Estructura Discursiva CGD - 2022

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Estructura discursiva y análisis del discurso: una

aproximación foucaultiana
Discursive Structure and Discourse Analysis: a Foucauldian Approach

Carlos González-Domínguez y Ana Maruri Montes de Oca


Universidad Autónoma del Estado de México, México

Resumen

En el análisis del discurso, el enunciado es la unidad de análisis y no la frase. Para


el análisis del discurso lo que importa es identificar la relación que mantiene el
sujeto hablante con el objeto de enunciación, en términos de significación, la cual
no puede ser sino producto histórico social. De aquí que dicho análisis tenga como
base una teoría de la enunciación, y no la lingüística, ya que de lo que se trata es
de observar la dimensión socio-discursiva de los enunciados y no el formalismo de
la frase. En este sentido, intentaremos aquí revisar (inspirados de los aportes
teóricos de Michel Foucault, desde la Arqueología del saber) cómo la noción de
enunciado tiene sus fundamentos en el proceso de enunciación. Con esto,
intentamos precisar la noción de “estructura discursiva” como unidad de análisis
en sus posibilidades metodológicas.

Palabras Clave: estructura discursiva, análisis del discurso, enunciado, Michel


Foucault.

Abstract

105
In discourse analysis, the utterance is the unit of analysis and not the sentence.
For discourse analysis, what matters is to identify the relationship between the

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speaking subject and the object of enunciation, in terms of meaning, which can
only be a social-historical product. Hence, such an analysis is based on a theory

Recibido: 28-05-2021. Aceptado: 15-09-2021

Carlos González-Domínguez (autor para correspondencia) es Dr. en Ciencias de la


Comunicación y se desempeña como profesor-investigador en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México. ORCID:
http://orcid.org/0000-0001-8031-3602

Contacto: [email protected]

Ana Maruri Montes de Oca es Dra. en Ciencias Sociales y se desempeña como investigadora
adjunta en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del
Estado de México. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8387-7139

Contacto: [email protected]

Cómo citar: González-Domínquez, C., y Maruri Montes de Oca, A. (2022). Estructura


discursiva y análisis del discurso: una aproximación foucaultiana. Revista Stultifera, 5(1),
105-127. DOI: 10.4206/rev.stultifera.2022.v5n1-06.
ESTRUCTURA DISCURSIVA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO

of enunciation, and not on linguistics, since it is a matter of observing the socio-


discursive dimension of utterances and not the formalism of the sentence. In this
sense, we will try to review (inspired by the theoretical contributions of Michel
Foucault, from The Archaeology of knowledge) how the notion of statement has its
foundations in the process of enunciation. With this, we try to specify the notion
of "discursive structure" as a unit of analysis in its methodological possibilities.

Keywords: discursive structure; discourse analysis; statement; Michel Foucault.

El objetivo del presente ensayo es proponer un abordaje teórico alrededor


de la categoría “estructura discursiva”, desde el análisis del discurso y
particularmente desde la contribución de Michel Foucault, a través de su
obra L’archéologie du savoir (2015a). Revisaremos de manera especial el
concepto de “enunciado”, como categoría central, a partir de la cual los
análisis del discurso toman su envergadura epistemológica, para
posteriormente ubicar la utilidad metodológica de la noción de “estructura
discursiva”.

Los problemas con los que se enfrenta el analista del discurso son
diversos. Desarrollar un análisis del discurso significa plantearse con
claridad qué dimensión del discurso se ha de privilegiar para responder a
la problemática planteada. Dada la complejidad del lenguaje, el analista se
ve obligado a invadir territorios de diferentes ciencias, para encuadrar su
objeto de estudio y precisar su unidad de análisis1, el cual debe inscribirse
en el plano socio-discursivo. Para esto, necesita categorías analíticas que
no dependen de las formalidades de uso de los signos lingüísticos (en tanto
sistema de lengua), sino que revelen los significados sociales de esos signos,
bajo la forma de enunciados. Se plantea entonces que, en términos
discursivos, todo acto de enunciación opera gracias a una dimensión social,
a partir de la cual todo sujeto hablante es capaz de expresar y significar,
desde un lugar social, donde se legitima el discurso. De esta manera, la
unidad de análisis para el análisis del discurso es el enunciado.2 Esto pone
en claro que el análisis del discurso se ocupa de observar cómo se produce
el acto de enunciación, es decir:
el régimen de materialidad, al cual obedecen necesariamente los
enunciados, es del orden de la institución más que de la localización
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espaciotemporal; define las posibilidades de reinscripción y de transcripción


(pero también de los umbrales y de los límites) más que de las
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individualidades limitadas y caducas. (Foucault, 2015a, p. 109)

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Si bien es cierto que el estatus del sujeto, al interior de la institución


y al exterior, en principio, le da el derecho de enunciar, también es lógico
reconocer que, a la inversa, por el hecho de que el sujeto enuncia, este
actualiza y legitima la institucionalidad del discurso. Esta circunstancia de
enunciación, evidentemente de carácter social, justamente contribuye a la
producción del significado, a través del discurso. ¿Cómo interpretar el valor
discursivo, si no es por un continuum de los significantes y significados,
mantenidos por la comunidad de comunicación3? ¿Acaso no cuenta el lugar
institucional, desde el cual el sujeto enuncia el objeto de discurso? La
respuesta a estas preguntas ya fue dada. Por un lado, Pierre Bourdieu y
Jean-Claude Passeron nos recuerdan que, desde el imperio romano, el
término institutio refleja la práctica de la acción social en todos los campos
de actividad, incluyendo el de la práctica discursiva (1990). Por otro lado,
se reconoce que toda práctica discursiva no solo es un asunto puramente
de expresión lingüística, sino que esta se acompaña de un conjunto de
caracteres sociales, políticos, económicos e históricos de los sujetos
hablantes; esto quiere decir que, en la expresión de un discurso, el sujeto
hablante delata, lo sepa o no, su posición en la pirámide social, lo cual
convalida su propia discursividad (Bourdieu, 2001). La institución, en
consecuencia, somete o encuadra al sujeto a una serie de condicionantes
que, como tales, han tenido que aprenderse, interiorizarse y ponerse en
práctica en toda enunciación. Todo discurso, como puede apreciarse,
acontece previendo un dominio y una autoridad discursiva, pero también
un perfil sociológico, psicológico, político, histórico y económico del sujeto
hablante. La importancia de la institutio, nos dice Bourdieu (2001), es una
suerte de “estrategia universalmente adoptada para recusar durablemente
la tentación de no aplicar reglas y consiste en naturalizar la diferencia, en
hacer una segunda naturaleza por la inculcación e incorporación bajo la
forma del habitus” (p. 182). ¿Acaso esa institutio funciona de manera
autónoma, sin la necesidad de los discursos? Sin duda los discursos
(dimensión del lenguaje) necesariamente acompañan a las dimensiones
sociológicas, véase la praxis social. Para Bourdieu es justamente la “eficacia
simbólica” entre el lenguaje y la praxis social, correspondientes
inexorablemente a los agentes sociales autorizados (institucionalmente,
simbólicamente).4 Ahora bien, regresando a la dimensión del lenguaje, de
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los signos lingüísticos como constituyentes de los discursos, nos


