Laberintos-Geograficos

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LABERINTOS GEOGRÁFICOS:

No fue trivial ni poca cosa para la Geografía el cambio esencial a mitad


del siglo pasado en el registro y las preguntas acerca de lo que “veían” los
geógrafos en el paisaje que exploraban. En efecto, se pasó de la elaboración
de monografías que intentaban describir sistemáticamente las unidades es-
paciales de interés (recuérdese los reportes que hacían los exploradores de
tierras conquistadas, cada una distinta y única) a un análisis espacial (a la
Humboldt) como respuesta a una pregunta clave: ¿Cómo se explican y qué
determina las variaciones o coincidencias de una o múltiples variables en el
espacio geográfico? Cabe preguntarnos si se trató de una revolución o una

UNA ANTOLOGÍA
evolución en la Geografía.
En los textos aquí reunidos, se muestra que en todos los cambios algo
permanece, siempre hay cierta continuidad que de no reconocerse genera,
propicia, o favorece enormes lagunas discursivas. La disciplina está en cons-
tante revisión pues son numerosos los interesados en analizar las relaciones
e interdependencias de la humanidad con su entorno en diferentes escalas y
desde perspectivas diversas.
Este libro ofrece un recorrido no lineal por un camino sinuoso que intenta
identificar y priorizar problemas, aventurar respuestas y considerar diversos
enfoques, así como exponer “formas de ver”.
Recorrer esta encrucijada será quizá más provechoso que tratar de escapar de
ella, al menos eso se espera de geógrafos y no geógrafos, independientemente
de su edad; basta que tengan el interés y la curiosidad de adentrarse en el
laberinto.

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LABERINTOS GEOGRÁFICOS:
UNA ANTOLOGÍA

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LABERINTOS GEOGRÁFICOS:
UNA ANTOLOGÍA

BORIS GRAIZBORD
(EDITOR)

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Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas y Servicios
Digitales de Información
Nombres: Graizbord, Boris, editor.
Título: Laberintos geográficos : una antología / Boris Graizbord (editor).
Descripción: Primera edición. | Morelia, Michoacán : Universidad Nacional Autónoma de
México, Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, 2023.
Identificadores: LIBRUNAM 2210065 (impreso) | LIBRUNAM 2210086 (libro electró-
nico) | ISBN (978-607-30-7773-6) | ISBN (978-607-30-7879-5).
Temas: Geografía -- Miscelánea. | Geógrafos. | Geografía política. | Geografía humana. |
Geografía del medio ambiente. | Geografía de la población -- México. | Geografía -- México.
Clasificación: LCC G62.L33 2023 (impreso) | LCC G62 (libro electrónico) | DDC
910—dc23

Primera edición: Marzo 2024

D. R. © 2023, Universidad Nacional Autónoma de México


Ciudad Universitaria s/n, Alcaldía Coyoacán, C. P. 04510, Ciudad de México, México
www.unam.mx

Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA-UNAM).


Antigua carretera a Pátzcuaro 8701, colonia Exhacienda de San José de la Huerta,
C. P. 58190, Morelia, Michoacán, México
www.ciga.unam.mx

Cuidado editorial: Israel Chávez Reséndiz.


Diseño editorial: Ruth Eunice Pérez Pérez

ISBN - Digital: 978-607-30-7879-5


ISBN - Impreso: 978-607-30-7773-6

Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México. Prohibida
la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos
patrimoniales.

Este libro se distribuye gratuitamente en versión PDF.


Disponible en la página de publicaciones del CIGA: https://publicaciones.ciga.unam.mx/index.php/ec/

Las versiones impresas son exclusivas de los autores de este libro.


Hecho en México

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CONTENIDO

Agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

I. Los geógrafos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Emrys Jones y John Eyles: geógrafos sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Eric Herbert Brown: historiador de la institución.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Congreso Nacional de Geografía: reunión de los geógrafos mexicanos. . . . . 37
María Teresa Gutiérrez de MacGregor, Jorge González Sánchez
y José Juan Zamorano Orozco: geógrafos regionalistas. . . . . . . . . . . . . . . . 43
Bernardo García Martínez: historiador y geógrafo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
II. La Geografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
La región. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Geografía política y geografía electoral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
El enfoque de la "nueva geografía". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
La representación social del espacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
La geografía como ciencia social. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Lo ambiental en la nueva geografía económica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Geografía y ambiente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Disciplina híbrida fértil: la geografía ambiental.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

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III. Las geografías (aplicaciones).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255
El análisis geográfico del espacio fronterizo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
Interdependencias geográficas en la frontera de México
con Estados Unidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Geografía política de la región metropolitana de la ciudad de México.. . . . . 301
Geografías electorales: 1988 y 1991. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329
Evolución de la población en el territorio: 1985-1990:
impacto en la geografía ambiental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349
Los ámbitos geográficos del componente migratorio
de la ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369
La geografía de la descentralización demográfica
de la ciudad de México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395
Cambios regionales en la geografía mexicana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
Regional differences in the economic and social geography in Mexico
at the beginning of the Twenty-first Century
Diferencias regionales en la geografía económica y social
de México al inicio del siglo XXI.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453
Latin American region: a dynamic geography
La región de América Latina: una geografía dinámica. . . . . . . . . . . . . . 487
Geografía del transporte en el Área Metropolitana
de la Ciudad de México: una introducción.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 537

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AGRADECIMIENTOS

La edición de este libro no hubiera sido posible sin la cooperación y autori-


zaciones de las siguientes revistas y equipos editoriales. Nuestro más sincero
agradecimiento.

Editorial Planeta de Agostini


Edward Elgar
El Colegio de México
El Colegio Mexiquense
Fondo de Cultura Económica
Instituto de Estudios Urbanos de Nuevo León (INSEUR)
M.E. Sharpe
Revista Demografía y Economía
Revista Economía, Sociedad y Territorio
Revista Estudios Demográficos y Urbanos
Revista Estudios Sociológicos
Revista Geografía y Desarrollo
Revista Investigaciones Geográficas
Revista Vetas
Sociedad Mexi­cana de Demografía (SOMEDE)
Universidad de Guadalajara

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Universidad de Varsovia / Facultad de Geografía y Estudios Regionales
Universidad Nacional Autónoma de México
Universidad Politécnica de San Luís Potosí
University of Denver

NOTA EDITORIAL

Se respetó el contenido, tal como se publicaron en su versión original.

Quiero reconocer y agradecer a Omar López Ibarra su labor en integrar los


textos, formatearlos, y reproducir cuadros y mapas cuando fue necesario así
como establecer y mantener la comunicación con las editoriales donde se
publicaron originalmente los textos. Su característica tenacidad hizo posi-
ble trabajo tan laborioso como necesario.

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PRÓLOGO

L a obra que nos presenta el profesor Boris Graizbord es resultado de su


larga trayectoria académica en la Geografía Humana, lo que eviden-
cia una gran diversidad de temas propios del análisis espacial. Lo anterior,
permite al lector profundizar en propuestas teórico-conceptuales, metodo-
lógicas y aplicadas propias de esta disciplina; además de conocer de forma
sucinta parte de la historia del pensamiento geográfico, desde sus principa-
les pensadores hasta las corrientes más actuales.
La necesidad de este tipo de obras en la enseñanza es apremiante, parti-
cularmente a nivel universitario, aunque no exclusivamente -y en la forma-
ción de geógrafos y no geógrafos-, la obra está dirigida a todo profesional
que tenga como propósito entender, abordar temas o problemas socio-am-
bientales y económicos desde un análisis espacial. Su aportación se vuelve
relevante sobre todo para aquellos que buscan acercarse a la disciplina que
da sentido al entendimiento de la morfología y funcionalidad tan comple-
ja que existe en los territorios; además de comprender sus interacciones,
jerarquías, roles, dinámicas, es decir, comprender cómo se estructuran los
territorios social, política y económicamente a diversas escalas, local, regio-
nal o nacional.
La antología reconoce las “Geografías”, como las llama el autor, a tra-
vés de una diversidad de estudios aplicados, entre los que destacan temas

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propios de la geografía de la población, geografía política, geografía elec-
toral, geografía de la migración, geografía regional, geografía ambiental,
geografía del transporte, entre otros. Antes de dichos análisis el libro plan-
tea un contexto histórico sobre ciertas aportaciones hechas por geógrafos y
geógrafas, a nivel internacional y nacional, que inciden en el pensamiento
geográfico en el contexto de sus respectivas épocas históricas. Una sección
intermedia profundiza sobre aportaciones epistemológicas de la Geografía,
reconoce los cambios que dichas discusiones introducen en el desarrollo de
nuevos enfoques y metodologías que resultan de problemas o necesidades
sociales, económicas y ambientales emergentes.
Por lo anterior, esta obra se vuelve relevante en su integración, ya que
a la fecha carecemos de dichos materiales de discusión sobre todo en idio-
ma español y poca es su distribución en países de América Latina, por lo
que esta antología representa un importante esfuerzo para retroalimentar la
discusión geográfica, principalmente en las aulas universitarias, en México
y América Latina.
Morelia, Michoacán, a 29 de febrero de 2024.

