Actitudes Manifestaciones Prejuicios Diferencias y Omisiones

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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Departamento de Ciencias Históricas

Seminario de Grado: Sociedad y política en el mundo greco-romano:

“Actitudes, manifestaciones, prejuicios, diferencias y omisiones.


Expresiones misóginas durante la Grecia clásica. Casos atenienses y
espartanos.”

Informe final para optar al Grado académico de Licenciada en


Historia presentado por:

Solange Riquelme Ampuero

Profesor Guía: Raúl Buono-Core Varas

Santiago de Chile
2018
Índice

Introducción pág. 2

La Grecia Antigua desde Licurgo a Solón y el periodo de entre guerras: una


contextualización histórica. pág. 15

Capítulo 1: Entre la misoginia y el amor: la Grecia Antigua y su concepción de mujer


ideal. pág. 22

1.1 De los “padres” fundadores a Semónides de Amorgos. pág. 24

1.2 La devoción como muestra de amor. pág. 29

1.3 ¡Yo también puedo! La búsqueda de igualdad de Lisístrata y la asamblea de


mujeres. pág. 33

Capítulo 2 ¿Cuál es mi lugar? La mujer ateniense: entre el oikos y el ágora. Siglos VI-

IV a.C. pág. 35

2.1 El oikos es mi destino. pág. 37

2.2 ¡No me quites mi derecho! Hipareta y Lisístrata: las caras de la resistencia


femenina. pág. 42

Capítulo 3 La mujer espartana: entre la guerra, la maternidad y la libertad. pág. 49

3.1 De las cosas sexuales: las normas de la reproducción espartana. pág. 50

3.2 Del cuidado personal al amor por la patria. pág. 55

3.3 Dueñas de la tierra: los bienes de las espartanas. pág. 61

Análisis final pág. 64

Bibliografía pág. 68

Anexos pág. 73

1
Introducción

Durante los últimos años, tanto en Chile como en el resto del mundo, hemos estado
viviendo una nueva ola feminista, una ola que busca reivindicar el derecho de la mujer a
decidir sobre su cuerpo, pero también hemos presenciado diferentes formas que la
sociedad -caracterizada por estar bajo un sistema patriarcal- ha usado para discriminar a
la mujer y perpetuar una supuesta inferioridad, tanto física como psicológica, que se fue
gestando mediante la creación de mitos y prejuicios en las antiguas civilizaciones, y que,
a pesar del paso del tiempo, todavía permanecen vigentes.

El principal prejuicio que existe sobre la mujer es el hecho de que esta solo debe
dedicarse a las tareas de ser madre y dueña de casa. Esta idea, -que se extiende desde la
Antigua Grecia hasta hoy, y que si bien de a poco ha ido desapareciendo, aún persiste en
las sectores más conservadores de la sociedad- limita el papel de la mujer en la sociedad,
pues la encasilla en un solo rol, lo cual queda demostrado en que si una mujer decide
dedicarse a otras labores, pasa a ser considerada una rebelde, siendo que lo único que
busca, es realizarse como una persona integral y de esta manera formar parte, de manera
activa, de la sociedad y así, no quedar relegada. Bajo esta lógica, el hogar se transforma
en el destino y la máxima de la mujer.1

Empero, y a pesar de esta situación, a lo largo de la Historia de la humanidad,


hemos conocido distintos casos sobre mujeres vinculadas con el poder, pero eso no
significa, necesariamente, que estas gocen de los mismos derechos que sus pares
masculinos ni que esta situación sea común para todas. En la Historia encontramos casos
como los de Cleopatra, Livia, Mesalina, Isabel I y María Antonieta, pero todas ellas son
mujeres que han gozado de los beneficios directos del poder, y si bien han servido de
modelo a seguir en sus épocas, ellas no representan a la totalidad de las mujeres que, de
una u otra forma, han permitido la evolución de la sociedad moderna. Al ser ellas las
mujeres destacadas por la “historia oficial” se ha logrado, y de manera constante, la
omisión de la mujer como grupo social activo de la sociedad.

Pero también debemos tener en cuenta, que la historia oficial presentó a las
mujeres que mencionamos anteriormente, con características asociadas a los hombres,
pues era necesario mostrarlas como poseedoras de un carácter fuerte y con un
temperamento de hierro, lo cual según las creencias antiguas no era propio de ellas; o bien
se las presentaba como mujeres de temperamento débil y enfermizas. En la actualidad es
común ver a mujeres que adoptan cualidades masculinas para parecer más fuertes, ya que
deben cambiar su postura, su vestimenta e incluso cambiar su tono de voz, todo esto con
el fin de “masculinizar” su imagen y de esta manera lograr el respeto de su entorno.2

1
Durante el siglo XVIII aparecen los primeros escritos de mujeres revelándose a este papel, un ejemplo de
ello es Mary Wollstonecraft la cual a pesar de las restricciones se abrió camino en la literatura. Pero su
mayor aporte fue a través de su obra “Vindicación de los derechos de la mujer.” En ella, Wollstonecraft
expone que la mujer no es inferior al hombre, sino que la diferencia radica en que reciben una educación
distinta que no permite que ambos sexos se desarrollen de la misma forma.
2
Cf. Beard, Mary; Mujeres y poder. Un manifiesto; Crítica; Barcelona; 2018.

2
Ante este contexto histórico arbitrario en contra de la mujer, es que nuestra
principal motivación para realizar esta investigación se basa en encontrar los orígenes de
estos prejuicios y discriminaciones sufridas por la mujer, para así poder entender con
mayor claridad, el por qué la mujer ha debido enfrentar tantos obstáculos -obstáculos que
el hombre jamás ha encontrado en su camino- y que recién hoy, se están derribando. Es
por esto, que nuestro estudio se centrará en la Antigua Grecia, cuna cultural de occidente,
pues esta era la realidad que se vivía en Grecia, civilización en la cual las mujeres no
tenían derechos, solo obligaciones, entre las que se encontraban el deber procrear y el
servir al hombre, pues como ser inferior, esta debía ser civilizada por los varones, para
que de esta forma pudiera compartir algunos espacios de la ciudad los cuales eran más
bien limitados, pues la mayoría de los espacios eran de uso exclusivo de los varones.

Pero de a poco la ʻhistoria oficialʼ fue quedando en el pasado, y así durante el siglo
XX apareció otra forma de realizar el ejercicio histórico, gracias al surgimiento de la
Escuela de los Annales, la cual trajo consigo nuevos sujetos y nuevos enfoques
historiográficos, permitiendo conocer, reconocer y diversificar la Historia de la
humanidad.

Dentro de estas nuevas formas y/o maneras de hacer Historia, nos encontramos
con la Historia de las Mujeres y los Estudios de Género, -que si bien son disciplinas
distintas están en constante interacción-, las cuales nos han permitido ampliar nuestros
conocimientos, como también entender de mejor manera los procesos de cambio que ha
sufrido la humanidad hasta el día de hoy.

Pero ¿Qué es la Historia de las Mujeres?

La Historia de las Mujeres es parte de los nuevos enfoques historiográficos, que


nos permite conocer, entender y cuestionar el paso de la mujer en la sociedad. Es un
estudio que, principalmente, se centra en la figura, hechos, sucesos y decisiones de estas.
No obstante, mediante el uso de la Historia de las Mujeres, podemos comprender que la
civilización y la sociedad no solo se forjó gracias a la labor de los hombres, sino a una
firme y fuerte participación femenina que fue constantemente ocultada por quienes
estaban a cargo de escribir y dar a conocer la Historia. Si bien durante el siglo XIX, esta
situación fue cambiando, -pues aparecieron algunas obras que solo podemos
considerarlas como excepciones- sería recién en la mitad del siglo XX que este enfoque
se asentó definitivamente en la disciplina histórica.

Tal como señala Elena Hernández, la Historia de las Mujeres como enfoque “ha
provocado cambios muy importantes en la historiografía en general, dando paso a
percepciones distintas de la naturaleza de lo cultural, así como la relación de los actores
sociales con el poder.”3 Estos cambios historiográficos nos han permitido conocer las
dos versiones de la Historia, la cual hasta mediados del siglo XX conocíamos solo a
medias, puesto que la historia oficial solo mencionaba a los grandes hombres y sus

3
Hernández Sandoica, Elena; Tendencias historiográficas actuales. Escribir Historia hoy; AKAL; Madrid;
2004; p. 438.

3
proezas, dejando muchos espacios vacíos que con estos enfoques nuevos se fueron
llenando, pues necesitó de una nueva revisión que generó lecturas y visiones más
actualizadas de hechos y procesos que solo tenían un protagonista y una sola versión.

Asimismo, la consolidación de esta forma de Historia llegó de la mano con el


asentamiento en las Universidades, puesto que, la Historia de las Mujeres ha logrado,
gracias al empuje de destacadas académicas, posicionarse dentro del mundo universitario4
como uno de los elementos básicos para la comprensión de las relaciones humanas a lo
largo de la Historia, pues las mujeres sí lucharon, las mujeres sí hablaron, las mujeres sí
enfrentaron a la sociedad que las prefería lejos, alejada de los círculos importantes de toda
sociedad, una sociedad que las quería en un solo lugar, y del cual, ojalá, no saliera, la
casa. Pero también una sociedad que estaba contra ellas, ¡todos estaban contra ellas!

Sin embargo, “en el ámbito académico se siguen presentando duras resistencias;


[…] y la oposición a ellos trata de basarse en la idea, presuntamente imparcial y objetiva,
de que los ámbitos científicos están ya establecidos y no puede haber innovaciones.”5
Esta resistencia, en su mayoría, viene de los sectores academicistas más vetustos6
encontrando su razón de ser en una especie de temor en que su especialidad, o forma de
escribir los hechos que se estudian queden de lado o bien, que sus obras se consideren
obsoletas por esta nueva forma de contar la Historia.

Es más, para la historiadora inglesa Joan Scott, “la creación de la historia de las
mujeres como materia académica implica, una evolución desde el feminismo a las
mujeres, al género; es decir, de la política a la historia especializada, al análisis.”7 Es
decir, la Historia de las Mujeres, evoluciona desde un movimiento social impulsado por
las miles de mujeres que durante la primera mitad del siglo XX salió a la calle y luchó
por sus derechos, y que se fue transformando a un estudio critico de estos movimientos,
para posteriormente incluir a todas las mujeres y de todos los tiempos históricos. De esta
forma, las propias mujeres han hecho justicia para con sus predecesoras, pues gracias a
este “las estudiosas feministas pronto indicaron que el estudio de las mujeres no solo
alumbraría temas nuevos, sino que forzaría también a una reconsideración crítica de las
premisas y normas de la obra académica existente.”8 El feminismo a través de las

4
Cada año se hace más común ver convocatorias a Congresos sobre la Historia de la Mujer. Muchos de
ellos son transversales, mientras que otros se han dedicado a la difusión de épocas específicas de la Historia,
lo cual ayuda no solo a la masificación de las ideas, sino que también al intercambio, creando así un
enriquecimiento y cuestionamiento constante sobre la posición de la mujer en la sociedad.
5
Garrido González, Elisa; Panorámica de los estudios de género en la Antigüedad; En: Ideas de mujer.
Facetas de lo femenino en la Antigüedad; España; Publicaciones Universidad de Alicante; 2011; p. 26
6
El sector que más resistencia ha manifestado a las nuevas formas de hacer Historia, lo vemos en los
adherentes al positivismo, pues estos solo creen en documentos, sujetos y actores políticos de la sociedad.
En el estudio de la Historia Antigua, esto se da mayormente, hasta la mitad del siglo XX, así en obras
anteriores a este período podemos encontrar a Hermann Bengston o Cecil Maurice Bowra los que en sus
obras no hacen menciones a estamentos sociales diferentes. Toda la Historia para ellos, fue hecha y dicha
por hombres.
7
Scott, Joan; Historia de las mujeres; en: Formas de hacer Historia; Alianza Editorial; Madrid; 1991; p. 60.
8
Scott, Joan; El género: una categoría útil para el análisis histórico; En: El género. La construcción cultural
de la diferencia sexual; Lamas, Marta; UNAM; México; 2013; p. 267

4
distintas “olas” ha ido mostrando y abarcando diferentes aspectos, permitiendo un avance
cada vez más distinguible, tanto en la esfera de lo político, como de lo social.

Esto último, queda demostrado en la “tercera ola” feminista, la cual se dio al


terminar la década de los 70 en el siglo XX. Fue durante este periodo que emergieron,
dentro del feminismo, los estudios de género, pues se debía dar un sentido más político a
las exigencias que este movimiento demandaba, siendo una de sus consecuencias, la
revisión de la Historia suscitando una actualización de esta disciplina. También comenzó
la declaración y definición de ciertos patrones de conducta, con la finalidad de ir
entendiendo y comprendiendo las diversas dinámicas que se producían en la sociedad,
siendo clave en este aspecto la creación de conceptos como lo es el de patriarcado o
sistema patriarcal.

Por otro lado, debemos entender la relevancia de la Historia de las Mujeres como
nueva forma de hacer Historia, ya que como lo menciona Gerda Lerner, este tipo de
historia es “indispensable y básica para lograr la emancipación de la mujer.”9 Esta
emancipación obedece, principalmente, a la obtención de la libertad y autonomía
necesaria para que la mujer se desarrolle y se desenvuelva en la sociedad con las mismas
libertades que los hombres, pues aún, la mujer es blanco de los prejuicios a diferencia del
género masculino, el cual goza de una libertad política, económica, social y moral
superior. Pero, además, la emancipación a la cual hace referencia Lerner tiene que ver
con las futuras generaciones, pues al tener o llevar un registro actualizado de los aportes
al desarrollo de la sociedad, permite ir derribando prejuicios pasados que solo han dañado
al colectivo de las mujeres, ya que no las ha dejado desarrollar todo su potencial por
destinarlas a tareas específicas y poco desafiantes. Es por ello, que la Historia de las
Mujeres ha permitido, y lo seguirá haciendo, emancipar a la mujer, lo que de cierta forma
ha significado romper con las cadenas que la sujetaban a lo que en la antigüedad se creía
era su destino, es decir, el hogar.

Por su parte, Joan Scott sugiere que desde la academia se han usado como
sinónimos10 los términos, o al menos se ha intentado igualar la historia de las mujeres y
los estudios de género, para entregarle más seriedad a las investigaciones, sin embargo,
estos estudios, al no enfocarse en las diversas formas en que se interrelacionan los sujetos,
pierde la categoría de estudios de género, pues si estudia solo las implicancias que un
sujeto tiene en la sociedad, y en este caso el sujeto es mujer, esta historia, por tanto esos
trabajos solo clasifican en la categoría de la Historia de las mujeres.

Hemos visto la importancia de la Historia de las Mujeres como disciplina histórica


y de las confusiones que se han producido con tal de darle mayor relevancia. No obstante,
esta nueva disciplina o enfoque histórico viene a situar a las mujeres en el puesto que

9
Lerner, Gerda; La creación del patriarcado; Crítica; 1990; p. 19. Nos parece necesario aclarar el contexto
en que la historiadora estadounidense usa el concepto de emancipación, pues, Lerner desde un punto de
vista marxista, señala que la emancipación de la mujer no puede quedar amarrada a la propiedad privada,
pues esta emancipación debe ser el centro de la discusión política y no un mero adorno.
10
Cf. Tubert, Silvia; Del sexo al género. Los equívocos de un concepto. Cátedra; Madrid; 2003; p. 13

5
siempre mereció, pues en palabras de Gerda Lerner, “las mujeres no están ni han estado
al margen, sino en el mismo centro de la formación de la sociedad y la construcción de
la civilización.11 Por ende, este nuevo enfoque solo ha traído una cierta cuota de justicia,
ya que reposiciona a la mujer como sujeto histórico, del cual siempre debió ser parte, y
del cual por muchos años permaneció alejada.

Aunque se dedica al estudio de la Antigua Roma, la historiadora inglesa Mary


Beard, quien se declara feminista, ha publicado una obra que sale de su “especialidad”
puesto que, en esta, expone y analiza las formas más recurrentes que los hombres han
tenido para demostrar superioridad por sobre la mujer. Así, por ejemplo, presenta el caso
de Telémaco y su madre Penélope,12 y como este ejerce el poder en ausencia de Odiseo,
transformándose en el jefe de familia. Con la actitud pasiva y sumisa de Penélope se
demuestra que no importa el grado de parentesco que la mujer tenga con su tutor, pues
sea como sea, le debe obediencia.

Además, Beard, relaciona y compara las tradiciones antiguas con las actitudes
“machistas” de la actualidad y propone una continuidad en las conductas que han
mantenido los hombres contra las mujeres, manteniéndolas en un lugar inferior a ellos,
ya sea física o intelectualmente.

Si bien la parte teórica es fundamental para nuestra investigación, también lo es


revisar y dar cuenta de lo ya escrito sobre las mujeres en la antigüedad, pues esto nos
aporta miradas y perspectivas que complementan nuestra investigación y que, de alguna
forma, nos ayudarán a comprobar lo que plantearemos más adelante.

Una de las primeras obras dedicadas al estudio de las mujeres griegas, fue la
realizada por Claude Mosse La Femme dans la Grèce antique publicada en 1983, y que
luego en 1990 fue traducida al español bajo el nombre de La mujer en la Grecia clásica.
En esta obra, Mosse, realiza una conceptualización de la mujer, en especial de la mujer
ateniense, pues la define “ante todo, hay que aclarar qué entendemos por mujer
ateniense: la hija o mujer (esposa) de ciudadano ateniense.”13 Esta definición, deja fuera
a miles de mujeres griegas que por no pertenecer a una familia con un integrante que
ostentara dicha condición, era aún más marginada. Asimismo, Mosse señala que existe
desconfianza hacia la figura de la mujer ya que era demasiado su atractivo para que la
población masculina pudiera resistirse a sus encantos. O sea, la mujer era marginada para
que el hombre no cayera en tentación.

Pero su obra no solo trata sobre las “mujeres atenienses” sino que además hace
una exposición de los oficios que el resto de las mujeres ejercía. También entrega detalles
de la mujer espartana, pero sin ahondar en un análisis mayor entre las féminas de las polis
más poderosas de Grecia. Igualmente, Mosse analiza los distintos géneros literarios y
como la mujer es expuesta en ellos, para de esta manera, entregar una idea de lo que se

11
Lerner, Gerda; Op. Cit; p. 20
12
Beard, Mary; Op. Cit; p. 16
13
Mosse, Claude; La mujer en la Grecia clásica; NEREA; Madrid; 1991; p. 54

6
pensaba de ellas en la Grecia clásica.

Otra historiadora que plantea una cuestión similar es Sarah Pomeroy quien, a
través de una de sus principales obras Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en
la antigüedad clásica, se ha posicionado como una de las más relevantes a la hora de
estudiar a la mujer y su papel en la antigüedad. En ella, Pomeroy analiza los distintos
roles que la mujer, tanto griega como romana, ejercieron a lo largo de la antigüedad, ya
fuera diosa, mujer común o una mujer de las altas esferas del poder, como es el caso de
Cleopatra. Además, a lo largo de su obra postula que la existencia de misoginia en gran
medida se debió, a la difusión de los textos literarios, los cuales ayudaron a que los
varones sintieran temor de ellas, un temor que, básicamente, se trataba de un posible
levantamiento de las mujeres, tal como lo retrata Aristófanes en una de sus obras, lo cual
nos genera ciertas dudas, pues si esta idea fuera real, significaría que la población
masculina griega sabían que las mujeres eran más fuertes de lo que aparentaban y por ello
tenían un trato hostil hacia ellas.

Si bien su principal obra es la señalada en el párrafo anterior, también Pomeroy se


da el trabajo de dedicar un libro entero al estudio de la mujer espartana, en la cual se
intenta mostrar las distintas facetas que esta poseía. La relevancia de esta obra es que
reúne toda la información que se posee de las espartanas, pues como se sabe, Esparta no
se caracterizó por ser una polis que guardara sus hazañas por escrito, lo cual dificulta el
estudio de esta ciudad griega.

Además de las dos historiadoras antes mencionadas, nos encontramos con Eva
Cantarella quien a través de su carrera se ha dedicado a estudiar la sexualidad de los
griegos, pero enfocándose en las mujeres, y como estas se relacionaban desde lo sexual
con el resto de la población. Es decir, analiza los tipos de relaciones que en las
civilizaciones antiguas se mantenían, si bien no hace una distinción de género, pues sus
análisis también incluyen a los hombres, sus principales obras se inclinan al estudio de
las relaciones que mantenían las mujeres, ya fuera entre ellas o con los hombres. Algunas
de ellas son “La calamidad ambigua” como también “Según natura. La bisexualidad en
el mundo antiguo.” En esta última obra, Cantarella plantea que la misoginia existente en
Grecia era un rasgo característico de esta cultura, y que data desde tiempos muchos más
antiguos de lo que se cree.

No obstante, debimos decir que las obras de Cantarella, a ratos nos parecen poco
rigurosas, pues se olvida de las realizar una cronología clara en sus análisis, provocando
en lectores sin la preparación académica de ella, una confusión, ya que va mezclando
épocas, sin aclarar a que periodo en específico se refiere.

Como podemos observar, tres de las historiadoras usadas como referentes para
esta investigación apoyan, en distinto grado, el origen y la existencia de la misoginia hacia
la mujer griega, la cual se basaba, como observaremos a lo largo de nuestra investigación,
en la denigración y los malos tratos, como también en las omisiones o las exageraciones
literarias y que van de la mano a una serie de prejuicios que situaban a la mujer como un

7
sujeto sin derechos, pero con muchas obligaciones, tanto en el ámbito privado como en
el público.

Ahora, mencionaremos otras obras contemporáneas, que nos ayudarán a justificar,


avalar y respaldar nuestro estudio. La primera de ellas se trata del trabajo realizado por
Michelle Perrot y Georges Duby, pues consiguieron que varias especialistas, tanto en
género como en Historia, colaboraran para crear la colección de “Historia de las
Mujeres” de cinco tomos. Nuestro enfoque está puesto en el primer volumen de esta
colección, pues estudia a las mujeres en la antigüedad, especialmente a las integrantes de
Grecia entregando diversos puntos de vista que permiten conocer aspectos poco
estudiados por la historiografía tradicional.

Desde España nos han llegado múltiples trabajos de historiadoras que dedican sus
páginas al estudio de las mujeres, una de ellas, es María Dolores Mirón, la cual ha
enfocado su estudio a la mujer y uno de sus espacios de desarrollo como lo es el oikos.
En ellos, podemos enterarnos y a la vez reflexionar sobre la injerencia real que la mujer
tenía sobre el oikos, puesto que este se ha conocido como el único espacio que poseía la
mujer para desarrollar sus capacidades.

Mirón no es el único aporte que llega desde España pues Ana Iriarte Goñi, a través
de su obra “De amazonas a ciudadanas. Pretexto ginecocrático y patriarcado en la
Grecia antigua” busca exponer cuales eran los espacios que la mujer ocupaba en la
sociedad, y si su participación en las festividades religiosas le brindaban algún estatus
especial que la colocara a la altura del ciudadano. Pero también, intenta desentrañar el
mito sobre un posible matriarcado que existió en Grecia, especialmente un posible
gobierno de las amazonas, ya que toma la teoría de J.J. Bachofen, planteada en su obra
“El matriarcado. Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su
naturaleza religiosa y jurídica” para dilucidar si este filosofo del siglo XIX tenía razón
en su propuesta que generó diversas críticas pero que pocos tomaron en cuenta debido a
la época en que se escribió.

Anteriormente, explicamos lo que la Historia de las Mujeres ha significado como


nuevo enfoque historiográfico para posicionar a la mujer como sujeto activo de la
sociedad, lo cual ha permitido conocer y ampliar la historia de la humanidad, pues ha
develado procesos donde la mujer cumplió un rol fundamental, pero que hasta bien
entrado el siglo XX, está aún permanecía escondida, ya que la “historia oficial” no
aceptaba a la mujer u otros sujetos, que no fuera el hombre con poder, como parte
importante de la Historia, de esta forma la Historia de las mujeres ha colocado a la mujer
en el lugar que tanto merecía.

