Teoria de Las Obligaciones
Teoria de Las Obligaciones
Teoria de Las Obligaciones
Introducción: del concepto de la obligación, que da el art 724 del Código, es posible extraer los
elementos que integran a la figura y considerar que se trata de verdaderos requisitos que se exige para
su configuración y virtualidad.
Si bien sobre el número de ellos no existe una opinión pacífica, en la doctrina de los autores es posible
sostener que son los siguientes: a) la relación jurídica o también denominado "vínculo jurídico", b) el
objeto o prestación, c) los sujetos, y d) la causa.
a)VÍNCULO O RELACION JURÍDICA
Noción: cuando el art 724 se refiere a la relación jurídica deja en claro que se trata de vínculos de
derecho, especies de nexos de la vida real a los que el derecho recepta y otorga consecuencias. Ello, por
un lado, genera un poder jurídico y por el otro, un deber jurídico.
El “vínculo jurídico”: quiere decir que une a las partes y que encierra una situación de poder y a la vez,
de deberes y en este último supuesto, lo son de carácter primario y secundario. Lo primero es la facultad
del acreedor de exigir y lo segundo el deber del deudor de tener que cumplir la prestación. De allí que es
posible considerar que no hay obligación cuando el acreedor carece del derecho a reclamar, o bien el
deudor no se encuentra obligado a cumplir por ello se considera nulo el acto donde el deudor es libre de
pagar o no, o que pagará si lo desea mediante un acto meramente potestativo.
La relación jurídica: impone también situaciones jurídicas secundarias, que tiene base y fundamento en
lo que hoy dispone el art. 959 del Cód. Civ. y Com., apoyado en los principios de la buena fe previsto en
el art. 961 del citado Código. Estos derechos deberes hacen que los contratos o convenciones se
cumplan como las partes lo han previsto, lo impone la misma ley, los usos y costumbres. Su finalidad es
lograr el exacto cumplimiento de la prestación, la protección de ciertas situaciones en que se pueden
encontrar el obligado y lo importante satisfacción del interés del acreedor.
Saber sobre qué aspecto recae el vínculo obligatorio, da lugar a diferentes opiniones discordantes y
opuestas, que es posible ubicar en dos planos distinguibles: las tesis subjetivas y las objetivas, que tratan
de explicar la naturaleza del vínculo obligatorio.
TESIS SUBJETIVA
Las teorías subjetivas se integran concon: a) la concepción clásica del derecho romano; b) la explicación
de Savigny; y c) la postura neoclásica:
-Derecho Romano: entienden que el objeto del vínculo tiene apoyo en la persona del deudor. En esta
etapa del derecho privado no era distinguibles el delito del incumplimiento contractual y ambos se
unifican en sus efectos y consecuencias. Como afirma Bonfante, tanto el ladrón como el mutuario se
encontraban obligados a responder con su persona física, y su cuerpo quedaba sometido a los poderes
del acreedor.
La figura del nexum resulta un claro ejemplo, pues se concretaba en un acto de "autoemancipación" con
función de garantía. Como es posible ver, era la propia persona del deudor la que quedaba atada al
cumplimiento. Correlativamente, con el nexum existía la sponsio que da origen a una responsabilidad en
caso de incumplirse la prestación. Era una promesa que hacia el fiador al acreedor y no al deudor de
este. El obligado es solamente el sponsor (Arias Ramos-Arias Bonet).
-Tesis Savigny: el vínculo jurídico obligatorio tiene como contenido un derecho del señorío del acreedor
sobre la persona del deudor.Ese poder no es sobre todos los actos del obligado sino sobre algunas y
determinadas acciones, lo que lleva a que este último permanezca con disminución de su voluntad y
libertad.
Tanto las cosas como las personas pueden quedar sujetos al dominio de nuestra voluntad y sometidos a
ese poder. Cuando el dominio es absoluto la persona pierde su libertad y personalidad y se convierte en
un esclavo, de esa manera y por dicha razón, solo se tiene poder absoluto sobre las cosas. En cambio, en
la relación de obligación, el dominio no se ejerce nunca sobre la totalidad de la persona, sino solamente
sobre alguno de sus actos.Al quedar dichos actos sustraídos del libre arbitrio del sujeto, esta queda
sometida al imperio de otra persona. Agrega el jurista citado: "Las relaciones de derecho en virtud de las
cuales ejercemos dominio sobre un acto o varios determinados de una persona, se llaman obligación".
Para esta tesis, el deudor se encuentra en un estado de sujeción y constreñimiento, siendo su situación
la que hace a la esencia del vínculo por la trascendencia que adquiere en la obligación.
-Tesis Neoclásica: se considera que el objeto del vínculo se asienta en la “conducta” del deudor, es decir,
su comportamiento y actividad.
Desaparece el sometimiento de la persona obligada ya sea en todos los actos de su vida, como en
algunos de ellos referidos a la relación que lo liga con el sujeto que inviste el poder jurídico. La conducta
del deudor es un medio de orden instrumental para lograr el cumplimiento de la obligación y
consiguiente satisfacción del acreedor. Al explicar la naturaleza de la prestación se amplía algo más esta
concepción.
TESIS OBJETIVAS: para esta concepción, el vínculo obligatorio se apoya en el objeto de la prestación y
deja afuera del centro de atención a la conducta o comportamiento del deudor. De allí que es necesario
considerar que en las tesis objetivas la relación se brinda entre patrimonios, sino desconocer que los
obligados son los sujetos intervinientes, pero no el objeto u objetivo son los casos o los derechos.
Hay variantes y enfoques dignos de destacar: así se anota la tesis de Ihering, que siguen Polacco,
Gaudemet y Gazin, quienes sostienen que la relación de obligación constituye un vínculo entre dos
patrimonios, que el deudor y el acreedor resultan dos personalidades abstractas, fungibles y mutables
sin que la obligación se altere (Polacco). También se indica que los derechos de obligación, al igual que
los derechos reales, siempre se ejercen sobre un bien (Gazin) o que la obligación no es un deber del
deudor, sino un "deber de recibir" a cargo del acreedor (Siber).
De ese modo sufre algún demérito la situación del deudor, tomándose en cuenta, fundamentalmente, la
satisfacción del acreedor. Como variantes alternativas, se pueden considerar por su evidente relevancia
las tesis del "débito y la responsabilidad" y la del llamado "bien debido".
DÉBITO Y RESPONSABILIDAD
El complejo se lo diferencia entre el estado previo y genético de la obligación,conocido como schuld, en
el cual el deudor se halla sometido psicológicamente al cumplimiento y el acreedor asume el papel
estático de espera y esperanza de cumplimiento. El estado de pendencia produce una situación de
presión psicológica en el deudor y en el acreedor una expectativa y esperanza de cumplimiento. El
deudor aún no se encuentra plenamente obligado a hacer efectiva la prestación y por su parte, el
acreedor no tiene facultad suficiente para reclamar o exigirla.
