EN. Libro I
EN. Libro I
EN. Libro I
ÉTICA EUDEMIA
INTRODUCCI~NPOR
EMILIO LLEDÓ ÍÑIGO
EDITORIAL GREDOS
MADRID
Asesor para la secci6n griega: CARWSGARC~A
GUAL.
O EDITORIAL GREDOS, S. A.
la victoria; el de la economía, la riqueza. Pero cuantas de regula qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles
io ellas están subordinadas a una sola facultad3(como la fabri- ha de aprender cada uno y hasta qué extremo. Vemos, ade-
cación de frenos y todos los otros arreos de los caballos se más, que las facultades más estimadas le están subordina-
subordinan a la equitación, y, a su vez, ésta y toda actividad das, como la estrategia, la economía, la retórica. Y puesto
guerrera se subordinan a la estrategia, y del mismo modo que la política se sirve de las demás ciencias y prescribe,
otras artes se subordinan a otras diferentes), en todas ellas además, qué se debe hacer y qué se debe evitar, el fin de 5
los fines de las principales4 son preferibles a los de las su- ella incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que
bordinadas, ya que es con vistas a los primeros como se constituirá el bien del hombre. Pues aunque sea el mismo el
persiguen los segundos. Y no importa que los fines de las bien del individuo y el de la ciudad, es evidente que es mu-
acciones sean las actividades mismas o algo diferente de cho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el
ellas, como ocurre en las ciencias mencionadas. de la ciudad; porque procurar el bien de una persona es algo
deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un
2 . La éticaforma parte de la política pueblo y para ciudades.
A esto, pues, tiende nuestra investigación, que es una lo
Si, pues, de las cosas que hacemos hay algún fin que cierta disciplina política.
queramos por sí mismo, y las demás cosas por causa de él, y
lo que elegimos no está determinado por otra cosa -pues
3 . La ciencia política no es una ciencia exacta
así el proceso seguiría hasta el infinito, de suerte que el de-
seo sería vacío y vano-, es evidente que este fin será lo Nuestra exposición será suficientemente satisfactoria, si
bueno y lo mejor. ¿No es verdad, entonces, que el conoci- es presentada tan claramente como lo permite la materia;
miento de este bien tendrá un gran peso en nuestra vida y porque no se ha de buscar el mismo rigor en todos los razo-
que, como aquellos que apuntan a un blanco, no alcanzare- namientos, como tampoco en todos los trabajos manuales.
mos mejor el que debemos alcanzar? Si es así, debemos in- Las cosas nobles y justas que son objeto de la política pre- 15
tentar determinar, esquematicamente al menos, cuál es este sentan tantas diferencias y desviaciones, que parecen existir
bien y a cuál de las ciencias o facultades pertenece. Parece- sólo por convención y no por naturaleza. Una inestabilidad
ría que ha de ser la suprema y directiva en grado sumo. Bsta así la tienen también los bienes a causa de los perjuicios que
iowb es, manifiestamente, la política5. En efecto, ella es la que causan a muchos; pues algunos han perecido a causa de su
riqueza, y otros por su coraje. Hablando, pues, de tales co- 20
O capacidad de actuar, referido, quizá, más bien a la ciencia práctica.
En el texto ((cienciasarquitect6nicas»,metáfora tomada del arte de la sas y partiendo de tales premisas, hemos de contentarnos
construcción, en que la ciencia del arquitecto se distingue del arte manual con mostrar la verdad de un modo tosco y esquemático. Y
de los obreros. cuando tratamos de cosas que ocurren generalmente y se
En el sentido más noble y elevado del término, es decir, la ciencia parte de tales premisas, es bastante con llegar a conclusio-
que tiene como fin fijar las normas generales de la acción que aseguren el
bien de los ciudadanos y, en definitiva, de la ciudad.
nes semejantes. Del mismo modo se ha de aceptar cada uno
LIBRO I 135
de nuestros razonamientos; porque es propio del hombre felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vul-
instruido buscar la exactitud en cada materia en la medida go y los sabios. Pues unos creen que es alguna de las cosas
25 en que la admite la naturaleza del asunto; evidentemente,
tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza, o los
tan absurdo sería aceptar que un matemático empleara la honores; otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma
persuasión como exigir de un retórico demostraciones. persona opina cosas distintas: si está enferma, piensa que la
Por otra parte, cada uno juzga bien aquello que conoce, felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza; los que tienen 25
1095a
y de estas cosas es un buen juez; pues, en cada materia, juz- conciencia de su ignorancia admiran a los que dicen algo
ga bien el instruido en ella, y de una manera absoluta, el grande y que está por encima de ellos. Pero algunos creen
instruido en todo. Así, cuando se trata de la política, el jo- que, aparte de toda esta multitud de bienes, existe otro bien
ven no es un discípulo apropiado, ya que no tiene experien- en sí y que es la causa de que todos aquéllos sean bienes6.
cia de las acciones de la vida, y los razonamientos parten de Pero quizá es inútil examinar a fondo todas las opiniones, y
5 ellas y versan sobre ellas; además, siendo dócil a sus pasio-
basta con examinar las predominantes o que parecen tener
nes, aprenderá en vano y sin provecho, puesto que el fin de alguna razón.
