Los Profetas Del 8vo. Siglo y Su Contexto Histórico
Los Profetas Del 8vo. Siglo y Su Contexto Histórico
Los Profetas Del 8vo. Siglo y Su Contexto Histórico
1. Las fuentes
1.1 Fuentes bíblicas
2Re 14-20 y los capítulos correspondientes (más no así idénticos) de 2Cro
25-32, juntos con referencias esparcidas en los cuatro libros proféticos en
cuestión.
2. Cuadro histórico
2.1 Escenario internacional
La importancia de la situación internacional en el octavo siglo (y también
en los períodos sucesivos) viene del hecho que Israel y Judá, dos pequeños
reinos, estaban siempre condicionados a las políticas de las grandes potencias
entorno a ellos.
Habíamos visto que en la segunda mitad del noveno siglo, las grandes
potencias (Egipto y Asiria) no estaban en grado de intervenir en los negocios de
Levante, dejando a los Arameos de Damasco el rol de potencia regional en dicha
área. El ataque del rey asirio Adad-nirari III contra Damasco en el 802 constituía
una excepción. El debilitamiento de los Arameos daba a Israel del norte y en
modo menor y subordinado también al reino de Judá, la posibilidad de expansión
territorial y de mayor prosperidad económica (testimoniada por el libro de
Amós).
La situación cambia alrededor del 745, cuando Tiglat-Pileser III comenzó
a reinar en Asiria. Proseguía una política de expansión hacia el Mediterráneo,
queriendo desembocar en el mar y el control del comercio marítimo de Levante.
El nuevo imperialismo asirio tenía duros efectos para Israel del norte y (en
menor medida) para Judá. Tal crisis desencadeno la destrucción política del renio
del norte y graves daños en Judá, que sobrevivió como entidad política.
3. Actividad profética
Cuatro de los profetas «clásicos» desarrollaron su actividad en aquellos
años dramáticos. Existían también otros profetas en aquel tiempo (cf los
comentarios críticos dirigidos a algunos de ellos en textos como Is 3,2; 28,7; Miq
3,5-7). Solo que ahora veamos muy brevemente las grandes líneas de actividad
personal de los cuatro profetas antes mencionados en su contexto histórico.
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3.1.1 Personalidad
El lugar de nacimiento de Amós es Tecua, en el reino de Judá, al
borde del desierto, a unos 17 km al sur de Jerusalén, según aparece el dato en
1,1. Tecua era una ciudad pequeña pero importante, en el AT se menciona varias
veces: 2Sam 14; 1Cro 2,24; 4,5; 11,28; 27,9; 2Cro 11,6; 20,20; 2Sam 23,26; Neh
3,5.27; Jer 6,1, y según los datos que tenemos se desataca por ser un lugar de
sabios e inteligentes.
En cuanto a la profesión de Amós, el texto bíblico nos lo presenta como
pastor (dqeAn) y él mismo se llama «vaquero» (rqeAb) y cultivador de sicómoros
(7,14). Por la profecía que nos ha llegado de Amós descubrimos a un hombre
culto: sabe cómo se jura en los templos, conoce la historia sagrada (conoce por
ejemplo la teología de la elección y las tradiciones israelitas), tiene también
conocimientos de historia y geografía profanas. Esto lleva a pensar que Amós no
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era un simple pastor, con la fama de ladrón, de borracho y pendenciero, como los
demás pastores de su tiempo, sino que por ser una persona culta, el ganado que
poseía no era sólo para cuidarlo, sino que él mismo era el dueño del ganado, era
ganadero. Por eso Amós rechaza ganarse la vida como profeta (7,14), porque él
tiene la posibilidad de hacerlo de otro modo: con su salario y con sus
propiedades.
Como cultivador de sicómoros, debía viajar demasiado, porque en su tierra
no se podían cultivar. Los sicómoros son propios de la región del Mar Muerto y
de la Sefelá.
3.1.2 Su libro
Podemos agrupar los diversos elementos que componen el libro de
Amós del siguiente modo: oráculos contra las naciones (c.1-2); oráculos contra
Israel (c. 3-6; 8,4-14; 9,7-10); fragmentos de un himno (4,13; 5,8; 9,5-6); cinco
visiones (7,1-9; 8,1-3; 9,1-4); oráculos finales de salvación (9,11-15).
