Interculturalidad, Crianza de La Diversidd Epistemica
Interculturalidad, Crianza de La Diversidd Epistemica
Interculturalidad, Crianza de La Diversidd Epistemica
PRATEC
Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas (Editor)
© Interculturalidad, crianza de la diversidad epistémica y diálogo de saberes.
Apuntes sobre el pluriverso
© PRATEC- Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas (Editor)
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© Alberto Arribas Lozano (Autor)
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En ese sentido, el texto se construye como un diálogo entre las narraciones de
PRATEC y de los NACAs, de los chacareros y chacareras de las comunidades
andino-amazónicas, de académicos y académicas de distintas procedencias, y de
defensores y defensoras de los territorios, sabios y sabias de los pueblos originarios
y afrodescendientes de Nuestra América (y de otros continentes). Todas esas
voces entretejidas, incluyendo la mía, dan forma a una conversación entre iguales/
diferentes, donde nadie es menos importante que las demás.
Mi encuentro con PRATEC sucedió por casualidad. A mediados del año 2015 entré
en una librería en Johannesburgo, en Sudáfrica, donde vivía en ese momento, y
me llamó la atención un libro donde estaban traducidos al inglés varios artículos
escritos por una organización peruana de la que nunca había oído hablar antes. Me
pareció que esos artículos tenían algo especial; me llevé el libro a casa y me fascinó
cuando empecé a leer, literalmente se abrió un mundo. Ese encuentro fortuito me fue
llevando poco a poco hasta donde estoy ahora. Al finalizar mi tiempo en Sudáfrica, y
pensando en la posibilidad de colaborar con PRATEC, armé un proyecto que llamé
‘Pedagogías del Buen Vivir’, estuve un tiempo buscando financiación, y finalmente
en junio de 2018 aterrizaba en Lima.
En mi propia trayectoria, moviéndome entre la sociología y la antropología dentro
de la academia, y haciendo investigación principalmente junto y con movimientos
sociales, llevo casi una década explorando cómo producir otros saberes y cómo
producir saberes de otras maneras.
Por su parte, desde fuera de la universidad, PRATEC y los NACAs han ido tejiendo
sus propias prácticas autónomas de investigación, algunas de las cuales se detallan
en este libro, y sus propios mecanismos de producción y sistematización de
conocimientos. Su trabajo de afirmación cultural está profundamente enraizado en
el quehacer cotidiano de las comunidades, brota entretejido con el vivir comunal.
Así llevan treinta años realizando investigaciones, libros, talleres y cursos sobre
los más diversos temas, cartografías, vídeos y ‘cartillas de saberes’ con y para las
comunidades andinas y amazónicas. Su horizonte es criar los saberes-haceres de las
comunidades y dejarse criar por ellos.
La mayoría de sus textos son producciones colectivas, donde los hombres y mujeres
de las comunidades están presentes en lugar de ser representados/as; nos encontramos
así una multiplicidad de voces que expresan y recrean una multiplicidad de
mundos en sus propias palabras, sus propios idiomas. Aquí no operan las lógicas de
apropiación tan habituales en la academia; PRATEC no se sitúa como el ‘experto’
que extrae, analiza e interpreta los relatos (la materia prima) de los chacareros y
chacareras, sino que los chacareros y las chacareras hablando (senti-pensando y
haciendo) desde sus categorías y experiencias son los expertos/as junto a quienes
PRATEC construye su discurso y su práctica.
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Entre otras cosas, PRATEC y los NACAs son una ‘comunidad epistémica’ que
explora, analiza, conceptualiza y describe la posibilidades y retos del diálogo
de saberes y de la interculturalidad. En este contexto no tenía sentido pensar mi
proyecto como una investigación académica tradicional; ellos y ellas no necesitaban
para nada un antropólogo al uso. Nuestro encuentro ha sido otra cosa, es un vínculo
de otro tipo. Para mí el tiempo que he pasado acompañando y siendo acompañado
por esta ‘comunidad’ ha sido un deshacerme que me ha permitido (o que irá poco a
poco permitiendo) reaprender mis formas de hacer, transformar mis prácticas y el
horizonte de mi trabajo. Este libro brota como parte de ese proceso.
Para facilitar que este texto sea una herramienta para la conversación, que pueda
activar el debate y el pensar/sentir/hacer colectivo, he utilizado una estructura
narrativa poco convencional; en vez de un relato con inicio, desarrollo y conclusiones,
he escrito un conjunto de entradas o ‘apartados’ individuales que ofrecen diversas
miradas sobre un mismo tema. Son veintinueve ejes (hilos, nudos) de reflexión
sobre la interculturalidad y la educación intercultural; veintinueve ideas que pueden
tomarse cada una de manera independiente o señalando los cruces entre ellas, ya
que todas están relacionadas entre sí. También busqué un estilo de escritura, un
lenguaje y un ritmo que se alejen en lo posible de las formas académicas a las que
estoy acostumbrado, espero haberlo logrado.
Mi intención ha sido crear un texto abierto, donde el lector o lectora puedan
construir las conexiones entre los diversos apartados, y modificar o añadir
elementos en función de su propio contexto. No es un tratado académico, no
propongo respuestas ni definiciones cerradas sobre la interculturalidad; este libro
nace como una invitación a conversar y compartir, y solo será útil en la medida en
que las personas, comunidades y organizaciones se lo apropien y lo transformen de
acuerdo a sus intereses e inquietudes. Para mí, el ‘caminar preguntando’ zapatista
siempre será más deseable que el ‘caminar predicando’ de la modernidad (ya sea
hegemónica o contra-hegemónica).
Creo que este formato narrativo ayuda también a expresar de una manera más precisa
la complejidad que suponen la interculturalidad, la afirmación cultural y la ecología
de saberes si nos las tomamos realmente en serio. Esa complejidad es aún mayor
en casos como éste, donde escribo desde/sobre un mundo y una cosmovivencia/
cosmopraxis que no son las mías. He tejido cada página y cada apartado con el
máximo respeto, cuidado, cariño y admiración, los errores que pueda haber son
únicamente mi responsabilidad, y serán la prueba de lo mucho que me queda por
aprender; ojalá puedan tomarse como oportunidades para seguir conversando.
El libro está escrito pensando en dos grupos diferentes de lectores, y habla a la vez
en dos direcciones. Por un lado, el texto se conecta con el espacio de reflexión,
aprendizaje e investigación creado en torno a PRATEC y los NACAs, y en ese
sentido puede ser útil en los cursos y talleres, los encuentros de la red, el trabajo
con profesores y profesoras o con otras organizaciones de base, así como en las
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conversaciones con las comunidades. Por eso para mí es fundamental que haya sido
publicado por PRATEC, para que pueda circular y formar parte de ese espacio de
debate y acompañamiento mutuo.
Por otro lado, el texto quiere servir también como una puerta de entrada al
pensamiento andino-amazónico, a las propuestas de afirmación cultural y al trabajo
de PRATEC y de los NACAs para quienes como yo provienen de otros mundos.
Quienes crecimos en el norte, ya sea geográfico o epistémico, necesitamos (re)
aprender a mirar/escuchar/sentir y a tomarnos en serio otras tradiciones, otras
epistemologías y otros mundos para intentar escapar de la tela de araña de la
modernidad y caminar hacia horizontes pluriversales – a todos y todas nos va la
vida (el buen vivir) en ello. Este libro está pensado como una pequeña contribución
a ese proceso.
Además, al ser un libro no académico y que quiere animar y acompañar la conversación
en y con las comunidades, he incluido un buen número de fotografías. Tal vez el
lector o lectora occidentales consideren algunas imágenes como una ‘exotización’
de lo andino-amazónico; sin embargo, sé que los comuneros y comuneras van a
reconocer cada tejido, cada ritual y cada fiesta, cada gesto y cada paisaje, van a verse
a sí mismos y a sí mismas en esas imágenes, y eso es lo importante.
Empecé a escribir este texto en los últimos días de marzo de 2020 en Lamas, en
la selva alta peruana, junto al Apu Waman Wasi, y completé una primera versión
a principios de septiembre del mismo año en Cuzco, acompañado por el Apu
Ausangate.
Durante todo ese tiempo, la pandemia estuvo caminando por nuestras vidas. Decidí
a propósito no incluirla en el libro, no está presente de manera directa, y sin embargo
muchos de los apartados sirven para pensarla. La afirmación cultural y el diálogo de
saberes tienen mucho que enseñarnos también en este caso.
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agradecimientos
Quiero agradecer sinceramente a todas las personas e instituciones que han hecho
posible esta publicación.
Realicé el proyecto ‘Pedagogías del Buen Vivir’ con financiación del Marie
Skłodowska-Curie Actions / Irish Research Council CAROLINE Fellowship
Programme, Horizonte 2020 de Investigación e Innovación de la UE (MSCA Grant
Agreement No. 713279). Este programa nació para apoyar la colaboración entre la
universidad y organizaciones de la sociedad civil, y promueve el diálogo de saberes
entre actores académicos y no-académicos. Es una iniciativa excepcional, que
debería multiplicarse.
Agradezco al Departamento de Sociología de la Universidad de Maynooth, Irlanda,
donde estuve afiliado durante este periodo. Especialmente y con mucho afecto a
Laurence Cox, sin cuyo apoyo y confianza el proyecto no habría sido posible;
también a Shona Leith, Andrea Valova y Chiara Loda por su apoyo y su excelente
trabajo de coordinación.
No tengo palabras para agradecer como se merecen a todas las personas que han
hecho posible esta belleza en Perú. De todo corazón a Jorge Ishizawa, integrante
de PRATEC, que desde el principio se entusiasmó y acompañó el proyecto, y que
ha sido un maestro y un amigo durante este proceso y hasta siempre. A Gladys
Faiffer y Grimaldo Rengifo por todas las conversaciones y el afecto compartido,
por su sabiduría y por abrirnos su casa en Lamas, eso lo cambió todo. Al sabio
Julio Valladolid; a Nieves Vargas, incansable tejedora de redes; a Ana Sofía Pinedo,
Arturo y toda la gente linda de Arena y Esteras en Villa El Salvador; a Elena Pardo,
Donato y demás amigos y amigas de CEPROSI en Cuzco, que tengan buena luna
en cada Watunakuy; a Karina Costilla y el equipo de educación intercultural de
Urpichallay en Ancash; a Lucho Romero y Waman Wasi en Lamas, acompañando
a las comunidades amazónicas; a los compañeros bolivianos Coco Núñez
(Intiwatana), Fernando Antezana (Pusisuyu), y Víctor Menchaca (CESATCH); a las
amautas Magdalena y Marcela Machaca Mendieta, y a todo el resto de integrantes de
la Asociación Bartolomé Aripaylla en Quispillaccta, Ayacucho; a los sabios Néstor
y Walter Chambi Pacoricona, y demás miembros de la Asociación Chuyma Aru, y
a Zenón Gomel Apaza, Lolo Aguilar y demás compañeros de la Asociacion Acción
Sostenible para la Afirmación de la Pluralidad, ambas en Puno. También a Rider
Panduro de Choba Choba; Hugo Huamaní de la UNAS; y Pelayo Carrillo de Pacha
Uyway.
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Agradezco con el mejor de los recuerdos a los y las docentes y demás participantes
en los talleres, cursos y encuentros en los que intervine en Cuzco, Sicuani, Lamas,
Rioja, Tingo María, Lima, Ayacucho y Sisa; sus preguntas, sus comentarios y sus
críticas resultaron fundamentales para dar forma a este libro.
A Randy, Amanda, Evaristo, Brenda, William, y el abuelo Adolfo, que hicieron más
dulce nuestra vida en Lamas; y a todas las personas más-que-humanas que nos
acompañaron en la selva y las montañas. Tupananchiskama.
A Gabriela siempre, compañera de todas las bellezas.
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cinco coordenadas iniciales sobre
interculturalidad
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Interculturalidad es afirmación de los saberes propios para
caminar hacia un mundo diverso, pluriversal
Segundo, para que esa conversación entre equivalentes sea posible, la interculturalidad
afirma, recupera, reteje y fortalece los saberes-haceres que han sido (y continúan
siendo) inferiorizados e invisibilizados por el proyecto de la modernidad. Así, es un
ejercicio de desobediencia a las jerarquías impuestas por el colonialismo, a su racismo
y su violencia. Sin este proceso de afirmación de los saberes subalternizados (saberes
indígenas, ancestrales, locales, de las mujeres, campesinos, etc.) la interculturalidad
es una ficción; sin la crianza de la diversidad epistémica – la pluralidad de saberes,
de formas de saber, y de modos de compartir/transmitir los conocimientos – lo
intercultural no tiene recorrido. A su vez, la celebración de lo propio se estanca si no
se abre al encuentro con lo diferente. La interculturalidad es criar/afirmar lo propio
para criar/afirmar un mundo diverso.
La tercera idea que quiero plantear es que, por definición, la diversidad solo puede criarse
de manera diversa. No hay una forma única de tejer/construir interculturalidad, un
modelo o un proceso estandarizado que puedan servir para todos los contextos; cada
situación va a demandar sus propias metodologías y herramientas, sus particulares
formas de hacer. Por lo tanto, la interculturalidad es una práctica profundamente
plural, situada; es un arte, una artesanía de las multiplicidades. Siempre es útil conocer
otras experiencias que puedan servir de inspiración, darnos ideas, motivarnos, pero
recordando que no hay fórmulas/recetas que puedan aplicarse sin tomar en cuenta las
características de cada caso concreto.
El cuarto eje es que la interculturalidad es sobre todo una relación, una praxis,
un modo de relacionarse, de estar juntos. Es importante escribir textos, organizar
talleres, aprobar leyes, conversar y debatir, pero para que realmente funcione la
interculturalidad tiene que aterrizar en el plano del hacer, latir en las prácticas
concretas que se dan día a día en el aula, el barrio, la comunidad o las organizaciones
de las que formamos parte – y son esas prácticas las que a su vez seguirán alimentando
la reflexión colectiva. La interculturalidad arraiga y se trenza en la vida cotidiana,
ahí está o no está, vibra o se marchita, y si no está, si deja de criarse en ese plano
entonces se reabre/amplía el espacio del racismo.
Así, la interculturalidad demanda construir y sostener espacios seguros y amables
(no hostiles) con la diversidad, espacios de confianza intercultural que permitan
que las diferencias se expresen sin miedo, espacios de escucha donde las diferentes
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diversidades puedan conversar entre ellas. No puede haber interculturalidad si
la diferencia se invisibiliza, si es objeto de burla, o si quienes están participando
sienten/temen que eso puede ocurrir. Los espacios de confianza intercultural deben
complementarse con proyectos de colaboración intercultural que permitan trabajar
juntos y juntas en torno a tareas, problemas o preguntas compartidas. Así se irán
trenzando la dimensión afectiva y la dimensión práctica, el sentir y el hacer, el
compartir y el aprender, la confianza y la colaboración.
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empezar en buena luna
Para sembrar yo no tengo día ni fecha, todo se pone a voluntad de la luna, ella me
dirá si siembro o no, también me dirá cómo hacerlo.
Mariela Ojanama
Mi madre siempre nos enseñaba a sembrar mirando la luna...
La luna emociona al chacarero.
Ángel Isuiza1
En las comunidades de los Andes y la Selva Alta peruana el caminar de la luna continúa
marcando los diferentes ciclos de siembra y de cosecha. Los campesinos y las campesinas
observan también las fases de la luna para sacar la arcilla con la que hacen su cerámica,
para comenzar a construir una casa, para curarse, para recoger las raíces, hojas o resinas
de las plantas medicinales, para trasplantar, podar o trillar, para almacenar las semillas,
para cazar o pescar, para realizar actividades relacionadas con la crianza de los animales,
para esquilar, teñir la lana, instalar el telar, o para los casamientos. La conversación con
la luna acompaña cada una de esas decisiones cotidianas; yo por eso digo que mi mejor
amigo es la luna, explicaba Elsa Guerra, chacarera de Chazuta.