Antonio Vieyra

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INTRODUCCIÓN

E n el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española (vigésima


primera edición, 1992:1220) se dice de laberinto lugar formado arti-
ficiosamente por calles y encrucijadas para confundir al que se adentre en él de
modo que no pueda acertar con la salida... Cosa confusa y enredada... Compo-
sición poética hecha de manera que los versos pueden leerse al derecho y al revés
y de otras maneras sin que dejen de formar cadencia y sentido...
No me inclino en especial por una de estas definiciones, pues me parece
que las tres reflejan lo que pienso acerca de la profusión reciente de publica-
ciones de geografía por geógrafos y no geógrafos. Y por los intentos de estar
de moda, ser políticamente correctos, plantarse en el postmodernismo... y
rechazar indiscriminadamente ideas “fuera de tiempo”, o como dicen los
ingleses “dejar ir el niño con el agua de la bañera...” Y aun así ofrecer “ca-
dencia y sentido”.
La confusión, en un momento dado, puede ser sana y traer consigo
un “corte epistemológico”. Sin embargo, recordando a Chisholm (1975)
quedaría la duda de si se trata de revolución o evolución en la Geografía.
Tiendo a pensar, conservadoramente, que siempre hay algo de continuidad
(sin un conocimiento del pasado no se explica el rompimiento) que si no
se reconoce da lugar a enormes lagunas discursivas que muchas veces los
adalides actuales no son capaces de apreciar, y no porque no quisieran…

11

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laberintos geográficos: una antología

Me refiero a la importancia permanente de los mapas, a la relevancia de


plantear los significados de espacio, a la cambiante concepción misma de
la disciplina (como la entendemos)1, y al reconocido alcance inter o multi
disciplinario de los estudios de geografía referidos a la sostenibilidad y al
cambio climático, principalmente. Son parte del permanente dialogo acer-
ca del lenguaje y del instrumental conceptual y metodológico a disposición
de los geógrafos en la expresión de sus ideas. Y, si bien, están abiertos a cam-
bios paradigmáticos en su significado, su valor epistemológico permanece.
De acuerdo a Couclelis (1992: 215) localización, lugar, región y espacio
son los conceptos básicos en geografía, pero “…probablemente el espacio
sea el más fundamental”. Sin duda no es un concepto neutral. “Los geógra-
fos –continúa Couclelis – no están preocupados por el espacio en sí mismo,
sino por lo que significa para el fenómeno que estudian.” 2
Cuando Massey (2005) piensa en espacio, adopta una perspectiva “po-
lítica”. Un mapa –dice— no es el espacio. Anderson (2008) resume su defi-
nición de espacio, como “una imaginación alternativa no-euclidiana … que
perturba éste y otros aspectos problemáticos…”:

1
Chaliand y Rageau (1985) señalaban lo que significaba para Napoleón: “La política de
un estado descansa en su geografía”. Las siguientes tres están citadas en Holt-Jensen (1981, p.
37): i) “La preocupación de la Geografía es proveer de una descripción e interpretación precisa,
ordenada y racional del carácter variable de la superficie de la tierra” (Hartshorne, 1959, p. 21);
ii) “La visión que se sostuvo tradicionalmente – una geografía que se ocupa de proporcionar a
la humanidad una descripción ordenada de este mundo— deja claro el desafío que enfrentan
los geógrafos contemporáneos… Actualmente el énfasis está puesto en una geografía entendi-
da como el estudio de la organización espacial que se expresa a través de patrones y procesos”
(Taaffe, 1970, pp 5-6); iii) “La Geografía puede ser considerada una ciencia interesada en el
desarrollo racional y en probar teorías que explican y predicen la distribución espacial y la
localización de diversas características sobre la superficie terráquea.” (Yeates, 1968, p 1).
2
Couclelis distingue analíticamente cuatro espacios y su respectiva terminología: matemá-
tico, socioeconómico, conductual y experiencial, en una jerarquía anidada que va desde: punto,
línea, área a través de la localización y la región, hasta el ambiente y la configuración espacial y
finalmente el lugar, el territorio.... (Op cit., pp. 231-2)

12

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introducción

El espacio es el producto de interrelaciones; así, debemos reconocer el espacio como


constituido a través de interacciones, desde la inmensidad de lo global, hasta la
intimidad de lo minúsculo; el espacio es la esfera de la posibilidad de la existencia
de la multiplicidad; esto es el espacio como la esfera en la cual coexisten distintas
trayectorias; como la esfera, por lo tanto, de la coexistencia de la heterogeneidad. 3
El espacio está siempre en construcción; siempre está en proceso de hacerse Nun-
ca está acabado, nunca está cerrado.

A propósito de esta permanente apertura, coincido con Karrow Jr. (20012)


al referirse al mapa:

La historia de un mapa no termina con su creación…Las brechas reales y percibidas


serán completadas mediante la imaginación de los lectores de mapas quienes harán
una lectura entre líneas y se formarán juicios…aquellos que adquieren, organizan,
leen y utilizan los mapas contribuyen enormemente a la obra, el cometido, [y] la
aventura de la cartografía...

En efecto, si bien los mapas son una representación cartográfica de datos,


un mapa también representa la manera en que un cartógrafo o grupo de
cartógrafos ve el mundo. Para algunos, un mapa (el producto del cartógra-
fo) refleja las ideas que son impuestas en una relación de poder. Y probable-
mente, también el ideal que un grupo proyecta sobre su pasado, presente
o futuro.
Generalmente un mapa expresa las ideas vigentes respecto a la realidad,
o bien, en ocasiones, revela una nueva forma de expresar juicios (preocu-
paciones) sobre el mundo desde una nueva perspectiva que responde a la
complejidad del entorno social, económico y ambiental. Se trata entonces

Cursivas en el original. Richardson (1992) presenta ejemplos empíricos descriptivos de


3

un enfoque ecológico cultural, basado en este último punto, en la tradición de la geografía


norteamericana.

13

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laberintos geográficos: una antología

de una afirmación epistemológica, de un nuevo paradigma que cuestiona


tendencias actuales y aproximaciones científicas. 4
Este cuestionamiento es quizá más claro en la aparente diferencia entre
geografía física y humana,

…ya que los científicos sociales producen perspectivas [¿puntos de vista?] califica-
das… y ya que los hechos son hechos sólo respecto a determinado objetivo científico,
el cual está estructurado mediante valores intrínsecos [¿aceptados?] en la sociedad…
[entonces] la subjetividad o el problema de los valores en las ciencias sociales está
íntimamente implicada tanto en la teoría como en la práctica. (Holt-Jensen, 1981:
75, 86).

Sin embargo, como concluye Holt-Jensen, los valores y la interpretación


se aplicarán de manera diferente en las diversas etapas del proceso de in-
vestigación: diseño, recopilación de información, interpretación de los
resultados, conclusiones e interpretación del significado, y no menos, en
el lenguaje y la narrativa empleados para comprender y transmitir el cono-
cimiento resultante.5 De este modo es claro, como afirma John McCarter
Jr. Presidente del Field Museum en el prólogo de Akerman and Karrow Jr.
(2007: vii): “el contenido de un mapa está tan determinado por la cultura,
las circunstancias históricas y los intereses de los constructores y lectores de

4
Dos ejemplos se encuentran en Seager (1995), y Chaliand y Rageau (1985:7). Seager ma-
nifiesta su preocupación sobre los crecientes problemas de lo que considera la “tierra habitat”
(habitat earth); mientras que Chaliand y Rageau ofrecen su visión sobre la tierra fracturada
(the planet break) “…en la proyección de Mercator, con su mundo horizontal casi pre-Galilea-
no, en el cual las masas de la tierra parecen cubrir un área mayor que la de los mares.”
5
Woodward (1992: 52-3) ofrece una definición sucinta de estos términos: “Conocimiento es
la comprensión acumulada de información”. Mientras que “[i]nformación son datos ordenados
y contextualizados en formas que le dan sentido”. Data, o los datos, entonces, “…son hechos
cuantitativos en bruto que se usan como base para crear información”. El autor hace una
importante aclaración: “Un sistema de información geográfico [SIG] manipula datos sobre el
mundo, pero el peligro está en asumir que un SIG es sinónimo de conocimiento geográfico.”
(p 53)

14

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introducción

mapas, como lo está por la geografía que intenta representar.” En esa medi-
da los mapas “son artefactos –y testigos– de la historia”.
Entonces los mapas –o una pintura (recuérdese a René Magritte: “ceci
n’est pas une pipe”), son, como bien observa Woodward (1992: 52), repre-
sentaciones de una idea sobre la “realidad” interpretada por el cartógrafo
(sujetas a limitaciones técnicas y ruido, pero alojadas en la esfera cognitiva
y afectiva del mismo).
Las escalas de los mapas son cruciales para entender las relaciones am-
bientales y los individuos. Convencionalmente las escalas de los mapas es-
tán indicadas en fracciones numéricas, pero también se pueden referir a
secciones analíticas que dan cuenta de eventos interrelacionados como hace
Callenbach (1998). Por ejemplo, en una escala de Ecosistemas “…como el
bosque, [las múltiples] especies intercambian nutrientes y reciclan residuos
en una red interconectada muy vasta. Los ecosistemas proveen habitat a
innumerables seres que pueden ser observados a ojo desnudo, mientras
que otros son microscópicos y otros más se esconden en el subsuelo donde
habitan.”
La definición de Callenbach (Op cit., p. 1) de ecología se basa en la idea
de que todas las formas vivientes, incluyendo el hombre, se encuentran
estrechamente unidas con el ambiente, de ahí su afirmación: “[la] Ecolo-
gía es una ciencia que estudia las maravillosas y complejas interrelaciones
entre las formas vivas de la Tierra…”. Como concepto, el término data de
1866 cuando el biólogo alemán Ernst Haeckel lo utilizó para describir el
estudio de las interrelaciones entre los organismos y su entorno ambiental
o su “mundo exterior”, así como el estudio de las relaciones entre animales
y plantas y sus hábitats.

