Vigliani
Vigliani
Vigliani
Silvina A. Vigliani
Del libro " Kosmos" ( 1845155), citado en "El paisaje en el arte y... " (Aliata y Silvestri 1994)
Paisaje Andino
2 Al respecto, se ha señal ado que la tradición pan andina del culto a los antepasados - la creencia de que los
espíritus de los muertos desempeñan un papel activo y crucial en el mundo de los vivos- no sólo es una
tradición profundamente enraizada en el pasado andino sino que también "constituyó el meollo de la
religión peruana" (Zuidema 1973: 16)
Puna estaría asociada a la adoración de los cerros y a la costumbre andina de adoración a las
huacas, como representantes de los ancestros, ligados a la fertilidad, a la reproducción del
ganado y al derecho territorial (Duviols 1976; Aschero y Korstanje 1995). De este modo, los
cerros encerraban en sí mismos la noción de ancestralidad y con ella de identi~ad y memoria,
y su veneración aseguraba también la reproducción social y biológica del grupo.
Arte, Espacio y Comunicación. Hay elementos simbólicos que han sido centrales en
la vida de las poblaciones andinas y, como instrumentos de conocimiento y comunicación,
compartidos y consensuados por el grupo social, adoptaron la forma de íconos y rituales 3.
Coincidimos con Aschero cuando define al arte rupestre como la representación visual de un
código simbólico y estético, utilizado como vía de expresión y comunicación por un grupo
social determinado, el cual ocupa un espacio social y geográfico y cumple un rol dentro de su
comunidad (Aschero 2000: 17). El arte rupestre puede caracterizarse como un tipo de marca-
dor de ciertos lugares, mediante el uso de signos. El estudio de estos últimos es lo que ha
dominado el debate durante mucho tiempo. Sin embargo, si bien son importantes, forman
parte de un sistema de comunicación más amplio, sea este sagrado o profano. La escala
apropiada para estudiar el arte rupestre es el paisaje como un todo, dado que será la red más
extensa de lugares la que finalmente definirá su carácter especial (Bradley 2002:39)
3 La tradición Neokantiana trata a los diferentes universos simbólicos (mito, lengua, arte, religión)
"como instrumentos de conocimiento y de construcción del mundo de los objetos". Con Durkheim,
las formas de clasificación dejan de ser formas universales para devenir en formas sociales, es decir
arbitrarias y socialmente determinadas. De este modo, los símbolos constituyen los instrumentos por
excelencia de la " integración social" y como instrumentos de conocimiento y comunicación hacen
posible el consenrn sobre el sentido del mundo, contribuyendo finalmente a la reproducción del orden
social (Bourdieu 1999).
humanos utili zaron el ambiente y los recursos de muy diversas formas , entre las cuales el
pastoreo, la agricultura, la caza y la recolección tuvieron diferente importancia a lo largo del
tiempo. Aquí nos centraremos en las etapas más tardías del proceso regional, incluyendo la
presencia incaica. El Cuadro 1 resume las características de los sitios arqueo~ógicos conoci-
dos para la región, adscriptos a los momentos tardíos e incaicos.
Hacia los años 1100/1000 AP, las poblaciones locales estaban utilizando todos los
sectores de la cuenca, aunque los principales espacios de habitación y producción se cen-
traban en el fondo de ésta. Se trataba de pequeñas aldeas dispersas, ocupadas por unidades
sociales o familiares dedicadas al pastoreo y a la agricultura. Los espacios de habitación se
situaban en el pie de monte y laderas y estaban asociados, por lo general, a las áreas de
cultivo que se extendían hacia la zona baja. Con estas características se destacan los secto-
res de Bajo del Coy¡;>ar, Cam¡;>o Cortaderas y, posiblemente, Punta de la Peña 2 (Vigliani 1999).
Es posible que parte de las áreas cultivadas estuvieran destinadas al forraje (Olivera 1992).
Se ha propuesto que el desarrollo de las técnicas agrícolas extensivas e intensivas, a partir
del 1000 AP, coincidió con una intensificación en las relaciones con los valles mesotermales
de Hualfín y Abaucán, las cuales ya existían desde el 2000 AP4 (Olivera y Vigliani 2002).
Además, la abundante presencia de cerámica Belén en la región no deja lugar a dudas de las
fuertes relaciones que existían con aquella zona. (Fig. 1 y 2)
Hacia el 650 AP, se produce un abandono relativo de los espacios de habitación
ubicados en los pie de monte y laderas, hecho que coincidiría con el desarrollo del conglome-
rado urbano de La Alumbrera. Este sitio es el que más se destaca de la región, por su tamaño,
ubicación y características constructivas, y es probable que concentrara la mayor parte de la
población de la cuenca en el momento del contacto incaico (Olivera y Vigliani 2002). (Fig. 2).
