Formas de Gobierno

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FORMAS DE GOBIERNO.

Concepto y principales clasificaciones.

Como dijimos al empezar el tratamiento de las formas de estado, las formas


de gobierno son algo distinto, ya que mientras las primeras se refieren a la manera
en que se estructura el poder estatal desde el punto territorial-especial, las
segundas se refieren a la manera en que se ejerce el poder político y se escoge a
los gobernantes.1

Ahora bien, todos los pensadores y filósofos políticos de la historia se han


formulado las preguntas acerca de cuáles son los principales regímenes políticos
que existen en el mundo y cuál o cuáles serían los mejores.

Los principales pensadores y filósofos políticos a través de la historia.

Como se trata de un curso de derecho político y no de filosofía política ni de


ciencias políticas, solo haremos un recorrido muy general sobre la trayectoria del
pensamiento político en la materia.2

Los primeros que sentaron unas bases sobre las distintas formas de
régimen político existente fueron los atenienses, principalmente Platón y
Aristóteles. Este último efectuó una clasificación tripartita de las formas de
gobierno que en sustancia se iba a mantener hasta principios del siglo XVI,
distinguiendo primero entre formas puras y formas impuras de gobierno, siendo las
primeras aquellas en que el o los gobernantes mandan atendiendo al interés
general de la colectividad -Bien Común lo llamaríamos hoy-, y las segundas
aquellas en que se produce una desviación de poder, gobernando solo en su
provecho personal o el de su grupo más afín.

Acto seguido, Aristóteles distingue dentro de cada forma tres tipos de


gobierno, y por eso decimos que la clasificación es tripartita, según el número de
los que mandan. Cada forma de gobierno dentro de la forma pura tiene su
contracara en la forma impura, como si fuese una degeneración de este.

De esta forma, si el que gobierna es uno solo la forma de gobierno se llama


monarquía, si gobiernan pocos se llama aristocracia, y si gobiernan muchos se
llama república. A la vez, cada una de estas formas puras puede degenerar en
una forma impura. Así, la monarquía puede convertirse en tiranía, la aristocracia
en oligarquía y la república en democracia. Esto último puede resultarnos
sorprendente al día de hoy, en que la democracia es vista como la forma ideal de
gobierno, a la cual todos dicen ser o aspirar, al menos en Occidente, pero la
1
Supra 4.1.
2
Para un recorrido exhaustivo y detallado acerca de la filosofía política y las ideas políticas, véase, por
ejemplo, STRAUSS, LEO y CROPSEY, JOSEPH (compiladores), Historia de la Filosofía Política, Editorial
Fondo de Cultura Económica, México, y SABINE, GEORGE H. Historia de la teoría política, Editorial
Fondo de Cultura Económica, México, 2004, ambos citados en las notas 15, 16 y 17.
explicación está en que para Aristóteles la democracia se identificaba con lo que
hoy día llamaríamos demagogia o populismo, vale decir, el gobierno del populacho
sin control.

Esta clasificación tripartita se iba a mantener, con pequeñas variaciones, a


través de los siguientes pensadores, hasta que a principios del siglo XVI Nicolás
Maquiavelo, el inicio de su obra “El Príncipe”, escrita en 1513, la va a modificar por
una clasificación bipartita, que solo distingue entre monarquía y república, según si
el que gobierna es un rey, príncipe o emperador, o no, clasificación que va a
mantener su importancia hasta el término de la segunda Guerra Mundial.

Recordemos que cuando Maquiavelo escribió su obra en 1513 estaba


naciendo el Estado moderno en Europa. En esa época la gran mayoría de los
Estados eran monarquías, siendo la república una situación sumamente
excepcional, a menudo considerada como transitoria. Pues bien, Maquiavelo
habitaba en una de escasas repúblicas existentes, que era Florencia, y tal vez por
eso fue capaz de hacer la distinción. La monarquía era además absoluta, pues se
consideraba que el rey era una especie de enviado de Dios en la tierra, así como
si se tratase de una reproducción del universo celestial, en una época en que la
religión impregnaba toda la vida del hombre.

Sin embargo, esto empezó a cambiar a partir del siglo XVII, cuando en
Inglaterra luego de 1660, con la restauración de la monarquía con Carlos II, esta
comienza a volverse democrática, algo que a primera vista aparecía como una
contradicción insalvable. La explicación es que el monarca empieza a perder sus
poderes; primero en manos del Parlamento, lo que se consolida en 1688, luego en
manos de una judicatura independiente, a partir de la dictación del Acta de
Establecimiento en 1701, y finalmente con el establecimiento del sistema
parlamentario a contar de 1714, transformándose el monarca nada más que en
una figura decorativa, sin atribuciones reales de gobierno, encarnando una
especie de símbolo de unidad nacional.

Luego, cuando se produce la independencia de las trece colonias británicas


en Norteamérica a partir de 1775 y la creación de Estados Unidos en 1787, va a
ser la primera vez que un Estado importante se constituya desde el primer día
como república.

Posteriormente, cuando se produce la emancipación del resto del


continente americano de España y Portugal, entre 1808 y 1824, casi todos estos
nuevos Estados se van a constituir como repúblicas, imitando el ejemplo
estadounidense, dejando ya entonces de ser la república una forma de gobierno
extraña, transitoria y excepcional.

Tras el término de la Revolución Francesa y de las guerras napoleónicas en


1815, se produce la restauración de las monarquías en Europa, pero ya nada
volvería a ser igual, pues los pueblos habían probado el sabor de la libertad y se
había demostrado que los reyes no eran precisamente enviados de Dios, por lo
cual estas tuvieron que evolucionar –al menos en Europa occidental- hacia
monarquías constitucionales, al estilo inglés, para poder subsistir. A pesar de lo
anterior, cuando comenzó la primera Guerra Mundial en 1914 había solo dos
estados europeos que no tenían monarquía, que eran Suiza y Francia, pero
sucede que al término de la guerra caen cuatro grandes imperios con sus
consiguientes monarquías: la rusa en 1917, la alemana en 1918, la austrohúngara
en el mismo 1918 y la otomana en 1919, siendo sustituidas por repúblicas.

