Correa, E., Ivanovich, F. & Risco, L. en Ivanovic, F., Correa, E., & Florenzano, R. (2017) - Texto de Psiquiatría. Trastornos Bipolares
Correa, E., Ivanovich, F. & Risco, L. en Ivanovic, F., Correa, E., & Florenzano, R. (2017) - Texto de Psiquiatría. Trastornos Bipolares
Correa, E., Ivanovich, F. & Risco, L. en Ivanovic, F., Correa, E., & Florenzano, R. (2017) - Texto de Psiquiatría. Trastornos Bipolares
Introducción
Tabla 1. Las cuatro formas clínicas del trastorno bipolar (según el DSM-5)
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TRASTORNOS BIPOLARES | Eduardo Correa Donoso et al
Epidemiología
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Texto de Psiquiatría | SECCIÓN iII: Trastornos mentales específicos
Síntomas psicóticos
La grandiosidad puede llegar a ser delirante, y los pacientes pueden estar conven-
cidos de poseer gran riqueza, alguna misión especial que cumplir, ascendencia real o
tener relación especial con un gran líder, político, religioso o incluso una deidad. Las
pacientes pueden creer que están embarazadas, incluso de un rey o un profeta. Si es
“congruente” con el estado de ánimo, el contenido de los delirios en la manía es por lo
general grandioso o persecutorio. Otras veces se trata de ideas sobrevaloradas y parecen
expresiones exageradas de los deseos o frustraciones del enfermo. Las alucinaciones,
habitualmente auditivas, son voces con contenidos extraordinarios que alientan al pa-
ciente a reaccionar frente a ellas. Síntomas catatónicos como estereotipias, negativismo
y mutismo fueron descritos hace más de 100 años, asociados con la manía, aunque
escasamente descritos hoy.
Según el DSM-5, si el contenido de los delirios o alucinaciones es congruente con el
estado de ánimo elevado, el diagnóstico es “manía con características psicóticas”; de
lo contrario el diagnóstico es “manía con características psicóticas incongruentes con
el estado de ánimo”. Delirios de control y otros síntomas de primer rango de la esqui-
zofrenia pueden presentarse en el 10-20% de los pacientes con manía, obligando a un
diagnóstico diferencial.
No se debe diagnosticar manía si estos síntomas psicóticos estan presentes antes de
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Tipos de manía
Kraepelin dividió los estados maniacales en hipomanía, manía aguda, manía delirante
y manía crónica. La “hipomanía” corresponde a la expresión expansiva que desarrolla-
remos en lo referente al trastorno bipolar tipo II. La manía aguda rara vez debuta con
intensidad máxima, aunque la rápida y severa ausencia de sueño facilita una rápida exa-
cerbación. Ya en etapa severa, la hiperactividad es frenética, el pensamiento delirante,
aparecen las alucinaciones e incluso cierta desorientación. Es frecuente que los episodios
maníacos tengan similar severidad en subsecuentes episodios en un mismo paciente, si
no está en tratamiento. Es muy raro que la manía tenga un curso crónico y continuo,
pese a que se describía esta forma clínica en tiempos de Kraepelin, caracterizada por un
cierto compromiso intelectual y emocional en comparación con la manía aguda. Actual-
mente, su presencia obliga a descartar causas cerebrales orgánicas.
Post describe un cuadro que denomina manía disfórica, señalando en este caso que
los síntomas maníacos clásicos se acompañan de marcada ansiedad, depresión o ira.
Parece primar un patrón “destructivo-paranoico” en lugar del tipo “grandioso” clásico.
Lo que conocemos como trastorno bipolar tipo II (TB II) se dice que fue descrito ya
por Areteo de Capadocia en algunos de sus aspectos más esenciales; en 1866, Jules
Falret denomina “exaltación anímica” a lo que Kraepelin llama Mania mitis Mittissima,
un cuadro anímico que en su fase de exaltación se expresa solo con elevada autoesti-
ma, humor alegre, irritabilidad, y un aumento de la actividad con una peculiar falta de
perseverancia. Casi un siglo después, en 1994, el DSM –en su cuarta edición– incorpora
oficialmente la categoría TB tipo II para diferenciar a los pacientes con episodios recurren-
tes de depresión e hipomanía de las personas con trastorno bipolar tipo I (TB I) clásico y
de aquellas con depresión mayor recurrente. La división de los trastornos del ánimo en
TB I, II, y depresión unipolar ha sido sostenida por estudios que han encontrado distintos
patrones de síntomas y de herencia familiar para el TBP II. No se describe diferencia en
la edad de inicio de los TB tipo I y II. El TB I afecta en similar proporción a hombres y
mujeres, mientras que el TB tipo II es más frecuente en mujeres.