Teniendo en cuenta lo anterior, ahora debemos definir los principales conceptos


que orientan esta investigación. El primero de ellos es el sistema patriarcal, el cual designa
“el orden político y sociomoral que perpetuaba el orden jerárquico masculino.”14 Es

14
Pérez Rosales, Elisa; El discurso feminista como estructura histórica. Categorías y creencias contra la
subalternidad; en: Cuadernos de Ateneo; p. 138.

8
decir, toda sociedad que estuviera dominada por los hombres, no solo políticamente, sino
también socialmente -desde la familia-, es considerada como una sociedad patriarcal, algo
que fue muy común en las civilizaciones clásicas, pues tanto Grecia como Roma
conocieron este sistema, brindándonos los primeros ejemplos de este tipo de sociedad.

Por su parte, Silvia Tubert plantea que “el patriarcado no designa solo una forma
de familia fundada en el parentesco masculino y poder paterno, sino también toda
estructura social basada en el poder del padre.”15 Si nos guiamos por esta definición
todas o la mayoría de las civilizaciones antiguas caen en esta forma de relaciones sociales
que imperan en una sociedad. En el caso de Grecia, es justamente este control masculino
el que impide que las mujeres sean capaces de realizar otras actividades, pues no solo las
naciones están gobernadas por hombres, sino que, además, la estructura básica de la
sociedad, como lo es la familia. Por ende, la mujer, y en este caso, la mujer griega, pone
su vida en las manos de los varones, que, de cierta forma, la rodean.

Sumado al sistema patriarcal, debemos considerar otro concepto actual, pero de


gran relevancia para nuestra investigación, como lo es el concepto de misoginia. pues
mediante este podremos diferenciar si además de existir una sociedad controlada por los
hombres, y que excluye a las mujeres de todo cargo político, estos se relacionaban con
las mujeres a través del odio, el desprecio y el desinterés que caracteriza a la misoginia,
tanto antigua como actual.

La misoginia, tal cual la entendemos hoy, es la expresión del desprecio y


discriminación, e incluso de cierto miedo por parte de los hombres hacia las mujeres, y
que encuentra en su versión más extrema, la capacidad de expresar el odio hacia el género
femenino. En su mayoría estas manifestaciones se expresan a través de la violencia
ejercida por el supuesto “sexo superior” hacia el “sexo inferior”, pero debemos dejar claro
que, en la antigüedad, este concepto se manifestaba de diversas formas y no como hoy la
conocemos, pues si de algo sirve el paso del tiempo, es para ir cambiando, mutando y
transformando las costumbres que los seres humanos adquieren a lo largo de su vida, es
por ello, que a este concepto lo denominaremos proto misoginia, entendiendo que estaba
en plena formación y no como la vivimos actualmente.

Para Mercedes Madrid, la misoginia “sirve para describir dos actitudes las cuales
denominaremos ginecofobia y sexismo. […] la ginecofobia como la hostilidad hacia las
mujeres nacida de un sentimiento temor-odio, y el sexismo como el menosprecio
inspirado en la creencia de que un sexo es superior por naturaleza al otro.”16 En este
sentido podríamos plantear que en Grecia ambas formas existieron, pero por motivos y
circunstancias distintas.

Primero la denominada ginecofobia la podríamos ver reflejada en la obra de


Aristófanes, Lisístrata, en la cual los hombres terminan con la guerra para evitar que las
mujeres tomaran el control de las polis, demostrando un cierto temor hacia la asamblea

15
Tubert, Silvia; Figuras del padre; Ediciones Cátedra; Madrid; 1997; p. 48
16
Madrid, Mercedes; La misoginia en Grecia; Ediciones Cátedra; Madrid; 1999; pp. 12-13

9
que ellas habían constituido; si existió un odio hacia las mujeres lo podemos ver en la
obra de Semónides de Amorgos, donde califica a las mujeres como el peor castigo que
Zeus pudo haber mandado a los hombres. En segundo lugar, el denominado sexismo lo
podemos situar a lo largo de toda la historia de Grecia, ya que los mitos del origen de esta
civilización entregaban ciertas virtudes a cada sexo, colocando al hombre por sobre la
mujer ya que este poseía las cualidades de la razón y el orden, mientras que la mujer era
lo irracional y el caos, haciendo de esta manera superior al hombre y el encargado de
dirigir los asuntos políticos de las polis.

Entendiendo que estos conceptos, sistema patriarcal o patriarcado y misoginia,


van de la mano en el proceso de ocultar, menospreciar y deslegitimar a la mujer como
sujeto relevante de la historia, más si hablamos de las civilizaciones antiguas y sobre todo
en Grecia, debemos entender que estos conceptos no pueden usarse, así como así, pues
caeríamos en anacronismos que deslegitimarían nuestro estudio. Es por ello, que para este
fin denominaremos proto misoginia a la discriminación, ocultamiento y abusos que se
cometían con la mujer, pues en la civilización helena se asientan las bases de lo que hoy
conocemos como misoginia.

Por otro lado, debemos dejar claro, pues resulta fundamental para el desarrollo de
la investigación, que entenderemos por mujer griega. Nuestro sujeto serán todas aquellas
mujeres, que sin importar en qué etapa de la infancia se encuentran, ya están “listas”
según su familia y las creencias locales -atenienses o espartanas- para contraer
matrimonio y con ello, hacerse cargo, tanto del oikos¸ como de aportar, a través de la
reproducción, nuevos ciudadanos para la ciudad. Por lo general, la edad en que la niña se
encuentra lista para dar el gran paso, y dejar atrás la infancia, son los 14 años en Atenas
y 18 años en Esparta. 17 Es decir, desde los 14 años ya son mujeres.

No obstante, y teniendo en cuenta los distintos aportes que la civilización griega


nos legó y de los grandes contrastes que experimentaba por la autonomía y diversidad de
sus polis, existía un punto en común entre ellas que las unió desde el origen de estas: la
visión de superioridad del hombre por sobre las mujeres, la cual rozaba en la misoginia
que se da en el mundo actual y que ha originado una nueva ola feminista que busca, de
manera definitiva, la igualdad política, económica y social entre ambos sexos.

Ante esta visión, planteamos que, a pesar de esta situación de desventajas políticas
y culturales arraigadas desde los orígenes de la Antigua Grecia, existieron mujeres que
lograron -o al menos intentaron- resistirse a las normas que les fueron impuestas por la
sociedad, generando pequeños triunfos, que podemos considerar como triunfos
personales, pues la mujer como grupo social siguió siendo discriminada y postergada en
una sociedad donde el hombre era el sujeto racional y político.

A su vez, es necesario plantear las siguientes preguntas: ¿Cuál era la visión que
los hombres mantenían de las mujeres? ¿Esta fue una idea propia de los hombres o se

17
Cepeda, Jesús; Transmisión hereditaria a través de la mujer en la Grecia clásica; En: Espacio, tiempo y
forma; Serie II; Historia Antigua; N° 13; 2000

10
difundió mediante otro medio? ¿Cuáles eran las formas más comunes de expresar la
misoginia por parte de los hombres? Las mujeres, a pesar de que la sociedad no los
consideraba dignas de derechos, ¿Tenían alguna forma de manifestar su molestia o de
hacerse oír? ¿Solo podían desempeñarse como madres, o tenían participación en otras
instancias, además de las religiosas en donde era habitual verlas?

Es mediante estas preguntas que intentaremos demostrar que Grecia coartaba la


libertad de las mujeres, pues el hombre el único beneficiado en una civilización que
privilegiaba en demasía al hombre, entregándole derechos, y confianzas para manejar los
asuntos políticos de la cultura helena. Si bien, encontraremos mujeres que destacaron,
estas estaban amarradas por los mitos y leyes de la sociedad griega, a desempeñar con
cierto canon que no la dejaba manifestar y/o ejercer otras facetas, condenándola a cumplir
con lo transmitido a través de los mitos y afirmado por las leyes. La mujer, por ende, tuvo
que acostumbrarse a estar a la sombra de este, poniendo su vida al servicio de su familia,
sin poder disfrutar de los placeres sencillos de la vida, pues en los aspectos más básicos
esta dependía de las decisiones de los varones cercanos a ellas.

Los objetivos que ordenarán y conducirán este trabajo, y que tienen por fin
responder las preguntas planteadas anteriormente y así entregarnos una perspectiva de la
vida de las mujeres griegas en la Grecia clásica, son los siguientes:

● Exponer y analizar a través de las fuentes disponibles, la visión que la


población masculina tenía de las mujeres, y así, dejar a la vista el
pensamiento patriarcal que imperaba en la sociedad griega, al cual venía
desde varios siglos atrás y restringía el papel de estas en la sociedad,
condenándolas a una vida de encierro en el oikos.

● Determinar y analizar la situación en que se encontraba la mujer griega a


nivel general en la sociedad, para tener una perspectiva clara del ambiente
al cual cientos de mujeres debían enfrentarse a diario, poniendo énfasis en
como reaccionaban los hombres cuando estas intentaban participar en
algún evento público, o bien cuando manifestaban su opinión o
descontento.

● Comparar la situación política, social-económica, educacional y sexual de


las mujeres atenienses y espartanas. Esto nos ayudará a mostrar cuál de las
dos polis antes mencionadas, de alguna forma, era más “amable” y mejor
para con las mujeres, brindándoles así mayor libertad y autonomía, en una
sociedad que no las dejaba elegir su propio camino.

Si bien los objetivos pueden parecer simples, estos se complejizan al analizar las
fuentes disponibles sobre todo para el caso de Esparta, es por ello por lo que el estudio de
la Historia Antigua muchas veces se hace difícil debido a la falta de fuentes que nos
confirmen hechos o a la poca fiabilidad de estas, ya que muchas están incompletas o han
sido manipuladas. Así, cada vez que nos sumergimos en ellas, nos sumergimos en una

11
aventura, más si se trata de estudiar a sujetos poco mencionados o estudiados en la
Historia, debido a que no eran considerados sujetos dignos de análisis, o bien, no entraban
dentro de los parámetros que los enfoques históricos consideraban como “sujetos
oficiales”.

Al querer estudiar e investigar la vida de las mujeres en Grecia, específicamente


en Atenas y Esparta, nos encontramos con un gran contraste, pues mientras abundan las
fuentes sobre Atenas, carecemos de fuentes que nos ayuden a comprender la función, rol
y participación que tuvo la mujer en Esparta, sin embargo, existen unas pocas fuentes,
escritas por hombres, que nos ofrecen la visión y perspectiva masculina respecto a lo que
pensaban y creían de las mujeres, pues es “a través de la documentación podemos llegar
a formarnos una idea del lugar que ocupaban estas en una sociedad que las excluía de
todo lo esencial,”18 lo cual las privaba de derechos, pero que las obligaba a permanecer
dentro del hogar y obedecer fielmente las órdenes de los hombres que eran parte de su
vida.

La escasez de fuentes se refleja con mayor consideración en el caso de Esparta,


puesto que durante el siglo V a.C, “la historia de Grecia durante este periodo tiende a
convertirse en una historia de Atenas, pensada y escrita desde Atenas, y una historia de
Esparta, también diseñada desde aquella.19 Si bien esto podría considerarse un serio
problema, existen fuentes que son posteriores a este siglo que recogen varios hitos y/o
personajes relevantes de Esparta y que nos ayudaran a efectuar nuestra investigación. Una
de ellas, son las obras escritas por Plutarco, tanto las Vidas Paralelas como también las
Obras Morales.

En este sentido las obras escritas por Plutarco nos ayudan pues encontraremos
datos relevantes sobre la vida de las mujeres, lo cual nos ayuda a responder varias de las
interrogantes que planteamos anteriormente. A su vez, las Vidas escritas por este mismo
autor, logran recoger gran parte de las biografías de los principales legisladores de los
períodos que nos interesan estudiar, por ende, nos resultan de mucha utilidad sus obras
para comprender las similitudes y contrastes que experimentaban las polis que nos
interesa analizar en este estudio.

Otra fuente primaria primordial para la realización de esta investigación es


Semónides de Amorgos, el cual es el autor del Yambo de las mujeres o también conocido
como catálogo de mujeres. En esta obra breve, Semónides plantea que las mujeres son el
peor mal que la divinidad pudo crear, para ello las compara con distintos animales, donde
cada uno representa los peores defectos que un ser humano, en este caso una mujer, pueda
poseer. De esta forma, Semónides de Amorgos, expone la misoginia y machismo
existente hacia la mujer en el siglo VII a.C. Esta obra nos ayudará a explicar el estado de

18
Fioretti, Susana; Formas femeninas de sexualidad: antigüedad clásica y tardía: parentesco/espiritualidad;
En: Mujeres ausentes, miradas presentes; Peña, Patricia y Zamorano, Paulina; IV Jornadas de investigación
en Historia de la mujer; LOM; Santiago; 1998; p. 15.
19
Domínguez Monedero, Adolfo y Pascual González, José; Esparta y Atenas en el siglo V a.C; Editorial
Síntesis; Madrid; 1999; p. 13.

12
inferioridad y opresivo que padecía una gran parte de la población griega, y desde donde
nace ese sentimiento de superioridad moral de los hombres.

Además de estos dos autores, se analizarán obras de Aristófanes, como lo son sus
Comedias. Si bien estas pertenecen a un género literario que exacerba ciertos rasgos de
la sociedad, nos entrega un atisbo de lo que enfrentaba Grecia en una época de guerra,
puesto que, las mujeres debieron empezar a asumir roles que antes no estaban destinados
a ellas, a causa de la ausencia masculina en pro de la defensa, tanto de las polis como de
Grecia como nación libre.

Por otro lado, encontramos a Jenofonte, el cual se convierte en primordial al


recoger distintos hechos de las polis que estudiaremos, pues además de su obra El
económico, nos encontramos con La república de los atenienses y La república de los
lacedemonios, pues en ambas obras, hallamos información relevante para comprender el
contexto de ambas polis, y de cómo estas llegaron a la cima entre todas las ciudades que
conformaban la Hélade.

Otras fuentes para analizar serán obras de los siguientes autores Tucídides,
Heródoto, Eurípides, entre otros autores griegos que recogen los sucesos de esta
civilización y que nos aportan pequeños pero significativos datos sobre las inquietudes y
turbaciones que nuestro sujeto de estudio debía enfrentar día a día.

De este modo, y a través del análisis de las obras griegas pertenecientes a los
diferentes géneros que los escritores desarrollaron, es decir desde los escritos políticos,
las Historias hasta las comedias y pasando por los dramas, intentaremos recabar la mayor
cantidad de datos y visiones que existían sobre las mujeres para intentar reflejar la
realidad general, como los casos puntuales que nos conciernen.

Entre la bibliografía complementaria podemos mencionar a Claude Mosse, Eva


Cantarella, Sarah Pomeroy, Ana Iriarte o Nicole Loraux, entre otras especialistas en el
tema femenino en la antigüedad que nos ayudarán a entender las vicisitudes femeninas,
pero también serán necesarios los manuales de historia general de Grecia como lo es la
obra de autor Hermann Bengtson, que nos entrega los detalles de los distintos hechos
acontecidos y protagonizados por los grandes personajes de la historia de Grecia.

Lo que se ha mencionado hasta ahora, comprende solo lo relacionado con la


historia de Grecia, pero para lograr entender la problemática que un sistema patriarcal
ocasiona en la vida cotidiana de una civilización, debemos entender ciertos conceptos
relevantes y que no podemos dejar pasar. Para ello, se revisarán las obras de Mary Nash,
Gerda Lerner, Mary Beard, Sonia Montecino, Joan Scott y Gisela Bock, entre otras
especialistas en el tema de género, que nos brindaran la claridad para comprender por qué
la historia de las mujeres griegas no tuvo el mismo interés que la historia “oficial” la cual
estaba contada por hombres y para hombres, dejando a las mujeres fuera de la Historia,
pues esta estaba dedicada a registrar los episodios divinos y bélicos, ya que se creía que
estos eran los actos dignos de mención, como también para entender ciertos conceptos

13
básicos, como lo son los conceptos de misoginia y sistema patriarcal.

En resumen, para responder las preguntas planteadas anteriormente, necesitamos


hacer uso de dos enfoques o visiones distintas. El primero de ellos es el enfoque político
por el cual haremos uso de las fuentes primarias antes mencionadas, pues la vida en
Grecia se caracterizó por la regulación de cada uno de los ámbitos de la vida pública y
privada, ya que todo en Grecia gira en torno a la política, nada escapa de ella. Y por otro,
haremos uso de un enfoque más cultural -a través de la Historia de las Mujeres y Estudios
de género- para explicar las relaciones y dinámicas que operan en la cultura griega, y que
son finalmente las que explicarían por qué existían grupos apartados de la vida pública,
menospreciándolos tanto por su condición como por su género, permitiéndonos entender
la compleja relación entre mujeres y hombres en la Antigua Grecia.

Por último, la distribución de los capítulos, aquí expuestos, se explican de la


siguiente forma. En primer lugar, y a modo de contextualización, se hará un breve
resumen de los conflictos que enfrentaron a ambas polis, además de exponer a los
responsables de la posterior preeminencia de estas. Luego nos encontraremos con un
capítulo dedicado a analizar como los autores clásicos presentaban y anunciaban la
presencia de la mujer en sus obras, pues de esta manera entenderemos como se va
desarrollando lo que denominamos proto misoginia. Seguido de este capítulo,
presentaremos de manera separada la situación que vivían las mujeres atenienses y
espartanas, para posteriormente, en las conclusiones dar nuestros comentarios sobre las
diferencias o similitudes que existían entre ambas.

14
Grecia Antigua desde Licurgo a Solón y el periodo de “Entre Guerras”: una
contextualización histórica.

Grecia se caracterizó como civilización por su variedad, tanto por sus múltiples
polis, siendo cada una autónoma entre sí, como también porque cada una de ellas tenía el
sistema de gobierno que a ellos les acomodara según sus recursos y sus tradiciones. De
todas estas polis la más famosa fue Atenas en gran parte, por las creaciones culturales que
nos legaron. Pero no fue la única que brillo en la antigüedad, pues su gran rival, Esparta,
también quedó en nuestros registros, -quizás en menor número debido a la escasa cantidad
de fuentes existentes-, en gran medida, gracias a lo estricta de su educación, al carácter
militar y a los cientos de hombres20 que dieron su vida no solo por salvar a su propia polis,
sino que a toda Grecia, entregándole al resto de los combatientes griegos el mejor ejemplo
del cumplimiento del deber21 y de lo que debían entregar para preservar la valiosa libertad
griega.

Entre las dos polis más prestigiosas de la civilización griega existían múltiples
diferencias, las cuales se manifestaban en que

“Atenas y Esparta representaban dos formas de ser diferentes y cada vez más
incompatibles. Atenas era democrática, individualista, radical, comercial, marítima.
Esparta, terrestre, jerárquica, con mentalidad oligárquica, sobre todo conservadora,
propensa a sobrevalorar su versión del pasado e inclinada a rechazar innovaciones como
la acuñación de moneda o la guerra de asedio.”22

Como podemos ver en la cita anterior, las dos principales polis griegas, constituían
polos completamente opuestos, y cuyas diferencias se fueron acrecentando a medida que
avanzaba el tiempo, provocando el desarrollo de Atenas, con lo cual logró transformarse
en el estandarte de esta civilización. Pese a lo conservadora que era en el papel la ciudad
guerrera por excelencia, esta presentaba características mucho más “liberales” respecto a
Atenas, en especial en lo que respecta a la vida pública de las mujeres, no así en el ámbito
privado, donde las tradiciones espartanas eran mucho más prohibitivas y radicales en
comparación con sus vecinos atenienses.

Los legisladores y el inicio de la grandeza.

Para iniciar nuestra contextualización, haremos un breve repaso por los grandes
legisladores de estas dos ciudades, pues tanto Licurgo, en Esparta, y Solón en Atenas,
pusieron más que un grano de arena en la grandeza de estas ciudades, que, a pesar de ser
opuestas, son el fiel reflejo de las diferencias políticas, sociales y culturales de la cuna de
occidente.

20
Recordados son los míticos 300 hoplitas espartanos que dieron su vida para salvar Grecia de las garras
del imperio persa en la batalla de las Termopilas, comandados por el legendario rey Leónidas. Su hazaña
ha sido llevada al cine en una decena de oportunidades inmortalizándolos, el cual, al fin y al cabo, era su
máxima en la vida.
21
Bengtson, Hermann; Historia de Grecia. Desde los comienzos hasta la época imperial romana; Gredos;
Madrid; 1986; p. 119.
22
Cartledge, Paul; Los espartanos. Una historia épica; Editorial Ariel; Barcelona; 2009; p. 18.

15
En primera instancia, y de manera cronológica, nos referiremos a Esparta, pues,
para entender la dinámica de esta ciudad, no basta con remontarse al siglo V a.C, sino que
debemos retroceder aún más y llegar al menos, hasta la legislatura de Licurgo,23 el cual
estableció las leyes que civilizaron, ordenaron y alzaron a esta ciudad como una de las
más imponentes, pues fue mediante las retras24 que Esparta logró dicha importancia. Este
hecho fue reconocido por Jenofonte el cual en La república de los Lacedemonios señala
que el legislador “les dio las leyes con cuya observancia consiguieron su prosperidad, lo
admiro y lo considero el culmen de la sabiduría.”25 Pero a pesar de este orden brindado
por Licurgo, debemos recordar que Esparta era una ciudad que estaba presidida por dos
reyes, conocida como diarquía,26 y donde las dos familias más poderosas compartían el
poder generando múltiples problemas y desavenencias, pues pocas veces compartían los
mismos intereses.

Que a pesar de esta diarquía que complejiza cualquier análisis, las retras de
Licurgo brindaron una solidez a la ciudad espartana, logrando ubicarla, a su manera y
estilo, dentro de las polis más fuertes del territorio griego, pues a pesar de ser una ciudad
mediocre urbanísticamente27 hablando, el legislador espartano supo mantener la
convivencia de su población, con una ‹‹constitución››

“que se propuso, por una parte, abolir las luchas intestinas, y por otra asegurar
la soberanía dórica en la Laconia, tanto sobre los antiguos habitantes del país que se
habían sometido, como sobre los que no reconocían todavía su dominación.”28

Es por eso por lo que, leyes como el reparto equitativo de tierras, así todos tenían
la misma cantidad, y nadie podía presumir de tener más que otros. Tanto esta ley, como
la nueva acuñación de una moneda de mayor tamaño y peso, se centraban en evitar la
corrupción, algo que, a pesar de la polémica, ayudó para que en Esparta no existiera la
ostentación desenfrenada, como también las grandes diferencias sociales.

Todas estas retras se cumplieron, gracias a que Licurgo era “muy respetado por
los ciudadanos”29 lo cual ayudó no solo en su momento a este legislador, sino que además

23
Sobre la época en que vivió Licurgo hay varias dudas, pues no existe un consenso real de cuando nació.
Esta discusión se viene dando desde la mismísima antigüedad, siendo Plutarco quien, de cierta manera,
resuelve esta discusión al establecer la existencia de, al menos, dos personajes llamados Licurgo, siendo el
más famoso el que se lleva todos los reconocimientos.
24
Las leyes que instauró Licurgo para ordenar a Esparta eran conocidas como retras, estas tenían la
característica de no ser escritas, algo así como derecho consuetudinario moderno, o sea, la mantención de
estas era a través de la vía oral
25
Jenofonte; La república de los Lacedemonios; En: Obras Menores; 2.
26
El gobierno de Esparta tenía la particularidad de ser una diarquía, es decir estaba gobernada por dos
reyes, los cuales pertenecían a dos familias, los Agíadas, que descendían de los dorios, siendo fundada por
Agis I y los Euripóntidas que tenían origen aqueo y que habría sido fundada por Euriponte. Según la
mitología griega, ambos fundadores serían descendientes del mítico héroe Heracles.
27
Fornis, César; Esparta como modelo de y contra modelo en la Ilustración; En: La antigüedad como
paradigma. Espejismos, mitos y silencios en el uso de la historia del mundo clásico por los modernos;
Sancho Rocher, Laura; Universidad de Zaragoza; España; 2015; p. 22
28
Oncken, Guillermo; Historia Universal; Tomo Quinto Historia de Grecia y Roma; Montaner y Simón
Editores; Barcelona; 1917; p. 40
29
Plutarco; Licurgo; Regencia 3, 7.