Hoy la ecología tiene tres significados:


1) Ecología propiamente dicha, tal como se ha descrito en párrafos anteriores;
2) ‘Ecología científica’ entendida como materia académica y una subdisciplina
de la biología;

15

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laberintos geográficos: una antología

3) ‘Ecología política’, percibida desde las ciencias sociales como una posición
política, crítica y normativa. Y no concebida como un “trabajo, esfuerzo, ta-
rea [endeavor] científico” –sino más bien relacionada con diferentes discipli-
nas en su narrativa. Se le considera como la base filosófica de un movimiento
social.

De acuerdo a Giddens (2009)6, el interés de los científicos sociales en los


procesos ecológicos se debe a los problemas que plantea la crisis ecológica
en el contexto global. Esto se percibe como un proceso conflictivo que toca
la vida diaria y afecta la vida social o mejor, el ambiente físico y social.
La percepción de una crisis del medio ambiente ha evolucionado en
tres influyentes tradiciones: la ecología sociológica, la ecología global y la
ecología política. La primera se identifica con Bookchin (1990), la segunda
con Sachs (1993) y la tercera, un término popular desde los años sesenta en
la academia, de raíces verdes, anarquistas y marxistas, centrada en preocu-
paciones económicas, políticas y sociales relativas a las causas, experiencias
y manejo de los problemas ambientales (Forsyth, 2003:2).
En la ecología política, las escalas geográficas (local, rural, urbana, re-
gional, nacional, supra nacional, global) no están dadas ontológicamen-
te, sino que son producidas socio ambientalmente. Zimmerer and Bassett
(2003), reconocen diferentes enfoques y piensan que la interacción de los
procesos ambientales con los procesos sociales crea relaciones mutuas en
diferentes escalas dando como resultado ecologías políticas peculiares. En
su opinión, la naturaleza –los procesos biofísicos—juega un papel activo,
pero este papel se encuentra afectado socialmente y entendido mediante la
representación política y cultural de la “naturaleza”. (p.3)
Este término no está a salvo de inconsistencias y dificultades semán-
ticas y conceptuales. Sociológicamente, el término aparece en un debate
sobre patrimonio y ambiente (el contexto en el cual se produce la vida y es

6
Página 5 de la traducción al castellano publicada en 2010.

16

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introducción

mediado por la acción humana). De acuerdo a Harvey (1996: 117-119), las


diferencias no son tan claras. El autor pone el ejemplo del conflicto entre
ambiente y naturaleza exponiendo la división o separación entre ambien-
talistas y ecologistas, ya que los primeros adoptan una posición externa en
el manejo ambiental, mientras que para el segundo grupo las actividades
humanas están incorporadas, incrustadas, impresas en la naturaleza.
Existen al menos dos razones para cuestionar, desde el punto de vista
geográfico, la dicotomía prevaleciente por mucho tiempo, naturaleza-so-
ciedad –ámbitos ontológicamente separados. Una es la habilidad de la geo-
grafía para trascender la discontinuidad entre naturaleza y sociedad por su
interés “natural” y tradicional en ver las relaciones en contextos espaciales,
“…el mundo está formado por relaciones” (Dyer, 2008). La otra razón
deriva del creciente interés en la complejidad de los temas ambientales y
el impacto del cambio climático. Esto ha conducido a intentos multi, inter
y trans-disciplinarios para entender y analizar, desde las perspectivas social,
política y económica, los cambios ecológicos, la degradación ambiental y
el proceso de agotamiento de los recursos en diferentes escalas del tiempo
y el espacio.7
A esto hay que añadir que de acuerdo a la insistencia de Harvey (2006:
87): cuando se piensa en el desarrollo geográfico desigual, es importante
“…examinar más de cerca las relaciones metabólicas entre la acumulación
de capital y ‘naturaleza’, pues como se sostiene con frecuencia y es plau-
sible, esto nos coloca en un terreno cualitativamente diferente, respecto
de la construcción teórica.” Conforme las condiciones “físicas y ecológicas
varían grandemente a lo largo de la superficie terrestre …[la] posibilidad de
movilizar y apropiarse de excedentes físicos varia enormemente de un con-
texto ambiental a otro… pero las posibilidades también dependen de las
tecnologías, las formas organizacionales, la división del trabajo, los deseos

Esta preocupación sobre la apropiación humana de la naturaleza no es nueva en la geo-


7

grafía. Algunos textos clásicos sobre el tema son Marsh (1864); Thomas (1956); B. L. Turner
II, et al. (1990); Goudie (2005, 1993). Y por supuesto el inevitable texto de Gregory (2000).

17

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laberintos geográficos: una antología

y necesidades tanto como nuestras predilecciones culturales (incluyendo


aquellas articuladas dentro del ‘sentido común’)”. Pero ésta es una relación
dialéctica, o más bien, recíproca, como explica aún más en su cita a Paul
Burkett:

La capacidad de la naturaleza para absorber o ajustar el proceso de producción hu-


mana es en sí mismo mayormente determinado por las cualidades combinadas de los
objetos materiales, las fuerzas físicas y las formas de vida que constituyen ecosistemas
específicos y la biosfera terrestre en su conjunto…

En un tono quizá reflexivo y más sistemático exploro varios de estos aspec-


tos en los capítulos incluidos. En uno de ellos argumento acerca de la per-
tinencia de la geografía ambiental como subdisciplina. Ofrezco una revisión
del alcance de aquellas disciplinas que se relacionan implícitamente con la
geografía ambiental, discuto la relevancia epistemológica de una disciplina
especializada y la importancia de una fusión híbrida. Asimismo, reviso las
publicaciones en idioma español que indiscutiblemente se pueden conside-
rar que pertenecen a la geografía ambiental.
La idea de unir estos textos surge de un señalamiento de mi colega Luis
Enrique Santiago de la Universidad Autónoma de Aguascalientes en el que
se preguntaba el porqué de la cancelación de los cursos de Geografía en
las universidades por los años cincuenta “...incluso en Harvard”. ¿A qué se
debió? Me aventuré a decirle que se llegó a tal aberración en respuesta a una
revisión crítica –¿miope?– del positivismo, de moda en ese entonces, y de la
visión paradigmática de la geografía que postulaba como tarea de los geó-
grafos describir todo lo que aparecía en la superficie de la Tierra (a la Harts-
horne8); o quizá se pensó que la visión simplona que nos impusieron en la
primaria, que exigía memorizar los nombres de ríos, mares, y montañas,

Según ese influyente geógrafo, en el estudio de la areal differentiation of the world (p. 462)
8

la tarea de la disciplina era proporcionar una descripción e interpretación precisa, ordenada y


racional del carácter variable de la superficie terrestre… La vigencia de estas ideas (paradigma)

18

Laberintos.indb 18 06/03/24 17:22


introducción

no serviría para nada. Cuando un colega en la LSE me preguntó qué estu-


diaba y le dije que geografía me dijo burlonamente que le dijera como se
llamaba el cerro que se veía en el horizonte. Frente a esta postura ingenua,
ya algunos geógrafos muy “perspicaces” nos han advertido enfáticamente
que la Geografía sirve, entre otras, para hacer la guerra...(sic), controlar a
los gobernados, o bien que está al servicio del capital. En todo caso, estas
visiones han sido desestimadas abrumadoramente por los enfoques inter y
multi disciplinarios que desde otras perspectivas y desde la misma geografía
han proliferado y que mantienen la pertinencia analítica indiscutible de la
disciplina. Véase, por ejemplo, Capel y Urteaga (1984), acerca de la teoría
y epistemología de la forma de concebir e interpretar la espacialidad social
desde la subjetividad del observador; o bien la edición de Barnes y Gregory
(1997), que reúne textos de lo que, como dice el subtítulo, ellos llaman the
poetics and politics of inquiry que intenta responder a una revisión crítica del
conocimiento producido y de lo que se ha excluido en ese proceso.
Así que revisé mi bibliografía y le envié algunos textos. Al hacerlo me
sorprendió haber tenido a lo largo de estos años la oportunidad y suerte
de ser invitado a escribir sobre Geografía y hacer investigación sobre las
geografías. Los primeros textos que presento fueron incipientes respuestas
al consejo de Luis Unikel, apenas habiendo entrado a El Colegio, de que
empezara a publicar reseñando algunas de mis lecturas y las enviara a De-
mografía y Economía, título de la revista del CEDUA a fines de los setenta
y principios de los ochenta.
Este conjunto heterogéneo de textos, a los que he agregado alguna re-
ferencia, una aclaración en nota de pie, o corregido formato y hasta una
puntuación para mayor entendimiento, lo he dividido en tres secciones: los
geógrafos, la Geografía y las geografías (aplicaciones).

se cuestionó a finales de los años cincuenta del pasado siglo por un cambio de paradigma que
pasó de lo descriptivo a lo analítico (Berry, 1964).

