TFG Consumo Cronico de Cannabis y Consecuencias Psicopatologicas: Cannabis y Esquizofrenia

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Consumo crónico de cannabis y sus consecuencias psicopatológicas:


Cannabis y esquizofrenia

Trabajo realizado por: Silvia González Taylor

Tutores: Luis Javier Santín Núñez y David

Ladrón de Guevara Miranda

Grado en Psicología

Curso 2017-2018

Septiembre 2018
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Resumen

El cannabis es la droga ilegal más consumida mundialmente y su consumo no se encuentra


libre de consecuencias, a pesar de que estas sean menores en comparación con otras drogas
ilegales de abuso. Observamos una relación entre el consumo crónico del cannabis y efectos
adversos sobre la salud mental, como el desarrollo de un trastorno de dependencia que
favorece aún más un consumo frecuente y por ello, la aparición de peores consecuencias.
Encontramos en la literatura la posibilidad de que el cannabis tenga un papel en la aparición
de un trastorno psicótico como la esquizofrenia, uno de los trastornos más graves en salud
mental. Al ser la droga ilícita más consumida es de vital importancia esclarecer este tema de
debate científico por el bien de los consumidores y la salud pública. Revisamos en este trabajo
esta posible relación entre cannabis y psicosis, encontrando variedad de evidencias que nos
sugieren la existencia de dicha relación. Aunque esta relación parece no afectar a todos los
individuos de igual manera, el consumo crónico de cannabis parece ser un factor precipitante
en aquellos individuos vulnerables y no una causa suficiente ni necesaria para provocar
esquizofrenia por sí sola.

Abstract

Cannabis is the most widely used illegal drug in the world and its use has consequences, even
though these are minor compared to other illegal drugs of abuse. We observed a relationship
between the chronic use of cannabis and adverse effects on mental health, such as the
development of a dependency disorder that favors an even more frequent consumption and,
because of this, the appearance of worse consequences. We find in the literature the
possibility that cannabis might play a role in the appearance of a psychotic disorder such as
schizophrenia, one of the most serious disorders in mental health. As cannabis is the most
consumed illicit drug is of vital importance’s to clarify this issue of scientific debate for the
sake of consumers and public health. We review in this work this possible relationship
between cannabis and psychosis, finding a variety of evidences that suggest the existence of
this relationship. Although this relationship does not seem to affect all individuals in the same
way, chronic cannabis use seems to be a precipitating factor in vulnerable individuals and not
a sufficient nor necessary cause to cause schizophrenia on its own.
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Índice

1. Introducción…………………………………………………………………………..4
2. Cannabis y psicosis………………..……………………………………............…...13
3. Conclusión……………………………………………………………………………21
4. Referencias bibliográficas………………………………………………..…………23
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Con la sola excepción de los alimentos no existen, en la tierra,

sustancias que estén tan íntimamente asociadas

a la vida de los pueblos en todos los países

y en todos los tiempos, como las drogas.

Ludwig Lewin

1. Introducción

La droga siempre ha estado presente en la vida y en la sociedad humana desde tiempos


remotos, siendo utilizada para una gran variedad de propósitos diversos; desde acercarse a
Dios u observar el cosmos, hasta para integrarse en un colectivo, mostrar un estatus social, o
huir de tensiones, aliviar algún dolor, físico o sentimental, etc. (Lewin, 2008). Sea cual sea la
razón, son muy pocas las personas que no han probado algún tipo de droga alguna vez en su
vida.

Desde hace casi 5.000 años el cannabis ha sido utilizado en numerosas sociedades para
fines espirituales, industriales, médicos y recreativos. Actualmente, hay hasta una religión la
cual considera esta droga como sagrada. Hoy en día, el cannabis se cultiva de forma legal para
uso textil y de forma ilegal para autoconsumo, siendo la droga ilegal más consumida del
mundo. El nombre científico de la planta de la cual se obtiene la droga es Cannabis sativa. La
preparación de las hojas y las flores de esta planta hembra es lo que comúnmente se conoce
como marihuana. Lo más usual es que se consuma fumando y mezclado con tabaco. Otro
formato de esta droga es el hachís, proveniente de la resina de la planta y el cual se consume
de la misma forma.

Actualmente hay mucha polémica alrededor del cannabis. En algunos países ya se ha


legalizado su uso como droga recreativa y en los demás países, a pesar de ser ilegal, se
consume igualmente en grandes cantidades, siendo cada vez más aceptada por la sociedad en
general. Debido a esto se plantea en esta revisión hacer un estudio acerca de las consecuencias
nocivas que puede causar su consumo. El consumo crónico de cannabis se ha venido
asociando con un amplio abanico de trastornos mentales (Morant, 2015). Este trabajo se
centrará en la posible consecuencia de un trastorno psicótico a causa del consumo de esta
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droga, entendiendo esta consecuencia como la más nociva y preocupante y por lo tanto viendo
necesario un estudio profundo de esta posible relación.

La planta de cannabis contiene alrededor de unos 100 cannabinoides, compuestos con


formas parecidas y que actúan sobre receptores cannabinoides (Grotenhermen, 2006), siendo
los principales componentes el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidol (CBD). El
THC fue identificado en el 2002 como el componente psicoactivo principal (Rella, 2015).
Esto quiere decir que es el responsable de provocar los efectos deseados del consumo de
cannabis, actuando sobre el sistema nervioso central y alterando las funciones psíquicas.
Puede llegar a producir efectos psicóticos y aumento de la ansiedad, mientas que el CBD
produce los efectos contrarios al inducir un estado relajante.

