Resumen Penal Segundo Parcial1
Resumen Penal Segundo Parcial1
Resumen Penal Segundo Parcial1
PROPIA
CONCURRENCIA
IDEAL
IMPROPIA APARENTE
PROPIA
CONCURRENCIA
REAL
DELITO
IMPROPIA
CONTINUADO
ESPECIALIDAD
CONCURRENCIA
CONSUNCIÓN
APARENTE
SUBSIDARIEDAD
El concurso aparente
Hay supuestos en los que parece que concurren varios tipos penales, pero que en un examen
más cuidadoso nos permite percatarnos que el fenómeno es aparente, porque en la
interpretación adecuada de los tipos la concurrencia resulta descartada, dado que uno de los
tipos excluye al otro o a los otros. Suele llamarse a estos casos “concurrencia impropia”, lo que
denota que no hay concurrencia de leyes. Existen tres principiosque son utilizados para
descartar la aplicación de tipos penales en los casos de concurrencia aparente: los principios
de especialidad, consunción y subsidiariedad:
Especialidad: La especialidad es un fenómeno que tiene lugar en razón de un
encerramiento conceptual que un tipo hace del otro y que presupone una relación e
subordinación conceptual entre ellos; de aquí “la ley especial deroga a la general”:
conforme a este principio, un tipo que tiene, además de los caracteres de otro,
algunos más (como acontece con los tipos calificados respecto de los tipos básicos,
como el parricidio y homicidio simple) o con los tipos básicos respecto de tipos no
alterados (robo y hurto, por ejemplo), deviene especial respecto del que tiene menor
número de características, al que excluye por general. También resulta desplazante
(por especial) el tipo de injusto más grave, cuando el injusto menor es excluido por
una cláusula especial (en aquellas leyes donde dice “si no resultare otro delito más
severamente penado”).
Consunción: Un tipo descarta a otro porque “consume” o agota su contenido
prohibitivo, es decir, porque hay un encerramiento material. Hay diversos casos:
a) Es un caso de consunción el del hecho posterior que resulta consumido por el
delito previo, como en el supuesto de retención indebida (art. 173 inc.2°), tiene
lugar respecto de la cosa obtenida mediante un ardid (estafa, art. 172): en tal
supuesto la tipicidad de la estafa descarta la retención indebida.
b) El hecho co-penado o hecho típico acompañante, que es el que tiene lugar cuando
un resultado eventual ya está abarcado por el desvalor que de la conducta hace
otro tipo legal, como en el caso de las lesiones leves que resultan de la violencia
ejercida en acciones cuya tipicidad requiere la violencia (robo, violación, etc.).
c) Una tipicidad va acompañada de un eventual resultado que es insignificante frente
a la magnitud del injusto principal: tal es el caso del daño que sufren las ropas de
las víctimas en un homicidio o que sufre el vino que fue envenenado.
Subsidiariedad: El principio que rige la subsidiariedad es la interferencia, importante
para entender la punibilidad del delito consumado en el curso de una tentativa
calificada por desistimiento, no resulta punible la tentativa: se trata de un fenómeno
de interferencia, donde resurge la tipicidad punible de la etapa anterior. Tiene lugar
cuando hay una progresión en la conducta típica, en que la punibilidad de la etapa más
avanzada mantiene interferida la tipicidad de las etapas anteriores. Es el fenómeno de
la interferencia por progresión, que se produce cuando la tentativa queda interferida
por la consumación punible, o cuando el acto preparatorio eventualmente típico
queda interferido por el acto de tentativa, o el delito consumado en el curso de la
tentativa de un delito más grave queda interferido por esta (las lesiones y la tentativa
de homicidio).
FECHA: 15/09/2020
Se impone distinguir entre antijuridicidad objetiva e injusto objetivo, por cuanto respecto del
segundo, o sea, del objeto de desvalor, domina hoy ampliamente el reconocimiento de su
naturaleza compleja (objetiva y subjetiva), toda vez que se trata de una conducta humana. En
cuanto a la antijuridicidad (desvaloración que convierte a la conducta típica en injusto), es
menester precisar qué se entiende por su objetividad. Cabe entender que la antijuridicidad es
objetiva en dos sentidos:
La antijuricidad de una conducta concreta se determina conforme a un juicio
predominantemente fáctico y no valorativo: el juicio subjetivo viene hecho por la ley,
ya que el legislador realizó un previo juicio subjetivo (valorativo) al momento de
legislar, del cual el juez se vale para realizar el juicio objetivo (con predominio fáctico).