En los días de luna llena las abuelas cuentan a los niños y niñas cómo criar la chacra,
lo hacen en el patio de la casa porque así la luna los ve y puede dar esos saberes –
buena mano – a los más pequeños. Hace poco, en una reunión en la que participé
en Lamas, un maestro dijo al despedirse que lo trabajado/conversado iba a ser útil y
a multiplicarse porque había sido sembrado en buena luna.
La luna avisa si vendrá o no vendrá la lluvia. Está presente en las actividades
chacareras y ordena los ciclos de producción; son las lunas llenas andinas de agosto
y mayo las que indican el principio y el fin de la campaña agrícola. El caminar – la
salida y la puesta – del sol, de la luna llena andina y de las principales constelaciones
del cielo andino es lo que determinará los momentos rituales y festivos del año.
En este mundo, la vida de las comunidades transcurre sintonizándose con las
lunaciones; para que la chacra y la comunidad se regeneren con armonía cada
actividad se realiza viendo bien la luna, y si no se respetan estos ciclos, si se rompen,
si no sabes ver, la chacra podría enfermar, la comunidad desarmonizarse, el suelo o
los animales resultar dañados.
1 Encontré las palabras de Doña Mariela en el libro Allin Kawsay. El Bienestar en la concepción
Andino Amazónica (PRATEC, 2002: 252); y las de Don Ángel, en La Regeneración de Saberes en
los Andes – Aprendizaje Campesino Andino (PRATEC, 1998: 47).
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Donde yo crecí la luna casi no existe. Está allá arriba, pero es como si no estuviera.
Nos enseñan que es un satélite de la Tierra, y que afecta a las mareas – pero en mi
ciudad no había mar. Cuando está llena, la luna tiene un aire poético, un toque
de magia en la distancia. Poco más. Seguramente también en mi mundo, en algún
momento, el caminar de la gente – de nuestros ancestros y ancestras – conversó
de cerca, íntimamente, con el caminar de la luna. Hace ya demasiado tiempo de
eso. Muchas cosas tuvieron que pasar para que ese vínculo se perdiera, muchas
violencias acumuladas.
Muchas cosas han tenido que pasar también para que en estas comunidades andinas
y amazónicas – y en otras geografías – tras más de cinco siglos de conquista, del
despojo de los cuerpos y los territorios, del trabajo epistemicida de los extirpadores
de idolatrías y de la escuela monocultural (que a menudo son/hacen lo mismo
aunque con nombres diferentes), del exterminio sistemático o de las políticas de
asimilación (que son una forma diferida de exterminio), de la invisibilización y el
continuo desprecio a los saberes-haceres propios de las comunidades, a pesar de
todo, el vínculo con los ciclos de la tierra y la luna siga vivo y se afirme en cada
siembra, cada ritual, cada fiesta. Mucha inteligencia colectiva, mucho esfuerzo para
construir y sostener comunidades, mucha paciencia y valentía, mucha sabiduría,
astucia y dignidad han tenido que ir pasando de generación en generación para que
estas prácticas hayan perdurado y sigan vivas en el presente. Por eso, este libro es
una celebración.
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cosmopolítica andina /
personas, relacionalidad,
interdependencia
El mundo andino es un mundo de personas en relación. Las piedras, la lluvia, los
hombres y las mujeres, el viento, los árboles, las herramientas, el tiempo, la casa, los
animales, los ancestros y ancestras, las plantas, el agua, las montañas, los espíritus,
el rayo, todo/todos son personas y comparten atributos, cualidades, pasiones,
comportamientos, facultades, cambios de humor, todos tienen intencionalidad,
deseos, saberes, así como su propia capacidad de habla y de agencia. Más allá de
sus diferencias, todas las entidades humanas y más-que-humanas conforman un
continuo de personas.
No es un mundo dualista, binario, así que no hay nada-nadie que no sea persona;
para estas cosmologías la división entre sujetos y objetos no tiene sentido, su mundo
es otro. Por otro lado, cada sujeto es (puede llegar a ser) únicamente en relación,
entrelazado en una multiplicidad de relaciones con personas de diverso tipo.
Ningún sujeto – que no es un individuo sino siempre un ayllu, un entramado denso
de relaciones sociales – puede ser o pensarse aislado de sus conexiones con otras
entidades y formas de vida; no hay nada/nadie por afuera de esas redes de relaciones
en movimiento, siempre en proceso.
Este continuo de personas que componen el mundo andino puede agruparse en
torno a tres conjuntos, tres comunidades de vida interrelacionadas entre sí: la
comunidad humana, Runa en quechua; la comunidad de los espíritus, y de los
ancestros y ancestras convertidos en divinidades, wak’a; y la comunidad natural,
silvestre, sallqa.
El vínculo entre estas comunidades tiene varias características a resaltar. En primer
lugar, los tres tipos de personas humanas y más-que-humanas son equivalentes, las
tres tienen la misma importancia y se sitúan en un plano de horizontalidad. No hay
jerarquías entre ellas; en palabras de Jorge Ishizawa, miembro de PRATEC, la idea
no es tanto que ‘todos somos iguales’ sino que nada/nadie es menos. Es un mundo
de inmanencia, no de trascendencia; en este sentido, por ejemplo, la relación que se
establece entre un Runa y una wak’a no es de adoración a un ser superior, sino de
conversación ritual, respeto y reciprocidad entre semejantes.
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En segundo lugar, aunque las tres comunidades se diferencian, las fronteras entre
ellas son porosas, no son tajantes, no estamos ante categorías completamente
cerradas, auto-contenidas. Cada una de las comunidades contiene en su interior
a las otras, cada persona es heterogénea, un ayllu, una multiplicidad abierta. Al
tratarse de una cosmología no binaria, no esencialista, la lógica no es excluyente.
Decir que ‘si algo es A entonces no puede ser B’ es un planteamiento ajeno a un
mundo que no opera por oposición sino por complementariedad, aquí cualquier
cosa puede ser (es) ella misma y otras a la vez. No hay contradicción, cada forma de
vida está habitada por las otras formas de vida.
En tercer lugar, cualquiera de estas tres comunidades/subjetividades es incompleta
si se toma de manera aislada; es solo en su relación con las otras que cada una puede
llegar a ser y a desplegarse como persona. Como mencioné antes, no hay nada/nadie
por afuera de este tejido de relaciones; cada entidad-sujeto existe únicamente en
relación con otros, en entrelazamiento. Como nos dicen desde el Pacífico colombiano
las y los integrantes de la organización Proceso de Comunidades Negras (PCN),
En los ríos del Pacífico, la vida se vive de acuerdo a la premisa de que todo
está relacionado con todo lo demás: las personas unas con otras; los seres
humanos con los no-humanos; los ancestros con los renacientes; los vivos con
los espíritus, etc. [...] Decimos además, que en estas ontologías todo lo que
existe depende de todo lo demás; que todo inter-existe en inter-dependencia.
[2018: 8]
Esa última idea/imagen: todo lo que existe depende de todo lo demás, todo inter-
existe en inter-dependencia, expresa la posición central de la relacionalidad en estas
cosmologías, y pone además en diálogo al mundo andino con los mundos afro-
descendientes de Nuestra América.
Más al norte, en lo que hoy es Canadá, la intelectual y activista Leanne Betasamosake
Simpson (2017) describe su nación Anishinaabe como un núcleo/corazón de redes,
una ecología de relaciones al interior de su propia comunidad y entre su comunidad/
nación Anishinaabe y las naciones planta, las naciones animal, los ríos y lagos, el
cosmos, y las naciones ‘indígenas’ vecinas. Se va dibujando así, de nuevo, un mundo
de vínculos, una ética de la reciprocidad y la interdependencia.
En sus propias palabras, una ecología de intimidad.
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[arte huichol/wixarika, en la parte de atrás la autora, Reynalda D., escribió: ‘en este cuadro
vemos a la diosa luna que está preparando su encuentro con la diosa estrella para poder
alumbrar el día’]
18
complementariedad
En los Andes, la noción de persona involucra a la pareja. [...] El mundo o pacha es
vivenciado como un conjunto de parejas, un conjunto de nudos-pareja enlazados,
conformando un tejido comunitario. Cada pareja es nudo y al mismo tiempo, lazo
vinculante con otra pareja.
Grimaldo Rengifo2
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En Puno, la Asociación Chuyma Aru de Apoyo Rural explica cómo en la cosmovivencia
aymara la presencia de la persona-enfermedad es tomada como una señal que nos
indica que existe una desarmonía que puede afectar a la comunidad humana, la chacra,
la casa, los rebaños, una planta, una laguna, el río, un Apu. Más que un problema, más
que algo ‘malo’ que debe ser evitado (que hay que vencer o eliminar) la enfermedad
es considerada un armonizador, alguien a quien debemos escuchar y prestar atención
para poder corregir/equilibrar el descuido de uno mismo en la crianza de la armonía.
En la mirada aymara, como subrayan Chuyma Aru, la enfermedad tiene deseos,
camina, se alimenta y siente por tanto, como persona que es, el descuido de la comunidad
humana (20021: 30). Por ello es vivenciada como la visita de un ‘compadre’ que llega
a recordarnos que hay algo que no estamos haciendo bien, hay algo que debemos
reajustar; y con el compadre se conversa con cariño, paciencia y respeto porque su
presencia es esencial para regenerar la vida y sus ciclos.
Además, puesto que en el mundo andino, como expliqué, nada/nadie existe de
manera aislada sino que co-existe como parte de un entramado de relaciones,
un tejido formado por diversas comunidades de vida entrelazadas (runa, sallqa,
wak’a) entonces la sanación, el restablecimiento del equilibrio/vitalidad, no implica
únicamente a la persona afectada – sea humana o más que humana – sino que
involucra al conjunto de sus relaciones. Por ello, como nos dice PRATEC, sanar
demanda un diálogo con todas las colectividades, incluyendo por cierto a la misma
persona enfermedad (2002: 10); de ahí la importancia central de las ceremonias y los
rituales para criar, recuperar y vigorizar la armonía.
Vemos cómo los elementos de cada par están entrelazados, se acompañan, conforman
un mismo hilo que se trenza a su vez con otros infinitos hilos emparejados para formar
el tejido/pacha del mundo. Lo que permite la regeneración de la vida es el equilibrio
dinámico entre estos elementos, su complementariedad, su armonización. Ninguno
de ellos puede (ni quiere) imponerse sobre el otro, su relación no es dialéctica, no
es una lucha entre opuestos o contrarios donde uno de los elementos debe vencer
al otro. En la cosmovivencia andina el horizonte de sentido no es anular/reducir la
diferencia sino ampliarla, heterogénesis como principio y como procedimiento.
En lugar de una lógica de oposición y lucha entre fuerzas antagonistas, el mundo
andino ofrece una lógica de encuentro y conversación entre equivalentes-
complementarios. Esta ética, este modo de ser en y con el mundo, que incluye en su
interior al conflicto como elemento constitutivo, opera en clave de diálogo, acuerdos,
compromisos, intercambio, digestiones, negociación, consensos, metabolismos,
simbiosis, inclusiones, reciprocidad. La idea de una verdad única resulta ajena,
insensata. No hay un libro que fije ‘la palabra revelada’ sino una conversación
continua entre comunidades interdependientes, humanas y más que humanas, que
recrea un mundo cambiante y siempre en movimiento – el mundo donde quepan
muchos mundos. En la introducción al libro Sumaq Kawsay. Vivir bonito, Jorge
Ishizawa (2013: 8) relata la siguiente historia,
21
Eliana Apaza, coordinadora de la Asociación Suma Yapu de Juli, Puno, Perú,
me contó que se había reunido con los miembros de la red de mayores de
comunidades (yatichiris) para reflexionar sobre el Suma Jakaña (buen caminar
en Aymara). Los quince participantes, varones y mujeres, dieron, cada quien,
una versión diferente de lo que consideraban sus principales características,
pero todos ellos concordaron en que cada una de las definiciones de Vivir Bien
que compartieron contenía un aspecto esencial para la comprensión de lo que
era Suma Jakaña. Si se dejaba de lado una de ellas, no había Suma Jakaña.
22
el uno desbordado
¿Por qué tendríamos que envolver nuestros muchos con el «uno»
que trae a su paso tanto veneno?
William James3
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Aquí aparece el problema de la traducción. Cuando las escuelas enseñan los
números en quechua, y dicen tan solo que huk equivale al 1 decimal sin explicar
ni contextualizar la diferencia entre ambos, se produce lo que PRATEC llama
bilingüismo monocultural. En un proceso de este tipo la episteme occidental se
impone sobre la andina, que resulta una vez más invisibilizada, silenciada. Es una
operación, consciente o no, de recolonización: enseñar una lengua, pero vaciada/
expropiada de su singularidad ontológica y epistémica. De este modo se agrede al
idioma, se le fuerza a decir cosas que no quiere decir, y en ese trayecto se pierden
el corazón y el ánima de los conceptos, el sentido de las palabras, su particular
conexión/vibración con el mundo.
La diversidad de comprensiones de la vida que se expresan a través de algo tan
sencillo, y a la vez tan denso en matices, como es la diferencia entre el huk andino
y el 1 decimal queda borrada, siempre a favor de la episteme dominante, y de esta
manera los saberes propios de las comunidades continúan siendo erosionados.
Esta es una cuestión fundamental en los debates sobre lenguas e interculturalidad.
Si el huk andino se traduce sin más como 1, el diálogo de saberes es imposible; ahí
seguimos en el plano del monólogo y el monocultivo mental. Criar la diversidad
epistémica exige explorar otros caminos, abrir conversaciones entre mundos
diversos sin negar/aplanar sus diferencias, ensayar encuentros pluriversales.
24
[carnaval de Lamas, marzo 2019]
25
crianza mutua
26
todos los demás. Se cría incluso a quien no cría; la crianza no excluye a nada ni a
nadie, hacerlo es operar desde la lógica del colonizador.
La crianza mutua involucra una conversación continua. Para que la palabra circule
y funcione cada colectividad debe saber sintonizarse con todas las demás – es
un caminar acompañando y siendo acompañados/as. Criar y dejarse criar, como
todo, es algo que se aprende. Este proceso demanda una disposición y un cuerpo
particulares, la intención y la apertura para empatarse/emparentarse con los ritmos
del otro o la otra (runa, sallqa, o wak’a), el deseo y el esfuerzo por un vibrar/latir
compartido que nos permita escuchar, leer o sentir lo que el mundo está queriendo
decir en cada circunstancia – y lo que le estamos diciendo al mundo.
La propia conversación que cría el mundo necesita a su vez ser continuamente
criada, no está dada de una vez y para siempre. Todo equilibrio es temporal,
cambiante, toda armonía es concreta, situada, inestable, finita y aplica para una
situación determinada. Cada momento demanda su conversación particular con la
que hay que saber sintonizarse.
En la cosmovivencia andina todo cuanto existe está vivo, y todo/todos hablan.
Los ríos, el sol, las ánimas, los difuntos y las ancestras, la lluvia, los animales y
planetas, las plantas y piedras, la luna, todos hablan – y con todos se habla. Todas
las colectividades participan en esa conversación que es el tejido del mundo. y
comparten la vocación común de criar (y dejarse criar) para preservar y regenerar
la vida y sus ciclos.
