A La Sombra Del Plan Cóndor - Funcionamiento y Aplicación Del Estatuto de Seguridad Nacional en Colombia (1978-1982)

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Ideas clave, tener en cuenta comprender los conceptos escuela de las Américas,

intervencionismo norteamericano, doctrina de seguridad nacional, plan cóndor,


enemigo interno. Tengan en cuenta el país seleccionado (CHILE) para nutrir la
discusión en clase.

Pág 3 a 8: Caro

INTRODUCCIÓN

Desde las décadas de los años 50 y 60, Latinoamérica, en particular Colombia, se convirtió
en un foco de atención y respaldo para las organizaciones de defensa de Estados Unidos.
Esto se debió a la preocupación por la expansión del comunismo soviético y el socialismo
cubano en la región. Como resultado, se implementaron programas cívico-militares y de
cooperación en países del sur, otorgando mayor protagonismo y autonomía a las Fuerzas
Militares para controlar la vida política y social. En Colombia, desde 1958 se promovió un
apolitismo militar, aunque esto resultó en una ampliación de sus funciones para combatir
grupos guerrilleros y la violencia bipartidista. El conflicto armado se extendió a los centros
urbanos y a quienes se oponían a las políticas gubernamentales. Durante el gobierno de
Julio Cesar Turbay Ayala, se fortaleció la autonomía militar mediante el Estatuto de
Seguridad Nacional, permitiendo su intervención en diferentes ámbitos sociales, incluso en
el sistema judicial civil, lo que condujo a abusos de autoridad, desapariciones y prácticas de
tortura contra opositores.

El artículo se estructura en torno a tres preguntas iniciales que guían el análisis del Estatuto
de Seguridad y su aplicación. Se examina el contexto internacional de la Guerra Fría y la
influencia de las potencias mundiales en los países del tercer mundo, así como la
consolidación de gobiernos de derecha en América Latina. Se profundiza en el marco legal
y político-social que condujo a la implementación del Estatuto de Seguridad Nacional en
Colombia, destacando los acuerdos entre líderes políticos y militares para restaurar el orden
público. Finalmente, se estudia la aplicación del Estatuto y sus implicaciones en los
derechos humanos, incluyendo la conexión con el Plan Cóndor y la participación de otros
países vecinos. El análisis se enriquece con aportes de diversos investigadores que han
explorado el funcionamiento y las repercusiones del Estatuto de Seguridad Nacional en la
sociedad colombiana.

2. Ecos de la Guerra Fría en América Latina

Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo entró en la Guerra Fría, donde Estados Unidos y
la Unión Soviética lideraban dos bloques ideológicos opuestos. Aunque no hubo un
enfrentamiento directo entre ellos, se produjeron conflictos en zonas periféricas recién
independizadas, donde se disputaba la influencia entre el capitalismo y el comunismo.
Mientras Estados Unidos promovía su democracia y capitalismo, la Unión Soviética buscaba
expandir su modelo comunista. A pesar de la debilidad de la URSS después de la guerra,
se percibía como una amenaza potencial. Este contexto llevó a Estados Unidos a fortalecer
sus lazos con América Latina, considerando a estos países como aliados clave en la
contención del comunismo. En los años 50, América Latina pasó de ser vista como
exportadora de materias primas a ser considerada parte importante en la resistencia contra
la expansión comunista en el continente.
La política exterior de Estados Unidos en América Latina estuvo marcada por la
implementación de estrategias como la Doctrina Truman y la Doctrina Nixon, que buscaban
contener la expansión del comunismo. Se promovió la instalación de regímenes afines o
cercanos a la rama militar, con el respaldo del gobierno estadounidense, lo que resultó en
un retroceso democrático en varios países de la región. Esta intervención se observó en
Centroamérica, el Caribe y Paraguay, donde se reorganizó el panorama político según los
intereses estadounidenses. El ascenso de Fidel Castro en Cuba y la crisis de los misiles en
1962 intensificaron la lucha contra el comunismo en Latinoamérica. Se implementaron
programas de ayuda, como la Alianza para el Progreso, pero con resultados limitados
debido a la falta de estímulo por parte de Estados Unidos para el desarrollo económico y
social. A pesar de ello, algunos países experimentaron avances progresistas, como la
elección de Salvador Allende en Chile en 1970.

