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Torrijismo

Este documento analiza el fenómeno político conocido como Torrijismo en Panamá entre 1968 y 1978, período en el que el general Omar Torrijos lideró el país tras un golpe de Estado. El Torrijismo promovió cambios socioeconómicos significativos en Panamá y logró la devolución de la Zona del Canal, resolviendo un problema central para la nación. El régimen autoritario de Torrijos apoyó reformas pero también mantuvo el control sobre la sociedad y la economía.
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Este documento analiza el fenómeno político conocido como Torrijismo en Panamá entre 1968 y 1978, período en el que el general Omar Torrijos lideró el país tras un golpe de Estado. El Torrijismo promovió cambios socioeconómicos significativos en Panamá y logró la devolución de la Zona del Canal, resolviendo un problema central para la nación. El régimen autoritario de Torrijos apoyó reformas pero también mantuvo el control sobre la sociedad y la economía.
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SOCIOLOGÍA HISTÓRICA

DEL TORRIJISMO

Roberto Ayala

2022
Ayala, Saavedra Roberto
SOCIOLOGÍA HISTÓRICA DEL TORRIJISMO
Primera edición 2022
Pág. 315 14x21.5 m

San José, Costa Rica


Agosto, 2022
ISBN: 978-9930-573-73-0
Portada: Róger Antonio Lanzas Rodríguez

Consejo editorial
Dr. Walter Rubén Hernández Suárez
Dr. Oscar Gerardo Alvarado Vega
Dr. Adriano Corrales Arias
Lcdo. Adrián Díaz Izaguirre
Magister Ricardo Ascanio Sánchez Loiza

Editor: Ricardo Ascanio S.L.


Corrector: Roberto Ayala
Editorial: ASKBOOKS 2022

Diagramación, Impresión digital y acabados:


grafi[email protected]

PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL


DE ESTA OBRA, POR CUALQUIER MEDIO,
SIN PERMISO ESCRITO DE LA AUTORES
Y PROPIETARIOS DE LOS DERECHOS.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................ 7

CAPITULO I
Carácter de la formación económico-social y Estado ......... 37

CAPITULO II
Antecedentes históricos del golpe de Estado de 1968 ......... 95

CAPITULO III
1968 - 1970: Resistencia y consolidación ......................... 147

CAPITULO IV
El Torrijismo: una variante nacionalista burguesa ............ 164

CAPÍTULO V
La cuestión del populismo torrijista .................................. 201

CAPÍTULO VI
El Torrijismo y los intereses históricos de la burguesía
transitista ...................................................................... 233

CAPITULO VII
La autonomía relativa de la Guardia Nacional .................. 243

CONCLUSIONES Y AMPLIACIONES .......................... 269

BIBLIOGRAFÍA ............................................................... 299

3
“De lo que adolecen todos estos señores,
es de falta de dialéctica”.
Engels
PRESENTACIÓN

El presente estudio constituye un ensayo de interpretación


de un tramo particularmente relevante de la historia político-
social panameña: aquel comprendido entre los años 68 y 78,
período en el que la vida política del país se ve dominada por
la irrupción, desarrollo, culminación e inicios del declive, del
fenómeno político conducido por el General Omar Torrijos.
El proceso político que a partir del 11 de octubre de 1968 va
accidentadamente tomando forma, atravesó varias fases, con
continuidades y discontinuidades, pero acabó por transformarse
en la realidad política de toda una generación de panameños.
Sobre la base de un régimen de dominancia coercitiva,
particularmente represivo y violento en su inicio y declive,
promovió un cambio socioeconómico considerable, marcó
profundamente la vida sociocultural y la identidad colectiva,
modificó de manera abrupta lo que había sido la forma
institucional tradicional del Estado y generó todo tipo de
fenómenos, complejos y contradictorios, que polarizaron
hondamente la sociedad, por un lado, y, de otro, promovieron
simultáneamente un movimiento político de gran arraigo en
amplios sectores de la población y de todos los estratos sociales.
Pero por sobre todo, el período jefaturado por Torrijos -
lo que en adelante denomino ‘Torrijismo’1, como fase específica,

1
El término ‘Torrijismo’ adolece de una insuperable ambigüedad.
Puede y ha sido utilizado para nominar una ideología política, un
‘ideario’; una corriente política encarnada en una organización
partidaria; algunos lo emplean para referirse al período total del
régimen militar. Para ciertos sectores tiene una connotación positiva,
incluso ‘revolucionaria’, para otros es abominación. En este trabajo
alude al período político encabezado directamente por Torrijos, que
cubrió los años 70 con un tinte nacional-popular y que adelantó la
modernización del capitalismo periférico panameño.

7
concretó (por una vía particular, que este trabajo examinará),
tras décadas de luchas populares, un cambio crucial en la
historia del país: la recuperación de la zona de tránsito y la
incorporación, sin mediaciones, del Canal a la economía del
país, logrando eliminar el enclave colonial-militar norteameri-
cano, denominado ‘canal zone’. Un régimen autoritario pero
con gran arraigo popular, consiguió resolver un problema
central para la sociedad panameña desde su surgimiento como
república.
El golpe de Estado protagonizado por un sector de la alta
oficialidad de la entonces denominada Guardia Nacional, es
un resultado histórico, entre varios posibles, de la profunda
crisis política y social que experimenta el país hacia fines de
los años 60. Dos procesos parecen fundamentales: de un lado
la multiplicación y fortalecimiento de las luchas de los
sectores subalternos por reivindicaciones económicas, demo-
cráticas y, sobre todo, nacionales, que sometió a gran presión
al sistema político, en un contexto atravesado por el triunfo de
la Revolución Cubana. De otro, la fragmentación política de
la élite social, fundamentalmente relacionada con las repercu-
siones de la dinámica, limitaciones estructurales y encrucijadas
del modelo de acumulación y crecimiento de corte parcial-
mente 'desarrollista', impulsado desde los años 50, los efectos
del proceso de modernización en la composición de los sectores
dominantes, así como las disputas en torno a la cuestión de su
reorientación, aparte de los enconados enfrentamientos por el
control del aparato del Estado, como instrumento de la
acumulación de capital y la distribución de los beneficios. El
resultado ha de ser la creciente deslegitimación y anarquización
del conjunto de las instituciones del sistema político, paralela-
mente a la autonomización política del cuerpo armado.

8
En un tal contexto histórico, se puede afirmar que los
militares intervienen a fin de perpetrar un típico golpe
bonapartista en un país periférico y semicolonial2, esto es
toman por la fuerza el aparato del Estado a fin de frenar las
tendencias desquiciantes, neutralizar la protesta social y
estabilizar políticamente al país, por una vía autoritaria. La
configuración, en el año y medio siguiente, de un régimen
'bonapartista sui generis apoyado en las masas' -la dictadura
burocrático-policial dotada de un discurso populista, que
recurre al control corporativo y la movilización controlada y
limitada de los sectores sociales subordinados, en función de
unos objetivos políticos específicos- responde al carácter de
las tareas, y condiciones, que el nuevo grupo en el poder debe
enfrentar: la resolución del problema canalero, problema
central del proyecto de país, y la eliminación de los estorbos
y trabas al proceso modernización de la economía capitalista
dependiente; ello en un contexto marcado por una fuerte y
prolongada inestabilidad política y social.
Apoyado en los mecanismos coercitivos del régimen
autoritario y en un discurso político-ideológico interclasista,
además de la cooptación de gran parte de la conducción
político-sindical de las organizaciones tradicionales de los
sectores subalternos, el gobierno de Torrijos utiliza el condi-

2
Nahuel Moreno dice: “…hemos propuesto tres categorías [de países]:
dependientes, semicoloniales y coloniales. Dependiente es un país
políticamente independiente, es decir, elige [a]sus gobernantes pero,
desde el punto de vista de los préstamos, el control del comercio o de
la producción depende económicamente de una o varias potencias
imperialistas. Semicolonial es el que ha firmado pactos políticos y/o
económicos que cercenan su soberanía, sin quitársela totalmente.
Colonia es el que ni siquiera elige su gobierno, ya que el mismo es
impuesto o controlado por un país imperialista”. MÉTODO PARA LA
INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA ARGENTINA. Ed. Pluma.
Buenos aires. 1975.

9
cionado y controlado accionar de masas a fin de ejercer
presión sobre la metrópoli norteamericana en la cuestión de la
disputa sobre el control de la zona de tránsito, en una
coyuntura en la cual EEUU se ve constreñido por una, inusual,
desfavorable posición internacional, tras el desastre de Vietnam.
A igual propósito sirve el ostensivo y por momentos efectista
'tercermundismo' de la política exterior del Torrijismo.
Simultáneamente, sin embargo, y en acuerdo y estrecha
colaboración con el emergente sector financiero de las clases
poseedoras (en buena medida oriundo de los sectores más tra-
dicionales) entrega la gestión de la dirección de la economía
a un grupo de jóvenes tecnócratas de filiación liberal (híbrido
keynesiano-monetarista), bajo cuya orientación se impulsa la
reinserción del país en la economía mundial por la vía de la
especialización en la producción de servicios financieros
internacionales. El país se convierte así en una plataforma de
apoyo para la circulación internacional/regional del capital.
El heterodoxo, ambivalente, proyecto, se completa, en el
terreno del modelo económico, con el significativo fortaleci-
miento de la intervención estatal en la economía, centrado
sobre todo en la ampliación de la infraestructura física y en
una notable expansión de los servicios sociales, pero también
en inversión productiva, tanto de gestión directa como de
apoyo a los emprendimientos privados, individuales o asocia-
tivos. Como en el resto de Latinoamérica, el financiamiento
provendrá de un creciente endeudamiento público, interno y
externo.
Las reformas económicas y sociales impulsadas por el
Torrijismo, base material del discurso populista, recogían
parcialmente viejas y nuevas aspiraciones de los trabajadores
y sectores populares, urbanos y rurales, así como de capas
media bajas ascendentes (legislación laboral protectora, acceso

10
a la tierra de los campesinos pobres, acceso a servicios
públicos, mayor espacio en la educación superior, expectativas
de consumo, reconocimiento de la diversidad étnico-cultural,
etc.), que, más allá de confluir con una tendencia en curso, con
desarrollos particularizados, en buena parte de la región
latinoamericana, están orientadas a ganar su confianza y
apoyo político, a fin de viabilizar la consecución de los
objetivos generales antes mencionados (los cuales requirieron
más del doble de un período presidencial del anterior régimen
electoral, eludiendo las contingencias correspondientes). Es
una operación de ingeniería política, articulada a la formación
en estrategia y táctica de los militares. En cierto sentido, se
trata del precio que debe pagar el grupo en el poder -sin que
esto signifique entrar a juzgar la inclinación real de Torrijos
hacia políticas de mejoramiento de las condiciones generales de
vida de la población, dentro de una concepción paternalista-
mesiánica- para erigir y mantener el consenso social en torno
al llamado 'gran interés nacional', esto es, la concertación de
un nuevo tratado del Canal interoceánico.
La firma de los mismos llega en un momento en que la
crisis económica internacional, y su expresión interna, se hace
sentir con dureza. Para lograr la aprobación plebiscitaria, el
régimen se verá precisado a recurrir a todos los mecanismos,
persuasivos y represivos. A fines de 1978, Torrijos puede con-
siderar suficientemente cumplidas las dos tareas centrales del
'proceso revolucionario'. Esto, junto a una sensible modificación
de las condiciones del entorno interno y externo, determina lo
que se puede caracterizar como la pérdida de funcionalidad de
buena parte del proyecto político nacional-populista, y del
régimen bonapartista, hacia fines de los años setenta.
El año 78 es propuesto como límite relativo en la medida
en que, con la conclusión del proceso de concertación del

11
nuevo pacto canalero y en condiciones de fuertes y crecientes
presiones económicas internas y externas (caída del crecimiento
económico, fuertes tensiones con el empresariado local, precios
del petróleo, estanflación en los centros capitalistas), repunte
de la protesta social, presión del gobierno norteamericano por
la ‘democratización’ y vigorización de las viejas élites
políticas, el grupo en el poder, militar y civil, da muestras
inequívocas de reorientar su comportamiento político hacia
una decisiva modificación de las reglas del juego político, en
el sentido de abrir un proceso de transición hacia un régimen
de competencia electoral tradicional. Lo cual, por otro lado,
significa que se da curso a una clara reconfiguración en la
alianza de fuerzas sociales y políticas sustentadoras del grupo
en el poder.
Con base en tales elementos es posible aproximar una
caracterización del Torrijismo: se trataría de un movimiento
nacionalista burgués, variante en la tradición nacional-populista
de la América latina del siglo XX (fundamentalmente, entre los
años treinta y setenta), apoyado en un régimen bonapartista
sui generis (de dominante coercitiva), cuya principal institución
es el cuerpo armado, que combina en su gestión fórmulas
oriundas del estatismo desarrollista proteccionista con la
acentuación del carácter terciarizado de la economía, especia-
lizada en la exportación de servicios financieros, rasgo de
economías abiertas; y que dedica esfuerzos reales a la
'recuperación nacional' del paso transístmico. Es decir, a la
recuperación para las élites locales del derecho a usufructuar
sin mediaciones, al menos de carácter extraeconómico, la
zona de tránsito -principal fuente de acumulación del espacio
geoeconómico del país- leitmotiv de la historia socioeconómica
de la élite social del Istmo.

12
Así llegamos a nuestra hipótesis-conclusión acerca de la
racionalidad burguesa-semicolonial de los resultados prácticos
del Torrijismo, como experiencia política. Ni el 'nacionalismo
revolucionario' de los apologistas de izquierda, ni la mera
camarilla de asesinos y corruptos de los detractores de derecha
(que nunca perdonaron las limitadas reformas sociales, los
derechos de organización reconocidos a los trabajadores y tal
vez sobre todo, la irritante puesta en escena plebeya del
nacionalismo popular). Más que falsas, tales versiones repre-
sentan absolutizaciones de aspectos epifenoménicos de la
realidad.
Se trata de un proyecto nacionalista que se ve limitado,
de un lado, por las modificaciones estructurales registradas en
la economía y la políticas mundiales -transnacionalización
económica, menor espacio para fenómenos políticos autónomos
de carácter burgués en la periferia atrasada del sistema global;
siempre en comparación con las condiciones enfrentadas por
las expresiones clásicas (Cárdenas, Vargas, Perón, etc.)-, y, de
otro, por las características principales de la formación social
panameña: a) el transitismo, como matriz socioeconómica
determinante, esto es, condicionadora del proceso de estruc-
turación dinámica del conjunto de la superestructura social o
esfera sociocultural e institucional, con la que interactúa; b)
en el presente siglo, su resultado histórico-político más
evidente: el enclave colonial-militar norteamericano sobre el
paso transístmico, que no sólo deforma la vida económica del
país sino que mediatiza al Estado surgido en 1903, sometiéndolo
a un grado extremo de injerencia externa.
De modo que la principal hipótesis de trabajo en que se
sustenta el presente estudio afirma que no se puede interpretar
cabalmente ni el fenómeno del Torrijismo, ni ningún otro
evento verdaderamente significativo de la historia social

13
panameña, sin colocarlo contra el paño de fondo de la
formación transitista y su evolución de acuerdo con las
modificaciones en los requerimientos de la economía mundial
que la determina, y de la cual es, en lo fundamental, expresión.
El propio surgimiento del país está en relación con la
necesidad de actualizar la función transitista. Torrijos y el
grupo que encabeza son actores conscientes, dentro de los
límites y relatividad que tal intencionalidad puede alcanzar en un
contexto social condicionante, de una nueva 'modernización'
de la función de tránsito y de la mayor ‘nacionalización’
posible de sus beneficios. De ahí la singularidad político-
social del fenómeno, su individualidad histórica.
Este texto se ha nutrido de y está en deuda con el
considerable y valioso trabajo de investigación y divulgación
realizado por décadas por un conjunto de estudiosos panameños,
historiadores, sociólogos, economistas, politólogos, con des-
tacadas contribuciones foráneas. Tal disponibilidad de datos,
argumentos y reflexiones, este cúmulo de trabajo de investí-
gación e intelectual, ya constituye por sí mismo un muy sólido
acervo para el autoconocimiento de la sociedad panameña,
pero también por ello aporta un muy firme sustento para que
los actuales y futuros estudiosos puedan avanzar y realizar
nuevas contribuciones, que precisen, corrijan y amplíen la
recepción crítica de la historia de la comunidad del Istmo, en
beneficio en particular de los movimientos sociales populares.
Se ha dicho que los historiadores y los investigadores sociales
desempeñan, mediante su trabajo científico, un papel decisivo
en la configuración de la identidad colectiva de los grupos
sociales. La experiencia vinculada con la realización del
presente estudio, lo confirma. El reconocimiento de la deuda
en cuestión se plasma en la extensa bibliografía consignada al
final del libro. Es seguro que no es exhaustiva, pero al menos

14
recoge buena parte de lo más valioso.
La deuda es particularmente relevante con el trabajo
intelectual llevado a cabo, por más de 30 años, por Olmedo
Beluche. La riqueza documental de sus textos se asocia a y
solo es superada por un enfoque teórico, el método de
interpretación, de gran poder explicativo, que comparto en lo
fundamental. Por ello, su aporte será de obligada referencia
para la actual y futuras generaciones de estudiosos.

1. CONSIDERACIONES GENERALES.

El 20 de diciembre de 1989 ha entrado en la historia


panameña como una fecha trágica, que no puede ser encarada
apenas como el más reciente episodio en la ya larga cadena de
injerencias, e intervenciones directas, norteamericanas en la
vida del país, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años.
Por sus dimensiones, violencia y consecuencias, inmediatas y
generales, se ha constituido en un acontecimiento con un
contenido histórico-político propio.
El ataque militar e invasión ejecutadas por el ejército de
los EEUU dejó, como todos saben, y algunos aún no reconocen,
un saldo de miles de muertos y heridos, destrucción material
e inmensas pérdidas económicas3. Peor todavía, en cierto
sentido, dejó un país dividido sobre la interpretación de su
propia historia, situación que proyecta su sombra sobre los
más diversos aspectos de la vida de los panameños. En otro
plano, como en Las Malvinas, la invasión a Panamá repre-
sentó un duro golpe para el conjunto de los pueblos latino-

3
Beluche, Olmedo. LA VERDAD SOBRE LA INVASION. Ed.
CELA, Panamá, 1990, pp. 95-110.

15
americanos. Fuera de la historia oficial, así será recordada esta
fecha.
Pero ese 20 de diciembre marca también otro aconteci-
miento, el fin de todo un período de particular importancia en
la historia política istmeña. Señala el último día, más allá de
sus momentos y fases claramente diferenciados, de la
experiencia política inaugurada por el golpe de estado del 11
de octubre de 1968. El asalto al poder decidido por un grupo
de miembros de la alta y mediana oficialidad de la entonces
Guardia Nacional, al margen de los motivos e intenciones de
la primera hora, terminó por transformarse en la realidad
político-social de toda una generación, modificó de manera
abrupta las reglas y valores de lo que había sido la vida
institucional hasta entonces y acabó generando todo tipo de
fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales, com-
plejos y contradictorios, diversa pero claramente relacionados
con la extrema polarización que, de manera latente o en forma
explícita, marcó a la sociedad por 20 años (sin que haya
desaparecido del todo a la fecha). Polarización que en su más
aguda expresión se manifiesta durante los acontecimientos
vinculados a la invasión militar norteamericana, particular-
mente en la conducta y reacciones diferenciadas y contrapuestas
de los diversos sectores de la población.
De manera que la relevancia histórica y significación
político-social de este largo período no pueden ser negados ni
disminuidos, so pena de impedirnos alcanzar una mejor
aproximación a los factores, relaciones y procesos que han
condicionado, y continúan haciéndolo, el curso de la historia
política y social panameña. Un examen objetivo, la más
rigurosa crítica, debe contribuir a limpiar la enorme montaña
de falsedades tendenciosas y burdas mistificaciones que
durante demasiado tiempo han obstaculizado la construcción

16
de una interpretación teórica y empíricamente aceptable del
fenómeno político-social en cuestión. Tarea necesaria, tanto si
se quiere extraer las importantes lecciones que el período
encierra, como si se aspira a comprender la nueva situación
abierta tras diciembre de 1989.
El objetivo general del presente trabajo es contribuir a esa
labor, centrando su atención en un período que va de octubre
de 1968 hasta fines de 1978, década que marca el lapso durante
el cual, en nuestra opinión, se encuentra efectivamente vigente
el Torrijismo en sentido propio. Su objeto específico de
interés es el proceso de surgimiento, desarrollo, culminación
y comienzo del declive del nacional-populismo torrijista. Una
comprensión e interpretación justas de tal proceso han de
permitir la elaboración de un concepto preciso acerca de su
naturaleza social y sobre su real papel histórico.
Por Torrijismo en sentido propio o restringido -es decir,
como concepto socio-político, no como término político
vulgarizado o simplemente referido a cierto período de la vida
política discutiblemente individualizado a partir de una selección
notablemente arbitraria de rasgos fenoménicos-, entendemos
un hecho político-social variante del nacionalismo burgués
latinoamericano del siglo XX (partiendo de los años 30),
dirigido a darle continuidad y mayor definición al proceso de
modernización del capitalismo periférico panameño, que,
apoyado en un régimen bonapartista y recurriendo a un
discurso y una práctica populistas y un programa de reformas
sociales limitadas pero efectivas, consigue movilizar un amplio
apoyo social durante la década de los 70, desempeñando un
determinado papel histórico, como momento delimitado en el
marco de la evolución más general del país y en un contexto
internacional particular que lo condiciona en su horizonte de
posibilidades.

17
El hilo conductor del trabajo está dado por el análisis de
las relaciones existentes entre los macroprocesos sociales, en
tanto que factores condicionantes de la vida social, y la acción
de los sujetos involucrados, en cuanto transformadores de esas
mismas condiciones, y en ese sentido creadores de la realidad;
esto es, sobre los límites y oportunidades que definen los
primeros y la lectura que, con mayor o menor talento, de estos
realizan los segundos, las respuestas que conscientemente
elaboran tales protagonistas y los medios a que recurren al
enfrentar unos determinados problemas, configurados a partir
de su percepción de la situación, así como las consecuencias
y resultados efectivos, buscados o no, que el decurso de los
acontecimientos empíricamente registra. La dialéctica de
proceso objetivo y acción consciente; los individuos asociados
creando un mundo a partir del mundo.

2. ENFOQUE DEL ESTUDIO.

La misma naturaleza del objeto de interés, confiere un


carácter polémico al presente estudio. Esto es así porque el
análisis sociológico e histórico-crítico de los procesos
político-sociales no puede aspirar, en cuanto a sus resultados
positivos, al tipo de reconocimiento o aceptación más o menos
general y relativamente estable alcanzado en otras esferas del
pensamiento y trabajo científicos, ya que es siempre el
producto de una acción de conocimiento desarrollada desde
un determinado punto de vista, condicionado este por la
ubicación social, formación, valores e intereses del investigador.
En otras palabras, si bien resulta perfectamente legítimo, y
necesario, aspirar, en el campo de las ciencias sociales, a la
construcción de conocimiento racional, esto es, riguroso y
controlable, no hay sociología no valorativa, sólo fetichismo

18
del statu quo, presentado como neutralidad del conocimiento
científico en las disciplinas sociales4. Lograr una aproximación
objetiva a lo real social es del todo factible en base al marco
epistémico del enfoque, los criterios lógico-metodológicos de
la investigación, la evidencia empírica y el debate y control
público sobre los resultados. Pero las diferencias y contro-
versias en las ciencias de lo social no son producto del
capricho, están en relación con el carácter de un orden social
complejo, fundado en desigualdades estructurales y los
correspondientes antagonismos de perspectivas e intereses.
Todo esto es aun más claro si de fenómenos políticos, que
continúan proyectando su influjo sobre nosotros, se trata. La
historia del Torrijismo, su valoración crítica, es objeto de
diversas interpretaciones, que adecuadamente enfocadas se
nos aparecen con completa nitidez como expresiones
mediadas de determinados sectores sociales y sus respectivos
intereses, encarnados estos por los partidos, analistas y medios
de información, los llamados formadores de opinión, que
concurren en la esfera político-ideológica de la sociedad. De
manera que nuestro estudio se elabora, explícitamente o no,
en el marco de la polémica, básicamente con referencia en lo
que podemos identificar como las dos principales versiones
puestas en circulación.
En primer lugar, la que denominamos 'leyenda rosa', sus-
tentada con sus diversos matices y variantes por sectores de la
izquierda política (organizaciones e intelectuales indepen-
dientes) que, críticamente o no, apoyaron al denominado
'proceso de liberación nacional'5, identificado con el nacional-

4
Lowy, Michael y otros. SOBRE EL METODO MARXISTA. Ed.
Grijalbo, México, 1982, pp. 25 y sig.
5
Con esta denominación se hacía referencia a un proceso político-
social que presuntamente apunta a la ruptura de los vínculos de sujeción

19
populismo torrijista. Tal concepción afirmará el carácter
progresivo del Torrijismo, el cual tendría como propósito
cumplir dos de las más importantes tareas democráticas
históricamente no resueltas por la burguesía local: primero, la
liquidación del enclave colonial de la zona del canal, clave del
'perfeccionamiento de la soberanía nacional', según una formula
muy popular en los años 70. La segunda giraría en torno a la
democratización de la sociedad y el Estado, expresada en el
carácter antioligárquico del 'proceso revolucionario', así como
en la incorporación de las clases y regiones subordinadas a la
política y la economía del país.
A partir de tales premisas, se elaboran una serie de nociones
que poblarán el universo de los símbolos políticos de la época.
'Yunta pueblo-gobierno', 'poder popular', 'proceso revolucio-
nario', 'comandante Omar', etc., son términos extraídos de un
discurso ideológico dirigido a avalar el carácter democrático-
popular, antimperialista y antioligárquico del proceso político
encabezado por Omar Torrijos, y que con toda premeditación
intenta establecer cierto paralelismo formal con el proceso de
la revolución cubana, como mecanismo funcional respecto de
la legitimación del fenómeno al nivel de los sectores sociales
subordinados.

política de los países atrasados, coloniales o formalmente indepen-


dientes, con las metrópolis capitalistas, en las condiciones globales
vigentes durante la mayor parte del siglo XX. El presupuesto básico es
que la real independencia política permitiría despejar el camino de un
proceso efectivo y autónomo de desarrollo económico y social por la
vía de la superación de las asimétricas y desfavorables relaciones
económicas características del esquema centro-periferia de la economía
capitalista mundial. En el esquema doctrinal propagandizado por los
Partidos Comunistas, tal proceso era concebido como una etapa
burguesa-nacional necesaria y preparatoria de una ulterior e indeter-
minada transición al socialismo.

20
Si durante un poco duradero período de bonanza, y en las
condiciones político-institucionales de la 'dictadura blanda',
según frase acuñada por el propio Torrijos, tal discurso copó
en buena medida la escena política, fue en los movimientos
sociales populares donde desempeñó un papel determinante a
lo largo de casi dos décadas. El peso y la influencia de las
corrientes prorégimen, junto al férreo control burocrático, en
los sindicatos, gremios, organizaciones agrarias, etc., significó,
primero, la liquidación de la independencia política de tales
organizaciones y su debilitamiento como instrumentos de
reivindicación económica y social. Y después, la liquidación
directa de unas y el profundo desprestigio y crisis de otras,
como consecuencia de su asociación a la suerte de un régimen
político cada vez más descompuesto, repudiado y acorralado
por las diversas fuerzas sociales.
La idea del Torrijismo como proyecto de liberación
nacional, o 'nacionalismo revolucionario', no sólo resulta
carente de cualquier justificación histórico-teórica, sino que
en la práctica, políticamente, contribuyó, de manera elíptica,
al apuntalamiento de la hegemonía política de las clases
dominantes, en un momento de crisis profunda de los meca-
nismos tradicionales de reproducción de la dominación (en
último término, el nacionalismo burgués populista fue la
forma histórica concreta, ‘curvada’, que encontró el orden
social para solventar su crisis estructural de fines de los 60’s).
Contribuir a la refutación teórica de tal tesis -como concepción
del proceso específico y, más en general, de las vías del
cambio social-, con apoyo en la evidencia empírica del origen,
trayecto y resultados prácticos del fenómeno, es uno de los
objetivos de este trabajo.
La otra gran variante interpretativa, de signo político-
ideológico contrario, surge en medios muy diferentes. Primero,

21
parte del sector directamente desplazado del poder político en
1968, y luego, en pocos años, sectores cada vez más amplios,
hasta llegar a ser ampliamente mayoritarios, de las élites,
ponen en circulación una variante de leyenda negra respecto
del Torrijismo. La mayor parte de la élite social local, en sus
sectores más tradicionales o modernos, se alineara con la
oposición de derecha, esforzándose en aprovechar el declive
del apoyo social al régimen, producto del fin de la bonanza
económica y el aumento del descontento entre los sectores
populares, así como las crecientes tensiones internas al grupo
gobernante, a partir de 1978, una vez concluido el tema del
nuevo tratado sobre el canal. Comienza así su recorrido una
especie de leyenda ‘negra’ respecto del Torrijismo. Resaltando
los aspectos más autoritarios y represivos del régimen, ambos
rasgos particularmente notorios tanto en el primer año y medio
como en la última fase, de profunda descomposición social y
política del mismo, tratan de presentarlo como ‘nada-más-
que’ una sangrienta dictadura de asesinos y corruptos. El
reduccionismo deformante, el tratamiento indiferenciado de
los veintiún años de duración del régimen y la simple
negación de los más significativos aspectos del Torrijismo,
constituyen las claves fundamentales de esta visualización del
fenómeno en cuestión. En últimas, se trata de satanizar al
Torrijismo, componiendo un muy unilateral cuadro. Una
muestra más, entre tantas, de que los sectores privilegiados en
América latina son incapaces de convivir con cualquier
proyecto de reforma social, por moderado que este sea. La
férrea oposición al código de trabajo de 1972 o a la reforma
educativa ‘comunista’ de 1978, así lo evidencian. Por otro
lado, la estrecha relación, o la simpatía a distancia, de los
sectores dominantes con las más represivas y cruentas
experiencias dictatoriales en la región, pone en claro el

22
carácter de conveniencia, el apoyo circunstancial a las
reivindicaciones de democratización y defensa de los DDHH,
en las luchas contra el régimen militar (al margen de que
efectivamente hubo sectores pequeñoburgueses democráticos
que jugaron un papel fundamental en estas luchas). En breve,
la leyenda negra atendió, y atiende, a dos objetivos: la recupe-
ración del control directo del aparato del Estado por las elites
y la satanización del aspecto reformista del Torrijismo.
En el notablemente profundo odio que el núcleo de este
sector le profesará hasta el presente al Torrijismo, y a la figura
de Torrijos, al margen incluso de los grandes beneficios que de
su gestión derivó, se puede identificar la supervivencia de un
arrogante espíritu de superioridad estamental, una anacrónica
cultura política de señorío -que se expresó hasta los años
sesenta en un sistema político formalmente electoral pero
notablemente excluyente, clasista y racista-, que no puede
siquiera tolerar la idea de que unos advenedizos e insolentes
plebeyos usurpen su lugar de privilegio en la vida política, esto
es, al nivel del control del poder. Por supuesto que el orgullo
oligárquico no responde sólo a las reminiscencias de una antigua
consciencia de clases poseedoras pre o semicapitalista; su
razón principal se relaciona evidentemente con el hecho de
que, en condiciones sociopolíticas típicas para un país
capitalista periférico, es justamente en este plano del poder
político en el cual se tiene acceso a instrumentos y recursos
decisivos para la reproducción del statu quo social y de
configuración de las relaciones de fuerza y de distribución de
los beneficios, respecto tanto de los estratos inferiores como a
lo interno de los grupos poseedores.
De modo que la imagen que se desprende de la visión
conservadora resulta igualmente falsa en tanto que simplista y
deformadora de la complejidad del fenómeno sociopolítico

23
del Torrijismo. Y, de la misma manera que la 'leyenda rosa',
ha estado en función de unos determinados objetivos políticos,
adecuados siempre a las cambiantes circunstancias. En un
primer momento, y ante la consolidación del nuevo gobierno,
cumple evidentemente el papel de reagrupar a las fuerzas
políticas desplazadas, junto a una plataforma político-
ideológica situada bastante a la derecha del curso populista
por el cual el grupo en el poder buscaba hacerse de una base
de sustentación. Es un hecho que las concesiones económicas
y sociales que el Torrijismo se ve precisado a ceder a los
sectores populares serán un factor de gran malestar entre los
distintos sectores de la burguesía6. Desalojado del poder
político, pero en lo absoluto reducido a la impotencia, el sector
más tradicional y/o conservador del bloque de clases domi-
nantes se reagrupa tras un discurso ultramontano y sobre la
base de su enorme peso económico e influencia sociales ejerce
una constante y creciente presión sobre el grupo en el poder.
Posteriormente, con el ascenso de las luchas de masas que
abren, hacia fines de los años 70, la crisis crónica del régimen
bonapartista, y ante la ausencia de organización política
autónoma y el bajo nivel de consciencia social de clase de esos
mismos sectores subalternos, para los grupos conservadores
se trata de pasar a la ofensiva, enfrentando y tratando de
desplazar en el imaginario popular la presencia y autoridad

6
Con matices entre los diversos sectores. Mientras los industriales
deberán operar en una economía relativamente abierta, con un mercado
interno estrecho, y sobre todo con las nuevas disposiciones de la
legislación laboral, el sector financiero, en curso de tornarse claramente
hegemónico, además de ver plenamente satisfechos sus intereses al
nivel del modelo de acumulación y crecimiento, expresado en la
conducción de la economía en los años setenta, operarán en condiciones
altamente favorables, con prohibición de la organización sindical, por
ejemplo.

24
carismática de Torrijos a fin de minar su base de sustentación
y legitimidad. Fortalecida a medida que se profundiza la crisis
de descomposición del régimen autoritario, en el último lustro
de la década de los 80, la leyenda negra acaba por constituirse
en cobertura ideológica excepcional para la intervención
política y militar norteamericana de los años 1988-89.
Finalmente, en los años inmediatos a la invasión norte-
americana, la versión oligárquica adquiere una novedosa utili-
dad. La reiteración del fantasma norieguista y la permanente
evocación de los horrores de la represión oficial, funcionan
unas veces como mera maniobra distraccionista e intimidadora
en momentos políticamente conflictivos; y otras, las más,
legitimando políticas profundamente antipopulares. Así, todo
el ajuste económico neoliberal es justificado por la desastrosa
condición económica del país y la situación de desquicia-
miento financiero del Estado, cuya responsabilidad exclusiva
es atribuida a la gestión de los gobiernos del régimen
autoritario, lo que convenientemente soslaya los 4,000 millones
de dólares en pérdidas7 y el retroceso de entre 16% y 21% del
PIB, según la poco confiable información oficial, dejados por
dos años de sanciones económicas y agresión militar norte-
americana. Aun hoy, la lucha de relatos, mantiene cierta
relevancia, como desteñido elemento de identidad del PRD o
para hacer oposición a sus gobiernos.
Como puede verse, no resulta demasiado difícil establecer
los móviles políticos e intereses socioeconómicos subyacentes
a las dos principales imágenes elaboradas a propósito del
fenómeno torrijista. Imágenes que no solo impregnan el
discurrir cotidiano, político o periodístico, sino que también han

7
Contraloría General de la República. INDICADORES ECONOMICOS
Y SOCIALES DE PANAMA, 1981-1991.

25
ejercido una notable influencia sobre el ámbito académico. El
presente estudio aspira a alcanzar un grado significativamente
mayor de aproximación a la realidad del Torrijismo como
fenómeno político-social, posibilitando así la construcción de
un concepto científico-social, una fundamentada hipótesis de
interpretación.

3. APROXIMACIÓN TEÓRICO-CONCEPTUAL.

Todo el estudio está orientado según una premisa teórico-


metodológica fundamental. En su MÉTODO DE INTER-
PRETACIÓN DE LA HISTORIA ARGENTINA, Nahuel
Moreno afirma: "Desde hace 400 o 500 años no hay ningún
país del mundo cuya historia pueda interpretarse de otra
manera que no sea refiriéndola minuto a minuto a la historia
del conjunto de la humanidad". Y efectivamente antes del
surgimiento del capitalismo como sistema social las relaciones
entre los pueblos no eran más que accidentales y esporádicas,
a lo sumo de carácter regional. La nueva forma social inaugura
un rudimento de mercado mundial, inicia su construcción, y,
con él, una verdadera historia universal de la humanidad.
Andado el tiempo, el capitalismo maduro, en su incesante
expansión e integración, ha originado una economía y políticas
mundiales, a cuyo influjo ningún pueblo moderno, esto es,
inserto de alguna forma en el cauce principal de la evolución
de la humanidad, puede substraerse. De modo que, completa
Moreno: "Analizar la historia de un país como parte de ese
todo es nuestra primera herramienta conceptual".
Solo en este marco adquieren plena significación cognos-
citiva tanto el estudio del nivel general de desarrollo y las
características particulares de las fuerzas productivas materia-
les y humanas, como el de la estructura social dada, su

26
composición, relaciones y trasformación. Es decir, de la
estructura y dinámica de la formación económico-social.
Todavía en este plano muy general de lo teórico-
metodológico, vale la pena apuntar que nos apoyamos en un
concepto sobre las relaciones entre macro y microprocesos
que postula que los factores generales condicionantes, lo
estructural, lo objetivo, operan estableciendo límites y
posibilidades a la acción, pero que sólo los sujetos realmente
actuantes pueden definir, dar forma concreta, al curso de la
historia. En palabras de Sartre, "el hombre se caracteriza ante
todo por la superación de una situación; por lo que logra hacer
con lo que han hecho de él". Así se afirma la concurrencia
ineludible, en la determinación final de un evento social
cualquiera, de lo estructural como de la interacción subjetiva.
La acción humana produce y reproduce, transforma el mundo
real, que acto seguido se convierte en el marco real objetivo
en que las generaciones posteriores pensarán y actuarán, por
su vez. En eso consiste el ‘buen infinito’ de Hegel, en la
autoproducción del ser, y del ser humano. La acción presente
crea las condiciones y posibilidades de la acción futura.
En el caso de la singularidad histórica que nos ocupa, el
comportamiento del grupo político en el poder y de los otros
diversos actores individuales y colectivos, se encuentra
obviamente condicionado por un espectro relativamente
amplio pero limitado de opciones definidas por la situación
histórico-social global y las condiciones concretas de los
diversos niveles de lo real social. No obstante, de lo que se
trata es de identificar el carácter racional -en tanto que
relación de medios y fines- de la conducta de los sujetos de la
acción social. Esto supone una dialéctica del macroproceso y
las micromediaciones: "las estructuras sociales explican las
estructuras sociales por medio de los modos en que determinan

27
las propiedades y las acciones de los individuos que a su vez
determinan los resultados estructurales sociales" 8. Una de las
razones de que los fenómenos sociales no se determinen a sí
mismos de manera simple, mecánica o 'laplaciana', consiste
en que esta relación se encuentra mediada por una particular
percepción del sujeto, percepción que tiene calidades diferentes
a partir de grados diferenciales de información, experiencia,
intereses, etc., del observador/actor. La subjetividad guía la
acción, en y a partir de unas determinadas condiciones. Y si
bien las formas posibles de percepción tampoco son
indefinidas, en tanto que por su vez también constituyen un
producto social, esto es, de una interacción desarrollada en
unas específicas condiciones materiales, el hecho es que su
conocimiento tan concreto como sea posible contribuye a la
solidez de las elaboraciones conceptuales acerca de lo real. No
hay necesidad de un metafísico sujeto incondicionado para que
la intención cumpla un papel en la configuración de lo real.
En cuanto al aparato conceptual más directamente rela-
cionado con el tema de la investigación nos parece importante
incorporar una distinción a menudo obviada. Se trata de la
delimitación entre los conceptos de9:
-Estado: un complejo institucional históricamente deter-
minado por la escasez de bienes materiales -entendida como
la incapacidad para satisfacer plenamente los diversos tipos de
necesidades de los seres humanos-, la desigualdad y creciente
diferenciación social derivadas, y, finalmente, los conflictos a
que tales asimetrías dan lugar.
-Régimen político: modo específico de articulación de las

8
Levine, A.; Sober, E.; Wright, E. O. "Marxismo e Individualismo
Metodológico". Rev. Zona Abierta #41, Madrid, 1986, p. 149.
9
Moreno, Nahuel. LAS REVOLUCIONES DEL SIGLO XX. Ed.
Antídoto, Buenos Aires, 1986, p. 8.

28
instituciones estatales que produce una particular forma de
organizar la dominación de clases.
-Gobierno, en tanto que grupos e individuos -actores
políticos y fuerzas sociales concretas- que directamente detentan
el poder político y/o ejercen la función de gobernar.
En lo que respecta a la categoría de Régimen Bonapartista,
se la debe entender como significante de poder político
autoritario, concentrador del poder; como forma burocrático-
policial de organizar la forma de la dominación. Según
Vittorio Ancarani, en el Diccionario de Política de Bobbio y
Matteuci, se trataría de una forma de legitimación del poder
estatal mediante su personalización en la figura de un líder
carismático (en realidad puede también ser una institución),
que se presenta como representante del pueblo-nación. El
ejecutivo predomina sobre el legislativo y el Estado se torna
aparentemente independiente respecto de las clases sociales y
la sociedad civil. De la misma forma las clases dominantes
parecen renunciar a su poder político. En realidad, se trata de
una forma de organizar la dominación política que toma
completamente en sus manos los intereses de estas clases.
En nuestro caso, su empleo remite a un modelo conceptual
consistente en una tipología que diferencia cuatro formas
básicas de regímenes: monarquía no parlamentaria o formas
burocrático-patrimonialistas, forma en trance de desaparición;
democracia política formal, caracterizado por la competencia
electoral entre elites; fascismo, cuyo rasgo central es la
constricción rigurosa de la vida política y la destrucción de
toda forma de organización autónoma; y bonapartismo, que
refiere a una dictadura burocrático-policial (en el sentido general
de cuerpo armado), que puede o no hacer un uso efectivo, de
manera recurrente y extensiva, de mecanismos represivos contra
los distintos sectores de la sociedad, pero que siempre se apoya,

29
en último término, en la coerción, esto es, en los aparatos
policíaco-militar, los que constituyen su columna vertebral.
La coerción y no la construcción de consenso es su rasgo
distintivo, lo que define su especificidad en tanto tipo de régimen
político. Aunque se comprende que un régimen político exclusi-
vamente apoyado en la coerción es sólo una entidad conceptual.
De ahí el término 'régimen de dominante coercitiva'10.
Por su vez, el concepto de Bonapartismo Sui Generis (por
oposición al bonapartismo clásico de los países metropolitanos
del siglo XIX, descrito y estudiado por Marx y Engels), se
refiere a la forma autoritaria-burocrática de organizar la
dominación en un país periférico, en las condiciones generales
predominantes durante la mayor parte del presente siglo
(surgimiento del imperialismo, como fase específica en el
proceso histórico de desarrollo del régimen de producción
mercantil generalizada; relaciones centro-periferia en la eco-
nomía internacional; desarrollo de relaciones de producción
propiamente capitalistas -esto es, modernización- en el
interior de la casi totalidad de los países atrasados, o de
desarrollo capitalista rezagado, etc.), cuya característica
central es el inusitado despliegue y dominio del gran capital
monopolista internacional. Se trata, pues, de un bonapartismo
típico de los países semicoloniales11.

10
En la actualidad podemos observar, en el marco de la reestructuración
neoliberal, elementos de bonapartización de los regímenes democrático-
formales, por la vía del funcionamiento autonomizado de diversos
órganos del Estado, como el dispositivo judicial, el Banco Central, etc.
Órganos colocados más allá de y blindados con respecto al debate y el
control democrático-popular, que tienen un peso determinante en el
funcionamiento del régimen político. Es el dispositivo institucional
mediante el cual se opera la captura del Estado por las élites sociales y
el poder económico. En esto consiste la bonapartización de los
regímenes democrático-formales.
11
Trotsky, León. ESCRITOS 1933-34, Tomo V, Volumen 1. Ed.

30
De modo que este tipo de régimen representa, en sus
líneas generales, una dictadura burocrático-militar/policial.
Esto es, una forma de organizar la dominación política en la
cual el centro del poder reside en los aparatos coercitivos del
Estado y en el peso social del cuerpo burocrático del aparato
de administración y gestión del poder político. Surge de la
confrontación de fuerzas de clases y grupos abiertamente
antagónicos, o, lo que es lo mismo, en situaciones de crisis
política aguda12. A partir de esta definición mínima, se pueden
encontrar en la realidad todo tipo de variaciones con incor-
poración de diversas combinaciones de elementos secundarios
o contingentes.
Por otro lado, debidamente adjetivado, puede ser puesto
en relación con el tipo de vínculos que se establecen entre el
poder político y los sectores sociales subordinados: 'populista'
o apoyado en las masas (en el sentido de Germani) o
conservador-reaccionario, cuando apela directamente a la
represión, en acto o potencial, como mecanismo privilegiado
de sustentación política.
En el caso del tipo de régimen en el que se apoya el
Torrijismo, se trata de la primera variante, una variante de
bonapartismo sui generis apoyado en las masas, es decir, que
se distingue por la relación populista que establece con las
clases subalternas. Relación cuya explicación, por otro lado,
se encuentra en la necesidad de hacerse de una base social de
sustentación que posibilite ejercer presión sobre el capital/
factor externo, en condiciones históricas en que la tensión en
las relaciones con la metrópoli marca toda la vida político-
social.

Pluma, Bogotá, 1976, p. 164.


12
Novack, George. DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. Ed.
Fontamara, Barcelona, 1977, p. 169.

31
Otros aspectos del marco conceptual.
a) Sobre el Populismo: El estudio exige una revisión
amplia de la abundante literatura relacionada con la cuestión
del populismo13. Aquí sólo adelantamos algunos elementos.
Los estudios pioneros estructural-funcionalistas de Germani
y Di Tella enfatizaron el carácter del populismo como un
movimiento sociopolítico vinculado al proceso de moderniza-
ción de las sociedades tradicionales; el carácter heterónomo
de los movimientos de masa que ideológica, organizativa y
políticamente se subordinan a la élite-líder carismático; la
explicación de este fenómeno como resultado de una situación
en que tales sectores sociales subalternos no han conseguido
desarrollar una ideología y organización autónoma de clase y
el carácter peculiarmente conservador-progresista de tales
movimientos.
Por su parte, en un esfuerzo de crítica de tal visión, Laclau
desarrolla, desde una perspectiva althuseriana, un punto de
vista que prioriza la dimensión ideológica del populismo,
inscrita en los marcos de un antagonismo específico respecto
de la ideología dominante y el bloque de poder que sustenta.
Representaría el instrumento, no revolucionario, de ciertas
clases o fracciones de clase para tratar de convertirse en
hegemónicas o provocar una transformación significativa de
las relaciones de poder en el seno de las clases dominantes. La

13
En este trabajo se estudia la cuestión del populismo en su relación
con el nacionalismo burgués latinoamericano. El ‘populismo’ como
recurso político-discursivo de proyectos reformistas-modernizadores,
que necesitan romper la resistencia de sectores oligárquicos conser-
vadores, y que para ello suelen convocar a una movilización limitada y
controlada de ‘el pueblo’. En la actualidad, el término ha sido objeto de
bastardización en el uso político-periodístico. ‘Populismo’ vendría a
ser, en este uso, cualquier conducta que se aparta de la ortodoxia
neoliberal.

32
amplia gama de variantes se relacionarían con la forma
peculiar que asume la articulación del elemento populista
ideológico común con el particular proyecto político global en
el que se inscribe y, en últimas, con la configuración
específica de clases, grupos y fuerzas sociales portadoras de
dicho proyecto. Adicionalmente, se refiere a la variante de
populismo nacional burgués, justo el caso del Torrijismo.
Desde una perspectiva dependentista, Weffort y Quijano
postulan una concepción que trata de superar la polaridad
estructura-actores, modernización-ideología, para colocar la
cuestión en un ámbito de construcción de la realidad social a
partir de la tensión, la conexión recíproca de ambos aspectos
en el seno de una totalidad socioeconómica y política definida
por las relaciones centro-periferia y sus consecuencias para el
proceso de acumulación y desarrollo de las sociedades
atrasadas.
Finalmente, tenemos el planteamiento que podríamos
denominar marxista clásico, vinculado más bien a la cuestión
de la dinámica político-social, en un contexto de lucha de
clases en lo interno, pero también de tensión, o abierto
antagonismo, entre los intereses de los sectores dominantes
locales y el capital metropolitano: la naturaleza social y papel
histórico del populismo viene en buena medida determinado
por este dilema sociopolítico: progresivo en cuanto a las
medidas que toma frente a los intereses del capital metro-
politano, y también en la medida que confronta a los sectores
más tradicionales y conservadores de las clases poseedoras;
antirrevolucionario, o directamente reaccionario, en tanto
obstáculo respecto de la lucha anticapitalista. El carácter burgués
del nacionalismo populista define el límite insuperable del
fenómeno. Por eso el discurso populista es enemigo de las
identidades de clase, inclinándose por la abstracta noción de

33
‘pueblo’, aparte de asegurarse un control burocrático, incluso
violento-gangsteril, sobre el movimiento de los trabajadores y
otros movimientos sociales.
b) Cesarismo: El concepto criticado por Marx como
anacrónico en tanto que inductor de la confusión teórica de
fenómenos históricos no analogizables, es retomado por
Gramsci quién lo reformula con reconocida utilidad. Se
trataría de un régimen político caracterizado por un fuerte
aparato estatal autonomizado respecto de las fuerzas sociales
en presencia. En este sentido podría ser identificado con el
concepto de bonapartismo desarrollado por Trotsky. Sin
embargo, en otros sentidos se diferencia en una forma desfa-
vorecedora para el propósito de nuestro estudio.
Primero: Gramsci lo define como propio o resultado de
una situación política extrema en que las fuerzas sociales, para
continuar la lucha, se ven compelidas a considerar la des-
trucción recíproca. Obviamente, tiene en mente al fascismo
como salida política a una situación de polarización límite.
Segundo: consistente con lo anterior, Gramsci piensa al
cesarismo como un fenómeno específico de las sociedades
capitalistas avanzadas, lo cual es correcto si se lo traduce en
términos de fascismo (el uso del término fascismo para
calificar a algunas brutales dictaduras latinoamericanas es una
extensión literaria/retórica, no conceptual, de la noción; el fas-
cismo es propiamente un fenómeno del capitalismo avanzado).
Un problema más general en la formulación gramsciana
es la elaboración poco acotada del concepto. Extrapolar, a
condiciones diferentes, el uso de un término ya ambiguo, no
parece contribuir a la precisión del estudio.
En un intento por salvar los problemas, H. Jaguaribe
propuso un término distinto: neobismarckismo, con el cual se
hace alusión a una forma de régimen político centrado en el

34
desarrollo, desde lo alto, de una sociedad moderna, así como
de los grupos y clases correspondientes, que reprime la orga-
nización de los subordinados, pero que introduce reformas
sociales preventivas, que buscan gestionar el conflicto social,
desactivándolo en parte. Pero esto remite no a la cuestión del
régimen político como tal, sino a la del proceso político-social
global, y a uno sólo de sus aspectos o dimensiones.
c) Una última cuestión es la referida a la delimitación
terminológica de conceptos relativos a los diversos planos o
aspectos que combinados constituyen al objeto de estudio:
- movimiento político-social: el carácter nacionalista
burgués del Torrijismo se explicita en la composición del
bloque de poder que configura, los intereses que se representan,
en la concepción del proceso económico que implementa y en
la forma en que aborda y el papel histórico que desempeña
respecto del conflicto con EEUU en torno a la cuestión canalera.
- régimen político: bonapartismo "sui generis" apoyado
en las masas (o "de izquierda"). En sentido descriptivo, y
restringido a la forma estrictamente institucional del régimen,
se puede considerar legítimo el uso de "dictadura burocrático-
militar" o "régimen autoritario", todos términos imprecisos e
insuficientes, pero que presentan la ventaja operativa de inducir
una imagen de contraste con la democracia formal, como forma
institucional contrapuesta de organizar la dominación política.
- proyecto político-ideológico: nacional-populismo, referido
a las tareas que asume (modernizar el capitalismo periférico y
presionar a la metrópoli a fin de replantear la cuestión canalera
en términos más favorables para las clases dominantes locales)
y a los métodos a que apela, la movilización controlada y
restringida de los sectores sociales subordinados. En este
punto, términos periodísticos como "reformismo militar",
"populismo militar", representan un factor de confusión que
en general deberá estar ausentes del estudio.

35
CARÁCTER DE LA FORMACIÓN
ECONÓMICO-SOCIAL Y ESTADO
CAPITULO I

Antes de entrar al examen de los hechos directamente


relacionados con nuestro objeto de estudio, vamos a detenernos
en el análisis de la estructura social y el proceso histórico
sobre los cuales se erigió la actual sociedad panameña.
No se trata aquí simplemente de recapitular hechos o
definiciones harto conocidas entre los investigadores pana-
meños, sino de colocarlos en perspectiva, de examinarlos desde
un nuevo punto de vista. Planteamos apenas algunos criterios
básicos, fundamentales si se quiere entender el curso de la
historia del país como parte de esa historia universal que
efectivamente comienza en el siglo XV. Esto nos permitirá dar
una definición de las características y el proceso de formación
de la sociedad istmeña, así como del carácter del Estado
surgido en 1903 y de la naturaleza del fenómeno torrijista como
forma político-institucional e ideológica de la dominación.
Pese al alto nivel de generalidad del presente paso analítico,
se espera poder mostrar con suficiente claridad la pertinencia
teórico-metodológica y el poder explicativo del mismo respecto
del objeto de estudio, considerado en forma estricta, propio
del presente trabajo.

1. TRANSITISMO: MATRIZ ESTRUCTURAL SOCIAL-


MENTE CONDICIONANTE14.

14
Castillero Calvo, Alfredo. “Transitismo y dependencia: el caso del
istmo de Panamá”. Rev. Nueva Sociedad. #5. Caracas. 1973. ‘El concepto
de transitismo fue acuñado por el Dr. Hernán Porras a inicios de los
años 50 y precisado con posterioridad por Castillero Calvo’, Olmedo
Beluche, HISTORIA AGRARIA Y LUCHAS SOCIALES EN EL
CAMPO PANAMEÑO. CIFHU. Universidad de Panamá. 2017, p. 14.

37
La función de zona de tránsito de gentes y mercancías que
desempeña el istmo durante la conquista y colonización se
encuentra determinada por, aparte de la propicia condición
geográfica, como factor natural, la expansión comercial europea
y su necesidad de metales preciosos, y por la apertura e
integración al incipiente flujo internacional de los mercados
suramericanos tras la conquista y el descubrimiento de
yacimientos de plata en el Alto Perú15. Esta conversión de la
posición geográfica en eje de intercambios internacionales
transforma al istmo; y acabará moldeando de tal forma la
estructura de la sociedad, así como la actividad y la
sensibilidad de la población que lo ocupa, que la peculiaridad
será interiorizada como vocación, pasando a constituirse en
deformación. Esto parecería apenas una manifestación parti-
cularizada de lo afirmado por Galeano para el conjunto de la
América Latina colonial, donde el monocultivo tratará de
eternizarse mediante el estereotipo que transforma un producto
en un destino...16.
Destino transitista que, efectivamente, se ha constituido
en el marco estructural general condicionante de la vida social
de la comunidad del Istmo; que entre la pequeña élite social
local apenas si dio lugar a una estrecha esfera de intereses y
aspiraciones en el siglo XIX, que algunos han llamado
'proyecto nacional'; que, por otro lado, ha sido objeto del
interés de los centros metropolitanos de las diversas épocas,
que han buscado sujetarlo a sus intereses. Y que, para el país,
con frecuencia significó fundamentalmente mutilación, en
diversos sentidos, así como pobreza y marginación para buena

15
Castillero Calvo, A. ECONOMIA TERCIARIA Y SOCIEDAD. s.e.,
Panamá, 1979, p. 16.
16
Galeano, Eduardo: LAS VENAS ABIERTAS DE AMERICA
LATINA. Ed. Siglo XXI, México, 1985, p. 94.

38
parte de sus habitantes. "Toda la historia de nuestro país se
encuentra como atrapada por la importancia de su posición
geográfica. Pero sobre todo, unas constantes estructurales
determinadas externamente por las distintas potencias que a lo
largo de los siglos han mostrado interés por el usufructo de
ese privilegiado paso geográfico"17.
Junto al cuasi-exterminio inicial, o relocalización, de la
población aborigen18, la relativa pobreza y rápido agotamiento
de los recursos mineros y las generalmente desfavorables condi-
ciones para el establecimiento de alguna forma de agricultura
extensiva, fueron factores que influyeron durante el siglo XVI
en la reducción del contingente original de la población
autóctona del Istmo19. Como se sabe, ésta era concentrada por
las autoridades coloniales y los encomenderos en las regiones
de las grandes explotaciones mineras y de las plantaciones.
Como afirma Castillero Calvo: "Los testimonios dan fe de una
masiva traslación de conquistadores e indios de Castilla del
Oro (hoy Panamá) al Perú"20, en pos del mito áureo, tras 1532.
Esta situación, en realidad, está determinada por el carácter
de la fuerza de trabajo. "La mano de obra indígena no tiene

17
Castillero Calvo, A. LA HISTORIA DEL ENCLAVE PANAMEÑO
FRENTE AL TRATADO TORRIJOS-CARTER. Ed. Nueva Universidad,
Panamá, 1977, p. 5.
18
Jaén Suarez, Omar. "La Población del Istmo de Panamá", pp. 20 Y
50-53; Bennett, Charles. "Influencias Humanas en la Zoogeografía de
Panamá". Ambos en GEOGRAFIA DE PANAMA. Universidad de
Panamá, Panamá, 1985, p. 32.
19
Pizzurno, Patricia. “El comercio americano y oriental: la Ciudad de
Panamá en la encrucijada del Pacífico”. Rev. Lotería. Panamá. 2019.
20
Castillero C., A. "Balance y liquidación de la dominación española".
En RELACIONES ENTRE PANAMA Y LOS EEUU. Biblioteca
Nuevo Panamá, Panamá, 1977, p. 66. También Jaén Suarez, O.
GEOGRAFIA DE PANAMA. Estudio Introductorio. U. de Panamá,
Panamá, 1985, p. XV.

39
carácter de siervo, trabajador agrario pegado a la tierra, sino
de fuerza de trabajo en manos españolas que la contratan al
mejor postor. En ese sentido hay un ejército de trabajadores y
un mercado de trabajo rudimentario y 'sui generis', ya que se
contrataba libremente pero entre dueños de empresa y dueños
o semidueños de hombres"21.
Los mismos factores mencionados, contribuyen a limitar el
asentamiento de magnitudes relevantes de población europea22.
El Istmo se transforma rápidamente en plaza de carácter admi-

21
Moreno Nahuel. CUATRO TESIS SOBRE LA COLONIZACION
ESPAÑOLA Y PORTUGUESA EN AMERICA. Ed. Pluma, Bogotá,
1978, p. 171. La aproximación de Moreno presenta un enfoque
construido a partir del marco teórico-metodológico de 'la teoría del
desarrollo desigual y combinado', el cual permite apreciar cómo, en un
período de transición social, un avance histórico significativo puede
darse haciendo uso de recursos socioculturales que individualmente
corresponden a, o se han originado en, distintos niveles o épocas de la
evolución social, pero que en conjunto se hacen actualmente funcionales
articulados a los objetivos del desenvolvimiento social contemporáneo;
los elementos o formas provenientes de diversos períodos o lugares son
retotalizados, o integrados en una nueva totalidad, subordinados, por el
factor dinámico central en la contemporaneidad: el despliegue de las
relaciones capitalistas. Dicho de otra manera, el status de la fuerza de
trabajo, tanto en la colonización ibérica, como en las plantaciones del
sur de los EEUU, del siglo XIX, sólo indica el carácter híbrido del
modelo de acumulación asumido por el capitalismo en estas regiones
periféricas. Se trata de un proceso con fines capitalistas, pero que se
apoya en formas de trabajo precapitalista, no libres. El cuadro que surge
de un tal enfoque busca avanzar en la reconstrucción de toda la
complejidad –la combinación de lo desigualmente desarrollado- de la
realidad sociohistórica, evitando además el empleo anacrónico de
términos, es decir, el ilegítimo traslado de conceptos fuera de los
escenarios histórico-sociales en que efectivamente exhiben fuerza
explicativa. Sobre la teoría del desarrollo desigual y combinado, ver
Novack, G.; Trotsky; Moreno, N. LA LEY DEL DESARROLLO
DESIGUAL Y COMBINADO. Pluma, Bogotá.
22
Jaén S., O. LA POBLACION DEL..., p. 40; Castillero C., A.
ECONOMIA TERCIARIA..., p. 3.

40
nistrativo y su colonización será entonces efectuada no por un
conquistador encomendero, sino por un conquistador funcio-
nario23. Tales características estarán en la base del escaso
grado de desarrollo de las relaciones económicas y sociales de
tipo señorial durante los siglos XVI y XVII que, por el contra-
rio, predominaron en el resto de las posesiones españolas. Al
decir 'señoriales' nos referimos a esa forma híbrida constituida
por un propietario de tierras, ganadero o cultivador, que ya
produce para un mercado regional, y que por tanto en ese
sentido es ya esencialmente un capitalista, pero que lo hace
apoyándose en trabajo no libre, es decir, en relaciones de
producción precapitalistas, y rodeado por una ideología y con
una conciencia aún muy influida por lo medieval24. Se trataría

23
Soler, Ricaurte. "La independencia de Panamá de Colombia". En
PANAMA, DEPENDENCIA Y LIBERACION. EDUCA, San José,
1976, p. 10.
24
Agustín Cueva, haciendo un alto en su, en mi opinión, esquemática
yuxtaposición de 'modos de producción' -esclavista, feudal, comunal-
campesino, patriarcal, mercantil simple, comercial usurero y capitalista
embrionario-, reconoce la efectiva vigencia de experiencias de explotación
capitalista sobre bases sociales precapitalistas -trabajo no libre-, en la
historia social latinoamericana (en el marco de la polémica sobre el
carácter feudal o capitalista de la colonia). Y, en uno de esos, pocos,
pasajes, afirma que el resultado de tal hibridización, o 'peculiar vía de
desarrollo', "consiste en que no efectúa ese 'trastorno completo del modo
de producción' del que habla Marx...". Cueva, A. EL DESARROLLO
DEL CAPITALISMO EN AMERICA LATINA. Ed. Siglo XXI, México,
1983, pp. 81-83. Está comentando una cita de Jaime Wheelock, en la que
este se refiere a la forma como los 'plantadores capitalistas' nicaragüenses
sacaron ventaja de las relaciones precapitalistas existentes a fin de
incrementar sus ganancias. Efectivamente, el 'trastorno completo', de
las formas tradicionales, sólo se verificó en los países centrales; y el
carácter híbrido de la forma de explotación impulsada por el capitalismo,
apoyado en fuerzas sociales tanto externas como internas, en los países
atrasados, remite a la lógica del desarrollo desigual y combinado, dando
lugar a la específica evolución de tales formaciones socioeconómicas.
Como dijo Engels, “De lo que adolecen todos estos señores, es de falta
de dialéctica”.

