Apuntes 2b
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Apuntes 2b
noción de verdad. En primer lugar, hemos dicho que los enunciados (declarativos) son
verdaderos o falsos porque a través de ellos afirmamos o negamos algo acerca del
mundo, algo que puede ser o no ser el caso. Pues bien, no todos los enunciados
verdaderos son verdaderos en virtud de cómo es el mundo. El enunciado “2 + 2 = 4”
es verdadero en virtud de las matemáticas, no depende de cómo es el mundo. Depende
desde luego de lo que “2”, “4”, “+” y “=” significan, pero de ningún hecho del mundo
cuya verdad haya que comprobar para determinar la verdad del enunciado. Lo mismo
sucede con “Juan es listo o no lo es”. No tenemos que ver cuáles son las propiedades
de Juan para saber si es verdad de él que o bien es listo o bien no lo es. Lo mismo
sucede con “Si hoy es martes, mañana es miércoles”. No importa a qué día estamos
hoy para saber que este último enunciado es verdadero (siempre y cuando sepamos los
días de la semana). Hay, por tanto, enunciados tales que para comprobar su verdad no
necesitamos “ir al mundo”. Ésas son, como enseguida veremos, las verdades lógicas,
conceptuales y matemáticas. La segunda observación que queremos hacer es la
siguiente. Los enunciados son verdaderos y falsos dependiendo también de un
contexto. Así sucede con enunciados como “Hoy es martes”, “Él es muy inteligente” o
“El actual presidente de los Estados Unidos fue antes senador”. La verdad o falsedad
de estos enunciados depende de su contexto de proferencia. Si hoy es martes y
proferimos el enunciado “Hoy es martes” habremos dicho algo verdadero. Si decimos
“Él es muy inteligente” de alguien inteligente, por ejemplo de Hilary Putnam,
habremos dicho algo verdadero también. Por su parte, “El actual presidente de los
Estados Unidos fue antes senador” es verdadero si lo de decimos de Nixon en 1973,
pero es falso si lo decimos de Trump 2019. Finalmente, hay que distinguir entre ser
verdadero y ser conocido como verdadero. Hay enunciados verdaderos, aunque no se
sepa que lo son. Del hecho que no sepamos que un enunciado es verdadero o falso no
se sigue que el enunciado sea verdadero o falso (tampoco al revés). Igualmente, aunque
tengamos muy buenas razones para creer o aceptar cierto enunciado, es decir, aunque
tengamos una muy buena justificación para creer o aceptar cierto enunciado, de ahí no
se sigue que dicho enunciado sea verdadero. Así, por ejemplo, yo puedo tener una muy
buena justificación para creer que Juan vendrá a la fiesta de María. Dicha justificación
podría consistir en conocer el carácter de Juan y saber que le gustan mucho las fiestas,
que María nos dijo que Juan estaba invitado a su fiesta y, finalmente, que el propio
Juan, a quien nos hemos encontrado esta mañana, nos ha confirmado que irá a la fiesta
de María. Todo esto podría ser verdadero y, sin embargo, ser falso que Juan vendrá a
la fiesta de María (las razones podrían ser aquí muchas: que Juan, por alguna razón
particular, nunca tuvo intención de ir a la fiesta y, finalmente, no fue, o que Juan se
puso enfermo ese día y no pudo asistir).
