Vigliani

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Entre intereses estatales y estrategias de

control: el paisaje como aproximación


teórico-metodológica

Silvina A. Vigliani

"La tentativa de descomponer en sus diversos


elementos la magia del mundo físico llena está de
temeridad, porque el gran carácter de un paisaje
y de toda escena imponente de la naturaleza,
depende de la simultaneidad de ideas y de senti-
mientos que agitan al observador"
1
HUMB0LDT

Paisaje: Antecedentes y Definiciones

Dentro de la Literatura Antropológica, la noción de paisaje ha estado presente casi


desde los inicios mismos de la disciplina. Sin embargo, la definición y aplicación de esta
noción ha sufrido vaivenes a lo largo de la historia de la Arqueología. No fue sino hasta la
década del 90, cuando la noción de paisaje empezó a adquirir mayor relevancia, como catego-
ría analítica, al permitir dar cuenta de conflictos y escenarios que superan la mera considera-
ción del paisaje como espacio en donde transcurre la hi storia. Desde entonces, el concepto
de paisaje aparece como un término unificador que describe un campo relacional total (Ba-

Del libro " Kosmos" ( 1845155), citado en "El paisaje en el arte y... " (Aliata y Silvestri 1994)

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Artículos, notas y documentos

rros 1997: 76-77), una continuidad de paisajes conceptuales, construidos e ideacionales


(Knapp and Ashmore, 1999). Comprender los procesos culturales implica, entonces, com-
prender el paisaje como parte activa de los mismos .
Tilley ( 1996: 161-162) ha explorado la implicancia del paisaje en el proc~o de socializa-
ción y de formación de la identidad social. Sostiene que "los factores topográficos del paisaje
evocan una serie de recursos simbólicos de esencial implicancia en la formación de biografías
personales y en la creación y reproducción de las estructuras de poder". Según este autor,
los paisajes son lugares de interacción social y por lo tanto implican un juego de convencio-
nes y normas culturales a través de las cuales la gente construye y da sentido a su mundo. A
su vez, sostiene que los paisajes se constituyen y experimentan a través del movimiento del
cuerpo humano en el tiempo y el espacio, siendo éste el medio primario de socialización y de
formación de la identidad social. Así, en la medida que una comunidad se funde con sus
hábitos, a través de sus acciones y actividades, el paisaje se convierte en una referencia
clave para la expresión de la identidad tanto indivi.dual como grupal (Knapp and Ashmore,
1999). Controlar el conocimiento acerca del paisaje (p.e. mito del origen) puede ser vital en la
creación y reproducción de las estructuras de poder y de control social (Tilley 1996).

Antecedentes del área de estudio

Las investigaciones llevadas a cabo en la localidad de Antofagasta de la Sierra han


estado enfocadas, desde siempre, en intentar establecer las estrategias de subsistencia y
dinámica regional de los grupos humanos a lo largo del tiempo (Raffino et.al 1973; Olivera
1991 a; 1991 b; Olivera et.al 1994; Olivera et.al 2002). Dentro de éstas, cabe mencionar el
modelo de Sedentarismo Dinámico, el cual propone el manejo de microambientes diferentes
para optimizar la estructura de los recursos existente (Olivera 1991 a). Para las etapas más
tardías del proceso regional, Raffino y Cigliano (1973) plantearon un modelo de control
vertical de pisos ecológicos, entre las estepas puneñas y los valles mesotermales, en el cual
Antofagasta de la Sierra jugaría un papel relevante. Finalmente, hacia la década del 90 co-
menzaron las primeras investigaciones sistemáticas para las etapas más tardías, las cuales se
han centrado en el estudio del sistema de producción agrícola en el fondo de la cuenca y en
la incidencia que todo este sistema tuvo sobre la organización social y política de los grupos
humanos (Olivera 1991 b; Olivera et.al 1994; Olivera et.al 2002; Vigliani 1999). De este modo,
vemos que el principal interés en las investigaciones regionales, de marcado enfoque
ecológico-sistémico y procesal, ha sido la relación entre el hombre y el medio a lo largo del
tiempo, dentro de la cual las nociones de uso del suelo y de explotación de recursos destina-
dos a la reproducción social y biológica del grupo fueron su principal guía.
Con este trabajo planteamos la posibilidad de acceder a una dimensión más amplia en
cuanto a nuestra comprensión del comportamiento de los grupos humanos. La aplicación del
concepto de paisaje permite integrar las nociones de uso del suelo, del ambiente y de los
recursos a la dimensión de los valores rituales, simbólicos y sagrados, asociados a dichas
nociones.

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Paisaje Andino

El Altiplano And ino es un gran macizo erosionado , sobreelevado y cubierto por


erupciones volcánicas hace millones de años. Con una altitud promedio de 3800 msnm , se
presenta geomórficamente como una extensa y árida planicie interrumpida por serranías,
nevados, lom as, cuencas sin desagüe, salares y bolsones endorreicos. Algunos bolsones
están provistos de recursos hídricos, producto del deshielo, lo que permite el crecimiento y
el desarrollo de vegetación, y por tanto, constituyen los ambientes más favorables para el
asentamiento humano . Los salares y estepas, en cambio , se extienden masivamente por los
áridos parajes, conformando un ambiente de gran insuficiencia hídrica y de mayor agresivi-
dad climática para la vida humana.
Esta breve descripción de la Puna no es más que la representación de un escenario
natural, con determinadas características topográficas y ambientales, las cuales permitan en
mayor o menor medida la supervivencia humana. Sin embargo, para el habitante andino la
Puna es mucho más que un espacio en donde vive.
Existe coincidencia en gran parte de la documentación arqueológica, etnohistórica y
etn ográfica en que las poblaciones andinas asignaban cualidades especiales a ciertos luga-
res específicos del paisaje, como las montañas , las fuentes de agua, las pasturas o zonas de
recursos espec íficos, los cruce de caminos, los cambios marcados en la topografía, etc.
Mencionaremos solo tres componentes del paisaje, que a lo largo del tiempo fueron dando
forma y contenido al entorno: las montañas , los senderos y el arte.

Montañas, Ancestros y Fertilidad. Tradicionalmente, las comunidades andinas han


establecido sus relaciones con el paisaje por medio de rituales y ofrendas a la montaña, a
menudo reconocida como elemento central dentro del contexto andino (Schobinger 1986; Conrad
y Demarest 1990; Bastien 1978; Reinhard 1983; entm otros). La profundidad temporal del culto a
las montañas trasciende los límites de la conquista incaica en el Noroeste Argentino, e incluso,
rasgos básicos de su culto se han encontrado a lo largo de todos los Andes, en las fuentes
hi stóricas más tempranas y en mitos y leyendas (Vitry 1997). Con relación a ello, se cree que los
ritos de la fertilidad , asociados a la montaña, eran una práctica ya instalada entre los pueblos
andinos, desde antes de la conquista incaica del Koll asuyu , que luego los incas asimilaron,
yuxtaponiendo el culto solar (de Tunupa, de Illapa) a los ritos de la fertilidad (Reinhard 1983;
Beorchia 1987; Schobinger 1986: 301 ). Del mismo modo, diversos tipos de ofrendas y sacrificios
incas (Farrington 2002), así como ciertos rasgos naturales que fueran de gran importancia ritual
en la organización espacial del Imperio Inca, (van de Guchte 1999) pudieron ser variaciones y/o
adopciones tanto de viejas prácticas como de los paisajes involucrados en ellas.
Asimi smo , diversos autores han se ñalado la estrecha relación existente entre monta-
ñas y ancestros2 (Conrad y Demarest 1990; Bastien 1978; Barros 1997, Dulanto 2002; Salomón
1995; entre otros). Se ha argumentado que la presencia de menhires en varios sitios de la

2 Al respecto, se ha señal ado que la tradición pan andina del culto a los antepasados - la creencia de que los
espíritus de los muertos desempeñan un papel activo y crucial en el mundo de los vivos- no sólo es una
tradición profundamente enraizada en el pasado andino sino que también "constituyó el meollo de la
religión peruana" (Zuidema 1973: 16)

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Artículos, notas y documentos

Puna estaría asociada a la adoración de los cerros y a la costumbre andina de adoración a las
huacas, como representantes de los ancestros, ligados a la fertilidad, a la reproducción del
ganado y al derecho territorial (Duviols 1976; Aschero y Korstanje 1995). De este modo, los
cerros encerraban en sí mismos la noción de ancestralidad y con ella de identi~ad y memoria,
y su veneración aseguraba también la reproducción social y biológica del grupo.