preguntamos ¿cómo funcionan los signos en la forma de enunciados?
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El enunciado como unidad de análisis

Veamos primero, cómo desde la antigüedad griega, un autor como


Aristóteles nos heredó la noción de “frase”, importante todavía hoy: “una
frase es un enunciado que tiene un sentido convencional, y del cual cada
parte separada significa por ella misma algo” (Aristóteles, 2008, 16b). Por
un lado, llama la atención que el estagirita se da cuenta de que la frase es
una organización de otros signos, y que cada uno de ellos posee un
significado en sí mismos. Por otro lado, nos dice que la manera en que se
combinan los signos es lo que produce la significación. Así, Aristóteles
reconoce que el significado de la frase es convencional. Todo este análisis es
de suma importancia, porque deja claro que la significación no es asunto de
naturaleza sino de convención: “Toda frase expresa algo, no por su valor
natural, sino por convención” (Aristóteles, 2008, 17a). Llegados al umbral
del siglo XX, con Ferdinand de Saussure y, más tarde, con otros autores,
desde y para la ciencia de la lingüística, se pudo reconocer con toda claridad
que:
la frase, creación indefinida, variada sin límites, es la vida misma del
lenguaje en acción […] con la frase, dejamos el dominio de la lengua como
sistema de signos, y entramos en otro universo, el de la lengua como
instrumento de comunicación, cuya expresión es el discurso. (Benveniste,
1966, p. 129)

Es decir que, para los estudiosos del discurso, la frase no es suficiente


para comprender lo que de ella se desprende y que es la generación de
significado. El objeto de análisis “frase” queda limitado al entendimiento del
funcionamiento de la lengua, pero no así a la comprensión del proceso de
producción de sentido. El elemento frase, para el análisis del discurso, no
puede revelar aspectos de carácter social, en donde se juega la
interpretación, la convención, el significado y el sentido5 de lo que quiere
decir la frase. En efecto, uno de los autores que indicó la necesidad de
distinguir significación (Bedeutung) y sentido (Sinn) fue el alemán Gottlob
Frege (1994). Para Frege, adscrito en la tradición del análisis lógico del
lenguaje, todo enunciado tiene un referente6, pero un sentido diferente a
cada recurrencia7 y depende de la actitud del sujeto hablante con respecto
al objeto de enunciación. Como bien señala Vázquez:
Sin embargo, mientras Searle se mueve en un registro de ejemplos sacados
108

del uso corriente del lenguaje e históricamente descontextualizados, en una


línea que se remonta a Frege, Foucault ilustra su exposición mediante casos
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inscritos en marcos disciplinares concretos, desde la medicina antigua hasta


las matemáticas modernas pasando por el psicoanálisis (Hipócrates, Hermes

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Trimegisto, San Jerónimo, Newton, Marx, Freud, Bourbaki) e históricamente


cambiantes. Esto le lleva a constatar que la función autor no se ejerce de una
manera universal y constante en todos los discursos. (2009, p. 129)

De aquí se entiende que sujeto y objeto en la frase toman sentido para


la lingüística, mientras que “sujeto de enunciación o de discurso”8 y “objeto
de enunciado o de enunciación”9 son otro ámbito de comprensión. El sujeto
de enunciación o de discurso es aquel que produce el enunciado,
estableciendo una relación específica con el objeto de enunciación; es el
sujeto que habla, el que genera la expresión lingüística, pero desplegando
una discursividad y, con ello, desprendiendo significados con sentidos
concretos. La actividad del sujeto de discurso, siempre, se desarrolla en un
contexto de enunciación.10 Conviene subrayar que todo sujeto de
enunciación guarda una relación específica con el objeto de enunciación.
Esto quiere decir que toda enunciación de una frase o de un enunciado11
tiene la posibilidad de significar infinidad de cosas, aun utilizando los
mismos significantes a los que otros sujetos hablantes recurrirían. Ahora
bien, hay enunciados que pueden asumirse bajo las mismas condiciones de
significado, aun cuando sean otros sujetos que los expresen. Resultará
cuasi el mismo significado, a condición de que la relación con el objeto de
enunciación sea la misma, es decir, proyectando más o menos la misma
significación. Para esos enunciados “una mención es suficiente para
reactivarlos [en su significación]” (Foucault, 2015a, p. 99). Es importante
destacar que el sujeto hablante no necesariamente es el autor de origen de
la formulación del enunciado. El sujeto hablante, siguiendo la teoría
polifónica de Oswald Ducrot (1985), en todo caso, puede asumir la posición
del autor del enunciado (sujeto enunciante), en la medida de que sea capaz
de significar al objeto de una forma original, cuasi inédita o de hecho inédita
(los poetas son ejemplo de esta posición); o bien como sujeto enunciador,
cuando repite un enunciado con un significado ya consensuado o convenido
colectivamente, lo que sería un simple locutor de un enunciado. De aquí
que “un enunciado existe fuera de toda posibilidad de recurrencia; y la
relación que mantiene con lo que enuncia no es idéntico a un conjunto de
reglas de uso” (Foucault, 2015a, p. 94).

