LOTMAN - Conversaciones Sobre La Cultura Rusa
LOTMAN - Conversaciones Sobre La Cultura Rusa
LOTMAN - Conversaciones Sobre La Cultura Rusa
la cultura rusa
Yuri M. Lotman
editado por Silvia
Burini
© 2017 Giunti Editore S.p.A. / Bompiani
1
RESUMEN
• Lección 1
• Lección 2
• Lección 3
• Lección 4
• Lección 5
• Lección 6
• Lección 7
• Lección 8
• Lección 9
• Lección 1
2
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3
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• Lección 6
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ECOLOGÍA” DE LA CULTURA:
LAS CONVERSACIONES DE
JURIJ LOTMAN
Silvia Burini*
El pensamiento es el derecho a dudar1
5
Lotman siempre involucra a su interlocutor en su discurso, nunca lo pierde de vista, no se
coloca frente a él ni sobre él, sino a su lado, y con infinita paciencia lo acompaña a descubrir
un mundo. Y en estas "conversaciones", además, Lotman dialoga con el público también
con la ayuda de imágenes, que son parte integrante del texto.
Leerlas ciertamente no será como ver el rostro de Jurij Lotman, su encantadora
sonrisa, escuchar su voz, que tenía una entonación particular y cautivadora, como puedo
atestiguar personalmente habiendo asistido a la Universidad de Tartu a principios de los
años noventa, siendo todavía un estudiante italiano sin preparación... Pero esta versión
escrita, en la que las conversaciones toman el nombre de "lecciones", en el sentido que
consideraremos más adelante, permite al lector italiano, como mencioné, tener a mano un
vasto material, ofrecido con un contenido totalmente inédito, que enriquece es el
acercamiento general de Lotman a la cultura rusa y la semiótica de la cultura con un punto
de vista más amplio, brindándonos así nuevos aspectos del erudito, como lector y sobre
todo como individuo. Para percibir estas sensatas adiciones, creo que es de alguna manera
imprescindible volver a reflexionar sobre la obra de Lotman en su conjunto, también para
historizar la experiencia cultural del estudioso tartuense: a quien se debe considerar no sólo
como un semiótico o un historiador de la cultura rusa, sino también como el creador de un
espacio cultural complejo, como una personalidad verdaderamente dotada de una fuerza
intelectual de gran alcance4.
Lotman completó sus estudios de literatura en la Universidad de Leningrado,
terminándolos muy tarde, en 1950, debido a la guerra. A fines de la década de 1940, la
universidad de Leningrado ostentaba nombres del calibre de Boris Ejchenbaum, Boris
Tomaševskij, Viktor Žirmunskij, Vladimir Propp, Grigorij Gukovsky, es decir, los máximos
teóricos de la escuela formalista de la década de 1920: es aquí donde debemos buscar el
origen y el trasfondo de ese papel activo que Lotman jugaría más tarde en la fundación de
una poética estructuralista que retomó y desarrollo muchas ideas de los formalistas. Ya en
los trabajos de la primera década de su carrera científica (a partir de la tesis de "doctorado"
dedicada a dos autores rusos que trabajaron en el cambio del siglo XVIII al XIX, Aleksandr
Radiščev y Nikolaj Karamzin) aparecen estudios que, por tanto, todavía parecen plenamente
6
inscritos dentro de la escuela literaria tradicional, aunque poco a poco emerge esa idea de
"lenguaje cultural" que ocupará un protagonismo decisivo en los trabajos posteriores.
Los años cincuenta vieron el rápido desarrollo de la poética estructural, la extensión
de los métodos lingüísticos a otras ciencias humanas y principalmente al estudio de la
literatura. Desarrollando el enfoque estructural de F. de Saussure, Lotman amplía la noción
de discurso y texto llegando a considerar como texto cualquier manifestación de la cultura:
las obras de arte (verbales y no verbales), pero también el byt (la casi intraducible expresión
rusa que indica nuestra experiencia de la vida cotidiana), y también el entretenimiento, las
modas, las costumbres, los juegos, la actividad política, esencialmente todas las formas de
vida del consorcio humano basadas en un sistema convencional de signos culturales. Estos
signos representan códigos culturales secundarios, en el sentido de que su identificación y
estudio se han vuelto posibles por analogía con la concepción estructural del lenguaje, y
asumen colectivamente el nombre de "sistemas de modelado secundario".
Tratemos ahora de establecer en su reflexión, aunque sea brevemente, la relación
entre cultura y memoria, lengua y texto. La cultura es una condición necesaria para la
existencia de cualquier comunidad humana. Cuando hablamos de cultura nos referimos,
según Lotman, al conjunto de información no genética, la memoria no hereditaria de la
humanidad, que adquiere contenido conservando y acumulando información. La lucha por
la memoria es esencial a la historia intelectual de la humanidad, tanto que la destrucción
de una cultura pasa ante todo por la destrucción de la memoria, el aniquilamiento de los
textos que la constituyen. Y por tanto, para que una porción de la realidad se convierta en
patrimonio de la memoria colectiva, es necesario que se traduzca en información
codificada: esta es la tarea de la cultura, cuyo trabajo fundamental consiste en organizar
estructuralmente el mundo que rodea al hombre.
La vida envía señales que quedan incomprensibles si no se traducen en signos
destinados a la comunicación. Estos últimos forman parte de un único universo cultural, la
"semiosfera". La comunicación está en la base misma del funcionamiento de la cultura y de
sus tipos de lenguaje, cada uno de los cuales está organizado por uno o más códigos:
cualquier acto de comunicación implica la transmisión de una cierta información a través
7
de un lenguaje (un código) de tal manera que permita que un emisor y un receptor entren
en una relación. Algo nos hace sentido cuando nos sitúa en un contexto de relaciones
interpersonales y la semiótica extiende su concepto de lenguaje a cualquier sistema que
tenga como finalidad la comunicación y utilice signos, incluso en un nivel básico, para lo
cual el objeto negro, llamado “paraguas”, en la mano de alguien y abierto, indica “lluvia”.
También a partir de consideraciones similares, se abre paso en su reflexión el
concepto de "textualidad de la cultura": la cultura debe entenderse como un texto en todas
sus manifestaciones, incluso cuando se presenta en forma de imagen. Después de todo, el
lenguaje y la cultura son indivisibles: el lenguaje está inmerso en un contexto cultural y la
cultura a su vez tiene como centro una estructura similar a la del lenguaje natural. Los
lenguajes naturales (italiano, ruso, francés) se utilizan para la denominación pura y simple
de la realidad. Los lenguajes artificiales (símbolos matemáticos, señales de tráfico) se
utilizan en situaciones específicas. Los lenguajes secundarios, lo que hemos llamado
"sistemas secundarios de modelado", nos permiten transformar un sector de la realidad en
un texto de cultura. Construidos, como decíamos, sobre el modelo del lenguaje, estos
sistemas son capaces de transmitir una determinada representación de la realidad del
conocimiento, de crear un modelo de la realidad (mito, religión, ritual, vestimenta, es decir,
fenómenos que, al constituirse en texto, dan indicaciones sobre sí mismos y sobre el tipo
de lógica de la cultura que existe en cada sociedad). Estos sistemas lingüísticos, organizados
de una manera específica, incluyen también el teatro, el cine, la pintura, la música, el arte.
Por texto, pues, entendemos toda comunicación codificada según un sistema de signos
ordenado y creado por el hombre. Cualquier sistema que tenga como objetivo la
comunicación puede definirse como un lenguaje. Las teorías estructurales permiten a
Lotman formular explícitamente tal enfoque y colocar en el centro de sus elaboraciones la
noción de "texto cultural", que puede ser adecuadamente descifrado por el portador de la
lengua/código correspondiente o por el investigador que ha reconstruido el modelo (la
gramática) de esta lengua/código.
Esta concepción, intuida por Lotman a finales de los años cincuenta también en
relación con otras disciplinas y las tendencias de la investigación contemporánea (desde la
8
hermenéutica a la antropología cultural, al deconstruccionismo, a la narratología),
corresponde a su evolución intelectual como historiador de la literatura dispuesto a leer
cada fenómeno cultural en paralelo con lo que es históricamente el trasfondo.
El título Conversaciones sobre la cultura rusa fue ideado por el propio Lotman
cuando en 1976 comenzó a planificar la serie de televisión con Evgenija Chaponen, editora
del programa. La idea inicial había surgido precisamente del editor, que había sido alumno
de "Jurmich" (como siempre se llamaban cariñosamente sus alumnos entre sí) en la
Universidad de Tartu, para poner a prueba el talento de Lotman como narrador incluso
fuera del ámbito académico: la forma más inmediata de llegar al gran público era
precisamente la televisión. Docente por vocación, Jurmich aceptó, a pesar de la urgencia de
sus compromisos universitarios, preparar el primer ciclo: “Personas. destinos La vida
cotidiana”, en colaboración con su mujer, la becaria Zara Minc. También se elaboró una
versión escrita y reelaborada del storyboard, publicada póstumamente en 1994 en San
Petersburgo, con el título, precisamente, Conversaciones sobre la cultura rusa, Vida
cotidiana y tradiciones de la nobleza rusa (siglo XVIII – principios del siglo XIX)5, que debe
considerarse como la primera aparición impresa de las conversaciones de Lotman.
En aquel lejano 1976, en realidad, las conferencias televisadas de Lotman no se
retransmitían: por razones políticas se le prohibió aparecer en público, por lo que el primer
ciclo se emitió sólo diez años después, en septiembre de 1986 (Jurmich, con su humor
habitual, comentaba que así habrían celebrado su primer décimo aniversario...). Durante
los cinco años siguientes se registraron otros tantos ciclos de conversaciones, para un total
de 35 lecciones, que componen este libro en su totalidad: “Gente. destinos "La vida
cotidiana" (primer ciclo, 1986); “Relaciones entre los pueblos y desarrollo de las culturas”
(segundo ciclo, 1988); "Cultura e intelectualidad" (tercer ciclo, 1989); "El hombre y el arte"
(cuarto ciclo, 1990); "Pushkin y su entorno" (quinto ciclo, 1991-1992).
Los cinco ciclos se reunieron luego en Rusia en un volumen6 que también reunió los
artículos de gran popularidad que Lotman había escrito como publicista, así como otras
memorias e intervenciones diversas. Estamos ante una masa de textos verdaderamente
conspicua, y esto refuerza nuestra creencia de que el legado general de Jurij Lotman aún no
9
está suficientemente estudiado. De hecho, ese volumen recoge menos de una quinta parte
de los escritos “no académicos” que Lotman elaboró constantemente desde principios de
los años cincuenta hasta su muerte (la última entrevista data de julio de 1993, apenas unos
meses después de su muerte)7. Precisamente así también Jurmich se ha convertido en una
de esas “figuras de culto” que, como el historiador de la cultura rusa antigua (y no sólo)
Dmitrij Lichačëv o el científico Andrej Sakharov, han sabido hablar de su actividad de formas
no exclusivamente especializadas, lo que nos permite hoy disfrutar plenamente, y en el
sentido, de un patrimonio cultural verdaderamente precioso.
El tema de las Conversaciones es la cultura (rusa), en toda su amplitud y complejidad,
aunque enfrentada con una claridad cautivadora: desde las primeras páginas, es el propio
Lotman quien de hecho nos ofrece algunas claves “simples” para interpretar una realidad
cultural tan estratificada. La primera salvedad a adoptar, cuando se trata de una cultura
concreta, está en la percepción consciente de los larguísimos caminos recorridos, de estar
inmersa en una cultura más general de la humanidad, ya que para Lotman la cultura, como
he mencionado, es un tipo de memoria que se ramifica en diferentes esferas y en diferentes
registros, y que no está formada sólo por edificios, pinturas o libros, sino también por
hombres. En segundo lugar, el estudioso advierte que una inadecuada comprensión de la
"cotidianidad" de las épocas que decidimos examinar nos impide también la del arte, de las
personas y, en definitiva, de nosotros mismos, ya que la historia vive a nuestro alrededor y
en nosotros. Para Lotman, la historia8 es ante todo una categoría narrativa, una forma en
que el hombre interpreta los hechos contándolos: si estos no se ordenan en un “relato” y
no se “traducen”, de manera que se crean los vínculos explicativos del antes y el después,
falta la mirada colectiva e individual capaz de captar el sentido de lo que sucede9.
En la primera lección del ciclo "Las relaciones entre los pueblos y el desarrollo de las
culturas" (1988), Lotman subraya sin embargo (y he aquí otra clave de comprensión) cómo
la literatura y la historia no terminan en los objetos o "hábitos" cotidianos: el aspecto más
importante y más complicado radica en comprender de qué manera los individuos se
comunicaban entre sí y cómo eran necesarios unos para otros. En definitiva, el mayor riesgo
que encuentra Lotman en el desarrollo de la cultura es el de encontrarnos sin las
10
herramientas necesarias (incluso en pasado) para entendernos. El mismo concepto de
"originalidad", referido a una cultura, sólo se percibe plena y positivamente si se le añade
otra: "Si todo es verde, los colores dejan de existir..."10 En otras palabras, la auténtica
experiencia cultural radica en la búsqueda del contacto con el otro, porque sólo así es
posible complejizar el propio mundo. Cuanto más simplificas, cuanto más sabes de forma
única, menos libre eres. En definitiva, la cultura requiere contactos vivos, en los que es
necesaria la incomprensión, como lo es la contradicción. Abrir caminos alternativos es arte,
que nos ofrece una forma de conocer contradictoria pero cercana a la vida. Según Lotman,
una obra de arte nunca existe como una cosa separada en sí misma, como un objeto
extraído de un contexto: por el contrario, constituye una parte del byt11, de las ideas
religiosas, de la vida normal extraartística y, en última instancia, de todo el complejo de
diversas pasiones y aspiraciones de la realidad contemporánea. Esta capacidad del arte de
relacionarse con lo que le es externo y contextual y así recibir diferentes significados es una
de las propiedades más profundas del texto artístico. El intercambio semiótico que se
produce a través, por así decirlo, de traducciones imperfectas entre el texto y los diferentes
contextos en los que puede ser leído constituye así una reserva inagotable para la
producción de nuevos significados y nuevas ideas. En el cuarto ciclo, "El hombre y el arte"
(1990), Lotman añade muy simplemente que el arte es necesario, porque sin arte uno se
siente mal, que es un organismo vivo, algo que evoluciona por sí mismo, dotado de
características bizarras: está vivo. Probablemente este mismo elemento hace que el arte
sea siempre un lenguaje desconocido para nosotros, y para Lotman esta es su intrigante
contradicción que lo hace perpetuamente abierto a nuevas lecturas, a diferentes
interpretaciones.
En definitiva, los temas abordados en las Conversaciones son los fundamentales para
Lotman: la cultura como concepto colectivo, su vínculo con el byt, la cultura como forma de
relación primero comunicativa y luego simbólica entre individuos, pero también la utilidad
del arte, la relación entre el arte y la moral, el sentido de la historia.
Hace unos años tuve la oportunidad de presentar al público italiano una breve pero
significativa selección de páginas de Lotman no académicas ni "estrictamente semióticas":
11
la Non-memorie, aún no aparecida, hasta la fecha, en la propia Rusia12. Esa circunstancia
me había permitido identificar al menos cinco registros diferentes en la personalidad
unitaria del estudioso13. Además del célebre semiótico y culturólogo, me parecía posible
captar un "último" Lotman, "con una visión escatológica"14; un autor de memorias de
Lotman; un profesor Lotman (y divulgador de alto nivel en el contexto estonio); y,
finalmente, incluso un "artista" Lotman (autor de los dibujos que se presentaron por
primera vez al lector italiano). La pieza de las Conversaciones nos da más matices de Lotman,
un gran divulgador y, quizás, un sexto y "multimedia" Lotman. Todos ellos, por supuesto,
extraen su sangre de uno solo: el hombre Lotman.
En el desentrañamiento de las Conversaciones se alternan pasajes explicativos,
digresiones, observaciones “semióticas” y otras ideas, a veces ficticias. Leer/escuchar es
siempre apasionante porque el tono de la narración se caracteriza constantemente por el
sincero pudor que siempre ha caracterizado la figura del autor. Paradójicamente, de estas
páginas suyas, más que en muchos otros textos con propósitos semióticos declarados, surge
la idea de que la semiosis está en todas partes, se encuentra en la vida cotidiana como en
la literatura (véase el maravilloso discurso sobre la especificidad de los signos de un topos
de la cultura decimonónica como es la danza, forma esencial de comunicación, vida y
sociabilidad -primer ciclo, lección 6- o el capítulo sobre la carta privada, metamorfoseada
en género literario -segundo ciclo, quinta lección). La “mirada totalizadora de la
semiótica”15 de Lotman es en realidad la otra cara o quizás la verdadera mirada de un
hombre profundamente interesado en la vida, siempre curioso, y sobre todo dispuesto a
dialogar e interactuar con “el otro”, en esa dialéctica imprescindible (para quien se
reconoce parte de la semiosfera) que es la confrontación entre svoë [lo propio] y čužoe [lo
del otro].
La corriente discursiva de las Conversaciones está atravesada por destellos, a veces
por verdaderas iluminaciones, que retoman las piedras angulares del sistema semiótico de
Lotman (cultura, memoria, texto), pero presentándolas "suavizadas" en una lógica de
refinamiento de las nociones relativas a la posibilidad de comprender el "lenguaje" de una
época (so pena de indescifrabilidad de esta última), un relato que también se compone de
12
días de la semana y acontecimientos cotidianos, de rutina y hábitos cotidianos, de lo que
en ruso es intraducible resumido en el término byt.
En las Conversaciones también hay conceptos a los que Lotman ha dedicado mucho
más esfuerzo científico como el honor, la vergüenza, la moda y la apariencia externa (como
índice semiótico). En este sentido, y sin partir de posiciones de superioridad a priori ni de
preconceptos, Lotman, por ejemplo, aborda con maestría (habiendo traspasado con
firmeza el umbral del universo ruso del siglo XVIII a principios del XX) ese motor de la
semiótica del comportamiento que es la “tabla de rangos”, querido por Pedro el Grande
como motor de movilidad social y que en cambio mutó en una rígida jaula de roles y
denominaciones. Igualmente innovadora me parece la quinta lección del segundo ciclo, en
la que Lotman cuenta cómo los personajes de la historia del siglo XIX, especialmente los
decembristas, se transforman en personajes literarios y viven de sus sentimientos,
modelando su vida a partir del ejemplo de estos personajes y poniendo así su alma en un
registro "alto".
Los frutos del espíritu de observación de Lotman se condensan a veces en
fulminantes formulaciones aforísticas, con una tendencia que siempre parte de ejemplos
concretos, como cuando, en la sexta lección del segundo ciclo, analiza las normas
comunicativas, es decir, las fórmulas rituales para comunicarse con los demás, mostrando
cómo la experiencia cotidiana bebe de un repertorio de frases hechas de la literatura. No
da la impresión de que Lotman esté hablando de semiótica, pero a contraluz todos sus
razonamientos remiten implícitamente a textos que tratan (en otro lugar más exigente y
con un equipamiento teórico más preciso) los mismos aspectos abordados en las
Conversaciones. Todo esto pasa al lector/espectador a través de un estilo informal que no
desdeña los tics orales que quedan en el texto, más con la actitud del simple "conversador"
que con la del riguroso estudioso de la semiótica cultural. Saber utilizar incluso un lenguaje
no académico está además en consonancia con la figura del filólogo que tenía en mente,
que Jurmich asimilaba a un artesano más que a un científico, a una suerte de laudero
renacentista capaz de aunar ciencia y experiencia, invención y tradición, de llevar a cabo
13
todas las fases de su trabajo, desde la concepción hasta la elección de la madera adecuada
en la madera, hasta “la prueba final de las cuerdas musicales”16.
Que la semiótica de Lotman no es una frígida actividad del espíritu, un puro ejercicio
intelectual, sino una ferviente "puesta en contacto con el mundo, con la historia, libre de
toda abstracción"17, lo atestigua el vivo y constante interés del estudioso por los aspectos
didácticos de su obra. Aquí podemos entender mejor el pasaje que mencioné al principio,
de la conversación a la lección. A lo largo de la carrera de Lotman, la enseñanza es aclamada
explícitamente como un momento creativo, listo para transformarse en un fructífero "juego
intelectual": es el propio Lotman quien subraya esto en un escrito no muy conocido, Kniga
dlja učitelja (Libro para el profesor)18, destinado a los profesores "dedicados al análisis de
textos poéticos en las escuelas secundarias estonias". El Libro para el maestro tenía como
objetivo integrar un Učebnik-chrestomatija (Manual-antología)19, que, nuevamente en
términos de alta difusión, tenía que ir acompañado de una verdadera literatura Uebnik po
russkoj (Manual de literatura rusa)20, que se publicó inicialmente en estonio21 y solo
recientemente apareció en el ruso "original". Así que veamos con qué tono apasionado
relata Lotman su experiencia en la sala del tribunal:
Las cuatro a seis horas de lecciones por día no me cansaron, y haber
descubierto inesperadamente que durante el transcurso de la lección
era capaz de llegar a ideas sustancialmente nuevas y que hacia el final
de la lección estaba formulando conceptos interesantes y
previamente desconocidos, fue literalmente estimulante22.
Existen varios testimonios relativos a la actividad docente de Lotman en la universidad23,
pero en general no se da suficiente protagonismo a la mencionada tríada de publicaciones,
creadas específicamente para necesidades didácticas y orientadas a la recepción de la
literatura rusa por un público no necesariamente rusoparlante (al que también Lotman se
dirigió varias veces con las clásicas lecciones frontales). Esa fue también una forma
fructífera de interactuar con la ciudad de Tartu, en la (entonces) Estonia soviética. Después
de todo, como señala L. Kiselëva24, Lotman debe haber tenido en cuenta que para la
14
mayoría de los estonios el idioma ruso estaba asociado al menos entonces con el concepto
de cultura soviética.
Al igual que los tres textos educativos-populares antes mencionados, las
Conversaciones también deben verse como un intento de conectar, en la conciencia de los
estonios, la lengua rusa con la gran cultura de ese país y no con la ideología soviética,
creando así implícitamente las premisas para un acercamiento entre la cultura rusa y la
estonia, incluso en el delicado período de la "rusificación" de Estonia (décadas de 1970 y
1980). En esto Lotman se apoyaba en su propia personalidad, en su forma de comportarse,
en su erudición sin límites, en el conocimiento del alemán y del francés que lo diferenciaban
de los rusos soviéticos e incluso le valieron la aprobación de parte de la intelectualidad
estonia.
Brillante epítome de la propia inserción en la cultura estonia, buscada y lograda, las
Conversaciones también se vinculan idealmente con otro episodio sintomático de la época:
el artículo Ljudi i znaki (Hombres y signos) aparecido en el diario "Sovetskaja Estonia"
[Estonia soviética]25. Este breve texto, en el que Lotman ilustra los fundamentos de la
semiótica, nació en realidad como respuesta a una carta enviada por un trabajador
fantasma, I. Semennikov, que pedía aclaraciones sobre esa nueva ciencia26. También en
este caso, el erudito de Tartu dejó el marfil turris de los muros académicos para ponerse a
disposición de un público más amplio, creando así otro puente entre mundos que a menudo
son impermeables entre sí.
¿Qué papel juegan finalmente las Conversaciones dentro de la obra de Lotman? La
cantidad y diversidad de la obra de Lotman, sobre la que he intervenido en varios lugares27,
hacen improbable aquí una revisión de sus escritos, incluso superficial28. Lo que ahora me
parece relevante es subrayar cómo esta empresa tan particular se conecta con la
elaboración de una tipología de la cultura derivada, a su vez, de la de los sistemas de signos
y de la descripción de la cultura como un todo, una cultura vista como un sistema semiótico
complejo del que deriva la noción de textualidad de la cultura misma y el concepto de
memoria cultural.
15
Sin embargo, en las Conversaciones surge otra caracterización del concepto de
cultura, nunca antes utilizada: la cultura, que el hombre se ha hecho a sí mismo, se opone,
en cierto sentido, a la naturaleza, que le es dada al hombre. No todo lo que hace el hombre,
sin embargo, es cultura: o más bien, puede crearla, pero también puede destruirla. Lotman,
en este punto, define la cultura como “una especie de ecología particular de la sociedad
humana”29. De hecho, es esa atmósfera que la humanidad crea a su alrededor para
continuar existiendo. Precisamente en este sentido se puede utilizar el término "ecología",
porque estamos hablando de una supervivencia cultural de lo humano. Lotman también
nos invita a considerar detenidamente la relación entre cultura y ciencia, que no siempre
es equilibrada: ha habido, y tal vez estemos atravesando uno, periodos históricos en los que
el avance del progreso técnico-científico ha ido acompañado de un retroceso en el ámbito
cultural.
Lotman aclaró posteriormente y aún más la diferencia entre semiótica y semiótica
de la cultura: la primera se ocupa del desarrollo de principios teóricos basados en el análisis
de diferentes materiales textuales; el segundo tiene un objeto de investigación tan
complejo que las teorías generales son demasiado primitivas para incluir incluso tal objeto
de investigación. De este enfoque emana la evolución creativa de Lotman que se refleja en
las Conversaciones, así como su paso de la estática a la dinámica, del estudio de los objetos
aislados al de los impredecibles procesos explosivos30.
Justo un año antes de su muerte, se publicó el artículo Tezisy k semiotike russkoj
kul’ture (Tesis sobre la semiótica de la cultura rusa31), que contiene dos enfoques distintos
de la cuestión: el primero se basa en los avances más recientes en semiótica para estudiar
la cultura rusa (o, con las distinciones apropiadas, cualquier otra); el segundo, sin embargo,
aborda críticamente los esquemas preempaquetados para el análisis de una cultura como
un todo, con el objetivo de derivar los principios de análisis del objeto mismo de la
investigación, que, en la metodología del caso, encuentra la definición de "teoría ad hoc".
En otras palabras, el estudio específico de una cultura y la empatía del investigador hacia
ella puede conducir no solo a una mejor comprensión de la cultura, sino también a
enriquecer la semiótica de la cultura desde un punto de vista teórico. Como señala Torop32,
16
los enfoques ad hoc son productivos solo cuando el investigador comprende la especificidad
del tema de manera muy profunda, tiene varios métodos y agilidad mental33. Este es el
caso de Lotman quien, como "semiótico ad hoc", siempre desarrolla sus teorías sobre la
base de textos bien definidos, que emergen con particular vigor de las Conversaciones.
* Agradezco a Giuseppe Barbieri, Aleksandr Danilevsky y Alessandro Niero por sus valiosos
consejos.
NOTAS
17
letiju so dnja rozhdenija (Dedicado a Zara Grigor'evna Minc... Publicaciones, memorias,
artículos. Por el 90 aniversario de su nacimiento), Tallin, Izdatel'stvo TLU, 2017.
8 Véase S. Burini, Lotman y el problema del hecho histórico, en La exuberancia del límite.
Homenaje a Jorge Lozano, editado por M. Serra y P. Francescutti, Madrid, Biblioteca Nueva,
2013, pp. 23-28.
9 Véase L. Gherlone, Después de la semiosfera. Con ensayos inéditos de Jurij M. Lotman,
Milán - Udine, Mimesis, 2014. En un texto dedicado a la semiótica y la historia, Lotman
subraya que “la semiótica llama a la puerta de la historia” (Ju. Lotman, Semiotics and the
history sciences, en Dialogue and Technology: Art and Knowledge, editado por B. Göranzon
y M. Florin, London, Springer, London, 1991, p. 178). A partir de mediados de los años
ochenta Lotman replantea su teoría culturológica en un horizonte más marcadamente
histórico, presente también en los escritos de los “años anteriores. En los últimos trabajos
se amplía este horizonte y se carga con una reflexión ético-antropológica sobre la tríada -
conocimiento, memoria y conciencia (tanto individual como colectiva)- que debe informar
la educación humana, especialmente en momentos de crisis epocal. Lotman viene a hablar
de la necesidad de una semiótica histórica en clave culturológica.
10 Ver pág. 227 de este volumen.
11 Véase S. Burini, Jurij Lotman y la semiótica de las artes figurativas, en Ju. Lotman, La
rotonda de las Musas, editado por S. Burini, trad. de S. Burini y A. Niero, presentación de C.
Segre, memoria de N. Kauchtschischwili, Bergamo, Moretti & Vitali, 1998, pp. 129-169, para
la cita p. 138.
12 Véase Ju. Lotman, Non-memorie, editado por S. Burini y A. Niero, presentación por M.
Corti, Novara, Interlínea, 2001.
13 Ver S. Burini, A. Niero, “I know five Lotmans...”, ibíd., pp. 107-124.
14 C. Segre, El último Lotman, “Slavica tergestina”, n. 4, 1996, pág. 50
15 M. De Michiel, La semiótica de la cultura en Rusia. La escuela Tartu-Moscú hoy, en El
símbolo y el espejo. Escritos de la escuela Mosca-Tartu, editados por R. Galassi y M. De
Michiel, Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1997, p. 18
16 Véase ibíd.
18
17 C. Segre, El último Lotman, cit., p. 48.
18 junio Lotman, V. Neverdinova, Kniga dlja učitelja. Metodologičeskie materialy k
učebniku-chrestomatii (Libro para el maestro. Material metodológico para el manual-
antología), Tallinn, Valgus, 1984, p. 30
19 Véase Ju. Lotman, V. Neverdinova, Učebnik-chrestomatija po literaturnomu čteniju dlja
IX klassa (Manual-antología para leer textos literarios para la clase IX), Tallinn, Valgus 1982.
Cito de la reimpresión de 1990.
20 Véase Ju. Lotman, Učebnik po russkoj literatura (Manual de literatura rusa), Moskva,
Jazyki russkoj kul'tury, 2000. Esta edición, entre otras cosas, está integrada con partes tanto
del Manual-antología como del Libro para el maestro al que se hace referencia hace un
momento.
21 Véase Ju. Lotman, Vene kirjandus: Õpik IX kl. (Libro de texto de literatura: para la clase
9), Tallin, Valgus, 1982.
22 de junio Lotman, Non-memorie, cit., págs. 72-73.
23 Véase, entre otros, L. Kiselëva, Akademičeskaja dejatel'nost' Ju. M. Lotmana v Tartuskom
universitete (La actividad académica de Ju. M. Lotman en la Universidad de Tartu), “Slavica
tergestina”, n. 4, 1996, pág. 9-19, y Eadem, Speckurs Ju. M. Lotmana o Tjutčeve v Tartuskom
universitete (Curso monográfico de Ju. M. Lotman sobre Tyutchev en la Universidad de
Tartu), en Tyutchevskij sbornik II (Miscellanea tyutcheviana II), Tartu, Kafedra russkij
literatura Tartuskogo universiteta – Institut slavjanskich jazykov stokgol’mskogo
universiteta, 1 999, págs. 264-271, acompañado de Ju. Lotman, Speckurs “Russkaja
filosofskaja lyrika”. Tvorčestvo Tjutčeva "[neavtorizovannyj konspekt leckij] (Curso
monográfico "Poesía filosófica rusa". El arte de Tyutchev [notas de conferencias no
autorizadas]), en Tyutchevskij sbornik, cit., págs. 272-317.
24 L. Kiselëva, Akademičeskaja dejatel'nost' Ju. M. Lotmana contra Tartuskom universitete,
cit., págs. 14-15.
25 en el núm. 27 de 1969 (ahora republicado como Ju. Lotman, Ljudi i znaki (Hombres y
signos), “Vyshgorod”, n. 3, 1998, pp. 133-138).
19
26 Treinta años después, la verdadera identidad de Semennikov sigue siendo un misterio y
este ilustrado trabajador se ha convertido en una figura casi mítica. Es probable que se
tratara de una mistificación por parte de la redacción de "Sovetskaja Estonia", pero ello no
quita mérito implícito al periódico de haber estimulado a Lotman a escribir un artículo en
el que condensa los principios de la semiótica de forma accesible.
27 Permítanme recordar en este sentido también mis otras intervenciones sobre Lotman:
cf. S. Burini, Nota, en Ju. Lotman, El conjunto artístico como espacio cotidiano, editado por
S. Burini, “Strumenti Critici”, n. 78, 1994, pág. 234-242; Eadem, Nota, en Ju. Lotman,
Naturaleza muerta en perspectiva semiótica, editado por S. Burini, “Herramientas críticas”,
n. 80, págs. 64-73; Eadem, Nota, en Ju. Lotman, El fuego en el jarrón, editado por S. Burini,
“Strumenti Critici”, n. 84, 1997, pág. 188-192; Eadem, Jurij Lotman y la semiótica de las artes
figurativas, en Ju. Lotman, El círculo de las musas, editado por S. Burini, trad. de S. Burini y
A. Niero, presentación de C. Segre, memoria de N. Kauchtschischwili, Bergamo, Moretti &
Vitali, 1998, pp. 129-169; Eadem (con A. Niero), Nota, en Ju. Lotman, Non-memorie, editado
por S. Burini y A. Niero, “Strumenti Critici”, n. 87, 1998, pág. 240-246; Eadem, Efecto Rebote:
Dostoievski y Visconti, en Ju. Lotman, Yu. Tsivian, Dialogue with the screen, editado por S.
Burini y A. Niero, Bergamo, Moretti & Vitali, Bergamo, 2001, pp. 323-332; Eadem, Ju. M.
Lotman i semiotika izobrazitel'nych iskusstv (Ju. M. Lotman y la semiótica "de las artes
figurativas), en Lotmanovskij sbornik 3, editado por L. Kiselëva, R. Lejbov, T, Frajman,
Moskva, OGI, 2004, pp. 836-857; Eadem, Nota introductoria, en Ju. Lotman, La caza de
brujas. Semiótica del miedo, editado por S. Burini, nota editorial de M. Lotman, trad. por S.
Burini y A. Niero, “EC. Revista de la Asociación Italiana de Estudios Semióticos”, julio de
2008, http://www.ec-aiss.it/, 2008; Eadem, Nota introductoria, en Ju. M. Lotman, Caza de
brujas. La semiótica de la miel, “Revista de Occidente”, n. 1, 2008, pág. 7-8; Eadem, El Último
Lotman: Escritos 1991 a 1993, en Accidentes y Explosiones. AJ Gremas, Ju. M. Lotman: por
una semiótica de la cultura, editado por T. Migliore, Roma, Aracne, 2010, pp. 13-28; Eadem,
Jurij Lotman y el gran mudo. Algunas notas al margen, en Hacer entender, hacer ver. Cine,
fruición, multimedia: el caso “¡Russie!”, editado por M. Del Monte, Crocetta del Montello
(TV), Terra Ferma, 2010, pp. 69-74; S. Burini, Lotman y el problema del hecho histórico, en
20
La exuberancia de los límites. Homenaje a Jorge Lozano, editado por M Serra y P.
Francescutti, Madrid, Biblioteca Nueva, 2013, pp. 23-28; Eadem, Jurij Lotman y las artes: la
originalidad como forma de valentía, en Le Muse dan vueltas y vueltas. Jurij Lotman and the
arts, editado por M. Bertelè, A. Bianco, A. Cavallaro, Crocetta del Montello (TV), Terra Firma,
2015, pp. 8-17.
28 Cf. B. Gasparov, Jurij Lotman, en Historia de la literatura rusa. tercero El siglo veinte. 3.
Del realismo socialista a nuestros días, Turín, Einaudi, 1991, p. 681. También me remito a
este artículo para un estudio de las etapas fundamentales del pensamiento de Lotman.
29 Ver pág. 232 de este volumen.
30 Véase Ju. Lotman, La cultura y la explosión, trad. por C. Valentino, Milán, Feltrinelli, 1993.
31 Véase Ju. Lotman, Tezisy K SeiTiotike Russkoj Kul '(Izučenija Russkoj Kul’urly) program
(tesis para una semiótica de la cultura rusa [programa de estudio de la cultura rusa]), en Id.,
Stat’i Po Semiotike Kul’urly i Iskusstva (Ensayos sobre la semiótica de la cultura y el arte),
Sant-specific, , 2002, pp. 226-236.
32 Ver P. Torop, Metasemiotica ad hoc, en L. Gherlone, Dopo la semiosfera, cit., pp. 127-
129.
33 La semiótica soviética tiene su fecha de nacimiento en diciembre de 1962, con motivo
del “Simposio sobre el estudio estructural de los sistemas de signos”, y estaba enraizada en
una herencia académica y cultural muy rica: el formalismo ruso tardío, las demandas
provenientes de la ciencia joven, la cibernética y la compleja lección del estructuralismo.
Toda esta herencia se sintetiza en la semiótica de Lotman y hace difícil y compleja la
comprensión sistemática de su enseñanza.
21
PRIMER CICLO
GENTE. DESTINO. LA
VIDA COTIDIANA
(1986)
22
LECCIÓN 1
¡Buen día!
23
Los que estudiamos literatura y amamos leer libros sentimos curiosidad por el
destino de sus protagonistas; nos enamoramos de Natasha Rostova y Andrej Bolkonsky,
pero también de los personajes de Zola, Flaubert, Balzac, y disfrutamos leyendo obras
escritas hace cien, doscientos, trescientos años. Estas cifras parecen cercanas a nosotros.
Aman, odian, cometen buenas o malas acciones, se comportan con honor o deshonra,
muestran lealtad a los amigos o los traicionan, y todo esto nos parece absolutamente
aceptable. Pero al mismo tiempo muchas de sus acciones nos son incomprensibles, o las
entendemos mal, o sólo parcialmente. Está claro que Onegin y Lensky discutieron, pero
¿cómo y por qué razón llegaron a un duelo? ¿Y por qué el propio Pushkin ofreció su cofre a
la pistola? Claro que hubiera sido mejor no hacerlo, vamos, nos las hubiéramos arreglado
de otra manera... Al mismo tiempo, al no entender la vida cotidiana de aquellos tiempos, ni
siquiera entendemos el arte, la gente de la época y, en cierto sentido, ni siquiera a nosotros
mismos. Porque conceptos como conciencia, honor, vida espiritual no surgen de la nada. Lo
sepamos, nos guste o no, estos conceptos tienen una historia, y esta historia vive a nuestro
alrededor y en nosotros.
La vida cambia, el ambiente cambia, los objetos, la ropa, los hábitos, la organización
social cambia y hasta la gente piensa diferente. La gente sigue amando, pero ama a su
manera. Una vez, por ejemplo, en la década de 1930, Gogol se indignó: todas las novelas
hablaban de amor, el amor se representaba en todos los teatros, pero ¿cómo era el amor
en su época, es decir, cuando vivía Gogol? ¿Era posible que fuera realmente como se
representaba en el escenario? ¿No fue acaso el propio Gogol, en su momento, quien dijo
que lo que importaba era el matrimonio de intereses, la "electricidad de los rangos" (aquí
el término "electricidad" debe entenderse como "atracción magnética"), el capital
monetario? Entonces, el amor en la época de Gogol es sí, el amor eterno de la humanidad,
pero también el amor de Čičikov: ¿recuerdas cómo miró a la hija del gobernador? O la de
Chlestakov, que cita a Karamzin y se declara de un plumazo tanto a la mujer del gobernador
como a su hija. Porque "sus pensamientos son extraordinariamente ligeros".
24
El hombre cambia. Precisamente por eso, para imaginar el sentido de las acciones
de los personajes literarios con los que nos identificamos y que de algún modo mantienen
vivo nuestro vínculo con el pasado, tenemos que reconstruir cómo vivieron. Cómo era el
mundo que les rodeaba, cuáles eran las ideas difundidas en la época, valores morales y
éticos, deberes, obligaciones, hábitos, vestimenta, por qué actuaban así y no de otra
manera. Y este será el tema de nuestra breve conversación que abordará un período crucial
de la vida rusa, a saber, el que va desde principios del siglo XVIII hasta los últimos años de
la era de Pushkin y los decembristas. Es en esta época que me propongo detenerme.
Hoy hablaremos del siglo XVIII. El siglo XVIII es un siglo particular. Por un lado no
está tan lejos, después de todo ¿qué quieres que signifique doscientos años en la historia
de la humanidad? es muy poco. Por otro lado, nos parece lejano, porque los pensamientos,
sentimientos y acciones de esas personas están muy lejos de los nuestros (aunque algo nos
parezca muy cercano por el contrario). Y nuevamente, el siglo XVIII es interesante y
particular porque fue un punto de inflexión. La existencia, que ahora había tomado forma
y tenía sus propios valores, comenzó a cambiar rápidamente. Los hombres del siglo XVIII,
como siempre sucede en el caso de los innovadores (y sin duda eran innovadores, hombres
proyectados hacia adelante), estos hombres habían cortado los lazos con el pasado y ya no
querían pensar en él: destruyeron los edificios antiguos, despreciaron las costumbres del
pasado. No todos por supuesto (y lo veremos más adelante), pero sí aquellos que
compartían las ideas del emperador Pedro el Grande y que formaban su séquito, es decir,
los hombres de las reformas; de lo que estamos hablando es de hecho de la era de las
reformas.
Estas personas habían roto abierta, consciente e impulsivamente los lazos con el
pasado, creyendo que habían creado una nueva Rusia. Kantemir, por ejemplo, un escritor
satírico contemporáneo de Peter, es un representante típico de la época. Él mismo era hijo
de un príncipe moldavo, su padre Dmitry Kantemir era de hecho un escritor famoso en toda
Europa que había escrito una historia del imperio turco en latín; más tarde, como partidario
de Pedro, se había visto obligado a huir de Turquía, para que su hijo ya fuera un poeta ruso,
Antioquía Kantemir. En un poema, Kantemir escribió:
25
... no desperdicia los sabios decretos de Pedro, / que de repente nos
hizo un pueblo nuevo1.
“Nuevo” parecía una palabra mágica: todo lo nuevo era bueno, todo lo viejo era malo.
Cuando murió Pedro I, ese nuevo hombre a quien Pedro había puesto prácticamente al
frente de la iglesia rusa, a saber, el arzobispo Feofan Prokopovich, dijo en uno de sus
sermones que Augusto, el emperador romano, se enorgullecía de haber encontrado Roma
de ladrillos y dejarla "de mármol". Nuestro gran emperador, en cambio: “de madera
encontró a Rusia y la hizo de oro”2. Como si las primeras Rus fueran de madera, lo cual,
dicho sea de paso, es absolutamente falso: la Rusia prepetrina estaba de hecho adornada
con edificios de piedra y, para subrayar la diferencia, Pedro había prohibido la construcción
de casas de piedra en todas las ciudades excepto en Petersburgo. En otros lugares y en
todas partes las casas tenían que ser de madera, porque para Peter el resto de Rusia era
solo una especie de materia prima, mientras que su amado "paraíso" era Petersburgo, y por
lo tanto solo Petersburgo habría sido una ciudad europea, hecha de piedra. Piedra y agua,
esta combinación fue muy agradable para Pietro.
Así fue como aparecieron nuevos hombres y un nuevo tipo de vida cotidiana. La
nueva vida cotidiana y la nueva vida tomaron forma inspirándose en Europa. Peter no solo
animó a los jóvenes a ir a estudiar a Europa, sino que los obligó. Como recordarán, él mismo
había ido a Holanda y viajó por todo el norte de Europa, también quería ver el sur, pero se
había desatado un motín en Moscú y tuvo que volver corriendo. Tenemos muchas notas
dejadas por esos muchachos que se encontraron en situaciones muy difíciles en Europa. Les
dieron poco dinero, se olvidaron de enviarlo, los jóvenes no sabían el idioma, pero se
esperaba que aprendieran un oficio. Tomemos como ejemplo a Konon Zotov, quien más
tarde se convirtió en el famoso capitán de nuestra flota. Era hijo de Nikita Zotov, el "tío" de
Peter (una especie de "niñera" masculina), famoso por ser un buen hombre y un borracho
asustadizo que no se ocupaba de la educación de Peter, sino que le hacía compañía en los
peores libertinajes; el hijo, en cambio, era una persona absolutamente decente, había
estudiado en Holanda y desde allí le escribió a Pietro que no sabía si aprender el idioma o
un oficio. Los niños como él fueron lanzados completamente a la refriega. Pero luego
26
regresaron a Rusia y se convirtieron en "hombres nuevos" que trajeron consigo nuevos
hábitos, convencidos de que eran europeos. Fue así como se creó ese estilo de vida que los
mayores no aceptaban, considerándolo algo nuevo (y de hecho lo era), algo radicalmente
occidental, aunque en realidad no lo fuera tanto. Les daré solo un ejemplo: fue en esta
época cuando se estableció la propiedad de la tierra y se formalizó la servidumbre por ley.
La formalización definitiva del sistema servil fue ciertamente un grave defecto histórico de
Pietro: los campesinos no eran libres y no podían disponer de sí mismos incluso antes, pero
la formalización burocrática de este estado de cosas, por el cual la mayoría de la población
estaba subyugada, fue el resultado, entre otras cosas, de lo que se percibía como
europeización, aunque en toda Europa Occidental del régimen feudal solo quedaban rastros
residuales e incluso los países de Europa del Este estaban en proceso de liquidarlo. En Rusia,
por el contrario, comenzó a fortalecerse y a tomar formas un tanto monstruosas, y esto
también terminó reflejándose en la vida cotidiana. Les daré un ejemplo sencillo: la antigua
Rusia ortodoxa y patriarcal anterior a Pedro obviamente no podía admitir la existencia,
oficial o semioficial, de harenes de sirvientes, es decir, que un terrateniente tuviera en casa
como esclavas a varias muchachas de condición servil. En cambio, en el siglo XVIII y
principios del XIX este fenómeno se convirtió casi en un lugar común y, por extraño que
parezca, se percibía como una costumbre "europea" aunque, como es evidente, no había
analogía con la vida en Europa. Están las memorias de January Neverov, que describen muy
bien esta costumbre3. A las muchachas las sacaban de los pueblos y las vestían con ropa
europea de última moda, aprendían francés y leían versos, si eran culpables les volvían a
poner la ropa campesina, no europea, y las enviaban de vuelta al pueblo. Así, la entrada en
el harén se concebía como una especie de iniciación a la cultura europea. Por cierto, fue
entre estas chicas que el mismo Neverov cuando era niño comenzó a leer a Zhukovsky y
otros poetas.
Esto no es más que una anécdota, por supuesto; sin embargo, la cultura en ese
período pasó por algunas transformaciones profundas, especialmente dentro de ella.
Transformaciones que supusieron una clara escisión de la sociedad rusa en tres grandes
27
grupos: la nobleza (que se constituyó en una casta cerrada a partir del censo posterior a
Pedro), la burguesía y los campesinos.
La nobleza era una clase propia que se distinguía sobre todo por su apariencia. El
mugicco o campesino conservaba tanto la antigua ropa prepetrina como la barba. La lucha
de Peter contra las barbas fue despiadada y absolutamente injustificada, pero no tocó en lo
más mínimo a los campesinos, que de hecho estaban fuera de la cultura. Era el noble el que
se afeitaba o, como decía la gente común, el que "tenía el rostro desnudo" y por ello
destacaba entre los demás. A su costado colgaba la espada: la espada que portaba el noble
no era tanto un arma como un símbolo de honor y distinción. Volveremos a la cuestión del
honor más adelante.
Quienquiera que llevara la espada estaba en una posición particular: no podía
ofenderse. Y por ley fue liberado del castigo corporal, aunque no de inmediato (el estatus
legal de la nobleza se fue definiendo gradualmente). De modo que el concepto de honor
acabó coincidiendo con el de dignidad individual. En general, los gobernantes que
sucedieron a Pedro tuvieron en poca consideración la dignidad de la persona o, peor aún,
no la contemplaron en absoluto; más de una vez intentaron privar incluso a los nobles de
su derecho a gozar de un respeto particular; llegó a la confrontación. Si desde el punto de
vista de la clase y la afiliación social, la nobleza y la autocracia coincidieron
mayoritariamente, esto no significa, sin embargo, que no existieran contrastes entre ellas.
Hubo conflictos, y también muy violentos. Lo que hizo del siglo XVIII un siglo de continuas
conmociones; los zares que, en teoría, deberían haber sido intocables, dado que en el
momento de la coronación les untaron la frente con el crisma, los zares, dije, los mataron.
En el siglo XVIII asumió un papel cada vez más activo la Guardia, creada por Pietro
como una unidad privilegiada dentro del ejército, pero pronto se transformó en algo entre
una banda de bandoleros y (por singular que parezca) un grupo de intelectuales de
vanguardia. La Guardia suministró filósofos, pensadores y borrachos depravados. Muy a
menudo, cuando se trataba de deponer a un gobernante, eran ellos los que daban un paso
al frente, como sucedió en 1762. En esta fecha crucial, Catalina II, que en ese momento era
solo Ekaterina Andreevna, consorte del zar, logró arrebatarle el trono a su marido Pedro III
28
e instalarse en su lugar con la ayuda de la parte más derrochadora de la Guardia, así como
de Grigory Orlov, su amante. En poco tiempo, estos individuos que bebían en las tabernas
y no sabían cómo pagar sus deudas de juego, recibieron los títulos de duques y príncipes,
así como inmensas propiedades, y se convirtieron en figuras centrales de la historia rusa
gracias a sus méritos en el campo de batalla. Este es el caso de Aleksej Orlov, quien
demostró ser un almirante muy hábil, reportando algunas victorias decisivas.
Esta vida compleja y en evolución también dejó su huella en la vida cotidiana. Ya he
dicho que los nobles se afeitaban y que no vestían como los campesinos. En la Rusia
prepetrina no había diferencias estridentes en cuanto al estilo de la ropa: el noble vestía
ricamente, el campesino pobremente, pero el corte era el tradicional, basado en unos
modelos esenciales. La vida cotidiana transcurría de una fiesta religiosa a otra, según reglas
generales consolidadas a lo largo de los siglos. El granjero podría mirar a un boyardo con
odio, pero nunca jamás lo habría percibido como un extranjero; en el siglo XVIII, sin
embargo, los nobles comenzaron a aparecer a los ojos del pueblo como extranjeros. Lo diría
más tarde Griboedov, quien en el artículo Viaje fuera de la ciudad escribiría: "¡Qué brujería
nos ha convertido en extraños para nuestra propia gente!"4
La forma de la ropa cambió. Los pantalones largos fueron reemplazados por culottes
franceses, pantalones cortos hasta la rodilla abrochados con botones, debajo de los cuales
se usaban medias de seda y zapatos de tacón alto. A finales del siglo XVIII, algunos dandis
particularmente refinados, para imitar a los príncipes franceses, usaban tacones rojos y
hebillas doradas o plateadas en los zapatos. La parte superior del vestido masculino
consistía en un caftán que cubría la camisola, una especie de chaleco con mangas. El caftán
y la camisola eran de tela pesada y preciosa (especialmente el caftán). A menudo la camisola
era de seda, a veces de terciopelo, a veces se usaba más de una. Las elegantes incluso
llevaban tres o cuatro, convencidas de que era más bonita. A los ojos de la gente, las
mujeres vestían como "desvergonzadas", porque sus vestidos eran muy escotados,
completamente abiertos por delante; en la ropa de mujer pre-Petrine Rusia era totalmente
diferente, ya que la mujer llevaba un estilo de vida diferente: no aparecía en público. No se
debe pensar que era sumisa o que no tenía peso social; sin embargo, fue apartada de la vida
29
mundana. Amplias enaguas sostenidas por ballenas, escotes, ricos adornos, peinados muy
complicados: he aquí algunos elementos que hacían tan peculiar la indumentaria femenina.
Los interiores domésticos también cambiaron. Cambió la distribución interna de los
edificios. No había mucha gente viviendo en los palacios y, en general, no era
particularmente cómodo. Las salas de recepción ubicadas generalmente en el piso noble
(primer piso) a menudo no estaban habitadas. Ni siquiera Peter amaba los grandes edificios,
en las habitaciones de techos altos no podía conciliar el sueño y hasta en Versalles hizo
tender una cortina de lona rugosa sobre su cama para "bajarla". Las salas de estar estaban
ubicadas sobre las salas de estado. Si se colocaban en el mismo piso, diferían
considerablemente en tamaño. Por ejemplo, la "caja de rapé" era la habitación donde
dormía Catalina II en Tsarskoye Selo. Las amplias salas, incluida la sala del trono, y el Silver
Studio estaban justo al lado. En comparación con la Sala de Ámbar (más tarde perdida), la
"Caja de rapé" era pequeña, incluso diminuta.
Las salas de estar eran pequeñas. No pudieron imitar a los europeos, porque en
Rusia el clima es diferente, hace frío, por lo que en los interiores de los palacios y casas
burguesas más modestas la mayor parte del espacio estaba ocupado por la estufa. La estufa
en sí representa algo antiguo, ligado a complejas figuras mitológicas. La estufa da calor, sin
ella no se puede vivir, por eso se le reservó tanto espacio. Pero en el siglo XVIII surgieron de
repente los azulejos de mayólica. Al principio las importaban de Holanda y eran de color
azul ultramar, luego se empezaron a producir en Rusia. Pero, a pesar de la estufa, hacía frío
igualmente, porque los arquitectos venidos del exterior a quienes se encargaron los
edificios se pusieron a diseñar enfiladas. El palacio en Tsarskoe Selo está construido de esta
manera, y también se construyeron residencias privadas de esta manera. Las habitaciones
estaban dispuestas una tras otra como una sola, gigantesca habitación sin pasillo, con
puertas, puertas y más puertas, a través de las cuales se podía ver todo. En talia era una
solución muy práctica, de esta forma era actual. Incluso en Rusia en diciembre durante los
bailes abrían las ventanas, porque no había otra forma de ventilación, al final de la noche
las velas se apagaban y ya no se distinguían los rostros al fondo del salón. Entonces una
corriente de aire frío atravesó la enfilada de habitación en habitación, como si fuera el tubo
30
de una estufa. Las niñas eran introducidas en sociedad a los catorce años, edad en la que
terminaban sus estudios y eran consideradas niñas casaderas. A los quince, por regla
general, ya estaban comprometidos, y antes de los diecisiete años se casaban. A los veinte
o veintidós años, perdonen el término, ya eran solteronas y, salvo que fueran ricas, ya no
tenían muchas posibilidades de casarse. De modo que, en estas largas enfiladas, expuestas
al aire gélido, las niñas terminaron con una neumonía, porque ya sabes, bailaban y luego el
sudor les enfriaba la espalda desnuda y el pecho desnudo. Las chicas se enfermaron y
murieron. Así como era perfectamente normal que sus compañeros murieran a la edad de
dieciocho o veinte años, lanzando el asalto a una fortaleza durante una de las muchas
guerras interminables (de principio a fin el siglo XVIII fue un siglo de guerras), y se
consideraba una muerte envidiable. A su vez, las niñas murieron de tuberculosis a la edad
de dieciséis años. Por otro lado, los que escaparon vivieron hasta los ochenta años. En el
siglo XVIII todavía existían familias numerosas, las mujeres daban a luz hasta quince,
diecinueve hijos, aunque la mortalidad infantil, hay que decirlo, era alta. Así vio la luz este
nuevo mundo. Pero de su organización interna hablaremos más adelante, añadiendo
también algo sobre la vida cotidiana que llevaban estas personas.
NOTAS
1 A. Kantemir, Sátira II. Na zavist' i gordost' dvorjan zlonravnych. Filaret i Evgeny [Sátira II.
Contra la envidia y el orgullo de los nobles con malas costumbres. Filaret and Yevgeny], en
Id., Sobranie stichotvorenij [Poemas completos], Leningrado, 1956, p. 75.
2 F. Prokopovič, Slova i reči poučitel’nye, pochval’nye i pozdravitel’nye [Discursos y
sermones educativos, de alabanza y bienvenida] Sankt-Peterburg, 1760, parte I, p. 113.
3 ja. M. Neverov, Stranica iz istorii krepostnogo prava. Zapiski. 1810-1826 [Una página de la
historia de la servidumbre. notas 1810-1826], “Russkaja starina”, 1883, vol. 40, núm. 11,
págs. 429-446.
4 A. Griboedov, Sochinenia [Obras], Moskva-Leningrad, 1959, p. 388.
31
LECCIÓN 2
¡Buen día!
La última vez empezamos a hablar de cultura en el siglo XVIII y nos centramos en las
condiciones externas de vida, vestimenta y vivienda. Pero ahora vale la pena echar un
vistazo a las personas que vivían en esas casas y usaban esa ropa. ¿Se parecen a nosotros o
no? Ciertamente sí en algunos aspectos, porque todos nacemos, morimos, amamos,
traemos hijos al mundo, sin que esto cambie nunca. Pero, al mismo tiempo, las personas
son completamente diferentes: establecen objetivos diferentes y entienden a su manera lo
que se puede y lo que no se debe, tienen ideas diferentes sobre el deber y el honor. Ahora
es el momento de echar un vistazo más de cerca a estas personas.
El comienzo del siglo XVIII marcó el comienzo de una serie de grandes cambios, en
su mayoría dolorosos, en Rusia. Cambios que, en cierto sentido, eran necesarios, pero a
veces hasta lo necesario cuesta. La principal transformación consistió en que la parte culta
de la sociedad empezó a vivir sola, mientras que el pueblo permaneció atado a las antiguas
creencias, a los ideales del pasado, de modo que se creó un abismo infranqueable entre la
gente común y la nobleza. Como ya he adelantado, también había diferencias externas: los
nobles se afeitaban y usaban peluca, mientras que los campesinos tenían barba. Más tarde,
la escritora francesa Madame de Staël (que, hostil a Napoleón, se fue a Rusia en 1812 para
escapar de su despotismo), diría que el pueblo ruso, que se había salvado la barba bajo
Pedro, habría defendido su cabeza bajo Napoleón. Pero ahora no hablaremos de los
campesinos, aunque todo el peso de la sociedad recaía sobre sus hombros. Y no creas que
era un mundo aparte: los hijos de los terratenientes jugaban con los hijos de los campesinos.
Sus vidas fluían una al lado de la otra. No obstante, centraremos ahora nuestra atención en
esa parte culta de la sociedad de la que surgieron los grandes escritores del siglo XIX y que
en su conjunto formó un medio intelectual muy europeizado en el siglo XVIII y principios
del XIX, antes de la generación de Belinsky.
32
Las reformas de Pedro introdujeron elementos completamente nuevos en la vida
rusa. En primer lugar, el concepto de trabajo al servicio del Estado, que siempre ha existido
en Rusia. Los nobles siempre habían trabajado para el estado, y en esto se distinguían
considerablemente de los aristócratas occidentales que tenían sus propios bienes, su feudo
y podían vivir en la capital, en la corte, gozando de los favores del soberano, o residir en el
campo, en su castillo, y ser relativamente independientes. En Rusia, el noble siempre había
servido al zar, pero con Peter este servicio adquirió características completamente
peculiares. Apareció un concepto casi intraducible en los diversos idiomas europeos, a pesar
de que el mismo Pedro estaba convencido de que ese mismo elemento había hecho a Rusia
igual a Europa. Es el concepto de RANGO, algo muy específico, tanto que Pushkin ya había
afirmado que los extranjeros, al no entender de qué se trataba, no eran capaces de
entender la vida rusa. No puedes entender a Gogol a menos que sepas por qué es tan
importante que el árbitro al que le han volado la nariz sea un mayor. ¿Por qué Kovalev tiene
un rango y Akaky Akakievich otro? ¿Cuál es la diferencia?
Bajo el reinado de Peter, todos los tipos de servicios estatales y todos los empleados
se distribuyeron en catorce niveles. El servicio se dividía en militar (compuesto a su vez por
guardia, ejército, fuerzas de tierra, artillería y marina), civil y judicial (por el momento
dejaremos fuera este último). “Cada individuo tenía un rango bien definido: podía ser
consejero de estado, actual consejero de estado, asesor universitario (mayor) o capitán del
estado mayor. Hiciera lo que hiciera, su rango, por así decirlo, se le anticipaba. Si viajaba,
su rango estaba escrito en el pase y los que estaban debajo de él tenían que darle sus
caballos. Si entraba en un salón (y esto ya a las órdenes de Peter), los rangos inferiores le
dejaban paso. Después de Pedro hubo incluso un decreto especial que estipulaba qué
esposas podían usar encaje de oro o plata, y de qué talla; la esposa de un coronel tenía
derecho a usar un vestido, mientras que la de un general, otro.
La consecuencia fue que se difundió en la sociedad un espíritu peculiar, una especial
reverencia por los rangos. Este espíritu impregnó toda la vida rusa después de Pedro desde
el siglo XVIII hasta, finalmente, el siglo XX. Incluso las denominaciones, por ejemplo, estaban
estrictamente fijadas. Si te dirigías al emperador, tenías que escribir en el sobre "A Su
33
Majestad Imperial el Emperador Soberano" y, en la súplica, "Monarca Augusto" o "Su
Majestad Imperial". Los oficiales de las dos primeras clases se llamaban "Su Alta Excelencia",
los de la tercera y cuarta "Excelencia", seguidos luego por la quinta, que casi siempre estaba
"vacía", porque incluía exclusivamente el grado de brigadier, ya abolido en el siglo XVIII, "Su
Ilustrísima Nobleza". Después de eso vinieron los títulos de "Su Alta Nobleza" y "Su Nobleza"
que no deben confundirse en absoluto. Sin embargo, hubo algunas excepciones: el
presidente de una universidad, independientemente de su rango real, siempre fue
"Excelencia", como muestra de "respeto". Así como la educación superior daba derecho a
portar la espada, a ser contado entre los nobles. Incluso los sacerdotes y los obispos estaban
divididos por rango. Por ejemplo, a un arzobispo o a un metropolitano había que dirigirse
diciendo "Su Santidad", "Su Altísima Señoría", mientras que para un obispo bastaba con "Su
Santidad", "Santísima Señoría", etc.
Si bien son fundamentales para definir la escala social, los rangos no pueden cubrir
todos los aspectos inagotables de la existencia. Por eso pronto apareció otra jerarquía: la
de los honores. En Rusia, este sistema era bastante confuso. Evidentemente, los honores se
dividían según su importancia -uno mayor, otro menor- y había disposiciones precisas sobre
cómo llevarlos, en qué ocasiones quitárselos, cuándo llevarlos. El mayor honor fue la orden
de San Andrés Apóstol, ya fundada por Pedro. Los honores de esa época no eran del todo
idénticos a los nuestros. En primer lugar, no se concibieron como simples adornos para
colocar alfileres en el pecho, sino como grupos de personas, un poco como órdenes de
caballería. Al mismo tiempo, los atributos de cada orden, especialmente de los superiores,
constaban de varias partes. Primero, la capa. Aquí5 vemos la capa de la Orden de Malta
junto a Kurakin. Pablo I había tomado la orden maltesa, fundada en la isla del mismo
nombre, bajo su protección y se proclamó gran maestre, lo que era obviamente imposible
y monstruoso, porque los caballeros de la orden maltesa hicieron voto de castidad, mientras
que Pablo ya estaba casado por segunda vez. Por si fuera poco, la orden de Malta era
católica y Pablo era ortodoxo. Pero Paul estaba convencido de que podía hacer cualquier
cosa (¡una vez que incluso celebró la liturgia!), creía que incluso el zar ruso podía hacer todo
lo que Dios hace, y la de Malta era su orden favorita [pl. 4].
34
Los más altos honores se llevaban en una cinta al costado y no en el pecho, aquí solo
se llevaba la estrella de la orden. Y así la orden dio derecho a llevar manto, estrella, cinta y
la medalla de la orden (cruz).
Kurakin era un individuo insignificante pero, siendo el favorito de Paul, recibía casi
todas las órdenes y en su retrato las muestra una por una. Echémosle un vistazo. Esta es la
capa de caballero de la Orden de Malta. Un manto negro con la cruz de Malta, ¿lo ves? Y
sobre la cinta negra (sobre el fondo negro apenas se ve) la cruz de Malta de San Juan de
Jerusalén de primer grado, incrustada de diamantes, y aquí la estrella de la Orden de Malta.
No era un pedido ruso, pero a Paul le encantó.
Sin embargo, esta es la orden más antigua del Imperio Ruso, la de San Andrés
Apóstol, "el Primero Llamado", en una cinta azul. La insignia se llevaba en la bandolera
desde el hombro derecho hasta la cadera izquierda. A veces, en ocasiones más solemnes,
se colgaba de una cadena. Aquí, por ejemplo, ves la cadena de Paul, es el mismo orden.
Sobre el uniforme se llevaba la cinta de San Andrés [tab. 2]. A veces se podía llevar bajo el
uniforme la orden de San Vladimiro, la segunda en importancia después de la de
Sant'Andrea. Aquí está la cinta, con la medalla de la orden, y aquí está la estrella. La estrella
de primer grado tenía rayos dorados y consistía en un cuadrado superpuesto a otro
cuadrado. En la de segundo grado, el cuadrado del fondo era plateado.
Esta en cambio es la orden de Sant'Anna [tab. 3]. Pero, como ven, Kurakin no usa
condecoraciones militares, no tiene San Jorge. Verás la cruz de San Jorge en otros retratos.
Existían órdenes que sancionaban la pertenencia al mundo de la administración
estatal. Gogol concibió la idea de una comedia, Vladimir del Tercer Grado, donde un oficial
enloquece creyendo que es una orden, que ha convertido en un honor. El hombre pierde
para Gogol todo lo que es importante y precioso para un ser vivo y se transforma en una
cosa.
Pero también hubo órdenes como la de San Jorge. Fue un pedido especial. En primer
lugar, no se reunió con todos los demás, sino solo por debajo del de Sant'Andrea. En
segundo lugar, nunca se le podría quitar su estrella. Finalmente, se confería sólo por méritos
35
individuales. Así, por ejemplo, para la guerra de 1812, solo Kutuzov recibió el San Jorge de
primer grado, en 1813 se le otorgó a Barclay de Tolly, y más tarde, en 1814, a Bennigsen.
Alejandro I participó una sola vez en una batalla, la de Austerlitz, y fue condecorado
con una cruz de San Jorge de grado inferior, la cuarta. La de San Andrés se asignó a los
gobernantes y familiares del zar automáticamente, los demás como reconocimiento, la cruz
de San Jorge en cambio tuvo que ganarse. De todos los zares rusos, solo Alejandro II tuvo el
descaro de llevar la Cruz de San Jorge de primer grado, a pesar de que no había logrado
ningún mérito en el campo.
Las órdenes también establecieron otra forma de jerarquía.
La escala administrativa contradecía muy a menudo a la social: un aristócrata rico y
de alta alcurnia podía servir al Estado de mala gana, o irse de vacaciones antes de tiempo
(aunque en todo caso tuviera que trabajar), o incluso fingir estar empleado "en algún lugar
de la corte, tomarse unas vacaciones e irse al extranjero". Obviamente, dependía de él si
hacer una carrera en un abrir y cerrar de ojos, o "quedarse empantanado". Un empleado
celoso, por otro lado, podría librarse de su desventaja y obtener un rango noble; por eso
mismo los funcionarios eran un poco despreciados en la sociedad.
Otra cuenta era la nobleza. Pero ni siquiera los nobles eran todos iguales. Había
príncipes -era un título antiguo, anterior a Pedro- pero, por ejemplo, en la Rus no existían
los condes (se introdujeron por deferencia a Occidente) y, más aún, no había barones. En
general, el título de barón no se tenía en alta estima, a excepción de los barones bálticos,
que eran un caso especial, un barón ruso, por el contrario, trabajaba como regla en el
Ministerio de Finanzas, y tal puesto no se consideraba prestigioso. Prestigiosa era la carrera
militar, o la diplomática. El mundo de la administración estatal funcionaba así.
Pero el ámbito de la administración estatal no era el de la cultura, y esta última
pronto entró en conflicto con la primera. Los hombres de mediados del siglo XVIII, como
Novikov y más tarde Karamzin, renunciaron temprano y se dedicaron a la actividad social,
o bien a la literatura. No trabajar en absoluto no estaba permitido, pero cualquiera podía
deshacerse rápidamente de su trabajo y, como diría más tarde uno de los decembristas,
36
dedicarse no a "lo útil", sino a la utilidad, es decir, a trabajar por el bien de la sociedad y no
del estado. O, recuerda, como dijo Tchackij: "Servir sí, pero ser un sirviente no".6
Pronto los ideales comenzaron a cambiar. Todavía en el siglo XVIII, el individuo
medio, el noble medio, prefería los rangos a todo lo demás. E incluso después fue así para
muchos, o al menos para las masas, pero los intelectuales y las mentes más avanzadas ya
hacia 1770 los despreciaban abiertamente. Pensar solo en el rango se convirtió en mal
gusto, no se debe apuntar solo a la carrera, sino al mérito, al conocimiento, a las empresas
militares, a la acción. Es realmente interesante observar cómo se transforman los ideales a
lo largo de la vida de una sola familia o de un solo linaje.
Aquí está el retrato del general Kutajsov, un hombre extraordinario [tab. 5].
Aleksandr Ivanovich Kutaysov era el hijo menor del notorio Ivan Kutaysov, una de las figuras
más execrables, es decir, repugnantes, de la corte de Paul. La suya es una historia típica del
siglo XVIII. En teoría, el servicio del Estado, la jerarquía (el "gobierno normal", habría dicho
Pedro) debería haber significado el respeto al orden y a las leyes, en realidad se presentaron
todo tipo de aventureros que hasta el día anterior no sabían cómo pagar sus deudas, pero
que ahora con prisas se habían enriquecido pasando por el lecho de la emperatriz, o gracias
a otros expedientes (pensemos en las maquinaciones de un Cagliostro o un conde de Saint-
Germain). Entran en la ciudad en harapos y salen en un carruaje dorado, ponen sus manos
en millones y tres días después los pierden en un juego. Es como la trayectoria de un cohete:
los hombres vuelan hacia arriba para tocar las estrellas y luego caen.
Tomemos, por ejemplo, al Príncipe Potemkin-Tavričevsky quien, de un noble
provincial, se convirtió en el amo indiscutible de todo el país. Militar y diplomático, fue sin
duda una persona brillante y talentosa. Entonces su estrella comenzó a ponerse y murió en
la estepa. Deržavin fue golpeado por esa muerte poética. Potemkin se bajó del carruaje y
se sintió mal; lo hicieron tender en el suelo, lo cubrieron con su manto y murió. El que había
tenido a Rusia en sus garras murió en la tierra desnuda, cubierto con una capa de soldado.
Derzhavin escribió:
El cuerpo de quien, como en la encrucijada de las tinieblas,
yace en el oscuro seno de la noche?
37
Una camisa simple las caderas,
dos óbolos tapan los ojos,
[...]
cuya cabecera es la tierra; la sangre es el aire azul;
¿Son los palacios vistas desiertas alrededor?
¿No eres tú, hijo de la Fortuna, de la Fama,
¿Magnífico Príncipe de las Táuridas?7
Pero pasemos a Kutaysov. El padre de Kutaysov era un niño turco que había sido hecho
prisionero. Lo habían capturado durante el asedio de una fortaleza turca, lo habían llevado
a Rusia y se había convertido en ayuda de cámara personal de Pavel Petrovich, en ese
momento aún no emperador, pero solo heredero del trono. De las cosas que Kutajsov solo
podía hacer bien una: afeitarse. Y así el futuro Paul le confió su garganta. Más tarde, cuando
se convirtió en zar, decidió que la persona que había cuidado de su garganta también podía
cuidar de Rusia. Y así, Kutajsov recibió una lluvia de honores: primero se convirtió en barón
y luego en conde, recibió el regalo de una propiedad, recompensas, todos los honores
posibles... Kutajsov era un tipo terrible, corrupto e intrigante, capaz de cometer cualquier
maldad. Suvorov se burló de él una vez, cuando Paolo se lo envió. Le anunciaron: Conde
Kutaysov. Suvorov dijo: "Kutaysov, conde..." "¿Pero quién era él antes?" Antes de ser barón.
"¿Pero antes de eso?" “Antes... antes de ser lacayo, era barbero”. Entonces Suvorov llamó
a su ordenanza y le dijo: “Proshka, ¿viste? Eres un tonto, lo único que haces es beber y
terminarás muriendo como mayordomo. Este tipo, en cambio, se puso a trabajar, "se
convirtió en conde y ahora lo envían a Suvorov".
Tanto para el padre Kutaysov. El hijo, en cambio, era un joven serio, muy bueno en
ciencias, conocía todos los idiomas europeos, fue a estudiar a París y se hizo muy buen
artillero, luego se dedicó también a los idiomas orientales. Demostró su valía por primera
vez en 1807 bajo las órdenes de Bagration y fue inmediatamente condecorado con la cruz
de San Jorge de segundo grado. Mostró un coraje extraordinario durante la batalla de Eylau,
luego fue a París y se matriculó en la universidad. Dejando a un lado las medallas, vestía el
abrigo sencillo y estudiaba matemáticas. Cuando regresó a Rusia, con sólo veinticinco años,
38
ya era un destacado matemático. En 1812 se convirtió en comandante de un departamento
de artillería, muriendo como un héroe en el campo de Borodino. Entre otras cosas, fue un
golpe muy duro para el ejército ruso, porque cayó en pleno día, concretamente a última
hora de la mañana. Los franceses habían ocupado la llamada batería de Kurgan, él mismo
había llevado a sus soldados al ataque y había perecido; un hombre verdaderamente
excepcional.
O tomar los Orlov. El padre era uno de esos bravucones de la Guardia, el hijo en
cambio era decembrista. El padre de Pestel también era un tipo aterrador: primero gobernó
Siberia sin desviarse ni un paso de Petersburgo y amasar una fortuna, simultáneamente,
como jefe de correos, fue él quien introdujo la práctica de abrir y leer el correo en Rusia. El
hijo, en cambio, era decembrista, una de las personalidades más brillantes de su época.
Al revisar la historia de las familias, uno comprende que la cultura y la educación
tienen su propia lógica. Y son capaces de transformar al hombre. Si el padre sigue siendo
esclavo de la sed de dinero y reconocimiento, aspira a ser recibido en la corte y teje intrigas,
el hijo ya está pensando en la justicia social, en el saber. Así nace una nueva generación que
no ha caído del cielo en absoluto, sino que proviene precisamente de aquellos padres a
quienes desprecia tan profundamente. Esta será, en parte, la tragedia de aquella
generación, que no respetó a sus padres porque sólo vio a los terratenientes y
reaccionarios. Obviamente, cada generación está compuesta por mucha gente y dentro de
ella hay un poco de todo, pero en general fue así.
Tomemos por ejemplo la biografía de Pavel Alexandrovich Stroganov. Al principio,
la suya parece la familia más ordinaria del mundo: un padre aristocrático, un tutor francés,
su hijo estudiando en París. Ya imaginamos al hijo como un cascamorto, el padre
aristocrático obviamente igual a todos los aristócratas y el tutor francés... bueno, ya es una
figura ridícula en sí mismo, ya sabes. Y todo lo contrario. El tutor “francés” es Gilbert
Romme, una de las figuras más extraordinarias del siglo XVIII. Ilustre matemático, héroe a
la antigua, revolucionario, luego Montagnard, murió durante el juicio de los últimos
Montagnards (para no ser condenados a la guillotina, todos se apuñalaron con la misma
daga, pasándosela). Aquí estaba el francés: pequeño de estatura, francamente feo pero,
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como alumno de Rousseau, se tomaba la educación muy en serio; tan pronto como llegó a
Rusia, comenzó a estudiar el idioma. Y el hijo de Stroganov participó en la toma de la Bastilla
junto con uno de sus siervos (este siervo, a quien se le dio su libertad, Voronichin, se
convirtió en un famoso arquitecto, el mismo que construyó la Catedral de Kazan en
Petersburgo). Stroganov luego luchó como general en la Guerra de 1812.
Esta nueva generación que vio la Revolución, puso sus esperanzas (luego
defraudadas) en Napoleón y pasó por toda esta era de guerras, esta generación parecía
hecha para el romanticismo. En este sentido, su rostro es el del general Tuchkov. Cuando
vea su retrato, comprenderá de inmediato por qué Marina Tsvietáieva le dedicó un poema
y se inspiró en él. Tenía cuatro hermanos, los cuatro generales. Era el más joven, Tučkov
cuarto, porque entonces se usaba así: si el apellido era el mismo, el mayor (Pavel) era
Tučkov primero, seguido de Sergej, el segundo y Nikolaj, el tercero. En el campo de Borodino
murieron dos, uno, gravemente herido, fue hecho prisionero, el tercero más tarde se peleó
con Arakcheev y frecuentó a Pushkin.
Pero he aquí algunas curiosidades sobre Aleksandr Tučkov, una figura
absolutamente típica de su generación. Él también había estudiado en París y asistía a la
Asamblea a los discursos de los oradores; en un momento incluso se inspiró en las ideas de
Napoleón y quiso ir a Egipto para luchar con el ejército de Napoleón. Como todos en la
época, mantuvo su correspondencia privada en francés, pero al mismo tiempo desbordaba
amor por su pueblo. Cuarto Tuchkov regresó a Rusia y participó en las batallas. Fue jefe del
regimiento Revel'8 y su vida queda ligada al nombre de este regimiento, luego pasó a ser
comandante de la brigada que formaban los regimientos Revel' y Helsingfors. Los
regimientos recibían su denominación no sólo en función del lugar donde estaban alojados,
sino también de la composición: el de Revel' estaba formado por estonios. Este regimiento
se destacó en la defensa de Smolensk y, más tarde, también en el campo de Borodino. Pero
Alexander Tuchkov fue una figura romántica incluso antes. Mientras combatía en 1809 en
Finlandia (campaña muy dura, había mucha nieve), le acompañaba su mujer Margarita,
disfrazada de ordenanza. En Borodino, un proyectil lo hizo pedazos, mientras que en el
sector Semenovskoe no se recuperaron partes de su cuerpo. Más tarde, su viuda hizo
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construir una capilla en este lugar. Sus desgracias no habían terminado: su hijo murió pronto
y su hermano Naryshkin se convirtió en decembrista. Fue entonces cuando fundó un
monasterio en el campo de Borodino, hizo los votos y se retiró como monja al lugar donde
había caído su marido.
Esta fue la generación que abrió el camino a los decembristas. Eran personas que
aún no habían alcanzado el grado de elaboración política de este último. No eran
conspiradores, todavía ardían en el deseo de servir a la patria sin distinguir entre ésta y el
gobierno, pero ya no eran "hombres de rango". En sus almas eran románticos, poetas, todos
escribieron poemas (en Rusia era la primera vez que se componían tantos), pero también
diarios, cartas. Eran personas cultas que leían y escribían en varios idiomas, pero sobre todo
seres pensantes, que ya no andaban por los caminos trillados que parecían aguardarles,
sino que buscaban su propio camino. Estamos hablando exclusivamente de hombres y es
natural, porque en la vida política y estatal eran los hombres los que más participaban. Pero
este es un momento extraordinario también en otro sentido, y eso se debe a que las
mujeres juegan un papel tan inmenso en él. Pero hablaremos de ellos la próxima vez.
Gracias por la atención.
NOTAS
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LECCIÓN 3
¡Buen día!
Continuemos nuestra discusión. La última vez hablamos de cómo cambió el perfil moral del
individuo entre el siglo XVIII y principios del XIX, cómo evolucionó y tomó forma
paulatinamente. Hablamos de "individuo", pero en realidad siempre nos referimos a
hombres. Sin embargo, la mujer de la época no sólo estuvo inmersa en esta vida fluida y en
evolución, sino que también jugó un papel cada vez más importante en ella. La mujer
también había cambiado mucho. Evidentemente, el mundo femenino se distinguía del
masculino, en primer lugar, porque estaba excluido de la esfera administrativa. Las mujeres
no servían al estado y no tenían rango, aunque el gobierno trató de extenderles también la
lógica de los rangos: generales, esposa de un consejero de estado, un consejero secreto,
etc. Pero todo esto quedó en la superficie. El universo femenino seguía ligado a los
sentimientos, al cuarto de los niños, al manejo del hogar, pero ya no se parecía al de la
época prepetrina.
En primer lugar, una consecuencia inicial de las reformas fue el intento de cambiar
la apariencia externa y acercarse al tipo de mujer de Europa occidental. Se cambian de ropa
y aparece la peluca, que se considera obligatoria. Entre otras cosas, la peluca, para que se
viera bien, se usaba en la cabeza rapada. En las pinturas, a menudo ves mujeres con
hermosos peinados: es el cabello de otras personas. Las pelucas estaban empolvadas. En la
Reina de Picas, ¿te acuerdas? – la vieja condesa se viste a la moda de 1770, a pesar de que
la acción transcurre en la década de 1830. Y, en un momento, Pushkin escribe: “...la peluca
empolvada fue removida de su cabeza canosa con el cabello rapado a cero.”9 Y, de hecho,
fue así.
La ropa, como has visto, era diferente, y la forma de comportarse también era
diferente. En este período cada mujer trató de parecerse lo menos posible a sus abuelas y
42
campesinas. Reinaba la artificialidad. Las mujeres desperdiciaban mucha energía para
parecer diferentes de lo que eran. Y las modas, además, diferían algo entre sí. Por ejemplo,
las comerciantes se teñían los dientes de negro, porque en los círculos mercantiles se
consideraba bueno: estas eran las creencias en cuanto al gusto de las clases bajas o medias.
En la sociedad más europeizada nadie se tiñó los dientes, por supuesto, pero sí lucieron
falsos en la cara.
Estos lunares eran pequeños puntos negros de tafetán o terciopelo. Y su posición
tenía un significado “particular”. Un lunar en el rabillo del ojo significaba: "Me intrigas". Uno
en el labio superior: "Me gustaría besarte". Y, como las damas sostenían el abanico (que
también tenía su propio significado, por ejemplo, si se cerraba de golpe, el significado era:
"No me interesas"), la combinación de lunares y movimientos del abanico les permitía
coquetear.
Las damas coquetearon. Llevaban sobre todo la vida nocturna, a la luz de las velas. Tuvieron
que usar muchos cosméticos, mucho colorete, porque a la luz de las velas la gente se veía
más pálida, y luego también estaba Petersburgo, con su clima insalubre. Entonces, con toda
probabilidad, las damas consumían hasta medio pud10 de cosméticos al año, entre labiales,
polvos y polvos varios. Llevaban un maquillaje muy pesado, tal vez como se usa hoy en día
solo para rodajes de películas.
En ese momento, las mujeres aún no estaban acostumbradas a la lectura y no
estaban interesadas en la vida espiritual interior; me refiero, por supuesto, a las masas,
porque ya había escritoras. Las necesidades espirituales continuaron siendo satisfechas a la
antigua usanza, para eso estaba la iglesia, el calendario litúrgico, el ayuno, las oraciones.
Hasta el final del siglo, es decir, hasta la época del voltarianismo, todos seguían siendo
creyentes. Era un hecho normal y, en cierto sentido, contribuía también a la tradición moral
de la familia.
Pero poco después, la propia familia experimentó una abrupta occidentalización, al
menos en la superficie. La mujer empezó a considerar necesario y de moda tener un
amante. Si no lo hacía, era como si se hubiera quedado atrás. Coquetería, bailes, ballets,
canto: estas son ocupaciones de mujeres. Pronto se instauró en las capas altas de la
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sociedad la costumbre de no amamantar al niño (lo cuidaban las niñeras), y los niños crecían
casi sin madre. Por supuesto, no en las provincias y no en aquellos estados donde había
doce niños y treinta siervos, pero entre la élite de Petersburgo, sí. Pero también en otros
lugares las cosas estaban cambiando rápidamente.
Hacia los años setenta del siglo XVIII en Europa se empieza a respirar un aire nuevo.
El prerromanticismo se afirma y, sobre todo después de Rousseau, el culto a la naturaleza
ya la espontaneidad se generaliza cada vez más. Comienza a afianzarse la convicción de que
el bien reside en la naturaleza, que el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios,
nació para la felicidad, para la libertad, para la belleza. Aparecen vestidos de estilo imperio,
vestidos sencillos que no recuerdan en nada a los pesados vestidos brocados, con suntuosas
enaguas sostenidas por ballenas y corsés. “Estas prendas son de tela ligera: túnicas de
cintura muy alta, justo debajo del pecho, porque se creía que así se veía más natural. Esta
moda comienza a abrirse camino después de Rousseau, como un cruce entre trajes
campesinos y antiguos. Entonces será el momento de la Revolución Francesa para
extenderlo definitivamente.
Paul intentará frenar esta moda que, sin embargo, se había extendido mientras
tanto. En la que será su última cena antes de ser asesinado, su esposa Marija Fëdorovna se
presentará ataviada con un vestido europeo prohibido: una sencilla túnica de cintura alta,
con el pecho y los hombros descubiertos, como una "hija de la Naturaleza". No es casualidad
que en este retrato de Lopuchina11, en lugar del habitual busto de la emperatriz, o de la
suntuosa arquitectura, sólo aparezcan espigas de centeno y acianos: una niña sobre el
fondo de la Naturaleza. Estas son las prendas que luego se definirán como "estilo Onegin",
aunque en realidad se habían puesto de moda mucho antes, en el umbral del nuevo siglo.
Los peinados también cambian. En este período las mujeres (pero también los hombres)
deciden no usar más pelucas y el cabello natural vuelve a estar de moda. Nos maquillamos
menos, mucho menos, de hecho lo ideal “sería no maquillarnos nada, porque ahora está de
moda la palidez.
La belleza del siglo XVIII rebosaba de salud y era apreciada sobre todo por su
corpulencia, se pensaba que una mujer sólo era bella si estaba llena, y el ideal de belleza
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femenina coincidía hasta tal punto con la grandeza física que los pintores tendían a enfatizar
las formas de sus modelos. Si una mujer era delgada -podemos entenderlo por sus perfiles,
o por otros retratos- en los cuadros de representación trataban de "llenarla". Ahora, sin
embargo, en los albores del siglo XIX, la palidez está de moda. La salud parece algo vulgar.
Y Zhukovsky también escribe:
La vitalidad del color es hermosa.
en una cara nueva,
sino una palidez melancólica
es aún más hermoso12.
La mujer debe haber estado pálida, soñadora. Era de esperar que una lágrima brotara de
sus extasiados ojos azules, que la lectura de los versos la transportara a otra parte, a un
mundo ideal, lejos del que la rodea. Obviamente, había mucho de superficial, impulsado
por la moda en todo esto, pero también muchas cosas importantes. En primer lugar, el culto
a la naturaleza influyó mucho en la familia. Las mujeres -y esto es sin duda un mérito de
Rousseau- volvieron a amamantar a sus hijos. En toda Europa, amamantar a los propios
hijos se convirtió en un símbolo de moralidad, significaba ser una buena madre. Además, se
comenzó a ver de otra manera a los niños que, hasta entonces, habían sido vistos
exclusivamente como pequeños adultos. Se nota por cómo estaban vestidos. No había ropa
de niños, los niños vestían uniformes reducidos, poca ropa de adultos. No había más mundo
que el de los adultos y la infancia era una etapa que había que superar lo más rápido posible.
Cualquiera que se demorara demasiado en esta condición era como Mitrofan13, es decir,
un tonto que nunca había crecido. Rousseau dijo una vez: se quejan de la infancia, pero el
mundo no existiría si cada uno de nosotros no hubiera sido niño una vez en la vida.
Ahora va ganando terreno la idea de que el niño es un ser humano normal. Aparece
la habitación infantil y la ropa infantil, así como la idea de que jugar es algo positivo. Incluso
los adultos deben aprender jugando, porque la enseñanza impartida a golpe de látigo por
individuos hinchados y pedantes es contra natura. En el hogar se instaura un clima más
humano en la vida cotidiana, hay una mayor atención a los niños, y todo ello sobre todo
gracias a las mujeres. El hombre en su juventud sirve al Estado como oficial, rara vez regresa
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a casa y siempre tiene prisa, luego se despide y se ocupa de la hacienda, o se va de cacería;
en consecuencia, es la mujer quien crea el mundo infantil. Pero para crearlo, una mujer
necesita mucha experiencia, necesita leer. Entonces sucede algo extraordinario. Entre 1770
y 1790 (podemos establecerlo con exactitud), la mujer se convierte en lectora. Y esta
metamorfosis se debe principalmente a Nikolaj Ivanovich Novikov y Nikolaj Michailovich
Karamzin.
Te daré sólo un ejemplo. Tengo las memorias de una mujer muy famosa, Anna
Evdokimovna Labzina. Labzin era el apellido de su segundo marido, un hombre muy
destacado, masón y presidente de la Academia de Bellas Artes, quien se vio obligado a
dimitir porque, cuando se le hizo la propuesta de admitir a Arakcheev en la Academia, se
atrevió a preguntar qué tenía que ver Arakcheev con esa institución. La respuesta fue: es
una persona cercana al soberano. Y replicó: entonces propongo al cochero Ilya, que de
todos es ciertamente la persona más cercana al soberano (se sabe que Alejandro I tuvo un
solo cochero en toda su vida). Por esto se vio obligado a dejar su puesto. Anna Evdokimovna,
su esposa, era una mujer imperiosa, de carácter estricto. Nos dejó algunos recuerdos que,
sin embargo, se refieren exclusivamente a su infancia y su primer matrimonio. Se había
casado muy pronto, a los trece años. Su esposo, Karamyshev, era un químico muy famoso
(en ese momento era raro que un noble fuera químico). Había acumulado una colección de
minerales y realizado una extensa investigación en Siberia, pero ella solo vio que él jugaba
a las cartas (era mucho mayor que ella) y tenía "una amante". Respondiendo a sus
reproches, él le había dicho: bueno, búscate también un amante. Pero Anna Evdokimovna
fue criada a la antigua, de acuerdo con los dictados de la religión, cuando aún estaba con su
madre, en las provincias, peregrinaba de un monasterio a otro, esta forma de vida
occidental le parecía tan extraña, una aberración... Ella dijo: "¿Pero cómo es esto posible?"
Y él: "Estúpido, te amo, solo necesito un amante (como él mismo expresó) para mi
'satisfacción natural'". Todo esto le parecía muy extraño, pero lo que nos importa ahora es
otra cosa.
Inmediatamente después de su matrimonio, la autora, prácticamente todavía una
niña, había dejado la casa de su marido, que había ido en una expedición científica, y se
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había mudado a la de Cheraskov, novelista y poeta. Más tarde recordaría la vida con él en
sus memorias. Cheraskov era masón, un individuo muy devoto. En su casa, Anna
Evdokimovna reanudó la oración; su marido se lo había impedido, diciendo que todo eran
supersticiones. “Al vivir con mis venerados benefactores, todo volvió a ser como antes”,
observa. “Me enseñaron a madrugar, a rezar a Dios, a pasar la mañana leyendo un buen
libro” que, precisa más tarde, “normalmente me lo daban, yo no elegía. Por suerte, aún no
había tenido la oportunidad de leer novelas, de hecho, ni siquiera sabía cuáles eran. Un día,
la conversación giró hacia los libros recién publicados y mencionaron a un tal Roman. […]
Finalmente, le pregunté a Elizaveta Vasilyevna [la esposa de Cheraskov] quién era ese
romano del que hablaba todo el tiempo y al que nunca había visto”. De hecho, pensó que
era un nombre y que Roman era un hombre. “Y luego me explicaron que no estaban
hablando de una persona, sino de libros que se llaman así; 'pero es muy temprano para que
las leas, no es bueno.'”14 Desde entonces, cuando se mencionan las novelas en la casa de
Cheraskov, la hacen salir de la habitación, a pesar de que ya es una mujer casada. ¡Y pensar
que las novelas de entonces eran tan inocentes, tan edificantes y aburridas!
Eran los años setenta del siglo XVIII. Diez años después, la madre de Karamzin,
muriendo aún joven, le dejará a su hijo un estante entero de novelas. Novelas ingenuas, sin
embargo el escritor diría más tarde que quien se conmueve por el destino de los personajes
literarios nunca será indiferente ante las desgracias ajenas. De aquellas novelas ingenuas,
un tanto ridículas, se filtraba un ideal humanista, tal vez incluso más eficaces que muchas
enseñanzas morales, escritas en forma de sermón.
No es casualidad que poco después, incluso Pushkin llamaría a su Tat'jana,
probablemente nacida hacia 1803, un "tierno soñador" (suponiendo que uno "quisiera
traducir la poesía al lenguaje de las cronologías). “Con un pensamiento triste en los ojos / Y
un libro francés sobre las rodillas”15, la protagonista de Pushkin ya vive en el universo de la
literatura:
Pensando en sí misma como una heroína
De sus autores favoritos,
O Clarissa o Giulia o Delfina,
47
Tatjana en matorrales tranquilos
Con el libro va el presidiario16.
¡Una joven de la década de 1810, una joven de provincias (Tatyana probablemente vivía
cerca de Pskov) y ya con un libro en la mano! Siente y repiensa a su manera lo que debieron
sentir y pensar los personajes de las mejores obras literarias. No en vano, Pushkin escribió:
“... propio fingendo / Del éxtasis o del dolor otra historia.”17 Nace un nuevo tipo de
individuo, como muy bien demuestra Rokotov en uno de los primeros retratos de
inspiración romántica, el de Strujskaja18. No puedo evitar citar a Zabolockij, quien escribió
sobre este retrato:
¿Recuerdas cómo de la oscuridad pasada,
Del retrato de Rokotov
de terciopelo apenas ceñido,
¿Strujckaja nos miró?
Sus ojos, como dos nieblas,
Incierto entre sonreír y llorar
Sus ojos, como dos engaños,
Cubierto en un velo de fatalidad.
Unión de dos acertijos,
Entre el éxtasis y la agitación,
En un ataque de loca ternura,
Esperando tormentos mortales,
Cuando la oscuridad avanza
Y la tormenta se acerca
Desde el fondo de mi alma destellan
Sus maravillosos ojos19.
Unos años más y veremos que una mujer joven, una doncella, se revelará capaz de lo que
los hombres ligados a la vida y al servicio del estado -esos mismos hombres atrevidos que
murieron en los reductos- no fueron capaces de hacer.
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Cuando en la plaza del Senado las ametralladoras dispersen la plaza formada por los
decembristas y comiencen las detenciones y deportaciones, es bien sabido que sucederá lo
peor. Porque lo más terrible no serán los arrestos y las deportaciones. Es interesante notar
cómo esos ciento veinte hombres que se encuentran en Siberia conservarán su
temperamento moral y espiritual mucho mejor que aquellos que escaparon de la
persecución. Terminarán en Siberia, en condiciones aterradoras, pero por otro lado no
tendrán nada más que temer. Lo peor ya lo habían dejado atrás. Los que, en cambio, se
quedarán en Petersburgo y que, hasta el día anterior, habían discutido los temas más
sediciosos, sabiendo muy bien que sólo una pura coincidencia los había salvado de la
detención y que todo podía cambiar todavía (y entonces el que había estado sentado en
Petersburgo en su estudio hasta un momento antes se habría encontrado en trabajos
forzados, encadenado); ésos, dije, vivirán diez años de terror. Y la sociedad eventualmente
degenerará. Los hombres comienzan a temer. Aparece un tipo absolutamente nuevo, el
hombre oprimido de la época de Nicolás. Más tarde, un personaje de Saltykov-Ščedrin
soñará con dormir con una pirámide de hombres uniformados (el estado) presionando
sobre su cabeza hasta aplastarla y aplanarla por completo.
La mujer, en cambio, no tiene miedo. Envía cartas a Benckendorff, como la princesa
Bolkonskaja, que le escribe en francés. Es una dama de la alta sociedad y está convencida
de que un general de caballería como Benckendorff nunca se permitiría ofender a una
dama. Y así también Nicolás I, siendo un caballero, no exigirá de una mujer las humillaciones
que exige de sus súbditos masculinos. Las mujeres resultan ser más fuertes; son estoicos,
no tienen miedo, van a Siberia, viajan en pésimas condiciones. En Petersburgo les
advirtieron: los niños que den a luz en Siberia no tendrán derecho al título de nobleza, serán
iguales a los de los campesinos. Tratan de intimidarlos, de convencerlos de que no habrá
quien los defienda de los delincuentes comunes. Más tarde los decembristas recordarán
cómo los funcionarios del zar eran mucho peores que los delincuentes comunes: entre estos
últimos se podían encontrar incluso seres humanos, entre los funcionarios casi nunca.
Pero esta heroica generación está por llegar, ahora volvamos a sus madres, las
'tiernas soñadoras'; sin embargo, sin esas madres no habrían existido estas hijas. Y como
49
hablo desde Tartu, no puedo dejar de recordar una trágica historia ligada a nuestra ciudad
que, a la vez, me parece muy propia de la época. Es la historia de Maša y Saša, las dos
hermanas Protasov, más tarde una se convertirá en Mojer, se casará con un profesor de la
Universidad de Derpt (como se llamaba entonces a Tartu). Era un cirujano famoso, alumno
de Pirogov, un hombre extraordinario. Pirogov nos ha dejado un retrato muy cariñoso de
él. La otra no tendrá tanta suerte, de hecho se casará con el profesor Voejkov, un hombre
malvado, muy malvado. Pero eso no es lo que importa. Sus biografías son sumamente
interesantes. Son biografías en las que es imposible distinguir entre vida, novela y poesía.
La vida se convierte en la encarnación de la poesía, convirtiéndose en algo muy triste,
trágico. Masha, todavía casi una niña, se enamora de un pariente suyo, el poeta Zhukovsky.
Por parte paterna, Zhukovsky es descendiente de una antigua familia aristocrática.
Su padre es el terrateniente Bunin, evidentemente antepasado del escritor Ivan Bunin,
quien estaba muy orgulloso de este parentesco. Su madre Sal'cha, en cambio, es una
prisionera turca, prácticamente una esclava. O, en todo caso, lo que entonces se llamaba
“una persona de nacimiento oscuro”. Es un hijo ilegítimo y el suyo es un apellido falso,
porque el padre le había pedido a un noble arruinado, Zhukovsky, que comía en su mesa,
que le diera su nombre al niño. Recibe una excelente educación, como sus legítimos
compañeros, o incluso mejor. La gran casa de los Bunins-Yushkovsky-Protasov es un nido
de nobles educados, casi todas mujeres. Tías, primos son todos todavía jóvenes y él es el
único varón, el mimado de la familia, aún no sabe que está marcado en la frente, desde que
nació. Hasta que de repente descubre que no es como los demás, que no tiene los mismos
derechos. Se lo aclaran bajo varios pretextos plausibles.
Cuando la madre de Masha se entera de su amor –y es una historia muy literaria y
no muy original, Rousseau ya la había descrito en Nueva Eloísa: un profesor (un burgués en
Rousseau, o en todo caso socialmente desfavorecido) se enamora del alumno, el alumno le
devuelve el amor, pero no pueden casarse, porque la sociedad tiene sus razones y sus
prejuicios–, cuando la madre se entera, se crea un abismo entre Zhukovsky y Masha
insalvable y esa casa, que hasta entonces parecía tan acogedor para él, de repente se
convierte en la casa de otra persona. La madre de Masha le hace saber que lo tolerarán solo
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si puede ocultar sus sentimientos, y Zhukovsky le da su palabra de honor. Y estos
sentimientos marcarán dolorosamente toda su vida y estarán en el centro de sus versos y
de los diarios de Maša, así como de su apasionada correspondencia. “Entonces Sasha, a
quien todos en la familia llamaban Svetlana por el protagonista de la balada de Zhukovsky,
se casa con uno de sus conocidos, el profesor Voejkov, un tipo malvado, repito, y todos se
van a vivir a Tartu, es decir, Derpt. Masha se casa con Mojer, él es un hombre magnánimo
y perdona sus sentimientos por Zhukovsky, la respeta profundamente. Mojer no solo es un
destacado cirujano, también es amigo de Beethoven y compone música. No es como ese
sinvergüenza Voejkov, es un alma noble. Se crea un atormentador enredo romántico.
Zhukovsky llega a Derpt. Las relaciones con Maša son siempre puramente platónicas, pero
no por ello menos desgarradoras. Entonces Masha está esperando un hijo y muere al darlo
a luz. Está enterrada aquí en Tartu, su tumba se ha conservado, y justo aquí, en esta tumba,
Zhukovsky escribió uno de sus poemas más hermosos por la noche:
Antes de mí
Estabas en silencio.
la mirada triste
lleno de sentimiento,
despertó en mi
el pasado feliz...
fue el ultimo
En esta tierra
te alejaste,
Silencioso como un ángel;
tu tumba,
¡Tranquilo como el cielo!
Allí encuentro todo lo terrenal
recuerdos,
Todo tipo
Pensamientos celestiales.
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Estrellas del firmamento,
¡Noche de paz!20
Por lo tanto, fueron las niñas y las mujeres las que tuvieron un gran impacto en el ambiente
moral de la sociedad alrededor de 1820. Si nos preguntamos de dónde vienen los
decembristas, definidos por Herzen como “una generación de gigantes forjados en acero”,
nos daremos cuenta de que hay varios factores a tener en cuenta: los acontecimientos
históricos, las guerras, los libros, pero también la habitación de los niños y el clima más
humano que irrumpió repentinamente en la vida familiar. Obviamente, no en todas partes,
de hecho no debemos creer que hubo muchas mujeres similares. También había
terratenientes absolutamente incultos y brutales (de hecho, eran la mayoría) y había gente
amable y silenciosa, absolutamente inofensiva, pero convencida de que el sentido de la vida
consistía en preparar pepinos encurtidos y guardar provisiones para el invierno. Eran
terratenientes a la antigua, mujeres buenas y cariñosas. Pero el hecho de que en medio de
la sociedad hubiera gente que viviera para el espíritu, y que en su mayoría fueran mujeres,
ya creaba un mundo completamente diferente.
Pero también hay que decir una palabra sobre los niños. En este universo tomó
forma una visión diferente de la infancia. Como ya he dicho, apareció poca ropa para los
niños, los niños comenzaron a jugar, pero también y pronto a leer. Es difícil identificar otra
época en la que el libro desempeñó un papel tan importante como la comprendida entre
finales del siglo XVIII y principios del XIX. El libro irrumpió en la vida cotidiana. La primera
revista infantil comenzó a aparecer en Rusia solo en la década de 1780 gracias a una
iniciativa de Novikov, editada por Karamzin y Petrov. Un poco más tarde, a principios del
siglo XIX, el libro ya era un compañero inseparable de la infancia y eran buenos títulos.
Obviamente, como las mujeres, los niños también leen novelas. Por regla general, la
biblioteca femenina, la estantería femenina, representaba la primera lectura infantil. Las
novelas me daban vueltas la cabeza. En las novelas había heroicos caballeros que salvaban
hermosas doncellas, defendían la virtud y nunca se rendían ante el mal. El niño empezó
precisamente con estas impresiones librescas que combinaban a la perfección con los
cuentos de hadas que le contaba su niñera. Una cosa no excluía a la otra. Luego aparecieron
52
otros libros, Plutarco para niños, por ejemplo21. Plutarco es un famoso historiador de la
antigüedad, autor de biografías. Por la infancia, dije, porque se trataba de elegir la vida de
los héroes griegos y romanos. Y así el niño, que acababa de pasar por la primera oleada de
lectura y se había ido identificando poco a poco con los cruzados que lucharon contra los
moros en la Edad Media, o con un caballero que se ocupaba de hechiceros y gigantes (por
cierto, don Quijote y Robinson Crusoe pronto entraron en la biblioteca infantil), este niño,
decía, también empezará a leer a Plutarco.
Los jóvenes hermanos Murav'ëv, futuros decembristas, ya habían soñado con partir
hacia Sakhalin, que creían que era una isla deshabitada, para fundar allí una república ideal,
Čoka. Estaban a punto de dar un nuevo comienzo a la historia. Desde entonces no habría
más amos ni esclavos, el dinero habría dejado de existir y todos habrían vivido según los
ideales de igualdad, libertad y fraternidad. Pero aún más fascinante para ellos fue la imagen
heroica del republicano romano. En un libro de memorias hay un detalle conmovedor: el
futuro decembrista Nikita Murav'ëv que a los seis años está apoyado contra la pared en un
baile de niños, y no baila.
Los bailes infantiles eran bailes especiales que se realizaban en la primera mitad del
día en residencias privadas o en casa del maestro de baile Iogel'. Los padres traían niños
pequeños, como de seis o siete años, pero también participaban niñas de doce, trece,
catorce años, que eran consideradas niñas casaderas, porque quince ya era una edad
adecuada para casarse. Por eso, ¿te acuerdas? – en Guerra y paz los jóvenes oficiales Rostov
y Denisov, que acaban de llegar de permiso, también participan en el baile de los niños en
Iogel's, porque en Iogel's hay señoritas y, además, los bailes de niños son más divertidos
que los de los adultos, no hay etiqueta y por lo tanto son mucho, mucho mejores.
Pero volvamos a la pequeña Nikitushka, la futura decembrista. Cuando mamá -como
es normal, la conversación transcurre en francés- le pregunta: ¿por qué no bailas?, se le
escucha responder: mamá, ¿bailaban los antiguos romanos? A lo que ella responde: claro,
cuando eran pequeños sí. Entonces Nikitushka va a bailar22. Todavía tiene muchas cosas
que “aprender, pero ya sabe que será un antiguo romano y un héroe. Sin embargo, sus
tutores no lo prepararon para esto, ya sabe matemáticas y geografía, conoce varios idiomas
53
extranjeros, solo falta un idioma: el ruso. Por eso cuando en 1812, siendo todavía un niño,
decide huir de casa y alistarse en el ejército para realizar alguna hazaña, los campesinos lo
atrapan de inmediato, convencidos de que se trata de un espía francés. Su padre es el
famoso fundador de un instituto topográfico, por lo que el chico lleva consigo todo tipo de
papeles y, además, ¡no habla ruso! Por suerte, en un momento determinado, ve a su tutor
de francés, lo llama... ¡Qué bien que no lo hayan matado! Porque podrían... La de Murav'ëv
es un tipo de infancia muy particular, que ya no capacita a los individuos para carreras o
trabajos en el estado. Estos individuos ya saben que lo peor que les puede pasar en la vida
es perder el honor, cometer mezquindades, esto es mucho peor que la muerte. Porque la
muerte, bueno, ¿qué será? ¡Todos los grandes de la antigua Roma murieron heroicamente
y la gente los envidia por ello! “No en vano, cuando en 1821 el general Ipsilanti, un griego
al servicio de los rusos que había perdido una mano en la batalla de Leipzig, llamará a Grecia
a la rebelión, Pushkin escribirá: “Empezó feliz y de ahora en adelante, muerto o derrotado,
seguirá perteneciendo a la historia. Veintiocho años, una mano cercenada, un propósito
noble, ¡qué destino envidiable!”23 Todo es envidiable: que una bala le haya cercenado la
mano... ¿qué será, una mano cercenada? Significa que ya ha sacrificado algo en nombre de
la libertad. E igualmente halagador es el hecho de pertenecer, sea como sea, a la historia.
