Rutter. Promocion de La Resiliencia Ante La Adversidad
Rutter. Promocion de La Resiliencia Ante La Adversidad
Rutter. Promocion de La Resiliencia Ante La Adversidad
por
Michael Rutter
1
Traducción libre de Nataly Martínez, para su uso como material docente del área de
Psicología Clínica Infanto Juvenil de la Universidad de Chile.
Texto original: Michael Rutter. Chapter 2: “The Promotion of Resilience in the Face of
Adversity”, pages 26-52. In: “Families Count: Effects on Child and Adolescent
Development”. Edited by Alison Clarke-Stewart & Judy Dunn. The Jacobs Foundation
Series on Adolescence. Cambridge University press. USA. Published March 2006.
La resiliencia es un concepto que hace referencia a la presunción de que algunos
individuos tienen un relativamente buen desempeño psicológico a pesar de sufrir
experiencias que se espera provoquen graves secuelas. En otras palabras, implica
una cierta resistencia a los riesgos ambientales, a la superación del estrés o a la
adversidad. No es sin embargo una competencia social o un estado mental positivo.
En esencia, se trata de un concepto interactivo que combina experiencias de riesgo
graves y dan como resultado un estado psicológico positivo a pesar de esas
experiencias (Cicchetti, Rogosch, Lynch, & Holt, 1993; Luthar, 2003; Masten, Best,
Garmezy, 1990; Masten, 2001; Rutter, 1985; Rutter, 1987; Rutter, 1990; Rutter, 1999;
Rutter, 2000a; Rutter, 2003; Werner & Smith, 1982 & 1992).
Amplias investigaciones se han llevado a cabo respecto a los factores de riesgo y los
factores protectores ya que éstos funcionan en relación con el desarrollo de la
psicopatología (ver Sameroff, en este volumen). Los resultados muestran que, aunque
los efectos de riesgo provenientes de experiencias individuales son muy pequeños, su
efecto acumulativo puede ser decisivo. En gran medida los resultados adversos a
obtener son predecibles sobre la base del número total de los factores de riesgo
(Fergusson, Horwood & Lynskey, 1994; Rutter, 1978; Williams, Anderson, McFie &
Silva, 1990). En consecuencia, es necesario preguntarse si el concepto de resiliencia
es sólo una forma elegante de reinventar los antiguos y bien establecidos conceptos
de riesgo y protección; Es evidente que no lo es. Riesgo y protección son nociones
que ponen especial atención a las variables y se trasladan a los resultados con el
supuesto implícito de que el impacto de los factores de riesgo y de protección será
más o menos similar en todas las personas. La implicación es que los resultados, por
lo tanto, son totalmente dependientes del equilibrio entre las influencias de riesgo y
protección.
Estas diferencias cruciales llevan al menos a cuatro conclusiones de otra índole que
afectan tanto a ambas conceptualizaciones como a las estrategias de investigación
posibles. En primer lugar, centrarse en las diferencias individuales en respuesta a las
experiencias de riesgo significa que una característica que es de protección frente al
riesgo puede no funcionar como tal en circunstancias de no riesgo. El más obvio
ejemplo psicológico lo da la adopción. Los niños que han sufrido trato abusivo o que
provienen de familias negligentes claramente reciben protección mediante la
prestación de una forma mucho más positiva de cría o de medio ambiente (Duyme et
al., in press). Sin embargo, es improbable mejorar los resultados de niños de familias
que funcionen bien. De hecho, los desafíos psicológicos que son inherentes a la
adopción pueden conllevar ligeros riesgos (Cohen, 2002). La medicina interna
proporciona otros ejemplos aún más sorprendentes: la enfermedad de células
falciformes es un gran asesino, pero los transportistas de las células falciformes, los
rasgos genéticos, pueden proveer una protección sustancial contra la malaria (Rotter &
Diamond, 1987). Estos dos ejemplos subrayan que la cuestión fundamental es la
comprensión de los mecanismos causales, puesto que esta comprensión podría
proveer la explicación de cómo una misma variable puede otorgar riesgo y ofrecer
protección según las mismas circunstancias.
