Laberintos-Geograficos
Laberintos-Geograficos
Laberintos-Geograficos
UNA ANTOLOGÍA
evolución en la Geografía.
En los textos aquí reunidos, se muestra que en todos los cambios algo
permanece, siempre hay cierta continuidad que de no reconocerse genera,
propicia, o favorece enormes lagunas discursivas. La disciplina está en cons-
tante revisión pues son numerosos los interesados en analizar las relaciones
e interdependencias de la humanidad con su entorno en diferentes escalas y
desde perspectivas diversas.
Este libro ofrece un recorrido no lineal por un camino sinuoso que intenta
identificar y priorizar problemas, aventurar respuestas y considerar diversos
enfoques, así como exponer “formas de ver”.
Recorrer esta encrucijada será quizá más provechoso que tratar de escapar de
ella, al menos eso se espera de geógrafos y no geógrafos, independientemente
de su edad; basta que tengan el interés y la curiosidad de adentrarse en el
laberinto.
BORIS GRAIZBORD
(EDITOR)
Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida
la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos
patrimoniales.
Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
I. Los geógrafos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Emrys Jones y John Eyles: geógrafos sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Eric Herbert Brown: historiador de la institución.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Congreso Nacional de Geografía: reunión de los geógrafos mexicanos. . . . . 37
María Teresa Gutiérrez de MacGregor, Jorge González Sánchez
y José Juan Zamorano Orozco: geógrafos regionalistas. . . . . . . . . . . . . . . . 43
Bernardo García Martínez: historiador y geógrafo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
II. La Geografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
La región. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Geografía política y geografía electoral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
El enfoque de la "nueva geografía". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
La representación social del espacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
La geografía como ciencia social. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Lo ambiental en la nueva geografía económica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Geografía y ambiente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Disciplina híbrida fértil: la geografía ambiental.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
NOTA EDITORIAL
Antonio Vieyra
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1
Chaliand y Rageau (1985) señalaban lo que significaba para Napoleón: “La política de
un estado descansa en su geografía”. Las siguientes tres están citadas en Holt-Jensen (1981, p.
37): i) “La preocupación de la Geografía es proveer de una descripción e interpretación precisa,
ordenada y racional del carácter variable de la superficie de la tierra” (Hartshorne, 1959, p. 21);
ii) “La visión que se sostuvo tradicionalmente – una geografía que se ocupa de proporcionar a
la humanidad una descripción ordenada de este mundo— deja claro el desafío que enfrentan
los geógrafos contemporáneos… Actualmente el énfasis está puesto en una geografía entendi-
da como el estudio de la organización espacial que se expresa a través de patrones y procesos”
(Taaffe, 1970, pp 5-6); iii) “La Geografía puede ser considerada una ciencia interesada en el
desarrollo racional y en probar teorías que explican y predicen la distribución espacial y la
localización de diversas características sobre la superficie terráquea.” (Yeates, 1968, p 1).
2
Couclelis distingue analíticamente cuatro espacios y su respectiva terminología: matemá-
tico, socioeconómico, conductual y experiencial, en una jerarquía anidada que va desde: punto,
línea, área a través de la localización y la región, hasta el ambiente y la configuración espacial y
finalmente el lugar, el territorio.... (Op cit., pp. 231-2)
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13
…ya que los científicos sociales producen perspectivas [¿puntos de vista?] califica-
das… y ya que los hechos son hechos sólo respecto a determinado objetivo científico,
el cual está estructurado mediante valores intrínsecos [¿aceptados?] en la sociedad…
[entonces] la subjetividad o el problema de los valores en las ciencias sociales está
íntimamente implicada tanto en la teoría como en la práctica. (Holt-Jensen, 1981:
75, 86).
4
Dos ejemplos se encuentran en Seager (1995), y Chaliand y Rageau (1985:7). Seager ma-
nifiesta su preocupación sobre los crecientes problemas de lo que considera la “tierra habitat”
(habitat earth); mientras que Chaliand y Rageau ofrecen su visión sobre la tierra fracturada
(the planet break) “…en la proyección de Mercator, con su mundo horizontal casi pre-Galilea-
no, en el cual las masas de la tierra parecen cubrir un área mayor que la de los mares.”
5
Woodward (1992: 52-3) ofrece una definición sucinta de estos términos: “Conocimiento es
la comprensión acumulada de información”. Mientras que “[i]nformación son datos ordenados
y contextualizados en formas que le dan sentido”. Data, o los datos, entonces, “…son hechos
cuantitativos en bruto que se usan como base para crear información”. El autor hace una
importante aclaración: “Un sistema de información geográfico [SIG] manipula datos sobre el
mundo, pero el peligro está en asumir que un SIG es sinónimo de conocimiento geográfico.”
(p 53)
14
mapas, como lo está por la geografía que intenta representar.” En esa medi-
da los mapas “son artefactos –y testigos– de la historia”.
Entonces los mapas –o una pintura (recuérdese a René Magritte: “ceci
n’est pas une pipe”), son, como bien observa Woodward (1992: 52), repre-
sentaciones de una idea sobre la “realidad” interpretada por el cartógrafo
(sujetas a limitaciones técnicas y ruido, pero alojadas en la esfera cognitiva
y afectiva del mismo).
Las escalas de los mapas son cruciales para entender las relaciones am-
bientales y los individuos. Convencionalmente las escalas de los mapas es-
tán indicadas en fracciones numéricas, pero también se pueden referir a
secciones analíticas que dan cuenta de eventos interrelacionados como hace
Callenbach (1998). Por ejemplo, en una escala de Ecosistemas “…como el
bosque, [las múltiples] especies intercambian nutrientes y reciclan residuos
en una red interconectada muy vasta. Los ecosistemas proveen habitat a
innumerables seres que pueden ser observados a ojo desnudo, mientras
que otros son microscópicos y otros más se esconden en el subsuelo donde
habitan.”
La definición de Callenbach (Op cit., p. 1) de ecología se basa en la idea
de que todas las formas vivientes, incluyendo el hombre, se encuentran
estrechamente unidas con el ambiente, de ahí su afirmación: “[la] Ecolo-
gía es una ciencia que estudia las maravillosas y complejas interrelaciones
entre las formas vivas de la Tierra…”. Como concepto, el término data de
1866 cuando el biólogo alemán Ernst Haeckel lo utilizó para describir el
estudio de las interrelaciones entre los organismos y su entorno ambiental
o su “mundo exterior”, así como el estudio de las relaciones entre animales
y plantas y sus hábitats.
15
3) ‘Ecología política’, percibida desde las ciencias sociales como una posición
política, crítica y normativa. Y no concebida como un “trabajo, esfuerzo, ta-
rea [endeavor] científico” –sino más bien relacionada con diferentes discipli-
nas en su narrativa. Se le considera como la base filosófica de un movimiento
social.
6
Página 5 de la traducción al castellano publicada en 2010.
16
grafía. Algunos textos clásicos sobre el tema son Marsh (1864); Thomas (1956); B. L. Turner
II, et al. (1990); Goudie (2005, 1993). Y por supuesto el inevitable texto de Gregory (2000).
17
Según ese influyente geógrafo, en el estudio de la areal differentiation of the world (p. 462)
8
18
se cuestionó a finales de los años cincuenta del pasado siglo por un cambio de paradigma que
pasó de lo descriptivo a lo analítico (Berry, 1964).
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REFERENCIAS
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23
Thomas, William (ed.) (1956), Man’s role in changing the face of the
Earth. Chicago: Chicago University Press.
Turner II, B. L. William C. Clark, Robert W. Kates, John F. Ri-
chards, Jessica T. Mathews, William B. Meyer (editors), (1990),
The Earth as Transformed by Human Action: Global and Regional
Changes in the Biosphere over the Past 300 Years (Revised Edi-
tion). Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Woodward, David (1992), “Representations of the World” in Ro-
nald Abler, Melvin Marcus and Judy Olson (eds.), Geography’s
Inner Worlds. New Brunswick, N. J.: Rutgers University Press,
pp. 50-73.
Zimmerer, Karl and Thomas Bassett (2003), “Society, Nature,
and Scale in Human-Environment Studies”, in Karl Zimme-
rer and Thomas Bassett (eds.), Political Ecology. An Integrative
Approach to Geography and Environment-Development Studies.
New York: The Guilford Press.
24
1
Graizbord, B. (1979), “Emrys Jones y John Eyles. An introduction to social geography. Ox-
ford: Oxford University Press, 1977. 273 p.”. Demografía y Economía, 13 (04), pp. 500–503.
27
28
29
al espacio y cuáles las actividades que se llevan a cabo de acuerdo a tal sig-
nificado?; ¿cómo interpretar y evaluar las formas resultantes? Pero, ¿cómo
y por qué se dan estas formas?, es decir ¿cuál es la forma racional de su
producción y transformación? y finalmente: ¿qué impacto espacial tendrá
cualquier acción? o, en términos más comprensivos, ¿cuál es la implicación
espacial de las actividades humanas, es decir, de la práctica social?
Resulta claro que la idea del espacio como continente, o sea, la división
del espacio para la delimitación de los estudios geográficos, deja sin resolver
varias cuestiones. Por el contrario, el concebir al espacio geográfico como
atributo de las cosas permitirá entender el comportamiento y uso social que
los individuos y grupos hacen de éste. El problema de la escala y del tama-
ño, tan importante para el geógrafo, deja de serlo: se pasa ahora a la rela-
ción que se establece a partir del comportamiento de un individuo o grupo
frente al conjunto social. En este sentido, podríamos decir que “el espacio
es lo que hacemos de él”. Sin embargo, esto deja abierta la posibilidad de
explicar el comportamiento privilegiando al individuo.
El haber forzado al lector a la reflexión anterior, y la desmitificación
del determinismo geográfico y el “geometrismo” de las formas espaciales
idealizadas, que los geógrafos se han encargado de enfatizar en sus estudios
más recientes, otorga a este libro su mérito e importancia. Se podría decir
que los autores proponen, en un primer momento, la identificación clara
de la posición de cada grupo con respecto a los demás en todo intento por
explicar el uso del espacio y el significado que tiene para ellos. La estruc-
turación del espacio reflejará así la distribución del poder en la sociedad.
Esta distribución es, sin embargo, sólo mediadora del efecto de las fuerzas
económicas, Toda vez que se acepte esta mediación, será necesario, según
los autores, considerar en el análisis y explicación de las estructuras espa-
ciales: i) la competencia por los recursos en el nivel de la producción; ii) la
posición relativa de los grupos en esta competencia; iii) la distribución de
los recursos y iv) el control de ellos o de los mercados por parte de algunos
grupos.
30
2
Nota del editor: mi texto original decía holística.
31
32
1
Graizbord, B. (1983), “E. H. BROWN (ed.), Geography, Yesterday and Tomorrow, Oxford
University Press, 1980, (302, págs.)”. Demografía y economía, 17 (03), pp. 406–408.
33
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36
Graizbord, B. (1981), “VIII Congreso Nacional de Geografía 18-20 Feb. 1981, Toluca,
1
37
38
3
Véase Memoria, VIII Congreso Nacional de Geografía 1981, Toluca, Edo. de Méx., tomo
II, pp. 404-422.
4
B. Graizbord, “Elementos de crítica a la nueva Geografía”, Memoria, tomo II, pp.
404-412.
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7
N. del Editor: desde luego que aqui y en otros textos incluidos se trata de un termino
genérico no consciente aun del enfoque de género.
41
D. Harvey. “The redistribution of real income in an urban system” ch 2, Social Justice and
9
42
rano Orozco (2005), La cuenca de México y sus cambios demográfico-espaciales, Temas Selectos
de Geografía de México (I.8.1), Instituto de Geografía, UNAM, México, 155 p. ISBN 970-
32-2395-8”. Investigaciones Geográficas, Boletín 57, pp. 141-143.
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48
Graizbord, B. (2009), “De los espacios regionales que integran el país”. Economía, So-
1
ciedad y Territorio, 9 (31), pp. 855-861. Esta reseña se leyó en la presentación del libro en El
Colegio Mexiquense, en Zinacantepec, Estado de México, el 14 de mayo de 2008.
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1
Graizbord, B. (1994), “La región en el pensamiento geográfico anglosajón: notas metodo-
lógicas”. Estudios Demográficos y Urbanos, 9 (2), pp. 457-480.
2
Un enfoque económico reciente puede verse en Krugman y Obsfield (1994); uno político
en Ohmae (1993).
59
reconocerlas.3 Así, por ejemplo, podríamos reconocer una región con base
en un solo atributo natural o humano como el tipo de suelo, la vegetación
o la principal actividad económica, la densidad de ocupación del suelo, el
tipo de cultivo predominante, etcétera. En este caso nuestra óptica es estre-
cha y específica: una sola característica observable permite identificarla. Por
el contrario, si analizamos la calidad de vida o el nivel de desarrollo, entra-
remos necesariamente en una gama más amplia de criterios que responden
a situaciones más generales y complejas. Éste es generalmente el caso al que
nos enfrentaremos como analistas y planificadores.
Las unidades geográficas que se caracterizan por sus múltiples atributos
–y no se trata de la visión holística de los regionalistas pueden, para efectos
analíticos, clasificarse en:
1) Regiones formales o uniformes, en las cuales las áreas más pequeñas que las
forman presentan una mínima diferencia entre ellas respecto del factor o
conjunto de factores considerados. Esta similitud permite clasificarlas en
regiones homogéneas; el criterio de pertenencia, por lo tanto, está dado por
la “distancia” (varianza) mínima entre las unidades que forman la región y
máxima con las unidades que no pertenecen a ésta.
2) Regiones nodales o funcionales. Son aquellas unidades geográficas que se organi-
zan a partir de la relación que se establece entre elementos constitutivos de un
área y un centro o núcleo dominante. Esta relación o interacción espacial que
se manifiesta entre éste y aquéllos a partir de flujos de algún tipo, los consti-
tuye en regiones nodales o funcionales cuya base de pertenencia está dada por
la intensidad de estas relaciones y el grado de organización funcional interna
que el núcleo central mantiene con el área y los elementos cincundantes.
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Tipo de
Componente Indicador
necesidad
A) Física 1. Nutrición a. Calorías per cápita
b. Proteínas per cápita
c. Proporción de calorías derivadas de cereales, raíces,
azúcares, etcétera
2. Habitación a. Calidad de vivienda
b. Densidad de ocupación
c. Viviendas unifamiliares
3. Salud a. Acceso a servicios de salud
b. Mortalidad por causas
c. Tasa de mortalidad
B) Cultural 4. Educación a. índice de inscripción
b. Eficiencia terminal
c. Relación maestro-alumno
5. Esparcimiento a. Tiempo promedio de ocio y recreación
b. Circulación de periódicos
c. Número de radios o televisores
6. Seguridad a. Incidencia de mujeres violadas
b. Porcentaje de población con seguro de desempleo
c. Porcentaje de población pensionada
C) Conspicua 7. Ingreso a. Excedente del ingreso familiar una vez cubiertas las
necesidades físicas y culturales básicas
Fuente: Drewnowski and Scott (1968), “The Level of living Index”, Ekistics, núm. 25, pp. 266-275, repro-
ducido en Knox (1975).
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significaría en cualquiera de las ciencias naturales. De tal forma que una “re-
gión de características únicas” re-presenta una “categoría”; un “límite regio-
nal” equivale a un “intervalo entre clases” y una “región homogénea” a una
“clase con mínima varianza interna”. Sin embargo, esta lógica deja fuera un
aspecto sin resolver: la localización única de cada región. En otras palabras,
el hecho de que dos unidades regionales pudieran pertenecer a una misma
clase y estar localizadas en latitudes apartadas como, por ejemplo, una en el
sur del país y otra en el norte, lo que, si bien las hace diferentes en muchos
aspectos, las constituye en elementos de un sistema migratorio en el que
ambas forman parte del mismo fenómeno.
Esta última reflexión –que no deja de ser un tema polémico entre geó-
grafos– no elimina, sin embargo, la necesidad de clasificar, por una parte,
unidades espaciales uniformes u homogéneas que requieren alguna forma
de trato igual o selectivo y discriminatorio (Graizbord, 1990 basado en
Papageorgiou, 1984); y, por otra, identificar una región con base en crite-
rios funcionales, utilizando variables como migración, viajes al trabajo o
de compras, circulación de periódicos, frecuencia de corridas, etcétera. En
este caso enfrentamos el problema de una demarcación o frontera distintas
para cada criterio o variable que se usa, lo cual genera espacios difusos y lí-
mites no resueltos, e introduce un elemento de in-certidumbre que implica
asumir que cada indicador tiene el mismo peso como determinante de la
región o bien, en su caso, aceptar sólo una de las delimitaciones de la región
tomando en cuenta la base metodológica o sistemática del procedimiento,
no menos que el propósito específico del estudio.
A continuación, se presentan algunos métodos o técnicas utilizadas en
la regionalización socioeconómica que responden a estas consideraciones y,
a su vez, representan las dos clases de región mencionadas anteriormente:
región homogénea y región nodal. En otras palabras, distinguimos meto-
dológicamente entre: i) la asignación y desagregación de áreas o unidades de
información geográfica a unidades, sistemas o conjuntos regionales homogéneos,
y ii) la identificación o delimitación de regiones funcionales.
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Cuadro 2. Continuación...
Variable Aspecto básico Indicador
C. Educación Amplitud de 22. Adultos que abandonaron la escuela antes de los 15 años
la educación 23. Alumnos registrados
Ambiente de 24. Maestros de educación media superior por alumno
la enseñanza 25. Maestro de educación media por alumno
D. Estatus Estatus social 26. Trabajadores profesionales
social 27. Trabajadores manuales
E. Empleo Uso de la mano 28. Desempleados
de obra 29. Población económicamente activa
30. Tasa de participación femenina
F. Riqueza Ingreso 31. Ingreso personal mínimo
monetario 32. Ingreso personal elevado
Consumo 33. Comercio al menudeo
34. Personas propietarios de autos
G. Recreación Acceso a 35. Bibliotecas
servicios 36. Cines
37. Restaurantes
38. Hoteles
H. Seguridad Seguridad 39. Servicios de seguridad pública
social Bienestar 40. Servicios asistenciales
41. Servicios para infantes
Crimen 42. Delitos perseguibles
I. Estabilidad Estabilidad 43. Divorcios
social familiar 44. Parejas en unión libre
J. Estructura Edad y ciclo 45. Grupo de edad 0-14
demográfica de vida 46. Grupo de edad 15-44
47. Grupo de edad 60 y más
K. Medio Cambios 48. Tasa de crecimiento natural
ambiente físico poblacionales 49. Saldo migratorio
y movilidad 50. Cambio de residencia
Urbanismo 51. Personas por hectárea
L. Participación Participación 52. Curules de oposición
política democrática 53. Tamaño del padrón electoral
Fuente: P. L. Knox (1074), “Spatial variations in levels of living in England in Wales in 1961”, TIBG, núm.
62,1-24. Repr. en Knox (1975).
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Regiones homogéneas
Figura 1. Posición de tres observaciones (i, j, k) en una dos y tres dimensiones o escalas.
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Figura 4. Correlación
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Notas: (*) Los procedimientos de agrupación pueden ser el de mínimas distancias en una, dos, tres o n
dimensiones. Este último caso lo resuelve el programa cluster analysis.
(**) Dependiendo de si se consideró o no la contigüidad de las áreas para agruparlas. Véase Spence y Taylor
(1970).
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Hay varios ejemplos en que se aplica este método para optimizar áreas tri-
butarias de un servicio localizado puntualmente. Por ejemplo, cuando se
trata de minimizar el recorrido agregado de los niños hacia varias escuelas
79
4
Los detalles de la aplicación del método pueden verse en Yeates (1963) y Maxfield (1972),
entre otros.
80
siendo bix y biy el volumen del comercio que los centros x y y captan de un sitio
o área i; Px y Py representan el peso o la población de x y y; dix y diy son las dis-
tancias respectivas a i.
Esta formulación simple y lógicamente plausible nos dice que “dos cen-
tros atraen comercio de un tercero intermedio en proporción directa a sus
poblaciones e inversamente al cuadrado de sus distancias respectivas con
aquél”. De tal forma que, por ejemplo: dos centros x, y de población igual
y a una distancia también igual a un tercero i recibirán el mismo volumen
de comercio (interacción) que sale de este último. Así, por ejemplo, si Px es
dos veces más grande que Py pero las distancias a i son iguales, x recibirá el
doble del comercio que y.
Debe quedar claro que es posible, aplicando una ligera variante de este
modelo, encontrar los límites del área tributaria de cada centro; ésta se defi-
niría como el punto en la línea que une dos centros en el que ambos logran
atraer la misma proporción de la interacción o flujo que ahí se genera. Es
b
decir que bix =1 y por tanto, en la primera expresión:
iy
81
Px = 50 000 habitantes
Py = 200 000 habitantes
dxy = 20 km
82
Para cada par xy existe un punto de inflexión i (figura 7). Éste permite
conocer las distancias diy que equivalen a una interacción entre x y con pro-
babilidad 50% las cuales delimitan el área de influencia o área de mercado
tributario de x respecto a los nodos alternos y.
di4 = 26.7 km
di5 = 4.4 km
di1 = 13.3 km conocido del ejemplo anterior
5
Aguilar y Graizbord (1993), Garrocho (1988a y 1988b), Graizbord et al. (1987 y 1994),
Juárez (1993), han utilizado esta metodología para resolver diversos problemas de política
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dará lugar a una región nodal y el conjunto de estas formarán una región
funcional o, lo que es lo mismo, un sistema regional jerarquizado. De esta
suerte, si el problema es de eficiencia, es decir, de dar servicio al mayor
número de personas dado un monto de inversión determinado (recursos
escasos o previamente asignados), la regionalización o el conocimiento de
la estructura regional, a partir de los métodos descritos en esta última parte
del texto, contribuirá a mejores y menos costosas decisiones sin que sea ne-
cesario el uso de ambiciosas metodologías que pretenden considerar “todo”.
Y, si bien, estos modelos tratan sólo un tipo de interacción cada vez, esto no
debe preocupar si se reconoce que pueden utilizarse indicadores de “masa”
y “distancia” relevantes y que una interacción representada por algún tipo
de flujos (como podrían ser llamadas telefónicas, carga, pasajeros, dinero,
mensajes por cualquier medio, etcétera) es, de hecho, una síntesis de las
complejas relaciones de tipo económico y político que resultan de la agre-
gación de las múltiples decisiones individuales de los diversos agentes eco-
nómicos y sociales en un tiempo y en un espacio geográfico determinados.
BIBLIOGRAFÍA
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han llenado las páginas de los diarios y de las revistas dedicadas al análisis
de la coyuntura política, a raíz de las elecciones federales de julio de 1988.
Siguiendo a Busteed (1983), haré en lo que sigue una presentación su-
cinta de las ideas dominantes en la geografía política desde sus inicios como
disciplina aparte, para después referirme al amplio espectro temático que en
años recientes ha llamado la atención de los geógrafos.
EVOLUCIÓN
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L ‘Ouest”, cit. en Busteed, 1983). Pero no fue sino hasta los años treinta
en que un número importante de geógrafos (ingleses, franceses, alemanes
y estadunidenses) intentó precisar la relación de la geografía política con
el resto de la ciencia geográfica y establecer su metodología. Así, como re-
porta Busteed (1913), se decía que la geografía política era más que una
rama especializada de la Ciencia Política (Sprout, 193 1), o que podía verse
como la rama de la Geografía que estudiara las diferencias espaciales del
fenómeno político (Whittlesey, 1935). El propio Whittlesey (1944) en el
prólogo de su The Earth and the State dice: “Para mí la diferencia que existe
entre los fenómenos políticos en distintos lugares de la tierra, es la esencia
de la geografía política”, e identifica al Estado como el fenómeno político
de más importancia.
En 1939, un distinguido geógrafo, Hartshorne al retomar ideas de sus
colegas estadunidenses, así como de algunos ingleses, franceses y sobre todo
alemanes, propuso precisamente que la disciplina estudiara las relaciones en-
tre el ámbito físico y las actividades y organizaciones políticas, especialmente
las referidas al Estado soberano. Sugirió que los temas tratados siguieran pri-
mero, un análisis descriptivo del Estado (su forma y tamaño y las caracterís-
ticas naturales y culturales de las áreas que lo forman y sus interrelaciones);
en segundo lugar, una interpretación de los fenómenos territoriales (locali-
zación y extensión del “área nuclear”, y dirección y carácter de los cambios
territoriales) y, finalmente, una apreciación de sus problemas (grado de con-
formidad entre el ámbito natural y el cultural). Otros aspectos que debían
incluirse, según ese autor, eran los referentes a la relación entre sucesos po-
líticos particulares, características regionales, y capacidad del territorio para
ofrecer y mantener recursos en tiempos de guerra o de paz aunque insistía
en dejar fuera aspectos históricos, o la relación entre los grupos humano y
el paisaje, propios de la geografía social o la etnografía, así como lo relacio-
nado con el “nacimiento, apogeo y decadencia” de los estados nacionales.
Tales temas y procesos, por cierto, interesarían durante esos mismos años a
la escuela alemana de geopolítica, como se verá más adelante.
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IMPORTANCIA ACTUAL
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enfatizando las consecuencias que estos procesos tienen para cada lugar,
para las relaciones entre lugares y, en general, para el uso del espacio y los
recursos (…).”. Como bien dice Sanguin (1981), “contrariamente a cierta
época en que la geografía política acentuaba únicamente el estado, no se
debe perder de vista hoy el nivel supraestatal y el nivel infraestatal.”
En este contexto, los estudios geográficos interesados entre otras cosas
en las elecciones, han proliferado extraordinariamente desde fines de los se-
tenta (Busteed, 1983; Taylor, 1985). Incorporan conceptos derivados de las
ciencias de la conducta, aplican una amplia gama de técnicas cuantitativas
y estadísticas y enfatizan la variable espacial en el análisis de los procesos
electorales, en general, y de sus resultados, en particular, convirtiéndose
estos últimos en un tema de gran interés para la mayoría de los geógrafos
políticos.
Según Taylor (1985), el enfoque cuantitativo de la geografía electoral
destaca tres aspectos: a) la geografía del voto, en otras palabras, los patrones
espaciales que resultan de las votaciones; b) la influencia de la geografía en
las elecciones o los procesos locales que afectan el comportamiento de los
electores y, c) la representatividad proporcional de los partidos que resulta
de la subdivisión del territorio en distritos electorales. Al respecto, Taylor
apuntaba que existe el problema de la desvinculación analítica entre estos
tres aspectos, así como su falta de integración a la temática central de la
geografía política. Tal juicio nos parece injusto; de hecho, el enfoque no-
motético (Duverger y Sartori, 1988; Grofman y Lijphart 1986) ha dado
lugar a que se estudien los efectos que sobre los resultados electorales tienen
las distintas delimitaciones político-administrativas o distritales ya que se
busquen las relaciones entre dichos resultados y el contexto social y po-
lítico de las áreas de estudio. De este modo se destacan, por ejemplo, las
relaciones entre el voto y los atributos socioeconómicos y demográficos del
electorado, así como los posibles vínculos entre el voto y la asignación y dis-
tribución espacial de la inversión pública, especialmente en lo que respecta
a servicios municipales e infraestructura y equipamiento sociales.
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BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
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analítico de la propia disciplina. Pero no fue sino hasta los setenta cuando
los postulados de la llamada “nueva geografía” y los objetivos que proponía
para la investigación geográfica se afianzaron, consolidándose como para-
digma dominante (Johnston, 1979).
La geografía –según proponían, entre otros, Schaefer (1953), Janes
(1956), Ackerman (1963), Burton (1963), Chorley y Haggett (1965),
·Wamtz (1967)– más allá de su tradicional tarea de describir los rasgos
aparentes en la superficie de la Tierra debía explicar la relación hombre
naturaleza globalmente; se consideraba necesario que la disciplina mantu-
viera su visión particular, pero a la vez contribuyera a explicar la realidad
en su totalidad, aspiraciones compartidas, sin duda, por todas las ciencias
sociales. Desde un punto de vista eminentemente geográfico, la pregunta
¿en qué momento y por qué las distribuciones espaciales adquieren cierta
particularidad? resumiría convenientemente las anteriores preocupaciones
(Abler, Adams y Gould, 1971).
Ya a mediados de la década de los cincuenta Watson (1955), profesor
escocés, insistía en que la geografía era una disciplina que debería destacar
la variable distancia y, por tanto, tener como tema central la localización
relativa de la gente y los lugares. La importancia de la localización relativa
resulta, por cierto, de considerar que los cambios tecnológicos han modifi-
cado históricamente la estructura económica y territorial de las sociedades
o grupos humanos (Childe, 1950; Cox, 1972; Castells, 1985; entre otros).
Así, desde este nuevo paradigma, el “paisaje humanizado” -término acu-
ñado en el siglo XIX- puede entenderse como producto de las relaciones
humanas definidas en un ámbito geográfico y en el contexto de un sistema
social, económico y político (Morrill y Dormitzer, 1979). En cierta forma
-como apuntaba Chisholm (1975)- se pasó del estudio de las regiones al
análisis de sistemas.
La relación del hombre o la sociedad con el medio geográfico se ha
estudiado desde tres grandes perspectivas: la primera concierne a la manera
en que los grupos humanos (la sociedad) adaptan y modifican el mundo
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TEORÍA Y PRÁCTICA
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115
leyes geográficas quisieran explicar los hechos en función sólo de estas últi-
mas, no alcanzarían el estatuto de congruencia y rigor que exige la ciencia
en la explicación de los hechos humanos, que es finalmente lo que interesa
a la disciplina.
Lo más fácil (y patético) sería llegar a una conclusión apresurada, lo
cual sucedió en algunos casos. En efecto, se pasó por alto que la geometría
cartesiana -y, por lo tanto, la distancia física- no es la única que existe: el
espacio es no sólo absoluto o lineal sino “relativo” y “relacional” (Harvey,
1969; 1973). Gatrell (1983) presenta argumentos profundos e iluminado-
res al respecto. Las recientes corrientes humanística y estructuralista, nos
dice refiriéndose a las posiciones antiespacialistas de Gregory (1978) y Sack
(1972; 1980), están de acuerdo en rechazar como estéril el hincapié en la
configuración geométrica que resulta de la actividad humana sobre la su-
perficie de la Tierra. La primera, porque considera que el análisis espacial
ignora el mundo habitado por el hombre, así como su experiencia y el
sentido que tiene para él su medio; porque, además, “reifica” a los indivi-
duos cuyas experiencias y relaciones con el mundo en que viven son únicas.
La segunda, por su parte, destaca la limitación que una descripción de lo
aparente o superficial tiene en el conocimiento de las relaciones latentes
en la sociedad. Ninguna –asegura Gatrell- puede evitar, sin embargo, la
noción de espacio, puesto que cualquier relación ya sea entre individuos,
entre grupos sociales o entre el hombre y la naturaleza define un espacio y
son estas relaciones el objeto de estudio de la geografía. Es más, dado que
cualquier relación se asocia con una geometría, no puede ignorarse el hecho
de que en ella subyace mucho de lo que tratan. Las estructuras, nos dice,
son intrínsecamente espaciales, pero no en un sentido geométrico simple.
El espacio euclidiano que, por cierto, es defendido por Sack (1980)
como el único geográfico, no es necesariamente el más apropiado para res-
ponder preguntas geográficas. Es, por tanto, errónea la primacía que se
otorga al espacio físico, pues las relaciones que definen los conjuntos de
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Mecanicista Dialéctica
Idealistas I II
Materialistas III IV
119
Para Burton (1963) el enfoque cuantitativo era más que una moda. Pensaba
que la revolución cuantitativa tendría consecuencias positivas en el desarrollo
teórico y en la construcción de modelos pertinentes al análisis geográfico.
2
Véase si no los temas emergentes y las prioridades que identificaban a principios de los
setenta, respectivamente, los consejos de investigación en ciencias sociales de Estados Unidos
(i) y Gran Bretaña (ii), por un lado y Albaum (iii), por el otro (cit. en Chisholm, 1975):
i.
Análisis local, incluyendo estudios de comportamiento y simulación; geografía cultural.
incluyendo ecología cultural y percepción; estudios urbanos, sistemas de ciudades y problemas
intraurbanos; comportamiento espacial y ambiente.
ii.
Percepción; modelos de simulación; prospectiva; regionalización; normas para conservar
el ambiente; población y migración; desarrollo económico y social en el ámbito regional.
iii.
Geografía y la transformación de la sociedad; pobreza; vida urbana y vivienda; deterioro
ambiental y riesgo; crecimiento de la población y presión demográfica; conflictos sociales y su
resolución.
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BIBLIOGRAFÍA
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Graizbord, B. (2000), “La representación social del espacio: la geografía a debate”. Vetas,
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Esto ha dado lugar a que algunos pensadores consideren que hay una cla-
ra discontinuidad o ruptura con el modernismo que emergió en Europa
durante la Ilustración en el XVIII, con énfasis en el avance tecnológico, la
diferenciación social y la maquinaria capitalista de acumulación de la rique-
za. Sin embargo, otros asocian estos cambios al desarrollo del capitalismo
tardío (Bottomore, cit. en Robinson, 1998). En una apretada síntesis, los
rasgos que se destacan son, entre otros, la acumulación flexible y la produc-
ción post-fordista, en la que los procesos de trabajo, los mercados laborales
y los productos manufacturados y sus patrones de consumo se caracterizan
por la gran diversidad y flexibilidad organizativa (véase, entre otros, los
múltiples artículos de Harvey y Scott). Se insiste en el impacto local de las
formas de operar y en la escala global de las corporaciones transnacionales
que se constituyen como actores principales en la estructuración y reestruc-
turación de las economías regionales y nacionales.
Habría que preguntarse si se trata de discontinuidad y “rompimiento
con el pasado” o más bien de un cambio de escala o de contenidos en la
relación entre las diferentes escalas de los procesos económicos y sociales
predominantes. Para algunos, lo cultural representa el aspecto básico del
cambio. Se hace hincapié en el desarrollo cultural asociado a estos cambios
de escala y se pone de relieve el multiculturalismo que ha probado ser un
estímulo para la geografía cultural de Carl Sauer y la escuela geográfica de
Berkeley, vigente desde antes de la revolución cuantitativa.
El hecho es que se insiste en que la teoría no puede replicar al mundo
—la geografía no puede representarlo (como quería Hartshorne) ni abarcar
su totalidad (como predicaban los marxistas). El rechazo epistémico por
parte del postmodernismo, según Cooke (1990), adopta diversas vertientes
o enfoques. Quisiera señalarlas, pues me parece importante que los geógra-
fos y los que hacemos “mapas” tengamos la capacidad de distinguir entre los
discursos de los “gurúes” —a falta de ideologías— post-modernos.
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BIBLIOGRAFÍA
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140
Page (coords), Entre fenómenos físicos y humanos. México: El Colegio de México, pp. 19-26. El
capítulo anterior supra inicia igual que éste con la cita a Harley. Este autor resulta, como bien
digo aquí, un exponente imprescindible del enfoque post-moderno en la geografía.
