Ensayo Criminologia

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UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS


ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

LA CIUDADANÍA EN LAS CALLES, EL DERECHO A LA PROTESTA Y


LA ESTIGMATIZACIÓN DE ESTE DERECHO FUNDAMENTAL
Presentado por:
-Cristhian Callata
-Tamahara Layme
-Nayeli Valderrama
-Jhonatan Huayta
-José Rivera
-Mauricio Alvarez
Asignatura:
Criminología
Docente:
Mag. Carlos Alberto Pajuelo Beltrán
Tacna-Perú
LA CIUDADANÍA EN LAS CALLES, EL DERECHO A LA PROTESTA Y LA

ESTIGMATIZACIÓN DE ESTE DERECHO FUNDAMENTAL

Las protestas en Perú de 2020 fueron una serie de manifestaciones y disturbios a nivel

nacional desencadenados tras la declaratoria de vacancia de la presidencia por incapacidad

moral del presidente peruano Martín Vizcarra. Estas protestas iniciaron el 9 de noviembre

del 2020, en donde se registraron muchas de estas en distintos puntos del país, esto para

demostrar la indignación que sentía un sector de la población por la vacancia del presidente

y a vez mostrar rechazo hacia Manuel Merino, quien asumió el cargo de Presidente de la

República, llegando a ser considerado como un hecho inconstitucional o un golpe de

estado.

Como antecedentes de este problema, podemos mencionar al primer intento de vacancia al

presidente Vizcarra, en donde a inicios del 2020 entro en investigación un contrato con el

cantante Richard Cisneros, en el cual este mismo recibió un total de 175 mil 400 soles

debido a contactos en el Palacio de Gobierno. El presidente en ese entonces Martin

Vizcarra respondió a estas acusaciones en donde también hubo audios, diciendo que estos

fueron modificados para convertir un reclamo relacionado con el trabajo en un acto

delictivo o político, con ganas de sacar las palabras de contexto y con la intención de

acusarme de situaciones inexistentes.

Ante esto el ese entonces Presidente del Congreso de la Republica Manuel Merino, fue

objeto de críticas por cómo reaccionó de manera apresurada iniciando un juicio político
contra Martin Vizcarra. El 12 de septiembre de 2020 un periodista dio a conocer que

Manuel Merino se puso en contacto con el Comandante General de la Marina de Guerra del

Perú, asimismo Jorge Chávez, quien era el exministro de Defensa, confirmó que Manuel

Merino había intentado ponerse en contacto con los altos mandos de las FF.AA.

Posteriormente a esto se publicó un segundo informe en donde se constataba que Manuel

Merino se había puesto en contacto con los funcionarios de todo el gobierno, esto mientras

se preparaba para crear un gabinete de transición. Tras la publicación de estos informes es

que el apoyo a la vacancia de Vizcarra disminuyó, optando el congreso por no destituir a

este de la presidencia.

Tras fracasar el primer intento, la bancada de Unión por el Perú planteó una nueva moción

de vacancia presidencial en octubre de 2020, con base en los supuestos actos de corrupción

cometidos por Vizcarra cuando era gobernador regional de Moquegua, que incluye el

testimonio de un aspirante a colaborador eficaz en el “Caso Club de la Construcción” quien

manifestó que la empresa Obrainsa le pagó a Vizcarra 1 millón de soles y otros tres

aspirantes a colaboradores efectivos también señalan que recibió 1.3 millones de soles del

consorcio Ingenieros Civiles y Contratistas Generales SA (ICCGSA), e Incot por la

licitación del proyecto de construcción del Hospital Regional de Moquegua en 2013. El

Congreso de la República decidió aprobar la admisión a trámite de una segunda moción de

vacancia contra el presidente Martín Vizcarra, luego de salir bien librado de un primer

proceso. Tras todo ello, el presidente fue citado al Congreso para presentar sus descargos.

Con respecto a las manifestaciones, la primera que se dio el 9 de noviembre. El

expresidente Martín Vizcarra fue citado al Congreso a las 10 de la mañana. Vizcarra ejerció

su defensa y posterior a ello se procedió al debate de la aprobación de la vacancia. Con 105


votos a favor votos de un total de 130 congresistas, la declaratoria de permanente

incapacidad moral fue aprobada. Posteriormente, grupos de personas y colectivos

comenzaron a marchar hacia la Plaza San Martín. Bajo el Lema “Merino no me representa”

Desde horas de la tarde, personas comenzaron a llegar al edificio del Palacio Legislativo, el

cual se encontraba custodiado por la Policía Nacional. Un incidente se produjo en la Plaza

Bolívar, en los exteriores del Congreso, en el que el congresista Ricardo Burga fue agredido

por un joven de 24 años cuando se encontraba dando declaraciones a los medios de

comunicación. Asimismo, se presentaron manifestaciones en otros puntos del país, entre

ellas Chiclayo, Arequipa y Trujillo.