El subdiagnóstico da cuenta de la dificultad para reconocer la expresión subumbral de
la manía, la hipomanía, la que suele ser egosintónica, sin malestar subjetivo ni deterioro
marcado en el funcionamiento. En la hipomanía se observa una elevada autoestima que
se presenta breve, fásica y no permanentemente. El paciente no reconoce el carácter
patológico de su condición, sintiéndose cómodo, saludable y de humor alegre; se jacta
de logros, celebra sus actos, se percibe preclaro y talentoso, se torna burlón, y exige un
trato especial; aumenta su actividad psíquica y motora, se torna infatigable, su vitalidad
no respeta horario y su juicio social se torna laxo; todo le parece sencillo, las ideas fluyen
fácilmente, se perciben ocurrentes y el lenguaje se hace más rápido, fluido y verborrei-
co. El optimismo se expresa en la conducta con mayores gastos, entusiastas y audaces
emprendimientos, con nula autocrítica. Lo morboso se confirma al constatar la escasa
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Texto de Psiquiatría | SECCIÓN iII: Trastornos mentales específicos
Cuadro clínico
El TB II precisa de la presencia de un diagnóstico positivo de hipomanía, así como
de tener en perspectiva los significativos datos epidemiológicos pertinentes (Tabla 2), y
considerando el diagnóstico diferencial con los trastornos fronterizos de la personalidad.
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tres de los siete criterios del DSM-IV con consecuencias sociales y subjetivas. Además,
se sospecha hipomanía en una depresión con síntomas hipomaníacos. De este modo,
el concepto de hipomanía se ha extendido para incorporar casos en que lo más des-
tacado no es solo el ánimo exaltado y la euforia, sino la irritabilidad y la hiperactividad
como síntomas predominantes, integrándose, por lo tanto, a este concepto una mayor
cantidad de pacientes.
Otros síntomas propios de la hipomanía, además de la euforia en los casos clásicos
junto a la irritabilidad e hiperactividad, es el tomar riesgos innecesarios como caracte-
rísticas del grupo soft vinculados al temperamento ciclotímico. En oportunidades estos
estados no son diagnosticados como una forma suave del espectro bipolar.
Luego de los episodios de hipomanía el paciente presenta hipersomnia o depresión
inhibida cuando cede en forma brusca. Los episodios de hipomanía en ciertas oportu-
nidades son difíciles de recordar por el paciente, por lo que el relato de los familiares es
importante para ser comprobados. Los síntomas nombrados también forman parte de
depresiones atípicas, donde la hipersomnia e hiperfagia y la sensibilidad al rechazo han
sido vinculados a francos cuadros hipomaníacos o maníacos, por lo que este grupo se
constituye en un factor de riesgo de bipolaridad.
El aplicar criterios más amplios para hipomanía no aumenta la frecuencia del total
de cuadros de alteraciones del ánimo, sino que más bien se reducen las depresiones
mayores. Estudios como el llevado a cabo en Zurich en 2002 encontraron un 5,3% de
bipolares II y 17,1% de depresión mayor. Otros estudios más acuciosos llegan a cifras del
11% de BP II y un 11,4% de casos puros de depresión mayor, sugiriendo que la mitad
de las depresiones mayores pueden corresponder a casos de bipolaridad. Ghaemi ha
mencionado un 40% de bipolares no diagnosticados. Otro estudio con 537 pacientes
identificó 39,8% de bipolares II en depresiones mayores. Benazzi encontró 45% de BP II
vs 55% de DM al considerar la hiperactividad como formando parte de la hipomanía. De
este modo, al ampliar el concepto de hipomanía, la frecuencia de bipolares II aumenta
a expensas de la depresión mayor. Las consecuencias de encontrar casos de bipolaridad
no tan evidentes como los bipolares I, en los que hay menores dificultades diagnósti-
cas por la relevancia que adquiere el episodio de franca manía en contraposición a las
dificultades de diagnosticar hipomanías, amplía el margen de la bipolaridad. Así, estos
hechos refuerzan las observaciones de Kraepelin, quien no pudo separar con exactitud
bipolaridad con depresiones monopolares ligando estos conceptos en una sola gran
entidad, la locura maníaco-depresiva.