41
pues no de terrateniente feudales, sino de una forma incipiente
de burguesía. Pero, en todo caso, constreñida por las condiciones
objetivas y subjetivas en que históricamente actúa (mercanti-
lismo metalífero español, supervivencia de superestructura
jurídico-ideológica medieval, etc.).
De conjunto, se trata de una situación que, por un lado,
opera en el reforzamiento de la importancia de la posición
geográfica, ya desde entonces principal fuerza productiva
natural, y que, de otro, es su resultado, en la medida que la
intensa actividad transitista se convierte rápidamente en el
principal factor directamente determinante de la condición
apenas subsidiaria de las actividades productivas en el Istmo.
La natural contraparte de esta situación, que nos recuerda el
carácter contradictorio del proceso histórico, es el escaso
desarrollo de las relaciones precapitalistas, propiamente
coloniales25, sobre las cuales se asentaban tales actividades
productivas. Pero, en realidad, en la historia del país esto no
llega a ser una verdadera ventaja, más bien es una expresión
de la distorsión de su proceso de formación.
Sin embargo, la explotación comercial de la zona de
tránsito, que, como rasgo económico funcional respecto de unas
determinadas condiciones naturales de la formación social,
ostenta completa legitimidad, en tanto que define un espacio
geoeconómico dirigido a ampliar la circulación mercantil
internacional, aparte evidentemente de representar un factor
concreto de la acumulación local, acaba desarrollándose como
'transitismo', es decir, como ‘vocación’ rígida. Característica que
debe ser entendida como estructura económica hiperespeciali-
zada, forma terciaria hipertrofiada, determinada por el mercado

25
Soler, Ricaurte. "La Cuestión Nacional Panameña: Justo Arosemena".
Revista Tareas #57, Panamá, 1984, p. 40.

42
mundial y sus necesidades; que define un sistema económico
y social atípico, y que, como expresión directa de poderosos
intereses metropolitanos, se mantiene y reactualiza indepen-
dientemente y, en cruciales ocasiones, contra los intereses y
las necesidades del pueblo del Istmo (de paso, a ello responde
la dolarización del país desde su surgimiento como Estado).
De manera que desde el primer momento podemos
observar cómo el 'destino transitista' limita las posibilidades
de ampliación y diversificación del aparato productivo, consti-
tuyéndose además en formidable obstáculo para la expansión
demográfica, que por su vez pone límites insalvables para el
desarrollo de las fuerzas productivas26. Más aún, contra lo que
frecuentemente se afirma, el destino transitista no es ni puede
ser un resultado 'natural', lógicamente derivable, de las
ventajas económicas ofrecidas por la excepcional posición
geográfica. Por el contrario, la especialización deformadora,
la estructura económica unilateralizada, es producida, y
'modernizada' en cada nueva etapa de la economía mundial,
por las necesidades de las economías metropolitanas y su
control sobre la zona de tránsito. "Y ha sido precisamente ese
control exógeno y por tanto alienación de la función del pasaje
transístmico, lo que ha determinado a lo largo de los siglos,
nuestra característica especialización en el sector terciario o
de servicio...27. De modo que el 'transitismo', en tanto que
hipertrofia, es una expresión de los centros hegemónicos, de la
voluntad metropolitana, y más en general de la lógica interna
del sistema económico global, y no de cualquier 'vocación' o
determinación geográfica28. La función de tránsito y su apro-

26
Jaén Suárez, O. Ibid., p. 30; Castillero C., A. ECONOMIA
TERCIARIA..., pp. 34-38.
27
Castillero C., A. LA HISTORIA DEL..., p. 5.
28
Castillero C., A. "Transitismo y Dependencia: El caso del Istmo de

43
vechamiento económico está en relación con la situación
geográfica; el transitismo como hiperespecialización defor-
mante, es resultado de intereses dominantes, externos y también
internos, en la medida en que al modelar la formación social,
dio lugar a la pequeña élite local. La burguesía transitista del
siglo XIX es liberal porque es librecambista.
Sobre el espacio económico moldeado por la posición
geográfica, las clases poseedoras de la ruta transístmica
(comerciantes, mercaderes de esclavos africanos, dueños de
casas-depósitos y mulas29), diseñarán un proyecto político
cuyo objetivo general es lograr la forma institucional más
adecuada posible a las necesidades del desarrollo de la
especializada función económica que les asegura una privile-
giada y excluyente posición social y una satisfactoria masa de
ganancias. El proyecto político en función del usufructo de la
posición geográfica se irá desarrollando todo a lo largo del
período colonial, aunque sujeto tanto a las vicisitudes geopolí-
ticas de la época, como a las oscilaciones que la dinámica
económica metropolitana determina. El sistema político y la
correspondiente mentalidad de las élites se configuran en
relación con y para promover el proyecto de acumulación,
asociado al tránsito ístmico.
Desarrollado en estrecha vinculación con la política
mercantilista-metalífera de España y su monopolio comercial,
que dispone el uso obligatorio de la vía transístmica, hasta
mediados del siglo XVII, el transitismo llevará a los comer-
ciantes de la ruta, como grupo social dominante, primero, a
oponerse a toda liberalización del comercio de las colonias y,
después, a resistir la ruptura del régimen colonial, transfor-

Panamá". Rev. Lotería #210, Panamá, 1973, p. 20.


29
Castillero C., A. BALANCE Y LIQUIDACION..., p. 67.

44
mándolos en agentes de la corona, contra los intereses y
aspiraciones predominantes en el resto de la región30. De esta
manera la 'vocación' terciaria se nos revela como forma ideoló-
gica de una peculiar variante de subordinación económica
definida por la accesoriedad de la economía colonial istmeña
respecto de la metropolitana31, al margen de la dominación
política directa.
Pero lo que nos parece más importante resaltar aquí,
puesto que remite a una constante en la evolución histórica del
país y, por tanto, clave decisiva para entender los procesos
político-sociales que lo han marcado, es el hecho de que el
transitismo de la colonia no solo determina la primera forma
concreta de dependencia del Istmo respecto de la economía
metropolitana, sino que además tal estructura económico-
social y el complejo de intereses que define, acaban oponiéndole,
de diversas formas y en distintos planos, al resto de los
territorios coloniales. Así, los intereses comerciales de la zona
de tránsito separan, por primera vez, en la cuestión de la
reivindicación de la libertad de comercio, al Istmo del resto de
la América española. Y no solo en lo político. En el siglo
XVIII, mientras el conjunto del subcontinente registra un
importante relanzamiento de su comercio con el viejo mundo,
ya salido de la gran crisis inflacionaria de la economía y el
comercio mundial del siglo anterior32, el Istmo se verá
sumergido en una profunda decadencia económica y en la
contracción demográfica. La apertura de nuevos puertos
comerciales en la metrópoli como en las colonias, el progreso

30
Gasteazoro, Carlos y otros. LA HISTORIA DE PANAMA EN SUS
TEXTOS. Ed. U. de Panamá, Panamá, 1978, p. 28.
31
Soler, R. LA INDEPENDENCIA DE PANAMA..., p. 24.
32
Frank, André Gunder : LA ACUMULACION MUNDIAL, 1492-
1789. Ed. Siglo XXI, México, 1985, Cap. 2.

45
de la tecnología naval y los cambios en los tipos de carga,
propiciarán la modificación de la ruta para el comercio con el
Pacífico, que pasa a utilizar el cabo de Hornos, decidiendo la
ruina de la zona de tránsito33.
En realidad, ya desde mediados del siglo XVII disminuye
la importancia y la regularidad de las famosas ferias
comerciales del litoral atlántico34, incrementando la fragilidad
de la forma de vida social relacionada con la estructura
económica vigente. "La propia actividad mercantil, efímera o
incierta, generó en nuestros grupos dominantes un estado
mental de provisionalidad, de precariedad, lo que determinó
que su permanencia fuese siempre transitoria, que tan pronto
hiciesen fortuna la abandonasen a tiempo..."35. Hasta los
tiempos actuales, apellidos vinculados con grupos familiares
que han conseguido amasar fortunas en el país, no consiguen
completar tres generaciones. El Istmo ha sido históricamente
ocupado por una clase poseedora no solo en buena medida
extranjera, sino que nunca deja de serlo, que no arraiga. Tal
rasgo tendrá serias derivaciones en la dinámica comunitaria y

33
Castro, Nils. "Justo Arosemena: Antiyanqui y Latinoamericanista".
Rev. Tareas #28, Panamá, 1974, p. 22.
34
Castillero C., A. LA HISTORIA DEL..., p. 7. ‘El declive de las ferias
ya no cesa desde mediados del siglo XVII, hasta desaparecer del todo
en 1739’. Castillero C. “Panamá y los orígenes de la globalización”. En
ANTOLOGÍA HISTÓRICA. Ed. Novo Art. Panamá. 2018. p. 319. ‘Ya
no cesa’, porque en realidad había comenzado desde fines del siglo
XVI, ‘por el nuevo comercio con las Filipinas y China, pese a la
prohibición real’. Pizzurno, P. “El comercio americano y oriental…’.
p. 61-2. Según Pizzurno, también la segunda fundación de Buenos
Aires cumplió un papel en este inicio de declive. Sobre el tema del
papel de China en la economía mundial y en el flujo de la plata
americana durante el siglo XVII, Castillero C., obra citada, p. 324.
35
Castillero C., A. BALANCE Y..., p. 68.

46
la identidad colectiva de la sociedad del istmo, acentuando el
extrañamiento de sectores relevantes de las élites.
En estas circunstancias de prolongada decadencia, aunque
coyunturalmente reanimado por el breve auge comercial de
1810-1819, el sector dominante de la burguesía comercial se
ve enfrentado al proceso de la ruptura de los territorios
coloniales con la Corona. Proceso que mira con desconfianza,
o incluso franca oposición; lo que en parte permite explicar el
retraso del Istmo en incorporarse al proceso independentista,
generalizado en el subcontinente. Paso que, además, solo
habrá de dar una vez que la realidad le impone con toda
claridad constatar que la prolongación de su lealtad a la
metrópoli solo presupone el más completo aislamiento respecto
de la región, lo que significaba perjudicar aún más sus
intereses económicos. Esto es, el movimiento independentista
regional ha llegado al punto en que la conservación de los
vínculos con las regiones a cuyos productos sirve el Istmo
como ruta de tránsito natural exige, de acuerdo con el buen
sentido común de nuestros pragmáticos comerciantes, abandonar
el alicaído bando de la Corona. Así se expresa, una vez más,
la estrecha relación de proyecto político y transitismo en las
clases dominantes del Istmo, al supeditarse la aspiración
separatista al usufructo de la ruta. En esta ocasión, se trata de
lograr una condición político-jurídica que permita ligarse
directamente al mercado internacional y desempeñar así, sin
mediaciones ni obstáculos, el papel de franja abierta al tráfico
internacional. Por supuesto, la nueva postura (el tardío abrazo
de la causa independentista) viene envuelta en los discursos y
formas propias del clima de la época. Pero aquí nos interesa
sobre todo destacar el móvil fundamental de las clases y
grupos activamente involucrados, como protagonistas, en los
movimientos de la historia y no el manto discursivo con que

47
se arropan, y con el cual legitiman ante sí y el mundo sus
acciones.
Ya en el período departamental, de unión a Colombia, es
esta misma circunstancia la que está en la base de la actitud
apática o francamente hostil de los sectores sociales subordi-
nados frente al proyecto autonomista (Panamá, Estado Federal),
impulsado por los comerciantes y la pequeñoburguesía urbana.
El proyecto de acumulación ligado al transitismo en deca-
dencia de la primera parte del siglo XIX, con su secuela de
miseria y marginación, por sus limitaciones y exclusionismo
inherentes, no podía entusiasmar al arrabal36. Tampoco el
proyecto político con él asociado.
De cualquier forma, los representantes de los intereses
mercantiles y rentistas de la zona de tránsito, insatisfechos por
los magros resultados de su incorporación a la unión boliva-
riana, nunca dejarán de considerar su otra gran opción del
momento de la ruptura con España, el proyecto de país
hanseático37. Esto es, la segregación total del Istmo del resto

36
Como dice Gorostiaga, en 1974, la distribución del ingreso en
Panamá, es la peor o de las peores de América Latina, junto a México
y Colombia. En aquella fecha, estudios realizados indicaban que un
10% de la población controlaba el 48% del ingreso, mientras que un
33% de la misma sobrevivía con el 5%. Gorostiaga, X. "La Inversión
Extranjera en Panamá". En LA INVERSION EXTRANJERA EN
CENTROAMERICA. EDUCA, San José, 1974, p. 320. Se trata de un
rasgo estructuralmente determinado del modelo transitista: la gran
marginación social que desde siempre ha generado, históricamente
confirmado por el alto porcentaje de pobreza y semipobreza observado,
así como por los niveles de desigualdad social, siempre entre los más
alto de la región, según datos ampliamente conocidos.
37
El término hace referencia histórica a las ciudades-estado germanas
que hasta el siglo XIX basaban su autonomía política y económica en
la actividad mercantil. En el caso del departamento del Istmo, se
trataba, para algunos, de constituir un protectorado neutral bajo la
protección conjunta de 3 potencias, EEUU, Gran Bretaña y Francia.

48
de los territorios excoloniales y su transformación en un
territorio autónomo, especializado en actividades de apoyo al
intercambio internacional, y colocado bajo la protección de
varias potencias (Inglaterra, Francia, Estados Unidos), neutra-
lizadas entre sí. El objetivo general perseguido es siempre el
mismo: convertir al Istmo en un emporio comercial.
"Convencidos (el grupo comerciante) de que nuestro único
recurso aprovechable es el geográfico, se disponen a defender
(...) la apertura de la ruta y la liberalización del comercio
transístmico a través de leyes librecambistas, doble objetivo que
se convierte en el 'leitmotiv' de sus luchas decimonónicas"38.
En 1850, con la construcción del ferrocarril transístmico,
en lo inmediato consecuencia del descubrimiento de oro en
California (1848), pero en realidad muy vinculado a las cre-
cientes necesidades de la economía y el mercado mundiales,
los factores externos volverán al rescate de la zona de
tránsito39 (pequeña y breve bonanza que se extenderá hasta la

Ver Araúz, Celestino. “Estudio Preliminar”, En Carlos Pérez Morales,


EL CANAL DE PANAMÁ. EUPAN. Panamá. 2011. pp. 32 y sigs.
38
Castillero C., A. TRASNSITISMO Y DEPENDENCIA..., p. 32;
Castro, N. JUSTO AROSEMENA..., p. 25.
39
En alusión al deteriorado estado social general del Istmo, previo a
esta fecha, se suele referir la anécdota del viajante extranjero quien al
pasar y contemplar la lastimosa situación expresó aquello de que 'quien
quiera conocer Panamá, que venga porque se acaba'. Al respecto,
Manduley dice: "Desde la supresión de las Ferias de Portobelo (en
1739; lugar en el que se efectuaban las transacciones comerciales de la
metrópoli con Ecuador, Perú, Chile y el Río de la Plata) y hasta el
descubrimiento del oro en California (1848), la panameña es una
economía cerrada sobre sí misma, vegetativa y precaria. El nivel de
actividades es a tal grado bajo que la población de la ciudad de Panamá
involuciona y, en 1843, ya hay seis ciudades del interior que superan
los 4,897 habitantes de la capital". Manduley, J. "El Proceso
Panameño". Rev. Cuadernos Políticos #15, Ed. ERA, México, 1978, p.
63. (Se trata de un largo período cortado por uno o dos momentos de

49
conexión ferroviaria transcontinental de EEUU). Obra de
colosales dimensiones para la época, por los costos, dificul-
tades técnicas y distancia de los centros industriales provee-
dores, el ferrocarril significó una drástica alteración de la
estructura social y económica del país. "La demanda de bienes
y servicios aumentó, y con el vínculo concertado con los
Estados Unidos, el comercio y las industrias son rápidamente
controladas por extranjeros"40. La construcción de la vía
férrea interoceánica es el resultado de un proceso más general,
desarrollado al nivel de las importantes modificaciones en
curso en la economía capitalista mundial. Como precisa
Moreno: "En 1850 comenzó realmente la gran revolución
industrial en todos los países que llegarían a ser potencias
capitalistas (...) produciendo una fabulosa ampliación del

renovada pero breve recuperación). Lo cual constituiría una evidencia


acerca del carácter apenas complementario de las actividades
agropecuarias y artesanales desarrolladas en la periferia de la zona de
tránsito, las cuales sólo alcanzarían verdadera importancia en las fases
depresivas de la actividad comercial. De tal manera que estos "períodos
de repliegue hacia actividades no comerciales" no representarían más
que "situaciones transitorias a la espera de una nueva bonanza
comercial". González, S. "Industrialización y reproducción capitalista
en Panamá". En PANAMA 1968-1990, ENSAYOS DE SOCIOLOGIA
POLITICA. s.e., Panamá, 1994, p. 49. Y ya sabemos, por el historiador
Castillero Calvo, que no todos se daban a la tarea de 'esperar': una buena
parte, sencillamente, hacía las valijas y se enrumbaba hacia comarcas
más promisorias; y, podemos perfectamente presumir, con condiciones
climáticas menos agobiantes, cosa por lo demás nada difícil de hallar.
40
Gandásegui, M. "Industrialización e inversiones extranjeras (El caso
panameño)". Rev. Tareas #27, Panamá, 1973-74, p. 40. "Como el Canal
interoceánico después y el Centro Financiero Internacional en la
actualidad, el ferrocarril (...) fue extranjero. En los tres casos, el papel
de la burguesía local fue 'pasivo', subordinado y hasta parasitario. Con
el ferrocarril, además de controlar el mecanismo fundamental de
integración, el capital extranjero controla -desde entonces- las más
importantes actividades en el país". Manduley, J. Ob. cit., p. 63.

50
comercio internacional"41, que, agrega, se da acompañado de
un desarrollo paralelo de las fuerzas productivas en todo el
mundo. A partir de mediados del siglo XIX el proceso de des-
pliegue definitivo del mercado mundial se acelera, acompañado
y estructurado por el despunte de los flujos de capital
internacional y la inversión de las metrópolis, principalmente
los capitales ingleses, en las regiones periféricas.
Como parte de ese proceso, como uno de los protago-
nistas en su gestación, el período anterior asiste a la rápida
emergencia de los Estados Unidos como potencia económica,
política y militar de carácter, por ahora, regional, ya lanzada a
disputar a los británicos su influencia dominante sobre la zona
de América Central y el Caribe. El ferrocarril, además de
reanimar la zona de tránsito, actualiza la forma en que
desempeña su función, adecuándola a los significativos
cambios y avances registrados en la economía mundial y,
concretamente, dentro de su nueva división internacional del
trabajo, abriéndole posibilidades de avance por la vía de la
ampliación de la plataforma de servicios a disposición del
capital internacional.
Sin embargo, con las exenciones fiscales sobre bienes y
pasajeros en tránsito y la transformación de la ruta en una zona
de libre comercio, el espacio económico definido por la vía
férrea adquiere la condición de enclave económico, bajo
control de la Panama Rail Road Co. De manera que los
beneficios para la población del Istmo son absolutamente
marginales, migajas. De paso, en 1849, se inaugura la
presencia militar norteamericana en el país. "El retorno a una
economía urbana y de servicios y su debut en el nuevo orden
económico mundial no produjeron pues en el país los efectos

41
Moreno, N. METODO DE..., p. 64.

51
positivos que todos esperaban dejando más bien un saldo en
extremo oneroso para nuestra frágil economía"42.
En pleno acuerdo con la misma lógica, el proyecto del
canal francés representará una colosal confirmación de las
nuevas posibilidades abiertas por el desarrollo capitalista
mundial a una ya vieja vocación. Se trata de un verdadero,
gigantesco, salto adelante en el desarrollo de un tipo de
actividad económica de carácter altamente concentrado,
fundamentalmente determinado por las necesidades del
mercado mundial y con vínculos más bien deficientes con el
resto de los sectores geográficos y económicos del Istmo43.
En tales condiciones, no había tratado ni norma de
derecho internacional que garantizara a Colombia su desde
siempre endeble y discutida soberanía sobre el Istmo44. La
crónica inestabilidad política colombiana e, incluso, su atraso
respecto de lo alcanzado por los otros grandes estados
latinoamericanos en el período -tras la independencia-; esto
es, la notable ineptitud demostrada por sus clases dominantes
y élites políticas en la dirección del Estado, no le permitían
consolidar su dominio político sobre el área territorial
tradicional, heredada del virreinato, lo que mantiene en
permanente tensión, no solo su estructura estatal, sino la
misma unidad política, durante todo el siglo XIX. Qué esperar

42
Castillero C., A. TRANSITISMO Y DEPENDENCIA..., p. 40.
43
A manera de ilustración de las dimensiones de la obra en
construcción, respecto de la modesta formación social istmeña, veamos
lo que apunta Alfredo Figueroa Navarro: "Por 1886, 40,000 obreros
negros laboran aquí. Tan considerable masa humana constituye el doble
de la población de la ciudad de Panamá (20,000 habitantes)". En
DOMINIO Y SOCIEDAD EN EL PANAMA COLOMBIANO (1821-
1903). EUPAN, Panamá, 1982, p. 349.
44
Acuña, Dalva. "El intervencionismo norteamericano en Panamá de
1846 a 1865". Rev. Tareas #19, Panamá, 1968, p.31.

52
pues en relación a un territorio incorporado, con características
peculiares, como el Istmo (justamente por el carácter transitista
de la formación social, y el tipo peculiar de élite social que tal
estructura promovió, aparte de las distancias y las formidables
barreras geográficas, en las condiciones tecnológicas de
transporte y comunicación de la época, y de la pérdida de
relevancia económica y geoestratégica de mediados del siglo
XVII en adelante, el Istmo mantuvo altos niveles de
autonomía, en la precariedad de su situación, y ciertamente no
llegó a establecer fuertes vínculos con el virreinato de la
Nueva Granada; era un territorio distante y aislado). Como se
ha dicho, “a Panamá no nos la quitaron, la perdió el abandono de
Colombia, el centralismo absolutista de la Regeneración”45.
En retrospectiva, la más somera inspección de la actitud
del Estado y las élites colombianas hacia el departamento y la
comunidad del Istmo, durante el siglo XIX, exhibe una escan-

45
Fernando Hinestrosa, Rector de la Universidad Externado de
Colombia. “Pero a Panamá no nos la quitaron, la perdió el abandono de
Colombia, el centralismo absolutista de la Regeneración. A lo largo del
siglo XIX en cinco oportunidades Panamá intentó hacerse nación
independiente (sic) al no poder soportar el trato que se le daba. La
Federación conjuró temporalmente ese riesgo. Empero, la organización
autoritaria instaurada a partir de 1886 y el desentendimiento de las
necesidades y las aspiraciones del Istmo condujeron a la confron-
tación… De Estado soberano pasó a ser menos que una colonia de la
metrópoli bogotana, cuya burocracia, a cuatro meses de distancia para
un correo, debía resolverlo todo. Los delegatarios del departamento de
Panamá al Consejo Nacional Constituyente de 1886 nada tenían que
ver con el istmo, no lo conocían, y se preciaban de ello. Posiblemente
en el fondo del ánimo gubernamental se sintió alivio por la separación
de un territorio liberal, rebelde, autonomista. Para el gobierno que había
decretado la guerra a muerte y la expropiación de los revolucionarios
liberales, más importaba y urgía la provisión de fondos para soldados y
pertrechos que una negociación prudente y providente…”
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-
5996200400010001

53
dalosa negligencia, una desconcertante falta de inteligencia
política, o simple desinterés; desde el humillante estado de
abandono en que permaneció el Departamento del Istmo hasta
las propuestas para su venta, del Mallarino-Bidlack a las
solicitudes de intervención del ejército norteamericano o la
reiterada desestimación de las demandas de autonomía federal
de las élites panameñas. Lo sorprendente es que la pérdida del
territorio no se haya producido antes, por cualquier vía. En
1849, dos diputados colombianos proponen trasladar de
Bogotá a Panamá la capital de la república, argumentando que
por su ‘venturoso futuro’, vinculado al potencial comercial de
la ruta de tránsito, sería tal vez la única forma de conservarlo.
La propuesta fue desestimada. Por el contrario, en la segunda
mitad del XIX, varias veces resurge la propuesta de más bien
vender a EEUU el territorio, anticipándose a lo que para
algunos era un curso inevitable, la pérdida del Istmo a manos
de la potencia emergente, conociendo lo acontecido con
México46. Como se sabe, el Mallarino-Bidlack se firma como
un mecanismo defensivo frente a la presunta amenaza inglesa,
disponiendo enormes e imprudentes concesiones a los norte-
americanos y poniendo el Departamento bajo su protección,
pero también, y tal vez sobre todo, por la desconfianza de
Bogotá hacia la inclinación autonomista, no independentista,
del patriciado istmeño47. Esto también puede ayudar a
entender el estado de postración en que Bogotá mantiene al
Istmo.
En 1903, los intereses de la expansión económica y
política norteamericana convergen con la urgencia de la

46
Araúz, Celestino. EL CANAL DE PANAMA. Estudio preliminar.
EUPAN. Panamá. 2011. pp. 26, 27, 47.
47
Beluche, O. LA VERDADERA HISTORIA DE LA SEPARACIÓN
DE 1903. Panamá. 2004. pp. 11-12.

54
pequeña élite social del Istmo por dinamizar la zona de
tránsito48, desesperadamente necesitada de superar la terrible
combinación de dos desastres superpuestos: el colombiano,
tras soportar mil sangrientos días de guerra civil; y el francés,
cuyo canal había fracasado como producto del efecto
combinado de las terribles condiciones naturales de la ruta
escogida, los colosales problemas técnicos y requerimientos
financieros planteados por la obra y, finalmente, de las
deficiencias notables de un planeamiento inadecuado (el
empecinamiento de De Lesseps con un canal a nivel).
Jalonado por estos intereses y mediatizado por la
intervención norteamericana, surge el nuevo Estado49. "Las
actuaciones de los conspiradores evidencian los intereses
político-económicos inmediatos de la poderosa oligarquía
capitalina, formada principalmente por comerciantes extranjeros
e íntimamente ligados a los dirigentes del canal francés, del
ferrocarril y de las empresas navieras (...) la no aprobación del
Tratado Herran-Hay afectaba decisivamente los bienes y el
futuro del grupo de mercaderes"50. A este respecto, nunca está
de más recordar que Manuel Amador y José A. Arango eran
altos funcionarios de la compañía del ferrocarril y que
Buneau-Varilla actuaba como agente de los intereses
franceses, entre otras muchas anécdotas muy ilustrativas51.

48
Castillero Pimentel, Ernesto. PANAMA Y LOS ESTADOS
UNIDOS, 1903-1953. Ed. Humanidad, Panamá, 1953, pp. 76 y sig.
Gasteazoro, C. Ob. cit., p. 43.
49
EL MITO DE LOS PRÓCERES (Ed. Antónima. Panamá. 2021), de
Olmedo Beluche, es un libro imprescindible para entender todo el
proceso de la separación de Colombia.
50
Gasteazoro, C. Ob. cit., p. 44.
51
Amador, primer Presidente de la República, y Arango han de pasar a
la historia como dos de los más destacados protagonistas de los
acontecimientos de aquel fin de año de 1903: son 'Padres de la Patria'.
El Tratado del Canal de 1903 fue firmado por un ciudadano francés en

55
Tal es la vía por la cual los intereses de las clases
poseedoras istmeñas -comerciantes, terratenientes urbanos y
rurales, rentistas y altos funcionarios-, una vez más, intentan
crear condiciones políticas ajustadas a las necesidades del
desarrollo del paso transístmico, su principal fuente de
acumulación, y consolidar su posición e intereses, con la
eliminación de lo que consideran la última traba para la
construcción efectiva del canal, el vínculo con Colombia.
Esta rápida relación de hechos alcanza para orientar la
atención al contexto en el que se da la secesión del Istmo de
Colombia y a los móviles que desempeñaron un papel
decisivo. Coloca en un marco objetivo, de intereses y grupos
concretos, el surgimiento del nuevo Estado y el comporta-
miento de los principales actores políticos vinculados con tal
acontecimiento, al margen de tantas mistificaciones relativas a
unas pretendidas 'aspiración histórica' y trayectoria decimonó-
nica de 'luchas nacionales' por la independencia. En realidad,
se ha querido hacer pasar las estrechas ambiciones económicas y
el descarnado oportunismo político localista de una pequeña
élite social (en su mayor parte extranjera!) por los sentimientos
‘nacionales’ y arraigadas aspiraciones de autodeterminación
de un grupo territorial socioculturalmente integrado52. Así,
fundando un mito, ha intentado el nacionalismo de izquierda

ilegítimo ejercicio de representación de la parte panameña. La


compañía del ferrocarril, de capitales norteamericanos, había comprado
a los franceses, que por esta vía esperaban salvar algo del desastre
financiero de su experiencia, los derechos de la construcción del canal,
lo que incluía equipos, pagos por obras adelantadas, etc., así como los
primeros planos para un canal de esclusas.
52
Dicho de otro modo, en los acontecimientos de 1903 no hay,
estrictamente hablando, un actor colectivo denominable 'nación pana-
meña', que pugna por su emancipación política y pesa decisivamente
en los mismos.

56
criollo de la postguerra fortalecer las 'bases históricas y
teóricas' de la legítima y muy real lucha de décadas del pueblo
istmeño, en el siglo XX, por la expulsión del poder extranjero del
país. Pero un proyecto es tan sólido como sus fundamentos.
El relato de marras no se sostiene, como ha evidenciado con
holgada solidez O. Beluche. Pese a ello, el país del Istmo se
aproxima a los 120 años de existencia, en un muy accidentado
itinerario, pero habiendo superado una diversidad de obstáculos
y momentos críticos, incluyendo nada menos que una cruenta
invasión norteamericana. Desde mi punto de vista, la tarea
sigue siendo hoy, como entonces, la construcción de una
entidad política con un fuerte sentido de comunidad, capaz de
contribuir al proyecto de una Hispano-América federal,
libremente reunificada.
La realidad es que la élite social de la zona de tránsito y
los intereses norteamericanos, producen y garantizan la
separación de Colombia, creando así una nueva república
latinoamericana. El carácter histórico-político general, pro-
gresivo o reaccionario, de tal evento sólo puede establecerse
de manera objetiva en relación con su efecto sobre el
desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de
producción, global y localmente. "El progreso histórico es
contradictorio", afirma Moreno53, refiriéndose justamente a
hechos considerados históricamente progresivos, pero perpe-
trados con métodos injustos y todo tipo de atropellos mons-
truosos, debido a la clase social o al sector específico de clase
que los inspira o al actor político que los ejecuta54. No tiene
suficiente sentido especular sobre cuál habría sido la suerte
del Istmo de haberse construido el canal en un Panamá

53
Moreno, N. Ob. cit., p. 84.
54
Ibid., p. 87.

57
colombiano. En 1903, no había en el Departamento siquiera
un colegio secundario. Lo que sí se puede afirmar es que, en
ausencia del interés norteamericano de construir el Canal,
difícilmente habría habido secesión (menos aún de haberse
escogido la ruta por Nicaragua)55. Parece claro que el rechazo
del Herrán-Hay es un elemento decisivo, sine qua non, del
movimiento secesionista. Ese es el elemento que muy pocos
se atreverían a cuestionar. Tampoco parece haber surgido en
el Istmo ningún movimiento de efectivo arraigo popular que
se pronunciara en contra de la secesión o que planteara la
reincorporación a Colombia.
En términos históricos generales, la escisión del Istmo,
subordinada a la empresa de construcción del canal, es un
resultado, un producto de la expansión mundial de las
relaciones de producción capitalistas, de la lógica de
desarrollo del capitalismo como régimen social global. Era el
canal una necesidad del comercio internacional en rápida
expansión. Desde esa perspectiva, habría que reconocer que
la determinación inmediata fundamental de la escisión, el
empeño del gran capital y del Estado norteamericano en el
proyecto de construcción del canal, posee un carácter
profundamente progresivo. El canal, en su momento, fue un
portento de la técnica y la organización capitalista, una
expresión singular del alto grado de desarrollo material y
técnico -cultural- alcanzado por la Humanidad en su larga
evolución56. Por ello hay que insistir en que, desde un punto

55
Beluche, Olmedo. LA VERDADERA HISTORIA DE LA
SEPARACIÓN DE 1903. Panamá. 2004. p. 16.
56
Según Gandásegui, la inversión norteamericana en la construcción
del Canal alcanzó la cifra de US$375 millones. LA DEMOCRACIA
EN PANAMA. p. 125. En “Un sueño de siglos: el canal de Panamá”,
C. A. Araúz informa que “los norteamericanos invirtieron en la obra
del Canal, cuya longitud es de 80 kilómetros, la suma de 352 millones

58
de vista objetivo y de amplio enfoque, histórico general, su
construcción constituye todo un logro. El hecho de que el
ejecutor, en concreto, de tal avance sea el gran capital de la
emergente potencia imperialista norteamericana, y las particu-
lares relaciones sociales y políticas que tal sujeto sociohistórico
supone, explica los métodos, insidiosos, con que se abre paso
y la manera cómo, en un mismo movimiento, conspira contra
los intereses del pueblo colombiano e hipoteca el futuro de la
comunidad del istmo.
Lo anterior puede aparecer como una manera excesiva-
mente objetiva, histórico-estructural, de ver y analizar el
transcurrir histórico, pero, como comenta Milcíades Peña, en
relación con la etapa colonial, "algunos teóricos populistas
'condenan' a posteriori la colonización española (o inglesa)
partiendo de la lamentable tontería de que la misma fue
inhumana. Pero no se puede condenar la colonización -ni
tampoco la esclavitud que prevaleció en la antiguedad- por la
sencilla razón de que resultaba económicamente necesaria.
Era en su momento el único camino abierto a la humanidad

de dólares, incluyendo el pago de los 10 millones entregados a Panamá


como compensación, según los términos del Tratado Hay-Bunau
Varilla, así como los 40 millones pagados a la Nueva Compañía
francesa. Mas si tomamos en cuenta lo invertido por los franceses desde
1881, es decir, 287 millones de dólares, el Canal de Panamá terminó
costando aproximadamente 639 millones de dólares. Su costo en vidas
humanas, durante la etapa norteamericana fue de 5,609 y de éstas no
menos de 4,500 fueron trabajadores negros. Murieron 350
estadounidenses blancos. Si le sumamos los fallecidos en la época de
los franceses, el total podría llegar a los 25,000. Según McCullough,
esto equivale a 500 muertos por cada kilómetro del Canal. Con este
elevado precio en vidas y dinero, el sueño de siglos por fin pudo
convertirse en realidad”. Rev. Tareas #123. Panamá. 2006. En cada
centro de visitación del Canal debiera haber un objeto evocador, capaz
de sacudir la memoria displicente, indolente.

59
para que una parte de ella pudiera ascender, explotando al
resto, a un creciente dominio sobre la cultura (sic; ¿‘natura’?);
preparando así, objetivamente, y pese a sus deseos, las bases
para la emancipación de toda la humanidad"57. De lo que se
trata pues es de intentar la construcción de una interpretación
actual de los fenómenos sociohistóricos, liberada del lastre del
partidismo estrechamente nacionalista, en ocasiones no menos
nefasto que la influencia del etnocentrismo metropolitano.
En lo que hace a la pequeña élite de la zona de tránsito,
todo lo que ocurre el 3 de noviembre de 1903 es la realización
final del viejo proyecto de hanseatización del Istmo, concre-
tizado bajo protección de los EEUU. Tal es el significado del
artículo 136 de la Constitución Política de 1904. Toda la

57
Citado en Moreno, ob. cit. 'El único camino abierto', significa aquí
no que se justifique cualquier hecho histórico-político por la simple
razón de su existencia empírica: no hay necesidad lógico-formal en lo
real social. Un tal procedimiento supondría la reificación de la realidad
inmediata. De lo que se trata, en la comprensión y explicación crítico-
racional del comportamiento humano, en su devenir y estructuración,
es de situar la acción social, pasada, presente y futura, en el contexto de
las posibilidades efectivamente disponibles, legado de las generaciones
pasadas. De esta manera, lo inmediato, lo dado, se reconceptualiza
como momento de lo posible. De modo que el juicio de la cita que
comentamos, no representa una patente de corso para justificar cual-
quier atrocidad histórica, es el producto de un examen y una interpre-
tación -debatibles, por supuesto- de las condiciones socioestructurales,
los marcos culturales y las posibilidades de desarrollo presentes en la
situación bajo análisis. A eso remite el término ‘utopía’, una aspiración
o proyecto, presuntamente deseable, para la cual no existen, o no
parecen existir, condiciones objetivas en el presente. El futuro es una
construcción y está abierto, pero no puede ser cualquier cosa, depende
de las posibilidades presentes, desarrolladas en el pasado. La esclavitud
solo desapareció cuando ‘los telares comenzaron a tejer por sí solos’.
La historia continuará avanzando ‘por el lado malo’, de forma violenta,
el progreso, o ‘progreso’, plagado de injusticias, mientras vivamos en
una sociedad fundada en la propiedad privada y la explotación del
trabajo humano.

60
precariedad del acontecimiento, en tanto que presunto acto
autónomo de los llamados 'próceres', así como el peso deter-
minante del factor externo, se evidencian en la siguiente
acotación del historiador Castillero Pimentel: seis días después
de la declaración formal de la ruptura, el 9 de noviembre de
1903, "no se había puesto en claro todavía si la secesión
afectaba solo la estrecha región ístmica entre las ciudades de
Panamá y Colón, donde estaba emplazado el canal francés,
como querían algunos próceres, o si comprendía la totalidad
del Departamento de Panamá"58. Viniendo de un destacado
intelectual, vicecanciller de la república en el momento en que
se publica su libro, es esta una de esas anécdotas incómoda-
mente reveladoras de los intereses de fondo, móviles y estados
de ánimo que copan la escena del surgimiento del nuevo estado.
No obstante, en medio aún de la gran euforia por el logro
alcanzado, el surgimiento de la nueva república, sin tiempo
para asimilar cabalmente los sucesos en toda su magnitud, y
apenas para cubrirlos con la formalidad y la pompa de rigor
en estas ocasiones ('la patria liberada'), la oligarquía istmeña
deberá descubrir con horror que la posición geográfica
prácticamente le ha sido expropiada -¡a perpetuidad!- y, por
consiguiente, el derecho de usufructo sobre la zona de tránsito.
Marginada por los norteamericanos de toda participación en
los grandes beneficios a ser generados en el proceso de
construcción y operación de la infraestructura requerida para
el desarrollo y explotación del pasaje interoceánico, la bur-
guesía criolla se verá, una vez más, burlada en sus aspira-
ciones, y en un nivel extremo, justamente en el momento,
paradojas de la historia, en que esperaba poder realizar
definitiva y plenamente su arraigada vocación terciaria.

58
Castillero P., E. Ob. cit., p. 24.

61
El pacto canalero, firmado el 18 de noviembre de 1903,
consignaba en su artículo I, la condición de los EEUU como
garantes de la independencia de la República de Panamá; en
su artículo II, concede a perpetuidad el territorio después
conocido como Zona del Canal; y el artículo VII, afirma la
autoridad norteamericana para ejercer el mantenimiento del
orden público en las ciudades terminales y 'territorios
adyacentes'59. En 1904, la Asamblea que elabora la primera
Constitución Política de la República, aprueba el famoso
artículo 136, que extiende el derecho de intervención de los
EEUU sobre todo el territorio de la República a fin de
restablecer la 'paz pública y el orden constitucional'. "De esta
manera, la mayoría de dicha corporación acepta deliberada-
mente (y no por las circunstancias, como se ha dicho) los
artículos I y VII del tratado leonino..."60.
La frustración de la burguesía panameña se establece en
los artículos IX, X y XIII del citado convenio, los cuales
formalizan la renuncia de Panamá a obtener ingresos fiscales
de las actividades vinculadas con la zona segregada, relativas
tanto al canal como al ferrocarril, ni de los funcionarios,
tripulantes o pasajeros en tránsito, entre otras exoneraciones61.
En junio de 1904, los EEUU dictan la famosa tarifa Dingley,
disposición en materia arancelaria por la cual "declaran
abierta al comercio mundial a la zona del enclave, con lo cual
cancelan las aspiraciones de la burguesía local de acceder en
condiciones preferenciales al gigantesco mercado de consumo
conformado por la empresa canalera. Así se eliminaba una de
las condiciones que habían decidido la aprobación del convenio

59
Araúz, Virgilio. TEXTOS BASICOS PARA EL ESTUDIO DE LAS
RELACIONES DE PANAMA - EEUU. Panamá, 1993, p. 107.
60
Ibid., p. 20.
61
Castillero C., A. LA HISTORIA DEL..., pp. 13-14.

62
canalero por las clases dominantes del Istmo"62. Las medidas
norteamericanas se completan con la ocupación de zonas
portuarias panameñas (La Boca y Cristóbal) y el estableci-
miento de un sistema de aduanas y oficinas postales norteame-
ricanas. El enclave colonial va cobrando forma plena con
relativa rapidez: en 1906 se militarizan las obras del canal,
asumiendo el ejército de los EEUU el control de su
construcción y de la administración de la Zona 63. El efecto
directo e inmediato de todas esas medidas es la enajenación al
país del pasaje transístmico, su principal fuerza productiva
natural y mecanismo de acumulación capitalista.
Pero además de este copamiento de la zona de tránsito
por el enclave colonial, la burguesía local se ve amenazada
incluso de perder sus fuentes tradicionales de acumulación, al
ser desplazada y reducida a una condición subalterna en su
propio mercado natural. La apertura de los llamados 'comisa-
riatos'64 (y el activo e inevitable tráfico de contrabando desde

62
Ibid., pp. 21-22.
63
Navas, Juan. "Invasión y Fuerzas Armadas Nacionales". En
INVASION, MILITARISMO Y DEMOCRACIA. IDEN-U. de
Panamá, Panamá, 1990, p. 52; Antony, Carmen. "Las intervenciones
norteamericanas en Panamá en el presente siglo". Rev. Tareas #77,
1991, p. 45.
64
Con este término se conoció en castellano la red de establecimientos
para la distribución de los más variados bienes de consumo establecida
por el Ejercito de los EEUU en toda la antigua Zona del Canal.
Sustentados en subvenciones gubernamentales y exoneración
tributaria, los comisariatos rápidamente se constituyeron, dados el
atractivo de los productos que ofrecían, la notable variedad de los
mismos y los sorprendentemente módicos precios, en un sitio de interés
para los consumidores panameños, que se esforzaban por quebrar la,
naturalmente incomprensible, prohibición que les impedía tener acceso
a tales privilegios. Resulta evidente, pues, lo que esto significaba en
términos de competencia desigual para los comerciantes de las ciudades
terminales.

63
los mismos, tras el cierre del acceso de los panameños,
establecido en el Tratado Remón-Eisenhower); los niveles de
presencia del capital extranjero, sobre todo norteamericano,
en los ramos del comercio, actividades fabriles y otras; y el
acaparamiento de tierras en la periferia de la ciudad de
Panamá por extranjeros, amenazan estrangular a las clases
poseedoras locales65.
Sin embargo, poco a poco se van diluyendo los elementos,
al menos en parte, del inicial pánico burgués, como efecto de
la constatación de las dimensiones realmente portentosas de
la gran obra. Una formación económica incipiente, por decir
lo menos, como la panameña de comienzos de siglos, sería
violentamente arrastrada a una fase de auge sin precedentes
con el sólo efecto marginal derivado del inicio de los trabajos
de construcción. "Bajo la enorme empresa del canal, cuya
inversión inicial significó algo menos de 400 millones de
dólares -cifra astronómica para la época- los diferentes
sectores de la burguesía panameña asumen una actitud de
repliegue. Los beneficios marginales son más que suficientes
para satisfacer las modestas ambiciones de la burguesía
istmeña"66. El hecho es que la construcción del Canal y el
relanzamiento de la zona de tránsito, le darán un fuerte y
decisivo impulso al desarrollo de las relaciones capitalistas en
el Istmo. En este sentido, el Canal efectivamente ‘crea un país’
(“Entre 1905 y 1920, la población de la Ciudad de Panamá
crece de 21,984 a 60,500 personas, y la de Colón, de 11,172 a
26,68767), que hasta el presente sigue siendo muy dependiente

65
Castillero P., E. Ob.cit., p. 213. Hughes/Quintero. ¿QUIÉNES SON
LOS DUEÑOS DE PANAMÁ? Panamá. 2000. p. 17.
66
Gandásegui, M. INDUSTRIALIZACION Y..., p. 40.
67
En LAS LUCHAS OBRERAS EN PANAMÁ. Autores varios.
Citado en Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS… p. 23.

64
de tal recurso, directa o indirectamente, más de lo que suele
reconocerse o comprenderse (‘el principal producto de expor-
tación son los servicios al transporte marítimo internacional’).
Es evidente, a estas alturas, la falta de interés de la élite social
de realizar cualquier intento serio de diversificar la economía
del país. Sin ilusiones, la zona de tránsito es imprescindible, y
lo seguirá siendo por todo el futuro anticipable, para el país.
Pero eso no justifica el raquitismo de sectores productivos
necesarios para compensar una eventual pérdida de relevancia
del Canal, por avances tecnológicos o cambios ambientales,
ambos ya en curso.
Esta apretada revisión de la evolución histórica del Istmo
alcanza a mostrar cómo el transitismo constituye una forma
particular de inserción de su economía en el mercado mundial
inaugurado por el régimen social capitalista; que este rol se
asienta sobre una situación y posición geográfica determi-
nadas; pero que progresivamente va construyendo un espacio
económico de hiperespecialización terciara, organizado a
partir de enclaves económicos de propiedad del capital
internacional que, a su vez, sostienen una red subsidiaria de
proveedores de servicios al tráfico de bienes y gentes; una
estructura de clase cuya característica es la hegemonía casi-
sin-mediaciones del capital externo ‘en alianza’ con el
pequeño capital criollo (el grupo mercantil local: burguesía
compradora, rentistas), en gran medida compuesto por
extranjeros también, íntimamente ligados además a intereses
agrarios (finqueros, ganaderos, etc.); y un proyecto político
hanseático que es su autoconciencia. Es esta formación
histórico-social la que organiza al transitismo, dándole
estructura y permanencia y proyectándolo ideológicamente,
por intermedio de sus actores dominantes, como vocación del
pueblo del Istmo.

65
Dicho de otro modo, no es la posición geográfica, un
mero factor natural, la que impone un destino, sino el
transitismo, en cuanto forma económica peculiar, y por lo
tanto complejo de relaciones sociales, el que se desarrolla
como deformación terciaria derivada, fundamentalmente, de
las necesidades de la expansión del capital internacional;
como hipertrofia excluyente y marginadora de regiones y
habitantes. Así, pues, acaban generándose condiciones que
tienden a oponerse a la consolidación de un mercado interno
integrado y una identidad de grupo territorial ('nacional'), y
que, por tanto, históricamente determinan la fragilidad del
Estado en el que se inscriben.

2. ESTRUCTURA TRANSITISTA Y DISTORSIONES


SOCIOCULTURALES.

De manera que la deformación transitista va a tener


consecuencias modeladoras concretas, en diversos planos. Y
este justamente es uno de los principales puntos de interés del
presente esfuerzo de reconstrucción e interpretación histórico-
social para los efectos de nuestro estudio específico. Por un
lado, y para mencionar apenas un acontecimiento que se nos
aparece como de especial significación histórica, la subordi-
nación del proyecto político a la vocación transitista provoca,
en la hora de la ruptura con España, el rechazo del ofreci-
miento de unión a la Confederación Centroamericana68,
desestimada en favor de una vinculación preferencial con los
centros productores usuarios de la zona de tránsito. Así,
históricamente, se reducen al mínimo las relaciones con la
región centroamericana, inhibiendo lo que, recurriendo al

68
Gasteazoro, C. Ob. cit., p. 29.

66
concepto weberiano de 'posibilidad objetiva', podría postularse
como un curso más coherente de desarrollo, permitiendo la
constitución de un espacio económico más equilibrado y
amplio, mayores posibilidades para la expansión de las
fuerzas productivas y un cuadro de mayor diversificación e
integración económica de las diversas regiones del país, con
efectos recíprocos evidentes respecto de la estructura social,
la vida política y la cultura en general69. Y todo ello, sin
renunciar al usufructo de la zona de tránsito -que no es
sinónimo de la hipertrofia ‘transitista’, que deforma y mutila-,
pero integrada en una formación más amplia, con otros
recursos y posibilidades. Tanto más hoy, cuando se incre-
menta la vulnerabilidad del modelo transitista por la inevitable
pérdida progresiva de relevancia del Canal, por las implica-
ciones observables y anticipables del curso del desarrollo
tecnológico.
Tal es la base material e histórica de la opción por la
unión a la Gran Colombia, presidida por Bolívar, y, en cierto
sentido, la clave para entender sus vicisitudes. Y es también

69
La plausibilidad de una tal hipótesis histórica no nos parece
comprometida por el hecho de la no sobrevivencia ulterior de la
Confederación Centroamericana. Su valor heurístico, en tanto que
herramienta conceptual para el estudio contrastado de los problemas
del curso histórico efectivamente seguido, reside en la evidencia
disponible vinculada con la mayor eficacia económica e histórico-
general, no exenta por supuesto de otros grandes y muy diversos
problemas, de la unión política y la construcción de formaciones
estatales dotadas de más amplios recursos para enfrentar, en mejores
condiciones y con mayores posibilidades, que no garantías, los grandes
desafíos planteados por el discurrir histórico de los últimos ciento
setenta años, y en sus relaciones con los centros metropolitanos.
Evidentemente, el mismo ejercicio conjetural parecería válido y útil
para el análisis crítico del posterior destino de los cinco países
centroamericanos. La fragmentación fragilizó a las comunidades del
Istmo centroamericano. Y fabricó ‘naciones’… También en África…

67
sobre tal estrechez de intereses, rasgo característico de las
pequeñas, provincianas y exógenamente orientadas, élites
sociales locales, rasgos derivados de una estructura de débil
vinculación intrarregional heredada de la colonia, e influida
en gran medida por las inmensidades geográficas, entre otros
factores físico-técnicos, que se desarrolla e impone la
‘balcanización’ de la América latina, promovida además por
las potencias colonial-capitalistas decimonónicas. Solo por
mencionar una otra situación que presenta un aspecto similar,
aunque en condiciones muy distintas, podemos remitirnos a la
forma como los intereses de la burguesía vinculada a las
actividades del puerto de Buenos Aires, llegan a poner en
peligro la unidad estatal de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, hoy Argentina, abriendo sin embargo suficiente margen
como para que Francia e Inglaterra consiguieran, apoyados en
la burguesía comercial de la ribera opuesta y contra Artigas,
garantizar el desmembramiento de la banda oriental (Uruguay),
surgiendo así una nueva 'nación' latinoamericana70.
De vuelta al caso panameño, en el plano interno, la gran
concentración de las actividades económicas en la zona de
tránsito y la fuerte estratificación social, agravada por la
notoria marginación de las poblaciones originaria, afrocaribeña
y del mestizaje en general, provocarán, ya en el siglo XX, el
surgimiento en la estrecha zona central de una minoritaria
franja de población de alto consumo, mientras relega a la
postración a buena parte del resto del país, dando así lugar al
fenomenismo de la ‘sociedad dual’71. En su carácter de
dispositivo al servicio del comercio mundial y determinado
por sus necesidades, el transitismo se mostrará incapaz de

70
Moreno, N. METODO DE..., pp. 45-47.
71
Jované, Juan. CANAL: DEPENDENCIA Y SUBDESARROLLO.
Panamá, s.f., p. 15; Gorostiaga, X. Ob. cit., p. 327-329.

68
generar o favorecer un proceso de desarrollo económico y
social, en los marcos y límites del capitalismo periférico, que
integrara en algún grado a los diversos sectores y regiones y
que impulsara el surgimiento de nuevas y superiores fuentes
de acumulación (incluso comparada con otras sociedades del
subcontinente). De ahí su naturaleza particularmente excluyente
y marginadora, generadora de “una desarticulación estructural
en la economía”, y responsable de "la inexistencia de una
acumulación orgánica que hubiera podido generar vínculos
intersectoriales al interior de la economía..."72. Justamente, en
la base del problema de la histórica fragilidad de la
superestructura institucional panameña se encuentra esta
incapacidad para desencadenar un proceso de acumulación
originaria y desarrollo económico que hiciera de motor o
favorecedor de la estructuración socialmente integradora del
país, siendo este el contenido fundamental de todo verdadero
proceso de organización 'nacional', más aun en las caracte-
rísticas condiciones postcoloniales de América latina. En este
respecto, el Torrijismo ejecutó algunas acciones que parecían
reorientar el curso hacia una mayor integración; intento
frustrado, en lo fundamental.
El anterior análisis podría ser objeto de cuestionamiento
al aducirse el hecho, inobjetable, de que la gran mayoría de
los países latinoamericanos, si no todos, padecen en diverso
grado los mismos problemas de alta concentración de la
riqueza y gran desigualdad social y regional, con los
correspondientes problemas de integración social (económica,
política, cultural), sin que la constelación de factores apuntada
para el caso panameño parezca pertinente a la hora de intentar
comprender la individualidad del caso objeto de estudio, en su

72
Jované, J. Ob. cit., p. 13.

69
contraste con los diversos procesos experimentados por las
sociedades de la región. Puesta en términos epistemológicos, la
objeción sería la siguiente: ¿cómo es posible que colecciones
distintas de factores, o similares pero diversamente combinados
y en proporciones desiguales, puedan producir resultados
similares? Pues bien, en mi opinión, la aparente dificultad
encuentra adecuada resolución en el plano de lo teórico-
metodológico, para lo cual nos remitimos al punto de vista del
cual arranca el presente estudio, a saber: el atraso, subor-
dinación externa y deficiente 'sentido de comunidad', todos
rasgos distintivos, en magnitud variable, de las sociedades
latinoamericanas, constituyen aspectos derivados, en última
instancia, de su común posición en el sistema social global, es
decir, que son principal, pero no exclusivamente, determinados
por la estructura y el funcionamiento del mismo. Esto quiere
decir que una vez puesto el condicionamiento sociohistórico
general, es inmediatamente necesario, si se quiere avanzar en
la comprensión de las realidades concretas, incorporar la
especificidad de conformación de las experiencias a estudiar.
De manera que tales resultados generales con rasgos decisivos
similares, pero no idénticos, con fuertes particularidades, no
son el resultado de una simple incidencia de las macroten-
dencias, antes bien, los procesos históricos singularizados
surgen de la concurrencia y combinación con los macroprocesos
de las particulares configuraciones y experiencias históricas
de las diversas sociedades, desde aspectos meramente físicos
hasta rasgos demográficos, culturales y acontecimientos que
dan lugar a sensibilidades particularizadas.
Precisamente, lo que esta dialéctica de historias particula-
rizadas (muy a menudo exageradas hasta una originalidad
mítica, en un despliegue de excesivo orgullo provinciano) y
resultantes históricas generales similares evidencia, es justa-

70
mente la presencia e intervención de los condicionantes socio-
históricos globales, la realidad del sistema social global y su
eficacia histórica (el sistema capitalista mundial; si se quiere el
Sistema-mundo de Wallerstein). De lo que se trata, pues, es de
no tomar esa incidencia de manera ingenua o grosera, unívoca:
las condiciones y experiencias locales chocan con y se
articulan a la incidencia de las macrotendencias, produciendo
la singularidad, que es relativa. Podríamos decir, entonces,
que el caso panameño constituye un caso peculiar en un drama
colectivo. Ni reducción a lo general, ni fragmentación particu-
larista. Por razones diferentes y opuestas, ambos sesgos
impiden conocer la singularidad. Es la dialéctica de todo y parte.
La construcción del canal interoceánico solo acentuará al
extremo esta deformación, llevándola a un nuevo nivel. Por un
lado, el auge económico en las ciudades terminales provocará
intensos desplazamientos de población y una progresiva
concentración demográfica sobre su eje. Por otro lado, la
presencia norteamericana y la privilegiada forma de vida
desarrollada en el enclave por sus representantes, políticos,
administrativos y militares, con cargo a los ingresos del canal,
transmite hacia la población de conjunto de las ciudades
terminales, particularmente los sectores de altos ingresos,
patrones de consumo en gran medida desvinculados de la
producción interna, un estilo de vida en cierta forma artificial.
La evidencia de que se trata apenas de la agudización de un
rasgo estructuralmente determinado del régimen transitista, la
da el hecho de que ya desde la colonia "el subempleo de la
potencia productiva del interior provocará una alta demanda
de productos importados y un consecuente encarecimiento de
la vida..."73. El transitismo es una función constante que

73
Castillero C., A. LA HISTORIA DEL..., p. 7.

71
evoluciona en su forma y contenido bajo la influencia del
movimiento del contexto externo.
Lo que esto implica en términos de flujo negativo de valor,
'drenaje de riquezas', para el país, sin considerar el efecto
permanente y molecular del tráfico de contrabando desde los
comisariatos zoneítas74, es el estrangulamiento relativo, y en
determinadas coyunturas absoluto, de la economía local. En
este exacto sentido, el enclave ha sido un obstáculo estructural
que ha imposibilitado todo esfuerzo de desarrollo capitalista
relativamente autónomo y equilibrado del conjunto del país75.
El transitismo como hipertrofia no ha impedido el desarrollo
capitalista, lo ha deformado, en beneficio de la potencia de
turno, primero, y, después, de la pequeña élite local.
Vale la pena aludir a un tercer aspecto de las múltiples
consecuencias provocadas por el transitismo, bastante menos
evidente en su condición de efecto social derivado, pero
omnipresente en la vida cotidiana panameña. Nos referimos a
los rasgos socio-culturales asociados a comunidades predomi-
nantemente organizadas en torno a una importante actividad
económica portuaria: podríamos llamarlo, los tipos humanos
y el folklore vinculados al puerto. Las particularidades de la
vida material y de la estructura social de un conglomerado
humano, establecen condiciones sobre las cuales, de forma no
mecánica sino relativamente autónoma, se levanta toda una
formación cultural compleja, peculiarmente integrada, con
relaciones interindividuales y formas ideológicas e imaginarios

74
Se entiende por 'zoneíta', la población de origen estadounidense
residente en la zona del canal, a la cual consideraban 'tan norteamericana
como Alaska'.
75
Gorostiaga, Xabier. EVALUACION DE LA POTENCIALIDAD
ECONOMICA DE LA ZONA DEL CANAL PARA PANAMA Y LOS
EEUU. Ed. CEDAL, San José, 1974, pp. 12-15.

72
colectivos que pueden llegar a constituir formas estereotipadas
de comportamiento, convirtiéndose en imágenes de autoper-
cepción en distintos niveles, del individuo a la comunidad
estatal como un todo, y en particular entre determinados
grupos, sobre todo de los sectores sociales subordinados. El
caso panameño, de mero lugar de tránsito, de empresarios
extranjeros, sin arraigo ni identificación, de buscafortunas y
aventureros, de propietarios locales sin proyecto, de política
errática y una amplia marginación social, es uno marcado por
el acentuado carácter 'lumpen' de la vida social.
La nueva república, alumbrada bajo el terrible slogan de
'Pro Mundi Beneficio' inscrito en su escudo nacional,
verdadera divisa de la burguesía transitista, y bautizada por
los 'próceres de la patria' como 'puente del mundo', es
empujada por poderosos intereses a percibirse a sí misma
como apenas eso, un puente entre dos puertos. Una estrecha
franja de tierra cuya riqueza potencial atrajo desde 1849 a todo
tipo de aventurero ansioso de amasar rápida fortuna. (Aquí
evidentemente no nos referimos a los trabajadores empleados
en las distintas obras). Tal situación era incentivada por los
más poderosos intereses vinculados a la zona de tránsito, las
empresas ferroviaria, canalera y de navegación, pero también
por los gobernantes de la época76. Así, a pesar de no ser éste
un país hecho de inmigrantes (tomando en cuenta que el arribo
de la población afroantillana más bien fue parte de una
operación comercial de importación de fuerza de trabajo,
escasa en el Istmo), gran parte de la burguesía ligada a los
servicios y el comercio, en la segunda mitad del siglo XIX,
era extranjera. "El dominio de la burguesía comercial por
parte de los extranjeros es absoluto. En 1886, de los 113

76
Gandásegui, M. Ob. cit., p. 39.

73
comerciantes más grandes en la ciudad de Panamá, 90 son
extranjeros"77.
Como parte de esta situación, surgen las famosas colonias
extranjeras, cerradas comunidades que permiten a los individuos
que las integran mantenerse tanto como posible al margen de
la vida sociocultural cotidiana del país. El resultado natural de
esta situación será que solo una ínfima minoría acabe
estableciéndose indefinidamente78. Este predominio del grupo
extranjero sin arraigo entre las clases poseedoras del área
transístmica, dada su condición inestable y no integrada,
"implica también una de las claves para explicar la alienación
y los conflictos que se producen en los grupos dominantes del
Istmo de Panamá durante la segunda mitad del siglo XIX, y
muchas de sus actitudes y comportamientos durante el siglo
XX"79. Esto es, la particular formación económica hace que
un fenómeno cultural generalmente positivo, la inmigración
desde los países metropolitanos, se torne en un factor
agravante de la deficiente integración social, militando en

77
Jaén Suárez, O. "Presencias imperialistas y dependencia ístmica en la
segunda mitad del siglo XIX". En RELACIONES ENTRE PANAMÁ
Y LOS EEUU..., p. 182. Manduley, J.: Valenzuela, J. PANAMÁ:
ESTRUCTURA-COYUNTURA. CEE. PANAMÁ. 2009. pp. 49-51.
Araúz, Celestino. “Estudio Preliminar”. En Carlos Pérez Morales, EL
CANAL DE PANAMA. pp. 24-5.
78
Esta situación acabó dando lugar al surgimiento de lo que se ha
denominado una 'burguesía residente', término que tiene la virtud de
sintetizar en toda su dramaticidad el 'espíritu' y el contenido efectivos
de la 'vocación transitista'. Y si alguna duda subsistiera acerca de la
dinámica real del fenómeno, y de la actualidad del rasgo en cuestión,
bastaría con revisar el efecto que a nivel de la composición -y la
psicología!- de los sectores dominantes ha tenido la consolidación de la
'plataforma de servicios transnacionales', como eje de la economía
local. Para buena parte de los integrantes de esos grupos, Panamá, más
que un país, es un negocio, uno jugoso.
79
Jaén S. “Presencias imperialistas…”, p. 181.

74
contra, por supuesto, del proceso de consolidación político-
cultural comunitario. El escaso sentido de pertenencia de parte
de los individuos y familias más ricas, es un elemento a tomar
en cuenta en el agitado siglo XX corto previo al golpe de
Estado del 68.
Aparte del poderoso efecto descaracterizador de esta
particular composición y dinámica de la élite social, superpuesta
a ella, se encuentra un factor más importante aún. Se trata del
efecto provocado por el grupo social dominante promovido
por la terciarización de la economía sobre el conjunto del
sistema social. Como clase de conjunto, independientemente
de su origen geocultural, la burguesía mercantil de la ruta,
dedicada al comercio y la venta de servicios, constituye un
sector social que se enriquece principalmente a partir de los
beneficios marginales que consiguen arrancar del proceso de
circulación del capital internacional. Es decir, se trata de una
clase social con rasgos, económicos y culturales, parasitarios (en
el sentido de rentista, especuladora, no ligada a la producción,
etc.). El efecto socialmente deletéreo de tales rasgos funda-
mentales de la formación socioeconómica sobre el plano de lo
político-ideológico, constituye una de las constantes de la
evolución histórica del Istmo, permitiendo comprender mejor
cada uno de sus momentos críticos, además de su convulsionado
aspecto de conjunto. Puesto en pocas palabras: la deformación
transitista ha producido grupos humanos que la personifican,
actuando en su reproducción, ha dado lugar a una 'cultura
transitista', congruente con el modelo de acumulación/desarrollo
dominante80.
Ciertamente, en esa historia istmeña actúan también
factores contrarrestantes de esa tendencia descaracterizadora,

80
Castro, Guillermo. "Cultura y Democracia en Panamá". Rev.
Panameña de Sociología #5, p. 100.

75
mismos que, hasta ahora, han conseguido impedir la 'puerto-
rriqueñización' político-cultural del país. Sin embargo, la
invasión norteamericana de diciembre de 1989, el comporta-
miento previo, las ilusiones y la reacción de individuos de los
diversos estratos sociales, constituyeron una clara evidencia
de que tal lucha de tendencias opuestas en el seno de la
sociedad panameña, seguía abierta.
De cualquier forma, aquí lo que más nos ha interesado
destacar es el efecto general que sobre la conciencia social y
la cultura, las pautas de conducta en la convivencia social, y
en particular sobre lo que podríamos denominar de 'rasgos
morales colectivos' y sus tonos más marcados, puede ejercer
una particular estructura material y social, a través de todas
las mediaciones posibles. De modo que el punto aquí es: el
régimen económico y la vida social definidos por la
hipertrofia transitista se constituye en la clave principal para
el estudio de los evidentes rasgos lúmpenes de la sociedad
panameña, estructuralmente caracterizada por una alta
incidencia de desclasados urbanos y la marginalidad de buena
parte del campo, pero también por el carácter de buena parte
de la burguesía, sin arraigo y sin proyecto.
Desde un punto de vista histórico concreto, una clase
dominante hecha de mercaderes, tanto económica como
psicológicamente, en inusual medida desarraigada y apátrida,
ha significado para la comunidad del istmo no sólo grandes
desastres en el plano de su destino político y condición
institucional, sino que además, como principal resultado
histórico de todo lo anterior, ha impedido el desarrollo de una
verdadera identidad cultural integradora de la colectividad
histórica o comunidad estatal. Es decir, de ese sentimiento de
singularidad frente al afuera diverso, de permanencia y de
destino común en tanto que grupo, que ayuda a integrar

76
sólidamente una comunidad, y que constituye factor formador,
fundamental en el proceso de consolidación, de lo que se
busca significar con el término 'nacionalidad'. Una fuerte
identidad colectiva, de sentido de comunidad, tiene poco que
ver con esa mezquina y mediocre actitud xenofóbica que se ha
extendido considerablemente en los últimos lustros, que más
bien pone en evidencia la debilidad del proceso de consoli-
dación comunitaria al que nos hemos referido. La del Istmo es
una sociedad que continúa atravesada por fuertes fracturas
sociales y culturales. El secreto de tal situación reside en el
carácter de la formación social y de la clase dominante a la
que da lugar, de la dinámica social que de ello resulta.
Y este descaracterizador papel lo ha desempeñado la
burguesía transitista no solo de manera implícita, como
elemento social objetivamente disgregador. También se ha
expresado en la forma conscientemente orientada de campañas
político-ideológicas profundamente desmoralizadoras, tales
como la supuesta incapacidad de los panameños para
administrar el canal, desde siempre asumida, o al menos
propagandizada, por las élites políticas vinculadas a la
oligarquía criolla, durante buena parte del siglo pasado (la
experiencia de los últimos 20 años parece haber aplacado este
prejuicio81); la promoción, no tan velada, de la ideología del

81
M. Conniff y G. Bigler, co-autores de PANAMÁ MODERNO: DE
TERRITORIO OCUPADO A CENTRO DE LAS AMERICAS, dicen:
“Desde que se hizo el traspaso del canal hace dos décadas, el gobierno
de Panamá y las empresas cuyas actividades han estado vinculadas al
canal se han beneficiado... Los panameños han usado el canal para
generar más negocios que han empujado el desarrollo del país… No es
un país que solo mueve embarcaciones de un océano a otro, ya que se
ha transformado en sede de corporaciones internacionales y ha
potenciado negocios como el transporte, la manufactura, servicios o el
sector bancario. Por eso a los panameños les dicen el Singapur de
Latinoamérica… En los años 90, cuando el canal estaba en manos de

77
'país garantizado', tanto política como económicamente, por
los EEUU (aparte del apoyo explícito al llamado ‘tratado de
neutralidad’, ver el tono y argumentos de la campaña realizada
a partir de 1990, por algunos sectores, abogando por la
permanencia de las bases y tropas norteamericanas más allá
del año 2000); o el fetiche construido alrededor de la
circulación del Dólar estadounidense, la decisión de eliminar
constitucionalmente el cuerpo militar, etc.
Ante el funesto efecto político-moral y en la identidad
cultural provocados por esta burguesía rentista y especuladora
(que además, tras el surgimiento de la república, terminó de
apropiarse de las mejores tierras del país82), no parece que
debiera sorprender a nadie el entusiasmo que entre las clases
subordinadas y sectores de capas medias consigue provocar el
discurso torrijista de reivindicación de los sectores sociales y
regiones históricamente marginados, de promoción de un
crecimiento económico más equilibrado y de afirmación y
consolidación de una identidad ‘nacional’ (oportuna y eficaz-
mente vinculada a valores y símbolos generalizados entre, o
fácilmente reconocibles por, los sectores subalternos), y todo
ello, a partir de la liquidación del repudiado enclave colonial.
Discurso que no surge aleatoriamente sino que, en parte al
menos, está determinado por el interés de empalmar con las
luchas de décadas trabadas por los sectores populares en pos

Estados Unidos (estaba muy subutilizado). En la actualidad, son cerca


de 13 millones (de contenedores al año)… Estados Unidos no lo había
modernizado, no había invertido en el canal... Ahora es un centro
logístico internacional… El traspaso del control de canal a Panamá ha
beneficiado a la economía global". Es decir, bajo la administración
panameña, el Canal da un salto en su importancia económica,
evidentemente para el país, pero también para la economía mundial.
82
Beluche, O. HISTORA AGRARIA Y LUCHAS SOCIALES EN EL
CAMPO PANAMEÑO. CIFHU. Universidad de Panamá. Panamá. 2017.