Este material tan heterogéneo fue organizado por los redactores
ateniéndose a dos criterios: contenido y palabras de enlace, como se observa en
el siguiente esquema:
1,3: Así dice el Señor a Damasco
6: “ “ “ “ a Gaza
9: “ “ “ “ a Tiro
11: “ “ “ “ a Edom
13: “ “ “ “ a Amón
2,1: “ “ “ “ a Moab
4: “ “ “ “ a Judá
6: “ “ “ “ a Israel
4. PROFETAS DEL 8VO SIGLO Y SU CONTEXTO HISTÓRICO 35
5,7: Ay
5,18: Ay
6,1: Ay
9,1: Vi al Señor
(téngase en cuenta que las visiones proclaman la destrucción del pueblo pero sin
justificarla).
Prescindiendo del título (1,1) y del lema (1,2), el contenido del libro es el
siguiente:
A) Oráculos contra los países extranjeros (1,3-2,16), que culmina en un
oráculo contra Israel (2,6-16), el más desarrollado de la denuncia de los pecados
y en el anuncio del castigo. Sección importantísima por presentar a Dios como
defensor de la justicia en todas las naciones.
B) Oráculos contra Israel (3,1-6,14). Denuncian las injusticias, el falso
culto, la negativa a convertirse, el lujo y el orgullo de la clase alta de Samaría.
Dios va a tomar cuentas de todo esto (3,2), va a encararse con su pueblo (4,12), a
pasar entre él (5,17), sembrando la oscuridad y la muerte. Este bloque puede
dividirse en tres secciones: c. 3-4; 5,1-17 (de estructura concéntrica muy
interesante) y 5,18-6,14 (sección de los “ayes”).
C) Las visiones (7,1-9,10). Sección compleja, famosa sobre todo por las
cinco visiones y por el relato del conflicto con Amasías.
D) Oráculos de salvación (9,11-15). El primero se centra en la
restauración de la dinastía davídica y conquista de Edom; el segundo describe
una época de bienestar.
El problema de la autenticidad es muy discutido, aunque en general se
admite que la mayor parte del libro procede de Amós. Rudolph mantiene a este
respecto una postura muy moderada y atribuye a Amós casi todo el libro, a
excepción de pocos versos.
En cuanto al origen del libro, es posible que gran parte fuese escrito por el
mismo Amós. Quizá lo primero en ser redactado fueran los oráculos de los c. 3-
6, las cinco visiones y los oráculos contra las naciones. Más tarde, un discípulo
añadió el episodio del conflicto con Amasías (7,10-17) y quizá dio al libro su
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estructura actual, que sólo sufrió leves retoques al ser redactado definitivamente
en Judá.
3.1.3 Su mensaje
Para comprender el mensaje de Amós debemos comenzar por las
visiones, aunque se encuentren al final del libro. Es verdad que no equivalen
exactamente a la experiencia de la vocación y que se dieron en diversos
momentos; pero reflejan la experiencia profunda que Dios hizo vivir al profeta y
la actividad que éste adoptó en su predicación. Hay un progreso creciente: en las
dos primeras (7,1-6) Dios manifiesta su voluntad de castigar al pueblo con una
plaga de langostas y una sequía. El profeta intercede y el Señor se compadece y
perdona. Amós centra su atención en el castigo, no piensa si es justo o injusto, y
viendo al pueblo tan pequeño, pide perdón para él.
Sin embargo en las visiones tercera y cuarta Dios le obliga a fijarse en la
situación del pueblo. La tercera (7,7-9) compara a Israel con un muro, y Dios
echa la plomada para ver si está recto o abombado. Aunque el texto no lo dice,
Amós comprende que el muro no puede mantenerse en pie, que el
derrumbamiento es inevitable. El mal no está fuera (langosta, sequía), sino
dentro. Por eso no tiene sentido la intercesión del profeta, y Amós calla.
