconociendo las excepciones que la ley con
templa de manera expresa (.Nulla regula sine excepcione: No hay regla sin excepción),
asumiéndose con esta premisa la característica de la relatividad de los derechos de la per
sona. Por otro lado, y a manera de corolario, indica expresamente los casos más comunes
de limitación a la libertad, estableciendo también una prohibición.
Luego de dejar establecido en los comentarios del artículo precedente (art. 2, inc. 24,
literal a) el marco de referencia institucional del principio de legalidad y clausura -com
prendido en el capítulo relativo a los derechos fundamentales de las personas- el literal
en análisis sienta, mediante una fórmula de acción negativa, la regla respecto del ejercicio
de la libertad personal, éxplicitando el instrumento normativo como requisito de legitimi
dad de las eventuales limitaciones a la misma. Tal como surge de la redacción, es claro el
vínculo de la libertad personal con la dignidad de la persona humana, realidad plasmada en
el artículo 1 de la Carta Magna.
382
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
general, abarcando de esta manera todas las libertades que posee el sujeto, es decir, liber
tad de conciencia, de religión, de pensamiento, de información, de opinión, de expresión,
de difusión del pensamiento; asimismo, tiene derecho a la libertad de creación intelectual,
artística, técnica, científica, y desde luego a la libertad de locomoción, lo cual es impor
tante aclarar, puesto que los constitucionalistas que han tratado este tema se han centrado
en la libertad de tránsito, obviando las demás libertades. Esto, suponemos, se debe a que
los anteriores numerales del inciso 24 tratan de cada una de estas libertades, pero consi
deramos que en este punto también es de vital importancia mencionarlos, pues se refiere
a las restricciones que sufre este derecho.
1. Declaración Universal
En el Perú, el tema de la libertad personal fue tratado en relación con el problema de
la esclavitud. Es abordado en la Constitución de 1823, señalando que nadie nacía escla
vo y aboliéndose toda forma de comercio de negros. Marcial Rubio {Estudio de la Cons
titución de 1993, pp. 444 y 445) señala de manera precisa cada acápite de las constitucio
nes pasadas que hacen referencia al tema, concluyendo que la esclavitud es el tema más
desarrollado por los autores. No es sino hasta la Constitución de 1920 que se hace refe
rencia, en el artículo 22, a la libertad individual mediante la siguiente formula: “La ley no
reconoce pacto ni imposición alguna que prive de la libertad individual”. Ya de más re
ciente data, la Constitución de 1979 ofrece un tratamiento similar a la actual Constitución.
383
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
cuanto a su garantía: los enfoques pueden ser de tipo historicista, individualista o estatis-
ta (si bien ninguno de estos tiende a presentarse de forma aislada).
384
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
No nos explayaremos sobre las aristas filosóficas, pues de suyo portan el problema de
la libertad personal en su relación con el ordenamiento jurídico, pero vale la pena tener
presente al menos un primer problema de importancia para el legislador y el intérprete:
la delimitación precisa del bien tutelado, esto es, la formulación de una noción de liber
tad adecuada a los fines de la norma. Las posiciones doctrinarias son de lo más variadas,
distinguiéndose entre otras:
i
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
A nivel nacional la trata está contemplada en el Código Penal (Libro Segundo, Títu
lo IV, Capítulo I), en el que se desarrollan los delitos contra la libertad, con referencia a
los delitos de coacción, secuestro y tráfico de menores. En el año 2004, el Perú ha sido in
cluido por primera vez en el Informe de Washington sobre la Trata de Personas, y clasifi
cado con la categoría dos, un indicativo que se ha reconocido el problema y se están to
mando medidas para combatirlo.
386
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Desde el Himalaya hasta las ciudades del este .europeo, gran cantidad de personas,
mayoritariamente mujeres y niñas, son atraídas por las perspectivas de un trabajo bien pa
gado en servicio domestico, como camareras o trabajadoras en fábricas. Los traficantes
reclutan víctimas a través de falsos anuncios, catálogos de arreglo de matrimonios (mail-
order bride catalogue) y contactos casuales. Fundamentalmente, son personas destinadas
al comercio sexual, aunque también pueden verse expuestas a situaciones de servidum
bre o trabajo forzado.
La trata de personas puede darse en un contexto de tráfico intemo (dentro de las fron
teras de un mismo país, por ejemplo, de zonas mrales o marginales a grandes centros ur
banos) o bien internacional. A su vez, y según lo ha delimitado la ONU, el tráfico de se
res humanos puede presentarse bajo la forma de: a) contrabando de personas (smuggling):
es la organización de inmigración clandestina que implica el transporte y la introducción
ilegal a un país-destino y, b) tráfico stricto sensu o ‘trata’ (traffiking) que involucra el re
clutamiento, transporte, introducción ilegal y explotación de un ser humano (CICONTE,
Enzo. Le nuove schiavitü. II traffico degli esseri umani nell’Italia del XXI secolo. Riuni-
ti. Roma, Italia 2002.)
387
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En los últimos años, a las mujeres trasladas desde países en vías de desarrollo como
el Africa septentrional y central, Sudamérica y Asia se suman aquellas de los países de
Europa Central y Oriental.
Cada año, según las cifras de ICMPD (Internactional Center fo r Migration Poli-
cy Develpment) de Viena, son introducidos ilegalmente en Europa alrededor de 400 mil
inmigrantes.
388
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Entre estas medidas es muy importante que en el procedimiento esté previsto un pe
riodo de reflexión en el que se regularice temporalmente la situación migratoria, de modo
que las víctimas puedan participar en el proceso para enjuiciar a los captores y se evite la
inmediata deportación, que tiene como consecuencia, las más de las veces, de exponerlas
a ser nuevamente capturadas por los tratantes. Actualmente, la única propuesta legislati
va a nivel transnacional que aborda el problema de la protección y asistencia de las vícti
ma de la trata es la Directiva del Consejo Europeo sobre permisos de residencia de corta
duración, que propone la extensión de los mismos si: “la presencia de la víctima resulta
útil” y esta “demuestra clara intención de cooperar” en el proceso (Directiva de la UE re
lativa a un permiso de residencia de corta duración a las víctimas de la ayuda de inmigra
ción ilegal o de la trata de seres humanos que cooperen con las autoridades competentes.
Bruselas, 11 de febrero de 2002).
La detención se puede dar en dos casos: por mandato judicial y por flagrante delito,
lo cual ocurre al momento de la comisión de un delito, o cuando la persona esta huyendo
o cuando existan suficientes evidencias que fue él quien perpetró el delito. La detención,
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Las demás libertades no están sujetas a ningún tipo de restricción, por lo tanto, la re
dacción de este artículo debió centrarse solo en la libertad de tránsito y no generalizarla.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjf La libertad personal no es solo un derecho fundamental reconocido, sino un valor superior
del ordenam iento jurídico: STC Exp. N° 02029-2005-PHC/TC (f. j. 5).
B IB L IO G R A F ÍA
390
Artículo 2 P rohibición de im p on er p risión p o r deudas
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertad y a la seguridadpersonales. En consecuencia:
(...)
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts. 2 ines. 24.a), 24.f), 24.b), 6,200 inc. 1); C.P.Ct: arts. 4,25 inc. 9); C.C.: arts.
472 y ss.; C.P.C.: arts. 560 y ss.; C.P.: arts. 149,419; C.N.A.: arts. 92 y ss.; D.U.D.H.:
arts. 3,9; P.LD.C.P.: art. 11; C.A.D.H.: art. 7.7
II. Problemática
Al respecto se presentan tres temas:
(1) ALEXY, Robert. Teoría de los Derechos Fundamentales. Palestra Editores, Lima, pp. 95-105.
(2) Material extraído de <http://www.congreso.gob.pe/ntley/ConstitucionP.htm>. En la que figuran todas las
Constituciones peruanas.
391
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
a) Se trata de un acto que bajo ninguna circunstancia podrá ser considerado por la
ley como un supuesto que habilite la detención de una persona. Salvo que dicha
restricción se origine en un mandato judicial por incumplimiento de deberes
alimentarios.
b) La doctrina jurisprudencial debate con respecto a considerar o no como una vio
lación a la norma constitucional que imposibilita acceder a beneficios penitencia
rios de semilibertad y liberación condicional contemplados en el artículo 48 de
Código de Ejecución Penal cuando se establece dentro de los requisitos para
su acceso, no haber cumplido con el pago de la reparación civil.
c) Cuando el Código Penal en sus artículos 57, 58, 59, 60, 61 establece la revoca
toria de la Prisión suspendida bajo reglas de conducta, entre ellas el pago de la
reparación civil por prisión efectiva, por el incumplimiento de esta.
Luis Miguel Reyna Alfaro considera inexacto que el actual delito de omisión a la asis
tencia familiar sea la excepción a la qué se refiere el legislador en el artículo 2.24 literal
c) de la Constitución Política, sosteniendo que en ese sentido, conviene recordar las ideas
expuestas por el catedrático español Juan José González Cussac, en el sentido de que re
sulta errada la consideración del delito de impago de prestaciones económicas como mera
criminalización de deudas (es lo que se castiga por el art. 149 del CP). Entonces lo que se
(3) URQUIZO OLAECHEA, José. Código Penal. Tomo I, Idemsa, Lima, 2011, pp. 448-449.
(4) SALINAS SICCHA, Ramiro. Derecho Penal. Parte Especial. Volumen 1,4a edición, Grijley, Lima, 2010,
p. 428.
(5) SERRANO GÓMEZ, Alfonso. Derecho Penal. Parte Especial. 9a edición, Dykinson, Madrid, 2004, p. 328.
392
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(6) REYNAALFARO, Luis Miguel. La Constitución Comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, pp. 247-253.
(7) Sentencia del Tribunal Constitucional (Exp. N° 1316-99-HC/TC), del 29 de marzo de 2000 y publicada el
29 de mayo de 2000.
(8) PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Las consecuencias jurídicas del delito en el Perú. Gaceta Jurídica,
Lima, 2000, pp. 275 a la 296.
(9) ALASTUEY DOBÓN, Carmen. La responsabilidad civil y las costas procesales. Editorial Tirant lo
Blanch, Madrid, 2005, pp. 466-469.
(10) GRACIA MARTIN, Luis. Tratado de consecuencias jurídicas del delito.Tirmt lo Blanch, Madrid, 2006,
pp. 466 a la 471.
393
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
394
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
En ese sentido el artículo 59 del Código Penal, establece que frente al incumplimien
to de dichas reglas de conducta impuestas, el juez, podrá, según sea el caso y conforme
a sus atribuciones: a) amonestar al infractor, b) Prorrogar el periodo de suspensión hasta
la mitad del plazo inicialmente fijado, en ningún caso, la prorroga podrá exceder de tres
años y c) revocar la suspensión de la pena.
En conclusión, cuando no se cumple con la regla de conducta del inciso 4 del artícu
lo 59 del Código Penal, estamos frente a una regla penal, no civil, por estar presente en el
Código Penal y por cuyo motivo se suspende la ejecución de la pena, por lo que si sien
do solvente no se abonan, producirá la revocatoria de la suspensión de la ejecución de la
pena privativa por la efectiva. En igual sentido para lograr los beneficios penitenciarios.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
B IB L IO G R A F ÍA
ALASTUEY DOBÓN, Carmen. La responsabilidad civil y las costas procesales: Editorial Tirant lo
Blanch, Madrid, 2005; ALEXY, Robert. -Teoría de los Derechos Fundamentales. Palestra Editores,
Lima; ARANA, Small. Manual de Derecho Penitenciario. Editorial Idemsa; GRACIA MARTIN, Luis.
Tratado de consecuenciasjurídicas del delito.Tixsnt lo Blanch, Madrid, 2006; HUGO VIZCARDO,
Sigfredo. Derecho Penitenciario. Pro Derecho Instituto de Investigaciones Jurídicas, Lima, 2006;
PRADO SALD ARRIA GA, Víctor. Las consecuenciasjurídicas del delito en el Perú. Gaceta Jurídica,
Lima, 2000; REYNA ALFARO, Luis Miguel. La Constitución Comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica,
Lima; SALINAS SICCHA, Ramiro. Derecho Penal. Parte Especial. Volumen 1,4a edición, Grijley,
Lima, 2010; URQUIZO OLAECHEA, José. Código Penal. Tomo I, Idemsa, Lima, 2011.
396
t
Artículo 2 P rin cip io de legalidad en m ateria penal
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertady a la seguridadpersonales. En consecuencia:
(...)
d) Nadie será procesado ni condenado por acto u omisión que
al tiempo de cometerse no esté previamente calificado en
la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción
punible; ni sancionado con pena no prevista en la ley.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 103, 139 ines. 9), 11), 200 inc. 1); C.P.Ct: arts. 4, 25; C E : arts. D, VI, 6,
46; C.N.A.: art. 189; D.U.D.H.: arts. 3,11.2; RI.D.C.E: art. 15.1; C.A.D.H.: art. 9
I. Generalidades
En un Estado Constitucional de derecho, los derechos fundamentales y la dignidad
de la persona humana son fundamento y fin de todas las instituciones jurídico-políticas(1).
Por ello, la Constitución, en su artículo 1, consagra que: “La defensa de la persona huma
na y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”. Esto sig
nifica, que la constitución, como norma jurídica y norma suprema, consagra la exigen
cia que la cultura de los pueblos y los derechos universales de la humanidad deben estar
orientados a la salvaguarda de la dignidad y la libertad. De ahí el mandato constitucional
que la restricción de los derechos fundamentales solo se realicen mediante normas posi-
tivas(2), y que se repudie un Derecho Penal cruel que no respeta la dignidad del hombre(3).
(1 ) La importancia del Estado constitucional de derecho se observa en la afirm ación del profesor español
D ÍA Z, E lias, quien sostiene: “(••■) es tan importante, tan decisivo, tener un D erecho, una Constitución y
unas ley es que protejan y realicen tales valores, libertades y derechos fundam entales. V ide D ÍA Z, Elias.
Curso de Filosofía del Derecho. Editorial M arcial Pons, M adrid-Barcelona, 1998, p. 25.
(2) En el Estado C onstitucional de D erecho, el im perio de la ley se convierte en im perio de la Constitución,
por ser esta norma jurídica fundam ental y suprema del ordenam iento jurídico. A l respecto política Cff.
H Á BE R LE , Peter. El Estado constitucional. Traducción de H éctor Fix-Fierro, Lim a, 2003, p. 3, “se
caracteriza por la dignidad hum ana com o prem isa antropológico-cultural, por la soberanía popular y
división de poderes, por los derechos fundam entales y la tolerancia por la pluralidad de los partidos y la
independencia de los tribunales (...). E sto se d eb e a q u e su C onstitución, entendida com o orden jurídico
fundam ental del Estado y de la sociedad, p osee una valid ez jurídica formal de naturaleza superior”. Las
negritas son nuestras. Tam bién, en esa línea, C A R M O N A C U EVA, Encam ación. El Estado social de
Derecho en la Constitución. C onsejo E conóm ico S ocial [Departamento de publicaciones], Madrid, 2 0 00,
p. 93. También, sobre la im portancia de la C onstitución V ide ÁLV ARES C O N D E . Curso de Derecho
Constitucional. V olum en I, 3a ed ición, Tecnos, Madrid, 1999, p. 153 y ss.
(3 ) G IM BER N A T O R D E IG , Enrique. “¿Tiene un futuro la dogm ática jurídico-penal?”. En: Estudios de
Derecho Penal. 3a ed ición , Tecnos, Madrid, p. 145.
397
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(4) A l respecto v é a se R O X IN , Claus. Derecho P en a l/P a rte General. Tom o I (Fundam entos. La estructura
de la teoría del delito), traducción y notas de D ie g o M anuel L uzón Peña / M igu el D íaz y García C onlledo
/ Javier D e V icente R em esal, Ia ed ición, M adrid, 1997, 5/2, p. 137. E n ese m ism o sentido C O BO DEL
R O SA L , M anuel y V IV E S A N T Ó N , Tom ás. Comentarios al Código Penal español. D irigido por COBO
D E L R O SA L , M anuel, Madrid, 1999, p. 25, refiriéndose al principio de legalidad señalan que es: “(...) una
auténtica garantía de m últiples proyecciones, pues afecta al propio legislador, al ciudadano, al justiciable y,
m uy especialm ente, al Poder Judicial, a mantener, en fin, unas paredes m uy significadas de la Constitución”.
(5) A sí, H EN K EL, H einrich. Introducción a la Filosofía del Derecho. Traducción de G IM B E R N A T O R D E IG ,
Madrid, 1968, p. 546, sostiene: “la seguridad jurídica, y por ende la ley, se opone a la incertidumbre, al azar,
a la arbitrariedad y al desamparo frente a una situación de regulación” .
(6) A cerca de las am enazas a la libertad que se presentan en el Estado de policía, v id e B O D E N H EIM ER ,
Edgar. Teoría del Derecho. Traducción de V icen te Herrero, M éxico, 1963, p. 3 27. Cfr. R EA LE, M iguel.
Fundamentos del Derecho. Traducción de la 2 a ed ición brasileña por Julio O. Chiappini, editorial Depalm a,
B uenos A ires, 1976, p. 2 1 4 y ss.
(7) V id e C A V E R O L A T A IL LA D E , Iñigo / Z A M O R A R O D R ÍG U E Z , Tom ás. Introducción al Derecho
Constitucional. Editorial U niversitas, M adrid, 1996, p. 145.
(8) A sí sobre estas m anifestaciones el Tribunal Constitucional ha sostenido en el Exp. N ° 1805-2005-H C /T C (fj.
N ° 27): “C onform e lo ha sostenido en reiteradas oportunidades este Tribunal, “ [E ]l principio de legalidad
ex ig e que por le y se establezcan los delitos y que las conductas prohibidas estén claram ente delimitadas
previam ente por la ley. C om o tal, garantiza la prohibición de la aplicación retroactiva de la le y penal ( lex
praevia ), la prohibición de la aplicación d e otro derecho que no sea el escrito ( lex scripta), la prohibición
de la analogía ( lex stricta ) y de cláusulas legales indeterminadas ( lex certa).
(9) Sobre lo s fundam entos o características del Estado dem ocrático de D erecho y su relación con la ley, la
seguridad jurídica y las libertades, vid e R A M ÍR EZ C A R D O N A , Alejandro. E l estado de la justicia (Más
allá del Estado de Derecho), Temis, Santa F e de B ogotá, 1996, p. 182 y ss.
398
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LAPERSONA ART. 2, INC. 24)
Es por esta razón que en un Estádo de Derecho se debe salvaguardar el reinado del
principio de legalidad. Su vigencia es irrenunciable y su violación injustificable00^ por
que esta institución jurídica -desde que fue introducida al Derecho Penal por Feuerbach00
hasta la actualidad- representa la plataforma más sólida de todo el andamiaje de garantías
que el ciudadano tiene frente al Estado. La vigencia del principio de legalidad es sinóni
mo de cristalización material del parágrafo 1 de la Carta Jurídico-Política, pues permite la
ampliación y desarrollo de los ámbitos de libertad del ciudadano y, por lo tanto, del desa
rrollo pleno de sus potencialidades humanas. Por el contrario, la violación, cualquier fisu
ra o relajamiento del principio de legalidad implica el directo e inmediato aniquilamien
to de las garantías penales y constitucionales de los ciudadanos, así como de los mismos
fundamentos del Estado de Derecho00.
Como se ha señalado, líneas arriba, el principio de legalidad pertenece a todo el or
denamiento jurídico del sistema romano-germánico. Es decir, a diferencia de lo que ocu
rre en el sistema anglosajón (donde la tradición jurídica y la Jurisprudencia son las que
prevalecen)(13), dentro del mundo jurídico eurocontinental la ley es la principal fuente de
399
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(1 4 ) D eb em o s precisar que nosotros no n egam os que la jurisprudencia, la costum bre, lo s p rincipios generales
y la doctrina son fu en tes d el D ere ch o P enal. L o que afirm am os es que estas fu en tes aludidas no obligan
al leg isla d o r a crear d elito s y p en as, al ju e z a condenar o absolver a una p ersona y al ciudadano a adecuar
su conducta. E n e l D erech o P enal la jurisprudencia, lo s p rincipios gen erales, e l derecho consuetudinario
y la doctrina sirven co m o co m p lem en to d el desarrollo integrador d el D ere ch o , o sea, com o m ecan ism os
que ayudan a precisar co n cep to s, siem pre y cuando no perjudiquen a lo s ciu d ad anos. A l resp ecto v é a se
in e x ten so C A ST IL L O A LV A , José L u is. Principios de Derecho Penal. Parte general. L im a, 2 0 0 2 ,
p. 24.
(1 5 ) Según M IR PU IG , Santiago. Derecho Penal. Parte General. 6a ed., Barcelona, 2002, p. 110: “L os antecedentes
anteriores a la ilustración que pueden m encionarse -principalm ente la Magna Charta Libertatum inglesa
de Juan Sin Tierra, de 1 2 1 5 ,y l a Constitutio Criminalis Carolina germ ánica, de 1 5 3 2 - no p oseen el sentido
m oderno del principio de legalidad. A sí, la Carta Magna inglesa no exclu ía la costum bre y, al parecer,
tenía significado de garantía procesal y la Carolina no prohibía la analogía contra e l reo. (...) Solo a partir
de la id eología liberal im pulsada por esta y consagrada políticam ente sobre todo a partir de la R evolución
Francesa, se concibe com o lim itación del poder punitivo del Estado dotada d el sentido de garantía para la
libertad d el ciudadano. Solo desde entonces, citando a M EZG ER sostiene M IR , e l principio nullum crimen,
nullapoena sine lege es un Palladium de la libertad ciudadana”.
400
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Desde una óptica literal, podemos decir que el artículo 2, inciso 24, literal “d” de la
Constitución consagra, tanto el principio de legalidad del Derecho Penal material, como
también, el principio de legalidad del Derecho Procesal Penal. El primero, se manifies
ta a través de la exigencia de que ningún ciudadano puede ser condenado por cualquier
tipo de comportamientos (comisivos u omisivos), sino única y exclusivamente por aque
llos que están catalogados como delitos en una ley previa, la cual debe estar vigente en el
momento que se realiza el comportamiento. El segundo, se expresa mediante la imposi
bilidad formal y material de que: 1) el Estado someta a los ciudadanos a un proceso pe
nal cuando la conducta desplegada no es calificada como delito, pues resultaría ilógico y,
lo que es peor, se traería abajo el principio de legalidad sustancial (y por lo tanto, todas
las garantías que dicha institución implica) si se permite al Estado que, arbitrariamente,
realice un proceso penal contra los ciudadanos pese a que sus conductas no se encuentran
prohibidas por el Derecho Penal; 2) que habiéndose cometido un delito y después de ini
ciado el proceso penal se cambian las reglas de juego, volviéndolas más duras. En con
clusión, debemos señalar -e n este primer punto de análisis de la perspectiva constitucio
nal que tiene el principio de legalidad- que este quedará resquebrajado o dejará de tener
(1 6 ) Sostiene el Tribunal C onstitucional que e l Principio de legalidad no solo se lim ita en ser principio, sino
también es un D erecho subjetivo constitucional, así en el Exp. N ° 2758-2004-H C /T C : “3. Este Tribunal
• considera que el principio de legalidad penal se configura com o un principio, pero también com o un
derecho subjetivo constitucional de todos los ciudadanos. Com o principio constitucional, informa y limita
los m árgenes de actuación de los que dispone el Poder Legislativo al m om ento de determinar cuáles son
las conductas prohibidas, así com o sus respectivas sanciones. En tanto que, en su dim ensión de derecho
subjetivo constitucional, garantiza a toda persona som etida a un proceso o procedim iento sancionatorio
que lo prohibido se encuentre previsto en una norma previa, estricta y escrita, y también que la sanción se
encuentre contem plada previam ente en una norma jurídica”.
(1 7 ) Sobre los antecedentes m ás inm ediatos de la regulación del principio de legalidad a n ivel constitucional
se pueden citar a la C onstitución de 1979, la cual en su artículo 2, in ciso “d” establece que: “N adie será
procesado n i condenado por acto u om isión que al tiem po de com eterse no esté previam ente calificado en
la ley de manera expresa e inequívoca com o infracción punible, ni sancionado con pena no prevista en la
le y ”. A sim ism o, la C onstitución del Perú de 1933 en su artículo 57 establece que: “N ad ie será condenado
por acto u om isión que al tiem po de com eterse no estén calificados en la ley de manera expresa e inequívoca
com o infracciones punibles, ni juzgado sino por los tribunales que las leyes establezcan. Carece de valor
toda declaración obtenida por la vio len cia”.
401
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
vigencia cuando: a) se sanciona a los ciudadanos sin que su conducta o la sanción penal
correspondiente se encuentren establecidos en una ley previa que esté vigente en el mo
mento de la realización del comportamiento; b) se somete a los ciudadanos a un proceso
penal sin que su comportamiento constituya delito alguno; c) se cambian, en forma arbi
traria, las reglas de juego que rigen el debido proceso.
“45. El principio de legalidad exige no solo que por ley se establezcan los delitos,
sino también que las conductas prohibidas estén claramente delimitadas en la
ley. Esto es lo que se conoce como el mandato de determinación, que prohíbe la
promulgación de leyes penales indeterminadas, y constituye una exigencia ex
presa en nuestro texto constitucional al requerir el literal ‘d’ del inciso 24) del
artículo 2 de la Constitución que la tipificación previa de la ilicitud penal sea
‘expresa e inequívoca’ (Lex certa).
46. El principio de determinación del supuesto de hecho previsto en la Ley es una
prescripción dirigida al legislador para que este dote de significado unívoco y
preciso al tipo penal, de tal forma que la actividad de subsunción del hecho en
la norma sea verificable con relativa certidumbre.
(18) Así también el Tribunal Constitucional: “6. El principio de legalidad penal, reconocido en el artículo segundo,
inciso 24, literal “d”, de la Constitución, comporta, entre otras garantías, que las conductas prohibidas se
encuentren claramente determinadas en la ley. Es lo que se denomina la exigencia de la garantía de la lex
c e r ta ’’. Exp. N° 2468-2004-HC/TC.
(19) Vide HENKEL, Heinrich. Introdu cción a la F ilo so fía d e l D erech o. Traducción de Gimbemat Ordeig,
Madrid, 1968, p. 548.
402
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2» INC. 24)
403
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
que la experiencia de los jueces se puede imponer en esos casos por encima del deber de
legislar, no debemos olvidar que la experiencia de los jueces puede ser buena o no, pero
no se puede caer en creencias o voluntarismos, por ello debe imponerse la ley adornada
con la certeza y proveedora de seguridad. Paralelamente, es un despropósito que el legis
lador abdique a favor del imperio de los jueces y de su jurisprudencia.
“(•••).
32. Ahora bien, es bastante frecuente la confusión que existe entre el principio de
legalidad y el de reserva de ley.
Se debe partir de señalar que no existe identidad entre ellos. Así, mientras que el
principio de legalidad, en sentido general, se entiende como la subordinación de
todos los poderes públicos a leyes generales y abstractas que disciplinan su forma de
ejercicio y cuya observancia se halla sometida a un control de legitimidad por jueces
independientes; la reserva de ley, por el contrario, implica una determinación cons
titucional que impone la regulación, solo por ley, de ciertas materias.
Así, ‘mientras el Principio de legalidad supone una subordinación del Ejecutivo al
Legislativo, la Reserva no solo es eso sino que el Ejecutivo no puede entrar, a través
de sus disposiciones generales, en lo materialmente reservado por la Constitución al
Legislativo. De ahí que se afirme la necesidad de la Reserva, ya que su papel no se
cubre con el principio de legalidad, en cuanto es solo límite, mientras que la reserva
implica exigencia reguladora’.
(20) En ese sentido, vide SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. “El principio de legalidad en el Estado Democrático
de Derecho”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. N ° 14, Idemsa, Lima, 2004, p. 490.
(21) En tomo al principio de reserva de la ley véase JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob.
cit., Cap. 3, 15/IV, p. 14?. ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. “Principio de reserva de la ley penal versus
autoritarismo estatal”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. W 13, Lima, 2003, p. 199yss. SALAZAR
SÁNCHEZ, Nelson. “El principio de legalidad en el Estado Democrático de Derecho”. En: Revista Peruana
de Ciencias Penales. N° 14, Idemsa, Lima, 2004, p. 489 y ss.
(22) En ese sentido, vide SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. “El principio de legalidad en el Estado democrático
de derecho”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. N° 14, Idemsa, Lima, 2004, p. 491. Este autor,
correctamente, señala: “el principio de reserva de la ley consagra la exigencia impostergable de que -según
los presupuestos y principios democráticos y constitucionales- la única norma que puede y debe crear
delitos y penas es la ley ordinaria, pues solo esta norma jurídica está legitimada formal y materialmente
para restringir los ámbitos de libertad de los ciudadanos, ya que es compatible con los fundamentos del
Estado Constitucional de Derecho”.
404
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
405
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la elaboración de leyes que crean delitos y penas se debe a que a través de él se expresa
en mejor forma la voluntad del pueblo(25) y del Estado. Lo afirmado se fundamenta en vir
tud a que es el Poder Legislativo la institución más idónea por medio de la cual se cana
lizan políticamente los valores de la sociedad, lográndose de esta manera que la voluntad
del Estado sea auténtica manifestación de la voluntad de la sociedad.
Por otro lado, haciendo una interpretación ideológica del artículo 2, inciso 24, lite
ral “d” de la Constitución, se concluye, que para crear delitos y penas no es suficiente con
que dichas normas sean emitidas por el Congreso de la República siguiendo los mecanis
mos que establece la Constitución, sino que, además, es imprescindible que dichos pre
ceptos tengan fuerza activa y pasiva. Es decir, por un lado, deben poseer la capacidad para
derogar a otras normas jurídicas de igual o menor rango y, por otro, tengan la suficiente
capacidad para no ser derogadas por normas jurídicas de menor jerarquía. Esta exigen
cia constitucional, de indiscutible cumplimiento - y que se conoce como principio de je
rarquía normativa- se encuentra consagrada en el artículo 51 de la Constitución, el cual
establece que la norma constitucional prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las
normas de inferior jerarquía y así sucesivamente. Por lo tanto, lo sancionado por la nor
ma constitucional excluye la posibilidad de que otras normas jurídicas que tienen rango
de Ley (v. gr. las resoluciones legislativas, los decretos leyes, los decretos de urgencia,
las resoluciones ministeriales, las ordenanzas municipales, los edictos municipales, etc.)
puedan crear delito y penas.
en todo ordenamiento jurídico rige el principio de que dos normas incompatibles pueden ser válidas al
mismo tiempo (así como en un sistema científico dos proposiciones contradictorias no pueden ser válidas).
El problema de la validez jurídica presupone que se hayan dado respuesta a la pregunta: ¿qué se entiende
por derecho? Se trata de, queriendo adoptar una terminología familiar entre los filósofos del derecho, del
problema ontológico del derecho”.
(25) Vide GOLDSCHMIDT, Wemer. La ciencia de justicia. 2a edición, Buenos Aires, 1986; p. 310. Asimismo,
DÍEZ-PICAZO, Luis María. La derogación de las leyes. Madrid, 1990, p. 95. SALAZAR SÁNCHEZ,
Nelson. “El principio de legalidad en el Estado democrático de Derecho”. En: Revista Peruana de Ciencias
Penales. N° 14, Idemsa, Lima, 2004, p. 492.
(26) Al respecto el artículo 104 de la Constitución establece: “El Congreso puede delegar en el Poder Ejecutivo
la facultad de legislar mediante decretos legislativos sobre la materia específica y por el plazo determinado
en la ley autoritativa (...) Los decretos legislativos en cuanto a su promulgación, publicación, vigencia y
efectos se encuentran sujetos a las mismas normas que rigen para la ley”.
406
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
quienes elaboran este tipo de normas jurídicas no representan a la Nación(27) (por ejemplo,
el Consejo de Ministros) y, por otro, no son objeto de un debate público que sí se da en el
Parlamento. En consecuencia, están imposibilitados de dar normas jurídicas que restrin
gen derechos fundamentales.
Desde un punto de vista de lege lata -y haciendo solo una interpretación gramatical
del texto constitucional- se puede caer en el error de afirmar que en el ordenamiento jurí
dico peruano se encuentra permitida la creación de delitos y penas a través de los decre
tos legislativos, lo cual es inaceptable. Pues, haciendo una interpretación teleológica dé la
Constitución -compatible con el respeto a las libertades individuales y los fundamentos
democráticos que emanan del Estado de Derecho- sostenemos que los procesos de incri
minación y descriminalización únicamente son posibles mediante leyes ordinarias. Más
aún, desde la perspectiva de lege ferenda, afirmamos que las normas jurídicas que restrin
gen derechos fundamentales de los ciudadanos (v. gr. la libertad, el patrimonio, etc.) de
ben tener el carácter de ley orgánica(28), pues resulta incomprensible y fuera de toda lógi
ca que, por un lado, la Constitución en su artículo 1 señale que: “la defensa de la persona
humana y el respeto de su dignidad es el fin supremo de la sociedad y del Estado” y, por
otro, no solamente desproteja las libertades de sus ciudadanos, sino lo que es peor, atente
contra sus bienes jurídicos básicos mediante la creación de delitos y penas con leyes or
dinarias o decretos legislativos(29).
(27) En lo que se refiere al Presidente de la República se debe dejar en claro que, si bien es cierto la Carta Magna
en su artículo 110 establece que el Presidente de la República personifica a la Nación, este no representa
al pueblo para efectos de dar leyes que restrinjan los ámbitos de libertad, pues para tal fin se encuentra el
Poder Legislativo.
(28) Sostenemos que las leyes que crean delitos y penas deben seguir el procedimiento diseñado para las leyes
orgánicas, por cuanto estas últimas necesitan de un mayor consenso por parte de los parlamentarios, lo cual
permite que la aprobación de estas normas (que restringen los derechos fundamentales), se dé después de
un riguroso debate, que desde el punto de vista material, tiene mayor legitimidad social en virtud a que son
expresión auténtica de la voluntad popular.
(29) La historia ha demostrado la tendencia de la utilización del Derecho Penal e incluso llegar al “terror penal”.
A fin de salvaguardar esa tentación es preferible mantener el principio que la ley emana del pueblo, que
la ley debe ser deliberada públicamente y que los representantes del pueblo asuman su responsabilidad en
el dictado de leyes penales.
407
t
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(v. g r.. las medidas de seguridad) que se imponen a los sujetos que -sin tener capacidad de
culpabilidad- lesionan o ponen en riesgo bienes jurídicos tutelados por el Derecho Penal.
El simple hecho que la Constitución no precise, en forma detallada, el alcance del princi
pio de legalidad a las medidas de seguridad no significa que estas quedan fuera de su ám
bito de aplicación. Por el contrario, dichos mecanismos de control social se encuentran
dentro del radio de acción del principio objeto de comentario, pues la Carta Magna correc
tamente ha optado por utilizar el concepto “infracción” -que es de carácter general-, con
lo cual subsume a las penas y medidas de seguridad que son de carácter especial. Asimis
mo, la Constitución no tiene por qué ser un reglamento o catálogo de prohibiciones y per
misiones, pues esto atentaría contra su propia esencia, por el contrario, la Carta Política -
como suprema norma jurídica y política de un país, que se caracteriza por ser la directriz
o faro orientador de todo el ordenamiento jurídico- solamente consagra principios o va
lores supremos de la sociedad y del Estado, por ejemplo, el principio de legalidad cuan
do utiliza el término infracción. Exigir que la Constitución describa en forma detallada lo
que regulan los otros cuerpos normativos de menor jerarquía (por ejemplo, en materia ci
vil, penal, tributaria, etc.) sería atentar contra su esencia programática.
Sabiendo que es el parlamento el único ente facultado para llevar adelante los procesos
de incriminación y despenalización queda por analizar el procedimiento que se sigue en la
elaboración de las leyes que restringen derechos fundamentales de los ciudadanos. Así, el
principio de reserva de la ley exige que tales preceptos discurran por el sendero que seña
lan la Constitución y las leyes (v. gr. el Reglamento del Congreso)(30). Al respecto la Carta
Política del Perú jen sus artículos 107, 108 y 109 estipula que dichas normas jurídicas tie
nen que ser aprobadas por más de la mitad del número legal de miembros del Congreso,
después de pasar por las fases de: a) iniciativa legislativa(31), b) estudio en comisiones(32) y
(30) Sobre el carácter formal y material de las leyes ordinarias que restringen derechos fundamentales, véase
ampliamente el Reglamento del Congreso, cuerpo de leyes que en su artículo 72 señala: “mediante el
procedimiento legislativo se persigue aprobar leyes de carácter general y resoluciones legislativas, las
mismas que pueden ser: a) Leyes ordinarias, b) Leyes de reforma de la Constitución, c) Leyes orgánicas
(...)”. Asimismo, el artículo 73 del mismo cuerpo de leyes señala las etapas del procedimiento legislativo en
los términos siguientes: “El procedimiento legislativo se desarrolla por lo menos en las siguientes etapas:
a) iniciativa legislativa, b) estudio de comisiones, c) debate en el pleno y d) aprobación y promulgación”.
(31) El artículo 107 de la Constitución señala que tienen iniciativa legislativa el Presidente de la República y los
congresistas. Asimismo, precisa que también tienen el mismo derecho en las materias que le son propias, los
otros poderes del Estado, las instituciones públicas autónomas, los municipios y los colegios profesionales. El
mismo precepto establece que este derecho se hace extensivo a los ciudadanos de acuerdo a ley. A sim ismo,
el artículo 104 del Reglamento del Congreso estipula que se entiende por iniciativa legislativa: “al derecho
y la capacidad que tienen los ciudadanos y las instituciones señaladas por la Constitución Política para
presentar proposiciones de ley ante el Congreso”, siempre que estas proposiciones cumplan con tener
los siguientes requisitos: “exposición de motivos, el análisis del costo beneficio de la futura norma legal
y, de ser el caso, la fórmula legal respectiva que estará dividida en títulos, capítulos, secciones y artículos”.
(Cfr. art. 75 del mismo cuerpo de leyes).
(32) Sobre la forma como se realiza el estudio en las comisiones Cfr. in extenso el artículo 77 del Reglamento
del Congreso, en cuyo contenido se señala lo siguiente: “Recibida la proposición de ley o resolución
legislativa, el Oficial Mayor le envía a una Comisión para su estudio y dictamen, previa consulta con un
miembro de la Mesa directiva. El estudio en las comisiones tiene un plazo máximo de treinta días útiles
para expedir el dictamen respectivo cualquier otra Comisión podrá solicitar estudiar el tema (...)”.
408
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
409
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
veces más duras que las penas) no solamente protegen los derechos fundamentales y las
libertades públicas, sino, sobre todo, las limitan. De todo lo dicho se colige que la vigen
cia del principio de legalidad, consagrado en la Constitución, se extiende también al De
recho Administrativo.
Bajo esa línea ha sostenido también el Tribunal Constitucional:
“3. Que, en esa perspectiva, este Tribunal ha de recordar que la prohibición constitu
cional de no ser procesado ni condenado por acto u omisión que al tiempo de come
terse no esté previamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como
infracción punible, así como la prohibición de inaplicabilidad por analogía de la ley
penal y de las normas que restrinjan derechos, reconocidos en el literal ‘d’ del inciso
24) del artículo 2 y en el inciso 9) del artículo 139 de la Constitución, respectivamen
te; no constituyen garantías procesales constitucionalmente reconocidas que puedan
resultar aplicables únicamente en el ámbito de los procesos de naturaleza penal, sino
que, por extensión, constituyen también garantías que deben observarse en el ámbito
de un procedimiento administrativo disciplinario y, en general, de todo procedimiento
de orden administrativo -público o privado- qüe se pueda articular contra una persona”
(Exp. N° 274-99-AA/TC).
“ 8 . (...).
“ (•••)•
(33) Ratifica esta perspectiva en los Exps. N°s 2192-2004-AA /TC (f. j. 4); 3954-2006-PA/TC (f. j. 34 y ss.).
410
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(34) Así ROXIN, Claus. Derecho Penal. 5/11, p. 144, para quien el fundamento jurídico-político puede
descomponerse en dos bases como son el liberalismo político y la democracia y la división de poderes;
asimismo, el fundamento jurídico penal se bifurca en la prevención general y en el principio de culpabilidad.
(35) De este modo, MAURACH-ZIPF. Derecho Penal. Tomo I, p. 154, al considerar al Estado de Derecho
como fundamento constitucional de la pena y de la ley penal. También GARCÍA-PABLOS DE MOLINA,
Antonio. Derecho Penal I Introducción, p. 239, siguiendo a la sentencia 133/87yala jurisprudencia reiterada
del Tribunal Constitucional español. En esta línea puede ubicarse a MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal.
4/5, p. 75, quien deriva directamente el principio de legalidad del Estado de Derecho.
411
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. Fundamento político-constitucional
El fundamento político constitucional del principio de legalidad se encuentra ligado
a la división de poderes y a la democracia. La división de poderes, en el Estado constitu
cional, significa que la organización y funciones del Estado se encuentran a cargo de de
terminados órganos o instituciones constitucionales, los cuales hacen posible y mantienen
el equilibrio entre la actividad política del Estado y el desarrollo de los derechos funda
mentales y las libertades públicas(36). De esta división de funciones, surge la exigencia de
encargar al órgano legislativo la formulación de leyes.
El principio de división de poderes y con ello, la emisión de leyes por el órgano le
gislativo, representa el argumento que ejerce el mayor peso histórico en la vigencia del
principio de legalidad. Se dice que para que las normas jurídicas sean legítimas deben
emanar y ser expresión de la voluntad popular(37). No pueden provenir de un tirano, dic
tador o reyezuelo. Solo el pueblo tiene la soberanía estatal y puede delegar al Parlamen
to la emisión de leyes.
El depositario de la voluntad popular es el parlamento, cuyos representantes son ele
gidos libremente por el pueblo. Por ello, solo el parlamento está legitimado para dictar le
yes. Ningún otro poder del Estado puede asumir dicha potestad, pues de hacerlo estaría
usurpando funciones que no le competen. Esto se debe a que el pensamiento filosófico,
propio de la Revolución Francesa(38), que confrontó a la sociedad civil y al poder absoluto,
llevó a concluir en la necesidad de que el Poder legislativo sea el que emita las leyes para
evitar que los jueces no instituyan las leyes(39). Es decir, el imperio de la ley es expresión
(36) Al respecto vide CAVERO LATAILLADE, Iñigo y ZAMORA RODRÍGUEZ, Tomás. Introducción al
Derecho Constitucional. Universitas, Madrid, 1996, p. 147. “La división de funciones del poder político
es una técnica de frenos y contra pesos, por lo que debe interpretarse como la existencia de tres tareas
o funciones estatales distintas encomendadas a tres órganos diferentes, pero que colaboran entre sí y al
mismo tiempo se limitan recíprocamente”.
(37) En ese sentido, Cfr. PÉREZ LUÑO, Antonio Enrique. La seguridad jurídica. 2a edición, Ariel, Barcelona,
1994, pp. 68 y 69. Este autor señala: “La libertad política, cifrada en la dependencia de la ley de la voluntad
popular, y el pluralismo se expresan, en una democracia representativa como la definida en nuestro sistema
constitucional, a través de los partidos políticos, según lo dispone el artículo 6 de la Constitución, por lo
que admitir la exención de obligatoriedad de las minorías a lo aprobado por la mayoría sería abrir el camino
a la unidad de la representación y con ello a la unidad del Estado”.
(38) Como ya se ha señalado anteriormente el principio de legalidad surge a fines del siglo XVIII. Así, por
ejemplo, RODRÍGUEZ MORULLO, Gonzalo. Comentarios al Código Penal. (Dirigido por Cobo del
Rosal), Madrid, 1999, Tomo I, p. 129, sostiene que “el nacimiento del principio de legalidad tiene su
substrato en las ideas de finales del siglo XVIII que buscaron garantizar los derechos de los ciudadanos a
través de la ley, como un medio de eliminar el arbitrio judicial que imperaba en el Antiguo Régimen” . En
ese mismo sentido, aunque con ciertos matices, ROX1N, Claus. Ob. cit., p. 142, señala que: “no estaba en
primer plano el deseo de proteger al ciudadano de la arbitrariedad del Estado, sino que ese quería darles
a los gobernantes del absolutismo ilustrado la posibilidad de imponer su voluntad del modo más amplio
posible frente a los jueces; y para ello eran necesarios regulaciones en forma de leyes exactas”.
(39) JAKOBS, Günther. Derecho Penal, p. 81. En palabras de Jakobs: “Una forma ideal de ley determinada
en cuya aplicación el juez tuviera la mera función, el sentido de Montesquieu, de bouche quiprononce les
palores de la loi no conduce -com o ya señalaba Montesquieu- a la división de poderes, sino a la completa
subordinación del poder judicial al legislativo
412
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
El fundamento político del principio de legalidad tiene, pues, dos aspectos principa
les: uno de ellos refiere que solo el legislador puede dictar leyes penales, mientras que el
otro destaca que las leyes penales no pueden sobrepasar y afectar más allá de lo prudente
los derechos individuales. El resultado de la conjugación de ambos puntos es la “seguri
dad jurídico-penal”. Por esta razón, de no aceptarse el fundamento democrático del prin
cipio de legalidad y su asiento en el principio de división de poderes, se estaría admitien
do de manera implícita que las leyes, y en especial las de carácter penal, pueden tener un
origen autoritario o ser impuestas sin ninguna clase de control tanto político como jurídico.
La seguridad jurídica presta una función de garantía a los ciudadanos pues permite,
sino eliminar, sí restringir el ámbito de la discrecionalidad del poderjudicial en el momento
(40) BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Ignacio / ARROYO ZAPATERO, Luis / GARCÍA RIVAS, N icolás.
/ FERRÉ OLIVE, Juan Carlos / SERRANO PIEDECASAS, José Ramón. Lecciones de Derecho Penal.
Parte General. Barcelona, 1999, 2a edición, p. 43 y ss.
(41) Cfr. ROXIN, Claus. Ob. cit., 5/20, p. 145, cuando afirma “La aplicación de la pena constituye una ingerencia
tan dura en la libertad de los ciudadanos que la legitimación para determinar sus presupuestos solo puede
residir en la instancia qüe representa más directamente al pueblo como titular del poder del Estado: el
Parlamento como representación electa del pueblo”.
(42) Cfr. BINDER, Alberto. “Entre la democracia y la exclusión: la lucha por la legalidad en una sociedad
desigual”. En: Revista Brasileña de la Ciencias Penales. Año 8, N°29, enero-marzo de 2000, p. 12 y ss.
(43) Respecto a la función y características de la seguridad jurídica véase HENKEL, Heinrich. Introducción
a la Filosofía del Derecho. Traducción de Gimbemat Ordeig, p. 544; RECASENS SICHES, Luis. Vida
humana, sociedad y Derecho, p. 219 y ss.; LEGAZ y LACAMBRA, Luis. F ilosofa del Derecho, p. 603;
GARCÍA MAYNEZ, Eduardo. Filosofa del Derecho, p. 477.
(44) HENKEL, Heinrich. Introducción a la F ilosofa del Derecho. Traducción de Gimbemat Ordeig. Madrid,
1968, p. 546.
413
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
de la emisión de una sentencia condenatoria. Logra que el ciudadano sepa a qué atener
se, ya sea cuando comete un hecho como cuando lo omite y sepa, además, la naturaleza
(pena o medida de seguridad), clase (pena privativa de libertad, pena restrictiva de dere
chos o días multa) y duración de la sanción. Las consecuencias cuando se emprende una
conducta o cuando se está a punto de ejecutarla se vuelven más calculables. La legalidad
de los delitos y de las penas facilita no solo el conocimiento del contenido de la prohibi
ción, sino también de los límites de la misma. Es fácil ver la derivación del Principio de
taxatividad o determinación de la ley penal de los criterios de seguridad jurídica(45), pues
únicamente las normas claras, sencillas y precisas posibilitan un correcto desarrollo de la
conducta en las relaciones y procesos sociales.
La seguridad jurídica se entiende solo dentro del marco penal. Así, la norma penal,
en cuanto proceso de comunicación, debe crear confianza al sujeto libre en términos ob
jetivos. Es decir, el aspecto psicológico de la confianza del sujeto -lo cual no es compro
bable empíricamente- no tiene que ser resuelto por el Derecho Penal.
(45) Enfatizando en este tópico desde el punto de la filosofía jurídica HENKEL, Heinrich. Introducción a la
Filosofía del Derecho. Traducción de Gimbemat Ordeig, p. 548.
(46) JAKÚBS, Günther. Derecho Penal, p. 81; él mismo; Sociedad, norma y persona en una teoría de un
Derecho Penalfuncional. Traducción de Manuel Cando Meliá, Madrid, 1996, p. 11, “la norma, a su vez,
no es un suceso natural, sino un proceso de comunicación de expresión entre personas”.
(47) En esa línea, HENKEL, Heinrich. Introducción a la Filosofía del Derecho. Traducción de Gimbemat Ordeig,
Madrid, 1968, p. 544, sostiene: “El sujeto quiere saber cómo ha de comportarse según las exigencias del
Derecho en determinadas relaciones sociales o situaciones de la vida, y qué comportamiento puede esperarse
o pretender de los otros; con otras palabras: qué hechos y obligaciones existen para él, y qué consecuencias
jurídicas de su comportamiento se tiene que contar”. GARCÍA MAYNEZ, Eduardo. Filosofía del Derecho.
p. 478, sostiene que la seguridad jurídica tiene un doble aspecto: de orientación y de realización o confianza
en el orden, es decir, “De seguridad de orientación o certeza del orden solo puede hablarse cuando los
destinatarios de las normas de un sistema jurídico tienen un conocimiento adecuado de los contenidos de
tales normas y, por ende, están en condiciones de orientar su conducta de acuerdo con ellas”.
414
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
El efecto preventivo general queda destacado cuando la población puede conocer ra
zonablemente los hechos (injustos) más graves que por la profunda perturbación social que
suponen, los ciudadanos deben abstenerse de realizar o que por su especial situación de
dominio o posición de garantía, deben tratar de impedir realizando la conducta que la nor
ma manda. El precepto jurídico, llamado también supuesto de hecho, constituye el núcleo
de la prohibición que describe el imperativo propio de la norma de conducta y que busca
determinar o motivar a una persona a que actúe de una manera o de otra. Por su parte, la
(48) Según LEGAZ Y LACAMBRA, Luis. Filosofía del Derecho, p. 630, la arbitrariedad como conducta
antijurídica de los órganos del Estado se presenta en cualquiera de estos tres supuestos: “a) por alteración
del procedimiento con arreglo al cual debe ser establecida una norma determinada; b) por desconocimiento
del contenido específico que una norma inferior debe desarrollar por relación a una norma superior; c)
por transgresión de la esfera propia de competencia ejecutiva”. Para RECASENS SICHES, Luis. Vida
humana, sociedad y Derecho, p. 214, la arbitrariedad existe cuando “el poder público, con un mero acto de
fuerza salte por encima de lo que es norma o criterio vigente en un caso concreto y singular, sin responder
a una regla de carácter general, y sin crear una nueva regla de carácter general que anule la anterior o la
sustituya”.
(49) GARCÍA MAYNEZ, Eduardo. Filosofía del Derecho, p. 478.
(50) HENKEL, Heinrich. Ob. cit., p. 547.
415
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El principio de legalidad del delito y de las penas afianza al ciudadano en sus contac
tos sociales. Evita la inseguridad e inestabilidad respecto a lo que se debe hacer u omitir.
Es un punto de orientación cierto, confiable y claro. La confianza en las normas pasa por
la existencia y el conocimiento del contenido del injusto penal.
(51) Cfr. HÁBERLE, Peter. E l Estado constitucional. Traducción de Héctor Fix-Fierro, Lima, 2003, p. 5.
416
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
La primera -que se manifiesta mediante el principio del nullum crimen, nulla poena
sine lege certa- consiste en la exigencia que tiene el Estado de dar leyes claras que permitan
(52) Al respecto, vide URQUIZO OLAECHEA, José. El principio de legalidad. Editorial Gráfica Horizonte,
Lima, 2000, p. 17 y ss. SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. “El principio de legalidad en el Estado democrático
de derecho”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. N° 14, Idemsa, Lima, 2004, p. 464 y ss. BRAMONT
ARIAS, Luis. La ley penal (Curso de dogmática penal). Librería Mundial, Lima, 1950, p. 5 y ss. VILLA
STEIN, Javier. Derecho Penal (Parte general). Editorial San Marcos, Lima, 199.8, pp. 101 y 102.
(53) En esa misma dirección, BECARIA, Cesare. De los delitos y las penas. Bogotá, Edición Latinoamericana,
1994, p. 10 sostiene que: “(...) toda pena que no se deriva de la absoluta necesidad es tiránica (...) todo acto
de autoridad de hombre a hombre, que no se derive de la absoluta necesidad es tiránico”.
(54) Sobre las consecuencias del principio de legalidad Cfr. CERERO MIR, José. Curso de Derecho Penal
español (Parte general). Tomo 1,6a edición, Tecnos, Madrid, 2004, p. 198 y ss. BUSTOS RAMÍREZ, Juan.
Obras completas. Tomo I, ARA, Lima, 2004, p. 567. SALAZAR SÁNCHEZ, Nelson. “El principio de
legalidad en el Estado democrático de derecho”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. N° 14, Idemsa,
Lima, 2004, p. 529 y ss.
417
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El Código Penal en su artículo II del Título Preliminar establece que: “Nadie será san
cionado por un acto no previsto como delito o falta por la ley vigente al momento de su
(55) Sobre el fundamento, contenido y alcance de la prohibición de aplicar leyes indeterminadas en el Derecho
Penal. Cfr. In extenso, ROXIN, Claus. Derecho Penal/ Parte General. Tomo I (Fundamentos. La estructura
de la teoría del delito), traducción y notas de Diego Manuel Luzón Peña / Miguel Díaz y García Conlledo
/ Javier De Vicente Remesal, Ia edición, Madrid, 1997, 5/65, p. 169, señala que una ley indeterminada o
imprecisa y por ello, poco clara, no puede proteger al ciudadano de la arbitrariedad, porque no implica
una autolimitación del ius puniendi estatal a la que se pueda recurrir; además, es contraria al principio de
división de poderes, porque le permite al juez hacer cualquier interpretación que quiera e invadir con ello
el terreno del legislativo. No puede desplegar eficacia preventivo-general, porque el individuo no puede
reconocer lo que se le quiere prohibir, y por eso, su existencia tampoco puede ser la base para un reproche de
culpabilidad”. Asimismo, MIR PÜIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. 6a edición, Barcelona, 2002,
4/16, pp. 112 y 113. En esa misma dirección JESCHECK, Hans-Heinrich / WEIGEND, Thomas. Tratado
de Derecho Penal / Parte General. Traducción de Miguel Olmedo Cardenete, 5a edición, Granada, 2002,
Cap. 3,15/1, p. 13 8 sostiene que: “el legislador no debería intentar declinar sobre el juez su responsabilidad
en la delimitación del comportamiento punible mediante el empleo de conceptos poco nítidos. Resulta
decisivo que el primero de ellos (el legislador) elabore claramente el tipo del comportamiento punible por
medio de un juego combinado de generalización y diferenciación”.
(56) Acerca de las ventajas que tiene la criminalización por medio de la ley, mas no a través del derecho
consuetudinario revísese JESCHECK, Hans-Heinrich / WEIGEND, Thomas. Ob. cit., Cap. 3,15/1, pp. 136
y 137. ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 59 y ss. MIR PUIG, Santiago. Ob. cit., 4/15, p. 112, este autor señala
que con la exigencia de una ley escrita queda, desde luego, excluida la costumbre como fuente de delitos
y penas”.
(57) Sobre los diferentes tópicos que abarca la prohibición de la analogía in málam partem véase in extenso
(infra), en este mismo libro, el análisis que hago sobre el artículo III del Título Preliminar del Código
Penal.
(58) Al respecto Cfr. JESCHECK, Hans-Heinrich / WEIGEND, Thomas. Ob. cit., Cap. 3 ,1 5/TV, p. 147, sostiene
que: “La prohibición del efecto retroactivo de las leyes penales supone que una acción que en el momento
de su comisión era impune, puede ser declarada posteriormente punible; implica, asimismo, la exclusión
de que pueda ser castigada posteriormente con una pena más grave en caso de que ya fuera punible”.
418
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(59) Así, ROXIN, Claus. Ob. cit, 5/53, p. 163, refiriéndose a la irretroactividad de la ley penal desfavorable
sostiene que: “(...) rige respecto de todos los presupuestos de la punibilidad del Derecho material”.
(60) ídem.
419
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
el principio de legalidad tiene vigencia en: las causas de ausencia de acción, las reglas de
la autoría y participación, las condiciones objetivas de punibilidad, las leyes penales en
blanco, las reglas de la tentativa, los delitos culposos y delitos dolosos, los elementos de
la antijuridicidad (v. gr. las causas de justificación), los elementos de la culpabilidad (por
ejemplo, las causas de inculpabilidad) y, en general en todos los tópicos que inciden di
recta o indirectamente en los ámbitos de libertad de los ciudadanos. En la parte especial,
el alcance del principio de legalidad se expresa en todos y cada uno de los elementos típi
cos de los respectivos tipos penales. En los puntos mencionados -tanto de la Parte Gene
ral como de la Parte Especial- el principio de legalidad se manifiesta en sus cuatro con
secuencias (vid. supra) como son: la prohibición de aplicar retroactivamente la ley penal,
la prohibición de dar y aplicar leyes indeterminadas, la prohibición de aplicar el derecho
consuetudinario y la prohibición de aplicar la analogía. Claro está que dichas prohibicio
nes solo tienen vigencia cuando perjudican al ciudadano, mas no cuando lo favorecen, si
tuación en la cual sí se aplican retroactivamente.
(61) Se debe precisar que se aplican a las faltas, sin excepción, todas las reglas del principio de legalidad
diseñadas para los delitos.
420
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(62) Cfr. ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Tomo I (Fundamentos. La estructura de la teoría del
delito). Traducción y notas de Diego Manuel Luzón Peña / Miguel Díaz y García Conlledo / Javier De
Vicente Remesal. Ia ed., Madrid, 1997, 5/4, p. 138 señala que el principio “no hay pena sin ley” implica
que: “no solo la circunstancia de que una determinada conducta sea ya punible, sino también la clase de
pena y su posible cuantía han de estar legalmente fijadas antes del hecho”.
(63) Que las reglas del principio de legalidad (v. gr. La prohibición de la analogía in malampartem y la prohibición
de la irretroactividad desfavorable, etc.) se extienden también a las medidas de seguridad es opinión de
la doctrina mayoritaria. En la doctrina nacional muy pocos son los autores que se han pronunciado sobre
el tema; uno de ellos es José Luis Castillo Alva quien en su libro Principios de Derecho Penal/ Parte
General. 2002, Lima, p. 105, afirma que: “las reglas del principio de legalidad también se aplican a las
consecuencias accesorias”. En la doctrina extranjera es dominante la concepción de que el principio de
legalidad también rige en el campo de las consecuencias accesorias. Así, en Alemania, JESCHECK, Hans-
Heinrich / WEIGEND Thomas. Ob. cit., Cap. 3, 15/IV, pp. 148 y 149, precisa que “(...) quedan excluidas
421
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
es cierto no son penas- tienen la misma naturaleza aflictiva para el sujeto a quien se im
pone. Tanto pena como medida de seguridad restringen los derechos fundamentales del
ser humano. Incluso las medidas de seguridad pueden resultar más drásticas que la pena
para el individuo que carga con ellas; pues no olvidemos que, mientras las penas tienen
como fundamento y medida de imposición a la culpabilidad y a las necesidades preven-
tivo-generales, las medidas de seguridad poseen como fundamento a la peligrosidad del
sujeto y como baremo a las necesidades estatales. En esa línea, las penas serán drásticas
si los requisitos de merecimiento y necesidad así lo exigen, es decir, tienen que concurrir
los dos; en cambio la imposición y dureza de las medidas de seguridad se impondrán con
la sola concurrencia de las necesidades preventivo-generales aunque no haya culpabili
dad. En consecuencia, si las medidas de seguridad tienen la misma naturaleza que las pe
nas y, en muchos casos son más lacerantes, es inobjetable que también están sometidas a
los alcances del principio de legalidad.
las medidas de seguridad en tanto que la ley no determine otra cosa (...), puesto que de conformidad con
el legislador lo que resulta adecuado a los fines tiene que operar inmediatamente, por lo que, por ejemplo,
para que se aplique Una consecuencia accesoria distinta a las que están establecidas en la ley vigente
durante la comisión del hecho delictivo, la misma debe estar regulada en forma expresa e inequívoca en
dicha norma”. Asimismo, ROXIN, Claüs. Ob. cit., 5/53, p. 163, refiriéndose a la irretroactividad de la ley
penal desfavorable sostiene que: “(...) de permitir la aplicación retroactiva de la ley penal desfavorable es
totalmente incongruente con los fines del principio de legalidad, ya que el legislador puede hacer que una
intromisión penal retroactiva, que estaría prohibida resulte admisible transformándola, con un cambio de
etiqueta, en una medida de seguridad. No obstante, que la regulación resulte inconstitucional precisamente
por eso es algo que resulta dudoso, porque no hay datos que apoyen la conclusión de que el legislador
constitucional, al que le era perfectamente conocida la distinción entre penas y medidas, hubiera querido
desligar el principio de legalidad de su limitación histórica a la pena” rige respecto de todos los presupuestos
de la punibilidad del Derecho material; MIR PUIG, Santiago. Ob. cit., p. 112, deja establecido que las
garantías establecidas para la legalidad de la pena también deben exigirse respecto de las medidas de
seguridad y sus presupuestos.
(64) Al respecto ROXIN, Claus. Ob. cit., 5/53, p. 163, afirma que la prohibición de retroactividad desfavorable:
“(•••) rige también respecto de la pena y sus consecuencias accesorias”. JESCHECK, Hans-Heinrich /
WEIGEND, Thomas. Ob. cit., Cap. 3, 15/IV, p. 147, refiriéndose a la irretroactividad de la ley penal que
perjudica al ciudadano, señala que esta: “(...) se extiende, además, a otras medidas posteriores que puedan
perjudicar la posición jurídica del autor”.
422
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2» INC. 24)
de las consecuencias accesorias, no se podrá aplicar solo aquella que estuvo establecida en
el momento de la comisión del hecho delictivo. Tampoco se puede imponer consecuencia
accesoria alguna si se agrava el quántum o la clase de estas -conjunta o separadamente a
la pena- si no ha estado establecida previamente en la ley.
Debemos señalar que el artículo II del Título Preliminar del Código Penal peruano
solamente hace referencia al Derecho Penal sustantivo, mas no al Derecho Procesal Pe
nal, lo cual es un gravísimo error del legislador, porque si se quiere proteger al ciudadano
de la arbitrariedad estatal, esta tiene que realizarse tanto a nivel del Derecho Penal como
también del Derecho Procesal Penal. Si se excluye de los alcances del principio de lega
lidad a los contenidos del Derecho Procesal Penal no se puede evitar que el poder puni
tivo del Estado avasalle con las libertades individuales y, por lo tanto, tampoco se pue
den crear ámbitos de libertad jurídica que permitan a los ciudadanos poder participar en
los procesos de relación.
423
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(65) Para tener una visión completa y correcta de la vigencia del principio de legalidad no solamente en el Derecho
Penal, sino también en el Derecho Procesal Penal véase el articulo 138, 2do párrafo de la Carta Jurídico-
política, el cual señala que: “En todo proceso de existir incompatibilidad entre una norma constitucional y
una norma legal, los jueces prefieren la primera. Igualmente, prefieren la norma legal sobre otra de rango
inferior”. Cabe precisar, de lo señalado, que el principio de jerarquía normativa no se aplica solamente
cuando existe incompatibilidad entre la norma constitucional con una ley, o entre una ley y otra norma de
menor rango, sino también - y sobre todo- cuando, pese a no existir incompatibilidad, sí existe un vacío
(v. gr. la falta de regulación expresa del principio de legalidad en el Derecho Procesal Penal).
424
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Ahora bien, la tesis de la legalidad penal en los ámbitos procesales se orientan a fi
nes políticos procedimentales de diversa índole, que pueden ser acogidos si en lo esencial
no afectan los criterios de seguridad del ejercicio de la defensa en términos amplios, de
las posibilidades de profundizar todos los medios posibles de actuación probatoria y que
de la comparación de un modelo procesal a otro (o simplemente de variantes del proce
dimiento) no signifique costos o sacrificios al ejercicio de la defensa material del impu
tado. Aquí, como en otros casos, el Derecho Penal no debe significar en el caso concreto
un “plus” punitivo contra el procesado y eso se soluciona manteniendo los estándares va-
lorativos constitucionales que nuestra Constitución preserva, y aún más interpretando las
normas procesales como instrumentos de mayor cobertura a las peticiones de inocencia,
racionalizando y señalando la ruta con la finalidad de buscar que obtener resultados justos.
425
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
el autor es sometido a tratos inhumanos o degradantes, esta pena para el sentenciado ten
dría la dureza de una pena privativa de libertad de veinte años o más, ya que los efectos
nocivos serían devastadores. No obstante, haciendo una correcta interpretación -esto es,
desde el punto de vista sistemático, lógico y ideológico- de la Constitución, el Código
Penal y el Código de Ejecución Penal consideramos que el principio de legalidad sí tiene
vigencia en el Derecho penitenciario. Sin embargo, para evitar interpretaciones incorrec
tas que dan cabida a la arbitrariedad estatal, somos de la idea que, de legeferenda, el prin
cipio de legalidad debe ser regulado en forma expresa en el Código de Ejecución Penal.
/
De todo lo manifestado hasta aquí, en tomo al principio de legalidad, se concluye que
la aplicación de esta institución jurídica es de carácter vinculante y se extiende a todas las
materias que están relacionadas con el Derecho Penal (por ejemplo, eTDerecho Penal, el
Derecho Procesal Penal y el Derecho de ejecución penal(66)). Su cumplimiento no es pos-
tergable bajo ninguna circunstancia. Su fundamento se encuentra en consideraciones ideo
lógicas de cumplimiento del artículo 1 de la Constitución Política, según el cual el respe
to a la persona humana y hacia su dignidad es el fin supremo de la sociedad y del Estado.
Esta exigencia constitucional, dentro del Derecho Penal, solo es posible mediante la ma
terialización de los fines del ius puniendi de un Estado Democrático de Derecho, esto es,
la creación de ámbitos de libertad jurídica para todos los ciudadanos. Únicamente garan
tizando la imposibilidad de que el Estado intervenga arbitrariamente en las libertades in
dividuales se crea libertad jurídica y, en consecuencia, se hace realidad el contenido del
artículo 1 de la Carta Magna. Por lo tanto, si teleológicamente el respeto de la persona y
de su dignidad es el faro orientador no solo de la Constitución, sino de todo el sistema ju
rídico, el Derecho Penal y el principio de legalidad -como partes de dicho sistema- están
en la obligación de expresarse en ese sentido, para lo cual el Derecho Penal debe crear li
bertad y solo puede alcanzar ese fin si el principio de legalidad se aplica a todas las ramas
que afectan las libertades individuales a través del Derecho Penal.
V. Conclusiones
• El fundamento del principio de legalidad está estructurado por tres categorías
o instituciones interdependientes tales como la seguridad jurídica (fundamento
axiológico), la división de poderes (fundamento político) y la prevención gene
ral positiva (fundamento jurídico penal).
(66) En ese sentido MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal / Parte General. 6a ed., Barcelona, 2002, pp. 111
y 112, afirma que: “(...) se distinguen los siguientes aspectos del principio de legalidad: una garantía
criminal, una garantía penal una garantía jurisdiccional o judicial, y una garantía de ejecución. Prosigue
que la garantía criminal exige que el delito (equivalente a crimen) se halle determinado por la ley (nullum
crimen sine lege). La garantía penal requiere que la ley señale la pena que corresponda al hecho (pulla
poena sine lege). La garantía jurisdiccional exige que la existencia del delito y la imposición de la pena
que corresponda al hecho se determinen por medio de una sentencia judicial y según un procedimiento
legalmente establecido. La garantía de ejecución requiere que también la ejecución de la pena se sujete a
una ley que la regule (...)”.
426
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
427
f
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jg¡ El principio de legalidad exige no solo que por ley se establezcan los delitos, sino también
que las conductas prohibidas estén claramente delimitadas en la ley: STC Exp. N° 00010-
2002-AI/TC (f. j. 45).
j¡) El principio de determinación del supuesto de hecho previsto en la ley es una prescripción
dirigida al legislador para que este dote de significado unívoco y preciso al tipo penal: STC
Exp. N° 00010-2002-AI/TC (f. j . 46).
428
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
B IB L IO G R A F ÍA
429
A r tíc u lo 2 P r e s u n c ió n d e in o c e n c ia
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertad y a la seguridadpersonales. En consecuencia:
(...)
e) Toda persona es considerada inocente mientras no se haya
declarado judicialmente su responsabilidad.