78
de tales aspiraciones, y que, por tanto, de manera previsible,
en términos generales, se podía razonablemente esperar que
impactara favorablemente en amplias camadas de la población.
Como es evidente, toda esta discusión sobre algunos de
los más evidentes efectos de la estructura transitista, y en
particular este último de sus consecuencias socio-culturales,
sobre la evolución de la comunidad del Istmo, merecen un
estudio más amplio y detallado. Aquí apenas hemos querido
delinear algunas hipótesis de carácter general, cuyo objetivo
en realidad ha sido más el de ilustrar lo que se nos aparece
como un problema teórico y de investigación de enorme
interés, a saber, el de las relaciones entre formación socio-
económica y rasgos culturales y psicosociales particulares,
predominantes o no.

3. SIGLO XX: TRANSITISMO Y ÉPOCA IMPERIALISTA.

El transitismo es pues una forma particular de inserción


en el mercado mundial, la manera específica en que la economía
del naciente Estado se ve dominada e incorporada por las
necesidades del capitalismo metropolitano; constituye la forma
específica que asume su condición de país económicamente
atrasado y políticamente dominado por las potencias capita-
listas, esto es, de sociedad semicolonial. Término este referido
a aquellos países que han "firmado pactos de tipo político o
económico que cercenan su soberanía, sin quitársela total-
mente"83. O, aún, concepto "que tiene la finalidad de revelar,
bajo la independencia formal, la profunda dependencia
(dominación) económica, política y militar de esos estados

83
Moreno, N. Ob. cit., p. 90.

79
hacia las metrópolis imperialistas"84.
Como sociedad semicolonial, el Panamá formalmente
independiente del siglo XX comparte un conjunto de
características propias de los que podríamos llamar países
atrasados. Una rápida revisión del contenido conceptual de tal
categoría presenta la utilidad de permitirnos poner de relieve
una serie de rasgos estructurales y circunstancias políticas
recurrentes que, por su vez, posibilitarán en un momento
posterior el adecuado abordaje de muchos de los más signifi-
cativos problemas relacionados con el fenómeno del Torrijismo.
Al decir 'país atrasado', hacemos alusión a una formación
socioeconómica que combina diversos tipos de relaciones de
producción y de intercambio: relaciones pre, semi y propia-
mente capitalistas; conjunto complejo y contradictorio en su
peculiar articulación, correspondiente a formas derivadas de
distintos modos de producción coexistentes y superpuestos,
pero cuya integración en una totalidad socioeconómica superior,
el mercado mundial, determina la subordinación del conjunto
al modo capitalista de organización de la producción material,
netamente dominante en escala global, y progresivamente
también en el plano interno. La prolongada supervivencia de
tales formas pre y semicapitalistas se explica, pues, por el
hecho de que sencillamente resultan funcionales respecto del
sistema semicolonial; o, con más precisión aún, viene deter-
minada por las necesidades de la reproducción capitalista en
las particulares condiciones de superexplotación de sectores
la fuerza de trabajo y de subordinación económica al capital
internacional, típicas de los países atrasados. Las formas pre
y semi son subsumidas en una relacionalidad estructural
totalizada por las formas propiamente capitalistas.

84
Lowy, Michael. "Los Marxistas y la Cuestión Nacional". Rev.
Ideología y Sociedad #20, Bogotá, 1977, p. 28.

80
De modo que para entender la dinámica políticosocial de
tales sociedades, a partir de un momento situado entre la
segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX,
según los países, se hace imposible obviar el hecho de que
estamos ciertamente ante formaciones atrasadas, pero ya
claramente integradas a la economía mundial y que desempeñan
un papel definido en la división internacional del trabajo.
Cierto es también que algo parecido puede afirmarse ya desde
los tiempos de la colonia hispano-lusa; en realidad, lo nuevo
reside en que ahora la relación no pasa por la forma colonial-
territorial, sino por un vínculo fundamentalmente económico
con ese sistema-mundo, primero, y, después, en que es la
propia organización económica interna de estos países la que
pasa a estar crecientemente caracterizada, lo que significa que
no en forma absoluta, por modernas relaciones capitalistas de
producción. Finalmente, nos parece necesario insistir en que,
pese a ello, continuamos estando ante formaciones internamente
híbridas, si se aspira a comprender los sinuosos cursos de su
evolución.
De manera que el concepto de desarrollo desigual y com-
binado se revela "indispensable para analizar y comprender
una formación económica y social concreta en los siglos XIX
y XX", dice Mandel85. Y agrega que si esto es así para la casi
totalidad de los países del mundo, "en tanto que expresa la ley
más general de la forma específica de desarrollo correspondiente
al capitalismo, que genera desequilibrios pero en el marco de
una totalidad contradictoria"86, si esto es válido, incluso, para
los países avanzados, con tanta mayor razón aún lo será en los
países atrasados.

85
Mandel, E. "Clases sociales y crisis política en América Latina". En
Crítica de la Economía Política #4, Ed. Fontamara, Barcelona, 1977, p. 131.
86
Ibid. p. 132.

81
Y en efecto, el Panamá de comienzos de siglo es un país
paupérrimo y marginal, con un muy escaso desarrollo de
fuerzas productivas, en el que junto a la burguesía comercial
de la zona de tránsito, se desarrolla la poderosa rebelión
encabezada por Victoriano Lorenzo, contra formas precapita-
listas de opresión, como el diezmo, aún imperantes en el
campo. Sin embargo, en ocasión de la ruptura con Colombia,
lo determinante, lo que subyace en el desarrollo de los acon-
tecimientos, hay que repetirlo, es la desesperada necesidad de
dinamizar la economía de tránsito, un objetivo que muestra
con claridad los intereses netamente capitalistas que mueven
a los sectores de la élite social que protagonizan el proceso
histórico, y que condicionan socialmente todos los demás
procesos de la realidad. El criminal fin de Lorenzo es una
singular expresión del carácter de estas tendencias históricas
y de las fuerzas sociales en ellas dominantes (ver O. Beluche).
Esto nos lleva al problema de la alianza de sectores que
impulsa y dirige la ruptura, que además del capital extranjero
y de la burguesía comercial, incluye sectores de hacendados,
casatenientes, altos funcionarios y pequeña burguesía urbana.
La amplitud de tal bloque que, con honrosas excepciones,
incluye a la casi totalidad de la pequeña élite del Istmo,
denuncia su carácter de movimiento concertado a la sombra
del poder norteamericano. Y se hace explícito en el curioso
gobierno paritario de liberales y conservadores. Curioso e
inesperado, si se considera que los últimos habían peleado, y
perdido, en Panamá, una guerra bajo las banderas del inepto,
y en relación a Panamá absurdo, centralismo colombiano.
Pero justamente la guerra de 3 años muestra que, hasta el año
1902, no imperaba una dinámica separatista significativa, y
que luego del rechazo del tratado Herrán-Hay, tiende a
prevalecer el interés compartido de las élites en torno a la
rentabilización de la zona de tránsito.

82
La conformación del grupo social dominante que accede
al poder, ayuda a entender la naturaleza social de la forma
estatal que surge. Pero antes de entrar al caso particular que nos
ocupa, y para mejor distinguir y comprender sus peculiaridades,
volvamos al problema de los países semicoloniales en general.
Se trata de establecer "los efectos más generales que
sobre el carácter del Estado ejercen las particulares relaciones
entre el capitalismo metropolitano y las clases poseedoras
nacionales", nos dice Mandel87. Antes que nada, hay que
establecer el carácter burgués de este Estado. "En un sentido
preciso, ese Estado defiende, protege y consolida ante todo
unas condiciones determinadas de acumulación del capital, de
producción de la plusvalía"88. En la medida que hablamos
evidentemente de un Estado burgués semicolonial, su prioridad
será la defensa de los intereses de acumulación del capital
metropolitano y de las capas poseedoras (locales) más estre-
chamente vinculadas a él. Las formas más desarrolladas de
nacionalismo burgués en la América latina del siglo XX,
Cárdenas, el primer Perón, el MNR boliviano, Haya de la
Torre, etc., no representan intentos de ruptura, sino formas o
intentos de adaptación ventajosa en el marco del sistema
capitalista-imperialista mundial. Expresan los esfuerzos de las
burguesías criollas, generalmente sectores modernizadores
emergentes de mediados del siglo XX, que, apoyadas en su
control sobre las masas, buscan mejorar su posición frente al
capital extranjero en la distribución del excedente localmente
generado, no desplazarlo totalmente.
Desde otro punto de vista, el constante resurgimiento del
nacionalismo burgués en la América Latina del último siglo,

87
Ibid. p. 142.
88
Idem.

83
así como la excepcionalidad de su éxito en alcanzar el poder
político, el programa que levanta, las fuerzas sociales internas
y externas que enfrenta y la composición de su base de apoyo
social, son todos elementos que por contraste relativo, confirman
la definición anterior. Ningún resultado del desarrollo desigual y
combinado, ninguna formación mixta, combinada, híbrida,
típica de la época del capitalismo tardío, ha puesto en cuestión el
carácter de clase del Estado burgués semicolonial. Las expe-
riencias progresistas, ‘nacional-populares’ o neodesarrollistas,
de los últimos 20 años, no se salen de esta generalización.
De manera que el concepto absolutizado y ahistórico de
un pretendido Estado nacional en sí mismo instrumento social
neutral, externamente condicionado por el sector de clase social
que contingentemente se hace con su control, y susceptible
por consiguiente de transformarse en fuerza productiva de
primer orden en manos del 'bloque de capas sociales
progresistas'89 -lo que sea que tal formula signifique...-, no
pasa de ser otra forma ideológica con poco fundamento real,
fuente de graves errores teóricos y peores decisiones políticas.
La alianza entre el capital metropolitano y la vieja
oligarquía, que incluye sin duda sectores pre y semicapita-
listas, es, primero, hegemonizada por el capital extranjero y,
después, "fundada sobre una dinámica a largo plazo de
acumulación de capital y defensa de la propiedad burguesa"90.
Y, agregaríamos nosotros, históricamente se reveló un
instrumento eficaz para la irrupción y penetración de las
relaciones de producción capitalista en todos los ámbitos de la
sociedad, cuando así ha convenido a los intereses del poder de
la clase dominante, o a las necesidades del mercado mundial.

89
Soler, R. CUESTION NACIONAL..., pp. 37 y sig.
90
Mandel, E. Ob. cit., p. 143.

84
De manera que el Estado semicolonial no es más que una
variante del Estado burgués, evidenciada por las caracterís-
ticas de la alianza de clases en el poder. Es esa naturaleza
social general lo que permite que se den transformaciones de
magnitud, como la modificación de las relaciones de fuerza en
el seno de la alianza (decadencia y sustitución de ciertos
capitales imperialistas, la emergencia de un sector industrial y
desplazamiento de los terratenientes, por ejemplo), sin que -y
esto es lo importante- haya destrucción violenta del aparato
del Estado, sin alteración de su carácter de clase. Las
convulsiones políticas y enfrentamientos interburgueses que
han caracterizado buena parte de la historia del subcontinente,
en el siglo XX, se dan en el marco de una forma estatal que es
ya burguesa. Lo que se busca redefinir son las relaciones de
fuerza y distribución de los beneficios en el seno de la alianza.
El otro rasgo general a destacar, es el nuevo carácter de
la dominación. De la dominación directa del colonialismo,
estos países han pasado a una condición económico-política
de dependencia semicolonial, que expresa la manera indirecta
en que el capital imperialista ejerce su dominación. Esto
significa, por un lado, que la base de este dominio/hegemonía
está dada por el control metropolitano del mercado mundial,
del cual no escapa ningún país, salvo autarquías condenadas
al estancamiento y la involución; y que se instrumenta a través
de una serie de instituciones, pactos, acuerdos políticos y
militares (ONU, OEA, TIAR, CONDECA, convenios bilate-
rales, TLC´s, etc.), que operan directamente en la preservación
del llamado orden internacional, eufemismo referido a la
dominación imperialista. Pero también ilustra el hecho de que
tal dominación indirecta significa que "el ejercicio cotidiano
del poder se encuentra en manos de un personal político que
goza de cierto margen de autonomía". Margen en extremo

85
variable. Desde una situación en que el imperialismo admi-
nistra las aduanas, puertos y rentas fiscales, hasta su opuesta,
en que este personal llega a nacionalizar algunas propiedades
del capital metropolitano91.
Todos estos rasgos fundamentales se confirman en el
caso panameño. Al mismo tiempo que subrayan la importante
particularidad que la caracteriza. La mediatización del naciente
Estado responde a poderosos intereses políticos y económicos
relacionados con el fortalecimiento y expansión de los EEUU,
que avanza a pasos agigantados a una condición de potencia
extracontinental. Su control sobre el paso transístmico,
potencialmente una de las más importantes rutas del comercio
y la circulación del capital internacional, en el período que se
abre, inicios del Siglo XX, constituye pieza clave de tal
expansión92. Pese a la tentación directamente colonial, que
acabó verificándose en Puerto Rico, en el caso de Panamá se
impone una variante semicolonial extrema, "caso límite en
América Latina de dependencia y dominación yanky", en
palabras de Herbert Souza93. El 'país garantizado', adquiere así
la condición de protectorado de hecho, es decir, sin todos los
atributos formales de tal status: el artículo 136 de la consti-
tución de 1904, que convalida una disposición incorporada al
tratado del canal de 1903, concedía a EEUU la responsabi-
lidad de garantizar la ‘soberanía’ o independencia del nuevo

91
Ibid, p. 144.
92
Castillero P., E. Ob. cit., Cap. I; Castro, N. Ob. cit., pp. 13 y sig.
93
Souza, Herbert. "Notas acerca de la situación sociopolítica de
Panamá". Rev. Tareas #35, Panamá, 1976, p. 7. En cuanto al nivel de
la dependencia económica respecto de los EEUU, ver Gorostiaga,
Xabier. "La Inversión Extranjera en Panamá". En LA INVERSION
EXTRANJERA EN CENTROAMERICA. EDUCA, San José, 1975,
p. 303.

86
Estado94, constitucionalmente mediatizado en materia de
defensa externa y preservación del orden interno; ocupado por
el ejército norteamericano tras la militarización definitiva de
la zona del canal95; con su economía casi totalmente
polarizada por las obras del canal; y, finalmente, con su
administración pública en gran medida copada por el poder
político-militar extranjero96. Buena parte de todo esto tiene
que ver con la extrema insipiencia, económica y en los
diversos órdenes, del país del Istmo, en el momento de su
repentino alumbramiento.
Para completar la imagen, habría que agregar la satis-
fecha complacencia con este estado de cosas de la absoluta
mayoría de la clase dominante de la ruta. Situación y expe-
riencia singular la del Istmo, que ha alimentado todo tipo de
confusiones, como la que por mucho tiempo dio pie en
América latina a ideas acerca de la ilegitimidad/artificialidad
del nuevo EWstado, presuntamente sólo un engendro
estadouni-dense. Opinión que en más de una ocasión indujo a
sectores de la izquierda latinoamericana a considerar la
cuestión de la devolución del Istmo a Colombia. J. A.
Ramos97, dice: Panamá, convertido de cuna en sepulcro de la
bandera bolivariana. Para construir el canal contra la voluntad
del Senado colombiano, el imperialismo arrebataba su
provincia norteña a Colombia y anunciaba al mundo el

94
Gandásegui, Marco. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ. CELA.
Panamá. 1998. p. 171.
95
Vasquez, Juan Materno. PRESENCIA MILITAR DE LOS EEUU
EN VIRTUD DE LOS TRATADOS DE 1977. Panamá, 1988, p. 7.
96
Araúz, Celestino Andrés. BELISARIO PORRAS Y LAS RELA-
CIONES DE PANAMA CON LOS EEUU. Ed. Formato 16, Panamá,
1988, p. 14.
97
Ramos, Jorge Abelardo. HISTORIA DE LA NACIÓN LATINO-
AMERICANA. Ed. FICA, Cali, 1986, p. 354.

87
nacimiento de una nueva soberanía". La que Bolívar pretendió
futura capital de una Latinoamérica unida, completaba el
capítulo de la funesta balcanización del sub-continente. Es una
pena que un grave error de apreciación puntual empañe la
notablemente valiosa reflexión de Ramos respecto del
problema de la frustración y las perspectivas de la unidad
latinoamericana.
Por otro lado, y como reacción local ante esta situación,
ya hemos visto cómo surge, y se establece como buena, la
versión de una corriente teórica populista, originada en el
nacionalismo de izquierda, y no por casualidad afecta al
Torrijismo, que cree descubrir, en el curso del siglo XIX, el
proceso de conformación de una pretendida nación panameña,
cuya vitalidad se revelaría en las vicisitudes del 'proyecto
nacional' liberal. Así se dignifica la vocación transitista y
hanseática de la burguesía comercial.
La solución del problema no se encuentra en un cierto
término medio, entre la mera artificialidad del nuevo Estado y
la supuesta culminación de los anhelos soberanos de la nación,
sino en una perspectiva histórico-crítica, que combine el
análisis de las condiciones histórico-estructurales y los
intereses y expectativas concretas del grupo de individuos que
decide la unión a Colombia, con el examen de la evolución y
los resultados desde la ruptura con la metrópoli colonial y la
situación a fines del siglo XIX de la sociedad y el Estado
colombianos, conducidos a una muy precaria condición por
una clase dominante torpe, incompetente y anacrónica en su
ridícula afectación señorial.
La reivindicación del pueblo del Istmo de su derecho a la
autonomía política, que no la independencia, claramente
expresada con su decidida participación en la Guerra de los
Mil Días bajo la bandera del liberalismo federalista, como vía

88
para superar el crónico estancamiento económico y social
impuesto por el centralismo conservador, es perfectamente
legítima. El lamentable estado del Istmo, su postración, difícil
de dimensionar hoy, junto a las expectativas de un prometedor
futuro vinculado a la construcción del canal interoceánico,
podrían haber bastado para soportar una campaña por la
secesión, instrumentada por los intereses dominantes entre el
arrabal citadino. No cabe duda de que la fragmentación de la
América hispana es un elemento relevante del ulterior curso
histórico de las sociedades de la región y de su presente,
marcado por el atraso y la dependencia, la vulnerabilidad y la
ausencia de rumbo discernible. La balcanización de América
latina es una de las claves de la situación actual del
subcontinente. Pero la unidad política federada de los pueblos
latinoamericanos, objetivo que sigue siendo defendible, por
razones muy contemporáneas, solo puede ser, sin embargo, el
fruto de la libre voluntad de esos mismos pueblos, colocados
en pie de igualdad, e instrumento para la construcción de un
futuro de prosperidad colectiva. En el caso panameño, y por
responsabilidad primaria de las élites colombianas, el camino
de América latina, todo parece indicar, no pasaba por Bogotá
(no hubo oposición popular a la secesión o por la reincorpo-
ración a Colombia). Y esto es así, al margen de los deplorables
manejos y comportamientos vergonzosos de los ‘próceres’-
mercaderes de la burguesía transitista, y de la humillante
mutilación impuesta por los Estados Unidos al nuevo Estado.
La confluencia de los intereses norteamericanos con los
de la pequeña élite del istmo, en buena medida extranjera,
nunca hay que olvidar, precipitó acontecimientos que llevaron
al surgimiento de un nuevo Estado, sometido a una condición
de protectorado de hecho. Sin la intervención de EEUU, el
curso de los eventos habría sido otro, no habría surgido otro

89
Estado latinoamericano en 190398. Pero el malestar en el
Istmo era real y habría continuado99. Y no se puede decir
mucho más sin entrar en el terreno de la especulación sin
control. No obstante, el resultado histórico, casi 120 años
después, por una vía retorcida, convalida retrospectivamente
el acto de la secesión, más allá de su mácula de origen, que le
impuso a la comunidad del Istmo una pesada hipoteca.
También resulta importante llamar la atención sobre el
hecho de que, si bien el territorio del Istmo había sido
incorporado a la jurisdicción del nuevo Virreinato de la Nueva
Granada desde 1739, en realidad el vínculo nunca dejó de ser
distante, en parte por los obstáculos naturales que lo separaban
del centro del Virreinato, en las condiciones de comunicación
y transporte de la época, pero sobre todo por la pérdida de
importancia económica, tras el hundimiento de la economía
de tránsito, desde mediados del siglo XVIII (que no se
recuperará hasta mediados del siglo siguiente, con la
construcción del ferrocarril). Aislada y empobrecida, la
comunidad del Istmo se sume en la modorra social. Pérdida
de población, ruralización económica, despoblamiento de la
Ciudad de Panamá. La construcción del ferrocarril y el canal
francés reactivan parcialmente la zona de tránsito, lo suficiente
como para que la pequeña élite y sectores ilustrados de la

98
Beluche, O.: “La leyenda dorada de la historia panameña suele omitir
que lo verdaderamente decisivo del 3 de Noviembre fue el arribo de
una poderosa flotilla de guerra norteamericana que aseguró nuestra
‘independencia’”. Y da el nombre de los 9 navíos de EEUU que se
estacionaron frente a las ciudades de Colón y Panamá. LA VERDA-
DERA HISTORIA DE LA SEPARACIÓN de 1903. pp. 48-9.
99
El hecho de que el territorio del Istmo haya sido el único en el que
los liberales se hayan acercado a la victoria en la catastrófica guerra de
los mil días, es otro elemento, tanto de la peculiaridad histórico-política
del Departamento de Panamá como del profundo descontento con el
centralismo bogotano.

90
pequeñoburguesía urbana retomen el proyecto hanseático, en
principio, sin romper con Colombia. El territorio del Istmo
había decidido libremente su incorporación a la Gran Colombia,
rechazando la opción del vínculo con México-Centroamérica.
No hubo durante el siglo XIX un predominante proyecto o
aspiración independentista, pero la comunidad del Istmo nunca
se incorporó del todo al proyecto societario colombiano. Y
esto también influyó en la coyuntura de inicios del siglo XX;
se incorpora en la dinámica de los acontecimientos, sin ser el
determinante principal.
El Estado panameño nace así por la intromisión de y
mediatizado por una ascendente potencia capitalista que, apo-
yada en la élite local, y en parte por su intermedio, interviene
para deformar el nuevo estado de cosas, distorsionando el
proceso y, a la postre, frustrando además las expectativas de
prosperidad asociadas a la construcción del canal. El pueblo
del Istmo pierde así la posibilidad de darle forma, por voluntad
autónoma y según intereses propios, a su nueva condición y
estatus. Una vez más, las fuerzas sociales vinculadas a los
sagrados intereses de la zona de tránsito, con los intereses
extranjeros a la cabeza, impondrán su salida. Tal es el real
sentido del fusilamiento de Victoriano Lorenzo100, verdadera
metáfora, símbolo de la derrota de las masas populares. Nunca
estará de más recordar que los norteamericanos se preocu-
parán de desarmar a la milicia local y a los grupos remanentes

100
Dirigente indígena-campesino asociado al bando liberal durante la
guerra de los Mil Días y uno de los principales artífices de la victoria
federalista en el Istmo. Ajeno a los intereses de la oligarquía de la zona
de tránsito y percibido como potencial amenaza dada su popularidad
entre el arrabal, es traicionado por la cúpula del Partido Liberal. Ver O.
Beluche, Victoriano Lorenzo, el «cholo guerrillero». https://rebelion.
org/victoriano-lorenzo-el-cholo-guerrillero/

91
de la recién finalizada guerra colombiana, imponiendo una
simple policía, ‘de pito y tolete’, que, bajo control norte-
americano, asume la vigilancia del orden interno. Como dice
Gandásegui, ‘los transitistas colocan su dominio bajo la
protección de EEUU’; otro tanto pasa tras la invasión de 1989.
Las mutilaciones jurídico-institucionales del nuevo Estado,
el ejercicio directo por personal norteamericano de importantes
cargos de la administración pública, la circulación de la
moneda estadounidense y, sobre todo, la usurpación de una
importante franja de territorio, destinada al emplazamiento del
enclave, entre otras muchas manifestaciones, señalan el grado
extremo en que se ejerce inicialmente la dominación
imperialista-cuasicolonial en Panamá. No obstante, nada de
esto consigue cancelar la cualitativamente nueva condición
política alcanzada por la comunidad istmeña, tras 1903, en
forma de organización estatal formalmente independiente,
aún dentro de su extrema precariedad real. La diferencia del
caso panameño en relación con Puerto Rico y Cuba (donde
hubo una explícita intención de anexión y 'americanización',
en palabras del propio Theodore Roosevelt, por parte de los
EEUU101), que incluso debieron soportar la imposición de
gobernadores generales, se explica en gran medida por la
importancia geopolítica y económica estratégica del pasaje
transístmico. Para viabilizar la construcción del canal, el
gobierno norteamericano debió concertar con la Gran Bretaña
el tratado Hay-Pauncefote, de 1901, por el cual se compro-
metía a adoptar las reglas de neutralidad de la Convención de
Constantinopla, que aseguraba la libre navegación del Canal

101
Forner, Phillip S. LA GUERRA HISPANO-CUBANA-NORTE-
AMERICANA Y EL SURGIMIENTO DEL IMPERIALISMO
YANQUI. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 195 y sig.

92
de Suez102. En ese sentido, el respeto, al menos en la forma,
del estatuto de Estado independiente del Istmo puede, pues,
ser entendida como un producto de las rivalidades y neutrali-
zación mutua de las potencias capitalistas de la época.
Circunstancia de una significación decisiva ya que a partir de
ese precario resquicio formal, el pueblo panameño librará una
lucha permanente por el fortalecimiento de su Estado y la
conquista de una efectiva independencia política, a partir de
la expulsión del ocupante extranjero. En ese marco, el
posterior surgimiento del Porrismo (fines de la primera década
del siglo pasado) representará la primera manifestación signi-
ficativa, limitada y tambaleante, pero claramente definida, del
intento de un sector de las clases dominantes de hacerse con
una base de sustentación social lo suficientemente amplia
como para impulsar un proyecto político propio, de consoli-
dación económica y estructuración social del país103, y capaz,
por tanto, de resistir en algo la ostensible influencia norte-
americana.
En lo que hace al grado de la dominación, es evidente que
el enclave colonial acentúa al extremo un fenómeno general
en los países semicoloniales: el peso hegemónico del capital
extranjero en la alianza de clases dominantes en el poder. Su
contraparte es la debilidad estructural "de una burguesía
atrasada y dividida en el marco de una economía pobremente
desarrollada, cogida entre la dominación del capital extranjero
y la miseria sin esperanza de trabajadores y campesinos, sin el
colchón de un estrato intermedio considerable que atenuara
los conflictos y antagonismos de clase"104. De ahí que su poder

102
Vasquez, J. M. Ob. cit., p. 2.
103
Mendez, Roberto. DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN
PANAMÁ (1903-1925). CIFE, U. de Panamá, Panamá, 1991, pp. 13- 22.
104
Novack, George. DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. Ed. Fontamara,

93
político esté ineludiblemente sometido a una permanente
inestabilidad. Tal es la explicación general de la incapacidad
histórica de las burguesías de los países atrasados para dotarse
de un programa y una política concreta, capaz de enfrentar las
tareas nacionales y democráticas pendientes de resolución en
las sociedades semicoloniales. Es por ello también que estos
países, a pesar de las constantes transformaciones y sucesivas
'modernizaciones', no consiguen resolver sus problemas y
desequilibrios de fondo, ni romper con la subordinación y
sujeción semicolonial y alcanzar una condición de real
independencia política de los centros metropolitanos, abriendo
así un curso de desarrollo económico y social en acuerdo con
las reales necesidades de su organización nacional y de la
mayoría de la población. En este sentido, 'modernización',
como dice J. E. Soute, no significa debilitamiento de la opresión
nacional, sino mayor sometimiento, esto es, "adecuación de la
opresión a las realidades de la lucha de clases mundial y
nacional y a las nuevas formas que adopta el capital financiero
en su desarrollo"105.
El enclave canalero agrava todo esto, no sólo porque tiene
su origen en la intervención político-militar directa de la
metrópoli norteamericana en la secesión de Panamá de
Colombia y el surgimiento del nuevo Estado, sino, en buena
medida, por la misma marginalidad económica extrema del
Istmo, respecto de las colosales dimensiones de las obras de
construcción y durante toda la primera mitad del siglo, al
menos, de la misma operación de la vía interoceánica.

Barcelona, 1977, p. 174.


105
Stoute, José Eugenio. "Nación, Imperialismo y Democracia". En
Rev. Panameña de Sociología #5, 1989, p. 329.

94
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
DEL GOLPE DE ESTADO DE 1968.
CAPITULO II

Discutir el problema de la génesis del golpe de Estado,


las condiciones de entorno que abren su posibilidad, los
procesos que lo incuban y los factores que directamente lo
preparan y precipitan, así como los intereses de grupo que
expresa y los objetivos políticos a que responde, es decir, la
complejidad relacional de la que surge y en la cual adquiere
sentido, exige, en primer lugar, ubicar la situación de la
economía y la política internacionales que enmarca el período
previo. En este sentido, parece útil destacar algunos rasgos de
la etapa histórica abierta en 1943 y que, con sus diversos
períodos y coyunturas, se extiende hasta finales de los 80
como un todo reconocible.

1. ECONOMÍA Y POLÍTICA MUNDIALES.

La situación de la segunda posguerra (tras 1945) se


caracteriza fundamentalmente por tres importantes fenómenos:
la extensión del experimento postcapitalista, más allá de la
URSS y a un tercio de la humanidad, el ascenso global de las
luchas sociales y el 'boom' económico u onda larga de creci-
miento capitalista.
Se trata de un período histórico caracterizado, de con-
junto, por un gran crecimiento económico e innovaciones
tecnológicas brillantes, pero también por la profundización de
las convulsiones sociales y políticas, las cuales se extienden y
generalizan a las diversas regiones del mundo. Los sectores
sociales subordinados y los pueblos de los países coloniales,
como de las sociedades formalmente independientes, pero

95
económicamente subordinadas, se hacen presentes en el
escenario político con demandas diversas, ejerciendo presión
por sus más sentidas y legítimas aspiraciones. Las razones de
ello son variadas: el espectacular triunfo sobre el nazi-
fascismo, que se traduce en una ampliación de los márgenes
de la acción colectiva y en la multiplicación de las luchas por
el ensanchamiento o apertura del espacio democrático; el
debilitamiento de los mecanismos de control del orden social
imperante, fracturado por la crisis y el debilitamiento de las
viejas potencias europeas; por otro lado, el surgimiento de
nuevas economías-sociedades ‘postcapitalistas106, en las cuales
pasará a vivir un tercio de la humanidad, eleva a un nuevo
nivel los términos del conflicto político-social fundamental,
condicionando toda la vida social de la segunda parte del siglo.
Revoluciones políticas triunfantes evolucionarán hasta la
expropiación de la burguesía en China, Yugoeslavia y Albania.
En el resto de Europa del Este, mediado por la ocupación
soviética, pero también porque la derrota del hitlerismo y sus
aliados locales asesta un golpe político decisivo a la gran
burguesía y grupos dominantes de esos países, el conjunto de
la situación europea incidirá en el surgimiento también allí de

106
Por 'economías-sociedades postcapitalistas’ se designa aquellas
experiencias sociales vinculadas con el objetivo general de superar la
forma capitalista de organización socioeconómica de la sociedad,
estructurándose sobre relaciones sociales de producción fundadas en la
abolición de la propiedad capitalista y la socialización de los medios de
producción y distribución. De modo que la noción pone entre paréntesis
la forma específica de articulación de la institucionalidad política, del
régimen político (una dictadura burocrática, en estos casos),
remitiéndose con exclusividad a la naturaleza general del estado (el
‘Estado obrero’), de la economía y de la estructura de clase de la
sociedad, como formaciones no-capitalistas, y adquiriendo sentido en
un contexto teorético marxista. El concepto se emplea en oposición al
término 'país socialista', de significación considerada equívoca.

96
nuevos estados obreros, aunque burocráticamente deformados.
Contar este proceso como un elemento de la alteración de las
relaciones de fuerza en favor de los sectores subalternos, tiene
un carácter objetivo, pero remite también al sentido concreto
de su percepción por las diversas fuerzas sociales y actores
políticos presentes en la escena política del período.
En África, Asia y el Caribe, las luchas de liberación
nacional se desarrollan progresivamente hasta la derrota total
del colonialismo y la conquista de la independencia política.
No obstante, algunas de las viejas metrópolis mantienen
suficiente capacidad como para realizar con éxito la maniobra
neocolonial. En las potencias capitalistas de Occidente, la
presencia de poderosos partidos comunistas en algunos de los
gobiernos europeos de posguerra no es otra cosa que el precio
que deben pagar las burguesías metropolitanas de ambos lados
del Atlántico a fin de contener, aunque fuera sólo lo justo para
evitar lo peor, en el momento más crítico de toda la historia
del capitalismo, al más experimentado y organizado proleta-
riado del mundo.
En América Latina, como expresión deformada de la
polarización sociopolítica internacional, el nacionalismo burgués
y pequeñoburgués se fortalece en no pocos países, logrando
alguna forma particular de manifestación, unas veces más
populista, otras simplemente desarrollista. Desde el Vargas
corporativista y el Perón admirador de Mussolini, hasta los
herederos del Cardenismo, Árbenz, las experiencias frentepo-
pulistas y nacionalistas en Chile, Kubitschek, Frondizi, etc.
Toda la situación, sin embargo, estará atravesada por una
contradicción decisiva: la considerable influencia sobre los
movimientos sociales en la casi totalidad de los países del
conservador aparato internacional de la burocracia stalinista.
Capitalizando todo el enorme prestigio de la URSS tras la

97
guerra, el Partido Comunista soviético fortalece y extiende su
control sobre las luchas y organizaciones obreras y populares,
esforzándose por colocarlas al servicio de sus intereses diplo-
máticos. Los conflictos y posterior ruptura con las direcciones
china y yugoeslava, son una consecuencia, ejemplos por la
negativa, de esta política.
De conjunto, es sobre esta base que surgen los acuerdos
de Yalta y Potsdam, donde la burocracia soviética y la gran
burguesía norteamericana pactarán e impondrán un nuevo
orden internacional, que regirá por los próximos cuarenta
años, dividiendo al mundo en zonas de influencia y estable-
ciendo entre los contratantes una funcional y mutuamente
beneficiosa relación de socios conflictivos. Es a partir de este
(incómodo, pero necesario) reaseguro, que las potencias capi-
talistas, con EEUU a la cabeza, emprenderán la reorganización
del sistema monetario internacional y el restablecimiento de
las redes del comercio mundial, puntos de apoyo básicos para
la reconstrucción de las arruinadas economías europeo-
occidental y japonesa. Esta raíz política general tiene, pues, la
impresionante expansión económica de los países metrópoli-
tanos en los años 50 y 60.
En los países atrasados, las nuevas y favorables condiciones
políticas internacionales permiten un incremento del nivel de
exigencias asumido por las débiles y tímidas burguesías peri-
féricas frente a las metrópolis. La identificación de intereses
comunes da pie al surgimiento del "tercermundismo"107,

107
El ‘tercermundismo’ es una ideología política relacionada con el
populismo político y el nacionalismo económico, en varias regiones del
mundo, según la cual el ‘subdesarrollo’ de los países periféricos es
producto del colonialismo occidental y de la estructura de la economía
mundial y sus derivaciones (deuda, intercambio desigual, monopolio
tecnológico, patentes, etc.). Cuestiona la estructura de la economía
mundial y sus relaciones de poder, pero no el capitalismo como tal. El

98
expresión del intento de las burguesías de los países atrasados
por encontrar una vía de desarrollo autónomo, capaz de
remontar su rezago histórico. De igual forma, es en el contexto
de la expansión económica general que la concepción desarro-
llista se despliega con particular optimismo en Latinoamérica,
elaborada por Raúl Prebisch y el brillante equipo de investí-
gadores reunidos en la CEPAL.
De esta manera, el nacional-populismo y el desarrollismo
económico se nos revelan como expresiones de las oportu-
nidades abiertas por la combinación de la situación política
internacional y las significativas modificaciones en curso en
la estructura de la economía capitalista mundial.
Así llegamos a la década de los años 60. Con fluctua-
ciones poco importantes, salvo la sostenida decadencia inglesa,
el auge económico metropolitano continúa. No obstante, paula-
tinamente van surgiendo los primeros síntomas importantes
de la gran crisis que se abrirá hacia el final de la década. La
agudización de las contradicciones en la economía mundial se
expresará en dos aspectos diferenciados pero íntimamente
relacionados. En primer lugar, se hace presente el hundimiento
del Sistema Monetario Internacional. Creado en Bretton
Woods, en 1944, su función, entre otras, consistía en proveer
de liquidez a los países y al sistema en su conjunto, de acuerdo
con las necesidades del comercio internacional y en el marco
del esfuerzo de reconstrucción. No obstante, siguiendo a
Pedro Paz, "en la década de los 60 se acentúa el déficit de la
balanza de pagos de Estados Unidos, disminuyen sus reservas
de oro, comienzan a modificarse las paridades cambiarias de

modelo económico propuesto por el desarrollismo Cepalino se


interseca con elementos del ‘tercermundismo’. Con posterioridad, el
término adquirió una connotación peyorativa.

99
varios países desarrollados, surge la especulación con el precio
del oro, etc."108.
Es decir, en el marco definido por el sistema monetario
vigente, la recuperación de la Europa Occidental y el Japón se
traduce en una pérdida relativa de competitividad de la eco-
nomía norteamericana, la cual, si bien mantiene su posición
dominante de conjunto, apoyada sobre todo en el enorme
tamaño de su mercado, su, por un tiempo, creciente ventaja
tecnológica y, por supuesto, su condición de baluarte político-
militar indiscutible del bloque potencias capitalistas, ve des-
vanecerse su posición de preponderancia cuasi-absoluta en el
mercado mundial, como consecuencia de las modificaciones
operadas en los niveles de producción y productividad de las
diversas metrópolis. Tal evolución llevará a la crisis del sis-
tema monetario apoyado en el patrón oro-dólar, traduciéndose
todo el proceso en la intensificación de la competencia entre
las metrópolis capitalistas y en la desestabilización del orden
económico y de las relaciones entre las potencias de la
posguerra, con inevitables consecuencias políticas. Esta
situación, y las dificultades crecientes que entraña, llevará al
surgimiento de nuevos mecanismos de control del sistema
económico internacional (OCDE, Grupo de los siete, OMC,
etc.). En el intertanto, sin embargo, constituirá un factor
disfuncional adicional en la escena política global.
En segundo lugar, a nivel de las relaciones centro-
periferia, se opera un importante "cambio en el modelo de la
exportación de capital a largo plazo... el capital ya no se
desplaza principalmente de los países metropolitanos a los

108
Paz, Pedro. "Los nuevos modelos económicos en América Latina y
las políticas neoliberales-monetaristas". Revista de Economía, s.n.
Universidad de Panamá, 1983, p, 64.

100
subdesarrollados"109, ahora circula predominantemente entre los
países metropolitanos. Esta situación acciona una gigantesca
aspiradora de recursos de las semicolonias. El drenaje de
recursos, o flujo neto de valor negativo de los países depen-
dientes, no solo se mantiene sino que se agrava. Así, la masa
de capitales que salen de América Latina tiende a duplicar los
nuevos capitales de inversión directa efectivamente ingresados.
La manifestación de este proceso en Panamá se verá más
adelante.
Pero el proceso que verdaderamente sacude a los 60, es
el nuevo ascenso de las luchas de los trabajadores y sectores
sociales oprimidos de las distintas regiones del mundo, con la
consecuente multiplicación de los puntos de conflicto. Desde
la tumultuosa radicalización de la juventud de los países
avanzados y la crucial lucha de la juventud y el pueblo
norteamericanos contra la guerra de agresión en Vietnam;
pasando por la notable combatividad del proletariado de la
América del Sur, la lucha por la liquidación definitiva del
colonialismo en África y por la autodeterminación de las
nacionalidades oprimidas en Euskadi, Quebec, Irlanda del norte,
etc.; además del endurecimiento de la lucha antiapartheid, el
combate palestino contra el Estado sionista de Israel y la
creciente desestabilización de todo el Medio Oriente; las
luchas contra el racismo y la segregación étnica en EEUU y el
despunte definitivo del movimiento feminista; hasta el
importante salto de la resistencia de los trabajadores y pueblos
del este europeo contra los regímenes burocrático-totalitarios
y la opresión soviética; entre muchas otras manifestaciones
menos evidentes en la mayoría de los países de los diversos

109
Mandel, Ernest. EL CAPITALISMO TARDIO. Editorial ERA,
México, 1979, p. 64.

101
"mundos", así de abrumadora es la cadena de hechos que
fundamentan la afirmación que encabeza el presente párrafo.
En pocas palabras, se conjugan y potencian mutuamente en
este período procesos de lucha anticapitalista, anticolonial,
democráticas y de revolución política antiburocrática.
En cuanto a América Latina, todo esto se refuerza con el
triunfo de la Revolución Cubana y el surgimiento del primer
Estado obrero del continente110. La radicalización política de
amplias camadas de la juventud y la reactivación de los
diversos movimientos sociales, en su propio 'patio trasero',
alcanza dimensiones preocupantes para el gobierno norteame-
ricano.
En un contexto socioeconómico definido por las primeras
manifestaciones de la llamada ‘crisis de agotamiento’ del
modelo de acumulación y crecimiento basado en la sustitución
de importaciones (intereses contrarios, tamaño de los
mercados internos, poca exportación de bienes industriales,
poca innovación tecnológica, escasez de capital/bajos niveles
de ahorro e inversión, fracaso de los proyectos de integración
regional), por un lado, y por la profundización de la
penetración y el control de las economías periféricas por los
capitales metropolitanos (con las consecuencias del aumento
de la dependencia y del drenaje de capitales ya mencionado),

110
Como dice O. Beluche: "La década del 60 se inició bajo la influencia
de un hecho político de primera magnitud, que fue un catalizador de los
conflictos políticos y sociales, la Revolución Cubana de 1959; y se
cerró con hechos como el ascenso al poder del socialdemócrata
Salvador Allende, en Chile. Fueron años de grandes acontecimientos,
como la invasión a República Dominicana en 1965, la masacre de
Tlatelolco en México, el 'Cordobazo' en Argentina, la experiencia del
'foquismo' guerrillero, etc.". Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS
POLÍTICAS Y SOCIALES EN PANAMÁ (1980-1990). Panamá, s/e,
1994, p. 40. Se trata de un texto con el que mantengo un acuerdo general.

102
por otro, la inestabilidad política característica de la América
Latina no podía más que agudizarse y extenderse. Se trata de
una situación en la cual son las bases mismas del sistema
social capitalista las que se ven amenazadas. La combinación
de ascenso de las luchas, polarización social, radicalización
política, problemas estructurales en la economía, gran concen-
tración de la riqueza, debilidad de las instituciones, etc., no
puede sino llevar a sucesivas crisis políticas.
Evidentemente, la reacción norteamericana y de las élites
sociales latinoamericanas no se hace esperar. Tras la catás-
trofe cubana, surge casi de inmediato toda una estrategia de
contención: desde acciones socioeconómicas preventivas, como
la Alianza para el Progreso y la promoción, o vigilante
tolerancia, de las políticas de reformas económico-sociales
preventivas, orientadas a mejorar (o maquillar) la distribución
del ingreso y a moderar la desigualdad social -de las cuales la
Democracia Cristiana chilena será el arquetipo; hasta el
enfrentamiento político directo de las situaciones más deterio-
radas, mediante la represión interna, selectiva o generalizada
(Brasil), o incluso recurriendo a la acción militar externa
(Dominicana).
De modo que las condiciones del entorno internacional
definen un escenario de agrietamiento del orden económico,
de convulsiones sociales y de inestabilidad política. Incluso,
de hondas modificaciones en el plano de la vida cultural
(sensibilidades, valores, identidades, etc.). En una frase, de
agudización de las contradicciones en el seno del complejo
social global.
En este apartado, lo que nos ha interesado mostrar es
justamente que los fenómenos político-sociales que marcan la
región latinoamericana, y más concretamente los procesos
experimentados al nivel del poder político, responden a una

103
dinámica situacional condicionada por los rasgos principales
del entorno político y económico macro. Esto es, que no son
arbitrarios o gratuitos, sino productos inteligibles de factores
de diverso orden. En concreto, el clima nacionalista burgués
y la desestabilización de la vida política, son hechos vincu-
ladas con el momento histórico y no simples emergencias.
En el plano local, cada región o sociedad experimentará,
en grado mayor o menor y en formas particulares, este
incremento de las tensiones político-sociales. La expresión
concreta, particularizada, de tales tendencias generales estará
determinada por factores como las peculiaridades de la
experiencia histórica y una configuración actual específica de
factores objetivos y subjetivos, como el grado de integración
social previamente alcanzado, la cultura política y la capacidad
del sistema político en cuestión de asimilar, procesar y regular
las diversas manifestaciones del conflicto. De modo que el
resultado final será un producto de la relación entre tendencias
desestabilizantes y mecanismos reguladores.
Los cursos posibles, en el plano de lo político, variarán
desde una cierta deriva nacionalista, y hasta 'izquierdizante',
del discurso y las prácticas políticas (nacionalismo y
estatización económicos, no alineamiento diplomático, etc.),
pero con preservación de los regímenes políticos electorales
(‘democráticos’) más sólidos; hasta la llamada 'militarización'
del Estado, salida de tinte muy a menudo ultraconservador e
incluso intensamente represiva.
El caso panameño se ubica en algún punto intermedio. El
presente capítulo intenta justamente determinar y exponer las
razones explicativas de esta experiencia particular, tanto en su
participación en la generalidad, como en lo que presenta de
original y específico. O, dicho de otro modo, lo que se busca
es mostrar cómo el proceso panameño, único e irrepetible,

104
como todo proceso histórico, se encuentra condicionado por
las tendencias más globales, procedimiento que permite
definir la ‘legalidad’ del objeto (las leyes sociales son de
tendencias, y contratendencias, en el seno de regularidades
estructurales), lo que por su vez es condición de posibilidad
de la comprensión racional de la realidad. El fenómeno o caso
como ‘momento del proceso’, su historización, es lo que
permite hacer ‘ciencia de lo particular’.

2. DINÁMICA DE LA ECONOMÍA DEPENDIENTE


PANAMEÑA.

Presionada por la abrupta contracción económica de la


postguerra, la burguesía criolla promoverá con decisión una
importante modificación (incorporación que no cuestiona el
consenso transitista) en el modelo histórico de acumulación,
impulsando el ingreso definitivo del país en el proceso de
sustitución de importaciones, verificándose así un limitado
proceso de industrialización –con un inicio de ampliación del
mercado interno-, que traerá sin embargo significativas conse-
cuencias para la estructura social, en tanto que mecanismo
suplementario de acumulación y desarrollo, incorporado a la
matriz transitista111.

111
Partiendo de unas cuantas medidas en los años 30, de ‘fortaleci-
miento productivo interno’ (Hughes/Quintero), los años 50 marcan el
período del 'impulso inicial' del proceso de promoción de la sustitución
de importaciones, pero su mayor despliegue se alcanza durante la
década de los sesenta (idem para el mercado interno). Entre 1960 y
1969, el sector de la industria manufacturera se constituyó en el de más
rápido crecimiento de toda la economía, con una tasa de incremento del
11.7%. Comparado con el 6.1% del sector primario (excluida la
minería), 8.0% del comercio mayorista y minorista y 10.4% de los
servicios financieros. En un período de quince años (1955-1970), su
peso en el producto interno casi se duplica, de 9.5% a 16%. Si a inicios

105
Proceso de reestructuración económica general, verificado
en el conjunto de América Latina, más allá de toda particula-
ridad, que respondió, principalmente, a importantes modifica-
ciones operadas en la estructura del capital monopolista en las
metrópolis. Tras la gran depresión de 1929, y en particular de
la Segunda Guerra, en palabras de Mandel: "el modelo de las
industrias de exportación imperialistas cambió cada vez más
hacia las industrias de máquinas, vehículos y bienes de equipo
en general..."112. Aparece así una de las razones explicativas
centrales del relativamente importante proceso de industriali-
zación verificado en la América Latina de la segunda
postguerra: el interés de las burguesías metropolitanas en
promover cierta expansión industrial en la periferia, a fin de
posibilitar la constitución de un mercado receptor para los
productos de sus nuevas industrias113. "En último análisis es
esto, y ningún tipo de consideración política o filantrópica, lo

de los años 60 el sector manufacturero ocupa el cuarto lugar entre las


actividades económicas, ya para finales de la década se sitúa en el
segundo, tras el rubro agropecuario, alcanzando el primer lugar en
1974. En cuanto a las modificaciones en la distribución de la P.E.A.,
para 1960, el 50% de los ocupados se encuentran en el sector primario
de la economía, mientras que en 1976, el sector sólo da cabida al 29.8%.
Un tal resultado se debe en gran medida, aunque no absolutamente, al
hecho de que mientras la variación anual en este sector alcanzaba un
escaso 0.4%, en el sector industrial la tasa de incremento anual de la
P.E.A. se situaba en un notable 15.4%. Fuente: Contraloría General de
la República. ESTADÍSTICAS NACIONALES. Panamá, 1960-1980.
A fin de apreciar la curva de evolución en su conjunto, convendría
apuntar que en los años noventa el peso del sector industrial en la
economía había retornado a los niveles anteriores a la década de los
sesenta.
112
Mandel, E. Ob. cit., p. 65.
113
Más precisamente, la oportunidad y la racionalidad, desde el punto
de vista de los intereses de los capitales metropolitanos, de permitir y
hasta alentar, apoyar, cierto proceso, limitado y controlado, de industria-
lización modernizadora en ciertas regiones de la periferia capitalista.

106
que ha conducido a la raíz principal de toda la ideología
'desarrollista', fomentada en el 'tercermundo' por las clases
dirigentes de los países metropolitanos"114.
Evidentemente, a las tendencias de la economía mundial,
dominada por las potencias capitalistas, debe corresponder un
movimiento más o menos consciente de las clases poseedoras
locales. El nacionalismo económico y la democracia política,
aunque restringida y dosificada por los mecanismos de seguir-
dad derivados del semicolonial Pacto de Defensa Hemisférica,
aportan el clima ideológico requerido. El primero, postulando
el industrialismo y la ampliación del mercado interno como
vías para un presunto desarrollo económico nacional autó-
nomo; el segundo, posibilitando el ascenso de la burguesía
industrial y la modificación de las relaciones de fuerza al
interior del bloque de clases poseedoras en el poder, así como
el intento de integración política de las modernas capas
medias.
Ambos factores caracterizan, en el caso panameño, el
proceso político encabezado por el Coronel J. A. Remón
Cantera durante su período como Presidente de la República
(1952-1955), aunque muy mediados, ambos, por el carácter
marcadamente conservador de ese gobierno y la intensa
represión de las demandas de los sectores sociales subalternos
(un período con elementos de bismarckismo: autoritarismo,
impulso estatal del crecimiento económico, reformas sociales
limitadas para gestionar el conflicto, represión del movimiento
obrero-popular). Un nuevo marco legal más favorable será la
expresión jurídica del interés de impulsar el desarrollo de las
actividades productivas. Además, las relativamente importantes
concesiones económicas arrancadas al gobierno norteamericano

114
Mandel. Ibídem.

107
en el tratado de 1955, conocido como el 'Remón-Eisenhower',
que introduce ciertas reformas en el estatuto canalero,
potencian el proceso de conjunto al incrementar los beneficios
obtenidos por el país de la operación de la vía de tránsito y
ampliar el espacio de operaciones de la empresariado local.
La particular combinación de factores externos e internos
permite, a comienzos de los años 50, la apertura de un largo
período, 25 años, de elevadas tasas de crecimiento económico,
así como un notable fortalecimiento del sector industrial.
Algunas cifras, bastante conocidas, pueden ilustrar lo anterior:
en los años 60 el crecimiento general de la economía alcanza
el 8.1% anual; en el mismo período, la media del crecimiento
industrial es de 11.7%; en cuanto a su peso relativo, el sector
pasa de 9.5% en 1955 a 11.8% en 1960 y 15.8% en 1970115.
Paralelamente, se promueve también la modernización capita-
lista del campo y la economía agraria. Se establecen impor-
tantes complejos agroindustriales y se expande la superficie
dedicada a la explotación ganadera en 293,500 hectáreas
durante la década de los 60116; se modernizan rubros como la
caña de azúcar y el arroz y se expanden otros, como la
silvicultura, etc. Finalmente, se incrementa la concentración
de la propiedad de la tierra, desestimulándose el latifundio
ocioso117. La combinación de fomento estatal y propicio
entorno internacional se traducirá en fuerte crecimiento
económico, con ampliación del mercado interno (sobre todo
en los años 60’s), y modernización del capitalismo periférico,

115
Castillo, Jorge. LA FORMACIÓN SOCIAL PANAMEÑA. s.e.,
Panamá, 1979, p. 85; Hugues, W/Achong, A. DEUDA EXTERNA Y
TRANSFORMACIONES ESTRUCTURALES DE LA ECONOMÍA
PANAMEÑA 1980-1987. Facultad de Economía-U. de Panamá, 1988,
p. 9.
116
Castillo, J. Ob. cit., p. 75.
117
Ibid., pp. 79-81.

108
con consecuencias en la estructura social, desarrollo de la
fracción industrial de las clases poseedoras, así como del
proletariado industrial y agrícola, de los asalariados de capas
medias profesionales y trabajadores del Estado. Curso que el
Torrijismo consolidará y ampliará (banca y servicios finan-
cieros), reforzando la intervención estatal y el proteccionismo
de los sectores productivos.
Todo ese proceso de acelerado crecimiento, sin embargo,
no consigue asegurar la estabilidad del conjunto del sistema
social. En general, todo proceso de desarrollo capitalista, no
puede sino generar nuevas tensiones y contradicciones, las
cuales, en las condiciones distorsionadoras del sistema
semicolonial-dependiente118, adquieren con relativa facilidad

118
La noción 'semicolonial', designa una situación en la cual un Estado
de un país atrasado contrae, o se ve constreñido a asumir, acuerdos,
pactos o tratados que menoscaban su autonomía real, vinculando su
comportamiento político general, interno y externo, a decisiones
originadas en algún centro de poder metropolitano. Se trata pues de una
categoría eminentemente política, que remite a un orden político
mundial, específico de la fase imperialista del capitalismo como
sistema social global y caracterizado por relaciones de poder entre los
diversos Estados no sólo asimétricas sino directamente de dominación-
subordinación. Precisamente, se puede afirmar que el objetivo político
general de los movimientos nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses
consistió en alcanzar algún grado de independencia política real
respecto de los centros de poder metropolitanos, como requisito para
despejar el camino de un desarrollo capitalista autónomo. Entretanto,
la noción de 'dependencia' remite a una relación que es básicamente de
tipo económico-política, a una relación de subordinación en el seno del
sistema económico global, entre los diversos Estados-sociedades,
mediante la cual las potencias capitalistas, los ‘centros metropolitanos’,
definen e imponen las reglas que rigen el funcionamiento de la
economía mundial, ‘los mercados’ -utilizando su posición de poder
político-militar como garantía de última instancia-, lo cual les garantiza
mantener su ventaja económica sobre los países de desarrollo
capitalista más reciente, la ‘periferia, al imponerles, en la división
internacional del trabajo, el papel de suministrar materias primas y

109
bienes de bajo valor agregado, lo cual obliga a mantener salarios bajos
y malas condiciones de trabajo, en diversos sectores. Controlando los
flujos de capital y los términos de intercambio comercial, sostienen el
monopolio sobre el conocimiento científico-tecnológico más relevante.
De esta manera, el sistema económico mundial, su funcionamiento,
prolonga el ‘desarrollo del subdesarrollo’ (Gunder Frank), replicándose
como dependencia cultural, mediática, educativa -como colonización
de la subjetividad-, y en todo ámbito relevante para la reproducción del
orden social internacional. La ‘periferia’ capitalista es muy diversa, de
Brasil a Haití, pero la categoría de dependencia sigue siendo útil en
tanto aporta el marco teórico-metodológico para estudiar las
particularidades en el seno del sistema mundial, sin perderse en la
fragmentación postmoderna. Permite captar el determinante fundamental,
no el único, de que los países se mantengan en una situación de rezago
relativo, condenados a proveer recursos naturales, mano de obra barata
y mercados para los bienes sofisticados de las metrópolis. En general,
la dependencia funciona como un dispositivo, un ordenamiento, que
organiza e institucionaliza las vías por las cuales los países avanzados
extraen permanentemente valor de los países atrasados, el ‘flujo
negativo de valor’ (Mandel), incluyendo el repertorio de sanciones
económicas destinadas a castigar a los que osen desafiar el orden
imperante. Ha sido y es un elemento indispensable de la capacidad de
las sociedades capitalistas centrales para mantener altos estándares de
vida, para al menos parte de su población, lo que contribuye a su
estabilidad política relativa y la fortaleza de sus instituciones. Los
primeros ‘dependentistas’, como corriente explicativa del proceso del
'subdesarrollo', colocaron el énfasis en el peso condicionante de los
factores sociales externos, localizando la causa principal del mismo en
unas relaciones de intercambio productoras y reproductoras de la
desigualdad. Desde un punto de vista marxista, el tratamiento del
desarrollo desigual del capitalismo en la fase imperialista, no puede
restringirse a las relaciones en el intercambio, al plano de la circulación
internacional del capital, pero la noción puede ser fructíferamente
incorporada al análisis desde que se la deduzca y forme parte del
estudio de la dialéctica de la economía capitalista mundial y sus
relaciones con las diversas economías-sociedades que engloba. Es
decir, la dependencia se integra en el estudio de la fase imperialista del
capitalismo. De lo anterior se desprende que en el plano de lo histórico-
concreto es posible, y de hecho ocurrió repetidas veces en el último
siglo, encontrar casos de países que alcanzaron una condición que,
dentro de ciertos límites, puede denominarse de independencia política

110
carácter explosivo. En particular, la modernización y la
ampliación del mercado interno, factor de democratización
social, no se replican en el plano del sistema político, que
mantiene hasta fines de los años 60 un arraigado carácter
oligárquico-excluyente, incluso estamental-racista. Los 16 años
de gobiernos liberales pre-golpe, modernizan la economía,
pero no avanzan suficientemente en la incorporación de la
capas media (que el mismo proceso de crecimiento y
modernización fomenta) al sistema político119. Lo cual suma
malestar y presión sobre el orden político-institucional. Este
es otro aspecto, atender las aspiraciones de las capas medias,
en el que el equipo de planificadores de Ardito Barletta, en los
70’s, intentará desarrollar y profundizar el programa liberal de
los años 60’s, obteniendo mejores resultados, pero aún insu-
ficientes. Veamos.
En primer lugar, la parcial modernización capitalista del
agro, progresiva desde el decisivo punto de vista del desarrollo
técnico y de la capacidad productiva total del sistema, genera,
por un lado, una colosal expropiación y concentración de la
propiedad. Pero la liberación creciente de fuerza de trabajo
rural no puede ser del todo absorbida por la proletarización
del trabajo en el campo. Se transforma, entonces, en la
inagotable fuente de la corriente migratoria hacia la periferia
suburbana y marginal de una ciudad que tampoco puede
asimilarla económica y socialmente en su conjunto120. Dicho

real, esto es, que lograron al menos debilitar o incluso romper tempo-
ralmente los vínculos semicolomiales, pero que del punto de vista
estrictamente económico-social continuaron siendo dependientes. Es el
caso de la Argentina del primer Perón, de Egipto bajo Nasser, la India
de Nehru, etc. De modo que la distinción semicolonial/dependiente nos
parece analíticamente útil.
119
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ, p. 30.
120
Leis, Raúl. LA CIUDAD Y LOS POBRES. Ediciones CEASPA,
Panamá, 1979, pp. 31 y 49.

111
de otro modo, la expansión industrial, con ser importante, no
consigue acompañar el ritmo de la descomposición inducida
de la estructura agraria tradicional. Las consecuencias son
múltiples y, en muchos casos, traumáticas, y no solo
económicamente, sino sobre todo por la desorganización
acelerada de comunidades rurales o indígenas tradicionales y
de las formas de adaptación asociadas al complejo cultural
correspondiente.
Por otro lado, la racionalización capitalista, es decir, el
ataque a los pequeños propietarios campesinos y su expropia-
ción, provoca un salto de la conflictividad social. Al respecto,
M. Gandásegui afirma: "La resistencia campesina fue tenaz...
Las comunidades campesinas se organizaron en muchos
lugares en Ligas Campesinas para enfrentarse al capital... Las
protestas y marchas de hambre se convirtieron en gritos
cotidianos en el agro panameño121. En última instancia, el
asesinato del sacerdote Héctor Gallegos, en 1971, se da en el
marco de este enfrentamiento social, desde siempre muy
violento por el recurso al matonismo armado empleado por los
terratenientes y grandes ganaderos en contra de los pequeños
campesinos.
En cuanto a la industria, además de la mencionada
incapacidad para absorber el contingente de trabajadores
emigrados, su rasgo fundamental es su carácter dependiente.
La diversificación del aparato productivo en la posguerra,
iniciado por capitales nacionales (1945-50), es rápidamente

121
Gandásegui, Marco. LA DEMOCRACIA EN PANAMA. Ed.
Mestiza-UNAM, México, 1989, p. 34. En 1951, había 1 millón de has.
dedicadas a la agricultura, en 1961, el doble y en 1971, 3 millones,
produciendo desplazamiento de la población rural y una fuerte
migración a la capital. p. 37. Beluche, O. HISTORIA AGRARIA Y
LUCHAS… pp. 150 y sig.

112
copado por intereses extranjeros, particularmente norteameri-
canos122. Para ello, estos capitales se moverán rápidamente del
sector primario hacia el fabril, pasando de una participación
de 34.9% y 6.6%, respectivamente, en 1960, a 20.8% y 47,7%,
en 1974. Como afirma Simeón González, "El sector industrial
se constituye así en un nuevo e importante punto de depen-
dencia"123.
Industrialización dependiente quiere decir, en el período
al que nos estamos refiriendo, limitados enlaces con el
conjunto de la estructura productiva local, muy a menudo
constitución de unidades de producción exclusiva o principal-
mente orientadas a suplir una demanda modelada a partir de
un patrón de consumo externamente inducido, esto es,
artificial o suntuario, lo cual entraña su baja efectividad como
factor multiplicador124; nivel tecnológico comparativamente
alto, lo que significa baja generación de nuevos puestos de
trabajo; escaso aporte tributario y, en general, ausencia de
control sobre el destino de los beneficios, etc. Como conse-
cuencia, el objetivo desarrollista de ampliación del mercado
interno, se cumple solo parcialmente.
En tercer lugar, los 60 registran el despunte de una
tendencia que solo se expresará en toda su plenitud tras el

122
González, Simeón. ENSAYOS SOBRE POLÍTICA NACIONAL.
s.e. Panamá, 1980, p. 23. Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS
POLÍTICAS… p. 19.
123
Ibid., p. 8, 50 y sig.
124
Gorostiaga, Xabier. LA INVERSIÓN EXTRANJERA EN PANAMÁ.
En LA INVERSIÓN EXTRANJERA EN CENTROAMÉRICA. Ed.
EDUDA, San José, 1975, p. 328. Si bien Gorostiaga en el texto se
refiere a la reducción del mercado efectivo y la alta propensión a
importar de la economía panameña como consecuencias de unas 'pautas
de consumo extranjerizante y artificiales', el hecho es que estas pautas
acaban incidiendo y contribuyendo a modelar toda una serie de otros
diversos fenómenos socioeconómicos y culturales.