la política no es el conocimiento, sino la acción. Y poco im- No olvidemos, sin embargo, que los razonamientos que 30
porta si es joven en edad o de carácter juvenil; pues el de- parten de los principios difieren de los que conducen a ellos.
fecto no radica en el tiempo, sino en vivir y procurar todas En efecto, también Platón suscitaba, con razón, este pro-
las cosas de acuerdo con la pasión. Para tales personas, el blema e inquiría si la investigación ha de partir de los prin-
lo conocimiento resulta inútil, como para los incontinentes; en
cipios o remontarse hacia ellos, así como, en el estadio, uno 1 0 m
cambio, para los que orientan sus afanes y acciones según la ha de correr desde los jueces hacia la meta o al revés. No
razón, el saber acerca de estas cosas será muy provechoso. hay duda de que se ha de empezar por las cosas más fáciles
Y baste esto como introducción sobre el discípulo, el de conocer; pero éstas lo son en dos sentidos: unas, para nos-
modo de recibir las enseñanzas y el objeto de nuestra inves- otros; las otras, en absoluto. Debemos, pues, quizá, empe-
tigación. zar por las más fáciles de conocer para nosotros. Por esto,
para ser capaz de ser un competente discípulo de las cosas
buenas y justas y, en suma, de la política, es menester que 5
4. Divergencias acerca de la naturaleza de la felicidad haya sido bien conducido por sus costumbres. Pues el punto
Puesto que todo conocimiento y toda elección tienden a de partida es el qué, y si esto está suficientemente claro no
algún bien, volvamos de nuevo a plantearnos la cuestión: habrá ninguna necesidad del porqué. Un hombre así tiene ya
15 cuál es la meta de la política y cuál es el bien supremo entre o puede fácilmente adquirir los principios. Pero aquel que
todos los que pueden realizarse. Sobre su nombre, casi todo
el mundo está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los
cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y Alusión a las Ideas de Platón que existen por sí mismas y sirven de
20 obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero sobre lo que es la modelos a las cosas particulares.
LIBRO 1 137
no posee ninguna de estas cosas, escuche las palabras de parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos
Hesíodo 7: de que son buenos, pues buscan ser honrados por los hom-
10 El mejor de todos los hombres es el que por si mismo com- bres sensatos y por los que los conocen, y por su virtud; es
[prende todas las cosas; evidente, pues, que, en opinión de estos hombres, la virtud
es bueno, asimismo, el que hace caso al que bien le aconseja; es superior. Tal vez se podría suponer que ésta sea el fin de 30
pero el que ni comprende por si mismo ni lo que escucha a la vida política; pero salta a la vista que es incompleta, ya
[otro que puede suceder que el que posee la virtud esté dormido o
retiene en su mente, éste, en cambio, es un hombre inútil. inactivo durante toda su vida, y, además, padezca grandes 1096a
males y los mayores infortunios; y nadie juzgará feliz al que
5. Principales modos de vida viva así, a no ser para defender esa tesis. Y basta sobre esto,
pues ya hemos hablado suficientemente de ello en nuestros
15 Pero sigamos hablando desde el punto en que nos des- escritos enciclopédicosg. El tercer modo de vida es el con- 5
viamos. No es sin razón el que los hombres parecen enten- templativo, que examinaremos más adelante. En cuanto a la
der el bien y la felicidad partiendo de los diveros géneros de vida de negocios, es algo violento, y es evidente que la ri-
vida. Así el vulgo y los más groseros los identifican con el queza no es el bien que buscamos, pues es útil en orden a
placer, y, por eso, aman la vida voluptuosa -los principales otro. Por ello, uno podría considerar como fines los antes
modos de vida son, en efecto, tres: la que acabamos de de- mencionados, pues éstos se quieren por sí mismos, pero es lo
cir, la política y, en tercer lugar, la contemplativa-. La ge- evidente que tampoco lo son, aunque muchos argumentos
neralidad de los hombres se muestran del todo serviles al han sido formulados sobre ellos. Dejémoslos, pues.
-
20 preferir una vida de bestias, pero su actitud tiene algún fun-
damento porque muchos de los que están en puestos eleva- 6. Refutación de la idea platónica del Bien
dos comparten los gustos de sardanápalo8. En cambio, los
mejor dotados y los activos creen que el bien son los hono- Quizá sea mejor examinar la noción del bien universal y
res, pues tal es ordinariamente el fin de la vida política. Pe- preguntarnos qué quiere decir este concepto, aunque esta
ro, sin duda, este bien es más superficial que lo que busca- investigación nos resulte difícil por ser amigos nuestros los
25 mos, ya que parece que radica más en los que conceden los
que han introducido las ideas. Parece, sin embargo, que es
honores que en el honrado, y adivinamos que el bien es algo mejor y que debemos sacrificar incluso lo que nos es pro-
propio y difícil de arrebatar. Por otra parte, esos hombres pio, cuando se trata de salvar la verdad, especialmente sien-
tampoco por ser eterno sería más bien, pues un blanco que
15 do filósofos; pues, siendo ambas cosas queridas, es justo
dura mucho tiempo no lo es más que el que dura un solo 5
preferir la verdad lo.