(...).
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 24.d), 139 incs. 3), 10), 12), 200 inc. 1); C.P.Ct: arts. 4,25 iníine; C.P.:
art. D; D.U.D.H.: art. 11.1; P.I.D.C.P.: art. 14.2; C.A.D.H.: art. 8.2
430
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
debido proceso(1). E! concepto de proceso regular, por su lado, está ligado de manera ines-
cindible al desarrollo normal y respeto escrupuloso de los derechos de naturaleza proce
sal, como el de tutela jurisdiccional efectiva y al debido proceso y, con ellos, a todos los
derechos que los conforman(2).
431
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
preventiva) solo podrán ser decretadas cuando sean estrictamente necesarias. En estos
casos no desaparece la presunción de inocencia, sino que la libertad personal es un dere
cho que tiene ciertas limitaciones, una de las cuales es, precisamente, permitir a los po
deres públicos cumplir con sus objetivos en la investigación de delitos, garantizando la
permanencia de la persona investigada, evitando así que eluda o perturbe la acción de la
justicia. La presunción de inocencia, entonces, no es absoluta. Conoce grados que la mis
ma Ley obliga al juez a considerar: si bien no se puede condenar a una inocente, sí se le
puede detener y privar cautelarmente de su libertad. En este sentido, el TC ha señalado
que “la detención judicial preventiva es una medida provisional que limita la libertad físi
ca pero no por ello es per se inconstitucional, en tanto no comporta una medida punitiva
ni afecta la presunción de inocencia que asiste a todo procesado, tanto más si legalmente
se justifica siempre y cuando existan motivos razonables y proporcionales para su dicta
do, lo que debe ser apreciado en cada caso en concreto”(10)1.
432
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
al juzgador concluir en la responsabilidad del sujeto. Aquí juega un rol importante el prin
cipio de libre valoración del juez, que es un derivado de su independencia (art. 146.1 de
la CP). Pero ello no quiere decir que el juez no esté sujeto a determinadas reglas de la ló
gica jurídica que orienten su razonamiento. En este sentido, la Corte Suprema ha estable
cido que: “La presunción de inocencia (...) constituye un principio de la función jurisdic
cional que exige para ser desvirtuada, una mínima actividad probatoria, producida con las
debidas garantías procesales que de alguna manera puede entenderse de cargo y de la que
pueda deducirse la culpabilidad del procesado”(13). Y que se atenta contra la seguridad ju
rídica -cuando en realidad se vulnera un extremo de la presunción de la inocencia-, cuan
do en el fallo condenatorio se dicte que los hechos no han sido esclarecidos por el acusa
do al no haber presentado elementos probatorio para demostrar su inculpabilidad(14)15.Así,
la Corte Suprema ha señalado que: “procederá recurso de casación cuando ha existido una
vulneración a la presunción de inocencia en relación a las reglas de suficiencia probatoria
y de legalidad y legitimidad probatoria, pues la actuación de la prueba con las debidas ga
rantías es un elemento que integra este derecho constitucional (presunción de inocencia);
mas no cuando el recurrente, desde su particular valoración probatoria estima que existe
un supuesto de duda razonable acerca de la culpabilidad que se le atribuye”05).
(13) Vide N o rm a s legales. Tomo 316, Trujillo, setiembre, 2002, p. A27 ss. (Tomado de SAN MARTÍN CAS
TRO, César. D erech o P ro c e sa l P en a l. Tomo I, 2a edición, Grijley, Lima, 2003, p. 118).
(14) Ejecutoria Suprema de 5 de mayo de 1997, E,xp. N° 3438-95-Cusco (Tomado de SAN MARTÍN CASTRO, .
César. Ob. cit., p. 118).
(15) Sala Penal Permanente. Cas. N° 10-2007-La Libertad. Auto de calificación de recurso de casación.
(16) STC Exp. N° 00728-2008-PHC/TC, f. j. 36.
■ ' 433
t
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
el juzgador puede abrigar la duda en tomo a qué ley debe ser la aplicable; debiendo de
cantare por la menos aflictiva al procesado. Pero cabe también que la duda del juez no sea
de índole normativa, sino sobre los hechos que sustentan la imputación. En este caso el
juez debe aceptar solo aquellos hechos que hayan quedado debidamente comprobados en
el proceso penal. Para lo cual está habilitado a emplear la pmeba indiciaría, la que no vul
nera la presunción de inocencia: “el derecho a la presunción de inocencia no se opone a
que la convicción judicial en un proceso penal pueda formarse sobre la base de una pme
ba indiciaría, pero para que esta pueda desvirtuar dicha presunción debe satisfacer las si
guientes exigencias constitucionales. Los indicios han de estar plenamente probados, no
puede tratarse de meras sospechas, y el órgano judicial debe explicitar el razonamiento,
en virtud del cual, partiendo de los indicios probados, ha llegado a la conclusión de que
el procesado realizó la conducta tipificada como delito (...)”(17).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
B IB L IO G R A F ÍA
ROXIN, Claus. Strafrecht, AUgemeiner Teil. 1,3 AutL, München, 1997; JÉSCHECK, Hans-Heinrich
y WEIGEND, Thomas. Lehrbuch des Strafrechts. Allgemeiner Teil. 5 AufL, Berlín, 1999; WES SELS,
Johannes y BEULKE, Wemer. Strafrecht, Allgem einer Teil. 32 Aufl., Tübingen, 2002; SAN MARTÍN
CASTRO, César. D erecho P rocesal Penal. Tomo I, 2a edición, Grijley, Lima, 2003.
434
t
Artículo 2 P roced en cia y requisitos de la detención
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertady a la seguridadpersonales. En consecuencia:
(...)
f) Nadie puede ser detenido sino por mandamiento escrito y
motivado deljuez o por las autoridades policiales en caso
de flagrante delito.
El detenido debe ser puesto a disposición del juzgado
correspondiente, dentro de las veinticuatro horas o en el
término de la distancia.
Estos plazos no se aplican a los casos de terrorismo, espiona
je y tráfico ilícito de drogas. En tales casos, las autoridades
policiales pueden efectuar la detención preventiva de los
presuntos implicados por un término no mayor de quince
días naturales. Deben dar cuenta al Ministerio Público y
al juez, quien puede asumir jurisdicción antes de vencido
dicho término.
(..).
C O N C O R D A N C IA S :
G: arts. 2 inc. 9), 8, 100, 137 inc. 1), 139 incs. 3), 5), 10), 14), 200 inc. 1); C.P.Ct:
arts. 25 inc. 7), 27,29,30, 34 inc. 1); C.P.: arts. 296 y ss.; C.N.A.: arts. 5,185,187;
R 014-2007-DP; D.U.D.H.: art. 9; P.I.D.C.P.: arts. 2.3 inc. a), 9.3; C.A.D.H.: art. 7
I. Introducción
Conforme al artículo 2, inciso 24, literal f de la Constitución Política, resulta legíti
mo detener a una persona en dos supuestos: cuando se trate de una detención por manda
to judicial escrito y debidamente motivado, y en caso de delito flagrante por las autorida
des policiales(I). Cualquier otra hipótesis, que no sea la privación de libertad como pena
(1) Así se ha expresado también el Tribunal Constitucional al sostener que: “La Constitución Política del
Perú ha previsto en su artículo 2, inciso 24, parágrafo f), los supuestos en los cuales puede reputarse una
restricción de la libertad legítima o constitucional: (...) Toda persona tiene derecho (...) a la libertad y a
la seguridad personal. En consecuencia (...) Nadie puede ser detenido sino por mandamiento escrito y
motivado del juez o por las autoridades policiales en caso de flagrante delito. Como se puede apreciar, la
posibilidad de detención ha sido reservada a los órganos jurisdiccionales con motivo de un proceso judicial
o ala Policía Nacional del Perú en cumplimiento de sus roles prescritos en el artículo 166 de la propia ¡ex
legum , a saber, prevenir, investigar y combatir la delincuencia”. Véase STC Exp. N° 01757-2011 -PHC/TC,
f.j.2 .
435
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
impuesta en una sentencia condenatoria (y que, por lo tanto, ya no estamos ante una deten
ción, por ser de naturaleza distinta), deviene en inconstitucional y, por ende, queda abier
ta la vía para interponer una demanda de hábeas Corpus, de acuerdo a lo establecido en el
artículo 200.1 de la Constitución y en el artículo 25.7 del Código Procesal Constitucional.
A continuación veamos lo que se entiende por detención y los supuestos en, que su
imposición resulta legítima.
1. Concepto
En sentido amplio, la detención puede ser considerada como la privación de la liber
tad ambulatoria, locomotriz o de movimientos, de forma que el autor de la privación de la
libertad impide al sujeto pasivo trasladarse de un lugar según su libre voluntad. No basta
que se limite el ejercicio de dicha capacidad, sino que es preciso que se la sustraiga ente
ramente al sujeto pasivo. Impedir la permanencia o acceso a un determinado lugar no es
un supuesto de detención, ya que lo esencial es impedir a un sujeto el alejarse de un lu
gar en el que no desea permanecer, siendo solo entonces cuando se puede afirmar que se
ha producido la detención®.
436
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Como afirma Gimeno Sendra, la detención “es una medida cautelar ejecutada en fun
ción de la incoación de un proceso penal, cuya finalidad es la de garantizar la futura apli
cación del ius puniendi y, de modo inmediato, la de proporcionar al juez el primer sustra
to fáctico para el inicio de la instrucción formal y la adopción, en su caso, de las medidas
preventivas que correspondan”(6).
2. Modalidades de la detención
En principio, podemos señalar que el nuevo modelo procesal penal peruano regulado
en el CPP de 2004 (D. Leg. N° 957) ha reconocido tres modos a través de los cuales es le
gítimo detener a un ciudadano en el Perú:
(6) GIMENO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal. Tomo II, Proceso penal, 3a edición, Valencia, 1990, p. 357.
(7) CASTAÑEDA SEGOVIA, Mateo. “Detención policial y configuración de la flagrancia. Análisis de la STC
Exp. N° 03325-2008-PHC/TC”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 22, Gaceta Jurídica, Lima, octubre de
2009, p. 239.
437
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
3. Presupuestos
“La detención se apoya en el triple soporte de la convicción racional de la comisión
de un hecho delictivo, de la participación del sospechoso y de la fundada sospecha de
que, sin otros afianzamientos posibles, eludirá la acción de la justicia por incomparecen
cia (...) Esto no es sino afirmar la existencia de los dos presupuestos que han de concurrir
para que se pueda practicar legalmente una detención: el fomus boni iuris o título de im
putación, que sería en este caso el delito en el que ha participado el sujeto al que se va a
detener; y el periculum in mora, basado en la fundada sospecha de que dicho sujeto pre
tenderá eludir la acción de la justicia”(8).
De lo señalado se aprecia que los presupuestos para la detención, como en toda me
dida cautelar, son:
a) Fumus delicti comissi. Por este presupuesto -equivalente al fomus boni iuris
del Derecho Civil- se debe, en primer lugar, constatar la causa de la existencia
de un hecho que presente los caracteres de delito y, en segundo lugar, analizar
el índice de certidumbre y verosimilitud (que debe ser de muy alto grado o pro
babilidad) acerca de la intervención del imputado(9) en ese hecho delictivo.
Ahora bien, no se requiere un estudio exhaustivo y profundo de la materia con
trovertida, basta un conocimiento con un muy alto grado de probabilidad de la
ocurrencia del delito y de la intervención del imputado en él, pues la certeza apa
recerá ulteriormente en el juicio y posterior sentencia.
Sobre esto último, tomamos en consideración que una cosa es la base probato
ria para privar de la libertad cautelarmente y otra es la base probatoria para con
denar; existiendo entre ellas una notoria diferencia, pues en la prueba suficiente
para condenar se debe haber alcanzado la verdad material con grado de certeza
o seguridad, agotando todos los actos probatorios incorporados al proceso. En
cambio, en la prueba suficiente para detener, solo se necesitárá un ¿levado y ra
cional grado de probabilidad de atribución del delito imputado, en la cual habrá
438
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(10) Véase: VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. “Principios y presupuestos de la prisión preventiva en el nuevo
Código Procesal Penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 18, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre
de 2010, p. 285 y ss.
(11) Ibídem, p. 290.
(12) La prisión preventiva, a diferencia de la detención en flagrancia o de la detención preliminar judicial
-q u e solo duran veinticuatro horas-, cuenta con un mayor plazo de vigencia y su finalidad es evitar que
el imputado de un delito grave pueda huir o perturbar la búsqueda de pruebas durante la tramitación del
proceso, asegurando de ese modo la presencia de aquel en el juicio oral. SALAS BETETA, Christian. El
proceso penal común. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 186.
439
f
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
duración que las anteriores y además el que se ve sometido a dicho instituto es llevado a
un centro penitenciario.
1. Concepto y contenido
La motivación de las resoluciones judiciales se refiere a la justificación razonada que
hacen jurídicamente aceptable a una decisión judicial, es sinónimo de justificación y, por
ello, la esencia de este concepto se encuentra en que su decisión es conforme a derecho y
ha sido adoptada con sujeción a la ley. No basta que se explique cuál ha sido el proceso
psicológico, sociológico para llegar a la decisión, sino que se requiere, además, demos
trar o poner de manifiesto que las razones por las que se tomó una decisión son aceptables
desde la óptica del ordenamiento(13).
(13) COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. La motivación de las sentencias. Sus exigencias constitucionales y
legales. Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pp. 38-39.
(14) STC Exp. N° 0728-2008-PHC/TC, f. j. 6.
(15) Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso López Mendoza vs. Venezuela, sentencia del 1 de
setiembre de 2011, párrafo 144.
440
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Ahora bien esta debida fundamentación, para una adecuada motivación, no depen
de de la extensión de la resolución judicial, ni del avocamiento por parte del magistrado
a responder cada una de las alegaciones formuladas de las partes, puesto que de lo que se.
trata es que la decisión final esté precedida de una argumentación racional que la funda
mente, lo cual dependerá del caso en concreto.
(16) STC Exp. N° 1091 -2002-HC/TC, f.j. 19; STC Exp. N° 03784-2008-HC/TC, f. j. 8, aunque en esta sentencia
el Tribunal Constitucional se refiere a la prisión preventiva (a la que denomina detención judicial preventiva),
consideramos que tales criterios deben ser tomados tanto para los casos de detención propiamente dichos,
como para la prisión preventiva.
(17) Véase, entre otras, STC Exp. N° 1230-2002-HC/TC, f.j. 11.
(18) Cfr. STC Exp. N° 02004-2010-PHC/TC, f. j. 5.
441
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Sin embargo -como señala Castillo A lva- una cosa es sostener que no es necesario
dar respuesta a todas y cada una de las alegaciones, y otra muy distinta es afirmar que se
deba ignorar las alegaciones de las partes, ya sea en cuanto a hechos impeditivos, prueba
o consideraciones jurídicas. En tal sentido, lo que debe buscarse -siguiendo al autor cita
d o - es un equilibrio y ponderación adecuada que permita la conexión y coexistencia entre
el derecho de defensa y el deber de motivar las resoluciones. Y ello solo se alcanza cuan
do por lo menos se analizan, debaten y ponderan en la resolución las principales y/o esen
ciales alegaciones de las partes, aun cuando no se agote ni ultime la discusión de todas y
cada una de las alegaciones. Esta posición intermedia permite evitar extremos pernicio
sos que van desde la ignorancia y olvido total de las alegaciones al desarrollo y respues
ta de todas ellas. Es posible, entonces, que se ignoren determinadas alegaciones, hechos
impeditivos o prueba, siempre que sean de relevancia secundaria y no constituya una ale
gación esencial(19).
2. Funciones
La debida motivación de las resoluciones jurisdiccionales tiene una función endopro-
cesal y otra extraprocesal, veamos:
- Función endoprocesal
La motivación permite el pleno ejercicio del derecho de defensa, en tanto busca que
las partes conozcan los fundamentos y razones determinantes de la decisión judicial, lo
cual llevará o permitirá que posteriormente tengan la posibilidad de impugnarla cuando
no están de acuerdo con lo resuelto por el juez.
Sobre este aspecto la Corte Interamericana de Derechos Humanos refiere que: “(•••)
la motivación de la decisión judicial es condición de posibilidad para garantizar el dere
cho de defensa. En efecto, la argumentación ofrecida por el juez debe mostrar claramente
que han sido debidamente tomados en cuenta los argumentos de las partes y que el con
junto de pruebas ha sido analizado rigurosamente, más aún en ámbitos en los que se com
prometen derechos tan importantes como la libertad del procesado”(20).
(19) CASTILLO ALVA, José Luis. “El derecho de defensa y su relación con el deber de motivar las decisiones
judiciales”. En: Jus-Doctrina & Práctica. N° 4, Grijley, Lima, 2007, p. 122.
(20) Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Álvarez y Lapo ífiiguez vs. Ecuador, sentencia del 21
de noviembre de 2007.
(21) COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. O b.cit.,p. 135.
442
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Como sostiene Andrés Ibáñez: “la exigencia de trasladar a terceros los (verdaderos)
motivos de la decisión, lejos de resolverse en una simple exteriorización formal de estos,
rectroactúa sobre la propia dinámica de formación de la motivación y de las misma reso
lución en todos sus planos; obligando a quien la adopta a operar, ya desde el principio, con
unos parámetros de racionalidad expresa y de conciencia autocrítica mucho más exigen
tes. Y es que, efectivamente, no es lo mismo resolver conforme a una corazonada que ha
cerlo con criterios idóneos para ser comunicados. Sobre todo en un sistema procesal que
tiene el principio de inocencia como regla de juicio. Regla que tantas veces obliga a re
solver contra la propia convicción moral, cuando, después de un cuidadoso análisis de la
prueba, aquella no encuentra plausible esta”(22).
- Función extraprocesal
Es una función de garantía de publicidad, de cara a la sociedad en general y, como
tal, de exclusión o de detección de la arbitrariedad(24). Y es que la sociedad debe conocer
cómo funciona el Poder Judicial, en tanto encargado de la resolución de conflictos e ins
titución que por delegación del pueblo cumple esta tarea.
(22) ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. “Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal”. En: Doxa.
Cuadernos de Filosofía del Derecho. N° 12, Universidad de Alicante, Alicante, 1992, pp. 290-291.
(23) COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. Ob. cit., p. 136.
(24) ARIANA DEHO, Eugenia. “Deber de motivación escrita de las resoluciones judiciales”. En: La Constitución
comentada. Tomo II, Gaceta Jurídica, Lima, 2006, p. 508.
(25) Cfr. ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. Ob. cit., p. 259; GUASH FERNÁNDEZ, Sergi. El hecho y el derecho
en la casación civil. J.M. Bosch, Barcelona, 1998, p. 330; GÓMEZ MONTORO, Ángel José. “El derecho
a una resolución motivada y congruente en la jurisprudencia del Tribunal constitucional”. En: MARTÍNEZ
SÁNCHEZ, Julián/ARAGÓN REYES, Manuel (coordinadores). La Constitución y la práctica del Derecho.
SOPEC, Pamplona, 1998, p. 496, sostiene que la motivación permite conocer las razones que han conducido
al juzgador a la decisión adoptada y se puede comprobar que la solución dada al caso es consecuencia de
una exégesis racional y no el fruto de la arbitrariedad.
443
f
ART. 2, INC, 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Ahora bien, hay casos en los que se admite la motivación por remisión, es decir, que
el juez superior, por ejemplo, confirme una sentencia de primera instancia estableciendo
“por sus propios fundamentos” con referencia a la motivación que ha realizado el a quo.
- Motivación clara
El pensamiento del juzgador debe ser aprehensible, comprensible y examinable, las
ideas que se expresan no deben dejar lugar a dudas(27). La motivación clara puede estable
cerse como imperativo procesal en la medida que las partes son los destinatarios directos
de la resolución de un conflicto ante el Poder Judicial. Y es que la exigencia de motivar
las resoluciones deviene del principio de impugnación, lo que supone que sea indispen
sable que las partes conozcan qué es lo que se va a impugnar, pues de otra forma el dere
cho a la defensa se vería restringido de modo irrazonable.
Ahora bien, debemos tener en cuenta que las máximas de la experiencia son elemen
tos abstractos que se obtienen a partir de elementos constantes en hechos o experiencias
anteriores. El alcance de la máxima de la experiencia dependerá de los medios fácticos
que se analizan. También se presentan en los hechos que representan experiencias ante
riores para el juzgador.
444
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Esta clase de infracción se presenta cuando el juez expresa las razones que lo susten
tan a tomar una decisión en un sentido u otro, cumpliendo en apariencia con una debida
motivación, pero no guarda sustento con los hechos o argumentos alegados por las partes,
esto es, no se funda en criterios objetivos.
Se presenta en una doble dimensión; por un lado, cuando existe invalidez de una infe
rencia a partir de las premisas que establece previamente el Juez en su decisión; y, por otro
lado, cuando existe incoherencia narrativa, que a la postre se presenta como un discurso
445
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
absolutamente confuso incapaz de transmitir, de modo coherente, las razones en las que
se apoya la decisión.
Para el Tribunal Constitucional nos encontramos ante un caso de este tipo cuando las
premisas de las que parte el juez no han sido confrontadas con la validez fáctica (de los
hechos) o jurídica existentes para el caso en concreto. Por lo tanto el control externo de
la motivación permite identificar la deficiente o insuficiente justificación tanto de la pre
misa mayor (norma jurídica aplicable al caso concreto), como de la premisa menor (he
chos concretos).
- La motivación insuficiente
Se refiere al mínimo de motivación exigible para que la decisión esté justificada ade
cuadamente y para que satisfaga el derecho del justiciable y de la sociedad de conocer las
razones que apoyan la decisión judicial.
Por lo que la motivación será insuficiente cuando exista un inadecuado control de as
pectos lógicos formales y defectos en la valoración probatoria, vulnerándose el principio
lógico de razón suficiente. No se trata de dar respuestas a cada una de las pretensiones
planteadas, la insuficiencia, vista aquí en términos generales, solo resultará relevante des
de una perspectiva constitucional si es que la ausencia de argumentos o la “insuficiencia”
de fundamentos resultan manifiestas a la luz de lo que en sustancia se está decidiendo.
446
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
indefensión, constituye vulneración del derecho a la tutela judicial también del derecho a
la motivación de la resolución judicial (motivación interna).
Esto último debe matizarse con el principio iura novit curia que establece qué órga
no jurisdiccional competente debe aplicar el Derecho que corresponda al proceso, aunque
no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente. A decir del TC, “esta
actuación no representará una extralimitación de las facultades del juez, siempre que este
proceda de conformidad con los fines esenciales de los procesos,,(30).
El tema central gira aquí sobre lo que cabe entender por flagrancia, por ello a conti
nuación nos avocaremos a tal cometido:
447
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Acorde con ello es correcto sostener -siguiendo a Rubio Correa(33)- que la situación
de flagrancia se presenta mientras se está produciendo la comisión de la acción delictiva
y hasta que el delincuente desaparece del lugar de los hechos, salvo que huyendo sea per
seguido inmediatamente, caso en el cual la flagrancia permanece hasta que se lo pierde de
vista. En síntesis, delito flagrante es una continuidad de hecho que va desde el inicio de la
acción delictiva hasta que el delincuente se separa materialmente de la escena del crimen
y eventualmente de la inminencia de su captura si fuera perseguido(34).
Del concepto esbozado se aprecia que la flagrancia implica una inmediatez temporal
y personal con el hecho delictuoso. Y es precisamente estas dos notas características lo
que justifica la excepción al principio constitucional de la reserva judicial para privar de
libertad en los supuestos de flagrancia, aunque debe quedar claro que solo retrasa - y no
elimina- la intervención judicial.
En ese orden, la detención policial -com o medida cautelar- busca evitar la posibili
dad de fuga o la elusión de los efectos de la justicia ante la demora que pueda justificar re
querir al Poder Judicial la orden escrita y motivada que autoriza la detención(35). Por ello,
en clave constitucional, la breve privación de la libertad ambulatoria por un agente poli
cial únicamente es legítima cuando exista la imposibilidad de obtener una orden judicial
previa, que ocurre cuando se presenta una situación de flagrancia, que implica pues una
inmediatez temporal y personal con algún suceso delictivo.
(33) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo I, Fondo Editorial de la
PUCP, Lima, 1999, p. 497.
(34) En similar sentido se ha pronunciado el Tribunal Constitucional, al sostener que: “(...) la flagrancia debe
entenderse como una evidencia del hecho delictuoso, por lo que solo se constituirá cuando exista un
conocimiento fundado, directo e inmediato del hecho punible que se viene realizando o que se acaba de
realizar. La mera existencia de sospechas o indicios no es un elemento para constituir la flagrancia”. STC
Exp. N° 05423-2008-PHC/TC, f. j. 10.
(35) CASTAÑEDA SEGO VIA, Mateo. “Detención policial y configuración de la flagrancia. Análisis de la STC
Exp. N° 03325-2008-PHC/TC”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 22, Gaceta Jurídica, Lima, octubre de
2009, p. 237.
(36) Véase STC Exps. N° 1923-2006-HC/TC, f f .jj.2 ,4, 5 y 6 ;N° 1957-2008-PHC/TC, f. j. 6; N° 02194-2009-
PHC/TC, f. j. 5; N° 01871-2009-PHC/TC, f. j. 4; N° 03691-2009-PHC, f. j. 16; N° 05696-2009-PHC,
f.j.4 .
448
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Con respecto a la inmediatez personal, esta no supone ni implica que basta el solo ha
ber estado físicamente por el lugar de los hechos, es decir, la simple cercanía al lugar donde
acontece un delito no es por sí misma elemento objetivo que configure la situación de fla
grancia delictiva, pues con semejante criterio, todas las personas, incluyendo autoridades
distintas a la interviniente, estarían inmersas en la pretendida flagrancia, sino que, por el
contrario, tienen que aparecer otros elementos que relacionen a la persona con aquel suceso
delictivo, por lo que no se debe detener por simples sospechas para luego investigar y que,
en un caso así, ni la presencia del Ministerio Público convalidaría el acto de detención(37).
Por otra parte, del concepto que nosotros adoptamos sobre la flagrancia se tiene que
tal definición, por un lado, abarca el momento en que el autor o los partícipes están co
metiendo el delito, lo que incluye a todos los actos punibles del iter criminis. De ahí que
los actos de inicio de ejecución (aquellos posteriores a los actos de preparación y con los
cuales empieza la tentativa) son actos que quedan abarcados por el concepto de flagrancia.
La razón es hasta cierto punto obvia: los actos de inicio de ejecución, a diferencia de los
actos de preparación, son ya punibles de conformidad con lo dispuesto por el artículo 16
del Código Penal. Aquellos actos realizados inmediatamente después de la consumación
del delito deben ser igualmente incluidos en la flagrancia. Esto último obedece a razones
de política criminal, que implican que, por ejemplo, los agentes policiales tienen la facul
tad y el deber de detener a quienes, habiendo ya asaltado el banco, huyen con el botín(40).
449
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
La Policía Nacional del Perú detiene, sin mandato judicial, a quién sorprenda en fla
grante delito. Existe flagrante delito cuando:
450
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
EÍ concepto de flagrancia para efectos del Derecho Penal es el que hemos anotado al
principio de este apartado, esto es encontrar al justiciable realizando actos de ejecución
propios del delito, o inmediatamente después de consumarlo.
Así -como indica Cáceres Julca(44)- se trata de aquellos casos en los que la autoridad
policial encuentra al investigado con el objeto, instrumento, o en el proceso de realización
del hecho punible, es decir, cometiendo el delito o cuando acaba de consumarlo e, inclu
so, cuando es sorprendido inmediatamente después de la comisión del hecho con efectos
(v. gr. las cosas sustraídas, las huellas, Vestigios y todo otro medio de confirmación de las
consecuencias de la ejecución del delito) o con instrumentos del delito (cualquier utensi
lio que fue empleado o que sirva para la ejecución del delito).
Es una situación fáctica en donde el investigado ha dejado la escena del delito, pero
ha sido identificado ya sea por la víctima, por tercera persona o a través de algún medio
audiovisual u otro análogo que permita reconocerlo plenamente en su individualidad y di
ferenciarlo de otras personas(45).
(43) Texto del artículo según modificatoria efectuada por el artículo 1 de la Ley N° 29569 del 25/08/2010.
(44) CÁCERES JULCA, Roberto. “La detención policial”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 7, Gaceta
Jurídica, Lima, enero de 2010, pp. 244-251.
(45) ídem.
(46) Cfr. RODRÍGUEZ SOL, Luis. Registro domiciliario y prueba ilícita. Comares, Granada, 1998, p. 116;
GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, Nicolás. “Entrada y registro en el domicilio. En: La restricción de
. los derechosfundamentales de la persona en el proceso penal. Consej o General del Poder Judicial, Madrid,
1993, p. 112.
451
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Como se aprecia solo existen datos que hacen factible evidenciar que la persona es el
sujeto activo de la acción, por lo tanto, desde esta perspectiva, al encontrarle en su poder
el objeto robado o el arma usada para la consumación del hecho delictivo, implica una pre
sunción de flagrancia(47). En tal sentido, realmente no es una flagrancia, sino que se trata
de una ficción de la ley para poder detener a una persona que no está comprendida en el
supuesto de flagrancia, a fin de evitar que quede impune el delito.
Consideramos que la ley penal debe describir como únicos supuestos para detener los
casos de flagrancia y cuasiflagrancia, a fin de no vulnerar derechos constitucionales, pues
to que la naturaleza del concepto de flagrancia es la inmediatez (en la realización del he
cho delictivo y en la captura o detención del presunto autor) y, con esta nueva definición
se trastoca su esencia misma(48).
Ahora, la primera interrogante que surge al respecto es saber si lo acotado resulta com
patible con lo prescrito en la Constitución en su artículo 2.24. f), pues como hemos visto,
en dicho artículo se precisa que la detención por flagrancia delictiva puede ser realizada
por la autoridad policial, y no hace mención alguna a la posibilidad que cualquier ciuda
dano esté facultado para tal proceder.
(47) Cfr. SILVA SILVA, Jorge Alberto. Derecho Procesal Penal. Haría, México D.F., 1990, p. 504.
(48) PAZ PANDURO, Moisés. “La problemática actual de los delitos contra la libertad sexual. Violación sexual
de menor de edad y supuestos de su flagrancia delictiva”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 218, Gaceta
Jurídica, Lima, enero de 2012, p. 142.
(49) El CPP de 2004 regula la figura del arresto ciudadano su artículo 260 de la siguiente manera:
Artículo 260.-Arresto ciudadano
1. En los casos previstos en el artículo anterior, toda persona podrá proceder al arresto en estado de flagrancia
delictiva.
2. En este caso debe entregar inmediatamente al arrestado y las cosas que constituyan el cuerpo del delito a la
Policía más cercana. Se entiende por entrega inmediata el tiempo que demanda el dirigirse a la dependencia
policial más cercan o al Policía que se halle por inmediaciones del lugar. En ningún caso el arresto autoriza
a encerrar o mantener privada de su libertad en un lugar público o privado hasta su entrega a la autoridad
policial. La policía redactará un acta donde se haga constar la entrega y las demás circunstancias del lugar.
452
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Para resolver la interrogante planteada, debemos partir por traer a colación el princi
pio de unidad de la Constitución, por el cual la Ley fundamental no puede ser interpretada
aisladamente, sino tomando en cuenta las demás disposiciones constitucionales. Es decir,
para una cabal comprensión de la Constitución debe interpretársela sistemáticamente, de
modo integral, por lo que el análisis de un dispositivo constitucional debe efectuarse to
mando en consideración los demás dispositivos constitucionales pertinentes.
Esta postura toma como base la diferenciación -que ha establecido el Tribunal Cons
titucional- entre los conceptos de privación de libertad y restricción de la libertad, supues
tos previstos, respectivamente, en los artículos 2 .2 4 f) y 2 .2 4 b) de la Constitución. Así, el
supremo intérprete de la ley fundamental ha estipulado que la garantía de jurisdiccionali-
dad y el deber policial de detener en flagrancia no se extienden “a cualquier supuesto de
restricción, sino que está directamente relacionada con la detención de una persona, es de
cir, con medidas que supongan una privación de la libertad”, concluyendo en el asunto que
fue materia de fallo, que ese no es el caso del arresto simple ni del arresto de rigor en el
ámbito de la sanciones disciplinarias a los efectivos policiales, “que más bien constituyen
o implican una restricción de la libertad”, por lo que resultaba aplicable el precepto según
el cual “no se permite forma de restricción de la libertad personal, salvo en los casos pre
vistos por la ley (art. 2.24.b de la CP). Es por ello que, “en principio, no es inconstitucio
nal que el legislador establezca la posibilidad de que funcionarios que carecen de faculta
des jurisdiccionales puedan imponer las sanciones disciplinarias de arresto simple y arresto
de rigor, con el objeto de salvaguardar el principio de disciplina y jerarquía castrense”.
Estos criterios esbozados por el Tribunal Constitucional pueden servir para determi
nar la constitucionalidad del arresto ciudadano, en tanto esta figura, “pese a su ubicación
sistemática, no es propiamente una detención sino una forma más leve de restricción de
la libertad personal. Es posible hacer tal distinción si se tiene en cuenta que únicamente
está autorizada con fines de entrega inmediata del arrestado a la autoridad policial más cer
cana, así como también que en ningún caso faculta su encierro o privación de la libertad
en lugar público o privado mientras permanezca en manos del ciudadano aprehensor”(50).
(50) CASTRO TRIGOSO, Hamilton. “El arresto ciudadano. ¿Una renuncia del Estado al monopolio de la
violencia?”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 189, Gaceta Jurídica, Lima, agosto de 2009, p. 153.
453
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
solo debe durar el tiempo estrictamente necesario para poner a disposición de la policía a
los presuntos autores o sospechosos del crimen, lo cual no faculta al particular a realizar
un uso excesivo de fuerza natural. Debe entenderse, entonces, al arresto ciudadano como
una labor complementaria, que coadyuvará al fortalecimiento de la seguridad ciudadana
y colaborará con la administración de justicia.
En ese orden de ideas, al arresto ciudadano debe considerársele como una medida
subsidiaria, provisional y proporcional, esto es, que su dictado obedece a la necesidad de
proteger fines constitucionalmente legítimos que la puedan justificar. Por la subsidiarie-
dad, el arresto ciudadano constituye una aprehensión ciudadana que solo puede adoptarse
en ausencia (en el lugar y tiempo del delito flagrante) de las agencias de persecución. El
carácter de medida provisional se manifiesta como una transitoria y brevísima privación
de la libertad, para la entrega inmediata del arrestado a la policía. Y el carácter proporcio
nal exige que su dictado y ejecución permitan ser el instrumento adecuado para el asegu
ramiento de los fines del proceso penal(51).
La inclusión del término de la distancia como criterio a tener en cuenta para determi
nar el tiempo que corre desde que se detiene a una persona hasta que tiene que ser pues
to a disposición del juzgado indica que no siempre existirá un juez competente ahí don
de se produzca la detención.
(51) BENAVENTE CHORRES, Hesbert. “El arresto ciudadano en el Código Procesal Penal de 2004”. En:
Manual de actualización penal y procesal penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2010, p. 163.
454
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Esta puesta del detenido a disposición judicial dentro del plazo establecido, se cons
tituye en garantía del carácter temporal -como medida cautelar que es- de la detención,
cuya finalidad es precisamente que el juez competente determine si procede la detención
judicial respectiva, o si, por el contrario, procede la libertad de la persona.
Por vulneración del derecho a ser puesto a disposición del juez competente den
tro del plazo estrictamente necesario o dentro del plazo establecido por la Cons
titución o la ley;
Por afectación del derecho al plazo razonable de la detención judicial preventiva,
Por vulneración del derecho a la libertad personal del condenado que ha cum
plido la pena.
Respecto a ello, el supremo intérprete de la Constitución ha establecido dos reglas(52):
455
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
H L a pu esta del detenido a disposición ju d ic ial dentro del plazo establecido es u n a garantía
de la tem poralidad de la detención: ST C Exp. N ° 06423-2007-P H C /T C (f. j. 4).
jjj L a finalidad d el p laz o m áxim o p a ra la d etención p o lic ial es que el ju e z com petente deter
m ine si p rocede la deten ció n ju d ic ial resp ectiv a o si, p o r el contrario, procede la libertad
de la persona: STC E xp. N° 06423-2007-P H C /T C (f. j. 4).
H L a reso lu ció n que determ ine la detención ju d ic ia l p re v en tiv a de u n a persona debe m oti
v a r debidam ente los criterios de p eligro de fu g a y pelig ro de obstaculización: ST C Exp.
N ° 01133-2014-P H C /T C (f. j. 7).
(53) MEINI MÉNDEZ, Iván. “Procedencia y requisitos de la detención”. Ob. cit., p. 295.
456
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
jj L a flagrancia se configurará cuando exista u n conocim iento fundado, directo e inm ediato
del hecho punible que se viene realizando o que se acaba de realizar instantes antes: STC
Exp. N° 03731-2012-PH C /T C (f. j. 2.3).
B IB L IO G R A F ÍA
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457
f
A r tíc u lo 2 E l d e r e c h o a n o s e r in c o m u n ic a d o
Toda persona tiene derecho:
(...)
24. A la libertad y a la seguridadpersonales. En consecuencia:
(...)
g) Nadie puede ser incomunicado sino en caso indispensable
para el esclarecimiento de un delito, y en la forma y por
el tiempo previstos por la ley. La autoridad está obligada
bajo responsabilidad a señalar, sin dilación y por escrito,
el lugar donde se halla la persona detenida.
C O N C O R D A N C IA S:
C.: arts. 2 incs. 24.b), f), 139 incs. 3), 15), 200 inc. 1); C.P.Ct: art. 25 inc. 11); C. de
P.P.: art. 133; D.U.D.H.: arts. 9,10,11; P.I.D.C.P.: art. 9; C.A.D.H.: arts. 7, 8
(1) SARTRE, Jean Paul. El ser y la nada. Ensayo de una ontología fenomenológica. Tomo I, Buenos Aires,
1948, p. XVII.
(2) Artículo 2, inciso 24, literales b y f de la Constitución Política.
(3) Artículo 7.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos reconoce que toda persona tiene derecho
a la libertad y a la seguridad personal. Específicamente, en la sentencia del caso Chaparro Álvarez y Lapo
Iñiguez vs. Ecuador,, de fecha 21 de noviembre, de 2007, la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
señaló que el contenido del derecho a la libertad personal queda circunscrita a la libertad física.
(4) Para un sector de la doctrina el objeto de tutela es la libertad individual. No obstante, en atención a que
tanto la libertad personal, como la libertad individual se refieren a la protección de la libertad física,
equipararemos ambos conceptos.
(5) STC Exp. N° 1091-2002-HC/TC, caso V icente Silva Checa, de fecha 12 de agosto de 2002,
f .j.2 .
458
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Desde una interpretación sistemática por comparación entre el artículo 200, inciso 1
de la Constitución, y los artículos 2 y 25, inciso 11, del Código Procesal Constitucional
-en adelante CPC- el hábeas corpus procede ante el hecho u omisión, por parte de cualquier
autoridad, funcionario o persona, que vulnere o amenace de forma cierta e inminente el de
recho a no ser incomunicado sino en la forma prescrita en el artículo 2, inciso 24, literal g.678910
(6) Artículo 2, inciso 11 de la Constitución Política. A mayor abundamiento, STC Exp. N° 7039-2005-PHC/
TC, caso Consuelo Sifuentes Mata, de fecha 17 de octubre de 2005, ff. jj. 15-16.
(7) STC Exp. N° 0019-2005-PI/TC, caso Vicente Silva Checa, de fecha 12 de agosto de 2002, f. j. 3.
(8) STC Exp. N° 2663-2003-HC/TC, caso Eleobina Aponte Chuquihuanca, de fecha 23 de marzo de 2004,
f-j- 5.
(9) STC Exp. N° 1091 -2002-HC/TC, caso Vicente Silva Checa, de fecha 12 de agosto de 2002, f. j. 6.
(10) STC Exp. N° 00815-2007-PHC/TC, caso Justo Flores Llerena, de fecha 7 de diciembre de 2009, f. j. 11.
Sobre la ponderación de derechos y el test de proporcionalidad ver: STC Exp. N° 6712-2005-HC/TC, caso
Magaly Medina Vela, de fecha 17 de octubre de 2005, f.j. 4; STC Exp. N° 0045-2004-AI/TC, caso PROFA,
de fecha 30 de marzo de 2006, f. j. 39; STC Exp. N° 4677-2004-AA/TC, caso Confederación General de
Trabajadores del Perú, de fecha 7 de diciembre de 2005, f. j. 10.
459
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por tal razón, procede la demanda de hábeas Corpus ante el juez penal -artículo 28
del CPC-, frente a una resolución firme(n), emitida por el juez, que vulnere de forma ma
nifiesta -artículo 4 del C PC - el contenido constitucionalmente protegido11(12) del derecho
a no ser incomunicado -artículo 5 inciso 1 del CPC En consecuencia, corresponde de
clarar improcedente in limine la demanda de hábeas corpus cuando a) la resolución judi
cial no es firme; b) la vulneración no es manifiesta; o, c) no se agravia la libertad personal.
(11) Según la STC Exp. N° 1230-2002, caso César Tineo Cabrera, de fecha 20 de junio de 2002, f. j. 5, el
elemento “autoridad” recogido en el artículo 200, inciso 1 de la Constitución comprende a los órganos
jurisdiccionales y a las resoluciones judiciales que emiten.
(12) En la STC Exp. N° 6218-2007-PHC/TC, Caso, Víctor Esteban Camarena, de fecha 17 de enero de 2008,
fundamento jurídico 16, se han examinados los tres presupuestos para que el juez constitucional determine
el cumplimiento de este requisito de procedencia del hábeas corpus. A saber, a) identificar el derecho que
expresa o implícitamente podría verse afectado por el acto arbitrario objeto de la demanda; b) identificar
la verdadera pretensión del demandante; y, c) si la verdadera pretensión del demandante forma parte del
contenido constitucionalmente protegido de algunos de los derechos fundamentales que son objeto de
tutela en el proceso constitucional.
(13) STC Exp. N° 2663-2003-HC/TC, caso Eleobina Aponte Chuquihuanca, de fecha 23 de marzo de 2004,
f .j.6 .
(14) A mayor abundamiento sobre el hábeas corpus instructivo y la desaparición forzada de personas, ver: STC
recaída en el Exp. N° 2488-2002-HC/TC, caso Genaro Villegas Namuche, de fecha 18 de marzo de 2004,
f .j.2 .
(15) El CPP de 2004 establece dos supuestos en los que se restringe, mas no se anula, el derecho a no ser
incomunicado durante la detención. A saber, la detención preliminar incomunicada -artículos 265 al 267-;
la prisión preventiva incomunicada -artículos 280 al 282-
460
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(16) STC Exp. N ° 0 1 0 -2 0 0 2 -A I/T C , C aso M arcelino Tineo Sulca y m ás de 5000 m il ciudadanos, de fecha 3 de
enero de 2 0 0 3 , f .j . 10.7.
(17) En la m ism a línea, S A N M A R T ÍN C A STR O , César. D erech o P ro cesa l P enal. Grij ley, Lima, 2003, p. 1141;
R O SA S YATACO, Jorge'. M an u al d e D erech o P ro c e sa l P en al. C on aplicación a l nuevo C ódigo P ro c e sa l
P en a l. Juristas, Lima, 2 0 0 9 , p. 469.
(18) En el m ism o sentido, SÁ N C H E Z V E L A R D E , Pablo. E l nuevo p ro c e so p e n a l. Idem sa, Lim a, 2 0 09, p. 334;
S A N M A R T ÍN C A ST R O , César. Ob. c it , p. 1141.
(19) Para un m ayor abundam iento sobre los fines de las m edidas coercitivas, ver: GIM ERO SE N D R A , V icente.
D erech o P ro cesa l P en a l. C olex, Madrid, 2004, p. 401 y ss.
(20) A sen sio M ellado, citado por S A N M A R T ÍN C A STR O , César. Ob. cit., p. 1141.
(21) . En igual sentido, ORÉ G U A R D IA , A rsenio. M an u al de D erech o P ro c e sa l P enal. 2 a edición, Alternativas,
461
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Lima, 1999, p. 358 señala que “la incom unicación es la m edida coercitiva de m ayor gravedad que se dicta
en un proceso penal”.
(2 2 ) N o s basam os en ORÉ G U A R D IA , A rsenio y LO Z A Á VALO S, Giulliana. L as m edidas cautelares p erson ales
en e l p ro c e so p e n a l p e ru a n o . Reform a, Lim a, 2011, pp. 32-44; GIM ENO S E N D R A , V icente; M O R E N O
C A TEN A , Víctor; CORTEZ D O M ÍN G U E Z , Valetín. L eccion es d e D erech o P ro c e s a l P en a l. 2 a edición,
C olex, M adrid, 2 0 0 4 , pp. 2 6 4-266.
(23) Sobre la clasificación de las m edidas cautelares personales en el proceso penal peruano, ver: R EÁ TEG U I
SÁ N C H E Z , Jam es. En b u sca d e la p ris ió n p re v e n tiv a . Juristas, Lima, 2 0 06, pp. 49 -5 0 .
(2 4 ) Se aplica m utatis m utandis, lo s principios de las m edidas de coerción personal, regulados en los artículos
V I y 2 5 3 - 2 5 8 del CPP de 2 0 0 4 . En iguales térm inos, n os basam os en los artículos 2, in ciso 24, literal b),
y 139, in cisos 3 y 5, de la C onstitución Política.
(25) Esta regla general tiene com o excep cion es lo s p rocesos en e l m arco de la justicia militar, según e l artículo
139, in ciso 1 de la C onstitución, y los realizados por las Com unidades C am pesinas y N ativas, dentro de
su ámbito territorial, de acuerdo al artículo 149 de la Carta Magna.
(2 6 ) El principio del ju e z leg a l está regulado en e l artículo 139, inciso 3 de la C onstitución Política. D e esta
forma la N orm a Fundam ental garantiza la im parcialidad del funcionario estatal encargado de administrar
justicia, al establecer que debe haber, con anterioridad a la conducta típica, un ju e z penal com petente, de tal
m odo que cuando una persona com ete un delito n o se puede designar un ju e z ad hoc; ni c o n posterioridad
al hecho, esto es, p o s t fa c tu m .
(2 7 ) D e acuerdo al artículo 19 del CPP de 2 0 04, lo s criterios para identificar qué órgano jud icial debe conocer
el proceso son de orden objetivo, funcional, territorial y por conexión.
462
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
463
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(28) A rtículos 7, 9 y 14 del Pacto Internacional de D erechos C iviles y P olíticos; artículo 7 de la C onvención
A m ericana sobre D erechos H um anos; artículos 1 y 2 de la C onvención contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanas o D egradantes, y artículo 2 de la C onvención Interamericana sobre D esaparición
Forzada.
464
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.2, INC. 24)
465
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la Policía Nacional del Perú observará estrictamente lo preceptuado en las normas legales
sobre la materia y, específicamente, las siguientes: (...) d) Cuando las circunstancias lo re
quieran y la complejidad de las investigaciones así lo exija, para el mejor esclarecimiento
de los hechos que son materia de investigación, podrá disponer la incomunicación abso
luta de los detenidos hasta por el máximo de ley, con conocimiento del Ministerio Públi
co y de la autoridad jurisdiccional respectiva”.
Este dispositivo legal fue declarado inconstitucional por la sentencia del Tribunal
Constitucional recaída en el Exp. N° 010-2002-AI/TC(31)32,debido a que dispone “la inco
municación absoluta de los detenidos”, lo cual produce la “la negación absoluta del de
recho de defensa”.
2. El elemento “incomunicación”
No debe entenderse la incomunicación en el sentido coloquial de la palabra. Es decir,
como la privación en la transmisión de un código común entre el emisor y el receptor^.
En ese orden, no toda incomunicación a una persona será jurídicamente desvalorada, ni
merecedora de una sanción por el sistema jurídico.
Una vez se dicta la medida de incomunicación, esta puede variar debido a que ya no
subsistan los presupuestos que la han justificado, ya sea porque se cumplieron los fines de
la investigación o porque se venció el plazo legal para su imposición.
(31) D ich a sentencia declaró inconstitucionales diversos artículos de los D ecretos L eyes N °s 2 5 4 7 5 , 256 5 9 ,
2 5 7 0 8 ,2 5 8 8 0 y 25 7 4 4 .
(32) R EA L A C A D E M IA E SPA Ñ O L A . Diccionario de la Lengua Española. 22a ed ición . En: < http://buscon.
rae.es/drae/drae.html> (C onsulta e l 2 0 /0 6 /2 0 1 2 ).
466
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Por otro lado, se han concebido dos sistemas de incomunicación. Una absoluta, que
consiste en el aislamiento total del individuo con el mundo exterior, en la que incluso era
sometido a torturas para extraer de él una confesión que permita corroborar la hipótesis in-
criminatoria. Este sistema ha sido descartado por la mayoría de Estados, como el Perú. Y
una incomunicación relativa, donde a pesar de la incomunicación, al investigado le asis
ten los demás derechos reconocidos en la Constitución, como por ejemplo el de ser asisti
do por un abogado defensor o el que se le permita ingerir alimentos y dormir.
Estos dos criterios versan sobre el peligro procesal del investigado en orden de que
perturbe el esclarecimiento del delito, ya sea para eludir la acción de la justicia o para obs
taculizar la obtención de la verdad. Sin embargo, también deben incluirse como un crite
rio para imponer la medida de comunicación, las pruebas que vinculen, al agente con el
delito investigado. A saber, la gravedad de la conducta típica, el título de imputación del
investigado (autor o partícipe) y el grado de ejecución del delito.
Por otro lado, el delito al que hace mención la norma constitucional para habilitar la
incomunicación, según el TC, debe ser uno “considerado como muy grave”(33). No hay un
marco objetivo para señalar qué delito es considera muy grave en el ordenamiento jurídi-
co-penal. Sin embargo, el artículo 165 del CPP de 2004 arroja luces al indicar que la de
tención preliminar incomunicada procede para delitos sancionados con una pena superior
(33) ST C Exp. N ° 010-2002-A I/T C , caso M arcelino Tineo Sulca y m ás de 500 0 m il ciudadanos, de fecha 3 de
enero de 2003, f. j. 172.
467
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
a los 6 años de prisión o cuando se le investiga por los delitos de terrorismo, espionaje y
tráfico ilícito de drogas.
Adicionalmente, el pronunciamiento del juez debe estar justificado con los requisi
tos legales, tanto los impuestos por el CPP de 2004, en caso de delitos que se tramitan en
(34) S T C E x p . N ° 1 2 3 0 -2 0 0 2 -H C /T C , c a s o C é sa r T in e o C abrera, d e f e c h a 2 0 de j u n io d e 2 0 0 2 ,
f-j. 11.
(35) STC Exp. N ° 0791-2002-H C /T C , caso Grace R ig g s B rousseau, de fecha 21 de ju n io de 2 0 0 2 , íf. jj. 15-16.
(36) ST C español Exp. N ° 1 2 7/2000, de fech a 16 de m ayo de 2 0 00, fundam ento jurídico N ° 3. E n igual sentido
de la STC español Exp. N ° 7 /2 0 0 4 de fecha 9 de febrero de 2004, f. j. 4.
468
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
la jurisdicción ordinaria; com o los establecidos por el artículo 157 del Código de Justicia
Militar Policial para los delitos de fim ción(37).
(3 7 ) La STC Exp. N ° 0 0 1 7-2003-A I/T C , interpuesta por la D efensoría del Pueblo, de fecha 16 de m arzo de 2004,
f. j. §5.1 señala com o delito de función aquella acción tipificada expresam ente en la L e y de la materia, y
que es realizada por un m ilitar o p olicía en acto de servicio o con ocasión de él, y respecto de sus funciones
profesionales.
(3 8 ) E l Decreto L ey N ° 2 5 4 7 5 , de fecha 6 de m ayo de 1992, establece la penalidad para los delitos de terrorismo
y los procedim ientos para su investigación, instrucción y juicio.
(3 9 ) A rtículo 331 del CP.
(4 0 ) A rtículos 296 al 303 del CP.
469
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Cabe precisar, además, que lo que señalamos son plazos máximos en que se puede
restringir el derecho a no ser incomunicado, por lo que si la medida de incomunicación
cumple su fin antes de dichos plazos, debe cesar.
1. La autoridad
En virtud del principio jurisdiccional, mencionado líneas arriba, el cual informa que
las medidas de incomunicación solo pueden ser dictadas por los órganos jurisdicciona
les de la República, específicamente de los jueces con competencia penal, predetermina
dos por ley; la autoridad a la que refiere la norma constitucional objeto de comentario es
el juez especializado en lo penal.
Por tal razón, si bien la autoridad constitucionalmente designada para limitar el dere
cho a la no incomunicación es el juez penal, este no la restringe materialmente. Son Las
fuerzas de seguridad del Estado las autoridades que ejecuten las resoluciones judiciales, y
por lo tanto, las que materialmente cumplen con el mandato judicial de detener e incomu
nicar al investigado. Por ello, cuando la norma constitucional objeto de comentario señala
que: “La autoridad está obligada bajo responsabilidad a señalar, sin dilación y por escrito,
470
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
el lugar donde se halla la p ersona detenida” se refiere tam bién a los m iem bros de la fuer
za de seguridad del Estado -en tién d ase Policía N acional y Fuerzas A rm ad as-.
E n esa lógica, las fuerzas de seguridad de la nación tam bién tienen la obligación de
informar a los familiares del detenido incomunicado la ubicación donde este se encuen
tra, así como garantizar los derechos fundamentales que la Constitución Política y los tra
tados internacionales le otorgan.
2. La responsabilidad de la autoridad
La responsabilidad recae en el juez que emite la resolución donde se impone la me
dida de incomunicación, siempre y cuando haya omitido consignar, por escrito y sin di
lación, el lugar donde se halla la persona detenida. Es decir, cuando el juez omite el de
ber constitucional de información sobre el lugar donde la persona va a cumplir la medida
de incomunicación.
La responsabilidad es aún mayor para los miembros de las fuerzas de seguridad del
Estado que, sin contar con una orden judicial, mantienen incomunicado al detenido. Aquí
no solo se viola el derecho a la no incomunicación, sino los derechos a la libertad perso
nal y a la defensa.
Respecto a las clases de responsabilidad que tiene el juez o los miembros de las Fuer
zas Armadas y Policía Nacional, esta puede ser de carácter administrativa(43), civil(44) o pe-
nal(45) por el incumplimiento de las normas legales y administrativas en el ejercicio del
servicio público, sin perjuicio de las sanciones de carácter disciplinario por las faltas que
cometen(46).
A modo de ejemplo, en el caso de los jueces, la responsabilidad civil la fija el ar
tículo 509 del Código Procesal Civil, el mismo que prescribe que el juez es civilmente
(43) Cfr. artículos 2 3 9 al 243, referidos a la responsabilidad de las autoridades y personal al servicio de la
A dm inistración Pública, de la L ey N ° 2 7 4 4 4 , L ey de Procedim iento A dm inistrativo General.
(44) Sobre la responsabilidad civ il d el Estado, ver: D E Á N G E L YA G Ü E S, Ricardo. Tratado de responsabilidad
civil. C ivitas,
1993, p. 403 y ss.
(45) D epender de que la conducta prohibida califique com o delito, según el C ódigo Penal.
(46) A rtículo 76 del Texto Ú n ico Ordenado de la norm ativa del servicio civil, aprobado vía D ecreto Supremo
~ N ° 0 0 7 -2 0 10-PC M , que norm a el régim en disciplinario del servidor público de carrera.
471
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(47) Según e l artículo 4 de la L ey N ° 249 7 3 , L ey de indem nización por errores jud iciales y detenciones arbitrarias,
de fecha 28 de diciem bre de 1988.
(48) A probado m ediante D ecreto Suprem o N ° 017-93-JU S , de fecha 2 de jun io d e 1993.
472
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ARX 2, INC. 24)
e sc la re c im iento del delito, la pluralidad de los investigados, entre otros factores objeti
vos que dilaten justificadam ente el deber de inform ación. E n ningún caso se debe adm i
tir com o excusa p ara inform ar el lugar donde se halla la persona detenida incom unicada
la sobrecarga procesal o la excesiva burocracia.
E n ese sentido, la inform ación sobre el paradero del detenido incom unicado no debe
exceder el tiem po en que el sujeto sufre la m edida de incom unicación. Por ejem plo, resul
ta inadmisible que se dicte la medida de incomunicación por el plazo de cinco días, pero
la autoridad recién comunique el paradero del detenido al sexto día.
(4 9 ) C abe precisar que e l C de PP y e l CPP de 2 0 0 4 tienen una estructura distinta en cuanto a la investigación
d el delito. En el primero, el ju e z de la fase de instrucción es quien dirige la in vestigación tendiente a
determinar si la conducta incrim inada es delictuosa. En e l segundo, esta labor recae en e l fiscal, e l cual
dirige las diligencias prelim inares y la investigación preparatoria.
473
t
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
474
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.2/INC. 24)
sancionado con una pena superior a los cuatro años de prisión y existe peligro de fuga;
b) la persona sorprendida en flagrante delito logre evitar su detención; c) el detenido se
fuga de un centro de detención(50).
De este modo, el delito materia de investigación tiene que ser uno grave. El mis
mo que debe ser sancionado con una pena privativa de la libertad mayor a los 6 años.
Igualmente, la norma procesal faculta al juez a aplicar la medida de incomunicación
por los delitos de terrorismo, espionaje y tráfico ilícito de drogas. La medida de in
comunicación, siguiendo el mandato constitucional, solo se aplicará “siempre que re
sulte indispensable para el esclarecimiento de los hechos investigados” y solo por un
tiempo determinado.
De esta forma para los delitos de terrorismo, espionaje y tráfico ilícito de drogas, la
detención preliminar incomunicada no podrá ser mayor de 10 días, debido a que la de
tención preliminar para esta clase de delito puede durar hasta 15 días (art. 264, inciso 2
del CPP de 2004).
Pero esto no se aplica para la incomunicación en los delitos sancionados con una
pena superior de 6 años, ya que en estos casos la detención preliminar incomunicada
tiene una duración máxima de 8 días, si tenemos en cuenta 1 día de detención prelimi
nar más 7 días de detención convalidada. Por lo tanto, en este último caso, no se apli
ca la incomunicación por un plazo máximo de 10 días, sino un lapso de tiempo que no
debe superar los 8 días.
En ese orden, el CPP de 2004 exige que el juez se pronuncie sobre la detención pre
liminar incomunicada en una resolución debidamente motivada, la misma que debe ex
pedirse de forma inmediata y sin que medie trámite alguno. Contra dicha decisión judi
cial, el artículo 267, inciso 1 del CPP de 2004 señala que procede interponer recurso de
(50) En los distritos donde no se aplica el CPP de 2004, la detención preliminar incomunicada está recogida en el
artículo 2, incisos 1 y 2.a, de la Ley N° 27379 -L ey de procedimiento para adoptar medidas excepcionales
de limitación de derechos en investigaciones preliminares-, de fecha 21 de diciembre de 2000.
475
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
apelación, sin efecto suspensivo, dentro del plazo de un día. Inmediatamente, el juez ele
vará los actuados a la Sala Penal, según el artículo 267, inciso 2 del CPP de 2004, la mis
ma que resolverá previa vista de la causa, que se llevará a cabo dentro de las 48 horas de
recibidos los autos. La decisión se expedirá el día de la vista de la causa o al día siguien
te, bajo responsabilidad.
Respecto a los derechos que tiene el detenido incomunicado, el artículo 265, inciso
2, establece que la incomunicación no impide las conversaciones con el abogado defen
sor, las cuales no requieren autorización previa ni podrán ser prohibidas, por lo que no se
le puede exigir que brinde su declaración antes de que se comunique con su abogado. Se
evidencia además, que bajo el principio de respecto a los derechos humanos, no se puede
someter al detenido a actos de tortura, ni obligarlo a declarar contra sí mismo.
El plazo por el cual una persona puede estar incom unicada no puede exce
der los 10 días, según el artículo 280 del CPP de 2004. Vencido dicho término u
otro menor que fije la resolución judicial, la incomunicación cesa automáticamente
-artículo 282 del CPP de 2004-.
La norma procesal también afirma el respeto a las garantías de las que goza el dete
nido incomunicado, quien además de poderse comunicar con el abogado defensor de su
elección, sin autorización ni prohibición alguna, puede acceder a libros, diarios, revistas y
escuchar noticias de libre circulación y difusión, amén de recibir, sin obstáculo alguno, la
ración alimenticia enviada por sus familiares o conocidos.
476
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| Solo puede incom unicarse a u n a persona en los casos indispensables para el esclarecim iento
de un delito, y en la form a y p o r el tiem po previstos p o r la ley: STC Exp. N° 00010-2002-
A I/T C (f .j. 172).
L a alegación de u n caso indispensable para incom unicar a una persona exige la presencia de
u n a razón objetiva y razonable que la justifique: STC Exp. N° 00010-2002-A I/TC (f.j. 172).
A islar e incom unicar a un delincuente constituye un trato cruel e inhum ano: STC Exp.
N ° 00010-2002-A I/T C (f. j. 221).
B IB L IO G R A F ÍA
DEFENSORÍA DEL PUEBLO DEL PERÚ. “La desaparición forzada de personas en el Perú (1980-
1996)” . Serie informes Defensoriales N° 55, Lima, 2002; DE ÁNGEL YAGÜES, Ricardo. Tratado
de responsabilidad civil. Civitas, 1993; GIM ENO SENDRA, Vicente; MORENO CATENA, Víctor;
CORTEZ DOMÍNGUEZ, Valetín. Lecciones de Derecho Procesal Penal. 2a edición, Colex, Madrid,
2004; GIM ERO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal Penal. Colex, Madrid, 2004; H Á BERLE,
Peter. E l Estado constitucional. Universidad Nacional Autónom a de M éxico, M éxico, 2003; ORÉ
GUARDIA, Arsenio. M anual de Derecho Procesal Penal. 2a edición, Alternativas, Lima, 1999; ORÉ
GUARDIA, Arsenio y LOZA ÁVALOS, Giulliana. Las medidas cautelares personales en el proceso
p enal peruano. Reforma, Lima, 2011; REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión pre
ventiva. Juristas, Lima, 2006; ROSAS YATACO, Jorge. M anual de Derecho Procesal Penal. Con
aplicación al nuevo Código Procesal Penal. Juristas, Lima, 2009; SAN MARTÍN CASTRO, César.
Derecho Procesal Penal. Grijley, Lim a, 2003; SARTRE, Jean Paul. E l ser y la nada. Ensayo de una
ontología fenom enológica. Tomo I, Buenos Aires, 1948; SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. E l nuevo
proceso penal. Idemsa, Lima, 2009.
477
t
A r tíc u lo 2 I n t e g r id a d m o r a l, p s íq u ic a y fís ic a
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 inc. 1), 139, 200 inc. 1); C.P.Ct: art. 4, 25 inc. 1); C.C.: arts. 214, 215;
C.P.: aits. VI, 121 y ss„ 321, 322,170 y ss, 321; C.N.A.: art. 4; D.U.D.H.: arts. 3, 5;
P.I.D.C.P.: arts. 7,10 14.3 inc. g); C.A.D.H.: arts. 5, 8.2 inc. g), 8.3
(1) Puede revisar el texto de Bill o f Rights en: <http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2698/20.pdf > (página
web visitada el 20/02/2012).
478
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
una auténtica conquista social, es decir, una especie de derechos “colectivos”, a los cua
les todos tenían derecho pero en virtud a su pertenencia al pueblo(2)34.
Este escenario irá cambiando un siglo después, como producto de la Revolución Fran
cesa y consecuentemente con el fin del Estado absoluto para dar paso al Estado moderno,
concretamente al Estado de Derecho, en el cual se busca garantizar los derechos humanos
y el principio de separación de poderes. Entonces, será a partir de la Declaración de los
Derechos del Hombre y Ciudadano de 1789, que se establece en su artículo 16, la necesi
dad de garantizar los derechos y respetar la separación de poderes como requisitos indis
pensables para que una sociedad pueda considerarse poseedora de una “Constitución”. En
esta misma Declaración, en los artículos 1 y 2 se establece la libertad e igualdad en dere
chos de todos los hombres, así como el carácter natural, inalienable y sagrado de los de
rechos del hombre®. Esta última precisión es importante, pues se empezará a visibilizar
(a través de declaraciones, en esta etapa) la existencia de derechos naturales, que son in
herentes a la persona humana y por lo tanto gozan de tutela por parte del Estado.
Tal como señala el Dr. Carlos Mesía, el hecho de que los derechos fundamentales, es
tén contenidos en nuestra Constitución bajo el nombre de derechos fundamentales, le otor
ga un estándar de tutela más alto, pues estarán protegidos por procedimientos de reforma
constitucional, como contienen derechos intangibles, van a constituir límites al momento
de revisar la Constitución, al tener esa característica vinculante, van a convertirse en pa
rámetro material de la validez o no de la actuación estatal a través de sus órganos legisla
tivo, judicial, administrativo y también ejecutivo®.
(2) NIKKEN, Pedro. E l concepto de los Derechos Humanos. Instituto Interamericano de Derechos Humanos,
San José de Costa Rica, 1994, pp. 17 -19.
(3) Puede revisar el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano en: <http://www.juridicas.
unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/30/pr/pr23 ,pd£> (página web visitada el 20 de febrero de 2012).
(4) MESÍA, Carlos. Derechos de la persona. Dogmática constitucional. Fondo Editorial del Congreso, Lima,
2004, p. 22.
479
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es importante destacar además que los derechos fundamentales, tal como lo señala
Háberle(5), dentro de un orden constitucional establecido como el nuestro, tienen un doble
carácter, por un lado, el individual, pues son derechos de la persona y por lo tanto pueden
ser exigibles de manera individual o colectiva según sea el caso, pero por otro lado está el
carácter institucional, el cual tiene carácter objetivo al convertirse en ente rector del orde
namiento jurídico en su conjunto.
Haberle, nos habla además del imperativo de interpretar de manera sistemática la Cons
titución, de este modo, los límites y el contenido de los derechos fundamentales igualmen
te deben determinarse con esa visión de conjunto(6).
“El respeto al contenido esencial del derecho a la integridad personal, tanto en lo que
respecta al ámbito físico como en lo que atañe al ámbito espiritual y psíquico de la
persona, transita entre aquellos atributos que constituyen la esencia mínima impertur
bable en la esfera subjetiva del individuo”(7).
La protección de los derechos humanos (considerados como derechos inherentes a la
persona humana-derechos naturales) a través de su incorporación en las Constituciones
de los países e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, atiende en
tre otros aspectos, tal como lo señala Bobbio(8); al consenso alcanzado a nivel universal,
(5) HÁBERLE, Peter. La libertad fundamental en el Estado constitucional. Fondo Editorial de la PUCP, Lima,
1997, p. 55.
(6) Ibídem, p. 56.
(7) STC Exp. N° 010-2002-AI/TC, f. j. 221. ,
(8) BOBBIO, Norberto. El tiempo de los derechos. (Traducido por Rafael de Asís Rodríguez). Madrid, 1991, p. 64.
480
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
“Los tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del Derecho nacional”.
Con relación al tema que nos convoca, podemos señalar entonces, que los tratados
sobre derechos humanos ratificados y en vigor son Derecho nacional, y ello implica,
además, que nuestra Constitución ha acogido el sistema de recepción automática, que
supone “la aplicación de las normas convencionales en el ordenamiento interno una vez
que el tratado ha entrado en vigor intemacionalmente, sin requerirse ningún acto poste
rior intemo de conversión en forma de norma jurídica intema, para consolidar que la nor
ma convencional está en vigorintemamente”(10)1.
“El ejercicio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del Estado (o que
desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales) para determinar el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, debe estar obligato
riamente informado por las disposiciones de los tratados de derechos humanos y por
(9) AÑÓN, Roig. “Fundamentación de los Derechos Humanos y necesidades básicas”. En: Derechos
Humanos. Concepto. Fundamentos. Sujetos. Jesús Ballesteros Editores, Madrid, 1992, p. 200.
(10) RODRÍGUEZ CARRIÓN, Alejandro. Lecciones de Derecho Internacional Público. Tecnos, Madrid, 2006,
p. 258.
(11) STC Exp. N° 0047-2004-AI/TC, f. j. 22.
481
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Pero como vemos, la mirada del derecho a la integridad, no puede limitarse a una mi
rada meramente constitucional, pues como se ha podido evidenciar, existe un importan
te marco de protección de dicho derecho en aquellos tratados sobre derechos humanos
que el Estado peruano ha ratificado y tiene la obligación internacional no solo de acatar
los, sino también de utilizarlos como fuentes de interpretación de los derechos conteni
dos en nuestro ordenamiento jurídico en su conjunto y ser tomado en cuenta al momen
to de emitir las decisiones jurisdiccionales.