Senderos, Arraigo e Identidad. Otro aspecto inherente al concepto de paisaje es el


fuerte sentido de pertenencia y el sentimiento de arraigo, característicos de las sociedades
andinas. De acuerdo a Merlino y Sánchez Proaño ( 1995), el pertenecer a una comarca o
"llakta" implica estar ligado a una tierra, a una comunidad, a un linaje y a un conjunto de
símbolos sagrados y profanos. En el altiplano, el trasladarse de un lugar a otro significa
percibir paisajes que aparecen tras un cerro o una curva, y dejar de percibir otros que quedan
atrás. En este sentido, las diferencias topográficas marcadas, como cerros, ríos o cañadas,
constituyen hitos de importancia pues dividen el espacio en unidades vivenciales y en
ámbitos a los que se puede pertenecer o ser extraño (op.cit 1995), pudiendo ser además las
marcas más conspicuas para establecer límites territoriales (Zedeño 1997).
De acuerdo a Merlino y Rabey ( 1981 ), algunos de los rituales que los pastores reali-
zan, durante sus traslados, tienen la misión de delimitar el territorio y afirmar así el derecho de
propiedad sobre el mismo. Según estos autores, la trashumancia es uno de los principios más
importantes de las sociedades andinas. En ella, coinciden aspectos relacionados a la super-
vivencia, a la estructura social, a las relaciones con otras comunidades y al universo simbó-
lico. Su inserción en ese paisaje y en un ámbito de pertenencia se da a través del movimiento
del cuerpo en el espacio y es ese "andar" en el paisaje lo que brinda integridad a la identidad
social (Merlino y Sánchez Proaño 1995).

Arte, Espacio y Comunicación. Hay elementos simbólicos que han sido centrales en
la vida de las poblaciones andinas y, como instrumentos de conocimiento y comunicación,
compartidos y consensuados por el grupo social, adoptaron la forma de íconos y rituales 3.
Coincidimos con Aschero cuando define al arte rupestre como la representación visual de un
código simbólico y estético, utilizado como vía de expresión y comunicación por un grupo
social determinado, el cual ocupa un espacio social y geográfico y cumple un rol dentro de su
comunidad (Aschero 2000: 17). El arte rupestre puede caracterizarse como un tipo de marca-
dor de ciertos lugares, mediante el uso de signos. El estudio de estos últimos es lo que ha
dominado el debate durante mucho tiempo. Sin embargo, si bien son importantes, forman
parte de un sistema de comunicación más amplio, sea este sagrado o profano. La escala
apropiada para estudiar el arte rupestre es el paisaje como un todo, dado que será la red más
extensa de lugares la que finalmente definirá su carácter especial (Bradley 2002:39)

3 La tradición Neokantiana trata a los diferentes universos simbólicos (mito, lengua, arte, religión)
"como instrumentos de conocimiento y de construcción del mundo de los objetos". Con Durkheim,
las formas de clasificación dejan de ser formas universales para devenir en formas sociales, es decir
arbitrarias y socialmente determinadas. De este modo, los símbolos constituyen los instrumentos por
excelencia de la " integración social" y como instrumentos de conocimiento y comunicación hacen
posible el consenrn sobre el sentido del mundo, contribuyendo finalmente a la reproducción del orden
social (Bourdieu 1999).

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Para el área circumpuneña, se ha planteado la existencia de una relación entre la


localización de sitios y el arte rupestre, así como con al menos tres elementos del paisaje: las
sendas o caminos (Olivera y Podestá 1993; Hernández Llosas 1991, Núñez y Dillehay 1995),
los mejores espacios de explotación y habitación vinculados con las prácticas pastoriles
(Hernández Llosas 1991; Aschero 2000) y los cambios más notorios en la topografía y la
vegetación entre una y otra zona ambiental (Aschero 2000). De este modo, el recurso de
determinados instrumentos de comunicación -como el ritual o la representación gráfica de
códigos compartidos- asociado a la significación especial de determinados lugares -ya sea
por su importancia social, económica o simbólica- ha sido una parte importante en la vida de
los pueblos andinos, en cuanto a la producción y reproducción de su propia realidad (Barros
1997; Berenguer 1998).
El paisaje, entonces, cobra sentido cultural a través del uso de los recursos naturales
y materiales que ofrece el mismo hábitat, pero también a través de esa carga de significacio-
nes y valores que son dados por los habitantes al mundo que los rodea y del cual forman
parte de manera indivisible. Si los grupos humanos conciben su paisaje de acuerdo a sus
necesidades, a su experiencia y a su propia producción de la realidad, nos preguntamos en
qué medida se puede afectar la propia percepción del mismo cuando su territorio pasa a estar
bajo la imposición de un nuevo orden . La transformación del paisaje toma muchas formas y
varias son las causas que la pueden instigar. Una de ellas puede ser el cambio del orden
social (Knapp and Ashmore 1999).
En los últimos años, el creciente interés entre los investigadores por temas relaciona-
dos al paisaje incaico ha promovido el desarrollo de importantes aportes en esta materia
(Farrington 1998; van de Guchte 1999; Bauer 1992; entre otros). Sin embargo, los principales
estudios acerca del paisaje tienden a concentrarse, desde una perspectiva sincrónica, en las
áreas nucleares del Imperio. Aquí presentaremos el caso de una de las áreas marginales o
periféricas del Imperio, atendiendo al proceso de transformación del paisaje.

Antofagasta de la Sierra: un caso de estudio


En ambientes desérticos y semi-desérticos, como la Puna Meridional , los bolsones
fértiles o cuencas endorreicas de agua permanente, con tierras aptas para el cultivo y el
pastoreo, han sido los ambientes que más posibilitaron el asentamiento humano desde
momentos muy tempranos (Podestá y Olivera 1998). La cuenca de Antofagasta de la Sierra
constituye una de ellas. Está recorrida por numerosos cordones montañosos y posee una
red hidrográfica endorreica que depende, casi fundamentalmente, del régimen de deshielo y
de las aguas subterráneas. Las diferencias altitudinales de la región permiten distinguir tres
sectores: el fondo de la cuenca (3400 a 3550 msnm), con altas posibilidades agro-pastoriles;
las quebradas y sectores intermedios (3550 a 3900 msnm), con buena aptitud para el pastoreo
y la agricultura a pequeña escala, y las quebradas altas (3900 a 4900 msnm), con disponibili-
dad de leña y posibilidades para el pastoreo de invierno. (Podestá y Olivera, 1998).
En Antbfagasta de la Sierra, el registro arqueológico ha mostrado evidencias de
ocupaciones humanas desde principios del Holoceno (Aschero et.al 1991 ), aunque es alre-
dedor del 3000 AP cuando parece consolidarse la presencia de grupos con mayor grado de
sedentarismo. Desde este momento y hasta las relaciones con el Imperio Incaico, los grupos

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Artículos, notas y documentos

humanos utili zaron el ambiente y los recursos de muy diversas formas , entre las cuales el
pastoreo, la agricultura, la caza y la recolección tuvieron diferente importancia a lo largo del
tiempo. Aquí nos centraremos en las etapas más tardías del proceso regional, incluyendo la
presencia incaica. El Cuadro 1 resume las características de los sitios arqueo~ógicos conoci-
dos para la región, adscriptos a los momentos tardíos e incaicos.