Cabe también destacar que el concepto de depresión mayor del DSM-5 es amplio
y más extenso que el de depresión melancólica que ha sido el más utilizado por la
psiquiatría tradicional. Al ampliarse el diagnóstico de depresión mayor pueden quedar
incluidos sujetos con fluctuaciones del ánimo cercanos a la bipolaridad, con una mayor
probabilidad de contener bipolares, los que se evidencian por medio de un estudio más
detenido de su evolución.
Los sostenedores del concepto de espectro bipolar señalan que la realidad clínica está
conformada por una cada vez mayor frecuencia de los cuadros mencionados, incluyendo
las formas de presentación soft además, de las duras o hard. Los cuadros depresivos son
las más frecuentes dentro de este amplio abanico de formas de presentación, pero los
bipolares han adquirido mayor importancia y presencia en este espectro. La tradicional
separación entre formas bipolares y unipolares ya no cuenta por sí misma como la única
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planteados por el DSM, que excluyen a un alto porcentaje de pacientes del diagnóstico
de TB y que se catalogan como depresivos unipolares, siendo tratados con antidepresivos
y que, probablemente dado la evidencia señalada, podrían ser candidatos a ser tratados
con estabilizadores del ánimo, como pacientes de la esfera bipolar. Estos problemas de
subdiagnóstico y tratamiento inadecuado podrían llevar a consecuencias importantes
a nivel de salud pública como mayor frecuencia de suicidio, mayor uso de servicios de
salud, mayor abuso de sustancias, mayor compromiso funcional, etc. Las investigacio-
nes posteriores a Kraepelin profundizan algunos aspectos diferenciales al interior de
las enfermedades del ánimo enriqueciendo su concepto y otorgando un mayor grado
de complejidad al tema. Una forma de resolver estas inquietudes tal vez será contar a
futuro con procedimientos que permitan conocer a través de marcadores biológicos la
verdadera vinculación entre las distintas formas de presentación a que hace referencia
Kraepelin con las afirmaciones contenidas por los sostenedores del espectro bipolar y
aquellos que apoyan una mayor separación entre diferentes categorías.
Estados mixtos
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hipomanías con 2 o 3 síntomas depresivos, siendo los síntomas disfóricos más frecuen-
tes: ánimo depresivo, anhedonia, culpa, ideación suicida, fatiga y ansiedad. Benazzi
ha estudiado los estados depresivos mixtos (DMX) planteando que corresponderían a
depresiones mayores con 2 (DMX2) o 3 (DMX3) síntomas hipomaníacos intraepisodios,
siendo los más frecuentes la irritabilidad, distraibilidad, pensamiento acelerado, tiempo
dedicado a actividades placenteras, necesidad reducida de dormir, agitación psicomoto-
ra, grandiosidad, verborrea y presión del pensamiento con ideofugalidad. Para Akiskal,
el temperamento juega un rol principal en la aparición de mixtura: aparece un estado
mixto ante la intrusión de una fase maníaca en un temperamento depresivo o bien la
intrusión de una fase depresiva en un temperamento hipertímico.