482
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
(14) STC Exp. N° 2333-2004-HC/TC. El Tribunal Constitucional desarrollará el contenido, alcance y límites
de este derecho a lo largo de toda esta sentencia.
(15) STC Exp. N° 2333-2004-HC/TC, f. j. 2.1.
(16) RUBIO, Marcial; EGUIGUREN, Francisco y BERNALES Enrique, Los derechos fundamentales en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional: Análisis de los artículos 1,2 y 3 déla Constitución. Ia edición,
Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2010, p. 776.
483
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
- Integridad moral: “El derecho a la integridad moral defiende los fundamentos del obrar
de una persona en el plano de la existencia y coexistencia social.
Dichos fundamentos manifiestan el conjunto de obligaciones elementales y primarias
que el ser humano se fija por mandato de su propia conciencia, y los condicionamientos
que ella recibe a través de la educación y cultura de su entomo,,(17).
Rubio, respecto a esta dimensión, señala que la violencia moral “afecta la dimensión
más elevada del ser humano, aquella que le pertenece en exclusividad dentro de la
realidad y tiene que ver con sus convicciones de todo tipo (religiosas, intelectuales y
sociales), con sus valores, su honor, su reputación, etc. El daño que produce la violencia
moral no se traduce ni en alteraciones orgánicas ni, necesariamente, en alteraciones
psíquicas pero destruye internamente, de alguna manera, la identidad, el ser mismo
del sujeto, de manera que le obstruye su capacidad de realización, cuando no de au-
toidentificación misma”17(18).
- Integridad psíquica: “El derecho a la integridad psíquica se expresa en la preserva
ción de habilidades motrices, emocionales e intelectuales. Por consiguiente, asegura el
respeto de los componentes psicológicos y discursivos de una persona, tales como su
forma de ser, su personalidad, su carácter, así como su temperamento y lucidez para
conocer y enjuiciar el mundo interior y exterior del ser humano”(19).
Rubio ha considerado además, que la vulneración al derecho a la integridad en su as
pecto psíquico, traducido en violencia “está orientada a alterar con daño el equilibrio
de las funciones psíquicas del individuo. Es maltrato psíquico el hacerlo'perder la
noción del tiempo o del espacio, el drogarlo para que no pueda ejercitar su voluntad,
el hipnotizarlo para lograr de él conductas que lo agravien, impedir su descanso cor
poral, etcétera”(20).
El Tribunal Constitucional, respecto al derecho a la integridad personal y su relación
directa con la dignidad humana, así como el establecimiento de sus dimensiones, se ha
pronunciado del siguiente modo:
484
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
485
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“Artículo 2. Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo
acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufri
mientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimi-
datorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier
otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos
tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o
mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”(25) (el resaltado es nuestro).
El derecho a la integridad personal, traducido en la prohibición de la violencia físi
ca, psíquica y moral, también ha sido desarrollada en instrumentos relativos a los dere
chos de la mujer, así, la Convención Interamericana para prevenir, Sancionar y Erradicar
la Violencia contra la Mujer, más conocida como la Convención Belem do Pará, señala
en su artículo 1:
Artículo 1: Para los efectos de esta Convención debe entenderse por violencia con
tra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el
privado(26).
(24) Convención Americana sobre Derechos Humanos. Suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre
de 1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos. Artículo 5. Dicho tratado
entró en vigencia en el Perú a partir del 28 de julio de 1979.
(25) Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Adoptada en Cartagena de Indias,
Colombia, el 9 de diciembre de 1985 en el decimoquinto periodo ordinario de sesiones de la Asamblea
General. Dicho tratado entró en vigencia en el Perú a partir del 28 de marzo de 1991.
(26) Convención Interamericana para prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer. Adoptada
en Belem Do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994 en el 24 periodo ordinario de sesiones de la Asamblea
General de la OEA. Entró en vigencia en el Perú a partir del 4 de junio de 1996.
486
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
Artículo 5.- Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes(27).
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, establece lo siguiente en su
artículo 7:
Artículo 7.- Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a experi
mentos médicos o científicos(28).
A nivel especializado, los Estados miembros de la Asamblea General de la ONU,
adoptaron la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes:
Artículo l.-A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término tortura”
cualquier acto por el cual se inflinge intencionadamente un daño severo, tanto físico
como mental sobre una persona, con el propósito de obtener de él/ella o de una tercera
persona información o una confesión, castigarlo por un acto que él/ella o una tercera
persona ha cometido o es sospechoso de haber cometido, o intimidar o coaccionar a
esa persona o a una tercera persona, o por cualquier razón basado en discriminación
de cualquier tipo, cuando dicho dolor o sufrimiento sea inflingido por un funcionario
público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya o con
su consentimiento o aquiescencia(29).
Por su parte, la Convención sobre los Derechos del Niño, en su artículo 19, establece
también la prohibición de todo tipo de violencia de la siguiente manera:
Artículo 19, inciso 1.- Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas,
administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma
de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explo
tación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los
padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo(30).
(27) Declaración Universal de Derechos Humanos. Adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
en su Resolución 217 A (III), en París, el 10 de diciembre de 1948. Su incorporación a la legislación peruana
fue a través de Resolución Legislativa N° 13282 del 9 de diciembre de 1959.
(28) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. El Pacto fue adoptado en la Asamblea General de
las Naciones Unidas en su Resolución 2200 A (XXI), el 16 de diciembre de 1966. Entró en vigencia en el
Perú el 28 de julio de 1978.
(29) Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Adoptada por la
Asamblea General en su Resolución 39/46, de 10 de diciembre de 1984. Entró en vigor en el Perú el 7 de
julio de 1988.
(30) Convención sobre los Derechos del Niño. Artículo 19. Dicho tratado entró en vigencia en el Perú a partir
del 4 de octubre de 1990.
487
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Artículo 2.- Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo
acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufri
mientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimi-
datorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier
otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos
tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o
mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica(31) (el resaltado es nuestro).
En nuestro ordenamiento interno, el delito de tortura fue incorporado al Código Pe
nal en 1998(32), el cual se encuentra establecido en el artículo 321 de la siguiente manera:
(31) Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Adoptada en Cartagena de Indias; Colombia,
el 9 de diciembre de 1985 en el decimoquinto periodo ordinario de sesiones de la Asamblea General. Dicho
tratado entró en vigencia en el Perú a partir del 28 de marzo de 1991.
(32) A través de la Ley N° 26926 de fecha 21 de febrero de 1998, se produjo la modificación del Código Penal,
incorporando el delito de tortura en nuestra legislación.
488
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
“En el presente caso, las presuntas víctimas, durante su detención y antes de su muerte,
recibieron maltratos físicos y psíquicos consistentes en: ser arrojadas al suelo, golpea
das a puntapiés, un policía se paró sobre sus espaldas y otros policías les cubrieron la
cabeza. Además fueron golpeadas a culatazos de escopeta y posteriormente asesinadas
mediante disparos con armas de fuego en la cabeza, tórax y otras partes del cuerpo,
presentando así evidencias de más lesiones y heridas de bala de las que hubieran sido
suficientes para causarles la muerte, si esa hubiera sido la única intención de los agentes
de la Policía Nacional del Perú”(33).
(33) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Hermanos Gómez Paquiyauri vs. Perú. Sentencia de
fecha 8 de julio de 2004 (Fondo), párrafos 110 y 117.
489
f
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“La infracción del derecho a la integridad física y psíquica de las personas es una clase
de violación que tiene diversas connotaciones de grado y que abarca desde la tortura
hasta otro tipo de vejámenes o tratos crueles, inhumanos o degradantes cuyas secuelas
físicas y psíquicas varían de intensidad según los factores endógenos y exógenos que
deberán ser demostrados en cada situación concreta. La Corte Europea de Derechos
Humanos ha manifestado que, aun en la ausencia de lesiones, los sufrimientos en el
plano físico y moral, acompañados de turbaciones psíquicas durante los interrogatorios,
(34) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Fairén Garbi y Solís Corrales vs. Honduras. Sentencia
de fecha 15 de marzo de 1989 (fondo), párrafo 149.
(35) STC Exp. N° 010-2002-AI/TC, ff. jj. 104 y 105.
490
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 2, INC. 24)
IV. Conclusiones
El derecho a la integridad personal goza no solo de protección constitucional
sino también internacional, a través de las obligaciones del Estado peruano asu
midas tras la ratificación de instrumentos internacionales sobre la materia. La
falta de cumplimiento estatal frente a esa obligación evidentemente acarreará
responsabilidad internacional del Estado.
El derecho a la integridad personal posee una triple dimensión: física, psíquica
y moral, cuya protección debe estar encaminada a erradicar situaciones graves
(36) Cfr. Corte Europea de Derechos Humanos. Caso Irlanda vs. Reino Unido. Sentencia de fecha 18 de enero
de 1978, serie A, N° 25, párrafo 167.
(37) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Loayza Tamayo vs. Perú. Sentencia de fecha 17 de
setiembre de 1997 (Fondo), párrafo 57.
(38) Corte Europea de Derechos Humanos. Caso Irlanda vs. Reino Unido. Sentencia de fecha 18 de enero de
1978, serie A, N° 25, párrafo 162.
(39) RODRÍGUEZ MESA, María José. Tortura y otros delitos contra la integridad moral cometidos por
funcionarios públicos. Editorial Comares, Granada, 2000, p. 76.
491
t
ART. 2, INC. 24) DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
de afectación a este derecho como los actos de tortura y también a los de menos
gravedad como los actos crueles inhumanos o degradantes.
Nuestro ordenamiento jurídico establece en el Código Penal, la tipificación del
delito de tortura, por lo tanto, dicha tipificación debe ser interpretada en concor
dancia con lo establecido en la Constitución Política, en lo señalado por el Tri
bunal Constitucional, pero de igual manera se debe tener en cuenta los tratados
que abordan la materia, tanto en el sistema universal como regional, así como la
jurisprudencia de los órganos internacionales.
Los operadores de justicia y de manera específica los jueces y fiscales, deben
tener presente la gravedad que involucra un acto de tortura y que por lo tanto se
debe establecer no solo las penas adecuadas, sino también una justa y razonable
reparación.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
|¡¡ El derecho a no ser obj eto de tratos inhumanos no debe confundirse con el derecho de no ser
sometido a torturas, tratos crueles o degradantes: STC Exp. N° 00726-2002-HC/TC (f. j. 1 ).
B IB L IO G R A F ÍA
AÑÓN, Roig. “Fundamentación de los Derechos Humanos y necesidades básicas”. En: D erechos
Humanos. Concepto. Fundamentos. Sujetos. Jesús Ballesteros Editores, Madrid, 1992; BOBBIO,
Norberto. E l tiempo de los derechos. (Traducido por Rafael de Asís Rodríguez). Madrid, 1991; HA
BERLE, Peter. La libertad fundam ental en el Estado Constitucional. Fondo Editorial de la PUCP,
Lima, 1997; MESIA, Carlos. Derechos de la persona. Dogm ática constitucional. Fondo Editorial del
Congreso, Lima, 2004; NIKKEN, Pedro. E l concepto de los Derechos Humanos. Instituto Interame-
ricano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 1994; RODRÍGUEZ CARRIÓN, Alejandro.
Lecciones de Derecho Internacional Público. Tecnos, Madrid, 2006; RODRÍGUEZ MESA, María
José. Tortura y otros delitos contra la integridad moral cometidos porfuncionarios públicos. Editorial
Comares, Granada, 2000; RUBIO, Marcial; EGUIGUREN, Francisco y BERNALES Enrique. Los
derechos fundam entales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional: Análisis de los artículos
1, 2 y 3 de la Constitución. Ia edición, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2010.
A r tíc u lo 3 L os d erech os no en u m erad os
La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo
no excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de
naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre,
o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado demo
crático de Derecho y de la form a republicana de gobierno.
C O N C O R D A N C IA S :
G: arts. 1,43,44,139 inc. 4), 162,200 ines. 1), 2), 4a. DFT; C.P.Ct: arts. 25,37 inc. 25);
D.U.D.H.: art. 30; GA.D.BL: arts. 1,29 inc. c), 31
(1) Cfr. ERNST, Carlos. Los derechos implícitos. Lemer editora, Córdova, 1996, p. 55 y ss., quien plantea
sutiles diferencias entre dichos conceptos.
(2) Por cerca de dos siglos, la cláusula de los derechos no enumerados no ha sido objeto de preocupaciones en la
doctrina y jurisprudencia norteamericanas. Esta situación, en gran parte, ha variado desde mitad de la década
de los ochenta, de la mano de uno que otro pronunciamiento de la Suprem Court. Cfr. entre las monografías más
importantes, B ARNETT, Randy. The rights retained by thepeople: the history and meaning ofthe ninth amend-
ment, Fairfax University Press, Virginia 1989. ídem, Restoring the lost Constitution: thepresumption ofliberty,
Princenton University Press, New Jersey, 2004. MCAFFEE, Thomas. Inherents rights, the written Consti
tution and popular sovereignty: the founders' understanding. Greenwood Press, Westport, 2000. ídem, A
criticalguide to the ninth amendment. En: “Temple Law Review”, 69, 1996, p. 61 y ss. MARSHALL L.,
Rosa. The ninth amendment and the politics o f Creativejurisprudence. Transaction Publisher, New Jersey,
1996. MASSEY, Calvin R., Silent rights: the ninth amendment and the Constitution ’s unenumerated rights,
Temple University Press, Temple, 1995. LASH, Kurt. The lost original meaning o f the ninth amendment.
En: “Texas Law Review”, 83, núm. 2,2004, p. 331 y ss.
493
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
derivan de la dignidad del hombre, del principio de soberanía del pueblo, del Estado So
cial y Democrático de Derecho y de la forma republicana de gobierno”.
En esencia, la diferencia más importante entre uno y otro precepto constitucional es
triba en la variación de un verbo por otro. Mientras que el artículo 4 de la Carta del 79 se
ñalaba que la enumeración de los derechos que se efectuaba en su Capítulo I eran a título
de derechos “reconocidos”, el artículo 3 de la Constitución actual los considera como “es
tablecidos”. Como se verá más adelante, la sustitución del verbo “reconocer” por el de
“establecer” no es adjetivo o simplemente formal. Refleja la variación de una perspectiva
iusnaturalista de la idea de derechos fundamentales, a la que se adscribía sin ambages la
Constitución de 1979, por una de corte estatalista, que es por la que apuesta la Carta de 1993.
3. No obstante, son algo más de treinta años que una cláusula de esta naturaleza se en
cuentra vigente entre nosotros, lo cierto es que hasta hace muy poco tiempo esta fue vir
tualmente ignorada. No contamos con una tradición al respecto y ello se ha visto reflejado
en la aún escasa jurisprudencia nacional(3). Por ello, una aproximación exegética a dicho
precepto parece justificarse no solo por la estructura con la que se h a diseñado esta obra,
sino también porque creemos que una disección del artículo 3, en sus diversas fracciones
de disposición, podría arrojar tópicos realmente interesantes.
En concreto, las disposiciones cuyo sentido pretendemos esclarecer (o, al menos, in
tentar hacerlo), son las siguientes:
(3) Hasta donde conozco los únicos trabajos dedicados a esclarecer la aplicación del artículo 3 de la Consti
tución de 1993 en el ámbito de la jurisprudencia y, particularmente, en el del Tribunal Constitucional, son
los que debemos a SOSA SACIO, Juan Manuel. “Derechos no enumerados y nuevos derechos según la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional”. En: Actualidad Jurídica. N° 126, Lima, 2004, p. 110 y ss., y
SÁENZ DÁVALOS, Luis. “La cláusula de los derechos no enumerados y su aplicación en la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional”. En: Revista Peruana de Jurisprudencia. N° 13, Lima, 2002, p. XXI y ss.
(4) Sobre estas concepciones de los derechos fundamentales, Cfr. TROPPER, Michel .Id iritti fondamentali.
494
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.3
El texto del artículo 3, como se ha dicho, opta por utilizar el primer verbo, es decir,
por aquel según el cual la enumeración de los derechos del Capítulo I, y por extensión, de
todos los que están insertos en el Texto Constitucional, tienen la condición de derechos
“creados” o “establecidos” por la Norma Suprema, y no la de derechos “reconocidos”,
como, por el contrario, declaraba la Constitución de 1979.
Desde este punto de vista, los derechos constitucionales tendrían que entenderse como
ámbitos protegidos de una esfera de la vida humana solo porque así lo ha previsto una nor
ma constitucional. Existen como tales porque existe una norma estatal que los crea y ga
rantiza. Y se puede también comprender a otros derechos con el mismo rango de los que
la Constitución enumera, por virtud del artículo 3, es decir, porque otra norma constitu
cional permite ampliar la lista de los derechos con rango constitucional.
Como también se ha expuesto, no es esta última la concepción por la que apuesta la Cons
titución de 1993. La idea de que los derechos fundamentales son “establecidos” incluso podría
reflejarse, con base en una lectura en exceso literal, del último párrafo del artículo 32, por vir
tud del cual pareciera darse la idea de que en ejercicio del poder de reforma constitucional, no
solo se puede “disminuir” sino también “suprimir” derechos fundamentales. Evidentemente,
la hipótesis de la “supresión” de los derechos es inadmisible en una concepción según la cual
los derechos son preestatales. No así si estos existen porque así se ha dispuesto en una norma
constitucional; precisamente porque su existencia está condicionada a su recepción en el dere
cho positivo, estos pueden ser suprimidos mediante otra norma.
En: AA .W . “Ereditá del novecento”, Treccani, Roma, 2001, Tomo 2,pp. 713 y ss. FIORAVANTI, Maurizio.
Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones. Trotta, Madrid, 1998, p. 35 y ss.
(5) Sobre las relaciones entre la concepción de los derechos fundamentales y la cláusula de los derechos no
enumerados, permítaseme la remisión a un trabajo previo: CARPIO MARCOS, Edgar. “El significado
de la cláusula de los derechos no enumerados”. En: Cuestiones Constitucionales. Revista Mexicana de
Derecho Constitucional. N° 3,2000, p. 3 y ss. Asimismo, SAGÜÉS, Néstor Pedro. “Constitución nacional.
Derechos no enumerados”. En: Enciclopedia Jurídica Omeba. Apéndice. Volúmen V, Buenos Aires, 1986,
p. 36 y ss.
495
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
5. Por otro lado, no menores problemas interpretativos pueden derivarse del fragmen
to de disposición constituido por el enunciado lingüístico:
“La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye los demás
que la Constitución garantiza
Este, en efecto, no parece estar vinculado con el propósito general del artículo 3, esto
es, con abrir un cauce para el reconocimiento de “nuevos” derechos. La frase “los demás
(derechos) que la Constitución garantiza” impide que en su comprensión pueda hacerse
referencia a derechos extra constitutionem. ¿Cuál, entonces, puede ser el sentido en el que
debe comprenderse este enunciado?
Una primera aproximación parece sugerir la idea de que su sentido se orienta a no di
ferenciar o derivar alguna consecuencia entre los derechos reconocidos en el Capítulo I de
los otros derechos que pudieran estar reconocidos en capítulos y títulos distintos. Desde
este punto de vista, la enunciación de ciertos derechos, a guisa de “derechos fundamenta
les” en el Capítulo I, no debiera entenderse en el sentido de que tal caracterización solo se
ha reservado para los que allí se encuentran. Y ello porque “derechos fundamentales” tam
bién son posibles de encontrarse en otros capítulos - y títulos- de la misma Constitución.
Similar disposición, con una ligera variante, también estaba contenida en el artículo 4
de la Constitución de 1979. Solo que allí similar disposición no dejaba de tener cierta jus
tificación. En efecto, a diferencia de la actual Norma Suprema, el epígrafe que utilizaba el
Capítulo I de la Carta del 79 era “De la persona” y, con excepción del Capítulo VII, que
(6) Sobre el tema y la necesidad de que los derechos fundamentales, a partir del principio de dignidad, no
deban ser encriptados en una relación de derechos naturales o derechos positivos, sino en la “continuidad
de la tradición filosófica”. Ver: HÁBERLE, Peter. La dignitá humana come fondamento della comunitá
statale. En su libro “Cultura dei diritti e diritti della cultura nello spazio costituzionale europeo”. Saggi.
Giufffé editore, Milano, 2003, pp. 36-37.
496
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.3
aludía a los “derechos políticos”, los demás capítulos que com ponían el m ism o T ítulo I,
en el cual se encontraba inserto aquel, no hacían referencia a un grupo de derechos, sino a
los ám bitos dentro de los cuales se podían titularizar estos (“D e la fam ilia” , “D e la segu
ridad social, salud y b ienestar”, “D e la educación, la ciencia y la cultura” , “D el trabajo” y
“D e la función pública”). D e este m odo, con idéntica fracción de disposición, el constitu
yente de 1979 quería poner de relieve que la condición de derechos de la persona no era
solo privativa de los reconocidos en su Capítulo I, sino tam bién de los subsiguientes ca
pítulos del m ism o T ítulo I y, sobre todo, de aquellos que se hallaban extram uros del ro tu
lado bajo “Derechos y deberes fundamentales de la persona”(7)8 .
Que ese no puede ser el sentido que cabe dar a aquella fracción de la disposición que
utiliza el artículo 3 de la Constitución de 1993, se desprende ya del hecho de que esta
Constitución titula los siguientes 2 capítulos, del mismo Título I, como “De los derechos
sociales y económicos” y “De los derechos políticos y de los deberes”. Es decir, la identi
ficación de los “derechos fundamentales” no solo puede realizarse a partir de los enuncia
dos presentes en el Capítulo I del Título I, sino también de otros que, mutatis mutandis, se
encuentran en otros capítulos del mismo Título I o, incluso, fuera de él.
(7) Cfr. MESÍA, Carlos. Derechos de la persona. Dogmática constitucional. Fondo Editorial del Congreso
de la República, Lima, 2003, p. 23 y ss.; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Elementos de una teoría general
de los derechos constitucionales. ARA, Lima, 2003, p. 45 y ss.
(8) Sobre el uso promiscuo de la expresión “derechos fundamentales”, Cfr. CARPIO MARCOS, Edgar. La
interpretación de los derechos fundamentales. Palestra, Lima, 2004, pp. 27 y 28, en nota 27.
497
t
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
¿Pero a qué se referirá el artículo 3 cuando señala que “la enumeración de los dere
chos establecidos en este capítulo no excluye los demás (...) de naturaleza análoga (...)”?
(el resaltado es nuestro).
(9) La afirmación, por cierto, debe entenderse en términos restrictivos, esto es, en el sentido de que no hay
necesidad de extraerlos “únicamente” o, mejor, “exclusivamente” de los principios contenidos en el artículo
3, puesto que resulta claro que todos los derechos fundamentales, sean enumerados o no, para tener tal
condición, tienen que derivarse, con mayor o menor intensidad, del principio de dignidad humana. Sobre
el particular, HABERLE, Peter. Ob. cit., p. 50.
(10) Cfr. sobre ese desarrollo jurisprudencial, SÁENZ DÁVALOS, Luis. Ob. cit.
(11) Lo expuesto no deja de ser curioso, si es que se compara este modo de actuar con lo efectuado con la
Novena Enmienda de la Constitución en la jurisprudencia norteamericana. Allí, en efecto, la cláusula de
498
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.3
8. La necesidad de que cualquier apertura del catálogo de derechos tenga que fundar
se necesariamente en el principio de dignidad humana, pone de relieve que este constitu
ye el fundamento de los derechos constitucionales en el ordenamiento constitucional pe
ruano (art. 1). Tal función que se asigna al principio presupone una determinada idea de la
naturaleza humana, cuyo quid lo constituye precisamente el principio de dignidad. Pero,
en este contexto, ¿qué puede significar ese principio de dignidad?; ¿cómo despliega sus
alcances en la identificación de “nuevos” derechos constitucionales?
los derechos no enumerados permaneció bajo una “zona de penumbra”, mientras que el proceso de iden
tificación de nuevos derechos se realizó bajo los alcances de la cláusula del due process o f law. Sobre
el particular, reclamando un proceso inverso, Cfr. NILES, Mark. Ninth amendment adjudication: an
alternative to substantive due process analysis o f personal autonomy rights, En: “UCLA Law review”,
núm. 48,2000, p. 85 y ss.
(12) VON M UNCH, Ingo. “La dignidad del hombre en el Derecho Constitucional”. En: Revista Española de
Derecho Constitucional. N° 5, 1982, p. 9 y ss.; GONZALES PÉREZ, Jesús. La dignidad de la persona.
Civitas, Madrid, 1986; L AND A ARROYO, César. “Dignidad de la persona humana”. En: Cuestiones
Constitucionales. Revista Mexicana de Derecho Constitucional. N° 7, 2002, p. 110 y ss.
499
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es decir, se trata de una “(...) categoría que individualiza aquello que hay de huma
no en el hombre (...), una cualidad que liga al individuo a la ‘familia humana”’; y, de ese
modo, que impone al operador jurisdiccional estar atento a garantizar, a título de derechos
constitucionales implícitos, aquellos ámbitos de la vida humana que responden a esas de
mandas. Como se ha puesto de relieve, “(...) la nueva antropología de la persona en el de
recho subyacente al ordenamiento constitucional individualiza un concepto de persona
estructurado en sus relaciones sociales, radicado en el reconocimiento que la personali
dad no es mera subjetividad, simple valor ontológico, sino también una estructura de va
lor, un ser axiológico. Esta determinación, que nace de los valores que atienen al hombre,
más que en su racionalidad, en su existencia empírica, es un novum categorial, en cuanto
introduce un concepto ‘concreto’ de persona, relacionado no más a una cualidad (la capa
cidad de los derechos), sino al mismo objeto en su totalidad de elementos constitutivos y,
por tanto, sobre todo en su dimensión vital”(14).
9. Por lo que se refiere a la soberanía del pueblo como principio generador de nue
vos derechos, hay que decir que desde los orígenes del constitucionalismo moderno se ha
concebido que el Estado es un ente artificial, creado por el hombre, cuyo objeto es que se
garanticen sus derechos innatos a su condición de ser humano. Tal doctrina partía de un
postulado elemental: a diferencia de lo que sucedía en el antiguo régimen, en el Estado de
Derecho el origen del poder se encuentra en el pueblo, y no en una persona (el Rey), o en
un ser trascendente, siendo aquel, por tanto, el titular de la soberanía, esto es, el origen y
fundamento del poder estatal.
Desde este punto de vista, si el pueblo es el soberano, y el Estado un ente creado para
proteger los atributos del titular de la soberanía, quiere ello decir que las relaciones en
tre individuo y Estado se despliegan bajo lo que Fioravanti(15) ha denominado el principio
de presunción fundamental de libertad, es decir, un régimen en el que las libertades son,
en principio, potencialmente indefinidas, de modo que cualquier intervención estatal en
el seno de estos ha de provenir de una ley y ha de encontrarse suficientemente justificada.
(13) PIEPOLI, Gaetano. “Dignitá e autonomía privata”. En: Política delDiritto. N° 1, 2003, p. 62.
(14) ídem. Ver, asimismo, FERNÁNDEZ GARCÍA, Eusebio. Dignidad humana y ciudadanía cosmopolita.
Dykinson, Madrid, 2001, p. 21 y ss.
(15) FIORAVANTI, Maurizio. Los derechos fundamentales. Apuntes de historia de las Constituciones. Trotta,
Madrid, 1998. p. 40.
500
t
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 3
P ero la posibilidad de derivar nuevos derechos del principio de soberanía del pueblo
tam bién tiene que ver, y acaso de form a prim era, con el proceso de form ación de la vo
luntad política estatal, ya sea a través de los m ecanism os de la dem ocracia representativa,
como a su tumo a través de instrumentos de la democracia directa. En este sentido, con
la invocación al principio de soberanía del pueblo como fuente material de nuevos dere
chos, el operador jurídico podría prestar cobertura constitucional a determinadas institu
ciones de democracia directa o representativa, no prevista textualmente en la Constitu
ción de 1993, en el entendido que se tratan de expresiones del ejercicio de los derechos
del pueblo como titular de la soberanía.
10. Vinculado con el principio de soberanía del pueblo como fuente material de dere
chos, se encuentra el principio del “Estado Democrático de Derecho”. El artículo 4 de la
Constitución de 1979, por cierto, aludía al “Estado Social y Democrático de Derecho”. La
frase “social”, como se sabe, fue suprimida de la Constitución del 93, argumentándose que
tras de ella se escondía resabios de doctrinas socializantes; no obstante ello, lo propio de un
Estado “social” no ha quedado proscrito a partir de la formulación del principio del “Esta
do Democrático de Derecho”, pues este último lo comprende, como, por lo demás, el Tri
bunal Constitucional se ha encargado de recordarlo (cfr. STC Exp. N° 00008-2003-AI/TC).
En ese sentido, debe destacarse, por un lado, que la enunciación del principio del “Es
tado democrático de Derecho” no quiere decir que el sistema constitucional peruano re
chace los principios que subyacen al Estado de Derecho, en su versión clásica. La “pro
funda transformación que incluso afecta necesariamente a la concepción del Derecho”(16),
y que se refleja con lo que se ha venido en denominar “Estado constitucional de Dere
cho”, en efecto, no ha terminado por socavar los fines de aquel, sino en robustecerlos. La
sujeción al principio de legalidad, división de poderes y, particularmente, protección de
ámbitos de libertad sobre los cuales no cabe injerencia estatal ilegítima, efectivamente,
son premisas que no han quedado sin sentido(17). Se tratan, por el contrario, de directrices
que siguen estando tan vigentes que, a partir de allí, el juez constitucional puede recono
cer nuevos derechos fundamentales (v. gr. la objeción de conciencia, si bien tal derecho
no ha sido considerado por el Tribunal Constitucional como derecho no enumerado: STC
Exp. N° 00895-2001-AA/TC). Al fin y al cabo, el Estado de Derecho, en su esquema clá
sico, se sustenta en el principio de libertad general de actuación de los seres humanos y
de limitación del poder estatal.
(16) ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho dúctil Ley, derechos, justicia. Trotta, Madrid, 1999, p. 34.
(17) El modelo germánico del “Estado de Derecho”, que es el que esencialmente ha llegado a nosotros, ha sido
bien descrito por PEREIRA MENAUT, Antonio. Rule o f law o Estado de Derecho. Marcial Pons Libreros,
Madrid, 2003, p. 33 y ss.
501
t
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(18) Cf. BOCKENFORDE, Emest. “La democracia como principio constitucional”. En su libro Estudios sobre
el Estado de Derecho y la democracia. Trotta, Madrid, 2000, p. 133 y ss.
(19) Así, por primera vez, en la T-426/92, magistrado ponente Eduardo Cifuentes Muñoz. Cfr. asimismo,
ARANGO, Rodolfo y LEM AITRE, Julieta. Jurisprudencia constitucional sobre el derecho al mínimo
vital. Ediciones Uniandes, Bogotá, 2002, p. 11 y ss.
(20) GROSS ESPIELL, Héctor. “Los derechos humanos no enunciados o no enumerados en el constituciona
lismo americano y el artículo 29 c) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”. En: Revista
Uruguaya de Derecho Constitucional y Político. Tomo 14,1997-1998, p. 103.
502
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.3
Igualmente, los alcances de esta expresión tampoco han sido pacíficos en la doctrina
francesa. Para Robespierre, por ejemplo, con “república” no se enunciaba “ninguna forma
particular de gobierno”, pues se trataba de una “denominación general de todo tipo de go
bierno de hombres libres que tienen una patria”, lo que posibilitó que el concepto se des
envolviese con independencia de si la forma de gobierno era la monárquica o la democrá
tica. Precisamente por ello, cuando más tarde se abolió la monarquía, con la misma voz se
identificó república con “democracia”. Para Sieyés, en tanto, el régimen republicano era
aquel en el que el gobierno se encontraba vinculado al principio de representación popu
lar, de modo que el término república terminaba por denotar un gobierno representativo(22).
(21) Cfr. MATEUCCI, Nicola. “República”. En: BOBBIO, Norberto, MATEUCCI, Nicola y PASQUINO,
Gianfranco. Diccionario de Política. Tomo 2, Siglo Veintiuno Editores, México, 2000, p. 1391.
(22) Cfr. ABELLÁN, Joaquín. “Sobre el concepto de república en las décadas finales del siglo XVIII”. En:
Revista de Occidente. N° 247, 2001, p. 107 y ss.
(23) Tal apreciación me fue sugerida por mi dilecto amigo el Dr. Roger Rodríguez Santander.
503
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por lo tanto, pensamos que, a no ser que la “forma republicana de gobierno” se lea en
clave de los principios anteriormente especificados, por sí misma, esta no es capaz de ge
nerar nuevos derechos fundamentales.
(24) Cfr. ETO CRUZ, Gerardo. “Los derechos humanos en las Constituciones latinoamericanas: a propósito
de las cláusulas de los derechos implícitos y el Derecho Internacional de los derechos humanos”. En su
libro Estudios de Derecho Constitucional. UNT, Trujillo, 2002, pp. 131-142.
(25) La expresión cláusula de desarrollo de los derechos fundamentales es de Peter Haberle. Vide HÁBERLE,
Peter. Concezione dei diritti fondamentali. En: Ob. cit., pp. 110 y ss. Cfr. también, BIDART CAMPOS,
Germán. “Los derechos no enumerados en su relación con el Derecho Constitucional y el Derecho Inter
nacional”. En: Derecho y Sociedad. N° 18, Lima, 2002, p. 256 y ss.
(26) Cfr. RUBIO CORREA, Marcial. La interpretación de la Constitución según el Tribunal Constitucional.
PUCP, Lima, 2005, pp. 92-93. Asimismo, SÁENZ DÁVALOS, Luis. Ob. cit., p. XXI y ss.
504
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART. 3
Por otro lado, el juez constitucional no puede perder de vista que el artículo 3 de la
Norma Suprema no es una isla, sino que forma parte de una unidad normativa denomina
da Constitución, en la que no solo se encuentran reconocidos otros derechos fundamenta
les, muchos de los cuales con un contenido no necesariamente explicitado en la disposi
ción que lo contiene (v. gr. contenidos implícitos de derechos expresos)(27), sino, incluso,
que su establecimiento se realiza al lado de otros derechos fundamentales, como el libre
desarrollo de la personalidad que, por su propia naturaleza, tienen la propiedad de alber
gar en su seno diversas esferas de libertad para la estructuración de la vida personal y so
cial de los individuos que no han sido reconocidas específicamente por la Constitución
(cfr. la STC Exp. N° 2868-2004-AA/TC). De ahí que cualquier construcción al amparo
del artículo 3 de la Constitución no puede realizarse con el objeto de dispensar reconoci
miento y protección constitucional a contenidos implícitos de derechos expresos (v.gr. el
derecho a que el proceso dure un plazo razonable como parte del debido proceso), ni tam
poco a ámbitos de libertad general del individuo garantizados por el derecho al libre de
sarrollo de la personalidad(28).
(27) Acerca de las diferencias entre derechos no enumerados y contenidos implícitos de derechos expresos,
entre nosotros, Cff. SOSA, Juan Manuel. Ob. cit., p. 110 y ss.
(28) Cfr. GREPPI, Andrea. “Los nuevos y los viejos derechos fundamentales”. En: Teoría constitucional y derechos
fundamentales. (Carbonell, compilador). CNDH, México, 2002, p. 179 y ss.
(29) Distinta, entendemos, es la situación de derechos que, en pleno proceso constituyente, el titular de tal función
les hubiese descartado la asignación del rango constitucional, como puede ser el caso de determinados
derechos sociales que contemplaba la Carta de 1979. Y es que en una técnica de constitucionalización de
derechos como la indicada, no es el Poder Constituyente el que tiene la última palabra, sino los jueces
constitucionales, a partir, precisamente, de la autorización que se les concede en virtud del artículo 3.
505
ART.3 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
J U R IS P R U D E N C IA R E L A C IO N A D A
jjj Los tratados internacionales sobre derechos humanos son fuente, por antonomasia, donde
se puede identificar derechos que ostenten “naturaleza análoga” a los derechos que la
Constitución enuncia en su texto: STC Exp. N° 00025-2005-AI/TC (f. j. 30).
jj L a prueba prohibida que no es actuada en el juicio oral no afecta la validez del proceso
penal: STC Exp. N° 01601-2013-PHC/TC (f. j. 24).
(30) Sobre el tema, con amplias referencias a lo que sucede en países europeos, con técnicas de reconocimiento
de derechos iusfundamentales no siempre semejantes a los que existen en nuestro país, Cfr. DÍAZ REVO-
RIO, Francisco Javier. “Tribunal Constitucional y derechos constitucionales ‘no escritos’” . En: AA.VV. La
justicia constitucional en el Estado democrático. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 240 y ss. Asimismo,
BALDAS SARRE, Antonio. Diritti della persona e valori costituzionali. Giappichelli editore, Tormo,
1997, p. 53 y ss.
506
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA ART.3
B IB L IO G R A F ÍA
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507
t
CAPITULO II
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 5 ,7 ,2 3 ,2 0 0 inc. 2); C P .C t: art.37 inc, 25); C.C.: arts. 2 ,4 ,2 3 3 y ss.; C.N.A.:
arts. I, II, IV, VI, 2 ,8 ,2 4 2 y ss.; L.O.M.P.: arts. 1, 85 inc. 1); L ey 27972: art. 84; D.S.
006-97-JUS; D.U.D.H.: arts. 16, 25; P.I.D.C.P.: arts. 23, 24; P.I.D.E.S.C.: arts. 10,
11; C.D.N.: arts. 2 ,3 , 5, 6; C.A.D.H.: arts. 17,19; P.S.S.: arts'. 15,16
508
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
Este principio está basado en que el Derecho de Familia en su rol tuitivo contiene
normas que protegen, concreta y específicamente, a determinados miembros de la fami
lia que tienen una primacía en lo referente a su protección. Jorge Parra Benitez1(2) señala
que el principio de protección consiste en que las normas jurídicas han de procurar la de
fensa del grupo familiar y de sus miembros, en especial de los que se consideran débiles
a fin de generar derechos a su favor y condiciones que les brinden solidez física y social.
Como tal implica admitir la especial situación de indefensión que se encuentran las
personas en determinados momentos de su vida y de reconocer la necesidad de su
primir los patrones socioculturales de aquellas conductas que lesionan su interés(3).
1. Regulación constitucional
El artículo 4 de la Constitución establece que: “La comunidad y el Estado protegen
especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono”.
(...) Asimismo, el artículo 7 indica que “(...) la persona incapacitada para velar por sí mis
ma a causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto de su dignidad y a
un régimen legal de protección, atención, readaptación y seguridad”.
509
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Tratamiento constitucional
“El fundamento constitucional de la protección del niño y del adolescente que la Cons
titución les otorga en la especial situación en que ellos se encuentran; es decir, en plena
etapa de formación integral en tanto personas. En tal sentido, el Estado, además de pro
veer las condiciones necesarias para su libre desarrollo, debe también velar por su segu
ridad y bienestar”®.
(5 ) SOKOLICH ALVA, M aría Isabel: “P rotección y defensa de la salud, e l m ed io fam iliar y la com unidad”.
En: L a C onstitución com entada. A n á lisis artícu lo p o r artícu lo. Tom o I, I a ed ición , G aceta Jurídica, Lima,
diciem bre de 2 0 0 6 , p. 396.
(6 ) Aprobada por la A sam blea General de las N a cio n es U nidas e l 2 0 de noviem bre de 1959.
(7 ) C A RRU ITERO L E C C A , Francisco y FIG U E R O A A V E N D A Ñ O , M aría Elena. E l D erech o d e F am ilia:
un a n á lisis d esd e la ju risp ru d e n c ia y la s o c io lo g ía ju r íd ic a . I a edición, E d icion es B L G , Lima, ju lio, 2 0 04,
p. 33.
(8 ) Exp. N ° 3 3 3 0 -2 0 0 4 -A A , 11/07/05, P, f. j.3 5 . V ide L a C onstitución en la J u rispru den cia d e l Tribunal
C onstitucional. G aceta Jurídica, Lim a, 2 0 06.
510
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
Puede advertirse que el sentir es que los niños y adolescentes, por su propia edad y de
sarrollo físico y psicológico se encuentran en posición de desventaja frente a los demás in
tegrantes de la familia, y de la sociedad, y siendo los niños el puente para el desarrollo, pro
greso tanto de sus propias familias como de la sociedad merecen una especial protección.
Del latín tueri, proteger, la tutela debe darse a los menores de edad que no están sujetos
a la patria potestad. Se trata de un poder sucedáneo que entra solamente en función a fal
ta de la autoridad paterna. Fórmulas como estas intentan definir la tutela remitiéndola a la
figura principal de la patria potestad a la cual suple (con lo que hacen referencia implícita
a que el sujeto pasivo y el contenido de la tutela son los mismos de la potestad patema)(9).
3.2. Cúratela
Es la institución tutelar que protege al incapaz mayor de edad y es determinada por
la relación entre el curado y el curador. La cúratela se encuentra regulada en nuestro Có
digo Civil, en el libro III, Título II, capítulo II, dentro del cual el artículo 564 establece
que “están sujetas a cúratela las personas a que se refieren los artículos 43, incisos 2 y 3,
y 44, incisos 2 a 8”.
La cúratela, es una figura protectora del incapaz no amparado, en general o para de
terminado caso, por la patria potestad ni por la tutela o de la persona capaz circunstan
cialmente impedida, en cuya virtud se provee a la custodia y manejo de los bienes o in
tereses de dicha persona y eventualmente a su defensa y al restablecimiento de su salud
o normalidad(10).
(9 ) CORNEJO CH Á V EZ, Héctor: D ere c h o fa m ilia r peru a n o . Tomo II, 8a ed ición, R ocarm e, Lim a, p. 335.
(1 0 ) P E R Ú . T R IB U N A L C O N S T IT U C IO N A L . L a C o n s titu c ió n en la J u r is p r u d e n c ia d e l T rib u n a l
C on stitucional. Gaceta Jurídica, Lim a, 2 0 06, p. 413.
511
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
3.5. Alimentos
Los alimentos son definidos como todo aquello que es indispensable para el susten
to, habitación, vestido y asistencia médica incluyéndose la educación, instrucción y capa
citación para el trabajo. Se encuentra regulada en el está regulada en el Código Civil y en
el Código de los Niños y Adolescentes .
3.6. Adopción
Es aquella consagrada para permitir que los niños abandonados cuenten con un hogar
otorgándole legalmente una familia. La adopción en nuestro medio tiene entre sus objeti
vos principales el brindar tutela y protección a los niños y adolescentes en estado de aban
dono. La adopción está regulada en el Código Civil, el Código de los Niños y Adolescen
tes y en normas especiales. En nuestro medio tenemos la adopción plena en virtud de la
cual el adoptado pasa a formar parte integrante de la familia del adoptante.
512
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
513
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es política del Estado tender a su realización incentivando a que las personas contrai
gan nupcias. La idea es publicitar, ofertar, fomentar, presentar el matrimonio como una
forma atractiva y provocativa de constituir familia. Nuestra Constitución Política estable
ce claramente este principio al señalar que la comunidad y el Estado promueven el ma
trimonio (art. 4). Para que este consagre todos sus efectos debe ser celebrado conforme a
ley estableciéndose una forma única y con carácter obligatorio para alcanzar los efectos
establecidos y previstos en nuestra legislación.
Este principio busca colocar al matrimonio como una institución favorita para legiti
mar las uniones intersexuales, promoviendo, favoreciendo y facilitando la celebración de
actos matrimoniales. La base de este principio es incentivar, fomentar, estimular a que las
personas se matrimonien(12). Lo hace de forma directa (incitar a que se casen), preservan
do el vínculo (dejando de lado los vicios al momento de su celebración) o aligerando su
realización (diversas formas de celebración). La convalidación de los matrimonios nulos
determina que más allá de la falta de requisitos el matrimonio está por sobre encima del
formulismo (favor matrimonii). Como dice Plácido(13) este principio importa el fomentar
la celebración del matrimonio y el propiciar la conservación del vínculo si fuera celebra
do con algún vicio susceptible de convalidación.
(12) Se puede decir qúe bajo la ley brasileña existe todavía una tendencia a promover el matrimonio, espe
cialmente cuando del examen de las disposiciones constitucionales sobre la unión estable se requiere del
Estado el facilitamiento para su conversión en matrimonio.
CF: “Artículo 226. A familia, base da sociedade, tem especial protefáo do Estado. § 3-Para efeito da pro-
, tefao do Estado, é reconhecida a uniao estável entre o homem e a mulher como entidade familiar, devendo
a lei facilitar sua conversao em casamento”.
Como refiere Dias: “El sentido práctico de la transformación de la unión estable en casamiento sería para
establecer su término inicial, posibilitando la fijación de reglas patrimoniales con efecto retroactivo”. Cfr.
DIAS, María Berenice. Manual de Direito das Familias. 5a edición rev., atual. e ampl., Editora Revista
dos Tribunais, Sao Paulo, 2009, p. 174. -
(13) PLÁCIDO VILCACHAGUA, Alex Femando. “Protección del niño, madre, anciano y de la familia.
Promoción del matrimonio” . En: la Constitución comentada. Análisis articulo por artículo. Tomo I, Ia
edición, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre de 2006, p. 366 y PLÁCIDO VILCACHAGUA, Alex Femando.
“Los principios constitucionales de la regulación jurídica de la familia”. En: ActualidadJurídica, Suplemento
mensual de Gaceta Jurídica, N° 100, marzo 2002, p. 86.
514
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
A pesar de las constantes críticas in crescendo que tiene este principio, el Estado aun
otorga al matrimonio una serie de ventajas que lo diferencian de las demás uniones. Por
ejemplo, la consagración directa de la filiación de los hijos, el establecimiento de la so
ciedad de gananciales, el derecho de heredar del cónyuge, el derecho de alimentos, el de
recho de la mujer de llevar el apellido del marido. Frente a la unión estable que no ofre
ce mayores ventajas, el matrimonio resulta siendo atractivo para quienes desean gozar de
estas ventajas.
(14) VARSIROSPIGLIOSI, Enrique. Tratado de Derecho de Familia. Tomo I. Matrimonio y Uniones Estables.
Con la colaboración de Marianna Chaves y Claudia Canales, Gaceta Jurídica, Lima, 2011, pp. 255-260.
t
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Impedimentos
Los impedimentos matrimoniales parten del principio que toda persona tiene derecho
a casarse. El ius connubii es erga omnes que deriva del Derecho natural. De esto se des
prende que todos las personas tienen capacidad u aptitud nupcial excepto aquellas que se
encuentren inmersas en los supuestos expresamente estipulados por la ley como impedi
mentos matrimoniales. No deben fijarse las cualidades para casarse sino indicarse en ca
sos no procede el matrimonio (Cannon 1058. Pueden contraer matrimonio todos aquellos
a quienes el derecho no se lo prohíbe, Código de Derecho Canónico).
El matrimonio se formaliza con sujeción a las disposiciones del Código Civil (arts.
140, 248 a 268). Sin embargo, la especialidad de este acto jurídico permite exceptuar las
formalidades tomando en cuenta que el matrimonio es un medio de constituir familia por
lo que debe liberársele de ciertas causas de invalidez. Por ejemplo, es matrimonio nulo
aquel celebrado con prescindencia de los trámites establecidos en los artículos 248 a 268.
No obstante, queda convalidado si los contrayentes actuaron de buena fe y se subsana la
omisión (art. 274 inc. 8). Asimismo, es matrimonio nulo, el del casado, sin embargo se
permite que el segundo matrimonio sea válido siempre que el primer matrimonio fuere
invalidado o disuelto por divorcio (art. 274, inc. 3 del CC).
516
f
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
que la invalidez del matrimonio es un régimen especial al que no puede aplicársele las
disposiciones del régimen general del acto jurídico. Los casos que trata nuestro Código
civil son los siguientes055:
3.2. Reserva legal de la pretensión a favor del cónyuge o cónyuges que han
actuado de buena fe
La pretensión de invalidez de matrimonio, sea nulidad o anulabilidad, puede ser in
terpuesta por cualquier interesado incluyendo al Ministerio Público en aquellos casos en
que tal reserva no exista. Ló que se pretende por el principio de promoción del matrimo
nio es que sea el cónyuge de buena fe quien dirima este asunto de forma tal que si quiere
seguir casado, simplemente no ejerce la pretensión.
(15) PLÁCIDO VILCACHAGUA, Alex. El principio de promoción del matrimonio (la forma matrimonial
y su influencia en le régimen de invalidez del matrimonio). En: <http://blog.pucp.edu.pe/item/21182>
[30/09/2009].
517
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
4. Decaimiento y disolución
La promoción del matrimonio parece condecirse con el divorcio aunque esto no es del
todo cierto, si es que tomamos en cuenta que un medio de fomentarlo sea, también, me
diante el divorcio -siguiendo a Plácido- “no pudiendo sostenerse que la promoción del
matrimonio trasciende en su indisolubilidad, toda vez que se expresa y reconoce la diso
lución del vínculo matrimonial por las causas que establece la ley”(16).
Al igual que ocurre con las causales de nulidad y anulabilidad de matrimonio, las
causales de separación d cuerpos y divorcio son las que expresamente y de manera taxa
tiva consagra el ordenamiento jurídico, con las dificultades probatorias que traen consi
go dichas causales.
5. Régimen patrimonial
La existencia de un régimen económico especial que rija la vida de los casados es
una forma no solo de salvaguardar los bienes conyugales, sino, de incentivar a que las
(16) PLÁCIDO VILCACHAGUA, Alex Femando. “Protección del niño, madre, anciano y de la familia.
Promoción del matrimonio”. En: La Constitución comentada. Análisis artículo por articulo. Tomo I, Ia
edición, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre de 2006, p. 367.
518
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS . ART.4
6. Régimen filial
El principio de promoción del matrimonio y su relación con el régimen legal de la
filiación establece la identidad del hijo presumiéndose procreado dentro del matrimo
nio y al marido de la mujer como padre legal de este. El matrimonio determina el nexo
filial entre el nacido con sus progenitores, dándoles por si la presunción de paternidad
salvo prueba en contrario. Así pues, la filiación matrimonial es más fácil determinar
la legalmente.
(17) VARSIROSPIGLIOSI, Enrique. Tratado de Derecho de Familia. Tomo II. Matrimonio y Uniones Estables.
Con la colaboración de Marianna Chaves y Claudia Canales. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 106 y ss.
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
legalmente aptos para ella y formalizada con sujeción a las disposiciones de este Código,
a fin de hacer vida común”.
Consideramos que un tema relevante que tiene que ver con el principio de promoción
del matrimonio es la contemplación del matrimonio homoafectivo en los ordenamientos
jurídicos. La restricción al matrimonio de los homosexuales tiene toda una tendencia, en
contra y a favor.
De realizarse, alegan que se trataría de Un acto jurídico nulo al ser contrario a las le
yes que interesan al orden público (art. V, del CC). .
Esta fue la posición asumida hace un tiempo. En esos momentos consideramos(18) que,
curiosamente, el matrimonio pierde más sentido para los heterosexuales, mientras que
los homosexuales reclaman voz en cuello la facultad de matrimoniarse. Vivimos la cul
tura de la contradicción, caos y desorden. Queremos ser parte de lo que no somos parte.
Pequeña contrariedad que se traduce en la falta de institucionalidad e identidad. Es cier
to, toda persona tiene derecho a conformar una familia (quién lo niega), pero existen va
riadas formas de satisfacer ese deseo. El matrimonio no es la única. La liberación de la
conducta humana no puede llegar a descomponer figuras jurídicas. Regular nuevas nece
sidades humanas (no es solo una posibilidad), es una necesidad que se puede realizar ac
tualizando conceptos, pero no vaciando su contenido natural. Ser partícipes de un cam
bio es importante, pero lo más significativo es actuar con respeto, no con desenfreno. El
matrimonio es para el varón y la mujer (punto). Convertidos en una sola carne se les lla
ma cónyuges (imitas carnis).
(18) VARSIROSPIGLIOSI, Enrique. “(Cuando el amor es puro ... y la ley también). Reglando el amor de
unos(as). Animadversiones de una ley amatoria”. En: Legal Express. Año 3, N° 33, setiembre de 2003,
p. 19; “Reglando el amor de unos(as). Animadversiones de una ley amatoria”. En: El Comercio, 7 de
noviembre de 2003, A.4; “Cuando el amor es puro ... y la ley también”. En: Actualidad Jurídica. Tomo
122, Gaceta Jurídica, Lima, 2004.
520
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
(19) MEDINA, Graciela. Los homosexuales y el derecho a contraer matrimonio. Rubinzal-Culzoni, Buenos
Aires, 2001, p. 274.
(20) Ibídem, p. 273.
521
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
corresponde una manta. Pero cuando decidimos ir al frío (sin abrigo) es probable que no
encontremos manta disponible, entonces deberemos tomar la debida precaución.
Para qué quieren casarse quienes están impedidos. El amor homosexual no es pro
hibido, es un amor al margen de la ley. La naturaleza nos ha formado de a dos comple
mentarios. La sabiduría de la naturaleza nos permite encontrar nuestro par sexualmen-
te complementario (la espada y espejo de los dioses mitológicos están equilibrados). Un
buen contrato, acaso, no aseguraría las relaciones sentimentales de aquellos que no pue
den matrimoniarse. A buen entendedor pocas palabras. La felicidad puede obtenerse a tra
vés de la libertad contractual siendo creadores, la pareja dispareja optará por sus necesi
dades de acuerdo a su tipo de amor. (Que nadie duda que sea puro como el ser humano).
Al parecer, sí.
La Constitución Política del Perú en su artículo 2, inciso 2 prohíbe la discriminación
basada en motivo de sexo que, como se sabe, tal supuesto conduce a una discriminación
por orientación sexual, así como también prohíbe cualquier y todas las demás formas de
discriminación. El artículo 4 de la Constitución consagra el derecho fundamental a con
traer matrimonio. Nos parece que esta allí la base para la discusión de la inconstituciona
lidad de los dispositivos infraconstitucionales que hacen a la heterosexualidad un presu
puesto para el matrimonio.
Es verdad que la propia Constitución dice que: “La forma del matrimonio y las causas
de separación y de disolución son reguladas por la ley”, lo que al parecer es una referen
cia al Código Civil, siendo este el que, finalmente, establezca quién puede o no casarse,
y en su caso con quién hacerlo. Sin embargo, como señala Isabel Moreira(21), la Ley Fun
damental debe ser leída sin las gafas de la ley ordinaria vigente debiendo tener en cuenta
(21) MOREIRA, Isabel. “Da inconstitucionalidade das normas resultantes da leitura conjugada do artigo 1577
do Código Civil e da alinea e) do artigo 1628 do mesmo Código, nos termos das quais duas pessoas do
mesmo sexo nao podem contrair casamento e, se o fizerem, é o mesmo tido por inexistente”. En: PAM
PLONA CORTE-REAL, Carlos; MOREIRA, Isabel y DUARTE D'ALMEIDA, Luís. O casamento entre
pessoas do mesmo sexo: tres pareceres sobre a inconstitucionalidade dos artigos 1577 e 1628, alinea e),
do Código Civil. Almeida, Coimbra, 2008, pp. 36-37.
522
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
el interés individual que trascienda en una paz colectiva sustentada en igualdad de opor
tunidades de ser feliz.
Esto es lo que sucede con la posición de muchos juristas, quienes afirman que el ma
trimonio homosexual está prohibido por el Derecho Civil, y punto. Sin embargo, ¿dónde
está el argumento, la justificación de esos supuestos? ¡Dizque en la tradición!, o acaso, en
la conceptualización que ofrece el derecho infraconstitucional. Tales argumentos son, por
lo menos, débiles e insuficientes(23).
Debe existir una lectura de la ley ordinaria de conformidad con los dictados cons
titucionales, de lo contrario, existirá una inversión metodológica grave. El camino a se
guir debe ser: apreciar lo que el Código Civil dice acerca de la esencia del matrimonio y,
posteriormente, discutir su conformación con la Carta Magna. Como se ha señalado Car
los Pamplona Corte-Real(24) es la única manera de legitimar el régimen establecido por el
Código Civil.
(22) PINHEIRO, Jorge Duarte. O Direito da Familia contemporáneo. AAFDL, Lisboa, 2008, p. 100.
(23) CHAVES, Manantía. Homoafetividade: urna perspectiva luso-brasileira. Ob. cit., p. 191.
(24) PAMPLONA CORTE-REAL, Carlos. “Da inconstitucionalidade do Código Civil-artigos 1577, 1628,
alinea e), e disposifoes conexas-ao vedar o acesso ao instituto do casamento a casais do mesmo sexo”. En:
PAMPLONA CORTE-REAL, Carlos; MOREIRA, Isabel y DUARTE D'ALMEIDA, Luís. O casamento
entrepessoas do mesmo sexo: tres pareceres sobre a inconstitucionalidade dos artigos 1577 e 1628, alinea
e), do Código Civil. Ob. cit., p. 23.
(25) CANALES TORRES, Claudia. “¿Matrimonio?¿Uniones de hecho?¿Uniones civiles? La homoafectividad
en el ordenamiento jurídico peruano”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 32, Gaceta Jurídica, Lima, 2010,
pp. 69-82.
523
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Una vez que la sociedad peruana reconozca y legitime a las uniones homoafectivas y
estas sean aceptadas dentro de nuestro orden público y las buenas costumbres, presupues
to indispensable de cualquier introducción o modificación legislativa, el primer paso po
dría ser el reconocimiento de mayores derechos extrapatrimoniales y patrimoniales o in
cluso modificar el tratamiento que nuestro ordenamiento jurídico le brinda a las uniones
de hecho a fin de que se puedan incorporar a esta institución a las uniones homoafectivas.
No existe razón lógica, ni racional, que pueda obstruir el acceso de los homosexua
les a la institución del matrimonio.
Las uniones homosexuales no difieren de las heterosexuales para nada. Ambas se sus
tentan en el afecto.
El propósito del matrimonio civil, establecido en el artículo 234 del Código Civil, pue
de lograrse por parte de parejas homosexuales.
524
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
El Derecho debe reconocer toda realidad a pesar que sobrepase los límites tradiciona
les. El matrimonio igualitario se concreta en el logro del reconocimiento de vínculos ac
tuales, otorgando el mismo estatus y valor que las relaciones heterosexuales.
Lo quieran o no.
Será así.
525
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
es el celebrado conforme a la ley civil; estableciendo esta forma como única y obligato
ria para alcanzar los efectos matrimoniales previstos en la ley.
La celebración tiene una etapa previa, una etapa propia y la etapa final. En nuestra le
gislación se reconoce, en primer lugar, una forma ordinaria para la celebración del matri
monio, la que comprende cuatro (4) momentos:
526
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
527
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Este matrimonio se encuentra regulado por el artículo 268. Se celebra ante el párro
co o cualquier otro sacerdote y no produce efectos civiles si alguno de los contrayentes es
incapaz. Tiene validez y eficacia sin más condiciones que la de ser contraído por perso
nas capaces que no tengan impedimentos y que sea inscrito en el Registro de Estado Civil
dentro del plazo de un (1) año con la presentación de la partida parroquial.
Se dice que el matrimonio in extremis o in artículo mortis, tomado del Derecho Canó
nico, responde al principio doctrinario que el matrimonio puede y debe servir para legiti
mar la prole procreada con anterioridad, para regularizar la situación de la concubina por
consideraciones de orden ético, legal o de conciencia y para otros fines igualmente jus
tos. Modernamente este se encuadra dentro del principio de promoción del matrimonio.
Este tipo de matrimonio quita el prejuicio que solo el matrimonio tiene como fin la
procreación.
3.1.1. Características
El matrimonio in extremis se caracteriza en:
528
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
3.1.2. Procedimiento
La celebración del matrimonio la realiza el párroco o cualquier sacerdote, sin obser
var ninguna de las formalidades requeridas por el artículo 248. A pesar que no se exigen
las formalidades, a causa de la grave situación del o de los contrayentes, la ley no ampara
la existencia de vicio alguno. En esa línea, el mismo párroco o cualquier persona con le
gítimo interés que conozca tal acontecimiento podrán oponerse a la celebración del acto
si existe algún impedimento legal, en cuyo caso se detendrá el procedimiento o, en su de
fecto se concluirá el acto, bajo el riesgo de declararse nulo(26).
Frente a esta realidad puede afirmarse que al referirse el artículo 268 a la celebración
del matrimonio ante párroco o cualquier otro sacerdote no supone discriminación algu
na respecto a la religión que profesa el coñtrayente, por lo cual el director de la ceremo
nia podrá ser la autoridad de su religión, siempre que ejerza un rango similar al sacerdo
te o párroco católico(29).
(26) MURO ROJO, Manuel y ECHEANDÍA CEVALLOS, Jorge. “Matrimonio por inminente peligro de muerte”.
En: Código Civil Comentado. Tomo II, Derecho de Familia, Primera Parte, Ia edición, Gaceta Jurídica,
Lima, 2003, p. 158.
(27) Ibídem,pp. 158-159.
(28) Ibídem, p. 159.
(29) ídem.
(30) ídem.
529
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
El artículo 264 autoriza a los contrayentes del acto matrimonial a que comparezcan a
la ceremonia a través de apoderado autorizado por escritura pública, con identificación de
la persona con quien ha de celebrarse, bajo sanción de nulidad. La norma considera la po
sibilidad de que pueden darse diversos motivos, de índole personal o de fuerza mayor, en
que los contrayentes no puedan asistir a la ceremonia del matrimonio civil, en cuyo caso
podrán ser representados por un tercero(31).
Guillermo Lohmann(33) se refiere a la figura del nuncio que, a diferencia del represen
tante, no tiene como este un auténtico poder de decisión, sin iniciativa, opción o interpre
tación de la voluntad. La doctrina exige que el representante actúe frente al denomina
do tercero contratante con su propia voluntad, mientras que como es sabido, el nuncio es
apenas un emisario que traslada y reproduce una voluntad, carece de iniciativa legitimada
y creadora, no puede optar y no le está permitido determinar el contenido de ninguna vo
luntad, ni de amoldarla a circunstancias sobrevinientes, ni posee otra capacidad de deci
sión vinculante que no sea la de transmitir o no la voluntad de quien representa. La parti
cipación del nuncio en el acto jurídico vendría a ser puramente instrumental.
Por estas consideraciones, Lohmann se inclina por sostener que en la celebración del
matrimonio, en la que los contrayentes actúan a través de terceros, no cabe hablar de re
presentante sino de nuncio, ya que en este supuesto, el apoderado actúa como portavoz
530
mmtmm
3.2.2. Características
Puede autorizarse la intervención de mandatarios o apoderados en representación de
los contrayentes en la celebración del matrimonio, pero con las siguientes característica
formales(34):
El poder debe constar por escritura pública y ser especial para el acto de la celebra
ción del matrimonio.
Cuando uno de los contrayentes actúe por medio de apoderado, el otro debe concu
rrir personalmente al acto de celebración del matrimonio.
El otorgante deberá ceñirse en lo que fuere aplicable a lo estipulado por los artícu
los 145 y siguientes del Código Civil referidos a la representación, a fin que esta goce de
validez absoluta.
Respecto a la caducidad del poder, esta se produce a los seis (6) meses de otorgado. El
plazo establecido es suficiente y que el poderdante puede haber cambiado su decisión de
contraer matrimonio o de hacerlo a través de tercero. Ahora bien, el segundo párrafo del
artículo 264 solo sanciona con nulidad el matrimonio si se ha celebrado con poder revo
cado o por incapacidad posterior, pero no cuando el poder ha caducado. De esta manera,
a la luz de lo dispuesto por los artículos 161 y 162 del Código Civil, podría afirmarse que
el acto es válido pero ineficaz, quedando sujeto a la eventual ratificación del poderdante(35).
3.3.1. Tratamiento
El matrimonio en comunidades campesinas y nativas está regulado en el artículo 262
del Código Civil.
Para fines de la tramitación y celebración de los matrimonios, las mencionadas co
munidades organizadas forman un comité especial compuesto por la autoridad educativa
y por dos directivos de mayor jerarquía de la comunidad, y bajo la presidencia del direc
tivo de mayor jerarquía. El profesor y dos comuneros con cargo directivo, representan la
autoridad civil para llevar a cabo la celebración del matrimonio. El comité especial tiene
a su cargo la tramitación y celebración de los matrimonios civiles, teniendo en cuenta las
particulares costumbres de cada comunidad(38).
Obvio es que en estos casos no pueda exigirse la observancia de las formalidades es
tablecidas en el artículo 248 del Código Civil, toda vez que el acto se celebra en función
(35) MURO ROJO, Manuel y ECHEANDÍA CEVALLOS, Jorge. Ob. cit., p. 149.
(36) ECHEANDÍA CEVALLOS, Jorge. “Matrimonio en comunidades campesinas y nativas”. En: Código Civil.
Comentado. Tomo II, Derecho de Familia, Primera Parte, Ia edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2003, p. 141.
(37) Ibídem, pp. 141-142.
(38) Ibídem, p. 142.
532
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
de las costumbres propias de la comunidad; debiendo quedar en claro que una vez cum
plidas sus respectivas formalidades el acto celebrado surtirá los mismos efectos que un
matrimonio civil(39). Las comunidades campesinas y nativas, en la mayoría de casos, no
se rigen por la ley, sino de acuerdo a sus propias costumbres (incluso contra legem, caso
del reconocimiento de la bigamia, el servinacuy), entre las cuales pueden presentarse ca
sos de matrimonios que a la luz de nuestro Código serían nulos o anulables(40).
(39) ídem.
(40) ídem.
(41) Ibídem, pp. 142-143.
(42) PLÁCIDO VILCACHAHUA. Alex Femando. Manual de Derecho de Familia. Un nuevo enfoque de
estudio de Derecho de Familia. 2a edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2002, pp. 72-73.
533
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. Naturaleza jurídica
La causal de divorcio involucra un hecho ilícito en tanto importa la violación de de
beres y obligaciones emergentes del matrimonio.
2. Características
Las casuales tienen caracteres especiales(43):
(43) MÉNDEZ COSTA, María Josefa y D'ANTONIO, Daniel Hugo. Derecho de Familia. Tomo II, Rubinzal
Culzoni Editores, Buenos Aires, 2001, pp. 428-429.
534
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
Son determinadas por el juez, por lo que deben ser acreditadas en un proceso ju
dicial, con las dificultades probatorias que encontramos en la práctica.
Se rigen por los principios de taxatividad, gravedad, imputabilidad, invocabili-
dad, no exclusión entre sí, acreditación probatoria y referencia a hechos poste
riores al matrimonio y el de la no absorción de una causal por otra.
Son de orden expreso, taxativo, solamente pueden invocarse causales expresamente
establecidas por el ordenamiento jurídico. Son autónomas al estar reguladas taxa
tivamente en la ley, los mismos hechos no pueden sustentar dos o más causales(44).
3. Clases
Las causales pueden tener toda una tipología especial y variada.
Sin necesidad de ser categóricos los deberes incumplidos generan las siguientes
casuales(45):
535
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Condena por delito doloso a pena privativa de la Cohabitación, asistencia, participación y coopera
libertad mayor de dos años ción en el gobierno del hogar y respeto mutuo
1. El adulterio de la mujer;
2. El concubinato o la inconti
nencia publica del marido;
3, La sevicia o trato cruel; 2. La sevicia La violencia, física o psicológi
ca, que el juez apreciará según
las circunstancias.
4. Atentar uno de los cónyuges 3. El atentado contra la vida del El atentado contra la vida del
contra la vida del otro; cónyuge cónyuge.
536
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
5. El odio capital de alguno de 4. La injuria grave La injuria grave, que haga inso
ellos, manifestando por fre portable la vida en común.
cuentes riñas graves, o por
graves injurias repetidas;
537
ART.4 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
P R O T E C C I Ó N A L A F A M IL IA
JP Las restricciones a las relaciones familiares que impiden el vínculo afectivo que todo
estrecho nexo consanguíneo reclama afectan la integridad física, psíquica y moral de la
persona: STC Exp. N° 01317-2008-PHC/TC (f. j. 45).
¡j| El derecho a la integridad moral se ve afectado cuando se le niega al hijo poder visitar a
su padre: STC Exp. N° 05787-2009-PHC/TC (f. j. 4).
j| La acepción común del término familia lleva a que se le reconozca como aquel grupo de
personas que se encuentran emparentadas y que comparten el mismo techo: STC Exp.
N° 09332-2006-PA/TC (f. j . 6). •
¡jp La familia ensamblada es la estructura familiar originada en el matrimonio o la unión con-
cubinaria de una pareja en la cual uno o ambos de sus integrantes tienen hijos provenientes
de una relación previa: STC Exp. N° 09332-2006-PA/TC (f. j. 8).
jp El derecho a la visita de los menores no es afectado si los padres mantienen contacto con
estos por motivos laborales: STC Exp. N° 00272-2013-PHC/TC (f.j. 3.3.4).
j | Sin importar el tipo de familia ante la que se esté, esta será merecedora de protección frente
a las injerencias que puedan surgir del Estado y de la sociedad: STC Exp. N° 06572-2006-
PA/TC(f.j. 11).
jj Cadetes de las instituciones educativas policiales o militares no pueden ser sancionados
por su condición de padre o madre: STC Exp. N° 01126-2012-PA/TC (ff. jj. 24 y 25).