De hecho, los hombres de hoy viven para inscribir su nombre en él, y no para rogar al Zar
por mil almas más. Y así es como nace una psicología completamente nueva en la habitación
de la infancia.
Gracias por la atención.
NOTAS
9 A. Pushkin, La dama de picas, en Id., Novelas y cuentos, tr. él. por A. Alleva, Milán, 1990,
p. 241.
10 El pud es una antigua unidad de medida rusa que corresponde a 16,3 kilogramos.
11 Lotman se refiere aquí al Retrato de la señora Marija Lopuchina, pintado en 1797 por
Vladimir L. Borovikovskij (Galería Estatal Tretyakov, Moscú) [pl. 6].
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12 V. Zhukovsky, Alina i Al'sim [Alina y Al'sim], en Id., Sobranie sochinenij: v 4 t. [Obras en 4
vols.], Moskva-Leningrad, 1959. T. 2: Ballady. Poema i povesti [vol. 2: Romancero, poemas
y cuentos], p. 57.
13 Mitrofan era hijo de los terratenientes Prostakov, protagonista de la comedia El menor
(1778) de Denis Fonvizin.
14 Vospominanija Anny Evdokimovny Labzinoj. 1758-1828 [Memorias de Anna
Evdokimovna Labzina. 1758-1828], San Petersburgo, 1914, págs. 47-48.
15 A. Pushkin, Yevgeny Oneguin, tr. él. de Giovanni Giudici, Milán, 1975, p. 169.
16 Ibíd., pág. 55.
17 En el mismo.
18 El autor hace referencia al Retrato de Aleksandra Strujskaja (1796) de Fëdor Rokotov
[tab. 7].
19 N. Zabolockij, Portret [El retrato], en Id., Stichotvorenija i poemas [Letras y poemas],
Moskva-Leningrad, 1965, p. 129.
20 V. Zhukovsky, 19 de marzo de 1823 [19 de marzo de 1823], en Id., Sobranie sochinenij,
tom 1 [Works, vol. 1], pág. 365.
21 Lotman se refiere al tratado de Plutarco La educación de los niños, que en la traducción
rusa de Stepan Pasarevyj apareció con el siguiente título: Plutarch Cheronejskij, O
detovodstve, ili vospitanie detej, Sankt-Peterburg, 1771.
22 Véase Dekabristy. Letopis va. Literaturnogo muzeja [Decembristas. Crónicas del Museo
Estatal de Literatura], Moskva, 1938, vol. 3, pág. 484.
23 A. Pushkin, Carta a V. L. Davydov, primera quincena de marzo de 1821, en Id., Polnoe
sobranie sočinenij v 10 t., izd. vtoroe, [Obras completas en 10 vols., 2 ed.], Moskva, 1957,
vol. 10, pág. 24.
55
LECCIÓN 4
El hombre del siglo XVIII vivía, por así decirlo, en dos dimensiones. La mitad del día se
dedicaba al servicio del gobierno, la otra mitad a la vida privada. Petersburgo se despertó
con el redoble del tambor; a esta señal los militares iniciaron los ejercicios y los empleados
corrieron al ministerio. El horario de trabajo se fijaba estrictamente de acuerdo con el
reglamento. Y vale la pena detenerse en esta palabra, "regulación". Fue Pedro el Grande
quien dio forma a Petersburgo y, en cierta medida, a la vida urbana en su conjunto durante
los siglos XVIII y XIX. Precisamente por eso me gustaría añadir algo sobre los proyectos del
zar. El ideal de Pedro el Grande consistía -como él mismo afirmaba- en un gobierno
"regulado", es decir, en un gobierno exacto. Exacto para él significaba dibujado con regla,
geométricamente proporcionado y organizado sobre la base de relaciones precisas: las
perspectivas debían ser rectas, los edificios construidos según los planos de los arquitectos,
todo debía ser aprobado y ratificado. Pero este ideal pronto se transformó en una norma
burocrática. Aunque originalmente tuvo sus razones (como veremos más adelante), este
sistema acabó “generando, sin embargo, una de las características y, al mismo tiempo, uno
de los principales males de la vida rusa: su profunda burocratización. Esto también da lugar
al concepto de "rango" para el que no existe un equivalente adecuado en ningún otro
idioma. Por cierto, precisamente por eso es tan difícil traducir a Gogol, y es aún más difícil
entenderlo para aquellos que están dentro de otro sistema de valores. Peter creía que la
base de todo era el servicio del gobierno y, por lo tanto, lo reguló antes que nada. No se
suprimieron los rangos, los títulos que ya existían en la Rusia prepetrina. Por ejemplo, el de
un boyardo o un stol'nik24. Estos títulos continuaron existiendo, pero dejaron de conferirse,
de modo que cuando los viejos morían, los grados desaparecían con ellos. En su lugar se
introdujo un nuevo sistema que requirió una larga elaboración. El 1 de febrero de 1721,
Peter firmó el ukaz que, sin embargo, no entró en vigor inmediatamente porque se
distribuyó a altos dignatarios para su discusión. “Hubo muchas observaciones al respecto,
56
pero Peter no las tuvo en cuenta en absoluto. Era su forma favorita de democracia: dejar
que hablen de ello y luego seguir su propio camino de todos modos. Posteriormente el
asunto pasó a consideración del Senado, luego se creó una comisión especial. Solo en 1722
entró finalmente en vigor esta ley, que mientras tanto había recibido el nombre de "Tabla
de rangos". Pero, ¿de qué se trataba realmente?
Todos los títulos existentes en el Imperio Ruso se dividieron en catorce clases, según
la antigüedad. Los altos funcionarios pertenecían a la primera clase, los más jóvenes a la
decimocuarta. Además, esta escala vertical se dividía en tipologías: ejército (distinguido a
su vez entre fuerzas navales y terrestres), administración estatal y servicio judicial. Se
necesita una discusión separada sobre la Guardia. “¿Qué significaba todo esto?
Originalmente, la idea en sí era buena: cada uno debería ocupar un puesto de acuerdo con
sus capacidades y la contribución que realmente hacía a la vida del estado. Se abolió la
distribución de los cargos en función del grado de nobleza y por tanto también el peor mal
que aquejaba a la Rusia prepetrina, a saber, el nombramiento de los funcionarios según la
familia. Una oficina especialmente creada se ocupó de este asunto. Este sistema, que se
llamó mestničestvo, era de hecho muy complicado y dio lugar a muchos escándalos,
controversias y procesos judiciales: ¿tiene derecho el hijo de Tizio a ocupar ese puesto solo
porque una vez perteneció a su padre? Incluso en medio de una campaña militar o en
vísperas de una batalla, los voivodas a menudo luchaban por el mando de las tropas. Se
inició el conteo de padres y abuelos, se revisaron las respectivas familias.
Esto, como es evidente, representó un serio impedimento para la actividad estatal.
La idea original de Pietro era igualar deberes y honores, pero pronto su esquema se
transformó en la escala burocrática de la que estamos hablando. Al instituir la Tabla de
Rangos, Peter asumió que los títulos deberían asignarse sobre la base de los méritos reales.
“La precedencia absoluta corresponde a aquellos que se han hecho dignos ante el estado”.
Pero, a decir verdad, las excepciones aparecieron desde el principio, porque esta regla no
se refería a los miembros de la familia imperial, que tenían precedencia de todos modos,
por nacimiento.
57
¿Cómo se dividió la Tabla de Rangos? Las catorce clases se distribuyeron de la siguiente
manera. Los rangos de primera clase eran muy raros y muy pocos para presumir. En el
ejército se habló de Generalissimo Field Marshal, en el servicio civil en lugar de Canciller. En
la corte, no se esperaba la primera clase. “Inmediatamente después estaban los generales
de caballería, infantería y artillería para el servicio militar, mientras que para la
administración del estado el consejero de la corona a cargo. La tercera clase (que incluía
también a los caballeros de la orden de Sant'Andrea, este honor de hecho permitía el acceso
a la tercera clase) estaba compuesta por los tenientes generales y sus homólogos civiles, los
consejeros de la corona. Luego siguió el general de división que equivalía a consejero de
estado en ejercicio o fiscal superior. Este último se refería únicamente al Senado y al Sínodo.
Era un cargo particular, atribuido a quienes tomaban el lugar, por así decirlo, del zar, que
no asistía habitualmente a las sesiones. El grado de general de división del ejército
correspondía al de coronel de la Guardia. Ahora es el momento de hablar de la Guardia. No
había grados superiores al de coronel en la Guardia. “Por lo general, era el zar quien
ocupaba el puesto de coronel de los regimientos de la Guardia; sin embargo, esto no impidió
que este último tuviera otros coroneles. Si un miembro de la Guardia pasaba al ejército,
recibía un rango extra. Es decir, si hubiera sido coronel, es decir, una persona de cuarta
clase (como se decía entonces), de paso por el ejército habría llegado a ser tercero o incluso
segundo: no había una regla fija, normalmente se añadían uno o dos grados... Por lo tanto,
hablando de grados en las fuerzas armadas y contando las cintas de los oficiales de la
Guardia, siempre hay que calcular algo más. La quinta clase estaba formada por brigadistas.
Este es un rango bastante extraño: originalmente era un rango intermedio entre general y
coronel, pero fue abolido a mediados del siglo XVIII y desde entonces se ha convertido en
objeto de comentarios irónicos. El término "brigadier" de hecho indicaba una persona que
se había ido, porque su rango ya no existía. De ahí viene el título de la obra homónima de
Fonvizin. Un brigadier no era ni general, ni coronel, ni ave ni ave. Por lo general, este rango
se otorgaba a alguien que ya había alcanzado la cima de su carrera y "nunca se convertiría
en general". Al general de brigada le siguieron coroneles, tenientes coroneles, mayores
(también suprimidos, en ocasiones) y así sucesivamente, hasta la decimocuarta clase.
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Simultáneamente a la asignación de rangos, tuvo lugar la distribución de beneficios y
honores. El estado burocrático había creado toda una escala de matices y gradaciones que
hoy nos resultan incomprensibles. Déjame citar. Todos hemos leído The Reviewer25 y lo
hemos visto en el teatro, y recordamos cuando Khlestakov empieza a dispararle, se deja
llevar (todavía no se ha hecho pasar por comandante supremo, acaba de empezar a mentir)
y dice: "... hasta en los sobres me escriben: 'Su Excelencia'".26 ¿Qué significa esto? ¿Por qué
los funcionarios de Gogol están tan asustados y empiezan a balbucear: "Vo-vo-vo... Su
Excelencia"? ¿Qué pasó? El caso es que entonces era necesario dirigirse a cada uno según
su rango. Para las personas de primera y segunda clase la fórmula era "Su Alta Excelencia".
Para el zar había toda una serie de denominaciones separadas a las que volveremos más
adelante.
Por lo tanto la primera y segunda clase eran "Su Alta Excelencia", mientras que la
tercera y cuarta "Su Excelencia". Como resultado, Khlestakov, que es un registrador
colegiado (el rango más bajo, el decimocuarto, ¿recuerdas cómo lo llama Osip, "pequeño
registrador estúpido"?), O bien se asigna directamente el tercero (teniente general,
consejero de la corona o caballero de la orden de San Andrés), o el cuarto. Pero entonces
podría ser un general de división, un consejero de estado en funciones, o –y esta es la
hipótesis que más asusta a los funcionarios– fiscal superior del Senado. Porque este último
es el auditor del Senado encargado de investigar los delitos. En realidad, ya que estamos en
una biblioteca universitaria, debemos agregar que el título de “Su Excelencia” también
estaba reservado para el rector de una universidad, independientemente de su rango real.
De hecho, había un gran respeto por la universidad.
El quinto rango, el "congelado" de brigadier, era "Su Ilustre Nobleza". Luego vino "Su
Alta Nobleza" y por último - del 9 al 14 grado - "Su Nobleza". Por cierto, el título de "Su
nobleza" generalmente se dirigía a cualquier aristócrata, independientemente de si
ocupaba un puesto en la administración estatal o no.
Solo las denominaciones reservadas “para el zar habrían sido suficientes para una
enciclopedia. “Augustísimo Soberano”, “Monarca Misericordioso”... Había una fórmula
diferente para cada dossier. Pedro incluso reguló la esfera espiritual. A los metropolitanos
59
y arzobispos era necesario decir "Su Altísima Santidad", a los obispos "Su Santidad",
mientras que a los archimandritas, igumens y protopopes "Su Altísima Reverencia" ya los
sacerdotes "Su Reverencia".
Este intento de encauzar la vida hacia los estrechos espacios de la burocracia
también se extendió a las mujeres. En la tabla de grados se decía expresamente: “Todas las
muchachas cuyo padre esté inscrito en la primera clase, hasta que encuentren marido, han
de ser clasificadas por encima de todas las esposas de la quinta clase, y precisamente por
debajo de las esposas de los generales de brigada y por encima de las de los brigadieres,
mientras que aquellas cuyo padre esté en la segunda clase por encima de todas las esposas
de la sexta clase, es decir, por debajo de las de los brigadieres y por encima de las de los
coroneles. “Y las niñas cuyos padres están en la tercera clase por encima de las esposas del
séptimo, es decir, por debajo de las de los coroneles, pero por encima de las de los tenientes
coroneles y así según los grados. En la corte, las damas y doncellas, una vez que hayan
adquirido sus cargos efectivos, recibirán los siguientes grados.”27 A continuación se
presenta la lista completa de los rangos femeninos. En verdad, Pedro especifica que “no se
requiere la observancia de cada rango cuando alguien se encuentra como buen amigo o
vecino, ni siquiera en asambleas públicas, sino por ejemplo en la iglesia, durante los
servicios divinos o en la corte durante las ceremonias y audiencias de embajadores,
banquetes solemnes, bodas, bautizos y otras solemnidades públicas similares como los
funerales”28. “Pero Pedro no se limitó a dictar la ley: también estableció inmediatamente
las penas para los transgresores. Y decidió que quien pretendiera pertenecer a un rango
superior o, por ridículo que parezca, a uno inferior (cediendo, por ejemplo, a uno de sus
inferiores) tendría que pagar una multa equivalente a dos meses de salario. De esta suma,
un tercio iría al informante, mientras que dos tercios al estado. Entonces sucedió que la
gente trabajaba sin paga. Bajo Peter sucedió con bastante frecuencia. Menshikov incluso
privó a los funcionarios de sus salarios, argumentando que ya estaban aceptando
suficientes sobornos. En consecuencia, quienes trabajaban sin salario debían pagar una
multa "igual al salario de quien lo iguala en rango".
60
Con el tiempo, estos rangos burocráticos comenzaron a proliferar. Más tarde,
Vyazemsky se asombró al anotar en su diario las palabras de un extranjero que le confió
que en Petersburgo había amado a una dama de duodécima clase que vivía en la séptima
línea. Todo tenía un número. Por ejemplo, bajo Anna e Elizabeth se estableció que algunas
"damas pertenecientes a ciertas clases podían usar bordados dorados en sus vestidos, otros
plateados. ¡Incluso se decretó qué tamaño debían tener los cordones!
Otra circunstancia más resultaría ser muy importante. En el siglo XVIII, durante el
reinado de Pedro, se organizó el servicio postal. En las postas había caballos, y los que
viajaban por motivos de trabajo o incluso por necesidades propias, con salvoconducto, o
con viáticos, una vez llegados a la estación, dejaban allí los caballos cansados para
reponerlos por otros frescos. Los mensajeros que transportaban envíos estatales urgentes
tenían prioridad absoluta. Luego venían los oficiales, cada uno según su rango. Los
individuos de primera, segunda y tercera clase podían llevar doce caballos, los siguientes
ocho, hasta las últimas cuatro clases, que debían contentarse con dos. Pero a menudo
pasaba un general y se llevaba todos los caballos, así que si no tenías un rango, te sentabas
en la estación y esperabas.
Además, el grado tenía que aparecer obligatoriamente en todos los documentos. Si
comprabas o vendías algo, tenías que escribir tu rango en la escritura, por ejemplo:
“Teniente de Guardia en excedencia”. Un famoso amigo de Pushkin, el príncipe Golitsyn,
fue un raro ejemplo de un noble que nunca había servido al estado y, por lo tanto, incluso
de anciano, se firmaba a sí mismo como "menor"29. También son muy curiosos los extraños
rituales epistolares que se crearon. Tengo aquí conmigo un libro muy interesante, publicado
en 1825 por el profesor Yakov Tolmachev y titulado Elocuencia militar. Contenía
instrucciones sobre cómo completar varios documentos, así como todas las muestras de
discurso que "un oficial puede dar". Pero no solo eso: también proporcionó información
muy útil sobre cómo redactar una escritura. Los manuscritos debían ser claros, ordenados,
sin faltas de ortografía; además, no debía haber posdatas en los informes militares. “Cuando
un superior escribe a un subordinado, generalmente, indicando nombre, rango y apellido,
escribe sólo el apellido de su puño y letra; cuando, en cambio, un subordinado escribe a un
61
superior, debe escribir personalmente su nombre, rango y apellido”30. “En consecuencia,
si un subordinado escribía a un superior (obviamente era el escriba quien escribía, porque
no había máquinas de escribir) y sólo ponía su firma de su puño y letra, se consideraba un
delito y podía estallar un escándalo. Hay un caso bien conocido de un senador que,
habiendo llegado a una localidad para una inspección, se dirigió al gobernador (y el
gobernador era un conde Mamonov muy altivo) escribiendo "Mi misericordioso señor" en
lugar de "Misericordioso señor". Entonces el gobernador se ofendió y le había respondido
por carta: “Dios, mi, mi “misericordioso señor”, para demostrarle que el posesivo estaba
fuera de lugar en ese caso. Ahora ya no prestamos atención a ciertas cosas. Como, por
ejemplo, la ubicación de la fecha en una carta. En ese momento, los superiores lo colocaron
en la parte superior, los subordinados en la parte inferior. Si un subordinado cometía un
error y lo redactaba, podía meterse en serios problemas.
Así fue que la burocracia creció anormalmente. Nacía lo que hoy llamaríamos
“planificación de la edificación”: las fachadas de los edificios de propiedad privada se
construían según tipologías ratificadas por el Zar. Esas maravillosas villas del siglo XVIII que
tanto alegran nuestros ojos y que nos esforzamos por todos los medios en conservar (y en
cambio derribarlas todo el tiempo) solían construirse sobre la base de un esquema
preestablecido. Quiero leerles un documento curioso, titulado Instrucciones para un
cochero particular (es decir, el que va por la ciudad con sus propios caballos).
Aparentemente, no tenía derecho a vestirse como quisiera: “En invierno y otoño, los abrigos
de piel y los caftanes también pueden ser del estilo deseado, pero las gorras son rusas, con
la punta de tela amarilla y el forro negro, de piel de oveja, y el cinturón amarillo, de lana. En
verano, del 15 de mayo al 15 de septiembre, visten camisas de lino blanco y gorras negras
con banda de lana amarilla en lugar de los ejemplares entregados a los puestos policiales,
con cinturones igualmente amarillos. Es decir, los modelos a utilizar se suministraron
directamente a la policía.
El mismo argumento era aún más cierto para los uniformes, cuyo corte ya se había
establecido bajo Pietro a partir de los de la Guardia. Peter había presentado un uniforme
verde para el regimiento Preobrazhensky y uno azul para el Semyonovsky [pl. 8-9]. Toda la
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infantería de la Guardia usaría más tarde uniformes verdes. El uniforme era relativamente
sencillo, solo los oficiales vestían galones de oro o plata. La diferencia estaba principalmente
en las armas. Aquí se ve dibujado un fusilero (del término fusil, "rifle") de la era Petrina,
perteneciente al regimiento Preobrazhensky. En su mano sostiene una bayoneta escupida
y la está enganchando en el rifle. Viste un uniforme verde y una porte-épée sobre su
hombro. Aquí, sin embargo, vemos suboficiales y un soldado del regimiento
Preobrazhensky. Los suboficiales empuñan alabardas, el emblema del suboficial. “Este es
un soldado en su lugar. Como puede ver, el granadero del regimiento Preobrazhensky
llevaba un tocado peculiar. ¿Recuerdas en Pushkin: “El brillo de estos yelmos cupríferos, /
Atravesados por balas en la batalla”31? Los tocados de los soldados muertos, atravesados
por las balas, se repartían entre los demás en señal de distinción, por lo que los veteranos
disponían de cascos de granadero de cobre, agujereados. O aquí hay un oficial de
guardaespaldas del regimiento Semyonovsky. Entendemos de inmediato que es un oficial
del galón de oro o plata que se aplicaba exclusivamente en las gorras, mangas y uniformes
de los oficiales. Su sello distintivo era el bastón y la gorguera del oficial. El del soldado estaba
hecho de lona rugosa, este es de tela. Tenga en cuenta que el oficial está representado
contra el fondo de Ivangorod, Narva se puede ver en la distancia. Aquí, en cambio, hay un
bombardero de un regimiento de artillería frente al Kremlin, tiene una bomba corta que se
deslizó en su alabarda, como puede ver. El mismo Peter era un bombardero del regimiento
Preobrazhensky bajo el nombre de Pyotr Alekseev. Aquí, en cambio, ves a un oficial y un
simple soldado del regimiento Corazzieri, que obviamente se distinguía por su armadura.
Los componentes de este regimiento eran todos de gran estatura, por ser caballería pesada,
y sus caballos eran enormes, a diferencia de los de los húsares, que en cambio componían
la caballería ligera. El regimiento de húsares estaba formado por pequeños caballos
esteparios y hombres no especialmente altos. Aquí ves a un oficial con una coraza plateada
y un soldado con su coraza de acero azul claro. “Pero con el paso del tiempo, las cosas se
complicaron y, a partir de Pablo I, la elección de los uniformes se convirtió en la ocupación
favorita de los zares. Incluso Alejandro I –aunque era una persona culta, de amplios
intereses, metido en complejos asuntos de Estado– pasaba horas y horas sentado con
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Arakcheev discutiendo sobre el ancho de los dobladillos, el color de las solapas o el largo de
las porte-épeés. Las disposiciones a este respecto se sucedieron en un flujo continuo. Tengo
un libro aquí en mi mano, la Colección de Leyes. Una parte considerable de este volumen
está dedicada a los cambios que se deben realizar en los uniformes y cómo usarlos. Aquí,
por ejemplo, abro al azar, Sobre los uniformes del cuerpo de cadetes: “En el segundo cuerpo
de cadetes es necesario cambiar los uniformes del estado mayor general, ayudantes del
cuartel general, suboficiales y cadetes. Todos los uniformes deben ajustarse a dos modelos
precisos” y la descripción seguida. Cada modificación fue aprobada personalmente por el
emperador.
Tanto Paolo como Alessandro, Nicola o el Gran Duque Constantino no hacían más
que ocuparse de los uniformes. Se había convertido en una auténtica locura. Les contaré un
episodio famoso de la vida del decembrista Lunin. El gran duque Constantino, que vivía en
Polonia y comandaba el regimiento de Lituania, así como las tropas rusas en Polonia, estaba
completamente obsesionado con los uniformes. Para los ulanos había inventado uno nuevo
con una avalancha de cuerdas, correas y demás. El decembrista Lunin, que sirvió en Varsovia
en el regimiento de Ulanos de la Guardia y gozó del favor del Gran Duque, apostó a que
demostraría las "consecuencias" de semejante uniforme. Hizo alinearse a los ulanos y les
ordenó: "¡Abajo!" y todos saltaron, luego gritó: "¡Monten a caballo!" y todos saltaron sobre
sus caballos. Ni una sola correa quedó intacta. El gran duque se echó a reír y exclamó: “¡Eh,
él sabe más que el diablo!”32 Todos esos uniformes ciertamente no estaban diseñados para
pelear. Parece que una máxima del gran duque era: "La guerra desperdicia el ejército". El
ejército es necesario, pero no para la guerra. Una vez se cita al gran duque diciendo: "Mata
a tres soldados y muestra uno". En otras palabras, tres soldados tuvieron que ser exprimidos
hasta “la muerte, el cuarto, el que hubiera sobrevivido al entrenamiento, habría sido un
buen soldado.
Así fue como se configuró ese gigantesco aparato burocrático en el que el rango
servía de estímulo esencial. Un rango que, sin embargo, pronto terminó por desvincularse
del trabajo real, convirtiéndose en pura ficción. Por ejemplo, ese rango que tanto
obsesionaba a Gogol es, al fin y al cabo, sólo una realidad ficticia. Tanto es así que el loco
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Poprishchin tiene razón cuando dice sobre el rango: "... no es una cosa visible que se pueda
tomar en la mano. Como es un caballero de la cámara, no le crece un tercer ojo en la frente.
Y su nariz ciertamente no es de oro, sino la mía y la de cualquier otro; lo usa para oler, no
para comer, para estornudar, no para toser. Varias veces ya he tratado de entender de
dónde vienen todas estas diferencias. ¿Por qué soy consejero titular y en qué sentido soy
consejero titular?”33 Rango es una palabra fantasma que se cierne sobre la vida y la
gobierna. Pero la vida sigue siendo vida y ni siquiera entonces renunció a oponerse con
todas sus fuerzas al principio del rango.
Vamos a empezar desde el principio. Pietro quería que la Tabla de rangos
proporcionara privilegios a cambio de servicios efectivos y, como él mismo afirmó, para
distinguir a los parásitos, aquellos que no trabajaban para el Estado de aquellos que en
cambio se habían distinguido por sus méritos. Por ello estableció que, antes de recibir el
primer grado de oficial, cada noble debía servir en el ejército por un período no despreciable
como simple soldado. Pero la vida pronto comenzó a eludir estas reglas. ¿Recuerdas el
comienzo de La hija del capitán? “Estaba todavía en el vientre de mi madre”, escribe Grinëv,
el protagonista de este largo relato de Pushkin, “que ya estaba enrolado en el regimiento
Semyonovsky con el grado de sargento, gracias a la bondad del mayor de la Guardia Príncipe
B., nuestro pariente cercano. Si, más allá de toda expectativa, la madre hubiera dado a luz
a una hija, mi padre habría "anunciado a las autoridades correspondientes la muerte del
sargento que no se había presentado, y ahí habría terminado el asunto". Se me consideró
en excedencia hasta el final de mis estudios.”34 Y ciertamente no era un caso raro. Pero, a
decir verdad, para poder permitírselo había que gozar de protección en la capital, tener allí
un pariente o conocer a un notable, o dar un soborno en las oficinas del regimiento. Los que
no tenían tales posibilidades, como el poeta Deržavin, servían como privado hasta el
vencimiento del plazo fijado. Por otro lado, aquellos que tenían santos en el cielo se
comportaron como los padres de Grinev: inscribieron al recién nacido en algún regimiento
u oficina y luego lo pusieron de licencia. Mientras tanto, pasaba el tiempo y el muchacho,
cuando se presentó por primera vez en el regimiento a los catorce años, recibió de
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inmediato el grado de sargento y luego paulatinamente todos los demás, sobre todo si
gozaba de la protección de alguien.
La vida se opuso al principio burocrático con trampas y abusos de todo tipo.
Aparentemente parecía que el sistema petrino, a fuerza de decretos, leyes y ordenanzas,
había eliminado cualquier tipo de arbitrariedad e irregularidad. Se promulgó una cantidad
impresionante de leyes, volúmenes enteros así de altos. Pero no se hicieron cumplir, de
hecho, muchos ni siquiera se suponía que lo hicieran. Como ejemplo, durante el reinado de
Catalina II, se promulgó varias veces una ley que prohibía la aceptación de sobornos. Pero
como nunca hubo una ley que permitiera tomarlos, ¿por qué ratificar por segunda vez la
misma prohibición? Sino porque Caterina sabía muy bien que ni lo uno ni lo otro serían
respetados. Es más, a estas alturas ya había decidido hacer la vista gorda ante todo el asunto
y reírse mucho. Ese conocido corrupto de Vorontsov lo llamó "Bolsillo grande de
Romanone", y a otro colega suyo le había regalado un bolso tejido, para que metiera los
sobornos dentro. “Él sabía perfectamente que si echaba a un ladrón, saldría otro. Una vez
incluso le dijo a Deržavin, con el cinismo lúcido que la distinguía, que este gobernador
general al menos ya había robado a voluntad, uno nuevo en cambio solo comenzaría en ese
momento. Tales caracteres eran indelebles, pues el Estado los combatía sólo de palabra,
cuando en realidad los había creado con sus propias manos. De hecho, junto con la Tabla
de Rangos, Peter había establecido el principio mismo del favoritismo. Durante su reinado
este fenómeno aún no tenía un valor negativo: los favoritos de Pedro no estaban ligados a
él por ningún engaño, eran simplemente sus amigos. No fueron muchos y no todos
terminaron bien, pero seguían siendo sus favoritos a los que se les permitió lo que por ley
no debería haber sido. Más tarde, cuando las zarinas comenzaron a gobernar, el favoritismo
se convirtió en una “especie de institución estatal. Tomemos a Catherine: Pushkin tenía
razón cuando dijo que "la avidez de placer de esa mujer astuta fortaleció su poder". Algunos
de sus favoritos se convirtieron en importantes estadistas, por ejemplo Potemkin, mientras
que otros eran simplemente jóvenes depravados. Algunos fueron modestos, es decir, se
contentaron con regalos por valor de millones de rublos y decenas de miles de almas como
regalos, sin involucrarse en la política. Esta fue la actitud de Dmitriev-Mamonov o
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Zavadovsky. Otros en cambio aspiraban a posiciones de liderazgo, como Platon Zubov, el
último de los favoritos y también el más terrible. Pero, en cuanto a robar, todos robaron,
sin excepción. Potemkin, un hombre de indudable talento y amplio ingenio, era un maestro
ladrón. Hizo todo muy bien, incluso robar. Una vez se llevó a todos los hombres reclutados
para ese año. Ya estaban listos para servir en el ejército cuando Potemkin los tomó de
repente para sus tierras. ¡Él los robó! Con él, los robos contra el estado adquirieron
dimensiones gigantescas... En el frente, donde Suvorov vivía en una tienda, hizo construir
un palacio completamente de mármol. En su Viaje de Petersburgo a Moscú, Radishchev
relata que en la época de Potemkin, los correos estatales iban y venían de Petersburgo para
traerle ostras. Nada más fácil para él que, digamos, invitar a un violinista italiano a tocar
solo una vez frente a las tropas y luego enviarlo de regreso. Sin embargo, estos abusos -que
en realidad alegraban al gobierno teóricamente llamado a combatirlos- seguían
oponiéndose al mundo burocrático. Pero no eran el único elemento en contradicción. Las
costumbres establecidas también fueron una herramienta para resistir la burocratización
de la existencia. La vida tenía sus leyes, y estas leyes no podían desglosarse en párrafos,
pero eludían cualquier sistematización. “Así, por ejemplo, a lo largo del siglo XVIII, aunque
Pietro había tratado de atribuir un número y un grado a todo, la importancia de la
institución familiar seguía siendo absolutamente central. Cuando dos personas se conocen,
lo primero que hacen es averiguar si tienen algún familiar en común. Se preguntaron si por
casualidad la abuela no sería hermana de fulano de tal, y así resultó que la vecina había
bautizado a los hijos de su abuelo, o había servido en el mismo regimiento que su bisabuelo.
Estos vínculos implícitos ejercieron una influencia extraordinaria y no necesariamente
tuvieron efectos negativos. Entre las costumbres que contradecían el sistema de rangos
había una muy particular y compleja: el duelo. Los duelos estaban oficialmente prohibidos.
Pietro había ordenado colgar a los que se desafiaban a duelo, así como a sus padrinos. Esta
ley nunca fue derogada, por lo que después de cada duelo (que siempre acababa ante el
tribunal militar) los jueces pretendían tener que decidir si ahorcar o no a los duelistas. Pero,
por supuesto, ni siquiera pensaron en ello. Todos los zares -Catalina II, Alejandro, pero
especialmente Nicolás- desaprobaron los duelos. Sin embargo, erradicar esta costumbre
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era imposible porque, además de las disposiciones de los comandantes, “existían también
las leyes no escritas de los regimientos, basadas en el concepto de honor y no siempre
coincidentes con las necesidades del gobierno. Pero eso no los hizo menos importantes.
Cualquiera que rompiera estas reglas ya no podría continuar siendo parte del regimiento.
Los oficiales forzaron la renuncia de compañeros que habían sido culpables de actos
deshonrosos. Pero también podrían matarlos en un duelo. Estas reglas internas basadas en
el honor no siempre fueron humanas, sin embargo tuvieron un efecto positivo, porque
ayudaron a crear una suerte de opinión pública, a establecer un juicio moral o unos límites
que no podían ser sobrepasados. No en vano, Nicolás I trató de todas las formas posibles
de oponerse a estas leyes no escritas. Pero, para que el duelo no se convirtiera en asesinato,
era necesario que se llevara a cabo de acuerdo con las reglas. Para esto había padrinos: las
normas, las condiciones del duelo tenían que quedar registradas en el acta. Y los padrinos
tenían que comprobar, por ejemplo, que no se descargara una pistola, como en el duelo
entre Grushitsky y Pechorin. Aquí tengo una pistola de verdad en la mano, de las que se
usan para los duelos [tab. 10]. Aquí se metió el pedernal, aquí en cambio la pólvora, luego
se metió el taco, con un mazo especial de madera se golpeó esta bala esférica de metal
fundido y, desde una distancia convencional previamente establecida, se disparó.
Podríamos dar muchos más ejemplos, pero, llegados a este punto, hemos esbozado dos
direcciones fundamentales, la burocracia y la vida, que estaban en pugna entre sí. Según los
casos, uno u otro tenía la sartén por el mango y esta alternancia se reflejaba en el rostro de
la realidad en la que vivía inmerso el individuo de la época.
NOTAS
24 Un título que en la Rus medieval indicaba la persona que servía a los príncipes y zares en
la mesa durante los banquetes solemnes.
25 Nota comedia de N. Gogol.
26 N. Gogol', The reviewer, editado por E. Magnanini, Venecia, Marsilio, 1990, p. 157.
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27 Tabel’ o rangach vsech činov... [Tabla de rangos de todos los cargos...], Moskva, 1722,
pp. 10-11.
28 Ibíd., pág. 9.
29 El término no se refiere a la edad sino a la incapacidad de alcanzar un rango.
30 de enero Tolmačev, Voennoe krasnorečie, osnovanoe na obščich načalach slovesnosti
[Elocuencia militar, basada en los principios generales de las bellas letras], Sankt-Peterburg,
1825, segunda parte, p. 120.
31 A. Pushkin, El jinete de bronce, en Id., Poemas y letras, tr. él. por T. Landolfi, Milán,
Adelphi, 2001, p. 361.
32 D. I. Zavališin, Dekabrist M. S. Lunin [El decembrista M. S. Lunin], “Istoričesky vestnik”,
1880, no. 1, pág. 148.
33 N. Gogol', El diario de un loco, en Id., Tales of Petersburg, tr. él. por E. Guercetti, Milán,
BUR, 1999, pp. 417-419.
34 A. Pushkin, La hija del capitán, en Id., Novels and Stories, cit., p. 283.
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LECCIÓN 5
¡Buen día!
La última vez vimos cómo en el siglo XVIII la existencia del individuo dentro del imperio
"bien regulado" que quería Pedro el Grande se basaba en la oposición entre el orden
burocrático de la máquina estatal y la vida viva que se rebelaba contra ese orden, en un
intento de destruirlo. Pero la realidad histórica, con sus contradicciones y complejidad,
también jugó un papel esencial. Y entre los grandes acontecimientos del período que nos
ocupa, habrá que recordar en primer lugar la guerra de 1812.
La Guerra Patriótica de 1812 resultó ser un evento de incalculable importancia, que
conmocionó la vida de todas las clases de la sociedad rusa, si no de toda Europa. Las guerras
en Europa nunca habían parado desde 1792 y estallaban ya en el Rin, ya en Italia, para luego
apoderarse de Inglaterra o España y extenderse hasta Egipto. Pero cuando las hostilidades
se extendieron a todo el espacio ilimitado que se extendía desde Zaragoza hasta Moscú, o
cuando el imperio de Napoleón era por un lado y "el destino de todos los pueblos europeos
por el otro", los acontecimientos adquirieron tales dimensiones y tal grandeza que las
barreras erigidas artificialmente empezaron a ceder. Y ese ejército que había sido creado
para los desfiles y que tenía que moverse a paso de baile, acompañado por el redoble de
los tambores y la música de las flautas, ese ejército donde se hablaba de adornos de pieles
e insignias, ciertamente no era el ejército que necesitaba la historia. La historia quería un
ejército popular, un gran esfuerzo de masas, así como innumerables víctimas. El curso de la
historia se apoderó de los desfiles. Esto revolucionó muchos aspectos de la vida del
individuo, y sobre todo de su mundo espiritual. Hombres (porque al final son precisamente
ellos los que tratamos, las condiciones externas que les influyen en la vida cotidiana y en su
crecimiento interior), los hombres -dije- que pasaron por este fuego acabaron descubriendo
cosas completamente diferentes. Para comprender en profundidad la frase pronunciada
70
por el decembrista Bestužev que tantas veces hemos oído repetir ("Somos los hijos de
1812"), debemos sumergirnos en el ambiente particular de ese año. Obviamente todos
sabemos, por los recuerdos escolares y por nuestras lecturas, lo que fue la guerra de 1812
y la batalla de Borodino, y luego la guerra de 1813, la Batalla de las Naciones en Leipzig y
las de Bautzen y Kulm, y luego Montmartre, la toma de París, recordamos bien estas cosas.
Pero una cosa es leerlos en las páginas de un manual o de un libro de historia,
considerándolos desde la distancia temporal que nos divide; otra es verlos desde adentro,
con los ojos de los hombres de la época. En ese caso, ciertas cosas seguramente nos
parecerán diferentes. Y hoy, hablándote de los hombres de 1812, por no hablar de los
generales de 1812 que ya conoces muy bien. Sobre una guerra completamente diferente,
dijo el gran poeta Aleksandr Tvardovsky, ¿lo recuerdas? “Las ciudades son entregadas por
los soldados y conquistadas por los generales.”35 Y así es, los soldados entregan las
ciudades y llevan todo el peso de la guerra sobre sus hombros. Por importante y magnífico
que sea el sonido de los nombres de los generales de 1812 (en el Palacio de Invierno en la
Galería de 1812 todavía se pueden admirar los rostros sobre los que escribió Pushkin,
¿recuerdas? “Y me parece oír sus gritos de guerra. /Muchos ya están muertos; otros cuyos
rostros/ parecen tan jóvenes en los retratos deslumbrantes, /son viejos ahora y en silencio
deshechos, / Bajo la corona de laurel”36), al final siguen siendo generales. Pero la guerra
no concierne sólo a los generales, los soldados también hacen la guerra, y para el tema que
ahora nos ocupa tendremos que centrarnos sobre todo en la juventud, es decir, en esa
generación de jóvenes oficiales de noble extracción, cuya vida, en el verdadero sentido de
la palabra, comenzó en estos campos del verdadero sentido de la palabra, comenzó en estos
campos de batalla. Debemos tratar de imaginar en qué medida cambia la existencia de un
oficial que se encuentra en medio de un combate. Primero, la guerra abolió muchos detalles
inútiles de la vida militar, que sin embargo se consideraban obligatorios en tiempos de paz.
No más desfiles, no más despertadores, porque en la guerra no hay nadie que te despierte
o te diga que te vayas a dormir, el enemigo se encargará de estas cosas. De hecho, es él
quien decide cuándo los soldados pueden acostarse o cuándo deben permanecer de pie. Ya
en el siglo XVIII el poeta Tredjakovskij había dicho: “No se apresura al redoble de
71
tambores”.37 Aquí no hay tambores ni desfiles, sino guerra. Un soldado ya no tiene que dar
cuenta o no de sus insignias o de sus botas relucientes, porque aquí se aplican criterios
diferentes. Pero, y esto es lo que realmente importa, los jóvenes oficiales se encontraron
en contacto con los soldados. Hasta entonces un joven aristócrata, comandante de una
compañía o de un batallón, veía a los soldados sólo durante el entrenamiento: llegaba a las
ocho de la mañana y hacia el mediodía o la una se iba. El ayudante de campo se encargó del
resto. Ahora, sin embargo, el soldado y el oficial se encuentran uno al lado del otro. Y en
breve veremos la enorme influencia que tendrá esta circunstancia.
Pero eso no es todo. En 1812 y en general en esa época, la guerra era de maniobra,
no se cavaban trincheras. Incluso en las batallas más importantes, como la de Borodino,
confiamos en modestas fortificaciones erigidas apresuradamente. Por eso cuando en La
desgracia de ser inteligente Skalozub exclama: “El tres de agosto; estábamos en las
trincheras: a él le concedieron la escarapela, y yo la cinta al cuello”38, no es más que una
ironía. En primer lugar, el autor nombra un día en que los regimientos de Jäger no
participaron en la batalla, en segundo lugar, "estábamos en las trincheras" significa que
estaban en algún lugar en la retaguardia. Y entonces la guerra fue una de movimiento. Y en
este caso concreto había comenzado con una retirada. El 1.er Ejército se arrastró por la
antigua carretera de Smolensk y luego, tras reunirse con el 1.º, también el 2.º. El ejército
formó una densa columna, de treinta a cuarenta verstas de largo. “Un oficial montado
podría cubrir esta distancia en cuestión de horas; ir a ver a un amigo, hermano o vecino de
hacienda en el siguiente regimiento era por lo tanto muy sencillo. De hecho, todos los
jóvenes rusos se encontraron en el camino a Smolensk. Todos se conocieron, nacieron
amistades fraternales. Si los generales, quizás, todavía tenían carruajes, camilleros y dinero
a su disposición (los soldados en ese momento comían a sus expensas, todo había que
comprarlo y el campo había sido saqueado), los oficiales pronto perdieron sus carruajes, los
camilleros "desaparecieron quién sabe dónde y los siervos cocineros se quedaron atrapados
en algún otro pueblo". Los hermanos Murav'ëv (este es de hecho el diario del general
Murav'ëv-Karsky, que luego se hizo famoso) se encontraron con abrigos quemados y
andrajosos, uno cayó enfermo. Las chozas de los campesinos estaban abarrotadas, los
72
heridos yacían por todas partes y eran arrojados a un rincón. Las condiciones de vida eran
incómodas, había estallado el tifus, los piojos proliferaban. Así fue como esos jóvenes que
habían pasado su infancia en Suiza y habían sido educados por tutores extranjeros, de
repente vieron Rusia. Vieron a la gente y su sufrimiento. Se conocieron y juntos recibieron
el bautismo de sangre.
Para empezar, quiero darles un ejemplo. En 1812 el joven Aleksandr Čičerin cumplió
diecinueve años (a los veinte lo habrían matado). Čicherin caerá en la batalla de Kulm o,
más exactamente, será gravemente herido y morirá en el hospital de Praga, donde todavía
está enterrado en el cementerio ruso (su tumba se ha conservado). En ese momento,
Čičerin todavía era básicamente un niño y llevaba un diario, obviamente en francés. De su
educación se había ocupado Malherbe, un tutor suizo bastante conocido en Moscú, el
mismo que también había dado lecciones al decembrista Michail Lunin, quien lo recordará
entre las personas que más lo influyeron.
Pero veamos de qué hablan estos jóvenes, cuáles son sus impresiones. Este oficial
del regimiento Semyonovsky que aún no ha cumplido los veinte años se encuentra en la
misma tienda con el príncipe Sergei Trubeckoj, el futuro decembrista, así como el
desafortunado dictador del 14 de diciembre, luego exiliado durante décadas. Junto con
Yakushkin, también futuro decembrista y exiliado, visita otro futuro decembrista, Mikhail
Orlov. Y tal vez hasta el propio Čicherin, si no hubiera sido alcanzado por una bala disparada
por el cuerpo de ejército del mariscal Vandamme, tal vez habría terminado en Siberia...
Pero, ¿qué escribirá este joven?
El Diario de Aleksandr Čicherin, 1812-1813 comienza inmediatamente después de la
batalla de Borodino. También existieron diarios anteriores, pero se han perdido. El autor
escribe sobre sus impresiones, dibuja... Como él mismo señala, después de Borodino y antes
de llegar a Moscú "en un día hice tres bocetos y escribí dos capítulos". Su actividad literaria
nunca cesa, y esto es muy interesante. Interesante porque no se trata de observaciones
librescas o estilizadas; en este diario está esa vida "aleatoria", cada día que es la vida real,
real. “Después de la batalla de Borodino nos preguntamos sobre las sensaciones que uno
tiene al ver el campo de batalla; no hace falta decir qué asociaciones de ideas “nos llevaron
73
a hablar de sentimientos. Broglio [el hermano mayor de un estudiante de secundaria que
había asistido a la misma clase que Pushkin] no cree en los sentimientos. [...] 'Son todas
quimeras', dice, 'fantasías: ves una florecita, un tallo de hierba, y te dices: me tiene que
conmover, y así, aunque hasta un momento antes estabas de lo más feliz, de repente te
pones a escribir versos para que los lectores se deshagan en lágrimas'. Lo contradije, lo
enfrenté durante una hora entera. Finalmente es hora de ir a la cama, mañana desfilaremos
por Moscú".
Página siguiente: “La guerra nos vuelve tan salvajes, los sentimientos adquieren una
costra tan tenaz, la necesidad de dormir y de comer es tan apremiante que la amargura por
todos los bienes perdidos [y, de hecho, Čicherin lo había perdido todo: carruaje, ordenanza,
no le quedaba nada más que su abrigo] acabó reflejándose imperceptible, pero
innegablemente, en mi estado de ánimo, y ello a pesar de que al principio me dije que mi
arranque del problema lo dictaba únicamente el hecho de que tenía que irme de Moscú. “A
este pequeño le hubiera gustado sólo ser un patriota, excepto que también necesitaba
comer y dormir... Siendo un joven romántico, se vuelve melancólico ante la trivialidad de
tales necesidades. Hurgando en su bolsillo, encuentra algunas asignaciones, las saca: “Triste
y abatido, volteé las asignadas en mis manos [...] Temblé al pensar en los altares sagrados
del Kremlin violados por manos de los bárbaros. Estaban hablando de un armisticio.
¡Hubiera sido una pena! [...] Y así tuve en mi mano a los asignados. Echándole un vistazo, vi
la inscripción: 'Amor di patria'". Esas palabras tuvieron el efecto de reavivar su entusiasmo,
cuando de pronto, dándoles la vuelta, leyó: cincuenta rublos. “¡La decepción fue
tremenda!”40
Este muchacho, casi un niño, a los pocos días, tras salir de Moscú, escribiría:
“Siempre he llorado a los hombres investidos del poder supremo. Ya a los catorce años
había dejado de soñar con convertirme algún día en soberano”. Esta es una declaración muy
típica. ¿Qué significaba "soñar con convertirse en gobernante"? Por supuesto, ni siquiera
era imaginable que un cadete (a los catorce años Čicherin formaba parte del cuerpo de
cadetes) pudiera soñar con convertirse algún día en zar de Rusia. Pero en aquella época
todo el mundo conocía bien el ejemplo de Napoleón, el oficial de artillería del ejército
74
francés que se autoproclamaba emperador y que en ese momento gobernaba los destinos
de Europa. “Todos admiramos a los Napoleón”, dijo Pushkin. Sin embargo, solo catorce
años, Čicherin deja de soñar con todo esto y comienza a soñar con la libertad.
A continuación encontramos una serie de interesantes anotaciones sobre la batalla
de Tarutino. El ejército ruso había salido de Moscú. Tendremos ocasión de volver a las
impresiones moscovitas de Čičerin. En un momento escribió que, al ver Moscú, no podía
creer lo que veía, porque no creía que volvería a verla nunca más. Luego llega Tarutino y la
famosa "marcha de flanco", el ejército termina en la retaguardia francesa, un breve
intervalo y luego las discusiones comienzan de nuevo. Es justo aquí, entre las tiendas
("Amigos se han reunido en mi tienda") donde tiene lugar la extraordinaria maduración
intelectual de Čičerin. Me limitaré a leer una sola nota: “Las ideas de libertad que se
extienden por el país, la miseria generalizada, la ruina total de unos y la ambición
desenfrenada de otros, las condiciones vergonzosas en que languidecen los terratenientes
y el espectáculo humillante que ofrecen a los campesinos, ¿es posible que todo esto no
conduzca fatalmente a convulsiones y desórdenes? No hay duda, me he dejado llevar
demasiado lejos de mi razonamiento. Sin embargo, el Cielo es justo y no dejará de repartir
los merecidos castigos. Quizá las revoluciones sean tan necesarias en la vida de los imperios
como los trastornos morales en la de los hombres... Pero el cielo nos libre de revueltas y
desórdenes, y ayude con su divina inspiración a nuestro soberano, que incansablemente
busca el bien, todo lo comprende y todo lo prevé. ¡Nuestro zar que, hasta el día de hoy,
nunca ha separado su felicidad de la felicidad de sus pueblos!”41
Esta es también una declaración muy típica de la época. En 1812, por supuesto,
nadie en Rusia podía ni remotamente imaginar una revolución popular. Habría sido algo
absolutamente impensable en ese momento histórico, y de hecho no sucedió nada por el
estilo. Todos seguían depositando sus esperanzas en el zar. Sin embargo, la necesidad de
libertad y la admisibilidad de la revolución, aunque in extremis, estas son las ideas que le
vienen a la mente en el viejo camino de Smolensk a un niño que no tiene ni veinte años. Y
todo bajo la influencia de los acontecimientos bélicos.
75
Con un espíritu muy diferente y a una edad decididamente más madura, otra
persona conoció la guerra de la que les quiero hablar. Estamos hablando de Andrej
Sergeevič Kajsarov, un profesor de nuestra universidad en Tartu que, en ese momento,
tenía treinta años y tenía algo de experiencia a sus espaldas. De hecho, nació en 1782 y
también murió en 1813, el mismo año en que fue asesinado Čičerin. La única diferencia es
que Chicherin cayó en Kulm en el sur de Alemania, mientras que Kajsarov cayó mucho más
al norte en Hanau. La vida consciente de Kaysarov había comenzado en Moscú en un círculo
de jóvenes amantes de la libertad, en los últimos años del reinado de Paul. Estos jóvenes
leían a Schiller y soñaban con matar al tirano al igual que su ídolo, Karl Moor. Más tarde sus
caminos se separaron. El más brillante, Andrei Turgenev, murió poco después; otro joven
talento, Merzljakov, se convirtió en profesor en Moscú (de él diría Vyazemsky "... un alma
buena. Es una pena que se haya vuelto tan estúpido, respirando el aire de la
universidad"42). El tercero fue Zhukovsky, a quien ya conocemos bien, de hecho la última
vez hablamos de sus vínculos con la ciudad de Tartu y su amor por Masha Protasova-Mojer.
Finalmente, entre ellos también estaba Kajsarov, quien al principio no parecía aspirar en
absoluto a una carrera académica. Fue oficial, pero se ausentó de joven y se dedicó a la
literatura. Se enamoró primero de Schiller, luego de Goethe y finalmente de Shakespeare.
Ya sabía alemán e inglés además de ruso. Luego fue a Göttingen y se matriculó en la
universidad.
¿Te acuerdas?
... Vladimir Lensky se llamaba,
Poniendo el alma en todo,
Hermosa, en la flor de la edad feliz,
Discípulo y poeta de Kant43.
En Göttingen estudió historia rusa y economía de la mano del famoso Schlözer, y fue
precisamente aquí donde en 1806 discutió en latín (aparentemente, también era necesario
saber latín, porque las disputas se desarrollaban en este idioma) la tesis titulada De
manumittendis per Russiam servis, traducible como Sobre la necesidad de liberar a los
siervos en Rusia. Después de eso, Kajsarov se va a Inglaterra. Volvió a estudiar en Londres y
76
Edimburgo, y en esta última ciudad obtuvo su segundo título. Posteriormente viajará a los
países eslavos, recopilando materiales sobre el folclore. De hecho, en ese momento ya
conocía todas las lenguas eslavas. Luego es llamado a dar clases en la Universidad de Derpt.
Llega a Tartu, donde, al parecer, causa buena impresión, pues al año siguiente ya es elegido
decano. Empieza a impartir un curso de lengua rusa y a trabajar en el grandioso proyecto
de un diccionario de todas las lenguas eslavas y otro de griego antiguo, cuando empiezan a
soplar vientos de guerra. En realidad, las hostilidades aún no han estallado, pero la Guardia
ya ha sido enviada a Vilno (Vilnius) y el Zar también está llegando a la ciudad. De Derpt
(Tartu) Kajsarov le propuso por carta junto con otro profesor fundar una imprenta para el
ejército. Kajsarov conocía todos los idiomas europeos y sabía que, para contrarrestar el
ejército multinacional de Napoleón, era necesario preparar materiales de propaganda en
varios idiomas. Además, propuso publicar una hoja destinada a las tropas, el primer
periódico del ejército en la historia de Rusia. Salió el periódico, se conservó el primer
número, bilingüe, en ruso y alemán. La imprenta provino de la tipografía de la Universidad
de Tartu junto con algunos impresores estonios, lamentablemente no pudimos averiguar
sus nombres (sobre la actividad de Kajsarov en Tartu se ocupa el académico Malle Salupere,
quien ha recopilado materiales de gran interés que, espero, pronto serán publicados).
Kaysarov había emprendido un proyecto muy arduo: imprimir un periódico para un ejército
en retirada. Recibió el rango de mayor de las tropas voluntarias, pero cuando Kutuzov llegó
a la cima del ejército, su posición cambió drásticamente. Su hermano, Paisij Kajsarov, a
quien quizás hayas visto retratado en el famoso cuadro Consejo de guerra en Fili44 (es el
último en pie), era de hecho el ayudante favorito de Kutuzov. Por lo tanto, Kajsarov tendrá
un papel de liderazgo en la organización de la tipografía del personal general. Tras la muerte
de Kutuzov, tanto Paisij como Andrej se alistarán en una formación partidista y será entre
sus filas donde caerá Andrej Kajsarov.
Finalmente, me gustaría recordar también la suerte de otro individuo, un personaje
ciertamente más conocido, dado que no fue un profesor universitario semidesconocido, ni
un niño que murió incluso antes de haber logrado algo en la vida, sino un poeta famoso. Me
refiero a Denis Vasil'evič Davydov, brillantemente transfigurado en Guerra y paz bajo el
77
nombre de Vas'ka Denisov. Obviamente, Tolstoi no había copiado servilmente a Denis
Vasil'evič Davydov, sino que se inspiró en algunos de sus rasgos. Denis Davydov era un
hombre de imaginación salvaje, un soldado de carrera, un estratega, un individuo cuya fama
luego se extendería por toda Europa. Su retrato colgaba sobre el escritorio de Walter Scott,
y a Denis Davydov le gustaba mucho la idea de que el famoso "ermitaño escocés" (como se
apodaba a Walter Scott) tuviera un retrato de un poeta partidista ruso sobre su escritorio.
Denis Davydov abrió una nueva página en la guerra contra Napoleón: “Acabo de terminar
de decir que los hermanos Kajsarov habían dejado el ejército regular para unirse a una
formación partisana. Sin embargo, no era exactamente lo que ahora entendemos por
partisanos. En un principio se denominaron así pequeños grupos de caballería ligera,
generalmente formados por húsares y cosacos que se desplazaban por las líneas de
comunicación enemigas, sobre todo si estaban deshilachadas, para bloquear suministros
pero, sobre todo, para eliminar forrajeros. Denis Davydov adoptó esta estrategia ya
conocida, basada en el uso de pequeñas tropas y la transformó en una verdadera guerrilla
popular. Explicó a Kutuzov el plan de la "pequeña guerra" que había trazado: era necesario
enviar pequeños contingentes a la retaguardia del enemigo, contando con el apoyo de la
población civil. Además, Denis Davydov nos dejó algunas observaciones muy interesantes
de que la guerra popular requería que los oficiales adoptaran un estilo de comportamiento
totalmente diferente. Cuando sus húsares aparecieron por primera vez en las aldeas detrás
de los franceses, los campesinos casi les disparan a causa de sus uniformes que estaban
bordados en oro, exactamente como los franceses. “Todo esto era ajeno a sus ojos y por
eso los húsares también fueron confundidos con franceses. Denis Davydov escribe que para
la "pequeña guerra" había reemplazado su uniforme con el armjak campesino y se había
dejado crecer la barba (detalle extremadamente importante, porque, a partir de Pedro, el
noble tenía que afeitarse la barbilla; por lo tanto, Davydov, por así decirlo, había derogado
la reforma de Pedro por su propia iniciativa). Además, en lugar de la cruz de San Jorge, se
había fijado en el pecho una imagen de San Nicolás. Y así, gracias a este camuflaje folclórico
y sobre todo evitando hablar en francés (Davydov incluso lo había prohibido), su pelotón
comenzó a expandirse ya contar entre sus filas con muchos campesinos. Fue la señal de
78
aquella guerra popular que contribuyó de manera esencial a la victoria sobre Napoleón.
Pero tendrá una influencia aún mayor en el proceso de transformación de la mentalidad
individual. Esta fusión con el principio popular fue percibida por el mismo Davydov como
un rasgo romántico. “En su obra Por una teoría de la acción partidista, que verá la luz a
principios de la década de 1920 (un libro de estrategia militar que al mismo tiempo
desborda auténtica poesía), escribió maravillosas páginas sobre la guerra partidista: “Esta
actividad tan rica en poesía exige imaginación romántica, gusto por la aventura y no se
contenta con la audacia seca y prosaica. – Es un verso de Byron.”45
Y así, desde el joven Čicherin hasta Griboyedov, el tema del año 1812 y de la
participación del pueblo en la historia se entrelaza con el de la libertad popular y, por tanto,
de la servidumbre. Y este es el contenido real de la fórmula de Bestuzhev: "Somos hijos de
1812". Gracias por la atención.
NOTAS
35 A. Tvardovsky, Vasili Terkin. Kniga pro bojca [Vasily Terkin. Libro sobre un luchador],
Moskva, 1976, p. 198.
36 A. Pushkin, Polkovodec [El líder], en Id., Polnoe sobranie sočinenij, cit., vol. 3, pág. 330.
37 V. Tredjakovskij, Strofy pochval'nye poseljanskomu žitiju [Versos en elogio de la
existencia rural], en Id., Izbrannye proizvedenija [Obras escogidas], Moskva-Leningrad,
1963, p. 192.
38 A. Griboedov, La desgracia de ser inteligente, cit., p. 62.
39 El versto es una unidad de medida antigua y ahora obsoleta del Imperio Ruso. La longitud
de una versta es 500 sažen', igual a 1066,8 metros.
40 Dnevnik Aleksandra Čičerina, 1812-1813 [El diario de Aleksandr Čičerin], Moskva, 1966,
págs. 17-18.
41 Dnevnik Aleksandra Čičerina, cit., pág. 47.
79
42 Carta de P. Vyazemsky a A. Turgenev del 28 de febrero de 1824, en Ostaf'evskij archiv
knjazej Vyazemskich: v 5 t. [Archivo de Ostafievo de los príncipes de Vyazemsky, en 5 vols.],
1899, vol. 3, pág. 13
43 A. Pushkin, Evgenij Onegin, cit., pág. 33.
44 Pintura de Alexei Kivshenko (1880).
45 D. Davydov, Opyt teorii partizanskogo dejstvija [Para una teoría de la acción partidista],
Moskva, 1822, p. 83.”
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LECCIÓN 6
¡Buen día!
Hasta aquí hemos hablado de cómo vivían los hombres de la época y qué hacían, pero ahora
ha llegado el momento de pasar a la otra mitad del cielo y ver qué hacían las niñas y mujeres,
cómo transcurría su existencia más o menos en los mismos años.
Ya desde principios del siglo XVIII, bajo Pedro el Grande, la cuestión del matrimonio,
tan importante en la vida de las mujeres, se vinculó inesperadamente a la de la educación.
De hecho, Peter había ordenado por decreto que las niñas nobles analfabetas no podían
casarse; si una niña no podía escribir al menos su apellido, no tenía derecho a casarse. Por
lo tanto, el problema de la educación femenina se planteó de inmediato, aunque de forma
muy simplificada.
Entre otras cosas, no debemos creer que antes de Pedro todas las mujeres eran
analfabetas. Una disminución significativa del nivel cultural debe haber ocurrido solo en el
siglo XVI y, en parte, en el XVII. Recientemente, en Novgorod, los arqueólogos
desenterraron “inscripciones en corteza de abedul que datan de los siglos XII, XIII y XIV. Las
autoras de estos mensajes no eran mujeres nobles ni madres superioras de un monasterio;
el contenido de las inscripciones da fe de su circulación en la familia, entre la gente común
de extracción campesina o burguesa; por lo tanto, la mujer en general dentro de este círculo
sabía leer y escribir. Pero a principios del siglo XVIII aparecieron nuevas necesidades,
comenzó una nueva era, por lo que también se planteó la cuestión de la educación
femenina, que de inmediato se planteó en términos muy claros. La necesidad de impartir
una educación a las mujeres y el carácter que deberá asumir están en el centro de
acaloradas discusiones y se superponen con un replanteamiento más general del estilo de
vida y de la vida cotidiana. La actitud hacia la alfabetización era todavía muy compleja y no
exenta de tensiones. Por ejemplo, Andrej Bolotov, “conocido autor de memorias, recuerda
81
cómo una chica se negó a casarse con él porque había leído muchos libros y se había
difundido el rumor de que era un hechicero. Cuando, con la ayuda de un proxeneta, trató
de encontrar una novia que no fuera analfabeta, el proxeneta le respondió que conocía a
una que sabía leer y escribir y, si su madre se lo ordenaba, hasta leía libros.
Junto con el tema de la educación femenina, también estaba el problema de los
maestros y las instituciones capaces de proporcionarla. Los escritores y pensadores de la
época no tenían dudas de que las mujeres, al igual que los hombres, debían recibir una
educación cultural básica. Es al escritor y arzobispo francés Fénelon a quien debemos el
libro De la educación de las niñas, el mismo que lee Sof'ja en el Menor de Fonvizin.
Starodum, viéndola leer (y además ese libro de Fénelon, que aún no conoce), exclama: “Lo
estás haciendo bien; No lo he leído, pero haces bien en leerlo. Quien escribió Telémaco [es
decir, Fénelon] no puede corromper la moral con su pluma.”46 “Por cierto, señalo cómo en
esa misma obra Prostakova se escandaliza cuando ve que Sofía ha recibido una carta y sabe
leerla sola. Para Prostakova es una cuestión de absoluta indecencia: “¡Aquí es donde hemos
llegado, que las cartas se escriben para niñas! ¡que las niñas pequeñas puedan leer!”47
Por cierto, veinte años antes (o un poco menos) de que Fonvizin escribiera su
comedia, el poeta Sumarokov en su poema satírico Chorus to the Corrupted World había
esbozado la imagen fabulosa de una tierra donde las cosas son bastante diferentes en Rusia:
Un carbonero llega a la orilla
A través del mar de medianoche,
Al otro lado del océano frío.
Le preguntan al huésped recién llegado
Al otro lado del mar, ¿cuáles son las costumbres?
Y “el paro responde que “ahí abajo todo va al revés”, o sea, todo es diferente. Allá,
obviamente, no aceptan sobornos, los voivodas son honestos y en los tribunales juzgan
según la justicia:
Al otro lado del mar nadie balbucea:
Las chicas no necesitan cerebro de todos modos,
Todo lo que necesitas es una cara bonita y una falda,
82
El colorete es suficiente, ah y un poco de polvos para la cara.
[...]
Allá todos los hijos de los nobles van a la escuela...
Pero la imagen de este maravilloso mundo utópico termina con una nota melancólica:
Allá los borrachos no andan por la calle,
Y nadie en la calle apuñala a la gente48.
Entonces, en esta tierra fabulosa, incluso las niñas nobles estudian.
Las escuelas para niñas (porque esto era precisamente lo que demandaba la nueva era)
fueron inicialmente de dos tipos. Aparecieron los pensionistas privados, de los que
hablaremos más adelante, pero al mismo tiempo también se sentaron las bases del sistema
público. Sistema público que está ligado al nombre de Beckoj, un funcionario bastante
conocido que en ese momento era muy cercano a los círculos gubernamentales y cuya
actuación reflejaba esencialmente los estados de ánimo de la emperatriz Catalina II.
Caterina quería introducir cambios (o, al menos, daba la impresión de querer hacerlo) y
jugueteaba con la idea de crear un hombre nuevo a través de grandes proyectos
pedagógicos. También quería fundar nuevas ciudades. Por ejemplo, después del incendio
de Tver, se hizo la propuesta de construir una ciudad ideal en el lugar, poblada por nuevos
habitantes ideales. Pero para ello era imprescindible fundar un nuevo sistema educativo.
Así nació una institución educativa destinada a perdurar en el tiempo. Fue llamado el
Instituto Smolny, por su ubicación, y sus alumnos fueron apodados smolyanki [tab. 11].
El Instituto Smolny estaba ubicado en el edificio del Monasterio de la Resurrección
de las Nuevas Vírgenes (o Smolny), que entonces estaba ubicado en las afueras de
Petersburgo. En teoría era un gran proyecto. Además de su lengua materna, se suponía que
los estudiantes debían estudiar al menos otros dos idiomas, francés y alemán
(posteriormente, el italiano también se incluyó en los programas), así como física,
matemáticas, astronomía, danza y arquitectura. Pero, como pronto quedaría claro, tales
ideas estaban destinadas a permanecer en su mayor parte en el papel.
¿Cómo funcionaba realmente esta institución? Obviamente, se introdujeron
cambios con el tiempo, pero, en general, la estructura se dividió en dos partes: la
83
"aristocrática" para las niñas nobles y la "burguesa". En este último, sin embargo, también
se admitían niñas nobles (pertenecientes a familias de menor rango) e hijas de funcionarios.
Más tarde, estas denominaciones vagamente ofensivas fueron abolidas y la mitad
"aristocrática" pasó a llamarse "di Nicola", mientras que la mitad "burguesa" pasó a
llamarse "di Alessandro". Pero la rivalidad que los dividía nunca disminuyó: los
"aristócratas" se burlaban de los "burgueses" porque su plan de estudios era más corto,
mientras que estos últimos replicaban que los "aristócratas" deberían releer la fábula de
Krylov titulada Los gansos: sus antepasados "en realidad los antepasados habían salvado a
Roma", "pero ustedes sólo sirven para el asado".
En total, los estudios duraron nueve años. Las niñas ingresaron al instituto a la edad
de seis o siete años y, por regla general, durante nueve años nunca volvieron a ver su hogar.
Si los padres vivían en Petersburgo al límite podían visitarlos (aunque solo se permitía un
número limitado de reuniones), los nobles pobres no tenían esta posibilidad. El instituto
albergaba sobre todo a las hijas de este último, de hecho se creía que asistir a él era un
signo de distinción, un privilegio. Las niñas de familias de alto rango también terminaron en
Smolny, pero por lo general eran huérfanas. Si un general moría como un héroe, asaltando
una fortaleza, entonces la emperatriz, movida por la compasión, podía recibir a su pequeña
niña en el instituto. Las personas más ricas y ricas preferían contratar maestros privados.
Con más razón si se tiene en cuenta que, como veremos, la disciplina que reinaba en el
instituto era extremadamente severa y la comida pésima.
Por lo tanto, la composición de los estudiantes fue mixta, como lo será más adelante
en el Tsarskoe Selo Lyceum, e incluso el ambiente recordaba en parte al de la escuela
secundaria. Por un lado, asistían a Smol'nyj chicas de familias no particularmente nobles,
por otro lado, el instituto estaba muy cerca de la corte, la emperatriz conocía a todas las
chicas una por una. Más tarde también Alejandro I y Nicolás I visitarán con gusto a los
"mocosos". Muchas de ellas, las que terminaron sus estudios con la máxima puntuación (es
decir, con las "cifras"), se convirtieron en damas de la corte. Así que asistir a Smolny se
consideró lo suficientemente prestigioso. La escuela duraba nueve años, como dije, y se
dividía en tres ciclos de tres años cada uno. Al principio a las niñas se las llamaba
84
"caffettine", porque vestían un vestido color café con un delantal de cuadros blancos.
Dormían en dormitorios con nueve camas y cada dormitorio tenía su supervisor, así como
cada clase, la disciplina era muy estricta, casi monja. El grupo medio lo formaban los
"azules" o "desesperados". Los "azules" eran los que siempre hacían lío, respondían mal a
los profesores, no hacían los deberes. En definitiva, la era de la transición, que siempre es
inmanejable. El grupo más antiguo era el de los "blancos". En realidad vestían uniformes
verdes, pero sus vestidos de gala eran blancos; tenían en efecto permiso para organizar
bailes en los que se bailaba entre compañeros y, sólo en ocasiones especiales, con un
reducido número de caballeros elegidos en la corte. Incluso los grandes duques pasaban a
menudo por allí.
La enseñanza era muy superficial, basada sobre todo en lenguas extranjeras (se
esperaba que supieran bien los idiomas) y en la danza. También se enseñaba muy bien la
danza. Luego estaban los trabajos manuales. En cambio, volviendo a esos temas
altisonantes que se habían incluido en los programas, fue solo un vistazo. La física se redujo
a unos pocos trucos divertidos, las matemáticas a unos pocos conceptos básicos. Sólo la
literatura se enseñaba un poco mejor, especialmente cuando Nikitenko (famoso erudito y
censor) y Pletnev ocupaban la cátedra. Pletnev incluso leyó a Pushkin a las chicas. Y las
muchachas se sonrojaban al escuchar ciertos versos: "Pero no hay palabra rusa / Para
pantalones, frac y chalecos"49 y exclamaban: "Pero qué indecente es tu Pushkin", porque
la palabra "pantalones" evocaba ciertas asociaciones de ideas...
Los alumnos más pobres eran muy diligentes, porque los mejores recibirían las
“cifras” en el momento del examen final, es decir, el monograma de la emperatriz adornado
con diamantes. Quienes terminaban la escuela con las "figuras", especialmente si eran
bonitas, podían convertirse en damas de la corte, lo que, para una niña noble reducida a la
pobreza, era ciertamente una buena fortuna. Las chicas de familias más nobles, por otro
lado, no tenían intención de convertirse en una y no podían esperar para casarse, por lo
que estudiaron por así decirlo. Incluso los exámenes se llevaron a cabo principalmente por
escena. Cuando el zar estaba presente, las tarjetas de preguntas se sorteaban con
anticipación y las niñas podían prepararse en su tiempo libre, pero el nerviosismo aún se
85
apoderaba de ellas, como atestiguan muchas memorias. Para ser honesto, además del
examen en presencia del zar, también estaba previsto otro más exigente.
En general, el ambiente de esta institución para privilegiados era aterrador. De
hecho, las niñas se encontraron completamente abandonadas a la discreción de los
supervisores. Por supuesto, también hubo algunos buenos, pero también sucedió que los
antiguos alumnos, ya en una edad venerable, todavía los recordaban en sus memorias como
auténticas brujas. Como los padres por regla general nunca ponían un pie en la escuela, su
despotismo era casi ilimitado. Pero sobre todo las reglas eran muy estrictas. Despierta a las
seis de la mañana, de seis a ocho lecciones al día. Es cierto que no hicimos mucho en clase,
pero las chicas aún tenían que sentarse. El juego fue prohibido, al menos fuera de los breves
momentos reservados para ello. La disciplina era casi monástica. Cualquier contacto con el
mundo exterior estaba prohibido. Las chicas salieron del instituto sin tener la menor idea
de lo que les esperaba fuera, creían que la vida fuera del colegio era un baile ininterrumpido
y pensaban que, en cuanto salieran de allí, irían primero a un baile, un baile en la corte.
Aparte de eso, no sabían nada. El ambiente era el que se creaba en todos los círculos
cerrados: charla y cotilleo.
Ya he dicho que la comida era mala. La dirección, y sobre todo la administración,
estaban evidentemente cabizbajos. Una vez, en una mascarada, un antiguo alumno se quejó
con Nicolás I. Él no le creyó. Ella insistió: “Es porque entras por la entrada principal y
anuncias tu visita tres días antes, pero trata de pasar por la entrada de servicio y ve directo
a la cocina”. Nicola, a quien le encantaba combinar la burocracia impersonal con el control
de primera mano (de hecho, tenía la manía de aparecer de repente para atrapar a todos
con la guardia baja y luego restablecer el orden), irrumpió en la cocina. El administrador era
un ladrón y cocinó una bazofia indefinida en el fuego. El zar preguntó qué era, le
respondieron: sopa de pescado, pero dentro solo había unos pocos peces muy pequeños.
Al final el administrador lo escupió y por ese tiempo lo dejaron salirse con la suya. Para las
chicas ricas las cosas iban un poco mejor. En primer lugar, podían pagar por separado y
tomar el té en la habitación por la mañana junto con el supervisor. También sobornaron al
86
portero para que corriera a la tienda a comprarles dulces. Los llevaba escondidos en el
bolsillo o incluso metidos en las cañas de las botas, y se los comían en silencio.
Apenas entraron los “cafetines” al instituto, lo primero que escucharon fue que
tenían que “adorar” a alguien. Era la moda de Smolny. Debían elegir un "objeto" sobre el
que verter su admiración: generalmente eran las chicas del grupo "blanco". Una niña (que
luego lo relató en sus memorias) preguntó ingenuamente qué significaba "adorar", le
dijeron que, cada vez que viera pasar a la niña de su elección, tendría que susurrarle: "Eres
un encanto, adorable, un ángel", y luego se lo escribiría en libros con muchos signos de
exclamación, y así sucesivamente. Las chicas cafetineras adoraban a las mayores, mientras
que las “azules” realmente no las adoraban, “porque tiraban de los cabellos de sus
compañeras y se burlaban de ellas. Y los "blancos" generalmente adoraban a los miembros
de la familia imperial (era una moda muy extendida), a la emperatriz, pero sobre todo al
emperador. Una verdadera manía estalló para Nicolás I. De hecho, sobre todo de joven, era
muy simpático, alto de estatura, de rostro fino y parejo (le salió panzón hacia el final, pero
seguía siendo muy distinguido). Era, desde luego, una pasión absolutamente platónica, pero
no por ello menos exaltada o histérica.
Este ambiente frívolo fue el terreno sobre el que a veces nacieron verdaderas
historias de amor. Se encendieron repentinamente, pero fueron tratados como un crimen.
Si la hija de una institutriz tenía una relación extramatrimonial, incluso si no estaba entre
los alumnos del instituto, su madre aún tenía que abandonar la escuela, de lo contrario, su
vida sería miserable. En este sentido, la trágica historia de amor de Tyutchev es muy
significativa y característica. “Fyodor Ivanovich Tyutchev, poeta, diplomático, Petersburger,
dos hijas en el internado Smolnyj. En ese momento, una respetable institutriz (más tarde
directora), Anna Denis'eva, trabajaba en el instituto, cuya sobrina, Elena Alexandrovna
Denis'eva, acababa de terminar sus estudios. Elena Alexandrovna tenía poco más de veinte
años, mientras que Tyutchev ya tenía cincuenta. Y estaba casado. Aquí hay un amor trágico
y profundo, destinado a durar catorce años y terminar con la muerte de Elena Alexandrovna
por tuberculosis. Smolyanka Denis'eva contagió a Tyutchev de esa actitud de adoración y
pasión que impregnaba el instituto: baste decir que lo llamó "mi pequeño dios". Al mismo
87
tiempo, ella misma había sido víctima de esa falsa atmósfera. Y aunque él ya había dejado
el instituto, su relación provocó un escándalo. Denis'eva se convirtió en víctima del
ostracismo general. “Ella fue expulsada de todas las casas aristocráticas y Tyutchev también
se encontró en la misma posición. Una dama recordaría más tarde en sus memorias cómo
Tyutchev y Vyazemsky habían visitado a los Sheremetyev: la joven condesa, esposa del
propietario (ella tenía dieciocho años, mientras que Tyutchev tenía más de cincuenta)
resentía la idea de que Tyutchev, con su escandalosa reputación, se atreviera a poner un
pie en su casa. Y pensar que Tyutchev fue un gran poeta...
Al fin y al cabo, no podía ser de otra manera en una institución así, cercana a los
ambientes de la corte, donde se educaban muñequitos y todo estaba pensado para hacer
espectáculo. Más tarde, una de las institutrices recordó con amargura la muerte de una
niña: como ya no podía ser utilizada en la corte, nadie se molestó en conseguirle ni siquiera
un ataúd de madera barnizada (y su familia no era ni mucho menos rica). Las niñas fueron
obligadas a recolectar dinero para pagar el funeral. Mientras eran encantadores, etéreos
en sus vestidos celestiales, el emperador les daba la bienvenida a los bailes de la corte con
un tono cariñoso y la emperatriz sabía todos sus nombres. Pero bastó que la muñeca se
rompiera para que fuera inmediatamente desechada.
En este sentido, no podemos dejar de mencionar a Nelidova, conocida favorita de
Paul, además de una de las directoras de Smol'nyj. El pintor Levitsky recibió el encargo de
pintar retratos de todas las niñas que habían cursado el primer año del instituto y se habían
graduado primero. Entre ellos también estaba Nelidova [tab. 12].
Pero Smolny ciertamente no era la única institución privada reservada para niñas.
Pronto apareció toda una serie de mujeres jubiladas. Hacia fines del siglo XVIII, ya había
unas pocas docenas en Petersburgo, una docena en Moscú, e incluso estaban surgiendo en
las provincias. Generalmente los jubilados eran extranjeros. Entre otras cosas, hay que
añadir que la primera escuela de niñas de habla alemana se fundó precisamente en Derpt
(es decir, en Tartu) poco antes de Smolnyj, por lo que data de los años cincuenta del siglo
XVIII.
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A veces, las niñas extranjeras que acababan de llegar a Rusia asistían a las pensiones.
Aquí también el estudio se basó en los idiomas y la danza. ¿Recuerdas en el Conde Nulin de
Pushkin:
Pero, ¿qué hace la esposa?
¿Sola en ausencia de su marido?
¿Tiene quizás algunas de las ocupaciones?
Salar los champiñones, alimentar a los gansos,
Ordene el almuerzo y la cena,
Echa un vistazo al granero y la bodega.
El ojo del maestro está en cada lugar necesario:
Al instante se da cuenta de todo.
Desafortunadamente nuestra heroína
[...] de ninguna manera,
De su trabajo como ama de casa
No estaba ocupado; Entonces
que no en la ley de los padres
ella había sido criada,
Pero en la noble casa de huéspedes
Del emigrante Falbalà.
Ella se sienta frente a la ventana;
El cuarto volumen está abierto ante ella.
De una novela sentimental:
El amor de Elisa y Armando,
O correspondencia de dos familias50.
Aquí está el retrato de una chica de campo, que había sido educada en un internado. Una
dama en sus memorias nos ha dejado una imagen bastante animada de la vida que llevaban
los alumnos de una pensión "de Jarkov a principios del siglo XIX. La directora Madame
Laurence, una mujer francesa, inspeccionaba cuidadosamente a las niñas una por una cada
mañana: "'Ah, querida', exclamaba mamá, observando el rostro y el vestido de una niña,
89
'¿cómo puedes olvidar mis recomendaciones de una vez? Sin embargo, te lo he dicho más
de una vez: ¡no es bueno que una joven tenga bigote! ¡Mira, ya han resurgido! Hay que
erradicarlos con migas de pan. '¡Perdóname, mamá!', respondió tímidamente la niña
avergonzada. Es que duele mucho arrancarse el pelo, incluso con pan. ¿Y qué podemos
hacer, querida? Para ser bonita hay que aguantar mucho más sufrimiento'”. Además, de
Madame Laurance, las niñas aprendieron a enfrentarse a cualquier situación. Después de
las lecciones se sentaban en la sala de estar y mamá les preguntaba: "Entonces, querida...
hay un huésped en tu casa, un hombre joven. Tienes que salir de tu habitación para hacerle
compañía. ¿Que tienes que hacer? “Y la niña recitó la siguiente escena: se sentó al piano y
empezó a tocar. Estas parodias caseras formaron una parte clave del plan de estudios
escolar. En otra pensión, regentada por un alemán, a las niñas se les enseñaba aritmética.
La señora les repetía: “Estudien sumas y restas, de lo contrario serán malas esposas. Si no
sabes contar en el mercado, ¿qué tipo de propietario serás?”51
Por lo tanto, el sistema educativo estaba dirigido exclusivamente al matrimonio, tal
como lo había dicho Pedro en su tiempo. Pero entre la jubilación y el matrimonio, entre sus
primeros años en casa y su posterior vida en el campo, hubo un lapso de tiempo bastante
largo en el que la niña se presentó en sociedad, disfrutó de la vida social, fue a los bailes.
De eso hablaremos la próxima vez.
NOTAS
46 Denis I. Fonvizin, El general de brigada. El menor, tr. él. por N. Marcialis, Venecia,
Marsilio, 1991, p. 279.
47 Ibíd., pág. 197.
48 A. Sumarokov, Izbrannye proizvedenija [Obras escogidas], Leningrado, 1957, págs. 279-
281.
49 A. Pushkin, Evgenij Onegin, cit., pág. 14.
50 A. Pushkin, Count Nulin, en Id., Poemi e liriche, cit., p. 242.
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51 V. N. Karpov, Vospominanija [Memorias], en Id., Vospominanija. Istorija moej žizni
[Memorias. Historias de mi vida], Moskva, Leningrado, 1933, pp. 140-141, 145.
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LECCIÓN 7
¡Buen día!
Al final de la última lección, les dije que en la vida de las niñas (pero también de los niños)
en la época de Pushkin, el baile jugaba un papel muy importante. Dije "la era de Pushkin",
pero el argumento también se aplica en general. De hecho, recordaréis cómo en El negro
de Pedro el Grande una de las escenas principales tiene lugar en el contexto de una
recepción, mientras que en Guerra y paz el encuentro decisivo entre el príncipe Andrei
Bolkonsky y Natasha tiene lugar en un baile. Incluso en Anna Karenina la gran crisis, cuando
Vronsky, que ahora está casi comprometido con Kitty Ščerbackaja, se deja vencer por una
pasión demoníaca por Anna, estalla justo en medio de un baile. Decimos "bailar" y
pensamos en algo monótono, de todos modos. Pero me gustaría llamar su atención sobre
un detalle que encontramos en Anna Karenina. Kitty espera a que Vronsky salga de una vez
por todas. Acaba de rechazar a Konstantin Lëvin, que le había pedido matrimonio. Kitty
intuye que Vronsky está enamorado de ella y espera que se declare, que diga esa palabra
de que se comprometerán oficialmente. Y espera decirlo bien en ese baile. Al principio
bailan juntos un cotillón y durante ese cotillón, escribe Tolstoy, nunca llegamos a una
conversación seria, solo charlan, pero en realidad, Kitty no esperaba nada del cotillón, todo
debería haberse resuelto durante la mazurca. Pero, como recordarán, para la mazurca
Vronsky invita a Anna. Pero, ¿por qué se supuso que durante el cotillón no pasaría nada?
¿Cómo es que el paso decisivo tuvo que darse precisamente durante la mazurca? Lo
entenderemos de inmediato, en cuanto tengamos una idea un poco más precisa de lo que
era un baile.
El aristócrata de la época, si vivía en la capital, servía al Estado. Si era oficial, pasaba
la mañana en su regimiento. Los suboficiales tenían que llegar temprano al trabajo,
alrededor de las siete. Si el noble en cuestión comandaba un batallón o regimiento, tenía
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que estar allí por lo menos a las nueve. Hacia las dos terminaba la jornada laboral y
comenzaba la privada, doméstica, para los solteros era hora de ir al restaurante. En la noche
después del teatro, es decir, a las diez en punto de la hora de Pushkin, comenzó algo muy
peculiar. Era hora de bailar. El baile no era trabajo, sino “descanso, pero un descanso muy
especial. En la Rusia prepetrina la gente se reunía en la iglesia, se volvían a ver, participaban
en un ritual colectivo con el sentimiento de ser parte de la misma comunidad. Luego
estaban también las diversas fiestas. Normalmente eran las del calendario litúrgico,
comunes tanto a nobles como a campesinos: carnaval, Semana Santa, Santísima Trinidad y
todas las celebraciones religiosas solemnes que acompañaban a una serie de costumbres y
celebraciones: mascaradas carnavalescas, horóscopos en vísperas de Reyes, etc. Pero el
hombre de la época petrina se había distanciado de ella. Evidentemente el hacendado, y
sobre todo el pequeño hacendado que vivía en el campo, siguió celebrando todas estas
fiestas junto a sus campesinos. El capitalino, en cambio, había dejado de andar en trineo en
el carnaval, como se hacía en el campo, y ya no celebraba las tradicionales fiestas
campesinas. Sin embargo, sintió la necesidad de un ritual colectivo en el que estuviera
involucrada toda la nobleza. Esta necesidad será satisfecha precisamente por la danza.
La danza era una forma de comunicación, de vida, de sociabilidad, una forma de
encontrarnos, conversar, volver a vernos. Por cierto, generalmente se hablaba poco en los
bailes. Más tarde, cuando la vida intelectual comenzó a reclamar sus derechos, la danza
perdió su centralidad y se introdujeron nuevas formas de entretenimiento, por ejemplo, la
ruta inglesa, donde la gente no bailaba, sino que conversaba. La ruta era una especie de
tertulia donde se conversaba con una taza de té inglés en la mano; las damas
chismorreaban, los hombres discutían de política. Fue un intento de imitar a Europa, a
Inglaterra en particular. Pero en Rusia no echó raíces. Estuvo de moda solo en Petersburgo,
nunca llegó a Moscú. Fue la danza que representó el elemento más importante de la vida
aristocrática desde Pedro el Grande hasta al menos la reforma campesina. Luego, mientras
sobrevivía, sufrió transformaciones significativas. Pero, ¿cómo nació la danza? En la Rus los
bailes no existían, fue Pedro el Grande quien, después de haber estado en Europa (ya no
por primera vez) en 1717, al regresar de París inició la organización casi obligatoria de
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mítines públicos, a los que llamó asambleas. Las asambleas debían celebrarse por turnos en
las casas de los notables de Petersburgo. El decreto contaba con la buena voluntad de
todos: bastaba que quien quisiera pegara en la puerta el anuncio de que la asamblea estaba
convocada por él para ese día. Pero Pietro no confiaba excesivamente en la libre iniciativa
y, siempre que proponía algo opcional, acababa por hacerlo obligatorio. Basta ver cómo se
comportó con los gremios y el autogobierno de los comerciantes. Todo era opcional, pero
en realidad obligatorio. Y, sin dejar precedencia a los nobles, organizó él mismo la cosa. La
“primera recepción fue realizada por el zar. Después de eso, Pedro elaboró la lista de los
notables que serían los anfitriones de las asambleas del mes siguiente, excluyendo los días
de ayuno semanales en los que no se permitían las celebraciones. Por cierto, incluso más
tarde, tanto en Petersburgo como en Moscú, no se celebraron bailes durante la Cuaresma.
Pero además de la Cuaresma y los períodos más cortos de ayuno, había otros dos días de
escasez cada semana. Durante el reinado de Pedro, las asambleas estaban prohibidas en
estos días.
La asamblea en la época de Pietrina era un espectáculo decididamente pintoresco.
Allí confluía gente de todo tipo: estaba el zar con sus dignatarios, pero también mercaderes
(sobre todo extranjeros) y algunos marineros ingleses. Esta colorida compañía se reunía en
tres o cuatro grandes salas. Según especifica el decreto, durante la asamblea los sirvientes,
"dado el escaso espacio disponible", debían trasladarse a otro lugar. En una habitación, se
organizaron refrigerios bastante modestos: a las damas se les sirvió café y limonada. El
chocolate era considerado un manjar, y en todo el reinado de Pedro apareció una sola vez
en una asamblea, en honor al embajador de Austria, y los contemporáneos lo mencionaron
como un hecho extraordinario. Los hombres bebieron romanée (vino tinto importado),
cerveza holandesa, cerveza rusa y vodka. Un elemento ineludible en toda asamblea que se
precie era la copa del Gran Águila (como también observa Pushkin en El negro de Pedro el
Grande), un gran jarrón de cristal lleno de vodka que todo aquel que cometiera alguna falta
debía tragar. Por supuesto, después de beber tanto alcohol, el pobre hombre se desmayó y
tuvieron que agarrarlo de las manos y los pies y llevarlo afuera. “Fue un baile bastante
desordenado. Al principio la orquesta era muy sencilla. A Peter le encantaba la música alta
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y la orquesta constaba de timbales y una trompa. La trompa holandesa era el instrumento
favorito de Peter y también había aprendido a tocarla. El príncipe Golshtinsky luego
deslumbró a Petersburgo, mostrando por primera vez un piano (llamado piano en ese
momento), dos violines y una viola. Con la aparición de los instrumentos de cuerda, la
música durante las asambleas se volvió un poco más agradable. Los hombres fumaban en
una habitación separada. Fumar en el siglo XVIII se consideraba indecente. En sociedad, sólo
los libertinos fumaban en presencia de damas. Se permitía fumar, pero en el fondo se
fumaban pipas de largos tallos que encendían los sirvientes. Nuestra idea de la asamblea
como un lugar donde se bebe cerveza en bocanadas de humo es completamente errónea.
Los hombres fumaban en otros lugares. Entre los juegos permitidos estaban las damas y el
“ajedrez”. Pietro jugaba bien al ajedrez y con mucho gusto. Para las cartas, por otro lado,
no era cariñoso, el juego de cartas en ese momento en Rusia no estaba muy extendido y se
consideraba principalmente una ocupación para borrachos. Las asambleas no sobrevivieron
mucho a Peter, porque había algo inherente desordenado, violento, pero también
fuertemente democrático, y la fusión de estos elementos aparentemente irreconciliables
era una característica de la época de Peter. La danza se extendió (en formas más
comprensibles para nosotros) bajo Anna Ioannovna y más tarde, con Elizabeth.
Los bailes se dividían en tres tipos. En primer lugar la oficial, que podía ser estatal y
luego se celebraba en la corte, con motivo de algún gran acontecimiento, o en un palacio
privado. En ambos casos las invitaciones se enviaban de acuerdo a una lista fija, o se
elaboraban en cualquier momento. En el siglo XIX, cualquiera que diera un baile enviaba
invitaciones con unos ocho días de antelación. Pero esta costumbre, por supuesto, también
podría ser transgredida.
¿Recuerdas a Onegin?
Sobre todo todavía en la cama cuando
Se le lleva el correo.
¿Invitas? lo estan reclamando
En tres casas por la noche52.
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Sin embargo, tal incumplimiento de la etiqueta estaba justificado por el ambiente familiar,
tal vez eran bailes entre unos pocos íntimos. Como cuando, ¿te acuerdas? – en casa de los
Famusov hay baile, pero en cierto momento Sofía dice: "Estamos de luto, no podemos dar
bailes".53 Evidentemente, se suponía que era una velada de baile al son del piano o con
una pequeña orquesta de siervos dispuesta en una galería especial, pero no un baile de
verdad.
La oficial, especialmente si se "realizaba en la corte, requería que las invitaciones se
enviaran con ocho días de anticipación, cuatro días antes de que el invitado visitara al
propietario para agradecerle y cuatro días después del baile fue a visitarlo nuevamente.
Pero este trámite acabó simplificándose considerablemente: para no perder el tiempo,
bastaba con pasar y dejar la tarjeta de visita en la conserjería.
Como ya he dicho, el baile comenzó a las diez, adelantándose la hora de inicio a
medida que pasaba el tiempo. En el siglo XVIII comenzaba antes, a las seis u ocho, en la
época de Pushkin en lugar de a las diez. Era el momento de dejar el teatro. A decir verdad,
hubo excepciones. De hecho, a principios del siglo XIX ya existían los llamados bailes para
niños, un fenómeno particular y bastante interesante. Los organizaban maestros de danza,
por ejemplo el famoso Iogel', mencionado, como recordarán, también en Guerra y paz.
Organizó bailes para sus alumnos de ambos sexos de seis a trece años de edad para
practicar. Pero como “ya que una niña de trece años se consideraba casadera (de hecho, a
los catorce y cuarto ya estaban casados), los jóvenes asistían gustosos a estos bailes, donde,
además, se divertían mucho, porque allí no se aplicaban las estrictas reglas y rituales de
etiqueta. A ellos asistieron jóvenes oficiales con licencia y estudiantes de la Universidad de
Moscú. Por eso, los bailes infantiles comenzaban temprano, a las dos de la tarde, y
terminaban alrededor de las cinco.
Durante las asambleas de la era pietrina, a diferencia de lo que sucedería con los
bailes, el propietario tenía prohibido recibir invitados en el umbral. De hecho, la idea era
que la asamblea fuera una reunión informal: todo el que quiera pasarse. A excepción de la
emperatriz Ekaterina Alekseevna, el anfitrión no recibió personalmente a los invitados ni
los acompañó al carruaje. Peter se enojaba mucho si encontraba a alguien esperándolo. El
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baile del siglo XIX, en cambio, estaba estructurado de una manera completamente
diferente: el maestro y la anfitriona debían esperar en la puerta y saludar cariñosamente a
los invitados más importantes antes de que comenzara el baile. “Cuando se retiraron a la
casa, fue la señal de que podía comenzar el baile. Entonces la orquesta empezó a tocar. En
el siglo XVIII el baile se abría con un baile solemne, el minueto, que hoy ni siquiera
consideraríamos un baile. Como se dirá más adelante, la Revolución barrió con el antiguo
régimen y los minuetos. La pelota se abrirá entonces con la polonesa, llamada polonesa en
Rusia.
Algunas palabras sobre el minueto. Era un baile lento, cuyo encanto consistía
únicamente en la gracia de los movimientos. Más tarde, cuando se pusieron de moda los
bailes rápidos (y en particular el vals, del que hablaremos más adelante), una anciana se
quejó de que se había perdido lo más bello: el movimiento grácil de las manos. Aquí está el
antiguo esquema del minueto, elaborado por el famoso compositor del siglo XVIII Grétry,
con la indicación de todos los diversos movimientos. El minueto comenzaba así: damas y
caballeros alineados en dos filas, tras lo cual avanzaban juntos, a paso lento y majestuoso.
Luego se volvieron para mirarse, los hombres se inclinaron profusamente, mientras que las
damas hicieron una reverencia. El arte de inclinarse y reverenciar hoy nos parece del todo
incomprensible, pero cuántos esfuerzos requirió y cuántos matices supo expresar: ¡cuántas
cosas se podrían decir con un solo movimiento!
Durante la última lección hablamos sobre el Instituto Smolny y sus estudiantes.
Cuando al terminar sus estudios recibían sus premios de manos de la emperatriz (si es que
los recibían), para “sentarse tenían que hacer una reverencia cada tres pasos y cada uno
tenía que ser diferente. En efecto, las reverencias expresaban diferentes sentimientos:
alegría, admiración, profunda devoción y, al mismo tiempo, obviamente, el sentido de la
propia dignidad personal. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que uno no puede alejarse
de la persona más augusta dándole la espalda. Cuando Goethe todavía estaba involucrado
en la dirección de teatro, escribió en las instrucciones que los espectadores nunca pueden
dar la espalda. Para salir del escenario, un actor tuvo que hacer maniobras complicadas para
mantener su rostro frente a la audiencia. De la misma manera, la Emperatriz nunca podría
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ser rechazada. En consecuencia, los complejos movimientos del minueto también se
utilizaron en ciertos momentos rituales.
La reverencia fue seguida por el llamado pas de basque. Pas significa "paso", vasco
significa en cambio "vasco", aunque el país vasco del norte de España no tiene nada que ver
con eso. Era una especie de paso deslizante, realizado mientras se levantaba ligeramente el
dobladillo del vestido con las manos.
En general, era fundamental que la mujer, sobre todo en el minueto, se deslizara sin
tocar el suelo, o casi. El arte, el truco, en efecto, consistía en demostrar que uno era una
criatura etérea, no sujeta a las leyes de la gravedad. Exactamente lo que falta en nuestras
películas históricas de hoy. Cuando nuestras actrices (muy buenas y muy guapas, Dios no lo
quiera, pero acostumbradas a llevar ropa deportiva y a moverse de forma impetuosa)
interpretan los bailes del pasado, también pueden llevar ropa del siglo XVIII, pero está claro
que en la vida cotidiana andan en pantalón y no tienen esa capacidad de deslizarse por el
suelo, casi sin tocar el suelo... Entre otras cosas, también se lo enseñaban a los soldados, de
modo que había algo en común entre damas y soldados. El gran duque Constantino, ese
tremendo exaltado al que le gustaba decir: "Mata a dos soldados y presume al tercero",
adiestraba a los reclutas colocando un vaso de agua sobre la choza. El soldado tuvo que
marchar a paso de desfile sin derramar una gota. Este contraste entre la parte superior e
inferior del cuerpo era muy importante: la primera tenía que elevarse en vuelo, mientras
que la segunda tenía que deslizarse suavemente (para el soldado las cosas eran un poco
diferentes, por supuesto).
Y así, pas de basque: unos pasos adelante, luego el movimiento inverso girando
hacia atrás. Luego, una vez de vuelta en la posición inicial, volvían a girarse el uno hacia el
otro, extendiendo la mano y haciendo otra reverencia. Luego siguieron los demás
movimientos que, por supuesto, podían variar. En realidad, estoy simplificando, porque
había tantas variaciones del minueto. En cualquier caso, nos despedimos con una
reverencia y una reverencia.
Esta danza lenta y elegante fue reemplazada primero por la "polaca" (polonesa) que
consistía en una especie de avance triunfal. Los caballeros tomaron a las damas de la mano
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y se dispusieron en una larga cadena de espaldas y cruzaron majestuosamente la sala al son
de una música solemne. Después de lo cual la pareja líder se detiene y finalmente pasa una
vez más por debajo de los brazos levantados de las otras parejas. Para los jinetes, la postura
altiva de la cabeza es especialmente importante (nuevamente, otro elemento al que no le
daríamos demasiada importancia al bailar). En la polonesa, el hombre debe mostrar orgullo,
virilidad y al mismo tiempo agilidad en sus pasos, la mujer en lugar de elegancia. En la época
de Pushkin este baile todavía se representaba en los bailes públicos más solemnes, pero los
tiempos iban cambiando y la polonesa ya empezaba a ser suplantada por dos bailes rápidos,
el vals y la mazurca. El vals es un baile muy particular, de origen campesino, bailado por el
populacho de Viena, Tirol o Alemania, en definitiva, de esta región. Había varios tipos de
vals y se diferenciaban del nuestro en que se bailaba en dos tiempos, a un ritmo muy rápido
y se consideraba un baile plebeyo. Posteriormente “el vals tuvo su consagración bajo el
influjo de una serie de circunstancias. Cuando en Viena, después de la caída de Napoleón,
los soberanos europeos se reunieron a la cabeza de los tres emperadores (austriaco,
prusiano y ruso), todos participaron no solo en complejos juegos diplomáticos, sino también
en interminables bailes. Pronto surgieron los conflictos, a medida que tomaban forma la
inteligente y sutil estrategia de Talleyrand y la difícil posición del zar Alejandro, quien, en
ese momento, todavía estaba rodeado por el halo de liberal. ¿Recuerdas lo que escribió
Pushkin en este período? “¡Amigo de los pueblos, salvador de su libertad!”54, porque el
mismo Alejandro había defendido dos constituciones, la francesa y la polaca. En el
extranjero era liberal, mientras que en Rusia no le importaba. Pero simultáneamente con
todas estas intrigas y maniobras, también se realizaban balones larguísimos. Las damas más
bellas de toda Europa nos convenían. Fue entonces cuando el vals se puso de moda. Y corrió
el chiste (atribuido al propio Talleyrand): “El Congreso baila, baila y no avanza un
centímetro.
La mazurca también era un baile animado, aunque diferente del vals. El vals era un
baile de masas, lo que significaba que cada jinete tenía una pareja y bailaba con ella, aislado
de todos los demás. Precisamente por eso, el vals era particularmente adecuado para
conversaciones íntimas: uno estaba juntos, pero al mismo tiempo en la multitud,
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“aparentemente observado por todos, pero solo. Por cierto, esta era la razón por la que el
vals no solo se consideraba una danza plebeya, sino también vagamente indecorosa. Los
mayores se quejaban, según ellos era impensable que una joven semidesnuda (recién en
esta época comenzaba a estar de moda la ropa ligera) se arrojara al abrazo del caballero y
que éste le ceñira los hombros. ¡Le daría vueltas la cabeza! ¡Y quién sabe qué hubiera
pasado después!
En cambio, la mazurca, a diferencia del vals, incluía toda una serie de figuras y solos.
A su vez, bailes como la mazurca, la contradanza y el cotillón se estructuraban de la
siguiente manera: la pareja que abría los bailes la formaban los más hábiles bailarines a los
que los demás debían intentar igualar; a menudo, la dama era la hija del propietario (o al
menos en teoría debería haberlo sido). La primera pareja realizó complejas piruetas que los
demás tuvieron que imitar. Todo esto requería un ejercicio específico y la capacidad de
inventar nuevas combinaciones. Unas ilustraciones, extraídas de un libro de finales del siglo
XVIII, muestran el complicadísimo esquema de la contradanza, que era bailada por cuatro
o incluso seis parejas. Los caballeros se pueden ver marcados en negro y las damas en
blanco. Ambos pasaban de una figura a otra” (todo esto encajaba en una danza), se
intercambiaban, formaban una cadena. En un principio las cuatro parejas estaban en la
posición de salida. Luego, los caballeros de cada pareja se retiraron gradualmente a un
rincón y se acercaron a otra dama en un patrón entrecruzado, realizando una figura en el
centro de la diagonal, luego un círculo. Finalmente el círculo se dividió en parejas y así
sucesivamente.
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Pero no es como si bailáramos todo el tiempo. Durante un baile se permitía
acompañar a la dama a la silla, reanudar la conversación, entregarle una naranja, luego
ceñirle la cintura nuevamente y continuar bailando. Esto es lo que se llamó "charla de
mazurka". La charla de mazurcas fue algo absolutamente especial. No fue un "discurso
serio, ciertamente no habló de política, pero ni siquiera fueron las pocas bromas que se
podían intercambiar durante un cotillón, sino algo un poco más exigente". No en vano, Kitty
esperaba que las cosas se aclararan durante la mazurca.
La pelota podría ir larga y terminar bien pasada la medianoche. A veces terminaba
con la cena, pero no necesariamente. El baile era un acontecimiento central en la vida social
y, en cierto sentido, contrastaba con aquellas nuevas formas de comunicación más serias
que se gestaban en la época. No es casualidad que una vez uno de los futuros decembristas,
al llegar a un baile, no se quitara la espada. Si un joven pretendía bailar, tenía que quitarse
la espada y dejarla con el portero, o (si el baile no estaba tan concurrido) dejarla en un
rincón. Pero si un oficial no se lo quitó, eso significaba que no iba a bailar. Y de hecho, como
se recordará, la princesa de La desgracia de ser inteligente se queja: “¡Las bailarinas se están
volviendo terriblemente escasas!”55
Pero lo que hicieron los jóvenes cuando estaban en un baile y no se quitaron las
espadas, lo hablaremos la próxima vez.
Gracias por la atención.
NOTAS
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LECCIÓN 8
Hoy vamos a hablar de una generación de individuos bastante peculiares. Ryleev, Pestel',
Sergej Murav'ëv-Apostol, Jakubovič, Volkonskij, Trubeckoj, Zavališin, Panov, Vadkovskij,
Annenkov, Borisov, Tizengausen y muchos más. Los Bestuzhev, los hermanos Alexander y
Nikolai, y también Kjuchel'beker. Estos individuos tienen algo en común. No parecen los
rostros habituales de los hombres de la época. Si queremos entender qué los distinguía,
tenemos que pensar en la clase de personas que eran. Por otro lado, no quiero repetir lo
que más o menos todos saben, a saber, que los decembristas fueron revolucionarios con un
programa político propio, lucharon por la abolición de la servidumbre y por la introducción
de la constitución en Rusia, participaron en insurrecciones y conspiraciones y algunos
terminaron en la horca, algunos en Siberia, encerrados en fortalezas o en prisión. Aquí está,
por ejemplo, el Petrovsky Zavod, que ciertamente no fue la peor prisión de la historia, pero
fue construida específicamente para los decembristas. Eran hombres ricos, descendientes
de familias adineradas que podrían haber hecho una magnífica carrera, ya que tenían todos
los caminos abiertos ante ellos. “Y, sin embargo, quién sabe por qué se habían dado por
vencidos para tomar este difícil camino. Pero más o menos todo el mundo lo sabe. Yo, en
cambio, quería hablarte de otra cosa y esa es la clase de personas que eran desde el punto
de vista humano. Ahora que lo pienso: leyendo La desgracia de ser inteligente, o viendo a
Tchacki en el teatro, inmediatamente nos da la impresión de que es una especie de
decembrista. Sin embargo, no nos dejan verlo en una reunión de una sociedad secreta, ni
entre personas que comparten sus ideas; además, casi nunca habla de política, solo un par
de veces. Pero, de un modo u otro, todavía tenemos la sensación de que detesta la
servidumbre, aunque no lo diga. Y menos que nada habla contra el despotismo, en parte
porque Griboedov quería poder montar esta pieza, pero no solo por eso. Sea como fuere,
inmediatamente sentimos que estamos tratando con un individuo diferente. En la sala de
estar de Famusov tampoco se comporta como los demás. Y esto es precisamente lo que nos
interesa: cómo se habría comportado un decembrista en un salón, cómo habría conversado
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con las damas, cómo habría hablado con sus adversarios políticos y con hombres en los que
no podía confiar, cómo vivía en general. Era un tipo particular de individuo que desapareció
de la vida rusa después de 1825 para ser reemplazado inmediatamente por hombres
opuestos. Del mismo modo, si durante el reinado de Alejandro predominaba en la
"sociedad" el uniforme de la Guardia, con Nicola primaba el frac verde de oficial. Después
de todo, ni siquiera los oficiales eran lo que solían ser. No es casualidad que en la Reina de
Picas56 Hermann sea un ingeniero oficial, un matemático. Más tarde fue el turno de
hombres aún diferentes, como Belinsky. Intelectuales de humilde extracción, educados en
mil penurias, llenos de ardor, pero incapaces de comportarse en una sala, no sabían dónde
guardar las manos, las piernas y de esto se avergonzaban, y de la vergüenza se volvían
desvergonzados. Pero esta es otra generación. En este momento, es muy difícil para
nosotros imaginar individuos similares a los decembristas. Cuando leemos a Pushkin,
Griboedov, Ryleev, no entendemos muchas, muchas cosas. Porque en su gran mayoría eran
obras dirigidas a personas que compartían las mismas ideas que el autor, capaces de
descifrar hasta sus más oscuras alusiones. En cambio, para comprender estas obras,
debemos comenzar a reflexionar, a confrontarnos. Pero vale la pena hacerlo, porque ese
tipo de hombres eran absolutamente extraordinarios.
