Ocampo, Las Concepciones, Revista Nueva Sociedad No 215
Ocampo, Las Concepciones, Revista Nueva Sociedad No 215
Ocampo, Las Concepciones, Revista Nueva Sociedad No 215
José Antonio Ocampo: ex-ministro de Hacienda y Agricultura de Colombia, fue secretario ejecutivo de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y secretario general adjunto de las Naciones Unidas
para Asuntos Económicos y Sociales. Actualmente es profesor de la Universidad de Columbia.
Palabras claves: igualdad, pobreza, política social, focalización, universalidad, sistemas tributarios, América
Latina.
Nota: este artículo fue elaborado sobre la base de un trabajo preparado para la Corporación Andina de Fomento
(CAF) y presentado en el taller sobre política social organizado en Caracas el 18 de enero de 2008. El autor
agradece a Horst Grabe, Julio Bolvinik, Alfredo Sfeir y otros participantes en el taller, así como a Martín
Hopenhayn y Juan Carlos Ramírez, por sus comentarios. Las múltiples interacciones con Luis Miguel Castilla,
economista jefe de la CAF, en torno del informe de la CAF 2007, así como con Rebeca Grynspan, directora
regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a lo
largo de varios años, han servido para afinar algunos de los conceptos ex presados en el ensayo. Estas concepciones
son, como es obvio, responsabilidad exclusiva del autor.
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
pobres y el diseño de esquemas público-privados, la segunda defiende la ne-
cesidad de cimentar firmemente la política social sobre diversos principios, entre
los que se destacan los de universalidad y solidaridad. Esta última concepción
recupera las raíces sobre las cuales se desarrolló la política social en la
posguerra –y en algunos casos desde antes–, política que, sin embargo, tuvo un
avance limitado en América Latina, debido fundamentalmente al alcance
restringido del empleo formal al cual se asoció su desarrollo.
Este ensayo revisa ese debate y se inclina por la concepción universalista y so-
lidaria sobre la base de una visión de ciudadanía social. Argumenta que la mejor
focalización es una política social universal y, aún más, que la focaliza-ción
debe visualizarse no como un sustituto, sino como un complemento –y, de
hecho, como un instrumento– de la universalización. Presenta, además, unas
reflexiones sobre los crecientes problemas de segmentación en los sistemas de
política social en la región. Sin embargo, señala que la plena aplicación de estos
esquemas genera una alta demanda de recursos fiscales, que enfrenta a la
mayoría de los países con un problema endémico: la debilidad de sus estructuras
tributarias. Por lo tanto, el avance hacia esquemas universales de política social,
acordes con una visión de derechos ciudadanos, exigirá esfuerzos mucho
mayores por aumentar y mejorar la estructura de los ingresos tributarios.
Los esquemas de política social del pasado y el impacto de las reformas de mer-
cado. Las concepciones modernas de la política social como responsabilidad del
Estado tienen su origen en el reconocimiento por parte de los Estados liberales
de la necesidad de extender la educación pública básica, laica y universal,
además de algunos servicios básicos de salud, como servicios sociales
inherentes al progreso de las sociedades modernas. A ello se agregó, desde
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Ocampo
fines del siglo XIX, la visión bismarckiana de la seguridad social y el surgimien-
to de un movimiento obrero que, tanto directamente como a través de sus
expresiones políticas, demandó no solo el desarrollo de una legislación protec-
tora y promotora del trabajo, sino también un sistema integral de política social.
Estas ideas se extendieron gradualmente en los países industrializados a lo largo
del siglo XIX y, sobre todo, del siglo XX, con el desarrollo del Estado de bienestar.
El correlato de este proceso fue la expansión sin precedentes del tamaño del Es -
tado y la consecuente demanda de recursos para financiarlo.
1. Utilizo aquí el concepto «corporativo» como lo hacen otros autores en la literatura sobre siste mas
de bienestar social, para referirme a la tendencia de esos sistemas a ofrecer prestaciones di ferentes
para distintos grupos de trabajadores. Cabe resaltar que este uso difiere del que tiene el concepto en
la ciencia política. De esta manera, no hace alusión a la existencia o no de sistemas políticos
corporativistas.
