El Torito de La Piel Brillante
El Torito de La Piel Brillante
El Torito de La Piel Brillante
El hombre se puso a recoger leña en una ladera próxima al lago; hizo una
carga, se echó al hombro y luego se dirigió a su casa. No se acordó de llamar al
torito. Este se quedó en la orilla del lago comiendo totora que crecía en la playa.
Cuando estaba arrancando la totora salió un toro negro, viejo y alto, del fondo del
agua. Estaba encantado, era el demonio que tomaba esa figura. Entre ambos
concertaron una pelea.
El toro negro dijo al becerro.
-Ahora mismo tienes que luchar conmigo. Tenemos que saber cuál de los dos
tiene más poder. Si tú me vences, te salvarás; si te venzo yo, te arrastraré al fondo
del lago.
-Hoy mismo no –contesto el torito-. Espera que pida licencia a mi dueño, que
me despida de él. Mañana lucharemos. Vendré al amanecer.
-Bien –dijo el toro viejo-. Saldré al mediodía. Si no te entro a esa hora, iré a
buscarte en una litera de fuego, y te arrastraré a ti y a tu dueño.
- Está bien. A la salida del sol apareceré por estos montes – contestó el
torito.
Así fue como se concretó la apuesta, solemnemente.
Cuando el hombre llegó a su casa, su mujer le preguntó:
-¿Dónde está nuestro becerrito?
-¿Dónde estará?
Sólo entonces el dueño se dio cuenta que el torito no había vuelto con él.
Salió de la casa a buscarlo por el camino del lago. Lo encontró en la montaña.
Venía mugiendo de instante en instante.
-¿Qué fue lo que hiciste? ¡Tú dueña me ha reprendido por tu culpa! Debiste
regresar inmediatamente –le dijo el hombre, muy enojado.
El torito contestó: -¡Ay! ¿Por qué me llevaste, dueño mío? ¡No sé qué ha de
suceder!
-¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Qué puede sucederme? – preguntó el
hombre.
-Hasta hoy nomás hemos caminado juntos dueño mío. Nuestro camino
común se ha de acabar.
-¿Por qué? ¿Por qué causa? –volvió a preguntar el hombre.
-Me he encontrado con el poderoso, con mi gran señor. Mañana tengo que ir
a luchar con él. Mis fuerzas no pueden alcanzar a sus fuerzas. Hoy, él tiene un gran
aliento. ¡Ya no volveré! Me ha de hundir en el lago –dijo el torito.
Al oír esto, el hombre lloró. Y cuando llegaron a casa, lloraron ambos, el
hombre y su mujer. ¡Ay mi torito! ¡Ay criatura! ¿Con qué vida, con qué alma nos
has de dejar? Y de tanto llorar se quedaron dormidos.
Y así, muy al amanecer, cuando aún quedaban sombras, muchas sombras,
cuando aún no había luz de la aurora, se levantó el torito, y se dirigió hacia la
puerta de casa de sus dueños, y les habló así:
-Ya me voy. Quedaos, pues, juntos.
-¡No, no! ¡No te vayas! –le contestaron llorando-. Aunque venga tu señor, tu
encanto, nosotros le destrozaremos los cuernos.
-No podréis – contesto el torito-.
-Sí, hemos de poder. ¡Espera!
Pero el torito salió hacia la montaña.
-Subirás a la cumbre, y muy a ocultas, me verás desde allí –dijo-.
El hombre corrió, le dio alcance y se colgó de su cuello, lo abrazó
fuertemente.
-¡No puedo, no puedo quedarme! –le decía al torito-.
-¡Iremos juntos! -No, mi dueño. Sería peor, ¡me vencería! Quizás yo solo, de
algún modo pueda salvarme.
-¿Y cómo ha de ser mi vida si tú te vas? –decía y lloraba el dueño-.
En ese instante el sol salía, ascendía en el cielo.
-Juntos viviréis, juntos os ayudaréis, mi dueño. No me atajes más, mira que el
sol ya está subiendo. Anda a la cumbre, y mírame desde allí. Nada más – rogó el
torito.
-Entonces ya no hay nada que hacer –dijo el hombre- y se quedó en el
camino.
El torito se marchó. El dueño subió el cerro y llegó a la cumbre. Allí se tendió;
oculto en la paja miró el lago. El torito llegó a la ribera; empezó a mugir
poderosamente; escarbaba el suelo y echaba el polvo al aire. Así estuvo largo rato
mugiendo y aventando tierra; solo, muy blanco, en la gran playa. Y el agua del lago
empezó a moverse; se agitaba de un extremo a otro; hasta que salió de su fondo
un todo, un toro negro, grande y alto como las rocas. Escarbando la tierra,
aventando polvo, se acercó hacia el torito blanco. Se encontraron y empezó la
lucha.
Era el mediodía y seguían peleando. Ya arriba, ya abajo, ya hacia el cerro, ya
hacia el agua, el torito luchaba; su cuerpo blanco se agitaba en la playa. Pero el
toro negro lo empujaba, poco a poco, lo empujaba. Lo empujaba hacia el agua. Y
al fin, le hizo llegar hasta el borde del lago, y de un gran astazo lo arrojó al fondo;
entonces el toro negro, el poderoso, dio un salto y se hundió tras de su adversario.
Ambos se perdieron en el agua. El hombre lloró a gritos; bramando como un toro
descendió la montaña; entró a su casa y cayó desvanecido. La mujer lloraba sin
consuelo. Hombre y mujer criaron a la vaca, a la madre del becerro blanco con
grandes cuidados, amándola mucho, con la esperanza de que apareciera un torito
igual al que perdieron. Pero transcurrieron los años y la vaca permaneció estéril. Y
así, los dueños pasaron el resto de su vida en la tristeza y el llanto.
PREGUNTAS CRITERIALES
1. Expresa en pocas líneas el amor de sus dueños por el noble torito.
2. ¿Qué es un Encanto?
3. ¿Qué simboliza el torito?
4. En el imaginario andino se cree en encantos y otras supersticiones, ¿por qué?
PREGUNTAS DE CREATIVIDAD
1. ¿Qué otro título le pondrías a este relato?
2. Escribe adjetivos calificativos al toro negro.
3. Desarrolla tu imaginación escribiéndole unas palabras de consuelo a los
desolados esposos.
4. Escribe otro final para este cuento.