El 10 de noviembre se convocaron diferentes manifestaciones en diferentes partes del país a

modo de rechazo a la toma de mando por parte del Presidente del Congreso, Manuel

Merino.

Bajo las frases “Merino no me representa” o “Merino no es mi presidente” se empezaron a

movilizarse manifestaciones en dirección de Palacio Legislativos, los manifestantes fueron

frenados por un contingente policial. Asimismo, grupos de manifestantes se dirigieron a la

plaza San Martín en donde se lanzaron gases lacrimógenos donde a la vez se realizaban

detenciones. De igual manera en diferentes regiones del país se realizaron estas

manifestaciones, concentrándose en plazas y calles principales. Ese día solo en Lima hubo

16 detenidos.

El 11 de noviembre, Como una manera de mantener las medidas de distanciamiento social

y de protesta pacífica, cientos de manifestantes, especialmente en algunos distritos de Lima

y de las otras grandes ciudades del país, realizaron cacerolazos en sectores con edificios de

residencias multifamiliares y “bocinazos” por las calles en contra del nuevo gobierno de
Manuel Merino. Durante esta jornada se registraron manifestaciones pacíficas en el centro

de la ciudad de Lima, además de que en Surco un grupo de jóvenes llegaron al frontis de la

SUNEDU. Este día en Puerto Maldonado hubo 20 detenidos y un periodista herido. El 12

de noviembre fue la Primera Marcha Nacional, la cual tuvo como sede principal la Plaza

San Martín para exigir la renuncia del Presidente Manuel Merino, la cual fue convocada

para las 5 de la tarde.

Debido a los miles de personas que iban llegando los policías empezaron a lanzar bombas

lacrimógenas y a disparar perdigones de goma. Si bien Lima era la sede principal de la

convocatoria, también se registraron protestas Trujillo, Arequipa, Iquitos, Chimbote,

Huaraz, Chiclayo, Cuzco, Tumbes, y Tacna. Como se mencionó antes, debido a a la gran

cantidad de personas reunidas a horas de la noche, la Policía Nacional del Perú empezó a

lanzar de manera indiscriminada bombas lacrimógenas, balas de goma y perdigones para

dispersar a los manifestantes. Por otra parte, se reportó un agente infiltrado del Grupo Terna

realizo disparos al aire cuando era increpado por haberse infiltrado.

El 13 de noviembre no se registraron movilizaciones durante el día, sin embargo, en la

noche se registraron enfrentamientos entre la policía y los manifestantes cerca de la casa del

primer ministro Ántero Flores-Aráoz al no permitírseles seguir avanzando con la

movilización;66 similar situación ocurrió en el frontis de la casa del presidente Manuel

Merino,66 en donde la policía empujó y golpearon con sus varas a los manifestantes.

El 14 de noviembre fue la Segunda Marcha Nacional en la cual los ciudadanos siguieron

protestando en contra del gobierno de Manuel Merino exigiendo su renuncia. A las 2:30 de

la tarde fue convocada la II Marcha Nacional. En Lima se congregaron en la Plaza San

Martín, también se congregaron en distintos puntos del país. Se registró una severa
represión por parte de la policía en la ciudad de Lima, que lanzó bombas lacrimógenas y

perdigones contra los manifestantes. En ese sentido se registraron numerosos lesionados

por heridas de armamento policial, incluido un periodista de la cadena mexicana Televisa

que fue herido de gravedad. A horas de la noche se confirmó el primer fallecido por las

protestas, un joven de 22 años identificado como Jack Brian Pintado Sánchez, quien llegó

sin vida al hospital Guillermo Almenara luego de participar en manifestación contra el

gobierno.

El 15 de noviembre A tempranas horas del día 15 se confirmó que un segundo

manifestante, Jordan Inti Sotelo Camargo de 24 años, falleció en el hospital de

Emergencias Grau tras las protestas. El cuerpo presentaba cuatro impactos de perdigón. En

horas de la madrugada, surgieron especulaciones sobre la huida del presidente Merino del

país luego de que se informara que el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez fuese cerrado

por su operador, Lima Airport Partners.