Con lo anterior, entendemos que a cada enunciado le pertenece un


contexto de acción social, derivado de los efectos discursivos de ese mismo
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enunciado. La situación o contexto de acción social donde se desarrolla la


enunciación puede definirse como el conjunto de circunstancias, en el cual
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el lenguaje, a través de la lengua, indica quién habla, un qué referido, un

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cuándo de un hecho, un dónde de un hecho referido a alguien. Justamente,


los elementos o componentes de las frases enunciadas nos proporcionan
formalmente pronombres, índices espaciotemporales de los objetos del
enunciado. Desde la mirada puramente de la lingüística, la frase es un
modo de regencia de los signos lingüísticos, a través de reglas sintácticas y
paradigmáticas, para expresar una idea completa, respecto a una acción,
un sujeto (o agente) y un objeto. Aquí, la frase es una categoría de lengua,
no de discurso. El análisis de la frase, en su nivel de superficie permite
identificar y describir el objeto de la acción, pero no permite interpretar los
significados de esa acción en términos de sentido social, histórico o político.
Por esto, el desarrollo teórico-metodológico del análisis del discurso ha
logrado subsanar la cuestión del significado con el concepto de enunciado.
En el siguiente cuadro (tabla 1), se marca con una paloma lo que la frase y
el enunciado permiten comprender socialmente sobre la realidad, cada uno
en su función de lenguaje y capacidad de sentido sobre la realidad.
Tabla 1

Función de la Frase y del Enunciado

Función de Capacidad de Representación de la Realidad


Lenguaje
Acción Hecho Causa Proceso
Frase √ √
Enunciado √ √
Nota. Fuente: elaboración propia.

Cierto que el cuadro es muy reductor, pero es suficiente para


describir que la frase, en su formalismo expresivo, es capaz de describir una
acción, gracias al encadenamiento de otras frases; pero estas mismas frases
son incapaces de describir un hecho complejo, tarea que le corresponde a
la dimensión discursiva de los enunciados. Lo mismo aplica para la
descripción de causas que son posibles gracias a la instrumentalización de
frases, pero describir los procesos que implican esas causas les corresponde
solo a los enunciados. Este ejemplo, muy abstracto, por cierto, también
puede ser ilustrado (de manera concreta) por la tarea de la Historia como
ciencia. Si bien el historiador puede describirnos en detalle un
acontecimiento, esta descripción en sí misma no permite ver las intenciones
fenomenológicas que subyacen en esa misma descripción que es puramente
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lingüística. La frase, así, resulta una instancia incompleta de entendimiento


para la inquietud humana; de modo que se requiere un esfuerzo de
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interpretación discursiva que justifique el porqué de tal o cual manera se

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describe ese evento de la historia. Después de cada frase siempre queda


algo que decir o que pensar:
La frase corresponde a cualquiera primera secuencia de palabras, nacida de
la reunión de una enunciación y de un enunciado que solo deja, afuera de
ella, el vacío o las palabras de otro enunciado. (Wilmet 2003, como se cita
en Delbart y Wilmet, 2006, p. 906)

Los especialistas del lenguaje nos han proporcionado muchos


criterios para reconocer la frase en un enunciado. En este debate, hay que
incluir a la filosofía del lenguaje, para la cual todo enunciado o frase se
traduce como proposición, lo que nos lleva a la dimensión de lo falso o
verdadero de lo que el hombre expresa o discursa. De ese modo, hay un
paralelo entre frase, enunciado y proposición, los cuales, aunque parecen
sinónimos, nos revelan los diferentes valores interpretativos en el fenómeno
del lenguaje. Lo que es común a las tres categorías es el asunto de la
significación y está en relación con la realidad que el lenguaje representa.
De aquí que es fácil comprender que el sujeto hablante se posiciona con
respecto a un objeto y un interlocutor. Toda enunciación refiere a un
universo de discurso (objetos de referencia o de enunciado). Por esto,
Foucault entiende al enunciado como parte constitutiva de la “actuación
verbal”, bajo cualquier condición de enunciación, a partir de la cual se
refiere “una relación con un dominio de objetos […] como un juego de
posiciones posibles para un sujeto […] como un elemento en un campo de
existencia […] como una materialidad repetible” (2015, p. 115). O como
afirma Jean Dubois: “la enunciación se define como una actitud del sujeto
hablante frente a su enunciado, este modelizando el mundo de los objetos”
(1969, p. 104). Con estas afirmaciones, podemos observar que están
invocados los actos perlocucionarios de Austín (1970), concebidos estos
como efectos de discurso sobre la realidad. Para Austin:
Hay entonces tres formas desde las cuales los actos ilocucionarios están
ligados a efectos: por la obtención de su buena comprensión (securing
uptake), por su entrada en vigor y por su invitación a una respuesta. Y estas
tres formas son distintas de la producción de efectos que es característica
del acto perlocucionario. (1970, p. 125)

Este último consiste en la obtención de un resultado o acción derivados del


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enunciado mismo. De aquí surge toda una serie de problemáticas ya


planteadas por Foucault:
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si el enunciado es una unidad elemental del discurso, ¿en qué consiste?


¿Cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Cuáles son sus límites que debemos
reconocer? ¿Esta unidad es o no idéntica a la que los lógicos han designado
por el término de proposición, a la que los gramáticos caracterizan como
frase, o incluso a la que los ‘analistas’ tratan de identificar bajo el título de
speech act? ¿Qué lugar ocupa esta entre todas estas unidades que el estudio
del lenguaje ha tratado, pero cuya teoría se encuentra muy lejos de
concluirse, mientras que los problemas que surgen son difíciles y hay
insatisfacción, en muchos de los casos, de no delimitarse de forma rigurosa?
(2015a, pp. 84-85)

Por esto, toda enunciación siempre merece alguna interpretación que


está fuera de las palabras pronunciadas. El estudio de las frases, otra vez,
no es suficiente para identificar sus significados. Para llegar a esto se
requiere un análisis transfrástico y transtextual, lo que ya no sería objeto
de la lingüística, sino precisamente del análisis del discurso, ya que lo que
se busca es el sentido que “está fuera del texto” (de lo expresado por frases),
es decir, en el plano de los discursos que producen las interacciones
humanas para alcanzar la tan ansiada comunicación. Cabe señalar ―en
este pasaje― que, en el esfuerzo por develar las diferentes dimensiones del
lenguaje, ya contamos con diferentes tradiciones disciplinarias (lingüística,
sociolingüística, semiótica, análisis textual, análisis semántico, análisis
pragmático), cada una de las cuales ha proporcionado valiosos
conocimientos, produciendo con esto lo que llamamos
interdisciplinariedad. Como nos lo recuerdan Josiane Boutet y Dominique
Maingueneau:
Hoy, cuando hablamos de interdisciplinariedad en análisis del discurso o en
sociolingüística, poseemos una concepción menos teórica y necesariamente
interactiva. El discurso es de entrada pensado como una interfaz entre
diferentes disciplinas. Aun categorías como texto, por ejemplo, que
podríamos pensar reservada a la lingüística no es autónoma; una buena
teoría de la textualidad no puede ignorar su dimensión cognitiva o su
inscripción en actividades sociales. Esto modifica considerablemente las
formas de investigar, las cuales cada vez es más normal que se trabaje en
equipos interdisciplinarios, antes que quedarse al interior de una sola
disciplina, para luego confrontarse con otras. (2005, p. 32)