19

Laberintos.indb 19 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

En la primera, saltándome la secuencia cronológica, incluyo un reporte


del VIII Congreso de Geografía celebrado y organizado por la Escuela de
Geografía de la Universidad Autónoma del Estado de México, en aquel en-
tonces la segunda en el país después de la UNAM, al que asistí y participé.
Enseguida, inserto dos reseñas de libros escritos por geógrafos galeses, el
primero de ellos Emrys Jones mi asesor en Geografía Social de la London
School of Economics, y una segunda en la que un ilustre geógrafo reflexio-
na sobre el papel que ha jugado la Sociedad Real de Geografía del Reino
Unido y el peso de los geógrafos en esa historia. Me parece que estos tres
textos permiten dibujar una perspectiva en la que los temas y las preocu-
paciones de los geógrafos se asemejan. Les siguen dos reseñas de libro de
admirados colegas. Sirvan para honrar la memoria de ambos. La primera
de la muy apreciada Dra. María Teresa Gutierrez de MacGregor, con quien
tuve la suerte de estar bajo su dirección cuando pasé dos años en el Instituto
de Geografía de la UNAM; la segunda de un estimado colega del Centro de
Estudios Históricos, de El Colegio de México, de quien presenté su libro en
El Colegio Mexiquense y al que seguí casi sistemáticamente en su interés
geográfico y ecológico que mantuvo como historiador.
La segunda sección consiste en una reflexión, mantenida permanente-
mente, acerca de lo que, a mi parecer, la Geografía ofrece teórica, analítica
y epistemológicamente como disciplina. Incluye un poco de historia, pero
también su instrumental conceptual y metodológico para analizar el es-
pacio geográfico a partir de cambios paradigmáticos y exploraciones inter
disciplinarias. Los primeros textos tratan sobre la región, sin duda la unidad
analítica de la geografía. Los últimos, mi interés y atención por los proble-
mas ambientales, la estrecha relación con la geografía física y la profusa
intersección que refleja el interés por dilucidar la relación humana en/con
la naturaleza.
La tercera y última, más numerosa, incluye trabajos realizados en di-
ferentes momentos sobre diversos temas. Algunos fueron por encargo y en
general todos reflejan el sesgo geográfico que cargo. De ahí que incluyo tres

20

Laberintos.indb 20 06/03/24 17:22


introducción

en los que la palabra geografía no aparece en el título, lo que no le quita


el interés que tengo como geógrafo en la frontera, texto que elaboramos
hace tiempo con Daniel Hiernaux; en la relación población territorio y su
evolución, con Alejandro Mina (qepd) a quien le debo lo poco que conozco
de modelos demográficos; o el texto en inglés como coautor con Guillermo
Aguilar, con quien mantengo desde hace varias décadas una fértil comu-
nicación profesional y personal. En ese texto se analiza, en el marco de la
globalización, el conjunto de países del Continente Americano. En fin, en
esta sección el lector encontrará textos sobre geografía política, electoral,
demográfica, social y económica y del transporte, todas en el intento de
analizar procesos desde una perspectiva o enfoque geográfico. Es decir, geo-
grafía aplicada como la entienden Garrocho y Buzai (2015).
Los y las lectoras, que espero que en su mayoría sean jóvenes interesa-
dos en esta “...angustiosa complejidad de la geografía, ... [a la vez] encan-
tadora [y] esquiva, ...”, como me hacía ver alegórica y dramáticamente mi
colega Carlos Garrocho, podrán decir si esta travesía a través del laberinto
geográfico tuvo alguna utilidad.

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Laberintos.indb 23 06/03/24 17:22


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24

Laberintos.indb 24 06/03/24 17:22


I. LOS GEÓGRAFOS

Laberintos.indb 25 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 26 06/03/24 17:22
EMRYS JONES Y JOHN EYLES:  1
GEÓGRAFOS SOCIALES

A ceptando la inexistencia de la Teoría de la Sociedad y considerando


que en las Ciencias Sociales se trata más bien de interpretaciones al-
ternativas, Emrys Jones y John Eyles, lejos de una supuesta “neutralidad”
hacen explícita su posición identificándose con un enfoque particular, no
clasista por cierto, para el análisis, como geógrafos, de los problemas socia-
les de la ciudad.
Esta manifiesta necesidad de tomar partido es sintomática de la entrada
que a la discusión meta-teórica y epistemológica han hecho recientemente
los geógrafos, en cuyo campo ha sido notoria la ausencia de discusiones
acerca de la problemática social, es decir, sobre clases sociales, Estado, etc.
Positivamente sintomática, a nuestro parecer, puesto que, como señalaba
Jones en otra ocasión “la mayor parte de las ideas que se introducen en la
geografía humana provienen no de las ciencias físicas sino de las ciencias
sociales”. A partir de este reconocimiento, afirman, se hace necesario para
los geógrafos relacionar los estudios de la geografía social más firmemente
a los procesos que ocurren en la sociedad. En el caso del geógrafo urbano,

1
Graizbord, B. (1979), “Emrys Jones y John Eyles. An introduction to social geography. Ox-
ford: Oxford University Press, 1977. 273 p.”. Demografía y Economía, 13 (04), pp. 500–503.

27

Laberintos.indb 27 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

éste tendrá que analizar los problemas en la ciudad a partir de un mayor


entendimiento de las “implicaciones espaciales de los procesos sociales”.
Este libro, que se presenta como texto introductorio, de cualquier modo
representa un aporte importante al campo de la geografía social y en parti-
cular a lo que está por hacerse respecto a la relación “espacio-sociedad”. Está
organizado alrededor de cuatro aspectos que reflejan, de hecho, los cortes
que los autores proponen para el estudio de la problemática espacial: “con-
ceptos”, “patrones”, “procesos” y “planificación”. A su vez, los diez capítulos
que lo forman representan los intereses y el trabajo que cada uno de ellos
ha realizado anteriormente. Así, por ejemplo, Emrys Jones es el autor de los
capítulos que tratan sobre los patrones espaciales de la actividad humana al
interior de la ciudad. Representan un análisis del proceso social que, en un
caso concreto (Irlanda del Norte), aparece como conflicto religioso dando
lugar a pautas de disgregación intra-urbanas (Belfast).
Ambos autores coinciden en su preocupación acerca de la “experiencia
social”, vista ésta en sus “implicaciones espaciales”, como patrones (formas
y estructuras espaciales) surgidos de la diferenciación entre grupos sociales
y sus actividades. Desde esta óptica, apuntan, el espacio es considerado “no
como continente de las cosas” es decir, neutro, sino como atributo, es decir,
cargado de valores y significados que los distintos grupos le dan en su inte-
racción con los demás integrantes de una formación social.
Dentro de los esfuerzos, tanto de geógrafos como de sociólogos, por ex-
plicar y definir la relación entre las formas espaciales y los procesos sociales,
hay algunas conceptualizaciones que merecen citarse. Los autores sintetizan
las que consideran más relevantes:
J. W. Watson (1957, en G. Taylor (Comp.), Geography in the Twentieth
Century, pp. 463-99) define el objeto de estudio en términos de la iden-
tificación de áreas diferenciadas producto de asociaciones de fenómenos
(sociales) en su relación con el medio ambiente natural.
R. E. Pahl (1965, en R. Chorley y P. Haggett (Comps.), Frontiers in
Geographical Teaching, pp. 81-100) hace referencia a patrones y procesos

28

Laberintos.indb 28 06/03/24 17:22


los geógrafos

de y entre poblaciones definidas socialmente en su ámbito espacial; ubi-


cación que sirve sólo de marco (espacial) del análisis de la realidad social.
Este mismo autor formula más adelante (1970, Whose City?  ), una relación
recíproca entre espacio y sociedad al señalar que “...las estructuras espaciales
tanto reflejan como determinan los procesos económicos y políticos de la
sociedad”.
A. Buttimer (1968, International Encyclopedia of the Social Sciences, Vol.
6, pp. 134-135) trata de patrones espaciales y relaciones funcionales entre
distintos grupos en un contexto social particular dando lugar, a partir de
distintos significados que esto tiene para cada grupo, a formas internas y
externas de actividad y al establecimiento de “canales de comunicación”
entre ellos.
J. Eyles (Progress in Geography, 6, 1974, pp. 28-87), por su parte, con-
templa patrones y procesos sociales como resultado de la distribución terri-
torial de los recursos (escasos) y del acceso a ellos por parte de los distintos
grupos sociales. Se trata, por tanto, del resultado “socio-espacial” de la dis-
tribución desigual de los recursos en la sociedad capitalista.
Por último, E. Iones (Readings in Social Geography, 1975, pp. 1-12)
señala que se trata de un proceso relacionado al “hacer” y “modificar” for-
mas o patrones espaciales resultado del uso que los distintos grupos sociales
hacen del espacio. El énfasis en esta última conceptualización está en el
grupo y el uso que hace del espacio, mientras que en la anterior se trata
más bien de los problemas que se derivan de esa relación y, por tanto, de
posibles soluciones.
Al considerar las ideas expresadas en estas últimas proposiciones acerca
de la relación entre formas espaciales y los procesos sociales, se tiene que
un estudio enfocado a “lo espacial de las actividades humanas” tendrá que
considerar necesariamente, según los autores, cuatro grandes aspectos: i) el
espacio; ii) la forma espacial; iii) los procesos generadores y iv) los efectos y
las posibles respuestas a éstos, lo cual permite formular preguntas como las
siguientes: ¿Cuál es el significado que los distintos grupos sociales otorgan

29

Laberintos.indb 29 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

al espacio y cuáles las actividades que se llevan a cabo de acuerdo a tal sig-
nificado?; ¿cómo interpretar y evaluar las formas resultantes? Pero, ¿cómo
y por qué se dan estas formas?, es decir ¿cuál es la forma racional de su
producción y transformación? y finalmente: ¿qué impacto espacial tendrá
cualquier acción? o, en términos más comprensivos, ¿cuál es la implicación
espacial de las actividades humanas, es decir, de la práctica social?
Resulta claro que la idea del espacio como continente, o sea, la división
del espacio para la delimitación de los estudios geográficos, deja sin resolver
varias cuestiones. Por el contrario, el concebir al espacio geográfico como
atributo de las cosas permitirá entender el comportamiento y uso social que
los individuos y grupos hacen de éste. El problema de la escala y del tama-
ño, tan importante para el geógrafo, deja de serlo: se pasa ahora a la rela-
ción que se establece a partir del comportamiento de un individuo o grupo
frente al conjunto social. En este sentido, podríamos decir que “el espacio
es lo que hacemos de él”. Sin embargo, esto deja abierta la posibilidad de
explicar el comportamiento privilegiando al individuo.
El haber forzado al lector a la reflexión anterior, y la desmitificación
del determinismo geográfico y el “geometrismo” de las formas espaciales
idealizadas, que los geógrafos se han encargado de enfatizar en sus estudios
más recientes, otorga a este libro su mérito e importancia. Se podría decir
que los autores proponen, en un primer momento, la identificación clara
de la posición de cada grupo con respecto a los demás en todo intento por
explicar el uso del espacio y el significado que tiene para ellos. La estruc-
turación del espacio reflejará así la distribución del poder en la sociedad.
Esta distribución es, sin embargo, sólo mediadora del efecto de las fuerzas
económicas, Toda vez que se acepte esta mediación, será necesario, según
los autores, considerar en el análisis y explicación de las estructuras espa-
ciales: i) la competencia por los recursos en el nivel de la producción; ii) la
posición relativa de los grupos en esta competencia; iii) la distribución de
los recursos y iv) el control de ellos o de los mercados por parte de algunos
grupos.