Ese mismo día a las 12:00 pm, el entonces Presidente Manuel Merino de Lama, renuncia

irrevocablemente al cargo de presidente de la república, su renuncia es aceptada en la tarde

por el Congreso.

En cuanto algunos aspectos positivos de la protesta podemos mencionar que:

 Es un derecho: Está regulado en la Constitución Política de 1993 en el artículo 2°,

inciso 12, en el cual se establece que: “Toda persona tiene derecho: A reunirse

pacíficamente sin armas. Las reuniones en locales privados o abiertos al público

no requieren aviso previo. Las que se convocan en plazas y vías públicas exigen

anuncio anticipado a la autoridad, la que puede prohibirlas solamente por motivos


probados de seguridad o de sanidad públicas”, expresando así el fuerte vínculo con

la libertad de expresión y de asociación.

 Denota participación de todas las partes: Para que una protesta se sienta realmente

las personas tienen que unirse en una sola voz para ser escuchados.

 Es una forma de solucionar conflictos: Cuando la gente sale a protestar en contra o a

favor de algo, el Estado se ve en la obligación de hacer lo que el pueblo les pide.

 Equilibra el poder: Las protestas no permiten que el Estado abuse del pueblo.

 Defender nuestros derechos ante el estado.

En cuanto algunos aspectos negativos de la protesta podemos mencionar que:

 La frustración puede degenerar en violencia

 Aplacar la manifestación puede ser contraproducente y empeorar la situación: Esto

conlleva a que una protesta se torne violenta al intentar redimirla, ya que los

protestantes no lo permitirán.

 Se ponen en riesgo personas y bienes: En diversas protestas se vieron afectados

patrimonios culturales para que tomen en serio la razón por la cual se sale a la calle

a alzar la voz, sin embargo, lo más grave es que algunas personas no salen con vida

de estas marchas.

 No se respeta el derecho de libre tránsito: En toda protesta se ve obstruida las calles

de libre tránsito, lo cual también es un derecho que pasan por alto para que se hagan

escuchar, ver y sentir.

 Se cometen injusticias hacia los protestantes: Hay diversas noticias en que agreden

injustamente a los protestantes con la única razón de redimirlos.


En cuanto al derecho a la protesta es importante mencionar que está regulado en la

Constitución Política de 1993 en el artículo 2°, inciso 12, en el cual se establece que: “Toda

persona tiene derecho: A reunirse pacíficamente sin armas. Las reuniones en locales

privados o abiertos al público no requieren aviso previo. Las que se convocan en plazas y

vías públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede prohibirlas solamente

por motivos probados de seguridad o de sanidad públicas”, expresando así el fuerte vínculo

con la libertad de expresión y de asociación.

En la misma línea argumentativa, el derecho a la protesta también se encuentra fuertemente

asociado a las actividades de defensa de los derechos humanos, incluyendo demandas de

reconocimiento, protección o ejercicio de un derecho. En muchas ocasiones y en diferentes

países de la región, se recurre a las protestas para reaccionar ante hechos puntuales de

violencia, desalojos, cuestiones laborales u otros eventos que hayan afectado derechos. Las

protestas han constituido una vía por la cual se logró tanto la elevación del piso de garantía

de derechos fundamentales a nivel nacional, como la incorporación de una amplia cantidad

de derechos en el desarrollo progresivo del derecho internacional de los derechos humanos.

Existe una fuerte interconexión entre el derecho a la libertad de expresión y el derecho de

reunión y el llamado derecho a la protesta. Las reuniones, definidas como toda

congregación intencional y temporal de un grupo de personas en un espacio privado o

público con un propósito concreto, “desempeñan un papel muy dinámico en la

movilización de la población y la formulación de sus reclamaciones y aspiraciones, pues

facilitan la celebración de eventos y, lo que es más importante, ejercen influencia en la

política pública de los Estados”. A su vez, la expresión de opiniones individuales y

colectivas constituye uno de los objetivos de toda protesta.


Así mismo, la libertad de expresión debe ser considerada la regla y su restricción, la

excepción. Las restricciones deben ser necesarias para la consecución de un propósito

legítimo y no deben ser excesivamente amplias. Para ello, el Pacto de Derechos Civiles y

Políticos establece de manera expresa la necesidad de que las restricciones han de estar

fijadas por ley, esto quiere decir que la norma debe estar formulada con precisión suficiente

para que una persona pueda regular su comportamiento de conformidad con ella, y hacerse

accesible al público. Las leyes no pueden conferir a las autoridades elementos ambiguos

que les permitan una discrecionalidad para restringir la libertad de expresión. En relación

con la protección de la Seguridad Nacional, es importante que la restricción al derecho a la

libertad de expresión no se dé producto de la equivocada aplicación de políticas de

Seguridad Nacional y lucha contra el terrorismo.