En Efecto, aun cuando todo texto pueda analizarse


metodológicamente por microsegmentación, como frases, oraciones,
112

puntuación, en términos de análisis semántico sintáctico (periodos simples


o complejos), siempre hay que interpretar los efectos discursivos fuera del
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texto (cf. Adam, 2013). A este respecto, los efectos de discurso se deben

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encontrar en las secuencias micro o macroestructurales que constituyen la


coherencia interna del propio discurso. Todo cuenta entonces en el
despliegue enunciativo del discurso, en su forma transfrástica que es el
enunciado.

La estructura discursiva es una semántica interna

Como observamos en el subtítulo anterior, una secuencia (macro o


microestructural) está contenida en las frases que constituyen los párrafos,
donde se despliega una cadena solidaria en términos de descripción,
narración, argumentación o prescripción, alrededor de un objeto de
referencia, gracias a los recursos de la lengua. Por otro lado, es importante
observar cómo otros elementos de la frase (a nivel de la lengua), como
conectores, preposiciones, sustantivos, adjetivaciones, oposiciones,
conjunciones o disyunciones, también participan de la generación de
significados. En un análisis textual, se trata sobre todo de rastrear, por los
enunciados, la inscripción discursiva de todos los signos lingüísticos al
interior de la frase. Así, la frase se concibe como la unidad constitutiva de
todo texto escrito u oral, en su estructuración formal (dimensión sintáctica);
la proposición, como la unidad lingüística de significado completo
(dimensión semántica, donde el contenido proposicional delimita un sentido
concreto); y el enunciado (dimensión pragmática12), para el análisis del
discurso, como elemento de la cadena enunciativa que puede constituir
toda una proposición o bien pertenecer como miembro de una frase. Desde
cualquier perspectiva de análisis, nos vemos obligados a considerar la
noción de signo o unidad sígnica como una unidad significativa (signo
lingüístico, miembro de frase), la cual va estructurando al discurso sobre
cualquier soporte expresivo (oral o escrito).

Hasta aquí, consideramos que contamos con las suficientes razones


para decir que, en la práctica discursiva13, podemos concebir una teoría del
discurso en términos de procesos semánticos, pero también y con más
razón como un proceso pragmático.
Según la fórmula althusseriana, el discurso ‘interpela al individuo en sujeto’:
un acto de lenguaje (comprobado) hace sentido en una interdiscursividad de
lugares construidos o preconstruidos. Una vez entonces, realizado este acto
solo se ‘logra’ en la medida en la que los participantes ‘interpelados’ asumen
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situándose en forma práctica en relación con el lugar que el discurso les


asigna. (Achard, 1995, p. 83)
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Así, entendemos mejor que en análisis del discurso ―como sabemos―


no importa quién habla individualmente, sino que interesa identificar desde
qué lugar social (institucional, decíamos) el sujeto habla y con qué
significados opera en la praxis social. El problema de la primera persona
tiene una condición particular en los análisis de Foucault. Si nos remitimos
al ensayo de Foucault “¿Qué es un autor?” (2015b), sin duda, podemos
afirmar que la figura del sujeto-autor, como función, tendería a
desaparecer, ya que “todos los discursos, cualquiera que sea su estatus, su
forma, su valor, y cualquiera que sea su tratamiento al que los sometamos,
se desarrollaría en el anonimato del murmullo” (p. 1280). En este sentido,
queda claro que los discursos no son autoría de un sujeto en particular
(como resultado de una auténtica originalidad), de un autor, sino del
lenguaje mismo, en ese transitar, a través del habla de todos nosotros, los
sujetos de cada una de las comunidades situadas históricamente. La
enunciación y los enunciados son entonces gestación, emergencia de
significados en contextos específicos, lo que no significa originalidad, sino
continuación de procesos semiósicos, propios de las condiciones de los
signos. Por esto, para Foucault el “‘autor’ no es idéntico al sujeto del
enunciado; y la relación de producción que este mantiene con la
formulación no es apilable a la relación que une al sujeto enunciante y lo
que este enuncia” (2015a, p. 97). En efecto, hay que distinguir la
formulación del enunciado (desdoblamiento del autor, sobre todo en
literatura) de la identidad o, precisamente, de la autoría del sujeto de
enunciación que se constataría en la relación concreta con el objeto de
enunciación. De aquí la insistencia de Foucault en decir que en todo
proceso de enunciación lo que domina es una función enunciativa, donde
cabe la experiencia o la pensée du dehors, que es la relación del sujeto con
el lenguaje, donde cabe la subjetividad de los enunciados, para “reencontrar
el espacio dónde [el pensamiento] se despliega, el vacío que le sirve de lugar,
la distancia en la cual el [pensamiento] se constituye y donde se esquivan,
desde que echamos la mirada, sus certidumbres inmediatas” (2015c, p.
1216). De aquí que todo sujeto hablante, al producir enunciados, procede
del exterior, es decir del lenguaje, para instalarse en una discursividad,
donde no importa saber quién habla, sino identificar la relación con los
objetos de enunciación. De esta manera, la premisa evidente es que todo
enunciado es producido desde un lugar discursivo: “Es considerado
114

necesariamente en el juego de una exterioridad” (2015a, 131).14Así


planteado el problema por Foucault, queda claro que una articulación entre
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sujeto y discurso es evidente, pero ¿qué sucede con la figura de autor? La


respuesta está en el a priori histórico. Esto significa que todo sujeto

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experimenta el lenguaje desde su lugar social que le permitirá enunciar,


precisamente lo que le es posible formular. La figura de autor, entonces, se
presenta como un fenómeno anómalo de función enunciativa, porque lo que
puede enunciar sería prueba de otra experiencia o relación con la realidad,
pero siempre gracias al lenguaje.