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
De esta manera, aunque inspirada por los mismos principios universales que
habían impulsado el desarrollo de los Estados de bienestar en los países in-
dustrializados, la política social de la región avanzó en forma muy parcial. Uno
de los corolarios de ello fue que, a fines de la etapa de industrialización dirigida
por el Estado, la política social solo alcanzaba, en la mayoría de los casos, a
sectores de ingresos medios de la población (incluidos los trabajadores del
sector fabril moderno, que en general pertenecen a estos sectores) y seguía
marginando, por lo tanto, a los sectores más pobres, especialmente en materia de
educación media o de acceso a los sistemas más avanzados de protección social.
Además, los sectores más pobres se concentraban en las zonas rurales, donde el
alcance de la política social fue mucho más limitado.
El resultado de todo ello es que hoy coexisten tres tipos de esquemas de política
social, que obedecen de alguna manera a los tres modelos de Estado de
bienestar de Gøsta Esping-Andersen (1990), pero que se combinan en muchos
casos en un mismo país –y que han tendido a perder, en grado sin duda variable,
el atributo tan resaltado en el trabajo de este autor de la «desmercanti-
lización»–. El primero es un sistema con vocación estrictamente universal y
organización predominantemente pública, aunque con grados diferentes de
descentralización, que se encuentra en la educación primaria y secundaria y, en
competencia con instituciones privadas, también en la educación universitaria.
El segundo es un esquema segmentado y con diferentes elementos de
corporativismo, que predomina en la seguridad social en un sentido amplio
(pensiones, salud y seguros profesionales). El tercero es un esquema estricta-
mente focalizado, cuyo mejor ejemplo son los programas de subsidios condi-
cionados, pero que tiene expresiones en muchas otras políticas dirigidas a
grupos sociales determinados. De hecho, la proliferación de programas espe-
cíficos, que en muchos casos tienen una estructura de «capas geológicas»
(nuevos planes introducidos como innovaciones por gobiernos nuevos, pero que
con frecuencia se superponen parcialmente a programas antiguos que no
desaparecen), parece ser una característica destacada de la política social en las
últimas décadas2.
2. Esta clasificación no es necesariamente exhaustiva, pero la utilizo aquí porque permite una comparación directa con
el conocido esquema conceptual de Esping-Andersen.
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
Esta visión tiene una larga tradición. Cabe recordar que, paralelamente al de-
sarrollo del Estado de bienestar, se formuló un nuevo cuerpo de derechos hu-
manos (en su mayoría, derechos de segunda generación), que fue finalmente
consagrado en los artículos 22 a 27 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y, posteriormente, en el Pacto Internacional sobre Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas. En las concepciones
modernas, este cuerpo de derechos, que expresa los valores de la igualdad, la
solidaridad y la no discriminación, se considera indivisible de los derechos
civiles y políticos, formulados claramente desde fines del siglo XVIII,
especialmente en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de
la Revolución Francesa, que garantizan los derechos de las personas frente al
poder del Estado y a la participación en las decisiones públicas (Cepal 2000a).
Una de las formulaciones más precisas de estas ideas es el capítulo sobre prin -
cipios de política social del documento Equidad, desarrollo y ciudadanía de la
Cepal (2000a), donde se establecen los principios de universalidad, solidaridad,
eficiencia e integralidad. El primero de ellos se asocia al concepto de los
servicios sociales básicos que provee el Estado como derechos de los ciudada-
nos. Según esta concepción, por lo tanto, la educación, la salud y la protección
social son más que servicios o mercancías. El segundo principio alude a lo que
es obvio, particularmente en sociedades altamente desiguales: que la garantía del
acceso de los sectores más desfavorecidos a dichos derechos exige la aplicación
del principio de solidaridad, que además expresa un objetivo social básico: la
necesidad de construir sociedades más integradas. El tercero –eficiencia– señala
la necesidad de utilizar mejor los recursos públicos para lograr mayores
beneficios, en tanto que el último –integralidad– alude a las fuertes
interrelaciones que existen entre las distintas dimensiones del desarrollo social
(o, por el lado negativo, las múltiples dimensiones de la pobreza).