En cuarto lugar, como ilustra este ejemplo, la investigación sobre resiliencia a menudo
ganará mucho de la combinación entre la investigación cuantitativa y cualitativa, como
es el caso del seguimiento de Laub y Sampson (2003). La combinación de ambos
enfoques, en forma planificada y bien realizada puede iluminar sobre por qué y cómo
se produce la resistencia. Por ejemplo, se podría suponer que el beneficio del
matrimonio deriva de la posesión de una relación de apego seguro. Es probable que
esto sea parte del mecanismo, pero los datos de entrevista sugieren que los beneficios
se deben a menudo también, o demasiadas veces, a la ampliación de la red de
familiares y de amistades que trae consigo el matrimonio cuando hasta ese momento
se carecía de modelos positivos; Los cónyuges ejercen con frecuencia mecanismos
de control informales además del apoyo; Las obligaciones maritales con frecuencia
provocan un corte entre la persona y su grupo de pares delincuentes; y finalmente el
matrimonio genera expectativas de apoyo financiero (de forma que el empleo estable
se esgrime también como control social). Enfocarse en el significado que adquieren las
experiencias obliga a un reconocer que la supuesta 'estrechez' del matrimonio
armonioso como variable en realidad implica un conjunto psicológico mucho más
amplio de influencias sociales.
Es evidente que los conceptos y las conclusiones obtenidas de la investigación sobre
resiliencia no restan valor a los conceptos de factores de riesgo y de protección. Por el
contrario, la resiliencia se basa en lo que se ha aprendido del estudio de los factores
de riesgo y protección; los dos enfoques son complementarios y se apoyan
mutuamente. Se debe tener una comprensión del por qué y el cómo algunas
experiencias son habituales, de riesgo o de protección para la mayoría de la gente, y
de por qué y cómo hay existen variaciones individuales en las personas en relaciòn a
sus respuestas frente a estas experiencias.
Cabe señalar que la magnitud de las diferencias individuales sería mucho menor si la
privación psicológica de estrés fuera excepcionalmente grave y prolongada, pero la
evidencia indica que este no es el caso, como lo demuestran los descubrimientos
cognitivos y sociales de niños que pasaron sus primeros años en instituciones
rumanas muy privativas y que luego fueron adoptados por familias británicas con un
buen funcionamiento general. (Rutter, en prensa c; Rutter, Kreppner, O'Connor, y el
Inglés y rumano adoptados (ERA) Study Team, 2001 a; Rutter, O'Connor, y The
English and Rumanian Adoptees, Equipo de investigación, 2003). La media del
cociente de desarrollo en el momento en que los niños dejaron las instituciones indicó
retraso, pero dos años más tarde era casi similar a lo esperado para las normas del
Reino Unido. Incluso entre los niños que habían pasado al menos dos años en
pésimas condiciones institucionales la recuperación del IQ fue notable, pero no hubo
gran variación individual. Así, entre los que habían pasado más tiempo en la
institución, el coeficiente intelectual a la edad de 11 años varió de un grave retraso a
un nivel muy superior, con la mayoría de los casos funcionamiento en la gama media.
Esta misma marcada heterogeneidad se aplica como resultado social al ser medida
de diferentes maneras en una serie.
Efectos de Fortalecimiento
¿Qué produce estos efectos de fortalecimiento? Por ahora no tenemos una respuesta
totalmente satisfactoria a esa pregunta, pero parece probable que la característica
fundamental a la base sea hacer frente con éxito el desafío, el estrés o el peligro. La
probabilidad es que esto dé a lugar una serie de consecuencias diferentes, todas las
cuales desempeñan un papel en el fenómeno del fortalecimiento. Por lo tanto, existe
adaptación fisiológica, habituación psicológica, el logro de un sentido de auto-eficacia,
la adquisición de estrategias de afrontamiento eficaces y también una redefinición
cognitiva de la experiencia. La importancia relativa de cada uno de estos factores
sigue siendo desconocida, pero puede preverse que cada uno desempeña un papel,
con probablemente distintos valores en función de los diferentes tipos de peligros del
medio ambiente y los diferentes tipos de resultados a obtener.
Existen varios tipos de experimentos naturales que pueden ser utilizados para la
prueba de la mediación de cuestiones ambientales. (Rutter, en prensa a; Rutter et al.,
2001b). Por ejemplo, estos efectos se incluyen en los casos de pares de gemelos
monocigóticos (en los que una diferencia en las experiencias de riesgo entre los
gemelos se evalúa en pares que tienen los mismos genes); los efectos de la familia
adoptiva en los resultados de las características psicológicas de los niños (los efectos
que surgen en familias en la que no hay relación genética entre padres y niños), y los
efectos de un cambio radical en el medio ambiente (a fin de que las alteraciones en el
tiempo del funcionamiento de los individuos puede ser evaluado en relación con el
cambio en dicho ambiente). Las conclusiones de estos estudios demuestran
claramente los efectos de las experiencias de riesgo mediadas por el medio ambiente
que involucran influencia de la familia ya sea de diversas maneras incluyendo
negatividad de los padres, abuso, descuido y cantidad de conversación y juego
(Rutter, en prensa b). Por otra parte, los riesgos mediados por el medio ambiente
incluyen variaciones tanto en el rango normal como en ambientes extremos, (aunque,
por razones obvias, los efectos en los últimos casos son mayores).