16
estas leyes permanecieron durante varios siglos, principalmente gracias al respeto y
cariño que se tenía ante esta figura casi mítica de la política espartana, y también porque
los éforos30 cuidaban que así fuera. Pero también y como último aspecto a tratar sobre
este legislador, es importante mencionar que existió -y aún existe- un debate sobre si
Licurgo fue real o era solo un mito, pues al menos en Plutarco, se señala la existencia de
dos hombres que tenían el mismo nombre, es por ello por lo que el consenso general es
que “el régimen espartano no era obra de un solo individuo, sino la consecuencia de un
desarrollo gradual.”31

Desde el lado opuesto tenemos a Atenas y a Solón el cual asumió el poder


alrededor del 594 a.C, colocando las primeras piedras del nuevo monstruo político, la
democracia, y que antes de asumir el poder ya tenía el aprecio y la confianza de los
habitantes de Atenas.32

El arcontado de Solón se pareció en varios aspectos a la legislatura de su par


espartano, pues para evitar acrecentar la tensión existente entre ricos y pobres prometió
la repartición de tierras entre los pobres, como también la remoción y/o abolición de los
créditos para los ricos33 que fue denominada seisáchtheia. Tanto estas leyes como otras,
en el aspecto económico, tenían como misión proteger “la salvación y concordia de la
ciudad: que ningún ciudadano fuera pobre ni rico.”34 Si bien estas políticas en un
principio no gustaron mucho en la población, luego cuando entendieron de que se
trataban, concedieron a Solón todas las magistraturas, es decir, Solón tenía el poder
absoluto de Atenas.

Otro de los motivos por el cual brindaron estos poderes absolutos, desde nuestra
perspectiva, es el hecho de haber abolido las leyes de Dracón, las cuales eran conocidas
porque la mayoría de los castigos, fuera cual fuera el delito o falta, era la muerte. De esta
forma, liberó a Atenas y sus ciudadanos, los cuales ya no pagarían con su vida sus errores
e incluso sus necesidades.

Asimismo, Solón legisló sobre los matrimonios, específicamente sobre las


herencias, sobre esto Plutarco señala lo siguiente “extraña y ridícula parece la que otorga
a la heredera, si el que tiene potestad y autoridad legal sobre ella es impotente, el derecho
a entregarse a los parientes más próximos del marido.”35 Es decir en caso de que en un
matrimonio el hombre no pudiera engendrar su prole, la mujer podía buscar a otro
hombre, siempre y cuando fuera familiar de su marido, para procrear. Si bien esta ley

30
Los éforos son un poder colegiado constituido por cinco personas, las cuales representan a las cinco
aldeas que se unieron para formar Esparta. Estos éforos se elegían anualmente y debían jurar, cada mes,
respaldo a los reyes de ambas familias. Este cuerpo colegiado tenía el derecho de interferir en todas las
esferas de la vida espartana, ya sea en asuntos internos como externos
31
Oliva, Pavel; Esparta y sus problemas sociales; AKAL; Madrid; 1983; p. 72
32
Oncken, Guillermo; Op. Cit; p. 86.
33
Plutarco; Solón; 15, 2.
34
Ibid.; 16, 2.
35
Ibid.; 20. La obligación de buscar a un hombre en la familia de su marido, era con el fin de que
pertenecieran a la misma casa y siguieran con la estirpe familiar.

17
suena similar a una impuesta por Licurgo y que analizaremos más adelante (capítulo 3)
esta no era un derecho para la mujer, sino que estaba enfocada en la protección de la
herencia, pues estaba dirigida “contra los que no podían mantener relaciones y que por
dinero se casaban con las herederas aprovechándose de la ley para contravenir la
naturaleza.”36 De esta forma, vemos que la preocupación de Solón estaba dirigida al
resguardo de las herencias y no a la concesión de libertad para con la mujer.

Si hay algo por lo que se caracterizó Atenas, fue porque sus habitantes se
dedicaban a los oficios, especialmente, manuales. Sobre este punto Solón “orientó a los
ciudadanos hacia los oficios y dictó una ley por la que el hijo no tenía obligación de
cuidar a su padre si éste no le había enseñado un oficio.”37 Por ende, los padres tenían
la obligación de transmitir la enseñanza de su práctica a sus hijos, con el fin de poder
cobrarle a sus, una vez mayores, que los cuidaran.

Tras el examen de algunas de las leyes de Solón vemos a una Atenas que empieza
a deshacerse de todo malo que los antiguos políticos heredaron e inicia un camino para
establecer los cimientos que en un futuro la harían no solo grande, sino la ciudad más
importante de la civilización helena, siendo Pericles el encargado de colocarle el broche
de oro a un estado que hizo de todo por ser el mejor.

Coalición y desmembración griega en el periodo de ‹‹Entre Guerras›.

Mapa 1: Situación política de Grecia durante el siglo V a.C y la conformación de las Ligas de Delos y
Delfos.

36
Ibid.; 20, 2-4.
37
Ibid.; 22.

18
En el mapa anterior podemos apreciar cómo se conformaron las Ligas -político
militares- que protagonizarían los grandes enfrentamientos que afectaron para siempre,
tanto en los aspectos demográficos, políticos, diplomáticos y sociales de la civilización
griega.

La primera guerra que nos ocupa, son las Guerras Médicas que se desarrollaron
durante el primer tercio del V a.C, y que vieron enfrentarse a una potencia como lo era el
Imperio persa frente a un conjunto de ciudades autónomas griegas que intentaron unirse
en una sola nación para derrotar a un gigante como era el Imperio dominado en una
primera instancia por el Rey Darío I y posteriormente por el hijo de este Jerjes. Pues, y
tal como lo señala el historiador Hermann Bengtson, “el gran peligro persa encendió,
por primera vez en la historia griega, la llama de la conciencia de la unidad helénica.”38

A pesar de no conformar una nación como tal, cada polis griega luchó contra los
persas en un intento por evitar perder lo más valioso que tenían: la libertad, pues “el
mundo griego es antes que nada un mundo que garantiza la libertad espiritual de los
hombres,”39 pero esta libertad no era para todos pues “el esclavo está enteramente
privado de la facultad de deliberar; la mujer la posee, pero débil e ineficaz; el niño la
posee también, pero débil e imperfecta.”40 En este punto nos encontramos con un
derecho exclusivo de los varones, específicamente de los que detentaban la calidad de
ciudadanos y ningún hombre griego que se enorgulleciera de serlo, dejaría que unos
extranjeros, como los persas, trastocaran su tesoro más preciado.

Pero a pesar de las ventajas técnicas y numéricas, los griegos supieron demostrar
que estaban dispuestos a todo por su libertad, lo cual los llevó a la victoria. Quizás el
mayor artífice de la hazaña griega fue Temístocles, el cual no solo lideró a los atenienses,
sino que tomó el mando por parte de todos los griegos, ya que en un gran esfuerzo de su
parte ‘‘logró poner de acuerdo a las ciudades entre sí, convenciéndolas de que aplazaran
sus rencillas durante la guerra. ’’41 Este hecho fue muy importante puesto que, al ser
cada polis autónoma una de otra, tenían sus propios problemas, tanto internos como con
otras ciudades, lo que dificultaba una defensa contra cualquier enemigo, más aún si este
enemigo era el imperio más poderoso de entonces.

No obstante, toda esta situación, Grecia supo demostrar, tanto a los persas como
a sí mismos, que siempre y cuando se mantuvieran unidos, eran capaces de todo, incluso
de dominar y acabar con un enemigo que venía arrasando con todo a su paso.

Durante esta guerra, toda la dinámica social griega se vio trastocada, pues tal como
lo narra Tucídides, tanto hombres, mujeres y niños42 se vieron involucrados en la
construcción de murallas de protección contra los persas, algo hasta entonces nunca visto,

38
Bengtson, Hermann; Op. Cit; p. 126.
39
Buono-Core Varas, Raúl; El sentido de la libertad en Atenas y Esparta; Revista Limes; N° 14-15; Año
2002-2003; Centro de estudios clásicos Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.
40
Aristóteles; Política; Libro I, V, 6.
41
Plutarco, Temístocles; 6, 5.
42
Véase Tucídides; Historia del Peloponeso Libro I-II.

19
pues ni las mujeres ni los niños pertenecían o interactuaban con los asuntos políticos y
militares de la ciudad, pero ante una situación de peligro como esta, más si consideramos
que los griegos estaban contra el tiempo, se recurrió y se emplearon todas las fuerzas
disponibles.

Asimismo, esta guerra significó un gran cambio en la dinámica social, ya que la


cantidad de muertos fue muy elevada, con lo cual muchas mujeres quedaron viudas, y
muchos niños quedaron huérfanos, por ende toda Grecia, debió enfrentar un proceso de
adaptación a esta nueva situación, que si bien tuvo un resultado victorioso para los helenos
en el plano militar, tuvo consecuencias inesperadas, pues muchos eran pesimistas y creían
que si no ganaban, se transformarían en esclavos de los persas, algo que nadie quería ni
deseaba, y si esto llegaba a pasar muchos habrían preferido morir a transformarse en
esclavos.

Si bien la guerra contra los persas unió a Grecia, esta unión no duró mucho tiempo,
pues otro conflicto, ahora de carácter interno, remecería la reciente paz alcanzada por los
griegos. Este conflicto es la Guerra del Peloponeso y que vio enfrentadas a sus dos
máximos exponentes, Atenas y Esparta, y que desarrolló durante gran parte del siglo V
a.C, viendo su máxima explosión el último tercio de dicho siglo.

Esta guerra parte, en gran medida, por el tremendo e “histórico dualismo ático-
espartano, así como en la oposición de los principios de política interna representados
por los dos Estados dirigentes.”43 Es decir, esta guerra se inicia por la creciente rivalidad
entre Atenas y Esparta, las cuales deseaban demostrar que eran las más fuertes y las que
poseían, a su vez, un mejor sistema político y social para propagar por el resto de Grecia.

Más que referirnos a esta guerra desde el plano militar, lo haremos desde las
oposiciones que ambas polis enfrentaban. Atenas, democrática de por sí, se enfrentaba
ante un estado que aún mantenía un sistema de castas que se veía representado por la
diarquía que mantenía a Esparta entre dos familias que se disputaban las decisiones de la
polis.

Por otro lado, también tenemos una disputa en el plano de las alianzas, pues tal
como muestra el Mapa 1, Esparta tenía una Liga de Delfos más compacta a nivel
territorial, por ende resultaba más fácil reunirse para preparar una guerra, en cambio
Atenas con la Liga de Delos tenía más problemas, pues si bien esta era más numerosa,
estaba demasiado diseminada por Grecia, lo cual les podría haber traído grandes
problemas si no se contaba con el transporte y comunicación adecuada para mantener
contactadas a las polis que formaban esta gran Liga.

Pero también esta guerra, era para demostrar que polis era la más fuerte, luego de
una guerra que había sacudido a toda Grecia, por ende, buscaban demostrarle al resto de
las polis, que tanto, Atenas como Esparta eran las grandes gestoras del triunfo ante los

43
Bengtson, Hermann; Op. Cit; p. 160.

20
persas, lo que al final ayudaría para que las polis que aún no se unían a alguna alianza o
estaban indecisas de su decisión, se cambiaran de Liga, inclinando la balanza para un lado
u otro.

Sin embargo, esta guerra no sirvió para los fines que ambas ciudades tenían, pues
este enfrentamiento trajo consigo, el inicio del fin para la grandeza de Grecia, pues con
el fin de ella, y el triunfo espartano, se dio comienzo a la decadencia de la civilización ,
ya que Esparta, como mencionamos anteriormente, era bastante mediocre en comparación
con Atenas, la cual la superaba en varios aspectos trascendentales para hacer de Grecia
una civilización fuerte, pues los atenienses dominaban el arte de la política, del arte, de la
filosofía, entre otras que habían transformado a la cultura helena en una de las más
importantes del mundo hasta ese momento conocido, y la más relevante del mundo actual,
pues fue gracias a Grecia, que el mundo moderno pudo tener bases sólidas, especialmente
en política.

Esta guerra, fue todavía más cruenta debido a la peste que la acompañó, causando
cientos de muertes, entre ellas la muerte de Pericles en el año 429 a.C. A su vez, extensas
áreas dedicadas a las labores agrícolas se vieron afectadas, acrecentando las muertes y el
hambre en la Hélade. De esta forma, vemos que la última parte del siglo V a.C, estuvo
marcada por una guerra que enfrentó a las principales ciudades griegas, como también
por la peste, que dejó a Grecia bañada de sangre, que en muchos casos era inocente.

21
CAPITULO 1: Entre la misoginia y el amor: La Grecia Antigua y su concepción
de la mujer ideal.

Como mencionamos en la introducción, siempre existieron mujeres protagonistas


de la Historia, no obstante, estas siempre fueron unas pocas excepciones, lo que nos
demuestra que los lugares de poder no eran un derecho o privilegio femenino, sino más
bien, un lugar exclusivamente masculino, y si una mujer llegaba accedía al poder, era,
principalmente, porque pertenecía a una familia que ya ostentaba el poder, por ende, no
era un logro, sino una mera consecuencia de su origen.

En la Grecia Antigua, para la mujer era algo habitual estar alejada de los cargos
públicos relacionados con el aspecto político, puesto que a través de los mitos sobre el
origen del mundo44, se propagaba la idea de que la mujer debía ser domada por los
hombres pues esta era un ser irracional y caótico, incapaz de comportarse por sí misma
lo cual la transformaba en un animal que no tenía cabida en la vida política de las polis.
Este tipo de creencias se veían plasmadas en las regulaciones de cada una de las polis,
pues en ellas se refleja el pensamiento y visión que la sociedad tenían sobre las mujeres.
En estas regulaciones la mujer tenía más obligaciones que derechos, haciendo que esta
no poseyera la condición de ciudadano, algo que era exclusivo de los hombres, de esta
forma, la mujer quedaba relegada a una condición inferior tanto social como
políticamente.

Esta exclusión, con el correr de los años, ha generado un intenso debate


historiográfico, pues existe la visión que estas diferencias hacia la mujer eran parte de las
creencias mitológicas, haciendo de la omisión algo normal en la civilización griega. Otros
la sitúan como una forma de violencia hacia la mujer, haciendo que este dominio que el
hombre ejercía en la mujer sea visto como uno de los aspectos más reprochables entre
todas las costumbres y tradiciones que nos legaron. Empero, y teniendo en cuenta este
último aspecto, algunos autores45 señalan que fue “gracias” a Grecia que la mujer ha sido
históricamente relegada y ocultada, pero que, además, esta civilización no solo fue la cuna
cultural de occidente, sino que también lo fue de la creciente misoginia hacia la mujer.

Si bien creemos que en Grecia el sistema patriarcal influyó en demasía en el


destino de la mujer, confinándola a las labores del hogar del cual era mejor no salir, y a
la reproducción, algunas mujeres lograron destacar, pero nunca dejaron de ser casos
excepcionales, pues el camino que debían recorrer era largo y muchas veces tortuoso, más
cuando, durante los siglos VI a.C, y V a.C, esta civilización vivió dos conflictos bélicos
diferentes que primero la unieron como nación y luego la vieron dividida, peleándose el
poder entre las dos polis más fuertes.46 Esta situación posicionó, todavía más a la mujer

44
Estos mitos los encontramos en las obras de Hesíodo, principalmente en La Teogonía.
45
La Historiografía, específicamente desde la segunda mitad del siglo XX, se ha preocupado de la cuestión
política de la mujer griega. Sobre este ámbito, vemos a historiadoras como Michelle Perrot que, en varias
de sus obras, como Mi historia de las Mujeres o Mujeres en la ciudad ejemplifica que la exclusión de la
mujer parte en la antigua civilización griega y que desde ahí se fue propagando por el mundo.
46
Los dos conflictos a los hacemos mención son las Guerras Medicas donde los griegos enfrentaron al
imperio persa, el segundo de ellos fue la Guerra del Peloponeso, en donde Atenas y Esparta buscaban

22
como una “incubadora” pues estas guerras traían consigo la necesidad de nuevos
guerreros que abastecieran y defendieran a sus polis.

Es por esa situación de inferioridad femenina que comprendemos que la antigua


civilización griega se ajusta a los parámetros de un sistema patriarcal, por ende, y
entendiendo la dinámica social de Grecia es que no creemos en las hipótesis planteadas
por Bachofen y otros autores en el siglo XIX sean válidas.47 Además, la hipótesis de un
sistema matriarcal ha sido desechada y sustituida por la idea de derecho materno48que
explicaría de mejor manera las escasas atribuciones de las mujeres en Grecia.

A pesar de que ya en la introducción abordamos el concepto de misoginia,


creemos necesario simplificar lo que se entenderá por tal, pues debemos tener en cuenta
tanto el contexto pasado como actual, y, por ende, acotar los alcances de este. Para la
RAE este concepto tiene solo una acepción y es “la aversión hacia las mujeres.”49 Si nos
guiamos por esta definición, hemos de considerar que se entiende por aversión, de ahí
surgen distintos sentimientos como la rabia, el odio, rencor, resentimiento e incluso fobia,
entre otros tantos conceptos que nos muestran las pasiones más oscuras que los hombres
podían llegar a sentir. Pero a pesar de esto, es nuestra obligación acotar el significado de
misoginia pues debemos tener en cuenta que asimilarlo a lo que actualmente significa
solo se prestaría para confusiones, ya que en la antigüedad varias de las practicas que
actualmente se desarrollan y son asociadas a la misoginia, eran consideradas habituales,
sobre todo si se daban dentro del oikos. Es por ello, que la exclusión política que padeció
la mujer griega sí la consideraremos como una práctica misógina, pues esta era una de las
tantas omisiones y restricciones que la mujer padecía.

Para lograr entender el pensamiento griego sobre las mujeres debemos


remontarnos hasta los primeros registros escritos que poseemos sobre esta civilización.
Es por eso por lo que en este capítulo nos dedicaremos a examinar a los principales autores
griegos, y así entender – o al menos intentarlo- el pensamiento de estos sobre la mujer en
un ambiente patriarcal.

consolidarse como la ciudad más poderosa de la Hélade, y para ello, se aliaron con otras polis, dejando a
Grecia nuevamente fragmentada.
47
J.J. Bachofen fue uno de los primeros que postulo esta idea, en su obra El matriarcado. Una investigación
sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica, en la cual plantea que
en diferentes civilizaciones antiguas se experimentó un matriarcado, es decir, lugares donde las mujeres,
no solo gobernaban, sino que también, poseían mayores derechos que el resto de la población.
48
Eva Cantarella es una de las historiadoras que refuta los planteamientos de Bachofen en su libro La
calamidad ambigua y señala que ciertas civilizaciones, solo poseían un derecho de sucesión materno, pero
que ninguna fue dominada y/o gobernada por mujeres.
49
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española; http://dle.rae.es/?id=PP4dmnK consultado: 17-
07-2018.

23
1.1 De los “padres” fundadores a Semónides de Amorgos.

Uno de los primeros registros que nos sirven para comprobar la inferioridad en
que se hallaba la mujer griega, son las obras de Hesíodo. Este poeta griego, en cada uno
de sus poemas, especialmente en El Escudo50, se refiere a las mujeres, incluyendo a las
diosas, no por sus capacidades y virtudes, sino por su parentesco familiar masculino más
cercano. Un ejemplo de ello es lo que sucede con Atenea, una de las principales diosas
del Olimpo, la cual en la obra de Hesíodo es constantemente nombrada como “la hija de”
lo que nos demuestra que, para este autor, la validez de la mujer depende de sus vínculos
y relaciones familiares y no de sus capacidades, siendo más grave aún, cuando se refiere
a una diosa, la cual se destaca, incluso, por sobre muchos de los otros dioses del Olimpo.

Visto desde la actualidad, fue Hesíodo uno de los principales artífices del sesgo
hacia la mujer, pues sus obras eran la base de la sociedad griega, la cual cimentaba sus
orígenes en los mitos que trasmitían las obras de este poeta. Una de las principales obras
que tratan este tema, es La misoginia en Grecia de Mercedes Madrid, quien hace
referencia a los planteamientos de M.B. Arthur quien señala que “el distinto tratamiento
que reciben los personajes masculinos y femeninos, ya que, mientras los primeros están
tratados según el modo metafórico (por identificación, la similitud y la condensación),
los segundos lo están según el método metonímico (por el desplazamiento y la
sinécdoque).51 Además de esto, se establece que durante la narración que hace Hesíodo
sobre el origen del mundo

“cada divinidad masculina asimila las características de su predecesora


conforme la reemplaza en la lucha familiar, mientras que las divinidades femeninas son
desplazadas de su posición de dominio, al mismo tiempo que sus características son
distribuidas entre las diosas del orden olímpico y las tribus de mujeres que descienden
de Pandora. 52

Esto último es de suma importancia, puesto que desde la figura de Pandora se


asocia a las mujeres como el peor mal que los dioses pudieron crear, ya que a esta figura
mítica se le acusa de desatar el caos en el mundo y de esta manera “asociar a las mujeres
a las fuerzas y elementos de la naturaleza -aparte de la tierra- y el mundo salvaje en
general.53 Es más, desde los estudios sobre la literatura griega, uno de las más importantes
analistas de este tema como lo es Lesky, afirma que en la obra de Hesíodo podemos
encontrar una constante critica a las mujeres lo que se ve confirmado en el mito de
Pandora.54

Además de estos ejemplos, en otra obra de Hesíodo como lo es Trabajos y los


días, nos encontramos con un consejo, que, en la actualidad, nos resulta bastante raro. En

50
Hesíodo; El Escudo; 5-480.
51
Madrid, Mercedes; La misoginia en Grecia; Ediciones Cátedra; Madrid; 1999; p. 25.
52
Loc. Cit
53
Mirón, María Dolores; Las mujeres, la tierra y los animales: naturaleza femenina y cultura política en
Grecia antigua; En: Florentia Iliberritana; 2000; p. 157.
54
Cf. Lesky, Albin; Historia de la literatura griega; Gredos; Madrid; 1989; p. 139.

24
él, Hesíodo plantea que la primera misión de un hombre -labrador- es “en primer lugar
procúrate casa, mujer y buey de labor [-la mujer comprada, no desposada, para que
también vaya detrás de las bueyes-].55 Al leer esta cita, lo primero que se nos viene a la
cabeza es que Hesíodo no recomienda el matrimonio tradicional, sino más bien la compra
de una mujer para que realice las tareas que el hombre le pida, lo cual es un claro signo
de la poca consideración hacia la mujer, pues al ser comprada esta se transforma en un
objeto, dejando su calidad humana atrás.