La antijuricidad es objetiva porque no toma en cuenta la posibilidad exigible al sujeto
de realizar otra conducta motivándose en la norma, es decir, lo que pertenece a la
culpabilidad.
Dato: El “injusto culpable” se traduce como “delito” una vez finalizada la culpabilidad.
DIFERENCIAS
La defensa es legitimada por la necesidad sin
atender a la magnitud de la lesión inferida, en
LEGITIMA DEFENSA razón de la antijuridicidad de la acción del
agresor, excluyendo sólo las defensas que
excedan el límite de la racionalidad
(consideradas aberrantes).
En el estado de necesidad, ésta no puede
legitimar cualquier lesión porque no media
ninguna acción agresiva antijurídica por parte
ESTADO DE NECESIDAD JUSTIFICANTE de quien soporta la lesión a sus bienes
jurídicos. Por lo tanto, el límite justificante
está dado por la ponderación entre los males
evitado y causado.
Cuando el sujeto se encuentra necesitado de
actuar de modo lesivo, pero el mal que
provoque no sea menor que el que evita,
podrá haber un estado de necesidad
ESTADO DE NECESIDAD EXCULPANTE exculpante, en cuyo caso la conducta será
antijurídica, pero sin que quepa formular el
reproche de culpabilidad, pues al agente no
será posible exigirle razonablemente otra
conducta. (El homicidio queda excluido)
Legítima DEFENSA
La defensa debe evitar o paralizar la agresión, que es precisamente a lo que está obligado el
agresor, por lo que el derecho del ciudadano a ejercer la coerción directa se da cuando el
estado no puede proporcionarla en el caso concreto con parecida eficacia. Como todo
derecho, tiene límites que devienen de la racionalidad. Por lo tanto, la defensa necesaria es
legítima siempre que sea también racional. En el estado de necesidad justificante, el medio
lesivo se emplea por evitar un mal mayor (art. 34 inc. 3 CP), en tanto que en la legítima
defensa su empleo tiene lugar para evitar las consecuencia lesivas de una conducta
antijurídica. Cuando se dice que el orden jurídico no puede tolerar que la legítima defensa se
lleve hasta un grado en que la conducta defensiva resulte contraria a la seguridad jurídica, no
se está planteando una cuestión de límite de tolerancia sino de racionalidad. Cuando la acción
defensiva causa una lesión de una intensidad inusitada, provocando una desproporción
insólita y grosera, entre el mal que se evita y el que se causa, cesa la legitimidad de la acción
defensiva por su falta de racionalidad. Por ejemplo, del empleo de una escopeta por parte de
un paralítico que tiene sólo esta arma al alcance de su mano, no disponiendo de ningún otro
recurso para impedir que un niño se apodere de una manzana será antijurídico, pero no
porque el bien jurídico vida sea de superior jerarquía que el bien jurídico propiedad, sino
porque el orden jurídico no puede considerar conforme al derecho que para evitar una lesión
de tan pequeña magnitud se acuda a un medio que, aunque necesario por ser el único
disponible, sea tan enormemente lesivo como un disparo mortal de arma de fuego. Por tanto,
este límite se impone en función del principio de iguales libertades, que implica la reserva del
ámbito de autonomía privada siempre que su ejercicio no importe la lesión de iguales
libertades ajenas, incluso las del propio agresor. Así, el principio de iguales libertades debe ser
entendido también como la base del principio regulativo de la racionalidad de la defensa.
La necesidad de la defensa debe valorarse siempre ex ante y no ex post, es decir desde el
punto de vista del sujeto en el momento en que se defiende. Por ejemplo, quien dispara sobre
el que apunta se defiende legítimamente, aunque después se compruebe que el agresor le
apuntaba con un arma descargada. Pero si ex ante fuese posible reconocer la innecesaridad de
la defensa y ésta no se hubiese reconocido en razón de un verdadero yerro provocado por la
perturbación del ánimo causada por la agresión, se tratará de un problema de culpabilidad. Si
el miedo le hubiese generado un verdadero trastorno mental transitorio se tratará de una
causal de inculpabilidad (inimputabilidad). Al igual que los militares en la guerra y los policías
en el ejercicio de sus funciones, quienes dan muerte a un habitante en defensa de la vida de
un tercero agredido bajo amenaza de muerte inmediata, actúan atípicamente, en función del
deber jurídico que les incumbe. El ciudadano común tiene el derecho de defender a terceros,
en tanto que, dentro de lo impuesto por las leyes, el militar o el policía tienen el deber de
hacerlo, al punto de que si no lo hicieren resultarían sancionados, incluso penalmente.