Como explica Julio Valladolid, también integrante de PRATEC, aquí las divinidades,
los astros o los Apus/cerros protectores no se entienden como entidades
sobrenaturales sino como nuestros mayores, consejeros y consejeras en el arte
de criar, acompañantes a quienes debemos reconocimiento y respeto porque saben
más que nosotros por haber ‘vivido’ y ‘visto’ muchísimo más (1991: 174). Con todo/
todos hay conversación, hay intercambio y reciprocidad, con todos se comparte
en las ofrendas, fiestas comunitarias y rituales – un tiempo/espacio central en la
cosmopraxis andina. Por eso los campesinos y campesinas ofrecen a las divinidades
los primeros frutos de su chacra, y destinan un surco de lo sembrado para el granizo
y la helada, el zorro y los insectos, todas las personas tienen que comer.
No puede haber armonía ni crianza, no se puede regenerar y ampliar la diversidad
de la vida, si cada persona/entidad se preocupa tan solo de su interés o de las
necesidades de su propia comunidad y no toma en cuenta – es indiferente – a las otras
colectividades. Las personas están entrelazadas, co-existen, son interdependientes.
La salud o armonía de cada uno/una está íntimamente ligada a la del conjunto.
Ningún chacarero o chacarera se preocupa de su propia chacra (la chacra de los
y las runas) sin atender también a las chacras de las personas más-que-humanas
con quienes comparte un pacha. Como dice la Asociación Wari Ayacucho (2002:
179), para criar la armonía se está pendiente de todos y entre todos. Cuando este
27
vínculo de cuidado mutuo se descuida, se desequilibra, entonces el malestar llega a
las comunidades.
De nuevo, armonía y desequilibrio forman un par complementario. No son
contrarios, se co-constituyen, van emparejados, son dos polos de una relación de
crianza mutua. Desde esta mirada no tiene sentido pensar en un mundo siempre
en armonía; se entiende que el conflicto es inherente a la vida, no es una anomalía
– un momento excepcional – sino un elemento constitutivo del vivir. En cualquier
momento, y por múltiples razones, la armonía que emergió en una circunstancia
puede quebrarse. Pero del mismo modo que la armonía no se da de una vez y
para siempre, también el conflicto es situado, temporal, concreto; es una persona
caminante que nos visita y que seguirá su camino si se ponen en marcha los
mecanismos de rearmonización necesarios entre las comunidades.
En el mundo andino todos hablan y con todos se habla, pero eso no quiere decir
que la conversación sea siempre armónica. Conversar implica acuerdos, confianza
mutua, intercambios, compromisos y lógicas de reciprocidad que deben renovarse
según van cambiando las circunstancias. Cuidar y sostener estos vínculos no es
siempre tarea fácil. Aquí cada cosa tiene su momento y su lugar, no todo puede
hacerse cada vez que ‘apetece’ o de cualquier manera – la lógica que da sentido a
las normas es la crianza y el respeto a los ciclos de reproducción de la vida: si se
deforesta el bosque no habrá lluvia (ni caza, ni muchas de las plantas empleadas
para sanar, construir, alimentarse o tejer) o habrá lluvia irregular que puede dañar
los suelos, si no hay lluvia o si hay demasiada va a afectar a la chacra, y por extensión
a la comunidad humana porque no habrá comida. Por eso hay que sintonizarse con
y criar a la vez a la lluvia, al bosque, la comunidad, la chacra, etc., porque todo está
conectado.
Por otro lado, todas las personas humanas y más-que-humanas pueden enfadarse,
tomar malas decisiones, encapricharse, distraerse, ser egoístas, olvidarse de compartir
o de hacer su parte de lo acordado. Cada quien tiene su carácter, sus emociones y sus
tiempos. El desequilibrio/desarmonía puede venir de las acciones de cualquier persona,
sea runa, sallqa o wak’a. El conflicto puede darse entre runas miembros de una misma
comunidad o entre comunidades, y si son comunidades andinas afirmadas en sus
saberes-haceres propios será tratado/digerido/disuelto mediante los mecanismos y
rituales comunitarios correspondientes, desde lógicas de justicia rearmonizadora de
los vínculos que hayan sido dañados (muy distinto a la justicia punitiva estatal). Se
da también entre comunidades ‘indígenas’ y comunidades blancas o blanqueadas
y generalmente ahí habrá un choque de comprensiones de lo que es ‘justicia’ y de los
modos adecuados para ponerla en práctica. Sin embargo, como señala el antropólogo
Eduardo Viveiros de Castro, los blancos son sólo una más entre varias especies (aunque
una especie espectacularmente problemática) de Otros con los que cada sociedad indígena
se las tiene que ver (2013: 36). Así, el conflicto aparece también entre runas y otras
personas más-que-humanas, los Apus, los espíritus, los animales, el agua.
28
Lo importante es entender que este vaivén siempre cambiante es el modo en
que camina el mundo andino, este latido que va de la armonía al conflicto para
retornar después a la rearmonización y comenzar los ciclos de nuevo. Ni armonía ni
desequilibrio son estables, permanentes. Ambos son complementarios. La armonía
se cría en conversación de todos y entre todos para regenerar la vida. El conflicto se
disuelve ritualmente, en comunidad, para que la armonía vuelva a ser posible. Si no
se logra la armonía, si el conflicto persiste, la comunidad se erosiona, el entramado
de relaciones que teje el mundo se bloquea, se estanca. Pero si solo hay armonía
el par complementario se rompe, y el mundo camina desparejo, sin equilibrio. El
conflicto es una persona-caminante que nos enseña el arte de criar y dejarnos criar.
29
1585 / aquí veréis la locura grande de
vuestros antepasados, que adoraban
al sol y hablaban con él...
Da igual que sean montes, cuestas, rocas prominentes, manantiales que
brotan suavemente, ríos que corren con rapidez, picos altos de rocas,
montones ingentes de arena, torbellino oscuro de un abismo, talla gigantesca
de un árbol milenario, vena indicadora de un yacimiento de metal, forma
menos usual o un poco más elegante de cualquier piedrecita. En definitiva,
y para decirlo todo de una vez, en cuanto los bárbaros descubren que algo
sobresale y resalta entre los demás seres de su especie, instantáneamente
reconocen allí una divinidad y la adoran sin dudar un momento.
De esta peste odiosísima de la idolatría están llenos los montes, llenos los valles,
los pueblos, las casas, los caminos, y no hay ningún trozo de tierra peruana que
esté libre de este sacrificio.
José de Acosta, ‘De Procuranda Indorum Salute’, año 1588
Entre 1582 y 1583 se celebró el III Concilio Provincial de Lima, en el cual se elaboró
el Tercer Catecismo y Exposición de la Doctrina Cristiana, por Sermones, para que los
Curas y otros Ministros Prediquen y Enseñen a los Indios y a las demás Personas, un
texto trilingüe – publicado en quechua, aymara y castellano – cuya edición de 1585
he utilizado para seleccionar los fragmentos que dan forma a este escrito4.
Este ‘catecismo’, más allá de la intención con la que fue concebido, es relevante para
las reflexiones sobre interculturalidad y diálogo de saberes por varios motivos.
En primer lugar, puede emplearse como una ventana que nos permite asomarnos al
mundo andino de esa época, las primeras décadas tras la invasión.
El catecismo va presentando diversas prácticas de los y las ‘indígenas’ que para la
mirada del conquistador/evangelizador eran pecado, idolatrías, ritos infieles; así, al
subrayar lo que debe dejar de hacerse el texto nos muestra lo que cotidianamente se
hacía. Nos ofrece además la posibilidad de observar las tramas que – con diferentes
grados de erosión, dependiendo de cada caso – perduran hasta el presente, las
4 Para facilitar la lectura he ajustado las palabras del castellano antiguo al actual. El texto original
puede consultarse en: https://dl.wdl.org/13747/service/13747.pdf
30
rupturas y continuidades, los límites de la colonización, el legado que no fue (no
pudo ser) completamente destruido.
Tomemos por ejemplo un fragmento del Sermón XVIII, dedicado a explicar el
primero de los ‘diez mandamientos’, donde “nos manda Dios que a él solo adoremos,
y no al Sol, ni a las Estrellas, ni Truenos, ni Montes, ni Guacas”,
Por este mandamiento se os manda que no adoréis al sol, ni a la luna, ni al
lucero, ni las cabrillas [pléyades], ni a las estrellas, ni a la mañana, ni al trueno,
o rayo, ni al arco del cielo, ni a los cielos ni montes, ni a las fuentes, ni a los
ríos, ni a la mar, ni a las quebradas, ni a los árboles, ni a las piedras, ni a las
sepulturas de vuestros antepasados, ni a las culebras, ni a los leones, ni a los
osos, ni a otros animales, ni a la tierra fértil, ni tengáis villcas [sacerdotes], ni
guacas, ni figura de hombre, u ovejas hechas de piedra, o chaquira, os manda
que no ofrezcáis al sol ni a las guacas, coca, cuyes, sebo, carneros, ropa, plata,
chicha [bebida de maíz], ni otra cosa, ni mochéis [reverenciar] al sol, ni a las
sepulturas de vuestros antepasados inclinando la cabeza y alzando las manos,
ni habléis al sol ni al trueno o a la pachamama pidiendo os den ganado, o maíz,
o salud u os libren de vuestros trabajos y enfermedades. Todo esto manda Dios
que no se haga, y el que hace cualquier cosa de estas morirá y arderá en el fuego
del infierno para siempre jamás. (pp.103-104)
31
Lo importante ahora es reconocer – y celebrar – que gran parte de esas prácticas que
los andinos y andinas realizaban hace cuatro siglos y medio, y que debían abandonar,
negar, rechazar y olvidar si no querían arder en el fuego del infierno siguen haciéndose
y recreándose hoy en multitud de comunidades. Son las tramas que a pesar de todo
nunca dejaron de tejerse. Son prácticas que están vivas, que fueron más o menos
erosionadas según el caso y el contexto, pero que existen/persisten en muchos más
lugares de los podría pensarse después de tanto tiempo de agresión continuada.
En este sentido, para el mundo andino (y amazónico, y afrodescendiente) pensar
hoy en clave de interculturalidad, descolonización y diálogo de saberes es justamente
pensar a partir de estas continuidades, afirmando y vigorizando este cuerpo de
saberes-haceres propios que a pesar de todo siguen siendo, que laten, vibran, se
cuidan y se transforman en la vida comunal/comunitaria.
En segundo lugar, el texto muestra cómo el colonizador/evangelizador buscaba
deshacer, quebrar, deshilachar los principios constitutivos del mundo andino. Voy
a presentar dos fragmentos del catecismo que operan a ese nivel, y que expresan
un choque profundo entre cosmovivencias/ontologías, un desencuentro entre
dos mundos inconmensurables y la imposición violenta de uno sobre el otro – el
epistemicidio que acompañó al genocidio,
Dios hizo el sol, y la luna, y las estrellas, para alumbrar y sustentar a los hombres.
[...] De aquí veréis la locura grande de vuestros antepasados, que adoraban al
sol y hablaban con él, y el sol ni les respondía, ni oía, ni hacía aprecio de sus
palabras ni sacrificios, porque no siente, ni la luna, ni el lucero, ni las cabrillas ni
otras estrellas, mucho menos el trueno, y los cerros, y montes, y ríos, y fuentes,
y tierra, que son criaturas que no hablan, ni oyen, ni sienten, mas hacen lo que
Dios les manda para servicio y provecho del hombre. (pp.36-37)
Dime hombre, cuando mochas [haces reverencia] al sol, o cuando ofreces algo,
¿qué piensas, piensas por ventura que el sol es Dios?, ¿piensas que siente lo
que tú haces?, ¿piensas que por eso se hará bien o mal? Oh loco ciego cómo
te engañas, el sol no es Dios, mas es una criatura de Dios, que Dios la hizo
para que alumbrase a los hombres. El sol no siente, ni habla, ni se cura [hace
aprecio] de lo que tú le dices, ni lo hace ni te responde, ni hace caso de ti más
que una piedra, ¿tú no lo ves?, ¿por ventura deja de salir o sale más temprano?
¿No ves cómo siempre anda de vuelta como Dios le manda, y que no hace más
de lo que Dios le manda? ¿Sabes lo que haces cuando adoras al sol por la luz
que te da, o le mochas porque no te quema a ti o a tu sementera? [...] Es cosa
de risa, tú indio miserable eres mejor y de más estima que el sol, porque tienes
alma, y sientes y hablas, y conoces a Dios, el sol no siente ni habla, ni conoce
más de que es una hacha [vela de cera] grande que puso Dios allí para alumbrar
este mundo. Pues la luna y estrellas menos son que el sol, y no hacen sino dar
vueltas sin descansar, como Dios les manda. Dios las puso para adornar el cielo
y para producir frutos en la tierra, mas la luna y estrellas no sienten, ni hablan,
ni te responden, ni se curan de lo que les dices, ni se les da nada por lo que les
ofreces. [...] Es cosa de risa, todo cuanto vuestros viejos os dijeron son como
32
hablillas de muchachos, menos saben que muchachos, vuestros viejos. [...] Y
cuando Dios quiere cae el rayo, y como él manda viene el agua mucha o poca,
como él es servido, y las nubes lo obedecen y solo Dios es señor de todo. Pues
los ríos, y los montes, y la mar, y la tierra, y las fuentes, y los árboles y los
animales todos son criaturas de Dios de menos estima que el hombre, y todas
las hizo Dios al principio para que sirvan al hombre (pp.104-106)
33
Aunque no voy a profundizar en este tema, quiero señalar otro elemento que se
repite a lo largo del texto. Para el conquistador, puesto que dios ha creado todas
las cosas entonces todas las cosas no pueden tener más que un solo dios (que es el
del conquistador, claro) y por lo tanto hay que borrar y destruir la multiplicidad de
divinidades andinas. Lo vemos por ejemplo en este fragmento,
No penséis hijos míos que un Dios es el que manda en el cielo y otro en la tierra, y
uno en el maíz, y otro el ganado, y otro da trigo, y uno envía los truenos y lluvias,
y otro da la salud [...] Esto dijeron vuestros antepasados porque sabían poco, y
eran como niños en el saber de Dios. De lo cual os habéis de reír y hacer burla.
Porque no hay muchos Dioses, ni muchos señores, sino uno solo, que lo manda
todo. [...] si hubiese muchos Dioses, uno en el cielo y otro en la tierra, claro está
que no habría paz, ni concierto, entre el cielo y la tierra sino que el uno pelearía
con el otro, y todo se hundiría, y acabaría presto. Un solo Dios hay, y no más. [...]
Así has de entender hombre, que tu Dios está en cielos, y tierra, y mar, y en todas
partes presente, y no es sol, ni estrellas, ni mar, ni fuego, ni tierra, sino el que hizo
y gobierna todo eso. (pp.29-30)
34
[Watunakuy, encuentro ceremonial, Raqchi, junio 2019]
35
[comunidad Alto Pucallpillo, 2019]
36
cosmocentrismo / pedagogías del
buen vivir
La lucha no debe ser contra el ‘cambio climático’ sino contra el terricidio
Moira Millán
41
futuros más acá de la utopía
La tarea fundamental que hay por delante no se puede limitar a generar
alternativas. En realidad, requiere un pensamiento alternativo de las alternativas.
Boaventura de Sousa Santos
45
[la reina sol, lámina del artista mozambiqueño Ezequiel Mabote, 2018]
46
el momento colonial / la peste
47
Lo que voy a plantear ahora es cómo históricamente el proyecto moderno-
colonial efectuó una fractura similar al interior de la propia comunidad humana,
imponiendo una jerarquía – grados diferentes de humanidad – entre el colonizador
y las poblaciones colonizadas.
Si el antropocentrismo inferioriza a los seres no-humanos, el colonialismo
eurocéntrico clasifica a determinados seres humanos como más humanos que otros.
El colonizador se sitúa a sí mismo como el único sujeto plenamente humano, y define
al ‘colonizado’ como un ser incompleto, deficiente, defectuoso, inferior, sub-humano.