Pero Hesíodo no es el único que incide en el trato hacia las mujeres, pues Homero
a través de sus obras también nos legó ejemplos de cómo la mujer era menospreciada e
insultada. Un claro ejemplo de ello, lo observamos en La Odisea donde la superioridad
moral y social de los hombres queda en evidencia gracias a Telémaco, siendo este la viva
demostración del influjo de los hombres por sobre las mujeres, pues cuando ve a su madre
este no duda en señalarle “más tú vete a tus salas de nuevo y atiende a tus propias labores,
al telar y a la rueca, y ordena, asimismo, a tus siervas aplicarse al trabajo; el hablar les
compete a los hombres y entre todos a mí, porque tengo el poder en la casa.”56 A través
de esta cita, nos damos cuenta de la lógica que imperaba en la sociedad griega, la cual se
destacó por minimizar el papel de la mujer, haciéndola dependiente de sus padres,
maridos e hijos, siendo estos las figuras a las cuales las mujeres debían respetar y venerar,
pues estos eran los que estaban a cargo del destino de estas. Por otro lado, esta escena nos
deja que una de las misiones del hombre griego era “aprender a controlar el discurso
público y a silenciar a las hembras de su especie.”57

A su vez en la anterior cita de La Odisea de Homero, vemos no solo el poder que


ejercen los hombres respecto a las mujeres, sino que además, vemos lo que sería uno de
los ideales de mujer griega, pues Penélope, a quien va dirigida la orden de Telémaco,
acata la orden de su hijo sin reclamar o poner resistencia, por lo tanto cumplía con el
estereotipo de mujer obediente y sumisa, lo cual era un requisito indispensable para ser
considerada como una buena esposa, que finalmente era la “misión” para la cual nacía la
mujer, es decir, su destino era convertirse en una buena esposa, ese debía ser su único
destino.

Si bien estos dos poetas griegos fueron los iniciadores, tanto de una forma de
escritura como también de una tradición donde las mujeres no eran el centro de la historia
mostrándolas como seres dóciles que debían someterse a las órdenes de sus kyrios,
existieron otros que siguieron y profundizaron este tipo de escritos. Llegando al siglo VI
a. C58, nos encontramos con Semonides de Amorgos, autor de una de las obras más
misóginas de la antigüedad, en la que demuestra su poco amor y tolerancia hacia las
mujeres, con ello hacemos referencia al Yambo de las mujeres o también conocido como
Catálogo de mujeres. En él, Semonides clasifica a las mujeres según las virtudes y

55
Hesíodo; Trabajos y los días; 405.
56
Homero; La Odisea; 355-360
57
Beard, Mary; Op. Cit; p. 16
58
Existe un consenso de que el siglo en que vivió Semónides de Amorgos fue el siglo VI a.C, aunque
existe una hipótesis de que este escritor vivió durante el siglo VII a.C.

25
defectos de los animales y algunas fuerzas de la naturaleza. Bajo estas comparaciones,
especialmente con los elementos de la naturaleza Semonides intenta hacer “una
asimilación a lo no civilizado que es, en definitiva, como era considerada la mujer: un
ser no civilizado, como los esclavos.”59 Esta obra del de Amorgos estaría “basada en el
principio de Hesíodo que la creación de la mujer fue obra de Zeus.”60 Esta idea queda
demostrada hacia el final de su obra y que más adelante veremos.

Es en esta clasificación que Semonides demuestra el lado más oscuro de la


sociedad griega y en especial la sesgada y retrograda visión que compartían los hombres
sobre el género femenino. Una de las primeras comparaciones que este autor realiza es
con una cerda, sobre este tipo de mujeres Semonides dice

Diverso crearon los dioses de la mujer el talante


En un principio. A una la sacaron de la cerda de crecido pelaje
Esta tiene por su casa todo sucio de barro,
En desorden y rodando por tierra,
Mientras ella, sin bañarse, con sucios vestidos,
Entre basuras sentada, engorda.61

Este modelo de mujer era una de las menos recomendadas para que un matrimonio
resultara fructífero y feliz, pues según el propio Semonides “ningún botín obtiene el
hombre mejor que una mujer buena, ni más espeluznante que una mala.”62 Pero
Semónides no se queda ahí, pues más adelante comenta cual era la mujer más malvada,
es en esta categoría que encontramos a la perra, de esta el yambógrafo señala

Hicieron a otra de una perra, malvada, la maternidad en persona,


Es aquella que todo quiere oírlo y verlo
Y que, con los ojos bien abiertos, va errabunda por doquier
Ladrando, aunque no vea a ser humano alguno.
Ni con amenazas podría hacerla callar un hombre,
Ni, aunque, encolerizado, le arrancara con una piedra
Los dientes o bien le hablara con dulzura,
Ni siquiera, aunque se halle sentada junto a los huéspedes;
Por el contrario, mantiene sin cesar incontenible griterío.63

Según esta descripción, Semonides de Amorgos muestra una versión de la mujer


que la aleja del ideal y que, por ende, su destino se verá en serios problemas, pues este
comportamiento evitaría que los hombres se acerquen a ella con buenas intenciones. Este
autor también advierte a los hombres que existe la mujer burra, la cual “acepta por igual

59
Barrio Marcén, Celia; Aspasia de Mileto: ¿una mujer libre en la Grecia clásica?; En: Anuario del Centro
de la Universidad Nacional de la Educación a Distancia en Calatayud; N.º 21; 2015; p. 59.
60
Brasete, María Fernanda; La crítica de las mujeres en el Fr. 7 de Semónides de Amorgos; En: Semonides
de Amorgos. De las mujeres; p 4.
61
Yambógrafos griegos; Semónides; 7; 1-6
62
Ibid.; 6.
63
Ibid.; 10-20.

26
como compañero a cualquiera que llegue en busca del quehacer de Afrodita.”64 Es decir,
este último tipo de mujer solo busca el placer mediante el sexo, no le interesan otros
aspectos, por lo tanto, tampoco es recomendable para un buen matrimonio.

Pero donde Semonides demuestra los mayores prejuicios es con la mujer


comadreja, de ella señala

Nefanda raza lamentable,


Pues no posee un solo don bello ni ansiable ni grato ni deseable.
Enloquecida busca la unión amorosa,
Pero el hombre que se acerca nauseas provoca.65

Según la descripción que nos entrega Semonides, podemos concluir que esta era
la menos precisa como elección para una relación seria y más para un matrimonio, pues
además de que la mujer debía cumplir con ciertas características como dueña del hogar,
igualmente esta debía cumplir con ciertos cánones de belleza, los cuales eran
imprescindibles en la antigua Grecia para tener un mejor pasar. No obstante, las mujeres
debían cuidar los excesos de maquillaje, pues el exceso de adornos pues si bien es un
“hermoso espectáculo es en verdad una mujer así para los demás, pero para su marido
se convierte en una desgracia.”66

Por el momento solo hemos visto los peores tipos de mujeres que Semonides
califica en este Yambo, pero a pesar de esto, existe solo un ejemplo de ideal, y este lo
asume la mujer-abeja. Este tipo de mujer es la que reúne todo lo bueno que un hombre
desea para efectos de un matrimonio exitoso y lleno de dichas, ya que esta, en palabras
de esta yambógrafo griego

Es la única que no deja posarse sobre sí el reproche.


Por obra suya florece y medra la hacienda.
Amorosa envejece con su amante esposo,
engendrado hermosa y renombrada prole;
se distingue entre las mujeres
todas y divina gracia la rodea.67

Hasta ahora, la mujer-abeja es la perfecta mitad para un hombre que desea ser
feliz, pero que además desea sacar el máximo provecho a sus bienes, puesto que estos
traerán estabilidad al hogar, como también las riquezas que le aseguraran un mejor futuro.
A ello, Semonides añade que otra característica que hace perfecta a esta mujer, y que es
que no se mezcla con los otros malos tipos de mujeres, pues su buen sentido impide que
comparta asiento con ellas, de esta forma, la mujer-abeja, se convierte en el sueño de un
hombre, más aún si este es un ciudadano prestigioso, pues solo con ella, su prestigio y

64
Ibid.; 45-50.
65
Ibid..; 50-55.
66
Ibid.; 65-70.
67
Ibid.; 80-90.

27
fama aumentaran. En la imagen 1, podemos ver como la mujer se dedica al cuidado de
sus hijos, algo que para Semonides era fundamental al momento de establecer a la mujer
“perfecta”.

Imagen 1: Hydria o Jarrón para el agua


que nos muestra una escena familiar
entre los años 440 a 430 a.C.

Pero a pesar de los elogios que destina a esta mujer, Semonides no cambia de
opinión sobre la población femenina, pues sostiene que “el mayor mal que creó Zeus fue
éste: las mujeres.”68 Si bien, para él, existe la mujer ideal, el hombre siempre vivirá en
desgracia con una mujer, ya que en palabras del nacido en Samos

pues donde hay una mujer, ni siquiera acogerían


en esa casa con amabilidad a un huésped cuando viene.
Aquella que parece tener más cordura,
viene a ser la que mayores afrentas provoca.69

Hemos analizado el discurso de poetas y escritores de la época arcaica de Grecia.


Si bien, nuestro trabajo se centrara entre los siglos V a.C y IV a.C, nos parece fundamental
entender desde donde viene la idea de inferioridad de las mujeres, ya que esta tenía que
tener sus orígenes en la primitiva tradición griega, lo cual confirmamos, pues los trabajos
de estos notables griegos fueron una gran influencia para el desarrollo de esta civilización,
la cual si bien brilló en algunos aspectos, en otros, quedó más bien al debe, más si
hablamos del trato hacia las mujeres.

Luego del análisis de estos, vemos que la mujer ideal, es aquella que se queda
lejos del desarrollo de la polis y de la sociedad, de aquellas que viven alejadas de otros
hombres, pues no se deben dejar ver por otros, las que no se inmiscuyen en asuntos
políticos que solo son asuntos de sus maridos, más si estos ostentan la calidad de
ciudadanos, pues “la mujer, cuya vida debería centrarse, en el siglo VII a.C., en las
actividades domésticas y en las relaciones familiares que preservaban la prosperidad del

68
Ibid.; 95.
69
Ibid.; 105-110.

28
oikos.”70 Si bien esta idea era propia del periodo arcaico, se mantuvo incólume durante
toda la historia de Grecia como nación y/o civilización independiente. 71

1.2 La devoción como muestra de amor.

Llegando ya el periodo clásico nos encontramos con Eurípides, el cual con su obra
Alcestis nos muestra una parte de la posición en que se encontraba la mujer griega en
donde esta era capaz de todo por conservar la armonía del hogar. En esta composición,
Eurípides nos muestra la sumisión a la cual la mujer era capaz de llegar por su marido y
cuál era la situación que experimentaba un hombre viudo. La protagonista, Alcestis, se
sacrifica por el bien familiar, ya que Admeto, su esposo, que estaba a punto de morir, les
pidió a las diosas del Destino que buscaran a otra persona que quisiera morir de manera
voluntaria, y así este pudiese continuar con su vida. La sorpresa para él se produjo al ver
que fue su esposa la que se ofreció para dicho “intercambio”, y no sus padres de quien se
esperaba que accedieran y se sacrificaran por su hijo, puesto que “aceptar la muerte en
lugar de otro es el sacrificio absoluto, pero no es tan extraño para los padres y
especialmente para la madre según la concepción establecida acerca de la entrega total
de aquella al hijo.”72 A pesar de lo normal que era que las madres se sacrificaran por sus
hijos, en esta historia, vemos que la esposa del protagonista es quien se ofrece para morir,
demostrando así el nivel de sumisión y devoción existente en ese matrimonio.

Eurípides, menciona este hecho de la siguiente manera

Un santo como yo vino a topar con un hombre santo, el hijo de Feres, a quien
salvé de morir, engañando a las diosas del Destino. Ellas me permitieron que Admeto
escapase, por el momento, de Hades, si entregaba a cambio otro cadáver a los de abajo.
Ha ido sondeando, uno a uno, a todos los suyos, a su padre y a la anciana madre que lo
trajo al mundo, y a nadie encontró, excepto a su mujer, que quisiera dejar de contemplar
ya la luz del sol, muriendo en su lugar. 73

La traición que encontró Admeto en las figuras de sus padres, llevo a Alcestis a
sacrificar su vida para que su marido siguiera viendo la añorada luz del sol, pues su deseo
era “¡que podáis, hijos míos, seguir viendo felices esta luz!”74 pero es la misma Alcestis
la que le explica a su marido la razón de tomar esta radical decisión y esta se basa en el
vínculo de amor que los une “muerta tú, yo ya no podría vivir. En tus manos está nuestra
vida y nuestra muerte, pues respetamos el alzo de amor que contigo nos une.”75 Esto
último, nos deja claro cuál era la percepción que tenían las mujeres sobre el matrimonio,

70
Brasete, María Fernanda; Op. Cit; p. 12.
71
Cuando hacemos referencia a que era una nación independiente, lo hacemos bajo la lógica que aun resistía
los intentos de invasión de otras culturas que intentaron conquistarla por sus magníficos tesoros y poder.
72
González Galván, María Gloria; El lado oscuro de la maternidad en la literatura griega; En: Revista de
Filología; N° 25; 2007; pp. 271-275
73
Eurípides; Tragedias I; Alcestis; 10-20.
74
Ibid.; 270-275.
75
Ibid.; 275-280

29
que en el caso de Alcestis se terminaría cuando su marido desapareciera, pero que,
además, traería solo desgracias y penas, para las cuales no estaba preparada, y por ello,
para no enfrentar dicha pena y desconsuelo, prefería morir en lugar de su marido.

Imagen 2: Trozo de Jarrón que representa el día después de la boda de Alcestis. 430-420 a.C. En ella se
puede ver como las mujeres atienden a Alcestis, lo cual se muestra como una señal de camaradería, pero
también puede plantearse como un momento de enseñanza sobre sus futuras labores en el oikos.

Pero antes de su muerte, Alcestis le pide a Admeto que cumpla con algunas
condiciones para mantener la calma y la concordia dentro del hogar. Así, es que Alcestis
le sugiere a su marido lo siguiente

Quiero referirte, antes de morir, lo que deseo. Yo te he honrado y he cambiado


mi vida por la tuya, para que puedas ver la luz. Muero por ti, aunque me habría sido
posible no hacerlo, y haber encontrado en los Tesalios el esposo que hubiera querido y
habitar una prospera mansión real. […] tú y yo podríamos haber vivido el resto de
nuestros días y no gemirías al verte privado de tu esposa, ni tendrías que cuidar a tus
hijos huérfanos. Tú ahora mantén en el recuerdo la gratitud que me debes por ello. […]
soporta que ellos (sus hijos) sean los amos en la casa y no des una madrastra a estos
hijos, volviéndote a casar, la cual, siendo una mujer peor que yo, por envidia, se atrevería
a poner la mano encima de estos hijos tuyos y míos.”76

Tras esta cita que devela la grandeza espiritual de Alcestis, vemos que ella había
pensado en todas las opciones que una supuesta muerte de su esposo habría ocasionado
en su vida, e incluso ya tenía planificado que hacer si ella moría primero. Es este último
punto, donde haremos una detención. Alcestis le pide a su esposo que no vuelva a contraer
matrimonio, pues la nueva esposa sería “peor que ella.” Esto debemos entenderlo desde
el punto de vista que la mujer durante el matrimonio mejora sus condiciones educativas
y de ama de casa, pues el marido tenía como labor, seguir con la educación que los padres
habían dejado inconclusa debido al matrimonio; entonces, luego de estas enseñanzas
entregadas por su cónyuge, esta debía mejorar y acercarse a la esposa perfecta que la
tradición griega señalaba, y que anteriormente mencionamos como mujer-abeja.

76
Ibid.; 280-310

30
Pero, además, esta hace mención de que era un peligro para sus hijos traer a una
“suplente” ya que se corría el riesgo de que esta fuera mala y tuviera actitudes poco
acordes con ellos, lo cual significaría para sus hijos malas experiencias y por otro, avivaría
el recuerdo por su madre muerta, algo que Alcestis quería evitar, pues el recordar en
exceso a su madre podría traerles más tristezas que alegrías; pero también nos señala que
ella no quería correr el riesgo que su recuerdo fuera borrado por otra mujer.

Si bien Alcestis se sacrifica por su marido y su familia, esta tiene claro cuál era su
papel y valor para la familia que formaba con Admeto, pues como despedida pronuncia
las siguientes palabras “tú, esposo mío, puedes ufanarte de haber tenido la mejor esposa
y vosotros, hijos, de haber nacido de una madre semejante.”77 Como nos demuestra
Alcestis, las mujeres griegas, luego de casarse, se transformaban en devotas de sus
maridos e hijos, lo cual para muchas significaba la conversión de mujer a mártir,
permitiendo ello, dejar huellas imborrables para sus familias y legarnos a nosotros,
historias excepcionales de amor y sacrificio.

Si en Eurípides vemos los sacrificios que las esposas eran capaces de hacer por
sus maridos, Jenofonte en su obra El económico nos muestra y enseña cuales son las
labores que toda buena esposa debe realizar para ser bien considerada por su marido,
generando que este sienta confianza en su mujer y sea capaz de delegarle algunas tareas,
específicamente las vinculadas con el manejo y control del oikos.

En El económico Jenofonte expone una conversación entre Sócrates y Critobulo,


los cuales discuten sobre como el hombre puede acrecentar sus riquezas, siendo el
primero de ellos, el que aconseja al segundo para que consiga sus propósitos. Así, es como
Sócrates comienza a mencionar diversos ejemplos de buenas gestiones, y en donde la
mujer juega un papel muy importante para los planes que su marido sugiere para
acrecentar su patrimonio.

Una de las primeras enseñanzas que plantea Sócrates es que

“Si la mujer es buena colaboradora en la hacienda, contribuye tanto como el


marido a su prosperidad. El dinero entra en general en la casa gracias al trabajo del
hombre, pero se gasta la mayoría de las veces mediante la administración de la mujer.
Si esta administración es buena, la hacienda aumenta, si es mala, la hacienda se
arruina.”78

Tal como nos expone Jenofonte las palabras de Sócrates, las mujeres si jugaban
un papel importante en el funcionamiento y desarrollo familiar, pues a pesar de que no
eran consideradas iguales a los hombres, estas debían preocuparse de que todo funcionara
a la perfección en el hogar, ya que, de esta forma, aliviaban la carga que sostenía el
hombre. Un ejemplo de ello era el caso de la pareja compuesta por Iscómaco y su mujer,
la que apenas era una adolescente al momento de celebrarse su boda, y que, por ende,

77
Ibid.; 325
78
Jenofonte; El Económico; III, 15-16

31
había muchas cosas que aún no aprendía. Sócrates, le manifiesta a Iscómaco su
curiosidad sobre si su mujer ya venía con las enseñanzas desde su hogar o si él debió
hacerse el tiempo para enseñarle a su esposa lo necesario para su nueva labor, a lo cual
Iscómaco responde que “¿Y qué podía saber cuándo la recibí por esposa, si cuando vino
a mi casa aún no había cumplido los quince años y antes vivió sometida a una gran
vigilancia, para que viera, oyera y preguntara lo menos posible?”79 Esta cita nos ayuda
a clarificar algunos aspectos que posiblemente podían generar algunas interrogantes.

La primera de ellas, es que la educación de las mujeres era deficiente al lado de la


que recibían los hombres, pues es el marido quien debe terminar por instruir a su esposa
para que no cometiera errores en la administración del oikos; y por otro lado, se nos
confirma que las mujeres, desde niñas, eran alejadas de la sociedad, alejadas para no
mezclarse con el resto de la población, especialmente con los hombres, pues al ser estas
herederas del mundo salvaje “las mujeres debían ser capturadas y domesticadas para
integrarlas en la sociedad civilizada,”80 es bajo esta razón que las mujeres desde su
nacimiento tenían que permanecer encerradas, pues si no lo hacían, se corría el riesgo de
que estas cometieran alguna imprudencia, propia de los seres salvajes.

Pero volviendo a la historia que nos relata Jenofonte, Iscómaco fue un hombre con
suerte, pues su mujer se manifestó dispuesta a aprender de él todo lo que la ayudara a
crecer y ser mejor para el hogar, y así lo hace saber Iscómaco pues “me hizo muchas
promesas poniendo por testigos a los dioses, de que llegaría a ser como es debido, y era
evidente que no iba a desinteresarse de las enseñanzas que recibiera.”81 De esta manera,
y tras las lecciones aprendidas de su esposo, las mujeres van moldeándose en una esposa
perfecta, hasta alcanzar el máximo nivel que con anterioridad Semónides de Amorgos
señalara como la culminación de la esposa ideal, es decir, ser la mujer-abeja. Para ello la
mujer de Iscómaco82 debía saber dónde estaban sus esclavos, los utensilios, las
mercaderías, es decir, debía conocer donde se encontraba cada cosa y llevar la cuenta,
pues de esta manera, llevaría un control exhaustivo de lo que entraba y salía del oikos.

Como ultima acotación respecto a Jenofonte, debemos mencionar la continuidad


que hace de la clasificación postulada por Semonides de Amorgos un par de siglos antes,
lo cual demuestra que este Yambo no pasó desapercibido para la sociedad griega, lo que
nos deja entrever que la misoginia expuesta por el yambógrafo no era algo de un tiempo
determinado, sino que recorrió gran parte de la historia de Grecia.

79
Ibid.; VII, 5-6
80
Mirón, María Dolores; Op. Cit; p. 158.
81
Jenofonte; Op. Cit; VII, 8-9
82
Lamentablemente en la obra no aparece su nombre, por eso el apelativo de “mujer de Iscómaco”.
Aclaración que me parece bien hacer, por las críticas que realizamos a Hesíodo.

32
1.3 ¡Yo también puedo! La búsqueda de igualdad de Lisístrata y la
Asamblea de Mujeres.

Otro personaje que nos resulta útil para el análisis del pensamiento masculino
sobre la vida de las mujeres es el comediante Aristófanes, el cual en su obra Lisístrata
nos relata una posible sublevación de la población femenina para convencer a los hombres
que terminaran con la guerra que por ese entonces enfrentaban. Si bien comprendemos
que esta obra es una exageración, en ella las mujeres planean tomar el mando
administrativo de la ciudad, pues su experiencia en el oikos las avala. Pero esta propuesta
encuentra algunos detractores como lo fue el consejero ateniense el cual pregunta
asombrado “¿vosotras administrareis el dinero?”83 a lo que las mujeres responden “¿Por
qué te extrañas? ¿no somos nosotras las que os lo administramos todo en casa?”84 A
pesar de este argumento, que podría considerarse de peso si tenemos en cuenta que las
mujeres de la asamblea de Lisístrata no eran unas ignorantes en lo que a administración
se refiere, no eran tomadas en serio, debido a las creencias que ubicaban a la mujer como
un ser irracional y poco confiable para los asuntos políticos de la ciudad.

Pero los hombres de la ciudad no confían en las mujeres para administrar la


ciudad, pues el gobierno de la polis no es digno ni el destino de la mujer, ya que la máxima
aspiración de esta debía ser una buena ama de casa y entregar la mayor cantidad de futuros
ciudadanos. por tener su lugar asignado desde su nacimiento, causa asombro en los
hombres esta propuesta que se sale de la norma.

Lo que nos deja claro esta obra, es la evidente división de las labores existentes
entre los sexos, pues las mujeres no deben sobrepasar los límites del hogar, porque para
las demás labores están los hombres, ya que ellos se encargan tanto de la política como
de la guerra. No obstante, Lisístrata y las otras representantes de las diferentes polis que
participaban en la asamblea de mujeres, son claras en hacer ver su fortaleza tanto física
como mental al señalar que “soportamos más del doble de su peso que vosotros. Ante
todo pariendo hijos y dejándolos ir lejos a servir como hoplitas.”85 Lo anteriormente
dicho, también nos lleva a plantear que esta obra refleja “el enfrentamiento entre géneros,
la derrota del sexo masculino en manos del femenino, y junto con ello, la representación
de la mujer en cuanto figura que proclama y defiende la paz y la reconciliación.”86

A pesar de todos los poetas y escritores que hemos mencionado hasta el momento,
uno de los más relevantes para nuestra investigación, son las obras escritas por Plutarco
durante el siglo I d.C, en sus obras logra captar y reunir varias anécdotas que nos ayudan
a comprender más que la visión masculina, la vida de las mujeres de las distintas polis
que componen la península helénica.

