Maria Tecla Artemisia Montessori
Maria Tecla Artemisia Montessori
Maria Tecla Artemisia Montessori
Fue una educadora, científica, médica, psiquiatra, filósofa, psicóloga, devota católica,
feminista, y humanista italiana. Nació Chiaravalle, provincia de Ancona, Italia, en el
seno de una familia burguesa católica. Su madre fue Renilde Stoppani, mientras que su
padre Alessandro Montessori era militar de profesión y muy estricto; en esa época a lo
que más aspiraba una mujer era a ser maestra, aunque en su familia se reconocía el
derecho a cierta educación de la mujer. Además, fue contemporánea de Freud y
desarrolló su propia clasificación de enfermedades mentales.
Según esta doctora, educar es favorecer el desarrollo, con lo cual la libertad pasa a
ocupar un papel primordial. Se dio cuenta de que esos niños podían desarrollar sus
habilidades con un ambiente de aprendizaje y unos materiales adecuados.
En muy poco tiempo consiguió que algunos alcanzaran el mismo nivel de lectura y
escritura que los otros niños de la misma edad. En 1907 le ofrecieron crear una
guardería para niños de 2 a 6 años en un barrio pobre de Roma, que se llamó Casa dei
Bambini. La Casa dei Bambini fue una auténtica revolución que, además no se basaba
en ningún tipo de planteamiento teórico, sino en la propia experiencia educativa.
En este lugar, puso en práctica sus ideas y desarrolló lo que pasaría a llamarse método
Montessori. Él éxito de esta escuela fue tal que sus principios se hicieron famosos a
nivel internacional.
María Montessori publicó su primer libro sobre pedagogía en 1909 y empezó a impartir
cursos por todo el mundo para difundir sus ideas basadas en la experiencia de la Casa
dei Bambini.
Aunque el régimen de Mussolini la distinguió miembro honorario, acusó públicamente
al fascismo de «formar a la juventud según sus moldes brutales» y al convertirlos en
«pequeños soldados». Sus opiniones y principios innovadores causaron tanta molestia
en el régimen gobernante que a la doctora no le quedó otra alternativa que exiliarse.
Abandonó Italia en 1933 al ser clausuradas sus escuelas y fue a Barcelona, donde estuvo
viviendo un tiempo y luego se estableció en Holanda con su esposo y su hijo. Regresó a
Italia en 1947 para ayudar a la reorganización de escuelas y reanudar las clases en la
Universidad de Roma. Su experiencia educativa chocaba frontalmente con el sistema
totalitario. El fascismo se servía de la escuela para adoctrinar a los jóvenes, los
entrenaba para obedecer órdenes, y no para pensar y ser libres. Los convertía en
instrumentos de guerra, y no de paz.
Se interesó por la educación de los niños con deficiencias mentales y aplicó métodos
experimentales consiguiendo que estos niños aprendieran a leer y escribir. Desarrolló
sus propios métodos que aplicó más tarde a toda clase de niños. A través de su práctica
profesional llegó a la conclusión de que los niños «se construyen a sí mismos» a partir
de elementos del ambiente y, para comprobarlo, volvió a las aulas universitarias a
estudiar psicología. En 1906, decidió hacerse cargo durante el día de 60 menores cuyos
padres trabajaban.
Fundó la Casa de los Niños y desarrolló allí lo que a la postre se llamaría el método
Montessori de enseñanza. Todas sus teorías se basaron en lo que observó a los pequeños
hacer por su cuenta, sin la supervisión de adultos. La premisa de que los niños son sus
propios maestros y que para aprender necesitan libertad y multiplicidad de opciones
entre las cuales escoger, inspiró a María Montessori en todas sus batallas por reformar la
metodología y la psicología de la educación.
María Montessori revolucionó los parámetros educativos, existentes hasta ese momento,
poniendo al Niño como auténtico protagonista de todo el proceso educativo. Transformó
tan radicalmente la educación infantil, que después nada pudo ser igual que antes.
Primero, porque, creó unos nuevos materiales con objeto de favorecer el
autoaprendizaje. Y después, porque puso la escuela al alcance del Niño, pensando que,
si algo tenía que cambiar,- y creía que había que cambiar muchas cosas -, debía ser la
Escuela, adaptándola al mundo infantil, y no el Niño. Además, su objetivo consiste en
establecer la actividad espontánea del niño, preparar al niño para que sea libre, que
consiga autonomía a través de la adquisión de niveles progresivos de independencia
física y afectiva, lo cual implica autoestima e independencia de voluntad y pensamiento.
Su preocupación educativa se dirigió hacia aquellas cosas útiles en nuestra vida y, sobre
todo, que despiertan nuestro interés. Por ejemplo, para conseguir dicha libertad, en los
centros montessorianos se practican continuamente los hábitos de la vida diaria: ponerse
y quitarse las prendas, abrochárselas, colgarlas, lavarse las manos, comer y beber solos,
poner y recoger la mesa, ya que resulta fundamental que el niño domine su entorno, que
aprenda a manejar el material, a buscarlo, colocarlo en su debido sitio, ordenarlo y
guardarlo, limpiar la clase, buscar información en libros, etc. Es decir, que aprenda a
desenvolverse sin el concurso del adulto.
Los conocimientos no deben ser introducidos dentro de la cabeza de los niños. Por el
contrario, mediante la información existente los conocimientos deben ser percibidos por
ellos como consecuencia de sus razonamientos.
Lo más importante es motivar a los niños a aprender con gusto y permitirles satisfacer la
curiosidad y experimentar el placer de descubrir ideas propias en lugar de recibir los
conocimientos de los demás.