113
golpe: el incremento y creciente influencia del sector
bancario-financiero, en su casi totalidad también controlado
por, o vinculado a, capitales norteamericanos. En los 70, este
proceso impulsará, a través de las políticas del nuevo
gobierno, la reorientación del conjunto de la economía de
vuelta al sector servicios, esta vez de carácter financiero. Tal
redefinición de la inserción en el mercado internacional,
refuerza el carácter transitista tradicional de la economía del
país, así como, por supuesto, la dependencia y su vulnera-
bilidad respecto de las tendencias e intereses predominantes
en ese mercado mundial.
Pese de las ilusiones y mistificaciones, debidas a la
incomprensión teórica o a una voluntad distorsionadora, esto
es lo verdaderamente perdurable del 'proceso torrijista': la
'modernización' no significa desarrollo económico autónomo,
como se afirmaba en el discurso (algo de todas formas no
factible en el capitalismo contemporáneo), sino adecuación a
las nuevas formas que adopta el capital internacional.
Durante los años 60’s, la incipiente pero vigorosa tenden-
cia, se expresa como claro conflicto entre 'industrialistas' e
intereses financieros. Los primeros, confrontados con las
dificultades del modelo vigente, debido a la reducción de las
oportunidades de sustitución eficiente, y, por tanto, con cada
vez menos capacidad de capitanear los intereses generales de
la gran burguesía criolla. Los otros, a camino de alcanzar una
posición hegemónica entre las diversas fracciones de las
clases poseedoras, en tanto que su proyecto significa la
apertura de nuevas y, sobre todo, superiores fuentes de
acumulación.
Finalmente, si el sólo aparentemente paradójico resultado
general de 20 años de crecimiento industrial, a comienzos de
los 70, ha sido el reforzamiento de la dependencia, una de sus

114
expresiones económicas más claras será el drenaje de
capitales hacia el exterior. En los años 60, la inversión externa
directa será de 247.5 millones de dólares, mientras sus
remesas al exterior, por concepto de utilidades e intereses,
ascienden a 179.0 millones -una recuperación del 72% en diez
años, lo cual habla de una alta rentabilidad- en una relación
crecientemente favorable al capital extranjero125.

3. RELACIONES ENTRE LAS CLASES.

Se puede considerar al período abierto con la segunda


posguerra, durante los años 50, como aquel en que se
completa la organización económica y social del país, o
proceso de acumulación capitalista originaria. Tal como lo
expone Nahuel Moreno: "El marxismo ha definido como
acumulación primitiva capitalista el lapso utilizado (por una
sociedad), en un momento histórico determinado, para
acumular los capitales, la maquinaria, la mano de obra y los
métodos de trabajo necesarios para comenzar la revolución
técnica y productiva que supone el capitalismo"126.

125
González, S. Ob. cit., p. 13. En la segunda parte de la década, la
relación ya se había invertido, alcanzando, en 1966-1970, las
inversiones directas un monto de 84.2 millones de dólares, mientras que
las remesas ascendían a la cifra de 139.4 millones. El fenómeno es aún
más claro para la América Latina de conjunto: en la década de los 60
recibió inversión directa por un valor de 5,972.9 millones, siempre de
dólares, en tanto que las remesas al exterior se cifraron en 10,906
millones.
126
Moreno, N. MÉTODO DE INTERPRETACIÓN…, p. 63. No hay
duda de que el asunto en cuestión está lejos de constituir un punto
pacífico en el debate sobre la evolución de la formación social
panameña. Aquí, mi intención es apenas consignar un punto de vista,
apoyado en el concepto general de Moreno, por un lado, y, por otro, en
el hecho de que en el período previo a la segunda guerra mundial, lo

115
Es pues en el período mencionado que, mediante la
generalización de las relaciones mercantiles, de producción y
cambio, el país se transforma en una sociedad esencialmente
capitalista; dependiente y semicolonial, pero ya capitalista,

que caracteriza, en lo fundamental, a la estructura productiva del país


es la existencia de una economía de enclaves (bananeras, canal), la
marginación del capital local, un todavía muy incipiente desarrollo
sociopolítico, además del particularmente desastroso impacto de la
crisis económica mundial. El inicio de la segunda guerra mundial abrió
un período de gran auge por la multiplicación del mercado de la zona
del canal, potenciando la demanda de bienes y servicios, "ello, aunado
al desajuste de las rutas comerciales y el descenso de las importaciones que
impuso la guerra, presionó fuertemente en provecho del desarrollo de la
producción interna". (Manduley, Julio. EL PROCESO PANAMEÑO...,
p. 66). No obstante, la conclusión del conflicto tornó a sumir al país en
una crisis de magnitud. Culminación del proceso de organización
económico-social significa pues el surgimiento de un sistema
productivo con niveles básicos de integración funcional: unidades de
producción centradas en un mercado interno capaz de sustentarlas,
incremento del nivel de autoabastecimiento, diferenciación y
complejización del tejido social, predominio de la economía monetaria
y de las relaciones salariales, etc. En palabras de A. Cueva: "el proceso
de acumulación originaria es al mismo tiempo un proceso de creación
del mercado interno", (ob. cit., p. 88). Y en seguida agrega que un factor
distorsionador lo constituyen las 'situaciones de enclave', que hizo que
"buena parte de nuestro mercado interior no era más que una
prolongación del mercado metropolitano", (p. 89). El enclave genera
un mercado propio, relativamente aislado de la economía de mercado
local (debido, entre otras razones a los conocidos 'comisariatos'). El
resultado concreto es la mediatización del proceso de creación de un
verdadero mercado nacional. En concreto, se puede afirmar que, hasta
mediados de siglo, la economía local sigue caracterizada por un circuito
interno, poco dinámico, del cual se destaca un puñado de empresarios
e intereses que se esfuerzan por incrementar la relación con los diversos
enclaves. La estructura económica y social siguen siendo muy básica.
Manduley opina que apenas en la segunda década del presente siglo se
pueden observar "un conjunto de medidas que apunta al desarrollo de
un mercado interno e, incluso, intentos de crear una economía de
remplazo a la canalera", (ob. cit., p. 65).

116
por el elemento que totaliza la organización social interna. Las
formas correspondientes al modo capitalista de organizar la
vida económica y social, anteriormente circunscritas princi-
palmente a los 'enclaves' económicos establecidos para atender
las necesidades del mercado internacional (vía de tránsito,
bananeras, etc.), aparte de las correspondientes a la pequeña
élite local, penetran ahora al país todo, integrándolo sobre una
nueva base.
Simultáneamente, esto significa también que, como con-
secuencia directa, terminan de surgir todas las clases sociales
que caracterizan una formación socioeconómica dominada
por la producción para el mercado, sobre la base del trabajo
asalariado. A las clases poseedoras tradicionales, terratenientes y
burguesía comercial, se agregan ahora nuevas fracciones
burguesas, la industrial y la agraria, y un poco después, la
bancaria. Se consolida también un pequeño proletariado
industrial, urbano y rural, y, más importante políticamente, un
amplio sector de modernas capas medias urbanas (funcionarios
públicos, estudiantes universitarios, docentes, técnicos y pro-
fesionales libres diversos).
En el interior del bloque de clases dominantes, el proceso
se expresa como alteración de las relaciones de fuerza y de
distribución de los beneficios entre las fracciones compo-
nentes. Desplazamiento y pérdida de influencia, aunque no
eliminación, de la decadente clase de propietarios territoriales
tradicionales, herencia de la sociedad señorial-colonial; emer-
gencia de sectores modernos ligados a la producción, particu-
larmente industrial, pero también agroindustrial, agropecuarios
y comercial (en parte reconversión del sector tradicional, en
parte migrantes); y, sobre todo, reconfiguración de las rela-
ciones económicas y políticas con el capital metropolitano, en
tanto que eje o detentor de la posición de privilegio en el seno
de la alianza de clases dominantes.

117
En este sentido, Remón Cantera (1952-55) tratará de
jugar con los factores de la nueva situación internacional al
acompañar el resurgir nacionalista burgués latinoamericano,
demandando del gobierno norteamericano una mayor partici-
pación de las clases poseedoras locales en los beneficios
generados por la vía acuática. Al mismo tiempo, sin embargo,
se alineará incondicionalmente con el agresivo proceso de
culminación de la semicolonización norteamericana de la
América latina, en el contexto de la decadencia y retirada de
la vieja Inglaterra y de los llamados acuerdos de seguridad
hemisférica conjunta, del período de la guerra fría. Por otro
lado, la variante criolla de macartismo, despojada de las poses
y escenificaciones 'democráticas' de la metrópoli, constituye
la contraparte interna de esa política general.
De conjunto, los años 50 van a estar marcados por estos
dos rasgos: la intensa y ruidosa promoción de la ideología
desarrollista, sobre la base de la expansión de la producción
nacional, presentada como requisito previo para el fortaleci-
miento y ampliación de los márgenes de la democracia polí-
tica, de un lado, y la represión generalizada del movimiento
obrero y popular y la izquierda política, del otro. Sin embargo,
toda la situación, las tensiones y reacomodos generados por
las novedades en el modelo de desarrollo económico, las
modificaciones operadas en la estructura de clase y en la
estratificación social, junto a procesos socioculturales de tipo
general -creciente carácter urbano del país, extensión del
sistema educativo e incremento del nivel cultural de una parte
de la población, comienzo de la integración de la población
afroantillana a la vida sociopolítica- en el marco de la
situación internacional ya descrita, incrementa la presión
sobre la estructura político-institucional vigente.

118
La percepción, razonable o no, por parte de los grupos
dominantes de la imposibilidad de promover la apertura del
sistema político hacia los estratos sociales emergentes sin que
esto colocase en inminente riesgo la estabilidad de un orden
sociocultural informal pero rígidamente estratificado, esto es,
el estado de cosas denominado 'oligárquico', determina el
bloqueo parcial de la participación política, sobre todo de las
modernas capas medias, en el período marcadas por la relativa
radicalización de su sector más activo, estudiantes y
profesionales urbanos. Se trata de una situación que marcará
la vida política panameña durante los años 50 y 60,
introduciendo una disfuncionalidad creciente en el sistema
político. Su consecuencia será la neutralización temporal,
incluso cooptación circunstancial, o sea, nunca lograda del
todo, de estos elementos y grupos vinculados a tales sectores
medios, o el estímulo para una mayor radicalización, en el
proceso de profundización de las tendencias contestatarias.
Como quiera que sea, el fenómeno de exclusión política
relativa de amplios sectores sociales emergentes, inevitable-
mente induce la acumulación de frustraciones derivadas de la
sensación de ser colocado en un estado de ciudadanía
incompleta -uno de cuyos efectos más significativos es el
entrabamiento de los procesos de movilidad social, funda-
mento básico por su vez en la cuestión de la construcción de
sentido de comunidad, del sentimiento de pertenencia; así
como actitudes de no compromiso con la institucionalidad
vigente y, por tanto, un curso de deslegitimación progresiva
de la misma en sectores cada vez más numerosos de la
población. La combinación de crecimiento económico y
expansión de sectores medios, de expectativas y aspiraciones
crecientes, con un sistema político acentuadamente elitista-
clasista (incluso con elementos estamentales de racismo seño-

119
rial), tiende a acumular tensiones. Movimiento económico-
social expansivo y represamiento político. En la modificación,
limitada, controlada y carismático-populista, de este último
aspecto, reside una de las claves para explicar el enorme
arraigo popular que conquistará el ‘Torrijismo’ en los años 70.
De modo que la no disposición de las élites políticas para
impulsar la apertura del sistema, promoviendo tanto su
capacidad integradora, de construcción de consentimiento
político hacia los subordinados, como su función de
representación y agregación de intereses, por definición
variados e incluso contrapuestos, revela un marcado carácter
conservador, de tipo no positivo, en tanto que, por su ten-
dencia al inmovilismo, conspira contra la estabilidad dinámica
del conjunto del orden social. El acuerdo intraelitario en torno
al sistema político excluyente, lejos de procesar los conflictos,
operando en el nivel de su regulación, acumula tensiones que
tarde o temprano se tornarán explosivas.
Hacia finales de la década (años 50), el descontento social
se manifestará en las acciones de protesta de diversos grupos,
expresado en la reorganización y reanimamiento de ciertos
sectores, los cuales abren un nuevo período de luchas y
ascenso de los reclamos sociales. Expresiones destacadas de
ello son la huelga estudiantil de 1958, la marcha del hambre
desde la ciudad de Colón127, los diversos incidentes y enfren-
tamientos con las autoridades del enclave colonial canalero y
el levantamiento armado del cerro Tute, todos en 1959. La
huelga bananera de 1960128, y su réplica en 1963, marca un

127
Las reclamaciones van desde la demanda de un aumento del salario
mínimo hasta los 0.50 centavos de dólar la hora, hasta la reivindicación
de subsidio para los desocupados, pasando por la rebaja del 50% en los
precios de los alquileres, ley agraria, etc.
128
Beluche, O. Ob. cit., p. 41: "Más de 10,000 trabajadores paran
exigiendo aumento salarial y mejoras en las condiciones de empleo".

120
momento fundamental del ascenso de la conflictividad social,
por su significado de clase, ya que se trataba, en la época, del
más importante sector del proletariado panameño129 -dados
los elementos sociales, institucionales e ideológicos, que
históricamente han neutralizado a los trabajadores canaleros.
Todo esto en un proceso que, con sus inevitables flujos y
reflujos, alcanzará su punto más alto en enero de 1964, año en
que, tras una demostración estudiantil por la reivindicación de
la soberanía panameña sobre la zona del canal, veintiún
jóvenes panameños mueren a manos del ejército norteameri-
cano, enfrentamiento que deja además cerca de 500 heridos de
diversa gravedad. Durante los días 9, 10 y 11 de aquel mes de
enero, el país vive un verdadero levantamiento popular en el
cual miles de panameños se manifiestan por la recuperación
de la soberanía nacional sobre el territorio de la vía de tránsito
y por el abandono inmediato y total del país de las fuerzas
militares de los Estados Unidos.

En 1963, tras 45 días de huelga, los obreros consiguen "un aumento


salarial de 1/2 centavo de dólar por racimo de banano cortado", en lo
que puede considerarse una victoria significativa contra la bananera y
el gobierno "panameño".
129
Otras manifestaciones destacadas de la actividad del movimiento
sindical son: la huelga, en el año de 1962, de los trabajadores del
Ingenio Santa Rosa, una de las dos más importantes procesadoras de
caña de azúcar del país, por un nuevo contrato colectivo, aumento de
cinco centavos por hora, deducción de la cuota sindical y un día de
descanso semanal. La marcha realizada sobre la ciudad de Panamá, a
más de 150 kilómetros, mostró el apoyo social y el impacto político
provocado por el movimiento reivindicativo. "Como parte del ascenso de
luchas obreras, cabe destacar el significativo proceso de sindicalización.
Según datos del Ministerio de Trabajo, entre 1960-1970 se constituyen
(debidamente registrados) al menos 69 sindicatos de trabajadores del
sector industrial, marcando de manera fehaciente un proceso que se
inicia en la década anterior, y que continúa en los años 70". Gandásegui,
M. y otros. LAS LUCHAS OBRERAS EN PANAMA, 1850-1970.
CELA, Panamá, 1990, p. 106. Beluche, O. Ob. cit., pp. 41-42.

121
Se trata, pues, de uno de esos eventos espectaculares que
marcan la vida sociopolítica de un país. Después de enero de
1964, tanto para el gobierno norteamericano como para el
oligárquico poder político panameño, se hace imposible
desconocer el carácter inevitablemente anacrónico tanto del
tratado de 1903, como del enclave colonial 'zonian' en las
riberas de la vía interoceánica. El potencial desestabilizador
de este estado de cosas había finalmente alcanzado niveles
claramente fuera de control. Como dice Beluche: "las recla-
maciones nacionales del pueblo panameño contra la presencia
norteamericana habían adquirido un carácter insurreccional y
no eran canalizadas por ningún sector burgués"130.
El hecho es que estos dramáticos días funcionarán como
un verdadero parteaguas histórico, colocarán la cuestión na-
cional en el primer plano y en el centro de la vida política del
país, influyendo de manera significativa sobre su evolución
ulterior, en el transcurso de la década131.
La activa presencia de los sectores sociales subordinados
continuará desarrollándose a lo largo de los años 60, a través
de las grandes luchas magisteriales, las movilizaciones y la
organización campesina del período, así como las acciones
populares urbanas, como la nueva marcha del hambre colo-
nense y el siempre activo y cada vez más ideológicamente
radicalizado movimiento estudiantil, en múltiples acciones
callejeras.
El generalizado repudio y derrota del proyecto de tratados
canaleros Johnson-Robles, también conocidos como los '3 en

130
Beluche, O. Ob. cit., p. 43.
131
Entre otras resonancias, enero del 64 proyectará su sombra, o luz,
sobre el masivo rechazo sufrido por el proyecto de tratados Robles-
Johnson de 1967, y estos dos acontecimientos, combinados, se harán
muy presente, tras el golpe de Estado, a la hora de la configuración del
proyecto político del nuevo grupo en el poder.

122
1'132, en 1967, adquiere un peso particular en el curso del
proceso de desestabilización del sistema político panameño,
en tanto que impide la normalización de las relaciones con los
Estados Unidos, sumiendo además en un profundo descrédito
al gobierno de turno y a un relevante sector de la élite política.
Paralelamente, y tan importante como lo anterior, las
clases dominantes, tras el período de férrea compactación
política impuesto por Remón Cantera133, en los 50, entran en

132
Se los conoció como '3 en 1', debido a que para sustituir al convenio
de 1903, la parte norteamericana impuso el criterio de tres textos: uno
relacionado con todo lo concerniente a la existente zona del canal, el
segundo, sobre las condiciones para asegurar la seguridad de la vía, o
de 'neutralidad permanente', y un tercero que establecía las condiciones
para la futura ampliación del paso o la construcción de un nuevo canal
a nivel. Los proyectos de tratado, que se presentaron bajo las admi-
nistraciones de Lyndon Johnson, en los EEUU, y de Marco A. Robles,
en Panamá, representaban un intento de salida a la insostenible
situación creada tras los cruentos acontecimientos de enero de 1964. La
cerrada oposición a los '3 en 1' (junio-julio de 1967), se relaciona con
el hecho de que debajo de una serie de concesiones económicas
relevantes, postulaba: a) La legalización de la presencia militar
norteamericana en el país, status nunca logrado por los Estados Unidos
-y que sólo alcanzará con los tratados Torrijos-Carter, en 1977. b) La
creación de un organismo supranacional para la operación del canal, el
cual, por un lado, impedía de hecho la efectivación de la administración
panameña, y, por otro, sería de hecho controlado por los capitales
norteamericanos -navieras, seguros, banca, etc. c) Sustituía la odiada e
ilegal cláusula de perpetuidad por un plazo de cien años, vigente a partir
de la firma de los tratados. Desde un punto de vista práctico, la
diferencia era ninguna.
133
Tras una nueva coyuntura de profunda inestabilidad política y social
a fines de los años cuarenta (crisis económica galopante, ascenso y
radicalización de la protesta social, lucha contra el intento de
perpetuación del dispositivo militar norteamericano de la segunda
guerra, fractura del sistema político como consecuencia de elecciones
fraudulentas, en 1948, y la deposición de dos presidentes civiles en
1949 y 1951, etc.), el General Remón Cantera asume la Presidencia de
la República tras vencer en un proceso electoral no exento de sospechas

123
un curso de atomización política que debilita progresivamente
los mecanismos de mediación que caracterizan a la poliarquía
y sobre los cuales se asienta en parte su funcionalidad política.
Fragmentación condicionada justamente por la incompetencia
demostrada para contener y reducir la conflictividad social,
pero también, y tal vez principalmente, por la renovación de
la competencia no funcional por el control del aparato del
Estado, palanca fundamental para la distribución de la masa
de ganancias y la definición y dinamización del modelo de
acumulación.
Los conflictos originados por los encontrados intereses
de fracción se expresan, y en el mismo movimiento son
velados, por medio de los violentos enfrentamientos entre las
diversas camarillas y clanes políticos, ligados a visibles
grupos y personajes de la élite social. Tales enfrentamientos
alcanzarán su culmen con la destitución del Presidente de la
República por el parlamento, movimiento invalidado por la
oposición del Comandante de la Guardia Nacional, General
Bolívar Vallarino. De esta manera, fenómenos como la
atomización del sistema de partidos, y su transformación en
instrumentos de pequeños clanes económicos, la reiteración

y reclamaciones. Se trata de la culminación de una operación de


estabilización de la situación política en el marco de la cual y utilizando
su posición de Comandante Jefe de la Guardia Nacional, así como el
evidente respaldo del gobierno norteamericano -en las condiciones
definidas por uno de los momentos de mayor crispación durante el
período de la guerra fría- Remón Cantera impone la concentración del
tradicionalmente atomizado sistema de partidos en dos bandos
electorales, asumiendo personalmente la conducción de uno de ellos.
Las elecciones de 1952 enfrentaron al tradicional Partido Liberal como
fuerza opositora y a la denominada Coalición Patriótica Nacional,
venciendo esta última por un estrecho margen. Tal estado de cosas
consiguió mantenerse para el torneo electoral de 1956, pero ya en 1960
el panorama elitario retornaba a su patrón previo de multiplicación de
partidos y postulantes presidenciales.

124
del fraude electoral, hasta su conversión en mecanismo
permanente del sistema134, y, particularmente, la incapacidad de
la fracción liberal para acometer con determinación la incor-
poración de los nuevos sectores de capas medias al sistema
político, brindándoles perspectivas de ascensión social a
través de la acción del aparato del Estado, directamente o en
la actividad privada, mediante sus recursos, y fortaleciendo así
su propia base de sustentación social como fracción moder-
nizadora, frente a los sectores más conservadores del bloque
dominante; todo ello incide en la descalificación y pérdida de
legitimidad progresivas de la estructura político-institucional,
de la forma de ejercer la dominación política de clase. La
torpeza política y estrechez de miras exhibida por los grupos
que se disputaban y alternaban en el ejercicio del gobierno y
el control del aparato del Estado, solo puede provocar
desconcierto135. En este mundo hay lógica, pero el mundo no
es un esquema lógico.

134
Una vez más, según la mayoría de los analistas, el resultado electoral
de 1964 fue alterado en contra del principal candidato opositor, Arnulfo
Arias y su Partido Panameñista, siendo reconocido como triunfador
Marco Robles del gobernante Partido Liberal. Arias, dos veces
Presidente de la República (1940, 1949), y dos veces desalojado del
poder por la fuerza (1941, 1951), era objeto de despojo tras retornar de
diez años de proscripción política y exilio. La accidentada carrera
política del caudillo populista-conservador, recurrentemente enfrentado a
los grupos poseedores mayoritarios, se reedita con ocasión del proceso
electoral de 1968. Una expresión del tensionado clima del proceso fue
la enconada disputa por el control faccional del Tribunal Electoral,
máxima autoridad comicial del país.
135
“El proceso electoral de 1968 ofrece lecciones que merecen algunos
comentarios. Fue tan evidente el personalismo y sus secuelas, que todo
análisis no podría proyectarse sobre el pensamiento doctrinario de los
candidatos, o sobre las concepciones que los mismos tenían sobre los
problemas patrios. La pugna no se planteó en ese nivel. No fue una
pugna programática. Fue, desde luego, una lucha por intereses. Eran los
mismos luchando por las mismas. Era una lucha de predominio que,

125
4. CONTRADICCIONES METROPOLI-BURGUESÍA
LOCAL.

La mediatización histórica del Estado panameño, en el


momento mismo de su nacimiento, por la intervención norte-
americana, se manifiesta para la clase dominante en términos
de su marginación del usufructo directo de la vía de tránsito,
principal fuente potencial de la acumulación interna. Los
beneficios serán indirectos, aunque importantes, relativos al
impacto de la construcción y entrada en operaciones del canal
sobre la dinámica económico-social del país. Partiendo de una
situación menos que elemental, en 1903, las décadas siguientes
serán de un rápido crecimiento económico y expansión demo-
gráfica.
En este marco, las relaciones de los grupos influyentes
con la metrópoli van a tener, entonces, un carácter profunda-
mente contradictorio. De un lado, como clase dominante de
un país sujeto a una situación semicolonial extrema, que no
sólo cuestiona la efectividad de su independencia política
formal, sino incluso la legitimidad de su condición de entidad
estatal, las clases poseedoras locales ejercen su papel social en
condiciones de un alto nivel de marginación económica,
respecto de la principal fuente de acumulación, y de una

por carecer de contenido ideológico, fue hasta instintiva, del carácter


de lo primario. (…) La lucha electoral de 1968 constituyó la prueba más
espectacular de la crisis de la oligarquía panameña, que la descalifica
para gobernar. (…) Los partidos y sus dirigentes no han sabido
interpretar ni encauzar los nuevas esperanzas e inquietudes de lo
sociedad panameña, la que sumida en una crisis enorme de crecimiento,
demanda soluciones racionales a los problemas actuales y a los
interrogantes del futuro. Panamá, febrero de 1968”. Carlos Iván Zúñiga.
“Las elecciones presidenciales de 1968”.
http://www.salacela.net/pdf/28/articulo02.pdf.

126
subordinación política casi total. Se trata de una situación que
incluso ha conseguido obstaculizar la conformación de una
identidad colectiva en tanto que pueblo o comunidad estatal
políticamente autónoma. Su resultado histórico es lo que se ha
denominado como 'nacionalidad inconclusa'.
En lo que a la burguesía se refiere, esto se refuerza social-
mente por el gran peso de un importante sector extranjero, sea
por su origen, sea por su referencia identitaria-cultural, básica-
mente vinculado al sector comercio/servicios, que desde el
siglo pasado ha controlado buena parte de los sectores más
rentables de la economía136. Grupo social que resulta proble-
mático calificar como 'inmigrante', en el sentido acostumbrado
del término, en la medida que, con excepciones, no arraiga ni
se identifica con lo que, forzando bastante los conceptos,
podríamos denominar ‘rasgos socioculturales’, muy incipientes
e inestables, de la sociedad panameña, manteniéndose esencial-
mente aislado de la misma y desarrollando su vida social a lo
interno de sus respectivas 'colonias'. El efecto desagregador
provocado, objetivamente, por este sector de la burguesía
local, es un hecho de carácter no sólo histórico general, sino
inmediatamente político.
Es esta realidad sociocultural, en el marco determinante
de las características de la estructura económica del país, el
'transitismo', lo que produjo la denominada 'psicología del
enclave', nota distintiva de la llamada 'oligarquía antipatria'.
Esta singular articulación del peculiar origen del Estado con
el peso de los sectores no arraigados en la composición de los
sectores poseedores, más la fuerte inyección de población
afroantillana, para las tareas de construcción del canal, puede

136
Gandásegui, Marco. INDUSTRIALIZACIÓN E INVERSIONES...,
p. 39.

127
aportar la base para comprender los problemas de integración
social y sentimiento de comunidad, de identidad colectiva,
que padeció el país del Istmo, durante buena parte del siglo
XX. El papel del Torrijismo en este tema, en su faceta de
nacionalismo popular, tampoco puede ser negligenciado.
El otro polo de la contradicción está dado por el hecho de
que esta misma burguesía, por la propia lógica de su natu-
raleza en tanto entidad social, se ve impelida a presionar por
el cambio de la ecuación de la distribución de los beneficios
generados por la vía de tránsito, pugnando por la elevación de
su cuota de participación. Tal es pues el contenido básico del
conflicto burguesía local-burguesía metropolitana. Superarlo
favorablemente y despejar el terreno para lograr un tipo de
relación que bajo condiciones 'normales' tendería a ser
particularmente estrecha, ha sido un móvil central en el
comportamiento político de las clases poseedoras panameñas
en el siglo XX (hasta antes del golpe de Estado). Y en este
sentido demandó, negoció y celebró, los convenios canaleros
de 1936 y 1955, que le significaron beneficios relativamente
importantes, para sus estrechas perspectivas y mezquinas
ambiciones, pero que representaron verdaderas frustraciones
desde el punto de vista de la reivindicación nacional soberana.
No obstante, en los 60’s, y muy a pesar de los gestos y
esfuerzos de Remón Cantera, su parte del negocio canalero
continuaba siendo poco más que migajas. Peor aún, el peso
del capital extranjero directamente colocado en las finanzas,
banca, industria y agroindustria, no solo seguía siendo
abrumador y determinante sino que aumentaba137. Estos
elementos particulares deben colocarse además en el contexto
más general del problema del deterioro de los términos de

137
Souza, Herbert. NOTAS ACERCA..., pp. 8 y sig.

128
intercambio y de la nueva fase de incremento de la exacción
de recursos, verdadero saqueo del mundo semicolonial, por la
vía del flujo negativo de capitales.
Es esta contradictoria situación inherente a las clases
poseedoras locales la que explica, a la vez, la debilidad y el
rápido agotamiento de todo proyecto nacionalista burgués en la
historia política del país, así como las agudas manifestaciones
periódicas de la inestabilidad permanente de las relaciones
con los Estados Unidos, durante el siglo XX.

5. FORTALECIMIENTO DE LOS MILITARES.

Respetados analistas han establecido con claridad el papel


de árbitro político asumido por el ocupante norteamericano en
las interminables querellas de los diversos clanes oligárquicos
por el control del aparato del Estado, durante las primeras
décadas de la República138. A mediados de los años 30, una
particular combinación de factores favorece una importante
modificación de la situación139.
Dos aspectos resaltan a la hora de clarificar la cuestión.
En primer lugar, en los años 20, la entrada en escena de los
trabajadores y sectores burgueses medios y bajos con sus
aspiraciones económicas y democráticas, su organización y
luchas efectivas, obliga al ejército norteamericano, columna

138
Ricord, Humberto. LA DÉCADA DE 1941-1951 Y EL FRENTE
PATRIÓTICO. Cuadernos Históricos #2, Panamá, 1981; Soler,
Ricaurte. PANAMÁ, NACIÓN Y OLIGARQUÍA, 1925-1975. Ed.
Revista Tareas, Panamá, 1976; Pereira, Renato. PANAMÁ, FUERZAS
ARMADAS Y POLÍTICA. Ed. Nueva Universidad, Panamá, 1979;
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ. Ed. Mestiza,
México, 1989.
139
Cortez, Dorindo. FFAA Y PODER POLÍTICO EN PANAMÁ. s.e.
Panamá, 1986, p. 41.

129
vertebral del régimen político y en última instancia detentor
del poder real (garante del orden social vigente), de ahí la
definición de 'protectorado de hecho', a ejercer un no deseado
rol de gendarme del orden público, viéndose involucrado en
la represión directa de las movilizaciones populares. Tal
situación conlleva un doble peligro. De un lado, la
desestabilización de su propia posición interna, al contribuir a
la extensión del sentimiento de repudio de la población,
dirigido contra el complejo político-militar norteamericano en
el Istmo, cada vez más identificado por los sectores subor-
dinados como un enemigo directo. De otro, y tal vez más
importante que lo anterior, tal situación compromete y
descalifica la imagen internacional, laboriosamente construida
por los norteamericanos, de representantes y defensores de la
Democracia y la Libertad.
En segundo lugar, y vinculado con lo último, está la
situación internacional del período. La vigorosa recuperación
económica alemana bajo conducción nazi y el ya perceptible
curso de acelerado rearme, así como las cada vez más
agresivas declaraciones de Hitler, tensan el clima político
internacional. El temor a una nueva guerra comienza a ganar
claramente terreno. Por otro lado, la ola fascista impacta fuera
de Europa, conectando, de manera problemática, con las
sensibilidades nacionalistas conservadoras en América latina,
ganando simpatías entre sectores, las élites católicas, que
recogen o confluyen con la tradicional aprensión, o abierto
rechazo, frente a la influencia de EEUU en la región. La ambi-
güedad del carácter de su posición en el Istmo, con sus
evidentes rasgos coloniales, constituye un elemento perturbador
en sus relaciones con los países del área -tal como lo
evidencian pronunciamientos de dignatarios latinoamericanos
en diversos conclaves regionales- no contribuyendo al

130
objetivo de política exterior perseguido, las aspiraciones
norteamericanas de reconocimiento como potencia de primera
magnitud. Así las cosas, se puede ver con claridad en qué
medida las concesiones arrancadas por la burguesía criolla en
el tratado Arias-Roosevelt140, de 1936, están relacionadas con
las prioridades de la política exterior norteamericana.
Esta es pues una aproximación a las razones generales
que permiten entender la disposición norteamericana a aceptar
la revisión del estatuto semicolonial en 1936, suprimiéndose
así la situación de 'protectorado de hecho' hasta entonces
existente. Para cubrir su retiro, particularmente en el terreno
del control de los conflictos sociales y del sostenimiento de la
estabilidad institucional, "Estados Unidos y la incipiente
burguesía nacional concibieron una fuerza armada al servicio
del orden interno"141. De este modo se inicia, alrededor de
1933, el fortalecimiento y profesionalización del cuerpo
policial142. En los cuarenta, los mismos intereses promoverán
su militarización, como respuesta al nuevo ascenso de la
organización y las luchas populares, política que, desde el
punto de vista institucional, culmina con el surgimiento de la
Guardia Nacional, especie de policía militarizada (que
rápidamente se transformará en un elemento bonapartista en
el seno del régimen electoral, arbitrando conflictos políticos y
de intereses económicos de las élites143), colocada desde el

140
"En este tratado... se eliminan las cláusulas intervencionistas del
Tratado de 1903 (art. 1), por el cual Estados Unidos 'garantizaba' la
independencia de Panamá y se elimina el 'derecho' de esta potencia a
intervenir en la República de Panamá para restaurar el orden público
(art. 7)”. Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS..., p. 34.
141
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN... p. 126.
142
Cortez, D. Ob. cit., p. 38.
143
Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS POLÍTICAS… p. 37.

131
primer momento bajo control técnico, financiero e ideológico
del ejército norteamericano.
Sin embargo, la nueva institución no asume solo la función
represiva, dejada vacante por los norteamericanos. Con
relativa rapidez supera la condición de instrumento al servicio
de la sustentación del poder de la fracción burguesa vinculada
a Acción Comunal144, (años 30), pasando a incorporar también
la función de árbitro de los conflictos interburgueses. Y esto,
justamente porque tal función no constituye un elemento
artificial, externo y extraño al sistema o impuesto por el poder
extranjero, sino que es internamente generada como necesidad
por las propias características y condiciones del desarrollo
social y político.
Con más precisión, lo que justifica e impone la necesidad
del árbitro es la inestabilidad política crónica, la cual, por su
vez, es un resultado de la combinación de las particularidades
de la formación económica y social -que por sí misma genera
todo tipo de contradicciones, entre ellas, la tendencia a la
parasitación del Estado, y la correspondiente feroz disputa por
su control- con la profunda deformación histórica provocada
por la mediatización del Estado y la continuada presencia
político-militar norteamericana en el país. Una de las razones
de que antes del 68 no se haya registrado un golpe militar,
como los tan usuales en el resto de América latina, es
justamente la presencia militar norteamericana, que opera
como garante de última instancia del orden social. Por otro
lado, este poderoso reaseguro, paradójicamente, aporta un
mayor margen para los juegos políticos domésticos. Digamos
que el margen para la irresponsabilidad se amplía. En cierto

144
Organización política populista de capas medias de la cual surgen
los presidentes de la república, y hermanos, Harmodio y Arnulfo Arias.

132
sentido, es parte del proceso de maduración del nuevo país y
de su dinámica política interna. La estructuración, económica
y política, es acompañada por el fortalecimiento del cuerpo
armado, al cual le basta con arbitrar el agitado tinglado
político.
Los hechos que documentan el ejercicio por el cuerpo
armado del papel mediador entre las diversas fracciones
burguesas y de árbitro de los conflictos políticos, han sido ya
debidamente expuestos por distintos investigadores145. Desde su
papel en las elecciones de 1940, garantizando las maniobras
que llevan al candidato oficialista Arnulfo Arias por primera
vez a la Presidencia de la República, hasta su negativa a
desconocer los resultados electorales en 1968, esta vez en
beneficio del mismo Arias, la influencia de la Guardia
Nacional en la vida política del país no hace más que avanzar.
Por supuesto, no se puede infravalorar la singular
experiencia con la irrupción de un personaje como el coronel
Remón Cantera, que en 5 años pasa de Jefe de la Policía
Nacional a Presidente de la República, involucrándose en la
crisis que lleva a la renuncia de D. Chanis y el derrocamiento
de A. Arias, la creación de la Guardia Nacional y todo tipo de
incidencias turbias. Independientemente del misterio alrededor
de su asesinato, no cabe duda de que su figura y acciones
produjeron tensiones importantes en el seno de los sectores
dominantes. En las condiciones regionales de la época, no es
temerario especular con una tentación autoritaria, directa o
maquillada. Pero lo que nos interesa sobre todo destacar, es el
hecho de que justamente esta función arbitral, en la cúspide
de la pirámide social, su prolongación y consolidación a lo
largo de casi treinta años, constituye el principal antecedente

145
Pereira, R. Ob. cit., pp. 13-14; Gandásegui, M. Ob. cit., p. 59.

133
histórico del comportamiento político del cuerpo armado
respecto de las clases dominantes en 1968. Es la condición de
árbitro político la que da pie a una práctica política concreta
de los militares, les concede un status privilegiado en los
círculos de poder, permitiéndoles percibir con toda claridad
las crecientes insuficiencias de los partidos-clanes económicos;
la función arbitral prepara a los militares, al transformarlos en
institución deliberante de hecho, actores destacados de la
escena política del país. De ahí que, como guardián inmediato
del orden político interno, el árbitro político pueda conver-
tirse, en situaciones extremas, en fuerza de interdicción del
aparato de Estado, a fin de garantizar la estabilidad institu-
cional y la preservación del orden social.
No obstante, hasta 1968, esta situación se encuentra
mediada por la presencia de Remón Cantera, primero, y de B.
Vallarino-García de Paredes, después, en la jefatura del cuerpo
armado, ambos miembros orgánicos de las clases poseedoras
locales. El proceso de autonomización (no de independencia
o ruptura) política respecto de las clases dominantes y sus
aparatos-empresas políticas, de la cúpula de la Guardia
Nacional, se desarrolla dando saltos hacia adelante tras el
golpe, alcanzando a ampliarse en una medida imprevista, lo
cual resulta decisivo para entender las distintas fases en la
evolución del fenómeno político autoritario.

6. EN CONCLUSIÓN: LAS RAZONES DEL GOLPE.

En lo que va de este trabajo, hemos intentado establecer


el marco de la situación general en que se da el golpe, fuera
del cual, en mi opinión, se torna imposible tratar de construir
una interpretación válida del mismo, así como de los princi-
pales factores causales directamente intervinientes. Ahora se

134
trata justamente de precisar la articulación concreta y diná-
mica del conjunto de determinantes.
Ya hemos visto como los años 60 se caracterizan por la
profundización y generalización de una crisis política que, al
menos desde el golpe de Acción Comunal, de episodio en
episodio, tiende a hacerse crónica (en realidad, hay elementos
de inestabilidad política desde el origen de la república, con
toda seguridad vinculados con las irregulares condiciones de
su surgimiento y con el papel desempeñado por EEUU en los
primeros 30 años146). La desestabilización del régimen electoral
es un proceso que combina un avance paulatino y constante
del deterioro con momentos críticos, que se constituyen en
saltos hacia adelante. El aumento del descontento, la prolife-
ración de luchas sociales, "la gran movilización social de las
clases populares"147 (con avances en el nivel de organización
y politización de sectores del movimiento obrero y de capas
medias, como estudiantes y gremios profesionales), sin llegar
a alcanzar los niveles observados en otros países de la región,
constituye un factor principal, un ingrediente necesario, de la
desestabilización. No sólo porque abre un proceso de
polarización social, en un contexto regional sobre el que la
Revolución Cubana proyecta una amenazante sombra (o
luz…), que somete al arreglo institucional a fuertes tensiones,
sino porque, además, incide sobre la fragmentación política de
la burguesía, profundizando su división al no lograr ésta
acuerdos firmes respecto de la mejor forma de enfrentarlo.
Por otro lado, es un hecho que a partir de enero del 64,
todo el proceso pega un salto. Después de esa fecha ya no se
trata solo de coyunturas de fuerte inestabilidad, incluso de

146
Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS POLÍTICAS… p. 29.
147
González, S. Ob. cit., p. 64.

135
alteración del orden institucional, sino que ahora es el régimen
político todo el que se ve puesto en riesgo, con las corres-
pondientes amenazas para las bases mismas del sistema
capitalista semicolonial. El impresionante levantamiento popular
de enero del 64, decide la inviabilidad del enclave colonial
'zonian', liquidándolo en su pretensión de perpetuidad y
abriendo el tiempo histórico de su eliminación. De modo que
es la acción de los sectores subordinados, su potencialidad
desestabilizadora, lo que obliga al gobierno de los Estados
Unidos y a las élites políticas locales a negociar una adecuación
del estatuto semicolonial148.
El otro proceso general que incide sobre la crisis del
régimen, la crispada dinámica política de la élite social local,
está, como ya se ha dicho, condicionada por el ascenso de la
conflictividad social; pero además es permanentemente
alimentado por las constantes tensiones y episódica violencia
en las pugnas por el control del aparato del Estado, clave en
los procesos de acumulación de capital (la riqueza y el poder
se producen recíprocamente, decía Locke), fenómeno de
cierta forma acentuado en las condiciones particulares del
capitalismo periférico panameño. Esto se ve con claridad en
el año y medio previo al golpe. El rechazo del tratado Robles-
Johnson confirma que la crítica situación abierta en 1964 no
se ha cerrado. Ilustra también el desprestigio y creciente
aislamiento de la importante fracción liberal, históricamente

148
En este punto se puede introducir una breve consideración sobre la
forma como EEUU manejó la relación con el Estado panameño, en sus
primeras décadas. Resulta llamativa la torpeza y mezquindad que la
caracterizaron. De haber mostrado algo más de sensibilidad política,
algo menos de desprecio cultural, o, al menos, de haber sometido a un
cálculo más racional la gestión, específicamente en los beneficios
económicos, para las élites locales y el país como un todo, probable-
mente la historia se habría escrito de otra forma.

136
la principal institución partidaria del régimen, inhabilitada por
la espectacular derrota sufrida en la crucial cuestión de la
redefinición, dentro del marco de los intereses dominantes, de
las relaciones con los Estados Unidos.
La necesaria y algo desesperada búsqueda de una alter-
nativa de recambio, en los marcos institucionales del régimen
electoral, pasará, primero, por el golpe legislativo contra el
presidente Robles (1964-68), frustrado por la dirección del
cuerpo armado. Después, por el intento de colocar el prestigio
de un viejo caudillo populista-conservador, Arnulfo Arias, al
servicio de la neutralización de los sectores protagonistas de
las luchas y la estabilización política del país. Esta es la
verdadera razón por la que una clara mayoría de las clases
dominantes, y no su 'sector más atrasado' o retrógrado, como
han pretendido diversos analistas, se organice electoralmente
en torno a un adversario político histórico, mientras desechaba
la opción electoral, con tibios rasgos reformistas (candidatura
Samudio, reforma tributaria y ‘gestión racional’149), formulada
por el liberalismo para las elecciones de 1968, apoyado en la
alta burocracia estatal150. Por los antecedentes, se trata, a no

149
Beluche, O. HISTORIA AGRARIA Y… p. 168.
150
“La campaña política de 1968 reflejaba la descomposición de las
instituciones democráticas de la república de Panamá. La consecuencia
fue el golpe militar del 11 de octubre. En el año 1968 la prensa esta-
dounidense se burlaba abiertamente del pequeño istmo de Panamá,
destacando su condición de república bananera y la escasa seriedad de
sus instituciones… Entre Samudio y Arias, las apuestas se inclinaban
por Arias que, como siempre, era respaldado por las masas populares.
Samudio, el candidato elegido por el presidente Robles… llegaba a las
elecciones con una alianza debilitada y desprestigiada. Cuatro de los
partidos que habían gobernado entre 1964 y 1968… lo habían abando-
nado para irse con Arias. Para los partidos de la vieja oligarquía criolla,
el exministro de Hacienda… era un “reformista radical” y un yes man
de la Alianza para el Progreso. Como ministro, había puesto fin a la

137
dudarlo, de un movimiento (el apoyo a Arias) concebido por
los sectores mayoritarios de la oligarquía como riesgoso, pero,
a partir de determinado momento, tenido como necesario, a
fin de conjurar el caos amenazante y crear condiciones para
una eficaz concertación del nuevo pacto canalero, asunto
central en el período. De ahí el apoyo del gobierno norte-
americano a la candidatura de A. Arias151.

evasión fiscal (sic), produciendo en 1967 un aumento de la recaudación


de $16 millones, en un país donde era conocido el hecho de que ‘los
ricos no pagaban impuestos’”. “1968: elecciones surrealistas y un golpe
de Estado”. Mónica Guardia. La Estrella de Panamá, 16/10/20.
‘Los ricos no pagaban impuestos’, algunas cosas no cambian: “Entre
2009 y 2019, en Panamá el incumplimiento tributario, es decir la
evasión del impuesto sobre la renta de las personas jurídicas, alcanzó la
enorme suma de $34,968.3 millones", DGI. Citado en Juan Jované, “La
Evasión tributaria y su impacto”. La Estrella de Panamá, 03/10/21.
151
En 1941, el gobierno de los Estados Unidos se había involucrado en
la destitución de Arias, entonces Presidente de la República, debido a
sus posturas nacionalistas y sus pretensiones neutralistas respecto del
conflicto bélico mundial. “El Partido Nacional Revolucionario de Arias
ganó las elecciones de 1940 y, tras asumir el cargo para el cual fue
elegido, derogó inmediatamente la Constitución de 1904, eliminando
los artículos que autorizaban las intervenciones estadounidenses en el
país. La administración de Arias se caracterizó por un amplio programa
de disposiciones sociales. A la vez, desnacionalizó la inmigración afro-
antillana y nacionalizó el comercio al por menor, lo cual fue inter-
pretado como un ataque directo a la inmigración de origen asiático y
confirmaba los matices racistas y fascistas de Arias y su panameñismo
(Araúz y Pizzurno, 1996; Gandásegui, 1998; Leis, 1984). Arias se ciñó
a los postulados de Acción Comunal al negarle a los Estados Unidos la
concesión de terrenos en tierras panameñas para instalar bases militares,
estando en plena guerra mundial. Por si fuera poco, prohibió el abande-
ramiento de buques con el pabellón panameño, que mayoritariamente
eran estadounidenses… Era de esperar que las posturas antiimpe-
rialistas (sic) de Arias incomodaran considerablemente a los Estados
Unidos y, por ende a las élites políticas y económicas panameñas”.
PARTIDOS POLÍTICOS Y ELECCIONES EN PANAMÁ. Harry
Brown A. Fundación Friedrich Ebert. Ed. Novo Art. Panamá. 2009.

138
El intento, por algunos comentaristas, de mostrar al torneo
electoral de 1968 como una confrontación entre modernizadores
y conservadores, o, aún, entre elitismo oligárquico y popu-
lismo, además de revelar una apreciación unilateral de la
realidad, al apoyar en elementos parciales y subordinados el
análisis, comporta el peligroso inconveniente de presentar un
carácter valorativo, dividiendo explícitamente el campo de las
fuerzas burguesas en bandos 'progresivo-reaccionario'. Nada
más infundado, si se tiene como referencia no las trivialidades
epifenoménicas del economismo desarrollista o de la más
superficial ciencia política, sino las cuestiones de fondo,
subyacentes, colocadas para la burguesía local y el gobierno
norteamericano, en la situación política del momento, a saber:
la estabilización política del país y la resolución eficiente de
la cuestión canalera (recordar que el país atraviesa una fase de
gran crecimiento económico y modernización/diferenciación
de la estructura social, aparte de maduración de los elementos
culturales de una identidad colectiva).
De cualquier manera, el resultado general de las maniobras
mencionadas no será otro que la profundización de las
divisiones y la generalización de la desconfianza entre las
élites políticas. Hechos como el intento, a comienzos de 1968,
de desplazamiento pretendidamente legal del presidente Robles,
el violento trámite de la campaña electoral, la recomposición
favorable a Arias del Tribunal Electoral, a pocos meses del
torneo electoral, un claro intento de fraude por la parte
oficialista, en el transcurso del conteo de votos, la resistencia
a aceptar el triunfo de la lista opositora y el llamado de
reconocidos elementos y medios liberales al golpe de Estado,
el acuerdo tejido por la comandancia de la Guardia Nacional
mediante el cual reconoce y acuerpa el triunfo de Arias, la
escandalosa manipulación por parte de Arias y el panameñismo

139
de la distribución de escaños, incluso en perjuicio de fuerzas
políticas integrantes de la coalición que le había respaldado,
etc.; todo ello contribuye en los ocho meses previos al golpe
de Estado a descalificar al conjunto de las élites políticas,
llevando la deslegitimación del sistema político a niveles sin
precedente. Un componente principal de la ‘leyenda negra’ es
enterrar bajo 2 metros estos antecedentes inmediatos. Arias
llegó a su primera presidencia en unas elecciones con
sospechas de fraude, y en su última, mostró, luego del triunfo,
una clara deriva autoritaria, fundada en una, seguramente
convalidable, pero no justificante, desconfianza respecto de
los ‘aliados’ de la ocasión.
En la base de todo este enjambre de acontecimientos,
como una de sus condiciones centrales, se encuentra, efectiva-
mente, el desacuerdo elitario respecto de la forma más
adecuada de hacer frente al desafío del ascenso de la
conflictividad social y de la radicalización política de sectores
de los movimientos sociales (la vía de reformas muy limitadas
y parciales, Samudio, o el anticomunismo primario, probable-
mente represivo, del caudillo populista conservador). Con
otras palabras, la incapacidad de la gran burguesía para
enfrentar y resolver con éxito, a través de los mecanismos
institucionales de la forma de dominación imperante, la
situación abierta por las luchas obreras y populares por
reivindicaciones económicas, democráticas y, sobre todo, por
la liquidación definitiva del enclave colonial. Y este fracaso
en los intentos de lograr el control y estabilización política de
la situación, contribuye decisivamente a la dispersión política
y al debilitamiento de las clases dominantes, lo que por su vez
actúa de retorno sobre el conjunto de la crisis, extendiéndola
y profundizándola.

140
Una vez puesto lo anterior, para completar el cuadro, se
hace necesario resaltar que el fraccionamiento de la burguesía,
en su origen y autodesarrollo, constituye un proceso principal-
mente interno al propio sujeto social dominante. Esto es, se
explica en buena medida por las contradicciones (conflictos
de interés) surgidas respecto del modelo económico vigente -
por sí mismo fuente de tensiones, en tanto que representa una
relativa alteración del tradicional carácter terciario del país- y
su expresión en el seno del bloque de clases dominantes como
agudización de los choques entre las diversas fracciones por
el control del Estado, como herramienta decisiva para
privilegiar una u otra forma de acumulación, o, en estrecha
relación, para dirimir la cuestión de la distribución de los
beneficios (grupos dominantes con fuertes rasgos rentistas y
de parasitación del Estado: bajos impuestos, alta evasión,
exoneraciones, contratos con el Estado y todo tipo de
maniobras de su personal político para obtener rentas; ‘el
rentismo de las élites empresariales con el Estado tiene su
correlato con el clientelismo como forma de rentismo
político’152). La modernización del modelo económico mete
objetivamente presión sobre las estructuras oligárquicas
tradicionales, las representaciones e inercias153. El modelo de
acumulación y desarrollo, de parcial inspiración desarrollista,
y sus efectos tanto al nivel de las formas que tiende a asumir el
Estado –intervencionista, asignador de recursos, con elementos
de redistribución-, como del peso inusual de los intereses del
sector industrial (proteccionismo), choca con los intereses del
sector más ligado a la economía de servicios, globalmente

152
Arias, Esteban. “Estado, élites y fiscalidad en Panamá”. Tesis
doctoral en proceso. San José. 2022.
153
Sobre los conflictos en torno a los ajustes en el modelo de acumula-
ción, Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS POLÍTICAS… p. 51-2.

141
vinculado a modelos librecambistas y siempre inclinado a la
apertura externa (intereses favorecidos por la circulación legal
del dólar, obstáculo de consideración para el desarrollo
industrial local, sobre todo en su variante exportadora). De
modo que el verdadero conflicto se da entre un sector que
pretende preservar y apuntalar el modelo de crecimiento y
acumulación que reserva cierto espacio para los sectores
productivos, profundizando el recurso a la transferencia de
renta desde las actividades terciarias (mercantiles y de
servicio) a través del Estado (la polémica y resistida reforma
tributaria); y otro, cuyo 'proyecto' es más aperturista (la
'hongkonización de Panamá', Manduley), menos entusiasta de
la industrialización sustitutiva y sus costos y vinculado a
sectores agroproductores154. Ninguno cuestiona la centralidad
del transitismo en el modelo de acumulación, pero las
variantes importan. La discrepancia no es demasiado signifi-
cativa, pero las duras disputas faccionales por el control del
aparato del Estado, hacen muy difícil que surja un liderazgo
capaz de concitar el suficiente consenso para impulsar

154
Manduley, J. “La política económica de Omar Torrijos”. Rev.
Tareas #146. Panamá. p. 101. "Vale decir, abrir aún más la economía
al capital extranjero, propiciar una mayor internacionalización de los
sectores terciarios y controlar el costoso desarrollo industrial, anulando
la sobreprotección." En los años 60, bajo el modelo vigente, el nivel de
gasto del Estado había crecido a un ritmo superior al 20% anual. Este
conflicto, que se tornó un callejón sin salida para las élites políticas
tradicionales, fue hábilmente 'administrado' en los años 70 por el
Torrijismo, el cual mantuvo e incluso reforzó la protección de la
industria, pero congelo su desarrollo, mientras impulsaba con fuerza la
internacionalización de la plataforma de servicios. De esta manera
consiguió incorporar y mantener, durante todo el período, a lo funda-
mental de la fracción industrial dentro de la coalición de grupos sociales
en la que se sustentó, con lo cual se neutralizó un elemento de conflicto
y amplió los márgenes de estabilidad política, al tiempo que operaba
una significativa alteración en el modelo de acumulación y desarrollo.

142
políticas que articulen los diversos intereses (cosa que sí
lograra el bonapartismo militar). El Colofón o remate de este
curso es la singular, o impúdica, alianza electoral del sector
enfrentado a Robles/Samudio con A. Arias, dechado de mala-
barismo politiquero, un movimiento hacia terreno movedizo,
a lo imprevisible.
La forma cada vez más violenta de las confrontaciones y
la no resolución de las disputas, va anulando progresivamente
el funcionamiento de los mecanismos de intermediación de
intereses, regularmente utilizados por la burguesía como clase
social, en el marco del régimen electoral, la poliarquía, para
procesar los intereses contrapuestos de sus diversas
fracciones, correspondientes estos a los diversos niveles y
sectores del sistema económico. Sin duda, el ascenso de las
luchas sociales agrava este proceso de deterioro de la unidad
de clase de los sectores dominantes, llevando al extremo sus
consecuencias, pero no lo determina absolutamente, ni es su
principal condición. El golpe tiene como factor inmediato la
crisis política provocada por el enfrentamiento entre las
facciones elitarias.
De cualquier forma, no está demás insistir en que, para
los comicios generales de 1968, el problema central subya-
cente en la crisis del régimen es la falta de habilidad política
de las élites para encarar el conflicto con EEUU en torno a la
cuestión del canal y el enclave ‘zonian’, lo cual por supuesto
requiere estabilización política. A este elemento central de la
situación de fines de la década se articulan, de manera
inestable y en permanente tensión, todos los otros rasgos de la
misma, incluyendo, por supuesto, el de la definición del
modelo de crecimiento. Es la distinción entre lo inmediato y
lo de fondo. Las crispadas disputas interelitarias obstaculizan
el abordaje del problema de fondo, aparte de abrir espacio a la

143
autonomía y fortalecimiento de las luchas populares. Y esto,
la inestabilidad, puede ser decisivo para entender el margen
de tolerancia inicial norteamericana frente al golpe. También
permite entender que la línea de recorte de los bandos
electorales protagónicos (oficialismo: mayoría del Partido
Liberal, algunos prominentes grupos económicos y alta
burocracia estatal; oposición: Partido Panameñista de Arias, a
la cabeza de una coalición de partidos menores pero tradicio-
nalmente vinculados a importantes intereses) no se limite a
reproducir las posiciones respecto de la cuestión de los ajustes
en el modelo de acumulación. Ni cabría esperarlo, en realidad.
Los ritmos de lo político y lo económico varían en su estrecha
interrelación.
El año 68, finalmente, marca el colapso del régimen
electoral, totalmente desquiciado por la acción combinada de
estos dos procesos (el ascenso de masas y la fragmentación
del sujeto dominante), en el marco general desfavorable
definido por la situación internacional y los restantes factores
internos ya apuntados. De modo que la abigarrada compo-
sición de acontecimientos, grupos políticos, individualidades,
ideologías, así como ocurrencias anecdóticas varias, lejos de
representar un obstáculo insuperable, para el análisis, es en
realidad, lo que nos permite discernir los procesos funda-
mentales subyacentes, ya que constituyen justamente su
manera de actualizarse, su forma de existencia en el plano de
lo cotidiano, de lo inmediato. El fenómeno vela y revela el
proceso. Comprenderlo, consiste en reconstruir intelectual-
mente sus relaciones con el contexto y el proceso del que hace
parte y que configuran su campo de sentido. En este sentido,
por ejemplo, el voto masivo a Arias en buena medida es una
expresión del fuerte repudio popular al gobierno y la candi-

144
datura oficialista. Expresión deformada, ya que electoral155, y
encausada mediante un vehículo del todo antagónico con los
verdaderos intereses y aspiraciones de los trabajadores y los
sectores subordinados, pero expresión al fin.
Finalmente, y sobre la base de todo lo anterior, se puede
afirmar que el 11 de octubre de 1968, más allá de todo
elemento circunstancial156, simples detonantes de los grandes
acontecimientos históricos, los militares toman el poder para
cerrar una crisis política que, con el desborde de los conflictos
interelitarios, se había ya tornado aguda, comenzando a colocar
problemas de control social y hegemonía, defendiendo así las
bases del orden capitalista semicolonial, enfrentando y
cortando el fortalecimiento del movimiento de masas y la
radicalización política de algunos importantes sectores, y
expropiando políticamente al grueso de las clases dominantes.
En otras palabras, más allá de toda particularidad, un típico
golpe bonapartista en un país atrasado.
A esta definición se opone el argumento de las motiva-
ciones inmediatas. En mi opinión, sucede que no se comprende
que el reflejo golpista del cuerpo armado, en defensa de las
posiciones de la alta oficialidad y de la autonomía institu-
cional del proceso de sucesión jerárquica interna, constituye
objetivamente una acción de preservación de la Guardia
Nacional contra la avanzada perturbación del conjunto de la
institucionalidad. En 1968, la Guardia Nacional, pese a no

155
La expresión directa, no mediada, del descontento popular es la
movilización efectiva de los sectores subalternos por sus propias
aspiraciones y demandas.
156
A menos de diez días de haber asumido la presidencia de la repú-
blica, A. Arias intenta modificar la composición de la cúpula de la
Guardia Nacional, violando uno de los puntos principales del acuerdo
que previamente había suscrito con el cuerpo armado y que, contra la
voluntad de poderosos intereses, le había posibilitado acceder al gobierno.

145
poder impedir la expresión en su interior de los conflictos que
convulsionan a la sociedad, particularmente la reproducción
entre la oficialidad de las principales facciones políticas
burguesas enfrentadas, representa la institución más sólida del
sistema político, el único aparato del Estado que aún mantiene
una relativa coherencia interna, que ha conseguido mantener
en su seno la disciplina jerárquica y, por tanto, un margen de
cohesión y una capacidad de actuación que justamente le
permiten emerger como fuerza política decisiva, por encima
de la bancarrota del personal político tradicional.
Dicho de otro modo, el orden institucional interno consti-
tuye el límite infranqueable, desde el punto de vista de la
oficialidad, entre los cuales se cuentan adeptos del presidente
Arias, del creciente caos político general. Su defensa se pre-
senta así como el primer paso en el proceso de recomposición
del orden social y de restablecimiento de la estabilidad
política. Todo esto, siempre, en la percepción de oficiales
educados en la doctrina de la seguridad nacional y de la
defensa del orden público.
Tras largos años de ejercer, en forma subordinada e
informal, de guardián del poder y mediador de los conflictos
interoligárquicos, ahora el cuerpo armado simplemente debe
dar "un paso al frente", hacia el centro del trastornado esce-
nario político, y asumir de manera autónoma, directa, tales
papeles. El nuevo poder, inicialmente autoconcebido como
salida extrema y absolutamente transitoria a la crisis, pasará
rápidamente a expresar la magnitud de la quiebra sufrida por
el régimen electoral y la necesidad de proceder a una
reorganización en profundidad de la forma de la dominación,
dando a luz un nuevo régimen político, sobre la base del cual
poder enfrentar no sólo la tarea de la estabilización política del
país, sino incluso intentar la resolución de los dos problemas

146
centrales del sistema semicolonial. Primero, la modernización
capitalista de la economía, promoviendo su reinserción en el
mercado mundial y la reformulación correspondiente del modelo
de acumulación y crecimiento. Lo que igualmente significa
operar sobre la alteración de las relaciones de fuerza en el
interior del bloque de clases dominantes, buscando despejar el
camino a los sectores más dinámicos en el marco del nuevo
modelo, permitiéndoles así establecer su preeminencia
política: se resuelve de esta manera, al menos parcialmente, y
por una vía bonapartista, la disputa interburguesa, lográndose
un nuevo reacomodo, el cual termina asegurando en este
terreno un razonable marco de estabilidad por una década.
Y, después, la cuestión del replanteamiento de la relación
con los Estados Unidos, en lo relativo a la cuestión canalera,
por la vía de la liquidación del enclave colonial y de la
recuperación 'nacional', es decir, para la burguesía criolla, del
derecho a usufructuar, sin mediaciones extraeconómicas, la
zona de tránsito. Esto es, sobre la base del reconocimiento de
los nuevos términos en que la acción de los sectores sociales
subalternos había colocado la cuestión a lo largo de los años 60.
De esta manera, en unos pocos días, el 'putch' de un grupo
de oficiales pasa a convertirse en la 'revolución sin dictadura
y la libertad con orden'. Esto es, de manera casi imperceptible,
comienza a tomar forma todo un proyecto político, con
objetivos definidos y pretensiones de permanencia, que
responde a una lógica político-social muy superior a la de los
hechos que actuaron como simples detonantes, con toda
seguridad captada solo muy parcialmente incluso por los
principales actores de los eventos, en rápida evolución. Con el
correr de los días, los individuos protagonistas van cobrando
consciencia de las nuevas posibilidades abiertas por los
acontecimientos y sus propias acciones, en el marco de la

147
situación más general. Esta progresiva conciencia de las
posibilidades, y riesgos, que se van abriendo con cada
hecho/actuación relevante, alienta inclinaciones diversas,
complicidades y disensiones en el grupo protagonista de los
hechos. Se decantan referentes y adeptos, se delimitan bandos,
se va haciendo cada vez más clara la inevitabilidad de
definiciones, elecciones y depuraciones. Las disyuntivas se
resolverán durante el año 69.
En pocas palabras, un golpe para cerrar la crisis político-
social (una situación que suma riesgos por el contexto
internacional y regional, tras la revolución cubana), abrir
camino a la modernización del capitalismo periférico y
resolver el conflicto con EEUU, por la vía más favorable para
el país (para los sectores dominantes) en las condiciones
dadas.