Lo mismo ocurre en la cuarta visión (8,1-2): el pueblo se asemeja a un
cesto de higos maduros. La vida de la fruta termina al llegar a su madurez; a
partir de ese momento está a merced del primero que pasa. Lo mismo le ocurrirá
al Reino Norte: ha llegado a su madurez, sólo falta que una potencia extranjera
venga a devorarlo.
La quinta visión desarrolla esta misma idea con una imagen distinta, la del
terremoto (9,1ss), que da paso a una catástrofe militar y a una persecución del
mismo Dios. Así comprendemos mejor la progresión creciente de las visiones:
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bienestar. Amós tira por tierra toda esta concepción religiosa. Israel no es mejor
que los otros reinos (6,2). La salida de Egipto no es un privilegio especial,
porque Dios también puso en movimiento a los filisteos desde Caftor y a los
sirios desde Quir (9,7). Y si hubo un beneficio especial no es motivo para
sentirse seguro, sino para mayor responsabilidad ante Dios. Los privilegios
pasados, que el pueblo no ha querido aprovechar, se convierten en acusación y
causa de castigo (3,2). Así se explica que cuando llegue el «día del Señor» sea
un día terrible, tenebroso y oscuro (5,18-20; 8,9-10). Y con esto volvemos al
tema inicial del castigo que Amós debía anunciar y justificar.
Pero todavía queda una pregunta por hacer: ¿existe para Amós la
posibilidad de escapar de esta catástrofe? Parece indudable que sí. En el centro
mismo del libro (5,4-6), en medio de este ambiente de desolación y de muerte,
encontramos un ofrecimiento de vida: «Buscadme y viviréis». Estos versos
indican negativamente en qué no consiste buscar a Dios: en visitar los santuarios
más famosos. Poco después (5,14-15) advertimos que tal supervivencia está
ligada a la búsqueda del bien, a instalar en el tribunal la justicia. Luchar por una
sociedad más justa es la única manera de escapar del castigo. Sin embargo,
tenemos la impresión de que el pueblo no escuchó este consejo, y entonces el
castigo se volvió inevitable. Pero la última palabra de Dios no es la condena. Al
menos así pensaba el redactor final del libro, que cerró el conjunto con dos
oráculos de salvación (9,11-12.13-15).
continuo su actividad por cerca de 25 años, casi al final del reino en el 722.
Mientras Amós hablaba sobre todo de abusos sociales, el mensaje de Oseas era
más orientado a tema del culto (contra el sincretismo y politeísmo popular) y de
pólítica. Toma posición respecto a la guerra Siro-Efraimita (probable referencia
de las guerras en Os 5,8ss) y respecto al caos de los últimos decenios del reino
del norte (frecuentes golpes de estado). Varios temas de la teología de Oseás (p.
ejem., la metáfora esponsal por fidelidad e infidelidad cúltica y religiosa) tendrán
una fuerte influencia sobre el deuteronomio y los teológos deutenomistas de los
siglos sucesivos.
3.2.1 La persona
De Oseas no sabemos el año en que nació ni el de su muerte.
Tampoco conocemos el lugar de nacimiento y su profesión. El libro sólo nos
informa sobre el nombre del profeta, el de su padre (Beerí) y el de su esposa
(Gómer). De este matrimonio nacieron tres hijos: dos niños y una niña, a los que
puso nombres simbólicos: “Dios siembra” (Yizreel [la[,r>z>yI]), “No-
compadecida” (hm'x'ru al), “No-mi-pueblo” (yMi[; al{).1
Acerca del matrimonio de Oseas hay principalmente cuatro posturas de
interpretación. Algunos autores piensan que los tres primeros capítulos son pura
ficción literaria, sin base alguna en la realidad. Otras creen que Oseas recibió
realmente el encargo de casarse con una prostituta y tener hijos de ella. Otros
piensan que Gómer no era una prostituta, sino una muchacha normal, que más
tarde fue infiel a Oseas y lo abandonó para irse con otro hombre. Por último, hay
quienes dicen que Gómer ni era prostituta ni era infiel a Oseas; todo se debió a
una mala interpretación de los discípulos del profeta.
1
Puede consultarse con mucho provecho acerca del simbolismo de los nombres H. SIMIAN-YOFRE, “La
experiencia del profeta. Oseas, Gomer y sus hijos: 1,2-9”, en: El Desierto de los dioses. Teología e Historia en el
libro de Oseas, Madrid 1995, pp. 27-36.