Las ocupaciones tardías en Antofagasta de la Sierra

Hacia los años 1100/1000 AP, las poblaciones locales estaban utilizando todos los
sectores de la cuenca, aunque los principales espacios de habitación y producción se cen-
traban en el fondo de ésta. Se trataba de pequeñas aldeas dispersas, ocupadas por unidades
sociales o familiares dedicadas al pastoreo y a la agricultura. Los espacios de habitación se
situaban en el pie de monte y laderas y estaban asociados, por lo general, a las áreas de
cultivo que se extendían hacia la zona baja. Con estas características se destacan los secto-
res de Bajo del Coy¡;>ar, Cam¡;>o Cortaderas y, posiblemente, Punta de la Peña 2 (Vigliani 1999).
Es posible que parte de las áreas cultivadas estuvieran destinadas al forraje (Olivera 1992).
Se ha propuesto que el desarrollo de las técnicas agrícolas extensivas e intensivas, a partir
del 1000 AP, coincidió con una intensificación en las relaciones con los valles mesotermales
de Hualfín y Abaucán, las cuales ya existían desde el 2000 AP4 (Olivera y Vigliani 2002).
Además, la abundante presencia de cerámica Belén en la región no deja lugar a dudas de las
fuertes relaciones que existían con aquella zona. (Fig. 1 y 2)
Hacia el 650 AP, se produce un abandono relativo de los espacios de habitación
ubicados en los pie de monte y laderas, hecho que coincidiría con el desarrollo del conglome-
rado urbano de La Alumbrera. Este sitio es el que más se destaca de la región, por su tamaño,
ubicación y características constructivas, y es probable que concentrara la mayor parte de la
población de la cuenca en el momento del contacto incaico (Olivera y Vigliani 2002). (Fig. 2).
La producción de arte rupestre, durante el período tardío, fue importante, consideran-
do la baja productividad de este tipo de manifestaciones en las etapas anteriores (Podestá y
Olivera 1998; Aschero 2000) (Fig. 2, 5, 6). Ya sea porque estos sitios están asociados a
pequeños asentamientos, fuentes de agua, pasturas o sendas que los conectan, el hecho es
que todos se articulan a los mejores espacios de explotación y habitación vinculados con las
prácticas pastoriles, especialmente en el fondo de cuenca (op.cit. 2000) y es evidente ade-
más, la búsqueda de buena visibilidad para la mayoría de ellos (Podestá y Olivera 1998). La
diversidad iconográfica y temática incluye: la asociación de la figura humana con la del
camélido a través de la representación de cuerda, alineaciones-agrupaciones de camélidos
con y sin representación de carga sobre el lomo, y representaciones de "escudos" y figuras
humanas con "uncu", en asociación· con figuras de camélidos (Podestá y Olivera 1998;
Aschero 2000). De ellas, la figura del camélido es la que predomina sobre el resto de las

4 Si bien la extensión total de los campos agrícolas que ocupan la terraza media aluvial cubre un área
aproximada de 830 Ha., estimamos que hacia comienzos del proceso, cuando se produce el desplaza-
miento del área de habitación hacia el pie de monte para el mejor aprovechamiento de la terraza
media, la superficie utilizada para las prácticas agrícolas sería menor. Posteriormente, y en relación
al desarrollo de los procesos socio-políticos y tecnológicos, el área utilizada se iría incrementando.

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Cuad ro 1. Siti os arqueológicos asoc iados al proceso reg ional tardío e inca
(aprox . 900 - 1535 DC). Departamento de Antofágasta de la Sierra, Catamarca. Argentin a.

ASIGN AC ION
SITIO SECTOR M UESTREO TIPO DE S ITIO C RONOLOGICA
T a rdío Inca

Ba io de l Covoar 1 Fondo de Cuenca Producción Agrícola X X


Sitio Habit ac ional X
Bajo de l Coypar 11 Fondo de Cuenca Procesamient o y Almacenaje de X
granos
La Alumbrera Fondo de Cuenca Si tio Habilacional X X
Coyparcilo Fo ndo de Cuenca Fo11aleza X
Q uebrada de Petra Fo ndo de Cuenca Depósitos X X
Peña Colorada del R. Fo ndo de cuenca A11e Rupestre X
Punill a
Casas V ieias Fo ndo de Cuenca Arte Ruoestre X
Confluencia Fo ndo de Cuenca An é Ru oestre X X
Cueva de Laguna Fondo de Cuenca Arle Rupestre X
Colorada
Derru mbes 1 Fondo de Cuenca Arte Ru oestre X X
Derrumbes 2 Fondo de Cuenca Arte Ru oestre X
Punt a de l Pueblo Fo ndo de Cuenca Arte Ru pestre X
El Mo11eral Fondo de Cuenca Arte Ru oeslre X
La Torre Fo ndo de Cuenca Arle Ru oestre X
Campo Con aderas Sector Intermedio Siti o Habilacional x? x?
Produ cción Agrícola
Punta de la Peña 2 Sector In termedio Sitio Habit acional? x'I x?
Puesto Agro-Pastoril ?
Cueva Cacao 1 Sector Intermedio An e Rupestre X
Puesto Agro-Pastori l
Peña Colorada 1 Secto r Intermedio A11e Rupest re X
Peña Colorada 2 Sector Intermedio A11e Rupest re X
Pe11a Colorada 3 Secto r Intermedio Arle Rupest re X X
Peña Colorada 4 Sector Intermedio Arle Ru pestre X
Cantera Inca Sector Intermedio Yac imiemo minero (onix) X
Real Grande 1 O ueb radas Altas Puesto Caza-Pastoreo ele altura x?
Rea l Grande 6 Quebradas Alt as Puesto Caza-Pastoreo de altura x?
Abra de las Min as Puna Sur de Salt a Yac imiento mi nero (cobre) X
(fu era de l dtilo de ANS) Arle Rupestre
Mi na lncahuasi Sa lar del Hombre Mue rto Yac imient o mi nero (oro) X
El Pe inado Volcán Peinado Yac imiento minero
Tambería X
Sit io de Alt ura
Volcán Gallán Volcán Gall án Sit io de Altura X
Ane Rupestre
Volcán Ant ofall a Salar de Antofall a Sitio de Alt ura X
Cerro Tebenq uicho Salar de Antofall a Sitio de Altu ra X
Volcán Carachi oamoa Volcán Carachipampa Sitio e.le Alt ura X
Tambería de Lag una Lagun a Diamallle Tambería X
Diamante Volcán Gall án

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Artículos, notas y documentos

representaciones, manifestándose en muchos casos como un claro indicador del manejo


intensivo de los rebaños de llamas (Podestá y Olivera 1998).
Además del incremento de las prácticas agrícolas, el pastoreo y la caza de camélidos
siguieron siendo vitales para los habitantes puneños, continuando con ~os circuitos de
movilidad estacional que conectaban el fondo de la cuenca con los sectores de agua y
pasturas, de los cursos medio y superior, de las quebradas tributarias, como los sitios Real
Grande I y 6. (Olivera 1991a; Olivera y Vigliani 2002). (Fig. 2). Fuera del ámbito regional, cabe
mencionar la existencia de una importante esfera de circulación de la obsidiana, que tenía su
fuente en Ona-Las Cuevas (Salar de Antofalla), a casi 100 Km al noroeste de la cuenca de
Antofagasta de la Sierra. El material de esta fuente aparece en sitios de la misma Puna
Meridional y en gran parte de la región valliserrana, en un rango de circulación de aproxima-
damente 340 Km (Yacobaccio et.al. 1999).