2
Desde la perspectiva posmoderna se advierte que “no necesariamente decimos lo que
pensamos... ni pensamos lo que decimos”, no porque seamos maquiavélicos, sino porque fre-
cuentemente las palabras tienen distintos significados que crean diversos sentidos. No se trata
desde esta perspectiva de identificar el “adecuado” o el “justo” (el que expresa lo correcto, lo
adecuado, lo propio, lo razonable), pues se deben esperar múltiples interpretaciones de lo que
decimos. Y si bien estoy consciente de que las palabras no son simple representación de las
cosas que nombran y que su significado puede ser complejo y cambiante, lo primero no me
parece bien; lo segundo me preocupa.
141
142
de texto como mapa, más que mapa como texto, es de Deleuze (citado por
Driver en Barnes & Gregory) cuando señala que Foucault en su búsqueda
histórica más que historias produce mapas. Para él Foucault es un nuevo
tipo de cartógrafo.
En el poco espacio-tiempo que me queda no puedo recorrer la histo-
ria de las ideas geográficas o ver en detalle las posibilidades y limitaciones
de la matriz de datos geográficos. Quiero sólo destacar que la geografía,
las ideas geográficas, tienen una historia que corre paralela a los debates
epistemológicos de la ciencia y de las ciencias sociales, en particular. Quizá
sea conveniente decir que Kant a fines del siglo XVIII dio a la geografía
su fundamentación filosófica, pero que Humboldt y Carl Ritter lograron
desprender y desarrollar el tema como una rama independiente del conoci-
miento. El primero, al distinguir entre una clasificación lógica que permite
la generalización con base en semejanzas formales o funcionales, y la cla-
sificación material, a partir de semejanzas físicas únicas (excepcionalismo)
con base en la coexistencia temporal o espacial de los objetos propios de la
Historia o la Geografía. Humboldt, por su parte, es reconocido por la des-
cripción perspicaz del paisaje americano (México y Cuba, principalmente)
que recorrió, mientras que Ritter por su reflexión sobre la relación hom-
bre-naturaleza referida a África y Asia. Ambos rompieron con la manera
casual y sin ningún orden o propósito, salvo el de describir casuísticamente
los rasgos de la superficie terrestre, y adoptaron una visión unitaria, holís-
tica y sistemática en la que los aspectos topográficos, climáticos, étnicos,
culturales y políticos resultaban en una entidad que era más que la suma
de sus partes.
Tampoco es ajena la geografía a las ideas darwinianas y al desarrollo
de las ciencias naturales. El cambio a través del tiempo; la transición de lo
sencillo a lo complejo (evolución); la asociación y organización de las es-
pecies; la lucha como base de la selección natural, y finalmente, el carácter
aleatorio de las variaciones en la naturaleza, son principios que la escuela
francesa de Geografía de Vidal de la Blache se encargó en el siglo XIX de
143
incorporar al concepto de paisaje cultural. Hay quizá dos ejes en los que la
geografía recorre sus pecados: el eje determinístico que va de lo “humano”
a lo “natural” y el eje reduccionista de lo “cuantitativo” a lo “cualitativo”.
El primero se fue conformando en el siglo XIX y el segundo en el XX,
aunque corre con la modernidad desde el XVII, si no es que desde tres si-
glos antes de nuestra era (Capel y Urteaga, 1982). Ya para la mitad del siglo
XX, con una diferencia de sólo diez años, se gesta, desde mi punto de vista,
un corte paradigmático que puede apreciarse en las siguientes definiciones
sobre el propósito, la tarea y la metodología de la geografía: “La geografía se
interesa por describir e interpretar de manera precisa, ordenada y racional
el carácter cambiante de la superficie terrestre”, decía Hartshorn en 1959;
mientras que Taaffe en 1970 y Yeates en 1968 insistían, uno en que “el én-
fasis contemporáneo está en el estudio de la organización espacial expresada
como patrones y procesos”, y el otro en que la geografía puede verse como
una ciencia preocupada por el desarrollo racional y la comprobación de
teorías que expliquen y predigan la distribución espacial y la localización
de varias características sobre la superficie de la tierra. Estos tres geógrafos
contemporáneos representan dos generaciones que ilustran las divergencias
metodológicas y de contenido entre la geografía descriptiva-ideográfica, que
destaca el rasgo único, dominante hasta mediados del siglo XX, y la “nueva
geografía” cuya postura analítica-nomotética se preocupa por buscar leyes
generales que tienen sus primeras manifestaciones durante los cincuenta en
Estados Unidos y en Gran Bretaña (Graizbord, 1994).
¿Qué tan relevante es la geografía?, y no ¿qué es o debería ser?, era la
pregunta que preocupaba a los geógrafos en esta revolución paradigmática,
que en los ochenta sufre un embate generalizado aunque ya había recibido
fuertes críticas desde adentro de la propia disciplina (Chisholm, 1975)
Como se dice en inglés, creo que no debemos “dejar ir al niño con el
agua de la bañera”. No es posible evaluar el desarrollo de la disciplina y su
importancia actual si no entendemos el carácter de ciencia síntesis de la
geografía. Aun Harvey, crítico de la tendencia empiricista y cuantitativa
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BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
1
Graizbord, B. (2004), “Lo ambiental en la nueva geografía económica”, en Garrocho, C.
y Antonio Loyola (coords.), San Luis Potosí, Visión 2025. México: Universidad Politécnica de
San Luis Potosí, pp. 193-210.
2
Dotación de recursos naturales.
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154
LO LOCAL Y LO GLOBAL
155
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Este último tema, el de la interacción con el entorno, afecta los principios básicos de las
3
dos grandes ramas tradicionales de la geografía, y las pretende unir. Véase, por ejemplo, Gre-
gory (2000), texto reciente de geografía física que sistemáticamente trata la actividad humana
en su impacto recíproco con los elementos biofísicos y biogeoquímicos de los ecosistemas.
157
LO REGIONAL
· Toda sociedad o grupo social vive en un lugar particular. Las culturas se defi-
nen en términos de espacio, hecho que no ha sido reconocido explícitamente
por los economistas regionales.
· Estos espacios son siempre más pequeños geográficamente que el espacio del
Estado-nación. Ningún país puede considerarse suficientemente homogéneo
para estudiarse como una sola cultura o conjunto social.
· En la mayoría de los países coexisten grupos de interés. Éstos difieren entre
sí y en ocasiones se expresan conflictivamente y ocupan espacios distintos.
· Los intereses sociales y económicos de grupos sociales y espacios particulares
están estrictamente vinculados al predominio de sectores de la actividad eco-
nómica y, por tanto, a la estructura económica y social. Así, cuando la gente
4
Para un ejemplo a partir de la escala metropolitana, véase Graizbord, Aguilar y Rowland
(2002).
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159
a) Los países con un ingreso per cápita creciente tienden a mostrar pequeñas
diferencias regionales, mientras que aquellos con fuertes disparidades regio-
nales muestran regularmente bajos ingresos per cápita.
b) Los países con grandes desigualdades entre regiones tienden a mostrar cur-
vas de inflación y desempleo desfavorables, mientras que aquellos con re-
ducidas brechas muestran una combinación favorable entre la inflación y el
desarrollo.
c) Las regiones de lento crecimiento presentan mayores fluctuaciones en sus
economías con periodos más cortos de crecimiento y periodos más largos de
160
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163
del stock de capital físico (K), de la fuerza de trabajo (L), y del insumo de
recursos R, siendo el exponente r la tasa constante de progreso tecnológico
en un periodo determinado. Los resultados de estos análisis son optimistas
y concluyentes (aun con elevado crecimiento poblacional y oferta limitada
de recursos naturales): los recursos pueden, efectivamente, aumentar de tal
manera que con suficiente asignación de capital humano a las innovaciones
se asegura que en el largo plazo puede posponerse indefinidamente el agota-
miento de los recursos y existe la posibilidad de alcanzar una tasa endógena
de crecimiento que permita sostener, y aun acrecentar indefinidamente, un
determinado consumo per cápita.
Según Barbier (1999:132), sin embargo, puede haber dos escenarios,
en virtud de la actual tasa tan elevada de explotación de los recursos en
algunos países o regiones:
Aquel escenario en el que la tasa de innovación de largo plazo exceda
cualquier efecto adverso de escasez de recursos, de tal suerte que la innova-
ción neta resulte positiva.
El caso en el que los efectos de largo plazo puedan, por escasez de recur-
sos, afectar las innovaciones adicionales; es decir, perturbar la innovación
técnica y social al grado de nulificarla (lo cual no necesariamente significa
el colapso de la economía).
Las economías atrapadas en este segundo escenario se ubicarían atrás de
las demás que no enfrentan una escasez de recursos o bien atrás de aquellas
que logran sobreponerse a las barreras para la innovación.
LA TRANSICIÓN AMBIENTAL
164
5
… especialmente en lo relativo a “causalidad endógena múltiple” (pp. 127, 132), que
incluyen una relación de causalidad con tiempo y recurrencia…
165
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BIBLIOGRAFÍA
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168
169
INTRODUCCIÓN
en José Luis Lezama y José B, Morelos (coords.), Población, Ciudad y Medio Ambiente en el
México Contemporáneo. México: El Colegio de México, pp.489-516.
171
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173
LO LOCAL Y LO GLOBAL
174
2
Este último tema, el de la interacción con el entorno, afecta los principios básicos de las
dos grandes ramas tradicionales de la geografía, la física y la humana, y las pretende unir. Véase,
por ejemplo, Gregory (2000), texto reciente de geografía física que sistemáticamente aborda
la actividad humana en su impacto recíproco con los elementos biofísicos y biogeoquímicos
de los ecosistemas.
175
“en la frontera”, desde los cuales se puede opinar, actuar... Tal profusión de
significados y ambigüedad puede, dice Harvey (op. cit.: 118), ser ventajosa
para explicar los procesos de cambio “socioecológico” que afectan: 1) el
entorno en el que vivimos (aire, agua, suelo y paisajes); 2) el ecosistema que
soporta la vida en general [y los servicios ambientales que presta]; y 3) la
cantidad y calidad del stock de recursos naturales (renovables y no renova-
bles) que permiten el desarrollo de la actividad humana.
En el otro extremo está la escala global en la que se sucede la vida hu-
mana en el planeta. Los cambios globales, por cierto, afectan lo local en un
continuum espacio temporal. El nexo “socioecológico” que identifica Har-
vey abre entonces el interés analítico en los procesos globalizadores. Inde-
pendientemente de los impactos económicos, ideológico-culturales (Sklair,
1991: cap. 5) o psicológicos que tiene sobre la calidad y estilo de vida de
los individuos en su entorno inmediato (en lo local), la globalización pone
en riesgo recursos y servicios ambientales globales y, por lo tanto, cabe pre-
guntarse si es que la escala que han alcanzado las actividades humanas y los
procesos productivos en la actualidad es consistente con el deseo de hacer
sustentable y viable la existencia humana sobre la Tierra, o con la necesidad
de asegurarla sin llegar a consecuencias inaceptables (Heal, 2000: 169).3
Estos procesos se manifiestan, cabe decir, en distintas escalas a través de
diferentes variables.4
3
Note el lector que esta pregunta dista de aquellas que formuló el equipo de Los límites
del crecimiento en 1972: ¿Qué pasaría si el crecimiento de la población siguiera sin control?
Aunque de alguna manera se asemeja a las preguntas adicionales que se hicieron: ¿cuáles serían
las consecuencias medioambientales si el desarrollo económico continuara a su paso actual?,
¿qué se puede hacer para asegurar una economía humana que provea lo suficiente para todos
y además tenga cabida dentro de los límites físicos de nuestro planeta?, la cuestión quedó
entonces definida respecto de la escala, pero también de la equidad intra e intergeneracionales
cuando se dijo “suficiente para todos” (Meadows et al., 1972: 19).
4
Para un ejemplo a partir de la escala metropolitana véase Graizbord, Aguilar y Rowland
(2003).
176
LO REGIONAL
1) Toda sociedad o grupo social vive en un lugar particular. Las culturas se defi-
nen en términos de espacio, hechos que no han sido reconocidos explícita-
mente por los economistas regionales.
2) Estos espacios son siempre más pequeños geográficamente que el espacio del Es-
tado-nación. Ningún país puede considerarse suficientemente homogéneo
como para estudiarse como una sola cultura o conjunto social.
3) En la mayoría de los países coexisten grupos de interés. Éstos difieren entre
sí y en ocasiones se expresan conflictivamente y ocupan espacios sociales y
políticos distintos.
4) Los intereses sociales y económicos de grupos sociales y espacios particulares
están estrictamente vinculados con el predominio de valores económicos y,
por tanto, con la estructura de la economía. Así, cuando la gente vive en un
lugar y trabaja en una misma actividad o sector surgen intereses comunes.
5) La gente desarrolla una mayor lealtad hacia el “lugar” que hacia la actividad
o sector en el que trabaja. Un conocimiento de cómo se debe actuar en
ese entorno asegura un sentido de arraigo en la mayoría de la gente que lo
habita. Como consecuencia, no puede haber movilidad sin costo o instan-
tánea o sin carga emocional, aun cuando el transporte sea gratuito o exista
en otro lugar la infraestructura y equipamiento adecuados. Este hecho debe
servir para evaluar el impacto de ciertas políticas —como aquellas de “tra-
bajo a los trabajadores” o “trabajadores al trabajo”— sobre el bienestar de
una población en particular.
6) La mayoría de las personas no piensan en bienestar en términos de Esta-
do-nación. Su orgullo nacionalista cambia si viven en un espacio (región)
177
178
Después de preguntarse si existen suficientes razones para aceptar una teoría de ciclos (de
5
larga duración), Berry (1991: 128) asegura que “técnicamente hay ondas de larga duración y
ciclos porque el proceso es endógeno: la esencia de un ciclo —dice— es una dinámica interna
179
Equilibrio
Se habla de equilibrio, término prestado de la física, para describir una
situación en la que los agentes económicos o los agregados de éstos, como
por ejemplo los mercados, no tienen presiones o no encuentran ningún
incentivo para cambiar su comportamiento económico. En otras palabras,
al aplicarlo a los mercados, el equilibrio denota una situación en la que
en el agregado los compradores y los vendedores están satisfechos con la
combinación de precios y cantidades compradas o vendidas y por tanto no
están bajo presión para cambiar sus acciones presentes… [lo que en general
¡nunca ocurre en la realidad!] (Pearce, 1992: 129-30).
180
181
posible que una economía alcance una tasa constante y sostenida de creci-
miento en el producto y en el consumo (Barbier, 1999: 127).
La pregunta original es ¿por qué las tasas de crecimiento económico en
el largo plazo de los países pobres en conjunto no convergen con las de los
países ricos? La respuesta es directa: “Los países pobres no alcanzan altas
tasas de crecimiento porque no logran generar o usar la nueva tecnología
para aprovechar o generar mayores oportunidades económicas” (Barbier,
op. cit.: 126).
De acuerdo con Romer (citado en Barbier, op. cit.: 127), “el rasgo prin-
cipal que distingue una determinada área geográfica [ciudad, región o país]
de otra es la calidad de sus instituciones públicas”. Aquellas con mecanismos
más competentes y efectivos para respaldar intereses colectivos, en especial
los relativos a la producción de nuevas ideas, serán más exitosas. De tal
manera que la dificultad de los países pobres para lograr el despegue (take-
off) económico puede atribuirse a “fallas de los políticos” y a instituciones
débiles. En efecto, en la literatura se reporta que con niveles relativamente
bajos de capital físico y humano inicial los esfuerzos nacionales son menos
efectivos en reducir la pobreza y en responder al crecimiento económico
(Datt y Ravillon, citados en Pernia y Quising, 2003: 14).
Sólo que ésta no es toda la historia: “en muchos países con econo-
mías pobres la explotación y degradación de los recursos naturales —tierras
fértiles, bosques, selvas, cuerpos de agua y pesquerías— contribuye a esta
inestabilidad y perturbación institucional. La escasez de los recursos puede
causar conflictos sociales y afectar el entorno institucional y de la política
necesarios para producir y usar nuevas ideas y absorber conocimiento útil
del resto del mundo” (Barbier, op. cit.: 128) —¡o de las comunidades tradi-
cionales, agregaría yo!—. Lo cual significa que la escasez puede no necesa-
riamente limitar el crecimiento económico, pero sí afectar indirectamente
el potencial innovador. Sin embargo, las teorías del crecimiento endógeno
no se han preocupado por la contribución de los recursos naturales al creci-
miento económico o por el papel de las innovaciones para superar la escasez
182
183
Recursos y escasez
En términos generales un recurso es algo que directa o indirectamente es
capaz de satisfacer una necesidad humana. Para los economistas hay tres
categorías: capital, trabajo y recursos naturales. El capital se refiere a la
clase de recurso que se produce no para consumirse directamente, sino
con el propósito de crear o alcanzar un proceso más eficiente de produc-
ción. El trabajo incluye la capacidad productiva que física y mentalmente
tiene el hombre (como humanidad) para llevar a cabo sus actividades y
producir bienes y servicios. Los recursos naturales constituyen el stock de
materiales vivos o inertes que se encuentran en el ambiente físico y que
tienen un uso potencial identificado para ser usados por los seres huma-
nos (Hussen, 2000: 4).
La economía considera que los recursos para consumo directo sufren
modificaciones, pero se utilizan como factores de la producción, es decir,
como medios para producir satisfactores; desde luego que esta noción es
estrictamente antropocéntrica, como señala Hussen (2000: 4), lo cual
implica que —desde este punto de vista— no se considera que tienen un
valor intrínseco, u otro valor que no sea el económico definido por las
necesidades humanas y, por tanto, comerciales. Pero, además, los recur-
sos son de interés para la economía sólo porque son escasos. Finalmente,
como factores de la producción los recursos se usan combinados y son o
pueden ser —según Solow 1991, citado en Hussen, 2000: 5— rempla-
zables o en otras palabras ninguno per se es considerado absolutamente
esencial para la producción de bienes y servicios, lo que no quita el hecho
de que sean escasos…
Surgen así las preguntas básicas de ¿qué hacer para satisfacer las nece-
sidades humanas por bienes y servicios en un mundo de escasez?, ¿cómo
maximizar el conjunto de bienes y servicios disponibles en un momento
dado?, ¿cómo justificar el racionamiento de los recursos limitados? La
respuesta está en (Hussen, 2000: 6-7):
184
Algunas veces los recursos naturales como suelo, agua, combustibles fósiles,
minerales y el ambiente natural se incluyen en lo que se denomina “medio
ambiente natural” o capital natural (Gilpin, 1996: 33). El ambiente natural
incluye: parques naturales, reservas de la biosfera y otros espacios protecto-
res de flora y fauna; costas e islas, cuerpos de agua, ríos, lagos y marismas o
pantanos; formas geológicas del paisaje, bosques, praderas o tundras; rasgos
del paisaje de interés científico (cenotes, cavidades, etc.) y, en general, ecosis-
temas; zonas donde se evidencia la evolución botánica, geológica o geomor-
fológica; hábitat de especies en riesgo de extinción; y, finalmente, cualquier
rasgo no perturbado por la actividad humana o que presente cualidades
estéticas. Estos bienes por supuesto se modifican en periodos largos y son
resultado de cambios climáticos, del fuego, de variación o evolución de la
flora, la fauna y, finalmente, de la acción humana (Gilpin, 1996: 155-156).
Se dice que la degradación que sufre el ambiente se debe a fallas insti-
tucionales (Swanson, 1996: 4). La importancia del desarrollo institucional
se desprende de un artículo seminal de Hardin (1968) del que se derivó
una vasta literatura que cuestionaba la “tragedia de los comunes” o la irre-
mediable tendencia a explotar los recursos, a minarlos, cuando individuos
185
o firmas tienen libre acceso a los mismos. De acuerdo con Ostrom (2000)
existe una distinción entre libre acceso y recursos de uso común. Estos úl-
timos alcanzan la sustentabilidad en función del desarrollo de instituciones
que expresan la organización del grupo social que los mantiene en pro-
piedad comunal o bien que acuerda su utilización con base en principios
cooperativos. Young (1997) destaca en el plano internacional la necesidad
y las opciones que enfrenta la humanidad para desarrollar sistemas inter-
gubernamentales que protejan los bienes globales de acceso libre como por
ejemplo los océanos, la atmósfera, los polos y, en general, los servicios am-
bientales que presta la naturaleza.
Si de lo que se trata es de sostener la producción de bienes y servicios
indefinidamente, se requiere pensar en términos del concepto de capital
natural, es decir, aceptar la idea de que hay que aprovechar o vivir de los
intereses y no tocar el capital (Gilpin, 1996: 206). Esto exigiría, sin embar-
go, aceptar también el concepto de “sustentabilidad fuerte”, que no admite
que otro tipo de capital (físico, económico, humano, etc.) sustituya o com-
plemente el natural. Según Hackett (2001: 335), la sustentabilidad fuerte
optimiza la economía con base en la capacidad ecológica y ambiental. Esta
última condiciona la actividad económica y no al revés, lo cual en todo caso
está lejos de aceptarse de manera realista. ¿Hay y cuál es, entonces, el punto
intermedio o aceptable?
Si, como era el caso, el desarrollo regional se fundamentaba en los na-
tural endowments (dotación de recursos naturales) y la riqueza estaba basada
en el stock de recursos, la solución era racionalizar su utilización y en este
sentido los rendimientos estaban en función de la escasez. Convencional-
mente aquellos bienes y servicios producidos que emplean recursos que se
agotan o llegan a ser escasos, pueden ser remplazados.
Sin embargo, en el análisis de los recursos naturales (Neher, 1990: 84)
éstos se valoran por los beneficios ecológicos y las amenidades que generan
igual que por su explotación. Así, se considera el valor del stock y al mismo
tiempo el de los flujos de bienes que producen. La pregunta entonces es:
186
¿cómo llegar a un balance entre los beneficios de corto plazo del flujo gene-
rado por la explotación del ambiente natural (que incluye recursos renova-
bles y no renovables) contra el daño ecológico duradero concomitante del
stock? Formalmente, el beneficio social U es una función que se obtiene de
los recursos del producto en forma de consumo ordinario C o de amenida-
des naturales A, donde C + A = 1 en U = U (A, C).
La curva intermitente indica el punto donde la pendiente de las fun-
ciones cambia de negativo a positivo. De esta suerte cualquier combinación
a la izquierda mantiene el beneficio social en un valor unitario constante
(Neher, 1990: figura 3.1, 84-85). Hacia la derecha de la línea punteada
A más amenidades o gasto ambiental parece impedir un nivel de bienes-
tar y de calidad de vida. De tal suerte que se puede dar el caso en que la
sociedad acepte renunciar a algo de C para obtener menos A “ambiente
natural”. Pero está el lado de la oferta también. En otras palabras, hay una
capacidad “natural” del ambiente para sostener un nivel dado de consumo
C y de amenidades A y éste puede ser C*, A*, en la gráfica que representa-
ría una óptima combinación, aunque la realidad es que en las economías
de mercado se tiende a más C y gozar de menos A que en ese punto de la
combinación C*, A*, pues A tiene un sobreprecio en las preferencias de los
consumidores en general (Neher, 1990: 86-87). Pero es probable además
que un aumento en la escala de la economía (una economía más grande)
haga en una primera fase más aceptable inclinarse por mayores amenidades
ambientales.
De acuerdo con este argumento, una economía más rica o con econo-
mías crecientes a escala U > 1 o que haya alcanzado un alto consumo (por
encima de C0) debería estar más dispuesta a renunciar al consumo C por
ganar en amenidades ambientales.
Por otra parte, la sociedad decide en función de sus expectativas (costos
de oportunidad) una tasa de descuento que permite establecer el óptimo
social del ritmo de explotación de los recursos. Sin embargo, se omite que
el costo de extracción puede aumentar conforme el recurso disminuye de
187
188
algún resultado satisfactorio y en todo caso los tiempos, sin pretender adop-
tar una posición catastrófica, no parecen estar de nuestro lado.
189
Habría, sin embargo, seis posibles razones para pensar en que esta regla
acerca de la sustentabilidad o acerca de la ruta óptima (eficiente) inter-
temporal tiene débiles fundamentos (Hussen, 2000: 185-186):
190
191
6
La finitud o límites en la explotación (Turvey, 1954) y la necesidad de regular su uso ya se
había reconocido en los años cincuenta en el marco del colapso de las pesquerías y ahí en esos
años se inicia el debate de los recursos de uso común (Gordon, 1954). Sin embargo, se debe a
Lotka (1925) la formalización original de la dinámica de las poblaciones.
7
El capital de una economía es su acervo de bienes reales que producen bienes o servicios
en el futuro.
8
La incorporación de los costos de explotar recursos y naturaleza en general o los benefi-
cios de protegerla no es fácil. Según Peskin (1991: 179) la contabilidad económica nacional
convencional tiene deficiencias en la forma en que se mide el desempeño económico y social;
es inconsistente al tratar la riqueza e ignora variables que pudieran explicar la actividad eco-
nómica, no se ha desarrollado un sistema contable perfecto para tener en cuenta o identificar
apropiadamente el gasto/beneficio ambiental.
192
9
De acuerdo con Cleveland (1991: 294) el único factor o bien primario de producción e
independiente del sistema económico es la energía de baja entropía, pues es la única que un
193
sistema económico no puede producir con sus factores de producción: trabajo, capital y tierra
(recursos naturales) que son interdependientes, internos e intermedios y no externos, inde-
pendientes o primarios. De hecho, todos los procesos vitales en la tierra aumentan la entropía
entendida como desorden y, por tanto, reducen la energía disponible que puede utilizarse. Esto
es lo que se conoce como la segunda ley de la termodinámica.
194
10
Especialmente en lo relativo a “causalidad endógena múltiple” (pp. 127-132), que inclu-
ye una relación de causalidad con recurrencia en el tiempo.
11
Por cierto, algunos avances actuales se relacionan con el trabajo precursor de investigación
del Premio Nobel mexicano Mario Molina (Molina y Rowland, 1974; Molina y Molina, 1992).
195
196
Cabe hacer notar que hay certidumbre en algunos de los riesgos pero
incertibumbre en otros. De acuerdo con Meadows et al. (1992: 127-129)
son tres las incertidumbres básicas en el contexto del cambio climático: 1)
cuál sería la temperatura global sin la interferencia humana; 2) qué supon-
dría un planeta en calentamiento para la temperatura, viento, corrientes,
precipitaciones, ecosistemas y la economía humana en cada sitio específico
de la tierra; y 3) nadie sabe cómo las diversas respuestas de retroalimenta-
ción positiva y negativa interactúan o cuáles de ellas dominarán (especial-
mente entre los flujos de carbono y los flujos de energía).
El problema en el plano nacional es que la política ambiental, en fun-
ción de diferentes niveles de desarrollo regionales (20% pobre y agrícola;
60% industrial; 20% rico y terciario o posindustrial), debe incluir las tres
agendas. Lo anterior exige, entre otros, más que “pensar globalmente y ac-
tuar localmente”, pensar y actuar en la escala apropiada y al mismo tiempo
en todas, en virtud de la “compresión espacio-temporal” que resulta de la
globalización.
Éstos son, desde la perspectiva del desarrollo y la política regionales,
los retos económico-ambientales o, en términos de Harvey, socioecológicos
que enfrentará el país y sus regiones en el futuro y que en la actualidad ya
es posible vislumbrar.
BIBLIOGRAFÍA
197
198
199
200
201
202
INTRODUCCIÓN
1
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Rangel y Gustavo D. Buzai (coords.), Geografía aplicada en Iberoamérica. Avances, retos y pers-
pectivas. Zinacantepec, México: El Colegio Mexiquense, pp. 137-176.
2
Berry, Griffith y Tiefelsdorf (2008) hacen un recorrido del desarrollo del análisis espa-
cial que desemboca en un campo consolidado y profuso que se ha beneficiado del desarrollo
203
tecnológico para el manejo de información geográfica e influido en éste. Hay que recordar que
formalmente, el primero inicia este camino con su libro Spatial Analysis en 1968.
3
Para Noel Castree, a quien se puede reconocer como el geógrafo ambiental desde los pri-
meros años de la década pasada, y sus coautores (2009), la Geografía ambiental es cualquier
forma de investigación que formalmente toma en cuenta y que analiza las interrelaciones de
algún elemento de la sociedad y de la naturaleza. Una definición por cierto demasiado laxa.
Para Bocco y Urquijo (2013), la Geografía ambiental es más que mitad Geografía humana y
mitad Geografía física (sic); mientras que en Bocco, Urquijo y Vieyra (2011:11), la Geografía
ambiental se considera como una disciplina -dicen ellos, “enfoque”- emergente.
4
No tengo reservas para pensar que los resultados del quehacer científico son útiles social-
mente. Y no sólo resultan en un insumo para tomar decisiones, sino que a menudo se utilizan
políticamente. Una discusión sobre este punto está en O’Riordan (1995: 6, Box 0.3).
204
ALCANCES DISCIPLINARIOS
En algún momento se decía que “Geografía es lo que hacen los geógrafos”. Estamos lejos
5
205
206
mundo que nos rodea y al mismo tiempo proporcionan el sistema referencial que nos permite
ubicarnos (“situarnos” o “posicionarnos”) con respecto a ese mundo.
10
Según Grant (1995: 70), la crisis ecológica en curso se desprende de dos corrientes inter-
conectadas: la destrucción a gran escala de hábitats (deforestación de extensas áreas, por ejem-
plo, o la degradación de zonas semiáridas para agricultura o sobrepastoreo), y la destrucción
de especies animales y plantas (pérdida de la biodiversidad, como consecuencia de la primera).
207
Escala planetaria: La vida existe como una delgada piel alrededor de la Tierra -la
biosfera- donde el aire encuentra el agua y el suelo. A través de un sistema de re-
troalimentación, los seres vivos (predominantemente microbianos) mantienen
un rango adecuado de temperatura, una atmósfera que transmite condiciones
esenciales de carbono, nitrógeno, agua y otras.
Escala biorregional: Dentro de las fronteras de una biorregión viven plantas, ani-
males, aves, insectos peces y otros seres adaptados al clima, las formas terrestres
y los suelos.
Escala de los ecosistemas: En un ecosistema como sería un bosque, una vasta
red interconectada de especies intercambia nutrientes y recicla residuos. Los
11
Véase la entrada en Scott y Marshall (2005: 506-507).
12
El mapa es la representación cartográfica [bidimensional] de información espacial espe-
cíficamente seleccionada (Mayhew, 2004: 313). Aquí vale la pena insistir en que el mapa se
origina en la mente de su creador, que construye el mapa admitiendo información de manera
selectiva y presentándola con el detalle suficiente para permitir que se evalúen sus conclusiones
(Hudson, 1992: 281).
208
13
En ecología, es el área en la que un organismo puede vivir y que le proporciona condicio-
nes relativamente favorables para su sobrevivencia (Mayhew, 2004: 241).
209
210
Ya desde mediados del siglo XX, los geógrafos habían rechazado el “excep-
cionalismo” disciplinario (Pickles y Watts, 1992: 301) La geografía, ale-
gaban estos autores, había entrado a un conjunto caótico de tendencias
y se mostraba fragmentada e incierta en cuanto a metodología y enfoque
propios, si acaso los había. Esta situación persiste hoy. De tal suerte que
ahora parece ser que no existe una noción de límites disciplinarios ni cohe-
rencia unitaria, y que la geografía comprende formas de conocimiento y de
análisis en competencia, flexibles y transversales. Esto sucede más dentro
de la Geografía humana que en la Geografía física. De hecho, desde los
años setenta y ochenta, dos tendencias marcaron la Geografía humana: una
especialización en su interior y un pluralismo filosófico en el marco del
quehacer científico (Johnston et al., 2000: 355). De ahí la visión de que se
211
212
Esta relación como pregunta data del siglo XIX y persiste en la actualidad. Debe recono-
14
cerse que al menos tres o cuatro referencias son determinantes y de consulta obligada: Marsh
(1864), Thomas (1956), Turner et al. (1990) y Goudie (1993), aunque se pueden mencionar
varios artículos seminales en todo este tiempo.
213
ecológico y el sistema social. Incluso, pensar que las sociedades pueden ver-
se como ecosistemas humanos entrelazados (interlocking).
Aunque advierte del riesgo de caer en un determinismo simplista al
pensar que la actividad humana y el ambiente se relacionan directa y nece-
sariamente. La cuarta se basa en la complementariedad y traslape entre la
geografía y la antropología. Ambas disciplinas coinciden en el interés por
entender la relación humana con el entorno, pero mientras que la primera
se enfoca en la dimensión espacial, la segunda estudia la dimensión tempo-
ral. La quinta surge de los escritos de la biogeografía acerca de la interacción
del hombre con su ambiente y la forma en que la naturaleza se describe e
interpreta y las actitudes que se desprenden de tales interpretaciones.
Las ciencias no son estáticas, cambian con el tiempo, se desarrollan, se
especializan, pero también se imbrican o superponen, lo que conduce a la
fusión, o bien, a una hibridación. Una razón es, sin duda, el surgimiento de
nuevas preguntas que no pueden contestarse desde el centro del paradigma
establecido o que se formulan en la periferia disciplinaria, al estilo de Tho-
mas Kuhn (1962). Pero no es ésta la única razón. Cambios tecnológicos
(sensores remotos y sistemas de información geográfica con base en desarro-
llo de tecnologías de la información y las telecomunicaciones, por ejemplo)
que influyen en la metodología usual, o la atención a nuevos fenómenos
o temas que se incorporan a la agenda social, política o científica (cambio
climático) que exigen una respuesta, explicación o entendimiento frente a
su complejidad.
Según Graf y Gober (1992: 234), la esencia de la indagación o investi-
gación geográfica, tanto en el ámbito físico como en el humano, es la dis-
tribución y las interconexiones entre objetos y sujetos. Estas últimas se re-
flejan en flujos que mantienen los sistemas geográficos en balance, es decir,
en una situación dada que permite prever su evolución. Sólo los sistemas
cerrados no generan flujos,15 pero en sistemas abiertos cualquier cambio
15
En el “estado aislado” de Von Thunen, el precio en el mercado y la distancia al mis-
mo determinan si producir a cierta distancia y transportar el producto de una parcela es
214
215
18
En el plano ambiental, distinto de la crisis ecológica pero que desde mi punto de vista
la incluye, la crisis se asocia al cambio climático global que afecta aire, suelo, agua, océanos,
polos, vida marina y terrestre, y sin duda la vida humana en el planeta. Sin embargo, crisis
ambientales ha habido muchas, la diferencia es la escala (Graizbord, 2005: 27-28).
216
19
Las ciencias de la vida y las ciencias sociales pueden a su vez repercutir en las ciencias
físicas. En efecto, Lovelock (1979) propuso la hipótesis Gaia en la que sugiere que la vida en la
Tierra ha creado un sistema autorregulado que es capaz de perpetuarse pues tiene el efecto de
mantener ciertos límites físicos aceptables en la atmósfera y el clima terrestres (Dogan y Pahre,
1990: 208). La actividad humana está trastocando este equilibrio dinámico y es así que, por
ejemplo, Kenneth Boulding -desde otra perspectiva-, ya desde 1966 proponía pasar de una
economía de “cowboy”, en la que parece que no hay límites, a una de “astronauta” (spaceman)
para sostener la vida humana en la nave espacial Tierra (Spaceship Earth), donde no hay recur-
sos ilimitados, ¿salvo la imaginación?