El segundo momento, cualificado como haftum, presenta el estado de sometimiento de una persona o
cosa al poder de agresión del acreedor.
Sostiene Emilio Betti que la palabra haftum no se corresponde semánticamente con la de
"responsabilidad", sino que da la idea de un vínculo de garantía que significa el destino de una cosa o
persona que servirá de satisfacción a alguien. En ese tiempo (de responsabilidad) es cuando el acreedor
desarrolla su mayor actividad y ejercita el derecho en plenitud. Allí puede dirigirse contra el patrimonio
del deudor para lograr la satisfacción del crédito
BIEN DEBIDO
Esta tesis se dirige más a explicar la naturaleza jurídica de la prestación que el vínculo obligatorio.
La teoría del bien debido apoya su base en la persona del acreedor y afirma que la etapa de
responsabilidad es independiente de la voluntad de aquel que queda grabado por la pérdida de un bien.
En principio, para esta idea, no interesa el comportamiento del deudor y solo se concentra en la
satisfacción del acreedor.
b)PRESTACIÓN OBJETO DE LA OBLIGACIÓN
Noción
El art. 725 se ocupa de la prestación y sus requisitos. Dice: "La prestación constituye el objeto de la
obligación, debe ser material y jurídicamente posible, lícita, determinada o determinable, susceptible de
valoración económica, y debe corresponder a un interés patrimonial o extrapatrimonial del acreedor".
Mediante dicha norma hoy resulta claro que la prestación es el objeto de la obligación, aunque no queda
definido cuál es su propio contenido y consiguiente naturaleza.
CONTENIDO DEL OBJETO
Siempre el problema gira alrededor de la determinación del contenido de la prestación, mediante lo
cual se sabrá cuál es su naturaleza y esencia. Al respecto se han dado dos opiniones opuestas y dispares,
una de corte subjetivo que toma fundamentalmente la "conducta del deudor" y otra de sentido objetivo
que apunta al denominado "bien debido".
a. Conducta del deudor: la tesis que afirma que la prestación se integra con todo aquello que debe
cumplir del deudor y ello se sintetiza en su comportamiento o conducta.
De esa manera, y para quienes creen en ello, se produce una verdadera humanización del contenido
obligacional, pues el deudor pasa a ser el centro del sistema jurídico. Siempre la ley le da colorido y
cualifica ese comportamiento, por ejemplo, cuando incorpora a la relación el principio de la "buena fe"
(arts. 9º, 729, 961 y 991), para un juzgamiento beneficioso. O bien, cuando resulta más rígido y castiga el
incumplimiento (arts. 730, 736, 739, 777, 738 y ss.).
Para esta idea el derecho del acreedor tiene como punto de referencia el comportamiento o conducta
del deudor y resulta en cierto modo irrelevante el interés del acreedor. Es siempre la conducta del
deudor la que obra como medio instrumental para satisfacer el derecho del acreedor.
b. Bien debido: se trata de un bien, lo que por si debe entenderse como algo que satisface las
necesidades y deseos humanos y también el interés del acreedor, y es idóneo para dar utilidad típica en
la vida de relación.
La tesis se explica analizando las diferentes etapas de la vida de la obligación en su estricta faz dinámica.
Debo hacer notar que en el primer momento tanto el deudor como el acreedor se hallan en un estado y
situación de interinidad, donde el deudor está sometido a un deber jurídico, y una situación de
expectativa de prestación para el acreedor (Barrasi, Betti, Carnelutti). En un segundo momento y
producido el incumplimiento, la situación del acreedor se transforma en una expectativa de satisfacción,
pues la primera frustración hace derivar la expectativa de origen en otra de "satisfacción" o "garantía",
del crédito en espera de la recepción de un objeto que puede suplir con su valor económico el objetivo
de la responsabilidad. En la última de las etapas se hace efectiva la responsabilidad y el acreedor busca
la satisfacción de su interés privado, que es generalmente de contenido patrimonial. Para dicho logro el
deudor aparece como un medio instrumental, pero no es el único camino para el objetivo perseguido
por el acreedor, ya que puede auxiliarse por medio de terceros o utilizar los órganos del Estado para ello.
Es importante ver que en los dos últimos supuestos desparece la actividad del deudor en el
cumplimiento.
De este modo queda claro y explícito el principio de que el patrimonio del deudor es la garantía común
del acreedor, tal como hoy lo afirma el art. 743: "Los bienes presentes y futuros del deudor constituyen
la garantía común de sus acreedores...". A más se puede ver que la obligación es posible que sea
cumplida por el deudor o por un tercero; y en su estado patológico o de incumplimiento es viable utilizar
la vía forzada específica o indirecta. A ello se suma que la mutación del contenido de la prestación
originaria por culpa del deudor, no cambia el objeto de la prestación.
Es por ello que la naturaleza de la prestación coincide con lo denominado "bien debido", que se integra
con el interés del acreedor y posee a su vez un contenido amplio al que se le adicionan: las cosas, bienes
o servicios, que resultan ser el sustrato de la prestación.
REQUISITOS DE LA PRESTACIÓN
El art. 725 ya transcripto, determina cuáles son los requisitos que debe reunir el sustrato material de la
prestación. Así, se indica que debe ser: a) posible material y jurídicamente; b) lícita; c) determinada o
determinable; d) susceptible de valoración económica; y e) corresponder a un interés del acreedor que
puede o no tener contenido patrimonial.
A. Posibilidad: el objeto de la prestación debe ser conforme a los principios de la naturaleza y conforme a
las normas que regulan su vigencia. Se afirma que no puede ser contrario a las leyes físicas por aquella
regla Romana de que “nadie puede obligarse a lo imposible” sino haría nula a la obligación.
Esta imposibilidad se brinda tanto en lo material como en lo jurídico. La material o de hecho resulta
aquella contraria al orden natural, que aparece en los repetidos ejemplos de "tocar el cielo con las
manos" o "cruzar el océano Atlántico a nado", etc. En cambio, la imposibilidad jurídica o de derecho se
da en los casos de contratar algo prohibido por la ley como, por ejemplo, el pacto de herencia futura
previsto como tal en el art. 1010.
La regla que exige el carácter de posible está prevista con respecto a los contratos en el art. 1004 que
dispone: "No pueden ser objeto de los contratos, los hechos que son imposibles o están prohibidos por
las leyes, son contrarios a la moral, al orden público, a la dignidad de la persona humana, o lesivos de los
derechos ajenos, ni los bienes que por un motivo especial se prohíbe que lo sean. Cuando tenga por
objeto derechos sobre el cuerpo humano se aplican los arts. 17 y 56".
Para que la imposibilidad deje sin efectos a la obligación y sea causa de nulidad debe ser objetiva y
absoluta. Lo que no coincide y se opone a la "imposibilidad relativa subjetiva". Por ejemplo, si una
persona se compromete a ejecutar un instrumento musical para dar un concierto público y, luego alega
la imposibilidad por no saber ejecutar dicho instrumento, es responsable por los daños y perjuicios ante
el incumplimiento. De ninguna forma puede pretender liberarse alegando y probando esa imposibilidad
subjetiva.