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3.3.2 Su mensaje
El mensaje de Oseas coincide en parte con el de Amós. Por ejemplo,
en la denuncia de las injusticias y de la corrupción reinante (4,1-2) y en la crítica
al culto, por lo que tiene de superficial y falso (6,4-6; 5,6; 8,11.13). Pero hay una
serie de aspectos nuevos.
Ante todo condena con enorme fuerza la idolatría, que se manifiesta en
dos vertientes: cultual y política. La idolatría cultual consiste en la adoración de
Baal, con sus ritos de fertilidad (4,12b-13; 7,14b; 9,1), y en la adoración del
becerro de oro, instalado por Jeroboam I el año 931, cuando el Reino Norte se
separó de Judá. El becerro era un símbolo de la presencia de Dios, y en los
primeros tiempos no planteó problemas (Elías y Eliseo nunca criticaron su
culto); pero más tarde fue causa de grandes equívocos, ya que el pueblo
identificaba a Yhwh con el toro, cayendo en un tipo de religión naturista (cf
8,5a.6). El culto a Baal supone la trasgresión del primer mandamiento, ya que
Dios no tolera rivales; supone al mismo tiempo la confesión implícita de que
Yhwh no es Señor de la naturaleza, no puede ayudar a salvar en todos los
ámbitos de la vida. El culto al becerro de oro supone una trasgresión del segundo
mandamiento, que prohíbe fabricar imágenes de la divinidad; al construirlas, el
hombre intenta dominar a Dios, manipularlo, convirtiendo a Yhwh en un ídolo.
Pero la idolatría tiene para Oseas otra vertiente: la política. En una época
de grandes convulsiones, cuando está en juego la subsistencia del país, los
israelitas corren el peligro de buscar la salvación fuera de Dios, en las alianzas
con Egipto y Asiria, grandes potencias militares del momento, que pueden
proporcionar caballos, carros y soldados. Entonces, Asiria y Egipto dejan de ser
realidades terrenas; a los ojos de Israel aparecen como nuevos dioses capaces de
salvar. El pueblo se va tras ellos olvidando a Yhwh. Con ello peca de nuevo
contra el primer mandamiento.
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gracia: «Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan» (v. 5). Y lo que
Baal no pudo concederles, la fecundidad de la tierra, lo otorga Dios, subrayando
que la lluvia y los frutos son don suyo (vv. 6-9).
El mensaje de Oseas tiene algo de desconcertante. Nuestra lógica religiosa
sigue los siguientes pasos: pecado-conversión-perdón. La gran novedad de
Oseas, lo que le sitúa en un plano diferente y lo convierte en precursor del NT es
que invierte el orden: el perdón antecede a la conversión. Dios perdona antes de
que el pueblo se convierta, aunque no se haya convertido. San Pablo repite esta
idea cuando escribe a los romanos: «La prueba de que Dios nos ama es que
Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rom 5,8). Y lo
mismo dice Juan en su primera carta: «En esto consiste el amor, no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4,10).
Esto no significa que la conversión sea innecesaria. Pero sí que se produce
como respuesta al amor de Dios, no como condición previa al perdón.
3.3.1 Autor
Lo primero que hay que definir en este libro es si se trata de uno o
más profetas. La respuesta de los comentaristas no admite dudas: el libro de
Miqueas contiene en los c. 1-3 la predicación de un profeta judío del s. VIII a.C.,
contemporáneo a Isaías. Los críticos más benévolos le atribuyen también gran
parte de los capítulos 6-7. Pero la mayoría está de acuerdo en negarle la
paternidad de los oráculos contenidos en los c. 4-5, a excepción de 5,9-14. Por
consiguiente, para la mayoría de los autores, el libro de Miqueas no es obra de un
solo profeta, sino de los personajes más variados, anónimos, que fueron
añadiendo sus palabras a ese núcleo original de los capítulos 1-3.
Suponiendo que haya dos autores, el primero es quien nos resulta más
conocido. Miqueas nació en Moreset Gat, una aldea de Judá, a 35 km al SO de
Jerusalén. De su profesión no sabemos nada. Su lugar de origen y la dureza con
que ataca a los latifundistas han hecho pensar siempre que era campesino,
probablemente de escasos recursos económicos.