En general, el mecanismo de acción básico de los cannabinoides implica la actividad


de dos receptores principales, denominados CB1 y CB2. El receptor CB1 es el más importante
puesto que el THC provoca sus efectos psicoactivos a través de él (Bloomfield, Ashok,
Volkow, & Howes, 2016). Este receptor se expresa en mayor concentración en el hipocampo,
en el córtex cerebral, el en el cerebelo y en los ganglios basales (Jain & Balhara, 2008). Se ha
demostrado que el THC y otros ligados del receptor CB 1 activan el sistema dopaminérgico
mesolímbico, el cual constituye el sustrato neurobiológico que modula el refuerzo en animales
y humanos (Cooper & Haney, 2009). El consumo de cannabis produce la liberación de
dopamina en el área tegmental ventral y en el núcleo accumbens, áreas implicadas en dicha
vía (Tziraki, 2012). El receptor CB1 tiene un rol importante en el proceso de la adicción del
cannabis ya que se expresa en regiones asociadas a esta vía. Esto quiere decir que el consumo
de THC activa a estos receptores y estimula procesos relacionados con el refuerzo, generando
así adicción (Jain & Balhara, 2008).

Según estudios, los consumidores tienden a preferir un cannabis con un mayor


porcentaje de concentración de THC, lo cual está asociado con un refuerzo más potente y con
una adicción más severa que el cannabis con bajas concentraciones de THC (Curran et al.,
2016). La vía habitual de administración es inhalada y mezclada con tabaco, generando
efectos visibles rápidamente después de su consumo. A través de esta vía, el THC alcanza la
máxima concentración en sangre en 15-30 minutos, disminuyendo a partir de las 2-3 horas
(Wayne, Renström, & Poznyak, 2016).

Los efectos psicoactivos del cannabis son variados, varían tanto dentro de un mismo
usuario cómo entre usuarios, dependiendo de la dosis, del porcentaje de THC y de la vía de
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administración. Por lo general, predomina una sensación de mareo o aturdimiento, euforia y


de calma, también encontramos que se produce una alteración en el control motor y en
procesos cognitivos. Además de los efectos deseados el cannabis también puede producir
efectos adversos como ansiedad, moderada o severa, sensaciones de tensión o agitación y
ataques de pánico (Jain & Balhara, 2008). Estos efectos no deseados son más comunes cuando
se usan altas dosis, cuando la marihuana tiene una potencia más alta de lo que se espera, o
cuando la persona es inexperta (National Institute on Drug Abuse (NIDA), 2015)

Existen numerosos problemas de salud asociados al consumo de drogas ilegales.


Haciendo una revisión de la literatura de estas últimas décadas podemos observar que, aunque
sean menores las consecuencias del consumo de cannabis en comparación con las de otras
drogas de abuso, el consumo de este sí acarrea problemas de salud. Además, la alta
prevalencia del consumo de esta droga puede tener implicaciones para la salud pública. Se ha
demostrado que el consumo ocasional y recreacional en jóvenes es especialmente peligroso
debido al riesgo de cronificación del consumo y por las complicaciones psicopatológicas que
esto puede conllevar (Kearney, 2003). También encontramos asociado al consumo de
cannabis un aumento del riesgo de accidentes de tráfico, afectación a nivel cognitivo, riesgo
de desarrollar adicción o trastornos psicóticos, etc. En este sentido, y a pesar de cierta falta de
concordancia entre estudios, existe una asociación significativa entre el uso crónico de
cannabis y la aparición de trastornos adictivos, ciertos trastornos mentales (especialmente
trastornos psicóticos) y alteraciones neuropsicológicas (Tziraki, 2012).

Aunque no sean graves las consecuencias del consumo de cannabis en comparación


con otras drogas ilegales, constituye un problema debido a su gran prevalencia, ya que el
cannabis es la droga ilegal más consumida en el mundo. Las estadísticas internacionales
revelan una prevalencia anual de un 3,8% de la población adulta, siendo la estimación de
personas que han consumido cannabis en 2016 alrededor de los 183 millones (United Nations
Office of Drugs and Crime (UNODC), 2017). Estos números aumentan con los años y cada
vez nos encontramos con que hay más demanda de tratamiento por trastornos de dependencia
a esta sustancia. Por lo tanto, es razonable hacer una revisión de los efectos que puede estar
produciendo el consumo de esta droga.

Respecto a Europa, el cannabis es la droga ilegal más consumida en todos los grupos
de edad. Su prevalencia es aproximadamente cinco veces superior a la de otras sustancias. Se
calcula que 87,7 millones de europeos adultos (de 15 a 64 años), es decir, el 26,3 % de este
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grupo de edad, han consumido cannabis en alguna vez. De ellos, se estima que 17,1 millones
de adultos jóvenes (de 15 a 34 años), el 13,9 % de este grupo de edad, consumieron cannabis
en el último año, de ellos 10 millones comprenden el rango de edad de entre los 15 y 24 años,
el 17,7 % (Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 2017). En el caso de
España, el cannabis sigue siendo la sustancia ilegal con mayor prevalencia. El 31,5% de los
individuos de 15 a 64 años la han probado alguna vez en la vida, y 1 de cada 10 personas
(9,5%) reconoce haber consumido esta sustancia en los últimos 12 meses, mientras que los
consumidores de cannabis a diario suponen el 2,1% de la población (Ministerio de Sanidad
Servicios Sociales e Igualdad, 2016).