Hoy en día “escuchamos mucho sobre la conservación de los monumentos, tratamos
de restaurarlos o conservarlos piedra a piedra, y eso obviamente es muy importante. Pero
la cultura no se compone sólo de edificios, pinturas, libros; también está compuesta por
hombres. Y así como uno puede destruir un edificio, también puede hacer desaparecer
cierto tipo de ser humano junto con sus logros en términos de dignidad humana, nobleza,
conocimiento. Incluso los individuos necesitarían ser salvaguardados, restaurados,
conocidos y por eso mismo ahora debemos detenernos en ese tipo particular que fue el
hombre de la era decembrista.
Su existencia en Rusia fue relativamente corta, de 1815 a 1825, después de lo cual
este individuo solo sobrevivió en Siberia, los trabajos forzados, el exilio, la prisión
funcionaron a su manera como una especie de refrigerador. Cuando hubo una amnistía en
la década de 1850 y los viejos decembristas sobrevivientes comenzaron a regresar, fue un
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rayo inesperado para hombres como Tolstoi. Porque él era un tipo invisible de individuo.
Tolstoy comienza a escribir una novela sobre ellos que se abre con un anciano y su mujer
que regresan de Siberia, donde vivieron la colonia penal, el exilio... El hijo y la hija, ya
adultos, también regresan. Y aquí encontramos algunas palabras extraordinarias que nos
hacen comprender lo que tanto había impactado a Tolstoi en la vida cotidiana de esta
generación. Tolstoy hace decir a su mujer (dirigiéndose a su marido, que tanto ha sufrido):
lo que hará nuestro hijo puedo predecirlo, pero aún eres “capaz de sorprenderme. Esto es
lo que dice sobre él. Y esto es lo que Tolstoi escribe sobre ella en su lugar. Una cosa
absolutamente asombrosa. Escribe que esta mujer que ha soportado tantas privaciones,
vivía en Siberia (resumo con mis propias palabras), nadie podría haber imaginado a esta
mujer con el cuello sucio (y esto es todavía comprensible), porque ella siempre estaba en
orden y, ahora viene la frase: "Nadie podría haberla imaginado jamás [...] en el acto de
tropezar". Para esta generación, sin embargo, fue así. Porque eran elegantes y no sólo
supieron soportar privaciones inauditas, sino también conservar un sentido de su dignidad
humana.
Más tarde, Siberia se tragará a muchos más mártires, y no solo Siberia. Los
exponentes de la próxima generación, la de Dobrolyubov, son burgueses talentosos, hijos
de papas. Pero sus vidas estaban destinadas a esfumarse pronto, veinticinco, veintiocho
años. Eran pobres y muchos de ellos empezaron a beber, como Nikolai Uspensky que murió
al pie de una empalizada, o Rešetnikov. Los decembristas, en cambio, mientras sufrían en
Siberia, no bebían. Al contrario: trajeron cultura a Siberia, educaron a toda una generación,
encendieron una luz. No fue la oscuridad lo que los envolvió, sino que conquistaron la
oscuridad. Ya sabéis, como está escrito: "La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la
cubrieron" (Juan 1, 5). La oscuridad no logró abrumarlos.
Así que estos son hombres en los que vale la pena detenerse. Pero hay que tener en
cuenta que seguimos hablando de hombres, con sus debilidades y sus pasiones. Por
ejemplo, se dejaban llevar por las pasiones con mucha facilidad y no todos, por decirlo
suavemente, veían en ellos un ejemplo positivo. Pensemos en lo que escribió Pushkin sobre
Tchackij en 1825, incluso antes de la revuelta. Pushkin ve una falta de inteligencia en
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Tchacki. Afirma que no es un hombre inteligente, Tchackij es un "buen hijo", es decir, un
tonto. “La primera cualidad de un hombre inteligente es la capacidad de reconocer quién
está frente a él de un vistazo.” ¿Y con quién empieza a hablar Tchacky, ante quién da rienda
suelta a su sarcasmo, a su protesta, a su enfado? ¿A Famusov ya Skalozubov? ¡Qué error
imperdonable!
Y esto es realmente interesante: ya en 1825, un hombre de este tipo le parece a
Pushkin un parlanchín. Habla demasiado. A decir verdad, este es un rasgo peculiar de la fase
inicial del decembrianismo, en la época de la Unión de la Prosperidad. Los conspiradores de
la Liga del Norte y la Liga del Sur ya no dan discursos en los bailes, pero los decembristas
siguen hablando mucho. Hablan mucho entre ellos, conversan en los salones y, a diferencia
de los futuros revolucionarios, hablan incluso ante la corte. Y no es una coincidencia, sino
una característica específica de ellos.
Son hombres para quienes la palabra es lo primero. Nuevos hombres que aparecen
en un país silencioso. Incluso antes, Rusia había conocido hombres ilustrados, conscientes
de que la servidumbre era una barbarie y deseosos de vivir como en Europa. Sin embargo,
a pesar de sus ideas avanzadas, todavía estaban convencidos de que una cosa era lo que
estaba escrito en los libros y otra la vida. Cuando tomaron la pluma, arremetieron contra la
esclavitud, pero a la hora de organizar su vida cotidiana, recordaron que los buenos
modales, en cierto punto, sirven de poco. De modo que la suya era una doble vida: por un
lado sublime, culta, filosófica, literaria, europea (por regla general, el idioma escrito era el
francés), por otro, tan vulgar como el idioma que usaban con los sirvientes. A este respecto,
Denis Davydov escribió cáusticamente:
Pero ya ves, nuestro Mirabeau,
a Gavrilo, su antiguo sirviente
porque la chorrera arrugada,
se rompe mucho el hocico;
Y nuestro Lafayette en cambio,
o Bruto o Fabricio,
del villano se hizo un bocado
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y lo mandó a ejecutar.
De ahí el intento de abolir la práctica de la servidumbre al menos de palabra, como el
terrateniente de Turgueniev, Penochkin, que no dice: "Toma un palo", sino: "En lo que
respecta a Fiodor, procede"59. “Este tipo de doble rasero asombró a los viajeros europeos.
Habían encontrado europeos sólidos en Moscú y Petersburgo, cuando de repente se dieron
cuenta de que en los cuartos de los sirvientes la vida era completamente diferente y estos
"europeos" mostraban una cara completamente diferente. De lo contrario, los que querían
vivir de acuerdo con sus convicciones pronto se desanimaron, o tomaron y se fueron al
extranjero como el hijo del consejero más cercano de Peter, el Conde Golovkin, quien se
fue, afirmando que no regresaría mientras existiera en Rusia los dichos: "Culpable sin culpa"
y "Todo pertenece a Dios y al estado". Otros se volvieron extravagantes. En Moscú había
muchos individuos queer que llevaban un estilo de vida extraño (uno le ponía anteojos a un
caballo, otro paseaba en un carruaje todo plateado), en un intento de enmascarar esta
brecha entre la teoría y la práctica.
Regresando de “campañas militares al otro lado de la frontera, aquellos jóvenes que,
desde la infancia, habían estado imbuidos de altos ideales y pensamientos sublimes y
querían transformarse en los antiguos romanos (ya les he contado cómo Murav'ëv se había
negado a bailar hasta que supo que los romanos también bailaban de niños), habrían
querido hacer de sus ideas un estilo de vida. Y lo primero que les pareció "extraño" fue el
hecho de que en la vida cotidiana, en las salas de estar, en los pasillos y en la conversación
con las damas, se comportaban como los antiguos romanos. Primero, decían lo que
pensaban y hablaban como libros impresos. ¿Recuerdas lo que dice Famusov sobre Tchackij:
“¡Qué está diciendo! ¡Habla como si escribiera!”60 Habla como si estuviera dando un
discurso en la Cámara de los Comunes, y lo hace en el salón de Famusov, en Moscú, en un
ambiente de brigadistas retirados, la parte más conservadora y oscurantista de la sociedad
rusa.
El decembrista es ante todo un predicador, y parte de esto. Fyodor Glinka, un
individuo extraordinariamente noble, desinteresado, que vivía casi en la pobreza (y pensar
que era descendiente de una excelente familia y un hábil escritor; como coronel de la
106
Guardia se había cubierto de gloria y medallas) solía escribir en un papel: "En el baile:
protesta contra Arakcheev61, las colonias militares, las absurdas reformas financieras". Iba
a los bailes como si estuviera enseñando.
Y en efecto, entre 1816 y 1818, esos jóvenes asombraron a sus contemporáneos.
Iban a los bailes, pero no a bailar. En general, les parecía indigno divertirse: este ciertamente
no era el momento de divertirse en Rusia, ¡que bailen los hombres vacíos! Ellos, en cambio,
llegando a un baile, no se quitaban las espadas, se ponían a hablar en un rincón de Adam
Smith, o aguantaban sus oraciones. Así se lamenta la princesa de La desgracia de ser
inteligente: “Las bailarinas se están volviendo terriblemente escasas”.62 ¿Recuerdas esta
escena? Aquí ya hay un toque de ironía: Tchackij habla en tono exaltado, en un momento
mira a su alrededor y se da cuenta de que los jóvenes están todos enfrascados en un vals,
mientras que los mayores se han ido “a jugar a las cartas”. Tanto las cartas como el baile
mortifican al individuo noble.
Incluso para Pushkin, las peroratas de Tchackij parecen ridículas. Y nosotros también
sonreímos al imaginar a Fyodor Glinka anotando lo que dirá en el baile. En comparación con
las sucesivas etapas que conocerá el movimiento revolucionario, pensamos que fue todavía
una etapa infantil. Más tarde, Vyazemsky, cuando juzgaron y sentenciaron a la horca a
quienes habían discutido el destino que habría corrido el zar después de la revolución (si
debía ser ejecutado o no), acusaría al gobierno, diciendo que fueron solo palabras, que no
habían sido seguidas por ningún acto terrorista. ¡Cómo podría alguien ser condenado por
sus palabras, por esta atroz bavardage! (¡charla de sangre!), exclama Vyazemsky. Sin
embargo, no se trataba solo de hablar. Porque cuando uno habla en medio del silencio, esa
llamada cháchara crea una especie de núcleo de opinión pública a su alrededor. No es
casualidad que Tchackij afirme: "Pero hoy [...] la risa da miedo y la vergüenza retiene".63
Pero si la 'vergüenza frena' a un hombre que podría haber cometido cobardía,
entonces todas esas súplicas no han sido en vano. En efecto, Fëdor Glinka predica en los
bailes, pero al mismo tiempo, siempre en los bailes, también desenmascara los abusos
contra los siervos, organiza colectas de firmas para dar libertad a un siervo poeta o
107
violinista. Hace todo lo posible para involucrar a más y más personas en la actividad social.
Y la gente empieza a temer sus palabras.
La época de Nicolás se distinguirá de la decembrista por su desvergüenza. De hecho,
esos individuos habían perdido todo control, habían perdido el miedo a la opinión pública
que, para ellos, no existía. Cuando Alejandro II luego envíe a Klejmichel de licencia, dirá que
se vio obligado a hacerlo debido a la opinión pública. Klejmichel' era un personaje
terriblemente malo. Al principio protegido de Arakcheev, luego había encontrado un lugar
en la corte de Benckendorff, para luego poner sus manos en el verdadero negocio que
importaba: “la construcción de carreteras en Rusia. También participó en la construcción
del ferrocarril Petersburgo-Moscú. Cuando se peleó con ese bufón Men'shikov y lo retó a
duelo, este último replicó: pero Conde, ¿por qué demonios se pega un tiro? Más bien,
tiremos los dados: cualquiera de nosotros que esté destinado a morir tendrá que sentarse
en el tren de la línea que ha construido e ir de Petersburgo a Moscú: ¡es una muerte segura!
Al escuchar las palabras del zar, Klejmichel se indignó: ¿qué opinión pública? ¿Es posible
que el soberano no tenga opinión propia? ¡De qué sirve la opinión pública, la del zar es
suficiente!
Los hombres de la época de Nicola así lo creían. Y de hecho el clientelismo alcanzó
proporciones inauditas, junto con robos de todo tipo. Belinsky declaró que el Estado se
había convertido en una gigantesca corporación de ladrones (incluso antes que él, Fonvizin
había observado que "el que puede, saquea, el que no puede, roba". Tal falta de control era
la consecuencia del sofocamiento de la opinión pública.
Los decembristas, en cambio, le habían dado voz, incluso con sus burlas. Piensa en
Tchacki que se ríe todo el tiempo. ¿Recuerdas lo que dice la vieja Chlestova?
¿Quién es esta risita?
¿Qué condición es?
[...] ¿Qué tipo de arroz es este?
“No es bueno reírse de los viejos64.
Tchacki se burló de los demás. A su alrededor vio gente que, como diría Yakushkin, estaba
un siglo atrasada; por eso no dudó en echarles en cara su verdad, sin concesiones.
108
Se sigue una circunstancia particular: damos por sentado que un conspirador debe
ocultar, encubrir sus creencias políticas, ser circunspecto. Pero considere, por ejemplo, al
joven Sergei Turgenev. Los Turgenev eran una familia extraordinaria. Había cuatro
hermanos: el mayor, Andrej, murió temprano, seguido por Aleksandr, el decembrista
Nikolaj y Sergej, quien también murió temprano. Un individuo muy talentoso, Sergei perdió
la cabeza cuando Nikolai fue sentenciado a muerte. Sin embargo, Nikolaj no fue ejecutado
porque estaba en Inglaterra y mientras tanto había emigrado. En un momento, corrieron
rumores de que los británicos iban a extraditarlo, y Pushkin escribió unas líneas muy
amargas sobre el mar:
Y en todos los elementos el hombre / es tirano, delator o
prisionero.”65
Nikolay Turgenev no fue entregado, sin embargo, Sergei perdió la cabeza y murió pronto.
El joven Sergei Turgenev amaba ardientemente la libertad. Fue él quien le dio a
Pushkin la idea de la oda a la libertad, aunque era más joven que el poeta. Sergei Turgenev
no ocultó sus puntos de vista. Cuando Karamzin expresó la suya, mucho más moderada, eso
bastó para que Sergej partiera hacia Turquía, donde ocupó un puesto diplomático, sin ni
siquiera despedirse. Su hermano mayor, una buena persona, un liberal moderado que no
tenía nada de revolucionario, trató de persuadirlo para que fuera un poco más "tranquilo":
no hay necesidad de hablar tanto. Pero el decembrista Nikolai Turgenev replicó:
¡ciertamente no nos imbuimos de las ideas más avanzadas y luego nos quedamos callados!
¡Absolutamente tienes que presumir! ¡Me avergüenzo de ellos! Y que todo el mundo sepa
quiénes somos.
El decembrista posa provocativamente. No se esconde, incluso su cabello es
diferente: de hecho lo usa largo (a menos que sea un oficial). Y no se comporta como
debería hacerlo un conspirador. Todo esto contribuye a crear una atmósfera especial en
Rusia.
Hasta 1821, las sociedades secretas no eran secretas en absoluto. Cuando Michail
Fëdorovič Orlov decide casarse, el futuro suegro, el general Raevsky, no le habla de la dote
ni de la fortuna familiar, sino de cualquier otra cosa: si te casas, tienes que abandonar la
109
sociedad secreta. Pero ni siquiera él pudo "salvarlo"... A decir verdad, la hija mayor de
Raevsky no sufrió consecuencias, mientras que la menor, María, esposa del general
Volkonsky, siguió a su marido a Siberia.
Y así, el decembrista actúa de manera abierta, escandalosa. Como Čackij a lo que,
como era de esperar, Molčalin, "el silencioso":
Pero, además, seguro que recorrerá un largo camino;
hoy las personas silenciosas son muy estimadas66.
Aquí podéis ver algunas fotografías de una actuación del Teatro Dramático de Moscú. Čackij
es interpretado por Vasilij Kačalov (quizás el mejor Čackij de todos los tiempos) [pl. 13],
Molčalin en lugar de Podgornyj. Las poses que ves reflejan el carácter de los personajes.
Tchacki se comporta con indiferencia, burlonamente, Molchalin, por el contrario, se inclina
servilmente. Sus figuras revelan diferentes temperamentos y estilos de vida. Kačalov supo
restaurar muy bien la personalidad contradictoria de Čackij, es decir, la del decembrista,
fundada en una mezcla de espíritu crítico y aire burlón, con toques de lirismo, entusiasmo
y patetismo. Contradicciones que le permitieron ser tanto un crítico sarcástico como un
soñador-utópico.
Molchalin, por otro lado, en la interpretación de Podgornyj es un funcionario, por el
momento todavía pequeño, pero que “ciertamente recorrerá un largo camino”. Molčalin es
una figura con un gran futuro por delante, incluso inspirado en algunos prototipos reales.
De hecho, creo que Griboedov tenía en mente a Sergej Uvarov.
Uvarov era un individuo brillante, muy brillante y competente, pero (al menos al
principio) sin perspectivas profesionales particulares, a pesar de tener todo lo que se le
exigía a un burócrata en la época de Alejandro: "progresismo", europeísmo, elegancia (A
Alejandro no le gustaban los osos asiáticos ni los reaccionarios, con él ciertas personas no
corrían el riesgo de ascender en la escala social), un perfecto conocimiento del francés y,
en general, de lenguas extranjeras. Uvarov era europeo, ciertamente no se vería mal en
Europa. Un hombre desprovisto de todo principio: hoy se proclama ateo, mañana la religión
vuelve a estar de moda en la corte y pone los ojos en blanco.
110
A decir verdad, de una forma no demasiado convencida. En un momento, decide
que ya ha tenido suficiente y se va de permiso. Se casa con una chica vieja y fea, pero el
padre de ella es ministro de educación, por lo que él, siendo aún joven, ¡se convierte en
presidente de la Academia de Ciencias! Luego se acerca a Karamzin. ¡Y dado que Karamzin
es tan desinteresado y noble, todos a su alrededor probablemente piensen que ellos
también son desinteresados y nobles! Uvarov se hace amigo de “Žukovsky. Mientras lo
necesita, frecuenta los círculos literarios, pero de repente cambia el viento y lo
encontramos en la comisión de investigación que se ocupa del asunto de los decembristas.
Nikolaj Turgenev es un buen conocido suyo, pero es él quien lo condena a la pena capital.
Vyazemsky cuenta haber presenciado una escena fantasmagórica durante una noche de
insomnio en Petersburgo: Aleksandr Turgenev (un viejo amigo de Uvarov) que camina del
brazo con él por Nevsky Prospekt y mientras tanto lo mira a los ojos, con amarga
perplejidad. Después de lo cual los dos se separan.
Posteriormente Uvarov será ministro de educación bajo Nicolás, además de autor
de la famosa fórmula "ortodoxia, autocracia, espíritu popular". Es muy probable que haya
estado involucrado en el duelo en el que el poeta perderá la vida. En general, un tipo noble
en apariencia, europeo en modales, pero sucio en sustancia. Funcionario bajo Alejandro y
Nicolás, si hubiera vivido hasta la era de la reforma, probablemente se habría convertido en
reformador. Porque era un burócrata. Sin ninguna convicción. Al igual que Molchalin.
Tchacki, por otro lado, tiene convicciones, y esto también es nuevo. Pero incluso un
hombre así no pasa todo su tiempo pregonando sus ideas o maldiciendo. También él vive
en el sentido más directo de la palabra: lee, ama, se casa. Y hablaremos de eso la próxima
vez.
Gracias por la atención.
NOTAS
111
57 L. Tolstoy, Dekabristy [Los decembristas], en Id., Sobranie sochinenij v 22 t.,
Moskva, 1979, vol. 3, pág. 364.
58 D. Davydov, Sovremennaja pesnja [Canción contemporánea], en Id.,
Stichotvorenija [Poemas], Leningrado, 1984, p. 116.
59 I. Turgenev, Burmistr [El burgomaestre], en Id., Polnoe sobranie sočinenij i pisem
[Colección completa de obras y cartas], Moskva, 1979, vol. 3, pág. 126.
60 A. Griboedov, La desgracia de ser inteligente, cit., p. 53.
61 Alexey Arakcheev (1769-1834), Ministro de Guerra de Alejandro I entre 1808 y
1810.
62 Ibíd., pág. 118.
63 Ibíd., pág. 52.
64 Ibíd., pág. 126.
65 A. Pushkin, K Vyazemskomu (“Tak more, drevnij dušegubec...”), [To Vyazemskij
(“Y así el mar, antiguo villano...”)], en Id., Polnoe sobranie sočinenij, cit., vol. 2, pág. 331.
66 A. Griboedov, La desgracia de ser inteligente, cit., p. 39.
112
LECCIÓN 9
¡Buen día!
La última vez hablamos del decembrista como hombre y ahora intentaremos retomar este
discurso. Para el hombre de la época era más que natural esforzarse por vivir en sociedad
comportándose como un personaje histórico. Cada uno eligió una figura en la que
inspirarse, se preguntó si el historiador del futuro le habría dedicado una línea o una página
entera y luego mediría toda su existencia en base a esto. Fueron hombres que concibieron
su tiempo como un tiempo histórico. Todos recordaban la guerra y Napoleón, recordaban
lo que es capaz de hacer un hombre que, de un día para otro, como un perfecto extraño
como era, se encuentra deteniendo los destinos del mundo. Ninguno de ellos quería ser un
hombre cualquiera.
Zavališin, uno de los individuos más brillantes en este sentido, de sus compañeros
de escuela dirá que muchos de ellos no se prepararon para un gran futuro, estudiaron poco
y mal y de hecho se convirtieron en hombres comunes. No podría haber dicho algo peor. Él
mismo se consideraba una persona fuera de lo normal, aunque su vida no había salido del
todo bien. Pero el esfuerzo por ocupar un lugar en la historia fue compartido por muchos,
incluso por Pushkin. Cuando supo que un conocido suyo, el general Ipsilanti, el hombre cuya
mano había sido cortada por una bala en la batalla de Leipzig, se había puesto al frente de
la insurrección griega, escribió en una carta: muerto o victorioso, a partir de este momento
"pertenece a la historia de todos modos: veintiocho años, una mano cortada y un propósito
noble, ¡qué destino envidiable!"67. Todo le parece envidiable, hasta la mano cercenada,
porque eso es lo que le asegura un lugar en la historia. Pero los hombres de esta generación
también aplicaron estas ideas a la vida privada. Así como habían elegido modelos a imitar
en el campo de batalla o en las conspiraciones políticas, así también construyeron su vida
doméstica y sus amores. Los decembristas y el amor: he aquí un tema muy interesante. Uno
113
de ellos, Murav'ëv (quien, sin embargo, a decir verdad, pronto se distanció del movimiento),
escribió en sus memorias que había releído con mucha atención la novela de Rousseau La
nueva Eloísa más de una vez, y su pasión por NN (es decir, por la hija del "almirante
McLean") se había vuelto aún más fuerte. Es decir, leyó la novela de amor de St. Preux por
Giulia Wolmar (la "nueva Eloísa" de Rousseau) y su amor se hizo aún mayor. En The Blizzard
(el protagonista, Burmin, "pertenece a esta misma generación y acaba de regresar de la
expedición de 1812), Pushkin escribe: "'Te amo', dijo Burmin, 'te amo apasionadamente...'
[...] 'Me comporté con imprudencia, complaciéndome con una dulce costumbre, la
costumbre de verte y escucharte todos los días...' (Marya Gavrilovna recordó la primera
carta de St. Preux)".68 Me viene a la mente la primera carta de la Nueva Eloísa. . Sin
embargo, eso no obstaculiza en absoluto sus sentimientos, no los hace falsos. Y lo mismo
es también para Tat'jana, ¿te acuerdas?
Pensando en sí misma como una heroína
De sus autores favoritos,
O Clarissa o Giulia o Delfina,
Tatyana en arboledas tranquilas
Con el libro va el convicto
solo y te busca y te encontrara
sus sueños y secreto ardor,
Los frutos de su corazón lleno,
Él suspira y luego, solo fingiendo
De éxtasis o dolor otra historia,
Absorta, murmura de memoria
Una carta al querido héroe... 69
Desde este punto de vista, es particularmente interesante la historia de amor de Kachovsky,
el mismo que tuvo la desafortunada idea de disparar un tiro de pistola en la Plaza del Senado
y terminó en el patíbulo. Ese mismo Kachovsky que Ryleev quería transformar en el "Bruto
Ruso", en un regicida. Kakhovsky es un individuo impetuoso, de mente noble,
excepcionalmente impresionable y fácilmente entusiasta. Hijo de un modesto noble
114
provinciano, quedó casi reducido a la pobreza. Y aquí un buen día conoce a una chica,
Sophie Saltykova. Saltykov es un anciano aristócrata de ideas progresistas, rico y educado,
conoce a todos los miembros de Arzamas, es amigo de Zhukovsky. Una historia de amor
florece entre los dos jóvenes. Pero Sophie Saltykova –bueno, para no dejarlos en vilo, les
diré enseguida que Kakhovsky no podrá conseguir su mano, poco después se casará con el
poeta Del'vig y no será un matrimonio feliz–, Sophie era una mujer impulsiva, caprichosa...
Pero en la época a la que nos referimos era todavía una niña y tenía una amiga, Semënova-
Karelina, que vivía en los Urales porque su marido era geólogo y geógrafo.
Y así Saltykova escribe las cartas de sus pretendientes. La primera misiva aún no
contiene indicios del amor que florecerá más tarde. Dice que Kjuchel'beker había visitado
su propiedad. Poco antes, Kjuchel'beker había estado en el extranjero y en París había
realizado una serie de conferencias, exponiendo ideas políticas muy radicales, por lo que
Alejandro I le había hecho saber que, si no regresaba inmediatamente a Rusia
(Kjuchel'beker en realidad quería ir a luchar por la libertad de los griegos), "nunca podría
volver a poner un pie". Entonces regresó y durante algún tiempo huyó al Cáucaso, donde
Ermolov de hecho ofreció protección a personas como Kjuchel'beker. Allí se hizo amigo de
Griboyedov y luego se aventuró a la capital. Él también era pobre, prácticamente sin dinero,
sólo tenía poesía en la cabeza. Sophie Saltykova le escribe a su amiga de Kjuchel'beker: "Él
'vuela', como dijo su tío, y yo también he comenzado a amar a este tipo de persona: solo
amo la poesía y la prosa me parece aún más fría e inanimada que en el pasado. Este joven
no tiene absolutamente nada para vivir y se ve obligado a ser el editor de una pequeña
revista titulada 'Mnemosina'..."70 Y así Kjuchel'beker se dispara. Pero es sobre todo
Kachovsky quien golpea la imaginación de Sophie: "Conozco bien tus gustos y estoy seguro
de que este Petr K. [Kachovsky] te gustaría muchísimo si lo vieras. Dice que el universo le
queda apretado, que nada le basta, que a los siete años ya estaba enamorado. Ahora ya
sabes quién es [...] Entre otras cosas, elogié a una tal Mademoiselle Ljarskaja y él dijo que
nunca podrá gustarle, porque la suya es "una belleza sin alma y para él lo que importa es el
alma, en una mujer busca el alma por encima de todo..." moiselle Ljarskaja nunca dijo que
115
estaba encantada con la belleza: los versos de Pushkin, Schiller, Žukovsky no le embriagan
el alma, no, porque no tiene alma.
Así que el alma es lo primero. Y Kakhovsky seduce a Sophie, especialmente porque
adora la poesía y se parece a un héroe byroniano. A decir verdad, también le gusta porque
“tiene una R suave, ese rasgo le da aún más encanto; estaba declamando [sigue una cita del
Prisionero del Cáucaso de Pushkin]: 'Podrías haber engañado, prisionero, / a este joven
inexperto' y luego comentó: '¡Qué bien conoce Pushkin el corazón de las mujeres!
¡Engáñalos, no los defraudes!»71 Y esta frase llena de erres, ¡ah, qué bien la pronunció!»72.
Pero su declaración de amor es especialmente interesante. Están paseando por el
parque, acompañados por una tía, claro, porque una joven respetable no puede conversar
de amor con un joven. La regla quiere que todo suceda a la inversa: primero el joven, si
siente inclinación por una niña, tendrá que hablar con sus padres y obtener su
consentimiento y luego declararse a ella. Por eso no hablan de amor, sino que declaman a
su vez al Prisionero del Cáucaso, “transformándolo en una declaración de amor. Expresan
sus sentimientos a través de las palabras de Pushkin. Así es como Sophie describe la escena
en una carta: “... Soñé con Pierre y desperté aún más locamente enamorada de él. Era el 17
de agosto, un domingo, un día magnífico. Los tres salimos a caminar [saltándonos algunas
líneas]. Ese día me declamó una infinidad de versos y yo lo ayudaba cuando se le olvidaba
algo; por ejemplo dije:
'De una fuerza mágica e impenetrable
Estoy totalmente apegado a ti'73,
y estuve a punto de causar un malentendido horrible, porque, si no me hubiera recuperado
de inmediato, por distracción le habría dicho lo que pensé en ese instante, y ciertamente
habría muerto, porque hubiera sido:
'Te amo, querido Kakhovsky,
Tu alma está borracha...'.74
"Menos mal que le dije 'querido preso', y él respondió de inmediato, con los ojos ardiendo
y con tono entusiasta:
'Esperanza, eres mi diosa,
116
¡Esperanza, resplandor de mi alma!'"75
Luego la conversación continúa; pero cuando los dos se dan cuenta de que ha llegado el
momento de separarse, Sophie vuelve a hablarle a su amante con versos de varios poemas:
Pálida como un fantasma, tembló;
Él yacía en las manos de su amante
Su mano fría76.
Se convierten en personajes literarios y viven de sus sentimientos. Al igual que Tchacki, que
habla "como escribe", ellos también ponen su alma en un registro "alto". Pero, y es muy
importante, este registro alto no son solo palabras memorizadas, en cuyo caso no sería más
que una ostentación o un juego infantil. Mientras la Tatyana de Pushkin construye su
existencia sobre ese estilo sublime que ha asimilado, Sophie y Kakhovsky también modelan
sus vidas en el ejemplo de los personajes literarios. Aquí hay un ejemplo similar, tomado de
las memorias del decembrista Basargin.
Basargin es un miembro activo de la Liga del Sur, amigo de Pestel, así como un
individuo con un carácter muy decidido. Él está casado. La revuelta aún está por llegar, aún
faltan dos años (entre otras cosas, su esposa morirá primero y por lo tanto no se verá
obligada a ir a Siberia). Pero esto es lo que Basargin escribe en sus memorias: “Recuerdo
que una vez le estaba leyendo” a mi esposa Ryleev Vojnarovsky el poema, que acababa de
salir en ese momento e involuntariamente comenzó a reflexionar sobre nuestro futuro. '¿En
qué estás pensando?', me preguntó. 'Quizás el exilio me espera también', respondí.
'¿Entonces? Te seguiré para consolarte, para compartir tu destino. Ni siquiera el exilio nos
separará, así que no se preocupen por nosotros.'"77
Pero ¿por qué Vojnarovsky? Porque el poema de Ryleev habla del héroe epónimo,
el sobrino de Mazepa, que está exiliado en Siberia; su amada, un cosaco, va en su busca,
logra encontrarlo, comparte con él los sufrimientos del destierro y muere. El poema termina
con el héroe de Ryleev muriendo, congelado, en su tumba.
El exilio, la revuelta, la fortaleza, todavía no hay rastro de todo eso, pero los destinos
ya están decididos. Así como se deciden sus vidas por venir, ya atribuidas a personajes
literarios que, poco después, se transformarán en personajes reales.
117
Cuando se sofocó la revuelta y comenzó la agónica investigación, y luego, cuando se
dictó la sentencia (aunque nunca hubo un juicio en el verdadero sentido de la palabra, sólo
la investigación) y los decembristas partieron hacia Siberia, surgió la pregunta para muchos
de sus seres queridos y sus familias: ¿qué hacer? Las soluciones fueron diferentes. Algunas
personas se apresuraron a romper todos los lazos, como la madre de Volkonsky, mientras
que su esposa Maria Nikolaevna, por el contrario, estaba dispuesta a abandonar al niño que
acababa de dar a luz para seguirlo. Y así lo hizo: no fue a encontrarse con su hijo y partió
hacia Moscú (como dama de la corte se habría visto obligada a asistir a la coronación del
nuevo emperador). El decembrista Chernyshev, en cambio, tenía un pariente lejano que, en
realidad, ni siquiera era tal, sino que simplemente llevaba su apellido. El malvado
Chernyshev se convertiría más tarde en ministro de Guerra de Nicolás I, después de haber
sido juez de los decembristas y, antes incluso, espía zarista. En esta capacidad había
conversado extensamente con Napoleón, su conocimiento del francés era perfecto y, en
general, una persona muy astuta. “El decembrista Chernyshev era muy rico, él en cambio
era pobre, a pesar de su grado de general. Cuando Chernyshev fue llevado esposado ante
la comisión de investigación, el futuro ministro Chernyshev saltó y lo abrazó, exclamando:
"¡Et vous, primo, vous aussi coupable!" ("Tú también, mi primo, entre los culpables ..."! ""
A lo que el decembrista Chernyshev respondió: "Pupable, Peut-être, primo-Jamais"
("Culpable tal vez, tu primo nunca"). Incluso Nicholas no me atreví a cometer un acto tan -
Law's propiedad, porque él tenían tales parientes. Otros padres simplemente tenían lástima
con sus hijas que habían decidido seguir a sus esposos a la colonia penal. ¿Qué significaba
dejar a Siberia? Ya no se aseguraría para ellos. Ser golpeado y golpeado fue terrible, pero
sobre todo, ¿qué era Siberia? ¡Solo los criminales convictos vivían en Siberia! Sin embargo,
estos delincuentes resultaron ser mucho más humanos que los funcionarios. Todos los
decembristas coincidieron en que los habitantes del lugar se apiadaron de ellos, aunque allí
abajo había gente de todo tipo. Pero he aquí una historia. En una casa donde los
decembristas eran bienvenidos vivía un rico campesino, que ya no era joven. ¿Cómo
terminó en Siberia? Al parecer, de joven había matado a una chica que lo había engañado.
118
Era un asesino y le habían arrancado las fosas nasales como a todos los asesinos, pero al
mismo tiempo también era un granjero honesto y decente, tenía una familia hermosa. Aquí
hay otra reunión. El decembrista Lorer, para no hacerse entender por el cochero (temía ser
un espía; los condenados con hierros en las manos eran transportados de tres en tres),
habló a su compañero en alemán. En un momento el cochero se da la vuelta y se dirige a
ellos en el mismo idioma. Aparentemente, era alemán, un ex comandante a quien Paolo
había enviado a Siberia porque había sido culpable de negligencia durante un desfile. Se
instaló en Siberia, se casó, se convirtió en agricultor y no hablaba alemán desde hacía veinte
años. Por lo tanto, los destinos de los habitantes fueron los más variados. “Siberia era todo
un mundo y, por supuesto, dejar ir a tu hija no fue fácil. Los Raevsky (el general Raevsky y
sus hijos) intentarán contener a Marija Nikolaevna Volkonskaja, recurriendo a varias
estratagemas, especialmente a los hermanos. El bebé recién nacido la retenía, pero ella se
puso en marcha de todos modos. En este cuadro que veis, en la pared de su habitación se
puede ver el retrato de su padre, el general Raevsky [tab. 14]. Y el general, en su lecho de
muerte, agarró su retrato entre sus manos, sus últimas palabras fueron: "Nunca he visto
una mujer tan extraordinaria en mi vida". Murió el niño nacido poco antes del
levantamiento (Pushkin escribiría versos excepcionalmente conmovedores sobre la muerte
del hijo de Maria Nikolaevna)78. Pero los Volkonsky de Siberia tendrán otros hijos. Y por
eso ir a Siberia da miedo, pero van allí. Se van las esposas, pero también las novias, aunque
era aún más difícil. Ivashev y Annenkov “estaban comprometidos, ambos con chicas
francesas, por cierto. Y Camille Ledantu, una niña pobre, sigue a su novio Ivašev. Nicola solo
podía dejar que las mujeres casadas se fueran, las novias no estaban permitidas, pero
ambas consiguieron lo que querían. Y así se crea en Siberia un mundo muy especial, el
mundo de las mujeres que se asientan cerca de la fortaleza. Evidentemente la vida no era
nada fácil, porque, a pesar de todo, estas mujeres estaban acostumbradas a una existencia
completamente diferente, a un día a día diferente. A decir verdad, entre los decembristas
había gente muy rica a la que sus padres enviaban dinero regularmente (como en el caso
de Sheremetyev, Yakushkin, Murav'ëv) y todo lo que recibían iba a parar a un cofre común.
Y con ese dinero se logró construir la llamada “calle de las mujeres”, una serie de izbas
119
alrededor de la fortaleza, pero aún habitadas por damas. Después de algún tiempo, a los
decembristas casados se les dio permiso para visitar a sus esposas los domingos. Al principio
fue muy difícil, al principio se les podía ver por un agujero hecho en la valla. Luego vino el
permiso para admitir mujeres en las celdas, y las celdas estaban destinadas a cuatro
hombres, sin ventanas externas, las ventanas solo daban al pasillo. Para abrir una ventana
exterior (cerrada además por una reja) se necesitaba la autorización por escrito de Nicolás
I. Además, el patio estaba rodeado por enormes postes verticales de madera de cedro.
Escapar era obviamente imposible, y entonces, ¿dónde? Pero la solicitud de una ventana
tenía que pasar por Benckendorff, y tardaría años en llegar a Petersburgo, antes de ser
enviada a las distintas oficinas... No fue fácil. Pero la literatura, ese vuelo sublime del alma,
será más fuerte que todo. Y aquellas jóvenes y doncellas que se casan solo después de poner
un pie en Siberia podrán construir sus vidas como heroínas literarias. “Debe tenerse en
cuenta que Ryleev escribió no solo Vojnarovsky, sino también, antes del levantamiento, la
canción épica Natalya Dolgorukaya. Natalya Dolgorukaya es una figura extraordinaria,
autora de las primeras memorias escritas por una mujer en Rusia. Su vida abarca la primera
mitad del siglo XVIII. Era hija del mariscal de campo Sheremetyev, descendiente de Rjurik,
hombre muy rico, mano derecha de Peter, el que comandará nuestro ejército con poca
suerte en Narva, pero lo compensará en otras ocasiones, navegará por el Mediterráneo y
se convertirá en Caballero de Malta. Natalya Sheremetyeva es una chica hermosa, la mejor
pareja de toda Rusia. Y su prometido, Dolgorukij, es un individuo extravagante. Los
dolgorukies gozaron del favor del jovencísimo Pedro II. El joven Dolgoruky era el mejor
amigo del futuro zar, juntos pasaban días enteros "cazando". Cuando Pedro II muere,
nuevos hombres suben al poder y todos los Dolgorukies son exiliados a Siberia. Natalya
Sheremetyeva, que mientras tanto se ha casado con Dolgorukij, decide seguir a su marido
y así comienza una vida muy difícil para ella. Como suele suceder en estos casos, aparece
un sinvergüenza (un funcionario local insignificante) y comienza a extorsionarlos, luego
quiere obligar a Natalya a vivir con él. Ella literalmente lo echa a patadas y él luego escribe
una denuncia a Petersburgo, afirmando que los Dolgorukies están tramando una
conspiración. Vuelven a ser detenidos, ejecutan horriblemente al marido de Natalia -lo
120
descuartizan- mientras ella vuelve a ser exiliada. A los cuarenta y tres, Natalya Dolgorukaya
toma sus votos y muere, incluso antes de llegar a los sesenta. Esta mujer nos ha dejado unos
recuerdos absolutamente increíbles79. “ Su esposo ciertamente no parecía decembrista, no
tenía ideales, solo era un arribista, pero ella le dio toda su alma de mujer. Y pensar que con
su lugar de nacimiento, con sus lazos, le hubiera bastado una palabra, le hubiera bastado
decir que quería separarse de él y volvería a ser dama de la corte de inmediato. Podría
haberse vuelto a casar, por lo que los exiliados se consideraban muertos; podría haber
tenido una existencia maravillosa y sin preocupaciones. Y en su lugar eligió esa terrible vida.
Ryleev escribirá sobre esta mujer extraordinaria, colocándola al lado de otras heroínas de
la historia rusa. Obviamente, para Maria Volkonskaya, cuando se fue a Siberia, así como
para la esposa de Basargin, el protagonista de Vojnarovsky y Natalya Sheremetyeva-
Dolgorukaya ya eran modelos a seguir. Y así se fusionan la vida y la literatura. La literatura
proporciona ejemplos sublimes de nobleza que moldean el alma de las personas. Las ideas
de la literatura se transforman en reglas de conducta; no se limitan a la esfera de las
fantasías y los sueños, porque para esta generación la palabra es acción. “Y de hecho vemos
que lo que crea el sujeto político, el héroe que va a la horca, es también lo que da forma a
la heroína, que tal vez soporta un sufrimiento aún mayor. En Siberia, los decembristas crían
a sus hijos, pero ¿qué significa eso exactamente? Quiere decir que todos sus hijos son
defraudados del título de nobleza, privados incluso de apellidos. En su lugar llevan los
patronímicos de sus padres, los apellidos sólo los recuperarán cuando muera Nicolás I y
Alejandro II ascienda al trono, y ni siquiera inmediatamente. Luego también devolverán los
títulos nobiliarios y muchas veces no saldrán personas extraordinarias, pero por otro lado
es así: la nobleza no siempre se transmite junto a las tradiciones familiares. Pero para
nosotros es importante que los pensamientos, “las ideas, las palabras cobren vida y se
transformen en ejemplos humanos sublimes.
Esencialmente, nos estamos acercando al final de nuestra conversación de hoy y
también de toda la serie con la que hemos estado ocupados durante un tiempo. ¿Qué razón
había después de todo para aprender todas estas cosas? Primero, entender los libros que
leemos. Este es el primer objetivo, el más inmediato. Porque si no leemos libros, nos
121
quedamos en un nivel cultural y humano muy bajo. Pero leer en sí mismo no es suficiente,
hay que comprender y comprender no significa comprender sólo palabras individuales sino
también los sentimientos y pensamientos de las personas, las condiciones de su existencia
y de su vida cotidiana. En segundo lugar, los decembristas eran individuos que se
respetaban a sí mismos y esta es siempre una cualidad indispensable. Más tarde Pushkin
escribirá que son la casa y los dioses del hogar los que imparten la enseñanza más
importante: tener respeto por uno mismo. Porque quien se respeta a sí mismo es un
individuo libre. Y, siendo libre, desea también la libertad para los demás:
El espectáculo de las desgracias populares
Es intolerable, amigo mío;
La felicidad de las mentes nobles
Es ver la alegría alrededor80.
Este es Nekrasov. Entonces los valores morales no envejecen. Porque al final siempre siguen
siendo los mismos. Por eso, al estudiar el pasado, nos damos cuenta de que alguna vez ya
existieron individuos idénticos a nosotros, con las mismas pasiones humanas. Y vemos que,
exactamente de la misma manera que en la historia de la humanidad se van acumulando
obras de arte, pinturas, poemas, composiciones musicales -y todo eso no debe (ni debe ser)
destruido- así también se consolidan la honestidad, la nobleza y el respeto por uno mismo.
Y estos valores fundamentales nunca deben perderse. Concluyo aquí y gracias por su
atención.
NOTAS
122
70 ciudad. de B. L. Modzalevsky, Roman dekabrista Kachovskogo [La historia de amor del
decembrista Kakhovsky], en Id., Pushkin i ego sovremenniki. Izbrannye trudy (1898-1828)
[Pushkin y sus contemporáneos. Ensayos seleccionados], Sankt-Peterburg, 1999, p. 181.
71 A. Pushkin, El prisionero del Cáucaso, en Id., Poemi e liriche, cit., p. 140.
72 B. L. Modzalevsky, Roman dekabrista Kachovskogo, cit., págs. 183-185.
73 A. Pushkin, El prisionero del Cáucaso, cit., pág. 138.
74 “Te amo, querido preso, / Tu alma está borracha...”, ibíd.
75 B. L. Modzalevsky, Roman dekabrista Kachovskogo, cit., pág. 189. Los últimos versos
citados son de Nikolai Karamzin.
76 B. L. Modzalevsky, Roman dekabrista Kachovskogo, cit., pág. 193. Tr. él. A. Pushkin, El
prisionero del Cáucaso, cit., p. 140.
77 N. V. Basargin, Vospominanija, rasskazy, stat'i [Memorias, cuentos, ensayos], Irkutsk,
1988, p. 76.
78 Ver la acuarela de P. F. Sokolov, M. N. Volkonskaja y su hijo Nikolaj, 1826. Lotman se
refiere a Epitafija mladencu [Epitafio para un niño, 1828], A. Pushkin, Polnoe sobranie
sočinenij, cit., vol. 3, pág. 91.
79 Svoerucnye zapiski knjagini Natal'i Borisovny Dolgorukoj doceri g. fel'dmaršala grafa
Borisa Petrovica Šeremeteva [Notas manuscritas de la princesa Natalya Borisovna
Dolgorukaya, hija del Sr. Mariscal Conde Boris Petrovich Sheremetyev], Sankt-Peterburg,
1992
80 N. Nekrasov, Polnoe sobranie socinenij [Obras completas], Leningrado, 1982, vol. 4, pág.
116.
123
SEGUNDO CICLO
LAS RELACIONES ENTRE LAS
PERSONAS Y EL DESARROLLO
DE LAS CULTURAS (1988)
124
LECCIÓN 1
¡Buen día!
Retomamos hoy las conversaciones que tuvimos el año pasado. Lo que les propondré ahora
será la continuación del discurso de entonces, pero desde una perspectiva algo diferente.
Hace un año hablábamos de la cultura del pasado -sobre todo la del siglo XVIII y principios
del XIX- y nos centrábamos en las cosas, en los objetos que se usaban en la época y en las
costumbres esenciales; es decir, las nociones elementales que es imprescindible conocer
para comprender la literatura de ese período, el comportamiento de los pueblos y, en
definitiva, la historia misma. Pero la literatura y la historia ciertamente no terminan con los
objetos cotidianos o los hábitos más simples. Queda por examinar un aspecto mucho más
importante y, al mismo tiempo, mucho más complicado: ¿cómo se comunican los individuos
entre sí en las diversas épocas? ¿Y por qué son necesarios el uno para el otro?
Obviamente, esta es una pregunta inmensa y no podemos ni engañarnos a nosotros
mismos de que podemos abordarla desde todos los puntos de vista. Por ejemplo, las
personas interactúan entre sí no solo durante el proceso de producción industrial, sino
también en las más variadas situaciones de la vida cotidiana, política o social. Pero
consideremos otro aspecto más limitado: ¿cómo hablan los individuos entre sí? ¿Cómo se
reconocen? ¿Cómo se relacionan en la vida cotidiana y por qué les parece tan necesario
este tipo de comunicación? ¿Cuáles son los ritos en los que se establece este tipo de
interacción? Todo esto es fundamental para comprender el pasado, porque la psicología de
las personas nunca es la misma. Los individuos en varias épocas en algunos aspectos se
parecen y en otros no, es decir, comparten aquellos rasgos psicológicos que son esenciales
para toda la humanidad y, al mismo tiempo, presentan elementos más específicos.
Necesitamos tener esto en cuenta, no solo para comprender mejor la literatura del pasado,
sino también para construir nuestra vida actual.
125
Tomemos un “ejemplo. Un elemento fundamental de la comunicación humana
consiste en las formas lingüísticas rituales que los individuos utilizan para dirigirse a los
demás. En la vida cotidiana extrañamos estas formas, porque ya no sabemos cómo hacerlo.
Te encuentras con un chico que no conoces en el autobús: ¿cómo te diriges a él?
"Ciudadano" es demasiado oficial (así hablan los oficiales de la milicia) y "compañero", para
un tipo que nunca ha visto antes no es bueno. Según tengo entendido, en estonio pasa lo
mismo: no se usa kodanik, tampoco seltsimees, y para decir härra generalmente necesitas
saber el apellido de esa persona1.
Todas estas formas ahora se han perdido. Por otro lado, se escuchan nombres
espeluznantes, como "mujer" u "hombre". Formas absolutamente terroríficas, que son
prueba de la disolución total de nuestro tejido social. Porque el apelativo de "hombre" hacia
un extraño lo usaban una vez mujeres que ejercían la profesión más reprobable; los buenos
nunca lo han usado. Sin embargo, ahora lo escuchas en todas partes, y este es solo un
ejemplo.
Las relaciones sociales en el nivel más básico también forman parte de la alta cultura
y su elaboración; desde este punto de vista es “imprescindible saber mirar el pasado,
especialmente en una era de grandes transformaciones como la nuestra, en la que todo
cambia rápidamente y muchas veces nos encontramos sin las herramientas necesarias para
entendernos. Y hasta qué punto es importante el entendimiento mutuo, ni siquiera lo diré.
Así que empecemos hablando de los distintos nombres, empezando por los que estaban en
boga en los siglos XVIII y XIX. En ese momento, tanto en Rusia como en Europa Occidental,
estas eran formas fijas y altamente estandarizadas. Y aunque diferían de un país a otro, una
persona nunca dudaba de cómo dirigirse a un extraño. En parte era consecuencia del
estricto orden social que se había ido creando a lo largo de los siglos y que hacía
exteriormente más sencillas las relaciones entre las personas. Pero en parte también se
debió a una cierta claridad de ideales.
Pero antes que nada, hablemos de las tradiciones. Con la introducción de la Tabla
de Rangos bajo Pedro el Grande, Rusia, entre otras cosas, también estableció un sistema
definido para dirigirse a los demás. Por supuesto, las personas que diferían en rango se
126
dirigieron entre sí de manera diferente. En el caso de los campesinos, por ejemplo,
generalmente no se utilizaba el patronímico. Si se usó, todavía era una forma particular,
Filippov y no Filippovitch. La terminación -ič por sí sola indicaba que el individuo en cuestión
no era un campesino.
Se sabe que cuando Peter comenzó a incluir comerciantes en los registros con el
sufijo -ič, se consideró un gran honor. Por eso los comerciantes estaban dispuestos a hacer
frente a grandes sacrificios económicos ya participar en las distintas comisiones encargadas
de llevar a cabo las reformas, aunque por precaución hubieran preferido no hacerlo. Pero
volvamos a la nobleza por un momento. Como dijimos el año pasado, la “nobleza rusa era
una nobleza de servicio. Tras la promulgación del edicto sobre la libertad de los nobles,
éstos tampoco pudieron servir, pero en este caso acabaron exponiéndose a considerables
molestias. Un individuo que nunca había servido para el estado no tenía rango y, en
consecuencia, en la casa de correos, por ejemplo, recibía caballos frescos en último lugar.
Si compraba o vendía algo, o llenaba algún documento, se firmaba "menor",2 aunque
tuviera setenta años. Si por el contrario hubiera servido, al menos podría escribir "Teniente
de Guardia en excedencia", "Capitán del Estado Mayor en excedencia", o "Consejero de
Estado en ejercicio". En la práctica, los nobles tenían casi siempre un título y, según cuál
fuera, se apostrofaban de diferente forma. Por si fuera poco, los apelativos empleados
verbalmente diferían de los empleados en los documentos oficiales.
Te daré un ejemplo. A mediados del siglo pasado se publicó un librito muy divertido,
escrito por un tal Conde Tonsky y titulado Cómo llegar a ser un caballero3. El autor enumeró
allí todas las denominaciones oficiales. Para contarte uno, en el sobre y en el encabezado
de una carta dirigida al emperador, era necesario escribir "A Su Majestad Imperial el
Soberano Emperador". La carta debía comenzar con las palabras "Muy Augusto Soberano"
o "Su Majestad Imperial", o, si se dirigía a un Gran Duque, "Su Alteza". Y así sucesivamente,
dependiendo de los títulos: "Su Alta Excelencia" para las dos primeras clases, "Excelencia"
para la tercera y cuarta.
Les recuerdo que en Gogol's Reviewer en un momento Khlestakov se jacta y,
dejándose llevar, dice: "Hasta en los sobres me escriben: 'Su Excelencia'".4 A menudo, los
127
espectadores no entienden el significado de esta broma. El hecho es que Khlestakov es un
empleado de la decimocuarta clase más baja (un "registrador estúpido", como lo llama su
sirviente Osip), por lo que debería llamarse "Su Nobleza". Y en su lugar se hace pasar por
un oficial de tercera o cuarta clase, "Su Excelencia".
Cabe agregar que, en parte, estas denominaciones tenían en cuenta no solo el rango,
sino también la cultura de una persona. Por ejemplo, al presidente de una universidad
siempre se le llamaba "Su Excelencia", independientemente de la clase a la que
perteneciera. Pero era una excepción, reservada a los rectores, a los grados superiores de
instituciones particulares (por ejemplo, fiscales), oa los caballeros de órdenes ilustres, como
la de Sant'Andrea Apostolo. Así que no importaba el rango que tuviera un caballero de la
orden de San Andrés Apóstol: siempre se le llamaba "Su Excelencia". Y así sucesivamente,
según la Tabla de Rangos. La quinta clase no incluía rangos militares. En el siglo XVIII existía
el "título de brigadier", posteriormente abolido por Catalina, quien decidió mantener
únicamente el cargo civil de consejero de estado, que tenía derecho al título de "Su
Ilustrísima Nobleza". Y así sucesivamente, hasta el octavo grado decían “Su Alta Nobleza” y
luego “Su Nobleza” y eso era todo. Básicamente, "Su nobleza" era el apelativo que se usaba
para dirigir la palabra a cualquier noble, se consideraba más una forma de cortesía.
Además de las denominaciones establecidas sobre la base de la Tabla de grados,
también existían las vinculadas a títulos nobiliarios; un conde o un príncipe, por ejemplo, se
llamaba "Su Señoría". En este sentido, hay que mencionar una peculiaridad más. Al final de
la guerra de 1812, Mikhail Illarionovich Golenišev-Kutuzov, quien se convirtió en el príncipe
Kutuzov-Smolensky, recibió el título de "Príncipe más distinguido". Y desde entonces
empezó a llamarse así: "Tu Claridad".
Pero lo interesante es que también había epítetos separados para los pertenecientes
al clero. Por ejemplo, "Su Santidad" se usaba para un arzobispo o metropolitano, "Su
Santidad" para un obispo o archimandrita, mientras que un arcipreste se llamaba "Santo
Padre" y un sacerdote simplemente "Padre".
Estas denominaciones también tenían sus formas equivalentes en los distintos
idiomas europeos. Los basados en títulos nobiliarios se usaron en Francia hasta la
128
Revolución de 1789 y luego se abolieron, mientras que se mantuvieron en uso en el resto
de Europa.
De aquí, entre otras cosas, se derivan toda una serie de peculiaridades. Te daré un
ejemplo. En uno de sus interesantísimos artículos, el lingüista húngaro Ferenc Papp (que
enseña en Dresde y Budapest) trata la cuestión de la traducción en el cine. Y afirma con
razón que traducir el lenguaje hablado es sencillo, no entraña grandes dificultades, mientras
que son necesarios conocimientos específicos para una adecuada interpretación de las
formas habituales (por ejemplo, aquellas con las que los individuos se dirigen entre sí). Papp
relata el caso de la proyección en Dresden de la película soviética basada en Anna Karenina,
que estuvo precedida de una serie de conferencias abiertas al público. La novela de Tolstoy
era parte del plan de estudios escolar, por lo que los espectadores deberían haber estado
preparados para ella. En un momento, llega el esposo de Anna, Aleksej Karenin, y le
pregunta al portero dónde está su esposa, quien mientras tanto ya se ha convertido en la
amante de Vronsky. El portero responde "está ocupada con Sergej Alekseevič", refiriéndose
al hijo de Anna, el pequeño Seryozha. Hilaridad en la sala, porque no se requiere que la
audiencia recuerde (y de hecho no recuerda) cuál es el nombre de Vronsky, o el esposo de
Anna, o su hijo, especialmente porque en Hungría los nombres cumplen una función
bastante diferente, no es por nada que siguen al apellido, no lo preceden. El espectador que
conoce los “apelativos rusos y sabe que la combinación nombre-patronímico indica la forma
de cortesía, asume que a un niño no se le puede dirigir de esta manera. Y por eso se imagina
una escena de adulterio: Anna se divierte con Vronsky y mientras tanto llega su marido. El
público ve un doble significado en la escena en cuestión solo porque el nombre que hace
referencia al hijo de Anna no se ha traducido adecuadamente.
Pero, en realidad, lo más importante viene después. Ferenc Papp, quien por su parte
es un brillante lingüista y en general un individuo interesante, acostumbrado a pensar en
una perspectiva semiótica y un fino conocedor de las costumbres y la cultura de varios
pueblos, ofrece su traducción: "Anna está ocupada con su señoría, el joven señor". En
Hungría probablemente esta denominación se consideraría normal, porque Su Señoría
(epíteto que en Rusia está reservado a los príncipes) a un oído húngaro (así como, por
129
ejemplo, también a uno georgiano) suena a una forma de cortesía y no es en absoluto
imprescindible ser príncipe para llamarse así, “basta con ser noble. En Rusia, en cambio, los
títulos se respetaban con gran escrúpulo, y no debemos olvidar que Karenin no era un
noble. Anna sí, de niña era una princesita (su hermano Stiva Oblonskij es príncipe) y también
los Shcherbasky, la familia de Kitty, todos pertenecen a la alta nobleza moscovita. Karenin,
por otro lado, es un funcionario de San Petersburgo de bajo origen que se abrió camino por
su cuenta. Su prototipo es el de Pobedonoshev. En sí mismo Karenin es un burgués y de
hecho su figura no es en absoluto la de un aristócrata. Su larga espalda, su gran bigote son
todos rasgos “democráticos” (por así decirlo), extraordinariamente importantes para
Tolstoi. Y llamar a su hijo "su señoría" en ruso sería impensable.
Como pueden ver, estamos en el centro de un universo muy interesante, donde
hasta el simple uso del pronombre es significativo. Porque está claro que en varios idiomas
y en diferentes sociedades "tú" y "tú" significan cosas diferentes. Cuando Vronsky y Anna
ya están enamorados, pero aún no están físicamente cerca, su amor maduro aún no ha
encontrado una expresión definitiva en palabras, tanto que no pueden o casi no pueden
hablar ruso, porque el "tú" ruso es demasiado distante, demasiado frío, mientras que el
"tú" es demasiado peligroso, demasiado cercano. Y así hablan en francés, una lengua en la
que vous, neutral, no indica distancia (tanto que incluso en la oración uno puede dirigirse a
Dios contigo) y ni siquiera es frío, mientras que en tiempos de Tolstoi tu era ya un
pronombre demasiado íntimo. Ahora, por cierto, ese ya no es el caso.
Ya he mencionado que con la Revolución Francesa se abolieron los títulos nobiliarios
y de hecho, en la vida cotidiana de la época, los cambios que se produjeron en el uso de los
pronombres reflejaron una nueva idea de sociedad. El ideal en el que inspirarse se convirtió
en la antigua Roma. A todo republicano le hubiera gustado ser un antiguo romano. Los
republicanos franceses cambiaron de nombre, transformándose en Gracchi, Catoni y Bruti
y pasando a "tu", porque en latín, en la época de la antigua Roma, esta era la única manera
de dirigirse a los demás. Aquí hay una anécdota. Cuando uno de los miembros de la
Asamblea Nacional se dirigió a Mirabeau como tu, Marat protestó, proporcionando un
argumento muy interesante: Mirabeau no era en absoluto republicano, o un antiguo
130
romano, solo estaba fingiendo. En realidad era un marqués amante de la buena vida, no era
un ciudadano tan ejemplar como para merecer la tu, Era necesario darle el tú.
Antes de la Revolución, se había desarrollado en Francia una cultura de exquisita
cortesía. Y la persona más cortés de todas era considerada el rey. Luis XIV nunca habría
conversado con una dama sin quitarse el sombrero, ni siquiera con una fregona o una
lechera. La bondad del rey fue el pináculo de su grandeza. Pero la refinada cortesía de la
aristocracia francesa -que de ninguna manera excluía la barbarie de las costumbres, por el
contrario, las dos a menudo iban de la mano- fue rechazada en favor de la sinceridad. No
en vano, incluso antes de la Revolución, Rousseau había escrito que la amabilidad sirve para
mentir mejor y que la sinceridad no requiere formas sofisticadas.
Como resultado, a principios del siglo XIX había varias formas alternativas de
dirigirse unos a otros. Y no solo en Francia. Todos hemos leído El menor de Fonvizin y
recordamos perfectamente que Starodum en un momento dice que bajo Pedro nadie daba
a otros vosotros, porque nadie pensaba que podía contar para más personas; en ese
entonces la gente no era egoísta y todos se dirigían a los demás como tu. Este ideal de
sencillez y brusca franqueza coexistía, por así decirlo, en paralelo con el de la refinada
cortesía. Al mismo tiempo, las formas oficiales previstas por la Tabla de Rangos nunca
parecían ser suficientes. Permitidme que os lea un breve y muy curioso pasaje extraído de
las memorias del lexicólogo Makarov, que recuerda su infancia, que se remonta a principios
del siglo XIX. Vivía en un pequeño pueblo, Soligalich. En esa localidad, escribe Makarov, el
noble terrateniente más rico era llamado "emperador de Soligalič" y recibía a sus invitados
de acuerdo con un ritual estrictamente codificado. Leí textualmente: “Se dirigió a los demás
de tres maneras diferentes. A los nobles que poseían no menos de doscientas almas,
extendió su mano, pronunciando en voz muy baja: '¿Cómo está usted, muy respetable
"Martem'jan Prokof'evitch?"
Presta atención a un detalle, la diferencia parece insignificante, pero está ahí. A los
nobles más ricos a los que considera iguales a él, el "emperador de Soligalich" les dice "los
más respetables", a los que considera inferiores, en cambio, "los más respetables". Ya no
notamos la diferencia, pero os aseguro que era muy importante. Y así, quien saludaba con
131
una voz "muy dulce" era "muy respetable", quien con una voz solo "suave", "mi más
respetable".
Con todos los demás, que eran menos de ochenta almas, se limitó a decir en tono
amistoso y con un movimiento de cabeza: "Hola, queridísima...", entre otras cosas,
omitiendo su nombre y patronímico. "Gentilissimo" sin el nombre y el patronímico sonaba
casi ofensivo. Así se dirigió uno a los sirvientes: "Escuchen, muy amables...".
Pero, en los tres casos, una tierna sonrisa permaneció en su rostro.”5 Esto también
es significativo. ¿Te acuerdas, en la Reina de Picas Chekalinsky preside una sociedad de
jugadores ricos. Čekalinsky es una figura algo equívoca, un aristócrata, pero al mismo
tiempo también un tramposo. En su casa todo se juega, se pierden grandes sumas, pero
Chekalinsky (y Pushkin no deja de subrayarlo) siempre sonríe, porque así le enseñaron. Y
esto también es un rasgo importante.
Uno puede estar de acuerdo con Rousseau en que había mucha hipocresía en todo
esto. Pero al mismo tiempo estas formas facilitaban la comunicación entre las personas.
Individuos pertenecientes a diferentes clases sabían cómo dirigirse unos a otros y eran
conscientes de los matices más finos. Y saber captar los matices es fundamental para
entender bien al interlocutor. Porque a veces sucedía que personas de diferentes estratos
sociales se reunían sin ser conscientes de estas convenciones, y entonces no reconocían la
ofensa del cumplido, y algunos, particularmente quisquillosos, se lo tomaban a destiempo,
mientras que otros no se lo tomaban a mal aunque los trataran con abierto desprecio. El
dominio de las formas preestablecidas para dirigirse a los demás es como una especie de
lubricante que mantiene aceitado el mecanismo y facilita enormemente las relaciones entre
las personas.
Ya hemos mencionado la Revolución Francesa y los antiguos romanos. Es
interesante ver cómo las reglas establecidas que rigen la comunicación están siempre
orientadas hacia un ejemplo histórico concreto. Así, por ejemplo, cuando en la Italia del
Renacimiento se creó un nuevo entorno cultural y los intelectuales comenzaron a exigir
nuevas formas de comunicarse, se evocaron las sombras de los antiguos filósofos. Surgió
ese ideal que vemos representado en el famoso fresco de Rafael La escuela de Atenas, o
132
más bien el ideal de un diálogo entre filósofos, entre sabios. Al hablar oralmente o por carta,
se inspiró en Cicerón o en los filósofos romanos, en Séneca. Así como los hombres de la
Revolución Francesa imaginarán a los antiguos romanos, los del Renacimiento se pondrán
en la piel de los filósofos griegos.
Entre otras cosas, los rituales comunicativos de la Revolución Francesa influirán en
gran medida en el comportamiento en los años posteriores a nuestra Revolución de
Octubre. Todavía recuerdo a esa generación de personas que hablaban exclusivamente
entre sí, cultivando esa franqueza deliberada y esa sencillez un tanto brusca que estaban de
moda en la época de la Revolución. Y, como cualquier otro método de comunicación, esta
costumbre también limitaba un cierto círculo. El académico Dmitry S. Likhačëv relató
recientemente en un artículo que "en la década de 1920, cuando asistía a la universidad,
los profesores se dividían en dos categorías: los que se dirigían a los estudiantes con el
apelativo de "camaradas" y los que preferían el epíteto de "colegas". E inmediatamente
quedó claro qué profesores pertenecían al primer grupo y cuáles al segundo. Pero incluso
los estudiantes estaban divididos entre los que caían en la categoría de "camaradas" y los
que eran "colegas".
Porque la forma en que te diriges a una persona siempre acaba caracterizándola o,
al menos, refleja la idea que tienes de ella o de ellos. Siempre hay una entidad colectiva, un
"nosotros" que perfila los contornos de las formas de comunicación. Entre otras cosas, si en
nuestro país se han perdido las denominaciones genéricas, dentro de los círculos pequeños,
cuyas fronteras están definidas por las lenguas (jerga estudiantil, jerga juvenil), en cambio
se han conservado los equivalentes de estas formas.
Así hemos llegado a otra cuestión: la del diálogo. El diálogo es una forma de
reciprocidad lingüística y es muy importante. Porque en realidad podríamos preguntarnos:
¿por qué hablamos? Sería demasiado fácil decir que hablamos porque necesitamos adquirir
información (en sentido estricto), o transmitirla. De hecho, si miráramos más de cerca lo
que decimos, escribimos y leemos, descubriríamos que las palabras son ciertamente más
que información. Hablamos mucho, pasamos la mayor parte de nuestra vida hablando, pero
transmitimos muy poca información concreta.
133
Hace mucho tiempo, todavía a principios de la década de 1960, el estudioso húngaro
Iván Fónagy midió la redundancia en distintas variantes lingüísticas. La redundancia es una
cantidad que indica cuánto superfluo se utiliza. Por otro lado, lo superfluo no es en modo
alguno inútil. De hecho, el lenguaje posee una cantidad indispensable de elementos
superfluos. Pero cuando estos últimos aumentan exponencialmente, el lenguaje se vuelve
poco informativo. Parece que los textos menos informativos y más redundantes recogidos
por el estudioso fueron los artículos de cabecera de los periódicos (y hasta ahora nada
extraño: lenguaje burocrático, largas columnas, muchas palabras inútiles) y la charla de las
chicas grabada en cinta magnética en las calles de Budapest.
Medir la redundancia es muy simple. Simplemente diga una palabra y vea si
podemos adivinar la que viene a continuación. Si digo "unidad", ya sabes que la palabra que
sigue es "producción". Por lo tanto, "producción" ya no agrega ninguna información.
Cuando alguien te pregunta: “Bueno, ¿cómo estás?” está claro que la respuesta será
absolutamente desinformativa. A menos que te encuentres con una de esas personas
aburridas que, cuando les preguntan "¿Cómo estás?", te cuentan su negocio en detalle.
Así que de nuevo, ¿por qué estamos hablando? Hablamos para establecer un ámbito
de comunicación con los demás, porque no es tan importante para nosotros recibir
información como conectarnos con nuestros semejantes y el habla es en gran medida una
forma de contacto. Y nuestras conversaciones abordarán precisamente estos diferentes
modos de comunicación (no solo la palabra). Los individuos entran en contacto entre sí
directamente (como acabo de decir), o indirectamente, a través de libros, periódicos,
revistas, radio, televisión. Son formas de comunicación complejas en las que el diálogo
permanece oculto. Pensemos en la película que [François] Truffaut basó en la novela de
[Ray] Bradbury Fahrenheit 451 y que representa una sociedad totalitaria del futuro:
gigantescas pantallas de televisión que hablan con el espectador, el espectador que
pregunta y habla con las pantallas, porque los hombres están todos dispersos por todas
partes y ya no hay posibilidad de comunicación.
En realidad, el de las pantallas no es más que una ficción de diálogo, porque las
'preguntas' se reducen a tal primitivismo que cada una de ellas ya es una respuesta. Y
134
cuando la transformación del hombre en un ser primitivo alcanza su punto máximo,
entonces la comunicación se vuelve fácil, pero en vano. Mientras que, por el contrario,
puede ser difícil, pero muy útil. Pero para el individuo es fundamental no sólo el contacto
directo con sus semejantes, sino también el mediado con las culturas del pasado. En este
sentido, es necesario detenerse en la cuestión de los viajes. Según lleven una existencia
sedentaria o se muevan, los hombres desarrollan una experiencia cultural diferente, una
imagen diferente del mundo. Viajar puede ser fácil o difícil; técnicamente difícil, porque hay
prohibiciones. Por ejemplo, el emperador Pablo prohibió los viajes al extranjero. También
hablaremos de esto en breve. Este es un tema muy amplio que prolonga el discurso
realizado el año pasado y que nos mantendrá ocupados en los próximos episodios. Gracias
por su atención. Hasta que nos encontremos de nuevo.
NOTAS
135
LECCIÓN 2
¡Buen día!
136
San Petersburgo de forma totalmente casual, tras haber naufragado en el mar de Ojotsk y
haber sido rescatado por pescadores rusos6. Nos ha dejado notas muy detalladas sobre el
Petersburgo de Catalina II; de hecho, fue recibido por personalidades muy destacadas y
tuvo la oportunidad de conocer a la propia emperatriz. Un diario muy interesante que, entre
otras cosas, estuvo confiscado en Japón hasta mediados del siglo XX y considerado un
secreto de "estado".
Su contenido es, como ya se mencionó, bastante singular. Al regresar a casa, el
marinero fue interrogado -viajar fuera de Japón estaba prohibido en ese momento- y
obligado a escribir un relato extremadamente detallado. Así que podemos encontrar mucha
información curiosa que a un europeo nunca se le hubiera ocurrido poner por escrito. Por
ejemplo, ¿cuántos radios tienen las ruedas en Rusia o cuánto cuesta ese objeto? O, de
nuevo, cuál es la distancia entre las farolas de San Petersburgo. Y así sucesivamente, hasta
el precio de una mujer en una taberna, que también se rebajó. Y es muy interesante, porque
muchas cosas que lo dejan atónito (y que por eso anota) le hubieran parecido normales a
un europeo y nunca las hubiera transcrito.
El siglo XVIII fue un siglo de grandes movimientos. Incluso en la Edad Media había
conexiones, pero en su mayoría irregulares, basta con ver el estado de las carreteras. Los
romanos habían dejado calles empedradas. En esencia, son los mismos que todavía
serpentean de un extremo a otro del sur de Europa y que encontramos en Armenia en
territorio soviético. Es el mismo camino que vio el paso de las legiones romanas, con las
huellas de sus carros y sus armas aún visibles en la calzada. La Edad Media no nos regaló
caminos similares, al contrario, los existentes fueron invadidos por la hierba y convertidos
en caminos. Europa estaba cubierta por lo que ahora llamaríamos senderos. Recién con el
Renacimiento se inicia la construcción de caminos, quizás un poco antes hacia el sur, ya en
el siglo XII. El papel que jugaron los árabes en España y sus esclavos fue fundamental.
Entonces comenzaron a excavarse los primeros túneles y Europa se encontró unida por
caminos.
Un impulso esencial lo dio el hecho de que hacia fines de la Edad Media se
inventaron los altos hornos y el precio del hierro cayó repentinamente. A principios de la
137
Edad Media, el hierro se consideraba un metal precioso y un clavo de hierro era una rareza.
Entonces los clavos se hicieron de madera resistente, intentaron usar la madera incluso para
cerraduras. Pero cuando la Edad Media estaba llegando a su fin, el hierro se abarató
repentinamente, y entonces comenzaron a fabricarse llantas de hierro para las ruedas,
cambió el sistema de fijación de las ruedas al eje, aparecieron las ballestas, primero con
correas y luego de acero. En los siglos XVI y XVII ya existían en Europa carruajes cómodos y
caminos relativamente cómodos.
En Rusia la situación era un poco diferente: había pocas carreteras, por no decir
nada, por lo que los movimientos eran de carácter estacional. En invierno, cuando
empezaba el paseo en trineo, por todos los caminos circulaban carretas cargadas de víveres.
Los gansos y esturiones congelados llegaron a Moscú y San Petersburgo desde la cuenca del
Volga, mientras que la manteca de cerdo procedía del sur (de la región del Don y Ucrania).
Mientras los trineos podían circular, todos se apresuraban a visitarse. Si quería llevar a una
niña como esposo a Moscú, "a la feria de novias" (es decir, a los bailes de invierno), tenía
que esperar la temporada de trineos e irse rápidamente. La alternativa era viajar en verano.
Por lo demás, en primavera y otoño los caminos eran casi intransitables.
Para el gobierno, la regularidad de las conexiones era un asunto de no poca
importancia; No es sorprendente que Nicolás I dejara escapar una vez que "la maldición de
Rusia" era el espacio. Por lo tanto, se intentó establecer al menos un sistema de carreteras
para el puesto. Pero el resultado no fue del todo satisfactorio: los caminos acabaron
pareciéndose en su mayoría a huecos excavados en el suelo que se llenaban de barro. Para
los campesinos locales, los caminos eran una maldición. Porque no había servicios para el
señor, tributos ni campos que arar y segar que poseían: los campesinos servían para
construir los caminos. Además, no recibían casi nada, o muy poco, a cambio, y la mortalidad
entre los empleados en estas obras era muy alta. Sin embargo, no hubo soberano que no
los obligara con obtusa obstinación a cavar estos pozos destinados a llenarse de lodo,
incluso un individuo "magnánimo" como Alejandro I no fue una excepción. Recién a
principios del siglo XIX comenzaron a construirse las carreteras principales normales
cubiertas de adoquines, según el método del ingeniero McAdam (y de hecho se llamaron
138
en su honor "carreteras McAdam"). Fue un invento no menos importante que el del
ferrocarril, que llegó un poco más tarde.
A principios de la década de 1820, dos magnates, M. S. Vorontsov y A. S. Men'shikov,
establecieron un servicio de diligencias entre Petersburgo y Moscú (no tanto por razones
económicas, sino como símbolo del europeísmo). Las diligencias eran carruajes de ocho o
doce asientos. Se podía comprar un billete e ir de San Petersburgo a Moscú por la nueva
carretera con relativa rapidez. Gradualmente, la condición de las carreteras mejoró y los
viajes también se volvieron más seguros. Todavía en el siglo XVIII los carruajes tenían
obligatoriamente dos aspilleras para los cañones (a un lado y al otro) y apenas había viajero
que partiera, en Europa o en Rusia, sin sable y fusiles. Había revólveres de viaje especiales
con cañones extensibles. “Los cargaron con metralla para disparar directamente desde la
ventana en todas direcciones, porque los bandoleros a menudo atacaban los carruajes en
masa, y por lo tanto era necesario poder disparar aquí y allá. Hacia fines del siglo XVIII los
caminos se volvieron menos peligrosos, con la excepción de algunas áreas forestales en
Rusia (como las de Bryansk y Murom). También en Italia hubo muchos bandoleros,
especialmente en Calabria y Abruzzo, en las regiones montañosas (en Lombardía, por
supuesto, no). En el sur de Francia eran los amos, en Bohemia se les podía pasar por la
cabeza, mientras que en Suiza nunca habían visto ni la sombra de ellos. Pero a fines del siglo
XVIII, también se encontraron otros obstáculos en el camino. La guerra estalló por todas
partes en Europa. Las calles estaban envueltas en fuego de los incendios. Sin embargo, esto
no detuvo la circulación. En ese momento, de hecho, la población civil no se vio
excesivamente afectada por las operaciones militares. Podría suceder que unos pocos
soldados aislados robaran a los habitantes locales, pero por tales delitos castigaron a todo
el ejército y las incursiones fueron cortadas de raíz.
Pero también hubo obstáculos de carácter político y cultural. Por ejemplo, las
comunicaciones entre Rusia y Europa Occidental estuvieron restringidas durante mucho
tiempo por motivos religiosos. El primero en alentar a los jóvenes rusos a ir a Occidente fue
Boris Godunov: él mismo envió a algunos que nunca regresaron de Europa, se desconoce
su destino. Pero poco después, ya en el siglo XVII, las conexiones con Europa se hicieron
139
bastante regulares y en el siglo XVIII los viajes al extranjero se convirtieron en algo habitual.
Bajo Pedro el Grande no siempre fueron espontáneos: el zar, de hecho, “obligó a los jóvenes
a ir a Europa. Nos centraremos más en este aspecto en breve.
La facilidad con que el hombre del siglo XVIII se ponía en camino dio lugar a casos
extremos. En el siglo XVIII apareció un nuevo tipo de hombre, el de los aventureros, como
Casanova o Saint-Germain, que viajaban continuamente de una capital a otra. Quizá todavía
haya que añadir algunas palabras sobre estos individuos, porque es un fenómeno típico del
siglo XVIII.
Pero, en realidad, me gustaría empezar por otra cosa. Hablamos todo el tiempo de
individuos pertenecientes a las clases privilegiadas, pero ¿y del pueblo? ¿La gente simple,
los campesinos, incluso los siervos en Rusia estaban realmente atados a un solo lugar, como
podría parecer? Aparentemente, ese no fue el caso. Ya a principios del siglo XVIII el tráfico
comercial, especialmente entre comerciantes rusos y bálticos, los había llevado a Suecia y
Alemania. Pero lo que es aún más interesante es otro.
Me gustaría darte algunos ejemplos de cómo los viajes unen a personas de
diferentes estratos sociales. Uno de los episodios más importantes del levantamiento
decembrista es el levantamiento del regimiento de Chernigov, estacionado en la ciudad de
Vasil'kov, no lejos de Kiev. En Vasil'kov estaban los líderes de la Sociedad del Sur,
encabezados por Sergej Murav'ëv-Apostol y Bestužev-Rjumin, ambos condenados más
tarde a la horca. Cuando la revuelta fracasó en Petersburgo y se descubrió efectivamente
la existencia de la Liga del Sur, el regimiento de Chernigov fue el único regimiento que
reaccionó de manera coordinada. Sergey Murav'ëv-Apostol fue arrestado, pero los soldados
lograron liberarlo, el regimiento se levantó, pero finalmente fue destruido. Bloquearon
todos los caminos, obligándolo a chocar con la artillería del general Geismar; el regimiento
trató de abrirse paso, pero los artilleros lo dispersaron con fuego de ametralladora. En este
episodio me interesa sobre todo un detalle. Si “repasamos la lista de soldados del
regimiento de Chernigov (publicada en 1929 en el décimo volumen del Levantamiento
Decembrista), entre los que no huyeron y permanecieron en la plaza (los soldados rasos
podrían haberse marchado fácilmente y no participar en la insurrección), encontramos unos
140
diez nombres estonios. No se incluyen apellidos, solo tenemos los nombres de los padres.
Por ejemplo, Rejn Mati, Jurij Jaan, Mart Jaan, Ants Jaan, Jaan Indrek, Fric Indrek, como
puede ver, todos nombres estonios.
Cuál fue el pasado de estos soldados es fácilmente imaginable. Todos eran hombres
reclutados en Estonia. El Regimiento de Chernigov había tomado parte en la guerra contra
Napoleón. Entre los que se pondrán del lado de "los sublevados encontramos muchos
soldados condecorados con esa medalla que entonces se llamaba "la cruz de San Jorge de
los soldados". Fue un honor particular, establecido poco antes de la guerra de 1812 y
otorgado exclusivamente a los soldados. Es muy probable que estos hombres -o al menos
algunos de ellos- hubieran cruzado toda Europa durante la campaña y llegado a París. Y
ahora se encontraban en Ucrania, reclutados en el regimiento de Chernigov. No eran
individuos dispuestos a seguir pasivamente a la mayoría. Cuando arrestaron a su coronel,
Sergei Murav'ëv-Apostol, entendieron que había que tomar la iniciativa para liberarlo. Y que
para ello era necesario entrar en conflicto con aquellos comandantes que les habían
ordenado permanecer leales al gobierno. Y luego sumarse a la columna de insurgentes,
aunque hasta el último minuto bien podrían haber huido (la lista indica quiénes se habían
desgajado del pelotón y en qué momento, la insurrección fue minuciosamente
reconstruida). “Y finalmente, se lanzaron a un asalto desesperado, bajo fuego de artillería.
Todas decisiones extraordinarias que indiquen que fueron individuos fuera de la norma.
Hubo episodios muy dramáticos. Muravyov-Apostol tenía tres hermanos. Unos días antes
de la revuelta se le había unido el más joven, Ippolit, de diecinueve años, que durante el
ataque resultó herido y se suicidó de un tiro de pistola. De hecho, la insurrección estaba
condenada al fracaso.
Todos los hombres de los que hablo pagaron las consecuencias de ese acto: como
castigo primero fueron obligados a pasar bajo el guantelete y luego condenados al exilio en
Siberia. Aquí está el camino que un hombre del pueblo debe haber recorrido para
reaccionar así a las palabras de un coronel ruso (¡pronunciadas en ruso!) y seguirlo. Debe
haber visto mucho y pensado mucho.
141
Aquí hay otro ejemplo, esta vez del campo ruso. Hay un librito absolutamente
asombroso: las memorias del granjero Nikolai Shipov7. Nikolai Shipov nació en 1802 y murió
a mediados del siglo XIX. Sus notas son una auténtica novela; parece casi imposible que
tantas aventuras le sucedieran a un siervo en el curso de una sola vida y que él mismo fuera
tan ingenioso, capaz, talentoso. ¡Es realmente interesante!
Una familia campesina, un pueblo en una región no particularmente rica, en la
Gobernación de Nizhny Novgorod cerca de Arzamas, cerca de Mordovia. Saltykov's es una
propiedad de tamaño mediano; su casa es antigua, pero él no es muy rico. Los agricultores,
por otro lado, son millonarios. Porque Šipov junto con sus vecinos y parientes (y en el campo
casi todos son parientes entre sí) se va ("va", como él dice) y "compra a los 'Chirgizi', es
decir, a los kazajos, miles de cabezas de ovejas que luego lleva en rebaños hasta Kazan'.
Shipov comenzó a dedicarse a este oficio desde niño, cuando acompañó a su padre por
primera vez a la edad de doce años. Pero para hacer eso, tuvo que aprender a hablar tártaro
y kazajo. Y, como si eso no fuera suficiente, ¡también te encuentras con Bashkirs y Kalmyks
en la calle!
Siempre debes estar en guardia. Y describe cómo se lleva a cabo el regateo,
explicando que hay que tener cuidado de no pelearse con los compradores y luego lo difícil
que es arrastrar a las ovejas; de hecho, sucede que enferman, o que los Kalmyks, si no
puedes callarlos, los matan. Obviamente, su familia también produce manteca, son siervos,
pero no les falta dinero. No tienen cuentas, ni papeles, ni informes, todo pasa por su palabra
y nunca nadie engaña a nadie. Más tarde, cuando Shipov huya de su maestro, distribuirá
decenas de miles de rublos a diestra y siniestra, y nadie lo traicionará.
Él va a la proxeneta y luego se casa; la prometida está suntuosamente vestida,
completa con oro y perlas. Y aquí aparece el hacendado en la boda con su mujer. Exclama:
¡Mira, te pagan un tributo de hambre, y andan mejor vestidos que yo! Y así el maestro
persigue a Šipov. Primero solo aumenta el tributo, el obrok, lo duplica, lo triplica, pero a
Shipov no le importa, puede pagarlo de todos modos. Pero lo peor para Saltykov es que un
campesino puede permitirse esa vida y así comienza a dañarlo, incluso si al hacerlo también
se daña a sí mismo. En un momento, el granjero discute con el superintendente y aquí
142
comienza la verdadera novela. El terrateniente amenaza con quitarle el pasaporte, pero sin
pasaporte Shipov puede despedirse del comercio, es la ruina. El amo también podría
enviarlo a otro pueblo para que fuera pastor. Pero Nikolaj es un hombre emprendedor, sabe
hacer de todo y ama la libertad. “Y así huye de la finca junto con su esposa. Pero primero
va a Odessa con el pretexto de hacer algunos negocios y hace arreglos con un conocido para
que le consiga un pasaporte falso y se lo encuentren en Kharkov. A partir de este momento
comienza una auténtica odisea. Šipov huye, pero el terrateniente, aunque sea pobre, se
siente profundamente picado y envía a otros campesinos-espías a buscarlo de un rincón a
otro de Rusia. Shipov recorre varios lugares y, dondequiera que va, nunca se queda de
brazos cruzados: inmediatamente instala una fábrica y luego nuevamente se queda sin
dinero. Sabiendo que producen perfumes en Odessa, va a Constantinopla junto con su
cuñado (que morirá en el camino a causa de una plaga) y compra un poco de aceite esencial
de rosas. A decir verdad no sale nada porque en la aduana le requisan el aceite y luego los
funcionarios también le roban. Y entonces obtiene un pasaporte prusiano y se hace pasar
por un comerciante alemán. Vive en Iaşi, Moldavia, entre skopcy8 y Old Believers. Luego
compras un pasaporte austriaco. Hazte rico de nuevo. Mientras tanto en Arzamas su familia
se ve reducida a la pobreza y el hacendado mantiene prisionera a su pequeña hija,
impidiéndole encontrar marido. Entonces le sucede una desgracia a Shipov: conoce a un
chico (un chico interesante, por cierto, pero que se porta mal con él) y termina en la cárcel.
Y mientras está en prisión, Nicolás I llega a Stavropol para una visita Distribuyen abrigos de
piel a los prisioneros, los refrescan bien y barren el piso. Apenas se abre la puerta de la
celda, se arroja de rodillas: "¡Su Majestad!", pero la puerta se cierra de inmediato, sin que
él pueda decir nada. Después de un rato lo liberan. El crédito no es del zar, sino de un
soborno. Sale de la cárcel, al cabo de un tiempo vuelve a enriquecerse y lo vuelven a
perseguir. Una historia muy, muy larga...
Finalmente, Shipov descubre que hay un tipo que puede "mostrarle la ley". Un
detalle interesante: la ley existe, ¡pero nadie la conoce! Y este experto legal puede explicarle
cómo convertirse en un hombre libre de un siervo. Y él lo "muestra". Y resulta que es muy
simple. Déjate hacer prisionero por los circasianos y, si no te matan, huye, entonces serás
143
libre. Entonces la historia continúa. Šipov se convierte en sutler, llega hasta Groznyj y Kizljar,
abre una tienda. Y así un buen día, como por pura casualidad, sale a pasear de la fortaleza
de noche y los circasianos lo capturan. “Y la historia comienza de nuevo: está de vuelta en
prisión y quiere escapar. Pero escapar es imposible: lo mantienen encadenado a sus pies en
un agujero y al día siguiente lo llevarán ante Šamil', y si uno es llevado a él, significa que no
tiene esperanza. Pero aquí encuentra a un amigo, un tártaro que una vez había sido su
vendedor (anteriormente otro ex vendedor suyo, un judío ya lo había ayudado de quien
Šipov escribe: "Puede que haya sido judío, pero era un buen hombre, me dio una mano").
Y el tártaro le da la llave de las cadenas. Era un soldado ruso que había caído prisionero, se
casó con una circasiana y ha vivido en el aul desde entonces, pero le da la llave a Shipov.
Pero él le advierte: si te persiguen, ponte de rodillas y levanta las manos, entonces te
perdonarán, pero si intentas escapar, te cortarán la cabeza. Shipov regresa del cautiverio y
finalmente se convierte en un hombre libre, poco antes de la abolición de la servidumbre.
Durante cuarenta años vagó por el mundo.
Las memorias de Shipov son verdaderamente extraordinarias. Destaca la facilidad
con la que conecta con los demás. Llega a Moldavia y al año siguiente “ya sabe hablar
moldavo; acaba entre “los viejos creyentes y, aunque es ortodoxo, sabe comprender y
respetar su fe. Cae prisionero de los circasianos, se hace amigo de ellos y, aunque está
encadenado (no quieren que se escape, porque pueden pedir un alto rescate por gente
como él), juega a las cartas con el anciano que lo custodia. Y cuando se escapa, siente pena
por el anciano, porque pueden golpearlo por su culpa. Pero escribe: Sentí pena por el
anciano, ¡pero también sentí pena por él! Una extraordinaria predisposición a comunicarse
con los demás, desarrollada por un individuo que no pertenece a la cultura noble.
Otro episodio viene a la mente. Comencé diciendo que los reclutas estonios habían
encontrado un lenguaje común con el comandante decembrista. Ahora me gustaría
mencionar otra escena de las memorias del Barón Rozen. Pero aquí la situación es opuesta:
un noble estonio y un soldado ruso. Baron Rozen es un decembrista estonio, afiliado a una
sociedad secreta y está encerrado en la Fortaleza de Pedro y Pablo. Los soldados están como
144
si callaran, porque les han prohibido hablar con los presos. Simplemente les traen el
almuerzo o el agua, encienden o apagan la lámpara y luego se van.
Cada intento de hablar con ellos se hace añicos contra el silencio. Cuando un día
Rozen empieza a cantar por la soledad y el aburrimiento. Canta un romance compuesto
hace algún tiempo por Aleksej Fëdorovič Merzljakov, poeta y profesor moscovita: "Entre los
valles uniformes, en la meseta plana..." En su celda de aislamiento el decembrista canta y
el soldado en el corredor comienza a hacerle eco. Durante algún tiempo los dos cantan
juntos, hasta que en cierto momento el soldado abre la puerta entreabierta y dice: “Estoy
feliz, señor, que su corazón está feliz. No te menosprecies.”9 “Entonces empiezan a charlar.
Y esto nos lleva a otro elemento más: el papel que juega el arte en la comunicación. El arte
es más amplio que las barreras sociales e incluso las fronteras nacionales. Y la música y la
pintura convergen en el siglo XVIII en una única cultura europea. Y en el difícil proceso de
búsqueda de un lenguaje común, o en lo que Pasternak definió como “abrir un paso el uno
hacia el otro” (recordemos: “Mientras tanto, la tormenta / ha confundido todo en uno, / y
abrir un paso el uno hacia el otro / no se da a nadie)10, el arte juega un papel enorme.
Cualquier arte, tanto el popular, folclórico como el más refinado. Y también nos
centraremos en esto cuando hablemos de los distintos tipos de comunicación.
Gracias por su atención.
NOTAS
145
9 A. Rozen, Zapiski dekabrista [Notas de un decembrista], en Vernye syny otečestva:
vospominanija učastnikov dekabristskogo dviženija v Peterburge [Hijos fieles de la Patria.
Las memorias de los participantes en el movimiento decembrista de Petersburgo],
Leningrado, 1982, pp. 303-304.
10 B. Pasternak, Bacanal, en Id., Autobiografía y versos nuevos, tr. él. por B. Carnevali, J.
Kraiski, M. Socrate, Milán, Feltrinelli, 1958, p. 231.
146
LECCIÓN 3
¡Buen día!
147
Y así, estos dos magnates establecieron un enlace de diligencias entre Petersburgo
y Moscú, una empresa comercial, que parecía absolutamente asombrosa en ese momento.
¡Un príncipe como Ménshikov y un conde como Vorontsov ocupándose de sus asuntos!
En Europa las diligencias habían aparecido mucho antes. Pero el punto no estaba
tanto en las diligencias o carruajes como en los caminos. A medida que mejoraron las
condiciones de las carreteras, los lazos comerciales (y por lo tanto humanos) se
establecieron en Europa sobre una base estable. Las relaciones entre las personas se
diversificaron considerablemente y la necesidad de saber idiomas extranjeros se hizo cada
vez más apremiante. Una vez el latín fue suficiente para los monjes que iban de una abadía
a otra, y así para los comerciantes en Europa fueron suficientes dos idiomas: el italiano y el
alemán (u holandés). A partir del siglo XVII, en cambio, comenzó a viajar mucha gente
diferente, entre ellas damas y jóvenes.
Los estudiantes, que antes solo tenían que caminar de una universidad a otra, ahora
tenían a su disposición diligencias y carruajes. Pero viajar a pie seguirá siendo una
alternativa popular durante mucho tiempo. Todavía en el siglo XVIII Rousseau diría que si
tienes prisa por llegar, entonces es mejor subir en un carruaje, pero si quieres viajar tienes
que ir a pie. Y de la misma opinión será Marina Tsvietáieva, que en el siglo XX en Oda a
caminar11 protestará contra los viajes en coche. De hecho, creía que la máquina “robaba
el paisaje”: “el hombre se transporta a una velocidad enloquecida y deja de ver el mundo
que le rodea.
En el siglo XVIII aún existía la tipología del viajero a pie. En muchos documentos y
relatos vemos a jóvenes que habían estudiado en Göttingen o Jena tomando sus alforjas,
armándose con una daga (por si se encontraban con algún bandolero) y partiendo a pie
hacia Italia cruzando los Alpes o directo a Francia vía Estrasburgo. Con solo la compañía, a
veces, de un perro. En aquel entonces, un par de zapatos resistentes se “consideraba el
equivalente de un buen asiento en un carruaje. Sin embargo, la diligencia finalmente
reemplazó los viajes a pie, especialmente porque mientras tanto se habían establecido
conexiones regulares y el equipaje pesado podía transportarse en carruajes.
148
También recibió un gran impulso el correo, que es muy importante. De un sistema
esporádico, confiado a mensajeros, pasó a ser un servicio estable. Como, por otra parte,
indica la palabra “posta” (en inglés post), que proviene del latín pos˘ıta, participio pasado
del verbo pose (equivalente al francés pose) que indica algo entregado, prescrito desde
arriba. El término "correo" también significaba la conexión regular disponible para los
pasajeros en la ruta de los empleados postales que entregaban las cartas. Por regla general,
este servicio lo realizaban los mismos carruajes y los mismos coches, donde tomaban
asiento los viajeros y el cochero, o "postillón", con su saco de cuero lleno de cartas.
Ya en el siglo XVIII el sistema postal en Rusia estaba bastante evolucionado. Las
estaciones de correos se llamaban "agujeros" y las conexiones entre los distintos "agujeros"
eran bastante regulares desde el siglo XVII. Lo que separaba a Rusia de Europa occidental
era principalmente la falta de buenas carreteras, pero por lo demás la gente viajaba mucho
y, a menudo, por razones económicas. La última vez, si recuerdan, dije que a principios del
siglo XIX los campesinos solían emprender largos viajes (y los nobles también, más aún).
Desde el siglo XVIII, los comerciantes rusos viajaban regularmente desde Moscú no solo a
las ferias de Nuremberg y Leipzig, sino también a muchas otras.
Y así, toda Europa (y no solo Europa, sino también Eurasia, incluida Siberia) se
encontró enredada en una densa red de conexiones a caballo, en carruaje, en trineo. La
gente aprendió a escribirse, a establecer contactos privados, comerciales y de negocios. La
esfera de contactos se expandió dramáticamente; esto nos permite definir el siglo XVIII
como un siglo de viajes. Y no me refiero a los grandes viajeros que surcaron los mares y
descubrieron nuevas tierras desde principios del Renacimiento, acercando así las distintas
partes del mundo. Un mundo que en ese momento no era para nada limitado y restringido
como lo es ahora. Pero ya Čkalov usará la expresión "dar la vuelta a nuestra pequeña
Tierra". Así que el mundo no parecía tan vasto y misterioso como lo era antes; ya no se tenía
la impresión de que, más allá de las regiones conocidas, se abrían tierras exóticas y
fabulosas, una especie de mundo sobrenatural que hacía de cada viaje un viaje a otra
dimensión. No, la Tierra se había vuelto transitable y humana. Precisamente por eso
hablaremos de los viajes que la gente corriente hacía en Europa en aquella época y del
149
hecho de que “en el siglo XVIII varias personas allanaron un camino que conducía de Rusia
a Occidente.
Los viajes siempre habían existido. No debemos pensar que antes del siglo XVIII los
hombres vivían como moluscos, pegados a su roca. El ser humano siempre ha viajado, pero
sus viajes en el pasado tenían un carácter diferente. Ya he mencionado que viajar significaba
dejar el mundo real para adentrarse en el de los cuentos de hadas o (en el caso de las
peregrinaciones) en el de la santidad. De lo contrario, el viaje también podría marcar el paso
a otra dimensión pecaminosa, peligrosa, no habitual. En todo caso, la frontera entre lo real
y lo irreal estuvo siempre muy presente.
Te daré un ejemplo. En el siglo XV, dos eclesiásticos -uno papa en Novgorod, el otro
arzobispo en Tver- iniciaron una disputa sobre un tema muy importante (en general para
cualquiera y para el hombre medieval en particular): ¿qué es la realidad? ¿Son reales las
ideas, los espíritus, las palabras, los pensamientos, en fin, todo lo inmaterial, y la materia es
sólo una manifestación casual de esta realidad superior? Porque es más que evidente que
la vida terrenal y material, incluidos los hombres y las cosas, está destinada a
descomponerse y desaparecer. Pensamientos, ideas, ángeles, la estructura divina del
mundo mismo es en cambio eterna y no se disuelve: entonces, ¿es esta quizás la verdadera
realidad? Pero también es admisible otro punto de vista, según el cual las ideas son sólo
vagos pensamientos humanos, abstracciones y no objetos reales. Esta disputa, que ya había
involucrado a varios filósofos europeos, también enfrentó a los hombres religiosos de los
que hablo.
El objeto de la discordia era el siguiente: ¿qué se entiende por paraíso? ¿Es una idea
simple, una abstracción o un país real al que se puede llegar? El arzobispo de Tver, Fëdor,
hombre de una cultura sin límites, defendía la posición más próxima al pensamiento teórico,
según la cual el "paraíso" es una idea, porque las cosas reales son inherentes a nuestro
mundo de pecadores, mientras que el mundo eterno es el de las ideas. El papa de Novgorod,
Vasily, sin embargo, tuvo un enfoque más práctico y argumentó que el cielo era un país real.
La única diferencia era que las cosas creadas por el hombre se deterioran y desaparecen,
mientras que las queridas por Dios existen para siempre. De hecho, otro documento
150
relataba cómo un hombre santo, que había llegado vivo al cielo gracias a sus virtudes, había
recibido allí un trozo de pan celestial que le habría bastado para la vida, ya que, como
celestial, nunca se acababa. En consecuencia, refiriéndose a esta historia, el padre Vasily
argumentó que todo lo que es hecho por Dios, todo lo que viene de Dios, es eterno y nunca
termina.
Y, de hecho, sus hijos espirituales, los habitantes de Novgorod, siempre habían
viajado mucho en barco (para volver a nuestro tema principal). Al principio se encontraron
en medio de lo que ahora llamaríamos el Mar Ártico. Entre el hielo, afirmó Vasily, había una
fisura, donde se escondía un gusano gigante (en los íconos, el infierno siempre se
representaba en forma de serpiente con las fauces abiertas). Y la entrada al infierno estaba
ahí mismo, cerca de lo que para nosotros es ahora el Polo, no en vano, el infierno, desde el
punto de vista material, siempre se imagina como un lugar con un clima insoportable,
terriblemente frío o terriblemente caliente. El paraíso, en cambio, es donde no hace ni frío
ni calor, la temperatura es ideal y siempre sopla un viento cálido.
Una vez los navegantes de Novgorod con sus tres barcos se encontraron con una
terrible tormenta; dos barcos habían naufragado o se habían ido a alguna parte, mientras
que el tercero había logrado llegar a la costa. En ese punto la costa estaba alta, solo la
tocaba la punta del palo mayor. Las canciones y las risas alegres resonaban desde la orilla,
por lo que el capitán ordenó a un marinero que subiera al palo mayor y viera qué estaba
pasando. El marinero subió a la cima y echó un vistazo, luego se echó a reír y huyó, agitando
las manos. Había aterrizado en el cielo. Entonces el capitán trajo a otro niño, pero se enfadó
y lo ató con una cuerda, de modo que cuando él también se echó a reír y trató de salir
volando agitando los brazos en el aire, el capitán logró retenerlo. Y de repente "se hizo como
muerto", es decir, su alma huyó al cielo, mientras que el cuerpo quedó atado. ¡De este
episodio, el padre Vasily había sacado la conclusión de que el paraíso existía! Y
probablemente ni siquiera se habría sorprendido si se lo hubieran mostrado en un mapa
"hacia el este", junto con los ríos que nacen "en el paraíso, a saber, el Tigris y el Éufrates".
Así que cada viaje está envuelto en una nube de misterio y el "otro" espacio es a la vez
peligroso y atractivo. En Posesiones del viejo estilo Gogol 'representa perfectamente esta
151
mentalidad, cuando Pul'cherija Ivanovna dice en tono aterrorizado que, saliendo de los
límites de la finca (y la contigua está a solo unas verstas de distancia), uno puede toparse
con un mal intencionado o bandoleros, porque allí hay un bosque y el bosque en sí mismo
es algo aterrador. El mundo familiar que nos pertenece y nos es querido está todo aquí; ir
a otro lugar ya es poner un pie en un mundo desconocido.
Y es exactamente la misma psicología que describe Goncharov en A Common
History. Tal vez recuerdes “cuando en cierto momento llega una carta a la casa de los
hacendados, y día tras día, semana tras semana, esta carta queda sellada porque todos
tienen miedo de abrirla: solo Dios sabe lo que estará escrito en ella. Y cuando deciden, de
ninguna manera son capaces de responder. Porque los contactos personales presuponen la
presencia física: solo puedes hablar con aquellos que ves, comunicarte solo con aquellos
que conoces, vivir solo en ese pedazo de tierra que conoces de adentro hacia afuera. Pero
con el siglo XVIII el individuo entra en un nuevo espacio que, aunque ha dejado de ser
fabuloso, sigue siendo desconocido, estimulante y atractivo. Ya en el siglo XVII (si no antes)
se habían producido los primeros intentos de ir a estudiar al extranjero y ponerse en
contacto con Europa occidental; Boris Godunov ya había enviado a algunos jóvenes para
que se educaran en Europa, pero ninguno había regresado nunca, por lo que no sabemos
qué fue de ellos. Los contactos regulares, de hecho, comenzaron solo con Pedro el Grande.
“Y al respecto hay que recordar que el propio Pedro había inaugurado ostensiblemente su
propio reinado, en un momento muy difícil, en medio de la desgraciada guerra contra los
turcos, acababa de descubrirse la conspiración de Cikler, en general la situación era muy
incierta… Y en tal aprieto, decía, el zar, el jefe del gobierno, toma y se va a Europa. Era
inaudito en ese momento. No es casualidad que entre la gente corriera la leyenda de que
en Europa habían creído conveniente robar al zar y sustituirlo: en Estocolmo (o más bien
Steccolma, como se llamaban entonces) lo habían emparedado vivo dentro de una
columna, y de hecho había vuelto a decir que ya no era él, sino una especie de incrédulo y
anticristo. Este rumor encontró su fundamento en el hecho de que, tan pronto como
regresó, Pietro había lanzado una represalia a lo grande, porque mientras él estaba en el
extranjero, los strelizzi se habían rebelado. Luego, Pietro interrumpió su viaje (desde Viena
152
probablemente hubiera querido bajar a Italia), regresó a Moscú a toda velocidad y ordenó
allí una terrible carnicería. Pero no nos apresuremos demasiado, por el momento sigue
camino de Europa.
Era principios de marzo del año 1697. La salida se pospuso mucho tiempo, pero
luego tuvimos que darnos prisa, para aprovechar la pista invernal. El viaje fue largo: de
Moscú a Novgorod, de Novgorod a Pskov, de Pskov un desvío a Kiev en el Monasterio de las
Cuevas y luego a Riga.La comitiva de Peter permaneció en Riga durante unos días, y luego
se dirigió hacia la actual Elgava (que entonces se llamaba Mitava) para visitar al Duque de
Courland. De allí van a Libava (ahora Liepāja), donde embarcan para Königsberg, y aquí la
delegación es recibida por el elector de Brandeburgo.
Pero el destino del viaje obviamente era Holanda, dado el plan de Peter de crear una
flota. El zar tenía la intención de “reclutar hombres allí y redactó instrucciones de su propia
mano que especificaban cuántos capitanes y marineros se necesitaban. Además, Pedro
recomendaba elegir capitanes no entre los que se habían abierto camino a fuerza de
recomendaciones, sino entre los que habían avanzado gracias a su propio valor y
experiencia.
Pero sus planes no terminaron ahí. Pietro también quería ir a Inglaterra, para
adquirir otras nociones de ingeniería náutica, y luego a Viena, porque pretendía incitar a
toda Europa contra los turcos. Esta última expedición resultó ser un fracaso: su idea no
encontró ningún apoyo en Occidente y la situación interna le obligó a dar carpetazo a aquel
plan que, además, era poco factible. Pero el viaje en general resultó muy beneficioso tanto
para Peter como para el gobierno.