En la reciente edición del DSM-5 se encuentran modificaciones respecto al DSM-
IV, pues en éste debían cumplirse criterios tanto para episodio maníaco como para un
episodio depresivo mayor casi cada día por al menos una semana. A partir de aquella
definición, se puede señalar que en el DSM-IV los criterios de mixtura no son específi-
cos pues no se efectúan mayores consideraciones sobre el tipo y número de síntomas
maníacos o depresivos (se entiende que deben ser todos), cuestión que representaba
un criterio restrictivo debido a que tales síntomas debían estar presentes por al menos
una semana. No se mencionan cuadros mixtos hipomaníacos, depresivos u otros. Por
otro lado, los criterios del ICD-10 son aún más restrictivos en términos de duración, pues
se exigen dos semanas, no mencionándose el tipo y número de síntomas depresivos o
maníacos. Sin embargo, en el sistema DSM-5 los trastornos bipolares se separan de los
depresivos y no quedan bajo el término trastornos del ánimo. El trastorno bipolar aparece
como “puente” entre el espectro esquizofrénico –junto a otros trastornos psicóticos– y
los trastornos depresivos, formulándose un continuo entre ellos. Esta separación estuvo
basada en antecedentes genéticos, pues existe evidencia de sobreposición genética entre
Esquizofrenia (EQZ), trastornos del ánimo y específicamente bipolaridad. La evidencia la
aportan estudios familiares más que por genes indentificados. La bipolaridad con sus
características de desinhibición y psicoticismo ocupa una posición intermedia entre la EQZ
y desórdenes con mayor internalización cognitiva como los depresivos, ansiosos, obse-
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A. Manías o hipomanías completas con ≥ 3 síntomas casi cada día durante el episodio
1. Disforia o ánimo depresivo: sentimiento de tristeza, vacío o llanto observado por terceros
2. Disminución del placer o interés en las actividades (subjetivo o objetivo por terceros)
3. Retardo psicomotor casi cada día (observado por otros, no solo enlentecimiento subjetivo)
4. Fatiga o pérdida de energía
5. Sentimientos de minusvalía o culpa inapropiada
6. Pensamientos recurrentes de muerte, ideas de suicidio, intentos o planes de suicidio
Estos síntomas son observables por terceros y expresan un cambio en el comportamiento habitual.
Si los síntomas maníacos son de igual intensidad que los depresivos predomina el diagnóstico de
manía con mixtura por las consecuencias ambientales
Los síntomas no son provocados por efecto de substancias
B. Predominantemente depresivos. Criterios de depresión completos, con ≥ 3 síntomas casi cada
día:
1. Ánimo elevado o expansivo
2. Autoestima elevada o grandiosidad
3. Locuacidad o presión para hablar
4. Fuga de ideas o experiencia que los pensamientos van más rápidos
5. Aumento de la energía o actividad
6. Actividades potencialmente riesgosas
7. Disminución de las horas de sueño
sivo compulsivos y relacionados a trauma y disociativos, que son los capítulos siguientes
después de los trastornos depresivos en el DSM-5.
Los estados mixtos poseen especificadores “con características mixtas”, por lo que
la categoría de cuadro mixto se modifica. Se reemplaza por especificadores de mixtura
que se aplican a manías, hipomanías y depresiones en la medida que surgen síntomas
del polo opuesto añadidos al cuadro principal con todos sus síntomas. Están presentes en
forma simultánea o yuxtapuesta al ir y venir de los síntomas del polo opuesto (Tabla 5).
Aquí el DSM-5 incluye la euforia pero excluye la agitación psicomotora y la irritabili-
dad, síntomas importantes de consignar en pacientes con riesgo suicida, como es en el
caso de la depresión agitada. Nos parece complejo excluir síntomas de relevancia en los
episodios mixtos, manteniendo otros de menor importancia relativa.
De la diversidad de definiciones antes señaladas se puede concluir que los estados
mixtos representan una entidad heterogénea que depende de los criterios diagnósticos
empleados. La mayoría de las definiciones varían según el número y tipo de síntomas
maníacos o depresivos requeridos, y en la duración y en la relación temporal de dichos
síntomas (alternantes o simultáneos). De este modo, los estados mixtos corresponden a
cuadros con distintas formas de presentación, desde aquellos que se repiten a lo largo
del tiempo con características similares, donde la combinación de sintomatología ma-
níaca y depresiva tiende a ocurrir de modo constante, los denominados cuadros mixtos
clásicos, hasta formas en las cuales predominan algunos síntomas sobre otros, entre los
que destacan las manías mixtas, las depresiones mixtas y las hipomanías mixtas.