La producción de arte rupestre, durante el período tardío, fue importante, consideran-
do la baja productividad de este tipo de manifestaciones en las etapas anteriores (Podestá y
Olivera 1998; Aschero 2000) (Fig. 2, 5, 6). Ya sea porque estos sitios están asociados a
pequeños asentamientos, fuentes de agua, pasturas o sendas que los conectan, el hecho es
que todos se articulan a los mejores espacios de explotación y habitación vinculados con las
prácticas pastoriles, especialmente en el fondo de cuenca (op.cit. 2000) y es evidente ade-
más, la búsqueda de buena visibilidad para la mayoría de ellos (Podestá y Olivera 1998). La
diversidad iconográfica y temática incluye: la asociación de la figura humana con la del
camélido a través de la representación de cuerda, alineaciones-agrupaciones de camélidos
con y sin representación de carga sobre el lomo, y representaciones de "escudos" y figuras
humanas con "uncu", en asociación· con figuras de camélidos (Podestá y Olivera 1998;
Aschero 2000). De ellas, la figura del camélido es la que predomina sobre el resto de las
4 Si bien la extensión total de los campos agrícolas que ocupan la terraza media aluvial cubre un área
aproximada de 830 Ha., estimamos que hacia comienzos del proceso, cuando se produce el desplaza-
miento del área de habitación hacia el pie de monte para el mejor aprovechamiento de la terraza
media, la superficie utilizada para las prácticas agrícolas sería menor. Posteriormente, y en relación
al desarrollo de los procesos socio-políticos y tecnológicos, el área utilizada se iría incrementando.
Cuad ro 1. Siti os arqueológicos asoc iados al proceso reg ional tardío e inca
(aprox . 900 - 1535 DC). Departamento de Antofágasta de la Sierra, Catamarca. Argentin a.
ASIGN AC ION
SITIO SECTOR M UESTREO TIPO DE S ITIO C RONOLOGICA
T a rdío Inca
5 Criado Boado ( 1993) define cuatro estrategias principales de visibilización: i11hibic:ián (actitud in-
co nsciente de visibilización de los restos de la acción humana), ocultació11 (actitud consciente de
invisibilización de los restos de la acción humana), exhibición (actitud consciente de visibilización de
los restos de la acción humana dentro del presente social), y numu111e11talizació11 (actitud consciente
de exhibición de los restos de la acción humana dentro del presente social y a futuro).
6 Detrás de 'esta noción definida aquí, se puede ver ciertas variables o manifestaciones del poder
político, definidas por Nelson ( 1995), que revelan algún aspecto de la escala o de la jerarquía de la
sociedad, como por ejemplo la capacidad de organizar y movilizar mano de obra para la construcción
de espacios centrales o destacados y de sistema de caminos o sectores productivos, así como el empleo
del simbolismo arquitectónico.
Análisis y Discusión
7 Coincidimos con Foucault ( 1977) cuando dice que la construcción de sistemas de caminos es una de las
actividades que más intervienen los paisajes, ya que impone un tipo de "paisajismo" cargado de
consecuencias.
8 Parte del mismo proceso de ampliación del espacio de producc ión agríco la parece haber ocurrido en
el sector de Campo Cortaderas (Oli vera y Vi gliani 2002).
bio, constituye una representación excepcional para la región . De acuerdo a Podestá y Olivera
( 1998), se trataría de la representación, a manera de maqueta, de un sistema de andenes de
cultivo, reservorios de agua y canales de riego esculpidos sobre una gran roca. Esta represen-
tación parece "sintetizar un segmento particular del paisaje del fondo de cuel\Ca en donde se
ubica el sistema agrícola de Bajo del Coypar". Se ha sugerido que este tipo de manifestaciones
son propias de la expresión incaica en diferentes regiones del imperio (Podestá 1997).
En síntesis, en los espacios donde más interactuaba la población local en momentos
previos a la presencia incaica, es decir las áreas de habitación y explotación, así como de
producción comunal en el fondo de cuenca, la presencia imperial es altamente visible. Esto
coincide con el evidente interés que tenía el Incario en la potencialidad agrícola-ganadera de
la región y en su ubicación estratégica como punto nodal en las vías de circulación intra-
regional e ínter-regional.