Cuando estalla la segunda Guerra Mundial y después de su término, caen


varias monarquías más, como la italiana en 1943, y las de Polonia, Hungría,
Rumania, Bulgaria y Grecia. Finalmente, cuando se produce el proceso de
descolonización en la década de los 50, 60 y 70, nacen a la vida independiente
cerca de cien nuevos Estados, casi todos los cuales se constituyen como
repúblicas, quedando la monarquía como forma minoritaria de gobierno en el
mundo, dándose además la particularidad de que existen monarquías
democráticas, como todas las que subsisten en Europa: en España, Reino Unido
de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco, Dinamarca, Suecia y
Noruega, más Japón; y autocráticas, como las que existen en Arabia Saudita,
Kuwait, Bahrein, Qatar o Emiratos Árabes Unidos, por lo que ya no tiene mayor
interés saber si un Estado está organizado como monarquía o no.

Por eso es que tras el término de la segunda Guerra Mundial la clasificación


dual entre monarquía y república, como formas fundamentales de Estado, ha
pasado a ser sustituida por otra clasificación dual, que es la que distingue entre
democracia y autocracia, y que se mantiene hasta el día de hoy, porque es la que
realmente nos dice algo acerca del fondo de la manera en que está constituido el
gobierno de un Estado.

La democracia como forma de gobierno se dice que se origina en Atenas en


el siglo V antes de Cristo, lo que veremos es solo parcialmente cierto, 3 y se forma
ya como un continuo a partir de 1660 en Inglaterra, pasando de ahí a Estados
Unidos a contar de 1787 y a Francia con la Revolución de 1789 –aunque en esta
última de manera muy imperfecta-, a los nuevos Estados de América Latina con
sus independencias a partir del siglo XIX –aunque de manera más imperfecta aún-
y a Europa occidental y del norte.

Cuando comenzaba el siglo XX, la democracia era patrimonio solo de un


puñado reducido de Estados, ubicados principalmente en América y en Europa
occidental y del norte. Tras el término de la primera Guerra Mundial y
especialmente a raíz de la Depresión de 1929, que golpeó con más fuerza a los
países que tenían sistemas democráticos y capitalistas, surgen y cobran apogeo
los sistemas totalitarios, tanto de extrema derecha, como el nacionalsocialismo y
el fascismo, como de extrema izquierda, como el socialismo marxista, los que
3
Infra 6.4.
plantean que ellos son la solución y el futuro para los problemas del hombre, de la
economía y del mundo, y que la democracia es un sistema de gobierno débil y
decadente, que se encuentra en vías de extinción. Mucha gente de buena fe creyó
en esto y adhirió a estas ideologías totalitarias, pensando que auguraban un
porvenir mejor.

Cuando estalla la segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, los


totalitarismos de extrema izquierda, con la Unión Soviética, y de extrema derecha,
encabezados por Alemania, se encuentran unidos y aliados por un tratado de no
agresión firmado el 23 de agosto de 1939, unos pocos días antes de que se
desatara el conflicto. Su discurso era que ellos constituían el futuro de la
humanidad y que la democracia se iba a extinguir como forma de gobierno. La
rápida conquista de casi toda Europa por los ejércitos alemanes, y especialmente
la caída tan rápida de Francia, parecían confirmar lo anterior. No obstante, la
Unión Soviética no se enfrentó directamente contra Francia y Gran Bretaña,
siendo la alianza con Alemania solo para los efectos inmediatos de repartirse
Polonia y abarcar cada uno de ellos un área de influencia.

Esta situación va a cambiar drásticamente cuando el 22 de junio de 1941


Hitler rompa el pacto con la U.R.S.S. y la ataque, y luego ingrese Estados Unidos
a la guerra el 8 de diciembre de ese mismo año, tras el ataque de Japón, puesto
que de un día para otro las democracias liberales quedan del mismo lado que el
totalitarismo marxista, peleando contra este enemigo común que era el nazismo.

Tras grandes esfuerzos logran hacer valer su mayor peso industrial y


demográfico, dando vuelta el curso de la guerra entre finales de 1942 e inicios de
1943, hasta ganarla en 1945, en mayo a Alemania y en agosto a Japón (Italia se
había rendido en 1943). Y acá es donde Iosif Stalin, 4 que era el gobernante de la
Unión Soviética, hace un salto político magistral, proclamándose como gran
demócrata, junto a Churchill, Primer Ministro del Reino Unido, y Roosevelt,
Presidente de los Estados Unidos, en circunstancias que hasta 1941 denostaba
públicamente a las democracias y se encontraba aliado con Hitler. Como el
esfuerzo de la Unión Soviética había sido decisivo para contener a Hitler, dar
vuelta el curso de la guerra y ganarla (de hecho la Unión Soviética –no obstante
estar entre los vencedores- fue el país que tuvo más bajas durante la guerra, entre