B IB L IO G R A F ÍA
CANALES TORRES, Cláudia. “¿M atrim onio?¿U niones de hecho?¿U niones civiles? La homoafec-
tividad en el ordenam iento jurídico peruano”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 32, Gaceta Jurídica,
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Lima, Julio, 2004; CHAVES, M arianna. “M elhor interesse da c ria b a : critério para a trib u id o da
538
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.4
guarda unilateral á luz dos ordenamentos brasileiro e portugués” . En: Afeto e Estruturas Familiares.
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Tomo 122, Gaceta Jurídica, Lima.
T IP O L O G ÍA
Las causales que taxativamente encontram os en el artículo 333 de nuestro Código Civil, para poder
dem andar alternativam ente la separación de cuerpos o el divorcio, deben de estar debidamente
acreditadas a fin de poder reconocerse jurídicam ente su configuración, para ello debemos entender
el contenido y configuración de cada una de ellas.
A r tíc u lo 5 U n ió n d e h e c h o . C o n s e c u e n c ia s
La unión estable de un varón y una mujer, libres de impedi
mento matrimonial, que forman un hogar de hecho, da lugar a
una comunidad de bienes sujeta al régimen de la sociedad de
gananciales en cuanto sea aplicable.
C O N C O R D A N C IA S:
C : arts. 4,6,7,200 inc. 2); C.P.Ct: art. 37 inc. 25); C.C.: arts. 241,287,301 y ss., 326;
D.U.D.H.: arts. 16, 25; P.I.D.C.P.: art 23; P.LD.E.S.C.: art. 10.1; CA.D.H.: art. 17;
P.S.S.: art 15
Fue la Constitución de 1979 la que por primera vez se ocupó de contemplar a las unio
nes de hecho y lo hizo reconociéndole efectos jurídicos únicamente a las relaciones patri
moniales emergentes de la “unión de hecho propia” o “concubinato en sentido estricto”,
sometiéndolas al régimen de la Sociedades de Gananciales en lo que le fuere aplicable.
De esta manera el texto constitucional remitía su regulación a la ley. Decía textualmente
(1) CABELLO MATAMALA, Carmen Julia. “El concubinato”. En: Derecho de Familia, selección de textos.
Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2004.
(2) STC Exp. N° 06572-2006-PA/TC.
540
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.5
El artículo 326 del Código Civil de 1984 reglamentó esta norma en los siguientes
términos:
“La unión de hecho, voluntariamente realizada y mantenida por un varón y una mujer,
libres de impedimento matrimonial, para alcanzar finalidades y cumplir deberes seme
jantes a los del matrimonio, origina una sociedad de bienes que se sujeta al régimen
de Sociedades de Gananciales, en cuanto le fuere aplicable siempre que dicha unión
haya durado por los menos dos años continuos.
La posesión constante de estado a partir de fecha aproximada puede probarse con
cualquiera de los medios admitidos por la ley procesal, siempre que exista un principio
de prueba escrita.
La unión de hecho termina por muerte, ausencia, mutuo acuerdo o decisión unilateral.
En este último caso el juez puede conceder, a elección del abandonado, una cantidad
de dinero por concepto de indemnización o una pensión de alimentos, además de
los derechos que le correspondan de conformidad con el régimen de Sociedades de
Gananciales.
Tratándose de una unión de hecho que no reúna las condiciones señaladas en este ar
tículo, el interesado tiene expedita, en su caso, la acción de enriquecimiento indebido”.
En consecuencia, de acuerdo al artículo 9 de la Constitución de 1979 y al artículo 326
del Código Civil, para que fuera posible que los concubinos reclamen efectos patrimonia
les entre ellos y frente a terceros la unión de hecho debía reunir los siguientes requisitos:
Debe tenerse presente que hasta la entrada en vigencia del Código Civil de 1984, no
era posible aplicar el mandato constitucional a las relaciones patrimoniales entre concubi
nos libres de impedimentos matrimoniales, pues no se contaba con una norma regulatoria
541
ART.5 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
De otro lado, por vía jurisprudencial y registral se ha establecido, aun cuando el tex
to constitucional vigente no lo señala, la exigencia de que los concubinos emplacen judi
cialmente su estado de familia concubinario y la posesión constante mínima de dos años
como elemento previo para reconocer la existencia de una comunidad dé bienes entre ellos
y frente a terceros. Tal reconocimiento es un requisito de procedibilidad de la demanda en
el caso de una pretensión de orden económico planteado por uno de los concubinos ante
el otro y frente a terceros. Se admite acumular tal pretensión al pedido de reconocimien
to de la unión de hecho. Así, la Casación N° 2623-1998 señala: “La declaración judicial
de convivencia o unión de hecho tiene como propósito cautelar los derechos de cada con
cubino sobre los bienes adquiridos durante la unión, entendiéndose que por la unión de
(3) En el Perú, las cifras registradas por el Instituto Nacional de Estadística e Informática, INEI, en 1993 se
han incrementado en el censo de 2007. De 16.3% (en 1993) ha aumentado (en 2007) hasta 24.6% la tasa
de parejas que conviven. Las mujeres alcanzan el 24.7% y los hombres el 24.4%, respectivamente.
(4) STC EXP. N° 498-99-AA/TC, f. j . 3.
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.5
543
ART. 5 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Así las cosas, se debe tener presente que la sentencia que reconoce el estado de fami
lia concubinario y la posesión constante mínima de dos años tiene carácter declarativo,
por lo tanto, sus efectos se retrotraen al pasado, en esa línea las normas de la Sociedades
de Gananciales se aplican a todo el tiempo en que se ha acreditado la posesión constante
de estado, debiendo presumirse el carácter social de los bienes salvo prueba que demues
tre la calidad de bien propio. De lo contrario, los bienes que se hubieran adquirido duran
te la convivencia, pero con anterioridad al reconocimiento judicial de la posesión cons
tante de estado concubinario, quedarían excluidos de la “comunidad de bienes”, con el
consiguiente peijuicio para el concubino que aparece como titular formal exclusivo de al
gún bien adquirido antes de los dos años, aun cuando materialmente constituiría un caso
de copropiedad entre ambos, pues ha habido una auténtica colaboración económica de dos
convivientes, ya sea en servicios (dedicación exclusiva a las tareas del hogar) o en bienes.
(5) Estos criterios han sido recogidos en: Cas. N° 1620-98-Tacna; Cas. N° 312-2002-Trujillo y Cas.
N° 2228-2003-Ucayali.
(6) Cas. N° 1306-2002-Puno.
544
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 5
objeto de que los gananciales se dividan por mitad entre ambos concubinos o sus respec
tivos herederos.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj La unión de hecho se trata de una unión monogám ica heterosexual, con vocación de habi-
tualidad y permanencia, que conforma un hogar de hecho: STC E xp.N ° 0657-2-2006-PA/
TC (f.j. 16).
¡jp La unión de hecho debe extenderse por un periodo prolongado, además de ser continua e
ininterrumpida: STC Exp. N°06572-2006-PA/TC (f.j. 18).
j| La apariencia de vida conyugal debe ser pública y notoria, por lo que no se amparará la
situación en donde uno o ambos integrantes de la unión de hecho pretenden materializarla
soterradamente: STC Exp. N° 06572-2006-PA/TC (f. j. 19).
[jp El efecto de la unión de hecho es que reconozca una comunidad de bienes concubinarios,
que deberá sujetarse a la regulación de la sociedad de gananciales: STC Exp. N° 06572-
2006-PA/TC (f.j. 16).
|p La unión de hecho genera una dinám ica a partir de la cual se originan dependencias entre
los convivientes: STC Exp. N° 04493-2008-PA/TC (f. j. 15).
|jj Fotos familiares no constituyen material probatorio suficiente para acreditar la existencia
de una unión de hecho: STC Exp. N° 01632-2013-PA/TC (f. j. 2.3.5).
545
ART.5 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
B IB L IO G R A F ÍA
BIGIO CHERM, Jack. “El concubinato en el Código Civil de 1984”. En: Libro Hom enaje a Carlos
Rodríguez Pastor. Lima, 1992; CABELLO MATAMALA, Carmen Julia. “El concubinato”. En:
D erecho de Familia, selección de textos. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2004; CORNEJO
CHA VEZ, Héctor. D erecho fa m ilia r peruano, sociedad conyugal. Librería Studium, Lima, 1985;
CORNEJO FAVA, María Teresa L a unión de hecho: solución p a ra un enriquecimiento indebido.
Ius Et Praxis, Lima, enero - diciembre 2000; CHIRINOS SOTO, Enrique. L a N ueva Constitución al
alcance de todos. Talleres Gráficos de Editorial Andina S.C.R.L, Lima, octubre, 1980 ; GALLEGOS
DOMINGUEZ, Ignacio. Las parejas no casadas y sus efectos patrimoniales. Colegio de Registradores
de la Propiedad y Mercantiles de España. Centro de Estudios Regístrales, Madrid, 1995; PADILLA
ROLDAN, Antonio. Estatuto Jurídico de las Relaciones Extramatrimoniales. Anuario de la Escuela
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de Oruro. Año VI, Tomo 1, Oruro-Bolivia, octubre, 1964; Revista Uruguaya de Derecho de Familia.
Fundación de Cultura Universitaria. Año VIII, N° 10, Montevideo-Uruguay, 1995.
546
Artículo 6 P aternid ad responsable, derechos y deberes
de padres e hijos.
Igualdad de los hijos
La política nacional de población tiene como objetivo difundir
y promover la patemidady maternidad responsables. Reconoce
el derecho de las familias y de las personas a decidir. En tal
sentido, el Estado asegura los programas de educación y la
información adecuados y el acceso a los medios, que no afecten
la vida o la salud.
Es deber y derecho de los padres alimentar, educar y dar
seguridad a sus hijos. Los hijos tienen el deber de respetar y
asistir a sus padres.
Todos los hijos tienen iguales derechos y deberes. Está prohi
bida toda mención sobre el estado civil de los padres y sobre la
naturaleza de lafiliación en los registros civiles y en cualquier
otro documento de identidad.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 inc. 2), 4, 5, 6 ,9 ,11,13,14,17,200 ¡nc. 2); C.P.Ct: art. 37 incs. 17), 25);
C.C.: arts. 20, 21, 235 y ss., 287, 291, 316, 361, 377, 386,418,423, 454, 472 y ss.;
C.P.C.: arts. 560 y ss.; C.P.: arts. 145,147,148,149,150; C.N.A.: arts. 8,14,15,24,
74 y ss.; D.U.D.H.: arts. 1,2,7,16,25,26; P.LD.C.P.: arts. 23,24; PXD.E.S.C: arts.
11,13,14; C.D.N.: arts. 5,17,18,28; C.A.D.H.: arts. 17,19; P.S.S.: arts. 13,15,16
Esta situación nos permite señalar la poca atención que se le ha brindado al divorcio,
como parte de los procesos de crisis y desmembramiento familiar, como también el esca
so nivel de atención que provoca temas como el aborto o la sexualidad juvenil.
547
t
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. Autonomía reproductiva
Incluye el derecho de las personas a decidir libremente si procrean o deciden interrum
pir el embarazo. Este concepto se enfatiza sobre todo en las mujeres.
2. Autodeterminación reproductiva
En virtud de este derecho se reconoce, respeta y garantiza la facultad de las perso
nas, en especial de las mujeres de decidir libremente sobre la posibilidad de procrear o
no, cuándo y con qué frecuencia.
548
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
Debe entenderse que el acceso a una educación sexual incluye a los menores incapa
ces absolutos en un contexto negativo, esto es garantizándoseles la defensa de sus dere
chos. En este sentido, el Ministerio de Educación del Perú ha planteado en forma reite
rativa, desde el 2008(1), la necesidad de incluir mecanismos de protección a la integridad
sexual del menor en los textos escolares, priorizando el factor de autoprotección ante cual
quier acto agresivo y la posterior denuncia de este hecho.
Las propuestas señaladas enfatizan el hecho de que si un menor conoce los actos que
pueden resultar atentatorios contra su persona, puede denunciarlo. No implica, por lo tan
to, el conocimiento de otras facetas de la educación sexual, limitándose todo supuesto in
fundado que denuncia una supuesta sexualización de la educación escolar.
La solución en el ámbito penal, cuando se debe evaluar conflictos entre los derechos
de la madre y del feto, pondera la posición de la mujer para defender su dignidad huma
na, integridad personal, libre desarrollo de la personalidad y de la salud.
Por lo tanto, la tendencia hacia una despenalización del aborto se sustenta sobre la base
de la inimputabilidad de las acciones que rodean a un aborto terapéutico.
(1) MINISTERIO DE EDUCACIÓN. “Lincamientos para una educación sexual integral”. En: <www.minedu.
gob.pe/DeInteres/lineamientos_educación_sexual_integral.pdf>.
549
t
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
1. El aborto
a) Aborto terapéutico
Es el aborto justificado por razones médicas. Es propuesto a la gestante, sobre la base
de una eventual afectación a su condición personal física o psicológica, entre las cuales
se consideran:
Para el caso concreto de los hechos que detalla la sentencia, se trata de una IVE mo
tivada por un grave riesgo clínico en la gestante.
2. La nupcialidad
Es el estudio referente a las relaciones familiares con consecuencias jurídicas traduci
das en matrimonios o regímenes convivenciales tanto propias como impropias (con im
pedimento legal); estudios que analizan el fenómeno poblacional(2), incluyendo su cuan-
tificación, proyección y planificación(3).
(2) INEI. a) “Sistema de consulta de datos. Censos Nacionales 2007. XI de Población”. En: <http://iinei.inei.
gob.pe/iinei/RedatamCpv2007.asp?id=ResultadosCensales?ori=C>; b) “Información sociodemográfica”.
En: <http://www.inei.gob.pe/Sisd/index.asp>.
(3) INEI. “Fecundidad y pobreza”. En: <www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0688/Libro.pdf>.
550
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
Implica además el estudio de las características de los miembros que componen las
relaciones matrimoniales(4) por actividad sexual conforme lo categoriza el Instituto Na
cional de Estadísticas e Informática (INEI)(5), limitándose a estas, dada la amplitud de las
relaciones familiares.
Factores que usualmente no son apreciados en un contexto jurídico, pero que expli
can el desarrollo de los niveles de las diferentes relaciones sociales en el ámbito familiar
y terminan siendo vinculantes al momento de la programación de políticas públicas de
planificación familiar, educación familiar o promoción de derechos (de niños, adoles
centes o de personas de tercera edad).
Sobre estos estudios es que la Ley se adecúa normativamente a las nuevas exigencias
sociales; el mejor ejemplo para identificar esta situación es la inserción de la causal de se
paración de hecho en el artículo 333 del Código Civil, debido a que su incidencia en la
realidad social exigía la determinación del legislador para su introducción, agregándose a
los parámetros normativos del divorcio sanción y divorcio remedio.
(4) QUILODRÁN, Julieta y OJEDA DE LA PEÑA, Norma. Nupcialidad en México: referencias bibliográficas
y metodológicas. UNAM, Cuemavaca, 1991, p. 11.
(5) INEI. “Nupcialidad y Actividad Sexual”. En: <www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0910/
cap03.pd£>.
(6) INEI. “Estadísticas vitales en los distritos del Perú”. En: <www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/
Lib0397/Libro.pdi>.
551
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Los elementos más característicos en estas estadísticas son: a) las relaciones familia
res sin hijos en común, b) familias monoparentales, c) familias con nido vacío.
Generalmente las conformadas por personas sin una carga familiar, y que todavía de
penden económicamente de su familia.
Las causas de estas situaciones se producen o por la iniciación de una relación matri
monial o convivencial, o por el factor de la edad que rodea a las partes que conforman la
relación matrimonial o convivencial(7).
b) Familias monoparentales
Es la conformada por un único progenitor (varón o mujer) con su progenie, residien
do en un solo domicilio. Al faltar este, el (los) hijo (s) se quedan a cargo del sobreviviente.
Las familias que son monoparentales por un largo plazo, producen, entre otros pro
blemas, las patologías típicas de los individuos provenientes de las familias disfiinciona-
les en los hogares que constituyen, manifestados en diferentes síndromes o en la creen
cia de la fragilidad de los vínculos (afectivos y/o sexuales) como síntoma de fracaso(9).
(7) RIVAS, Javier y GRANDE, Ildefonso. Comportamiento del consumidor: decisiones y estrategia de
marketing. ESIC, Madrid, 2004, p. 243.
(8) BELÉN JIMÉNEZ, Ana. Modelos y realidades de lafamilia actual. Editorial Fundamentos, Madrid, 2005, p. 155.
(9) Ibídem, p. 160.
552
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
Esta fase forma parte del ciclo vital de la familia y es un proceso natural. A pesar de
la supuesta división, en realidad, la familia aún funciona como una unidad social impor
tante, pero los objetivos y los niveles de vinculación varían, debido principalmente a la
autonomía de los hijos frente a los progenitores(n).
A pesar de ser un proceso natural, produce entre los progenitores niveles de depre
sión y eventualmente genera niveles críticos de estabilidad en la salud de estos, razón por
la cual su vinculación supera al contexto del Derecho de Familia, porque implica una vi
sión de políticas públicas de atención a las personas de la tercera edad, como ocurre, por
ejemplo, en Cuba y en los países europeos, que atienden estas circunstancias y ponderan
la distribución de proyectos de inversión económica para atender este sector y evitar asu
mir elevados costos en las políticas públicas de atención al sector salud02).
(10) LEFRANCOIS, Guy. E l cielo de la vida. Thomson Editores, México, 2001, p. 472.
(11) ídem.
(12) ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD. Epidemiología de los trastornos mentales en
América Latina y el Caribe. OPS, Washington, 2009, p. 254 y ss.
(13) BRONFENBRENNER, Urie. La ecología del desarrollo humano: experimentos en entornos naturales y
diseñados. Paidós, Barcelona, 2002, p. 30.
553
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
b) La paternidad irresponsable
Es aquella paternidad/maternidad alejada de los parámetros normales y comunes, en
los cuales un progenitor desarrolla su relación con su hijo, tanto en la crianza como en su
cuidado cotidiano.
(14) OLSON, L. Childpsychiatry in the USA. Churchill Livingstone, Nueva York, 2001, pp. 173-191.
(15) WILLARD, Helen y otros. Terapia ocupacional. Médica Panamericana, Buenos Aires, 2005, p. 547.
(16) LAMUS CANAVATE, Doris. Maternidad y paternidad. UNAB, Bucaramanga, 2002, p. 16.
(17) Véase: a) SAMEROFFF, Amold. Handbook o f developmental psychopathology. Springer, Nueva York,
2000, p. 30, y b) SHAFFER, David y otros. Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Cengage
Leaming Editores, México, 2007, p. 71.
554
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
Téngase presente que los niveles de afectación al otro progenitor es también un ele
mento valorable al momento de determinarse los derechos de las partes involucradas en
un conflicto familiar.
El costo emocional que significa el alejamiento del hijo, provoca la padrectomía y di
cha situación es excusable al progenitor sobre quien se generó una obstrucción de vínculo.
Una cosa es la relación entre los progenitores y otra muy distinta es la que se estable
ce en el ámbito de un progenitor con los hijos. Si bien la relación entre los adultos puede
decaer y hasta puede ser generativa de conflictos familiares (incluyéndose violencia fa
miliar), la relación entre el progenitor y su hijo puede ser desarrollada en forma positiva.
555
t
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por lo tanto y salvo una situación especial, los derechos de los progenitores respecto
de la relación con sus hijos son absolutos, no pudiendo autoridad ni persona alguna limi
tar de facto esta relación, bajo la condición negativa de generar un mayor perjuicio al hijo.
Esta situación evidentemente requiere de un análisis pericial, por cuanto la acción del
progenitor en muchos casos está dirigida solo al entorno de sus relaciones personales ex
cluyéndose al hijo de las consecuencias negativas.
Para ejemplos de graficar esta situación, nos podemos remitir a un caso dramático
pero a la vez esclarecedor de cómo se debe evaluar la relación paterno filial en España,
el Tribunal Supremo en el 2009 resolvió que la condena penal contra el padre por asesi
nato a la madre (con alevosía y ensañamiento) no necesariamente implica un peligro real
para los hijos, no pudiendo limitarse la relación entre ellos, por cuanto se profesan afecto
entre sí como una familia unida(19).
(19) “M ató a la madre, pero no se le im pone la pena de alejam iento de sus h ijos”. En: <http://w w w .lexfam ily.
es/revista.php?codigo=783>.
556
f
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
sobre sus hijos, para lo cual planteamos en forma preliminar la necesidad de establecer lí
mites, tanto en forma positiva, como en forma negativa.
Caso contrario, cuando los progenitores están separados o son divorciados, la práctica
nos permite señalar que existe una situación real que limita los derechos del progenitor sin
derecho a la tenencia, principalmente provocado por el otro progenitor, sin importar si el
perjudicado provocase o no, la crisis familiar.
Sin embargo, dicha facultad tiene como límite natural y constitucional el uso de la fuerza
en la imposición de sanciones a los hijos, tanto en una modalidad física como emocional.
557
f
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En forma excepcional y ante una situación extrema el progenitor puede imponer una
sanción, pero esta debe ser moderada, a efectos de lograr una comprensión en el hijo del
error cometido.
La vinculación de este punto tiene una referencia directa: los procesos más usuales
en el ámbito de la judicatura es la determinación de la tenencia y los procesos que devie
nen del incumplimiento de este: variación de tenencia, ampliación del régimen de visi
tas, alimentos, etc.
558
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
Por lo tanto, en el mismo sistema judicial se debe tener en cuenta que los progenito
res con tenencia:
Sobre el último punto, por ejemplo, es práctica común en España la defensa del vínculo
entre los abuelos con los nietos, sin considerar los elementos que se desarrollan en el con
flicto entre los progenitores o entre estos y sus propios progenitores (los abuelos)(24).
(2 2 ) Fuente: L ex Family. “Jurisprudencia de F am ilia del Tribunal Supremo: La com pañera sentim ental de la
madre, rota la convivencia, tien e derecho a relacionarse con el hijo de aquella”. En: <http://w w w .lexfam ily.
es/revista.php?codigo=933>.
(2 3 ) Q U IN N , Gerard. Derechos Humanos y Discapacidad. N acion es U nidas, N u eva York, 2002, p. 134.
(2 4 ) Ver: L ex Family. “Jurisprudencia de Fam ilia del Tribunal Supremo: Las relaciones abuelos nietos por
encim a de todo”. En: < http://w w w .lexfam ily.es/revista.php?codigo=975>.
559
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(2 5 ) Se debe tener en cuenta la diferencia entre: a) cuidado correcto, b) n egligen cia en el cuidado, c) descuido
de m enor y d) abandono material y m oral del hijo.
(26) G Ó M EZ PÉREZ, E va y A G U A D O , M aría Jesús. Guía para la atención al maltrato infantil: desde los
servicios policiales. U niversidad deCantabria, Santander, 2 0 02, p. 26.
560
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
El límite en el cuidado en la salud de los hijos tiene por límite el atender las enfer
medades o malestares que cumplan con un nivel de objetividad, representado en la afec
tación a la salud del hijo.
Los tratamientos y medicamentos deben, por lo tanto, ir en proporción a la condición
médica del hijo. El alejamiento de este parámetro, puede provocar que los abuelos puedan
plantear medidas de protección sobre el menor, en forma autónoma(27).
b) Por obesidad o generación de bulimia
561
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Esta situación provoca que el sujeto con patologías, traslade o genere patologías en
sus propios hijos, tanto en forma voluntaria como involuntaria.
e) En el ámbito de la sexualidad
En este punto, los derechos de los progenitores respecto de los propios derechos de sus
hijos se deben evaluar en forma independiente, particularmente a razón de la edad del hijo.
La indemnidad sexual del menor rige hasta que este tenga una determinada capacidad
condicionada a su propio desarrollo psicológico y físico. Según la legislación nacional, los
menores de edad pueden ser capaces relativos a partir de los dieciséis años (art. 44, CC).
(3 3 ) “Una mujer pierde la patria potestad de sus hijos por llevarlos al psicólogo
Fuente: L ex Fam ily.
sin necesidad”. En: < h ttp ://w w w .lexfam ily.es/revista.php?codigo=983>.
(34) “Factors contributing to custodial determ ination”. En: G O U LD , Jonathan. Conductingscieñtificálly crafted
childcustody evaluaíions. Sage, T housand Oaks, 1998, p. 243.
562
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
563
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
tenencia, a efectos de que este no retire al hijo del centro escolar (y no los perjudique
económicamente).
La situación se agrava si el progenitor con tenencia ejecuta una variación del centro
educativo del hijo, sin consentimiento o comunicación al otro progenitor.
Los progenitores sin tenencia en el Perú, a efectos de no provocar un mayor conflicto
con el otro progenitor y/o ante la eventualidad de que sus denuncias no tendrán eco en el sis
tema judicial, autolimitan sus derechos, sin tomar en cuenta el carácter autónomo de estos.
En España, ante este tipo de situaciones, se admite el derecho del progenitor sin tenen
cia (generalmente el padre) a acceder al récord académico y hacer un seguimiento acadé
mico de su hijo sin limitación, porque este hace uso de su ejercicio de la patria potestad,
la cual se diferencia del régimen de tenencia(36).
5. Los alimentos
La naturaleza, fundamento, finalidad y carácter necesario de los alimentos deriva de
la propia relación de filiación entre el progenitor y los hijos, ampliándose tal derecho a
uno de los cónyuges a la finalización del matrimonio/convivencia.
(36) Ver: L ex Family. “La agencia española de p rotección de datos da la razón a un padre al que se le denegó
inform ación en e l co leg io donde estudia e l hijo” . En: <http://w w w .lexfam ily.es/revista.php?codigo=993>.
(37) C E R V IL L A G A R Z O N , M aría D olores. L a situ a ció n ju r íd ic a d e la m ujer en lo s su pu estos d e crisis m atri
m onial. U niversidad de C ádiz, Jerez de la Frontera, 1997, p. 146.
(38) G A R C ÍA D E L E O N A R D O , Teresa .R é g im en ju r íd ic o d e lo s alim en tos d e hijos m ayores d e e d a d (E studio
d e l C ó d ig o C ivil). Tirant lo B lanch, V alencia, 1999, p. 69.
(39) C E N T R O D E H U M A N IZ A C IÓ N D E L A S A L U D . M an u al b ásic o p a r a g ero cu lto res y auxiliares
g eriá trico s. Cáritas Española, M adrid, 1999, p. 597.
564
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.6
una obligación solidaria^ entre los dos progenitores, y no como la Ley (por las recientes
modificaciones) le quiere hacer creer a la ciudadanía, en particular por interés de algunas
legisladoras que llegaron al Congreso por sus campañas políticas mediáticas.
Artículo 93.- Obligados a prestar alimentos.- Por ausencia de los padres o desconoci
miento de su paradero, prestan alimentos en el orden de prelación siguiente:
2. Los abuelos;
Salvo una interpretación negativa, la nueva pareja de un progenitor que tenga la te
nencia de su hijo no tendría ninguna obligación (ni jurídica ni moral) de brindar protec
ción a su “entenado”; Situación por cierto negada por la práctica, dado que ningún pro
genitor aceptaría la exclusión o maltrato de un hijo por causa de otra persona con quien
forma un nuevo compromiso matrimonial/convivencial.
(40) MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Nieves. “Los mayores como beneficiarios de prestaciones familiares”. En:
ALONSO-PÉREZ, Mariano. Protección ju rídica de los mayores. La Ley, Madrid, 2004, p. 134.
565
t
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
La igualdad entre hijos en este nuevo “compromiso” o unión exige una conducta mo
ral del adulto que no tiene relación sanguínea con el menor, al asumir una condición jurí
dica por afinidad (vínculo de parentesco).
Sin embargo, dicha obligación moral no puede ser equivalente a la obligación jurídi
ca y natural del progenitor con la obligación alimentaria. Razón por la cual se debe enten
der que dicha obligación de la nueva pareja solo será entendida en forma supletoria, a la
falta de condiciones en el progenitor obligado y en casos excepcionales.
c) Alimentos amplios
Es la categoría más extensa que puede garantizar el sustento alimenticio, la habita
ción, educación, el vestido, asistencia médica, el recreo de un alimentista y todo aquello
que le puede corresponder.
d) Alimentos restringidos
Son los alimentos “básicos” para el sostenimiento del alimentista; se limitan en par
ticular por las condiciones del obligado a prestarlas y que deben satisfacer aquellas míni
mas condiciones para la supervivencia.
Este Tribunal estima que en contextos donde el hijastro o la hijastra se han asimila
do debidamente al nuevo núcleo familiar, tal diferenciación deviene en arbitraria y con
traria a los postulados constitucionales que obligan al Estado y a la comunidad a prote
ger a la familia.
En efecto, tal como se ha expuesto, tanto el padrastro como el hijo afín, juntamente
con los demás miembros de la nueva organización familiar, pasan a configurar una nue
va identidad familiar.
566
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 6
Cabe anotar que por las propias experiencias vividas por los integrantes de este nue
vo núcleo familiar -divorcio o fallecimiento de uno de los progenitores- la nueva identi
dad familiar resulta ser más frágil y difícil de materializar.
Es por ello que realizar una comparación entre el hijo afín y los hijos debilita la insti
tución familiar, lo cual atenta contra lo dispuesto por el artículo 4 de la Constitución, se
gún el cual la comunidad y el Estado protegen a la familia.
URISPRUDENCIA RELACIONADA
j¡] El disfrute mutuo de la convivencia entre padres e hijos constituye una manifestación del
derecho del niño a tener una fam ilia y no ser separado de ella: STC Exp. N° 01905-2012-
PHC/TC (f.j. 4).
¡jj Incrementar la pensión alimentaria más allá de los límites legales vulnera el derecho a la
subsistencia: RTC Exp. N ° 03259-2012-PA/TC (f.j. 4).
B IB L IO G R A F ÍA
BEGOÑA, Ana y MENDIOLA, Martín. “Cuestiones en tomo a la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de mar
zo, de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo”. En: BANDRÉS
MOYA, Femando y DELGADO BUENO, Santiago. Biom edicina y D erecho sanitario. Además
Comunicación, Madrid, 2010; BELÉN JIMÉNEZ, Ana. M odelos y realidades de la fa m ilia actual.
Editorial Fundamentos, Madrid, 2005; BRONFENBRENNER, Urie. L a ecología del desarrollo
humano: experimentos en entornos naturales y diseñados. Paidós, Barcelona, 2002; CENTRO DE
HUMANIZACIÓN DE LA SALUD. M anual básico para gerocultores y auxiliares geriátricos.
Cáritas Española, Madrid, 1999; CERVILLA GARZÓN, María Dolores. La situación jurídica de
la mujer en los supuestos de crisis matrimonial. Universidad de Cádiz, Jerez de la Frontera, 1997;
DARW1N, Abigail. Childhood Obesity: Is it Abuse? En: <http://www.cwla.org/voice/0807obesity.htm>;
GARCÍA DE LEONARDO, Teresa. Régimen jurídico de los alimentos de hijos mayores de edad
(Estudio del Código Civil). Tirant Lo Blanch, Valencia, 1999; GÓMEZ PÉREZ, Eva y AGUADO,
María Jesús. Guía para la atención al maltrato infantil: desde los servicios policiales. Universidad de
Cantabria, Santander, 2002; HERRERA, Marisa y SPAVENTA, Verónica. “Vigilar y castigar: el poder
de corrección de los padres”. En: BERGALLI, Roberto y RIVERA BEIRAS, Iñaki. Desafíos, jóvenes y
adultos. E l difícil vínculo social. Antrophos, Barcelona, 2007; INEI. a) “Sistema de consulta de datos.
Censos Nacionales 2007. XI de Población”. En: <http://iinei.inei.gob.pe/iinei/RedatamCpv2007.as
p?id=ResultadosCensales?ori=C>; b) “Información sociodemográfica”. En: <http://www.inei.gob.
pe/Sisd/index.asp>; INEI. “Estadísticas vitales en los distritos del Perú”. En: <www.inei.gob.pe/
biblioineipub/bancopub/Est/Lib0397/Libro.pdf>; INEI. “Fecundidad y pobreza” . En: <www.inei.
gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0688/Libro.pdfi>; INEI. “Nupcialidad y Actividad Sexual”.
En: <www.inei.gob.pe/biblioineipub/bancopub/Est/Lib0910/cap03.pdf>; LAMUS CANAVATE,
Doris. M aternidad y paternidad. UNAB, Bucaramanga, 2002; LEFRANCOIS, Guy. E l cielo de la
vida. Thomson Editores, México, 2001; LISCANO, Juan. Fundaciones, vencimientos y contiendas.
Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1991; LÓPEZ NAVIDAD, Antonio y otros. E l donante de órganos y
tejidos: evaluación y manejo. Springer, Barcelona, 1997; MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Nieves. “Los
mayores como beneficiarios de prestaciones familiares”. En: ALONSO-PÉREZ, Mariano. Protección
567
ART.6 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
568
Artículo 7 P rotección y defensa de la salud, el m edio
fam iliar y la com un idad
Todos tienen derecho a la protección de su salud, la del medio
familiar y la de la comunidad así como el deber de contribuir
a su promoción y defensa. La persona incapacitada para velar
por sí misma a causa de una deficiencia física o mental tiene
derecho al respeto de su dignidad y a un régimen legal de
protección, atención, readaptación y seguridad.
C O N C O R D A N C IA S :
C.:arts. 1,4,6,9,10,11,23,58,200 inc. 2); C.P.Ct.: art. 37 inc. 24); C.C.: arts. 43,44;
C.P.: arts. 286 y ss., 305 inc. 1); C.N.A.: arts. 3,21,23; Ley 29973; D.U.D.H.: arts. 1,
25.1; P.I.D.E.S.C.: art. 12; C.D.N.: arts. 23,24; C.A.D.H.: art. 17; P.S.S.: arts. 10,11
569
ART. 7 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(3) El Perú suscribió la Convención y su Protocolo el 30 de marzo de 2007, ratificándola el 30 de enero del
2008.
570
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 7
(4) Debemos recordar que la Constitución Política del Perú es taxativa al proclamar en el artículo 2 el derecho de
todas las personas, sin excepción, a la igualdad ante la ley, proscribiéndose cualquier acción discriminatoria
por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra
índole. En consecuencia, las personas con discapacidad gozan de los mismos derechos que aquellas que
no sufren discapacidad.
(5) Conforme a la Ley N° 29973 las personas con discapacidad gozan, además, de los siguientes beneficios:
- Descuento para el ingreso a las actividades deportivas, culturales y recreativas del 50% sobre el valor de
la entrada a espectáculos culturales, deportivos o recreativos organizados por las entidades del Estado,
el cual es aplicable hasta un máximo del 25% del número total de entradas.
- Acceso al empleo: las entidades públicas están obligadas a contratar personas con discapacidad en una
proporción no inferior al 5% de la totalidad de su personal, y los empleadores privados con más de
cincuenta trabajadores en una proporción no inferior al 3%.
- Bonificación en el concurso de méritos para cubrir vacantes: en los concursos públicos de méritos en
la Administración Pública, las personas con discapacidad que cumplan con los requisitos para el cargo
y hayan obtenido un puntaje aprobatorio obtendrán una bonificación del quince por ciento (15%) del
puntaje final obtenido.
- Créditos preferenciales o financiamiento a micro y pequeñas empresas: el Estado promueve el acceso
de la empresa promocional a créditos y otras fuentes de financiamiento, prestando asistencia financiera
orientada a reducir la información asimétrica y los costos de intermediación. Con este fin, el Ministerio
de la Producción administra un banco de proyectos y capacita a la empresa promocional en el desarrollo
de proyectos de inversión.
- Preferencia a productos y servicios de empresas promocionales: los gobiernos regionales y las muni
cipalidades provinciales y distritales, promueven la comercialización de los productos manufacturados
por la persona con discapacidad, fomentando la participación directa de dichas personas en ferias
populares, mercados y centros comerciales dentro de su jurisdicción.
- Reserva de asientos preferenciales en los vehículos públicos: los vehículos que prestan servicios de
transporte terrestre de pasajeros reservan asientos y espacios preferentes de fácil acceso, debidamente
señalizados, para el uso de personas con discapacidad. Las municipalidades y la Policía Nacional del
Perú supervisan y fiscalizan el cumplimiento de esta obligación. .
- Estacionamiento accesible: los estacionam ientos públicos y privados, incluyendo las zonas de
estacionam iento de los establecim ientos públicos y privados, disponen la reserva de espacios
para vehículos conducidos por personas con discapacidad o que las transporten. La Policía
N acional del Perú y las m unicipalidades supervisan y fiscalizan el cum plim iento de esta
obligaciórry de las condiciones de accesibilidad de los estacionam ientos
571
ART.7 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Ley N° 27408, norma legal que establece la atención preferente a las mujeres embara
zadas, las niñas, niños, los adultos mayores y las personas con discapacidad en los lugares
de atención al público, modificada por la Ley N° 28683 (de enero de 2001).
La Ley N° 27471, norma legal que regula el uso de medios visuales adicionales en
programas de televisión y de servicio público por cable para personas con discapacidad
por deficiencia auditiva, (de junio de 2001), cuyo objetivo es que los programas informa
tivos educativos y culturales de producción nacional, transmitidos por el Instituto de Ra
dio y Televisión del Perú, incorporen medios de comunicación visual adicional en los que
se utilice lenguaje de señas o manual y textos, para la comunicación y lectura de personas
con discapacidad por deficiencia auditiva.
La Ley N° 27751, norma legal que elimina la Discriminación de las personas con dis
capacidad por deficiencia intelectual y/o física en programas de salud y alimentación a
cargo del Estado, (de junio del 2002), con el propósito que en los programas de salud y
alimentación que brinda el Estado no se aplique el requisito de límite de edad a las perso
nas con discapacidad por deficiencia intelectual y/o física.
- La importación de vehículos especiales, prótesis y otros, para uso exclusivo de personas con disca
pacidad, se encuentran inafectos al pago de derechos arancelarios, conforme a lo previsto en la Ley
General de Aduanas, Decreto Legislativo N° 809.
(6) Entre los grupos sociales más vulnerables se encuentran los conformados por niños, niñas y adolescentes,
mujeres, adultos mayores y personas con discapacidad.
572
DE LOS DERECHOS SOCIALES YECONÓMICOS ART.7
Ley N° 28084, norma que regula el parqueo especial para vehículos ocupados por
personas con discapacidad, establece que los establecimientos privados de atención al
público, que cuenten con zonas de parqueo vehicular, deben disponer la reserva de ubi
caciones para vehículos conducidos o que transporten a personas con discapacidad, in
currí éndose en infracción grave, sujeta a la imposición de multa, en caso de estacionar
se en zonas de parqueo destinadas a vehículos conducidos o que transporten a personas
con discapacidad.
Ley N° 28530, norma de promoción de acceso a Internet para personas con discapaci
dad y de adecuación del espacio físico en cabinas públicas de Internet, (de mayo de 2005),
por la cual se declara de interés social la promoción del acceso al uso de Internet y de las
tecnologías de la información a las personas con discapacidad y la progresiva elimina
ción de las barreras físicas y tecnológicas que les impida su integración a la sociedad de
la información y su reinserción al mercado laboral
Ley N° 28735, norma legal que regula la atención de las personas con discapacidad,
mujeres embarazadas y adultos mayores en los aeropuertos, aeródromos, terminales te
rrestres, ferroviarios, marítimos y fluviales y medios de transporte, (de mayo de 2006), a
efectos de garantizar el respeto a los principios de igualdad de derechos, de movimiento
y de elección y, el derecho a desenvolverse con el mayor grado de autonomía e indepen
dencia posible; así como a la seguridad en su traslado y movilización.
573
ART.7 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
personas para lograr sus metas, y, de otro, continuar con la ejecución de políticas públicas
orientadas a: 1) sensibilizar a la sociedad en todos los asuntos relativos a la discapacidad;
2) fomentar el respeto a la dignidad, derechos y bienestar de las personas discapacitadas;
y, 3) posibilitar su inclusión en la sociedad con igualdad de oportunidades.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jjj¡ El derecho a la salud comprende la facultad que tiene todo ser humano de mantener la
normalidad orgánica funcional y de restablecerse cuando se presente una perturbación en
ella: STC Exp. N° 02945-2003-AA/TC (f. j. 28).
jp El derecho a la salud tiene una doble dimensión: el derecho a no recibir por parte del Estado
un tratamiento que atente contra la salud y el derecho a exigir un servicio de calidad: STC
Exp. N° 03599-2007-PA/TC (f. j. 2).
j¡| El Estado se encuentra en la ineludible necesidad de adoptar medidas urgentes para sal
vaguardar los intereses de la m adre, así como los del niño que está por nacer: STC Exp.
N° 00303-2012-PA/TC (f. j. 9). -
j| La atención médica por maternidad tam bién debe extenderse a las hijas menores de edad
de los asegurados: STC Exp. N° 03191-2012-PA/TC (f. j. 3.3.9).
j| El Estado debe prom over medidas a favor de las personas con discapacidad que no sólo sean
sanitarias sino que eliminen las exclusiones de las que históricamente han sido víctimas:
STC Exp. N° 02437-2013-PA/TC (f. j. 7).
j| La autonomía de las personas con discapacidad no debe verse afectada cuando se tomen
medidas con la finalidad de que puedan acceder a ciertos entornos físicos: STC Exp.
N° 02437-2013-PA/TC (f. j. 15).
[j| Denegar a las personas con discapacidad visual ser asistidas por un perro guía es obs
taculizar el goce y ejercicio de los derechos al libre desarrollo y bienestar: STC Exp.
N° 02437-2013-PA/TC (f. j. 33).
j¡] Los discapacitados no deben utilizar su condición para tratar de beneficiarse de manera
exclusiva y excluyente: STC Exp. N° 00393-2013-PA/TC (f. j. 18.).
B IB L IO G R A F ÍA
CAPRA, Fritjof. El punto crucial. Ciencia, sociedady cultura naciente. Troquel, Buenos Aires, 1992;
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de las Personas. Huallaga. Lima, 2000; FERNANDEZ
SESSAREGO, Carlos. Derecho de las Personas. Librería Studium, Lima, 1987.
Artículo 8 C ontrol del tráfico ilícito de drogas
El Estado combate y sanciona el tráfico ilícito de drogas. Asi
mismo, regula el uso de los tóxicos sociales.
C O N C O R D A N C IA S :
C : art. 2 ines. 1) 24.f); C.P.: arts. 296 y ss.; C.N.A.: art. 37; C.D.N.: art, 33
I. Introducción
El marco constitucional que impera en una sociedad constituye, a no dudar, la piedra
angular y el sustento legal y social sobre la que descansan y se cimientan de manera pro
gresiva y sistemática todos y cada uno de los principios que comprometen los derechos
individuales y las obligaciones colectivas del propio Estado con las personas. Si se trata
del rol del Estado, es el ordenamiento jurídico constitucional el que define y establece el
grado de compromiso que puede existir en una sociedad determinada, en relación a he
chos, ocasiones, sucesos, particularidades o circunstancias gravitantes que pueden poner
en grave riesgo la integridad misma de la colectividad o de determinados valores que son
fundamentales para la cohesión y la integridad de una sociedad.
Hablamos del poder organizado de un Estado en materia del control de derechos per
sonales, sociales y comunitarios, en relación a diferentes actividades socialmente nocivas
y perjudiciales y que en los últimos años han adquirido dimensiones alarmantes y sobre-
cógedoras, que afectan valores fundamentales como la salud de las personas y las institu
ciones, la paz social y la prosperidad misma de una nación.
575
ART.8 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
No sin razón se afirma y se reitera en los foros mundiales que uno de los problemas
más graves que enfrenta la humanidad en los momentos actuales es el consumo masivo
de diferentes drogas por parte de millones de seres humanos, incluso a una edad cada vez
más temprana en cuanto a niños, jóvenes y adolescentes; sin soslayar por supuesto el pe
ligroso crecimiento del crimen organizado, los niveles de corrupción en las instituciones
públicas y privadas, la violencia generalizada dentro de la estructura social, la impuni
dad, y la estrecha y creciente interdependencia en relación a otros componentes que ha
cen evidente, por un lado, el problema de la producción de drogas y, de otra parte, el con
sumo masivo de diferentes drogas en el mundo entero.
II. Antecedentes
Tratándose de un enfoque estrictamente de orden constitucional, los antecedentes más
significativos en el medio nacional, por no decir el más significativo, lo encontramos en la
Constitución Política de 1979, que fue puesta en vigencia al año siguiente de su promulga
ción, y que en el rubro correspondiente al capítulo de la seguridad social, la salud y el bie
nestar de la población se señalaba textualmente sin mayores preámbulos, antecedentes o ex
posiciones en su artículo 17 que el Estado combate y reprime el tráfico ilícito de drogas®.
(1) Las Naciones Unidas y la fiscalización del uso indebido de drogas. Nueva York, 1987, p. 7.
(2) Constitución Política del Perú de 1979, artículo 17.
576
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.8
Dicho monopolio se hace evidente sobre la forma y la manera como se había venido
aplicando la legislación de drogas en el país, a raíz de la entrada en vigencia de la denomi
nada Ley General de Drogas (D. Ley N° 22095), que si bien fue un marco normativo que
en alguna medida sistematizó por primera vez en el país los diferentes aspectos relacio
nados con la problemática de las drogas (de las previsiones, de la recuperación del droga-
dicto, de la producción, comercialización y control, del delito de tráfico ilícito de drogas y
de las penas, del decomiso y las incautaciones, de los procedimientos, de las infracciones
administrativas, de los órganos administrativos, etc.), en la práctica, la política de Estado
en relación al tema drogas se centralizó mayormente en la represión de este delito en sus
distintas modalidades y facetas, sin mayores distinciones entre traficantes y consumidores,
productores y delincuentes, rehabilitación y disuasión. Esta es una característica predo
minante en el marco de la legislación sobre tráfico de drogas, sobre todo cuando uno ana
liza las acciones que cada Estado ha emprendido sobre el particular y que por lo general
terminan en la legislación penal como el eje de las políticas frente al tema de las drogas.
Imperaba desde sus inicios en la política de Estado la represión del tráfico de drogas,
como quedó evidenciado con la promulgación de una serie de dispositivos que progresi
vamente enfatizaron que dicha actividad tenía una etiología criminal, dejándose de lado
otros aspectos de particular importancia, como la prevención del consumo, el tratamiento
del drogadicto o básicamente el enfoque desde una perspectiva internacional. Cabe señalar
que en este aspecto, la legislación penal por lo general ha cumplido el rol más importan
te dentro de los esfuerzos que el Estado peruano ha llevado a cabo en relación al proble
ma de las drogas, y aunque en un primer momento, la legislación represiva o propiamen
te punitiva no aparecía dentro del marco propio de la normativa penal, al final de cuentas
termino incluida dentro del Código Penal dentro de un marco específico como si en reali
dad solo se refiriera a un conjunto de actividades perniciosas que afectan la salud pública.
En la actualidad existe en el Código Penal un rubro específico para los delitos que atenían
la seguridad pública, en el capítulo de los delitos contra la salud pública.
La política del Estado en relación al tema drogas que imperó en los años anteriores
a la vigencia de la Constitución de 1979 fue básicamente policial y represiva, debido a la
influencia que tuvieron una serie de factores internacionales y que convergieron en la rea
lidad nacional. Como lo señalan Soberón y otros, se apreció un tránsito in crescendo de
los controles estrictamente administrativos hacia los penales. Asimismo, se evidenció la
sobrecriminalización de figuras ya contempladas en los códigos penales nacionales, a tra
vés de la incorporación en las normas especiales sobre narcotráfico®.
(3) SOBERÓN, Ricardo y otros. Drogas y control penal en los Andes. Deseos, utopías y efectos perversos.
Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994, p. 39.
577
ART.8 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En las anteriores constituciones promulgadas en el siglo XX, por razones hasta cierto
punto comprensibles aunque no justificables, el tráfico de drogas tal y cual se le concibe
en la actualidad, no fue una temática que pudiera motivar el interés particular de los legis
ladores o de los gobiernos de tumo, aunque debe tenerse en consideración que el consu
mo o ingestión de drogas, por razones de orden histórico, siempre ha estado presente des
de las épocas más remotas de nuestra historia(5).
Debe tenerse en cuenta que en los años anteriores a la década de los años noventa
se suscitaron cambios importantes en relación al tema de drogas en todas sus facetas,
(4) RICO, José María. Las legislaciones sobre drogas: origen, evolución, significado y replanteamiento.
XXXV Curso Internacional de Criminología, Quito, 1984, p. 13.
(5) Cuando se hace referencia al término “drogas”, se comprende a todas aquellas .sustancias de diferente
naturaleza y cuya ingestión en forma metódica o compulsiva altera el comportamiento del ser humano, más
allá de su sentido y expresión toxicológico, en razón de que pareciera que no está lo suficientemente claro
y menos sustentado por qué razones algunas sustancias son consideradas como prohibidas y otras no.
(6) Constitución Política del Perú de 1993, artículo 8.
578
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.8
tanto a nivel nacional como también en el plano internacional. Quedó en claro, con
base en la doctrina política de la responsabilidad compartida liderada en este caso por
el Perú en los foros internacionales, que si se trataba de responsabilidades mutuas, tan
ta responsabilidad en el tráfico ilícito de drogas tenían los países considerados como
productores como aquellos que las consumían(7)89.
Por otro lado, estaba claro a partir de la década de los años noventa que para enfrentar
el problema de las drogas, tanto en el campo de la prevención como también en la repre
sión misma, que se requería de toda una estrategia ideal que condujese a la erradicación
total de la producción ilícita de estupefacientes y de la manufactura ilegal de sustancias
sicotrópicas, así como la prohibición completa del tráfico ilícito, la eliminación total del
uso indebido de drogas y de la demanda ilícita, así como la aplicación de medidas para el
tratamiento y la rehabilitación del toxicómano. Por lo tanto, cualquier estrategia debía de
tener como objetivo principal la disminución del uso indebido de drogas. Hablamos de
mejorar los sistemas de fiscalización de drogas; de lograr un equilibrio entre la demanda
y la oferta de drogas estupefacientes para fines legítimos; de erradicar el abastecimien
to de drogas ilícitas; de reducir el tráfico ilícito; de reducir la demanda de drogas e impe
dir el uso inadecuado y proporcionar servicios de tratamiento, rehabilitación y reintegra
ción social del toxicómano®.
La idea de que el tráfico de drogas y su represión son las partes más importantes de una
política de Estado, tiene una explicación particularmente importante en el caso de nues
tro país. Al entrar a la década de los noventa, se observaron cambios fundamentales en la
forma de enfrentar el fenómeno de la droga: a nivel internacional, en 1988, se aprobó en
Viena la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y
sustancias psicotrópicas, la cual serviría de base en los años siguientes para las políticas
nacionales e internacionales en relación al control de la oferta a nivel mundial®. En la Re
gión Andina, las medidas de erradicación manual y los programas de sustitución de los cul
tivos de hoja de coca no habían tenido los resultados esperados; se optó por la destrucción
de los laboratorios de pasta básica y se comenzó a implantar un sistema de radares en las
(7) LAMAS PUCCIO, Luis. “Narcotráfico: responsabilidad compartida”. En: Diario El Comercio. Edición
del 13 de mayo de 1988.
(8) Naciones Unidas. Estrategias y políticas internacionales de fiscalización de drogas. Nueva York,
1982, p. 1.
(9) Es interesante tener en consideración cual fue la política de los Estados Unidos en los años anteriores a
1990 en relación al tema drogas, la que ha tenido y tiene una importante presencia en las políticas intemas,
sobre todo en lo que se refiere a los países de la región andina. La Estrategia Nacional sobre Control de
Drogas presentada ante el Congreso de los Estados Unidos en setiembre de 1989, señalaba lo siguiente:
“Intensa violencia inspirada en las drogas y que plaga una serie de países latinoamericanos por años; en
más de uno, las operaciones de los carteles de la droga y las insurgencias locales, son un peligro actual y
real para las instituciones democráticas, las economías nacionales y el orden cívico básico (...), y como
nuestra seguridad local depende directamente de la estabilidad regional, las drogas se han convertido en
una preocupación central de la política exterior de Estados Unidos” (The White House, 1982:2).
579
ART.8 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(10) DE REMENTERIA, Iván. La sustitución de cultivos como perspectiva. Coca, cocaína y narcotráfico.
Comisión Andina de Juristas, Lima, p. 361. Al terminar la década de los 80, el narcotráfico y la deuda
extema aparecen como los problemas cruciales de los países andinos. Ambos afectan gravemente el
desarrollo nacional; determinan económicamente su sector extemo; desvirtúan en la economía nacional
el uso de recursos naturales, humanos y financieros; comprometen social y políticamente la seguridad y
el orden intemo; y, geopolíticamente, su seguridad y las relaciones internacionales.
(11) CAMPODÓNICO, Humberto. “Importancia económica del narcotráfico y su relación con las reformas
neoliberales del gobierno de Fujimori”. En: Drogas y control penal en los Andes. Comisión Andina de
Juristas, Lima. Al inicio del gobierno del presidente Alberto Fujimori en el año de 1990, años antes que
se aprobara la Constitución Política de 1993 al mismo tiempo que se negociaba el denominado Grupo de
Apoyo para lograr la reinserción del Perú al sistema financiero mundial, el gobierno peruano negociaba
con el gobierno de los EE.UU. los términos de la lucha conjunta contra el narcotráfico. Para el gobierno
de EE.UU. era primera prioridad la firma de un convenio antidrogas con el gobierno entrante de Fujimori,
similar al que se había firmado con Bolivia en los primeros meses de 1990.
580
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 8
Si nos atenemos a las formas y las palabras que encierra un mandato constitucional
de estas características, salta a la vista que la Constitución Política de nuestro país, con
cibe el problema de las drogas en todo su contexto, como un tema de represión y control
punitivo, incluso con rasgos beligerantes, refiriéndonos de que las normas penales sobre
drogas no solamente no han demostrado su efectividad en términos de haber propiciado
que disminuya el número de consumidores, traficantes y todos aquellos aspectos que tie
nen que ver con el tráfico y la producción de drogas ilícitas, sino por el contrario que ha
yan aumentado al margen de los otros problemas y consecuencias negativas propias del
problema que se pretende resolver.
581
ART.8 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
penales, y menor con apreciaciones como “combate” que dan a las acciones de preven
ción, fiscalización y control de la producción y consumo de drogas un sentido de belige
rancia, como si se tratara de un conflicto militar o de parecida naturaleza, sino de acciones
de contenido social como la información, el tratamiento, la adopción de medidas de ca
rácter tutelar, tratamiento y asistencia, todas ellas fundamentalmente encaminadas a mo
dificar la actitud de la sociedad ante el fenómeno de la droga.
582
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.8
JURISPRUDENCIA RELACIONAD
Los delitos de tráfico ilícito de drogas y sus derivados constituyen ilícitos pluriofensivos
poniendo en estado de alarma y peligro a las bases sociales y amenazan la propia existencia
del Estado: STC Exp. N° 02748-2010-PHC/TC (f. j. 15). -
|fj| Los delitos que estén relacionados con el tráfico ilícito de drogas requieren ser objeto de
una profunda investigación en el marco de los procesos judiciales: STC Exp. N° 04726-
2008-PHC/TC (f. j. 13).
jjj] El Estado debe combatir el tráfico ilícito de drogas no solo con penas severas, sino además
mediante procedimientos de investigación eficientes: STC Exp. N° 04750-2007-PHC/TC
(f-j-1 2 ).
|¡¡ Con la finalidad de combatir el tráfico ilícito de drogas y sus derivados se habilita la pro
cedencia del recurso de agravio constitucional contra sentencias estimatorias: STC Exp.
N° 02748-2010-PH C /T C (f.j. 15).
B IB L IO G R A F ÍA
CAMPODÓNICO, Humberto. “Importancia económica del narcotráfico y su relación con las reformas
neoliberales del gobierno de Fujimori”. En: Drogas y control penal en los Andes. Comisión Andina
de Juristas, Lima; DE REMENTERÍA, Iván. La sustitución de cultivos como perspectiva. Coca,
cocaína y narcotráfico. Comisión Andina de Juristas, Lima; LAMAS PUCCIO, Luis. “Narcotráfico:
responsabilidad compartida”. En: Diario El Comercio. Edición del 13 de mayo de 1988; RICO, José
María. Las legislaciones sobre drogas: origen, evolución, significadoy replanteamiento. XXXV Curso
Internacional de Criminología, Quito, 1984; NACIONES UNIDAS. Estrategias y políticas interna
cionales defiscalización de drogas. Nueva York, 1982; SOBERÓN, Ricardo y otros. Drogas y control
penal en los Andes. Deseos, utopías y efectos perversos. Comisión Andina de Juristas, Lima, 1994.
583
t
A r tíc u lo 9 P o lít ic a n a c io n a l d e s a lu d
E l Estado determina la política nacional de salud. El Poder
Ejecutivo norma y supervisa su aplicación. Es responsable de
diseñarla y conducirla enforma plural y descentralizadora para
facilitar a todos el acceso equitativo a los servicios de salud.
CONCORDANCIAS:
C. : arts. 2 inc. 1), 7, 10, 11, 58,118 inc. 3); C.P.Ct: art. 37 inc. 24); C.N.A.: art. 32 y
ss.; Ley 26842: art. 123; D. Leg. 1161: arts. 3, 5, 6, 7; D.S. 013-2002-SA: arts. 2, 3;
D. S. 023-2005-SA: art. 84; D.U.D.H.: art. 25.1; P.I.D.E.S.C.: art. 12; P.S.S.: art. 10
(1) Adoptado el 16/12/1966 en el seno de Naciones Unidas. Ratificado por el Estado peruano el 28/04/1978.
(2) Adoptado el 17/11/1988 en el seno de la Organización de Estados Americanos. Ratificado por el Estado
peruano el 17/05/1995.
(3) Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Observación General N° 14. El derecho al disfrute
del más alto nivel posible de salud. 11/08/2000, párrafo 4.
(4) Ibídem, párrafo 8.
584
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.9
En esa medida, su plena realización genera obligaciones positivas y negativas para el Es
tado; es decir, se trata de un derecho que exige al Estado que garantice tanto competencias
y libertades a los individuos cuanto el acceso a servicio o prestaciones(5)6.
(5) Sobre los distintos tipos de derechos fundamentales o posiciones jurídicas fundamentales véase: ALEXY,
Robert. Teoría de los derechos fundamentales. CEC, Madrid, 1993, p. 186 y ss.
(6) STC Exp. N° 2064-2004-AA/TC, f. j. 2 de 04/07/2005.
(7) STC Exp. N° 1429-2002-HC/TC, ff. jj. 12 y 13 de 19/11/2002.
(8) STC Exp. N° 1711-2005-PHC/TC, f. j. 14 de 11/09/2006. El origen de esta posición del TC los encontramos
en la STC Exp. N° 1429-2002-HC/TC, f.j. 13 de 19/11/2002.
585
ART.9 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
fundamental de dicho derecho, deben promoverse desde el Estado, condiciones que lo ga
ranticen de modo progresivo, y que se le dispense protección adecuada a quienes ya gocen
del mismo”(9). En efecto, el Estado debe invertir en el fortalecimiento y modernización de
las entidades de brindar el servicio de salud, así como la adopción e implementación de po
líticas públicas orientadas a dicho objetivo(10)1. Ello, porque de la existencia y del adecuado
funcionamiento de los servicios de salud depende no solo de la óptima salud de las perso
nas, sino incluso su vida e integridad personal(11). Por ello, las obligaciones del Estado pe
ruano son de tipos respecto del derecho a la salud; las primera son deberes de hacer o de
realizar acciones positivas destinadas garantizar a cada persona el pleno goce y ejercicio
de los mismo derechos. Estos deberes de hacer, según el TC, se sintetiza en los siguiente
actos: (i) realizar actividades tendentes de prevención de daños a la salud de las personas;
(ii) conservar las condiciones materiales, sociales y ambientales necesarias para asegurar el
ejercicio del derecho y; (iii) atender de forma urgente y eficaz las situaciones que afectan la
salud de las personas. Por su parte, el segundo tipo de obligaciones que identifica el TC son
las obligaciones de no hacer o de abstención, que obligan a los agentes del Estado a evitar
realizar cualquier acción que tenga como consecuencia el daño a la salud de las personas(12).
Sin embargo, esta clasificación de las obligaciones estatales que el TC se derivan del
derecho a la salud, debe complementarse con la identificación de las obligaciones que hace
el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del Pacto Internacional de De
rechos Económicos, Sociales y Culturales. En efecto, dicho órgano de protección inter
nacional sostiene que “el derecho a la salud impone tres tipos o niveles de obligaciones a
los Estados Partes: la obligación de respetar, proteger y cumplir”. La primera de ellas exi
ge que el Estado y sus agentes se abstengan de afectar directa o indirectamente el disfru
te del derecho, mientras que la obligación de proteger obliga al Estado a adoptar medidas
destinadas a impedir que terceras personas impidan o lesionen la salud de las personas. El
tercer tipo de obligaciones, la de cumplir o promover, supone que los Estados adopten me
didas legislativas, administrativas, presupuestarias o de cualquier otro tipo para garantizar
la plena efectividad al derecho a la salud(13); así como que “los Estados Partes reconozcan
suficientemente el derecho a la salud en sus sistemas políticos y ordenamientos jurídicos
nacionales, de preferencia mediante la aplicación de leyes, y adopten una política nacio
nal de salud acompañada de un plan detallado para el ejercicio del derecho a la salud”(14).
De esa forma, la adopción de una política nacional de salud forma parte de las obligacio
nes que el Estado ha asumido para garantizar el ejercicio de dicho derecho fundamental.
En consecuencia, deber del Estado de determinar -e n verdad adoptar- una política na
cional de salud es una obligación concreta que se deriva del reconocimiento del derecho
586
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.9
(15) STC Exp. N° 05842-2006-PHC/TC de 07/11/2008, f.j. N° 45. De acuerdo al Comité de Derechos Econó
micos, Sociales y Culturales el elemento accesibilidad supone que los establecimiento, bienes y servicios
de salud deban ser accesibles a todos, sin discriminación algina, y este elemente comprende cuatro dimen
siones:
“i) No discriminación: los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles, de hecho y
de derecho, a los sectores más vulnerables y marginados de la población, sin discriminación alguna
por cualquiera de los motivos prohibidos.
ii) Accesibilidad física: los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán estar al alcance geográ
fico de todos los sectores de la población, en especial los grupos vulnerables o marginados, como las
minorías étnicas y poblaciones indígenas, las mujeres, los niños, los adolescentes, las personas mayores,
las personas con discapacidades y las personas con VIH/SIDA. La accesibilidad también implica que
los servicios médicos y los factores determinantes básicos de la salud, como el agua limpia potable
y los servicios sanitarios adecuados, se encuentran a una distancia geográfica razonable, incluso en
lo que se refiere a las zonas rurales. Además, la accesibilidad comprende el acceso adecuado a los
edificios para las personas con discapacidades.
iii) Accesibilidad económica (asequibilidad): los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán
estar al alcance de todos. Los pagos por servicios de atención de la salud y servicios relacionados
con los factores determinantes básicos de la salud deberán basarse en el principio de la equidad, a
fin de asegurar que esos servicios, sean públicos o privados, estén al alcance de todos, incluidos los
grupos socialmente desfavorecidos. La equidad exige que sobre los hogares más pobres no recaiga
una carga desproporcionada, en lo que se refiere a los gastos de salud, en comparación con los hogares
más ricos.
iv) Acceso a la información: ese acceso comprende el derecho de solicitar, recibir y difundir información
e ideas (8) acerca de las cuestiones relacionadas con la salud. Con todo, el acceso a la información
no debe menoscabar el derecho de que los datos personales relativos a la salud sean tratados con
confidencialidad”. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales Observación General N” 14,
Ob. cit., párrafo 12.
(16) . GUASTINI, Riccardo. “Ponderación: un análisis de los conflictos entre principios constitucionales”. En:
CARBONNEL, Miguel y GRÁNDEZ, Pedro (coordinadores). El principio de proporcionalidad en el
587
ART.9 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
588
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.9
(20) Ley Orgánica de Gobiernos Regional. Artículo 49.- Funciones en materia de salud
a) Formular, aprobar, ejecutar, evaluar, dirigir, controlar y administrar las políticas de salud de la región
en concordancia con las políticas nacionales y los planes sectoriales.
b) Formular y ejecutar, concertadamente, el Plan de Desarrollo Regional de Salud.
c) Coordinar las acciones de salud integral en el ámbito regional.
d) Participar en el Sistema Nacional Coordinado y Descentralizado de Salud de conformidad con la
legislación vigente.
e) Promover y ejecutar en forma prioritaria las actividades de promoción y prevención de la salud.
f) Organizar los niveles de atención y administración de las entidades de salud del Estado que brindan
servicios en la región, en coordinación con los Gobiernos Locales.
g) Organizar, implementar y mantener los servicios de salud para la prevención, protección, recuperación
y rehabilitación en materia de salud, en coordináción con los Gobiernos Locales.
h) Supervisar y fiscalizar los servicios de salud públicos y privados.
i) Conducir y ejecutar coordinadamente con los órganos competentes la prevención y control de riesgos
y daños de emergencias y desastres.
j) Supervisar y controlar la producción, comercialización, distribución y consumo de productos farma
céuticos y afines.
k) Promover y preservar la salud ambiental de la región.
l) Planificar, financiar y ejecutar los proyectos de infraestructura sanitaria y equipamiento, promoviendo
el desarrollo tecnológico en salud en el ámbito regional.
m) Poner a disposición de la población, información útil sobre la gestión del sector, así como de la oferta
de infraestructura y servicios de salud.
n) Promover la formación, capacitación y el desarrollo de los recursos humanos y articular los servicios
de salud en la docencia e investigación y proyección a la comunidad.
o) Evaluar periódicamente y de manera sistemática los logros alcanzados por la región en materia
sanitaria.
p) Ejecutar, en coordinación con los Gobiernos Locales de la región, acciones efectivas que contribuyan
a elevar los niveles nutricionales de la población de la región.
(21) Ley Orgánica de Municipalidades. Artículo 80.- Saneamiento, salubridad y salud
Las municipalidades, en materia de saneamiento, salubridad y salud, ejercen las siguientes funciones:
1. Funciones específicas exclusivas de las municipalidades provinciales:
1.1. Regular y controlar el proceso de disposición final de desechos sólidos, líquidos y vertimientos in
dustriales en el ámbito provincial.
1.2. Regular y controlar la emisión de humos, gases, ruidos y demás elementos contaminantes de la
atmósfera y el ambiente.
2. . Funciones específicas compartidas de las municipalidades provinciales:
2.1. Administrar y reglamentar directamente o por concesión el servicio de agua potable, alcantarillado y
desagüe, limpieza pública y tratamiento de residuos sólidos, cuando por economías de escala resulte
eficiente centralizar provincialmente el servicio.
2.2. Los procesos de concesión son ejecutados por las municipalidades provinciales del cercado y son
coordinados con los órganos nacionales de promoción de la inversión, que ejercen labores de aseso-
ramiento.
2.3. Proveer los servicios de saneamiento rural cuando estos no puedan ser atendidos por las municipa
lidades distritales o las de los centros poblados rurales, y coordinar con ellas para la realización de
campañas de control de epidemias y sanidad animal.
2.4. Difundir programas de saneamiento ambiental en coordinación con las municipalidades distritales y
los organismos regionales y nacionales pertinentes.
589
ART.9 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2.5. Gestionar la atención primaria de la salud, así como construir y equipar postas médicas, botiquines y
puestos de salud en los centros poblados que los necesiten, en coordinación con las municipalidades
distritales, centros poblados y los organismos regionales y nacionales pertinentes.
2.6. Realizar campañas de medicina preventiva, primeros auxilios, educación sanitaria y profilaxis local.
3. Funciones específicas exclusivas de las municipalidades distritales:
3.1. Proveer del servicio de limpieza pública determinando las áreas de acumulación de desechos, rellenos
sanitarios y el aprovechamiento industrial de desperdicios.
3.2. Regular y controlar el aseo, higiene y salubridad en los establecimientos comerciales, industriales,
viviendas, escuelas, piscinas, playas y otros lugares públicos locales.
3.3. Instalar y mantener servicios higiénicos y baños de uso público.
3.4. Fiscalizar y realizar labores de control respecto de la emisión de humos, gases, ruidos y demás ele
mentos contaminantes de la atmósfera y el ambiente.
3.5. Expedir carnés de sanidad.
4. Funciones específicas compartidas de las municipalidades distritales:
4.1. Administrar y reglamentar, directamente o por concesión el servicio de agua potable, alcantarillado
y desagüe, limpieza pública y tratamiento de residuos sólidos, cuando esté en capacidad de hacerlo.
4.2. Proveer los servicios de saneamiento rural y coordinar con las municipalidades de centros poblados
para la realización de campañas de control de epidemias y control de sanidad animal.