Los Estados deben asegurar el disfrute de los derechos a la libertad de expresión, reunión y

asociación a todas las personas y a todos los tipos de organizaciones y asociaciones sin

necesidad de autorización. Establecer por ley, de forma clara y explícita, la presunción a

favor de la licitud de las manifestaciones y protesta pacífica, lo que implica que las fuerzas

de seguridad no deben actuar bajo el supuesto de que constituyen una amenaza al orden

público.

Los derechos que involucrados o relacionados al derecho de protesta son objeto de

protección de todos los estados que están comprometidos con organismos internacionales,

teniendo la obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos en contexto

de la protesta. Así mismo, los derechos relativos al derecho de protesta son:

1. Derecho a la libertad de expresión: Este derecho se encuentra consagrado en la

Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y en la Convención


Americana sobre Derechos Humanos. Se considera a las manifestaciones publicas

como ejercicio que hace la población en uso de su derecho a la libertad de

expresión, ya que el objetivo central de las manifestaciones públicas son la

expresión abierta de opiniones, difusión de información y reclamación de

demandas. El derecho a manifestarse se encuentra protegido y relacionado por el

derecho de la libertad de expresión.

2. Derecho de reunión: Se encuentra consagrado en la Declaración Americana de los

Derechos y Deberes del Hombre y en la Convención Americana sobre Derechos

Humanos. El derecho de reunión protege la congregación pacifica, intencional y

temporal de personas en un determinado espacio para el logro de un objetivo

común, tiene una importancia esencial para la consolidación de la vida democrática

de las sociedades.

3. Derecho a la libertad de asociación: La corte Interamericana de Derechos Humanos

señalo que la libertad de asociación “presupone el derecho de reunión y se

caracteriza por habilitar a las personas para crear o participar en entidades u

organizaciones con el objeto de actuar colectivamente para la consecución de los

más diversos fines, siempre y cuando éstos sean legítimos. Esto implica el derecho a

agruparse con la finalidad de buscar la realización común de un fin lícito, sin

presiones o intromisiones que puedan alterar o desnaturalizar dicha finalidad”

4. Derecho a la participación política: El derecho a la participación política protege a

la libre participación ciudadana en la dirección de asuntos públicos, promoviendo la

participación de la ciudadanía en asuntos del Estado. Ademas se considera al

derecho de protesta como una herramienta fundamental para la participación

política ciudadana.
5. Derechos económicos, sociales y culturales: la protesta es un mecanismo esencial

para garantizar los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. La

lucha por el derecho a la tierra, el derecho al medio ambiente sano, las

manifestaciones contra reformas económicas y contra la flexibilización laboral,

entre muchas otras, han llevado a miles de defensoras y defensores, líderes

estudiantiles, sociales y rurales a organizarse con el fin de luchar por la efectividad

de sus derechos

6. Otros derechos: una protesta puede involucrar abarcar otros derechos específicos

vinculados a los grupos, actores o intereses involucrados, como la igualdad de

género en los movimientos de mujeres, o derechos que protegen a los migrantes, a

los niños, niñas y adolescentes, o pueblos indígenas

Las restricciones legitimas de los derechos involucrados en manifestaciones y protestas se

encuentran en las legislaciones de todos los estados pactantes de acuerdos internacionales

debido a que muchos son los estados que han percibido e instrumentado respuestas

desproporcionadas frente a protestas, como si se trataran de una amenaza para a la

estabilidad del gobierno o para la seguridad interior. Producto de tales actos se han

originado hechos de violencia generalizada en muchas manifestaciones que no solo

vulneran al derecho de protesta, sino a otros derechos tales como; la vida, la integridad

física, la libertad y la seguridad personal de las personas que participan en las

manifestaciones de protesta social.

Es por aquella razón que la Comisión Interamericana de derechos humanos ha señalado que

“los Estados están obligados a garantizar y facilitar el ejercicio de los derechos humanos

que se ponen en juego durante manifestaciones y protesta e implementar medidas y


mecanismos para que estos puedan ejercerse en la práctica, no como forma de

obstaculizarlos”. Por consiguiente, las restricciones legitimas se aplican no de manera

general sino de manera concreta y con finalidad democrática, el articulo 15 de la

Convención Americana señala que puede estar sujeto a restricciones impuestas en “interés

de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para proteger la salud o la

moral pública o los derechos o libertades de los demás”. Además se incluye que tales

restricciones deben estar previstas en la ley en forma previa y de manera expresa, taxativa,

precisa y clara en cada ordenamiento jurídico.