4
Iosif Stalin, cuyo verdadero nombre era Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, fue el gobernante de la Unión
Soviética desde la muerte de Lenin, ocurrida en 1924, hasta 1953, fecha de su fallecimiento, con el cargo de
Secretario General del Partido Comunista. A partir de fines de la década de 1920 se hace con el control total
del poder en ese país, convirtiéndose en uno de los titanos más sanguinarios en la historia de la humanidad,
purgando tanto a presuntos opositores internos, muchos miembros de su propio partido, como a altos mandos
de las propias fuerzas armadas, así como a verdaderos disidentes, muchos de los cuales fueron enviados a
campos de prisioneros mientras que otros fueron juzgados y condenados. Lo anterior, unido a las hambrunas
que se produjeron como consecuencia de la colectivización forzada de la agricultura, hacen que los
historiados estimen en alrededor de veinte millones los muertos que se produjeron como consecuencia directa
o indirecta de sus políticas. En agosto de 1939 celebró con la Alemania nazi un tratado de no agresión, el cual
contenía varias cláusulas secretas, la mayoría de las cuales favorecían a los soviéticos en sus planes de
expansión territorial en Polonia, los países bálticos y Finlandia, el cual finalizó el 22 de junio de 1941 cuando
Alemania los atacó.
20 y 25 millones de personas, y mayores daños), los países verdaderamente
democráticos no iban a estar aguando la fiesta, y aceptaron proclamarse
vencedores y dibujar el nuevo mapa geopolítico mundial junto con los rusos,
pensando en la buena fe de estos. No tardarían en desengañarse, pues Stalin
aprovechó la guerra para implantar regímenes comunistas en todos los países de
Europa occidental que sus ejércitos ocuparon, salvo Austria, así como en la parte
oriental de Alemania, iniciándose ya a partir de 1947 la denominada “Guerra Fría”.
Para diferenciarse de las democracias liberales, que sí eran verdaderas
democracias, Stalin le coloca al socialismo marxista el apellido de “popular”,
quedando entonces configurados estos sistemas, según sus partidarios, como
“democracias populares”, en contraposición a las democracias liberales, como las
que tenían Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.

Si Stalin, que había sido uno de los tiranos más sanguinarios en la historia
de la humanidad, y al principio de la guerra aliado con Hitler, se proclamaba ahora
como demócrata, de ahí en adelante cualquier gobernante podía autoproclamarse
como demócrata, aunque en verdad no lo fuera.

De aquí en adelante queda entonces configurado el panorama que se


mantiene hasta la actualidad, en el sentido de considerar todo el mundo, al menos
en Occidente, que la democracia es la forma ideal de gobierno, la cual todos dicen
practicar y querer perfeccionar. Lo anterior es tan fuerte que hoy en día ningún
gobernante se atreve a proclamarse como autócrata, ni ninguna persona se
atrevería en público a denostar a la democracia como forma de gobierno y
defender a las autocracias, como forma de gobierno, quedándonos la impresión de
que siempre había sido así.

Señalado todo lo anterior, nos abocaremos al estudio de las tres


clasificaciones más relevantes que existen y han existido de las formas de
gobierno y que pueden revestir interés en la actualidad, que son la clasificación
entre monarquía y república, la clasificación entre democracia y autocracia,
distinguiendo dentro de esta última a las dictaduras y los totalitarismos, y la
clasificación entre tipo de gobierno presidencial, parlamentario y semipresidencial
o semiparlamentario, teniendo en cuenta que se han formulado muchas otras.

Monarquías y repúblicas. Importancia de la clasificación en el pasado y en el


día de hoy.

Esta primera clasificación fue formulada por Nicolás Maquiavelo al inicio de


su libro “El Príncipe”, escrito en el año 1513, y se mantuvo como la más
importante hasta finales de la segunda Guerra Mundial, en que pasó a ser
sustituida por la clasificación entre autocracias y democracias.

Etimológicamente, la palabra monarquía expresa la idea de un solo jefe, así como


cuando hay varios se habla de poliarquía.
“Gobierno hereditario vitalicio y políticamente irresponsable”

La idea de que un centro de poder políticamente organizado sea gobernado por un


solo jefe es probablemente tan antigua como la humanidad. Es casi de la esencia
del poder el ser ejercido por uno solo y sin limitaciones.

La Monarquía es una institución que ha logrado subsistir, no obstante los grandes


cambios en el pensamiento político humano y han logrado adaptarse con la
democracia.

Ahora bien, la institución, como la conocemos al día de hoy, comenzó a


formarse probablemente durante Roma con la figura del Emperador. Posterior a la
caída del Imperio Romano de Occidente, la Edad Media ve como las vastas
regiones que conformaban el Imperio quedan divididas en infinidad de señoríos
autónomos, en cada una de las cuales se vincula estrechamente el derecho de
dominio sobre la tierra con el mando sobre los feudatarios, tal como la sucesión en
la propiedad territorial se relacionaba con la del mando sobre sus habitantes y los
privilegios de dueño con los del jefe. Estos señoríos, según su extensión e
importancia, recibieron las denominaciones de ducado, principado, condado,
marquesado, baronía, etcétera, desarrollándose la vida en su interior en medio de
incesantes luchas y rivalidades por la supremacía de unas sobre otras, todo en
medio de la nostalgia por la unidad perdida tras la caída del Imperio. Con el correr
de los siglos se fue produciendo la supremacía de unos señores sobre otros
dentro de estos señoríos, así como de unos señoríos sobre otros, que con el
nombre de reyes lograban preeminencia y superioridad sobre los otros, ayudados
en mayor o menor medida por la adhesión de sus habitantes, esperanzados por
una mejor defensa, tranquilidad y prosperidad, frente a los embates primero de los
pueblos bárbaros y luego de otros invasores y bandidos, lo que era común en la
época.

Estas monarquías de la Edad Media tuvieron al principio un carácter


eminentemente feudal, es decir, que al rey le importaba el señorío sobre la tierra y
sus pobladores, la preeminencia sobre el resto de los señores feudales, que con el
tiempo pasaron a conformar la nobleza, y finalmente la preeminencia sobre los
otros reyes. A medida que se consolidaban estos reinos y crecían sus centros de
población y vida colectiva, la monarquía se fue transformando paulatinamente en
estamental, como sucedió en España, Francia e Inglaterra.