Paisaje y Proceso Regional Tardío

El desarrollo del centro habitacional de la Alumbrera, así como el crecimiento de las


áreas agrícolas, permitieron sugerir que hacia las etapas más tardías del proceso regional
( 1200-1300 dC) se estaba dando un proceso de concentración cada vez más marcado de los
espacios de habitación y producción en el fondo de cuenca (Olivera y Vigliani 2002). Este
proceso iba acompañado de una mayor concentración del poder político y económico, en
manos de una elite emergente, hecho que se ve reforzado por la representación de figuras
humanas con "uncu" y escudos asociados a la llama. Esto último permitió plantear que las
elites emergentes estaban teniendo cada vez más injerencia en la actividad pastoril (Aschero
2000; Podestá y Olivera 1998). Sin embargo, la alta presencia de sitios con arte rupestre,
asociados a los espacios más productivos para el desarrollo de las prácticas agropastoriles
y a las sendas que los conectan, sugiere que la capacidad de realizar este tipo de comunica-
ción gráfica aún estaba en manos de los campesinos y pastores y que éstos lo hacían dentro
de su rango de acción (op.cit 2000). Dada la asociación contextual de este tipo de manifesta-
ciones, es posible que la intención haya sido marcar e informar a otros acerca de los mejores
espacios de explotación y habitación, así como de líneas de tránsito y de límites territoriales.
Es posible que otros puntos del paisaje, como las altas cumbres y las nacientes de los
ríos, hayan tenido también una significación especial, como lo sugiere la literatura antropológica
mencionada más arriba, lo que hubiera propiciado la realización de rituales y ofrendas. Sin
embargo, la ausencia de elementos perdurables con relación a este tipo de prácticas nos
lleva, por el momento, a sugerir que la ritualidad del habitante nativo se acercaba más bien a
una actitud cotidiana de introversión y privacidad sin buscar la trascendencia de la misma.
En este sentido, no hay evidencias de que la religiosidad local haya sido manipulada por las
clases políticas emergentes.
Las características de este proceso indicarían que el paisaje estaba siendo construido
y reconstruido de acuerdo a un proceso de diferenciación social cada vez mayor, a una
tendencia al desarrollo de unidades políticas más centralizadas y a una actitud ligada a la
producción de excedentes y a la demarcación territorial. Este proceso daría lugar a un paisaje
cerrado y dividido (Criado Boado 1993), aunque manteniendo todavía la ritualidad y el
simbolismo de los habitantes nativos dentro del ámbito familiar y privado. Sin embargo, la

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

presencia incaica en Antofagasta de la Sierra afectaría el proceso regional y, con ello, la


construcción, conceptualización e idealización del paisaje local.

Paisaje Incaico: Hipótesis e Implicancias

Pensamos que en Antofagasta de la Sierra la imposición de un nuevo orden socio-


político y económico, a partir de la presencia incaica, estuvo acompañado por la apropiación y
reestructuración del paisaje. Este proceso a) habría afectado los espacios de mayor interacción
social preexistentes y b) habría provocado modificaciones en el orden de la significación.
Si, como se ha propuesto, los principales intereses que los Incas tuvieron en la región
fueron la alta potencialidad agrícola-ganadera, la riqueza minera (oro, plata, onix) y la ubicación
estratégica de la cuenca como punto nodal en las redes de circulación intra e inlerregionales
(Olivera 1991 b), asumimos que los Incas habrían aprovechado los espacios de producción,
explotación y circulación que ya estaban siendo utilizados por la población local. Planteamos
que es especialmente en estos espacios donde los Incas debieron desarrollar estrategias que
justificaran tal apropiación, y no en otros sectores que, si bien interesaban al Imperio no eran
utilizados por las poblaciones locales. Se ha propuesto a su vez la posibilidad de que se
hubieran incorporado grupos de nútimaes a las tareas productivas (Olivera et.at 1994)
Por otra parte, asumimos que las modificaciones ocurridas con la presencia incaica en
e l uso del espacio habitacional, productivo, político o territorial afectaron los sistemas sim-
bólicos (íconos, rituales, etc.) de la comunidad local. Sugerimos entonces que deben de
haberse incorporado nuevos referentes que se hicieran cargo de esas modificaciones , pro-
veyendo significados a las nuevas actividades e interacciones y en definitiva, al nuevo
orden social.
Consideramos que las condiciones de visibilidad de un producto, en su presente
soc ial y a futuro, están asociadas a una determinada intencionalidad o voluntad de visibili-
dad , la cual es compatible con las estrategias sociales de construcción del paisaje. Esta
intencionalidad o voluntad de visibilidad define la actitud cultural hacia el espacio a través
de la manera en que se ven -o no- los efectos de la acción social sobre él 5 (Criado Boado
1993). Definimos aquí la noción de monumentalidad social como la búsqueda intencional,
por parle de una sociedad o un sector de la sociedad, en generar un gran impacto visual en
lo que construyen o representan , el cual se logra a través de la ubicación, el tamaño y la
magnitud de la realización, independientemente de su forma o función ~.

5 Criado Boado ( 1993) define cuatro estrategias principales de visibilización: i11hibic:ián (actitud in-
co nsciente de visibilización de los restos de la acción humana), ocultació11 (actitud consciente de
invisibilización de los restos de la acción humana), exhibición (actitud consciente de visibilización de
los restos de la acción humana dentro del presente social), y numu111e11talizació11 (actitud consciente
de exhibición de los restos de la acción humana dentro del presente social y a futuro).
6 Detrás de 'esta noción definida aquí, se puede ver ciertas variables o manifestaciones del poder
político, definidas por Nelson ( 1995), que revelan algún aspecto de la escala o de la jerarquía de la
sociedad, como por ejemplo la capacidad de organizar y movilizar mano de obra para la construcción
de espacios centrales o destacados y de sistema de caminos o sectores productivos, así como el empleo
del simbolismo arquitectónico.

Nº 39, segundo semestre del 2004 161


Artículos, notas y documentos

Lo expuesto genera diversas expectativas:


En primer lugar se esperaría que en los espacios donde más interactuaba la población
local estén representados en su construcción elementos infraestructurales de carácter
imperial, asociados a la puesta en práctica de estrategias de monument~lidad social.
Por el contrario, se esperaría que éstos no estuvieran representados en aquellos
lugares donde menos -o nada- interactuaba la población local, a pesar de que fueran
sectores de gran interés para el Incario.
Por otra parte, esperaríamos observar cambios en el orden de la significación a través
de la incorporación de referentes socialmente más explícitos, formales y de nítido
carácter incaico (p.e. iconografía, arquitectura simbólica). Éstos, exhibirían el uso de
la monumentalidad social y se ubicarían no sólo en relación a componentes importan-
tes del paisaje local sino también en relación a nuevos componentes del paisaje
impuesto por el Incario. Aquí analizaremos los cerros, como lugar de culto panandino,
así como el arte rupestre como medio de expresión y comunicación.
Finalmente, la red incaica de caminos 7 mostraría una articulación entre los principales
espacios explotados por el Incario y los espacios de veneración, como también un
cambio en la estructura del espacio regional, incluyendo las redes de circulación de
bienes y la señalización de puntos significativos a lo largo del camino.