Hemos visto que hay enunciados (o proposiciones) que son verdaderos en virtud de
cómo es el mundo y otros que no. Hay verdades (y falsedades) que lo son en virtud de
la lógica y esto quiere decir que lo son en virtud de la estructura lógica, en virtud del
significado de las partículas lógicas que aparecen en el enunciado en cuestión, sin
importar cuáles sean los significados de las palabras que no son meramente partículas
lógicas. Así, por ejemplo, “Juan es profesor y no es profesor” es falso, cualquier cosa
que la palabra “profesor” signifique y quienquiera que sea Juan. Este enunciado tiene
la forma “a es A y no es A”, el cual expresa siempre una falsedad, sin depender para
nada de lo que ocurra en el mundo. Lo mismo pasa con el enunciado “Todos los
hombres son mortales, pero algunos hombres no son mortales”. Que haya algunos
hombres que no son mortales es lógicamente incompatible con que todos los hombres
sean mortales, sea lo que sea que signifiquen las palabras “hombre” y “mortal”. A
veces, se habla de falsedad lógica o contradicción lógica. En cambio, “Juan es profesor
o no lo es” es, por el contrario, una verdad lógica o tautología, porque es verdadero en
virtud de la sola lógica. Queda claro que la negación de una verdad lógica es una
contradicción lógica y, a la inversa, la negación de una contradicción lógica es una
verdad lógica.
Algunos enunciados que son verdaderos (o falsos) independientemente del mundo
difieren un poco de estos ejemplos, en los que basta recurrir al significado de los
términos lógicos como “no”, “y”, “o”, “si…, entonces…”, “todos” y “algunos”. En
algunos casos debemos de recurrir a algo más que la mera lógica para establecer que
el enunciado es verdadero (o falso), como ocurre con “Si Juan es soltero, entonces no
está casado”. Este enunciado es verdadero independientemente del mundo, pero su
verdad depende del significado de la palabra “soltero”, el cual es exactamente “varón
adulto no casado”. A este tipo de verdades (o falsedades) las llamamos conceptuales.
Para nombrar las verdades lógicas y conceptuales se ha usado tradicionalmente el
término de analítico. Los enunciados analíticos son, pues, los que son verdaderos en
virtud de la lógica o del significado. Se dice también que son necesariamente
verdaderos (de acuerdo con la lógica y con el significado de las palabras).
Los enunciados que no son necesarios (en virtud de la lógica o del significado), se dicen
contingentes. Además de la necesidad lógica, se ha hablado de una necesidad que viene
de las leyes de la naturaleza y por eso llamamos nomológica. Queda claro que estos
dos conceptos son enteramente independientes. El filósofo norteamericano Saul Kripke
habló de necesidad metafísica al pensar en casos como “El agua es H2O” o “El oro
tiene número atómico 79”. Estos enunciados, a pesar de ser necesarios, son conocidos
a partir de la experiencia, al contrario que las verdades que hemos llamado “analíticas”.
Dijimos antes que estas verdades son las que se pueden conocer independientemente
de la experiencia: no necesitamos saber nada del mundo para saber que son verdaderas
(como notó Kripke “poder conocerse independientemente de la experiencia” no
significa “tener que conocerse independientemente de la experiencia”). Por eso, se
llaman también a priori. Por el contrario, llamamos a posteriori a todos los enunciados
cuya verdad o falsedad sólo se puede establecer a partir de la experiencia, el
conocimiento y la observación de hechos del mundo. Así pues, la tesis de Kripke a la
que nos hemos referido es la de que hay enunciados necesarios a posteriori.
Ejemplos de enunciados que típicamente se conocen a posteriori son:
Aunque estos enunciados son del tipo cuya verdad se conoce a partir de la experiencia,
sin embargo, no todos ellos son verificables por la observación. (1)-(5) se pueden
conocer a partir de la experiencia, pero (6) no puede ser verificado por un conjunto
finito de enunciados particulares. Como diría Popper, sólo puede ser refutado o falsado.
Con los enunciados existenciales como (3) pasa justo lo contrario: son fácilmente
verificables, pero no pueden ser refutados, a menos que la clase sea pequeña. Hay
enunciados empíricos, como (1), que son tanto verificables como refutables. Hay,
finalmente, enunciados empíricos que no pueden ser ni verificables ni refutables
concluyentemente, como “Toda substancia tiene un solvente”. Esto sucede porque son
la combinación de un enunciado universal y otro existencial.