Nuevamente, nos damos cuenta de que todo despliegue discursivo o


acto de enunciación, sobre todo a título institucional, es, como hemos
dicho, una acción colectiva que se fundamenta en una historia sin la cual
los significados no podrían ser retenidos por ningún sujeto hablante, junto
con su interlocutor. Nadie habla espontáneamente, sin ningún antecedente
de significado.15 Esta condición es de sumo interés heurístico, pero necesita
abordarse desde diferentes disciplinas, para dar cuenta de la complejidad
del discurso en su funcionamiento. Por ejemplo, desde el ángulo sociológico,
el sujeto hablante debe pertenecer a cierta clase social y con cierta
trayectoria de dominio cognitivo (lo que sería la constituyente psicológica),
para poder dar cuenta de un discurso, para el cual y desde el cual legitima
su enunciación. Esto quiere decir que todo sujeto en su recorrido social, a
su pesar, está condicionado a seguir un régimen discursivo. En
L’Arqueologie du savoir, Foucault define la noción de “sistema de formación
discursiva” como:
un nudo complejo de relaciones que funcionan como una regla: prescribe lo
que ha debido ser puesto en relación, en una práctica discursiva, para que
esta se refiera a tal o cual objeto, y esta ponga en juego tal o cual
enunciación, para que se organice tal o cual estrategia. Definir, en su
individualidad singular, un sistema de formación es entonces caracterizar
un discurso o un grupo de enunciados por la regularidad de una práctica.
(2015a, p. 79)

Como se observa, este funcionamiento del discurso nos permite


identificar las prácticas discursivas como interdiscursivas entre las
diferentes dimensiones en las que se ubican los objetos, para reconocer a
estos, en sus significados, necesariamente codificados y prescriptos para
poder ser representados en las modalidades de enunciación (en su forma
verbal discursiva). Así, el vocablo “formación discursiva” corresponde al
proceso de interiorización de los discursos en los sujetos. En cambio, la
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noción de “estructura discursiva”, que aquí empleamos, tiene la


particularidad no de definir el funcionamiento de la producción de
enunciados como reglas de enunciación, amparadas en posicionamientos
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dóxicos, epistemológicos o teóricos, sino como un constituyente de toda

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arquitectura textual discursiva.16 En otros términos: la estructura


discursiva es la manifestación de enunciados que permiten la elaboración
del discurso, en el tejido textual producido por el sujeto hablante, es decir
que se manifiesta como la arquitectura semántica del texto para delimitar
significados, gracias a los enunciados que identifican objetos y acciones,
generando, igualmente, estrategias de acciones concretas y en relación con
otros enunciados que pueden ser encontrados en otros textos, bajo las
mismas temáticas o topologías discursivas. Lo que es más importante en
esta definición de estructura discursiva es que convoca a un isomorfismo
entre lo abstracto del discurso y lo práctico de la realidad, la misma que
convoca a la participación en una dimensión espacial. Esto significa que es
el discurso el que hace percibir la realidad en su objetualidad, en su
concepción y la “sostiene semánticamente” a través de estrategias
enunciativas. De este modo, todo enunciado hace las veces de realidad
representada. De aquí que afirmamos que todo enunciado (un término, una
expresión interrogativa, un verbo conjugado, un cuadro sintético, o una
frase formalmente expresada) representa arquitectónicamente a la realidad.
He aquí por qué Foucault declara que “no parece pertinente entonces, al
final, definir un enunciado por las características gramaticales de la frase”
(2015, p. 87). En este sentido, para Foucault, el enunciado, como objeto del
discurso:
no es el enunciado atómico ―con su efecto de sentido, su origen, sus límites
y su individualidad―, sino el campo de ejercicio de la función enunciativa y
las condiciones según las cuales hace esta aparecer unidades diversas (que
pueden ser, pero no necesariamente, de orden gramatical o lógico). (2015a,
p. 113)

En efecto, para el análisis del discurso no interesa el formalismo


lingüístico de la lengua, sino el campo de significación que cada
significante, vocablo o frase, en su versión de enunciado, refiere de la
realidad. Ciertamente, gracias al estudio de las frases, podemos localizar
diferentes registros de lengua, conocidos también como estilos, capaces de
remitirnos a significados precisos no solo semántica, sino también
pragmáticamente (Halliday et al., 1964). Ahora bien, como señala Foucault,
el discurso y el enunciado, derivando del lenguaje, son la contraparte de las
positividades (cf. 2015a, pp. 134-135).
116

Para el análisis del discurso, entonces, es importante identificar el


anclaje semántico que juegan los enunciados en la representación del
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mundo, por el discurso. Esto quiere decir que ningún enunciado es


autónomo en sí mismo, sino en su relación con otros enunciados y otros

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textos, los que abstractamente (por la lengua) sostienen al discurso. De esa


manera, la expresión enunciativa se formula en términos estratégicos. La
yuxtaposición de los enunciados es lo que forma la estrategia discursiva.
Como puede apreciarse, se trata de reconocer que el proceso de
enunciación, en términos discursivos, convoca una dimensión
arquitectónica, tanto a nivel del texto (necesariamente como un acto
ilocutorio, escribiendo o hablando en un contexto determinado) como a
nivel de percepción de objetos, y su correspondiente conceptualización y
sostenimiento por el deseo17 de hacer emerger tal o cual realidad en el
mundo. Efectivamente, para Foucault, un enunciado se define, no por
poseer una estructura, sino por su funcionamiento en la estructuración del
discurso:
El enunciado, no es entonces una estructura (es decir un conjunto de
relaciones entre elementos variables, autorizando así un número quizás
infinito de modelos concretos); es una función de existencia que pertenece
en sí a los signos y a partir de la cual podemos decidir, enseguida, por el
análisis o la intuición, si estos ‘producen sentido’ o no, según alguna regla
que la orienta o se yuxtapone18, sin importar qué signo y qué suerte de acto
se encuentra efectuado por su formulación (oral o escrita). No hay que
sorprenderse entonces si no pudimos encontrar para el enunciado criterios
estructurales de unidad; es que este no es en sí mismo una unidad, sino una
función que cruza contenidos concretos, en el tiempo y en el espacio. (2015a,
p. 92; la cursiva es nuestra)