Su instrumentación debe ser compatible con el nivel de desarrollo alcanzado y (…) con el ‘pacto
fiscal’ imperante en cada sociedad, para así evitar que se traduzca en expectativas insatisfechas o en
desequilibrios macroeconómicos que afecten, por otras vías, a los sectores sociales a los cuales se
busca proteger. Equidad, en este sentido, debe entenderse como el establecimiento de metas que la
sociedad sea efectivamente capaz de alcanzar, dado su nivel de desarrollo. Es decir, su punto de
referencia es lo realizable, pero no menos de ello y, por ende, como lo han recogido los debates
sobre derechos económicos y sociales, lo máximo entre lo realizable. (2004, p. 159.)
5. Este aporte también seminal al debate surgió de un proyecto promovido por el Instituto Interamericano para el
Desarrollo Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). V. , en particular, la «Introducción» a dicha obra
colectiva, escrita por el editor, así como el capítulo 1 (Filgueira et al.).
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
de riesgos esenciales que deben hacerse extensivas a toda la población, con es-
tándares de calidad homogéneos y prestados sobre la base del principio de
ciudadanía. Esto nos remite, además, al concepto de merit goods de la teoría del
bienestar, que la Cepal (2000a) tradujo –alternativa y correctamente– como
«bienes de valor social»; es decir, aquellos bienes y servicios que la sociedad
considera que deben recibir todos sus miembros en tanto ciudadanos. Estos
bienes y servicios pueden entenderse, por lo tanto, como una expresión concreta
de los derechos económicos y sociales y manifiestan auténticas preferencias de
la sociedad, que van más allá de las preferencias individuales.
Por último, cabe señalar que esta formulación busca también corregir uno de los
mayores peligros que enfrenta la política social: la segmentación. Este problema
tiende a agudizarse en los esquemas de políticas focalizadas, pero también se
registra en sistemas en los cuales existen múltiples proveedores de servicios,
algunos de los cuales tienden a «descremar» el mercado o a discriminar entre los
distintos demandantes de acuerdo con su nivel de ingreso o su localización
espacial. El sistema educativo es una fuente especial de preocupación. Suele
decirse que la educación es un mecanismo de igualación social –un principio
que, como ya señalé, tiene profundas raíces liberales– y que los dispares logros
educativos son uno de los determinantes fundamentales de la desigualdad en la
distribución del ingreso. Pero cabe recordar que, sobre todo en sociedades
altamente desiguales, el aparato educativo es también un poderoso mecanismo
de segmentación social, que tiende a reproducir las
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Esta segunda crítica –que las políticas universales generan una mala focaliza-
ción de los recursos– se asocia, en algunas formulaciones, a la visión de las
clases medias como sectores que cuentan con capacidad para lograr que los
recursos públicos se distribuyan a su favor, excluyendo así a los sectores más
desfavorecidos. Esto se realizaría a través, por ejemplo, de las asociaciones
sindicales (que, como ya señalé, en países con sistemas de empleo formal li-
mitado corresponden en general a sectores de ingresos medios) o de su in-
fluencia sobre los partidos políticos.
Esta visión es deficiente al menos por tres razones diferentes. En primer tér-
mino, porque si bien la extensión de los beneficios sociales puede verse en gran
medida como una «conquista» de los sectores medios, los sistemas de-
mocráticos generan una presión para que esos beneficios se generalicen pos-
teriormente a toda la población. Esta es, de hecho, la historia de los Estados de
bienestar de los países industrializados. En ese contexto, como veremos, los
gastos marginales orientados a extender la cobertura de los servicios sociales
son altamente progresivos. Una forma complementaria de concebir este tema es
que la capacidad de la política social de atraer a la clase media pue de verse
como evidencia y garantía de una política que provee servicios de
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
calidad homogénea (Grynspan). Además, es esencial para que la clase media
apoye los niveles de tributación necesarios para financiar el alto gasto público
social imprescindible para sostener estos sistemas, como señalan los estudios
referentes a los países industrializados (Korpi/Palme). Por lo demás, con
contadas excepciones, la propuesta de algunos defensores de la focalización de
redistribuir los recursos públicos de los sectores medios hacia los más pobres
carece de realismo político.