La imposibilidad es objetiva, según enseña Lacruz Berdejo en el derecho español, cuando es un atributo
en la dirección del impedimento que hace al contenido de la prestación. Se debe prescindir de las
condiciones particulares del obligado que no tienen vinculación con el objeto de la relación. A veces las
partes convienen teniendo en consideración circunstancias personales y comportamiento del obligado,
en ese caso la conducta pasa a integrar la prestación. Por ejemplo, si un pintor profesional se obliga a
realizar un cuadro y, por un accidente sufre la fractura de un brazo que le impide hacerlo, no es posible
pensar que sea responsable por el incumplimiento, sino que el carácter intuitu personae se incorpora a
la relación, y el hecho actúa como un supuesto de "caso fortuito o fuerza mayor".
Por otro lado, lo "absoluto" está vinculado con el esfuerzo que es necesario realizar para su producción.
Por ello, cuando se puede cumplir pero se exige un desarrollo intenso de la actividad, la imposibilidad es
relativa y no libera. La imposibilidad absoluta es —como dice Osti— la invencible por las fuerzas
humanas. Esta regla sirve como guía pero hay que tener en consideración que debe adecuarse a cada
caso en particular.
Para concluir, también hay que distinguir entre la imposibilidad "total y parcial", según afecte a todo o
solo a un parte de la prestación. Si es total se le deben aplicar todas las reglas señaladas anteriormente.
En el caso de la imposibilidad parcial, puede afectar a toda la obligación o solo a una parte; todo esto,
claro está, deberá ser juzgado en cada caso en particular de acuerdo con lo convenido por las partes, o
algunas disposiciones de la ley.
B. licitud: que sea conforme a la ley y no contrario al orden normativo, a lo moral, buenas costumbres y
orden público.
Para algunos autores la cuestión no queda cerrada por el hecho de que el objeto sea contrario a la ley,
sino que también se da dicha circunstancia cuando contraría los fines de las normas jurídicas (Albaladejo,
Planiol y Ripert).
C. Determinabilidad: Dicha exigencia tiene apoyo en que el contenido obligatorio no puede quedar en la
incertidumbre de su objetivo, por ello, se afirma que es nula la relación cuando una persona se obliga a
"entregar alguna cosa" o "alguno de sus bienes" o, simplemente, "algo de importancia" (Lacruz Berdejo,
Sancho Rebullida, Cazeaux-Trigo Represas, Colmo, etc.).
La prestación se encuentra "determinada" cuando el objeto se halla identificado desde el origen y no se
puede confundir con otro. En el nuevo Cód. Civ. y Com. se da —al igual que en el sistema anterior— en
las obligaciones de "dar cosas ciertas" (arts. 750 a 761) y en las de "hacer y no hacer" (arts. 773 a 778).
A veces, la determinación puede quedar en retardo para un momento posterior, que no puede exceder
el tiempo del pago. Ello no impide la exigencia que la obligación nazca con ciertos datos, previsiones o
mecanismos necesarios para su individualización. Esta indeterminación tiene ciertos grados que van
desde la obligación facultativa (arts. 786 a 789) hasta las de dar sumas de dinero (arts. 765 a 772).
Se ha juzgado que los criterios para establecer la determinación son de carácter "objetivo" o "subjetivo".
Los objetivos pueden darse en función de, verbigracia, precios de mercado, cotizaciones bursátiles, etc.
En cuando a los subjetivos, aparece como un buen ejemplo el precio de venta en el contrato de
compraventa, cuando queda a la fijación de un tercero, previsto en los arts. 1133 y 1134 del Código. Lo
mismo es posible razonar con respecto al precio en el contrato de suministro (conf. art. 1181).
D) Patrimonialidad: Fue en Alemania, en el siglo XIX, que quedó planteado el problema de si la
prestación debía o no tener un contenido económico o pecuniario. Los juristas germanos Ihering y
Windscheid sostuvieron que el derecho no solamente venía a proteger bienes valorables
económicamente, sino que la prestación podía albergar como objeto u objetivo bienes ideales.
Tienen fama y mucha difusión los ejemplos que diera Ihering para justificar su tesis. Decía que tanto
cuando el camarero de un bar acordaba con su empleador tener los domingos libres para pasear o el
caso de la señora que locaba una habitación a un señor con la condición de que no ejecutara música con
su violín o, en caso similar, que le obligaba a cuidar el jardín que ornaba el frente de la casa, no podía
observar contenido económico a: salir de paseo los domingos, no ejecutar el violín o cuidar un pequeño
jardín.
Por su parte, otros autores como Savigny y Dernburg defendieron la tesis contraria, considerando que los
bienes no patrimoniales no pueden ser objeto de una prestación obligacional, pues en tal caso y, ante el
incumplimiento, sería imposible fijar el importe de los daños y perjuicios. La prestación con contenido
patrimonial puede traducirse en un valor económico.
Considero acertada la tesis de Savigny, la prestación necesariamente debe tener un contenido
patrimonial o valorable económicamente. Aunque las razones no parecen convencer suficientemente,
pues como bien dice Giorgianni, no existe una correlación necesaria entre el contenido patrimonial de la
prestación y valoración económica del daño producido por el incumplimiento. El perjuicio es un efecto
del incumplimiento imputable y se puede llegar a confundir con el objeto de la obligación.
Si bien la cualidad patrimonial aparentemente no ofrece dudas, no resulta simple su determinación. Se
trata de un elemento de carácter objetivo que se corresponde con un momento histórico y ambiente
social especial. Y el carácter económico estará dado por la circunstancia de que la mayoría de las
personas estén dispuestas a realizar un sacrificio económico para lograr los beneficios de la prestación.
Se toma como referencia el de los "honorarios profesionales". En el derecho romano no se consideró
valorable económicamente la actividad intelectual, científica o literaria. De allí el nombre del estipendio
(honorarios), pues correspondía por el honor, que impedía su cobro como salario. Hoy, a pesar de
haberse mantenido la denominación, ha cambiado la concepción y costumbre y está libre de toda duda
el derecho a cobrar una suma de dinero por dichas tareas.
E. Interés del acreedor: es el que debe satisfacer el deudor, que responde a la órbita de los poderes
jurídicos y se integra a los deberes jurídicos. Es una característica que distingue a la obligación civil de los
deberes jurídicos genéricos y brinda una verdadera fisonomía a la relación obligacional.
La ley admite que uno de los sujetos se encuentra en una situación de poder, y otro en la de deber. La
actividad de este último tiene como objetivo satisfacer el interés del primero.