Esto nos permite argumentar que lo que encontramos en un discurso,


en su interior y delimitado por sus propios enunciados (como si
estuviésemos en un edificio), son estructuras discursivas. Entendemos por
lo tanto que, a nivel de discurso, los enunciados, en su localización a lo
largo de texto del discurso19, constituyen estructuras discursivas (de aquí
la metáfora espacial) que sostienen los significados. En este sentido, los
enunciados pueden estructurar unidades temáticas, en el tejido del texto,
capaz de producir “verdades” que pretenden sustentarse por el discurso
mismo. Como el ejemplo que nos refiere Frédéric Rambeau:
a partir de discursos científicos reconocidos como verdaderos, en la historia,
por ejemplo, es posible ficcionalizar una realidad política que no existe, pero
que podemos hacerla realidad como un efecto de verdad irreducible a los
117

saberes institucionalizados y a lo que consideramos como ‘verdades


históricas’. (2006, p. 104)
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ESTRUCTURA DISCURSIVA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO

De acuerdo con lo anterior, el enunciado, como unidad de análisis,


permite plantear que la discursividad debe entenderse como una práctica
social correspondiendo a otras prácticas y que su despliegue por la
enunciación es concretización entre el plano del lenguaje y la vida real, a
partir de las cuales se produce significado.
El lenguaje, en la instancia de su aparición y de su modo de ser, es el
enunciado; como tal deriva de una descripción que no es ni trascendental
ni antropológica […] La posibilidad de un análisis enunciativo, si se
establece, debe permitir un impulso de tipo trascendental como una cierta
forma de discurso filosófico opuesto a todos los análisis del lenguaje, en
nombre del ser de este lenguaje y del fundamento, donde debería originarse.
(Foucault, 2015a, pp. 120-121)

Esto no es otra cosa que la “singularidad del enunciado”, como


“función enunciativa” que marca diferencia entre cada uno de los
enunciados que han sido y serán expresados (aun cuando se expresen con
los mismos signos en su formulación lingüística). La siguiente secuencia
representa cómo funciona la relación entre el sujeto hablante, su
enunciación o discursividad, su objeto y su contexto histórico (de
enunciación): sujeto hablante - objeto - contexto histórico - coexistencia con
otros discursos.

De ese modo, cualquier enunciado deberá concebirse como


“institucionalizado”, al ser objeto de apropiación, instrumento de deseo o
interés, por parte del sujeto hablante (cf. Foucault, 2015a, p. 123). La
función enunciativa nos indica una formación de objetos, una formación de
conceptos, una formación de posiciones subjetivas, así como una formación
de elecciones estratégicas de enunciación, nos dice Foucault (2015a). Es
paradójico observar cómo entonces los sujetos son capaces de enunciar casi
los mismos enunciados, pero refieren o hablan de diferentes objetos de la
realidad, incluso de manera opuesta. Hasta aquí, hemos observado que la
dimensión discursiva de la enunciación se desarrolla en el terreno de toda
práctica social y tiene efectos concretos sobre lo que llamamos realidad.
Juliette Wedl tiene toda razón en afirmar, junto con Foucault, que la
discursividad produce efectos de poder y de verdad (2007). Una vez más
aparece la tesis foucaultiana contra la presunta “soberanía de la
consciencia”, la cual no puede ser corroborada por la inexorable
118

subjetividad fenomenológica del sujeto. Nos encontramos con la negación


al trascendentalismo en filosofía y el empirismo objetivista.
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Estructura discursiva y enunciado

En la sección anterior, hemos tratado de exponer la problemática del objeto


que sería propio para el análisis del discurso, para no confundirlo con un
objeto de la lingüística. Hemos podido observar que en la dimensión
discursiva lo que se juega es el carácter social del significado de los
enunciados y no las reglas formales de uso de la lengua, por la vía de la
frase. En esta sección vamos a tratar de establecer cómo el concepto de
estructura discursiva podrá ser utilizado como categoría de análisis, para
identificar, de manera general, significados que atraviesan a los discursos,
sin importar las condiciones sociales en las que se producen (ciertamente,
estas enmarcan o condicionan su generación, pero no así lo que terminan
por significar como hechos de interdiscurso y no de lengua).

En la literatura sobre el análisis del discurso, la expresión “estructura


discursiva” es muy poco aludida. Es de todos conocida la obra de Teun A.
Van Dijk Estructuras y funciones del discurso (1996), donde se emplea dicho
concepto, para ilustrarnos del funcionamiento del discurso en lo que se
refiere a las estructuras de superficie de las frases.20 Aunque algunos
autores han recurrido a su uso, el vocablo parece estar huérfano de alguna
tradición teórica. Esta circunstancia nos ha estimulado a proponer aquí
una serie de razones que permitan justificar teóricamente su uso. Si
nuestras consideraciones resultan de interés, nos parece que la utilidad de
la noción deberá reflejarse también en usos metodológicos del análisis del
discurso.

Para Webber y otros, las estructuras discursivas “son patrones que


uno ve en los textos en varias frases (múltiples cláusulas). Reconocer estos
patrones en términos de los elementos que los componen es fundamental
para derivar e interpretar correctamente la información del texto”21 (2011,
p. 439). Esta definición, a la vista de todos, es muy general y, sin embargo,
nos da pauta a profundizar y ciertamente precisar los alcances y límites del
vocablo. Como todo diseño teórico-metodológico, este se presenta como una
estrategia del analista según el proyecto de análisis. La propuesta nuestra
tiene su utilidad, para la identificación de concepciones de base (a nivel
semántico) por medio de los enunciados, los cuales pueden encontrarse
aquí o allá (bajo la misma forma o bien con ciertas variaciones, pero siempre
119

significando más o menos lo mismo) a lo largo del texto del discurso. De lo


que se trata es de avanzar en modelos de análisis que sean capaces de
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extraer la interpretación discursiva, desde las bases de la lengua (elemento

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empírico), y para esto se requiere proponer, como dirían Simon y Degan,


“segmentos constitutivos del discurso” (2011, p. 46).