148
1968-1970: RESISTENCIA Y CONSOLIDACIÓN
CAPITULO III

H. Ricord cierra su excelente testimonio del golpe de


Estado de 1968 y del período que le antecede de la siguiente
manera: "Tampoco se sabe ahora mismo cuándo, ni en qué
forma, se despejará la incógnita que representa el gobierno
militar: si en dos meses o en unos cuantos años"157. A pesar
de la perspicaz intuición de la densidad de los sucesos que se
vivían y del cambio de fondo progresivamente registrado en
el curso de los primeros comunicados de la Junta Militar -que
rápidamente revisaba y extendía los plazos de una provisio-
nalidad inicialmente presentada en términos muy limitados-
presentes en el análisis de este observador, el hecho es que, en
efecto, poco y nada en aquel momento permitía razonable-
mente anticipar el curso que en unas cuantas semanas
tomarían los acontecimientos y que, a la postre, acabarían
abriendo toda una nueva etapa en la vida del país.
El fenómeno se desplegaría, con sus diversas y particu-
lares fases, a lo largo de 21 años. Y se cerraría por una vía
trágica y reiteradora de una de las constantes en la historia
política del país, la intervención política, y militar, norteame-
ricana. Curiosamente, Ricord, recordando Santo Domingo,
aún reciente en la fecha en que escribe, levanta la posibilidad
de que ante un incremento de la inestabilidad, y, claro, en
salvaguardia de sus propios intereses, una intervención
norteamericana actúe como factor de resolución final158. Pese
a la apariencia anecdótica, lo anterior plantea una cuestión
crucial, la de conocer los factores que determinaron la sobre-

157
Ricord, Humberto. LOS CLANES DE..., p. 140.
158
Idem.

149
vivencia y consolidación del régimen. ¿Cuál es el proceso
concreto que media entre el golpe y la estabilización del nuevo
gobierno como proyecto político a largo plazo? Se trata de
revelar la lógica interna de los hechos a fin de construir una
interpretación racional de la serie de acontecimientos y com-
prender por qué evolucionaron en una particular dirección.
Esto es así, porque la realidad social no es ni el producto de
un destino desde siempre decidido, ni el resultado ininteligible
o incoherente de un puro azar. El mundo no es un esquema
lógico, pero hay lógica en este mundo.
Dicho de otra manera, en las circunstancias históricas
concretas, qué necesidades cubre, a qué intereses sirve la
estabilización de un fenómeno que, en sus inicios, para nada
responde a una intencionalidad precisa, más allá de las
apremiantes manifestaciones de una profunda crisis política,
que empuja al cuerpo armado a intervenir el proceso político
a fin de cerrar la crisis, imponer el orden y 'preservar las
instituciones', empezando por la estabilidad de la propia
Guardia Nacional.
La dilucidación de esta cuestión posee una doble impor-
tancia. Primero, porque dada la magnitud de los intereses en
juego, la condición de país permanentemente intervenido por
los EEUU y la propia tradición política de la clase dominante,
la hipótesis de la estabilización del nuevo poder aparece como
poco probable. Segundo, porque de la comprensión del proceso
de consolidación del poder golpista, se desprenden algunas de
las claves de la longevidad del bonapartismo y, sobre todo, de
la trascendencia política del Torrijismo.
A este respecto, lo primero es constatar que la acción del
golpe de Estado del 11 de octubre de 1968 no puede ser
reducida a la voluntad caprichosa y repentina de un grupo de
militares; responde a una de las posibilidades colocadas por la

150
situación, y en buena medida a emplazamientos orquestados
en forma de campaña pública y sistemática por todo un sector,
minoritario pero importante, de la élite política, sectores del
liberalismo, que, ante la inminencia de la pérdida del control
sobre el aparato del Estado, tras su derrota en los comicios de
mayo del año en cuestión, y con la definición de que el
ascenso de Arias no hará más que profundizar la crisis, se hace
golpista. Evidentemente, para estos sectores parece claro que
la misión encomendada a los militares no es otra cosa que una
faceta más en su ya muy establecido papel de árbitro, general-
mente próximo a sus intereses, de las disputas interoligár-
quicas.
Por otro lado, la política de la facción liberal golpista no
se da en el vacío, sino que está sujeta a importantes meca-
nismos de control. En primer lugar, el vínculo social de la alta
jefatura de la Guardia Nacional con el grupo político todavía
en el poder. El Coronel Bolivar Vallarino, Comandante Jefe
de la Guardia Nacional entre 1955 y octubre de 1968, es un
miembro destacado de la vieja oligarquía y socio capitalista
en algunas de las más importantes empresas del país159. En
segundo lugar, la parcialización política antiarnulfista de la
mayor parte de la oficialidad, producto, en parte, de más de 20
años de gobiernos liberales160. Finalmente, aunque no en
último lugar por importancia, el establecimiento político-
militar estadounidense, en línea con los antecedentes de más
de 100 años, representa el gran factor de reaseguro de los
intereses generales de la burguesía criolla y de la estabilidad de
todo el orden social. Significa que el golpismo gana margen al
contar con lo que concibe como el más formidable rompeolas.

159
Pereira, Renato. Ob. cit., p. 23.
160
Ricord, H. Ob. cit., p. 112.

151
El señalamiento de la gravitación de este componente
elitario progolpista, no tiene nada que ver con un esquema-
tismo rígido y falso, del tipo que ve y presenta a los militares
como simples marionetas de los intereses de las clases
poseedoras. Se trata apenas de un factor puesto en el marco de
la relativa autonomía de la Guardia Nacional como institución
armada. Lo que se quiere destacar es el hecho de que el golpe
contará desde su primer momento con una definida base de
apoyo social, compuesta por un grupo político, minoritario en
el momento, pero todavía en control de los principales hilos
del poder y, más aún, el de mayor tradición en la vida política
del país desde fines del siglo anterior, así como de un sector
de altos funcionarios públicos y profesionales tecnócratas161.
Contra las absurdas visiones que intentan presentar a las
dictaduras políticas típicas, en América latina, como hechos
más o menos fortuitos, desconcertantes tormentas en cielos
despejados, debidas a la desmedida ambición de militares
intrínsecamente malvados, sostenidos en el poder exclusiva-
mente por la vía del terror, acá defendemos un criterio de
interpretación, válido en términos generales, que hace depender
su viabilidad, primero, del hecho de que constituye una salida
extrema a problemas y contradicciones agudas situadas al
nivel de la forma de dominación, salida dirigida a cambiar el
régimen político y a salvaguardar el funcionamiento del orden
capitalista semicolonial, a reencauzar la gestión del capitalismo
periférico. Y, segundo, de que siempre están en relación con
los intereses generales, o de los sectores más influyentes, de
la clase dominante, cuyo régimen social busca defender,
aunque con métodos peculiares.

161
Ibid., p. 107.

152
La reacción de los demás sectores de la población tendrá
un carácter contradictorio. Por un lado, sectores estudiantiles,
sindicales y cívicos, convocarán para el día 21 de octubre una
huelga general, tardía y probablemente condenada a la
inviabilidad o la ineficacia desde el principio162, como forma
de canalizar el repudio al golpe. La acción tenía además un
carácter limitado ya que no se trataba de un llamado a paralizar
indefinidamente el país, hasta derrotar a los golpistas, sino de
un desmovilizado paro de 72 horas. Pese a todo, el sector más
combativo del movimiento de masas acatará la medida que,
sin embargo, dadas las condiciones, régimen de excepción y
represión activa, se cumplirá sólo de manera parcial. De toda
forma, este hecho servirá para mostrar los arraigados reflejos
antimilitaristas forjados por los sectores populares a lo largo
de años de duras luchas que, invariablemente, les colocaban
frente a la acción represiva de la Guardia Nacional, actuando
como aparato coercitivo del estado burgués bajo control
oligárquico.
En el fracaso de la huelga general y, más en general, en
la perdida de la posibilidad de derrotar al golpe en sus
primeros e inciertos momentos, mediante la convocatoria del
conjunto de la población a tomar las calles, parar al país y
llamar a las tropas y oficiales subalternos a desconocer a los
jefes alzados, ha jugado un papel determinante la ausencia de
una conducción política reconocida por las masas y verdade-
ramente decidida a organizar la movilización popular. Desde
este punto de vista, el carácter tardío y limitado de las acciones
de repudio acabaron produciendo el efecto contrario de
exponer al sector mejor organizado y más beligerante del
movimiento de masas, y a su espina dorsal activista, a los

162
Ibid., p. 135.

153
duros embates de la represión oficial163.
Sin embargo, éste no es el único factor que opera sobre el
estado de ánimo y las posibilidades de puesta en movimiento
de gruesas camadas de la población contra el golpe. Ya hemos
pasado revista a la profunda y prolongada crisis política que
caracteriza al período previo al golpe y que se traduce en una
dislocación colosal del conjunto de las instituciones que
conforman al régimen electoral oligarquizado. Esta situación,
combinada con la falta de organización política independiente
de las masas, arrastra a amplios sectores de la población al
escepticismo político, pletórico de posibilidades, pero que
concretamente frente al golpe se expresará como indiferencia,
y aún, cierta expectativa entre sectores de capas medias
cansados, y crecientemente seducidos por la posibilidad de
lograr estabilidad. Dicho de otro modo, la mayoría no encon-
traba razón alguna para defender a un régimen ilegitimizado
por su marcado contenido antipopular y la corrupción política
generalizada (incluyendo la caprichosa composición de la
Asamblea Nacional orquestada por Arias y acólitos). Aquí se
torna fundamental, pues, la ausencia de una dirección política
reconocida, dispuesta y capaz de explicar a las masas la dife-
rencia entre la desprestigiada y efectivamente indefendible
institucionalidad oligárquica y la necesidad de defender las
libertades democráticas, esto es, los márgenes de acción de
los sectores populares, frente a la amenaza bonapartista.
El tercer y decisivo factor para la sobrevivencia y
consolidación del nuevo gobierno será la política del gobierno
norteamericano. La década inmediatamente anterior había

163
“La GN se preocupó de una vez en aplastar toda oposición e
identificar a sus aliados potenciales… Además de proscribir a los
partidos políticos, todos los activistas fueron objeto de persecución y
cárcel”. Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ, p. 69.

154
establecido con suficiente claridad la imposibilidad de continuar
garantizando indefinidamente, en los términos vigentes, su
presencia político-militar en el país. Enero del 64 se consti-
tuye en el punto de inflexión a partir del cual EEUU se ve
movido a aceptar la inviabilidad de una explícita clausula de
perpetuidad en su control y gestión del paso canalero. La
defensa eficiente de sus intereses estratégicos le impone la
búsqueda de una modificación del estatuto canalero que,
preservando lo esencial de esos intereses, ineludiblemente
condena a la liquidación al enclave colonial 'zonian'.
Sin embargo, el año de 1967 señala un hito distintivo para
la configuración final de este proceso. La no aprobación y
congelamiento en la Asamblea Nacional del tratado Johnson-
Robles -el 'tres-en-uno'- impuesta por el impresionante rechazo
de que es objeto por parte de la abrumadora mayoría de la
población, polarizada por el movimiento social de reivindicación
nacional, representa un punto culminante en el desarrollo de
la crisis política de conjunto, con una dimensión significativa
particularmente importante, relacionada con la apreciación
por el gobierno norteamericano del conjunto de la situación y
de cada uno de los elementos involucrados. El fracaso del tres-
en-uno, no solo exacerba al extremo todos los factores
constituyentes de la crisis política general del país (que por
supuesto amenaza la continuidad del muy positivo desempeño
económico), sino que es la propia crisis como tal la que pega
un salto hacia adelante, profundizándose. Esto es así, en la
medida en que, del nivel de las encarnizadas luchas entre las
diversas facciones políticas, se pasa a una crisis del régimen
político como tal, del régimen electoral oligárquico, como
forma específica de organización política de la dominación de
clase, erosionado en su credibilidad y funcionalidad, en su
capacidad para gestionar eficientemente el capitalismo perifé-

155
rico panameño. Una situación que entraña riesgos magnificados
por la situación que atraviesa al subcontinente latinoamericano,
de gran polarización social y radicalización política, como se
ha dicho. La crisis del régimen político, del complejo institu-
cional, en su particular forma electoral de articulación, abre
una crisis social que, de prolongarse y profundizarse, trasla-
daría la amenaza a los fundamentos mismos del carácter
semicolonial de ese Estado. Situación suficiente, en las condi-
ciones de la América latina del momento, para colocar en el
horizonte de las posibilidades efectivas la irrupción del cuerpo
armado.
La envergadura de este acontecimiento, el rechazo de los
‘3 en 1’, pese a las ventajas económicas que incorporaba,
señala el grado de madurez alcanzado por la población, en
particular los sectores subalternos, tras décadas de luchas, en
la consciencia de sus más legítimos intereses y aspiraciones
como pueblo. Detrás de las importantes y visibles concesiones
materiales del gobierno norteamericano, la mayor parte de los
panameños ha sabido distinguir y rechazar el intento de
mantener de hecho, bajo un burdo disfraz, la legalización de
las bases militares extranjeras164.
Considerando el accidentado proceso reconstruido e
interpretado en capítulos anteriores, los sucesos de 1967
cobran una significación extraordinaria: como en 1947,
cuando sectores nacionalistas-populares, encabezados por el
movimiento estudiantil y respaldados por prestantes figuras
políticas de las capas medias, consiguen bloquear y derrotar
el intento de las élites mayoritarias de prolongar la perma-
nencia del excepcional aparato político-militar norteamericano

164
Pedreschi, Carlos Bolivar. "Comentarios al proyecto de tratado sobre
Defensa y Neutralidad del Canal". Rev. Tareas #20-21, Panamá, 1971,
p. 87.

156
de la guerra mundial, a costa de un fuerte impacto en la
economía local, en 1967, contundentes sectores de capas
medias y de los grupos subalternos se han erigido en obstáculos
formidables para los propósitos de la vieja oligarquía transi-
tista, oponiendo a los mezquinos intereses y cipayas inclina-
ciones de la élite, valores y aspiraciones autenticamente
identificadores de una comunidad político-territorial. Así
pues, los sucesos del año 67 terminan de poner en perspectiva
todo el significado de enero del 64.
Luego entonces, la derrota de los tratados Robles-Johnson
adquiere una significación fundamental para el asunto que nos
ocupa. El régimen electoral oligárquico, sumido en una crisis
decisiva, se ha revelado peligrosamente incapaz de procesar
la necesaria actualización del estatuto semicolonial, objetivo
de la metrópoli y la élite local. Hay que insistir en la
importancia descomunal de este hecho que, por ejemplo,
deberá ocupar un lugar destacado en las consideraciones de
los responsables políticos norteamericanos encargados de
definir, pocos meses después, la postura de su gobierno frente
al nuevo poder inaugurado por el golpe. Esto es así porque, al
margen de las variaciones de la política exterior de los EEUU,
su objetivo general permanece siempre el mismo, se trata de
defender sus intereses globales, sea sustentando los mecanismos
que los sirven, sea operando contra los que los obstaculizan,
pero siempre adecuándose a las circunstancias.
En este sentido, el apoyo a gobiernos y formas de
régimen político extranjeros siempre ha estado determinado
en la política estadounidense, más que por consideraciones
ideológico-abstractas o ético-políticas, y muy a pesar del mito
de EEUU guardián de la libertad y la democracia en el mundo,
por criterios de orden enteramente pragmáticos, relativos a la
capacidad o incapacidad de esos gobiernos para asegurar las

157
condiciones de estabilidad política que mejor sirvan a sus
intereses de potencia hegemónica. En caso de que alguna
estructura política se torne ineficaz, desbordada por las
circunstancias, tratará de ajustarse, de acuerdo a la circuns-
tancias del momento, sea impulsando salidas conservadoras y
represivas, como a fines de los 60, sea promoviendo reorde-
namientos y transiciones controladas de regímenes autoritarios,
mediante políticas de reacción democrática (en los 80-90’s,
gobiernos ‘democráticos’ utilizaron su ‘legitimidad’ para
impulsar las políticas de ajuste neoliberal), que impidan una
ruptura radical del orden social imperante. Es decir, el triunfo
de procesos capaces de desquiciar el orden establecido,
protagonizados por la movilización de amplios sectores de la
población (‘estallidos sociales’), situación que invariablemente
abre una dinámica distinta, impredecible y mucho más difícil
de controlar.
Tal como Noriega en 1985, el deslegitimado régimen
electoral-oligárquico, esa caricatura de democracia formal de
fines de los años 60 en Panamá, lejos de representar garantía
alguna, no hacía más que profundizar la crisis. La propia
elección de A. Arias así lo muestra. No porque este repre-
sentara alguna variante de peligroso nacionalismo populista -
el Arias del 68 poco tiene que ver con el del 41165-, sino porque
profundizaba la división de las élites, polarizando aún más la
situación, representando un elemento disfuncional en la
coyuntura. Al margen de toda especulación respecto de alguna
forma de implicación directa del gobierno de EEUU en la

165
En 1941, Arias, un populista y nacionalista acentuadamente
conservador en la época, había declarado la neutralidad de Panamá ante
el conflicto bélico mundial (la lucha contra el nazi-fascismo). Actitud
inadmisible para EEUU que, apoyados en grupos políticos locales
opositores, promueven su derrocamiento.

158
acción del golpe de Estado, esta es la razón y la lógica
subyacente en su aceptación del cambio en la situación del
país. Por lo demás, los golpistas, desde la partida, darán
muestras de su interés en tranquilizar a los norteamericanos y
aún de suprimir cualquier fuente de dudas. Desde los votos
anticomunistas del primer momento166, hasta la separación del
Coronel Martínez167, cumplen esta función.
Nada de lo dicho hasta aquí, relativo a los factores
político-sociales que permiten la estabilización inicial del
golpe, desconoce ni disminuye el papel del dispositivo
represivo montado. Lo que se quiere poner de relieve es el
hecho de que el régimen de excepción, con la supresión de
garantías y derechos, la clausura de los más beligerantes
centros del activismo estudiantil, la persecución, encarcela-
miento o exilio de los luchadores populares y dirigentes de
izquierda, la política de exterminio de los intentos de
resistencia armada; es decir, la escalada represiva de conjunto,
como mecanismo específico, se subordina a los tres factores
que hemos destacado. Su amplitud, virulencia y, sobre todo,
efectividad, están determinadas por la situación de conjunto.
Siempre puede haber golpistas, pero un golpe triunfante
requiere condiciones sociales y políticas concretas. Lo
anterior también pone en evidencia lo inexacto de la tesis que
postula el absoluto aislamiento inicial del nuevo poder.

166
Ver la declaración "POSTULADOS DE LA REVOLUCIÓN SIN
DICTADURA Y LA LIBERTAD CON ORDEN". Citada en Ricord,
H. Ob. cit., p. 137.
167
Oficial que desencadena el golpe el 11 de octubre de 1968. Pese a
su inferioridad de rango en la jerarquía militar, en relación a Torrijos,
Martínez se convertirá durante los primeros meses tras el golpe en una
de las principales cabezas del nuevo poder. El radicalismo plebeyo y
antioligárquico al que parece inclinarse, despertará tempranos temores
en los círculos de la élite social, al tiempo que lo proyecta como rival
de Torrijos en la conducción del proceso político.

159
En resumen, la profundidad de la crisis política no sólo
permite acceder a las causas del golpe, sino que además ayuda
a entender su estabilización en los primeros inciertos meses, o
sea, la rápida extensión de los plazos de lo que en un primer
momento no pasaba de una Junta Provisional, cuya anunciada
tarea central seria convocar un nuevo proceso electoral, 'el
más limpio de nuestra historia' (por supuesto, me refiero al
curso general de los eventos, lo cual no impide que individuos
o incluso grupos pequeños especulen desde antes, de manera
indeterminada y a partir de sus estrechos intereses, con el
escenario de un golpe; golpistas había, pero el golpe verifi-
cado no estaba programado, va emergiendo como salida del
cúmulo de contingencias). Y que, incluso, pudo ser menos que
eso, si alguna de las personalidades de la élite política
contactadas hubiese aceptado el alto riesgo político de asumir
la Presidencia de la República en tales condiciones. Los once
días de Arias en la presidencia serán la gota que rebasa; pero
la crisis es mucho más profunda y no se puede cerrar con un
simple cambio de gobierno. Es el propio régimen electoral-
oligárquico, y no cualquier gobierno o grupo político especí-
fico, el que se ha inviabilizado en el marco de las luchas
sociales y la fragmentación política de la clase dominante. En
estas circunstancias, 'la revolución sin dictadura y la libertad
con orden' quiere designar no a un mero accidente sobre el
camino, sino a una nueva forma de articular institucional-
mente la dominación, un nuevo régimen político, recurso
histórico al que apela el sistema capitalista semicolonial, en
las condiciones generales del período, con el aval de la
metrópoli, a fin de preservarse a sí mismo de una mayor
desorganización, recomponer las relaciones entre las diversas
facciones de la clase dominante y, fundamentalmente, como
respuesta al ascenso de masas, buscando contenerlo para

160
evitar una mayor ruptura. Como recuerda Mandel, refiriéndose a
la teoría marxista del Estado, específicamente a la distinción
entre el carácter de clase del Estado y la composición del
personal dirigente que ejerce el poder de forma corriente, "en
condiciones normales de crisis social aguda, (la burguesía)
puede incluso verse forzada a abandonar no sólo el gobierno
sino hasta sus derechos políticos individuales. Su expropiación
política es, entonces, condición para evitar su expropiación
económica"168.
En los acontecimientos que observamos se encuentran
subyacentes las profundas transformaciones operadas en la
formación económica y social panameña, similares en sus
líneas generales a las experimentadas por el conjunto de las
sociedades semicoloniales latinoamericanas de la posguerra,
que modifican las relaciones de fuerza entre los diversos
componentes de las clases poseedoras autóctonas y frente al
capital extranjero. No obstante, tales cambios se expresan
superestructuralmente en formas y niveles variados de con-
flictividad social, determinados estos por las ya comentadas
especificidades político-institucionales, psicosociales, de
trayectorias y marcos culturales locales, etc. De ahí que sean
la magnitud de tales conflictos y las modalidades específicas
de su manifestación política, las que configuran el escenario
sobre el que se va gestando una salida histórica concreta. En
otras palabras, el golpe de Estado y la estabilización del nuevo
poder son fenómenos político-sociales, esto es, de la super-
estructura social, cuya causalidad debe ser buscada y estable-
cida en el seno de esa misma instancia. Discusión distinta es
la de las condiciones generales de carácter económico-social
que actúan como condición de posibilidad de todo hecho

168
Mandel, E. CLASES SOCIALES Y..., p. 145.

161
político-social y sus interacciones con la superestructura.
Discusión también necesaria, pero situada en otro nivel de
abstracción.
Esto es así, en la lógica de la interdependencia y mutuo
condicionamiento de los diversos planos de la totalidad social,
concebida en términos de la determinación en última instancia,
en una amplia escala histórica, de lo político por lo econó-
mico, de la subjetividad por el condicionamiento físico,
natural y social, pero también de la autonomía relativa de la
superestructura político-cultural de la sociedad y del efecto
constructivo y transformador, consciente o no, de los indivi-
duos en interacción sobre las bases materiales de su existencia.
La superestructura opera sobre la base, la acción consciente
sobre el proceso objetivo. A partir de unas posibilidades
concretas, legadas por las generaciones pasadas, los sujetos
deberán (re)producir su forma de vida, conservando y
creando, en un proceso que es fundamentalmente abierto,
sujeto a cambiantes relaciones de cooperación y conflicto, y,
por tanto, a relaciones de fuerza no conocibles a priori. Lo cual
evidentemente no hace de la historia humana un resultado del
puro azar, pero nos pone en guardia contra los recurrentes
modelos formales/mecanicistas de interpretación de la dinámica
social. Hay lógica en este mundo, pero el mundo no es un
esquema lógico…
Precisamente, uno de los riesgos de la tesis que trata de
explicar el golpe y el nuevo régimen directamente por la crisis
del modelo de acumulación y desarrollo, es que metodoló-
gicamente acaba obviando toda mediación entre lo económico
y lo político. Y, al hacerlo, también hace desaparecer al sujeto
de la historia, actores políticos y sociales, individuales o
colectivos, en sus diversas relaciones de interacción; particu-
larmente, desaparece la lucha entre las clases, fracciones de

162
clase y diversos grupos. Y como la relación directa, no
mediada, que se busca forzadamente introducir es ilegítima,
también es vacía. Es decir, resulta que no explica nada. Porque
una vez claramente establecido el hecho cierto y fundamental
de que el modelo de acumulación atraviesa a fines de los 60
una crisis de orientación, continúa pendiente, sin embargo, el
averiguar por qué, concretamente, en el terreno de la realidad
política, la crisis general acaba resolviéndose por la vía de la
estabilización del golpe bonapartista, y no por otra.
En síntesis, hacia fines de la década de los 60, el objetivo
principal del gobierno norteamericano y la burguesía criolla
consiste en reconquistar la estabilidad perdida, actualizando
el estatuto de la relación semicolonial. Un nuevo tratado
canalero constituye pieza fundamental de esa estrategia. Sin
embargo, emprender la resolución de tal tarea, la más aguda
contradicción del régimen capitalista semicolonial en ese
momento, exige un personal político concreto, decidido a
mostrar su determinación y capacidad para ejecutarlo y lo
suficientemente eficaz como para granjearse la confianza de
los intereses dominantes. En este contexto, es posible incluso
entender el intento de reagrupamiento de las principales
facciones políticas burguesas tras la figura de A. Arias, su
adversario de largo tiempo, en los comicios generales de 1968.
Justamente, se pretende que el carisma y la influencia electoral
de masas del líder del Partido Panameñista actúen como cuña
para controlar la explosiva situación abierta tras enero de
1964, y como salvador de la crisis del régimen, ante el
vaciamiento de la tradicional opción liberal.
Finalmente, el nuevo fracaso de Arias, transfiere tales
expectativas y las respectivas responsabilidades al nuevo
gobierno, configurado por el poder golpista.

163
EL TORRIJISMO:
UNA VARIANTE NACIONALISTA BURGUESA
CAPITULO IV

Como fenómeno político, el Torrijismo constituye, sin lugar


a dudas, uno de los más importantes procesos experimentados
por la sociedad panameña de los últimos dos siglos. En
palabras de J. E. Stoute: representa el "más coherente y
avanzado proyecto nacional burgués panameño, y expresa,
probablemente, el límite último al que podía aspirar la
burguesía"169. Esto es así, por el momento en que surge y los
problemas a que responde y que intenta resolver; por la
coyuntura histórica que lo produce y la función que cumple,
las tareas que asume. Pero también, por la forma particular por
la que se decanta, los mecanismos político-institucionales que
pone en práctica, el imaginario al que remite, el discurso al
que apela, y, más anecdóticamente, al conjunto de elementos
que forjan la folklórica imagen asociada al régimen y al jefe
carismático. El relato construido, la escenografía, la coreo-
grafía, los guiones, la construcción de personajes y la esceni-
ficación dramática, toda la teatralización política de los años
70, merecería un estudio específico.
Sucede que tales elementos componen un acontecimiento-
proceso del todo inédito en la historia política del país. Las
propias características del Estado surgido en 1903, mediati-
zado y moldeado por la presencia norteamericana, hacían
prácticamente inconcebible el surgimiento, y menos aún la
viabilidad, de una forma de organización de la dominación
ideológicamente articulada en torno a una variante por
momentos incluso en extremo populista de nacionalismo

169
Stoute, J. E. Ob. cit., p. 329.

164
burgués; entendiendo al ‘populismo’ como fórmula de legiti-
mación y construcción del consenso necesario. Aquello que
en la casi totalidad de América Latina, sobre todo en los países
de mayor desarrollo relativo, no habría resultado una rigurosa
novedad, en Panamá, el país del Canal, que a mediados del
siglo XX aún era tenido en el conjunto de la región como una
especie de protectorado sui generis norteamericano, representó,
el Torrijismo, una significativa alteración de las normas que
tradicionalmente habían regido la vida política, cultural y
social en general.
Pero la presencia norteamericana no constituye el único
factor que aconsejaba una tal lectura de la historia política del
país y sus posibilidades. El otro gran elemento está dado por
el férreo control directo de la oligarquía criolla sobre el
aparato del Estado, ejercido casi sin interrupción hasta 1968.
En este sentido resulta necesario subrayar la eficacia con que
los grupos más influyentes y las principales familias consiguen
neutralizar, a lo largo de esos 65 años, todo intento de quebrar
su figuración política directa. El asesinato del presidente
Remón Cantera, en 1955, y su móvil político170, la liquidación
del proyecto bonapartista conservador, la 'dictadura remonista',
todavía en curso de estructuración, constituye la evidencia
histórica que más claramente ilustra esta cuestión. También el
derrocamiento del Presidente Arias en 1941, aunque en un
sentido distinto.
En ese contexto histórico, el fenómeno torrijista presenta,
pues, evidentes rasgos de contraste con la evolución política
anterior del país y sus rasgos más salientes. Más todavía, todo

170
Ricord, H. "La Oligarquía panameña en el banquillo de los
acusados". Cuadernos Históricos #3, Panamá, 1981, Cap. III. No nos
ocupamos del acto criminal en sí, sino del clima político en que se da,
que como mínimo lo alienta.

165
lo anterior se ve remarcado por el hecho de que el mesianismo
caudillesco/paternalista de Torrijos, posibilitado por una
particular combinación de circunstancias y factores objetivos
y subjetivos, le permitió, a su vez, alcanzar un indiscutible-
mente amplio apoyo de masas sobre casi toda la década de los
70. Por otro lado, la posibilidad de extrapolar a nivel regional
su rol político, va a encontrar una oportunidad muy concreta
en el marco de su crucial intervención sobre el proceso de la
revolución centroamericana, en los años 79-81. En el mo-
mento histórico crítico del proceso, Torrijos desempeñará un
papel clave. Primero, en la mediatización y limitación del
triunfo revolucionario en Nicaragua y, después, en la
contención del avanzado proceso salvadoreño, objetivos
primarios de la estrategia norteamericana para lograr la
neutralización de la situación revolucionaria de conjunto, con
sus desniveles significativos, ya generalizada a toda la región.
Todo su prestigio será colocado al servicio del propósito
fundamental de evitar a toda costa la profundización y
extensión de los cambios y el cuestionamiento en profundidad
del orden capitalista y la dominación norteamericana.
En otras palabras, el papel histórico desempeñado por el
Torrijismo a nivel local y regional, como expresión política
del orden burgués periférico, incapaz, más allá de las disputas
y choques efectivos, de cuestionar los intereses de fondo de la
metrópoli norteamericana, tanto en la cuestión canalera como
en la división de tareas en el marco de la estrategia de freno
del proceso revolucionario en Centroamérica, impide reducir
su ejercicio del poder a una simple dictadura de militares
corruptos y asesinos más, como pretenden, por interés político
(difamar y desacreditar al reformismo nacional-popular), los
analistas y publicistas vinculados a la derecha política de la
burguesía criolla. Todo esto es más complejo aún puesto que

166
es un hecho que el nuevo grupo en el poder tiene que operar en
una situación condicionada por antagonismos muy concretos
con el gobierno norteamericano, a fines de los 60’s, que darán
lugar a tensiones y desencuentros, siempre dentro de ciertos
límites, pero reales y de envergadura para las relaciones entre
los dos países.
Es el problema de todo reformismo burgués. Parafraseando
a Burke: ‘Es necesario reformar para preservar’. ¿Cuánto
avanzar, en las reformas, para neutralizar el descontento, sin
activar una reacción furibunda de los sectores más conserva-
dores, que desate un escalamiento de la confrontación social
que puede llevar a poner en riesgo el orden social de conjunto?
El reformismo es casi siempre un freno para el ímpetu de los
sectores sociales subordinados, más allá de que suele haber
sectores que presionan por llevar el proceso más allá de los
límites impuestos por el carácter intrínseco del fenómeno y la
voluntad de la conducción.
Como ya se ha dicho, el objetivo de este trabajo es
desarrollar una interpretación histórico-social del Torrijismo,
lo cual exige precisar su naturaleza de clase, las condiciones
que posibilitan su surgimiento como fenómeno político, su
posterior arraigo de masas y los límites de su vigencia histó-
rica, determinados por ese carácter de clase y estas condi-
ciones, así como por el cumplimiento de las tareas corres-
pondientes a su papel histórico. Un estudio de sociología
política e histórica completo de los 21 años del bonapartismo
debería avanzar en el análisis sobre el agotamiento y crisis del
fenómeno ante el cambio de la situación y el surgimiento, a
partir de 1978, de nuevos problemas y la necesidad de nuevas
maneras y mecanismos político-institucionales para enfrentarlos,
contenido real del 'repliegue' de Torrijos y la política preven-

167
tiva de autoreforma, implementada en acuerdo con y bajo
presión del gobierno norteamericano.
Orientación que Noriega abandona, intentando impru-
dentemente forzar la prolongación de un fenómeno, el popu-
lismo bonapartista, que ya no responde a ninguna necesidad
del orden capitalista periférico panameño, que ya ha cumplido
su papel histórico, que pierde todo resto de fundamento (de
racionalidad, y por tanto de verdad, en los términos de Hegel),
y que entonces solo puede descaracterizarse, tornándose en
una distorsionada caricatura de lo que fue. Reducido a
expresión de los particulares intereses del grupo que controla
el poder del Estado, ahora sin la presencia del líder caris-
mático, de incuestionable autoridad por sus notables logros,
grupo que incluye a sectores empresariales, pero cada vez más
divorciado de los intereses del sector más influyente de las
clases dominantes, el fenómeno muta, adquiriendo un nuevo
carácter, y requiriendo una nueva caracterización. La nueva
conducción intenta la improbable empresa de darle forma a un
artefacto político paradójico. Un híbrido, con las formalidades
exteriores de un régimen electoral, pero en el cual la
institución política central continuaría contradictoriamente
siendo la institución armada, y su comandante, vitalicio de
paso, dada la negativa de Noriega a cumplir el pacto de
sucesión en la jefatura del cuerpo, actitud que terminará por
destrabar definitivamente la crisis política larvada que se
venía incubando desde al menos 1983, tal vez desde la
descompensación provocada por la desaparición de Torrijos,
por el cambio de actitud frente al proceso de ‘repliegue y
normalización institucional’. El experimento, o capricho, se
condena así a un final accidentado, lejos de la transición suave
y prolongada, diseñada para preparar la adaptación del
Torrijismo -ahora como grupo político heredero del ´proceso

168
revolucionario’, es decir, del populismo nacionalista, cada vez
más desteñido, desembarazado del régimen bonapartista-, a
las nuevas condiciones, y su consolidación como actor
político de primer nivel, incorporado al retorno del régimen
electoral (cuanto influye sobre el curso ulterior de los
acontecimientos la ‘desaparición’ de Torrijos y el abandono
del proceso de transición por él impuesto? cuan diferente
habría sido la historia del país en los 80? No se puede saber,
pero es importante tener presente que esos elementos pesaron
en el trayecto verificado). Esto es lo que no entienden, o
ignoran intencionadamente, quienes tratan indistintamente los
21 años de ‘dictadura’. Este trabajo, por supuesto, se propone
exhibir el extravío intelectual y político de tal postura. 1983
no es 1968, y Noriega no es Torrijos. Como ya sabemos cómo
terminó, resulta claro el costoso error de juicio de Noriega.
Una muestra de que en la historia intervienen, también,
factores subjetivos, caprichos (ambiciones, malas lecturas de
la situación, actitudes irracionales) y simples accidentes.

1. EL NACIONALISMO BURGUÉS EN AMÉRICA


LATINA.

Ya anteriormente hemos aludido a la situación reinante a


nivel internacional a fines de los años 60. Es una situación
nueva, marcada por el agotamiento de la onda larga de
expansión experimentada por la economía capitalista mundial171,
iniciada alrededor de 1950. Las más claras manifestaciones
del agotamiento de la onda expansiva están dadas por las altas
tasas de inflación y la erosión permanente del poder de
compra de las monedas de los más importantes países metro-

171
Mandel, E. LA CRISIS. Ed. ERA, México, 1980, p. 227.

169
politanos; la grave crisis y dislocación del Sistema Monetario
Internacional, que se desarrolla todo a lo largo de la década,
explotando con el desconocimiento, por el gobierno de
EEUU, de la convertibilidad en oro del dólar, a tasa fija; en
tercer lugar, el debilitamiento progresivo de los motores
principales del largo período de expansión, la recuperación de
las economías europeo-occidental y japonesa, y la desaparición
de la ventaja absoluta en productividad de la economía
norteamericana frente a sus principales competidores, que se
traduce en pérdida de competitividad, sobre todo ante Alemania
y Japón, son todos factores que acabarán provocando la
reanudación, cada vez más clara y agresiva, de la competencia
económica entre las metrópolis capitalistas, limitada política-
mente sin embargo por la existencia de la URSS y por la
amenaza persistente de los movimientos anticapitalistas.
La combinación de todos estos procesos conducirá a la
apertura de un nuevo período en la economía mundial, una
onda larga de crecimiento desacelerado –que algunos denomi-
naron período de crisis crónica172-, que se expresará en la

172
Frank, André Gunder: LA CRISIS MUNDIAL. Tomo I, Ed.
Bruguera, Barcelona, 1979, Cap. 2. Se puede discutir si la calificación
de 'crisis crónica' para la fase del ciclo a la que me refiero resulta la más
adecuada, pero el hecho es que lo que principalmente la distingue es la
multiplicación de los momentos de crisis -recesiones, depresiones-, su
mayor gravedad y duración, así como el acortamiento y menor vigor de
los períodos de recuperación, hablando evidentemente en términos
generales y comparativamente con las fases de expansión acelerada.
Esa ‘crisis crónica’ puede adquirir formas de variada intensidad, pero
la inestabilidad económica, la crispación social y los sobresaltos
políticos recurrentes, constituyen su aspecto fenoménico dominante.
‘Crisis crónica’, por otro lado, remite a un estado de funcionamiento
anormal prolongado, cuya particularidad consiste en que permanece más
allá de unas cuantas situaciones agudizadas y trimestres estadísticos.
Por ello se puede hablar de, por ejemplo, una 'década perdida', en
América latina.

170
multiplicación de las recesiones parciales, el retorno de las
espectaculares crisis prolongadas de tipo recesivo simultáneas
de las economías metropolitanas, con episodios de depresión,
que arrastran detrás suyo al total de los países del mundo y,
desde un punto de vista más general, en la caída de las tasas
de crecimiento promedio de las economías de los países
capitalistas avanzados173. De acuerdo con las leyes estructu-
rales del movimiento del sistema capitalista, esto es, con la
lógica inherente a su funcionamiento, estamos frente a una
importante caída de la tasa de ganancia de las empresas, como
producto de la más grave crisis de sobreproducción de la
posguerra, hasta entonces. Lo que, por otro lado, significa
también sobreacumulación, o sea, "Un estado en que hay una
masa importante de exceso de capital en la economía, el cual
no puede invertirse con la tasa media de ganancia normal-
mente esperada por los propietarios del capital"174.
La agudización de la competencia internacional, en
particular, traerá como una de sus consecuencias en América
Latina el aumento de la presencia del capital europeo.
Desafiando la hegemonía norteamericana en el área, tales
capitales se dirigirán ya no a los tradicionales sectores de
producción de materias primas y alimentos, sino al proceso en
curso de industrialización y de desarrollo de la producción de
bienes de consumo durables, potenciando así una de las
tendencias de la reestructuración de la economía mundial y
forzando al capital norteamericano a adecuarse a fin de proteger

173
Herrera, Luis. "Economía Mundial". Rev. Correo Internacional #39,
Bogotá, 1989, p. 17, cuadro #4; Garmendia, Osvaldo. "Economía Mundial:
Tendencias Actuales". Rev. Correo Internacional #26, Buenos Aires,
1987, p. 28.
174
Mandel, E. CAPITALISMO TARDIO. p. 573.

171
su cuota de participación en los mercados latinoamericanos175.
Toda esta compleja situación será interpretada por las
burguesías criollas, y la economía política dominante en
Latinoamérica, como una oportunidad para el impulso del
desarrollo económico, mediante el aprovechamiento de los
conflictos y la competencia entre los países avanzados, en la
forma de una diversificación de las relaciones económicas y
de las fuentes de inversión directa de capital. Se parte de dos
supuestos: la necesidad del capital externo para potenciar la
acumulación y el crecimiento; y el aumento de los márgenes de
independencia económica, y después política, como producto
de la diversificación del origen de los capitales.
De conjunto, sin embargo, y en el marco de la dinámica
de concentración y centralización del capital monopólico a
nivel internacional176, es decir, la transnacionalización econó-
mica creciente, los resultados generales del proceso -la lucha
por el mayor espacio posible de los distintos capitales, unos
abriéndose camino, otros defendiendo posiciones-, provocarán
un importante avance en el grado de penetración económica
de las sociedades semicoloniales, agravando la dependencia
estructural y el carácter asimétrico de las relaciones econó-
micas internacionales hasta extremos nunca antes alcanzados.
En las nuevas condiciones de la economía-mundo capitalista,
a partir de los 90’s, la competencia internacional se ve acotada
y modelada por el proceso de interpenetración de los capitales
metropolitanos, que tiende a dar forma a un gran capital
propiamente transnacional con intereses compartidos, siempre
hegemonizado por el capitalismo norteamericano, que impulsará
crecientes pero siempre limitados esfuerzos de intervención

175
Frank, A. G. Ob. cit., p. 35; Mandel, E. CLASES SOCIALES Y...,
p. 163.
176
Mandel, E. CAPITALISMO TARDÍO. Cap. X.

172
política concertada sobre algunas variables y el funcionamiento
económico internacional177.
Se pone así de manifiesto, una vez más, que el problema
central no es tal o cual potencia metropolitana determinada,
sino la totalidad del sistema capitalista-imperialista mundial y
la lógica de su funcionamiento. No todo es competencia, hay
una activa defensa del sistema de conjunto. El resultado
histórico-empírico de este proceso será un poderoso incre-
mento del control político y económico de los países adelan-
tados del centro, por medio de la radicación de sus corpora-
ciones en los países atrasados, en alianza con los grupos más
relevantes del capital local.
En la mayoría de los países esta situación provocará
tempranas reacciones de importantes sectores burgueses,
particularmente aquellos dedicados a la producción para el
mercado interno, que buscan resistir y defender su autonomía
y su nivel de participación en el espacio económico 'nacional';
es decir, en el lugar social en el que realizan su proceso de
acumulación y obtienen su parte de la masa de beneficios
global. Este es uno de los resortes fundamentales de las
políticas reformistas ejecutadas en los años 60 en toda la
América Latina178. En un sentido, se trata para los capitales

177
El ascenso chino, y la reacción norteamericana, desconociendo las
reglas económicas internacionales que como potencia hegemónica
había impuesto en la II postguerra, marca un nuevo momento de
dislocación en el curso de los eventos.
178
Las relaciones entre las clases poseedoras locales y el capital
internacional fueron, por un cierto período, tensas, esto es, de alianza,
subordinación y resistencia, más que de competencia. Si de establecer
una fecha aproximada se trata, entonces se puede mencionar el hecho
de que a partir de 1930, en el contexto de la 'gran depresión' y del debili-
tamiento de los flujos de comercio y financiamiento internacionales, así
como de avance de las relaciones capitalistas en los países de la región,
se toman las primeras acciones significativas de intervención del

173
locales de un intento de fortalecer su posición frente al capital
extranjero mediante medidas proteccionistas y de ampliación
del mercado interno, avanzando acciones muy limitadas de
reforma agraria, fomento industrial e incluso una política de
nacionalizaciones. Medidas que, simultáneamente, se dirigen
a ampliar la base de apoyo social y la sustentación política
para la negociación con el capital metropolitano -además de,
evidentemente, contra la polarización social interna y la
influencia de la revolución cubana179.
Sin embargo, el deterioro de la situación económica inter-
nacional a comienzos de la década de los 70, agudiza todas las
contradicciones en tanto que obliga a las potencias capitalistas
a aumentar los niveles de exacción sobre el mundo semi-
colonial. La extracción masiva de recursos de los países
atrasados (el ‘flujo negativo de valor’) está destinada entonces
a paliar la caída de la tasa de ganancia en las metrópolis180,
recurriendo a mecanismos como el constante incremento de

Estado en la economía, mediante políticas de tarifas preferenciales y


facilidades crediticias orientadas al fomento de la industrialización. Sin
embargo, la situación de los años sesenta, de modificación de las
relaciones de fuerza en el plano internacional y de incremento de la
competencia entre las diversas metrópolis capitalistas, parece dar lugar
a condiciones propicias para las iniciativas tendientes a mejorar la
posición del capital criollo, así como para el impulso del desarrollo
capitalista autónomo. Hacia fines de los años sesenta, y en la década
que sigue, se multiplican acciones de nacionalización que afectan direc-
tamente intereses de los capitales metropolitanos: desde el petróleo
hasta la generación eléctrica y la telefonía, en toda la América Latina
el nacionalismo económico-político campea. Esta es, justamente, una
de las razones de que la mayoría de los recién estrenados regímenes
autoritarios asuma un discurso al menos pretendidamente nacionalista.
Con la notable y emblemática excepción de la dictadura chilena,
devenida laboratorio del liberalismo friedmaniano.
179
Mandel, E. CLASES SOCIALES..., p. 163.
180
Mandel, E. CAPITALISMO TARDIO. p. 66.

174
las exportaciones de alto valor agregado hacia la periferia, la
repatriación de ganancias de las grandes corporaciones,
maximizadas a base de la sobreexplotación de una mano de
obra extremadamente barata; la caída de los precios de las
materias primas exportadas por los países atrasados; cierre o
limitación del acceso a los ricos mercados del centro con
medidas proteccionistas, entre otros.
Así se inaugura un período en el cual las inequitativas
relaciones en la economía mundial, el flujo negativo de valor
en la relación de la periferia capitalista con los centros
metropolitanos, se vincula a los desarrollos de la crisis
recesiva de los años 70. Todo esto provoca evidentemente un
agravamiento de los conflictos entre los intereses de las
burguesías locales y la metropolitana. Globalmente, esto se
expresará como un reanimamiento de actitudes y movimientos
políticos nacionalistas burgueses181 que, en algunos casos,
llegarán a adoptar un discurso antiimperialista, históricamente
inconsecuente.
Este marco general de interpretación permite la concu-
rrencia de las variantes observadas en la región, originadas a
partir de especificidades de conformación histórico-estructural

181
Casos de esta tendencia, durante los años setenta, serían los
gobiernos del PRI, en México, el retorno de Perón, aunque este
desmintiera rápidamente las expectativas, el régimen brasileño, si bien
por la derecha, el régimen de Velasco Alvarado en Perú, así como el
Torrijismo. También, en diversa medida y con formas peculiares, los
gobiernos del PRD dominicano, Roldós en Ecuador, Carlos Andrés
Pérez, Oduber en C. Rica, etc. El elemento bonapartista es circunstancial.
Puede responder a la necesidad de contener y neutralizar un importante
ascenso de las luchas populares, a fin de impedir un desborde, pero
también a fuertes choques con sectores del poder social opuestos a
reformas modernizantes o sociales preventivas, incluso a tensiones con
los intereses metropolitanos, particularmente norteamericanos, o a una
combinación peculiar.

175
y de configuración sociocultural, sin cuya identificación e
incorporación al análisis resultaría imposible entender los
procesos históricos concretos de las diferentes regiones y países
del subcontinente. Tales situaciones locales constituyen reali-
dades político-sociales inmediatas muy variadas. Desde el
gobierno de la Unidad Popular, en el Chile de 1970-73,
conformado fundamentalmente por los partidos de izquierda
reformista de masas, hasta el régimen de la conservadora alta
oficialidad brasilera, con sus pretensiones de submetrópoli
capitalista.

2. TRANSFORMACIONES SOCIOECONÓMICAS Y
DEPENDENCIA.

La base material interna sobre la cual se desarrolla el


proceso político del resurgimiento del nacionalismo burgués
en América Latina, está dada por las significativas modifica-
ciones registradas en la estructura de clase de los países,
particularmente, al nivel del bloque de clases dominantes, sus
componentes y relaciones de fuerza recíprocas, consecuencia
de las grandes modificaciones económicas experimentadas en
los veinte años de posguerra y el correlativo proceso de
modernización capitalista, que acarrea también cambios en el
clima cultural y por tanto en las subjetividades, que acto
seguido operan con cierta autonomía. El elemento más
llamativo fue la declinación en el peso económico y político
del tradicional sector de los propietarios territoriales, la vieja
y las más de las veces conservadora oligarquía terrateniente,
particularmente de aquellos menos ligados a la burguesía
comercial, por negocios o lazos familiares. Se ven despla-
zados por los nuevos sectores industriales del período de la
sustitución de importaciones, de carácter urbano y, en este

176
período, fundamentalmente orientados al mercado interno, en
cuya expansión cifraba sus esperanzas el desarrollismo, color
ideológico de los tiempos. El proceso de modernización/
urbanización, trae consigo un significativo crecimiento de las
capas medias, lo cual lleva a una sofisticación de los estilos de
vida, patrones de consumo y expectativas, como la extensión
de la aspiración de los jóvenes de clase media de acceder a la
educación universitaria o a realizar estudios en el exterior. Las
sociedades se hacen menos provincianas. Los años 60’s y 70’s
son de gran cambio socioeconómico y cultural, con diferencias
en los tiempos y ritmos. El cono-sur suele ser adelantado.
El trasfondo de estas transformaciones, según Mandel,
está dado por el "retroceso catastrófico de las rentas de la
oligarquía terrateniente y de la burguesía compradora debido
a la crisis económica de 1920-30; reorientación de las
corrientes comerciales mundiales después de la Segunda
Guerra Mundial, abriendo, fundamentalmente gracias al alza
de los precios de las materias primas durante el decenio de
1940-1950, posibilidades de aceleración del proceso de
industrialización 'nacional' en numerosos países latinoameri-
canos; (...) golpes dados a la 'acumulación nacional' debido al
deterioro de los términos de cambio desde 1951; entrada con
fuerza de las sociedades multinacionales en el sector de
producción de bienes de consumo duradero (en la
región)..."182. La recomposición de la coalición de clases en el
poder, la alianza entre el capital imperialista y las clases
poseedoras autóctonas, con la incorporación de los jefes de la
industria emergente, junto al sector financiero y a los grandes
grupos económicos, tradicionales o nuevos, se traducirá, por
un lado, en el impulso a un crecimiento económico acelerado

182
Mandel, E. CLASES SOCIALES..., p. 162.

177
en parte de las sociedades de la región, y, por el otro, en la
búsqueda de nuevas fórmulas de dominio político más
adecuadas a la nueva realidad económico-social183 -los
cambios en cierta región del sistema inducen e interactúan con
cambios en otras regiones y en el conjunto. Lo anterior no
debe conducirnos a unilateralidades y falsos esquemas. Muy
por el contrario, la correcta apreciación de la composición y
la organización interna de la estructura de clases característica
de la sociedad dependiente mostrará también la clave de las
limitaciones y la incapacidad histórica de las clases
poseedoras locales para llevar adelante un proyecto de defensa
de los llamados intereses nacionales, ya no plenamente
consecuente, sino incluso al nivel de los representantes del
nacionalismo burgués de períodos anteriores.
El surgimiento y relativo fortalecimiento de un sector
industrial no significa de ningún modo que se haya
desarrollado una clase social vigorosa, capaz de jugar un papel
de liderazgo efectivo y de actuar independientemente en
defensa de los intereses 'nacionales', de capitanear un proceso
de desarrollo capitalista autónomo, como sí se dio en los
países de temprano desarrollo. En primer lugar, porque en
muchos de los países no se trata de un sector social
estrictamente emergente, claramente delimitado del viejo
grupo social dominante, sino, en lo fundamental, de cierta
diferenciación del eje de acumulación mediante la diversifica-
ción de actividades, en el seno del mismo grupo hegemónico.
Para el caso panameño, se trata justamente del sector del que
Hughes y Quintero afirman que al inicio de la República

183
El punto aquí es que los desarrollos de los años sesenta encuentran
su razón en unos antecedentes económicos, políticos y sociales, a los
cuales precisamente se refiere el texto de Mandel, así como en una
particular situación global contemporánea.

178
"controlaba el gran comercio de importación, tenía profundos
vínculos con fuertes sectores extranjeros, poseía diversos
intereses en la propiedad del suelo urbano, y sus miembros
eran propietarios de grandes haciendas agrícolas y ganaderas
en el interior"184. En segundo lugar, desde el principio, la
consolidación económica de esta fracción de clase, su existencia
misma, está atada, y de forma creciente, directa o indirecta-
mente, a las definiciones e intereses del capital monopólico
metropolitano; en buena medida, este sector industrial es la
expresión mediada de nuevas tendencias en el mercado
mundial capitalista y de modificaciones significativas en la
correspondiente división internacional del trabajo. Expresa
una forma de industrialización dependiente, vinculada a
cambios y tendencias derivadas de la reorganización y el salto
en la internacionalización del capitalismo en la segunda
postguerra.
De manera que, debido tanto a la dependencia financiera,
dado el insuficiente nivel de la acumulación local y la
magnitud de las necesidades de inversión de capital para hacer
frente a las tareas del fomento industrial capitalista, como
tecnológica, por el control monopólico de las innovaciones
científico-técnicas por parte de las burguesías metropolitanas,
o la dependencia directamente económica, derivada de la
manipulación metropolitana de los mecanismos de la economía
mundial (que cierra mercados, subsidia colosalmente su
producción, manipula las tasas de interés que regulan la
dimensión del saqueo financiero 'legal' del mundo semicolonial);
esto es, por la acción combinada de estos y otros diversos
aspectos de la estructura de poder vigente a nivel del sistema
social global, resulta pues imposible proyectar la perspectiva

184
Hughes, W./Quintero, I. QUIENES SON LOS DUEÑOS DE
PANAMÁ, p. 27.

179
de un papel creciente para la burguesía 'nacional', como clase
histórica capaz de llevar adelante la tarea de liberar a los países
periféricos del atraso económico y la tutela metropolitana. Es
la misma estructura del sistema capitalista-imperialista la que
le impone un papel subordinado. Visto de conjunto, este
panorama nos informa de las agudas contradicciones que se
desarrollan a lo interno de la sociedad semicolonial,
alimentando grandes conflictos y enfrentamientos entre las
clases y grupos. En lo que se refiere a las burguesías locales,
subordinadas por el gran capital internacional y reducidas a
una condición de socios menores, estos conflictos tienen un
carácter localizado e inconmovibles límites; pero se dan y
tienen consecuencias políticas concretas.
Tal es pues la base general, interna y externa, del
resurgimiento del nacionalismo burgués a fines de los años 60
en América Latina. Un nacionalismo de horizontes limitados,
en comparación con sus antecesores históricos, por las
condiciones objetivas en que se da y actúa. Podríamos decir,
menguado, declinante, que resurge por la agudización de las
contradicciones, pero condenado de antemano al fracaso, o a
la capitulación directa (ver la evolución de partidos como el
PRI, el peronismo bajo Menem, el PRD dominicano, y el
propio PRD panameño, desde los años 70’s u 80’s), en vista
del estrechamiento de los márgenes de acción provocado por
la apertura de la crisis capitalista mundial y el fin del
prolongado período de expansión de la posguerra y la
creciente transnacionalización de las economías, es decir, por
la profundización de la dependencia. Toda esta situación se
traducirá en un excepcional incremento de la explotación de
los pueblos atrasados, como política para administrar e
intentar salvar la crisis de los años 70 en los propios países
metropolitanos.

180
3. LOS AÑOS 60 Y LA TENDENCIA A LA BONAPAR-
TIZACIÓN DEL ESTADO EN AMÉRICA LATINA.

Tampoco la intervención del proceso político por los


militares panameños constituye un hecho aislado. Se vincula
con la serie de asonadas militares que se suceden en buena parte
de los países de la región. En general, se trata de militares, los
de alto rango, oriundos de las capas medias, formados por los
norteamericanos en la doctrina de la seguridad hemisférica y
la contención del fantasma comunista, esto es, del ascenso de
las luchas de masas; y que se han forjado una imagen de sí
mismos como pilares fundamentales de la 'patria', llamados a
desempeñar su defensa contra todo enemigo, externo o interno.
En un contexto atravesado por fuertes perturbaciones
políticas en el conjunto del subcontinente latinoamericano y
por la agudización de los conflictos entre el capital extranjero
y amplios sectores de las burguesías locales, los golpes de
estado protagonizados por las cúpulas militares responderán a
profundas modificaciones operadas en las relaciones sociales
y políticas. Por un lado, resulta evidente que el desplazamiento
del poder político hacia regímenes de dominancia coercitiva,
ante el desbordamiento de los mecanismos institucionales e
ideológicos específicos de la democracia formal, corresponde
a la urgente necesidad de detener y anular el ascenso de las
luchas sociales, que amenaza quebrar el orden social vigente.
En una situación condicionada por un acontecimiento del peso
histórico de la revolución cubana, que "afectó hondamente los
sistema de dominación tradicionales, al desencadenar una
crisis de hegemonía sin precedente en el continente" 185, la
irrupción generalizada del cuerpo de oficiales en la escena

185
Lowy, M./Sader, E. Ob. cit., p. 61.

181
política de diversos países latinoamericanos, durante la década
de los 60 y primera mitad de los 70, representa un intento por
recuperar el control político de la situación y estabilizar el
ordenamiento social. Es en ese sentido, en tanto que están
dirigidos en primer lugar a enfrentar y neutralizar al movimiento
de masas, que se los define como golpes reaccionarios, incluso
contrarrevolucionarios; esto es, expresión de los intereses más
generales de la alianza de clases poseedoras dominantes y de
la defensa del orden social capitalista semicolonial.
Por otro lado, este proceso de carácter político-social e
ideológico-cultural se combina con una determinación econó-
mica fundamental: las modificaciones en el modo de acumula-
ción de capital y sus efectos sobre las relaciones entre las
clases y al nivel del Estado. "Las dictaduras que se instauran
en el Cono Sur (latinoamericano) buscan alcanzar objetivos
profundos de transformación radical de la economía y de la
sociedad (...). Intentando su adecuación a una nueva división
internacional del trabajo, modernizando sus estructuras en
función de los intereses del capital transnacional, de los
sectores monopólicos y exportadores nacionales y del capital
financiero"186. Las crisis políticas internas tienen que ver, en
último término, en este período, con la incapacidad del
personal gobernante tradicional para resolver los cuellos de
botella del proceso de crecimiento/desarrollo, así como con
las tensiones derivadas a lo interno del bloque de clases
dominantes (unas ascendentes, otras decadentes). Los impor-
tantes cambios socioeconómicos del período 1950-1968,
meten presión sobre el sistema político. Por las grietas de estas
fracturas y disputas se cuelan las expresiones de la protesta
social, con tendencia a la radicalización.

186
Paz, P. Ob. cit., pp. 73-74.

182
El carácter contradictorio del régimen capitalista de
producción (Marx-Engels) se expresa en el hecho de que la
expansión económica de los años de postguerra exacerba las
tensiones en el sistema al contraponer las demandas de unas
clases subordinadas fortalecidas por la propia expansión, a la
necesidad de mantener las condiciones de expoliación de la
gran mayoría de los asalariados, uno de los requisitos funda-
mentales para la atracción de capitales extranjeros, rasgo
general característico de la gestión del capitalismo periférico,
más allá de las variaciones en las formas y los énfasis retóricos
según los períodos. El sistema social se diferencia y se
reestratifica, surgen nuevos sectores asalariados, un sector de
clase media profesional, que incrementa su consumo, mientras
se agobia en deudas. De igual forma, "El incremento del
mercado no implicará necesariamente el aumento de las
remuneraciones de la fuerza de trabajo. Por el contrario,
implicará la sobreexplotación de esa fuerza para garantizar
una sobreacumulación capaz de sostener la intensificación del
consumo de una base reducida y privilegiada"187. El fortale-
cimiento de la capacidad de consumo del estrato superior de
las capas medias, una franja reducida en la mayoría de los
países de la región, es un producto directo del modelo de
acumulación y se da en perjuicio de la mayoría de los
trabajadores. Los conflictos derivados de esta orientación, que
profundiza y hace más visible la desigualdad social, contri-
buyen a socavar las condiciones de funcionamiento de los
regímenes democrático-formales oligarquizados.
La combinación de todos estos factores produce una
tendencia a la bonapartización de los Estados en América
latina a fines de los años 60, cuya culminación en regímenes

187
Lowy/Sader Ob. cit., p. 63.

183
'de dominante coercitiva', asentados, principal pero no exclu-
sivamente, en los aparatos represivos y la burocracia estatal,
dependerá, evidentemente, no apenas de los deseos de las
clases dominantes, sino de las relaciones de fuerza presen-
tadas en cada situación. De manera que, si bien el conjunto de
la región se encuentra sometida a estos procesos, la salida
burocrático-autoritaria se impondrá en aquellos países donde
el conjunto de la situación interna incluye además una
importante crisis política, con fraccionamiento político de la
burguesía, desprestigio y fractura de las instituciones del régi-
men electoral y creciente ingobernabilidad, ante la ausencia
de alternativas factibles y/o aceptables en los marcos del
régimen político imperante (elementos de la situación especí-
fica que interactúan con los rasgos principales de la cultura
política predominante en cada lugar). Es decir, lo que los
militares llamaron 'el fracaso de los civiles'.
Luego entonces, la irrupción militar tiene este carácter de
recurso extremo, en tanto que implica expropiación política
de la burguesía, o al menos la suspensión indefinida y no raro
prolongada de los mecanismos institucionales mediante los
cuales normalmente operativiza su control sobre el ejercicio
del poder político y la dirección del aparato de Estado. Es el
recurso al que repetidas veces debió apelar, generalmente con
disgusto, la relativamente débil clase dominante de los países
periféricos, durante buena parte del siglo XX, como salida
represiva ante la amenaza de masas insubordinadas o movi-
mientos sociales recalcitrantes, y como forma de administrar
sus intereses mientras se recomponían las relaciones entre los
diversos sectores enfrentados del bloque de clases poseedoras.
En el período que nos ocupa, la resistencia al incremento de
la presión del capital extranjero es parte de esos mismos
intereses, en particular de aquellos sectores de la burguesía

184
local vinculados al mercado interno. A este proceso de con-
junto, responden, pues, los gobiernos militares nacionalistas,
independientemente de su relación con los sectores populares
y del tipo de retórica al que apelan.

4. BASES ECONÓMICAS DEL BONAPARTISMO


TORRIJISTA: ENDEUDAMIENTO Y REFORMAS
LIMITADAS.

Como elemento fundamental de esta reconstrucción de


las condiciones históricas generales y factores específicos que
intervienen y se combinan para posibilitar la puesta en pie y
el incuestionable apoyo de masas alcanzado por el Torrijismo
en la década de los 70’s, se hace necesario referirnos a la
coyuntura económica sobre la que se erige. Su importancia de
primer orden radica en que representa el margen material
sobre el cual podrá maniobrar el régimen, permitiéndose
desarrollar en la crucial primera mitad de la década una
política de concesiones económicas y sociales reales, algunas
incluso muy significativas, que acabarán dándole la oportu-
nidad de presentarse ante la población con algo más que meros
discursos e intangibles promesas. Tal marco y margen econó-
mico le procura a los militares un importante período de
gracia, de tregua social y relativa estabilidad política, condición
fundamental para el efectivo cumplimiento de sus objetivos
generales. Antes de avanzar, aclaremos que esta particular
coyuntura económica no adquiere significado político alguno
automáticamente, no define nada por sí misma. Esto es, no crea
al populismo; históricamente, es sólo un factor, importante,
que permite entender en parte el enorme apoyo que logró
concitar en el crucial período de sus primeros años; estructu-
ralmente, establece el marco situacional objetivo, relativamente

185
favorable, en el que deberá actuar. Tampoco la fortuna está
del todo ausente en la historia: tanto la coyuntura económica
de los primeros años y la abundancia de crédito barato, como
el momento de inusual debilidad interna y externa de EEUU,
juegan a favor del Torrijismo. Pero, claro, se requieren actores
que sean capaces de aprovechar los aspectos favorables de la
circunstancias.
En los 60’s, por contraste, el notable desempeño alcanzado
en la evolución del PIB, que crece a un ritmo del 8.1% anual,
traduciéndose en una caída de la tasa de desempleo del 9.1%
al 7.1%188, lejos de garantizar una tranquila estabilidad, más
bien alimenta las contradicciones originadas en los profundos
desequilibrios socio-económicos característicos de la sociedad
semicolonial panameña. En otras palabras, las relaciones entre
la situación económica y los resultados del proceso político no
son simples y directas, sino complejas y mediadas, por lo cual
no es posible inferir directamente los segundos a partir de lo
primero. Por esta razón, también, el Torrijismo no puede ser
reducido a uno de sus factores explicativos: la considerable
bonanza económica del primer quinquenio de la década.
Ya hemos visto los rasgos fundamentales que caracterizan
el fin del prolongado auge económico de la posguerra. Aquí,
sin embargo, importa recordar que en la teoría marxista las
crisis no sólo constituyen el resultado de la acumulación de
múltiples contradicciones al interior del régimen de producción,
sino que también representan el mecanismo por medio del cual
el propio sistema busca reequilibrarse189, destruyendo el exceso
de valor contenido en la masa de mercancías acumulada, o, lo
que es aproximado, en el exceso de capacidad instalada, como

188
Castillo, J. Ob. cit., pp. 130-131.
189
Mandel, E. TRATADO DE ECONOMIA MARXISTA. Tomo 1,
Ed. ERA, México, 1971, Cap. XI.