En el apartado siguiente, intentaremos contrastar los planteamientos presentados


arriba con la evidencia arqueológica correspondiente a la presencia incaica en la Puna Meri-
dional, para luego analizar las posibles modificaciones y consecuente resignificación del
paisaje local al servicio del nuevo orden.

Análisis y Discusión

De acuerdo a la evidencia arqueológica, en el momento de contacto incaico, el fondo


de cuenca concentraba la mayor parte de la población local tanto para la habitación como
para la producción de alimentos y forraje. El primero de ellos, el centro habitacional de La
Alumbrera, está ubicado al pie del Volcán Antofagasta y a orillas de la laguna terminal, la cual
recibe todo el aporte hídrico del sistema de los ríos que conforman la cuenca. Para su
construcción se utilizaron las piedras de las coladas basálticas del volcán, cuyo color negro
contrasta con la coloración parda de los cerros circundantes, lo cual hace que se destaquen
inmediatamente del entorno (Foto 1 y 2). Por lo tanto, la situación del asentamiento no sólo
es claramente central dentro del espacio.circundante, sino también altamente visible.
El asentamiento se encuentra rodeado por un muro perimetral, a excepción de las
orillas de la laguna. La solidez de la construcción, cuya altura llega a 2 metros, y la existencia
de troneras -asociadas al Incario según Olivera- lo describen como un muro con fines
defensivos (Olivera 1991b). En el sector central, las construcciones tienen un aspecto de
mayor aglutinamiento, con vías de circulación internas y una arquitectura más cuidada y

7 Coincidimos con Foucault ( 1977) cuando dice que la construcción de sistemas de caminos es una de las
actividades que más intervienen los paisajes, ya que impone un tipo de "paisajismo" cargado de
consecuencias.

162 Revista Andina


Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

sólida. Lamentablemente, la falta de excavaciones sistemáticas en el siti o dificulta la identifi-


cac ión de los sectores preex istentes a la prese ncia incaica, sin embargo es posible que el
sector cent ral haya sido uno de ellos.
La presenc ia efectiv a de l Incari o en el asentamiento se hace evidente a partir de la
ex istencia de varios elementos de fili ación incaica. Además de las troneras en el muro perimetral ,
la mayoría de estos elementos se concentran en el sector central. Allí, muchas de las cons-
trucc iones parecen tender a la imitación de la sillería. E xisten evidencias de rampas y escali -
natas , así como de vesti gios de resolución trapezoidal en al gunas aberturas. En este sector
se destaca un recinto compuesto, de tipo Rectángul o Perimetral Compuesto (RPC), el cual,
según Oli vera ( 199 1b), parece haber cumplido funciones relevantes debido a la construcción
más cuidada y a la ev idente selección del espacio utili zado a través del pl aneamiento y del
trabaj o artifi cial de la topogra fía. Este sector genera un impacto visual marcado desde todo e l
ase ntami ento, no sólo porque ex hibe una concentración importante de es tructuras, sino
porque además está asentado en una de las partes más altas del terreno, teniendo en cuenta
la topografía irregul ar provocada por las coladas volcánicas .
A unos 3 Km al norte de La Alumbrera, y sobre la pl anicie media aluvial, se encuentra
e l sistema de producci ón ag ríco la de Baj o del Coypar. Durante la ocupac ión incaica este
sistema fu e ampli ado mediante la construcción de un a compl ej a red de canal es y cuadros de
culti vos de piedra, sobre la ladera inferior de los cerros del Coypar, lo cual significó un
incremento considerable del espacio cultivable (Ba jo del Coypar l. sector 2)x (Olivera y
Yi gli ani 2002; Yigliani 1999) (Fig. 4). El canal corre a cota superior, se extiende por un tramo de
3700 metros y mantiene un gradiente medio de 0.37%. Esta ampli ación permitía utili zar la
terraza superi or y los conos aluviales, los cuales presentaban, espec ialmente la primera, la
mej or apt itud para el cultivo baj o riego de todo el sistema (Tchilingirian y Barandica 1994).
E n un a saliente sobre esta mi sma ladera, e inmedi atamente por encima del sector
mencionado, está lo que se conoce como Fortaleza de Coyparcito, la cual se encuentra en
una pos ición estratég ica de vi sibilidad, tanto del sistema de producc ión agrícola de Bajo del
Coy par como de todo el fo ndo de cuenca, incluyendo las entradas natu rales al mi smo (Foto
2). La ubi cac ión natural del siti o genera una cierta inaccesibilidad , situaci ón que se acentúa
por la presenc ia de mu rall as que la circundan. En su construcción intervienen elementos de
fili ac ión incaica, como torreones y troneras (Raffin o et.al. 1973), y una pos ible estructura en
planta de RPC con un caso de vano trapezoidal (Oli vera 1991 b).
El arte rupestre no parece haber sido una expresión relevante durante la dominación
inca (Podestá y Oli vera 1998). Si bien no se conoce con certeza ningún di seño atribuible al
Incario, todo parece indicar que durante la dominación incaica la producci ón de arte rupestre
se redujo notablemente. En Antofagasta de la Sierra fueron atribuidos a estos momentos los
siti os Peñas Coloradas 3, en el curso medio del río Las Pitas, y Confluenci a (inca) ubicado en
el fo ndo de cuenca. En ambos casos los trabajos fueron reali zados sobre soportes rocosos
ut ili zados anteriormente. En el primero se trata de fi guras de camélidos de di seño lineal-
esquemático, que ocupan sectores periféricos a fi guras más tempranas. El segundo en cam-

8 Parte del mismo proceso de ampliación del espacio de producc ión agríco la parece haber ocurrido en
el sector de Campo Cortaderas (Oli vera y Vi gliani 2002).

