Métodos de Enseñanza

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Métodos de Enseñanza – María Cristina Davini - Capítulo 1

Introducción

La enseñanza es una práctica social e interpersonal que antecede históricamente a la

existencia misma de las escuelas, y aún hoy se desarrolla más allá de sus límites.

Desde el XIX comienza un proceso sostenido de conformación de sistemas escolares,

que culminará en el siglo XX con los sistemas educativos nacionales, lo que implicaría

una legión de personas específicamente formadas para enseñar. O sea, enseñar no

solo se generaliza, sino que se especializa.

La enseñanza como acción intencional de transmisión cultural

La enseñanza implica:

Transmitir un conocimiento o un saber.

Favorecer el desarrollo de una capacidad.

Corregir y apuntalar una habilidad.

Guiar una práctica.

Y siempre, la enseñanza responde a intenciones, es decir, a una acción voluntaria y

conscientemente dirigida para que alguien aprenda algo que no puede aprender solo.

Cuando una persona aprende sola no es “enseñanza” sino aprendizaje social o

socialización.

Estas intenciones son de doble vía: quienes enseñan desean hacerlo y quienes

aprenden también desean aprender. Sin embargo, como dice Fenstermacher, en

sentido estricto la enseñanza solo requiere de la intención de quien enseña.

La intencionalidad no se restringe a lograr que otros aprendan, la enseñanza implica

transmitir un saber o una práctica considerada culturalmente válida, socialmente justa

y éticamente valiosa. Enseñar es un acto de transmisión cultural con intenciones

sociales y opciones de valor.

En este sentido Fenstermacher distingue enseñanza de buena enseñanza, moral y

epistemológicamente hablando.
La débil consideración de estas intenciones produce que afiancemos prácticas

obsoletas o contrarias a nuestros propósitos declarativos.

Además de la dimensión moral y la dimensión epistemológica aportadas por

Fenstermacher, es necesario incluir la dimensión sociopolítica de la enseñanza. La

enseñanza implica una democratización del saber y una ampliación de la consciencia, a

la vez que genera espacios de participación en el mundo social y de la cultura.

3) El contenido a ser aprendido es aquello que da la razón de ser a la práctica de

enseñar e incluye conocimientos a asimilar y habilidades a desarrollar, como también

modos de relación con los otros, modos de pensamiento, modos y formas de

expresión, actitudes y valores sociales, entre otras cosas.

4) El ambiente, que facilita o limita el desarrollo del sistema, incluye:

-los recursos materiales

-las formas de interacción e intercambio del grupo (con el profesor o entre pares)

- las formas de participación en el desarrollo de la enseñanza, el seguimiento

grupal e individual personalizado.

- las reglas institucionales y la organización de los planes de estudio (aunque los

actores no sean neutros y puedan rechazarlos)

La enseñanza como una secuencia metódica de acciones

Como acción intencional, la enseñanza busca lograr el aprendizaje, lo que requiere un

proceso sostenido y dirigido para alcanzarlo. La enseñanza no es algo que ocurra de

forma espontánea ni representa una acción puntual, sino que implica una actividad

sistemática y metódica, es decir, una secuencia metódica de acciones, que sigue una

lógica, que se conforma como una serie de etapas o fases a lo largo de un tiempo y un

proceso interactivo entre quienes participan. Es decir, supone un plan de trabajo con

una secuencia organizada de actividades, en la que una cosa sigue a la otra,

ordenadamente.

Esta secuencia metódica no debe ser entendida como un reglamento rígido, sino que

es un marco de actuación básico, de ordenamiento lógico y pedagógico pero flexible y

adecuable a lo que se necesite. Así, docente y alumnos desarrollarán acuerdos de

trabajo y una serie de intercambios que enriquecerán la propuesta inicial.


Relación de la enseñanza con el poder, la autoridad y la autonomía

Quienes enseñan tienen (o deberían tener) un dominio sobre lo que enseñan.

