Gestion Recurso Hidrico
Gestion Recurso Hidrico
Gestion Recurso Hidrico
La ciencia y las mejores prácticas a menudo no reciben la atención adecuada. La presión sobre los recursos hídricos está
aumentando, principalmente como resultado de actividades humanas tales como la urbanización, el crecimiento demográfico, la
elevación del nivel de vida, la creciente competencia por el agua y la contaminación, cuyas consecuencias se ven agravadas por
el cambio climático y las variaciones en las condiciones naturales. No obstante, se han realizado ciertos progresos. Cada vez más,
las autoridades evalúan al mismo tiempo la cantidad y la calidad del agua, y coordinan esfuerzos de gestión a escala internacional.
El agua de la Tierra se encuentra naturalmente en varias formas y lugares: en la atmósfera, en la superficie, bajo tierra y en los
océanos.
El agua dulce representa sólo el 2,5% del agua de la Tierra, y se encuentra en su mayoría congelada en glaciares y casquetes
glaciares. El resto se presenta principalmente en forma de agua subterránea, y sólo
una pequeña fracción se encuentra en la superficie o en la atmósfera.
Observando el ciclo del agua en la Tierra podemos comprender mejor cómo interactúa
con el medio ambiente y evaluar qué cantidad está disponible para el consumo
humano.
Las precipitaciones (lluvia, nieve, rocío, etc.) son imprescindibles para renovar los
recursos hídricos, así como determinantes para las condiciones climáticas y la
biodiversidad locales. En función de las condiciones locales, las precipitaciones
pueden alimentar ríos o lagos, recargar los suministros de aguas subterráneas o volver
a la atmósfera por evaporación.
Los glaciares almacenan agua en forma de nieve y hielo, alimentando los arroyos locales con el agua que liberan en mayor o
menor cantidad dependiendo de la estación. Sin embargo, debido al cambio climático, muchos de ellos están retrocediendo. Las
cuencas fluviales son útiles como «unidad natural» de gestión de los recursos hídricos, y muchas de ellas se extienden sobre
más de un país. Entre las cuencas fluviales más grandes están la del Amazonas y la del Congo-Zaire. El caudal de los ríos puede
variar considerablemente de una estación o de una región climática a otra. Como los lagos almacenan grandes cantidades de
agua, pueden mitigar las variaciones estacionales en el caudal de los ríos y los arroyos.
Los humedales (como pantanos, turberas, ciénagas y lagunas) cubren el 6% de la superficie terrestre emergida y desempeñan un
papel fundamental para los ecosistemas locales y los recursos hídricos.
Muchos de ellos han sido destruidos, pero el resto todavía puede ser de mucha ayuda para prevenir inundaciones y mantener el
caudal de los ríos.
Casi toda el agua dulce que no está congelada se encuentra bajo la superficie en forma de agua subterránea. Las aguas
subterráneas, que en general son de muy buena calidad, se están extrayendo principalmente para obtener agua potable y ayudar
a la agricultura en los climas áridos. Este recurso se considera renovable siempre que las aguas subterráneas no se extraigan a
una velocidad que no dé tiempo a que la naturaleza las renueve, pero en muchas regiones secas el agua subterránea no se
renueva o lo hace muy lentamente. Son pocos los países que miden la calidad de sus aguas subterráneas o la velocidad a la que
se explotan las reservas, lo que dificulta su gestión
Satisfacer una demanda de agua continua y cada vez mayor requiere esfuerzos para compensar la
variabilidad natural y mejorar tanto la calidad como aumentar la cantidad del agua disponible.
El agua de lluvia se recoge desde hace miles de años en muchas partes del mundo. Hoy en día, esta
técnica se utiliza en Asia para recargar los suministros subterráneos, ya que es relativamente barata y tiene
la ventaja de permitir que las comunidades locales desarrollen y mantengan ellas mismas las
infraestructuras necesarias.
Reconducir las aguas superficiales bajo tierra puede ayudar a reducir las pérdidas por evaporación, compensar las variaciones
en el caudal y mejorar la calidad del agua. Algunas regiones de Oriente Medio y del Mediterráneo aplican esta estrategia.
Las presas y los embalses se construyen a fin de almacenar agua para el riego y el consumo. Además, las presas pueden
proporcionar electricidad y ayudar a controlar las inundaciones, aunque también pueden tener impactos sociales y
medioambientales no deseados.
El trasvase de agua entre cuencas fluviales también puede ayudar a mitigar los problemas de escasez de agua. China, por
ejemplo, dispone ya de grandes conexiones entre cuencas y planea realizar más. Se debe vigilar de cerca el impacto humano y
medioambiental de estos proyectos.
En muchos países, especialmente en Oriente Medio, se están reutilizando las aguas residuales para diferentes propósitos y se
espera que esta práctica llegue a popularizarse. A escala mundial, el agua no potable se utiliza para el riego y la refrigeración
industrial. Las ciudades también están recurriendo a la reutilización de agua para completar el abastecimiento de agua potable,
aprovechando los avances en el tratamiento de las aguas.
El agua desalada (agua de mar o salobre transformada en agua dulce) se usa en las ciudades y en la industria, especialmente en
Oriente Medio. El coste de esta técnica ha disminuido notablemente, pero depende mucho de la energía producida a partir de
combustibles fósiles y, por tanto, plantea la cuestión de la gestión de los residuos y del cambio climático.