Nº 39, segundo semestre del 2004 163


Artículos, notas y documentos

bio, constituye una representación excepcional para la región . De acuerdo a Podestá y Olivera
( 1998), se trataría de la representación, a manera de maqueta, de un sistema de andenes de
cultivo, reservorios de agua y canales de riego esculpidos sobre una gran roca. Esta represen-
tación parece "sintetizar un segmento particular del paisaje del fondo de cuel\Ca en donde se
ubica el sistema agrícola de Bajo del Coypar". Se ha sugerido que este tipo de manifestaciones
son propias de la expresión incaica en diferentes regiones del imperio (Podestá 1997).
En síntesis, en los espacios donde más interactuaba la población local en momentos
previos a la presencia incaica, es decir las áreas de habitación y explotación, así como de
producción comunal en el fondo de cuenca, la presencia imperial es altamente visible. Esto
coincide con el evidente interés que tenía el Incario en la potencialidad agrícola-ganadera de
la región y en su ubicación estratégica como punto nodal en las vías de circulación intra-
regional e ínter-regional.
Otro de los principales intereses que tenía el lncario en la región, sino el más impor-
tante, era la explotación minera (Olivera 1991, Raffino 1983). En este sentido, cabe destacar la
clara asociación de vestigios incas con yacimientos mineros importantes de la región. Mina
lncahuasi (oro) está ubicado a unos 80 Km al norte de la hoyada de Antofagasta de la Sierra,
en las cercanías del Salar del Hombre Muerto. Corresponde a una serie de estructuras en
planta de RPC que presentan, en algunos casos, resolución trapezoidal en vanos de puertas
y nichos . La cercanía de yacimientos de oro y la presencia de socavones, asoc iados al
asentamiento, permitieron relacionar al mismo con la práctica de la minería. (Raffino 1991 ;
Olivera 1991 b). Por otra parte, Cantera Inca (onix) es un sitio relacionado a una mina de onix
ubicada a unos I O- 12 Km al sudeste de la villa actual de Antofagasta de la Sierra. En la misma
cantera se halló una pirca de planta rectangular, construida con piedras de diferentes colo-
res. El sitio está a su vez asociado a un tramo de la red vial incaica, del tipo despejado y
amojonado, que se dirigiría hacia Valles Calchaquíes (Olivera 1991 b). Finalmente, la existen-
cia de socavones mineros asociados a una Tambería al pie del Volcán Peinado han permitido
relacionar al sitio con la práctica de la minería (op.cit 1991 b; Oliveracom.pers)(Fig. 3). Yaen
la Puna Salteña, y a pocos kilómetros al norte de Mina Incahuasi, existe el sitio Abra de las
Minas asociado a un socavón conocido con el nombre de "lnkaviejo", en donde también se
hallaron evidencias de pinturas rupestres (Raffino 1983:246). Por el momento, la evidencia
arqueológica permite suponer que estos sectores no eran utilizados por las poblaciones
locales antes de la presencia incaica, al menos de manera sistemática.
Otra de las manifestaciones importantes que se dan con la presencia inca es la cons-
trucción de los denominados "Complejos Ceremoniales de altura y ofrendatarios en las
cumbres". Entre éstos se destacan los del Volcán Antofalla (6100 m) y el Cerro Tebenguicho
(5790 m) al noroeste de la localidad de Antofagasta de la Sierra, el Volcán Gallán (5650 m) y el
Volcán Peinado (5740 m) al noreste y sudeste respectivamente (cabe mencionar la presencia
de Tamberias al pie de ambos, de grabados vinculados al primero -Raffino 1978:99- y de
probable explotación minera del segundo) y el Volcán Carachipampa (4500 m) ubicado al sur
y cercano a la ruta que se dirige al Valle de Hualfín (C.I.A.D.A.M. 1975; 1978) (Fig. 3). Salvo
este último, los primeros cuatro casos presentan la construcción de una plataforma artificial
en sus cumbres (Raffino 1983; Vitry 1997; Beorchia 1987).
Los vestigios de vialidad incaica en la región, unidos a las evidencias de los sitios
mencionados, permitieron estimar las posibles vías de circulación de la red vial inca. Ésta,

164 Revista Andina


Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

tras alcanzar Antofagasta de la Sierra, procedente del Valle de Hualfin, se divide en dos
ramales . Uno parte hacia el este, en dirección a los Valles Calchaquíes, previo paso por
Cantera Inca y Tambería de Laguna Diamante (Volcán Gallán), y el otro hacia el norte en
dirección a Mina Incahuasi, llegando hasta Abra de las Minas, en la Puna Salteña y vinculan-
do los yacimientos mineros de la región. Finalmente, un posible trazado caminero uniría la
localidad de Antofagasta de la Sierra con la Tambería del Peinado, conectando localizaciones
de vegas y ojos de agua (Olivera 1991 b) (Fig. 3).
Por último, cabe destacar que durante los tiempos incaicos la orientación en el tráfico
de la obsidiana parece cambiar. En este momento todas las fuentes principales aparecen
conjuntamente representadas en los sitios arqueológicos muestreados, coincidiendo con la
consideración general en la existencia de un alto grado de control de los territorios y del
tráfico de bienes durante la presencia estatal en el NOA (Yacobaccio et.al 1999).

Paisaje y Transición

Con la presencia incaica en la cuenca se hace evidente la construcción de un paisaje


social más intervenido física y socialmente. El paisaje dividido se convierte en un paisaje
jerarquizado en el que se distinguen claramente quiénes administran y controlan la produc-
ción , extracción y circulación de bienes y personas. Los espacios de habitación de la pobla-
ción local (La Alumbrera), así como los sectores principales destinados a la producción de
los medios de subsistencia (sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar), se ven
físicamente intervenidos a través de un proceso de ampliación y reestructuración de los
mismos , y socialmente afectados en la medida que este proceso implicara una alteración de
las actividades diarias de los pobladores locales y de las relaciones sociales, si considera-
mos la probable incorporación de mitimaes foráneos a las tareas de producción y/o cons-
trucción (Olivera et.al 1994).
Con la apropiación y ampliación del espacio productivo , la fortaleza del Coyparcito
aparecía en el paisaje como un signo omnipresente del control estatal en la región. Tanto su
ubicación, en lo alto de la ladera, como el evidente recurso de la monumentalidad social
generan un gran impacto visual desde el fondo del valle y, especialmente, desde donde se
distribuyen los campos de cultivo. Así también, y sobre todo en el sector central de La
Alumbrera, se hace evidente el uso de elementos de filiación incaica asociados a la
monumentalidad social. Es obvio además el mayor despliegue de recursos visuales en este
sector, a diferencia de otros, lo que sugiere que el Incario tenía mayor interés en resignificar
este tipo de espacios.
Por el contrario, en los espacios de explotación minera la escala de construcción es
infinitamente menor. Salvo la probable existencia de un RPC en Mina Incahuasi, casi no se
recurre a la utilización de elementos infraestructurales de carácter imperial y mucho menos de
la monumentalidad social. No se conocen evidencias de explotación de estos yacimientos
antes de la lle~ada de los Incas, de lo cual deducimos que no eran los lugares de interacción
social más destacados dentro del paisaje local. Por lo tanto, el Estado no necesitó recurrir al
uso de recursos visuales y estéticos para afianzar su posición como sí debió hacerlo en los
sectores de mayor concentración poblacional. De este modo, la mayor exposición de
monumentalidad social , vinculada a la utilización de elementos infraestructurales de carácter

N9 39, segundo semestre del 2004 165


Artículos, notas y documentos

imperial , se da en el centro de la actividad productiva y habitacional, es decir en los espacios