Terminaremos este apartado con una serie de nociones lógicas útiles. La primera es la
de implicación lógica. Diremos que un enunciado implica lógicamente otro enunciado
cuando no pueda ser que el primero sea verdadero y el segundo falso. Por ejemplo, el
enunciado “Todos los hombres son mortales” implica lógicamente “Algún hombre es
mortal”. También implica “No hay ningún hombre que no sea mortal” y éste último
también implica el primero. Cuando dos enunciados se implican mutuamente,
hablamos de equivalencia lógica. La implicación entre enunciados puede darse
también en virtud del significado: así “Juan es soltero” implica (en virtud del
significado de la palabra “soletero”) “Juan no está casado” y “María es hija única”
implica “María no tiene hermanas”.
Pongamos un ejemplo: “Si todas las personas son perversas, entonces ninguna persona
es de confiar. Todas las personas son perversas. Por tanto, ninguna persona es de
confiar.” La conclusión es implicada por las premisas, porque según la segunda
premisa todas las personas son perversas y, si esto cierto, también lo es que ninguna es
de confiar. No pueden ser verdaderas las dos premisas y falsa la conclusión. Por el
contrario, la primera premisa no expresa ninguna implicación: podría ser que al menos
una persona fuera perversa y, en cambio, fuera de confiar.
Acabamos de decir que el anterior argumento es válido porque si las premisas fuesen
verdaderas, la conclusión debería serlo también. En realidad esto pasa sólo con el tipo
más fuerte de argumento de que podemos disponer: los argumentos deductivos. Los
argumentos deductivamente válidos o formalmente correctos son, en efecto, aquellos
en los que las premisas implican la conclusión, siendo imposible que la conclusión sea
falsa si las premisas son verdaderas. No importa si las premisas son verdaderas o falsas.
Lo que importa es que caso de que fueran verdaderas, la conclusión no podría ser otra
cosa que verdadera. No podría ser que todos los hombres sean mortales y que Sócrates,
siendo hombre, no sea mortal. Estrictamente hablando, a la lógica sólo le preocupa esta
relación de inferencia, no que en efecto las premisas sean verdaderas o falsas. Aquellos
argumentos válidos en los que tanto las premisas como la conclusión son verdaderos
se llaman “sólidos” o materialmente correctos. Además de premisas y conclusión
verdaderas, en los argumentos deductivamente válidos podemos tener premisas falsas
(al menos una de ellas) y conclusión falsa o premisas falsas (al menos una de ellas) y
conclusión verdadera. La conclusión muy bien podría ser falsa. Lo que en ningún caso
podemos tener es premisas verdaderas y conclusión falsa. Si puede ser el caso que las
premisas sean verdaderas y, al mismo tiempo, la conclusión sea falsa, entonces estamos
ante un caso de argumento deductivamente inválido (la conclusión no se sigue
deductivamente de las premisas).
A veces, se dice que en los argumentos deductivamente válidos lo que ocurre es que la
conclusión ya estaba contenida en las premisas o que la información expresada en la
conclusión no añade nada nuevo a la información proporcionada por las premisas. Los
argumentos deductivamente válidos, pues, no son ampliativos, a diferencia de los
inductivos: gracias a la conclusión, nosotros no sabemos por así decirlo nada nuevo,
sino algo que ya estaba implícito en las premisas. La conclusión simplemente es algo
que se sigue (deductivamente) de las premisas, es consecuencia lógica de ellas. En sí
misma, no nos da una nueva información, porque basta darse cuenta de lo que las
premisas dicen, para ser llevados a la conclusión (tan sólo necesitamos las reglas de la
lógica deductiva). Precisamente por eso, ocurre que si las premisas son verdaderas, la
conclusión no podría dejar de ser cierta.