Por otro lado, es importante mencionar al principio general de no discriminación, el cual

aplica especialmente a manifestaciones y protestas. En efecto, los Estados no pueden

limitar la protesta social en base a los prejuicios e intolerancia que los gobiernos o las

sociedades tengan frente a una persona o grupo. Al respecto, el principio 2 de la

Declaración de Principios sobre libertad de Expresión indica “todas las personas deben

contar con igualdad de oportunidades para recibir, buscar e impartir información por

cualquier medio de comunicación sin discriminación, por ningún motivo, inclusive los de

raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen

nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”.

Asimismo, debe considerarse que el Estado no es el único perpetrador de violaciones

relacionadas a la reunión pacífica y la asociación. Las acciones de actores no estatales

juegan un rol significativo en la negación a grupos en riesgo del espacio para ejercer sus

derechos, con frecuencia a través de actitudes patriarcales, estereotipos, asunciones y

construcciones sociales que mantienen a esos grupos al margen de la sociedad

En muchas ocasiones, las personas que salen a las calles a marchar y alzar su voz en contra

de actos que consideran – y los son en su mayoría – injustos, ilegales o inconstitucionales


son calificados de delincuentes e incluso, terroristas. Así, ejercer el derecho a la protesta

estipulado en la Constitución se ha transformado en un verdadero “delito” en nuestra

sociedad peruana.

No obstante, este derecho se reviste de una gran importancia en la actualidad, debido a la

crisis democrática por la que está atravesando el país y que requiere de ciudadanos activos

y no de simples espectadores pasivos. Por ello, es necesario tener en cuenta en qué consiste

el derecho constitucional a la protesta y porqué el momento de ejercerlo, sin miedo alguno

y dentro de los límites razonables establecidos, es ahora.

El artículo 2, numeral 12 de nuestra Constitución Política, así como el artículo 15 de la

Convención Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 21 del Pacto Internacional

de Derechos Civiles y Políticos reconocen que toda persona tiene derecho a reunirse

pacíficamente y sin armas. Este derecho fundamental ha sido definido por el Tribunal

Constitucional peruano como “la facultad de congregarse junto a otras personas, en un

lugar determinado, temporal y pacíficamente, y sin necesidad de autorización previa, con el

propósito compartido de exponer y/o intercambiar libremente ideas u opiniones, defender

sus intereses o acordar acciones comunes. (Chuy, 2018)

En la posición de Amnistía Internacional (AI) sobre el Derecho a la Protesta Social, se lee

que el Estado tiene la obligación de proteger el derecho a manifestarse, así como garantizar

la seguridad de los ciudadanos que se manifiestan, “ya sea frente a posibles daños de

terceros, y especialmente, ante abusos en que pueda incurrir el propio Estado”.

El Estado debe resguardar el espacio para la protesta en lugar de presentar a los

movimientos sociales como amenaza de la sociedad.


Ya que es imposible proteger el derecho a la protesta si se estigmatiza las manifestaciones

públicas y se criminaliza a quienes se expresan.

Marcela Villalobos, presidenta de Amnistía Internacional en México, menciona en

entrevista para Cuestione que la criminalización de la protesta es condenable porque atenta

contra derechos elementales que “en cualquier democracia deben estar protegidos”.

Es decir, las autoridades están obligadas a no usar la fuerza del Estado contra

manifestantes. Por eso, según AI, las personas que protestan deben ser consideradas

manifestantes, no delincuentes.

En cuanto a su reconocimiento y garantía desde el Estado, no solo menoscabaría

profundamente las posibilidades reales de presentar sus demandas a quien corresponda,

siempre que estas sean legítimas y legales de acuerdo al orden público constitucional, sino

también que dicha omisión contravendría un principio basilar del Estado peruano, de

acuerdo con la Constitución Política, como es el pluralismo, en sus manifestaciones

política, ideológica, de pensamiento y creencias.