Su séquito era bastante peculiar y muy numeroso: unos mil carros habían salido de
Moscú. En total la delegación incluía más de doscientos hombres. Los embajadores oficiales,
incluido Lefort y otras personas de confianza, viajaron con gran pompa como
representantes de Moscovia. Iban acompañados de guardaespaldas y de un grupo de
"voluntarios" (unos treinta y cinco hombres), que, según se decía, habían partido por
iniciativa propia junto con la delegación a ver Europa. Los voluntarios se dividieron en tres
grupos que incluían a las personas más cercanas a Pietro. Estos últimos ocultaron su
153
identidad y se llamaron entre sí solo por su nombre de pila. Y el segundo grupo también
incluía al bombardero Pyotr Alekseev, o el propio zar, que viajaba de incógnito. Pietro trató
durante mucho tiempo de ocultar su presencia; esto a veces le causaba algunos percances.
“Por ejemplo, en Riga, la delegación fue recibida de manera bastante modesta, ya que el
comandante de la guarnición sabía que el zar se había ido en un gran secreto. Pero Pietro,
que quería permanecer de incógnito pero al mismo tiempo ser recibido con todos los
honores, se sintió muy ofendido por esto y años después, durante la guerra del Norte, aún
le recordaba al comandante aquel episodio. Incluso en Holanda hubo cierto revuelo: ese
tipo alto atrajo, de hecho, la atención de los transeúntes, que desconocían que era el zar.
En Saardam, Pietro compró ciruelas en el mercado, las puso en su gorra y luego las
distribuyó a los pilluelos holandeses. “Cuando de repente llegaron otros niños corriendo,
porque ellos también querían ciruelas. Pero Peter los había acabado y los había ahuyentado
de mala manera. Sin embargo, los niños holandeses no estaban acostumbrados a ser
tratados así, especialmente por un extraño (Pietro hablaba holandés bastante bien).
Entonces empezaron a tirarle de todo, fruta podrida, barro, hasta una piedra que le dio en
la espalda, hiriéndolo mucho. Pietro se puso terriblemente furioso, en resumen, estalló un
gran alboroto.
Más tarde, cuando los holandeses descubrieron quién era (muchos artesanos
trabajaban en Moscú e inmediatamente reconocieron a Peter), comenzaron a llegar en
masa. Y Peter temía a las masas. De niño había estado asustado y tenía un tic en la cara; le
tenía mucho miedo a las multitudes y era patológicamente tímido. Tenía la sensación de
que era grosero y no sabía cómo comportarse en Europa. Más tarde cobró más confianza,
pero en ese momento todavía era muy joven, y esas multitudes lo irritaban, salía corriendo
por las puertas traseras, se escondía todo el tiempo. Luego se compró un bote, y mientras
los holandeses corrían arriba y abajo de la orilla, él se sentó felizmente en el mar. Más tarde
Él reconstruyó ese barco, con sus propias manos.
La "Gran Embajada" fue la primera ocasión en que un número significativo de rusos
tuvo algo que ver con Europa. Y sus resultados fueron dobles. Muchos carpinteros fueron
contratados. El interés por la tecnología europea fue un fenómeno complejo. El mismo
154
Peter había aprendido a construir barcos y más. Desde Riga12 envió al príncipe
Romodanovsky (que había sido nombrado príncipe-emperador y entonces jefe de gobierno)
un "pequeño regalo": un hacha para pasar al verdugo para que cortara cabezas. En una
carta, Romodanovsky le escribió al zar que el regalo había sido probado. ¡Buen tipo de
regalos! En realidad era una broma cínica. Romodanovsky había demostrado ser muy cruel,
tanto que Peter le escribió más tarde desde Holanda: "Bestia que eres, deja de derramar
sangre". Pero incluso Peter se salió con la suya, ah, se salió con la suya...
Paralelamente al descubrimiento de la tecnología “europea”, también se produjeron
contactos más prosaicos y, quizás, no menos relevantes. Y la próxima vez nos centraremos
en las formas en que los individuos conocen y aprenden a comunicarse con los demás,
formas que probablemente sean mucho más importantes que la capacidad de adaptar las
técnicas de los demás a las propias necesidades. En cuanto al tema de las relaciones
interpersonales y la superación de las barreras culturales entre personas de diferentes
países, un episodio de la "Gran Embajada" es muy significativo, a saber, el encuentro entre
Pedro, la Princesa de Brandeburgo Sofía Carlota y la madre de esta última, la Princesa de
Hannover Sofía. Sofia Charlotte era una persona extraordinaria, esposa del elector de
Brandeburgo Federico Guillermo “III, un individuo bastante mediocre, pero interesado en
entablar relaciones diplomáticas con Pedro. Precisamente por eso lo recibió con gran
pompa, a pesar de que esto estaba en contradicción con el mantenimiento de lo
desconocido. Pero Peter lo superó fácilmente. Sofia Carlotta, por el contrario, era una mujer
aguda y muy culta (había sido discípula de Leibniz). Había pasado su juventud en París,
hablaba varios idiomas europeos, tenía muchos intereses, había estudiado matemáticas y
filosofía. La noticia de que el misterioso zar moscovita había puesto un pie en Brandeburgo
la había intrigado de inmediato. Y ella había hecho todo lo posible para conocerlo. Cuando
finalmente logró ponerse en contacto con la Gran Embajada e invitar al zar a su castillo,
Peter respondió con gran vergüenza, diciendo que no era un embajador en absoluto, sino
un hombre sencillo. Llevó casi una hora convencerlo; al final accedió a una reunión privada,
a la que asistirían únicamente Sophia Charlotte y su madre, dos de sus hermanos, algunos
155
de los acompañantes de Peter y dos intérpretes. Pietro habló en holandés y sus palabras
fueron traducidas al alemán.
Sofia Carlotta dejó unas “cartas sobre ese encuentro. En general, el viaje de la Gran
Embajada está muy bien documentado y tenemos muchos detalles al respecto. En primer
lugar, los propios miembros de la delegación llevaban un diario (diario) y, en segundo lugar,
había innumerables espías alrededor. Particularmente diligentes eran los de la Serenissima,
que de alguna manera procuraban los detalles de las reuniones más confidenciales. La
correspondencia de los emisarios venecianos con el dux representa una fuente de primer
orden. Junto, por supuesto, con las cartas de Sofia Carlotta.
Sus impresiones tras conocer a Pietro son muy interesantes, así que les leeré unas
líneas: “Mami y yo lo saludamos, pero obligó al señor Lefort a responder por él, ya que
parecía confundido y se tapaba la cara con las manos repitiendo ich kann nicht sprechen,
pero lo domesticamos: se sentó a la mesa entre mami y yo y cada uno de nosotros le
hablábamos como si compitiéramos por entretenerlo. Respondía ahora por sí mismo, ahora
a través de sus dos intérpretes, y les aseguro que dijo cosas muy sensatas en todos los temas
que tocamos con él. Mi mamá vivaz le hacía un sinfín de preguntas y él las respondía con
tanta rapidez – me sorprende mucho que tal conversación no lo postrara, ya que, como él
dice, toda esta charla no es habitual en su país. por lo tanto, la conversación había sido muy
animada. Sofía Carlota observa que el zar bebía poco, cosa que pocas veces le pasaba. A
cambio, había obligado a todos los caballeros a vaciar seis copas de vino del Rin para las
damas presentes. Cuando comenzó el baile, el zar se negó a bailar porque no pudo
encontrar sus guantes; “dio orden de buscarlos por todas partes en su carruaje, pero todos
los esfuerzos fueron en vano”. "Mi mamá bailó con el comisario gordo", es decir, Golovin,
"y la hija de la condesa von Platen se emparejó con Lefort".
En otra carta, Sofía escribe que el zar ama mucho la música y luego “declara que él
personalmente trabaja en la construcción naval. Nos mostró sus manos y nos obligó a tocar
los callos que tenía”. En general, la impresión que Peter causó en aquellas señoras tan cultas
fue muy positiva, y Sofia Charlotte concluye de la siguiente manera: “Es un soberano a la
vez muy bueno y muy malo y su carácter se corresponde perfectamente con el de su país.
156
Si hubiera recibido una mejor educación, sería una persona excepcional, porque la
naturaleza le ha dotado de muchas virtudes y de un ingenio inagotable.”13
Pietro logró superar su timidez, brillar en la conversación y, más tarde, incluso participar en
bailes. Sofia Carlotta se echó a reír cuando Pietro admitió con franqueza que había
confundido el corsé de ballena de las alemanas con su caja torácica, y se dijo: qué costillas
tan duras tienen estas alemanas y quién sabe por qué van verticales... Estos detalles pueden
parecer superfluos, pero son muy importantes.
Un pequeño detalle más. Uno de los compañeros de Peter -no sabemos quién- había
cometido un delito (las fuentes -tanto la correspondencia de Sofia Carlotta como los
informes de informantes venecianos- coinciden en que se trató de un delito o de una
transgresión grave). A lo que Peter le dijo (y ambas fuentes lo informan, así que debe ser
cierto): “Si estuviéramos en Moscovia, habrías merecido que te pegaran con un palo, pero
estamos en un país de costumbres suaves, y por eso te perdono.
Aquí, esta fórmula "estamos en un país de costumbres suaves" es fundamental para
comprender el lado humano de los contactos que comenzaban a establecerse en esa época.
Gracias por su atención.
NOTAS
11 M. Tsvetaeva, Oda al caminar, tr. él. de S. Vitale, Milán, Mondadori, 1997, p. 263.
12 En realidad, más propiamente, de Mitava.
13 M. Bogoslovsky, Petr I. Materialy dlja biografii [Peter I. Materiales para una biografía],
Leningrado, 1941, vol. 2, págs. 116-119.
157
LECCIÓN 4
¡Buen día!
Durante la última lección hablamos sobre la importancia de los viajes para los intercambios
culturales y los contactos entre hombres. Pero, en este sentido, también debemos
detenernos en otro aspecto. Pedro el Grande, partiendo para el extranjero, para este viaje
que tomó el nombre de "Gran Embajada", persiguió fines puramente prácticos. De hecho,
quería estudiar en profundidad la tecnología occidental, para asimilar el potencial que le
faltaba a Rusia.
En Königsberg el zar aprendió a disparar cañones e incluso recibió el diploma de
"maestro en el arte de la artillería". En Inglaterra y Holanda, sin embargo, contrató
capitanes e ingenieros marinos y aprendió varias formas de construir barcos. También se
interesó por la fabricación de velas y aparejos, e incluso por el proceso de pintura. No
contento con la estancia en Saardam, se fue a Amberes y de allí a Inglaterra. Por tanto, sus
necesidades eran de carácter estrictamente técnico-económico. Las cuestiones culturales,
relativas a los contactos entre individuos, no le tocaban, o casi.
Pero siendo un hombre práctico, a pesar de todos sus defectos, entendió que la
técnica por sí sola no es suficiente: para que los mecanismos funcionen, también hay que
tomar prestadas las nociones necesarias de los hombres. En sí misma la técnica es algo
muerto. Una cosa es forjar un hacha para cortar cabezas, cualquiera puede aprender esto,
y otra muy distinta es construir un barco. Peter comenzó contratando especialistas
extranjeros. Contrató a muchos de ellos y les pagó bien. Pero pronto se dio cuenta de que
era una solución temporal. No es sorprendente que exigiera que todos los artesanos
europeos enseñaran el oficio a un aprendiz ruso. A esta idea pronto siguió otra, a saber, que
es mucho más conveniente (y correcto) enviar a los súbditos al extranjero para que
aprendan. Y entonces comprendió -cuidado, este punto es fundamental- que ni siquiera esa
158
podía ser la solución, porque ya se habían ido muchos, pero se veían pocos resultados.
Como escribió Konon Zotov (hijo de Nikita Zotov, el "tío" de Pietro), que luego se haría
famoso como capitán, en Holanda él y sus compañeros lo pasaron mal, "no sabemos si
estudiar el idioma o un oficio". Repito, Pietro con su inteligencia práctica había entendido
que lo que realmente importaba era abrir las fronteras, no enviar a unos pocos privilegiados
al exterior, como ya había hecho Boris Godunov (además, todos habían desaparecido...).
No: “la única forma de salir del atraso era simplemente darle a la gente la oportunidad de
viajar.
Por lo tanto, Pietro, a pesar de ser sustancialmente indiferente a las cuestiones
culturales, sobre la base de un razonamiento exclusivamente práctico, había llegado a una
conclusión muy importante, a saber, que el aislamiento solo puede generar atraso y que
para lograr un crecimiento económico incluso modesto, uno debe dejar de aislarse,
replegarse en uno mismo, levantar muros chinos. Pero esto significaba ir más allá de muchas
cosas, significaba transgredir prohibiciones políticas y religiosas, significaba superar la
pereza cotidiana, pero también el miedo de las personas, que se encontraban frente a un
mundo absolutamente extraño y desconocido.
Era necesario rechazar la idea de que este mundo era hostil. Y que los individuos que
piensan diferente, se sientan diferente a la mesa, hablan un idioma extranjero y viven en
otro país, son inevitablemente enemigos de los que es razonable esperar solo molestias,
trampas o trampas mortales. La visión medieval de que tu prójimo es un enemigo y que el
hombre de otra raza, de otra fe, de otra mentalidad representa un peligro del que escapar
o al que enfrentarse de cualquier forma, esa es la creencia que había que superar, para dar
paso a la apertura y al diálogo.
Uno solo puede sorprenderse de ver cuán rápido, en unas pocas décadas (para la
historia no es nada), se extendió en Rusia una actitud completamente diferente hacia
Occidente y hacia la vida en Europa. Y esto llevó a resultados sorprendentes no solo en el
campo de la cultura, sino también en el económico. Ya a principios del siglo XX, E. V. Tarle,
historiador y profesor de la Universidad de Tartu, más tarde célebre académico, publicó un
estudio con el provocativo título: ¿Era la Rusia de Catalina realmente un país
159
económicamente atrasado?14 Tarle demostraba sobre la base de estadísticas que Rusia a
finales del siglo XVIII fue el primer exportador europeo de arrabio (incluso se lo vendió a
Inglaterra) y que el atraso vino después, especialmente con el reinado de Nicolás I y poco
antes de la guerra de Crimea, debido a la aislamiento en que la política reaccionaria del zar
había sumido al país. En consecuencia, los temas de los que estamos hablando ciertamente
se refieren a la cultura y los contactos entre las personas, pero también tienen un
significado histórico muy profundo. Quiero detenerme en algunos destinos, algunos
individuos de diferente estatura y con diferentes intereses para mostrarles cómo había
cambiado la situación y qué abismo había entre ellos y los compañeros "buenos, pero un
poco rudos" de Pietro (por no hablar de los modales bárbaros del propio Pietro).
Ya te he dicho que el zar había enviado un hacha como regalo de Mitava. En Holanda,
en cambio, Pietro, amante de todo tipo de oficios manuales, pensaba bien en improvisar
como cirujano y, si a alguien de su entorno le dolía una muela, se la arrancaba a la fuerza.
En el museo anatómico, cuando uno de sus compañeros expresó su disgusto por un
intestino colocado en formalina, Pietro lo obligó a morderlo. Era, por decirlo suavemente,
una persona verdaderamente singular. Sin embargo, pronto aparecerán hombres
completamente diferentes, para quienes Europa ya no era un enigma, hombres
espiritualmente libres y versados en todos los aspectos de la cultura europea, que ya no
esconderán sus manos y pies como Pedro, repitiendo ich kann nicht sprechen, ich kann nicht
sprechen.
En primer lugar, unas palabras sobre un pequeño grupo de jóvenes que alrededor
de 1765 fueron enviados a estudiar a la Universidad de Leipzig, entonces famosa en toda
Europa. Goethe había estudiado allí más o menos al mismo tiempo pero, a decir verdad,
con pocas ganancias, estaba muy endeudado e incluso enamorado, y sus padres lo habían
enviado a Estrasburgo. Allí también estudiaba entonces el padre del futuro decembrista
Kjuchel'beker, que más tarde se trasladaría a Estonia, a Avinurme. Un pequeño grupo de
jóvenes de todas las edades había llegado a Leipzig. Eran aspirantes a juristas y luego lo
serían. Entre ellos se encontraba también el célebre Aleksandr Nikolaevič Radiščev, futuro
autor del Viaje de Petersburgo a Moscú.
160
En Leipzig, los estudiantes se encontraron en una situación bastante normal para
sujetos de una autocracia. Su posición era la misma que la de los estudiantes europeos, que
disfrutaban (hasta cierto punto) de varias libertades. Al mismo tiempo, tenían un burócrata
de Petersburgo pisándoles los talones, el alemán Bokum, quien, como cualquier buen
burócrata que se precie (en ausencia de cualquier supervisión, los estudiantes quedaron de
hecho a su merced) inmediatamente se dispuso a robarlos. Tomó su dinero, los mantuvo
en temporadas, ahorró en madera y se embolsó el dinero él mismo. Y, en este punto,
sucedió algo casi inaudito: el primer levantamiento estudiantil en la historia de Rusia, la
primera manifestación de protesta organizada por estudiantes.
Los estudiantes aceptaron e hicieron saber su descontento a su superior Bokum,
luego organizaron una huelga conjunta y finalmente consiguieron lo que querían: el
embajador ruso en Dresde (Leipzig estaba en Sajonia y la capital de Sajonia era Dresde) se
puso del lado de ellos y Bokum fue llamado a casa. Este fue el primer malestar estudiantil
en Rusia, la primera vez que los jóvenes se atrevieron a alzar la voz contra la violencia
burocrática de la autocracia. Muy probablemente, todo esto no dejó de tener repercusiones
en el clima político que pronto vio a Radiščev sentarse en su escritorio a escribir su Viaje de
Petersburgo a Moscú y luego, de manera totalmente consecuente, exiliarse en Siberia
oriental, en Ilimsk, para finalmente poner fin a sus días en un trágico día de septiembre del
año 1802.
Menos dramático fue otro episodio que igualmente vale la pena recordar. Me
refiero a un joven vástago de una familia aristocrática, a saber, Pavel Alexandrovich
Stroganov. Los Stroganov eran ricos comerciantes originarios de Siberia y los Urales, que
luego recibieron títulos nobiliarios como ciudadanos notables. En ese momento, el padre
de Pavel ya era conde, al igual que el propio Pavel Alexandrovich; además, habían
establecido nuevos lazos con la aristocracia (circunstancia que era extraordinariamente
importante en el siglo XVIII), casándose tanto con los Vorontsov como con los Trubeckoy. Y
el niño del que hablaremos ahora, Pavel Alexandrovich, apodado Popo, nacerá en este
mismo entorno. Excepto que en un entorno como ese, el padre Stroganov, un hombre culto
161
y un mecenas muy rico de las artes, decidirá educar a su hijo de una manera absolutamente
única.
Stroganov trajo de Francia al matemático Gilbert Romme quien, a fines de la década
de 1870, todavía era un hombre joven. Unas palabras sobre Gilbert Romme y cómo se le
ocurrió a Stroganov una idea tan loca. Gilbert Romme no fue invitado como profesor o
tutor. Stroganov se inspiró en Rousseau, según quien, para convertirse en hombre, un niño
tenía que recibir una educación particular. El mundo circundante estaba dominado por el
mal y la injusticia social, educar a un niño en él hubiera significado arruinarlo. Por el
contrario, era necesario aislarlo y confiarlo a una especie de maestro ideal, transformar al
niño en una especie de Robinson en su isla desierta y convertirlo en un adulto en todos los
aspectos "allí". Pero el padre no podía ser un maestro ideal, porque estaba demasiado
ocupado. Además, Rousseau no se hacía ilusiones excesivas, consciente de que las
atenciones de los padres pueden ser perjudiciales para sus hijos. Pero incluso aquellos que
enseñaban por necesidad económica no podían ser buenos maestros: la educación es en sí
misma algo tan importante que un maestro pagado solo puede malcriar a su alumno.
El maestro ideal, por lo tanto, tenía que ser un amigo, ese amigo desinteresado y
maravilloso que (quizás) sólo existe en la literatura, dispuesto a sacrificar su propia vida
para transformar al niño en un hombre. Stroganov estaba buscando a un individuo así
cuando lo nombraron un joven matemático, Gilbert Romme. Romme también estaba
entusiasmado con la idea. No le interesaba el dinero, lo que le atraía más que nada era el
origen geográfico de su alumno. Al igual que Rousseau, era, de hecho, pesimista sobre el
destino de Francia y pensaba que toda la Europa civilizada en general estaba ahora perdida.
Y que el hombre libre educado por la Naturaleza ya no existía más que en unos pocos países
subdesarrollados: Romme miraba a Córcega, oa Rusia, mientras que Rousseau depositaba
sus esperanzas en América, entonces todavía un Estado joven; poco tiempo antes Voltaire
había escrito una historia sobre un joven indio de la tribu de los hurones que llega a Europa
procedente de América.
Entonces, el objetivo de Gilbert Romme era tomar a este pequeño niño ruso,
educarlo lejos de todos los males de la sociedad y convertirlo en un hombre. Romme reunió
162
la inteligencia del matemático, la firmeza del antiguo romano (de hecho, su cuerpo no
particularmente imponente había encontrado espacio para un alma heroica) y la tendencia
a soñar inherente al individuo del siglo XVIII. Y con estos sueños aterrizó en Rusia. Y, de
hecho, al joven conde Stroganov se entregó de todo corazón. Elaboró un método especial,
escribiendo cartas a su alumno en las que examinaba su comportamiento: "cruel", como él
lo definía, "mezquino", "Tuyo es un corazón de piedra", "¿qué hombre crees que podría
salir de ti?", "No eres digno de tu siglo". Y Stroganov, de doce años, le respondió con la
misma fuerza.
Más tarde, a mediados de la década de 1980, Gilbert Romme viajó a Suiza con su
joven protegido. Allí, en pocos años, Stroganov concluyó un plan de estudios muy especial.
Romme creía, en efecto, que un verdadero hombre debe saber hacerlo todo con sus propias
manos, porque quien se aprovecha del trabajo de los demás no es sólo un opresor, sino
también un esclavo de aquellos a quienes oprime. Así que inmediatamente puso a su
alumno condiciones estrictas: nunca recurrir a la ayuda de sirvientes, vestirse siempre solo
(cosas que ahora nos parecen normales, pero que para un joven conde de la época eran
absolutamente inauditas), nunca temer al cansancio físico, entrenar para correr, nadar,
saltar, montar a caballo. Además por supuesto de estudiar física, matemáticas, astronomía
y derecho.
Entonces Gilbert Romme y el conde Stroganov llegaron a París. La Revolución
Francesa estallaba “en ese mismo momento. Romme, un hombre de cultura e ideas
extremas, se colocó inmediatamente a la izquierda del espectro político. Organizó la
Sociedad de Amigos de la Ley y asistió activamente a la Asamblea Nacional; mientras tanto,
el joven conde llevaba las actas de las sesiones por iniciativa propia, tarea de la que la
Asamblea Nacional no se ocupó por sí sola durante mucho tiempo. Al mismo tiempo,
Stroganov renunció no solo al título de conde, sino también a su apellido, eligiendo para sí
mismo el nombre de "ciudadano Ocre", porque una de sus propiedades en los Urales se
llamaba así, Ocre.
Pero junto con Popo, es decir, Pavel Alexandrovich, Stroganov padre también había
enviado a estudiar a Francia a un joven sirviente suyo que luego se convertiría en el famoso
163
arquitecto Vorochinin. En ese momento ya había obtenido su libertad, porque el viejo
conde era una persona muy humana. Y así se creará una compañía muy especial: un amo-
jacobino, un joven conde y un antiguo siervo. Juntos asisten a la Asamblea Nacional y al club
jacobino, incluso reciben un diploma y participan activamente en eventos. Pavel Stroganov,
alias ciudadano Očer, participará en la toma de la Bastilla y se enamorará de la bibliotecaria
de la Sociedad, la famosa "Amazona roja", la bella Théroigne de Méricourt. Con los primeros
tormentosos acontecimientos de la Revolución se abriría una página absolutamente nueva
de su biografía.
Cuando Catalina II, preocupada, mientras no le pedía al padre Stroganov que dejara
que su hijo regresara a casa, velada pero insistentemente expresó su descontento. Estas
señales son más que suficientes. Para traer de vuelta a Pavel Alexandrovich, Novosil'cev, su
primo, es enviado a París, quien lo acusa de comportarse de manera imprudente.
Novosil'tsev más tarde se convirtió en un famoso funcionario bajo Alejandro I y Nicolás I,
destinado a desempeñar un papel oscuro y muy negativo en la historia de Polonia. Pero
todavía era un joven capaz en ese momento. Informa que Pavel Aleksandrovič frecuenta a
los jacobinos y ha sido visto varias veces en la parrilla de la Asamblea Nacional, donde se
entregan las solicitudes. Stroganov responde que todo es cierto y que está dispuesto a
responder por ello, pero dado que sus posiciones son incompatibles con lo que sucede en
casa, se niega a regresar y nunca regresará a Rusia. Sin embargo, la historia todavía tomará
otro giro. De hecho, Stroganov padre se dirigiría personalmente a Romme por carta,
pidiéndole que dejara regresar a su hijo.
A partir de ese momento, sus caminos se separaron. He aquí cuál será el destino de
Romme. Jacobin, uno de los principales artífices de la Revolución, “no se vio afectado por
la reacción termidoriana, porque no había tenido nada que ver con el Terror, sólo le
preocupaban las cuestiones culturales. Poco después, Romme participó en la llamada
conspiración de los últimos jacobinos (la insurrección de la 1ra pradera) y, junto con sus
compañeros, fue condenado a la guillotina, pero la sentencia nunca se llevó a cabo, porque
todos los conspiradores se suicidaron en la sala del tribunal, pasándose el puñal unos a
otros. Dejó atrás a su joven esposa y un bebé de unos meses.
164
Stroganov regresó a Rusia en su lugar. Vivió el período de las reformas liberales, se
hizo amigo de Alejandro I y participó en su comité secreto, siendo luego amargamente
decepcionado. En cualquier caso, las vivencias de su infancia y adolescencia transcurridas
en un ambiente de libertad no fueron en balde. Un contemporáneo cuenta que el conde a
veces "hacía cosas raras": de vez en cuando tomaba unas vacaciones extrañas, bajaba a las
habitaciones de los sirvientes y se sentaba a la mesa con sus sirvientes, comía lo mismo que
ellos y conversaba con ellos, pidiéndoles que los llamaran tu, luego regresaba a su palacio
y volvía a ser conde. Sin embargo, esta doble vida le pesaba. Cuando estallaron las guerras
napoleónicas, Stroganov se alistó en el ejército. Aquí fue testigo de otra tragedia: un tiro de
artillería decapitó a su hijo ante sus ojos. Poco después murió Stroganov. Fue enterrado el
mismo día en que Pushkin regresó a Petersburgo después de graduarse de la escuela
secundaria. Lo primero que vio en la ciudad fue el funeral de Stroganov.
Pero el destino de Pavel Alexandrovich también se cruzó con el de otra persona. Un
joven que entonces estaba en Ginebra y que quería convertirse en escritor (y que de hecho
más tarde se convertiría en un gran escritor), Nikolai Michajlovič Karamzin, para abrirse
camino en los círculos revolucionarios de París, se armó con una carta de recomendación
dirigida a Romme. Esta misiva fue encontrada recientemente en el archivo de Romme, lo
que significa que había sido entregada y que la reunión había tenido lugar. Karamzin había
venido a París desde Suiza. Así, se había reunido en la capital francesa el siguiente grupo:
Voronichin (el historiador francés que describe el episodio se pregunta perplejo: quién era
ese señor Voronichin, y escribe "individuo desconocido para nosotros"), Romme, Stroganov
y Karamzin. A diferencia de Stroganov, Karamzin no tenía entusiasmo por las ideas jacobinas
y se sentía más cercano a Schiller. Para él, como para Shakespeare, la cuestión del precio
que debe pagarse por la violencia revolucionaria era fundamental. Al escuchar por primera
vez mientras estaba en Frankfurt am Main que la revolución había estallado en París,
Karamzin hizo algo que nunca esperaríamos: impulsivamente tomó de la biblioteca el
"volumen que contiene las obras de teatro de Schiller y abrió la conspiración de Fiesco en
Génova en ese punto donde el conspirador Fiesco se pregunta si después de la revolución
debería entrar en el gobierno y tomar el poder. Y, escribe Karamzin: "Entonces comencé a
165
gritar: '¡No, no lo hagas!'". El poder es en sí mismo algo negativo. Schiller siempre se había
preguntado cuáles eran los costos morales incluso de la violencia pura. Y había considerado
varios casos, desde los atracadores hasta don Carlos. Esta pregunta también interesó
mucho a Karamzin.
Pero, de una forma u otra, hemos visto cómo los rusos a finales del siglo XVIII ya no
eran unos extraños en Europa. El mismo Karamzin había visitado a Kant y Herder, había
conversado con Laplace y Barthelemy, con los académicos y los jacobinos y, creo, también
con Robespierre. Ahora era un individuo que pertenecía a la cultura europea, y este proceso
se había dado muy rápidamente.
Sin embargo, eso no significa que no hubo obstáculos. Cuando Pablo I ascendió al
trono, primero introdujo limitaciones en la vestimenta francesa y luego cortó todas las
relaciones con países extranjeros. Se introdujo la censura de obras escritas en idiomas
extranjeros y se prohibió viajar al extranjero. Con un cerebro algo loco, Paul incluso
promulgó el siguiente edicto: que los caballos no deberían atreverse a cruzar la frontera. Si
los comerciantes iban a la feria de Leipzig, tenían que viajar a la frontera con caballos rusos
y luego, al otro lado de la frontera, reemplazarlos con caballos alemanes. Es solo una
anécdota, pero creo que muy significativa.
Después de la muerte de Paul, viajar al extranjero nuevamente se volvió
relativamente fácil, a pesar de algunos obstáculos que persistieron. Pero después del
levantamiento decembrista, Nicolás I cerró esta puerta. El que luego pasará a la historia
como el ministro Valuev (todavía era joven en ese momento), escribió que no podía
entender qué culpa habían cometido sesenta millones de personas (la población de Rusia
en ese momento) para ser castigados con arresto domiciliario. "Arresto domiciliario" que le
costó muy caro a Rusia, lo que resultó en un creciente atraso tecnológico y, en última
instancia, en la derrota de Sebastopol. El imperio de Nicolás, tan pomposo e imponente,
ostentoso y amenazador por fuera, resultó ser nada más que una fachada pintada. No es
sorprendente que Alejandro II se viera obligado a levantar estos arrestos domiciliarios y,
hasta la década de 1920, Rusia siguió siendo un estado con fronteras relativamente
abiertas.
166
Y así hemos visto cómo los viajes inciden en el arte de comunicar. La próxima vez
hablaremos de los cenáculos y sociedades que inevitablemente van a surgir, para que los
individuos puedan construir un puente entre ellos.
Gracias por su atención.
NOTAS
167
LECCIÓN 5
¡Buen día!
168
encontrar interlocutores y sentirse comprendido. Y en este dificilísimo proceso juega un
papel esencial la constitución de pequeños colectivos.
En pequeños círculos que incluyen personas unidas por apego mutuo, estilo de vida,
simpatía, parentesco, tradiciones, de hecho, se elaboran lo que luego se convierten en las
normas de la sociedad. Estos pequeños centros representan invariablemente laboratorios
culturales, laboratorios de nuevos métodos de comunicación, y no importa si se trata de un
colectivo estudiantil, o de un grupo de personas unidas por lazos profesionales o de
parentesco, o por el interés común de defender su cultura. Son precisamente estos círculos
los que mantienen viva la cultura, en última instancia. Donde faltan, también falta alta
cultura. Donde las diferencias se allanan como un gran fierro y todos hablan de la misma
manera, en realidad todos callan. De hecho, la importancia que tiene la poesía en la
comunicación no es casual, aunque el poeta es el ser más original del mundo. La impresión
es que habla solo por sí mismo, en su idioma individual, pero con el tiempo su idioma se
convierte en el idioma de todos. Y si un pueblo no tiene poetas es como si le arrancaran la
lengua.
En ese sentido, lo que hablaremos hoy también se enmarca dentro de los temas de
comunicación. Me refiero al establecimiento de círculos internos dentro de una cultura y,
en particular, a las asociaciones y salones literarios y culturales. Un pequeño grupo de
personas, generalmente poetas o intelectuales, crea una atmósfera determinada que luego
repercute en el exterior.
Sólo por poner un ejemplo, sabemos bien que el romanticismo europeo nació en
ciertos círculos, pequeños grupos formados por jóvenes. Lo mismo se aplica también a otros
fenómenos culturales. En general, en la Europa moderna la tendencia de los hombres cultos
a reunirse en pequeños círculos comenzó con el Renacimiento. Y se siente especialmente
en el siglo XIV en Italia. Es aquí donde se instaura un nuevo arte y una nueva cultura, así
como un auténtico culto de ciertos círculos intelectuales.
Los humanistas -así se llamaban y así los llamamos también nosotros- eran
individuos eclécticos, de vasta erudición: filósofos, poetas, artistas, teólogos, amantes de
esa antigüedad que ya parecía caída en el olvido y que ahora se redescubre. Pero, más allá
169
de eso, eran personas que se necesitaban mutuamente y que podrán dar vida a una
auténtica cultura de la comunicación. La conversación “se vuelve tan importante como la
oración en la iglesia para el hombre medieval, que conversaba principalmente con Dios y
tenía formas preestablecidas para este tipo de comunicación. Sin embargo, ahora se está
asentando una nueva cultura centrada en el hombre, por lo que es necesario encontrar
nuevas formas de comunicación entre las personas. Y así volveremos a la antigüedad
olvidada, redescubriendo la academia platónica, los peripatéticos, los filósofos que
tomaban de la mano a sus discípulos y les enseñaban paseando con ellos por los jardines.
En otras palabras, se redescubre la cultura de la conversación, el diálogo como forma de
búsqueda de la verdad, la mayéutica socrática.
Sin embargo, no solo recuperamos el pasado, también inventamos nuevas formas.
Y estas nuevas formas asumen aproximadamente las siguientes connotaciones. Los
creadores de alta cultura se necesitan unos a otros. La conversación ilustrada es a la vez
escuela de pensamiento y placer supremo. Los hombres, estrictamente hablando, viven
para conversar. Y comunicar es la actividad predilecta de los sabios y una alta vocación, no
es ociosidad, ni descanso.
La conversación es una ocupación placentera que siempre debe intercalarse con
visitas a colecciones de pintura y cenas agradables que también pueden convertirse en
banquetes filosóficos, salpicados de brillantes discursos. Recordamos bien el Decamerón de
Boccaccio. Algunos florentinos abandonan la ciudad, infestados por una plaga, para llegar a
una villa cercana. Y este es el primer elemento significativo: debemos salir, debemos
distanciarnos de los demás. En Boccaccio el desencadenante es la peste, Rabelais en cambio
inventará la abadía de Thélème, un curioso monasterio-no-monasterio donde sólo viven
humanistas que dedican su tiempo a profundas reflexiones, dedicándose al arte y la
libertad. Y la libertad, obviamente, es una prerrogativa y un derecho del humanista, que se
retira a la villa. Para ello, no es “imprescindible ser rico. A decir verdad, los clientes pueden
contribuir hasta cierto punto, pero la mayoría de las veces estas villas filosóficas no son más
que simples casas ubicadas en algún lugar en el campo abierto. Casas que se convierten en
el destino de hombres diferentes entre sí, pero que igualmente se aprecian, saben
170
perfectamente el latín, son tan elocuentes como Cicerón y componen versos. Y así es como
los círculos toman forma. Y, a su vez, se reorganizarán en sociedades de estudio restringido,
que en Italia se llamaban academias, pero que no se parecen en nada a las nuestras, porque
no eran asociaciones estatales ni públicas. A menudo incluso parecían tener una naturaleza
bromista. Una se llamaba "academia de gatos", otra "academia de salvado". Por cierto, el
signo de esta última es el buratto o frullone, esa máquina especial que se utiliza para separar
el salvado de la harina fina, lo cual no es casual, ya que es una empresa de conservación de
la lengua materna, que pretende distinguir su parte pura (la harina) de la mala e impura (el
salvado). “La Accademia della Crusca fue fundada hace cuatrocientos años y todavía existe
hoy. Y aunque ahora es una sociedad científica muy moderna, equipada con computadoras,
en el salón de la villa de los Medici que la alberga todavía se encuentran las sillas del pasado
con respaldos en forma de pala de horno, en las que se destaca la compañía (es decir, el
escudo de armas) de cada miembro de la Academia. Así continúa la tradición, fusionando
un ambiente lúdico y amigable con ocupaciones muy serias. Ahora, la Accademia della
Crusca es una de las principales instituciones científicas del mundo.
Las consecuencias que puede tener la pérdida de tales contactos se pueden ver
claramente en las cartas de una de las personalidades más destacadas del Renacimiento,
Niccolò Machiavelli, un político de gran perspicacia y lucidez, un patriota florentino. La suya
es una biografía marcada por altibajos. En un momento dado, por diversas circunstancias,
se ve obligado a huir y emprender el camino del exilio. Y lo que más echa de menos no es
tanto su ciudad natal (aunque tiene todo el apego a Florencia que sólo se puede sentir hacia
un pueblo pequeño, ¡y Florencia es una pequeña república, a pesar de su tamaño!), sino la
compañía de sus amigos educados. Así describe sus días: "Me levanto en la mañana con el
sol, y voy a uno de mis bosques que tengo cortados, donde me quedo dos horas revisando
los trabajos del día pasado, y pasando el tiempo con esos cortadores [...] Tengo un libro
debajo, ya sea Dante o Petrarca, o uno de estos poetas menores, como Tibulo, Ovidio y
similares". Así Maquiavelo leyó a los poetas latinos o italianos del "dolce stil novo". “Luego
llévame a la calle, “en el mesón...”, ahora doy un pequeño salto... “Lo que he comido, vuelvo
al mesón: aquí está el huésped, generalmente un carnicero, un molinero, dos hornos. Con
171
estos me entretengo todo el día jugando a camarilla, trich-trach..." Y aquí Maquiavelo se
expresa de manera poco halagüeña en nombre de esta empresa y dice que su ingenio
terminará desperdiciándose entre hombres semejantes. Luego continúa: “Cuando llega la
noche, vuelvo a casa y entro en mi escritorio; y en la puerta me quito ese vestido diario,
lleno de lodo y loto, y me pongo ropas reales y curiales; y vestido apropiadamente, entro
en las antiguas cortes de los hombres antiguos (es decir, se retira a su biblioteca), donde,
amorosamente recibido por ellos, me alimento de ese alimento que es sólo mío y que nací
para él; donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles el porqué de sus actos.”
Y esta es una imagen destinada a repetirse también en el futuro: el libro como interlocutor
que, a falta de hombres cultos, puede sustituir a su compañía. Por lo tanto “…no me
avergüenzo de hablarles y preguntarles el por qué de sus actos y me responden por su
humanidad”. Y aquí humanità viene de humanitas, e indica humanidad, pero también el
ideal humanista que incluye todo lo elevado en el hombre. En este término hay un matiz
solemne, que hay que subrayar en todos los sentidos. Y Maquiavelo concluye: “... y durante
cuatro horas no siento aburrimiento, olvido toda preocupación, no temo a la pobreza, no
me aterra la muerte: todo lo transfiero a ellas.
Este es el universo del intercambio cultural, centrado en torno a los rituales de
conversación y correspondencia escrita; en estos años la carta privada se convierte en un
género artístico en sí mismo. Un arte que, entre otras cosas, hemos perdido, al igual que el
de la conversación. Pero pronto veremos cómo la cultura europea tardó siglos en dar vida
a tales rituales.
Más tarde esta cultura dejará las murallas de Florencia y las fronteras de Italia y se
transformará en un patrimonio para toda Europa en su conjunto. Llegará también a
Alemania, encontrando una de sus encarnaciones más completas en Erasmo de Rotterdam.
Ir a visitar a los más sabios también se convertirá en una especie de ritual. Erasmo acude a
Tomás Moro: ya han intercambiado algunas cartas, pero aún no se han visto en persona. Y
Tomás Moro, al conversar con ese extraño, impresionado por su perspicacia, exclama: "¡Si
no eres el diablo, eres Erasmo!", porque no había otra persona tan inteligente.
172
Pero pasemos a la siguiente etapa, en Francia. Aparecen aquí sociedades de
individuos unidos por intereses espirituales y por el culto al arte de la conversación que, en
última instancia, se convierte en la más alta de las artes, incluso por encima de la poesía. Y
el siglo XVII está “totalmente impregnado por este arte de vivir. Además, también sucede
otra cosa muy interesante. Por un lado, el poder real, el Rey Sol y, aún antes, el cardenal
Richelieu, en un intento de hacer valer su derecho exclusivo sobre la cultura, intentan
monopolizar las diversas formas de comunicación. Nacía la etiqueta de la corte, un conjunto
de reglas codificadas, basadas en un sistema de expresiones muy refinado que sin duda
posee su propio encanto. La cultura cortesana de la época de Luis XIV consigue conjugar el
culto incondicional al soberano con una bondad agotada que intenta sustituir a la igualdad.
La corte atrae a poetas, comediantes, pero es otro aspecto que es más importante. Por
iniciativa de Richelieu, se estableció la Academia Francesa que todavía existe y no es una
Academia de Ciencias como la nuestra, sino (nuevamente) una sociedad para la pureza de
la lengua. Una asociación que tiene como objetivo preservar el francés de las malas
influencias y establecerlo como una lengua literaria y poética digna de un verdadero estado
absoluto. Los miembros de la Academia ostentan el título oficial de "inmortales", su número
es limitado, cuarenta personas. Todo se rebaja de una manera muy solemne y la evolución
literaria sigue este camino académico. La Academia jugará un “papel enorme en Francia;
sin embargo, el animado enfrentamiento literario continuará, asumiendo un rumbo
completamente inesperado.
En la primera mitad del siglo XVII (la mujer de la que ahora hablaremos murió en
1765) nació el llamado Salón Azul de la Marquesa de Rambouillet. Fue un fenómeno cultural
muy original y, sin embargo, ligado a la tradición renacentista ya la escuela literaria de
Margherita di Navarra. Pero, ¿en qué residía la novedad? En primer lugar, era una empresa
no oficial, si no alineada con la oposición. Richelieu la miró con recelo y Madame
Rambouillet también experimentó algunas dificultades, porque el recuerdo de la Fronda
aún era reciente y el gobierno veía a la oposición aristocrática como el humo y el humo en
los ojos. Sin embargo, la política tuvo quién sabe qué papel en el Blue Lounge. Era sobre
todo una expresión de autonomía cultural.
173
En primer lugar, el Blue Lounge cambió radicalmente el equilibrio de poder entre
mujeres y hombres. En el centro -y esto seguirá siendo siempre una característica de la sala
de estar francesa- había, de hecho, una mujer que había cambiado por completo su papel.
La Edad Media había visto a la mujer sobre todo como objeto de veneración, asimilada a la
Virgen. Esta mujer angelical podría incluso ser superior al hombre, pero en ningún caso igual
a él. Estaba investida de un poder ideal y de una impotencia real. Las damas que "frecuentan
el salón de Madame Rambouillet recibieron en cambio el sobrenombre de 'preciosas' y
Molière (desde el ángulo de la corte) las ridiculizó en la comedia Les Precious Ridicule ,
donde, para complacer al rey, las retrató de una manera absolutamente caricaturesca (más
tarde, en su defensa, dijo que el verdadero objetivo satírico eran las chicas provincianas que
las imitaban).
En primer lugar, estas damas educadas se sintieron atraídas por la ciencia. Querían
ser iguales a los hombres, estudiar latín y astronomía. Un contemporáneo suyo se quejaba
de que, si a estas damas se les hubiera presentado un guerrero herido en la batalla, un dandi
con arcos y perfumes y un abad, capaz de hablar en latín, habría sido este último quien
masacrara los corazones, gracias a su capacidad de hablarles a la mente. Estas damas se
dedicaron al estudio y no querían convertirse en objetos de veneración y mucho menos
identificarse con la imagen femenina actual, fingiendo que el amor era lo más importante
del mundo. Y así disfrutaban atormentando a sus admiradores. Por ejemplo, la hija de
Madame Rambouillet hizo sufrir a su prometido durante nueve años, negándose a
corresponder a su fiel pasión. Mientras tanto, la adoración hacia ella creció
dramáticamente: "le dedicaron una colección completa titulada Guirlande de Julie que
incluía decenas de versos en su honor.
La sala de estar era un mundo cerrado. Cruzando el umbral, todos cambiaron de
nombre, prefiriendo otro, sacado de una novela. Aquí eran los poetas los que reinaban, no
los líderes. Entre sus muros el poeta burgués Voiture podía contar con una posición igual a
la de los demás, o incluso muy respetada, mientras que en los círculos aristocráticos casi lo
echan a palos, sólo porque no era noble.
174
La sala de estar del siglo XVII fue una especie de anticipación del movimiento
feminista. Y, juntos, un laboratorio para la creación de relaciones diferentes entre hombres
y mujeres, y por tanto de un sistema basado en la igualdad intelectual y emancipado de las
obligaciones amorosas. La idea de que entre el hombre y la mujer no puede haber nada más
allá de una relación erótica: esta es la visión que la sala de estar trató de oponer por todos
los medios. Evidentemente, la moda es la moda, y este movimiento femenino de
"preciosas" a menudo tomaba rasgos ridículos y grotescos que atraían la ironía de los
contemporáneos, especialmente hombres o cortesanos. Incluso el carácter de la
conversación dentro de la sala era en su mayoría amateur, o en todo caso muy superficial.
Sin embargo, fue un fenómeno muy grave.
En el siglo XVIII comenzó una nueva etapa, el siglo de los filósofos. La corte vivió un
período de decadencia y ya no pudo competir con la cultura de los salones. Mientras tanto,
la academia adquirió su propia autonomía, aunque, a decir verdad, al escapar del control
de la corte, terminó a merced de las espantosas intrigas urdidas por las damas. La elección
de una académica se convierte en una verdadera lucha entre salones, en un conflicto de
intereses femeninos, porque cada salón tiene su casera que aspira a ocupar un puesto
destacado. El salón se convierte en el centro de la vida cultural en general y de la filosófica
en particular. La cara de la anfitriona también cambia. En el centro del salón siempre hay
una dama que, sin embargo, a partir de ahora será a menudo una mujer de mediana edad,
de gran carácter e inteligencia, a veces imperiosa, no necesariamente hermosa. Un día
Voltaire afirmó cáusticamente que en general eran mujeres que, al ver el declive de su
belleza, saludaban el amanecer de su intelecto. Pero, obviamente, uno no debe pensar que
los salones estaban completamente desprovistos de damas encantadoras. Al respecto, me
gustaría contarles una historia extremadamente romántica. A principios del siglo XVIII, un
diplomático francés que paseaba por el bazar de Constantinopla compró a una pequeña
circasiana, una niña aparentemente de seis años que estaba allí, para la venta. Por
supuesto, no hablaba otro idioma que el suyo propio, y nadie en Constantinopla sabía
circasiano. Su nombre era Gajda. La llevó a París, dejándola con parientes para educarla.
Luego, como todas las niñas en ese momento, fue internada en un convento. Era una etapa
175
obligatoria de la educación femenina en ese ambiente: todas las niñas pasaban allí unos
años para aprender a tocar el clavicémbalo, a bordar y a cantar. Luego el diplomático volvió
a Turquía, tras lo cual regresó, ahora enfermo, y de pronto recordó que había comprado a
Gajda y en una serie de cartas le dijo, en un tono muy dulce pero insistente, que quería ser
padre y esposo para ella. Sin embargo, ella era solo su enfermera, ya que él ya estaba
enfermo y medio loco. La habían bautizado dándole el nombre de Charlotte, pero ella nunca
lo usó, prefiriendo el suyo propio que, pronunciado en francés, sonaba como Aïssé. Y al
igual que Mademoiselle Aïssé, estaba destinada a pasar a la "historia". Murió
prematuramente de tuberculosis, pero poco después se encontró su correspondencia que
se convirtió en una de las obras maestras literarias de la época.
Como ya se mencionó, la de Mlle Aïssé es una historia romántica. En efecto, se había
enamorado del caballero de Aydie que, perteneciendo a la orden de Malta, no podía
casarse. Su larga historia de amor se mantuvo cuidadosamente en secreto, al igual que el
nacimiento de “una hija. Si no fuera por las espléndidas cartas de mademoiselle Aïssé que
retratan maravillosamente el ambiente de la sala de estar (mezcla de alta cultura y cotilleo
de bajo nivel, porque todo mundo cerrado favorece la elaboración de un tipo de
comunicación sumamente variado y refinado, pero también los intereses más mezquinos),
si no fuera por estas cartas, decía, no sabríamos prácticamente nada de ellas. París en ese
momento conocía salones de varios tipos. Podemos recordar el de Madame Geoffrin, una
mujer de modesta cuna, pero casada con una aristócrata, inteligente e imperiosa. Catalina
II le escribió como a una hermana. En su sala de estar, Madame Geoffrin recibió e instruyó
al futuro rey de Polonia, Stanislaus August Poniatowski, quien, una vez elegido, le escribió:
"Mami, aquí, yo también soy rey, por favor no te enojes". Pero su casa también fue
frecuentada por Voltaire y Diderot. Su salón se convirtió en un territorio donde triunfó la
filosofía. Ahora era la filosofía la que realmente reinaba. Los reyes temblaron ante los
filósofos. Al mismo tiempo es aquí lo que Puškin definirá después de años como "el discurso
de la alta cultura"15 (es decir, el culto a la palabra exacta y al ingenio). No en vano, un
individuo que frecuentaba ese salón será apodado l'esprit fort.
176
Pero, por supuesto, la sala de estar representa solo una fase de transición. Ese
plebeyo Rousseau nunca pisó allí. La siguiente parada serán otras instituciones. En París la
vida literaria se trasladó al café, luego a los clubes, finalmente a los círculos políticos y la
Convención Nacional. Muchos de los artífices de la Revolución fueron hombres de letras.
“En Alemania, en cambio, se crearán círculos y pequeños círculos como el de los llamados
Stürmer und Dränger, jóvenes pálidos y despeinados con ojos ardientes, dispuestos a
prender fuego al mundo entero. Como decía uno de los personajes de la tragedia de Schiller
Los ladrones: «¡Pónganme al frente de un ejército de hombres valientes como yo, y
transformaremos Alemania en una república ante la que Roma y Esparta parecerán
conventos!»16 En otras palabras, una Alemania de héroes.
También en el siglo XVIII, también aparecerán círculos literarios en Rusia. Si bien
asumen características diferentes, según aparezcan en Alemania o Italia, Rusia o Hungría,
se desarrollan a la sombra de la sala de estar francesa. Porque el siglo XVIII es el siglo de
Francia, toda la cultura europea habla francés. Obviamente, los patriotas sufren, pero
también hablan francés. Federico el Grande, rey de Prusia, que se burlaba de ese Sprache
moderno, esa lengua de moda, donde “se mezclaban términos alemanes con términos
franceses, no lo usaba sólo por una simple razón, porque todo lo que escribía estaba escrito
en francés.
El francés era el idioma de la gente culta, pero no solo eso: también era el idioma de
los petimetres y los tontos. Nikolaj Ivanovich Novikov escribirá una sátira sobre un cerdito
que va a París, "a educar el intelecto y el corazón"; a su regreso será “un cerdo completo”.
El adjetivo utilizado por Novikov en ese momento significaba "hecho y terminado", pero
también "perfectamente educado". Entonces, el protagonista comienza como un cerdo
salvaje y regresa como un cerdo bien educado.
Sin embargo, el salón francés sigue dictando la ley en toda Europa, aunque no
arraiga en ninguna parte de esa forma precisa. Tal como lo he descrito, el salón sigue siendo
un fenómeno exclusivamente francés.
En Rusia, los círculos literarios se distinguían de los franceses por su forma, que,
además, no encontraron de inmediato. En el siglo XVIII el círculo literario aún estaba
177
desarrollando su fisonomía, muy a menudo se trataba de grupos de poetas unidos por lazos
de amistad y parentesco. Este es el caso del círculo de Deržavin, que reunía a poetas que se
habían casado con varias hermanas, o unidos por largas amistades extraliterarias. Los
vecinos a veces jugaban un papel esencial en la vida del campo: individuos reunidos en el
principio de proximidad. O alrededor de un cierto centro. Como, por ejemplo, la Universidad
de Moscú. Estas búsquedas continuarán y los verdaderos círculos literarios cristalizarán solo
hacia fines de siglo. Pero lo que realmente importa es que los círculos literarios en Rusia
desde el principio serán agrupaciones de escritores jóvenes, escritores que aún no han
alcanzado la fama y que se unen para buscar un nuevo camino. Hablaremos de los rasgos
que tomará esta nueva ruta la próxima vez.
Gracias por la atención.
NOTAS
15 A. Pushkin, Roslavlev, en Id., Polnoe sobranie sochinenij, cit., vol. 6, pág. 203.
16 F. Schiller, Los ladrones. don Carlos María Estuardo, tr. él. por E. Groppali, Milán,
Garzanti, 1991, p. 24
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LECCIÓN 6
¡Buen día!
La última vez hablamos de círculos, salones y grupos literarios, es decir, todos aquellos
centros culturales donde se elaboran ciertas normas comunicativas, formas rituales para el
diálogo con los demás. Si nos fijamos en la literatura, no tanto en la literatura como en los
diarios, epistolarios, memorias y cartas de amor que datan de principios del siglo XIX, nos
damos cuenta de que las personas expresan sus sentimientos sinceros en ella recurriendo
a los libros que han leído. De hecho, quienes escriben una carta de amor suelen utilizar
frases de novelas. Pero eso no significa en absoluto que no sea sincero. La carta de Tatyana
a Onegin destila sinceridad. ¿Te acuerdas? “Y en esa letra irruptiva / vive el amor
virginal”.17 Sin embargo, Tatyana expresa sus sentimientos con frases hechas, tomadas de
obras literarias. Y Pushkin, como era de esperar, escribe:
Pensando en sí misma como una heroína
De sus autores favoritos,
O Clarissa o Giulia o Delfina,
[...]
Él suspira y luego, solo fingiendo
Del éxtasis o del dolor otra historia18.
La experiencia cotidiana nos enseña que la gente tiende a extraer frases hechas de la
literatura. Entonces el mérito de los escritores también radica en esto, es decir, en la
capacidad de crear fórmulas de comunicación ideales, construyendo un puente entre los
hombres. Por lo tanto, los círculos literarios son interesantes no solo desde el punto de vista
de la historia de la literatura, sino también porque reflejan la historia de la sociedad, la vida
de las personas, su mentalidad y pensamientos. En este sentido, la evolución de estos
círculos es realmente importante.
179
Como te dije la última vez, los círculos literarios aparecieron en Rusia a mediados
del siglo XVIII; se trataba sobre todo de pequeños grupos de jóvenes escritores. La
característica de los salones franceses, a saber, la presencia de una dama madura,
inteligente, enérgica y culta que se rodeaba de la crema filosófica, reuniendo a su alrededor
un ramillete formado por los diversos Diderot, D'Alembert, Buffon, esta peculiaridad no
echó raíces en Rusia. En realidad, el salón mismo, con su atmósfera saturada de elocuencia
y agudezas, aún no se había establecido del todo. En la Rusia del siglo XVIII, la mujer literaria
era un fenómeno muy raro; en su mayoría, repito, eran “escritores jóvenes. Desde este
punto de vista, cabe mencionar una revista publicada en 1763 y titulada Nevinnoe
upražnenie [Ejercicio Inocente] que, en cierto sentido, recuerda las características del salón
francés, pues detrás se encontraba una persona muy concreta, la princesa Daškova.
1763 fue el año de la coronación de Catalina II. Acontecimientos muy desagradables
ocurrieron en 1762, incluida una conspiración palaciega y el asesinato del legítimo zar Pedro
III. El trono al que había ascendido Catalina aún estaba manchado de sangre y se vio
obligada a remediarlo con suntuosas celebraciones. La coronación se aplazó un poco, para
que se olvidara el asesinato. La ceremonia tuvo lugar como de costumbre en Moscú, y la
corte se trasladó allí en masa desde Petersburgo. Junto con la corte, también llegó a Moscú
la princesa Daškova, amiga de Catalina y participante activa en el golpe de Estado, una
mujer ambiciosa con un amor propio sin límites, culta, pero no particularmente inteligente,
en mi opinión, aunque ahora tendemos a retratarla como una especie de filósofa en falda.
En ese momento aspiraba al papel de mecenas y exigió a Catalina que le contratara, por así
decirlo, la ideología de su reino. Los dos pronto terminaron discutiendo. Y aunque Innocent
Exercise fue una iniciativa de la princesa Daškova (que publicó allí sus obras sin firma), la
revista tenía una fisonomía diferente. De hecho, reunió a su alrededor a un pequeño grupo
de jóvenes escritores sin experiencia que, aunando fuerzas, intentaron abrirse camino en el
mundo literario. Nombres como Ippolit Bogdanovič, quien escribió en su Carta al Lector:
"Algunos jóvenes autores, al incorporarse a la república de las letras..." y luego agregó que
estos escritores noveles habían decidido presentar sus obras juntos al público; por lo tanto,
le rogaron que no fuera indulgente y que no le ahorrara críticas. Y esta es una actitud muy
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típica. En el futuro, estos pequeños grupos de jóvenes escritores solo se multiplicarán.
“Piense en el Cenáculo de los hermanos Turgenev, en la Sociedad Literaria de Amigos, en la
mayoría de los círculos literarios decembristas, en la Lámpara Verde, de la que Pushkin era
miembro, o en Arzamas. Y luego no olvidemos el círculo Stankevich y otros pequeños
grupos, siempre de gente joven. Jóvenes escritores en busca de su propio camino,
volveremos sobre ello en breve. Entre estos círculos, es necesario mencionar sobre todo a
la Sociedad Literaria de los Amigos, de gran prominencia, aunque lamentablemente
destinada a ser efímera. Se desarrolló en Moscú a partir de un pequeño grupo de amigos
que se había ido formando hacia el final del reinado de Pablo, alrededor del año 1800. El
período ciertamente no fue el mejor. Sin embargo, Paul, un individuo raro y "escorbuto",
era especialmente peligroso para cualquiera que estuviera bajo su mirada; como resultado,
fue posible vivir en Moscú en relativa paz. El control policial existía, pero no traspasaba el
umbral de las residencias nobles. Las casas aristocráticas eran auténticas fortalezas,
inaccesibles a los delatores. Precisamente por eso, los extranjeros bajo Paul nunca dejaron
de asombrarse: el terror reina por todas partes, la prensa está completamente sofocada,
las revistas prácticamente han dejado de existir, pero dentro de los muros de las residencias
nobles el aire es perfectamente libre, nadie tiene miedo, todos se sienten libres para
expresarse.
Este peculiar clima moscovita se vio favorecido por la existencia de la universidad,
que fue también un creciente centro cultural, aunque (al menos en parte) oficial. Los amigos
de los que hablábamos antes estaban todos vinculados a la universidad. “En primer lugar,
los hermanos Turgenev (hijos del director; en ese momento no había un rector, sino un
director), y el joven Merzljakov (entonces en los albores de su carrera académica y, más
tarde, un brillante profesor de lenguas antiguas), pero también Žukovsky, Andrej Kajsarov
y Voejkov. Un círculo notable, aunque solo sea por el hecho de que de estos muchachos
(solo ocho en total, contando también los más imberbes) no menos de dos enseñarían más
tarde en la Universidad de Derpt. De este grupo surgirán personalidades notables, por
ejemplo, el poeta Andrej Turgenev, sin duda brillante, pero lamentablemente fallecido a
una edad temprana. Años después, el decembrista Kjuchel'beker, desde la fortaleza donde
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estuvo preso, escribirá en su diario que, si la Muerte no lo hubiera secuestrado tan pronto,
la estrella de Andrej Turgenev habría eclipsado a la de Zhukovsky19.
En la universidad había verdaderos círculos literarios, pero de lo que estamos
hablando era de un pequeño grupo de amigos que se oponían a los círculos oficiales y
evitaban reunirse no solo en los edificios públicos, sino también en el departamento del
director, bajo la atenta mirada de sus padres. Que, por cierto, eran bastante estrictos. Ivan
Petrovich Turgenev era un masón intransigente y no le gustaba en absoluto este tipo de
reuniones. Por su parte, Zhukovsky no disponía de una casa suficientemente grande. Así
que los jóvenes amigos no tuvieron más remedio que reunirse con Voejkov, quien tenía una
pequeña casa cerca del Monasterio Novodevichy con el techo roto, como resultado llovió
adentro. Por otro lado, uno podría beber ponche allí y pronunciar discursos sobre el
patriotismo a gusto. Todas cosas muy peligrosas, porque ese era el último período del
reinado de Pablo, y los muchachos hablaban no sólo de patriotismo, sino también de
libertad y de la necesidad de sacrificarse por ella. O leen versos. Entre estos muros, nuevas
ideas literarias verán la luz. Los organizadores del cenáculo (a saber, Andrei Turgenev y
Merziakov, un poco mayores que sus compañeros) estaban entonces bajo la influencia de
Schiller y del prerromanticismo alemán. Los ladrones e Intriga y amor fueron sus livres de
chevet, luego, a medida que maduren, pasarán a Shakespeare, cuyo Macbeth será
traducido por Andrej Turgenev. De modo que, en última instancia, la "Sociedad" dio espacio
tanto al romanticismo de Žukovsky, tanto a la poesía civil de Merzljakov, como a la del
prematuramente fallecido Andrej Turgenev.
Como ya se mencionó, de este cenáculo también surgieron dos futuros profesores
de la Universidad de Tartu. Uno dejó un excelente recuerdo de sí mismo, el otro uno malo.
Andrei Sergeyevich Kajsarov fue una persona extraordinaria. De Moscú había llegado a
Göttingen, donde había sido admitido en la universidad y había aprendido rápidamente el
latín (en ese momento una herramienta de trabajo obligatoria). En 1806 ya estaba
discutiendo la tesis De manumittendis per Russiam servis (Sobre la necesidad de liberar a
los siervos en Rusia). Posteriormente estudió en Edimburgo, viajó por Europa, fue llamado
como profesor en Derpt (es decir, Tartu) y finalmente murió durante las guerras
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napoleónicas en la unidad de partisanos de su hermano, el coronel Kajsarov. El otro,
Aleksandr Fyodorovich Voejkov, también profesor de literatura rusa en Derpt, no hizo nada
que lamentar. Un individuo inteligente, pero malévolo y excepcionalmente sin principios,
desempeñó un papel muy nefasto en la biografía de Zhukovsky. Sin embargo, tendremos
que detenernos nuevamente en él cuando hablemos de la sala de estar de su esposa.
Los cenáculos que nos ocupan tenían cada uno su propio rostro. La Sociedad
Literaria de Amigos era romántica y heroica, mientras que entre los pequeños grupos de
jóvenes de letras que se formaron más tarde prevalecía una orientación alegre, jocosa,
incluso carnavalesca, como se dice ahora. Esta tendencia también tenía su propia tradición
detrás: en la Francia del siglo XVIII, además de las salas de estar, también había círculos
goliárdicos. De hecho, había muchos de ellos, y se distinguían por sus nombres juguetones,
como la Orden de las Moscas en la Miel, por ejemplo. El más famoso fue el de la Baronesa
de La Ferté-Imbault, hija de Madame Geoffrin, quien estableció la Orden de los Caballeros
de Lanturelu. La fundadora se autodenominó “Su extravagante Majestad, Gran Maestra de
la Orden de Lanturelu y emperatriz autócrata de todas las tonterías”. Este cenáculo es
particularmente interesante porque también se unió a él Pablo I, que en ese momento era
todavía el Gran Duque Pavel Petrovich y viajó por Europa con el nombre de Conde Nord.
Estos círculos extravagantes tenían su propia atmósfera particular, en la que la
jovialidad se fusionaba con la libertad y la falta de convenciones. Especialmente en Rusia,
estas compañías de bromistas alegres enfatizaron su independencia del poder político,
como será evidente tanto para la Lámpara Verde como para Arzamas. Ambas fueron
empresas goliárdicas nacidas tras las guerras napoleónicas, Arzamas en 1815, la Lámpara
Verde un poco más tarde. Ambos verán la participación de Pushkin, aunque, a decir verdad,
el poeta participó en las actividades de este último, mientras que él nunca fue a las
reuniones de Arzamas, o como mucho una vez. Además de cultivar los propios intereses
literarios, uno también intentaba aislarse de aquellos que consideraba indignos de uno
mismo. Cierta tendencia al elitismo estuvo acompañada de una considerable libertad
interior y diversos rituales lúdicos. Los miembros de Arzamas cambiaron sus nombres de
Zhicharev, Batyushkov, Dashkov, Zhukovsky y se convirtieron en Svetlana, Cassandra,
183
Achille (todos los nombres extraídos de las propias baladas de Zhukovsky). “Además de
estas costumbres bromistas, también se esperaba que cada reunión tuviera una cena
obligatoria que culminara con el consumo solemne de un ganso asado: de hecho, Arzamas
era una ciudad provincial ubicada en la gobernación de Nizhny Novgorod, conocida en toda
Rusia por sus gansos congelados.
Pero estos rituales goliárdicos sirvieron para camuflar una actitud muy seria. Y
también para delinear la imagen de una escena literaria independiente de la oficial, que se
defendía a golpes de jovialidad, exhibiendo su elitismo. Todos aspectos que irritaron a los
decembristas, individuos serios y poco dados a las bromas. Las reuniones de Arzamas les
parecían vacías. Desde este punto de vista, la Lámpara Verde será un fenómeno intermedio
muy interesante. Aquí se fusionarán más que evidentes estados de ánimo decembristas y
conferencias sobre temas muy profundos (como las utopías sobre el futuro de Rusia) con la
más desenfrenada alegría y una gran soltura de comportamiento.
Estos círculos, y había muchos de ellos, sin embargo, tenían un competidor. Todos
los grupos de los que te he hablado tenían una característica en común, y es que no solo
estaban formados únicamente por jóvenes escritores, sino que también eran estrictamente
masculinos. Ni una sola mujer pisó Arzamas, ni el Farol Verde, ni la Sociedad Literaria de
Amigos, y eso a pesar de que sus jóvenes patronos tenían todos sus amores y
enamoramientos. Los miembros de la Sociedad Literaria de Amigos, por ejemplo, estaban
todos enamorados e incluso intentaron rescatar a una niña de la influencia despótica de su
madre con un secuestro, obviamente con un buen propósito, inspirado en motivos éticos y
emancipatorios.
En consecuencia, la institución "competidora" se convirtió en el salón literario, que
hizo su aparición en las formas que ya conocemos, es decir, con una casera que en días fijos
abría las puertas de su casa a un grupo selecto y bastante estable de visitantes, que sin
embargo no estaban obligados a participar en cada reunión. De hecho, en los círculos era
costumbre levantar actas de las sesiones, había un secretario, se hacían discursos, réplicas,
dúplicas... El salón, en cambio, siempre se distinguió por una forma más libre. Recordemos,
pues, algunos salones, al menos en lo que se refiere a la época que nos ocupa.
184
En Petersburgo, un salón famoso fue el de Aleksej Nikolaevich Olenin. Olenin era un
notable o más bien un burócrata que realizaba muchas tareas simultáneamente (el
concepto de conflicto de intereses no existía en ese momento, también porque el
funcionario generalmente gastaba mucho más dinero del que ganaba para realizar estas
diversas tareas). Olenin fue director de la biblioteca pública, pero también presidente de la
Academia de Bellas Artes; también presidió el Consejo de Estado. Era un arqueólogo,
obviamente un aficionado, pero muy culto, y fue el mecenas de muchos historiadores. Todo
cubierto de medallas, de baja estatura, apenas se notaba. Su mujer, en cambio, era alta,
imponente, severa, mientras que las hijas eran muy bonitas, incluso pequeñas, tanto que
un bromista decía que, en pocas generaciones, los Olenin podrían haber recogido en el
suelo mojándose el dedo. Tanto la residencia de Olenin en Petersburgo como su casa de
campo en Prijutino (más allá del distrito de Vyborg) serán frecuentadas por Krylov, Gnedič,
Batjuškov, así como por actores, poetas, cantantes, historiadores y arqueólogos. Krylov
también participó en las actuaciones domésticas, generalmente disfrazado de una anciana
divertida, a veces improvisando en su lugar. “El ambiente era absolutamente informal y
relajado. Todos hicieron lo que quisieron. Cenaron sentados en mesas, en parejas, no hubo
rituales de ningún tipo. Los propietarios querían que se supiera que los invitados podían
llegar, irse, ocuparse de lo que quisieran en cualquier momento. Si invitaron a artistas,
ciertamente no fue para obligarlos a actuar. Si alguien leyó versos, no fue porque estuviera
obligado a hacerlo. Reinaba absoluta libertad creativa y un agradable ambiente campestre:
las hijas de Olenin ordeñaban las vacas con sus propias manos y siempre había nata fresca
en la mesa. Para ser honesto, no siempre fue suficiente, porque había muchos invitados. La
casa de Prijutino, de la que también escribe Batyushkov, era un soplo de aire limpio,
después de Petersburgo, tan burocrático y frío.
Otro lugar agradable para tomar un respiro fue un salón que pasará a la historia de
Tartu. Ya les he dicho que Voejkov, gracias a la protección de Žukovsky y sus conocidos
(sobre todo Aleksandr Ivanovich Turgenev) logró reemplazar al difunto Kajsarov en Derpt,
dañó irreparablemente a Žukovsky y dejó un mal recuerdo de sí mismo en la universidad.
Era un individuo malvado, no se llevaba bien con nadie y se burlaba de los demás. Su esposa,
185
en cambio, era encantadora. Era hermana de Masha Protasova, quien no había logrado unir
su destino con el de Zhukovsky, porque él era pobre y, para colmo, muy emparentado con
ella. Su madre no había dado permiso para la boda. Entonces Masha se casó con un hombre
excelente, un cirujano de Derpt, el profesor Mojer. Sobre él, Pirogov se expresará en
términos extremadamente cariñosos. Y, en efecto, Mojer era un hombre maravilloso, un
gran cirujano, un buen pianista que dedicó toda su atención a su mujer y supo comprender
su complicada maraña de sentimientos, siendo además amigo de Zhukovsky. Žukovsky, con
su carácter dulce y femenino, pronto se convirtió en un “huésped permanente en su casa,
aunque esto le causó un sufrimiento indecible.
Y aquí, en este ambiente inefable de almas bellas, se arrastró la naturaleza pérfida y
mezquina de Voejkov. Quien se casó con la espléndida Saša Protasova (transfigurada por
Žukovski en la protagonista de la balada Svetlana), se mudó a Derpt e inmediatamente se
peleó con todos. Por otro lado, era un intrigante aterrador. Pero, afortunadamente, un
círculo de bellas alumnas de las más diversas nacionalidades que se habían dado cita en
Derpt se reunió en torno a Sasha Protasova. Y los jóvenes, por supuesto, estaban todos
enamorados de ella. Y no solo ellos, sino también Aleksandr Ivanovich Turgenev, quien por
esta misma razón nunca se casó. Incluso el joven Jazykov se enamoró de ella, pero hay que
decir que se enamoró de todos ellos, uno tras otro.
Sea como fuere, Jazykov Derpt se convirtió en un país en sí mismo. Ese ambiente de
libertad que dirá que allí se respira estará ligado sobre todo al salón de Saša Protasova, a
quien, no en vano, llamará su musa. Y fue en Derpt donde Jazykov escribió estas líneas:
¡De inspiración orgullosa de la libertad!
La nación no te importa:
Él está en silencio, la cabeza inclinada ofrece
Y contra el zar no se levanta.
186
¡Nadie oye la voz del juicio!
Vi a Rusia postrada:
De rodillas ante el altar,
Las cadenas sonaron
Y todavía rezaba por el zar20.
Aquí hay una expresión muy interesante: "¡Nadie cree en la voz del juicio!" Quiere decir que
en un mundo esclavizado entre los hombres no hay comunicación, no hay posibilidad de
contacto, porque el sine qua non del diálogo es la libertad. Libertad que Jazykov
experimentó aquí, en Derpt, como lo demuestra el poema homónimo:
Mi distrito favorito,
Donde conocí el placer divino
Y las musas del canto y del vino
¡Dónde volví a la vida!
Me encanta la espléndida juventud
innumerables talentos
las bulliciosas reuniones de estudiantes
La alegría libera la vida,
Libertad de opinión, insolencia de manos.
De mentes excitación distraída
Y el duelo más noble
En términos de fama y ciencia.
¡Y a la persecución de los filisteos!
Aquí creamos nuestro camino
Aquí el genio no tiene que sufrir,
En el nombre de Dios no debe languidecer
¡Bajo el talón de la autocracia!
Sea para vosotros infinita reverencia,
mi distrito favorito,
187
Donde conocí el placer divino
Y las musas del canto y del vino
¡Dónde volví a la vida!21
Pero el ambiente en el salón de Sasha Protasova no era exclusivamente político. Más bien,
la invadió una atmósfera de transporte apasionado, ya que aquí, a diferencia de Francia, la
anfitriona no era una dama de mediana edad. Al mismo tiempo, la animadora de una sala
de estar ciertamente no podría seducir a sus invitados solo con la frescura de su rostro. Y,
de hecho, Saša Protasova era culta, sensible, jugaba, amaba la poesía y, a su vez, inspiraba
a los poetas. Y es precisamente en este clima de libertad, amor y poesía donde “se resumía
el encanto de este salón.
Podemos recordar otro más, que surgió ya después de la cesura marcada por la
insurrección decembrista. Los trágicos hechos del 14 de diciembre en la plaza del Senado
coincidieron con la derrota de la literatura -que de hecho perdió sus mejores nombres- y
con el reforzamiento del control policial. Los círculos literarios desaparecieron, o casi
desaparecieron. Los hermanos menores de los decembristas, los filósofos moscovitas
conocidos como ljubomudry ("amantes de la sabiduría") quemaron todas las actas de sus
reuniones y disolvieron su cenáculo. Los informantes controlaban con quién se reunían los
escritores. Y los escritores intentaron no encontrarse en absoluto, o, como escribe un
agente zarista, si “se tropezaban, fingían no conocerse. Incluso los conocidos más
superficiales podrían resultar peligrosos.
Y es en este contexto que nació la sala de estar de Zinaida Volkonskaja (su apellido
de soltera era Belosel'skaja-Belozerskaja) en Moscú. Su padre era un tipo bastante
interesante, pero destinado a seguir siendo un mocoso por el resto de su vida: escribió
versos en francés tan bien que atrajo los elogios de Voltaire, trató de seguir una carrera
diplomática, pero todo lo que hizo fue algo así. Era algo así como un diletante cosmopolita,
un bromista muy educado que terminó derrochando todo su dinero. La hija, en cambio, era
una auténtica belleza, educada, escribía en ruso y francés, se hizo amiga de Gogol', Pushkin,
Mickiewicz y sobre todo construyó una especie de templo milenario en su casa de Moscú,
donde Čadaeev y el propio Mickiewicz, así como el joven Chomjakov, se inclinaron ante su
188
encanto. Pushkin también le dedicó versos. En su casa, gracias al arte, se olvidó por un
instante la lúgubre noche policial reunida a su alrededor. Por supuesto, no se hablaba de
política en absoluto en ese momento. Pero quien escuchaba las improvisaciones libres de
Mickiewicz en francés y polaco (en ese momento todos los rusos cultos sabían polaco) no
podía sino recibir como a un hermano a ese desafortunado poeta exiliado. El salón de
Zinaida Volkonskaya sirvió para calentar el ambiente en Moscú tanto como el de la viuda
de Karamzin en Petersburgo.
Así que las salas de estar se convirtieron en oasis. Este fue el caso en el salón de
Petersburgo de la hija de Kutuzov, Elizaveta Mikhailovna Chitrovo. Un lugar que Pushkin
visitó con placer no solo porque Elizaveta Michajlovna, una mujer maravillosa, estaba
enamorada de él. Muchas personas perdieron la cabeza por el poeta, pero ella fue una de
las pocas que pudo comprender su grandeza y reconocer en él el orgullo de la poesía rusa
y europea. Además, su hija Dolly era la esposa del embajador de Austria. En el llamado
edificio de la embajada extraterritorial, Elizaveta Mikhailovna ocupaba el primer piso,
mientras que Dolly y su esposo el segundo. De Ficquelmont, el marido de Dolly, recibía
todos los periódicos y revistas de Europa sin censura. Aquí Pushkin, que miraba con
ansiedad la política, podía estar al corriente de todas las novedades, accediendo también a
ese círculo que le parecía con mucho el más interesante de Petersburgo, a saber, los
diplomáticos europeos. Diplomáticos que Pushkin frecuentará constantemente en la
década de 1830 y que dejarán de él recuerdos muy curiosos. Sabían que Pushkin era poeta,
pero no podían juzgar sus versos porque no leían ruso. Por otro lado vieron en él a un
político notable que no se habría desfigurado en los escaños de un parlamento.
Por supuesto, fue ese lado de Pushkin el que permaneció en la sombra para sus
contemporáneos rusos. ¿Recuerdan la amarga broma del exiliado Lunin: “Ahora en los
documentos oficiales me definen como un criminal de estado actualmente en
confinamiento. Esta larga frase ahora es inseparable de mi apellido. En Inglaterra se saldrían
con una fórmula mucho más corta y clara: Lunin, miembro de la oposición.”22
Así, el salón literario se revela como un motor desde el punto de vista cultural. Esto
no quiere decir que, poco a poco, empiece a pasar de moda. De hecho, el salón estaba
189
ligado a la cultura aristocrática y noble que hacia 1830 ya había emprendido el camino del
ocaso. Pronto aparecerá el círculo de jóvenes Herzen, Stankevich y Belinsky. El círculo de
los hermanos Sungurov, por otro lado, llevará a sus miembros al exilio, como también el de
Petraševcy, que comienza con veladas literarias y también termina con trabajos forzados.
Así, la sociedad literaria se transforma gradualmente en una sociedad política.
Gracias por su atención.
NOTAS
190
LECCIÓN 7
¡Buen día!
191
acostumbrados a expresar nuestras emociones por carta. Normalmente nuestro repertorio
se ha limitado a poca información práctica, escasos datos fácticos. A estas alturas, si
escribimos una carta, nos da vergüenza mencionar lo que no es estrictamente necesario,
nos parece una actitud sentimental y fuera de lugar. Y el resultado es que se pierde así una
parte considerable de la cultura de la comunicación. Obviamente esto ocurre por “motivos
precisos, pero no podemos detenernos ahora en este aspecto.
Los siglos XVIII y XIX son los siglos por excelencia de la correspondencia epistolar.
Esto se debe en parte a la mejora de la técnica postal ya la mejora de las carreteras y
conexiones que funcionaban perfectamente en la época. Desgraciadamente para nosotros
esto ya no es así: no sólo la cultura epistolar ha experimentado un declive irresistible, sino
que el propio servicio postal es mucho menos eficiente. En aquella época, una carta de
Petersburgo a Derpt tardaba casi tanto como hoy de Petersburgo a Tartu, aunque entonces
la llevaban los caballos, mientras que ahora -no sé exactamente- el correo aéreo o algún
otro tipo de conexión. Así que el primer factor a subrayar es la mejora del puesto. En
general, había días fijos para enviar y recibir cartas: se llamaban "días postales" y caían dos
veces por semana. “Entonces ya sabías de antemano cuándo enviar una carta y ese día, por
lo general, nadie se ocupaba de nada más. ¿Recuerdas, Pushkin escribió: "El día del correo
es mi día fatídico", porque lo pasó clasificando la correspondencia. Y las cartas llegaban a
su destino con regularidad.
A decir verdad, a partir del siglo XVIII, sobre todo en Rusia, pero también en el resto
de Europa, se instauró esa incivilizada costumbre de consultar el correo, que recibiría el
nombre de “oficina negra”. El administrador de correos Ivan Pestel', padre, por desgracia,
del decembrista Pavel Ivanovich Pestel', fue inventado por el administrador de correos Ivan
Pestel'. Pero incluso en Prusia abrieron las cartas, aunque (hay que decirlo) no tan
ingeniosamente como nosotros. Cuando uno de los invitados extranjeros se quejó a Catalina
II de que sus cartas llegaban sin sellar, la zarina reprendió a Pestel', quien respondió:
imposible, mis muchachos abren las cartas para que nadie se dé cuenta. Pero ciertamente
los abrieron sistemáticamente, tanto que incluso el Gran Duque Constantino, cuando
escribía a su antiguo maestro Laharpe en Suiza, a veces añadía: no se sorprenda por mi tono
192
franco, para enviarle esta carta he esperado una oportunidad, desde Berlín en adelante,
parece que la correspondencia ya no se lee. Como todas las cartas, sin excepción, se abrían,
junto con las conexiones postales comenzaron también los llamados "entregas de segunda
mano", cuando las cartas eran entregadas por conocidos o amigos. Se sacrificó la velocidad,
pero por otro lado fue más relajada. El calembour se remonta a la pluma de Pushkin: "Si
tienes una mansión en Asia, mejor será la ocasión". Realmente no era solo la "oficina
negra", que a la gente a menudo no le "importaba". Incluso si, examinando los papeles de
la Tercera Sección de Benckendorff, resulta que los funcionarios leen no sólo la
correspondencia de los políticos, sino incluso la de las damas. Benckendorff -que pasaba
por ser un individuo respetable- transcribió pasajes enteros para luego mostrárselos al
soberano. Al respecto, Pushkin acusó al gobierno de profunda inmoralidad y escribió:
Benckendorff copia las cartas de un marido a su mujer, luego se las muestra al zar y él, a
pesar de ser una persona honesta, no se avergüenza de admitirlo23. Pero este es sólo un
lado de la historia. El otro se refiere a la personalidad y los sentimientos privados del
escritor.
Para poder escribir una carta, había que poseer cierto bagaje cultural. Por supuesto,
también se necesitaban habilidades específicas que se podían aprender, a saber, cómo
escribir una carta, cómo dirigirse a los demás. Era una especie de ritual: una cosa era acudir
a las autoridades, otra a un amigo oa un ser querido. Al escribirle al emperador, uno tenía
que seguir una etiqueta especial, de lo contrario terminaría dando una mala impresión. A
veces una palabra puede arruinarlo todo. Un funcionario escribió a otro de su rango (salvo
que uno era senador y el otro gobernador): "Mi misericordioso señor". Y el destinatario se
sintió mortalmente ofendido por haber escrito simplemente: "Señor misericordioso". Uno
también podría comenzar así, "Mi misericordioso señor", pero ese "mío" contenía un matiz
condescendiente. Y entonces el que había recibido esa carta respondió: "Mi, mi, mi
misericordioso señor".
Pero estas cosas eran fáciles de aprender. Mucho más difícil fue poder escribir una
carta sincera que expresara los sentimientos a menudo contradictorios del corazón. Y luego
era absolutamente esencial, porque en el siglo XVIII o XIX la gente no vivía como rebaños
193
como nosotros. Ahora las personas suelen comunicarse con compañeros de trabajo o
vecinos con los que se encuentran todos los días. Si un amigo se muda a otra ciudad, se
escriben por un tiempo y luego lo dejan pasar. Si hay alguna razón urgente, uno puede
contactarse por teléfono o telegrama, las cartas han pasado de moda. Entre otras cosas, en
ese momento los individuos vivían a distancias considerables entre sí, en su propia
propiedad, en pueblos o pequeñas ciudades. La población aún no estaba concentrada en
las grandes ciudades. En capitales como Petersburgo o Moscú (o en el extranjero) uno iba
por una temporada o dos, luego regresaba y se mantenía en contacto por carta. La llegada
de una carta equivalía a una especie de acontecimiento familiar. De hecho, las cartas
generalmente se leían en voz alta. Muy a menudo iban dirigidas a varias personas, a dos,
tres o incluso cuatro amigos. Por ejemplo, si Zhukovsky recibió una carta de Aleksandr
Ivanovich Turgenev, la leyó y luego fue a Vyazemsky, quien la leyó a su vez y luego se la pasó
(siempre el original) a Pushkin. Esto también fue un medio para unir a la gente, las cartas
unieron a la gente. Pero había que saber escribirlos y el mejor manual, desde este punto de
vista, era la literatura. La gente sacaba su arsenal de herramientas lingüísticas de los libros,
declaraba su amor con palabras extraídas de novelas o poemas. Ya hemos dicho que el
decembrista Kakhovsky se declaró citando el Prisionero del Cáucaso de Pushkin. “Y en La
tormenta de Pushkin, cuando el héroe le confiesa su amor a la protagonista, ella
inmediatamente recuerda la primera carta de St. Preux en la novela de Rousseau La nueva
Eloísa. Y la carta de Tatyana a Onegin, tan sincera y trémula de ingenuo entusiasmo infantil,
consiste exclusivamente en citas literarias. Los críticos pueden identificarlos muy fácilmente
y observan casi con odio que Tatyana es una dama noble, imbuida de cultura libresca y
capaz de citar a varios autores. Pero estos comentarios maliciosos están completamente
fuera de lugar. Porque las citas literarias en una carta no eran en absoluto indicio de
afectación o falta de sinceridad. De la misma manera usamos ciertas palabras y no nos
molesta en absoluto que ya hayan sido usadas muchas veces antes que nosotros. Si escribo:
"Te amo", no me importa que millones de personas ya hayan usado esta fórmula antes que
yo, porque todavía expresa exactamente mis sentimientos. Si algo dice un personaje
literario y lo repite una dama noble que vive en provincias, no significa en absoluto que
194
mienta. Lejos de ahi. ¿Recuerdas en Pushkin: “... y luego, propio fingendo / Del éxtasis o del
dolor otra historia.”24 “Cualquier niña comienza a sentir los mismos sentimientos que una
heroína literaria. Porque no solo usa sus palabras, sino que también eleva su alma a su nivel.
Conviértete en partícipe de ese universo de altas experiencias espirituales que la hicieron
vislumbrar a Rousseau, Schiller, Pushkin o Ryleev. Cuando estas señoritas, estas jóvenes
educadas en el ambiente de residencias nobles o salones literarios, dejen todo para seguir
a sus maridos a Siberia, ciertamente no será una sorpresa y se dará dentro del mismo
proceso de emulación de altos modelos culturales. Porque nuestra vida sigue en gran
medida el ejemplo de aquella cultura que nos precedió. Y en todo esto no hay nada falso;
simplemente asimilamos la experiencia de los hombres “que vivieron antes que nosotros,
elevándonos así espiritualmente.
Las cartas que se escribían eran largas y se escribían entre sí con frecuencia. Pero lo
más importante es que cada uno tenía dos destinatarios frente a él. Porque le escribiste a
un amigo o a un ser querido, pero al mismo tiempo también a ti mismo. Escribir una carta
era como mirar tu propia fotografía o imagen en un espejo. Hasta que no tienes esa
superficie frente a ti que te refleja, no sabes cómo te ves. De manera similar, al exponer tus
sentimientos o pensamientos a otra persona, también los haces realidad para ti. Por eso
Karamzin dijo una vez, no sin ironía: cualquier persona con oídos puede ser un buen amigo.
Un amigo es como un espejo de nosotros mismos. En otra parte, Karamzin contará (esta vez
con toda seriedad) de uno de sus personajes que, cito textualmente, nunca dejó de
"embriagarse consigo mismo en el corazón de su amigo".
Y esto es muy importante. Pero como ya no escribimos cartas y muy pocas veces
recurrimos a un estilo literario, no solo hemos dejado de hablar de nosotros mismos a los
demás, sino también de conocer nuestra propia alma. El ser humano ciertamente se
reconoce a sí mismo en sus acciones, pero también en sus pensamientos, y los
pensamientos, hasta que no se reducen a palabras, no pueden definirse como tales. Eso sí,
las palabras terminan inevitablemente por deformarlos, hasta cierto punto. De ahí el
tormento que sintió León Tolstoi, por ejemplo, al escribir su propio diario. Quería ser lo más
sincero posible al escribir, pero siempre pasaba que las palabras... tú también lo sabes,
195
cuando aprendes a andar en bicicleta y tienes la impresión de que la bicicleta hace su
trabajo. Tolstoi, en cambio, quería luchar contra la inercia de las palabras, contra los clichés
que te ayudan al principio, te ayudan hasta que aún sabes andar en bicicleta, pero empiezan
a estorbar en cuanto te familiarizas con el arte de la palabra, con su lógica y su tradición.
“Pero, de una forma u otra, escribir todavía nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Y,
en este sentido, ni el teléfono ni el telégrafo pueden sustituirlo ni remotamente. Porque
considerar la comunicación únicamente desde un punto de vista técnico y pensar que cada
evolución en este campo mejora y simplifica nuestra red de contactos es un gran error.
Entonces nos encontramos en una situación que conocemos demasiado bien: es mucho
más fácil ponerse en contacto, pero ya no nos entendemos, o incluso ya no lo consideramos
necesario.
Por tanto, la mejora de los medios comunicativos en el campo de los contactos
interpersonales no siempre implica un verdadero paso adelante para la cultura humana. “Es
muy probable que cualquier evolución equivalga a una pérdida: de hecho, necesitamos
aprender a usar estas nuevas tecnologías y sobre todo hacerlas entrar en la esfera de la
cultura, para que dejen de ser algo puramente mecánico. La tecnología sigue siendo
tecnología solo en una fase inicial, luego debe convertirse en cultura, transformarse en un
instrumento de autoconocimiento para el individuo y de diálogo con los demás. Lo que en
última instancia es lo mismo. Porque el sentido de todo nuestro discurso es que sin diálogo
con los demás no se puede conocer, y viceversa, sin conocerse no se puede dialogar con los
demás. Pero esto, por supuesto, no se aplica solo a la comunicación por carta. Que es sólo
una de las formas posibles. Una modalidad aún más interesante es la mediada por el libro.
El libro constituye una de las más altas y complejas realizaciones de la cultura humana; por
eso mismo uno sólo puede inquietarse cuando oye que la forma del libro ha envejecido y
que ha perdido el gusto por la lectura. Pero el problema no es solo que leamos menos, sino
que ya no hay, perdón, respeto por los libros. Porque hoy nuestra actitud hacia los libros es
vergonzosa. Piense en el incendio que estalló en la biblioteca de la Academia de Ciencias de
Leningrado: ¡es una tragedia para la cultura de proporciones universales! Y es imposible
196
guardar silencio al respecto, es inmoral. Pero a estas alturas ya no tenemos una idea de lo
que significa el libro en la historia de la cultura.
En cierto modo el libro se parece a la carta, porque siempre va dirigido a un
destinatario. Todo escrito invariablemente tiene dos caras y siempre nos plantea algunas
preguntas: 1) ¿Quién escribe? ¿En nombre de quién? ¿Puedo confiar en él? ¿Quién es la
persona que escribe? ¿Y por qué escribe? ¿Qué piensas al escribir? 2) ¿A quién va dirigido
el escrito, quién lo lee? Pensamos en las antiguas inscripciones de las tumbas romanas que
solían comenzar así: “Tú que estás pasando, detente”. Era el difunto quien se dirigía a los
que pasaban por delante de su lápida, el mensaje de un muerto dirigido a un vivo. Y este
elemento del apóstrofe está siempre presente, en cualquier escritura.
Tomemos por ejemplo un caso obvio de mala educación. Estamos caminando en un
parque y en un momento vemos un corazón perforado en un banco con la inscripción:
"Valya y Petya estaban sentadas aquí". Pensamos: qué acto tan incivilizado, pero incluso los
actos incivilizados muestran necesidades humanas reales. Preguntémonos primero: ¿por
qué escriben en tiempo pasado? ¿Por qué no escriben: aquí se sientan? Sino porque
evidentemente es como si nos miraran desde el futuro, porque su deseo es que el hombre
del futuro, uno de nuestros descendientes sin rostro, sepa que ellos han estado allí, que no
han desaparecido sin dejar una huella en ese momento tan importante para ellos en sus
ojos, cuando estaban allí sentados y creyeron conveniente grabar en el banco un corazón
atravesado por una flecha. Expresar sentimientos que, tal vez, no sean tan elevados y
profundos, pero no importa, lo que les importa es el hecho mismo de la presencia, de la
existencia. Y es por eso que atraen a los que vendrán después de ellos, incluso si obviamente
no son del todo conscientes de ello. Desean si no la inmortalidad al menos la continuación
de ese instante. Asimismo, la mayoría de los escritos están dirigidos a los contemporáneos
o a la posteridad; a alguien que conozco personalmente (y luego es una carta), oa un
extraño. Pero en cualquier caso siempre nos estamos dirigiendo a alguien.
Y aquí es en este espacio, en este universo, aparece ese tipo particular de texto, que
son las obras literarias. Que se dirigen a alguien que yo, escritor, no conozco, de una forma
que sin embargo sugiere que me dirijo a un conocido. De ahí la opinión de Tvardovsky de
197
que “el lector es un amigo”25, de ahí la tendencia invariable de los poetas no sólo a referirse
al lector como alguien conocido, sino también a dirigirse a lectores futuros, que aún no
existen, como presentes y reales. Desde este punto de vista, la literatura y el libro
(cualquiera) contienen, por así decirlo, dos mensajes. El primero es el que se me dirige, que
me informa de estos y otros hechos. El segundo es el mensaje que en cierto sentido creo.
Me veo en el libro como un espejo, porque todo el mundo sabe que quien lee un libro, un
poema, una novela, los lee a su manera. “Además, si lees una novela y luego, unos años
más tarde, la vuelves a leer, encontrarás que mientras tanto ha cambiado y que es otra
novela. Evidentemente no es el texto el que ha cambiado, eres tú el que eres diferente, y
también tu punto de vista. Es como cuando el tren se pone en movimiento y va por la vía, y
no sabes quién se mueve, si el tren o el andén. Este mensaje que otro individuo me dirige
funciona de la misma manera para enseñarme dos cosas al mismo tiempo: a dialogar con el
mundo y, juntos, conmigo mismo. Esta es exactamente la razón por la cual es tan
importante saber cómo leer realmente un libro. Ahora ya no leemos libros como antes. El
mismo término "lectura" se consolidó en el uso cuando era normal leer libros en voz alta. Y
este significado se ha conservado, por ejemplo, en el contexto eclesiástico: una parte
integral de la liturgia se compone de hecho de la lectura de pasajes tomados de las Sagradas
Escrituras. Y también se ha quedado en el ámbito académico, cuando hablamos de una
conferencia de alto nivel dedicada a un tema especializado. Pero generalmente leer para
nosotros significa leer con los ojos; “De hecho, ahora estamos exclusivamente
acostumbrados a la lectura silenciosa y si alguien susurra mientras lee, tenemos la
impresión de que es un indicio de mala cultura, porque uno debe saber leer para sí mismo.
Sin embargo, leer poemas mentalmente es imposible. En realidad, leemos poesía
exactamente como un músico escucha una partitura. Lo mira y lo oye resonar. De manera
similar, miramos el texto de un poema y escuchamos su sonido. En general, la lectura de
una obra de arte es similar a la lectura "profesional" de un músico cuando lee las notas. Al
examinar un texto artístico debemos ser capaces de verlo, pero también de escucharlo. Y
aquí surge otro aspecto muy importante.
198
Para que el libro sea verdaderamente un instrumento de comunicación y
conocimiento, no debe ser leído con prisas. Leyendo un libro, tenemos que tomarnos todo
el tiempo para soñar, perdón por la palabra desfasada. Al igual que Pushkin, que escribió:
"Voy a derramar lágrimas por mi ficción".26 Hay que subrayar, porque algunos libros -las
historias de detectives, por ejemplo, y todos los textos que se centran sobre todo en la
trama- requieren una lectura rápida. Y no hay nada malo en ello. Es el propio género el que
presupone este tipo de lectura, ya que no pretende dar que pensar, sino que sólo quiere
ser una especie de entretenimiento para el cerebro cansado, como la solución a un
problema de ajedrez. El problema es cuando la novela policiaca empieza a afianzarse como
la norma de cualquier obra literaria y cuando el lector empieza a adaptar el mismo tipo de
lectura rápida a cualquier texto, hojeando y leyendo aquí y allá, saltándose los pasajes que
parecen aburridos o sin importancia y saltando directamente al punto en el que descubres
quién es el asesino, o quién se casará finalmente. Esta es la mejor manera de desaprender
a leer libros. Lamentablemente “me doy cuenta de cómo la escuela, ay, no interviene en
absoluto para evitar esta actitud, de hecho los programas ahora incluyen paráfrasis y
lecturas en pastillas y los profesores tratan de inculcar en todos los sentidos a los alumnos
que la materia es lo más importante y que el trabajo consiste “en lo que se trata”. Pero ese
no es el caso en absoluto. Evidentemente, una novela es una cosa y un poema otra muy
distinta. Estas son dos cosas diferentes. Pero también hay otro aspecto a subrayar. En la
antigüedad no sólo se leía en voz alta, sino que por regla general la misma obra se releía
varias veces. Ahora, sin embargo, nos enfrentamos a una paradoja evidente: comprar libros
se ha vuelto muy difícil. Los libros son arrebatados. Y, aunque las tiradas son muy altas, el
hecho de que las copias nunca sean suficientes hace que los libros no se compren para leer.
Estoy seguro de que si comparásemos la cantidad de libros comprados con la cantidad de
libros leídos, la diferencia sería monstruosa. Tomemos, por ejemplo, el caso reciente de
Historia de Rusia de Sergej Solov'ev, que se agotó en un santiamén: me gustaría saber
cuántos de los que lo han reservado lo leerán. Ahora las asociaciones que se ocupan del
comercio del libro lamentan que, en general, la gente compre el primer volumen y cancele
su suscripción a partir del segundo, porque lo encontró aburrido. Y eso es porque compran
199
libros por inercia, influenciados por los anuncios. Pero un libro no es sólo para ser leído. La
actitud de "lo compré y no lo estoy leyendo" no es lo que necesita la cultura. Lo correcto
es: "Lo compré y lo estoy leyendo de nuevo".
La biblioteca de casa es un elemento fundamental de la cultura. ¡Las bibliotecas
caseras deben seguir existiendo! A partir de la época petrina e incluso antes, con Vasily
Golitsyn, ya existían bibliotecas privadas en Rusia y en Europa occidental incluso habían
surgido mucho antes. Pero toda biblioteca siempre refleja una elección precisa, no es lo que
agarré de la biblioteca. Está formada sobre todo por lo que busco, amo y releo. Por ejemplo,
Gogol opinaba que bastaba con releer constantemente dos libros: la Biblia y la Odisea.
Mira el cuadro de Rembrandt Sagrada Familia27. Nuestra Señora sostiene un libro,
la Biblia, por supuesto. Con una mano levanta la manta sobre la canasta del Niño, con la
otra sostiene la Biblia. Un libro que a lo largo de la historia siempre ha sido leído y releído,
sin cansarse nunca de descubrir nuevos significados. Y así los otros libros, Dostoievski y
Tolstoi, por ejemplo, también deberían ser releídos. Porque son nuestros interlocutores.
Pero para conversar con ellos, hay que disfrutar de la lectura. Lo mismo sucede con las
personas. Nunca dirás: ya no hablo con ese tipo porque ya he hablado con él muchas veces.
Si te parece inteligente e interesante, discutir con él será un nuevo placer para ti cada vez.
Y así es exactamente como los libros pueden convertirse en amigos. Esta imagen, la del
"libro-amigo" resurge en todas las literaturas, de todos los tiempos y países. Kantemir, por
ejemplo, escribió que "por los amigos muertos"28, es decir, por los libros, se puede
renunciar a la alegre compañía de los amigos vivos.
A finales del siglo XVIII en Yaroslavl vivía un joven noble que no brillaba en nada, un
tal Opochinin. Se sintió muy solo y terminó suicidándose. Pero antes de morir, escribió una
carta a sus únicos amigos. Eran sus libros. Había escrito una carta a su biblioteca. Incluso
Pushkin en su lecho de muerte recurrió a sus libros: "Adiós, amigos míos". Y cuando
Aleksandr Blok en 1918-1919 se vio obligado a vender su biblioteca para hacer frente a la
pobreza, se despidió de cada volumen. Porque los libros son nuestros más fieles
interlocutores y constituyen una forma de diálogo que se ha ido asentando a lo largo de los
200
siglos. Las cartas, el diario, las obras literarias son esos amigos que la cultura nos ha creado
para permitirnos enriquecernos.
Gracias por la atención.
NOTAS
23 A. Pushkin, Dnevnik [Diario], 10 de mayo de 1834, en Id., Polnoe sobranie sočinenij, cit.,
vol. 8, pág. 50
24 A. Pushkin, Evgenij Onegin, cit., pág. 55.
25 A. Tvardovsky, Za dal'ju – dal' [Más allá de la distancia – otro], en Id., Sobranie sočinenij
v 5 t. [Obras en 5 vols.], Moskva, 1967, vol. 3, pág. 108.
26 A. Pushkin, Poemas y letras, cit., pág. 455.
27 Rembrandt Harmenszoon van Rijn, Sagrada Familia, óleo sobre lienzo, 183,5x123,5 cm,
1635, Alte Pinakothek, Múnich [tab. 15].
28 A. Kantemir, Sobranie stichotvorenij [Poemas], Leningrado, 1956, p. 59.
201
LECCIÓN 8
¡Buen día!
Hoy tiraremos de los hilos de este breve discurso sobre la cultura de la comunicación y cómo
un individuo puede transmitir algo de sí mismo a los demás. Ahora tenemos que
preguntarnos en primer lugar por qué es necesaria la comunicación. Efectivamente,
sabemos que es un proceso difícil; no siempre logramos encontrar las palabras adecuadas
o la oportunidad de transmitir un pedazo de nosotros mismos a los demás con sinceridad,
seriedad y profundidad. No es casualidad que la comunicación sea uno de los problemas
más complejos para la humanidad en general y para el individuo en particular. Los seres
humanos están divididos por lenguas, tradiciones nacionales, edad, género, bagaje cultural,
intereses. La vida sigue separándonos y enfrentándonos como entidades diferentes. Muy a
menudo tenemos incluso la impresión de que es demasiado difícil abrir un camino que nos
lleve a otros, o que no merece la pena. ¿Recuerdas en Pasternak: “Mientras tanto, la
tormenta / ha confundido todo en uno solo, / y abrir un paso el uno hacia el otro / no se le
da a nadie”29. Y en “aquí, obviamente, surge espontáneamente la pregunta: ¿por qué
diablos debemos abrir un paso para llegar al otro?
De hecho, podríamos pensar que comunicarse solo a un nivel muy simple vale la
pena, para no hacer un esfuerzo, y que, si la comunicación se vuelve difícil, atormentada,
pesada o conflictiva, es mejor dejarla pasar. Consideremos el primer caso. Por supuesto,
hay situaciones en las que la gente se lleva bien sin problemas, pero normalmente son las
más básicas. “Dame un vaso de agua”, y lo entendemos todo perfectamente. Pero cuando
entran en juego profundas experiencias espirituales, o diferentes tradiciones y culturas
nacionales, o existe la necesidad de expresarse en otro idioma, o simplemente de hablar un
poco (ya que a veces a un hombre le cuesta hacerse entender por una mujer, y viceversa),
entonces todo se vuelve más angustioso. Pero ¿por qué esta angustia? Necesitamos
202
reflexionar sobre esto, porque toda la historia de la cultura, en esencia, no es más que la
historia de la experiencia comunicativa entre las personas. ¿Por qué necesitamos a alguien
más? “Pero antes que nada: ¿quién es ese “otro” que realmente necesitamos? La respuesta
más obvia parecería: necesitamos a alguien más que se parezca a nosotros. Necesito una
persona con la que no tenga problemas para hablar y que sea absolutamente igual a mí. Y
esto, sin duda, es un deseo que no se puede erradicar; no en vano, siempre tratamos de
subyugar a nuestro interlocutor, adaptándolo a nosotros. Los padres quieren educar a sus
hijos para que sean como ellos, mientras que los niños inconscientemente esperan que sus
padres sean como ellos. Esta actitud, entre otras cosas, está en el origen de muchas
tensiones familiares, cuando tratamos de hacer a los demás necesariamente similares a
nosotros. Pero también es fuente de conflictos nacionales, cuando nos sentimos ofendidos
o incluso amenazados, si alguien piensa diferente a nosotros.
Sin embargo, la experiencia histórica nos ha hecho comprender que, si el
interlocutor ideal fuera realmente idéntico a nosotros, ¿por qué habríamos de necesitarlo?
¿Por qué necesitaría a alguien que siempre esté de acuerdo conmigo? ¿Y eso no es de
ninguna manera diferente de mí? De hecho, me quedaría solo y me encontraría como frente
a un espejo.
El trabajo del pensamiento y el trabajo de la cultura, por otro lado, se basan
precisamente en la suposición de que diferentes individuos –por edad, género y educación–
son indispensables entre sí. Siempre que nos enfrentamos a una evolución cultural
repentina, asistimos a un choque entre diferentes posiciones. Pero incluso los
enfrentamientos no son todos iguales. Están los destinados a prevalecer sobre el
adversario, que nunca son productivos. Pero también hay otros que pretenden establecer
un contacto, difícil, pero “todavía un contacto. Porque me doy cuenta de que necesito a
otro precisamente porque es diferente a mí. Y tengo respeto por esta diferencia. No sólo
reconozco el derecho del otro a no parecerse a mí, sino que incluso estoy dispuesto a ver
un bien en el hecho de que no se parezca a mí. Porque el enriquecimiento de mi experiencia
individual, mi personalidad y mi bagaje cultural depende del choque con este mundo y de
mi capacidad de diálogo.