4.3. Difundir programas de saneamiento ambiental en coordinación con las municipalidades provinciales
y los organismos regionales y nacionales pertinentes.
4.4. Gestionar la atención primaria de salud, así como construir y equipar postas médicas, botiquines y
puestos de salud en los centros poblados que los necesiten, en coordinación con las municipalidades
provinciales, los centros poblados y los organismos regionales y nacionales pertinentes.
4.5. Realizar campañas locales sobre medicina preventiva, primeros auxilios, educación sanitaria y pro
filaxis.
(22) Para el Tribunal Constitucional el principio de solidaridad y colaboración debe ser parte de todo proceso
descentralizador y se encuentra implícito en el artículo 188 de la Constitución. Mientras que el principios
de cooperación demanda que los gobiernos regionales y locales cooperen en la consecución de los fines
estatales y facilitar el cumplimiento de las responsabilidades que se han atribuido a cada nivel de gobierno,
tanto al nacional como a ios regionales o municipales, respectiva. Vide: STC Exp. N° 0012-2003-AI/TC
590
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.9
591
ART.9 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
competencias y funciones, sino que es una exigencia que se desprende de los elementos
de disponibilidad y accesibilidad del derecho a la salud, porque debe facilitar la organi
zación y distribución de centros de prestación de servicios de salud en función de las ne
cesidades de cada territorio y su población; así como la implementación de programas
específicos de prevención y atención de problemas de salud en función de las diversas lo
calidades del país(26).
Sin embargo, no basta con que el plan nacional de salud se elabore y ejecute de ma
nera plural, respondiendo al elemento aceptabilidad; sino que la pluralidad debe ir acom
pañada de la calidad en la prestación de los servicios de salud. En esa medida, el plan na
cional de salud debe establecer objetivos, lincamientos y estándares que den cuenta de
que los establecimientos de salud, los servicios de salud y los programas de salud que se
presten a la población sean “apropiados desde el punto de vista científico y médico (...)
Ello requiere, entre otras cosas, personal médico capacitado, medicamentos y equipo
592
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 9
VI. R eflexión final: un plan n acion al de salud que p erm ita verificar
el cum plim iento del p rin cipio de progresividad
Finalmente, como se señaló desde el inicio de este comentario, el mandato conteni
do en el artículo 9 de la Constitución de elaborar una política nacional de salud debe in
terpretarse como el deber del Estado de respetar a las libertades y brindar las prestaciones
que se derivan de los elementos esenciales del derecho a la salud; como son la disponibi
lidad, la accesibilidad, la aceptabilidad y la calidad.
Sin embargo, el plan nacional de salud debe ser también un instrumento que permi
ta al Estado medir en cuánto está cumpliendo con sus obligaciones positivas y negativas
que se derivan del derecho a la salud. Dicho de otro modo, debe contribuir a verificar si
se está avanzando o no en la plena satisfacción del derecho a la salud, como lo exige el
principio de progresividad, En esa medida, aunque no sea una disposición explicita con
tenida en el artículo 9 de la Constitución, sí se deriva de dicha norma que el plan nacio
nal de salud incorporen también indicadores, como “herramientas que nos ayuden a iden
tificar él cumplimiento o no del derecho a la salud y a visualizar avances o retrocesos”(29).
Es decir, que permitan verificar objetivamente si el Estado peruano cumple o no este im
portante derecho fundamental. •
Toda persona tiene derecho a que se le asignen medidas sanitarias y sociales relativas a
la asistencia médica correspondiente al nivel que lo permiten los recursos públicos y la
solidaridad de la comunidad: STC Exp. N° 02945-2003-AA/TC (f. j. 30).
(28) ídem.
(29) CURREA-LUGO, Víctor de. La salud como derecho humano. Cuadernos de Derechos Humanos N° 32.
Bilbao: Universidad de Deusto, 2005, pp. 77 y 78. En el caso del derecho a la salud este autor propone
cinco grupo de indicadores: de supervivencia; de deterioro o de discapacidad; de oferta de servicios; de
gestión, y; de cumplimiento. Una propuesta alternativa de indicadores para medir los avances respecto a la
satisfacción del derecho a la salud también ha sido elaborada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, véase: CIDH. Lincamientos para la elaboración de indicadores de progreso en materia de derechos
económicos, sociales y culturales. OEA/Ser/L/V/II. 129. Doc. 5, 2007, pp. 41- 45. Con relación a este
tema también es importante mencionar que la plena satisfacción del derecho a la salud requiere que se
destinen los recursos financieros necesarios, como el propio TC lo ha destacado al ordenar el Ministerio de
Economía y Finanzas que adopte las medidas necesarias que permitan el incremento gradual del presupuesto
destinado a los centros hospitalarios y al Ministerio de Salud. Véase: STC Exp. N° 03426-2008-PHC/TC
de 26/08/2010.
593
ART.9 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
¡jj Las prestaciones de salud pública dependen de la disponibilidad de m edios con que cuente
el Estado, pero ello no puede justificar la inacción prolongada: STC Exp. N° 02945-2003-
AA/TC (f. j. 49).
B IB L IO G R A F ÍA
ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundam entales. CEC, Madrid, 1993; ATIENZA, Manuel y
RUÍZ MAÑERO, Juan. Las piezas del Derecho. Teoría de los enunciados jurídicos. Ariel, Barcelona,
1996; CURREA-LUGO, Víctor de. La salud como derecho humano. Cuadernos de Derechos Humanos
N° 32. Universidad de Deusto, Bilbao, 2005; GUASTINI, Riccardo. “Ponderación: un análisis de los
conflictos entre principios constitucionales”. En: CARBONNEL, Miguel y GRÁNDEZ, Pedro (coor
dinadores). E l principio de proporcionalidad en el Derecho Contemporáneo. Palestra, Lima, 2010;
PRIETO SANCHÍS, Luis. Ley, principios, derechos. Cuadernos Bartolomé de las Casa. Universidad
Carlos III de Madrid - Dykinson, Madrid, 1998.
594
Artículo 10 E l derecho universal y progresivo a la
segu rid ad social
El Estado reconoce el derecho universal y progresivo de toda
persona a la seguridad social, para su protección frente a
las contingencias que precise la ley y para la elevación de su
calidad de vida.
C O N CO RD A N CIA S:
C : arts. 7, 9, 11, 12, 24, 58, 200 inc. 2); C.P.Ct: art. 37 inc. 19); C.N.A.: art. 64;
Ley 26790: arts. 1, 2, 3; Ley 27056: arts. 1, 2; Ley 29344; D.S. 009-97-SA: arts. 1,
3; D.S. 002-99-TR: arts. 3, 4; D.U.D.H: arts. 22, 25.1; P.I.D.E.S.C.: art. 9; C.D.N.:
art. 26; P.S.S.: art. 9
I. Antecedentes normativos
Las reglas que estableció la Constitución de 1920 en su artículo 47 son las siguientes:
“El Estado legislará sobre la organización general y la seguridad del trabajo industrial y
sobre las garantías en él de la vida de la salud y de la higiene. La ley fijará las condicio
nes máximas del trabajo y los salarios mínimos en relación con la edad, el sexo, la na
turaleza de las labores y las condiciones y necesidades de las diversas regiones del país.
Es obligatoria la indemnización de los accidentes del trabajo en las industrias y se hará
efectiva en la forma que las leyes determinen”.
(1) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política del Perú. Tomo II, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 1999, p. 104.
595
ART. 10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por su parte, el artículo 13 señalaba que: “La seguridad social tiene como objeto cubrir
los riesgos de enfermedad, maternidad, invalidez, desempleo, accidente, vejez, muerte, viu
dez, orfandad y cualquier otra contingencia susceptible de ser amparada conforme a ley”.
Es posible advertir que la primera parte del artículo 10 de nuestra Constitución actual,
cuyo comentario nos ocupa, es similar al artículo 12 de la Constitución de 1979, consis
tiendo la diferencia fundamental en que en el texto anterior el Estado garantizaba el acce
so mientras que hoy solamente lo reconoce en forma progresiva.
La segunda parte del artículo 10 se refiere en general a la protección frente a las con
tingencias que precise la ley y para la elevación de su calidad de vida. La Constitución de
1979 era bastante más explícita en el artículo 13 al especificar la cobertura de riesgos de
enfermedad, maternidad, invalidez, desempleo, accidente, vejez, muerte, viudez, orfan
dad y cualquier otra susceptible de ser amparada conforme a ley.
II. A nálisis
La vida de todo ser humano está plagada de diferentes vicisitudes, algunas de las cua
les son inevitables, tales como la muerte o la enfermedad u otras podrían evitarse si se
afrontan de manera colectiva como el desempleo. No obstante, sea cual sea, la protección
596
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 10
frente a tal o cual dificultad, la persona no podrá cubrirla en térm inos satisfactorios indi
vidualm ente. Para ello requerirá de la asistencia de un sistema. Las vicisitudes consisten
tes en la vejez, muerte, accidente, enfermedad, maternidad o desempleo son riesgos y la
posibilidad de que los mismos ocurran se denomina contingencia. Como veremos a con
tinuación el individuo ha creado diversos sistemas a lo largo del tiempo que le permitan
manejar los riesgos.
Para entender a la seguridad social, resulta obligatorio remitimos al gran hito de la
Revolución Industrial pues este supuso un cambio no solamente en la forma de trabajo
sino principalmente de vida de la población. Así, se transita de una familia extensa a una
nuclear, surge una nueva forma de producción, el taylorismo-fordismo, y con ella nuevas
enfermedades profesionales y accidentes de trabajo. El modelo taylorista-fordista impli
có conjugar una organización del trabajo asentado en una división de tareas específicas
cronometradas por el tiempo de labor, donde el trabajador no es autónomo sino que se su
jeta al ritmo de la máquina, produciendo en masa, teniendo al frente a un amplio número
de consumidores quienes adquirirán las mercancías, que a bajo costo se produzcan. Fren
te al aumento de los riesgos derivados de la Revolución Industrial, nace la necesidad de
crear previsiones adecuadas.
Las previsiones pueden ser clasificadas en previsión Individual, previsión social, pro
tección social (seguro social) y seguridad social.
En lo que a previsión individual se refiere, esta puede entenderse como la ejecución
de medidas puramente voluntarias carentes de respaldo organizado. Un ejemplo de la mis
ma es el ahorro personal, el cual no es practicado por las mayorías y cumple una función
meramente amortiguadora. La previsión social implicó la aparición del seguro privado, el
cual repartía el riesgo entre los asegurados y el carácter lucrativo de las aseguradoras. El
inconveniente de este tipo de previsión radica en su carácter voluntario, el diferente nivel
de cobertura y el inconveniente derivado de su carácter lucrativo.
597
t
ART. 10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Como lo afirma Nápoli(5), los seguros sociales se aplicaban inicialmente a los traba
jadores subordinados, en tanto se encuentran más expuestos a caer en indigencia (obreros
fabriles, por ejemplo), luego de lo cual se extendieron a algunas categorías de trabajado
res independientes, para, finalmente, comprender a distintos sectores de la población con
prescindencia del trabajo que se efectuara.
(4) MARTI BUFILL, Carlos. Derecho de la seguridad social: Las prestaciones. 2a edición, Madrid, 1964, p. 33.
(5) NAPOLI, Rodolfo. Derecho del Trabajo y de la seguridad social. 2a edición, La Ley, Buenos Aires, 1971,
p. 510.
598
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 10
seguridad social, para realizar la cual solo falta un último paso: extender los beneficios a
la generalidad de la población”®.
Nápoli sintetiza la evolución de la que ha sido objeto la Seguridad Social con la si
guiente frase: “de la seguridad ante todo se ha pasado a la seguridad para todos, y del fun
damento en los riesgos del trabajo al de los estados de necesidad de la población”®.
(6) DEVEALI, Mario. Derecho sindicaly de la previsión. 3a edición, Buenos Aires, 1957, p. 291. En: NAPOLI.
Ob. cit., pp. 510-511.
(7) Ibídem, p. 511.
(8) ALONSO OLEA, Manuel y José Luis TORTUERO PLAZA. Instituciones de la Seguridad Social. Civitas,
Madrid, 1995, p. 38.
(9) ídem.
(10) BEVERIDGE, William. Las bases de la seguridad social. México, 1987, p. 52. Citado por: GRZETICH
LONG, Antonio. Derecho de la seguridad social. Editorial Universidad, Uruguay, 1997, pp. 90 y 91.
599
ART. 10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Entre 1940 y 1950 se instauran los regímenes de seguridad social en diversos países
influenciados por el informe Beveridge, entre los que se encuentran Costa Rica, México,
Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Venezuela.
600
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 10
Grzetich afirma que la seguridad social supone generalidad, en tanto abarca a todos
los riesgos en el mismo sistema, y unidad de gestión, pues la misma es monopólicamen-
te asumida por el Estado(12).
La Seguridad Social sin duda constituye el pilar más importante del “Estado de Bie
nestar”, pues apuntó a proveer pensiones tanto al trabajador (en edad de retiro) como a
sus familiares inmediatos.
601
ART.10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
602
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.10
603
ART. 10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
retención, salvo los casos de alimentos debidos por ley u obligaciones contraí
das con la entidad aseguradora.
k) Principio de gradualidad y progresividad: Este principio comprende el concep
to de un avance hasta llegar a una meta ideal. “(...) Se fundamenta en la imposi
bilidad material de garantizar la vigencia efectiva de la plenitud de los derechos
de seguridad social, por lo que se ha optado por el acceso gradual a cada uno de
los derechos y beneficios correspondientes (...)”(19). Este principio se recoge en
la mayoría de Constituciones.
(19 ) ídem.
604
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.10
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
El derecho a la seguridad social supone el derecho que le asiste a cada persona para obte
n e r recursos de vida se p ueda ten er u n a existencia en arm onía con la dignidad: STC Exp.
N° 10063-2006-PA /T C (f. j. 13).
B IB L IO G R A F ÍA
ALON SO OLEA, Manuel y TORTUERO PLAZA, José Luis. Instituciones de la Seguridad Social.
Civitas, M adrid, 1995; DEVEALI, Mario. Derecho sindical y de la previsión. 3a edición, Buenos
Aires, 1957; GRZETICH LONG, Antonio. Derecho de la seguridad social. Editorial Universidad,
Uruguay, 1997; MARTI BUFILL, Carlos. Derecho de la seguridad social: Las prestaciones. 2a edición,
Madrid, 1964; M ORGADO VALENZUELA, Emilio. “La seguridad social en las constituciones de
Latinoam érica” . En: Constitución, trabajo y seguridad social, estudio comparado de 20 Constitucio-
605
ART. 10 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
nes hispanoamericanas. Editorial ADEC-ATC, Lima, 1993; NÁPOLI, Rodolfo. Derecho del Trabajo
y de la seguridad social. 2a edición, L a Ley, Buenos Aires, 1971; PASCO COSM ÓPOLIS, Mario.
“Los principios de la seguridad social y los diversos sistemas pensionarios” . En: Jurisprudencia y
doctrina constitucional en materiaprevisional. Tribunal Constitucional del Perú, Lima, 2008; RUBIO
CORREA, M arcial. Estudio de la Constitución Política del Perú. Tomo II, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 1999.
A rtículo 11 E l libre acceso a las p restacion es de salud y
p en sion es
El Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud y a
pensiones, a través de entidades públicas, privadas o mixtas.
Supervisa asimismo su eficaz funcionamiento.
La ley establece la entidad del Gobierno Nacional que admi
nistra los regímenes de pensiones a cargo del Estado(*K
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 inc. 1), 7 ,9 ,1 0 ,1 1 ,1 2 ,2 0 0 inc. 2), IaD.F.T., 2 aD.F.T.; CJP.Ct.: art. 3 7 ines.
19), 20), 24); Ley 29344; D.U.D.H.: arts. 2 2 ,2 5 ; P.I.D.E.S.C.: arts. 9 ,1 2
I. Antecedentes normativos
El texto de la Constitución de 1979 que obra como antecedente de esta norma es el
artículo 14, el que disponía que: “Una institución autónoma y descentralizada con perso
nería de derecho público y con fondos y reservas propios aportados obligatoriamente por
el Estado empleadores y asegurador tiene a su cargo la seguridad social de los trabajado
res y sus familiares. Dichos fondos no pueden ser destinados a fines distintos de los de su
creación bajo responsabilidad. La institución es gobernada por representantes del Estado
de los empleadores y de los asegurados en igual número. La preside el elegido entre los
representantes del Estado. La asistencia y las prestaciones médico-asistenciales son di
rectas y libres.
Añade el Colegiado que, “(...) sobre la base de la entonces nueva Constitución de 1993,
la reforma pensionaría se inició en nuestro país como una iniciativa del gobierno, el cual
si bien mantuvo el SNP, desarrolló una campaña a favor de la capitalización, inclinándo
se por la promoción de la adscripción de las personas a él (...)”.
Rubio sostiene sobre este punto que, “la diferencia de aproximación al problema ins
titucional de quien presta seguridad social es clara, la Constitución de 1979 sustentaba el
sistema en el Instituto Peruano de Seguridad Social y permitía que subsidiariamente otras
entidades públicas o privadas del campo de los seguros prestaran servicios mejores o adi
cionales con consentimiento de los asegurados. La Constitución de 1993 en cambio hace
que el Estado garantice el acceso a la seguridad social a través de entidades públicas, pri
vadas o mixtas. El Estado no aparece aquí tanto en función de prestador del servicio sino
como el gran contralor (...). También la Constitución de 1979 regulaba con mayor deta
lle la manera cómo estaría constituido el órgano público encargado de la seguridad social.
La de 1993 simplemente indica que podrá haber uno, será la ley la que determine su es
tructura orgánica(1)”.
Sentencia el autor que “(...) estas diferencias corresponden al espíritu general del cons
tituyente de 1993 más próximo a la privatización de las actividades económicas en gene
ral y a la reserva excepcional de ellas para el Estado (...)1(2)”.
II. Análisis
Las prestaciones de salud y las pensiones por contingencias son la esencia de la se
guridad social, estableciéndose en el artículo 11 que el Estado asume dos funciones pres
tar los servicios y supervigilar.
(1) RUBIO , Marcial. E studio d e la C onstitución P o lític a d e l P erú . Tomo II, Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima, p. 1 1 2 .
(2) ídem.
608
f
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 11
609
A R T .ll DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
reconocer el disfrute de una pensión mínima vital como materialización concreta del clá
sico contenido esencial del derecho a la pensión” (f. j. 107).
Advertimos que la pensión es un derecho fundamental que se basa en el principio-
derecho de la dignidad humana, el que se encuentra recogido en el artículo 1 de nuestra
Constitución al establecerse que “la defensa de la persona humana y el respeto de su dig
nidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”.
Ahora bien, es indispensable tener en cuenta que el artículo 11 bajo comentario tam
bién recoge al derecho a la salud, al referirse a las prestaciones de salud. Sobre el particu
lar el Tribunal Constitucional ha sostenido en la STC Exp. N° 3081-2007-PA/TC que “(...)
la salud no debe entenderse como un derecho por la cual se exige que el Estado garanti
ce a todos sus súbditos el funcionamiento normal de su sistema orgánico tanto en sus as
pectos físicos, biológicos y psíquicos, sino más bien como uno que garantice el acceso a
prestaciones de salud adecuadas, de calidad, con médicos competentes y políticas públi
cas coherentes”.
Concluye el Tribunal que “(...) en el marco de un Estado social y democrático de de
recho la salud es un derecho constitucional de carácter indiscutible, lo que descarta la dis-
crecionalidad, por lo que es deber del Estado adoptar las medidas pertinentes para la sa
tisfacción del derecho (...)” (STC N° 3081-2007-PA/TC, f. j. 24).
Queda claro entonces que tanto la pensión como la salud constituyen derechos funda
mentales y es obligación estatal garantizar su adecuado ejercicio(3).
En el punto siguiente comentaremos la forma en que se vienen cubriendo las presta
ciones de salud y pensionarías en el país.
Regulación infraconstitucional de la seguridad social
(3) Sobre el impacto presupuestario que supondría el otorgamiento de prestaciones de salud y pensiones, y a
propósito de la Undécima Disposición Final y Transitoria de la Constitución de 1993, que señala que, “Las
disposiciones de la Constitución que exijan nuevos o mayores gastos públicos se aplican progresivamente”,
el Tribunal Constitucional ha establecido que “el principio de progresividad en el gasto (...) no puede ser
entendido con carácter indeterminado y de este modo, servir de alegato frecuente ante la inacción del
Estado, pues para este Colegiado la progresividad del gasto no está exenta de observar el establecimiento
de plazos razonables, ni de acciones concretas y constante del Estado para la implementación de políticas
públicas” (STC Exp. N° 2945-2003-AA/TC, f. j. 36). Añade el Tribunal que “(...) lo declarado en la
undécima disposición final y transitoria de nuestra Constitución es concordante con el artículo 2.1 del Pacto
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que precisa que los estados se comprometen a adoptar
medidas hasta el máximo de recursos que se disponga para lograr, progresivamente, la plena efectividad
de los derechos reconocidos en el Pacto, entre ellos la salud. Es evidente que el Estado peruano no puede
eximirse de esta obligación, ni tampoco asumirla como un ideal de gestión, pues se trata de una obligación
perentoria a ser cumplida, si bien de manera progresiva, siempre en plazos razonables y acompañados de
acciones concretas (...)” (f. j. 37).
Sentencia el Colegiado que, “(...) en consecuencia, como jueces constitucionales, sin entrar a cuestionar
la política de salud, per se, consideramos necesario analizar la actuación del Estado en el presente caso,
al haberse alegado la afectación de derechos de la demandante que ponen en riesgo su propia vida. Si
bien es cierto que en el caso de países en desarrollo, como el nuestro, resulta difícil exigir una atención y
ejecución inmediata de las políticas sociales para la totalidad de la población, este Tribunal reitera que
tal justificación es válida solo cuando se observen concretas acciones del Estado p ara el logro de
resultados; de lo contrario, esta falta de atención devendría en situaciones de inconstitucionalidad
por omisión (...)” (Fundamento 39). (resaltado nuestro).
610
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 11
Esta norma garantiza el libre acceso a prestaciones a cargo de entidades públicas, pri
vadas o mixtas, estableciendo tres niveles para brindar protección a la población en mate
ria de salud: Ministerio de Salud, el IPSS que administrará el Seguro Social de Salud (en
adelante, SSS) y las Entidades Prestadoras de Salud (EPS) brindarán atención a los ase
gurados del SSS en forma complementaria a las que brinda el IPSS.
611
ART. 11 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Este sistema se caracteriza por ser de reparto, otorgando prestaciones fijas, sobre contri
buciones no definidas, en valor suficiente para que las aportaciones colectivas financien las
pensiones; es decir, existe una suerte de redistribución de la riqueza. La solidaridad es uno
de los principios fundamentales que orientan este sistema, toda vez que las personas que
aportan más al sistema verán reducidas sus pensiones a favor de quienes aportaron menos.
(4) La información que contiene este punto fue tomada en gran medida de la página web de la Oficina de
Normalización Previsional (ONP): <www.onp.gob.pe>; la cual contiene información normativa e histórica
del Sistema y de la propia Institución.
612
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS A R T .ll
Las prestaciones que otorga el Sistema Nacional de Pensiones son cinco: jubilación,
invalidez, viudez, orfandad y ascendencia(5).
1. Pensión de j ubilación
a) Régimen general.- Para acceder a una pensión de jubilación se requiere que las
que hayan cumplido los 65 años de edad y 20 años de aportación al Sistema. De
bemos indicar que la tasa de aportación asciende al 13 % de la remuneración ase-
gurable del trabajador, y se encuentra íntegramente a cargo de aquel. El empleador
únicamente efectúa la retención de las remuneraciones que abona mensualmente.
b) Régimen de jubilación adelantada.- La edad de jubilación en este régimen es
de 55 años para los hombres o de 50 años para las mujeres; siendo los años de
aportes requeridos de 30 años para los hombres o de 25 años para las mujeres.
Los trabajadores despedidos por reducción de personal o cese colectivo podrán
optar a la jubilación adelantada con 20 años de aportes.
La pensión base es la que hubiera recibido el trabajador bajo el Régimen Gene
ral reducida en 4% por cada año de adelanto respecto de la edad de jubilación
establecida en dicho régimen.
c) Régimen especial de jubilación.- Este régimen comprende a los asegurados
nacidos antes del 1 de julio de 1931 en el caso de los hombres, o del 1 de julio
de 1936, en el caso de las mujeres. Para acceder a este régimen, los trabajado
res deben haber estado inscritos en las Cajas de Pensiones de la Caja Nacional
del Seguro Social o del Seguro Social del Empleado antes de la promulgación
del Decreto Ley N° 19990 (abril de 1973).
El monto de prestaciones en este régimen equivale al 50% de la remuneración
de referencia por los primeros 5 años completos de aportación, incrementándo
se en 1.2% por cada año adicional de aportación para los hombres y 1.5% en el
caso de las mujeres.
d) ' Otros regímenes de jubilación.- Creados para determinados grupos de traba
jadores. Por ejemplo, los mineros, los obreros de construcción civil, los traba
jadores marítimos, los periodistas, los cuereras y los pilotos, entre otros, tienen
sistemas de jubilación con requisitos y beneficios particulares.
(5) La información sobre las prestaciones que proporciona el Régimen Pensionario del Decreto Ley N° 19990
fue tomado del Informe sobre los Sistemas de Pensiones en el Perú, elaborado por la Dirección General
de Asuntos Económicos y Sociales del Ministerio de Economía y Finanzas, mayo de 2004. Página web:
<www.mef.gob.pe>.
613
ART. 11 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Pensión de invalidez
La pensión de invalidez es otorgada cuando el trabajador presenta una incapacidad
física o mental que le impide ganar más de la tercera parte de la remuneración que perci
biría otro trabajador de la misma categoría, en un trabajo igual. Alternativamente, califi
ca aquel que haya gozado de subsidio de enfermedad durante el tiempo máximo permiti
do y continuara en estado de invalidez.
3. Pensión de viudez
En el caso de afiliados hombres beneficiarios de una pensión, la cónyuge viu
da tiene derecho a percibir dicha prestación. En el caso de las afiliadas mujeres,
el cónyuge tiene tal derecho solo cuando presenta condición de invalidez o tie
ne más de 60 años. Adicionalmente, el cónyuge debe haber dependido económica
mente del pensionista. El monto máximo a pagar por concepto de pensión es igual al
50% de la pensión que le hubiera correspondido al trabajador.
4. Pensión de orfandad
Tienen derecho a esta pensión los hijos de los pensionistas fallecidos, menores de 18
años; los menores de 21 años siempre y cuando continúen estudiando; y los hijos inválidos
mayores de 18 años. El monto máximo de pensión que se aplica es igual al 20% del monto
de la pensión de invalidez o jubilación que percibía o hubiera podido percibir el trabajador.
5. Pensión de ascendientes
Tienen derecho a esta pensión el padre y la madre del asegurado o pensionista falle
cido, que tengan 60 o 55 años de edad, respectivamente, o que se encuentren en estado
de invalidez, que dependan económicamente del trabajador; y que no perciben rentas su
periores al monto de la pensión que le correspondería. Adicionalmente, no deben existir
beneficiarios de pensión de viudez y orfandad. En el caso de que existan, podrán acceder
a la prestación solo cuando, luego de descontar las pensiones de viudez y orfandad, aún
existe un saldo disponible de la pensión del afiliado fallecido. El monto máximo de pen
sión, para cada uno de los padres, es igual al 20% del monto de la pensión de invalidez o
jubilación que percibía o hubiera podido percibir el trabajador.
614
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 11
1. Características^
Entre las principales tenemos a las siguientes:
a) El afiliado, a lo largo de su vida laboral, aporta los recursos que servirán directa
mente para el pago de su pensión, los cuales siempre permanecen en una cuen
ta personal por cada trabajador.
b) El afiliado es libre de escoger si desea afiliarse al SPP, escoger la Administrado
ra de Fondos de Pensiones (AFP) que administre sus fondos, el tipo de fondo en
el que desea que su dinero sea administrado, traspasar su fondo de pensiones de
una AFP a otra, así como elegir la forma de percibir las prestaciones.
c) El trabajador puede verificar, en cualquier momento, que sus aportes se reali
cen e inviertan adecuadamente, contribuyendo de esa forma a un funcionamien
to eficiente del sistema.
d) El afiliado recibe información permanente y oportuna del destino de sus aportes
y el rendimiento que obtiénen.
e) El sistema cuenta con el control y supervisión del Estado, que es ejercido a tra
vés de la Superintendencia de Banca y Seguros y AFPs.
VI. Afiliación
Pueden afiliarse al Sistema Privado de Pensiones todos los trabajadores, cualquie
ra sea la modalidad de trabajo que realicen, es decir, sean trabajadores dependientes o
independientes.
(6) La información de este acápite ha sido tomada de la página web de la Superintendencia Nacional de Banca,
Seguros y AFP: <www.sbs.gob.pe>.
615
t
A R T .ll DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Cuando una persona ingresa a trabajar por primera vez, debe indicar a su empleador
si desea inscribirse en el SNP o en el SPP. De escoger el SPP, deberá indicar la Adminis
tradora Privada de Fondos de Pensiones (AFP) a la cual desea afiliarse. Si el trabajador
ya se encuentra afiliado al SPP, deberá indicar a su nuevo empleador la AFP que admi
nistra sus fondos.
El plazo para elegir ingresar al SNP es de diez (10) días, contados a partir de su in
greso al nuevo centro de trabajo. Pasado dicho plazo, el trabajador solo podrá ingresar al
SPP, teniendo la posibilidad de elegir la AFP a la cual desea afiliarse.
La desafiliación del SPP hacia el SNP se encuentra normada tanto en la Ley N° 28192
y su Reglamento, el Decreto Supremo N° 077-2006-EF, que contemplan los supuestos de
nulidad de afiliación(7), como en la Ley N° 28991, Ley que regula la Libre Desafiliación
Informada, Pensiones Mínimas y Complementarias y Régimen Especial de Jubilación
Anticipada(8). Asimismo, el Tribunal Constitucional planteó que la indebida, inoportuna o
inadecuada información proporcionada al trabajador al momento de su afiliación y que lo
llevara a decidir su incorporación al SPP también constituye una causal de retomo al SPP.
El afiliado puede también realizar aportes voluntarios con fin o sin fin previsional.
(7) Los cuales son: (i) la falsedad de la firma del afiliado en el contrato de afiliación, (ii) no haber cumplido
las normas sobre afiliación, (iii) lá inexistencia del afiliado.
(8) Según.lo dispone la Ley, podrán desafiliarse y retomar al Sistema Nacional de Pensiones (SNP) todos los
afiliados al Sistema Privado de Pensiones (SPP) que hubiesen ingresado al SNP hasta el 31 de diciembre
de 1995, y que al momento de hacer efectiva tal desafiliación les corresponda una pensión de jubilación
en el SNP, independientemente de la edad.
También, podrán desafiliarse y retomar al Sistema Nacional de Pensiones (SNP) todos los afiliados al
Sistema Privado de Pensiones (SPP) que, al momento de su afiliación a este, cuenten con los requisitos
para obtener una pensión de jubilación en el SNP.
Finalmente, podrán desafiliarse del SPP todos los afiliados que realizan labores que implican riesgo para la
vida o la salud, que se encuentran bajo el alcance de la Ley N° 27252, cuando cumplan con los requisitos
para obtener una pensión de jubilación en el SNP.
(9) La CIC es la cuenta en la que se registran los aportes realizados por el trabajador, sean estos de tipo vo
luntario u obligatorio con o sin fin de previsional. Esta cuenta es personal y permite saber cuál es el saldo
de los aportes realizados y el rendimiento obtenido por la inversión de los aportes.
616
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. II
Adicionalmente existe un pago que el afiliado debe efectuar sobre un porcentaje de su re
muneración asegurable por concepto de Prima de Seguro, dando este pago derecho a recibir
las prestaciones de invalidez, sobrevivencia y gastos de sepelio, a través de una compañía de
seguros contratada por laAFP. La remuneración asegurable que sirve de base para el pago de
este concepto tiene un tope, el cual es fijado periódicamente por la Superintendencia.
Por otro lado, es necesario señalar que el afiliado debe pagar a laAFP que administra
su CIC una comisión, establecida libremente por cada AFP, la cual se calcula como por
centaje de su remuneración asegurable.
(10) Es una modalidad básica en la que el afiliado contrata directamente, con la empresa de seguros de su
elección, el pago de una renta mensual hasta su fallecimiento; y el pago de pensiones de sobrevivencia a
favor de sus beneficiarios.
Este tipo de renta se caracteriza por ser de carácter irrevocable, por lo que el afiliado que opte por esta no
podrá cambiarse a otra modalidad. Solo termina con la muerte del afiliado o el último de sus beneficiarios.
(11) Modalidad de pensión en la cual el afiliado efectúa retiros mensuales de su CIC. El mecanismo funciona de
la siguiente manera: si un afiliado de 65 años se jubila, la pensión se calcula considerando su expectativa
de vida a dicha edad. El monto de esta pensión es retirado de su CIC, lo que significa que dicha CIC sigue
siendo administrada por la AFP y obteniendo la rentabilidad que dicha administradora ofrezca. Al año
siguiente, se calcula nuevamente la pensión con el nuevo monto de la CIC, considerando una expectativa
de vida a partir de 66 años. El mecanismo se repite las veces que sea necesario.
Esta se caracteriza por tener carácter revocable, pudiendo el afiliado cambiar a otra modalidad al término
de cada año de pago. Los fondos que no se lleguen a utilizar por concepto de pago de pensiones constituyen
herencia, asimismo, el otorgamiento de esta modalidad genera pensión de sobrevivencia.
(12) Modalidad por la que el afiliado retiene en su CIC los fondos suficientes para obtener de la AFP una renta
temporal y, adicionalmente contrata una renta vitalicia familiar, con la finalidad de recibir pagos mensuales
a partir de una fecha determinada. La Renta Vitalicia diferida que se contrate no puede ser inferior al 50%
del primer pago mensual de la Renta Temporal ni superior al 100% del mismo.
Esta modalidad tiene, en cuanto a la renta temporal, similares características a las de retiro programado y,
en cuanto a la renta vitalicia, las mismas características de la renta vitalicia familiar. El afiliado no puede
cambiar de empresa de seguros o de modalidad, pero sí puede repactar con esta y con la AFP un anticipo
de la fecha de los pagos de renta vitalicia.
617
ART. 11 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Debemos precisar que tanto en el SNP como el SPP la pensión mínima para ase
gurados con 20 años de aportaciones es de S/. 415.00 (Cuatrocientos quince y 00/100
nuevos soles)
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jj El Estado tiene un rol supervisor y/o fiscalizador de las prestaciones de salud y de pen
siones, sean estas otorgadas m ediante entidades públicas, privadas o mixtas: STC Exp.
N° 10063-2006-PA/TC (f. j. 47).
.jjl Se proscribe la discrim inación en el acceso a las prestaciones de salud: STC Exp.
N° 01711-2004-AA/TC (f. j. 2).
jjf La vida e integridad de los pacientes dependen de la eficiencia de las prestaciones de salud
que brinde el Estado, además de una m ejor calidad de vida de las personas: STC Exp.
N° 01956-2004-AA/TC (f. j. 7).
j| La naturaleza del derecho a la pensión determina que se trate de uno de configuración legal,
pero no por ello debe limitarse el reconocimiento de este derecho fundamental: STC Exp.
N° 00141-2005-PA/TC (f. j. 5).
j¡| El derecho a la pensión requiere im plem entación de medidas a fin de asegurar presta
ciones a los individuos cuando ellos mism os no sean capaces de satisfacerlas: STC Exp.
N° 01776-2004-AA/TC (f. j. 15).
jp Las entidades estatales de salud no pueden negar atención a las hijas de los aportantes
que hayan salido embarazadas bajo el fundam ento de la ruptura patemo-filial: STC Exp.
N° 03191-2012-PA/TC (f. j. 3.3).
618
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 11
B IB L IO G R A F ÍA
ALONSO OLEA, Manuel y TORTUERO PLAZA, José Luis. Instituciones de la Seguridad Social.
Civitas, Madrid, 1995; DEVEALI, Mario. Derecho sindical y de la previsión. 3a edición, Buenos
Aires, 1957; GRZETICH LONG, Antonio. Derecho de la seguridad social. Editorial Universidad,
Uruguay, 1997; MARTI BUFILL, Carlos. Derecho de la seguridad social: Las prestaciones. 2a edición,
M adrid, 1964; MORGADO VALENZUELA, Emilio. “La seguridad social en las constituciones de
Latinoam érica”. En: Constitución, trabajo y seguridad social, estudio comparado de 20 Constitucio
nes hispanoamericanas. Editorial ADEC-ATC, Lima, 1993; NÁPOLI, Rodolfo. Derecho del Trabajo
y de la seguridad social. 2a edición, La Ley, Buenos Aires, 1971; PASCO COSM ÓPOLIS, Mario.
“Los principios de la seguridad social y los diversos sistemas pensionarios” . En: Jurisprudencia y
doctrina constitucional en materiaprevisional. Tribunal Constitucional del Perú, Lima, 2008; RUBIO
CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política del Perú. Tomo II, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 1999.
619
t
A rtículo 12 L a in tan gib ilid ad d e los fon dos y reservas
de la segu rid ad so cia l
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 10, 11, 24; C.P.Ct.: art. 37 ines. 19), 20), 24); D.U.D.H.: arts. 22, 25;
P.I.D.E.S.C.: arts. 9, 12
I. Antecedente nacional
El antecedente inmediato de esta norma lo encontramos en la parte final del primer
párrafo del artículo 14 de la Constitución de 1979, que establecía lo siguiente:
En efecto, mientras que la Constitución de 1979 señaló que los aportes provenían del
Estado, los empleadores y los asegurados, la de 1993 no se refiere a dicha situación(1),
por lo que será mediante ley que se determine a los sujetos aportantes.
(1) En igual sentido opina: RUBIO CORREA, Marcial. Estudios de la Constitución Política de 1993. Tomo
II, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1999, p. 117.
(2) Como ejemplo, recuérdese que el texto original del Decreto Ley N° 19990 establecía en su artículo 7 que
el aporte era abonado por el empleador (2/3 partes) y el asegurado (1/3); sin embargo, desde la entrada en
vigencia de la Ley N° 26504 (el 19 de julio de 1995) la aportación es íntegramente de cargo del asegurado
(art. 2, in fine).
620
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 12
En tal sentido, la Carta Magna de 1993 efectúa una precisión particular de los fon
dos y las reservas de la seguridad social al calificarlas de intangibles®, lo cual implica
que -como ya se ha señalado- no podrán ser utilizados para fines distintos a los que co
rresponden a la atención de las prestaciones de salud y pensiones, y aquellos determina
dos por mandato legal, asumiendo los funcionarios y particulares (en los regímenes pri
vados) a cargo de su administración la responsabilidad de ley por su utilización indebida
o su manejo irregular.
621
t
ART. 12 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En los países del tercer mundo, ante el desequilibrio común deficitario que se da en
tre los ingresos (aportes) y gastos (atención de las prestaciones y los gastos de administra
ción), el cálculo actuarial termina desbordado por el manejo inadecuado de los fondos, por
lo cual se presenta la subvención estatal de la seguridad social a través de los impuestos(9),
recayendo sobre la colectividad el mantenimiento de las falencias de su administración.
En cuanto a los aportes resulta importante recordar que existen hasta tres modalida
des para su administración:
a) R eparto. Teóricamente establecida para seguros de corto plazo, en sus tres va
riantes: simple (se paga por el beneficio que se recibe: enfermedad, maternidad),
atenuado (para supuestos de protección temporal) y de capitales constitutivos de
cobertura (utilizado generalmente para los seguros de desempleo)(10)1.
En su aplicación práctica, las prestaciones de un grupo de personas (beneficia
rios) son pagadas a través de los aportes por otro grupo de personas (asegurados)
por un periodo determinado, luego de calcularse los costos de las prestaciones,
los gastos de administración y la formación de una reserva técnica de emergen
cia. Se basa en el deber del beneficiario de pagar la prestación que recibe y en
la solidaridad00.
b) Capitalización. Utilizada generalmente para los seguros a largo plazo (invali
dez, vejez y muerte). Tiene, a su vez, dos modalidades: individual (capital cons
tituido en base a una cuenta personal que en su momento atenderá la pensión
del beneficiario) y colectiva (aportes comunes que son invertidos por el admi
nistrador, de manera tal que su rentabilidad permitirá -junto al aporte- atender
las prestaciones).
c) Prim a escalonada. Solución intermedia entre las modalidades anteriores, a través
del cual se recauda una suma determinada por aportes obtenida de un porcentaje
622
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 12
En virtud de los aportes, sin perjuicio de la modalidad que se utilice para su captación
y posterior administración, se estructuran los fondos de pensiones y las reservas técnicas
con las cuales se garantizan las emergencias que los primeros pudieran tener.
Para finalizar estos aspectos básicos, recomendamos al legislador (actual y futuro) te
ner en cuenta al momento de efectuar modificaciones en esta materia no solo la experien
cia que el manejo indebido de los fondos y reservas de la seguridad social han tenido en
nuestro país, sino también las precisiones formuladas por el Banco Mundial en un infor
me elaborado en 1994, que hasta la fecha mantiene vigencia, en el cual se detallan los as
pectos negativos de las políticas de seguridad social (en especial de pensiones) en el mun
do y Latinoamérica(13).
Si bien pueden formar parte de un solo bloque que sea administrado por la entidad
(pública o privada) correspondiente, dentro del mismo se debe diferenciar de lo que es un
fondo de seguridad social y lo que son las reservas técnicas correspondientes.
(12) Com o señalan PAZ PANIZO, Jorge y U G A Z V A L LEN A S, Rafael. Análisis del Sistema Privado de Pen
siones desde un enfoque de costos hundidos endógenos. Lima, 2003, p. 10.
(13) B A N C O M U N D IA L . Envejecimiento sin crisis. Políticas para la protección de los ancianos y la promoción
del crecimiento. Oxford U niversity Press, W ashington D .C ., 1994, p. 457.
623
ART. 12 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En contraposición, las reservas vendrían a ser las masas económicas constituidas para
cubrir las emergencias que se esperan en el futuro según los esquemas teóricos financieros
previamente trazados (cálculos actuariales)(14). Estas reservas tienen carácter intangible,
pero ello no implica que no pueden ser invertidas por las entidades respectivas para gene
rar una utilidad (incremento) de esta, aunque siempre bajo los parámetros fijados por ley.
(14) FAJARDO CRIVILLER O, Martín. Ob. cit,, pp. 148 y l4 9 . E ste autor agrega que la reserva está constituida
de la diferencia resultante entre los ingresos y egresos del sistem a, y su fin exclu sivo es hacer frente a las
prestaciones futuras (no a las presentes, ni a los gastos de adm inistración).
(15) Posteriorm ente, la L e y N ° 26323 estableció - c o n carácter e x c e p c io n a l- e l u so de la reserva para e l pago
de pensiones, com o con secu en cia del traspaso del IPSS a la ONP. Sobre los alcances de esta norma, ver:
M A R C O S R U E D A , Eduardo. “Primeros com entarios a la L ey N ° 2 6 3 2 3 ”. En: Asesoría Laboral, Lima,
jun io de 1994, pp. 10 y 11.
(16) Este m onto fue cancelado a través de un adelanto inicial (e l 20 de noviem bre de 1998), el traspaso de
activos financieros, la transferencia de 51 inm uebles, y la com pensación de la deuda que con el IPSS tenía
el M inisterio de E conom ía y Finanzas. El artículo 2 de la norma tam bién aprobó parte de la deuda que
diversos organism os del Estado tenían con e l IPSS desde enero 1988 hasta diciem bre 1996, la que se fijó
en la sum a total de S /. 1,271 ’6 3 8 ,148.42.
624
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 12
Para finalizar este punto, queremos precisar que las reservas, como proyección de
gastos futuros, se han distorsionado (en cuanto a sus cálculos iniciales) con los pronun
ciamientos del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional en materia de pensiones07), lo
cual debe ser considerado por los magistrados a efectos de evaluar detalladamente cada
caso a fin de que sus decisiones sean asumidas luego de un análisis profundo de orden ju
rídico y fáctico que no sea ajeno a las implicancias financieras que pueden generar en la
economía nacional.
En materia de pensiones públicas, los artículos 19 al 23 del Decreto Ley N°19990 fi
jan las pautas aplicables al Sistema Nacional de Pensiones; asimismo, existen normas de
rango complementario como el Decreto Supremo N° 144-96-EF que establecen ciertos lí
mites a las inversiones del FCR. En el Decreto Ley N° 20530 no existe norma alguna que
trate lo concerniente a la constitución o manejo de fondos o reservas, pero los artículos
14 a 19 del Decreto Legislativo N° 817 (relativos también al FCR) le resultan aplicables.
En cuanto a la Caja de Pensiones Militar Policial, el Decreto Ley N° 21021 en sus ar
tículos 35 y 36 desarrolla aspectos genéricos sobre los estudios actuariales y las inversiones.
(17) A manera de ilustración, so lo la STC Exp. N ° 00703-2002-A C /T C , acción de cum plim iento sobre la
aplicación de la L ey N ° 2 3 9 0 8 (pensión m ínim a y reajuste con prioridad trimestral), ha generado que las
contingencias judiciales -parte de la reserva actuarial- proyecte un eventual gasto en devengados de U $
3 ,0 0 0 m illones, en el Sistem a N acional de P ensiones del D ecreto L ey N ° 19990. D e igual manera, en el
caso R osa M edina Pantoja (ST C Exp. N ° 0 0 156-2001-A A /T C ), de no haber sido rectificada con posterio
ridad, hubiera representado un increm ento del cálculo actuarial del Decreto L ey N ° 2 0 5 3 0 en U $ 38,000
m illon es y el eventual ingreso de 506,0 0 0 servidores más a dicho régim en.
625
ART. 12 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Respecto de la fórmula amplia, se tendrían que evaluar las circunstancias que rodeen
cada hecho que se califique como generador de responsabilidad para determinar si estamos
ante supuestos de responsabilidad administrativa, civil o penal(19), lo cual siempre deja un
margen de discrecionalidad a la administración que no resulta adecuado en nuestro país.
Con relación a la fórmula restringida, y partiendo de la premisa que los principios que
informan al Derecho Penal resultan de aplicación al Derecho Administrativo Sanciona-
dor, a la luz del principio de legalidad(20) no podría imputarse responsabilidad de esta na
turaleza (administrativa y/o penal) a quienes apliquen los recursos de la seguridad social
en forma no establecida por ley, pues se requeriría la existencia (previa al hecho) de una
norma que determine la infracción o delito.
De lo expuesto, queda claro que para evitar situaciones de manejos indebidos (in
cluso los supuestos de acción u omisión delictiva) que queden impunes, debería emi
tirse una norma que determine las sanciones, infracciones, delitos y penas aplicables
(18) En ese orden, tam bién la Circular N ° 0 0 7-2004-E F /90 del B an co Central de R eserva del 01/0 5 /2 0 0 4 , que
determina lo s lím ites de inversión generales para lo s fondos administrados por las AFR
(19) Principalm ente, D elito s contra la A dm inistración Pública: peculado (art. 3 87) y m alversación de fondos
(art. 38 9 ). D iscutib le la aplicación de estos tipos penales a lo s particulares (para el caso de los regím enes
privados de salud y p en sio n es) por la extensión de punibilidad establecida por el artículo 3 9 2 (m odificado
por la L e y N ° 2 6 1 9 8 ), pues tendría que determ inarse si lo s recursos de la seguridad social pueden ser
calificados com o “asistenciales” o de “apoyo social”.
(20) C onstitución P olítica de 1993, artículo 2, inciso 2 4 , literal d): N ad ie será procesado n i condenado por
actor u om isión que al tiem po de com eterse no esté previam ente calificado en la ley, de m anera expresa e
inequívoca, com o infracción punible; n i sancionado con pena no prevista en la ley.
626
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 12
a estos casos, dejan d o a salvo las accio n es in d e m n iz a to ria s civiles que ev en tu alm en
te corresponda(21).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
La intangibilidad tiene por propósito asegurar que los fondos y las reservas de la seguridad
social sean destinados a fines que garanticen el pago de una pensión: STC Exp. N° 00014-
2007-PI/TC (f.j. 31).
B IB L IO G R A F ÍA
(21) Este punto tam bién fue observado en el C C D al discutirse e l texto de este artículo, razón por la cual se
planteaba que se con sign e expresam ente “responsabilidad penal”. Ver: “D ebate C onstitucional”. Lima,
1994, Tom o I, C ongreso de la República, p. 4 2 3 . E l resultado hubiera sido el m ism o, de no existir una
norma de desarrollo posterior que tipifique dicha conducta com o delito.
627
A rtícu lo 13 D erecho a la educación. L ib erta d de
enseñ anza
La educación tiene como finalidad el desarrollo integral de la
persona humana. El Estado reconoce y garantiza la libertad
de enseñanza. Los padres de familia tienen el deber de educar
a sus hijos y el derecho de escoger los centros de educación y
de participar en el proceso educativo.
CONCORDANCIAS:
C . : arts. 6 ,1 4 ,1 5 , 16, 17, 18, 19, 58, 200 inc. 2); G P .C t: art. 37 incs. 17), 18), 21),
6a DF; C.C.: arts. 2 3 5 ,2 8 7 ,3 1 6 inc. 1), 418,472; C.N.A.: arts. 14 y ss.; Ley 28988;
D . U.D.H.: art. 26; P.I.D.E.S.C.: arts. 13,14: C.D.N.: art. 28; P.S.S.: arts. 13,16
I. In trodu cción
Los esfuerzos de los gobiernos para mejorar el sistema educativo de nuestro país no
han dado hasta la fecha los resultados esperados. Prueba de ello es que el nivel educativo
ofrecido por entidades públicas y privadas adolece de falencias que inciden notablemen
t e en la formación de los alumnos.
En este contexto surge la necesidad de que el Estado adopte una adecuada política edu
cativa orientada a la formación integral de los educandos y a su integración a la comuni
dad nacional mediante la adopción de estrategias adecuadas que permitan alcanzar los fi
nes perseguidos por la educación y elevar la calidad educativa del sistema.
628
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
Artículo 13
1. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la
educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo
de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto
por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo
en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente
en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas
las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las
actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz.12
(1 ) D eclaración Universal de D erechos Hum anos. Aprobada y proclam ada por la R esolución 217 A (III) de
la A sam blea General de las N acion es U nidas el 10/12/1948.
(2) Pacto Internacional de D erechos E conóm icos, S ociales y Culturales. A doptado y abierto a la firma,
ratificación y adhesión por la A sam blea General en su resolución 2 2 0 0 A (X X I), de 16/12/1966.
629
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen que, con objeto de lograr el pleno
ejercicio de este derecho:
a) La enseñanza primaria debe ser obligatoria y asequible a todos gratuitam ente;
b) La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secun
daria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por
cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la
enseñanza gratuita;
c) La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de
la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la
implantación progresiva de la enseñanza gratuita;
d) Debe fomentarse o intensificarse, en la medida de lo posible, la educación funda
mental para aquellas personas que no hayan recibido o terminado el ciclo completo
de instrucción primaria;
e) Se debe proseguir activamente el desarrollo del sistema escolar en todos los ciclos
de la enseñanza, implantar un sistema adecuado de becas, y mejorar continuamente
las condiciones materiales del cuerpo docente.
3. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de
los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos
escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aque
llas satisfagan las norm as mínimas que el Estado prescriba o apruebe en m ateria
de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o
m oral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
4. Nada de lo dispuesto en este artículo se interpretará como una restricción de la
libertad de los particulares y entidades para establecer y dirigir instituciones de en
señanza, a condición de que se respeten los principios enunciados en el párrafo 1 y
de que la educación dada en esas instituciones se ajuste a las normas mínimas que
prescriba el Estado.
(El resaltado es nuestro).
Para empezar, debemos señalar que la educación es un fenómeno social que surgió
con la aparición del hombre. Ello implica que desde sus inicios, este se vio en la necesi
dad de adquirir determinados conocimientos para garantizar su supervivencia y así, su in
tegración a la comunidad. Este proceso de aprendizaje no significó que este se realizara
en determinados lugares, sino que se desarrolló en el marco de un proceso de convivencia
630
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
en el seno de la sociedad. Por ello, el concepto de educación no solo debe estar asociado a
instituciones educativas, ya que esta puede ser formal o informal. La educación formal es
la que se realiza en la convivencia social diaria, mientras que la educación informal es la
que se imparte en lugares específicos tales como escuelas, colegios y universidades. En el
presente comentario, utilizaremos el término educación en su dimensión formal.
“(...) La educación (...) hace alusión a un proceso en virtud del cual un hombre llamado
educador actúa sobre otros hombres llamados educandos con el propósito de lograr
en estos ciertos comportamientos considerados valiosos. Empero, con la palabra
educación no solo hacemos referencia a un proceso, sino al producto resultante de
este proceso. Es frecuente escuchar: “es una persona muy educada”, donde educación
alude al producto resultante de algún proceso de enseñanza-aprendizaj e, expresado en
los cambios psicofísicos que ha experimentado como consecuencia de tal proceso”.
Entre las características de la educación, el maestro Paulo Freire(5) señala las siguientes:
631
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
garantiza el ejercicio del derecho a una educación integral y de calidad para todos y
la universalización de la educación básica.
La sociedad tiene la responsabilidad de contribuir a la educación y el derecho a par
ticipar en su desarrollo.
Artículo 4.- Gratuidad de la educación
La educación es un servicio público; cuando lo provee el Estado es gratuita en todos
sus niveles y modalidades, de acuerdo con lo establecido en la Constitución Política y
en la presente ley. En la educación inicial y primaria se complementa obligatoriamente
con programas de alimentación, salud y entrega de materiales educativos.
(Los resaltados son nuestros).
632
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
1. Pilares de la educación
En el informe “La educación encierra un tesoro”® también se hace alusión a los cuatro
pilares de la educación, los cuales se constituirían en los objetivos del proceso educativo:
633
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
2. Características de la educación
Con relación a las características de la educación, el Tribunal Constitucional(11) ha se
ñalado que: “(...) De conformidad con lo establecido por el Comité de Derechos Econó
micos, Sociales y Culturales, creado en virtud del Pacto Internacional de Derechos Econó
micos, Sociales y Culturales, que entró en vigor el 3 de enero de 1976, y que fue ratificado
por el Perú el 28 de abril de 1978:
La educación, en todas sus formas y en todos los niveles, debe tener las siguientes
cuatro características interrelacionadas y fundamentales:
(10) ídem.
(11) STC Exp. N° 0091-2005-PA/TC, f. j. 6.
634
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
Paulo Freire(12) señala que el punto de partida es colocar a la educación como media
dora del “ser persona”. Pero para ello, se debe enseñar a recuperar el “tener” toda vez que
el “tener es condición necesaria para ser”. Al tomar conciencia de lo que “tiene” o de lo
que “no tiene”, el aprendiz toma conciencia de lo que “es”. Esto se consigue presentan
do situaciones concretas, donde el sujeto “no solamente aprende” códigos lingüísticos o
de saber, sino que “aprende a leer la realidad”. La situación debe colocarse como un pro
blema o conjunto articulado de cuestiones, a ser respondidas en grupo. El colectivo, al
(12) CHIROQUE CHUNGA, Sigfredo. “Los caminos de la pedagogía histórico crítica”. En: Pedagogía
histórico-crííica. Serie: Innovaciones Educativas 5. Ia edición, Instituto Pedagogía Popular, Lima, 1999,
pp. 8 y 9.
§35
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
problematizarse, aprende no solamente los saberes, sino que descubre su situación de alie
nación, de la conciencia del “tener”, llega a la conciencia del “ser”.
Sobre el particular, el maestro Salazar Bondy refiere que: (13)“(...) un hombre está bien
educado, o bien formado no solo cuando puede realizar una conducta teórica o práctica
que antes no era capaz de ejecutar y de legarla tal cual a otros hombres, sino cuando puede
modificarla, perfeccionarla y ampliar sus virtualidades, lo que redunda en provecho pro
pio y de los demás. Este factor creativo es fundamental para la definición de la educación
humana y conlleva un elemento cardinal de libertad que es de enorme importancia para
establecer distinciones esenciales entre los modos de la educación como hecho social”.
[Las] garantías de libertad [de enseñanza] aseguran que la formación del saber y el
impulso de la investigación científica se encuentren al servicio del pluralismo (art. 17) y
la tolerancia (art. 18 de la CP), y no de paradigmas dogmáticos que vengan impuestos por
poderes ajenos a los fines reservados a la educación, los que coartarían la realización in
telectual del ser humano e impedirían el desarrollo de una opinión pública crítica como
proyección de conocimiento en el proceso de evolución social, económica y cultural(16).
(13) SALAZAR BONDY, Augusto. El sentido de la educación. Ciudad Universitaria, Lima, 1967, p. 1.
(14) BELTH, Marc. La educación como disciplina científica. El ateneo, Argentina, 1971, p. 29.
(15) STC Exp. N° 4232-2004-AA/TC, f. j. 10.
(16) STC Exp. N °0005-2004-A I,f.j. 8 de 09/06/2004.
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DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
La importancia de esta libertad, desde nuestro punto de vista, consiste en que el do
cente no abuse de la posición de dominio que tiene dentro del proceso educativo. En este
sentido, si bien este puede adoptar determinados puntos de vista respecto a un tema espe
cífico, su posición no debe ser impuesta a los alumnos. Lo señalado no implica que su rol
deba limitarse a exponer conocimientos a los alumnos, sino que propicie que estos desa
rrollen su capacidad de cuestionamiento y crítica dentro de un ambiente de libertad y no
de imposición.
Con relación a este tópico, el maestro Salazar Bondy(19) refiere que: “El que el educa
dor se irrogue el derecho de decidir los valores y los cambios vitales que son adecuados a
otro hombre, puede ser justificado solo en cuanto dicha decisión condicione y prepare
la autoformación del educando, lo ponga en el camino de ser libre para resolverse en
una u otra dirección vital, para decidir el mismo, autónomamente, lo que sea bueno
o malo para su ser, lo que implica en el educador la voluntad de no avasallar al edu
cando, de no utilizarlo al servicio de sus intereses, de no tratarlo como cosa, volun
tad que se prueba dando al educando, los medios de actuar sobre quienes lo educan
con derecho y propósitos análogos, o sea, de llegar a ser educador del educado, que
es como decir, propulsor del hombre” (el resaltado es nuestro).
(17) ídem.
(18) ídem.
(19) SALAZAR BONDY, Augusto. Ob. cit, p. 7.
§37
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Los bienes de cultura pertenecen a la sociedad a la que pertenece el sujeto. Esta socie
dad, propietaria de los bienes de cultura, está definida por un ambiente unas necesidades y
exige, precisamente por su intrínseca constitución, que sus componentes tengan concien
cia de ello. Esta exigencia se convierte en algo legítimo: la sociedad tiene el derecho y el
deber de educar a sus miembros, de otra forma habría tantas sociedades como sujetos y,
siendo consecuentes, cada uno de ellos partiría de cero. No es este el momento de entrar
en la discusión de los medios y sistemas(21).
(20) Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors. Informe a la
Unesco. Ob. cit., p. 26.
(21) FERRÁNDEZ, Adalberto y SARRAMONA, Jaime. La Educación. Constantes y problemática actual.
CEAC, Barcelona, p. 37.
638
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 13
educativo ofrezcan información completa para que los padres puedan elegir la opción
que consideren más adecuada en función a sus posibilidades económicas y expectativas.
UR1SPRUDENC1A RELACIONADA
jj) Son manifestaciones del derecho a la educación el acceder a una educación, la permanencia
y el respeto a la dignidad del escolar, así como la calidad educativa: STC Exp. N° 04646-
2007-PA/TC (f.j. 15).
jfp La educación ostenta el más alto rango dentro de las funciones del Estado, pues se fun
damenta en los principios esenciales de la democracia y se vincula directamente con el
desarrollo económico y social del país: STC Exp. N° 04232-2004-AA/TC (f. j. 10).
jfP El Estado asume la educación asume como función indeclinable y está obligado a invertir
en todos sus niveles y modalidades: STC Exp. N° 04232-2004-AA/TC (f. j. 10).
639
ART. 13 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
jjj La educación posee un carácter binario, pues no solo constituye un derecho fundamental,
sino tam bién un servicio público: STC Exp. N° 00017-2008-PI/TC (f. j. 9).
jj El principio de coherencia exige que el proceso educativo m antenga una relación de ar
monía, compenetración, compatibilidad y conexión con los valores y fines que inspiran la
Constitución: STC Exp. N° 04232-2004-AA/TC (f.j. 10).
[jp El derecho a la educación impone a los estudiantes el deber de cumplir con aquel conjunto
de obligaciones académicas y administrativas establecidas por los órganos competentes:
STC Exp. N° 04232-2004-AA/TC (f. j. 10).
jjf D e acuerdo al principio de participación, los padres de fam ilia pueden intervenir activa
mente en el desarrollo del proceso educativo de su prole: STC Exp. N° 04232-2004-AA/
T C ( f.j. 10).
B IB L IO G R A F ÍA
640
t
A rtículo 14 D erech o a la educación. Fines y contenido.
P rom oción del desarrollo científico
y tecnológico. R ol de los m edios de
com u n icación social
La educación promueve el conocimiento, el aprendizaje y la
práctica de las humanidades, la ciencia, la técnica, las artes, la
educación física y el deporte. Prepara para la vida y el trabajo
y fomenta la solidaridad.
Es deber del Estado promover el desarrollo científico y tecno
lógico del país.
La formación ética y cívica y la enseñanza de la Constitución
y de los derechos humanos son obligatorias en todo elproceso
educativo civil o militar. La educación religiosa se imparte con
respeto a la libertad de las conciencias.
La enseñanza se imparte, en todos sus niveles, con sujeción a los
principios constitucionales y a los fines de la correspondiente
institución educativa.
Los medios de comunicación social deben colaborar con el
Estado en la educación y en la formación moral y cultural.
C O N C O R D A N C IA S :
C : arts. 2 inc. 8), 6, 13, 15, 16, 17, 18, 19, 23, 58, 200 inc. 2); C P .C t: art. 37 ines.
17), 18), 21), 6a DF; C.N.A.: arts. 14 y ss.; D.L. 25762: art. 15; Ley 28988; D.S.
001-2015-M IN E D U : art. 3; D.U.D.H.: arts. 18, 26, 27; P.I.D.C.P.: arts. 18, 27;
P.I.D.E.S.C.: arts. 13,15; C.D.N.: arts. 30,31; C.A.D.H.: art. 12.4; P.S.S.: arts. 13,14
I. Introducción
El conocimiento se constituye en el pilar básico que permite el desarrollo de los paí
ses. En este sentido, los sistemas educativos deben promover el aprendizaje de las huma
nidades y de las diferentes disciplinas científicas y sociales. Asimismo, la transmisión del
conocimiento debe ser realizado en el marco del respeto a la dignidad del hombre y de los
derechos humanos que la Constitución Política y los tratados internacionales protegen.
641
ART. 14 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Sobre el particular, el artículo bajo comentario establece en forma expresa que la edu
cación promueve el conocimiento, el aprendizaje y la práctica de las humanidades, la cien
cia, la técnica, las artes, la educación física y el deporte. Tal enunciado implica que la en
señanza de estos sea incorporada en los currículos y que su transmisión se realice en forma
gradual, dependiendo del nivel educativo en el que los alumnos se encuentren.
Asimismo, el primer párrafo del artículo materia de análisis, pone especial énfasis en
la proyección social de la educación, pues precisa que esta contribuye a forjar la solida
ridad en la sociedad. Con relación a este enunciado, el Máximo Intérprete de la Constitu
ción ha señalado lo siguiente(1):
“La relación entre educación y dignidad es, por demás obvia e incuestionable. Cabe
anotar inicialmente que “en puridad, la educación implica un proceso de incentivación
del despliegue de las múltiples potencialidades humanas cuyo fin es la capacitación
de la persona para la realización de una vida existencial y coexistencial genuina y
verdaderamente humana; y, en su horizonte, permitir la cristalización de un “proyecto
de vida” (Exp. N° 04232-2004-AA/TC, f. j. 10). Así, la Carta Fundamental dispone
que la finalidad de la educación es el “desarrollo integral” de la persona. A ello debe
agregarse que tal desarrollo no debe comprenderse solo a partir de una perspectiva
individual, puesto que el ideal de la educación correspondiente a una sociedad
democrática y regida bajo parámetros constitucionales debe reforzar lazos de
empatia y la noción de igualdad, fomentándose con ello la solidaridad [art. 14
de la Constitución] que es un valor troncal de nuestro sistema constitucional”.
(El resaltado es nuestro).
Sobre la base de lo hasta aquí expuesto, podemos colegir que los conocimientos adqui
ridos por un individuo le permiten alcanzar su realización personal y proyectar lo apren
dido hacia la colectividad. De este modo, la educación se constituye en un elemento que
coadyuva también a fomentar cambios positivos en el entorno del individuo.
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DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 14
para fortalecer sus sistemas educativos, pues solo así se obtendrán beneficios que reper
cutirán en pro de la colectividad.
643
ART. 14 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
de actividades a largo plazo que aseguren la formación de individuos con las competen
cias que los cambios demandan.
Si bien en nuestro país se han dado intentos fallidos por avanzar en el campo de la in
vestigación, tecnología e investigación, en el 2006 se publicó el Decreto Supremo N° 001-
2006-ED, mediante el cual se aprobó el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innova
ción para la Competitividad y el Desarrollo Humano 2006-2021, documento que cuenta
con el respaldo formal de la Ley Marco de Ciencia y Tecnología, Ley N° 28303(4) que con
sideró a la ciencia, tecnología e innovación como asunto de necesidad pública y de pre
ferente interés nacional.
Así pues, en este se establecen cuatro grupos en los que se identifican los aspectos
que determinan esta situación:
Grupo 1: Aspectos relacionados con la Aunque se reconoce a la innovación como un factor indispen
innovación tecnológica y la competiti sable para una competitividad empresarial sostenida, esta no
vidad en las empresas. se produce en la medida exigida por los mercados nacional e
internacional, con lo que el componente de exportaciones de
mediana y alta tecnología es reducido.
Grupo 3: Aspectos relacionados con Las capacidades humanas en ciencia, tecnología e investigación
las capacidades humanas en ciencia, son insuficientes y dispersas y, con notables excepciones, no han
tecnología e innovación. logrado vincularse con las necesidades del desarrollo integral.
644
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 14
Por otro lado, el Plan considera a la educación como uno de los sectores sociales a los
cuales deben orientarse mayores esfuerzos. En este sentido, refiere que el servicio públi
co con mayor potencial de transformación social y económica es el de educación, el cual
debe ser adaptado a la realidad de cada región. Dadas las características de ocupación del
territorio en el país y la insuficiencia de infraestructura de transporte para las zonas rura
les y urbano marginales, es de fundamental importancia la teleeducación y el software re
querido para realizarla, así como software especial para población analfabeta, no hispa
no hablante o discapacitada.
Desde nuestro punto de vista, este Plan se constituye en un primer intento serio por dar
cumplimiento al segundo párrafo del artículo 14 de la Constitución, pues realiza un diag
nóstico de la problemática con relación a la ciencia y tecnología y sobre la base del aná
lisis de este, establece un conjunto de estrategias para desarrollar objetivos a largo plazo.
(5) Texto Único Ordenado de La Ley Marco de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica, Decreto
Supremo N° 032-2007-ED (18/1272012)
Artículo 7.- Definición, conformación, competencias y rol del Sinacyt
7.1 El Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Sinacyt) es el conjunto de
instituciones y personas naturales del país, dedicadas a la Investigación, Desarrollo e Innovación Tecnológica
(I+D+I) en ciencia y tecnología y a su promoción.
Está conformado de manera enunciativa y no limitativa por:
a) El Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec), como organismo
rector del Sinacyt.
b) El Fondo Nacional de Desarrollo de la Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Fondecyt) para
el fomento de los planes, programas y proyectos del Sinacyt.
c) El Consejo Consultivo Nacional de Investigación y Desarrollo para la CTel, (Conid), como órgano
consultivo multidisciplinario e intersectorial del Sinacyt.
d) Las instancias de los Gobiernos Regionales y Locales dedicadas a las actividades de CTel en sus
respectivas jurisdicciones.
e) Las universidades públicas y privadas, sector empresarial, programas nacionales y especiales de CTel,
instituciones e integrantes de la comunidad científica.
f) El Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual -
Indecopi, para la protección y difusión de los derechos intelectuales en CTel, y el registro y difusión de
las normas técnicas y metrológicas.
g) Las comunidades campesinas y nativas, como espacios activos de preservación y difusión del
conocimiento tradicional, cultural y folclórico del país.
645
f
ART. 14 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
646
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 14
Bajo el marco del respeto a la libertad de religión, los padres de familia también ten
drán la posibilidad de matricular a sus hijos en los colegios cuyos patrones religiosos con
sideren pertinentes.