217
20
Por cierto que la separación entre lo humano y lo físico surge en corrientes que caracte-
rizan la escuela alemana (antropogeografía) y francesa (Geografía humana) (Johnston et al.,
2000: 353).
21
En un texto reciente, Cortés (2008) propone eliminar posiciones absolutas en favor de lo
cuantitativo o lo cualitativo pues arguye que ambas pueden combinarse.
22
Entendemos este término referido a aquellas cosas y procesos que transgreden y desplazan
las fronteras o divisiones binarias, en este caso entre discursos disciplinarios dominantes, y al
hacerlo producen algo ontológicamente nuevo (Johnston et al., 2000: 364).
218
AVANCES
Para una reflexión acerca de conceptos como “hábitat humano” o “lugar de vida” de los
23
clásicos de la escuela alemana y francesa de la Geografía de finales del siglo XIX y principios
del XX, véase el texto de Gangas y Santis (1996).
219
24
Vulnerabilidad definida como la susceptibilidad de un individuo o grupo de sufrir daños
de eventos ambientales extremos y su relativa inhabilidad de recuperarse de tales daños (Cut-
ter, 1996; Adger, 2006, cit. en Mustafa, cap. 27 en Castree et al., 2007: 463). Y como señala el
propio Mustafa, el nivel de vulnerabilidad depende de factores sociales, económicos, políticos
y sociales de largo plazo.
220
25
Véase Beauregard (2012) para una tipología de enfoques teóricos.
221
26
El Fonden junto con el Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (Fopreden)
son mecanismos para financiar acciones -que muchas veces se quedan muy cortas ex-ante y
ex-post del desastre-, dentro del sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) del gobierno
de México (Véanse para una descripción y crítica, varios capítulos en Graizbord, Mercado y
Few, 2011).
27
El cambio de paradigma para estudiar estos eventos y el impacto en la población al pasar
de considerarlos como meros desastres naturales hacia tomar en cuenta la percepción de la
población y su actitud ante el peligro, además de sus condiciones de vida que reflejan vulnera-
bilidad y ausencia de medidas públicas de prevención (información y educación), se muestra
en un trabajo sobre la continua peligrosidad de la actividad volcánica en Ecuador, que a partir
de indicadores respecto a la salud de las comunidades evacuadas, permite entender y evaluar
la vulnerabilidad y su nivel de tensión y percepción de urgencia para tomar medidas (Tobin y
Whitford, 2002).
28
Como ejemplo de intervenciones y análisis de los regímenes de propiedad comunal fores-
tal en México y la política del Estado, véanse: Merino-Pérez y Segura (2002); Bray, Merino-Pé-
rez y Barry (2005); Gerez-Fernández y Pineda-López (2011).
222
223
224
29
Pensar que los procesos existen “allá fuera” igual que en el laboratorio, o bien que es posi-
ble mantener separadas dos zonas ontológicas como lo humano y lo no-humano.
225
Cuadro 1. Continuación
Publicación periódica Total 5*/5
Area 44 8
Applied Geography 34 6
Notas: Los autores son geógrafos nominados para la evaluación del RAE (Research Assessment Exercise)
2001 del Higher Education Funding Council de Inglaterra.
5*/5 - Número de documentos postulados a partir del grado 5*/5 de los departamentos de Geografía física
y Geografía humana;
Las revistas con un * antes de su título son las que registran una orientación clara hacia la Geografía física.
Fuente: Johnston, 2003.
Incluso siguen estrategias distintas. Según Johnston (2003: 138-139). además de man-
30
226
publicaciones siguiendo las normas convencionales de una disciplina científica, mientras que
los geógrafos humanos han orientado sus publicaciones hacia journals de Geografía general.
producidos especialmente por asociaciones gremiales como la Regional Studies Association
(RSA) o el lnstitute of British Geographers (IBG), mientras que los primeros las enfocan a
otras partes.
227
228
GA/
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de Mina Gerais
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Laberintos.indb 230
Cuadro 2. Continuación
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Geográfica
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laberintos geográficos: una antología
Geográfico Vasco
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Norba 0211-0636 Universidad de 1983- Ulrich’s
Extremadura
Notas de 0212-5951 Universitat de 1979- Ulrich’s
geografía física Barcelona
Paralelo 37 0210-3796 Provincia de Almería 1977- http://dialnet.unirioja.es/ Ulrich’s
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Cuadro 2. Continuación
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
España Revista de 0048-7708 Universitat de 967- http://dialnet.unirioja.es/ Ulrich’s X
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Revista de 0213-9480 Universidad de 1984- http://bddoc.csic.es:8080/buscarIndice. Ulrich’s X
geografía la Laguna html?ordenacionOp1=desc&tabla=do-
Canaria cu&SQLIndice=RF+has+’’REVISTA+-
DE+GEOGRAFIA+CANARIA’’&bd=-
GEOURBI&ordenacionCampo=PU
Terra 1134-461x Institut Cartografic 1978- http://www.rcg.cat/?edition=78 Ulrich’s X
de Catalunya
Territoris 1139-2169 Universitat de 1968- http://ibdigital.uib.es/greenstone/ Ulrich’s
les Illes Balears cgi-bin/library.cgi?site=local-
host&a=p&p=about&c=te-
rritoris&l=es&w=utf-8
Papeles de 0213-1781 Universidad 1968- http://revistas.um.es/geografia Ulrich’s
geografía de Murcia
11 Guatemala Academia de 0252-337X Academia de 1924-2009 972.8106/ S6783an http://www.aca- Ulrich’s
la geografía
233
Frontera Norte 087-7372 Colegio de la 1989- http://www2.colef.mx/fronteranorte/ Ulrich’s
Frontera Norte
06/03/24 17:22
Laberintos.indb 234
Cuadro 2. Continuación
234
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
México Geo-UNAM 0188-8064 UNAM. Instituto 1992- http://www.igg.unam.mx/sigg/ Ulrich’s
de Geografía
Revista 0187-6201 INEGI http://www.inegi.org.mx/RDE/ Ulrich’s
Internacional RDE_09/RDE_09.html
de Estadística
y Geografía
Revista 0031-0581 Instituto 1941- http://campus.usal.es/~vito/ht- Ulrich’s
geográfica Panamericano de docs/PRUEBA/detallerevistas.
Geografía e Historia php?numeroderevista=42601
Anuario de 0185-1322 UNAM. Colegio 1961- Ulrich’s
geografía de Geografía
14 Nicaragua
15 Perú Sociedad 0037-8585 Sociedad Geográfica Ulrich’s
Geográfica de de Lima
Lima. Boletín
16 Panamá
17 Paraguay
18 República
Dominicana
19 Venezuela Geografía 1316-5437 Universidad de 1997- Ulrich’s
los Andes
laberintos geográficos: una antología
06/03/24 17:22
la geografía
235
Hace ya dos décadas, Price y Lewis (1993) escribieron un texto -en el que
baso los párrafos que siguen-, donde abordaban lo que consideraron más que
un debate, un intento por sepultar la tradición desde una perspectiva que se
presentó como “la nueva Geografía cultural”. Sus integrantes acusaban a los
geógrafos de la escuela de Berkeley, y en particular a Carl Sauer, de empirista,
interesado únicamente en lo material y carente de teoría, entre otros ataques.
Sauer, sin ambigüedades, enfatizaba en su último seminario (en 1964)
la importancia de los artefactos del hombre, pero no se limitaba con esto
sólo a objetos concretos. Al contrario, veía la modificación humana del
paisaje como “artifactual” (Parsons, 1987: 161). Varias docenas de mono-
grafías que pueden consultarse en las Publicaciones en Geografía y en la
Serie Ibero-Americana de la Universidad de California, revelan la preo-
cupación central de la Escuela de Berkeley: la Geografía cultural busca la
comprensión histórica de la relación humana con el ambiente. Se trata de
236
237
238
ECOLOGÍA POLÍTICA
239
32
Véase el texto de D’Antonio, Sasaki y Yonebayashi (1994), para el tratamiento de movi-
mientos sociales, modos de desarrollo, cambio ambiental y la escala global desde la sociología.
240
Siendo que se trata de un mismo fenómeno complejo, no sólo por las múltiples escalas
33
en las que se manifiesta sino porque atañe lo social, lo económico, lo cultural y lo político, y
sin duda, lo ambiental. Cito a Harvey (1996: 186): “La larga historia de la urbanización es,
después de todo, uno de los más significativos de todos los procesos de modificación ambien-
tal, ocurridos en la historia más reciente del mundo”, de tal suerte que dice, citando a Gottleib
(1993), que sería necesario cambiar o mover el análisis ambiental de un argumento acerca de
la protección y el manejo del ambiente natural hacia una discusión de movimientos sociales
que responden a las fuerzas urbanas e industriales de los pasados cien años últimos. En pocas
palabras, dice Harvey (1996: 403), las cualidades de la vida urbana definirán las cualidades de
la civilización misma.
241
OTROS ENFOQUES
34
Una definición estándar de capital natural sería la que ofrece Hackett (2001: 413): La
reserva (stock) de recursos naturales, junto con los componentes y las relaciones funcionales
de los ecosistemas de la Tierra, que en conjunto sirven como fundamento de la vida en el pla-
neta. Del acervo de este capital natural fluye la cosecha anual de recursos naturales, servicios
ecosistémicos, funciones de sumidero, y otros beneficios de un ambiente sano. Otra definición
aparece en una discusión económica del concepto de sustentabilidad (Neumayer, 2003: 8):
el capital natural es la naturaleza en su totalidad -recursos, plantas, especies y ecosistemas-
capaz de proveer a los humanos de utilidad material e inmaterial. Sin embargo, como indica
el autor, de lo anterior se desprende [paradójicamente] que esa parte de la naturaleza que no
proporciona utilidad a los humanos [virus y bacterias que causan enfermedades], no cuenta
como capital natural. En estas definiciones encontramos posiciones extremas que reflejan el
242
comunidades que en nuestro país por ejemplo tienen en sus manos (como
parte de su patrimonio) los bosques y, por tanto, las “fábricas de agua”,
recurso que enfrenta a sectores urbanos con otros rurales, “sumideros de
carbono” y, también, la biodiversidad.
Quisiera, para finalizar, aceptar con Robbins, Hintz y Moore (2010)
que los enfoques y las perspectivas predominantes para abordar, tratar, se-
ñalar, o enfrentar temas, cuestiones y asuntos ambientales, pueden acotarse
en población y escasez, mercados y mercancías, instituciones y acción colectiva,
riesgos y peligros, ética ambiental, economía política y construcción social de la
naturaleza. Hay que recordar que si bien no hay acuerdo universal acerca de
qué exactamente se entiende por la relación ambiente-sociedad,35 se acepta
en principio que los humanos son seres ambientales, sujetos a procesos or-
gánicos, y los procesos ambientales son fundamentalmente sociales en tan-
to vinculan individuos o actores e influyen en las relaciones (y yo agregaría:
las decisiones y el comportamiento humanos) (ibidem: 3-4). Véase, si no, el
llamado “nuevo paradigma ecológico (NPE) desde la sociología” (Dunlap y
Catton, Jr., 1994) Vale la pena recordarlos (ibidem: 16):
debate no sólo entre sustentabilidad fuerte y débil (que es el origen de la segunda definición
aquí presentada), sino la importancia de reconocer tanto el acervo de recursos naturales como
los servicios ambientales como capital natural (Graizbord, 2006a).
35
Recuérdese el señalamiento (supra) de Gregory (2000).
243
humana y su poder derivado de ésta pareciera [ser] capaz de ampliar los límites
ecológicos, sus leyes no pueden revocarse.
REFERENCIAS
244
245
246
247
248
249
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O’Riordan, Timothy (ed.) (1995), Environmental Science for Envi-
ronmental Management. Harlow, Inglaterra: Longman.
250
251
252
253
ANTECEDENTES
análisis del espacio fronterizo”, Memorias del Primer Encuentro sobre Impactos Regionales de
las Relaciones Económicas México-Estados Unidos. Celebrado del 8 al 11 de julio de 1981 en la
Ciudad de Guanajuato, Gto. México, 1982. Tomo III, pp. 671–697.
2
“The economic development of border regions”, Growth and Change, Vol. 8, (4),
1977: 2-8.
257
3
De hecho, S. Hymer y S. Resnick (“International trade and uneven development” en
Bhagwati, et al., Trade, balance of payments and growth, papers in honour of Charles P. Kind-
leberger, North Holland, 1971) entre otros, señalan que estas ignoran la parte política de la
ecuación en el análisis económico del comercio internacional al tratar solo las relaciones de
mercado y omitir los aspectos sociales y políticos involucrados.
4
Se hace referencia, tanto del lado mexicano, como del norteamericano, a dos problemas de
la información: 1) esta no ha sido compilada de manera que permita el análisis fácil y eficiente,
debido a que las unidades estadísticas no tienen una base homogénea y 2) la extensión que
258
cubren los datos se detiene -de ambos lados- en la línea fronteriza, ignorándose con ello los
impactos y las interacciones a través y a lo largo de una extensa frontera “porosa” y compleja
a la vez. Véase J. Bustamante: “Concepción analítica de la región fronteriza de México y los
Estados Unidos como área de investigación” documento interno de trabajo, s.f. (mimeo) y
California Border Area Resource Center, San Diego State University, noviembre 1979, (mimeo)
respectivamente.
259
a) Concepto de región.
b) Concepto de frontera.
c) Niveles de relaciones.
CONCEPTO DE REGIÓN
5
Raúl A. Fernández, La frontera México-Estados Unidos, un estudio socio-económico, Terra
Nova México, 1980.
260
pp: 18-ss.
7
Las regiones formales o uniformes, son aquellas formadas por un conjunto de unidades
espaciales (contiguas) más pequeñas, que presentan cierta similitud, es decir una mínima di-
ferencia entre ellas respecto al factor o conjunto de factores considerados, lo cual les da el
carácter de “homogenidad”. Las funcionales o nodales, son aquellas que se organizan a partir
de relaciones entre los elementos que la constituyen y un núcleo “central” o dominante. Esta
relación se manifiesta como un flujo de algún tipo. Su homogenidad está dada por la inten-
sidad de la interacción y el grado de organización funcional interna que se desarrolla entre el
núcleo central y los elementos circundantes. En ambos casos, ya sea en la agrupación de áreas
en regiones o en la delimitación de zonas de influencia, se requiere de una decisión subjetiva,
que con la ayuda de técnicas cuantitativas se ha racionalizado en cierta forma, sin eliminar,
desde luego, un cierto grado de subjetividad.
261
8
La región homogénea constituye la unidad ideal para la planificación integral. De hecho,
una región problema equivales a una región homogénea. Sin embargo, ni los problemas son
unidimensionales ni la complejidad de los procesos económicos, salvo quizá los de una econo-
mía rural “no desarrollada”, pueden considerarse suficientemente “homogéneos” para calificar
como una región. J. Friedmann, “The concept of a planning region” en J. Friedmann and W.
Alonso (eds.) Regional development and planning. MIT, 1964.
262
y otra en el norte del país, lo que sin duda las haría diferentes en muchos
aspectos; pero que -al mismo tiempo- podrían constituirse como partes o
elementos de un sistema territorial único en otro nivel de análisis, como
sería el caso de las regiones de expulsión y atracción o paso de las corrientes
migratorias de indocumentados.
Por otra parte, al tratar de identificar regiones en base a indicadores
funcionales (v. gr. migración, viajes al trabajo, etc.) presenta el problema de
la no coincidencia de las líneas demarcatorias para cada uno de los fenóme-
nos introduciendo un elemento de incertidumbre, generador de un espacio
difuso, ambiguo, no resuelto, que implicaría asumir que cada indicador
tuviese la misma relevancia y el mismo peso en la determinación de los lí-
mites regionales o, en su caso, rechazar una delimitación regional sin bases
metodológicas y sistemáticas.
La historia de la franja fronteriza México-Estados Unidos refleja la for-
mación de áreas -que no queremos llamar regiones- bajo la influencia de
pautas de desarrollo desigual de dos países. En la segunda mitad del siglo
pasado, la economía predominante del norte de México reflejaba el atraso
general de las fuerzas productivas del país, mientras del lado norteamerica-
no se desarrolló una colonización y una evolución hacia la dominación de-
finitiva de la economía capitalista. Los intereses del capitalismo norteame-
ricano, sobre todo a partir del siglo XX, desempeñaron un papel dominante
en la transformación del lado mexicano de la franja fronteriza, hasta llegar
a la situación actual en la que la región limítrofe y las ciudades fronterizas
mantienen altas tasas de urbanización con un escaso crecimiento de la acti-
vidad económica norteamericana.
Surge la pregunta de saber si se puede hablar de una “región fronteriza”
del lado mexicano, conforme a los criterios teóricos a los cuales hicimos re-
ferencia anteriormente. La mayor parte de los estudios de esta área afirman
como lo hace Bassols Batalla que “... la “zona norte” de México, como “gran
263
región económica” abarcando los Estados del Noroeste, Norte y Noreste del
país, no existe”.9
Si bien los 35 municipios que colindan con la frontera ofrecen ciertas
características comunes, tampoco esta “franja fronteriza” demuestra sufi-
ciente homogeneidad interna como para ser caracterizada como una región
formal uniforme.
En un estudio reciente del gobierno mexicano,10 analizan a nivel mu-
nicipal una serie de indicadores de “bienestar” referidos a la salud, la ali-
mentación, la educación y la vivienda. Sin entrar en la demostración cuan-
titativa, se desprende del estudio lo que sigue: i) los municipios de la franja
fronteriza demuestran niveles de bienestar superiores al promedio nacional
y equiparables con los de las zonas más desarrolladas del país; ii) existe una
variación sensible al interior mismo de la franja fronteriza que evidencia al
estatuto superior de los municipios más urbanizados.
Lo anterior es solo un ejemplo que pudiera ser repetido por otras va-
riables v. gr. las económicas, demostrándose la especificidad de la franja
fronteriza, respecto al resto del país, sin que exista una región formal por las
disparidades presentes en la franja.
Las relaciones funcionales que articulan el espacio fronterizo mexica-
no, tampoco reflejan la predominancia de flujos internos que justificarían
el reconocimiento de una región funcional. Ello puede ser demostrado
cuantitativamente a través del análisis de flujos de la población (turistas,
indocumentados, commuters) o lo mismo por la estructura económica de
las principales ciudades fronterizas. Al respecto, con datos de 1973, Revel
9
Ángel Bassols Batalla, México, formación de regiones económicas, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, México, 1979, p. 419. Las tres zonas se componen como sigue: Noreste:
estados de Tamaulipas y Nuevo Leon; Norte: Coahuila y Chihuahua; Noroeste: Sonora y Baja
California.
10
Coplamar (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos
Marginados); “Mínimos de bienestar”, Coplamar, México, 1979.
264
Jean Revel Mouroz: “La zone frontiere nord du mexique” Iheal, Paris, 1974, anexo.
11
sation...” op. cit. pp. 202 a 223 y R. Fernandez, op. cit. pp. 149-169.
13
Desde el punto de vista de la geografía histórica y política la delimitación de las fronteras
internacionales se relaciona. Históricamente con la magnitud del poder de decisión que ha
pasado progresivamente al gobierno central a partir de un proceso político. Desde el punto de
vista de la geografía física, así como de la geografía humana representan un corte arbitrario,
puesto que no respetan necesariamente los elementos o formas geográficas naturales, ni la
distribución histórica de lenguas, tradiciones culturales, etc.
265
14
En el espacio geográfico las fronteras, es decir, los límites entre distintos territorios puede
ser formales o informales, estables o inestables (equitativas o eficientes solo en el nivel local
subnacional). Son formales las que representan una demarcación de los derechos de propiedad
impuestos legalmente, v. gr. territorio nacional. Informales, aquellas que representan una de-
limitación territorial que es respetada tácitamente y se mantiene precariamente a partir de de-
mostraciones de fuerza cuya naturaleza varía según el caso v. gr. el espacio social de un grupo,
el área de mercado de una firma en un contexto competitivo, etc. La estabilidad o inestabilidad
de estas, dependerá generalmente del mantenimiento de la legalidad, del mantenimiento de
relaciones de equilibrio del poder tanto interno como inter-territorialmente, o bien dependerá
de la inestabilidad (cambios geomorfológicos) de los elementos geográficos que sirven como
tal. Éste ha sido el caso del canal principal del Río Grande que sirve de frontera entre México
y EE.UU.
15
Claude Ponsard, Economie et espace, ecole practique de hautes estudes, 1954, cit. en E. R.
Melchior, “Fronteras internacionales y espacio económico”, Rev. de la integración no. 5, 1969,
B. A.
266
Cit. en Melchior, op.cit. Véase también A. Losch, Teoría económica espacial, “El Ateneo”,
16
1957.
17
De hecho, Giersch, en su ejemplo, suponía el espacio isomorfo y homogéneo. Así, si no
consideramos que el espacio es complejo y que la ocupación de este no es homogénea, se po-
dría pensar que se establecerían fronteras exactamente a la mitad de la distancia entre centros
iguales (centros de producción o distribución de bienes homogéneos). De tal manera que si
en cada uno de ellos (pueden ser mas de 2) se produjese el mismo bien, se formarían áreas
tributarias (territorios de influencia) iguales. En este caso el gradiente de costos de transporte,
debe ser el mismo para todos. Tampoco lo seria en el caso de que los costos de producción
fueren distintos. Es decir, que solo en el caso P1=P2; T12=T22, o el caso P1=P2; T12 T22. Ver H.
Richardson, Regional Economics, Weidenfeld & Nicolson, 1969, cap. 2; D. M. Smith, Indus-
trial Location, Wiley, 1971, cap. 8.
18
La posibilidad de que se ubiquen en centros localizados en el interior del territorio nacio-
nal, independientemente de que se constituyen o no como enclaves, en respuesta a una política
de localización dirigida a maquiladoras, y complementaria de la política regional selectiva del
PNDI o de puertos industriales (que por cierto funcionan también como frontera), no elimina
el problema de la conceptualización de “región fronteriza”, sino al contrario. Hacemos más
adelante una propuesta al respecto.
19
Las barreras en la literatura geográfica sobre la difusión espacio-temporal de los fenóme-
nos se tipifican, de acuerdo a los efectos que producen en este proceso, como: absorbentes,
reflejantes, permeables e impermeables. En la realidad, en su forma “pura”, no existen barreras
267
268
Para la presentación explicita de este concepto de sistema de ciudades véase B. Berry, “Ci-
21
ties as systes within systems of cities” PRSA, 1963. Para el tratamiento del sistema de ciudades
como elemento constitutivo de las políticas, ver W. Thompson, “The national system of cities
as an object of public policy”, Urban Studies 9, (1), 1972: 99-116.
269
22
Que sean gemelas no significa que tengan el mismo peso. De hecho tanto a nivel urbano
como a nivel nacional se trata de un proceso de desarrollo desigual, combinado, asimétrico
en todos aspectos. Véase parte V de Visión del México Contemporáneo, El Colegio de México,
1979; Richard Fagen “The politics of the US.- Mexico relationships”. Paper presented at the
meeting on Long-run economic relations between Mexico and the U.S., Stanford University,
1980 (mimeo).
23
Término acuñado por J. Bustamante, “La interacción social en la frontera México-Es-
tados Unidos: un marco conceptual para la investigación”, trabajo presentado en el simposio
sobre estudios fronterizos, UANL, Monterrey, enero 1979.
24
Para esto recuérdese, por ejemplo, la discusión entre J. Friedmann y B. Stuckey acerca
de la necesidad o no de tomar en consideración el desarrollo del sistema capitalista a nivel
internacional para el análisis regional. Los trabajos de S. Holland, Capital versus the regions,
Macmillan, 1976 y C. Palloix, S. Hymer, B. Warren, K. Murray, entre otros en H. Radice (ed.)
International firms and moderna imperialism, Penguin, 1975, tratan cuestiones importantes a
este respecto que habría que tomar en consideración.
25
Véase D. Harvey, Urbanismo y desigualdad social, S. XXI, 1978 (especialmente el capítulo
6); B. Graizbord, “Algunas ideas en torno al estudio de la ciudad”, a publicarse en Revista
Habitación, Fovissste (1981).
270
26
Las relaciones estructurales describen las que se establecen entre los elementos constituti-
vos en tanto su posición en el sistema: las funcionales describen la interacción, entre las partes,
que permite extender el funcionamiento del conjunto; las formales establecen el contexto en
el que se producen las condiciones estructurales para el funcionamiento y la existencia del
conjunto y de las partes que lo constituyen.
271
real; facilita, por otra parte, la referencia a relaciones con otros procesos yen-
do más allá de la mera descripción de sus manifestaciones como patrones y
procesos espaciales.
En este sentido la propuesta de Hansen de un análisis de los procesos
en el contexto geográfico de regiones funcionales o bien de área de merca-
do de trabajo, reduce el marco analítico a sólo dos niveles particulares del
sistema urbano.
Para nosotros entonces, el marco referencial no sólo incluye la interac-
ción entre la o las regiones fronterizas (constituidas por unidades políti-
co-administrativas, v. gr. estados o municipios) con el resto del país, sino un
complejo de relaciones27 (funcionales, estructurales, formales) que pueden
analizarse geográficamente en los ámbitos territoriales que señalamos an-
teriormente a partir de la consideración del sistema urbano (nacional) que
afecta y es afectado por cada uno de sus componentes (centro urbano).
La interacción estructurada entre componentes del sistema urbano, tie-
ne implicaciones importantes para la discusión acerca del funcionamiento
y cambios tanto de las partes como del todo.28 Pero ¿qué clase de relaciones
existen entre las ciudades que permitan identificar un sistema urbano es-
tructurado, es decir, organizado?
Convencionalmente en las teorías neoclásicas de la organización espa-
cial (v. gr. lugares centrales) se parte de una concepción acerca de la ciudad
en la que ésta y su área circundante forman una unidad; lo que sucede en el
centro urbano es sólo reflejo de sus relaciones con el interland. Esta unidad
(funcional) forma una región nodal que se constituye en una economía
urbana tratada como un punto o nodo dentro de una red de relaciones
27
Hablar de relaciones no implica por sí mismo que estas se consideren simétricas. De
hecho no lo son: estructuralmente son asimétricas, lo que produce interrelaciones que pueden
calificarse de desiguales, ver Mario Ojeda “El futuro de las relaciones entre México y los Esta-
dos Unidos” (primer borrador) Seminario de análisis económico social de las relaciones entre
México y Estados Unidos, Stanford, noviembre 1980 (mimeo).
28
L. Bourne, Urban Systems, OUP, 1975; J. Friedmann y R. Wulff, The Urban Transition,
Arnold, 1976.
272
273
29
No se quiere decir con esto que no exista la posibilidad de generar cambios endógenos,
antes al contrario, se trata precisamente de conocer el carácter y naturaleza del sistema para
estar en posibilidad de cambiarlo racionalmente, véase J. Friedmann, Retracking America, An-
chor, 1973; B. Berry: “Comparative urbanization strategies” en L. Bourne & J. W. Simmons
(eds). Systems of cities, Oxford, 1978, e idem., “Deliberate change in spatial systems: goals
stratgies and their evaluation”, So. Afr. Geog. J. L. 54, 1972: 30-42.
274
ANTECEDENTES
1
Graizbord, B. (1983), “Integración, diferencias regionales e interdependencia en la fronte-
ra de México con Estados Unidos”. Demografía y Economía, 17 (01), pp. 1–20.
275
misma de la interacción fronteriza entre los dos países, que en gran medida
se sale del marco formal de las relaciones, representan un amplio espectro
de lo que debe estudiarse.
Si, como se sugiere en este trabajo, los niveles superiores más generales
de las relaciones son sumamente problemáticos, no quedan dudas respecto
a que todo lo demás presenta complicaciones extremas. En lo que sigue
se hace una referencia a algunos aspectos de lo que podría ser el marco
conceptual de las relaciones para posteriormente tratar dos aspectos meto-
dológicos (con su referencia empírica) que creemos debieran ser tomados
en cuenta en el análisis de los niveles intermedios, especialmente en los
ámbitos urbano y regional de las mismas.
2
El nacionalismo y sus alternativas, PAIDOS, 1971.
3
Op. cit. pág. 12.
276
4
La diferencia entre “estado de cosas”: la ausencia de distintas formas de discriminación
entre economías nacionales y “proceso”: medidas diseñadas para abolir la discriminación entre
unidades económicas pertenecientes a diferentes Estados nacionales, fue señalada por B. Be-
lassa, The Theory of Economic Integration, Allen & Unwin, 1961, cit. en Isaac Cohen Orantes,
“El concepto de integración”, Revista de la Cepal, Dic., 1981: pp. 149-159.
5
Definición de E.B. Haas y P.C. Schmitter, “Economics and Differential Patterns of Polit-
ical Integration: Projections about Unity in Latin America”, en International Communities: An
Anthology, Doubleday, 1966, cit. en Cohen (p. 152, n. 8).
277
6
Este concepto ha sido criticado por su carácter ideológico al no tomar en cuenta la distri-
bución real del poder y suponer una interacción simétrica entre las partes. Según H. Brook-
field (Interdependent Development, Methuen, 1975), las distintas ideas o teorías sobre desa-
rrollo incorporan la interdependencia como variable explicativa del desarrollo. Esta idea se
encuentra aplicada en un modelo que describe el impacto integrador que la interdependencia
entre unidades regionales originalmente aisladas tiene en el desarrollo de la organización de
una economía espacial (Véase J. Friedmann, Urbanización, Planificación y Desarrollo Nacional,
Diana, 1976). Su carácter tautológico es claro al plantear la relación desarrollo-interdepen-
dencia como recíprocamente causales. Una referencia histórica de este proceso se encuentra
en E. Lampart, “The History of Cities in Economically Advanced Areas”, EDCC 3, 2, 1955:
pp. 81-136, e ídem., “The Evolving System of Cities in the United States: Urbanization and
Economic Development”, en H. Perloff y L. Wingo (eds.), Issues in Urban Economics, John
Hopkins Press for Resources for the Future, 1968.
7
La viabilidad de plantear y establecer formas deliberadas de mediación de las relaciones
entre los dos países estaría en función de entender que se requiere de una programación (v. gr.
una explicitación de metas parciales en sus dimensiones o especificaciones tempo-espaciales) y
de la continua evaluación de los costos y beneficios para las partes.
8
l. Wallerstein (“The State and Social Transformation: Will and Possibility”, repr. en H.
Bernstein (ed.) Underdevelopment and Development. The Third World Today, Penguin, 1963),
considera que el Estado se enfrenta a factores externos e internos combinados, los cuales debe
resolver para poder eliminar la discrepancia entre los deseos y las posibilidades de desarrollo
económico.
278
9
La localización geográfica se dice que es “absoluta” en tanto se define respecto de un
sistema referencial de coordenadas geográficas predeterminado y aceptado universalmente.
En ese sentido podría cambiar el sistema de referencia, pero no la ubicación de los espacios
o lugares geográficos. El término “yuxtaposición” se refiere a la posición geográfica de los dos
países, uno respecto del otro, pero se ha utilizado para hacer una comparación (socioeconó-
mica) entre ellos. (Primer Encuentro sobre Impactos Regionales de las Relaciones Económicas
México-EU, Gto. julio 1981.)
10
Ver n. 5, supra.
11
Al hablar de frontera suele pensarse en ésta, en términos puramente formales, como seña-
laba Bustamante [“Concepción analítica de la región fronteriza de México y los EU como área
de investigación”, Docto. interno (mimeo), s.f.].
279
12
La “porosidad” de la línea fronteriza de México y los Estados Unidos se ha destacado
en ocasiones a la luz de la experiencia del flujo de trabajadores mexicanos indocumentados.
En la literatura geográfica sobre la difusión espacio-temporal de los fenómenos se consideran
“barreras” absorbentes, reflejantes, permeables e impermeables. En la realidad, sin embargo,
las barreras absorbentes o reflejantes no existen y generalmente no son absolutas. Más bien se
puede decir que se trata de barreras “permeables” que modifican, positiva o negativamente, los
procesos espaciales.
La idea de relativa permeabilidad de las fronteras aparece en algunos modelos económicos.
El modelo Hecksher-Ohlin se refiere a los casos extremos de “intercambio pleno” opuesto al
“intercambio nulo”. En el primer caso, existiendo una completa libertad de movimiento de
los factores, mientras que en el segundo, se trata de una situación completa de autarquía. En
la práctica como señala Clark Reynolds (“Las perspectivas económicas y sociales de México y
sus implicaciones con los Estados Unidos”, en C. Tello y C. Reynolds (comps.), Las relaciones
México-Estados Unidos, Lecturas 43, FCE, 1981, pág. 14), todas las economías se encuentran
en algún punto entre los dos extremos antes mencionados en función de su localización, ta-
maño, ingreso, gustos y preferencias, política de comercio exterior, migración e inversión. En
los estudios históricos comparativos, la frontera se define de varias maneras: como territorio
o zona de interpenetración entre dos sociedades distintas, o bien una frontera representa un
territorio abierto y libre para la conquista, colonización y “construcción de una sociedad nue-
va”. En ambas versiones se encuentra un rasgo común: la frontera se abre o se cierra en forma
determinada.
En la primera, la frontera se mantiene abierta en tanto los intrusos o los pobladores nativos
no impongan un control exclusivo y un régimen de derecho que los haga iguales, al menos
para algunas de sus interacciones; se cierra cuando los intrusos han subyugado efectivamente
a los nativos. En la segunda, se cierra en el momento en que el territorio no ofrece más posi-
bilidades de ocupación o asentamiento libre. En ambos casos, la experiencia contiene: mitos,
simbología y en general una ideología etnocentrista. (“Settlers and ‘Savages’ on Two Frontiers”,
reseña de libros por G.M. Fredrickson, New York Review of Books, March 18, 1982).
Formalmente la frontera representa una “discontinuidad” geográfica; funcionalmente, sin
embargo, da lugar a la formación de áreas o regiones más o menos ambiguas, dependiendo de
las relaciones que los elementos integrantes desarrollan y de la integración resultante. Véase
p.ej. la conceptualización que hace Arthur L. Stinchcombe, Constructing Social Theories, Har-
court, Brace World, Inc., 1968 (Caps. 5 y 6).
280
13
Las cada vez más intensas relaciones de México con los EU han sido ampliamente co-
mentadas, tanto en sus aspectos positivos como en los negativos, en las múltiples reuniones
bilaterales celebradas hasta la fecha y cubren temas políticos, económicos, incluso militares,
estratégicos, ambientales, etcétera.
14
Véase Olga Pellicer, “La nueva vecindad”, Nexos 50, Feb. 1982.
281
15
ldem. op. cit.