203
Obviamente, esto no es una hazaña fácil. Pero, al fin y al cabo, este es precisamente
el estímulo más positivo expresado por la cultura, y es entonces cuando comprendemos
que, tanto en ese microcosmos llamado familia, como en el macrocosmos formado por esta
Tierra no tan grande al fin y al cabo, todos somos diferentes y debemos ser diferentes, pero
al mismo tiempo también debemos ser capaces de entendernos. Y esto es un arte, el arte
de fusionar nuestras diferencias en esa unidad que prueba nuestra pertenencia a la historia
común de la cultura humana. Una historia de la que no podríamos escapar, aunque
quisiéramos. Porque todos somos como las ramas individuales de un árbol. Y, al mismo
tiempo, no tenemos que ser todos iguales, como si estuviéramos en un cuartel, porque en
cuanto dejamos de ser individuos únicos y nos convertimos en números, también dejamos
de necesitarnos unos a otros. Y no hay peor soledad que la de los bolos o las bolas de billar,
que son idénticas y muy bien pueden sustituirse, y por tanto no tienen nada que decirse,
no se necesitan. Mientras que, por el contrario, los seres humanos sienten la necesidad de
comunicarse entre sí precisamente porque todos son diferentes y deben seguir siéndolo.
Por lo tanto, la historia del intercambio entre las diversas culturas es una historia
conflictiva precisamente porque está marcada por estas fuertes contradicciones. Pero su
fin último no es hacer iguales a todos los individuos. La idea de que la evolución de la cultura
global conduce a la desaparición de las lenguas nacionales elaboradas por una tradición
centenaria nunca ha sido probada científicamente. Hoy como hoy, no asistimos a una
extinción o a una marginación de las lenguas. E incluso si algunos idiomas ejercen una
influencia considerable sobre otros (piense en la influencia del francés sobre el ruso en el
siglo XVIII o la influencia actual del inglés en muchos idiomas nacionales), esto no significa
que estos últimos estén destinados a desaparecer. Es ingenuo pensar que todos los seres
humanos eventualmente hablarán inglés. Tanto la fonética como la gramática y el léxico
son extremadamente persistentes; tienden a reelaborar las diversas influencias y siguen
siendo los mismos.
Por lo tanto, uno de los procesos que se debe enfatizar es la profundización de las
especificidades. Por contradictorio que parezca, nuestra personalidad es tanto más rica
cuanto más específica es y, en consecuencia, cuanto más interesante es más difícil de
204
comprender. ¿Por qué es tan bonito dedicarse al análisis de obras de arte? Sino porque
entenderlos no es nada fácil, porque son interlocutores intelectuales muy respetados.
Tratar con ellos es un verdadero trabajo. Es fútil pensar, como a veces sucede, que el arte
está hecho para el ocio. El arte es la forma más elevada de actividad intelectual e implica
un esfuerzo considerable. Por cierto, si nuestra distribución cinematográfica tiende a
acostumbrar al público a películas ligeras por falta de previsión, eso significa que está
desacostumbrando al espectador al cine tout court. Y, casualmente, el resultado es que las
salas en las que se proyectan películas "difíciles" están prácticamente vacías. “No es de
extrañar: cuanto más complicado es algo, menos gente está dispuesta a hacerlo.
Precisamente por eso es necesario educar el gusto de las personas y acostumbrarlas incluso
a las tareas más difíciles. Obviamente, una persona solo podrá reaccionar a la música
sinfónica si ha recibido algún tipo de educación musical. Porque la educación es necesaria
en cualquier campo, en las matemáticas y la tecnología, así como en la música y el cine. El
arte "light" es sólo arte barato que reemplaza las obras-interlocutores por pseudo-
interlocutores. Es como si tu mujer o tu amiga fueran sustituidas por maniquíes, de los que,
por supuesto, no debemos esperar sorpresas, porque son una maravilla y lo hacen todo
muy bien. Pero, ¿por qué deberíamos necesitarlos? Y de hecho no son necesarios en
absoluto, porque no son más que sustitutos. Junto a la cultura real, siempre hay sustitutos.
Los cuales son muy peligrosos, porque aquellos que están recién comenzando su formación
cultural los confunden fácilmente con algo válido y auténtico. Y esto, por supuesto, es un
gran riesgo.
Entonces uno de los procesos que hemos identificado consiste en profundizar
nuestra cultura nacional y enriquecerla en contenidos y en todos los yoes, tanto individuales
como colectivos. El segundo proceso, en cambio, consiste en hacer que este "yo" pueda
dialogar con otro "tú". Por lo tanto, complejizando cada vez más nuestro "yo", deberíamos
al mismo tiempo poder incluir otro mundo dentro de nosotros mismos. Es decir, saber
recibir y transmitir, porque la cultura no puede existir bajo una campana de cristal, de hecho
correría el riesgo de asfixiarse. La historia de la humanidad ha conocido períodos de
aislamiento cultural, momentos de estancamiento en los que el pensamiento parece
205
detenerse, los frutos de la “creatividad son cada vez más escasos y la gente está literalmente
sin aliento. Pero aquí hay otro hecho interesante. Por extraño que parezca, existe una
correlación directa entre el calibre intelectual de una persona y su apariencia externa. ¡Que
extraño!
El escritor Ivan Alexeevich Bunin hizo una observación interesante sobre Chéjov.
Chéjov pasó toda su vida perfeccionando su educación. Él mismo escribirá sobre un
personaje imaginario, no exento de rasgos autobiográficos, que durante mucho tiempo
había tratado de erradicar la esclavitud de sí mismo y que amaneció un buen día sintiéndose
de repente un hombre libre. Y aquí está el comentario de Bunin. El rostro de Chéjov, escribe,
ha cambiado a lo largo de los años. Al principio era la cara alegre y simpática de un chico de
campo. “Pero, con el avance de su crecimiento espiritual, se había convertido en el rostro
de un intelectual, que no respondía en absoluto a las más elementales exigencias de la
belleza, sino por el contrario inspirado y animado por un sagrado fuego interior. Y esto es
realmente importante. Estoy seguro de que podríamos ver muchas cosas en los rostros
humanos si aprendiéramos a mirarlos como miramos pinturas o escuchamos música.
Porque muchas cosas se pueden leer en sus rasgos.
De hecho, el rostro humano no es solo una creación de la naturaleza, sino también
de la cultura. Fíjate, por ejemplo, en lo encantadores que son los viejos de Rembrandt. No
destacan mucho por su belleza y se entiende que se trata de gente sencilla, que ciertamente
ha sufrido mucho. Ciertamente estos no son pensadores, algunos pueden ser agricultores,
pero ya ves, esta es la cara y estas son las manos de una persona que tiene una experiencia
inmensa a sus espaldas y que ha reflexionado sobre su vida durante mucho tiempo. Los
retratos de Rembrandt nos parecen extraordinarios precisamente por eso. Porque el
contenido interior de un individuo repercute en el aspecto exterior [tab. dieciséis].
Pero también hay otra cosa que subrayar. Si comparas las fotografías que retratan a
un solo sujeto con las fotos de grupo, notarás que en estas últimas los rostros aparecen
estandarizados, es decir, todos se parecen un poco. En este sentido, junto a Rembrandt es
útil observar los retratos de la realeza española de Francisco Goya30. Como, por ejemplo,
esta escena de grupo, que incluye a mujeres y hombres de todas las edades -hay un bebé
206
recién nacido, pero también un anciano-, además, no todos emparentados entre sí (eso sí,
en el sentido de que son cónyuges que no deberían tener lazos de sangre). Aquí se ve al
Rey, la Reina y el Príncipe Godoy (el “Príncipe de la Paz”) que pertenecía a otra casa. Sin
embargo, no es “difícil darse cuenta de que todos tienen la misma cara. Sólo destaca un
rostro, y es el del propio pintor que queda en el fondo, en las sombras. Goya pintó aquí su
propio autorretrato que parece recortado del retrato de grupo, aunque todos los presentes
tienen algo en común. Y cuando Goya pintó el fusilamiento de un grupo de insurgentes, que
tuvo lugar el 3 de mayo de 180831, optó por una solución aún más radical. ¡Los soldados
franceses no solo están de espaldas (para que no se vean sus rostros), sino que incluso sus
espaldas son todas idénticas e indistinguibles!
En este punto, surge otra cuestión esencial. La cultura está ligada no sólo a los
valores espirituales, sino también a la evolución técnica, a la realidad material, a esa
gigantesca máquina de hilar, o progreso científico, que en el siglo XIX se consideraba
salvífica y que ahora, sin embargo, ya vuelve contra nosotros sus aspectos más peligrosos.
“Una máquina dotada también de su propia lógica y capaz de moldear al ser humano.
Exactamente cómo la situación política y social lo configura. El individuo se divide en varios
grupos y cada grupo tiene su propio "yo" al que todos pretenden asimilarse. En este sentido,
el polo extremo lo constituyen los cuarteles o lager, que suprimen al individuo como tal y
lo reducen a engranaje. Pero, por otro lado, hay un fundamento común, al que no se puede
renunciar. Pensemos, por ejemplo, en hombres de la misma época, que hablan el mismo
idioma y pertenecen a la misma cultura, o en estudiantes de la misma clase, que
necesariamente tienen algo en común. Y es incluso indispensable, porque son precisamente
estos elementos comunes los que aseguran el entendimiento mutuo. De hecho, si fuéramos
completamente diferentes unos de otros, no podríamos dialogar de ninguna manera. En
cambio, lo que necesitamos es que nuestra interioridad individual no excluya la presencia
de un lenguaje en común con los demás; y me refiero a "lenguaje" en un sentido metafórico,
como un contexto cultural compartido. Pero, en este sentido, surge una cuestión muy seria
e importante que recorre todas nuestras conversaciones como un hilo rojo. ¿Dónde
207
empieza este contexto común a anular nuestra personalidad? ¿Y por dónde empieza a ir
nuestra personalidad más allá del contexto común?
Tomemos el baile como ejemplo. Los bailes folclóricos tradicionales no difieren
mucho de los bailes del pasado: mucha gente se reúne y todos, divididos en parejas,
ejecutan el mismo baile acompañados de la misma música. La pareja es la unidad mínima
en la que se expresa la necesidad humana de compañía. Obviamente, el individuo también
puede ser su propio mejor interlocutor. Porque el ser humano puede contener todo el
universo dentro de sí mismo. Pero este es un caso mucho más complejo. La pareja, en
cambio, es una forma más simple, elemental y extendida. “Se trata de dos personas que
están juntas y que, en el mejor de los casos, se aman. Se llevan bien juntos. Y, a pesar de
estar en relaciones particulares entre sí, se encuentran en un contexto general, es decir,
entre los que bailan. Esto crea una situación que aparece a menudo en las descripciones de
los bailes: la pareja de baile, aunque rodeada por la multitud, está como si estuviera sola.
Porque representa una especie de microcosmos, un mundo íntimo y exclusivo. Y, al mismo
tiempo, participa del ambiente general y se mueve por la sala.
Puedo ser conservador, debido a mi edad, pero me parece que, desde este punto de
vista, las danzas modernas, es decir, cuando todos bailan solos en una multitud, saltando y
retorciéndose, constituyen una situación completamente diferente, en la que el bailarín se
aísla en un mundo propio. Si la pareja representa un mundo formado por dos personas
inmersas en un ambiente común, aquí en cambio es como si tuviéramos un mundo formado
por una sola persona. “Y no hay mayor soledad que la que se vive entre otros... Y esa es la
esencia de la cultura contemporánea, como en esas escenas de psicosis colectiva que se
ven en los estadios, esas masas sobreexcitadas... o el estado de éxtasis que induce cierto
tipo de música contemporánea, cuando los oyentes empiezan a romper muebles. La
impresión es que el público comparte un estado emocional similar al descrito por Gogol,
cuando la emoción estética prevalece sobre el individualismo y une a todos los presentes
en un impulso común: “Las galerías y balcones de los teatros gimen; de abajo hacia arriba
todo parece correr por un escalofrío, todo se transforma en un solo sentimiento, en un solo
abrir y cerrar de ojos, en un solo hombre, todos se encuentran como hermanos en un solo
208
movimiento espiritual y resuena al unísono el agradecido himno de las palmas por los que
no están con nosotros desde hace quinientos años”32, y Gogol' aquí se refiere a
Shakespeare.
Creo que hoy es otra experiencia la que prevalece, a saber, la soledad en la multitud,
la aparición de un sentimiento colectivo que, por el contrario, es síntoma de un gran
aislamiento. Y también hay otro elemento que agregar: cuando el público llega a un estado
de éxtasis tal que comienza a romper sillas, gritar involuntariamente y moverse a sacudidas,
subjetivamente experimenta todo esto como un momento de libertad, en el que puede
soltarse y deshacerse de los condicionamientos externos. Precisamente por eso, la juventud
francesa de 1968 amaba tanto estas danzas extáticas. Sin embargo, todo esto va
acompañado de una simplificación extrema de las “emociones. Emociones que se vuelven
extraordinariamente simples, elementales, de modo que, a mi modo de ver, aquí sucede
algo que, en realidad, es diametralmente opuesto a lo que se entiende por liberación. Pero,
para ser honesto, no puedo juzgar, porque siempre he visto ciertas cosas desde afuera y
nunca he participado en ellas, por lo que mi punto de vista es exclusivamente el de un
observador externo.
Una auténtica experiencia cultural consiste en cambio en la búsqueda del contacto
con el otro, porque estoy complejizando (y no simplificando) mi mundo interior. Parece una
paradoja, pero cuanto más lo simplifico, menos libre soy, aunque me parezca que lo soy.
Por poner un ejemplo concreto, no tengo nada que objetar a que los jóvenes se vuelvan
locos por los cortes de pelo y la ropa más extravagante, pero una cosa no puede dejar de
llamarme la atención. Desde un punto de vista subjetivo es ciertamente una búsqueda de
originalidad, un intento de no parecerse a los demás. Al mismo tiempo, sin embargo, es
como si de repente todos llevaran un uniforme: todos tienen el mismo peinado, todos son
diferentes a los demás, pero iguales entre sí. Ligado a esto hay otro fenómeno, bien
conocido por los sociólogos y actualmente aún más evidente en todo el mundo que el
individualismo extendido entre los jóvenes occidentales a finales de los años sesenta. Me
refiero al deseo de pertenecer a un grupo y de ser igual a los demás. Este es el precio que
hay que pagar no sólo por la simplificación de las emociones de la que hablaba antes, sino
209
también por ese cambio de rumbo que se ha producido recientemente y que continúa
“hasta el día de hoy, es decir, el cambio de rumbo hacia la cultura.
Y esto es algo con lo que tenemos que lidiar, no podemos limitarnos a quejarnos,
como cuando los niños no quieren hacer la tarea. Porque esto también es parte de la
historia de la cultura, y la historia ya ha conocido periodos en los que la cultura acaba
aburriendo y negándose a sí misma. Ya hemos vivido momentos de iconoclasia en los que
las masas populares derribaron estatuas y destruyeron las imágenes de los templos,
borrando el legado de siglos. Hemos oído hablar de Savonarola, un fanático y célebre
predicador que estuvo al frente de un movimiento popular y acabó en la hoguera, pagando
con su vida sus ideas. Quería aniquilar toda cultura, todas las estatuas, sedas preciosas y
joyas para hacer a todos igualmente pobres y justos, para que el mal que está conectado a
la cultura ya no existiera. Porque, por supuesto, la cultura también trae consigo aspectos
negativos.
Después de 1930 despertamos dolorosamente de las ilusiones generadas por el
optimismo decimonónico. En el siglo XIX todos creían que, dado que la electricidad había
reemplazado rápidamente al “vapor”, pronto llegaría el momento en que los hombres
serían felices. En los años ochenta del siglo pasado, un inglés incluso escribió un libro,
diciendo: ¡qué maravilloso es vivir en el siglo XIX, qué fantástico es el progreso técnico!
También organizó una exhibición de acorazados y torpedos, afirmando que, por supuesto,
eran cosas desagradables, pero aún así logros de la civilización. Y que, al final, los pueblos
salvajes (es decir, los colonizados) agradecieron a sus civilizadores, y todo saldría bien.
Cuando nos recuperamos de estas ilusiones (y fue un amargo despertar), la reacción más
comprensible fue volver al primitivismo. Pero no siempre lo más obvio y natural en un
momento determinado resulta ser la mejor salida. Por ejemplo, el hecho de que los
intelectuales franceses de izquierda hayan declarado que el lenguaje es por su propia
naturaleza burgués y que por ello es necesario desechar la gramática, sustituir los
sustantivos por interjecciones y admitir entre éstas también ese léxico que generalmente
no se informa por escrito precisamente porque está más allá de la lógica de la explotación,
todo esto debe juzgarse como una pifia pasajera. “Hoy asistimos a un fenómeno diferente
210
y que es un retorno general a las raíces, a las fuentes primitivas, a algo más antiguo y arcaico
que puede hacernos olvidar todas estas esperanzas y amargas desilusiones, restituyendo
las viejas tradiciones culturales y métodos de comunicación del pasado. Evidentemente se
trata de un intento encomiable pero, al mismo tiempo, no debemos olvidar que resucitar el
pasado es del todo imposible. La cultura debe avanzar, pero, al mismo tiempo, también
tener en cuenta estas formas. Ciertamente, la tarea de los hombres de ciencia no es prever
el futuro; sin embargo, si podemos expresar un deseo de futuro, entonces esperamos poder
encontrar una fórmula que encarne el máximo impulso hacia la originalidad, la profundidad,
la riqueza, en definitiva, hacia la posibilidad de ser diferentes. Como dijo Baratynskij de su
propia poesía: “Pero el mundo permanece asombrado / Por la expresión inusual de su
rostro.”33
Y así, la "expresión insólita" de cada individuo, de cada cultura nacional, de cada
tradición y la "expresión consuetudinaria" de la humanidad son los dos polos que
caracterizan la relación inevitablemente traumática y conflictiva entre lo que creamos en
nosotros y lo que en nosotros se recrea. Ser conscientes de nosotros mismos y de lo que se
recrea en nosotros solo es posible viendo al otro. Solo reconociendo que él no es igual a mí
puedo entender quién soy. Porque todos espontáneamente tendemos a pensar que los que
no hablan nuestro idioma simplemente tartamudean y no entienden nada. Y en cambio,
después de esta reacción elemental, hay que saber pasar a la segunda fase, cuando uno
comprende de repente que el suyo también es un lenguaje. Entonces suceden cosas muy
interesantes. Por ejemplo, los lingüistas han observado durante mucho tiempo que las
primeras gramáticas generalmente se escribieron para extranjeros. De hecho, al principio
piensas: bueno, ¿para qué voy a necesitar una gramática de mi lengua materna, si la hablo?
Y pensando así, asumo que todos los demás hacen lo mismo, porque es obvio y no hay
problema con eso. En cambio, la siguiente etapa comienza cuando pienso que soy un ser
humano, no tengo prerrogativas excepcionales, mientras que el extranjero es diferente y
particular. Y finalmente llega la etapa más avanzada, cuando empiezo a comprender que yo
también soy diferente y particular.
211
El concepto mismo de originalidad, referido a una cultura, sólo puede surgir si
encontramos otra cultura a su lado. Si no hay contraste, tampoco hay especificidad. Si todo
es verde, los colores dejan de existir. Para que entienda que soy verde, necesito a alguien
cerca de mí que sea rojo o de algún otro color. Y es de aquí que se origina el intrincado ya
la vez ineludible problema de la comunicación, que atraviesa toda nuestra existencia. Y
también se trasluce en los detalles, por ejemplo en la forma en que nos saludamos. De esto
depende cómo seguiremos viviendo en la Tierra, si, por ejemplo, finalmente logramos
comprender que las personas pueden entender lo mismo de manera diferente, que cada
uno tiene derecho a pensar a su manera, que no podemos ni debemos tener todos los
mismos sentimientos y amar las mismas cosas, que nos interesa que los demás sean otros.
Es un ideal cultural difícil de alcanzar, pero también es ese mensaje quizás no siempre claro
que he tratado de incluir en todas las lecciones que me he propuesto. Y por su atención les
agradezco sinceramente.
NOTAS
212
TERCER CICLO
CULTURA E
INTELECTUALIDAD
(1989)
213
LECCIÓN 1
¡Buen día!
Hoy continuamos nuestro ciclo de lecciones. En los últimos años hemos hablado de la
historia de la cultura y de la evolución de algunos de sus conceptos fundamentales. Ahora
tenemos la base para pasar a la tercera parte de este curso general. Ahora abordaremos un
tema que definiría así: cultura e intelectualidad.
La cultura es una noción amplia y compleja que puede ser utilizada en muy
diferentes significados. No me detendré en todos los significados de este fenómeno
multifacético, sino sólo en uno que concierne a la relación que existe entre la cultura y el
hombre. Ya hemos hablado con bastante detalle sobre la conexión de la cultura con la vida
cotidiana, su progresión histórica y la estratificación de los diversos productos de la cultura
en las diferentes esferas de la existencia humana. Pero ahora detengámonos en esta
pregunta: ¿es realmente necesaria la cultura? ¿Cómo nos afecta a nosotros, a las personas
y a esa realidad que en última instancia realmente nos importa? Pero para responder a esas
preguntas, primero debemos abordar una serie de preguntas más específicas.
En primer lugar, me gustaría subrayar que no usaremos la palabra "cultura" -ni
siquiera el concepto equivalente- en el sentido de progreso técnico-científico. Porque el
progreso técnico-científico constituye sólo una parte de la cultura, aunque en diversos
contextos estos términos se utilizan a menudo como equivalentes, es decir, como
sinónimos. Y este uso también está justificado por la etimología, porque la propia palabra
latina "cultura" significaba originalmente "campo trabajado", es decir, lo que hace el
hombre con sus manos.
Y, en efecto, la cultura se opone en cierto sentido a la naturaleza. La naturaleza es
lo que se le da al hombre, mientras que la cultura es lo que el hombre se ha hecho a sí
mismo. Pero no todo lo que hace el hombre es cultura. El hombre crea cultura, pero
214
también puede destruirla. La cultura -y este es el significado que también usaremos más
adelante- es una especie de ecología particular de la sociedad humana. Es esa atmósfera
que la humanidad crea a su alrededor para seguir existiendo, es decir, para sobrevivir. En
este sentido, la cultura es una noción espiritual que tiene que ver con ideas, creencias,
emociones y no con objetos, aparatos o máquinas. Evidentemente estamos ante las dos
caras de una misma realidad que, sin embargo, no están ligadas entre sí de forma mecánica.
La historia de la humanidad nos enseña que la ciencia y la cultura pueden ir de la mano,
pero también que una aceleración del progreso científico (especialmente técnico) puede
corresponder a un paso atrás, una especie de regresión cultural. Y nosotros mismos lo
presenciamos en el siglo XX.
El siglo XX está llegando a su fin. En este siglo, prácticamente ante nuestros ojos, se
ha producido una gran revolución científica, nunca antes ocurrida, que ha cambiado
radicalmente todos los conceptos básicos. Pero al mismo tiempo también hemos sido
testigos de un retroceso aterrador de la cultura y su terrible decadencia que nunca se había
visto en siglos anteriores. Pero en este sentido, el siglo XX ciertamente no es el único que
ha vivido tal fenómeno. Incluso en el pasado hubo períodos en los que el avance del
progreso técnico-científico estuvo acompañado de un retroceso en el ámbito cultural. Basta
pensar en el siglo XVI o principios del XVII en Europa: una evolución científica sin
precedentes, un rápido desarrollo tecnológico, un gran florecimiento de las artes. El
Renacimiento es la época de Leonardo da Vinci y Shakespeare, pero también es la época en
la que arden hogueras por toda Europa en las que se queman mujeres desafortunadas
acusadas de brujería. Y no fue un juicio o dos, no, miles de personas murieron en las llamas.
El cielo alemán estaba oscurecido por el humo, en algunas ciudades ya no quedaban
mujeres precisamente porque eran ante todo sospechosas de brujería. Y todo esto sucedió
simultáneamente con la escritura de grandes obras literarias y los más elaborados sistemas
filosóficos. Tomemos, por ejemplo, al insigne humanista y pensador francés Jean Bodin,
autor de tratados filosóficos y jurídicos de extraordinaria importancia, pero también de
panfletos contra las brujas, en los que afirmaba que quien defendía a una bruja era también
un nigromante y que los abogados eran quemados en la hoguera como los acusados.
215
Así que no deberíamos culpar solo al siglo XX: también ha habido ejemplos similares
en el pasado. Sin embargo, lo que debe enfatizarse es que existen vínculos, pero también
diferencias sustanciales, entre el progreso técnico-científico por un lado y el progreso
cultural por el otro. Sólo nos ocuparemos de las implicaciones espirituales de la cultura. Y
me parece especialmente importante hacerlo en un momento como este, cuando la
tecnología nos genera preocupación, si no terror o pánico, lo que desde cierto punto de
vista también está justificado pero, de nuevo, seguro que no es la primera vez en la historia
que sucede. Al mismo tiempo, hay voces, a veces afectadas, a veces sinceras, que señalan
con el dedo a la cultura y piden el regreso a un estilo de vida arcaico. Y esto es lo que nos
encontramos si no tenemos en cuenta la diferencia entre técnica y cultura, entre progreso
material y evolución espiritual. Seguramente has escuchado el dicho: "Tira al bebé con el
agua del baño". Bueno, no tienes que hacerlo. Y como sólo hablaremos de la cultura como
un fenómeno interno, es decir, del ambiente moral específico creado por la humanidad, un
aspecto al que nos dedicaremos más adelante nos resultará fundamental, a saber, la
relación entre cultura e intelectualidad.
A este respecto, me gustaría señalar que he utilizado la palabra "intelectualidad", y
no "intelligencija". Y no es casual. De hecho, intentemos establecer algunas conexiones con
el sustantivo "intelligencija". Podemos decir que la "inteligencia rural", la "inteligencia
urbana", la "inteligencia técnica", son todas expresiones correctas. Pero no podemos hablar
de "intelectualidad de campo", "intelectualidad urbana" o "intelectualidad técnica".
Evidentemente, detrás de estos términos se esconden diferentes conceptos, aunque los
entendamos como sinónimos. Y es absolutamente necesario que tengamos esto en cuenta
porque hablaremos precisamente de intelectualidad y no de intelectualidad. Entre otras
cosas, nuestros diccionarios más recientes no mencionan en absoluto esta distinción: la
"intelligencija" sería en realidad el "grupo social formado por individuos en posesión de una
cierta educación y conocimientos específicos en el campo de la ciencia, la tecnología, la
cultura, que se dedican profesionalmente a ocupaciones que requieren un cierto esfuerzo
intelectual". Ejemplos: "La intelectualidad soviética es una parte indivisible del pueblo"
(A.N. Tolstoi). El segundo significado es colectivo: "Individuos pertenecientes a este estrato
216
social", es decir, a la intelectualidad misma. En cambio, el término "intelectualidad" se
percibe como un derivado de "intelligencija". Pero ya hemos visto que no es así y que la
diferencia, por el contrario, es considerable. De hecho, cuando hablamos de "intelligenceja"
nos referimos a un grupo social profesional específico. Se puede objetar que este término
es incorrecto o se usa de manera inapropiada. La expresión "intelectualidad técnica" se
refiere a personas que han recibido una determinada formación y que se dedican a un
determinado esfuerzo "intelectual". Por el contrario, la "intelectualidad" es una
característica psicológica que puede ser inherente a cualquier persona,
independientemente de su entorno social. Pero tratemos de definir en qué casos se revela
esta cualidad.
Me encontré con personas extraordinariamente 'intelectuales' que hacían trabajo
físico o eran agricultores. Recuerdo cuando era niño cierto tipo humano que podríamos
definir como el "viejo obrero de Petersburgo". Era un individuo extraordinariamente
"intelectual", mucho más que la mayoría de los "intelectuales" de hoy que he tenido la
oportunidad de conocer. No quiero acusar a nadie, solo quiero subrayar que el punto no es
la profesión que uno tiene o el diploma que uno ha recibido. Estos son datos que deberían
ser tratados por sociólogos o por alguien más; en cambio estamos hablando de la psicología
de la cultura y de un cierto tipo psicológico y moral dotado de esa característica que en
adelante llamaremos "intelectualidad".
Si nos preguntaran qué entendemos por intelectualidad, probablemente
responderíamos que es una mezcla de bondad, sensibilidad, capacidad de sufrir no solo el
dolor físico. Por ejemplo, Gogol habla de personas capaces de percibir lo que "los ojos
indiferentes no perciben"1, y que no sufren sólo si reciben una bofetada. En otras palabras
podríamos decir: los intelectuales son aquellos que se sienten con alma. El alma, al parecer,
es un concepto inmaterial y nosotros en nuestro tiempo nos hemos mantenido alejados del
idealismo como el diablo del agua bendita. Pero cuando te empieza a doler el alma, te das
cuenta de que al final la tienes. Pero estas son todavía palabras nebulosas. En cambio,
tratemos de hacer lo indispensable cuando nos enfrentamos a un concepto poco claro.
Tratemos primero de entender cuál podría ser su opuesto.
217
Por ejemplo, es muy difícil explicar qué es el bien; por otro lado, sabemos
exactamente lo que es el mal. En consecuencia, podemos hacernos una idea algo más
precisa del bien comparando estos dos conceptos. ¿Qué es lo contrario de la
intelectualidad? Reitero una vez más que no nos referimos a la filiación social o profesional
de un sujeto, sino a una cualidad psicológica que es inherente a algunos individuos en
general. Exactamente del mismo modo, la cultura no es prerrogativa exclusiva de una
determinada categoría profesional u ocupación; la cultura es también y sobre todo
participación -con la mente y el espíritu- en esa ecología del alma que nos impregna a todos.
Y creo que el concepto opuesto al de intelectualidad es el de descortesía y canalla. Picardía
no es una palabra agradable, incluso cuesta pronunciarla, pero a veces también es necesario
hablar de cosas desagradables. Porque a todos les pasa que chocan con la insolencia, el
vandalismo, la mala educación, la tendencia a ofender a los demás y todas esas otras
características que podemos resumir con este concepto. Está claro cuáles son sus
manifestaciones, pero tratemos ahora de preguntarnos qué hay detrás, desde un punto de
vista psicológico. Primero permítame una cotización.
En la década de 1830, un inteligente escritor llamado Pavlov publicó un volumen
llamado Three Stories. Pushkin lo revisó en 1836, muy positivamente. Pero fue sobre todo
el nuevo tipo de hombre que asomaba en una de las historias lo que llamó su atención,
como se desprende de la cita que relata en su reseña: “¡Créanme, no saber sentarse, no
saber dónde sentarse y cómo es lo peor del mundo! Por otro lado, sin embargo, ahora
compenso todos los sufrimientos pasados, metiéndome con el primero que suceda. ¿Sabes
lo satisfactorio que se siente responder mal a quien te habla en tono amable? ¿O saludar
con un imperceptible movimiento de cabeza a los que scappella delante de ti? ¿O, de nuevo,
repantigarse en un sillón frente a un petimetre afectado o un hombre rico ceremonioso?”2
Pushkin llamó a este tipo psicológico “lacayo idealizado”. Y de hecho, si vas a ver cuál es el
fundamento psicológico de la incivilidad, entiendes que la mentalidad del esclavo está en la
base. Es decir, la mentalidad de un “lacayo idealizado”. En otro lugar, Pushkin escribió que
Pavlov había otorgado rasgos de villano a su protagonista.
218
¿Qué se entiende aquí por villano y lacayo? Obviamente, Pushkin, usando estos
términos, no se refería en absoluto ni a la profesión ni al estatus social del personaje, sobre
todo porque había alcanzado una posición de liderazgo. Entonces, ¿qué hay detrás de esta
cita? Seguramente la psicología de un individuo pisoteado, que no se respeta a sí mismo y
que tiende a compensar su humillación interior humillando a su vez a los demás. Y esta
rudeza, esta esclavitud interior, la vemos en un hombre que, en la escala social, nunca ha
sido un villano.
Tomemos como ejemplo a los hermanos Murav'ëv: el primero terminó en trabajos
forzados, el segundo en el exilio, mientras que el tercero, que era un matemático brillante
(desde niño había demostrado un gran talento para esta materia) y también se había
acercado al movimiento decembrista, luego se convirtió en general y ahogó en sangre la
insurrección polaca. Cuando se le preguntó si él también era uno de esos Muravyov,
respondió: "No soy uno de esos Muravyov que cuelgan, sino esos que tienen gente
colgada". Una respuesta digna de Gorodnichij3. Y, de nuevo, la misma falta de respeto hacia
sí mismo. Pushkin había escrito sobre esta actitud en ese momento en una carta dirigida a
Čaadaev, en la que cuestionaba su juicio general sobre la historia de Rusia: "De hecho, debe
reconocerse que nuestra vida social ofrece un espectáculo muy triste [...] Este desprecio
cínico por el pensamiento y la dignidad humanos puede conducir a la desesperación".4
Entonces, en la base está la psicología de un individuo humillado. La unión de este
sentido de la humillación con ciertas características espirituales y sobre todo (como
veremos) con el alejamiento de la tradición cultural hace que al deseo de humillar al prójimo
se le sume el deseo de destruir. Aquí está el origen de un fenómeno que observamos a
menudo, a saber, la destrucción sin sentido y un fin en sí mismo.
Recientemente se completó la restauración del monumento von Baer en Tartu en la
colina Toomemägi. Las pequeñas piñas de la puerta han sido pintadas con pintura dorada;
no oro, repito, sino pintura dorada, más barata. No habían pasado ni dos semanas desde
que se los llevaron. ¡Y pensar que se necesita fuerza para romper el hierro fundido! Alguien
debe haber tenido un gran deseo de arruinar el monumento. Aquí también, nuevamente,
nos encontramos frente a un hombre sustancialmente humillado que lleva una existencia
219
gris y aburrida. Maxim Gorky ha declarado repetidamente que el vandalismo tiene sus raíces
en el aburrimiento y que el aburrimiento es generado por la falta de talento. Y, si a la falta
de talento le sumamos la exclusión social y la sensación de humillación, nos encontramos
con un complejo psicológico especialmente destructivo, el de los “barrios”, que se
manifiesta exteriormente en forma de descortesía y descortesía.
Pero también hay otro, lo que yo llamaría el "complejo de ocupantes". En 1943 tuve
una conversación con un prisionero alemán. Estábamos sentados en un refugio subterráneo
bajo un intenso fuego de artillería enemiga que podría haberlo matado a él, a mí ya todos
nosotros, y hablábamos, a veces incluso como buenos compañeros. En el pueblo donde lo
habíamos capturado, una mujer nos había dicho que los alemanes se habían instalado en
su casa y que se estaban desparasitando sentados en la misma mesa en la que comían los
campesinos. Además de eso, ni siquiera se avergonzaban de andar desnudos en su
presencia. Conversando con este hombre, descubrí que era maestro y que, en general,
pertenecía a un entorno similar al mío, por lo que encontrar un lenguaje común no fue
difícil. Así que le pregunté: pero ¿cómo puedes hacer esas cosas? ¿Es posible que te
comportes así en tu casa? Y me respondió, no recuerdo exactamente, pero el quid de la
cuestión era esto: "Bueno, en casa es otra cosa.”
Era un tipo completamente normal, que había sufrido varias humillaciones tanto en
casa como en el ejército, hasta que fue ascendido al rango de Gefreiter (todas estas cosas
me las dijo él mismo) y se encontró en un país extranjero como ocupante, convirtiéndose
en 'un caballero'. No tenía la cultura suficiente para hacer frente a su nuevo cargo y lo
demostró burlándose de su antigua cultura, como si la hubiera dejado en casa. Apuesto a
que una vez que regresara a casa, se habría convertido de nuevo en una persona civilizada.
Pero el hecho de ser ocupante en un territorio extranjero lo había eximido inmediatamente
de cualquier relación con la civilización. Por un lado, se encuentra en otro ambiente cultural,
por otro, no le interesa nada de esta cultura local. Abandonó lo suyo y rechazó lo ajeno, se
deshizo de todo vínculo con la civilización y se alegra por ello.
La civilización es sin duda algo bueno, pero en cierto sentido nos pesa a todos: no
hagas esto, no hagas aquello, te has portado mal... Y, por otro lado, ¿cómo se origina la
220
civilización? Desde una perspectiva histórica, desde toda una serie de prohibiciones. La ley
hace su aparición en la sociedad y la primera es: no te unas con tu madre y hermana,
físicamente puedes, pero nuestra cultura no lo permite. Ni siquiera puedes comer ciertas
cosas; por ejemplo, la Biblia prohíbe comer conejos. En algunos países está prohibido comer
huevos podridos, mientras que en otros está prescrito, pero en cualquier caso está
prohibido comer cualquier otra cosa. ¿Ves qué extraño? Las cosas aparentemente más
simples, indispensables y naturales, como la comida y el sexo, también se convierten en
objetos de prohibición. Y, por supuesto, cuanto más avanzamos, más sacrificios y
limitaciones exige la cultura; al mismo tiempo, sin embargo, ennoblece al hombre y lo
transforma de un simple ser humano en un "intelectual". Precisamente por eso hay
personas, especialmente aquellas menos cultas u oprimidas por el aburrimiento de su
propia existencia, que quisieran dejar todo esto atrás. Y así sucede lo que sucedió en el siglo
XX: terminamos interpretando la libertad como la absoluta falta de limitaciones impuestas
a los hombres. Y esto también es falta de cultura. Ahora hemos comenzado a comprender
que la libertad no es sólo la ausencia de prohibiciones externas. La ausencia de
prohibiciones externas debe, en efecto, ser compensada por prohibiciones culturales
internas: puedo mentir, pero digo la verdad, puedo ofender al otro (soy fuerte e incluso
armado), pero no lo hago. De modo que el "complejo de ocupantes" se convierte también
en uno de los posibles orígenes de la incivilidad. Entre otras cosas, no es ningún misterio
que en los siglos XIX y XX fuimos testigos de un florecimiento global de esta tendencia.
¿Cómo?
El siglo XIX, tan civil y solidario, en su conjunto nos parece un siglo idílico. Sin
conflictos mundiales, las guerras eran todavía más o menos "domésticas", como las de
Prusia o Crimea. Claro, todavía se estaba derramando sangre, pero la gente todavía no creía
que el fin de la humanidad podría hacerse realidad. En la obra La madre de Karel Čapek,
toda su familia muerta aparece ante los ojos de la protagonista: el abuelo que no recuerda
la guerra, el padre, asesinado durante la guerra colonial y los hijos, que murieron en la civil.
Y aquí hay un detalle muy importante. El siglo XIX es el siglo del militarismo y el colonialismo.
Fue entonces cuando se formaron ejércitos gigantescos, que luego condujeron a la Primera
221
Guerra Mundial. El militarismo y el colonialismo comenzaron a afectar a la sociedad, como
se verá, especialmente en el siglo XX. Ese "complejo de ocupantes" que se consideraba
norma en las colonias, ya en el siglo XIX y sobre todo en el XX se trasladó al centro del
imperio. Y esta es una lección para todos nosotros, para todos los pueblos. De hecho,
creíamos que el militarismo estaba dirigido hacia alguien de afuera, cuando en realidad
estaba dirigido contra todos nosotros.
Sabemos bien cuánto le costó a Francia la guerra en Francia y, aún antes, la de
Indochina. Todavía recordamos el choque moral que experimentó la sociedad francesa
cuando estos jóvenes regresaron a casa y comenzaron a comportarse como lo habían hecho
en Indochina o Argelia. Se habían convertido en ocupantes hasta el amargo final. Y su
ejemplo ciertamente no es el único. Por lo que podemos concluir que la falta de civismo no
es solo descortesía, ignorancia y descortesía, también es una auténtica enfermedad social.
O más bien: es el síntoma de una enfermedad que debe ser tratada. Y entre los remedios
más efectivos está, sin duda, la intelectualidad. De hecho, la cultura es capaz de liberar esta
cualidad que actúa como antídoto contra la incivilidad.
Concluyo con una carta de Chéjov a su hermano. El hermano de Chéjov, un individuo
muy talentoso, se había quejado con él de sus condiciones de vida y de no ser comprendido,
de estar rodeado de gente que no le hacía caso. Chéjov respondió con una carta jocosa y al
mismo tiempo muy seria, en la que esboza el retrato perfecto del hombre culto. Que es en
última instancia lo que definí como "intelectual". No se los leeré en su totalidad, me limitaré
a los pasajes más importantes. "Los hombres educados", escribe Chéjov, "deben, en mi
opinión, poseer los siguientes requisitos: 1. Respetar la personalidad de los demás y, por lo
tanto, ser siempre indulgentes, mansos, corteses, obedientes". Y continúa Chéjov, citando
ejemplos del comportamiento de su hermano. “No hacen berrinche por un martillo o una
llanta perdida. Cuando viven con alguien, no lo consideran una condescendencia de su parte
y cuando se van no dicen: '¡Es imposible vivir contigo!', toleran el ruido, el frío, el asado
quemado, las bromas y la presencia de extraños en su casa". Y aquí Chéjov vuelve a ponerse
serio: “2. No solo sienten compasión por los mendigos y los gatos". Por cierto, Chéjov da
por sentado que hay que tener compasión por los mendigos y los gatos, de lo contrario el
222
hombre "ya no es un hombre, sino una especie de Pithecanthropus. “También sufren de lo
que no se ve a simple vista”, y esta es una cita de Gogol. “Entonces, por ejemplo, si Peter
sabe que su padre y su madre se ponen grises de disgusto y no pueden dormir por la noche
porque Peter rara vez aparece (y cuando aparece, está borracho), se apresura a ir a ellos y
les da vodka [...] 3. Respetan la propiedad de otras personas y, por lo tanto, pagan sus
deudas. 4. Son sinceros y temen la mentira como el fuego. No mienten ni en cosas triviales.
Una mentira ofende a quien la escucha y degrada a quien la dice”. Preste atención al
término "degradante", que es muy importante. Por supuesto, no tenemos dificultad en
imaginar a los adversarios de la civilización como individuos malvados y asesinos.
Pero estas figuras no se encuentran a cada paso; muy a menudo, en cambio, se
encuentra con la cobardía y la vulgaridad, en una maldad por así decir cotidiana y rutinaria
que ni siquiera sabe que es tal. Pensemos, por ejemplo, en esa barbarie de nuestros días
que es la burocracia. Desde un punto de vista psicológico, la burocracia se basa en la rudeza,
y esto es precisamente en lo que pensaba Pushkin cuando citaba la historia de Pavlov:
encorvarse cuando alguien está parado frente a ti, responder con rudeza a quienes se
dirigen a ti en un tono cortés, hacer esperar a los demás, ¿no son estos comportamientos
característicos de los burócratas? Pero eso no quiere decir que todos sean malvados,
criminales o sinvergüenzas. Más bien, es una expresión de su norma social. Y es
precisamente por eso que el individuo no puede ser acusado, si la burocracia y la incivilidad
reinan a su alrededor, así como no se puede reprochar al hígado que secreta bilis. Es una
determinada posición social, que no puede generar nada diferente.
Chéjov habla precisamente de esto, es decir, del mal "habitual", de la vulgaridad:
"No se humillan para suscitar la compasión en los demás". Este es otro hecho interesante.
Parecería un detalle menor, pero he tenido que tratar con individuos pertenecientes al
mundo criminal -temas bastante interesantes- y he notado en ellos una característica muy
extendida, a saber, una marcada tendencia al sentimentalismo y la autocompasión. Y esta
predisposición a llorar por el propio destino se mezcla muy a menudo con la crueldad, es
más, a veces la implica. De aquí, entre otras cosas, deriva el carácter del folclore de la mala,
siempre sentimental, encaminado a despertar la compasión, no es casualidad que a sus
223
protagonistas se les llame generalmente "niños pobres". Esta actitud infantil, esta
tendencia del infractor a presentarse como ofendido (y el comportamiento vulgar que se
sigue) es lo que el código penal define como un exceso de legítima defensa.
Muchas veces, cuando intentas entender qué hay detrás de un acto de vandalismo,
o cuando hablas cara a cara con personas que han realizado determinadas acciones, acabas
chocando con la creencia de que “ellos” no han hecho más que defenderse, porque todo
está en su contra. Porque si ven a alguien vestido, digamos, de una manera que no les gusta,
piensan que ese tipo se vistió así a propósito para burlarse de ellos y por lo tanto tienen
todo el derecho de atacarlo y ofenderlo. Es la fórmula de siempre: "¿Pero qué te parece,
sólo porque tienes ese traje, esas gafas...?" Ahora, hay que decirlo, han dejado de
desquitarse con gafas, pero cuando yo era joven, en ciertas calles de Leningrado -y no solo
la famosa Ligovka, sino todas las demás calles y patios que los vándalos consideraban su
reino- no se daba el caso de dejarse ver con gafas. Parecería que no hay nada ofensivo, ¿por
qué ofenderse por esto? Pero, según esta mentalidad (profundamente equivocada), el
mundo entero está contra ellos y por lo tanto no son ellos los agresores en absoluto, sino
los pobres que se defienden.
Chéjov también menciona otro aspecto. Habla, por ejemplo, de la actitud del
intelectual hacia el amor. En una mujer, los hombres educados ven a la madre de sus hijos
y no a la hembra “con la que se acuestan”. Y más adelante Chéjov añade: “Cultivan en sí
mismos un sentido estético”. Y explica lo que quiere decir con sentido estético: "No
soportan dormir vestidos, ver las grietas de la pared llenas de bichos, respirar aire viciado,
caminar sobre un suelo cubierto de salivazos".5 Básicamente, Chéjov está esbozando aquí
el concepto de intelectualidad. Pero detrás de estas palabras sencillas, diría elementales, y
aparentemente hasta jocosas (porque le escribe a un familiar a quien ama), se esconde un
ideal ético muy elevado. Y de hecho Chéjov ha querido mostrar en sus escritos a un tipo de
hombre que pasa toda su vida sofocando al esclavo que lleva dentro y al final se siente
verdaderamente libre.
Y así el “intelectual” es un hombre interiormente libre que se respeta a sí mismo.
Mientras traducía al poeta inglés Southey, Pushkin escribió una línea sobre las deidades
224
domésticas, en un poema dedicado al hogar de la humanidad que parece transportarnos a
la antigua Grecia. Los dioses del hogar "enseñan la primera lección: me honro a mi mismo".6
Pero honrarse a uno mismo (y el poeta enfatizó esta línea) no significa en absoluto que
Pushkin fuera un ególatra y un egoísta. Significa otra cosa muy distinta: sólo quien respeta
al ser humano en sí mismo es capaz de respetarlo también en los demás. Pero hablaremos
de nuestras relaciones extrapersonales la próxima vez.
Gracias por su atención.
NOTAS
225
LECCIÓN 2
¡Buen día!
La última vez, durante la primera lección de este nuevo ciclo, hablamos sobre el concepto
de intelectualidad y los diversos complejos psicológicos detrás de las actitudes y acciones
que se oponen a esta noción. Y también llegamos a mencionar que tanto la intelectualidad
como ese sentimiento destructivo que la niega y que podemos definir como descortesía son
productos de la cultura y conviven en un mismo clima cultural como polos diametralmente
opuestos, en constante conflicto.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que sus fuerzas son desiguales. El poder de
la intelectualidad es inmenso y, como veremos en breve, obstinado, capaz de regenerarse
en situaciones que parecerían excluir la existencia de cualquier fenómeno cultural. Al
mismo tiempo, sin embargo, no es agresivo. Al contrario de las fuerzas contrarias, que son
absolutamente destructivas y pueden acarrear grandes pérdidas para la intelectualidad en
pie de igualdad y si no se hace todo lo posible por defender sus valores. Lo mismo sucede
con la ecología: si la naturaleza choca con el hombre y sus armas tecnológicas, entonces se
revela débil, indefensa y necesitada de protección. Sin embargo, la naturaleza puede contar
con reservas inagotables: a diferencia de la tecnología humana, de hecho, es eterna y está
destinada a prevalecer a largo plazo. Tal vez, cuando eso suceda, ya no estemos aquí. Pero,
por el momento, con cada golpe que se le asesta, la naturaleza se encuentra en la posición
de los más débiles.
La relación entre cultura, intelectualidad por un lado y fuerzas adversas y
destructivas por el otro es muy similar. Las energías que el humanismo y la civilización
tienen reservadas son casi ilimitadas. Y esto se puede entender por el hecho de que en la
historia de la humanidad ni el humanismo (que siempre nos parece tan frágil) ni la
intelectualidad (que es igual de frágil) nunca han desaparecido, a pesar de todo. Por cierto,
226
hablaremos en breve sobre los intentos deliberados que se han hecho con todas las armas
posibles para reprimir estos sentimientos. Sin embargo, invariablemente renacen cada vez,
demostrando ser muy persistentes, quizás porque son inherentes a la naturaleza humana.
Entre otras cosas, si quisiéramos condensar la intelectualidad en una imagen como forma
sublime de sociabilidad y ejemplo de relación humana basada en el respeto mutuo y el amor
incondicional, entonces podríamos tomar cualquier representación a nuestro alcance de
una madre con su hijo. De hecho, cada uno de ellos remite a iconos y a la iconografía de la
Virgen con el Niño Jesús, como símbolo que recorre toda la historia de la humanidad. Y el
punto aquí ni siquiera es el amor (aunque, por supuesto, es indispensable). Te daré un
ejemplo.
Quisiera volver a una cuestión más general que nos concierne a todos, a saber, la
naturaleza del diálogo y la comprensión mutua. Un psicólogo estadounidense ha estudiado
la relación entre la madre y el recién nacido que todavía no puede hablar, y lo ha hecho de
forma impecable desde el punto de vista técnico, haciendo planos, revisando tomas a
cámara lenta, examinando las condiciones en las que se producía la comunicación. Y resultó
que, aunque la madre habla un idioma y el niño (nacido solo unos meses o semanas antes)
otro, los dos aún logran comunicarse. Entonces, la primera condición identificada por el
estudioso para una comunicación efectiva es el deseo mutuo de entenderse. Además, ha
hecho algo muy singular, y es que ha fotografiado -no posando, sino en situaciones
naturales- a varias madres mientras amamantan y hablan con sus hijos. Luego, mientras
miraba estas películas muy lentamente, descubrió que madre e hijo están intercambiando,
por así decirlo, sus respectivos idiomas. De hecho, el niño intenta imitar la mímica de la
madre y reproducir sus expresiones, sonríe cuando la ve sonreír y pronuncia los mismos
sonidos que pronuncia ella. Y la madre deja de lado su lengua humana "adulta" y comienza
a tartamudear, imitando las líneas del habla infantil. En otras palabras, estos dos seres -
separados y diferentes, pero unidos entre sí por el amor y el interés que sienten el uno por
el otro- intercambian lenguajes, para intentar entenderse y penetrar en el mundo del otro.
Cada uno abandona momentáneamente su propia lengua y pasa a la del interlocutor,
porque la lengua del otro es también su personalidad.
227
Es como si estuviéramos ante un modelo ideal de diálogo. Por lo tanto, creo que
puedo decir que este es el modelo ideal de intelectualidad. Porque la esencia de la
intelectualidad es el deseo de entenderse, de entender que el otro tiene derecho a ser tal,
que no tiene por qué ser como yo y que me interesa como algo distinto a mí, porque no
quiero pisotear su individualidad y hacerlo idéntico a los demás o a mí mismo para poder
mandarlo más fácilmente. Me interesa su mundo interior precisamente porque es
diferente, nuevo e inesperado.
Chéjov viene a la mente de nuevo. Escribió en una carta que su tipo ideal (que
describió de diversas formas) tiene algunos defectos. En primer lugar, fuma y luego no sabe
idiomas extranjeros. Pero esto no es cierto. Chéjov "hablaba bien el alemán, tanto que sus
últimas palabras fueron "Ich sterbe" ("Me muero" en alemán) y se llevaba más que
excelentemente incluso con el francés. Pero evidentemente eso no le bastaba, pues creía
que el conocimiento de una lengua extranjera era una herramienta de enriquecimiento
extraordinariamente importante e interesante para un "intelectual". A principios del siglo
XIX había un tal Mezzofanti, un italiano políglota que se había convertido en una cuestión
de honor hablar con cualquiera en su idioma. Y esta sería sin duda la regla del hombre de
buenos modales, si estuviera al alcance de todos. De hecho, no todo el mundo tiene ese
don.
Pero volvamos a la cuestión del diálogo y el vínculo que existe entre el concepto de
intelectualidad y el interés que sentimos por los demás. Es decir, a esa actitud que en el
siglo XVIII pasó a denominarse "tolerancia", del francés tolerer, "toler", o, en esencia,
"soportar". Que en ruso se traduce con el término 'terpimost' y que significa: 'Respeto a los
demás, les permito tener creencias diferentes y los aprecio porque son originales y no se
parecen a mí'. Al respecto, recuerdo un episodio curioso. A principios del siglo XIX estalló
en Rusia un caso muy interesante. El historiador y escritor Karamzin, famoso y considerado
viejo (aunque acababa de pasar de los cincuenta), era conocido por sus puntos de vista
conservadores. Los jóvenes liberales, que querían más libertad, lo criticaron muy
duramente y se burlaron de él en una serie de epigramas (Pushkin también compuso
pérfidos, aunque le gustaba mucho Karamzin). El decembrista Nikolai Turgenev, por
228
ejemplo, incluso llegó a negarle el derecho a pensar como quisiera, ya que era un viejo
barbote al que tenía que callar. Luego, la esposa de Karamzin, en una carta dirigida a su
hermano, el joven liberal Vyazemsky, escribió que estos partidarios de la libertad (incluido
el propio Vyazemsky) no reconocían la libertad de los demás de tener convicciones
diferentes a las suyas. Querían que todos vistieran el uniforme de los liberales, como si la
libertad consistiera en renunciar al uniforme de los conservadores y sustituirlo por el de los
liberales. Para Karamzin, en cambio, la libertad se expresaba en prescindir de los uniformes
y creer en lo que se consideraba más justo y conforme a la verdad.
Como puede ver, estas disputas no suceden solo hoy. Hemos dicho que el hombre
bien educado se esfuerza por comprender al otro. Pero, ¿cómo lo percibe este otro
incivilizado? Primero, está convencido de que siempre tiene la razón. Mientras que en la
base del concepto de intelectualidad sólo puede haber dudas. En el que, entre otras cosas,
se basa todo el pensamiento occidental. De hecho, el dicho pertenece a Descartes, el
famoso filósofo francés del siglo XVII: “Cogito, ergo sum” – Pienso, luego existo. Y de hecho
es precisamente lo que cualquier hombre pensante, es decir, cualquier "intelectual", podría
escribir bajo su escudo. Descartes no creía que existieran hombres irreflexivos, pero creía
que la vida sin pensamiento no era una vida real, sino algo completamente diferente.
Porque la hierba también existe, pero no lo sabe, el hombre en cambio se destaca
precisamente por esta característica. Esto es lo que significa “Cogito, ergo sum”. Pero, ¿qué
es el pensamiento, qué quiere decir Descartes con "yo pienso"?
Pensar es el derecho a dudar, la capacidad de dudar de todo al menos una vez en la
vida. Nuevamente, esta no es una actitud negativa; sería ingenuo creer que para Descartes
pensar equivalía a no creer en nada. El pensamiento para él era otra cosa. Si tomo prestada
una idea sin dudarlo, significa que esa idea no es mía, sino de otra persona, y que yo soy
sólo una especie de saco en el que la han metido. Lo recibí de manos de otros, por lo que
no se ha convertido en parte de mi personalidad. Dudar de todo y luego aceptar ciertas
ideas por libre elección y gracias al propio esfuerzo intelectual y espiritual, significa en
cambio tomar posesión de ellas.
229
De aquí viene otra característica importante que distingue al intelectual: es un
individuo que tiene convicciones maduras y que construye su vida de acuerdo con estas
ideas. Incluso puede estar equivocado, pero está dispuesto a pagar por sus errores, incluso
con su vida.
En general, a menudo hablamos de creencias, tengo mis creencias, etc. Pero para
evaluarlas, existe una vara de medir precisa: ¿qué estás dispuesto a sacrificar por tus ideas?
Si está dispuesto a renunciar a una taza de café, pero nada más, estas no son ideas reales.
Cuando Tolstoi, un joven oficial de artillería, llegó a Petersburgo después de regresar de
Sebastopol, se topó con la redacción de "Contemporary" durante un enfrentamiento entre
liberales y demócratas, Turgenev y Druzhinin por un lado y Chernyshevsky y Dobrolyubov
por el otro (este último, de hecho, ya trabajaba en la revista). Tolstoy no pudo entender
nada y le preguntó a Nekrasov cuál era el objeto de la disputa. Y Nekrasov respondió: ¿como
cuál? ¡Pero creencias! ¡Pero qué convicciones! Tolstoi luego replicó. Estas son palabras, no
creencias. Las convicciones son cuando uno está en guardia empuñando un puñal: ¡intenta
animarte! Las palabras no son necesariamente creencias.
La capacidad de unir vida y pensamiento es uno de los rasgos peculiares del
individuo pensante y del intelectual. Hablar no cuesta nada. Combinar vida y pensamiento,
en cambio, es difícil, porque la realidad muchas veces exige sacrificar las propias ideas. Pero
acordaos de lo que dijimos la última vez, citando la carta de Chéjov: “el hombre culto (pues
Chéjov equivale a nuestro “intelectual”) no miente ni siquiera en las cosas triviales, y más
cuando se trata de las importantes. Pero, sobre todo, se esfuerza por no engañarse nunca.
Por otro lado, una de las características del opuesto del intelectual consiste en la tendencia
a crear un doble que lo justifique y que siempre le dé la razón. No tiene ningún deseo de
entender a los demás y ni siquiera lo intenta. Y este es un punto fundamental del que
depende el futuro de nuestra sociedad. Hemos desaprendido por completo cómo entender
a los demás. Ahora se habla mucho sobre el hecho de que necesitamos ir a lecciones de
democracia y aprender a discutir. ¡Pero eso no es lo que importa! ¿Qué significa discutir?
Más bien, necesitamos aprender a comprender a los demás y respetarlos. Entre otras cosas,
nuestras relaciones internacionales también mejorarían.
230
Ya hemos dicho que la cultura, incluida la cultura nacional, produce, por así decirlo,
dos polos opuestos: el de lo intelectual y el de lo no intelectual. El problema es que los
diversos grupos nacionales se confrontan mayoritariamente a través de sus representantes
no intelectuales, quienes terminan influyendo así en la idea que se tiene de toda la
comunidad en su conjunto. Y esto pasa porque no hay muchos intelectuales y no es fácil
encontrarlos.
Te diré que tuve la suerte de conocer a un hombre como Uku Masing7 en Estonia.
Era el ideal mismo del intelectual. Persona de extraordinaria erudición y refinamiento
mental, para quien la cultura occidental y la oriental eran igualmente cercanas y familiares.
Además, fue un verdadero intelectual precisamente por su excepcional modestia. Casi
parecía emitir luz y bastaba pasar unas horas en su compañía para sentirse mejor. Un
individuo incomparablemente noble.
Pero, por supuesto, también había otras personas como él. Si bien no los enumero
a todos, no puedo dejar de mencionar al profesor Richard Klejs8, profesor de nuestra
universidad y Kallista Kann9. Ellos también fueron grandes intelectuales. Y, por supuesto,
también hay gente de su nivel en Rusia. Una vez más, no puedo enumerarlos a todos, pero
creo que nuestros espectadores conocen el nombre del académico Andrei Dmitrievich
Sakharov o el de Dmitri Sergeevich Likhachyov. Gente muy noble y auténticos intelectuales.
Pero como en la calle, en la vida cotidiana, nos encontramos con personas diferentes a ellos,
acabamos haciéndonos una idea de una determinada comunidad nacional basada en
individuos que nada tienen que ver con la cultura. ¿Cómo?
En primer lugar, como ya te he dicho, hay pocos intelectuales. ¿Por qué hay tan
pocos? Pero debido a que en general no hay muchas personas talentosas, incluso menos
grandes mentes y genios, solo ocurre uno de vez en cuando. Pero hay más Los intelectuales
suelen ser los primeros en ser víctimas de la represión política. Los regímenes dictatoriales
tienden a deshacerse en su mayoría de estas personas; podríamos citar innumerables
ejemplos. Luego llega el turno de los demás, pero los primeros en ser perseguidos son los
intelectuales.
231
Les recuerdo que, ya en los albores de la Revolución de Febrero, Alexei Maximovich
Gorky lanzó una advertencia. Era consciente de la importancia de la intelectualidad en Rusia
y de lo escasa que era. Y por ello decidió hacer oír su voz con una serie de artículos que en
su momento fueron criticados por todos10. “Particularmente dura fue la crítica a Stalin,
quien dijo que Gorky obviamente quería ser relegado al archivo donde terminó Plekhanov.
Stalin fue grosero incluso entonces. Creo que releer hoy estos artículos de Gorky sería más
útil que nunca. Posteriormente, entre 1918 y 1919, el escritor organizó la famosa KUBU
(Comisión para la Mejora de las Condiciones de Vida de los Escolares) en Petrogrado,
dedicándose a una empresa aparentemente improductiva: proporcionar raciones de
alimentos y chanclos a las personas que realizaban actividades intelectuales. Además,
intervino constantemente con las autoridades, porque la Cheka arrestó a este intelectual
hoy, mañana a aquél. Y luego Gorky escribió que era un gran escritor o un profesor famoso
que no debía ser fusilado, porque poseía conocimientos indispensables que debían ser
preservados y transmitidos a otros. Gorki era muy consciente de que la cultura nacional se
acumula en los individuos, como si fueran bibliotecas o laboratorios vivientes. Y por eso su
muerte es una auténtica tragedia nacional, porque con él también se va una parte enorme
de la cultura. De hecho, no todo se puede copiar y transmitir.
A principios del siglo XV, Lorenzo Valla había enumerado las cinco condiciones
indispensables para ser humanista, es decir, un individuo de gran cultura y sublime estatura
moral. En primer lugar, era necesario asociarse con personas cultas que, en ese momento,
eran los hombres del Renacimiento, los que estaban volviendo a poner en boga la
civilización clásica. En segundo lugar, había que conseguir una biblioteca. Además, otros
factores determinantes eran el lugar y la época en que se vivía y la disponibilidad de tiempo
libre. A decir verdad, Valla no se limitó a anteponer la comparación con los interlocutores
vivos. En una disputa "posterior" (es decir, una oración en la que primero se presenta una
tesis y luego aparentemente se refuta), demostró que en su caso faltaban las condiciones
segunda, tercera, cuarta e incluso la quinta. No tenía ni tiempo libre ni riqueza ni un lugar
donde quedarse y, al parecer, al principio ni siquiera una biblioteca. Pero tenía lo primero,
232
que según él también era lo más importante: la posibilidad de asociarse directamente con
los humanistas. Y evidentemente no fue una coincidencia.
De hecho, los contactos personales son de particular importancia. El conocimiento
también se puede transmitir en la escuela o en la clase. El conocimiento puede reconstruirse
a partir de libros, siempre que se hayan conservado y no hayan sido destruidos. Pero
transmitir la tradición cultural es competencia exclusiva de los intelectuales. En la última
lección, con respecto al complejo ocupante, dijimos que éste se comporta de esta manera
porque se ha desvinculado de su propia cultura sin haber comprendido la de los demás. Por
el contrario, la intelectualidad es siempre acumulación de nociones en vínculo vivo con la
tradición cultural. Es algo que convive con el ser humano y se transmite de un individuo a
otro.
Sabemos que con motivo de la quirotonía o de la concesión del orden episcopal, la
venida del Espíritu Santo se produce mediante la imposición de manos (“quirotonía”, para
ser precisos). Los que ya han sido ordenados deben acercarse al novicio y transmitirle la
gracia imponiendo sus manos. Lo mismo sucede en el ámbito de la cultura, que requiere un
contacto e intercambio vivo entre los intelectuales. Pero, ¿qué sucede si esta cadena se
rompe, si falta quien debe transmitir el conocimiento? En ese caso, para un traspaso que
podría ocurrir rápidamente, tomaría siglos nuevamente. Precisamente por eso, la
indiferencia hacia los intelectuales es una actitud arriesgada. En el ámbito cultural, cada
lágrima, cada fractura es comparable a una tragedia nacional, como cuando se pierde una
biblioteca, como sucedió en Leningrado con la biblioteca de la Academia de Ciencias11. Una
auténtica catástrofe para el país, igual a la de Chernobyl'.
Entonces nos damos cuenta que, por un lado, esta cadena es muy sólida; de hecho,
se basa en sentimientos similares a los que unen a madre e hijo, inherentes al alma humana.
Por otro lado, sin embargo, también es frágil, puede destruirse y romperse. Y nos estamos
dando cuenta ahora mismo. Ya se habla abiertamente, en los diarios y desde los foros, de
nuestro retroceso en el campo científico, de que nos hemos quedado rezagados y en los
rankings mundiales nos encontramos junto a países que se independizaron hace apenas
unos diez años. Pero, ¿cómo es esto posible? Sin embargo, no fue así. Aquí la (gran) culpa
233
la tienen los responsables de la pérdida de cientos de intelectuales, abanderados de nuestra
cultura. Y, recalco, intelectuales, no gente educada.
Porque cuando vemos a un académico u otro erudito distinguido rodearse de
arribistas insignificantes, u obligar a sus alumnos a poner su nombre primero en un artículo,
aunque no tenga nada que ver con esa investigación (y, por desgracia, esto se está
convirtiendo en un hábito en el mundo académico), estamos seguros de que no estamos
tratando con un intelectual, sino con un burócrata similar al protagonista de la historia de
Pavlov.
El burócrata es en sí mismo una figura “anticultural”. Así como el intelectual
transmite su intelectualidad, el burócrata transmite su rudeza. Es una cuestión genética: los
genes se reproducen creando individuos idénticos, no pueden evitar hacerlo. Si quitamos
de la cadena de la cultura a un intelectual, a un hombre talentoso, a un genio creativo,
inmediatamente se instalará en su lugar un burócrata que luego esparcirá a muchos de sus
compañeros, todos hechos con un cortador de galletas. Y entonces no nos sorprendamos si
dentro de un tiempo la tierra ya no dará frutos, las cosas dejarán de funcionar y la ciencia
que, hasta hace poco, estaba en auge, caerá en el olvido. Es el resultado de nuestra
tendencia a derrochar y despilfarrar, una especie de desastre ecológico. Así como la tierra
no puede dar frutos constantemente, la gente tampoco puede proporcionar talentos sin
cesar. Y si tratamos de forzarla a producir, la tierra se cansará y la gente también.
Entonces el concepto de intelectualidad no es algo 'bello', sino secundario. Porque
para nosotros tener herramientas técnicas es muy importante. Y si no podemos producirlos,
terminaremos importándolos, o consiguiéndolos por medios ilegales, convencidos de que
está bien de todos modos. ¡No! Lo importante es que el organismo nacional esté sano, que
sea capaz de generar cultura para proveerse a sí mismo de su propio futuro, sin necesidad
de inyecciones externas. Por eso es fundamental entender que aquellos valores
aparentemente puramente morales como la tolerancia, la bondad, el respeto por los
demás, en realidad representan cuestiones vitales.
Ahora en cambio nos hemos acostumbrado, si queremos ofender a alguien, a
llamarlo “intelectual”. Y no es casualidad, porque efectivamente muchos creen que la
234
intelectualidad es esclava de la burguesía, que es antipopular, hostil, cobarde, etc. Pero esta
es una posición equivocada y peligrosa.
Entonces podemos concluir así: el potencial espiritual del pueblo se expresa en sus
fuerzas creadoras y en su capacidad de generar intelectuales.
Gracias por la atención.
NOTAS
235
LECCIÓN 3
¡Buen día!
236
que es necesario dedicarle unas palabras. En este sentido, me agradó mucho leer la historia
de un autor que es de los pocos que escriben la verdad sobre la guerra, primero porque la
conocen y segundo porque son sinceros. Ambos requisitos son indispensables: la sinceridad
sin conocimiento no es suficiente, y tampoco el conocimiento sin sinceridad. El escritor al
que me refiero es Vasily Bykov y probablemente nuestros espectadores recuerden su
historia Sotnikov, a partir de la cual se hizo una película, en mi opinión mucho menos
profunda12.
Como sabéis, en Sotnikov chocan dos personajes, uno es un veterano de una pieza,
que en el frente, en cualquier situación de guerra “normal”, se lleva muy bien. El otro, en
cambio, es un individuo con una intensa vida espiritual e intelectual (sin importar la
profesión que ejerza). Al principio nos muestra su peor cara (solo en la historia, sin embargo;
en la adaptación cinematográfica es un santo desde el primer plano, por lo que la trama es
demasiado estática). En el libro, sin embargo, se comporta bien, pero de manera torpe; por
ejemplo, emprende un reconocimiento aunque esté resfriado, por pura generosidad.
Lástima que la nobleza no siempre es recompensada. Al toser, termina haciendo fracasar la
misión. Pero cuando, junto con sus compañeros, se encuentra en una coyuntura en la que
ya no cuentan ni la fuerza física ni la habilidad, ni siquiera esas otras características que
beneficiaron al veterano Rybak en la vida cotidiana, es decir, cuando tiene que lidiar con
una situación realmente extrema, donde solo se puede confiar en la firmeza de la mente y
el impulso espiritual, entonces el veterano Rybak, que parecía tan enérgico y confiable, tira
la mano. Hasta este punto de la narración, el intelectual Sotnikov había sido más una carga.
Por ejemplo, al realizar una “tarea aparentemente sencilla como robar un carnero, para
llevárselo a los guerrilleros escondidos en el bosque, había fracasado, no había podido
alejarse en silencio. Cuando, por otro lado, se trata de soportar lo que parecería intolerable,
entonces surgirá que en tal situación un individuo físicamente débil y no particularmente
hábil puede resultar inesperadamente valioso.
También hay otra obra de un escritor igualmente sincero, Viktor Nekrasov. El lucio
es un relato breve, veraz y sin pretensiones, centrado en la figura del teniente Il'in, de quien
(quién sabe por qué) todos se burlan. Lo apodan Luccio. No hay nada marcial en él, su
237
uniforme cae ridículamente bajo, pero cuando llega el momento de demostrar la firmeza
de carácter, uno descubre que es mucho más difícil vencer su naturaleza intelectual que la
mera fuerza bruta. Por eso no me creo toda esa palabrería tendenciosa sobre los
intelectuales débiles y cobardes. Incluso la experiencia me ha enseñado que las personas
más fuertes son aquellas que pueden contar con algo. Para unos es religión, para otros la
creencia en el propio talento, para otros aún la conciencia del deber propio hacia el pueblo,
pero, en todo caso, es un sentimiento moral. Estos individuos demuestran ser capaces de
resistir lo que la mera resistencia física no puede. Por eso creo que la tendencia al heroísmo
es inherente a la intelectualidad. Y lo confirma también la historia de la humanidad, que nos
ofrece muchos ejemplos de sublime sacrificio. Los cuales, por regla general, están ligados a
aquellos individuos capaces de grandes saltos espirituales que llamo "intelectuales".
Y aquí nuestra discusión toma otra dirección. Individuos como estos, de hecho, están
inevitablemente destinados a entrar en conflicto con el mal. Porque generalmente son
luchadores, acostumbrados a pelear en circunstancias difíciles. Ocurre muy raramente que
sus relaciones con los que están en el poder sean idílicas. Y esto hay que subrayarlo, porque
en cambio aquí se difunde otro mito basado en una observación sociológica que, sin
embargo, como suele ocurrir, ha sido banalizado y primitivizado en extremo. Me refiero a
la opinión generalizada según la cual los intelectuales son servidores del poder. Esta es una
idea profundamente equivocada. Una vez más los conceptos se confunden. A quienes
ejercen profesiones intelectuales y que forman parte de la maquinaria burocrático-
administrativa se les puede llamar intelectuales (y de hecho lo son). Sin embargo, si
“extendemos este concepto (y lo estamos haciendo ahora mismo) también a los individuos
que realizan las funciones de conciencia e intelecto de la sociedad (más allá de aquellos que
proveen a la máquina estatal de las teorías que necesita), entonces el cuadro que
obtendremos será completamente diferente.
Por regla general, estos individuos no solo son incorruptibles, sino que también
están dispuestos a pagar el precio de su integridad moral. Y la historia, una vez más, lo
demuestra. Ningún otro grupo social cuenta entre sus filas con más mártires que la
intelectualidad. Por lo tanto, es muy ofensivo acusar a estas personas de ser servidores del
238
poder. Es una simplificación inaceptable, exactamente como cuando en plena polémica
antirreligiosa se decía que tal o cual mártir cristiano sacrificado en los circos romanos había
engañado al pueblo, nublando su conciencia con sus dogmas religiosos. Estas
banalizaciones son siempre vulgares y nunca inteligentes, así como hacemos una injusticia
a nuestra inteligencia si reducimos el espíritu de sacrificio propio del intelectual sólo al
deseo de postrarse ante los poderosos del momento.
Además, para que surgiera la intelectualidad se necesitaban personas con cierto
grado de independencia. De vez en cuando, a lo largo de la historia, la sociedad se ha
mostrado capaz de producir individuos relativamente autónomos. A menudo eran sujetos
rechazados en los márgenes de la comunidad, o los primeros en cortar lazos con ella. En
todo caso, se trataba de personas que no podían o no querían hacerse un lugar cómodo en
la sociedad de la época. Difícil definirlos intelectuales, sin embargo formarán el suelo que
les dará vida. Más adelante conoceremos a estas personas en diferentes etapas de la
evolución histórica y, aunque nunca los definiremos automáticamente como intelectuales,
reconoceremos en ellos el medio que dará origen a la intelectualidad. “Por ejemplo, en la
Edad Media apareció una clase que en la Rus se llamaba “los desclasados”. No tenían una
posición precisa dentro de la sociedad de la época y se sentían extraños en todas partes por
su actitud crítica. Por supuesto, tampoco eran ángeles. Pero, así como el fenómeno del
bandolerismo coincidió con las revueltas campesinas antifeudales (en ambos casos se
trataba de marginados que habían huido y llevado una vida errante), incluso estos
individuos más dotados y con una sensibilidad moral más marcada (o simplemente más
inquietos) se pusieron en camino, se convirtieron en vagabundos y, a veces, en hombres de
gran cultura. Me refiero en particular a los que en el siglo XII en Europa serán llamados
clérigos errantes. En su mayoría eran estudiantes: en la Edad Media la suya era una
condición social real. Mientras estaban matriculados en una universidad o asistían a una
escuela monástica, disfrutaban de un estatus definido, después del cual volvían a partir,
vagando de un lugar a otro a pie.
Y así los clérigos, monjes, peregrinos, miembros de órdenes mendicantes o errantes
se convirtieron en los caminantes por excelencia. Caminaron porque esta era su naturaleza,
239
su lugar en la Tierra. En la Edad Media no fue un hecho raro, porque la Tierra misma fue
concebida como un lugar de peregrinación. Pero entre ellos había también hombres que no
visitaban los lugares sagrados y que sólo se hacían pasar por vagabundos en busca de Dios,
en realidad eran tipos despreocupados que componían cancioncillas y versos de contenido
no siempre casto. Así fue como elementos de la antigua poesía amorosa y del folclore
popular resurgieron en la poesía de la época. “Cuando los románticos descubrieron estos
poemas a principios del siglo XIX, su idea de la Edad Media quedó completamente
revolucionada. Junto al anacoreta melancólico y al cruzado que luchaba por el Santo
Sepulcro, apareció un nuevo tipo, el del erudito alegre que escribía versos en latín utilizando
un lenguaje bastante atrevido, a veces incluso indecente. Eran poetas o eruditos que no
habían encontrado su nicho, porque la sociedad de la época tendía a excluir a los individuos
más independientes. El de los clérigos errantes fue en pocas palabras un ambiente de
opositores políticos, aunque hasta cierto punto, en realidad nunca llegó a una revuelta
abierta. Frente a la sociedad de la época se mantuvieron al margen para poder observarlo
con ojo sarcástico y lo metieron en el sedán. “Algunos gobernantes supieron apreciar esta
actitud burlona, otros no, pero, en todo caso, los individuos de los que hablamos nunca
dejaron de jugar con la sociedad, manteniendo la distancia de seguridad. Esta será también
la posición del hombre del Renacimiento, que se definirá a sí mismo como un "humanista"
ya que pondrá en primer lugar la dignidad humana y las ciencias humanas (es decir, el
conocimiento secular).
Los humanistas procedían de los estratos sociales más dispares. Entre ellos
encontramos altos prelados (incluso algunos papas, como Niccolò V) y muchos funcionarios
estatales (como Niccolò Machiavelli, que sirvió durante mucho tiempo en la República de
Florencia). Pero no eran solo burócratas o prelados; formaban una cofradía particular de
hombres de cultura que no tenía un estatuto propio preciso, aunque sus miembros se
reconocieran a primera vista. Por ejemplo, Tomás Moro identificó inmediatamente a
Erasmo de Rotterdam cuando lo vio, a pesar de que no habían sido presentados. Este último
dio prueba de sus conocimientos y “Tomás Moro exclamó: “¡O eres Erasmo de Rotterdam,
o el diablo!”. Se reconocían como conspiradores pertenecientes a la misma sociedad
240
secreta y, de hecho, en el mundo de la época representaban una especie de cuerpo extraño.
No es sorprendente que sus relaciones con el poder fueran a menudo complicadas, aunque
rara vez desembocaran en un conflicto abierto. De aquí a la república de filósofos que se
gestaba en Europa en el siglo XVIII el paso es realmente corto.
El siglo XVIII se llamó a sí mismo la “era de la ilustración”, un gran siglo, porque se
pensaba que los sufrimientos de la humanidad habían llegado a su fin. Fue el momento en
que los seres humanos, agobiados aún por los prejuicios y supersticiones del pasado y
manchados con la sangre derramada hasta allí, vislumbraron por fin la luz del intelecto. Y
no era posible que después de ver ese resplandor siguieran viviendo como antes en la
oscuridad. De modo que en el umbral del siglo XIX se produjo un cambio radical. Como diría
más tarde Karamzin: estábamos esperando que la teoría finalmente se fusionara con la
práctica. Hasta entonces los filósofos habían elaborado sus teorías; ahora vendría el tiempo
de la acción que se manifestaría sobre todo en una fraternidad universal entre los hombres.
¿Recuerdas la Oda a la Alegría de Schiller? “¡Abrácense, millones!” El joven Karamzin
también albergaba el mismo sueño: subir a la cima de una alta montaña y, al ver a toda la
humanidad reunida a su alrededor, exclamar: "¡Hermanos, abrácense unos a otros!" Y
entonces todos se habrían abrazado con lágrimas en los ojos y él habría podido devolver
serenamente su alma a Dios.Es el sueño de un joven idealista, por supuesto, pero también
el de toda una época. Herzen escribiría más tarde que el pecho de la humanidad nunca
había respirado tan libremente como en la sublime primavera de 1790. Pero esa sublime
primavera no fue seguida en absoluto por el verano, sino por un derramamiento de sangre
como nunca antes se había visto. Primero la revolución, el Terror, luego la guerra que de
1792 a 1815 conmocionó a toda Europa, desde Gibraltar a Moscú.
Entonces los filósofos vivían en esta atmósfera de expectativa, y no eran muchos,
unas veinte personas, esparcidas aquí y allá desde Petersburgo hasta Londres (aunque su
capital obviamente era París). En realidad, estos individuos eran iguales a todos los demás,
sujetos a las mismas pasiones, envidias y celos y desgarrados por las mismas
contradicciones. Pero tenían una cosa en común: se sentían apóstoles de una nueva era y
creían sinceramente que sus palabras crearían un mundo nuevo. Y la palabra que los unía a
241
todos era esta: tolerancia. Esa tolerancia que, a sus ojos, se oponía a la intolerancia de la
"Edad Media", a su tendencia a odiar e imponer las propias ideas a los demás. Pero estos
individuos pronto terminarán por darse cuenta de que también la tolerancia, para no
convertirse en un concepto vacío, debe convertirse en consigna y palabra de lucha. No en
vano, sus contrincantes en una canción satírica les pondrán el sobrenombre de tolerantes
intolerantes, "tolerantes intolerantes" o "tolerantes intolerantes", es decir, los que
propagan la tolerancia, pero son los primeros en no practicarla.
Por otro lado, a menudo sucede que las cosas toman este giro. Cuando los enemigos de la
democracia sienten que han perdido apoyo, comienzan a apelar a la democracia misma ya
decir que criticarlos es antidemocrático y que hay que ser tolerantes. Así que es el término
mismo, "tolerancia", el que está dotado de una energía peculiar. En este sentido, me
gustaría referirme a un episodio en particular, a saber, una anécdota sobre Voltaire.
Me detendré precisamente en él porque muchos aspectos de la personalidad y el
comportamiento de este hombre sin duda excepcional nos irritan hoy. Ahora Voltaire ya no
se nos aparece como un apóstol de la verdad. Y más aún porque, como dijo Pushkin, muchas
de sus características personales requieren justificación. Sin embargo, su ejemplo me
parece absolutamente apropiado. Siempre estamos hablando de tolerancia. Voltaire fue un
hábil predicador, filósofo, escritor, así como un buen poeta, dramaturgo y polemista. Un
hombre dotado de energías espirituales inagotables, a pesar de su debilidad física. No sólo
era un burlón cáustico o, como afirmaban sus rivales, un cínico enemigo de todo lo antiguo,
sino también un hombre de gran alma, un alma intelectual hasta la médula. Sé que ahora
puede parecer extraño y por eso intentaré explicarme mejor. No me refiero a las ideas, sino
a la personalidad, al alma.
Todos los años, en el aniversario de la Noche de San Bartolomé, Voltaire enfermaba.
La noche de San Bartolomé... En tiempos de Voltaire habían pasado casi dos siglos desde
entonces y no hubiera sido difícil olvidar aquel espantoso episodio de intolerancia mutua,
cuando los católicos de noche, rompiendo la tregua, habían masacrado sin piedad a
mujeres, niños, ancianos, a todos los hugonotes que habían invadido París siguiendo al
almirante de Coligny. Masacres aterradoras también habían tenido lugar en el sur, en
242
Toulouse. Francia se hundía en sangre en nombre de la unidad de la Iglesia y de la fe
profanada. Podemos criticar este evento desde un punto de vista filosófico, podemos
juzgarlo desde una perspectiva histórica diferente, y esta es nuestra actitud favorita hoy,
pero enfermarse ese mismo día es algo completamente "diferente". Y significa tener no sólo
convicciones, sino también una conciencia que se comunica con el cuerpo y está
profundamente arraigada. Y fue precisamente esta conciencia la que le abrió a Voltaire las
puertas de una actividad que, de todas las que emprendió, me parece la más meritoria, a
saber, tomar partido en defensa de personas injustamente acusadas y blanco del fanatismo
religioso.
Todos recuerdan la historia del hugonote Jean Calas. Estamos en el sur de Francia,
no lejos de Toulouse, una zona donde la presencia de los protestantes hugonotes es
impresionante, pero donde, por otro lado, el fanatismo católico también es fuerte. Y como
la lista de prejuicios y violencias cometidas es ya larga, la opinión pública filistea espera en
cualquier momento una conspiración por parte de los protestantes. “Y, en un momento,
sale la siguiente historia. La familia del anciano hugonote Calas se vio afectada por una
desgracia: el hijo, probablemente en un ataque de locura, se suicidó ahorcándose. Al
principio abundaron los chismes y los rumores, luego intervinieron los monjes y las
autoridades de la ciudad. El juicio se desarrolla en un ambiente de partidismo y en clara
infracción de todas las leyes.
El padre está acusado de asesinato. Comienzan a circular rumores de que el hijo
quería convertirse al catolicismo y que el padre lo mató por ello. El veredicto es terrible. El
anciano de más de sesenta años es sometido primero a la tortura de la rueda -el verdugo le
rompe brazos y piernas- y luego quemado en la hoguera. Las hijas son encerradas en un
convento católico y la familia se ve obligada a huir.
Voltaire descubre este caso y no sólo hace todo lo posible por defender la memoria
de Calas, sino que conmueve cielo y tierra y, temblando de ira, escribe a amigos y conocidos
cercanos al gobierno. Convertir el final de Calas en un escollo para la opinión pública
europea. La injusticia cometida en un rincón remoto del sur de Francia está en boca de
243
todos -desde San Petersburgo hasta Londres- y al final la verdad sale a la luz, Calas se
rehabilita y sus hijas pueden irse a casa. Pero, sobre todo, es la razón la que triunfa.
Otra historia más, muy similar. De nuevo una desgracia que le sobreviene a un
hugonote, todavía cerca de Toulouse. Su hija, una niña con problemas mentales, acaba en
un convento, donde, a fuerza de latigazos, intentan convertirla a la verdadera fe. Ella logra
escapar y, aturdida, cae a un pozo. Los Sirven, una familia provinciana tranquila y pacífica,
están acusados de haberla matado con fines rituales. Consiguen escapar y salvarse, pero
son condenados a muerte en rebeldía. Si leemos las cartas de Voltaire de esa época, nos
damos cuenta de que están escritas con sangre, por así decirlo: “Yo, un anciano, lloro
porque pertenezco a esta nación monstruosa, en la que la gente sale de la plaza donde la
torturan y la descuartizan y van a la ópera cómica. Son tigres, gorilas”. Pero pronto sucederá
otro episodio, esta vez no en el sur, sino en el norte de Francia. Un joven noble, un tal La
Barre, atrae la envidia del pueblo porque una dama, superiora de un convento, ha negado
sus favores a un magistrado para concedérselos. Y este magistrado logra que lo acusen de
impiedad. Registraron su casa, encontraron las obras de Voltaire, así como algunas novelas
licenciosas, y lo acusaron de desacato a la religión. Además, resulta que alguien ha mutilado
el crucifijo que está en el puente. El joven encuentra un final espantoso: le arrancan la
lengua, le cortan la mano derecha y la cabeza y luego le queman el cuerpo.
Por lo tanto, cuando Voltaire trató de contrarrestar el fanatismo religioso con sus
flechas, no estaba para nada en la posición de alguien que, encerrado en su estudio, pudiera
darse el lujo de elegir el arma a usar. Ahora bien, para nosotros, mirando hacia atrás desde
la distancia a mediados del siglo XVIII, es demasiado fácil decir que hubiéramos actuado de
otra manera y que Voltaire se hubiera dejado llevar por sus ataques. Se enfrentaba a un
adversario triunfante y sediento de sangre y trataba de contrarrestarlo de todas las formas
posibles. Pero Voltaire no solo estaba enojado con el fanatismo religioso, todas las
injusticias lo golpeaban como si lo tocaran personalmente. Logró que se reabrieran muchos
casos judiciales. En el silencio general, los tribunales del Antiguo Régimen fueron culpables
de un abuso tras otro. “Voltaire estaba entonces decrépito, pero las últimas palabras que
escribió –como si esta última opresión le hubiera atravesado el corazón– están dirigidas a
244
un individuo (o, mejor, a uno de sus descendientes) injustamente condenado. Me refiero al
general Lally, que había luchado en la India, había entregado Pondicherry a los británicos y
por ello fue acusado de traición y ejecutado. Voltaire logró demostrar que el general no era
culpable y que efectivamente había sido víctima de toda una serie de abusos y elegido como
chivo expiatorio. Poco antes de morir, descubrió que Lally había sido absuelta. Y las últimas
líneas que escribió fueron: Los que están a punto de morir se sienten resucitados cuando
escuchan una buena noticia.
Si un individuo es ofendido por las injusticias de este mundo hasta el punto de
arremeter incluso al borde de la muerte, creo que merece no solo respeto sino también la
absolución de sus pecados. No creo que muchos de los que ahora tiran la primera piedra
contra él puedan incluir tales hechos en su biografía.
De hecho, la defensa de la tolerancia y el sentido de la humanidad requiere coraje.
Auténtico coraje, sobre todo si, como entonces, esta lucha se desarrolla en circunstancias
nada seguras. Y Voltaire no estaba solo. Seguiremos viendo numerosos hombres de
conciencia cristalina, para quienes la lucha contra la injusticia y la barbarie triunfante era
mucho más importante que su seguridad personal e incluso su propia vida.
Gracias por su atención.
NOTAS
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LECCIÓN 4
¡Buen día!
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figura ideal que encarnara el bien. En su obra solo había máscaras, personajes grotescos y
Gogol estaba seguro de que lo habrían acusado de poco patriotismo. Y así, al final del primer
volumen, escribió: "Otras acusaciones harán contra el autor los llamados patriotas, que se
sientan pacíficamente en sus rincones, ocupándose de asuntos completamente privados, y
acumulando su buen capital, arreglando su vida a costa de los demás: pero si en cuanto
sucede algo, que a su juicio suena ofensivo a la patria, por ejemplo, aparece un libro en el
que se dice alguna amarga verdad, huirán de todos los rincones, como las arañas cuando
ven que en la telaraña hay Una mosca se enreda, y de repente van a lanzar fuertes gritos:
“¿Pero te parece bien exhibir estas cosas en la plaza, dar a conocer estas cosas al pueblo ya
la Comuna? Todas estas cosas, que se describen aquí, son también todas nuestras cosas:
¿crees que es bueno, así? ¿Y qué dirán los extranjeros? ¡Como si fuera algo alegre ser
juzgado desfavorablemente por otros! Pensarán: ¿entonces esto no les hace daño?
Pensarán: ¿entonces no son patriotas?”14
A objeciones tan sabias, especialmente en lo que se refiere a la opinión de los
extranjeros, reconozco que no es posible encontrar nada que refutar. O tal vez, eso es lo
que allí vivían, en un rincón remoto de Rusia, dos ciudadanos. Uno era un hombre de familia
llamado Kifa Mòkievič, un hombre de carácter afable, que vivía su vida descuidadamente.
Gogol agrega además que Kifa Mòkievič estaba absorto en varias preguntas filosóficas, por
ejemplo: ¿por qué las bestias nacen desnudas y crudas? “¿Por qué no salen del huevo? Y si
el elefante hiciera esto, ¿qué tamaño tendría su huevo? “El otro ciudadano era Moky
Kifovich, hijo del aludido. Era lo que se llama un bogatyr en tierras rusas, y mientras su padre
estaba absorto en el problema del nacimiento de las bestias, su maciza estructura de veinte
años ardía en deseos de desahogarse. “No había nada que supiera abordar con delicadeza:
aquí le cruje la mano a uno, allá le sale un bulto en la nariz a otro”. Me salto algunas líneas.
Y aquí todos comienzan a decirle al padre: “Lo siento, nuestro querido maestro, Kifa
Mòkievič, – sus sirvientes y los de otras personas le dijeron al padre: – ¿qué diablos de
hombre es él, tu hijo Mokij Kifovič? Realmente no le da descanso a nadie, ¡es tan molesto!
"Sí, es travieso, es travieso", solía responder el padre: "pero ¿qué te gustaría hacer con
eso?" Golpearlo es demasiado tarde, y además, todos me acusarían de ser malo; y luego,
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ese tipo está lleno de amor propio: reprocharlo frente a terceros, lo juzgaría, pero qué
quieres, publicidad, ¡sería problemático! Todo el pueblo lo sabría, e incluso lo llamarían
perro. ¿Qué piensa la gente que no me importa? ¿Quizás no soy su padre? Porque me ocupo
de la filosofía, ya veces me falta el tiempo, ¿por esta hermosa razón no sería tu padre? ¡Ah
no, veh, soy su padre! ¡Tengo a Kifa Mòkievič aquí, en mi corazón! […] Si es el destino que
siga siendo un perro, por lo menos no lo escuchen de mí.”15
Después de la muerte de Gogol, incluso Nekrasov en Bendito es el poeta suave
escribirá sobre esto, es decir, sobre ese sentido atormentador de autocrítica que es
inherente a la noción misma de intelectualidad. Tendencia que hace que el intelectual se
ocupe simultáneamente de mejorarse a sí mismo y de corregir los defectos de su patria. Y
ambos son decididamente más complejos que la tranquila vida del filisteo. Pero, al fin y al
cabo, la existencia del intelectual siempre está turbada.
La última vez hablamos del entorno del que provienen los individuos que se
identifican con la intelectualidad. Pero necesitamos detenernos un poco más en este punto,
porque la cuestión es bastante intrincada y contradictoria.
Por un lado, el sentido de la responsabilidad así como, en general, todas las más
altas cualidades espirituales se desarrollan dentro de los estratos sociales más ligados a las
tradiciones nacionales, y por tanto en Rusia, pero también en otros países, entre
campesinos, nobles y en general en aquellos círculos donde se ha consolidado un
determinado estilo de vida. La atención a las cuestiones de carácter espiritual nació en un
determinado momento histórico, se fortaleció con el tiempo y, en un mundo sacudido por
terremotos y constantes cambios, estuvo “destinada fatídicamente a fracasar en lugar de
expandirse.
Por otro lado, como recordarán, dije que el ambiente de los clérigos errantes, como
el de los "hombres de la ilustración", estaba completamente separado de la masa, del
monolito social y, en efecto, proveía a los individuos más dotados, que constituían la
conciencia del pueblo y de la época, de todas las condiciones indispensables para un mayor
desprendimiento de ella.
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A primera vista, parecería una contradicción. Además, es una contradicción que
concierne a la vida misma. De hecho, los valores espirituales se acumulan gradualmente en
mecanismos existenciales persistentes que evolucionan lentamente, de acuerdo con las
tradiciones. Evidentemente, en el ambiente popular medieval, así como dentro de los
monasterios y otros estratos sociales, se fueron asentando altos valores morales. Al mismo
tiempo, sin embargo, se consuma una especie de ruptura entre la interioridad y el
comportamiento externo. Para que el sentimiento interior espontáneo de la intelectualidad
se convirtiera en un hecho de la vida social, era indispensable que se consolidara en las
capas populares históricamente existentes, para luego pasar a aquellos individuos
investidos de su propia libertad y obstinada "autonomía", así como a aquellos círculos
comprometidos con el desarrollo de los conceptos mismos de personalidad y
autoconciencia. Fue entonces cuando los valores interiorizados por las personas se
convirtieron en un hecho consciente, transformándose en normas de conducta.
Y así nos encontramos frente a dos mecanismos conectados, aparentemente en
conflicto y, sin embargo, se cruzan, apoyándose y obstaculizando el uno al otro. Y vemos
este giro muy claramente en la historia de la intelectualidad rusa. Sin remontarnos más allá
de la época petrina, ya partir de la primera mitad del siglo XVIII por lo menos, podemos
constatar la existencia de dos procesos bien diferenciados. Ambos tenían sus raíces en la
cultura anterior -en la rusa, pero también en la europea en general- porque el continente
europeo siempre ha tenido en cierta medida una identidad propia común (al menos en
relación con otras áreas geográficas). Simultáneamente, estos mecanismos a su vez crearon
nuevos entornos. Y hoy hablaremos sobre con qué está conectada la tradición burguesa en
Rusia.
Al abrir, permítanme una cita de Herzen. Y, más precisamente, de un artículo suyo
titulado Seven Years (es decir, los primeros siete años del reinado de Alejandro II), dedicado
al arresto de Černyševskij y publicado en la revista Kolokol (La Campana). Lejos de ser idílica,
la relación entre Herzen y Chernyshevsky siempre había sido compleja y condicionada por
la desconfianza mutua. Sin embargo, todos los malentendidos se evaporaron tan pronto
como Chernyshevsky fue arrastrado a la plaza y puesto en la picota. Herzen dedicó un
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artículo escrito como si mojara su pluma en su propia sangre a este evento. En Siete años
analizó históricamente el tipo de entorno del que había surgido Chernyshevsky. Herzen
reconstruyó la formación de ese estrato social al que era totalmente ajeno, que no lograba
comprender del todo y que a su vez no era comprendido, pero que en su momento
constituyó la fragua de la juventud revolucionaria.
Solo leeré algunos fragmentos: "Él [es decir, el joven] experimentó tanto las ofensas
de arriba como la desconfianza de abajo. Merece el alto crédito de haber emancipado al
pueblo sobre la base de una visión madura y una experiencia externa. Se suponía que debía
salvar al pueblo ruso de la tiranía zarista y de sí mismo”. Herzen usa "cursiva" aquí. Esta es
una observación fundamental: salvar al pueblo de sí mismo.
Ni el lastre de la herencia familiar ni la sombra de la tradición los detiene, tienen
poco capital y menos apego a lo existente. Estos jóvenes están libres de cualquier obligación
y de las ataduras de la historia. Su predecesor fue el plebeyo Lomonosov de inmenso y
multifacético talento, pero, por desgracia, apareció demasiado pronto. Esa clase encajada
entre el pueblo y la aristocracia luchó durante todo un siglo después de su surgimiento,
escupiendo su alma, y se enderezó en toda su estatura solo con Belinsky. Recibió nuestro
bautismo ruso en trabajos forzados, en la persona de Petrashevtsy16, Mikhailov, Obruchev,
Martyanov, etc. Les disparan en Modlin” –y aquí Herzen alude a los oficiales rusos que se
negaron a abrir fuego contra los polacos y fueron ejecutados– “y los esparcen aquí y allá
por toda Rusia en forma de estudiantes pobres. Pero es esta nueva Rusia, finalmente, la que
la Rusia más vil ha mostrado al pueblo, poniendo a Chernyshevsky en la picota”17.
Y es precisamente este entorno del que nos ocuparemos ahora, no porque
encarnara lo que ahora llamamos el mundo de la intelectualidad, sino porque constituyó
ese precipitado a partir del cual se formarán los cristales del futuro. Fue ese terreno fértil
en el que -Herzen tiene razón- en el período de Lomonosov a Chernyshevsky se formó una
corriente cultural sin precedentes. Pero, ¿cómo era este entorno desde un punto de vista
social?
La necesidad de formar una clase culta existía desde la época petrina y fue el poder
quien primero planteó esta cuestión, con fines exclusivamente prácticos. El nuevo estado
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burocrático, fundado sobre complejos mecanismos administrativos, necesitaba hombres
nuevos desde el punto de vista de la profesión, la "mentalidad y la educación". Y tenía que
conseguirlos en alguna parte. Así surgió el problema de las escuelas. Las instituciones
científicas de la época se caracterizaron fuertemente en términos de riqueza. Y no me
refiero a las instituciones reservadas a los nobles, que serán el centro de nuestra próxima
conversación. Se fundaron varias escuelas especialmente para formar burócratas,
artesanos y oficiales subalternos y, en general, para preparar a los jóvenes para nuevas
profesiones, desde agrimensor hasta medicina. Pero había que encontrar estudiantes para
estos institutos. De hecho, los nobles no los frecuentaban. Preferían entrar en la Guardia
para hacer carrera y recibir un grado, después de lo cual permanecían en el ejército, o
tomaban licencia y volvían a su hacienda (esta última posibilidad obviamente no afectaba a
aquellos nobles que, además de su título, no poseían nada más; generalmente se les
llamaba "sin bienes" y por la vida que llevaban se les asimilaba sustancialmente a los no
nobles). Por otro lado, el nuevo censo introducido por Peter y el impuesto de capitación
"clavaron" a la gran mayoría de la población rusa (más del 90 por ciento) a la posición de
siervos. Ni siquiera ellos podían asistir a esas escuelas. Pero entonces, ¿quién estudió allí?
Además de las categorías ya enumeradas, estaba la de 'hijos de soldados'. Bajo
Peter, el soldado sirvió en el ejército toda su vida. Después de pasar los primeros años en el
frente (y arruinando así su salud), fue declarado, como diríamos hoy, "veterano" (entonces
se les llamaba "inválidos") y trasladado a los regimientos destacados en las distintas
guarniciones. En ese entonces solía casarse y pasar parte de su tiempo no en el cuartel, sino
con su familia (o la familia instalada en una casa contigua al cuartel) y paría hijos.
Aunque el soldado reclutado de joven era siervo, su hijo ya no lo era y estaba
incluido entre los 'hijos de los soldados'. Esta categoría también incluía una parte de la
población urbana libre, por ejemplo los hijos de artesanos y comerciantes, y en su conjunto
se definía como la "burguesía". Eran los hijos de los soldados y los pequeños burgueses los
que estudiaban. Los comerciantes menos, especialmente si son ricos. En general,
compraban a sus muchachos la exención del servicio militar (la ley lo permitía) y ya no
tenían la posibilidad de hacerlos estudiar. La escolarización se consideraba equivalente al
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servicio estatal, y una persona que servía al estado ya no podía ser esclava. El servicio militar
era muy duro, por otro lado daba derecho a la libertad. Las armas liberaban al soldado de
la servidumbre: quien recibía un arma era como si hubiera obtenido simultáneamente la
dignidad personal. No olvidemos las famosas "palabras de Pedro: "'Soldado' es un nombre
común pero excelente, que se refiere tanto al menor de los soldados de infantería como al
primero de los generales". Esto obviamente era cierto en teoría, en la práctica los usos eran
muy diferentes. Sin embargo, los hijos de soldados constituían una parte importante del
alumnado de las escuelas secundarias y superiores (sobre todo de las segundas) y de sus
filas surgieron muchas personalidades destacadas del siglo XVIII.
Otra fragua de talentos estuvo representada por los hijos de los papas. El clero
constituía una clase aparte, exenta de contaminantes y por tanto privilegiada, pero al
mismo tiempo alejada de la nobleza y, en consecuencia, de la cultura europea. Entre otras
cosas, en Rusia era la clase más aislada y homogénea desde el punto de vista social, porque
los matrimonios se realizaban casi exclusivamente en ella.
Un noble que se fue al extranjero, como escribió Kuragin desde Italia, podría
“namorasi”, es decir, enamorarse, de una “elegante mujer burguesa”, traer a la mujer
extranjera a casa y casarse con ella. En general, la aristocracia disfrutó de una mayor
apertura internacional, mientras que el clero fue el entorno más cerrado y con connotación
nacional. Por lo general, los hijos de los papas asistían a los seminarios para satisfacer
necesidades exclusivamente económicas. El padre, que era el único sostén de la familia,
estaba envejeciendo, y los popi del campo eran muy pobres y dependían completamente
de los terratenientes (no es casualidad que de sus filas saldrían muchos ideólogos de las
revueltas campesinas). Era necesario traspasar la parroquia al hijo, por lo que éste tuvo que
estudiar en el seminario y casarse. Pero no todos los hijos de los papas querían seguir los
pasos de su padre, al contrario. Además, el estado necesitaba cada vez más funcionarios.
¿Dónde conseguirlos? Generalmente los pescaban en los seminarios, porque eran escuelas
que daban una buena preparación, sobre todo en lo que se refiere al latín ya veces también
al griego; más tarde, a partir de 1735, se añadió a las materias clásicas la enseñanza del
francés.
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Y fue también de los seminarios que Lomonosov y Tredjakovskij eligieron a los
estudiantes destinados al primer instituto superior estatal, la llamada universidad
académica, es decir, anexa a la Academia de Ciencias. No eran muchos, a lo sumo unas
pocas docenas; por otro lado, el hecho de que Lomonosov y Tredjakovskij los hubieran
seleccionado llevó a resultados extraordinarios: casi todos ellos se convirtieron luego en
personalidades ilustres. De aquí vendrán, por ejemplo, Popovskij, Barkov, Krašeninnikov,
que será el primero en describir Kamchatka, el astrónomo Rumovskij y Barsov, autor de una
espléndida gramática publicada recientemente por el profesor de la Universidad de Moscú
B. A. Uspenskij18. Karamzin, que fue alumno de Barsov, lo llamaría “el gran hombre de la
gramática rusa”19. En otras palabras, toda una generación de estudiosos.
El clero, pues, proporcionó hombres de ciencia, pero no sólo eso, también poetas.
Popovsky escribió magníficos versos. Particularmente pintoresca es la figura de Barkov, el
alumno favorito de Lomonosov, un poeta muy talentoso, latinista, traductor agudo;
lamentablemente pronto se contagió de la enfermedad que hacía estragos en este
ambiente: el alcoholismo. Incluso más tarde nos encontraremos a menudo con esta trágica
combinación: un individuo educado, que no solo traducía del latín, sino que incluso hablaba
con fluidez en este idioma (como Lomonosov que solía gritarle a Schumacher, el empleado
favorito del director de la Academia de Ciencias: ¿quién eres? ¡Háblame en latín! Si puedes
conversar conmigo en latín significa que eres un intelectual, si no eres un burócrata),
alcohólico muerto. De hecho, eran personas muy cultas que, sin embargo, por lo general
habían dejado atrás una infancia miserable y años difíciles de aprendizaje. Lomonosov
presentó algunos informes absolutamente aterradores a las autoridades. En invierno en
Petersburgo, dio una conferencia en la Academia Universitaria en pieles, porque las
ventanas estaban rotas, sus estudiantes estaban eternamente hambrientos y cubiertos de
granos, pero casi todos se convertirán en personalidades destacadas.
Otro instituto superior de estudios que produjo hombres conscientes y cultos (como
ven, no me refiero tanto a su profesión, sino a su perfil intelectual) fue sin duda la
Universidad de Moscú. Fundada gracias a los esfuerzos de Lomonosov, acogió entre sus
profesores a los alumnos de la universidad académica en primer lugar, pero también a
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muchos extranjeros. Por cierto, no se debe caer en absoluto en la tentación de arrojar la
cruz, como suele hacer ahora la gente con poca educación, a los extranjeros que se mudaron
a Rusia impulsados por intenciones pedagógicas. “Entre ellos había tipos como el Vral'man
del Menor, por supuesto, pero también grandes personalidades como Ejler y Bernoulli. En
general, fue destacable su contribución a disciplinas como la geografía de Rusia, la
economía, la filología, el derecho y, sobre todo, la medicina. De la Universidad de Moscú -
donde pronto se fundaron dos gimnasios, dos internados, uno para la nobleza y otro para
la burguesía, pero los programas de estudio eran los mismos y todos se sentaban en los
mismos pupitres- salieron muchos personajes que marcaron un antes y un después en la
cultura de la época.
Al mismo tiempo, debe tenerse en cuenta que la universidad, si bien dio mucho,
todavía tenía recursos limitados. A decir verdad, tenía una ventaja indudable (y, tal vez, este
fue el mérito del mismo Lomonosov): incluso los hijos de los "siervos" podían estudiar allí.
Ciertamente no fue fácil para ellos, porque tuvieron que obtener la autorización del
propietario del terreno; la secretaría de la universidad conservaba su permiso como
nuestros certificados actuales, y luego lo devolvía al final de los estudios, momento en el
cual el estudiante había recibido un grado, es decir, por regla general, un título nobiliario.
Así, la universidad fue una de las muchas formas en las que paulatinamente afloró la
autoconciencia popular. Sin embargo, el número de hijos de siervos que lograron terminar
la universidad fue siempre muy pequeño.