Con el advenimiento de la Edad Moderna, la Reforma Protestante y en


consiguiente rompimiento de la unidad de fe medieval, la monarquía cambia de
carácter, porque la crisis religiosa multiplica las confesiones al interior de cada
unidad política, y la creciente emancipación de las especulaciones racionales que
se proyectan sin guía ni luz sobrenatural debilitan los fundamentos morales de la
obediencia, dificultando de modo grave y consecuente la labor de gobernar ,
justamente cuando –por eso mismo- se hace más necesaria que nunca la acción
eficaz y vigorosa de un poder. Este proceso coincide con la formación del Estado
moderno, donde producto de la centralización del poder político surgen las
monarquías absolutas, apareciendo como fundamento filosófico de las mismas las
ideas de Maquiavelo, Juan Bodino y Thomas Hobbes, que divorcian el poder
político de toda cortapisa moral, postulando el concepto de soberanía irrestricta y
la teoría del derecho divino de los reyes. Paradigmas de este nuevo concepto van
a ser Luis XIV en Francia, Enrique VIII en Inglaterra y Felipe II en España. 5

Como señalamos en el acápite anterior, 6 cuando Maquiavelo escribió su


libro “El Príncipe”, en el año 1513, donde por primera vez distingue entre
monarquía y república como principales formas de gobierno, estaba naciendo el
Estado moderno en Europa y la gran mayoría de los Estados eran monarquías,
siendo la república una situación sumamente excepcional y a menudo considerada
como transitoria, como la propia Florencia del autor, siendo además absoluta,
pues se consideraba que el rey era una especie de enviado de Dios en la tierra
(poder divino, ilimitado, hereditario), así como si se tratase de una reproducción
del universo celestial, en una época en que la religión impregnaba toda la vida del
hombre. La monarquía era entonces la forma natural de gobierno, como
equivalente a lo que hoy día diríamos autocracia, y la república excepcional, como
equivalente a la democracia, en el sentido de que el gobernante no era un rey y
por lo tanto no era considerado en enviado de Dios en la tierra, siendo por tanto su
poder limitado y temporal.

Lo anterior empezó a cambiar a partir de mediados del siglo XVII cuando en


Inglaterra, luego de la restauración de la monarquía con Carlos II en 1660, esta
comienza a volverse democrática, algo que a primera vista aparecía como una
contradicción insalvable. El monarca empieza a perder sus poderes, primero en
manos del Parlamento, lo que se consolida en 1688; luego en manos de una
judicatura independiente, a partir de la dictación del Acta de Establecimiento en
1701, y finalmente con el establecimiento del sistema parlamentario a contar de
1714, transformándose el monarca nada más que en una figura decorativa, sin
atribuciones reales de gobierno y encarnando una especie de símbolo de unidad
nacional.

Cuando se produce la independencia de las trece colonias británicas en


Norteamérica a partir de 1775 y la creación de Estados Unidos en 1787, y luego la
emancipación hispanoamericana, entre 1808 y 1824, la monarquía va a ir siendo
sustituida por la república, por una parte, especialmente en América, mientras que
en Europa occidental y del norte empieza a evolucionar también hacia una
monarquía democrática, salvo en Francia, donde fue abolida en 1792, 1830 y

5
SILVA BASCUÑÁN, ALEJANDRO, ob. cit., t. I, pp. 353 y ss.
6
Supra, 6.2.
definitivamente en 1870, y en Suiza, que nunca la tuvo. Al término de la primera
Guerra Mundial caen cuatro grandes monarquías: la rusa en 1917, la alemana en
1918, la austrohúngara en el mismo 1918 y la otomana en 1919, siendo
sustituidas por repúblicas; y cuando estalla la segunda Guerra Mundial y después
de su término, entre 1939 y 1945, caen varias monarquías más, como la italiana
en 1943, y las de Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Grecia. Finalmente,
cuando se produce el proceso de descolonización en la década de los 50, 60 y 70,
nacen a la vida independiente cerca de cien nuevos Estados, casi todos los cuales
se constituyen como repúblicas, quedando entonces la monarquía como forma
minoritaria de gobierno en el mundo, dándose además la particularidad de que
existen monarquías democráticas, como todas las que subsisten en Europa: en
España, Reino Unido de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco,
Dinamarca, Suecia y Noruega, más Japón, como autocráticas, como las que
existen en Arabia Saudita, Kuwait, Bahrein, Qatar o Emiratos Árabes Unidos.

Pese a todo lo anterior, una de las características fundamentales de la


monarquía, democrática o no, sigue siendo el que el monarca es irresponsable,
tanto jurídica como políticamente, en el sentido de que no puede ser llevado ante
la justicia ni puede ser depuesto. Eso sí, esto hay que considerarlo en la teoría,
puesto que habría que ver qué sucedería al interior de una monarquía
democrática, como las que existen hoy día en Europa, si el monarca fuese
sorprendido cometiendo un grave delito o se sospechara de ello, ya que lo más
probable es que ese monarca debiese abdicar, para salvar la institución de la
monarquía.

La república, en cambio, de ser una forma de gobierno extraña,


excepcional, minoritaria y transitoria pasó a convertirse en la forma
mayoritaria de gobierno.

Su definición, tanto en sus orígenes como en la actualidad, es casi en


negativo, pues surge como una “no república”, es decir, una forma de gobierno
que no está encabezada por un monarca sino por una o varias personas que son
elegidos por todo o una parte del pueblo, tienen un poder limitado y no son
considerados como una divinidad o el representante de una divinidad, por lo que
pueden ser sustituidos en vida, contra su voluntad.