Por último, una política social coherente con la promoción de una mayor co-
hesión social debe ofrecer una propuesta al conjunto de la sociedad. De hecho,
uno de los grandes problemas del «Estado focalizador» es que su capacidad de
convocatoria de la ciudadanía ha resultado limitada, entre otras cosas porque no
ofrece lo mínimo que la sociedad espera del Estado: una propuesta para toda la
sociedad y no solo para algunas de sus partes.
■ Universalidad y focalización
Los efectos redistributivos del gasto público social. Distintos trabajos de la Cepal
(2000a, 2000b, 2006c y 2007) proporcionan síntesis comparadas de los estudios
sobre los efectos redistributivos del gasto público social (en el caso de las
publicadas en Cepal, 2006c, con base en las investigaciones realizadas por el
BID). Los gráficos 1 y 2 resumen los dos estudios más recientes, que correspon-
den en su mayoría a estimaciones basadas en el gasto público de fines de los 90
y comienzos de la década actual.
Gráfico 1
0,30
0,20
0,10
Educación
total
0 -
Educación
Salud s
secundaria i
0,10
n
-0,20 S
Educación S
primaria
-0,30
Fuente: Cepal (2006b), cuadro II.10, y Cepal (2007), cuadros II.16 a II.19.
49 NUEVA SOCIEDAD 215
Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
E Gráfico 2
fecto redistributivo del gasto social, ca. 2002
0,40
0,30
total
Fuente: Cepal (2006b), cuadro II.10, y Cepal (2007), cuadros II.16 a II.19.
Aunque los estudios sobre este tema no son estrictamente comparables, sirven
para ilustrar este punto. El cuadro 1 muestra una comparación entre los ingresos
implícitos recibidos por los hogares colombianos por concepto de distintos tipos
de gasto público en educación en dos momentos del tiempo, 1974 y 1992
(Selowsky; Vélez)7. Como se observa, el gasto en educación primaria ya era
altamente progresivo en 1974, pero se hizo aún más progresivo en los años
siguientes. En cuanto a los beneficios de la educación secundaria, en 1974 se
concentraban en los sectores medios, pero con la ampliación de la cobertura se
desplazaron hacia los sectores de bajos ingresos. Y los beneficios de la
educación universitaria, que eran altamente regresivos en 1974, en 1992 ya
estaban menos concentrados que el ingreso primario, gracias a la ampliación de
cobertura. Esto implica que gastos que antes se consideraban
Cuadro 1
7. Los datos estimados para Colombia por la Cepal (2007, cuadro II.16), correspondientes a 2003, no difieren
significativamente de los que el cuadro 1 muestra para el año 1992.
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
de carácter regresivo se convirtieron en progresivos a medida que se extendió la
cobertura. Este es, en particular, el caso de la educación secundaria, pero
también de otros servicios, como los acueductos y el alcantarillado. En ambos,
el gasto marginal fue, por lo tanto, altamente redistributivo.
8. Aunque referido a la seguridad social en salud, el estudio de Vélez (1996) ilustra muy bien este
punto. Así, si bien la cobertura de dicho sistema era ligeramente regresiva en Colombia en 1992, los
subsidios netos eran altamente progresivos, con un cuasi-Gini de -0,345, de hecho no muy di ferente
del de la educación primaria.