Cuando dicho interés se halla individualizado estamos en presencia de una obligación. Ese interés puede
ser o no patrimonial, generalmente el objeto se dirige hacia el acreedor, aunque en ciertas ocasiones de
tipo excepcional puede tener como destino un tercero.
c)SUJETOS
Noción
Los sujetos de la obligación o, a mejor decir, las "partes" (entendidas como un centro de imputación
normativa) son el acreedor o sujeto activo y el deudor o sujeto pasivo. Pueden ser singulares, es decir,
una persona (física o jurídica) o plurales, varios, ya sea tanto en la parte activa como en la pasiva. En
síntesis, se puede dar un deudor y varios acreedores, o varios deudores y un acreedor, o múltiples
deudores y acreedores.
Las obligaciones pueden, a su vez, presentarse como unilaterales o bilaterales. En la obligación unilateral,
cada parte asume el papel preciso, el deudor es solamente eso, y el acreedor lo mismo. V.gr., el contrato
de mutuo (arts. 1525 a 1532, Cód. Civ. y Com.), donde el mutuante entrega en propiedad una cantidad
de cosas fungibles y el mutuario se obliga a devolver igual cantidad de cosas de la misma especie y
calidad. En cambio, en las obligaciones bilaterales, ambas partes son a su vez deudores y acreedores
recíprocos. El contrato de compraventa (arts. 1123 a 1169, Cód. Civ. y Com.) es buen ejemplo de ello: el
vendedor es deudor de la cosa y acreedor del precio, mientras que el comprador es deudor del precio y
acreedor de la cosa.
Se exige que los sujetos tengan la capacidad suficiente que la ley les otorga para ser titulares de
derechos. Para el ejercicio del derecho se requiere la denominada capacidad de hecho o de ejercicio
(todo ello está previsto en los arts. 22, 23, 24 y ss., Cód. Civ. y Com.).
Si bien los sujetos generalmente están determinados en el origen de la obligación, pueden aparecer
casos donde se brinde una cierta indeterminación. Este tipo de indeterminación hace válida a la
obligación en tanto existan elementos o circunstancias que permitan su individualización posterior, lo
que el jurista español Díez-Picazo denomina "determinación indirecta".
Casos de indeterminación de sujetos
Se los puede observar en los supuestos de: a) obligaciones propter rem o ambulatorias; b) las de sujeto
plural disyunto; c) los títulos al portador; d) la promesa pública de recompensa; e) las ofertas al público;
f) el contrato a favor de terceros; g) el contrato de persona a designar; y h) el contrato por cuenta de
quien corresponda.
a) Obligaciones propter rem
Se hace notar que las obligaciones propter rem, o ambulatorias, o reales, se desarrollan en el § 13.c.3)
del Capítulo Primero. La indeterminación se presenta en que el sujeto pasivo se vincula con la relación
de señorío con la cosa (dominio o posesión).
b) Títulos al portador
Son créditos que constan en instrumentos que tienen como acreedor al poseedor del título. Y ello
porque la posesión se une indisolublemente al crédito. Siempre se transmiten mediante la tradición, es
decir la entrega material del documento y durante la vigencia del crédito el deudor desconoce quién es o
será el acreedor, por ello se afirma que el titular se encuentra indeterminado.
En el nuevo Cód. Civ. y Com. se los define en el art. 1837, ubicado en el párr. 1º de la Sección 2ª del
Capítulo 6º del Título V, Libro III, que dice: "Es título valor al portador, aunque no tenga cláusula expresa
en tal sentido, aquel que no ha sido emitido a favor de sujeto determinado, o de otro modo indicada una
ley de circulación diferente. La transferencia de un título valor al portador se produce con la tradición del
título".
c) Promesa de recompensa
Se trata de una declaración de voluntad donde se identifica el deudor que es quien declara ofrecer
cumplir una prestación a favor de la persona que realice un acto determinado o se halle en una situación
prevista.
Su naturaleza jurídica se encuentra controvertida. Para algunos se trata de un supuesto de "declaración
unilateral de la voluntad", mientras que otros autores juzgan que se está simplemente en presencia de
una "manifestación de voluntad con renuncia a su retractación". Sea una u otra la solución, para ambos
supuestos la figura del acreedor resta incierta y recién se individualizará en un momento posterior.
El Cód. Civ. y Com. define al instituto como un supuesto de "Declaración unilateral de la voluntad", en los
arts. 1803 a 1806, e indica que resulta obligatoria aquella manifestación que realizada mediante
anuncios públicos promete una prestación pecuniaria o una distinción a quien ejecute un acto, cumpla
determinados requisitos o se encuentre en cierta situación.
d) Ofertas al público
Se mantiene el mismo criterio ya sustentado en el Cód. Civil derogado (art. 1149) donde la oferta a
persona indeterminada no obliga ni vincula al ofertante y, por ello, carece de eficacia; aunque es
necesario aclarar que en el nuevo régimen se lo entiende como una "invitación a ofertar", salvo que de
dichos términos, o de las circunstancias de la emisión, aparezca la intención de contratar (art. 973, Cód.
Civ. y Com.).
La cuestión se simplifica cuando se realiza hacia una persona determinada, ya sea entre presentes o
ausentes (arts. 974, 975 y 976, Cód. Civ. y Com.) que, en principio, deja obligado al emisor de la oferta, y
no existe posibilidad de aplicarlo a los supuestos de acreedor indeterminado.
Por ello, entiendo que en las ofertas al público en general no pueden ser ubicadas como un supuesto de
sujeto activo indeterminado.
e) Contrato o estipulación a favor de tercero
Es un supuesto de excepción donde se admite que a la relación originaria contractual acceda un tercero
como acreedor de la prestación que se ha convenido entre el "estipulante" y el "promitente". Para ello
se exige la aceptación por parte del tercero. Todo está legislado en los nuevos arts. 1027 y 1028 del
Código, donde expresamente se deja constancia que el tercero "beneficiario" puede estar determinado o
indeterminado.
Cuando el sujeto aparece como "indeterminado" el promitente (deudor) desconoce quién es o puede
ser dicha persona hasta el momento de la aceptación. Díez-Picazo da como ejemplo el caso del contrato
de seguro de vida, donde se acuerda que el beneficiario será "aquel que reúna determinadas
condiciones", o "sea designado en el testamento", etc.
f) Contrato para persona a designar
Mediante una cláusula contractual expresa alguna de las partes puede hacer reserva para que con
posterioridad pueda nombrar a otra persona que adquirirá sus derechos y asumirá las obligaciones que
surjan del acuerdo.
Esta tipología se encuentra prevista en el art. 1029 del Cód. Civ. y Com. y permite dicho acuerdo con
excepción de los casos en que el contrato no pueda ser celebrado por medio de representantes, o bien
es imprescindible que los sujetos queden determinados al nacimiento del vínculo.
Se encuentran los antecedentes de todo ello en los arts. 1401 a 1405 del Codice Civile italiano de 1942.