Otro de los principales intereses que tenía el lncario en la región, sino el más impor-
tante, era la explotación minera (Olivera 1991, Raffino 1983). En este sentido, cabe destacar la
clara asociación de vestigios incas con yacimientos mineros importantes de la región. Mina
lncahuasi (oro) está ubicado a unos 80 Km al norte de la hoyada de Antofagasta de la Sierra,
en las cercanías del Salar del Hombre Muerto. Corresponde a una serie de estructuras en
planta de RPC que presentan, en algunos casos, resolución trapezoidal en vanos de puertas
y nichos . La cercanía de yacimientos de oro y la presencia de socavones, asoc iados al
asentamiento, permitieron relacionar al mismo con la práctica de la minería. (Raffino 1991 ;
Olivera 1991 b). Por otra parte, Cantera Inca (onix) es un sitio relacionado a una mina de onix
ubicada a unos I O- 12 Km al sudeste de la villa actual de Antofagasta de la Sierra. En la misma
cantera se halló una pirca de planta rectangular, construida con piedras de diferentes colo-
res. El sitio está a su vez asociado a un tramo de la red vial incaica, del tipo despejado y
amojonado, que se dirigiría hacia Valles Calchaquíes (Olivera 1991 b). Finalmente, la existen-
cia de socavones mineros asociados a una Tambería al pie del Volcán Peinado han permitido
relacionar al sitio con la práctica de la minería (op.cit 1991 b; Oliveracom.pers)(Fig. 3). Yaen
la Puna Salteña, y a pocos kilómetros al norte de Mina Incahuasi, existe el sitio Abra de las
Minas asociado a un socavón conocido con el nombre de "lnkaviejo", en donde también se
hallaron evidencias de pinturas rupestres (Raffino 1983:246). Por el momento, la evidencia
arqueológica permite suponer que estos sectores no eran utilizados por las poblaciones
locales antes de la presencia incaica, al menos de manera sistemática.
Otra de las manifestaciones importantes que se dan con la presencia inca es la cons-
trucción de los denominados "Complejos Ceremoniales de altura y ofrendatarios en las
cumbres". Entre éstos se destacan los del Volcán Antofalla (6100 m) y el Cerro Tebenguicho
(5790 m) al noroeste de la localidad de Antofagasta de la Sierra, el Volcán Gallán (5650 m) y el
Volcán Peinado (5740 m) al noreste y sudeste respectivamente (cabe mencionar la presencia
de Tamberias al pie de ambos, de grabados vinculados al primero -Raffino 1978:99- y de
probable explotación minera del segundo) y el Volcán Carachipampa (4500 m) ubicado al sur
y cercano a la ruta que se dirige al Valle de Hualfín (C.I.A.D.A.M. 1975; 1978) (Fig. 3). Salvo
este último, los primeros cuatro casos presentan la construcción de una plataforma artificial
en sus cumbres (Raffino 1983; Vitry 1997; Beorchia 1987).
Los vestigios de vialidad incaica en la región, unidos a las evidencias de los sitios
mencionados, permitieron estimar las posibles vías de circulación de la red vial inca. Ésta,
tras alcanzar Antofagasta de la Sierra, procedente del Valle de Hualfin, se divide en dos
ramales . Uno parte hacia el este, en dirección a los Valles Calchaquíes, previo paso por
Cantera Inca y Tambería de Laguna Diamante (Volcán Gallán), y el otro hacia el norte en
dirección a Mina Incahuasi, llegando hasta Abra de las Minas, en la Puna Salteña y vinculan-
do los yacimientos mineros de la región. Finalmente, un posible trazado caminero uniría la
localidad de Antofagasta de la Sierra con la Tambería del Peinado, conectando localizaciones
de vegas y ojos de agua (Olivera 1991 b) (Fig. 3).
Por último, cabe destacar que durante los tiempos incaicos la orientación en el tráfico
de la obsidiana parece cambiar. En este momento todas las fuentes principales aparecen
conjuntamente representadas en los sitios arqueológicos muestreados, coincidiendo con la
consideración general en la existencia de un alto grado de control de los territorios y del
tráfico de bienes durante la presencia estatal en el NOA (Yacobaccio et.al 1999).
Paisaje y Transición
Conclusiones
La incorporación de vastas regiones de los Andes Centro Sur al Imperio Incaico ha
debido requerir de la puesta en práctica de diversas estrategias de expansión, conquista y
ocupación, llevadas a cabo en el marco de su política expansionista, pero también debieron
de desarrollar formas para mantener esa situación de dominio y control sobre los territorios
ya conquistados. Vimos que en algunos casos la apropiación del paisaje, el reordenamiento
y su consecuente resignificación pudieron facilitar el mantenimiento del control del área
conquistada, constituyéndose así en estrategia.