Figura 1. Estimación de consumo de cannabis (OEDT, 2017)

Con respecto al mercado, en el periodo de 2010-2015, en 135 países en todas las


regiones, se notificó el cultivo de cannabis, abarcando así a un 92% de la población mundial
total (UNODC, 2017). En Europa la mayor parte del mercado minorista de drogas ilegales
corresponde a los productos de cannabis, con un valor estimado de 9.300 millones de euros,
un 38 % del mercado minorista (OEDT, 2017). No es de extrañar que el cannabis sea la droga
que se incauta con más frecuencia. Supone más de tres cuartos de las incautaciones en
Europa, un 78 %, lo que refleja la alta prevalencia de su consumo, lo cual se acentúa más
cuando lo comparamos con la siguiente droga más incautada, la cocaína, que se encuentra en
un 9%. En 2015, se notificaron 732.000 incautaciones de productos de cannabis en la UE
(404.000 de hierba, 288.000 de resina y 19 000 de planta), y en España, más del 70 % de la
cantidad total de resina incautada (OEDT, 2017).

Según los estudios de la población general, se estima que el 1 % de los adultos


europeos consumen cannabis con una elevada frecuencia, al menos 20 días al mes (OEDT,
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2017). El consumo frecuente y prolongado está asociado a toda una variedad de problemas,
siendo el más destacable, la dependencia al cannabis, ya que puede llevar a una mayor
probabilidad de desarrollar otros problemas sanitarios debido al consumo crónico que se
realiza a causa esta dependencia. Aproximadamente 13,1 millones de personas mundialmente
sufren un trastorno de dependencia al cannabis, lo cual afecta especialmente a individuos de
entre 20 y 24 años (Degenhardt et al., 2013).

Una nueva problemática a la que nos enfrentamos actualmente es el incremento de las


concentraciones de THC en el cannabis. Durante las últimas décadas el porcentaje de THC en
el cannabis ha aumentado. La concentración de THC oscila mucho entre los diferentes
cultivos. Históricamente los niveles se encontraban alrededor del 5%, hoy en día nos
encontramos con especies cultivadas específicas que llegan a más de un 30% (Rella, 2015).
En Europa, en 2011 la concentración de THC variaba entre el 4% y el 16% (Wayne et al.,
2016). Según el informe de OEDT (2017), el rango de la concentración del THC en el
cannabis en Europa se encuentra en 3−14% y en España en 2013, la media de la
concentración de THC se situó en el 10,8 %.

En Europa, el número de personas que inician tratamiento por primera vez por
problemas relacionados con el consumo de cannabis pasó de 43.000 en 2006 a 76.000 en
2015 (OEDT, 2017). Este aumento puede deberse a la mayor prevalencia del consumo del
cannabis en la población general, entre otros factores. Otra posible causa del incremento de
personas en tratamiento es el aumento del porcentaje de concentración de THC, debido a que
este es el compuesto que está asociado al desarrollo de problemas de salud.

En España concretamente, nos encontramos con que el cannabis se ha ido convirtiendo


gradualmente en la principal sustancia que consumen las personas que reciben tratamiento por
primera vez (OEDT, 2017) a causa de las consecuencias adversas de su consumo. Estos datos
reflejan la gran prevalencia y problemática del consumo de cannabis.
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Figura 2. Características y tendencias de los consumidores que reciben tratamiento especializado para el
cannabis en España (OEDT, 2017)

Dichas consecuencias adversas pueden ir desde un deterioro cognitivo leve hasta un


trastorno de adicción o un trastorno psicótico. Estas consecuencias están correlacionadas con
un consumo prolongado y se observa con mayor frecuencia en consumidores diarios o casi
diarios del cannabis; es decir, un uso continuado a lo largo de los años predice un aumento en
el riesgo de efectos adversos sobre la salud (Hall & Degenhardt, 2014).

Respecto al desarrollo de un trastorno de dependencia al cannabis, se han detectado la


existencia de síntomas de dependencia y abstinencia después de un consumo frecuente de
dosis altas de THC. Por lo tanto, podemos afirmar que sí existe un riesgo a desarrollar
adicción al consumir cannabis. El porcentaje de este riesgo no está claro, ya que en la
literatura nos encontramos con cifras diferentes en la mayoría de revisiones. Algunos autores
corroboran que la dependencia física y conductual de cannabis ocurre en el 7-10% de los
consumidores regulares, y que un inicio temprano es predictor del desarrollo de dependencia
(Tziraki, 2012). Otros han estimado un riesgo de dependencia del 16% en aquellos que inician
el consumo en la adolescencia, llegando hasta el 33-50 % en aquellos que consumen a diario
(Wayne et al., 2016). Y en consumidores ocasionales, aquellos que no cumplen criterios de
abuso tras 10 años de uso ocasional de cannabis, rara vez terminan por desarrollar un
trastorno de dependencia (Ramos, 2007). Por lo tanto, la literatura sugiere en cierta medida
que el comienzo en la adolescencia y un consumo regular e intenso son factores de riesgo para
el desarrollo de un trastorno de dependencia al cannabis.
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Según el DSM-IV existen dos diagnósticos; el abuso o la dependencia del cannabis. El


abuso de cannabis implica un patrón desadaptativo de consumo que conlleva un deterioro de
la actividad ocupacional y social, o malestar clínicamente significativo, en un período de 12
meses (Tziraki, 2012). Por otro lado, la dependencia del cannabis se caracteriza por la pérdida
de control sobre el consumo de esta droga y su uso a pesar de sus consecuencias (Hall &
Degenhardt, 2014), siguiendo un patrón de uso compulsivo de grandes cantidades durante 12
meses o más.

