Economia Actual

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Economía y democracias zombies: el caso

de Perú
El futuro de la economía no es malo. Porque el daño
principal de Pedro Castillo fue la degradación de la
gestión pública, que puede revertirse rápido.
Por Waldo Mendoza

28 Jul, 2023
La solidez del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) y el Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF) está intacta. (Andina)

El 7 de diciembre de 2022 nos liberamos del gobierno más inepto y corrupto de nuestra
historia. Pero hoy la economía y la democracia peruana están en modo zombi. De los
problemas económicos, será más o menos fácil salir. De los golpes dados por el Congreso y
el Tribunal Constitucional (TC) al estado de derecho, el sostén de la democracia, con la
complacencia del gobierno, va a ser difícil.

El PBI de enero-mayo cayó en 0.5 %. Estamos en recesión, crecer más de 1 % este año va a
ser complicado, y se vienen los efectos del Niño Costero y del Niño Global. El futuro de la
economía, sin embargo, no es malo. Porque el daño principal de Pedro Castillo fue la
degradación de la gestión pública, que puede revertirse rápido. Porque están diluyéndose
las acciones contra la inversión privada de Castillo. Porque la solidez del Banco Central de
Reserva del Perú (BCRP) y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) está intacta.
Contamos con los actores y los recursos para salir de la recesión y enfrentar a los dos
Niños.

En el campo del estado de derecho; es decir, de la sujeción a ley de todos los ciudadanos y
las instituciones, se han producido varios atentados que pueden ser irreversibles. Sin su
sostén principal, la democracia está, como la economía, en modo zombi.

Veamos por qué.

Porque el Congreso ha inhabilitado a la fiscal Zoraida Ávalos por no investigar a Castillo;


a pesar que ella fue la primera que se atrevió a iniciar una investigación en su contra, cosa
que ninguno de sus antecesores hizo con ningún presidente. El Congreso ha liquidado la
autonomía de las decisiones judiciales: hoy un fiscal o un juez está bajo la amenaza de
poder ser inhabilitado por sus votos. Dina Boluarte no ha dicho nada.

Zoraida Ávalos fue inhabilitada por el Congreso de la República por suspender las
investigaciones contra Pedro Castillo. (Andina)
Porque el TC ha liquidado la cuestión de confianza, que permitía al Ejecutivo disolver el
Congreso. A partir de ahora el Congreso tendrá que rogar al Ejecutivo que lo disuelva,
pues el presidente del TC ha dicho, “para que haya disolución, el Congreso es el que debe
tener la voluntad de ser disuelto”. Dina no sabe ni opina.

Porque el Congreso, con el apoyo del TC, quiere volarse a las cabezas de los organismos
electorales (JNE, ONPE, y el Reniec). Según el artículo 99 de la Constitución, estos
organismos no están sujetos al juicio político. Así debería ser, dice la Corte Interamericana
de Derechos Humanos.

Pero el TC, en una acción competencial del Congreso, ha dicho que el artículo 99 debe
incluirlos. Con esta norma, al día siguiente de las elecciones de 2021 el congreso habría
desaforado a los jefes de la ONPE, el JNE y el Reniec. Lo mismo pasará en el futuro. Dina
Boluarte no opina.

Porque, como plato de fondo, están buscando tumbarse la Junta Nacional de Justicia (JNJ).
La JNJ nombra, evalúa, ratifica y sanciona a jueces, fiscales y a los jefes de la ONPE y el
RENIEC. Reemplazó al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), debido a que se
descubrió, con el caso Cuellos Blancos, que el CNM era un nido de bribones.

Como parte del ataque a la JNJ, la congresista Patricia Chirinos presentó una denuncia
constitucional contra sus tres integrantes por haber presionado al presidente del Poder
Judicial para que se pronunciara en favor de Zoraida Ávalos.

El exministro de Economía, Waldo Mendoza, cree que vamos a salir de la economía zombi,
pero no del daño que nos dejará el Congreso y el Tribunal Constitucional. (Reuters)

Jugando en pared, la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, abrió investigación


preliminar contra los tres integrantes de la Junta por la misma infracción. El móvil de la
fiscal parece asociado con tres investigaciones que la JNJ tiene en su contra: el caso
Cuellos Blancos (por llamadas telefónicas a Antonio Camayo, empresario implicado en el
caso), por haber cambiado a la fiscal que investigaba a su hermana fiscal, por otro que al
toque no encontró “elementos de convicción” para seguir investigándola, y por su tesis de
maestría y doctorado, que no es habida, y ella no quiere mostrar a nadie.