En el mundo colonial no toda persona humana ocupa la posición de sujeto; como
señaló Aimé Césaire, intelectual y poeta de Martinica, una persona colonizada es
una persona cosificada, expulsada al mundo de los objetos, y con la que se establecen
relaciones jerárquicas, instrumentales, de dominación. La persona colonizada, cuya
humanidad es negada, va a transformarse así en un recurso (desechable) al servicio
del colonizador.
Ese proyecto devino gradualmente hegemónico a partir de 1492. Esto no significa
que antes de esa fecha no había lógicas y prácticas de dominio, apropiación y
sometimiento, que eran diferentes en cada geografía; lo importante, lo que es
distintivo, es que desde ese momento, más allá de la ficción del encuentro entre dos
mundos, una lógica de dominio y una ontología y epistemología particulares van a
expandirse por todo el globo y van a intentar someter y construir/homogeneizar el
mundo según sus deseos.
La modernidad es tan solo un mundo entre muchos posibles, que se hizo global
a través del colonialismo europeo6 – y al hacerlo bloqueó el despliegue de otros
proyectos, quebró la continuidad de otros mundos. De ahí venimos, hoy habitamos
una matriz que comenzó a tejerse hace más de cinco siglos. El mundo tal y como lo
conocemos, y gran parte de las categorías que empleamos para pensar y vivir en este
mundo, no pueden entenderse sin atender a las dinámicas históricas que se abrieron
a partir de 1492.
Como decía Franz Fanon (1983: 18), el colonialismo europeo establece un mundo
cortado en dos. Es un mundo de oposición, y no de complementariedad; que opera
por dominación y subordinación, no por reciprocidad; no sabe ni conversar ni
escuchar, solo impone su monólogo; no quiere acompañar y ser acompañado, sino
ordenar y controlar; funciona por lógicas de apropiación, extractivismo y violencia,
no por cooperación y crianza mutua; es arrogante, cree que no tiene nada que
aprender de los otros mundos diversos a los que niega, y obliga a esos mundos
por su propio bien a dejar de ser lo que son; reduce la diversidad, homogeniza en
lugar de cuidar y ampliar las diversidades; es un pensamiento binario, que toma
6 Esto no quiere decir que en Europa/occidente no hubo en el pasado (y sigue habiendo hoy)
prácticas y saberes de comunidad y reciprocidad, así como otra relación con el territorio, pero
fueron históricamente derrotados, son minoritarios, y por lo tanto no son esos los principios
que se impusieron sobre los territorios colonizados.
48
la diferencia como jerarquía: solo hay un mundo (un vivir) correcto que es el del
colonizador, todo lo diferente es inferior. No está claro cómo podrían articularse la
interculturalidad y el diálogo de saberes dentro de un proyecto/mundo que está
organizado desde estas coordenadas.
Esta jerarquización entre el sujeto colonizador y sus ‘otros’ se ha mantenido
constante desde 1492, aunque históricamente haya cambiado su forma concreta de
materializarse.
Tras el encuentro con los ‘indios’ – y recordemos que no había ‘indios’ hasta que
fueron producidos por la conquista – se dudó primero de si tenían ‘alma’, hasta
que en 1537 una bula papal decretó que sí. Sin embargo, ‘tener alma’ no disipó las
sospechas del colonizador, que siguió discutiendo si los ‘indios’ eran humanos como
nosotros o si, como afirmaba Juan Ginés de Sepúlveda en su ‘Demócrates Segundo o
de las justas causas de la guerra contra los indios’ (1544), eran más bien homúnculos
(hombrecillos) en los que permanece apenas un vestigio de humanidad y resultan ‘tan
inferiores a los españoles como los niños a los adultos, las mujeres a los varones...
casi como los monos a los hombres’.
Después se alegó que mientras el colonizador poseía el atributo de la razón, los ‘indios’
eran por el contrario irracionales, de natural infantiles, carentes de entendimiento.
Eran pueblos primitivos, salvajes, ajenos a la civilización y a sus luces, inclinados a la
barbarie y al pensamiento mágico.
Más adelante entró en juego la ciencia para medir, evaluar y clasificar si los ‘indios’ (y
en general todos los pueblos colonizados) tenían los cuerpos y los genes correctos, si
habían sido seleccionados por la evolución – como se pretendía que era la situación
del colonizador blanco – o si su biología era inferior, débil, deficiente.
Finalmente, cuando empezó a estar mal visto (cuando resultó ‘inapropiado’) hablar de
razas superiores e inferiores, retornaron los argumentos de orden cultural: occidente
es desarrollado y el resto subdesarrollado, atrasado en la evolución de la historia
humana, porque sus culturas son disfuncionales, no poseen los valores, actitudes,
conocimientos ni las instituciones necesarias para progresar y desarrollarse como
occidente.
Este proceso que acabo de describir no fue lineal, no son momentos sucesivos sino
que todos forman parte de un mismo repertorio, y pueden reactivarse en cualquier
momento. Lo importante es entender que son discontinuidades históricas dentro
de una lógica continua – cambia la forma concreta en la que se presenta, pero
permanece el veneno de esa relación que inferioriza toda diferencia.
Estos pares binarios operan como un régimen de clasificación y jerarquización racial
de las poblaciones y de sus formas de vida. El resultado es una matriz que busca
naturalizar (es decir, ocultar la historicidad de) la subordinación de los sujetos,
saberes, territorios, cosmovivencias, prácticas e historias no occidentales.
49
El colonizador, hombre blanco europeo, ordena el mundo según sus propios
criterios. En ese gesto, los indios e indias resultan, como decía Franz Fanon que
sucede siempre con el sujeto colonial, ‘sobredeterminados desde afuera’, atrapados
en lógicas clasificatorias en cuya definición no participan, están ausentes – aunque
en ese proceso lo que se pone en juego es su propia vida.
Las comunidades afro-ecuatorianas hacen referencia a esta situación afirmando
que el ‘ayer’ fue el tiempo de lo propio: la autonomía y autodeterminación, los
futuros tejidos desde la voluntad de las comunidades de ser y de seguir siendo
en conversación con los mandatos de los ancestros y ancestras. En ese marco, el
historiador Juan García Salazar (2010), integrante del Proceso de Comunidades
Negras del Ecuador y fundador del Fondo Documental Afro-Andino (archivo
excepcional, resultado de décadas de conversaciones con los y las mayores en las
comunidades) nos presenta el testimonio del abuelo Zenón, que dice: “el ayer,
visto desde el ahora, es lo que dejamos de ser”. Por contraste, el ‘ahora’ para estas
comunidades es el tiempo de lo ajeno, el tiempo de los otros: la falta de autonomía y
la heterodeterminación, la imposición de leyes “que nos mandan ser lo que nunca
fuimos, lo que nunca quisimos ser”, señala de nuevo Zenón.
[fotografía tomada en 2015 al cuadro ‘Id Est’ (1990) de la autora Penny Siopis en el
Wits Arts Museum, Johannesburgo, Sudáfrica]
50
Para los pueblos originarios y afrodescendientes de Nuestra América ese tiempo de lo
ajeno no se cerró con las independencias y la creación de nuevas repúblicas, un proceso
liderado por élites criollas, epistémicamente eurocéntricas/blancas y firmes defensoras
del proyecto de la modernidad. En este sentido, la lingüista mixe Yásnaya Aguilar
(2019) ha señalado que el mestizaje, elemento ideológico central en los proyectos de
construcción nacional en América Latina, actuó y sigue actuando en realidad como
una política de desindigenización y de homogeneización de las poblaciones.
El sistema educativo cumple un papel crucial en la reproducción de esta concepción
del mestizaje como disolvente de las cosmovivencias y de las singularidades indígenas.
El fundador de la Universidad de la Tierra en Oaxaca, México, Gustavo Esteva
(2017), afirma que de hecho un propósito de la escuela es educar a los niños y niñas
indios en su propia extinción como indios. Este mestizaje hegemónico opera como
un proyecto/ficción de blanqueamiento de la comunidad imaginada; a menudo, no
lo olvidemos, acompañado de otras tecnologías de disciplinamiento de los cuerpos
y comunidades: esterilizaciones forzosas de mujeres indígenas, separación forzosa
de los niños y niñas de sus familias y su entorno cultural, etc.
Es necesaria, por tanto, una lectura crítica de las independencias desde la perspectiva
de las comunidades originarias. En esta línea, el sociólogo aymara Simón Yampara
(2011: 6) ofrece la siguiente reflexión desde Bolivia,
Tiwanaku a un lado. Al otro lado la invasión colonial y lo que vino con ella,
que ha creado el mundo que vivimos ahora. De una u otra manera el mundo
se mueve en ese espacio creado por la invasión colonial. No veo un ayni
(reciprocidad) entre los dos sistemas. Por eso al comenzar esta conversación
me preguntaba si vamos a hablar de Latinoamérica, de Bolivia, de Qullasuyu,
de Abya-Yala. Aquí tengo problemas yo también. ¿Desde dónde puedo
yo entender la semilla, la identidad? [...] Por eso vienen los centenarios, los
bicentenarios, los quinto centenarios, o sea la historia se hace centenaria en
Bolivia. No se hace milenaria. Lo milenario hay que taparlo, enterrarlo bajo
tierra. En todos los horizontes estamos celebrando los centenarios. A mí me
parece que los centenarios son una manera de encubrir lo milenario, una
manera de encubrir y decir “miren, aquí están los valores, lo centenario aquí
está”. Entonces yo pienso que ahí hay problemas, problemas de tipo cognitivo,
problemas incluso de una especie de doble analfabetismo. Unos somos
analfabetos en centenarismos, otros somos analfabetos en milenarismos.
Probablemente la academia nos ha alfabetizado en uno de ellos, pero en el otro
nos deja con ceguera cognitiva.
Retomando las dinámicas abiertas en 1492 hay que señalar que el colonizador, en su
arrogancia/fundamentalismo, extendió la lógica de inferiorización de lo diferente a
todas las dimensiones de la vida de los pueblos a los que dominaba. Las prácticas
de control, apropiación y despojo se impusieron sobre los territorios, los cuerpos,
los saberes, las formas de organización social, la lengua, la espiritualidad/sacralidad,
51
las instituciones de auto-gobierno, las fiestas, los modos de vestir, la memoria y la
historia, los ritos, la sexualidad o la alimentación. Las poblaciones que lograron
sobrevivir primero a las enfermedades y después a la guerra de conquista vieron
cómo se trastocaban todas las facetas de su vida cotidiana. Por eso resulta tan
acertada la imagen de el mundo al revés con la que Guamán Puma de Ayala define la
situación colonial desde el punto de vista de las poblaciones andinas.
Una dimensión que merece atención especial es la epistémica, vinculada a la
producción de conocimiento y por extensión a las categorías con las cuales hacemos,
pensamos, aprehendemos y nos relacionamos con el mundo. Aquí encontramos un
doble gesto. Por un lado, el colonizador niega la capacidad de pensar del colonizado,
o al menos su capacidad de pensar correctamente; y, a la vez, va a hacer todo lo
posible por controlar cómo la persona colonizada piensa y se piensa, cómo entiende
el mundo y a sí misma en el mundo.
Las poblaciones colonizadas son consideradas objeto de estudio, no sujetos productores
de conocimiento. Al colonizado o colonizada no se le escucha; se le investiga, analiza,
evalúa, cuenta, compara, clasifica, mide, pesa, expone, representa, disecciona. Como ha
planteado la académica de origen maorí Linda Tuhiwai Smith (1999), desde el punto de
vista de los pueblos indígenas la propia palabra ‘investigación’ es una de las más sucias
del vocabulario, un término íntimamente ligado a los peores excesos del imperialismo
europeo. Los saberes de los colonizados son invisibilizados, desechados, o apropiados si
sirven para obtener beneficios. Para el colonizador el diálogo es una opción clausurada
a priori, no tiene sentido; en su mirada, como comentó recientemente Walter Mignolo
en una conferencia en Lima7, los colonizados son epistémicamente inferiores porque son
ontológicamente deficientes, y ontológicamente inferiores porque son epistémicamente
deficientes. Imposible escapar a este círculo de estupidez imperial.
Como ha afirmado el filósofo portorriqueño Nelson Maldonado-Torres (2007),
el racismo/sexismo epistémico del proyecto moderno-colonial ya estaba presente
en el ‘yo pienso, luego soy’ enunciado por Descartes en el siglo XVII, que lleva
implícita la idea de que ‘otros no piensan, luego no son’. El ‘yo’ cartesiano solo podía
ser hombre blanco occidental, y era incapaz de tomarse en serio los conocimientos
del otro/otra.
Por otro lado, como apunté, el colonizador intenta controlar el pensar de las
poblaciones colonizadas. El objetivo es que se separen (se escindan) mentalmente
de su contexto físico, comunitario y cosmológico y pasen a identificarse con el
mundo del colonizador, con sus valores, lengua, gustos, expectativas, su noción de
vida buena. Es un proceso de alienación y de auto-negación, de odio hacia lo propio
y de fascinación por lo ajeno, de auto-inferiorización y pérdida de autonomía.
Ese intento/lucha por ser lo que no somos es además una falsa promesa; ésa es la
52
captura, la activación de un deseo que no se puede cumplir, una economía de la
carencia: nunca van a llegar a ser suficientemente buenos a ojos del colonizador,
simplemente porque no son el colonizador.
El colonialismo se despliega imponiendo una lógica de guerra, en la que el otro/otra
son negados en su singularidad. Tejer desde ahí algo parecido a una comunidad
entre diferentes es prácticamente imposible, aunque sea tan solo una comunidad de
diálogo, una conversación, un mínimo espacio común entre equivalentes.
Nuestro mundo hoy es resultado de esa guerra (inacabada) y de las múltiples
estrategias con las que los diversos pueblos se han opuesto a la destrucción de
sus mundos. Nacimos de la guerra contra el pluriverso y simultáneamente de su
insistencia en pervivir, renacer, afirmarse, re-existir. Esa es la complejidad que
habitamos y nos habita, a cada uno y cada una desde su posición particular.
En el mundo andino, Eduardo Grillo, co-fundador de PRATEC, definió al
colonialismo como una peste,
Aquí, en los Andes, nunca hemos sido conquistados por invasores europeos ni
somos pobres ni desnutridos ni subdesarrollados, ni somos víctimas, ni hemos
sido avasallados, ni reivindicamos algo. Eso es lo que ellos dicen. Para nosotros
lo que sucede es que – así como la helada, el granizo o los insectos visitan a
veces nuestras chacras – hace 5 siglos apareció aquí, de pronto, una peste muy
virulenta que ha mermado gravemente la vida y la alegría de nuestro mundo
andino. (1996: 67)
La peste es un ser vivo que apareció de repente en nuestro mundo andino
como a veces aparece en nuestra chacra una planta rara que no hemos
sembrado y que no conocemos, que nos incomoda pero que no la podemos
eliminar fácilmente. En nuestro mundo vivo, la peste por ser un ser vivo tiene
que vivir, tiene que comer y no se la puede matar impunemente porque si está
ahí es porque el Apu así lo quiere. De lo contrario, no estaría. Se trata, eso sí,
de un ser muy extraño en nuestro mundo. Pues mientras que aquí todos los
seres andinos tratamos de contribuir a criar la armonía de nuestro mundo,
con mayor o menor habilidad, en cambio la peste, de modo evidente y hasta
descarado, se empeña en disturbar el mundo andino, en desarmonizarnos.
(1996: 75)
53
juntos. Un proceso de recuperación/sanación/armonización – aún incompleto –
que se puso en marcha desde el mismo momento en que se inició esta situación de
desequilibrio, y que permitirá a las comunidades fortalecer su sabiduría de crianza
y evitar así la reproducción de las condiciones que hicieron posible que la peste
emergiera en primer lugar.