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Texto de Psiquiatría | SECCIÓN iII: Trastornos mentales específicos
Con respecto a las formas de presentación de los estados mixtos, las manías disfóri-
cas son las más frecuentes, encontrándose además en la literatura un mayor número de
publicaciones quizás debido a la mayor probabilidad de ser diagnosticadas en relación a
las depresiones con síntomas maniformes. En este caso, el ánimo disfórico acompaña a la
manía, presentándose desde unos pocos síntomas depresivos (criterio amplio), varios sín-
tomas depresivos (criterio intermedio) hasta cuadros maníacos con numerosos síntomas
de depresión mayor (criterio estrecho). El diagnóstico de esta entidad es de relevancia,
pues los índices de suicidio son mayores, más frecuentes que en las manías puras.
Se deben considerar también como formas de mixtura las hipomanías disfóricas,
donde surge un componente depresivo durante el episodio hipomaniaco, más difíciles
de reconocer que las manías disfóricas debido a su menor intensidad, por lo que estos
pacientes habitualmente no son hospitalizados y se mantienen en tratamiento ambulato-
rio o sencillamente no consultan al especialista. Son más frecuentes en mujeres y pueden
manifestarse con irritabilidad, hostilidad, pensamientos rápidos, aumento de la actividad
motora, episodios en que el sujeto emprende viajes, compras, gastos excesivos, uso de
drogas y aumento del impulso sexual. Junto a esto se observan síntomas depresivos de
diversa índole. Algunos estudios las vinculan con portadores de bipolaridad tipo II.
Por otro lado, desde el polo predominantemente depresivo se pueden mencionar
estados de mixtura que también representan formas difíciles de diagnosticar y que no
corresponden a depresiones auténticamente puras, ampliándose de este modo estas
formas intermedias que no deberían ser clasificadas como formas estrictamente mono-
polares. Entre ellas están los cuadros depresivos mixtos, en los cuales surgen síntomas
maníacos, tales como irritabilidad, pensamientos rápidos, agitación psicomotora, distrai-
bilidad y verborrea. Se ha intentado establecer su vinculación con los pacientes bipolares
II por medio de estudios estadísticos y de predominancia familiar, siendo los episodios
depresivos con la presencia de al menos tres síntomas maníacos los que se asemejan de
mejor forma a los sujetos con bipolaridad II, por lo que se recomienda efectuar este diag-
nóstico cuando efectivamente surgen tres síntomas de la línea maníaca en un episodio
depresivo. El diagnóstico de esta entidad no es de menor importancia debido a que los
antidepresivos pueden empeorar su evolución, inducir ciclación rápida o desencadenar
episodios de manía o hipomanía. Por el contrario, los estabilizadores del ánimo poseen
un efecto favorable sobre la evolución a largo plazo de estos pacientes.
Las depresiones agitadas no aparecen como tales en los sistemas clasificatorios
DSM e CIE. El término “depresión agitada” se debería al alumno de Kraepelin, Wilhelm
Weygandt, que lo clasificó como una forma de mixtura. Algunos estudios sugieren que
este tipo de episodio está más cercano al espectro bipolar que del trastorno depresivo
mayor unipolar, al ser comparados en cuanto a historia familiar y otros parámetros. La
agitación puede estar presente en un episodio depresivo mayor pero es más frecuente en
un episodio mixto, donde esta agitación se combina con algunos síntomas hipomaníacos
carentes de la expansividad o la euforia propias de las manías clásicas. Por su estrecha
semejanza con depresiones mayores estos episodios han recibido el rótulo de “Pseudo
unipolares”. Efectuar este diagnóstico posee relevancia sobre el tratamiento, pues al
tratarse de un cuadro mixto pueden responder en forma inadecuada a los antidepresi-
vos, requiriéndose más bien neurolépticos, estabilizadores o terapia electroconvulsiva.
El incremento de conductas suicidas con el uso de antidepresivos puede deberse a la
presencia de estos estados mixtos.