Una de las consecuencias neurobiológicas que observamos debido al consumo crónico


es la reducción en la capacidad de síntesis de dopamina. Esto se produce, en particular, en los
usuarios que cumplen con criterios de abuso o dependencia (Bloomfield et al., 2016). Y puede
dar lugar a conductas de impulsividad que se traducen en problemas para retrasar
recompensas, lo que explica el consumo repetitivo e incontrolado a pesar de sus
consecuencias adversas (Tziraki, 2012) y la dificultad para mantener la abstinencia.

Numerosos estudios evidencian presencia de síntomas de abstinencia como la


irritabilidad, insomnio, ansiedad, reducción de apetito y pérdida de peso. Estos síntomas
suelen ser más intensos poco después de cesar el consumo y se reducen en las siguientes
semanas. La interrupción del consumo puede provocar una reducción de la actividad
dopaminérgica en el sistema mesolímbico, lo cual puede producir síntomas ansiosos y una
afectividad negativa durante la abstinencia (Jain & Balhara, 2008). La intensidad de esos
síntomas varían dependiendo del porcentaje de THC consumido y de las dosis administradas,
lo cual refleja de nuevo el papel esencial que juega el THC, modulando el desarrollo de la
dependencia y la abstinencia del cannabis (Cooper & Haney, 2009).

La consecuencia de desarrollar un trastorno de dependencia del cannabis trae consigo


la problemática de un consumo crónico debido a dicha adicción, y esto conlleva a
consecuencias aún más graves que el hecho de padecer un trastorno de dependencia. Mucha
de la literatura sobre las consecuencias del consumo del cannabis se centra en la relación que
parece haber entre el consumo crónico y la psicosis. Esta relación no está del todo clara
todavía, ya que nos encontramos con numerosas contradicciones y conclusiones diferentes en
los estudios que hay sobre la cuestión. Actualmente es un tema de debate científico que hace
falta esclarecer ya que un trastorno psicótico es un trastorno muy grave y su posible relación
con el cannabis es preocupante.
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Desde un punto de vista clínico los trastornos psicóticos se caracterizan


principalmente por la presencia de alucinaciones, ideas delirantes y/o lenguaje y
comportamiento extraños o desorganizados. La sintomatología se suele clasificar en síntomas
positivos y negativos. Los síntomas positivos son aquellos que implican un exceso o
distorsión de las funciones normales, tales como ideas delirantes (distorsión del pensamiento
inferencial), alucinaciones (anomalías perceptivas), o desorganización del lenguaje y el
pensamiento. Por el contrario, los síntomas negativos implican una pérdida o disminución de
las funciones normales, incluyendo aplanamiento emocional (falta de expresión y
experimentación de emociones), alogia (restricción de la fluidez y la productividad del
pensamiento y del lenguaje) y abulia (restricción del comportamiento dirigido a un fin)
(Godoy & Anarte, n.d.). Uno de los trastornos psicóticos más estudiados es la esquizofrenia,
caracterizado por alteraciones cognitivas con alucinaciones e ideas delirantes, síntomas
negativos y comportamiento desorganizado.

La esquizofrenia es una trastorno mental grave y complejo que se encuentra presente


en todas las sociedades humanas con prevalencias no inferiores al 1% (De la Cruz y Fañanás,
2006). Su manifestación no solo depende de una vulnerabilidad biológica, si no de la
participación de factores ambientales que pueden incrementar potencialmente el riesgo del
desarrollo de dicho trastorno (De la Cruz y Fañanás, 2006). En el caso del cannabis hay
estudios que han demostrado que el riesgo podría verse aumentado hasta seis veces más si el
consumo tiene lugar durante la adolescencia (Arseneault, Cannon, Witton, & Murray, 2004).

Varios estudios sugieren que el THC produce una variedad de manifestaciones clínicas
que se asemejan a la sintomatología de la esquizofrenia, tales como ideas delirantes,
pensamiento desorganizado, alteraciones perceptuales, pérdida de contacto con la realidad,
etc. (Radhakrishnan, Wilkinson, & D’Souza, 2014). Además, existe abundante literatura que
sugiere una relación entre el consumo de cannabis y el desarrollo de estos síntomas hasta
llegar a un trastorno psicótico.

Por lo tanto, en esta revisión se pretende esclarecer la naturaleza de la relación entre


cannabis y psicosis con la literatura disponible. Para ello el objetivo es entender qué tipo de
relación existe entre estas dos variables, es decir, si el cannabis es una causa independiente
para la psicosis o no. Además, si efectivamente hay una relación, es de gran interés conocer si
el riesgo de psicosis es igual en todos los consumidores de cannabis y que factores
aumentarían este riesgo. Esclarecer estas cuestiones es de vital importancia tanto para la salud
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individual de los consumidores como para la salud pública, ya que el cannabis es la droga
ilegal más consumida del mundo y un trastorno psicótico es de los trastornos más graves en
salud mental.
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2. Cannabis y psicosis

La relación entre consumo de cannabis y trastornos mentales, especialmente trastornos


psicóticos, fue descrita ya en 1895 (Burns, 2013). Se viene demostrando desde hace ya años la
relación entre cannabis y el desarrollo de un trastorno psicótico, siendo el más preocupante de
ellos la esquizofrenia.