Poseyendo un determinado saber, buscan transmitírselo a otros, es decir, que otros lo

aprendan. Esta situación implica una relación asimétrica: unos saben algo y otros

necesitan aprenderlo. Quienes enseñan tienen, así, un papel de autoridad. En el caso

de quien enseña, su papel de autoridad puede ser formal o impuesta, o puede

construirse como legítima por el reconocimiento de su capacidad, competencia y

saber, o por la valoración que le asignen quienes aprenden. Sin duda, la última

alternativa es mucho más relevante. En los ambientes de enseñanza formal (escolar y

académico), la autoridad formal del profesor se ve reforzada a través del poder de las

evaluaciones, de las reglas de la disciplina, de las normas y sanciones, y de una

variedad de formas de vigilancia sobre el comportamiento de los otros. Si, además, se

mira en retrospectiva histórica, los medios escolares han hecho, muchas veces, un

importante abuso de ese poder.

Las críticas a estos ambientes y a las formas de relación autoritarias han impulsado la

construcción de alternativas de enseñanza y de aprendizaje ricas, humanizadas y

democráticas; se desarrollaron propuestas pedagógicas conocidas como "enfoque no-

directivo", con definido énfasis en la libertad de quienes aprenden, y el rol secundario

de quien enseña con un papel más próximo al apoyo o guía personal. La transmisión de

contenidos es vista, inclusive, como imposición arbitraria. Hay que entender estas

perspectivas como una reacción o respuesta en el marco de las rígidas formas de

enseñanza y disciplina de las escuelas tradicionales. Pero, asimismo, hay que

analizarlas en el marco de la crisis de autoridad en nuestro tiempo, lo que ha puesto en

tela de juicio la autoridad del adulto. La autora pone énfasis en no confundir

autoritarismo y autoridad pedagógica. En estos casos, constituyen una negación del

acto de enseñar y, al mismo tiempo, del hecho mismo de aprender. Hasta el papel

mismo de los padres se ve debilitado: los adultos se vuelven inseguros ante el poder de

los niños y los jóvenes. Según la autora, esta ambigüedad impide toda autoridad e

inhabilita toda relación pedagógica, privando a los jóvenes de toda asimetría propia

del universo adulto, como espacio para contrastar y definir su propia identidad juvenil

(Narodowski-Brailovsky, 2006). La enseñanza es esencialmente una práctica dirigida y


requiere de la autoridad pedagógica de quien la conduce. Tiene fines, intenciones y

conocimientos a ofrecer y apunta a que otros los adquieran. Si bien atiende las

dificultades que quienes aprendan puedan tener al hacerlo, no se confunde con una

acción terapéutica o con una relación interpersonal en la libertad del espacio privado.

Desde el plano pedagógico, la búsqueda del diálogo y la construcción compartida de

alternativas de enseñanza no elimina la saludable y necesaria asimetría del acto de

enseñar; alguien que sabe y tiene una experiencia, y ayuda a otros a saber y a

experimentar. Aunque quien enseña también aprenda al hacerlo y lo haga

reflexivamente, no deja de tener la responsabilidad de conducir este proceso. Distante

de toda propuesta autoritaria, la autoridad pedagógica no implica la sumisión de

quienes aprenden ni busca instalar la asimetría eterna. Por el contrario, busca

promover cada vez mayor conocimiento y ampliación de conciencia para la progresiva

autónoma e independencia de los alumnos. Cualquiera sea la edad o etapa evolutiva

de quienes aprenden, el desarrollo sistemático de la reflexión y la asimilación de

nuevos saberes apuntan a constituirlos en sujetos autónomos. Una enseñanza no

autoritaria desarrollará no sólo genuinas (legítimas) relaciones asimétricas entre

quienes enseñan y quienes aprenden. Durante el proceso, estimulará la libre expresión

de saberes y experiencias, promoverá relaciones e interacciones simétricas entre

quienes aprenden y los incluirá en la reflexión y en las decisiones. Como buen

resultado, buscará la progresiva autonomía de quienes aprenden, liberándose de la

dependencia del maestro y generando capacidades para su propio aprendizaje

permanente.

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