Los que introdujeron esta doctrina no formularon ideas día.
sobre las cosas en las que se establecía un orden de priori- Los pitagóricos parece que dan una opinión más vero-
símil sobre esta cuestión, al colocar lo uno en la serie de los
dad y posterioridad (y, por eso, no crearon una idea de los
bienes, y Espeusipo parece seguirlos". Pero dejemos esta
números); pero el bien se dice en la sustancia y en la cuali-
materia para otra discusión.
20 dad y en la relación; ahora bien, lo que existe por sí mismo
Se puede suscitar una duda acerca de lo dicho, porque
y es sustancia es anterior por naturaleza a la relación (que
los argumentos ( de los platónicos ) no incluyen todos los
parece una ramificación y accidente del ente), de modo que
bienes, sino que se dicen según una sola especie los que se lo
no podrá haber una idea común a ambas.
buscan y aman por sí mismos, mientras que los bienes que
Además, puesto que la palabra «bien»se emplea en tantos
los producen o los defienden de algún modo o impiden sus
25 sentidos como la palabra «sem (pues se dice en la categoría
contrarios se dicen por referencia a éstos y de otra manera.
de sustancia, como Dios y el intelecto; en la de cualidad, las
Es evidente, pues, que los bienes pueden decirse de dos mo-
virtudes; en la de cantidad, la justa medida; en la de rela-
dos: unos por sí mismos y los otros por éstos. Separando, 1s
ción, lo útil; en la de tiempo, la oportunidad; en la de lugar,
pues, de los bienes útiles los que son bienes por sí mismos,
el hábitat, y así sucesivamente), es claro que no podría ha-
consideremos si éstos se dicen según una sola idea. Pero
ber una noción común universal y única; porque no podría
¿qué bienes hay que colocar en la clase de bienes por sí mis-
30 ser usada en todas las categorías, sino sólo en una. Por otra
mos? ¿Acaso cuantos buscamos, incluso aislados, como el
parte, puesto que de las cosas que son según una sola idea
pensar y el ver y algunos placeres y honores? Pues todos és-
hay una sola ciencia, también habría una ciencia de todos
tos, aunque los busquemos por otra cosa, podrían conside-
los bienes. Ahora, en cambio, hay muchas ciencias, incluso
rarse, con todo, como bienes por sí mismos. ¿O sólo se ha 20
de los bienes que caen bajo una sola categoría; así, la cien-
de considerar como bien en sí la Idea ( del bien ) ? En este
cia de la oportunidad, en la guerra es la estrategia, y en la
caso las especies de bienes existirían en vano. Si, por otra
35 enfermedad, la medicina; y la de la justa medida, en el ali-
parte, aquéllos son bienes por sí mismos, aparecerá por ne-
mento es la medicina, y en los ejercicios físicos la gimnasia.
Uno podría también preguntarse qué quiere decir con l 1 Algunos pitagóricos reconocían que había diez pares de principios
109611«cada cosa en sí misma»; si, por ejemplo, la definición de contrarios que colocaban en dos columnas: en una las cosas consideradas
hombre es una y la misma, ya se aplique al hombre en sí como buenas y en la otra las no tan buenas o malas. El Uno se encuentra
en la misma columna que el Bien, pero es distinto de él y anterior. Espeu-
mismo ya a un hombre individual; pues en cuanto hombre,
sipo, sobrino de Platón y sucesor de él en la Academia, sostenía que los
en nada difieren; y si es así, tampoco en cuanto a bien. Ni primeros principios son indeterminados e imperfectos, y que el Bien y la
Belleza aparecían en el curso de la evolución del mundo. De ahí que, tanto
los pitagóricos como Espeusipo, estaban mhs cerca del punto de vista de
'O Es de todos conocido el famoso proverbio que se encuentra en una
4 Aristóteles que del de Platón.
Vida de Aristóteles: Amicus Plato, sed magis amica veritas.
