Unthinkable
Unthinkable
Unthinkable
Impensablemente Correcto
Unthinkable (2010) es una película que desarrolla al extremo el clásico problema de “si
un tren está en camino sin frenos y arrollará a cinco personas en la vía, y puedes
desviarlo pero atropellará a una persona, ¿qué harías?”. Narra la historia de un
terrorista- —Yusuf— que coloca 3 bombas de calidad nuclear a lo largo de los Estados
Unidos con el propósito de hacer notar las injusticias que se han cometido en contra de
los musulmanes y de obtener a cambio del cese de las explosiones la retirada de
tropas y de gobiernos impuestos en los países islámicos.
A cargo del operativo para detener al terrorista se encuentra la agente del FBI Helen
Brody, quien trae abordo a un especialista en interrogatorios, Henry “H” Humphries. Los
perfiles de estos personajes chocan radicalmente al Brody ser extremadamente
correcta y tener una ética bastante escrupulosa, y H ser cruel y despiadado y tener casi
como mantra “el fin justifica los medios”.
La escena que más llamó mi atención fue aquella del final en donde H
desesperadamente pretende torturar a los hijos de Yusuf en frente de él, buscando que
de esa forma revele las localizaciones de las bombas. Todos los agentes saben que H
solo fingirá torturarlos y que no los lastimará. Yusuf finalmente les proporciona la
información, pero H no para, argumentando sobre la posibilidad de la existencia de una
cuarta bomba. H encomienda a Brody la decisión más difícil de toda la película: para
obtener la localización de la cuarta bomba, H deberá volver al cuarto y torturar a los
niños —esta vez de verdad. Si Brody no accede y libera a los niños, podría estar
dejando ir la única oportunidad para evitar una catástrofe.
Es aquí donde se presenta el dilema ético a discutir: ¿dejarías morir a dos niños por
salvar a una ciudad entera? ¿Qué es lo que hace que valgan menos sus vidas que las
de los demás? ¿Y si esos niños fueran tus hijos? ¿Qué tal si hubiera una persona
importante en esa ciudad? ¿Por qué deberías de tomar una decisión tan trascendental
sobre las vidas de los demás? ¿Qué tal si te equivocas? ¿Qué pasaría si tú tuvieras
que jalar el gatillo? ¿Realmente lo harías?
En ese momento, la agente Brody carga en sus hombros una responsabilidad muy
grande: se encuentra como juez y verdugo para decidir entre una vida y otra. Además,
el compromiso social que se ve inmerso es aún más grande, dado que de ella depende
la vida de cientos de miles de personas. No solo afectaría ligeramente a los ciudadanos
el decidir no torturar a los niños; sino que truncaría sus sueños, metas y pasiones.
No obstante, del otro lado de la balanza se encuentran los niños, con quienes
simbólicamente tiene también un compromiso pues ellos son tanto el futuro del mundo
como una representación de la inocencia y benevolencia dentro de la sociedad. Por
otro lado, no son los culpables de la plantación de los explosivos y no merecen ningún
castigo; torturarlos sería usarlos como un medio para llegar a un bien mayor.
Según la teoría ética de Kant, si la agente Brody llegara a torturar a los niños, dado que
los utilizaría como un medio, erraría desde ese mismo instante en materia ética dado
que su imperativo categórico establecía como regla usar a las personas siempre como
fin y no como medio. Además, también establece la idea del universalismo: obrar de tal
forma que ese obrar pueda ser considerado como regla universal de comportamiento.
Este principio es uno de los posibles criterios que utilizó Brody para tomar su decisión
(Gutiérrez, 1995, pp. 139-153).
Siguiendo el hilo del formalismo kantiano, finalmente la acción que lleva acabo la
agente Brody forma parte del componente deontológico del mismo; busca hacer lo
correcto en el momento correcto. Es la ética del deber, y el deber es delimitado a través
de los dos puntos mencionados del imperativo categórico (que de acuerdo con Kant
permiten vislumbrar la esencia del bien radicada en el deber) (Gutiérrez, 1995, pp.
139-153).
Por otro lado, la ética utilitarista plantearía el argumento más fuerte en contra del
formalismo. En esta teoría, lo que es “bueno” es aquello que resulta placentero o que
produce satisfacción a la mayor cantidad de individuos dentro de una sociedad. Para
esta ética la solución es clara: los niños deben de ser sacrificados por el bien de la
mayoría de la población (la acción perjudicará a menos personas de las que
beneficiará).