83
Aristófanes; Comedias III; Lisístrata; 490.
84
Loc. Cit.
85
Ibid.; 580
86
Ramírez Errázuriz, Verónica; Heroínas griegas: el rol protagónico de la mujer en la tragedia clásica; En:
De reinas a plebeyas. Mujeres en la historia; Huidobro, María Graciela y Zamora, Patricio; RIL Editores;
Chile; 2013; p. 35.

33
En sus Obras Morales o Moralias, Plutarco se aleja del paradigma de los antiguos
escritores griegos y señala que el matrimonio no tiene como fin único la procreación, sino
que además cree que el matrimonio es una simbiosis espiritual entre los esposos y no una
unión de cuerpos con fines procreativos o una unión de bienes con el fin de agrandar las
riquezas de una familia.87

Como hemos podido ver a lo largo de esta exposición, la visión que los hombres
tienen de las mujeres sufrió pocos cambios, estos recién debieron esperar a que Grecia
como civilización fuera acabada por otros imperios más fuertes. Esto también nos ha
servido para reafirmar la idea de que en Grecia estaban reglamentados desde su origen,
la segregación y separación de los espacios, pues

“la mujer desempeña un papel importante, en la continuidad del oikos, del


espacio doméstico y familiar. Aparece como la madre de los niños que serán a su vez
guerreros, de acuerdo con una ideología masculina que hace del hoplita la protección
de la ciudad.”88

Por lo tanto, los hombres durante toda la historia de Grecia como nación
independiente, consideraron que la mujer no estaba en condiciones para ejercer las labores
que ellos realizaban, ya que, desde los primeros registros escritos a los cuales hemos
tenido acceso, muestran que la mujer jamás fue tomada como un ser racional y capaz de
comandar los asuntos políticos y económicos de una ciudad, puesto que esa era una tarea
para seres mucho más capaces e inteligentes, rasgos que por aquel entonces, no eran
asociados a las mujeres.

87
Plutarco; Obras morales y de costumbres; Tomo II; Gredos; Madrid; 1986; p. 173
88
Lissarrague, François; Una mirada ateniense; En: Perrot, Michelle y Duby, Georges; Historia de las
mujeres: La antigüedad; Taurus; Madrid; 2000; p. 235.

34
CAPITULO 2: ¿Cuál es mi lugar? La mujer ateniense: entre el oikos y el ágora,
siglos VI-IV a.C.

En el capítulo anterior analizamos los diferentes discursos que se difundieron


sobre las mujeres a lo largo de la historia de Grecia, los cuales fueron fundamentales para
crear la concepción de superioridad masculina que se expresaba tanto en los aspectos
físicos, económicos, sociales y morales. Ahora nos centraremos en exponer y analizar la
vida de las mujeres atenienses entre los siglos VI-IV a.C, haciendo hincapié en el siglo V
a.C, pues es ahí donde Grecia brilló, gracias a Atenas que se consolidó como la polis más
importante de la sociedad griega, cuna de la civilización occidental, demostrando
mediante “la historia griega del siglo V es, en su conjunto, un ejemplo sobresaliente de
que la influencia y la importancia mundial de una nación depende […] de la madurez y
la inteligencia política de una amplia capa de ciudadanos.89 Esta consolidación no solo
fue obra de Pericles, el gran legislador ateniense, sino de un conjunto de legisladores que
tienen su origen en Solón, el cual puso la semilla de la democracia y que tan hábilmente
Pericles cosechó.

Durante el siglo V a.C, vemos en Grecia las secuelas de las Guerras Medicas que
lograron unir a la nación helena, pero también vemos el surgimiento de un nuevo conflicto
que disolverá la unión alcanzada hace tan poco tiempo. La Guerra del Peloponeso, vino
a trastocar Grecia, convirtiéndose “en la mayor conmoción que haya afectado a los
griegos,”90 pues significó una nueva organización política y militar que buscaba la
consolidación de la polis más poderosa de esta civilización, a pesar de tener un orden
político basado en la democracia, esta no impedía los enfrentamientos entre las polis, ya
que “la democracia ateniense, al menos en tiempos de Pericles, se mostró belicosa,
conquistadora e imperialista.”91 De esta manera, vemos, durante el siglo V a.C, una
constante lucha de poder que afectó drásticamente a la sociedad griega y que se
traducirían en serias consecuencias que recién se vieron durante el siglo IV a.C.

Aunque bélica, la Atenas del siglo de oro, se sentía orgullosa de su sistema


político, pues era el que entregaba las mayores igualdades su población en contraposición
a las otras polis sintiéndose “orgullosos de ser ciudadanos libres, los atenienses lo están,
más aun, de ser ciudadanos iguales.”92 Pero este orgullo era bastante limitado, pues solo
muy pocos hombres alcanzaban el grado de político de ciudadanos. Era un grupo
exclusivo, donde la libertad e igualdad estaba negada para un grupo importante: las
mujeres.

La idea de centrarnos en el siglo V a.C, es con el fin de analizar la influencia que


la mujer tenía en uno de los pocos espacios donde podía movilizarse, como lo era el oikos,
como también las responsabilidades que aquella misión le entregaba, pues a pesar de tener

89
Bengtson, Hermann; Op. Cit; p. 104.
90
Tucídides; Historia de la Guerra del Peloponeso; Libro I; 2.
91
Flaceliere, Robert; La vida cotidiana en Grecia en el siglo de Pericles; Ediciones Temas de Hoy;
Madrid; 1989; p. 299.
92
Glotz, G; La ciudad griega; Unión Tipográfica Editorial HispanoAmericana; México; 1957; p. 109.

35
el “control total” de este sitio, este dependía de cuanta confianza tuviera el esposo en ella,
ya que este era el encargado de administrar y aumentar las riquezas y para ello, era
necesario tener bajo estricto control el consumo y gasto del hogar, para no sobrepasarse
en su capacidad económica, lo cual no sería ni prudente ni beneficioso para las
aspiraciones de la familia.93 Entendiendo además que al ser el hombre quien administra
la totalidad de los bienes de la familia, incluyendo los que llegan como dote de su mujer
al momento de la boda, este sigue siendo al amo máximo del hogar, a pesar de que delegue
el control de este a su esposa.

Actualmente vemos como de a poco van cayendo una de las tradiciones que más
enraizada en la sociedad, y con esto me refiero a que la mujer debe hacerse cargo, de
manera exclusiva, del hogar familiar. Esta labor se ha considerado por siglos como la
única misión digna de la mujer, pues a lo largo de la Historia se ha instalado como una
verdad absoluta y en gran medida porque “las mujeres siempre hemos ocupado un lugar
de alteridad que nos instala en un rango inferior respecto a los hombres”94 y si bien esto
ha ido cambiando y las tareas del hogar ahora se comparten, desde la antigüedad y en
cada época histórica encontramos justificaciones para que la mujer ocupe ese lugar en la
sociedad, convirtiéndolo en una parte más de su cuerpo.

La historiadora Michelle Perrot hace una revisión sobre esta idea y rescata el
pensamiento de Kant el cual señala que “la mujer es la casa.”95 Esta frase viene a
simbolizar el rol que debía cumplir la mujer dentro de la sociedad, pues pasa de ser la
encargada de la casa a ser la casa, lo que se traduciría, como que el hogar familiar no
puede funcionar si una mujer no está a cargo de esta. La mujer, por lo tanto, no tenía la
opción de rechazar este lugar, sino que esta se transformó en una imposición cultural a la
cual no podía negarse sin recibir el repudio de su familia y sociedad. Si alguna mujer
hasta antes del siglo XX tenía sueños y aspiraciones profesionales, estas se veían
truncadas por lo que se convirtió en su destino, “el máximo horizonte de realización
femenina”96 es decir, el hogar.

Como lo expusimos anteriormente, los hombres y la sociedad en general,


consideraban a la mujer como un sujeto menor, el cual debía permanecer en su hogar sin
interferir en la vida política de la polis, demás está decir que fue gracias a la tradición
oral, -que nosotros conocimos a través de las fuentes escritas- que se fue configurando
una verdad que nunca se cuestionó y en donde la mujer siempre era relegada sin ni
siquiera dejar que estas demostraran sus capacidades. Ahora, en esta nueva etapa de
nuestra investigación nos centraremos en uno de los espacios que la mujer ateniense
ocupaba, como lo era el oikos, de manera de entender la forma en que se desenvolvía en
él. Nos centraremos en el siglo V a.C, pero a su vez utilizaremos varios ejemplos del siglo

93
Cf. Jenofonte; El Económico; III; 7-10
94
Alegre Valencia, Yesenia; Las mujeres como sujetas subalternas; Jornadas de estudios feministas y de
género; Disponible en: http://www.bibliotecafragmentada.org/wp-content/uploads/2012/11/Las-Mujeres-
como-Sujetas-Subalternas.pdf p. 1.
95
Perrot, Michelle; Mi historia de las mujeres; FCE; Buenos Aires; 2009; p. 171.
96
Nash, Mary; Mujeres en el mundo: historia, retos y movimientos; Alianza; España; 2012; p. 51.

36
IV a.C pues nos ayudaran a entender de mejor manera la lógica del oikos.

2.1 El oikos como único destino de la mujer ateniense.

¿Qué era el oikos? El oikos lo debemos entender como aquella unidad básica de
la sociedad griega donde la familia se desarrollaba y desenvolvía a diario, pero que, por
lo general, se encontraba en las familias más pudientes de Grecia, ya que aquellas familias
tenían el dinero y el espacio físico para dividir su hogar en ambientes para cada género.
Además, esta unidad comprende a los distintos bienes materiales que la familia posee, los
que incluyen los bienes aportados por el marido más la dote que aporta la mujer y que
pasa a ser administrada por el marido. El oikos, por otra parte, se compone de dos espacios
fundamentales, como lo son el androceo y el gineceo, tal como se muestra en la Imagen
3. El primero de ellos es el espacio de uso exclusivo de los varones del hogar, mientras
que el segundo era el lugar en que las mujeres debían permanecer gran parte del tiempo
pues no tenían permitido salir de su hogar solas, y tampoco podían compartir las
actividades que disfrutaban los hombres. Además, esta división del oikos la podemos
encontrar en familias aristocráticas, puesto que estas familias tenían los recursos
económicos para crear espacios distintos para que ni hombres y mujeres se mezclaran.

Imagen 3: Plano de una


casa griega. En: De
architectura de
Vitrubio.

Este alejamiento de la mujer de las actividades masculinas, se puede ver en


distintos aspectos de la vida social griega, como por ejemplo en los banquetes, los cuales
eran momentos exclusivos para los hombres, al menos que algunos de ellos asistiesen con
su hetaira97 siendo esta la única mujer presente y con la posibilidad de disfrutar de los
placeres que este banquete le brindara, pero que, además, debía hacer lo que le mandaran,
pues para eso estaba, para satisfacer a los presentes con sus peticiones. Además de tener

97
Las Hetairas eran lo que denominamos actualmente como damas de compañía. Estas eran de las mujeres
más educadas y preparadas de la sociedad griega, pues recibían una educación muy diferente al resto de las
mujeres, ya que además de enseñárseles las labores del hogar, estas debían dominar múltiples temáticas,
pues entre sus misiones se encontraba satisfacer cualquier requerimiento que su cliente le pidiera. Muchos
de los registros que poseemos, demuestran que no siempre el contratar una hetaira significaba pagar por
sexo, sino que muchas veces se pagaba por una buena conversación o solo la compañía de una linda mujer
en algún banquete.

37
ciertos “privilegios” por sobre las otras mujeres, ya que esta sí podía caminar sola por la
calle, pero en eso profundizaremos más adelante.

Durante toda la historia de Grecia la mujer permaneció en un segundo plano,


habitaba la casa de sus padres, para posteriormente pasar a habitar y recorrer la que sería
su propio hogar, en el cual formaría su familia y con ello entregaría su aporte a la polis,
es decir, sus hijos, que según la polis que correspondiera serían, ciudadanos o guerreros.
Esta dependencia, a la cual la mujer no podía oponerse y tampoco revelarse, queda
evidenciada en el hecho de que

“la mujer ateniense ciertamente es una eterna menor, y esta minoría se refuerza
con la necesidad que tiene de un tutor, un kyrios, durante toda su vida: primero su padre,
después su esposo, y si este muere antes que ella, su hijo, o su pariente más cercano en
caso de ausencia de su hijo.”98

Como podemos constatar, la mujer siempre debía poner su vida en las manos de
un hombre, pues no era considerada capaz de hacerse cargo de su vida. Quizás, muchos
pensaban que sus capacidades eran inferiores al hombre, o algo similar, pero esta
dependencia demuestra la poca confianza que los hombres tenían de ellas, y la creencia
de que estas necesitaban de alguien que las cuidara y salvara del caos en que se
encontraba.

Al ver la relevancia que la mujer fue tomando en una época bélica donde su rol de
madre pasó a ser fundamental, uno supondría que a esta se la empezó a cuidar y respetar
más de lo que era anteriormente, no obstante, lo situación del género femenino no cambió
en demasía, ya que esta, desde hace tiempo venía siendo excluida de la sociedad y ni
siquiera la guerra les concedió un espacio con más protagonismo político. Esta exclusión
política queda manifiesta en la Constitución de los atenienses de Aristóteles, en ella, se
menciona solo tres veces a la mujer,99 pero en ninguna de estas menciones le entrega
algún derecho de igualdad con los hombres, a pesar de que “esta constitución
proporciona a todos los innumerables beneficios,”100 pero como ya mencionamos, estos
beneficios no eran inclusivos con todos los estamentos que conformaban Atenas.

Si bien, durante el siglo V a.C, la consolidación de la democracia es uno de los


hitos más importantes, esta civilización se caracterizó por acentuar el sistema patriarcal y
con ello, se acentuó la dominación por sobre la mujer. Pero a pesar de esta dominación,
la mujer encontró en las fiestas religiosas su espacio, siendo estas las ocasiones que tenía
permitido mostrarse libremente en la sociedad, pues el resto del tiempo debía permanecer
en el oikos y alejada de los integrantes masculinos de su familia, ya que dentro de las
virtudes que un hombre admiraba en una mujer, más si esta era su mujer eran el “silencio,

98
Mosse, Claude; Op. Cit; p. 55.
99
Aristóteles en su Constitución de los atenienses solo hace referencia a las mujeres y los niños en contadas
y escasas ocasiones, ninguna de ellas se trata de obligaciones, deberes o derechos, solo menciones que nos
permiten conocer que este filósofo griego era consciente de la existencia de las mujeres, pero también nos
hace suponer (solo para el caso de esta obra) que no creía que estas merecieran más atención de su parte.
100
Glotz, G; Op. Cit; p. 121.

38
sumisión y abstinencia respecto a los placeres masculinos.”101 Esta cuestión quedara
expuesta a lo largo del trabajo con el caso de Lisístrata.

Debemos recordar que la mujer desde su nacimiento dependía de las decisiones


de un hombre, su padre, el cual al momento del matrimonio traspasaba este poder al
hombre que se transformaba en su marido, pues desde el momento de la boda la mujer,
esta pasaba a depender de las decisiones de su marido, convirtiéndola en un ser sin la
capacidad de elegir el rumbo de su vida. Esta dependencia de la mujer esconde una
problemática mucho mayor y que nos hace entender, de cierta forma, la subyugación a la
cual estaba expuesta, puesto que “el ideal para un primer matrimonio era que la novia
tuviera catorce años y se casara con un hombre de alrededor de treinta.”102 Como
vemos, la mujer al momento de su boda todavía era una niña, por lo tanto, su educación
estaba inconclusa, siendo su marido el responsable de completar las enseñanzas básicas
para que ejerciera como una buena esposa y una buena madre. Y realmente, ¿alguien está
preparado a los catorce años para contraer matrimonio?

Un ejemplo de esta problemática de la gran diferencia de edad al momento de la


boda, lo encontramos en Jenofonte, el cual expone la historia de Iscómaco y de su joven
esposa, -que si bien es un relato del siglo IV a.C nos sirve a manera de continuidad para
entender el contexto de la mujer- la cual, todavía no cumplía los 15 años al momento de
la boda. Este hecho es relatado por Jenofonte, el cual nos relata un dialogo entre Sócrates
e Iscómaco:

“Sócrates: ¿la educaste tú personalmente hasta que llegó a ser como es debido
o, cuando la recibiste de su padre y de su madre, ya sabía administrar lo que le incumbe?

Iscómaco: ¿Y qué podía saber cuándo la recibí por esposa, si cuando vino a mi
casa aún no había cumplido los quince años y antes vivió sometida a una gran vigilancia,
para que viera, oyera y preguntara lo menos posible?”103

El diálogo que podemos observar nos muestra varias cuestiones importantes. La


primera de ellas es la poca educación que la niña/mujer recibía para su futura vida,
provocando que, al llegar a la boda, esta ignorara la mayoría de las cosas que debería
saber llegado ese momento. Como segunda cuestión, vemos que esta ignorancia era
causada por sus propios padres los que la alejaban y escondían del mundo real,
sumergiéndola en un mundo que no le enseñaba nada para su futuro. Otro punto
interesante de rescatar es que su educación era impartida por su marido; pero esta
educación no era igual que la que recibían los hombres ni de la que recibían las hetairas,
pues esta educación se centraba en las enseñanzas básicas y necesarias para que esta
niña/mujer fuera la mejor ama de casa posible. Este fue el caso de la propia esposa de
Iscómaco la cual “hizo muchas promesas poniendo por testigos a los dioses, de que

101
Pomeroy, Sarah; Diosas, rameras, esposas y esclavas. Las mujeres en la antigüedad clásica; AKAL;
Madrid; 1990: p. 91.
102
Ibid.; p. 81.
103
Jenofonte; Op. Cit; VII, 4-6

39
llegaría a ser como es debido, y era evidente que no iba a desinteresarse de las
enseñanzas que recibiera.”104 Tanto estas promesas como la atención que puso en las
enseñanzas que le entrego su marido hicieron de ella una nueva proveedora para la riqueza
familiar, ya que la administración correcta del hogar era fundamental para que esta se
acrecentara y la familia lograra tener mayores aspiraciones.

No obstante, el caso de Iscómaco y su mujer, nos enseña otra cuestión relevante


para comprender la dependencia de las mujeres hacia los hombres, pues “las jóvenes se
veían siempre obligadas a casarse con los hombres que sus parientes varones habían
seleccionado para ellas,”105 tal como sucedió en el caso de esta niña/mujer cuando sus
padres acordaron su matrimonio con quien creían sería el mejor esposo para su hija, de
tal forma lo relata Jenofonte:

“yo, por mi parte, pensando en mi interés, y tus padres en el tuyo, deliberaron


sobre quien sería mejor como consorte para el hogar y los hijos, te escogí a ti, y tus
padres, por lo visto, me eligieron a mí entre todos los partidos posible.”106

Luego de este fragmento nos queda claro, el nulo poder de elección que la mujer
tenía sobre su propia vida, regir esta parte importante para la vida de cualquier mujer,
estaba absolutamente prohibida, no existiendo ni la menor posibilidad que la mujer se
opusiera al destino que le estaban entregando sus padres, haciendo de esta una eterna
menor de edad sin capacidad de raciocinio para tomar por si mismas las decisiones que
afectaban su vida.

Al tener una escasa preparación para la vida matrimonial, la mujer no solo ponía
su vida en manos de los hombres, sino que, además, dudaba de sus propias capacidades
“¿y en que podría ayudarte? ¿Qué capacidad tengo yo? Porque todo depende de ti.”107
A través de esta cita podemos constatar que la mujer, no llegaba preparada al matrimonio,
más cuando recordamos que apenas son unas niñas cuando llegan a esa instancia en sus
vidas, lo cual las hace vulnerables y acatan cualquier orden que su marido les ordene,
porque finalmente, su misión es esa, obedecerle.

Teniendo en cuenta la sociedad patriarcal que era Grecia, y donde Atenas pasó a
ser su ciudad más importante, tenemos solo una instancia donde la mujer puede actuar
como una mujer adulta, y podríamos considerar este como su único derecho: pedir el
divorcio. Este era el único derecho que poseía puesto que “la ley ateniense permitía a la
mujer actuar como un ser mayor de edad cuando quería divorciarse, y debía presentar
en persona su demanda ante el arconte.”108 Aunque este sueño, muchas veces era
truncado.

104
Ibid.; VII; 8-9
105
Pomeroy, Sarah; Op. Cit; p. 80.
106
Jenofonte; Op. Cit; VII; 11-12
107
Ibid.; 14-15
108
Mosse, Claude; Op. Cit; p. 59.

40
Tras la expuesto, nos damos cuenta de las limitantes del espacio privado para la
mujer, pues esta, a pesar de tener a cargo la administración del oikos, seguía dependiendo
de su kyrios. Estas restricciones se acrecentaban en el espacio público, pues existían leyes
que prohibían que las mujeres se mezclaran con los hombres. Esta situación se daba,
específicamente, en los funerales.

Desde el arcontado de Solón, hacia el 594 a.C, que las mujeres que asistían a estas
ceremonias debían marchar detrás de los hombres para evitar mezclarse con ellos109 y
tampoco podían entrar a un velorio de algún difunto que no fuera estrictamente pariente
consanguíneo hasta segundo grado. Pero aquí, nos encontramos con otra limitante
bastante rara. Esta hacía referencia a la edad de las mujeres que podían participar de
dichas instancias. Solo las mayores de 60 años podían visitar y participar en las
ceremonias fúnebres de cualquier hombre, sin importar el grado de parentesco que
existiera entre ellos.

Pero ¿de dónde sale este privilegio? En realidad, y según Inés Calero, esta
situación se deba por el hecho de que los griegos consideraban a las mujeres mayores de
60 años, como asexuales, pues “no entrañaban ningún riesgo de sufrir alguna agresión
sexual cuando salieran del hogar,”110por ende, gozaban de mayores libertades. Sin
embargo, esta afirmación nos deja ver que las mujeres menores de 60 años corrían el
riesgo de sufrir abusos por parte de la población masculina si salían de su hogar o asistían
a ceremonias a las cuales no debían. Empero, esto último, hace que nos nazca el siguiente
cuestionamiento. Se suponía, según las creencias griegas, que el hombre era superior a la
mujer por ser el heredero de la racionalidad y del orden, es decir, era un ser más inteligente
que la mujer, pero este si veía a una mujer menor de 60 años podía cometer abusos contra
ella, lo cual desde nuestra perspectiva, demuestra que el hombre no era tan racional ni
ordenado, pues si era capaz de abusar de una mujer, por el solo hecho de verla sola o en
un lugar no permitido para su uso, se creía con la potestad de abusar de esta. De esta
forma, el hombre demostraba que era más salvaje de lo que creía, pero también nos
muestra su sentido de superioridad sobre cualquier mujer que se atravesara en su camino.

109
Calero Secall, Inés; Los legisladores griegos y sus preceptos sobre las mujeres en los funerales; En:
Revista de Estudios Histórico-Jurídicos [Sección Historia de los Derechos Griegos]; N° XXXIV;
Valparaíso; 2012; p. 40.
110
Ibid.; p. 41

41
2.2 ¡No me quites mi derecho! Hipareta y Lisístrata: las caras de la
resistencia femenina.