La criminalización de la protesta es una estrategia de represión política, implementada

mediante la difamación, deslegitimación y judicialización para debilitar y romper el tejido

social bajo argumentaciones relativas a la seguridad ciudadana. En la mayor parte de los

casos, esta criminalización es ejecutada por el Estado, con el apoyo de otros agentes, a

través de su marco legislativo e implementado por el poder judicial y las fuerzas de

seguridad del Estado. (Beristain, 2010)

Tal como ocurre con otros conceptos, el de criminalización de la protesta resulta uno

polisémico y que, en muchos casos, se funde (o confunde) con otros como es el caso
particular de represión. Esa indefinición conceptual produce, en muchos casos, que los

estudios sobre el tema terminen calificando como criminalización a un conjunto plural de

fenómenos que también podrían encajar en otros conceptos como el mencionado de

represión Para efectos de este trabajo, y luego de discutir con otros estudios que han tratado

de delimitar el concepto, la criminalización se entenderá fundamentalmente como un

proceso consistente en el uso de la represión física y de mecanismos legales y judiciales

contra organizaciones y/o movimientos sociales como una forma de control de la protesta

social. El rasgo característico del mencionado proceso sería la llamada judicialización de la

protesta, es decir, el uso de la legalidad y la institucionalidad judicial para encausar y

procesar a integrantes de organizaciones y movimientos sociales por su participación y

acciones en el marco de conflictos y luchas sociales. (Torres, 2017)

El proceso de criminalización se da en un contexto de negación o restricción de

derechos, que normalmente afecta a la calidad de vida de los sectores más desfavorecidos y

que acarrea un proceso de descomposición y ruptura social. Consecuencia de estas

negaciones y restricciones, y con el ánimo de evidenciarlas y combatirlas, una parte de la

sociedad se organiza y ejerce su derecho a la protesta social. Bajo el pretexto de la

inseguridad, los Estados, en lugar de asumir su responsabilidad como garantes de derechos,

responden restringiendo nuevos derechos mediante reformas legislativas que limitan la

libertad de expresión, de manifestación, de asociación y de acceso a la información, entre

otros.

Con el argumento de promover una mayor seguridad ciudadana, el Estado justifica

medidas represivas que van desde multas, detenciones arbitrarias y judicializaciones hasta
graves violaciones de derechos humanos como la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y

la desaparición forzada (Beristain, 2010)

Pese a esto, el debate se ha desarrollado, en muchos casos, en medio de una indefinición

conceptual sobre lo que es (y lo que no es) la criminalización de la protesta.

Por otro lado, en el estudio de la criminalización de la protesta y, por tanto, en los

intentos de definirla conceptualmente, predominan los trabajos que la definen desde un

encuadre legal-constitucional. En tal sentido, la mayoría coincide en relacionar la

criminalización con el uso del derecho penal contra organizaciones y movimientos sociales.

El proceso incluye también la formulación de nueva legislación o la reformulación de la

vigente con el fin de crear nuevos tipos penales, que, explícita o implícitamente, encajen

conductas típicamente relacionadas con la protesta social.

Es necesario, asimismo, señalar que, en muchos casos, este tipo de medidas riñen con lo

establecido en las constituciones políticas y ordenamientos jurídicos nacionales, los cuales

protegen, en diferentes grados, el derecho a la protesta mediante la tutela de diferentes

libertades. En estos casos, se denotan las tensiones que surgen entre la teoría y la práctica

legal-constitucional y el respeto a las libertades constitucionales de las personas, sobre todo

cuando estas se manifiestan mediante formas que cuestionan el orden de “lo permitido” y

para hacerlo recurren a formatos de acción calificados como contenciosos. (Alcazar, 2018)

Resulta importante mencionar que una mayoría de los estudios consultados coincide en

identificar el Estado como el actor determinante en la producción de las políticas de

criminalización de la protesta social (Svampa y Pandolfi 2004; Toledo 2007). Para ello, el

Estado y su complejo entramado político-institucional aplican diferentes mecanismos


orientados hacia la creación de las condiciones políticas y judiciales necesarias para la

criminalización de militantes de organizaciones y movimientos sociales.

En ese sentido, un primer elemento para destacar es la participación de actores

institucionales de las tres esferas de poder estatal: el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

Consistente con lo señalado en la sección anterior, la multiformidad de las políticas de

criminalización requiere la participación de diversos actores institucionales en su diseño y

ejecución. Cada uno de ellos desempeña una función específica, pero generalmente

articulada a una estrategia política con un fin común. (Alcazar, 2018)

En la misma línea argumentativa, quienes protestan y son criminalizados en la mayoría de

los casos crítican determinadas prácticas de gobierno, sectores marginados que encuentran

de este modo una vía para hacer escuchar sus demandas o sectores institucionalizados

como gremios o sindicatos que exigen el cumplimiento efectivo por parte del estado de

determinado derechos como lo fuera la denominada “carpa blanca docente.