Como es posible observar, los sujetos sufren una cierta indeterminación, ya que, si se nomina a otra
persona, esta última asumirá el papel que tenía su antecesor y ocupará su lugar. La ley nueva ofrece y
exige el cumplimiento de ciertos requisitos, como la notificación al otro contratante, un tiempo para la
designación y la aceptación del tercero; condiciones que deben ser analizadas con mayor detenimiento
en el curso de contratos.
g) Contrato por cuenta de quien corresponda
Es otra posibilidad que otorga la legislación y que deja indeterminado a uno los sujetos. El art. 1030 se
ocupa de este instituto que también tiene fuente en diferentes artículos del Codice Civile (v.gr., art. 1513
sobre reventa por cuenta de quien corresponda, art. 1891 sobre contrato de seguro de cosas por cuenta
de quien corresponda, art. 1690 sobre el transporte, etc.).
De acuerdo con lo previsto en el art. 1030 citado, a este contrato deben ser aplicadas las reglas sobre la
condición suspensiva, por lo cual es necesario que se cumpla un hecho condicional para que el tercero
pase a ocupar la posición contractual convenida.
Son supuestos en los cuales las personas que no resultan titulares de derechos sobre ciertas cosas
convienen con otras en un período posterior designar al sujeto que será beneficiario y reemplazará al
proponente. En el supuesto previsto en el art. 1030, el tercero recién va a tomar la posición contractual
con posterioridad al acto originario y, por ello, el acto genético tiene a uno de los sujetos en la
indeterminación.
d)FUENTE DE LAS OBLIGACIONES
Noción:
las fuentes de las obligaciones son los hechos jurídicos que pueden dar nacimiento, base o fundamento
a la relación.
El nuevo Cód. Civ. y Com. se refiere a las fuentes en el art. 726 que dice: "No hay obligación sin causa; sin
que derive de algún hecho idóneo para producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico". De
ese modo se reafirma la necesidad de apoyar a la relación obligacional sobre una base o fuente de
nacimiento y queda aclarado que estos son los hechos jurídicos que dan lugar a la figura de la obligación.
Causa
El vocablo “causa” tiene en el derecho privado diferentes aceptaciones. De ese modo se puede
mencionar a la causa:
integrando uno de los elementos de los actos o negocios jurídicos.
O bien en el Derecho de las obligaciones, o como requisito de los contratos.
También hace referencia a la causalidad normativa en la teoría general del derecho y la “relación de
causalidad” en su carácter de elemento de la responsabilidad civil.
La causa como elemento de los negocios jurídicos posee en su aspecto intelectivo un interesante
desarrollo que concurre con su evolución histórica. En sus primarios estudios se lo hace como elemento
unido al contrato, luego en las obligaciones y hoy, finalmente, recala en la teoría general del negocio o
acto jurídico.
El nuevo Código toma nota de todo esto y se refiere a los tres tipos de causa, mientras los arts. 281, 282
y 283 lo hacen y explican en los actos o negocios jurídicos; el art. 726 —ya referido antes— se ocupa de
la "causa eficiente o fuente"; y, por último, en los arts. 1012, 1013, y 1014 se la define, se la exige y
cualifica con relación a los contratos. Todo exige y merece una explicación.
La causa que, esencialmente, es el elemento integrante del negocio jurídico, en su evolución histórica
aparece analizada como elemento de los contratos, luego se traslada al derecho de las obligaciones y
modernamente se la considera dentro de la teoría general del derecho en los actos o negocios jurídicos.
En este recorrido es posible observar que hoy tiene la ubicación que le corresponde, ya que brinda
unidad a los principios generales que regulan todo el derecho privado y, de esa forma, se apoya en el
principio de autonomía privada, y desde allí recorre todo el espectro normativo.
El tema tiene fama de oscuro y dificultoso, más por la suma de ideas que en su derredor se desarrollan
que por su propia concepción. Es de uso corriente, ya que ante un reclamo judicial por cobro de una
suma de dinero, en los procesos llamados de conocimiento, la causa se presume, aunque el reclamado
puede probar que no había razón que justifique la obligación, o que era ilícita o contraria al orden
público, y la demanda será rechazada o, por el contrario, si demuestra su existencia y razonabilidad,
tendrá éxito en el pleito. En todos estos casos será el juez quien deberá analizar cuál fue la causa o razón
de lo prometido y, conforme a ello, aceptará el reclamo o lo rechazará. Verá si se hizo para adquirir un
bien, o como donación de una suma de dinero, o bien para pagar el resultado de un hecho dañoso u
obtener un resultado favorable de una decisión administrativa. Estos ejemplos tomados de la obra del
profesor don Federico De Castro y Bravo dejan ver las diferentes razones que identifican a la "causa".
La causa es la razón del acto o negocio jurídico. Si el objeto responde a la pregunta: ¿qué se debe?; la
causa lo hace en cuanto a ¿por qué se debe?; de ese modo se determina la razón que justifica el acto
negocial. Como enseña Stolfi en la doctrina italiana, quien transfiere un derecho o renuncia a él o asume
una obligación no pretende pura y simplemente trasmitir o perder algo, sino que lo hace con esta o
aquella finalidad. Estas finalidades típicas resultan la causa correspondiente.
EVOLUCIÓN HISTÓRICA
a. Derecho Romano: en el Derecho Romano antiguo no aparece la causa un elemento integrativo de los
actos, negocios o contratos. Y ello porque la forma suple los efectos de la ausencia de voluntad y
también porque era idea asumida que el solo acuerdo no produce consecuencias.
Tanto en el nexum, como en la stipulatio, la obligación tenía virtualidad sin necesidad de considerar la
voluntad de los sujetos obligados, pero exigía el cumplimiento de ritos o formas solemnes.
Aunque no es posible omitir que en ciertos casos se habló de un supuesto fáctico que daba lugar a una
consecuencia jurídica, como en el ejemplo de Gayo en cuanto a las fuentes de las obligaciones, que se
indica que el contrato es causa de la obligación. O en las servidumbres donde se afirma la necesidad de
una causa perpetua servitutis, ya que es necesario que con ese derecho real se obtenga, como dice Díez-
Picazo, "un efecto eminentemente duradero".
También se la menciona como fundamento o base del tipo que se trata de lograr como finalidad de
ciertos actos, como la datio in solitum, o dare in causa, con la finalidad de conseguir una
contraprestación; o en los casos de traditio como hecho antecedente que justifica la adquisición del
dominio mediante ese acto (Paulo en un texto del Digesto dice: Nunquam nuda traditio transfer
dominium, set ita, sit venditio aut aliqua iusta causa pressesert).
A manera de síntesis es posible afirmar que el concepto de causa nunca tuvo un sentido generalizador ni
se elaboró una idea dogmática de la figura. Tuvo un sentido ocasional y diferentes aplicaciones, lo que
no desmerece el importante aporte del derecho romano a todo el régimen actual.
b. Derecho Intermedio: Es mediante el denominado derecho intermedio que transcurre en la Edad
Media que se abandona la idea de que el "pacto desnudo" (nudum pacto) que no genera vínculo
obligacional alguno, pues se comienza a forjar el principio por el cual todas las promesas resultan
exigibles cuando tienen como fundamento una causa.