186
forma de recomponer las condiciones básicas de su funcio-
namiento, es decir, en última instancia, de recuperar la tasa de
ganancia.
Dicho de otro modo, las crisis no constituyen una simple
patología del régimen capitalista, sino que corresponden a su
lógica interna. No hay capitalismo sin crisis cíclica. En este
fundamental amplio sentido, son inevitables. Desde el punto
de vista del curso efectivo de los acontecimientos, esto se
expresa como inexistencia de las crisis terminales, o imposi-
bilidad de derrumbe del capitalismo determinada por la simple
acción de leyes económicas objetivas y sus contradicciones
(aunque la pervivencia y lenta degradación de un orden social
sin futuro puede llevar a cursos involutivos; en términos de
Luxemburg, ‘socialismo o barbarie’). Todo esto significa,
pues, que paralelamente a las diversas expresiones de la crisis,
se van dando los elementos de su posible superación. En ese
sentido, por ejemplo, la crisis del Sistema Monetario
Internacional (SMI), da origen a un nuevo régimen (como uno
de los posibles cursos) basado en la flotación de las monedas
de las principales potencias capitalistas, que opera como
factor de regulación interno/externo del sistema económico
internacional (el sistema no puede superar las perturbaciones
cíclicas, pero activa mecanismos para su gestión, al costo de
provocar gran dolor social). De igual forma, la quiebra del
viejo SMI es expresión del intento norteamericano por
apuntalar su condición de socio mayor y jefe indiscutible del
orden capitalista internacional. Por su vez, el recurso infla-
cionario fue instrumentado por las burguesías de los países
avanzados como forma de combatir la merma de sus ganancias,
aumentando los precios y reduciendo las remuneraciones de
los trabajadores, transfiriendo renta de su propio proletariado
y sectores medios. Además de inyectar liquidez al sistema,

187
generando demanda efectiva a través del endeudamiento
generalizado.
Más en general, en lo que hace a los países metropo-
litanos, a partir de los años 70 se abre un curso tendencial, con
oscilaciones, de deterioro de las condiciones generales de vida
de la población trabajadora190: aumento espectacular del
desempleo y subempleo, caída de los salarios reales, revisión
de la legislación social, pérdida de derechos laborales,
precarización del trabajo, política antisindical, etc., todo en el
marco de los programas de reconversión industrial y de
racionalización de la economía, de terciarización, aumento de
la productividad y reducción de costos. Sin embargo, por las
dimensiones de la crisis que se abre, tales movimientos no
sólo no bastan, sino que al extenderse llevan a la exacerbación
de la competencia en los mercados internacionales, provo-
cando la agudización de las disputas y los enfrentamientos por
el excedente, todo lo cual inevitablemente potencia la crisis de
conjunto, prolongándola.
De manera que toda la situación lleva al capital metro-
politano a acentuar los niveles de exacción de los países
atrasados, tal como ya hemos visto. En este contexto se da un
nuevo movimiento de deterioro del intercambio desigual.
Como recuerda O. Garmendia191, Marx ya había planteado
que uno de los factores que ayudan a detener la caída de la
tasa de beneficio, que operan en la neutralización de esta
tendencia inherente al sistema capitalista, es justamente la
baja de los precios de las materias primas exportadas por los
países atrasados. Como sabemos, la renovada presión del
capital metropolitano va a desatar una importante resistencia

190
Frank, A. G. LA CRISIS MUNDIAL. pp. 102-114.
191
Garmendia, O. Ob. cit., p. 30.

188
de parte de las burguesías y gobiernos de los países perifé-
ricos. También hemos apuntado ya en qué medida este
proceso se encuentra en la base del frágil y efímero repunte
del nacionalismo burgués en las semicolonias, así como el
carácter de esta resistencia, contenida dentro de límites
precisos y cada vez más estrechos, debido justamente a la
política de las metrópolis como a razones estructurales.
En estos países, la crisis de sobreproducción ha produ-
cido una gigantesca masa de capital-dinero, imposible de
encontrar colocación rentable internamente. El fenómeno se
vincula con la enorme masa de dólares emitidos por el Estado
norteamericano en los años de la posguerra. Apoyado en su
condición de potencia hegemónica y poseedora de la moneda
divisa de reserva internacional192, promueve la recuperación
de la economía capitalista mundial suministrando medios de
cambio y pago al sistema, por un lado, y garantizando la
colocación de sus productos de exportación y sus inversiones
en el exterior, por otro.
Con el fin de la onda larga expansiva de la economía
mundial, sin embargo, el exceso de capital-dinero se orienta
hacia las regiones periféricas, donde busca beneficiarse de las
comparativamente altas tasas de explotación que deben soportar
los trabajadores (tasas de ganancia más altas, con mayor
riesgo). Presentándose, fundamentalmente, este flujo como
gran disponibilidad de crédito abundante y a bajo costo193, por
la sobre-capitalización. Como se sabe, esta es la base del
superendeudamiento de los años 70, generalizado entre las
semicolonias, pero que también alcanzará a los Estados

192
Ducci, Giacomo. "Cumbre de Williamsburg". Rev. Correo Interna-
cional, s.n., octubre, Panamá, 1983, p. 21.
193
Paz, P. Ob. cit., p. 65.

189
postcapitalistas burocratizados del este europeo194.
Por su parte, los militares panameños heredan del período
anterior, continúan y amplían, las políticas estatales de
impulso al crecimiento económico y el recurso a la
planificación. Este último, puesto de moda como instrumento
de ordenamiento de los programas y acciones concretas y el
uso racional de los recursos, de racionalización de las políticas
económicas oficiales. El régimen burocrático-militar tratará
de hacer el uso más extendido posible de tal mecanismo en
una economía capitalista particularmente abierta, en su sector
terciario -que ha adoptado el dólar como moneda circulante,
con todo lo que eso implica en cuanto a limitaciones de los
recursos de política económica-, en el marco de una concepción
que convierte al Estado, expresamente, en conductor del
proceso económico. Para financiar los ambiciosos planes de
crecimiento económico y de expansión de la inversión estatal,

194
En la polémica sobre el influjo de la 'crisis del petróleo' en este
proceso, me inclino por la interpretación que la sitúa sobre todo como
una manifestación más de las tendencias profundas, verdaderamente
estructurales, que determinan todo el proceso. Aunque, evidentemente,
se trata de uno de los desarrollos no sólo más impresionantes, sino de
más notorios efectos de retroalimentación sobre el conjunto de la
situación y su dinámica. Convendría también señalar que algunos
analistas hacen énfasis en que la crisis petrolera fue principalmente una
expresión de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales
del sector, lo que una vez más reintroduciría todo el fenómeno en
cuestión en la matriz explicativa elaborada a partir del estudio de las
macrotendencias de la economía capitalista mundial de fines de los
años sesenta (contra el fenomenismo centrado en la política de los
países exportadores). Justamente, la cuestión petrolera parece obedecer,
por un lado, a los desequilibrios acumulados en la economía mundial
(que produce la caída de los precios en dólares de los productos
primarios exportados por los países atrasados), y, por otro, a la
particular situación política internacional reinante en el período, sobre
la cual ya hemos apuntado que tiende a favorecer la expresión del
nacionalismo económico y político.

190
el Torrijismo, al igual que la mayoría de los gobiernos
latinoamericanos de la época195, accede al crédito barato
disponible internacionalmente, abriendo el curso de un super-
endeudamiento promovido por los intereses de las potencias
capitalistas. En diez años, entre el 70 y el 80, la deuda externa
pública aumenta once veces, pasando a representar 65% del
PIB, correspondiendo su servicio al 32% de las exportaciones;
el total de la deuda pública equivale al 74% del PIB para
1978196. Entre 1968 y 1981, el total de la deuda pública,
externa e interna, pasa de $168,695,900.00 a $2,417,815,000.00,
elevándose el per cápita de $120.53, en el primer año, a
$1,303.02, en el segundo197. Sobre estas movedizas arenas se
levanta el impresionante plan nacional de desarrollo del
nacional-populismo torrijista.
La bonanza financiada por la trampa del dinero fácil de
la banca privada internacional, junto al hecho de la prolon-
gación de las altas tasas de crecimiento de los 60 hasta me-
diados de la década, le conceden al bloque político en el poder
un alto margen de maniobra, que utiliza para implementar una
política de reformas económicas y sociales. Política que se
corresponde con las principales reivindicaciones levantadas
por los sectores populares en el período anterior. En este
sentido, medidas como la reglamentación de la movilidad
laboral, mediante la introducción de un concepto de esta-

195
Hinkelammert, Franz. LA DEUDA EXTERNA DE AMÉRICA
LATINA. Ed. DEI, San José, 1989, Cap. I; Frank, André Gunder. "¿Es
posible desactivar la bomba de la Deuda Externa?" Rev. Nueva
Sociedad, s.n., San José, 1985, pp. 40-41.
196
Hughes/Achong. Ob. cit., p. 9.
197
Contraloría General de la República. INFORME DEL CONTRALOR.
Panamá, Tomos 1969 y 1982. Beluche, O. DIEZ AÑOS DE LUCHAS
SOCIALES… p. 101.

191
bilidad relativa198, la admisión del régimen de contratación
colectiva, los incentivos a la sindicalización, la ampliación de
la cobertura de la legislación laboral con la incorporación de
categorías ocupacionales antes excluidas, así como las
disposiciones en materia de fuero sindical, salarios mínimos,
particularmente en el campo, y sobre todo la introducción del
Décimo Tercer Mes199, aunque mediatizadas en su condición
de elementos de una política laboral autoritario-corporativista
y explícitamente desmovilizadora, esto es, de la política más
general de manipulación de las masas típica del nacionalismo
burgués populista, representarán conquistas, relativas pero
reales, para los trabajadores. Conquistas que a partir de 1975
deberán defender en un cuadro de duras luchas y de un
forcejeo permanente con el empresariado y el gobierno.
En sentido similar, puede examinarse la política de refor-
zamiento institucional y presupuestario de la función social
del Estado, impulsado por el Torrijismo. Así, los gastos
efectuados por el Ministerio de Educación pasan de $30
millones en 1968 a $68.5 millones en 1975 y $97.2 en 1979200.
El presupuesto efectivo ejecutado por la Universidad de
Panamá aumenta en 381% entre 1968 y 1979201. De conjunto,
el total de los gastos efectuados en el área de educación, bajo
la ejecución de diversos organismos gubernamentales, alcanzó
los $155.7 millones en 1979202. Desde el punto de vista de la
ampliación efectiva de los servicios, tenemos que el personal
docente se incrementa de 13,419 a 21,739 educadores de

198
Murgas, Rolando. "Las nuevas instituciones nacionales". Rev.
Lotería #305-309, Panamá, 1981, p. 155.
199
Ibid. pp. 140 y 153-154.
200
Contraloría Gral. de la Rep. HACIENDA PÚBLICA Y FINANZAS.
1968 y 1980.
201
Idem.
202
Idem.

192
primero y segundo nivel, entre 1970 y 1977. En el mismo
período, la población estudiantil de primera y segunda
enseñanza se eleva de 352,942 a 551,549 alumnos. En 1980,
el número es de 605,873 estudiantes, 84% en el sistema
educativo público203. La universidad pública pasa de de 8,159
estudiantes, en 1970, a 34,094, en 1977204. De manera que
para este último año, un aproximado de 34% del total de la
población cursa estudios en alguno de los tres niveles de la
educación formal205. El impacto de tal modificación en la
sociedad no puede ser subestimado, traduciéndose en un
reforzamiento de la clase media y significativo crecimiento de
las expectativas de ascensión social de gruesas camadas de la
población asalariada206.
Panorama similar se observa en el sector salud. En 1968,
los gastos del Ministerio de Trabajo, Previsión Social y Salud
Pública ascienden a $17.3millones; en 1975, sólo el nuevo
Ministerio de Salud opera con $31.2 millones, recibiendo el
Ministerio de Trabajo, recién creado, $2.4 millones207. En el
período 1970-77, crece el número de médicos empleados en
el Ministerio de 857 a 1,402. Más significativo aún, el número
de Centros y Subcentros de salud pasa de 39 a 220 en el mismo
período, lo que significa que los servicios llegan más cerca del

203
Ministerio de Planificación y Política Económica. UNA DECADA
DE DESARROLLO SOCIAL. 1983, p. 168.
204
Min. de Planificación y Política Económica. ESTRATEGIA PARA
EL DESARROLLO NACIONAL. 3a Edición, 1978, p. 132.
205
Figueroa Navarro, A. "Torrijismo y Sociología de la Modernización".
Panamá, Rev. Lotería #305-309, 1981, pp. 201 y sig.
206
Justamente, esta 'revolución de las expectativas' aparece como uno
de los rasgos característicos de los procesos nacional-populistas en el
análisis de Torcuato S. Di Tella. "Populismo y Reforma en América
Latina". Rev. Desarrollo Económico, vol. IV, #16, Buenos Aires, 1965,
pp. 391 y sig.
207
Contraloría Gral. de la Rep. Ob. cit., p. 41.

193
usuario de los sectores populares208. Sumado a lo anterior, el
fortalecimiento financiero, ampliación de la cobertura y
expansión física, verdaderamente notables de la seguridad
social, y las iniciativas en materia de vivienda 'de interés
social'209 suponen un incuestionable mejoramiento relativo de
las condiciones sociales y la calidad general de vida de parte
de los trabajadores y sus familias. Para 1978, se habían
construido 32,000 'soluciones de vivienda' para familias de
bajos ingresos, en 10 años; el presupuesto destinado al área de
vivienda creció de $22.0 millones a $107.8 millones entre
1970 y 1977210.
En el campo, en particular, tradicionalmente condenado
al atraso y la marginación, las políticas de incentivo a la
pequeña y mediana producción y la experiencia limitada de
organización de campesinos minifundistas, generalmente
pobres, en unidades de producción de carácter asociativo, del
tipo de los 'asentamientos campesinos', apuntan en el sentido
de un cambio significativo en cuanto a la organización de la
producción y las posibilidades de estos sectores de superar el
nivel de subsistencia e incorporarse a la economía monetaria,
es decir, de su capacidad de producir para el mercado y no
apenas para el autoconsumo211. El monto de la inversión y el
dispositivo institucional desplegado, dan cuenta de una voluntad
política real de reformas, que sin embargo fracasaron en lo
fundamental, por las múltiples debilidades de la implementa-
ción, pero sobre todo por los sofocantes condicionamientos
del hostil sistema económico entorno.

208
Min. de Planificación y P. E. Ob. cit. p. 23.
209
Ardito Barletta, Nicolás. “Omar Torrijos y el desarrollo nacional de
Panamá”. Rev. Lotería. 305. 1981. p. 164.
210
Min. de Planificación y P. E. Ob. cit. p. 44.
211
Beluche, O. HISTORIA AGRARIA Y LUCHAS… pp. 169 y sigs.

194
En otras palabras, estamos ante una política de expansión
de las relaciones capitalistas en el campo (algo que los com-
ponentes asociativos no cuestionan). El impulso al proceso de
reforma agraria es también parte de esa política. Impulso muy
limitado, y con un claro contenido de manipulación política,
pero que en términos prácticos objetivamente representa un
avance con relación a los años 60 -particularmente en la
percepción de los campesinos pobres- cuando, a pesar de los
abundantes discursos oficiales, la dinámica real fue de
concentración de la propiedad y agresiva irrupción de las
formas capitalistas de explotación. "Pese a que se señalaba
como principal objetivo terminar con el acaparamiento de
tierras, el gobierno de Chiari, y luego el de Robles212, se
limitaron a la entrega de títulos de tierras ya poseídas, sin
incidir en una mejor distribución, todo lo contrario; este
proceso de titulación contribuyó a consolidar y expandir el
alto nivel de concentración de tierras en menos manos como
lo demuestra el III Censo Agropecuario de 1970"213.
El desarrollo del capitalismo en el agro se traducirá en el
aumento de la producción y la productividad. Durante los años
60, pese a una reducción de 43,000 hectáreas en el área
cultivada, la producción agrícola se expandió en 5% anual. La
superficie bajo explotación ganadera aumentó en 293,500
has., manteniendo ésta, sin embargo, un reducido nivel de
productividad214. El objetivo central real de la reforma liberal
era promover la modernización capitalista, penando el acapa-
ramiento de tierra ociosa, promoviendo el surgimiento de
grandes explotaciones de alta rentabilidad, la modernización

212
Chiari, Roberto y Robles, Marcos, Presidentes de la República por
el Partido Liberal en los períodos 1960-64 y 1964-68, respectivamente.
213
Castillo, J. Ob. cit., p. 73.
214
Ibid., p. 78.

195
y extensión del cultivo de rubros tradicionales (caña de
azúcar, arroz, etc.), y el desarrollo de nuevas actividades,
como la silvicultura. De todo este proceso se deriva una
notable concentración de la propiedad territorial. Según
Castillo, las propiedades de menos de 5 has., pasan, entre 1960
y 1970, de 42% de la superficie bajo utilización agropecuaria
a 36%; las grandes explotaciones aumentan durante la década
en 207,741 has., 71% del incremento de la superficie agraria
del período215.
La otra gran consecuencia de la política agraria de los 60
fue la expropiación masiva de campesinos pobres y su
expulsión acelerada del campo, ahora reducidos a la categoría
de 'sin tierra', y condenados a emigrar y concentrarse en la
periferia semiurbana de la zona de tránsito216. Al respecto
Gandásegui dice: "La resistencia campesina a la expansión
capitalista fue tenaz. Sin embargo, con el apoyo de los
aparatos del Estado, el capital avanzó apropiándose de la tierra
y de sus trabajadores"217. En otro texto, de fines de los 60, el
mismo autor afirma, refiriéndose al asunto: "La reforma
agraria ha tropezado como era de esperarse con los intereses
creados. El 16% de las tierras cultivables se encuentran en
poder de seis personas. El 27% en manos de 36 personas"218.
Las distintas políticas agrarias adelantadas por los liberales
y el nacionalismo popular burgués, ilustran las significativas
diferencias de esos dos procesos políticos, pero también su

215
Ibid., p. 83.
216
Leis, R. Ob. cit., pp. 36 y sig.
217
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA..., p. 34.
218
Gandásegui, M. "La concentración del poder económico en
Panamá". En PANAMÁ, DEPENDENCIA Y LIBERACIÓN. EDUCA,
San José, 1974, p. 178. Para una perspectiva socio-histórica amplia del
problema agrario en Panamá, ver HISTORIA AGRARIA Y LUCHAS
SOCIALES EN PANAMÁ de O. Beluche. 2017.

196
objetivo común de clase. Para los primeros, se trata directa-
mente de combatir el latifundio improductivo, promoviendo
la capitalización como parte del modelo de acumulación y
crecimiento. En los años 1969-70, cuando la prioridad del
bonapartismo populista es alcanzar su estabilización como
proyecto político, sus iniciativas en el campo tienen en lo
inmediato un carácter sobre todo político, dirigido a la
construcción de una base social de sustentación entre la po-
blación rural. Cosa que logra en gran medida219. Sin embargo,
ambas políticas tienen como objetivo último solucionar el
'problema campesino', esto es, detener el ascenso de las luchas
agrarias y su radicalización política, en el nuevo contexto
definido por la presencia de la Revolución Cubana.
Idéntico sentido, y muy probablemente mayor importancia,
tiene en los medios urbanos de la zona de tránsito el impre-
sionante crecimiento del cuerpo burocrático del Estado220.
Crecimiento que, en parte, responde a las concepciones y
necesidades inherentes al proyecto de desarrollo, particular-
mente en lo relativo a la ampliación del mercado interno. Pero
que también se encuentra directamente determinado por el
propio carácter bonapartista del régimen que, como hemos
visto, se apoya directamente no sólo en la fuerza policíaco-
militar, sino en el aparato administrativo y el ejército de
funcionarios, sector de capas medias, que lo integra221.
El número de empleados públicos en 1968 asciende a
34,389, en el gobierno central, y 11,032 en las instituciones
autónomas y semiautónomas, para un total de 45,421 asalariados
estatales, sobre un total de 146,523 (86,736 privados, 14,366

219
Pereira, Renato. Ob. cit., p. 132.
220
Gorostiaga, X. LA INVERSION EXTRANJERA..., pp. 321-322.
221
Maloney, Gerardo. PANAMA: EL REGIMEN DE TORRIJOS Y...,
p. 150.

197
área del canal); es decir, 31% de la P.E.A. En 1975, el número
de trabajadores del Estado asciende a 88,314 de un total de
231,281 asalariados, o sea, el 38.2% del total. Y ya para 1979,
la planilla gubernamental alcanza los 109,397 empleados,
240% de incremento respecto de 1968 y 41% de los 268,268
trabajadores salarialmente ocupados por la economía222.
Este espectacular crecimiento de los puestos públicos
(trabajadores del Estado) pesa como un elefante en la capacidad
de influencia social del proyecto populista, constituyendo por
sí mismo un enorme colchón social de decenas de miles de
trabajadores con sus familias, además del impacto en el
conjunto de la sociedad de tal modificación en la estructura de
clases223.
Por otro lado, este último aspecto conecta con la impor-
tante política de inversiones del Estado, dirigida fundamental-
mente a la ampliación de la infraestructura física y social de
apoyo, las llamadas ‘condiciones generales de producción’,
como base para una nueva y significativa expansión de la
capacidad productiva y el mantenimiento de las altas tasas de
crecimiento de veinte años. Entre 1968 y 1975, la inversión
pública ascendió de $30.5 millones a $135.5 millones, un
incremento de 41/2 veces224. En 1980, la participación del
sector público en la formación bruta de capital fijo fue de
41%225. Y si bien a partir de 1974, la economía enfrenta
fuertes presiones recesivas, determinadas en gran medida por
factores externos, la intervención financiera del Estado

222
Contraloria Gral. de la R. ESTADISTICA DEL TRABAJO, 1980.
223
Beluche, Olmedo. "Carácter de clase de los empleados públicos".
Rev. Tareas #78, Panamá, 1991, pp. 15-27.
224
Martínez, Ramón. LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA PANA-
MEÑA 1966-1976. Trabajo de Graduación, Facultad de Economía, U.
de Panamá, 1977, p. 140.
225
Hughes/Achong. Ob. cit., p. 43.

198
contribuye a moderar sus efectos más extremos. Como dicen
Hughes y Achong: "De hecho la inversión pública, la que a su
vez se financió con créditos externos, se constituyó -preten-
didamente o no- en un compensador de la baja de la inversión
privada"226. Si se considera la situación política general del
país, y del proyecto político en particular, es bastante claro
que fue intencionado.
Finalmente está otro de los rasgos más generalizados del
nacionalismo burgués del período, las nacionalizaciones, con
indemnización, de importantes intereses locales del capital
monopolista metropolitano. Como expresión de los movi-
mientos defensivos de las burguesías semicoloniales, frente al
incremento de las presiones del capital extranjero y la
polarización social y política interna, tales nacionalizaciones
conservan un significativo valor económico-político. Esto es
así en la medida que al nacionalizar la masa de ganancias
producidas por las unidades productivas en cuestión, bene-
fician y fortalecen, directa e indirectamente, a la burguesía
criolla (tanto en forma de aumento del ahorro interno como
por la vía de los contratos con el Estado y de los subsidios en
precios y tarifas de las empresas públicas) que amplía su peso
relativo y control sobre la economía y contribuye a las
condiciones materiales necesarias para la ampliación de los
márgenes de despliegue de una política relativamente autónoma
frente a las burguesías metropolitanas.
Sin embargo, en el caso de las nacionalizaciones ejecu-
tadas por el Torrijismo, se agrega una dimensión adicional,
gracias a la sobrevaloración y dimensión simbólica extraeco-
nómica que asumen en la profusa y bulliciosa propaganda
oficial: contribuyen a instalar un clima de optimismo des-

226
Ibid., p. 9.

199
bordado227, pareciendo confirmar la dinámica de un proceso
fatalmente dirigido a alcanzar el clímax con la recuperación
de la jurisdicción sobre el área del enclave canalero y el paso
a Panamá de la inmensa masa de bienes y recursos por él
contenidos. La coyuntural bonanza económica y las enormes
expectativas ante la aparentemente inminente culminación de
la lucha de generaciones de panameños por la recuperación de
la soberanía efectiva y el derecho de usufructo sin media-
ciones sobre la zona de tránsito, alimentan un tal estado de
euforia creciente. La realidad parece ir al encuentro de la
densa y manipuladora propaganda oficial, y el régimen se
esfuerza por aprovechar la situación.

227
Un tal estado de entusiasmo colectivo aparece en la mayor parte de
los analistas como un rasgo distintivo de los movimientos populistas,
en tanto que mecanismo de control, cohesivo y neutralizador del
conflicto, además de tornarse un factor decisivo para el mantenimiento
de la legitimidad carismática. Ver Torcuato S. Di Tella. POPULISMO
Y REFORMA..., p. 398.

200
LA CUESTIÓN DEL POPULISMO TORRIJISTA.
CAPÍTULO V

Como hemos visto en el capítulo sobre las causas de la


irrupción militar, el golpe de octubre del 68 está determinado
por la fragmentación política de la clase dominante y la
profunda crisis política que se desarrolla, acicateada por el
alza de las luchas obreras y populares, y, particularmente, por
el potencial desestabilizador de la lucha de reivindicación
nacional tras enero del 64. La bancarrota del régimen electoral,
es provocada por su incapacidad para suministrar los mecanis-
mos que permitiesen, primero, frenar la conflictividad social,
y, después, enrumbar una solución de la cuestión canalera que,
planteada en nuevos términos, asegurara lo esencial de los
intereses norteamericanos (condición de su factibilidad en los
marcos del capitalismo semicolonial). Tal fracaso, la quiebra
del corrupto, tramposo y muy deslegitimado, régimen político
tradicional, va colocando con creciente probabilidad la opción
de un vuelco histórico; abre el camino para una reorganización
radical de la forma política de la dominación y coloca la
posibilidad de un nuevo proyecto político para responder a
estas tareas. Dicho de otro modo, el creciente desbordamiento
por las masas y sus luchas de los mecanismos de la
dominación asociados al remedo de democracia formal, el
deterioro difícilmente remediable de la muy cuestionada y
bastardeada institucionalidad liberal-oligárquica, conduce a la
salida bonapartista, la coloca como opción crecientemente
probable, como ‘la segunda mejor opción’, que se impone ante
la progresiva autodescalificación de la opción idealmente
óptima, desde el punto de vista de la gestión del capitalismo
periférico. No como accidente coyuntural, sino justamente
como respuesta a problemas concretos y de gran calado del

201
sistema capitalista semicolonial. En las condiciones típicas del
capitalismo atrasado semicolonial del período, de debilidad
institucional y grandes fracturas sociales, y en una situación
de fuertes tensiones político-sociales, de gran peligro de
radicalización política, a fines de los años 60, la salida
bonapartista solía estar a la vuelta de la esquina, en la región.
La salida autoritaria típicamente viene a imponer el orden en
el escenario político-social, reprimir los desbordes y asegurar
‘la paz social y el clima propicio a las inversiones’. Y se da en
el mejor interés de los sectores dominantes, aunque tenga que
expropiarlos políticamente, para protegerlos de su propio e
inepto personal político.
Algo más adelante, el bonapartismo populista, ya relati-
vamente consolidado en su posición, y que ha asumido la tarea
de resolver el problema canalero, recurrente factor de deses-
tabilización de la vida política interna, haciendo uso y abuso
del discurso nacionalista, con asomos o amagos antimperia-
listas, alcanza a adquirir algunos caracteres, entre los más
positivos, de la antigua figura de los ‘tiranos’ griegos,
gobiernos encabezados por un individuo-grupo que había
intervenido violentamente el orden político-jurídico, pero que
disfrutaba de gran popularidad y apoyo entre el ‘demos’, por
haber justamente desplazado a un régimen formalmente
democrático, pero capturado por una aristocracia (oligarquía),
corrupta y adversada por las mayorías populares. El ‘tirano’
es, en sus inicios, un héroe popular, porque emprende tareas
que las ‘democracias’ capturadas se muestran incapaces de
acometer. O simplemente no lo desean, por su carácter elitista
de clase. Por regla general, con excepciones, y precisamente
por su naturaleza autoritaria, estos regímenes degeneran, pero
a lo largo de la historia reaparecen una y otra vez como el
instrumento político conveniente o idóneo, o la única vía

202
efectivamente factible, para destrabar situaciones bloqueadas
por los intereses conservadores y la institucionalidad capturada,
para quebrar la resistencia oligárquica, despejando, apoyados
en la fuerza y el populismo, el camino para cambios de cierta
relevancia, generalmente modernizadores. De ahí, claro, en la
terminología más contemporánea, el apelativo que remite a
Bonaparte (por Luís Bonaparte), pero podríamos aproximar la
figura, algunos de sus aspectos, a personajes como Cromwell,
Bismarck, incluso Bolívar, y en el resto de la historia de
América latina, a algunos grandes caudillos populistas, de los
siglos XIX y XX, con la arquetípica figura de Perón en la
Argentina. Los gobiernos encabezados por estos líderes caris-
máticos han cumplido diversas tareas, desde romper bloqueos
institucionales, sociales y culturales, hasta ganar cierto
margen de autonomía frente a los centros metropolitanos,
logrando encaminar renovadores procesos de modernización,
cohesionando sociedades, y en algunos casos incluso abriendo
procesos de democratización social y política228. Sin romper
con el capitalismo. (Por supuesto, la analogía con los ‘tiranos’
populares griegos es fenoménica, y tiene límites muy precisos,

228
Al no estar limitados por las reglas institucionales de la democracia
formal, disponen de mayor flexibilidad y margen de acción. La resolución
del problema canalero tomó 10 años, 3 períodos presidenciales conven-
cionales, resultado que habría sido bastante más difícil de alcanzar en
el marco de los abrumadores obstáculos legales-institucionales y las
interminables disputas faccionales del régimen electoral tradicional.
Ello, colocando entre paréntesis la equívoca postura política, por decir
lo menos, de los gobiernos oligárquicos previos, y de A. Arias en
particular (en este caso, ‘equívoco’ es generoso), ante el tema canalero
y la eliminación del enclave colonial. Nunca está de más recordar que
tal laxitud en los límites institucionales y reglas formales de ejercicio
del poder de los regímenes bonapartistas-autoritarios es también y
justamente una de las causas principales de su inesquivable tendencia a
la degeneración.

203
dictados por las muy heterogéneas condiciones contemporáneas
respecto de las que caracterizaban la antigüedad mediterránea).
En el caso del bonapartismo de Torrijos, tal cuadro incor-
pora el crucial conflicto con la principal metrópoli capitalista,
justo en el momento en que esta sufre la combinación de un
impactante y humillante revés internacional (Vietnam), con
un vergonzoso y traumático trastorno en el sistema político,
que se cierra con la dimisión de un presidente, Nixon. La
política exterior de Torrijos en el primer lustro de los 70’s229,
lo proyectó como una figura internacional, sobre todo en
América latina, relacionada con el movimiento ‘No alineado’,
este en sus momentos altos, y prolongó el nacional-populismo
en el plano geopolítico.
El corolario de este ‘excursus’ radica en lo siguiente: el
binarismo ‘democracia/dictadura’, considerado en forma rígida
y maniquea, encubre una maniobra ideológica orientada al
blindaje del orden burgués democrático-liberal. El tema es que
en la historia, con frecuencia los subordinados han tenido que
encarar como necesario, inevitable, el recurso de patear la
mesa de los buenos modales institucionales, el ‘manual de
carreño’ político de la burguesía liberal. La sacralización de
la democracia formal liberal, en condiciones de gran
desigualdad social, propias del capitalismo, y del periférico en
particular, y de captura de la institucionalidad por las élites
dominantes a través de su personal político y sus intelectuales
orgánicos, no es más que un dispositivo de la dominación.
Cosa que debería aclararse, hasta para el más ingenuo, si se
hace notar que en condiciones de alto riesgo para el orden
social, fundado en la propiedad capitalista, los grupos domi-
nantes y los ideólogos liberales no tendrán reparo alguno en

229
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ. pp. 92 y sigs.

204
apresuradamente echar mano de, o colaborar con, las salidas
autoritarias, e incluso brutalmente represivas, como mostraron
los discípulos de Friedman en Chile con relación al pinoche-
tismo230.
En la actualidad, las políticas de reestructuración social
neoliberal se acompañan de una clara deriva autoritaria, la
bonapartización de la institucionalidad (banca central ‘autónoma’,

230
“Una confusión frecuente es asociar liberalismo con apoyo a la
democracia como forma política. Pero el registro histórico muestra que
los liberales, en su gran mayoría, han albergado fuertes aprensiones,
cuando no una actitud de abierto escepticismo elitista, respecto de las
formas democráticas de organización. Para no pocos liberales la demo-
cracia política es vulnerable a, y ha dado recurrentemente muestras de
estar inherentemente inclinada a, lo que denominan ‘populismo’; es
decir, ser proclive, particularmente susceptible a las ‘formas demagó-
gicas’ de actividad política, hecho posible por el resentimiento mediocre y
el bajo nivel cultural característico de la plebe (el clásico prejuicio
aristocratizante de las élites). De ahí la gran resistencia a abandonar el
voto censitario, así como la inclusión desde el principio de mecanismos
como una ‘cámara alta’, inspirada en la conservadora cámara de los
lores británica... En pocas palabras, el liberalismo ha estado marcado
en buena parte de sus expresiones por una notoria desconfianza hacia
las instituciones de la democracia formal. Para los liberales, la libertad
económica ha estado siempre por encima de la libertades políticas, o la
segunda subordinada a la suerte de la primera, junto a la exclusión de
los derechos sociales del concepto de derechos humanos y de los
atributos de la ciudadanía; la libertad individual por encima de los
derechos sociales (sin los segundos, los primeros se tornan retóricos y
ornamentales para la gran mayoría), la libertad negativa (ausencia de
restricción) por encima de la libertad positiva (las condiciones sociales
de posibilidad de los individuos de ejercer efectivamente sus derechos
y libertades individuales). En síntesis, el liberalismo, en su corriente
principal, ha sido una falsa defensa de la libertad individual, subordi-
nada al mecanismo ciego, ‘natural’, del mercado, y la defensa de una
falsa libertad, la del mercado y de la propiedad privada de los medios
de generación de riqueza, a la cual solo tiene acceso una pequeña
minoría”. Ayala, Roberto. ”Neoliberalismo, deriva autoritaria y univer-
sidad pública”. En EL NEOLIBERALISMO EN SUS TRABAJOS Y
SUS DIAS. Ed. Arlekín. San José. 2022. p. 62.

205
salas constitucionales y una batería de instituciones colocadas
al margen del control democrático y puestas a resguardo de la
voluntad, o de ‘los caprichos’, del ‘soberano’). Las ‘reglas del
juego’, la institucionalidad vigente, han fraguado un formi-
dable dique de contención pensado para resistir potenciales
desbordes de las demandas sociales populares, mantenidas
dentro de los canales del arreglo institucional y la socialización
política integradora (la construcción de consenso hacia los
subordinados). Es una camisa de fuerza que debe contener el
malestar y someter las explosiones de insumisión de los
subordinados231. Parte de ello es lo que se ha denominado
judicialización de la protesta social, contra activistas sociales,
así como el ‘lawfare’ (persecución judicial, instrumentalización
de la justicia) aplicado a referentes y dirigentes de los
proyectos o gobiernos progresistas, que alcanzan a chocar en
alguna medida con los intereses de las conservadoras y
obtusas élites latinoamericanas. La democracia social y
política es un objetivo histórico irrenunciable, un elemento
imprescindible del proyecto emancipatorio; sin el cual resulta
imposible contrarrestar las tendencias burocratizantes que
conspiraron desde dentro contra las experiencias postcapitalistas
del siglo XX. Pero ‘democracia social’ no es sinónimo de, ni
se implica en, ‘democracia liberal’, y en un importante sentido
pueden incluso contraponerse. La historia muestra que la

231
En Chile, el mismo sistema político-económico responsable de la
enorme desigualdad social, que dispara el levantamiento popular de
2019, mantiene en la cárcel a cerca de 200 personas, participantes de
las protestas, acusadas de la comisión de delitos comunes. El sistema
empobrece, margina, degrada, humilla, produce resentimiento y, final-
mente, criminaliza. "El gobierno civil, en cuanto instituido para asegurar la
propiedad, se estableció realmente para defender al rico del pobre, o a
quienes tienen alguna propiedad contra los que no tienen ninguna". A.
Smith, Riqueza de las Naciones. p. 633.

206
resistencia de los intereses dominantes ha obligado a los sub-
alternos a recurrir a ‘dictaduras revolucionarias’, ‘democracias
populares’, necesarias para quebrar la fuerza de los privi-
legiados y sus ingentes recursos materiales y simbólicos. Pero
también enseña, con funestos desarrollos, que las dictaduras
revolucionarias deben hacer el mayor esfuerzo por mantener
el máximo de instancias de democracia popular y evolucionar
hacia democracias sociales y políticas tan pronto como sea
posible, a fin de evitar la completa degeneración burocrático-
autoritaria.
Todo el año 69 será un período de transición232, cruzado
por diversos procesos. El más evidente de los cuales será la
carga represiva contra grupos de los movimientos sociales
populares, sectores democráticos y, también, contra el bloque
oligárquico depuesto. El gobierno norteamericano, de manera
coherente con su política latinoamericana del período, acoge
con beneplácito el vuelco de la situación y las perspectivas
inmediatas de estabilización política del país, pero dedican
importantes esfuerzos a garantizar la confiabilidad del grupo
de oficiales golpistas, presionando por la depuración de los
elementos menos controlables y fortaleciendo sus vínculos a
lo interno del cuerpo armado.
Pero lo más importante, desde el punto de vista del
presente estudio, es que simultáneamente se van dando los
pasos que irán estructurando el proyecto político nacionalista
de acentuado tono populista del bonapartismo torrijista. La
tarea que enfrentan los golpistas no se presenta nada fácil.

232
"Represión, demagogia y tímidas reformas en el agro y en la
administración caracterizaron el primer año de gobierno militar", Soler,
R. PANAMÁ, NACIÓN Y... Ob. cit., p. 22. Lo de 'tímidas', expresa
una valoración debatible: el intento fallido de contragolpe denuncia la
presencia de evaluaciones opuestas en distintos sectores.

207
Deben enfrentar la oposición de un vigoroso activismo
popular forjado en el ascenso de las luchas y educado en un
férreo antimilitarismo, con poca o ninguna relación con el
civilismo formal, conservador y pronorteamericano, muy
extendido en sectores de clase media, a fines de los 80. El
antimilitarismo de los sectores populares es, pues, producto de
la experiencia acumulada en la lucha social. En la cual han
aprendido a identificar a la Guardia Nacional como el agente
armado de los peores intereses de la clase dominante. Y
también de los intereses norteamericano, como lo había
mostrado la equívoca actitud impuesta por los jefes de la
institución durante los acontecimientos de enero del 64.
Desde el punto de vista interno, más importante para el
nuevo gobierno es el inicial antagonismo de la mayor parte de
las familias más influyentes, sector aglutinado electoralmente
en el bando depuesto. Por otro lado, el apoyo político del
sector liberal derrotado en las elecciones, y que había pedido
y auspiciado el golpe, presenta un valor a todas luces
insuficiente, dado su inmenso desprestigio. Justamente, es
este el sector político que aparece ante la 'opinión pública'
como la expresión concentrada de la bancarrota del régimen
electoral. Pero, sobre todo, en las condiciones reinantes y por
el carácter de los problemas planteados, una alianza política
con este sector burgués liberal, como eje de la acción de
gobierno, es descartada.
Finalmente, el intento de definir un proyecto político de
largo aliento, claro y coherente, pone al descubierto la hetero-
geneidad interna del cuerpo de oficiales, misma que en otras
ocasiones les había impedido desempeñar un papel político
determinante como cuerpo. No debiera sorprender que la
nueva situación y las tensiones correspondientes lleven a la
depuración como salida ante el peligro de parálisis. Despro-

208
visto de cualquier fatalismo o predeterminación en su
desarrollo, este proceso se realiza a través de una dura lucha,
y negociaciones, entre los diversos sectores que, con sus
confusos pero claramente disímiles proyectos, constituyen
una reproducción parcial y deformada de las fuerzas sociales
burguesas enfrentadas por el control del aparato del Estado.
En este enfrentamiento se impone la figura de Omar
Torrijos, proyectada históricamente como el mejor representante
del proyecto político emergente. Esto quiere significar que,
dadas las condiciones políticas, económicas, sociales y subje-
tivas que marcan la situación, así como las tareas planteadas,
Torrijos, y el grupo que le rodea, consiguen establecer su
mejor dotación como personalidad, entre los pocos individuos
colocados en situación de aspirar a la posición, para asumir la
jefatura del movimiento y la construcción de un liderazgo
eficaz. Por su origen de clase en una familia de la pequeña
burguesía rural, combinado con su condición de alto oficial,
no es un miembro de la clase alta, pero tampoco es un
desconocido en los medios políticos de la burguesía. Políti-
camente, apoyará la rápida neutralización de los ademanes
‘jacobinos’ del líder golpista de la primera hora (coronel B.
Martínez), mientras combina su propia variante de discurso
populista, más contenido en la forma, con algunas pocas
tempranas reformas totalmente inofensivas233. Las que sin

233
Araúz y Pizzurno dan cuenta de ´las divisiones internas del régimen’
y las tensiones con Martínez: “El 21 de febrero (1969)… los militares
anunciaron un vasto programa de expropiación e incorporación de
700,00 hectáreas de tierras para distribuirlas entre 61,000 familias
campesinas pobres…”, cuyo objetivo sería “la integración del
campesinado a la vida nacional… Sin duda, el punto fuerte de estas
medidas era la Reforma Agraria y no todos los militares participaron
de esta idea, al parecer aupada por Boris Martínez…”. El 24 de febrero
de 1969, Torrijos anuncia el desplazamiento de Martínez. ESTUDIOS

209
embargo, bastarán para provocar alguna alarma histérica en
ciertos medios ultraconservadores, abriendo camino incluso al
intento de contragolpe de diciembre de 1969, perpetrado por
el grupo de oficiales más vinculado a la derecha política
(aparentemente con el involucramiento de algún sector del
gobierno norteamericano).
Observemos de paso cómo este evento histórico, el
intento de contragolpe del 69, ilustra la manera como la
metrópoli opera en situaciones conflictivas para sus intereses
globales en un país semicolonial. Específicamente, en el
marco del objetivo de recomponer sus mecanismos de control
interno sobre el cuerpo armado. Mediante la división del
trabajo entre sus diversas agencias políticas y de seguridad234,
dirigirá un claro mensaje al nuevo gobierno advirtiéndole de
la inadmisibilidad de una política exterior excesivamente
atrevida y de reformas demasiado audaces en el plano interno.
Un indicio de que la dirección política del nuevo poder ha
asimilado el mensaje lo da indirectamente R. Pereira, respe-
tado intelectual íntimamente vinculado al Torrijismo, en su
interpretación de las relaciones del contragolpe de 1969 con
el lema 'Ni con la derecha, ni con la izquierda', lanzado poco
después del acontecimiento, y con la remoción de los ministros

SOBRE EL PANAMÁ REPUBLICANO. Manfer. Panamá. 1996. pp.


537-8.
234
Si por un lado existen evidencias del involucramiento de organismos
del gobierno de los EEUU en el intento de contragolpe de diciembre de
1969, por otra parte, la hipótesis, levantada por observadores nada
sospechosos, acerca del rol facilitador desempeñado por el Departa-
mento de Estado norteamericano en el retorno de Torrijos, se presenta
como altamente plausible y nunca ha sido objeto de refutación en el
debate desarrollado. El regreso desde México vía Centroamérica,
plagada en la época de gobiernos ultraconservadores para nada afectos
al militar panameño, sólo se haría explicable mediante una intervención
estadounidense del más alto nivel político.

210
R. Bethancourt y M. Vásquez, los más adversados por la
reacción conservadora235.
Por otro lado, la clara e incruenta derrota sufrida por los
conspiradores, y el sorprendente arraigo popular, sobre todo
rural, demostrado por Torrijos en su retorno indiscutiblemente
triunfal, debe, presumiblemente, haber despejado toda duda
de los observadores y analistas norteamericanos respecto de
la capacidad de Torrijos para controlar al cuerpo armado y al
gobierno y, por tanto, para gobernar al país de manera eficaz.
Con más precisión, en los eventos de diciembre del 69,
Torrijos se revela ya no sólo como un jefe militar capaz de
intervenir la escena política a fin de reinstaurar el orden social
profundamente trastornado, sino como un líder político apto
para garantizar la estabilidad y la gobernabilidad del país.
Finalmente, pese a que con la derrota del contragolpe la
inteligencia norteamericana pierde algunos de sus hombres de
confianza, el resultado final del mismo será el reforzamiento
de su posición al más alto nivel de la reorganizada jerarquía
militar, tal como lo ha evidenciado el desarrollo del 'asunto
Noriega'236.

235
Pereira, R. Ob. cit., p. 120.
236
Como Jefe de la Zona Militar de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica,
en ocasión del contragolpe, el entonces Mayor Noriega desempeñará
un importante papel en el retorno de Torrijos desde México y por
Centroamérica, garantizando la lealtad de las tropas bajo su mando. Tal
comportamiento no sólo lo catapultará hacia la cúpula del cuerpo
armado -poco después es elevado al rango de Teniente Coronel, cuando
apenas contaba diez años de servicio-, sino que provocará su
nombramiento en la jefatura del departamento de inteligencia militar,
denominado G-2, puesto que conservará hasta poco después de la
'desaparición' del General Torrijos, en 1981, para asumir la jefatura del
Estado Mayor de la Guardia Nacional, y desde el que conseguirá tejer,
a lo largo de 12 años, una tupida red de influencias y lealtades, tanto a
lo interno como hacia fuera de la institución. De modo que 'el asunto

211
Lo cierto es que el triunfo del 'día de la lealtad', consolida
al régimen en varios sentidos. No sólo porque cierra la
transición al interior del cuerpo armado, abriendo paso a una
nueva composición de la estructura de mandos, sino también
y principalmente porque estabiliza las relaciones con los
norteamericanos. Tal es entonces el proceso de reestructu-
ración y consolidación política interna de la institución que
cumple el papel de pilar fundamental de la nueva forma de la
dominación política.
Por otro lado, se puede afirmar que en la coyuntura se
afirma el otro proceso político de importancia de este año de
transición, clave fundamental del componente populista del
proyecto. La cooptación e integración al gobierno de una
destacada lista de intelectuales y personajes políticos muy
respetados por sus vínculos con las luchas populares, demo-
cráticas y nacionales de las décadas recién pasadas, responde
a necesidades muy concretas y desempeña un específico papel
en la historia del Torrijismo.
Se trata de un sector surgido en medios pequeñobur-
gueses urbanos, fundamentalmente estudiantes e intelectuales,
protagonistas destacados muchos de ellos del movimiento
nacionalista radical, incluso izquierdizante, de los años 40-60,
que por la falta de una consecuente perspectiva política de
clase237, se ven sucesivamente arrastrados por distintas frac-

Noriega', remite al hecho de que tras los acontecimientos de diciembre


de 1969, los servicios de inteligencia norteamericanos pasarán a contar
con un colaborador a sueldo, o un agente (‘una fuente bien pagada y un
importante activo de la CIA’), al más alto nivel decisorio del cuerpo
armado.
237
Ver el concepto acerca del 'carácter heterónomo' de los sujetos
políticos populistas formulado por G. Germani (POLÍTICA Y SOCIEDAD
EN UNA ÉPOCA DE TRANSICIÓN, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1965),
para aludir a la modalidad específica de expresión política de masas

212
ciones burguesas o neutralizados en su marginalidad política.
Como sea, ante los ojos de los sectores populares conservan
en gran medida el prestigio de luchadores honestos y críticos,
a veces feroces, de las más descompuestas manifestaciones
del poder político oligárquico.
En otras palabras, encarnan una tradición de lucha, y por
ello están en mejores condiciones de conferir credibilidad al
discurso populista y de reivindicación nacional. Desde un
punto de vista histórico general, es decir, independientemente
de sus intenciones y consciencia, contribuyen a desmovilizar
a los sectores con mayor organización y experiencia de lucha,
llamándoles a confiar en los militares y cultivando expecta-
tivas respecto a la posibilidad de alcanzar sus aspiraciones
mediante los mecanismos abiertos por el bonapartismo popu-
lista (Asamblea Nacional de Representantes de Corregimiento,
Confederación Nacional de Asentamientos Campesinos, Código
de Trabajo, fomento de la organización sindical corporativa-
mente controlada, p. ej.). Es justamente en este plano definido
por las relaciones políticas típicas del populismo que opera el
simbolismo mesiánico-paternalista del 'Comandante Omar'238,

populares que no han conseguido elaborar una ideología y organización


autónoma de clase: su resultado es la subordinación, cooptación y
manipulación, por alguna élite dominante de la energía y acción de los
sectores sociales subordinados.
238
Discutiendo la teoría del populismo y particularmente interesado en
resaltar su dimensión de ideología mistificadora, Jorge Graciarena
(PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE
AMÉRICA LATINA, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1967, pp. 131-132)
dice: "De todos modos, la ideología es secundaria (se refiere al cuerpo
doctrinal, como sistema de postulados y fines rígido, no a la función
ideológica general del nacional-populismo) en estos movimientos, pues
para tener efecto tiene que volverse 'personalizada'. La fuente de poder
es aquí el líder, y no la ideología, de modo que los contenidos de esta
pueden ser variados por el líder con cierta libertad". Y agrega que esta

213
tan copromovido por la izquierda política prorégimen. La
contraparte de esta operación ideológico-política de seducción
de las grandes masas, es la dureza represiva descargada contra
los sectores recalcitrantes. Ambos mecanismos persiguen el
mismo objetivo: neutralizar todo intento significativo de
construir una oposición política enraizada en los sectores
sociales subalternos.
De manera que si este sector, el nacionalismo progresista
pequeñoburgués integrado al gobierno de Torrijos, cumple un
importante papel en la tarea de contribuir a la credibilidad y
gobernabilidad políticas del período de transición, su
presencia y actividad resultan verdaderamente decisivas para
la configuración del proyecto populista, en la medida que se
insertan en el crucial problema de la relación del régimen con
las masas239. Y esto es así porque si bien la cuestión inmediata

es la razón de que los líderes carismáticos latinoamericanos, así como


los de otras regiones periféricas, sean creadores de ideología:
'peronismo', 'cardenismo', 'varguismo', etc. Pues bien, ambos rasgos se
recogen en la figura política de Torrijos: desde el slogan de 'ni con la
izquierda, ni con la derecha', hasta la ya cuasi mítica, y por eso mismo
vaga, noción del 'ideario torrijista' -tan llevada y traída y supuesta base
filosófico-política del Partido Revolucionario Democrático-, todo en el
estilo y el comportamiento, público, es decir, político, y privado, de
Torrijos está orientado a establecer y reforzar su posición de Jefe
populista. Para el caso panameño, sin embargo, habría que reconocerle
al contenido ideológico un peso claramente mayor del que le concede
Graciarena, habida cuenta del papel que desempeña y el peso que tiene
la cuestión de la reivindicación nacional, el tema del canal, en el
proyecto del bonapartismo populista.
239
Justamente, la cuestión central a la que remite el concepto de
populismo es a la de un específico tipo de relación política establecida
entre unas determinadas élites, o, más en general, del poder, con los
sectores sociales subordinados, transformados en simples masas. La
especificidad consiste en una cierta tendencia a saltar por encima de las
instituciones previamente existentes, o a crear unas más ajustadas a las
necesidades de la reproducción de la dominación política, con base en

214
a enfrentar por el nuevo gobierno es la de la estabilización y
control político de la situación, en tanto que condición de
posibilidad de los objetivos a mediano y largo plazo del
bonapartismo torrijista, el factor decisivo del curso ulterior de
los acontecimientos en último término está dado por la
capacidad del grupo político en el poder para neutralizar a las
fuerzas sociales recalcitrantes. (Acá exhibe toda su relevancia
el rol de árbitro entre los sectores privilegiados y las clases
populares y sus conflictos, del bonapartismo en general, y de
la variante populista del Torrijismo en particular. El constante
equilibrismo político, económico, social y discursivo a lo que
esto obliga, le confiere al fenómeno uno de sus caracteres más
notorios. Pero, en la medida que finalmente se trata de un
proceso que no cuestiona, que no puede cuestionar, los funda-
mentos del capitalismo periférico, el equilibrismo, respecto de
los subordinados, requiere capacidad para hacer y mantener
concesiones, y cuando por las razones que fueran esta
capacidad mengua, es hora de preparar una retirada ordenada,
o de abandonar el componente populista, lo cual acarreará
pérdida de recepción social entre los sectores populares).
Aún así, se trata apenas de un paso preliminar, e insufi-
ciente en sí mismo, debido al carácter inorgánico de las rela-
ciones de este sector de la intelectualidad pequeñoburguesa
con los movimientos sociales organizados. Muestra de ello es
que todavía a fines del 69, las cúpulas sindicales mantendrán
suficiente autonomía como para rechazar la oferta de
organizar con apoyo oficial la Central Única de Trabajadores,
maniobra corporativa típica del viejo nacionalismo burgués
populista, cuyo objetivo es centralizar burocráticamente la

mecanismos político-ideológicos de legitimación y creación del


consenso, fundados en rasgos carismáticos y en un poder pretendida-
mente colocado por encima de las clases sociales.

215
estructura sindical para mejor controlar, y de manera férrea, al
conjunto de los trabajadores, mediante un aparato subordinado
al Estado. Pero lo más importante, lo que retarda algo que el
gobierno de Torrijos pase a controlar efectivamente al movi-
miento obrero y al aguerrido y reticente movimiento estu-
diantil, es el hecho de que el Partido Comunista (P. del
Pueblo) mantenga aún, hasta mediados de 1970, reservas
frente al bonapartismo. En todo caso, la situación de conjunto
evidencia el enorme peso político que Torrijos está en vías de
alcanzar.
Pero el hecho es que históricamente la entrada al gobierno
de este sector nacionalista-progresista pequeñoburgués abre el
camino a la colaboración política con el régimen de buena
parte, casi todos, los referentes sindicales y políticos del
movimiento obrero y popular. Si alguna duda restara sobre el
valor de este acontecimiento para el régimen, no hay más que
considerar lo que de ello extrajo en términos de imagen
propagandística y credibilidad ante las masas. En general,
constituye uno de los aspectos principales en la explicación de
su inesperada longevidad.
Así se van reuniendo las premisas básicas sobre las cuales
el régimen, buscando viabilizarse, acabará lanzando un
proyecto político que al cabo le permitirá alcanzar un éxito
considerable -que por algunos años llegó a ser diríamos
eufórico, dando lugar incluso a un estado de ánimo entusiasta
y optimista-, justamente en los ámbitos donde las élites
tradicionales habían fracasado estruendosamente. En 1975,
solo sectores muy minoritarios, generalmente de clase media
alta, sentían nostalgia de los tiempos anteriores al régimen.
Quizá tan minoritarios como los que abanicaban el relato del
´proceso revolucionario’…

216
El problema de las relaciones entre el gobierno de
Torrijos y las clases dominantes, las principales familias, es
uno de términos cambiantes, dentro de un contexto general
que se puede calificar sin lugar a dudas de conflictivo. El de
Torrijos nunca fue su gobierno, pese a que fueron por mucho
los principales beneficiarios. En un primer momento, frente al
golpe, la disposición emocional de amplios sectores de la élite
social parece ser una mezcla de confusión y resignación, y
hasta algo de alivio: tras año y medio de intensa crisis política
(masivo rechazo del '3 en 1', intento de destitución parla-
mentaria del Presidente Robles, el accidentado proceso
electoral de 1968, la simple figura y talante de Arias, por si
sola un elemento de desasosiego, etc., y, en el período
anterior, fraude electoral, violencia política, los infaltables
escándalos de corrupción…), la asonada militar aparece, en la
práctica, como la salida menos traumática. Cabe anotar que
para la fecha del golpe, el comportamiento político de Arias,
tanto en el período previo como ya una vez posesionado del
cargo, había abierto serias fisuras en la convivencia de la
coalición vencedora de las elecciones (entre otras maquina-
ciones, la burda manipulación en el otorgamiento de las
curules parlamentarias en beneficio de su propio partido, y en
contra incluso de sus poco confiables aliados, fue causa de
agrios enfrentamientos). De cualquier forma, el hecho de que
el bando depuesto hubiese contado con el respaldo de un
sector mayoritario de las clases dominantes, hace comprensible
la generalizada actitud de distanciamiento de estos sectores
respecto del gobierno de facto. El hecho es que, ya durante el
primer año de gestión de los golpistas, y ante las primeras
medidas de signo populista, los gremios empresariales y la
familias influyentes -una figura muy precisa en las condi-
ciones sociales del país- se movilizan con fuerza, en público

217
y tras bambalinas, en la defensa de sus intereses: el hecho es
que el intento de contragolpe de diciembre de 1969 es, al
menos en parte, expresión ya no del recelo, sino directamente
de la ira desatada en influyentes grupos conservadores de la
gran burguesía. Posteriormente, con la estabilización del
nuevo poder, y de la situación político-social del país, la
mayor parte de la burguesía (las familias aludidas, pero
pensando y actuando ‘racionalmente’, como ‘empresarios’),
particularmente los que anticipan la oportunidad de grandes
beneficios como resultado de las medidas de la nueva política
económica, dirigida por economistas del todo convencionales,
tomarán un curso más pragmático, de acercamiento prudente,
los más, de directa colaboración política, otros. Entre estos
últimos se cuentan algunos de los más ilustres apellidos de la
burguesía local: Lewis Galindo, González Revilla, Eleta,
Boyd, Delvalle, Amado, Duque, etc. (De lo más llamativo
resulta el fenómeno, que podríamos designar de 'división de
tareas', registrado en el seno de no pocas de las más
importantes ‘familias’, por el cual, mientras un miembro
asume una destacada posición oficial, o estrechas relaciones
con el gobierno, otro se torna un connotado miembro de las
filas recalcitrantemente opositoras).
En general, esta es la situación que predomina durante el
período de nuestro interés específico, es decir, de 1970 a 1978.
Sin que esto impida, por supuesto, diversas manifestaciones
de lo que hemos caracterizado como una relación conflictiva,
de constantes presiones y roces: en estos años asistiremos a
una clara muestra de reticencia política, canalizada econó-
micamente en forma de reducción al mínimo de la inversión
privada, y a la insistente y agresiva exigencia de abolición de
la mayoría de las medidas de reforma social, por un lado, y,
por otro, a la expulsión del país de connotados líderes

218
empresariales y referentes políticos de la oposición de derecha
(en 1976). Todo esto, mientras la fracción industrial se cobija
en la sobreprotección estatal, el sector agropecuario medra
con los generosos subsidios, el comercial crece acelerada-
mente, los constructores experimentan un boom con la obra
pública y el crecimiento de la ciudad de Panamá, los impor-
tadores hacen grandes ganancias, y el financiero/bancario
resulta el gran ganador del modelo de acumulación. Sobre el
final de la década, y en los años 80, diversos factores
contribuirán al progresivo volcamiento del grueso de las
clases dominantes, y buena parte de las capas medias, al activo
respaldo a los partidos políticos burgueses de oposición: desde
la gran huelga magisterial de 1979, de dos meses de duración,
respaldada por los gremios empresariales y la derecha política,
hasta la creación de la Cruzada Civilista Nacional, en 1987,
básicamente apoyada en las mismas fuerzas sociales. El
acuerdo electoral de 1984, entre el 'torrijista' PRD y un sector
político tradicional, acuerdo auspiciado por el gobierno norte-
americano, expresa lo que podríamos denominar de 'variante
táctica' en el marco de una estrategia inalterable, a saber, el
desmonte del régimen Bonaparte, y sobre todo de su herencia
populista, de un lado, y, de otro, un momento en el proyecto
de constitución del PRD como actor político reconocido y
aceptado por el conjunto de las clases dominantes, es decir,
integrado a las ‘élites del poder’.
Retornando a fines de los años 60, continúa pendiente de
resolución la cuestión de saber cuál es la razón de fondo, el
factor histórico principal, o la combinación particular de ele-
mentos, que interviene en la determinación del rasgo populista
del proyecto político del nacionalismo burgués torrijista (esta
dimensión ‘populista’ no puede ser simplemente descontada
como ‘necesaria’; el fenómeno, en principio, pudo tener una

219
deriva por la derecha, como tantos otros regímenes autoritarios
en América latina). En una primera aproximación, como ya se
ha dicho, el discurso populista puede entenderse por la
necesidad del nuevo gobierno de hacerse de una base de apoyo
social. Tanto más cuanto que el esfuerzo de afirmación se da
enfrentado a la abierta hostilidad de una amplia fracción de la
élite social, la resistencia, activa o no, de experimentados
grupos de las clases subordinadas y la desconfianza profunda
de importantes sectores del capital y el gobierno norteame-
ricanos. Es con el objetivo de contrarrestar tal situación que
Torrijos, en una demostración de cierta perspicacia política,
se lanza primero a la conquista política del campesinado
pobre, sumido en la miseria y tradicionalmente marginado de
la vida socioeconómica del país. Es así que ya desde los
primeros decretos de gabinete expedidos por la Junta
Provisional de Gobierno, relativos a medidas de corte social,
se destacan los referidos a la cuestión agraria y la situación del
campesinado pobre240. Armado de tales iniciativas concretas,
su peculiar estilo político directo y llano, posibilitado por su
condición de bonaparte jefe, personificación carismática del
régimen bonapartista, y su familiaridad con las características
culturales profundas de los medios rurales deprimidos, Torrijos
desarrollará una intensa campaña política por las provincias.
Campaña cuyo notable grado de efectividad quedará expuesto
con ocasión de los acontecimientos de diciembre de 1969.
No obstante, el despliegue histórico ulterior y la enverga-
dura de las repercusiones alcanzadas por el Torrijismo como
fenómeno político, y el populismo como parte de ello, no
pueden ser del todo explicados por las necesidades iniciales
de sobrevivencia y estabilización del nuevo gobierno. Por el

240
Murgas, R. Ob. cit., p. 137.

220
contrario, obligan a buscar su razón de ser, incluso, podríamos
decir, de su éxito, en problemas más de fondo. Esto porque lo
que está en juego no es solo el afán de un grupo político de
sostenerse en el poder, sino el intento de lanzar y arraigar todo
un proyecto político, de diversos y ambiciosos objetivos
(ningún observador medianamente objetivo puede cuestionar
el hecho de que los 70’s registraron un cambio de calado en la
realidad económica, social, cultural y política del país, así
como en su autopercepción; el solo hecho de desplazar la idea
de la incapacidad del país para asumir la administración del
canal, ya marca un cambio significativo en tal autorepresen-
tación) Para terminar de entender entonces la acelerada
gestación del ‘Torrijismo’ en esos pocos meses tras el golpe
de Estado, se hace necesario reportarnos a la cuestión más
aguda del Estado semicolonial panameño en el período, la
cuestión canalera, la cuestión ‘nacional’ inconclusa; esto es,
la del control por parte de la metrópoli norteamericana sobre
la zona de tránsito y su función, desarrollada por la vía
interoceánica.
Tras la derrota del proyecto de tratados Robles-Johnson,
en 1967, emprender la tarea de actualizar la relación con los
Estados Unidos, exige una reconsideración completa de los
objetivos perseguidos y las fórmulas empleadas. El gobierno
liberal había intentado impulsar un conjunto de convenios
que, además de legalizar el complejo militar norteamericano
sobre las riberas del canal y abrir camino a la prolongación
indefinida (a perpetuidad, en términos prácticos) de tal
presencia y a la posibilidad de la extensión de la injerencia y
ocupación militar a todo el país, además, creaba para la
administración futura del paso canalero una entidad jurídica
internacional colocada al margen de la jurisdicción del Estado
panameño y, por tanto, opuesta a la reafirmación de los derechos

221
soberanos del país, en tanto que destinada a preservar el
enclave por una vía modernizada, maquillada241. Ya hemos
puntualizado la desconcertante torpeza y mezquindad con las
que EEUU condujo la relación con el pequeño y débil Estado
panameño en los 60 años previos a enero del 64. Luego de esa
fecha, habría que agregar falta de inteligencia política, o dis-
plicente subestimación de la contraparte, negligencia. Como
sea, hicieron una decisiva contribución al desquiciamiento del
régimen electoral-oligárquico, empujándolo a asumir un come-
tido, sostener los ‘3 en 1’, que previsiblemente enfrentaría un
formidable rechazo.
En las nuevas condiciones, tras 1964 y 1967, se trata de
reconocer y asumir definitivamente el hecho claramente
establecido de la inviabilidad de cualquier fórmula contractual
que no fijase una fecha precisa de vencimiento, en un plazo
tolerable, de la administración y ocupación norteamericana
sobre el área del canal interoceánico y su traspaso real a manos
panameñas. Esto significa, también, que la parte más visible
del enclave imperialista, el asentamiento 'zonian', con su
estructura jurídica, económica, política y cultural, de territorio
norteamericano, pasa a tener los días contados. De manera que
la comprensión por parte del nuevo grupo político de la
necesidad de modificar sustancialmente el contenido político
de la postura panameña en las negociaciones para el
replanteamiento de la cuestión canalera, como una vía para
intentar solucionar el principal factor de la crisis política
crónica del país, en su poco más de medio siglo de existencia,
constituye un elemento imprescindible para entender y
explicar en qué medida el curso populista está históricamente

241
Colegio de Abogados. "Informe sobre los Proyectos de Tratado con
los EEUU". Rev. Tareas #21-22, Panamá, 1971, p. 45.

222
condicionado por la situación política general del país de fines
de los años 60. El cuadro general resultante del curso de los
acontecimientos al final de la década, favorece la opción
populista. En una encrucijada histórica, la salida populista es
prácticamente impuesta por la lógica de las circunstancias –
que por su vez son resultado de la acción de los individuos y
grupos, de los intereses y proyectos, valores y representaciones,
trenzados en las confrontaciones sociales (es la dialéctica de
acción consciente y proceso objetivo).
Tanto como el régimen bonapartista, en las condiciones
dadas del capitalismo semicolonial. Por dentro del régimen
electoral -seguramente controlado por las élites tradicionales,
dada la configuración de actores políticos- y su fragilidad
institucional, habría sido altamente improbable alcanzar el
resultado finalmente concretado, con todas sus limitaciones,
por el bonapartismo populista. Es un caso en el que un
régimen autoritario populista cumple una tarea democrático-
nacional progresiva. El bonapartismo torrijista resuelve una
tarea nacional burguesa que el personal político directamente
expresión de los sectores dominantes se mostró incapaz de
alcanzar. La ‘recuperación nacional’ fue una recuperación
para la burguesía nacional. (El talento literario demandado
para especular sobre la posibilidad de que un gobierno de
Arias lograra estabilizar políticamente al país, replantear el
modelo de acumulación y crecimiento y reencaminar el
proceso negociador con EEUU, a fin de abrir al menos la
posibilidad de una resolución considerada, en último término,
positiva históricamente del tema canalero, aparte de concitar
el suficiente nivel de consenso social y consentimiento
político requerido por tales tareas, requiere, me parece, el
genio y el oficio de las más grandes plumas de la historia. No
es mi caso…).