La publicación “La Criminalización de la protesta social y el caso Majaz”

argumenta que las demandas sociales evidencian situaciones de exclusión de diversos

sectores de la población en la toma de decisiones. En la explotación de recursos naturales, y

en la definición de futuras inversiones, el sector privado es el que tiene mayor peso en la

toma de decisiones. En ese sentido, el Estado peruano privilegia la extracción de minerales

e hidrocarburos, mostrando poca preocupación sobre las poblaciones impactadas y sobre el

ambiente. Esto viene originando tensión y conflictividad social en las localidades donde se

implementan estos proyectos extractivos. (Levano, 2018)


El Estado siendo garante de los derechos de las personas y grupos afectados, o en

situación de riesgo, ha recurrido lamentablemente a formas de represión e

instrumentalización de mecanismos legales. Todo ello, para sancionar la protesta social y

desestabilizar a las organizaciones que reclaman, basándose en el falso argumento de que se

afecta la tranquilidad pública, la seguridad jurídica, las grandes inversiones y la propiedad

privada. Incluso responsabilizando de la paralización de varios proyectos mineros a las

comunidades y poblaciones rurales que reclaman se respete sus derechos.

Los jóvenes se enfrentan a una serie de problemáticas para su incorporación a la sociedad

en general. Uno de los mayores obstáculos es, sin lugar a dudas, el de la discriminación. En

este sentido, uno de los mayores actos discriminatorios que sufre la población juvenil, no

sólo en México sino en América Latina, es el estigma social, ya que son un colectivo al que

constantemente se le limitan o cancelan sus derechos. El problema es que sus valores se ven

permeados por una cultura de la discriminación, la cual, sin lugar a dudas, multiplicarán en

la etapa adulta. El objeto del presente artículo es mostrar de qué manera el estigma social se

convierte en un impedimento para el desarrollo de la juventud, al tiempo que demostrar

cómo los lugares y espacios más cercanos a los jóvenes es donde más se percibe la

discriminación: la familia y la escuela.

En noviembre del 2011, ante un anuncio de parte del gobierno peruano de autorizar el

inicio de la ejecución del proyecto minero Conga en Cajamarca-Perú, la población de esta

región emprendió contundentes acciones de Protesta Social rechazando este proyecto que

afectaría importantes lagunas, manantiales y bofedales ubicados en cabeceras de cuenca. El

gobierno respondió a esto ordenando la intervención de la policía y tropas del ejército para

neutralizar las marchas y acciones de movilización social, argumentando respeto al


“principio de autoridad” y defensa del “estado de derecho”; incluso hizo uso de la

declaratoria de “estado de emergencia” en esta zona por tres veces consecutivas en menos

de un año. Cinco muertos a manos de las fuerzas del orden, decenas de heridos de

consideración, casi un centenar de detenciones varias de ellas absolutamente arbitrarias, y

cientos de ciudadanos procesados en Juzgados de ésta y otra región por delitos de

disturbios, extorsión, atentados contra las vías de comunicación, entre otros. Empiezo este

artículo citando el caso Conga por ser un asunto de los más emblemáticos en cuanto a

Conflictos y a políticas de criminalización de la Protesta Social en el Perú y en el cual

podemos encontrar varios elementos que nos sirven para un análisis nítido de esta cuestión

que hoy representa una seria preocupación para los movimientos sociales que perciben

amenazada no solo la democracia sino el respeto de los derechos fundamentales. Los

conflictos sociales en el Perú no solo no encuentran solución al momento sino que parecen

agudizarse cada vez más, una de las causas es posible que sea la política errada del

gobierno en el manejo de conflictos, la cual parece estar basada principalmente en la

“criminalización”. Por ello, abordamos este problema pretendiendo evidenciar los

elementos de esta política criminalizadora, la manera como se ha ido aplicando en el país y

los resultados profundamente contraproducentes que genera en una sociedad democrática;

ello con el fin de aportar a la discusión y reflexión del tema y a la búsqueda de mecanismos

que hagan frente a estos aparatos antidemocráticos y contrarios al respeto de los derechos

humanos. (Vasquez, 2011)

Existen varias manifestaciones que se califican indistintamente como criminalización de la

protesta. Para este trabajo, y considerando la propuesta conceptual hecha en la sección


anterior, se distinguirán dichas manifestaciones según se refieran a la represión o a la

judicialización de la protesta.