Los efectos de las personas sobre el medio ambiente pueden ser separados de los
efectos medioambientales sobre la persona mediante el uso de datos longitudinales
(véase, por ejemplo, Caspi, 2004, Caspi, et al., 2004; Thorpe et al., 2003). En esencia,
los efectos de las características del individuo particular en el momento 1 en entornos
específicos en el momento 2 son contrastados con los efectos de los ambientes en el
tiempo 1 y a las características individuales en el momento 2. Los resultados son
consistentes en demostrar tanto efectos persona como efectos medioambientales y,
en consecuencia, ambos deberián ser examinados en cualquier estudio sobre la
Resiliencia.
Selección Social
Rango de Resultados
Más menos el mismo punto se plantea respecto a la necesidad de evaluar una amplia
gama de resultados psicológicos. Muy pocas son las experiencias de riesgo
específicas a un diagnóstico y, por lo tanto, es necesario que las medidas de los
resultados abarquen una amplia gama de posibilidades que incluya trastornos
emocionales, trastornos de conducta y problemas de alcohol y drogas.
Tenemos que pasar a considerar las influencias que pueden relacionarse con las
variaciones en la vulnerabilidad de los jóvenes frente a las adversidades
psicosociales. Al menos cuatro características diferentes deben ser consideradas: las
susceptibilidades genéticas, las consecuencias de las experiencias anteriores, el
contexto social, así como el tratamiento y enfrentamiento de experiencias.
En ambos estudios, la responsabilidad genética tuvo que ser inferida porque los
resultados en genética molecular presentan mayor riesgo al ser evaluados
directamente. Caspi et al (Caspi et al., 2002) mostró que los efectos del maltrato en la
infancia como un factor predisponente para el comportamiento antisocial es
fuertemente influenciado por el hecho de si el niño presenta o no un gen que influye en
la actividad de MAOA. Del mismo modo, encontraron que otro gen que influye en el
funcionamiento de la serotonina tiene un efecto importante sobre la predisposición o
no de las personas para desarrollar depresión, ya sea después de un caso de maltrato
infantil o posterior a acontecimientos muy negativos de la vida (Caspi et al. 2003). Una
vez más, la implicación de estos hallazgos es que los genes no funcionan como un
factor de riesgo directo en la producción de un resultado psicológico negativo sino
como una característica que modera la influencia de las experiencias de estrés y la
susceptibilidad a la base. No se presenta efecto del gen en ausencia de adversidades
medioambientales, pero sí se presentó una gran influencia genética en respuesta a los
riesgos ambientales.
Experiencias tempranas
Contexto social
Es probablemente más importante que una persona tenga una gama de estrategias de
afrontamiento en su repertorio en lugar de que habitualmente y siempre
reflexivamente, elija una que se supone que es "buena". Por el contrario, es necesario
pensar en hacer frente a las situaciones en términos de sus consecuencias. Por
ejemplo, es probable que sea mejor adoptar un enfoque de resolución de problemas
(es decir, ya sea en términos de una verdadera situación de vida que necesita cambiar
o un medio de hacer frente a un problema emocional), en lugar de tener que recurrir a
las drogas o el alcohol que pueden suprimir los síntomas negativos en el corto plazo,
pero crear un nuevo conjunto de problemas a través del sometimiento a sustancias
químicas que generan dependencia física adversa o efectos psicológicos negativos.
En resumen, las diferencias individuales en las respuestas inmediatas pueden ser
conceptualizadas en términos de: la definición de la experiencia (como un reto, una
oportunidad o amenaza), la respuesta al desafío (en términos de planificación y de
adaptación frente a la resignación o aceptación); y de adaptación versus
desadaptación (como, por ejemplo, la resolución de problemas frente a recurrir a las
drogas).