Desde esta visión la peste es una persona/caminante que tiene su propio ciclo de vida
y que, aunque su aparición repentina y su comportamiento terrible nos causaron (y
siguen causando) muchos daños, hemos de tratar con respeto por lo que nos enseña
– nuestras propias carencias y descuidos en la crianza de la armonía de todos y para
todos, y la necesidad de redoblar los esfuerzos en ese sentido. Por ello, la relación
que se establece con la peste no es de confrontación, no se intenta vencerla, matarla,
destruirla, sino evitar su regeneración a partir de la crianza cariñosa, vigorosa y
continua de la propia armonía andina. Como ya dije, eso no es equivalente a un
mundo utópico sin conflicto, sino una armonía concreta y situada, que está siempre
haciéndose y deshaciéndose a partir de la conversación y los acuerdos entre
comunidades humanas y más-que-humanas; un mundo propio, siempre abierto al
encuentro con otros mundos.
Para impedir su regeneración se conversa con la peste, se la vivencia, se digiere, se
conocen a detalle sus síntomas, es así como uno/una aprende a curarse de ella. Al
restablecer la armonía y la salud de todas las comunidades, la peste – visita pasajera
igual que la helada a la chacra – desaparecerá igual que vino.
54
[Ecuador, 2008]
55
razón-ojo, razón-abrazo /
¿dónde está tu yachay?
afirmación cultural 3
Lo que se aprecia entre comunidad humana, deidades y naturaleza andinas
es diálogo recíproco, relación que no presupone distanciamientos y objetivación
de los dialogantes, sino una actitud de cariño y comprensión respecto a la vida
del otro. Este diálogo no lleva al conocimiento del otro, sino a empatarse, a
sintonizarse con su modo de ser para, en compañía, hacer brotar y rebrotar la
vida. [...] La sabiduría para el pueblo andino no está asociada a la acumulación
de conocimientos, a saber mucho de muchas cosas, sino al atributo de la crianza,
donde la sensibilidad para saber criar es tan importante como la sensibilidad
para saber dejarse criar.
Grimaldo Rengifo9
74
sistema educativo formal, violencia
epistémica, interculturalidad
Desde que era niña siempre valoraba las cosas que había, me vestía con mi
pollera y mi ojota [falda y sandalias], incluso hasta ahora sigo vistiéndome así,
como una comunera más, no tengo vergüenza de mi cultura, aunque algunos
colegas me hacen escuchar: ‘ha estudiado en la universidad y sigue viéndose
como si fuera una comunera’. Lo que ellos dicen no me importa, lo importante
es que yo me sienta feliz, y haga las costumbres que mi madre me dejó. Mi
profesión misma como historiadora me permite conocer más de estos saberes,
pero alguna vez a mi mamá no le hice caso sobre las enseñanzas que me daba y
me burlé de ella. Un día me dijo que para sembrar debemos mirar las estrellas,
mirar la luna; y yo le dije: ‘¿cómo van a saber las estrellas, la luna?’, me reí [...]
Cuando preguntaba algunas cosas a mi mamá ella me decía: ‘¿cómo? ¿no sabes?,
¿para qué te he mandado a la universidad? Yo sin estudiar sé mirar las señas,
sé sembrar, yo pensaba que tú sabías mejor que yo’. Mi mamá pensaba que en
la escuela o en la universidad nos enseñan estos saberes, pero lo único que se
aprende es a despreciar nuestra cultura.
Profesora Vilma Mamani Soto11
136
En el sur de Colombia tuve la suerte la visitar la universidad creada por las
organizaciones del pueblo Misak como parte de su sistema educativo propio, una
iniciativa que brotó para afirmar y vigorizar la cosmovivencia y el pensamiento
comunitario y ancestral (el proceso casa-adentro), y para trenzar desde ahí un
diálogo/ecología de saberes. Mientras conversábamos alrededor del fogón, los
comuneros y comuneras me dijeron que una de las razones para crear la universidad
fue, precisamente, que hasta ese momento los y las jóvenes que querían seguir
estudiando tenían que ir a las universidades convencionales, y que el problema era
que a los que fueron los blanquearon.
Hay un hilo que conecta esta idea que escuché en el Valle del Cauca con un dibujo que
encontré en un documento elaborado por una organización de las Primera Naciones
en lo que ahora es Canadá12. La imagen muestra a un estudiante/investigador de las
Primeras Naciones que camina por la cuerda floja atravesando un precipicio. A un
lado del precipicio, a la espalda del muchacho, un grupo de personas de su comunidad
miran cómo se aleja y se preguntan unas a otras: ¿tú crees que ya le hemos perdido?
Al otro lado del precipicio, integrantes de la comunidad académica/científica, todos
blancos, miran cómo el muchacho se acerca y comentan entre ellos: lo que está claro
es que no es uno de nosotros.
Cada vez que he mostrado este dibujo en talleres con comunidades andino-amazónicas,
las reacciones en las palabras y en los cuerpos hacen evidente que aunque la imagen
venga de miles de kilómetros de distancia se trata de una realidad compartida.
Los niños, niñas y jóvenes ‘indígenas’ de todo el continente, y de otras geografías,
tienen que pasar del conocimiento experiencial, territorializado, vivencial y
encarnado del que hablé en apartados anteriores, un saber que se crea en la
conversación con todas las comunidades humanas y más-que-humanas, a un tipo
de conocimiento y un modo de conocer que es cerebral, abstracto, no sensitivo. Un
conocimiento descontextualizado porque se pretende universal, antropocéntrico,
escindido entre pensamiento y acción, organizado según una concepción del tiempo
lineal que es ajena a las cosmologías indígenas, y que presenta al saber científico
como el único válido. Un pensamiento binario que funciona por oposiciones
excluyentes, que en lugar de subrayar las relaciones que conforman el mundo va a
fragmentar el saber en disciplinas/materias, donde solo los ‘expertos’ tienen saber, y
donde se ‘conoce’ para clasificar/dominar/controlar en vez de para tejer y sostener
relaciones de crianza mutua y afirmar la regeneración de la vida.
Así, como decían los y las estudiantes en Sudáfrica, hoy para los niños, niñas y
jóvenes ‘indígenas’ de todos los continentes avanzar con éxito en este sistema
educativo implica traicionar a sus comunidades y a sus cosmovivencias.
Regresando al mundo andino, Walter Chambi Pacoricona, que se formó y trabajó
durante años como ingeniero agrónomo, y que pasó después a formar parte de la
12 Ver: https://ruor.uottawa.ca/bitstream/10393/30539/1/OCAP_Critical_Analysis_2005.pdf
137
Asociación Chuyma Aru en Puno, nos narra cómo su trayectoria profesional y vital
cambiaron a partir de las conversaciones con su madre chacarera,
Ella hablaba, yo nunca interrumpía, dejaba que hablara y me diga todo, y yo
escuchaba, escuchaba y algunas cosas apuntaba, escuchaba y escuchaba y
cuando terminaba de hablar le provocaba a que converse otra vez conmigo
sobre otros temas. [...] Entonces a partir de eso, cada día estaba más convencido
de que lo que había hecho en mi vida profesional estaba mal, estaba equivocado,
y preguntaba a mi mamá y a mi papá, y más que todo a mi mamá: ¿Si todas
estas cosas sabías, por qué nunca me has dicho algo de todo esto? Y ella me
decía: cómo te iba a contar si tú eres el que ha estudiado y sabes seguramente
más que yo, ¿de qué te voy a hablar? Y cuando a mi padre le decía: ¿por qué no
me han contado lo que sabían? Él me contestaba: ¿cuándo nos has preguntado
de eso? [...] Conversando con mi mamá aprendí todo sobre la crianza de la
chacra, crianza de animales, sobre la observación e interpretación de las señas,
sobre los secretos de crianza, las prácticas de crianza, rituales de crianza, todo
eso. [...] Yo me acordaba de lo que hacía de niño, cómo hacía mi papá, mi
mamá, qué es lo que hacían, la forma como hacían. Todo me venía a la mente y
al mismo tiempo comparaba con lo que me enseñaron en la universidad. Pero
de todas las cosas que sabía mi madre, en la universidad no enseñaban nada,
nunca se hablaba de esas cosas, ni siquiera por chiste se tomaba en cuenta, lo
que enseñaban eran otras cosas, para otras realidades y entonces a aquello que
aprendí de mi madre le comencé a tomar cariño. (2006: 157-159)
138
No es casualidad que en fecha tan temprana como 1551 el colonizador creara
sus primeras universidades en Lima, la capital del Virreinato del Perú, la actual
Universidad Nacional Mayor de San Marcos; y en México, la capital del Virreinato
de Nueva España, la actual Universidad Nacional Autónoma de México13. La
producción de conocimiento fue una herramienta clave en el proyecto moderno/
colonial, y se utilizó entre otras cosas para justificar de un modo pretendidamente
‘racional’ la inferiorización y dominación de las poblaciones colonizadas. Como ya
vimos, a lo largo del tiempo la forma concreta de esa justificación, los regímenes y
tecnologías de saber/poder empleados para legitimar la subordinación se fueron
modificando, pero se mantuvo intacto su veneno.
Para Ngugi wa Thiong’o la lengua – aprender la lengua del colonizador y arrinconar las
lenguas propias – fue uno de los mecanismos más importantes de dominación mental
y espiritual, una forma de alejarse del universo comunitario/ancestral y de su memoria
colectiva y entrar a formar parte, en una posición subordinada, de un universo ajeno.
De hecho, este autor decidió que después de terminar el libro del que forman parte los
fragmentos que he presentado aquí dejaría de escribir en inglés (su lengua colonial) y
pasaría a escribir directamente en sus lenguas africanas, kikuyu y swahili.
La importancia de afirmar y de cuidar y mantener la lengua propia es indiscutible.
Sin embargo, en varios apartados anteriores vimos cómo existe también otro
problema: usar esas lenguas desligadas de sus sentidos y singularidades ancestrales,
es decir, como vehículo de traducción y transmisión del conocimiento moderno/
occidental. Esto, que PRATEC ha nombrado como bilingüismo monocultural, es
lo que está ocurriendo en Perú con las versiones más superficiales de Educación
Intercultural Bilingüe (EIB). Lo vimos en las discusiones sobre el concepto de
cuerpo, lo vimos en la reflexión sobre el suk/huk, y lo vimos también cuando los
comuneros y comuneras se quejaban porque en la escuela los niños y niñas están
aprendiendo un quechua amargo (qakqi o qhatqi simi) y están perdiendo el dulce
hablar (miski simi) que es necesario para tejer las relaciones de crianza mutua entre
comunidades humanas y más-que-humanas.
Así, en el libro Una escuela amable con el saber local, que fue coordinado por PRATEC,
encontramos el testimonio de un integrante del Centro de Estudios Andinos Vida Dulce
de Andahuaylas, que planteaba: la escuela no debe ser centro de colonización mental de
formas de pensar, vivir, hablar, vestir y aprender de la cultura occidental, así sea en quechua
(2013: 101). Y el coordinador de esta misma organización, Alfredo Mendoza, añadía,
En un programa radial de EIB escuché que al médico se le debe denominar
en quechua como hampiq. Veamos si son similares. El médico cura a través de
un diagnóstico científico y con medicinas farmacológicas; mientras el hampiq
conversa con la coca que le avisa qué Apu está de turno y el Apu le dice a su vez
de qué y por qué está enfermo y cómo o con qué se va a curar y si es con yerba
13 Previamente, en 1538, fue creada mediante una bula papal la Universidad Santo Tomás de
Aquino en lo que hoy conocemos como Santo Domingo, República Dominicana. Sin embargo,
esta universidad no fue oficializada por la corona española hasta dos décadas después.
139
dónde y cuándo cogerla. El hampiq hace armonizar y sintonizar al enfermo con
su Apu. En este entender el médico no es superior al hampiq, sino que están
en un plano de equivalentes; pero decir que al médico se le puede denominar
en quechua como hampiq, es descabellado. Cada cual significa distinto y es
pertinente en la cosmovisión a la que pertenece. (2013: 103)
¿Pueden las escuelas y las universidades convertirse en espacios donde sea posible
trenzar diálogos entre esos saberes/mundos diversos?
¿Se puede criar a la escuela?
140
investigación, educación,
relacionalidad
Encontré esta ilustración en un texto del First Nations Centre14, una organización de
las Primeras Naciones de Canadá. El dibujo expresa cómo la investigación, y ocurre
igual con los procesos de enseñanza-aprendizaje, si operan desde el marco de la
afirmación cultural, la interculturalidad y el fortalecimiento de la autonomía de las
comunidades deben cuidar, criar y responder a la multiplicidad de relaciones en las
que cada persona (docente, estudiante, investigador o investigadora, participante en
la investigación, etc.) está entretejida: la comunidad humana, el territorio/pacha y
14 Ver: https://ruor.uottawa.ca/bitstream/10393/30539/1/OCAP_Critical_Analysis_2005.pdf
142
los Apus, los astros, las diversas manifestaciones del agua, el fuego, la chacra y los
cultivos, los animales, etc.
Si la investigación o el sistema educativo se separan de estas relaciones, si no
entienden – o deciden ignorar – el impacto que su práctica puede tener sobre las
mismas, si no toman esos vínculos y su crianza como punto de partida, los ciclos
de regeneración de la vida se desarmonizan, se deterioran y erosionan, afectando de
manera negativa a las diferentes comunidades.
La descolonización no es una metáfora, dicen los pueblos originarios en Canadá.
La descolonización, la afirmación cultural y la interculturalidad tejen un mundo
radicalmente distinto al actual, radicalmente diverso, el mundo donde quepan
muchos mundos.
143
otra luna, Coyolxauhqui, warmi
pachakutik
A la pregunta sobre cómo se detiene la guerra, referida al escenario bélico
informal contemporáneo que se expande en América Latina, he respondido:
desmontando, con la colaboración de los hombres, el mandato de masculinidad,
es decir, desmontando el patriarcado, pues es la pedagogía de la masculinidad lo
que hace posible la guerra y sin una paz de género no podrá haber ninguna paz
verdadera.
Rita Segato
Aunque defenderé mi raza y mi cultura cada vez que sean atacadas por
no-mexicanos, conozco el malestar de mi cultura. Detesto algunas de las
costumbres de mi cultura, la manera en que lisia a sus mujeres [...] La
habilidad de servir, afirman los hombres, es nuestra mayor virtud. Detesto
cómo mi cultura convierte a sus hombres en caricaturas de machos. No, yo
no asumo todos los mitos de la tribu en la que nací [...] yo no voy a honrar
aquellos aspectos de mi cultura que me han dañado y que lo han hecho bajo el
pretexto de protegerme.
Gloria Anzaldúa – Borderlands
144
Light in the dark / Luz en lo oscuro, publicado en 2015, más de diez años después de su
fallecimiento.
Cuando Doña Santusa dice los ríos y las plantas son mi familia no está empleando
una metáfora, no es ‘como si’, no es un juego de palabras ni un recurso literario
sino que expresa directamente la cosmovivencia andina y la lógica relacional de
un mundo donde todo está vivo, todos (humanos y no-humanos) son personas,
y todos están conectados con todos los/las demás. Cuando dice que todo/todos,
la comunidad y el ayllu somos hombre-mujer (qhari-warmi en quechua, chacha-
warmi en aymara) está reflejando la paridad complementaria a partir de la cual se
organiza y se despliega la vida en los Andes. Aquí nadie es menos importante, no
hay jerarquías ni lógicas de dominio y subordinación, todos – desde sus diferencias
– son igualmente necesarios para la regeneración de la vida y de la diversidad.
Sin embargo, cada vez hay más mujeres defensoras del territorio, sabias y lideresas,
académicas, sanadoras y activistas planteando que la realidad que se vive en las
comunidades es otra diferente, y que la complementariedad horizontal y armónica
entre hombres y mujeres está lejos de ser una experiencia cotidiana y compartida.