Si bien el matrimonio era “concebido como un paso de la ‹‹naturaleza›› a la


cultura por medio de la unión de los sexos,”111 esta unión no siempre significaba felicidad
y armonía, pues los matrimonios se podían disolver y acabar en complejos divorcios. El
mejor ejemplo, sobre esta situación la encontramos en el caso de Alcibíades e Hipareta,
su esposa. Hipareta, intentó escapar de dominio de su marido, pero no le resultó, ya que,
a pesar de solicitar el divorcio, su marido se interpuso, no dejándola declarar ante los
jueces, dejando inconclusa la declaración de divorcio presentada por esta, siendo así
graficado por Plutarco “vino Alcibíades, la cogió decididamente y se alejó por el ágora
llevándosela a casa.”112 Las razones que Hipareta tenía para solicitar el divorcio, se
basaban en el rechazo a obedecer a su marido, el cual quería tener 10 hijos provocando la
huida de su mujer, que encontró refugio en la casa de su hermano, el cual la acogió hasta
el día que tenía que declarar, sin embargo esto no llegó a ocurrir, pues como ya sabemos,
Alcibíades no toleró que su mujer solicitara el divorcio. Frente a una situación como esta,
donde el marido “rapta” a su mujer ante la presencia de los jueces, se esperaría que alguien
reaccione y ayude a la mujer afectada, en este caso Hipareta, sin embargo, “aquella
violencia no parece que fuera totalmente contraria a las leyes y al trato humano; pues
precisamente la ley establece que la que abandona su casa acuda personalmente al
tribunal por esto, para que el marido tenga la oportunidad de coincidir con ella y
retenerla.”113 Empero, en esa situación no existió tal posibilidad, sino que todo lo
contrario, ya que Alcibíades actuó de manera violenta, demostrando que él como hombre
y marido de Hipareta poseía un amplio poder sobre esta y las decisiones que pudiera
tomar para poner fin a su matrimonio.

Por otro lado, los jueces, al parecer, facilitaban la intervención del marido114, con
lo cual se evitaba la concreción del divorcio, pero también podemos ver cierta solidaridad
de género, pues el hombre no veía “mancillada” su persona, pues debía ser muy mal visto
en la sociedad, en general, que un hombre -ser superior a la mujer y quien tenía el control
en el matrimonio- se divorciara de su mujer, siendo ella la que inició estas gestiones, pues
la mostraría más poderosa que él.

Este caso, el de Alcibíades e Hipareta, nos demuestra que la violencia hacia la


mujer se ejercía no solo a través de los textos y su posterior divulgación, como vimos en
el trabajo anterior, sino que además existía la violencia física y psicológica, pues Hipareta
estaba obligada a engendrar los hijos que Alcibíades quisiese tener, lo que nos corrobora
el pensamiento misógino que los hombres mantenían hacia el sexo femenino, colocándola
como un mero instrumento de sus placeres y de sus requerimientos.

111
Calame, Claude; Eros en la antigua Grecia; AKAL; Madrid; 2002; p. 122.
112
Plutarco; Alcibíades; Matrimonio con Hipareta 9, 5-6.
113
Loc. Cit.
114
Cepeda, Jesús; Op. Cit; p. 168

42
Es más, podríamos plantear que la democracia ateniense fue un mero espejismo,
el que hacía creer a los demás que poseía un Estado justo e igualitario, sin embargo “la
democrática Atenas se jacta de tener una raza femenina sólidamente sujeta.”115 Esto nos
deja claro que Atenas no quería libertad e igualdad para sus mujeres, las quería tener bajo
su total control, para de esta manera disponer de ellas cuando fuera necesario,
especialmente al momento de procrear, y para ello volvemos al caso de Hipareta, apenas
esta dio a luz “Alcibíades volvió a exigirle otros diez, como si se hubiera convenido esto,
en caso de nacer hijos.”116

Ya hemos visto como la mujer fue un objeto o un testimonio que se pasaba de


hombre en hombre para que estos se hicieran cargo de ella, pero además la mujer, si bien
dominaba el espacio público en las fiestas religiosas, era muy mal visto que estas fueran
vistas afuera de su hogar “para la mujer, en efecto, es más honroso permanecer dentro
de casa que estar de cotilleo en la puerta, mientras que al hombre le resulta más impropio
estar dentro que cuidarse de los trabajos de fuera.”117 Debemos tener en cuenta, que esta
creencia se mantuvo a lo largo de la Historia, y aún se mantiene en menor medida, pues
“actuar en el espacio público no ha sido fácil para las mujeres, confinadas a lo privado,
criticadas apenas se muestran o hablan demasiado alto.”118 Siendo víctimas de los
prejuicios existentes, los cuales limitaban su actuar, fueron muy pocas las mujeres que se
atrevieron a alzar su voz, ya sea para exigir el respeto por sus derechos o para simplemente
poder tener la libertad de actuar como ellas quisieran sin tener que esperar la decisión de
un hombre. Además, cuando se atrevían las trataban de locas o ignorantes, pues los temas
políticos no eran de su incumbencia, sino que estas problemáticas eran del dominio
masculino, como todo lo que tuviera relación con el uso de la razón.

Lo dicho anteriormente lo podemos comprobar en la obra de Aristófanes,


Lisístrata (que abordamos en el capítulo anterior) en la cual las mujeres se organizan en
una asamblea para exigirles a sus maridos y la población masculina en general, que
terminaran con la guerra en la cual se enfrentaban. Si bien, entendemos que esta obra
pertenece al género de la comedia, esta de cierta forma es un reflejo de lo sucedía en
Grecia, ya que la guerra ocasionaba que las mujeres quedaran solas cuidando a sus hijos,
manteniendo el hogar y preocupándose de todo lo que el hombre abandonó por ir a luchar,
sumándole el constante miedo a recibir no ha su esposo, sino a lo poco que quedara de
él.119

Ya en la asamblea de mujeres convocada por Lisístrata, esta propone algunas de


sus ideas, entre las que destaca la de que las mujeres comenzaran a administrar los dineros
de las polis, tal cual lo hacían ya en sus casas; sin embargo, apenas los pocos hombres

115
Leduc, Claudine; ¿Cómo darla en matrimonio? La novia en Grecia, siglos IX-IV a.C; En: Historia de
las Mujeres. La antigüedad; Perrot, Michelle y Duby, Georges; Taurus; Madrid; 2000; p. 274.
116
Plutarco; Op. Cit; Alcibíades; Matrimonio con Hipareta; 8, 3-4
117
Jenofonte; Op. Cit; VII; 30-31
118
Perrot, Michelle; Op. Cit; p. 186.
119
El miedo a quedar viudas a causa de la guerra era real, pues esta pasaría a tener un nuevo tutor, lo cual
la haría empezar casi de cero, pues sería otro hombre el que se haría cargo de los bienes que esta poseía,
pues la mujer nunca podía administrar, por completo, tanto sus bienes como los de la familia.

43
que se mantenían en Atenas escucharon esta idea se rieron de esta, pues la consideraban
locas y poco aptas para tal ejercicio, y que jamás sería lo mismo administrar una ciudad
que una casa,120 pues el gobierno de la polis era un trabajo de hombre, algo que según los
mitos y tradición griega, no era competencia de la mujer, la cual debía dedicarse a sus
labores de esposa y madre, ya que para eso sí tenía las capacidades necesarias, no así para
el manejo de la ciudad, más cuando Grecia se encontraba en constantes guerras.

El que los hombres se burlaran de la propuesta de la asamblea de mujeres,


demuestra lo marcado que estaban en la sociedad griega los espacios que cada genero
debía ocupar. Se muestra, además, que los asuntos y decisiones políticas son ajenos a la
mujer, ya que este ámbito era exclusivo de los varones, los que no dejaban que las mujeres
se inmiscuyeran en ellos, pues las consideraban incapaces de ejercer tal dominio y control
sobre la ciudad.

Mas adelante, es la propia Lisístrata la que relata como ella fue planeando la
asamblea y las propuestas para poner fin a la guerra. Esto ocurrió tras una conversación
con su marido, el cual estaba buscando diversas formas para acabar con la guerra que
tanto daño le estaba haciendo a Grecia de manera general. Lisístrata viendo que su marido
estaba un tanto confundido intenta ayudarlo a pensar en alguna tregua que termine con el
conflicto, sin embargo, se encuentra con el frio rechazo de este, puesto que le señala “¿Y
a ti qué? Cállate […] de la guerra solo se ocuparán los hombres.”121 Esto nos confirma
lo ya dicho, pero a la vez nos demuestra que en el matrimonio de Lisístrata no existían
lazos de tanta confianza que permitieran que entre los esposos buscaran soluciones para
los conflictos que alguno de ellos tenía. También nos ratifica que la guerra era solo
dominio de los hombres, solo ellos podían luchar, hablar, planear y discutir sobre la
guerra. Para las mujeres, la guerra debía ser ajena.

Lo dicho anteriormente, tiene una pequeña excepción. Durante el desarrollo de las


Guerras Medicas, las mujeres debieron participar, no de la guerra misma, pero sí del
proceso que esta conllevaba, pues según el propio Tucídides, fue Temístocles en su afán
por proteger a Atenas que exigió a “todos los que estaban en la ciudad, hombres, mujeres
y niños, debían trabajar en masa en la construcción de la muralla.”122 Como vemos,
cuando los gobernantes se veían en apuros, consideraban a todos los habitantes de la
ciudad para sus fines, sin embargo, cuando se discutían temas políticos, estos mismos que
antes habían colaborado quedaban excluidos. ¿Por qué era válido que las mujeres y niños
participaran de dicha construcción, pero no era admisible que estos, y en especial las
mujeres, accedieran a los mismos derechos que los ciudadanos? Sin duda esta
inclusión/exclusión trae más dudas que certezas, pues podemos ver cierta ambigüedad en
el pensamiento griego, un pensamiento que no admitía que la mujer se entrometiera en
asuntos políticos o militares, pero estas debían estar disponibles ante los apuros que los
hombres políticos generaban.

120
Cf. Aristófanes; Comedias III; Lisístrata; 490
121
Ibid.; 510
122
Tucídides; Op. Cit; Libro I; 90, 3.

44
Empero, y a pesar del rechazo que recibe Lisístrata por parte de su marido, esta
explica en la asamblea que serán las mujeres las que salvarán a la Hélade, lo cual provoca
la burla y el asombro del consejero que se encontraba en aquel sitio “¿vosotras a
nosotros? Es extraordinario eso que dices e insoportable para mí.”123 Esta última frase
nos muestra lo que anteriormente habíamos afirmado, pero además vemos, que, a raíz de
los dichos de Lisístrata, surge la estigmatización hacia las mujeres, pues solo las personas
locas podían tener tales ideas. Pero a causa de los dichos del consejero, Lisístrata apela a
la fuerza física que las mujeres poseen lo cual queda demostrado al momento del parto,
como también el dolor emocional al cual deben hacer frente cuando ven a un hijo partir a
la guerra.

Lo mencionado con anterioridad, evoca el rol y el fin que la mujer de la era antigua
debía enfrentar a diario, tener hijos para verlos morir en la guerra. Pero como corolario
del enfrentamiento entre Lisístrata y el consejero de la polis, podemos decir que la mujer
debía enfrentar las restricciones de la sociedad patriarcal sin importar si esta tenía alguna
idea que aportara para el bien de la polis, pues según las tradiciones griegas “la única
iniciativa que la mujer puede adoptar activamente es la de la seducción, la hechicería,
la lujuria […] la esposa debe atenerse a una pasividad aquiescente, a una adecuación
sistemática al modo de vida del marido.”124 De lo planteado por Sissa, podemos rescatar
dos cuestiones, la primera de ellas, es que la mujer solo podía ocupar las armas que
estuvieran relacionadas con lo salvaje e irracional y por otro lado, esta debía adaptarse,
completamente, a las costumbres y vida que su marido llevara porque esta tenía que ser
devota de él, obedeciéndole en cada una de sus órdenes. Es el propio Plutarco, el que
varios siglos después y poseedor de una mentalidad mucho más abierta que durante el
siglo V a.C, el que señala que la mujer debe corresponder a los estados anímicos de su
marido,125 es decir, si este está triste, la mujer también debe estarlo, en cambio si este está
feliz, la mujer también debe estar feliz, y de esta manera complace a su marido.

Este actuar dominante de los hombres estaba basado en las divinidades,


específicamente en las interpretaciones que hizo la sociedad griega sobre los mitos,
amparándose en ellos para relegar y oprimir a las mujeres a los escaños más bajos de la
pirámide social porque “la polis griega excluye a las mujeres, como lo hace con los
esclavos y barbaros, pero de una manera distinta.”126 Distinta, por las excluía de todo,
las dejó sin derechos, salvo si contamos con la posibilidad de divorciarse, pero como ya
vimos estos casos no terminaban como las mujeres pretendían.

Una de las manifestaciones más claras del sistema patriarcal que imperaba en
Grecia y especialmente en Atenas, es que “un marido siempre tiene derecho a repudiar
a su mujer, incluso aunque no tenga ningún motivo que alegar.”127 Creo que no existe

123
Aristófanes; Op. Cit; 520-530
124
Sissa, Giulia; Filosofías del género: Platón, Aristóteles y la diferencia sexual; En: Historia de las
Mujeres. La antigüedad; Perrot, Michelle y Duby, Georges; Taurus; Madrid; 2000; p. 132.
125
Cf. Plutarco; Obras Morales y de Costumbres; Tomo II: Deberes del matrimonio.
126
Perrot, Michelle; Op. Cit; p. 194.
127
Flaceliere, Robert; Op. Cit; p. 89.

45
mejor ejemplo que este para graficar la opresión que la mujer ateniense sufría día a día.
Por otro lado, podemos pensar que este “derecho” era también usado fuera de las
relaciones matrimoniales, pues como queda demostrado en el dialogo entre Lisístrata y el
consejero, este la ofende ante cada idea expresada por la organizadora de la asamblea.

Hasta ahora hemos visto, la dependencia que la mujer tenía hacia los hombres que
la rodeaban, incluyendo a aquellos que pasaban, como en el caso del consejero, pero
también hemos analizado la instancia que esta tenía para escapar de dicho yugo, como lo
era el divorcio, pero en muy pocos casos, estos terminaban con victorias para las mujeres.

Si ya existían diferencias notorias entre hombres y mujeres, también existían


diferencias entre ellas, lo cual las debilitaba como estamento de la ciudad. Estas
diferencias estaban vinculadas principalmente por un tema económico y social, donde las
perjudicadas eran las que no tenían lazos con algún ciudadano. Por ende,

“la ateniense de buena familia se quedaba en su casa, rodeada de criadas, y solo


salía para cumplir con sus deberes religiosos. Por el contrario, la mujer del pueblo se
veía obligada por la necesidad a salir de su casa para ir al mercado, incluso, como lo
atestiguan alegatos del siglo IV, para aumentar los recursos familiares con un escaso
salario de nodriza.”128

Esto es solo la comprobación de que la mujer debía convivir con la constante lucha
contra sus derechos y los pocos privilegios que llegaba a poseer. El propio sistema
patriarcal las hacia competir entre ellas, lo que, de cierta manera, las debilitaba aún más
como estamento no permitiendo que estas se organizaran para luchar por conseguir mayor
igualdad en esta sociedad. La única ventaja que la mujer pobre poseía por sobre la mujer
de buena familia, es que la primera podía, a causa de la necesidad económica, pasear
libremente por las calles de la polis, en cambio, y tal como señala Flaceliere “una mujer,
incluso de la burguesía, de vez en cuando tenía que hacer alguna compra personal -ropa
o calzado- que la obligaba a salir. En este caso tenía que ir acompañada necesariamente
por una doncella, es decir, por una de sus esclavas.”129

Este acompañamiento se hacía imperioso para cuidar la reputación de la mujer de


buena familia, pues esta, y tal como hemos señalado con anterioridad no debía ser vista
fuera de su hogar, pues podía provocar habladurías, ya que las mujeres que ejercían algún
tipo de trabajo poco decoroso eran las que transitaban solas por la calle, por ende, el ir
acompañadas de una de sus esclavas, le entregaba el estatus al que pertenecían. Esto se
veía reforzado por algunos historiadores de la época, los cuales, a través de sus obras,
hacían sentir su parecer sobre los sitios donde la mujer debía permanecer. De esta forma,
Plutarco en su Virtudes de mujeres señala que la gran diferencia entre él y Tucídides es
que este último, piensa que las mujeres son mejores cuando se quedan en casa y se habla
poco de ellas. En cambio, Plutarco cree que la mujer debe ser conocida por muchos, más

128
Mosse, Claude; Op. Cit; p. 64.
129
Flaceliere, Robert; Op. Cit; pp. 90-91.

46
cuando tiene algún talento que mostrar, sea cual sea, pues las capacidades que posea la
mujer no deben esconderse, sino reconocerse.130

Como pudimos constatar a través de los distintos ejemplos y situaciones expuestas


en este trabajo, vimos como la mujer ateniense debía obedecer a los hombres que pasaban
por su vida y esperar a que estos les permitieran, desarrollarse, a lo más como jefas del
oikos. Las mujeres tenían prohibido expresar sus ideas sobre hechos bélicos, ni siquiera
como un consejo expresado de forma privada a su marido, pues este asunto no les
correspondía, sino más bien era exclusivo de los hombres, en especial de los ciudadanos.
Por otro lado, era mal visto que una mujer, hija o esposa de un ciudadano caminara sola
por la calle, pues podía ser confundida con alguna mujer libertina; lo que además de
traerle mala fama y reputación, rompía con el orden que entregó la divinidad sobre su
papel y lugar en la sociedad ateniense, pues desde los orígenes, el lugar de la mujer se
encontraba en el gineceo que era la habitación especial que las mujeres del hogar
compartían en el oikos y de esta manera no se cruzaban con los hombres de su propio
hogar.

La mujer, debía acostumbrarse desde su nacimiento a la dependencia masculina,


aguantarla, sufrirla y obedecerla, pues tal como señala la historiadora francesa Nicole
Loraux “no hay para la mujer otro logro que el de llevar sin ruido una existencia
ejemplar de esposa o de madre, junto al hombre que vivía su vida de ciudadano,”131 pues
este al ser un ciudadano con los derechos que ello conllevaba, le otorgaba algunos
privilegios a este que podía compartir con su familia a nivel general, pero no a la mujer
como un ser independiente, el único derecho como ya mencionamos era el del divorcio.
Nada más.

Tomándonos de las palabras de Michelle Perrot “el lugar de las mujeres en el


espacio público siempre fue problemático, por lo menos en un mundo occidental que
desde la Grecia antigua piensa la ciudadanía y construye la política como núcleo de
decisión y poder.”132 Al pensar que la ciudadanía como elemento exclusivo de los
hombres, la mujer ha debido luchar a lo largo de toda la historia por la conquista de sus
derechos, partiendo por igualarlos al que poseen los hombres, más si consideramos que
al ser distintos biológicamente, poseemos distintas demandas y por ende, derechos que se
ajusten a nuestras necesidades.

Desde los orígenes se creyó que la mujer era el peor mal que Zeus pudo enviar a
los hombres, y, por tanto, sobre esta se comenzaron a engendrar distintos mitos sobre su
naturaleza salvaje y, por ende, el fin de todo hombre debía ser “capturar y domesticar a
las mujeres para integrarlas en la sociedad civilizada,”133 más no, dejarla participar
políticamente en ella. Pues, al fin y al cabo, “la mujer era un mal necesario para la

130
Cf. Plutarco; Obras Morales y de Costumbres; Tomo III: Máximas de Espartanos
131
Loraux, Nicole; Maneras trágicas de matar a una mujer; Gráficas Rogar; España; 1989; p. 26.
132
Perrot, Michelle; Mujeres en la ciudad; Editorial Andrés Bello; Santiago; 1997; p. 8.
133
Mirón, María Dolores; Las mujeres, la tierra y los animales: naturaleza femenina y cultura política en
Grecia antigua; En: Revista Florentia Iliberritana; España; 2000; p. 158.

47
reproducción, para la continuidad a los linajes de los varones.”134 Y aunque los hombres
las trataran despectivamente, las mujeres siempre serían una necesidad que muy pocos se
atrevieron a reconocer.

134
Pérez Miranda, Iván; Mito, género y paídeia. Reflexiones desde la Historia Antigua; En: Foro de
Educación; Volumen 7; Número 11; FahrenHouse; España; 2009; p. 242.

48
CAPITULO 3: La mujer espartana, entre la guerra, la maternidad y la libertad.

Educación militar, guerra, austeridad, gloria, épica.

Estos son algunos de los conceptos que se nos vienen a la cabeza cada vez que
pensamos en Esparta, una polis que enfrentó con honor y gloria, a los persas, ayudando a
liberar a Grecia de una esclavitud segura, derramando la sangre de 300 espartanos libres
que pasaron a la Historia por lo épico de su lucha.

Pero también, al pensar en Esparta, nos acordamos de las grandes diferencias que
existían entre su aliado y enemigo135 Atenas, pues mientras Esparta planteaba una
educación con carácter militar para sus hijos, en la líder de la liga de Delos se incentivaba
la enseñanza de la filosofía. Mientras en Atenas se aceptaban las relaciones pederasticas,
Esparta criticaba a su rival por este punto. Mientras en Atenas las mujeres debían quedarse
en el oikos en Esparta la mujer se podía pasear por donde quisiera. Mientras en Atenas la
mujer debía usar largos vestidos para no mostrar su cuerpo para no tentar al hombre, la
mujer espartana usaba vestidos cortos para exhibir sus trabajados cuerpos.

Cada una de estas diferencias sirven para demostrar que, a pesar de ser aliadas en
algún momento, ambas polis eran totalmente opuestas entre sí, generando no solo un
choque político cultural, sino que además se produce una evidente oposición en cuanto la
posición de las mujeres, pues a través solo de lo expuesto en el párrafo anterior nos damos
cuenta de que en Atenas existía una mayor restricción para estas, situación que en Esparta
varía bastante y que analizaremos a lo largo de este capítulo.

Antes de iniciar debemos recordar que para el caso de Esparta, el estudio se hace
más complicado pues son escasas las fuentes que nos proporcionan información relevante
o nueva sobre esta polis, uno de los motivos que pueden influir en esta escasez es la
decisión de no registrar los sucesos que iban ocurriendo en dicho territorio, pues tal como
plantea Claudine Leduc “las ciudades frías (Esparta) optaron por ignorar su
historicidad, por preservar la organización en casas y por limitar la pertenencia a la
comunidad cívica a los poseedores del suelo.136 Esto, nos demuestra que la preocupación
espartana no se encontraba en registrar cada hecho que allí sucedía, sino en ir viviendo el
día a día, de manera simple en especial, centrándose en el bienestar y resguardo de su
población, pues su tiempo lo invertían en prepararse para la guerra.

Mediante las famosas leyes impulsadas por Licurgo, de las cuales hablamos con
anterioridad, se pueden entrever pequeños pero valiosos signos de igualdad -o equidad-
entre hombres y mujeres, algo que en el resto de Grecia es muy difícil de ver, haciendo
que Esparta sea única, no solo en su aspecto militar y radical en cuanto a educación, sino
que también en lo que tiene relación con la formación de la familia ya que esta “no se

135
Esparta tuvo a Atenas, durante las Guerras Médicas contra los persas, como aliados. Pero tras esta guerra,
explotó la Guerra del Peloponeso, la cual enfrentó a estas polis aliadas y las transformó en enemigas, y todo
por conseguir la hegemonía política y militar en el territorio heleno.
136
Leduc, Claudine; Op. Cit; p. 276.

49
consideraba tan importante como en los demás estados griegos, hecho que se explica por
la educación especial que se daba a los jóvenes y por el modelo de vida militarista de los
hombres espartanos,”137 como también de las mujeres y de las cuales hablaremos a
continuación.

