Objeto y Campo de Estudio

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 7

CURSO DE ANTROPOLOGÍA CULTURAL

PH. D. MARIO CASTRO TORRES

3. Objeto y campo de estudio de la antropología.


3.1. Objeto de estudio de la antropología.

El antropólogo estudia las relaciones intersubjetivas entre nuestros contemporáneos,


[…]
Estas relaciones de alteridad y de identidad no son inmutables, se hallan en constante
recomposición. La lengua, el parentesco y las alianzas matrimoniales, las jerarquías
sociales y políticas, los mitos, los rituales y la representación del cuerpo expresan el
trabajo incesante de todas las sociedades por definir lo mismo y lo otro. ¿De qué
modo, en un lugar determinado, conciben unos y otros la relación entre unos y otros?
Tal es el verdadero objeto de la antropología, ya que dicha relación reviste
necesariamente un sentido, revela relaciones de fuerza, es simbolizada.

Independientemente de las preferencias teóricas de los investigadores, la


especificidad del punto de vista antropológico reside en este interés central por
el estudio de la relación con el otro tal como ésta se construye en su contexto
social.

La cuestión del sentido, es decir, de los medios con que los seres humanos que
habitan un espacio social se ponen de acuerdo sobre el modo de representarlo
y de actuar sobre él, es el horizonte de las actividades antropológicas.

Esta cuestión se emplaza, asimismo, en el corazón del debate filosófico


contemporáneo, que podríamos expresar como una tensión entre particularismos y
universalidad.

Sin duda los antropólogos de las primeras generaciones exageraron la coherencia


interna de culturas que concebían como más homogéneas de lo que eran en realidad;
lo cual no quiere decir, sin embargo, que las configuraciones correspondientes a una
cultura o sociedad concreta sean puramente arbitrarias. El antropólogo encuentra en
ellas regularidades y puede, comparándolas con otras, teorizar esas distintas
elaboraciones de sentido. Puede, por ejemplo, encontrar en los samo de Burkina Faso
una nomenclatura de los términos de parentesco ya identificada en los indios omaha
de Norteamérica o comparar diferentes formas de realeza que han existido en el
espacio y el tiempo.

Se ha discutido mucho la noción de alteridad, que, en razón de los orígenes


«exóticos» de la disciplina, podía parecer constitutiva del enfoque antropológico, pero
que más bien consiste en una actitud mental propia del investigador, quien practica el
asombro sistemático para interrogar a los hechos sociales. Este ejercicio
probablemente sea más fácil de practicar en el extranjero, pero el asombro
sistemático habla más de las propias impresiones y tentaciones interpretativas que
del efecto de extrañeza producido por el comportamiento de los otros. El investigador
debe cuestionarse sin cesar sus propios a priori y colocarse en situación de
aprendizaje. De todos modos, se verá obligado a hacerlo, aun estando a dos pasos
de su casa, si se encuentra en un medio poco familiar. El etnógrafo debe gestionar,
por lo tanto, dos posturas contradictorias: negarse a acompañar sus observaciones
de unas ideas preconcebidas en función de su propia cultura, sin por ello dejar de
mantener cierta distancia a fin de poner sus observaciones en perspectiva con
informaciones procedentes de otros contextos. La noción de alteridad no ocupa el
centro de la actividad antropológica únicamente porque ésta trate de la diversidad,
sino porque es su instrumento. El proyecto de una investigación implica forzosamente
una distancia entre el observador y su objeto (las personas a las que «estudia») que
es preciso gestionar.

Hoy ya no basta con familiarizarse con aquello que a primera vista nos parece curioso,
ni con descubrir la extrañeza agazapada en nuestros hábitos mejor anclados, ya que
una crisis del sentido afecta al planeta entero, y esa crisis se traduce por una
apasionada aceleración de las búsquedas identitarias. En un momento en que las
informaciones se transportan a velocidad electrónica de punta a punta del planeta,
cuando el propio exotismo se convierte en producto de consumo y hasta en capital
político, cada individuo se halla violentamente enfrentado a la imagen del mundo. La
concepción de la persona humana y las relaciones entre el hombre y su entorno no
pueden permanecer inalteradas por aplicaciones tan «turbadoras» como la agricultura
química, los antibióticos, los organismos (vegetales y animales) genéticamente
modificados, las terapias genéticas, las investigaciones sobre el ADN, la clonación,
los tratamientos hormonales, los trasplantes de órganos y la reproducción asistida.
Hace ya mucho tiempo, y en todas partes del mundo, que los hombres se interesan
por las diferencias de lengua, de usos, de costumbres y de hábitos, pero hoy, en todo
el ámbito planetario, se muestran cada vez más conscientes de su interdependencia
y, por tanto, de sus diferencias y de la transformación del mundo.