El ascenso de movimientos de izquierda al poder en varios países latinoamericanos generó


preocupación en las cúpulas militares y de seguridad de Estados Unidos, dando lugar a la
creación y ejecución de planes coordinados, como el Plan Cóndor, diseñado en 1975 con
participación de Chile y respaldo financiero estadounidense. Este plan, adoptado por países
como Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia y Argentina, tenía como objetivo compartir
información sobre opositores políticos y comunista para neutralizar cualquier amenaza a los
regímenes establecidos. Facilitaba la cooperación entre las fuerzas militares para detener y
transferir a sus países de origen a individuos señalados como enemigos políticos. Su
funcionamiento se basaba en la recopilación y gestión de información, la existencia de
centros de comunicación para intercambiar datos, y la cooperación en investigaciones para
conocer mejor a los opositores y sus influencias en la sociedad.

La consolidación del Plan Cóndor se gestó años antes de su oficialización en 1975, con
reuniones y conferencias entre las fuerzas militares y policiales de los países miembros
para establecer estrategias contra opositores políticos de izquierda. La década de los años
70 fue crucial para implementar políticas represivas contra regímenes autoritarios o
dictatoriales en América Latina. En Colombia, tras años de violencia bipartidista, se
estableció una alternancia política entre liberales y conservadores en 1958, conocida como
Frente Nacional, que permitió una relativa estabilidad. Sin embargo, esta medida también
perpetuó un sistema clientelista y aristocrático en el poder, que se mantuvo incluso después
de la apertura electoral en 1974. A pesar de la participación de nuevos movimientos
políticos, las elecciones de 1970 y 1974 no lograron romper con las élites tradicionales del
país.

3. Un cóndor sobrevuela los Andes

En su esfuerzo por contrarrestar la influencia comunista en América Latina, Estados Unidos


implementó proyectos de desarrollo social y económico en la región, marcando el inicio de
una nueva etapa de la Doctrina de Seguridad Nacional. Además de acuerdos de ayuda y
cooperación, se utilizó una variedad de herramientas judiciales, políticas y militares para
eliminar a los sectores de oposición que desafiaban el avance del modelo neoliberal. Los
gobiernos militares llevaron a cabo una represión generalizada contra la izquierda, más allá
de derrotar a las guerrillas, lo que resultó en una especie de guerra santa contra cualquier
desafío al statu quo, armado o no. Los casos más destacados de aplicación de estas
políticas se dieron en Argentina, Chile y Uruguay, pero también se aplicaron en menor
medida en países del norte de los Andes y Centroamérica, presentando una variedad de
situaciones que enriquecen nuestra comprensión de la dinámica entre los gobiernos y los
grupos opositores.

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En el Plan Cóndor, su aplicación detallada en Argentina, Chile, Uruguay y otros países del
Cono Sur, así como su extensión a países del norte de los Andes y Centroamérica.

Se menciona la movilidad y porosidad de las fronteras entre los países de la región,


facilitando la represión de la izquierda y la oposición. Se destaca la colaboración entre los
regímenes de Pinochet (Chileno), Stroessner (Paraguayo) y Videla (Argentino), quienes
coordinaron operativos de búsqueda y ataque tanto dentro como fuera de sus naciones, con
el respaldo del gobierno estadounidense y sus agencias de seguridad.

La formación de grupos especiales para llevar a cabo acciones punitivas, incluidos


asesinatos, contra objetivos considerados terroristas o simpatizantes de organizaciones
terroristas. Además, se señala que el Plan Cóndor facilitó el ascenso de militares y sectores
políticos aliados a regímenes dictatoriales, quienes practicaron el terrorismo de Estado,
empleando fuerzas armadas y grupos parapoliciales para reprimir clandestinamente a los
opositores.

El impacto que tuvieron las políticas represivas llevadas a cabo en Argentina y Chile durante
las décadas de los 70 y 80, bajo regímenes militares. Se resalta cómo el control de los
medios de comunicación, las libertades individuales y la presión sobre áreas productivas y
comerciales caracterizaron estos regímenes, generando conmoción y miedo en la sociedad.