Una de las características fundamentales de la república, al contrario de la


monarquía, es que el gobernante tiene responsabilidad tanto jurídica como
política, dependiendo esta última del tipo de gobierno que tenga, en el sentido de
que sea presidencial, parlamentario o semiparlamentario, que es la tercera
clasificación que estudiaremos.
Democracias y autocracias. Importancia de la clasificación en el pasado y en
el día de hoy. Dictaduras y totalitarismos.

Esta clasificación es la que ha pasado a sustituir en importancia a la


clasificación entre monarquía y república, desde el término de la segunda Guerra
Mundial, luego de que al convertirse la monarquía en la forma minoritaria de
gobierno, pudiendo haberla tanto democrática como autocrática, así como la
república en la forma mayoritaria, pudiendo haberlas también autocráticas y
democráticas, sumado al hecho de que la democracia se considere la forma ideal
de gobierno, a la cual todos dicen aspirar o ser, ya no tenga mucho sentido el
clasificar entre las dos formas de gobierno, porque no nos dice nada acerca del
fondo de cómo se gobierna a un Estado (aunque igual se puede hacer el
ejercicio).7

Por lo anterior, la palabra democracia se ha convertido en un vocablo


sumamente difícil de definir, pues todos los gobernantes del mundo –desde el
término de la segunda Guerra Mundial con Stalin, que fue uno de los tiranos más
sanguinarios en la historia de la humanidad- dicen hoy en día ser demócratas o
aspirar a serlo, en circunstancias que ello evidentemente no es así, convirtiendo
entonces a la palabra en una especie de “comodín”, que es utilizada por todos los
actores políticos casi para todos los efectos.

Sin embargo, la confusión es solo aparente ya que la palabra tiene un


significado más o menos preciso y unas características que también son bastante
precisas.

¿Qué es lo que se puede decir caracteriza a un régimen verdaderamente


democrático y lo distingue de uno que en verdad no lo es?

Primero que todo, que en los regímenes democráticos las principales


autoridades políticas del Estado, léase Jefe de Estado, Jefe de Gobierno,
parlamentarios y autoridades locales (según la forma o tipo de gobierno), son
elegidas por votación popular, en elecciones periódicas, libres, abiertas, con
sufragio secreto e informadas.

Periódicas significa que se realizan cada cierto tiempo que está establecido
con anterioridad en la Constitución y/o en la ley. En Chile, por ejemplo, se eligen
actualmente por votación popular los cargos de Presidente de la República, cada
cuatro años sin reelección; senador y diputado, cada ocho años los primeros y
cada cuatro los segundos, ambos con reelección indefinida; consejeros regionales,

7
Supra, 6.3.
cada cuatro años con reelección indefinida; alcaldes y concejales, cada cuatro
años ambos y también con reelección indefinida.

En segundo lugar, en los regímenes democráticos el poder político no se


encuentra concentrado en una sola mano, sino que las principales funciones del
Estado se han entregado a órganos distintos, que son autónomos entre sí y que
se controlan unos a otros, vale decir, existe separación de poderes. En Chile, los
poderes clásicos son el Ejecutivo, contemplado en el Capítulo IV de la
Constitución, y que es encabezado por el Presidente de la República; el
Legislativo, contemplado en el Capítulo V de la Carta Fundamental, entregado al
Congreso Nacional; y el Judicial, consagrado en el Capítulo VI, entregado a los
tribunales de justicia; mientras que otros capítulos de la Norma Fundamental
consagran otros órganos autónomos constitucionalmente que también son
verdaderos poderes del Estado, como el Ministerio Público (Capítulo VII), el
Tribunal Constitucional (Capítulo VIII), el Tribunal Calificador de Elecciones y los
Tribunales Electorales Regionales (Capítulo IX), la Contraloría General de la
República (Capítulo X), y el Banco Central (Capítulo XIII), pues no dependen ni
forman parte de los tres clásicos ni dependen ni forman parte de otro.

En tercer término, en los regímenes democráticos se encuentran


consagrados y garantizados efectivamente los derechos fundamentales de la
persona humana, con medios y acciones que se pueden hacer valer ante
autoridades y/o tribunales independientes e imparciales. En Chile los principales
derechos fundamentales se encuentran consagrados en el artículo 19 de la
Constitución, el cual tiene veintiséis números, siendo por tanto el más extenso de
la misma, así como en los tratados internacionales de los cuales Chile es parte,
por remisión del inciso segundo del artículo 5° de la Carta Fundamental, mientas
que las garantías se encuentran contempladas en varios artículos dispersos, como
el 20 (acción de protección), 21 (acción de amparo), 12 (acción de reclamación por
pérdida o desconocimiento de la nacionalidad), 7 (acción de nulidad de derecho
público) y 93 No 6 y N° 7 (acción de inaplicabilidad por inconstitucionalidad y
acción de inconstitucionalidad, respectivamente), aparte de muchas otras que
existen en las leyes, como la acción de amparo económico (Ley N° 18.971).

En cuarto lugar, en los regímenes democráticos existe un Estado de


Derecho sustancial, en el sentido de que el poder del Estado y de las autoridades
públicas se encuentra limitado por normas, las que son dictadas por el propio
Estado y que él mismo se encarga de cumplir y de hacer cumplir, en
circunstancias que si quisiera podría aplastarnos a todos, ya que tiene todos los
medios y todos los recursos a su alcance.
Esas cuatro son al menos las características fundamentales de los sistemas
democráticos, pudiendo existir otras, pero que en el fondo se derivan de estas
cuatro características centrales.

¿Y en cuanto a su origen y evolución histórica?

Usualmente se sostiene que los inventores de la democracia fueron los


atenienses durante el siglo V antes de Cristo. Esta afirmación debe tomarse con
sumo cuidado, pues es solo parcialmente verdadera.