LIBRO I 141
te, si hay sólo un bien perfecto, ése será el que buscamos, y ciente no en relación con uno mismo, con el ser que vive
30 si hay varios, el más perfecto de ellos. una vida solitaria, sino también en relación con los padres,
Ahora bien, al que se busca por sí mismo le llamamos hijos y mujer, y, en general, con los amigos y conciudada-
más perfecto que al que se busca por otra cosa, y al que nos, puesto que el hombre es por naturaleza un ser social ". lo
nunca se elige por causa de otra cosa, lo consideramos más No obstante, hay que establecer un límite en estas relacio-
perfecto que a los que se eligen, ya por sí mismos, ya por nes, pues extendiéndolas a los padres, descendientes y ami-
otra cosa. Sencillamente, llamamos perfecto lo que siempre gos de los amigos, se iría hasta el infinito. Pero esta cues-
se elige por sí mismo y nunca por otra cosa. tión la examinaremos luego. Consideramos suficiente lo que
109711 Tal parece ser, sobre todo, la felicidadI4,pues la elegi- por sí solo hace deseable la vida y no necesita nada, y cree-
mos por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los mos que tal es la felicidad. Es lo más deseable de todo, sin 15
honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, los deseamos necesidad de añadirle nada; pero es evidente que resulta
en verdad, por sí mismos (puesto que desearíamos todas es- más deseable, si se le añade el más pequeño de los bienes,
tas cosas, aunque ninguna ventaja resultara de ellas), pero tam- pues la adición origina una superabundancia de bienes, y,
bién los deseamos a causa de la felicidad, pues pensamos entre los bienes, el mayor es siempre más deseable. Es ma- 20
5 que gracias a ellos seremos felices. En cambio, nadie busca nifiesto, pues, que la felicidad es algo perfecto y suficiente,
la felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna otra 15. ya que es el fin de los actos.
Parece que también ocurre lo mismo con la autarquía16, Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo uná-
pues el bien perfecto parece ser suficiente. Decimos sufi- nimemente reconocido, pero, con todo, es deseable exponer
aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría esto,
l4 Pero, ¿en qué consiste la felicidad, la eudaimonía? Tal es, en rigor,
si se lograra captar la función del hombre. En efecto, como 25
el tema de la ética aristotélica. Todos, nos dice el autor, estamos de acuer- en el caso de un flautista, de un escultor y de todo artesano,
do en que necesitamos la felicidad, pero discrepamos en cuanto al concep- y en general de los que realizan alguna función o actividad
to y cuál es el mejor camino para alcanzarla. Los rasgos más importantes parece que lo bueno y el bien están en la función, así tam-
del concepto de felicidad son que la elegimos siempre por ella misma y
nunca por otra cosa y que consideramos a la felicidad como algo que se
bién ocurre, sin duda, en el caso del hombre, si hay alguna
basta a sí mismo y que incluye en sí todo lo deseable en la vida. Según el función que le es propia. ¿Acaso existen funciones y activi-
autor, la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud per- dades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del
fecta (A. N. 1102a4). La cuestibn será analizada de nuevo en el libro X pa- hombre, sino que éste es por naturaleza inactivo? ¿O no es 30
ra llegar a la conclusi6n de que la felicidad suprema radica en la vida mejor admitir que así como parece que hay alguna función
contemplativa, la cual tiene por objeto las realidades más sublimes.
l5 El problema que se suscita aquí es el de si hay un fin que se persiga
propia del ojo y de la mano y del pie, y en general de cada
por sí mismo y no esté subordinado a otro. En este caso, sería un fin com-
pleto frente a los otros, incompletos.
l6 Una de las acciones centrales de la moral aristotélica. La felicidad
l7 Propiamente, ((animal político» (cf. Política 1 2, 1253a2-3), es decir,
es el bien que, cuando lo poseemos, nos hace indepedientes, y el hombre hecho para vivir en una pólis, en una ciudad. El solitario es, para Aristóte-
es independiente cuando posee todo lo necesario para su felicidad. les, un desgraciado.
LIBRO I 145
uno de los miembros, así también pertenecería al hombre Sirva lo que precede para describir el bien, ya que, tal
alguna función aparte de éstas? ¿Y cuál, precisamente, será vez, se debe hacer su bosquejo antes de describirlo con de-
esta función? El vivir, en efecto, parece también común a talle. Parece que todos podrían continuar y completar lo que
las plantas, y aquí buscamos lo propio. Debemos, pues, de- está bien bosquejado, pues el tiempo es buen descubridor y
1098a jar de lado la vida de nutrición y crecimiento. Seguiría des- coadyuvante en tales materias. De ahí han surgido los pro-
pués la sensitiva, pero parece que también ésta es común al gresos de las artes, pues cada uno puede añadir lo que falta.
caballo, al buey y a todos los animales. Resta, pues, cierta Pero debemos también recordar lo que llevamos dicho y no 2s
actividad propia del ente que tiene razón. Pero aquél, por buscar del mismo modo el rigor en todas las cuestiones, si-
una parte, obedece a la razón, y por otra, la posee y piensa. no, en cada una según la materia que subyazga a ellas y en
Y como esta vida racional tiene dos significados, hay que un grado apropiado a la particular investigación. Así, el
5 tomarla en sentido activo, pues parece que primordialmente carpintero y el geómetra buscan de distinta manera el ángu-
se dice en esta acepción. Si, entonces, la función propia del lo recto 19: uno, en cuanto es útil para su obra; el otro busca 30
hombre es una actividad del alma según la razón, o que qué es o qué propiedades tiene, pues aspira a contemplar la
implica la razón, y si, por otra parte, decimos que esta fun- verdad. Lo mismo se ha de hacer en las demás cosas y no
ción es específicamente propia del hombre y del hombre permitir que lo accesorio domine lo principal. Tampoco se
bueno, como el tocar la cítara es propio de un citarista y de ha de exigir la causa por igual en todas las cuestiones; pues
un buen citarista, y así en todo añadiéndose a la obra la ex- en algunos casos es suficiente indicar bien el hecho, como
lo celencia queda la virtud (pues es propio de un citarista tocar cuando se trata de los principios, ya que el hecho es primero
la cítara y del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, y principio. Y de los principios, unos se contemplan por in-
decimos que la función del hombre es una cierta vida, y ésta ducción, otros por percepción, otros mediante cierto hábito,
es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la y otros de diversa manera. Por tanto, debemos intentar pre-
15 del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente, sentar cada uno según su propia naturaleza y se ha de poner
y cada uno se realiza bien según su propia virtud; y si esto la mayor diligencia en definirlos bien, pues tienen gran im-
es así, resulta que el bien del hombre es una actividad del portancia para lo que sigue. Parece, pues, que el principio es
alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, más de la mitad del todo20,y que por él se hacen evidentes
de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una muchas de las cuestiones que se buscan.