Se plantea la pregunta sobre el origen de estas políticas militaristas, señalando la influencia


del gobierno estadounidense que financiaba y capacitaba a los militares latinoamericanos
para combatir supuestas amenazas externas e internas.

La importancia de centros de instrucción militar, como la Escuela de las Américas en


Panamá, que desde su fundación en los años 40 ha capacitado a militares latinoamericanos
en tácticas de combate y represión, influenciando así las políticas de seguridad en la región.
Además, se menciona cómo militares entrenados en este centro han propagado su
conocimiento a través de la enseñanza, marcando un nuevo periodo de instrucción en la
forma de combatir al enemigo interno en las naciones latinoamericanas.

La Escuela de las Américas impartió cursos en español y portugués con el objetivo de


proporcionar formación a los militares latinoamericanos para contribuir a la seguridad militar
de sus países. Sin embargo, sus concepciones políticas respondían directamente a las
directrices de Washington en términos de trabajo militar, inculcando una ideología
anticomunista y contrarrevolucionaria. Los cursos enseñaban diferentes metodologías
teóricas y prácticas para combatir el comunismo y sus representantes en diversos
escenarios. Los instructores se dedicaron a comprender profundamente al enemigo para
confrontarlo desde todas las perspectivas posibles. Este enfoque militarista influyó en la
forma de pensar sobre el enemigo interno y externo en los países latinoamericanos,
desarrollando herramientas para mantener el orden y la paz, alineadas con los intereses del
gobierno estadounidense. Este tipo de adoctrinamiento también se reflejó en la obra del
general colombiano Fernando Landazábal, quien desarrolló un método militar y una serie de
obras para conceptualizar la "guerra revolucionaria" y enfrentar al comunismo en Colombia
desde las Fuerzas Militares.

En Colombia, la implementación del Plan Cóndor no fue directa como en Chile y Argentina,
pero se llevó a cabo a través de una serie de reformas y decretos durante los últimos años
del mandato del presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978) y todo el gobierno de
Julio César Turbay Ayala (1978-1982), así como las relaciones que estos gobiernos tuvieron
con las fuerzas militares. Las fuerzas armadas presionaron a los sectores políticos para que
les brindarán garantías judiciales y sociales en caso de alteración del orden en el país.

El paro civil del 14 de septiembre de 1977 fue un antecedente importante que aumentó las
demandas de las fuerzas armadas y el gobierno para limitar el accionar de varios sectores
sociales. Este paro, en respuesta a promesas incumplidas del gobierno de López Michelsen
y a la implementación de reformas económicas y sociales que favorecen a grandes
empresas extranjeras y elites nacionales, reunió a una amplia gama de sectores productivos
del país, expresando su descontento y denunciando los abusos del gobierno y las
instituciones. La situación del país era delicada, con la legitimidad de las instituciones
estatales en entredicho por su incapacidad para satisfacer las demandas de los
movimientos sociales. El Paro Cívico de 1977 había generado preocupación en los gremios
económicos, las Fuerzas Militares y el propio gobierno.

En Colombia, la implementación del Plan Cóndor no fue directa como en Chile y Argentina,
pero se llevó a cabo a través de una serie de reformas y decretos durante el mandato del
presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978)

El paro cívico del 14 de septiembre de 1977, en este paro participaron diversos sectores
sociales y productivos, como trabajadores, sindicatos, estudiantes que se unieron en
protesta contra el gobierno a promesas incumplidas y a la implementación de reformas
económicas y sociales que beneficiaban principalmente a las grandes empresas extranjeras
y a las élites nacionales, logró reunir a una amplia gama de sectores productivos del país
que expresaron su inconformidad y denunciaron los abusos del gobierno y las instituciones.

Este paro nos invita a evaluar las complejas dinámicas sociales, políticas y económicas que
estaban en juego en ese momento, así como a considerar las lecciones que podemos
aprender de este evento histórico. Nos lleva a cuestionar cómo las decisiones
gubernamentales y las políticas económicas pueden afectar a diferentes grupos dentro de la
sociedad, nos recuerda igual la importancia de la movilización ciudadana y la participación
activa. Y actualmente la corrupción política y la falta de transparencia en la gestión pública
continúan siendo problemas importantes que limitan la confianza en las instituciones
gubernamentales.