De manera general, Webber et al. (2012) proponen trabajar con


cuatro tipos de estructuración discursiva: tópicos, funciones22,
eventualidades23 y relaciones de discurso24. De esta propuesta, nos resulta
de interés, particularmente, la estructuración por tópicos que nos sugiere,
sin duda, una evidente conexión con las topoi de la retórica. Nos parece de
mucha utilidad los tópicos, porque permite identificar la materia de
contenido en cualquier discurso. La tradición del concepto deja claro, una
vez más, cómo el primer sistema del discurso (la retórica) permanece actual,
en sus alcances heurísticos para la construcción de diseños teórico-
metodológicos. Así, podemos entender que los tópicos, de una manera
económica, conducen a reconocer los temas sobre los que giran los
discursos25, gracias “a las progresiones temáticas (Daneš, 1974), a la teoría
del eje central (Walker et al., 1998), a las cadenas de referencias (Charolles,
2002)” (cf. Ho-Dac y Péry-Woodley, 2014, p. 2648). Así, tratándose del
análisis del discurso, este puede privilegiar tal o cual aspecto de la lengua,
para encontrarse con la dimensión evidentemente social de los efectos
discursivos. Con las estructuras discursivas (metáfora de esqueleto del
edificio) entonces tratamos lo que sostiene semánticamente aquí o allá de
los enunciados al texto del discurso. Otras aproximaciones teóricas, más
cerca de la lingüística, podrían identificar estructuras discursivas de orden
sintáctico. Acá lo que nos proponemos identificar son estructuras
semánticas que nos lleven a correlacionar aspectos espaciales, temporales
o actores sociales, ubicándolos en la realidad social. Esto es, ciertos
enunciados (repetibles en otros discursos, perteneciendo a la misma
formación discursiva26, por supuesto), en todo texto del discurso, deberían
proyectarnos los mismos recorridos figurativos, temáticos (tópicos) o
semánticos. Ya sobre el plano operativo, y partiendo de los enunciados, en
estos se trata de identificar su papel semántico repetible a lo largo del texto
del discurso. Esto quiere decir que el analista debe ser capaz de localizar el
valor interpretativo entre los sujetos hablantes (enunciadores y
enunciantes) e interlocutores, bajo el presupuesto de que esas dos figuras
de la interacción comunicativa comparten valores interpretativos,
proyectados por los enunciados (objeto de discurso y sus respectivos valores
semánticos y pragmáticos). Podemos representar visualmente la función de
120

los enunciados como estructuras discursivas, en la figura 1:


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Figura 1
Estructura Discursiva y Enunciados

Enunciado 1
Enunciado 2
Enunciado 3

Enunciado 4

Enunciado 5
Enunciado 6
Nota. Fuente: elaboración propia.

El cuadro representa el texto de un discurso. Cada línea es un párrafo


y los enunciados aparecen en ciertos lugares (espacios arquitecturales del
texto del discurso) de manera estratégica, para sostener y redondear el
sentido interpretativo del discurso. Podemos considerar con esto que así el
discurso se aborda como un proceso que demanda una dimensión cognitiva
de parte de quienes lo producen y de quienes lo leen (escuchan, ven),
reconociendo los objetos de discurso y correlacionándolos con la realidad
práctica.

Conclusiones

Podemos concluir diciendo que el material lingüístico de los enunciados es


la materia prima del análisis del discurso, pero tratado en su dimensión
semántica (lo que conceptual o abstractamente significan los enunciados).
Para esto, podemos recurrir al análisis ―como referimos― de micro o
macrosegmentos que condicionan los enunciados, vistos como
proposiciones. La propuesta de Patrick Charaudeau los caracteriza como
modos de organización del discurso, esto es, enunciativo, descriptivo,
narrativo o argumentativo (Charaudeau, 1992; Charaudeau y
Maingueneau, 2002), y pueden ser de mucho socorro, para identificar cómo
ciertos enunciados aparecen una y otra vez, en diferentes segmentos del
texto del discurso. Por otro lado, la lingüística tradicional ofrece la
identificación de marcadores de género, marcadores causales, así como
cadenas anafóricas o conectores, los cuales pueden ser leitmotiv de ciertos
121

enunciados que se interpretan como estructuras discursivas.

Llegados a este punto, es el momento de decir entonces que la


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estructura discursiva puede concebirse como la dimensión semántica o de

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significación del cual derivan conceptos y sostienen a las unidades


significativas de la enunciación, a lo largo de la estructuración del
despliegue del discurso. Por estructura, no entendemos la formalización
gramatical, asunto de la lingüística, sino la estructura discursiva que
remite a la comprensión de cada enunciado, entre los enunciados al interior
de todo un texto del discurso. No es la estructura de la frase (estructura
frástica) en sus constituyentes clásicos (sujeto, verbo y complemento), sino
la estructura semántica que permite la generación de un significado
congruente o solidario con otras estructuras al interior de mismo discurso
y de los mismos valores semánticos encontrados en otros discursos.27 De
ese modo, una estructura discursiva es una serie de enunciados o incluso
de un solo enunciado que, articulados se solidarizan semánticamente con
otras estructuras discursivas, las cuales, en su conjunto y al interior del
texto del discurso, permiten la comprensión, congruencia y continuidad del
discurso mismo. En esta línea teórica, encontramos en Foucault lo que aquí
llamamos estructura discursiva:
Para que el lenguaje pueda ser tomado como objeto, descompuesto en
niveles distintos, descrito y analizado, es preciso que exista un ‘dato
enunciativo’, que será siempre determinado y no infinito: el análisis de una
lengua se efectúa siempre sobre un corpus de palabras y de textos; la
interpretación y la actualización de las significaciones implícitas reposan
siempre sobre un grupo delimitado de frase; el análisis lógico de un sistema
implica en la reescritura, en un lenguaje formal, un conjunto dado de
proposiciones. (2015a, p. 119)

Notas

1 Queda claro que “unidad de análisis” es una categoría formal de uso operativo,
respondiendo al plano metodológico; mientras que “objeto de discurso” es el
referente de la realidad que trata el discurso, en términos de positividad o
conceptualización alrededor de algo. Objeto de discurso puede equivaler a tópico
o tema.

2 Justo es de reconocer aquí que la noción de enunciado no surge por el análisis


del discurso, sino de la tradición de la lingüística en sus esfuerzos por formalizar
las constituyentes de la frase. Sobre estos trabajos se tienen registros en el siglo
XVII por la Escuela de Port-Royal (Arnauld y Lancelot, 1969); y principalmente
desde el siglo XX por Saussure (2016), Jakobson (1963), Benveniste (1966) cuyos
trabajos convergen ya, al menos en ciernes, con lo que se conoce como teoría de
la enunciación, dimensión que está subsumida en lo que hoy conocemos como
122

análisis del discurso.