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Ciclación rápida
Hasta un 40% de los pacientes con TB experimenta períodos en los cuales el tras-
torno se exacerba a tal punto que sus fases se repiten con mayor celeridad, tanto las
de exaltación y baja del ánimo como las que contienen diversas formas de mixtura. Este
aumento de la frecuencia de las fases, que muchas veces está vinculado a una caída en
la eficiencia de los esquemas de tratamiento que se están usando, viene a representar
algo así como una forma extrema de pérdida de la regulación del ánimo, de modo que
éste se eleva o decae como las olas en una tormenta, con fases recurrentes y escaso
período intercrítico. El número de episodios por año en pacientes en este estado es muy
superior al de aquellos que no lo están. A esta condición se la ha denominado “ciclaje
rápido” (CR), y se la reconoce como grave y de difícil tratamiento. Puede aparecer en
forma espontánea o por la concurrencia de diversos factores entre los cuales uno de
mayor importancia es el uso de antidepresivos en los pacientes bipolares. Hasta un 50%
del CR parece relacionado con este ítem. Hay, por cierto, varios factores asociados a la
aparición de períodos de CR dentro de la evolución de un TB, entre los que destacan el
género femenino, la etapa postmenopausia, diversas formas de hipotiroidismo, contro-
lado o no, una larga evolución y el uso de antidepresivos, en particular tricíclicos e ISRS.
Hoy existe consenso respecto de que en el ciclaje rápido se aprecia pobre respuesta al
litio, posible inducción por antidepresivos, una presentación más precoz en las últimas
décadas, asociación con alteraciones de la función tiroidea, mayor prevalencia en mu-
jeres, mejor respuesta a anticonvulsivantes, un alto riesgo de EM, mayor frecuencia de
asociación con el uso drogas lícitas e ilícitas que en otros períodos de la enfermedad, y
mayor riesgo de suicidio. La edad de inicio no influye en la aparición de CR.
Se ha suscitado una marcada controversia cuando se ha tratado de generar criterios
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Texto de Psiquiatría | SECCIÓN iII: Trastornos mentales específicos
para investigación en el área de los CR. Los que más se han popularizado se refieren
a más de cuatro episodios anímicos por año, con al menos 2 meses de intervalo entre
ellos, considerándose el paso de manía a depresión como dos episodios distintos. Se
trata obviamente de criterios discutibles en muchos sentidos. Por ejemplo, considerar el
paso de manía a depresión como dos episodios separados, es enteramente arbitrario ya
que el episodio en estudio podría ser mixto. La separación de dos meses también podría
verse como convencional. Un problema adicional con el uso de estos criterios es que, al
igual que en otros variados ámbitos de la Psiquiatría, habiendo sido generados para uso
estadístico y de investigación, se utilizan en la clínica de manera cotidiana lo que obs-
taculiza el correcto diagnóstico de pacientes que están cursando un período de “ciclaje
rápido” aunque sin cumplir cabalmente con los criterios señalados.
Un problema semántico y de clasificación adicional es la imbricación clínica entre CR
y los estados mixtos (EM). En ambos casos se puede apreciar sintomatología concurrente
o alternante de día en día o incluso dentro del mismo día, de exaltación, depresión o
mixtura del ánimo. Tienen características comunes como ser más frecuentes en muje-
res, cuando hay anormalidades tiroideas asociadas, y ambos se excerban con el uso de
antidepresivos. Esta compleja situación no ha sido ni siquiera enfocada en la literatura
de investigación, y en el ambiente clínico ha sido resuelta considerando que los EM son
más precoces en la evolución del TB, cursan en fases igual que los otros períodos de ac-
tivación del trastorno, y muchas veces incluyen el síntoma disforia como ha sido definido
por Dyer (19) además, de los síntomas propiamente maníacos y depresivos. Los períodos
de CR, por otra parte, requerirían eventualmente de una evolución más dilatada de la
enfermedad, son de límites temporales más difusos en el sentido de que o se extienden
desproporcionadamente o las fases tienen períodos intercríticos mínimos o demasiado
variables, y predomina la sintomatología de alza o baja del ánimo, con menos disforia.