30

Laberintos.indb 30 06/03/24 17:22


los geógrafos

Por último, tendría que considerarse la “dinámica social”, es decir, los


cambios que afectan a la sociedad en su totalidad. Aquí cabría pensar en dos
procesos fundamentales para las sociedades contemporáneas: la industriali-
zación y la urbanización. Aún cuando no necesariamente son concurrentes
o simultáneos, ambos generan la necesidad de regularlos, administrarlos y
controlarlos. Para eso es necesario entenderlos como procesos generadores
de cambios sociales en sus modalidades específicas y sus concresiones par-
ticulares; presentándose para el geógrafo, la disyuntiva de influir en las po-
líticas a través de una vinculación directa con los que las hacen (el Estado)
y señalar las consecuencias de tales acciones y elevar la conciencia política
de los grupos menos beneficiados ante las prácticas políticas del Estado. En
este sentido este libro sólo ofrece los elementos iniciales para tal decisión.
Los autores abren a los nuevos geógrafos una amplia perspectiva al
plantear la necesidad de considerar la espacialidad de los atributos, las acti-
vidades y las relaciones entre grupos sociales a partir de una supuesta visión
“sagrada”2 de la sociedad. Sin embargo, queda aún el problema de definir y
entender el funcionamiento de la sociedad misma. Es decir, ¿se trata de un
conjunto de individuos y grupos cada cual representando intereses propios
en un contexto en el que existen mecanismos normativos de resolución
social, o se trata de intereses opuestos de clases en conflicto que se derivan
de su posición en el proceso de la producción y reproducción de esa socie-
dad? Una visión entendería al Estado separado de la “sociedad civil”, la otra
como parte integrante de ella. Esto, obviamente tiene sus repercusiones no
sólo a nivel del proceso político y de las políticas públicas, sino de la ubica-
ción del geógrafo en su práctica. No es que un enfoque ignore o rechace los
posibles conflictos sociales, sino que señala que existen en el sistema los me-
canismos efectivos para administrarlos. Además, esta visión “pluralista” de
la sociedad asegura que empíricamente se puede demostrar que el sistema
se caracteriza por la distribución difusa del poder político, lo que permite la

2
Nota del editor: mi texto original decía holística.

31

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laberintos geográficos: una antología

concurrencia de distintos grupos interactuando en lo económico, político,


social, etc. Por el contrario, la que podría denominarse como “clasista” en-
fatiza precisamente la distribución desigual del poder, no sólo político sino
económico y social; lo cual permite explicar el sesgo sistemático, y en algu-
nos casos el efecto represivo, de las políticas del Estado. Es decir, la desigual
distribución de los recursos sociales disponibles es inherente al sistema de
clases y no un resultado de la competencia entre distintos grupos sociales, lo
cual tendría por necesidad sus consecuentes implicaciones espaciales.

32

Laberintos.indb 32 06/03/24 17:22


ERIC HERBERT BROWN:  1
HISTORIADOR DE LA INSTITUCIÓN

L a historia de la geografía y el caso particular de la Sociedad Geográfica


Real (RGS) se caracteriza por un continuo enfrentamiento de ideas
que han sido destacadas profusamente en este libro: Geography, yesterday
& tomorrow, editado por E. H. Brown para la Royal Geographical Society,
publicado por Oxford University Press, 1980.
En el recorrido de esa historia, de esos 150 años (1830-1980) de even-
tos y contribuciones científicas de ilustres miembros de la RGS, aparecen
las preocupaciones que hasta la fecha persisten en la discusión epistemoló-
gica acerca del paradigma geográfico. A lo largo del libro, constantemente
surgen las preguntas acerca del objeto, método y práctica de la geografía. Se
habla del carácter estratégico del conocimiento geográfico, de sus aplicacio-
nes, de cuál es la escala apropiada y el enfoque correcto que debe adoptarse
en la descripción y explicación de los fenómenos geográficos.
La tarea de los geógrafos es discutida continuamente por los miembros
de la sociedad. Se propone la exploración de la tierra frente a una explica-
ción de la relación entre el hombre y la naturaleza; se habla de un determi-
nismo geográfico frente a un enfoque que sustenta una relación recíproca, si

1
Graizbord, B. (1983), “E. H. BROWN (ed.), Geography, Yesterday and Tomorrow, Oxford
University Press, 1980, (302, págs.)”. Demografía y economía, 17 (03), pp. 406–408.

33

Laberintos.indb 33 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

bien asimétrica, entre las características físico-geográficas de los territorios


habitados y los individuos o grupos que los ocupan; se propone la geografía
regional –(la descripción minuciosa y exhaustiva de la región) frente a una
geografía sistemática (la sistematización del conocimiento geográfico)–,
la producción de mapas como fin del trabajo geográfico frente al análisis,
la reflexión teórica y la enseñanza de la geografía, no sin aflorar en todo
ello una visión e intereses colonialistas, que representan y responden a la
situación y el contexto histórico en el que se sitúan estas discusiones dentro
de la institución.
Sin duda que todo ello debiera ser de interés para los geógrafos en par-
ticular y, en general, para todos los estudiosos de las ciencias sociales.
El libro se divide, de hecho, en dos partes. La primera, que corresponde
al extenso capítulo 1, de T. W. Freeman, “The Royal Geographical Society
and the Development of Geography” (pp. 1-99), sirve de introducción y
da cuenta en forma cronológica y pormenorizada, de la historia científi-
ca de la Sociedad, de sus ilustres miembros y sus ideas. Se hace en él un
relato del esfuerzo y apoyo que la GRS dio a las exploraciones del globo
terráqueo, a la introducción de la disciplina en los estudios universitarios y
el sistema educativo inglés, así como de la preocupación epistemológica y
metodológica de los geógrafos británicos y el desarrollo teórico y práctico
del conocimiento geográfico. En fin, de la curiosidad e intereses temáticos
de los ilustres geógrafos que pertenecieron a la RGS o la dirigieron durante
estos 150 años de su existencia. Pero también, y ello justifica plenamente
su lectura, se hace referencia a las fallas, los aspectos no cubiertos o poco
desarrollados, enriqueciendo la presentación de esta historia.
En la segunda parte (capítulos 2 al 14) se cubren sistemáticamente las
áreas y subáreas que han sido objeto de atención por parte de los geógrafos
ingleses. Aparte del capítulo 2, N. J. Graves, “Geography in Education” en
donde se hace una revisión de la difusión del estudio de la Geografía en el
sistema educativo del Reino Unido, el resto de los capítulos –todos ellos
bastante sintéticos y cortos (15 pp. promedio)– cubren las dos· grandes

34

Laberintos.indb 34 06/03/24 17:22


los geógrafos

ramas de la geografía: la física y la humana, excepto dos capítulos dedica-


dos específicamente a aspectos técnicos como la cartografía, cap. 7 “Recent
Developments in Survey and Mapping” por David Rhind and T. A. Adams
y el cap. 9, “Land-Use Survey Today and Tomorrow” por Alice Coleman,
este último dedicado a exponer sucintamente aspectos como la recolección
de datos, su cuantificación, análisis e interpretación, para terminar con al-
gunas consideraciones sobre el futuro de estas tareas.
Son de destacar los capítulos 8, “Theory in Human Geography: A Re­
view Essay” por Alan Wilson y el 11, “Social Geography” por Emrys Jones
que presentan desde dos visiones distintas, la preocupación común de defi-
nir el objeto y el método de la geografía humana como una de las ciencias
sociales. La primera, desde un enfoque sistemático con interés en hacer
operativas las construcciones conceptuales de sistemas socio-geográficos
complejos e hipercomplejos que puedan ayudarnos en una mejor planea-
ción y una mayor eficacia de las políticas públicas y la segunda con un enfo-
que que enfatiza lo social, interesada en aclarar y entender las implicaciones
especiales de los procesos sociales.
No puede afirmarse, sin embargo, que todos los capítulos hayan sido
elaborados con el mismo rigor y calidad académica, aun cuando todos con-
tienen una buena síntesis y resumen de los avances logrados tanto teóricos
como prácticos, en cada uno de los temas tratados. Asimismo, su tamaño
reducido y profusa bibliografía los hace a todos de interés para los estu-
diosos de la geografía y particularmente para maestros y alumnos en el
nivel universitario. Esto, sin embargo, no necesariamente significa una fácil
lectura pero, por otro lado, no deja de ser importante su consulta desde el
punto de vista académico y didáctico.
Habría que hacer, por último, algunas otras consideraciones. La RGS
ha sido y es considerada como una institución “conservadora”, tradicional.
De hecho, el desarrollo institucional de la Geografía en el Reino Unido ha
visto la creación de otras instituciones que, si bien no han actuado desvin-
culadas de la RGS, han propiciado una dinámica distinta para el avance de

35

Laberintos.indb 35 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

la disciplina. Asimismo, la escuela geográfica anglo-sajona se ha caracteri-


zado por el desconocimiento o más bien un limitado interés en los avances
de otras escuelas como la francesa y alemana, para señalar las dos más im-
portantes. Es sólo muy recientemente y en forma poco sistemática que los
geógrafos ingleses han vuelto sus ojos y prestado atención al trabajo de sus
colegas franceses, alemanes, norteamericanos, etc.
Puede decirse además que la geografía anglo-sajona representa un en-
foque con raíces positivistas y, en consecuencia, de fuerte sesgo empiricista.
Todo lo cual no significa ni pretende subestimar sus logros sino más bien
ubicarla claramente en sus características particulares. De hecho representa,
como escuela, un cúmulo de ideas e instrumentos para la práctica geográfi-
ca y para su incorporación operativa a los aparatos planificadores del Esta-
do en sus diferentes niveles. En ellos quizá pueda encontrarse también un
público atento e interesado en esta obra, que constituye una buena síntesis
del avance, a la fecha, de una escuela geográfica de la que hay mucho que
aprender.