Al contrario del formalismo, el utilitarismo tiene en su fundación un principio teleológico,
que arregla los juicios morales con respecto a un arreglo de fines. “El fin justifica los
medios” es el lema y estandarte de estas éticas, que priorizan los propósitos de las
acciones antes que las acciones mismas. Se despojan de la moralidad de los actos y
buscan únicamente discernir entre el bien y el mal dentro de los fines.
Este punto de vista es virtualmente lógico y concreto; hace ver una decisión compleja y
complicada como una obvia y sencilla. No obstante, de forma práctica no es tan simple:
al considerar el factor humano, con nuestros sentimientos, emociones y formas de
relacionarnos con los demás y con el medio —endémicos de nuestra especie— tomar
una decisión como la que debe tomar en la película Brody resulta desmesuradamente
más difícil que hacer el cálculo de si dos es menor que cien millones.
El contextualizar un problema moral no solo nos ayuda a entenderlo, sino que también
lo vuelve mucho más complejo. Incluso llega a rechazar la objetividad y abrazar la
subjetividad. Pero a su vez, nos permite reflexionar de manera profunda sobre el
dilema y evita la trampa de tomar una decisión apresurada o solamente por tomarla.
Como es quizá un artefacto para dudar de lo que es lo más lógico o claro desde una
perspectiva objetiva, también es el vehículo perfecto para tomar una decisión
consciente —incorrecta o correcta—.
Este punto es esencial para asegurar la consideración del impacto y trascendencia que
tienen las decisiones que tomamos en los demás, y que finalmente le otorgan una
relevancia y propósito inmensos a la Ética como ciencia encargada de definir el mejor
camino a seguir ante el sendero de la vida.
El dilema presentado en la película se complica todavía más, dado que H le dice a
Brody que si decide sacrificar a los niños, ella tendrá que ser la que los meta al cuarto
donde enfrentarán su terrible destino. De esta forma, H le quita una tercera opción —
quizás cobarde—: el abstenerse. Y es que la abstención de tomar una decisión en
cualquier dilema ético a veces es la justificación o excusa perfecta para no tomar una
decisión y nunca ser juzgado por los resultados. Si Brody voluntariamente entrega a los
niños, H dice que tendrá entonces el permiso moral para hacer “lo
impensable” (destacando la ética firme y deontológica de Brody; el deber por el deber).
Si buscas impedir una masacre, ¿la detendrías torturando a otros dos seres vivos?
Esta solución sería perfectamente idónea en una ética tal como la de Hammurabi y su
“ojo por ojo, diente por diente”, pero ante los ojos del mundo, con éticas y morales
distintas, quizás ese sería el peor error que podría cometer. Sobre todo considerando
que la muerte por asesinato en la mayoría de las éticas y cosmovisiones es vista como
una acción inmoral y debidamente castigada, dado que todo individuo tiene el derecho
innato a la vida por el simple hecho de existir.
Por otro lado, en el imperativo categórico kantiano, el segundo punto que establece el
siempre utilizar a las personas como fin y no como medio presenta una tremenda
contradicción en este dilema, que cómo podría prohibir cualquier decisión, también
podría homologar sus valores y permitirlas ambas, o regirse por la regla del menor mal
(entre dos males, lo mejor es escoger el que menos mal haga (Ortiz, 2016)). Esta
contradicción se presenta por lo siguiente:
Si Brody entrega a los niños, los estaría utilizando como un fin para salvar a toda una
ciudad; pero si Brody no los entrega, indirectamente estaría usando a la ciudad entera
para salvarlos. De cualquier modo, acabaría utilizando a unos como fin y a otros como
medio, algo imperdonable en el imperativo categórico y que desembocaría en un deber
confuso o en un deber inexistente. Por lo tanto, no habría un deber que seguir y
entonces cualquier decisión no sería ética, quizás categorizándose como amoral.
Si se toma en cuenta este último punto, para tomar la decisión correcta, o se debería
acabar aplicando el principio del mal menor, u omitir la ética formalista de Kant
enfocándose en la teleología de las acciones. De esta forma, considero que la agente
Brody tomó la decisión incorrecta, pues por el utilitarismo y el menor mal, la mejor
opción para obrar sería el sacrificar a los niños para salvar a una ciudad entera.
Fuentes:
Fonda, H., Rose, R. (Producers), & Lumet, S. (Director). (1957). 12 Angry Men [Film].
United States: United Artists.