Las pruebas de estas características son más limitadas de lo que a uno le gustaría
pero ¿Qué pruebas existen para apoyar la idea de que las características de este tipo
son realmente influyentes? Así, en un estudio longitudinal realizado con jóvenes que
habían sido criados en hogares (es decir, en una institución residencial) durante la
mayor parte de su infancia y adolescencia (Quinton y Rutter (Rutter y Quinton, 1988)
encontraron en que desarrollaban una sensación general de que estaban a merced del
destino. En el grupo de hogares, como parte de un entorno de protección, habían
tenido muy poca oportunidad de ejercer la autonomía o la responsabilidad y todas las
decisiones importantes fueron tomadas por la institución. La indeseable e inesperada
consecuencia de ello, sin embargo, fue que los jóvenes no habían desarrollado un
sentido de auto-eficacia o de determinación que, de alguna manera u otra, les
permitiese pensar que encontrarían una manera de superar las dificultades. Por otra
parte, algunos de ellos habían desarrollado lo que se denominó una tendencia de
“planificación”. Esto se midió en relación a la planificación para el matrimonio y la
planificación para el trabajo. En cada caso, la clasificación no se hizo en términos de la
calidad en la toma de decisiones, sino simplemente en términos de si los jóvenes
desarrollaban activamente una determinada selección o no. Los resultados mostraron
que aquellas jóvenes que evidenciaron esta tendencia a la planificación resultaron
mucho menos propensos a quedar embarazadas a la edad de 18 años o más jóvenes
y mucho menos propensas a compartir con “malas juntas” (es decir, alguien que
exhibe comportamientos antisociales o presenta uso indebido de drogas). Los
resultados también mostraron que el desarrollo de una tendencia de planificación
hasta cierto punto se volvía predecible. Muy pocos jóvenes adquirieron algún tipo de
logro académico, pero sí difieren en cuanto a su éxito en la escuela, medido de otra
manera - en términos de lograr posiciones de responsabilidad social dentro de la
escuela, adquirir conocimientos de música o de deporte o alguna otra actividad. La
conclusión es que, posiblemente, la experiencia de éxito y la capacidad de ejercer
control, en algún escenario, les ha permitido desarrollar una actitud más positiva en su
auto-concepto y en sus habilidades cognitivas para establecer la forma en que se
referían a las experiencias de la vida. Las conclusiones del estudio longitudinal de
Clausen fueron similares (Clausen, 1991; Clausen, 1993).
El hallazgo de este y otros estudios son muy alentadores en términos de los cambios
positivos que pueden ocurrir y que de hecho ocurren, luego de las experiencias más
privativas, horrorosas o abusivas, provisto posteriormente un ambiente de alta calidad.
Esto es muy alentador y reasegurador respecto al potencial de resiliencia incluso en
las experiencias más extremas. A pesar de ello, sería bastante equivocado suponer
que el desarrollo psicológico normal usualmente se completa.
Otro diferente tipo de proceso es evidente en los efectos tanto en el estrés agudo
como crónico en el sistema neuroendocrino. En cuanto al estrés crónico concierne, no
es fundamental que las experiencias adversas lleven a una sobreregulación en las
hormonas que reflejan la activación emocional. Mejor dicho pareciera que las
experiencias alteran la variación normal diurna de los niveles hormonales (Carlson &
Earls, 1997). No se sabe que consecuencias funcionales se producen de esta
desregulación pero la conclusión es que la secuale puede derivar en una laguna de
modulación normal de la actividad endocrina más que a un aumento o disminución de
os niveles hormonales.
Los estudios en animales han demostrado también que el estrés severo puede dañar
las estructuras neuronales, posiblemente en particular las del hipocampo (McEwen,
1999). Cada vez hay más pruebas de que la misma probabilidad se aplique con
respecto a los seres humanos. Una vez más, las consecuencias funcionales de estos
cambios neuronales siguen siendo en gran medida desconocidas. Sin duda no se
debe suponer que los efectos neuronales son irreversibles pero, igualmente, no sería
prudente asumir que no tienen consecuencias funcionales.
Los principales factores de fondo relativos a la resiliencia son cinco. En primer lugar,
está la multiplicidad, o de otro modo, de experiencias de riesgo y de protección, en
segundo lugar, existen diferencias individuales en la sensibilidad al riesgo (por
influencia genética como del medio ambiente); en tercer lugar, existen mecanismos de
mediación que difieren según el tipo de riesgo ; En cuarto lugar, hay mecanismos de
mediación, también, que difieren según el resultado psicológico; en quinto lugar, es
evidente que la protección puede residir en las circunstancias previas, durante o
después de la experiencia de riesgo.
Consecuencias de Investigación
Los estudios neuroendocrinos representan otro tercio potencialmente útil del enfoque
biológico (Gunnar & Donzella, 2002). El objetivo es determinar las diferencias
individuales en la respuesta neuroendocrina a fin de relacionarlos con éxito al ser
evaluadas con el comportamiento, y utilizar los resultados de las pruebas junto a las
hipótesis sobre los mecanismos de mediación. Es pertinente que el éxito de la
adaptación se acompañe de alteraciones en el patrón neuroendocrino, como lo ilustra
el ejemplo de saltar en paracaídas (Ursin et al., 1978).