vida entera1*.Porque una golondrina no hace verano, ni un
20 solo día, y así tampoco ni un solo día ni un instante (bastan)
para hacer venturoso y feliz.
l9 En efecto, al carpintero le basta el uso correcto del ángulo recto, y
nada añade a su oficio el conocimiento de la definición y propiedades del
El autor excluye & la felicidad al niño y al adolescente. S610 la ángulo recto.
edad adulta es capaz de poseerla con el ejercicio de las virtudes. HES~ODO, Trabajosy Días 40.
LIBRO I 147
que ni siquiera es bueno el que no se complace en las accio- la buena suerte, mientras que otros (la identifican) con la
nes buenas, y nadie llamará justo al que no se complace en virtud.
la práctica de la justicia, ni libre al que no se goza en las
20 acciones liberales, e igualmente en todo lo demás. Si esto es 9. La felicidad y la buena suerte
así, las acciones de acuerdo con la virtud serán por sí mis- De ahí surge la dificultad de si la felicidad es algo que
mas agradables. Y también serán buenas y hermosas, y am- puede adquirirse por el estudio o por la costumbre o por al- io
bas cosas en sumo grado, si el hombre virtuoso juzga rec- gún otro ejercicio, o si sobreviene por algún destino divino
tamente acerca de todo esto, y juzga como ya hemos dicho. o incluso por suerte24.Pues si hay alguna otra dádiva que
2s La felicidad, por consiguiente, es lo mejor, lo más hermoso los hombres reciban de los dioses, es razonable pensar que
y lo más agradable, y estas cosas no están separadas como la felicidad sea un don de los dioses, especialmente por ser
en la inscripción de Delos: la mejor de las cosas humanas. Pero quizás este problema
Lo más hermoso es lo más justo; lo mejol; la salud; pero lo sea más propio de otra investigación. Con todo, aun cuando 1s
más agradable es lograr lo que uno ama 23, la felicidad no sea enviada por los dioses, sino que sobre-
venga mediante la virtud y cierto aprendizaje o ejercicio,
30 sino que todas ellas pertenecen a las actividades mejores; y parece ser el más divino de los bienes, pues el premio y el
la mejor de todas éstas decimos que es la felicidad. fin de la virtud es lo mejor y, evidentemente, algo divino y
Pero es evidente que la felicidad necesita también de los venturoso. Además, es compartido por muchos hombres,
1 0 9 ~bienes exteriores, como dijimos; pues es imposible o no es pues por medio de cierto aprendizaje y diligencia lo pueden
fácil hacer el bien cuando no se cuenta con recursos. Mu- alcanzar todos los que no están incapacitados para la virtud.
chas cosas, en efecto, se hacen por medio de los amigos o Pero si es mejor que la felicidad sea alcanzada de este modo 20
de la riqueza o el poder político, como si se tratase de ins- que por medio de la fortuna, es razonable que sea así, ya
trumentos; pero la carencia de algunas cosas, como la no- que las cosas que existen por naturaleza se realizan siempre
bleza de linaje, buenos hijos y belleza, empañan la dicha; del mejor modo posible, e igualmente las cosas que proce-
pues uno que fuera de semblante feísimo o mal nacido o so- den de un arte, o de cualquier causa y, principalmente, de la
s lo y sin hijos, no podría ser feliz del todo, y quizá menos mejor. Pero confiar lo más grande y lo más hermoso a la 2s
aún aquel cuyos hijos o amigos fueran completamente ma- fortuna sería una gran incongruencia.