36

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CONGRESO NACIONAL DE GEOGRAFÍA:  1
REUNIÓN DE LOS GEÓGRAFOS MEXICANOS

F rente a una numerosa asistencia de geógrafos normalistas y universita-


rios y funcionarios públicos, se celebró del 18 al 20 de febrero próximo
pasado el VIII Congreso Nacional de Geografía con el tema “La ciencia
geográfica en el desarrollo de México”.
Los objetivos generales manifestados por los organizadores fueron los
de “contribuir al desarrollo de la investigación, enseñanza y aplicación de la
geografía en México, así como a una evaluación de la misma”.2
La reunión comprendía la presentación de más de ochenta trabajos
dictaminados por comisiones ad hoc de evaluación, integrados en once
secciones que reflejaban más que la tradicional subdivisión sistemática del
“objeto de estudio”, una división funcional de la práctica geográfica. Así, la
memoria, que por cierto fue entregada a los participantes al inicio de la re-
unión, contenía en dos tomos las ponencias correspondientes a las siguien-
tes mesas de trabajo: Geomorfología, Climatología, Recursos Naturales,
Ecología y Problemas Ambientales y Cartografía (Tomo I) y Geografía de

Graizbord, B. (1981), “VIII Congreso Nacional de Geografía 18-20 Feb. 1981, Toluca,
1

Edo. de México”. Demografía y Economía, 15 (03), pp. 382–385.


2
Discurso de la Dra. Ma. Teresa Gutiérrez de MacGregor, en la sesión inaugural.

37

Laberintos.indb 37 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

la Población, médica, urbana, socioeconómica, enseñanza de la geografía y


geografía general (Tomo II).
Se presentaron además varias conferencias en sesiones plenarias entre
las que destacaban la del Maestro Ángel Bassols Batalla, el Dr. Z. Mikulski,
decano de la Facultad de Geografía y Estudios Regionales de la Universi-
dad de Varsovia y el Profr. Jean Tricart, de la Universidad de Estrasburgo,
Francia.
Esta reunión celebrada en la ciudad de Toluca, teniendo como sede las
instalaciones de la Escuela de Geografía de la UAEM, primera fundada en
provincia, parece marcar —a riesgo de un juicio miope y sesgado del que
esto escribe— un cambio de rumbos en la tradicional historia de mediocri-
dad que ha caracterizado hasta ahora a esas reuniones. Me refiero a que en
esta ocasión una gran parte de las ponencias presentadas alcanzaron no sólo
un elevado nivel científico incorporando los desarrollos y avances de las
ciencias geográficas sino que además reflejan una preocupación teórico-me-
todológica que los geógrafos han retrasado considerablemente.
Es interesante señalar que el perfil (estereotipado) del geógrafo que los
funcionarios del sector público asistente presentaron o pretendieron cons-
truir sutilmente en sus discursos no coincidió con una gran parte de los
participantes. Se pudiera decir que una considerable proporción de los asis-
tentes son conscientes de la caducidad teórica y práctica de un modelo que
ve al geógrafo como el recopilador “neutral” de datos geográficos y/o el
constructor de mapas temáticos. Es decir, que ni el objeto de la geografía ni
el trabajo geográfico se reducen a inventariar objetos, hechos o procesos que
aparecen en la superficie terrestre. Esto, no se niega, es necesario hacerlo;
sin embargo, no es necesario que sea un geógrafo el que lleve a cabo. O más
bien, será necesaria su participación para que a partir de una conceptua-
lización previa identifique aquéllos que considere relevantes. No se niega
tampoco con esto la importancia de la tarea descriptiva de la geografía.
Nos parece sin embargo, que el objeto y la práctica del geógrafo implican y
apuntan a la consideración, al menos, de:

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Laberintos.indb 38 06/03/24 17:22


los geógrafos

a) La asignación, distribución y uso social de los recursos “naturales” y huma-


nos cuyo “valor” en el tiempo es cambiante y transformable y;
b) Las implicaciones espaciales de los procesos sociales que resultan de la activi-
dad de los sujetos sociales, en contextos sociopolíticos particulares.

A partir de estas consideraciones el tema general del Congreso se presentaba


por su amplitud a una apertura que, nos parece, se dio en lo que respecta
a la “aplicabilidad” de los trabajos y la utilización del conocimiento geo-
gráfico y precisamente, en lo que se refiere a su carácter ideológico. En este
sentido cabe la pregunta no sólo acerca de la lógica interna de las proposi-
ciones teórico-metodológicas de los estudios geográficos, sino acerca de lo
que la geografía puede aportar al conocimiento de la realidad social en un
momento dado.
Encontramos una explicación de lo anterior en las últimas dos ponen-
cias presentadas en la sección de “enseñanza de la geografía”3 cuya presen-
tación originó una fuerte discusión en un numeroso e interesado público.
En la primera4 se adelantaban algunas consideraciones críticas a una co-
rriente geográfica reciente, caracterizada por la utilización de técnicas cuan-
titativas y modelos análogos a los de las ciencias naturales para el análisis
de patrones y procesos especiales. Se hacía referencia a las reservas y señala-
mientos de cautela por parte de algunos geógrafos a los que han planteado
el enfoque en términos de un interés más bien centrado en las implicaciones
espaciales de los procesos sociales en tanto la producción y el consumo del
espacio geográfico por los distintos grupos y sectores sociales. No se trataba,
sin embargo, de desconocer el poder descriptivo y de manejo de informa-
ción que el enfoque mencionado y su instrumental ofrecen.

3
Véase Memoria, VIII Congreso Nacional de Geografía 1981, Toluca, Edo. de Méx., tomo
II, pp. 404-422.
4
B. Graizbord, “Elementos de crítica a la nueva Geografía”, Memoria, tomo II, pp.
404-412.

39

Laberintos.indb 39 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

En la segunda5 se cuestionaba el carácter descriptivo de la geografía


señalándose que ello no constituye un trabajo científico (sic). Se señalaba la
necesidad del estudio de los fenómenos naturales y sociales, pero de los pri-
meros en función de los segundos. Se argumentaba que el conocimiento del
espacio (geográfico) constituye un saber estratégico desde el punto de vista
político, económico y militar; este carácter estratégico de la geografía hace
que el geógrafo se comprometa, como proponen los geógrafos franceses que
publican en Herodote —revista radical a la que el autor de la ponencia se
vincula— con “la lucha del Tercer Mundo y de las mayorías desplazadas de
la Tierra”.
No son éstos los únicos trabajos dignos de mencionar a propósito de
esta problemática. En las mesas de geografía urbana y de geografía socioe-
conómica (secciones 8 y 9 de la Memoria, tomo II) se evidenció la necesi-
dad de introducir a la discusión aspectos que habían quedado excluidos en
anteriores ocasiones.
Tradicionalmente los temas “urbanos” o “económicos y sociales” en
la geografía habían sido tratados fuera de la problemática de las ciencias
sociales. Me refiero a que aspectos como el Estado, las clases sociales, la
distribución del ingreso, etc., no habían ingresado a la discusión. En esta
ocasión, sin embargo, se privilegió en gran parte de los trabajos, implíci-
ta o explícitamente, la relación entre los patrones o procesos espaciales y
sus determinaciones sociales, económicas y políticas.6 Este cambio exige
al geógrafo un replanteo y redefinición de “espacio geográfico”, y una re-
flexión acerca de los procesos sociales. Así, el espacio geográfico deja de con-
siderarse como continente en el que se suceden, se dan, inciden fenómenos
5
A. López Gallero, “Ciencia natural o humano-estratégica”, Memoria, tomo II, pp.
413-422.
6
Véase, por ejemplo: D. Hiernaux, pp. 149-160; C. Campodónico y W. Fernández, pp.
161-171; e implícitamente A. Sánchez Crispín, pp. 180-189; y en socioeconomía, entre
otros: R. López Huebe, pp. 226-233; G. Ramírez Mendoza, pp. 234-244; L. Fuentes Aguilar,
pp.245-254 e implícitamente: R. D. Juárez Carrejo, pp. 255-264; B. Pinto y S. Puente pp.
265-275 y B. Graizbord y A. G. Aguilar, pp. 276-288.