El título del libro sitúa su actividad durante los reinados de Yotán, Acaz y
Ezequías, es decir, entre los años 740 y 698 a.C. Es difícil saber si Miqueas
actuó durante los reinados de Yotán (740-734) y Acaz (743-727), como afirma el
editor del libro. Entre otras cosas, porque las fechas propuestas para estos dos
reyes son muy discutidas. La injusticia del latifundismo (2,1-5) la denunció
también Isaías durante el reinado de Yotán (cf Is 5,8-10). Pero esto no demuestra
que Miqueas actuase por aquellos años, ya que el problema siguió sin resolver.
El oráculo 1,8-16 tampoco nos ayuda mucho, porque se discute si el profeta
amenaza a Judá con un castigo futuro o describe una desgracia pasada.
En cuanto al Deuteromiqueas, poco podemos decir de él, en caso de que
existiese. Se trata de un profeta anónimo. Basándose en los cc. 6-7 podríamos
deducir que actuó en los últimos años del reino de Israel y también después de la
4. PROFETAS DEL 8VO SIGLO Y SU CONTEXTO HISTÓRICO 47
3.3.2 Su mensaje
Considerando el libro como una unidad redaccional surgen los
siguientes temas teológicos.
Miqueas tuvo una vivísima conciencia de su misión divina. Poniendo sólo
en Dios la propia fuerza y esperanza (3,8; 7,7), denunció con extremo rigor las
faltas del pueblo y de sus dirigentes sea en el campo religioso como en el social.
el sincretismo y las prácticas inmorales, el cínico acaparamiento de las tierras de
los pobres (2,1-5), la opresión a los débiles de parte de los príncipes y de los
jueces minaba el ordenamiento moral de la sociedad. Miqueas es el primer
profeta que denuncia a sus mismos colegas, los profetas y los ministros de culto,
que realizaban su oficio buscando el lucro. Los gobernantes ponían su confianza
en la potencia militar (4,14), en las construcciones lujosas (3,10), en la usura
(6,10-12). Las familias se despedazaban con discordias internas (7,8) y se
murmuraba contra Dios (6,3-5).
El profeta anuncia un inexorable juicio para el futuro. El describe en
detalle las diversas formas de la terrible intervención divina. Precedido por una
teofanía de los lineamientos cósmicos, el castigo se concretiza en la destrucción
de las estatuas de los ídolos (6,7), en el asedio, la derrota y la devastación del
país (1,8-16; 5,9-10; 6,13-15). Judá será ocupado por los enemigos y Samaria
caerá en ruina (1,6; 7,4). Jerusalén se volverá un montón de escombros; los
profetas mercenarios serán recubiertos de vergüenza (3,6); el enemigo dividirá
las tierras y conducirá a los vencidos en exilio (2,4; 4,10).
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Nos encontramos con el libro más largo de todos los escritos proféticos:
Isaías. Con sus 66 capítulos se presenta como una obra canónica reconocida por
la Iglesia. Sin embargo, en la lectura atenta de Isaías se descubren diferentes
estilos de redacción, contextos históricos distintos, géneros literarios diversos,
etc. Esto ha llevado a los estudiosos a concluir que no se trata de un sólo Isaías,
sino de dos o tres Isaías diversos, que predican en distintos momentos de la
historia y su mensaje varía dependiendo de ellos. Por eso antes de detenernos en
el estudio de la teología de Isaías, daremos una visión sucinta acerca de la
formación del libro de Isaías.
El Emmanuel
Este tema lo trataremos a partir del texto de Is. 7, 1-17. El texto es
uno de los más conocidos de la Biblia. No en su totalidad, seguramente, pero sí
al menos en su segunda parte que se lee en la liturgia durante el tiempo de
Adviento. Los versículos 1-10 narran la guerra siro-efraimita en la que Judá
rechaza la alianza contra Asiria. Isaías interviene no por iniciativa propia, sino
empujado por el Señor (v. 3). Frente a la amenaza que pesa sobre el descendiente
de David hay distintas soluciones: no hacer nada, pedir ayuda a los Asirios o
seguir el mensaje del profeta. Para comprender adecuadamente la postura de
Isaías hay que examinar el desarrollo del texto.