los, o, siendo buenos, hubiesen muerto. Entonces, como he- La respuesta a nuestra búsqueda también es evidente por
mos dicho, la felicidad parece necesitar también de tal pros- nuestra definición: pues hemos dicho que (la felicidad) es
peridad, y por esta razón algunos identifican la felicidad con una cierta actividad del alma de acuerdo con la virtud. De
los demás bienes, unos son necesarios, otros son por natura- dad? Pero si no llamamos feliz al hombre muerto -tampo- 15
leza auxiliares y útiles como instrumentos. Todo esto tam- co Solón quiere decir esto, sino que sólo entonces se podría
bién está de acuerdo con lo que dijimos al principio, pues considerar venturoso un hombre por estar libre ya de los
30 establecimos que el fin de la política es el mejor bien, y la males y de los infortunios-, también eso sería objeto de
política pone el mayor cuidado en hacer a los ciudadanos de discusión; pues parece que para el hombre muerto existen
una cierta cualidad, esto es, buenos y capaces de acciones también un mal y un bien, como existen, asimismo, para el 20
nobles. De acuerdo con esto, es razonable que no llamemos que vive, pero no es consciente de ello, por ejemplo, hono-
feliz al buey, ni al caballo ni a ningún otro animal, pues nin- res, deshonras, prosperidad e infortunio de sus hijos y de
iiooa guno de ellos es capaz de participar de tal actividad. Por la sus descendientes en general. Sin embargo, esto presenta
misma causa, tampoco el niño es feliz, pues no es capaz to- también una dificultad, pues si un hombre ha vivido una vi-
davía de tales acciones por su edad; pero algunos de ellos da venturosa hasta la vejez y ha muerto en consonancia con
son llamados felices porque se espera que lo sean en el futu- ello, muchos cambios pueden ocurrir a sus descendientes, y
ro. Pues la felicidad requiere, como dijimos, una virtud per- así algunos de ellos pueden ser buenos y alcanzar la vida
5 fecta y una vida entera, ya que muchos cambios y azares de que merecen, y otros al contrario; porque es evidente que a 25
todo género ocurren a lo largo de la vida, y es posible que el los que se apartan de sus padres les puede pasar cualquier
más próspero sufra grandes calamidades en su vejez, como cosa. Sería, sin duda, absurdo si el muerto cambiara tam-
se cuenta de Príamo en los poemas t r o y a n o ~y~ ~
nadie
, con- bién con sus descendientes y fuera, ya feliz, ya desgraciado;
sidera feliz al que ha sido víctima de tales percances y ha pero también es absurdo suponer que las cosas de los hijos
acabado miserablemente. en nada ni en ningún momento interesan a los padres.
Pero volvamos a la primera dificultad, ya que quizá por 30
10. La felicidady los bienes exteriores aquello podamos comprender también lo que ahora indaga-
mos. Pues si debemos ver el fin y, entonces, considerar a
10 Entonces, ¿no hemos de considerar feliz a ningún hom- cada uno venturoso no por serlo ahora, sino porque lo fue
bre mientras viva, sino que será necesario, como dice Solón, antes, ¿cómo no es absurdo decir que, cuando uno es feliz,
ver el fin de su vida?26.Y si hemos de establecer tal condi- en realidad, de verdad, no lo es por no querer declarar feli-
ción, ¿es acaso feliz después de su muerte? Pero ¿no es esto ces a los que viven, a causa de la mudanza de las cosas, y 35
completamente absurdo, sobre todo para nosotros que deci- por no creer que la felicidad es algo estable, que de ninguna
mos que la felicidad consiste en alguna especie de activi- manera cambia fácilmente, sino que las vicisitudes de la
El legendario rey de Troya, que tuvo que ver la muerte de muchos fortuna giran sin cesar en torno a ellos? Porque está claro iioob
de sus hijos y los sufrimientos de su pueblo y que murió a manos de que, si seguimos las vicisitudes de la fortuna, llamaremos al
Neoptólemo, hijo de Aquiles. mismo hombre tan pronto feliz como desgraciado, represen-
26 HER~DOTO (í 30-33) atribuye esta frase a Soíón, cuando este sabio tando al hombre feliz como una especie de camaleón y sin
visitó a Creso, rey de Lidia, el cual, a pesar de sus fabulosas riquezas, no
era considerado feliz por el legislador ateniense. fundamentos sólidos. Pero en modo alguno sería correcto 5
LIBRO I 153
muertos, parece demasiado hostil y contrario a las opiniones está claro que no es una simple facultad. Parece, en efecto,
25 de los hombres28.Pero, puesto que son muchas y de muy que todo lo elogiable se elogia por ser de cierta índole y por
diversas maneras las cosas que suceden, y unas nos tocan tener cierta referencia a algo; y así elogiamos al justo y al
más de cerca que otras, discutir cada una de ellas sería una viril, y en general al bueno y a la virtud por sus acciones y
tarea larga e interminable, y quizá sea suficiente tratarlo en sus obras, y al robusto y al ágil, y a cada uno de los demás 1s
30 general y esquemáticamente. Ahora bien, de la misma ma- por tener cierta cualidad natural y servir para algo bueno y
nera que de los infortunios propios unos tienen peso e in- virtuoso. Esto es evidente también cuando elogiamos a los
fluencia en la vida, mientras que otros parecen más ligeros, dioses, pues aparece como ridículo asimilarlos a nosotros, y
así también ocurre con los de todos los amigos. Pero ya que esto sucede porque las alabanzas se refieren a algo, como
los sufrimientos que afectan a los vivos difieren de los que dijimos. Y si la alabanza es de tal índole, es claro que de las 20
afectan a los muertos, mucho más que los delitos y terribles cosas mejores no hay alabanza, sino algo mayor y mejor29.