En cambio, se reunían más en otro instituto superior, a saber, la Academia de las
Artes. La Academia había sido creada a mediados del siglo XVIII y, en general, establecía
objetivos muy prácticos. El mundo cultural de San Petersburgo necesitaba pintores,
escultores, pero sobre todo arquitectos y grabadores. Era más un instituto profesional (en
este momento arte significaba sobre todo artesanía) y los nobles nunca pusieron un pie allí.
Más tarde, cuando el célebre medallista, el conde F. Tolstoi, fue nombrado director de la
Academia de las Artes (ya era a mediados del siglo XIX), toda su familia lo tomó como una
ofensa. Tratar profesionalmente con el arte para un aristócrata se consideraba una
vergüenza. Evidentemente un noble podía estudiar tanto pintura como escultura, pero
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como pasatiempo; ganar dinero de esta manera, como cualquier artesano, se consideraba
humillante. Aún más despreciable fue pisar las escenas. De hecho, el teatro era visto con
extrema sospecha, sobre todo por motivos religiosos.
Y así la Academia comenzó a llenarse no solo de hijos de soldados y civiles, sino
también de niños siervos. Aquí están las historias de dos de estos jóvenes, uno es el famoso
retratista Rokotov. Sobre Rokotov no sabemos casi nada. No sabemos en qué año nació y,
lo que es aún más sorprendente, ni siquiera la fecha de su muerte. Incluso su vida privada
está casi completamente envuelta en la oscuridad. Muchas fuentes afirman que era noble,
pero esto es un error, en realidad era hijo de un siervo. De origen oscuro, recibió permiso
para estudiar del dueño de la finca. “Tal vez fue su hijo ilegítimo, o tal vez alguien lo ayudó,
el caso es que pronto se convirtió en un artista famoso. Pero si mencioné a Rokotov hay una
razón. No quiero ir demasiado lejos; basta con mirar este retrato suyo de Strujskaja20 para
ver inmediatamente en él un reflejo del tema que estamos tratando. “Aquí la
representación del rostro ocupa un segundo lugar frente a la del alma. No es casualidad que
Zabolockij recordara este retrato en un poema escrito desde el campo en el que estuvo
preso: "Cuando avanza la oscuridad / y se acerca la tormenta, / desde el fondo de mi alma
/ brillan sus ojos maravillosos".21
El destino de Voronichin fue diferente. También era un siervo, pero su maestro era
un hombre muy culto y sensible, en general, una buena persona: Stroganov. Voronichin
había sido puesto en libertad cuando era niño y había seguido a Pavel Stroganov al exterior
no como sirviente sino como su compañero. Con él había estudiado en Ginebra, para luego
asistir a la escuela política de París en los años 1789-1790. Más tarde se convirtió en un
arquitecto famoso, la Catedral de Kazan en Petersburgo es obra suya, así como otros
edificios maravillosos. No sólo fue un buen arquitecto, sino también una persona muy culta
que, según Herzen, supo conjugar en sí mismo dos ambientes completamente distintos, el
intelectual y el popular.
Todavía podríamos agregar muchas cosas sobre ese universo tan particular
conformado por los institutos superiores que formaron a los futuros médicos. La medicina
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era principalmente prerrogativa de los hijos de los papas que habían estudiado en el
seminario, porque un buen conocimiento del latín era esencial.
Pero también había otro mundo, el del teatro, en torno al cual solían girar personas
de origen humilde. Reyes y reinas en el escenario, pero esclavos tras bambalinas del teatro
privado donde actuaban para su amo. En los teatros imperiales, sin embargo, actuaban
hombres libres, a menudo hijos de siervos. Incluso en el siglo XIX, el director de un teatro
podía hacer arrestar a un actor, privarlo de su salario, gritarlo. Los actores no tenían
derechos, pero pertenecían al mundo del arte. Por un instante -una tarde- fueron los héroes
de una tragedia y entraron en contacto con las ideas más sublimes e inspiradas. Además, el
ambiente teatral también atrajo a muchos jóvenes nobles. Y no solo por la moral relajada
que reinaba tras bambalinas o la disponibilidad que mostraban los bailarines hacia los
jóvenes aristócratas que se habían colado por la puerta de atrás. “En el teatro se respiraba
el ambiente del arte, se dejaba atrás el cuartel y se entraba en un mundo mal regulado, a
veces incluso mal educado. Un actor brillante podría ser un ignorante. Por supuesto,
también había personas muy educadas como Dmitrevsky, por ejemplo. Pero en el siglo XVIII
todavía había muchas actrices que se aprendían de oído los monólogos de las reinas, porque
no sabían leer. Otros, como el gran actor Yakovlev, tenían tendencia a beber demasiado.
Era el mundo del arte y la inspiración, al que atraía como un imán.
En el siglo XVIII este ambiente influirá también en el rostro asumido por la cultura.
En este sentido el siglo XVIII difiere un poco de la era de Pushkin, en la que los poetas eran
casi todos nobles y la cultura en general era creación de la aristocracia. No fue así en el siglo
XVIII: fue más bien el diálogo entre dos mundos el que predominó, el de la cultura noble,
que irá desarrollando su propia identidad autónoma y autoconciencia, y el de la cultura
burguesa. Ambos se influirán mutuamente, con efectos decididamente positivos. Pero
hablaremos de cultura noble la próxima vez.
NOTAS
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13 Expresión utilizada por Stendhal en el diario de viaje Roma, Nápoles y Florencia (1817).
14 N. Gogol', Dead souls, cit., pág. 244.
15 Ibíd., págs. 244-245.
16 Es decir, los participantes en el círculo de discusión organizado por Mikhail Petrashevsky
(ver capítulo anterior).
17 A. Herzen, Sobranie socinenij v 30 t. [Obras en 30 vols.], Moskva, 1959, vol. 18, pág. 243-
244.
18 Véase Rossijskaja grammatika Antona Alekseeviča Barsova [Gramática rusa de Anton
Alekseevic Barsov], editado por B. Uspensky, Moskva, 1981.
19 N. Karamzin, Velikoj muzh russkoj grammatiki [El gran hombre de la gramática rusa],
“Vestnik Evropy”, 1803, 7.
20 Véase la nota 18 en la pág. 55.
21 N. Zabolockij, Portret [El retrato], cit., p. 129.
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LECCIÓN 5
¡Buen día!
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una prohibición ética. Una persona, gracias a sus capacidades físicas, podría hacer algo,
podría por ejemplo golpear a un niño, porque es mayor. De la misma manera, un hombre,
en virtud de su fuerza, podría abofetear a una mujer o difundir un chisme (¡tiene la lengua
en la boca para esto!), pero no hace nada de eso. ¿Por qué? Porque le daría vergüenza. No
camino por el techo y no me avergüenzo de ello, porque no soy capaz de ello. Otra cosa es
en cambio cuando “podría hacer algo, pero no lo hago (aunque me convenga o me agrade)
porque hay una prohibición: si lo hiciera, me avergonzaría.
Para los individuos que son "intelectuales" por naturaleza el factor psicológico que
regula sus acciones es la vergüenza, mientras que para los que no sienten vergüenza es más
bien el miedo: no lo hago porque tengo miedo. Con mucho gusto golpearía a ese niño, pero
tengo miedo de que pase un policía en ese momento, o tengo miedo de que alguien más
me golpee aún más fuerte. Es el individuo libre el que siente vergüenza, mientras que el
miedo es el sentimiento del esclavo. Sin embargo, ambos entran en el ámbito de la ética y
las prohibiciones, aunque el miedo es una prohibición externa impuesta, mientras que la
vergüenza es una prohibición voluntaria.
Cuando los individuos pertenecientes a las clases privilegiadas comienzan a tener
mayores exigencias morales y se dan cuenta de que no están llevando el tipo de vida que
satisfaría sus expectativas intelectuales y espirituales, comienzan a sentirse avergonzados.
Su existencia está entonces guiada por un sentimiento de culpa: culpa ante quienes les dan
de comer, culpa ante la historia y el país, pero también ante ellos mismos. Dicho sea de
paso, este marcado sentimiento de culpa es uno de los sellos fundamentales de la
intelectualidad de ascendencia aristocrática, así como uno de los estados psicológicos más
nobles engendrados por la cultura.
Muchas veces vienen los que vienen del pueblo con una larga lista de peticiones:
esto no me lo dieron y entonces yo mismo lo llevo, lo cojo, lo rompo, eliminando los
obstáculos que pueda encontrar en mi camino. Por el contrario, el intelectual nacido en una
familia noble suele reflexionar (muchas veces desde la más tierna infancia) sobre el hecho
de que se está aprovechando de lo que no tiene derecho y que eso es injusto. Y luego
comienza a sentirse avergonzado. La culpa ha afectado a muchas cosas, como es evidente.
259
Por ejemplo, determinaba el coraje de quienes enfrentaban la muerte, incluso en la guerra.
“Ciertamente recuerdas una escena de Guerra y paz: la batalla de Borodino, el regimiento
del príncipe Andrei Bolkonsky está en las reservas, pero las reservas entonces también
estaban bajo fuego de artillería. Lloviendo continuamente granadas, matando ahora a uno,
ahora al otro. Los soldados se estiran en el suelo, mientras que los oficiales nobles están de
pie, porque sería una vergüenza para ellos acostarse bajo el fuego de artillería. De repente,
una granada cae entre el príncipe Andrew y un joven ayudante. En ese momento, las
granadas eran bolas de hierro fundido, con una carga explosiva de pólvora y una mecha
insertada en su interior que se incendiaba al dispararse, de modo que por la noche la
granada volaba como un cigarro o una colilla. Y cuando la bala golpeaba el suelo, giraba.
Piensa en Pushkin:
Bolas de hierro fundido por todas partes.
Entre ellos saltan, golpean,
Cavan tierra y fríen en sangre22.
Y aquí, también, cae una granada. Pero entre el momento en que toca el suelo y el momento
en que explota, pasa el tiempo, unos segundos, tal vez medio minuto, tal vez incluso un
minuto: puedes tirarte al suelo y salvar tu vida. El joven se agacha, ni siquiera se acuesta,
pero el príncipe Andrej le dice: "¡Qué vergüenza, señor!"23 Y en ese momento es golpeado
en el estómago por una astilla. ¡Lástima! La muerte no es tan terrible como la vergüenza.
Čackij, por otro lado, dijo: “[...] la risa da miedo y la vergüenza te mantiene bajo control.”24
Como veremos, se trata de una característica psicológica fundamental que luego será
también heredada por la intelectualidad no aristocrática, convirtiéndose en un elemento
fundamental de la intelectualidad. Es decir, una marcada propensión a la autocrítica, un
profundo sentido del deber, la necesidad de hacer lo que sea para saldar la deuda contraída.
Esta actitud también conducirá a consecuencias negativas. Entre otras cosas, tal vez sea
precisamente por eso que la intelectualidad se dejará aniquilar tan fácilmente por Stalin
(bueno, tal vez no fácilmente, pero aún sin oposición...) A muchos les pareció la verdadera
némesis, el precio a pagar por los pecados de los antepasados. “No es casualidad que
Aleksandr Blok titulara Némesis al poema que dejó inconcluso, concebido por él como una
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obra que debería haber igualado en magnitud a Yevgeny Onegin. Y lo había centrado en su
propio linaje, una familia noble rusa.
Pero pasemos ahora a otra cuestión: ¿qué había sucedido en la segunda mitad del
siglo XVIII con la aristocracia rusa, y sobre todo con su parte pensante, destinada a
desempeñar un papel importante? Realmente sucedieron cosas muy interesantes en estos
años. Por un lado, personas como Lomonosov vieron su misión en ayudar al gobierno a
tomar el camino de una política progresista, celebrando su trabajo. A decir verdad, este
elogio tenía un carácter más didáctico que otra cosa, es decir, glorificaba no tanto lo que
había hecho el gobierno, sino lo que debería haber hecho. Pero, en todo caso, se
consideraban estrechos colaboradores del régimen y lo seguían paso a paso. Sin embargo,
el primer movimiento del que se originó la noble intelectualidad fue la afirmación de su
independencia de las autoridades, es decir, la aspiración a ocupar una posición autónoma
en la vida, la cultura y la historia nacional.
Intentemos ahora preguntarnos: ¿por qué era necesario? Hay muchas razones aquí,
y es necesario “agregar algo sobre la situación compleja, por no decir trágica, que el
gobierno se vio enfrentado en el siglo XVIII. Cuando se trata de Catalina II, estamos
acostumbrados a decir solo lo peor, y los zares y zarinas que vinieron antes y después de
ella, bueno, esos fueron verdaderos monstruos. Es evidente que se pueden hacer muchos
reproches contra cualquier gobernante, y más aún contra un soberano absoluto que actúa
en un sistema despótico. Y, por supuesto, siempre habrá faltas y delitos que reprocharle,
pero eso no es todo. Porque si analizamos la cuestión más de cerca, nos daremos cuenta de
que todos los zares rusos entendieron la necesidad de reformas. De hecho, Pedro el Grande
se había marchado, dejando su obra inconclusa. El estilo de vida europeo ya se había
afianzado y era evidente que el país no se detenía. Creer que Catalina II, Alejandro I o incluso
Nicolás I no pensaron más que en explotar y oprimir a sus súbditos es simplificar mucho el
asunto. La cuestión de la servidumbre, por ejemplo, fue abordada tanto por Catalina II como
por Alejandro I y Nicolás I, porque sabían muy bien que había que resolver ese problema.
¡Y todos querían introducir reformas, grandes reformas! Pero entonces, invariablemente,
no salió nada.
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Echemos un vistazo rápido a cuál será la línea de acción del gobierno después de
Peter. Pietro había muerto en un momento muy difícil. Mientras el país estuvo acorralado
por la guerra del Norte, las cosas le habían ido bien: el estado había atravesado una
profunda crisis militar, pero la había superado como vencedor. Por cierto, agrego entre
paréntesis que recientemente salió en Suecia un libro muy interesante sobre Poltava, cuyo
autor demuestra que esta batalla tuvo consecuencias positivas no solo para Rusia, sino
también para Suecia. “La derrota sufrida en Poltava marca de hecho el final del imperialismo
sueco, con efectos extraordinariamente importantes para la nación. Suecia deja de lado sus
objetivos sobre territorios extranjeros ubicados en la costa sur del mar Báltico, reduce
significativamente su ejército y comienza un largo período de paz que continúa hasta el día
de hoy. Y esta paz tuvo una influencia positiva tanto en las condiciones de vida de los
campesinos suecos como en la industria. En la historia, procesos similares de
"desimperialización" a menudo juegan un papel positivo. En ocasiones, la expansión
territorial resulta ser un aparente progreso que genera tensiones excesivas para la
economía.
Sin embargo, de una forma u otra, Pedro el Grande había logrado que el
funcionamiento de la máquina estatal fuera más efectivo. Pero en 1721 -o, quizás, incluso
el año anterior- algo sucedió, de repente hubo un olor a podrido, como dice Marcelo en
Hamlet, hay algo podrido en Dinamarca. Los que hasta el día anterior habían sido sus más
cercanos colaboradores comenzaron a robar sin freno, las iniciativas tomadas se tuercen
una tras otra, las leyes ya no se aplican. Pedro I murió con un sabor amargo en la boca,
porque vio claramente que todos sus posibles herederos no eran más que sinvergüenzas.
Menshikov, Yaguzhinsky, Dolgorukys, Feofan Prokopovitch e incluso su amada esposa
Ekaterina Alekseevna no hicieron más que saquear las arcas del estado, todos eran egoístas
y sinvergüenzas. Sus últimas palabras fueron: "Dale todo a...", pero no se logró entender a
quién, quizás a nadie.
Posteriormente, la actividad del gobierno tomó un giro extraño. Cada nuevo zar
descargaba la responsabilidad de todos los defectos existentes sobre los que le habían
precedido, proclamándola además a los cuatro vientos. Cuando Isabel subió al trono,
262
publicó un manifiesto en el que afirmaba con amargura que el legado del gran zar, es decir,
Pedro I, se había perdido. Elizabeth era una mujer superficial y creía que podía arreglar todo
en un abrir y cerrar de ojos. Ordenó reintroducir las leyes de Pedro y volver a su sistema de
gobierno. Había una infinidad de leyes, empezaron a examinarlas, pero examinar hoy,
examinar mañana, la cosa parecía no acabar nunca. Luego, uno de los hombres más
cercanos a Isabel, Shuvalov, que era el hermano de su favorito, declaró que era una tontería
y que, en cambio, deberían introducirse nuevas reformas. Comenzaron a elaborar el plan
de reforma, pero no resultó nada.
Isabel murió y por muy poco tiempo reinó Pedro III, hasta que el 7 de julio de 1762
lo mataron. El 8 de julio, su esposa Catalina II ya había emitido su primer decreto. No creo
que ella planeó la trama, es más probable que fuera Aleksei Orlov borracho quien le aplastó
la cabeza a Peter III con una caja de rapé, o tal vez fue una invención. Nunca lo sabremos
con certeza y a estas alturas ya ni siquiera nos interesa, lo que sí es cierto es que ya al día
siguiente en San Petersburgo, con mucho redoble de tambores, se promulgó un edicto en
el que se declaraba culpable de todos los crímenes al anterior emperador. Había arrastrado
al país a una guerra inútil, condujo una política ruinosa, arruinó la estructura del estado e
incluso atacó la fe ortodoxa. Y Paul también comenzó su reinado de la misma manera,
acusando públicamente a su madre Catherine.
En contraste, el reinado de Alejandro comenzó como si Pablo nunca hubiera
existido; en su manifiesto el nuevo zar prometía gobernar con el espíritu de su abuela,
Catalina II, como si él la hubiera sucedido a ella y no a su padre. Mientras Alejandro vivió,
no se realizó ni un solo servicio conmemorativo en memoria de Pablo; el primero se
realizará de hecho en 1826 (es decir, veinte años después de su asesinato), cuando Nicola
ya estará en el poder. A su vez, Nicolás I se mostró extremadamente reservado sobre el
reinado de Alejandro I, porque creía que su política estaba profundamente equivocada. No
solo no le gustaban los liberales, sino que también odiaba a Arakcheev y estaba convencido
de que, si no hubiera sido por Alejandro, nunca se habría producido el acontecimiento que
había puesto patas arriba su vida, es decir, el levantamiento del 14 de diciembre de 1825.
Pero hay que añadir que, en cuanto Nicolás I expiró, se le culpó literalmente de todo: la
263
nefasta guerra de Crimea, el problema no resuelto de la servidumbre, la cuestión polaca,
no menos no resuelta uta ...
¿Por qué actuamos así? Detrás de esta actitud estaba la admisión de que el estado
en Rusia era frágil, cada nuevo zar que ascendía al trono lo declaraba abiertamente.
Alejandro II habló de "conocimiento insuficiente" del imperio y se apresuró a prometer
reformas. En 1767 Catalina II había fundado la Comisión para redactar el nuevo Código, que
preveía el establecimiento de una especie de parlamento, con diputados electos de todas
las clases y nacionalidades que poblaban Rusia y de todas las ciudades, una verdadera
Cámara rusa. A esto hay que añadir la compilación de un Orden muy liberal; La propia
Catalina admitió que había "saqueado" todos los filósofos europeos. Paul también abrió su
reinado lanzando algunas reformas. Fue el primero en intentar imponer un límite a la
servidumbre, reduciendo por ley las corvées: los campesinos podían trabajar para su amo
sólo tres días a la semana: tres días para él, tres días para ellos y el domingo para el Señor.
Parecía que era el comienzo de las reformas tan esperadas. Tan pronto como tomó
el poder, Alejandro I reunió a sus amigos personales, todos jóvenes liberales (Stroganov
incluso había participado en la toma de la Bastilla y había sido alumno del jacobino Romme).
No en vano, el zar y sus leales llamaron en broma a esta asamblea el "Comité de Seguridad
Pública", imitando a los jacobinos. Sin embargo, nada salió de eso, una vez más la montaña
dio a luz al ratón, nuevamente se concibieron grandes transformaciones, nunca
implementadas.
Las reformas a las que Speransky puso su mano siguieron poco después. Un trabajo
gigantesco, se escriben y reescriben proyectos inmensos, pero todo termina en un punto
muerto también esta vez. Incluso Nicolás I (que también se rodeó de hombres incoloros,
similar al Molchalin de Griboyedov) planteó la cuestión de la servidumbre al Senado y al
Consejo de Estado, un hecho inaudito, que nunca había sucedido hasta entonces. Así que
esos viejos torpes miembros del Consejo de Estado se vieron obligados a someter a votación
la opinión del zar, como si Rusia fuera un régimen parlamentario.
Pero, ¿por qué las cosas siempre fueron así? ¿Por qué las buenas intenciones
mostradas por aquellos individuos tan poderosos nunca se hicieron realidad? Hay que
264
entender que todos los zares rusos sabían muy bien (después de la Revolución Francesa, al
fin y al cabo, ya no era un secreto para nadie) que era mejor no jugar con fuego. En aquella
época, cuando aún vivía el rey de Francia, Catalina II predijo que Luis XVI tendría un mal
final, burlándose de su falta de prudencia. Afirmó que, en su lugar, habría invitado a
Lafayette a unirse al gobierno y lo habría llevado a su lado. Más tarde, Pushkin, en un baile,
asombró al Gran Duque Mikhail, declarando que los Romanov eran todos grandes
revolucionarios y partidarios del igualitarismo25. Así que no se puede decir que los zares no
fueran conscientes de que estaban sentados sobre un barril de pólvora y que no se dieran
cuenta de la necesidad de reformas.
Entonces, ¿cómo es que no salió nada de eso? Porque la primera condición a la que
se subordinaba la introducción de cualquier reforma era el mantenimiento del poder
absoluto por parte de los zares. Su razonamiento (ciertamente no estúpido) fue más o
menos así: la abolición de la servidumbre en Rusia inevitablemente encontraría una
oposición muy fuerte de la derecha por parte de los terratenientes, y el descontento de la
derecha no era una broma porque siempre habían sido los nobles quienes mataron a los
zares en Rusia. Más tarde, Ryleev junto con Bestuzhev incluso compusieron una cancioncilla
sobre este tema:
Dime si lo quieres
Como los zares aquí
ellos gobiernan
Dime si lo quieres
Como el zar aquí con nosotros
exterminan26.
La escritora francesa Madame de Staël también argumentó que Rusia era un estado donde
el despotismo era mitigado por la soga. Porque cuando la tiranía llegaba demasiado lejos,
el zar aún podía ser estrangulado.
Para evitar tal amenaza, era necesario mantener el poder absoluto de uno,
fortaleciendo la burocracia. Pero el fortalecimiento de la burocracia condujo a un
endurecimiento de la acción gubernamental. Y el endurecimiento de la acción del gobierno
265
hizo que la empresa, a la que se le habían prometido reformas y se le hubiera dejado hablar,
diera voz a todo su descontento, con más razón encontrándose en una situación mucho
más liberal que antes, pero sin ver realidad lo que esperaba. Y luego, para sofocar este
descontento, fue necesario intensificar el control despótico sobre la sociedad. Y así
volvimos al punto de partida.
El gobierno estaba tratando de ocupar una posición intermedia esencialmente
imposible, sin depender de aquellas fuerzas sociales populares que estaban realmente
interesadas en las reformas, sino por el contrario confiando en la burocracia para
implementar su programa. Una solución prácticamente impracticable. Esto ya se entendió
en el momento de la quiebra de la Comisión de Catalina II. Tan pronto como los diputados
comenzaron a hablar de cosas serias, Catherine se asustó. Estaba lista para respaldar el
liberalismo en el papel, pero el liberalismo real no era para ella.
¿Conoces el cuento de hadas de la princesa que en realidad era un gato,
transformada de hada en una bella princesa? Esta princesa tenía una peculiaridad: si veía
un ratón no podía evitar saltar para atraparlo. Los gobiernos reformistas de Rusia en los
siglos XVIII y XIX hicieron lo mismo: decían ser liberales, pero les molestaba la verdadera
democracia. En ese momento, el gato despertó en la princesa y los zares sintieron
instintivamente, no solo racionalmente, que tal solución no era posible.
Y así quedó claro que los diversos proyectos de reforma por parte del gobierno no
se pudieron llevar a cabo por falta de voluntad política. Sin embargo, todavía tuvieron un
efecto positivo, porque permitieron que surgieran algunas preguntas. No es casualidad que
Radiščev, en su libro "revolucionario" Viaje de Petersburgo a Moscú, haya utilizado
hábilmente algunas citas de la Orden de Catalina II, demostrando ser un fiel partidario de la
misma. Y la propia Orden, que en Europa fue traducida a todos los idiomas, fue
gradualmente retirada de circulación y prohibida en Rusia, aunque de manera extraoficial.
Del mismo modo, los decembristas siguieron una estrategia muy hábil durante el juicio,
demostrando que no habían hecho más que seguir el camino trazado por el zar liberal. Por
cierto, el propio Alejandro I una vez, mientras hablaba con su ayudante, el general
Vasilchikov, se le escapó: "No me corresponde a mí juzgarlos".
266
Pero para pasar de las palabras a los hechos (y cualquier forma de acción), se
requería una cierta cantidad de independencia. Lo cual no significaba necesariamente ir en
contra del gobierno. Y aquí el asunto se hizo más intrincado. Por un lado, la sociedad tendía
a la autonomía, tratando por ejemplo de ayudar a los campesinos con sus propios medios,
a fundar estructuras educativas y filantrópicas. Por otra parte, el zar vio en todo esto una
forma de actividad dirigida contra el gobierno, porque estaba acostumbrado a ejercer un
monopolio sobre tal esfera. Por otra parte, el pensamiento revolucionario que
conscientemente intentó socavar al Estado fue sólo un desenlace extremo y de ningún
modo agotó toda la complejidad de ese amplio movimiento que pretendía afirmar su
autonomía. Te daré un ejemplo.
Si examinas las estadísticas relativas a las ediciones impresas publicadas en la
primera mitad del siglo XVIII, especialmente bajo Pedro el Grande y en general hasta 1750,
verás que predominan las publicaciones estatales: en su gran mayoría son edictos,
ordenanzas, boletines oficiales o volúmenes que habían recibido sanción oficial del
gobierno, como Ejemplos para escribir los más variados cumplidos, o De la juventud el
espejo fiel. Hacia 1790, sin embargo, la mayor parte de la producción poligráfica será
impresa por imprentas privadas e incluirá principalmente novelas. Novelas en las que no se
hace mención a la política, sino que sólo se habla de amor, sentimientos tiernos o aventuras
aterradoras. Pero esto también es un signo de independencia, de autonomía, que da
testimonio de la consolidación de un ámbito en sí mismo.
Este sentido de independencia presuponía una cierta actitud psicológica,
impregnada de orgullo, de respeto por sí mismo y de conciencia de que, tal vez, es peor
para una persona humillarse que sufrir. Como le dijo Pushkin a Nicolás I, cuando se le
preguntó durante el primer interrogatorio cómo se involucró en la conspiración: “Nos
habrían llamado cobardes si no lo hubiéramos hecho”. Vergüenza, sentido del deber frente
al pueblo, orgullo individual, son las principales características de lo que en su momento se
definió como un individuo noble y al que ahora llamamos "intelectual".
Testimoniar y, en conjunto, ejemplificar perfectamente la formación de esta nueva
psicología es la actividad de Nikolaj Ivanovich Novikov. Novikov despertó la ira de Catalina
267
II y en 1792 fue condenado a una larga pena de prisión en la fortaleza de Šlissel'burg.
¿Cómo? Novikov no fue un revolucionario. Era un individuo con una fuerte inclinación por
la religión y el misticismo y ni siquiera era contrario a la servidumbre. Fue una persona
profundamente humana y un filántropo. Llevó a cabo una amplia actividad independiente
por el bien de la sociedad. Como editor, organizó sobre la base de lo que ahora llamaríamos
"libre iniciativa", una red "extraordinariamente extendida" para la publicación y circulación
de libros. Hábil organizador, involucró a traductores y estudiantes en la empresa,
imprimiendo sus volúmenes primero en una imprenta alquilada por el Estado y luego en
otras dos. Se ocupaba de la venta de libros en la provincia. Su negocio estaba en auge y no
había absolutamente nada antigubernamental en su negocio. Fue un proyecto
exquisitamente ilustrado.
A fines de la década de 1780, las hambrunas se sucedieron en Rusia. Las malas
cosechas no fueron el resultado de condiciones climáticas desfavorables, sino de la crisis
social y económica. El gobierno perdió la cabeza, los campesinos se morían de hambre y la
ayuda no llegaba. Entonces Novikov, que no tenía un rango especialmente alto, siendo un
teniente retirado (y de hecho Catalina le reprochará ser un mal patriota, porque había
dejado el ejército), pidió prestada una gran suma de dinero a un empresario siberiano que
se había enriquecido (al final simplemente se lo dio, se lo dio). Luego compró un poco de
grano y lo repartió entre los campesinos, sin emitir “recibos, pero con la condición de que
le devolvieran el dinero al cabo de un año. Cualquiera que no pudiera pagar la deuda habría
tenido que construir graneros de roble. Y tan hermosos y sólidos almacenes aparecieron
por todo Moscú, bien hechos y llenos de grano. Trigo que también se prestó a los
agricultores al año siguiente. Novikov organizó lo que el estado no pudo hacer: alimentó
gobernaciones enteras y fundó cooperativas campesinas de ayuda mutua sobre la base de
su palabra y compromisos mutuos.
Pero Caterina empezó a sospechar: ¡una teniente jubilada que distribuye libros por
toda Rusia, abre una farmacia gratuita en Moscú, alimenta a los campesinos y sobre todo
triunfa donde los burócratas tiran la toalla! Por supuesto, la actividad de Novikov expuso de
inmediato la incompetencia de los funcionarios, pero esa no era su intención. No quería
268
humillar al gobierno ni provocar descontento, solo ayudar a la gente. Sin embargo, eso fue
suficiente para que lo arrestaran. Fue encarcelado sin juicio en la fortaleza de Šlissel'burg y
habría permanecido allí durante mucho tiempo si Catalina no hubiera muerto en cuatro
años. Paul, que ahora pasa por ser tan sanguinario e intolerante, inauguró su reinado con
una amnistía. Liberó a Novikov, trajo de vuelta a Radishchev y visitó al gran patriota y líder
de la insurrección "polaca" Tadeusz Kosciuszko en prisión, devolviéndole personalmente su
espada.
Novikov también salió de prisión. Pero no se trata de esto, lo que realmente importa
es el hecho de que nos encontramos con una iniciativa de carácter social y la aspiración de
las fuerzas sociales al autogobierno. No es casualidad que el sobrino de Novikov sea el autor
del primer borrador de la constitución republicana y sea él quien dé la bienvenida a Pestel'
a las filas de los decembristas. Él también tendrá una fortuna muy especial, lo que Nekrasov
llamó "fortuna rusa": murió antes de la revuelta y, por lo tanto, no terminó en trabajos
forzados ni en prisión. Y, sin embargo, existe claramente un vínculo entre la idea de una
iniciativa social independiente y autosuficiente y los desarrollos futuros del movimiento de
liberación ruso.
Pero ahora nos centramos en otro aspecto, a saber, en la formación de ese elemento
tan importante para la intelectualidad que es la vocación social, la tendencia a la
independencia y autonomía de los propios pensamientos, sentimientos, gestos.
NOTAS
269
26 Vol’naja russkaja poezija vtoroj poloviny XVIII-pervoj poloviny XIX v. [Poesía rusa libre en
la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX], Leningrado, 1970, p. 364.
270
LECCIÓN 6
¡Buen día!
271
No me refiero a las personas que realizan un trabajo intelectual, ni a las profesiones
en general, sino a un tipo psicológico particular que está desvinculado de cualquier
ocupación y que también se encuentra en quienes realizan tareas físicas (y de hecho esto
es muy frecuente). Es la dote de intelectualidad que, como logro cultural, pertenece a toda
la humanidad en su conjunto. Ciertas sensaciones como la vergüenza o la conciencia no se
pueden dividir en clases y decir: este grupo es capaz de avergonzarse y este no. Esto sería
una gran simplificación. Y “lo mismo ocurre en este caso: no se puede atribuir
intelectualidad así, a primera vista, más bien sería muy arriesgado.
Así que estábamos hablando del sentido de la independencia. En este sentido, surgió
un problema bastante complejo en Rusia, especialmente para la nobleza. A partir de la Edad
Media y luego, después de las reformas petrinas, el noble se identificó tradicionalmente
con "aquellos que servían al Estado". El noble era quien prestaba el servicio, por lo que
hasta Pietro la clase feudal se dividía en terratenientes hereditarios que descendían de
señores feudales y habían heredado las tierras (tierras que por eso se llamaban "del padre"
o "del abuelo": "Trabajo las tierras de mi padre, de mi abuelo"), y en nobles. El noble había
obtenido una propiedad a cambio de sus servicios: mientras "servía al Estado" tenía
derecho a una hacienda, "poseía" tierras, es decir, era terrateniente, pero temporalmente;
de hecho, si ya no podía servir al zar porque, por ejemplo, había sido herido en la guerra,
entonces tenía que devolverlos. “Desde este punto de vista, el principado de Moscú era
particularmente inflexible, porque era pequeño y no tenía tierras para tirar. Si el noble
servía, tenía derecho a las tierras, pero si ya no podía hacerlo o moría en la guerra, la viuda
se enfrentaba a la siguiente alternativa: casarse con alguien que pudiera servir al zar (o dar
a su hija en matrimonio) o devolver la herencia.
De modo que desde un principio el noble era el que “servía al Estado”. Esto se hizo
particularmente claro con las reformas de Pedro el Grande, quien equiparó a los
terratenientes hereditarios con otros nobles: todos se convirtieron en servidores del
estado. Pietro concibió este servicio como obligatorio: quien no trabaja es un parásito. Por
eso, se planteó cómo obligar a trabajar a los monjes, a los que llamó "esas largas barbas
que, por su inutilidad, no se ponen de la mejor manera". Finalmente llegó a la conclusión
272
de que lo mejor hubiera sido transformar los monasterios en hospicios, o en hospitales,
poniendo a los monjes al cuidado de los soldados heridos. ¿Dónde tirar a los soldados
heridos? ¡Pero claro, en el convento! Entonces Peter estaba buscando una manera de
obligar incluso a los monjes a servir no a Dios, sino al zar y al estado.
Y así trabajaban los nobles. De hecho, después del edicto sobre la libertad de los
nobles de 1762 promulgado por Pedro III y luego ratificado por Catalina y luego nuevamente
en la década de 1880, tenían la opción de no hacerlo. La libertad nobiliaria consistía
precisamente en que el noble tampoco podía servir, sino permanecer en su hacienda, salir
al extranjero a su discreción y regresar con la misma libertad; incluso podría servir al otro
lado de la frontera, por ejemplo como oficial en un ejército “extranjero” y, a su regreso, si
lo deseaba, unirse al ejército ruso con el mismo rango.
En consecuencia, el servicio al Estado dejó de ser obligatorio desde el punto de vista
legal, aunque de hecho lo fuera, porque el honor de los nobles dependía de los servicios
prestados. Los que se quedaban en casa eran considerados inútiles, capaces sólo de cazar
liebres y pisotear los campos de los campesinos. Ciertamente no podía esperar el respeto
de los demás y se vio obligado a dar prioridad en cada ocasión a cualquiera con un rango,
porque, como no trabajaba, no lo tenía y vivir sin rango en Rusia era casi imposible. En la
oficina de correos recibió los caballos en último lugar, si quedaba alguno. Cualquier oficial
podía venir y llevarse los caballos y todo lo que podía hacer era esperar y esperar. Si tenía
que firmar un documento (una escritura de compraventa o un legado), tenía que escribir
"el menor fulano mete la mano". Aunque, tal vez, ya tenía el pelo blanco, seguía siendo
menor de edad, porque no tenía rango.
Pero, aparte de eso, no servir se consideraba vergonzoso. Un sentido del honor
dictaba que uno debía servir al Estado y servirlo seriamente. Por supuesto, uno también
podía colarse en la corte, pero se consideraba deshonestidad. El noble tuvo que hacer
carrera en el ejército, asaltar fortalezas, ser herido, ¡entonces habría merecido sus honores!
Pero, ¿cómo se combinó la necesidad de servir al estado con la necesidad de independencia
del gobierno?
273
Ya te dije que Nikolai Ivanovich Novikov se retiró como teniente. Su decisión fue casi
un guante lanzado en la cara del gobierno. Y de hecho Caterina, cuando lo tenga encerrado
en prisión, escribirá en su expediente judicial que él había dejado el ejército antes de tiempo
sin cumplir cabalmente con su deber de ciudadano. Mientras tanto, sin embargo, había
aparecido toda una generación que no tenía intención de servir como sus padres en la
Guardia, “en la corte, en el ejército o en la administración del Estado, porque sólo querían
servir a la sociedad. El joven escritor Nikolai Mikhailovich Karamzin también se despidió
anticipadamente del ejército (también con el rango de teniente) y se fue al extranjero. A su
regreso, no volvió a trabajar en absoluto, al contrario, desafiante escribió en su Epístola a
las mujeres que nunca pondría a su musa al servicio de la zarina, ni siquiera de Rusia, sino
solo de las mujeres y el amor:
Devolver la espada a su vaina
(“¡Rusia, triunfa sin mí!”)…
En lugar de un arma afilada,
Tomé una hoja de papel en mi mano.
Karamzin, por lo tanto, colgó el estoque aristocrático que recibió de su padre y siguió siendo
un ciudadano privado hasta el final de sus días. Más tarde, cada vez que su amigo cercano
Alejandro I le ofrecía atractivas perspectivas de carrera, un puesto como ministro o
secretario de Estado, Karamzin invariablemente se negaba. Entonces, ¿cómo fue posible
hacer coexistir la independencia y el trabajo? Como se recordará, el primero en cuestionar
(y cuestionar) esta alternativa fue el Chackij de Griboedov: "Servir sí, pero ser siervo no".
Porque ponerse al servicio del Estado significaba renunciar a la propia autonomía, ya no
significaba servir, sino ser servidor. El primer paso entonces fue distinguir el estado de las
personalidades individuales del zar, notables y ministros, y ponerse al servicio del estado
como una abstracción. El mismo Tchackij lo sostiene: “Quien necesita una obra, y no
personas...” Y, ¿recordáis?, en este punto Famusov grita: “¡Prohibiría muy estrictamente a
esta gente acercarse a tiros a las capitales!”28 Porque en un régimen autocrático las obras
y las personas -la individualidad del zar y el estado- son indistinguibles; en consecuencia,
ponerse al servicio del Estado significa vincularse personalmente con el soberano.
274
¿Recuerdas en Guerra y paz, cuando Nikolaj Rostov, a raíz de sus simpatías realistas, se
enamora de Alejandro I, exactamente como una chica de secundaria se enamoraría de uno
de sus profesores? En cambio, si no hubiera sido así, no habría sido monárquico. Pero
cuando un individuo culto de la época de Pushkin y los decembristas distingue el rostro del
oficio: ya es un paso significativo en el camino que llevará a la nobleza a liberarse de la
fascinación por el servicio prestado al Estado. Sin embargo, hay que tener en cuenta hasta
qué punto este espejismo seguía siendo seductor para esta generación. “Los compañeros
de Nekrasov no se enfrentarán a tal elección; para ellos ser un servidor del estado ya no
será atractivo. Pero para los hombres de la edad de Pushkin este no era el caso, todos los
decembristas eran oficiales y, además, muy capaces. No eran meros conspiradores,
conspiradores políticos que sólo pensaban en eliminar al zar. Sabían perfectamente lo que
entonces se llamaba "la ciencia de los reyes" y que es el arte militar; sabían cómo llevar a
los soldados a la batalla y entrenarlos para que se vieran bien en un desfile. Cuando Pestel'
recibió el mando del rebelde regimiento Vyatka, lo convirtió en una unidad modelo, e
incluso Alejandro I, a quien no le gustaba Pestel', después de haberlo revisado, tuvo que
admitir que allí reinaba un orden ejemplar. Incluso el conocido librepensador Mikhail Lunin
fue capaz de defenderse de un fanático de los simulacros y desfiles como el Gran Duque
Constantino. Cuando inventó un nuevo uniforme para los ulanos con innumerables ojales,
cordones, correas, perfecto para un desfile, pero muy poco práctico en la batalla, Lunin le
mostró por el bien de un desafío que este uniforme no encajaba. Ordenó a sus ulanos: "¡Al
suelo!", e inmediatamente después: "¡A caballo!". Cuando volvieron a subirse a la silla, las
correas se rompieron. Entonces el gran duque exclamó: “¡Que se lo lleve el diablo! ¡Él
conoce todos los trucos!” Y era cierto: Lunin sabía muchos trucos. Entonces, los
decembristas también servían al estado y no había nadie entre ellos que se sentara en sus
manos.
Desde este punto de vista, la posición de Pushkin parece completamente anómala,
ya que desde un principio no sintió más que desprecio por el trabajo. Después de la
secundaria, encontró un trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y prestó
juramento el mismo día que Griboyedov. Pero este último realmente se consideraba un
275
diplomático y se preparó para ese encargo con extrema seriedad, mientras que Pushkin lo
consideró una especie de emolumento que le habían concedido para que pudiera dedicarse
a la poesía. Cuando recaló en el sur, escribió que su salario le parecía más una ración de
exiliado, y desde entonces ha dejado de servir, salvo el cargo de Kammerjunker que le
impuso Nicolás I como castigo.
Otro caso excepcional es el de Yevgeny Onegin. Eso sí, entre los conocidos de
Pushkin (y sabemos muy bien quiénes eran, el excelente manual de Cherejskij los enumera
a todos, completo con biografías)29, no había un solo "desempleado". Yevgeny, por otro
lado, aparentemente nunca trabajó un solo día en su vida. Aquí está su currículum:
La primera señora se encargó de ello.
Entonces Monsieur se hizo cargo [...]
Monsieur l'Abbé, tapino francés30.
Más tarde, Onegin frecuenta el hermoso mundo, después de lo cual se retira al campo. Una
auténtica mosca blanca en la época. De él solemos decir que es un "representante típico",
pero en realidad es un "típico atípico"; es un individuo muy particular y ciertamente no es
casualidad. Y los lectores de la época lo sabían perfectamente.
Pero volvamos a la cuestión principal, y es cómo pueden convivir el servicio al Estado
y la necesidad de servir a la sociedad. Para la generación decembrista, era una pregunta
ineludible. Y la palabra decisiva en este sentido la pronunció Ivan Pushchin, un camarada
de Pushkin desde sus días de escuela secundaria. Cuando, como huésped de este último en
la hacienda de Mijailovski, admitió más o menos que pertenecía a una sociedad secreta,
dijo (al menos sobre la base de qué "sociedad secreta", dijo (al menos sobre la base de lo
que él mismo declarará): "No soy el único que ha venido a servir a la patria de esta manera".
Si el servicio al Estado significa inevitablemente servir a las personas y no a la causa,
entonces debemos comenzar a no ponernos más al servicio, sino a servir, es decir,
subordinar voluntariamente las propias tareas, la propia personalidad y el propio rostro
humano a algo grande y fundamental. En el círculo decembrista la palabra "causa" adquiere
un significado particular que mantendrá a lo largo de la historia de la intelectualidad rusa.
El sustantivo "causa" que siempre se escribe con mayúscula, significa algo sagrado, de
276
hecho es una causa que no concierne sólo a uno mismo. El servicio al estado es equivalente
al arribismo, mientras que servir a la sociedad casi siempre significa terminar en trabajos
forzados. De aquí surge otra característica que entra dentro del retrato de la intelectualidad
y que es la capacidad de sacrificarse, el espíritu de sacrificio.
El sacrificio aquí no es un fin “en sí mismo, ni es una tendencia a desafiar el peligro,
sino que significa estar dispuesto a pagar el precio más alto por los propios ideales. Y esto
es muy importante. Por un lado, pues, emerge el concepto de desinterés, que en el siglo XIX
asumirá un significado clave para todo el entorno intelectual. Pero, en realidad, ya en el
siglo anterior, particularmente en el círculo de Novikov, había hecho su aparición la noción
de "anargirismo", en oposición a la codicia. El término "anargirismo" se refiere de hecho a
las treinta piezas de plata por las que Judas traicionó a Cristo e indica "indiferencia al
dinero". Cuando el gobernador de Moscú quiso dar a su amigo masón Novikov trescientas
almas, éste se negó diciendo: "No sé ni qué hacer con una sola alma, la mía..." Y, aunque
entre los decembristas había gente muy rica, el desprecio por el dinero y un anargismo casi
ascético estaban muy extendidos en su medio. Tomemos, por ejemplo, a Fëdor Glinka,
coronel de la guardia, un valiente oficial con el pecho cubierto de medallas, ayudante del
comandante en jefe de Petersburgo Miloradovich (¡un puesto muy alto!), pero él también
vivía casi sin dinero, no tenía campesinos y su salario como coronel de la guardia era solo
aparentemente grande, porque la vida social en la capital lo secó todo. Y él, además, había
dado vida a infinidad de proyectos filantrópicos: en cuanto oía hablar de un siervo que
tocaba el violín o escribía versos, organizaba inmediatamente una colecta para darle su
libertad. También era un defensor de la glasnost': si encontraba que un terrateniente estaba
"maltratando a sus campesinos, lo hacía público". Y si se trataba de redimir a un granjero,
estaba dispuesto a dejar el té y beber solo agua hervida para ahorrar dinero; por la noche
se cubría con su abrigo y se enorgullecía de su pobreza. Gogol dirá más tarde que se
enamoró de su propia miseria.
A diferencia de la corte imperial y los círculos mundanos, donde se reverenciaba la
riqueza, la pobreza se tenía en alta estima dentro de este círculo. Y este impulso
desinteresado de servir a la sociedad, hasta el punto de sacrificarse uno mismo, obviamente
277
evoca conocidas asociaciones de ideas. Todos estos individuos asistían a la iglesia con
regularidad y habían sido educados en la vida de los santos. Esta ética de entrega al sacrificio
acerca a la intelectualidad (y sobre todo a la parte que eligió el camino de la lucha) a los
primeros mártires cristianos. Y esta identificación estará destinada a perdurar en el tiempo,
tanto que Nekrasov escribirá sobre Chernyshevsky:
aún no ha sido crucificado,
Pero llegará el momento
Y subirá al Gólgota
Para enviarlo a los esclavos de la tierra
Era el dios de la ira y el sufrimiento.
Para recordarles a Cristo32.
Chernyshevsky era materialista y, como muchos hijos de papas, no gustaba de los círculos
eclesiásticos, pero esto no impidió que Nekrasov utilizara imágenes extraídas de la tradición
cristiana en los versos que le dedicaba.
Entonces, hemos visto cómo este ideal ético significa un espíritu de sacrificio y una
disposición a pagar un alto precio por las propias convicciones. Pero servir a los demás no
significa simplemente renunciar al egoísmo. De hecho, el egoísmo se puede distanciar de
muchas maneras diferentes. Más tarde, tras la experiencia de los eslavófilos, la tendencia
al arrepentimiento ya reconocer la propia culpa ante el pueblo se extendería hasta el punto
de incluso renunciar a la propia individualidad. Para los hombres de esta época, sin
embargo, servir al pueblo era inseparable del respeto propio. Y este es un punto
fundamental, porque la pérdida de la autoestima es una de las peores tragedias para una
nación. De hecho, sucede que el individuo ya no se respeta a sí mismo y se convence de
que, si permite que otros lo ofendan, es solo porque ama tanto a su pueblo que sacrifica su
propia dignidad. Pero esta es una concepción profundamente errónea.
En ese momento Karamzin se había encontrado en una situación difícil: había
llegado a Petersburgo trayendo consigo los ocho volúmenes de su Historia para pedirle al
Zar permiso y dinero para publicarlo, porque no tenía ninguno. En la corte, los grandes
duques y las grandes duquesas lo recibieron con gran cordialidad y lo llenaron de elogios,
278
pero el soberano, es decir, "Alejandro I", no lo recibió porque no se había inclinado ante
Arakcheev. Le dieron a entender a Karamzin que hasta que no fuera a Arakcheev, el zar
nunca le concedería una audiencia. Karamzin esperó, pasó el tiempo y, como él mismo le
escribió a su esposa, Alejandro I "me ahogó en un lecho de rosas". Luego le dirá que no
podía sacrificar su dignidad, porque su dignidad le pertenecía a él, a su esposa, a sus hijos
ya Rusia, y que si hubiera permitido que otros lo humillaran, habría cometido un crimen
contra la cultura. Y esto no podía permitirlo. Esto nos explica muchas cosas, incluso con
respecto a la mentalidad de Pushkin.
Cuando Pushkin leyó las Cartas filosóficas de Chaadaev en la década de 1830, se
encontró en desacuerdo con él en muchos puntos. Su visión de la historia europea y de
Rusia no coincidía con la de Chaadaev. “Amigo mío, te hablaré en la lengua de Europa”33,
le escribió en francés. Pero en una cosa coincidía Pushkin con él, a saber, que la sociedad
rusa ofrecía un espectáculo sombrío: “…esta ausencia de opinión pública, esta indiferencia
hacia todo lo que es deber, verdad y justicia…”34 Si no nos preocupa nuestra dignidad
individual, no podemos hablar de democracia o cultura. Porque la democracia no puede
existir donde el individuo no se respeta a sí mismo. Y esto también nos hace comprender
mejor algunos de los poemas de Pushkin.
A fines de la década de 1820, Pushkin se dedicó a traducir al poeta inglés Robert
Southey, quien imitaba la antigüedad clásica y cantaba himnos a las deidades domésticas.
Los griegos y latinos contaron entre sus principales divinidades a los Lares y los Penates, es
decir, los dioses del hogar, que protegían la casa y tenían su propio templo doméstico. Así
es como Pushkin tradujo los himnos de Southey:
Me aman y me enseñan a honrar
sentimientos ocultos e inmortales
y nos enseñan a todos la primera de las ciencias:
Respétate a ti mismo 35.
"Respétate a ti mismo", de ahí la más alta devoción hacia la vida doméstica. El servicio al
estado ya los zares contradice estos valores. Por el contrario, servir a los propios ideales
presupone el respeto por el hogar y los descendientes, que no son en modo alguno una
279
abstracción, porque no son más que los propios hijos y nietos, como recuerda Pushkin en
Visité de nuevo...:
... Pero que mi sobrino
Al escuchar tu sonido de saludo,
Cuando, de un partido amistoso
“Volviendo, feliz lleno de pensamientos,
En la noche te pasará,
Y acuérdate de mí entonces36.
O:
Dos sentimientos nos son admirablemente queridos
En ellos se esconde alimento para el corazón:
Uno es el amor de las cenizas de la familia.
Uno es el amor a las tumbas de la patria.
280
XVIII-principios del XIX, educados en las ideas de la Ilustración, eran ajenos en principio a la
exclusividad. Estaban imbuidos de esos valores que los filósofos del siglo XVIII habían
atribuido a las palabras "tolerancia" y "respeto", así como de esos sentimientos que habían
llevado a Voltaire a decir a uno de sus oponentes: "No estoy de acuerdo con usted, señor,
pero daría mi vida para que pudiera expresar nuestras opiniones". Y esto es muy
importante.
Así que el respeto por uno mismo es también el respeto por los demás. No significa
renunciar a la propia personalidad o arrepentirse servilmente, pero tampoco significa ser
agresivo, porque la asfixia de la libertad de los demás y la falta de respeto por uno mismo
son básicamente las dos caras de una misma moneda. Y, en ese sentido, afirmar ese valor
ante la nación es ya una tarea que corresponde a los intelectuales. Y es inevitable que en
las naciones oprimidas por los invasores, la intelectualidad tome la delantera en los
movimientos de liberación nacional, luchando por la independencia de su propio pueblo.
Sin embargo, ya estamos acostumbrados a tirar la cruz a la intelectualidad y hablar
de ellos en tono "condescendiente", reprochándoles que estén desarraigados del país, que
no sean "nacionales". ¿Pero entonces Pushkin no es nacional? ¿Se podría “desarraigar” a
Pushkin? ¿Y Dostoievski, Tolstoi, Chéjov? Si es así, perdón, ¿cuáles serían nuestras raíces y
de dónde vendríamos? ¿Es posible que la forma en que hemos estado tan orgullosos hasta
ahora sea en realidad un error, un callejón sin salida? Como veremos en breve, la actitud
más negativa hacia la intelectualidad surgió precisamente en ella, en forma de autocrítica,
como consecuencia de las expectativas que se alimentaba de sí misma. Pero a menudo
(¿recuerdas cómo termina Hamlet?), durante el duelo los dos contendientes intercambian
espadas y la envenenada les sucede a los que no deberían. Esta actitud extremadamente
exigente con uno mismo será reprochada luego a la intelectualidad por aquellos que no
querían en absoluto que el pueblo fuera más consciente y más evolucionado desde el punto
de vista cultural y moral.
En cualquier caso, al menos ahora sabemos que todos los regímenes autoritarios,
independientemente de las condiciones específicas, tienden invariablemente a eliminar a
la intelectualidad. Por otra parte, es una práctica oriental: cuando los reyes orientales
281
tomaban posesión de territorios ajenos, en primer lugar mataban a todos los sacerdotes y
hombres que sabían leer y escribir, porque, al hacerlo, estaban seguros de poder esclavizar
al pueblo más fácilmente. Sin embargo, lo hemos visto no sólo en el antiguo Oriente. Los
que no querían un mayor desarrollo del pueblo en el sentido moral levantaron después su
espada contra la intelectualidad; los que pertenecían – diría yo – a las fuerzas más oscuras.
Pero por ahora detengámonos al comienzo de este viaje y dejemos a la intelectualidad rusa
en los albores del movimiento revolucionario. De hecho, en ese momento aún no había
cruzado la línea que separa la afirmación de su independencia de la lucha contra el Estado.
Intentaremos volver sobre este aspecto en el futuro.
Gracias por la atención.
NOTAS
282
CUARTO CICLO
EL HOMBRE Y EL ARTE
(1990)
283
LECCIÓN 1
Hoy retomaremos nuestro curso sobre el significado de la cultura y el lugar que ocupa en el
mundo en que vivimos, es decir, en el mundo contemporáneo. Pero dado que el “hoy”
siempre se aferra al ayer con una mano y al “mañana” con la otra, no podemos dejar de
hablar sobre el papel que ha jugado la cultura en el pasado y lo que puede jugar en el futuro.
Este es un tema muy delicado y, como veremos, las perspectivas en este sentido no son
especialmente optimistas.
Entonces, ¿qué nos puede deparar la cultura? Hoy nos vamos a centrar en un solo
ámbito suyo y ese es el arte. Por un lado, el tema parece simple, casi trivial; de hecho, si nos
preguntamos para qué sirve el arte y si es posible prescindir de él, todos responderán que
es absolutamente imprescindible: sin arte es malo. Difícil que alguien se atreva a decir: no,
no hace falta. Para sustentar tal tesis habrá que ser ignorantes, o filósofos muy profundos,
y de hecho ambos lo han hecho en diferentes momentos históricos. Seguramente
volveremos sobre ella, pero ahora pasemos a una pregunta mucho más difícil de responder:
¿por qué es “esencial”? O, cambiando ligeramente el énfasis: ¿cuál es el propósito del arte,
cuál es su uso? Recuerda, incluso en Pushkin los lectores preguntan al poeta para qué son
sus versos, y él evita responder.
Esta pregunta se ha respondido de muchas maneras diferentes, sin embargo, la
mayoría de las veces se ha hablado de la importancia del arte en los llamados términos
auxiliares: el arte es indispensable porque promueve el aprendizaje. Para aprender cosas
aburridas, es mejor apoyarse en un arte a la vez bello, fecundo, placentero, poético, como
decía un poeta de finales del siglo XVI que lo comparaba con una medicina. Como si el arte
endulzara un poco el trago amargo de la verdad:
Así que al niño egro le ofrecemos chispas
de dulce licor los bordes del florero:
jugos amargos engañados mientras tanto y bebidas,
y del engaño recibe su vida.
284
En otras palabras, si intentas enseñar la virtud a los niños, se aburrirán y dejarán de
escuchar, por no hablar de los adultos, que generalmente no están acostumbrados a seguir
razonamientos filosóficos. Otra cosa es administrarles tales verdades en forma de versos,
engañándolos para su propio bien. Esta opinión incluso se remonta a la antigüedad y ha
sido revivida varias veces. El arte es precioso “tanto para la pedagogía como para la moral:
debemos educar a los demás brindándoles buenos ejemplos. No en vano, cuando leemos
algo de literatura a nuestros alumnos en clase, todavía decimos: ¿ves? Este es un personaje
a imitar, porque es bueno, es un patriota, un gran pensador, un filósofo, un héroe. Este otro
es un personaje negativo, así que, muchachos, no tienen que actuar así. Además, no hay
nada de qué reírse: es cierto que el arte se utiliza con fines pedagógicos, educativos e
incluso políticos. Cuando un orador habla, la audiencia entiende mejor si expresa sus ideas
a través de imágenes. Y recurre a artificios artísticos, de lo contrario no sería orador.
Pero en estos casos el arte sirve para otra cosa. A todos los efectos es una buena
ayudante, asistente, maestra... Y esto no es nada malo, al contrario, aunque quisiéramos,
no seríamos capaces de liberar al arte de estos fines accesorios. Cuando intentaste crear un
arte distinto del no arte, no obtuviste nada, porque era simplemente imposible. Sin
embargo, en todas estas situaciones el arte se utiliza como una herramienta para perseguir
diferentes fines.
Pero, ¿puede el arte ser un fin en sí mismo? Muchos han respondido a esta pregunta
y siempre ha habido una única solución: existe un arte que no tiene finalidad y sólo se sirve
a sí mismo. Esta posición ha sido a menudo criticada y acusada de esteticismo. Y, en efecto,
en el llamado arte por el arte hay un matiz de rechazo de la política, de rechazo del saber y
de la utilidad. Al mismo tiempo, sin embargo, esta actitud tiene raíces mucho más
profundas.
En este punto, debemos detenernos en una pregunta aparentemente diferente,
pero esencial, que se planteó por primera vez hace mucho tiempo: ¿el arte es moral? Si nos
remitimos a la historia del pensamiento y de la filosofía, nos damos cuenta de que se han
dado dos respuestas diferentes a esta pregunta. Por un lado, se ha dicho que no, el arte, la
habilidad, la capacidad de crear belleza no tienen nada que ver con la moral. La moralidad
285
es una cosa importante que sin embargo no está ligada al arte y si algo lo utiliza como
herramienta. Al respecto es necesario subrayar un aspecto fundamental que es la relación
entre religión y arte. La religión y la moral tienen un valor independiente, no obstante se
sirven del arte. Una vez más nos encontramos ante el arte entendido como medio y dirigido
a un fin. Un fin que puede ser moral, pero también inmoral. Y así hemos llegado a un punto
central: el arte puede ser muy peligroso. Es como un arma puntiaguda. ¿Pero en qué
dirección? Depende de quien lo tenga. Desde la antigüedad ha habido innumerables
pensadores que han visto el arte con recelo. “Basta recordar a Platón, a quien volveremos
en breve, o a una figura como León Tolstoi. Seguramente no se trataba de niños ni de
ignorantes, sino de individuos capaces de reconocer un arma al verla y darse cuenta de que
podía acabar en otras manos.
Sin embargo, también existe otra posición, a saber, la de quienes afirman que el arte
sólo puede acabar en buenas manos, porque de lo contrario dejaría de serlo. Esto es lo que
pretendía Kant y, junto con él, muchos otros también. Al mismo tiempo hay que decir que
el arte, incluso cuando representa el mal, no lo propaga en absoluto. Sería como decir que,
viendo malas acciones o crímenes recreados en la pantalla o en el escenario, uno se vuelve
malo, o bueno, con sólo ver “buenas” películas. Otra pregunta muy compleja y difícil de
responder es la siguiente: ¿tenemos derecho a gastar tanto dinero en arte? Muchas veces
se ha dicho: la humanidad sufre, pasa hambre, le faltan las cosas más fundamentales como
la educación, la cultura, la piedad hacia los demás... ¡¿y nosotros escribimos poesía?! Pero,
¿quiénes son estas personas que escriben poemas? El arte es algo secundario, una
manifestación de la ociosidad, como decía Deržavin en el siglo XVIII:
El poema que aprecias,
es útil, dulce y agradable,
como limonada en verano2.
Beber un vaso de limonada es ciertamente agradable, pero también puedes prescindir de
él. No es casualidad que el propio Deržavin -gran poeta y desafortunado político- estuviera
convencido de que la posteridad le perdonaría sus versos en nombre de sus iniciativas
políticas:
286
Por las palabras - déjame ser burlado,
Pero para las acciones, respétame3.
A lo que Pushkin replicó sarcásticamente: “Las palabras del poeta son sus hechos”.4 La
poesía es una ocupación en toda regla y no solo, como dijo Hamlet, “palabras, palabras,
palabras…”.
Pero volvamos a la pregunta anterior, a saber: ¿tenemos derecho a dedicarnos al
arte, cuando el mundo está lleno de hambrientos, enfermos e infelices? ¿Se trata realmente
de robar a los individuos más enérgicos y talentosos de la sociedad (que siempre son una
pequeña minoría), permitiéndoles escribir, cuando en cambio podrían cuidar y nutrir a los
demás? Esto tampoco es un asunto sencillo.
Entre otras cosas, en la antigua Grecia (pero no solo, también entre muchos otros
pueblos) los poetas solían ser ciegos. Los científicos del siglo pasado lo encontraron más
que razonable: un individuo sin vista no podía en ningún caso hacerse útil a la sociedad, así
que adelante, sé poeta. Tomemos a Homero, por ejemplo: era ciego y por lo tanto no podía
pelear ni “comerciar ni navegar, así que compuso canciones. Parece un discurso
absolutamente racional. Pero esta es la mirada de un hombre del siglo XIX, la mirada de un
positivista. Para los hombres de la antigüedad, sin embargo, la ceguera no estaba asociada
con la incapacidad de lidiar con la tecnología, sino con la capacidad de hablar con Dios. Para
los hombres, la ceguera del poeta no era más que una visión muy aguda para Dios. Y así
como Dios habló a través de los profetas, también lo hizo a través de los poetas. Porque el
hecho de que Homero fuera ciego no significaba en absoluto que fuera un inútil, capaz
únicamente de escribir poemas. Por el contrario, significaba que estaba predestinado a algo
superior, que nunca estaría al alcance de alguien que pudiera comerciar, navegar o blandir
una lanza o una espada maravillosamente.
Entonces, realmente parece que el arte es indispensable, pero constantemente nos
escapamos de las preguntas que nos hemos hecho. De hecho, tenemos la sensación de que
es necesario, pero ¿por qué? Por supuesto, no puede ser solo porque de lo contrario nos
aburriríamos. También porque al final podríamos preguntarnos: ¿qué tiene de malo
aburrirse? Estar distraído no lo es todo en la vida.
287
En definitiva, como suele ocurrir cuando no somos capaces de explicar algo, es mejor
recurrir a los hechos. Ellos también pueden ayudarnos. Si echamos la vista atrás y
examinamos la historia de la humanidad, nos damos cuenta de que el arte siempre ha
existido. Y no conocemos un solo caso en el que la gente pensara primero en cuestiones
prácticas y luego recurriera al arte. Además, una sociedad sin arte nunca ha existido y no
puede existir. Evidentemente ha habido varias civilizaciones enfermas, que han
desaparecido. Pero la historia enseña que una civilización enferma también puede sanar y
florecer de nuevo, no necesariamente está destinada a desaparecer. Aunque puede pasar.
Y luego, en estos trágicos momentos de muerte social colectiva, el arte realmente falla.
Como está escrito en la Biblia, ¡ay de aquellas personas que no escuchan a sus profetas!, y
que los poetas también sean profetas, ciertamente no es una idea nueva, es más, ya lo
hemos escuchado repetir muchas veces.
Pero dirás: esto es un ejemplo, ciertamente no una demostración. Y en realidad solo
me limité a decirte lo que nunca pasó, pero no te expliqué por qué no pasó o no pudo pasar.
Y, “de hecho, esta no es una pregunta menor. Tratemos de orientarnos en este asunto de
todos modos.
Primero, pensemos qué pasaría si elimináramos el arte. Ya ha habido tales casos, y
el ejemplo más conocido es el del famoso filósofo griego Platón, quien en su tiempo trazó
los contornos de una sociedad ideal. Y de esta sociedad ideal... bueno, en realidad no se
puede decir que "te prohibió el arte, pero ciertamente lo sometió a un experimento muy
interesante.
Platón fue un pensador muy profundo, probablemente uno de los más profundos de
la historia de la humanidad. Y su nombre (¿recuerdas?) suele ir asociado a una serie de
etiquetas, como la de idealista. Aún así tengo la sensación... bueno, sería un poco gracioso
decir que no estoy de acuerdo con Platón, de hecho, sería francamente absurdo, pero como
puedo explicar por qué pensaba así, significa que me he distanciado un poco de sus ideas.
No obstante, es sin duda uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. En una de
sus obras, titulada Las leyes, y concretamente en la primera parte, Platón -como siempre,
en forma de diálogo- plantea la cuestión de si el arte es necesario. Y uno de sus
288
interlocutores cuenta entonces la historia de una sociedad ideal: Platón la llama "antiguo
Egipto", pero en realidad, como en muchos otros casos, se refiere a un lugar utópico. En
esta sociedad ideal, el arte es tratado como un arma temible. Los antiguos egipcios, escribe
Platón, hicieron esto: reunieron a todos los individuos más sabios y autorizados y les
pidieron que eligieran "las mejores obras de arte". Y eligieron canciones populares. Y no
sólo las fijaron por escrito, sino que también prohibieron la creación de cualquier otra obra,
porque toda necesidad de belleza debía ser satisfecha con estos cantos antiguos. Como
escribe Platón, uno no debería (y realmente no debería, no es una exageración) distinguir
lo que se había escrito mil años antes de lo que se estaba escribiendo en ese momento; de
hecho, uno no debería escribir nada nuevo. Y este es el punto central, es decir, el intento
de detener la carrera del tiempo hacia adelante, ya que no sabemos a dónde nos llevará (es
una carrera hacia la nada). Es como si estuviéramos a bordo de un tren que se mueve a una
velocidad sin precedentes. Pero, ¿hacia dónde se dirige? Cada vez que creemos saber
adónde va, convencidos de que lo estamos dirigiendo, la realidad pronto nos demuestra
que no es cierto y que solo estamos colgando de un hilo atado a quién sabe exactamente
dónde. Pero, ¿adónde vamos?
Es un misterio que no debe sorprendernos. La ciencia, en efecto, para comprender
algo debe acercarse a su objeto desde el exterior, y nosotros en cambio miramos nuestro
mundo desde el interior. No sería del todo exacto decir que no sabemos a dónde vamos,
pero si es tan difícil de entender, significa que, con toda probabilidad, aún no hemos
investigado suficientemente esta cuestión.
Precisamente por eso, se ha intentado sustituir este avance por un movimiento
circular. Platón no estaba en absoluto en contra del movimiento, sólo quería que se
repitiera como se repite el tiempo: canciones eternas, como son eternos el verano o la
primavera. Siempre nuevo, pero siempre igual. Y de la misma manera que ciertamente no
decimos: aquí hay otro verano, pero ya sucedió el año pasado, así también los personajes
de Platón habrían cantado las mismas canciones de mil años antes sin exclamar: ¡otra vez
las canciones de siempre! ¿Y qué tiene de malo que sean iguales? De hecho, el suyo es un
289
mundo cíclico. Y esta ciclicidad, según Platón, habría salvado a la humanidad de la carrera
hacia la nada.
Pero sus especulaciones difícilmente se basan en la realidad. Y trataré de explicarte
ahora por qué. Incluso si todavía tienen su base. Podemos identificar la esencia histórica de
la época que produjo a Platón, pero al mismo tiempo debemos subrayar el hecho de que
fue él quien primero se alarmó por lo que durante mucho tiempo los hombres no sólo no
habían percibido con preocupación, sino que ni siquiera habían notado. Y las palabras
"observar" y "estar alarmado" son el motivo mismo de la ciencia. De hecho, estamos
hablando de aquellos estímulos que nos permiten actuar y, en consecuencia, esperar,
quizás. Porque si corremos a quién sabe dónde, sin siquiera darnos cuenta, entonces
nuestra situación es desesperada. Pero si nos damos cuenta de que nuestro intelecto es una
fuerza activa y que lo es precisamente porque puede elegir (y esta facultad nunca se nos
niega, como veremos en breve), entonces esto significa que hay esperanza. Si, por el
contrario, no hay elección, tampoco hay esperanza. Y esto se puede entender bien a partir
de la siguiente comparación.
Los seres humanos hacemos muchas cosas diferentes: jugar, divertirnos, trabajar,
comer, tener hijos, vivir en sociedad. Y la mayoría de estas actividades también son
compartidas por animales. La idea de que los animales son estúpidos porque no hablan es
profundamente infantil. Cuando el niño quiere afirmarse, suele inventar a alguien inferior
a él. Por ejemplo, comienza a gritar: "Yo soy fuerte y grande y tú eres pequeño" incluso
frente a un adulto muy alto, o: "Tú eres tonto y en cambio yo soy inteligente, lo sé todo". Y
el mismo patrón ha condicionado durante mucho tiempo nuestra actitud hacia los animales.
Los animales tienen su propio intelecto y cultura, así como muchas cualidades valiosas que
hemos perdido hace mucho tiempo. Y quiero decirte que debes respetarlos absolutamente.
Y también para estudiarlos, porque es muy interesante y, al mismo tiempo, útil.
Los animales son como los habitantes de la sociedad ideal de Platón, y esto no
significa hacerle una injusticia al filósofo. De hecho, los animales tienen su propio lenguaje,
sus comportamientos, sus juegos y sus bailes. Evidentemente no me refiero a todos ellos,
sino a los “mamíferos que trataremos en concreto, porque para nosotros son los más fáciles
290
de observar y entender. Si es posible comprender a los insectos, por ejemplo, sigue siendo
una pregunta abierta, que sin embargo dejaremos de lado por ahora.
El mundo que más conocemos es el de los mamíferos que, a primera vista, tiene
muchas cosas en común con nosotros. Sin embargo, se comportan de una forma que Platón
habría definido como ideal, porque actúan y piensan de forma cíclica. De hecho, su
conducta se caracteriza por acciones, por así decirlo, impredecibles y otras altamente
predecibles, como los pasos de un baile previamente aprendido. Y esto los diferencia de los
seres humanos, precisamente porque generalmente tendemos a reaccionar de manera
inesperada cuando nos sucede algo importante. Los animales, por otro lado, no hacen nada
inesperado bajo estas circunstancias básicas. El cortejo o los duelos en época de
apareamiento, el cuidado de los padres están profundamente ritualizados y se desarrollan
-casi como un ballet- según reglas precisas. Al ver lo que hace un animal, podemos predecir
sus próximos movimientos, y por eso mismo se suele utilizar la metáfora de la danza para
describir los contactos entre ellos.
Por ejemplo, tomemos el siguiente caso. En una determinada zona viven los
depredadores, cada uno en el territorio que considera suyo. Y aquí, en este espacio, donde
el depredador se comporta de una manera sumamente predecible, irrumpe el ser humano.
Por lo general, su llegada solo puede causar daños: por lo general, cuando los animales se
vuelven peligrosos, nerviosos o locos, es culpa de los hombres. Esta vez también es así: el
hombre llega y ahuyenta al depredador. El depredador luego va en busca de un nuevo lugar
y termina en el territorio de otro. Se desata un conflicto entre los dos que, sin embargo,
rara vez desemboca en una pelea. El enfrentamiento adquiere más los contornos de una
prueba de fuerza: uno le demuestra al otro que es fuerte, hambriento y decidido a luchar
hasta el final, mientras que el otro, que está lleno. O viceversa: uno deja claro que ese es su
territorio y que está dispuesto a defenderlo a toda costa. Entonces el otro se va, con el rabo
entre las piernas. Obviamente, aquí no solo cuenta la disposición de ánimo, sino también la
fuerza: los dos animales hablan con gestos y se entienden perfectamente. Pero lo
importante es que “los animales en territorio ajeno se vuelven poco o nada predecibles:
291
pierden el control, se muestran antisociales, su comportamiento habitual se distorsiona por
completo.
Del mismo modo, no se sabe bien qué pasó con nuestros antepasados, es decir, si
se produjo una mutación genética para bien o para mal; lo que es evidente es que se ha
producido un cambio masivo que ha hecho añicos la previsibilidad de su comportamiento.
Uno pensaría que los aspectos menos importantes de la existencia son más obvios. De
hecho, ese no es el caso. Y es en este punto que hace su aparición lo que llamamos intelecto
y que sobre todo permite al ser humano ser consciente de las circunstancias en las que se
producen sus actos, aunque no sea capaz de predecir con exactitud las consecuencias.
En este sentido, debemos recordar el nombre de Ilya Prigogine, un extraordinario
erudito, premio Nobel, que revolucionó la ciencia moderna con sus investigaciones sobre
situaciones impredecibles en la química y, en general, en los procesos que ocurren en la
naturaleza. Prigogine ahora vive en Estados Unidos y es considerado un científico belga-
estadounidense, pero sus padres eran de origen ruso. Habla ruso con dificultad, el francés
y el inglés son sus dos lenguas maternas. Como se desprende de los estudios que ha
publicado hasta el momento, Prigogine también ha analizado el comportamiento de los
insectos y, en general, lo que tradicionalmente estaba excluido del campo de la ciencia.
Hasta hace poco, la ciencia tendía a tratar con lo repetible. Era uno de sus principios
fundamentales: la ciencia no estudia procesos aleatorios. Los fenómenos se dividieron en
regulares (que se repiten según leyes específicas) y aleatorios (irrepetibles y por tanto
impredecibles). ¿Y qué hicimos cuando miramos hacia atrás para reconsiderar la historia?
Hemos visto en ella una serie de recurrencias casi inmutables y hemos dicho que la libertad
consiste en la conciencia de la necesidad. En efecto, podemos comprender lo que debe
suceder objetivamente: aquí está toda nuestra libertad. Pero decir: a partir de ahora
podemos ir aquí o allá, y nadie sabe adónde vamos, parece imposible. Como resultado, la
carrera hacia adelante de la humanidad adquiere un carácter predeterminado. Basándonos
en el principio podemos calcular cuál será el final. Y si no podemos, significa que no tenemos
suficiente información. Necesitamos recopilar más datos, y cuando sepamos todo como
292
Dios, entonces podremos decir como Einstein: "Dios no juega a los dados". Porque para Él
no existen las casualidades.
En la visión a la que me refería antes, la de Prigogine, Dios es en cambio un
experimentador que observa el mundo y se va conociendo poco a poco. El pedagogo conoce
los resultados de su experimento, el científico no. Para estos últimos, los experimentos cuyo
resultado se conoce a priori ya no lo son. En opinión de Prigogine, por lo tanto, Dios no es
un pedagogo, sino un científico, y el mundo le es necesario precisamente porque es
misterioso e impredecible.
Prigogine - tenga en cuenta que lo que "le digo es bastante aproximado, no porque
se trate de una transmisión popular, sino porque mi conocimiento sobre el tema es limitado
- Prigogine, decía, vislumbrada en la historia - y se refería a la historia de la naturaleza, no a
la de la humanidad - una sucesión de procesos lentos y predecibles. Entonces, de repente,
la progresión entra en una fase de imprevisibilidad y nos encontramos en la encrucijada de
al menos dos caminos posibles, si no infinitos. Decíamos antes: es necesario calcular la
probabilidad en base a la cual se elegirá un camino u otro, pero en realidad el gran aporte
de Prigogine es haber demostrado cómo, en este punto, funciona no tanto la necesidad
como el azar.
Al mirar hacia adelante, vemos una serie de eventos fortuitos. Pero en cuanto
miramos hacia atrás, estos accidentes se convierten en necesidades para nosotros. El
historiador ve una lógica en los hechos, porque no puede escribir una historia que aún no
ha sucedido. En realidad, desde este punto de vista, la Historia es uno de los muchos
caminos posibles. La realización de uno implica la pérdida de todos los demás. Y todo lo que
hacemos es ganar oportunidades, perdiéndolas todo el tiempo.
Sin embargo, no deberíamos sorprendernos. Tomemos por ejemplo un proceso más
comprensible para nosotros, como es la vida del hombre desde el nacimiento hasta la vejez.
El ser humano tiende constantemente hacia adelante y pierde su capacidad de elegir a cada
paso. Cada paso más es una pérdida. Un poco como si fuéramos en tren y un niño, en cada
calle atravesada, preguntara: ¿cómo no vamos a tomar ese camino? Porque los caminos
que hemos atravesado nunca más los volveremos a transitar. “Al mismo tiempo, es
293
fundamental transitar por las calles que de todos modos no transitaremos, de lo contrario
la experiencia humana y la conciencia perderían recursos muy importantes. Y aquí es donde
surge la necesidad del arte.
Porque el arte nos da la oportunidad de seguir los caminos que no hemos recorrido,
de experimentar no solo lo que ha pasado, sino también lo que no ha pasado. Y la historia
de lo que no sucedió es inmensa y fundamental. Y nos hace comprender que la humanidad,
que corre quién sabe dónde a una velocidad de vértigo, puede realmente tomar las riendas
de su destino en la mano. Claro, todavía no está lista para hacerlo, pero tal vez tarde o
temprano lo esté. Quizás algún día sea capaz de hacerlo.
Y aquí llegamos a un punto crucial. Desde este punto de vista podemos decir que el
arte no es sólo algo placentero, “como la limonada en verano”, sino también y sobre todo
la posibilidad de experimentar lo que no se ha experimentado, de adquirir experiencia
donde falta experiencia. Porque la vida realmente no nos brinda ninguna experiencia,
simplemente porque no podemos revivirla una segunda vez. Cada nueva situación ya es
otra situación. Nuestro gran error, que repetimos una y otra vez, es encarar siempre el
futuro sobre la base del pasado. Tanto es así que pensamos: atesoré la experiencia; la
experiencia dice que en esta situación no conviene comportarse así “y lo hice, pero esta vez
no me volveré a equivocar. Pero “este tiempo” ya es otro tiempo y si pensamos que la
situación se repite perfectamente idéntica, estamos muy equivocados. El arte, en cambio,
nos ofrece esta posibilidad, a saber, la de experimentar una segunda vida sin fin. Por lo
tanto el ser humano - que realiza ciertas acciones importantes de una vez por todas, sin
poder confiar en la experiencia adquirida - el ser humano dije necesita del arte. Porque el
arte es la experiencia de lo que no pasó y de lo que pudo pasar. Y así ampliar el campo de
nuestras posibilidades.
Pero este es sólo el primer paso. De hecho, el arte también tiene otro aspecto muy
importante. Los seres humanos están inmersos como animales en el universo de la
naturaleza, pero a diferencia de ellos, son conscientes de su mundo y crean una imagen
ideal de él; por lo tanto, es capaz de tomar decisiones.
294
Como ya he dicho, los animales en la vida cotidiana también tienen derecho a elegir.
Un gato, por ejemplo, puede ir en una dirección u otra, puede dar un salto o no. En todos
estos casos, es gratis. Pero, cuando se enfrenta a acciones importantes -encontrarse con un
gato en una determinada época del año, "o pelear con otro gato"-, entonces su libertad se
desvanece de repente y comienzan esos movimientos teatrales que tienen lugar según un
ritual inmutable y muy preciso. Y nuestra impresión, que los gatos están bailando y
produciendo un efecto artístico, por así decirlo, es solo una mera impresión. Aquí el arte no
tiene nada que ver, porque no hay posibilidad de elegir o comportarse de otra manera.
El ser humano, en cambio, siempre tiene la posibilidad de elegir. Pero, ¿qué significa
elegir? Aquí nos enfrentamos de nuevo a una cuestión fundamental. Porque cuando
decimos que la libertad consiste en la conciencia de la necesidad y que nuestra libertad de
elección es sólo aparente y no existe realmente, eso significa que tampoco tenemos
ninguna responsabilidad. Porque donde hay elección también hay responsabilidad. Y
entonces surge otra cuestión de la que hablaremos la próxima vez y es la de la relación entre
el arte y la moral.
NOTAS
295
LECCIÓN 2
La última vez hablábamos de las razones por las que el arte es indispensable y nos
preguntábamos por qué no es un componente agradable, sino auxiliar de la vida social,
cultural o simplemente física del ser humano, sino uno de esos elementos fundamentales
que hacen de la humanidad tal y cada uno de los componentes de esta comunidad, una
persona. Pero, volviendo al individuo como ser pensante, surge otra cuestión esencial que
es la de la responsabilidad. Durante el último episodio vimos cómo el pensamiento humano
es inseparable de la elección, de la posibilidad de hacer una cosa u otra en una situación
dada. Y me refería a las conocidas teorías del científico Prigogine que distinguía en el
comportamiento de los mamíferos (y, en general, en los procesos naturales) periodos
marcados por una evidente repetibilidad, en los que cada nueva fase es en gran parte
predecible y por otros en los que el sistema que se ha ido desarrollando se enfrenta a
múltiples posibilidades, todas igualmente plausibles. Este momento se puede definir como
aquella fase de “transición en la que la cantidad de información alcanza su punto máximo.
Al final de la última lección les recordaba que si introducimos al ser humano en este sistema,
lo cambiamos radicalmente. Porque en este punto el sistema no solo está marcado por una
condición de imprevisibilidad; en ella intervienen también nuevos elementos como la
elección, pero también el juicio y por tanto la responsabilidad. Estos factores -elección,
juicio y responsabilidad- constituyen aquellas cualidades que distinguen al ser humano
como tal. Y estas son características decididamente complejas.
Cabe señalar que la cuestión no es nada sencilla, porque ese ser que se ha hecho
hombre no deja de pertenecer también al mundo prehumano. El hombre no es sólo
hombre, sino también animal, partícula de materia sujeta a las leyes del mundo natural, por
lo que su libertad de elección es limitada. En determinados momentos (incluso muy
significativos) de su existencia, el ser humano no tiene elección. “Pero, a diferencia de otros
seres, interpreta esta condición no como una falta de alternativas, sino como una privación
de su propia libertad de elección, como una suerte de elección negativa, como lo que no
296
tiene, pero que debería tener. Por esta razón, los seres humanos generalmente se indignan
o se perturban ante la idea de la muerte.
¿Por qué es tan difícil para los humanos morir, mucho más difícil que para otros
animales? Ni siquiera estos últimos son tan simples como tendemos a creer, al contrario, su
mundo intelectual es complejo, peculiar y, en muchos sentidos, aún por descubrir. Pero, en
todo caso, el ser humano sufre tanto por la muerte porque es capaz de imaginar su
ausencia. De modo que la muerte se convierte en un problema de comprensión. Como decía
Pushkin sobre la vida: “Quiero comprenderte, / busco sentido en ti…”5
¿Pero la muerte tiene un significado? Entre otras cosas, una parte más que
considerable de la cultura humana consiste precisamente en atribuir sentido a lo que
parece sin sentido fuera del hombre. ¿Por qué estoy en el mundo, qué sentido tiene mi
vida? ¿Y por qué estoy destinado a morir? ¿Qué quería decir con mi vida? ¿Y a quién le dije,
quién me escucha? ¿Cuál es el punto de todo esto? ¿Y si no tiene sentido? Como exclama
indignado Yevgeny de Pushkin, de quien la inundación le quitó a su amada niña sin razón:
... y que todos los nuestros
La vida no es más que un sueño vano,
¿Una burla del cielo contra la tierra?6
Y, de hecho, ¿cuál es el sentido de la vida? ¿Y es posible vivir sin haber resuelto este
problema? Los seres humanos cada uno piensa a su manera. Todos estamos involucrados
en procesos que determinan nuestra pertenencia a otros componentes del sistema
universal, por eso mismo no estamos constantemente dedicados a la búsqueda de sentido.
Sin embargo, como seres humanos, no podemos dejar de preguntarnos acerca de este
problema, a veces incluso con resultados ridículos.
Aquí, por ejemplo, hay un episodio tragicómico de la vida de Belinsky. “Estaba
discutiendo el significado de la vida en compañía de algunos escritores jóvenes, incluido
Turgenev, cuando de repente su esposa, una mujer bastante sencilla, los llamó a la mesa.
Como ese individuo absolutamente espontáneo e ingenuo que era, sin darse cuenta de lo
ridícula que podía sonar tal exclamación, gritó con lágrimas en los ojos: "¡¿Aún no hemos
resuelto el problema de la inmortalidad del alma y nos interrumpes para decirnos que el
297
almuerzo está listo?!" Obviamente, nos da risa, porque esta pregunta nunca ha sido
resuelta en toda la historia de la humanidad y esperar poder resolverla antes de ir a
almorzar es ingenuo. Pero este ingenio da testimonio de la extraordinaria fuerza espiritual
que caracterizó a Belinsky, su creencia de que la existencia real y material no tiene sentido
sin vida espiritual y que, a falta de ésta, no se podría vivir. No podía sobrevivir sin cultivar
su espíritu.
Y así volvemos de nuevo al punto de partida. Sin arte no se puede vivir, porque el
arte es parte fundamental de la vida espiritual, no sólo es agradable “como la limonada en
verano”. Pero ¿por qué no puedes? ¿Qué aporta el arte a la existencia humana? Decíamos
la posibilidad de elegir, pero también hay un conocido proverbio alemán que dice: "Con la
libertad comienza el dolor". Y es absolutamente cierto. En efecto, podríamos agregar: “Y las
responsabilidades”. Y dado que el nuestro es un mundo donde hay libertad de elección, eso
significa que también tenemos responsabilidades. “Pero las formas en que los seres
humanos se manifiestan son innumerables y cada uno de nosotros vive al mismo tiempo -a
diferencia de los personajes literarios- muchas vidas diferentes, y no puede ser de otra
manera. Cuando leemos una novela, asistimos a una obra de teatro o vemos una película,
solo vemos algunas escenas de la vida de los protagonistas. De hecho, otros no se pueden
mostrar, porque son obscenos o tienen que ver con la biología, ¡pero sin estos aspectos no
podríamos vivir en absoluto!
Nuestra existencia es, por así decirlo, multifuncional, estamos al mismo tiempo
sujetos a una pluralidad de leyes que no siempre están en armonía entre sí. De hecho, la
mayoría de las veces se contradicen: querer y poder, amar y tener que, no querer pero tener
que... Este lado particularmente complicado de nuestra existencia es el que concierne a la
moralidad. Y el arte ciertamente tiene que ver con la moral. No coincide con la moral, pero
comparte con ella un aspecto muy importante, a saber, la elección. Por esta razón, incluso
la moralidad es un experimento. Porque donde no hay alternativa, no hay experimento.
Donde no hay elección -como ya hemos dicho- no hay moralidad, sino sólo los
automatismos del comportamiento mecánico.
298
La relación que establece el hombre con el mundo es muy compleja. Por un lado
constituye un ser en sí mismo, por otro pertenece a un grupo mayor. Como ser individual
parece tener mayor libertad y responsabilidad, mientras que en grupo todavía puede decir:
"Pero qué quieres de mí, todos lo hacen...", o: "No era yo solo, éramos muchos"... Este es
un razonamiento muy extendido y, si sacamos las conclusiones de él, parece que, mientras
el hombre está solo, está sujeto a leyes morales, mientras que si se le considera dentro de
la comunidad, sólo responde a las de la necesidad. Pero esto es obviamente una
banalización, porque si realmente fuera así, entonces el comportamiento colectivo no
podría ser bueno o malo. En realidad, las cosas son mucho más complejas. Sin embargo, nos
gusta pensar que es así, porque nos sentimos aliviados cuando podemos descargar nuestras
faltas en alguien más y decir: "Así es con nosotros, todos lo hacen, ¿por qué debo ser mejor
que los demás?"
La relación entre el comportamiento individual y colectivo presenta varios aspectos.
En primer lugar, el comportamiento individual siempre conlleva mayores
responsabilidades, su vínculo con el ámbito moral es más directo. La colectiva, en cambio,
está mediatizada y la libertad personal de cada sujeto está, por así decirlo, limitada por
costumbres, normas, imperativos.
Como bien sabes, en la antigüedad se creía que los esclavos no debían ser juzgados,
porque no podían responder por sus propios actos. Por un lado, la condición del esclavo era
terrible, porque estaba privado de los derechos civiles. Por otro lado, sin embargo, tenía
una pequeña ventaja: no podía ser juzgado. El amo respondía por su conducta: él era el que
debía ser juzgado si su esclavo cometía un delito.
A menudo hay casos en la historia en los que los hombres no pueden soportar el
peso de la elección. Porque es sólo en apariencia que la libertad parece todo rosas y flores.
En realidad es una carga pesada. Un poco como el que sostenía el gigante griego Atlas que
sostenía el globo terráqueo sobre sus hombros. Y cuando un individuo declara: “No quiero
vivir así, no porque me sienta mal, sino porque es injusto”, cuando asume la terrible
responsabilidad de afirmar que “el individuo desea la muerte, que prefiere renunciar a su
única vida (¡porque no tendrá otra!), que seguir existiendo en una atmósfera de odio,
299
entonces significa que ha alcanzado un alto grado de moralidad. Y es natural que estas
cualidades se manifiesten en la forma más completa en el arte”.
El arte tiene efectos muy singulares en nosotros. Su sujeto es un individuo,
considerado en las circunstancias de su existencia personal, que sin embargo deja de ser
sólo él mismo. Es precisamente lo que en la vida real no le está permitido al hombre, que
es ser como todos y, al mismo tiempo, como nadie. Obviamente este sentimiento también
se puede experimentar en la vida cotidiana y los individuos más profundos lo conocen bien.
Una de las figuras más extraordinarias jamás producidas por la humanidad es el
filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Sin duda fue un gran hombre y el hecho de que en
repetidas ocasiones se contradijera o incluso dijera tonterías no disminuye en lo más
mínimo su estatura. Fue y sigue siendo una gran personalidad. Creo que cualquiera de
nosotros debería considerarse afortunado si resulta ser tan tonto como Rousseau al menos
una vez en la vida. Quien dedicó uno de sus libros (un libro formidable, como nunca había
conocido la historia de la humanidad) a hablar exclusivamente de sí mismo.
Diréis: ¿por qué, acaso hay pocos libros en los que la gente hable de sí misma?
¡Cuántas personas escriben una autobiografía! Pero, ¿qué significa escribir una
autobiografía? Rousseau se encontró frente a una pregunta que los hombres comunes ni
siquiera se hacen, a saber: ¿sobre qué no voy a escribir? Y su respuesta fue: Escribiré sobre
todo, ni siquiera callaré sobre mis acciones más vergonzosas, y no se refería a delitos graves,
que incluso se pueden admitir con orgullo, sino a mezquindades. Me mostraré (como
escribe en el epígrafe) “intus et in cute”, “dentro y debajo de la piel”7. En resumen: lo diré
todo.
Rousseau, reconociendo que era como todos los demás, comenzaba sus Confesiones
con las siguientes palabras: “No estoy hecho como nadie que haya conocido”8. Aquí hay
una fórmula verdaderamente profunda: no soy un gran hombre, soy como todos y por lo
tanto puedes entenderme e interesarte por mí (Rousseau fue un gran hombre, pero nunca
se consideró tal, de hecho quiso declararse un individuo común), y sin embargo, al mismo
tiempo, no soy como los demás.
300
Pero, llegados a este punto, surge una cuestión fundamental sobre la naturaleza de
la comunicación y que nos remite a la cuestión de la necesidad del arte. "Soy como todos".
“De hecho, si soy como tú, podrás entenderme y, por lo tanto, podremos comunicarnos
entre nosotros. Para que los hombres se entiendan, deben parecerse en alguna medida.
Como mínimo deben tener un lenguaje común. Y por idioma no me refiero solo al estonio,
al ruso, al francés o al chino, sino también al idioma de los gestos y el comportamiento.
Sabemos, por ejemplo, que en los países asiáticos una sonrisa significa algo absolutamente
diferente que en Occidente. Si has visto alguna película japonesa, seguro que recuerdas que
los personajes más crueles sonríen. Comprender las expresiones faciales y la apariencia
externa significa aprender toda una serie de lenguajes que no se enseñan en la escuela. Y,
por cierto, es una verdadera pena, porque conocer un idioma sin saber cómo comportarse,
qué se hace o se deja de hacer, en qué situaciones se puede mover la mano y en qué no se
siente bien, etc., es poder hablar el idioma de un país, pero ignorando su cultura.
Imaginemos que tenemos una lengua y una cultura comunes y que nos entendemos
perfectamente. Genial, ¿verdad? No debe haber problemas, sufrimientos, amores infelices;
bastaría con decir: "te amo", ella te entendería de inmediato y las cosas irían a lo mejor.
Qué maravilla... para nada: ¡sería aburrido! Si luego tratáramos de eliminar cualquier
obstáculo para el entendimiento mutuo, ¿qué sucedería? En primer lugar, debemos partir
de la observación de que personas de diferentes edades, rasgos y culturas se entienden de
manera diferente. Entonces, ¡hagámoslos iguales, hagamos que todos tengan la misma
cara! Además, había muchos utópicos que, en nombre de la igualdad, esperaban que los
hombres pudieran volverse todos idénticos, vestidos y peinados de la misma manera, como
en China, con los mismos rostros y los mismos caracteres. Habría bastado con educarlos
para que fueran iguales.
Entre otras cosas, cuando prevalece este punto de vista, se tiende a quitar también
las diferencias sexuales como obstáculo a la igualdad absoluta. Las mujeres comienzan a
vestirse como los hombres, a veces estos últimos (aunque, a decir verdad, no es tan
frecuente) adquieren rasgos femeninos, pero, en general, la norma a cumplir es la
masculina. Las mujeres visten ropa de hombre, se peinan como los hombres (pero a veces
301
también pasa “lo contrario”, es decir, los hombres se dejan crecer el pelo)... De esta manera
conseguimos reducir al mínimo las diferencias sexuales.
Pero, ¿cuál es el ideal al que se aspira en este caso? El modelo pasa a ser el de una
sociedad hecha de bolos a pesar de todo. Todos son idénticos y se entienden, lástima que
no tienen por qué conversar. Porque, ¿qué puedes decirme que sea interesante si no hay
diferencia entre nosotros? Un mundo poblado por el mismo ser humano multiplicado por
cien dejaría de existir muy rápidamente. Si todos nuestros rostros son diferentes entre sí,
no se debe a un defecto de la naturaleza o porque nuestra tecnología aún es demasiado
atrasada y no puede hacernos a todos idénticos. Esta diferencia es el invento más ingenioso
de la naturaleza, porque introduce la variedad en la igualdad; si no estuviera allí, no
existirían ni el amor ni la amistad (los lazos entre partículas idénticas no implican
emociones). Por el contrario, todos nuestros impulsos se basan en el hecho de que somos
diferentes.
Pero me dirás: vale, ella defiende las diferencias y las emociones, pero de ahí vienen
las tragedias. Porque los bolos, siendo idénticos entre sí, ciertamente no aman, pero
tampoco odian. No cuelgan, no ahogan a otros, todo está bien con ellos. Mientras los
hombres se matan unos a otros.
Esto sucede porque la otra cara de la comunicación, junto con la comprensión, es la
necesidad de la incomprensión. Puede sonar paradójico y puedo imaginar su perplejidad,
sin embargo, es exactamente así: el malentendido es necesario. Y hay que respetarlo y saber
explotarlo.
Cuando una persona sin preparación toma una novela y dice: "No la entiendo", es
como si dijera: "Eso es una tontería, ¿por qué la publicaron?". Si, por el contrario, abre un
libro de texto de matemáticas y dice: "No entiendo", entonces se escucha a sí mismo
replicar: "Estudia, el hecho de que no entiendas no disminuye las matemáticas, sino solo a
ti mismo". Como ser humano siempre puedes mejorar, estudia y entenderás.”
Lo mismo sucede también en las relaciones entre las personas: por un lado
necesitamos facilitarlas, por otro necesitamos hacerlas más complejas. Porque cuanto más
difícil es el intercambio, más valioso es, y por eso los individuos desarrollan lenguajes
302
diferentes. La vieja idea utópica de que la sociedad del futuro verá surgir un lenguaje único
ya ha sido rechazada por la ciencia. Los lenguajes son muy persistentes y, además, somos
muy libres de pensar lo que queramos, pero cada lenguaje evoluciona como le parece, sin
cuestionarnos. Aniquilar una lengua es prácticamente imposible, así como exterminar por
completo a un pueblo. La historia muestra que los llamados idiomas muertos pueden
resucitar y los llamados dialectos pueden obtener el estatus de idiomas. Por cierto, ¿quién
decide cuándo un idioma se convierte en un idioma? Ciertamente no la ley. No es que los
ministros de un estado se reúnan y decidan: esto es un lenguaje. Son los poetas quienes lo
decretan. De hecho, si un poeta crea una obra en un determinado idioma destinado a tener
una gran importancia primero para su nación y luego para toda la humanidad, esto significa
que se trata de un idioma vivo que nunca más desaparecerá.
Y aquí llegamos a un punto central. Una vez más, hemos recurrido al arte para dar
respuesta a nuestros sufrimientos, a nuestros tormentos y, sobre todo, para reconectar los
extremos de una contradicción aparentemente irresoluble: soy único y soy como todos,
entiendo a todos pero nadie me entiende a mí. Y no es justo responder: si no te entienden,
es tu culpa. ¿Por qué somos realmente capaces de comprender a un gran poeta? No. Sólo
podremos entenderlo en la medida en que nos hayamos adentrado en su mundo, pero
nuestros hijos podrán encontrar en él mucho más, soluciones que nosotros no hemos visto
y que evidentemente necesitarán.
Las obras de arte viven milenios y con cada nueva lectura ofrecen algo diferente.
Son máquinas muy complicadas, quizás las más complicadas que el hombre haya creado
jamás, salvo el hombre mismo. Porque cuando el hombre se crea a sí mismo, crea algo aún
más complejo. Y, al mismo tiempo, ¡es asombroso ver hasta qué punto es capaz de no
comprender a su prójimo que le parece simple! Si estudió anatomía en la escuela, ya está
convencido de que sabe cómo funciona el ser humano, si ha leído algo de poesía en la clase
de literatura, cree que sabe lo que es el arte. Este es un error muy común y profundamente
arraigado. El arte es una máquina compleja o, si se prefiere, un organismo vivo, algo que
evoluciona por sí mismo. Y nos encontramos dentro de este fenómeno que se desarrolla y
dialogamos continuamente con el arte. Y el arte se comunica con nosotros. Al respecto, es
303
necesario subrayar un aspecto curioso, que constituye una de las peculiaridades de la obra
de arte. El escritor escribe un libro. El escritor es un ser humano y muere. Y tenemos la
impresión de que basta con bajar el libro de la estantería para comprender lo que el escritor
le ha inculcado. Pero, en realidad, no podemos sacar todo de él, porque vivimos en una era
diferente y ya no podemos captar las diversas alusiones, etc. Pero entonces, ¿significa que
cuanto más tiempo permanece un libro en la estantería, más se empobrece y pierde su
significado? En realidad, también asistimos al proceso contrario: la obra de un escritor
continúa evolucionando, viviendo y complejizándose. Un ejemplo trivial. Todos recordarán
el nombre de Ryleev, un poeta “que vivió en la época de Pushkin, uno de los líderes del
levantamiento decembrista, condenado a muerte y ahorcado. Ryleev murió joven, sin
completar su segundo poema. Básicamente, escribió un solo poema y una sola colección,
además de unas pocas docenas de poemas dispersos. Pero lo que nos importa ahora no es
eso, sino el hecho de que en la época de Pushkin Ryleev era considerado un poeta mediocre.
Pushkin llegó a considerarlo un mal poeta y, en este sentido, hay que recordar que Pushkin
era muy tranquilo en sus juicios, no sabía lo que era la envidia (¡la ignoraba absolutamente!)
y era un apasionado experto en poesía.
Cuando Ryleev creó su nuevo género poético, dumy, todos se preguntaron de dónde
venían. Algunos argumentaron que era una forma muy extendida en la poesía ucraniana,
otros en la poesía polaca, Pushkin dijo sarcásticamente en una carta que el término dumy
no provenía del ucraniano, sino del alemán dumm, que significa tonto9.
Y, de hecho, junto a Pushkin, Žukovsky, Del'vig, Baratynskij (otro gran poeta), junto
a decenas y decenas de nombres (recordemos que ésta era la época de Byron y que en toda
Europa sólo se escribían versos), Ryleev no parecía gran cosa. Pero entonces ocurrió el
milagro. Lo sentenciaron a muerte y desde entonces no solo fue revalorizado: incluso se
convirtió en un gran poeta. ¿Cómo? Porque... Pero aquí hemos llegado al punto en que el
camino del arte se cruza con el de la verdad.
Tenemos muchos libros disponibles. Buenos libros, malos libros. Son tantos que la
vida no nos alcanza para volver a leerlos: nos gusta este y este... Esto es especialmente
cierto ahora que se ha vuelto más fácil hacerse con ellos. Pero, y esto es lo más importante:
304
¿dónde leemos estos libros? En el metro o en el tren, para pasar el tiempo, o cuando hemos
terminado de hacer nuestras tareas. Leemos poco, leemos para distraernos. Y cuando
tenemos que formular un juicio sobre un poema, es natural que nos preguntemos: ¿y
cuánto pagó el poeta por esto? Pregunta que parece abstrusa, porque cuando compro un
mueble no pregunto cuánto ha ganado el carpintero, sino que miro si está bien hecho y me
gusta o no. Con el arte, en cambio, nos comportamos de otra manera: si el poeta pagó con
su vida por sus versos, entonces la suya es una gran obra, porque aquí se trata de palabras,
y no de un objeto y podemos creer las palabras o no. El arte necesita ser creído. Como
escribió Pasternak: "... no exige del actor ninguna evidencia / sino una ruina completa y
auténtica".10
Entonces, paradójicamente, si los escritores viven en paz, “y nadie los persigue, la
influencia que ejercen en la sociedad es decididamente menor. Por supuesto, todos
deseamos que un buen escritor pueda vivir seguro. ¿A quién de nosotros no le importa que
Pushkin muriera tan joven? Sin embargo, Pasternak tuvo el coraje de decir que Pushkin
había hecho lo correcto. Y cuando los críticos lamentaban que hubiera muerto tan pronto,
convencidos de que hubiera sido mejor que hubiera vivido hasta los cien años, Pasternak
observaba con ironía: y mejor aún si se hubiera casado con un crítico... Eso sí, desde un
punto de vista humano lamenta, "... no exige pruebas al actor / sino una completa y
auténtica ruina". Solo si el artista paga el precio más alto, su trabajo se fusiona
completamente con la ética, y el ejemplo de Ryleev es prueba de ello.
El arte tiene características extrañas, está vivo. No son los libros alineados en la
estantería (como una fotografía en la pared no es la persona que retrata, sino sólo una
fotografía), ni es un solo poema, sino la vida expresada en poesía. Un ejemplo más y luego
por hoy concluimos.
En Yevgeny Onegin Lensky pasa la noche anterior al duelo escribiendo "rimas
abarrotadas / De tonterías amorosas". Pushkin siempre es extremadamente irónico con
este joven romántico. Las estrofas de Lensky “Fluyen sonoramente. / Los declama con
fervor / Como en una cena borracha de Del'vig”11 Así que Pushkin compara a Lensky con
Del'vig. Es como comparar algo conocido con algo desconocido. Por ejemplo, digo: "Iván
305
Petrovich le parece una gota de agua a mi hermano". Conoces a mi hermano, Ivan Petrovich,
no lo conoces y, por lo tanto, tienes una idea. En el caso de Lensky, por otro lado, no
sabemos quién es, solo que está "como en una cena borracha de Del'vig". El mismo Pushkin
nos lo dice. Pero, ¿cómo se emborracha Del'vig en un almuerzo? Cómo sabemos esto? Y,
de hecho, solo lo saben quienes lo conocieron. Sin embargo, Yevgeny Onegin fue escrito no
solo para aquellos que conocían a Del'vig, sino para todos los lectores. Pero quizás ni
siquiera los amigos de Del'vig lo vieron así. “En realidad, cuando Pushkin escribió estos
versos, Del'vig ya no era joven (es decir, para nosotros todavía habría sido joven, pero los
hombres de la época ya no lo consideraban así), estaba infelizmente casado y, en general,
era una figura trágica. Quienes lo habían conocido en la segunda mitad de la década de
1820 nunca lo habían visto sonreír y mucho menos borracho en un almuerzo. Pero
entonces, ¿a quién se dirige Pushkin? A esos cinco o seis estudiantes de secundaria que
habían ido de fiesta con él cuando eran adolescentes y a los que "en un almuerzo borracho
de Del'vig" les había declamado sus versos durante mucho tiempo.
¿Y por qué Pushkin hace esto? En realidad es como si les dijera a Tizio y Caio que son
sus lectores: juguemos un juego. Son mis mejores amigos. Nos conocemos de toda la vida,
estuviste conmigo en la secundaria, tuviste las mismas experiencias que yo y recuerdas bien
lo que digo. Es como si Pushkin estuviera convirtiendo a sus lectores (¡miles de personas,
tal vez incluso más!) en sus amigos cercanos, como si todos tuviéramos los mismos
recuerdos que él y hubiéramos visto a Del'vig como estudiante de secundaria. ¡Él está
recreando nuestras vidas!
Porque el arte está dotado de esta última cualidad, muy importante y
profundamente humana. Hemos dicho que la vida nos quita continuamente posibilidades y
nos cierra mil caminos. El arte, en cambio, hace lo contrario: abre caminos, abre
alternativas. Y por eso hay que reconocer que no es sólo “como la limonada en verano”,
sino el propio aire que respiramos.
306
NOTAS
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LECCIÓN 3
¡Buen día!
Hoy retomamos nuestra discusión, les recuerdo que hablábamos de por qué en nuestro
mundo complejo, inevitablemente desgarrado por las contradicciones y empañado por las
dificultades económicas, el arte ocupa un lugar destacado. La última vez dijimos que el arte
juega un papel auxiliar en muchos aspectos de nuestras vidas, actuando como maestro y
consejero. En consecuencia, las personas que no son artistas o incluso entusiastas recurren
al arte, pero que simplemente quieren explotarlo, por ejemplo, con fines propagandísticos.