282
16
No nos parece posible, de otra manera, llegar a conclusiones como por ejemplo la de
N. Hansen (“Europe’s Guest Worker Policies and Mexicans in the United States”, Growth
and Change Vol. 10, 2, 1979: pp. 2-8) de que si bien la migración de trabajadores mexicanos
indocumentados haya sido calificada y condenada ampliamente como “mala” para Estados
Unidos, para México y para los migrantes mismos, la evidencia empírica que existe muestra
lo contrario, independientemente de los deseos o razonamientos de los que han venido pre-
juzgando el fenómeno. Para una opinión semejante véase W. Cornelius, cit. en M. Ojeda, ver
nota 24 infra.
En otro orden de cosas, baste recordar el contenido simbólico que suele acompañar a las
declaraciones sobre las pretendidas fronteras de las nacionalidades vs las del Estado-nación
o las fronteras nacionales reconocidas vs las de las regiones culturales, que han dado lugar
en sus manifestaciones extremas a ideas de “espacio vital” para legitimar el expansionismo o
contrariamente, en la actualidad, a los movimientos regionales separatistas principalmente en
Europa.
17
K. Deutsch, op. cit.; l. Wallerstein , The modem world system, Academic Press, 1974.
18
La primera opinión tiene su fundamento en la teoría neoclásica del comercio interna-
cional basada en la idea del libre comercio entre países y la convergencia de los precios de los
283
factores si no se les afecta en su libre movilidad dentro de los países involucrados; la segunda
se basa en las ideas de Gunnar Myrdal sobre la causación acumulativa y las ventajas iniciales.
La necesidad de reconsiderar la teoría neoclásica del comercio internacional fue señalada por
Joan Robinson (“The need for a reconsideration of the theory of international trade”, cap. 19
en Contributions to Modern Economics, Academic Press, 1978). Señalaba J. Robinson que aun
dentro de los términos estáticos para hacer cualquier comparación, es necesario considerar al
menos tres países antes de poder llegar a una conclusión general (p. 213). Respecto de su im-
potencia para describir la realidad, S. Hymer y S. Resnick (“International Trade and Unequal
Development”, en Bhagwati, et al., Trade, Balance of Payments and Growth, Papers in Honour
of C.P. Kindleberger, North Holland, 1971) señalaban que esas teorías omiten los aspectos
sociales y políticos de las relaciones, privilegiando sólo las relaciones de mercado e ignorando
la parte política de la ecuación. Véase E. Olsen [“Regional Income Differences within a Com-
mon Market”, repr. en H. Richardson (ed.), Regional Economies: a Reader], para las diferencias
de enfoque entre los teóricos del comercio internacional y la ciencia regional. Refiriéndose a la
Comunidad Económica Europea, ese autor se preguntaba si eventualmente la abolición de ba-
rreras al movimiento libre de bienes y aun de factores de producción, llevaría a una igualación
del ingreso per cápita entre los países involucrados (p. 107).
19
Capitalismo transnacional y desintegración nacional en América Latina, Nueva Visión, 1972
20
El modelo original de Prebisch dividía al mundo en “centro y periferia” y veía las rela-
ciones entre las partes como un intercambio en términos desiguales... Para una presentación
sistemática del aporte teórico-político e ideológico del pensamiento de la CEPAL y latinoa-
mericano en general, ver: Octavio Rodríguez, La teoría del subdesarrollo de la CEPAL, Siglo
XXI, 1980.
284
21
Respecto de las implicaciones que ha tenido la aparición del bloque socialista, véase J.
Robinson, “Has Capitalism Changed?”, Cap. 20, Contributions to.... op. cit. K. Deutsch nos
recuerda de las relaciones conflictivas aun dentro del mismo bloque socialista entre países ricos
y pobres, véase p. 113 de su Política y Gobierno, op. cit.
22
Con su acostumbrada brillantez A. O. Hirschman hace una crítica a las teorías de la de-
pendencia, en “Hegel, el imperialismo y el estancamiento estruc tural”, repr. en René Villarreal
(comp.), Economía Internacional, Lecturas 30, (2 tomos), 1979.
23
Crescencio Ruiz Chiapetto, “Efectos de las implantaciones industriales en el crecimiento
demográfico: lecturas... crítica”, Coloquio franco-mexicano, Instituto de Geografía, UNAM,
México, del 25 de agosto al 9 de septiembre de 1981.
24
Jorge Bustamante, “La integración social en la frontera México-Estados Unidos: un mar-
co conceptual para la investigación”, en R. González Salazar (comp.), La Frontera del Norte.
Integración y Desarrollo, El Colegio de México, 1981.
285
25
Mario Ojeda, “El futuro de las relaciones entre México y los Estados Unidos”, en C. Tello
y C. Reynolds (comps.), op. cit.
26
M. Ojeda, op. cit.
286
287
Los ejes analíticos trazados recientemente por estos estudiosos de las rela-
ciones entre México y los Estados Unidos -intentando, como señalábamos,
deshacerse de la parcialidad y normatividad que subyace en la mayor parte
de las investigaciones- representan el punto de partida para orientar la cons-
trucción de un marco coherente de investigación en el que se explicite la
dimensión urbano-regional de los fenómenos y procesos implícitos en esas
relaciones. En este sentido presentamos a continuación algunas reflexiones
como parte de un avance de investigación en curso.30
a) Aspectos espacio-temporales
30
Crescencio Ruiz Chiapetto, et al. “El Sector Terciario en una Economía Urbana Fronte-
riza: el caso de Tijuana, B.C.” Preproyecto de investigación colectiva, CEDDU, El Colegio de
México, 1982 (Mimeo).
288
lisis del espacio fronterizo”, ponencia presentada en el Primer Encuentro sobre Impactos
289
Regionales de las Relaciones Económicas México-EU, Guanajuato, julio, 1981, mimeo), para
el desarrollo de un planteamiento como éste y sus implicaciones operativas en el análisis re-
gional y urbano.
33
Op. cit. nota 10 supra.
34
Consúltense los trabajos de W. Cornelius al respecto.
290
35
En el sentido de que se considere que esa realidad (fronteriza) se da en un vacío económi-
co, histórico o político... Ver J. Bustamante, op. cit., pág. 2.
36
Para nosotros está claro que la “Gran Teoría” sólo encubre el conocimiento y limita lo que
C. Wright Mills llama la imaginación sociológica.
37
Sin pretender que pudiera adquirir el status de “ley científica” ni mucho menos. Sin em-
bargo, su probable comprobación empírica para el caso que nos ocupa permitiría presentarla
como proposición aceptable...
38
Carl Sauer, “Geography and the gerrymander” Am. Pol. Sc. Rev. 12, 1948: pp. 403-426;
B. E. Coates. R. J. Johnston and P. L. Knox, Geography and Inequality, O. U. P., 1977, dentro
de lo más reciente así como: Johnston, R. L., “Spatial structure, plurality and electoral bias”,
Can. Geog. p. 20, 1976, y del mismo autor, “Territorial justice and political campaigns”, Policy
and Politics 5, 1976.
291
dos Unidos: un marco conceptual para la investigación”, en Roque González Salazar (comp.),
La Frontera Norte, Integración y Desarrollo, El Colegio de México, 1981.
292
40
N. Hansen, The Border Economy, University of Texas Press, 1981.
293
41
N. Hansen, op. cit. pp. 142-146.
294
Por otra parte, sería necesario ver de qué manera el patrón de su comporta-
miento (diferencial de salarios y estructura de las economías urbanas fron-
terizas) afecta y se ve afectado por procesos micro como la migración, la
dinámica de los mercados de trabajo urbanos y la inserción de trabajadores
mexicanos en los distintos sectores económicos, en ambos lados de la fron-
tera. Sin duda que los ámbitos territoriales van a variar para cada uno de los
fenómenos.
A nivel operativo, convencionalmente el estudio de la supuesta inte-
gración de la región fronteriza plantea el problema de medir sus efectos en
distintas escalas geográficas. Así, deberá referirse al estudio de las economías
urbanas fronterias;42 la dinámica interurbana en los sistemas regionales y
nacionales43 y, por fin, las diferencias o desigualdades regionales.44 En este
último, deberá referirse e1 problema de si un alto grado de integración en
la región tendrá efectos positivos o negativos en las desigualdades regionales
en el interior del país. Este es un problema real y paradójico a la vez. Por
un lado, los estados del norte del país tienen en términos relativos, como
unidades de medición, altos rangos positivos en los indicadores usuales del
crecimiento económico comparados con el resto de las entidades federati-
vas (excepto D.F. y Edo. de México). Por otra parte, la mayoría de los con-
dados fronterizos de los EU (exceptuando los de California) constituyen
una “región problema” con niveles socioeconómicos relativamente bajos
en comparación con el resto de aquel país (excepto los de la región de los
Apalaches). Lo paradójico está en que del lado norteamericano el salario,
así como el ingreso per cápita es varias veces superior comparado aun con
los niveles medios más altos de México.
Para un análisis empírico de flujos entre ciudades dentro de un área fronteriza, véase: “Es-
43
quema Regional, Zona Prioritaria de Baja California Norte”, ODIPLAN para Dir. de Centros
de Población, SAHOP, 1978; Alvaro Sánchez Crispín, “Zonas de influencia urbana en el área
fronteriza tamaulipeca”, en Memoria VIII Congreso Nacional de Geografía, Toluca, Edo. de
México, 1981.
44
Stuart Holland, The Regional Problem, MacMillan, 1976, cap. 4, p. 55.
295
Para efectos de una descripción de las formas que estos diferenciales adoptan
en la dimensión espacial, habría que considerar la estructura y los cambios
que están dándose en la economía espacial de ambos países. Es probable
que no sólo puedan verse más claramente los efectos en el sistema urbano
en distintas escalas,45 sino que una descripción de los procesos que afectan
a la región desde distintos orígenes y escalas geográficas permita con mayor
claridad reconocer lo que está sucediendo. A partir de estas consideraciones
se hace una segunda proposición analítica (la primera tenía que ver con los
distintos niveles determinándose mutua y no jerárquicamente): se propone
que en el análisis de la región fronteriza, al delimitar el ámbito de estudio
(v. gr. las economías de las dos ciudades fronterizas, la región metropolitana,
las dos Californias, la red regional de ciudades de un área fronteriza, etc.),
será necesario considerar el juego de fuerza que está operando en otras es-
calas y su carácter endógeno o exógeno relativo a la delimitación propuesta.
Esto permitiría además resolver el problema de la “regionalización” que nos
parece estática y limitativa para el análisis geográfico de los procesos sociales
(económicos, políticos, culturales, etcétera).
Si bien para entender la dinámica de los mercados de trabajo fron-
terizos del lado norteamericano es necesario tomar en cuenta el patrón
contrapuesto de las distribuciones espaciales de las variables “ingreso per
cápita” y “porcentaje de población de origen hispano” —que representan
dos gradientes o superficies contrarias a lo largo del eje poniente-oriente de
la línea fronteriza— así como el que se genera a partir de la variable ingreso
per cápita y/o salario promedio, de sur a norte con un “escalón” en la línea
45
B. Graizbord y D. Hiernaux, op. cit., proponen, además de la escala urbana “bi-nacional”
y la región metropolitana de las ciudades gemelas, la consideración de la ciudad fronteriza y su
propia dinámica, su relación con el sistema regional y nacional de ciudades, la región funcional
dentro de la cual pudiera incluirse la región metropolitana, el conjunto de las áreas fronterizas
integradas y su interrelación, etc. (pp. 19-20).
296
Lo que para México es resultado histórico (la brecha campo-ciudad), para el caso nortea-
46
mericano depende de: i) la pertenencia, o no, de cada lugar a una región metropolitana; ii) la
posición de cada localidad en la jerarquía del sistema urbano nacional. Mientras que del lado
mexicano las diferencias son muy pronunciadas, en Estados Unidos las diferencias tanto urba-
no-rurales como entre sectores son reducidas — interregionalmente existen diferencias relativas
que tienen su máxima expresión en la región del Appalachia—. Para el eje poniente oriente del
lado norteamericano la diferencia a nivel de condados es en forma aproximada, de 2 veces entre
los extremos: San Diego County (Cal.) de $ 5 016 y Brownsville (Tex.) de $ 2 196 para 1974,
independientemente de la distinción urbano-rural. Esta y la regional constituyen dos dimensio-
nes de la desigualdad social en los Estados Unidos, aun cuando más importante y de más peso
sean las que se derivan de las diferencias entre clases sociales, grupos étnicos, edades y sexos.
Véase Richard Peet, “Rural Inequality and Regional Planning”, Antípode 7, 2, 1975: pp. 10-24.
47
En Daniel R. Vining, Jr., et al., “Principal Axis Shift in the American Economy?”, Wor-
king Paper 48, Working Papers in Regional Science and Transportation, U. of Pennsylvania,
n. d. (mimeo), se evidencia el desplazamiento que la región Noreste ha sufrido por la Región
Golfo principalmente, tanto en lo demográfico y económico como en lo político; para los
297
efectos y el origen de la crisis, véase: N. Glickman, “National Urban Policy in an Age of Eco-
nomic Austerity”, Wkg. Paper 33, Working Papers in Regional Science and Transportation,
U. of Penn., Sept., 1980 (mimeo) y Glickman and E.M. Petras, “International Labour Flows:
Implications for Public Policy”, Wkg. Paper 53, Working Papers in Regional Science and
Transportation, U. of Pennsylvania, August, 1981 (mimeo).
298
ALGUNAS CONCLUSIONES
Se podría pensar que estos cambios que tienen relevancia a nivel internacio-
nal,48 tendrán para México importancia significativa no sólo a nivel de la re-
gión fronteriza, vía efectos en las economías urbanas, etc., sino que afectarán
algunos macro-procesos derivados asimismo de los efectos que tengan en la
región fronteriza norteamericana y en la región en general en forma dife-
rencial (v. gr. Modificando los flujos recurrentes de trabajadores mexicanos,
el destino, origen y estrategia de las inversiones de capital norteamericano,
etc.). Pero esto no sólo afectaría la dinámica de las economías urbanas de
las ciudades fronterizas mexicanas, sino que debido a una fragmentación
regional y del sistema urbano nacional en sus componentes fronterizos —no
existe, de hecho, una región fronteriza integrada del lado mexicano— los
efectos se dejarán sentir más fuertemente en las economías regionales -o
subregionales— que sí aparecen integradas funcionalmente.49
En resumen, la consideración de los gradientes y superficies generadas
por procesos económicos y sociales y sus tendencias, como base de des-
cripción de la relación que se establece entre las “fuerzas en juego” en sus
diferentes escalas geográficas permitirán, nos parece, una visión nada des-
preciable, al menos como una primera aproximación o bien como marco
de referencia para el estudio de la dinámica urbana de la región fronteriza
lista en su conjunto. Esto es especialmente cierto para el caso de Canadá y México. Véase el
diagnóstico-pronóstico que hace Gerónimo Martínez, “El Mercado de Trabajo y las Interrela-
ciones Económicas entre México, los Estados Unidos y Canadá”, ponencia en la 2a. Reunión
del ODC’s Working Group on U.S. -Mexican Border Area Issues, Tijuana, del 3 al 5 de
diciembre de 1981 (mimeo).
49
Hablar de integración y desarrollo de una economía regional en el norte del país, a partir
de su interconexión físico-espacial no tiene sentido, en parte porque la fragmentación de la
zona norte tiene un origen histórico y responde a factores estructurales y más recientemente,
debido a que al intensificarse la interacción a través de la frontera, se refuerza la dependencia
funcional de las economías regionales y urbanas más débiles con las más poderosas y dinámi-
cas. Es de suponerse que en casi todos los casos las primeras sean las mexicanas.
299
entre México y los Estados Unidos ya sea que se considere a ésta como pun-
to de contacto de dos economías yuxtapuestas, como línea de choque entre
dos sistemas económico-políticos diferentes, como interfase o como filtro
de las interacciones entre ambos países. Queda esperar que este primer
planteo haya aclarado las implicaciones de los procesos sociales y su efecto
diferencial en lo espacial, tanto como la pertinencia de algunas preguntas
que de aquí se pueden derivar50 a pesar del sucinto tratamiento que aquí se
ha dado a los problemas metodológicos y sustantivos del caso.
50
Entre otras: ¿qué aspectos y qué elementos son los sobresalientes en cada una de las escalas
geográficas que constituyen el ámbito territorial de los diferentes intereses económicos y políti-
cos?, y ¿cuál(es) es (son) la(s) relación(es) entre una escala geográfica y otra(s)? Son las pregun-
tas a responder si se quiere evaluar y orientar el desarrollo de las relaciones entre ambos países.
300
... algo que no se ve no sólo desmerece nuestra fe, sino que, por no verse,
abusa de su invisibilidad con fines necesariamente malvados.
Guillermo Sheridan
Frontera Norte y otros extremos, FCE, 1988.
1
Graizbord, B. y L. J. Sobrino (1990), “Geografía política de la región metropolitana de la
Ciudad de México”. Actas Latinoamericanas de Varsovia, Tomo 11, pp. 227–251.
301
estudiar uno de los mecanismos con los que cuenta nuestro sistema político
para asignar o reasignar poder: las elecciones. Estas reflejan, por un lado, la
respuesta institucional del sistema político hacia una población madura (en
tanto electorado) y, por otro, representa una vía democrática para escoger
gobierno, articular demandas y manifestarse políticamente (“la voz”, en
palabras de Hirschman, 1976), a través del voto en favor de los individuos
y partidos de sus preferencias.
Una rama de la Geografía Política que estudia este proceso es la Geo-
grafía Electoral. Esta, se interesa en los procesos electorales y privilegia la
relación entre el comportamiento de los electores y la estructura espacial a
partir de tres aspectos: a) describe la distribución geográfica del voto con
el objeto de identificar patrones espaciales del comportamiento electoral;
b) analiza la relación ´causal´ entre los resultados de las votaciones y las
características que definen al electorado en las distintas unidades políticas
(i.e. casillas, distritos, circunscripciones, etc.); c) muestra las consecuencias
que se desprenden de una fragmentación del electorado en distintas deli-
mitaciones territoriales; en otras palabras, estudia las posibles ventajas o
desventajas que se derivan de manipular los límites de las circunscripciones
geográficas de representación política por parte de los distintos partidos o
del propio sistema electoral (Sanguin, 1981; Taylor, 1985).
Abordar el estudio del proceso electoral desde el punto de vista geográ-
fico es importante pues la representatividad política del electorado se sus-
tenta precisamente en una base territorial. En efecto, al llevarse a cabo estas
elecciones federales de julio de 1988 nuestro país se dividía en 300 distritos
electorales, que correspondían al mismo número de diputaciones federales
de mayoría relativa y en cinco circunscripciones territoriales con 40 dipu-
taciones de asignación plurinominal cada una, que hacían un total de 500,
número de diputados con los que se forma en la actualidad la cámara Baja
del Poder Legislativo Federal (CFE, 1987).
302
Son pocos, sin embargo, los estudios sobre elecciones en México que siguen
explícitamente esta perspectiva geográfica. En publicaciones recientes (por
ejemplo. González Casanova, 1985; Estudios Sociológicos, Núm. 16, 1988;
Villa, 1988), predominan los enfoques sociológicos o políticos que mues-
tran interés en analizar las posiciones políticas de los partidos y sus diferen-
cias ideológicas, o evaluar los alcances democráticos del proceso electoral, y
cuando se trata de estudios cuantitativos, éstos se ocupan de medir la forma
en que las votaciones se dividieron entre el partido oficial y la oposición, o
entre los que votaron y los que no lo hicieron.
Dichos trabajos adolecen, a nuestro parecer, de dos limitaciones:
303
2
Que comprende las 16 delegaciones del D.F., 53 municipios del Estado de México y 1 de
Hidalgo. En el análisis excluimos a este último.
304
El modelo se corrió para cada candidato (partido) a la presidencia. Se usó como variable
3
dependiente el número de votos que obtuvo cada uno de ellos y como variables independientes
algunos indicadores demográficos, socioeconómicos, culturales y de calidad de vida.
305
PRI: campesino, obrero, popular (cuadro 2). Cabe advertir que los valores
de las variables operativas (indicadores) se tomaron de los censos de pobla-
ción de 1980 a nivel municipal, por lo que nuestras conclusiones pudieran
no apegarse a la realidad actual y las asociaciones que resultaron no tener el
significado preciso que les hemos atribuido.
306
De acuerdo con los estudios a escala nacional publicados poco tiempo des-
pués de las pasadas elecciones del 6 de julio de 1988 (Colegio Nacional
de Contadores Públicos y Administración Pública, 1988; Fundación Arturo
Rosenblueth, 1988), así como los trabajos sobre elecciones anteriores que
algunos investigadores, sociólogos y politólogos, han venido publicando, se
esperaría que ahora en la ZMCM4 hubiera ocurrido lo siguiente:
Esta unidad de análisis no aparece como tal en ninguno de los estudios, todos se refieren
4
a entidades federativas. Por ejemplo, en Peschard (1988) se hace referencia a la evolución del
voto exclusivamente en el D.F. y el Reporte de la Fundación Arturo Rosenblueth se presenta
por sectores electorales correspondientes a entidades federativas.
307
308
309
310
para presidente por partido político y distrito electoral, 1988
XXXIV Iztacalco 0.87 19.61 5.85 20.03 5.94 27.07 18.49 0.80 1.34 100.00
XI Cuauhtémoc 0.73 13.39 4.99 11.22 6.77 29.53 31.75 0.60 1.02 100.00
XXXV Benito Juárez 0.76 18.64 5.18 12.00 9.31 28.99 23.30 0.67 1.15 100.00
XXXVI Benito Juárez 0.66 10.62 4.48 9.77 6.79 26.91 39.19 0.59 0.98 100.00
XXXIX Benito Juárez 0.69 13.00 7.20 11.63 5.26 26.95 33.40 0.56 1.32 100.00
IX Azcapotzalco 0.84 15.47 5.22 14.45 7.83 27.10 27.37 0.73 0.99 100.00
06/03/24 17:22
Laberintos.indb 311
Cuadro 3. Continuación
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
XIX Azcapotzalco 0.85 15.46 6.84 12.01 11.51 25.08 25.77 0.71 1.78 100.00
XXVIII Azcapotzalco 0.85 21.97 7.58 13.34 7.03 26.13 21.13 0.78 1.19 100.00
XXIX Azcapotzalco 0.80 18.07 5.86 13.08 7.00 26.85 26.63 0.72 0.99 100.00
X Gustavo A. Madero 0.60 18.35 7.67 20.72 8.27 23.58 18.34 1.08 1.37 100.00
XII Gustavo A. Madero 0.73 23.33 5.75 15.75 7.06 26.75 18.34 0.70 1.60 100.00
XX Gustavo A. Madero 0.54 16.17 7.02 13.46 5.77 26.11 26.24 0.73 3.97 100.00
XXV Gustavo A. Madero 0.61 20.87 9.27 19.32 10.15 24.08 12.72 1.56 1.43 100.00
XXX Gustavo A. Madero 0.65 20.21 7.36 19.03 9.94 26.20 14.61 0.85 1.15 100.00
XXXI Gustavo A. Madero 0.71 20.29 4.46 18.57 9.00 26.41 18.59 0.79 1.19 100.00
XXVI Iztapalapa 0.78 25.97 8.88 13.42 8.32 27.18 13.85 0.99 0.60 100.00
XXXVII Iztapalapa 0.79 14.73 6.06 18.66 6.76 26.03 23.05 0.78 3.12 100.00
XL Iztapalapa 0.59 20.53 9.35 22.21 11.31 23.99 11.13 0.90 0.00 100.00
XXII Coyoacán 0.70 18.40 7.34 18.86 7.26 25.24 19.34 0.86 1.99 100.00
XXVII Coyoacán 0.66 16.33 5.40 12.89 7.84 27.04 28.25 0.61 0.97 100.00
las geografías (aplicaciones)
XV Iztacalco 0.64 16.97 6.70 19.23 9.63 26.39 18.81 0.84 0.79 100.00
XXI Iztacalco 0.73 20.42 7.57 18.57 6.82 26.13 17.54 0.91 1.32 100.00
XXIII Cuajimalpa 0.63 15.60 7.45 20.74 7.12 29.00 17.02 1.06 1.37 100.00
XXXVIII Magdalena 0.71 18.36 6.42 15.61 5.54 26.93 23.85 0.84 1.74 100.00
Contreras
XXIV Tlalpan 0.71 23.85 8.11 17.64 6.90 24.13 15.97 0.73 1.95 100.00
DISTRITO 0.73 17.98 6.64 15.72 7.70 27.16 21.94 0.78 1.34 100.00
311
FEDERAL
06/03/24 17:22
Laberintos.indb 312
Cuadro 3. Continuación
312
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
VII Naucalpan 0.74 18.69 9.12 13.46 5.29 26.53 24.00 0.84 1.33 100.00
XVIII Naucalpan 0.55 9.83 3.10 7.07 3.47 24.90 49.79 0.47 0.82 100.00
XIX Naucalpan 0.49 16.32 5.48 12.92 7.99 29.51 26.14 0.81 0.34 100.00
XX Naucalpan 1.03 18.82 17.71 17.96 5.78 24.75 12.97 0.98 0.00 100.00
XIV Tlalnepantla 0.55 16.73 5.81 19.17 4.85 25.33 26.33 1.22 0.00 100.00
XXXIII Tlalnepantla 0.74 14.99 7.40 14.61 4.94 24.47 31.18 1.10 0.57 100.00
IX Nezahualcóyotl 0.76 18.10 6.14 30.48 5.48 26.37 10.07 1.16 1.44 100.00
X Nezahualcóyotl 0.63 20.13 8.24 21.54 8.25 22.75 16.01 1.10 1.35 100.00
XXII Nezahualcóyotl 0.83 19.88 7.25 22.98 7.65 25.39 14.44 1.14 0.45 100.00
XXIII Nezahualcóyotl 0.83 19.43 6.59 29.12 7.40 25.66 9.80 1.14 0.03 100.00
XXIV Nezahualcóyotl 0.57 21.51 7.46 19.80 5.29 28.90 13.20 1.22 2.04 100.00
XXV Nezahualcóyotl 0.81 19.99 7.07 21.52 6.11 26.76 15.83 1.27 0.64 100.00
XXVI Nezahualcóyotl 0.57 25.02 7.57 25.93 5.52 23.69 9.42 1.06 1.22 100.00
XXVII Nezahualcóyotl 0.68 21.90 7.62 27.64 6.24 23.86 9.44 1.60 1.03 100.00
XXVIII Nezahualcóyotl 0.73 22.15 9.10 24.04 7.62 23.64 11.55 1.18 0.00 100.00
laberintos geográficos: una antología
XXIX Nezahualcóyotl 0.65 25.56 8.86 21.68 7.69 23.25 9.17 1.29 1.85 100.00
XI Ecatepec 0.50 22.57 14.08 16.15 6.68 24.84 13.63 1.55 0.00 100.00
XXX Ecatepec 1.01 19.02 11.33 16.23 6.85 26.85 12.58 1.19 4.94 100.00
XXXI Ecatepec 0.64 21.04 10.62 23.61 6.61 23.56 11.16 1.21 1.54 100.00
XXXII Ecatepec 0.64 24.43 8.00 16.29 7.02 24.34 16.20 1.47 1.61 100.00
XXXIV Tultitlán 0.57 18.21 7.08 13.68 8.67 24.30 21.34 1.23 4.91 100.00
XII Atizapán de Z. 0.43 11.83 6.23 11.62 3.52 35.01 29.45 1.04 0.86 100.00
XIII Huixquilucan 0.76 14.67 8.53 15.87 5.93 31.44 19.54 1.72 1.55 100.00
06/03/24 17:22
Cuadro 3. Continuación
Laberintos.indb 313
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
XV Chalco 0.54 25.71 11.27 19.42 5.81 27.66 7.07 1.16 1.37 100.00
VI Cuautitlán 0.64 22.87 6.37 13.65 7.19 24.32 23.38 0.93 0.65 100.00
VIII Texcoco 0.55 20.44 15.37 17.14 4.76 27.18 12.21 1.46 0.91 100.00
XXI Zumpango 0.62 18.57 6.40 16.66 8.29 32.42 16.12 0.91 0.00 100.00
IV Toluca 0.47 27.46 4.62 9.31 3.11 31.33 21.82 0.90 0.98 100.00
XVI Toluca 0.54 32.86 9.89 8.73 3.25 29.29 14.01 1.43 0.00 100.00
III Lerma 0.51 35.55 7.75 10.73 4.05 32.53 7.63 0.90 0.35 100.00
V Atlacomulco 0.31 21.13 3.73 7.28 3.28 56.24 7.07 0.91 0.05 100.00
I Tenancingo 0.23 14.25 2.96 18.17 3.98 54.29 4.41 1.56 0.15 100.00
II Valle de Bravo 0.39 26.24 2.73 8.58 8.11 47.94 4.31 1.58 0.11 100.00
XVII Nicolás Romero 0.33 21.55 5.35 10.98 2.91 39.71 17.81 1.22 0.14 100.00
ESTADO DE 0.59 21.16 8.05 16.10 5.76 29.99 16.16 1.19 1.00 100.00
MÉXICO
las geografías (aplicaciones)
I Cuernavaca 0.61 15.80 3.15 21.29 14.94 28.01 14.72 0.69 0.79 100.00
II Cuautla 0.59 9.58 4.03 15.97 22.00 40.16 6.22 0.83 0.62 100.00
III Yautepec 0.58 11.03 2.68 29.31 15.74 32.03 6.02 0.66 1.95 100.00
IV Jojutla 0.34 7.93 3.01 21.05 19.60 43.46 3.25 0.64 0.72 100.00
MORELOS 0.53 11.29 3.18 22.25 17.78 35.42 7.80 0.70 1.04 100.00
313
REGION 0.66 19.01 7.08 16.20 7.36 28.76 18.80 0.95 1.18 100.00
CENTRAL
Fuente: Resultados electorales del 6 de julio de 1988. Comisión Federal Electoral.
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laberintos geográficos: una antología
Gráfica 1a. Zona Metropolitana de la Cd. de México: Tendencia espacial del voto
Gráfica 1b. Zona Metropolitana de la Cd. de México: Tendencia espacial del voto
314
315
316
Cuadro 4. Continuación
Distritos electorales padrón número % de abst. % de part.
electoral de votos
XXXVII Iztapalapa 119042 72841 38.81 61.19
XL Iztapalapa 335702 187002 44.30 55.70
XXII Coyoacán 194229 111676 42.50 57.50
XXVII Coyoacán 247448 145561 41.18 58.82
XV Iztacalco 143623 82658 42.45 57.55
XXI Iztacalco 143249 86955 39.30 60.70
XXIII Cuajimalpa 191563 108579 43.32 56.68
Magdalena 197086 116140 41.07 58.93
XXXVIII Contreras
XXIV Tlalpan 230899 129624 43.86 56.14
Distrito Federal 5095462 2903256.00 43.02 56.98
317
Cuadro 4. Continuación
Distritos electorales padrón número % de abst. % de part.
electoral de votos
XXXIV Tultitlán 197039 117799 40.22 59.78
XII Atizapán de Z. 146831 88812 39.51 60.49
XIII Huixquilucan 130879 73303 43.99 56.01
XV Chalco 177333 96431 45.62 54.38
VI Cuautitlán 170617 101900 40.28 59.72
318
319
Cuadro 5. Continuación
320
Cuadro 5. Continuación
5. Al parecer, y así se reconoce por los analistas y dirigentes del PRI, la dramá-
tica pérdida de votos que sufrió este partido en la región de estudio fue pro-
ducto, entre otros factores, de la poca capacidad de movilización demostrada
por sus sectores, que en ocasiones anteriores habían sido tan eficaces. Nues-
tros resultados indican al respecto que en general, a mayor PEA dedicada a
321
ocupaciones compatibles con las que aglutina el sector obrero menor fue el
número de votos a favor del PRI (cuadro 6).
6. Al evaluar el peso de los factores determinantes (variables) en los resultados
electorales en la región de estudio estos se asemejan a los nacionales, aunque
destaca algunos que aquí se manifiestan con mayor claridad. Indudablemen-
te, las variables que mejor explican el comportamiento electoral de la pobla-
ción de la región corresponden a la diferencia campo-ciudad y a la condición
socioeconómica (ingresos), lo que parece indicar que en última instancia es
la estructura productiva la que la cuenta del comportamiento político del
electorado (ver cuadros 7 y 8). La religión, que en otros países representa un
factor primordial, resulta ser en nuestro caso una variable poco significativa.
7. Aunque la región es predominantemente urbana, existe casi un 20% de po-
blación rural. Esta última votó, como lo ha hecho siempre, por el candidato
del PRI y no mostró una clara preferencia hacia el PAN. En cambio, el
candidato del FDN obtuvo proporcionalmente una votación urbano-rural
equivalente a la proporción de población urbana y rural en la región.
8. Los electores que apoyaron preferentemente al candidato del PAN, además
de concentrarse en los distritos urbanos, muestran un índice de masculini-
dad inferior al promedio regional (mayor proporción de mujeres), con alto
porcentaje de población en edad madura (55 años o más), con estudios más
allá de la primaria, ocupaciones en el sector terciario y niveles salariales entre
1.5 y 2.5 vsm. En los distritos donde residen, las viviendas cuentan en su
mayoría con agua potable. Adicionalmente, el PAN recibió un importante
apoyo de la PEA empresarial e incluso de trabajadores manuales. Por su
parte, el electorado que aparentemente simpatizó con el candidato del PRI
se divide en dos: el rural (indígena y analfabeta) y el urbano (de bajos niveles
salariales, sin ocupación predominante y con ingresos no mayores de 1.58
vsm). Por último, el candidato del FDN, además de haber obtenido votos
indistintamente del ámbito urbano y del rural, se vio favorecido por un
electorado joven, migrante, no activo o subempleado, en distritos con una
proporción significativa de viviendas con techo de lámina de cartón.
322
(a) Un distrito se asignó a una categoría cuando su porcentaje era superior al promedio regional.
Cuando esta condición era válida para dos o más categorías, se asignó a la de mayor diferencia relativa.
323
324
325
BIBLIOGRAFÍA
326
327
ANTECEDENTES
1
Graizbord, B. (1993), “Geografías electorales: cambio y participación en el voto de dipu-
tados federales de 1988”. Estudios Sociológicos XI (32), pp. 497-514. Quedo en deuda con el
maestro Alejandro Mina por su valiosa ayuda en el manejo de la información.
2
Se trata de votos válidos pues el total de votos emitidos fue de 23 969 773.
329
3
El censo de población de 1990 señala 45.8 millones de mexicanos mayores de 18 años y el
Registro Federal de Electores inscribió a 43.5 millones de ciudadanos de los cuales 39 millones
quedaron incluidos en las listas nominales, para finalmente recibir credencial (y aparecer en
listas definitivas) 36.4 millones de personas (contra 38 millones de empadronados en 1988).