El THC por sí mismo está demostrado que produce una variedad de síntomas
transitorios similares a los que aparecen en la esquizofrenia, como pueden ser: ideas
paranoicas, pensamientos desorganizados, alteraciones perceptuales, suspicacia y distorsión
del tiempo (Murray et al., 2017). Esto se ha constatado en estudios donde se suministró a 22
adultos sanos con THC y se encontró que efectivamente, el THC produjo síntomas psicóticos
positivos transitorio y déficits cognitivos (Radhakrishnan et al., 2014).

Por lo tanto, nos encontramos con que el THC sí puede producir síntomas psicóticos
transitorios, pero sólo con esto no podemos afirmar que el consumo de cannabis produce un
trastorno psicótico, como puede ser la esquizofrenia. Primero, hemos de aclarar lo que es un
trastorno para diferenciarlo de los síntomas transitorios que pueden aparecer. La
esquizofrenia, el trastorno psicótico más grave y más preocupante, incluye sintomatología
positiva, negativa y deficiencia cognitiva (Murray et al., 2017). Mientras tanto, los síntomas
mencionados anteriormente producidos por el THC son transitorios y desaparecen, y al no ser
recurrentes a lo largo del tiempo, no se pueden considerar un trastorno.

En las clasificaciones de los trastornos mentales se recogen diversos cuadros


psiquiátricos inducidos por cannabis; intoxicación, delirium y alucinatorio (Gonzalez, Sáiz,
Quirós, & López, 2000). El consumo de esta droga puede producir sintomatología psicótica
de hasta 6 semanas de duración (Ramos, 2007) y ocurre mientras el usuario se encuentra en
un estado de intoxicación o en el periodo de tiempo del mes siguiente a la intoxicación o
abstinencia del consumo (Tziraki, 2012). En el DSM-IV se clasifican dos trastornos psicóticos
inducido por esta sustancia; (F12.51) Cannabis, con ideas delirantes y (F12.52) Cannabis, con
alucinaciones. En qué medida esto puede desarrollarse en un trastorno psicótico recurrente es
el tema de debate que se pretende esclarecer. Además, cada vez es más importante conocer
exactamente la relación existente ya que, como mencionamos anteriormente en este trabajo,
el porcentaje de THC en el cannabis está aumentando y esto implica más riesgo de psicosis
que las formas tradicionales, suponiendo un grave peligro para la salud mental de los
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consumidores. Se ha descrito que las personas que consumen a diario cannabis con altas
concentraciones de THC y bajos niveles de CBO (antipsicótico) tienen entre tres y cinco
veces más posibilidades de sufrir un trastorno psicótico que una persona que no consume
cannabis (Wayne et al., 2016). Por lo tanto, es de sumo interés analizar detenidamente las
evidencias disponibles e intentar entender mejor la relación.

Una cuarta parte de los pacientes con esquizofrenia se consideran consumidores


habituales de cannabis, cifra muy superior a la observada en otras poblaciones (Arias &
Ochoa, 2006). Esto podría ser debido a la necesidad de paliar los síntomas del trastorno y es la
base de la teoría de la automedicación. Esta teoría está bastante cuestionada hoy día, ya que
aunque podría explicar alguno de los casos, en otros muchos de ellos, el uso del cannabis
precede al inicio de la esquizofrenia (Ramos, 2007). Estudios retrospectivos encuentran que
un tercio de los individuos con psicosis comenzaron el consumo de cannabis previamente al
desarrollo de su trastorno (Burns, 2013). Por lo tanto, siendo el consumo de cannabis previo a
la aparición de un trastorno psicótico, las hipótesis a comprobar son; si un consumo elevado
de cannabis causaría un trastorno psicótico el cual no se desarrollaría en ausencia del
consumo de dicha droga (significando entonces que el cannabis es un factor suficiente por si
solo para causar un trastorno psicótico). O, otra opción, si el consumo de cannabis es un
factor que contribuye o precipita el desarrollo de un trastorno psicótico en aquellos individuos
que presentaran una vulnerabilidad biológica a desarrollar esta enfermedad. Con el fin de
estudiar la relación entre el consumo de cannabis y esquizofrenia, una estrategia fundamental
es el seguimiento de cohortes durante periodos prolongados para valorar la influencia del
consumo de cannabis en la aparición de un trastorno esquizofrénico (Ramos, 2007). Esta
estrategia es la utilizada en la gran mayoría de los estudios que han obtenido evidencias sobre
el tema.

El estudio de Andreasson et al., (1987) fue la primera evidencia importante de que el


consumo de cannabis podría predisponer al trastorno esquizofrénico. Realizaron un
seguimiento de 15 años a militares suecos y encontraron que las personas que habían probado
el cannabis al menos una vez tenían 2,4% más de riesgo de desarrollar un trastorno de
esquizofrenia. Este dato aumentó a 6 veces más riesgo de desarrollar el trastorno en las
personas que habían consumido más de 50 veces la droga (consumo intenso) a los 18 años,
aunque este riesgo disminuyó desde un riesgo de 6 veces más a un 2,3 al controlar las
variables externas, si bien la diferencia continuaba siendo estadísticamente significativa.
Comprobamos en este estudio una relación dosis-respuesta entre el consumo de cannabis al
15

inicio del estudio (es decir, cuando los participantes tenían 18 años de edad) y el diagnóstico
de esquizofrenia 15 años después, lo cual nos sugiere que a medida que aumenta el consumo
de cannabis, también lo hace el riesgo de padecer esquizofrenia. Finalmente, sólo un 3% de
los consumidores crónicos del estudio desarrolló esquizofrenia. Esto nos sugiere y apoya la
hipótesis que el consumo de cannabis aumentaría el riesgo de esquizofrenia en aquellos
individuos vulnerables.