Pero, ¿cuál es el objetivo del arte en sí mismo, más allá de aquellas áreas en las que
se toma prestado y se utiliza para fines más o menos útiles? ¿Hay un ámbito de la existencia
que lo necesite no como un complemento o un postre, sino única y exclusivamente porque
sin el arte no podría funcionar? O, formulando la pregunta de otra manera: ¿Puede la
humanidad en general sobrevivir sin el arte? Ya hemos discutido esto, pero aún no hemos
llegado a una respuesta. Hoy, sin embargo, quizás lo encontremos.
Imaginemos la siguiente situación: “una persona hace una pregunta y quiere recibir
una respuesta clara e inequívoca. De hecho, algunas preguntas pueden responderse
irrefutablemente "sí" o "no", porque uno sabe con certeza qué es lo correcto, como por
ejemplo en el caso de las verdades matemáticas, que siempre son exactas. Pero por extraño
que parezca, no todas las cuestiones importantes de la vida (la nuestra, la que nos rodea)
se resuelven con un "sí" o un "no".
Te daré un pequeño ejemplo. Un ejemplo extraído, espero que me perdonéis, de un
campo no especialmente inofensivo: la artillería. Imagina ser un artillero y tener que dar en
el blanco. Pero el objetivo está detrás de una montaña y no lo ves. ¿Qué harás en ese caso?
Digamos que no tienes ningún avión, nada en absoluto. Luego moveréis vuestros
instrumentos de observación, uno a la derecha y otro a la izquierda; cuanto mayor sea la
308
distancia, mejor. Y los apuntarás a ambos al objetivo. La intersección entre las dos líneas te
dirá dónde quieres golpear.
Pero no importa la artillería, Dios no lo quiera. Lo que quería decirte es que para
entender algo hay que mirarlo desde al menos dos “puntos de vista diferentes”. Cuanto
más separados estén estos puntos entre sí (es decir, cuanto mayor sea el ángulo entre ellos),
más precisa será la triangulación (seguramente te lo enseñaron en la escuela, cuando
estudiabas geometría) y finalmente verás lo que te interesa. Entonces podemos llegar a una
conclusión que nada tiene que ver con la artillería: para resolver los problemas más difíciles
hay que analizarlos desde varios ángulos. Por cierto, esto explica muchos aspectos de
nuestra existencia. Por ejemplo, por qué no es suficiente para nosotros tener un individuo
muy sabio. Porque sería lo mismo que mirar las cosas desde un único punto de vista. Y en
cambio necesitamos que los seres humanos sean diferentes. No importa que todos sean
muy sabios (aunque, por supuesto, eso no estaría de más); lo que importa es que tienen
una visión diferente de la vida.
Por cierto, precisamente por eso me parece tan perniciosa la idea de hacer a todos
iguales. Pero afortunadamente no es posible, porque la propia naturaleza nos ha hecho
diferentes, al menos desde el punto de vista de las diferencias sexuales (hombre o mujer,
eso es algo). Y cuanto más separados estén dos pensadores, mayor será la amplitud de sus
ideas, en general. Y aquí nos encontramos ante dos formas distintas de conocer.
Uno, que podemos definir como matemáticas, deriva de una verdad abstracta,
situada en un punto preciso. Es visto por un solo observador ideal. El otro en cambio prevé
al menos dos o más observadores, que brindan un horizonte de conocimiento más amplio.
De hecho, tomamos este camino cada vez que rebasamos los confines de aquellas
ciencias que crean por sí mismas su propio objeto (como las matemáticas, con sus verdades
incontrovertibles). Pero en cuanto pasamos a la vida real, entramos en un universo donde
ya no es imprescindible deshacerse de las contradicciones, sino comprender que no son
errores, sino nuestro bien más preciado. Y que el hecho de que todos seamos diferentes es
una gran fortuna para la humanidad. Porque su capacidad de supervivencia se basa en esto.
309
Pero si los individuos son diferentes, entonces necesitan un tipo diferente de
conocimiento. El ser humano está dotado de dos aspectos esenciales: por un lado, es igual
a los demás y el conocimiento abstracto y matemático satisface precisamente esta
característica. Por otra parte, es diferente de todos los demás y es capaz de dar a sus
semejantes lo que le falta y de recibir lo que le falta. En este ámbito se expresa y comunica
utilizando el lenguaje del arte.
El arte es el lenguaje en el que hablamos con los demás, la lógica en cambio es el
que usamos para comunicarnos con nuestros semejantes. Y como la vida nos hace
cruzarnos con los dos, en consecuencia sería imposible la vida sin las matemáticas, pero
también la vida sin el arte, porque es como si fueran dos ojos en un mismo rostro.
Por cierto, ¿por qué tenemos dos ojos? Les he dado un ejemplo basado en varios
puntos de observación. Pero nuestro punto de observación son precisamente los ojos. En
teoría, podríamos hacerlo bien con un ojo. Pero esa mínima apertura de mirada que asegura
tener dos nos da muchas más posibilidades. Pero no es solo cuestión de nuestros ojos; es
nuestra conciencia la que está "difusa", porque es como si estuviera realmente dividida en
dos mitades que hablan idiomas diferentes. Lo mismo ocurre con el arte. Los pintores son
todos diferentes entre sí y más aún de los poetas y músicos. Las personas hablan idiomas
diferentes y por eso mismo esas fantasías utópicas que querrían obligar a todos a hablar un
solo idioma, además de ser letales, son también y “afortunadamente imposibles.
El arte tiene una gran cualidad que es la de la contradicción. Toma una serie de obras
de arte y te darás cuenta de que están destinadas a cambiar con el tiempo. Pero por qué
cambia el arte es otra cuestión y, aunque sea muy importante, ahora es mejor dejarlo fuera.
Consideramos obras de arte de diferentes épocas y de diferentes autores. Estamos
acostumbrados a observarlos de la misma manera que miramos el rostro de otro: nos
parecen un todo. Pero, en realidad, el pintor sabe que, aunque los ojos tengan la misma
expresión, el rostro de un individuo vivo es como una orquesta. De hecho, si observamos
detenidamente un cuadro, nos daremos cuenta de que en su interior siempre se esconde
una especie de contradicción.
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Pavel Florensky – célebre erudito de mirada enciclopédica, matemático, físico,
ingeniero, semiótico, insigne teólogo y sacerdote, además de autor de obras fundamentales
sobre el arte – señaló que, contemplando el icono de la Madre de Dios, tendemos a percibir
su rostro como una unidad indivisible, caracterizada por una sola expresión y una alta
densidad espiritual. Pero si un experto observa su rostro, entonces notará que,
generalmente (depende de las distintas escuelas), las partes de su rostro pertenecen a
mujeres de diferentes edades. En otras palabras, el mentón es el de una niña ingenua,
mientras que los ojos ya son los trágicos de una mujer que sacrificó a su único hijo. Y es
precisamente en esta contradicción que se basa la unidad interna y el dinamismo del icono.
Pero pasemos a un tipo de pintura completamente diferente. Parto deliberadamente de la
pintura porque mostrar la "contradicción de las imágenes poéticas es demasiado fácil. En
cambio, cuando admiramos un retrato tenemos la impresión de ver un reflejo de la imagen
viva. Por cierto, aquí es donde radica la diferencia entre la pintura (retrato) y la fotografía
amateur. Esta última es incapaz de captar las contradicciones de un rostro (la fotografía
artística, en cambio, sí lo es) y se limita a mirar un momento. Por eso las fotografías no
artísticas siempre están un poco muertas.
Hablamos sobre los íconos de la Madre de Dios, pero ahora veamos imágenes
completamente diferentes. Tomemos por ejemplo la tradición occidental y Van Eyck. Y
comencemos con un gran "icono", el políptico de Gante, conservado en Bélgica en la
catedral de San Bavone [tab. 19]. No te la muestro completa porque, como sabrás, es una
composición muy compleja que incluye toda una serie de escenas. En el centro
encontramos a Dios Padre, a los lados la Virgen y San Juan Bautista, mientras que arriba
Adán y Eva. Bueno, ahora concentrémonos en las distintas partes, comenzando con el
rostro de Dios Todopoderoso y Adán y Eva. Y al hacerlo, pongamos entre paréntesis por un
momento el hecho de que el políptico en su conjunto no es sólo un dibujo, sino un inmenso
espectáculo, marcado también por diversas inscripciones, por muy significativas que sean.
Pero, repito, dejemos todo esto a un lado por el momento y miremos solo lo que está
representado en él.
311
Aquí se ve al Señor vestido con un manto adornado con piedras preciosas. A su vez,
la imagen de la Virgen, junto a ella, presenta en la corona el elemento de flores frescas que
está ausente en la de Dios Padre. Flores que, a su vez, tienen un significado simbólico; de
hecho, son lirios blancos que hacen referencia a la pureza, mientras que las rosas rojas
encarnan la fe. Por tanto, nos damos cuenta de que ver lo que aquí está pintado no es
suficiente. De hecho, si uno no es consciente de estos significados simbólicos, solo ve
hermosas flores y una corona bien representada. Pero también puedes saber que las flores
tienen un significado simbólico, al igual que los colores. El rojo de la vestidura de Dios Padre,
por ejemplo, se refiere a su omnipotencia. Pero miremos detenidamente su rostro. Si
tuviéramos que elegir un término preciso para definirlo, entonces podría ser
"autosuficiente". Porque Dios contiene todo en sí mismo, lo sabe todo y no necesita nada
fuera de sí mismo. Dios es autosuficiente y es todo el mundo. Precisamente por eso sus
gestos no están sujetos a cambios y su rostro está como petrificado por el tiempo.
Además, la autosuficiencia que caracteriza el rostro de la divinidad suprema no es
exclusiva de los iconos cristianos. Mira esta imagen de Buda, notarás “la misma expresión.
Tendemos a interpretarlo como una ausencia de expresión, pero, en realidad, solo significa
que ese rostro ya lo contiene todo. Al mismo tiempo, no debemos pensar que esto se deriva
del aparente carácter estático de la escultura india o, como en este caso, japonesa, porque
aquí junto a ella se ven representaciones similares que pertenecen a la misma tradición,
pero mucho más dinámicas.
Y así volvemos a Dios Padre. Incluye en sí mismo al mundo entero y, precisamente
por eso, Su rostro es sumamente sereno e inexpresivo. Pero ahora comparémoslo con otras
dos figuras del mismo políptico, las de Adán y Eva. En este caso, son seres humanos. Por
supuesto, no cualquier ser humano, de hecho son nuestros ancestros, pero en cualquier
caso no son divinidades. No necesitan ropa, ya ves, y el rostro de Adán está como estirado
hacia el mundo y expresa todo su sufrimiento, su necesidad del otro. Y Eva también está
llena de amor infinito, tampoco ella puede decirse que esté completa sin el otro. El ser
humano necesita del otro.
312
Aquí, en cambio, está el Cristo de Rembrandt [tab. 20], el Redentor, es decir, Aquel
que se ofreció a sí mismo en sacrificio para salvar al mundo. Ya no posee la autosuficiencia
del Dios de Van Eyck, está como vuelto hacia el mundo. Pero, al mismo tiempo, compáralo
con Adán. Se vuelve hacia el mundo, pero sabe que no puede reservarle ninguna sorpresa.
Tiene compasión hacia él, mientras que Adam es curioso. Como ves, la pintura dice muchas
cosas porque habla distintos lenguajes.
Te daré algunos ejemplos más. Aquí tenemos de nuevo a Van Eyck, pero es una
pintura completamente diferente. Es el retrato familiar de un rico comerciante con su
mujer12. Pero es un retrato muy complejo. A primera vista no podía parecer más sencillo:
una figura masculina, otra femenina, a sus pies un pequeño perro, todo dentro de una
habitación. Como si el artista hubiera fotografiado a una familia y no hubiera nada más que
añadir.
Pero el detalle que primero llama nuestra atención es este extraño objeto, justo
aquí: un espejo. Un espejo muy especial. Si observa de cerca, primero notará que el marco
está decorado con miniaturas que representan escenas de la vida de Cristo. Y que el espejo
refleja... ¿qué es lo que refleja? Evidentemente las mismas figuras, pero vistas de espaldas.
Por tanto, lo primero que hace el pintor es engañarnos. Miramos un cuadro sabiendo muy
bien que es plano, pero él nos muestra lo que en teoría sería imposible ver al mismo tiempo,
es decir, las mismas figuras de frente y de espaldas. Pero en el espejo “todavía hay algo.
¿Qué? Los que están donde estamos nosotros. El artista salió no sólo del espejo, sino
también del lienzo, para mostrarnos a nosotros mismos (y volveremos sobre este aspecto).
Entonces tomó una realidad aparentemente simple, como una habitación en la casa de un
rico comerciante, revelando, de repente, una infinidad de contradicciones, como si la
estuviéramos mirando desde diferentes ángulos al mismo tiempo.
Pero eso no es todo. Fíjate bien en estas figuras que ha posado el artista. La esposa
está embarazada y parece simbolizar la continuación de la vida. El rostro del marido está
bien afeitado e inmóvil. Los dos parecen encarnar diferentes principios espirituales. Pero
eso no es todo. No solo vemos el mundo desde diferentes puntos de vista, no solo nos
encontramos con varios personajes humanos y proyectamos todo eso sobre el destino de
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Cristo (que tenemos aquí, ante nuestros ojos) y sobre el futuro que le espera a la madre, y
que adquiere un significado completamente diferente desde este punto de vista. Es decir,
no nos encontramos ante una fotografía familiar, sino ante toda una historia sobre la vida,
su sentido y el futuro de estas personas. Y así chocamos una vez más con otra paradoja,
porque vemos algo diferente de lo que es visible.
Pero sigamos adelante. Pasemos a los retratos de pintores pertenecientes a otra
escuela. Mirando pinturas completamente diferentes, encontraremos las mismas
peculiaridades, a saber, que la pintura es mucho más compleja de lo que representa. Todos
conocemos a Rubens por sus pinturas en el Hermitage (¡una de las mejores colecciones de
la historia!) y tenemos en mente sus enormes, bellas y florecientes figuras holandesas.
“Pero la colección del Hermitage no cubre toda la evolución del artista. Si además tenemos
en cuenta las pinturas conservadas en Europa, y sobre todo en Holanda, Bélgica y Alemania
(hay maravillosas en Munich), nos daremos cuenta de repente de algo realmente
sorprendente.
Incluso las damas más imponentes de Rubens están suspendidas en el aire, no
descansando sobre la tierra, sino flotando sobre ella. Tome su representación de la
Asunción de la Virgen [pi. 22]: los santos que rodean a este último parecen macizos y algo
pesados, pero levitan en el aire. Este efecto debió agradar mucho a Rubens. Entre sus
pinturas hay lienzos de gran tamaño (todos conservados en Munich), como el Juicio Final
[tab. 23], en el que el universo está repleto de enormes cuerpos voladores. Rubens,
evidentemente atraído por la representación de la fisicalidad y la carne, representa esta
última como si fuera etérea, es decir, insiste una vez más en una c“contradicción. Sus figuras
no apoyan sus pesadas piernas sobre la tierra, sino que, a pesar de las leyes que rigen la
materia, vuelan.
También hay una contradicción en Velázquez, pero es de un tipo completamente
diferente. Una vez más encontramos pintado lo que parecería imposible de representar.
Velázquez era muy aficionado a reproducir lo pintado y por eso sus cuadros nos presentan
un mundo donde lo pintado ya no se distingue de lo real. Por ejemplo, representa a mujeres
tejedoras de alfombras; en primer plano vemos unas mujeres robustas y detrás una
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alfombra13. La alfombra pintada actúa como una irrupción en el mundo visible. Pero entre
las mujeres y la alfombra hay algunos compradores que son del mismo tamaño que las
figuras representadas en la alfombra. Por tanto, lo que está vivo y se mueve tiende a
confundirse con lo representado.
Este efecto es particularmente evidente en el célebre cuadro de Velázquez que
retrata a miembros de la familia real y al propio pintor, empeñados en retratarlos14. Como
resultado, los espectadores nos encontramos en una posición extraña: vemos a un artista
pintando un cuadro y, al mismo tiempo, estamos frente a ese mismo cuadro. ¿Dónde está
el cuadro, dónde lo pinta el artista o dónde lo miramos? Por si fuera poco, aquí hay un
espejo en el que se reflejan el rey y la reina. Están parados en el mismo lugar que nosotros
y aparecen solo como imágenes reflejadas. Un poco más adelante en la pared se abre una
puerta que conduce a quién sabe dónde. Sabemos bien que la pintura no es más que colores
fijados en el lienzo. Sin embargo, aquí nos enfrentamos a algo completamente diferente.
Una representación teatral o la vida misma se abre ante nuestros ojos. O al menos (y de
nuevo) algo que contradice su propia naturaleza.
No puedo dejar de recordar algunas obras de Velázquez. Sus retratos son todos
extraordinarios. Dejaré fuera las del rey y las princesas, terribles y llenas de contradicciones.
En cambio, centrémonos en aquellos en los que el artista representó lo que amaba. Aquí
está su retrato de Esopo [tab. 26]. Los verdaderos rasgos de su rostro aún nos son
desconocidos, pues los bustos que nos han llegado son absolutamente convencionales.
Velázquez retrata a un poeta-esclavo, un poeta-mendigo, una figura muy cercana a él.
Porque la miseria va acompañada de una intensa humanidad. Y de este retrato deriva toda
una serie de pinturas que representan enanos, enanos inteligentes, tristes, con rostros
trágicos que contrastan con sus cuerpos deformes y ridículos. Seres humanos que
conservan su belleza incluso en la monstruosidad. O Velázquez pinta a un apuesto, apuesto
joven de mirada penetrante y expresión caballeresca, salvo que se trata de un un enano, es
decir, de un bufón. El perro que está a su lado y que tiene casi la misma altura15 nos da a
entender. Velázquez nos adentra en un universo a la vez maravilloso y aterrador, donde lo
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bello es también monstruoso y repulsivo. Un mundo fundado en la contradicción. Y eso es
exactamente lo que hace el arte.
Y es aquí donde encontramos la esencia no solo de la pintura, sino también de la
música, el teatro y, por supuesto, la literatura. De aquí descienden los destinos particulares
del arte. Admiramos los cuadros, nos enamoramos de los poetas y leemos sus versos, pero
con una peculiaridad: casi siempre son autores muertos. Leemos poemas que fueron
escritos hace mucho tiempo, porque desde la escuela nos han dicho que son grandes obras
de arte. Consideremos la pintura de siglos pasados con mayor respeto. Y esto no es porque
seamos estúpidos, sino porque ese es el destino del arte.
El arte es siempre un lenguaje desconocido para nosotros, y esta es su contradicción.
Entramos en un mundo donde se habla un idioma que está a nuestro alcance, pero que aún
no dominamos. Y nuestra primera reacción siempre es "no entiendo", y eso nos irrita.
Por cierto: hay muchos rasgos que distinguen al hombre civilizado del hombre
incivilizado, pero una circunstancia práctica me parece muy significativa. Trate de llevar a
una persona incivilizada a una habitación donde la gente está conversando en un idioma
que no entiende. Inmediatamente se sentirá ofendido o asustado, porque tendrá la
impresión de que están conspirando a sus espaldas. En cambio, introduce a una persona
civilizada en un mundo donde se habla un idioma desconocido: inmediatamente mostrará
interés, se esforzará por comprender, se dará cuenta de que los demás también tienen
cualidades que pueden ser fascinantes. El hombre incivilizado, por el contrario, se
preguntará: ¿no serán enemigos, no tramarán algo contra mí? Si no entiendo, ¿es porque
soy estúpido?
Igualmente, cuando nos encontramos con una nueva manifestación del arte –pero
en realidad el arte siempre es nuevo, porque incluso el antiguo solo se puede entender si
comprendemos las tendencias más recientes– lo tomamos a mal, porque somos personas
cultas y educadas, pero no entendemos. Y eso nos molesta.
Ahora bien, nos resulta completamente incomprensible la irritación que
despertaron Byron y Pushkin en sus contemporáneos. En la escuela nos enseñaron que
Pushkin es un gran escritor y siempre ha sido considerado como tal, pero eso no es cierto.
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Pushkin se encontró constantemente con la incomprensión del público. Cuando alcanzó la
madurez había dejado incluso de publicar sus versos: sólo publicaba prosa y obras de
inspiración histórica. Sus mejores composiciones, por ejemplo Hago levantar un
monumento..., nunca fueron publicadas en vida. Y permanecieron en forma manuscrita
incluso después de su muerte.
En resumen, "los contemporáneos no lo entendieron". El amigo de Pushkin fue el
gran poeta Baratynskij, hasta el día de hoy uno de los más grandes poetas rusos. Y también
creo que entre los poetas del mundo ciertamente no ocuparía el último lugar. Después de
la muerte de Pushkin, Zhukovsky lo invitó a echar un vistazo a los manuscritos que había
dejado. Baratynsky le escribió a su “esposa que había leído composiciones absolutamente
desconocidas. “Todos sus últimos trabajos se destacan, nunca lo creerías, en fuerza y
profundidad”. Así, incluso un gran poeta y un hombre inteligente como Baratynsky (quien,
además, también era su amigo) estaba convencido de que Pushkin escribía solo versos
perfectos y ligeros y que Dios le había negado el don de una mente filosófica. Sin embargo,
Baratynsky tuvo el coraje de admitir que estaba equivocado. Claro, cuando uno está muerto
siempre es más fácil. Y concluía la carta a su mujer con una frase profundamente justa: "Él
acababa de tener tiempo de madurar".16
Cuando muere un poeta, estamos convencidos de que sucede como en las novelas:
el héroe se casa, lo matan en un duelo y se acabó. Pero en la vida real es como recibir un
disparo en pleno vuelo. Claro que Pushkin acababa de madurar, pero ahora eso no es lo
esencial, sino el hecho de que sus contemporáneos no lo hayan notado. No tenían un
lenguaje para entenderlo".
De aquí podemos sacar una conclusión muy importante: no debemos aprender a
amar sólo la poesía del pasado. Cuando hablamos de la contemporaneidad, necesitamos
saber ver en ella la esperanza, como hacen los pedagogos con sus alumnos. Ven que el niño
está actuando de forma extraña, pero le dan una oportunidad. Un buen maestro nota no
solo lo que hay, sino también lo que uno espera que aparezca en el futuro.
Por eso necesitamos el arte. Porque nos ofrece una forma diferente de
conocimiento que jamás adquiriríamos más allá de sus fronteras. El conocimiento
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unidireccional se trata de patrones de vida artificiales, mientras que el arte nos brinda una
forma contradictoria de saber que está más cerca de la vida.
Pero no podemos estar satisfechos con lo que ya tenemos, así como sería un error
creer que hemos aprendido cómo funcionan las cosas de una vez por todas. No creas que
porque leemos buenos libros en la escuela, sabemos lo que sucederá en el futuro. Debemos
respetar el futuro y su imprevisibilidad. Y esto es otra cosa que el arte nos enseña a hacer.
No en vano, es una maestra que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Gracias por su atención.
NOTAS
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LECCIÓN 4
¡Buen día!
Continuamos nuestras lecciones. La última vez vimos que el arte, al recrear escenas de la
vida, nos ofrece un tipo de conocimiento muy diferente al que proporciona la ciencia, pero
igualmente indispensable. En otras palabras, nos permite observar un objeto desde
múltiples puntos de vista y reemplaza la singularidad del texto científico por la amplitud y
riqueza contradictoria de la realidad. Hemos dicho que el arte y la ciencia representan, por
así decirlo, los dos ojos de la cultura humana. Si tuviera un solo ojo, la humanidad, como
individuo que ha perdido uno, vería el mundo de una manera plana y unilateral, mientras
que es precisamente la diversidad y el multilateralismo del arte y la ciencia lo que hace que
nuestro campo de visión sea más profundo.
Por tanto, como ya hemos observado en la conversación anterior, el arte no es ni un
pasatiempo ni la representación directa de altas ideas morales. El arte es una forma de
pensamiento sin la cual la conciencia humana no podría existir, así como no existe una
mente compuesta por un solo hemisferio cerebral.
Nuestro pensamiento presupone, por tanto, una doble contradicción interna, y el
arte juega un papel central en todo esto, porque por un lado nos ofrece un tipo de
conocimiento que contrasta con cualquier lógica unilateral, por otro es siempre
contradictorio incluso internamente y por lo tanto crea un punto de vista multifacético
sobre el mundo. Observamos la realidad simultáneamente desde muchos puntos de vista;
cada uno tomado individualmente proporciona su propia verdad específica y contradice a
los demás. Cada diálogo es siempre un poco de confrontación. Si no fuera así, si nuestro
adversario (o, mejor, interlocutor) pensara exactamente como nosotros, lo entenderíamos
mejor, pero no necesitaríamos discutir con él. Y en cambio lo necesitamos a él, como un
interlocutor participativo que tiene su propia visión del mundo, diferente a la nuestra. Este
inmenso conocimiento constituye esa esfera que está ligada a la creación artística. Sin
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embargo, surgen algunas complicaciones. Para ser informativo, es decir, para tener
significado y valor, toda forma de conocimiento (así como cualquier actividad humana en
general) debe tener una alternativa. “El bien no puede existir sin el mal, si aniquilamos por
completo el mal, acabaríamos eliminando también el bien. El bien siempre existe como la
antítesis del mal, así como el norte se opone al sur. Por mucho que nos guste el norte, si
tratamos de eliminar el sur (afortunadamente eso es imposible), también perderemos el
norte. Toda contradicción se basa en la coexistencia de dos elementos. Y eso entre el bien
y el mal, en particular, es una contradicción creativa basada en la lucha contra el mal, pero
también en su presencia ineliminable. Por supuesto, podemos imaginar un mundo ideal
donde el mal no existe, pero dentro del marco de la existencia material humana esto es en
principio imposible, porque siempre es necesaria una alternativa. Lo mismo sucede con el
arte. El arte es libre, como todo pensamiento y toda creación. Pero, ¿qué significa "gratis"?
“Una piedra que cae no es libre, porque está sujeta a leyes unívocas que infaliblemente la
hacen describir una línea determinada. Pero quien puede elegir entre dos acciones (y no
importa si son las más triviales) es libre. La libertad está ligada a la elección y, para ser
exactos, a una elección impredecible. De hecho, si podemos predecir con cierta
probabilidad que una condición de existencia será seguida por otra, entonces esta
probabilidad expresará una limitación de la libre elección. En el momento actual, a la luz de
las investigaciones de Prigogine, físico belga-estadounidense de ascendencia rusa, podemos
afirmar que el movimiento tiende en principio a la imprevisibilidad: se suceden fases
predecibles con momentos de ruptura con un desenlace incalculable. Esto es
particularmente significativo para la historia humana, donde la irrupción de la conciencia
individual eleva considerablemente el nivel de libertad y, por tanto, de imprevisibilidad.
Por lo tanto, un factor de riesgo está inevitablemente presente en el bien, porque el
bien es elección. E incluso el arte, siendo uno de los más altos principios creativos, esconde
un elemento de peligro. Esto está ligado al episodio bíblico de Adán que seguramente
recordaréis: Adán recibe la libertad de elección, que antes no tenía, y por tanto también la
posibilidad de hacer el mal y de pecar. Por lo tanto, la esfera del arte está íntimamente
ligada a estos temas. El hombre, como ser pensante (y, obviamente, no sólo el hombre, sino
320
que ahora nos dedicamos a él en particular) es siempre libre de elegir, pero su margen de
libertad aumenta considerablemente cuando se entra en la esfera del arte.
El arte está dotado de cualidades fascinantes, tan fundamentales que sin ellas la
conciencia no podría existir. La vida, por ejemplo, no nos da la oportunidad de regresar y
decir: "Estoy interpretando esta escena de manera diferente". La vida nos quita alternativas
todo el tiempo. Al comienzo de su existencia, el individuo tiene una infinidad de caminos
para elegir y, a medida que se agotan estas alternativas, las posibilidades son cada vez
menores y, con la disminución de las alternativas, también disminuye el "nivel de
información". Cuanto más vive un ser humano, más fácil es predecir lo que le sucederá en
el futuro. El arte, en cambio, te permite volver a ese momento en el que la elección aún no
se había producido. Y, al hacerlo, nos pone en la posición de aquellos que son libres de
elegir. Entre otras cosas, es precisamente por eso que está dotada de una inmensa fuerza
moral.
En general, la fuerza moral del arte se entiende de manera muy superficial, y ahora
nos centraremos en este punto. Solemos pensar así: uno lee un buen libro y se vuelve
bueno, uno lee otro cuyo protagonista se porta mal y se vuelve malo. Y decimos: "No den
estos libros a los niños porque son peligrosos", "los libros malos es mejor no leerlos". Es
más o menos como no vacunar a la gente o decir: ignora cuáles son las malas acciones, de
lo contrario comenzarás a hacerlas. Pero la ignorancia nunca ha salvado a nadie. La fuerza
del arte es otra: ofrecernos una elección donde la vida nos la niega. En consecuencia,
podemos trasladar la libertad de elección adquirida en el ámbito del arte al de la vida.
Pero, llegados a este punto, surge una delicada cuestión que siempre ha inquietado
a los moralistas, y con razón: ¿qué está permitido en el arte y qué no? Sin embargo, el arte
nunca ha sido un libro de texto o un tratado de moral. Estamos convencidos de que el arte
contemporáneo es peligroso porque es vicioso. Pero tomemos a Shakespeare. ¿Qué
encontramos en sus tragedias? Asesinatos, crímenes, ascendencia, escenas horribles de
todo tipo. En El rey Lear le sacan los ojos, en otra primero violan a la heroína y luego le
cortan la lengua y las manos. ¿No es eso monstruoso? Pero en el arte, quién sabe por qué,
todo nos parece posible ya nadie se le ocurre acusar de inmoralidad a Shakespeare. En
321
realidad, hubo un tiempo en que se hizo. Los románticos alemanes aún eliminaron estas
escenas de sus traducciones. Y el joven Zhukovsky, que más tarde se convertiría en “el padre
de todos los demonios de la poesía rusa”, como él mismo se autodenominaba, aconsejó a
su amigo y brillante poeta Andrej Turgenev (que lamentablemente murió joven) que se
saltara las escenas en las que aparecen brujas en Macbeth. En efecto, ¿cómo es posible que
un individuo culto e ilustrado de principios del siglo XIX vea brujas en un escenario? Es pura
barbarie, que el salvaje Shakespeare pudiera haber escrito tal cosa en su tiempo, pero
después de Voltaire todos, al presenciar una escena similar, se hubieran muerto de risa.
Y, sin embargo, los románticos (y más tarde el mismo Zhukovsky) entendieron que
la fantasía, el horror, el miedo, el crimen pueden representarse artísticamente. Pero ¿cómo
es que? ¿Por qué un crimen llevado a la escena no se convierte en una incitación al crimen?
Aunque, por el contrario, sería ingenuo pensar que la obra de arte se reduce a una norma
moral transpuesta al verso oa la prosa. Los autores griegos, cuyas tragedias están llenas de
crímenes (tomen a Eurípides por ejemplo: siguen hablando de asesinatos, ¡es aterrador!),
no pueden ser acusados de inmoralidad por esto. ¿Por qué? Pero por un aspecto
fundamental: el arte intenta parecerse a la vida, pero no es vida y hay que tener cuidado de
no confundirlos. Es conocida la anécdota (contada en varias versiones), según la cual en
América, todavía en el siglo XVIII, cuando se representaba Otelo en el teatro, el centinela
que estaba apostado detrás de la cama del gobernador le disparó a Otelo diciendo: “Nunca
será que en mi presencia un negro bozal secuestre a una blanca”. Este no es ciertamente el
triunfo del arte, pero sí la demostración más clara de que no hemos entendido lo que es.
Incluso si a menudo se entiende de esa manera. Igualmente famoso es el mito griego de los
dos pintores que se habían desafiado a duelo, comparando sus propias pinturas. El primero
había presentado una pintura de frutas y los pájaros habían descendido en masa para
picotearlas. La multitud gritaba que seguramente era él quien merecía el gran premio. Pero
el segundo pintó un paño sobre el lienzo y lo mostró a los presentes. Entonces su adversario
le dijo: "Quita esa tela y muéstranos tu foto". Y así la victoria sonrió al segundo pintor,
porque su oponente había confundido el paño pintado con uno real.
322
Pero estas no son más que leyendas, fundadas “en la ingenua creencia de que esto
es arte. En el siglo XVIII existía incluso un género propio, las pinturas ilusionistas en las que
se pintaban objetos colgantes que podían darse por reales. Sin embargo, la experiencia
enseña que, por regla general, el arte no puede confundirse con la vida.
El arte es similar a la vida, es una segunda vida, pero la diferencia sigue siendo
notable. Porque el arte es un modelo de vida. Precisamente por eso un crimen pintado es
el estudio de un crimen, la búsqueda de lo que es, mientras que un crimen en vida es sólo
lo mismo. En un caso tenemos la representación de la cosa, en el otro la cosa misma. Y todas
las innumerables leyendas sobre pintores que supuestamente crearon cuadros
indistinguibles de la realidad o incluso sustituyeron el arte por este último (pensemos, por
ejemplo, en el mito según el cual Miguel Ángel, para pintar a Cristo, habría torturado a un
criminal condenado a muerte), reflejan una visión ingenua y superficial del arte.
Pero el arte abarca una esfera inmensa, junto a la cual también encontramos el arte
a medias, el arte no total y el no arte. Y esto se nota especialmente hoy en día, cuando la
evolución de la técnica y el desarrollo de la imprenta exigen una enorme cantidad de arte
"no del todo", como portadas de libros, anuncios de todo tipo y en general todas aquellas
cosas para las que es necesario coger un pincel, escribir un poema, hacer una foto (y de
hecho ahora es muy difícil distinguir la fotografía artística de la que no lo es). Un alcance
ilimitado que va del arte al no arte y que juega su propio papel específico, siendo similar al
arte.
Examinemos algunas fotografías de desnudos femeninos que hacen referencia a un
género pictórico específico, muy difundido a fines del siglo XIX. Uno representa a una mujer
recostada, encima de ella cuelga un retrato de una mujer desnuda recostada, de modo que,
si no estás prestando atención, podrías confundir la imagen con un espejo. Esta otra
fotografía también nos muestra a una mujer desnuda con un hombre vestido a su lado, visto
desde atrás. La composición recuerda a la pintura francesa de la segunda mitad del siglo
XIX. Sin embargo, no es arte, sino una imitación bastante cursi de él. Porque el arte encierra
un misterio en sí mismo, refleja una determinada posición, una visión, una mirada. No
323
puede ser traducido por una sola palabra. Intenta parafrasear una sonata. Es claramente
imposible.
Al contrario, aquí se entiende todo. Estamos ante una mujer desnuda y su desnudez
no tiene un significado particular. Una mujer desnuda que representa a una mujer desnuda,
mientras que en una imagen puede simbolizar la belleza, el libertinaje, el crimen, la nobleza
de la mente, puede encarnar varias épocas y diferentes valores. La representación es un
signo y podemos decir lo que significa. Cuando vemos un desnudo pintado o esculpido, o
trasladado a la pantalla de cine o incluso a una fotografía artística, podemos encontrarle
significado. Podemos preguntarnos: ¿qué quería decir el autor? Y esta especie de
llamamiento que nos ha hecho no se puede resumir en dos palabras, al contrario tendremos
que esforzarnos por entenderlo y expresarlo. Pero si solo vemos a una mujer fotografiada
desnuda, como en este caso, poder entender lo que quiere decir realmente requiere un
vuelo de imaginación por nuestra parte.
Seguro que conoces la famosa escena cómica: un hombre corre hacia otro edificio,
lo abofetea y sale corriendo. El hombre lo piensa un rato y luego dice: "No entiendo: ¿qué
quiso decir?" Y en el teatro en realidad sería un mensaje, pero en la vida la realidad es solo
material para un mensaje y no el mensaje en sí. Tomemos, por ejemplo, el arte del siglo XX
con su orientación hacia la precisión fotográfica; Por extraño que parezca, cuanto más
marcada es la tendencia mimética, más convencional se vuelve el arte y se distancia del
objeto representado.
Permítanme citar algunos ejemplos más. Si observa los extraordinarios dibujos del
pintor austriaco Gustav Klimt, seguramente notará la rara maestría y precisión, no hay otro
término, con la que es capaz de representar el cuerpo femenino. Pero esto no es solo un
cuerpo femenino para él. En este sentido, sus lienzos son especialmente emblemáticos.
Aquí se ve algo muy singular: el rostro y los brazos son increíblemente plásticos,
tridimensionales, pero se hunden en un vestido sustancialmente indistinguible del fondo,
plano y lineal [tab. 27]. De esta manera, la tridimensionalidad choca con la
bidimensionalidad, la imitación de la vida, llevada a un nivel sublime, con su rechazo. Y,
cuanto más tendemos a imitar la vida, más evidente es el desapego de ella.
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En este sentido, el arte de finales del siglo XX, que se acercó considerablemente a la
vida gracias al nuevo y revolucionario potencial técnico, al mismo tiempo se distanció
significativamente de él. Esto se ve especialmente en la prosa. La prosa de este fin de siglo
se esfuerza por todos los medios en emular la vida, reproduciendo los errores lingüísticos,
la ausencia de tema, la aleatoriedad de los diversos fragmentos, pero, al mismo tiempo,
cuanto más evidente la imitación, más "mayor la diferencia". El ideal contenido en la antigua
leyenda, según el cual no se debe poder distinguir la tela echada sobre un cuadro de la tela
pintada, no tiene nada que ver con el arte.
Pero, ¿cómo debemos lidiar con lo que está al lado del arte? Hemos visto que en el
arte elevado la fusión con la vida provoca una especie de reacción (como cuando se inocula
una infección en el cuerpo). Cuanto más tiende el arte a la vida, más convencional parece.
Cuando en el siglo XIX se difundió la fotografía y aparecieron esas posibilidades técnicas que
luego dieron vida al cine, los artistas quedaron aterrados: temían que el arte estuviera
muerto, que no fuera una apariencia de vida sino la vida misma la que hubiera irrumpido
en él. Un asombro aún mayor fue causado por la aparición del sonido. Los más destacados
exponentes del mundo del cine temían su afirmación. De hecho, la aparición del sonido fue
un logro técnico, no un requisito artístico. El cine mudo había alcanzado cotas muy altas y
el sonido era recibido con hostilidad, especialmente por personalidades como Charlie
Chaplin, que veían en él la muerte del arte cinematográfico. “Por eso reaccionó con gran
audacia: cuando empezó a hacer sus primeras películas sonoras, las concibió como
antisonoras. Por ejemplo, hacer que sus actores hablen un idioma inexistente. Así,
emitiendo sonidos inarticulados, hablaban, pero lenguas que no existían. Solo con el paso
del tiempo Chaplin asimiló el sonido como medio artístico.
Lo mismo sucedió también en Rusia o, mejor, en la Unión Soviética, donde un grupo
de cineastas talentosos encabezados por [Sergej] Eisenstein se enfrentó sin pretensiones a
esta pregunta y llegó a una conclusión muy radical: el arte cinematográfico solo admite
sonido que no es realista. Es decir, si un paso que se acerca se devuelve a través del ruido
correspondiente, entonces este efecto de sonido debe preceder o seguir la imagen de los
pasos en la pantalla, pero en ningún caso superponerse. Si un discurso se expresa con
325
palabras, éstas no deben sincronizarse con el movimiento de los labios, sino diferirse,
porque es precisamente este "deslizarse", esta no correspondencia lo que crea un nuevo
universo artístico. El arte nunca es un fragmento orgánico del viejo mundo, sino una
reelaboración del mismo.
Sea como fuere, esos temores pronto fueron superados. El sonido se impuso
universalmente y marcó un punto de inflexión en la historia del cine. Sin embargo, no fue
sólo un progreso. El cine sobrevivió al sonido como una patología grave, reportando efectos
tanto positivos como negativos. Porque para el arte, todo acercamiento a la vida es una
enfermedad. De hecho, no basta con introducir la vida en el arte con medios técnicos,
también hay que saber recrearla creativamente.
Cada nuevo descubrimiento para el arte es como una enfermedad del crecimiento
que, al mismo tiempo, enriquece y plantea nuevas cuestiones complejas. Y así el arte está
siempre en movimiento, es como un ave fénix que resurge cada vez de sus propias cenizas.
Finalmente, junto al arte también existen otras formas que hacen uso de él, pero
que no pueden ser consideradas arte, como la publicidad y diversos tipos de pseudoarte. Es
difícil decir qué es el no-arte. En este sentido, el siglo XX nos invita a ser cautelosos. Érase
una vez, en el siglo XIX, nadie hubiera fundado un museo de juguetes infantiles o de arte
popular, porque esas pinturas ingenuas, inexpertas, como se las llamaba entonces, eran
simplemente consideradas mala pintura. Ahora, sin embargo, la esfera del arte se ha
ampliado considerablemente.
Todavía recuerdo aquella generación que no consideraba el cine una forma de arte.
Evidentemente, la gente educada también iba al cine, pero no lo admitían, porque la gente
educada va a la ópera, a la filarmónica, a veces se regala una opereta (aunque no la digan
por ahí), mientras que en cambio no va a ver películas, o como se decía entonces. Blok solo
comenzó a ir a los cines después de la Revolución, después de haber asimilado un estilo de
vida más democrático y reemplazado el carruaje por el tranvía. “Todas estas experiencias
lo dejaron estupefacto. Era como si hubiera descubierto otro mundo, tanto que escribió: en
cuanto me subo al tranvía, o me pongo la gorra de obrero en la cabeza, me dan ganas de
326
empujar. Su comportamiento cambió por completo. E incluso el cine es otro tipo de
comportamiento. Un comportamiento que, sin embargo, ha pasado a formar parte del arte.
Entonces sucede algo muy curioso: por un lado, el arte tiende a transformarse en una
técnica aplicada y sale de su propio ámbito. Las malas películas y las malas obras de teatro
imitan el arte; progresistas o reaccionarios, ordenados "desde arriba", "desde abajo" o "al
margen", no importa. Siempre se trata de imitaciones que tienden a multiplicarse y tienen
un doble destino. Por un lado, no son dañinos, al igual que no lo son las cartillas o los libros
de texto. Son comprensibles (después de todo, no todo el mundo puede empezar a
escuchar música sinfónica "difícil" inmediatamente) y son útiles, pero también peligrosos.
Porque al mismo tiempo difunden la tendencia al mal gusto y, en lugar de arte auténtico,
administran una serie de imitaciones. Imitaciones que son más fáciles de entender,
mientras que el arte, como hemos visto, muchas veces es incomprensible y nos hace sentir
mal. "Por eso la difusión del arte de masas -y, hasta hace poco, estábamos acostumbrados
a juzgar el arte precisamente sobre la base de su difusión entre las masas- siempre es
perjudicial.
Pero, por otro lado, ¿dónde conseguir un nuevo arte "alto"? El viejo arte "alto" del
pasado nunca podrá generarlo, porque como ya observó un filósofo del siglo XIX: "No se
vive de la comida de ayer". Por extraño que parezca, el arte, inclinándose hacia el kitsch,
hacia los efectos fáciles, hacia la emulación, hacia el no-arte, hacia todo lo que deteriora el
gusto, de pronto vuelve a crecer. Recuérdese lo que escribió Anna Achmatova: “Si supieras
de qué detritus, / nacen los versos, de la vergüenza se olvidan.”17 El arte rara vez se origina
del buen gusto, de formas elaboradas y refinadas; es mucho más fácil que brote de la
basura.
Así surgió de repente el cine, que de entretenimiento "bajo" pasó a ser el arte por
excelencia del siglo XX. Ahora, aparentemente, ya no es así, pero desde la década de 1920
hasta mediados de la década de 1970, realmente prevaleció sobre todas las demás formas
de expresión artística, combinando democracia y profundidad, como sucedió en el caso de
la ópera a fines del siglo XIX. La ópera, que era un fenómeno periférico, dio un salto
327
repentino en los años de Wagner y Tchaikovsky y se convirtió en la forma de arte más
importante de la época junto con la novela.
Es como si las artes se persiguieran y en un momento dado la que parecía haberse
quedado rezagada supera a las demás, obligándolas a emularla. Tradicionalmente, en el
siglo XIX, este papel lo desempeñaba la novela, imitada tanto por la pintura como por el
teatro. Entonces, de repente, se desvaneció en un segundo plano y con simbolismo
comenzó la era de la ópera. Cada período ve el surgimiento ahora de este, ahora de ese
género; esta alternancia se produce sin interrupción y es extremadamente compleja.
Por lo tanto, la vulgaridad es un veneno, pero incluso el veneno es necesario para el
progreso. La pureza, la coherencia, la nobleza más sublime son el ideal por el que es justo
luchar. Pero una vez que se alcanza la meta, este ideal a menudo resulta estéril. Así como
para continuar la especie se necesitan al menos dos personas de diferente sexo (y es
imposible que todo entre ellos suceda de manera pura), incluso en el arte la obra pura es
maravillosa desde el punto de vista moral, pero no puede tener hijos.
Es una idea compleja y nos cuesta entenderla, porque estamos dentro de ella.
Podemos entender lo que vemos desde el exterior; describir una lengua extranjera es tan
fácil como difícil describir la propia. Nos encontramos dentro del arte, nacimos en él, el arte
está en nosotros y nosotros estamos en él. Y cuando decimos que somos ajenos al arte, nos
referimos solo a una de sus formas. Salir del arte es imposible, como lo es salir del lenguaje:
incluso cuando callamos lo hacemos en un lenguaje específico.
Por eso somos arte. Estamos empapados de arte. Ahora ella está enferma, porque
los que estamos enfermos somos nosotros, especialmente en este período. Estamos
enfermos y nos quejamos de tener un arte enfermo. Pero ya sabes, no, el proverbio: no
culpes al espejo si tu cara está torcida. El arte siempre es capaz de resucitar y renovarse e
infundir esperanza.
Y con esta esperanza me gustaría terminar nuestra lección, agradeciéndoles a todos
por su paciencia y atención.
NOTAS
328
17 A. Akhmatova, Tvorčestvo [Creación], en Id., Stichotvorenija i poemas [Letras y poemas],
Leningrado, 1979, p. 202.
329
QUINTO CICLO
PUSHKIN Y SU
ENTORNO (1991-
1992)
330
LECCIÓN 1
¡Buen día!
Al elegir el tema de este ciclo de lecciones junto con nuestros compañeros de televisión,
pensamos que sería interesante recordar la obra, la figura y el carácter de ese autor que
siempre está en el centro de nuestra atención cuando hablamos de cultura rusa, Pushkin.
Pero, al mismo tiempo, nos dijimos que sería importante no repetir lo que la mayoría de
nuestros espectadores ya saben y mostrar a nuestro protagonista reflejado en un espejo
particular.
Cada uno de nosotros se refleja en los juicios de sus contemporáneos y en aquellas
personas por las que se siente atraído o rechazado y por las que siente amistad u hostilidad.
Por eso nos pareció interesante dar a nuestra audiencia una idea de los individuos que
rodearon a Pushkin, de esas figuras (muy diferentes entre sí) que influyeron en su destino
de forma no siempre positiva. Hablando, por supuesto, de sus amigos y mujeres, que
siempre han jugado un papel muy importante en su vida.
Por lo tanto, decidimos que sería correcto partir de un hombre que desempeñó un
papel importante en la vida de Pushkin y con quien el poeta siempre ha tenido una relación
compleja: me refiero al emperador Alejandro I.
Pushkin dijo una vez que, con el zar Alejandro I, había estado “silbando” toda su vida.
De hecho, las relaciones entre ellos no eran sencillas, aunque sería imposible clasificarlas
en abierta hostilidad o repugnancia, ya que desde un principio habían sido bastante
contradictorias. Pushkin tampoco fue fácil; el suyo era un temperamento creativo y por lo
tanto propenso a cambios de humor, mientras que Alejandro I, por su parte, era un
individuo un tanto enigmático. No en vano, en Europa occidental sus contemporáneos lo
habían apodado "la esfinge del norte": así se llamaba el hombre un tanto perspicaz que era
Napoleón Bonaparte, que se había encontrado con él en varias ocasiones y había
conversado extensamente con él, hasta el trágico final de sus relaciones. Napoleón
331
pronunciará estas palabras ya en el exilio, en la isla de Santa Elena. Y esta es una definición
adecuada, porque incluso para nosotros Alessandro sigue siendo un enigma.
Sobre su persona circulan distintas versiones, desde las más esquemáticas y
negativas (es el caso de los epigramas burlones de Pushkin) hasta aquella imagen que, no
en vano, fascinó a Lev Tolstoy. Y, tal vez, sea apropiado comenzar desde el final.
Tolstoi se sintió atraído por el misterio sin resolver que rodeaba a Fëdor Kuz'mič, un
individuo enigmático que apareció en Siberia justo cuando la figura de Alejandro, décadas
después de su desaparición, había vuelto repentinamente a la memoria de sus
contemporáneos.
¿Qué sabemos de Fyodor Kuzmich? Casi nada, salvo que en Siberia había aparecido
un hombre misterioso sobre el que correrían rumores contradictorios. Según algunos -luego
les diré quiénes lo apoyaron- no fue otro que Alejandro I; otros, en cambio, nombraron a
varias figuras históricas que desaparecieron en circunstancias poco claras, más o menos al
mismo tiempo. Leo Tolstoy también estaba convencido de que Fyodor Kuzmich era
Alejandro. Varios historiadores se han pronunciado a favor de esta tesis, aunque en realidad
las opiniones están divididas: unos creen que en realidad fue el zar, otros lo niegan
rotundamente, soy escéptico; No creo que tengamos elementos suficientes para resolver
el tema en un sentido o en otro. Pero lo que nos importa ahora es otra cosa, a saber, el
hecho de que esta leyenda se haya extendido. Incluso si fuera solo una leyenda.
Este rumor fue corroborado por un célebre historiador del arte, el barón Vrangel',
hermano del mismo político y general que luego tomaría parte en la guerra civil. El barón
informó su posición sobre el caso Kuz'mich a Nicolás II, quien le dijo: "Muy bien, tú lo sabes
y yo lo sé, pero que nadie más lo sepa". Su tesis, sin embargo, necesita ser verificada. En
todo caso, desde el punto de vista jurídico no constituye prueba; si llevamos este caso a los
tribunales, ningún juez serio podría dictar sentencia. Es una versión oral (basada en
documentos desconocidos) o más bien la historia, según la cual a la muerte de Fëdor
Kuz'mič su cuerpo fue trasladado a la fortaleza de Pedro y Pablo, donde se encuentran las
tumbas de los zares. El sepulcro de Alejandro I habría sido abierto y encontrado vacío; en
consecuencia, habrían colocado el cuerpo de Kuz'mič allí. Este hecho fue informado por un
332
anciano que, en ese momento, estaba custodiando las tumbas en la Fortaleza de Pedro y
Pablo. Posteriormente todos estos soldados fueron recompensados con dinero público y
ascendidos a centinelas en las distintas provincias.
Sabemos que existen otros mitos y episodios históricos similares. Pero también
tenemos fuentes históricas que las niegan. Como ejemplo, tenemos las detalladas notas del
médico de Alejandro I, presente en el momento de su muerte. Además, está el testimonio
de la zarina, que también murió poco después, pero que aún tuvo tiempo de presenciar la
partida de su marido. Las alusiones al hecho de que la muerte de Alexander podría ser
ficticia no provienen ni de sus hermanos ni de su madre... pero creo que podemos
detenernos ahí. Me limitaré a decirte que Alexander sigue siendo un enigma para nosotros,
incluso en la muerte. Pero, por otro lado, un enigma también había sido un enigma en vida.
Nació en 1777, año de la gran inundación de San Petersburgo, y murió en 1825. En
los últimos años el zar había evitado en la medida de lo posible estar en San Petersburgo.
Pasaba su tiempo en el camino, viajando y cambiando de dirección constantemente,
también porque los campesinos lo asediaban con sus súplicas. Sus itinerarios eran casi
siempre secretos. Cuando murió, un epigrama recorrió todo Petersburgo: "Toda la vida en
el viaje pasó / y murió en Taganrog". Cuando se topó con Petersburgo en el otoño de 1824
al final de una larga ausencia, inesperadamente encontró la capital inundada.
Hay versiones contradictorias sobre el comportamiento del zar durante la
inundación de 1824. Pushkin lo retratará en el “Jinete de Bronce” como una figura humana
pero impotente, en oposición a la grandiosa de Pedro:
En aquel año fatal
El difunto zar sigue sobre Rusia
Glorioso reinó. En el balcón
Salió, triste, turbado:
“Del elemento de Dios”, dijo.
"Los zares no pueden tener razón". Él se sentó
y con ojos tristes, pensativos,
Miró el horrendo desastre1.
333
Por cierto, Pushkin no es del todo exacto al mostrarnos a Alexander impotente. El
testimonio que ofrecen las fuentes históricas es muy diferente. En cuanto bajó el nivel del
agua, Alejandro se dirigió a aquellas calles por donde era posible transitar y se encontró
rodeado por la multitud, que le rezaba de rodillas. Un anciano le dijo: "Todo por nuestros
pecados" y Alejandro le respondió inesperadamente: "No es por los tuyos, sino por mis
pecados que Dios nos castiga". Por supuesto, en ese momento el zar ya estaba sumido en
el misticismo. Pero, en realidad, estos estados de ánimo habían cruzado toda su vida,
dándole un carácter enigmático. Y la "dificultad" de Alessandro radica precisamente en el
hecho de que cambiaba constantemente de cara. Como si hubiera varias personas dentro
de él, imposibles de relacionar con una sola cara.
Aquí está, aquí lo encontramos arrepentido y sufriendo. Y, de hecho, son muchos los
que dicen que Alejandro, al ver las calles de Petersburgo invadidas por el agua, se habría
echado a llorar. Los contemporáneos pensaron que las suyas eran lágrimas de compasión
por el pueblo. Pero ese no fue el caso en absoluto. La compasión ni siquiera sabía lo que
era. De hecho, el mismo día le escribió una carta a Arakcheev en la que no había ni un ápice
de lástima (Arakcheev se compadecía del zar por todas las preocupaciones que había tenido
en ese período). No, las suyas no eran lágrimas de compasión, sino de ira y de impotencia,
porque Dios también se había desquitado con él, como con todos los demás. Dios había
querido humillarlo, porque ¿qué fue la inundación de Petersburgo sino una terrible
humillación y una demostración de su impotencia personal?
Y de hecho no es casualidad que, incluso en el “Jinete de Bronce”, es decir en su
poema heroico, Pushkin hubiera insertado un episodio cómico al principio antes de la
escena en la que se menciona al zar, aunque luego decidió eliminarlo. En la versión final
tenemos:
Habló el zar – en parte en parte,
Por caminos cercanos y lejanos
En un peligroso viaje entre aguas tormentosas
Sus generales se convirtieron
Para salvar, atenazado por el terror
334
Y ahogándose en casa, la gente2.
En este punto (“Sus generales fueron nombrados”), Pushkin explica en una nota quiénes
son: “El conde Miloradovich y el ayudante general Benckendorff”. Luego sigue un episodio
muy cómico en el manuscrito. Hubo un rumor de que un senador estaba dormido en el
momento de la inundación. Por la mañana se despierta, se acerca a la ventana y ve a
Benckendorff en un bote de un lado y a Miloradovich del otro. A lo que llama a su sirviente
y le dice: "Van'ka, pero ¿quién es ese?" Y Vanka responde: Conde Miloradovich. Entonces
el senador da un suspiro de alivio: "Ah, gracias a Dios, pensé que estaba loco...”
Entonces Pushkin agregó el siguiente episodio:
Tan pronto como me despierto, el senador va a la ventana.
Y ve: en un bote en el Morskaja
Cae el gobernador militar.
Un escalofrío se apodera de él: “¡Oh, Señor!
¡Rápido, Vanyushka! Ven aquí por un tiempo
Mira y dime: ¿qué ves por la calle?”
“Veo al gobernador en un bote”
Navigar y de su casa infilar la puerta.
"¿Hablas en serio?" "¡Por supuesto!" "¿No estás bromeando?"
"¡Qué demonios!" Tome un respiro Senador
y pide té: “¡Alabado sea Dios!
¡El conde realmente me asustó!
Pensé: ¡¿me dio un cerebro?!3”
De esta manera, incluso en este poema con una entonación general heroica, Alejandro,
apenas se encontró junto a Pedro, terminó haciendo una figura ridícula y un tanto
lamentable. Aún así, ciertamente eso no era lo único que se podía decir sobre Alexander.
De hecho, vale la pena mencionar brevemente su destino.
Alexander era un individuo talentoso y ciertamente único entre los zares rusos de la
dinastía Romanov. En primer lugar, había recibido una excelente educación y hablaba con
fluidez varios idiomas extranjeros. Hablaba francés, alemán e inglés con tanta fluidez como
335
el ruso. Leyó mucho y se mantuvo al tanto de las últimas novedades en filosofía. En general,
como ya he dicho, no carecía de talento, pero sí de esa tendencia que tanto preocupaba a
su tutor y sobre la que volveremos más adelante: la duplicidad había comenzado a abrirse
camino desde muy temprano en él. Moviéndose de una sala a otra del palacio Tsarskoe
Selo, se convirtió en una persona diferente cada vez. Esta actitud se debía a que, siendo
sobrino primogénito de Catalina II, se había visto envuelto desde muy pequeño en el
enfrentamiento entre su padre y su abuela. Paul y Catherine se odiaban. Catalina se había
regocijado por el nacimiento de su sobrino hasta el punto de declarar que heredaría el
trono, y Paolo lo sabía. Las relaciones entre padre e hijo fueron inmediatamente muy
ambiguas.
Para Alessandro Caterina, elaboró reglas de comportamiento para sí misma, en el
espíritu de los philosophes. Fue el primer bebé real que no fue envuelto, porque Rousseau
se había arrojado contra los pañales. Fue uno de los primeros en vacunarse contra la viruela,
porque las vacunas se consideraban un logro de la Ilustración. Cada detalle parecía haber
sido diseñado específicamente para convertirlo en un gobernante ideal, excepto que
Alejandro se vio inmediatamente sumergido en una atmósfera de hipocresía y duplicidad y
se convenció de que, para sobrevivir, tenía que ser una persona diferente cada vez según el
interlocutor. Y esto lo entendió muy rápido. En la habitación de su tutor, el suizo Laharpe,
un espíritu noble, también era filósofo. En la de su abuela, sin embargo, era sólo un niño
que jugaba y vivía según las reglas de Rousseau. Sin embargo, cuando estaba con su padre,
se convertía en un pequeño soldado.
Alessandro cambió su cara muy fácilmente. Pero el sentimiento que lo dominó en
este período fue el miedo. Tenía miedo tanto de su padre como de su hermano Constantine,
también un individuo talentoso, pero loco, en el sentido literal de la palabra. Loca no por la
locura, sino por su total incapacidad para contenerse. Con sus "trucos" había hecho huir a
su "esposa". Ambos eran muy jóvenes: de acuerdo con los philosophes, Caterina había
casado a sus sobrinos casi como niños, para protegerlos de varios vicios adolescentes. Una
vez, Costantino había llegado a casa con una trompeta grande (la que tiene el timbre más
bajo, llamada tuba) y había despertado a su esposa llevándosela a la oreja y soplando con
336
todas sus fuerzas. ¡A eso se refería con bromas! Alexander no era tan salvaje, era diferente,
por otro lado no le escribió a su maestro Laharpe como lo hizo su hermano: "Tu trasero
Constantine".
Laharpe no se dejó impresionar: estaba convencido de que los niños debían ser
educados en un ambiente de igualdad y planteó al heredero al trono, sobrino de la
emperatriz, como si se tratara de un niño cualquiera encomendado a su cuidado.
Posteriormente Krylov escribiría la fábula La educación del león: como reina de los animales,
el águila parecía capaz de educar al pequeño león mejor que nadie. Pero cuando ascendió
al trono, pensó que la mejor manera de hacer felices a otros animales sería enseñándoles a
anidar.
Como ya te dije, Alessandro temía a su padre y este miedo lo llevó a comportarse de
manera contradictoria. Por un lado, era liberal y se rodeaba de jóvenes liberales, por
supuesto, descendientes de familias aristocráticas, pero que en secreto usaban
terminología jacobina y discutían sobre la futura libertad que transformaría a Rusia en un
país feliz. Y eso era una cosa. Mientras tanto, sin embargo, Alexander también tuvo que
cumplir con las obligaciones estatales. Era él quien debía informar a su padre, por la mañana
y por la tarde, de lo que sucedía en la capital, como responsable de mantener el orden en
Petersburgo. Informar a Paul no fue fácil. Tenías que levantarte a las cinco de la mañana,
trabajar duro; fue aquí donde Alexander encontró un ayudante inesperado en Arakcheev4.
Áspero y cobarde, uno de los individuos más repugnantes de toda la historia rusa (y
por ello destinado a convertirse más tarde en un auténtico símbolo del mal), el Conde
Arakcheev era entonces todavía un simple oficial que seguía a Alejandro como un perro fiel.
Todas las mañanas entregaba su informe ya preparado, mientras el heredero al trono aún
estaba en la cama con su esposa (ella se tapó la cabeza con la manta). Y así el futuro zar
pudo dormir un poco más.
Con el tiempo, las relaciones entre Alexander y Arakcheev se volvieron más tensas.
Alexander sabía que Arakcheev era un sinvergüenza y odiaba a Rusia, pero también sabía
que era tan leal como un perro. Así que el suyo era un vínculo complejo, porque el hecho
de que Arakcheev fuera un sinvergüenza para Alexander que no confiaba en nadie era casi
337
algo bueno. Cuando ascendió al trono, estaba absolutamente convencido de que todos los
hombres eran sinvergüenzas. Entonces, el hecho de que Arakcheev lo fuera y que todos lo
odiaran, para él era solo la demostración de que no podía escapar a ningún lado y, por lo
tanto, nunca lo traicionaría. Además, Alejandro se alegraba si encontraba confirmación del
desprecio que albergaba por los demás. Era un individuo profundamente desgarrado.
No es que siempre lo fuera. Obviamente, un tremendo golpe para Alexander fue la
necesidad de tomar parte en el complot contra su padre. Paul -en los últimos meses de su
vida y especialmente en las últimas semanas- al darse cuenta de que la tragedia se acercaba,
estuvo casi al borde de la locura. Sospechaba de todos. Y precisamente por su recelo
generalizado fue incapaz de reconocer la única amenaza real. El conde von Pahlen, uno de
los líderes de la conspiración, casi se delató. Paolo lo había agarrado por el cuello,
exclamando: "Usted está conspirando contra mí..." Von Pahlen, quien estaba dotado de una
frialdad notable, no se dejó sorprender y admitió: "Sí, Su Majestad, yo también estoy entre
los" conspiradores. Me infiltré entre ellos a propósito para salvarte y en breve te contaré
todos los detalles de la trama. Así acabó acelerando el tiempo del magnicidio. Alejandro se
paró al borde del abismo. Su padre ya tenía reservada una cadena perpetua para él (en el
mejor de los casos), por lo que se vio obligado a participar en la conspiración. Pero tuvo
miedo y aceptó la garantía de que no matarían a Pablo. Fue el propio von Pahlen quien le
cedió la palabra pero, alejándose y apartando la mirada de él, dijo, sin siquiera bajar la voz:
"El que quiera comerse la tortilla que rompa el huevo".
Cuando Alexander supo que su padre había sido asesinado, se desesperó. Pero
incluso aquellos que lo conocían bien nunca estaban seguros de sus sentimientos, porque
era un actor increíble. Incluso Napoleón se había dado cuenta de esto, habiendo observado
que en el contexto de los grandes comediantes del siglo XVIII y principios del XIX, Alejandro
ciertamente no se habría visto mal, al contrario. Entonces podía llorar cuando se le
ordenaba si era necesario. Pero esta vez estalló en sollozos y von Pahlen se lo tragó. Tuvo
la sensación de encontrarse frente a un niño pequeño. Se acercó al zar que lloraba y le dijo
en un tono algo brutal: “¡Basta de llorar! "¡Ve a gobernar!" En francés, la frase sonaba casi
como una orden dada a un soldado. Y Alexander nunca lo perdonó. Lo primero que hizo una
338
vez que ascendió al trono fue ordenar a von Pahlen que abandonara la capital y que nunca
más se le viera, ni en Petersburgo ni en Moscú. En verdad, Alejandro se lo habría vuelto a
encontrar en su camino, en qué circunstancias veremos más adelante.
El reinado de Alejandro comenzó con buena estrella, al menos desde el punto de
vista humano (no hablo de política). Todos estaban exasperados por Paolo y fascinados por
el joven y guapo Alessandro. Y, de hecho, Alessandro era realmente atractivo, aunque
tuviera algunos defectos físicos: era miope y un poco sordo. Este último rasgo lo hizo
sospechar, luego comenzó a tener la impresión de que todos se reían de él. Pero en ese
momento era guapo, joven, en la cima de su fuerza, y todos depositaron sus esperanzas en
él. Fue un período marcado por varios intentos en el sentido de reforma, experimentos que
resultaron ser fundamentales para Alejandro.
En general, se cree que el zar era liberal cuando era joven y solo más tarde se
convirtió en conservador, pero este no es el caso. En realidad Alejandro siempre se mantuvo
igual. Arakcheev había estado cerca de él desde el principio, como lo estará más adelante,
y en general las cosas fueron un poco más complejas. Pero un hecho es cierto y es que, nada
más ascender al trono, Alejandro era muy popular, mientras que hacia el final lo será
infinitamente menos. De hecho, la situación política pronto cambió y con ella la línea de
gobierno.
Alessandro había concebido su plan de “reformas en colaboración con algunos
jóvenes liberales. Dentro de este círculo jugaron un papel importante primero sus amigos y
luego un joven de origen no noble que habría hecho carrera rápidamente: Speransky. Pero
la política interna resultó estar en conflicto con la situación internacional. Napoleón había
derrotado a Austria y era cada vez más poderoso. Alessandro terminó encontrándose en el
campo anti-napoleónico. La participación en la guerra de 1805 no era en absoluto necesaria
para Rusia, el conflicto había estallado lejos de sus fronteras y Austria casi siempre le había
sido política y diplomáticamente hostil. Las dos potencias ya se habían enfrentado en los
Balcanes y Rusia ciertamente tenía más objetivos en común con Napoleón, pero Alejandro
decidió lo contrario. El zar ya había comenzado a confundir sus propios intereses con los del
Estado (como, sin embargo, seguiría haciéndolo más tarde), o más bien a modelar estos
339
últimos sobre los primeros. Y así Rusia entró en la guerra. Siendo presuntuoso, Alejandro
decidió desafiar a Napoleón al frente de una gran coalición, que también incluía a Austria
(que, sin embargo, se comportó de manera bastante pérfida) y Prusia. Sin embargo, las
tropas de este último acababan de ser aniquiladas por Napoleón y aún no se habían
recuperado. En el campo de Austerlitz, los ejércitos de la coalición sufrieron una tremenda
derrota. Para Alejandro fue una terrible derrota “personal”. Durante mucho tiempo
renunció al mando militar, aunque durante la última guerra contra Napoleón recuperó la
autoridad a los ojos del pueblo precisamente como líder del ejército.
Austerlitz fue una humillación aterradora y Alexander salió profundamente abatido.
Pero pronto sufriría otro golpe. Estalló otra guerra contra Napoleón, esta vez mucho más
justificada porque este último había invadido Prusia, acercándose peligrosamente a las
fronteras rusas. Sin embargo, ni siquiera esta guerra despertó sentimientos de miedo o
solidaridad en la gente. El conflicto fue largo y muy sangriento: llovió y nevó continuamente,
ambos ejércitos quedaron bloqueados por el barro; se encontraron de nuevo en la batalla.
Pero incluso la de Austerlitz, aunque desastrosa para Rusia, había sido una batalla
relámpago, al más puro estilo napoleónico: los franceses habían atacado de repente,
derrotando rápidamente al oponente; los cañones aún humeaban y un enviado a caballo ya
se dirigía a París para anunciar nuevas victorias importantes.
La segunda guerra contra Napoleón, por otro lado, fue lenta, sangrienta y mezquina
con éxitos decisivos. Terminó con las negociaciones de paz que se llevaron a cabo en el río
Neman. Para que todos los participantes fueran iguales, los emperadores se reunían en el
agua, en una balsa especialmente construida. Pero Napoleón se volvió inteligente. Había
subido a la plataforma unos minutos antes y, yendo hacia el este, le tendió la mano a
Alexander, que estaba bajando de su bote, como si fuera el dueño de la casa. Una hermosa
y buena humillación. Pero no fue el último. El zar se vio obligado a firmar la muy
desfavorable paz de Tilsit. Rusia entró en el bloque continental, rompiendo relaciones
comerciales con Inglaterra, lo que supondrá un grave perjuicio económico. Alejandro I
perdió gran parte de su autoridad. Pronto estalló la Guerra Patria. Pushkin escribiría más
tarde:
340
Educado al redoble de tambores,
El zar-capitán fue duro:
A Austerlitz huyó,
¡En 1912 se asustó!5
El año 1812 trajo consigo la gloria para el ejército y todo el pueblo ruso y la más profunda
humillación para el zar. O al menos así lo tomó él. A su hermana -a la que le unen algo más
que sentimientos fraternos que, sin embargo, no le impiden enviarle cartas muy
amenazadoras- le escribe: ¿Es posible despreciar a un hombre (y se refería a sí mismo) sólo
porque no tiene talento? De hecho, es Dios quien lo concede. Y añadió que se había tenido
que enfrentar a un individuo brillante, “Napoleón. Mientras que su ejército estaba formado
por gente como ese borracho Kutuzov y ese lunático delirante Bagration...
De hecho, la autoridad de Alejandro se había ido para siempre. Hasta el punto de
que, al comienzo de la guerra, el mando militar obligó al zar a abandonar el frente y dejar
el ejército en manos de los generales. Alejandro se alejó al galope, humillado hasta la
médula. Incluso Arakcheev había apoyado la destitución del zar, de hecho, a su manera:
cuando se le dijo que el destino de Rusia exigía que el zar abandonara el ejército, Arakcheev
replicó: ¡que el diablo tome Rusia! ¿Está el zar en peligro? La respuesta fue que en la guerra
es imposible garantizar la seguridad de nadie. Y luego Arakcheev se puso resueltamente del
lado de la idea de que el zar debería irse de inmediato. Una reacción absolutamente típica
para él: ¡que el diablo tome Rusia! ¿Está el zar en peligro?
Incluso las trágicas victorias posteriores (cuando el ejército napoleónico en retirada
perdió casi el mismo número de hombres que los rusos que avanzaban, lo que parecería
imposible...) fueron vividas por el zar como una humillación. 1812 seguirá siendo un coco
para él en el futuro. Aunque no hubo ciudad de provincias en la que no hubiera estado,
Alejandro nunca visitará el campo de Borodino, evitando por todos los medios ir allí. De
hecho, trató de olvidar ese año.
Sin embargo, en algún momento la suerte se puso del lado de él. El escenario de la
lucha se trasladó a Alemania, al territorio de los príncipes alemanes, y luego más y más hacia
el oeste. Oficialmente al mando de los aliados estaba un anciano, el mariscal de campo
341
austríaco Schwarzenberg, pero en realidad no era él quien daba las órdenes. Una vez,
completamente por casualidad, Alejandro tomó el rumbo de la batalla en sus propias manos
y obtuvo una aplastante victoria. Parecía imposible, pero de la nada se había convertido en
un buen líder (aunque no lo sería por mucho tiempo) y había emprendido una maniobra
realmente ingeniosa. De hecho, cuando el ejército de la coalición entró en Francia, la
situación era crítica. Napoleón contaba con un ejército inmenso, compuesto en su mayoría
por muchachos muy jóvenes que, sin embargo, tenían muchas ganas de luchar. En ese
momento, Napoleón todavía era fuerte y su posición era muy ventajosa; al final de algunos
combates sangrientos casi se había encontrado en la retaguardia enemiga. En este punto,
Alexander tomó una decisión de aficionado y derrotó al enemigo. Empezó a avanzar
rápidamente hacia París, con la retaguardia expuesta y Napoleón persiguiéndolo. París
capituló y Napoleón abandonó el ejército para ir a Fontainebleau, donde abdicó. Por lo
tanto, Alejandro “había hecho un movimiento ingenuo, pero Napoleón también ganó una
vez porque tuvo el coraje de hacerlo. Mientras que por el contrario los generales austriacos
siempre observaron los preceptos del arte militar al pie de la letra...
Sin embargo, Alexander más tarde dejaría de dar órdenes en la batalla, dando un
amplio espacio a cambio de su pasión maníaca por los ejercicios y desfiles. Pero es más que
comprensible: Alejandro tenía miedo de encontrarse a merced de los elementos, tenía
miedo de la vida. Los soldados durante las maniobras de entrenamiento son solo
marionetas movidas por la voz del comandante. Así que no tienes que temerles. Pero en la
guerra es una historia completamente diferente (Alessandro en realidad no creía en Dios,
así como no creía en nadie más, aunque en estos años ya era presa de tendencias místicas,
porque estaba oprimido por el miedo). Al final de la guerra, toda Rusia se transformó en un
enorme ejército a revisar. En esto Alexander encontró un aliado válido en Arakcheev. Sabía
perfectamente que Arakcheev era un sinvergüenza y muy impopular, pero al menos le
garantizaba "orden". Y el orden para Alexander, que estaba constantemente aterrorizado,
se había convertido en una especie de sustituto de la vida (por supuesto, estoy
simplificando demasiado).
342
Pero tomemos dos hechos. Alexander introdujo colonias militares, haciéndose
odiado por toda la sociedad, incluidos los decembristas. Y, de hecho, fue algo terrible. Los
campesinos fueron transformados en soldados, sometidos a un sistema doblemente
opresivo que los privaba de toda libertad. Arakcheev escribió en un tono asquerosamente
presumido que a los niños les gustaban los uniformes y que los había visto marchar por
diversión, saludándose unos a otros. Mientras los campesinos primero araban los campos
y luego iban a los ejercicios. Sin embargo, en los mismos años Alejandro introdujo la reforma
agraria en los países bálticos. En esta región quería abolir la servidumbre, porque temía que
estallara una revuelta y, para evitarla, sólo le quedaban dos caminos: dar libertad a los
campesinos donde le pareciera menos peligroso y encerrarlos en cuarteles en las zonas
donde pudieran representar una amenaza. En ambos casos el zar pretendía debilitar el
poder de los terratenientes, que podían pactar y eliminarlo. Porque los revolucionarios eran
todos terratenientes. Por su parte, los campesinos podrían organizar una revuelta como la
de Pugachev: ¡otro gran riesgo! Los cuarteles, por lo tanto, habrían mantenido a raya a
algunos, mientras que los demás se habrían convertido en campesinos libres como en
Europa. ¿No fue una buena solución?
Creo que Alejandro construyó algunas leyendas que luego quiso creer. Y la principal
era que haría feliz a Rusia reemplazando el ejército por colonias militares y dando
personalmente la libertad a los campesinos, sin perder un centavo de su poder. Y esta es la
eterna paradoja rusa: el gobierno quiere hacer todo sin hacer nada. Quiere dar libertad,
pero de forma que la gente no sea libre. Porque si no hay libertad, el peligro es que estalle
una revuelta, mientras que si la gente es libre, nadie sabe lo que puede pasar. Y por lo tanto
en primer lugar es necesario prohibir cualquier iniciativa. El gobierno se encargará de todo.
Después de eso tienes que hacer todo para que no hagas nada. ¡Pero no porque Alejandro
quisiera engañar a la gente! En realidad, fue el primero en engañarse a sí mismo,
convenciéndose de que haría todo, cuando en cambio no podía hacer nada, porque el
sistema funcionaba así: si tocabas algo, todo se derrumbaba. Había que hacer algo, porque
Rusia se estaba yendo por el desagüe, pero sin cambiar realmente las cosas. El cambio era
imposible.
343
De hecho, la situación de Alejandro era verdaderamente trágica. Cuando le hablan
de la existencia de una sociedad secreta. Un joven provocador “se ha infiltrado y ahora
empiezan a llegar las primeras denuncias. En realidad, el zar ya lo sabía desde antes, pero
en este punto, como suele suceder, interviene el azar para cambiar el curso de la historia.
Arakcheev tenía una amante, una bruja odiosa que abusaba de sus sirvientes,
torturaba a las niñas con hierros al rojo vivo, les depilaba las cejas, etc. Y así resultó que una
niña pequeña (no tenía ni quince años) la mató. Arakcheev, loco de rabia, hizo azotar hasta
la muerte a casi todo el pueblo. Y, mientras tanto, se olvidó por completo de los asuntos
gubernamentales. Alexander estaba en Taganrog con su esposa enferma y moribunda, y los
informes sobre la actividad de la sociedad secreta se apilaban en el escritorio de Arakcheev,
sin que nadie les prestara atención.
En aquellos días, se celebró un banquete en Petersburgo en el que estuvieron
presentes varios decembristas. El famoso escritor decembrista Bestuzhev observó que el
valiente acto del joven de 15 años salvaría a Rusia. Palabras que sonaban a balance del
reinado de Alejandro y que, a la vez, también reflejaban la ingenuidad con la que los
decembristas miraban la historia: mientras todos callaban, las cosas iban mal, pero bastaba
“que una quinceañera venciera su miedo a que Rusia estuviera a salvo”.
Pero, aunque Alejandro I representa una figura significativa para nosotros (y, de
hecho, lo es), nos interesa no tanto en sí mismo, como por el papel que desempeñó en el
destino de Pushkin. Y es precisamente en este aspecto en el que nos centraremos la
próxima vez.
NOTAS
344
5 A. Pushkin, Na Aleksandra I [Sobre Alejandro I], en Id., Polnoe sobranie sochinenij,
cit., vol. 2, pág. 360.
345
LECCIÓN 2
¡Buen día!
Continuemos nuestra conversación. El tema general que hemos elegido para este ciclo es
la figura de Pushkin en relación con aquellos contemporáneos que se han cruzado en su
camino, por así decirlo. Y como primer personaje destinado a arrojar nueva luz sobre
Pushkin, y al que el propio Pushkin miraba de una forma muy particular, elegimos al
emperador Alejandro I. Durante la lección anterior nos centramos en los aspectos más
contradictorios de su personalidad y en el hecho de que no sólo los historiadores, sino
también sus propios contemporáneos, le habían definido como un “enigma”. Y no me he
apresurado a dar una solución a este acertijo, ya que no la tengo y creo que nadie la tiene.
Mi impresión es que el propio Alejandro se fue sin revelar su misterio. Tolstoi y muchos
otros historiadores y perspicaces observadores lo han percibido como un enigma y creo que
está destinado a seguir siéndolo también para nosotros.
Pero Alexander nos interesa no tanto en sí mismo -de lo contrario, tendríamos que
dedicarle mucho más tiempo- sino en términos de su actitud hacia Pushkin. Las relaciones
entre los dos eran muy complejas, aunque, en general, me inclinaría a decir "que, dejando
de lado la política y considerando solo el nivel humano, fue principalmente Pushkin quien
estaba enojado con el zar.
El hecho es que los estudiantes de secundaria de Tsarskoe Selo (y sobre todo los de
primer año, entre los que se encontraba Pushkin) se habían visto inevitablemente
vinculados a la corte. En el momento de su ingreso, el Liceo parecía una institución muy
prometedora. Los maestros los prepararían para un futuro que, si bien no se presenta en
términos particularmente claros, se imaginaba brillante. Además (y lo que era más
importante) el propio zar los conocía personalmente, y viceversa. Sus relaciones en un
principio recordaban las que pueden desarrollarse entre niños y una figura ciertamente
adulta, pero en todo caso no demasiado lejanas.
346
Por supuesto, Alessandro recordó todas las caras de todos los estudiantes de
secundaria de por vida y siguió de cerca sus destinos. En este sentido, creo que las
persecuciones que tan generosamente infligió a Pushkin se debieron a una ofensa personal.
El zar estaba convencido de que los alumnos de secundaria le debían eterna gratitud y que
eran como pajes para él. Pronto se desarrolló una atmósfera entre él y Pushkin, no tanto de
incomprensión como de irritación. Esa irritación mutua que se crea “cuando dos individuos
están convencidos de que no son tratados y considerados como se merecen.
Los destinos de Pushkin y Alexander se cruzaron por primera vez de forma
absolutamente aleatoria, durante uno de los muchos enfrentamientos entre la corte y los
estudiantes de secundaria. El Liceo estaba ubicado en un ala del edificio Tsarskoe Selo, por
lo que las reuniones eran casi inevitables y en su mayoría fortuitas. Y ocurrieron no solo en
el parque, donde los estudiantes de secundaria fueron obligados a caminar en fila (aunque
muchas veces no les importó) y donde el zar salió a caminar tomando a Karamzin del brazo.
Una vez, una dama de la corte que ya no era joven, se quejó al zar de que los estudiantes
de secundaria definitivamente se habían salido de control de los maestros y ya no era
posible andar en paz. ¡Estaba subiendo una escalera lateral del edificio cuando un joven
salió y la besó! Fue Pushkin. Alessandro escuchó pacientemente las quejas de la señora y,
en cuanto ella se hubo marchado, comentó en francés que la anciana, evidentemente,
debió sentirse complacida y halagada por el error del joven. Es solo un poco, por supuesto,
pero creo que hace que el ambiente sea bueno.
Por otro lado, para Pushkin también fue la época de los primeros experimentos
"poéticos". Dudo que la oda a María Fëdorovna, la madre de Alejandro, escrita por encargo,
reflejara sus verdaderos sentimientos, pero "por otro lado, este género -también lo había
dicho Deržavin- era una especie de homenaje a la poética del siglo XVIII. Por eso, más que
sinceridad, exigía respeto por ciertas formas. Y la de Pushkin fue una oda bien elaborada,
que obtuvo inmediatamente la aprobación de la corte. Pero en ese momento el estudiante
de secundaria también estaba escribiendo otros versos relacionados de alguna manera con
la corte imperial que no fueron compuestos en absoluto por encargo. Pensemos, por
ejemplo, en el madrigal dedicado al favorito de Alessandro:
347
¡Espléndida criatura! Déjame abrazarte,
embriaga al semidiós ruso, por así decirlo.
¿Qué puedes acercarte a tu destino?
Todo el mundo está a sus pies, pero aquí está él a los tuyos6.
Un madrigal como tantos otros, escrito con letra firme y ya no adolescente, pero que en
todo caso no revela ningún sentimiento individual.
Las relaciones entre Pushkin y el zar adquirieron un carácter más personal y
profundo más tarde, cuando, tras terminar el Liceo, Pushkin se encontró en Petersburgo,
dentro de ese círculo donde se condensaban los primeros síntomas de oposición política y
en el que la actitud hacia el zar era, por supuesto, un punto fundamental. Para los futuros
decembristas, el juicio sobre el poder no difería en nada del expresado hacia quienes
encarnaban el poder mismo, así como las cuestiones relativas al orden político asumían
inmediatamente un valor individual. Y, por el contrario, las relaciones personales con el zar
se fusionaron con temas políticos más generales.
Pero si consideramos a estos individuos solo como la personificación de sus ideas
(es decir, lo que encontramos en los libros de texto), una vez más nos costará entender su
psicología. Hay que tener en cuenta que, mientras Pushkin era un estudiante de secundaria
en ese momento, sus nuevos amigos eran oficiales, generalmente de regimientos
privilegiados de la Guardia (Semyonovsky, Preobrazhensky o la guardia personal de los
húsares). Así que estaban muy cerca de la corte. Primero, la Guardia era una especie de
ejército personal del emperador, que conocía los nombres no solo de los oficiales, sino
también de los soldados superiores. Alessandro estaba muy orgulloso de esto y solía
jactarse un poco. Por supuesto que conocía bien a todos los oficiales de la Guardia, pero le
gustaba mostrar que también recordaba a todos los oficiales del ejército.
Al respecto, se conoce un episodio ocurrido “en 1824, es decir, poco antes de que
muriera Alejandro, episodio que no ocurrió en San Petersburgo, ni siquiera en Moscú, sino
en cualquier ciudad de provincias, donde se le había ocurrido ver entre la multitud que se
precipitaba a “recibirlo” a una anciana que lo miraba con particular entusiasmo. Es un
episodio que realmente sucedió, relatado en sus memorias. Le preguntó cuál era su apellido
348
y resultó que era la madre de un oficial que murió en la guerra de 1812. Entonces el zar
fingió recordarla. Se acercó y le dijo que era un placer para él conocer a la madre de tan
gallardo oficial y le besó la mano. La anciana estaba terriblemente avergonzada porque ella
era solo una modesta terrateniente; en total tenía sólo unas treinta almas. Pero a Alexander
le gustaba representar estas escenas.
En cuanto a los oficiales de la Guardia, ni siquiera tenía que fingir, porque los
encontraba todo el tiempo, en ejercicios, en desfiles y bailes o, simplemente, caminando
por Nevsky Prospekt o el terraplén de Neva. Alexander no era uno de esos monarcas
orientales con los que puedes vivir al lado sin verlos nunca. Precisamente por eso el odio
hacia él asumió un carácter personal. Las ofensas recibidas por su parte -no sólo a nivel
político, sino también a nivel humano- no se olvidaban fácilmente.
Tomemos, por ejemplo, al famoso decembrista Yakubovitch, quien actuó de manera
tan “ambigua el 14 de diciembre, pero luego se redimió comportándose impecablemente
durante los trabajos forzados. Era un individuo apasionado, que amaba las escenas de
efecto y usaba una banda negra sobre el ojo, incluso si no la necesitaba. Yakubovich insistió
en que era un amigo cercano del zar y que lo desafiaría a duelo o lo mataría. Evidentemente
no podía batirse en duelo con él, porque era imposible, y ni siquiera lo mató, pero le gustaba
decir eso, sólo para demostrar que en su actitud hacia el zar lo movían sentimientos
personales y no sólo ideas políticas.
Esto también se aplica a la relación entre Pushkin y Alexander. El poeta se sintió
inmediatamente atraído por los círculos decembristas. Debo decir que uso el término
"decembrista" a regañadientes, porque en sentido literal significa "participante en el
levantamiento del 14 de diciembre". Ninguno de ellos se había llamado nunca así antes de
acabar en Siberia y, por supuesto, en 1821, 1822, 1823 y 1824 los decembristas no existían,
ni podían existir, porque todavía no había habido un "diciembre". Se llamaban a sí mismos
liberales, ilustradores, amantes de la libertad y, quizás, de otras maneras diferentes, pero
ciertamente no decembristas.
Segundo, la palabra aún no existía, porque no era un grupo homogéneo de
luchadores por la libertad. Esta es una leyenda que vino después y para ser exactos se
349
remonta a Herzen, quien hablará de guerreros forjados en acero, pero fue idea suya.
Posteriormente, ya en los años treinta del siglo XX (y, en parte, también en la década
anterior) los decembristas fueron “aplastados” por la noción de lucha política elaborada por
los historiadores de la época. Incluso la valiosa obra de Milica Vasilyevna Nechkina, El
movimiento decembrista, una obra fundamental en dos volúmenes, a veces se lee como
una historia del Partido Comunista Bolchevique. En este libro los decembristas no hacen
más que aclarar puntos, redactar reglamentos y programas... Y pensar que, ya en su tiempo,
el decembrista Lunin, célebre duelista y tipo, hombre excéntrico que vivía y moría de
manera heroica, había exclamado, cuando estaba en la katorga [trabajo forzado]: "Yo era
parte de una liga, ¡pero no el de la Virtud!”
Los decembristas, si tenemos que usar esa palabra (pero tenga en cuenta mis
reservas), los decembristas, decía, eran muy diferentes entre sí. Y después del Liceo,
también Pushkin se encontró en ese ambiente de gran agitación, en medio de hombres de
diferentes caracteres, opiniones y destinos.
Los miembros de la Unión de la Prosperidad comenzaron a llover literalmente sobre
el zar con innumerables borradores de constitución, propuestas, cartas que serían
suficientes para toda una bibliografía. Había dos tendencias: por un lado se deseaba educar
al zar, pero al mismo tiempo también se consideraba necesario formar una nobleza
ilustrada. Y la literatura estaba llamada a proporcionar tal educación, no exclusivamente,
pero sí en gran parte. The Prosperity Union era algo indiferente a las necesidades estéticas
y valoraba el arte únicamente como una herramienta pedagógica. Una posición que los
distinguía radicalmente de Pushkin. Para Pushkin, la poesía era un fin en sí mismo, para ellos
solo un medio. No obstante, la influencia que ejercieron sobre él fue considerable,
especialmente en el caso de Nikolai Turgenev, Čaadaev y Fyodor Glinka. Bajo la influencia
de la Unión de la Prosperidad, Pushkin escribió toda una serie de poemas y sobre todo La
Campaña, donde criticaba duramente la servidumbre y pedía su abolición mediante un acto
de gobierno (y no una revuelta):
Veré, amigos, la gente no oprimida
Y la esclavitud que cayó por un acto del zar...7
350
"Por un gesto del zar", o más bien por indicación suya, por deseo, por voluntad del zar.
Mientras tanto, la fama de Pushkin se estaba extendiendo y Alexander dijo que le
gustaría leer los poemas de ese estudiante de secundaria. Luego, a través de sus amigos
decembristas (Chaadaev jugaría un papel decisivo), la campaña fue enviada a Alejandro. El
zar lo leyó y quedó muy satisfecho. En esas escenas despiadadas extraídas de la vida de los
sirvientes, no vio ningún peligro para el gobierno. "¿Te acuerdas?
Los escuderos salvajes, sin sentimientos, sin leyes,
Se apropiaron con el palo de la violencia
Del trabajo, posesiones y tiempo del agricultor.8
El zar no se asustó ni un poco, al contrario: esa composición le pareció que reflejaba ideas
progresistas, pero, como él también se consideraba liberal, expresó su total aprobación a
Pushkin. En este caso, le pidió a Vasil'čikov, comandante de un departamento de la Guardia
y partidario suyo, que expresara su agradecimiento a Pushkin. Y la gratitud del soberano
consistía siempre en un regalo. Si no era particularmente profundo, era un anillo de
diamantes. De hecho, la costumbre era la siguiente: un escritor trabajaba en un libro
durante algunos años, luego, una vez que se publicaba, tomaba una copia, la encuadernaba
correctamente y se la enviaba al zar, y el ayudante del zar le enviaba un anillo a cambio, al
menos, de lo contrario, los regalos también podrían ser mucho más sustanciales. Pushkin
recibió solo un anillo. Era obviamente un gesto formal, pero aún así era una forma de
vinculación.
Mucho más importantes fueron los poemas en los que Pushkin se dirigía a los
lectores, como la oda Libertad, compuesta en estrecho contacto con el círculo de
Turgueniev y la Unión "de la prosperidad". Pushkin lo concibió en el apartamento del propio
Nikolaj Turgenev, cuyas ventanas daban al palacio de Paul, para entonces ya abandonado y
vacío. Entonces se le ocurrió abordar el tema de Pablo I. Así nació la Libertad que también
terminó en manos de Alejandro. Esta vez su reacción fue mucho más compleja. Primero, el
zar recibió la oda junto con una denuncia sobre Pushkin; por tanto, su recepción estuvo
indudablemente condicionada por ella. Pero hay más De hecho, a los ojos del soberano, una
parte de esta composición solo podía parecer sospechosa.
351
En general, la oda a la Libertad, así como las demás obras escritas bajo la influencia
de la Unión de la Prosperidad, no contenían ideas particularmente sediciosas. Abogó por la
introducción de una constitución, que bien podría contar con la aprobación de Alejandro:
¡Poderoso! Tu corona y trono
Te los da la ley, y no la naturaleza;
Estás por encima de la gente,
Pero por encima de ti está la ley eterna9.
Fueron las ideas de la Unión de la Prosperidad, que de ninguna manera fueron prohibidas.
En términos tan moderados podrían expresarse con calma, sobre todo en verso. Pero la oda
aludía explícitamente al asesinato de Paul.
Como dijimos la última vez, Alexander, lo quisiera o no, había estado “involucrado
en el asesinato de su padre; por lo tanto, este tema era absolutamente tabú. Estaba
prohibido insinuar el final de Pablo. Y Pushkin lo había hecho en su lugar. Por supuesto, él
no acusó directamente a Alexander – además, Alexander no podía ser acusado como
asesino o cómplice – pero en su poema todavía se refería a la muerte, al asesinato de Paul:
Vienen los asesinos secretos,
Insolencia en los rostros, miedo en el corazón10.
Esta alusión está precedida por unas líneas bastante oscuras:
¡Malhechor autocrático!
A ti y a tu trono los odio... 11
Obviamente, esta es una imagen retórica; No creo que Pushkin tuviera una figura política
específica en mente aquí. Algunos dicen que es Napoleón, pero la oda continúa: “Tu muerte,
la muerte de tus hijos / Con cruel regocijo observo”.12 Y Napoleón solo tenía un hijo, que
todavía estaba vivo en ese momento. No, es solo retórica. Sino de una retórica que
inesperadamente se había empujado a un umbral muy peligroso, y es a las alusiones que
podrían interpretarse en referencia a Alejandro. En general, en la oda Libertad, el patetismo
"puro" prevaleció sobre las ideas políticas expresadas concretamente. Si tenemos en cuenta
los ideales que se habían traducido al verso, se trataba de una composición bastante
352
moderada. Sin embargo ese patetismo, al darle un empujón al programa político, terminó
por despertar en el lector ánimos revolucionarios.
Sin embargo, es importante subrayar cómo los ideales decembristas de Pushkin
estuvieron marcados por diferentes matices que, de una forma u otra, afectaron su actitud
hacia el emperador. Por ejemplo, era amigo de Fyodor Glinka, poeta, coronel de la guardia,
hombre de baja estatura pero de increíble audacia. Estaba cubierto de pies a cabeza con
medallas, lo llamaban "el pequeño iconostasio". Era muy valiente, con un coraje
eminentemente civil.
Todos los Glinkas tenían una mentalidad noble, como los antiguos romanos. Y
también eran muy pobres. Somos nosotros los que ingenuamente pensamos que si uno es
coronel de la Guardia y conoce personalmente al Zar ya los Grandes Duques, entonces es
como una rata en el queso. Y, sin embargo, la familia Glinka era extremadamente pobre.
Ese Glinka del que estamos hablando ahora era un filántropo y “repartía dinero a los
necesitados y enfermos, apoyaba económicamente a actores y poetas, y luego se
encontraba durmiendo en su abrigo, porque ni siquiera tenía una manta. Todo el dinero
que ganaba lo gastaba en otros. Por si fuera poco, él también estuvo entre los
conspiradores, aunque, todo hay que decirlo, su posición fue algo moderada: nunca se
pronunció a favor de la hipótesis republicana y esperó el advenimiento de una monarquía
constitucional. Pero luego el tribunal demostró la diferencia entre las frases altisonantes,
en compañía de amigos, y la prudencia política. Durante la investigación, el audaz oficial
Fyodor Glinka, cuyas opiniones, repito, fueron muy cautelosas, se comportó de manera
irreprochable: de hecho, pudo justificarse, en la medida de lo posible, sin poner a los demás
en una mala posición. Su actividad secreta siguió siéndolo incluso para los investigadores.
Fue uno de los pocos que recibió sentencias relativamente leves, es decir, no fue
sentenciado a katorga, sino exiliado a Petrozavodsk, donde continuó sirviendo. Fue un
castigo muy leve, considerando el papel destacado que tenía en la sociedad secreta.
En el período al que nos referimos, Fyodor Glinka pensó en derrocar a Alejandro y
poner en su lugar en el trono a su esposa, la zarina Isabel, que gozaba de amplias simpatías
en el medio decembrista. El príncipe Vyazemsky tradujo a propósito una de sus odas
353
sediciosas del ruso al francés para que la leyera Isabel: por fin tenía que saber qué pasaba
en esa Rusia que su marido administraba desde un coche correo (la última vez ya dijimos
que Alejandro se mudaba constantemente, porque tenía miedo de lo que le podía pasar en
su propio país).
Fyodor Glinka concibió un poema político en verso en honor a la emperatriz. Según
su plan, tras la revuelta, la misma sociedad secreta elegiría un regente que tomaría las
riendas del estado, mientras que la zarina liberal reinaría siguiendo el ejemplo de la reina
de Inglaterra. Ese era el plan. Y Pushkin compuso a este respecto un poema que se cita a
menudo, en particular algunos de sus fragmentos: "y mi voz incorruptible / se hizo eco del
pueblo ruso", o: "No nací para divertir a los zares / con mi modesta musa". Pero si
contextualizamos estas afirmaciones dentro del poema, veremos que suenan diferente:
En la lira modesta y noble,
No he alabado a los dioses terrenales
y no me he indignado en mi orgullo libre
fuerza con el incensario de la adulación.
sabiendo glorificar sólo la libertad,
trayendo sólo a ella en sacrificio mis versos,
No nací para divertir a los zares
con mi Musa pudica13.
Y hasta ahora todo bien, ni siquiera lo escribió para un libro de texto. Pero luego siguen
estos versos:
Pero, lo confieso, bajo el Helicón,
donde bramaba la corriente de Castalia,
Yo, inspirado por Apolo,
Canté Elizabeth en secreto.
[...]
Amor y libertad secreta.
inspiré al corazón un sencillo himno,
y mi voz incorruptible
354
se hizo eco del pueblo ruso14.
En otras palabras, el significado es: "Yo no nací para divertir a los zares y nunca he escrito
poemas para ellos, pero compuse un himno en honor a Isabel que se inspiró en la libertad
misma, para que la mía sea la voz de todo el pueblo".
Entre otras cosas, la expresión “libertad secreta” refiriéndose al mismo Pushkin la
encontraremos en Aleksandr Blok. ¿Te acuerdas?
¡Pushkin! La libertad secreta
¡Cantamos en tus huellas!15
Y así, la “libertad secreta”. El ambiente se caldeaba y la actitud de Pushkin hacia el zar se
endurecía. Una dureza que se basaba no solo en el juicio político, sino también en una forma
de hostilidad personal. Y, como veremos, las consecuencias de esta enemistad pronto se
manifestarán.
Pushkin había escrito algunos epigramas. El epigrama es una especie de poema
corto, con una entonación burlona y mordaz. Una forma tradicional muy extendida, que en
este período estaba pasando por algunas transformaciones. En efecto, hasta finales de la
década de 1810 y principios de la de 1820, el epigrama literario había prevalecido en Rusia,
mientras que ahora el político ganaba cada vez más terreno. Y el principal intérprete, en
este contexto, obviamente era Pushkin. Fue él quien revolucionó este género.
Los epigramas fueron un duro golpe para el gobierno. De hecho, el epigrama político
no estaba destinado a ser publicado. Y en Rusia en ese momento la tradición ya era esta:
son las obras escritas para no ser publicadas las que son particularmente interesantes. No
es sorprendente que Pushkin escribiera en su Epístola a un censor:
Barkov no te envió odas de broma,
Radishchev, enemigo de la esclavitud,
La censura impidió
Y Pushkin tampoco vio impresos sus poemas;
"¿Entonces? De otras formas se divulgaron16.
Boris Viktorovich Tomashevsky estaba convencido de que Pushkin se refería aquí a su tío,
Vasily Lvovitch Pushkin, pero no lo creo; al contrario, creo que Pushkin se refería a sí mismo.
355
Y ni siquiera Pushkin vio impresos sus versos”, y de hecho será con este tipo de
composiciones con las que se volverán a cruzar los caminos de Pushkin y Alejandro I. Junto
con un nuevo conjunto de epigramas, también comenzó a circular un poema que le dio a
Pushkin una fama considerable, titulado Noël. Noël es un género poético francés particular,
concebido para ser leído en Navidad y caracterizado por un tema fijo: aquellos personajes
que el autor quiere poner en el sedán son representados como si hubieran ido a Belén a
visitar a Jesús recién nacido y el Niño les dio la bienvenida con palabras jocosas. La noël era
un género satírico que pretendía burlarse de los poderosos, y fue muy popular.
La novela de Pushkin tenía un solo protagonista, Alexander, y era verdaderamente
malvado. María está acunando al Niño Jesús, cuando el zar Alejandro I se le aparece y le
dice:
Sabed, pueblo ruso,
lo que todo el mundo sabe:
terminé
los uniformes prusianos y austríacos.
Alégrate, oh pueblo:
Estoy lleno, sano y gordo;
el diccionario geográfico me glorificó;
Bebí, comí y prometí:
por negocios no estoy atormentado.
Tras lo cual el zar prometió toda una serie de cambios, en sentido liberal, a lo que Jesús
comentó:
Por la alegría en la cuna
el Niño saltó:
“¿Estás seguro de que es verdad? _ _
¿Estás seguro de que no estás bromeando?".
Y mamá: “¡Canción de cuna!
cierra tus hermosos ojos;
es hora de dormirse
356
ahora que has escuchado zar-papa
contar sus cuentos.
Realmente fue un verso perverso que fue mucho más allá de lo legal. Y a partir de ahora,
Pushkin y Alexander serán enemigos indomables.
Esta hostilidad se exacerbó aún más por el hecho de que la cuenta de Pushin llovía
continuamente. Las relaciones entre los dos se deterioraron significativamente cuando
Pushkin fue invitado de Vorontsov en el sur. Pero antes de eso ya había habido algunos
episodios sangrientos. En particular, el exilio al sur estuvo precedido por un evento que
marcó de una vez por todas la conciencia política de Pushkin. Me refiero a un hombre que
era muy famoso en ese momento, tanto que incluso aparece en La desgracia de ser
inteligente ¿Te acuerdas? Griboyedov en un momento escribe: "... fue exiliado a Kamchatka
y regresó un aleut. Es una mano bastante rápida. Pero un hombre inteligente no puede
evitar ser un sinvergüenza.”17
Era Tolstoi el americano. Volveremos sobre él más adelante, pero por ahora
limitémonos a explicar que lo llamaron así porque, durante un viaje alrededor del mundo,
había hecho que sus compañeros lo odiaran hasta el punto de ser arrojado (al menos para
dar crédito a los rumores que había difundido) en una isla deshabitada en medio del Océano
Pacífico. Lev Nikolaevich Tolstoy, su pariente, lo llamó un tipo criminal encantador. Era un
célebre espadachín y un gran tirador. Y aquí este individuo en cierto momento había
tomado el gusto de difundir los rumores más infames sobre Pushkin. Por ejemplo, había
difundido el rumor de que Pushkin, antes de ser exiliado (hecho del que el poeta estaba
muy orgulloso) había sido azotado en secreto por la policía. Ni siquiera podemos imaginar
que quiso decir tal cosa. Después de tal humillación, un individuo solo podía poner fin a su
propia existencia o matar a quien había hecho una declaración similar. Una ofensa “tan
desproporcionada no podía pasar en silencio.
Tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para sumergirnos en una
mentalidad tan lejana. Estamos acostumbrados a concebir el duelo como una especie de
combate, en el que uno puede salir herido, como si los contendientes se estuvieran
357
abofeteando. Pero no, el duelo es ante todo una cuestión de honor, y el honor es
inmensamente más importante que la vida.
La vida no es para nada fundamental, jóvenes valientes mueren todo el tiempo en
guerra o duelo. Lo esencial es el honor, pues su pérdida acarrea la muerte civil. El individuo
deshonrado está acabado, un desperdicio de la sociedad, es como si no existiera. No solo
ya nadie estará dispuesto a darle la mano, sino que ni siquiera aceptarán balas de él.
Y entonces Pushkin se encontró en una situación desesperada. No pudo desafiar a
Tolstoy, porque tuvo que exiliarse y además Tolstoy no estaba en Petersburgo. Entre otras
cosas, Pushkin practicaría mucho tiempo después para vencer a Tolstoi en un duelo:
consiguió un palo de hierro, para que no le temblara la mano, y todas las mañanas tiraba
un as de diamantes. Luego, cuando Pushkin se casó, fue el propio Tolstoi quien levantó la
corona nupcial en su cabeza, porque era un tipo sorprendente -corrupto, pero brillante y
talentoso- y logró “reconciliarse con el poeta. Pero eso fue mucho más tarde.
En ese momento, sin embargo, eran enemigos acérrimos y Pushkin estaba
desesperado. Y ciertamente habría cometido un error garrafal si un amigo no le hubiera
tendido la mano. Hablo de Pyotr Yakovlevich Čaadaev, un hombre extraordinario que logró
despertar su orgullo y convencerlo de que una ofensa recibida de tal cobarde solo podía ser
respondida con desprecio. Y Pushkin en su carta a Chaadaev escribirá:
... ya la voz de la calumnia no pudo ofenderme:
Supe despreciar, supe odiar.
A decir verdad, también le estaba respondiendo a Tolstoi con este poema. Un poco más
adelante encontramos:
... o del filósofo que en años pasados
con corrupción asombró a las cuatro partes del mundo,
pero habiendo aprendido, expió su deshonra:
perdió la costumbre del vino y se hizo baro18
En este momento la relación entre Pushkin y Alexander tomará un nuevo rostro. En la
actitud de Pushkin hacia Čaadaev hay una nota extraña que nos hace entender que en este
período los dos habían discutido juntos un plan para matar al zar. A este respecto, debe
358
recordarse que Čaadaev pertenecía solo, por así decirlo, al entorno de los decembristas: era
demasiado individualista. Sin embargo, en algún momento se había acostumbrado a
asociarse con los conspiradores.
Sea como fuere, más tarde Pushkin, exiliado en Mijailovski y tras haber peleado con
su padre, escribió una terrorífica carta al zar que, afortunadamente, nunca envió.
Convencido de que cualquier lugar era preferible a Michaylovskoe (¡incluso la prisión!),
recordó lo desesperado que estaba en el momento en que Tolstoy lo había calumniado y
luego agregó en francés: "... Estaba reflexionando sobre si no era el caso acabar con todo o
matar..." Aquí sigue una V mayúscula que significa Votre Majesté19. En otras palabras,
Pushkin había escrito una carta al zar en la que admitía que, en un momento de
desesperación, debido a los rumores que se habían extendido sobre él, ¡quería redimirse a
los ojos del mundo realizando una antigua hazaña romana y convirtiéndose en zarista!