4
Estas cifras reducidas se han utilizado para señalar el control manipulador por parte del
organismo electoral en favor del PRI -argumentos, como otros relacionados con las irregula-
ridades denunciadas, demasiado endebles, que intentan ocultar los problemas internos de los
partidos (PAN, PRD), reconocidos por ellos mismos, o su incapacidad para llegar geográfica
y socialmente al grueso del electorado nacional (Garavito, 1991); en pocas palabras, “eluden
responsabilidades y concentran la atención en el enemigo” más que en el electorado, como
bien lo señalaba Sánchez Susarrey (1991).
5
Para un análisis cuantitativo de la eficiencia de los partidos y la eficacia del voto (el signi-
ficado de la representación proporcional) véase Graizbord (1991).
6
El PAN logró la senaduría en juego en Baja California, lo que significó su primer senador
en la historia.
330
XVIII, Naucalpan, que desde 1982 no ha perdido. Para los otros partidos,
las elecciones de 1991 resultaron un desastre.
Son varios los argumentos que diversos autores presentan para explicar
estos resultados, no del todo previstos. Cornelius (1991), destaca la figura
presidencial como principal razón del triunfo de los candidatos del PRI. Se
trata, dice, de un jefe del Ejecutivo que se percibe fuerte, activo y eficaz; su
política económica está funcionando y alimenta esperanzas de una mejoría
a corto plazo en el nivel de vida; su política social con el Programa Nacional
de Solidaridad (Pronasol) es muy visible y parece haber resuelto las nece-
sidades básicas de un número importante de votantes potenciales de bajos
ingresos, además de darles, al parecer, una sensación de fortaleza (lo cual
resulta ser el mensaje subliminal de Pronasol). No habría que descartar, sin
embargo, la labor de la “militancia priísta” convenciendo a las bases en el
seccional y casi cuadra por cuadra, con lo que este partido no sólo rescató
votos de ciudadanos que de otra forma se hubieran abstenido sino que logró
atraer a los nuevos votantes, como podrá apreciarse en la estimación que
hacemos más adelante de las transferencias del voto en el estado de México.
Otros comentaristas políticos, como Sánchez Susarrey (1991), lo atri-
buyen a la “debilidad de la oposición política”. El PAN, se argumenta, tiene
muy concentrados sus votos;7 lo aqueja internamente una confrontación no
resuelta aún –a pesar de las deserciones de fechas recientesentre su presi-
dente y los integrantes del Foro Doctrinario, o bien, resulta ser un partido
excluyente que no parece interesarse ni tener capacidad para atraer un am-
plio electorado, según declaraciones de algunos de sus dirigentes (Carrillo,
1991). El Partido de la Revolución Democrática (PRD), tercera fuerza polí-
tica del país, no logra, salvo cuando forma coaliciones, obtener porcentajes
elevados del voto y eso sólo en dos o tres entidades federativas centrales,
El 86.8% del total de sus votaciones -no así de sus votos- lo acapararon cinco entidades
7
331
332
333
334
Total de Otros
Padrón Abstención PRI PAN
votos partidos*
Estado de 4 108 232 1 981 566 2 208 666 693 980 366 585 1 138 101
México 100.00 47.40 100.00 31.42 17.05 51.53
Municipios 2 301 208 1 072 616 1 228 595 329 028 241 916 657 648
conurbados 100.00 46.61 100.00 26.78 19.69 53.53
Zona 595 576 255 670 336 906 100 550 60 552 175 804
Oriente 100.00 43.15 100.00 29.85 17.97 52.18
450 025 209 967 240 058 84 877 26 997 128 383
ZM Toluca
100.00 46.66 100.00 33.96 14.72 51.30
Zona 659 090 357 400 301 609 151 005 29 802 120 883
poniente 100.00 54.23 100.00 50.05 9.88 40.07
* Se incluyen el resto de partidos que participaron en estas elecciones federales: PMS, PPS, PFCRN, PARM,
PDM Y PRT.
Fuente: Comisión Federal Electoral (CFE), Resultados por distrito electoral del Estado de México, 1988.
335
Total de Otros
Padrón Abstención PRI PAN
votos partidos*
Estado de 4 504 359 1 490 131 3 014 228 1 609 495 507 869 896 864
México 100.00 33.80 100.00 53.40 16.85 29.75
Municipios 2 295 084 676 159 1 618 925 770 290 304 681 543 954
conurbados 100.00 29.46 100.00 47.58 18.82 33.60
Valle de 2 813 392 99 651 181 741 110 932 20 106 50 703
Chalco 100.00 35.41 100.00 61.04 11.06 27.90
717 409 247 799 496 610 248 937 89 236 1 318 437
Zona Oriente
100.00 34.54 100.00 53.01 19.00 27.99
505 295 169 473 335 822 201 921 49 248 84 653
ZM Toluca
100.00 33.54 100.00 60.13 14.66 25.21
Zona 705 179 297 049 408 130 277 415 448 598 86 117
poniente 100.00 42.12 100.00 67.97 10.93 21.10
* Se incluyen el resto de partidos que participaron en estas elecciones federales intermedias: PRD, PPS,
PFCRN, PARM, PDM Y PRT.
Fuente: Instituto Federal Electoral (IFE), Resultados por distrito electoral del Estado de México, 1991.
En las elecciones federales de 1988 los candidatos del PRI a diputados obtu-
vieron en el estado de México sólo 31.42% de los 2 208 666 votos totales,
los del PAN 17.05% y los de otros partidos (principalmente las coaliciones
alrededor del Frente Democrático Nacional (FDN), ahora, parcialmente,
PRD, el 51.53%. En 1991 se dio un cambio radical a favor del PRI. Este
partido y sus candidatos obtuvieron 53.4% del total que llegó a 3 014 288 de
votos contra 29.75% de los otros partidos y 16.85% del PAN (véanse cua-
dros 1 y 2). Esto le significó al PAN mantener su mayoría en un distrito y al
PRI ganar 33 de los 34 distritos electorales en el Estado. Así, el PRI aumen-
tó su participación 21.98 puntos porcentuales en la distribución del voto
336
337
338
político según zona geográfica entre elecciones, 1988-1991
06/03/24 17:22
las geografías (aplicaciones)
339
El cálculo que realizamos para estimar las preferencias del electorado en los
términos expuestos se hizo para el estado de México y para cinco zonas en
que se dividió a la entidad; es decir, representa la suma total de todos los
10
Suponemos que las transferencias de votos se dan sólo desde/hacia el partido más “próxi-
mo” en el espectro político. Aquí manejamos OTROS/PRD, PRI y PAN como izquierda,
centro y derecha, respectivamente.
11
En rigor sólo conocemos el número de votos y no sabemos si un voto contabilizado a favor
de un partido en 1991 fue emitido por el mismo elector en 1988. En otras palabras, obtenemos
saldos netos y por lo mismo hacemos caso omiso de las diferencias estructurales que pudieran
haber entre el conjunto de electores o de ciudadanos registrados en uno y otro padrón.
340
341
12
Véase Graizbord (1990) para una discusión sobre el carácter político-electoral del
Pronasol.
342
343
CONCLUSIONES
344
345
346
BIBLIOGRAFÍA
347
348
1
Graizbord, B. y A. Mina (1993), “Población-territorio: cien años de evolución, 1985-
1990”. Estudios Demográficos y Urbanos 8 (1), pp. 31–66.
349
350
2
Véanse opiniones diversas en Garza (comp.), 1989.
351
352
353
del país (la distribución del crecimiento absoluto y relativo urbano favore-
ciendo sistemáticamente a estas ciudades en contra de la ciudad primaria)
y de la migración de las ciudades principalmente a las ciudades medias y
pequeñas que, sin duda, es contrario a rangos inferiores a los superiores o
de la periferia al centro, como sucedió durante las décadas de los cincuenta
a los setenta.
De este nuevo patrón de movimientos migratorios en nuestro país se
tienen noticias anecdóticas que involucran actitudes xenofóbicas de la po-
blación de las ciudades medias y se expresan con el inusitado dicho “haga
patria; mate un chilango”(!). Seguramente no toman en cuenta que si los
inmigrantes recientes nacieron en el D.F., no fue más que por una decisión
anterior de sus padres o abuelos de salir de aquellos lugares a los que ahora
regresan (migración de retorno), o bien que esos recién llegados por su
calificación son bienvenidos por las empresas que con el beneplácito local
se han instalado allí. El caso es que en su mayoría se trata de individuos
que perciben más claramente que otros la deseconomías que genera la me-
trópoli nacional y ahora buscan nuevas oportunidades en el cada vez más
numeroso grupo de ciudades medias del país (Excélsior, 30 de julio, 1990).
A pesar de la importancia que revisten los procesos anteriores, sus im-
plicaciones sociales políticas y económicas —sobre todo fiscales y presu-
puestales—, no han sido suficientemente exploradas y menos aún anali-
zadas y evaluadas rigorosamente en nuestro país3 —si bien los resultados
electorales recientes a nivel estatal comienzan a llamar la atención de los
analistas, de los políticos y de los funcionarios públicos.
En fin, esta dinámica —descrita en párrafos anteriores de manera su-
cinta—, se refleja en la distribución agregada de la población en el territo-
rio nacional o, en otros términos, en incrementos sustanciales en el peso
demográfico que tienen las entidades federativas “periferias” vis-a-vis las
3
Un trabajo reciente con esos propósitos es el de Aguilar, Graizbord y Sánchez (1991).
354
355
Las fuentes de datos consideradas son, por una parte, los totales de la pobla-
ción censada a nivel estatal en los censos nacionales de población y vivienda
levantados en México, 1885-1990 y, por otra, las distancias de las distintas
capitales de las entidades federativas que componen la República Mexicana
a la capital del país, así como la densidad bruta de población por kilómetro
cuadrado de cada una de ellas.
En los cuadros 1 al 3 se presentan la distribución porcentual de la po-
blación total nacional censada de cada estado para cada año censal, su den-
sidad por kilómetro cuadrado y las tasas de crecimiento intercensales.
Se analizó esta información a partir de ajustes con curvas de regresión
lineal y exponenciales de la forma
356
Laberintos.indb 357
Entidad federativa 1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990
E.U.M. 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
01 Aguascalientes 0.73 0.75 0.79 0.75 0.80 0.82 0.73 0.70 0.70 0.78 0.89
02 Baja California N. 0.06 0.06 0.00 0.16 0.29 0.40 0.88 1.49 1.80 1.76 2.04
03 Baja California S. 0.30 0.29 0.28 0.27 0.28 0.26 0.24 0.23 0.27 0.32 0.39
04 Campeche 0.67 0.64 0.57 0.53 0.51 0.46 0.47 0.48 0.52 0.63 0.65
05 Coahuila 2.00 2.18 2.39 2.74 2.64 2.80 2.79 2.60 2.31 2.33 2.43
06 Colima 0.46 0.48 0.51 0.64 0.37 0.40 0.44 0.47 0.50 0.52 0.52
07 Chiapas 2.53 2.65 2.89 2.94 3.20 3.46 3.52 3.47 3.25 3.12 3.95
08 Chihuahua 2.29 2.41 2.68 2.80 2.55 3.17 3.28 3.51 3.34 3.00 3.01
09 Distrito Federal 3.63 3.98 4.75 6.32 7.43 8.94 11.83 13.95 14.25 13.21 10.15
10 Durango 2.51 2.72 3.19 2.35 2.44 2.46 2.44 2.18 1.95 1.77 1.67
11 Guanajuato 8.14 7.80 7.13 6.00 5.97 5.32 5.15 4.97 4.71 4.50 4.91
12 Guerrero 3.33 3.52 3.02 3.95 3.88 3.73 3.56 3.40 3.31 3.16 3.23
13 Hidalgo 4.53 4.44 4.28 4.34 4.09 3.93 3.30 2.85 2.48 2.31 2.32
14 Jalisco 8.72 8.47 7.97 8.32 7.58 7.22 6.77 7.00 6.84 0.54 6.51
15 México 7.02 6.66 6.53 6.17 5.98 5.83 5.40 6.43 7.95 11.32 12.10
16 Michoacán 7.03 6.87 6.54 6.56 6.33 8.01 5.52 5.30 4.62 4.29 4.36
17 Morelos 1.17 1.18 1.18 0.72 0.80 0.93 1.06 1.11 1.28 1.42 1.47
18 Nayarit 1.09 1.10 1.13 1.14 1.01 1.10 1.12 1.12 1.13 1.09 1.01
19 Nuevo León 2.40 2.41 2.41 2.35 2.52 2.75 2.87 3.09 3.51 3.76 3.80
20 Oaxaca 7.01 6.97 6.86 6.81 6.55 6.07 5.51 4.95 4.18 3.54 3.72
21 Puebla 7.60 7.50 7.27 7.15 6.95 6.50 6.30 5.65 5.20 5.01 5.08
las geografías (aplicaciones)
22 Querétaro 1.75 1.71 1.61 1.54 1.41 1.25 1.11 1.02 1.01 1.11 1.29
23 Quintana Roo 0.06 0.06 0.06 0.08 0.06 0.10 0.10 0.14 0.18 0.34 0.61
24 San Luis Potosí 4.26 4.23 4.14 3.11 3.50 3.45 3.32 3.00 2.60 2.50 2.47
25 Sinaloa 2.20 2.18 2.13 2.38 2.39 2.51 2.46 2.40 2.63 2.77 2.72
26 Sonora 1.57 1.63 1.75 1.92 1.91 1.85 1.98 2.24 2.28 2.26 2.25
27 Tabasco 1.14 1.17 1.24 1.47 1.85 1.45 1.41 1.42 1.59 1.59 1.65
28 Tamaulipas 1.50 1.81 1.65 2.00 2.08 2.33 2.78 2.93 3.02 2.88 2.77
29 Tlaxcala 1.20 1.27 1.21 1.25 1.24 1.14 1.10 0.99 0.87 0.83 0.94
30 Veracruz 7.06 7.21 7.47 8.09 8.32 8.24 7.91 7.81 7.91 6.06 7.66
31 Yucatán 2.29 2.27 2.24 2.50 2.33 2.13 2.00 1.76 1.57 1.59 1.68
357
32 Zacatecas 3.52 3.39 3.15 2.05 2.77 2.88 2.58 2.34 1.97 1.70 1.58
Fuente: cálculos propios.
06/03/24 17:22
Cuadro 2. México: densidad de población por kilómetro cuadrado por entidad federativa, 1895-1990
Laberintos.indb 358
Entidad federativa 1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990
358
E.U.M. 6.57 0.92 7.71 7.29 8.41 9.99 13.11 17.75 24.51 33.98 41.25
01 Aguascalientes 10.89 18.32 21.56 10.25 23.78 28.93 33.65 43.54 80.50 92.94 128.78
02 Baja California N. 0.10 0.11 0.14 0.34 0.69 1.13 3.24 7.42 12.41 16.80 23.85
03 Baja California S. 0.53 0.54 0.58 0.53 0.84 0.70 0.63 1.11 1.74 2.92 4.31
04 Campeche 1.67 1.87 1.87 1.47 1.83 1.75 2.36 3.25 4.85 8.11 10.20
05 Coahuila 1.77 1.96 2.39 2.80 2.88 3.63 4.75 5.09 7.30 10.27 13.01
06 Colima 10.03 11.94 14.24 18.02 11.35 14.45 20.59 30.15 44.21 83.48 77.05
07 Chiapas 4.43 4.88 5.94 5.71 7.17 9.20 12.28 16.39 21.24 28.21 43.36
08 Chihuahua 1.19 1.33 1.64 1.63 1.71 2.53 3.43 4.97 6.53 8.12 0.87
09 Distrito Federal 313.13 381.25 480.82 804.44 820.28 1 172.47 2 034.96 3 249.42 4 585.83 5 891.31 5 494.97
10 Durango 2.71 3.09 4.04 2.81 3.38 4.04 5.28 8.36 7.85 9.88 11.30
11 Guanajuato 34.39 34.71 35.36 28.13 32.29 34.21 43.44 56.74 74.22 98.27 130.12
12 Guerrero 8.75 7.51 9.32 8.89 10.08 11.49 14.41 18.60 25.04 33.07 41.10
13 Hidalgo 27.89 28.83 30.81 29.65 32.29 36.78 40.52 47.39 56.83 73.74 80.61
14 Jalisco 14.07 14.40 15.08 14.87 15.60 17.70 21.8 30.49 41.14 54.56 65.87
15 México 42.31 43.54 40.11 41.22 40.14 53.40 64.89 88.43 178.61 352.47 457.38
16 Michoacán 15.18 15.83 10.57 15.70 17.51 19.74 23.77 30.93 38.83 47.02 59.03
17 Morelos 30.00 32.41 30.35 20.94 20.76 36.98 55.22 78,18 124.70 101.08 241.93
18 Nayarit 5.09 5.43 0.20 5.91 0.07 7.85 10.50 14.12 10.70 28.29 29.55
19 Nuevo León 4.01 5.08 5.66 5.21 6.47 8.38 11.47 18.71 28.25 38.93 47.81
20 Oaxaca 9.50 0.05 10.91 10.23 11.37 12.51 14.90 18.11 21.16 24.84 31.66
21 Puebla 28.08 30.11 32.48 30.22 33.92 38.17 47.93 58.19 73.95 98.70 121.41
22 Querétaro 19.24 19.74 20.79 18.71 19.89 20.80 24.32 30.17 41.25 82.84 88.73
23 Quintana Roo 0.18 0.18 0.18 0.22 0.21 0.37 0.54 1.00 1.75 4.40 0.80
laberintos geográficos: una antología
24 San Luis Potosí 8.77 9.16 9.99 7.00 9.29 10.80 13.62 16.88 20.40 26.63 31.85
25 Sinaloa 4.89 5.11 5.57 5.87 8.81 8.48 10.94 14.43 21.80 31.84 38.06
26 Sonora 1.10 1.20 1.44 1.49 1.71 1.97 2.76 4,24 5.94 8.19 0.85
27 Tabasco 5.08 6.48 7.61 0.53 9.08 11.58 14.71 20.13 51.18 43.10 60.87
28 Tamaulipas 2.57 2.74 3.13 3.50 4.31 5.75 9.00 12.83 18.25 24.11 28.11
29 Tlaxcala 42.58 44.03 47.05 45.02 52.49 57.25 72.70 38.58 107.47 142.21 195.12
30 Veracruz 12.54 13.47 15.58 15.03 18.91 22.24 28.02 37.46 52.40 73.99 85.36
31 Yucatán 7.52 7.87 8.63 9.11 9.81 10.63 13.14 15.61 10.28 27.04 34.66
32 Zacatecas 8.06 6.16 6.36 5.06 6.12 7.54 8.87 10.90 12.68 15.15 17.03
Fuente: cálculos propios.
06/03/24 17:22
Cuadro 3. México: tasas de crecimiento intercensales por entidad federativa, 1895-1990
Laberintos.indb 359
Entidad
1885-1900 1900-1910 1910-1921 1921-1930 1930-1940 1940-1950 1950-1960 1960-1970 1970-1980 1980-1990
federativa
E.U.M. 0.0104 0.0108 -0.0050 0.0132 0.0177 0.0269 0.0207 0.0340 0.3210 0.0200
01 Aguascalientes 0.0164 0.0164 -0.0113 0.0194 0.0202 0.0149 0.0201 0.0347 0.0423 0.0339
02 Baja California N. 0.0258 0.0256 0.0920 0.0672 0.0517 0.1086 0.0204 0.0549 0.0297 0.0356
03 Baja California S. 0.0080 0.0080 -0.0780 0.0166 0.0091 0.0165 0.0207 0.0478 0.0514 0.0406
04 Campeche 0.0001 0.0001 -0.0125 0.0093 0.0068 0.0297 0.0375 0.0426 0.0509 0.0237
05 Coahuila 0.0200 0.0200 0.0083 0.0095 0.0240 0.0266 0.0293 0.0216 0.0328 0.0244
06 Colima 0.0178 0.0178 0.0168 -0.0351 0.0249 0.0352 0.0388 0.0405 0.0356 0.0211
07 Chiapas 0.0198 0.0190 -0.0040 0.0210 0.0257 0.0285 0.0203 0.0272 0.0278 0.0450
08 Chihuahua 0.0216 0.0216 -0.0010 0.0045 0.0407 0.0302 0.0328 0.0288 0.0213 0.0203
09 Distrito Federal 0.0290 0.0290 0.0231 0.0281 0.0371 0.0553 0.0479 0.0364 0.0245 -0.0071
10 Durango 0.0270 0.0270 -0.0355 0.0168 0.0185 0.0261 0.0191 0.0221 0.0225 0.0138
11 Guanajuato 0.0019 0.0019 -0.0226 0.0126 0.0059 0.0236 0.0270 0.0283 0.0275 0.0291
12 Guerrero 0.0218 0.0218 -0.0047 0.0113 0.0136 0.0224 0.0258 0.0313 0.0272 0.0225
13 Hidalgo 0.0067 0.0067 -0.0038 0.0078 0.0133 0.0095 0.0198 0.0191 0.0254 0.0202
14 Jalisco 0.0047 0.0047 -0.0014 0.0047 0.0125 0.0205 0.0341 0.0316 0.0277 0.0195
15 México 0.0057 0.0057 -0.0111 0.0103 0.0150 0.0192 0.0324 0.0756 0.0679 0.0270
16 Michoacán 0.0058 0.0058 -0.0054 0.0100 0.0123 0.0182 0.0267 0.0238 0.0205 0.0216
17 Morelos 0.0115 0.0115 -0.0537 0.0225 0.0336 0.0399 0.0353 0.0496 0.0424 0.0241
18 Nayarit 0.0132 0.0132 -0.0048 0.0025 0.0265 0.0289 0.0300 0.0352 0.0283 0.0120
19 Nuevo León 0.0108 0.0108 -0.0082 0.0198 0.0288 0.0310 0.0384 0.0480 0.0388 0.0213
20 Oaxaca 0.0093 0.0093 -0.0064 0.0096 0.0097 0.0172 0.0197 0.0181 0.0157 0.0252
las geografías (aplicaciones)
21 Puebla 0.0076 0.0076 -0.0072 0.0106 0.0121 0.0225 0.0196 0.0252 0.0283 0.0214
22 Querétaro 0.0052 0.0052 -0.0105 0.0056 0.0046 0.0154 0.0218 0.0330 0.0415 0.0369
23 Quintana Roo 0.0093 0.0093 0.0107 -0.0029 0.0597 0.0361 0.0640 0.0602 0.0052 0.0833
24 San Luis Potosí 0.0087 0.0087 -0.0537 0.0242 0.0162 0.0229 0.0240 0.0211 0.0261 0.0185
25 Sinaloa 0.0087 0.0087 0.0053 0.0135 0.0226 0.0251 0.0280 0.0437 0.0373 0.0184
26 Sonora 0.0182 0.0182 0.0036 0.0128 0.0145 0.0335 0.0487 0.0357 0.0314 0.0192
27 Tabasco 0.0161 0.0161 0.0116 0.0057 0.0251 0.0236 0.0318 0.0464 0.0319 0.0369
28 Tamaulipas 0.0132 0.0132 0.0140 0.0166 0.0298 0.0447 0.0361 0.0372 0.0273 0.0159
29 Tlaxcala 0.0067 0.0087 -0.0031 0.0128 0.0089 0.0236 0.0199 0.0203 0.0274 0.0329
30 Veracruz 0.0145 0.0145 0.0024 0.0157 0.0186 0.0226 0.0204 0.0354 0.0339 0.0147
359
31 Yucatán 0.0093 0.0093 0.0053 0.0068 0.0082 0.0209 0.0174 0.0221 0.0332 0.0257
32 Zacatecas 0.0033 0.0033 -0.0228 0.0175 0.0215 0.0160 0.0208 0.0158 0.0173 0.0121
Fuente: cálculos propios.
06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología
Año A B R2
1895 0.04521749 -0.00001621 0.22252356
1900 0.04505728 -0.00001603 0.22729852
1910 0.04436374 -0.00001522 0.21842311
1921 0.04403370 -0.00001486 0.19070603
1930 0.04132518 -0.00001304 0.22000013
1940 0.04116653 -0.00001283 0.21865175
1950 0.04091148 -0.00001252 0.19070603
1960 0.04025495 -0.00001165 0.15002232
1970 0.04064149 -0.00001215 0.14672044
1980 0.04151483 -0.00001328 0.15331829
1990 0.04018648 -0.00001156 0.14911661
Fuente: cálculos propios.
Gráfica 1. México: población vs. distancia año censal, 1895 y 1990 (ajuste lineal)
360
Año A B R2
1895 0.03471383 -0.00001438 0.78336358
1900 0.03566789 -0.00001450 0.86505951
1910 0.03555120 -0.00001440 0.86569546
1921 0.03428152 -0.00001302 0.89654386
1930 0.03216575 -0.00001114 0.91331159
1940 0.03310689 -0.00001188 0.91447575
1950 0.03214437 -0.00001090 0.93123583
1960 0.03072053 -0.00000963 0.94737418
1970 0.02993281 -0.00000887 0.95318944
1980 0.02996195 -0.00000859 0.94824556
1990 0.03053986 -0.00000819 0.96537759
Fuente: cálculos propios.
Gráfica 2. México: población vs. distancia año censal, 1895 (ajuste exponencial)
361
Gráfica 3. México: población vs. distancia año censal, 1990 (ajuste exponencial)
362
Gráfica 4. México: distancia vs. densidad año censal, 1895 (ajuste exponencial)
Gráfica 5. México: distancia vs. densidad año censal, 1990 (ajuste exponencial)
363
Para cada entidad se calculó la tasa de crecimiento para los diez periodos
intercensales comprendidos entre 1895 y 1990 (véase cuadro 7), y se grafica-
ron con las distancias de su capital al Distrito Federal. En términos generales
se observa una menor dispersión de los puntos conforme avanza el periodo
intercensal, así se tiene R2 cercana a la unidad y se estabiliza en alrededor
de 98%, con una desviación estándar oscilante similar a la tendencia del
parámetro B (coeficiente de la variable distancia). Se observa también un
aumento sistemático del valor del parámetro A (ordenada al origen), excepto
para el último periodo (véanse las curvas centenarias, gráfica 1).
Una definición heurística de centro-periferia podría ser la que incluyera
en el centro al D. F. y al Estado de México, y en la periferia a las demás en-
tidades federativas. En el cuadro 7 se presentan para el periodo 1895-1990
las poblaciones censadas, sus porcentajes con respecto al total nacional y
a las tasas de crecimiento intercensales de las dos regiones consideradas: por
un lado, el D. F. y el Estado de México y, por otro, el resto de los estados.
En cuanto a las tasas de crecimiento intercensales se observa que desde
1895 a 1980 eran superiores las tasas de crecimiento para la región formada
por el D. F. y el Estado de México, invirtiéndose en el periodo 1980-1990
364
cuando se tiene una tasa de crecimiento anual de 1.94% contra 4.57% para
el resto de los estados. Lo anterior puede explicarse por la mayor propor-
ción de población que en dicho periodo alcanzan las entidades periféricas
en comparación con la región centro. Pero al mismo tiempo, el sentido del
crecimiento de la población, notorio para el último periodo intercensal
indicaría la consolidación de un proceso que se inició en México hacia los
treinta (Mier y Terán y Rabell, 1990) conocido como la “transición demo-
gráfica” que se manifiesta en los cambios que los movimientos y flujos mi-
gratorios internos sufren en sus orígenes y destinos en favor de las periferias,
independientemente de las escalas de análisis.
365
366
intercensales para el centro y la periferia, 1895-1990
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las geografías (aplicaciones)
Las gráficas, cuadros y curvas centenarias formados por los valores de los
parámetros de las funciones utilizadas -creemos-, dan cuenta claramente de
la evolución que ha experimentado la distribución de la masa poblacional en
el territorio nacional durante este largo periodo de cien años. Sus formas de
campana, cíclicas y logísticas darán pie y exigirán explicaciones teóricas que
ahora no están aun suficientemente desarrolladas.
En todo caso, los parámetros (R2, A y B) muestran la descentralización
o desplazamiento del centroide poblacional del país hacia la periferia y la
importancia cada vez menor de las localizaciones centrales para explicar la
distribución de la población y su crecimiento en el territorio nacional lo
que, en otras palabras, quiere decir que son las localizaciones periféricas las
que cada vez en mayor medida experimentan o garantizan un mayor creci-
miento demográfico. Su atención seguramente será prioritaria desde el punto
de vista económico y político por parte de los gobiernos de este país.
BIBLIOGRAFÍA
367
368
INTRODUCCIÓN
1
Graizbord, B. y A. Mina (1994), “Los ámbitos geográficos del componente migratorio de
la ciudad de México”. Estudios Demográficos y Urbanos 9 (3), pp. 609–628.
369
370
Aquí nos interesa mostrar sólo una parte de esta geografía que atañe al
ámbito metropolitano de la Ciudad de México. Como se sabe, la tasa de
crecimiento de la ZMCM se redujo drásticamente en la década 1980-1990,
al pasar su población de casi 14 a cerca de 15 millones de habitantes (cuadros
1a y 1b). Algunos municipios metropolitanos y casi todas las delegaciones
del D.F. perdieron población. En términos absolutos, el decremento pobla-
cional en el Distrito Federal durante el decenio fue de casi 600 000 personas,
equivalente a 6.7% del total de sus 8 831 079 habitantes en 1980. El creci-
miento de la población se dio principalmente en la periferia metropolitana.
Los 17 municipios conurbados del Estado de México pertenecientes a la
ZMCM ganaron 1 443 359 habitantes y los otros diez colindantes con ella
aumentaron su población en 147 967 habitantes para un total de 1 590 326.
Algunos municipios mexiquenses del valle de Toluca y varias localidades y
municipios del poniente de esa entidad, que forman ya parte del ámbito de
la megalópolis2 de la ciudad de México, resintieron también el impacto del
cambio en la tendencia del crecimiento metropolitano.
Para un extenso y clásico tratamiento del concepto y del fenómeno y sus implicaciones
2
372
3
Con información censal del IX al XI censos nacionales de población y vivienda, se obtuvo
a nivel municipal el número de personas en cada uno de los municipios, los que sirvieron
para regionalizar y estimar con base en el método indirecto desarrollado por Rodolfo Corona
(1987) los saldos netos migratorios internos y externos, de acuerdo con la región definida (T)
la cual se divide en subregiones (A, B, C, ...) y éstas se forman de municipios (j). El objetivo
es estimar dichos saldos netos migratorios internos y externos, entendiendo por internos a la
migración entre la región A y el o los municipios j y los externos a la migración entre los mu-
nicipios de la región T sin considerar a los que están en la región A y el o los municipios j. La
migración total es la suma de los saldos netos migratorios internos y externos.
373
Cabe señalar que los orígenes de la migración varían según los desti-
nos. Así, los municipios conurbados y algunos de la zona metropolitana
de Toluca (ZMT) reciben población procedente del D.F., mientras que el
resto, salvo algunos casos que se indicarán después, reciben inmigrantes de
municipios aledaños o de otras entidades colindantes.
En el cuadro 2 se presenta una clasificación de los municipios por zo-
nas geográficas en categorías según su incremento porcentual de población
y su tasa de crecimiento debida a la migración. En la primera categoría se
incluyen ocho municipios que pierden población absoluta a pesar de su
elevada tasa de crecimiento natural, por lo que puede decirse que consti-
tuyen el origen de las corrientes migratorias intermunicipales. Cuarenta
municipios más, en la segunda categoría, también muestran saldos netos
migratorios negativos, aun cuando registran un incremento poblacional
positivo, que de todos modos es menor que el promedio estatal de 29.79%
para la década.
Una tercera categoría incluye 18 municipios que han experimentado
crecimiento poblacional y un saldo migratorio positivo durante los últimos
diez años, aunque ambos indicadores resultan por debajo del promedio
estatal. Por último, en la cuarta categoría se agrupan 55 municipios que re-
gistraron incrementos porcentuales de población superiores a la media, con
tasas de crecimiento social (migración) también por encima de la estimada
para la entidad, que fue de 0.75 por ciento.
Dentro de esta última categoría se aprecia un mayor número de mu-
nicipios de la zona conurbada, así como del valle de Chalco y del resto del
valle de México, mientras que en la segunda categoría se concentran muni-
cipios del valle de Toluca y de la zona poniente (norte y sur) de la entidad.
Los primeros resultan ser receptores de migrantes urbanos, procedentes de
la ciudad de México, que escapan a los costos de la contaminación, el con-
gestionamiento y el deterioro de la calidad de vida en el D.F., o bien que
buscan simplemente mejorar su situación económica y deciden cambiar
su lugar de residencia a zonas donde suponen que encontrarán mayores
374
375
376
Valle de México Valle de Toluca Zona Poniente
Categorías de municipios por Valle de No Suma
su crecimiento poblacional* Conurbados Chalco conurbados ZO ZMT-L Resto Norte Sur %
Municipios que pierden
2 -- -- 3 -- 1 1 1 8
población absoluta y relativa
∆% (+) TCS (-) 6.61
Municipios que crecen a pesar
1 -- 2 4 3 9 11 10 40
de expulsar población
∆% (+) TCS (-) 33.06
Municipios que crecen y son
2 -- 4 1 1 2 4 4 18
receptores de migrantes
∆% (+) TCS (+) 14.88
Municipios que crecen por migración y son
17 5 9 3 3 3 9 6 55
el destino privilegiado de los migrantes
∆% (+) TCS (++) 45.45
Total de municipios 22 5 15 11 7 15 25 21
Total por zonas 53 22 46 121
Porcentaje 43.8 18.18 38.02 100
Fuente: Graizbord y Mina (1993b).
* Estimaciones indirectas de saldos netos migratorios por municipio para el periodo 1980-1990.
laberintos geográficos: una antología
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las geografías (aplicaciones)
4
Esta información podría ser de utilidad para la planeación y programación del desarrollo
urbano si se cruzara con aquella que registra los niveles de dotación de bienes y servicios públi-
cos (en red o puntuales). Asimismo, permite comparar diferentes niveles de oferta y demanda
de servicios públicos con requerimientos de inversión: municipios cuyo crecimiento demográ-
fico se basa en la descentralización de la población metropolitana que requiere de inversiones de
capital económico (infraestructura física: redes de agua, drenaje, carreteras, etc.); otros donde
el crecimiento natural de la población exige inversiones de capital social (equipamiento social:
escuelas, clínicas, centros deportivos, etc.) y otros más donde sería importante. inducir la inver-
sión productiva directa pública o privada, para retener o arraigar a los migrantes potenciales.
377
378
379
380
Esto no evita que otros municipios alejados y fuera de esta zona sean recep-
tores de una proporción mayor de inmigrantes del Distrito Federal que de
cualquiera otra entidad federativa. En efecto, sólo 40 de los 121 municipios
registran migración mayoritaria proveniente de las demás entidades. Casi
todos ellos -salvo excepciones, como Chiconcuac, Teotihuacán, Naucalpan
y Texcoco, entre otros- se ubican a distancias mayores de 80 km del Distrito
Federal.