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Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
de asistencia social pueden tener efectos redistributivos importantes y deben ser,
por lo tanto, un pilar del sistema. Un requisito que deben cumplir estos
programas, en el marco de los principios de la política social que hemos for-
mulado, es su vocación universal hacia los grupos sociales que se consideran
objetivos (programas de nutrición, subsidios condicionados y pensiones a an-
cianos indigentes, entre otros). Pero dichos programas deben considerarse como
subsidiarios de una política social básica de carácter universal y, por ese motivo,
deben integrarse, en la medida de lo posible, a dicha política. La segunda
función de los programas focalizados es permitir el diseño de planes especiales
adaptados a algunas poblaciones (como los indígenas) o grupos específicos de la
población (por ejemplo, sistemas de pensiones que tengan en cuenta la actividad
reproductiva de las mujeres). La tercera función es servir de puente para
garantizar que sectores con dificultades para acceder a los servicios sociales
básicos universales puedan obtener dicho acceso. En todos estos casos, la
focalización (o selectividad) debe ser vista como un instrumento de la
universalización, nunca como un sustituto de ella9.
Los datos indican, en efecto, que los países en los cuales el gasto público tiene
un mayor efecto redistributivo son aquellos que desarrollaron más tempra-
namente los servicios sociales del Estado y los que han logrado las mayores
extensiones de cobertura de sus sistemas de educación y salud: Argentina,
9. Nótese que estos argumentos, así como los que se presentan en la sección siguiente, tienen un sentido positivo:
tratan de mostrar que los criterios de universalización son netamente superiores en términos de impacto
redistributivo. Existe, además, una literatura crítica sobre la focalización que señala los errores de información, las
distorsiones en los incentivos y los problemas de estig-matización que caracterizan dichos sistemas. V., entre otros,
Giovanni Cornia y Frances Stewart (1995), Thandika Mkandawire (2007) y Amartya Sen (1995).
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Gráfico 3
0
,
0
1
0
0
,
0
2
0
0
,
0
3
0
0
,
0
4
0
0
,
0
5
0
0
,
0
6
0
0
,
0
7
0
0
,
0
8
0
0,09
0
0,100
IDH social (educación y salud)
Fuente: PNUD (2007), Anexo Estadístico, cuadro 1, y Cepal (2007), cuadros II.16 a II.19.
Chile, Costa Rica y Uruguay (a ellos se debe agregar Cuba, que no se suele in-
cluir en los análisis sobre este tema). Nótese que en algunas estimaciones
orientadas a analizar exclusivamente la focalización, el efecto redistributivo del
gasto público en Chile sobresale como el más redistributivo 10, cosa que no
acontece, sin embargo, cuando se combina el impacto conjunto de la focaliza-
ción con el de la magnitud del gasto 11 . El gráfico indica que los países con un
grado de desarrollo intermedio de sus políticas sociales, como Brasil, Colombia
y Panamá, generan también impactos redistributivos del gasto social
intermedios, en tanto que el menor impacto redistributivo se alcanza en na-
ciones de menor desarrollo relativo, como Bolivia, El Salvador, Honduras y
Guatemala. Otros países, como Ecuador, México y Perú, se destacan porque,
con indicadores medios de desarrollo humano, tienen un limitado impacto
redistributivo de sus políticas sociales12.
Las conclusiones de este análisis, así como las de la sección anterior, coinciden
con lo que Korpi y Palme (1998), al analizar los sistemas de protección social de
los países industrializados, han denominado «la paradoja de la redistribución»:
que el efecto redistributivo total del gasto público social es mayor en
NUEVA SOCIEDAD 56
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Ocampo
países con sistemas universales que en aquellos que aplican criterios de foca-
lización (particularmente los anglosajones). De acuerdo con estos autores, una
de las razones fundamentales para ello es el fuerte apoyo político de las clases
medias al gasto público social en los países con sistemas más universales,
esencial para obtener el respaldo de dichos sectores a los elevados niveles de
tributación necesarios para financiarlos.
Vale la pena señalar, por otra parte, que el efecto redistributivo estimado se
refiere en su mayor parte a transferencias indirectas a los hogares equivalentes
al costo de provisión de los servicios sociales que reciben del Estado. Solo en
unos pocos casos se asocian a transferencias directas de ingreso (pensiones y
algunos programas de asistencia social). Algunos estudios recientes han
resaltado que el atraso de América Latina en el desarrollo de dichas
transferencias directas es una de las explicaciones más importantes de los altos
niveles de desigualdad en la distribución del ingreso en la región en
comparación con la de los países de la OCDE (Banco Mundial, cap. 5; OCDE,
cap. 1).