223
Con más precisión, el rasgo populista y, en particular, el
discurso de reivindicación nacionalista dirigido a la liquidación
del enclave colonial, constituyen una respuesta política, un
recurso de adaptación, funcional en el marco de la urgente
tarea de promover una negociación eficaz, esto es, ejecutable,
del futuro de la zona de tránsito que, integrando a la soberanía
'nacional' el paso canalero, garantizara a EEUU sus intereses
estratégicos de potencia global. El nacionalismo burgués no
podía ir más allá. El 4 de agosto de 1970, el gobierno de
Torrijos declara oficialmente su rechazo de los términos y el
texto de los Johnson-Robles como base para la reanudación
de las conversaciones con los EEUU. Torrijos asume el
objetivo de replicar en Panamá el papel que Nasser había
desempeñado en Egipto. La autoidentificación con el célebre
referente constituía un poderoso recurso político-simbólico,
pero las circunstancias del caso panameño eran significativa-
mente diferentes. A fines de esa década, el propio Torrijos
reconocerá, una vez firmados los nuevos tratados, que, más
allá de las ventajas económicas -considerables, como se ha
hecho patente en los últimos 20 años- y de la efectiva
reintegración del territorio a la jurisdicción panameña, el país
y la ruta continuaban bajo el paraguas del Pentágono: el
convenio de 1977 terminó por legalizar, tras 74 años, el
dispositivo político-militar estadounidense en el área del
canal242.

242
Sobre el controvertido tema del Tratado de Neutralidad, el criterio
de Julio Yao: …el Artículo V del "Tratado de Neutralidad" estipula
claramente que " sólo la República de Panamá manejará el Canal y
mantendrá sitios de defensa e instalaciones militares dentro de su
territorio nacional" después del 31 de diciembre de 1999 y el mismo no
admite interpretación distinta. El régimen de neutralidad, que
constituye el único objeto y fin del "Tratado de Neutralidad", hace
imposible la presencia militar extranjera después del 31 de diciembre

224
Desde otro punto de vista, a comienzos de los años 70
está también colocada la cuestión no menos importante de los
mecanismos y fórmula política capaces de posibilitar la
aceptación/imposición al país de un futuro nuevo proyecto de
tratados. El antecedente de los ‘3 en 1’, se constituye en una
densa nube sobre el horizonte. Por tanto, el problema que se
le plantea al grupo gobernante es cómo enfrentar y superar la
desconfianza generalizada de amplios sectores de la
población, y de sus grupos más politizados y movilizados,
respecto del proceso de negociación con el gobierno de los
EEUU; particularmente en relación con la capacidad e incluso
voluntad de los negociadores panameños de velar por los
‘auténticos intereses’ del país, y no apenas, como ocurrió bajo

de 1999 y, por ende, la Reserva Nunn es de imposible cumplimiento.


La Reserva Nunn constituye un intento de evadir el cumplimiento del
Artículo V del "Tratado de Neutralidad", la desmilitarización del Canal,
y su propósito; por lo tanto, su objetivo es erosionar una condición sine
qua non, una condición esencial, de la neutralidad permanente. La
inadmisibilidad de reservas como la Reserva Nunn es prevista en el
Artículo 19 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados…: ‘Un estado podrá formular una reserva en el momento de
firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o adherirse al mismo, a
menos: [...] que la reserva sea incompatible con el objeto y el fin del
tratado’. La Reserva Nunn, por ser incompatible con el objeto central y
el fin del "Tratado de Neutralidad" y de su Protocolo de adhesión, es
inadmisible y carece de valor alguno ante el derecho internacional”…
“La Reserva Nunn es inadmisible conforme a la Convención de Viena
sobre el derecho de los Tratados, por las razones antes señaladas. Pero
aun suponiendo, sin conceder, que tuviera validez, la Reserva Nunn no
"autoriza" la celebración de ningún acuerdo sino únicamente consigna
un entendimiento según el cual nada en el "Tratado de Neutralidad"
impide que se acuerde la presencia militar extranjera; un entendimiento
basado, eso sí, en una falacia escandalosa, en una imposibilidad intrínseca”.
En “Panamá y el régimen de neutralidad”. Rev. de la SEECI #6.
Panamá. 2000.

225
los gobiernos oligárquicos, por los estrechos intereses de la
burguesía transitista.
En este marco se puede comprender, entonces, que la
necesidad de delimitarse, de la manera más estricta posible
del, así percibido, característico y estigmatizado ‘entreguismo’
oligárquico, se torne decisiva para la credibilidad de cualquier
iniciativa posible en este asunto. La incapacidad histórica de
los representantes políticos directos de la clase dominante
para plantearse la efectiva recuperación del pasaje
transístmico, se había instalado en el clima de opinión
prevaleciente en el país. En realidad, lo que desde las élites se
promovía en el ‘sentido común’ imperante era la no
competencia del país para asumir la administración del paso
canalero. El enfoque siempre fue el de limitarse a reivindicar
un cierto incremento de la participación en los beneficios
producidos por la vía, junto a un más amplio acceso al
mercado consumidor ‘zonian’, participación que de esta forma
nunca dejaría pues de ser marginal, y, lo más importante, sin
colocar nunca la exigencia de la total eliminación de la
presencia militar extranjera. Ya hemos apuntado que esta
presencia funcionaba como el reaseguro de última instancia
del orden social. En la actualidad, se pueden escuchar aún
ecos de tal ‘sentido común’, como reliquias claro, en vista de
la evidencia en contra de más de 20 años.
Por otro lado, la situación política general, esto es, la
correlación de fuerzas en presencia, desaconseja toda salida
políticamente de ‘derecha’, que intentara, por ejemplo,
imponer un posible nuevo tratado apoyándose en forma
directa y principal en los mecanismos coercitivos del régimen
(el bonapartismo populista, aunque sin duda descansa en lo
coercitivo, quiere construir consenso hacia los subordinados,
lograr consentimiento político). Una tal solución, en realidad,

226
nada solucionaría. Su origen en una imposición explícita del
poder autoritario, en primer lugar, sellaría la ilegitimidad del
hipotético convenio, invalidándolo históricamente, y le
conferiría un carácter esencialmente precario a partir de su
seguro desconocimiento por los sectores radicalizados de los
movimientos sociales populares. En particular, el prácticamente
inevitable, en las condiciones del capitalismo semicolonial,
tratado de neutralidad, habría descalificado toda la negocia-
ción; el bonapartismo populista logró en cambio neutralizar
en este punto al sector de mayor peso, en el período, de la
izquierda política, por la vía de su cooptación. En segundo,
una eventualmente inevitable modificación de la situación
político-institucional, un cambio de régimen, de vuelta al
régimen electoral, recolocaría la cuestión reinstalando en toda
su amplitud el conflicto en torno a la cuestión canalera. Por
último, no se puede soslayar el hecho de que, por sus
implicaciones, un intento de resolución autoritaria del asunto,
presumiblemente habría tendido a traducirse en un incremento
del nivel de tensión y conflictividad, de violencia, presente en
la escena política del país, y, casi con certeza, modificado la
historia conocida del régimen de facto, incluso, acelerando su
caducidad y caída; posibilidad objetiva esta última de un
aparente alto grado de probabilidad, si se toma en cuenta el
estado de las relaciones políticas del gobierno golpista con las
demás fuerzas sociales, en el punto de arranque. La salida
autoritaria sin atenuantes, por ‘derecha’, alienaría a los
sectores populares organizados, sin parecer, en contrapartida,
ser capaz de aportar nuevos apoyos de peso y significación
comparable.
Considerado desde esta perspectiva, el discurso y la práctica
nacional-populista constituyen, entonces, una adaptación/ade-
cuación desarrollada por el régimen ante las condiciones en

227
que debe actuar; es un componente que lo viabiliza ante las
masas y le concede, por otro lado, cierto margen de maniobra
ante el gobierno norteamericano en las difíciles negociaciones
de los nuevos tratados. Puesto en términos más amplios, si el
resultado más general de la crisis política de la década de los
60 es la descalificación de todas las variantes burguesas
tradicionales -por su incapacidad para concertar e imponer
una solución de la cuestión canalera que, además de ser com-
patible con los intereses norteamericanos y de la burguesía
criolla, pudiera ser aceptada por la mayoría de la población-,
situación que además amenaza la estabilidad del conjunto del
sistema semicolonial, entonces la salida nacional-populista,
instrumentada mediante mecanismos bonapartistas243, consti-
tuye un recurso alternativo que encuentra su racionalidad
político-social, su explicación, en este proceso histórico de

243
Si bien nada en las respectivas nociones de 'populismo' y
'bonapartismo', así como en la evidencia histórica o empírica, sugiere
alguna relación necesaria o regularidad causal directa, sí resultan de
sumo interés las anotaciones de Octavio Ianni (LA FORMACION DEL
ESTADO POPULISTA EN AMERICA LATINA, Ed, ERA, México,
1975, pp. 55-59) acerca de la tendencia del fenómeno populista -por sus
características: reformador/modernizador, apoyado en las masas,
inestable y sobre todo expresión de los intereses de un sector emergente
o renovador de las clases poseedoras, lo cual define el límite de sus
posibilidades- a favorecer la adopción de formas bonapartistas en la
estructuración y funcionamiento de la forma de la dominación. Tales
formas pueden alcanzar un peso decisivo en el conjunto, o sólo
suplementario, de refuerzo, pero lo interesante aquí es la constatación
de la "frecuente connotación bonapartista del populismo". Desde mi
punto de vista, el problema de mayor generalidad, para una sociología
política de la América Latina, en tanto que remite al nivel de la
formación social, es la cuestión de la tendencia bonapartista de los
países semicoloniales, al menos en las condiciones imperantes durante
la mayor parte del siglo XX (hasta fines de los años 70), situándose la
cuestión populista en un plano más relacionado con las relaciones
particulares entre el poder político y sectores sociales subalternos.

228
conjunto. Examinado desde un punto de vista histórico general,
más amplio, representa la solución encontrada por los grupos
dominantes para enfrentar el crónico problema canalero; por
los objetivos que asume y las tareas que cumple, en el marco
de un programa de expansión y modernización de la economía
capitalista semicolonial, el Torrijismo se inserta, con sus
particularidades, en la trayectoria de esfuerzos dedicados por
la burguesía local a recuperar su derecho a usufructuar inte-
gralmente la zona de tránsito, salvaguardando suficientemente
los intereses de EEUU (en un momento de excepcional
debilidad política de la metrópoli). El Torrijismo es una
variante de nacionalismo burgués, pero el sector de más peso
de la burguesía, no puede ser torrijista. La historia no
transcurre en forma lineal, sino accidentada, elíptica y por
saltos. Hegel hablaría de la ‘astucia de la razón’.
Como en muchas otras experiencias, en los distintos
países latinoamericanos, las clases dominantes instrumentan
su solución por interpósita persona, esto es, apoyándose en
agentes políticos surgidos de las capas medias, aspecto este
fundamental para entender la forma externa de los procesos,
pero que para nada interfiere con sus resultados generales o
cuestiona su naturaleza social profunda, antes bien constituye
una mediación que permite su realización no lineal. La
expresión externa, observable, es la forma que encontró el
proceso social de exteriorizarse, de manifestarse y cumplirse,
en las condiciones imperantes en el entorno histórico. El
fenómeno vela y revela la estructuración subyacente. Sólo un
método de análisis superficial puede dejarse confundir al
tomar el verde olivo de los uniformes, o el contenido de los
discursos, como la realidad última y fundamental. Una pers-
pectiva dialéctica justamente busca superar el impresionismo
fenomenista, reconstruir intelectualmente las relaciones entre

229
el proceso y sus fenomenizaciones. Por otro lado, ya hemos
visto cómo en términos más coyunturales el rasgo populista
se conecta con una respuesta defensiva, de sobrevivencia
política del grupo en el poder, frente al potencial de activación
de las masas que ya ha derrotado a la oligarquía y su régimen
electoral. En este sentido, resulta que si el bonapartismo surge
para enfrentar la crisis política crónica, es al mismo tiempo un
producto de ella, lo que significa que no puede cerrarla por
decreto. Como, por otro lado, la opción represiva no es
garantía y además corre el riesgo de agudizar todos los
problemas, polarizando aún más la situación, la salida
populista representa una respuesta política -en el sentido de
'organización compleja de acciones y mecanismos'- al hecho
de que las condiciones generales que incubaron la crisis
siguen abiertas. Y esta respuesta, para ser eficaz, debe tomar
en cuenta, así sea parcial y demagógicamente, las demandas y
aspiraciones de las masas. Necesidad derivada del hecho de
que si bien los intereses y el accionar de los sectores
populares, sin duda, han recibido un duro golpe por la simple
emergencia del nuevo régimen, para nada están derrotados; es
decir, mantienen intacta su capacidad para retomar, en un
próximo giro de las circunstancias, una acción autónoma
sobre la realidad, y, con ello, de provocar nuevas alteraciones
en la situación. Justamente, una de las claves del éxito del
populismo torrijista fue someter la autonomía de los
movimientos sociales populares. Por otro lado, el nivel
alcanzado por estos sectores no justifica una política de
aplastamiento, como sí se verá en otros lugares, siendo Chile
el caso emblemático. Dicho de manera sintética, el proyecto
populista es el producto de una particular correlación de
fuerzas entre las clases sociales, en el marco de la crisis
política que vive el país y de las tareas que el gobierno de

230
turno ha heredado de sus predecesores: la modernización y
reinserción internacional de la economía y la rearticulación de
las relaciones con la metrópoli.
Es en este contexto que se puede afirmar que el régimen se
ve, en cierto sentido, forzado a realizar la serie de concesiones
políticas y económicas, algunas verdaderamente importantes,
en el marco de la historia del capitalismo periférico
panameño, que se han descrito y comentado en otra parte de
este trabajo. Orientación imprescindible si se pretendía ganar
apoyos entre la población, particularmente de los sectores
populares, profundamente escépticos respecto del estableci-
miento político. De ahí el doble carácter de tales reformas. De
un lado representan conquistas arrancadas tras largos años de
luchas populares; de otro, en la nueva situación, se trata de
iniciativas puntuales que, manipuladas por el nacionalismo
burgués, se ordenan en el interior de una estrategia orientada
a desmovilizar y controlar los movimientos, estabilizar el
orden interno, y, por esa vía, enmarcada en el conjunto de los
intereses más generales de las clases dominantes de la zona de
tránsito. Aunque el grueso de esas élites no puedan avalar la
vía nacional-popular.
En lo que hace específicamente a la cuestión canalera, y
desde el punto de vista de las reivindicaciones históricamente
formuladas por las fuerzas sociales vinculadas a las clases
subordinadas, el populismo bonapartista constituye una forma
de institucionalización del proceso. Levanta muchos de los más
sentidos y legítimos reclamos de los panameños, sometién-
dolos a un proceso de negociación en el cual, finalmente, no
puede evitar subordinarse a los intereses fundamentales de la
metrópoli, en materia de seguridad político-militar, al tiempo
que se esfuerza por bloquear toda manifestación de movili-
zación independiente de los sectores populares.

231
El cuadro compuesto por esta aproximación conceptual
al Torrijismo como fenómeno, resulta claramente compatible,
en sus líneas generales, con las diversas experiencias latino-
americanas de nacionalismo burgués de tipo populista: por un
lado, los logros parciales en cuanto a la vocación desarrollista
y el esfuerzo de consolidación de la identidad colectiva, en el
marco del proyecto de afirmación ‘nacional’; por otro, su
inevitable resultado final de fracaso y frustración, en tanto
asociado a un proyecto histórico hoy percibido como utópico:
el logro de un desarrollo capitalista autónomo, objetivo no
compatible y contradictorio con la estructura y tendencias del
sistema social global.

232
EL TORRIJISMO Y LOS INTERESES HISTÓRICOS
DE LA BURGUESÍA TRANSITISTA
CAPÍTULO VI

Hasta aquí hemos tratado de precisar algunos de los


mecanismos que operan en la viabilización del régimen y el
proyecto político del nacionalismo burgués torrijista y que de
diversas formas develan su naturaleza social como fenómeno
singular. Sin embargo, para sustentar con mayor rigor su
naturaleza de clase, se hace necesario poner al descubierto la
forma particular como integra los diversos intereses de clase
que representa. Particularmente en la cuestión del enclave
colonial.
Al respecto, lo fundamental aquí es señalar que las clases
poseedoras locales siempre levantaron aspiraciones específicas
relacionadas con su cuota de participación en la principal
fuente de acumulación, directa e indirecta, en el país, el canal.
Como dice Soler244, el proyecto político de estas clases
poseedoras se articula, a lo largo del siglo XIX alrededor de
la reivindicación del derecho a explotar en propio beneficio el
recurso de la posición geográfica, como principal fuerza
productiva natural a su disposición. Sin embargo, al día
siguiente de la separación de Colombia, garantizada y
mediatizada por los norteamericanos, la burguesía de la zona
de tránsito se ve prácticamente expropiada por el poder
extranjero, el cual le pasa una enorme factura por los servicios
prestados, reduciendo a niveles marginales su participación en
los beneficios del renovado auge de la economía transitista245.
La colosal obra de construcción del paso interoceánico

244
Soler, Ricaurte. PANAMÁ: NACIÓN Y OLIGARQUÍA, 1925-
1975. p. 20.
245
Ibid., p. 26.

233
reservará para los intereses locales la explotación del negocio
inquilinario, así como otros servicios asociados (cantinas,
prostíbulos, etc.). Paradójico resultado que de manera elíptica
confirma los temores y los fundamentos generales de la
negativa colombiana a suscribir el tratado Herrán-Hay.
De ahí en más, cada una de las revisiones, modificaciones
y convenios realizados sobre el estatuto canalero, constituyen
otros tantos momentos del permanente esfuerzo de la
burguesía local por incrementar su parte en las inmensas,
respecto del tamaño de la economía panameña, ganancias
generadas por las diversas actividades económicas asociadas
al área de tránsito. Su empeño se centra en destrabar el acceso
al rico mercado ‘zonian’ de consumo, no en liquidarlo. Tal es
la base material de la ideología, cultivada por la oligarquía,
acerca de la supuesta incapacidad panameña para gestionar el
canal y, más aún, de la inviabilidad general del país sin la
presencia norteamericana. Postura que ilustra los extremos de
entreguismo a que llega esta burguesía semicolonial, condi-
cionada en todas las dimensiones de su conducta por la
llamada 'psicología de protectorado' (es bastante seguro que
antes de los años 70, el Estado panameño no había alcanzado
condiciones, técnicas y gerenciales, para administrar por sí
solo el canal; cosa distinta era renunciar a la exigencia de
reintegración en la jurisdicción efectiva panameña de todo el
territorio segregado, así como a la participación, progresiva-
mente creciente, en la administración del complejo canalero).
Pero que además revela toda la limitación de su perspectiva
histórica: incluso dentro de los límites del orden social
vigente, el enclave colonial constituye una costosa distorsión
y limita las posibilidades de desarrollo económico del país, al
mantener EEUU segregada y ociosa una inmensa área, pletó-
rica de posibilidades de aprovechamiento racional (logística,

234
turismo, industria, comercio, recreación) situada en el mismo
centro geoeconómico del país. Una expresión específica de
ello es la deformación del proceso de desarrollo urbano de las
ciudades terminales, que da lugar a procesos de estrangula-
miento y discontinuidad de la distribución espacial, favore-
ciendo la especulación con el precio del suelo, a partir de la
presencia del enclave como simple hecho físico246.
El otro ángulo de la cuestión está dado por el enorme
despilfarro de los recursos producidos por los ingresos
directos del canal por concepto de tránsito, destinados por la
administración norteamericana, por un lado, al mantenimiento
del costoso emplazamiento militar organizado en catorce
bases y otras dependencias del ejército estadounidense247; y,
por el otro, al sostén del privilegiado estilo de vida caracte-
rístico del paraíso tropical de clase media estatal-comunitario
'zonian', totalmente ajeno a las lacras sociales típicas, no del
capitalismo semicolonial, sino del metropolitano mismo248.
Sobre esta, difícil de describir, masa de privilegios y cuasi
utópicas condiciones de vida, que agredían cotidianamente al
panameño medio, se constituye entre la población zoneíta una
comunidad de intereses de un acentuado carácter parasitario.
De esta manera, se convierten en el sector de la metrópoli más
decididamente opuesto a cualquier tipo de concesión, como

246
Uribe, Alvaro. LA CIUDAD FRAGMENTADA. CELA-Formato
16, Panamá, 1989, pp. 13-16; Leis, Raúl. Ob. cit., pp. 51-52.
247
Gorostiaga, Xabier. EVALUACION DE LA POTENCIALIDAD...,
p. 79.
248
La antigua Zona del Canal, emplazada sobre un área próxima a los
dos mil kilómetros cuadrados, funcionaba con un régimen de circuns-
cripción militar; además de los sueldos ya de por sí altos, a los que se
agregaba un denominado 'diferencial tropical', especie de compensación
destinada a cubrir los riesgos de la vida en tan inhóspitos parajes, todos
los servicios sociales requeridos para el normal desarrollo de la vida del
personal destacado se brindaban notablemente subsidiados.

235
en el crucial caso de su agresivo rechazo al acuerdo bilateral
que establece la obligatoriedad del emplazamiento conjunto
de las banderas de ambos países, en los sitios civiles de la
llamada ‘zona del canal’, a comienzos de los años 60, llevando
la defensa del enclave y de sus grandes privilegios y contra
cualquier movimiento que implicase alguna forma de
reconocimiento de la soberanía panameña sobre el territorio
que ocupaban, hasta una conducta violenta y homicida.
De modo que el relativamente avanzado programa de
reivindicaciones asumido por el gobierno militar en la
cuestión canalera, que exige el fin de la perpetuidad y el
desmantelamiento expedito del enclave, arropándose con la
bandera de las luchas populares por la recuperación de la
soberanía, tiende en realidad a expresar de manera conse-
cuente los intereses de la burguesía local, en la medida que
apunta a una ampliación espectacular de su base de acumu-
lación. La ‘recuperación’ de la zona de tránsito es ‘nacional’
porque evidentemente supone una conquista del país, que
beneficia a toda su economía, eliminando además el enclave
colonial, que obstaculizaba en diversas formas la vida de la
sociedad panameña, aparte de erradicar la humillación coti-
diana; pero es burguesa porque su principal beneficiario son
los grandes grupos económicos locales, de capital criollo o
foráneo, en tanto amplía y diversifica su base de acumulación.
En este punto, creo poder afirmar que en lo anterior se
recogen los rasgos básicos que definen las peculiaridades del
régimen bonapartista panameño y que moldean su corte
populista, sobre la base de su carácter de clase, en el marco de
la situación política general interna y de los procesos que
conmueven a la región latinoamericana. Esta esquematización
de intereses, concepciones, objetivos y papeles, encarnados
por las diversas fuerzas, actores sociales e individuos, es

236
absolutamente extraña a toda mistificación que pretenda
reducir la historia al enfrentamiento de principios generales,
éticamente jerarquizados, ideologías abstractas o personalidades
sin arraigo, soslayando su contenido central, los conflictos
entre las clases, sectores de clase, grupos, sus intereses contra-
puestos, perspectivas ideológicas, proyectos, y sus personifi-
caciones, alianzas, circunstancias, cálculos, representaciones,
especulaciones y accidentes.
El Torrijismo se presenta como proyecto de liberación
nacional asociado a la liquidación del enclave colonial, la
reivindicación del control administrativo sobre el canal y la
recuperación plena del usufructo de la zona de tránsito, como
premisas para la conquista de la independencia económica, el
no alineamiento político internacional y, en general, el llamado
perfeccionamiento de la soberanía nacional. Esto es, un
programa para la constitución de un estado independiente del
control político metropolitano y para el impulso del desarrollo
capitalista del país. Programa que aplicado consecuentemente,
si eso fuese posible en las condiciones sociohistóricas
contemporáneas, y aún dentro de los límites de su carácter de
clase burgués, históricamente presentaría un aspecto muy
progresivo por la contestación de las asimétricas relaciones de
poder internacionales que supone, porque denuncia la domi-
nación imperialista. Sin embargo, dadas la estructura, rela-
ciones y tendencias que han caracterizado al sistema social
global, al menos de los años 70 en adelante, y por la naturaleza
social de los actores encargados de ejecutarlo, no representa
más que una ilusión, un proyecto irrealizable, y en boca de
algunos actores, una patraña. En otras palabras, por la creciente
transnacionalización de la economía y el consecuente reforza-
miento de los mecanismos económicos, políticos, sociales,
culturales e institucionales, de la dominación imperialista sobre

237
los países atrasados de la periferia, las burguesías semicolo-
niales, y su personal político, de la calaña que sea, están
incapacitadas de reeditar el proceso de desarrollo capitalista
relativamente autónomo conducido por las burguesías metro-
politanas del siglo XIX. Una vez que el proceso de despliegue
del mercado mundial capitalista culmina y cierra, dando lugar
propiamente a un ‘sistema-mundo’, a fines del siglo XIX,
comienzos del XX, los procesos de cada país-sociedad se dan
cada vez más condicionados por su lugar en la totalidad
interactuante -que es una interdependencia asimétrica-, así
como por la incidencia de los intereses de los centros
metropolitanos, que pueden castigar como promover.
Tal situación hace de todo proyecto nacionalista burgués
o pequeñoburgués contemporáneo nada más que una ilusión
bienintencionada, en el mejor de los casos. Y, en el caso del
Torrijismo, una ilusión no inocente, sino con claros fines
políticos, en la medida que sirvió de base para toda una
plataforma ideológica justificadora y de legitimación del
régimen burocrático-militar hacia las clases subordinadas. En
el caso específico de los trabajadores y los sectores populares,
por ejemplo, la ideología nacionalista-populista impidió un
desarrollo político y organizativo independiente del movi-
miento de masas.
Finalmente, es preciso subrayar que todo el proceso de
modernización capitalista de los 70 está atravesado por una
disonancia fenoménica, o aparente paradoja. El discurso
nacional-popular encontró efectualizaciones limitadas pero
reales, en los campos ya mencionados del esfuerzo de
recuperación ‘nacional’ de la zona de tránsito y en los
elementos de política económica desarrollista (un fuerte
aumento de la inversión pública en infraestructura física y
social -las ‘condiciones generales de la producción’ de que

238
habla Marx-, fortalecimiento del mercado interno de con-
sumo, incremento de la presencia del Estado en planificación,
regulación y la actividad económica directa: producción,
comercialización, servicios de apoyo técnico, banca y asegu-
ramiento, exportación, etc.) y su componente social. La
mejoría de los servicios de salud y la expansión de la
educación pública en todos los niveles, el reconocimiento de
derechos laborales y de organización sindical de buena parte
de los trabajadores, las diversas acciones en el campo, el cre-
cimiento de la clase media urbana, etc., con sus limitaciones,
solo pueden ser ignorados por un fuerte sesgo político.
Pero es tanto o más cierto que lo fundamental de la
política económica, el núcleo duro de la gestión, con efectos
estructurales en el modelo de acumulación y crecimiento,
estuvo orientado a la profundización/actualización del carácter
tradicional de la economía transitista, terciarizada y abierta al
mercado internacional y al capital extranjero, con una baja
carga impositiva al capital, ganancias, rentas y patrimonios.
La dirección de la economía fue entregada a un grupo de
jóvenes economistas liberales, cuya orientación fue incre-
mentar el peso de los sectores terciarios. La expansión del
Centro Bancario y la creación de la Plataforma Transnacional
de Servicios, se constituyeron en un elemento central de la
política económica, y para el final de la década se habían ya
establecido como el elemento particularizador de la estructura
económica del país. La paradoja aparente consiste entonces en
que el resultado neto del nacionalismo popular consistió en
reforzar la vocación transitista, aggiornada, y a la fracción
financiera de las clases poseedoras. Pero la paradoja es solo
aparente porque el nacionalismo burgués finalmente se
muestra como la expresión, la mejor por mucho, en las
circunstancias de los años 70, de los intereses históricos de la

239
burguesía semicolonial panameña. No hay que reducir la
realidad social a las discrepancias y choques político-
ideológicos, reales, de los distintos grupos y fuerzas sociales;
hay que reconstruir sus relaciones con los procesos sociales
subyacentes y los acuerdos básicos de las élites sobre el
modelo de acumulación (el ‘consenso transitista’). El acuerdo
en los intereses generales deja espacio para diferencias
sectoriales y enfrentamientos entre los distintos intereses par-
ticulares y las concepciones y líneas de acción. El programa
nacionalista-popular cumplió un papel crucial, para captar el
apoyo y movilizar controladamente a los subordinados, así
como para presionar internacionalmente a la metrópoli -con
gran fortuna, en un momento de relativa debilidad política y
geopolítica norteamericana. Pero desde el inicio está subor-
dinado al proyecto de modernización y reinserción internacional
del capitalismo periférico panameño249. La llamada ‘ambiva-
lencia’ del Torrijismo se entiende por el carácter policlasista
del populismo250. Pero los fenómenos policlasistas moderni-
zadores, recurrentes en la América latina del siglo pasado,
suponen en realidad la subordinación de los sectores popu-
lares a los intereses más generales de los sectores dominantes.
Tal es la peculiar lógica del nacionalismo burgués en los
países periféricos, movimiento político que surge como
reacción defensiva en el contexto de las asimétricas relaciones
en el sistema-mundo, en las relaciones centro/periferia, una
resistencia burguesa contra la presión imperialista, contra la

249
El programa de objetivos económicos publicado en La Estrella de
Panamá por la Junta Provisional, tan temprano como el 17 de
noviembre de 1968, así lo muestra. Manduley, Julio. “La política
económica de Omar Torrijos”.
250
González, Simeón. PANAMÁ 1968-1990. U. DE Panamá.
Panamá. 1994.

240
transferencia de valor que agudiza la escasez de capital en los
países atrasados, por eso alcanzó expresión singularizada en
las distintas regiones periféricas. "Todos estos nacionalismos
burgueses cumplieron roles progresivos en algún momento,
enfrentando limitadamente al imperialismo y buscando nuevos
acuerdos con él, que les permitieran consolidarse. La mejor
prueba de lo limitados que eran, es que no pudieron conso-
lidarse: todos cayeron víctimas de la presiones de un sistema
capitalista-imperialista al que no eran capaces de enfrentarse
hasta el final..."251.
Si este diagnóstico parece aceptable en lo tocante al
nacionalismo burgués latinoamericano del siglo XX, como
fenómeno de conjunto, tanto más plausible resulta cuando del
efímero renacimiento de fines de los años 60 se trata. Por ello
podemos caracterizarlo, en esta fase, como un movimiento
político atravesado por una crisis sin salida, momento rela-
cionado con el intento de las burguesías locales de encontrar
una vía de desarrollo capitalista autónomo, ‘nacionalizando’
los centros de decisión relativos a la dirección de los procesos
económicos, dirección que es política y por tanto requiere una
fuerte intervención del Estado (más que una ‘intervención’ del
Estado en la economía, formulación que sugiere una relación
de exterioridad, una interferencia, de alguna manera pertur-
badora, en un ‘territorio extranjero’, el Estado burgués cumple
una función sistémica en el proceso concreto de acumulación,
en el funcionamiento de lo económico, en la reproducción
amplia del orden social; en el capitalismo, no hay economía
sin política, sin regulación estatal)252. Pretensión que no
resistirá el choque con la estructura, funcionamiento y

251
Guerrero, Modesto. PANAMÁ, SOBERANÍA Y REVOLUCIÓN.
Ed. La Chispa, Maracay-Venezuela, 1990. p. 57.
252
O. Ianni. Ob. cit., p. 60.

241
relaciones de poder en la economía/política mundiales (en las
condiciones del capitalismo mundial del último tercio del
siglo XX, ya no hay espacio para del desarrollo capitalista
autónomo). Ya a fines de la década, bajo Carter, el abrupto
ascenso de las tasas de interés en EEUU creará las condiciones
para la ´crisis de la deuda’ que se abatirá devastadora sobre el
mundo periférico y que reducirá a brasas, al menos por un
buen tiempo, el brío nacionalista burgués, populista o no.

242
LA AUTONOMÍA RELATIVA
DE LA GUARDIA NACIONAL
CAPITULO VII

De lo dicho en los dos capítulos anteriores queda pues


establecido que, si bien el golpe representa, en último término,
los intereses generales de la burguesía local, y los militares
actúan históricamente como agentes de estos intereses, esto no
significa para nada que también sea así en términos inme-
diatos. En la realidad política cotidiana todo esto no se da sino
a través de múltiples conflictos, a veces violentos, sin prede-
terminación de los resultados. (En la historia, lo que podemos
observar es que los más importantes procesos se cumplen a
través y a pesar de múltiples accidentes y por probabilidades
crecientes; es decir, la historia está abierta y se despliega a
partir de los resultados de las luchas de intereses, que se
desarrollan en marcos estructurales que, por su vez, son
producto del proceso histórico de conjunto; la acción presente
opera sobre las condiciones, resultados y posibilidades abiertas
por la acción pasada; vivimos en un mundo creado por
nosotros mismos, legado por las generaciones pasadas; de ahí
la centralidad del concepto de praxis social). Esto significa
que, justamente para poder cumplir el papel histórico de
guardianes de los intereses fundamentales de las clases domi-
nantes, en momentos de crisis aguda, los militares necesitan
desarrollar cierto grado de autonomía que les permita desem-
peñar su papel con independencia de los bandos encontrados,
incluso, si es necesario, contra sectores de esas clases domi-
nantes. Aclaremos que aquí no nos referimos apenas a la
cuestión de orden muy general de la existencia y funciona-
miento autónomo que, dentro de ciertos límites, constituye un
atributo permanente de todas las instancias, procesos y

243
elementos del sistema social como totalidad relacional com-
pleja, sino, específicamente, a la autonomía política respecto
de los sectores dominantes, evidenciada en el accionar
político-práctico de los ejecutores del golpe de Estado y de los
representantes del poder bonapartista. Es precisamente esta
distancia, esta independencia aparente respecto de los intereses
encontrados y violentos conflictos que han sumido a la
sociedad en una crisis profunda, la que permite al sujeto
bonaparte, individuo o institución, realizar su papel histórico.
Así, el cuerpo armado, el grupo de altos oficiales, pasa de la
condición de guardia pretoriana, al servicio de los intereses de
la élite social, a ser la institución central del régimen político
Se trata pues de una autonomía política relativa (no
independencia), en tanto que debe operar dentro de un marco
político-institucional, una forma de la dominación y límites de
clase concretos, pero que confrontada a los procesos de la
realidad puede tener desarrollos políticos peculiares, ‘díscolos’
(‘en este mundo hay lógica, pero el mundo no es un esquema
lógico’). Esta autonomía está en la base del amplio margen de
maniobra y los giros que se registran en las distintas fases del
régimen burocrático-militar (hasta el ascenso de Noriega y el
descarrilamiento del proceso de transición y de retirada a los
cuarteles; a partir de ese golpe de timón, el grupo heredero del
poder, ya sin la presencia de Torrijos, busca darle una
sobrevida al régimen -con modificaciones relevantes y sobre
una nueva base-, nuevo curso, o segunda fase, en el que ya
poco y nada tiene que ver con el tema nacional o la moder-
nización y reinserción de la economía, con los objetivos
originales del nacional-populismo). De hecho la evolución y
los reacomodos del proceso político regentado por los mili-
tares panameños sólo se comprende refiriéndolo constante-
mente al alto grado de autonomía relativa frente a la burguesía

244
local que alcanza (incluyendo su curso degenerativo con
Noriega). Y este es uno de los problemas claves del proceso de
conjunto, más que incomprendido, soslayado por la mayoría
de los comentaristas. Veamos sus principales determinaciones.
En primer lugar, recordemos que el golpe se afirma
contra el sector mayoritario de la oligarquía, vinculado al
bando depuesto. Sucesivamente, el desplazamiento del sector
liberal promotor del golpe, y la derrota del contragolple de
diciembre del 69, amplían y afirman este debilitamiento de los
vínculos con las fracciones políticas tradicionales de la
burguesía criolla. En segundo lugar, el ingreso al gobierno del
nacionalismo pequeñoburgués, hace su contribución en la
forma del discurso y el perfil que aporta; es decir, en la
estructuración del contenido ideológico de un proyecto
político desvinculado de las tradiciones políticas viciadas del
poder oligárquico. En otros términos, la necesidad de
delimitarse del pasado, para viabilizarse, que adopta el ropaje
del programa nacional-popular, también aporta al proceso de
autonomización político-institucional del cuerpo armado. En
tercero, está la cuestión de la composición social de la cúpula
del cuerpo armado. Tras la depuración inicial del cuerpo de
oficiales, se hace evidente la predominante vinculación de los
integrantes del estado mayor con sectores de capas medias
urbanas y de la pequeñoburguesía provinciana. Esto, en una
situación política 'normal', o sea, dentro de una forma de
dominación gestionada directamente por la burguesía a través
de su personal político, no tendría mayores consecuencias, en
la medida que el propio funcionamiento del sistema social
activa mecanismos de cooptación, mucho más eficaces que el
simple origen de clase. Sin embargo, esta situación adquiere
un peso y una significación distintos en un momento de crisis
abierta, de quiebra del monopolio político de la burguesía.

245
El problema del relajamiento del control social de la clase
dominante sobre el cuerpo de oficiales es, o fue 253, de una
importancia crucial para la estabilidad del régimen social,
particularmente en las sociedades semicoloniales, donde solía
resolverse por la vía de la incorporación de los altos mandos
a la élite social. Llegando incluso el estrato superior de las
fuerzas armadas a adquirir una cierta, y algo caricatural,
dignidad seudoaristocrática254, muy de acuerdo, por otro lado,
con los rasgos señoriales de la gran burguesía latinoamericana
del período. A esto responde el tradicional carácter elitista de
los colegios militares responsables de la formación de los
oficiales. Aquí no entramos a considerar las importantes
modificaciones operadas en las fuerzas armadas de la región
en los últimos decenios, patrocinadas por los norteamericanos
bajo las consignas de la profesionalización y del combate al
narcotráfico, en el marco del retorno a los regímenes de
democracia formal.
En el caso de los militares panameños de la época, la
ruptura del arreglo institucional convencional, y de su expresión
como subordinación política formal a las autoridades civiles,
se fortalecerá en los primeros y cruciales meses tras el golpe,
alcanzando un punto tal, el margen de autonomía institucional,
que incluso años después le permitirá a Noriega un intento de

253
Las profundas modificaciones en la economía y política mundiales
desde los 70, han modificado de manera sensible tales relaciones
político-sociales en la mayoría de los países periféricos. Los
mecanismos de control y regulación que operan en el mantenimiento
de la estabilidad social y política se han hecho más institucionales o
sistémicos, pasando a depender menos del protagonismo directo de los
cuerpos armados y de las viejas relaciones altamente personalizadas del
cuerpo de oficiales con las élites sociales.
254
Johnson, John: "Los militares latinoamericanos como grupo competidor
político en la sociedad en transición". En LOS MILITARES Y LOS
PAÍSES EN DESARROLLO. Ed. Pleamar, Buenos Aires, 1967, p. 113.

246
manipulación personalista de la cuestión, en el marco de la
desestabilización del curso político de transición previamente
acordado -y sobre todo del cuerpo armado-, provocada por la
repentina ‘desaparición’ de Torrijos, el ‘bonaparte jefe’ de
autoridad incuestionable. (La aventura política de Noriega, se
hace posible a partir de la autonomía relativa conquistada por
el cuerpo armado y su alta oficialidad. Pero en el mismo
movimiento la bastardea, al transformarla en algo más, como
desarrollo deforme, hipertrofia, con la creación de las deno-
minadas ‘Fuerzas de Defensa’, una suerte de proyecto híbrido,
en parte retorno a la condición de guardia pretoriana, al
servicio sin más de la estabilidad del orden social y de los
intereses de los sectores dominantes, pero en fuerte tensión
con su otro costado, el de aparato militar corporativamente
pensado para asumir la protección, y cogestión, del Canal, tras
el retiro de las fuerzas norteamericanas. Pero todo ello atra-
vesado por un factor subjetivo, los extravíos megalomaníacos
de Noriega, a la cabeza de los intereses y peregrinas preten-
siones del grupo militar-civil enquistado en el poder político.
En lugar de ´repliegue a los cuarteles’, y ‘normalización’
institucional de la gestión del capitalismo periférico (mante-
niendo un fuerte elemento bonapartista en el régimen), fuga
hacia adelante. En la historia del bonapartismo militar
panameño, Noriega es un movimiento no lineal, un curso que
tiende a desmarcarse de la lógica política característica del
bonapartismo torrijista, una elección/línea de acción apoyada
en unos cuantos elementos parciales, que dan sustento a una
apreciación de la situación general y de la probable evolución
de los acontecimientos que se reveló terriblemente incorrecta.
Y que por ello conduce a una crisis política aguda, que pro-
voca discrepancias y movimientos conspiratorios al interior
del cuerpo armado, tensiones y malestar en el proyecto de

247
partido político encargado de asumir, en principio, el rédito
político del período nacionalista popular y del aprovecha-
miento del mismo en la necesaria adecuación a las nuevas
circunstancias, una ruptura definitiva con el grueso de la
burguesía local, y que finalmente deriva hacia un enfrenta-
miento con sectores del gobierno norteamericano, primero, y
luego a un desafío abierto –desquiciado, suicida- y confron-
tación con los intereses y la política como tal de la metrópoli,
durante los últimos 6 o 7 años del régimen. Un comporta-
miento tanto más extraño cuanto que Noriega, como agente
pagado de EEUU durante buena parte de su carrera en el
servicio, y sobre todo en los años 80, conocía suficientemente
la forma de operar, abierta o encubierta, de los norteameri-
canos. Pero la historia está repleta de estos accidentes, que si
bien surgen del curso de los acontecimientos y de sus
posibilidades, en realidad, tienden a descaracterizar ese curso.
Son malformaciones que surgen de y tienden a negar al
organismo. Lo cual por supuesto significa que tienen ele-
mentos en común con el proceso previo –no hay cortes
absolutos en lo real-, pero de naturaleza fenoménica,
secundaria, y eso es lo que alimenta la confusión y la
dificultad a la hora de captar la discontinuidad relativa, en el
marco del movimiento de conjunto. Noriega surge del
bonapartismo populista torrijista, pero no es lo mismo que
Torrijos).
Por otro lado, el proceso de acumulación privada de
capital, en cuanto base para un potencial proceso de ascenso
social, desarrollado por los integrantes de la alta burocracia
militar, posee un carácter básicamente lumpen, dadas las
formas irregulares, incluso 'gangsteriles', que asume tal
enriquecimiento, las formas parasitarias que adquiere y sus
fuentes con frecuencia ilícitas. Junto a los conflictos políticos,

248
explícitos o latentes, lo anterior explica que el elitismo de los
sectores privilegiados nunca deje de considerarlos como
advenedizos arribistas, aún cuando, como regentes del poder,
deba tolerarlos en su mesa y disputar incluso su confianza,
como vía para contar con los imprescindibles favores del
Estado.
Desde un punto de vista histórico-concreto, el problema
de las relaciones entre la clase dominante y el cuerpo armado
como institución, está condicionado por la cuestión funda-
mental de la mediatización norteamericana del Estado surgido
en 1903. Nunca está de más recordar que la idea de la
condición, formal o no, de 'país garantizado' por la potencia
norteamericana, no sólo externa sino también internamente,
en tanto garante de última instancia de la preservación del
orden social, constituye el marco ideológico-político inelu-
dible de cualquier intento de comprender la trayectoria
política de la burguesía del Istmo desde el surgimiento del
Estado255. A este respecto, la decisión de las principales
fuerzas políticas de constitucionalizar la abolición del ejército,
tras la invasión norteamericana de 1989, que desde el punto
de vista de las élites significa colocar al país bajo la protección
militar de EEUU, y que, en su momento, se hacía acompañar
de la especulación con la posibilidad de prolongación de la
presencia militar norteamericana en el país, constituye una

255
Y esto, desde que, como dice Beluche, “en septiembre de 1856, el
gobernador conservador y oligarca veragüense, Francisco de Fábrega,
solicitó la primera intervención armada del ejército norteamericano en
Panamá, apelando al Tratado Mallarino/Bidlack, para que le asegurara
las elecciones que temía perder a manos de los liberales radicales del
arrabal”. Beluche, O. “El Incidente de la Tajada de Sandía, primera
insurrección antinorteamericana en Panamá”.
Https://facebook.com/[email protected]

249
elocuente evidencia de la persistencia y el peso de tal condi-
ción en la contemporaneidad del país.
La realización final, tras 1903, del viejo proyecto
hanseatista (en realidad frustrado por el monopolio norteame-
ricano sobre la zona transistmica), de vinculación directa y
libre de la zona de tránsito con el mercado mundial bajo la
protección de una o varias potencias metropolitanas, y la
'psicología de protectorado', que es su correlato ideológico-
cultural, político-subjetivo, determinan entre las clases
dominantes locales una actitud de cierto menosprecio y/o de
simple indiferencia respecto del cuerpo256. Fenómeno atípico
en relación con la tradición latinoamericana donde, como se ha
apuntado, la vieja oligarquía de terratenientes y comerciantes
solía reservar para miembros de su propio grupo las
posiciones de prestigio en las fuerzas armadas. Práctica, a su
vez, vinculada con la política colonial española, la cual exigía
como requisito fundamental para aspirar a los altos mandos
militares la condición de peninsular, o sea, de haber nacido en
la metrópoli, excluyendo así, incluso, a la élite social de los
blancos criollos.
En el caso de la clase dominante local, por el contrario,
esta indiferencia-desprecio, se expresa no sólo en forma de
veto político al desarrollo del cuerpo armado, (desde la
aceptación en 1904 de la proscripción del ejército istmeño,
como exigencia del gobierno de los Estados Unidos) en tanto
que atributo legítimo del Estado panameño, sino que asume
también el aspecto de extrañamiento social, de no incorpo-
ración de los hijos de las familias acomodadas al cuerpo. Y no
podía ser de otra forma. Reducido a la condición de simple

256
Guagnini, Luis. "Panamá: La Guardia Nacional". Rev. Tareas #40,
Panamá, 1977, p. 68.

250
policía y, después de 1913, desarmada además, la integración
al organismo no puede presentar atractivo social alguno para
los miembros de la élite social. Eso aparte del hecho, verda-
deramente decisivo, de que un tal organismo de vigilantes sin
mayor autoridad o poder de coerción, evidentemente no puede
desempeñar papel alguno de importancia en la preservación
del orden político-social, de ahí que la cooptación social
directa de sus jefes no se plantee como necesidad para la
estabilidad de la sociedad y la fortaleza del Estado.
Hasta los años 30, esa función será desempeñada directa-
mente por los norteamericanos, que además ejercen el control
efectivo sobre la policía panameña a través de la figura del
inspector general257. Posteriormente, con el nombramiento en
la policía de jefes civiles vinculados a los partidos gober-
nantes, y aún después de 1947, con los coroneles Remón
Cantera y Vallarino instalados en la comandancia de un
cuerpo en curso de militarización parcial, la situación descrita
no se modifica en lo fundamental. Esto es así porque, si bien
la burguesía criolla pasa a ejercer el control político-insti-
tucional formal sobre el cuerpo armado258, su condición de
guardia pretoriana y sus funciones limitadas al plano interno,
pero sobre todo la presencia militar norteamericana, conti-
nuarán sin colocar la necesidad de su incorporación orgánica
al mismo o de la integración social en la clase dominante de
la oficialidad superior, a excepción de los dos comandantes
mencionados. Tal actitud es claramente disonante con el
creciente papel político desempeñado en la vida del país por
el cuerpo armado. Tal negligencia de la élite social en la
relación con la oficialidad superior del cuerpo armado, en los

257
Pereira, R. Ob. cit., p. 9.
258
Ibid., p. 23.

251
60’s, también interviene como un factor incidente en el desen-
lace de octubre del 68. Los sectores dominantes no pueden
prescindir de una relación estrecha con la alta oficialidad del
cuerpo armado, en las condiciones del capitalismo periférico,
e independientemente del origen de clase de los componentes
de esa oficialidad.
El cuarto, y en cierto sentido el más importante, factor de
autonomización política de la Guardia Nacional, sólo puede
ser el tipo de relación que se establece con los militares
norteamericanos y la política de seguridad hemisférica. En
realidad, el peso específico de este elemento no puede ser
exagerado259. La militarización creciente del inicial organismo
policial, que comienza a fines de los 30’s, se oficializa en 1943
y culmina a principios de los años 50, bajo la presidencia del
ex-Jefe de la Policía Nacional, Remón Cantera, se desarrolla
como respuesta a un nuevo agravamiento de la crisis política
permanente (el golpe de Acción Comunal, 1931, no sólo
representa la culminación de un proceso anterior de
debilitamiento de los ya frágiles mecanismos político-
institucionales del inicio de la república, abre también un
curso de cambio en la configuración de las fuerzas políticas,
de reformulación de las estructuras del Estado y de nuevas
tensiones y conflictos), por un lado, y al incremento de las
luchas y la organización político-sindical de las clases
subordinadas, por el otro. Su objetivo más general consiste en
relevar a las tropas norteamericanas de la desgastante tarea de
intervención directa frente a cada disturbio social o contro-
versia electoral interburguesa.
En los años 40, el fortalecimiento del aparato represivo
estará dirigido a enfrentar el ascenso de las luchas naciona-

259
Gandásegui, M. LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ. pp. 171-2.

252
listas, que amenaza radicalizarse en el marco de una situación
internacional dominada por la derrota del nazi-fascismo, por
el enorme prestigio de la URSS, visto su heroico esfuerzo y
papel militar decisivo en esta victoria, y por la expansión de
la expropiación del capitalismo y el surgimiento de nuevos
estados postcapitalistas sobre una extensa área de Europa del
Este y Asia, que llama la atención de los movimientos sociales
populares del mundo entero.
El surgimiento de la Guardia Nacional como policía
militarizada en 1953, da forma institucional acabada al
proceso de casi veinte años y responde a la estrategia político-
militar norteamericana de seguridad hemisférica, en el
contexto de la guerra fría, destinada a enfrentar la persistente
inestabilidad política derivada del descomunal trastorno
sufrido por el orden capitalista mundial, como resultado,
primero, de la crisis económica de los años 30, y luego de la
gran conflagración mundial y la extensión y fortalecimiento
de las luchas anticoloniales y anticapitalistas en la postguerra,
y, particularmente, a evitar a toda costa el triunfo de un
proceso de revolución anticapitalista en América Latina. En
palabras de O. Ianni, la "seguridad interna de cada país latino-
americano pasó a ser parte del programa de seguridad conti-
nental bajo el control de los gobernantes norteamericanos"260.
La expresión concreta en la región de tal política general se
verifica con la creación de organismos como el TIAR (Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca), la Junta Interame-
ricana de Defensa, la Organización de Estados Americanos y
en Centroamérica el CONDECA, así como en el impulso de
la reestructuración de las fuerzas armadas de la región, a fines
de los cuarenta y comienzos de los cincuenta.

260
Ianni, Octavio. Citado en Cortez, Dorindo. FUERZAS ARMADAS
Y POLITICA EN PANAMA. s.e. Panamá, 1986, p. 18.

253
En otras palabras, si la policía nacional reemplaza al
ejército norteamericano, al asumir los papeles de primer
garante del orden social y de árbitro oficioso de las disputas
interoligárquicas, es la propia metrópoli, justamente por la
debilidad de los mecanismos y hasta desinterés de la burguesía
local, la que se mantendrá ejerciendo el principal control sobre
el cuerpo armado. Lo que, bien mirado, no es más que una
variante de la función política desempeñada por EEUU desde
el inicio de la república, como guardianes directos o mediatos
del status semicolonial; esto es, de sus propios intereses y de
la posición de privilegio de la élite social261. De esta manera,
la complacencia de la indolente y parasitaria burguesía criolla
con esta situación ayuda a entender el relajamiento de sus
propios controles sociales sobre el cuerpo armado.
En las condiciones posteriores al golpe de Estado, y por
los tres factores previamente citados, esta cuestión del vínculo
norteamericano con la alta oficialidad de la Guardia Nacional
adquiere una importancia aún mayor para la estabilidad
política. Y en efecto, el carácter de la relación político-
institucional de los militares panameños con los distintos
órganos militares y civiles estadounidenses, constituye una
cuestión crucial a lo largo de los veintiún años del régimen,
con sus distintas fases. Asunto nunca resuelto de manera
satisfactoria y estable. Es un hecho que, después de 1968, este
control, sin desaparecer del todo, sufre un significativo
relajamiento. Sobre la base de la situación histórica general en
que actúa y de las características del régimen bonapartista, y
apoyándose en una limitada y controlada movilización de las

261
Gandásegui: “Entre 1953 y 1968, la Guardia Nacional fue preparada
por EEUU para asumir el liderazgo político del país en caso de un
deterioro de los partidos políticos”. LA DEMOCRACIA EN
PANAMÁ. p. 172.

254
masas, el gobierno de Torrijos consigue alcanzar un impor-
tante margen de maniobra (lo cual implica su control sobre el
cuerpo armado y el colectivo de oficiales de alto rango), desde
el cual ejerce una eficaz presión sobre el gobierno norte-
americano. De modo que si bien en el alto grado de autonomía
política alcanzado por la institución militar panameña incide
la combinación, en proporciones variables a lo largo del tiempo,
de diversos factores, es el último el que tiene un carácter
decisivo por su significación al nivel de la estructuración del
propio estado semicolonial panameño, como se ve en el curso
de su evolución en el siglo XX. En pocas palabras: la relativa
pérdida de control de EEUU sobre el cuerpo armado, es un
factor del despliegue alcanzado por el bonapartismo populista
en los años 70262. Lo cual de paso pone de relieve la
importancia del papel, no delegable, de las élites locales en el
sostenimiento del status semicolonial.
Sobre esta base de conjunto, la antigua fuerza pretoriana
de la clase dominante, periódicamente convocada para aplastar
las cabezas de la disidencia popular, armada, entrenada y
orientada por EEUU, podrá lanzar uno de los más altisonantes
experimentos políticos de la América latina del período,
instrumentando una limitada política de reclamaciones frente
a la metrópoli, en representación oficiosa de los intereses
materiales de la burguesía local.
Simultáneamente, notemos que la autonomía adquiere
una otra expresión. En su estudio del bonapartismo clásico263,

262
Durante el breve período del Gral. Paredes al frente de la institución
armada, tras la ‘desaparición’ de Torrijos, parece claro que se proyectó
el retorno a una más estrecha relación con los órganos militares
norteamericanos, en el marco del alineamiento con la política de
EEUU, bajo Reagan, en Centroamérica. Ver Beluche, O. DIEZ AÑOS
DE LUCHAS POLÍTICAS… p. 92.
263
En el 18 BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE.

255
Marx supo identificar, entre los móviles del apoyo militar al
'gobierno del sobrino', la reivindicación de una más justa
compensación por los importantes servicios prestados en la
salvaguarda del orden social. Llegados al poder, los militares
panameños tomarán contacto directo con la razón última de
los enconados conflictos interburgueses que durante décadas
les había tocado arbitrar. Dadas las condiciones de la histórica
deformación de la economía del país, provocada por la
función transitista, a lo cual se suman el efecto perturbador
derivado de la presencia del enclave colonial y los efectos del
dólar como moneda de curso -y la ausencia de los instru-
mentos de la política monetaria-, la actividad y los recursos
del Estado serán, desde B. Porras264, fundamental para el
impulso de una política de expansión de la actividad
económica, asentada en el estrecho espacio disponible, es
decir, aquel no monopolizado por el enclave y el capital
metropolitano. Este proceso de organización económica y
social del país da pie al comparativamente importante papel
político del Estado en la vida económica.
Una de las consecuencias de esta situación es que las
facciones políticas de la élite social detentoras del poder
político, se encuentran en mejores condiciones para incrementar
su proceso de acumulación de capital (que incluye por
ejemplo un nuevo avance en la repartición de las mejores
tierras rurales y urbanas del nuevo país265), aumentando y

264
Político de filiación liberal, uno de los referentes del ejército cuasi-
vencedor de la Guerra de los Mil Días y tres veces electo Presidente de
la República, durante los primeros veinte años de su existencia. Uno de
los pocos ciudadanos prominentes de la época que se abstuvo de apoyar la
secesión de Colombia, denunciando los recursos e intereses involucrados.
265
Para datos y bibliografía sobre el tema ver: Beluche, O. HISTORIA
AGRARIA Y LUCHAS SOCIALES EN EL CAMPO PANAMEÑO.
2017.

256
defendiendo su cuota de participación en el reparto de la masa
de ganancias generada a partir de los exiguos recursos exis-
tentes. Lo cual, a su vez, explica las agitadas pugnas inter-
oligárquicas por el control del poder político. Como dice H.
Souza: "El papel político del Estado en la economía siempre
fue importante y hoy mucho más. De ahí que la lucha por la
hegemonía en su seno sea una cuestión vital"266.
En los años de ejercicio directo del poder político, los
militares descubrirán toda la enorme potencialidad de
privilegios y beneficios de tal ubicación política. Y acá
encontramos otro ángulo relevante del fenómeno de que nos
ocupamos. Andado el tiempo, y enfrentados a claros indicios
del agotamiento de la experiencia populista, y, correlativa-
mente, a los inicios de la crisis del régimen, la perspectiva de
inminente incorporación al país de la inmensa masa de
recursos durante tanto tiempo secuestrada por el enclave, es
motivo de sobra suficiente para que los militares busquen
negociar, o intenten imponer, una posición de peso en el
inevitable reordenamiento político-institucional que se viene,
que les permitiese conservar suficiente influencia como para
garantizarse, tanto personal como institucionalmente, una
porción razonable de las colosales ganancias, para las
dimensiones del país, que generaría la futura administración
de los bienes revertidos y del paso transístmico. O sea, exigen
una 'justa compensación’, tanto por su disposición a retirarse
del centro del escenario político, sin abandonarlo del todo,
como por las nuevas e importantes funciones que, según lo
acordado, están por asumir (el relevo de la milicia norte-
americana en la tarea de protección del canal267), pero esto

266
Souza, H. Ob. cit., p. 29.
267
Ver FUERZAS ARMADAS DE PANAMÁ. Citado en Beluche, O.
DIEZ AÑOS DE LUCHAS POLÍTICAS… p. 94.

257
luego de casi quince años de cargar con el peso principal de lo
político (además de ser, desde su punto de vista, en buena
medida responsables de una significativa ampliación del
pastel). Todo esto, antes de que Noriega optara personalis-
tamente por desconocer el pacto de sucesión, de 1983, en la
Comandancia de la FDP y de las explosivas declaraciones del
6 junio de 1987 del desplazado coronel Díaz Herrera (con el
antecedente de la imposición de un candidato presidencial al
PRD, en 1984, y de luego forzar su salida, en 1985 -acción
que abre el curso de desmarque político norteamericano
respecto de Noriega y el régimen, aunque sectores del
Pentágono continúen sosteniéndolo hasta comienzos de
1988268). Después de tales acontecimientos, la historia derrapa
definitivamente hacia un sendero de aventura lumpen,
conducida por intereses caprichosos, sin verdadero arraigo
social, un espasmo histórico (provocado por un ‘criollo del
terraplén’, con una retorcida personalidad, una delirante
percepción de la realidad, colaborador pagado de la CÍA, por
una improbable sucesión de eventos, a lo largo de casi dos
décadas, encaramado al poder). La sobrevida del régimen
conduce a una aguda inestabilidad política269.
Mediante la reproducción de los rasgos más parasitarios
-en el sentido de especuladores y comisionistas- de la
burguesía criolla, la alta oficialidad trata de consolidar,

268
Beluche, O. Ibid. p. 95.
269
“Este cambio a lo interno de la Guardia Nacional (el retiro forzado
del Comandante en Jefe, tras la ‘desaparición’ de Torrijos, Flores y de
los Ttes. Cnels. Araúz y Bellido, y el rediseño de las responsabilidades
de los integrantes del Estado Mayor, en 1982) sentaría las bases para…
Desde la muerte de Torrijos hasta las elecciones de 1984, se sucedieron
3 Comandantes en Jefe de la G. N. y 3 presidentes de la República…
Si extendemos la cuenta hasta 1988… otros 3 presidentes...”. Beluche,
O. Ibid. p. 91.

258
dándole forma institucional, su pretensión de grupo con
derecho a una parte de los beneficios generados. En sustancia,
se trata, como en otros países de la región, de un interés
corporativo que busca asegurar a la fuerza armada, a su alta
oficialidad, un peso económico, social y político destacado,
pero en una combinación singular con las destempladas
pretensiones y autopercepción de un individuo. Todo ello en un
marco ideológico muy conservador, aunque bajo una expresión
específica bastante deformada, demagógica y populista, por
los múltiples rasgos lúmpenes de la sociedad semicolonial
panameña. La clave para entender el comportamiento de
Noriega es estudiar la dialéctica de la subjetividad/acciones de
los individuos y su contexto socio-cultural/proceso objetivo
(los intereses y dinámica de los diversos grupos pertinentes,
los discursos ideológicos, la situación política y el marco
histórico-social amplio en el que los sujetos se mueven, que
los condiciona y que es modificado por su actividad,
incluyendo las consecuencias no buscadas270).
En un sentido general, la ley 20 de 1983, que da origen y
define el status institucional y la estructura funcional de las
Fuerzas de Defensa (sucesora de la Guardia Nacional),
constituye un documento que trata de asentar jurídicamente el
grado de autonomía política alcanzado de hecho por el cuerpo

270
El marco histórico-social amplio en el que los individuos se mueven,
que los condiciona, del que la gran mayoría no es consciente, o tiene
una conciencia apenas difusa, generalmente limitada a lo inmediato, y
que es modificado por su actividad, incluyendo, y tal vez sobre todo,
por las consecuencias no buscadas de su actuar. Lo social se explica por
lo social, pasando por lo interindividual; es la dialéctica de proceso
objetivo y acción consciente. La mayoría de los individuos actúan
intencionalmente en base a sus necesidades e intereses en la situación
dada, sin conciencia de la relación de estas con el contexto histórico-social
amplio. Sumidos en la inmediatez, en la pseudoconcreción (Kosik).

259
armado, insertándola en la reorganización del sistema político
en curso. Desde el punto de vista de los militares, se trata de
una maniobra anticipatoria, en un doble sentido. Por un lado,
es evidente que se integra, como pieza clave, en el conjunto
de acciones ordenadas en el marco del proceso de autoreforma
del régimen bonapartista, en transición hacia alguna moda-
lidad de democracia formal (como vía para contener y
desarmar la crisis política en curso, abierta por el agotamiento
histórico, la pérdida de razón de ser, del fenómeno político-
ideológico nacional-populista, tras 1978), con un fuerte
componente bonapartista. (Precisemos esto. No se trata de un
mero maquillaje, no en el proyecto original. Aunque con un
notorio elemento bonapartista, el peso político, formal e
informal, del cuerpo armado y su alta oficialidad, la transición
diseñada apunta a un régimen democrático-formal efectivo,
que es decir, a la ‘normalización’ de la forma de organizar la
dominación política, que, en las condiciones del capitalismo,
incluso del periférico, al menos desde fines del siglo pasado,
consiste en un régimen democrático representativo, que
permita procesar demandas e institucionalizar el conflicto. En
el capitalismo del siglo XX, esta es la forma más eficaz de
organización de la dominación política, la que mejores
condiciones aporta, en tiempos de reproducción normal del
sistema social, para dirimir las disputas de intereses entre las
diversas fracciones de la clase dominante y para generar
integración social, consenso ideológico y consentimiento
político hacia los subordinados. Esto es lo que se rompe en
situaciones de crisis social y política aguda). Se trata de una
transición política que arranca bajo la presión y con el apoyo
entusiasta del gobierno de Carter. Por otra parte, tras la
desaparición de Torrijos, y con Reagan a la cabeza del
gobierno de EEUU, en los inicios de los 80, el proyecto de

260
fortalecimiento operativo y numérico del componente estric-
tamente militar del cuerpo armado, se da con el respaldo
norteamericano, en tanto que en la coyuntura resulta útil
respecto de su estrategia político-militar de contención de la
revolución centroamericana271. No es un dato menor el hecho
de que, ahora, el ‘Comandante en Jefe’ es un hombre que lleva
casi 20 años colaborando con la CÍA…
Simultáneamente, la Ley 20 crea condiciones que preten-
den colocar al cuerpo armado al margen de la tradicional
inestabilidad política del país. Tanto más en una situación
política regional (revolución, guerra, deuda externa, etc.),
cuya dinámica es de profundización de todos los desequili-
brios que caracterizan al sistema y, por lo tanto, de multipli-
cación y agravamiento de las tensiones y aumento de las
posibilidades de estallido político-social. En ese contexto, las
Fuerzas de Defensa constituyen el proyecto de un cuerpo
armado que, si bien desvinculado de las tareas directas de
gobierno, pero no tanto de la dirección política del Estado, no
sólo se dispone a reasumir, en condiciones mucho más
ventajosas, su antiguo papel de árbitro político supremo, sino
que se autogarantiza una posición sociopolítica que le permite
asegurarse significativos beneficios materiales y un protago-
nismo propio, cuasi-deliberante, sólo formalmente subordi-
nado, en la sociedad panameña. Parte importante de ello es su
proyecto de asumir el control de la seguridad, así como un
papel de primera línea en las responsabilidades de la admi-
nistración del canal, después del año 2000272, manteniendo su

271
En LA DEMOCRACIA EN PANAMÁ, Gandásegui se refiere
repetidas veces al tema.
272
Gandásegui, M. "Las FDP y el año 2000". Rev. Panameña de
Sociología #5, 1989, p. 223.