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los geógrafos

o hechos físico-naturales, sociales, económicos, políticos o bien estos fenó-


menos ya no aparecen en forma aleatoria (dando lugar a patrones y pro-
cesos espaciales), ni separados de las relaciones sociales predominantes en
un momento y lugar determinados y que condicionan la forma en que se
desarrolla la relación hombre-hombre, hombre7-naturaleza. Los recursos,
el espacio geográfico, es necesario recordar, tendrán significado i) sólo a
partir de una construcción-reconstrucción teórica y ii) esa significación es
cambiante en el tiempo y el espacio de acuerdo a las necesidades manifiestas
de grupos o comunidades, determinadas por el desarrollo económico-tec-
nológico de la formación social en la que se inscriben y desde luego de las
condiciones coyunturales.
Cabría finalmente una acotación más: si se quisiera hacer una clasi-
ficación de las ponencias, al menos de aquéllas presentadas en las mesas
de geografía urbana y geografía socioeconómica, podríamos pensar en dos
grandes grupos, cada uno de los cuales pretende privilegiar ya sea al aspecto
espacial o bien el social. Parecería entonces que la descripción-explicación
del fenómeno geográfico y de los patrones y procesos espaciales se quisieran
abordar a partir de un “análisis espacial” o del “análisis sociológico”. Si bien
estamos convencidos de una determinación social de lo espacial creemos
que un enfoque dicotomizado, aun del lado de lo “social”, llevaría a una
interpretación y evaluación reducida de los fenómenos.
Es precisamente, creemos, la relación que se establece entre los procesos
espaciales (las formas son sólo cortes temporales de éstos) y los procesos
sociales, relación asimétrica, no lineal sino conflictiva, paradójica y contra-
dictoria, la que debería determinar el énfasis analítico de una geografía inte-
resada y científica, alejada de una concepción fenomenológica absolutista.
No cabe duda de la necesidad de describir los patrones y procesos
espaciales, reflejo de las actividades humanas, sin embargo, éstos están

7
N. del Editor: desde luego que aqui y en otros textos incluidos se trata de un termino
genérico no consciente aun del enfoque de género.

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laberintos geográficos: una antología

determinados socialmente; podría decirse que el geógrafo debiera intere-


sarse en la “manifestación espacial de los procesos sociales”, sin embargo,
esto no resuelve sino que plantea precisamente los términos teóricos episte-
mológicos de la práctica geográfica. El énfasis en la determinación social de
las formas espaciales implica una redefinición de “espacio”. El espacio, su
organización, estructuración, producción y consumo es un resultado social
complejo: producto de la relación hombre-hombre y hombre-naturaleza,
relaciones éstas alejadas de una conceptualización determinística y teleoló-
gica que sin embargo es aún vigente. Estas desde luego han sido las preo-
cupaciones constantes de los geógrafos. Sin embargo, sentimos necesaria la
redefinición metodológica y epistemológica de la geografía. Así, no se trata
solamente de “describir” lo que se ve o puede ser medido sino de “descu-
brir”,8 esclarecer o explicar, como bien señalaba D. Harvey9 los mecanismos
—algunas veces ocultos— que permiten organizar y distribuir lo que la
sociedad, en un momento dado, produce y consume y que va a determinar
la forma en que las actividades humanas se “ubican”, mueven, “fluyen”,
y relacionan en/con una estructura territorial heredada que se transforma
continuamente y es a la vez susceptible de transformarse socialmente.

El “descubrimiento” implica una construcción normativa o bien utópica previa.


8

D. Harvey. “The redistribution of real income in an urban system” ch 2, Social Justice and
9

the City, Arnold 1973 (esp.) S. XXI, 1978.

42

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MARÍA TERESA GUTIÉRREZ DE MACGREGOR,
JORGE GONZÁLEZ SÁNCHEZ Y JOSÉ JUAN ZAMORANO OROZCO:  1
GEÓGRAFOS REGIONALISTAS

E ste es un texto monográfico en la mejor tradición de la geografía regio-


nalista. En la presentación se insiste en la determinación histórica del
fenómeno geográfico y se destaca el enfoque esencialmente geográfico que
utilizan los autores. Ambas observaciones atinadas. Los primeros capítulos
dan cuenta del contexto natural (el relieve) y de la historia de los primeros
pobladores. Mientras que los tres capítulos restantes se refieren al proceso
de urbanización reciente.
Para documentar la urbanización y el crecimiento acelerado de los úl-
timos años en el análisis del proceso de expansión y transformación del
paisaje de esta región, la cual se delimita y se hace coincidir con la cuenca de
México, la variable que se revela es la población. Cabría aquí una primera
pregunta: ¿La región de la Ciudad de México fue y es en la actualidad la
cuenca? O, en otras palabras, ¿hasta dónde llega la región?
Los autores recorren la historia de manera breve y dan cuenta de los
límites y alcances del doblamiento que se ha dado en este espacio y que en

Graizbord, B. (2005), “Gutiérrez de MacGregor, M. T., J. González Sánchez y J. J. Zamo-


1

rano Orozco (2005), La cuenca de México y sus cambios demográfico-espaciales, Temas Selectos
de Geografía de México (I.8.1), Instituto de Geografía, UNAM, México, 155 p. ISBN 970-
32-2395-8”. Investigaciones Geográficas, Boletín 57, pp. 141-143.

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laberintos geográficos: una antología

la actualidad ha cruzado cualquier umbral que pueda manejarse como el


apropiado para establecer una posible relación armónica entre la población
y los recursos que el medio natural ofrece en la cuenca de México. Surge
así una segunda pregunta: ¿Cuáles son los parámetros que deberán consi-
derarse para saber si el fenómeno urbano-metropolitano de la Ciudad de
México ha rebasado las posibilidades de ofrecer un ambiente propicio para
sus habitantes? O, bien, ¿es la ciudad demasiado grande?
Éstos son, desde mi punto de vista, los dos elementos analíticos básicos
que permitirían, una vez aclarados, hacer recomendaciones ante “los pro-
blemas que afronta la ZMCM” (p. 136).
Estas preguntas, y más bien las respuestas, podrían modificar la manera
en que se concibe la cuenca. A veces, ésta se confunde con la región centro
(p. 121) o con el territorio nacional (p. 81) y al proponer una perspectiva
de sistema urbano su escala se pierde, por eso, se habla de “primacía” o “ma-
crocefalia” indebidamente (p. 120). Lo mismo sucede al proponer la conso-
lidación de una red urbana jerarquizada en toda la región (p. 138), cuando
en realidad se está hablando de un ámbito metropolitano que, con altas
y bajas densidades, forma una continuidad espacial metropolitana. Véase,
por ejemplo, la serie de mapas que se presentan en las figuras 35 y 36, en
donde el último mapa ya no es de “puntos en un área” sino que muestra el
espacio de la expansión continua de la ciudad y el área urbana en el tiempo.
La cuestión es si se puede mantener el uso de categorías urbano-rural en
el contexto metropolitano, no sólo en su aspecto físico sino funcional. En
efecto, en el área metropolitana sí existen espacios de producción primaria
¿rurales? Y también, para algunos, una presencia, que no la convivencia, de
indígenas de diversos grupos o etnias y regiones del país, pero ¿son rurales
los individuos que cultivan nopal en Milpa Alta y que quieren exportar
productos alimenticios y de ornato derivados de estas plantaciones?
Otra cuestión más, no trivial, es la confusión en el uso del término al-
fabetización como equivalente a educación (p. 106). Aquí, la educación en
el ámbito metropolitano es una cuestión de formación de capital humano

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Laberintos.indb 44 06/03/24 17:22


los geógrafos

y, por tanto, de diferenciación, mientras que en el ámbito rural o en otros


momentos, la alfabetización se inscribió en el esfuerzo de reducir diferen-
cias y universalizar la política educativa. En el aspecto práctico la educación
se refiere a calificación de fuerza de trabajo y no a saber leer y escribir.
¿Frente a estos pequeños detalles hay enormes aciertos? No sólo en lo
relativo a los mapas, como instrumentos geográficos, sino también en cuan-
to a las figuras y las fotos que, con más nitidez y con las fechas en que fue-
ron tomadas, podrían aumentar su valor, pues son un ingrediente básico en
la orientación del texto hacia la difusión del conocimiento. El libro es muy
accesible y llena un espacio desatendido por los académicos, que es al que
pueden acceder los no especialistas, público en general y, especialmente, es-
tudiantes universitarios de primer ingreso. A ellos, creo, están dirigidos los
textos que conforman esta serie de monografías que atinadamente publica
el Instituto de Geografía de nuestra Universidad.
En cuanto a los capítulos en general, me gustó el II, corto, pero con
interesante información aunque quizá falto de secuencia en algunos casos,
y con una inexplicable ausencia de planos de la ciudad de siglos anteriores
al XX, que hubieran sido bienvenidos. En el capítulo III falta quizá una
reflexión acerca del significado de los cambios para la propia ZMCM y para
el país… En contraste, es muy acertado el señalamiento acerca de que el
Distrito Federal e incluso los municipios metropolitanos originales de los
años cincuenta y sesenta, se han transformado “en la principal área de ex-
pulsión de población a prácticamente todas las ciudades del país” (p. 113).
Hago un paréntesis para recordar al fundador de la geografía france-
sa que es por antonomasia la “geografía de la región”: Vidal de la Blache
(1848-1918), esto, para respaldar un argumento a favor de la monografía
que aquí comento. Si entiendo bien, De la Blache tenía una clara idea de la
debilidad de los argumentos determinísticos que oponían el medio natural
al ámbito de la cultura en donde uno dominaba al otro. De acuerdo con
De la Blache, ambos fenómenos, el natural y el cultural, son inseparables;
el primero se modifica a partir de la presencia humana lo mismo que aquél