Los países de Europa continental, Conviene anotar, por último, que los
que cuentan con sistemas de datos del gráfico 3 se refieren al
impacto de la política social sobre la
bienestar de corte más universal, distribución secundaria del ingreso.
tienen una mejor distribución Un argumento adicional que conviene
del ingreso que los países donde destacar se refiere al efecto de la
política social sobre la distribución
el principio de focalización primaria del ingreso. La mejor
se utiliza en forma más activa ■ ilustración sobre este tema la
proporcionan los análisis
correspondientes a los países industrializados. Dichos análisis corroboran cla-
ramente que los países de Europa continental, que cuentan con sistemas de bie-
nestar de corte más universal, tienen una mejor distribución del ingreso que los
países donde el principio de focalización se utiliza en forma más activa
(Alesina/Glaeser). La causalidad es, sin duda, de doble vía: las sociedades más
igualitarias reclaman sistemas universales de política social, y estos
contribuyen, a su vez, a generar sociedades más igualitarias. Si la política social
va a contribuir a reducir la excesiva desigualdad en la distribución del ingreso
que caracteriza a América Latina, debe apostar, por lo tanto, a una política
social de corte universal –incluyendo, tal como lo señalan los estudios del
Banco Mundial y la OCDE, sistemas elaborados de transferencias de ingresos–.
57 NUEVA SOCIEDAD 215
Las concepciones de la política social: universalismo versus focalización
Los trabajos de la Cepal (1998), el BM (2006, cap. 5) y la OCDE (2007, cap. 1) co-
rroboran estas apreciaciones. El estudio de la OCDE muestra que la carga tri-
butaria media en América Latina es apenas la mitad de la de la OCDE (17%
contra 36% del PIB). Las grandes disparidades se dan en los impuestos directos
(5% en América Latina contra 15% en la OCDE) y en las contribuciones a la
seguridad social (3% en América Latina contra 9% en la OCDE). El BM estima a
su vez que, dados los patrones internacionales de relación entre tributación y
niveles de ingreso, América Latina debería recaudar cuatro puntos adicionales
del PIB, sobre todo en concepto de impuesto a la renta, especialmente a las
personas naturales. Como señalan estos estudios, la tributación indirecta no
muestra, por el contrario, rezagos similares. Esto confirma que los países de
NUEVA SOCIEDAD 58
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la región tienen estructuras más regresivas que los países de la OCDE y que
avanzar en materia de tributación directa puede contribuir a reducir las exce-
sivas disparidades distributivas que caracterizan a la región.
fue más notorio en los países que se encontraban más rezagados. Sin embargo,
esta tendencia fue seguida, en los últimos años, por un avance mucho más
pausado, ya que en 2004-2005 dicho gasto se ubicaba en 15,9% del PIB (Cepal,
2007, cuadro II.6).
■ Conclusiones
Este ensayo argumenta que los enfoques de la política social que han preva-
lecido en las últimas décadas, con su énfasis en la focalización, deben dejar su
lugar a esquemas basados en el concepto de ciudadanía social y, por ende, en los
principios de universalidad y solidaridad. El resultado de ello será el desarrollo
de servicios y prestaciones sociales que se puedan efectivamente universalizar,
al tiempo que dicha universalización debe ser el principal instrumento para
lograr una mayor focalización del gasto público hacia los sectores de menores
ingresos.
demandantes. Una fuente especial de preocupación en tal sentido son los ele-
vados niveles de segmentación que caracterizan los sistemas educativos, lo cual
implica que los sistemas en los cuales participa una multiplicidad de actores
requieren normas más estrictas orientadas a corregir estos problemas.
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Revista Mexicana de Política Exterior es una publicación cuatrimestral del Instituto Matías Romero,
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