Un sueño que, quizás, también arroje luz sobre algunos enigmáticos versos de la
primera epístola a Čaadaev:
... y sobre las ruinas de la autocracia
¡nuestros nombres estarán escritos!20
Pero, si hubiera habido un gran cambio en la historia de Rusia, ¿por qué el nombre de
Pushkin habría quedado inscrito para siempre? ¿Qué había hecho hasta ese momento?
¿Solo porque escribió Ruslan y Lyudmila? Claro, The Prisoner of the Caucasus también
saldría pronto, pero ¿cuál es la diferencia? Sin embargo, este no fue un evento histórico.
Pushkin aún no era conocido como político. Chaadaev era un héroe, pero ¿qué hay de él?
¿Por qué la posteridad debería recordar su nombre? Este punto no nos queda muy claro.
Sin embargo, la historia de enemistad entre Pushkin y el zar no terminó ahí. En
Mijailovski el poeta escribiría una obra lúdica pero muy pérfida: Diálogo imaginario con
Alejandro I, que terminaba así: “Pero a estas alturas Pushkin se habría inflamado y me
habría dicho un montón de tonterías y yo [es decir, el propio zar] lo habría enviado a Siberia,
donde habría escrito los poemas Yermak y Kuchum, en tal o cual métrica y con tal o cual
rima”.21
359
Las relaciones entre Pushkin y el emperador siguieron siendo complejas. Como él
mismo declaró, el poeta habría previsto la muerte de Alejandro en el poema André Chénier.
Sin embargo, en dos poemas relacionados, “quería añadir un matiz diferente. En el poema
escrito en Mikhailovskoye y dedicado a sus amigos de la escuela secundaria el 19 de octubre
("Que el bosque deje caer su vestidura púrpura..."), exclama:
Llena, llena! y, con un corazón ardiente,
¡Otra vez hasta el fondo, hasta la última gota de bebida!
¿Pero a quién? Oh amigos, adivinen qué...
¡Hurra por nuestro zar! ¡Sí! brindemos por el zar.
Y, inmediatamente después, siguieron estupendas palabras que demostraron cómo se
podía brindar por el zar y, al mismo tiempo, seguir siendo un individuo libre:
¡Él es hombre! el momento lo manda.
Es esclavo de la fama, las dudas y las pasiones;
Perdonémosle la injusta persecución:
Tomó París, fundó el Liceo22.
Así que no fue el zar quien tuvo que perdonar a Pushkin, sino Pushkin, el zar: "Perdonémosle
la injusta persecución..."
Un juicio similar hacia Alexander también se repite en uno de los últimos poemas de
Pushkin, "Una vez fue nuestra fiesta joven...":
Sabes que, como nuestro Agamenón
Desde la prisión de París se apresuró a llegar a nosotros.
¡Qué júbilo sonaba ante él!
Que grande era, que hermoso era,
¡Amigo y salvador de las naciones!23
Además de estas dos caras de Alejandro, también había una tercera, de la que hablamos la
última vez, y es esa imagen de hombre infeliz y desafortunado que nos revela El Jinete de
Bronce. Es como si Pushkin hubiera querido traer diferentes espejos a los múltiples rostros
de Alejandro. Y la figura del zar quedó reflejada en su poesía de forma polifacética.
360
Gracias por la atención.
NOTAS
361
LECCIÓN 3
¡Buenos días, queridos oyentes!
362
destacados exponentes del movimiento decembrista. Pero lo que nos importa es que, como
veremos, esta familia jugó un papel fundamental en la vida de Pushkin.
Comencemos con Aleksandr Ivanovich Turgenev. En el período que estamos
considerando, él era el mayor de los hermanos Turgenev, aunque tenía "un hermano
mayor, también muy talentoso, que sin embargo murió muy pronto. Y Pushkin nunca lo
había conocido.
En primer lugar, cabe señalar que, si nos detenemos en Aleksandr Ivanovich, es
precisamente porque fue él quien convenció a la familia de Pushkin para que permitiera
que el futuro poeta asistiera a la escuela secundaria y posibilitara su admisión. Y siempre
será la única persona a la que Nicolás I permitió acompañar el cuerpo de Pushkin desde
Petersburgo hasta el lugar donde será enterrado. Así, encontramos a Aleksandr Ivanovich
Turgenev al principio, pero también al final de la biografía de Pushkin. Por otra parte, si lo
recordamos aquí no es sólo por su presencia en estos momentos fundamentales y, diría yo,
muy simbólicos, sino también por su personalidad poco común, como la de sus hermanos.
Dejemos de lado a sus antepasados lejanos. Los Turgenev descendían de una casa
aristocrática antigua pero pobre y, por lo tanto, siempre habían servido al estado.
Comencemos diciendo algunas palabras sobre el padre de los hermanos Turgenev, Ivan
Petrovich. Era un individuo extraordinario, masón, amigo de Novikov, a finales del siglo XVIII
entre los hombres más cultos de Moscú y, al mismo tiempo, muy devoto. Su esposa, en
cambio, era casi analfabeta. “Era una mujer enérgica que sabía administrar bien sus fincas
medianas, ubicadas en el área de Saratov, donde los propietarios relativamente nuevos se
establecieron en el siglo XVIII. La madre se ocupaba de las finanzas familiares y de la
administración general del hogar. Cuando terminaron las persecuciones contra Novikov y
sus amigos, su padre, un hombre sensible y bondadoso, fue nombrado director de la
Universidad de Moscú. Se me olvidaba decirte que, en ese momento, el titular de la
universidad era un director y no un rector. La pareja tuvo cuatro hijos y ninguna hija. El hijo
mayor, Andrey, un joven brillante, quizás incluso brillante, amigo de Zhukovsky (que era
unos años más joven que él), después de haber reunido a su alrededor a un grupo de
compañeros talentosos, murió muy temprano. Sus notables obras literarias se han perdido
363
en su mayoría y su interesantísimo diario sigue inédito. Más tarde, el decembrista
Kjuchel'beker, desde la fortaleza en la que estuvo preso, lo recordará exclamando: "¡Pobre
Rusia! Andrei Turgenev, ese joven brillante, se fue antes de alcanzar la madurez”.
Kjuchel'beker, una mente paradójica pero muy aguda, tenía razón. Andrei Turgenev
ciertamente igualó a Pushkin en estatura. Sin embargo, apenas lo recordamos.
El segundo hijo, Aleksandr, era completamente diferente. Nació en 1784 y era
todavía un niño cuando su padre empezó a tener problemas (en un momento "se vio
obligado a retirarse a su hacienda en el exilio). Posteriormente terminará la Universidad de
Moscú y luego la de Göttingen; será el primero de la generación de “rusos de Göttingen”.
Pushkin tenía en mente a personas como él cuando escribió:
Vladimir Lensky se llamaba,
Poniendo el alma en todo,
Hermosa, en la flor de la edad feliz...
y luego, en la primera variante, tenemos: "capa y espada, rebelde y poeta". Además, un
poco más adelante, al principio Alemania no era "nebulosa", sino "libre". En la versión final,
en cambio, encontramos:
Discípulo y poeta de Kant
De su estudio de la brumosa
Alemania los frutos habían dado:
de sueños inspirados en la libertad,
disposición extraña e impetuosa,
Un discurso siempre exaltado
Y rizos negros hasta la espalda24.
Lo cual también era cierto, porque entonces los espíritus más moderados se cortaban el
pelo a la inglesa, mientras que los liberales, para distinguirse, se lo dejaban crecer. ¿Te
acuerdas?
Peinado a la última moda,
Como un dandi londinense disfrazado,
Mi Eugenio era libre25
364
Así que Onegin es decididamente más moderado que Lensky.
Pero volvamos a Aleksandr Ivanovich Turgenev. Había terminado sus estudios en
Göttingen. Y la de Göttingen era una universidad muy especial. Alemania como estado
separado aún no existía, era un conjunto de principados independientes. Göttingen estaba
en un territorio perteneciente a la corona inglesa, por lo que estaba en vigor el Habeas
Corpus Act, es decir, la constitución inglesa. Y fue allí, como era de esperar, donde se
reunieron los profesores de mentalidad liberal. Pushkin enviará a su héroe Lenskij a estudiar
allí y en Göttingen Aleksandr Ivanovich Turgenev se dedicará a la historia rusa de la mano
del célebre Schlözer, el gran científico que sentó las bases para el estudio de esta disciplina
y que había vivido durante años en Rusia. Además, Schlözer era liberal y destacó incluso en
el círculo de Göttingen por sus ideas progresistas. Turgenev regresará más tarde a Rusia y
hará una carrera meteórica. Por otro lado, con sus habilidades en ese momento, bajo
Alejandro I, no podría haber sido de otra manera. Era un excelente funcionario, muy culto,
en su momento ya hablaba y escribía sin problemas en cuatro lenguas extranjeras. Para
nosotros, los estudiosos, los diarios de los hermanos Turgueniev son un verdadero
tormento. Cambian “continuamente de un idioma a otro y, por supuesto, descifrar el texto
no es fácil, sobre todo porque la letra no siempre es clara. Y el que no lo sea es un rasgo
aristocrático, pues los escribanos se encargaban de copiar los documentos, mientras que
saber idiomas era un privilegio de caballeros. Aleksandr Ivanovich hizo una carrera
espléndida en muy poco tiempo, pero, sin embargo, nunca se convirtió en un burócrata.
Aunque era bastante corpulento, por no hablar de la gordura, siempre había sido un gran
bailarín, y si estaba en el departamento de día, bailaba en los bailes de noche, y en su tiempo
libre visitaba a sus amigos. Ya en ese momento vivía principalmente en carruajes. En un
poema dedicado a él, Pushkin escribió:
Sólo tú, amante apasionado,
Sobre Solomirskaya y la cruz,
Toda la noche habiendo bailado,
Entonces hablas de Cristo26.
365
Sobre la palabra "cruz" Pushkin hizo una observación irónica: "La cruz, es decir, no la de
Anna o Vladimir, sino la auténtica y dadora de vida".27
Y, de hecho, Turgenev fue muy piadoso toda su vida, aunque en su juventud no fue
reacio a las diversiones bastante legítimas y le gustaba pasar su tiempo en bailes. Pero, más
aún, amaba dedicarse a la actividad pública. Enumeraré los cargos que ocupó
simultáneamente en tres puestos diferentes (en ese momento todavía era posible), estando
en los tres en la parte superior y ganando salarios considerables. En principio, los hermanos
Turgenev no querían "apretar" a los campesinos: a costa de discutir con su madre, lograron
reducir significativamente el tributo impuesto a los siervos y se mantuvieron casi
exclusivamente con su propio trabajo. Aleksandr Ivanovich ocupó tres cargos diferentes:
fue director de la Dirección Central de Confesiones Extranjeras (es decir, supervisó la
libertad de culto de los creyentes no ortodoxos y sectarios, tarea que desempeñó con gran
humanidad). Además, fue miembro de la comisión de redacción de leyes y secretario del
Consejo de Estado, además de desempeñar otros cargos de responsabilidad. Y nuevamente,
presidió una infinidad de asociaciones no gubernamentales, desde la Sociedad para la
Educación de las Niñas hasta otras instituciones médicas y filantrópicas. Posteriormente
este activismo se convirtió en el rasgo principal de su personalidad. Entonces, en ese
momento el retrato del hermano mayor era este. Las relaciones entre hermanos se basaban
en un modelo decididamente patriarcal: los demás le llamaban tú y le llamaban Aleksandr
Ivanovich, él en cambio, aunque la diferencia de edad no fuera quién sabe qué, le llamaba
tú y les llamaba a ellos Nikolaša y Sereža. Terminó reemplazando a su madre por ellos. Por
cierto, tal vez por eso nunca se casó. Aunque, por supuesto, sus dudas también jugaron un
papel. Ya había intentado varias veces casarse, pero para la aristocracia moscovita no era
un matrimonio tan codiciado. Claro, su posición era envidiable, pero lo que más importaba
eran sus posesiones y sirvientes. Además de eso, también era liberal. Y, además, un par de
veces, cuando los juegos parecían haber terminado, había "saltado por la ventana", como
el héroe gogoliano. Y así no tuvo más remedio que mandar a sus hermanos.
Pero por cierto: ¿qué estaban haciendo?
366
Nikolai Ivanovich, nacido en 1789, era de un tipo completamente diferente. Como
ya he dicho, Alexander Ivanovich era bastante corpulento, vivaz, alegre y muy paciente:
podía ser tolerante con las opiniones de otras personas. Nikolaj, por otro lado, no era así.
Desde niño tuvo una ligera cojera a raíz de una enfermedad que en ese momento se llamó
"toque real" y que ahora llamaríamos de otra manera. Así que quedó cojo y por esta razón
no pudo servir en el ejército. Pero él también terminó sus estudios en Göttingen,
discutiendo una tesis con un enfoque muy progresista. Entonces las tesis estaban "escritas
en latín y la discusión también se desarrollaba íntegramente en latín (imagínense lo que
sucedería si introdujéramos esta regla ahora...). Su tesis, escrita siempre bajo la supervisión
de Schlözer, versaba sobre un tema económico, pero en esencia trataba la cuestión de la
abolición de la servidumbre.
Posteriormente, Nikolaj Ivanovich publicó en Rusia Sobre una teoría fiscal (libro casi
inalcanzable, esta es la segunda edición). En la primera, el autor desconocía la realidad rusa,
convencido como estaba de que en su país los campesinos vivían en las mismas condiciones
que en Alemania. De hecho, había decidido donar el producto de la venta de su trabajo a
los campesinos encarcelados por no pagar impuestos. Después de enterarse de que los
campesinos insolventes en Rusia no acababan en la cárcel, sino que eran azotados, en la
segunda edición (que es precisamente la que tengo) cambió la cláusula y destinó lo
recaudado a familias necesitadas. Entonces, la publicación del libro consolidó aún más su
reputación como liberal.
Durante la guerra hizo carrera. Todos los Turgenev ascendieron rápidamente en la
carrera y fueron excelentes servidores estatales. Todavía joven, Nikolai Ivanovich se
desempeñó como emisario del gobierno ruso en Prusia. Al frente del ejecutivo prusiano
durante la guerra contra Napoleón estaba von Stein, un célebre político de orientación
liberal que, en la ola del despertar patriótico, quiso implantar un sistema constitucional
suave en Alemania: conservemos al rey, pero "apoyémoslo con un parlamento". Las
esperanzas destinadas a desvanecerse pronto, sin embargo, para Turgenev von Stein siguió
siendo un amigo, así como un modelo político durante toda su vida.
367
Cuando Nikolai Ivanovich regresó a Rusia, encontró algunas asignaciones
importantes esperándolo, que, sin embargo, no le interesaron. Probablemente, ya se había
unido a una sociedad secreta en Alemania. En todo caso, a su regreso ya era un destacado
exponente de una de las primeras asociaciones decembristas, o más bien de esa agrupación
que él mismo había ayudado a fundar. Esta sociedad tendrá una historia bastante compleja
y eventualmente se fusionará con el movimiento decembrista, pero en ese momento
Nikolai Turgenev ya era amigo de Mikhail Orlov y otras figuras conocidas posteriores.
Si Pushkin hubiera retratado a Aleksandr Ivanovich en sus poemas como un liberal
comprensivo que baila con damas en bailes y se dedica a la filantropía, sus relaciones con
Nikolaj serían totalmente diferentes. Pushkin lo conoció al final de la escuela secundaria y
se convirtió en su amigo cercano. Era más joven y se sentía atraído por personas con cierta
experiencia a sus espaldas. Individuos que habían luchado en la guerra y estaban alineados
en posiciones muy claras. A Pushkin le gustaba asociarse con ellos, pero a menudo lo
juzgaban con severidad, porque no todos creían que escribir hermosos poemas era
suficiente y eso era todo. Aleksandr Ivanovich, por ejemplo, soñaba con llevar a Pushkin a
Alemania, obligándolo a comer solo sopa alemana aguada y terminar la universidad. Nikolai
Ivanovich, por otro lado, tenía otros planes para él.
Nikolai Ivanovich fue muy estricto con Pushkin. No dejó pasar ningún error y una vez
(Pushkin perdía los estribos con facilidad) casi llegó al duelo. Pero eso habría sido ridículo,
y Nikolai Ivanovich nunca le habría disparado a un chico talentoso que se volvía loco por
cada bagatela. En la casa de Turgenev, Pushkin se reunió con varios decembristas. Como ya
les dije, sería un error imaginar a los decembristas como conspiradores que mantienen sus
opiniones ocultas y solo las discuten en secreto, encerrados en sus habitaciones. Nikolai
Ivanovich propagó sus ideas por todas partes. Y cuando le señalaron que era arriesgado, le
escribió a su hermano Sereža: ciertamente no hemos abrazado la idea liberal de hacer
concesiones a los campesinos (y se refería a los partidarios de la servidumbre). Este último
llamó a los campesinos "villanos" y de manera ostensible volvió este término contra ellos,
afirmando que sería humillante ocultar las propias opiniones. Era un individuo severo, no
368
especialmente flexible, granito en sus convicciones, todo lo contrario a su hermano mayor,
tan suave y tolerante.
Los Turgenev vivían en la casa del ministro de Educación y Religión en Fontanka y
desde las ventanas de su apartamento se podía ver ese castillo que "ahora llamamos
"Ingenieros". Paul I lo hizo construir para sí mismo, para defenderse del país que temía. Lo
había querido como una especie de fortaleza, completa con un foso, puentes levadizos y
centinelas. Pero todo esfuerzo resultó ser en vano. Los conspiradores aún lograron
penetrarlo y matarlo. Su hijo Alessandro se mudó inmediatamente al palacio "viejo", el de
Invierno. Y el primer día de su reinado, cuando los notables convocados por el emperador
se dirigieron hacia el "nuevo" palacio, sin saber qué zar les daría la bienvenida, en cuanto le
gritaron desde la puerta: "No, al viejo", inmediatamente entendieron que Pablo ya no
estaba allí.
Posteriormente la única que quedó en el castillo abandonado fue una anciana de la
corte, que albergaba un círculo de místicos en sus aposentos del último piso; los enormes
salones permanecieron oscuros. Esta visión sombría golpeó a Pushkin quien, contemplando
el edificio, compuso la oda programática del decembrianismo, Libertad, donde exclama:
Aprende aquí también, rey:
Ni los castigos, ni las recompensas,
Ni muros de prisión, ni altares
Son defensas seguras para usted.
¿Qué se necesita? Pero de la constitución.
Inclina tu cabeza primero
Bajo la segura cota de malla de la ley,
Y ellos serán la eterna defensa del trono.
La libertad y la paz de los pueblos28.
Es esencialmente el programa de Turgenev, pero impregnado de las impresiones que le
evocaba el castillo, visto desde las ventanas de Nikolai:
Cuando en el sombrío Neva
La estrella de medianoche brilla,
369
y cabeza despreocupada
El sueño apacible lo agobia,
Mira al poeta absorto
El monumento desierto del tirano
que duerme amenazadoramente en la niebla,
El palacio condenado al olvido...29
Como recordará, los asesinos de Paul se analizan más adelante. Y siempre se trata de las
opiniones de Nikolai Turgenev. La perspectiva de una conspiración palaciega no entusiasmó
a los decembristas:
Los asesinos secretos vienen,
Insolencia en los rostros, miedo en el corazón30.
El ideal de Nikolai Ivanovich no era este. Toda su vida tuvo un solo sueño: la liberación de
los siervos. Ese era su propósito. Con el tiempo, las opiniones de Turgenev cambiaron. Del
proyecto de una monarquía constitucional se desplazó cada vez más hacia la izquierda y
una vez, dejándose llevar por el énfasis, lanzó una frase arriesgada: "¡Un presidente, sin
discusiones!".
Pero incluso aquí necesitamos reconstruir el contexto. De hecho, podemos tomar
los papeles en la mano y leer lo que leen los jueces mientras recopilan pruebas para la
acusación. Está todo publicado y vemos, en blanco y negro: fulano de tal dijo fulano de tal.
Y en su lugar tenemos que tratar de imaginar cuál era la situación. Por la tarde o por la
noche, los jóvenes se reúnen para hablar de política, beber champán y calentarse. Uno dice
algo, el otro lo interrumpe, nadie tiene miedo de exagerar, de hecho, el miedo es más bien
el de parecer demasiado moderado. Y nadie creería jamás que las cosas que dice ahora, una
vez puestas en papel, podrían decidir su destino cinco años después. Nos cuesta imaginarlo,
pero es precisamente en este ambiente que los decembristas votaron cuál era la forma de
gobierno más conveniente para Rusia, la monarquía o la república. Y fue entonces cuando
Nikolai Turgenev, inspirado en los arquitectos de la Revolución Francesa, exclamó: “¡Un
président sin frases!”, es decir: “¡Un presidente, sin discusiones!”, la misma frase que sonó
cuando se discutía la sentencia de muerte de Luis XVI. Pero Turgenev no era en modo alguno
370
republicano, era un monárquico moderado y un sistema al estilo inglés ciertamente lo
habría satisfecho, excepto que en ese clima efervescente era fácil inflamarse y decir lo
contrario.
Pasó el tiempo y el movimiento decembrista creció, asumiendo posiciones cada vez
más extremistas. Lo que empezó casi como un juego; ¿Recuerdas en Pushkin?
Al principio estas conspiraciones
Entre un Laffitte y un Clicquot
Laffitte es un vino de mesa, mientras que Clicquot es un champán. Laffitte se bebe como
aperitivo, mientras que el champán al final de la cena, por lo que Pushkin subraya que se
trataba de discusiones agradables.
Al principio estas conspiraciones
Entre un Laffitte y un Clicquot
Solo habían sido disputas entre amigos,
Y no inculcaron profundamente
En los corazones de la ciencia de la rebelión,
Todo esto era solo aburrimiento,
La ociosidad de las mentes juveniles,
Diversión de erizos adultos31.
Pero pasaba el tiempo y las conversaciones se volvían cada vez más serias y arriesgadas, ya
se sentía el olor a sangre en el aire. El gobierno se escondía detrás de posiciones cada vez
más reaccionarias. Pero, sobre todo, surgió la siguiente pregunta: iniciar la revolución es
fácil, pero ¿quién asumirá la responsabilidad de gobernar?
No es casualidad que Pestel', poco antes de que el movimiento fuera aniquilado,
cuando la tensión ya había llegado a su punto máximo, dijo que haría la revolución y luego
se retiraría al convento. Nunca habría entrado en un gobierno. Después de todo, incluso
Schiller en la conspiración de Fiesco en Génova había afirmado que la revolución podía
llevarse a cabo noblemente, pero que tomar el poder en sus manos era imposible. Y los
decembristas lo entendieron perfectamente. Y fue precisamente esta circunstancia la que
los detuvo, mucho más que la amenaza de la represión. Ahora, décadas después, es fácil
371
para nosotros juzgar en retrospectiva. Pero, ¿cómo puede uno decidirse a derramar sangre
si no sabe cuáles serán las consecuencias?
Cuando sus amigos más cercanos invitaron al viejo Suvorov a participar en la
conspiración contra Paul, no los dejó terminar: silencio, esta es la sangre de los ciudadanos.
Entonces, ¿cómo decides derramar la sangre de tus camaradas? En este momento crucial,
nuevos personajes ingresaron al movimiento decembrista, mientras que los fundadores se
retiraron de él. Nikolai Turgenev también perdió su antiguo ardor. Y es sobre él que Pushkin
escribe, en el décimo capítulo de Eugene Onegin:
La única Rusia que se ve en el mundo,
Persiguiendo su ideal,
El cojo Turgenev los escuchó.
Y, odiando el látigo de la servidumbre,
Previó en esta reunión de nobles
Los libertadores de los campesinos32.
Entre otras cosas, ya adelanto que, cuando Turgenev, ahora lejos de Rusia, leyó este verso,
no se entusiasmó en absoluto, al contrario, se ofendió y le escribió a su hermano que
Pushkin era un patán, es decir, un reaccionario y partidario de la servidumbre. Pero esto fue
después de los poemas de Pushkin sobre el levantamiento polaco. Pushkin es un patán y no
le corresponde razonar sobre ideas progresistas. No estoy citando literalmente, pero este
era el punto. Sin embargo, Alexander Ivanovich no estuvo de acuerdo con su hermano y
escribió que Pushkin había interpretado la situación correctamente.
Cuando estalló el levantamiento el 14 de diciembre, Nikolai Ivanovich estaba en el
extranjero. A la solicitud de las autoridades de regresar a su tierra natal -es decir, volver a
"terminar, en el mejor de los casos, en Siberia", respondió con una negativa. Pero corrieron
rumores en Petersburgo de que los británicos lo habían traicionado y lo iban a llevar
encadenado a Rusia. Fue entonces cuando Pushkin escribió uno de los poemas más amargos
de su vida. En ese momento residía en Mikhailovsky y Vyazemsky, desde su dacha en
Estonia, le enviaba sus versos sobre la cascada de Narva y el mar. Y Pushkin le respondió
con la siguiente composición:
372
Y así el mar, antiguo villano,
¿Inflamas tu genio?
cantas con tu lira dorada
El amenazante tridente de Neptuno
No lo hagas. En nuestra era repulsiva
Hoary Neptuno es un aliado de la tierra.
Y en todos los elementos el hombre
Es un tirano, delator o prisionero33.
Entonces, aquel a quien Nikolaj Turgenev más tarde llamaría grosero, reaccionó a la noticia
del arresto de su amigo con quizás los versos más tristes jamás escritos en la poesía rusa.
¿Entendiste lo que escribió? “Y en todos los elementos el hombre / Es tirano, soplón o
prisionero”.
Pero hemos perdido de vista por completo al hijo menor, Sergej, quien también está
dotado de un ingenio notable. Nació en 1792, estudió en el extranjero como sus hermanos
y luego comenzó a trabajar para el Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1820 fue
destinado a la embajada en Constantinopla, justo en un momento en que las relaciones con
Turquía se estaban deteriorando debido a la insurrección griega. En ese momento los turcos
no estaban muy europeizados y, si las relaciones con un país se deterioraban, en el mejor
de los casos sus diplomáticos eran encarcelados. Y seguía siendo, por así decirlo, una
concesión de su parte. Pero el joven Sergei Turgenev había mostrado una extraordinaria
firmeza y se había comportado de una manera muy típica tanto para los Turgenev como
para él mismo. Cuando los amigos comenzaron a expresarle su preocupación, dijo que, dado
que pueblos enteros estaban sufriendo un sufrimiento inaudito, no había necesidad de
preocuparse por él.
Teniendo en cuenta que se trataba de un joven hablando así, que en realidad estaba
en una posición muy arriesgada, nos damos cuenta de que no era una frase vacía. Pero otra
declaración sorprendente también pertenece a Sergej. Cuando aún vivía en Francia,
descubrió a través de las cartas de sus hermanos que un poeta muy talentoso, Pushkin,
había aparecido en su tierra natal. Luego escribió en su diario: "Ah, esperemos que se
373
apresuren a despertar en él el altruismo y que, en lugar de compadecerse de sí mismo, eleve
su primer canto a la Libertad". Fue precisamente la época en que Pushkin escribió la oda
Libertad. De modo que Sergej "había, por así decirlo, inconscientemente sugerido esta idea,
incluso si fue su hermano mediano, Nikolaj, quien luego se la transmitió concretamente.
Desafortunadamente, Sergei murió temprano. Los hermanos Turgenev, los tres
solteros, los tres hombres con posiciones políticas bien definidas, aunque con diferentes
matices, eran muy cercanos entre sí. La muerte de su hermano menor, que fue el primero
en irse, sacudió a Alexander Ivanovich no menos que la sentencia de muerte impuesta a
Nikolai.
Por cierto: esta decisión fue una venganza personal de Nicolás I. Según las pruebas
recopiladas en su contra, Nikolai Turgenev ciertamente no merecía una sentencia tan
severa. Si consideramos las penas infligidas a los demás decembristas, se arriesgó a lo sumo
a veinte años de trabajos forzados. Pero el hecho de que no hubiera querido volver a Rusia
para tomar estos veinte años había ofendido personalmente a Nicolás I quien se había
vengado, haciéndolo condenar a muerte en rebeldía. Aunque la sentencia no se pudo
ejecutar, Nikolai Ivanovich todavía estaba conmocionado. Durante mucho tiempo, hasta
que logró obtener ciertas garantías de los franceses tras la Revolución de Julio, no pudo salir
de Londres.
Comenzó una nueva vida para los Turgenev. Aleksandr Ivanovich intentó defender a
su hermano y demostrar que Nikolai no era decembrista en absoluto y que terminó en ese
círculo por pura casualidad. Pero llevar a Nicolás I por las narices no fue tarea fácil y las
súplicas de Aleksandr Ivanovich fueron rechazadas, una tras otra. Entonces Turgenev
decidió retirarse a la vida privada. Afortunadamente, su familia estaba al abrigo de
preocupaciones materiales, porque cuando el gobierno ruso intentó confiscar las
propiedades de Nikolai Turgenev como un criminal condenado a muerte, resultó que ya era
demasiado tarde: los Turgenev ya habían confiado el control de todas sus fortunas a los
grandes imperios bancarios y sobre todo a los Rothschild. El poder del zar ruso rompió así
contra el de los banqueros europeos. No había nada que hacer. Pero la posición moral, por
así decirlo, era extremadamente complicada.
374
Y esto obligó a Aleksandr Ivanovich a elegir una nueva forma de vida: se convirtió en
peregrino. No se quedó en el mismo lugar por más de unas pocas semanas. Si examinas los
nombres de sus corresponsales epistolares, tendrás una especie de enciclopedia de la élite
intelectual europea. De hecho, encontrará Mérimée, Balzac, Goethe y otras personalidades
ilustres, filósofos, pero también damas encantadoras. La lista de sus conocidos -a quienes
reservaba invariablemente el placer de una exquisita conversación, y cuyas observaciones
transcribía, entregando preciosos testimonios a la posteridad- no es “más que el retrato
colectivo de la mejor Europa. Y Turgenev tuvo el mérito de hacer descubrir a Rusia esta
nueva Europa. Con el paso del tiempo, de hecho, comenzó a dar a conocer estos materiales.
Las revistas rusas comenzaron a publicar sus anotaciones sobre la vida europea, no la vida
progresista o revolucionaria, sino simplemente la de la época. Y generosamente
proporcionó sus notas a cualquiera que quisiera divulgarlas.
Incluso antes del levantamiento decembrista, un joven periodista, Nikolai Polevoy,
fundó el "Telégrafo Moskovsky" ("El telégrafo de Moscú"), una revista absolutamente
nueva, diseñada para las masas y llena de materiales interesantes, en la que también
colaboró Turgenev. Cuando Pushkin concibió otra revista, el "Sovremennik" ("El
Contemporáneo"), pensó en publicar una amplia selección de las reuniones de Turgenev
con personalidades significativas de la época. Turgenev envió sus memorias a Vyazemsky,
quien las releyó y las distribuyó en varias revistas. Así nació la Crónica de una columna rusa,
en torno a la cual se creó un vasto círculo literario.
Se produjo un nuevo golpe cuando se cerró la revista “Evropeec” (“La europea”).
Fue redactado por Kireevsky, un joven y enérgico periodista que, paradójicamente, se uniría
más tarde a los eslavófilos. Efectivamente, era una excelente revista, europea y liberal, pero
después de solo dos números se vio obligada a dejar de publicarse. Posteriormente,
Aleksandr Ivanovich colaborará en "Sovremennik" de Pushkin. La muerte del poeta también
puso fin a esta revista. El círculo se acercaba cada vez más.
Pero incluso Nikolaj no se quedó de brazos cruzados. Publicó un libro muy
interesante, Rusia y los rusos, donde fue el primero en intentar escribir una historia del
movimiento decembrista. Como resultado, los Turgenev continuaron participando en la
375
vida pública, aunque cada vez era más difícil. Más tarde, cuando murió Nikolai Ivanovich,
un pariente lejano suyo, Ivan Sergeevich Turgenev escribió en su obituario que, cuando se
promulgó la reforma agraria en Rusia y los campesinos recibieron su libertad, se celebró
una misa de acción de gracias en París en la iglesia rusa. Aquí había visto a un hombre que
sollozaba desesperadamente, sin cesar, apoyado contra la pared: era Nikolai Turgenev.
Había mantenido su juramento de vivir para ver campesinos libres, pero en el proceso había
perdido a ambos hermanos.
La familia Turgenev representa una página brillante en la historia rusa, escrita por
los componentes de ese mundo que rodeaba a Pushkin. La próxima vez intentaremos hojear
este libro de nuevo.
NOTAS
376
LECCIÓN 4
¡Buen día!
Continuemos nuestra conversación sobre el entorno que rodeaba a Pushkin. La última vez
hablamos de los Turgenev, una familia excepcional que había dado a luz a un decembrista
y un liberal culto y sensible, ambos amigos de Pushkin. Anteriormente nos habíamos
centrado en cambio en una figura trágica y compleja, la del emperador Alejandro I. Pero
vivir no significa solo chocar con tal o cual figura histórica y, sobre todo, para un hombre no
significa solo encontrarse con otros hombres. Las relaciones con las mujeres constituyen,
por un lado, una página muy importante en la vida masculina y, por otro, crean una forma
de cultura en sí mismas. Porque estas relaciones no siempre tienen que tener un carácter
amoroso o doméstico. También pueden ser simplemente relaciones con otra persona.
No olvidemos la opinión de otro amigo de Pushkin, que lo conoció muy bien:
Vil'gel'm Karlovič Kjuchel'beker, un individuo de gran genio y, lo que es aún más raro,
dotado de un notable sentido de la paradoja. Precisamente por eso, a menudo se burlaban
de él en el Liceo, y Pushkin también se burlaba de él. Kjuchel'beker siempre decía cosas
asombrosas. En ese sentido, era como Rousseau. Pero la paradoja, precisamente como
pensamiento bizarro e inesperado, muchas veces resulta estar cerca de la verdad. Pushkin
escribiría más tarde:
Ah, cuántos descubrimientos maravillosos
el espíritu de iluminación nos prepara
y experiencia, hija de errores difíciles,
y el genio, amigo de las paradojas34.
Y este amigo de las paradojas era el mismo Kjuchel'beker. Por razones completamente
incomprensibles, permaneció encerrado en la celda de aislamiento de una fortaleza durante
años y años, cuando los líderes de la revuelta decembrista (que menos que él habrían
merecido clemencia) ya estaban en confinamiento o en todo caso en la katorga, incluso los
377
trabajos forzados eran de hecho preferibles al confinamiento solitario. Tal vez simplemente
se olvidaron de él.
Y así, habiendo recibido los últimos capítulos de Eugene Onegin en prisión,
Kjuchel'beker escribió una extraña oración en su diario. No lo citaré literalmente, porque lo
que me interesa es el sentido general: para cualquiera que conozca a Pushkin tan bien como
yo lo conozco, está claro que Tatyana es él. Una idea aparentemente paradójica, pero
reveladora. Kjuchel'beker no dice que Tatyana es la heroína favorita de Pushkin, sino que
Tatyana es Pushkin. Tal vez la verdad no esté toda aquí, sin embargo, esta sorprendente
intuición en realidad nos revela algo. Algo que concierne principalmente a la relación entre
hombres y mujeres. De hecho, podemos perder la cabeza por una mujer, pero también
podemos considerarla como una persona a la que nunca nos unirán fuertes sentimientos
de amor, o podemos vernos a nosotros mismos o, de nuevo, a un amigo en ella. No en vano,
el protagonista de este episodio de hoy encarna esta última posibilidad.
Cuando escuchamos “Pushkin y las mujeres”, inmediatamente vienen a la mente
ciertos estereotipos. Tópicos baratos y ya suficientemente explotados por el propio Pushkin
quien, una vez, bromeando con algunas damas y sobre todo con Ušakova (por quien había
sentido una pasión no particularmente duradera), había adornado el álbum de esta última
con su propio "catálogo Don Giovanni", es decir, enumeró a todas las mujeres que había
amado.
Pero, ¿por qué “catálogo Don Giovanni”? Porque en la ópera de Mozart Leporello
(el sirviente de Don Giovanni) lleva la cuenta de las conquistas de su amo y las enumera en
la famosa aria: ¡cien en Francia, noventa en Grecia y en España, ya mil tres en España! Pero,
por supuesto, Pushkin bromeaba cuando se comparó a sí mismo con Don Juan y compiló su
lista. De hecho, su actitud hacia el amor era extremadamente seria y, si tenemos la
oportunidad, volveremos a ello.
Pero por hoy centrémonos en la figura de una mujer que jugó un papel protagónico
en el destino de Pushkin (pero también en la cultura rusa de la época). Y esto, fíjate, a pesar
de nunca haberse enamorado de Pushkin, quien a su vez nunca se habría enamorado
378
perdidamente de ella. Sin embargo, si quería leerle sus versos a alguien, acudía a ella sin
demora.
Estamos hablando de una mujer con un destino bastante peculiar. Su apellido de
soltera era Rosset, pero en Pushkin encontramos a menudo Rosseti, que rimaba más
fácilmente: “He aquí, niños felices / Los ojos negros de Rosseti”.35 Más tarde se casó con
un tal Smirnov, por lo que hasta la boda la llamaremos Rosset y luego, como suele figurar
en Pushkin, Smirnova o Smirnova-Rosset.
Con su belleza exótica, Aleksandra Osipovna Smirnova-Rosset se destacó en el
contexto de Petersburgo: de hecho, tenía cabello negro y ojos negros. De estos Vyazemsky
dirá: “¡Estrellas del sur! ¡Ojos negros! / Los fuegos de un cielo extranjero.”36 Su nombre
aparece en la biografía de Pushkin, pero también en las de Lermontov, Vyazemsky, Gogol',
Turgenev, y muchos otros personajes extraordinarios que estaban unidos a ella por respeto,
amistad o al menos por un intercambio de cartas. Pero en este círculo también encontramos
a Nicolás I que se volverá hacia ella para transmitirle sus observaciones a Pushkin. En
general, la historia de las estrofas de Pushkin sobre los decembristas es bastante enigmática
y no está del todo claro si las transmitió. Lo cierto es que Rosset estuvo en el centro de la
vida literaria de la época.
Pero, ¿cuál era su nacionalidad, quién era su padre? Osip Rosset era suizo, pero la
leyenda familiar dice que descendía del linaje francés de los Condes Rosset. Se pensaba que
Alexandra Osipovna era italiana por su hermoso cabello negro y sus expresivos ojos oscuros,
razón por la cual los amigos de Pushkin la llamaban Rosset. De dónde venía su madre era
algo complicado. Por un lado, era georgiana y descendiente de príncipes georgianos, por el
otro, alemana. De ahí vino esta rama alemana. Además de las diversas funciones de
gobierno, Pedro III también tenía otra tarea: supervisaba todo un ejército de juguete,
formado por soldaditos, torretas y cañones... Y lo había confiado al cuidado de un oficial
alemán. Una vez estaba a punto de pasar revista a sus "tropas" cuando notó que las ratas
se habían comido a los "soldados". Al ver que las cosas no iban bien, subió al carruaje y huyó
a donde lo llevara su mirada, encontrándose en Ucrania. Aquí se casó y de ahí salió esta otra
línea de parentesco.
379
Por cierto, justo al lado de la rama "alemana", Smirnova-Rosset era la nieta del
decembrista Lorer. A diferencia de muchas damas, no solo no repudió a su pariente cuando
éste fue declarado enemigo del Estado y enviado a trabajos forzados, sino que incluso tuvo
la osadía de defenderlo conversando con Nicolás I. Hay que decir que no mostró muchas
ceremonias con el zar. Pero incluso Nicola se comportó de una manera un tanto particular
con ella. Te cuento una anécdota. Después de casarse con Smirnov, Alexandra Osipovna dio
a luz a varios hijos, no sin dificultad. Una vez, cuando dio a luz a gemelos, sufrió
terriblemente y en ese momento los dolores de parto fueron tratados así: la nueva madre
estaba atada a una tabla. Obviamente, fue bárbaro. Y aquí Nicolás vine a visitarla justo
cuando estaba atada al eje. ¿Y qué le pareció bien al zar decirle a una mujer en esas
condiciones? Él le dijo: Ves, yo tampoco soy capaz de aliviar tus dolores, aunque puedo
hacer cualquier cosa. En realidad, el emperador no estaba tan seguro de sí mismo y, si
pretendía ser omnipotente, era para compensar sus incertidumbres. Y este énfasis en que
podía hacer cualquier cosa requería obviamente una audiencia. Pero les he contado este
episodio solo para darles una idea del círculo que frecuentaba Smirnova-Rosset.
Antes de la boda, fue dama de honor primero de la emperatriz madre y luego,
después de su muerte, de la zarina reinante; Al casarse con Smirnov, se convirtió en la
esposa de un diplomático que luego se convertiría en gobernador general. Por tanto, un
puesto muy destacado, aunque en sí mismo no supusiera riqueza alguna. Su rango
mundano también era muy alto, aunque no particularmente estable, pero lo que nos
interesa ahora es otra cosa. En este universo cortesano y de salón, ella era una emisaria de
las bellas letras. Cuando hubo necesidad de establecer contacto fuera de la burocracia y las
oficinas, cuando el soberano por alguna razón quiso contactar a Pushkin sin pasar por
Benckendorff, le preguntó a Rosset. Incluso Zhukovsky, a pesar de ser el tutor del heredero
al trono, en las situaciones más difíciles prefirió confiar en ella. Era un mundo propio, en el
que, por supuesto, Pushkin también estaba involucrado.
Y así, a pesar de provenir de una familia pobre y de poder contar solo con contactos
en el extranjero que no le garantizaban ningún puesto en Rusia, Aleksandra Osipovna
mostró una autoconciencia inesperada en una mujer de la época. Aunque tenía sangre
380
francesa, italiana, alemana y georgiana en sus venas, se consideraba ucraniana. Ella había
crecido en Ucrania y amaba ese país. Hablaba con gusto el idioma de su pueblo y siempre
mantuvo cierta impronta sureña. Esto hizo que su situación fuera única. Dentro de la
sociedad de San Petersburgo, ella era a la vez ama de casa y forastera. No procedía de la
Gran Rusia, sino de Ucrania. Obviamente, su apariencia física y su inteligencia la hacían
destacar sobre el fondo de las damas de honor, que podían ser hermosas, diferentes entre
sí, pero ciertamente no eran particularmente brillantes. Todavía era un ambiente bastante
incoloro.
Ella, en cambio, era muy inteligente. Más tarde, Natalya Nikolaevna, la esposa de
Pushkin, no sin sarcasmo (o, digamos, molesta), admitió que su esposo nunca le leía sus
poemas, porque los reservaba para Alexandra Osipovna. La siguiente escena se repite a
menudo en las memorias de los contemporáneos: Pushkin trabaja en el primer piso y su
esposa lee o está aburrida en la planta baja. Llega Alexandra Osipovna y Natalya Nikolaevna
le dice: "Adelante, está arriba". Sin ningún rastro de celos.
Entonces, hablemos un poco de esta mujer. Había estudiado en el Instituto Catalina,
una escuela reservada para las hijas de nobles no excesivamente ricos, generalmente
soldados que se habían distinguido en la batalla. Se graduó con honores y permaneció en la
corte. Aquí conoció a Zhukovsky y luego a un amplio círculo de personas educadas. Su
nombre aparece en los papeles de Pushkin alrededor de 1830. Pero la verdadera amistad
comenzó en el verano de 1831.
Pushkin pasó el verano de 1831 en Tsarskoe Selo. Se había casado recientemente y
ese fue un breve período de genuina felicidad para él. Como ya anuncié, la pareja había
alquilado una casa de un piso y el estudio de Pushkin estaba arriba. Zhukovsky, sin embargo,
vivía en el Palacio de Alejandro. En Tsarskoe Selo, como recordaréis, solo hay dos grandes
palacios: el de Catalina, donde residía la familia imperial (desde aquí, por un pasadizo
cerrado, se llegaba al edificio del Liceo) y el de Alejandro, situado a cierta distancia y
destinado a los cortesanos que allí veraneaban. Entonces, Zhukovsky vivió en el Palacio de
Alejandro, Rosset junto con la zarina en Catalina y Pushkin en su casa alquilada. Así se creó
una especie de triángulo, en constante contacto.
381
Pushkin estaba de excelente humor. Por lo general, las damas, y especialmente
Smirnova (que no se llamaba así en ese momento, porque aún no estaba casada) venían a
visitarlo por la mañana. Pushkin amaba el frío, el calor y la lluvia, pero no podía soportar la
primavera. Tenía demasiado calor para la primavera y su presión arterial estaba subiendo.
Saludaba a las señoras con el pelo todavía húmedo después de los baños y, si estaba
trabajando, se quedaba en su habitación, ni la presencia de Rosset ni la de su mujer lo
inquietaban. Aunque era un genio, Pushkin era una persona muy sencilla. Nunca asumió la
pose ridícula del poeta que, poniendo los ojos en blanco, anuncia que está en contacto con
la divinidad y que no quiere ser molestado por otros que no pueden comprender. Por lo
general, cuando llegaban las damas, todos salían a caminar, a menudo en un carro. Las
damas se sentaron en el sofá y luego Pushkin, al no encontrar lugar, se sentó a horcajadas
sobre la barra que comenzó a moverse tan pronto como el carro se puso en marcha.
Entonces Pushkin, riendo, se volvió hacia las damas. Luego se encontraron de nuevo por la
noche.
En Tsarskoye, Selo Pushkin trabajó duro y, lo que rara vez le sucedió, bueno, a pesar
de que estaba en compañía. Aquí, entre otras cosas, escribirá algunos cuentos de hadas
junto con Zhukovsky. Rosset también recuerda muchos detalles de la vida cotidiana de este
período. Al recibir a esta encantadora, inteligente, hermosa, pero aún conectada con la
dama de la corte, Pushkin no pudo resistir la tentación de burlarse de ella. Por ejemplo, una
vez, mientras estaban en el carruaje, comenzó a declamar en voz alta las líneas satíricas de
Ryleev:
El alemán ruso es nuestro zar,
lleva un uniforme ajustado
ah, el zar, nuestro zar,
el gobernante ortodoxo ruso37.
No lo creía así y estas ideas ahora pertenecían al pasado, pero pensó que era correcto
recordarle a una cortesana que la independencia de juicio era lo primero. Por cierto, fue
Rosset quien fue el primero en escuchar el Cuento del Papa y su ayudante Balda, obra que
382
salió recién después de la muerte de Pushkin y con varias intervenciones de la censura; por
ejemplo, el Papa fue reemplazado por un comerciante.
Ese fue el momento en que Smirnova frecuentó con mayor intensidad el círculo de
Pushkin. Pero su relación no se quedó ahí. Más tarde, como ya he mencionado, se convirtió
en la embajadora de Pushkin en el mundo de la corte. Pero no solo de él. Vyazemsky y, más
tarde, otros literatos entraron también en la órbita de esta mujer verdaderamente
excepcional.
Por ejemplo, su nombre se repite con particular frecuencia en la biografía de
Lermontov; Lermontov tenía muy malas relaciones con la corte. Los materiales con los que
contamos actualmente nos muestran que el poeta estuvo bastante cerca de este mundo,
sobre todo por su abuela, sin embargo fue una relación muy conflictiva. Al principio, la
actitud hacia él había sido incluso cordial (Benckendorff había querido mostrarse
condescendiente), pero Lermontov estaba inquieto, pendenciero "e hizo todo lo posible
para molestar al emperador". Las relaciones entre ambos se deterioraron muy rápidamente
y terminaron pareciéndose a las de un superior que se ve obligado a soportar, a pesar de
todo, a un subordinado que literalmente no puede ver. De modo que la irritación aumentó
gradualmente. Por otro lado, Lermontov estaba cambiando muy rápido y acercándose cada
vez más a Pushkin. La influencia del círculo de Pushkin se hizo particularmente visible en
ese período que marcó el comienzo de una nueva etapa poética para él.
Lermontov estuvo profundamente influenciado por Pushkin a lo largo de su vida
creativa, pero fue una influencia muy especial. Si examinamos las obras de Lermontov hasta
mediados de la década de 1830, es decir, hasta Un ballo in maschera, encontramos muchas
huellas de Pushkin, pero ¿de qué género? Lo que emerge es el joven Pushkin romántico que
ya no existía en ese momento. De hecho, Pushkin había comenzado a escribir de una
manera completamente diferente y, sin embargo, Lermontov seguía viendo a Pushkin. A
mediados de la década de 1930, cuando Lermontov se interesó por la verdadera realidad,
de repente descubrió a otro Pushkin:
Déjame pasar por un hombre anticuado,
No me importa en absoluto, de hecho, lo disfruto:
383
Escribo en el metro Onegin,
Yo canto, camaradas, a la antigua38.
Este "viejo modo" señala la irrupción de la realidad que, sin borrar su romanticismo
subyacente, crea un nuevo Lermontov. No es casualidad que durante este período,
Lermontov conoció a Smirnova y trató de establecer relaciones más estrechas con ella.
Relaciones que no serán nada fáciles, pero por otro lado para Lermontov esta era la regla.
Pensemos, por ejemplo, en sus enfrentamientos con Belinsky y su tendencia a llevar
esa máscara que, estaba seguro, habría irritado a sus interlocutores. En realidad, Lermontov
estaba muy indefenso. Es como cuando ves una tortuga u otro animal con piel gruesa y
coraza: significa que es extremadamente frágil y que lastimarla es cuestión de segundos,
por lo que se esconde detrás de una especie de máscara para protegerse; lo mismo le
sucedió a Lermontov. Y no es casualidad que, precisamente en el mismo período en el que
había decidido dedicarse a la prosa, naciera en él el deseo de despojarse de la máscara y
relacionarse con personas con las que no hiciera falta hacerse pasar por Byron y Smirnova
le atrajo mucho. Acercarse a ella no había sido fácil. Lermontov pasó por su casa una vez
mientras ella estaba fuera y dejó un poema recién compuesto en su mesa. Es el que
contiene los célebres versos:
Sin ti, me gustaría decirte mucho,
Contigo – con solo escucharte anhelo:_ _
Pero tú, severo, frunces el ceño,
¡Y yo, confundido, enmudezco!
_
Y termina así:
Todo esto sería ridículo,
Si no fuera tan triste39.
Aunque este es un poema ocasional, refleja con notable precisión tanto la morbosa
dificultad con la que Lermontov interactuaba con los demás como la relativa espontaneidad
que caracterizó a Smirnova y que llevó a otros a confiar en ella.
384
Otro conocido suyo desde hace mucho tiempo fue Vyazemsky. Uno de los amigos
más cercanos de Pushkin, el príncipe Pyotr Andreevich Vyazemsky no provenía del mismo
círculo que había dado a luz al poeta. Descendía de una casa antigua, exactamente como
los Pushkins, pero mucho más rica. Vyazemkij era muy rico y, jugando a las cartas como un
loco, al menos en la primera mitad de su vida, había "fumado" (esta es la expresión que
usó) toda su herencia. Obviamente, había "fumado" millones, pero nunca supo las
preocupaciones financieras que se apoderaron de Pushkin en cada momento de su vida.
Vyazemsky recibió una educación envidiable.
Su hermana fue la segunda y amada esposa de Karamzin. El primero había muerto
al dar a luz, y el poeta había sido visitado por un sueño en el que la difunta unía su mano
con la de su mejor amiga. Y entonces Karamzin se volvió a casar con este último. Fue un
matrimonio largo y feliz. Y vale la pena repetirlo porque más tarde algunos eruditos, con el
consentimiento de Yurij Nikolaevich Tynjanov, inventaron la leyenda según la cual Pushkin
estaba enamorado de Karamzina. Hay que decir que Tynjanov fue un gran crítico de la
literatura. Si el adjetivo "brillante" se puede usar para un erudito, en realidad lo era. Pero
en el último período de su vida había perdido la fe en las posibilidades de la ciencia. Era muy
consciente de que la vida no puede reflejarse plenamente en los documentos, que los
papeles nos proporcionan solo fragmentos parciales de la existencia y que el testimonio
escrito no puede fabricarse. Y por eso mismo decidió que la obra artística puede expresar
mucho mejor la verdad. Y que se puede inventar lo que, según él, debería haber sido. Pero
es un camino peligroso, incluso para un genio como él. Y así Tynyanov se convenció de que
Pushkin estaba enamorado de la esposa de Karamzin. Esta hipótesis se basa exclusivamente
en un solo dato.
A estas alturas tenemos la impresión de que ya se ha dicho todo sobre Pushkin;
incluso ese catálogo de Don Giovanni del que hablábamos ha sido leído y comentado
cientos de veces. Sin embargo, Pushkin no había escrito todo en él. En un momento, había
dejado un guión. Y otro detalle más. ¿Recuerdas esa letra tan personal, en la que el poeta
repasa su vida de noche?
Y, con asco leyendo mi vida,
385
tiemblo y maldigo,
y amargamente me lamento, y amargamente derramo lágrimas,
Pero las líneas tristes no se borraron40.
Y aquí, en la versión publicada, el texto se interrumpe, pero en el manuscrito siguen unos
versos de carácter muy íntimo, en los que Pushkin dice haber sido visitado por dos
apariciones:
Dos jóvenes fantasmas surgen,
Dos queridas sombras, dos ángeles
Que el destino un día me puso a mi lado;
Ambos con alas y espadas llameantes.
Me protegen... Y se vengan de mí.
Y me hablan en una lengua muerta
De los misterios de la felicidad y de la tumba41.
Sin embargo, sabemos de una sola mujer muerta que Pushkin amaba, Riznitch. ¿Y quién era
el otro? No lo sabemos y espero que nunca lo sepamos. No hay necesidad de profundizar
demasiado en ciertos temas. Y el intento de Tynjanov de tapar este agujero a toda costa (y
luego con Karamzina, quién sabe por qué) no me parece convincente.
Pero, volviendo a Rosset, podemos decir que tanto para Vyazemsky como para
Pushkin ella había llenado ese espacio, o más bien desempeñado ese papel que, en el caso
de Pushkin, también cumplió Karamzina, a saber, el de una amiga culta. Karamzina había
sido este tipo de amigo para Pushkin. No en vano, muriendo, atravesado por la bala, llamó
a Karamzina. Y de ahí deducen que la amaba... No, cada uno de nosotros tiene su propia
experiencia de vida. Y lo mío ha sido bastante difícil, he visto morir a muchos hombres.
Generalmente, si eran soldados, mientras pensaban que iban a sobrevivir no hacían más
que maldecir, pero la última palabra siempre era: "Mamá". ¡A cuántos de ellos he visto
morir con esta palabra en los labios! Porque vuelves a la infancia, vuelves a estar
completamente indefenso. Pushkin, por otro lado, sentía frialdad hacia su madre. Ella no
había tenido sentimientos maternales hacia él y él no tenía ningún vínculo filial con ella. Y
386
así recordó a Karamzina, que era mucho mayor que él. Pero volvamos a nuestro
protagonista.
En la vida de Vyazemsky, Rosset fue de fundamental importancia. Pero tampoco
debemos olvidarnos de Gogol. Ya hemos visto a Pushkin, Lermontov, Vyazemsky,
Zhukovsky, quienes le dedicaron muchos versos divertidos. Ahora pasemos a Gogol. Incluso
en la capital, Gogol siguió siendo un hombre provinciano. Quizás lo que lo empujó hacia
Rosset fue precisamente el hecho de que él también se sentía ucraniano. Pero, claro, ambos
procedían de un entorno cultural muy particular: el civilizado y europeizado de la Ucrania
de habla rusa. Y, con toda su alma, estaban conectados con el espacio ucraniano y sus
lugares. Pero la amistad entre Gogol y Smirnova en realidad comenzó más tarde.
De dama de la corte, Smirnova se había convertido en la esposa de un gobernador,
una mujer con una posición social bien definida y un carácter fuerte e impetuoso. Cuando
Vigel' se atrevió a ser un librepensador en su presencia, lo echó. Para entender este episodio
es necesaria una pequeña aclaración. Vigel' -quizás volvamos a él de nuevo- era un tipo
divertido, autor de memorias muy interesantes (si quieres entender esta era,
absolutamente tienes que leerlas). Pero también era un individuo malévolo y vicioso; en la
década de 1920 había sido un feroz reaccionario, pero después de la muerte de Nicolás I se
había permitido hablar mal del antiguo soberano en presencia de Smirnova. La misma
Smirnova que podría haber sido brusca con el zar, pero que en cualquier caso jamás habría
permitido que otros ofendieran su memoria. Así que no lo pensó dos veces y echó a Vigel'
de su casa. Y será esta mujer la que resulte especialmente importante para Gogol y en un
momento crucial.
Gogol ya era un escritor famoso, autor no solo de los cuentos, sino también del
Reviewer y del primer volumen de Dead Souls. Un individuo atormentado y errante,
siempre viajando entre Europa y Rusia. Se enorgullecía de poder meter todas sus
pertenencias en una modesta bolsa de lona. No tenía dinero, pero en cambio viajaba, de
vez en cuando se dejaba caer por tal o cual conocido y se acomodaba con él. A veces incluso
atrajo reproches por ello. Necesitaba un refugio, pero siempre fue el huésped de los demás.
Dalla Smirnova, por otro lado, encontró una especie de sustituto de su lugar de nacimiento.
387
Y esto ciertamente lo complacía, pero lo más importante era otra cosa. En ese momento,
es decir, en la década de 1840, Gogol estaba trabajando en un libro que le causaría mucho
sufrimiento. Me refiero a extractos de correspondencia con amigos.
¿Por qué se le ocurrió a Gogol escribir esa obra por la que Belinsky y muchos otros
lo odiarían y a la que más tarde renunciaría? Incluso los eslavófilos lo criticaron.
Básicamente nadie tomó su defensa, todos se lanzaron contra él. Belinsky escribió cosas
muy ofensivas a saber, que en Europa, cuando un escritor cae presa del entumecimiento
religioso, generalmente señala con el dedo a los poderosos, mientras que en Italia comienza
a halagarlos con palabras tan dulces que incluso les provocan náuseas. Era injusto, pero
Gogol sabía que Belinsky se estaba muriendo de tuberculosis y le respondió con una carta
muy amistosa.
En ese momento Gogol estaba pasando por serias dificultades. Pero, ¿por qué
escribir un libro así, renunciando a la invención literaria? Más tarde dijo que fue un error y
se arrepintió. Pero no fue un error al azar.
Gogol era un creyente sincero. Y esto aunque su cristianismo no era particularmente
ortodoxo -y de hecho Belinsky lo señalará- ¿es posible que un hombre que cree en Dios
tenga tanto miedo al diablo? No es la palabra de Dios, sino el temor del pecador lo que se
revela en el temor del diablo. Belinsky había identificado el punto débil de Gogol: su
posición en realidad tiene algo de maniqueo, porque según los ortodoxos el diablo solo
encarna el poder de la tentación, pero no es para nada tan fuerte como Dios, pero era un
tema complejo y Gogol sufrió mucho por ello. Y había decidido que tenía que enfrentarse a
las fuerzas oscuras del mal en ese momento exacto. Pero ¿por qué, qué estaba pasando en
ese momento?
Los verdaderos escritores son como sismógrafos y sienten los trastornos que se
producen en las profundidades de la Tierra. Todavía quedaba mucho tiempo antes de la
Revolución de febrero, la Revolución de octubre, la guerra mundial y, en general, el terrible
siglo XX, pero Gogol 'ya percibía el impacto que se avecinaba. Vio el abismo que se abría
ante él y sintió que tenía que hacer algo, aunque no supiera muy bien qué, pero se dijo que
no podía esperar, que no tenía derecho a escribir buenas novelas, cuando semejante
388
catástrofe acechaba en el horizonte. Y por eso escribió una no novela, un llamamiento a los
lectores, un grito de dolor: ¿qué hacer para no caer al abismo? Las propuestas que hizo
fueron muy ingenuas, pero el miedo era genuino. Este libro criticado por todos fue el grito
de dolor de un hombre que vio más allá que los demás. Homero narra que durante la caída
de Troya Agamenón se llevó como esclava a la adivina Casandra, quien era capaz de predecir
el futuro y todas las desgracias por venir. Pero los dioses la habían castigado, haciendo que
los hombres nunca le creyeran. Ella previó el futuro y los demás no le creyeron. Algo similar
también le sucedió a Gogol.
Pero lo que nos importa ahora es otra cosa, a saber, que en este libro singular, Gogol
menciona dos veces a Smirnova-Rosset, incluidas dos cartas dirigidas a ella. Cartas
extremadamente ingenuas. Esperaba que salvaras a Rusia. Como creía en el papel del
gobierno -y, después, todos se burlarían de él por ello-, asumió que esa función salvadora
debía desempeñarla una mujer cercana a la corte, la esposa de un alto estadista. Es decir,
fijó sus esperanzas en el principio femenino y en la influencia que esta mujer podría ejercer
sobre su marido. El hilo de su razonamiento era el siguiente: ¿de dónde venían todas las
desgracias de Rusia? ¿Por qué todos están robando dinero del estado? Sino porque las
esposas de los funcionarios no hacen más que pensar en la moda. ¿Cuándo dejarán los
hombres de delinquir? ¿Cuándo comenzarán a sentirse avergonzados frente a sus esposas?
Las mujeres encarnaban la moralidad en sus ojos. Una moraleja que Gogol administró a sus
lectores con las palabras de Smirnova-Rosset. Que era una persona extraordinaria, una
mujer y una persona extraordinaria. Y dejó una huella brillante y única en la cultura rusa.
Gracias por su atención.
NOTAS
389
38 M. Lermontov, Letras y poemas, tr. él. de T. Landolfi, con un ensayo introductorio de A.
M. Ripellino. Turín, Einaudi, 1982, pág. 593.
39 M. Lermontov, Ad A. Smirnovaja, en Id., Sočinenija v 6 t. [Obras en 6 vols.], Moskva-
Leningrad, 1955, vol. 4, pág. 118.
40 A. Pushkin, Poemas y letras, cit., p. 420.
41 A. Puškin, Vospominanie (“Kogda dlja smertnogo umolknet šumnyj den’...”) [Recuerdo
(“Cuando el día ruidoso calla para los mortales...”)], en Id., Polnoe sobranie sočinenij, cit.,
vol. 3, pág. 60.
390
LECCIÓN 5
¡Buen día!
Continuemos nuestra discusión sobre las personas cuyo destino estuvo entrelazado con el
de Pushkin, que fueron influenciados por él o, por el contrario, influyeron en su vida,
reflejados en su obra y cartas. Estos individuos representan, por así decirlo, el trasfondo
que nos permite distinguir mejor y con mayor claridad los rasgos del poeta, que de otro
modo correrían el riesgo de quedarse para nosotros en líneas de un libro. Hasta ahora
hemos hablado de hombres y mujeres que albergaban sentimientos amistosos por Pushkin.
Pero otras personas estaban unidas a él por relaciones mucho más complejas. Más adelante
también veremos cuáles eran sus enemigos. Hoy, sin embargo, hablaremos de un hombre
que fue a la vez amigo y enemigo de Pushkin, un hombre al que Pushkin detestaba y que
será el blanco de sus más conmovedores epigramas, pero que en un momento determinado
se convertirá inesperadamente en su amigo, participando en hechos fundamentales de su
vida, como su boda con Natalia Nikolaevna [Goncharova]. Me refiero al conde Fyodor
Tolstoy.
Para su primer poema romántico, El prisionero del Cáucaso, Pushkin había
considerado varios epígrafes. La poética del epígrafe siempre había sido fundamental para
él. Era una suerte de resumen que adelantaba al lector las imágenes esenciales de la obra.
Hasta que imprimió el poema, Pushkin usó un epígrafe tomado de un poema de su amigo
el príncipe Petr Vyazemsky: “Bajo los golpes del destino, ¡piedra de granito! En la tormenta
de la pasión, ¡lámina ligera!”42 Con estas palabras, Vyazemsky había caracterizado a un
hombre que Pushkin ya conocía, a saber, el conde Fyodor Tolstoy. El epígrafe no aparece
en la edición impresa, porque evidentemente el autor había decidido eliminarlo. ¿Cómo?
Detengámonos en este detalle por un momento.
391
Creo que la mayoría de ustedes ha leído la historia de Lev Nikolaevich Tolstoy Los
dos húsares. Tolstoy era sobrino de Tolstoy el americano: este es el apodo con el que se
conocía al protagonista de nuestro día de hoy. Y más adelante explicaremos el origen de
este apodo. En Los dos húsares, que es uno de sus primeros relatos, Tolstoi yuxtapone dos
figuras: la de un húsar pasado de moda -gran bebedor, fácil de batir, disoluto, pero también
generoso y noble, capaz de fusionar elementos que, “a primera vista, parecerían
incompatibles- y otra, exponente de la era de León” del propio Tolstoi, un egoísta
europeizado. Y en el viejo húsar, el Conde Trubin, Tolstoi transpuso la impresión que había
dejado en la personalidad de aquel hombre del que hablaremos hoy.
Permítanme una breve cita. Como recordarán, la historia comienza en un hotel,
cuando se difunde la noticia de la inminente llegada de un famoso húsar. Entre los
hacendados locales, uno de los habitantes de esta villa provinciana pasa por haber sido un
húsar extraordinariamente audaz. Más tarde descubriremos que no es cierto, que todas son
sus fantasías, que ciertamente deseaba ser húsar, un osado duelista y un perfecto caballero,
pero nunca llegó a serlo. Sin embargo, dentro de sí mismo es capaz de revivir esta biografía
inexistente, puramente imaginaria. Y aquí en esta ciudad provinciana ya corren rumores
sobre la llegada de un héroe conocido en toda Rusia, cuyo comportamiento parece
decididamente fuera de lo común: "¡Pero tienes que saber, Dios mío, qué tipo es! Migunòv,
¿quién la secuestró? ¡Él! Sablin, le disparó en frío; Matnjev, lo agarró por los pies y lo tiró
por la ventana; Príncipe Njestjerov, lo perdió trescientos mil rublos. ¡Ah sí, qué clase de
supervisor es ese ahí, tienes que saberlo! Jugador, duelista, playboy: alma de húsar, en
cambio, "verdadera alma de húsar".43
De hecho, Tolstoy the American44 fue un jugador famoso, aunque no siempre
honesto, por decirlo suavemente. Por ejemplo, cuando Griboyedov escribió en La desgracia
de ser inteligente: “Se llame como se llame, el retrato bastará para reconocerlo: es un
bandolero nocturno, un adicto a los duelos; fue exiliado a Kamchatka y regresó como aleut.
Es una mano bastante rápida. ¡Pero un hombre inteligente no puede evitar ser un
sinvergüenza!”45, Tolstoi el americano le pidió que reemplazara “Es bastante rápido” por
“Él es rápido con las cartas”, para que no se pensara que robaba pañuelos. Robar pañuelos
392
no es bueno para contar, mientras que hacer trampa con las cartas está permitido. Su apodo
se ganó de la siguiente manera. Había realizado un viaje alrededor del mundo y debió
comportarse de manera absolutamente inaceptable en el barco. O, al menos, Pushkin
escribió sobre él:
hombre oscuro y perverso
hundido en el libertinaje,
el universo por un tiempo
de un extremo al otro enlodó.
Pero, te aseguro,
dejó sus vicios a un lado
y ahora, gracias a Dios,
ataúd solo en cards46.
En una composición más seria y que es en una epístola a Čaadaev, Pushkin escribió
irónicamente sobre cierto "filósofo que en los últimos años con su corrupción asombró a
las cuatro partes del mundo, pero, educado, expió su deshonra, perdió el hábito del vino y
se convirtió en un tramposo"47. Darle a alguien un tramposo era, por supuesto, una ofensa
terrible, porque podías repartir cartas apiladas, pero no señalarlo, y mucho menos llamar a
ese tramposo por su nombre, vergonzoso pero cierto.
Pero hablaremos de la relación entre Tolstoi el americano y Pushkin en breve. Así
que era un tipo criminal pero atractivo. Entre otras cosas, Lev Tolstoy, al comienzo de la
historia en cuestión, recurre a un detalle que el lector quizás no pueda captar de inmediato,
pero que es fundamental. Cuando su héroe, que en realidad sólo pretende ser un valiente
húsar y un temerario incurable, comienza a narrar sus aventuras pasadas, cómo se batió en
duelo y secuestró a jóvenes, Tolstoi le hace hablar con voz grave, sentado a horcajadas en
una silla y con la mandíbula inferior hacia adelante. Y esto no es en modo alguno casual.
Particularmente interesante es el hecho de que el protagonista está sentado a horcajadas.
En este sentido, les recuerdo otra escena. En la novela Doctor Zhivago de Pasternak, en un
momento dado, los oficiales del frente de la Primera Guerra Mundial se enteran de que la
revolución ha estallado en Petrogrado y, llenos de entusiasmo, imaginan cómo será su vida
393
futura. Y, sin darse cuenta, cambian de pose. Como observa Pasternak, no hay nadie que se
siente correctamente. Uno se sienta a horcajadas, como en Tolstoi. “La forma en que una
persona camina o se sienta no es para nada aleatoria (entre otras cosas, Lev Tolstoi también
lo dice un poco más adelante: un andar característico de jinete). Son signos de libertad. Son
una señal de que el estricto estilo militar de comportamiento en San Petersburgo está
comenzando a ser subvertido:
Ciudad rica, ciudad pobre,
Espíritu esclavo, hermosa urdimbre,
Bajo una cúpula verde lívida,
Frío, aburrimiento y granito48.
Esto se responde rompiendo las reglas. Y romper las reglas conduce a un comportamiento
salvaje y poético. Obviamente, es un acto criminal arrojar al oponente por la ventana en la
noche como lo hace el protagonista de Tolstoy. Pero, ¿recuerdas lo que sucede después?
Durante un juego de cartas, Turbin se da cuenta de que el joven oficial que viaja con el
dinero del regimiento está jugando con un tramposo que lo está arruinando. Y al joven no
le queda más remedio que golpearse la cabeza, porque lo que está “perdiendo es dinero
del Estado. Obviamente, el honor no le permitiría ir ante la corte marcial y ser degradado,
por lo que lo único que queda es el suicidio. Cuando el húsar interviene y exige que el
tramposo le dé un juego: siendo él mismo un tramposo, es capaz de engañar a cualquiera.
Pero el tramposo no quiere jugar, porque sabe con quién está tratando. Entonces el húsar
arregla el asunto rápidamente: lo golpea en la cabeza y agarra el dinero, es decir, lo roba.
Y, además, secuestra a una mujer, o más bien teje con ella una tormentosa historia de amor
que dura apenas unas horas, pero que dejará en ella un recuerdo imborrable. Y es
precisamente esta misma mezcla de desenfreno, inmoralidad, transgresión constante de
los límites y, en conjunto, generosidad y poesía lo que constituye el encanto de ese Tolstoi
al que llamaron "el americano".
Como ya les he dicho, este apodo ciertamente no derivó de su mérito. Como
escribiría Pushkin, “con su corrupción asombró a las cuatro partes del mundo”, hasta el
punto de que el famoso navegante Kruzenštern, que comandaba el barco a bordo del cual
394
viajaba, se vio obligado a desembarcarlo quién sabe dónde. Según una versión, “fue
Kamchatka, mientras que otros argumentan que fue América del Norte. Tolstoy, que fue
apodado el americano por eso mismo, estaba muy orgulloso de él y, cuando reapareció en
Petersburgo, hizo todo lo posible para alimentar ese aura de leyenda. Y no se molestó en
ocultar ni su lascivia ni su bravuconería, pues ambas formaban parte de su encanto. De
hecho, él mismo fue quien difundió historias inverosímiles, como la vez en que, en una isla
no especificada, se casó con un mono y luego se lo comió. Este era el tipo de anécdota
inventada que contaba sobre sí mismo, como para "calumniarse a sí mismo". Pero esto sólo
era posible en un mundo que idolatraba la poesía de Byron, con su idealización de la figura
del criminal. Por otro lado, también Pushkin, ¿te acuerdas de él? – escribe en este período
de sus hermanos-ladrones. Una vez incluso elaboró una lista irónica de los protagonistas de
sus poemas románticos: gitanos, merodeadores, bandoleros, ¡buena compañía! Y, más
tarde, en el poema Ezersky escribió:
Aunque no soy hombre de guerra,
Ni un revuelto de Don Giovanni,
No demonio - ni gitano,
Pero sí, un burgués de la capital49.
Todos estos héroes románticos (Don Giovanni da strapazzo, el demonio, el gitano) tenían
algo de poético. Pero en Tolstoy the American la tendencia a traspasar los límites de lo lícito
se fundió con una nobleza de espíritu y una generosidad fuera de lo común. En vísperas de
la guerra de 1812, Tolstoi fue degradado debido a un duelo y enviado al exilio. Cuando
Napoleón se acercaba a Moscú, Tolstoi se alistó como soldado raso y recuperó su rango de
oficial, habiendo demostrado toda su valentía en el campo de Borodino. Les recuerdo que
Vyazemsky, que era amigo de Tolstoi el americano, también se había presentado voluntario
antes de la batalla de Borodino y se había convertido en ayudante de campo de
Miloradovich. Y hay que tener en cuenta que en aquella época el edecán no era lo que
imaginamos ahora, es decir, un oficial que realiza tareas de poca importancia al servicio de
un general. No había radio, ni teléfono, y los ayudantes tenían que llevar las órdenes de un
extremo al otro del campo de batalla mientras se desarrollaba la lucha. “Muchos cayeron
395
en Borodino. Vyazemsky sobrevivió a la batalla, pero cuando Napoleón ocupó Moscú,
decidió que la guerra ya estaba perdida y recordó que tenía una esposa que esperaba un
hijo, por lo que se quitó el uniforme y se fue a su finca. Esta tendencia a la libertad, esta
negativa a someterse a la disciplina, encuentra su extremo opuesto en el estricto régimen
de la vida militar, y la una genera la otra.
Y así Tolstoi el americano fue descargado en quién sabe qué islas y obligado a cruzar
toda Siberia para regresar a Petersburgo. En el camino, también le sucedieron varias
aventuras. Contó varias, pero la historia que más le gustó fue la de su encuentro con el "niño
campesino", como él lo llamaba. El "niño campesino" era un buen bebedor, pero también
un mejor cantante. Y una de sus canciones impresionó a Tolstoi por su estribillo:
No llores bebé,
Una fresa cayó en mi boca,
Y así me lo tragaré.
Llegado a las palabras “Y así me lo tragaré”, estalló en llanto: “Conde, ¿eres capaz de
comprender este sentimiento? ‘Y así me lo tragaré’…” Rodeado de estos rumores y
leyendas, Tolstoi regresó a la capital y se encontró en el medio de la juventud progresista.
O, al menos, Griboyedov creyó posible compararlos con miembros de una sociedad secreta,
cuando escribió que a estos hombres “los tenemos en cuenta para los días oscuros”50. Y
que entre ellos también había aparecido "un bandolero nocturno, un adicto a los duelos...".
Y luego, inmediatamente después, como si se disculpara: "Pero un hombre inteligente no
puede evitar ser un sinvergüenza". Para nosotros ahora la definición de "hombre listo" no
significa nada, pero si echamos un vistazo a los manuscritos de Pushkin, encontramos que
la novela que quería "escribir sobre los decembristas debería haberse llamado El círculo de
los hombres listos". El propio Griboedov hará decir al protagonista de su comedia que los
decembristas eran: “el jugo de la juventud inteligente”. Tampoco olvidemos el título, La
vergüenza de ser inteligente Los hombres inteligentes son progresistas. Al menos esa era la
creencia en la época de la Unión de la Prosperidad. Y podías decir lo que quisieras sobre
Tolstoi, pero no que no fuera un tipo inteligente. Por supuesto, la Unión de la Prosperidad
396
requería que sus miembros combinaran la inteligencia con una profunda moralidad. Pero
no todos cumplieron con estos criterios.
Una vez de vuelta en Petersburgo, “Tolstoi no cambió de actitud. Con Pushkin se
habían conocido en la capital, muy probablemente en 1819. El encuentro casual entre dos
jóvenes. Pero conocer a Tolstoy significaba casi automáticamente participar en una de sus
fiestas. Tolstoi no era enemigo del alcohol. Vyazemsky relata este otro episodio. Una vez,
por alguna razón (Vyazemsky no explica cuál, pero es fácil de imaginar), Tolstoi había jurado
no volver a beber nunca más. Y una noche, a pesar de que estaba en compañía de Denis
Davydov y otros famosos compañeros de resaca, se quedó allí con ellos bebiendo, sin
siquiera tocar una gota. Al amanecer subieron a un buggy muy estrecho. Denis Davydov
agarró a Tolstoi por la cintura para sujetarlo.
Estaban caminando por las calles de la ciudad cubiertas de nieve, cuando Tolstoi se
giró y suplicó: “¡Denis, mi palomita, sopla!” Bebiendo no había bebido, porque había dado
su palabra, pero quería al menos que le volaran en la cara... Pero esta anécdota
inmediatamente me trae a la memoria otra. Tolstoy en general es una mina de anécdotas.
Una vez, después de una noche de copas, el posadero le aconsejó a Tolstoi que comiera
algo: "Come, verás que la resaca pasará de inmediato". "Olvídalo", replicó Tolstoy,
"entonces, ¿por qué diablos iba a quejarme toda la noche?" Y así, este individuo que llevó
una vida disoluta en Petersburgo, perdiendo grandes sumas en el juego, y que se asoció con
los decembristas, fue considerado por Pushkin como su amigo. Porque Pushkin tenía una
confianza ilimitada en los demás. Y estaba completamente indefenso ante la perfidia. A
Tolstoi, por el contrario, le encantaba participar en todo tipo de empresas perversas.
Pushkin escribió más tarde en una carta que Tolstoy aparecería en Onegin en todo su
esplendor. Sin embargo, nunca lo incluyó en el capítulo correspondiente, porque para él
esa obra era algo más que un simple ajuste de "cuentas". Sin embargo, rasgos de su carácter
vuelven en la figura de Zaretsky:
Zaretsky, ataman una vez
De jugadores, de multitud51.
Pero, como recordarán, su destino es diferente al de Tolstoi:
397
Y también parece que en la batalla
Realizó obras valiosas
Buceo en el barro
De su caballo Kalmyk,
Ciucco jugó e inmediatamente tomó
Del francés: ¡preciosa prenda!52
Estos detalles no están extraídos de la biografía de Tolstoi el americano, pero el personaje
es similar. Además, el propio Zaretsky organizará el duelo entre Onegin y Lensky. Y Onegin
luchará precisamente porque en el asunto
... él también entró
entre aquel viejo duelista,
Verbo, chismoso y triste...
Sus palabras de bromista
debería pagar con desdén53
A continuación, Pushkin inserta una cita de Griboedov:
Pero las voces, pero las risitas...
¡Ah, sí, la opinión pública!54
No es casualidad que, junto con Tolstoi el americano, Pushkin recordara a Griboedov. Pero
eso pasará después, volvamos a Petersburgo, al momento en que Tolstoi calumnió a
Pushkin. El poeta lo descubrió cuando ya estaba en el sur y por eso no pudo responder de
inmediato, desafiándolo a duelo. Tolstoy no solo fue el héroe de innumerables aventuras,
sino también un famoso espadachín. Cuando sus hijas murieron más tarde una tras otra, se
puso a contar cuántas personas había matado en los duelos. Y cuando el número de sus
víctimas llegó al de sus hijas, dijo: "Ahora he arreglado mis cuentas con Dios". Desafiar a
Tolstoi era una muerte casi segura. Sin embargo, Pushkin se preparó para el duelo. Como
ya sabemos, cuando aún estaba en el sur, consiguió un palo de hierro para desarrollar los
músculos de su mano, para que no temblara. Posteriormente, en Mikhailovsky, todas las
mañanas practicaba tiros al as. Por suerte el destino quiso lo contrario.
398
Pushkin regresó a Moscú en 1826. Inmediatamente después de su coronación tuvo
lugar aquí su famoso encuentro con Nicolás I. Después de la conversación con el zar,
inmediatamente envió a un amigo de confianza para desafiar a Tolstoi a duelo. Los
acontecimientos parecieron empeorar, pero afortunadamente Pushkin y Tolstoy tenían
algunos conocidos en común (incluido el príncipe Vyazemsky) que pudieron reconciliarlos.
Evidentemente lograron que “Tolstoi pronunciara ciertas palabras. No podemos saber
cuáles, pero sin ellos la reconciliación hubiera sido imposible. Porque no fue solo Pushkin
quien atacó a Tolstoi con un epigrama, este último también le respondió con un poema
escrito sin especial talento, pero muy mal:
De la sátira moralizante el aguijón agudo,
Con calumnias y pasquines no tiene proporción alguna.
En tu malvado éxtasis, Chushkin, olvidaste,
Que te desprecio, como antes te ignoraba,
más bien sé un ejemplo y no te pierdas en la charla,
¡Y recuerda, querido amigo, que tú también tienes cachetes!55
Y esta fue otra ofensa más. Pero, de una forma u otra, el asunto fue silenciado. Pushkin solo
volvería a ver a su antiguo enemigo hacia el final de la década. Tolstoy estuvo presente en
la lectura del poema Poltava. Más tarde, comenzará las negociaciones con los padres de
Natal'ja Nikolaevna Goncharova y le traerá a Pushkin la noticia de que la familia accedió a
la boda. Como si eso no fuera suficiente, le corresponderá a él en la iglesia sostener la
corona nupcial sobre la cabeza de Pushkin durante la ceremonia. En esto, en retrospectiva,
podemos vislumbrar una especie de predestinación fatal. Sin embargo, tal cambio fue
absolutamente típico de Tolstoi, considerando su carácter desmesurado y su tendencia a
saltar de un extremo a otro abruptamente.
La vida privada de este impetuoso personaje tampoco fue diferente. Quien a pesar
de sus innumerables duelos y muchos amoríos, nutrió una sola, absoluta pasión, igualmente
insólita. Tolstoi contrajo matrimonio legítimo con una gitana. Entre las muchas historias que
se cuentan de él, también está esta: después de una noche bebiendo incansablemente,
ponía a su mujer sobre una mesa y, con una pistola en cada mano, sin siquiera apuntar, le
399
metía dos balas en los tacones de los zapatos. Como puede ver, disparaba bastante bien
incluso cuando estaba borracho. Tenía dos hijas adultas, una de las cuales era
excepcionalmente talentosa en poesía. Lamentablemente murió muy temprano.
Entre los amigos y enemigos de Pushkin, Fyodor Tolstoy conocido como el
americano representa una figura irrepetible y, al mismo tiempo, indisolublemente ligada a
su época. No es casualidad que en los Dos húsares Lev Nikolaevich Tolstoy se refiera a él
como un tipo humano que ahora ha desaparecido. En la introducción del cuento repasa
algunos rasgos peculiares de la vida cotidiana en la época de sus padres y abuelos. Para Lev
Nikolaevich se trata de una generación marchita, la contemporánea de Pushkin y Davydov,
individuos que, para recoger del suelo el pañuelo de una dama, “habrían corrido de un
rincón a otro de la habitación, hombres que se mataron en duelos. Era el mismo poema de
una vida asiática europeizada que había creado Peter y que ahora pertenecía al pasado.
Cuando el cetro pasó al mucho más prosaico Alejandro II y una nueva generación de no
nobles que sacaron a relucir el tema de la reforma agraria pasó a primer plano, comenzó
una nueva era que a los hombres de la época de Pushkin les pareció desprovista de poesía.
Tolstoi el americano fue un símbolo de esta era que él también había ayudado a crear.
Gracias por la atención.
NOTAS
400
49 A. Pushkin, Poemas y letras, cit., p. 331.
50 A. Griboedov, La desgracia de ser inteligente, cit., p. 166.
51 A. Pushkin, Evgenij Onegin, cit., pág. 120.
52 Ibíd., pág. 121.
53 Ibíd., págs. 123-124.
54 Ibíd., pág. 124.
55 Russkaja epigramma vtoroj poloviny XVII-načala XX veka [El epigrama en Rusia desde la
segunda mitad del siglo XVII hasta principios del siglo XX], Leningrado, 1975, p. 750.
401
LECCIÓN 6
¡Buen día!
Continuemos nuestras conversaciones sobre los conocidos de Pushkin. Pushkin era muy
amigable, entablaba relaciones con facilidad, perdonaba y confiaba en los demás, pero no
estaba dispuesto a revelar rápidamente los secretos de su alma. En este tipo de cosas era
extremadamente reservado. A pesar de su tormentosa juventud, en las relaciones con los
amigos (y la amistad siempre fue muy importante para él), conservó una forma de modestia
que, sin embargo, no excluía la confianza. Precisamente por eso enfrentó en su juventud
terribles decepciones. Y en el círculo abigarrado y colorido de sus amigos, Ivan Ivanovich
Pushchin ciertamente ocupa un lugar propio. No en vano, Pushkin, dirigiéndose a este
último, cuando ya estaba en trabajos forzados, escribió: ¡mi primer amigo, amigo
incomparable! Y, de hecho, fue el primer amigo de Pushkin. Pushkin había sido un niño muy
solitario: su madre no lo amaba particularmente y tampoco su padre, un buen hombre, pero
de naturaleza superficial, lo cuidaba con seriedad. Pushkin pasó su infancia entre los libros
de la biblioteca de su "padre y de su tío, especialmente libros franceses (nada adecuados
para su edad) que obtenía en secreto, porque se suponía que los niños no debían leerlos.
Por eso, entre otras cosas, conocía tan bien la literatura francesa. Pushkin de niño asistía
habitualmente a las conversaciones de los adultos, y estos no le prestaban atención. Ni
siquiera notaron que él estaba allí para escuchar. Karamzin frecuentaba su casa y su tío,
Vasily L'vovič Pushkin, también era un invitado habitual. Sobre todo, hablábamos de
literatura, pero también de temas mundanos no siempre apropiados para los oídos de un
niño, tanto más los hombres de la época conversaban con bastante libertad tanto sobre
política como sobre otras cosas. Básicamente, así era el mundo de Pushkin cuando era niño.
No en vano, una de sus primeras impresiones literarias serán las polémicas que involucran
a su tío. En general, la influencia del tío en sus primeros experimentos queda algo
402
oscurecida por el hecho de que más tarde Pushkin habló de él con una bondad teñida de
profunda ironía. Vasily Lvovich era en realidad muy cómico en la vida cotidiana y, al tratar
de ser amigos en pie de igualdad con personas mucho más jóvenes que él, se convirtió en
el blanco de bromas incluso pesadas. Pero para Pushkin este individuo extraordinariamente
bueno, que tenía la capacidad de estar siempre a la altura de sí mismo tanto con su sobrino
(que aún era un niño) como con sus amigos literatos, jugaba un papel esencial. Y, como era
de esperar, quería mencionarlo antes de pasar a Pushchin.
Pushchin fue el primer niño que se hizo amigo de Pushkin. Tenía casi su edad, sólo
un año mayor. Generalmente a esa edad un año significa mucho y de hecho en su relación
estuvo siempre presente, incluso en la paridad establecida por la amistad, un elemento de
solicitud del mayor hacia el menor que, además, correspondía perfectamente al carácter
atento de Pushchin. Desde la infancia, Ivan Ivanovich Pushchin se comportó como un adulto
y pronto se volvió responsable y diligente. Con su excepcional sensibilidad, inseguridad y
volubilidad, Pushkin era muy frágil. “Hay un elemento peligroso inherente a la emoción y la
felicidad, especialmente en la infancia: a veces el niño, convencido hasta un momento antes
de que él es el centro de la aprobación general, se da cuenta de que se está riendo solo y
que los demás no están nada entusiasmados, y este descubrimiento le resulta muy
doloroso. Pushkin también tuvo momentos similares. Precisamente por eso le hacía bien
tener un amigo tan tranquilo, cariñoso y sobre todo equilibrado, que se parecía a él pero,
al mismo tiempo, era un poco más adulto que él. Estas cualidades acompañarán a Pushchin
durante toda su vida. Se convirtió en una especie de poeta de la amistad, una persona para
quien pasar a un segundo plano dejando espacio a sus seres queridos era casi natural. En
general, Pushchin se comportó de manera muy espontánea. No había nada afectado en él
y esto, entre otras cosas, también lo distinguía de Pushkin. “Para Pushkin, la naturalidad era
un objetivo alcanzado tarde ya un alto precio. Periodos de exaltación y contentamiento
alternados con otros de profunda depresión. Pushchin, por otro lado, era el equilibrio
personificado, invariablemente valiente y audaz. Era alto y sin dudas. Lo que ahora
llamaríamos complejos, ni siquiera sabía lo que eran. Y, al mismo tiempo, era muy
inteligente. A veces, la falta de dudas y la satisfacción en sí mismas son un signo de estupidez
403
y una personalidad subdesarrollada, pero Pushchin era brillante, alto y guapo. En general,
poseía todas las cualidades para complacer a las mujeres, sobresalir entre los decembristas
o hacer una espléndida carrera como oficial. Tenía infinidad de caminos abiertos por
delante y en todos los campos podía aspirar a sobresalir. Pero Pushchin también fue
extraordinariamente magnánimo. Entendió muy pronto que no es tan importante ser el
primero en todo, que hay valores superiores. Y a estos valores superiores consagró su
existencia.
Con Pushkin entabló amistad desde el primer día, cuando fueron recibidos juntos
por el ministro. Luego, la lista de estudiantes admitidos en el Liceo debía ser aprobada por
varias oficinas administrativas. Eran dos Pushchins, los primos Iván y Petr. Su abuelo, un
famoso almirante, presentó su candidatura. Ambos habrían tenido derecho a ser admitidos,
pero el abuelo eligió a Iván porque su familia era más numerosa y tenía muchas hijas.
Aunque su abuelo era un almirante muy condecorado, de ninguna manera era rico. Era un
hombre de la época de Catalina, ex comandante en jefe del puerto de Kronstadt, así como
intendente general de la flota. Pero el salario en Petersburgo y Kronstadt no le permitía
esquiar. No tenía posesiones dignas de mención, y en un momento dado “habían nacido
una infinidad de nietos y nietas, era necesario arreglar a los machos y albergar a las
hembras. Cuando anunciaron que el Liceo se preparaba para recibir estudiantes en su
internado, nadie supo exactamente de qué se trataba. "Liceo" era una palabra antigua con
un sonido solemne. En un principio se pensó que allí estudiarían los hermanos del
emperador Alejandro; de hecho, los jóvenes liberales que lo rodeaban temían que el zar se
quedara sin un linaje directo. A decir verdad, tuvo una hija nacida fuera del matrimonio,
que, sin embargo, no pudo reclamar ningún derecho a la corona y, además, murió
prematuramente. Entonces surgió la cuestión de la sucesión. Y muchos se preocuparon por
el futuro de los grandes duques que vivían aislados y fueron educados por su madre (que
se había convertido en una especie de guardiana de las tradiciones de Paul) en el espíritu
de los reaccionarios nobles alemanes. ¿Cómo iban a gobernar si se presentaba la
eventualidad? Que el Gran Duque Constantino pudiera ascender al trono, nadie lo pensó.
Aunque era el heredero oficial, no deseaba ser zar.
404
Y así el Liceo se convertiría en el lugar donde estudiarían los grandes duques. Esto
parecía prometer conexiones sólidas y la posibilidad de una carrera, por lo que el Liceo
despertó el interés de aquellos padres que querían un puesto para sus hijos. Pero luego
resultó que los grandes duques no habrían estudiado en el Liceo y que el origen de los
alumnos no era para nada tan prestigioso. En su mayoría eran nobles, generalmente de
linaje antiguo, pero empobrecidos e incapaces de asegurar protección para futuros
funcionarios. Y así, los hijos de las familias de "segunda opción" comenzaron a ingresar a la
escuela secundaria. Y el almirante Pushchin también llevó allí a sus nietos. Cuando la
situación se aclaró, Pushchin y Pushkin comenzaron a salir. (Por cierto, hay que tener en
cuenta que en aquella época se llamaban por apellido. Y en esta costumbre había un matiz
que ahora se ha perdido por completo). Por lo tanto, tenemos dos niños, dos niños con un
apellido casi idéntico y "sobre la perspectiva de asistir al mismo instituto "cerrado", ubicado
en Tsarskoe Selo, lejos de la capital, lejos de familiares que no tuvieron la oportunidad de
reunirse con ellos cuando querían. Los dos se habían conocido antes, pero fue en Tsarskoe
Selo donde Pushchin se convertiría en el amigo más confiable de Pushkin. Una amistad
fundada también en la diferencia de carácter. A pesar de la diferencia de temperamento, el
afecto que los unía a los dos se ha subrayado repetidamente y surge tanto de los poemas
de Pushkin dedicados a Pushchin como de los recuerdos de este último, escritos al final de
la katorga. Y, de todas las memorias sobre Pushkin, las suyas son las más fiables para los
especialistas y las más accesibles para los lectores.
En el Lyceum Pushchin no brilló particularmente. Pero, a decir verdad, nunca brilló
en toda su vida. En fiestas y bailes no sobresalió y su nombre ni siquiera aparece entre los
autores de las revistas escolares. Entonces estaba de moda entre los estudiantes de
secundaria escribir versos. Por cierto, Pushkin también tardó un poco en distinguirse de los
demás poetas del instituto. Pushchin, por otro lado, no escribió poesía. Aunque dotado de
un estilo magnífico (como se puede ver en sus cartas y memorias), nunca eligió la tentadora
carrera del hombre de letras. Y ni siquiera participó en las travesuras de los estudiantes de
secundaria, o al menos, no lo encontramos en las aventuras amorosas que salpican la
biografía de Pushkin en la escuela secundaria. Sin embargo, esto no significa que Pushchin
405
fuera una personalidad sin color. Por entonces ya cultivaba intereses muy concretos que
ocultaba incluso a su mejor amigo. Por otro lado, Pushchin de ninguna manera era retraído,
por el contrario, era una persona muy confiada, solo que, siendo inteligente, no le gustaba
la charla ociosa. Por cierto: cuando se encontró en trabajos forzados y luego en el exilio,
Pushchin fue apodado el santo Marem'jana. Por supuesto, ese era un apodo ridículo para
un hombre tan alto y guapo como él. Pero Marem'jana "es la santa que protege a los
débiles. Y Pushchin también era así. Así, aunque fue muy amigo de Pushkin, desde su
juventud lo separó un secreto: pertenecía a una sociedad de conspiradores en la que
Pushkin no era aceptado.
Todos sabían de la existencia de esta sociedad secreta, tanto que cuando Michail
Orlov se comprometió, el padre de la prometida, el general Raevsky, no le exigió una dote
(aunque Orlov era rico), sino que abandonara la sociedad secreta. Así se habló libremente,
como la dote en vísperas de la boda. Raevsky era un individuo de indudable nobleza y, por
supuesto, todos confiaban en él, pero lo que se creía que era una sociedad secreta resultó
no serlo en absoluto. El suyo era un secreto mayormente aparente, que se remontaba a los
años “inmediatamente posteriores a la Guerra Patriótica, es decir, 1816-1817 y a las
conversaciones “entre un Laffitte y un Clicquot”56. Después de eso, la empresa se había
expandido rápidamente y casi había salido a la superficie, renunciando a movimientos
inmediatos y sangrientos. Pero esto fue sólo un paso adelante. Sus miembros se habían
dado cuenta de que Rusia aún no estaba lista para la revolución, que tomaría quince, tal vez
incluso veinte años prepararse para ella y que, para ello, era necesario centrarse en la
educación. Pero la empresa siguió siendo revolucionaria porque ese era el ideal subyacente.
Por cierto, cabe recordar que en su momento el término “revolución” tenía otro
significado. Fue utilizado por primera vez por los astrónomos franceses en el célebre libro
Révolution du globes para indicar cambios geográficos bruscos, de modo que, cuando
empezamos a hablar de revolución en referencia a la francesa, se hacía en sentido
metafórico, aplicando a la vida humana un término extraído del vocabulario científico y
referido a determinados fenómenos naturales. Porque en ese momento se creía que era la
naturaleza la que proporcionaba la norma para el comportamiento humano. Todos eran
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seguidores de Rousseau y creían que el hombre nacía para vivir según las leyes de la
naturaleza y que era la naturaleza la que provocaba las revoluciones. De modo que el
término "revolución" aún no indicaba derramamiento de sangre u otros excesos, y sobre
todo no tenía nada que ver con luchas partidarias, conflictos de ambiciones, corrupción
moral, todos elementos que afligirán a las generaciones posteriores, destinadas a
comprender que la ética y la política muchas veces no se llevan bien y, a veces, incluso son
irreconciliables.
Pero en ese momento no había nada de eso todavía. En ese momento solo había
jóvenes alegres que acababan de derrotar a un gran emperador, Napoleón, y por lo tanto
estaban convencidos de que también podían vencer la ignorancia, el atraso, la reacción. Por
otro lado, el mismo Alejandro I lo dijo: “Hemos terminado con los enemigos externos (y se
refería a Napoleón), ahora pasemos a los internos”. En ese momento, los enemigos internos
aún no eran los liberales, con ese término Alejandro se refería a funcionarios
extorsionadores, deshonestos y corruptos, como en Griboedov: “Toda una multitud de...
viejas siniestras, viejos archi-decrépitos bajo el peso de falsedades y absurdos.”57 “Eso es
lo que tenía en mente el joven zar, que todavía era muy popular en ese momento. En esta
etapa, los decembristas incluso pensaron que Alejandro se uniría a ellos cuando
comenzaran la revolución. En ese momento Alessandro ya había recibido información muy
precisa sobre la existencia de una sociedad secreta, sin embargo, y este es un testimonio
confiable, habría dicho: no me corresponde a mí castigarlos, fui yo quien causó todo esto.
Pero mientras tanto, la confianza en el zar se había desvanecido. Y entonces surgió
la pregunta: ¿qué hacer para cambiar realmente la situación política? Y la respuesta fue:
hablar con la gente. Necesitamos aumentar el número de miembros de la sociedad. Pero,
sobre todo, es necesario atraer e involucrar a generales conocidos, así como a otras
personas cercanas a la cúpula del Estado. De hecho, los jóvenes ocupaban puestos
inferiores, estaban en sus primeras armas, no eran particularmente ricos y, por lo tanto,
disfrutaban de una influencia limitada. Así que tuviste que ampliar tu círculo. Y así, la Unión
de la Prosperidad cambió de rostro, adoptando una línea liberal y casi saliendo a la luz.
Pushchin desempeñó un papel principal en él, comenzó una nueva etapa en su vida. Pero
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incluso este período estaba destinado a terminar muy pronto. En primer lugar porque los
rumores comenzaron a circular, llegando a oídos del zar. La Unión de la Prosperidad se
encontró demasiado expuesta. Orlov, que estaba al mando de una división en ese
momento, temiendo perder su posición, se dispuso a presionar para que se tomaran
medidas inmediatas. Y así terminó siendo que la organización sancionó su disolución,
porque ahora era evidente que el gobierno tenía información sobre su actividad.
Durante la última reunión el ambiente era sumamente tenso: los afiliados estaban
acostumbrados a confiar unos en otros y en cambio era claro que entre ellos había un
informante, y no se sabía quién era. Luego declararon disuelta la empresa, pero ya al día
siguiente recapacitaron y se pusieron a reconstruirla en el más absoluto secreto. Sin
embargo, este proceso fue extremadamente complejo y no dio inmediatamente los
resultados deseados. En el norte del país incluso duró más de un año y medio y dio lugar a
un dato curioso: la edad de los componentes cambió considerablemente. Los fundadores
de la primera organización cayeron en un segundo plano. Čaadaev se fue y Nikolai Turgenev
también se encontró un poco a un lado, mientras que otros jóvenes se adelantaron.
Y, llegados a este punto, Pushchin vuelve a destacar entre los miembros más activos.
Porque la empresa no solo necesitaba caras nuevas. Mientras tanto, había quedado claro
que uno no podía limitarse exclusivamente a lo militar. Entre los conspiradores no debería
haber solo hombres uniformados. Cabe recordar otro aspecto muy importante: Rusia fue
aplastada por abusos de poder, especialmente en el ámbito judicial. Los juzgados eran
considerados una especie de cloaca, porque se sabía que allí la gente decente no aceptaba
puestos de trabajo y que allí sólo trabajaban los captores y los corruptos de Gogol. Los
jóvenes nobles “entraban en la Guardia, donde sabían que les esperaban batallas, duelos,
hazañas heroicas y románticas y hasta parientes ricos, porque servir en la Guardia no era
para todos. Los que vestían ropa de civil eran despreciados. Olvidando que él mismo no
vestía uniforme, Pushkin le escribió a Bestuzhev que Griboyedov debería hacer que
Molchalin fuera aún más despreciable: "Un cobarde vestido de civil en compañía de Tchacki
y Skalozub habría sido muy divertido".58 Pero Pushkin había olvidado que Tchacki también
era un civil, aunque no por mucho tiempo, ¿recuerdas? “Y las esposas y las hijas tenían la
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misma pasión por el uniforme. ¿Hace mucho tiempo que yo mismo me liberé de tanta
ternura?”59
¡Un civil en medio de las fuerzas armadas habría sido divertidísimo! Pushkin lamentó
no usar uniforme, ya que Pushchin pasa del servicio militar al civil y usa un frac como
declaración de intenciones. Ryleev también anda en este período de frac, el mismo Ryleev
que luego encabezará la Liga del Norte, porque Pushchin, con su pudor habitual, había
dejado su puesto y se había ido a Moscú. Había elegido trabajar en la corte -asumiendo así
una tarea despreciada- porque creía que era necesario prestigiar y ennoblecer a la función
pública, dado que era el ámbito en el que más a menudo pasaba el contacto con la gente y
donde la gente sencilla se veía obligada a sufrir las peores injusticias. Y como siempre,
Pushchin hizo que las ideas siguieran a los hechos. Sin embargo, hay una diferencia
sustancial entre su frac y el de Ryleev. Ryleev encontró un trabajo en la Russian-American
Company: también una elección importante, porque el desarrollo del comercio y el espíritu
empresarial formaba parte del programa decembrista. Pero a diferencia de Pushchin no era
una ocupación despreciable, al contrario, estaba incluso de moda. Pushchin, por otro lado,
asumió una responsabilidad que nadie quería. Los eventos pronto se intensificaron. Se
pensó que el motín no ocurriría pronto, cuando de repente se descubrió que era inminente.
Primero, las relaciones entre el gobierno y la sociedad se estaban deteriorando, la autoridad
de Alejandro ya estaba socavada. Cada vez se insistía más en la necesidad de actuar. En este
momento, Pushchin, que se encontraba entre las personalidades destacadas, volvió a pasar
a un segundo plano. Lo encontraremos de nuevo en la plaza del Senado el 14 de diciembre
de 1825, donde interpretará un papel en sí mismo.
No todos los miembros de la organización salieron a las calles. Trubetsky, por
ejemplo, se refugió con su suegra y no apareció. No sabemos por qué, la versión oficial es
que estaba enfermo. No había líder en la plaza. Y, tenga en cuenta que todos los oficiales
estaban uniformados, a pesar de la helada, sin abrigos de piel, y Pushchin también, de
acuerdo con la costumbre militar, no llevaba abrigo y simplemente vestía frac. En un
momento los soldados comenzaron a llenar la plaza, pero no era posible entender de qué
lado estaban. Por ejemplo, Aleksej Orlov desplegó su regimiento en defensa del emperador
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y por ello se aseguró el eterno agradecimiento de Nicolás I. Pero las tropas también
avanzaron hacia "los insurgentes". Sin comandante, sin orientarse en la confusión, los
insurgentes abrieron fuego. Tuvimos que detenerlos. Pero los oficiales habían perdido la
cabeza y no podían hacerse oír. Y así fue un hombre con frac, el imperturbable Pushchin,
quien dio las órdenes. En la plaza del Senado la calma nunca perdió. La revuelta fue
aplastada en sangre. Con la misma imperturbabilidad, Pushchin abandonó la plaza, rojo de
sangre (se había utilizado artillería contra los insurgentes) y fue arrestado al día siguiente.
Lo encerraron en la Fortaleza de Pedro y Pablo, en el revellín Alexei, en la celda no.
7, donde el zarevich Alexey había estado encarcelado. A partir de aquí comenzó una nueva
etapa de su existencia, quizás la más dura. No en vano, los decembristas que luego
escribirían innumerables memorias, no mencionaron (o casi) este período. Estaban
dispuestos a hacer trabajos forzados, incluso estaban dispuestos a ser condenados a
muerte, lo que imaginaron como una escena muy romántica, en la que uno va orgulloso a
la horca entre dos alas de la multitud. Los desconcertantes interrogatorios, las semanas de
espera a oscuras en la celda, sin noticias sobre el avance de la investigación, eran otra cosa.
“Y luego te llevan a una sala de audiencias, donde están sentados jueces o generales, o Dios
sabe quién: formalmente en Rusia todavía no hubo juicio. Kjuchel'beker fue así llevado ante
los investigadores y casi se volvió loco. Kjuchel'beker fue un poeta -sensible, pero no
especialmente estoico- y, en presencia de Pushchin, hará declaraciones en su contra que
podrían llevarlo a la horca. Pushchin recordó que habían sido amigos y no se enfadó,
limitándose a repetir su propia versión y refutando la de Kjuchel'beker. Entonces este
último se arrepintió y estalló en sollozos, estaba casi loco.
Pushchin fue uno de los pocos que mantuvo la compostura durante la investigación. La
sentencia fue terrible, fue condenado a muerte con ejecución inmediata. Pero las penas
fueron calculadas para que el emperador pudiera demostrar su magnanimidad. Y así fue
que se le impuso la pena de muerte en trabajos forzados de por vida. Pushchin pasó diez
años en katorga, seguidos por el exilio, que toleró con orgullo ejemplar. Una vez más, se
encontró tratando con otros, como Marem'jana. Entre las memorias escritas por los
decembristas, las suyas quizás ocupen el segundo lugar por valor literario, pero ciertamente
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el "primero por nobleza de alma". Salvaguardando su inteligencia y autocontrol, Pushchin
logró mantenerse saludable: sobrevivió al exilio y tuvo tiempo de regresar y escribir sus
memorias. Entre los amigos decembristas de Pushkin, él es una figura por derecho propio.
La figura de un hombre extraordinariamente noble que supo hacer frente a un destino que
habría doblegado a muchos. Y, por si fuera poco, el "primer amigo" de Pushkin, el más fiel
y devoto. Gracias por la atención.
NOTAS
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