Zammit et al. (2002) realizaron un seguimiento después de 27 años al mismo grupo de


hombres suecos del estudio anterior y también encontraron una relación entre la frecuencia de
consumo de cannabis y el riesgo de desarrollar esquizofrenia a lo largo del periodo de
seguimiento, aunque se observaron que la fuerza de esta relación disminuía con la edad. Se
estimó que un 13% de los casos de esquizofrenia se hubiesen podido evitar si los participantes
no hubiesen consumido cannabis (Wayne et al., 2016). Este porcentaje es bastante más alto
que el dato del 3% de los consumidores crónicos que desarrollaron esquizofrenia en el estudio
anterior, aunque no es suficiente para adjudicar una relación causal.

Posteriormente se corroborado los resultados de los estudios anteriores por otros


estudios longitudinales, como en el estudio NEMESIS (Netherlands Mental Health Survey
and Incidence Study; van Os et al., 2002) donde participaron 4104 individuos y se examinó el
efecto del consumo de cannabis sobre los síntomas psicóticos haciendo dos evaluaciones de
seguimiento, al año y a los tres años. Se encontró que los individuos que consumían cannabis
al inicio del estudio tenían cerca de tres veces más probabilidades de manifestar síntomas
psicóticos durante el seguimiento. Además, al analizar la historia de los individuos que tenían
un consumo prolongado de cannabis anterior al inicio del estudio, se descubrió que este
consumo era un predictor más potente para la psicosis 3 años después que la variable de
consumo de cannabis en el momento del seguimiento. Esto nos sugiere que la asociación entre
consumo de cannabis y psicosis no es fruto simplemente de los efectos a corto plazo del
cannabis y que el consumo crónico juega un papel importante en la relación entre cannabis y
psicosis (Arseneault et al., 2004). Por lo tanto, otra vez, queda demostrado una relación entre
la dosis consumida y el riesgo de psicosis, produciéndose al incrementar el consumo, un
incremento del riesgo de psicosis (Burns, 2013).

En el estudio de Christchurch, en Nueva Zelanda (Fergusson et al., 2003) se examinó


la aparición de síntomas psicóticos en relación con un trastorno de dependencia del cannabis.
Los resultados fueron similares a los estudios anteriores, encontrándose que los individuos
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que cumplían criterios para el diagnóstico de trastorno de dependencia del cannabis a los 18
años tenían 3,7 veces más riesgo de síntomas psicóticos que aquellos no consumidores y 2,3
veces más riesgo a los 21 años. En este estudio comprobamos cómo un uso crónico, frecuente
cuando existe un trastorno de dependencia, es un factor de riesgo para el desarrollo de
síntomas psicóticos. Por tanto, se consta nuevamente una asociación entre frecuencia de
consumo y riesgo de psicosis.

Por último, en un estudio del Dunedin Multidisciplinary Health and developmente


study se observó un aspecto relevante. En este estudio, se obtuvo información de síntomas
psicóticos cuando los participantes tenían 11 años de edad, llegando así a tener información
sobre síntomas psicóticos antes del comienzo del consumo del cannabis. Dicho consumo, a
edades de 15 y 18 años se asoció con más síntomas psicóticos a los 26 años, siendo más
potente la relación cuanto más temprano era el inicio del consumo. Efectivamente, un 10% de
los consumidores de cannabis a edad de 15 años fueron diagnosticados de esquizofrenia a los
26 años, mientras que en el grupo de los participantes no consumidores de cannabis se
diagnosticaron solo un 3% de casos de esquizofrenia. Además, los consumidores de cannabis
a los 18 años puntuaban más alto en la escala de síntomas psicóticos solo si habían presentado
estos síntomas antes del inicio del consumo. Observamos en este estudio como el consumo de
cannabis durante la adolescencia se asocia con un mayor riesgo de padecer esquizofrenia
posteriormente en la edad adulta. Además, en el estudio se registran los síntomas psicóticos
anteriores al consumo de cannabis. Por lo tanto, estos resultados sugieren el consumo de
cannabis como el antecedente a los síntomas psicóticos posteriores que surgiesen,
comprobando así la dirección de la relación. También se observa que los consumidores de
cannabis que puntuaban alto en la escala de síntomas psicóticos a los 18 años ya habían
presentado síntomas a los 11 años, sugiriendo así que el consumo afecta a aquellos individuos
vulnerables a presentar estos síntomas (Arseneault et al., 2002).

En cambio, Phillips et al., (2002) no encontraron diferencias entre consumidores de


cannabis y no consumidores al realizar un estudio con 100 jóvenes australianos con alto
riesgo de psicosis. Se realizó un seguimiento durante un periodo de 4 a 1051 días sin hallar
diferencias en el porcentaje de pacientes que desarrollan psicosis a pesar de su alto riesgo.
Podemos achacar esto al bajo número de sujetos participantes y/o al tiempo demasiado breve
como para observar diferencias, pudiendo inferir entonces que solo se observan diferencias en
muestras más grandes ya que sólo afecta a esos individuos vulnerables.
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Figura 3. Resultados de los diferentes estudios de cohortes sobre la relación entre cannabis y esquizofrenia
(Ramos, 2007)

En conclusión, podemos comprobar que hay evidencia proveniente de múltiples


estudios de que existe una relación entre el consumo del cannabis y un trastorno psicótico.
Observamos una relación dependiente al consumo, es decir, se aumenta el riesgo de psicosis a
mayor sea el consumo de cannabis. Por lo tanto, se corrobora que el consumo crónico de
cannabis eleva el riesgo de desarrollar síntomas psicóticos (pensamientos desorganizados,
alucinaciones y delirios) y, posteriormente, un trastorno psicótico (Burns, 2013). Además,
queda demostrado en otros estudios que la edad de inicio de psicosis se asocia
significativamente con el consumo de cannabis, independientemente de otros factores
(Barrigón et al., 2010). Se comprueba que existe una relación dosis-respuesta entre la edad de
inicio de consumo crónicos de cannabis y la edad de inicio de psicosis, de forma que a menor
edad de inicio de consumo de cannabis, menor edad de inicio de psicosis (Barrigón Estévez,
2013).