El paro cívico y los cambios en la estrategia de los grupos guerrilleros fueron hitos
importantes que marcaron un precedente para las nuevas políticas que el nuevo presidente
del país tuvo que adoptar para calmar la tensión social. Desde los sectores militares,
especialmente liderados por el general Luis Carlos Camacho Leyva y otros miembros de la
cúpula militar, se dirigieron al presidente saliente y, posteriormente, al recién electo, Julio
César Turbay Ayala, señalando la situación del país y proponiendo soluciones. Estas
medidas finalmente se adoptaron como las bases del emergente Estatuto de Seguridad
Nacional.
Los militares, con el respaldo de los grandes gremios económicos, demandaban con
vehemencia una mayor libertad para implementar la política de seguridad nacional,
heredada de las políticas estadounidenses, para combatir rigurosamente lo que
consideraban el enemigo interno: la subversión, vista en movimientos sociales,
organizaciones obreras, sindicatos y grupos guerrilleros. Esta situación resaltaba la falta de
soluciones políticas a los problemas sociales, siendo abordados principalmente con
represión.

Se evidencia una disputa entre los organismos militares y los sectores políticos por el
control de la planeación y ejecución de estrategias para enfrentar al enemigo interno del
país. La falta de rapidez en la acción política llevó a los militares a establecer medidas por
su cuenta, siguiendo los lineamientos de los organismos de defensa estadounidenses y la
Doctrina de Seguridad Nacional latinoamericana. El costo social de estas acciones ha sido
elevado, erosionando el prestigio de las instituciones militares.

A pesar de las tensiones entre las altas esferas político-militares en Colombia, se estableció
una alianza entre el gobierno, los militares y los gremios económicos, que inició una amplia
campaña para incriminar y atacar a los sectores que cuestionaban la dirección del país. La
presidencia de Julio C. Turbay Ayala en 1978, representante del partido liberal pero
vinculado al ala conservadora, marcó su estilo de gobierno y la composición de su gabinete
ministerial, donde los ministerios más relevantes fueron ocupados por miembros del partido
conservador y algunos de las fuerzas militares, como el general Camacho Leyva nombrado
ministro de defensa.

Durante el gobierno de Turbay Ayala, se continuaron y aumentaron algunas políticas para


enfrentar a los grupos guerrilleros y a los sectores sociales, considerados como enemigos
internos desde la década de los 50 y 60. Se amplió la acción contra los sectores insurgentes
hasta las áreas urbanas, capturando e incriminando a líderes y miembros de movimientos
sociales. Dos herramientas principales utilizadas por Turbay Ayala para imponer el orden
fueron la instauración del Estado de Sitio, permitiendo medidas extraordinarias para
restablecer el orden público interno, y el control a través de las instituciones estatales. Sin
embargo, según Renzo Ramírez y León Marín, el Estado de Sitio, inicialmente concebido
como una medida excepcional, se convirtió en una regla permanente, especialmente
durante el período de violencia bipartidista en la mitad del siglo XX.

El Estado de Sitio era una herramienta preferida por presidentes, tanto liberales como
conservadores, para mantener el orden y otorgar facilidades a los organismos de seguridad
del país para contener cualquier revuelta o sublevación por parte de la población. Durante el
Estado de Sitio, las Fuerzas Militares tenían un papel ampliado, no sólo protegiendo a la
sociedad de los ataques externos de los grupos guerrilleros en zonas rurales, sino también
persiguiendo individuos considerados de interés o de peligro ideológico o político para la
sociedad, con herramientas militares y jurídicas proporcionadas por el gobierno.

El decreto 1923 de 1978, conocido como el Estatuto de Seguridad Nacional, fue resultado
de una amplia organización entre la cúpula de las Fuerzas Militares y los sectores políticos
nacionales. Este estatuto fortaleció los sistemas militar, policial y judicial para combatir la
subversión en el país, señalando como enemigos a aquellos que no siguieran los
lineamientos del gobierno para la conservación del orden y la paz. La implementación del
estatuto buscaba evitar recurrir al Estado de Sitio, ya que esto generaba una mala imagen
ante la comunidad internacional.