Se atribuye al derecho canónico la aparición de diferentes institutos que darán un especial colorido a la
teoría de las obligaciones; tales como el principio de la buena fe, el juramento para que se considerase
un deber hacia Dios que beneficiaba al acreedor, y en las decretales se agregó aquello de que "todas las
promesas que estuvieran apoyadas en una causa, resultan exigibles". Y de allí se aceptó la eficacia del
nudum pacto, por aquello de pacto nudum ad solemnitatem, sed non nudum a causa.
Louis Domat en el siglo XVII, en el estudio del derecho romano, es quien da forma y contenido a la teoría
de la causa. Domat, como lo señala Planiol, fue un "racionalista cartesiano" que trató siempre de dar
orden y método a los casos que en los antecedentes romanos, las más de las veces, aparecían dispersos.
En su obra más difundida, Les lois civils dans leur ordre naturel, realiza una afirmativa que va a
trascender durante varios siglos, aquello de que "no hay obligación sin causa". De ese modo queda firme
y es verdad sabida que la causa es un requisito de toda obligación y que ante su inexistencia la relación
jurídica es nula.
Algunos autores hacen notar que Domat no diferenció suficientemente a la obligación del contrato y, por
ello, aparece como sinonimia reiterada que la causa del contrato es la misma que la de la obligación. Y
de ese modo trasciende a los Códigos Civiles del siglo XIX y a algunos del siglo XX. Y el jurista citado va a
realizar una aplicación práctica del enunciado, indicando que: en los contratos en los que las partes se
dan cosa por cosa, o cosa por servicio, o servicio por servicio, la obligación de cada parte es causa de la
obligación del otro; en aquellos en que la obligada es solo una de las partes, como en el depósito, la
entrega es la causa del deber de devolver que tiene el depositario; y, por último, en los gratuitos, donde
uno promete algo y el otro solo debe aceptarlo, la causa está dada por un motivo justo y razonable para
efectuar la liberalidad.
Estas ideas con mayor precisión, y en el siglo XVIII, son seguidas por Pothier, jurista cuyas obras fueron
fuente directa a las normas del Code Civil francés de 1804. Enseña que en los contratos onerosos la
causa está dada por lo que la otra parte da o se obliga a dar; en los de pura beneficencia la causa se
muestra en la intención de beneficiar de una de las partes hacia la otra. Como dato ilustrativo es
importante hacer notar que Pothier diferencia la causa de la obligación que señala como fuente de la de
los contratos, que exige una "causa honesta", y que la "causa falsa" produce la nulidad del acto.
Se puede observar que en líneas generales son similares las ideas de ambos, aunque Pothier distingue —
como dije— entre la causa en las obligaciones de la que corresponde a los contratos.
Teorías sobre la causa
No resulta simple ni sencillo delimitar y definir las diferentes concepciones y naturaleza que se han dado
sobre la teoría de la causa. Se pueden señalar dos tendencias extremas, una intermedia denominada
"sincrética" y, por último, una negativa calificada como "anticausalista".
Toda esta temática ha dado lugar a profundos y eruditos trabajos de investigación desarrollados por los
autores, muy especialmente en el derecho comparado. Esta metodización solo abriga la humilde
pretensión de mostrar algunos contornos nítidos de una cuestión que no los tiene, el objetivo es
estrictamente didáctico y con el recaudo que esta simplificación puede soslayar u omitir cuestiones
centrales, de lo que se deja saber. El tema exige mayor desarrollo, pero solo se mostrará un panorama
general.
a) Tesis subjetiva
Para esta idea que es la que resulta acogida por la mayoría de la doctrina y receptada en la normativa
nacional, la causa es la razón que tiene cada uno de los sujetos intervinientes para la concreción de los
actos jurídicos. Es una vinculación directa con el poder creativo que tiene el principio de autonomía
privada o autonomía de la voluntad, para unirlos y la facultad que les otorga el poder relacionarse con
otros sobre la base de las declaraciones de voluntad. Para ello no es necesario que se sometan a tipos o
formas preestablecidas.
Son las intenciones personales las que llevan a los individuos a buscar la concreción y el
perfeccionamiento de las relaciones. Con ello, se corre el riesgo de confundir la causa con las
motivaciones personales y psicológicas de alguna de las partes.
El eminente jurista francés que fuera Henri Capitant es quien mejor desarrolla la tesis causalista
subjetiva. Se apoya en la idea del fin hacia el cual los sujetos intervinientes dirigen su intención, y el
resultado querido. A más, en su libro sobre la "Causa de las obligaciones", explica las diferencias entre la
"causa fin", como determinación del sujeto que se obliga, de los "motivos" o "motivaciones" que son
causa impulsiva o simplemente motivos personales que, por ello, no integran el acto.
Dice Capitant que en los contratos bilaterales la causa se da por la efectiva ejecución de la
contraprestación prometida en la base de concreción y el fin tenido en mira en el momento de su
perfeccionamiento. La causa, de esa manera, se traslada y vive durante todo el tiempo de vigencia de la
relación jurídica contractual. En los contratos unilaterales la causa es el fin que determina la voluntad de
obligarse, y en los reales la obligación de restituir que asume; por ejemplo, el depositario, que deriva de
una obligación hacia la perfección del contrato. La causa nace al momento de obligarse.
Para esta corriente que se califica como "subjetiva", la causa forma parte que integra la manifestación de
voluntad y, de esa manera, puede lograr los fines previstos. El acto de voluntad se complementa con dos
elementos, uno es el consentimiento que hace al hecho de obligarse y el otro el fin propuesto; ambos
aparecen como inseparables e indivisibles.
La síntesis que he tratado de efectuar de las ideas desarrolladas magistralmente por Capitant, a las que,
por otra parte, siguen la mayoría de los autores, fueron y sirvieron como respuesta a las críticas de los
"anticausalistas" que en su tiempo se hicieran a lo expuesto por Domat y Pothier.
b) Tesis objetiva
Para esta corriente la causa resulta un fin práctico, típico y abstracto de los negocios jurídicos. Resulta
común y general para todos los actos que regulan los intereses individuales.
Es importante considerar que tuvo y tiene una importante aceptación en la doctrina italiana, y se
desplaza desde los contratos para ser ubicada exclusivamente en el terreno de los actos o negocios
jurídicos. Se justifica la idea considerando que los actos tienen siempre fines económicos y al derecho le
interesa facilitar su concreción y desarrollo; por ejemplo, para que las personas puedan adquirir o
transmitir bienes, se regula y permite la compraventa, la permuta o la donación, mediante lo cual se
satisface el interés individual y el social.