Producen una antropología espontánea, que no tiene como meta el conocimiento,


sino la construcción de una identidad, e incluso la expresión de una estrategia política.
Menos paradójicamente de lo que pueda parecer, el proceso de globalización viene
de la mano de un ascenso de las reivindicaciones políticas relativas a culturas o
tradiciones étnicas. Individuos e instituciones elaboran teorías sociales integrando
más o menos explícitamente el vocabulario y las ideas de las ciencias humanas y re-
configurándolos en función de las necesidades de sus causas. Esta proliferación de
discursos identitarios, a menudo híbrida, a veces paródica, constituye para el
antropólogo un nuevo objeto de estudio.

Durante mucho tiempo los etnólogos creyeron viajar en el tiempo cuando en realidad
estaban viajando en el espacio: creían reencontrar en las antípodas la imagen de
sociedades antiguas. Era un mito, pero la idea de que una sociedad concreta podía
permanecer al margen del movimiento general del mundo no tenía nada de
inverosímil. Hoy la novedad es que, con independencia del modo de vida de los
hombres que habitan nuestro planeta, existen unas referencias compartidas.
Tenemos nuestras referencias locales, comprensibles en nuestro pequeño medio,
pero también participamos de una cultura mundial, adosada a otras referencias.

Para un antropólogo, la elección del objeto de investigación y la metodología


adoptada implican cierto arraigo en un entorno dado (el campo de investigación),
pero, al mismo tiempo, la investigación no puede reducirse a las relaciones
interpersonales in situ. Éstas, en efecto, encuentran, más allá del punto de vista
interno, un segundo nivel de explicación en el estudio de las de• terminaciones
externas: las imposiciones de orden geográfico, demográfico, económico, histórico,
político, institucional, etc. La descripción minuciosa de los comportamientos humanos
en su contexto histórico y cultural, por un lado, y la comparación con otras formas en
el tiempo y en el espacio, por otro, fundamentan la capacidad de análisis propia de la
antropología.

Por esta misma razón, la antropología sobrepasa su definición misma en términos de


objetos y métodos para desembocar en un auténtico proyecto intelectual. A través de
la confrontación de modelos, de normas, de esquemas culturales, de horizontes de
pensamiento, a través de su comparación, su discusión, la idea es examinar una
condición humana en perpetua redefinición.

La antropología de los mundos contemporáneos reconoce la pluralidad de culturas,


pero también sus referencias comunes y las diferencias internas de una misma
cultura. La cultura, si es que el concepto conserva cierto valor operativo, ya no se
concibe hoy como un saber compartido al cien por cien. En el seno de una misma
sociedad coexisten, en efecto, una pluralidad de formas y el bagaje cultural de sus
miembros varía según su estatuto social (edad, sexo, educación, fortuna, profesión,
convicciones políticas, filiación religiosa, etc.).

La noción de aculturación, tan popular en la antropología para el gran público y que


designa el conjunto de fenómenos resultantes del choque entre dos culturas distintas,
es engañosa en tanto supone de entrada dos conjuntos puros y homogéneos. La de
hibridismo, más en boga en nuestros días, no resuelve nada, todo lo contrario, con su
connotación biológica. Los términos demasiado generales o demasiado globales a
menudo se manifiestan de poca utilidad. Si los antropólogos necesitan el término
sociedad para designar un sistema de vida común, el propio término sistema puede
inducir a error al sugerir un todo perfectamente integrado. El conflicto y el cambio son,
en efecto, elementos constitutivos de toda sociedad. La adopción de una perspectiva
sistémica no impide que se tome en consideración la variabilidad y el cambio, ni el
punto de vista de los actores. Son éstas perspectivas diferentes que la antropología
necesita.