3.1 De las cosas sexuales. Las normas para la reproducción espartana.

Uno de los primeros aspectos relevantes y que es difícil de obviar, es el tema


relacionado con la reproducción, una cuestión importante si consideramos el carácter
militar que tenía Esparta y por ende la constante necesidad de nuevos soldados. Una de
las primeras “leyes” se refiere a la frecuencia en que un matrimonio debe mantener
relaciones sexuales, pues “debían avergonzarse de que se les viera tanto entrar como
salir.”138 Es decir, la mujer debía cuidarse de ser vista, ya sea entrando o saliendo de la
habitación de su marido, pues al mantener encuentros sexuales con poca frecuencia
ayudaría a que la pareja procreara niños más fuertes, lo cual redundaría en que Esparta
no tendría que deshacerse de tantos niños al momento de su nacimiento.139

Además y a diferencia de la “pederasta” Atenas, y quizás con el fin de


diferenciarse de aquella polis, en Esparta, Licurgo ordenó “contraer matrimonio en plena
madurez, considerando que ello también es conveniente para una buena descendencia.140
Esta medida, sin duda, ayudaría a preservar la vida de la madre, pues debemos recordar
que en Atenas estaba autorizado el matrimonio con niñas que apenas rozaban la
adolescencia, lo cual además de cortarles la vida en plena niñez, las colocaba en serios
riesgos al momento del parto, pues su cuerpo muchas veces no estaba preparado para
afrontar los diversos dolores y complicaciones que dicha etapa reproductiva trae consigo.
Por este motivo, la edad en que generalmente se casaban las mujeres, era entre los 18 y
20 años141 cuando ya gozaban de cuerpos fuertes y resistentes a los embates de un parto.

De esta manera, Licurgo se aseguraba que la mortalidad femenina al momento del


parto fuera lo más baja posible. Por si esto fuera poco, el legislador espartano obligó a las
parejas con una amplia diferencia de edad, y donde el hombre era el mayor y este ya no
tenía la capacidad de tener hijos y necesitara un heredero con urgencia, que este buscara
a un hombre joven, para que procreara con su mujer y de esta manera, su mujer pudiera
entregarle un heredero, y a su vez continuara con su misión, es decir, procrear la mayor
cantidad de futuros guerreros. Esta situación no era muy bien vista por los atenienses,
pues “varios escritores griegos dicen que los espartanos podían compartir las mujeres,

137
Oliva, Pavel; Op. Cit; p. 30
138
Ibid.; 5-6
139
Otro de los rasgos por los que Esparta se hizo famosa en la antigüedad, fue por la práctica de infanticidio.
Si al momento del parto la mujer paría a un niño que se viera escuálido o muy debilucho este era lanzado
al vacío cerca del Taigeto. Al menos, y desde la historiografía, Esparta es la única sociedad conocida en
practicar dicho ritual.
140
Jenofonte; La república de los lacedemonios; Op. Cit; 6-7
141
Cepeda, Jesús; Op. Cit; p. 180

50
admitiendo relaciones extramaritales.”142 No obstante la visión que los atenienses tenían
de esta práctica, la cual se daba en situaciones muy especiales, como indicáramos
anteriormente.

Pero a pesar de esta pseudo libertad entregada a las parejas ya establecidas,


Licurgo instauró que “si alguien, a su vez, no quería cohabitar con su mujer, pero
deseaba tener hijos dignos, en ese caso convirtió en legal lo siguiente: procrear con
cualquier mujer que viese con buena prole y noble, si convencía a su marido.”143 Lo que
se buscaba en esta ley, como en las anteriores, era fomentar la procreación, pero esta ley
nos trae otra cuestión interesante de analizar. El varón que no quería tener hijos con su
mujer podía buscar otra que se ajustara a los cánones que él creía dignos para sus
primogénitos. Esto esclarece que a pesar de las libertades que las espartanas tenían en
comparación con otras polis, esta ley pasa a llevar dicha libertad, pues demuestra que al
igual que otras polis, el hombre si sentía rechazo hacia su mujer, algo que nos recuerda
con fuerza el texto de Semónides de Amorgos y su Catálogo de Mujeres donde no solo
describía a los distintos tipos de mujeres, sino que también las desprestigiaba y anulaba
como personas, distinguiéndolas por sus defectos.

Empero y a lo que se refiere en sí mismo a la mujer, esta debía ejercitarse al igual


que los hombres, pues era necesario que las candidatas a madres tuvieran las condiciones
físicas óptimas para aguantar los dolores del parto y engendrar hombres fuertes, tal como
lo dice la reina Gorgo, esposa de Leónidas, héroe espartano, durante el siglo V a.C,
cuando una mujer extranjera le menciona que “solo vosotras las espartanas, domináis a
vuestros hombres. A lo cual respondió: efectivamente, solo nosotras parimos
hombres.”144 La seguridad con la que Gorgo responde, se debe a que las mujeres desde
pequeñas se ejercitaban para tener un cuerpo fortalecido, precisamente, para parir
hombres fuertes.

Si bien desde pequeñas debían cuidar su físico, y según Pomeroy “los autores no
espartanos informan que las mujeres adultas estaban físicamente en forma, Lampito, una
mujer casada, estaba en excelentes condiciones físicas.”145 Eso sí, las mujeres para
mantener un excelente estado físico, debían dedicar gran parte de su tiempo, al
acondicionamiento de este, es por ello, que desde los tiempos de Licurgo se estableció
que las mujeres de la servidumbre se dedicarían a las labores de hilado146 para que las
“ciudadanas” cuidaran y fortalecieran sus cuerpos.

El ejercicio que las mujeres espartanas realizaban iba de la mano de esta creencia,
pues esta era la mejor manera que los espartanos encontraron para incentivar la
procreación. Estos ejercicios no podían ser menos que los de los hombres, y por lo general
se realizaban en el mismo lugar que estos se ejercitaban, lo cual ayudaba a que la

142
Pomeroy, Sarah; Op. Cit; p. 52.
143
Jenofonte; La república de los lacedemonios; Op. Cit; 8.
144
Plutarco; Obras Morales y de Costumbres; Tomo III; Op. Cit; 12F
145
Pomeroy, Sarah; Spartan Women; Oxford University Press; New York; 2002; p. 27
146
Signorelli, Rosa; La mujer en el Mundo Antiguo; Editorial Dédalo; Buenos Aires; 1960; p. 116.

51
población perdiera el pudor sobre sus cuerpos, pero, además, incentivaba a que las
personas que no se encontraban en una forma física óptima para los cánones de belleza y
salud espartana, sintieran vergüenza de su cuerpo y se ejercitaran.

No obstante, un rasgo de esta cultura que nos causa un poco de intriga es la forma
en que se efectuaba el matrimonio, pues a pesar de las libertades que la mujer espartana
poseía en su vida diaria, el evento de la boda era un hecho que bien podría haber traumado
a más de alguna mujer. El rito del rapto era la forma de llevar acabo el matrimonio, “se
casaban por rapto con ellas, no pequeñas y sin edad para el matrimonio, sino cuando ya
se encontraban en la flor de la vida y maduras.”147

Si bien destacamos el hecho de que las mujeres al momento del matrimonio ya


eran adultas, es relevante poner atención en el rito del rapto, que, si bien estaba acordado,
esta acción de por sí, es un hecho que violenta, no solo a los cercanos, sino que sobre todo
a quien lo sufre, porque por más preparada que este la mujer para aquel momento, pues
todo dependerá de la delicadeza del hombre al concretar el acto, lo cual, a pesar de no
poseer las suficientes fuentes, podemos suponer que no siempre terminaban de manera
feliz.

Pero esta institución del rapto como rito inicial para el matrimonio, nos recuerda
otro tipo de rapto que se da en Atenas, específicamente durante una causal de divorcio,
como lo fue el caso de Hipareta y su marido Alcibíades. Si bien ambos raptos se dan en
distintos momentos del matrimonio, en Esparta al comienzo y en Atenas al final, podemos
ver en ambos casos, el afán por demostrar la superioridad masculina, la cual no deja de
ser, pues esto nos señala que a pesar de las muchas libertades que gozaban en Esparta las
mujeres, habían ritos que marcaban la superioridad masculina, es decir el rito inicial del
matrimonio, sirve como recordatorio para la mujer, de que siempre será el hombre el que
mande, por más que esta goce de libertades y potestades que en otras polis no existían, y
que en aquel territorio eran tan comunes.

A pesar de que el rito antes mencionado, nos señala algunas de las características
de la cultura espartana, la cual destaca por su austeridad y frialdad, en especial a la hora
de demostrar afectos, sí existieron casos donde en la relación matrimonial primó el amor
por sobre las conveniencias sociales. Tal son los casos de los reyes Anaxándridas y
Aristón que pertenecieron a las dos casas o familias reales más importantes de Esparta y
que gobernaron hacia mediados del siglo VI a.C.148

El primero de ellos, Anaxándridas que había contraído matrimonio con una de sus
sobrinas pues la amaba profundamente, pero a pesar del amor que le tenía a su mujer este
no era suficiente, ya que, como rey, tenía otras obligaciones que cumplir, como por
ejemplo tener descendencia para que, en un futuro, gobernaran Esparta. Pero esto no
ocurría. Ante esta falta de hijos, Anaxándridas fue llamado por los éforos los cuales le

147
Plutarco; Licurgo; Organización de los matrimonios; 15, 4
148
Sabiendo que Esparta no dejó registros escritos y muy pocos restos arqueológicos, se cree que este rey
agida gobernó entre el 560-525 a.C, mientras que Aristón lo habría hecho entre el 550-515 a.C.

52
propusieron lo siguiente

“si tú no velas por ti mismo, a fe que nosotros no debemos asistir impasibles a la


posible extinción del linaje de Eurístenes. En una palabra: puesto que tu actual esposa
no te da descendencia, repúdiala y cásate con otra; que, si así lo haces, darás satisfacción
a los espartiatas.”149

Ante lo expuesto por la institución de los éforos, quedan expuestas dos aristas
importantes para la vida de la ciudad espartana. La primera de ellas tiene relación con la
intromisión que los éforos poseían en la vida no solo política, sino que además en la
privacidad de sus ciudadanos, incluyendo al mismo rey, con lo cual este último perdía
cierta autonomía de su cargo, ya que, si era llamado para solucionar los posibles
problemas de falta de descendencia, significa que debía ir cada vez que los éforos lo
requirieran.

Si al inicio de este apartado expusimos y analizamos las leyes que regulaban la


vida reproductiva de los espartanos, estas no se involucraban directamente con las
personas, sino que regulaba hasta donde estaba permitido llegar para tener descendencia.
Caso contrario es lo sucedido con Anaxándridas, pues vemos que, con él, los éforos
quisieron interceder para solucionar la falta de hijos, pero en este mismo punto, se
descuelgan dos posibles visiones de la sociedad masculina de la época. El primero de
ellos es que no se busca el por qué la esposa del rey no podía quedar encinta, sino que
rápidamente se intenta solucionar. Y por otro, vemos que el pensamiento espartano se
dirige a que la responsable de la falta de prole es la mujer y no el hombre. De esta forma,
se vislumbra un nuevo signo de la creencia de la inferioridad femenina, que no solo era
propia de esta ciudad, sino que era una idea que recorría gran parte de Grecia.

Empero y sorprendiendo a los éforos, Anaxándridas señaló que

“no iba a hacer ni una cosa ni la otra, y que ellos no le brindaban un atinado
consejo al incitarlo a repudiar a la esposa que tenía – una mujer que, en su opinión, era
intachable-, para que pudiera contraer matrimonio con otra; de manera que no pensaba
obedecerlos.”150

La actitud del padre del mítico Leónidas nos demuestra que a pesar de lo parco
que podían ser los matrimonios espartanos, existían excepciones y ejemplos para el resto
de la población, como también se puede observar que sí funcionaban las relaciones
heterosexuales, pues se cree que este tipo de relaciones eran solo con fines reproductivos
y que el hombre tenía en sus camaradas soldados, a su verdadero amor y compañero de
vida. Si bien el rey tuvo que ceder un poco y casarse con una segunda esposa, esto no le
resta méritos a la actitud que tuvo Anaxándridas para con su mujer, ya que luego de nacer
su hijo con su segunda esposa, la primera y a quien amaba pudo quedar embarazada,
demostrándole a los éforos que solo era cuestión de esperar el momento justo.

149
Heródoto; Historia; Tomo V: Terpsícore; 39, 2.
150
Heródoto; 39, 2.

53
El segundo caso, como mencionábamos anteriormente, es el de Aristón, el que al
igual que Anaxándridas, a pesar de estar casado dos veces, no tenía hijos y tal como el
caso anterior, necesitaba dejar descendencia dado su condición de rey. Es por ello por lo
que buscó a una tercera mujer para lograr engendrar a la prole y demostrar que él no tenía
un problema151, sin importar a quien dañaba en el camino

“Aristón era amigo de un espartiata a quien apreciaba más que a ningún otro
compatriota […] ese sujeto tenía una esposa que era, con ventaja, la mujer más bella de
Esparta.”152

Al ver la belleza de esta mujer, se enamoró perdidamente de ella, tramó un sucio


ardid -a pesar de que existían leyes que lo autorizaban a pedir la mujer de otro-153 que
Heródoto nos narra de la siguiente manera

“le prometió a su amigo, el marido de la mujer en cuestión, que iba a obsequiarlo


con un regalo -lo que el propio Ageto escogiera de entre la totalidad de sus pertenencias-
, e instó a este último a que, en reciprocidad, hiciera con él otro tanto.”154

Ageto, que confiaba en su amigo, aceptó la oferta, pues jamás pensó que esta
situación involucraría a su mujer, pues Aristón ya tenía dos esposas, entonces ¿para que
querría una tercera? Luego de haber realizado los juramentos que sellaban el acuerdo, se
produjo el intercambio, donde Aristón cumpliendo con su parte entregó lo que su amigo
le solicitó, para más tarde hacer efectivo su regalo.

En este momento, Ageto se llevó una ingrata sorpresa, pues su amigo le exigió a
su mujer como parte de la transacción, empero Ageto se opone a ello pues

“había accedido a regalarle cualquier cosa a excepción, únicamente, de lo que


le estaba pidiendo; pero, no obstante, al verse obligado por el juramento y por la artera
estratagema de Aristón, permitió que se la llevara.155

De esta forma, vemos que Aristón se salta las leyes existentes, y que aprobaban su actuar,
para lograr sus objetivos de mala manera. En este sentido podemos suponer que este, realmente,
no sentía cariño por su amigo Ageto, y segundo, que, a pesar de tener ya dos esposas, este seguía
creyendo que el problema eran sus esposas y no él. Si bien su tercera esposa si quedó embarazada,
sobre este tema se generó una polémica, pues se pensó que habría estado ya encinta cuando se
casó con Aristón lo cual, en un futuro cuestionó el propio hijo de este, Demarato.156

En los casos de ambos reyes vemos, como la mujer toma relevancia, pero siempre se la
ve como reproductora, también podemos observar que los hombres jamás pensaban que ellos

151
Heródoto; Libro VI: Erato; 60, 2.
152
Ibid.; 60,2.
153
Explicar ley de Licurgo sobre la petición de mujer para engendrar.
154
Ibid.; 62.
155
Ibid.; 62, 2.
156
Heródoto; Libro VI: Erato; 63-70. Se cuestiona si realmente Demarato era hijo de Aristón, también se
especulaba que podía ser hijo de Ageto, e incluso de un criado, lo cual generaba infinidad de rumores. Pero
la propia madre de Demarato le cuenta que sería hijo del héroe Astrábaco, el cual, al estilo de Zeus, se
habría hecho pasar por el propio Aristón.

54
podían ser infértiles, sino que la culpa siempre era de la mujer, lo que nos demuestra el prejuicio
que existía hacia la mujer, dando a entender que esta siempre tendría la culpa en el fracaso del
hombre, es por esta situación que existía la posibilidad de casarse múltiples veces, pues el varón
no era capaz de aceptar su problema.

3.2 Del cuidado personal al amor por la patria.

Si bien, hablamos del cuidado personal en lo referente a la maternidad de la mujer,


Licurgo pronto vio que las mujeres necesitaban algo más que solo ejercitarse para tener
un cuerpo fuerte que las prepara para la primera misión que tenía toda mujer libre, es
decir ser madre. Para ello, “organizó para las mujeres competiciones entre ellas de
carreras y pruebas de fuerza, exactamente igual que lo hizo con los varones, convencido
de que de parejas vigorosas también los hijos nacen más robustos.”157

Los resultados de estas carreras, en el plano netamente, reproductivo si sirvieron,


pues de esta manera, y considerando la época que estamos estudiando, se aseguraban de
tener soldados fuertes. Pero en lo que se refiere a la competencia propiamente tal, Licurgo
no vería los resultados que esta política incentivó, pues al principio del siglo IV a.C, una
mujer espartana llamada Cinisca158 “fue la primera mujer en llegar a ganar una corona
en los, por lo demás, implacablemente masculinos Juegos Olímpicos, en las carreras de
cuadrigas de cuatro caballos.”159 Este triunfo no fue solo una muestra de la virtud
femenina, sino que además, fue una pequeña muestra de la estrategia espartana, de parte
del rey Agesilao II “pues quería demostrar a los griegos que tales cosas no son prueba
de virtud, sino de riquezas y de recursos económicos.”160 Pero además, este triunfo vino
a demostrar, al resto de las polis, que el brindarle a la mujer los mismos privilegios que
poseían los hombres, no era algo tan descabellado, pues estas tenían las mismas
condiciones físicas para practicar los mismos ejercicios y estas se encargaron de
demostrar, como en el caso de Cinisca, que estas si eran capaces de esa hazaña como de
cualquier otra.

157
Jenofonte; La república de los Lacedemonios; Op. Cit; 4-5
158
Para más información sobre Cinisca véase Los griegos. Encrucijada de la civilización, de Paul
Cartledge, pues ahí el autor revisa y profundiza en la vida de diferentes personajes de Grecia que
colaboraron en la grandeza de esta.
159
Cartledge, Paul, Op. Cit; p. 20.
160
Plutarco; Obras Morales; Tomo III; Op. Cit; 49B

55
Imagen 4: Estatua de
bronce de una mujer
corriendo, desde el
Santuario de Zeus hasta
Dodona. 550-540 a.C.

El hecho ejercitar su cuerpo a la par con los hombres, no solo se tradujo en el


triunfo de Cinisca, sino que además les proveía de un cuerpo fuerte, el cual no escondían
y lo lucían a través de su vestimenta, la cual era mucho más atrevida que el del resto de
las mujeres de la civilización griega, provocando las críticas de los extranjeros que
visitaban Esparta, pues encontraban que las mujeres eran unas libertinas, pues en otras
polis, como Atenas, las mujeres apenas salían de sus casas. Sin embargo, las espartanas
se mostraban en la ciudad sin problemas. Este hecho es afirmado por Plutarco en la Vida
dedicada al legislador espartano, el biógrafo griego lo rescata de la siguiente manera:

“El desnudamiento de las jóvenes nada tenía de vergonzoso, al estar presente el


pudor y ausente la lascivia; en cambio, las habituaba a la sencillez y fomentaba el
estímulo por la belleza, al tiempo que hacía disfrutar al sexo femenino de una
autoestimación no carente de nobleza, al pensar que no menos le estaba al alcance la
participación de virtud y pundonor.”161

La cita anterior, nos corrobora lo importancia que brindaba Licurgo al ejercicio


femenino y que a lo largo de los siglos se fue haciendo común para su población, pero
causaba extrañeza en los visitantes que concurrían o pasaban por el territorio
lacedemonio. Las imágenes 4 y 5 nos muestran como las mujeres espartanas competían
en las Olimpiadas, las cuales eran el máximo encuentro deportivo de Grecia, las cuales
podían traer la gloria para aquellos que ganaran.

161
Plutarco; Licurgo; Op. Cit; Organización de los matrimonios: 14,7-8

56
Imagen 5: Ánfora perteneciente
al período arcaico atribuida a
Exekias, su fecha de datación es
el año 540 a.C. Ilustra la
participación de las mujeres en
el manejo de los carruajes.

La historiadora española Ana Iriarte, sobre este hecho plantea que

“la desnudez y el ejercicio de las robustas espartanas no llegan a ser concebidas


como reflejo de una igualdad entre los sexos, sino como una autentica virilización, en el
sentido de supremacía, de unas mujeres que dominan <<solas>> a sus compañeros
porque, al decir de Gorgo, la esposa del gran Leónidas, son ellas solas quienes paren a
los hombres.”162

Con lo mencionado por Iriarte, podemos concluir que, a diferencia de las mujeres
de las otras polis, en Esparta era la mujer quien comandaba la ciudad, no solo por en
tiempos de guerra, sino que era algo habitual y que incluso, los varones veían con
normalidad o pasaban por alto, debido a la gran cantidad de tiempo que permanecían fuera
de su ciudad combatiendo o estando en ella, pero pendientes de otros asuntos, como lo
eran la defensa de su patria. De hecho, Esparta habría sido una ciudad ideal para que la
irreverente Lisístrata realizara su asamblea sin ser cuestionada por los hombres allí
presentes. Y quizás de esta manera, este hecho no habría sido retratado como una
comedia, sino como parte de la escasa Historia espartana que existe en la actualidad.

Por estas libertades la mujer espartana era tachada como “libertina”, pero existían
personajes destacados, como Platón, que destacaban la educación recibida por la mujer
espartana, puesto que no solo se basaba en la preparación para ser esposa y madre, sino
que además se le permitía prepararse en otros asuntos, como la filosofía. En palabras de
Platón “no solo los hombres están orgullosos de su educación, sino también las mujeres.
Podéis daros cuenta de que digo la verdad y de que los lacedemonios se hallan
óptimamente educados en la filosofía y los discursos.”163

Pero a pesar de estos elogios a la educación espartana, Platón y Aristóteles tenían


ideas claras sobre la libertad de la mujer espartana. Ellos, percibían esta “cierta

162
Iriarte Goñi, Ana; De amazonas a ciudadanos. pretexto ginecocrático y patriarcado en la Grecia
antigua; AKAL; Madrid; 2002; p. 96.
163
Platón; Protágoras; En Diálogos I; 342d

57
independencia femenina como indisciplina (ánesis) y hasta rechazo de las leyes,
perniciosa para el orden establecido y la felicidad del estado.”164

Las imágenes 4 y 6 nos ayudan a comprender lo que mencionábamos un poco más


arriba. Este tipo de vestimenta era la que causaba polémica en toda Grecia ya que, en
otras polis como Atenas, las mujeres debían vestir túnicas largas y que cubrían la mayor
parte de su cuerpo, contrastando con la vestimenta espartana que mostraba a la mujer tal
cual era.

Imagen 6: Ilustración que


recrea el tipo de vestimenta de
la mujer ateniense.

Existe otro hecho que nos muestra la visión que los extranjeros tenían hacía la
mujer espartana. Muchos la consideraban débil, o al menos creían que estas se
comportarían como las mujeres de sus polis. No obstante, las mujeres espartanas, a
diferencia de las atenienses podían pasear sin problemas por la ciudad, en especial si eran
doncellas. Este hecho lo registra Plutarco, mediante la anécdota de que las doncellas
paseaban sin velo “es preciso que las doncellas encuentren maridos, y que las mujeres,
en cambio, conserven los que tienen.”165 Esta anécdota nos recuerda la tradición
ateniense, donde las mujeres no podían pasear solas por la ciudad, y menos salir de su
casa, algo que se opone radicalmente con lo que sucede en Esparta.

A pesar de esta libertad que poseía la mujer espartana en torno a su vestimenta, en


detrimento de sus pares atenienses, estas demostraban un gran amor por su patria, Esparta,
especialmente cuando existían tiempos de guerra. Las mujeres demostraban en estos
periodos que más allá del amor que podían sentir por su familia, para todos los espartanos,
lo primordial, era la defensa de la patria.

Un claro ejemplo de este amor por Esparta es Damatria la cual al escuchar el


abandono en plena Guerra del Peloponeso que efectuó uno de sus hijos, actuó de la
siguiente manera, diciendo “que su hijo era cobarde e indigno de ella, cuando se
presentó, lo mató.”166 Como este caso hay muchos otros que nos muestran que la

164
Fornis, César; Esparta. La historia, el cosmos y la leyenda de los antiguos espartanos; Editorial
Universidad de Sevilla; España; 2016; p. 346.
165
Plutarco; Obras Morales; Tomo III; Op. Cit; Cárilo, 2.
166
Ibid.; Damatria.