acciones que suceden en la escena difieren de los que se Y éste parece ser el caso, pues de los dioses decimos que
35 presuponen en las tragedias, se ha de concluir que existe es- son bienaventurados y felices, y a los más divinos de los
ta diferencia, o quizá, más bien, que no se sabe si los muer- hombres los llamamos bienaventurados. Y así también res- 25
tos participan de algún bien o de los contrarios. Parece, pecto de los bienes, porque nadie elogia la felicidad como
i i o i b pues, según esto, que si algún bien o su contrario llega hasta elogia lo justo, sino que la ensalza como algo más divino y
ellos es débil o pequeño, sea absolutamente sea con relación mejor.
a ellos; y si no, es de tal magnitud e índole, que ni puede Y parece que E u d o ~ ocon
~ ~ ,razón, sostuvo la excelen-
hacer felices a los que no lo son ni privar de su ventura a los cia del placer, pues pensaba que el hecho de no ser elogiado,
5 que son felices. Parece, pues, que la prosperidad de los ami- siendo un bien, indicaba que era superior a las cosas elo- 30
gos afecta de algún modo a los muertos, e igualmente sus giables, del mismo modo que Dios y el bien, pues las otras
desgracias, pero en tal grado y medida que ni pueden hacer cosas están referidas también a éstas. Porque el elogio per-
que los felices no lo sean ni otra cosa semejante. tenece a la virtud, ya que por ella los hombres realizan las
nobles acciones, mientras que el encomio pertenece a las
12. Lafelicidad, objeto de honory no de alabanza obras tanto corporales como mímicas. Pero, quizá, la pre- 35
cisión en estas materias es más propia de los que se dedican
10 Examinadas estas cuestiones, consideremos si la felici-
dad es una cosa elogiable o, más bien, digna de honor; pues
29 Hay dos clases de bienes. Unos que son fin en sí mismos, y otros
que son bienes instmentales, es decir, que buscamos a causa de otras co-
Como puede apreciar el lector, Aristóteles no quiere foponerseabier- sas. A éstos los alabamos, a los primeros los honramos, como a los dioses
tamente a las creencias populares acerca de la suerte de Eos muertos. Con que son fin en sí mismos.
todo, el pasaje está teiíido de un gran escepticismo, y la conclusi6n que se 30 Discípulo de Platón que consideraba el placer como un fin en sí
saca del mismo es que las acciones de los amigos afectan en escasa medi- mismo y el más elevado bien para el hombre. ARIST~TELES hace una cnti-
da a la felicidad o desgracia del muerto. ca de su hedonismo, supra, libro X.
LIBRO I 157
a los encomios; pero, para nosotros, es evidente, por lo que y mejor que la medicina32.Ahora bien, los médicos distin-
se ha dicho, que la felicidad es cosa perfecta y digna de ser guidos se afanan por conocer muchas cosas acerca del cuer-
1102a alabada. Y parece que es así también por ser principio, ya po; así también el político ha de considerar el alma, pero la
que, a causa de ella, todos hacemos todas las demás cosas, y ha de considerar con vistas a estas cosas y en la medida
el principio y la causa de los bienes lo consideramos algo pertinente a lo que buscamos, pues una mayor precisión en 25
digno de honor y divino. nuestro examen es acaso demasiado penosa para lo que nos
proponemos.
13. El alma, sus partes y sus virtudes Algunos puntos acerca del alma han sido también sufi-
cientemente estudiados en los tratados exotérico~~~, y hay
5 Puesto que la felicidad es una actividad del alma de que servirse de ellos; por ejemplo, que una parte del alma es
acuerdo con la virtud perfecta, debemos ocuparnos de la irracional y la otra tiene razón. Nada importa para esta 30
virtud, pues tal vez investigaremosmejor lo referente a la feli- cuestión si éstas se distinguen como las partes del cuerpo y
cidad. Y parece también que el verdadero político se esfuer- todo lo divisible, o si son dos para la razón pero naturalmen-
za en ocuparse, sobre todo, de la virtud, pues quiere hacer a te inseparables, como en la circunferencia lo convexo y lo
lo los ciudadanos buenos y sumisos a las leyes. Como ejemplo
cóncavo. De lo irracional, una parte parece común y vege-
de éstos tenemos a los legisladores de Creta y de Lacede- tativa, es decir, la causa de la nutrición y el crecimiento;
monia y los otros semejantes que puedan haber existido. Y pues esta facultad del alma puede admitirse en todos los se-
si esta investigación pertenece a la política, es evidente que res que se nutren y en los embriones, y ésta misma también
nuestro examen estará de acuerdo con nuestra intención en los organismos perfectos, pues es más razonable que
1s original. Claramente es la virtud humana3' que debemos in-
(admitir) cualquier otra. Es evidente, pues, que su virtud es 1102b
vestigar, ya que también buscábamos el bien humano común y no humana; parece, en efecto, que en los sueños
felicidad humana. Llamamos virtud humana no a la del actúa principalmente esta parte y esta facultad, y el bueno y
po, sino a la del alma; y decimos que la felicidad es u el malo no se distinguen durante el sueño. Por eso, se dice 5
tividad del alma. Y si esto es así, es evidente que el p que los felices y los desgraciados no se diferencian durante
debe conocer, en cierto modo, los atributos del alma, como media vida. Esto es normal que ocurra, pues el sueño es una
20 el doctor que cura los ojos debe conocer también todo el
inactividad del alma en cuanto se dice buena o mala, excep-
cuerpo, y tanto más cuanto que la política es más estimable to cuando ciertos movimientos penetran un poco y, en este
3' De esto se deduce que hay otras clases de virtud, además de la hu-
mana. Así, por ejemplo, hay virtudes del cuerpo y virtudes de los anima- 32 Así como el ocultista debe conocer no sólo el ojo humano sino
les, como las del caballo. Más adelante (1 106a19-21), nos dirá ARIST~TE- también el cuerpo entero, así también el moralista que estudia la felicidad,
LES,siguiendo a Platón, que el caballo, como cualquier otro animal, tiene actividad de una parte del alma, debe conocer el alma entera.