¿En qué es verdadera? En que efectivamente en Atenas, que era una de


las polis griegas de la Antigüedad, en el siglo V antes de Cristo surgió una forma
de gobierno en que un cierto porcentaje de la población tenía derecho a elegir a
ciertas autoridades y a participar en los procesos de deliberación política, cosa
que hasta ese momento no había ocurrido nunca, pues lo usual era que gobernara
y tomara las decisiones solo el monarca y la casta dirigente. Esta forma de
gobierno duró varias décadas y posteriormente desapareció.8

¿En que no es verdadera y por eso decimos que la afirmación hay que
tomarla con cuidado? En que no debemos imaginarlos la democracia ateniense
como las democracias que conocemos en la actualidad, puesto que ella era muy
distinta. En primer término, en Atenas solo tenían derecho a participar en los
procesos de deliberación política y elección de autoridades los varones adultos,
que fueran ciudadanos atenienses y no extranjeros ni hijos de extranjeros, y que
fuesen hombres libres, es decir no esclavos. Se calcula entonces que no más de
un 10% de la población tenía derecho a participar, por lo cual el 90% restante,
incluidos los esclavos y las mujeres, estaban excluidos. Hacemos la prevención
entonces porque si hoy en día se dijese de cualquier sociedad que ella se
considera democrática porque solo el 10% de la población tiene derecho a
participación política, y en donde además las mujeres se encuentran excluidas y
hay esclavos, nadie consideraría que esa sociedad pudiese ser libre y menos
democrática.

Con posterioridad, en algunos períodos de Roma hubo un cierto grado de


participación política de las personas, así como en las ciudades italianas del
Renacimiento durante los siglos XV y XVI.

Pero la democracia como la conocemos hoy, es decir, con las


características que señalamos hace unas líneas atrás, tiene en verdad su origen
en Inglaterra a partir de 1660, luego de la restauración de la monarquía con Carlos
II. Allí, por primera vez en la historia, se va dar de manera continua una forma de
gobierno en que el monarca ya no tiene concentrado todo el poder en su mano
sino que tiene que aceptar compartirlo con otros órganos que se encuentran a su
8
Para una historia de Atenas y de la democracia ateniense, véase BLÁSQUEZ, JOSÉ MARÍA, LOPEZ
MELERO, RAQUEL y SAYAS, JUAN JOSÉ, Historia de Grecia Antigua, Cátedra, Historia, Serie Mayor,
Madrid, 2012, pp. 411 y ss.
mismo nivel, como el Parlamento y después la Judicatura. Esa forma de gobierno
se va desarrollando de manera paulatina y gradual a lo largo de los siglos XVII y
XVIII, y termina consolidándose en el siglo XIX. De Inglaterra pasa a Estados
Unidos, a partir de la formación de ese país en 1787, a Francia, a partir de 1789, y
a varios países de Europa occidental y del norte y América Latina a partir de la
primera mitad del siglo XIX, en un continuo que no se ha detenido más.

A pesar de lo anterior, vimos que cuando terminó la primera Guerra


Mundial solo había un puñado de países democráticos, y la democracia parecía
ser una forma débil de gobierno, que estaba en peligro de extinción, como lo
señalaban los líderes de los regímenes totalitarios, lo que pareció verse
confirmado con la Gran Depresión económica de 1929 y el inicio de la segunda
Guerra Mundial.

Durante el curso de la guerra, cuando la Unión Soviética es atacada por la


Alemania nazi en junio de 1941, rompiendo Hitler el pacto que habían celebrado
en agosto de 1939, queda de improviso del mismo lado que estos supuestamente
decadentes regímenes democráticos: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, el
último de los cuales se encontraba más encima ocupado por Alemania. Juntos
hacen valer su mayor poderío demográfico e industrial y derrotan finalmente a
Alemania, Italia y Japón en 1945, emergiendo entonces la democracia como una
forma victoriosa de gobierno frente a los regímenes totalitarios, recuperando con
ello su legitimidad. Stalin, en una jugada política magistral, para borrar su pecado
de origen consistente en ser también un régimen totalitario, solo que de extrema
izquierda, que había estado aliado con los nazis, se proclama públicamente como
demócrata, junto a Churchill, Roosevelt y después De Gaulle, solo que con el
apellido de “popular”, para diferenciarse de las democracias liberales que él hasta
1941 denostaba públicamente.

A partir de ahí la democracia se convierte en la forma ideal de gobierno, al


menos en occidente, a la cual todos dicen aspirar o ser.

Sin embargo, no hay que engañarse. La democracia al día de hoy sigue siendo la
forma minoritaria de gobierno en el mundo, vale decir que todavía la mayoría de
los casi doscientos Estados que existen en el mundo son autocráticos o no
democráticos, así como la mayoría de la población mundial se encuentra aun
viviendo bajo regímenes no democráticos, ubicados principalmente en Asia y
África. De hecho, de todos los países existentes en ambos continentes, que hoy
día abarcan a la gran mayoría de la población mundial, solo cinco países podrían
calificarse como democráticos, cuales son Japón, Corea del Sur, la India, Israel y
Sudáfrica, y como plenamente democráticos tal vez solo el primero de ellos.