En los argumentos deductivos, como en todos los argumentos, es convención poner
todas las premisas una debajo de otra y separarlas de la conclusión, que siempre va
debajo de todas ellas, mediante una raya horizontal continua. Que la línea sea continua
indica que el argumento es deductivo. (En el caso de los argumentos inductivos, es
convención utilizar una raya horizontal discontinua)1. Esquemáticamente:
Premisa1
Premisa2
.
.
.
Premisan
Conclusión
1
Como veremos, no existe, sin embargo, una convención para los argumentos abductivos y analógicos, por
ejemplo. En tales casos, simplemente usaremos una raya continua, a falta de una mejor elección. Será
simplemente el contexto el que aclare de qué tipo es el argumento en cuestión.
Con un ejemplo:
Sócrates es mortal
a es B
Los argumentos deductivamente válidos son tales que las premisas implican la conclusión
en virtud de la sola forma lógica. No necesitamos saber lo que son “A”, “B” y “a”, para
darnos cuenta de que las premisas implican (lógicamente) la conclusión, de que si las
premisas son verdaderas la conclusión debe serlo inexorablemente. La validez de un
argumento deductivo depende de cuál sea su forma lógica. Si el argumento tiene la forma
de un esquema de inferencia válido (como los que estudia y tipifica la lógica deductiva),
entonces el argumento es válido. Así, por ejemplo, el anterior esquema de argumento (o
forma lógica de argumento) es un esquema de inferencia válido según la lógica deductiva.
Tomemos como ejemplo el siguiente argumento: “Si hoy es jueves, mañana es viernes.
Hoy es jueves. Por tanto, mañana es viernes” es deductivamente válido, porque su forma
lógica es un esquema de inferencia válido:
Si p, entonces q
p
2
Los términos lógicos son todos aquellos y sólo aquellos de los que depende la validez de los argumentos
(deductivos). Son partículas conectivas como “y”, “o”, “si…, entonces…” o cuantificadores como “Todos”
y “Algunos”.
Esta es la conocida regla modus ponens. La llamada modus tollens es esta otra:
Si p, entonces q
No q
No p
Un argumento con esta forma lógica sería deductivamente válido. Por ejemplo:
Hoy no es jueves
poq
no p
Algunos C son B
Ningún A es B
Todos los C son A
Ningún C es B
Todo argumento que tenga la forma lógica representada por cualquiera de estos esquemas
es automáticamente un argumento (deductivamente) válido.
Cuando ocurre que p es una condición suficiente para que ocurra q y, además, se cumple
que q es una condición suficiente para que ocurra p. En tal caso, p será a la vez suficiente
y necesario para que ocurra q. Entonces es verdadero un enunciado condicional en las
dos direcciones. Es decir, podemos escribir “p si y sólo si q” (que abrevia: “si p, entonces
q, y, si q, entonces p”), dando lugar con ello a un enunciado bicondicional.
Para ilustrarlo con un ejemplo sencillo. Para estar clínicamente muerto es necesario y
suficiente que el corazón haya dejado de latir y la función respiratoria se haya detenido.
Esto es así porque estar clínicamente muerto consiste en que se produzcan ambas
condiciones. En filosofía, tenemos muchísimos ejemplos de tesis que tienen la forma de
un bicondicional. Por ejemplo, el filósofo y psicólogo Franz Brentano defendió una tesis
que lleva su nombre según la cual la intencionalidad es una condición necesaria y
suficiente para los estados mentales. Es decir, que si algo posee intencionalidad, será
porque es un estado mental. Y si algo es un estado mental, entonces con seguridad poseerá
intencionalidad.
Hay muchas maneras de expresar con palabras (en lenguaje ordinario) un condicional.
Normalmente, tienen la forma “si…, entonces”. Pero hay otras muchas formas de
formularlos (todas estas formas son equivalentes):
Los silogismos categóricos, que vamos a ver a continuación, son argumentos compuestos
enteramente de lo que se llaman “enunciados categóricos”. Llamamos “enunciados
categóricos” a enunciados de estos tipos:
Toda afirmación categórica tiene dos términos (o clases): sujeto y predicado. El contenido
de un enunciado categórico depende de los términos que ocurran en él. La forma del
enunciado establece una relación entre los dos términos (clases).