de mayor interacción social. La utilización de recursos visuales en el proceso de apropiación
y reestructuración del paisaje afectó principalmente estos espacios (Hipótesis a), que po-
dían coincidir o no con la localización de los recursos que más interesaban al 1Imperio.
Asimismo, también en los sectores destinados a la actividad agro-pastoril, parece
producirse otra modificación de significativa implicancia en el proceso de apropiación del
paisaje. La alta densidad de sitios tardíos con arte rupestre en el fondo de cuenca y en
sectores intermedios, caracterizados todos ellos por una buena intención de visibilidad, se
reduce a partir de la presencia inca. Es evidente que los grupos que empleaban expresiones
gráficas compartidas para comunicar ya no lo hacían como antes, o bien lo que comunicaban
cambió. Mientras tanto, la posible representación que a manera de maqueta estaría reflejan-
do el sistema de cultivo de Bajo del Coypar (sitio Confluencia), refleja la instalación de
nuevos objetivos referenciales, que podrían estar relac ionados con la apropiación del espa-
cio productivo y los productos que de allí se obtuvieran, convirtiéndose de este modo en
referentes más explícitos y formales, dirigidos al conjunto de la comunidad . La aparente
descripción detallada de andenes de cultivo, reservorios de agua y canales de riego no sería
otra cosa que la esquematización replicada de la propia infraestructura desplegada por el
Imperio en el terreno. Asimismo, la selección de espacios y componentes nuevos para la
realización de representaciones gráficas (Volcán Gallán -sitio de altura-y Abra de las Minas
- explotación minera) supondría la utilización de objetivos referenciales diferentes que modi-
fican la estructuración del territorio y la objetivación del paisaje.
De este modo, no sólo el contexto de producción sería resignificado si no que cambia-
ría totalmente el contexto de la significación 9 (Hipótesis b). Si antes la producción de arte
rupestre se daba en el dominio de agricultores y pastores, con la presencia incaica la situa-
ción era diferente. El espacio se convirtió en territorio de otros y por lo tanto los contextos en
los cuales ejecutaban las representaciones rupestres cambiaron. En otras palabras, la redu-
cida producción de arte rupestre, la presencia de referentes objetivos nuevos y la selección
de espacios diferentes para las representaciones gráficas estarían indicando que el control
de las tropas de camélidos y la disponibilidad de agua y pasturas pertenecían a un orden
social mayor y a un territorio más amplio y extraño.
Por otro lado, la construcción de estructuras ceremoniales en las cumbres de algunos
de los cerros de la región implicó por sí solo, si consideramos el pasado sagrado de aquellos,
un tipo de simbolismo arquitectónico cargado de poder. En este sentido, los sitios ceremo-
niales de altura conllevarían importantes cambios en el orden de la significación, dado que se
trataba de espacios naturales y sagrados diseminados en el vasto paisaje andino, que fueron
modificados mediante la construcción de plataformas artificiales en sus cimas, y en donde se
llevaba a cabo el sacrificio y/o la transformación simbólica del objeto (Farrington 1998). Esto

9 El contexto de producción refiere a la representación rupestre como el producto potencial de un a


práctica socioeconómica dentro de un medio natural y cultural - localización del sitio, momento de la
ejec ució n, grupo humano y actividades asociadas-. El contexto de significación trata acerca de los
referentes objetivos o imaginarios que pudieron proveer elementos perceptuales a la creación plástica
dada en la representación, y a la articulación y di stribución de las representacio nes en el espacio del
soporte (Aschero 1988: 116-117).

166 Revista Andina


Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

implicó que a las prácticas de veneración, enraizadas en la tradición y en las relaciones de


parentesco, se les impusiera la formalización de ritos de adoración solar, anclados en la
religión y en la política estatal. En otras palabras, la naturaleza sagrada y ancestral fue
apropiada y resignificada, y la construcción de esa escenografía formalizada llevó a la cons-
trucción de un paisaje artificial, cargado de poder y definitivo (Hipótesis b). De este modo, el
simbolismo y ritualidad que existía en el ámbito familiar y privado de los habitantes puneños,
se vería alterado con la presencia inca y, así, del dominio doméstico y de introversión de la
ritualidad se pasaría a un dominio público y ceremonial convirtiendo estos lugares en espa-
cios de interacción social y religiosa.
Finalmente, como manifestación infraestructural, la red vial actuó en función de los
intereses económicos, políticos, administrativos y religiosos impuestos por el Imperio, con-
virtiéndose así en el esqueleto axial de un nuevo territorio. A través del camino, se articula-
ban los sectores cuyos recursos estaban siendo explotados directamente por el Imperio
(áreas de producción agro-pastoril, yacimientos mineros), se incorporaban los espacios de
veneración oficial (complejos ceremoniales de altura), se absorbían las redes de interacción
preexistentes (por ejemplo la circulación de la obsidiana) y se canalizaba el tráfico o circula-
ción de bienes y personas (por ejemplo, hacia Valle Calchaquíes comunicando a la Puna con
la denominada Ruta al Perú). Todo este sistema conducía al Cuzco mediante circuitos nuevos
que imponían una forma diferente de estructurar el espacio y la circulación.
La red vial no solo tuvo un sentido práctico, sino también simbólico al establecer una
nueva concepción en la división del espacio y la sociedad. Los espacios articulados por el
camino inca se convirtieron en parte de un territorio más extenso, un territorio que se exten-
día más allá de las fronteras conocidas. De este modo, se alteraban las unidades vivenciales
y con ello la concepción del paisaje y el sentido de pertenencia y de arraigo del habitante
nativo. A su vez, el sistema de caminos fue una modificación antrópica visible y perdurable,
en donde se pusieron en práctica estrategias de monumentalidad social. Esto implicaba la
incorporación de un componente nuevo en el paisaje, que modificaba y resignificaba la
forma de moverse en el espacio y que actuaba como un símbolo omnipresente del poder y de
la autoridad del Estado Inca, a través de los Andes (Hipótesis b).

Conclusiones
La incorporación de vastas regiones de los Andes Centro Sur al Imperio Incaico ha
debido requerir de la puesta en práctica de diversas estrategias de expansión, conquista y
ocupación, llevadas a cabo en el marco de su política expansionista, pero también debieron
de desarrollar formas para mantener esa situación de dominio y control sobre los territorios
ya conquistados. Vimos que en algunos casos la apropiación del paisaje, el reordenamiento
y su consecuente resignificación pudieron facilitar el mantenimiento del control del área
conquistada, constituyéndose así en estrategia.
La apropiación de un paisaje implica la apropiación de los aspectos materiales y
simbólicos que lo conforman, y su consecuente manipulación y resignificación. Los prime-
ros son los espacios físicos de la realidad social, producidos o modificados por la acción
humana, a través de una constante interacción ; los segundos, en cambio, son los sistemas
simbólicos que, como instrumentos de conocimiento y comunicación contribuyen a la inte-