Por último, los modelos animales son potencialmente muy informativos sobre los
posibles mecanismos que subyacen a las diferencias individuales en las respuestas al
riesgo. Por ejemplo, en los estudios sobre el mono Rhesus de Suomi y sus colegas
(2003) quedó demostrada la importancia de la interacción gen-medio ambiente. Por
razones obvias, no pueden poner a prueba las hipótesis sobre los mecanismos de
mediación que implican el idioma o los procesos de pensamiento superior, pero si
producen resultados a bajo nivel sobre los mediadores esto inevitablemente suscita
dudas sobre la necesidad de utilizar mecanismos en el ser humano que no pueden
aplicarse a organismos sin las habilidades cognitivas superiores que poseen los seres
humanos
La evidencia de que incluso las más graves tensiones y adversidades no tienen los
mismos efectos en todo el mundo ofrece un mensaje de esperanza. Algunas personas
sucumben, pero otros sobreviven e incluso pueden llegar al fortalecimiento a través de
las experiencias negativas como consecuencia de haberlas afrontado con éxito. La
prevención debe estar dirigida no sólo a la reducción del riesgo, a la mejora de la salud
y la promoción de experiencias, sino también a los procesos que llevan al
funcionamiento positivo a pesar de la experiencia de grave adversidad - el fenómeno
de la Resiliencia. El segundo mensaje de esperanza es que el plazo para la
Resiliencia es largo; existen experiencias, incluso en la vida adulta que proporcionan
un descanso de las desventajas anteriores y que abren nuevas oportunidades que
pueden ofrecer un beneficioso punto de inflexión que se puedan contrarrestar las
adversidades anteriores.
En lo que respecta a los elementos que parecen estar implicados en los efectos
beneficiosos de un punto de inflexión, la característica más llamativa es que éstos se
basan en mucho más que sólo en la relación diádica (la familia ampliada del cónyuge
no desviado, un grupo de pares, y un ambiente de trabajo todos pareces pertinentes),
y el apoyo que el matrimonio da también trae nuevos modelos, la supervisión y el
control, y un cambio de estructura de la vida y su conjunto de actividades. En
resumen, se da un cambio radical en el conjunto de circunstancias sociales del sujeto.
Una vez más, el reto consiste en proporcionar experiencias de la vida real que
incluyan estos elementos y estas posibilidades.
Una cuarta ampliación se deriva del reconocimiento de que las influencias sociales
pueden ser fundamentales para garantizar que todos tengan la oportunidad de ejercer
la responsabilidad y la sentencia, y para lograr el éxito de algunas áreas que traigan
recompensas y reconocimiento. Por lo tanto, esto no solo tiene consecuencias para la
forma en que funcionan las escuelas (Rutter et al, 1979) sino que también para las
instituciones de similares características como las organizaciones juveniles y para el
entorno de trabajo.
El último punto es que las conclusiones sobre la Resiliencia indican claramente que es
un error considerar la prevención como algo necesariamente restringido a la reducción
de experiencias adversas o un aumento de las positivas. El carácter multifacético de la
resiliencia pone de manifiesto muchas oportunidades para que las intervenciones
preventivas puedan hacer una diferencia. Estas incluyen medidas tomadas antes,
durante y después de las experiencias adversas. Es evidente que tenemos que pensar
en forma creativa sobre cómo estos pasos pueden ser utilizados para la construcción
de la mejora de las políticas preventivas.
Por supuesto, como siempre, habrá que probar si nuestras ideas logran a través de las
intervenciones realmente los beneficios que esperamos. Al evaluar los efectos, será
fundamental para ir más allá de la cuestión de si los trabajos de intervención funcionan
o no con el fin de determinar los mecanismos de mediación para la eficacia (Weersing
y Weisz, 2002). Sólo de esta manera podemos aprender de la experiencia lo que se
necesita para elaborar mejores métodos de intervención en el futuro. En este sentido,
en algún momento adecuado, los ensayos controlados aleatorios podrían tener un
valioso papel que desempeñar. A veces se argumenta que estos sólo se aplican a las
intervenciones médicas y no a las sociales, pero esto es un error. La historia de las
ciencias sociales indica que éstas siempre han liderado en este campo (Petticrew &
MacIntyre, 2000; Oakley & Roberts, 1998) aunque la lección muchas veces tiende a
olvidarse.
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