Con relación a este tema, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos re
fiere lo siguiente(7):
Artículo 18
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión; este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las creencias
de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus creencias, individual
o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la celebración
de los ritos, las prácticas y la enseñanza.
2. Nadie será objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad
de tener o de adoptar la religión o las creencias de su elección.
3. La libertad de manifestar la propia religión o las propias creencias estará sujeta
únicamente a las limitaciones prescritas por la ley que sean necesarias para proteger
la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos, o los derechos y libertades fun
damentales de los demás.
4. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de
los padres y, en su caso, de los tutores legales, para garantizar que los hijos reciban
la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
(El resaltado es nuestro).
Artículo 27
En los Estados en que existan minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, no se negará
a las personas que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les corresponde, en
(7) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Adoptado y abierto a la firma, ratificación y adhesión
por la Asamblea General en su resolución 2200 A (XXI), de 16/12/1966.
647
ART. 14 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar
y practicar su propia religión y a emplear su propio idioma.
Por otro lado, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, establece que(8):
Artículo 12.- Libertad de Conciencia y de Religión
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este derecho
implica la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión
o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias,
individual o colectivamente, tanto en público como en privado.
2. Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que puedan menoscabar la
libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión o de
creencias.
3. La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está sujeta úni
camente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias para proteger la
seguridad, el orden, la salud o la moral públicos o los derechos o libertades de los demás.
4. Los padres, y en su caso los tutores, tienen derecho a que sus hijos o pupilos
reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias con
vicciones.
(El resaltado es nuestro).
El artículo 23 de la Ley General de Educación, Ley N° 28044, establece que los me
dios de comunicación deben contribuir a elevar el nivel educativo de la población y a for
jar los valores democráticos.
(8) Convención Americana sobre Derechos Humanos suscrita en la Conferencia Especializada Interamericana
sobre Derechos Humanos. San José, Costa Rica, del 07/11/1969 al 22/11/1969.
648
f
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 14
Artículo 3.- La prestación de los servicios de radiodifusión se rige por los siguientes
principios:
(...)
Sobre el particular, Javier Ballesta(10) refiere que: “La función de la escuela es funda
mental y en la medida que incida menos en transmitir información y facilite que los alum
nos aprendan cómo buscar, de forma activa y selectivamente, para a través de los hechos,
noticias, paradojas y ambigüedades que se dan en la actualidad llegue a conocer el grado
de importancia que tienen y la valoración que se les da. La escuela tiene la obligación de
ayudar a que sea el alumno el que acceda a la educación mediatiza facilitando tiempos y
espacios donde sea tratada y recreada la información mediática. El trabajo en tomo a la
información consistirá en dotar a los alumnos de esquemas para percibir, expresar y reac
cionar ante los hechos que nos proporcionan los medios de comunicación. Hablamos, en
este sentido, de una recepción crítica de los mensajes que nos lleve a organizar, estructu
rar e integrar lo que leemos y proyectar la actividad en un proceso formativo”.
643
ART. 14 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
cambios tecnológicos, inculcando a los alumnos los mecanismos para identificar las ven
tajas y las desventajas de la información transmitida por los medios de comunicación.
VII. Conclusiones
El presupuesto destinado a la mej ora del sistema educativo debe ser incrementa
do y utilizado eficientemente para fomentar la investigación y el uso de las nue
vas tecnologías dentro de los procesos de aprendizaje.
Los avances experimentados por la ciencia y la tecnología demandan la nece
sidad de contar con cuadros preparados para enfrentar con éxito los retos que
estos imponen. En este sentido, los contenidos desarrollados en los diferentes
niveles educativos deben orientarse a propiciar la investigación y el uso de las
nuevas tecnologías en los educandos.
La educación se constituye en un mecanismo para garantizar el respeto a los de
rechos humanos y el fortalecimiento del sistema democrático. Por ello, el desa
rrollo del proceso educativo debe realizarse sobre la base del respeto a los valo
res y principios contemplados en la Constitución.
El proceso educativo debe realizarse en el marco del respeto a la libertad de re
ligión. Los padres tienen libertad para garantizar que sus hijos reciban la educa
ción religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones.
Los medios de comunicación no han asumido en su verdadera dimensión la fun
ción educativa que les corresponde. Frente a tal situación, surge la necesidad de
que los maestros desarrollen en sus alumnos competencias para el análisis y crítica
de los contenidos que estos reciben a través de los medios de comunicación.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j¡| Las entidades involucradas en el proceso formativo de los efectivos policiales tienen la
obligación de im partir una adecuada educación técnico-profesional ajustada a la Consti
tución: STC Exp. N° 00022-2004-AI/TC (f. j. 50).
650
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 14
[jp La actividad educativa universitaria debe contar con la irrenunciable, eficiente, eficaz
y perm anente supervisión y fiscalización del Estado: STC Exp. N° 00017-2008-PI/TC
( f .j . 163).
B IB L IO G R A F ÍA
651
A rtícu lo 15 R é g im e n d e l p r o fe so r a d o .
D erech os del educando.
P r o m o c ió n d e la e d u c a c ió n p r iv a d a
El profesorado en la enseñanza oficial es carrera pública. La
ley establece los requisitos para desempeñarse como director
o profesor de un centro educativo, así como sus derechos y
obligaciones. El Estado y la sociedadprocuran su evaluación,
capacitación, profesionalización y promoción permanentes.
E l educando tiene derecho a una formación que respete su
identidad, así como al buen trato psicológico y físico.
Todapersona, natural ojurídica, tiene el derecho de promover y
conducir instituciones educativas y el de transferir la propiedad
de estas, conforme a ley.
CONCORDANCIAS:
C : arts. 2. ines. 1), 16), 19); 6,13,14, 16,17,18, 19, 22,23, 40, 58, 70,200 inc. 2);
C.P.Ct: art. 37 ines. 17), 18); Ley 29944; D.S. 004-2013-ED; D.U.D.H.: arts. 18,26;
P.I.D.C.P.: arts. 18,27; P.I.D.E.S.C.: art. 13.4; C.A.D.H.: art. 12; Ley 28044;
El análisis de los artículos de nuestra Carta Magna dedicados al tema educativo ad
quieren una especial relevancia, debido a que el derecho fundamental a la educación, den
tro del marco del Estado Social y Democrático de Derecho, ostenta una prelación del más
alto rango, pues se encuentra dirigido a fortalecer en la persona humana los principios de
solidaridad, justicia social, dignidad humana e integridad de la familia(1).
En tres párrafos, el artículo 15 de la Constitución se refiere a diversos temas, todos ellos
relaciona a importantes actores del proceso de aprendizaje: profesor, director, promotor y
652
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.15
alumno. Aunque todos están referidos al tema educativo, este artículo contiene, a nuestro
parecer, tres temas disímiles que implican distinto abordaje.
A tales efectos, primero nos referiremos a la tarea encomendada al legislador respec
to a definir los requisitos para ser director y docente, verificando con ejemplos la impor
tancia que tiene el resultado del trabajo legislativo. Luego, en relación al segundo párra
fo del artículo en comento, haremos algunas anotaciones sobre las características de la
formación a la que tiene derecho el educando, esto es, una que respete su identidad y con
buen trato físico y psicológico. Por último, bajo el régimen de la economía social de mer
cado, abordaremos el derecho constitucional que tienen las personas naturales y jurídicas
de promover y dirigir instituciones educativas.
II. R égim en de la carrera docente y áreas del desem peño del profesor
En el primer párrafo del artículo en análisis, el constituyente optó por referirse al pro
fesor, su carrera como funcionario público y su desarrollo dentro las áreas de desempeño
del docente. Y es que, como señala el Tribunal Constitucional, el carácter significativo de
la educación conforme a la Constitución se pone de manifiesto al guardar un especial cui
dado respecto al magisterio, a quienes la sociedad y el Estado evalúan y, a su vez, le brin
dan capacitación, profesionalización y promoción permanente(2)3.
653
t
ART. 15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
ha sido modificada, hacemos mención de ello para demostrar que el legislador no siem
pre obedece el mandato del constituyente de manera coherente y ordenada, perjudicando
el acceso a una de las áreas de desempeño del profesor y con esto el objetivo de una dis
posición constitucional.
Conforme al artículo 59 de la Ley General de Educación (Ley N° 28044), las áreas
de desempeño laboral del profesor son la docencia, la administración y la investigación.
Los cargos de director y subdirector o sus equivalentes son administrativos. Esto debe
concordarse con el artículo 12 de la Ley N° 29944, que considera como áreas de desem
peño laboral, a saber:
La gestión pedagógica, son las funciones de enseñanza en el aula y actividades
complementarias como los de orientación y consejería.
La gestión institucional, se refiere a las labores de dirección y subdirección, es
decir, responsables de la gestión institucional. No solo debe entenderse a ni
vel de institución educativa, sino en las demás instancias de la gestión educati
va descentralizada, esto es, la Dirección Regional de Educación y la Unidad de
Gestión Educativa Local, según se contempla en los artículos 73 y 76 de la Ley
General de Educación.
La formación docente, comprende a los profesores que realizan funciones de
acompañamiento pedagógico, de mentoría a profesores nuevos, de coordinador
y/o especialista en programas-de capacitación, actualización y especialización
de profesores al servicio del Estado, en el marco del Programa de Formación y
Capacitación Permanente.
La innovación e investigación, comprende a los profesores que realizan fun
ciones de diseño y evaluación de proyectos de innovación, experimentación e
investigación educativa. Asimismo, a quienes realizan estudios y análisis sis
temáticos de la pedagogía y experimentación de proyectos pedagógicos, cien
tíficos y tecnológicos.
Como vemos, después de la cláusula constitucional, en la ley se establecen de mane
ra más precisa los campos profesionales de la pedagogía. Así, se ha optado por un direc
tor de institución educativa de formación pedagógica, seguramente en el entendido de que
la institución educativa no solo es una comunidad de aprendizaje, sino que es la primera
y la principal instancia de gestión del sistema educativo descentralizado^.
Ahora bien, recordemos que aunque la Ley General de Educación fue promulgada en
el año 2003, su diseño de gestión educativa aparece divorciado tanto de la reforma cons
titucional que un año antes trajo consigo la incorporación de los gobiernos regionales,
como de la Ley de Bases de la Descentralización (2002) y de la Ley Orgánica de Gobier
nos Regionales (2002), también anteriores a aquella. Así, no existe un diálogo entre las4
654
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
(5) El artículo 16 de la Constitución refiere que tanto el sistem a com o el régim en educativo son descentralizados.
(6) El M inisterio de Educación ha suscrito sendos pactos de com prom isos con lo s gobiernos regionales. En
efecto, para la im plem entación y seguim iento de lo s acuerdos establecidos en los pactos de com prom isos,
así com o para la definición de los acuerdos de gestión que de ella se deriven, se conform ó en cada caso
un equipo técn ico m ixto denominado C om isión de G estión Intergubemamental en Educación (CGIE)
coordinado por la Oficina de Coordinación R egional del M inisterio de Educación. La CGIE está conformada
por funcionarios del M inisterio, Gobierno R egional, D R E y UG EL. Cada com isión es considerada una
estrategia de relación intergubemamental que perm ite fortalecer la gestión descentralizada a partir de los
roles definidos de los tres niveles de gobierno conform e al m odelo descentralizador de nuestra Constitución
P olítica (por lo que será importante definir a qué se refiere la L ey Orgánica de M unicipalidades cuando
establece com petencia y funciones compartidas en educación a los gobiernos locales). En ese sentido, la
institucionalización y form alización de un espacio com o la CGIE resulta basilar para orientar la relación
del M inisterio de Educación con los gobiernos descentralizados en el objetivo de avanzar según las
prioridades de p olítica educativa, utilizando e l d iálogo com o principal m ecanism o de acercamiento y
g estión institucional. V ide < http://w w w .m inedu.gob.pe/pactocom prom isos/>.
(7) V ide D isp o sicio n es com plementarias de las N orm as para la G estión y Desarrollo de las A ctividades en
655
ART. 15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Señalamos esto pues la legislación vigente a la fecha, prevé que se puede desempe
ñar como “director” el profesor perteneciente a un determinado nivel de la Carrera Ma
gisterial, mientras que el proceso de incorporación del profesorado a la Carrera Magiste
rial tiene como plazo el 2018 -es decir, que ello aún no ha concluido-. Siendo así, muchos
profesionales del Sector, que continúan perteneciendo a la Carrera del Profesorado no po
drían desempeñar en el área de gestión.
En términos sencillos, lo que le toca definir al legislador, dado que. la Carta Política
no se caracteriza por ser detallada, es si todavía deben seguir existiendo sistemas parale
los que involucren a la gestión de la educación (conforme indican por su parte la Ley Or
gánica de Gobiernos Regionales y la Ley General de Educación). Así, de prevalecer los
cargos de director, en los niveles de institución educativa, de Unidad de Gestión Educati
va Local y de Dirección Regional de Educación, se deberá fijar con exactitud y claridad si89
los Centros y Programas Educativos. Aprobadas por R esolución M inisterial N ° 168-2002-E D , publicada
en e l diario oficial El Peruano e l 14 de m arzo de 2002.
(8) CUGLIEVA N, G isele y R O JA S, Vanessa. “La gestión escolar en el m arco de la autonomía: una mirada
desde el cotidiano a cin co instituciones educativas estatales de Lim a”. En: Ponencia del Seminario de
Investigación Educativa organizado por GRADE. Quinta M esa: D escentralización y gestión: avances y
conflictos. Lim a, 2 0 0 7 , p. 320.
(9) Ibídem , pp. 323 y 324.
656
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
cada uno de ellos -por sus especiales características- deben ser cargos seleccionados me
diante concurso público, designado como uno de confianza y si deben ser siempre profe
sionales de la pedagogía. Esto último resultaría osado pero es posible.
La tarea respecto al modelo de gestión educativa que queremos recién comienza, por
ejemplo, el Tribunal Constitucional ha señalado que el nombramiento de profesores para
la prestación del servicio público de educación es una competencia compartida entre el
Gobierno Nacional y los gobiernos regionales, precisando que una revisión del marco le
gal en materia de reparto competencial entre gobierno nacional y gobiernos regionales en
materia de nombramiento de profesores de colegios estatales, demuestra que la gestión
de los servicios educativos, entre los cuales se encuentra la provisión de profesores para
la prestación del servicio público de educación, es una competencia compartida que debe
realizarse en forma coordinada entre el gobierno nacional y los gobiernos regionales. Al
respecto, el nombramiento de profesores en los colegios estatales está sujeto a un proce
dimiento, por llamarlo así “en cascada”, en el que cada uno de sus gestores -desde el Mi
nisterio de Educación, pasando por el Gobierno Regional y culminando en la Unidad de
Gestión Educativa Local- tienen participación y tareas específicas, que deben ejecutar en
forma coordinada(10).
657
ART. 15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Asimismo, es posible concordar esta disposición con los artículos 2.19 (derecho a la
identidad étnica y cultural), 17 (el Estado fomenta la educación bilingüe e intercultural)
y 89 (el Estado respeta la identidad cultural de las Comunidades Campesinas y Nativas)
de la propia Constitución, en el sentido que la formación de un estudiante debe respetar y
valorar su identidad proporcionándole una educación intercultural que promueva el reco
nocimiento y respeto de las identidades sociales y culturales, considerando la diversidad
cultural como una riqueza a la que aportan, en diálogo democrático, todos los pueblos y
comunidades culturales y lingüísticas del país11(12).
En un país diverso como el Perú, con gran cantidad de culturas vivas, resulta relevante
la atención y respeto a la identidad de los pueblos originarios. Así, cuando la lengua ma
terna de los educandos no sea el castellano, la educación en la propia lengua se convier
te en un derecho en la Constitución y en todo el resto del ordenamiento jurídico vigente
(Ley General de Educación, el Código de los Niños y Adolescentes, el Convenio N° 169
de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales). Tal educación denominada bilingüe e in
tercultural deberá ser aplicada con los procedimientos y métodos adecuados, distinguién
dose entre una enseñanza en castellano y una enseñanza del castellano(13).
De otro lado, quisiéramos referimos al castigo físico como situación que atenta con
tra el precepto constitucional que tiene al buen trato como un derecho del educando. En
efecto, tal disposición debe ser leída junto con el artículo 2.24.h(14) de la Carta que indica que
nadie debe ser víctima de violencia moral, psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos
658
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
inhumanos o humillantes. Asimismo, han de servir como marco mínimo para proteger de
todas las formas de violencia a los niños y niñas, el Pacto Internacional de Derechos Civi
les y Políticos, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y sus
protocolos facultativos, así como el resto de los instrumentos internacionales pertinentes
en materia de derechos humanos, en particular la Convención contra la tortura y otras for
mas de trato inhumano y degradante.
Señalamos ello, pues al parecer el castigo a los niños y niñas es un tema aún en deba-
te(15). No se define de qué manera un castigo resulta aceptable o hasta qué punto un casti
go puede ser de tal grado para ser considerado como agresión(16)178.Respecto al tema, por lo
menos sabemos que en el ámbito escolar debe entenderse al castigo físico como una con
ducta inadmisible. Así, la Comisión de Derechos Humanos, en el párrafo 15 de la Reso
lución de los Derechos Humanos 2005/44 “Los derechos del niño”, se instó a los Estados
a que adopten medidas para suprimir el castigo físico en las escuelas07).
(15) Inclusive, respecto al ámbito familiar, el artículo 423 del Código Civil y el 74 del Código de los Niños y
Adolescentes prevén que los padres tienen el deber y derecho de “corregir moderadamente” a los hijos.
(16) En 1993, la Corte Europea halló que el castigo infringido a un niño en una escuela privada del Reino Unido
no alcanzaba el grado de severo como para constituir una violación al artículo 3 del Convenio Europeo
de Derechos Humanos; este dictamen fue aprobado por cinco votos contra cuatro, y la Corte enfatizó que
no deseaba contarlo como una aprobación de alguna forma de castigo corporal en las escuelas y que el
tratamiento que recibió el niño se situaba en límite (Costello-Roberts v. UK).
(17) Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. 57a sesión, 19 de abril
de 2005 (aprobada en votación registrada por 52 votos contra 1). Asimismo, en la 61a sesión de la Comisión
sobre los Derechos Humanos llevada a cabo en Ginebra (14 marzo al 22 abril de 2005), la Comisión
adoptó numerosas resoluciones que urgen a los Estados a prohibir todo castigo corporal de la niñez. En la
resolución sobre “La tortura y otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes” (Resolución de los
Derechos Humanos 2005/39) la Comisión “Recuerda a los Gobiernos que el castigo corporal, incluyendo
el de la niñez, puede contar como castigo cruel, inhumano o degradante e incluso tortura” (párrafo 7).
(18) Resolución de la Corte IDH de fecha 27 de enero de 2009. En: <http://www.corteidh.or.cr/docs/asuntos/
opinion.pdfX
659
ART.15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
y que los Estados son responsables de las acciones que ocurran tanto en el ámbito público
como privado, debiendo por ello respetar, proteger y hacer cumplir los derechos de la in
fancia conforme a sus obligaciones internacionales. Atales efectos, se deberán asumir las
recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño que hacen referencia a la necesi
dad de establecer a nivel legal la prohibición explícita de la aplicación de castigos corpo
rales en el hogar, en las escuelas y en otras instituciones.
Aunado a ello, el maltrato tanto físico o psicológico en el ámbito escolar no solo puede
provenir de los maestros; en los últimos tiempos la sociedad ha prestado más atención al
fenómeno del acoso escolar o bulJying, que es la práctica de intimidación y hostigamien
to, de manera reiterada, por parte de los propios estudiantes. Como el Derecho siempre ha
creído tener la solución a todo problema en sus manos, el Congreso de la República emitió
la “Ley que promueve la convivencia sin violencia en las instituciones educativas” (Ley
N° 29719), que dice tener por objeto establecer los mecanismos para diagnosticar, preve
nir, evitar, sancionar y erradicar la violencia, el hostigamiento, la intimidación y cualquier
acto considerado como acoso entre los alumnos de las instituciones educativas.
Si bien es claro que el Estado (en el que se incluye al Congreso de la República) tiene
la obligación internacional de atender estos casos, no obstante, su accionar debe realizarse
de manera eficaz, por lo que abogados y congresistas deberán aceptar que una ley no siem
pre es la solución a todo.
Sobre este tema, León Trahtemberg comenta el exitoso caso de Noruega como uno
aleccionador. Allí se priorizó el trabajo preventivo después de que tres adolescentes aco
sados se suicidaron en 1983. Se involucró a todos: profesores, padres, alumnos, choferes,
administradores, trabajadores de servicios y se les enseñó a detectar y cómo intervenir en
situaciones de acoso. Los profesores conversan sobre el trato de unos niños con otros, los
alumnos de cada grado participan en discusiones semanales en clase sobre amistad y con
flictos. Los padres están involucrados a lo largo de todo el proceso(19).
Una propuesta efectiva, entonces, debe estar encaminada a enseñar a los niños a res
petar las individualidades, las diferencias y, como no, a repudiar el abuso, pues se sabe
que en la mayoría de estas situaciones hay testigos presentes que callan. Se agobia al po
bre de la clase, al negro, al serrano, al feo, al gordo, al tímido, siempre se excusan moti
vos para hacerlo; sin embargo, no tomamos noticia que, precisamente, la capacidad de in
dignación respecto a una conculcación de derechos comienza en la edad más temprana.
(19) TRAHTEMBERG, León. “Leyes contra el bullying (acoso escolar)”. En: <http://www.trahtemberg.com/
artículos/1655-leyes-contra-el~bullying-acoso-escolar.html>.
660
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
Como señala el párrafo en comento, el educando tiene derecho a una educación que
respete su identidad y al buen trato. Más allá de protagonismos del Legislativo, el Ministe
rio de Educación puede intervenir sin necesidad de leyes sino con políticas públicas funda
das en su calidad de ente rector del Sector, pero, además, entendiendo que la problemática
del acoso escolar se produce y se dirige a niños que provienen de nuestras propias casas.
(20) No haremos mayores comentarios al respecto, pero la norma le asigna al Indecopi la tarea de realizar
visitas inopinadas para verificar la existencia de cualquier tipo de violencia física o psicológica y de toda
forma de acoso y hostigamiento entre estudiantes. Según se indica en la comentada ley esto en el marco
del Código de Protección y Defensa del Consumidor (relacionándolo con la idoneidad de los servicios
educativos) debiendo informar al Congreso de la República de las sanciones impuestas y los resultados
obtenidos (art. 10).
(21) Se trata de la doctrina de la protección integral, desarrollada por el jurista brasileño Edson Seda Cfr. <http://
www.edsonseda.com.br/sisprodeni.doc>.
(22) GARCÍA MÉNDEZ, Emilio. “Derecho de la Infancia/adolescencia en América Latina: de la situación
irregular a la Protección Integral”. En: <http://www.iin.oea.org/La_convencion_intemacional.pdf>.
661
t
ART. 15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la educación que se les imparta a los estudiantes deberá orientarse al respeto de la digni
dad de la persona humana, los derechos y las libertades.
(23) Aplicada por el Ministerio de Educación el 29 y 30 de noviembre de 2011 a estudiantes de segundo grado
de primaria.
(24) Mediciones anuales durante los años 2007 al 2011.
(25) Según grupos del índice de Desarrollo Humano (IDH).
662
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
ser ejercida con firmeza por lo delicado de la misión encomendada y de la alta prelación
constitucional que posee el derecho a la educación.
No obstante lo claro del panorama, hemos comprobado que existen una gran cantidad
de denuncias(26) formuladas en contra del Ministerio de Educación que han sido declaradas
fundadas por la Comisión de Eliminación de Barreras Burocráticas del Indecopi, argumen
tándose que las acciones tomadas por entes ejecutivos son barreras burocráticas que afectan
el desarrollo de las actividades económicas de las instituciones educativas denunciantes.
La ley reconoce el derecho de toda persona natural o jurídica a la libre iniciativa pri
vada para realizar actividades en la educación, precisando que este derecho comprende
los de fundar, promover, conducir y gestionar instituciones educativas particulares, con
o sin finalidad lucrativa(27) y que cualquier intromisión ilegal o irrazonable será declarada
como una barrera burocrática. No obstante, no debemos soslayar que la educación es un
servicio público, en la medida que se trata de una prestación pública que explícita una de
las funciones-fines del Estado, de ejecución per se o por terceros bajo fiscalización estatal.
Así, tenemos que el ente rector (Minedu) preocupado por la calidad de los profesores
egresados de los institutos pedagógicos, emitió disposiciones que, entre varias, estable
cían una nota mínima para el ingreso a tales instituciones y que solo se convoque a admi
sión dos veces al afio. Asimismo, más todavía si se trata de una actividad lucrativa, debe
preocuparse por el mínimo de alumnos por aula, de manera que establezca los estánda
res para lograr los objetivos del aprendizaje, la infraestructura de áreas de recreación, etc.
El Indecopi se ha decantado porque tales disposiciones son barreras burocráticas ya
que el Ministerio de Educación no ha acreditado contar con una norma con rango de ley
que lo faculte expresamente a establecer tales limitaciones. Es decir, no resultan suficien
tes ni el artículo 16 de la Constitución ni el artículo 13 de la Ley general de Educación que
lo facultan a regular y supervisar los factores de la calidad en las instituciones privadas. A
nuestro entender, tal interpretación viola el contenido esencial del derecho fundamental a
la educación, por lo que resulta proscrita en términos constitucionales.
En estos casos, el Indecopi sostiene que las limitaciones a las actividades privadas de
ben estar expresamente contempladas en una norma de rango legal. Así, por ejemplo, la
ley deberá incluir textualmente las facultades para: “establecer la nota mínima para el in
greso”, “establecer en número de alumnos por aula”, o, “establecer las medidas de la in
fraestructura para la recreación de los alumnos”, sin entenderse que son acciones deriva
das de la facultad de regular y supervisar la calidad de la educación privada optimizando
y llevando a la práctica el mandato constitucional. No bastará, según la agencia de com
petencia, que tal nivel dé especificidad esté incluido en el Reglamento de Organización y
Funciones del Ministerio, pues afirma que las instituciones, como el Minedu, “no pueden
663
t
ART. 15 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
sustentar el ámbito de sus facultades a través de una norma con rango inffalegal”(28). Es
decir, se evita considerar al reglamento como la norma infralegal que viabiliza los man
datos de las leyes materiales, llenando de contenido a conceptos contemplados de modo
genérico en la ley material, es decir, que nos dice “cómo hacerlo”.
V. Conclusión
Conforme señalamos al desarrollar el primer párrafo del artículo 15 de la Constitu
ción, gracias a la labor legislativa, actualmente coexisten dos regímenes laborales para
el profesorado nacional, quienes desempeñan las mismas funciones, pero tienen diferen
tes remuneraciones, derechos y obligaciones. Como es fácil vislumbrar, estas diferencias
generan un clima institucional poco favorable en las escuelas públicas.
Para afrontar esta y otras situaciones, en medio de un panorama distinto -pues antes
jamás se trató el tema educativo con tanto afán- se acaba de presentar el Proyecto de Ley
N° 1388/2012-PE, denominado “Ley de Desarrollo Docente”. De aprobarse la norma, no
solo se lograría incorporar a todos los profesores a un solo régimen de carrera, sino que
esta ley extendería a ocho niveles el desarrollo magisterial. Asimismo, se simplificarían
los conceptos de pago en dos grandes rubros: la remuneración íntegra mensual (RIM) y
las asignaciones.
Finalmente, otro aspecto que vale la pena resaltar es la incorporación de una nueva área
de desempeño laboral, la formación docente, para reconocer el trabajo de formación de pa
res; asimismo, se revalora el área de investigación, para pasar a denominarse “innovación e
investigación”, con una descripción más actual.
664
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 15
JURISPRUDENCIA RELACIONADA I
§ El legislador tiene la facultad para establecer requisitos requeridos para desempeñarse como
profesor, así como sus derechos y obligaciones: STC Exp. N° 00014-2010-PI/TC (f. j. 20).
j| Para lograr los propósitos que exige el derecho a la educación como servicio público
esencial se necesita la instauración de criterios objetivos basados en la meritocracia: STC
Exp. N° 00020-2012-PI/TC (f. j. 66).
La obligación del Estado de procurar la prom oción perm anente de los profesores se rige
también por el principio del ascenso o prom oción laboral con base en el mérito y la capa-^
cidad: STC Exp. N° 00020-2012-PI/TC (f. j. 67).
B IB L IO G R A F ÍA
CALDERÓN GAMBOA, Jorge. “El castigo corporal como método de disciplina contra niños, niñas
y adolescentes frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: un desafío internacional”.
En: Isonomía. Revista de F ilosofiay Teoría del Derecho. Año 2009, N° 31, pp. 73-96; CUGLIEVAN,
Gisele y ROJAS, Vanessa “La gestión escolar en el marco de la autonomía: una mirada desde el
cotidiano a cinco instituciones educativas estatales de Lima”. En: Ponencia del Seminario de Inves
tigación Educativa organizado p o r GRADE. Quinta Mesa: Descentralización y gestión: avances y
conflictos. Lima, 2007, p. 320; GARCÍA TOMA, Víctor. Teoría del Estado y Derecho Constitucional.
2a edición, Palestra, Lima, 2008
665
A r tíc u lo 1 6 S is te m a y r é g im e n e d u c a tiv o
Tanto el sistema como el régimen educativo son descentralizados.
El Estado coordina la política educativa. Formula los linca
mientos generales de los planes de estudios así como los re
quisitos mínimos de la organización de los centros educativos.
Supervisa su cumplimiento y la calidad de la educación.
Es deber del Estado asegurar que nadie se vea impedido de
recibir educación adecuada por razón de su situación econó
mica o de limitaciones mentales o físicas.
Se da prioridad a la educación en la asignación de recursos
ordinarios del Presupuesto de la República.
C O N C O R D A N C IA S:
C.: arts. 13,14,15, 17,18,19,23,58,192 inc. 7); C.P.Ct.: art. 37 ines. 17), 18); Ley
28988; D.U.D.H.: art. 26; P.I.D.E.S.C.: arts. 13,15; C.AD.H.: art. 12
666
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 16
Asimismo, esto quiere decir que la función del Estado se irradia a todos los rincones
del territorio nacional.
Cabe indicar que la descentralización del sistema y régimen deben encaminarse a pro
curar un estándar, de tal forma que las diferencias importantes se conviertan, en lo posi
ble, únicamente en territoriales, sin dejar de tomar en consideración los elementos acce
sorios propios, que pueden ser muy importantes, pocos o muchos, de carácter regional,
respetando la identidad de las personas, y que finalmente se brinden paralelamente herra
mientas comunes que puedan facilitar la socialización del individuo y la convergencia al
interior de un todo común.
667
ART. 16 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
coordinar la política educativa, la forma como se conduce el sistema, el régimen y los ob
jetivos perseguidos.
Recuérdese que en materia educativa, los servicios no son inmutables, por el contra
rio,- se adaptan de forma permanente en función a las nuevas metodologías, descubrimien
tos, capacitaciones, actualizaciones, implementaciones varias y otros.
Igualmente sucede con los requisitos para la organización de los centros educativos.
Si bien es posible que sean constituidos por personas naturales y jurídicas, se deben res
petar ciertos lineamientos mínimos.
El Estado debe garantizar la pluralidad de ofertas y su acceso por parte de las perso
nas. No se puede elegir donde no existe concurso en la oferta. Tampoco se puede elegir en
la medida que las condiciones socioeconómicas y culturales de la persona natural no son
las apropiadas para decidir. La demanda debe ser satisfecha a plenitud. La oferta debe ser
adecuada y respetar las condiciones mínimas necesarias a imponerse. El Estado no pue
de ni debe crear un sistema cerrado de educación que impida o limite la libre competen
cia. La apertura y la competencia deben fomentar la pluralidad además de la calidad de la
oferta y sus diferencias, siempre dentro de los estándares mínimos concebidos para ello
(ningún centro educativo puede abstraerse del contexto legal institucional).
668
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 16
El estándar debe ser, en general, común a todos los casos, pero observando el criterio
de descentralización acotado líneas antes. No puede ser único. Deben observarse las ca
racterísticas individuales de cada proyecto, el nivel al que se avoca, tipo de gestión, etc.
Segundo, también es indispensable contar con un ente que primero imponga el están
dar y luego lo verifique. Este ente debe ser descentralizado.
Tercero, el estándar debe mantenerse abierto, y establecer, al igual que en los demás
casos, requisitos mínimos indispensables.
Cuarto, debe existir una institución guía, que puede variar en el tiempo. El mode
lo en teoría no es suficiente, su aplicación práctica resulta un elemento requerido en to
dos los casos.
No es un misterio que las instituciones públicas de educación son las primeras en in
cumplir el mandato. El Estado se ha propuesto metas que no es capaz de cumplir.
Para prestar servicios educativos se requiere de diseño y planificación que se ven con
cretados en infraestructura adecuada, maestros ad hoc, una administración profesional efi
ciente y en general una organización de soporte, todo lo que demanda inversión de ca
rácter permanente. Este costo lo sostiene la sociedad en su conjunto a través del pago de
tributos y en algunos casos, a través de la subvención por parte de otras empresas, no ne
cesariamente del mismo segmento de mercado.
669
t
ART. 16 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Esto lleva a considerar que si la sociedad está dispuesta, por ejemplo, a solventar la gra-
tuidad mediante tributos, es porque se solidariza con el sistema y sus conciudadanos y que
tiene pleno derecho a fiscalizar esa función y exigir un resultado adecuado (incluso por la
vía judicial), y ahí es donde nos referimos a la calidad.
Sin embargo, hoy es poco probable que una persona que pueda costear el servicio en
una institución privada, siendo esta mejor cualitativamente, prefiera acceder a otro tipo
de servicio (estatal). Son los privados los que en las últimas décadas han educado y pues
to al servicio del país profesionales calificados, sin perjuicio de los casos de éxito de los
entes públicos, mucho menores.
Si bien es cierto la mayor parte de los costos de enseñanza son financiados por el Es
tado con cargo a tributos generales, en algunos países existen tributos específicos para la
ayuda en educación.
En suma, se trata de balancear la oferta privada y pública, que bien entendida, resultan
en instituciones de derecho privado e instituciones de Derecho Público respectivamente,
que fungen como agentes de mercado y confluyen en un mismo segmento, educación, que
no es sino en general un servicio (de acuerdo a la LGE promulgada el año 2003)(1). El pú
blico en general, como usuarios y/o consumidores, tiene derecho a exigir él mismo están
dar de calidad para ambos tipos de instituciones.
III. Es deber del Estado asegurar que nadie se vea im pedido de re
cibir educación adecuada por razón de su situación económ ica
o de lim itaciones m entales o físicas
El precepto contiene varios supuestos. El Estado debe asegurar que todas las perso
nas reciban educación. La educación cumple un rol fundamental para la persona y debe
tender a igualar las oportunidades entre estas.
El concepto de educación
Es esencial, antes de realizar un examen del articulado del código, que recalemos so
bre el concepto de educación.
(1) Con lo que en última instancia se ha cumplido con la publicatio, esencial para tal calificación, cuestión
que el Tribunal Constitucional en algunas oportunidades se vio obligado a argumentar doctrinariamente,
sin el sustento positivo que hoy tiene.
670
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 16
Resulta indispensable entonces verificar qué entiende la legislación nacional por edu
cación, y qué menciones hace respecto a estos servicios (pues la mención a productos re
sulta nula).
Lógicamente, este hecho se atenuará dependiendo del tipo de servicio, costo, opor
tunidad, duración, experiencia previa del consumidor, grado de instrucción, expectativas
generales y particulares, información difundida y accesible, entre otros, por lo que debe
analizarse cada caso de manera muy particular.
El seguro que impone el precepto no significa que sea el Estado quien preste direc
tamente el servicio.
Las limitaciones a que se refiere la norma tienen que ver con el derecho a la no dis
criminación, y a los derechos fundamentales consagrados en el artículo 2 de la carta
constitucional.
Adicionalmente, el Estado debe velar para que aquellos que sufren limitaciones men
tales y físicas puedan acceder a una educación adecuada. Cada caso debe tratarse de ma
nera particular.
Al existir relación directa entre capital humano y productividad, este principio esti
mula asimismo el aumento de la riqueza. Tiene que ver también con temas de oferta y de
manda insatisfechas, a las cuales ya nos hemos referido en nuestros comentarios.
671
ART. 16 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Esto no significa que deba asignarse un monto que pueda ser libremente distribuido.
Con el derecho viene impuesta la obligación de dar cuenta respecto a los recursos des
tinados y su asignación valiosa y eficiente. Debe existir un marco operativo de gestión
presupuestaria.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
H E l E stado supervisa el fu ncionam iento de las actividades educativas sin in cidir ilegítim a
m ente en la creación y difusión del conocim iento: STC Exp. N° 00005-2004-A I/T C (f. j. 9).
¡jf E l deber de supervisión del E stad o atañ e tanto un control ex ante (dar autorizaciones) com o
e x p o s t (evaluación p erm an en te y rigurosa): STC Exp. N° 00017-2008-P I/T C (f. j. 166).
H El E stado debe garantizar que las carreras que las universidades o frezcan guard en relación
con el m ercad o laboral: STC E xp. N ° 00017-2008-PI/T C
B IB L IO G R A F ÍA
SALAZAR GALLEGOS, Max. La empresa educativa y los sujetos de derecho. En: Revista “Ius et
Praxis” . N° 33. Universidad de Lima, Fondo de Desarrollo Editorial. Lim a, 2002; Salazar Gallegos,
Max. Código Civil Comentado. Tomo I. D erechos de las Personas. Varios autores. Editorial Gaceta
Jurídica, Lima, 2003; SALAZAR GALLEGOS, Max. ¿ Unificación, transformación, fusión o creación
de personasjurídicas? A propósito del caso de la adecuación de instituciones educativas. En: Revista
“A ctualidad Jurídica”, Tomo 123, G aceta Jurídica, Lima, 2004; SALAZAR GALLEGOS, Max. La
acreditación universitaria. Globalización e internacionalización de la educación superior. En: “H a
cia una nueva universidad en el Perú” . Com pilación de ponencias. Editores: UNESCO, UNM SM ,
Universidad Ricardo Palma. Perú, 2003. FRIEDM AN, Milton y Rose. L ibertad de elegir. Ia edición.
Ediciones Orbis S.A. España. 1983. VARIOS AUTORES: La universidad latinoamericana ante los
nuevos escenarios de la región. Ia edición. Universidad Iberoamericana A.C. México, 1995; WOLFF,
Laurence y DE M OURA CASTRO, Claudio. P ublic orprívate education f o r Latín America?. Banco
Interamericano de Desarrollo. Sustainable D evelopm ent Department. Technical papers series; CAR-
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América Latina? Banco Interamericano de Desarrollo. Publicaciones. 1997. VARIOS AUTORES: El
difícil equilibrio: la educación superior como bien público y comercio de servicios Columbus. Perú,
2003; CARLSSON, Ola. Aspects o f internal organization andprivatization: profit vs. non profit in
education and social Service. School ofE conom ics and Management, L und University, Suecia, 2003.
Artículo 17 G ratuidad y ob ligatoried ad de la educación
La educación inicial, primaria y secundaria son obligatorias.
En las instituciones del Estado, la educación es gratuita. En
las universidades públicas el Estado garantiza el derecho a
educarse gratuitamente a los alumnos que mantengan un ren
dimiento satisfactorio y no cuenten con los recursos económicos
necesarios para cubrir los costos de educación.
Con elfin de garantizar la mayor pluralidad de la oferta edu
cativa, y en favor de quienes no puedan sufragar su educación,
la ley fija el modo de subvencionar la educación privada en
cualquiera de sus modalidades, incluyendo la comunal y la
cooperativa.
El Estado promueve la creación de centros de educación donde
la población los requiera.
El Estado garantiza la erradicación del analfabetismo. Asi
mismo fomenta la educación bilingüe e intercultural, según
las características de cada zona. Preserva las diversas ma
nifestaciones culturales y lingüísticas del Perú. Promueve la
integración nacional.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 ines. 1), 19); 6, 13,14,15, 16, 18, 19,48, 58, 89,200 inc. 1); C.P.Ct: art.
37 ines. 17), 18); L.O.P.J.: art. 15; Ley 28988; D.U.D.H.: arts. 26,27; P.I.D.E.S.C.:
arts. 13,14; C.D.N.: arts. 28,29; P.S.S.: arts. 13,16
I. . Finalidad de la educación
Así, en primer lugar, en cuanto a la finalidad del proceso educativo, nuestra Consti
tución declara en su artículo 13, en consonancia con lo señalado en el primer párrafo del
(1) Baste recordar que los derechos a la alimentación y a la vivienda, recogidos expresamente en la Constitución
de 1979 y reconocidos en el artículo 11 del PIDESC, fueron suprimidos de la Carta Constitucional de 1993.
673
ART. 17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En consonancia con este aserto y con el hecho de que la educación es también indis
pensable para el desarrollo de una sociedad tolerante y democrática, que respete las mi
norías y los derechos humanos, así como el medio ambiente y propugne la igualdad entre
los sexos®, nuestra Constitución ha previsto en su artículo 14 que la educación prom ue
ve, además del estudio de las ciencias, la técnica, la educación física y el deporte; el apren
dizaje y la práctica de las hum anidades y el arte, “prepara -en sum a- para la vida y el
trabajo, y fomenta la solidaridad”. Es deber pues del Estado, de acuerdo a lo prescrito
expresamente por la Constitución, no solo el fomento del desarrollo científico y tecnoló
gico del país, sino también la formación ética y cívica, y la enseñanza de la Constitución
y los derechos humanos en todo proceso educativo civil y militar®. El primer conteni
do normativo del derecho a la educación tiene que ver pues con la prescripción de aque
llo que, indefectiblemente, debe enseñarse en todo centro educativo, en cualquier nivel,
y que incluye tanto contenidos de tipo científico y técnico (conocimiento aplicado, en la
óptica de una educación para el trabajo o educación para la renta), como contenidos de
tipo humanístico o artístico (desarrollo de capacidades críticas e imaginativas, en la óp
tica de una educación para la vida y la ciudadanía democrática).
(2) Informe presentado por Katarina Tomasevski, Relatora Especial sobre el Derecho a la Educación,
E/CN.4/2004/45, de 25/01/2004, párrafo 11.
(3) Párrafo 1 d é la O G N ° 13 delCDESC.
(4) De acuerdo a lo expresado en el artículo 26 párrafo 2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos,
el artículo 13 del PIDESC y los párrafos 1 al 5 de la OG N° 13 del CDESC.
(5) Martha Nussbaum ha sido quien ha advertido recientemente, a pesar de la existencia de estos mandatos
normativos en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, de una “crisis silenciosa” en los sistemas
educativos de todo el mundo, los cuales guiados por la euforia del crecimiento económico y la necesidad de
competitividad, han privilegiado la enseñanza de materias que sean “útiles” para la inserción de los jóvenes
en el mercado laboral, en desmedro de la enseñanza de las humanidades, que han ido desapareciendo de
los planes de estudio o reduciéndose a las cuestiones más elementales. NUSSBAUM, Martha. Sin fines
de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Katz, Buenos Aires, 2010.
674
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.17
III. La accesibilidad
En cuanto a la dimensión de la accesibilidad, es preciso recordar que la OG N° 13, ha
establecido que la misma posee tres vertientes: la no discriminación, la accesibilidad mate
rial y la accesibilidad económica. La no discriminación supone, por lo menos, dos cosas: i)
que en la elaboración de las políticas públicas y en la implementación de los mecanismos
administrativos tendientes a brindar acceso a los servicios educativos, no se establezcan
obstáculos que impidan a grupos especiales de la población (mujeres, pueblos indígenas,
minorías étnicas, etc.), el acceso a la educación; ii) que dichas poblaciones especialmente
desfavorecidas, y que requieren medidas especiales para garantizar su acceso a la educa
ción, sean objeto de políticas públicas y medidas administrativas “especiales” para permi
tir el goce del proceso educativo. Aunque la Constitución no menciona expresamente “la
no discriminación” en el acceso a la educación, este es un mandato que se deriva del ar
tículo 2.2 del texto constitucional. El hecho de que aún hoy, en pleno siglo XXI, las esta
dísticas sigan arrojando, que los principales niveles de analfabetismo y déficit educativo,
se dan en mujeres, poblaciones rurales y pobres, puede verse no solo como muestra de la
incapacidad estatal de universalizar la educación, producto de la siempre recurrida “falta
de recursos, económicos”, sino como un indicador de la marcada postergación y desaten
ción que han sufrido dichos grupos poblacionales durante toda nuestra vida republicana.
Sea como fuere (por incapacidad o por negligencia indolente), la presencia de dicho pa
trón de exclusión en el acceso a la educación no representa otra cosa que una “violación”
del derecho de acceso a una educación de calidad.
675
ART. 17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(6) TOMASEVSKI, Katarina. El asalto a la educación. Intermón Oxfam, Barcelona, 2004, p. 65.
(7) Ibídem, p. 155 y ss.
676
/
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 17
“Lo cierto es que hoy [en Chile] la única decisión que toman los padres es con quien
NO educan a sus hijos. Cuando una familia paga 10 mil pesos como financiamiento
compartido en un establecimiento particular subvencionado la función principal de
esos 10 mil pesos es asegurar que todos los compañeros de sus hijos provendrán de
familias que puedan al menos pagar 10 mil pesos. Por eso las familias pagan aun
cuando su dinero no se traduzca en resultados medióles: esos resultados no importan,
lo que importa es el ambiente social del establecimiento”^ .
El acceso a la escuela determinada por esta realidad de división social y segregación
basada en el ingreso, en el origen social y el entorno en el que se crían los niños, no afec
ta solo la calidad de la enseñanza y el futuro de los educandos cuando tengan que compe
tir en el mercado laboral, sino que reproduce la estigmatización y la falta de integración
entre segmentos de la sociedad que quedan así desconectados unos de otros. Este patrón
estructural de los sistemas educativos actuales impide pues, al margen de los contenidos
que se impartan en la escuela (orientados, por lo demás -como ya se dijo-, principalmen
te hacia el mercado), cumplir uno de los objetivos primordiales de la educación -ordena
do así por los tratados internacionales- como es la superación de los motivos discrimina
torios existentes en las sociedades actuales. Tampoco permite alcanzar uno de sus fines
más preciados que es, como la Constitución reza en el último párrafo del artículo 17: “Pro
mover la integración nacional”.
(8) ATRIA, Femando: “ 10 lugares comunes falsos sobre la educación”, en el Lugar N° 1: “Hoy las familias
tienen la libertad de elegir la educación que recibirán sus hijos”. Vide:<http://ciperchile.cl/2011/07/26/
n%c2%b0-l-%e2%80%9choy-las-familias-tienen-la-libertad-de-elegir-la-educacion-que-recibiran-sus-
hijos%e2%80%9d/>.
§77
ART. 17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
(9) FERRAJOLI, Luigi. Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia. Volumen segundo, Teoría de
la democracia, Trotta, Madrid, 2011, p. 401.
(10) Ibídem, 402.
678
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 17
no fue porque la educación debía prestidigitarse por el Estado, sino justamente al contra
rio: porque esta debía desarrollarse bajo ciertos cánones valorativos que el Estado tenía
la obligación de preservar y garantizar. No podía tener este pues -como ya se dijo- la po
testad de modificar dichos valores ni el programa educativo para ajustarlos a los objetivos
inmediatos que el Estado pudiera tener. Recordemos que en el proceso de elaboración de
la Declaración Universal de Derechos Humanos una de las objeciones a que la educación
fuera obligatoria era el temor a que el Estado pudiera imponer modelos educativos con
trarios a los objetivos de la Organización de las Naciones Unidas. Por dicha razón tam
bién, es que se incluyó, como contrapeso, en el artículo 26.2 de la DUDH, la referencia al
derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos. La pluralidad de la oferta educa
tiva que se pretendía garantizar con esta norma y con el derecho a fundar escuelas priva
das por particulares, respondía al objetivo final de impedir una monopolización estatal de
la enseñanza que pudiera ser contraria a los derechos humanos(11).
“De autos se puede advertir que, en el caso, si bien se trata de un contrato de presta
ciones recíprocas, no por ello se puede atribuir, sin más, a la presente controversia una
naturaleza civil o contractual, que deba ser resuelta al amparo de las normas de Derecho
Privado, en la medida que el servicio brindado por la demandada es considerado como
un servicio público, el cual atiende a la prestación de un específico derecho social
fundamental como el derecho a la educación. Lo que cabe en todo caso determinar
679
ART.17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
680
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 17
del Estado y a los valores constitucionales), mas no la libertad de seleccionar a sus estu
diantes. La libertad -afirma Atria- es la de los padres de incorporar a sus hijos a una es
cuela con un proyecto educativo determinado, no la de la escuela de seleccionar estudian
tes en función de los criterios que estime convenientes.
Si a esta libertad de selección de las escuelas le sumamos la de los padres de usar sus
recursos dentro del sistema educativo para definir el tipo de educación de sus hijos, tene
mos que solo los hijos de los ricos accederán a escuelas privadas, donde la calidad de la
enseñanza se corresponde con la cantidad de dinero que aportan los padres, resignándose
el resto de estudiantes a recibir el escaso financiamiento que el Estado otorga a las escuelas
públicas. Los padres -dice Atria- ostentan un deber especial con la educación de sus hijos
y tienen naturalmente un punto de vista parcial ante el sistema educativo (solo aportarán
a la escuela donde se forme su hijo); nada hay de cuestionable en ello. Pero el punto de
vista de los padres -nos persuade el profesor chileno- no puede ser el de la ley, que debe
ser imparcial y buscar el interés general o de todos los estudiantes. Solo si la ley prohíbe
el gasto privado en educación, garantizando por lo tanto una equitativa redistribución de
los recursos estatales destinados al sistema educativo, se podría afirmar que la educación
que recibe cada quien es fruto de su derecho de acceso a la educación y no de un privi
legio de clase. Ahora, frente al argumento de que dicho sistema de distribución educati
va sería regresivo, porque apartaría a los hijos de los ricos de la educación de superlativa
calidad que ya reciben, Atria responde que los padres adinerados siempre podrán en todo
caso presionar por mejorar la calidad de la enseñanza, haciendo por ejemplo que se incre
mente el presupuesto en educación, presión que sin embargo ahora sí redundará en bene
ficio de todos los estudiantes y no solo de los chicos con buena suerte06).
(16) Esta propuesta es ampliamente detallada en ATRIA, Femando. Mercado y ciudadanía en la educación.
Flandes Indiano, Santiago de Chile, 2007.
681
ART. 17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
actuales, de modo que la educación no solo cumpla con el objetivo de brindar una igual
dad de oportunidades cuando los chicos compitan en el ámbito laboral, sino con el objeti
vo de que el proceso educativo sea un verdadero espacio de socialización donde los niños
puedan aprender los valores de la diversidad, la tolerancia y la solidaridad, indispensa
bles para el forjamiento de una sociedad democrática y justa. No obstante, es preciso no
tar que un cambio como el que se propone encontraría fuertes resistencias, a las que solo
cabría enfrentar con un decidido y esclarecido panorama de lo que implica hablar de la
educación como un derecho humano.
1 682
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 17
c) Por su parte, la enseñanza superior debe hacerse accesible a todos, pero sobre
la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en
particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita. Aquí al igual
que la enseñanza secundaria la obligación de gratuidad no es ineludible o pe
rentoria, sino solo progresiva. En este caso, sin embargo, la educación no tiene
el carácter de generalizada, sino que solo se brinda en función a la capacidad de
cada uno, es decir, en función del mérito que cada joven haga para pertenecer a
un centro educativo superior. Valen pues en este nivel los métodos de selección
o los llamados “exámenes de admisión”.
La Constitución de 1993 en su artículo 17 ha brindado al derecho a la educación, en
cuanto a la accesibilidad económica, una protección más amplia que el artículo 13 del PI-
DESC. Así para nuestra Constitución, tanto a la educación inicial como la primaria y se
cundaria son obligatorias al mismo tiempo que gratuitas en las instituciones del Estado.
En el caso de la educación superior la accesibilidad económica gratuita se condiciona tan
to al rendimiento satisfactorio del estudiante como a la falta de recursos económicos ne
cesarios para cubrir los costos de educación.
Aunque desde hace un tiempo las reformas neoliberales presionan por políticas de
focalización en el ámbito educativo, que destinen los recursos solo a poblaciones extre
madamente pobres, obligando al resto de la población a contribuir o a solventar íntegra
mente la educación, es preciso recordar, en primer lugar, que la educación gratuita se fun
dó en el hecho de que la privatización o el mercado no es un medio eficiente de asignar
recursos cuyos rendimientos económicos se producen a largo plazo. Las escuelas priva
das o los mismos padres no destinarán los amplios recursos que requiere la educación si
no ven rápidamente retomados los beneficios de dicha inversión. Por el contrario, al Es
tado, cuyo objetivo es promover el bienestar general, se le ha considerado siempre como
el medio más seguro de efectuar inversiones hacia el futuro(17).
por el Estado para identificar a los beneficiarios de los subsidios condicionados; v) la edu
cación gratuita universal permite que chicos provenientes de distintos estratos sociales in
teractúen, y al margen del beneficio que esto comporta para la socialización y fomento de
la tolerancia y la solidaridad, ello conduce -como diría A tria- a que las familias de todas
las clases sociales convelan en la defensa del mismo bien público (educación) y coadyu
ven al mejoramiento de su calidad, situación que no se produce con la focalización, don
de la gente rica contribuye con sus impuestos a un programa social del cual no obtienen
beneficios, por lo que su sostenibilidad en el tiempo puede verse comprometida; y final
mente vi) la gratuidad recordaría que hay ciertos bienes que no pueden tratarse como mer
cancías, pues su otorgamiento no depende de la rentabilidad económica que generen, sino
de su condición de derecho humano, esto es, de un bien indispensable para la satisfacción
de una necesidad básica vital0 8).
XI. Aceptabilidad
Por último, en lo relacionado a la aceptabilidad del servicio educativo, esta dimensión
está vinculada, como afirma la OG N° 13, con la adecuación de los programas educativos
(18) UPRIMY YEPES, Rodrigo y RODRÍGUEZ GARAVITO, César. “Constitución, modelo económico y
políticas públicas: Una propuesta de integración a propósito del debate sobre el derecho a la educación en
Colombia”. En: Derechos sociales: justicia, política y economía en América Latina. Pilar Arcidiácono,
Nicolás Espejo Yaksic y César Rodríguez Garavito (coordinadores), Siglo del Hombre, Universidad de
los Andes, Universidad Diego Portales, Centro de Estudios Legales y Sociales - CELS y Red (Latino)
Americana y Europea de Derechos Humanos - LAEHR, Bogotá, 2010, pp. 271-278,
(19) Ibídem, pp. 278-281.
684
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 17
**********
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp E l E stado está obligado a crear centros de educación donde la población lo requiera con
la finalidad de asegurar el debido acceso a la educación: ST C Exp. N ° 00017-2008-PI/
T C ( f .j. 11).
B IB L IO G R A F ÍA •
ATRIA, Fem ando. M ercado y ciu dadan ía en la educación. Flandes Indiano, Santiago de Chile,
2007; ATRIA, Femando: “ 10 lugares comunes falsos sobre la educación”, en el Lugar N° 1: “Hoy
las familias tienen la libertad de elegir la educación que recibirán sus hijos”. Vide: <http://ciperchile.
cl/2011/07/26/n% c2% b0-l-% e2%80% 9choy-las-fam ilias-tienen-la-libertad-de-elegir-la-edücacion-
que-recibiran-sus-hijos%e2%80%9d/>; ATRIA, Fem ando: “ 10 lugares comunes falsos sobre la edu
cación”. En: Una pro p u esta p a r a una educación chilena m enos segregada. Vide: <http://ciperchile.
cl/201 l/08/06/una-propuesta-para-una-educacion-chilena-m enos-segregada/>; FERRAJOLI, Luigi.
685
ART. 17 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
P rin cipia inris. Teoría d e l derech o y d e la dem ocracia. Volumen segundo. Teoría de la democracia.
Trotta, Madrid, 2011; N U SSBAUM , M artha. Sin fin e s de lucro. P o r qu é la d em ocracia n ecesita de
las hum anidades. Katz, Buenos A ires, 2010; TOMASEVSKI, Katarina. E l a sa lto a la educación.
Intermón Oxfam. Barcelona, 2004; UPRIM Y YEPES, Rodrigo y RODRÍGUEZ GARAVITO, César.
“Constitución, modelo económ ico y políticas públicas: U na propuesta de integración a propósito
del debate sobre el derecho a la educación en Colombia”. En: D erech os so cia les: ju sticia , p o lític a y
econ om ía en A m érica L atin a. Pilar Arcidiácono, Nicolás Espejo Yaksic y César Rodríguez Garavito
(coordinadores), Siglo del Hombre, Universidad de los Andes, U niversidad Diego Portales, Centro
de Estudios Legales y Sociales - CELS y Red (Latino) A m ericana y Europea de Derechos Humanos
- LAEHR, Bogotá, 2010.
686
Artículo 18 R é g im e n u n iv e r s ita r io
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 8), 13,14,15,16,17,19,74,200 inc. 2); C .P .C t : art. 37\incs. 17), 18),
21); D. Leg. 882: art. 5; D.U.D.H.: arts. 26,27; P.I.D.E.S.C.: art. 13.2 Írtele); P.S.S.:
art. 13.3 inc. c)
El texto nos remite a los fines de la educación universitaria y no a los fines de las ins
tituciones. Así, encontramos que a lo largo de los artículos constitucionales no se hace
mención a un fin específico de las instituciones educativas, sino que se dilucida conforme
al artículo 14, que la enseñanza se imparte con sujeción a los fines de la correspondiente
institución. Se da por sentado, sin mencionarlo de manera expresa y unívoca, que la en
señanza es el fin principal de cualquier institución educativa.
La temática resulta en parte extraña al sistema adoptado por el mundo del Derecho y
en general a la corriente legislativa imperante en nuestro país, aun cuando esto pueda sonar
contradictorio tratándose de la carta magna, llamada a delinear estos aspectos justamente.
Antes de verificar el ejercicio de una libertad a nivel constitucional e institucional
(en este caso, la de brindar el servicio de educación) debemos primero tipificar el fin de
la institución.
Los fines de una institución deben ser considerados como los objetivos básicos y funda
mentales para su desenvolvimiento en sociedad. En primera instancia la institución se debe
a estos fines y es por ellos mismos por los cuales adquiere importancia para el Derecho.
Así, amparamos aquellas actividades que consideramos valiosas para nuestro entor
no, en este caso, de interés social. El fin debe cumplir con las características de ser lícito,
valioso y posible. La educación cumple cabalmente estos aspectos.
687
ART. 18 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Existe normalmente un fin principal y otros que como anexos al mismo, son conside
rados accesorios, sea que lo complementen o no.
En este sentido, la educación que se imparte en las universidades debe lograr una fun
ción integradora, esto es que debe formar profesionalmente al educando teniendo en con
sideración al mismo tiempo los fines expuestos en el articulado.
Tenemos por cierto que los fines expuestos en tomo a la educación deben ser observados
en todos los casos y por supuesto, ser pasibles de comprobación mediante su fiscalización.
La libertad de cátedra tiene que ver por un lado con la libertad de expresión y difu
sión del pensamiento de la que todos gozamos en cualquier lugar, dentro de los límites
de las leyes. Por otro lado, la libertad de cátedra tiene que ver con los fines de cada ins
titución, respetando los preceptos constitucionales y las leyes vigentes sobre la materia.
Lo mismo ocurre con la intolerancia que es una forma de discriminación.
Obviamente, la cátedra es libre dentro de los márgenes legales, como ya apuntamos,
siempre que cumpla con el objetivo propio de la educación y sus fines. La garantía otor
gada entonces debe ser entendida dentro del contexto del artículo y el capítulo corres
pondiente, en particular aquel que tiene que ver con el Derecho y deber del Estado de
coordinar la política educativa y formular los lineamientos generales de los planes de es
tudio, así como la supervisión de su cumplimiento y calidad, a todo lo cual hay que su
mar los fines de la respectiva institución educativa.
No puede interpretarse bajo ningún punto de vista que la libertad aludida implique
otorgar libre albedrío para desnaturalizar las materias a tratar, pues estas deben formar par
te de un sistema integrado que procure el cumplimiento de los fines ya expuestos.
688
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 18
dicha norma también demuestre falta de técnica legislativa, por la disparidad de situacio
nes que pretende regular).
Si recordamos, tal párrafo decía que % ..) Toda persona, natural o jurídica, tiene
derecho de promover y conducir instituciones educativas y el de transferir la propie
dad de estas, conforme a ley”.
En primer lugar debe tomarse en cuenta que se encuentra dirigido principalmente a los
particulares y de manera secundaria a la empresa pública. El Estado ejecuta en este sen
tido una labor subsidiaria. En ninguna parte del texto constitucional encontramos obliga
toriedad por parte del Estado o de sus empresas para constituir, dirigir y conducir institu
ciones públicas educativas.
En tercer lugar, la norma permite que los particulares, bajo determinada organización
de carácter societario o asociativo (hoy en discusión, aunque nuestro criterio, nada afec
ta que sea una u otra, con las distinciones simples que al organizarse sin fines de lucro se
generan incentivos perversos para el ejercicio abusivo de los derechos reconocidos, y no
se genera la intemalización de las extemalidades negativas, esto es, de forma eficiente; se
implica un competencia sana entre quienes adoptan el modelo societario y el asociativo,
donde las sociedades deben maximizar su eficiencia, pues si resultan repartiendo utilidad,
pierden frente a los que no lo hacen; los mecanismos de gestión son más fáciles de con
ducir, aparentemente en una sociedad; las sociedades son más proclives para atraer inver
sión privada, pues generan, además de la autonomía patrimonial absoluta, la ventaja de la
propiedad, que implica a su vez la seguridad del retomo de los beneficios; problemas de
agencia entre inversionistas y gestores en sociedades, mientras que estos existirán entre
donadores y administradores en asociaciones; y un largo etcétera. Entre otras cuestiones
dogmáticas que implican reconocer que las estructuras corporativas no son malas per se,
sino que son las personas que las administran quienes deben estar alineadas con los resul
tados de las mismas), puedan elegir y dedicarse a estas actividades.
689
ART. 18 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
del grupo de personas organizadas con un fin valioso con reconocimiento parcial y subje
tividad para el desarrollo de estas labores. No puede modificarse ni extenderse el alcance
del texto por vía interpretativa ni por norma de rango inferior. Estas actividades entonces
podrían ejecutarse, adicionalmente a la persona natural, por entes organizados colectiva
mente y reconocidos como personas jurídicas, y otros que no, merced al procedimiento
establecido por el Estado en cada caso, después de cumplidas las normas correspondien
tes; sin embargo, en la práctica, esto no ocurre así.
Las definiciones de los institutos jurídicos expresadas en una norma de carácter ge
neral resultan para el derecho, las más de las veces, innecesarias. Si bien es cierto en al
gunos casos pueden resultar útiles suelen incurrir en errores conceptuales e imponen li
mitaciones prácticas al desarrollo, entre otros. Su contenido es y debe ser dejado en esas
ocasiones a la labor doctrinaria, la jurisprudencia y a otras fuentes más informadas; máxi
me cuando se trata de delimitar una materia con un contenido delicado y cambiante, poco
estático, como es el caso actual.
En quinto lugar, la norma hace mención indirecta al derecho que tienen las personas
para dedicarse a la conducción de instituciones educativas. Conducir una entidad educati
va implica decidir el camino que esta ha de recorrer, tanto en el presente como en el futu
ro. Para el modelo educativo, desde siempre, la conducción no ha sido considerada bajo la
misma identidad conceptual que rige para el resto de actividades económicas. Este es otro
ejemplo de la especialidad de los vocablos y definiciones en lo que a institutos jurídicos
se refiere, aunque, debemos si aclarar, aquí resultan privativos de la legislación educativa.
690
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 18
Hoy, se reconoce para estas materias un elemento esencial para el desarrollo de casi
cualquier actividad económica: el derecho de propiedad.
En efecto, las personas naturales y jurídicas gozan del derecho de propiedad sobre las
instituciones que promuevan y conduzcan.
La asociación, como cualquier otro sujeto de derecho privado sin fines de lucro, com
parte con los de su género, entre otras, la característica de carecer de propietarios. En este
mismo sentido, ha de tomarse en cuenta que una entidad educativa carente de asimilación
dentro de los entes colectivos reconocidos, tal como lo plasmaban las normas y se arras
traba parcialmente hasta hace poco, resultaba una esfera etérea sobre la cual ejercer con
trol efectivo, comúnmente reducida a un simple bien, y sujeta al amparo del derecho de
los contratos y no al de las personas jurídicas.
De esta forma, se colige que sin contar con una normativa clara y suficiente sobre el
particular resultaría legalmente imposible transferir un bien sobre el cual: (i) no se tie
nen derechos de propiedad; y (ii) no se encuentra definida su esencia o dé hecho se tor
na errada su concepción.
§91
ART.18 V- DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Para poder concederle a una persona la posibilidad a transferir un bien, deberemos re
conocerle en primer lugar la propiedad sobre ese bien; luego, quizás, definir ese bien (no
necesariamente en ese orden).
En efecto, y es que el análisis no se agota en lo que el texto pueda describir, sino que
también debe tomarse en cuenta lo que no dice y/o lo que ha omitido decir con relación a
estos supuestos o hechos relacionados.
Nuestro análisis nos lleva a interpretar que la actual Constitución permite que las ins
tituciones educativas puedan adoptar tipos jurídicos que viabilicen la distribución de uti
lidades entre sus miembros; esto es, formas societarias bajo la titularidad de personas re
conocidas y que cuentan a su vez con títulos representativos de participación social.
En efecto, y es que una entidad necesita ser autorizada a funcionar antes de poder rea
lizar actividades económicas, lo que es previo aún a la conducción.
692
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 18
Lo cierto es que de la norma bajo comentario no se traduce una definición jurídica ple
na que pueda llevar a comprender en su totalidad al ente materia de estudio.
Difícilmente entonces podemos hacer coincidir el precepto constitucional con una de
finición de universidad. No obstante lo acotado no podemos dejar de afirmar que la nor
ma contiene un principio que debe ser respetado y es que este precepto debe ser entendi
do en su real dimensión, cual es la de congregar en la actividad habitual de la institución
que regula, a los diferentes grupos de personas a las cuales se refiere.
693
ART. 18 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Estas instituciones gozan de una libertad que es ajena a los demás centros de educa
ción. En este sentido, su autonomía implica que ellas mismas aprueban los regímenes co
rrespondientes a los aspectos identificados por la norma.
Es natural que todo sujeto de derecho colectivo cuente con un estatuto al cual referir
se. Dicho estatuto surge de la voluntad de las personas amparada en la ley, y es consus
tancial a la libertad de asociación que rige constitucionalmente.
Ahora bien, la autonomía debe ser entendida dentro del marco legal instituido; es de
cir, respetando la legislación de la materia. Leyes y normas de rango inferior que se re
fieran a estos aspectos pueden ser aprobadas, siempre que respeten el principio constitu
cional, y en este sentido, no impongan sino un marco dentro del cual desenvolverse que
respete el estado de derecho.
694
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 18
El caso de las privadas es distinto, pero también pueden recibir (como una facul
tad) una asignación por parte del Estado con cargo al presupuesto general de la Repú
blica. Sin embargo, el caso común es de autosostenimiento. Asimismo, en el plano la
boral, si bien es cierto se pueden estipular condiciones especiales por normas del mismo
rango, los profesores estarían adscritos al régimen de la actividad privada, también re
gulado por ley.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j| La fuerza jurídica del derecho fundam ental a la educación, así como los fines constitucio
nales que está llamado a cumplir, rigen también en el ámbito de la educación universitaria:
STC Exp. N° 00017-2008-PI/TC (f.j. 15).
jjj L a autonom ía universitaria tiene una especial protección que hace imposible al legislador
lim itar su contenido esencial: STC Exp. N° 00011 -2013-AI/TC (f. j . 46).
[jj] La libertad académica se ha consagrado contra los posibles embates del poder político:
STC Exp. N° 04232-2004-AA/TC (f. j. 28).
B IB L IO G R A F ÍA
SALAZAR GALLEGOS, Max. La em presa educativa y los sujetos de derecho. En: Revista “Ius
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ART. 18 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
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696
t
A r tíc u lo 1 9 R é g im e n t r ib u t a r io d e la e d u c a c ió n
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 13, 14,15, 16, 17, 18, 74, 79; C.P.Ct: art. 37 ines. 17), 18), 21); D.U.D.H.:
art. 26; P.I.D.E.S.C.: art. 13.2 inc. c); P.S.S.: art. 13.3 inc. c)
El primer párrafo de la norma está dirigido de manera especial para las instituciones
privadas. El Estado es el gran garante constitucional en lo que a educación se refiere, y
como tal se ha impuesto una labor que por lo pronto supera sus límites.