Nº 39, segundo semestre del 2004 167


Artículos, notas y documentos

gración y a la reproducción del orden social. Tanto los aspectos materiales como los aspec-
tos simbólicos son distintas dimensiones de una misma realidad soc ial y, por ende, no
pueden ser tratados unos sin los otros.
Pensamos que, como estrategia de control impuesta por un orden exter~o, la apropia-
ción y reestructuración del paisaje afectaría más aquellos espacios de mayor interacción
social local preexistente. Para el caso de Antofagasta de la Sierra, propusimos que éstos
serían los sectores de habitación y producción agrícola del fondo de cuenca por ser los más
densamente poblados en el momento del contacto imperial. Observamos que, efectivamente,
la utili zación de rasgos infraestructurales incas, asociados al recurso de la monumentalidad
social, se aplicaron con mayor energía en esos sectores, es decir en el asentamiento de La
Alumbrera y en el sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar. En cambio, el desplie-
gue de recursos visuales no sería el mismo en aquellos lugares que, a pesar de ser de gran
interés para el Imperio, no eran sectores importantes para la población local o al menos no
generaban una interacción social marcada, como resultaron ser las áreas de explotación
mm era.
Por otra parte, propusimos que la presencia incaica produciría una modificación en el
orden de la significación y que, entre otras formas, ésta se daría a través del uso de referentes
socialmente más explícitos y formales. En diversas ocasiones se ha propuesto que, por
compartir una herencia cultural común, la expansión incaica no produjo una coalición de
creencias divergentes sino más bien una complementación de tradiciones igualmente andinas,
facilitando así el proceso de integración. De este modo, la ideología imperial se habría nutrido
del conjunto de mitos y creencias andinas, logrando una síntesis ordenada y simple de ideas
y, por lo tanto, fácilmente reproducible . Este proceso de apropiación de los sistemas simbó-
licos y su transformación en ideología habría supuesto el traslado de modos de representa-
ción socialmente más explícitos, con tendencia a una mayor coherencia y a una mejor orga-
nización formal. En Antofagasta de la Sierra pudimos observar que la imposición de un
nuevo sistema político e ideológico llevó consigo la apropiación y reelaboración de prácti-
cas que, vinculadas a universos simbólicos socialmente consensuados (por ejemplo la vene-
ración de las altas cumbres), se transformaron en prácticas relacionadas a universos simbó-
licos políticamente ritualizados (por ejemplo los santuarios de altura). De este modo, los
sistemas simbólicos, como productos colectivos y colectivamente apropiados, habrían sido
resignificados para servir como instrumentos de dominación o de legitimación de la domina-
ción. Éstos, sirviendo a intereses particulares, tendían a presentarse en favor de intereses
universales, comunes al conjunto del grupo. En este sentido, pensamos que el sistema
ideológico incaico no significó una trasgresión de los modelos normativos locales, sino más
bien una manipulación de los mismos, lo que facilitó que el poder simbólico sea "reconoci-
do" y de este modo ejercido (Bourdieu 1999).
Por otra parte, en Antofagasta de la Sierra el arte rupestre no parece haber sido una
expresión ideológica relevante para el Incario. Sin embargo, si consideramos a las represen-
taciones gráficas como expresiones especialmente vinculadas a la marcación de determina-
dos espacios y vías de tránsito, podríamos concluir que la menor producción, así como la
selección de espacios y componentes nuevos para su realización estarían indicando una
modificación en la forma de estructurar el territorio y de concebir el paisaje. Pensamos que,
como representación visual de códigos de comunicación compartidos, el arte rupestre cons-

168 Revista Andina


Si/vina Vig/iani: Entre intereses estatales y estrategias de control

tituye en sí mismo una línea de investigación muy prometedora, especialmente en lo que


respecta a la arqueología del paisaje incaico. Lamentablemente, falta mucho por investigar
sobre el arte rupestre inca, por lo que sólo podemos establecer observaciones tentativas.
En el proceso de apropiación y resignificación del paisaje, los espacios de la comarca,
la "llakta", se modificaban en pro del nuevo status qua. En este proceso, los sistemas de
caminos fueron en sí mismos referentes bastante explícitos para toda la comunidad; sirvieron
para viajar pero también para pensar una nueva relación espacial entre los grupos y los
lugares y, al mismo tiempo, significaron la unión más omnipresente y visible entre los indivi-
duos y el Estado. Fueron usados para concebir y expresar una geografía cultural y estuvie-
ron muchas veces envestidos de un significado ritual (Hyslop 1984:341)
Finalmente, pensamos que para comprender mejor el paisaje incaico debemos tener
en cuenta no sólo los espacios que más interesaban al Imperio, en cuanto a apropiación de
bienes y tributo, sino también considerar la relación entre las estrategias visuales empleadas
por el Incario, los lugares que, dentro del paisaje preexistente fueran seleccionados para
ponerlas en práctica y el pasado nativo de esos Jugares. En Antofagasta de la Sierra el
proceso de apropiación y reestructuración del paisaje local, mediante estrategias de recur-
sos visuales, se dio en los espacios de mayor interacción social preexistente y en los compo-
nentes del paisaje simbólicamente más significativos. Sostenemos que este proceso habría
facilitado el afianzamiento de la posición dominante del Estado en la región conquistada.

Agradecimientos: A Adriana Callegari y Florencia Kusch por introducirme en el


mundo de la Arqueología del Paisaje, y a María Isabel Hernández Llosas por sus incansables
lecturas del manuscrito, por sus críticas y comentarios. Todo lo aquí vertido es responsabi-
lidad de la autora.

Silvina A. Vigliani
Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).
[email protected]

Nº 39, segundo semestre del 2004 169


Artículos, notas y documentos

Fig. I: Paisaje Arqueológico durante el Tardío (Departamento de Antofagasta de la Sierra)

Ubicación de la reglón ele


Antofagasta de la Siena
Noroeste Argentina

Fig. 2: Detalle ampliado (Sitios)

1- La Alumbrera, 2- Bajo del Coypar


11, 3- Bajo del Coypar I (sector I ), 5-
Campo Cortaderas, 6- Punta de la Peña
2, 7- Qda. de Petra, 8- Real Grande I y
6, 9- Curuto 5, 10- Cacao 1, 11- Peña
Colorada del R. Puni lla, 12- Casas Vie-
jas, 13- Punta de la Peña 2 (arte rupes-
tre), 14- Confluencia, 15- C. de Lag.
Colorada, 16- Peñas Coloradas 3 y 4,
17- Peñas Coloradas 2, 18- Peñas Co-
loradas 1, 19- Derrumbes 2, 20- De-
rrumbes 1, 21- Punta del Pueblo, 22-
El Mortera!, 23- La Torre.

Referencias
• Sitios llqUe(llóglcos
• Sltiol con arte
rupestre

170 Revista Andina


Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Fig. 3: Paisaje Arqueológico durante la presencia incaica

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A abra de las Minas
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a
Referencias

Sttios arqueológicos
Sitios con arte rupestre

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29
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/
Sitios de altura
Camino Incaico

----··----------:----·.. i: - ···::._ a Va de Huamn

Fig. 4: Detalle ampliado (Sitios)

1- La Alumbrera, 2- Bajo del Coypar 11 ,


3- Bajo del Coypar 1 (sector 1), 4- Bajo
del Coypar 1 (sector 2), 5- Campo
Cortaderas, 7- Qda de Petra, 14- Con-
fluencia (inca), 16- Peñas Coloradas 3,
24- Coyparcito, 25- Cantera Inca, 26-
--..... 1... Mina Jncahuasi , 27- El Peinado (yac. mi-
Vega/ ·1
! nero), 28- Vn Gallán (s. de altura), 29- Yn
Cortaderas Peinado (s. de altura), 30- Vn Antofalla
i( (s. de altura), 31- Co. Tebenquicho (s. de
5"\ .
,\ altura), 32- Vn Carachipampa (s. de altu-
ra), 33- Tambería Lg. Diam ante, 34-
~ - 14
LagunaC ' -· • Tambería El Peinado, 35- Vn Gallán (arte
Cok>rada
rupestre), 36- Abra de las Minas (arte
rupestre)

Referencias
• Sitios arqueológicos
• Sitios con arte
rupestre

Nº 39, segundo semestre del 2004 171


Artículos, notas y documentos

Fig. 5: Camélidos con figura humana portando un hacha. La figura escutiforme está sobre
los camélidos y la cruz sobre esta última. Sitio Confluencia (sacado de Aschero 2000).

Fig. 6: Caravanas de llamas. Sitio Derrumbes 1 (sacado de Aschero 2000).

172 Revista Andina


Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Foto 1: Vista general del fondo de cuenca. Volcán Antofagasta a


cuyo pie está el sitio La Alumbrera.

Foto 2: Vista del fondo de cuenca desde Punta de la Peña. Al fondo se ve:
(A) el Ve. Antofagasta, (B) ubicación de Coyparcito. Debajo de éste se
distribuyen los campos de cultivo.

Nº 39, segundo semestre del 2004 173


BIBLIOGRAFIA

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