Este paso a paso del ataque a la democracia cuadra con lo dicho por Chirinos: después de la
inhabilitación de Ávalos, “el tercer gran paso será la Junta Nacional de Justicia”.

De la economía zombi vamos a salir. Del daño que el Congreso, el TC y el no sabe ni


opina de Boluarte están haciendo a la democracia, no sé ni cómo ni cuándo saldremos.

(OPINIÓN) Carlos Parodi: ¿Tiene el Perú


algún modelo económico?
“De acuerdo con las constituciones de 1979 y 1993, en
Perú existe una economía social de mercado. Sin
embargo, una cosa es lo que está escrito y otra la
realidad”.
Para muchos, el problema del Perú está en el modelo y, por ende, hay que cambiarlo. La
opinión es respetable y cada uno puede opinar lo que crea conveniente, pero siempre
basándose en evidencia empírica. De acuerdo con las constituciones de 1979 y 1993, en
Perú existe una economía social de mercado. Sin embargo, una cosa es lo que está escrito y
otra la realidad.

En todo el mundo, con contadas excepciones, las economías operan con una mezcla de
mercado y Estado; y una economía social de mercado necesita de ambos. El tema, en teoría,
funciona así: el sector privado, a través del mercado, genera riqueza, crea empleo y paga
impuestos. El Estado, con los impuestos recaudados, financia el gasto público, que tiene
como objetivo la redistribución de los beneficios del crecimiento económico. Perú tiene
mercado y Estado. La cuestión de fondo es saber si ambos hacen lo que deberían hacer.

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El mercado debe operar en un entorno institucional determinado, basado en la igualdad de


condiciones para cualquier ciudadano. Pienso que esto no pasa en el Perú. Un porcentaje de
ciudadanos con contactos en el Estado puede encontrar un empleo o conseguir algún
beneficio para la empresa que maneja. En Perú las conexiones determinan, en una alta
proporción, quiénes logran sus objetivos y quiénes no. Y eso es contrario al mercado.

El problema es que lo anterior no se llama libre mercado, sino mercantilismo. Y eso nos
indigna a todos. Los privilegios para algunos se logran a costa de otros. Llamemos las cosas
por su nombre y no nos engañemos. El mercado funciona dentro de una infraestructura
institucional, en la que el Estado lo regula.

El Estado, por su parte, debe invertir en educación, salud y vivienda, entre otros, de modo
de igualar las condiciones entre los que tienen y los que no tienen. ¿Lo hace? Me parece
que no. La ineficiencia en el gasto y la corrupción lo impiden.

Tampoco penaliza la concertación de precios, que aparece cuando empresas se ponen de


acuerdo para cobrar más caro o cuando alguien con conexiones con las personas que
deciden logra un objetivo que bajo reglas iguales no se hubiera logrado. También cuando
aparece la corrupción, como en el caso de Odebrecht. Y ahí aparece el rol del Estado
regulador, que en mi opinión casi no funciona en Perú. Mediante ese rol, el Estado debe
evitar los abusos de la posición de dominio de algunas empresas. No todas son las grandes,
como muchos señalan. Revisen bien la evidencia. Con un mercado que funciona gracias a
las conexiones y con un Estado que no cumple su tarea, ¿de qué modelo hablamos?
Nuestro país tiene un sistema mercantilista, plagado de corrupción y de mafias. Los
políticos no actúan por el bien común. Si lo hicieran, ¿por qué en los últimos 50 años no se
hicieron reformas en educación y salud en beneficio de todos? Si una empresa grande se las
arregla para no pagar impuestos, ¿no creen que es culpa también del Estado por no
cobrarle?

No nos dejemos llevar por comentarios interesados. La solución es tener un modelo en el


que el Estado y el mercado funcionen. Sin una visión multidisciplinaria, que incluya
aspectos políticos, institucionales e históricos, entre otros, no entenderemos cómo lograrlo.
El mercado crea riqueza y el Estado redistribuye y evita el abuso de la posición de dominio
de empresas en el mercado. Ambos deben cumplir con su función.

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