697
ART.19 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
titularidades), de política gubernamental (falta priorizar el gasto del sector, a pesar de los
ya existentes mandatos constitucionales en este sentido) u otro que tenga que ver con la
revisión de metas, logros y objetivos en un determinado ejercicio o periodo, lo cierto es
que es necesario plantear claramente los problemas existentes para encontrar las solucio
nes adecuadas (una de ellas, identificar, focalizar y priorizar áreas de desarrollo para la in
versión pública, dejando atrás el mantenimiento directo de otras, poniendo estas últimas
en manos de terceros -iglesia, organismos internacionales, de cooperación, sector priva
do, etc - por lo menos de manera temporal, bajo supervisión).
El país crece en la medida que sus ciudadanos se insertan en un mismo camino de de
sarrollo. Para esto es necesario priorizar la inversión en educación de calidad, ya que esta
genera valor agregado al capital humano con el que cuenta la nación, condicionamientos
que se pueden hacer valer en la practica, generando a su vez mejores condiciones de vida
para las personas, debido a su mejor adaptación a la vida, al trabajo (conforme a los fines
constitucionales), haciendo fluir riqueza. La posibilidad de acceder a una mejor forma de
vida, en la generalidad de los casos, es directamente proporcional al nivel educativo con
el que cuente cada persona, en principio.
Inversión privada es requerida para solventar las actividades educativas y hacerlas efi
caces. En su búsqueda de inversión el Estado ha considerado que no debe imponer barre
ras de acceso para los diferentes agentes que pretendan ingresar al sector, sino que por el
contrario, debe crear las condiciones que incentiven dicho accionar.
698
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 19
Ahora bien, la garantía constitucional está basada en dos requisitos, que son los que
deben cumplir las instituciones educativas para gozar de la inafectación.
El segundo de los requisitos es que la inafectación solo favorezca los bienes, acti
vidades y servicios propios de la finalidad educativa. Esto nos abre la posibilidad de re
glamentar cuáles serán estos bienes, actividades y servicios. Las instituciones educa
tivas proyectan sus actividades hacia la comunidad, en especial las de nivel superior,
prestando servicios y transfiriendo bienes. Estos servicios y bienes, obviamente, deben
ser de carácter educativo, pues lo contrario desnaturalizaría el precepto. Esto también
quiere decir que en determinadas circunstancias, algunas actividades que presten estos
centros educativos pueden no estar sujetas a la inafectación y no por ello estar actuan
do de manera contraria a derecho o desnaturalizando su propósito, salvo atenten con
tra la competencia.
Bajo nuestro análisis, no cabe considerar como centro educativo y por tanto, sujeto a
las leyes de la materia, salvo las de carácter sancionador, a aquellas instituciones que no
han recibido la autorización correspondiente luego de haber cursado por el procedimiento
respectivo, respetando los parámetros de ley y que pretendan posicionarse ante el público
como uno formalmente autorizado. Obviamente, el procedimiento y las leyes para lograr
699
ART. 19 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
ello, no pueden violar a su vez los principios establecidos por la constitución. La vía judi
cial puede resultar un camino adecuado para salvar el ejercicio abusivo del derecho o su
desconocimiento por parte de las entidades educativas reguladoras, pero no puede desco
nocer la autoridad para licenciar funcionamientos ni tampoco inafectaciones, sino man
dar que se corrija la infracción y aplique la norma correspondiente en cada caso, hacien
do transitar a las instituciones bajo el manto de la ley, sin peijuicio de recurrir a instancias
superiores. Resultaría absurdo, por ejemplo, que una entidad pretenda gozar de manera
permanente de la calidad de educativa merced a una acción de amparo, como aparente
mente pudiera hacerse.
Concretamente: (i) solo reciben la calificación de centros educativos aquellas entida
des constituidas formalmente y autorizadas a funcionar como tales por las autoridades del
sector; (ii) Solo existen dos requisitos para gozar del beneficio tributario; a) la constitu
ción formal y autorización; y b) la realización de actividades y servicios propios además
de la transferencia de bienes, que sean consustanciales a la finalidad educativa; (iii) todas
las leyes que regulan impuestos aplicables al sector deben respetar la inafectación, caso
contrario, carecerían de validez.
700
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 19
Los mismo ocurre en el plano cultural con las instituciones que se dedican a tan noble
tarea. El Estado nuevamente debe crear las condiciones que favorezcan de alguna manera
a todos aquellos que deseen incursionar en estas actividades y que forman parte de todas
las que favorecen el desarrollo personal de los ciudadanos de la República.
La clásica distinción de entidades con o sin fines de lucro está basada en el factor re
sultante de la organización y reparto de beneficios internos entre los miembros que las
conforman, lo que se hace únicamente entre ellos, siendo que en puridad, de acuerdo a
su funcionamiento, aisladamente considerados los resultados de la empresa de sus miem
bros, siempre se buscará el fin de lucro como expresión de una gestión eficiente y resul
tado esperado para continuar en actividades. Aún más, en las denominadas personas ju
rídicas sin fines de lucro no existen propietarios con título válido para exigir dividendos,
por lo cual no pueden distribuir entre estos lo que por de hecho y derecho no les pertene
ce, como son las utilidades de la institución.
No es ya la caracterización del tipo social y sus fines lo que define a un ente corpora
tivo, sino sus funciones. La estructura es neutral frente al ánimo lucrativo.
701
ART.19 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
j¡] E l im puesto p red ial se e ncuentra com prendido en el supuesto de inafectación siem pre
y cuando dichos trib u to s p re te n d an g ravar b ien es, actividades y servicios propios de la
finalidad educativa: ST C E xp. N° 03510-2013-PA /T C (f. j. 8).
B IB L IO G R A F ÍA
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DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 19
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703
t
A rtículo 20 C olegios p rofesionales y colegiación
ob ligatoria
Los colegios profesionales son instituciones autónomas con
personalidad de derecho público. La ley señala los casos en
que la colegiación es obligatoria.
C O N C O R D A N C IA S:
C.: arts. 107,155 inc. 4), 203 inc. 7); C.P.Ct: art. 99; D.L. 26092: art. 1
I. Antecedentes
La consagración jurídica de los colegios profesionales se realizó incluso desde los
tiempos de la Colonia®; sin embargo, su inclusión a nivel constitucional no tiene antece
dentes anteriores a 1979. En el artículo 33 de la Carta Política de dicho año se estableció
que “los colegios profesionales son instituciones autónomas con personería de derecho
público”, dejando espacio a la ley para que a través de ella se establezcan las formas de
constitución y las rentas de dichas corporaciones. Asimismo, señalaba que era obligato
ria “la colegiación para el ejercicio de las profesiones universitarias que señala la ley”1(2)3.
Merece resaltarse, más bien, que, un año antes, la Constitución española de 1978
constitucionalizaba ya a los colegios y otras organizaciones profesionales®. Al parecer,
de este antecedente se valió el constituyente peruano, quien los introdujo en la Carta de
1979, aunque con alcances muy diversos que tendremos ocasión de señalar más adelante.
(1) GARCÍA TOMA, Víctor. Análisis sistemático de la Constitución peruana de 1993. Vol. II. Fondo de
Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima, Lima, 1998, pp. 75 y 76.
(2) Marcial Rubio Correa cree encontrar una referencia a los colegios profesionales en el segundo párrafo
del artículo 46 de la Constitución de 1920 que señalaba: “La ley determinará las profesiones liberales que
requieren título para su ejercicio, las condiciones para obtenerlo y las autoridades que han de expedirlo”.
Cfr. RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución de 1993. Tomo 2, Fondo Editorial de laPUCP,
Lima, 1999, p. 190. Sin embargo, como demostraremos más adelante, tal conclusión es equivocada.
(3) Cff. los artículos 36 y 52 de la Constitución española de 1978. Debe aclararse que el texto español no hace
referencia ni a la personería de Derecho Público ni a la autonomía que la Constitución peruana de 1979
otorgaba a los colegios profesionales, atributos, ambos, reproducidos en nuestro texto de 1993.
704
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.20
(4) La Novena Disposición Final y Transitoria de la Constitución también los menciona, aunque sin mayor
relevancia por ahora.
(5) Cfr. GARCÍA TOMA, Víctor. Ob. cit., p. 75. Con similares alcances, BERNALES, Enrique. La Constitución
de 1993: Análisis comparado. Ciedla, Lima, 1996, pp.210y211. Asimismo, RUBIO CORREA, Marcial.
Ob. cit., p. 191.
(6) Cfr. PAREJA PAZ SOLDÁN, José. Derecho Constitucionalperuano y la Constitución de 1979.3a edición,
705
ART.20 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
706
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.20
(10) Seguimos en este punto a RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., p. 191 y ss.
(11) Debe recordarse que el Estado también expide el mismo título habilitante a nom bre de la nación a los
egresados de las universidades privadas por la razón de que han cumplido con una serie de requisitos legales
que garantizan su correcto funcionamiento, conforme a las políticas educativas fijadas por el Estado.
707
ART.20 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
tanto y en cuanto no atenten contra algunos de sus principios informadores. Dentro de es
tos últimos podemos mencionar a los derechos fundamentales y a la democracia, porque
solamente se puede hablar de autonomía de estas corporaciones dentro de estos parámetros.
Del lado de los derechos fundamentales, se deben de respetar, por ejemplo, el dere
cho al debido proceso en los procedimientos disciplinarios y sancionadores (con todo lo
que ello significa: derecho de defensa y contradicción, al procedimiento predeterminado,
a la instancia plural, libertad probatoria, etc.); asimismo, la no discriminación en el in
greso, en lo que sea compatible con la especial naturaleza de esta clase de asociaciones.
De otro lado, la colegiación obligatoria supone también una fuerte limitación al de
recho de asociación. Dicho derecho fundamental tiene también dos aspectos: uno positi
vo, que supone la libertad de asociarse, es decir, para constituir asociaciones u otra cla
se de instituciones en busca de un fin; y el otro, negativo, relacionado, al hecho de que no
se puede compelir a nadie para formar parte de una asociación. Sin embargo, con la con
sagración constitucional de la colegiación obligatoria se “sacrificaría” parte de este dere
cho en pro del interés público(15).
(12) La doctrina española también expresa la especial conexión de la obligatoriedad de la colegiación con los
derechos de asociación y al trabajo aunque en términos diversos a los aquí esbozados. Cfr. PEREZ ROYO,
Javier. Ob. cit., pp. 539 y 540.
(13) Cfr. La modélica sentencia del Tribunal Constitucional recaída en el Exp. N° 1124-2001-AA/TC (f.j. 12).
(14) En la causa N° 0939-1996-AA/TC se planteó por la parte demandante que el hecho de la desafiliación
-pretendidamente ilegítima- de un colegio profesional supone un atentado contra el derecho al trabajo.
Nuestro Tribunal Constitucional no se ha pronunciado aún sobre este punto ya que la pretensión de la
referida causa había caducado.
(15) De “fin público de relevancia constitucional” habla nuestro Tribunal al reconocer la existencia constitucional
de la “asociación compulsiva” en la colegiación profesional. Cfr. Exp. N° 1027-2004-AA/TC (f. j. 4).
708
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 20
(16) Exp. N° 0887-200-AA/TC (f. j. 3). La demanda es declarada infundada en razón a que dicho pedido de
información no configura una amenaza a la violación de la autonomía de la demandante.
709
ART.20 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
B IB L IO G R A F ÍA
710
A r tíc u lo 2 1 P a t r im o n io c u lt u r a l d e la N a c ió n
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 2 incs. 8), 16), 70; C.P.Ct: art. 37 ines. 5), 12), 40); C.C.: art. 936; C.P.C.: art.
82; C.P.: arts. 226 y ss., 273,275 inc. 2); Ley 26834; Ley 29408: arts. 3 num. 3.1); Ley
28296; D. Leg. 822: arts. 29,57; D.S. 027-97-RE; R.M. 0235-91-RE; D.U.D.H.: art. 27
En el presente texto analizaré algunos de los puntos más importantes que han ve
nido desarrollándose en los últimos años, y que tienen a los derechos culturales y al
patrimonio cultural como los principales protagonistas. Finalmente, esbozaré de al
guna manera un acercamiento a la importancia de la implementación de un derecho
de la cultura.
I. Cuestiones generales
Desde el año 1985 hasta el año 2004 estuvo vigente la Ley General de Amparo al Pa
trimonio Cultural, Ley N° 24047. La citada norma tenía muchas carencias y vacíos que
fueron subsanados parcialmente con otras normativas de menor rango o de otras áreas
711
ART.21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
diferentes a la del patrimonio cultural. La nueva norma, Ley General del Patrimonio Cul
tural de la Nación, Ley N° 28296, que entró en vigor en julio de 2004, avanzó en algunos
aspectos y tendencias en la tutela del patrimonio cultural, pero mantiene consigo algunas
deficiencias que ya han sido analizadas en otros textos(1).
El Perú es uno de los países de América Latina con la mayor cantidad de bienes ins
critos en la lista de la Unesco del Patrimonio de la Humanidad, las políticas de desarrollo
del país se han ido centrando en la promoción del turismo cultural como motor de la acti
vación de la economía. El patrimonio cultural es visto como el medio para conseguir di
cho desarrollo, a través de la promoción turística de las características históricas, arqueo
lógicas, coloniales, etc. del vasto patrimonio cultural peruano.
En estos últimos años también ha habido un gran cambio, puesto que el Instituto Na
cional de Cultura, que era el ente encargado de la protección, gestión y administración
del patrimonio cultural, ha desaparecido para dar paso desde el año 2010 al Ministerio de
Cultura, el cual cuenta en la actualidad con el Viceministerio de Patrimonio Cultural e In
dustrias Culturales y el Viceministerio de Interculturalidad.
(1) ARISTA ZERGA, Adriana. “Confusiones, olvidos y aportes de la nueva Ley General del Patrimonio
Cultural de la Nación”. En: Actualidad Jurídica. N° 129, Lima, agosto, 2004.
712
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 21
713
ART. 21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Peter Háberle(2) anota que a diferencia del tema de los derechos humanos, que prime
ro fueron desarrollados a nivel nacional para que luego su protección se internacionalice,
el tema de la protección de los bienes culturales y el patrimonio cultural se desarrolla pri
mero a nivel internacional y luego se irá plasmando, como se ha venido haciendo, en las
constituciones nacionales.
Pero ¿por qué se incluyen en las constituciones los temas de protección de bienes cul
turales y patrimonio cultural?
Acertadamente Haberle señala, luego de realizar un análisis de las principales consti
tuciones de Europa Occidental, Europa Oriental y América Latina, que la inclusión en las
constituciones Ibéricas (como es el caso de España y Portugal) e Iberoamericanas de te
mas de protección de bienes culturales y patrimonio cultural, se debe a la búsqueda de rea
firmación de las identidades culturales frente á los antiguos sistemas opresores de los que
fueron víctimas en el pasado (similar situación ocurre con los países de Europa Oriental),
así como frente a la inminente globalización o universalización de las culturas.
Es básicamente una constitucionalización de la identidad a través de la protección de
los bienes culturales y patrimonio cultural, elementos que constituyen la materialización
de una cultura a través del tiempo.
(2) HÁBERLE, Peter. “Protección Constitucional y Universal de los bienes culturales: un análisis comparativo”.
En: Revista Española de Derecho Constitucional. N° 54, año 18, Madrid, setiembre/diciembre, 1998, p.
16yss.
714
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.21
Reglamento el cual entró en vigencia luego de dos años, el 2 de junio de 2006, de haber
se promulgado la Ley.
Uno de los temas es el del patrimonio cultural subacuático, mencionado de manera
tangencial en la Ley N° 28296.
E l artículo 71 del Reglamento señala:
“Entiéndase por ‘patrimonio cultural subacuático’ a todos aquellos bienes que tengan
la importancia, valor y significado referido en los artículos II y III del Título Preliminar
de la Ley, que se encuentren sumergidos bajo el agua, ya sea el mar territorial peruano,
los espacios lacustres, ribereños y otros acuáticos del territorio nacional, parcial o
totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 50 años, entre otros:
1. Los sitios, estructuras, edificios, objetos y restos humanos, junto con su contex
to arqueológico e histórico.
2. Los buques, aeronaves, otros medios de transporte o cualquier parte de ellos, su
cargamento u otro contenido, junto con su contexto arqueológico e histórico; y,
3. Los objetos de carácter paleontológico.
No se considerará patrimonio cultural subacuático a los cables, tuberías e instalaciones
ubicados en el fondo del mar y todavía en uso”.
Otro aporte importante está vinculado al tema del patrimonio inmaterial, que no solo
ha sido incluido en el artículo III del Título Preliminar, sino también se hace referencia a
su clasificación y propiedad en los artículos 1, numeral 2 y artículo 2 de la Ley N° 28296.
A pesar de ello, una de las carencias de la norma era un tratamiento más exhaustivo
del tema del patrimonio cultural inmaterial, como la elaboración de una lista referencial
de lo que se podría considerar como patrimonio inmaterial, tema que es subsanado en el
artículo 86 del Reglamento:
715
ART. 21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“Los obras artísticas producidas en el Perú desde la segunda década del siglo XX,
tales como pinturas, esculturas, bocetos, grabados y otras manifestaciones plásticas,
■ que reúnan las características descritas en los artículos II y III del Título Preliminar
de la Ley, y cuyos autores hayan fallecido, tienen la condición de bienes culturales”.
Con lo cual, a través de la presunción de bien cultural, los bienes contemporáneos
tienen esa condición de manera directa y por lo tanto la tutela señalada en la legislación.
(3) Al respecto revisar ARISTA ZERGA, Adriana. “Los bienes culturales muebles y la insoportable absolutez
de la propiedad privada”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. N° 45, junio, 2002.
(4) GALATY, J. y LEAVITT, J. Diccionario Akal de Etnología y Antropología. Pierre Bonte y Michael ZZard,
p. 206.
716
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.21
otras disciplinas que van desde la historia hasta la ciencia de las organizaciones. Una de
las formas en la que el Derecho se involucra es en el uso del término cultura, se va desa
rrollando, a través de la protección legal de los elementos sociales que considera dentro
de lo que es cultura.
(5) MALINOWSKY, Bronislaw. Una teoría científica de la cultura. Sarpe, España, 1984, p. 26.
717
ART.21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Más allá de esbozar un concepto amplio, que puede resultar restringido en virtud de
la variabilidad del término, puesto que se busca explicar situaciones específicas que ex
cluyen a otras realidades, lo que se establece, a la luz de la teoría desarrollada por Peter
Haberle, es que debemos comprender el concepto de cultura, de una forma diferenciada
y disciplinada que distingue entre los polos variables y los múltiples niveles existentes.
En función de cada uno de sus respectivos contextos jurídicos se logrará cumplir con
la tarea propia de la ciencia del Derecho. Esto es, crear mediante su correspondiente sis
tema normativo, que como se ha visto es un componente cultural, un marco coherente en
donde puedan desarrollarse la diversas culturas.
Es por lo tanto necesaria una comprensión del término cultura de una forma variable
y no estática, lo que favorecerá que todo el marco legal de tutela cultural de los pueblos
se vea cubierta, y por lo tanto la tutela del patrimonio cultural en el sentido de tradición e
innovación encuentre cabida dentro de un determinado Estado, que en virtud del desarro
llo de los tres aspectos señalados será calificado como cultural.
De igual forma la vasta jurisprudencia del Tribunal Constitucional del Perú con rela
ción al patrimonio cultural tanto material como inmaterial, demuestra la importancia dé
este tema en la vida en sociedad. He realizado la búsqueda de las sentencias y resolucio
nes a través de las palabras “patrimonio cultural” en las primeras 50 he podido encontrar
diversas referencias acerca del patrimonio cultural, identidad y derechos culturales. La ma
yor parte de casos encontrados están relacionados a las construcciones ilegales y la afec
tación del patrimonio cultural.
En una de las sentencias revisadas, a pesar de que el asunto no está vinculado al pa
trimonio cultural, hay un aporte importante del Tribunal Constitucional para la considera
ción de los derechos culturales, entre ellos el del patrimonio cultural:
718
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 21
“6. Una de las razones que generan el referido debate es el hecho de que tradicio
nalmente se ha comprendido que los derechos fundamentales son ejercidos por los
individuos frente al Estado. En efecto, a partir de las revoluciones norteamericana
y francesa, inspiradas en el iusnaturalismo racionalista, los derechos fundamentales
se consagraban como esferas de libertad de la persona humana impenetrables por la
voluntad del Estado. Es de recordar que nos encontramos frente a las libertades indi
viduales clásicas, libertad de propiedad, de expresión, religiosa, entre otras, las que
yacían edificadas sobre la autonomía de la voluntad del individuo y se manifestaban
en un no hacer del Estado.
7. Con el devenir del siglo XX, el fenómeno de la industrialización y la crisis del
Estado Liberal de Derecho, esta concepción de los derechos individuales debía ser
complementada en concordancia con el contexto político y las demandas sociales.
Surgen entonces, por primera vez, Constituciones que recogen los llamados derechos
sociales, económicos y culturales cuya configuración es claramente diferente a la de
las libertades clásicas. Ya no es posible hacer referencia solo a esferas de libertad-ne
gativa-, se requiere ahora una acción positiva por parte del Estado. Se exige una serie
de prestaciones en favor de los ciudadanos a fin de satisfacer ciertos requerimientos
básicos, los que permitirán finalmente acceder o gozar plenamente de las libertades
individuales.
8. De igual manera esto ocurre con los llamados derechos de tercera generación,
dirigidos a tutelar manifestaciones relativas al cuidado del ambiente, el patrimonio
cultural y el derecho a la paz, entre otros, cuya fundamentación se encuentra en el
principio de solidaridad.
9. Es de inferirse, entonces, que la relación Estado-Sociedad ha variado sobremanera
desde la configuración del Estado en el siglo XIX a la actualidad. De una visión que
proponía una división tajante entre ambos, se ha derivado a una relación más similar
a la integración de uno y otra,,(6).
De lo señalado por el Tribunal se interfiere la interdependencia de los derechos hu
manos y por lo tanto la importancia de los derechos culturales, los cuales están interco
nectados tanto en su aplicación como en su ejercicio. Menciona también a las constitucio
nes que recogen este tipo de derechos, por lo señalado en párrafos precedentes la presente
Constitución Política es sobrepasada por la importancia y presencia de los derechos eco
nómicos, sociales y culturales. La protección constitucional se hace muchas veces de ma
nera interpretativa y haciendo uso de instrumentos internacionales, como las convencio
nes de la Unesco o el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo para el
caso de la identidad cultural de los pueblos indígenas.
719
ART.21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
V. A manera de conclusión
Con el panorama internacional y nacional que he esbozado y también a través de la
teoría desde la antropología jurídica, he querido demostrar cómo el artículo 21 de la Cons
titución y por tanto la propia Constitución Política, no contempla un adecuado tratamiento
de lo que se entiende por “patrimonio cultural” en el sentido amplio del término.
720
t
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 21
Estos serían los artículos que tratan de manera indirecta y adicional el tema del
patrimonio cultural. Si bien la función de un texto constitucional no es el de estable
cer una normativa específica para cada materia, si lo es brindar un marco general de
cómo se debe legislar y reglamentar, en el caso de los derechos culturales en general y
del patrimonio cultural de manera específica, este es un aspecto del cual nuestra cons
titución carece.
De igual forma, es clara la ausencia de una política cultural y de una dispersión legis
lativa de las normas sobre patrimonio cultural, lo cual origina diversas problemáticas al
momento de la búsqueda de aplicación y protección teniendo en cuenta la tendencia actual
como bienes insertos económica y cultural de la sociedad.
(8) Artículo 55.- Los tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del Derecho nacional.
721
t
ART. 21 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
un derecho de la cultura, en el que la ciencia del Derecho no puede, y no debe ser la úni
ca que partícipe.
Este nuevo derecho debe ser considerado como una especialidad que enfoca el hecho
cultural desde una perspectiva integral, que además busca ofrecer un marco jurídico para
la fijación de valores y de garantías para el desarrollo cultural, así como un instrumental
específico para la construcción de los modelos culturales que quieran darse sociedades
democráticas. En resumidas cuentas, será la base de las políticas culturales. Este sería un
gran avance y es en lo que los abogados especializados en el tema cultural debemos tra
bajar desde la investigación, como reto y necesidad en esta nueva era de los derechos cul
turales y el patrimonio cultural.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp E l Estado no solo debe de estar obligado a fom entar conservar y dar protección al patri
monio cultural, sino tam bién a reconocerlo como tradición de nuestra herencia cultural:
STC Exp. N° 00007-2002-AI/TC (f. j. 10).
H Los intereses de la protección del patrimonio cultural de la nación exceden a los gobiernos
locales, por lo que estos no pueden reclamar para sí tareas exclusivas o excluyentes: STC
Exp. N° 00007-2002-AI/TC (f. j. 10).
B IB L IO G R A F ÍA
ALIBRANDI, Tommaso e FERRI, Pier Giorgio. 2000 Diritto dei Beni Culturali. 7ma. edizione.
Carocci editore. Italia. ARISTA ZERGA, Adriana. “Confusiones, olvidos y aportes de la Nueva
Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación”. En: R evista A ctualidad Jurídica. Tomo 129,
Lima. “Comentario del artículo 21 de la Constitución Política del Perú” . Congreso de la República
y Gaceta Jurídica. Diciembre; BARNARD, Alan and SPENCER, Jonathan. Enciclopedy of Social
and Cultural Antrhopology, Routledge, London; BORGUI, Marco et ál. Derechos Culturales. Lima
- Perú. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú; GALATY, J. y LEAVITT, J.
1996. “Diccionario Akal de Etnología y Antropología Pierre Bonte y Michael Zard; GARRETON,
Antonio (comp.). “El Espacio Cultural Latinoamericano, Bases para una política cultural de la
región”. Chile, Convenio Andrés Bello; HÁBERLE, Peter. P rotección constitucional y universal
de los bienes culturales: un análisis comparativo. Revista Española de Derecho Constitucional.
N° 54, año 18, Madrid, setiembre/diciembre; MALINOWSKI, Bronislaw. Teoría científica de la
cultura. Sarpe, España; PONTIER, J.M. et ál. 1990 Droit de la culture, Dalloz, París; PRIETO DE
PEDRO, Jesús. “Cultura, economía y derecho, tres conceptos implicados”. En: R evista Electrónica
de la Organización de E stados Iberoam ericanos, Número 1; SYMONIDES, Janusz. “Derechos
Culturales: una categoría descuidada de Derechos Humanos”. En: R evista Internacional de Ciencias
Sociales - Unesco. N° 158.
722
t
A rtícu lo 2 2 D e b e r y d erech o a l tra b a jo
El trabajo es un debery un derecho. Es base del bienestar social
y un medio de realización de la persona.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 1 ,2 inc. 1), 15), 23 y ss., 58, 5 9 ,3a D.F.T.; C P.C t: art. 37 inc. 10); C.P.: art.
168; D.U.D.H.: arts. 2 3 ,2 4 ,2 5 ; P.I.D.E.S.C.: arts. 6,7; P.S.S.: arts. 6, 7
I. Marco general
Un análisis sobre el contenido y alcances de este artículo no puede realizarse sin de
jar de tener en cuenta los criterios del Tribunal Constitucional.
Conviene precisar que la esfera del deber al trabajo no será materia de análisis. El de
ber de trabajo descrito en el artículo 22 viene a ser como una obligación general a los ciu
dadanos sin una sanción concreta, es una suerte de “llamada a la participación en el interés
general (...), de lo que se trata es de vincular este deber al principio de solidaridad social”(1).
En primer lugar, estamos ante un derecho que aparece recogido en las normas interna
cionales sobre derechos humanos. De los instrumentos más relevantes a efectos de apre
ciar los alcances del derecho comentado, tenemos que la Declaración Universal de Dere
chos Humanos destaca que comprende la libertad de elección del trabajo en condiciones
equitativas y satisfactorias, así como la protección contra el desempleo (art. 23); el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales prevé que los Estados de
ben tomar las medidas adecuadas para garantizarlo, debiendo figurar la orientación y for
mación profesional, la ocupación plena y productiva (art. 6); y el Protocolo Adicional a la
(1) SASTRE IBARRECHE, Rafael. El derecho al trabajo. Trotta, Valladolid, 1996, p. 95.
723
ART. 22 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Ahora bien, conviene diferenciar este derecho al trabajo de la libertad de trabajo re
cogida en el numeral 15 del artículo 2 de la Constitución. La libertad de trabajo importa
la concesión general a favor de toda persona para determinar la forma, lugar, modalidad
de trabajo (por cuenta propia o por cuenta ajena), así como la obligación del Estado de no
tener injerencia sobre la libre determinación de las personas. En tanto, el derecho del tra
bajo viene atado de una actuación estatal de brindar y garantizar las condiciones de traba
jo mínimas para que las personas puedan trabajar.
“El Derecho del Trabajo no ha dejado de ser tuitivo conforme aparecen de las pres
cripciones contenidas en los artículos 22 y siguientes de la Carta Magna, debido a la
falta de equilibrio de las partes, que caracteriza a los contratos que regula el Derecho
civil. Por lo que sus lineamientos constitucionales, que forman parte de la gama de los
derechos fundamentales, no pueden ser meramente literales o estáticos, sino efectivos
y oportunos ante circunstancias en que se vislumbra con claridad el abuso del derecho
en la subordinación funcional y económica” (STC Exp. N° 0628-2001-AA/TC).
724
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.22
Por otro lado, el criterio del Alto Tribunal sobre los alcances del derecho al trabajo
también se extiende a los supuestos de ascensos o promociones que no son otorgados por
los empleadores al personal:
“Debe entenderse que la relación laboral surgida entre el actor y la emplazada -inde
pendientemente de que se haya suscrito un contrato a plazo fijo- es de duración
indeterminada, toda vez que, como alega el recurrente a fojas 223 de autos, la convo
catoria al mencionado concurso público no señaló plazo de contratación alguno para
el puesto sometido a prueba, argumento que no ha sido contradicho ni desvirtuado por
la demandada. Consecuentemente, el Tribunal Constitucional estima que, al haberse
dado por concluida la relación laboral, se ha vulnerado el derecho al trabajo previsto
por el numeral 22 de la Carta Magna” (Exp. N° 2226-2003-AA/TC)(4).
Finalmente, el tema más controvertido. El Tribunal Constitucional ha.interpretado que
el derecho al trabajo reconocido en la Constitución otorga al trabajador protección contra
(2) Sobre la aplicación del principio de primacía de la realidad por el TC, se puede ver TOYAMA, Jorge. “El
principio de primacía de la realidad en las sentencias del Tribunal Constitucional”. En: Estudios sobre la
jurisprudencia constitucional en materia laboral y previsional. AMAG & SPDTSS. Lima, 2004, p. 33 y ss.
(3) La misma referencia aparece en la STC Exp. N° 525-99-AA/TC-Cajamarca, STC Exp. N° 598-2000-AA/
TC-Puno y STC Exp. N° 731-99-AA/TC-Loreto.
(4) Al respecto, en otro proceso, el TC indicó lo siguiente: “Que por el contrario los vicios o irregularidades
alegados por la parte demandada respecto del Concurso en que resultó ganador el demandante, no han
sido en ningún momento demostrados y en todo caso el incumplimiento de lo dispuesto en el numeral
12.2 de la Directiva de Concurso Interno de Personal por parte de la Gerencia General en lugar de avalar
dichas suposiciones, la debilitan pues reflejan que el demandado ha tenido en todo momento la inexcusable
intención de dejar sin nombramiento al demandante” (STC Exp. N° 0008-1997-AA/TC).
725
ART. 22 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
un despido sin expresión de causa, y ello importa que el trabajador tenga derecho a ser re
puesto en una acción de amparo.
“Este Tribunal estima que el contenido esencial de este derecho constitucional implica
dos aspectos. El de acceder a un puesto de trabajo, por una parte y, por otra, el derecho
a no ser despedido sino por causa justa. Aunque no resulta relevante para resolver la
causa, cabe precisar que, en el primer caso, el derecho al trabajo supone la adopción
por parte del Estado de una política orientada a que la población acceda a un puesto
de trabajo; si bien hay que precisar que la satisfacción de este aspecto de este derecho
constitucional implica un desarrollo progresivo y según las posibilidades del Estado.
El segundo aspecto del derecho es el que resulta relevante para resolver la causa. Se
trata del derecho al trabajo entendido como proscripción de ser despedido salvo por
causa justa” (Exp. N° 1124-2001-AA/TC).
En nuestra opinión, la Constitución solo desarrolla los lineamientos genéricos, bus
cando “contener” solamente disposiciones generales que aspiran a ser permanentes (esta
bilidad de salida) y, de otro, se permite que la ley regule materias que pueden variar en el
tiempo de acuerdo a las circunstancias (estabilidad de entrada).
Como se ha advertido, el Tribunal estima que el despido incausado supone una le
sión a la libertad de trabajo, no brindándose la protección adecuada ante el despido arbi
trario. No se puede, sin embargo, dejar de tenerse en cuenta que el derecho al trabajo (art.
22) tiene en la propia Constitución un desarrollo que es el mandato al legislador para re
gular la protección contra el despido arbitrario (art. 27). Así, no puede existir una lectura
aislada del derecho al trabajo sin tener en consideración la delegación legal para brindar
la protección adecuada ante el despido (art. 27). Se puede afirmar que el artículo 22 de la
Constitución prevé un contenido genérico que es desarrollado o delimitado por el artículo
27 al referirse a la delegación legal sobre el desarrollo de la protección ante un despido.
“La opción legislativa por la improcedencia de los despidos que no se adecúan a los
requisitos formales exigidos es -pese a las críticas que puedan hacérsele- una opción
legal y constitucionalmente válida (...) y sobre todo, en cuanto el legislador ha tenido
buen cuidado en salvar los mínimos de inconstitucionalidad, sancionando con nulidad
los despidos que vulneren derechos fimdamentales”(5).
(5) GALIANA MORENO, Jesús. “Algunas consideraciones sobre la improcedencia del despido por razones
formales”. En: A A .W . (Coordinador: Javier Gárate). Cuestiones actuales sobre el despido disciplinario.
Universidad Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, 1997, p. 97.
726
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 22
En España, hasta las reformas del año 1994, se construyó la doctrina jurisprudencial
de los despidos radicalmente nulos, por los cuales se sancionó, ante una falta de regula
ción precisa en las normas legales, que la reposición era la protección adecuada ante un
despido incausado, ante un despido verbal. Luego, cuando las normas legales reformula
ron el sistema legal del Estatuto de Trabajadores e indicaron que los despidos por lesión
de forma (léase incausados) no concedían la reposición al centro de trabajo sino el pago
de una indemnización y devengados o reposición a opción del empleador, parte de la doc
trina española criticó esta variación pero no se consolidó y, a la fecha, la mayoría admite
que no existe una lesión a un derecho fundamental cuando nos encontramos ante un des
pido incausado.
(6) Por todos, véase MARTÍN VALVERDE, Antonio. Derecho del Trabajo. Tecnos, Madrid, 2001, p. 721 y ss.
(7) GORELLI HERNÁNDEZ, Juan. Los supuestos de readmisión en el despido. Tecnos, Madrid, 1996,
p. 151 y ss. En la misma línea, PEDRAJAS, Abdón. Despido y derechos fundamentales. Estudio especial
de la presunción de inocencia. Trotta S.A., Madrid, 1992, p. 303 y ss.
(8) Una reseña puede verse en ROMÁN VACA, Eduardo. “El despido disciplinario: aplicación judicial (y
convencional) de la ‘Reforma de 1994” ’. En: Presente y futuro de la regulación del despido. Coordinador:
Jaime Castiñeira. Aranzadi, Pamplona, 1997, p. 383 y ss.
(9) ALONSO OLEA, Manuel. “Introducción general al despido y a sus causas”. En: Estudios sobre el despido.
ACM. Madrid, 1996, p. 12.
(10) RIERA, Carlos. El despido nulo. Tirant lo Blanch. Valencia, 1999, p. 138.
727
ART.22 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
ello, el Tribunal ha indicado que el Protocolo Adicional no es aplicable pues es una nor
ma mínima que puede ser mejorada por la normativa interna (aplicación de la norma más
favorable)(11). Nos preguntamos: ¿cuál es la norma nacional más favorable que contempla
el derecho a la reposición ante un despido incausado? No existe ninguna norma. Más bien,
se ha desplazado la norma aplicable (Protocolo Adicional) por una interpretación aislada
del contenido de la protección adecuada ante el despido incausado11(12).
Para conocer el contenido de un derecho fundamental, se debe acudir a las normas in
ternacionales y si estas establecen una determinada regulación, ella se debe observar por
el Alto Tribunal para apreciar la constitucionalidad de un dispositivo de nivel primario.
728
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.22
Algunos sostienen que el Protocolo Adicional prevé la causalidad del despido como
contenido del derecho al trabajo, en la medida que dicho pacto indica que todo trabaja
dor tiene derecho a: “La estabilidad (...) en sus empleos, de acuerdo con las caracterís
ticas de las industrias y profesiones y con las causas de justa separación”. En tal senti
do, se indica que el propio Protocolo Adicional contiene la institución de la causalidad
en el despido(15); sin embargo, consideramos que la instauración de la causalidad del
despido no trae consigo que, en caso de trasgresión, la protección sea exclusivamente
la reposición en el centro de trabajo. Es el propio Protocolo que prevé que la protección
puede ser la indemnización, reposición, seguro de desempleo u otra forma prevista le
galmente. Hay, pues, un abanico de protección laboral que debe ser determinado por el
legislador en cada país.
Por lo demás, el Convenio OIT 158 (no ratificado por el Perú, pero que tiene el ca
rácter de una recomendación) no prescribe la reposición como medio de reparación al
centro de trabajo. Al respecto, se ha dicho, en función del referido convenio que: “Nada
impide, por lo tanto, al legislador nacional regular los aspectos reparadores cuando el
empresario incumple la formalidad previa al despido disciplinario, y ello a través, en
nuestro caso, de una alta indemnización compensatoria por la resolución contractual
injustificada”(16).
Por todo lo expresado, consideramos que la tesis del Tribunal que el artículo 22 de la
Constitución importa que todo despido sin expresión de causa sea inconstitucional, no se
adecúa a nuestro esquema constitucional. Se ha dejado de tener en cuenta lo expuesto en
el artículo 27 de la Constitución que delega a la ley la forma de protección ante un despi
do arbitrario, además de que se obvia la aplicación del Protocolo Adicional a la Conven
ción Americana.
(15) BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. “Derecho al trabajo y despido arbitrario en la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. N° 49, Gaceta Jurídica, Lima, octubre, 2003,
p. 30. En la misma línea, GARCÍA GRANARA, Femando. “El derecho al empleo y el despido arbitrario”.
En: Revista Derecho y Sociedad. N° 19. PUC, Lima, pp. 251 y 252.
(16) MIÑAMBRES PUIG, César. El despido disciplinario verbal y el Convenio N° 158 de la OIT. En: AA.VV.
(Coordinador: Javier Gárate). Ob. cit., p. 102.
729
ART. 22 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
B IB L IO G R A F ÍA
ALONSO OLEA, Manuel. “Introducción general al despido y a sus causas” . En: Estudios sobre el
despido. AA.VV. ACM , Madrid, 1996; A LONSO OLEA, M anuel & CASAS BAAM ONDE, M aría
Emilia. “La im procedencia del despido (art. 56)” . En: E l Estatuto de los Trabajadores. Veinte años
después. Revista Española de Derecho del Trabajo. Madrid, 2000; BLANCAS BUSTAMANTE,
Carlos. “Derecho al trabajo y despido arbitrario en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional” . En:
Diálogo con la Jurisprudencia. N° 49, Gaceta Jurídica, Lima, octubre, 2003; GALIANA M ORENO,
Jesús. “Algunas consideraciones sobre la im procedencia del despido por razones formales” . En:
Cuestiones actuales sobre e l despido disciplinario. AA.VV. Javier Gárate, Coordinador, Universi
dad Santiago de Com postela, Santiago de Com postela, 1997; GORELLI HERNÁNDEZ, Juan. Los
supuestos de readmisión en el despido. Ed. Tecnos, M adrid, 1996; GARCÍA GRANARA, Fem ando.
“El derecho al empleo y el despido arbitrario” . En: Revista Derecho y Sociedad. N° 19, Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima; M ARTÍN VALVERDE, Antonio. Derecho del Trabajo. Edito
rial Tecnos, M adrid, 2001; M O NEREO PÉREZ, Luis & M ORENO VIDA, M aría Nieves. “Form a
y procedimientos del despido disciplinario. El despido nulo” . En: La reforma del Estatuto de los
Trabajadores. AA.VV. E ífén Borrajo Dacruz, Director. Tomo II, Revista de Derecho Privado, Madrid,
1994; NEVES M U JICA, Javier. “Los conceptos y los efectos de la sentencia del Caso Telefónica” .
En: Diálogo con la Jurisprudencia. N° 49, Gaceta Jurídica, Lima, octubre, 2002; PEDRAJAS, Abdón.
Despido y derechos fundam entales. Estudio especial de la presunción de inocencia. Ed. Trotta S.A.,
Madrid, 1992; RIERA, Carlos. E l despido nulo. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999; ROM ÁN VACA,
Eduardo. “El despido disciplinario: aplicación judicial (y convencional) de la ‘Reform a de 1994’” .
En Presente y fu tu ro de la regulación del despido. AA.VV. Jaim e Castiñeira, coordinador. Ed. Aran-
zadi, Pamplona, 1997; SASTRE IBARRECHE, Rafael. E l derecho al trabajo. Ed. Trota, Valladolid,
1996; TOYAMA MIYAGUSUKU, Jorge. “El principio de prim acía de la realidad en las sentencias
del Tribunal Constitucional” . En: E studios sobre la jurisprudencia constitucional en m ateria laboral
y previsional. AM A G & SPDTSS, Lima, 2004.
730
t
Artículo 23 A ten ción p rio rita ria del derecho al
trabajo. P rotección de la m adre, m enores e
im p ed id os q u e trabajan
El trabajo, en sus diversas modalidades, es objeto de atención
prioritaria del Estado, el cual protege especialmente a la ma
dre, al menor de edad y al impedido que trabajan.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arts. 1 ,2 ines. 15), 24.b), 4 ,2 2 y ss., 5 8 ,5 9 ,3a DFT; C.P.Ct.: art. 37 inc. 10); CP.:
art. 168; C.N.A.: arts. 1 9 ,2 2 ,4 0 ,4 8 y ss.; Ley 27240; Ley 28048; D.U.D.H.: arts. 23,
24,25; C.D.N.: art. 32
(1) El artículo 42 de la Constitución de 1979, a diferencia de la actual Constitución, señaló que: “(••■) El trabajo
en sus diversas modalidades es objeto de protección por el Estado, sin discriminación alguna y dentro de un
régimen de igualdad de trato. (...)”. Sobre esta distinción terminológica, Blancas Bustamante ha señalado
que la Constitución de 1979 establecía claramente la obligación del Estado de brindar protección al trabajo
en todas sus modalidades, mientras que la actual solo le impone el deber de brindarle “atención prioritaria”
y limita la protección a tres categorías de trabajadores: la madre, el menor de edad y el discapacitado. Cfr.
BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. La cláusula de Estado social en la Constitución. Análisis de los de
rechos fundamentales laborales. Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 201 l,p . 315. En un sentido contrario,
Boza Pro nos expone, en relación con esta diferenciación terminológica, que “si bien hay una diferencia de
orden semántico entre una norma y otra, no nos parece que la misma sea sustancial, si entendemos que la
atención ‘prioritaria’ supone tener un especial cuidado o poner el énfasis en la protección de las categorías
establecidas por el constituyente”. Cfr. BOZA PRO, Guillermo. “La madre trabajadora como sujeto laboral es
pecialmente protegido en el ordenamiento peruano”. En: Los principios del Derecho del Trabajo en el Derecho
Peruano. Libro Homenaje al Profesor Américo Plá Rodríguez. 2a edición, Grijley, Lima, 2009, p. 71.
(2) CRUZ VILLALÓN, Jesús. Compendio de Derecho del Trabajo. Tecnos, Madrid, 2008, p. 46.
731
ART.23 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
732
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS - ART. 23
(11) El artículo 29 literal e) del Decreto Supremo N° 003-97-TR, Texto Único de la L ey de Pro
ductividad y C om petitividad Laboral, señala que es nulo el despido que tenga por m otivo:
“El embarazo, si el despido se produce en cualquier momento del periodo de gestación o dentro de los 90
(noventa) días posteriores al parto. Se presume que el despido tiene por motivo el embarazo, si el empleador
no acredita en este caso la existencia de causa justa para despedir.
Lo dispuesto en el presente inciso es aplicable siempre que el empleador hubiere sido notificado docu
mentalmente del embarazo en forma previa al despido y no enerva la facultad del empleador de despedir
por causa justa”.
733
ART. 23 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
periodo que sigue al embarazo y al parto, sino también se extiende al ámbito estricto del
desarrollo y a las vicisitudes de la relación laboral, razón por la cual condiciona las po
testades organizativas y disciplinarias del empleador. Por ello, el artículo 23 de la Consti
tución Política prescribe que el Estado protege especialmente a la madre que trabaja”(12).
734
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 23
1 I
jj El derecho a gozar de licencia p or m aternidad constituye un contenido im plícito de los
derechos a la salud reproductiva y a la salud del m edio fam iliar: ST C Exp. N° 03861-
2013-PA /TC (f. j. 21).
jj El E stado tiene la obligación de adoptar todas las m edidas contra la discrim inación a la
m ujer prohibiendo el despido p o r m otivo de em barazo o licencia de m aternidad: STC Exp.
N° 00206-2005-PA /T C (f. j. 15).
B IB L IO G R A F ÍA
BIDART CAM POS, Germán. Tratado elemental de Derecho Constitucional Argentino. Tomo I,
Ediar, Buenos Aires, 1993; BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. L a cláusula de Estado Social en la
Constitución. Análisis de los derechos fundam entales laborales. Fondo Editorial de la PUCP, Lima,
2011; BOZA PRO, Guillermo. “La m adre trabajadora como sujeto laboral especialmente protegido
en el ordenamiento peruano” . En: AA.VV. Los principios del Derecho del Trabajo en el Derecho
peruano. Libro Homenaje al Profesor Américo Plá Rodríguez. 2a edición, Grijley, Lima, 2009; CRUZ
VILLALÓN, Jesús. Compendio de Derecho del Trabajo. Tecnos, Madrid, 2008; PALOMEQUE
LÓPEZ, M anuel Carlos y ÁLVAREZ DE LA ROSA, Manuel. Derecho del Trabajo, 18a edición,
Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid, 2010; PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Los principios del
Derecho del Trabajo. 3a edición, Depalma, Buenos Aires, 1998; TOYAMA MIYAGUSUKU, Jorge.
Los contratos de trabajo y otras instituciones del Derecho Laboral. Gaceta Jurídica, Lima, 2008.
A rtículo 23 P rom oción d el trabajo.
E m pleo p ro d u ctiv o y educación p a ra el
trabajo
C O N C O R D A N C IA S:
C.: arts. 1, 2 ines. 15), 24.b), 4 ,1 4 , 2 2 ,5 8 , 59, 89, 3a DFT; C.P.Ct.: art. 37 inc. 10);
C.P.: art. 168; C .N .A : arts. 19, 22, 4 0 ,4 8 y ss.; Ley 27240; L ey 28048; D.U.D.H.:
arts. 2 3 ,2 4 ,2 5 ; C.D.N.: art. 32
I. Introducción
Esta disposición es una de carácter programático, que coloca como responsabilidad
del Estado la promoción de condiciones para el progreso social y económico, con inciden
cia en las políticas de empleo productivo y de educación para el trabajo.
En efecto, las políticas a cargo de los poderes públicos se dirigen a cumplir la previ
sión del derecho al trabajo que tienen los individuos frente al Estado. Desde esta perspec
tiva hay una necesaria complementariedad y desarrollo. Es más, el derecho al trabajo re
sulta ser un presupuesto para la aplicación de las políticas de empleo y estas revisten un
736
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 23
carácter instrumental para la plasmación del derecho al trabajo, como lo anota con preci
sión Sastre en referencia a la Constitución española(1)(2).
(1) SASTRE IBARRECHE, Rafael. £7 derecho al trabajo. Editorial Trotta, Madrid, 1996, p. 81. La Constitución
española se refiere al pleno empleo, que tiene una connotación económica, y además en sú artículo 40
relativo a los principios rectores de la política económica y social, establece que: “Los poderes públicos
promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de
la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De
manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo”. La fórmula es parcialmente recogida
en la Constitución Política de 1993, pero el progreso social y económico se vincula de modo particular a
las políticas de empleo productivo y educación para el trabajo, mas no a la distribución de rentas, como
lo hace la Constitución española. Por otro lado, el texto en nuestra Constitución se ubica dentro de los
derechos económicos y sociales, y en forma particular, en un artículo específicamente referido al trabajo.
(2) Como expresa Antonio Martín Valverde, “La manera adecuada de enfocar la relación entre el derecho
al trabajo y el pleno empleo es, por lo tanto, considerar este último como el presupuesto económico
indispensable para el ejercicio del primero. En cuanto tal, el pleno empleo no forma parte del contenido de
este derecho, si bien condiciona decisivamente su efectividad”. MARTÍN VALVERDE, Antonio. Derecho
al trabajo. 11a edición, Tecnos, Madrid, 2002, p. 143. Y anota que: “El pleno empleo es aquella situación
de equilibrio total entre volumen de demanda y volumen de oferta de empleo en la que existen ocupaciones
o puestos de trabajo disponibles para todos aquellos que quieran y puedan trabajar”. Ob. cit., p. 142.
(3) MARTÍN VALVERDE, Antonio. “La política de empleo: caracterización general y relaciones con el
Derecho del Trabajo”. En: Documentación Laboral. Madrid, 1983, pp. 61-62.
737
ART.23 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Por empleo productivo debemos entender aquel que persigue un fin económico, una
compensación por la actividad desarrollada, por oposición a las no productivas. Al respec
to, señala Neves que “el trabajo es productivo cuando se encamina a reportar un beneficio
económico, de cualquier magnitud, a la persona que lo realiza”(4). En el mismo sentido,
Rubio señala que “el empleo productivo es aquel que genera nueva riqueza”(5).
Se privilegia entonces como política aquella dirigida a que los ciudadanos puedan ac
ceder a un trabajo -e n los términos planteados por el derecho al trabajo contenido en el
artículo 22 de la Constitución- y a que este sea productivo.
Un aspecto que debe formar parte de esta idea de empleo productivo es el doble sen
tido que adquiere tanto para fines cuantitativos (número de puestos de trabajo) como tam
bién la calidad del mismo, es decir, el acceso a derechos laborales y a la seguridad, lo que
ha sido apuntado por la Organización Internacional del Trabajo como el Trabajo Decente(6).
(4) NEVES MUJICA, Javier. Introducción al Derecho del Trabajo. ARA Editores, Lima, 1997, pp. 22-24.
(5) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución Política de 1993. Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 212.
(6) Recogido en: Trabajo decente y protección para todos. Dirección General de la OIT, Oficina Internacional
del Trabajo, Ia edición, 1999.
738
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 23
económico sostenible; adoptar y ampliar las medidas de protección social que sean soste-
nibles y adaptadas a las circunstancias nacionales; promover el diálogo social y el tripar-
tismo, así como respetar, promover y aplicar los principios y derechos fundamentales en
el trabajo. Respecto a la promoción deí empleo, alude a la posibilidad de que las perso
nas puedan adquirir y actualizar las capacidades y competencias necesarias para trabajar
de manera productiva; así como a que todas las empresas, públicas y privadas, deben ser
sostenibles para hacer posible el crecimiento y la generación de mayores oportunidades.
(7) Se utiliza el término de capacitación, formación profesional, formación continua y educación para el trabajo
con connotaciones específicas.
739
ART.23 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
para el trabajo que refuerzan la empleabilidad, es decir, la aptitud para el desempeño la
boral a través de la formación continua, tanto a nivel educativo, como en los centros de
formación profesional y en el desarrollo mismo de la actividad laboral. En este sentido,
la enseñanza y preparación para el trabajo comprenden todos los niveles y entidades®.
(8) Al respecto, Marcial Rubio expresa que: “La educación para el trabajo es esencialmente aplicada y, en
realidad, debe ser prestada a través de todos los grados del aprendizaje obligatorio, particularmente en la
secundaria. Para muchos también podrá ser impartida a través de centros superiores con carreras cortas y
por supuesto, en las universidades”, RUBIO CORREA, Marcial. Ob. cit., p. 2Í2.
(9) Un interesante y didáctico examen del tema puede encontrarse en: BARRETO GHIONE, Hugo y
HENDERSON, Humberto. El derecho a laformación profesional y a las normas internacionales. Héctor
Hugo Barbagelata (editor), CINTERFOR, OIT, Montevideo, 2000.
(10) Sobre el tema GARCÍAGRANARA, Femando. “La formación profesional en la ComunidadAndina”. En: Formación
profesional en la integración regional. CINTERFOR, OIT, 1999, pp. 104-108.
(11) ERMIDA, Oscar y ROSEMBAUM, Jorge. Formación profesional en la negociación colectiva.
CINTERFOR, OIT, Montevideo, 1998.
(12) Informe sobre el Empleo en el Mundo 1998-1999. Organización Internacional del Trabajo.
740
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 23
Tal referencia tiene especial relevancia en algunos tipos de trabajo susceptibles del ejer
cicio de un mayor poder por parte del empleador o una mayor debilidad del trabajador. De
ahí que sea indispensable recalcar lo indispensable del respeto a la dignidad del trabajador.
Este artículo es unilateral, es decir, trata de proteger exclusivamente los derechos cons
titucionales de los trabajadores. Esto no quiere decir que no se respetan los derechos de
los empleadores que están protegidos en otros derechos en la Constitución. La razón de
la unilateralidad es simple, es el-propio contexto de subordinación en el que se da la rela
ción de trabajo. Sí resulta llamativo que este párrafo se haya centrado básicamente en la
existencia de la relación laboral, cuando debería ser extensiva a los trabajadores indepen
dientes, los que también ven afectada muchas veces su dignidad. Sin embargo, al pare
cer el constituyente ha entendido que las particularidades de la relación laboral ameritan
una mención especial, mientras que los trabajadores independientes ejercen sus derechos
en un contexto diferente.
Como se ha dicho, el párrafo no hace diferencia entre si los derechos son los especí
ficamente laborales o son los otros derechos constitucionales reconocidos, en la Constitu
ción. Entendemos que son ambos, pero que en este contexto son los segundos los que de
alguna manera tienen mayor relevancia en este artículo, ya que los laborales están reco
nocidos expresamente en otras disposiciones constitucionales e irradian desde ahí la im
posibilidad de sus excesivas limitaciones.
Los derechos específicos laborales tienen “su origen o razón de ser (exclusiva o prin
cipalmente) en el ámbito de las relaciones laborales, de modo que no es posible técnica
mente su ejercicio fuera de las mismas. La relación de trabajo, activa o como referencia
pretérita o de futuro, se convierte de este modo para aquellos en presupuesto insoslayable
de su nacimiento y ejercicio”(13).
(13) PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel Carlos y ÁLVAREZ DE LA ROSA, Manuel. Derecho del Trabajo. 9a
edición, Centro de Estudios Ramón Aceres, Madrid, 2001, p. 147.
741
ART. 23 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Mientras que los derechos laborales inespecíficos son “otros derechos constitucionales
de carácter general y, por ello, no específicamente laborales (que) pueden ser ejercidos, sin
embargo, por los sujetos de las relaciones de trabajo (los trabajadores, en particular) en el
ámbito de las mismas, por lo que en tal caso adquieren un contenido o dimensión laboral
sobrevenidos. Se produce una ‘impregnación laboral’ de derechos de titularidad o ines
pecífica por el hecho de su ejercicio por trabajadores asalariados (también eventualmente
por empresarios) a propósito y en el ámbito de un contrato de trabajo”(14).
A diferencia de los primeros, que tienen como marco único o marco casi exclusivo a
la relación de trabajo, los segundos corresponden a todas las personas, y por consiguien
te, los trabajadores en tanto tales, también podrán ejercerlos al interior de la empresa. Sin
embargo, el ejercicio de estos derechos tendrá en la relación de trabajo ciertas caracterís
ticas especiales, lo que es denominada como la ciudadanía laboral.
Queda claro del articulado que ningún contrato de trabajo puede establecer limitaciones
a los derechos constitucionales específicamente laborales reconocidas en la Constitución,
ni tampoco afectar dichos derechos de tal manera que afecten la dignidad del trabajador.
Esta situación de limitar al poder directriz del empleador tiene como efecto que se
proceda a la ponderación de los bienes enjuego, de tal manera que las restricciones que se
puedan colocar a los derechos de los trabajadores sean adecuadas, indispensables y pro
porcionales. Adecuada, en cuanto a si la limitación impuesta sirve o no para garantizar
su libertad de empresa y las facultades de ella derivadas; indispensable, a efectos de de
mostrar si las restricciones son estrictamente imprescindibles para salvaguardar el dere
cho que se le opone; y proporcional, para constatar si la restricción al derecho fundamen
tal establece una relación razonable con la importancia del interés del empresario que se
pretende proteger.
Los derechos inespecíficos laborales reconocidos en sede constitucional con los que
se puede colisionar de manera más frecuente son el derecho a la igualdad y no discrimi
nación (art. 2.2), la libertad ideológica y religiosa (art. 2.3), el derecho al honor, a la inti
midad personal y a la propia imagen (art. 2.7), el derecho a reunión (art. 2.12) y el debi
do proceso y la tutela jurisdiccional (art. 139.3).
742
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 23
En buena cuenta, lo que pretende este párrafo es lograr que el trabajador se conside
re y sea considerado como un ciudadano en el ejercicio de sus derechos al interior de la
empresa (y fuera de ella).
743
ART.2S DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
convenios forman parte de ese núcleo duro de principios y derechos fundamentales recogi
dos en la denominada Declaración de la Organización Internacional del Trabajo relativa a
los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo y su Seguimiento, que obliga a los
miembros de la OIT a realizar acciones concretas con miras a eliminar el trabajo forzoso.
El trabajo forzoso se configura cuando es impuesto a una persona por parte de otra.
A decir del Convenio N° 29 de la OIT, “la expresión trabajo forzoso u obligatorio desig
na todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera
y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente” (art. 1).
Los elementos que se desprenden de la definición son, por un lado, la falta de volun
tad del trabajador, y por otro, la amenaza que se encuentra pendiente si es que no existie
ra dicho servicio.
Existen ciertos supuestos en los que existe una obligación de trabajar, pero que no son
considerados como trabajo forzoso. Al respecto, el Convenio N° 29 de la OIT comprende
como tales a cualquier trabajo o servicio que se exija en virtud de las leyes sobre el servi
cio militar obligatorio y que tenga un carácter puramente militar; que forme parte de las
obligaciones cívicas normales de los ciudadanos; que se exija en casos de fuerza mayor, y
en general, en todas las circunstancias que pongan en peligro o amenacen poner en peli
gro la vida o las condiciones normales de existencia de toda o parte de la población; exi
ja a un individuo en virtud de una condena pronunciada por sentencia judicial, con cier
tas condiciones; y los pequeños trabajos comunales (art. 2).
744
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.23
Finalmente, referido a la primera expresión del párrafo bajo comentario, el trabajo vo
luntario se diferencia del trabajo oneroso enjustamente, la motivación principal que im-
pulsa al trabajador: la adquisición de una ventaja económica o el altruismo.
I I
j¡¡ El deber estatal de brindar atención prioritaria al trabajo en sus diversas modalidades no
incluye la obligación de que el Estado provea efectivamente de fuentes de trabajo a todas
las personas: STC Exp. N° 200028-2008-PI/TC (f. j. 56).
B IB L IO G R A F ÍA
745
t
A r tíc u lo 2 4 D e r e c h o a u n a r e m u n e r a c ió n
El trabajador tiene derecho a una remuneración equitativa y
suficiente, que procure, para él y su familia, el bienestar ma
terial y espiritual.
El pago de la remuneración y de los beneficios sociales del
trabajador tiene prioridad sobre cualquiera otra obligación
del empleador.
Las remuneraciones mínimas se regulan por el Estado con
participación de las organizaciones representativas de los
trabajadores y de los empleadores.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: art. 2 incs. 1), 15), 22,23,25 y ss., 59, Ia D.F.T.; C P.C t: art. 37 inc. 20); C.P.: art.
168 inc. 2); C.N.A.: arts. 59,61; D.S. 003-97-TR: art. 6; R.M. 091-92-TR; D.U.D.H.:
arts. 23.3,24,25; P.I.D.E.S.C.: art. 7 inc. a); P.S.S.: art. 7 inc. a)
I. M arco general
Antes que nada, conviene indicar las más relevantes normas internacionales sobre de
rechos humanos que tratan a la remuneración: la Declaración Universal de Derechos Hu
manos que destaca el derecho a la no discriminación salarial y la remuneración equitativa
y justa para el trabajador y su familia que permitan una vida digna y, de ser necesario, ella
se complete con otros medios de protección social (art. 23, y en la misma línea el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), y la Declaración Ameri
cana de los Derechos y Deberes del Hombre indica que toda persona tiene derecho a una
remuneración, relacionada con la capacidad y destreza del trabajador (art. XIV).
Sin embargo, de otro lado, representa un interés del Estado en su tratamiento, fija un
determinado marco de desarrollo legal y de interpretación judicial y, finalmente se indica
746
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.24
-en el propio artículo- que su cobro tiene prioridad sobre otros adeudos del empleador,
reconociendo una remuneración mínima vital(1).
Consideramos que la remuneración es todo lo que percibe el trabajador por los servi
cios prestados sea en dinero o en especie. La remuneración comprende aquellos concep
tos que representan una ventaja o beneficio patrimonial® para el trabajador y su familia -
ya sea en bienes o servicios- sin tener en cuenta la condición, el plazo o la modalidad de
entrega®. No se considera remuneración aquellos conceptos que se encuentren excluidos
legalmente o que, por definición, no ingrese dentro esta institución.
Las normas laborales tienen una definición concreta sobre la remuneración. Así, el
artículo 6 de la LPCL señala que es remuneración “para todo efecto legal el íntegro de lo
que el trabajador recibe por sus servicios, en dinero o en especie, cualesquiera sean la for
ma o denominación que se les dé, siempre que sea de su libre disposición”.
(1) Un alcance sobre el contenido de este artículo puede verse en MARCENARO, Ricardo. El trabajo en la
nueva Constitución. Cuzco, Lima, 1995, p. 113 y ss.; ZAVALA COSTA, Jaime. “Remuneraciones y jomada
de trabajo”. En: Asesoría Laboral, Lima, enero, 1994, p. 21 y ss. y; sobre la remuneración mínima vital
en concreto, puede apreciarse la revista Asesoría Laboral, Lima, abril, 2000, p. 15 y ss.
(2) LÓPEZ BASANTIA, Justo. “El salario”. En: Instituciones de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social. En: AA .W . (coordinadores: Néstor De Buen & Emilio Morgado). ALADTSS-UNAM. México,
1997, p. 447.
(3) En el mismo sentido, puede verse MORALES CORRALES, Pedro. “Remuneraciones”. En: Actualidad
Laboral. Lima, junio, 1999, p. 9.
747
ART. 24 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Así, las prestaciones que percibe el trabajador deben ser calificadas, en principio, dado
el concepto “totalizador” y la “vis atractiva”(5) o la concepción total y comprensiva de cuan
tos beneficios perciba como contraprestación de sus servicios(6), como remunerativas. Si
existiera alguna duda sobre los alcances de un concepto que percibe el trabajador, debería
privilegiarse por el carácter remunerativo de la misma(7). Ciertamente, se debe analizar en
cada caso para determinar si un concepto tiene carácter remunerativo (las normas prevén
una relación taxativa de conceptos que no califican como remuneración).
Sobre este tema, quienes defienden el sistema económico del Derecho, sostienen que
el privilegio laboral no puede imponerse sobre garantías reales que son públicas y deno
tan un comportamiento diligente del acreedor, máxime si las deudas laborales suelen ser
ocultas y generarse al cese de la relación laboral. Nosotros, al respecto, consideramos que
el crédito laboral debe ser protegido, pues estamos ante acreedores más débiles, con un
poder de información reducido y los créditos tienen carácter alimentario y esencial para
el trabajador. En tanto no exista un sistema que tutele al personal (como un fondo de ga
rantía salarial), no resulta posible que el crédito laboral ceda ante uno civil.
(4) A título de ejemplo, puede verse el artículo 128 del Código de Trabajo de Colombia, el artículo 95 del
Código de Trabajo de Ecuador, el artículo 133 de la Ley Orgánica de Trabajo de Venezuela, los artículos
457 y 458 de la Ley de Consolidación de Leyes de Trabajo de Brasil, el artículo 361 del Código de Trabajo
de Honduras y el artículo 141 del Código de Trabajo de Panamá. Al respecto puede verse OIT. La reforma
laboral en América Latina. Un análisis comparado. OIT, Lima, 2000.
(5) Las frases corresponden a José Luis Monereo Pérez, a propósito de la fórmula legal española, muy parecida
a la peruana. Respecto del contenido de la reforma española, véase MONEREO PEREZ, José Luis. Algunas
reflexiones sobre la caracterización técnico jurídica del Derecho del Trabajo. Civitas, Madrid, 1996,
p. 13 y ss.
(6) MERCADER UGINA, Jesús. Modernas tendencias en la ordenación salarial. Arazandi, Pamplona, 1996,
p. 97.
(7) Un análisis mayor puede verse en TOYAMA, Jorge. “Conceptos extraordinarios en la liquidación de
beneficios sociales: naturaleza y tributos aplicables”. En: Asesoría Laboral. Lima, mayo, 1998, p. 12 y ss.
748
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.24
1. Criterio restrictivo
Solamente los conceptos que se encuentran detallados en la Ley de Conso
lidación de Beneficios Sociales, aprobada por Decreto Legislativo N° 688 del 5
de noviembre de 1991. Los beneficios sociales serían la compensación por tiem
po de servicios (CTS), bonificación por tiempo de servicios y seguro de vida.
Esta posición es sostenible por la referencia legal. Empero, excluye del concep
to de beneficio social, por ejemplo, a la participación anual en las utilidades y demás
beneficios sociales.
2. Criterio amplio
Todo complemento y suplemento, con independencia del nombre o modalidad de en
trega, o la fuente (convencional o legal), ingresa como beneficio social. En la práctica,
muchas veces se alude a la liquidación de beneficios sociales en la cual se pueden incluir
la CTS, las vacaciones y las remuneraciones mensuales.
3. Criterio diferenciado
En este punto, se indica que la remuneración (normalmente ordinaria, fija y perma
nente) es diferente de los beneficios sociales (cobro extraordinario o periódico, que no es
una remuneración). La Constitución y las normas laborales aluden a las remuneraciones
y los beneficios sociales.
Esta postura puede ser criticada porque hay beneficios sociales que no son remune
raciones (CTS), pero otras que sí los son (la bonificación por tiempo de servicios). Pese a
ello, en una oportunidad la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema
indicó que el plazo de caducidad para demandar por hostilidad (CTS) era el mismo que el
previsto para la hostilidad por remuneraciones(8).
4. Criterio excluyente
En tanto que el Texto Unico Ordenado de la Ley de Compensación por Tiempo de
Servicios (LCTS), aprobado por Decreto Supremo N° 001-97-TR, indica que la CTS es
(8) Al respecto, puede verse la Cas. N° 1562-97. En esta, la Corte Suprema indica que la falta de pago de la
CTS es asimilable a la falta de pagos de remuneraciones y, por lo tanto, caduca dentro de los 30 días. No
compartimos lo expresado en la sentencia casatoria, la misma que será analizada más adelante.
749
ART.24 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
un beneficio social de previsión de las contingencias del cese, este sería el único benefi
cio social propiamente dicho.
Esta posición no puede ser sostenida, dado que el propio Decreto Legislativo N° 688
contiene, como otros beneficios sociales, al seguro de vida y la bonificación por tiempo
de servicios.
5. Criterio legal
En esta posición, se indica que los beneficios sociales son aquellos cuyo origen es le
gal o heterónomo. En otras palabras, la expresión beneficio social es idéntica a los bene
ficios de origen legal.
La última posición no debería admitirse, pues hay beneficios sociales que provienen
de la costumbre, convenio colectivo, contrato individual o acto unilateral del empleador.
Desde nuestra perspectiva, los beneficios sociales son todos aquellos conceptos que
perciben los trabajadores por o con ocasión del trabajó dependiente. No importa su origen
(legal -heterónomo- o convencional -autónomo-); el monto o la oportunidad de pago;
la naturaleza remunerativa del beneficio; la relación de género-especie; la obligatoriedad
o voluntariedad, etc. Lo relevante es que lo percibe el trabajador por su condición de tal.