El Estatuto de Seguridad Nacional fue precedido por una serie de decretos en gobiernos
anteriores, como los decretos 3398 de 1965, 1573 de 1974 y 2131 de 1976, que otorgaban
legitimidad a las Fuerzas Militares para intervenir en conflictos internos y ampliar su
presencia en ciudades principales e intermedias en busca de los enemigos del país.

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Las fuerzas militares tuvieron un papel muy autónomo en el gobierno de Ayala, podían
actuar para adoctrinar no solo en lo teórico sino también en lo práctico, permitiendo llevar a
cabo todos los proyectos que tuvieran. El militarismo no es solo de militares sino también
incluye a los civiles que piensan que todos los problemas deben regirse por la disciplina
castrense.

La milicia militar siempre fue llevada a los sectores conservadores y tradicionales del poder,
desde los años 50 con la lucha bipartidista empezó a instaurarse la ideología del enemigo
de la democracia, del capitalismo, de las políticas cristianas y el orden público. Así fue como
mandaron a militares colombianos a combatir en la guerra de Corea, ya que en ese
momento el enemigo era el comunismo.

Esta autonomía también fue dada por el golpe de Estado de Rojas Pinilla y la Junta Militar
con el fin de reorganizar los organismos de justica y sociales para recomponer al país;
Igualmente los militares estaban altamente influenciados por los planes promovidos por
EEUU para ir en contra de cualquier ideal comunista llegando a aplicar planes como LASSO
o LAZO y ANDES.

Ejercieron ayuda cívico-militar para que si bien los civiles no participaran como militares si lo
hicieran para apoyar al ejército a través de información, además de crear contrainsurgencia,
guerras ideológicas y autodefensas hacia los grupos guerrilleros.

En los años 60 perdieron gran poder y su fin se limitó a la protección del país, desde 1978
se generaron debates en torno a mantener el orden público y la paz entre el gobierno y los
militares.

Con el decreto 1923 de 1978 el gobierno aprobó que las fuerzas militares, los organismos
de inteligencia y la seguridad nacional ya no fueran en contra de los grupos insurgentes sino
también contra los grupos sindicales, estudiantiles y sociales indicados de oponerse y
obstaculizar los proyectos del gobierno.

Aplicación del Estado de Seguridad Nacional

A los militares se les permitió actuar bajo la ley nacional para que fueran en contra del
enemigo interior, lo que generaba que actuarán también fuera de esto y se perdieran sus
obligaciones, incumpliendo con la mantención de la convivencia nacional y los Derechos
Humanos.
Constantemente hubo una persecución contra los señalados como opositores del estado en
los que estaban incluidos los grupos guerrilleros, defendiendolo bajo los argumentos de
mantener el orden social y la paz en el territorio de la República.

Cualquier grupo o guerrilla que fueran en contra de los ideales del gobierno se consideraba
un enemigo y debía ser vigilado y acabado, además de la construcción de normas penales
para que tuviera un aplicación legal desde el área del derecho penal.

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El derecho penal durante este período adquirió características bélicas, tratando a ciertos
individuos como enemigos en lugar de igualdad ante la ley. Se evidencia en los artículos 9.º,
11.º y 12.º del decreto militar, que otorgan competencias especiales a la justicia penal militar
y permiten sanciones aplicadas por comandantes militares y de policía. Las Fuerzas
Militares y el DAS llevaron a cabo labores de inteligencia para identificar opositores,
reflejado en incidentes como una explosión en la Universidad del Cauca en 1980. Uno de
los primeros hechos fue una explosión cerca a la sede del diario local El Liberal,
incriminando, intelectual y materialmente, a varios estudiantes de dicha universidad que
venían haciendo protestas y reclamos hacia las directivas universitarias.

En la misma ciudad, se menciona el uso de escenarios locales para detener a personas sin
fundamento legal. Se alude a sitios donde fueron llevadas personas capturadas por el robo
de armas en Bogotá en 1978 por parte de un grupo del M-19, fueron alrededor de 936
personas las capturadas e indicadas de tal robo.