Permitir que el niño encuentre la solución de los problemas. A menos que sea muy
necesario, no aportar desde afuera nuevos conocimientos. Permitir que sean ellos los
que construyan en base a sus experiencias concretas.
Consideraba no se podían crear genios pero sí, darle a cada individuo la oportunidad de
satisfacer sus potencialidades para que sea un ser humano independiente, seguro y
equilibrado.
Otro de sus conceptos innovadores fue que cada niño marca su propio paso o velocidad
para aprender y esos tiempos hay que respetarlos. Se opone a la enseñanza tradicional,
que aboga por un aprendizaje homogéneo y estandarizado.
La mente absorbente, la mente de los niños posee una capacidad maravillosa y única: la
capacidad de adquirir conocimientos absorbiendo con su vida síquica. Lo aprenden todo
inconscientemente, pasando poco a poco del inconsciente a la conciencia, avanzando
por un sendero en que todo es alegría.
El verdadero educador está al servicio del educando y, por lo tanto, debe cultivar la
humildad, para caminar junto al niño, aprender de él y juntos formar comunidad. Debe
enseñar poco, observar mucho y orientar las actividades y su crecimiento psicológico.
Casi todo el equipo es autocorrectivo, de manera que ninguna tarea puede completarse
incorrectamente sin que el niño se dé cuenta de ello por sí mismo. Una tarea realizada
incorrectamente encontrará espacios vacíos o piezas que le sobren.
El niño realiza cosas por sí mismo, los dispositivos simples, y observa las cosas que
crecen (plantas, animales), abren su mente a la ciencia. Los colores, la pintura, papeles
de diferentes texturas, objetos multiformes y las figuras geométricas de tres dimensiones
las incitan a la expresión creativa.
El gusto y el olfato. Las plantas y los perfumes proporcionan la gama de los olores.
Aquí el material está constituido naturalmente por productos culinarios, con el
complemento de una serie de botes con sustancias olorosas, otra serie idéntica ha de ser
clasificada por comparación, de manera que se pueda asegurar el reconocimiento exacto
de los olores.
El tacto. Tiene en cuenta el material Montessori el sentido táctil, en todas sus formas
(tablillas y rugosidades), así como el sentido térmico (botellas con agua a diferentes
temperaturas), la percepción de las formas, etc.
El papel de los maestros es el de enseñar a cada niño o niña de forma individual. Lo más
destacado es que no impone lecciones a nadie, su labor se basa en guiar y ayudar a cada
niño de acuerdo a sus necesidades, y no podrá intervenir hasta que ellos lo requieran,
para dirigir su actividad psíquica.
María Montessori llama a la maestra, directora, que ha de estar preparada internamente
(espiritualmente), y externamente (metodológicamente). Ha de organizar el ambiente en
forma indirecta para ayudar a los niños a desarrollar una «mente estructurada».
Los niños esta llenos de posibilidades, pero quienes se encargan de mostrar el camino
que permita su desarrollo es el «director, directora», que ha de creer en la capacidad de
cada niño respetando los distintos ritmos de desarrollo. Esto permite integrar en un
mismo grupo a niños deficientes con el resto, y a estos con los que tienen un nivel
superior. Se opone a la enseñanza tradicional, que aboga por un aprendizaje homogéneo
y estandarizado.
La idea de Montessori es que al niño hay que trasmitirle el sentimiento de ser capaz de
actuar sin depender constantemente del adulto, para que con el tiempo sean curiosos y
creativos, y aprendan a pensar por sí mismos.
No hay quien se asome a la figura de María Montessori, sin pensar que se encuentra
ante una mujer extraordinaria, una verdadera crack, como decimos hoy, una de esas
mujeres no convencionales que revolucionó los paradigmas de la educación del niño y
del adolescente que regían en el siglo XIX. Así, luego de todo lo expuesto (y mucho
más), concluyó una vida extraordinaria dedicada a la defensa del mundo infantil. Hace
muchos años que nos dejó y, sin embargo, su maravilloso legado ha permanecido
vigente y moderno hasta nuestros días. Tras la muerte de su madre, su único hijo, Mario,
ha visto crecer su popularidad y reconocimiento, ya que, actualmente, muchos valoran
su modelo como el más eficaz para desarrollar capacidades ocultas en los niños.
Ambiente de autoaprendizaje
El clima de tranquilidad es lo que respira. En la clase hay materiales, todo del tamaño
adecuado para que puedan manejarlo los niños. La educadora les ha enseñado como
utilizarlos.
Cuando se inicia el curso la educadora les enseña a controlar y a hacer suyo ese espacio.
Los niños aprenden a familiarizarse con el mobiliario. También les enseña a manejar
cada uno de los materiales. Los niños aprenden a ordenar. En el aula, el ambiente es de
orden, orden que el niño necesita para situarse en su mundo sin depender de otros.
Se proporcionan recursos sociales a los niños para que sepan cómo relacionarse, para
que puedan integrarse en su mundo social. Los niños se sentirán cómodos sabiendo
cómo actuar cuando tengan que relacionarse con los demás en su vida cotidiana.
No se le dice que hacer mediante una orden, se le enseña cómo puede hacerlo. Durante
el proceso de aprendizaje puede equivocarse. El error forma parte del proceso, se enseña
al niño a autocorregirse. Puede repetir cada actividad el tiempo que necesite hasta lograr
el aprendizaje. No se le fuerza a seguir un ritmo general impuesto para todo el grupo.