Utilizamos el concepto de “comunidad de comunicación” a la manera de


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Habermas, para decir que la circulación de los discursos acontece en la medida

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que los miembros de una comunidad logran comunicarse, gracias a los valores de
significado que refieren sus discursos (1999).

4Recordemos que este es el señalamiento de Bourdieu a los análisis sobre los actos
de habla de Austin y Searle, donde se percibe este olvido epistemológico.

5 Distinguimos significado de sentido. El primero se refiere a la definición


convencional de un signo lingüístico, mientras que el segundo nos indica el matiz
del significado, a tal punto que un signo puede terminar por significar lo contrario
de su significado de grado cero. El contexto de enunciación y la fonología
contribuyen a proponer los sentidos de un signo. En un uso dóxico, significado y
sentido pueden ser sinónimos.

6 Es de interés hacer notar que, para Frege, los enunciados ficcionales no poseen
referente, son vacíos, y es en la lógica narrativa que toman sentido (Sinn).

7Es el clásico ejemplo de Frege: decir “lucero vespertino” y “lucero de la mañana”


aluden al mismo referente, pero dicho enunciado posee diferente sentido.

8No está de más recordar que este vocablo se refiere al sujeto que habla, el que
genera la expresión lingüística, pero desplegando una discursividad y con ello
generando significados con sentidos concretos.

9 Utilizamos aquí “objeto de discurso” como sinónimo de “objeto de enunciación” y


“sujeto de discurso” como sinónimo de “sujeto de enunciación”.

10 Patrick Charaudeau lo llama situación de comunicación (2015).

11No está de más recordar que un enunciado, al final, y lejos de su carácter formal,
resulta ser una combinación de palabras que poseen un sentido por convención,
pero también puede constituirse de una sola palabra: lo que sería una frase
adverbial, pronominal o nominal. De modo que una sola palabra, en cualquier
contexto de enunciación desprende una significación, y este es el sentido teórico-
metodológico en el uso del término “enunciado”.

12Queda claro que desde la propuesta de Austin (1970), por la vía de los actos de
habla, un análisis pragmático es posible, en estudios de caso situados.

13 Práctica discursiva: “conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre


determinadas en el tiempo y el espacio que han definido en una época dada, y para
un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de
ejercicio de la función enunciativa” (Foucault, 2015a, p. 125).

14 Si ubicamos este fenómeno del lenguaje y del discurso sobre el plano sociológico,
la propuesta por Bourdieu de la institutio nos remite al lugar de enunciación, desde
123

el cual se legitima y despliega el discurso en forma de enunciados como actos de


habla.
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ESTRUCTURA DISCURSIVA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO

15 La afirmación de Ferdinand de Saussure (2016), según la cual el origen de los


signos lingüísticos fue a priori arbitrario y que, en consecuencia, su uso social
resulta obligatorio a posteriori (“Capítulo II”), toma su amplio sentido.

16 “Arquitectura textual discursiva” comprende todo el complejo sígnico que


compone a todo acto enunciativo y que termina en un texto (componente de
significantes), como un todo solidario para concebir un discurso. Por esta razón,
aquí empleamos el vocablo “estructura discursiva”, valiéndonos de la metáfora
espacial del término “estructura” como si se trátese del esqueleto ingenieril o
arquitectónico de un edifico que hace posible su sostenimiento, sin el cual no
podría comprenderse el todo de la obra que delimita un espacio físico, para sus
usos prácticos. Así también, el discurso debe “sostenerse semánticamente” por
estructuras discursivas.

17Aquí está subyacente la dimensión fenomenológica del proceso discursivo o lo


que aquí llamamos estructura discursiva en la que participa todo enunciado,
proyectando o representando, con toda intencionalidad, una parcela de la realidad.

18Sin duda, la “regla que orienta o se yuxtapone” equivale en semiótica al código.


Nadie puede ordenar signos sin previamente haber dominado el código. Igual
aplica esto para el interlocutor, quien sólo podrá interpretar lo que escucha o lee,
a partir del código que ya conoce.

19 Se entiende por “texto del discurso”, el soporte material o “tela” (la etimología,
“tissu” del término nos lo indica) verbal o escritural formal de la enunciación de
un discurso.

20 Así, en esta obra podemos encontrar la revisión del funcionamiento de


estructuras semánticas, gramaticales, retóricas, cognitivas, sintácticas, etc. En
Van Dijk no se encuentra una definición de “estructura discursiva”.

21 No está de más decir que esta teorización de Webber et al. se enmarca en las
ciencias de la ingeniería del lenguaje, cuyas preocupaciones se focalizan en la
sistematización empírica de las frases, dejando de lado la importancia de los
contextos sociales de producción de los discursos (importante para el análisis del
discurso). La propuesta de Webber et al. aporta sin duda para el tratamiento
metodológico de los textos de los discursos, por la vía del tratamiento informático.
Como es fácil darse cuenta, la aproximación entre el análisis del discurso y de la
“ingeniería del lenguaje” presenta grandes diferencias de orden cualitativo.

22La categoría de estructuras por funciones se refiere a segmentos organizados de


los textos (secuencias) que permiten seguir la intencionalidad del discurso en
relación a los tópicos y eventualidades descritas que se focalizan al ser reiterativas
(Webber et al., 2011).

23 La categoría de estructuras por eventualidades consiste en secuencias


124

descriptivas de eventos, lugares y fechas (indicaciones espacio-temporales) en el


discurso (Webber et al., 2011).
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24 Las relaciones de discurso es el entrecruce entre las otras tres categorías


estructurales que logran mantener la unidad del discurso, en la progresión de
secuencias (Webber et al., 2011).

25 Por supuesto que no nos referimos o no caemos en el “análisis de contenido”,


sino de lo que se trata es de encontrar los significados de los textos-discursos en
su transfrasticidad o transtextualidad: lo que los enunciados proponen interpretar
más allá de su representación lingüística.

26 En el sentido de Foucault, donde se define el mismo concepto de discurso:


“Conjunto de enunciados en tanto que dependen de la misma formación
discursiva” (Foucault, 2015a: 124).

27Esta noción que, aquí proponemos, de estructura discursiva tiene una conexión
con la de “interdiscursividad”, pero esta última opera en términos formales entre
textos, mientras que la que aquí nos ocupa está encaminada a identificar la
dimensión discursiva, en sus valores semánticos al interior de un texto del
discurso.

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volumen 5, númeRo 1, pRimeR semestRe Del 2022


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