El Estatuto de Seguridad Nacional en Colombia refleja la derogación de normas y leyes


para las Fuerzas Militares, otorgándoles poder judicial y blindaje gubernamental. Esta
situación, presente durante el mandato presidencial de Julio C. Turbay Ayala, no fue
exclusiva de Colombia, sino también se evidenció en otros países latinoamericanos como
parte de la doctrina de seguridad nacional y el intervencionismo estadounidense. En el
marco de la Guerra Fría, se estableció un estado permanente de guerra, similar al Plan
Cóndor en el Cono Sur, donde se unieron fuerzas militares, policiales y paramilitares para
perseguir y reprimir a opositores políticos, generando desapariciones forzadas y violaciones
de derechos humanos.

En el periodo de 1978-1982, las fuerzas militares y grupos paramilitares aliados llevaron a


cabo desapariciones dirigidas hacia sectores sociales como estudiantes, miembros de
sindicatos, líderes sociales y políticos locales o regionales que criticaban al gobierno y sus
instituciones. Las acusaciones presentadas en el Estatuto incluyen regulaciones sobre la
protesta social, la identidad de los manifestantes y los medios de comunicación. El artículo
4.º establece penas de cárcel por perturbar el orden público, mientras que el artículo 7º
impone arresto por ocupar lugares públicos con fines de protesta, incitar a quebrantar la ley
o distribuir propaganda subversiva.

Ideas clave:

Fuerzas militares y paramilitares dirigieron desapariciones.


Regulación de la protesta social y los medios de comunicación.
Penas por perturbar el orden público y distribuir propaganda subversiva.

El accionar represivo de las autoridades durante protestas y manifestaciones se basa en la


privación de elementos característicos de la protesta, como la identidad de los
manifestantes y la expresión de sus motivos. Se justifica bajo el argumento de defensa de la
seguridad nacional y el control del orden público, lo que lleva a detenciones, allanamientos y
desapariciones de personas, incluyendo líderes sociales, sindicales e indígenas. Se
menciona la ofensiva contra grupos guerrilleros como las FARC, ELN y M-19. Además, se
destaca el decreto de censura mediática durante perturbaciones del orden público, con la
intervención del ministerio de comunicaciones en emisoras de radio y televisión, así como
en medios impresos como la revista Alternativa.

El general Fernando Landazábal, fue un prominente exponente en la conceptualización de


estrategias para enfrentar al comunismo, considerado como el "enemigo interno" en
Colombia, abogó por comprender a fondo las tácticas de los grupos subversivos comunistas
y propuso la idea de la "guerra revolucionaria", un enfoque que priorizaba la guerra
psicológica y política sobre los enfrentamientos físicos. Sus propuestas encontraron eco en
las altas esferas militares colombianas, que adoptaron una estrategia de deshabilitación del
enemigo, focalizándose en las "células urbanas" de los grupos opositores y empleando
tácticas de tortura física y psicológica para obtener información. Aunque no existió una
influencia directa entre las propuestas de Landazábal y las políticas del Estatuto de
Seguridad, sus ideas fueron consideradas para diseñar campañas militares orientadas a
debilitar al enemigo interno y generar un mayor impacto.

El gobierno de Belisario Betancourt (1982-1986) se enfrentó a la presencia de


organizaciones guerrilleras, considerando que negociar con ellas era un signo de debilidad
estatal. La cúpula militar, formada en contextos de contrainsurgencia, mostraba resistencia
a soluciones políticas. Durante este periodo, se observó la ambivalencia hacia los grupos
paramilitares, vistos como una extensión de las Fuerzas Militares.

Conclusiones

El Estatuto de Seguridad Nacional y el Plan Cóndor, herramientas para combatir el


comunismo y la influencia extranjera, se aplicaron en Colombia, reflejando la cooperación
norteamericana para fortalecer los ejércitos nacionales y expandir su influencia en la región.
Estos planes buscaban otorgar poder a las instituciones castrenses a través de golpes de
Estado.

El Plan Cóndor fue una operación clandestina entre dictaduras militares de América Latina,
con respaldo de EE.UU., durante los años 70 y 80. Su objetivo era suprimir opositores
políticos, especialmente de izquierda, mediante detenciones, torturas y desapariciones
forzadas. Argentina, Chile y otros países participaron, causando un gran impacto en la
sociedad y dejando heridas profundas. EE.UU. colaboró proporcionando apoyo logístico y
financiero.

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