En el caso de la represión, es típicamente relacionada con la acción de los cuerpos

policiales y militares, o bien, de cuerpos parapoliciales y paramilitares, de mucha

“tradición” en el ámbito latinoamericano. En este sentido, se podría plantear que la

represión consiste, fundamentalmente, en el ejercicio de la violencia, sobre todo física,

mediante la acción de cuerpos armados, sean estos legales/formales/regulares o

ilegales/informales/irregulares, dirigida contra organizaciones y movimientos sociales que

en cierto grado desafían el orden social al recurrir a mecanismos no-institucionales.

Así mismo Goldstein, considera que la represión en esencia consiste en “La acción de

gobierno que discrimina brutalmente a personas o a organizaciones que se considera que

presentan un desafío fundamental a las relaciones de poder existentes o las políticas clave

del gobierno” (Gonzales Calleja, 2006). Es, por tanto, una amenaza contra la integridad

personal, y es desplegada por los gobiernos, pero también por organizaciones

internacionales o por grupos profesionales; es decir, por aquellas instituciones dotadas de

autoridad legítima o de facto, y de medios coercitivos para hacer respetar esa autoridad

como parte de un ordenamiento legal en vigor. En ese sentido, la represión, entendida como

el conjunto de mecanismos dirigidos al control y la sanción de conductas “desviadas” en el

orden ideológico, político, social o moral, aparece como un concepto muy cercano a la

noción de violencia política. En la misma línea argumentativa, resulta importante

mencionar que es equivocado identificar represión con violencia corporal. Entendida como

un principio universal de dominio, la coerción física no es necesaria para asegurar la

conformidad de los miembros de una sociedad a las normas que la rigen, así mismo, la
represión aparece vinculada con fenómenos como el control social y la violencia subliminal

o “estructural”, es así que la represión además de englobar un amplio abanico de

actuaciones, que pueden ir desde la eliminación física del disidente hasta el dirigismo de

conductas públicas y privadas a través, por ejemplo, de la imposición de una cierta moral o

de una cultura oficiales, en cuyo caso aparece como más cercana al control social, que

puede ser definido como el conjunto de medios de intervención, que utiliza una sociedad o

un grupo social para conformar a sus miembros a las normas que le caracterizan, impedir o

desanimar los comportamientos desviados, y reconstruir las condiciones de consenso en

caso de un cambio en el sistema normativo.

Por otro lado, la judicialización de la protesta consiste, principalmente, es el uso de los

instrumentos legales y de las instituciones judiciales como un mecanismo de control sobre

las organizaciones y los movimientos sociales. “Se trata, como señalan diferentes autores

en sus definiciones, de judicializar lo político o de politizar lo judicial, mediante el traslado

de los conflictos sociales de la arena política a la arena judicial” (Alcázar, 2019). Para

cumplir ese propósito, los Estados o gobiernos recurren a los instrumentos legales como un

mecanismo de control sobre los movimientos. En ciertos casos, cuando no cuentan con los

instrumentos, crean nueva legislación, tanto ejecutiva (decretos y similares) como

legislativa, con el fin de introducir lo necesario para posibilitar la judicialización de ciertos

tipos de conductas típicamente relacionadas con la acción de los movimientos sociales.

De manera que el Estado crea un marco legal judicial que posibilita el procesamiento y

encausamiento legal de militantes de organizaciones y movimientos sociales por

precisamente participar en estos. Reformas constitucionales y, sobre todo, de instrumentos


específicos como los códigos penales, constituyen una práctica común en el marco de las

políticas de criminalización en América Latina.

En conclusión, las protestas en Perú de 2020 fueron una serie de manifestaciones y

disturbios a nivel nacional desencadenados tras la declaratoria de vacancia de la presidencia

por incapacidad moral del presidente peruano Martín Vizcarra. Estas protestas iniciaron el

9 de noviembre del 2020 para demostrar la indignación que sentía un sector de la población

por la vacancia del presidente y a vez mostrar rechazo hacia Manuel Merino, quien asumió

el cargo de Presidente de la República, llegando a ser considerado como un hecho

inconstitucional o un golpe de estado. Así mismo, al derecho a la protesta está regulado en

la Constitución Política de 1993 en el artículo 2°, inciso 12, lo cual obliga al Estado a

asegurar el disfrute de los derechos a la libertad de expresión, reunión y asociación a todas

las personas y a todos los tipos de organizaciones y asociaciones. En la misma línea

argumentativa, la criminalización de la protesta es una estrategia de represión política,

implementada mediante la difamación, deslegitimación y judicialización para debilitar y

romper el tejido social bajo argumentaciones relativas a la seguridad ciudadana, la cual se

da mayormente mediante la represión y la judicialización

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