Desde Bolivia, la escritora y activista feminista decolonial aymara Julieta Paredes
(2014) señalaba en los últimos años que hablar en abstracto del principio de
complementariedad chacha-warmi (hombre-mujer) lo que está haciendo es
invisibilizar y no reconocer la situación real y concreta, material y cotidiana que
viven las mujeres indígenas. Parecería que se dice ‘chacha-warmi’ y se cierra la
conversación, como si ese concepto/mantra lo explicara todo, y lo que nos plantea
la autora es justamente que la conversación debe abrirse y debe articularse desde
los cuerpos, los territorios y las experiencias concretas y no desde la abstracción o,
en sus palabras, desde ‘los mitos que los hermanos varones nos cuentan para tapar su
machismo en las comunidades’ (2014: 83).
Para Julieta Paredes y sus compañeras y compañeros que trabajan desde la propuesta
del feminismo comunitario, hoy ‘chacha-warmi’ existe como expresión de un par que si
bien es complementario está marcado/lisiado por una complementariedad jerárquica
y vertical, conservadora y machista donde los hombres ocupan una posición de poder.
En ese contexto, lo que plantean es que es necesario denunciar la subordinación y
las distintas violencias que atraviesan la vida cotidiana de las mujeres, y transitar
colectivamente hacia un par complementario que sea de verdad horizontal (sin
jerarquías ni dominación de nadie sobre nadie) y construido entre iguales/diferentes.
147
Así, proponen la noción de ‘warmi-chacha’ como una reconceptualización que
ayude a destacar que son las mujeres las que tomaron la iniciativa de caminar hacia
un equilibrio real, son ellas las que están tejiendo los cambios necesarios - warmi
pachakutik. Por otro lado, es crucial entender que en la cosmovivencia andina si el
hombre subordina a la mujer está provocando que se desarmonice la comunidad, y al
desarmonizar la comunidad se está dañando también a sí mismo; por ello, oponerse
al machismo y sus violencias es afirmar y sanar a la comunidad en su conjunto,
permitir su regeneración. Como dice Julieta Paredes (2014: 85), la comunidad es el
punto de partida y el punto de llegada para la transformación que las mujeres están
proponiendo y construyendo.
148
A fines de junio de 2020, mientras yo comenzaba a escribir este texto, el Consejo
Regional Indígena del Cauca – CRIC hizo público un comunicado para denunciar
el feminicidio de Luz Miriam Vargas Castaño, lideresa indígena Nasa de 39 años, en
el Resguardo de Avirama. El escrito decía que el asesino, su compañero sentimental,
había tirado el cuerpo al río Páez, río tutelar de ese territorio; explicaba que en ese
mismo río durante los peores tiempos de la violencia en Colombia se habían hecho
desaparecer muchos otros cuerpos, y continuaba narrando que el río, espacio de
vida de la comunidad,
En esta ocasión recibe y despide a Miriam, pero también simboliza el recorrido
infinito que tendrá su legado y resistencia en el andar del río, su voz aún susurra
en cada mujer Nasa, en cada mujer indígena, en cada mujer que lucha hasta el
cansancio, su sol interno fue apagado, acallado y violentado, así como el de las
demás mujeres que el machismo, el patriarcado y la violencia nos han quitado
y que en este contexto aumentan día a día en cifras e historias desgarradoras
[...] Como pueblos originarios reconocemos el trabajo arduo que requiere
la eliminación de todas aquellas formas de violencia contra las mujeres, a
veces tan minuciosas, tan silenciadas y normalizadas en nuestro diario vivir,
haciendo el intento de reconocer que desde el fogón, desde el tul [chacra],
desde las relaciones que se gestan al interior de la familia se viven violencias,
sin embargo hacemos un llamado a que desde nuestro ejercicio organizativo
hagamos minga hacia dentro para responder a nuestro sentir de armonía y
equilibrio como comunidad y con nuestra madre tierra.
En ese sentido, es deber y responsabilidad de las Autoridades Indígenas
efectuar la Jurisdicción Especial Indígena encaminada al alcance real y efectivo
de JUSTICIA para las mujeres indígenas, así mismo hacia la orientación,
prevención y eliminación de todo tipo de violencia y desarmonía contra las
mujeres y las niñas en los territorios.
149
A partir de ahí, estas mujeres pusieron en marcha sus propios procesos de defensa
y de sanación de los cuerpos y de los territorios, o mejor dicho, del continuo de
relaciones territorio-cuerpo-tierra. Ellas hablan de la sanación como camino
cósmico político. Es un camino ‘cósmico’, nos dicen, porque se conecta con y afirma
la cosmovivencia propia y trae al presente los saberes-haceres de las ancestras. Las
actividades rituales/espirituales se organizan en función del calendario agrícola-
lunar maya, se recuperan y fortalecen los saberes plurales de las mujeres (hierberas,
comadronas, tejedoras, curanderas), se llevan a cabo ceremonias de sanación de los
territorios amenazados y de reconexión con las comunidades más-que-humanas,
etc. Son procesos para sanar los cuerpos y los territorios del daño acumulado
históricamente, un daño que nos hace enfermar. Así, Cabnal (2011) plantea que,
Hay memorias ancestrales de dolor de nuestras madres, abuelas, tatarabuelas,
bisabuelas, que no hemos hecho conscientes pero que están impregnadas en
nuestras memorias corporales. Luego fuimos gestadas, nacimos, crecimos, y
todas esas formas de violencia, el cuerpo las soporta. Hay una cadena que le
llamo el acumulado histórico estructural de las opresiones sobre los cuerpos y
también sobre la tierra.
150
[mujeres saharauis que viven en los campos de refugiados en el desierto de Tinduf, Argelia,
en una protesta contra la ocupación de sus territorios, 2012]
151
Es ‘saber ser uno’ (Huklla kawsakuy), es devenir suk/huk, la unidad warmiqari
(mujer-varón) que es multiplicidades. En el mundo andino, el ‘saber ser uno’ no
remite a las imágenes del amor romántico, no es que uno/una se diluye o se ‘pierde’
en la otra persona; como dice ABA, en el warmi-qari no se trata de ser el uno para
el otro, un yo para un tú (2010: 81), sino de constituir conjuntamente una unidad/
totalidad ritualizada dentro de la colectividad. Lo que se establece es una relación
de horizontalidad y equivalencia de persona a persona; la pareja camina aquí desde
el cariño, el respeto, la equidad y el apoyo mutuo. Las tareas y responsabilidades
se comparten en el quehacer cotidiano, y cualquier decisión, especialmente si es
importante, se toma de forma conjunta – incluso los ‘cargos’ de las autoridades
comunales son asumidos por la pareja, no son individuales.
En este contexto, el saber ‘ponerse de acuerdo’ (rimanakuy) y la ‘obediencia mutua’
(kamachinakuy) son principios fundamentales para la convivencia, y suelen
involucrar al conjunto de la familia, es decir, no solo a la pareja sino también a
los niños y niñas, y a los ancianos y ancianas. Todos contribuyen en este proceso
porque, como explica ABA (2010: 28) para hacer fluir la vida necesitamos de todos.
Por ello, ‘saber ser uno’ implica aprender a ponerse en el lugar del otro y a escuchar
de un modo que no es únicamente ‘prestar atención’ sino que aquí se entiende
como ‘estar en el otro’, estar en los demás, ser huk/suk con lo suyo, acompañar y ser
acompañado en lo que es uno como el otro, no en lo que uno quisiera que sea (2010:
24). Es un aprendizaje complejo que demanda una crianza continua desde niño
o niña para poder alcanzarse, y que explica la importancia de la orientación que
la comunidad ofrece a la pareja; como subraya el texto de ABA, para un ayllu ‘el
orientar y también escuchar al joven es criar a la planta o flor en lo que cada flor es,
pero en conversación con toda la colectividad viva’ (2010: 24).
Es importante señalar también que en estas comunidades ningún estado civil se
considera más importante que otro para trenzar el Sumaq kawsakuy comunal,
todos son igualmente vitales, y de hecho se entiende que la soltería es mejor
que emparejarse únicamente para satisfacer necesidades individuales como el
desamparo y la incompletitud narcisista (2010: 82). El matrimonio además no es un
acto exclusivo de las comunidades humanas, también las plantas, los animales o los
Apus se vinculan ritualmente para hacer florecer la vida; por ejemplo, los sanadores
y sanadoras tradicionales (hampiq) realizan casamientos entre plantas medicinales
que están en diferentes pisos ecológicos, o entre plantas cálidas y frescas, o entre
plantas hembras y machos, para potenciar/regenerar su efecto curativo y así sanar y
rearmonizar a la persona enferma.
153
Aquí mujer y hombre no conforman un par de elementos opuestos, no opera la
lógica binaria y de hecho se considera que el dualismo femenino/masculino es
reduccionista y simplificador; en las palabras de ABA,
tanto la mujer y el varón en la cosmovisión nuestra y acorde a las circunstancias
pueden mostrarse en varios géneros: femenino, femenino-masculino,
masculino-femenino y masculino, y en cada forma de ser tendrán otras
maneras de sentir, pensar, relacionarse y actuar. (2010: 85)
156
desconexión, sistema educativo
propio, interculturalidad
161
formatos de ‘universidad intercultural’ que han puesto en marcha muchos estados
latinoamericanos, y que responden a otras lógicas. Los proyectos que voy a presentar
son dinámicas construidas autónomamente por las comunidades y organizaciones
indígenas al margen del estado; y en ocasiones, como ocurre por ejemplo en Ecuador
con el caso de la Pluriversidad Indígena Amawtay Wasi, en fuerte conflicto con las
instituciones estatales.
La UAIIN, que forma parte a su vez de la Red de Universidades Indígenas
Interculturales y Comunitarias de Abya Yala, brotó en el seno de las luchas llevadas
a cabo por el Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC. Su objetivo es plantear
procesos educativos nacidos desde la perspectiva y las necesidades de formación
definidas en los planes de vida de las comunidades, quienes a su vez han participado
activamente en el diseño e implementación del currículum.
El Sistema Educativo Indígena Propio camina recreando y afirmando el sentir-
pensar-saber-hacer de cada comunidad, tejiendo sabiduría para cuidar la vida,
y aprendiendo con los y las mayores y desde las enseñanzas de la madre tierra. La
UAIIN, como una de las iniciativas que conforman el Sistema Educativo Indígena
Propio, trabaja desde un conjunto de pedagogías y metodologías de investigación
que han denominado Crianza y Siembra de Sabidurías y Conocimientos (CRISSAC)
para: ‘fortalecer y visibilizar los pensamientos, saberes y conocimientos propios,
bajo los principios de integralidad, reciprocidad y complementariedad, coherentes
con los sueños, la espiritualidad y el vivir comunitario’.
En la actualidad, la UAIIN imparte diez programas de formación15: Licenciatura en
Pedagogías Comunitarias; Licenciatura en Pedagogía de Artes y Saberes Ancestrales;
Buen Vivir Comunitario; Revitalización de la Madre Tierra; Licenciatura en
Pedagogía para la Revitalización de Lenguas Originarias; Comunicación Propia
Intercultural; Derecho Propio Intercultural; Administración y Gestión Propia;
Tecnología en Pedagogía y Lingüística Aplicada para la Revitalización de la
Lengua Nasa; Tecnología en Administración Pública Especial para los Territorios
Ancestrales Indígenas.
15 Los objetivos y el tejido curricular de cada uno de los procesos formativos del CRIC pueden
consultarse en: https://uaiinpebi-cric.edu.co/#programas
162
Aquí podemos ver el tejido curricular de la Licenciatura en Pedagogías Comunitarias:
163
La MISAK Universidad sigue la misma lógica, brotando desde el interior de los pueblos
indígenas del Cauca para mantener y reproducir la cultura e identidad propia, la visión
de mundo y el sentir indígena. Su Proyecto Educativo Comunitario se articula a partir
de la cosmovivencia, ontología y epistemología propias, y se construye colectivamente
tomando como eje los saberes-haceres comunales; las formas singulares de auto-
organización social; las luchas históricas en defensa del territorio ancestral; y el tejido
de relaciones de armonía con la madre tierra. Así, la educación propia surge desde y
para las comunidades, y promueve la afirmación, regeneración y revitalización de las
mismas, su autonomía y organicidad.
Como explican Ávila y Ayala (2017) los contenidos que se imparten en la universidad,
abierta a todos los estudiantes sean o no ‘indígenas’, se agrupan en torno a cuatro ejes:
Administración Propia, que incluye la elaboración y la puesta en funcionamiento de
proyectos desde la cosmología MISAK; Economía Propia, que se extiende para incluir
el análisis y la comprensión del sistema económico internacional; Deber y Derecho
Mayor, que remite al ‘deber del cuidado y protección de la naturaleza y sus espíritus, así
como a los legados ancestrales y el derecho a la recuperación del territorio’; y Organización
Sociopolítica, orientada a implementar y garantizar dicho ‘deber y derecho mayor’.
Cada uno de estos ejes busca tejer conversaciones entre los saberes propios, los saberes
de otros pueblos originarios, y los saberes occidentales hegemónicos, tomados todos
como complementarios. Saborear ‘el gusto por lo nuestro, la alegría que nos da
participar en nuestros rituales, pero también aprender en el encuentro con los demás’,
equilibrar los legados ancestrales y los conocimientos generados en la modernidad,
caminar los saberes ‘indígenas’ y ‘no indígenas’, las nuevas tecnologías y la tradición
oral, los saberes urbanos y los campesinos, los contemporáneos y aquellos compartidos
de generación en generación por los abuelos y las abuelas MISAK de antes y de ahora.
A finales de 2015 tuve la suerte de conocer la MISAK Universidad; un pequeño
edificio entre montañas, circular, con una sala central diáfana y varios salones de
clases y oficinas alrededor de esa sala. No es necesario que el edificio sea más grande
porque, como ya vimos, aprender es recorrer, y gran parte de los procesos en los que
se producen y comparten los conocimientos tienen lugar en el territorio, con los
cerros, lagunas, chacras, caminos – una pedagogía de la tierra.
En el medio de la sala central está el fogón o Nakchak; los encuentros y las reuniones
tienen lugar alrededor del fuego recordando al Nakchak que está situado en el centro
de todas las cocinas de las casas MISAK, y que es el espacio donde históricamente
las familias se reúnen y los saberes se recrean de generación en generación. Así, el
Nakchak que está en el medio de la sala principal de la universidad conecta ese espacio
con el espacio de la casa, y vincula ambos espacios de encuentro y conocimiento con
el tejido de la comunidad. También en el centro de la sala, dibujado en color blanco
sobre el suelo, hay una doble espiral que expresa el movimiento cíclico de la vida, un
caracol que se despliega y se repliega, el tránsito entre el nacimiento y la llegada de la
muerte que supone un nuevo inicio.
164
[muchas maneras de ‘escribir’, Misak Universidad, 2015]
Mientras conversábamos alrededor del fogón, los hombres y mujeres MISAK tejían
sus sombreros, el tampal kuari o kuarimpoto, que también tiene en su centro un
trébol que simboliza al propio Nakchak y que a partir de ese punto es tejido en
espiral y se conecta con el caminar-caracol de cada persona/comunidad/historia/
mundo que se enrolla y desenrolla para seguir caminando su camino. El propio
edificio de la universidad está diseñado con la forma de un sombrero MISAK.
En Nuestra América y otras geografías, la producción de conocimiento fue un
elemento clave del proyecto moderno/colonial, y se empleó para ‘justificar’ la
inferiorización, la subordinación, la dominación y el genocidio de las poblaciones
colonizadas.
Hoy, para los pueblos originarios y afrodescendientes, los procesos de regeneración
de los saberes-haceres-sentires propios, el fortalecimiento del pensamiento
comunitario y ancestral, y la crítica al legado del colonialismo son centrales en
todo proyecto/proceso de afirmación cultural y de construcción de autonomía
comunitaria.