Tipo A:
Nótese que un enunciado universal afirmativo como (a) se puede expresar siempre como
un universal negativo negando el verbo (i) o sustituyendo el predicado por su
complementario (j).
Tipo E:
Tipo I:
Tipo O:
Una observación acerca del número de premisas (la cual es válida en principio para todo
tipo de argumentos, no sólo para los deductivos) es que nada impide tener argumentos de
una sola premisa o incluso de un número infinito de premisas. Por ejemplo,
Es un ejemplo de argumento con una sola premisa. ¿Podría haber argumentos con 0
premisas? En las inferencias deductivas, se dice que los enunciados que son verdades en
virtud de la sola lógica (lo que llamaremos “verdades lógicas” o “tautologías”) se infieren
de un conjunto vacío de premisas. Con ello lo que se quiere decir es que no hay un
conjunto de premisas del que se sigan los enunciados “Todos los hombres son mortales o
no son mortales” o “Sócrates es hombre o no es hombre”, sino que son verdaderos en
cualquier caso, no importa lo que ocurra con el mundo. Al no ser verdaderas en una
situación concreta, sino verdaderas bajo cualquier circunstancia, no necesitan premisas.
No podemos imaginar una situación que hiciera verdaderas ciertas premisas y falsa una
verdad lógica, porque las verdades lógicas son siempre y en todo caso verdaderas. Esta
es la razón de que se diga que se infieren a partir de un conjunto vacío de premisas. Sin
embargo, no diríamos que constituyen la conclusión de un determinado argumento.
Un ejemplo de argumento con infinitas premisas podría ser uno cuyas premisas (infinitas)
fueran “1 es menor que el número de estrellas, 2 es menor que el número de estrellas,…”
y así con todos los enteros positivos y cuya conclusión fuese “Todo entero positivo es
menor que el número de estrellas”.
Hemos visto, a partir de los ejemplos dados, que resulta aparentemente fácil, en muchos
casos, saber si un argumento es deductivamente válido o inválido. Como decíamos más
arriba, los argumentos deductivamente válidos no son ampliativos en el sentido de que la
conclusión ya estaba contenida en las premisas. No obstante, esto no quiere decir que sea
inmediato que la conclusión se sigue de las premisas. En efecto, hay muchos argumentos
para los que no resulta tan fácil decir si la conclusión es una consecuencia deductiva de
las premisas. En ocasiones resulta hasta extremadamente complicado. Piénsese en el caso
de algunos teoremas lógicos o matemáticos. O en una mera operación de aritmética. Por
ejemplo, el argumento
Por otro lado, hemos visto que en un argumento deductivamente válido podemos tener
premisas falsas. Lo que importa en tales casos es que si las premisas fueran verdaderas,
la conclusión sería verdadera también. Nótese que en los argumentos deductivamente
válidos se transmite la verdad, pero no se transmite el valor de verdad,3 es decir, no ocurre
que si las premisas son falsas, la conclusión es también falsa (porque podría ser
verdadera). Lo único que debe ocurrir es que la conclusión no puede ser falsa si las
premisas son verdaderas. La verdad no es lo único que se transmite en los argumentos
deductivamente válidos. También se transmite la justificación. Esto quiere decir que si
tenemos una buena justificación para aceptar o creer en la verdad de las premisas,
estaremos automáticamente justificados en creer en la conclusión que se extrae
(deductivamente) a partir de esas premisas. Este punto está relacionado con el llamado
“principio de clausura epistémica” en epistemología. Dicho principio dice lo siguiente:
3
Llamamos “valor de verdad” a cualquiera de los dos elementos del conjunto {verdadero, falso} asociado
a un enunciado o proposición (sea premisa o conclusión en un argumento).