La razón de lo anterior es que la democracia supone la existencia de toda


una evolución del pensamiento humano desde un estadio primitivo o rudimentario
a un estadio en que se sea capaz de hacer la separación entre política, derecho,
moral, religión y normas de uso o trato social, y luego entre Estado y gobierno por
una parte, y entre la persona del gobernante o agente público y la persona del
gobierno por la otra, con separación efectiva de poderes, una autolimitación del
Estado de su propio poder, la elección libre, periódica, con voto secreto e
informado de las principales autoridades, y una consagración y defensa efectiva y
real de los derechos fundamentales de la persona humana. No olvidemos que
para el ser humano el instinto de poder es básico y esencial, y que el primer
impulso nos manda a conseguirlo y mantenerlo por cualquier medio, ejerciéndolo
sin cortapisa ni limitación. Si en las sociedades y culturas de Oriente ni siquiera
son aún capaces de hacer la separación entre Derecho, moral y religión, y esta
última es de carácter mágico, mal les podemos pedir que conciban algo como la
separación de poderes del Estado. Sería como pedir a un niño de corta edad que
haga algo para lo cual su cerebro no está todavía capacitado, porque no ha
alcanzado el desarrollo y la madurez suficiente. Aunque se lo expliquen mil veces
no va a ser capaz siquiera de entenderlo, pues probablemente ni siquiera ha
desarrollado una capacidad de abstracción, y solo es capaz de entender lo que ve
y siente en concreto.

Además, la democracia implica el cultivo de una serie de virtudes, las que


solo se consiguen con el transcurso del tiempo y mucha paciencia, como la
tolerancia a las formas de vida y pensamientos e ideas ajenas, pues aquí también
el instinto primario del ser humano nos manda que frente a algo que nos es
extraño o desconocemos, hay que aplastarlo o al menos apartarlo de nuestra
vista. La tolerancia, al revés de lo que muchas se cree, especialmente con la
forma liviana de pensamiento que muchas veces se cultiva y fomenta hoy en día,
no significa que una persona tenga que estar de acuerdo con todo lo que piensan
los demás, ya que ello sería ilógico y absurdo, sino que pudiendo no estar de
acuerdo aceptamos que existen y que tenemos que convivir día a día con ello,
aunque en principio nos moleste o desagrade.

La otra forma de gobierno de esta clasificación es la autocracia. En cierto


sentido la autocracia se define por su antónimo, que es la democracia. Vale decir,
autocracia es toda aquella forma de gobierno que no es democrática, donde no se
dan las grandes características que señalamos tenían los regímenes
democráticos.

Es difícil intentar una clasificación de las autocracias, puesto que si la


democracia como forma de gobierno, en la manera que la conocemos
actualmente, recién se inició a partir de 1660 en Inglaterra, es decir, hace poco
más de trescientos cincuenta años, y al día de hoy la ostentan menos de la mitad
de los países y de la población mundial, significa que la gran mayoría de los
regímenes políticos que han existido a lo largo de la historia son o han sido
autocráticos. Así, si uno tuviese que preguntarse qué pueden tener en común la
Roma de Julio César, la España de Franco, la Francia de Luis XIV, la Alemania de
Hitler, los regímenes socialistas marxistas o los regímenes militares que hubo en
la mayoría de los países de América Latina entre los 70 y los 80, la verdad es que
la respuesta sería difícil, pues se trata de distintas circunstancias históricas y
políticas, así como de distintos contextos geográficos. Al final, lo más probable es
que tuviésemos que concluir que lo único que agrupa verdaderamente a todos
esos regímenes es que se trata de regímenes no democráticos.

Sin embargo, durante el siglo XX surgió una clasificación que todavía puede
ser de gran utilidad, que es la que distingue entre totalitarismos y dictaduras.

Según esta clasificación, totalitarismo es una forma de régimen político


autocrático en que el gobernante pretende ejercer un control sobre todos y cada
uno de los aspectos de la vida del hombre en sociedad, mientras que en la
dictadura solo se pretende el control del poder político, pero en general el
gobernante deja sin tocar y no se entromete en los otros aspectos de la vida del
ser humano en sociedad, vale decir que la segunda forma de gobierno tiene
menos intensidad que la primera en cuanto a control.

Sin embargo, como estamos en el campo de las ciencias sociales lo


anterior no necesariamente tiene que ser 100% así, ya que en el caso de las tres
formas clásicas de régimen totalitario que existieron durante el siglo XX, que
fueron el socialismo marxista, el fascismo y el nacionalsocialismo, la más intensa
fue el socialismo marxista, luego viene el nacionalsocialismo y en tercer lugar el
fascismo, ya que los dos últimos dejaban en forma relativamente libre el campo de
la economía.9

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA DEMOCRACIA: SON 4 LOS ASPECTOS


FUNDAMENTALES:

LA LIBERTAD E IGUALDAD
LA AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
EL PRINCIPIO DE LAS MAYORIAS
EL REPETO A LAS MINORIAS

CLASIFICACIÓN DE LA DEMOCRACIA

1. CLASIFICACIÓN
DIRECTA
9
La expresión totalitarismo al parecer se empezó a utilizar en Italia durante la década de 1920 por parte de los
opositores al régimen fascista de Benito Mussolini. El dictador italiano comenzó luego a utilizar el término
con connotaciones positivas, siendo una frase muy citada que aparece en un texto que escribió en conjunto
con su principal ideólogo Giovanni Gentile la de que: “para el fascismo todo está dentro del Estado y nada
humano o espiritual existe ni tiene valor fuera del Estado; en ese sentido el fascismo es totalitario.” Luego,
durante la segunda Guerra Mundial, intelectuales alemanes opuestos a Hitler, como Herbert Marcuse o Franz
Neumann lo empiezan a utilizar, pasando de ahí a Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
REPRESENTATIVA
SEMIDIRECTA

2. CLASIFICACION
DEMOCRACIA LIBERAL
DEMOCRACIA POPULAR O MARXISTA

Tipos de Democracia:

LA DEMOCRACIA LIBERAL
“La democracia liberal es el gobierno del pueblo ejercido por sus
representantes designados libremente, en elecciones periódicas, que garantiza la
voluntad popular y que se funda en el sagrado respeto de la persona humana y
sus derechos, cuya verdadera cuna es el evangelio de la civilización cristiana”
Jorge A. Rodríguez.
Cumple con cada una de las características de una verdadera democracia.
Como decían los griegos y Lincon “es el gobierno del pueblo”
Existe elección popular y periódica fundamento.