165
el calendario ritual agrofestivo y la
crianza de la escuela
Conocer el caminar del tiempo es una sabiduría que se ha adquirido desde los
ancestros, herencia que nos dejaron los Abuelos, esta sabiduría es necesario seguir
cultivando y que no se pierda, [...] conocer el caminar del tiempo ha permitido
a las comunidades campesinas tomar decisiones para hacer la agricultura, la
crianza de los animales, la medicina andina, conocer los momentos para realizar
las artesanías, organizarse en el tiempo en sintonía con sus respectivos rituales...
Se llama calendario agrofestivo porque las comunidades andinas viven criando
la chacra y a su vez la chacra les cría y la crianza es una fiesta que en cada
momento se comparte con toda la colectividad del pacha.
Eliana Amparo Apaza Espillico – Asociación Suma Yapu
Junto a los y las docentes que a pesar de no contar con apoyos pelean cada día para
tejer interculturalidad en sus centros educativos, entre la esperanza y la fatiga, y
junto a las comunidades que cansadas del daño constante (la violencia) del sistema
educativo formal han optado por desconectarse y crear sus sistemas educativos
propios, podemos encontrar también iniciativas de acompañamiento y crianza
mutua entre instituciones educativas estatales, escuelas, universidades, etc. y las
culturas educativas comunitarias16.
Se trata de tentativas que buscan poner en práctica la lógica intercultural de los
dos saberes en diálogo, el Iskay Yachay / Paya Yatiwi que como vimos en apartados
anteriores constituye a menudo la demanda de los comuneros y comuneras: la
afirmación de la cosmovivencia y de los saberes propios y a la vez el aprendizaje de
aquellos saberes de la modernidad que la comunidad considere que son útiles para
su propia continuidad, para seguir siendo.
A lo largo de su trayectoria, PRATEC y los NACAs han trabajado en torno a la crianza
como mecanismo para hacer del sistema educativo formal un espacio amable y fértil
16 No planteo que alguna de estas opciones sea más válida que las demás; cada contexto tiene sus
propias características, historia, potencias y limitaciones, y en base a ellas los sujetos/comu-
nidades toman las decisiones que creen oportunas – y que pueden cambiar en el tiempo. En
ciertos contextos y momentos tendrá sentido intentar ‘criar’ al sistema educativo, y en otros
serán más adecuadas las lógicas de ‘desconexión’, recordando además que estas opciones no son
modelos cerrados sino posibilidades abiertas y diversas, que toman su forma al sintonizarse con
las particularidades de cada situación.
166
para la diversidad y que fortalezca – en lugar de erosionar y despreciar – los procesos de
afirmación cultural de las comunidades y las distintas dimensiones que conforman su
buen vivir. En ese trabajo de crianza, una de las herramientas que tanto PRATEC como
los NACAs han puesto en práctica y han ido afinando durante las últimas décadas es
el ‘calendario ritual agro-festivo’ o ‘calendario comunal de la biodiversidad’. Hay gran
cantidad de materiales que explican con detalle los objetivos y los pasos necesarios para
hacer un calendario, aquí solo presentaré algunos trazos generales para mostrar las
posibilidades que se abren a partir de la elaboración colectiva de esta herramienta.
El calendario ritual agro-festivo es la representación gráfica mediante un dibujo, un
telar u otros medios visuales de las actividades que realiza una comunidad a lo largo de
un año y de los saberes de crianza que acompañan y dan sentido a dichas actividades.
Hay múltiples tipos de calendarios. Algunos se concentran en detallar un aspecto
o una práctica concreta de la vida de la comunidad, por ejemplo un cultivo
determinado – la crianza de la quinoa, papa, etc. – y muestran todas las prácticas/
vivencias relacionadas con el mismo: la selección y cuidado de semillas, la
preparación del suelo, los periodos de siembra y cosecha, el almacenamiento, la
preparación de diferentes tipos de alimentos, los rituales y fiestas asociadas a ese
cultivo, la relación con los ciclos astrales (el sol, las estrellas, la luna) y con el caminar
del clima (estación seca, lluviosa, y sus variaciones). Otros modelos de calendario
tienen un enfoque más abarcador y representan el conjunto de los saberes-haceres
que va a desplegar una comunidad en un ciclo anual en sus distintos espacios de
vida: chacra, casa, bosque, y agua, pudiendo incluir también las prácticas ligadas a
la comida, las artesanías, la construcción, etc.
167
La elaboración del calendario agro-festivo por parte de las propias comunidades
cumple un doble objetivo. Por un lado, como vimos anteriormente que sucedía con
las cartillas de saberes, sirve para investigar, recuperar, dar visibilidad y activar los
saberes-haceres propios, y en este sentido el proceso de elaboración colectiva del
calendario es un ejercicio de afirmación cultural, un trabajo de la comunidad sobre
sí misma y para sí misma, que puede servir por ejemplo para facilitar la transmisión
intergeneracional de prácticas y sabidurías ancestrales, etc. Por otro lado, como
explicaré más adelante, el calendario es una herramienta clave para propiciar el
diálogo/ecología/minka de saberes entre la comunidad y la escuela a partir de la
realización de proyectos de aprendizaje interculturales; es un instrumento que
ayuda a contextualizar el currículum académico, a hacer que aterrice y se inserte en
la realidad cotidiana de las comunidades.
¿Qué es lo que queremos conocer y registrar?
La primera fase del proceso de elaboración de un calendario es la recogida y registro
de los saberes-haceres de la comunidad.
El objetivo es conocer cómo se entretejen las actividades productivas/reproductivas,
sociales, culturales y rituales/espirituales que lleva a cabo la comunidad a lo largo
de un ciclo anual en los diversos ecosistemas o ‘espacios de vida’ en los que está
enraizada. En el calendario que aparece más arriba podemos observar los cuatro
espacios de vida de las comunidades del Alto Amazonas: el agua, la casa, la chacra
y el bosque.
168
Así, se registran las prácticas concretas que se llevan a cabo mes a mes: las actividades
agrícolas, de pesca, de caza, de construcción, las artesanías, las comidas y la salud,
la crianza del bosque, etc. Esta prácticas se organizan en relación a los momentos
del ciclo del clima, si se trata de la estación seca o de la lluviosa, tomando también
en cuenta sus posibles subdivisiones en cada contexto. Algunos calendarios, como
podemos ver más abajo, incluyen además las fases del caminar (el ruedo) de los
astros, la luna, el sol, las constelaciones, etc. con las que los comuneros y comuneras
conversan y se sintonizan para definir el momento adecuado para realizar sus
actividades.
Junto a cada una de las prácticas es importante conocer también las señas y secretos
que están asociados a las mismas. Cada práctica y cada momento del ciclo anual
tienen sus señas particulares. Cada actividad, sea del tipo que sea (la construcción en
ayni de una casa, la siembra o cosecha de un cereal, el cambio de autoridades y cargos,
etc.) se realiza en conversación con las comunidades más-que-humanas observando
las señas de distinto tipo que van a anunciar/compartir/apuntar el momento propicio
para llevarlas a cabo de manera armónica. Todas las actividades se definen y se llevan
a cabo en relación con las demás comunidades (sallqa y wak’a) y no son nunca fruto
únicamente de la voluntad o de la decisión humana. Por otro lado, cada chacarero
y chacarera tienen sus secretos a la hora de hacer una actividad, su concepción de
lo que debe y no debe hacerse, su conjunto de prohibiciones y prescripciones en el
desarrollo de una práctica, sus formas de actuar singulares y diferenciadas de las de
otros comuneros y comuneras, y ésta es otra de las informaciones relevantes que
intentaremos registrar en esta primera fase del proceso.
Finalmente, es fundamental conocer las fiestas comunales y los rituales y ofrendas
que acompañan en cada momento del año y cada circunstancia la vida de las
comunidades y que son parte central de su cosmovivencia.
Debemos recordar que las prácticas, las señas, los secretos, los rituales y las fiestas
no son dimensiones aisladas, sino que están entretejidas en la vida cotidiana de las
comunidades. Los saberes-haceres se articulan los unos con los otros, estamos aquí
ante un conocimiento relacional y complejo, donde cualquier elemento se conecta
con todos los demás. Los comuneros y comuneras dialogan con los ciclos del clima
y el caminar de los astros, con el suelo y las plantas, con los animales y las ánimas,
con las semillas y los alimentos, con la música que resulta apropiada a cada ritual y
con cada Apu/Achachila para regenerar la vida y la armonía del pacha.
De la misma manera, hay que tener siempre presente que los diferentes elementos
que vamos a recoger y registrar son válidos para un momento y una comunidad
concretos, no se pueden generalizar, incluso dentro de una misma comunidad
puede haber cambios en las actividades que se realizan cada año. En los Andes el
pacha está vivo y es caminante y su caminar va cambiando de un ciclo/año (wata
en quechua) a otro y cada wata tiene una personalidad particular. En este sentido,
la elaboración del calendario no es un ejercicio que se haga una vez y sirva para
169
siempre sino que debe actualizarse constantemente, mostrando cómo la vida de la
comunidad se recrea en la conversación y en la relación de crianza mutua con el
territorio y sus ciclos.
De hecho, diferentes chacareros y chacareras de una comunidad pueden tener
maneras distintas de hacer las cosas, y por eso en una misma comunidad se pueden
hacer varios calendarios que tendrán algunos elementos compartidos y otros
diferenciados. Esto responde a la lógica de crianza de la diversidad que he venido
explicando; en el mundo andino-amazónico nada es uniforme ni homogéneo,
los saberes-haceres están siempre en movimiento, y nada se repite en el tiempo
de la misma manera sino que se renueva ajustándose/sintonizándose con las
características de cada situación.
¿Cómo hacer la recogida y el registro de saberes-haceres?
La información sobre los saberes tradicionales se recoge al conversar y al compartir
con los sabios y sabias (los ancianos y ancianas) de la comunidad, o con aquellas
personas a quienes los chacareros y chacareras llaman curiosos y que son quienes
‘tienen mano’, quienes muestran una habilidad especial para realizar alguna actividad.
Estas conversaciones, de persona a persona o en formato taller/encuentro colectivo,
pueden tener lugar en la casa de los comuneros, en la escuela, o donde se considere
oportuno en cada ocasión. Sin embargo, lo ideal es que los y las docentes que van
a participar en este proceso de investigación acompañen a las familias comuneras
en sus diferentes espacios de vida y se involucren en las actividades cotidianas que
realizan a lo largo de un año en cada uno de ellos. A través de esta vivencia cercana
y sostenida en el tiempo los y las docentes (o quienes participen en este proceso, ya
sean alumnos y alumnas, personal técnico, etc.) van a poder percibir, sentir y, tal
vez, entender en toda su singularidad y su complejidad el mundo chacarero andino-
amazónico, así como la sabiduría de crianza que caracteriza a su cosmovivencia.
El registro de la información puede hacerse por escrito, en grabaciones de audio
o vídeo, a través de fotografías, o mediante dibujos que ilustren las diversas
actividades, cada participante empleará el medio que prefiera siempre que su uso
sea consensuado y sea autorizado por los comuneros y comuneras con quienes
conversamos. En cualquier caso, debemos entender que no estamos hablando
de una relación formal entre ‘entrevistador’ y ‘entrevistado’ sino, como nos dice
PRATEC (2019: 39), de un vínculo y un diálogo construidos desde la amistad y
desde el respeto mutuo entre los docentes y los sabios y sabias que haga posible que
la voz colectiva de la comunidad fluya.
Como expliqué al hablar de las ‘cartillas de saberes’ la conversación con los chacareros
y chacareras demanda una atención/disposición particular, implica suspender
nuestras preconcepciones, abrirnos y sintonizarnos sensitiva y emocionalmente
a ese encuentro, a ese vínculo y ese momento, dialogar con todo el cuerpo y no
únicamente con la palabra ni desde nuestra dimensión más ‘racional’, y escuchar
170
con respeto y cariño los saberes (la sabiduría) de quienes en ese momento nos
comparten una parte de su vida.
Es por lo tanto una conversación-relación que implica acompañar a la comunidad y
ser acompañados y acompañadas por ella; un proceso de acompañamiento y crianza
mutua que constituyen el corazón del diálogo de saberes y de la interculturalidad.
171
172
El proceso de sistematización continuaría de la misma manera con los espacios de
agua y bosque/monte, y una vez que hayamos completado las matrices parciales
podemos avanzar hacia el siguiente paso: elaborar una matriz general que sintetice la
información de los cuatro espacios y presente las actividades de manera cronológica,
es decir, organizadas mes a mes.
La matriz general es el momento previo al dibujo del calendario, su objetivo es
mostrar la información recogida del modo más breve, claro y sencillo posible para
facilitar así el paso del formato escrito al formato gráfico/visual.
A partir de la información rica y detallada que hemos ido recopilando en cada una
de las matrices parciales se pueden hacer también ‘cartillas de saberes’ que presenten
todo lo que nos han contado/compartido los sabios y sabias sobre una práctica
determinada y sobre su sabiduría de crianza, o pueden elaborarse (como veremos
luego) proyectos de aprendizaje intercultural. Pero es importante insistir en que esta
matriz general es una síntesis, el objetivo no es poner aquí toda la información sino
hacer un resumen que nos va a ayudar a seleccionar las actividades que se incluirán
después en el calendario.
Generalmente la matriz está compuesta por seis columnas y doce filas con espacio
para introducir los datos (las prácticas, las señas y secretos, los rituales y fiestas, etc.)
que se corresponden a los doce meses del año:
Las actividades o eventos que queremos mostrar – el inicio de una cosecha importante,
una fiesta o ritual especialmente relevante, la recogida de plantas medicinales, la crecida
del río, la elaboración de un tipo de alimento, etc. – han de dibujarse de manera clara
y sencilla, reflejando con naturalidad y con cariño aquello a lo que hacen referencia.
Si se considera oportuno se puede añadir una frase breve que acompañe a cada dibujo
para que se entienda mejor.
174
Una vez completado, el calendario se va a exponer tanto en los centros educativos
como en otros espacios que decida la comunidad, y la idea es que se utilice como
herramienta para dinamizar procesos de afirmación cultural y diálogo de saberes.
Elaborar proyectos de aprendizaje interculturales
La elaboración del calendario comunal nos va a ayudar a contextualizar, territorializar
y enraizar el currículum escolar en la realidad cotidiana de las comunidades. Si el
proceso que he descrito en las páginas anteriores se hace con respeto y cariño los y las
docentes irán gradualmente orientando su mirada, su corazón y su senti-pensar hacia
la comunidad, irán descubriendo (o a menudo, recordando) y sintonizándose con los
saberes-haceres comunitarios y con la cosmología/cosmovivencia de la que emergen.
En la trayectoria de PRATEC y los NACAs una de las metodologías que ponen
en dialogo la cultura educativa comunitaria y la cultura educativa escolar son los
‘proyectos de aprendizaje’. En este contexto, la recogida y registro de los saberes-haceres
comunitarios y la sistematización de los mismos en las matrices correspondientes a
cada espacio de vida son procesos que permiten mapear y analizar las fortalezas y los
desafíos a los que se están enfrentando actualmente las comunidades.
Este mapeo/diagnóstico hecho junto y con la comunidad es el que nos da la
información necesaria para detectar y definir los retos o problemas en torno a los
cuales vamos a diseñar y a desarrollar los proyectos de aprendizaje intercultural
ajustados a cada caso. Por ejemplo, si se quieren recuperar los tejidos y artesanías
tradicionales; si los ríos y quebradas requieren mayor cuidado para mantener
la cantidad y la diversidad de peces; si se están olvidando los usos de las plantas
medicinales de la zona; si se desea impulsar y fortalecer los intercambios de
semillas; si están desapareciendo algunos árboles y se considera necesario reforestar
con especies diversas; si se están dejando de practicar las fiestas comunitarias; si se
busca recuperar las herramientas tradicionales para hacer la chacra; si las formas de
organización propias de la comunidad se están perdiendo; si es necesario aumentar
las variedades de frejol, quinoa u otros cultivos; si se quieren poner en valor los
productos y las comidas de la zona, etc.
