EL MANDATO AD LITEM NECESARIO Exposición

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EL MANDATO AD LITEM NECESARIO

En qué consiste. Como se ha explicado, en todos los asuntos civiles,


comerciales y penales (excepto en materia criminal, habeas corpus y laboral),
se exige que las partes se hagan representar por abogado. Este mandato ad
litem resulta de un convenio entre el litigante y el abogado que tiene que ser
conferido obligatoriamente por las partes. Las partes no pueden ni postular ni
defenderse por sí mismas, sino representadas por un abogado. Esto ha sido
siempre así para la postulación, o sea para los actos procesales que anteceden
a la audiencia, como las peticiones y ofertas de comunicación de documentos,
etc. Pero también lo es después de la antigua L. 1015 de 1935 y de acuerdo a
las regulaciones a partir de 1978, para la defensa en audiencia que dejó de ser
oral, y consiste en la lectura de un acto de conclusiones.

Forma. A diferencia del otorgado a un particular el mandato ad litem


conferido al abogado puede ser expreso o implícito, oral o escrito.
Generalmente es implícito y resulta de la entrega de los documentos.

Naturaleza. La representación judicial del cliente que el abogado asume es


un mandato asalariado, que no está sujeto, sin embargo, a todas las reglas del
derecho común a causa de que la profesión del abogado es asimilable a una
verdadera función pública, ya que es un auxiliar de la justicia, al mismo
tiempo que cumple los deberes, de carácter privado, que le incumben como
mandatario. Por otra parte, el mandato del abogado es un acto que
obligatoriamente debe otorgar el litigante, en los asuntos y ante los tribunales
indicados, a título de requisito indispensable para litigar como demandante o
como demandado.

Extensión. Dentro del mandato del abogado quedan incluidos todos los actos
del procedimiento que tienden normalmente al desarrollo de la situación
procesal, sea desde el punto de vista del demandante, sea desde el punto de
vista del demandado. Estos actos son oponibles al cliente, aun cuando lo
perjudiquen, puesto que forzosamente caen dentro del círculo de las
actuaciones necesarias para la postulación y la defensa de la causa, materias
constitutivas del mandato ad litem del abogado. El cliente no puede, pues, ni
declarar que desconoce esos actos, ni incoar el procedimiento de la
denegación para hacerlos caer. La parte contraria, por su lado, al concurrir al
proceso en esas condiciones, tiene derecho a contar con la estabilidad de los
actos emanados de su abogado, y a no verse expuesta a las consecuencias de
un desconocimiento o de una denegación que de esos actos pudiera intentar el
otro litigante. El cliente puede solamente ejercer contra su abogado una acción
para resarcirse de los perjuicios que éste pueda haberle causado con la
ejecución inconveniente del mandato, conforme al derecho común. Fuera de
los indicados, hay dos clases de actos para los que el abogado necesita poder
especial: en la primera el poder es requerido a pena de denegación; en la
segunda es requerido a pena de nulidad.

Actos denegables. Son, de acuerdo con el art. 352, las ofertas, las
manifestaciones, los consentimientos. Estos actos, implicativos de abandono
de un derecho, pueden tener graves consecuencias sobre los intereses de la
parte. De ahí el régimen especial a que se hallan sometidos: la parte puede,
con su silencio, reconocerles plena eficacia, dándolos por incluidos en el
mandato de su abogado; pero puede por el contrario hacerlos caer
demostrando que no otorgó un poder especial para consentirlos. Ejemplos: el
ofrecimiento de la prueba testimonial, que expone al que lo hace a las
consecuencias de los resultados de una contrainformación; la renuncia al
derecho de oponer una nulidad o una caducidad: el deferir al adversario el
juramento decisorio; el concluir al fondo, renunciando así a una excepción que
el cliente había recomendado proponer; la aquiescencia expresa o implícita a
un fallo desfavorable en todo o en parte a las pretensiones del cliente,
implícativa de renunciación al ejercicio de los correspondientes recursos
contra el fallo.