Se trata primero (v. 4-6) de reafirmar la protección del rey de parte de la
divinidad en estas circunstancias tan críticas. El profeta da ánimos al rey y, para
ratificar su actitud, trata a los dos reyes enemigos de «cabos de tizones
humeantes». El oráculo no se queda en lo abstracto, sino que se refiere a la
2
ABREGO, Los libros proféticos, 98-102; SICRE, Profetismo, 195-203.
3
ABREGO, Los libros proféticos, 98-102; Sicre, Profetismo, 195-203.
4. PROFETAS DEL 8VO SIGLO Y SU CONTEXTO HISTÓRICO 51
está obligado a actuar en consecuencia. Se tiene que hacer lo que pide el que
manda la señal. Es este segundo aspecto del problema lo que explica el rechazo
de Ajaz, quien tenía su propia estrategia para resolver la crisis (cf. 2 Re 16).
El profeta recuerda que ya ha sido dada una señal al rey: «He aquí que una
doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel». En ese momento el rey tiene ya un hijo cuyo nacimiento había sido
anunciado a la corte en términos semejantes o muy parecidos. El rey, por tanto,
hubiera tenido que creer, porque el problema principal para una dinastía era
evidentemente el tener un sucesor. En el caso presente Dios había sido fiel a sus
promesas dándole un heredero. La negativa de Ajaz a aceptar otra señal está, por
tanto, menos justificada aún.
En algunas Biblias leemos: «He aquí que una virgen está encinta y dará a
luz un hijo». Esta traducción está basada en la versión de los LXX que traduce
el término doncella (en hebreo ’Almah) por el de virgen (en griego Parthénos).
Esta lección no se debe a un error de traducción sino a una interpretación
mesiánica que lleva a elegir este nuevo término en la traducción. De ahí que
después en el Nuevo Testamento se aplicare este texto a la Virgen María y a
Jesús (cf. Mt 1,23).
Volviendo a la elaboración del texto se constata que la fidelidad de Dios
resiste a la dureza de los hombres y, a pesar del rechazo de la señal, el profeta, al
recordar el nacimiento del heredero –primera señal de la fidelidad de Dios a la
dinastía amenazada- ofrece otra señal: «Antes que este niño tenga uso de razón
tus enemigos serán destruidos».
El profeta Isaías no habla en el aire en esta hora difícil en que se
tambalean los cimientos de la dinastía de David. Él vive enraizado en las
tradiciones teológicas de su pueblo y particularmente en la promesa hecha por
Dios a David. Hay que recordar el texto del capítulo 7 del segundo libro de
4. PROFETAS DEL 8VO SIGLO Y SU CONTEXTO HISTÓRICO 53
4. Conclusión
No obstante las notables diferencias entre los cuatro profetas mencionados,
concurren su mensaje en algo central, es decir, que Israel y/o Judá se encuentra
en peligro mortal, no simplemente por la avanzada de los Asirios (dimensión
histórica) pero en un último análisis es porqué Yhwh no podía tolerar más los
abusos sobre su pueblo (dimensión meta-histórica). Tales abusos se
manifestaban principalmente en tres áreas de la vida del pueblo, que son los tres
grandes temas de la crítica profética durante el octavo siglo: abusos sociales,
abusos cultuales, ausencia de criterios morales en la vida política. De hecho,
4. PROFETAS DEL 8VO SIGLO Y SU CONTEXTO HISTÓRICO 54
también es probable que uno u otro de estos profetas (Óseas en primera lugar,
también Isaías) pronunciaban también algunos oráculos con la promesa de un
futuro mejor, indudablemente la nota dominante en la profecía del octavo siglo
era la crítica y el anuncio de un juicio divino inminente en la historia del pueblo.
La verificación de este mensaje no era por mucho agradable ni a los jefes ni al
pueblo de los dos reinos, por cuanto respecta a la profecía de Amós y de Óseas,
tenemos ya en el 722 con la caída de Samaria y el fin del reino del norte como
entidad política.