261
militarización, tras la retirada, al menos física, del ejército
extranjero.
Es bastante evidente que la situación abierta por el nuevo
tratado del Canal modifica sustantivamente las perspectivas
de mediano plazo del país como un todo. Pero también y sobre
todo de sectores sociales específicos, aquellos que se
anticipan como principales beneficiarios directos e indirectos
de la recuperación de la zona de tránsito y la incorporación del
Canal a la economía nacional. No apenas por el ingreso
generado por el tránsito de embarcaciones, que en 20 años
aportó varias decenas de miles de millones de dólares en
ingresos brutos, dando un salto a partir de la tan aplazada
ampliación, sino por el enorme negocio potencial vinculado a
los servicios logísticos, al presente aún en estado muy
incipiente. Este efecto incluye por supuesto a la alta
oficialidad del cuerpo armado. La expectativa de desempeñar,
como institución, pero también personalmente, un papel
principal en la gestión del Canal y sus anexidades, con sus
ingentes recursos, claramente es un factor que interviene sobre
el comportamiento y los cálculos de los responsables de la
flamante FDP. Pasaría en cualquier lugar. Y con la repentina
desaparición del bonaparte jefe, desata además fuertes tensiones
a lo interno del grupo de altos oficiales. Pero, en este punto,
lo que nos interesa resaltar es el impacto que tiene sobre la
dinámica política del cuerpo armado, es decir, sobre la
creciente tensión entre el proyecto de retorno a los cuarteles,
y a una relación institucional más convencional, en la forma,
y la emergente tendencia a la prolongación desembozada del
bonapartismo, hipertrofiando la autonomía. Así se comienza
a delinear la nueva fase del régimen, bajo la conducción de
Noriega.

262
Sin embargo, todo el proyecto, ya desde las primeras
experiencias de implementación práctica de este intento de
prolongación de fuertes rasgos bonapartistas en el reordena-
miento político-institucional del país, choca violentamente
tanto con los intereses económicos de los grupos dominan-
tes273, como con su concepción tradicional acerca del papel
institucional y la ubicación política del cuerpo armado; y, de
modo más general, con su complacencia con la estructura
original del Estado semicolonial panameño, de la cual la
garantía norteamericana representa parte esencial (son estos
criterios los que designan con el equívoco término ‘civilista’).
Cosa que de una manera u otra persiste al presente. Para las
élites, lo que está en juego es la aspiración a la ‘normalización’
del ordenamiento político.
Posteriormente, a medida que cambian la correlación de
fuerzas en el plano internacional y la situación particular en
Centroamérica, el proyecto de la FDP pierde viabilidad al
modificarse la política estratégica de seguridad de EEUU, y,
en consecuencia, el papel asignado por la metrópoli a las
fuerzas armadas de la región. El intento de Noriega de resistir,
primero, la oposición de la burguesía criolla, y, después, la
presión norteamericana, e imponer con una política de hechos
consumados la concretización del proyecto del cuerpo militar,
bajo su vitalicia conducción, como custodio y coadministrador
de la vía interoceánica y del área y bienes adyacentes, lo
conduce, de coyuntura en coyuntura, a un itinerario que
progresivamente lo encamina al definitivo y casi completo
abandono del proceso de reconfiguración política abierto en
1978, sin contar, por otro lado, con ninguna posibilidad de
reeditar el vínculo populista con los sectores subordinados de

273
Stoute, J. E. Ob. cit., p. 325.

263
los años 70. Así se instala, definitivamente y en forma abierta,
irreconciliable, el conflicto entre un sector cada vez más
mayoritario del bloque de clases dominantes y la cúpula del
cuerpo armado. De ahí el carácter de aventura lumpen, sin
arraigo en ningún sector social significativo, que va
adquiriendo el comportamiento del cuerpo armado bajo
control de Noriega, acompañado por un menguante grupo
empresarial y que arrastra al proyecto original del PRD a un
desastre.
El creciente aislamiento del régimen, la pérdida parcial
de la considerable base de apoyo social que el Torrijismo se
había labrado, está evidentemente muy vinculado con la caída
de la tasa de crecimiento de la segunda mitad de los años 70
y, sobre todo, con los dramáticos efectos, en toda América
latina, de la crisis de la deuda externa de los 80’s –ambos
fenómenos derivados de la crisis de estanflación en los centros
metropolitanos de los 70’s- combinado con las políticas
adoptadas por el régimen, de carácter contractivo-recesivo,
para enfrentar los impactos locales de la disparada del servicio
de la deuda, provocada por el abrupto alza en la tasa de interés
norteamericana, en base a la cual se había contratado el
financiamiento. Toda la política económica se redireccionó a
partir de la imposición de los organismos internacionales de
crédito de políticas de ajuste, orientadas a garantizar el pago
de los vencimientos e intereses, mediante refinanciamientos
que incrementaban el principal, llevando a abandonar o
desfinanciar muchas de las reformas y políticas del período
nacional-popular. El régimen muestra entonces los acotados
límites del nacionalismo burgués. En toda la región, las políticas
del FMI provocaron un notorio incremento de la pobreza y la
desigualdad, con reestructuraciones económicas que hicieron
más dependientes y frágiles a las sociedades periféricas.

264
Pero la pérdida de apoyo del régimen no se nutre solo de
la situación y las políticas económicas. Al menos entre
sectores de clase media asalariada urbana, también, pero
menos, afectados por la situación económica, pesan cada vez
más las demandas democráticas (en el caso particular de los
trabajadores de la educación, se combinan ambos aspectos).
La ‘cuestión democrática’, cada vez más presente en la escena
política del país durante los años 80, es claramente el
problema más negligenciado por la mayoría de los analistas,
sobre todo progresistas y de izquierda (con la notable
excepción de O. Beluche). Junto a las luchas de los sectores
populares por reivindicaciones económicas y sociales y en
defensa de derechos y conquistas (el código de trabajo, p.ej.),
las luchas por reivindicaciones democráticas marcan la década.
Y en ese terreno, el movimiento estudiantil, conducido por
grupos de izquierda de oposición al régimen militar,
desempeñará un papel destacado. Sin que esto último alcance
a cambiar el claro, desde el principio, y creciente, predominio
ideológico y político de la oposición de derecha y empresarial,
en el tema democrático. Se trata no de firmes y sinceras
convicciones de filosofía política (con las excepciones de
rigor), sino de la estrategia discursiva obvia para presionar a
los militares en el sentido de un efectivo repliegue a sus
funciones específicas, de guardianes del orden social, custodio
de los intereses y posición de los sectores dominantes.
Y este es el problema central de los movimientos y
expresiones por reclamos democráticos en los 80’s. Plantean
un problema real, una reivindicación más que legítima, pero
crecientemente instrumentada por la derecha política y
empresarial (y su instrumento mediático, el ‘diario’ La Prensa,
un factor/actor político decisivo en toda la década), la tradi-
cional élite transitista, ahora reconvertida en gran burguesía

265
banquera-financiera (la emblemática ‘calle 50’), la gran
ganadora de los años del régimen militar, en sus distintas
fases, y que se prepara para recoger los frutos más jugosos de
la reincorporación de la zona de tránsito a la economía
‘nacional’. La derecha, estrechamente vinculada con los inte-
reses y política exterior norteamericanos, se hace hegemónica,
tempranamente, en el movimiento por reivindicaciones
democráticas formales. Lo cual para importantes sectores
plantea un problema difícil: cómo desarrollar a fondo las
luchas democráticas, cómo no perder contacto con un proceso
objetivo y necesario, enfrentando la creciente influencia y
peso de la oposición de derecha, para disputar la dirección del
movimiento. La respuesta es bastante evidente: vinculándolas
con las luchas populares por reivindicaciones específicas, para
avanzar en la independencia política y organizativa de los
trabajadores y los sectores populares. Ya sabemos cómo
terminó. La derecha consiguió imponer un control práctica-
mente completo sobre el movimiento de reivindicaciones
democráticas, para luego descaracterizarlo, hasta el punto de
terminar asociándolo al apoyo, primero, a la candidatura del
interminable caudillo populista conservador, A. Arias, en las
elecciones de 1984, y, después, a las sanciones, la intervención y
finalmente la invasión norteamericana.
Un factor relevante de este desarrollo, en los 80´s, sin
lugar a dudas, fue la incapacidad del sector de la izquierda
política vinculada al régimen en los 70’s, para entender la
profundidad e implicaciones del cambio de la situación
política general del país tras la resolución del tema canalero,
y, sobre todo, tras la ‘desaparición’ de Torrijos (quién
constituye una buena ilustración práctica del problema del
papel del individuo en la historia, del peso y protagonismo de
una individualidad particular): el giro a la derecha del grupo

266
que controla el poder político, la hipertrofia del cuerpo armado
como FDP y sus corporativistas objetivos, la búsqueda de
acuerdo con la oposición oligárquica-empresarial y el
replanteamiento de las relaciones con EEUU, con aproxima-
ción a la política para Centroamérica de Reagan, de sangrienta
contención del proceso revolucionario regional (ambos
movimientos a partir del breve período de Paredes en la
Comandancia del cuerpo armado y continuados en principio por
Noriega), la fórmula electoral de 1984 (Ardito-Barletta/Del
Valle, la fracción financiera aliada al más tradicional sector
agroindustrial) impuesta al PRD, primero, y luego, tras el
descarrilamiento de esta reorientación, producto del abandono
de los acuerdos de transición, la descomposición general del
bonapartismo y la consecuente deriva represiva. En esta
incapacidad incide decisivamente el fundamental error de
caracterización del fenómeno político de los años 70,
unilateralmente centrado en los elementos nacional-populares
del Torrijismo, sin captar su naturaleza de conjunto, como
nacionalismo burgués, apoyado en una forma de bonapar-
tismo militar. En vez de permanecer en el campo democrático-
popular, optaron por someterse al desvarío aventurero de
Noriega. Así contribuyeron a debilitar el esfuerzo de avanzar
en la autonomía política y organizativa de los sectores popu-
lares, facilitando el trabajo de construcción de hegemonía de
la derecha y del empresariado.
Finalmente, la invasión militar de diciembre de 1989,
junto a la posterior campaña por la abolición del ejército, el
retorno a una policía dedicada a preservar el orden doméstico
y el replanteamiento de la idea del ‘país garantizado por
EEUU’, resuelven a su manera el conflicto, cerrando el
capítulo del cuerpo armado autonomizado, fenómeno desde
siempre indigerible para la élite social local, para la clase

267
dominante, y que terminó perdiendo el apoyo o la tolerancia
de los norteamericanos. Se retorna así al régimen electoral
oligárquico, aggiornado.

268
CONCLUSIONES Y AMPLIACIONES

El presente estudio ha pretendido realizar un análisis del


peculiar fenómeno político-social que comienza a gestarse a
partir del golpe de Estado protagonizado por la alta oficialidad
de la Guardia Nacional panameña, el 11 de octubre de 1968,
y que andado el tiempo pasó a ser reconocido bajo el término
de Torrijismo. Proceso inédito, en diversos sentidos, en la
historia del pequeño país del Istmo. En primer lugar, porque
constituye en estricto sentido el primer régimen político de
conducción militar en la historia del Estado panameño.
Después porque el acentuado énfasis populista del discurso
ideológico del Torrijismo, constituye una clara ruptura con los
hasta entonces tradicionales mecanismos de legitimación del
poder en Panamá. Y, finalmente, aunque no en último lugar
de importancia, por el particular tipo de relación política que
establece con EEUU, cuestión esta de primera importancia en
la evaluación de cualquier período de la historia político-
social del país, si se considera el significativo papel que ha
desempeñado la metrópoli capitalista en tal historia, desde
mediados del siglo XIX hasta el presente, tras la cruenta
invasión de diciembre de 1989. Inédito e indiscutiblemente
relevante, en la medida que se constituyó en un punto de
inflexión en la historia político-social del Istmo.
La realización del balance histórico de cualquier fenómeno
político-social exige el análisis riguroso de su origen, estruc-
tura, funcionamiento y tendencias evolutivas, las condiciones
generales en que se da y el modo en que, por su vez, modifica
la realidad, esto es, sus consecuencias concretas. Sólo de esta
manera, por este camino, se coloca la posibilidad de elaborar
una interpretación científica, esto es, sujeta a contrastación
teórica y empírica y que aspira al grado de validación inter-

269
subjetiva alcanzable en el actual estado de desarrollo de las
ciencias sociales274. El camino alternativo, marcado por la
ignorancia o la distorsión interesada de los hechos, sólo puede
conducir a mistificaciones de diverso signo. Y esto es,
justamente, lo que ha ocurrido con el Torrijismo, como
fenómeno político-social. Las tesis desarrolladas a lo largo del
presente estudio constituyen por sí mismas una refutación de
tales leyendas, la laudatoria y la satanizadora. En lo que sigue
presento una recapitulación, con ampliaciones, de los princi-
pales resultados alcanzados en el presente ensayo de interpre-
tación.
El nacionalismo burgués torrijista fue presentado por sus
apologistas de izquierda como proceso de liberación nacional
y de profundización de la 'democracia'; proceso político-social
conducido por un sector de capas medias, específicamente por
el sector de la oficialidad encabezado por Omar Torrijos, 'líder
máximo de la revolución'. Tal constructo ideológico no
constituye una pura ficción, sino que se compone a partir de
la absolutización de ciertos aspectos de la realidad, dando
lugar a una visión parcial y deformada, a una imagen que, de
conjunto, resulta pues falsa. "Parte de la izquierda panameña
y latinoamericana reconstruirá, a partir del discurso nacio-
nalista, una interpretación del 'Torrijismo' que vela, ex
profeso, la realidad. Reconstrucción 'ideologizada' que les
impedirá comprender la naturaleza real de un movimiento
social y político como lo es el 'Torrijismo'..."275. Durante una
década, la saturante campaña propagandística oficial operó

274
Por supuesto, esto no nos protege del error; el error es parte de la
construcción del conocimiento científico (Bachelard). El conocimiento
científico avanza superando los inevitables errores, por eso es
fundamental el libre debate.
275
González, S. Sociología del..., p. 19.

270
como recurso de legitimación, contribuyendo a sostener la
estabilidad y funcionamiento regular de la forma de la
dominación.
En la segunda mitad de los años 80, pasados ya los años
de esplendor del Torrijismo y, sobretodo, tras la invasión
norteamericana, el escenario político-ideológico es copado
por la otra versión, la leyenda ‘negra’. Instalada en el sentido
común impuesto por la derecha política y la gran burguesía y
el estrato superior de las capas medias (que arrastra a
segmentos de población de todos los estratos), decididos a
enterrar bajo una loza de plomo el recuerdo de los aspectos
más progresivos de la experiencia nacional-popular, como
recurso defensivo contra todo otro intento de cuestionar su
ejercicio en forma directa de la dominación política de clase,
y sobre todo cerrar el paso a toda posibilidad de proyectos
reformistas que amenacen aunque sea parcialmente sus
ganancias y privilegios. Se trata de una fracción política que
tras los primeros años del golpe de Estado de 1968 se debilita
y hace minoritaria en el bloque de clases dominantes, pero que
se recompone y fortalece política y orgánicamente mediante
la capitalización de la crisis crónica del régimen burocrático-
militar, abierta en 1979, consiguiendo integrar progresiva-
mente al sector del capital más beneficiado con el modelo de
acumulación impulsado en los 70, el agronegocio, el comercio
de importación y reexportación, los súper protegidos 'indus-
triales', que producen para el mercado interno, pero, sobre
todo, los intereses vinculados al centro financiero y la plata-
forma de servicios internacionales.
Un connotado miembro de ese sector de la gran burguesía
criolla y del gobierno postinvasión276, nos da una muestra de

276
Rubén Darío Carles: varias veces ministro de gobierno durante las

271
esta especie de campaña de satanización del bonapartismo
populista: "Todo empezó cuando los militares se apoderaron
del gobierno en octubre de 1968. No tenían una verdadera
justificación para derrocar un gobierno elegido con amplio
respaldo popular. El tiempo ha demostrado que a los golpistas
del 68 sólo los movía el interés personal"277. En la
'bugsboniana' concepción de la historia de nuestro agudo
analista, la modernización del capitalismo periférico, los
cambios en la estructura social, con expansión de la clase
media urbana, la reforma del Estado, que gana capacidad para
impulsar el crecimiento económico (desempeñando un papel
decisivo bajo el Torrijismo y en las últimas décadas, para
beneficio sobre todo del gran capital), la resolución del
problema canalero, parteaguas en la historia del país, y el
proyecto político general impulsado por el Torrijismo, que
permitió resolver los principales elementos de la crisis de los
60’s, todo ello se reduce a simplemente la voluntad de un
grupo de militares usurpadores de acomodar el ejercicio del
poder a sus ansias de fortuna, transformando al Estado en una
gran empresa para el enriquecimiento ilícito: el par
honestidad-corrupción como clave de inteligibilidad de la
historia... Por supuesto, Carles hace como que olvida que fue
parte de una clase-casta que se apropió y repartió los recursos

décadas de los 50 y 60, alto ejecutivo del Chase Manhattan Bank a lo


largo de más de veinte años, dirigente político-empresarial reconocido,
miembro de una familia de antiguos terratenientes y después grandes
plantadores de arroz, feroz opositor desde siempre no sólo del régimen
militar sino, y sobre todo, del Torrijismo, Contralor General de la
República después de 1989, candidato conservador a la presidencia de
la República en el torneo electoral de 1994 y, finalmente, referencia
histórica muy ensalzada para la derecha neoliberal.
277
Wesberry, James. LA CLEPTOCRACIA. Contraloría G. de la R.,
1991, p. 8.

272
más valiosos del país, desde antes de su surgimiento como
república, y que ha vivido y vive del trabajo de la gran
mayoría.
Tratándose de un país en el cual la utilización del aparato
del Estado como palanca para el desarrollo de procesos de
acumulación privada de capital fue la regla (lo cual explica las
enconadas luchas interoligárquicas por su control), no un
problema de ocurrencia incidental, ni siquiera un simple rasgo
del sistema político, en las condiciones socioeconómicas
características imperantes en los países atrasados, sino rasgo
histórico generalizado, determinado por razones estructurales,
relativas a las particularidades del desarrollo del Estado
mediatizado y las distorsiones de la formación económica
provocadas por el enclave colonial, resulta evidente que la
anterior es una ‘explicación’ que nada explica. Más aún,
viniendo de un ilustre miembro de la vieja y corrupta
oligarquía, tradicional detentora del poder político, no es más
que puro cinismo.
Esta visión groseramente simplista, no es más que una
expresión de la incapacidad para reconocer, o la negativa a
admitir, las razones que llevaron al desenlace de los aconte-
cimientos de los años 60, así como la funcionalidad estructural
del populismo, para los sectores dominantes. Se trata de cubrir
el hecho de que la pérdida del control de la gestión del Estado
por los representantes políticos directos de las clases
poseedoras tradicionales, fue una consecuencia de su propio y
clamoroso fracaso en la resolución de las tareas históricas
colocadas en el período, posteriormente cumplidas por el
nacionalismo burgués. Solo un conmovedor grado de inge-
nuidad puede dejarse envolver por el palabrerío sobre
‘democracia y ddhh’ con que suele envolverse la leyenda
satanizadora, términos que en boca de la clasista y racista élite

273
social, la derecha política, la iglesia católica y el gran
empresariado, nunca han tenido otro valor que el de la retórica
demagógica y el papel de construir consenso hacia los
subordinados.
Una valoración justa del Torrijismo hay que buscarla más
allá de tales concepciones. El golpe de 1968 es un resultado
histórico de y constituye una respuesta al extremo agrava-
miento de la crisis política crónica de la década de los 60’s.
La profunda quiebra sufrida por el régimen electoral oligár-
quico, está determinada por la atomización política y la
agudización de los conflictos entre las diversas fracciones de
la burguesía local, por un lado, y, de otro, por la acción del
ascenso de las luchas sociales protagonizadas por los sectores
subalternos, que aprovecha y potencia la dispersión política
de la clase dominante, incapaz esta última de concebir y
ejecutar de manera eficaz una respuesta política adecuada a la
situación. En otros términos, el golpe de 1968 representa la
salida históricamente efectiva dada a una prolongada crisis de
gobernabilidad, generada a partir del fuerte descrédito del
sistema político-electoral (proscripciones, fraudes electorales,
golpes legislativos, corruptelas, violencia, la contienda política
como ‘riña entre primos’) y las recurrentes explosiones de un
conflicto social alimentado por una particularmente notable
acumulación de demandas insatisfechas entre los sectores
subordinados. Desde un punto de vista histórico más general,
se puede decir que es un resultado y una expresión más,
aunque de relevancia y peso específico particulares, de la
crisis política crónica que con altibajos marcó al Estado
panameño durante buena parte de los 40 años previos al golpe.
Es en un tal contexto situacional que se puede comprender
cabalmente la medida en que el rotundo rechazo del tratado '3
en 1', en 1967, representa un decisivo ingrediente, un momento

274
central y catalizador, efecto y causa, en el proceso de la
desestabilización general del sistema político conducente al
golpe de octubre del 68. Marca, por un lado, el fracaso del
régimen liberal-oligárquico y sus mecanismos institucionales
en la tarea de posibilitar la modernización de las relaciones
semicoloniales; y por otro, un traspié de consecuencias no
triviales sufrido por la, torpe, política del gobierno norteame-
ricano para Panamá. En ambos sentidos, se trata de un
acontecimiento que provoca un nuevo salto adelante en la
desestabilización general del país.
Finalmente, las elecciones del año 68 y el recurso a la
figura populista conservadora de A. Arias, lejos de resolver,
precipitan el desquiciamiento definitivo del régimen político
de tipo electoral bajo control oligárquico. En una frase:
fractura y descrédito de las instituciones y crisis de repre-
sentación política de las clases dominantes. En 1968, los
militares se suben al poder político, perpetrando un clásico
golpe bonapartista: frenar la dinámica caótica de la situación,
resguardar al cuerpo armado, neutralizar al movimiento de
masas y, en general, proteger el orden social vigente.
Sin embargo, ante la ausencia de alternativa viable y dado
el carácter estructural de los problemas de fondo planteados
por la crisis, el nuevo poder adquiere una no prevista
permanencia al asumir la tarea de intentar erradicar las fuentes
de la inestabilidad política permanente. Las políticas de
modernización capitalista y actualización de las relaciones
con la metrópoli, corresponden a tal objetivo general.
Dadas las condiciones en que debe actuar, de descon-
fianza norteamericana, conflicto abierto con sectores mayori-
tarios de la gran burguesía y resistencia activa de sectores
relevantes del movimiento obrero y popular, el nuevo grupo
en el poder asumirá el discurso del nacionalismo populista

275
interclasista, rasgo observado en otros casos en la América
Latina del período, y una política de reformas sociales limita-
das, como mecanismos de adecuación funcional a la situación
en que debe actuar.
De esta manera busca conformar una base de apoyo
social en sectores de capas medias, frustradas y deseosas de
realizar sus aspiraciones de ascensión social, y entre los
sectores populares, urbanos y rurales, sumidos en situaciones
precarias. Dicho de otro modo, el poder golpista, o el nuevo
grupo en el poder apoyado en un régimen autoritario, busca
dotarse de recursos y dispositivos que le permitan construir el
necesario consentimiento social requerido para el cumpli-
miento de los objetivos políticos que asume. Tal es la razón
de la integración a la coalición política, que intenta conformar,
del respetado nacionalismo pequeñoburgués y de parte de la
izquierda política, con fuerte influencia en la conducción
sindical, el movimiento estudiantil y los movimientos sociales
populares, así como de la densa campaña de propaganda en
torno a las medidas de reforma económico-social, reales e
indudablemente beneficiosas, pero de alcance limitado y
existencia precaria, que, por lo demás, serán canceladas o
progresivamente revertidas tan pronto como se agota el
período de bonanza de los 70, en gran medida financiado
sobre la base del enorme endeudamiento externo (el contun-
dente impacto de la mayor crisis capitalista internacional
desde la gran recesión de los años 30’s, provoca una abrupta
caída de la tasa de crecimiento, que dispara el desempleo,
obligando al régimen a tomar medidas de ajuste parcial, pero
manteniendo la política de endeudamiento a fin de suavizar
las repercusiones y sostener la economía, ante el acostum-
brado repliegue del capital privado, a fin de mantener la
estabilidad política y el control de la situación, en el tramo

276
final de las negociaciones para el nuevo tratado del Canal; de
hecho, el traspié económico, resta margen en la negociación
al régimen y acelera los tiempos; es el comienzo del fin de la
buena fortuna).
Se puede también abordar el fenómeno desde otro ángulo:
a base de dispositivos represivos, corrupción de dirigentes y
control burocrático, el populismo torrijista se constituye en
una verdadera trampa para el movimiento obrero y popular,
cuyas reivindicaciones e intereses son subordinados a los
dictámenes del grupo político en el gobierno y a la necesidad
de la preservación de la alianza de clases que lo sustenta, des-
truyendo así su autonomía de acción y, finalmente, dividién-
dolo y desorganizándolo278. Encuentra así una confirmación
adicional la regla que condensa una larga experiencia: las
coaliciones interclasistas, a la larga o la corta, subordinan los
intereses de los explotados y oprimidos a los objetivos de los
grupos dominantes.
En 1977, el desgaste del régimen comienza a hacerse
evidente. Para contrarrestar los efectos de la crisis económica
mundial y la recesión interna, que lo expone a la descom-
posición de la base social de apoyo, el régimen opta por
implementar un conjunto de medidas de estabilización
económica y financiera que inciden en el desmejoramiento del
nivel de vida y la pérdida de conquistas de los trabajadores.
Todo esto bajo fuerte presión del empresariado y de la derecha
política en proceso de reorganización279. Ante la inmediata

278
Manduley, Julio. "El Proceso Panameño", pp. 69-70.
279
En 1976, Arias se reúne con Reagan y un grupo de cubanos de
Miami. El exactor y precandidato presidencial, para quien Torrijos era
‘un dictador comunista’, era ya un exaltado opositor a la renegociación
del tratado sobre el canal y la modificación del status de la zona
adyacente. Reagan había plateado su intención de militarizar la zona de
ser electo en 1976. Durante la campaña de ese año, no ahorró

277
reacción de sectores del movimiento de masas, responde
represivamente para mantener el control, al precio, sin
embargo, de dañar significativamente la imagen paternalista
del populismo torrijista, clave del mecanismo ideológico de
legitimación del poder político, fuertemente marcado por
rasgos de tipo carismático.
La firma de los nuevos tratados (septiembre 7 de 1977) y
las incuestionables concesiones arrancadas a la metrópoli (que
entre otras muchas cosas significó el cierre y retirada del
enorme dispositivo militar norteamericano en el país) en un
momento de relativa debilidad (la espectacular derrota sufrida
en Vietnam y los desarrollos del escándalo Watergate), le
representarán un importante respiro político, incluso finan-
ciero. Sin embargo, el hecho de fondo es que la situación
general del país ha cambiado. Pese a cierta recuperación del
crecimiento económico de fines de los 70, que se prolonga
hasta el año 83, la situación política dista de estabilizarse, por
varias razones. En primer lugar, por la estructura de la
formación económica transitista y terciarizada, que por la
propia lógica de su funcionamiento promueve una fuerte
concentración del ingreso y la riqueza en el quintil superior de
la estratificación social. Este rasgo se acentúa en los 70, por el
reforzamiento del modelo que supone la transformación de la
plataforma internacional de servicios en el sector más

declaraciones al respecto: ‘El canal es propiedad de EEUU y así debía


permanecer’, ‘Si yo fuera presidente protegería nuestros intereses en
Panamá de la misma forma como lo haría con Alaska’, afirmaba una y
otra vez que la Zona del Canal de Panamá era territorio soberano de
Estados Unidos, ‘lo mismo que Texas y algunos estados sureños’. El
entonces vicepresidente Rockefeller, tuvo que corregirlo públicamente,
aclarando al público norteamericano que EEUU nunca había tenido
derechos soberanos sobre la zona del canal (solo jurisdicción, aunque a
perpetuidad...).

278
dinámico de la economía. Es decir, estamos ante una economía
con un fuerte énfasis en los servicios, con sectores productivos
pequeños y poco competitivos, que por ello exporta muy poco
en el sector de bienes manufacturados o agrícolas, y que por
tanto genera poco empleo y mal remunerado (los empleos en
la industria suelen requerir mayor calificación y ser mejor
pagos). El débil impacto del crecimiento en la generación de
empleo y bienestar, por razones estructurales, se acompaña de
una fuerte mengua en la intervención del Estado para
gestionar ‘la cuestión social’280. El gasto social se estanca o
crece menos, conforme el régimen le baja el perfil al discurso
nacional-popular, que ya ha cumplido buena parte de su
cometido (la ‘renuncia’ de Royo en 1982, es un indicador,
entre muchos otros, de ello). Son tiempos de ajuste fiscal.
Todo esto, por supuesto, contribuye a alimentar un cierto nivel
de malestar, y en algunos sectores, de abierto descontento. Por

280
En buena medida, el problema remite a la históricamente baja carga
tributaria general del país, y sobre todo a su carácter acentuadamente
regresivo, que por ello se recarga en los sectores medios y en los
tributos indirectos, al consumo -que inciden desproporcionadamente
sobre los trabajadores y las familias de menor ingreso-, y no en la renta
y riqueza, con un obsceno beneficio para los más ricos, que además
defraudan al fisco (el delito social por excelencia, que hasta hace poco
se tipificaba como falta o contravención administrativa) en montos
anuales multimillonarios (el informe oficial de la Dirección General de
Ingresos, para el período 2009-2019, cifra el monto del incumplimiento
fiscal, la evasión, en la escandalosa cifra de US$35 mil millones). Eso
obliga al endeudamiento público, externo e interno, que será pagado
por ‘todos’. A fines de los 70’s, el enorme crecimiento de la deuda
pública, en particular de la externa, que según informes pasó de US$36
millones, en 1968, a US$2.300, en 1980, y con el incremento de la tasa
de referencia de la FED norteamericana, ya hacía sentir su peso sobre
las finanzas públicas y preanunciaba la eclosión de la crisis de la deuda
de los 80’s. En consecuencia, el presupuesto social y la inversión
pública se contraen.

279
otro lado, el retorno de la formación tradicional de partidos,
en el marco del proceso de transición de vuelta al régimen
electoral, abre un enorme espacio a la actividad de la
oposición de derecha. Aparte del claro impulso revanchista,
se trata de un sector político sobre todo determinado a borrar
los elementos sobrevivientes de la política social del
nacionalismo popular, en línea con el tradicional elitismo
clasista que les caracteriza hasta el presente, pero, en el
período, reforzado por el rápido ascenso de las concepciones
ultraliberales del monetarismo friedmaniano, de mediados de
la década de los 70, que a fines de la misma se instalará en
Londres y Washington, y de ahí se difundirá por el resto del
mundo, dando lugar a la autodenominada ‘revolución neocon-
servadora’. La combinación de estos elementos permite
entender que el fin de los 70’s y los primeros años de los 80’s
estén marcados por una fuerte tensión política. El movimiento
contra la reforma educativa ‘comunista’, la creación del diario
La Prensa y la ‘desaparición’ de Torrijos, son hitos.
Como sea, después de diez años, el régimen parece haber
alcanzado sus objetivos centrales. De un lado, ha promovido
una significativa readecuación en el modelo de acumulación
y crecimiento, retornando con resolución a la tradición
terciaria -luego del período de relativo apoyo a la industria
sustitutiva-, esta vez muy reforzada por la vía de los servicios
financieros vinculados al mercado internacional, con lo cual
se refuerza el contenido transitista de la estructura económica
del país281. Lo cual además se logra con un mínimo de disenso
entre los diversos sectores de las clases poseedoras, en la medida
en que el diseño heterodoxo del modelo económico admite
todavía el acomodo de los diversos intereses sectoriales (se

281
Hughes, W./Achong, A. Ob. cit., p. 8.

280
combinan la apertura del sector financiero-comercial con la
superprotección de la industria y el agro). Esto constituye,
justamente, la otra columna de la compleja y siempre
tensionada arquitectura erigida por el Torrijismo en materia
de alianza política interclasista: los beneficios económicos
derivados por el conjunto de las clases poseedoras en el
período, que llegan a ser espectaculares para el sector más
beneficiado, representan la clave de la tolerancia (que no
apoyo) de la mayor parte de la gran burguesía frente al
régimen, así como de la colaboración explícita de algunos
destacados miembros de la élite social y del apoyo mayo-
ritario, durante buena parte de la década y pese al relativo
deterioro de fines de los 70’s, entre la clase media profesional,
que crece significativamente bajo el Torrijismo, accediendo a
oportunidades inexistentes 10 años antes. Sobre esta base,
junto a las políticas de incremento del gasto público en el área
social y el discurso nacional-populista, se organiza, en los
primeros años del régimen, la 'unidad nacional' de cara a la
renegociación de la cuestión canalera, elemento de primer
orden en el proyecto político del Torrijismo.
Simultáneamente, los nuevos tratados, si bien no solu-
cionan del todo el llamado problema 'nación-imperialismo', ni
culminan el 'proceso de liberación nacional', según se ha
llegado a afirmar, sí es cierto que lo colocan en términos
renovados, más próximos a la relación semicolonial caracte-
rística del resto del subcontinente (lo cual significa que la
relación de dominación externa se hace menos evidente y, en
consecuencia, también menos ofensiva, lo cual, considerando
la historia del país, no es poco, desde el punto de vista de la
cotidianeidad, por supuesto282), en la medida que eliminan el

282
De adolescente, pasé por la experiencia, durante un torpemente

281
irritante enclave colonial y establecen la devolución progre-
siva de los recursos y bienes vinculados a la antigua Zona del
Canal. Sería mezquino no reconocer que se trata de logros
considerables, con gran y diverso impacto en la sociedad
panameña, aunque los principales ganadores, por mucho,
sigan siendo básicamente los de siempre.
En otras palabras, la situación de conjunto da muestras
inequívocas de cumplimiento del papel histórico del nacio-
nalismo burgués y del agotamiento de su funcionalidad socio-
política (al margen de las conductas caprichosas de algunos
personajes). De un lado, ha conseguido imponer las modifica-
ciones estructurales requeridas por el sistema capitalista
semicolonial. Es decir, ha ejecutado dos tareas fundamentales
para la burguesía criolla y que ninguna de sus facciones
políticas tradicionales parecía capaz de lograr, en un tiempo
relativamente corto y con un relativamente bajo costo social,
si se lo compara con el saldo de los años 60. Desde un ángulo
de mira distinto, a fin de aproximarse a esta cuestión, se puede
afirmar que con su desempeño el Torrijismo parece haber
alcanzado, a esta altura, el límite viable y funcional de un
proyecto nacionalista burgués, en las condiciones económico-
políticas externas e histórico-estructurales internas imperan-
tes283. De otro, cada vez se le dificulta más garantizar la

ingenuo paseo en bicicleta con un amigo, de ser ‘escoltado’ fuera de la


‘canal zone’ por un ‘MP’ (policía militar) zonian.
283
Una vez más: en este mundo hay lógica, pero el mundo no es un
esquema lógico. Hay comportamientos audaces, miradas visionarias y
adelantados, así como ambiciones personales, errores de juicio,
personajes díscolos y desvaríos, fantasías y simples despropósitos. Que
el régimen se aproxime al límite de su funcionalidad racional, no
impide que grupos e individuos especulen o proyecten en la realidad
pretensiones peregrinas. En la generalidad de los casos, las dinámicas
estructurales neutralizan tales fabulaciones. De tanto en tanto, sin
embargo, el aventurerismo de algunos consigue desbordarse. Si el curso

282
estabilidad política del país por vías no directamente
coercitivas (por citar un incidente, la embestida represiva con
ocasión de las protestas por el arribo del derrocado Sha de Irán
al país, por presiones de Carter, en diciembre de 1979),
surgiendo con ello el riesgo de exacerbar con su permanencia
indefinida todos los conflictos, provocando la reacción
generalizada de un movimiento de masas crecientemente
dispuesto a desbordar a las direcciones políticas y sindicales
prorégimen. Un tema interesante sería examinar en detalle y
críticamente el papel desempeñado por Torrijos en la crisis
político-social, de revolución y guerra, de Centroamérica,
tomando en consideración el cambio radical del escenario, con
el triunfo de la revolución popular en Nicaragua y la reo-
rientación de la política norteamericana hacia Centroamérica
bajo Reagan. Un dato llamativo en la historia es la forma en
que los individuos se convierten en su personaje, y se dejan
arrastrar por la dinámica determinada por el rol. Torrijos
construyó con esmero una cierta imagen pública, ahora el
personaje, referente del progresismo internacional, le impone
derivaciones lógicas, que llevan al individuo concreto a
chocar con la determinación norteamericana de ahogar en un
baño de sangre el proceso revolucionario centroamericano
(por oposición a la política de la socialdemocracia inter-
nacional de contener y neutralizar el proceso por la vía de la
negociación). El personaje se apodera del individuo y lo pone
en curso de choque con la brutal política norteamericana en la
región (que dejó un saldo de más de 350,000 muertos, más
desaparecidos y discapacitados). No podría sorprender que la
‘desaparición’ de Torrijos estuviese relacionada con tal situación.

resultante se ve privado de toda racionalidad, tarde o temprano


conducirá a un desastre.

283
En el plano internacional, toda la región latinoamericana
se ve sacudida por el creciente desgaste de los regímenes
autoritarios, tanto los de corte tradicional (de rasgos patri-
moniales: Nicaragua, Paraguay, Haití), como los encabezados
por las Fuerzas Armadas como institución. La razón de fondo
está dada por las graves repercusiones de la recesión
económica mundial sobre las frágiles economías dependientes
de América Latina. "La crisis económica ha provocado una
ola de descontentos en el proletariado, los campesinos y las
capas medias (...) extendiendo a los pequeños y medianos
industriales, agricultores y comerciantes que trabajan con el
deteriorado mercado nacional"284. Hacia fines de los años
setenta, en América latina, el incremento de la desocupación
y la caída del poder adquisitivo son consecuencias de la
situación internacional, agravadas por una política económica
dirigida a favorecer a los sectores más dinámicos y modernos
de la burguesía local, generalmente asociados al capital
monopólico metropolitano, como forma de lograr un signifi-
cativo aumento de las ganancias y la acumulación, promo-
viendo las exportaciones, deprimiendo el mercado interno.
Desde el punto de vista ideológico, se trata de la crisis de las
doctrinas desarrollistas, en América latina. El descontento
generalizado se traduce, en los países colocados bajo regímenes
autoritarios, en un fortalecimiento de las reivindicaciones
democráticas, en algunos lugares traducido en grandes
movilizaciones populares. Surgidos justamente para controlar
y detener, por una vía directamente represiva, la protesta
social, el retorno de la misma señala la caducidad de los
regímenes bonapartistas. "Pese a su exhibición de fuerza, el

284
Vitale, Luis. LA FORMACIÓN SOCIAL LATINOAMERICANA.
Ed. Fontamara, Barcelona, 1979, p. 63.

284
bonapartismo se halla agrietado desde su nacimiento por
serias debilidades. Habiendo subido a los puestos más altos a
base de neutralizar las fuerzas mutuamente antagónicas del
proletariado y los explotadores, el bonapartismo puede empezar
a derrumbarse en cuanto estos campos irreconciliables
superan su parálisis y vuelven otra vez a enzarzarse el uno con
el otro"285.
Agotamiento histórico en curso, evidentemente, no
significa que estén urgidos a desaparecer inmediatamente de
la escena política. Pero es un hecho que la apertura de la crisis
de los regímenes autoritarios en el conjunto de la región, como
resultado de los agudos desequilibrios derivados de la
combinación de la crisis capitalista internacional y la política
económica internamente implementada, así como de la
carencia por parte del régimen bonapartista como tal de
mecanismos capaces de procesar las crecientes tensiones
sociales a través de toda una serie de mediaciones
neutralizadoras de carácter institucional, impone la necesidad
de un nuevo ciclo de significativas modificaciones en la
institucionalidad política burguesa en buena parte de América
latina. "Los sectores más esclarecidos de la burguesía, del
imperialismo y de la Iglesia Católica, ven con preocupación
el proceso de desgaste político de las Fuerzas Armadas (...)
Por eso, están buscando un modelo político que permita
salvaguardar el prestigio de las FFAA"286. Retornando estas a

285
Novack, George. Ob. cit., p. 170.
286
Vitale, L. Ob. cit., p. 66. En América latina, en los últimos 40 años,
se registra cierta tendencia a enfrentar situaciones de impasse o crisis
político-social con reformas institucionales, incluso del orden consti-
tucional, a fin de canalizar y desactivar el descontento. Las reformas
institucionales no cambian nada, no mucho, porque no son la raíz de
los profundos problemas sociales y de desarrollo de las sociedades de
la región, y porque los sectores dominantes y privilegiados cuentan con

285
su tradicional papel de guardián del régimen social, pero
conservando la nueva forma de la dominación política
notorios rasgos bonapartistas, esto es, rasgos de carácter
autoritario (fortalecimiento del presidencialismo, judicialización
de la política, Banca central tecnocrático-neoliberal sin res-
ponsabilidad política democrática, y en algunos casos un alto
grado de autonomía y peso político conservado por los
militares -incluyendo fuertes intereses económicos-, etc.)287.
Los regímenes autoritarios experimentan grados variables
de desgaste en toda la región; en algunos países, incluso, por
la vía armada. Los gobiernos militares comienzan entonces a
adoptar públicamente diversos planes de transición hacia
regímenes electorales, con ritmos, plazos y características
específicas, según las particularidades de la situación
específica. Tal es el caso en Perú, Bolivia, Brasil, Uruguay,
Paraguay, Argentina, incluso del Chile de Pinochet, que
consigue prolongarse tras difíciles momentos en 1983.
También del régimen bonapartista panameño, que, para-
lelamente a la firma de los nuevos tratados, se compromete
con el gobierno norteamericano a impulsar su propio proyecto
de transición controlada. Cada situación presenta particulari-
dades, en el caso panameño, tales singularidades tienen un

recursos de sobra suficientes para bloquear o limitar el impacto de tales


cambios institucionales.
287
En los años transcurridos desde inicios de los 80’s, las modifica-
ciones en la estructura de la economía y la política mundial y regional
han hecho con que los problemas a que respondía la cuestión de la
característica inestabilidad del sistema político, las frecuentes asonadas
militares y golpes de Estado, en Latinoamérica, hayan simplemente
desaparecido, unos, sido replanteados otros, y aun surgido unos novedosos,
recibiendo el tema por tanto un tratamiento distinto. Ejemplificación de
ello es la clara modificación experimentada por la función de los
militares en la región y el principal papel desempeñado por los EEUU
en tal proceso.

286
peso decisivo. La ‘dicta-blanda’, no es un régimen fracasado,
en términos prácticos, como el argentino; apoyó su funcio-
namiento, en buena medida, en el discurso nacionalista
popular y en la alianza policlasista de unidad nacional, siendo
un régimen de dominante coercitiva y, por tanto, sin renun-
ciar, siempre que estimó necesario, al empleo de recursos
directamente represivos, con diverso grado de violencia.288.

288
La investigación sobre las víctimas del Régimen, en sus distintas
fases, produjo un informe que da cuenta de 110 muertos y desapare-
cidos. Una lista que incluye personas vinculadas a grupos de resistencia
armada al golpe, algunos caídos en acción, tanto panameñistas como de
organizaciones de izquierda; emblemáticos casos, como la detención
ilegal, tortura y asesinato de Floyd Britton, un importante dirigente de
izquierda, el sacerdote Héctor Gallegos, hostigado por terratenientes de
Veraguas, o Hugo Spadafora, antiguo colaborador de Torrijos; víctimas
de la represión, por cuerpos policiales o grupos irregulares, en el
período de Noriega, junto a algunos casos que parecen más próximos
de situaciones típicas del uso abusivo de la fuerza policial, no
exclusivos de regímenes autoritarios, casos confusos, e incluso unos
cuantos cuya incorporación a la lista parece carecer de justificación. Es
claro que el régimen panameño no llegó al nivel de las experiencias de
generalizada y sobreideologizada represión y del terrorismo de Estado
que caracterizó a los casos del cono Sur (o, incluso más brutal,
Guatemala, con más de 80 mil muertos/desaparecidos), que se convirtieron
en ejemplos internacionales de feroz violación de los ddhh, con
apresamientos masivos, política sistemática de e innombrables formas
de tortura, miles de muertos-desaparecidos, vuelos de la muerte, robo
de niños (tras el asesinato de sus madres) y decenas de miles de
exiliados. Pero hubo numerosos momentos de abierta represión, con su
saldo de persecución, apremios extrajudiciales, expatriaciones, asesinados
y desaparecidos, concentrados en los años iniciales del régimen y en
los finales. Este trabajo evita subestimar esta faceta del régimen, o
reducirlo a la misma. También hay que dar cuenta de que, según Araúz,
C. y Pizzurno, P., en los enfrentamientos con los grupos de resistencia
armada, perdieron la vida más de 20 miembros del cuerpo armado. En
ESTUDIOS SOBRE EL PANAMÁ REPUBLICANO. Manfer. Panamá.
1996. pp. 530 y 535-6.

287
Así las cosas, interna y externamente, Torrijos da la señal
de partida para la autoreforma del régimen, en tanto que
maniobra preventiva289, cuyo contenido esencial es cambiar el
curso de una situación que claramente tiende al deterioro, y la
preservación de la estabilidad política para garantizar las
condiciones de gobernabilidad del país, fortaleciendo los
mecanismos institucionales de contención y canalización de
los conflictos sociales, en un marco de deterioro de la
situación social y aumento del malestar, preservando, por
supuesto, la posición del cuerpo armado, como árbitro político
supremo e instancia directamente deliberativa (su repentina
‘desaparición’ no deja más que el recurso a la especulación

289
'Maniobra preventiva', aquí, quiere significar que estamos en
presencia de una conducta política que no se orienta, no principalmente,
por convicciones filosófico-políticas cualesquiera. La prioridad del
grupo político en el poder, sigue siendo la de conservar su posición
preeminente, ajustándola a las nuevas condiciones y relaciones de
fuerza y a unos nuevos mecanismos funcionales dentro de una
estructura institucional distinta, un régimen electoral. De modo, que se
trata de un movimiento no estrictamente voluntario, sino 'aconsejado'
por el conjunto de la situación. La eficacia y habilidad políticas del
actor se plasma en la factura de su percepción del escenario político y
los diversos horizontes en él presentes, los posibles, como desarrollos
más o menos viables y más o menos convenientes, desde su particular
base de interés (lo que no necesariamente implica estrechez de miras;
la estabilidad y legitimidad políticas pueden entrar en la esfera de sus
objetivos, en tanto que miembro ‘responsable’ de la élite política). El
punto es que en 1978, aun no funciona a plenitud la actual prevalencia
ideológica de la democracia formal, como única fuente legítima de
autoridad del poder político, ni estaban del todo presentes los
mecanismos sistémicos coercitivos, económicos y políticos, de carácter
internacional que la promueven activamente y buscan garantizar su
extensión y vigencia en el mundo entero, como forma más eficaz, en
principio, de organizar la dominación política de clase; aspecto este
último, los mecanismos sistémicos, que, por cierto, en mi opinión, es el
decisivo en la notable reducción de las interrupciones del orden
institucional en la región, después de los 70’s.

288
sobre cuál habría sido su papel en ese nuevo escenario al que
apuntaba el proyecto de transición que impulsaba; sin
embargo, no cabe duda de que un protagonismo demasiado
explícito, mantendría abierta la fractura en la forma de la
dominación, y entre los sectores dominantes, abierta en el 68
y consolidada por el golpe de Estado). Se trata de un proyecto
de transición controlada, que busca reinstituir las formas de
un régimen electoral-pluripartidario, aunque con fuertes
rasgos bonapartistas, capaz de ejercer su tradicional función
reguladora, como mecanismo de mediación de los conflictos
interburgueses y como principal factor ideológico de legiti-
mación de la hegemonía, orientado a garantizar el funciona-
miento del sistema y a crear el necesario y suficiente consen-
timiento político, en las condiciones generales, y específicas,
del capitalismo periférico semicolonial. Para el Torrijismo, en
proceso de reconstitución como facción política, con la
creación del PRD, define un movimiento que busca una
reconfiguración de la alianza de grupos y fuerzas sociales en
que se ha apoyado y que le permita mantener su lugar de
privilegio en un sistema político sensiblemente modificado.
Desde el punto de vista de las clases dominantes, se trata
de una política orientada a la recomposición y fortalecimiento
de la alianza entre sus diversas fracciones, en lo que a la forma
política de la dominación se refiere, superando la fractura de
1968. La evidencia más clara de esto está dada por la
reactivación de los partidos políticos burgueses tradicionales.
De un lado, representa por sí misma un factor que presiona
por modificaciones sustanciales en el régimen político, que
permitan la integración de las diferentes facciones políticas en
la nueva situación socioestructural creada tras diez años de
bonapartismo, en una década de grandes cambios socioeconó-
micos y culturales en el plano internacional. Para las élites

289
sociales, se trata de ‘normalizar’ político-institucionalmente
la vida social, en la medida que el régimen bonapartista, que
supone su ‘expropiación política’, responde a una situación
excepcional, pero de una crisis profunda; un mal necesario,
por un tiempo, en el menos malo de los casos. En tiempos de
funcionamiento ‘normal’ del orden social, las instituciones de
la democracia delegativa-formal (con elementos bonapartistas
de variable magnitud y relevancia) constituyen la mejor forma
de gestionar la dominación política. El proyecto de transición
abre un curso de acontecimientos que sin duda tiende a
transformar significativamente al régimen (si bien su forma,
amplitud y ritmos queda sujeta a la evolución de la relación
de fuerzas290), forzando un cambio cualitativo, trastocándolo
como tal, al impulsar la rearticulación del complejo institu-
cional en beneficio principalmente del personal político
directamente ligado a las fracciones burguesas, y que afecta la
posición de importantes grupos de los sectores sociales
intermedios, cuya figuración social y acceso a los beneficios
derivados del poder político y la frondosidad del aparato del
Estado, dependió hasta entonces del bonapartismo populista,
la tecnoburocracia florecida a su sombra. De otro lado, el
retorno de los partidos tradicionales abre una vía para la
superación de la ruptura instalada en el seno de la clase

290
El problema de la transición, de retorno al régimen electoral, no
reside en la candidez de la ‘sinceridad de la intención’, sino en las
presiones reales derivadas del cambio de la situación objetiva, que
obliga a un movimiento de ajuste y adaptación, con fines de
supervivencia. Y esto en el marco de la dinámica propia del
funcionamiento de una sociedad burguesa suficientemente madura, que
lleva al régimen electoral, cuando el orden social funciona más o menos
normalmente, como forma de legitimación política, con mejores
condiciones para realizar la mediación de intereses y regular el
conflicto social, generando integración y consentimiento político.

290
dominante por el golpe de 1968. Se reconstituiría así la unidad
de la burguesía en torno a la sustentación no del gobierno, sino
de la nueva forma de dominación, del nuevo régimen político,
más adecuado a la nueva realidad político-social.
Simultáneamente, el proyecto de autoreforma es un
intento de reconstitución de la hegemonía sobre las clases
subalternas291. En 1978, en efecto, a partir de unas pocas y
limitadas concesiones democráticas, se busca desactivar el
ascenso de las luchas y evitar la polarización de la sociedad,
canalizando las aspiraciones de los sectores populares
mediante una acompasada reintroducción de los conductos
institucionales de la democracia formal. De esta manera, el
Torrijismo da inicio a su proceso de transformación, de
expresión político-ideológica del 'partido militar' en el poder,
a facción político-partidaria burguesa, en un tradicional
régimen de competencia electoral. Así se entiende que el
régimen haya logrado 6 años más de vigencia, no exentos de
sobresaltos, dislocaciones y reajustes, pero con el suficiente
margen como para lograr su cometido de mantener la
conducción política del país, y poner en pie un fuerte grupo
político, como prolongación del fenómeno político setentero

291
“Las ideas dominantes de una época siempre fueron sólo las ideas
de una clase dominante”, Marx. Se entiende ‘hegemonía’ como
dominación ejercida, al menos parcialmente, mediante mecanismos de
creación de consenso hacia los sectores socialmente subordinados,
mediante el control de la producción cultural, que universaliza los
valores y visión de mundo de los sectores dominantes (Tamburrano,
Giusseppe. GRAMSCI Y EL MARXISMO. Ed. Proteo, Buenos Aires,
pp. 111-112.). Las condiciones estructurales de una sociedad semicolonial
ciertamente hacen precaria y limitan la extensión en profundidad de
tales mecanismos, pero no los eliminan, porque históricamente
corresponden a las condiciones del capitalismo moderno, urbano
industrial, y porque, en general, no existe sistema político que se
sustente en la pura coerción.

291
y vehículo de los intereses del muy variopinto grupo político
asociado. Los militares evitan una salida de escena precipitada,
desordenada y revanchista, consiguiendo mantener el control
sobre el proceso de transición. Y esto pese a la ‘desaparición’
de Torrijos (o tal vez, gracias a, ya que en ocasiones el
símbolo histórico puede ser más potente que el individuo de
carne y hueso). Lo cual es un indicio del importante margen
con que aún contaba la experiencia en el período, y que
permitirá su prolongación, cada vez más precaria, por los
accidentados años 80. El PRD incluso logra la proeza de una
inesperada recuperación, en la fase postinvasión, explotando
y abusando del capital simbólico asociado al referente
‘epónimo’ del grupo, a fin de remontar con desconcertante
rapidez los desastrosos años del desvarío aventurero de
Noriega, y los difíciles tiempos tras la invasión norteamericana,
para ganar, con un tercio de los votos emitidos, las elecciones
de 1994. De paso, conviene hacer notar que este retorno del
PRD al gobierno, por una vía ‘legítima’, se da sin ruido
significativo en los altos niveles del poder social. Se trata de
un PRD ya plenamente integrado a su condición de élite
político-partidaria del nuevo régimen, incorporado como
facción política de las élites -la gestión de Pérez Balladares
constituyó una confirmación más que rotunda. Lo que, entre
otras cosas, muestra que la crisis de los 80 no fue una lucha
entre fracciones del gran capital, por el modelo de
acumulación, sino una confrontación política de un sector
mayoritario de las clases dominantes con el torpe intento de
Noriega y su grupo de prolongar el recorrido de un régimen
que ya no respondía a nada en la realidad político-social del
país (a eso habría que agregar las legítimas aspiraciones
democráticas de buena parte de la población, un factor
importante, aunque no el decisivo, de las agudas tensiones de

292
esa década). El régimen pretendió extenderse en base a
intereses espurios (la expectativa corporativa de ‘sustituir a
los norteamericanos en el Canal’, de tener un papel central en
la gestión de los enormes recursos por revertir, sin duda juega
un papel), por eso pierde casi completamente el vínculo con
los sectores dominantes. La crisis es política, no lucha por el
modelo, el modelo es consensual, la confrontación es por la
forma política de la gestión. Que no es poco. El giro a la
derecha de Paredes era una opción tensionante, pero legítima,
desde el punto de vista del grupo en el poder y de los sectores
dominantes, en las condiciones de la primera mitad de los
80’s. La aventura lumpen de Noriega, por el contrario, estuvo
cerca de enterrar el proyecto de adaptación de Torrijos. La
reforma del régimen era la clave para los intereses del sector
arropado en la bandera del ‘Torrijismo’. En una sociedad
capitalista ya suficientemente madura, un régimen propia-
mente bonapartista es una anormalidad, una salida que suele
responder a una situación de aguda crisis política, que
desborda las instituciones de la democracia formal. Como
dice Novack (ver nota 282), el bonapartismo nace atravesado
por una debilidad fundamental, su insuperable problema de
‘legitimidad’, al ser un régimen de dominante coercitiva y
carecer por tanto de mecanismos fundamentales de cons-
trucción de consenso y consentimiento político. El carisma
populista puede solventar por un tiempo las debilidades
sociales e institucionales, pero la dinámica y las contra-
dicciones del capitalismo periférico más temprano que tarde
lo socavarán. Tanto por el lado de las relaciones con las clases
dominantes, como en su relación con los sectores subordi-
nados. ‘Anormalidad’, claro, en las condiciones predominantes
hasta el presente. Pero la sobrevida del capitalismo y la multi-
plicación correlativa de los elementos de crisis civilizatoria,

293
de las tensiones y malestares, pueden inclinar el curso hacia
cierta forma de ‘normalidad’ con fuertes rasgos bonapartistas
en el régimen (como deriva autoritaria). Sobre todo en el
capitalismo periférico, institucionalmente más frágil.
A partir de la combinación de los elementos apuntados, y
como resultado general de nuestro estudio, podemos ahora
proponer una definición sintética, una caracterización histórico-
social del Torrijismo, en tanto que fenómeno político-social.
Se trata de un fenómeno nacionalista burgués, la más
importante y desarrollada experiencia política nacionalista
producida por la burguesía del Istmo en el siglo XX; que,
sobre la base de las especifícidades de la formación
económico-social y las condiciones históricas concretas en
que actúa, combina formulas oriundas del desarrollismo
estatizante con la especialización exportadora de servicios,
como vía para promover la modernización del capitalismo
periférico panameño y la adecuación a las modificaciones
operadas en la estructura de la economía capitalista mundial;
y que dedica esfuerzos reales a la recuperación 'nacional' de la
zona de tránsito. Esto es, la recuperación para las clases
dominantes locales del derecho a usufructuar, sin media-
ciones, la zona de tránsito, móvil principal de la historia
política de la élite social del Istmo. Sus principales logros son
entonces: la modernización del capitalismo periférico y la
recuperación de la zona de tránsito, con la incorporación del
canal a la economía nacional (que desde el paso a la
administración panameña había reportado al fisco ingresos
por casi de US$17 mil millones, al año 2019292, con una
contribución a la economía local significativamente mayor, si

292
“Cuánto gana Panamá con el canal y quiénes se benefician con sus
millonarias ganancias”. BBC News Mundo, dic. 31 de 2019.

294
se toma en cuenta el ingreso total generado: en el año 2021,
aún afectado por la pandemia, los ingresos por tránsito del
Canal llegaron a US$3,980 millones, proyectándose para el
2022, US$4,200. Los ingresos por tránsito aumentaron más de
60% tras la ampliación de 2016. A eso habría que agregar los
beneficios generados por el conglomerado logístico que opera
asociado al Canal y que aún está en proceso de desarrollo).
El régimen bonapartista 'sui generis' (la forma bonapartista
que se da en las condiciones del capitalismo periférico)
constituye una repuesta a la crisis política aguda de fines de
los años 60, caracterizada por el fraccionamiento y crisis de
representación de la clase dominante local. Salida política que
efectivamente cierra la crisis de representación, reorganizando
la forma de la dominación política de clase por una vía
burocrático-militar. El discurso político-ideológico populista,
como atributo fundamental de la legitimación del régimen y
la garantización de la gobernabilidad del país, representa una
adaptación funcional eficaz en la tarea de enfrentar y controlar
las demandas y el desestabilizador ascenso de las luchas de las
clases subordinadas de la década de los 60. Pero se incorpora
en, y se subordina a, un proyecto de unidad nacional
policlasista, con hegemonía burguesa, definido como funda-
mental en tanto que sustento social para reencauzar la
negociación con EEUU en torno a la cuestión canalera.
De todo lo anterior se desprende la figura de Torrijos
como una de las pocas grandes personalidades de la historia
político-social del país, en tanto que conductor de un
fenómeno político, el 'Torrijismo', que se nos aparece como
un importante proceso de modernización capitalista, que da
lugar a significativas modificaciones, tanto en la estructura
económico-social como en el sistema y la cultura política
tradicionales en el país. El Torrijismo significa la liquidación

295
definitiva, en Panamá algo tardía, del llamado 'estado liberal-
oligárquico' (aquí conceptualizado como una forma político-
institucional particular, definida al nivel del régimen político,
dentro de un Estado que es ya burgués, en sus fundamentos
básicos), esto es, de la apertura del sistema político a la
participación cooptada de grupos procedentes de los sectores
sociales medios y populares, de la superación de una forma de
organizar la dominación que, pese a sus formas electorales, se
sustentaba en la exclusión política de las capas plebeyas. Esto,
evidentemente, no lleva ni remotamente al denominado -por
los apologistas de izquierda- 'poder popular', simplemente
indica un momento de ampliación de la capacidad del sistema
político para generar o contribuir a la integración social,
aportando un elemento de ciudadanía, anteriormente inexis-
tente o muy débil, en el marco del proceso de modernización
del capitalismo periférico. No es nada más, pero tampoco nada
menos, que un movimiento que permite a la superestructura
político-ideológica o cultural reforzar el sentimiento de
pertenencia y por tanto el compromiso, lo cual, como es
evidente, favorece su funcionalidad respecto del sistema
social global. Es decir, el nacional-populismo hace una
contribución inestimable, por una vía no convencional, en el
apuntalamiento del orden social y por tanto de la hegemonía
de las élites.
El Toriijismo es un fenómeno del capitalismo periférico,
funcional respecto de su gestión y modernización, pero,
dentro de ese marco y comparado con el previo régimen
oligárquico-electoral, introduce no desdeñables elementos de
democratización social, en un marco político autoritario, de la
comunidad estatal panameña, en la forma de los efectos de la
política social, de ampliación de las oportunidades para al
menos parte de los sectores subordinados, crecimiento de la

296
clase media urbana asalariada, inversión y presencia del
Estado en algunas provincias, etc.
De igual forma, la apertura del régimen político, a fines
de los 70’s, sería un momento sucesivo complementario u
ordenado al proceso de conjunto de modernización de la
sociedad capitalista periférica. Tal es, en pocas palabras, la
lógica del proceso histórico verificado, con sus tendencias y
accidentes, descarrilamientos y reorientaciones, ya comentados
(‘el mundo no es un esquema lógico, pero hay lógica en este
mundo’), y también, de paso, la refutación de la leyenda
‘negra', el intento de soslayar la trascendencia histórica del
Torrijismo.
Pero también de la versión 'dorada', en tanto que remite a
los límites del 'proceso torrijista'. Límites que son infran-
queables, en tanto que vienen definidos por la naturaleza
social, la 'condición de clase', tanto del proceso de conjunto
como del sujeto político que hegemoniza y controla la
dirección del mismo, el cuerpo armado. Hacia finales de 1975,
Ricaurte Soler especulaba sobre la posibilidad, efectivable
según pensaba, de que un conjunto de circunstancias, estruc-
turales algunas, coyunturales otras, permitieran, favorecieran,
o incluso forzaran, la transfiguración del Torrijismo en lo que
denominaba 'regímenes nacional-revolucionarios', lo cual
abriría el camino de "la efectiva socialización de los medios
de producción y cambio mediante las movilizaciones popu-
lares imprescindibles"293. Hoy resultan estridentemente notorias
la imprecisión teórica, incorrectas inferencias, la deficiente
aprehensión empírica de los datos de la situación y, funda-
mentalmente, las peligrosas conclusiones políticas a que se
encuentra expuesto el autor, un muy justificadamente respetado

293
R. Soler. PANAMÁ, NACIÓN Y..., p. 46.

297
académico y prestigioso intelectual, a partir de una tal inter-
pretación. Sin embargo, los límites histórico-políticos inhe-
rentes al Torrijismo no presentaban, ya a mediados de los años
70’s, sólo un carácter social general, es decir, sólo discernibles
tras un esfuerzo de abstracción reflexiva, tributario además de
un cierto enfoque teórico-metodológico dialéctico, sino que se
expresaban, y con toda claridad, en su conducta política y
trayectoria: el móvil de su irrupción como fenómeno de la
vida política, los recursos a que apela a fin de consolidar su
control del poder, la composición de la alianza política que
organiza y en la cual se apoya, los programas y políticas
concretas de gobierno que ejecuta, el discurso populista, su
replanteamiento de la cuestión canalera y, más en general, de
las relaciones con la metrópoli norteamericana, etc.
Así llegamos a nuestra conclusión fundamental respecto
de la racionalidad burguesa-semicolonial del nacionalismo-
populista torrijista de los años 70, de la cual se desprenden,
tanto lógica como empíricamente, las posibilidades, los
alcances y logros efectivos, y, finalmente, los límites
concretos exhibidos por el Torrijismo en su evolución como
fenómeno de la vida sociopolítica. Es sobre esta base, pues,
que se hace posible abordar de manera concreta y objetiva las
discusiones respecto de la 'progresividad e ilusiones' del
nacionalismo burgués; esto es, acerca de la naturaleza social
y el papel histórico del fenómeno torrijista.

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