La habilitación de la defensa no tiene que ser “provocada suficiente”, es decir, no puedo
utilizar la acción de legítima defensa si yo provoqué la agresión ilegítima del otro sujeto en un
principio de coexistencia. Por ejemplo, si yo voy a un partido de Racing-Independiente, y salgo
a insultar a los del equipo contrario, entonces no abarca.
La agresión ilegítima del sujeto activo requiere tres condiciones para que sea lícita la defensa:
debe ser conducta humana, agresiva y antijurídica:
a) No hay agresión ilegítima cuando no hay conducta humana.
No puede haber legítima defensa (sólo estado de necesidad) contra la amenaza
proveniente de un involuntable, de quien se halla bajo el efecto de una fuerza física
irresistible o de un acto meramente reflejo o automático. Respecto a niños e
inimputables, no cabe rechazar la legítima defensa, por más que el tipo permisivo es
estrecho.
b) La conducta debe ser agresiva, indicándose la necesidad de una dirección de la
voluntad hacia la producción de una lesión. La agresión se define como “acometer a
alguno para matarlo, herirlo o hacerle cualquier daño”. En estos casos, por ejemplo,
quien conduce peligrosamente violando normas de tránsito y es advertido por su
acompañante pero persiste en su forma de conducción, agrede la libertad del
acompañante en forma intencional y estará justificada por legítima defensa la
conducta de éste si amenaza con un arma al conductor para que detenga el vehículo y
le permita apearse, en caso de que no acceda a ello ante su simple pedido. En el caso
de los sujetos activos imprudentes no puede hablarse de agresión, dado que no puede
ser tal un curso causal que está fuera de su control. Por otra parte, es razonable que
aquí juegue el límite del estado de necesidad: no podría justificarse que alguien, para
proteger el jardín del destrozo que el animal desbocado puede causarle, dispare sobre
el mismo. Consecuentemente con esto, no es admisible considerar agresión para
actuar en legítima defensa a aquella conducta del que actúa por error, sea éste
vencible o invencible y en aquellos casos donde el sujeto actúa compelido por una
fuerza desencadenada por un caso fortuito, por ejemplo, el automóvil que se le
quiebra la barra de dirección y asciende a la acera.
c) La conducta agresiva debe ser ilegítima, lo que es sinónimo de antijurídica, es decir
toda conducta que afecta bienes jurídicos sin derecho alguno para hacerlo. Debido a
que la acción agresiva debe ser antijurídica, resulta inadmisible la legítima defensa
contra cualquier conducta que sea conforme al deber jurídico o que tenga lugar dentro
del ámbito de la juridicidad. Por ello no cabe la legítima defensa contra el que actúa en
legítima defensa ni contra el que actúa en estado de necesidad justificante, ni frente a
quien ejerce un derecho o cumple un deber. También parece correcto considerar que
la madre que para salvar la integridad física de su hijo lesiona la de otro (una bici que
ve que está por llevarlo puesto a su hijo y ésta empuja al conductor), actúa en
necesidad justificante o ex-culpante, pero no en legítima defensa cuando no media
acción antijurídica del lesionado. Esto es debido a que, justamente, lo que caracteriza
la legítima defensa y la dota de amplitud excluyente del límite de la proporcionalidad,
es que media una acción antijurídica voluntariamente lesiva.
En los casos en los que no existan justificantes como legítima defensa o estado de necesidad
justificante, entonces se pondrá “no existe motivos justificantes” en el trabajo práctico y
deberá indicarse por qué no hay. El art. 35 establece que al momento de aplicar la pena se
tiene en cuenta que el sujeto activo actuó excedido conforme a la legítima defensa o al estado
de necesidad justificante.
Los errores dentro de la antijuricidad (si no hay estado de necesidad; si creo que me estoy
defendiendo de un robo, pero me están haciendo una broma; si rompo el cerco de un vecino
porque creo que se viene la inundación en mi casa) se analizan en la culpabilidad para darle
una pauta a un juez en la escala penal del delito culposo.