En el caso del municipio de Toluca, por ejemplo, 47% de los inmi-
grantes era residente del Distrito Federal antes de 1985. El resto tenía su
residencia habitual en diversas entidades, entre las que destacan Michoa-
cán, Veracruz y Guerrero, pero también Hidalgo, Puebla y Guanajuato en
menor cuantía.
381
382
patrones, pero falta dilucidar las razones que tienen los migrantes para deci-
dir cambiar su lugar de residencia, y los factores locales en el origen y el des-
tino que determinan y condicional tal decisión. Contestar estas interrogan-
tes sería motivo de una investigación de mayor profundidad que permitiera
relacionar las condiciones de vida en el origen y el destino y comparar las
pautas de movilidad de la población en distintas escalas. En la siguiente sec-
ción veremos sólo los orígenes y destinos estatales de la migración capitalina.
5
Si sólo se tratara del trabajo se convertirían en commuters o transmigrantes (Acuña, 1988).
383
hacia el Distrito Federal. De tal suerte que el balance migratorio fue, por
primera vez en cincuenta años, negativo en esta última entidad, alcanzando
una cifra de 737 000 personas. Por estados, sólo Guerrero y Oaxaca fueron
la excepción pues su balance resultó favorable al Distrito Federal con 884
y 5 303 personas, respectivamente. Del millón de habitantes que perdió el
Distrito Federal en el quinquenio, la mayoría (548 974) escogió como des-
tino al Estado de México (53%). Las preferencias de los migrantes del D.F.
no coinciden de manera recíproca con las de los migrantes de las entidades
federativas correspondientes. En otras palabras, los flujos en ambos senti-
dos no son necesariamente equivalentes. Así, los del Distrito Federal prefie-
ren de manera notoria ir a vivir al Estado de México, aunque hay muestras
de que un porcentaje importante de defeños optó por otras entidades de la
región centro de México, como Morelos (3.1%) y Querétaro (2.66%); del
occidente como Jalisco (3.6%) y Michoacán (3.4%); del Bajío, como Gua-
najuato (3.45%); y del norponiente, como Baja California (2.5%). Todas
estas entidades recibieron junto con Puebla (3.7%) y Veracruz (3.37%),
que también destacan como destino, 25.8% del total de emigrantes del
Distrito Federal durante el quinquenio. Por el contrario, los inmigrantes
al Distrito Federal vienen en una alta proporción del Estado de México
(27%), pero también de Puebla (10.5%), Veracruz (9.5%), Oaxaca (8.6%)
e Hidalgo (7.7%). De este modo la región centro sigue siendo, con mucho,
la principal fuente de migración hacia el D.F., aunque ya en menor escala
que en décadas pasadas. Por su parte, Guerrero y Michoacán (5.6 y 5%, res-
pectivamente) mantienen también en esta última década su tradición como
entidades de origen de los migrantes a la principal metrópolis del país.
Una modalidad migratoria de interés es la que involucra a las tres gran-
des zonas metropolitanas. Con los datos estatales es posible tener sólo una
aproximación del sentido y volumen de estas transacciones migratorias
intermetropolitanas.6 El balance con Jalisco es negativo para el Distrito
6
La ZMCM incluye 100% de la población del D. F. Y casi 70% de la población del Estado
de México; la población de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) equivale a 43% de
384
Federal en 28 512 individuos. Esto significa que del Distrito Federal sa-
lieron 37 330 personas para irse a radicar a Jalisco (¿zona metropolitana
de Guadalajara?) por 8 818 jaliscienses que llegaron al Distrito Federal en
el quinquenio. Con Nuevo León (¿zona metropolitana de Monterrey?) el
saldo es también contrario al Distrito Federal en 7 752 individuos. Esto
resulta de un intercambio de 10 921 “defeños” por 3 169 neoleoneses.
Regionalmente, también el norte resulta con un saldo positivo de inmi-
grantes del Distrito Federal, pues mientras que esta última entidad aportó
72 360 migrantes, de la región fronteriza (Baja California, Sonora, Chi-
huahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) llegaron 15 231 al Distrito
Federal. Cabe señalar que esta cifra representa 5.1% del total de inmigran-
tes al Distrito Federal y la primera 7% de sus emigrantes totales. La dife-
rencia absoluta de 57 129 significó 7.7% del saldo neto migratorio negativo
del Distrito Federal.
REFLEXIONES FINALES
385
386
Cuadro 5. Continuación
Entidad Inmigración % Emigración % I-E %
Tabasco 2 786 0.93 5 368 0.52 -2 582 0.35
Colima 785 0.26 3 211 0.31 -2 426 0.33
Sinaloa 2 743 0.92 5 139 0.50 -2 396 0.32
Nayarit 789 0.26 2 738 0.26 -1 949 0.26
Campeche 929 0.31 2 574 0.25 -1 645 0.22
Guerrero 16 649 5.58 15 765 1.52 884 -0.12
Oaxaca 25 696 8.62 20 393 1.97 5 303 -0.72
Total 298 235 100.00 1 035 758 100.00 -737 523 100.00
Fuente: XI Censo General de Población y Vivienda 1990, INEGI, México, 1991.
387
Berry (1972), en un artículo que marcó la pauta para analizar los fenó
menos espacio-temporales —cuyo título decía ya mucho: “Difusión jerár-
quica: las bases de filtración y dispersión en un sistema de centros de cre-
cimiento”—, señalaba las dos modalidades que pudieran ser de interés en
un estudio como el que aquí hemos emprendido. En efecto, en un marco
de evolución cíclica del proceso de urbanización y de los procesos que lo
determinan o, como lo llaman Geyer y Kontuly (1993), de “urbanización
diferencial”, cabría pensar que en esta etapa descentralizadora del crecimien-
to metropolitano, el comportamiento y las decisiones locacionales de la po-
blación y la fuerza de trabajo, así como de las empresas o del capital, se dan
en dos escalas:
8
El juego de suma cero es aquél en el que lo que unos ganan los otros lo pierden (Thurow,
1980).
388
389
BIBLIOGRAFÍA
390
391
392
393
México”, en Adrián Guillermo Aguilar, Luis Javier Castro Castro y Eduardo Juárez Aguirre
(Coords.), El Desarrollo Urbano de México a fines del Siglo XX, México: INSEUR Y SOMEDE,
1995, pp. 101–114.
395
1980 % 1990 % %b
Distrito Federal 8,831,079 62.84 8,235,744 54.73 -6.74
Municipios
5,221,615 37.16 6,811,941 45.27 30.46
conurbados
ZMCM 14,052,694 100.00 15,047,685 100.00 7.08
a
La ZMCM incluye las 16 delegaciones del DF y 27 municipios del Estado de México.
b
Incremento decenal.
1980 % 1990 % %b
Distrito Federal 8,831,079 64.30 8,235,744 56.48 -6.74
Municipios
4,903,575 35.70 6,346,934 43.52 29.43
conurbados
ZMCM 13,734,654 100.00 14,582,678 100.00 6.17
a
La ZMCM incluye las 16 delegaciones del Distrito Federal y 17 municipios del Estado de México.
b
Incremento decenal.
396
397
398
elevada tasa de crecimiento natural, por lo que puede decirse que cons-
tituyen el origen de las corrientes migratorias intermunicipales. Cuarenta
municipios más, en la segunda categoría, también muestran saldos netos
migratorios negativos, aun cuando registran un incremento poblacional po-
sitivo que de todos modos es menor que el estatal de 29.79% para la década.
Una tercera categoría incluye 18 municipios que han experimentado
un crecimiento poblacional y un saldo migratorio positivo durante los últi-
mos 10 años, aunque ambos indicadores resultan por debajo del promedio
estatal. Por último, en la cuarta categoría se agrupan cincuenta y cinco
municipios que registraron incrementos porcentuales de población supe-
riores a la medida con tasas de crecimiento social (migración) también por
encima de la estimada para la entidad que fue de 0.75%.
Dentro de esta última categoría se aprecia un mayor número de mu-
nicipios de la Zona conurbada así como del Valle de Chalco y del resto
del Valle de México, mientras que en la segunda categoría se concentran
municipios del Valle de Toluca y de la zona poniente (norte y sur) de la
entidad. Los primeros resultan ser receptores de migrantes tanto urbanos,
procedentes de la Ciudad de México, que escapan a los costos de la con-
taminación, el congestionamiento y el deterioro de la calidad de vida en
el DF, como rurales de la propia entidad, que buscan mejorar su situación
económica y deciden cambiar su lugar de residencia a zonas donde suponen
que encontrarán mayores oportunidades de trabajo y mejores condiciones
de vida. Los segundos, por su parte, reciben migrantes de otras entidades,
como se verá en la siguiente sección de trabajo.
Puede observarse en el análisis que el incremento porcentual de la po-
blación y la tasa de crecimiento social mantienen una relación estable hasta
el punto en que la segunda alcanza un valor de 4.5% aproximadamente y a
partir de ahí se afecta fuertemente el crecimiento absoluto de la población.
En otras palabras, los municipios que entran a esta dinámica de fuerte in-
migración son los que crecen de manera muy rápida, lo cual repercute en el
desempeño de los ayuntamientos en términos de capacidad administrativa
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laberintos geográficos: una antología
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406
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En esta tercera parte del trabajo y de manera muy apretada intentamos iden-
tificar algunos rasgos de otra geografía de la migración o, más bien, de otra
escala de la geografía migratoria del país. La escala es la del territorio nacional
subdividido en entidades federativas. El evento o proceso geográfico que se
reporta es el flujo de emigrantes e inmigrantes del DF hacia y desde el resto de
estados de la República Mexicana que se registró en el censo de población
de 1990 como población de 5 años y más que en 1985 residía en otra entidad
2
Si sólo se tratara del trabajo se convertirían en “commuters” o transmigrantes (Acuña,
1988).
408
409
BIBLIOGRAFÍA
410
411
ledad Loaeza (coord.), Gran Historia México Ilustrada. Tomo V, El siglo XX mexicano. El siglo
del cambio, de 1920 a nuestros días. México: Planeta, CONACULTA-INAH, pp. 201–220.
413
Enfoque de la geografía
414
La ciencia geográfica propone dos criterios prácticos para delimitar una re-
gión o un espacio determinado de la superficie terrestre. Por un lado, existe
la posibilidad de identificar una región con base en la presencia de atributos
socioculturales y/o económicos que permiten reconocer un territorio homo-
géneo o bien un espacio geográfico cohesionado funcionalmente -la cohe-
sión funcional es la relación estrecha que se establece por complementación
(básicamente de tipo económico) entre áreas o centros no necesariamente
415
416
417
Como sea que se conciba esta transformación del paisaje, las condi-
ciones actuales del territorio resultan de la relación del hombre con los
recursos a su alcance y, cada vez más, de la interacción entre el desarrollo
urbano y el rural. Las acciones directas e indirectas sobre el hábitat natural
y sus atributos son prácticamente perceptibles en cualquier lugar del mun-
do. Así lo confirman en la actualidad no sólo el atractivo paisaje artificial
de los campos de cultivo o los bosques sembrados, sino, dramáticamente,
la erosión del suelo, la desertización y deforestación o la acumulación de
gases invernadero en la atmósfera, que es causa del cambio climático que
experimenta el planeta.
418
Las fronteras entre países y estados coinciden algunas veces con accidentes
naturales del terreno. Un río como frontera constituye un recurso que de-
limita pero que representa al mismo tiempo un reto para su manejo y uso
compartido. Otra frontera es la cota superior o más alta de un sistema mon-
tañoso, parteaguas de laderas arboladas y serranías a cuyos lados se extiende
uno y otro territorio; tal es el caso de los estados de México y Michoacán o
bien, de Sinaloa y Sonora, en estos casos se comparte una misma montaña,
un mismo sistema forestal.
Las fronteras responden a líneas imaginarias definidas a veces en coor-
denadas geográficas -un paralelo o un meridiano- o bien líneas en zigzag
con múltiples vértices perfectamente localizados. Pero a veces la división
no está trazada en forma clara, pues surge de divisiones míticas o heredadas
que separan un territorio social de otro. Se trata de líneas imaginarias o
zonas que, aunque no estén reconocidas de manera forma o jurídica, divi-
den grupos étnicos, religiosos o culturales, como el caso de las “regiones de
refugio” expresadas cultural y territorialmente a partir de la presencia física
y los valores culturales de grupos étnicos que han sido empujados por la
“civilización” moderna o han vivido allí desde tiempos inmemoriales y en
ocasiones, como en Chiapas, intentan un reconocimiento explícito de sus
diferencias.
Las fronteras presentan casi siempre problemas de manejo. Las cuencas
hidrológicas abarcan una parte del territorio que involucra a los usuarios
cuenca arriba con los de cuenca abajo, los de un lado de la rivera con los
del otro. Donde el territorio se divide por líneas fronterizas que no corres-
ponden a algún accidente topográfico es común que se trate de un paisaje
que requiere continuidad para su funcionamiento normal o natural, como
sería el tránsito de macrofauna (linces, borregos, venados, monos, etcétera).
Otro caso oculto a la vista pero presente en las relaciones humanas es el del
subsuelo. Los recursos enterrados, como por ejemplo los mantos acuíferos,
419
Recursos
420
El paisaje
421
Durante mucho tiempo se pensó que la riqueza de nuestro país era ilimi-
tada al grado de ver en su forma geográfica un “cuerno de la abundancia”.
El origen de este mito -que se resiste a desaparecer a pesar de los hechos
contundentes de la crisis ambiental actual- puede rastrearse en el siglo XIX.
Enrique Krauze en su libro Mexicanos eminentes (1999) dice a propósito
de la influencia de Alejandro de Humboldt en México: “Lucas Alamán le
escribió [a Humboldt] hacia 1825: ´Por vuestras luminosas obras… puede
formarse una idea de lo que México llegará a ser regido por una buena
constitución, ya que este país posee todos los elementos indispensables
para su prosperidad´…”A esto Krauze comenta: “Este intercambio epis-
tolar de entusiasmo casi mesiánico ocurría… en el momento de una fugaz
esperanza colectiva… El ánimo correspondía puntualmente a sus reflexio-
nes sobre la riqueza y potencialidad del suelo mexicano. Los criollos mexi-
canos… llegaron a leer el célebre ensayo de Humboldt publicado en 1811
más como una profecía nacional que como un libro científico”. En efecto,
para Humboldt -continúa Krauze-: “El vasto reino de la Nueva España,
bien cultivado, produciría por sí solo todo lo que el comercio va a buscar
en el resto del globo: el azúcar, la cochinilla, el cacao, el algodón, el café, el
trigo, el cáñamo, el lino, la seda, los aceites y el vino. Proveería de todos los
metales, sin excluir el mercurio; sus excelentes maderas de construcción y
la abundancia de hierro y cobre favorecerías los progresos de la navegación
mexicana; bien que el estado de ellas y la falta de puertos… oponen obs-
táculos que serían difíciles de vencer”. A lo que concluye: “El tiempo y la
dura realidad desmentirían casi todos los entusiasmos”.
422
423
424
Superficie Tipos de
Zona Ecológica Porcentaje Significado
aproximada (km2) clima
Cálido húmedo con
Am
abundante lluvia en verano
1) Tropical cálida-húmeda 214,253 11
Cálido subhúmedo con
Af
lluvia todo el año
Cálido subhúmedo con
2) Tropical cálida-subhúmeda 331,119 17 Aw
lluvias en verano
Templado húmedo con
C(m)
3) Templada húmeda abundantes lluvias en verano
19,477 2
(bosque húmedo) Templado húmedo con
C(f )
lluvias todo el año
Templado subhúmedo
4) Templada subhúmeda 389,551 20 Cw
con lluvias en verano
Bs Clima semiseco
5) Árida y semiárida (desiertos) 973,877 50
Bw Clima muy seco
6) Zona inundable o de transición (En casi toda la línea costera se
19,477 I
mar-tierra (manglares y pantanos) presentan todos los climas)
Total 1’947,754 100
laberintos geográficos: una antología
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las geografías (aplicaciones)
425
426
Ecorregiones de América del Norte Distribución con respecto
Características principales
(primero y segundo niveles) a América del Norte
9 Grandes planicies Es un paisaje que Se ubican en la parte central del continente y se extiende
9.5 Planicie costera de Texas-Luisiana prácticamente comporten los desde Canadá hasta el norte de México. Clima subhúmedo-
tres países. semiárido (22 a 26°C y 300-400 mm/año). Originalmente
9.6 Planicie semiárida de Tamaulipas-Texas
contuvo una amplia gama de pastizales, sustituidos hoy en
Una porción muy día por la actividad agropecuaria. En la porción mexicana se
pequeña (9 por ciento) se caracteriza por pastizales y arbustos (mezquite-acacia).
encuentra en México.
10 Desiertos de América del Norte Aproximadamente un tercio Inmensas extensiones relativamente homogéneas de arbustos
10.2 Desiertos sonorense y de Mohave de la superficie se localiza (como la gobernadora), pastizales y cactáceas (p. ej. cardones y
en México (28 por ciento). cirios), con climas extremosos con poca lluvia (130-380 mm/
10.3 Desierto de Baja California
año). Presentan temperaturas promedio muy altas e índices de
10.4 Desierto chihuahuense evaporación altos, registrándose temperaturas récord de hasta 57°C.
11 California mediterránea La mayor superficie se Pequeño cinturón donde el clima desértico es controlado por la brisa
11.1 California mediterránea encuentra del lado de Estados marina, haciéndolo menos riguroso, más húmedo y agradable, lo
Unidos (88 por ciento). que permite el éxito de viñedos y olivos. Presenta veranos calientes
y secos e inviernos templados y húmedos (7 a 25°C, 200-1000 mm/
año).
12.1 Piedemonte de lo Sierro mexicano (82 por ciento). caracterizada por pastizales, matorrales y bosques, con climas
Madre Occidental semiáridos (12-20°C y 300-600 mm/año). El zacate azul es una
Una pequeña porción se especie importante, y son frecuentes los mezquites y huizaches.
12.2 Altiplanicie mexicono
encuentra en Estados Unidos.
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Laberintos.indb 427
Cuadro 2. Continuación
Ecorregiones de América del Norte Distribución con respecto
Características principales
(primero y segundo niveles) a América del Norte
13 Sierras templadas Paisaje primordialmente Incluye las principales montañas mexicanas, cubre aproximadamente
13.2 Sierra Madre Occidental mexicano. Una pequeña el 25 por ciento del territorio de México. Alrededor de 40 millones
porción se encuentra de personas habitan esta región y las principales ciudades del país
13.3 Sierra Madre Oriental
en Estados Unidos se localizan aquí (primordialmente en 13.4). La vegetación está
13.4 Sistema volcánico transversal (19 por ciento). constituida básicamente por coníferas y encinos de cuyas especies
13.5 Sierra Madre del Sur México presenta la mayor diversidad y endemismos.
13.6 Sierra Madre de Centroamérica
y Altos de Chiapas Son conspicuos los bosques de niebla. El clima es templado
y muy húmedo (10-22°C y 100/4000 mm/año).
14 Selvas cálidosecas Exclusivo de México Estos bosques tropicales se caracterizan por especies caducifolias
14.1 Planicies costeras y lomeríos (100 por ciento). (que pierden su follaje durante el invierno), son propiamente
secos del golfo de México selvas bajas (4-15 m) con gran riqueza de especies vegetales. Se
extienden por el lado del Pacifico hasta América Central y el
14.2 Planicie noroccidental de
extremo norte de América del Sur. Presentan un clima tropical
la península de Yucatán
con intensas precipitaciones en verano (20-29°C y 600-1600 mm/
14.3 Planicie costera, lomeríos año). Esto implica un marcado patrón estacional con una diferencia
y cañones del occidente fisonómica entre la estación seca y la húmeda (muy verde).
14.4 Depresiones intermontañas
14.5 Planicie costera y lomeríos del Pacífico
14.6 Sierra y planicies del Cabo
las geografías (aplicaciones)
15 Selvas cálidohúmedas Paisaje primordialmente Selvas tropícales húmedas altas (hasta más de 40 m) con lluvias
15.1 Planicies costeras y lomeríos mexicano. Una pequeña prácticamente todo el año (20-26°C y 1500-3000 mm, aunque en
húmedos del golfo de México porción se encuentra en la algunas áreas alcanza más de 4000). En flora y fauna es uno de los
Florida (6.7 por ciento). más ricos del mundo. Su divesidad de especies de árboles es cuatro
15.2 Planicie y lameríos de la
veces mayor que la de bosques templados del norte de América.
península de Yucatán
15.3 Sierra de los Tuxtlas
15.5 Planicies y lomeríos del occidente
15.6 Planicie costera y
lomeríos del Soconusco
427
La numeración corresponde a la clasificación original.
Fuente: Comisión de Cooperación Ambiental, Regiones ecológicas de América del Norte. Hacia una perspectiva común, CCA, 1997.
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laberintos geográficos: una antología
428
LA RELACIÓN RECURSOS-POBLACIÓN-ECONOMÍA:
DOS EJEMPLOS
429
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431
432
433
434
Fuentes: Jorge Durand (1998), “¿Nuevas regiones migratorias?” en R. Zenteno (coord.), Po-
blación, desarrollo y globalización, SOMEDE y El Colegio de la Frontera Norte, 1998, véase
también Conapo, “Perspectivas futuras de la migración de mexicanos a los Estados Unidos”
y “Los recursos enviados a México por los trabajadores migrantes en Estados Unidos”, en La
situación demográfica de México, Consejo Nacional de Población, México,1999, Francisco Alba,
“Éxodo silencioso: la migración de trabajadores mexicanos a Estados Unidos”, Foro Internacional
17, 1976, pp. 152-179.
Desigualdades regionales
Ya en los años setenta era claro que los beneficios del crecimiento económico
no se distribuían social ni espacialmente de forma equitativa. La desigualdad
crecía entre grupos, clases sociales y regiones del país.
Los resultados positivos del crecimiento económico y demográfico du-
rante el periodo se observaron sólo en algunas entidades. Esto fue así desde
el inicio del siglo XX y aun desde fines del XIX cuando en el largo gobierno
de Porfirio Díaz se construyó una economía orientada hacia el mercado
estadounidense. Coahuila y Durango en 1900 aportaron 88.5 por ciento
del valor a la producción ganadera nacional, Baja California, Chihuahua,
Sonora, Sinaloa, Durango y Tamaulipas, el 64 por ciento del valor de la
producción minera, las primeras fundidoras se establecieron en 1900 en
Nuevo León. Estas entidades alcanzaron niveles de productividad per cápita
por encima del promedio nacional. Entre tanto, la demanda interna aún
incipiente y concentrada en la capital se cubría con la actividad industrial
diversificada localizada en el centro del país.
La situación casi no cambió durante la primera mitad del siglo, a pesar
de las políticas de desarrollo social y económico del Estado mexicano. Por
435
ello, algunos autores han concluido que “las regiones que participaron en el
desarrollo iniciado a fines del siglo pasado (XIX) son las mismas que ahora
tienen un desarrollo relativamente más alto, mientras que aquellas que no
se integraron a la dinámica de la economía del porfiriato permanecen a la
zaga económica y socialmente”, si bien “las regiones más avanzadas tuvie-
ron un desarrollo acelerado, de manera que ha aumentado la brecha eco-
nómica y social que separa a las regiones avanzadas (norte y centro) de las
atrasadas (sur, sureste y península de Yucatán)” -señalan Kirsten Appendini
y Ariel Murayama en “Desarrollo desigual en México (1900-1960)” ensayo
publicado en 1992 (la cursiva es nuestra).
En síntesis, las entidades más y las menos favorecidas con respecto a un
índice de bienestar eran de mayor a menor en el primer caso y de menor a
mayor en el segundo, las siguientes:
Más favorecidas: Baja California 204,2 Distrito Federal 188, Sonora 157, Baja
California Sur 148, Chihuahua 147, Nuevo León 144, Coahuila 136 y Tamau-
lipas 136.
Menos favorecidas: Oaxaca 43, Chiapas 52, Zacatecas 56, Guerrero 58, Tlaxcala
60, Hidalgo 65, Guanajuato 65 y Tabasco 70.
Los valores del índice de bienestar asociados a cada entidad indican la distancia a la media
2
(igual a 100) como una diferencia porcentual. Por ejemplo, Oaxaca alcanza sólo 43 por ciento
del valor promedio nacional, mientras que el Distrito Federal rebasa en 88 por ciento dicho
promedio.
436
437
438
¿Qué es Commuting?
Commuting es el movimiento cotidiano de trabajadores de su vivienda a su
lugar de trabajo como sucede en el caso del Estado de México y el Distrito
Federal, y también en el de las entidades fronterizas del norte de México,
con los trabajadores legales mexicanos, o bien norteamericanos, que viven en
ciudades del lado mexicano y trabajan en la ciudad o el campo del lado nor-
teamericano. A los interesados en este tema se les recomienda revisar los es-
tudios de Beatriz Acuña (Transmigración legal en la frontera México-Estados
Unidos”, Revista Mexicana de Sociología L. Núm. 4, 1988, pp. 277-232), Bo-
ris Graizbord y Catalina Molinatti (“Movilidad megalopolitana de fuerza de
trabajo. Notas metodológicas” 1998, para el caso de la región metropolitana
de la Ciudad de México), así como Beatriz Acuña y Boris Graizbord (“Movi-
lidad cotidiana de trabajadores en el ámbito megalopolitano de la ciudad de
México”, en Javier Delgado y Blanca Ramírez, coord., Transiciones. La nueva
formación territorial de la ciudad de México, UNAM y Plaza y Valdés, 1999).
439
440
441
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laberintos geográficos: una antología
ACTIVIDAD ECONÓMICA
Localización industrial
El mapa de la geografía económica de México comienza a sufrir cambios
regionales drásticos al empezar la segunda mitad del siglo XX. En efecto,
una vez que termina la Segunda Guerra Mundial, el país entra de lleno a un
proceso de industrialización que requiere de mano de obra abundante así
442
443
444
445
Petróleo
No se ha destacado la importancia económica que ha tenido en nuestro país
la inversión productiva directa estatal en la explotación petrolera, tanto en
la extracción como en la refinación. Este sector, y otros que enseguida se
mencionarán, muestra el impacto de la inversión pública directa en activida-
des productivas o en infraestructura y obras públicas localizadas en algunos
puntos de territorio nacional para promover la industrialización y el desa-
rrollo regional o local. Transformó la geografía económica de México al abrir
regiones de crecimiento (en la costa del Golfo de México) o bien propició
actividades de servicio en aquellas localidades donde intervino. Asimismo,
con la construcción de redes de distribución energética, permitió sentar las
bases del despegue industrial en el centro y norte del país, si bien, paradóji-
camente, los recursos y las inversiones se dieron en el sur.
A partir de 1938, año de la expropiación petrolera, el Estado mexica-
no ha desarrollado este sector a partir de la exploración y explotación de
recursos petrolíferos no sólo en Tamaulipas y Veracruz sino en Tabasco y
Chiapas, y de la construcción de refinerías en Poza Rica, Minatitlán y am-
pliaciones en Ciudad Madero y Tuxpan. Adicionalmente, ha construido
plantas petroquímicas en Poza Rica, Cosoleacaque, Pajaritos (Coatzacoal-
cos), la Cangrejera, Ciudad Madero y Altamira, y una red de oleoductos y
gasoductos de Veracruz al centro del país, del istmo de Tehuantepec hacia
Salina Cruz para abastecer por mar a localidades del Pacífico, y de Tampico
a Monterrey y al norte del país. Se han construido también depósitos y
plantas de refinación en Salamanca (Guanajuato), Reynosa (Tamaulipas)
446
Electricidad
A partir de los años sesenta se ha ampliado la red de producción y distribución
de electricidad, ya sea utilizando la energía hidráulica en Orizaba y en Necaxa
que surten a la región centro del país, o bien la térmica (petróleo y gas) para
dotar de energía eléctrica a las concentraciones demográficas e industriales
de Guadalajara, Monterrey y otras ciudades fronterizas, importantes plantas
hidroeléctricas, construidas entre 1965 y 1980, son de las de Infiernillo y
Morelos-La Villita sobre el Balsas, Malpaso y Angostura sobre el Grijalva en
Chiapas y en el Bravo como la Falcón y la Amistad en Coahuila, así como
termoeléctricas en el Valle de México, Tampico, Monterrey y Torreón.
Siderurgia
Las inversiones productivas directas durante esas décadas en la siderurgia,
como es el caso de Altos Horno de México, permitieron el desarrollo del
noreste como sucedió en Coahuila (Monclova y Piedras Negras), y en Lázaro
Cárdenas-Las Truchas en el sur de Michoacán -que incluyó la construcción
de las presas en la desembocadura del río Balsas-. Tubos de Acero de México,
cerca de Veracruz, ha tenido cierto impacto en este puerto. Otras inversio-
nes más son el desarrollo minero Peña Colorada que surte no sólo a Lázaro
Cárdenas sino a la industria siderúrgica de Monclova, Veracruz y Monterrey.
Otros sectores
En el istmo de Tehuantepec, el gobierno aseguró en 1972 casi la totalidad
del capital de Azufrera Panamericana que, con la Compañía Exploradora del
447
448
En los últimos quince o veinte años concurren dos fenómenos que pueden
explicar o, más bien, servir como antecedentes de los cambios en la geografía
económica de México: la internacionalización del capital productivo aunada
a la globalización del capital financiero y el comercio en la escala mundial,
y la posibilidad concreta de fragmentar o dividir el proceso de producción y
descentralizar la plana productiva, aprovechando las economías de aglome-
ración (mercados de factores y de bienes y servicios) que ofrecen, en un nú-
mero cada vez mayor, los centros urbanos de tamaño medio. Tan importante
como lo anterior ha sido el desarrollo de las comunicaciones, que permite
reducir costos de distribución de servicios y productos en los mercados re-
gionales y, en el caso de productos exportables, en el mercado mundial.
La localización de la industria maquiladora en la frontera con Esta-
dos Unidos (el destino más importante de las exportaciones mexicanas y
el mercado más grande del mundo) y la descentralización de la actividad
manufacturera hacia otros lugares que ofrecen ventajas de localización le
han permitido crecer en volumen y valor de 1980 a 1995 más de 10 veces
(de poco menos de cuatro mil millones de dólares a poco más de cuarenta
mil). Pero la maquila localizada a lo largo de la frontera con los Estados
Unidos de Norteamérica es la parte más importante de esta transformación.
Representa un sector que explica el crecimiento del empleo manufacturero
en los últimos quince o veinte años.
En el segundo quinquenio de la década de los ochenta se experimentó
un incremento de casi tres veces en el valor total agregado de la industria
maquiladora (de 1,269.6 a 3,586.7 millones de dólares, de 1985 a 1990),
de dos y media veces en los municipios fronterizos, de casi seis veces en el
resto de municipios de los estados fronterizos y de poco más de tres veces
en otras entidades del país. En otras palabras, la maquila que se estableció
en las ciudades de la frontera ha buscado recientemente localizaciones aún
cercanas a ella, pero no necesariamente en “la línea”.
449
450
institucional que del crecimiento económico. El reto, como indica Francisco de Alba, es múl-
tiple: se trata de concebir el desarrollo no como cuestión individual o personal sino social y
colectiva; pasar del Estado interventor al administrador de la “casa pública”; y darle acomodo
a “intereses aparentemente antagónicos de devolución, autonomía y solidaridad” o de descen-
tralización, justicia territorial y equidad, aspectos cuya importancia hemos querido mostrar en
este recorrido fragmentado y parcial por el tiempo y el espacio nacionales del siglo XX.
451
DIFERENCIAS REGIONALES
EN LA GEOGRAFÍA ECONÓMICA Y SOCIAL
DE MÉXICO AL INICIO DEL SIGLO XXI1
1
Graizbord, B. y A. G. Aguilar (2006), “Regional Differences and the Economic and Social
Geography of Mexico at the Beginning of the Twenty-first Century”, en Laura Randall (ed.),
Changing structure of Mexico: political, social, and economic prospects, 2da. edición. New York
y Londres: M. E. Sharpe, pp. 91–118. The authors would like to thank Marlon Santillán and
Irma Escamilla for their participation in the research and construction of tables. Thanks also
to José Romero for his advice on investment analysis.
453
in 1990, with more than 15 million in extreme poverty2 (seven out of ten
of whom lived in rural areas). In 1999, these figures increased to 46 million
and 18 million respectively. By 2004, it was estimated that both the sha-
re and absolute number of the Mexican population living in poverty and
in extreme poverty had decreased from 1999 levels, as shown in Table 1,
which indicates that the share of indigent and poor fell from 65.4 to 56.3
percent of the population during this period.
Despite this improvement, the average income of those households in
the richest 10 percent was almost twenty-three times that of the lowest
decile in 2000, compared to fourteen in 1984 and twenty-four times in
1994. The total household income share of the richest 10 percent was 42.7
percent in 2000 compared to the middle strata (deciles IV to VII), which
together participated with 24.2 percent, and was 2.4 times the average in-
come of those in the next decile just below them (only 1.8 times in 1984).
As Table 2a shows, the Gini coefficient (a measure of inequality) increased
from 0.477 in 1984 to 0.518 in 1989 and stabilized around this mark
throughout the next decade, reaching its highest value of 0.538 in 1994.
Also, the average number of household members who became recipients
of monetary income increased from 1.58 in 1984 to 1.67 in 1989 and to
almost two (1.92) in 2000 (Table 2b).
2
Meaning not enough income for a basic diet.
454
455
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laberintos geográficos: una antología
456
3
In 1928 the Federal District was removed from the municipal system, a change that is
now being reversed thanks to the efforts of the country’s political institutions, which have
achieved significant political and democratic improvements in the capital. The fact that it now
has its own legislative body and citizens can elect their own head of government and local del-
egates reflects these advances. The first reform to allow these changes to take place was passed
in 1996, modifying Article 122 of the Constitution. The idea was to give back to citizens the
right to vote for the most important authorities without actually changing the nature of the
Federal District’s judicial system. The second reform, passed on December 4, 1999, focused
on electoral law in the capital, creating the Electoral Tribunal of the Federal District, an au-
tonomous body to regulate elections in the capital. Although these changes have opened-up
possibilities for the capital’s citizens, they do not alter the legal status of the Federal District
and still allow federal law to interfere in the actions of the capital’s government.
457
Table 3. Mexican States by Region and Income per Capita (GDPpci), 1993 and 2002
(GDPpci/ (GDPpci/
GDPpc GDPpc Growth rate
Mexican states GDPpcn) GDPpcn)
1993 a 2002 b 1993-2002
100 in 1993c 100 in 2002c
Mexico 4,101.08 5,164.65 100.00 100.00 2.60
458
Table 3. Continue
(GDPpci/ (GDPpci/
GDPpc GDPpc Growth rate
Mexican states GDPpcn) GDPpcn)
1993 a 2002 b 1993-2002
100 in 1993 100 in 2002
c c
Source: Proyecciones de población y principales características por entidad federativa, CONAPO, available at
www.conapo.gob.mx/micros/informe/anexo04.x1s; data on GDP (gross domestic product) in Producto In-
terno Bruto por Entidad Federativa, BIE, INEGI, available at http://dgcnesyp.inegi.gob.mx/bdine/ml5/
m1501109 .htm.
a
In current dollars of 1993. 1 dollar: 3.1152 current pesos of 1993.
b
ln current dollars of 2002. 1 dollar = 9.6560 current pesos of 2002.
c
Compares the state value against the national value in 1993 and 2002.