En otras palabras, consideramos que los beneficios sociales se deben apreciar con in
dependencia de la fuente u origen, la cuantía, la duración, los trabajadores comprendidos,
etc. Esta es, por lo demás, la posición que se aprecia en los procesos laborales donde los
jueces emplean una concepción amplia sobre el alcance del término beneficios sociales.
Ciertamente, debe tener un contenido patrimonial claro, en dinero o en especie.
Sobre los pagos en especie, hay que anotar que se ha determinado que en el monto de
los beneficios sociales no pueden incluirse al pago por concepto de Impuesto General a las
Ventas (IGV), de tal manera que el trabajador debe percibir bienes por el equivalente a sus
beneficios sociales y sobre dicho valor se debe calcular el IGV (Cas. N° 107-97-Chimbote).
750
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.24
“(...) Debe tenerse presente que las remuneraciones de los trabajadores, al amparo
de lo dispuesto en el artículo 26, inciso 2), de la Constitución Política del Perú, son
irrenunciables e intangibles, y solo se podrán afectar las planillas de pago por orden
judicial o por un descuento aceptado por el trabajador”.
En relación con la compensación de deudas de un trabajador con los depósitos que
se realizan en las cuentas sueldos, hay un interesante debate. Para el TC, el embargo en
751
t
ART. 24 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
forma de retención sobre depósitos en poder de terceros, de ninguna manera puede ser in
terpretado de forma tal que permita el embargo de cuentas bancarias -cuando se acredite
que corresponden a pago de haberes-, desconociendo el artículo 648, inciso 6), del Códi
go Procesal Civil, puesto que no es posible autorizar en sede administrativa lo que ni si
quiera un juez en la vía judicial está facultado para afectar (SSTC Exps. N°s 0691-2004-
PA/TC y 01780-2009-PA/TC).
El Convenio sobre los Métodos para la Fijación de Salarios Mínimos, 1928 (núm.
26)(10), señala que todo miembro de la OIT que ratifica el convenio se obliga a estable
cer métodos que permitan la fijación de tasas mínimas de los salarios de los trabajadores
(9) RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución de 1993. Tomo II, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p. 220.
(10) Este Convenio ha sido ratificado por el Perú con fecha 04/04/1962.
752
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 24
em pleados, para estos efectos queda en libertad, previa consulta de las organizaciones de
empleadores y de trabajadores, de determinar a quiénes se les aplicarán los salarios mí
nimos (arts. 1 y 2).
El Convenio sobre la protección del salario, 1949 (núm. 95)(n), prevé que el término
salario significa la remuneración o ganancia, sea cual fuere su denominación o método de
cálculo, siempre que pueda evaluarse en efectivo, fijada por acuerdo o por la legislación
nacional, y debida por un empleador a un trabajador en virtud de un contrato de trabajo,
escrito o verbal, por el trabajo que este último haya efectuado o deba efectuar o por servi
cios que haya prestado o deba prestar (art. 1).
De otro lado, es necesario mencionar que, con motivo de la propuesta del Director Gene
ral de la Oficina Internacional del Trabajo del logro de Trabajo Decente para los hombres y
mujeres en todos los países emitida en la Conferencia Internacional del Trabajo 2000, la OIT
ha señalado, como uno de sus objetivos estratégicos, la necesidad de contrarrestar el déficit de
ingresos por trabaj o mediante una política salarial que persiga la recuperación gradual deí poder
adquisitivo de los trabajadores mediante el reajuste de la Remuneración Mínima Vital (RMV)
-denominación propia del sistema peruano-, el fomento de la negociación colectiva y el
reajuste gradual de las remuneraciones en el Sector Público.
En el caso del Salario Mínimo o Remuneración Mínima Vital (RMV) se debería ten
der a su reajuste gradual periódico, según la necesidad de compensar la pérdida de po
der adquisitivo o los aumentos de productividad. Se debería vincular los reajustes del sa
lario mínimo a la evolución del costo de una canasta mínima. El reajuste de los salarios
(11) Este Convenio no ha sido ratificado aún por el Perú. Sin embargo, tiene la calidad de recomendación para
el Estado peruano.
(12) Convenio ratificado el 15/12/1959 por el Perú.
(13) Este Convenio aún no ha sido ratificado por el Perú. Sin embargo, tiene la calidad de recomendación para
el Estado Peruano.
(14) Convenio ratificado por el Perú el 15/12/1959.
753
ART.24 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
debería vincularse a los aumentos de la productividad del trabajo y la inflación, como cri
terios principales, y el reajuste sería mediante la negociación colectiva(15).
Sobre este último tema, cabe advertir que el Estado no ha dispuesto un diálogo social
cuando ha determinado el monto de una RMV pese al mandato constitucional -coinciden
te con las recomendaciones de la OIT-, toda vez que las remuneraciones mínimas se han
fijado unilateralmente por el Estado sin contar con la participación de trabajadores y em
pleadores y, más todavía, sin que existan estudios que fundamenten y respalden objetiva
mente los alcances de los montos aprobados.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
jp El derecho a la rem uneración es una contraprestación por servicios del trabajador, de libre
disposición por parte suya; tiene carácter alimentario y su pago, prioridad sobre otras
obligaciones: STC Exp. N° 00020-2012-PI/TC (f. j. 13).
jp La remuneración que el trabajador percibe como contraprestación por la labor que realiza
debe ser equitativa y suficiente: STC Exp. N° 00027-2006-PI/TC (f. j. 15).
B IB L IO G R A F ÍA
LÓPEZ BASANTÍA, Justo. “El salario”. En: Instituciones de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social. A A .W ., Néstor De Buen & Emilio Morgado (coordinadores), AIADTSS-UNAM. México,
1997; MARCENARO, Ricardo. E l trabajo en la nueva Constitución. Ed. Cuzco S.A., Lima, 1995;
MERCADER UGINA, Jesús. Modernas tendencias en la ordenación salarial. Ed. Arazandi, Pamplona,
1996; MONEREO PEREZ, José Luis. Algunas reflexiones sobre la caracterización técnico jurídica
del Derecho del Trabajo. Civitas, Madrid, 1996; MORALES CORRALES, Pedro. “Remuneraciones”.
En: revista A ctualidad Laboral. Lima, junio, 1999; ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL
TRABAJO. Perú: P ropuesta de Program a Nacional de Trabajo Decente 2004-2006. Informe Preli
minar, Oficina Subregional de la OIT para los Países Andinos, diciembre, 2003; ORGANIZACIÓN
INTERNACIONAL DEL TRABAJO. L a reforma laboral en Am érica Latina. Un análisis comparado.
OIT, Lima, 2000; RUBIO CORREA, Marcial. Estudio de la Constitución de 1993. Tomo II, Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999; TOYAMA MIYAGUSUKU,
Jorge. “Conceptos extraordinarios en la liquidación de beneficios sociales: naturaleza y tributos apli
cables”. En: revista A sesoría Laboral. Lima, mayo, 1998; ZAVALA COSTA, Jaime. Remuneraciones
y jornada de trabajo. En: Revista Asesoría Laboral, Lima, enero, 1994.
754
A rtícu lo 2 5 J o r n a d a d e tr a b a jo
La jornada ordinaria de trabajo es de ocho horas diarias o
cuarentay ocho horas semanales, como máximo. En caso dejor
nadas acumulativas o atípicas, elpromedio de horas trabajadas
en el periodo correspondiente no puede superar dicho máximo.
Los trabajadores tienen derecho a descanso semanal y anual
remunerados. Su disfrute y su compensación se regulan por
ley o por convenio.
CONCORDANCIAS:
C. : arts. 2 ines. 15), 22), 22 y ss., 59; C.P.Ct.: art. 37 inc. 10); C.N.A.: arts. 56,57,61;
D. S. 001-93-PCM: art. 2; D.S. 007-2002-TR; D.S. 008-2002-TR: arts. 1,6; D.U.D.H.:
arts. 23,24; P.I.D.E.S.C.: art. 7 inc. d); C.D.N.: art. 32.2
I. Introducción
El desarrollo de la relación laboral requiere de la delimitación de un espacio temporal
para su ejecución, por lo cual, la determinación del lapso en el cual se desarrollará la la
bor del trabajador resulta imprescindible para conseguir una adecuada prestación del ser
vicio. De este modo, la fijación de la jomada o tiempo de trabajo constituye uno de los as
pectos más importantes del vínculo jurídico laboral, por cuanto constituye el periodo en
el cual el trabajador se obliga a poner su actividad laboral a disposición del empresario®.
En nuestro país esta institución tiene reconocimiento legislativo desde 1919, y consa
gración constitucional desde 1979, y en la Constitución vigente de 1993 se mantiene di
cho modelo con un cierto matiz flexibilizador.12
(1) PALOMEQUE LÓPEZ, Manuel Carlos. Derecho del Trabajo. 6a edición, Editorial Centro de Estudios
Ramón Areces S.A., Madrid, 1998, p. 831.
(2) Es pertinente recordar que precisamente una de las normas laborales más importantes en la actualidad y
vigente con algunas modificaciones, es la Ley de Productividad y Competitividad Laboral (D. Leg. N°
728), cuyo ostentoso nombre no necesariamente tiene correlato con lo que originó una década después de
su promulgación y entrada en vigencia. Es como denominar Ley de Amnistía a una norma que ordene el
encarcelamiento de los.ciudadanos.
755
ART. 25 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Esto supone que la jom ada de trabajo es un derecho y una obligación del trabajador,
en la medida que este debe poner a disposición del empleador su fuerza de trabajo, pero
solamente por determinado lapso. Esta limitación temporal de la prestación del servicio
es la que constituye el derecho del trabajador y crea la obligación del Estado de estable
cer jomadas máximas, de tal manera que el exceso de trabajo no atente contra la salud fí
sica y mental de quien lo realiza, dentro de límites de razonabilidad, dado que “la regu
lación de la jomada máxima de trabajo no solo es la protección de la salud y seguridad
de los trabajadores, es también el uso eficiente de la fuerza de trabajo dentro de la unidad
productiva y produce un beneficio generalizado dentro de la sociedad”(6).
(3) ALONSO OLEA, Manuel y CASAS BAAMONDE, María Emilia. Derecho del Trabajo. 18a edición,
Editorial Civitas, Madrid, 2000, p. 269.
(4) ídem.
(5) Se toma nuevamente como referencia el artículo 21 del Código del Trabajo de España.
(6) CANESSAMONTEJO, Miguel. “La jom ada máxima de trabajo en el Perú: ¿Un derecho o una quimera?”.
En la página web de la Comisión Andina de Juristas: <www.cajpe.org.pe/rij/bases/doctrina/dhl.htm>.
(7) ALONSO OLEA, Manuel, citado por ARÉVALO VELA, Javier. Manual de legislación laboral. Tomo I,
Cultural Cuzco, Lima, 2003, p. 376.
756
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.25
757
ART. 25 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
758
DE LOS DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 25
URISPRUDENCIA RELACIONADA
jj La norma constitucional que impone la jom ada máxima de trabajo de cuarentaiochó ho
ras semanales prevalecerá sobre cualquier disposición internacional o intema: STC Exp.
N° 04635-2004-AA/TC (f. j. 29).
(14) El Tribunal Constitucional mediante sentencia recaída en el Exp. N° 1396-2001-AA, en demanda de amparo
interpuesta por el Sindicato de Trabajadores de Toquepala y Anexos en contra de la empresa Southern Perú
Copper Corporation, consideró válida la decisión de la empresa de programar un sistema de labores de
cuatro días de trabajo de 12 horas cada una a las que seguían tres días de descanso. En este caso estamos
ante un sistema de acumulación de jomadas de trabajo, o jomada atípica, que no afecta el derecho a la
jomada máxima consagrada en el artículo 25 de la Constitución.
759
ART. 25 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
¡Jjl Las jom adas acumulativas, atípicas o concentradas que superen las ocho horas diarias y
cuarentaiocho semanales para periodos de tres semanas rio son compatibles con la Consti
tución: RTC Exp. N° 04635-2004-AA/TC (f. j. 14 - segunda aclaración).
jj| La jom ada de trabajo es una unidad de tiempo que se debe m edir por lapsos en los que el
trabajador está a disposición del empleador para el desarrollo de una actividad productiva:
STC Exp. N° 00027-2006-PI/TC (f. j. 19).
B IB L IO G R A F ÍA
ARÉVALO VELA, Javier. M anual de legislación laboral. Tomo I, Cultural Cuzco, Lima, 2003;
ALONSO OLEA, Manuel y CASAS BAAMONDE, María Emilia. Derecho del Trabajo. 18a edición,
Editorial Civitas, Madrid, 2000; CANESSAMONTEJO, Miguel. “La jom ada máxima de trabajo en
el Perú: ¿Un derecho o una quimera?”. En la página web de la Comisión Andina de Juristas: <www.
cajpe.org.pe/rij/bases/doctrina/dhl.htm>. Mayo, 2004; DEVEALI, Mario. Tratado del Derecho del
Trabajo. Tomo II, 2a edición, Editorial La Ley, Buenos Aires, 1972; MARCENARO FRERS, Ricar
do. E l trabajo en la nueva Constitución. Cultural Cuzco S.A., Lima, 1995; PALOMEQUE LÓPEZ,
Manuel Carlos. Derecho del Trabajo. 6a edición, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces S.A,
Madrid, 1998.
760
A r tíc u lo 2 6 Principios d e la r e la c ió n la b o r a l
En la relación laboral se respetan los siguientes principios:
1. Igualdad de oportunidades sin discriminación.
2. Carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la
Constitución y la ley.
3. Interpretación favorable al trabajador en caso de duda
insalvable sobre el sentido de una norma.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 2), 15), 22 y ss., 59; C.P.Ct: art. 37 inc. 10); C.C.: art. 4; Ley 26636: art.
ni; Ley 26772; Ley 28048; Ley 28983; R. 707-2006-TDC/INDECOPI; D.U.D.H.:
arts. 23.1,24,25; P.LD.E.S.C.: art. 7 inc. c).
I. Principio de igualdad
Los principios suelen ser conceptuados como las pautas generales, las directrices que
informan las normas e inspiran soluciones, sirviendo en diversas fases de la vida norma
tiva, en particular, en su proceso de conformación -inspirando sus contenidos-, interpre
tación y aplicación -integrando lagunas-(1).
Sobre este tema, el Convenio 111 de la OIT, ratificado por el Perú indica lo siguien
te (art. 1):
(1) PLA RODRÍGUEZ, Américo. Los principios del Derecho del Trabajo. Depalma, Buenos Aires, 1978, p. 9.
(2) Al respecto, puede leerse NEVES MUJICA, Javier. Introducción al Derecho del Trabajo. ARA, Lima,
1997, p. 107 y ss.
(3) En el Derecho Laboral, como contraposición a la igualdad ante la ley, cuando se alude al concepto de
igualdad, se habla, además, de una igualdad de trato. Sobre este tema, puede verse NEVES MUJICA,
Javier. “El principio de igualdad en el ordenamiento laboral”. En: Asesoría Laboral. Lima, octubre, 1992,
pp. 18 y 19.
761
t
ART. 26 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Como se ha destacado(5), toda persona calificada para obtener un trabajo, debe tener
la oportunidad de competir por él, obtenerlo y conservarlo con “prescindencia total de su
pertenencia a un determinado grupo racial, sexual, religioso, etc.”. Más todavía, como se
ñala el autor citado, no debe permitirse “aferrarse” de un mérito o calificación para ocul
tar un motivo que es considerado discriminatorio.
(4) RODRIGUEZ PIÑERO, Miguel; CRUZ VILLALÓN, Jesús & FERNÁNDEZ LÓPEZ, Fernanda. Derecho
del Trabajo I. Yol. II. Materiales de Enseñanza del Curso de Derecho Laboral de la Universidad de Sevilla,
p. 185.
(5) BALTA VARILLAS, José. “¿Qué es la discriminación en el empleo?”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 1,
Editorial Normas Legales S.A. Año XLV, Trujillo, 1995, p. 95.
762
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.26
exista una justificación objetiva y razonable para esa diferencia de trato” (STC Exp.
N° 2510-2002-AA/TC).
La existencia de criterios objetivos parece ser el tema central para que el Tribunal acep
te una diferenciación, tal como puede apreciarse en la siguiente sentencia:
“Respeto a que la pretendida aplicación del horario genera una situación de discri
minación, debe destacarse que, conforme lo ha expuesto la propia demandante, el
horario de doce horas de trabajo se aplica únicamente a los trabajadores de la sección
Operaciones en Mina, y que, dada la naturaleza de la labor que desarrollan los traba
jadores de dicha sección, es evidente que tiene que existir un trato diferenciado, pues
se dan situaciones fácticamente distintas que justifican, objetiva y razonablemente,
la adopción de un horario de trabajo diferente, que en nada afecta la dignidad de los
trabajadores” (STC Exp. N° 1396-2001-AA).
El TC ha señalado sobre este precepto que “la igualdad de oportunidades -e n estricto,
igualdad de trato- obliga a que la conducta, ya sea del Estado o los particulares, en rela
ción con las actividades laborales, no genere una diferenciación no razonable y, por ende,
arbitraria” (STC Exp. N° 01875-2006-PA/TC).
Un caso que vale la pena mencionar es el criterio del TC sobre el Contrato Adminis
trativo de Servicios (CAS), creado por el Decreto Legislativo N° 1057 y desarrollado por
normas complementarias, pues para el TC, estamos ante un contrato especial y no hay
afectación al principio de igualdad (STC Exp. N° 00002-2010-PÍ/TC). A nuestro juicio,
el CAS afecta los preceptos constitucionales antes citados, pues, de manera injustificada
y sin que existan razones objetivas que lo respalden, establece menores derechos y bene
ficios a las personas contratadas bajo esta modalidad contractual en comparación con los
previstos para los demás trabajadores del Estado, como lo es la estabilidad laboral y la re
posición ante un despido que no se ajusta a los parámetros constitucionales.
763
ART. 26 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Constitución) además de que estamos ante una norma que establece un trato diferente que
no se basa en razones objetivas, ni proporcionales que permitan fijar un régimen especial
a las personas contratadas bajo el CAS (art. 103 de la Constitución).
Antes de describir la definición expuesta, debemos anotar que existe una discusión so
bre el ámbito subjetivo de aplicación del principio: la extensión de la irrenunciabilidad a
los actos del empleador y los actos desplegados por el sindicato en un convenio colectivo.
Veamos primero los actos del empleador. El ejemplo que se acostumbra citar es la
posibilidad de que el empleador disponga de sus facultades de dirección -que supone las
prerrogativas para dictar normas, fiscalizar la prestación y sancionar los incumplimien
tos laborales- previstas en el ordenamiento jurídico. Algunos sostienen que el empleador
no podría renunciar a esta facultad en la medida que la relación laboral se desnaturaliza
ría sin una facultad de dirección del empleador.
De otro lado, los actos de disposición del sindicato respecto de derechos nacidos en
convenios colectivos tampoco configuran supuestos de renuncia en la medida que en la
(6) OJEDA AVILES, Antonio. La renuncia de derechos del trabajador. IEP, Madrid, 1971, p. 30 y ss.
(7) DE LA VILLA, Luis. “El principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales”. En: Revista de Política
Social. N° 70, Madrid, 1970, p. 7 y ss.
764
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.26
negociación colectiva no se verifica una desigualdad entre las partes y no debe presumir
se, por consiguiente, la nulidad de los actos de disposición del sindicato. Ahora bien, si se
tratara de actos del sindicato que disponen de derechos previstos en normas heterónomas
imperativas, sí cabría, como apunta Neves Mujica, la aplicación del principio abordado®.
Veamos ahora cada uno de los elementos de la definición de De la Villa descrita pre
cedentemente. En primer lugar, estamos ante una disposición, irrevocable y unilateral del
trabajador, de un derecho.
La renuncia de derechos del trabajador debe ser irrevocable, esto es, incondicional,
definitiva. No debe confundirse la irrevocabilidad con la temporalidad. Nos explicamos.
El acto de renuncia del trabajador puede ser temporal -renuncia a la percepción de un be
neficio por un mes-, lo trascendente es que el solo acto del trabajador suponga la dispo
sición incondicional del derecho.
765
ART. 26 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
los efectos del acto de disposición. La renuncia, entonces, supone un acto de disposición
del trabajador que nació válidamente, sin ningún vicio en la prestación de su voluntad.
En definitiva, los casos de renuncia se producen porque el trabajador voluntariamente
prescinde de un derecho. Todo acto ajeno a la voluntad del trabajador que suponga la dis
posición de un derecho, no importa una transgresión al principio de irrenunciabilidad de
derechos. No puede, pues, alegarse la doctrina de los actos propios para enervar los efec
tos de la irrenunciabilidad porque el acto de disposición del trabajador no genera efec
tos jurídicos.
El segundo elemento que podemos analizar se contrae en el reconocimiento del dere
cho en una norma imperativa. Bastará la existencia del derecho para que el acto de dispo
sición del trabajador pueda calificar como irrenunciable, sin que se requiera que el traba
jador cuente con los requisitos previstos en la normativa para el goce efectivo del referido
derecho. Como anota el profesor Neves Mujica, lo expuesto distingue al principio de irre
nunciabilidad del principio de condición más beneficiosa, en tanto que este último princi
pio requiere, para ser alegado, que el trabajador cuente con los requisitos para gozar del
derecho(10)1.
Ahora, conviene describir el tipo de norm a-y el carácter de esta- que contiene un de
recho del trabajador que no puede ser materia de dejación. Las normas estatales que reco
nocen derechos a los trabajadores no merecen cuestionamiento alguno. Luego, tenemos
los derechos contenidos en normas convencionales. Sobre este último, se plantean posi
ciones encontradas, en tanto que unos señalan que también recogen derechos irrenuncia-
bles y otros no.
Finalmente, el derecho materia de renuncia debe estar contenido en una norma impe
rativa. Aquí conviene trasladar la distinción española sobre el grado de imperatividad de
766
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.26
las normas estatales frente a la autonomía privada. Así, tenemos las normas de derechos
dispositivos -existe plena autonomía para las partes-, necesarios relativos -fijan un piso,
un derecho mínimo que puede ser “mejorado” por la autonomía privada-, máximos de de
rechos necesarios -establecen un techo o tope que no puede ser superado por las partes—
y absolutos —no existe alguna capacidad de disposición de las partes—.
Con relación a los criterios del Tribunal Constitucional, en algunos casos, la aplica
ción de este principio no ha sido del todo correcta. Por ejemplo, en la STC Exp. N° 0085-
1995-AA/TC, se admite una afectación al principio de irrenunciabilidad sin que se verifi
que un acto de disposición del trabajador sino un incumplimiento del empleador:
“Si bien la demandada niega el derecho de reincorporación solicitado por el actor, en
base a la interpretación de diversas normas legales citadas en la contestación de la
demanda, y relacionadas a los alcances de la Ley N° 25273, este Colegiado considera
que las argumentaciones legales de la emplazada no enervan el derecho de reincor
poración adquirido por el actor al amparo de la acotada Ley N° 25273, por cuanto
aceptar dicho predicamento significaría desconocer derechos y principios laborales
de jerarquía constitucional contenidos en los artículos 42 y 57 de la Constitución de
1979, y en el artículo 26, incisos 2) y 3) de la vigente Constitución, que hacen refe
rencia al carácter irrenunciable de los derechos reconocidos a los trabajadores por la
Constitución y la ley”.
Por otro lado, ha destacado correctamente (STC Exp. N° 009-2004-AA/TC-Arequi-
pa), que los acuerdos de reducción de remuneraciones son válidos y no transgreden, por
ello, la Constitución:
“En cuanto a la rebaja de remuneraciones, con las boletas de pago obrantes de fojas
11 a 15 de autos, ha quedado acreditado que el actor siguió percibiendo la misma re
muneración que recibía como Asesor de Gerencia General hasta el mes de diciembre
de 1999, y que la referida reducción se sustenta en el convenio suscrito con fecha 25
de octubre de dicho año. Al respecto, la posibilidad de reducir las remuneraciones está
autorizada expresamente por la Ley N° 9463, de 17 de diciembre de 1941, siempre que
medie aceptación del trabajador. Igual situación es contemplada, a contrario sensu, por
el artículo 30, inciso b), del Texto Único Ordenado del Decreto Legislativo N° 728,
aprobado por Decreto Supremo N° 003-97-TR, y el artículo 49 de su reglamento,
aprobado mediante Decreto Supremo N° 001-96-TR, que consideran la reducción
inmotivada de la remuneración o de la categoría como acto de hostilidad equiparable
al despido. Sin embargo, el actor manifiesta que fue compelido por la emplazada a
firmar dicho convenio. En ese sentido, este Colegiado considera que la vía del amparo,
por su carácter sumario, no es la idónea para resolver dicho extremo de la demanda,
tomando en consideración que se fundamenta en un vicio en la manifestación de
voluntad del recurrente, lo cual requiere la actuación de pruebas y diligencias dentro
de la correspondiente estación probatoria, etapa de la cual carece el amparo. En todo
caso, en este extremo, este Colegiado deja a salvo el derecho del recurrente para que
pueda ejercerlo en sede ordinaria”.
767
ART. 26 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“El hecho de que el demandante no haya obtenido puntaje favorable para acceder a una
plaza en calidad de nombrado en el concurso promovido, no podía afectar su derecho
a permanecer en la entidad en la condición de contratado para servicios de naturaleza
permanente; razonamiento este último que se sustenta en los principios constitucionales
de jerarquía normativa y el carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la
Constitución y la ley, aplicable en la relación laboral; principios contenidos en los
artículos 51 y 26 de la Constitución Política del Estado, respectivamente”.
Entonces, los casos donde el empleador no otorgue un derecho que corresponde al
trabajador, un convenio colectivo disminuya el monto de un beneficio reconocido legal
mente a los trabajadores o una ley derogue un derecho de los trabajadores, no configuran
supuestos de renuncia de derechos. En los casos descritos, nos encontraremos ante un in
cumplimiento laboral del empleador que puede motivar la presentación de una demanda
laboral para que se goce del derecho, un convenio colectivo ilegal que puede generar el
control de su legalidad y la sucesión peyorativa de normas estatales que puede suponer la
alegación del principio de condición más beneficiosa(12), respectivamente.
(12) En nuestra opinión, en el ordenamiento jurídico peruano resulta discutible la alegación del principio de
condición más beneficiosa ante una sucesión peyorativa de normas estatales. En rigor, este principio laboral
solamente debería utilizarse cuando estamos ante derechos nacidos de actos no normativos -u n contrato, un
acto unilateral del empleador-. Al respecto, puede verse TOYAMAMIYAGUSUKU, Jorge. “El principio
de condición más beneficiosa”. En: Derecho & Sociedad. N° 7, Lima, 1993, p. 42 y ss.
(13) ALARCÓN CARACUEL, Manuel Ramón. “La vigencia del principio pro operario”. En: AA. VV.
Cuestiones actuales de Derecho del Trabajo. Estudios ofrecidos al profesor Manuel Alonso Olea. MTSS,
Madrid, 1990, p. 850.
768
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.26
El primer caso, esto es, la oscura o ambigua determinación de los hechos, no ofrece
en estricto un problema de interpretación normativa, sino más bien constituye una cues
tión de prueba que debe regirse por las reglas procesales de distribución de la carga pro
batoria y de determinación de quien debe soportar su insuficiencia(14).
Sobre el principio de in dubio pro operario, se ha señalado que, dada la falta de limi
tación, este principio se aplicaría a toda disposición en materia de trabajo como las nor
mas estatales o autónomas e, inclusive el contrato de trabajo(16). Nosotros no estamos de
acuerdo con lo expresado; creemos que solamente es materia de este principio las normas
y no los actos no normativos -como es un contrato de trabajo-, para estos últimos habría
que aplicar las disposiciones respectivas del Código Civil.
(14) DESDENTADO BONETE, Aurelio. “¿Existe realmente el principio in dubio pro operario!”. En: Relaciones
Laborales. N° 14, Editorial La Ley, Madrid, 2003, p. 20.
(15) NEVES MUJICA, Javier. Ob. cit., p. 130.
(16) BOZA PRO, Guillermo. “Los principios del Derecho del Trabajo en la nueva Constitución”. En: Asesoría
Laboral. N° 37, p. 37.
769
ART.26 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
“Que, de autos se aprecia que el actor fue calificado por su jefe inmediato con treintidós
puntos, tal como consta del documento que corre en autos a fojas ciento cuarentiocho
y luego esta puntuación fue modificada a veinticuatro puntos por el jefe inmediato su
perior, entiéndase que el jefe inmediato es el que labora directamente con el trabajador
y como tal es el facultado a calificar, así se establece en el Reglamento de Evaluación,
no obstante también puede entenderse que el jefe inmediato superior sí puede ratificar
contrario sensu, también puede no hacerlo como sucedió en el presente caso, pero al
no existir norma que indique tal opción, por la regla del in dubio pro operario se debió
promediar ambas calificaciones, obteniendo como resultado veintiocho puntos, el cual
hubiese permitido que el actor continúe trabajando, ya que su nota hubiese sido apro
batoria; en tal sentido en mérito a este principio constitucional consagrado en el inciso
3) del artículo 26 de la Carta Magna vigente, la presente acción resulta amparable”.
Finalmente, en una ocasión, el Tribunal Constitucional ha admitido una demanda de
amparo sobre la base de la aplicación del principio de condición más beneficiosa previs
to en el numeral 3 del artículo 26 de la Constitución, que alude al principio de in dubio
pro operario:
“(...) a la fecha del cese, el accionante había adquirido la protección prescrita en el artí
culo 1 de la Ley N° 24041, sustentada en el principio de protección al trabajador, cuyo
tenor es la aplicación de la condición más beneficiosa al trabajador, y consagrado por
la Constitución en su artículo 26, inciso 3)” (STC Exp. N° 2132-2003-AA/TC-Piura).
De un lado, no existe relación entre la condición más beneficiosa-que actúa ante una
sucesión peyorativa- y el principio de in dubio pro operario -que se aplica ante una duda
en la interpretación de una norma-. De otro, ninguno de estos principios resulta aplica
ble en un despido de un trabajador que supone previamente la aplicación del principio de
primacía de la realidad.
770
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.26
Así las cosas, el TC ha mencionado que este principio “será aplicable cuando exis
ta un problema de asignación de significado de los alcances y contenido de una norma.
Ergo, nace de un conflicto de interpretación, mas no de integración normativa. La noción
de ‘norma’ abarca a la misma Constitución, los tratados, leyes, los reglamentos, los conve
nios colectivos de trabajo, los contratos de trabajo, etc.” (STC Exp. N° 008-2005-PI/TC).
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
i Los derechos reconocidos por los tratados de derechos humanos tienen la condición de
irrenunciables: STC Exp. N° 00008-2005-PI/TC (f. j. 24).
B IB L IO G R A F ÍA
ALARCÓN CARACUEL, Manuel Ramón. “La vigencia del principio pro operario”. En: Cuestio
nes actuales de Derecho del Trabajo. Estudios ofrecidos al profesor M anuel Alonso Olea. AA. W .
MTSS, Madrid, 1990; BALTA VARILLAS, José. “¿Qué es la discriminación en el empleo?”. En:
R evista Jurídica del Perú. N° 1, Año XLV, Editorial Normas Legales S.A. Trujillo, 1995; BOZA PRO,
Guillermo. “Los principios del Derecho del Trabajo en la nueva Constitución”. En: Asesoría Labo
ral. N° 37, Lima, octubre; DE LA VILLA, Luis. “El principio de irrenunciabilidad de los derechos
laborales”. En: Revista de P olítica Social. N° 70, Madrid, 1970; DESDENTADO BONETE, Aurelio.
“¿Existe realmente el principio in dubio pro operario?”. En: Relaciones Laborales. N° 14, Editorial La
Ley, Madrid, 2003; NEVES MUJICA, Javier. Introducción al Derecho del Trabajo. Ed. ARA. Lima,
1997; NEVES MUJICA, Javier. “El principio de igualdad en el ordenamiento laboral”. En: Asesoría
Laboral. Lima, 1992; OJEDAAVILÉS, Antonio. La renuncia de derechos del trabajador. IEP, Madrid,
1971; PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Los principios del Derecho del Trabajo. Ed. Depalma, Buenos
Aires, 1978; RODRÍGUEZ PIÑERO, Miguel; CRUZ VILLALÓN, Jesús & FERNÁNDEZ LÓPEZ,
Fernanda. Derecho del Trabajo. Volumen II, Tomo I, Materiales de Enseñanza del Curso de Derecho
Laboral de la Universidad de Sevilla; TOYAMA MIYAGUSUKU, Jorge. “El principio de condición
más beneficiosa”. En: Revista Derecho & Sociedad. N° 7, Lima, 1993.
771
A rtícu lo 2 7 P rotección con tra el despido arbitrario
La ley otorga al trabajador adecuada protección contra el
despido arbitrario.
CONCORDANCIAS:
C.: arts. 2 inc. 15), 22 y ss., 59; C.P.Ct: art. 37 inc. 10); D.S. 001-96-TR: arts. 45,56,
85; D.S. 003-97-TR: arts. 34,36,38; D.U.D.H.: art. 23.1
Para nuestro análisis vamos a descomponer el citado precepto en tres frases: 1) “La
ley”, 2) “Adecuada protección” y 3) “Despido arbitrario”.
772
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.27
El despido injustificado, uno de los dos tipos de despido denominado arbitrario por
el artículo 34 de la Ley de Productividad y Competitividad Laboral, es aquel en el que se
invoca un motivo regulado en la ley, pero luego no puede probarse en el proceso subsi
guiente. La reparación prevista para él es el pago de una indemnización. Solo puede ac
cionarse contra él en vía ordinaria.
773
ART.27 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
¡JJ El trabajador público que es despedido arbitrariamente solo será repuesto en sus labores
si ganó un concurso público para una plaza vacante a plazo indeterminado: STC Exp.
N° 05057-2013-P A /T C (f.j. 18).
¡JJ Existen efectos restitutorios frente a un despido arbitrario en los casos de despidos nulos,
incausados y fraudulentos: STC Exp. N° 00976-2001-AA/TC (f. j. 12).
¡¡J Se produce el despido incausado cuando se despide al trabajador, ya sea de manera verbal
o mediante comunicación escrita, sin expresarle causa alguna derivada de la conducta o la
labor que la justifique: STC Exp. N° 01124-2001-AA/TC (f. j. 12).
774
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 27
jjj] El despido fraudulento ocurre cuando se despide al trabajador con ánimo perverso y
auspiciado por el engaño, por ende, de manera contraria a la verdad y la rectitud de las
relaciones laborales: STC Exp. N° 00976-2001-AA/TC (f. j. 12).
¡jf Es permitido el uso del polígrafo en los trabajadores cuando exista sospecha razonable
de que hayan ocasionado un grave perjuicio al empleador: STC Exp. N° 00273-2010-PA/
TC (f. j. 8).
jP Cómputo del plazo para sancionar a trabajadores se iniciará desde el aviso al funcionario
que tenga potestad disciplinaria: STC Exp. N° 03860-2013-PA/TC (f. j. 27).
775
A rtícu lo 2 8 D erech os de sin d icalización , n egociación
colectiva y h u elga
El Estado reconoce los derechos de sindicación, negociación
colectiva y huelga. Cautela su ejercicio democrático:
1. Garantiza la libertad sindical.
2. Fomenta la negociación colectiva y promueve formas de
solución pacífica de los. conflictos laborales.
La convención colectiva tienefuerza vinculante en el ámbito
de lo concertado.
3. Regula el derecho de huelga para que se ejerza en armonía
con el interés social. Señala sus excepciones y limitaciones.
C O N C O R D A N C IA S :
C.: arte. 22, 42, 153, 200 inc. 2), la y 2a DFT; C.P.Ct: art. 37 inc. 11); C.P.: art.
168 inc. 1); C.N.A.: art. 66; D.S. 011-92-TR: arts. 4, 9; D.S. 010-2003-TR: arts. 2 y
ss.; D.U.D.H.: art. 23 inc. 4); P.I.D.C.P.: art. 22.3; P.I.D.E.S.C.: arts. 8.1 inc. d), 8.3
La libertad sindical es uno de los nuevos pilares del nuevo “contrato social” que em
pezó a extenderse por el mundo después de la primera guerra mundial, a la vez que cons
tituye uno de los principales ejes del segundo gran paquete de derechos fundamentales que
alcanzan consagración constitucional. Su origen, dinámica y justificación histórica repo
san en la necesidad de amortiguar las consecuencias de la contraposición de intereses y la
desigual distribución de poder entre el capital y el trabajo, implícita en el sistema capita
lista, a partir de la actuación y representación colectiva de los trabajadores.
Como institución tuvo una espectacular evolución jurídica que la llevó del terreno de
los delitos al de los derechos constitucionales fundamentales, su función radica en la ido
neidad de la actuación organizada de los trabajadores para equilibrar la desigual relación
existente entre los asalariados individualmente considerados y el empresario (función
equilibradora); encausar y componer el conflicto de intereses subyacente a estas relacio
nes (función pacificadora o compositiva); obtener regulaciones de condiciones de traba
jo adecuadas a cada unidad productiva (función normativa); generar una mayor participa
ción de los trabajadores en el excedente producido (función redistribuidora); y, también,
propiciar una participación efectiva de los colectivos laborales en la definición de políticas
públicas (función democratizadora). Con lo que el fenómeno sindical ha sido un vehícu
lo fundamental para que se tomen en cuenta los intereses de los trabajadores en los diver
sos ámbitos empresarial, sectorial y nacional. Finalmente, el sujeto sindical se ha trans
formado en un instrumento clave para la aplicación efectiva de las normas laborales, que
de otro modo tienen una tasa de incumplimiento muy elevada (función de aplicación del
Derecho del Trabajo).
776
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.28
En ese contexto, hay que precisar también que la libertad sindical involucra los tres
derechos colectivos por excelencia: sindicación, negociación colectiva y huelga, que for
man parte inescindible de este instituto jurídico. En efecto, si tomáramos en cuenta úni
camente el derecho de sindicación como expresión de la libertad sindical, la organización
sindical no se diferenciaría en nada de cualquier asociación, dado que lo que hace pecu
liar al sindicato es justamente su capacidad de representar los intereses de los trabajado
res, lo que se lleva a cabo principalmente a través de la negociación colectiva y se garan
tiza a través de la huelga. Por eso afirmamos que las tres manifestaciones de la libertad
sindical conforman una especie de “trípode”, en el que el reconocimiento concreto y efec
tivo de cada una de ellas garantiza el respeto del derecho. He allí su contenido esencial.
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ART.28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
orbe la ha consagrado en su máximo nivel posible: el constitucional. Este hecho trae dos
consecuencias: en primer lugar, importa la máxima valoración jurídica que tiene el hecho
sindical en el ordenamiento jurídico, en segundo lugar, marca la adhesión constitucional
al modelo pluralista de relaciones laborales, que tiene en su base una valoración no pato
lógica sino positiva del conflicto industrial y que concede a los sindicatos un papel suma
mente relevante en la composición y funcionalización de tal conflicto.
Ahora bien, cabe indicar que el reconocimiento supremo de la libertad sindical, ini
ciado en 1917 con la Constitución de Querétaro, no se ha limitado al ámbito nacional, ya
que también ha tenido alcance internacional tan solo dos años después en la Constitución
de la OIT y posteriormente en los convenios que esta relevante institución internacional
ha venido aprobando. Así, se puede afirmar que, desde el punto de vista del Derecho In
ternacional de los Derechos Humanos, la libertad sindical y los demás derechos sociales
son de primera generación, frente a los civiles y políticos.
(1) Sentencia recaída en los expedientes acumulados N°s 0025-2005-PI/TC y 0026-2005-PI/TC, ff. jj. 29 y 30.
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t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 28
1. Reconocimiento y titularidad
Como ya se indicó, la Carta Magna reconoce la libertad sindical en su artículo 28,
norma en la que se consagran sus tres manifestaciones pero no se dice nada respecto de
quiénes son los titulares del derecho. Sin embargo, el texto constitucional, en cambio, sí es
mucho más específico respecto de la regulación de las categorías excluidas, que són siete
y todas ellas de funcionarios del Estado: con poder de decisión o que desempeñan cargos
de confianza o de dirección (art. 42), los miembros de las fuerzas armadas o la policía na
cional (art. 42) y los jueces y fiscales (art. 153)(2).
La ausencia de una adscripción subjetiva expresa de este derecho plantea una serie de
discusiones en cuanto a su titularidad, la que está referida principalmente a la inclusión o
no de los empleadores y trabajadores autónomos en la esfera subjetiva del fenómeno sin
dical. Con respecto a los primeros, nos inclinamos a pensar que no gozan de libertad sin
dical, en la medida que el principio de especialidad nos lleva a reconducir al fenómeno
sindical a su hábitat natural: el terreno de las relaciones laborales. Además, porque la li
bertad sindical es un derecho históricamente conquistado por los trabajadores con la finali
dad de equilibrar la posición de superiores de los empleadores y porque la libertad sindical
es esencialmente colectiva, mientras que la libertad asociativa de empresarios constituye
esencialmente una libertad individual. Con esto no desconocemos el derecho de los em
presarios de constituir organizaciones, sino que creemos que puede existir un régimen sin
dical para los trabajadores y otro de asociación civil para los empleadores, sin vulnerarse
el Convenio N° 87 de la OIT. Esto recusa la postura simétrica, sumándonos a la que con
sidera que la visión de la libertad sindical debe ser paralela, es decir, que si bien las or
ganizaciones de empleadores y trabajadores presentan caminos convergentes, su conteni
do y aspectos organizativos son diferenciados.
(2) Estas 7 exclusiones contradicen abiertamente lo permitido por el Convenio N° 87 de la OIT, que solo
permite exceptuar a miembros de las fuerzas armadas y policiales, lo que ha generado que los órganos
de control de la OIT vengan reclamándole al Perú el reconocimiento de este derecho a los jueces y
fiscales. Un desarrollo detallado de este problema puede verse en VILLAVICENCIO RÍOS, Alfredo.
La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances y regulación. Editado por OIT, PUCP y Plades,
2010, p. 5 6 y ss.
(3) La dificultad de las organizaciones sindicales de trabajadores autónomos vendrá por el ejercicio de los
derechos de negociación colectiva y huelga, al no tener una contraparte de la que dependa la retribución
y demás condiciones de trabajo.
779
ART. 28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
del derecho de negociación colectiva, el mismo que se deriva del derecho de sindicación
de los trabajadores del Estado(4).
Por ello, de la obligación de garantizar la libertad sindical que impone el artículo 28,
resulta un expreso mandato a todos los poderes del Estado para que se preocupen en crear
un hábitat suficiente y libre de obstáculos para la expresión de las diversas facultades que
conforman este expreso derecho, de instituir los procedimientos y mecanismos dirigidos
a tutelar su ejercicio y de establecer las facilidades y prerrogativas necesarias para que
pueda expresarse y desarrollarse. No cabe pues, un Estado abstencionista que se confor
me con la consagración de la libertad sindical sino que debe estar involucrado permanen
temente en la defensa y favorecimiento de los derechos sindicales.
780
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 28
en nuestra Constitución exige el cumplimiento de una serie de reglas, entre las que se de
ben destacar: a) la libre elección de los dirigentes sindicales, b) reparto de competencias
entre la asamblea y los órganos ejecutivos, c) la duración del mandato representativo y la
libre revocación del mismo antes de finalizarse el periodo de duración, d) la toma de de
cisiones por mayoría, e) el derecho de las bases a recibir información completa sobre los
asuntos sindicales y el paralelo derecho a una formación sindical y laboral(7).
3.1. Sindicación
a) Regulación constitucional directa
Habiendo indicado el tratamiento constitucional que recibe la libertad sindical, debe
mos señalar que la regulación del derecho de sindicación por parte de la Norma Suprema
vigente es paupérrima, pues tan solo se limita a reconocerlo como tal (art. 28). La Cons
titución de 1979, por el contrario, sí era más omnicomprensiva del conjunto de faculta
des y garantías que componen el “derecho de sindicalización”, como se le conocía en ese
entonces. Efectivamente, se consagraba en la Carta Magna derogada el derecho de sindi-
calizarse sin autorización previa y de no estar obligado a formar parte de un sindicato ni
impedido de hacerlo. También se garantizaba el derecho de los sindicatos a crear organis
mos de grado superior, sin que pueda impedirse u obstaculizarse la constitución, funcio
namiento y administración de los organismos sindicales, y a disolverse solo por acuerdo
de sus miembros o por resolución de última instancia de la Corte Superior. Finalmente,
los dirigentes sindicales de todo nivel poseían protección constitucional para el desarro
llo de sus funciones.
(7) SALA FRANCO, Tomás y ALBIOL MONTESINOS, Ignacio. Derecho sindical. Tirant lo Blanc, Valencia,
1994, pp. 70 y 71.
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ART. 28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
i) Convenio N° 87 de la OIT
Adoptado en 1948, establece la regulación de la libertad sindical frente al Estado pro
curando impedir que este obstaculice el surgimiento y configuración de los sujetos colec
tivos. Su artículo 2 consagra el derecho de sindicación con precisa claridad al reconocer
el derecho de los trabajadores sin ninguna distinción y sin autorización previa “de consti
tuir las organizaciones que estimen convenientes, así como el de afiliarse a estas organi
zaciones, con la sola condición de observar los estatutos de las mismas”. La titularidad de
este derecho resulta la más amplia posible, siendo suficiente que se traten de trabajadores
por cuenta ajena y subordinados, pudiendo también excluirse de este ámbito subjetivo a
los miembros de las fuerzas armadas y de la policía nacional en virtud del artículo 9 del
Convenio. En ese sentido, no resultan pacíficas las exclusiones que realiza la Constitu
ción de 1993 respecto de los funcionarios del Estado con poder de decisión, los que des
empeñan cargos de confianza o de dirección (art. 42), los jueces y los fiscales (art. 153).
(8) ERMIDA URIARTE, Óscar y VILLAVICENCIO RÍOS, Alfredo. Sindicatos en libertad sindical ADED/
ATC, Lima, 1991, p. 17.
(9) La libertad sindical individual, por su parte, consiste en todos aquellos derechos de los trabajadores a cons
tituir y afiliarse a las organizaciones que estimen conveniente, sin autorización previa y en total libertad,
así como a desarrollar actividad sindical, y a no incorporarse o retirarse libremente de tales organizaciones.
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DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 28
783
ART. 28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Cuadros y Sánchez proponen, sobre lo tratado, definir los alcances de este rol esta
tal a través de tres vertientes: la primera, constituida por el “garantismo” como técnica de
protección de los derechos fundamentales, enfocado hacia el logro de mayores niveles de
protección y equilibrio que garanticen el tránsito hacia una igualdad sustancial; la segun
da, proveniente del sistema internacional de protección de derechos humanos, que obliga.
a adoptar medidas dentro de un plazo razonablemente breve, así como a distinguir entre
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DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.28
aquellas obligaciones estatales que tienen un desarrollo progresivo de aquellas que tienen
un cumplimiento inmediato; y la tercera, que toma como referencia a la economía social
de mercado y la cláusula de Estado Social que obligan al Estado a adoptar medidas legis
lativas orientadas al cumplimiento de fines sociales de relevancia constitucional(U).En ese
sentido, es necesario adoptar medidas concretas y medibles de regulación del mercado
de trabajo con el fin de fomentar la negociación colectiva, como restringir el número de
modalidades de contratación a plazo fijo y el plazo de duración de las mismas11(12) (ya que
constituyen una gran barrera para el crecimiento de la sindicación), además de establecer
como nivel de negociación colectiva el de rama de actividad cuando el nivel de empresa
tome a la negociación en inoperante, situación que se dio en el caso de Construcción Civil.
(11) CUADROS LUQUE, Femando y SÁNCHEZ REYES, Christian. “El rol estatal de fomento de la nego
ciación colectiva”. En: Alcances y eficacia del derecho del trabajo: Tercerización, inspección y derechos
colectivos. III Congreso Nacional de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.
SPDTSS, Lima, 2008, pp. 507-509.
(12) Ibídem, p. 513.
785
ART. 28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
i) Convenio N° 98 de la OIT
Este convenio internacional establece la obligación estatal de adoptar medidas ade
cuadas a las condiciones nacionales, cuando ello sea necesario, para estimular y fomen
tar entre los empleadores y las organizaciones de trabajadores el pleno desarrollo y uso de
procedimientos de negociación voluntaria, con objeto de reglamentar, por medio de contra
tos electivos, las condiciones de empleos (art. 4 del convenio N° 98). Del mismo modo, el
Comité de Libertad Sindical ha establecido que el derecho de negociación colectiva ex'ige
que esta sea realizada de buena fe, lo que implica que las partes deben desarrollar las ne
gociaciones de manera verdaderamente constructiva con la finalidad de arribar a un con
venio colectivo y que una parte no puede negarse a negociar con la otra, nombrar repre
sentantes sin capacidad de obligarla, dilatar la negociación indebidamente, no entregar la
información económica requerida y pertinente, entre otras medidas.
(13) GERNIGON, Bemard; ODERO, Alberto y GUIDO, Horacio. “Principios de la OIT sobre negociación
colectiva”. En: Revista Internacional del Trabajo. Volumen 119, 2000, p. 49.
786
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.28
3.3. Huelga
787
ART.28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
la huelga a ritmo lento, de brazos caídos, intermitente, neurálgica, etc. Esta regulación no
se condice con el marco constitucional, lo que ha sido declarado por el Comité de Liber
tad Sindical de la OIT cuando se ha pronunciado contra tal proscripción puesto que son
manifestaciones legítimas y válidas del derecho de huelga en tanto no pierdan su carácter
pacífico(14). Los límites externos, por su parte, sí gozan de justificado consenso con rela
ción a su existencia, puesto que se trata de proteger a otros bienes jurídicos de igual o ma
yor relevancia que la huelga y que no pueden verse afectados por esta: la vida, la salud o
la seguridad de todo o parte de la población.
(14) Sobre el particular, véase el Informe N° 291 del Comité de Libertad Sindical de la OIT recaído en los casos
1648 y 1650.
(15) OFICINA INTERNACIONAL DEL TRABAJO. Libertad sindical y negociación colectiva. Estudio
General de Memorias de la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones. OIT,
Ginebra, 1994, párrafo 148.
788
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 28
Por lo que podemos concluir, que si bien la huelga no se encuentra regulada direc
tamente por los convenios de la OIT, sí está recogida indirectamente por ellos, al ser un
componente esencial de la libertad sindical.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
I
jj E l derecho a la libertad sindical tiene como contenido la libertad de todo trabajador
para afiliarse a un sindicato, así como para el desarrollo libre de su actividad: STC Exp.
N° 0 3 169-2006-PA/TC (f. j. 17).
jp El derecho de huelga lo ejercen los trabajadores para suspender sus labores como mecanismo
para obtener mejoras y se ejerce al agotarse la negociación directa con el empleador: STC
Exp. N° 00005-2008-PI/TC (f. j. 4).
§ La rotación del dirigente sindical solo puede darse por necesidades del servicio: STC Exp.
N° 03377-2013-PA/TC (f. j. 19).
[jp Para expulsar asociados del sindicato por no acatar una paralización debe mediar un pro
cedimiento intemo en el que puedan ejercer su derecho de defensa: STC Exp. N° 01198-
2012-PA/TC (f.j. 18).
789
ART.28 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
B IB L IO G R A F ÍA
CUADROS LUQUE, Femando y SÁNCHEZ REYES, Christian. “El rol estatal de fomento de la
negociación colectiva”. En: A lcances y eficacia del Derecho del Trabajo: Tercerización, inspección
y derechos colectivos. III Congreso Nacional de la Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la
Seguridad Social. SPDTSS, Lima, 2008; ERMIDA URIARTE, Óscar y VILLAVICENCIO RÍOS,
Alfredo. Sindicatos en libertad sindical. ADED/ATC, Lima, 1991; GERNIGON, Bemard; ODERO,
Alberto y GUIDO, Horacio. “Principios de la OIT sobre negociación colectiva”. En: Revista In
ternacional del Trabajo. Volumen 119, 2000; OFICINA INTERNACIONAL DEL TRABAJO.
L ibertad sindical y negociación colectiva. Estudio General de M emorias de la Comisión de Expertos
en A plicación de Convenios y Recomendaciones. OIT, Ginebra, 1994; RODRÍGUEZ-PEÑERO y
BRAVO-FERRER, Miguel. “La libertad sindical en la Constitución”. En: Cuadernos de Derecho
del Trabajo. Madrid, 1980; SALA FRANCO, Tomás y ALBIOL MONTESINOS, Ignacio. Derecho
sindical. Tirant lo Blanc, Valencia, 1994; VILLAVICENCIO RÍOS, Alfredo. La libertad sindical en
e l Perú: fundam entos, alcances y regulación. Editado por OIT, PUCP y Plades, 2010.
790
A rtículo 29 P articip ación de los trabajadores en las
utilidades de la em presa
El Estado reconoce el derecho de los trabajadores a participar
en las utilidades de la empresa y promueve otras formas de
participación.
CONCORDANCIAS:
C.: art. 2 inc. 17), 22,24, 89; C .P.C t: art. 37 inc. 10); D. Leg. 677: arts. 7,9; D. Leg.
892: art. 1 y ss.; D.U.D.H.: arts. 2 3,24)
La Constitución de 1979, que recogió y consolidó muchas de las instituciones del go
bierno militar, hizo lo propio con la materia participativa, con lo cual, cuando en la dé
cada de los noventa el gobierno de entonces, con su impronta flexibilizadora y neolibe
ral, intentó suprimirla encontró una valla insalvable, que superó apelando más al ingenio
que a la juridicidad.
(1) BA R B A G E L A T A , H éctor Hugo. “Participación de los trabajadores en A m érica Latina”. En: Derecho
Laboral. N ° 165, M ontevideo, enero-m arzo 1992, p. 2.
t
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Las variables son, por lo menos, las siguientes: (i) definición y contenido de “utilidad a
repartir”, respecto de lo cual lo más usual es que se utilice la utilidad a efectos tributarios;
(2) CÓRDOVA C O R D O B E S, Efrén. “La participación de los trabajadores en la gestión de las em presa”. En:
Las relaciones colectivas de trabajo en América Latina, OIT, Ginebra, 1981, pp. 99 y 100.
792
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 29
(ii) porcentaje a repartir; (iii) trabajadores comprendidos (y/o trabajadores excluidos; (iv)
criterios que inciden en el reparto, que pueden ser los días trabajados, las remuneracio
nes (y dentro de estas, los conceptos computables), ambos criterios, etc.; (v) límites o to
pes; (vi) formas de reparto, directas o indirectas; (vii) posibilidad de sustitución por pa
gos alternativos, etc.
2. Participación en la gestión
La intervención de los trabajadores en la gestión puede tener diversas manifestacio
nes, por ejemplo, como enumera Monereo(3) “según criterio de intensidad ascendente”, de
recho de información, consulta-opinión, examen conjunto, derecho de oposición o veto,
de codeterminación intema-institucional (cogestión en sentido lato) o extema-negocial y,
por último, la autogestión.
Una clasificación más simple las resume en participación informativa, consultiva, de
cisoria e impeditiva, en lo que son en realidad grados de profundidad o intensidad.
Ermida(4) engloba las dos primeras dentro del genérico “cooperación”, señalando que
es la manifestación menor de la participación y que incluye también el control.
(3) M ONEREO PÉREZ, José Luis. L os derechos de inform ación de los representantes d e los trabajadores.
Departamento de Derecho del Trabajo, Universidad de Granada, Civitas, España 1992, p. 78.
(4) ER M ID A URIARTE, Óscar. “Formas de acción gremial en la empresa”. En: D erecho Laboral. N ° 131,
M ontevideo, 1983, p. 601.
793
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
3. Participación en la propiedad
La participación de los trabajadores en la propiedad de sus empresas es la forma más
profunda e intensa de participación, puesto que envuelve e involucra de modo necesario
a las otras dos. En efecto, si los trabajadores son propietarios o co-propietarios de su em
presa, tienen necesariamente que intervenir en su dirección y les corresponderá, también
de modo necesario, parte proporcional de los frutos.
1. La protohistoria
La primera mención legal al tema aparece con la Constitución de 1933, dentro de cuyo
Título II sobre Garantías Constitucionales, el Capítulo I se refiere a las garantías nacionales
794
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 29
y sociales entre las cuales el artículo 45 señala que “el Estado favorecerá un régimen de
participación de los empleados y trabajadores (sic) en los beneficios de las empresas (...),,(7).
En 1948, el gobierno militar que encabezaba el Gral. Manuel A. Odría dictó el muy
importante Decreto Ley N° 10908 (03/12/1948), que tenía dos partes: por la primera, se in
trodujo el salario dominical en favor de los obreros, una remuneración adicional en caso
de asistencia y puntualidad perfectas durante la semana; en buena cuenta, la retribución
del día de descanso, de allí su denominación. Por la segunda parte se introducía el dere
cho de los trabajadores a la participación en las utilidades, dentro del siguiente esquema:
(i) estaban afectas las empresas cuyos recursos (capital) no fueran menores a S/ 50,000;
(ii) la participación de los trabajadores debía alcanzar al 30% de las utilidades, según ba
lance anual aprobado por la Superintendencia General de Contribuciones, debiendo dedu
cirse previamente 10% como interés del capital y las deducciones permitidas por las leyes
tributarias; (iii) la distribución debía atender a los factores de monto de remuneración, an
tigüedad, asiduidad y eficiencia; (iv) del monto resultante, 20% se adjudicaba al trabaja
dor en efectivo, y el 80% saldante en acciones intransferibles de la Caja del Trabajo que
por esa ley se creaba. El reglamento de la ley precisaría los detalles.
La participación utilitaria directa no llegó a regir; antes de que culminara el año 1949,
mediante un decreto supremo se suspendieron sus alcances y se otorgó una denominada
“asignación sustitutoria de la participación en las utilidades”, situación que se reprodu
jo al año siguiente, y al siguiente, hasta que por Ley N° 11672 adoptó carácter definitivo.
(7) Es curiosa la distinción que hacía entre em pleados y trabajadores, que proviene de que en aquella época
se llamaba trabajadores solo a los obreros.
795
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
llegar a ser superior al total de sus utilidades o, al menos, consumir parte desproporciona
da de las mismas o, en la otra mano, resultar ridicula o exigua.
El primero en ser creado fue en la industria, con la dación en julio de 1970 del Decreto
Ley N° 18350, Ley General de Industrias, seguido poco después por el D. L. N° 18383, Ley
de Comunidades Industriales, por lo que se creó la llamada comunidad laboral, persona
jurídica de conformación obligatoria en cada empresa, constituida por todos los trabajado
res con el objeto de representarlos en la propiedad y en la gestión.
796
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.29
No alcanzó a todas las actividades, y en las que se implantó tuvo tasas diferenciales.
a) Industria
En su primera versión de la industria (D. L. N° 18350), las acciones eran las comunes
de la propia empresa y no se entregaban a cada trabajador sino a la Comunidad Industrial,
la cual emitía, a su vez, títulos representativos; el trabajador, entonces, no era accionista
de su empresa, sino solo a través de su comunidad. Para apreciar en qué forma y medida
se improvisó el sistema, resulta casi anecdótico recordar que el D. L. N° 18350 disponía
797
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
que la porción de los trabajadores, que nacía de la inversión en la propia empresa del 15%
de sus utilidades, se incrementaría hasta alcanzar el 50% del capital social, momento en
el cual - cita textual del artículo 25 - “los trabajadores serán individualmente propietarios
de las acciones o participación de este 50%, dentro de las condiciones de Cooperativa In
dustrial que establezca la Ley de la Comunidad Industrial; continuando en la Empresa la
Comunidad Industrial Nunca nadie se tomó la molestia de explicar qué era o qué se
ría esta “cooperativa industrial”, y la Ley de Comunidad Industrial, puesta en vigor poco
después mediante D. L. N° 18384, ignoró olímpicamente la cuestión, señalando solo que
al llegar al 50% del capital social, el 15% sería entregado a la comunidad industrial en di
nero contante para formar su Fondo General.
Posteriormente, con el D.L. N° 21789, se eliminó la intermediación de la comunidad
industrial y se dio paso a la atribución directa de las llamadas “acciones laborales”, que
no integraban el capital de la empresa sino una cuenta paralela cuya magnitud no podía
sobrepasar el 50% del capital social, con lo que la porción máxima atribuida a los traba
jadores quedó reducida a un tercio del patrimonio societario.
b) Pesquería
12% de la utilidad debía repartirse en dos porciones: 10.8% para formación del patri
monio de los trabajadores dentro de diversas alternativas de inversión: acciones laborales
de la propia empresa, bonos de trabajo, títulos de interés social, acciones de nuevas em
presas o acciones de empresas mixtas; 1.2% era entregado a la comunidad pesquera, para
el cumplimiento de sus fines.
c) Minería
El porcentaje (6%) de la utilidad se distribuía 5.5% en una cuenta denominada Cuen
ta Participación Patrimonial del Trabajo que, de acuerdo a la decisión de los trabajadores,
se debía invertir en acciones laborales, bonos de trabajo, títulos de interés social, accio
nes de nuevas empresas o acciones de empresas mixtas, hasta alcanzar el 50% del capital
social de la empresa; y 0.5% se aplicaba a gastos de la comunidad minera.
d) Telecomunicaciones
La participación de 15% de la utilidad se distribuía 50% asignado a la comunidad de
cada empresa y el 50% restante, por intermedio de dicha comunidad, a la Comunidad de
Compensación de Telecomunicaciones, la cual debía emitir acciones que representaran el
total del patrimonio aportado y repartirlas entre todas las comunidades de empresa en ra
zón directamente proporcional al número de horas-hombre laborados por los trabajadores
en las empresas correspondientes.
Mayor enredo, imposible. Todo era diferente: los porcentajes, los criterios de distri
bución, los títulos representativos, la intervención de las comunidades de empresa y de
compensación, etc.
798
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 29
5. Participación en la gestión
Esta es la única forma de participación en la que hubo coherencia y uniformidad, aun
que no faltaron complejidades y fue pródiga en complicaciones funcionales.
La elección se hacía mediante voto individual, directo y secreto, no pudiendo ser elegi
dos quienes desempeñaban cargos sindicales o los habían ejercido en los últimos tres años.
Para garantizar que dicha participación fuera efectiva, determinadas decisiones de gran
importancia solo podían ser adoptadas por el Directorio, no pudiendo serlo a nivel de jun
ta de accionistas, ni delegadas en órganos inferiores; entre ellas, la contratación de perso
nal de dirección y la fijación de sus remuneraciones; la compraventa, permuta, alquiler o
cualquier otro acto de disposición sobre inmuebles, maquinaria y equipos fundamentales
para la actividad de la empresa; la presentación de cuentas y balances para la junta gene
ral. Asimismo, se dispuso que el Directorio debería sesionar por lo menos una vez al mes
y que tenía que hacerlo necesariamente en idioma castellano.
799
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
Es vital advertir que estaba vigente entonces la Constitución de 1979, cuyo texto so
bre la materia hemos transcrito líneas arriba. Cualquier modificación tenía que hacerse,
pues, “dentro” de la Constitución, en el estrecho margen interpretativo que la misma pu
diera ofrecer.
800
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 29
Sobre todo, introdujo una gran innovación: a todos los sectores que antes no distri
buían se los agrupó bajo una denominación común “Empresas que realizan otras activida
des”, con un porcentaje de 5%. Solo unas cuantas actividades marginales quedaron regi
das por la añeja asignación sustitutoria.
El monto resultante se liquida y abona en dos porciones: 50% a prorrata entre los tra
bajadores, dividiéndose su monto entre la suma total de días trabajados por todos y multi
plicándose el resultado por el número de días laborados por cada uno; el otro 50% se dis
tribuye en proporción a las remuneraciones personales básicas.
Más drástica fue la ley con las comunidades de compensación (existentes fuera de las
empresas), las cuales fueron automáticamente disueltas.
Finalmente, en lo que atañe a copropiedad, se dispuso tan solo que las empresas esta
rían obligadas, en caso de aumento de capital por suscripción pública, a ofrecer a sus tra
bajadores la primera opción en la suscripción de acciones, en no menos del 10% del au
mento de capital. Habida cuenta de que los trabajadores que desearan adquirirlas tendrían
que pagarlas al contado (la ley no prevé ningún régimen de privilegio o excepción), el de
recho a la participación quedó reducido a una mera ficción. Eso representó, según Carri
llo Calle® “cambiar un derecho cierto y tangible de naturaleza laboral, por una posibili
dad futura e incierta de índole mercantil”.8
(8) CARRILLO CALLE, Martín. Apuntes críticos sobre el nuevo régimen de participación de los trabajadores
en las utilidades, gestión y propiedad de las empresas. ADEC-ATC, Lima, 1991, p. 18.
801
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
En buena cuenta, lo que se hizo fue ampliar y reforzar la participación lucrativa direc
ta, minimizar hasta casi suprimir la gestionaría e ignorar la propietaria. Con pocos y efica
ces cambios, todo el complejo andamiaje erigido durante el gobierno militar quedó des
montado y solo subsistieron aisladas algunas de sus piezas, bien es cierto que entre ellas
la más importante: la participación en las utilidades.
Ya bajo sus efectos, se dictó el Decreto Legislativo N° 892 que aporta algunas modi
ficaciones importantes al Decreto Legislativo N° 677, como las que se refieren a la pres
cripción y al pago de intereses en caso de mora.
El artículo 9 del Decreto Legislativo N° 677, que no ha sido derogado por el Decre
to Legislativo N° 892, señala como excluidos de la participación en las utilidades a los
802
t
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART. 29
Para ello, la participación en las utilidades se determina 50% por los días laborados y
50% en proporción a las remuneraciones de cada trabajador. Ahora bien, mientras el D. Leg.
N° 677 consideraba para el 50% correspondiente a las remuneraciones solo las básicas, el D.
Leg. N° 893 considera la totalidad de las mismas.
803
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
¿Cuál es la razón -se preguntan- para que se grave a los trabajadores con algo que
en puridad les pertenece?
Por cierto, lá idea de que haya una especie de solidaridad proviene de las épocas en que
se introdujo en el Perú la participación. Entonces, se crearon las comunidades de compen
sación, que recogían parte de las ganancias de las empresas más rentables para transferirlas
a los trabajadores de las empresas con menor rendimiento.
Este tema -e l de los topes y los remanentes- se liga estrechamente con el otro: la si
tuación de los trabajadores de los contratistas.
(9) Por una Comisión integrada por Carlos Blancas Bustamante, Víctor Ferro Delgado, Javier Neves Mujica,
Mario Pasco Cosmópolis y Alfredo Villavicencio Ríos, actuando como Secretario Técnico Adolfo Ciudad
Reynaud.
(10) Por una Comisión presidida por Carlos Blancas Bustamante e integrada por Alfonso de los Heros Pérez-
Albela, Javier Neves Mujica, Mario Pasco Cosmópolis, Alfredo Villavicencio Ríos y Javier Zavala Costa,
actuando como Secretario Técnico Guillermo Miranda.
804
DERECHOS SOCIALES Y ECONÓMICOS ART.29
Hay casos extremos, hasta vergonzosos, de empresas que tienen muy pocos trabaja
dores directos y centenares de trabajadores indirectos. Sus altas utilidades solo van a be
neficiar a los primeros (por lo general, los altos ejecutivos y jefes), mientras la mayoría
queda en situación de total marginación.
Incluso se menciona el caso de una empresa que tiene en planilla menos de veinte
trabajadores, por lo que se automargina de la obligación de distribuir utilidades, mientras
que los trabajadores tercerizados, que son prácticamente el 100% de los que trabajan para
la empresa, no reciben participación alguna.
.Casos así de extremos debieran ser objeto de una acción decidida de la inspección
del trabajo, la cual, sin embargo, se ha mostrado tolerante, complaciente, frente a lo que
es un auténtico fraude laboral.
La solución, a nuestro ver, debe consistir en alguna fórmula que permita que participen
de la utilidad todos los que han contribuido en forma auténtica a producirla, igualando en
este punto a los trabajadores directos y a los de los contratistas.
JURISPRUDENCIA RELACIONADA
fP El correcto reparto de utilidades debe ser reclam ado oportunam ente al no po d er alegarse
la afectación continuada: ST C Exp. N° 04762-2004-A A /T C (f. j. 3).
B IB L IO G R A F ÍA
BARBAGELATA, H éctor Hugo. “P articipación de los trabajadores en A m érica L atina” . En: rev.
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L uis. L os derech os de in form ación d e lo s rep resen ta n tes d e los tra b a ja d o re s. D epartam ento de
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805
ART. 29 DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD
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C om u n ero M in ero. INPET, L im a, 1986.
806
INDICE
GENERAL
INDICE GENERAL
TÍTULO I
DE LA PERSONA ¥ DE LA SOCIEDAD
CA PÍTULO I
D ER EC H O S FUNDAMENTALES
DE LA PERSONA
809
t
ÍNDICE GENERAL
810
ÍNDICE GENERAL
811
ÍNDICE GENERAL
812
ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO II
DE LOS DERECHOS SOCIALES
Y ECONÓMICOS
813
ÍNDICE GENERAL
814
ÍNDICE GENERAL
815