Entre los autores italianos quien mejor desarrolla esta teoría es Emilio Betti. El citado autor afirma que la
idea jurídica de causa hay que ubicarla y desarrollarla desde la idea de Hegel sobre la razón (Grund) y
dentro del negocio jurídico en su función "económico social". Considera que, de esa manera, se está en
presencia de un acto donde se ejercita la autonomía privada dentro de un lugar más amplio que es el
fenómeno social. En síntesis, la causa que es razón justificativa del negocio se la halla en su función, para
Betti es la "función económico social" y para otros autores, como Cariota Ferrara, resulta la razón
"práctico social", etc.
Los fines prácticos y típicos son los que llevan al hombre a realizar los actos, que no resultan con
finalidades en sí mismos, sino que buscan concretar finalidades típicas para satisfacer necesidades
específicas. Esto por lo que sostenía Enrique V. Galli, nadie es simplemente feliz por "contratar", sino por
adquirir bienes, despojarse de los mismos o satisfacer otros intereses.
La tesis de la causa objetiva ha merecido muchas críticas. Por ejemplo, Gino Gorla, en su obra sobre los
contratos, considera que la idea encierra y da pie a un sistema que acota y restringe el principio de
autonomía de la voluntad, siendo un ejemplo del intervencionismo estatal extremo. También se ha
sostenido que esta idea no puede confundirse con la causa, ya que lo único que puede considerarse tal
es la intención y voluntad de las partes, para lograr esos fines sociales.
c) Tesis sincrética
Esta corriente intenta combinar la teoría subjetiva y la objetiva, a fin de adecuar y conciliar ambas ideas.
Para ello, suma la voluntad individual y los fines perseguidos con la finalidad propia y objetiva del
negocio. Como afirma Pugliatti, investigar la causa consiste en determinar si se conjuga la voluntad
individual y concreta de los sujetos del negocio con la función establecida en las normas. Es una forma
de unir el resultado práctico que buscan las partes, con la función que predetermina el ordenamiento.
En el pensamiento del profesor Albaladejo, entre la ley que prevé fines abstractos y los propósitos de las
partes que adquieren jerarquía, se forma una unidad que tiene y asume la categoría de causa.
A modo de resumen, es posible afirmar que la causa es la conjunción de las intenciones particulares que
se adscriben a lo que la ley pretende para determinada figura jurídica. A mi juicio, esta propuesta lograr
conciliar adecuadamente las dos teorías expuestas con anterioridad y brinda una correcta solución a la
causa que resulta, así, un elemento indispensable de los negocios jurídicos.
d) Tesis anticausalista
Hay numerosos e importantes juristas que sostienen la innecesariedad como la inutilidad de la causa. Así
lo afirman Ernst y Laurent en Bélgica, Baudry Lacantinerie y Dabin en Francia, De Diego en España, Giorgi
en Italia y Enrique V. Galli, recordado profesor de la Universidad Nacional de La Plata, en nuestro país.
Planiol afirma que en los contratos bilaterales cuando se afirma que una prestación es causa de la otra se
da como resultado una imposibilidad lógica, pues si cada una de ellas nace al propio tiempo y, ambas
derivan del mismo contrato, es imposible que sean causa recíproca, pues de ese modo aparece una
especie de círculo vicioso.
Continua el citado autor alegando que, en los contratos reales, por ejemplo, el depositario tiene como
causa de la devolución del objeto lo recibido oportunamente, ello lleva a confundir con el objeto; y para
concluir, en las liberalidades la causa aparece mezclada con el consentimiento.
Otros autores opinan que, suprimidas las disposiciones sobre la causa, la teoría de los contratos no
sufriría modificación alguna (Galli); o que la causa es una noción inútil, sin contornos propios y propensa
a confundirse con otros elementos, como el consentimiento o el objeto.
A pesar de estas objeciones que llevan en sí bastante fortaleza, la tesis anticausalista se encuentra en
franca retirada y no tiene mucho arraigo entre los juristas contemporáneos. El remozamiento que le
brindaran las ideas de Capitant han deteriorado los argumentos negativos y la teoría causalista se
mantiene en pleno vigor.
Derecho francés
El Cód. Civil francés dedica cuatro artículos al desarrollo del tema de la causa. Lo hace en el Libro III,
Título 3º, bajo el rótulo de "Los contratos o las obligaciones convencionales en general". El art. 1108, al
fijar los requisitos de validez de los contratos, exige la existencia de una "causa lícita" en la obligación.
Por otra parte, el art. 1131 indica que, tanto la obligación sin causa como la fundada en una causa ilícita,
hacen ineficaz a la obligación; el art. 1132 dispone que la obligación resulta igualmente válida aunque la
causa no se encuentre expresa y, para concluir, el art. 1133 dice que se habla de causa ilícita cuando
resulta prohibida por la ley, o contraria a las buenas costumbres o al orden público.
El origen normativo y fuente casi directa fueron las obras de Domat (Louis Domat: Les lois dans leur
ordre natural) y Pothier (Jacques Robert Pothier: Traité des obligations), que fueron llevadas por Vélez a
los arts. 499a 502 del Cód. Civil derogado (ver las notas a los arts. 500 y 502). Hay autores que
consideran que en la legislación francesa la causa está referida a los contratos y no en lo vinculado a las
obligaciones. Pareciera que se trata de un prejuicio en razón del distinto método empleado por los
diferentes Códigos más que un razonar sobre el contenido utilizado por ambas legislaciones. Ello lo
reafirman autores modernos como Weill, Terré y Ghestin, quienes consideran que el derecho francés
toma en cuenta la causa en las obligaciones, ya que la referencia es a cada contrato en particular y no al
género correspondiente.
Derecho nacional
Para su estudio más específico es necesario realizar un somero análisis de lo dispuesto en el Cód. Civil
derogado, y lo normado en la nueva ley privada vigente.
a) Código Civil derogado
El Código elaborado por Vélez Sarsfield dedicó cuatro artículos (del 499 a 502), aunque es importante
señalar que en otras normas también se hacía referencia a ello (arts. 689, 722, 792, 793, 802, 813, 926
etc.). El primero de ellos (art. 499) se ocupaba de la causa como "eficiente" o fuente de las obligaciones,
cuestión que no merece mayores comentarios y era aceptada por la mayoría de los autores.
Los otros artículos aparecían con mayor controversia y cuentan con numerosos autores cuyo
pensamiento se dirigía a entender que dichas normas se referían también a la "causa fuente"; sin
embargo, otros los ubicaban como supuestos de "causa fin". De los textos mencionados es posible
considerar que se incluyen los supuestos de presunción de causa, falsa causa y causa ilícita.