Para cada uno de estos proyectos hay que definir los objetivos, las actividades a
llevar a cabo y su temporalización, los recursos necesarios y su costo, el lugar o
lugares donde se va a realizar, las personas que van a estar implicadas, y las formas
de evaluación del proceso17. Además, y este paso es fundamental, los y las docentes
deben explicitar de manera clara y precisa cómo estos proyectos de aprendizaje
están articulados con las diferentes áreas del currículum, es decir, cómo los saberes
comunitarios – el buen vivir comunal – y los saberes de la modernidad dialogan y
se entretejen sin que ninguno de ellos invisibilice, erosione o menosprecie al otro.
17 Para ver ejemplos de este tipo de proyectos, consultar: ‘Proyectos de Aprendizaje’, editado por
Waman Wasi en 2019; y ‘Proyectos de Aprendizaje Intercultural. Material pedagógico para el
tratamiento de Iniciativas de Afirmación Cultural en Derechos Ecológicos de la Niñez’, editado
por PRATEC en 2017.
175
[Calendario comunal elaborado por la Profesora Neolith Lozano Angulo]
176
Así, considero que los proyectos de aprendizaje intercultural que surgen a partir del
proceso realizado para elaborar el calendario tienen las siguientes características:
• La idea es que los alumnos y alumnas, según corresponda a cada edad y a cada
ciclo formativo, puedan aprender los contenidos de las diferentes materias
que componen el currículum (matemáticas, historia, biología, literatura, etc.)
a la vez que aprenden y afirman los saberes-haceres propios de la comunidad.
• Para que este proceso sea posible hay que entender que cada uno de los ‘dos
saberes’ es incompleto, y que si se ponen en conversación cada uno de ellos
tiene algo valioso que aportar y algo valioso que aprender del otro. El vínculo
entre ambos es de complementariedad, no de oposición. Los saberes de la
comunidad y los saberes de la modernidad se sitúan aquí en una relación
de equivalencia, es decir, reconociendo que son y deben continuar siendo
diferentes pero evitando establecer jerarquías de valor o importancia entre
ellos. Ésta es además la demanda explícita que plantean los comuneros y
comuneras, el Iskay Yachay / Paya Yatiwi / Maai Dekamu que expliqué en
apartados anteriores.
• Este aprendizaje de ‘los dos saberes’ toma como punto de partida y se sintoniza
con la vida de las comunidades y con sus prácticas concretas y cotidianas.
La metodología de trabajo con proyectos de aprendizaje está contextualizada
y enraizada en las actividades que los alumnos y alumnas indígenas y
campesinos realizan diariamente en la chacra, la casa, el bosque y el agua a lo
largo del ciclo/caminar anual.
• Para que no haya dudas en este punto, quiero insistir en que no se trata de
tomar los saberes comunales como un ‘conocimiento previo’ que hay que
‘superar’ y sobre el que nos vamos a apoyar para llegar a aprender ‘lo realmente
importante’ que sería el conocimiento científico. Un planteamiento de este
tipo no tiene nada que ver con el diálogo de saberes ni con la interculturalidad.
No buscamos ‘superar’ ningún saber sino afirmar y fortalecer los saberes vivos
ancestrales y comunitarios a la vez que aprendemos y conversamos con los
saberes modernos.
• Los proyectos de aprendizaje intercultural crían la diversidad epistémica, y
afirman la pluralidad de saberes y de formas de saber que existen. La cultura
educativa escolar se entrelaza con la cultura educativa de la comunidad.
Los conocimientos teóricos y abstractos no se descartan pero tampoco se
priorizan; se entrelazan con el saber práctico, corporeizado y vivencial, con el
‘aprender haciendo’ ligado al territorio, y con el vínculo sensorial y emotivo
con la vida y sus ciclos.
• Es un aprendizaje relacional, no segmentado en disciplinas, basado en los
vínculos y en la intimidad con el mundo vivo, no en la separación entre
sujeto y objeto. La conexión cosmocéntrica entre la comunidad humana y las
comunidades más-que-humanas es central en esta propuesta.
177
• Los proyectos de aprendizaje intercultural emergen como respuesta a las
demandas y los retos de las comunidades, a los deseos e inquietudes expresadas
durante la elaboración del calendario comunal. En este sentido, son ejercicios/
intervenciones de afirmación cultural y de revalorización y encariñamiento
con lo propio mientras se conversa de manera respetuosa con otros saberes,
otras miradas y cosmologías. Como he señalado en repetidas ocasiones, en el
mundo andino afirmar lo propio implica criar la diversidad y dejarnos criar
por ella.
• Esta metodología involucra el senti-pensar y el hacer conjunto de la escuela
y de la comunidad. Docentes, alumnado y comuneros y comuneras se
constituyen así en una comunidad de aprendizaje o epistémica que incluye
saberes diversos y formas diferentes de conocer, múltiples espacios de
aprendizaje y culturas educativas heterogéneas. Además, el punto de partida
es que hay una multiplicidad de personas humanas y más-que-humanas que
‘saben’ y que forman parte de este proceso de diálogo y crianza mutua entre
mundos/cosmovivencias.
• Así, la escuela y la comunidad se acompañan mutuamente para hacer de la
escuela un espacio de confianza y colaboración intercultural que afirme la
diversidad y fortalezca los saberes-haceres comunitarios. Recordemos que los
testimonios de los chacareros y chacareras en los apartados anteriores señalan
a la escuela como una institución que desprecia, invisibiliza, erosiona y daña
a estos saberes y a las cosmovivencias de las que se derivan.
• Finalmente, retomando una idea que ya mencioné, cierro subrayando que los
proyectos de aprendizaje intercultural – como ocurre con cualquier otra iniciativa
de diálogo de saberes – no buscan unir o unificar los saberes que son diferentes, no
quieren crear una síntesis de conocimientos ni algo parecido a un saber híbrido.
La idea es afirmar la diversidad, no reducirla. El diálogo crítico inter-epistémico,
trenzado desde el respeto y el cariño, no pretende convencer al ‘otro’ ni imponer
un saber sobre los demás (que es lo que hace la modernidad eurocéntrica) sino
abrir un espacio de encuentro, escucha y afectación recíproca; un espacio de
acuerdos, de complicidades compartidas y de negociación y renegociación de
las tensiones que inevitablemente surgirán a lo largo del proceso; un espacio de
traducción intercultural que implica aventurarse mucho más allá de las palabras.
Cuando dos saberes se ponen en relación no es para anular sus diferencias
sino para acompañarse y enriquecerse mutuamente desde sus diferencias, para
inter-aprender (convivir, afectarse, inspirarse, hacer cosas juntos y juntas) sin
tener que dejar de ser diferentes, multiplicarse cada uno en el otro.
El mundo andino opera ampliando la diversidad, y es ahí donde están el
corazón y el desafío de la interculturalidad.
178
hay un tapiz...
En la sala donde empecé a escribir este libro hay un ventanal que se abre a la selva,
una pizarra grande, y un tapiz andino que cubre casi por completo una de las paredes.
El tapiz muestra muchos de los elementos que he ido mencionando en los diferentes
apartados, la relación entre runas, sallqa y wak’a, los Apus/Achachilas, el cóndor,
la chacra y el rayo, el zorro y las huacas, la luna y el sol, las terrazas/andenes en
las laderas de las montañas, la lluvia y el lago, la comida y la música, el arcoíris, la
referencia a la crianza y la biodiversidad, los animales y la comunidad humana,
las mujeres y los hombres en sus actividades de siembra, cosecha, rituales, fiestas,
bailes, tejidos, o en el trabajo en ayni para construir la casa.
En el lado izquierdo del tapiz vemos la escuela, en el extremo opuesto vemos
la iglesia. Para mi mirada de occidental/académico esas posiciones tenían un
significado concreto: la comunidad se representa a sí misma, construye un mapa de
su propia vida, y sitúa en el centro lo que considera importante, lo relacionado con
su cosmovivencia ancestral; mientras que lo que fue impuesto, aquello a lo que no
considera propio y le da menos valor lo sitúa en los márgenes, en la periferia.
Lo que yo veía en esta distribución en el espacio – incluso cuando pensaba que ya
había aprendido a mirar desde otras coordenadas – era una imagen de la resistencia
de la comunidad a las instituciones del colonizador. Seguía por lo tanto mirando/
pensando desde la misma lógica: dividir, jerarquizar y organizar la realidad a partir
de pares opuestos.
179
Un día conversé sobre el tapiz con Gladys Faiffer, integrante de PRATEC. Ella me
explicó que en realidad se trata de un calendario ritual agro-festivo bordado a mano
a principios de la década del 2000 por Eliana Apaza y un grupo de comuneros,
comuneras y docentes vinculados a la Asociación Suma Yapu en Puno, y que fue
hecho como parte de un curso/taller coordinado por PRATEC.
Lo que muestra el tapiz-calendario, me dijo Gladys, son las distintas actividades que
se realizan a lo largo del año, así como las señas ligadas a cada actividad tal y como
habían sido compartidas y conversadas en el taller, y los diversos rituales y festejos
que celebra la comunidad.
Las diversas posiciones representan de manera aproximada los meses del año; y
no hay, por lo tanto, ninguna relación de oposición o de ‘resistencia’ entre centro y
periferia o de cualquier otro tipo. Lo que yo veía como centro se correspondía con
los meses de julio-agosto, el mes en que se celebran los casamientos en el mundo
Aymara, y a partir de ese punto se despliegan las actividades del ciclo agrícola, todas
igualmente importantes; ni la escuela ni la iglesia están en los márgenes (no hay
jerarquía/inferiorización) porque el tiempo es cíclico, la primera se sitúa en los
meses que marcan el inicio del curso escolar, la segunda es el espacio alrededor del
cual se organiza la fiesta de la comunidad cuando se acerca el fin de año. Es como si
el tapiz fuera una esfera, no hay un centro opuesto a los márgenes, el final de un ciclo
es el comienzo de otro, la renovación de la vida siempre en movimiento.
Ningún mes/posición puede considerarse más o menos relevante que los demás
para la regeneración de la vida, todos son equivalentes, en el caminar del tiempo
todo está interconectado, entretejiéndose.
Aunque el formato tapiz-bordado hace que la distinción entre los meses no sea tan
nítida como en los calendarios que vimos en el apartado anterior, la lógica es la
misma: las relaciones de la comunidad con la escuela y con la iglesia no son de
oposición/resistencia ni tampoco de aceptación pasiva sino que son relaciones de
crianza mutua, digestión e incorporación a la gramática propia, de afirmación y
ampliación de la diversidad.
Si en este caso mi mirada estaba tan confundida es posible que lo mismo haya
ocurrido en otras ocasiones, y que a pesar del respeto, el cuidado y el cariño con el
que he escrito estas páginas algunas de las cosas que he dicho deban ser matizadas
por los hombres y las mujeres, los sabios y las sabías de las comunidades. Ojalá
estos errores en vez de separarnos sirvan para seguir conversando y aprendiendo,
siempre.
180
cuatro reflexiones finales sobre
interculturalidad y escuela
183
Juntando este punto con el anterior podemos decir que los niños, niñas y jóvenes
no salen de las paredes del aula para mirar o escuchar pasivamente, ni para tomar
notas en el cuaderno, memorizarlas, y repetirlas mecánicamente más adelante;
la escuela sale de la escuela para entretejerse con el mundo, para mancharse las
manos con la tierra, para mojarse en el río, para volverse bosque, para aprender e
investigar jugando, para recrear las prácticas de los y las mayores. Por eso resulta tan
necesario tejer – dentro y fuera del aula – espacios de confianza y modalidades de
colaboración intercultural que permitan a los niños, niñas y jóvenes participar en
esa experimentación colectiva con seguridad y con alegría, sin temor a expresar su
modo particular de ser diferentes.
184
4. La crianza de la interculturalidad es también un proceso de
sanación
No deberíamos olvidar ni minusvalorar el papel de la interculturalidad como proceso
de sanación personal y comunitaria. Como sabemos, el proyecto moderno/colonial
impuso la inferiorización y el dominio de las poblaciones colonizadas; despreció
totalmente su historia, sus saberes, su espiritualidad, sus formas de organización
social. En un mundo dividido/cortado en dos, todo lo que no era el colonizador se
convirtió de golpe en sub-humano (el mundo al revés de Guamán Puma de Ayala)
y pasó a ser tratado como un objeto o un recurso, como una cosa; y el dolor de esa
herida, la multitud de violencias estructurales y cotidianas que se han sufrido y se
continúan sufriendo está acumulado en los cuerpos, impregnado en la subjetividad,
clavado en la memoria.
Como vengo explicando desde el inicio de mi texto, una idea central de la afirmación
cultural es, justamente, el subrayar que las poblaciones colonizadas son mucho
más que ese dolor, que si hay algo que las define es su querer vivir comunitario,
las sabidurías y estrategias desplegadas durante siglos para seguir perviviendo, la
continuidad y la capacidad de recreación de sus saberes-haceres-sentires.
En ese sentido, la interculturalidad no se queda atrapada girando en torno al dolor,
pero tampoco niega su existencia. Ese dolor debe ser sanado y la propia afirmación
cultural es una posible respuesta, un proceso que es simultáneamente individual y
colectivo, alegre y triste, desgarrador y catártico, y que opera a la vez sobre múltiples
dimensiones: es una afirmación/sanación ética, espiritual, emocional, estética,
epistémica, política, práctica, corporal y cósmica. Es encariñarse y re-enamorarse y
reconciliarse con la cosmovivencia propia – de manera crítica cuando sea necesario,
para que cambie desde dentro – sin dejar de abrirse al otro u otra que tienen sus
propios caminos, es criar la diversidad y dejarse criar por ella.
Antes conté cómo en Sudáfrica los y las estudiantes negros habían iniciado un ciclo
de movilizaciones potente y hermoso exigiendo la descolonización/africanización
de las universidades. Es su propio proceso/proyecto de afirmación cultural. Ellos y
ellas decían que en el campus universitario y en las aulas respiraban colonialidad, que
eran espacios donde día tras día se seguía reproduciendo la violencia epistémica,
la invisibilización e inferiorización de sus saberes-haceres propios, y la imposición
del pensamiento blanco/occidental como el único válido. También desde el mundo
andino la profesora Vilma Mamani Soto nos decía que lo que se aprende en la
escuela o la universidad es a despreciar nuestra cultura.
La interculturalidad, tanto dentro del sistema educativo como en otros ámbitos,
es una invitación a pensar-hacer-sentir-vivir por afuera de esa violencia y ese
desprecio, y a tejer un mundo diverso, el mundo donde quepan muchos mundos que
nos proponen los y las zapatistas.
185
En ese camino es fundamental desobedecer y desconectarse individual y
colectivamente del mandato colonial/racista, del mandato masculino/patriarcal,
del mandato capitalista/consumista y del mandato antropocéntrico/ecocida, cuatro
dimensiones de un mismo proceso, cuatro hilos de un mismo tejido que debemos
destejer/desanudar. Y a la vez, criar y dejarnos criar por comunidades de vida –
humanas y más-que-humanas – que funcionen/caminen desde otras coordenadas.
Es así que podremos sanar la vida y sanarnos con ella.
186
187
referencias
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somos su negación constante. Entrevista’. El País, 9 de Septiembre de 2019.
https://elpais.com/cultura/2019/09/08/actualidad/1567970157_670834.html
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