Inadmisibilidad. La denegación es inadmisible, aunque el abogado haya


actuado sin procuración especial: lo., cuando el acto no ha causado ningún
perjuicio al cliente, pues en este caso no existe interés en denegarlo; 2o.,
cuando el cliente ha ratificado el acto consentido sin mandato.
Actos de alguacil. La denegación es también aplicable a las actuaciones del
alguacil, mandatario de la parte para la preparación de diversos actos del
procedimiento. Esto resulta de la rúbrica del título que incluye los arts. 352 y
s., y también lo da a entender el art. 358, que supone una denegación dirigida
contra un acto que no forma parte de un proceso.

Actos anulables. Para otorgar los actos de esta segunda categoría, de


carácter más grave que los de la categoría más anterior (actos denegables), no
solamente no se presume la existencia del mandato ad litem del abogado, sino
que la ley exige expresamente, bajo pena de nulidad, que el abogado se halle
provisto de un poder especial, a veces de un poder auténtico. Ejemplos: la
inscripción en falsedad (Art. 218); la recusación de un juez (Art. 364); la
recusación de un perito (Art. 309); el desistimiento de instancia (Art. 402;
Casación, agosto 1951, B. J. 565, p. 1803); la demanda en responsabilidad
civil contra un juez (Art. 511); la puja ulterior consecutiva a la enajenación
voluntaria (Art. 2185 del C. Civil).

Cómo termina. El mandato del abogado concluye por las siguientes causas:
lo. Por la revocación de sus poderes o por la renuncia de su mandato. Sin
embargo, para que estas causas de extinción produzcan efectos frente a la
parte contraria, el Art. 75 exige que se acompañe la primera y siga la segunda
de la constitución de otro abogado.
2o. Por la terminación de la instancia y del proceso. Pero el Art. 1038
prolonga el mandato durante seis meses a partir de la sentencia definitiva, en
lo que concierne a la ejecución de ésta.
3o. Por el fallecimiento del abogado.
4o. Por la pérdida temporal del ejercicio de la profesión pronunciada como
pena disciplinaria de acuerdo con el Art. 142 de la L. de O. J.
5o. Por la aceptación por el abogado de una función judicial, a causa de la
incompatibilidad establecida por el Art. 6 de la L. de O. J.
En las tres últimas causas la extinción del mandato del abogado son al mismo
tiempo causas de la interrupción de la instancia (Art. 342 y s.).
EL MANDATO AD LITEM OCASIONAL

Generalidades. Antes de la puesta en vigencia de la ley 91 de 1983, que


establece la regla de la obligatoriedad del ministerio de abogado en todos los
tribunales, con ciertas excepciones, se hacía necesario aclarar algunos
aspectos acerca de este mandato ocasional en los asuntos comerciales, de
referimiento, ante el Tribunal de Tierras, en materia de confiscaciones y ante-
los jueces de paz en los cuales no era obligatorio dicho ministerio. Después de
las modificaciones referidas, no se plantea esa necesaria aclaración, al no
admitirse el representante no abogado.

El Litigio como elemento del proceso. El proceso, según se ha apuntado, es


el medio o instrumento jurídico que las partes a quienes divide un diferendo
de intereses deben emplear para obtener del juez que dicte sentencia
dirimitoria el litigio es, pues, el elemento objetivo del proceso, como las partes
son su elemento subjetivo. En todo litigio es preciso distinguir el objeto y la
causa, que son también dos de los elementos constitutivos de la demanda en
justicia. La distinción es hecha en el art. 1351 del C. Civil, al establecer que la
autoridad de la cosa juzgada inherente a una decisión judicial tiene lugar
solamente: cuando la cosa demandada (objeto de la demanda) y la causa de la
demanda sean las mismas en el nuevo proceso que en el decidido por la
sentencia cuya autoridad se invoca, y cuando, además, la nueva demanda
intervenga entre las mismas partes activas y pasivamente, actuando con las
mismas cualidades.

El Objeto. Es el contenido de la pretensión del demandante, o sea la


finalidad que persigue obtener con el ejercicio de la acción, la cual puede ser,
la protección, la creación, la modificación o la extinción de una situación
jurídica.

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