Los pacientes en CR responden menos a monoterapias y en muchos de ellos es ne-
cesario asociar fármacos con diferente mecanismo de acción, como estabilizadores del
ánimo, antipsicóticos e incluso hormonas tiroideas. En términos generales se recomien-
da evitar los antidepresivos, preferir otros estabilizadores del ánimo antes que el litio,
mantener los esquemas farmacológicos por tiempo prolongado, controlar los aspectos
circadianos de la vida del paciente como el sueño, el ejercicio y la exposición a la luz, y
monitorear con regularidad y frecuencia la evolución.
Para efectos clínicos podría conceptualizarse los CR como períodos en los que la
enfermedad anímica se exacerba a tal punto que sus episodios aumentan de frecuen-
cia, se hacen difíciles de controlar con los tratamientos en uso, y significan un aumento
marcado del riesgo y del sufrimiento para los pacientes. Es probable que la investigación
no termine de aclarar en el corto plazo cómo diagnosticarlos con precisión ya que los
criterios para llevar esto a cabo continúan siendo discutibles.
Depresión bipolar
En principio, dos son los problemas teóricos que desde el punto de vista clínico son
relevantes en relación a la depresión propia del TB: uno, cómo se distingue de la depre-
sión unipolar; dos, cómo diagnosticarla cuando aún no hay evidencias de exaltación del
ánimo de cualquier intensidad, situación en la cual la bipolaridad es evidente.
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TRASTORNOS BIPOLARES | Eduardo Correa Donoso et al
Respecto del primer punto, la evidencia apunta con cierta consistencia a los siguien-
tes aspectos: en la depresión BP, comparada con la unipolar, hay más antecedentes
familiares de TB, el inicio en la mujer suele ocurrir en el período de posparto, el inicio
es más temprano, antes de los 25 años, y hay más retardo psicomotor, más latencia
de respuesta, mayor lentitud de movimientos, mayor aplanamiento afectivo, más ideas
patológicas de culpa, más sentimientos de desprecio e inutilidad, más síntomas psicó-
ticos, más hipersomnia, más síntomas melancólicos como anhedonia, se aprecia una
persistencia del humor deprimido, y menos expresividad facial, menos ansiedad, menos
insomnio de conciliación, menos llanto fácil y menos heterorreproche. En un punto de
vista que resume mucho de la evidencia disponible, Reinares y cols. reseñan las princi-
pales diferencias entre depresión uni y bipolar. En la segunda, la edad de inicio es más
temprana, los episodios son más frecuentes y cortos, el inicio posparto es relativamente
usual, la biografía es más tórpida, es más frecuente el abuso de sustancias así como los
síntomas psicóticos, catatónicos y atípicos; hay mayor concordancia en gemelos monoci-
gotos y hay más antecedentes familiares de bipolaridad. Podría agregarse que la eficacia
antidepresiva del litio es mayor, la eficiencia profiláctica de los antidepresivos es menor
y puede ocurrir inducción de hipomanía con los antidepresivos.
Desde un punto de vista esencialmente clínico por ejemplo, un episodio depresivo en
una persona joven, con síntomas melancólicos o síntomas de inhibición motora o apatía,
con síntomas psicóticos y con antecedentes familiares de TB tiene una alta probabilidad
de convertirse en un TB tipo I a lo largo de su evolución. Una persona con varios episo-
dios depresivos con características atípicas, una tendencia a la inestabilidad anímica, con
una biografía accidentada o abuso de sustancias concomitante, tiene una alta posibilidad
de convertirse en un TB tipo II en el largo plazo.
Respecto del segundo punto en controversia, y teniendo en consideración lo ante-
riormente señalado, Ghaemi y cols. (Tabla 6) han propuesto una serie de criterios con
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Texto de Psiquiatría | SECCIÓN iII: Trastornos mentales específicos
los cuales diferenciar operacionalmente la DBP en pacientes en los que no hay evidencia
actual de episodios previos de exaltación anímica.
Creemos que estos bien definidos criterios responden bastante y apropiadamente a
la necesidad clínica de diagnosticar bipolaridad en ausencia de exaltación anímica, para
evitar exponer a antidepresivos a pacientes que podrían inestabilizarse en el corto o en
el largo plazo con ese tipo de maniobras. El diagnóstico precoz de bipolaridad en un
paciente que no ha exhibido aún hipo/manías puede significar reducir el riesgo de CR
y una mayor eficiencia en el esquema de tratamiento al aumentarse la preeminencia
de sustancias estabilizadoras del ánimo, de manifiesto mejor resultado en la depresión
bipolar que los antidepresivos.