De ese modo el art. 500 dispone que la causa, aunque no aparezca de manera expresa, la ley presume
de su existencia. Dicha presunción admite prueba en contrario. El siguiente art. 501 es una norma que
tiene cierta aplicación práctica y se refiere a la llamada "causa falta". Esa disposición indica que cuando
la causa es falsa el acto jurídico es nulo, salvo que se funde en otra verdadera. Se había entendido que se
refería a los supuestos de "error sobre la causa principal" que estaba previsto en el art. 926, aunque con
mejores razones se lo consideró un caso de negocio simulado relativo (arts. 956y 958 del Cód. Civil). Y,
para concluir, el art. 502 ordenaba que ante una "causa ilícita" la obligación era nula y por ello no podía
producir efecto alguno. Y allí aparecían los ejemplos de las contrataciones sobre influencias, o venta de
humo, contratos de claque, cadena de prosperidad, ejercicio de la prostitución, etc.
b) Código Civil y Comercial
La nueva regulación del derecho privado se ocupa en diferentes lugares y en varios artículos sobre la
temática de la causa. Referida a los actos o negocios jurídicos, lo hace en los arts. 281 y 282; con
respecto a las obligaciones en el art. 726; y en referencia a los contratos en los arts. 1012, 1013 y 1014.
En la interpretación y la relación entre los textos mencionados hay que considerar lo que disponen los
arts. 281 y 282 en referencia al tema en los actos jurídicos, o los arts. 1012 a 1014 con relación a las
normas previstas para los contratos (arts. 1012 a 1014) y, por último, lo vinculado con la fuente de las
obligaciones previsto en el art. 726.
En principio, es importante señalar que el método elegido por la ley civil y comercial es correcto y se
corresponde con el seguido por los Códigos modernos. La causa tiene siempre su lugar y resulta uno de
los elementos esenciales de los actos o negocios jurídicos y, de allí, la importancia de su ubicación. Es un
poco más discutible y se podría anotar una observación que se lo haya reiterado en la parte general de
los contratos, ya que al ser estos una subespecie negocial era bastante y suficiente con su regulación
anterior. De todos modos, ello no empequeñece el avance metodológico y el acierto del legislador.
En su contenido el art. 281 se ocupa en definir a la causa como "el fin inmediato y determinante de la
voluntad", con lo cual podemos ubicarla dentro del criterio de causa subjetiva, es decir, aquel que
considera a las razones que tienen las personas que intervienen en cada uno de los actos y les llevan a la
concreción negocial (Díez-Picazo, Capitant, Giorgianni).
También en ese círculo se incluyen a los "motivos" como una excepción y solamente cuando adquieren
el carácter de razones comunes de ambas partes y resultan conocidos. Es importante señalar que en
general los "motivos" no tienen el carácter de causa, pues como regla son intenciones personales
psicológicas, de hecho, que integran la faz individual.
Por su parte, el art. 282, completando la concepción, hace expresa referencia a la "presunción de causa"
y a la "falsa causa", reiterando los criterios que había sustentado Vélez Sarsfield en los arts. 500 y 501,
con fuente mediata en la obra de Louis Domat, tal como se explicó anteriormente.
En cuanto a lo dispuesto en los arts. 1012 a 1014 sobre los contratos, poseen una evidente conexidad
con las normas referidas. El primero de ellos hace un reenvío a esa normativa, lo que demuestra el
cercano vínculo entre ambas y el art. 1013 brinda una afirmativa que es coincidente con lo dispuesto en
el viejo art. 499, pero abriga algunas diferencias.
Cuando la ley afirma que "no hay obligación sin causa" (art. 1013) se está conectando con lo dispuesto
en el art. 282 y reiterando que la inexistencia de causa lleva a la ineficacia del acto. Debo aclarar que
algunos autores se refieren a la no subsistencia o frustración de la causa, situación que puede dar lugar a
la extinción o adecuación del contrato (arts. 1090 y 1091). Es importante aclarar que la norma, siguiendo
las ideas de Henri Capitant, exige que dicha causa "debe existir en la formación del contrato, durante su
celebración y subsistir durante su ejecución".
Y, para concluir, el art. 1014 se ocupa de la "causa ilícita", tal como lo hacía el viejo Código en el art. 502.
El caso en que dicha causa fuera contraria a la moral, las buenas costumbres o el orden público, el acto
será ineficaz plenamente y no podrá producir efecto alguno. Toda la doctrina y jurisprudencia en torno a
la anterior norma resulta aplicable a lo aquí dispuesto. Todo ello está dispuesto para el caso que el
motivo ilícito sea común a ambos contratantes, pues si es uno solo de ellos al que se le puede imputar el
motivo ilícito, la otra parte inocente tiene legitimación para reclamar lo entregado y queda liberado de
cumplir su prestación.
La solución tiene sentido ya que protege al contratante de buena fe para permitirle la rescisión unilateral
y reclamar lo dado, sin obligación consiguiente de cumplir lo prometido.
c) Quid del acto abstracto
1) Concepto
Tiempo atrás caractericé el acto abstracto como aquel que "carece de causa presente". De allí que el
negocio abstracto no pueda desinteresarse totalmente de la causa, y excluirla en forma total de su
contenido. La causa no aparece visible en su estructura y prima facie no influye en su validez y efectos
(von Tuhr). En los actos abstractos la causa está, pero no en ese mismo plano, sino relegada a uno
posterior, fuera de escena. Se encuentra pero no logra influencia alguna en la validez del negocio. Se
trata a la "causa" como elemento jurídico complementario.
Dice Enneccerus que cuando el negocio es separado, abstraído del convenio causal es un "negocio
abstracto". Agregando que en este tipo de negocio se brinda una mayor seguridad y facilidad en su
circulación. Y aquí aun, cuando los sujetos intervinientes no logren los fines propuestos, no van a afectar
la validez del negocio.
En síntesis, el acto abstracto es aquel en el cual la causa no está presente o visible y, en principio, no
influye en su validez y eficacia. Pero esto no significa que carezca de causa.
2) Fundamento
La abstracción de la causa posibilita una forma más rápida y segura de la circulación de los bienes, así
como la estabilidad de los negocios jurídicos, en particular frente a los terceros ajenos al acto pero de
algún modo afectados por él (Enneccerus, Rivera, Malicki).
3) Supuestos
En principio, el negocio abstracto solo está dado por una previsión legal. En esto la doctrina es conteste,
las partes no pueden imponer el carácter al acto, sino que —como dice von Tuhr— depende el acto de la
estructuración del derecho objetivo.
La doctrina en general limita esta categoría a los títulos de crédito (por ej., la letra de cambio, el pagaré,
el cheque, etc.), quedando comprendido el aval como garantía específicamente cambiaria, pues participa
de la abstracción de los títulos a los cuales se incorpora. En cambio, no tienen tal carácter el
reconocimiento de deuda, la fianza ni la cesión de créditos (Rivera, Escuti, Malicki, Dobson).
También se han tratado como actos abstractos, las transferencias electrónicas de fondos, como
operaciones electrónicas de crédito o de débito, por ser actos que no contienen su propia justificación
causal, sino que la toman de un acto distinto, generalmente de naturaleza negocial (Altmark, Bielsa,
Malicki).
4) Efectos
La inexistencia, falsedad o ilicitud de la causa no son discutibles en el acto abstracto mientras no se haya
cumplido, excepto que la ley lo autorice (art. 283).