459
Some of the states within a great region have very different levels of “we-
ll-being” classifications from the others. The Mexican statistical institute
(Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) measures we-
ll-being in each state by assessing the age structure of its population, years
of school of its working population, and housing conditions (see note in
Map 1), creating an index that ranges from 1 (highest) to 7 (lowest). In
general it is not difficult to see that the majority of the states in the Nor-
th are classified with a well-being index of 2, with some exceptions, and
those in the South with a 6 or 7, while the Center is more heterogeneous.
Of course, none of these regions are homogeneous. The reader should be
aware that the larger the region, or subnational territorial unit, the greater
the internal variation among its constituent states. Consequently, we note
460
that the average well-being index for Mexico in 1995 was moderately high,
indicated by a score of 3, and also that the variations in well-being within
regions were so great that the differences in well-being among the regions
was not statistically significant.4
Nevertheless, these huge territorial entities (North, Center, and Sou-
th regions) seem to correspond to different ecological conditions, natural
endowments, historical development, cultural traits, and political preferen-
ces.5 Until recently, the South was an underdeveloped region with abun-
dant water resources,6 and not inclined yet to any political party in the
national ideological left-right spectrum; the developed industrial North
with limited water resources, but irrigated agriculture, has been historically
inclined to center-right politics; and the traditionally congested Center of
the country, where water resources are mined and polluted, with a mixture
of migrants from all over the country and a cosmopolitan and sophisticated
population, shows preferences for left-center ideologies, and has been the
leading economic, political, and cultural engine in Mexico’s development.
The statement about lack of significant difference in well-being indicators among the
4
three regions is based on t tests. The t test on the difference in well-being between the Center
and the North indicates t = .61; between Center and South, t = .74; and between North and
South t = .689.
5
Ortega (2001) argues that the critical realignment of political party affiliation according
to region that occurred in the presidential election in 2000, and was modified in the election
for the Chamber of Deputies in 2003, strengthened a pluralistic system (with three relevant
parties) that presents itself on the state level as a bi- or tri-party system with clear regional
overtones.
6
The underdevelopment led to conflicts on social, economic, and environmental issues. See
Graizbord and Arroyo 2004.
461
Table 4. Continue
Region and statesa Population (thousands) Level of well-being
Distrito Federal 8,489.00 1
Guanajuato 4,406.50 7
Hidalgo 2,112.40 4
Jalisco 5,991.10 2
México 11,707.90 5
Michoacán 3,870.60 4
Morelos 1,442.60
Puebla 4,624.30 6
Querétaro 1,250.40 4
Tlaxcala 883.9 4
Veracruz 6,737.30 6
Northa 23,909.30 3
Baja California 2112.1 2
Baja California Sur 375.4
Chihuahua 2,793.50 2
Coahuila 2,173.70 2
Durango 1,431.70 4
Nayarit 896.7 4
Nuevo León 3,550.10 2
San Luis Potosí 2,200.70 6
Sinaloa 2,425.60 2
Sonora 2,085.50 2
Tamaulipas 2,527.30 2
Zacatecas 1,336.40 4
Southa 14,161.50 6
Campeche 642.5 6
Chiapas 3,584.70 7
Guerrero 2,916.50 6
Oaxaca 3,228.80 7
Quintana Roo 703.5 3
Tabasco 1,748.70 6
Yucatán 1,336.40 4
Source: Author’s classification for North, Center, and South; for well-being level see note in Map 1.
a
Author’s classification for North, Center, and South Great Regions: we have included in those great regions
states which belong to recognized geoeconomic regions, with one exception being the five Center-North
states, of which Zacatecas and San Luis Potosí have been assigned to the North Great Region and Aguasca-
lientes, Guanajuato, and Querétaro to the Center Great Region. These last three are part of the Bajío natural
region that also includes part of Jalisco and part of Michoacán. For geoeconomic regions see Graizbord and
Ruiz 1996. Well-being level for each region was estimated by multiplying the 1995 wellbeing level for each
state by its 1995 population, and then summing the total for a region and dividing by the population far
the region.
462
GROWTH THEORIES
Regional convergence in per capita income (GDPpc) has been analyzed for Mexico by
7
Esquivel (1999) and more recently by Ocegueda (2003). For a technical study of regional
convergence of productivity per capita and salaries in Mexico, please contact graizbord@lead.
colmex.mx.
463
8
That education level is permanently related to wages and labor income has been proved
empirically through the application of different models by Becker (1964) and later by Mincer
(1974).
9
While geographers have signaled the importance of social processes and associative behav-
ior to the performance of firms in industrial districts, it was Putnam (1993, cited in Johnston
et al., 2000, 746-747) who encapsulated in the term social capital “those characteristics of
social structure or social relations that facilitate collaborative action and, as a result, enhance
economic performance.”
10
Ideas by North (1991) on the role of national social institutions can be recognized as
the background for a literature that augmented and refined regional microeconomic analysis.
North’s institutional development and Porter’s (1990) competitive advantages revived the interest
in the impact of civil institutions in regional economic performance and were, as far as we see
it, the recent building blocks for proposals of endogenous growth. See Barro (1990), Mankiw,
Romer, and Weil (1992), and Romer (1994), among others.
464
extent to which the region is able to exploit scale economies and to reap
the benefits that accrue from greater specialization. These benefits vary ac-
cording to the type of productive activity in which a region specializes. In
particular, the manufacturing sector is able to reap substantially greater
benefits from growth than accrue from landbased activities like mining and
agriculture.
Another way of looking at regional differences in growth is that techni-
cal progress diffuses across the world so that even small economies can be-
nefit without having to rely on knowledge created within their own boun-
daries. A rapid transfer of technological knowledge across regions means
that there is less reason to expect spatial disparities in growth rate, and that
spatial disparities in per capita incomes should converge over the long run
(Armstrong and Taylor, 2000).
The question is, why are there spatial disparities in growth rates? The
answer is because different economies have different incentives to invest
and to use existing technical knowledge due to more or less favorable eco-
nomic and social infrastructure, more or less developed legal and political
institutions, and more or less stable social and political environment (Arm-
strong and Taylor, 2000).
PUBLIC INVESTMENT
11
Fuentes (2003) refers to a study by Looney and Frederiksen (1981) for Mexico in the
seventies in which these authors found that infrastructure affected GDP according to type of
investment and type of region (intermediate or depressed). These authors use Hansen’s (1965)
regional typology, in which he proposes three categories: congested (relatively developed, cor-
responding to primate cities or large agglomeration regions), lagging or depressed (under-
developed poor rural areas, having few attributes that would tend to attract new economic
465
activity), and intermediate (regions offering significant advantages to businesses but not yet
generating externa! diseconomies of agglomeration).
12
Investments are made in human resources so as to improve their productivity. Costs are
incurred in the expectation of future benefits; hence, the term “investment in human resourc-
es” (Pearce 1995, 188).
466
Well-being
Mexican states EOC a SOC b OC c GDP d GDPpc e
level f
Mexico 33.37 55.95 61.42 -- 38.8
Richest
1 Distrito
1.00 g 0.4542 1.00 g 1.00 g 1.00 g 1
Federal
2 Nuevo León 0.4509 0.4815 0.6411 0.2974 0.7011 2
3 Coahuila 0.3175 0.4333 0.5163 0.142 0.5473 2
4 Chihuahua 0.2725 0.5614 0.5734 0.1868 0.5341 2
5 Aguascalientes 0.3191 0.2819 0.4133 0.0492 0.4977 2
6 Baja
0.5245 0.3761 0.6193 0.0242 0.4842 2
California Sur
7 Baja
0.5037 0.2765 0.5365 0.137 0.4688 2
California
8 Sonora 0.4695 0.4463 0.6298 0.1222 0.4516 2
9 Tamaulipas 0.3583 0.5239 0.6067 0.131 0.4069 2
10 Estado
0.3673 0.6624 0.708 0.4701 0.2988 2
de México
Moderate
11 Quintana
0.5476 0.344 0.6131 0.062 0.5762 3
Roo
12 Sinaloa 0.3678 0.6044 0.6686 0.0925 0.306 4
13 Durango 0.1787 0.7352 0.6284 0.0589 0.3326 4
14 Nayarit 0.2356 0.5573 0.5452 0.0259 0.2298 4
15 Jalisco 0.368 0.6945 0.7306 0.2825 0.3886 4
16 Colima 0.457 0.3914 0.5834 0.025 0.3844 4
17 Queretaro 0.328 0.415 0.5109 0.0749 0.4666 4
18 Tlaxcala 0.3122 0.3137 0.4303 0.024 0.2113 4
19 Morelos 0.3893 0.326 0.4919 0.0604 0.3337 4
20 Yucatán 0.3894 0.3912 0.5367 0.0585 0.3125 4
21 Guanajuato 0.2443 0.5387 0.5384 0.1481 0.3031 5
22 Michoacán 0.2162 0.7586 0.6703 0.1091 0.2183 5
23 Zacatecas 0.1361 0.6428 0.5356 0.0359 0.2395 5
467
Table 5. Continue
Well-being
Mexican states EOC a SOC b OC c GDP d GDPpc e
level f
Poorest
24 Campeche 0.2483 0.2819 0.4133 0.0492 0.6138 6
25 San Luis
0.197 0.6675 0.5945 0.0764 0.2913 6
Potosí
26 Puebla 0.1931 0.6395 0.5726 0.1508 0.2573 6
27 Hidalgo 0.2036 0.6769 0.6055 0.0661 0.2355 6
28 Tabasco 0.2108 0.5698 0.5368 0.0544 0.2301 6
29 Veracruz 0.3822 1.00g 0.9504 0.1951 0.2253 6
30 Guerrero 0.2392 0.8413 0.743 0.0752 0.2007 7
31 Chiapas 0.0897 0.9579 0.7204 0.0789 0.1676 7
32 Oaxaca 0.1597 0.8469 0.6922 0.0671 0.1614 7
Source: For EOC, SOC, and OC, see Fuentes 2003, cuadro 2; Table 3 for GDP per capita; for level of
well-being see note in Map 1.
a
EOC = Economic Overhead Capital investment, includes public investment in airports, highways, rail-
roads, ports, electricity, telecommunications.
b
SOC = Social Overhead Capital investment, includes education and health facilities.
c
OC = Sum of EOC and SOC.
d
GDP = Gross Domestic Product, which in this case indicates the relative size of the state’s economy, com-
pared with that of the largest state economy (Distrito Federal 1.00).”
e
GDPpc = Gross Domestic Product/state population for 2002 as index from highest (Distrito Federal=
1.00)
f
see note in Map 1.
g
Values are an index.
There is an apparent rationality in the EOC and SOC mix by state. Table 5
shows the highest EOC index values in the higher-income states (GDPpc
> 38.8, measured as an index where the GDPpc of the Federal District is
equal to 100, and well-being levels 1 and 2), and the highest SOC index
values in the lower-income states (GDPpc < 38.8, and well-being levels 6
and 7). Exceptions are the state of Mexico, a rich state economy with wide
socioeconomic differences but a high well-being level and a low income per
capita and, consequently, a high SOC index, and Veracruz, a relatively large
state economy, with a low well-being level and the highest SOC index.
468
PRIVATE INVESTMENT
Private investment (PI) takes place each year. The sum of private investment
was obtained as a residual, as information is not available. This residual is
obtained by subtracting foreign investment, from gross capital formation
(GKF) to obtain total national or domestic investment; public investment
(OC) is deducted from this figure to obtain private investment. In Mexico,
GKF has grown by a yearly rate of around 5 percent between 1995 and
2001. As a percentage of the country’s GDP in 1995 it reached more than
18 percent while in 2001 it reached almost 23 percent of that year’s GDP.
On the other hand private investment was 66.3 percent of GKF in 1995 and
65.4 percent in 2001. These proportions represent close to 12 percent and
15 percent of the country’s GDP in 1995 and 2001, respectively.
In aggregated terms, private investment in the Northern states in 2001
reached 16.3 percent of gross regional product, from 10.1 percent in 1995,
while the Southern states increased from 9.2 percent in 1995 to 42.1 per-
cent in 2001 of the region’s share in the country’ s GDP. These regional
differences show the contradictory impacts of the North American Free
Trade Agreement (NAFTA), as the Southern states took advantage of a
decentralizing trend. In particular, private investment was directed mainly
to tourism (Oaxaca and Guerrero) but also to oil associated activities (Ta-
basco) in the South. The private investment share in the Central Region
fell from 13.4 percent of the 1995 Gross Regional Product to 9.8 in 2001,
as a result of the absolute and relative decline in private investment in the
Federal District from US$1.4 billion and a relatively low 2.4 percent of
the GDP total in 1995 to a disinvestment of US$10.1 billion in 2001.
A partial reason for this negative figure of disinvestment in the Federal Dis-
trict was probably the decentralization of manufacturing activities as well
as of population to the neighboring states (Estado de México, Querétaro,
Puebla, etc.) and the rest of the country.
469
470
Gross domestic Gross capital Foreign direct Public investment Private investment
Mexican States product (GDP) formation (GKF) investment (FDI) (OC) (Pl) b
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Mexico 256,299.1 529,874.6 46,269.7 121,636.6 8,332.9 26,569.2 7,265.9 15,525.2 30,670.9 79,542.2
Center 153,410.7 315,313.7 29,952.8 61,191.4 5,506.1 21,921.3 3,902.0 8,272.2 20,544.6 30,997.9
Aguascalientes 2,683.4 6,466.9 832.0 1,990.0 27.1 90.1 56.3 90.8 748.6 1,809.1
Colima 1,453.9 2,838.2 323.6 870.6 3.0 2.7 41.9 92.3 278.7 775.7
Distrito Federal 59,071.2 116,392.3 7,858.0 12,934.8 4,476.9 19,521.5 1,970.4 3,501.0 1,410.6 -10,087.7
Guanajuato 8,870.5 19,076.8 1,664.0 5,348.0 6.3 217.0 179.0 391.0 1,478.7 4,740.0
Hidalgo 3,600.0 7,359.3 1,063.1 2,363.1 48.3 76.5 120.9 339.1 894.0 1,947.5
Jalisco 16,362.9 34,273.7 1,109.4 3,979.9 114.4 444.0 158.8 489.9 836.2 3,046.1
México 25,738.2 56,450.4 7,442.0 13,432.3 606.2 746.0 468.6 864.6 6,367.1 11,821.7
Michoacán 6,372.5 12,282.9 1,294.3 5,348.0 48.8 5.8 106.0 375.9 1,139.5 4,966.3
Morelos 3,593.6 7,534.3 1,664.0 1,368.1 67.6 18.5 62.0 135.0 1,534.4 1,214.6
Puebla 8,154.1 18,843.5 2,403.6 4,726.2 25.3 488.5 96.9 459.2 2,281.4 3,778.5
Querétaro 3,852.5 9,123.1 1,340.5 2,363.1 42.0 177.4 65.9 156.0 1,232.6 2,029.7
Tlaxcala 1,338.6 2,948.0 92.4 870.6 11.2 13.2 57.4 82.5 23.8 775.0
laberintos geográficos: una antología
Veracruz 12,319.3 21,724.5 2,865.9 5,596.8 29.0 120.1 517.9 1,295.1 2,318.9 4,181.6
North 75,588.0 161,761.3 11,740.8 33,953.8 2,741.6 4,430.6 1,388.6 3,229.6 7,610.6 26,293.5
Baja California 7,413.5 17,282.8 878.2 2,363.1 538.1 813.6 75.9 247.8 264.2 1,301.7
Baja California Sur 1,432.4 2,980.0 92.4 995.0 20.9 136.1 45.6 92.5 26.0 766.3
Chihuahua 10,143.1 23,068.4 924.5 5,472.4 528.7 742.1 162.8 307.9 232.9 4,422.4
Coahuila 7,852.5 16,985.0 2,311.2 3,606.8 120.4 160.6 116.9 189.7 2,073.9 3,256.5
06/03/24 17:22
Laberintos.indb 471
Table 6a. Continue
Gross domestic Gross capital Foreign direct Public investment Private investment
Mexican States product (GDP) formation (GKF) investment (FDI) (OC) (Pl) b
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Durango 3,419.2 6,691.3 184.9 1,741.2 40.5 9.9 71.0 191.5 73.4 1,539.9
Nayarit 1,586.2 3,069.8 277.3 1,741.2 2.0 33.2 68.0 116.4 207.3 1,591.6
Nuevo León 16,556.6 36,552.3 1,941.4 4,850.5 704.1 1,751.0 198.8 493.9 1,038.5 2,605.7
San Luis Potosí 4,404.8 9,124.9 277.3 2,363.1 131.5 207.1 65.6 226.9 80.2 1,929.1
Sinaloa 5,931.3 11,154.0 785.8 995.0 94.1 59.8 216.5 255.1 475.2 680.0
Sonora 7,194.6 15,010.4 1,756.5 2,984.9 155.4 175.7 140.4 320.4 1,460.7 2,488.8
Tamaulipas 7,406.2 15,711.9 2,080.1 5,223.7 393.7 336.0 193.3 607.5 1,493.0 4,280.1
Zacatecas 2,247.7 4,130.3 231.1 1,616.8 12.2 5.5 33.6 180.0 185.3 1,431.4
South 27,300.4 52,799.7 4,576.1 26,491.4 85.2 217.3 1,975.3 4,023.4 2,515.7 22,250.7
Campeche 3,096.6 5,972.3 277.3 2,363.1 0.5 -21.4 404.6 901.6 -127.8 1,482.8
Chiapas 4,851.6 9,189.1 1,155.6 5,845.5 0.4 -0.9 361.6 747.9 793.5 5,098.5
Guerrero 4,845.1 8,733.7 1,664.0 4,974.9 45.2 20.7 171.1 411.3 1,447.7 4,542.9
las geografías (aplicaciones)
Oaxaca 4,302.8 7,963.8 647.1 4,104.3 -2.1 -1.7 188.4 564.5 460.8 3,541.5
Quintana Roo 3,347.1 7,433.6 138.7 1,616.8 20.5 78.0 54.2 120.9 64.0 1,417.9
Tabasco 3,467.5 6,259.5 416.0 6,218.6 1.2 4.1 737.4 1,049.2 -322.5 5,165.4
Yucatán 3,389.6 7,247.6 277.3 1,368.1 19.5 138.5 58.0 227.9 199.9 1,001.7
471
PI = GKF - (FDI + OC).
06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología
Table 6b. Mexican States by Region: GDP, GKF, FDI, OC, and PI, 1995 and 2001 (percentages)
1995 2001
Mexican States GDP GKF FDI OC PI GDP GKF FDI OC PI
Mexico 100.0 18.1 3.3 2.8 12.0 100.0 23.0 5.0 2.9 15.0
Center 100.0 19.5 3.6 2.5 13.4 100.0 19.4 7.0 2.6 9.8
Aguascalientes 100.0 31.0 1.0 2.1 27.9 100.0 30.8 1.4 1.4 28.0
Colima 100.0 22.3 0.2 2.9 19.2 100.0 30.7 0.1 3.3 27.3
Distrito Federal 100.0 13.3 7.6 3.3 2.4 100.0 11.1 16.8 3.0 -8.7
Guanajuato 100.0 18.8 0.1 2.0 16.7 100.0 28.0 1.1 2.0 24.8
Hidalgo 100.0 29.5 1.3 3.4 24.8 100.0 32.1 1.0 4.6 26.5
Jalisco 100.0 6.8 0.7 1.0 5.1 100.0 11.6 1.3 1.4 8.9
México 100.0 28.9 2.4 1.8 24.7 100.0 23.8 1.3 1.5 20.9
Michoacán 100.0 20.3 0.8 1.7 17.9 100.0 43.5 0.0 3.1 40.4
Morelos 100.0 46.3 1.9 1.7 42.7 100.0 18.2 0.2 1.8 16.1
Puebla 100.0 29.5 0.3 1.2 28.0 100.0 25.1 2.6 2.4 20.1
Querétaro 100.0 34.8 1.1 1.7 32.0 100.0 25.9 1.9 1.7 22.2
Tlaxcala 100.0 6.9 0.8 4.3 1.8 100.0 29.5 0.4 2.8 26.3
Veracruz 100.0 23.3 0.2 4.2 18.8 100.0 25.8 0.6 6.0 19.2
North 100.0 15.5 3.6 1.8 10.1 100.0 21.0 2.7 2.0 16.3
Baja California 100.0 11.8 7.3 1.0 3.6 100.0 13.7 4.7 1.4 7.5
Baja California Sur 100.0 6.5 1.5 3.2 1.8 100.0 33.4 4.6 3.1 25.7
Chihuahua 100.0 9.1 5.2 1.6 2.3 100.0 23.7 3.2 1.3 19.2
Coahuila 100.0 29.4 1.5 1.5 26.4 100.0 21.2 0.9 1.1 19.2
Durango 100.0 5.4 1.2 2.1 2.1 100.0 26.0 0.1 2.9 23.0
Nayarit 100.0 17.5 0.1 4.3 13.1 100.0 56.7 1.1 3.8 51.8
Nuevo León 100.0 11.7 4.3 1.2 6.3 100.0 13.3 4.8 1.4 7.1
San Luis Potosí 100.0 6.3 3.0 1.5 1.8 100.0 25.9 2.3 2.5 21.1
Sinaloa 100.0 13.2 1.6 3.7 8.0 100.0 8.9 0.5 2.3 6.1
Sonora 100.0 24.4 2.2 2.0 20.3 100.0 19.9 1.2 2.1 16.6
Tamaulipas 100.0 28.1 5.3 2.6 20.2 100.0 33.2 2.1 3.9 27.2
Zacatecas 100.0 10.3 0.5 1.5 8.2 100.0 39.1 0.1 4.4 34.7
South 100.0 16.8 0.3 7.2 9.2 100.0 50.2 0.4 7.6 42.1
Campeche 100.0 9.0 0.0 13.1 -4.1 100.0 39.6 -0.4 15.1 24.8
Chiapas 100.0 23.8 0.0 7.5 16.4 100.0 63.6 0.0 8.1 55.5
Guerrero 100.0 34.3 0.9 3.5 29.9 100.0 57.0 0.2 4.7 52.0
Oaxaca 100.0 15.0 0.0 4.4 10.7 100.0 51.5 0.0 7.1 44.5
Quintana Roo 100.0 4.1 0.6 1.6 1.9 100.0 21.8 1.0 1.6 19.1
Tabasco 100.0 12.0 0.0 21.3 -9.3 100.0 99.3 0.1 16.8 82.5
Yucatán 100.0 8.2 0.6 1.7 5.9 100.0 18.9 1.9 3.1 13.8
Source: Table 6a.
472
In 1995 the state of Mexico received the highest share of PI in the Cen-
tral Region up to US$6.4 billion or 31 percent of this region’s total. This
amount represented 20.7 percent of total private investment in the country
in 1995. In 2001, PI in the state of Mexico amounted to US $11.8 billion
representing again the highest share in the Central Region (38 percent) and
in the country as a whole (14.8 percent). Coahuila in the North was the des-
tination of the highest regional flow in regional PI, representing US$2.1 bi-
llion or 27.2 percent of the regional total. And in the South, PI in Guerrero
amounted to US$1.4 billion or more than half (57.5 percent) in that region.
The reader should be aware that, in general, for the country as a whole,
around 15 percent of total GKF figures correspond to public investment
and 65 percent to private investment. The remaining 20 percent is direct
foreign investment. These proportions vary within the three great regions.
In the Center private investment reached almost 70 percent in 1995 and
only 50 percent in 2001 of total investment while public investment main-
tained its share of 13 percent of GKF in both years, while FDI represented
35 percent in 2001 against only 18 percent in 1995. Private investment
in the North showed similar proportion of GKF in 1995 but a lower 51
percent in 2001. An opposite tendency was experienced in the South:
while private investment’s share of GKF was 55 percent in 1995 by 2001
it reached 84 percent. On the other hand, public investment in the South
represented 43 percent of GKF in 1995 but was reduced to only 15.2 per-
cent in 2001 (Tables 7a and 7b).
Table 7a. Regional Distribution of GDP, GKF, OC, PI, 1995 and 2001 (percentage)
473
474
475
On the other hand, the ability of northern states and localities to at-
tract a good deal of that foreign investment because of their proximity
to the United States is indicated by the growth of assembly plants (ma-
quiladoras) along the northern border in cities such as Tijuana, Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo, and Reynosa. In the same period, the six northern
states (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, and
Tamaulipas) obtained 24.4 percent of the total FDI in the country. But
the real beneficiary of economic integration, in terms of absolute FDI, has
been the Central Region. The Federal District and the states of México and
Puebla received 66.5 percent of the total FDI in the country. The highest
proportion is concentrated in the Federal District because, despite decen-
tralization, the Mexican capital city, or rather Mexico City Metropolitan
Area,13 provides attractive opportunities due to agglomeration economies
as it is the host of the federal government and concentrates the location of
most of the large corporate headquarters of new tertiary activities such as
the Stock Exchange and other financial services, law, audit and accounting
international firms, and multinational corporations’ headquarters. It also
serves as the main hub in the communications network at the national
level. Big cities exert a strong pull in the economic integration process, as
can be confirmed by FDI in Jalisco, Nuevo León, Baja California, and Chi-
huahua, where the metropolitan areas of Guadalajara, Monterrey, Tijuana,
and Ciudad Juárez are situated.
In fact, those regions with competitive advantages capture a larger sha-
re of the aggregated NAFTA gains: FDI flows; export capacity develops;
technology transfers through partnerships; and strategic alliances conso-
lidate with foreign firms. To the extent that such clusters are closer to the
potential markets (United States), and are located in large urban-industrial
There is a methodological question in the way FDI is registered; surely there is a bias in
13
favor of Mexico City because a high proportion of multinational corporate headquarters are
located in the capital city, while their productive units might be located in other regions of
the country.
476
477
Industrial Policy
Since the Salinas administration (1988-1994) it was clear that, despite the
creation in 1988 of a Secretaría de Fomento Industrial (Ministry for In-
dustrial Promotion), there was no central body responsible for industrial
development in Mexico’s underdeveloped regions, nor a way to stimulate
economic progress by making a distinction among regions for government
subsidies for employment and investment. For decades, the public industrial
sector (oil, petrochemicals, electricity, mining, and manufacturing) was an
important mechanism for regional development but it was not often consi-
dered as a basis for a regional policy. With economic integration and libera-
lization, the possibility of a regional development policy has been drastically
reduced.
Furthermore, until the beginning of the 1980s the federal government
introduced measures to limit industrial growth in Mexico City, but this
strategy was abandoned in the second half of the 1980s in a neoliberal
context; as a result, industrial dynamism was recovered by the capital city.
Similarly, a conventional industrial policy to induce development in the
lagged regions has had very few possibilities of being successful, being
also very costly. Another important factor that reduces potential decen-
tralization and regional development is the very small variation in official
minimum wages among states, prevalent in formal economic activities,
depriving backward or less developed regions of a potential comparative
advantage (OECD 1998, 60). In fact, given the abundant cheap labor, not
everyone who ought to receive the official minimum wage received it.
Social Policy
The social sector was given a high priority during the 1990s, a fact that was
apparent in the federal budget. For example, in 1997, federal government
expenditure in social development represented 9 percent of GDP, and it
reached 10.4 percent in 2003. During President Salinas’s administration,
478
the main program for social development was PRONASOL (National Soli-
darity Program-Programa Nacional de Solidaridad). This outstanding pro-
gram, in a context of a withdrawal of all subsidies, was designed to aid local
settlements with high levels of poverty. It is estimated that PRONASOL
benefited 9 million people in eleven different states and 375 urban centers
between 1989 and 1992. Each project had three main components: agri-
cultural production, protection of natural resources, and social wellbeing
(OECD 1998). PRONASOL’s actions included the construction of roads,
schools, and health centers; financial and technical support to peasants;
community development, and programs to foster women’s qualifications,
among others. In fact, the central objective in rural and urban projects was
to alleviate poverty (see chapter 29 by Gordon).
Additionally, from 1995 onward the Secretaría de Desarrollo Social
(SEDESOL) formulated a strategy to assist marginal microregions. A total
of ninety-one such regions were identified, which included municipalities
characterized by the most severe indices of marginalization (at least 60 per-
cent of the active population with no income, a high proportion of indi-
genous population, and only about 20 percent of the economically active
population earning more than one minimum salary). SEDESOL’s main
actions concentrated on improving education and nutrition, distributing
basic products, providing temporary employment, and building basic so-
cial infrastructure (SOC).
Social policy cannot be considered an explicit regional policy. All of the
programs under the heading of regional and urban development, including
alleviation of poverty, may have had an important impact at the local level
but they represented a very small proportion of the federal budget (less
than 1 percent of GDP) and therefore not important as a regional incen-
tive. Furthermore, the financial resources for the projects were partially or
even totally decentralized, which meant that municipalities were free to
allocate resources to specific ends or projects (OECD, 1998). These pro-
jects were not aimed at solving regional or state inequalities but were local
479
in nature, and ameliorative actions did not dramatically change the existing
gaps in the provision of education, health, employment, nor the effects of
macroeconomic policies.
President Fox’s administration (2000-2006) seems committed to brin-
ging regional development to the forefront of the public agenda and to
giving greater weight to spatially based policies vis-a-vis the traditional sec-
torial approach. The Fox administration’s actions include: the incorpora-
tion of regional development policies in the National Development Plan;
the appointment, within the Executive Office of the President, of an officer
for strategic planning and regional development; and the presentation of a
National Program for Urban Development and Territorial Planning (PN-
DU-OT). The Office for Strategic Planning tried to implement a model of
regional development that would take into consideration a new political
reality of increasing democratization, which means that a greater emphasis
was given to what has been called in Mexico a new federalism, accom-
panied by a correlative decentralization of functions and responsibilities
to the subnational (state) level reaching the municipalities, with a greater
emphasis in local planning. This model tries to promote regional develo-
pment by mobilizing political will and resources in areas that have been
denominated as “meso-regions,” in a scheme that allows individual states
to participate in more than one of those (OECD, 2003). The PNDU-OT
sees spatial planning as the process “through which to orient the spatial
evolution of economy and society, and that promotes the establishment of
new functional relationships between regions, towns and cities, as well as
between the urban and rural spaces” (SEDESOL 2001). And, although its
goal is to achieve complementarities between local and regional objectives
and national ones, there seems to be an important emphasis on urban ques-
tions such as the consolidation of the National Urban System (all localities
with 15,000 inhabitants and more, including metropolitan areas), a Na-
tional Land and Territorial Reserve Policy (to incorporate available urban
land in the development process), and the Habitat Housing Program (to
480
481
and implementation of spatial focused plans at the micro and meso levels,
and an overlapping between the two bodies should be avoided.
The vision that sustains this regional approach should be more com-
prehensive. So far, the meso-region proposal is applied in the PPP and to
some extent in the Northern border, while the micro-regional approach is
currently utilized in the context of poverty alleviation at the local level; but
these proposals should be extended to all regions, incorporating a larger
number of economic development concerns and simultaneously impro-
ving, at the macro, meso, and micro levels, the conditions of social groups
that have the lowest levels of well-being.
REFERENCES
482
483
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484
485
INTRODUCTION
487
488
489
490
Post-colonial period
Most of Latin America secured its political independence before 1830 but
this did not bring an end to the region’s economic independence. In fact,
491
The first significant railway development look place in Cuba in 1837: the completion of
2
other railways, for example, the Santos-Sao Paulo (1868), Veracruz-Mexico City (1873) and
Mollendo-Puno (1877), were of major significance for resource exploitation and development
(Dickenson, 1996: 46).
492
493
494
495
496
global markets meant that the shift to those neo-liberal policies involved sig-
nificant short-term difficulties such as a delayed growth of export-oriented
sectors. In fact, it took ten years after the North America Free Trade Agree-
ment for Mexico, for instance, to become competitive in certain sectors in
the global market (Gwynne, 1996, p.225).
497
498
499
500
Laberintos.indb 501
Population in (at mid year ´000) Urban population b (percentage of total)
1980 % 1990 % 2000 % 2004 a % 1980 1990 2000 2005
Argentina 28,094 7.8 32,527 7.4 37,032 7.1 38,854 7.1 83.0 86.9 89.6 90.6
Brazil 121,672 33.7 148,030 33.7 170,693 32.9 179,443 32.6 67.3 74.7 79.9 81.7
Chile 11,147 3.1 13,100 3.0 15,211 2.9 15,956 2.9 79.0 82.8 85.7 86.9
Colombia 28,447 7.9 34,970 7.9 42,321 8.2 45,302 8.2 64.4 69.4 74.5 76.6
Cuba 9,710 2.7 10,628 2.4 11,199 2.2 11,338 2.1 68.0 74.8 79.9 81.9
Mexico 67,570 18.7 83,226 18.9 98,881 19.1 104,735 19.0 65.5 71.4 75.4 77.2
Peru 17,324 4.8 21,753 4.9 25,939 5.0 27,547 5.0 64.2 68.7 72.3 73.5
Venezuela 15,091 4.2 19,502 4.4 24,170 4.7 26,012 4.7 78.9 83.9 87.4 88.8
Subtotal 299,055 82.9 363,736 82.7 425,446 82.0 449,187 81.7
Rest 61,661 17.1 76,152 17.3 93,418 18.0 100,809 18.3
Latin America 360,716 100.0 439,888 100.0 518,864 100.0 549,996 100.0 65.3 71.0 74.9 76.5
501
dellin; Havana and Santiago; Mexico City and Guadalajara; Lima and Arequipa; Caracas and Maracaibo, respectively.
Source: Statistical Yearbook ECLAC 2003 (Economic Commission for Latin America and the Caribbean) (tables 121 and 9).
06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología
502
3
Including peripheral municipalities as part of incipient metropolitan areas.
503
Since the 1970s and 1980s, a decline in population in the main me-
tropolitan areas in some countries shows a deconcentrating tendency from
primate towards secondary cities. This is reported in the literature for Sao
Paulo, Brazil (Richardson, 1980; Townroe and Keen, 1984) and Mexico
City (Graizbord 1984; Aguilar, et al., 1996). But it was also true, as Table 2
shows, for Buenos Aires, Argentina and Caracas, Venezuela (35.7 per cent
in 1980 to 32.3 in 2000 for Buenos Aires and 20.3 in 1970 to 12.9 in 2000
for Caracas).
504
such as Argentina, Chile and Mexico, even lost manufacturing workers and
in all, except in Peru, a half or more of their labour forces was concentrated
in the service sector. Peru retained one-third of its labour force in the pri-
mary sector while the smallest share of its workforce was in manufacturing,
that is only 17.8 per cent of the total. Argentina, on the other hand, retained
one-third of its workers in the manufacturing sector while it had the lowest
percentage (12.2 per cent) of workers in the primary sector of all the coun-
tries (see Table 3).