su función propia y su virtud propia. No obstante, hay que tener en cuenta 33 Esta frase parece indicar algo así como «extraños a la escuela pen-
que el término griego areté, en muchas ocasiones, no se corresponde con patética»; en algunos casos, como aqui, parece referirse a «escritos de la
nuestra «vimid», sino más bien con la «excelencia» en tal o cual actividad. escuela académica)).
LIBRO 1
caso, los sueños de los hombres superiores son mejores que también lo irracional parece ser doble, pues lo vegetativo no
lo los de los hombres ordinarios. Pero basta de estas cosas, y participa en absoluto de la razón, mientras que lo apetitivo,
dejemos también de lado la parte nutritiva ya que su natura- y en general lo desiderativo, participa de algún modo, en
leza no pertenece a la virtud humana. cuanto que la escucha y obedece; y, así, cuando se trata del 30
Pero parece que hay también otra naturaleza del alma padre y de los amigos, empleamos la expresión ((tener en
que es irracional, pero que participa, de alguna manera, de cuenta)), pero no en el sentido de las maternáti~as~~. Que la
1s la razón. Pues elogiamos la razón y la parte del alma que parte irracional es, en cierto modo, persuadida por la razón,
tiene razón, tanto en el hombre continente como en el in- lo indica también la advertencia y toda censura y exhorta-
continente, ya que le exhorta rectamente a hacer lo que es ción. Y si hay que decir que esta parte tiene razón, será la
mejor. Pero también aparece en estos hombres algo que por parte irracional la que habrá que dividir en dos: una, prima-
su naturaleza viola la razón, y esta parte lucha y resiste a la riamente y en sí misma; otra, capaz sólo de escuchar (a la 35
20 razón. Pues, de la misma manera que los miembros paralíti- razón), como se escucha a un padre.
cos del cuerpo cuando queremos moverlos hacia la derecha También la virtud se divide de acuerdo con esta dife-
se van en sentido contrario hacia la izquierda, así ocurre rencia, pues decimos que unas son dianoéticas y otras éticas,
también con el alma; pues los impulsos de los incontinentes y, así, la sabiduría, la inteligencia y la prudencia son dianoé-
se mueven en sentido contrario34.Pero, mientras que en los ticas, mientras que la liberalidad y la moderación son éticas.
cuerpos vemos lo que se desvía, en el alma no lo vemos; De este modo, cuando hablamos del carácter de un hombre,
mas, quizá, también en el alma debemos considerar no me- no decimos que es sabio o inteligente, sino que es manso o
nos la existencia de algo contrario a la razón, que se le opo- moderado; y también elogiamos al sabio por su modo de
25 ne y resiste. (En qué sentido es distinto no interesa). Pero ser, y llamamos virtudes a los modos de ser elogiables.
esta parte también parece participar de la razón, como diji-
mos, pues al menos obedece a la razón en el hombre conti-
nente, y es, además, probablemente más dócil en el hombre 35 En matemáticas, la expresión significa ser «racional» en el sentido
moderado y varonil, pues todo concuerda con la razón. Así de conmensurable.El autor juega aquí con los diversos sentidos que puede
tener en griego la expresión Iógon échein: «pensar, obedecer, ser capaz de
34 R. A. GAUTHIER y J. Y. JOLIFcomentan así este pasaje: «El término dar cuenta de algo».
hormé, que pertenece al vocabulario académico, es raro en la Ética Nico-
máquea y no tiene valor técnico, sino que posee un significado muy am-
plio: principio interno de cambio, tendencia o inclinación innata, la hormé
se encuentra tanto en los seres inanimados como en los animales. Hay en
el alma dos clases de tales impulsos: unos que proceden del pensamiento
racional, otros del deseo irracional; tanto en el continente como en el in-
continente estas dos clases de impulsos están en mutua contradicción))
(~'Éthique2 Nicomaque. Zntroduction, traduction et commentaire, 2.8 ed.,
Lovaina, 1970, vol. 11, pág. 95).