Para exponer brevemente los dominios de la antropología, la respuesta a una


pregunta simple nos sugiere un plan: ¿qué hace el antropólogo?
El antropólogo construye su objeto de estudio, elige un «tema» ligado a formas
de vida colectiva.

Se persona en el terreno para efectuar allí la investigación etnográfica, que


constituye el fundamento de su actividad, pero también debe leer, recorrer la
literatura dedicada a ese objeto de investigación. Si emprende una investigación, lo
mínimo es saber cómo se han definido, históricamente, las problemáticas y los
conceptos que utiliza.
Por último, nuestro antropólogo aborda la escritura de los resultados de su
investigación.

Es evidente que estas fases se interpenetran —el antropólogo lee y escribe sobre el
terreno—, pero nosotros ya tenemos nuestro plan: el objeto, el trabajo de campo, la
lectura, la escritura.
(Augé; Colleyn, 2006: 18-27)

3.2. Campos de la antropología.


La antropología posee dos dimensiones:

1) la antropología académica y

2) la antropología aplicada o práctica.


La última se refiere a la aplicación de los datos, las perspectivas, la teoría y los
métodos antropológicos para identificar, valorar y resolver problemas sociales
contemporáneos. Como afirma Erve Chambers (1987, p. 309), la antropología
aplicada es el “campo de consulta que se preocupa por las relaciones entre el
conocimiento antropológico y el uso de dicho conocimiento en el mundo más allá de
la antropología”. Cada vez más antropólogos de los cuatro subcampos [de a
antropología académica] trabajan ahora en áreas “aplicadas” como la salud pública,
la planificación familiar, los negocios, el desarrollo eco- nómico [o] la gestión de los
recursos culturales.

La antropología académica
La disciplina académica de la antropología, también conocida como antropología
general o antropología de “cuatro campos”, incluye cuatro subdisciplinas o
subcampos principales:

la socio- cultural,
la arqueológica,
la biológica y
la lingüística.

(En adelante, se usará el término más corto antropología cultural como sinónimo de
“antropología sociocultural”.) De los subcampos, la antropología cultural tiene más
adeptos. La mayoría de los departamentos de antropología imparten cursos en los
cuatro subcampos.
(Kottak, 2011: 8; 16)

La antropología arqueológica (más simplemente, “arqueología”) reconstruye,


describe e interpreta el comportamiento humano y los patrones culturales a través de
restos materiales.
En los sitios donde viven o vivieron personas, el arqueólogo encuentra artefactos,
objetos materiales que los humanos construyeron, usaron o modificaron como
herramientas, armas, sitios de acampar, edificios y basura. Los restos de plantas y
animales, así como la basura antigua, cuentan historias acerca del consumo y las
actividades.
(Kottak, 2011: 11)

El tema de estudio de la antropología biológica, o física, es la diversidad biológica


humana en el tiempo y el espacio. El enfoque sobre la variación biológica reúne cinco
intereses especiales dentro
de la antropología biológica:
1. Evolución humana, según revela el registro fósil (paleoantropología).
2. Genética humana.
3. Crecimiento y desarrollo humanos.
4. Plasticidad biológica humana (la capacidad del cuerpo para hacer frente a
tensiones como el calor, el frío y la altura).
5. La biología, evolución, comportamiento y vida social de monos, simios y otros
primates
no humanos
(Kottak, 2011: 12)

La antropología lingüística estudia el lenguaje en su contexto social y cultural, a


través del espacio y el tiempo. Algunos antropólogos lingüistas hacen inferencias
acerca de las características universales del lenguaje y las vinculan con ciertas áreas
en el cerebro humano. Otros reconstruyen idiomas antiguos al comparar a sus
descendientes contemporáneos y realizan descubrimientos acerca de su historia.
Incluso otros estudian las diferencias lingüísticas para descubrir la diversidad de
percepciones y los patrones
de pensamiento en diferentes culturas.
(Kottak, 2011: 13)

La antropología cultural (Inciso 4)

También podría gustarte