58
educación militar no solo era dictada para los varones, pues las mujeres al entregar sus
hijos a la guerra lo hacían de manera total, sin cuestionar las decisiones, solo acatando y
entregando las vidas procreadas a la patria.

Existen otras mujeres espartanas de las cuales no se conocen sus nombres, pero
que, aun así, Plutarco registra sus reacciones al saber que sus familiares, sobre todo sus
hijos, abandonaban las guerras en las cuales Esparta estaba inmiscuida. Una de ellas, al
ver que su hijo se acercaba a casa le pregunto

Madre: ¿Qué hace la patria?


Hijo: todos han muerto
Ella cogió una teja, se la tiró y lo mató, diciendo: ¿a ti, pues, te enviaron a
nosotras como mensajero de malas noticias?167

Otros casos nos muestran los motivos por los que las mujeres se sentían orgullosas
de sus hijos, como el que sigue

“una mujer enterraba a su hijo, cuando una humilde anciana se le acercó y le


dijo: ‹‹ ¡Oh mujer, qué mala suerte! ›› A lo que le respondió: ‹‹No, por los dos dioses,
sino buena; pues lo alumbré para que muriera por Esparta y esto me ha sucedido. ››168

Estos casos expuestos, nos muestran la capacidad que las mujeres espartanas
tenían para desprenderse de su familia en beneficio de la ciudad, pues sus hijos eran
capacitados desde pequeños para salvar a Esparta y con ello dar su vida por ella, puesto
que su misión era morir de la forma más gloriosa y mítica posible, ya que de esta manera
pasarían a la historia, donde serían recordados por todos, transformándose en leyenda, en
inmortales.

La actitud de las mujeres espartanas llamó mucho la atención de cierto sector de


la historiografía, especialmente ala conservadora de esta, viéndose reflejado en la obra de
Concepción Gimeno de Flaquer, que a través de su obra Vidas paralelas. Mujeres de
regia estirpe. En ella, la autodenominada “feminista conservadora”169 pone en duda el
estilo de vida de las espartanas, más cuando señala a Licurgo como el culpable de esta
situación, puesto que “educada como el hombre, tenía que poseer como éste cualidades
viriles; así es que el famoso legislador hizo de la mujer un virago.”170

Por otro lado, Gimeno de Flaquer, al ver que la mujer espartana tenía clara su
misión para con Esparta, ponía en duda el amor de estas por sus hijos, ya que cuestiona

167
Ibid.; Espartanas Desconocidas, 5-6
168
Ibid.; 7-9
169
A pesar de no ser Historiadora, Concepción Gimeno de Flaquer dedicó su carrera de escritora a relatar
y comparar la vida de las mujeres más destacadas conocidas en su época (entre 1850- 1919). La obra usada
en esta investigación nos recuerda el estilo de Plutarco, en cuanto a la comparación; no obstante, a ratos su
obra nos parece carente de argumentos, pues hay espacios en donde se critica en demasía una situación,
pero suele hacerlo sin un respaldo en las fuentes, por lo cual, algunos de sus argumentos parecieran estar
llevados más por los prejuicios que por la información sobre la civilización griega.
170
Gimeno de Flaquer, Concepción; Vidas paralelas. Mujeres de regia estirpe; Madrid; Tipografía de
Alfredo Alonso; Cuarta Edición; p. 71

59
el nivel de amor y ternura que las madres espartanas podían brindarle a sus hijos, teniendo
en cuenta que estas “antes que madre, era ciudadana.”171 Pero como veremos en los
párrafos que siguen, la mujer y madre espartana demostraba su amor por sus hijos, no de
la manera tradicional, sino de una forma bastante especial, y distinta al resto de las
mujeres de Grecia.

Para las madres espartanas, sobre todo cuando estas se convertían en madres de
los guerreros espartanos, sentían un orgullo sin parangón, el cual queda demostrado en el
hecho de que estas consideraban que morir en plena guerra era equiparable a ganar las
olimpiadas. Era el momento de máxima gloria, tanto para su hijo, como para ella, porque
de esta forma demostraba que paría hombres fuertes, pero, además, paría hombres que
daban todo, hasta su vida, por la patria. Si consideramos esta creencia materna, podremos
ver que para los espartanos y en especial para las mujeres, morir en guerra, transformaba
a los hombres en verdaderos héroes, dándole de esta forma, un nuevo estatus.

Un ejemplo de mujer espartana que realizaba ejercicios a la par con los hombres
es Lampito, la representante lacedemonia en la asamblea de mujeres convocada por
Lisístrata. Apenas Lampito llega al lugar de la reunión las otras mujeres resaltan su estado
físico al señalar “¡Qué buen color tienes y qué cuerpo despampanante! ¡Hasta podrías
estrangular un toro!172 El que el resto de las mujeres destaquen el estado físico de
Lampito nos lleva a pensar e imaginar que su cuerpo era mucho más firme y corpulento
que del común de las mujeres, haciendo que el resto de las mujeres se sorprendieran de
ello, porque ni ellas ni otras mujeres podían tener ese cuerpo, ya sea porque no podían
ejercitarse como las espartanas, como también por la dieta alimenticia que estas
mantenían.

Asimismo, la educación de las mujeres espartanas no solo estaba destinada para


ser buenas esposas y ser fuertes para el momento del parto, sino que, además, esta
educación estaba destinada a “integrarla en el seno de la comunidad cívica,”173 pues esta
sería la forma en que Esparta se legitimaba a la mujer, y de cierta forma se equiparaba en
poder a los hombres.

171
Ibid.; p. 72
172
Aristófanes; Op, Cit; 80
173
Dodero Paz, Mar; La joven espartana y su participación en la ciudad lacedemonia; En: Antesteria; N°
1; 2012; p. 21.

60
3.3 Dueñas de la tierra: los bienes de las espartanas.

Si bien ya hemos mencionado algunas de las características que poseían las


mujeres espartanas y que además las diferenciaban de otras mujeres griegas, ahora parece
oportuno analizar uno de los aspectos más relevantes, es decir, la libertad. Para ellas, y al
igual que para el resto de los habitantes del territorio Peloponeso, esta cualidad era el
mayor tesoro que un ser humano podía poseer y, por ende, este debía ser resguardado a
cualquier precio, incluso con la propia muerte, si era necesario, pues un espartano, sea
hombre o mujer, jamás se doblegaría ante un extranjero.

Tal fue el caso de una mujer espartana, hecho recogido por Plutarco y que lo relata
de la siguiente forma:

“otra mujer que estaba en venta, como un heraldo le preguntara, que sabía, dijo:
‹‹Ser libre. ›› Cuando su comprador le ordenó algo inadecuado a una mujer libre, dijo:
‹‹Te arrepentirás por haberte privado de tal posesión››, y se quitó la vida.”174

Como podemos comprobar gracias a la cita anterior, la libertad era algo que no se
tranzaba. La libertad debe haber sido lo único que no tenía un valor en oro, lo único que
no lograron arrebatarle a este pueblo de carácter militar y cerrado, pero que con el tiempo
y en parte, gracias a la diarquía existente que hacía que la corrupción y la traición a la
patria fuera un hecho más frecuente que en otros sistemas de gobiernos, hizo que Esparta
fuera entrando en una crisis que terminaría con la unión al imperio romano.175

Sin embargo, y a pesar de la forma en que Esparta termino, “muchas mujeres


adoptaron costumbres más libres, siguiendo el ejemplo de las mujeres espartanas, que
vivían mucho menos recluidas que las atenienses y se mezclaban más con los hombres.176
Esta última afirmación la podemos constatar a lo largo de esta investigación y los
múltiples ejemplos que hemos brindado respecto al trato que recibían las mujeres,
especialmente las atenienses. El caso de Lisístrata es, quizás, el más ilustrativo de ello,
pues no solo es menospreciada por los pocos hombres que quedan en Atenas, sino que
además su marido no demuestra tener mucho respeto y/o amor por esta, pues
constantemente la denigra, tanto en público como en privado.

Esta pseudo libertad de las mujeres, que se ve reflejada solo en ciertos aspectos,
contrasta en demasía con lo que nos dicen las fuentes de aquella polis, pues “la imagen
que se ha creado de Esparta es la de una utopía a partir de un sistema social autoritario,
militarista y represivo.”177 Por otro lado, la libertad de las espartanas se vinculaba al
hecho de que eran dueñas de “aproximadamente las dos quintas partes del país […]
porque hay muchas herederas universales (epíkleroi) y porque se dan dotes

174
Plutarco; Obras Morales; Tomo III; Op. Cit; 30D
175
Cartledge, Paul; Op. Cit; p. 13.
176
Flaceliere, Robert; Op. Cit; p. 97.
177
Picazo Gurina, Marina; Alguien se acordará de nosotras. Mujeres en la ciudad griega antigua;
Bellaterra; España; 2008; p. 161.

61
considerables.”178

La instancia que se da en Esparta para que las mujeres es única pues “podían
poseer bienes, tierra incluida, y aunque no tenían voz oficial en la Asamblea de
guerreros, sin duda hallaron otras vías para dar a conocer sus opiniones y hacerse
oír.”179 Todo lo dicho anteriormente, es algo que no se da en el resto de Grecia, pues
como lo hemos expuesto más arriba, las mujeres atenienses no podían tener bienes bajo
su cargo, pues estos debían ser administrados por el hombre más cercano a ella, ya este
fuera su padre, marido, hijo o tutor, ya que debemos recordar que la mujer en Grecia, pero
especialmente en Atenas era considerada una eterna menor de edad, más, ni siquiera era
la encargada de administrar la dote con la cual aportaba al matrimonio, dejándola como
un ser eternamente dependiente de su marido.

Probablemente esta situación se explique porque “los derechos de propiedad de


las mujeres debían estar asociados con cortos periodos de inestabilidad en los que la
tierra cambiaba constantemente de manos al heredar las hijas tanto del padre como de
la madre.”180 Además a este cambio constante de las herencias, hay que sumar la
inestabilidad que provocaban las guerras, pues en estos periodos muchas familias perdían
a los varones que integraban su grupo familiar, siendo las integrantes femeninas quienes
tenían que hacerse cargo de los bienes familiares.

En La república de los Lacedemonios, Jenofonte nos brinda datos importantes


sobre las diferencias sociales en lo que se refiere al grupo de las mujeres. Licurgo
cuestionaba la “calidad de hijos” que podría producir la mujer esclava y por ende solo
estaban encargadas de la producción textil y de las actividades cotidianas, mientras que
las mujeres libres, es decir las esposas de los ciudadanos, estaban encargadas de la
reproducción y de mantener viva la sociedad, asegurando de esta manera la defensa
militar de Esparta. Esta era una de las más importantes diferencias entre las mujeres
atenienses y espartanas, pues las primeras debían encargarse de todas las labores
domésticas, mientras que las segundas quedaban liberadas de estas, porque su misión era
cuidar su cuerpo para fortalecerlo para el momento más importante, el parto.

El hecho de que las mujeres espartanas pudieran tener sus propios bienes, las
vuelve, inmediatamente, seres independientes, dueñas de manejar su vida como mejor les
plazca, algo que para la época que estamos estudiando, era bastante difícil, pues desde los
orígenes, la mujer no era conocida por sus capacidades, sino que, a través de los mitos
transmitidos, era conocida como un ser salvaje y que tenía que estar en constante cuidado
del hombre, el cual tenía como misión domesticarla. Pero con el caso espartano, esta
creencia se disuelve, porque demuestra que las mujeres si tenían las capacidades para
realizar la tarea de administrar bienes, labor que en el resto de Grecia era exclusiva de los
varones.

178
Mosse, Claude; Op. Cit; p. 95.
179
Cartledge, Paul; Op. Cit; p. 20.
180
Hodkinsnson; En: Cepeda, Jesús; Op. Cit; p. 181.

62
No obstante, y a pesar de esta ventaja con el resto de sus congéneres, vimos que
existían ritos, como el rapto matrimonial, que reducían a la mujer, y nos recordaban el
poderío del sexo masculino, lo cual servía como un recordatorio de cuál era el sexo que
tenía dominaba en la relación. Y si bien las mujeres lograban hacer conocer sus ideas, con
el rito del matrimonio, muchas de las libertades de las mujeres espartanas quedan en nada.

63
Análisis final

Luego de exponer y analizar la vida de las mujeres griegas -casos atenienses y


espartanos-, podemos dar respuesta a las preguntas planteadas al principio de nuestra
investigación y que ahora desarrollaremos.

Las primeras estaban enfocadas en lo siguiente ¿Cuál era la visión que los
hombres mantenían de las mujeres? ¿Esta fue una idea propia de los hombres o se
difundió mediante otro medio? ¿Cuáles eran las formas más comunes de expresar la
misoginia por parte de los hombres?

En primer lugar, la concepción y/o visión que la población masculina tenía de


ellas era de un ser inferior y que, por ende, necesitaba de constantes cuidados y educación,
todo esto brindado por sus kyrios, los cuales podían ser sus padres, hermanos o maridos,
incluso este tutor podía ser cualquier hombre que tuviera algún parentesco con la mujer,
sin importar que tan cercano fuera este cuando los otros tres mencionados anteriormente
se encontraban ausentes.

En segundo lugar, esta idea de inferioridad femenina no nació en una reunión de


hombres normal, sino que los primeros registros los encontramos en la narración de los
mitos e historias de la Grecia Antigua que nos fueron transmitidas por los distintos autores
que analizamos durante el Capítulo 1. Así es como vemos que gracias a los distintos tipos
de literatura que se desarrolla en Grecia, logramos constatar que existe una posible
continuidad, la cual se centra en menospreciar las capacidades de las mujeres. Ya sea en
una comedia, tragedia o en las Historias sobre Grecia, la mujer siempre es vista como una
menor de edad, idea que se transmitió y fomentó con la figura del kyrios, puesto que tal
como mencionamos anteriormente, necesita de los constantes cuidados masculinos, ello
también va acompañado de una subestimación y desprecio de las capacidades femeninas,
ya que se las cree incapaz de realizar otras labores que no sean las del hogar y maternidad,
manteniéndola alejada del arte de la política de la nación helena.

Asimismo, vemos que esta proto misoginia tiene diferentes formas de


manifestarse, ya que a través de los registros elegidos para esta investigación, expusimos
varios episodios y/o escenas donde la mujer era subestimada solo por ser mujer, lo cual
es un síntoma e indicio claro de la misoginia que posteriormente nos heredaron los
griegos, y que actualmente restringe el rol de la mujer en la sociedad, donde a pesar de
encontrarnos en pleno siglo XXI se sigue menospreciando y catalogando a la mujer a
“tareas femeninas”. De esta forma, logramos comprobar que los autores griegos,
analizados a lo largo de esta investigación, ayudaron a irradiar las ideas proto misóginas
en la sociedad griega, ya que los mitos y sus historias eran parte fundamental de las
creencias con las cuales coexistían los pobladores de la antigua Grecia.

Además de las preguntas anteriores tenemos las siguientes: ¿Tenían alguna forma
de manifestar su molestia o de hacerse oír? ¿Solo podían desempeñarse como madres, o

64
tenían participación en otras instancias, además de las religiosas en donde era habitual
verlas?

Teniendo en cuenta que Grecia era principalmente masculino y que el don de la


palabra era algo propio de los seres políticos, es decir de los hombres, los espacios donde
la mujer podía manifestarse eran bastante escasos, y si existían, estos también eran
controlados por los hombres, haciendo que las pocas instancias de expresión femenina
fueran solo una linda fantasía. Así también, el rol de nuestro sujeto de estudio estaba muy
acotado, lo cual le prohibía desempeñarse en otras labores. Es decir, la mujer estaba
destinada a la maternidad y todo lo que ello trae consigo, como el cuidado del hogar, del
cual hablamos ampliamente a lo largo de esta investigación, y al menos en Atenas solo
podía salir libremente en las festividades religiosas, lo que se opone a la situación de
Esparta donde la mujer podía y debía compartir espacios con los hombres, todo esto
amparado en las leyes dictadas por Licurgo. Estas regulaciones más que libertades,
obligaban a la mujer a cumplir con ciertos ritos, costumbres y tradiciones para con la
ciudad, pues debían ayudar a la gloria del estado.

Además de estas respuestas, también, apreciamos que las mujeres atenienses, en


particular, enfrentaban más complejidades que en otras polis, pues su vida debía hacerla
solo en el oikos, en su hogar. Las salidas, para disfrutar de la polis, le estaban vedadas, a
menos que se trataran de festividades religiosas, donde se le tenía permitido participar, en
cambio si salía por otras necesidades, debía, sí o sí, salir acompañada por alguien de la
servidumbre y así no generar comentarios malintencionados, pues si una mujer salía y se
paseaba sola por la ciudad, esta era considerada como una mujer de no muy buen vivir.
Esta situación solo se da en las mujeres pertenecientes a la aristocracia, pues las mujeres
pobres, ante la necesidad de obtener recursos para su subsistencia, no tenía las mismas
prohibiciones, ya que esta poseía menos “derechos” que sus pares aristocráticos.

Expusimos también como la devoción que las mujeres podían -y debían- expresar
con tal de demostrar amor y fidelidad para con sus maridos, situación que era unilateral,
pues hombres entregando su vida por sus mujeres, era algo excepcional, ya que estos,
como en el caso de Admeto y Alcestis espera que otros den su vida por él para poder
cumplir con sus promesas hechas a los dioses. Las excepciones las encontramos en la
realeza de Esparta, donde los reyes Aristón y Anaxándridas, los cuales podían rechazar
las normas espartanas debido a su condición.

Al tener claro estos aspectos, podemos concluir que los hombres mantenían una
idea bastante sesgada sobre el rol y las capacidades que la mujer tenía para con la sociedad
griega, pues se la consideraba como un ser inferior, tanto intelectual como físicamente, y
que necesitaba de constante protección por parte de él. Esta idea se veía incentivada por
los diferentes mitos e historias que se transmitían tanto oralmente como de manera escrita,
por lo cual podemos decir a este respecto, que gracias a la literatura de la época se
incentivó una proto misoginia, gracias a la cual la mujer era la última en ser considerada
para algún asunto de la polis, como para algún tema de importancia dentro de su hogar,
ya que las decisiones pasaban por el administrador, papel que recaía en la figura del

65
hombre, el que pocas veces cedía a la mujer, y sí lo hacía se relacionaba con los asuntos
más banales y cotidianos de la administración del hogar.

Asimismo, vemos que las formas en que los hombres o la sociedad en general,
manifestaba esta proto misoginia era a través de actitudes de superioridad y de prejuicios
que fueron incentivados por la mitología. Tales prejuicios se ven en las figuras de Admeto
y su esposa Alcestis, la cual tiene que dar su vida por su marido para que este cumpla con
sus promesas a los dioses. Hablamos de prejuicio, porque se consideraba que si no eran
los padres los que daban la vida por su hijo, este puesto debía ser ocupado,
inmediatamente, por la esposa de este, no dándole ninguna posibilidad de negarse, pues
se creía que esta debía obediencia absoluta a su marido, y, por ende, debía aceptar y hacer
cualquier cosa que este quisiera. Si bien Alcestis aceptó bajo algunas condiciones que
coartaban la futura libertad de Admeto, no deja de ser importante recalcar los prejuicios
que se encontraban tras esta decisión.

Por otro lado, tenemos los casos de las mujeres atenienses y espartanas en donde
encontramos grandes y variados contrastes, que, si bien demostrarían que las mujeres de
la región de Lacedemonia eran más libres, esta situación no era tal, pues todas esas
ʻpseudoʼ libertades eran obligaciones que estaban reguladas por las leyes creadas desde
los tiempos de Licurgo y que se mantuvieron hasta el siglo IV a.C, pues después de ese
siglo, comienza una rápida, y sin retorno, decadencia espartana, lo cual se atribuye a que
la población de la región lacedemonia, dejó de seguir y creer en estas leyes.

Es por ello, que podemos afirmar que Grecia, en las dos ciudades que se
estudiaron en el desarrollo de esta investigación, mostró una faceta proto misógina, ya
que ambas, en distintas formas, obligaban a la mujer a realizar tareas específicas, que en
su mayoría tenían relación con la reproducción y mantención del hogar, además de
prohibirle muchas otras, en especial en el ámbito político, el cual era de acceso exclusivo
de los varones. Si bien en Esparta las mujeres podían poseer tierras, este hecho se daba
para que las tierras no se perdieran, pues cabe recordar que la mortalidad masculina era
bastante alta debido a las constantes guerras que Esparta protagonizaba, por ende, más
que un beneficio femenino, era la forma de mantener los bienes familiares para sí.

Así también, ratificamos que, si bien la mujer tenía instancias donde “quejarse”
de su marido, este siempre tenía la última palabra, pues tal como vimos en el caso de
Hipareta y Alcibíades, este no dejó que su mujer manifestara sus deseos de divorcio ante
los jueces que ya estaban reunidos para analizar el caso.

Esto último va de la mano, con una de las formas más radicales de mostrar el
poder masculino, pues tanto en Atenas como Esparta el rito del rapto femenino marca un
antes y después, ya que en Esparta se da como inicio del matrimonio, mientras que en
Atenas se permite para evitar el fin de esta relación. Esta acción, nos demuestra que la
mujer debía estar a completa disposición de su marido, el cual de esta forma marcaba el
camino que seguiría la relación.

66
Entonces, tras este trabajo, vemos como una sociedad patriarcal, fue mostrando
los primeros síntomas de la misoginia actual, la cual se disfrazaba a través de los mitos
griegos, pero también mediante leyes que prohibían a las mujeres ejercer las mismas
labores que los hombres. Además, de esta forma, comprobamos que a pesar de las pocas
excepciones que lograron figurar, como Cinisca, que compitiendo en las Olimpiadas
demostró que las mujeres tenían las mismas capacidades físicas que los hombres, la
población patriarcal griega, hizo prevalecer este pensamiento propio de las sociedades
patriarcales actuales, para posicionar al hombre como el ser más importante del estado
griego, colocando a la mujer en un escalón mucho más bajo donde solo tenía obligaciones,
para con su familia, su ciudad, y para con Grecia.

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BIBLIOGRAFÍA:

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Anexos de imágenes y mapas:
Imágenes:
Imagen 1: Hydria o Jarrón para el agua que nos muestra una escena familiar entre
los años 440 a 430 a.C. Disponible en:
https://www.harvardartmuseums.org/art/288891
Imagen 2: Trozo de Jarrón que representa el día después de la boda de Alcestis. 430-
420 a.C. Disponible en:
http://www.namuseum.gr/collections/vases/classical/classic02-en.html

Imagen 3: Plano de una casa griega. En: De architectura de Vitrubio. Disponible en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Oikos#/media/File:Greekhse1.jpg
Imagen 4: Estatua de bronce de una mujer corriendo, desde el Santuario de Zeus hasta
Dodona. 550-540 a.C. Disponible en:
http://www.namuseum.gr/collections/bronze/archaiki/arch06-en.html
Imagen 5: Ánfora perteneciente al período arcaico atribuida a Exekias, su fecha de
datación es el año 540 a.C. Disponible en: https://www.metmuseum.org/toah/works-
of-art/17.230.14a,b/
Imagen 6: Ilustración que recrea el tipo de vestimenta de la mujer ateniense.
Disponible en: http://www.revistamarabunta.com/2016/07/28/eran-los-antiguos-
griegos-machistas/

Mapas:
Mapa 1: Situación política de Grecia durante el siglo V a.C y la conformación de las
Ligas de Delos y Delfos. Disponible en: https://historiantigua.cl/wp-
content/uploads/2011/07/Grecia1.jpg

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