Tratamiento farmacológico
El manejo farmacológico así como las intervenciones con otras estrategias biológicas
son tratadas en los siguientes capítulos. El manejo a largo plazo está dirigido a la preven-
ción y reducción de la frecuencia de los episodios agudos, a minimizar los síntomas entre
episodios y a optimizar el funcionamiento social. Incluye el tratamiento farmacológico,
otras estrategias biológicas, psicoeducación e intervenciones psicológicas y sociales. La
medicación a largo plazo se recomienda de regla en casi todos los consensos y guías
clínicas luego de confirmarse un trastorno bipolar. Sin embargo, algunos grupos sugieren
su uso solamente después de un episodio maníaco psicótico, luego de un segundo epi-
sodio agudo en bipolares tipo I, cuando un paciente con trastorno bipolar tipo II tiene un
deterioro funcional significativo, o cuando hay riesgo significativo de suicidio, episodios
frecuentes o abuso de sustancias.
Psicoeducación y psicoterapia
El trastorno bipolar provoca diferentes reacciones, entre las cuales están la estig-
matización, el temor y la desconfianza; no es infrecuente escuchar que los bipolares
son violentos, extraños e impredecibles. Esta estigmatización la sufre quien recibe el
diagnóstico, vivenciándolo como un desastre biográfico: temen no tener control frente
a sus cambios de ánimo, dudan en distinguir si sus conductas son normales o síntomas
de la enfermedad, y frecuentemente al estigma social se le suma el autoestigma, lo que
puede generar una automarginación, por lo que no es extraño escuchar a estos pacientes
justificarse mediante el argumento “no puedo hacerlo, porque soy bipolar”.
Solo cinco tipos de intervención psicológica han demostrado eficacia en el tratamien-
to de diversas fases de esta enfermedad: la psicoeducación individual, familiar y grupal,
la terapia cognitivo-conductual, la terapia enfocada en la familia, la terapia interpersonal
y de ritmos sociales y la remediación funcional. Los aspectos educativos están centrados
en lograr conciencia de enfermedad, mejorar adherencia, detectar precozmente recaídas,
promover hábitos saludables, y evitar estresores biológicos y situaciones conflictivas así
como el abuso de sustancias. En la psicoeducación es clave explicar el trastorno, sus
diferentes fases, sus probables orígenes, la importancia de las estrategias terapéuticas,
el curso, evolución y el pronóstico a corto y largo plazo, factores de vulnerabilidad y
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A modo de conclusiones
Los trastornos bipolares se caracterizan por ser enfermedades del ánimo, crónicas,
altamente recurrentes y con diversos grados de defectualidad que generan un alto im-
pacto en la salud pública. No hay pleno acuerdo respecto de los criterios diagnósticos
que deberían ser utilizados en cada caso, siendo esto tema de gran debate casi desde
los orígenes de la moderna nosografía.
El DSM-5 tiene como tarea resolver algunos de los debates más álgidos, algunos de
los cuales ya fueron comentados anteriormente. También resuelve, en parte, dos de los
principales defectos de la versión anterior, el infradiagnóstico y la gran proporción de
pacientes que eran clasificados en el grupo NOS. El DSM-5 afortunadamente ha reempla-
zado el grupo TB-NOS por el de Episodio Depresivo Mayor con condiciones subumbrales
de bipolaridad, aceptando por ejemplo episodios hipomaníacos con una duración de
solo 2 a 3 días –cuadro largamente sugerido por psiquiatras infantiles–, o con menos
de cuatro síntomas de hipomanía durante 4 días. Además, los episodios de exaltación
anímica secundarios al uso de antidepresivos son, bajo ciertas condiciones, aceptados
como criterios para el diagnóstico de TB. En un aspecto adicional, el DSM-5 incorpora
por primera vez como criterio el aumento de la energía/actividad, más allá de la sola
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