Aunque antes de sacar conclusiones definitivas hay que tener en cuenta las
limitaciones que propias de este campo. En primer lugar los estudios difieren entre sí en
cuanto a terminología y definiciones planteadas (Burns, 2013). Por ejemplo, algunos estudios
18

se centran en definiciones más amplias de psicosis (incluyendo más variedad de


sintomatología) y otros en una definición más limitada de esquizofrenia (ciñéndose a criterios
específicos del trastorno de esquizofrenia). Este problema de definición también afecta a la
consideración que se hace sobre el uso del cannabis, que puede variar entre consumo actual,
consumo reciente o consumo prolongado. Además, dentro de estas categorías nos
encontramos con más variedad de definiciones, ya que cada estudio usa parámetros diferentes
para los mismos términos. Cabe destacar que se asocia un mayor riesgo con definiciones más
estrictas de psicosis, mientras que cuando se aplican en estudios definiciones más generales
de psicosis, la asociación es de un menor riesgo (Burns, 2013).

Otra limitación tiene que ver con la recopilación de información sobre el consumo, ya
que en varios estudios se emplearon autoinformes, lo cual está asociado con una menor
fiabilidad debido a la deseabilidad social de los individuos, es decir, estos informan sobre un
consumo menor del real por vergüenza a admitir socialmente su consumo autentico (Burns,
2013). También nos encontramos con información limitada sobre el consumo de otras
sustancias lo cual puede influir como factor residual. Los factores residuales son aquellos que
van más allá del estudio y probablemente llevan a una sobreestimación de la asociación dado
que las personas que usan cannabis regularmente y las personas con mayor riesgo de
desarrollar una enfermedad mental comparten numerosas características (Gage, Hickman, &
Zammit, 2016). Otra gran limitación es la dificultad para controlar factores como la
concentración de THC, la frecuencia de su consumo y la cantidad consumida (Burns, 2013),
lo cual es muy relevante para establecer una relación causal entre el consumo de cannabis y la
psicosis. Todas estas limitaciones entran en juego cuando se realiza un ajuste estadístico para
estos posibles factores y se observa cómo la asociación entre el consumo de cannabis y
psicosis se atenúa (Wayne et al., 2016).

A pesar de estas numerosas limitaciones, queda demostrado en los estudios descritos


que hay una clara asociación entre el uso del cannabis y el desarrollo de un trastorno
psicótico, aunque se encuentre sistemáticamente sobreestimada en los estudios. La
contribución del cannabis al desarrollo de un trastorno psicótico parece ser de naturaleza
causal pero no suficiente por sí sola, ya que la mayoría de personas que han consumido
cannabis no desarrollan esquizofrenia, y tampoco es un factor necesario ya que no todos los
pacientes que sufren un trastorno psicótico han consumido cannabis. Además, el consumo de
cannabis es bastante común en la población general puesto que es la droga ilegal más
19

consumida mundialmente, y sin embargo, rara vez causa esquizofrenia (Arseneault et al.,
2004).

Hay autores que nos señalan las pocas evidencias que existen de que el cannabis por sí
solo pueda provocar un trastorno de esquizofrenia, parece ser que el consumo de cannabis
puede afectar a los individuos vulnerables que tengan un alto riesgo a desarrollar
esquizofrenia o que precipita un trastorno que inevitablemente hubiese ocurrido
posteriormente (DeLisi, 2008). El cerebro de sujetos predispuestos a la esquizofrenia presenta
ciertas anormalidades sobre las que el THC ejerce sus efectos, de manera que aumenta la
posibilidad de desencadenar una reacción psicótica (Tziraki, 2012). Por lo tanto el cannabis
parece ser un factor importante, además de muchos otros, (Arseneault et al., 2004), que al
interactuar con otros factores pueden causar un trastorno psicótico, pero por si solo el
cannabis no es un factor necesario ni suficiente (Shrivastava, Johnston, Terpstra, & Bureau,
2014).

En un estudio se encontró que, entre los pacientes ingresados por un episodio psicótico
agudo, aquellos que habían consumido cannabis tenían 10 veces más probabilidades de tener
una historia familiar positiva para esquizofrenia respecto a aquellos que no consumían
(Radhakrishnan et al., 2014). Los individuos considerados vulnerables a desarrollar síntomas
psicóticos y además consumidores de cannabis presentan un riesgo del 51% de desarrollar
síntomas psicóticos, comparados con un riesgo del 21% en aquellos individuos consumidores
de cannabis pero no considerados como vulnerables (Burns, 2013). En cualquier caso, se
desconoce la relevancia real de esta posible predisposición biológica, aunque los estudios
parecen coincidir en que el riesgo del consumo de cannabis para producir psicosis está
modulado por la predisposición individual para psicosis, presumiblemente debida a factores
genéticos (De la Cruz y Fañanás, 2006). Además de estos datos, hay estudios que han puesto
de manifiesto que existe una triple interacción entre el uso de cannabis, el genotipo de la
COMT (importante gen candidato en esquizofrenia) y el nivel de vulnerabilidad de los
participantes (De la Cruz y Fañanás, 2006). En conclusión, se afirma la hipótesis, después de
todas las evidencias descritas, de la existencia de cierta vulnerabilidad a desarrollar un
trastorno psicótico al consumir cannabis en determinados individuos.