La apropiación de un paisaje implica la apropiación de los aspectos materiales y
simbólicos que lo conforman, y su consecuente manipulación y resignificación. Los prime-
ros son los espacios físicos de la realidad social, producidos o modificados por la acción
humana, a través de una constante interacción ; los segundos, en cambio, son los sistemas
simbólicos que, como instrumentos de conocimiento y comunicación contribuyen a la inte-
gración y a la reproducción del orden social. Tanto los aspectos materiales como los aspec-
tos simbólicos son distintas dimensiones de una misma realidad soc ial y, por ende, no
pueden ser tratados unos sin los otros.
Pensamos que, como estrategia de control impuesta por un orden exter~o, la apropia-
ción y reestructuración del paisaje afectaría más aquellos espacios de mayor interacción
social local preexistente. Para el caso de Antofagasta de la Sierra, propusimos que éstos
serían los sectores de habitación y producción agrícola del fondo de cuenca por ser los más
densamente poblados en el momento del contacto imperial. Observamos que, efectivamente,
la utili zación de rasgos infraestructurales incas, asociados al recurso de la monumentalidad
social, se aplicaron con mayor energía en esos sectores, es decir en el asentamiento de La
Alumbrera y en el sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar. En cambio, el desplie-
gue de recursos visuales no sería el mismo en aquellos lugares que, a pesar de ser de gran
interés para el Imperio, no eran sectores importantes para la población local o al menos no
generaban una interacción social marcada, como resultaron ser las áreas de explotación
mm era.
Por otra parte, propusimos que la presencia incaica produciría una modificación en el
orden de la significación y que, entre otras formas, ésta se daría a través del uso de referentes
socialmente más explícitos y formales. En diversas ocasiones se ha propuesto que, por
compartir una herencia cultural común, la expansión incaica no produjo una coalición de
creencias divergentes sino más bien una complementación de tradiciones igualmente andinas,
facilitando así el proceso de integración. De este modo, la ideología imperial se habría nutrido
del conjunto de mitos y creencias andinas, logrando una síntesis ordenada y simple de ideas
y, por lo tanto, fácilmente reproducible . Este proceso de apropiación de los sistemas simbó-
licos y su transformación en ideología habría supuesto el traslado de modos de representa-
ción socialmente más explícitos, con tendencia a una mayor coherencia y a una mejor orga-
nización formal. En Antofagasta de la Sierra pudimos observar que la imposición de un
nuevo sistema político e ideológico llevó consigo la apropiación y reelaboración de prácti-
cas que, vinculadas a universos simbólicos socialmente consensuados (por ejemplo la vene-
ración de las altas cumbres), se transformaron en prácticas relacionadas a universos simbó-
licos políticamente ritualizados (por ejemplo los santuarios de altura). De este modo, los
sistemas simbólicos, como productos colectivos y colectivamente apropiados, habrían sido
resignificados para servir como instrumentos de dominación o de legitimación de la domina-
ción. Éstos, sirviendo a intereses particulares, tendían a presentarse en favor de intereses
universales, comunes al conjunto del grupo. En este sentido, pensamos que el sistema
ideológico incaico no significó una trasgresión de los modelos normativos locales, sino más
bien una manipulación de los mismos, lo que facilitó que el poder simbólico sea "reconoci-
do" y de este modo ejercido (Bourdieu 1999).
Por otra parte, en Antofagasta de la Sierra el arte rupestre no parece haber sido una
expresión ideológica relevante para el Incario. Sin embargo, si consideramos a las represen-
taciones gráficas como expresiones especialmente vinculadas a la marcación de determina-
dos espacios y vías de tránsito, podríamos concluir que la menor producción, así como la
selección de espacios y componentes nuevos para su realización estarían indicando una
modificación en la forma de estructurar el territorio y de concebir el paisaje. Pensamos que,
como representación visual de códigos de comunicación compartidos, el arte rupestre cons-
Silvina A. Vigliani
Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).
[email protected]
Referencias
• Sitios llqUe(llóglcos
• Sltiol con arte
rupestre
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A abra de las Minas
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Referencias
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Sitios con arte rupestre
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Sitios de altura
Camino Incaico
Referencias
• Sitios arqueológicos
• Sitios con arte
rupestre
Fig. 5: Camélidos con figura humana portando un hacha. La figura escutiforme está sobre
los camélidos y la cruz sobre esta última. Sitio Confluencia (sacado de Aschero 2000).
Foto 2: Vista del fondo de cuenca desde Punta de la Peña. Al fondo se ve:
(A) el Ve. Antofagasta, (B) ubicación de Coyparcito. Debajo de éste se
distribuyen los campos de cultivo.
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