Table 3. Structure and change of the economically active population (EAP)a by economic
sector b in selected countries, 1970, 1990, and 2000 (percentage of total EAP)
505
Table 3. Continue
1970 1990 ∆1970-1990 2000c ∆1990-2000
II 24.2 23.7 -0.5 27.9 +4.2
III 32.0 48.5 +16.5 69.7 +21.2
Peru 100.0 100.0 100.0
I 48.3 35.6 -12.7 11.0 -24.6
II 17.5 17.8 +0.3 18.1 +0.3
III 34.2 46.6 +12.4 70.9 24.3
Venezuela 100.0 100.0 99.7
I 26.0 12.0 -14.0 10.4 -1.6
II 24.8 27.3 +3.5 20.1 -7.2
III 49.2 60.7 +10.5 69.2 +8.5
Latin America 100.0 100.0
I 42.0 25.4 -16.6
II 22.2 23.6 +1.4
III 35.8 51.0 +15.2
Notes:
a
Refers to ILO estimates on population 10 years and over economically active.
b
Includes Primary (I): Agriculture, forestry, hunting and fishing, mining and quarrying; Secondary (II):
Construction, electricity, gas and water, and manufacturing; Tertiary (III): Commerce, transport, storage,
and communications, and services.
c
Refers to closest year in which census was conducted (1999-2001) and to population 15 years and over
economically active.
Source.: Statistical Yearbook ECLAC 2003 (Table 16).
506
REGIONAL DEVELOPMENT
IN THE CONTEXT OF GLOBALIZATION
4
Free on board values for balance-of-payment purposes in the current account in each
economy.
507
Table 4. Selected countries’ share of Latin American exports 1993 and 2003
(Value of exported goods in millions of current US$)
1993 2003
Countries
Absolute % Absolute %
Mexico 51,886 32.2 165,396 43.8
Brazil 38,555 23.9 73,084 19.4 Main core
Subtotal 90,441 56.1 238,480 63.2
Argentina 13,118 8.1 29,350 7.8
Venezuela 14,686 9.1 23,650 6.3
Chile 9,198 5.7 21,046 5.6
Other regional centers
Colombia 7,115 4.4 12,671 3.4
Peru 3,514 2.2 8,954 2.4
Subtotal 47,631 29.5 95,671 25.5
Subtotal 138,072 85.6 334,151 88.7
Cuba 1,000 0.6 1,500 0.4
Periphery
Rest 22,037 13.7 41,949 11
Latin America 161,109 99.9 377,600 100.1
Source: WTO, Commercial Statistics 2004 (Commerce by regions and appendix).
509
be said for steel and other mineraIs. These commodities generated almost
one in five dollars of the total export account in 1980 but only 2 per cent
in 2000. The changing composition of leading export products also implied
a diversification of the region’s economy. While the leading products’ share
of the total exports was still almost 60 per cent in 1980, it was reduced to
one-third in 2002 (see World Trade Organization, 2004).
It is worth looking at the four larger economies (according to their
GDP in thousand million dollars): Brazil (1371.6), Mexico (934.5), Ar-
gentina (444.6) and Colombia (301.2). In fact, Mexico is first in its con-
tribution to per capita trade value (US$3,580/pc) and also in its trade to
the GDP ratio (57.1). It ranks 13th in exports in world trade and 14th in
imports. Brazil is 25th in exports and 30th in imports. Both of the largest
economies (Mexico and Brazil) are exporting manufacturing goods and Ar-
gentina and Colombia, agriculture and mining products, while importing
manufactured goods. The USA is Mexico and Colombia’s main trading
partner in imports and exports, while Brazil and Argentina mainly trade
with the European bloc. On the other hand, Brazil’s main exports are ma-
nufactured goods, amounting to more than half of its total exports, while
agricultural products amount to one-third of its total. This country imports
mainly manufactured goods, almost 70 per cent of its total imports. The
main origin and destination of these imports and exports are countries in
the European Union. On the other hand, Mexico’s origin and destination
of its imports (62 per cent of its total imports) and its exports (89 per cent)
is the US. No other country in Latin America matches this level of business
with the US which shows the impact NAFTA (North America Free Trade
Agreement) has on Mexican business relationships (see Table 5).
Commercial service trade is becoming an increasingly important in-
gredient in Latin America’s economic development. Among these are travel
services (tourism), which represent 55 per cent of total commercial services
exported and 27 per cent of total commercial services imported. This high
percentage in total exports is only comparable with Africa’s 49.3 per cent
510
Merchandise trade
Exports (Destination) Imports (Origin)
Mexico 165,396 (US) 89% 178,503 (US) 62%
Brazil 73,084 (EU) 25% 50,665 (EU) 26%
Argentina 29,350 (EU) 20% 13,813 (nd)
Colombia 12,671 (US) 47% 13,892 (US) 30%
Share in world totals
Exports (Commodity) % Imports (Commodity) %
Mexico 2.2 (Mfg.) 81% 2.3 (Mfg.) 86%
Brazil 1.0 (Mfg.) 51% 0.7 (Mfg.) 69%
Argentina 0.4 (Agr.) 47% 0.2 (Mfg.) 55%
Colombia 0.2 (Min.) 40% 0.2 (Mfg.) 81%
Commercial services trade
Exports (Service) % Imports (Service) %
Mexico 12,572 (Travel) 75 17,671 (Other) 54
Brazil 9,606 (Other) 55 14,531 (Other) 60
Argentina 3,815 (Travel) 55 5,150 (Travel) 50
Colombia 1,724 (Travel) 47 3,232 (Trans.) 39
Notes: Mnf= Manufacturing, Agr= Agricultural, Min=Mining, Trans= Transport, Other= Other commer-
cial services
Source: OECD (2004) in 2003 (WTO, 2004, Table 1.10).
511
512
Year 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
1990 0 1,660 539 85 374 218 168 3,648 48 55 3,751 14,406
1. Argentina
2000 0 6,187 2,366 116 288 261 193 10,961 97 201 11,171 23,310
1990 752 0 564 190 589 170 313 3,725 133 292 4,150 36,634
2. Brazil
2000 5,516 0 1,103 456 1,514 312 665 11,334 247 372 11,952 48,747
1990 132 574 0 93 68 86 42 1,188 42 27 1,257 9,939
3. Chile
2000 565 858 0 209 722 388 202 3,327 94 75 3,496 16,119
1990 31 35 191 0 48 104 238 760 68 441 1,269 7,890
4. Colombia
2000 50 250 169 0 204 329 1,149 2,604 225 490 3,319 11,606
1990 129 192 105 127 0 75 157 1,011 483 359 1,853 30,724
5. Mexico
2000 256 458 381 409 0 186 459 2,372 1,206 919 4,497 147,291
1990 14 124 66 110 47 0 68 503 28 33 563 3,864
6. Peru
2000 24 196 233 127 134 0 98 986 39 75 1,100 6,076
1990 34 355 162 425 196 42 0 1,254 229 295 1,777 19,963
7. Venezuela
2000 20 999 132 756 243 471 0 2,937 669 1,717 5,323 27,388
1990 1,541 3,992 1,811 1,088 1,376 934 1,016 14,192 1,090 1,751 17,033 130,772
8. Total ALADI
2000 7,014 9,880 4,704 2,493 3,235 2,288 2,938 37,700 2,723 4,058 44,481 289,007
las geografías (aplicaciones)
513
(a) US$85.74 of 1990 and US$113.00 of 2000 equal US$100.00 of 1995.
Source: Statistical yearbook ECLAC 2003 (Economic Commission for Latin America and the Caribbean) (tables 295 and 302).
06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
1. Argentina 3.7 4.4 1.4 0.8 1.2 1.1 3.0 2.0 3.7 3.0 1.6
2. Brazil 7.3 2.0 2.4 2.6 1.8 2.1 3.0 1.9 1.3 2.9 1.3
3. Chile 4.3 1.5 2.2 10.6 4.5 4.8 2.8 2.2 2.8 2.8 1.6
4. Colombia 1.6 7.1 0.9 4.3 3.2 4.8 3.4 3.3 1.1 2.6 1.5
5. Mexico 2.0 2.4 3.6 3.2 2.5 2.9 2.3 2.5 2.6 2.4 4.8
6. Peru 1.7 1.6 3.5 1.2 2.9 1.4 2.0 1.4 2.3 2.0 1.6
7. Venezuela 0.6 2.8 0.8 1.8 1.2 11.2 2.3 2.9 5.8 3.0 1.4
8. Total ALADI 4.6 2.5 2.6 2.3 2.4 2.4 2.9 2.7 2.5 2.3 2.6 2.2
9. Total MCCA 4.0 1.2 15.0 3.2 2.5 12.0 11.3 2.6 3.1 2.1 2.9 2.2
10. Rest of LA 0.0 0.5 0.5 2.5 3.0 3.5 0.6 1.2 4.7 2.3 2.2 0.8
11. Total Region 4.6 2.4 2.6 2.3 2.4 2.5 2.8 2.6 2.8 2.3 2.6 2.1
12. Total World 3.4 2.0 1.9 1.5 2.7 2.0 1.5 2.3 2.4 1.6 2.2 1.4
514
Banks have been very active in penetrating the Latin American economics. Among the 50
5
most important banks in the region 29 are privately foreign-owned, only 7 are state-owned,
and the remainder are privately owned locally (CEPAL, 2002, p.159, Table IIIA.I).
515
Technological links
Trade is generally associated with urban population growth and shifts in
the labour force by economic sector in all countries. It is also related to an
expansion of e-commerce and information and communication technology
being adopted by most countries but this is still at levels much below other
regions in the world. The digital world and its spread in all kinds of social
activities (and decoupling of economic growth from resources), is perhaps
the most challenging growth factor for Latin American countries.
Some indicators look better far Latin America than far the world as
a whole. With only 4 per cent of the total world surface, its population
in 2000 represented 8 per cent (520 million) of the world’s more than
six thousand million, while its exports accounted for 5.4 per cent of total
world exports. At the same time, Latin America’s illiterate population rea-
ched 13.7 per cent of its total population, while the world’s proportion was
24 per cent. The region’s total GDP reached $2,000 billion in 2000, almost
7 per cent of the world’s $30,000 billion. At the same time, while the world
GDP experienced a positive growth of 2.8 per cent between 1989 and
1999, Latin America showed a negative growth of -0.3 per cent.
516
Table 8. Latin America: distribution of the 100 Larger TNC subsidiaries, 2001
Number of Sales in
Country Economic sector 2 Country of origin 3
subsidiaries MUS$ 1
Mexico 42 110,520.6 Auto, Cem, Chem, Com, Be, Ch, De, Fi, Jp, Kr,
Electro, F&B, Mach, Lu, Mx, Nl, Se, Uk, Us
Pap, Photog, Tbcco
Brazil 31 80,615.4 Auto, Chem, Com, Elec, Be, Ch, De, Es, Fr, It, Jp,
Electro, F&B, Fuel, Mach, Lu, NI, Pt, Se, Uk, Us
Metal, Oil, Tbcco, Telecom
Argentina 14 24,038.7 Auto, Com, Elec, De, Es, Fr, It, Lu, NI, Uk, Us
F&B, Oil, Telecom
Chile 5 8,563.1 Com, Elec, Min, Telecom Es, It, Jp, Nl, Us
In 2001, almost 12 per 100 people in Latin America had access to a te-
lephone line compared to 14.3 in the world; and there were 4.3 cellphones
per 100 people while there were 5.6 per 100 people for the world. Four of
the selected larger countries were better off viz a viz the world figure of 5.7
in terms of PCs per 100 people: Mexico (6.9), Argentina (8.0) Brazil (6.3)
and Chile (10.6). As for Internet users there were almost 15 million in Latin
America with Brazil being on top with almost 9 million. Mexico had only
1.4 million. On average that year, one out of three Internet users bought
goods and services online through the Internet (Table 9).
517
Table 9. Latin America: Indicators for selected countries by subregion, 2000 (continue)
Exports b Technology c E-commerce
% of % of Telephone and Personal
Subregions / Internet Have bought
GDP GDP Cell phones Computers
country TV (´000) users (as % of
1990 2000 (100 people) (100 people)
(´000) users) 1999
1990 2000 1990 2001 1990 2001
Middle America a 28,806 1,603
Mexico 14.9 35.2 6.6 35.4 0.8 6.9 25,600 1,350 37
Caribbean
Cuba 7.4 8.8 3.1 5.2 2.0 2,640 25
South America 63,236 11,290
Argentina 10.0 15.2 9.3 41.6 0.7 8.0 7,950 800 31
Brazil 7.5 12.0 6.5 38.5 0.3 6.3 36,500 8,650 54
Chile 24.5 34.2 6.7 57.5 0.9 10.6 3,150 300 36
Colombia 13.8 18.1 6.9 24.9 0.9 4.2 4,590 700 38
Peru 11.3 19.3 2.6 13.7 4.8 3,060 200
Venezuela 26.9 31.8 7.7 37.3 1.0 5.3 4,100 300 44
Latin America 12.5 21.8 16.2 97,059 14,951
World 19.9 5.7
Notes:
(a) Includes Central America.
(b) ECLAC 2003 Table 59 for exports as percentage of GDP.
(c) Data for 1990 and 2001 from Human Development Report, 2003, Millennium Development Goal
Indicators.
Source: www.opinamos.com
518
INTERNATIONAL MIGRATION
519
persons in 1970 to less than 2.5 million in 1990. This declining trend
indicates that in the second half of the twentieth century the region was
losing its traditional attraction for the population of other regions. Latin
American countries became net exporters of population to North America,
and the United States in particular (see Table 10).
Table 10. Latin Americaa: immigrant population by origin, 1970, 1980 and 1990 b
International out-migration
The United States stands out as the most important destination, mainly for
migrants from Mexico and other parts of Central America. Green (1991,
p.59) reports that by 1990 an estimated 25 million people in the United
States were ‘Hispanic’, with around half having come from Mexico, Domi-
nicans are another sizeable group in the United States, although undocu-
mented international migration makes it extremely difficult to pinpoint the
exact size of migration flows.
Over a long period there has been emigration of natives from the re-
gion, with fluctuations associated with economic and socio-political factors
520
The number of international migrants from Latin American and the Cari-
bbean to the United States increased to 13.1 million people in 1997. This
figure, equivalent to a little over one-half of the total stock of immigrants in
that country, shows that regional immigrants increased by approximately 40
per cent between 1990 and 1997. Mexicans, at 7 million represent 53 per
cent of Latin American and Caribbean immigrants (Villa and Martínez Pi-
zarro, 2001, p.28). These figures seem to indicate that the region has become
a net exporter of population.
521
Intra-regional flows
The persistent nature of some intra-regional flows is connected with the links
that historically have been established between the labour markets of neigh-
bouring countries, which are similar to migration on the intra-national scale.
Other flows, which fluctuate seasonally, are related to shorter-term chan-
ges. In 1990, almost two-thirds of Latin Americans who were resident in
countries other than their country of birth were concentrated in Argentina
and Venezuela. Argentina has been the traditional destination for large num-
bers of Paraguayans, Chileans, Bolivians and Uruguayans (attracted by work
opportunities in agriculture, manufacturing, construction and services), and
these immigrants have become more visible as European immigration dimi-
nished. In Venezuela, with an economy stimulated by the oil boom, the main
inflow of migrants in the 1970s consisted of Colombians, and other immi-
grants from Southern countries forced to depart due to political reasons.
With regard to total intra-regional emigration around 1990, Colom-
bians accounted for the highest absolute numbers: a little over 600,000
were recorded in the census of other Latin American counties (90 per cent
in Venezuela). Chilean and Paraguayan emigrants, with a total of close to
280,000, (over three-quarters of them recorded in the census in Argentina),
shared the second place among migrants within Latin America. Despite
these high numbers, these figures represented, apart from Paraguay, less
than 3 per cent of the population of the countries of origin (Villa and Mar-
tínez Pizarro, 2001, pp.26, 27).
INTERNAL MIGRATION
522
DIFFERENTIAL URBANIZATION
Decline of primacy
The process of migration has clearly changed through time as economic and
social conditions changed. Improved transportation, growing rural popula-
tions, more jobs in the cities, and a greater awareness of the opportunities
available in the cities were bound to affect the kinds of migrants, their des-
tinations and their motives. These interrelationships between migration and
socio-economic change became even more visible during the 1980s when
severe economic problems hit most of Latin American cities.
The debt crisis severely reduced the chances of obtaining employment
in urban areas. Rates of unemployment increased as factories closed down,
governments laid off staff and consumer spending fell. Even for those who
523
had work, conditions deteriorated as wages dropped. For the first time in
at least three decades many urban areas felt the full impact of recession. Of
course, the effect varied from city to city. The removal of import tariffs and
customs duties clearly hit employment in cities that were heavily reliant
on industries. For example, in Mexico several of Monterrey’s major facto-
ries closed, and in Mexico City 250,000 industrial jobs were lost as 6,000
companies closed their doors. In contrast Mexico’s border cities flourished
because export production increased (Gilbert, 1998, p.51).
From the 1970s onwards, the natural growth rate of the population
had a more important effect on urban growth in Latin America as a whole
than migration, and the biggest cities, which were historically the most
likely to gain population through migration are now attracting much less
rural urban migrants than before. While rural urban migration has beco-
me a less important issue in urban development, inter-urban, intra-urban,
and international movements have become much more significant. This
tendency has become the most visible in countries that had high levels of
urbanization and in which the rural population had declined in absolute
numbers, such as Argentina and Mexico.
The net rural urban flow of people, including the effect of international
migration and the reclassification of areas, has been diminishing over time
in its contribution to the urban growth of the 22 countries in Latin Ame-
rica. By 2000 the net rural urban flow of people had decreased by at least 2
million people. During the 1950s it accounted for 46.4 per cent of urban
growth in the region, whereas by the 1990s the proportion declined to 38.4
per cent (see Table 12). At the same time the role of migration varied greatly
between countries. During the 1990s, for instance, it ranged from 8.8 per
cent in Guatemala to 51.7 per cent in Honduras. The case of Mexico (-7.9)
and Cuba (-5.4) are explained by the fact that their urban migration balan-
ces were affected by international migration (Lattes, et al., 2004, p.95).
524
Data indicate that rural-urban migration was largely responsible for the pha-
se of rapid urbanization in most of the countries in Latin America. Since
1950 until the end of the twentieth century the net rural-urban transfer of
people in the region as a whole reached values that explain around to 50 per
cent of the urbanization rate (see Table 12).
However, more recent data also point to the growing importance of
urban to-urban migration in the internal population movements in Latin
525
American countries over the period. The trend was already observed in the
1970s and became much more apparent in the 1980s and 1990s (Lattes,
et al., 2004, p.96). For instance, in 1987-92 almost half of the migrants
between the states of Mexico had urban origins and destinations62 (see CO-
NAPO, 2001). The same applied to Brazil where it is estimated that more
than 60 per cent of the 26.9 million inter-municipal migrants in 1981-91
moved from one city to another (see Baeninger, 1997).
Secondary cities
Until the 1970s, most migrants from the countryside tended to settle in lar-
ge, and particularly primate cities, usually capitals or major ports which con-
tained a disproportionate concentration of the national urban population.
However, since the 1980s increasing numbers of migrants started moving
from both rural areas and big cities to secondary urban centres. Although
the larger proportion of people living in cities of 1 million or more may
seem to refute the latter observation about the increase in secondary city
growth, this increase is due to an increase in the number of large cities rather
than the continued growth of primate centres. Nonetheless, it should be no-
ted that urban deconcentration is more common in larger, more urbanized
countries than in smaller ones.
Secondary urbanization has been driven first and foremost by indus-
trial relocation stemming from diseconomies of scale in metropolitan areas
and/or the development and expansion of new economic activities associa-
ted with restructuring such as international tourism and export manufac-
turing. Growth in intermediate cities, higher than the principal cities, was
most common after the 1980s particularly in those cities between 50,000
and less than 500,000 inhabitants (Jordan and Simioni, 1998, pp.56-64).
6
These data refer only to people moving to localities of 20,000 or more inhabitants and
exclude the intra-metropolitan movements.
526
This is certainly the case in Mexico where there was an occurrence of net
out-migration from Mexico City during the 1980s to smaller cities within
a 200 km radius, such as Queretaro, Toluca, Cuernavaca and Puebla and
to core cities of the maquiladora industry on the northern border such as
Tijuana and Ciudad Juarez. During the last decade, Mexico City became
the major origin of migrants to the rest of the country.
Tendencies towards metropolitan deconcentration in Latin America
have become a strong force in urban development. Gilbert (1995, p.322)
regards it as a stronger force than past attempts at regional development.
According to him, deconcentration achieved in ten years what regional de-
velopment policies failed to do in 30. There is also evidence to suggest that
people are moving towards secondary centres not only for economic rea-
sons but also because of concerns about the environmental conditions and
quality of life in the primate cities, that is, the role of ‘environmentalism’ in
the differential urbanization process.
CONCLUSIONS
The historical analysis of Latin America has proved that global economic
relations are not new. Through trade, Latin America has been connected
to Spain and Portugal since the colonial era. During the colonial period
Europeans and their businesses tended to concentrate in Latin America core
areas. These core areas were closely linked to towns and cities elsewhere in the
region which, particularly in Spanish America, were regarded as symbols of
territorial possession and centres from which the country could be adminis-
tered and exploited. Although in the early post-colonial period deficiencies
in transport tended to perpetuate the territorial pattern of concentration,
the introduction of the railway system brought profound changes to the re-
gion. It facilitated the opening up of interior areas and resources. Foreign ca-
pital was also significant in improving ports and shipping, providing urban
527
528
urban) sector to raise the general level of productivity and income in rural
areas, which leads to the deepening of economic dualism in the region.
A persistent issue in the study of urbanization in Latin America has been
the question of the degree of spatial concentration of population, economic
activity and political power in the larger metropolitan areas following the
economic development process. The development of the urban system in
the eight larger Latin American countries between 1750 and 1960 showed
a tendency of concentration and a ‘hyper-cephalic’ pattern. An explanatory
variable was export value. National export sectors during the period were
developed as enclaves far away from the largest cities (mainly the country’s
capital); however, exports, imports and tax revenues mostly benefited the
capital cities due to their historical growth and development momentum.
In fact, before 1960 all larger countries in the subcontinent reached their
peaks in terms of rates of growth of total population. But the early 1970s
as Geyer would predict some new trends in the distribution of their urban
population started to emerge reflecting a new deconcentrating phase con-
trary to a concentrated growth tendency in their primate city, the preferred
destination of internal migration up to these years. Although a trend of
decreasing dominance of principal cities was apparent in the majority of
the region’s countries, international trade and foreign direct investment
reinforced urban primacy.
Latin American countries saw a remarkable shift in their national la-
bour force structure by sectors between 1970 and 1990. These two decades
transformed the economic structure from manufacturing economies to ter-
tiary ones in almost all cases. But most important was the region’s irruption
into the global economy, as Latin America’s share total world trade came
close to 5.4 per cent in 2003. Export-oriented activities moved from pri-
mary products to manufactured products in general. Highest share as des-
tination and as origin of Latin American trade was North America (US and
Canada) with more than half of the total exported goods. Latin American
states adapted to the possibilities offered by large-scale export import trades
529
because exchange offered tangible material benefits. But if trade was a ne-
cessary starting point, it was not by itself a sufficient condition for sustai-
ned growth and development: gains from trade have not been exploited to
the full to transform the economy as a whole. In fact, only larger countries
have an important participation in international trade thus, the rest have a
limited degree of economic interconnectedness and a very limited amount
of profits from international integration.
Migration explains urban development in the twentieth century. From
the second half of the nineteenth century to the first half of the twentieth
century there was quite a high, but fluctuating, level of immigration from
overseas, and this had a strong quantitative and qualitative impact on the
social configuration of various countries in the region. During the second
half of the twentieth century all Latin American countries became net ex-
porters of population to North America and the United States in particular.
The process of internal migration has clearly changed through time as the
wider economic and social environment has changed. The interrelations-
hips between migration and socio-economic change became even more ob-
vious during the 1980s when severe economic problems hit most of Latin
America’s cities. The net rural urban transference of population, including
the effect of international migration and the reclassification of localities,
has been diminishing over time in its contribution to urban growth in
most countries, small and large. There is now much evidence regarding
the growing weight of urban-to-urban migration. This trend was already
observed in the 1970s and became much more apparent in the 1980s and
1990s. It has been driven by endogenous as well as exogenous factors. The
first stem from the documented differential urbanization process, and the
second from economic forces such as industrial relocation stemming from
diseconomies of scale in metropolitan areas and/or the development and
expansion of new economic activities associated with restructuring such as
international tourism and export manufacturing.
530
REFERENCES
531
532
533
534
535
537
y Salazar (1986): 21; Graizbord y Salazar (1987): 53; Graizbord (1991): 54 (incluyendo Ti-
zayuca del estado de Hidalgo); INEGI (1993): 27, aunque se trata del área geográfica que con-
forman las 16 delegaciones del Distrito Federal (DF) y 27 municipios conurbados del Estado
de México; Comisión Metropolitana de Asentamientos Humanos (1998): 58 municipios del
Estado de México + 1 de Hidalgo.
En este análisis se adopta una delimitación del AMCM con 16 delegaciones del Distrito
Federal y aquellos 28 municipios conurbados del Estado de México que contienen un área
urbanizada continua. Este número de municipios es el mismo que incluye la EOD94, utili-
zada por este autor y sus colaboradores como base de la estimación de viajes intraurbanos que
se llevan a cabo diariamente en la ciudad de México. Si bien para otros autores, como Porras
(2000), en 1995 el AMCM se integraba con las 16 delegaciones del Distrito Federal, 40 mu-
nicipios del Estado de México y Tizayuca de Hidalgo; Garza (2000), por su parte, se refiere a
39 municipios del Estado de México, además de las delegaciones del D.F. Para una definición
de ciudad de México, Distrito Federal, área urbana, zona metropolitana, conurbación y mega-
lópolis véase Graizbord y Salazar (1987). Cabe señalar que incluso INEGI (1993) cuando se
refiere explícitamente a AMCM utiliza un criterio de continuidad del área urbanizada y otro
funcional de comunicaciones entre entidades, definitorio más bien de zona metropolitana.
CONAPO (1998:18-29), estudia la ZMCM 1999-2010 pero en principio su delimitación
es de municipios que en el tiempo se han conurbado. Una definición de ZMCM reciente es
la de la OECD (2004:27) que consiste en las 16 delegaciones del DF y 59 municipios me-
tropolitanos. Advierte ese estudio territorial de la ciudad de México que algunos municipios
incluidos presentan aún un bajo perfil urbano pero ya se experimentan en ellos las presiones
demográficas y del desarrollo metropolitano.
3
Véase Graizbord (1994) para una descripción de la llamada revolución cuantitativa en la
geografía que tuvo lugar a partir de los años cincuenta del siglo XX.
538
1. El que según White (Op. cit.) puede describirse como el método de “cons-
trucción-operación”, que enfatiza la relación entre las rutas, los sistemas de
transporte y las formas físicas del terreno en que se implantan, lo que hace
pensar en un compromiso entre los costos iniciales de construcción de la
infraestructura y equipamiento de la red vial y los costos subsecuentes que
se desprenden de la operación del servicio.
2. El enfoque “histórico”, que explica el inicio, crecimiento y expansión de los
sistemas de transporte con base en consideraciones relativas a la tecnología y
al contexto social y económico en un periodo y lugar determinados (Turton,
1991; Vance Jr., 1991).
sajes, valores, ideas que pertenecen al ámbito de la “information technology” (IT), cualitativa-
mente distinto pero conceptualmente emparentado con la tecnología del transporte.
539
540
DISTRITO FEDERAL (DF)
1 AZCAPOTZALCO
2 COYOACÁN
3 CUAJIMALPA
4 GUSTAVO A. MADERO
5 IZTACALCO
6 IZTAPALAPA
7 MAGDALENA CONTRERAS
8 MILPA ALTA
9 ÁLVARO OBREGÓN
10 TLÁHUAC
11 TLALPAN
12 XOCHIMILCO
13 BENITO JUÁREZ
14 CUAUHTÉMOC (CC)
15 MIGUEL HIDALGO
16 VENUSTIANO CARRANZA
MUNICIPIOS METROPOLITANOS
DEL ESTADO DE MÉXICO (MMEM)
17 ACOLMAN 31 NEZAHUALCOYOTL
18 AMECAMECA 32 NEXTLALPAN
19 ATIZAPAN DE ZARAGOZA 33 NICOLAS ROMERO
20 COACALCO 34 LA PAZ
laberintos geográficos: una antología
21 CUAUTITLÁN 35 TECAMAC
22 CHALCO 36 TEOLOYUCAN
23 CHICOLOAPAN 37 TEPOTZOTLÁN
24 CHIMALHUACÁN 38 TEXCOCO
25 ECATEPEC 39 TLALMANALCO
26 HUIXQUILUCAN 40 TLALNEPANTLA
27 IXTAPALUCA 41 TULTEPEC
28 JALTENCO 42 TULTITLÁN
29 MELCHOR OCAMPO 43 ZUMPANGO
30 NAUCALPAN 44 CUAUTITLÁN IZCALLI
06/03/24 17:22
las geografías (aplicaciones)
Es Hurst (1974 a y b) quien representa mejor este enfoque desde la perspectiva geográfica,
6
si bien Kain (1962a) quizá haya sido el primero en planteárselo para estudiar la estructura
urbana.
541
7
En este capítulo se aclara el concepto. Vale la pena ahora señalar, como lo apuntó el revisor
anónimo, que el origen del término alude principalmente a la regularidad, y que no todos los
viajes al trabajo son iguales.
542
Término utilizado por Graizbord y Acuña (2002) e inspirado por un artículo en el que se
8
describe la “red de redes global” o www, en la que las conexiones son horizontales, es decir, no
dependen de la importancia del nodo del que salen o al que llegan.
543
9
En esta escala destaca un trabajo de Cervero (1998) quien dedica un capítulo de su libro
al análisis de la estructura del transporte urbano de la ciudad de México. Enfatiza en particular
la combinación del transporte público: metro-autobuses urbanos-minibuses y peseros que en
conjunto concentran más de 70 por ciento de los viajes diarios que realizan los habitantes
metropolitanos en modos motorizados. Otro ejemplo es la compilación de Chías (1995), en la
que se incluyen trabajos sobre gestión y modernización del transporte metropolitano.
10
Formalmente el “problema del transporte” es un caso especial de la programación lineal
que trata de encontrar el costo más bajo para la oferta de bienes de N orígenes a M destinos. Si
el volumen de la oferta en cada origen n es conocido junto con la demanda en cada uno de los
destinos m, y los costos de transporte entre cada par de lugares se conocen también, entonces
la solución ofrece el patrón de flujos entre orígenes y destinos con el costo mínimo (Johnston
et al., 2000:856).
544
flujos pueden ser intraurbanos o la carga salir hacia o llegar desde otros
puntos, y mucha sólo transita cruzando la ciudad o bien arriba para trans-
bordarse a otros nodos (Meersman y Van de Voorde, 2002). Tampoco se
ha puesto atención a los patrones de movilidad por medios no motorizados
como las bicicletas o los viajes a pie que pueden incluso formar parte de
un trayecto en el que se utilizan varios modos o bien resuelven la necesidad
de trasladarse de un lugar a otro en un ámbito muy local y en muy cortas
distancias. En grandes ciudades como Bombay o Calcuta y en las ciudades
principales de China, como Pekín y Shangai, la bicicleta sigue siendo el
modo de transporte urbano más importante. Alcanza hasta 30 por ciento
del total de los viajes en algunas ciudades alemanas (Royal Commission on
Environmental Pollution, 1995:183) y en los Estados Unidos el número de
adultos que usan la bicicleta regularmente aumentó en los años noventa
de 10 al 25 por ciento, aunque para fines más bien recreativos que con pro
pósitos de transporte cotidiano (Tolley y Turton, 1995:213). Cabe decir
que su uso en general es muy restringido y que, además, presenta riesgos de
accidentes y exposición a gases contaminantes. La atención de las autorida-
des del Distrito Federal a este modo de transporte es muy reciente.
El trabajo pone especial atención al automóvil particular, modo en el
que se lleva a cabo más de una cuarta parte del total de los viajes motoriza-
dos al día en la ciudad de México. No es entonces ocioso reflexionar sobre
este modo de transporte urbano. Por una parte, representa una aspiración
(tener auto es, no sólo en nuestro país, una meta a lograr); es más flexible
(permite viajes de puerta a puerta); es más rápido si lo comparamos con los
autobuses urbanos de pasajeros (el tiempo de los viajes al trabajo en automó-
vil, aun en casos en que el porcentaje de viajes es mayoritariamente en este
último modo –es decir, hay proporcionalmente más autos en las calles- es
siempre menor). Por otra parte, produce más contaminación (los automó-
viles privados consumen una mayor proporción del total de la gasolina que
se vende diariamente en la ciudad); ocupa un mayor espacio por persona
transportada (un automóvil a la velocidad promedio en la ciudad, digamos
545
10-15 Km. por hora ocupa con poco más de una persona a bordo, que es
lo normal, 20 m2, mientras que un autobús lleno a la misma velocidad solo
3 m2 y 1.5 m2 el metro que, por cierto, registra el doble de velocidad prome-
dio en su operación normal); causa más congestionamiento (no sólo porque
ocupa mayor espacio en la red vial, sino porque representa 85 por ciento del
total de vehículos en circulación en las calles en un momento dado). Es, en
fin, parte importante del problema11 –y ¿de la solución?- del transporte ur-
bano que la gente tiene que enfrentar todos los días. En efecto, las preguntas
relevantes para los habitantes de la ciudad están relacionadas con sus activi-
dades cotidianas –el transporte es un medio y no un fin. Así, los trabajadores
deben poder llegar al lugar donde prestan sus servicios con facilidad, rapidez
y menor costo; los estudiantes deben trasladarse a la escuela sin riesgo de
accidentes de tránsito; los consumidores deben hacer sus compras sin ruido
y contaminación del tráfico. Mientras que para los analistas y administra-
dores del transporte urbano el problema resulta de un conjunto de factores
o facetas interrelacionadas que ya Thomson (1977) había sintetizado en la
siguiente figura (adaptado de Tolley y Turton, 1995:182, fig. 7.3):
· Movimiento de tráfico
· Dificultades para estacionamiento
· Impacto ambiental (contaminación)
Problema de · Condiciones de seguridad para los peatones
transporte urbano · Ineficiencias del transporte público
(en diferentes horas del día)
· Saturación en horas pico del transporte público
· Accidentes
11
Los autos, si bien por sus características particulares exacerban el problema del transporte,
no son los causantes del mismo (Tolley y Torton, 1995:186). Estos autores recuerdan que en
otras épocas y en otras circunstancias la ciudad de Roma antigua se encontraba superada por el
congestionamiento vehicular y contaminación y en ese entonces se culpó al caballo que ofrecía
energía de tracción para desplazar gente y mercancías.
546
BIBLIOGRAFÍA
547
548
549
550
551