Además de la alta concentración de THC y la predisposición, la edad de inicio del


consumo de cannabis parece ser otro factor de riesgo. Una explicación podría ser la liberación
de dopamina de manera aguda que ocurre en cuerpo estriado asociativo y que se produce a
20

causa del consumo del cannabis mientras estos circuitos cerebrales se encuentran todavía en
fase de maduración (Murray et al., 2017). Por lo tanto, los cambios que produce el THC en el
cerebro pueden ser perjudiciales ya que este se encuentra en pleno desarrollo todavía, motivo
por el cual un comienzo temprano en el consumo de cannabis constituye un factor de riesgo
para el futuro desarrollo de un trastorno psicótico.

Por último, los mecanismos biológicos de la relación entre el cannabis y la esquizofrenia


no se conocen con certeza todavía. La hipótesis dopaminérgica de la esquizofrenia propone
que los síntomas psicóticos están provocados, al menos en parte, por un aumento en la
transmisión de dopamina, ya que las alternaciones en el sistema dopaminérgico son un factor
crucial común entre la experiencia de psicosis y el consumo de cannabis (Shrivastava et al.,
2014). Queda demostrado en numerosos estudios que el THC altera los niveles de dopamina
en algunas regiones del cerebro y afecta a la maduración del sistema dopaminérgico, el cual
regula directamente funciones motoras, cognitivas, motivacionales y emocionales. Además,
también está comprobado que el THC por sí solo provoca síntomas psicóticos, lo cual
podemos relacionar con las alteraciones causadas sobre el sistema dopaminérgico. Queda
mucha investigación por realizar sobre los mecanismos biológicos que asocian el cannabis
con la esquizofrenia.
21

3. Conclusión

El cannabis ha estado siempre presente en la sociedad humana. Actualmente es la droga ilegal


más usada del mundo y su consumo induce toda una variedad de consecuencias. Hoy en día
sigue habiendo debate científico sobre la magnitud de estas, aunque hay algunas cosas que sí
parecen quedar claras:

La literatura sugiere una asociación significativa entre el uso regular de cannabis y la


presencia de alteraciones conductuales, cognitivas y psicopatológicas. Este uso prolongado y
frecuente puede producir la aparición de un trastorno de dependencia al cannabis, así como de
trastornos mentales como la esquizofrenia y alteraciones a nivel cognitivo (Tziraki, 2012)

Además de un consumo frecuente y prolongado, se ha sugerido que el comienzo del


consumo en la adolescencia es un factor de riesgo para el desarrollo de futuras consecuencias
negativas; es decir, que un inicio temprano del consumo se ha asociado con un mayor riesgo
de padecer las consecuencias negativas del consumo del cannabis. Esto posiblemente sea por
la vulnerabilidad del cerebro en desarrollo. El riesgo de desarrollar un trastorno de
dependencia en adolescentes esta en 1 de cada 6, mientras que en adultos está entre 1 de cada
10 y en consumidores diarios, 1 de cada 3 (Wayne et al., 2016). Además, está comprobado
que riesgo de desarrollar posteriormente un trastorno de esquizofrenia también aumenta en
individuos que inician el consumo en etapas tempranas.

Podemos concluir que el THC puede producir síntomas psicóticos transitorios, y


después de un consumo prolongado, individuos vulnerables pueden desarrollar un trastorno
psicótico, el cual está relacionado también con la edad del comienzo del consumo, la
concentración de THC en el cannabis además de la frecuencia de su uso y la duración de este.
La interacción de todos estos factores puede dar como resultado el desarrollo de síntomas
psicóticos transitorios, un trastorno psicótico o de la ausencia total de cualquier síntoma o
trastorno (Burns, 2013). Por lo tanto, el cannabis parece ser un factor de riesgo que interactúa
con otros factores y al final pueden derivar en un trastorno psicótico, como la esquizofrenia,
pero no es ni una causa necesaria ni suficiente para su desarrollo.

Por lo tanto, el consumo de cannabis tiene consecuencias sanitarias aunque estas sean
menores que las demás drogas ilegales de abuso. Asimismo, existe una relación entre su
consumo y el desarrollo de un trastorno psicótico. Dicha relación no afecta de igual manera a
22

todos los individuos, por lo cual confirmamos la hipótesis del consumo de cannabis cómo
contribuyente al desarrollo de un trastorno psicótico en aquellos individuos que presentan una
vulnerabilidad biológica a desarrollar esta enfermedad.

A pesar de todo, todavía queda por investigar y esclarecer más las relaciones entre un
consumo crónico de cannabis y sus efectos adversos, además de los mecanismos biológicos
que están detrás de esta relación entre cannabis y psicosis para así comprenderla en mayor
profundidad. La gran prevalencia de consumo de esta droga en la población nos exige un
entendimiento completo de cómo actúa y de las consecuencias de su consumo, tanto para
divulgar esta información a la población para su educación y conciencia al consumir como
para las instituciones que tienen el poder y la polémica de legalizar el cannabis y la
responsabilidad de poner al alcance medios para su tratamiento.
23

4. Referencias Bibliográficas

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