LA DEMOCRACIA POPULAR, MARXISTA O CHAVISTA-

Pese a su denominación, no es una verdadera democracia, “es aquella


que se instauró en los estados que quedaron bajo la influencia de la esfera
soviética después de la segunda guerra mundial y también en otros continentes
que siguieron el modelo soviético
Polonia Checoslovaquia, Bulgaria, Albania: Comúnmente llamadas, detrás de la
cortina de Hierro.
En estos Estados no se cumple ninguno de los principios de la Democracia:

No hay libertad política, religiosa, de oposición política, económica, etc. Tampoco


existe Igualdad, ni se respeta el principio de las mayorías. No existe oposición
política, y si existe lo es en la clandestinidad. (pregunta de prueba)

DEMOCRACIA DIRECTA:

“es aquella en que el pueblo ejerce por si mismo las funciones de legislar,
gobernar y estudiar”

Utopía en los tiempos modernos, no es factible. Existió y en algunas partes del


mundo hoy se da también, pero no se ejerce a nivel nacional sino que a nivel
comunal.

No se puede ejercer democracia directa por las siguientes razones:


1. Extensión territorial

2. Nº de población

3. Nº de ciudadanos

4. Complejidad de la vida moderna

HISTÓRICAMENTE: se ejerció en Grecia en el Siglo de Oro de Pericles, aunque


se le critico por que la población electoral era mínima.

Democracias directas que aún subsisten: Ciertos cantones suizos en 5 de los 23


se practica, el pueblo reunido al aire libre el último domingo de abril o el 1 º
domingo del mes de mayo, para 1. Resolver problemas legislativos 2. Elegir el
consejo ejecutivo del cantón, 3. Elegir los tribunales principales y funcionarios
superiores. Sufragio Público, esto ha hecho pensar a algunos autores que sirvió
para mantener a algunas familias en el poder.

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA O INDIRECTA:

“Es aquella forma de gobierno democrático en que el pueblo delega el ejercicio de


la soberanía en autoridades elegidas periódicamente y políticamente
responsables”

DELEGACIÓN: el pueblo delega de su soberanía, a un representante que opera a


través de un acuerdo de voluntades.

Mandante: el que delega su soberanía. Mandatario: el que recibe la soberanía. De


elección periódica y políticamente responsable.

Es muy importante señalar que en una democracia representativa el gobernante


representa a la totalidad de la ciudadanía y no al sector que lo llevó al poder.

DEMOCRACIA SEMI DIRECTA:

“Es aquella forma de democracia en que el electorado no es sólo llamado a elegir


los componentes de los órganos públicos, sino también a intervenir o participar de
distintas maneras en la orientación gubernativa y en la decisión de los problemas
públicos”. Alejandro Silva Bascuñán

En función de las críticas a los anteriores, surge como una combinación de ellas.
POR UNA PARTE EL PUEBLO DELEGA SOBERANIA Y POR OTRA LA
CONSERVA. En Europa incluso el pueblo puede presentar proyectos de ley,
oponerse a leyes promulgadas e incluso destituir a un gobernante.

La democracia Semi directa surge a raíz de la crisis de la democracia


representativa.
Por tanto la Democracia Semi directa:

“Es aquella en que el pueblo delega una parte de la soberanía en sus


gobernantes, reservando el ejercicio de la misma para sí mismo, para poder
resolver”.

En Europa y EEUU, es muy fuerte la democracia semi directa

INSTITUCIONES BÁSICAS DE LA DEMOCRACIA SEMI DIRECTA.

La iniciativa popular

El veto popular

El referéndum o plebiscito

La revocatoria

1. INICIATIVA POPULAR: “es la facultad que tiene el pueblo para presentar o


proponer un proyecto de ley”
A través de esta institución se obliga al senado a discutir lo que se le está
presentando. Exige de un mínimo de ciudadanos cuando se presenta.

Definición de MARIO JUSTO LOPEZ

” Es el derecho o facultad de una determinada facción del cuerpo electoral, de


proponer una reforma constitucional un proyecto de ley u otra medida de gobierno
poniendo en actividad el poder constituyente administrador y legislador.

En chile se reconoce el derecho a presentar una petición a la


autoridad, con ciertas limitaciones, que sea en términos respetuosos y
convenientes, pero esto no tiene que ver con la iniciativa popular, porque no
es colectivo y no obliga a la autoridad a dar una respuesta.

2. EL VETO POPULAR
Es el derecho que tiene el pueblo a vetar leyes, existe un plazo para oponerse y
se llama a referéndum popular para decidir si se deroga o no la ley en cuestión.

En Italia ha operado tres veces, sin embargo en ninguna de ellas se ha ratificado


el veto

3. REFERÉNDUM Y PLEBISCITO
Conceptos que se confunden en el lenguaje común pero que no significan lo
mismo:
Plebiscito: es una consulta pública que no se relaciona con materias jurídicas,
pero que tienen trascendencia en la vida del estado.

Referéndum: Consulta al electorado que se relaciona con un tema jurídico, relativa


a la elaboración de normas y de otras instituciones jurídicas de la vida
internacional

4. REVOCATORIA O RECALL
“Es el llamamiento a nuevas elecciones, es el procedimiento para destituir un
representante elegido, se les revoca el mandato antes de que se cumpla el plazo
para su vencimiento” esto significa que existe responsabilidad política de los
mandatarios o representantes”

Ejemplos: La constitución de Waimer 1919 Alemana y la Constitución Española de


1931, Aunque ambas constituciones no están vigentes al día de hoy.

El objetivo de esta institución es mantener constantemente responsables a los


funcionarios públicos frente a sus electores

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