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Laberintos.indb 45 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

influye en el “hombre”, genéricamente hablando. Esta relación íntima


constituye –o más bien construye– en el tiempo la región y ésta deberá ser
el objeto esencial del interés de los geógrafos. Pero el enfoque original de
De la Blache se justifica para aquellas regiones donde dominaba lo “local”,
es decir, lo aislado del resto del mundo. Estas circunstancias favorecían el
desarrollo de tradiciones locales, prácticas sociales, incluso formas arquitec-
tónicas y daban lugar a un “estilo de vida”. Las comunidades eran autosu-
ficientes para satisfacer la mayoría de sus necesidades. Claro, había fuerzas
que subyacían y gobernaban el desarrollo comunitario, pero se daban de
forma continua y, en todo caso, volvían a la situación estable si algún agente
perturbador las afectaba.
La pregunta que se desprende sería ¿es posible pensar actualmente en
una situación como ésta? Por supuesto, Vidal de la Blache se percató al final
de su carrera, y ya entrado el siglo XX, que los efectos perturbadores ori-
ginados por los cambios tecnológicos, habían llegado para transformar de
manera ineludible la estabilidad en la relación hombre-medio natural. Esto
redujo el valor del método regional y él mismo sugirió que futuros trabajos
geográficos deberían observar, analizar y estudiar la interrelación entre la
región y la ciudad que como centro dominaba su espacio tributario, más
que las relaciones entre los elementos naturales y culturales. Creo, que esto
es lo que aquí han hecho los autores.
Antes de terminar cabe señalar dos rutas que, por supuesto, ya están
trazadas en la actualidad y que involucran dos fenómenos extremos en el
estudio del fenómeno y los procesos metropolitanos: lo global y lo local.
No es posible discurrir en este reducido espacio sobre temas tan com-
plejos, especialmente si los ubicamos en el contexto de la discusión de geó-
grafos prominentes como David Harvey y otros de igual imaginación y sus-
picacia. El punto es que con Giddens y su señalamiento de la “comprensión
del tiempo y el espacio” ambos extremos o escalas geográficas comienzan
a presentar un juego de relaciones muy complejas que toca a los geógrafos
actuales dilucidar y explorar.

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Laberintos.indb 46 06/03/24 17:22


los geógrafos

Por una parte, en el estudio de la ciudad vista como punto, en una


escala global, es necesario considerar los impactos externos que modifican
el papel o función de la ciudad y sus relaciones vis a vis el territorio y la eco-
nomía nacional tanto como su estructura urbana interna. No puede verse
la Ciudad de México sin considerar su rol cambiante con respecto al resto
del país, la ganancia que ofrece a su población y actividades ahí localizadas
en ciclos de crecimiento, y sus pérdidas en tiempo de crisis… sectorial y
demográficamente hablando. Ahora, como bien se dijo, es el origen princi-
pal de la migración hacia el resto del país, es decir, transfiere mano de obra
calificada, capital humano, y otros bienes a favor del conjunto de ciudades
del sistema urbano nacional y, por tanto, del aparato productivo del país;
relación inversa a la que se dio durante los últimos treinta años en contra
de la periferia.
Por otra parte, en la escala local, la ciudad como área no puede estu-
diarse sin considerar la presencia diferenciada de los diversos agentes que
no sólo entienden o interpretan el espacio y lo consumen, sino que lo crean
y recrean a partir de sus prácticas sociales. La dinámica y transformación
de la estructura urbana resulta de la movilidad de la población tanto en
términos de transporte y flujos de viajes con distintos propósitos como en
razón de ajustes residenciales que responden a las interdependencias de los
mercados de empleo y de la vivienda. Pero esto no es todo, el espacio me-
tropolitano es un mosaico cambiante de espacios sociales diferenciados que
reflejan idiosincrasia, capital social y cultural de los propios actores y grupos
sociales que lo constituyen y que por supuesto están transformando, junto
con actores que actúan desde otras escalas (gobierno, organismos interna-
cionales, empresas transnacionales y, en general, capital nacional y foráneo)
la estructura y funcionamiento de la metrópolis.
Estos temas son y no son nuevos. Representan una muestra de lo que
falta por documentar sobre esta región del país. Lo nuevo es el enfoque, pero
decir esto requiere una nota aclaratoria: el embate del post-modernismo que,
como dijo algún geógrafo, está perdido en el “post” (en inglés, correo), no

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Laberintos.indb 47 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

ha desplazado al geógrafo del análisis de los fenómenos y procesos socio-es-


paciales. En efecto, el referente geográfico, el dónde precede, o al menos está
incluido en las preguntas clásicas: qué, por qué, para qué, cómo y cuándo, que
son las que todos hacemos implícita o explícitamente cuando nos acercamos
a la “dialéctica socio-espacial”, para usar un término de Soja, o bien, cuando
queremos ubicar entre espacio y tiempo, con Harvey, cualquier fenómeno
social con “imaginación geográfica”, que en este pequeño libro abunda.

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Laberintos.indb 48 06/03/24 17:22


BERNARDO GARCÍA MARTÍNEZ:  1
HISTORIADOR Y GEÓGRAFO

E n su acepción convencional, una región es una porción de la superficie


terrestre que se distingue por una o más características o atributos (na-
turales o resultado de la actividad humana) que permiten dar una medida
de unidad y al mismo tiempo de diferenciación respecto de áreas contiguas.
A partir de este criterio de diferenciación, una región puede ser cultural,
económica, política, morfológica, natural o fisiográfica, lo cual hace posible
identificar esa región ya sea por uno, múltiples o la totalidad de atributos.
Y esto es lo que le confiere a la región su unicidad.
Pero una región también puede ser producto del sentimiento de un
grupo asociado a un área geográfica, como puede ser la Sierra Tarahumara,
la de los huicholes o El Lacandón. Por otra parte, puede ser el resultado de
un esfuerzo del gobierno central por crear un orden intermedio entre éste
y las unidades político-administrativas locales, con propósitos de gestión,
planeación o programación.
Para Bernardo García, las regiones son un producto histórico enlazado
con un medio físico (p. 12). Pero no es lo mismo –dice– identificarlas que
delimitarlas. Así, un criterio para identificar una región puede ser el medio

Graizbord, B. (2009), “De los espacios regionales que integran el país”. Economía, So-
1

ciedad y Territorio, 9 (31), pp. 855-861. Esta reseña se leyó en la presentación del libro en El
Colegio Mexiquense, en Zinacantepec, Estado de México, el 14 de mayo de 2008.

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laberintos geográficos: una antología

físico que permite distinguir diferentes aspectos de altitud y latitud que


expresan rasgos orográficos y climáticos conformando un paisaje del me-
dio físico; otro criterio es considerar la ocupación humana y las variables
sociales, económicas o políticas que se asocian para formar un determinado
paisaje cultural.
La delimitación de una región debe reflejar coincidencias y divergen-
cias físicas y humanas, y son, dice el autor, “los movimientos e intercambios
humanos a lo largo del tiempo [los que] cuentan […] más que el medio físi-
co […] es el tejido social que se ha formado a lo largo de la historia” (p. 28).
Se trata de algo que no está determinado por el medio físico o cualquier
otro factor específico, sino que es expresión de un sistema funcional. Así,
“una región […] es un espacio funcional y dinámico que alberga relaciones,
intercambios e identidades culturales integradas históricamente y cuya in-
dividualidad es percibida por quienes participan en ellas” (p. 29).
Debido a que las regiones son producto histórico, entonces es claro
que el concepto de región es tan sencillo como complicado: “la región es al
espacio –dice Bernardo García– lo que una época es al tiempo, es decir, una
parte del conjunto, un pedazo del total”. Con respecto al tiempo, “las épo-
cas pueden delimitarse o dividirse y subdividirse de mil maneras diferentes,
abarcando periodos históricos de muy poco tiempo, como por ejemplo el
del gobierno de un presidente, o de muchos, como cuando se habla de la
época prehispánica o la colonial. Algunos periodos –continúa el autor–pue-
den tener un principio y un final muy precisos mientras que otros solo se
pueden delimitar vagamente. […] Con las regiones ocurre prácticamente
lo mismo. Pueden ser enormes o pequeñas […] puede pretenderse que sean
muy definidas en sus límites, como en las regiones administrativas […] o
dejar sus linderos en la ambigüedad como es el caso de las regiones califica-
das como áridas o dinámicas” (p. 12).
No es el caso extenderme en el concepto de región ni entrar en los deta-
lles del enfoque analítico o la metodología para regionalizar. Lo que quiero
aquí es destacar los aspectos de carácter metodológico y epistemológico que

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los geógrafos

el lector enfrenta al principio de la lectura, para poder aclarar lo que para


mí representa este texto sobre las regiones de México.
“De México, nos recuerda el autor, se han hecho mil y una delimita-
ciones regionales […] la regionalización propuesta en este libro, advierte,
es diferente a otras […] surge de la percepción y la comprensión de la
realidad y mezclan la experiencia de quien las vive o ha vivido con la de
quien las estudia” (p. 13). Es difícil pensar en alguno, salvo quizá el maestro
de muchos geógrafos mexicanos, Ángel Bassols, que como Bernardo haya
vivido, recorrido y estudiado el territorio nacional con tanta avidez. Pero
contrariamente al maestro Bassols, quien se formó en la escuela soviética
de las regiones geoeconómicas, nuestro autor conoce la geografía analítica
anglosajona, tanto como la escuela alemana a la que me referiré en un mo-
mento. También creo que este libro, más que otros del mismo autor, refleja
el que Bernardo haya abrevado de la escuela francesa de la geografía, según
entiendo de la lectura de un reciente texto de Claude Bataillon de quien,
por cierto, fue su mejor alumno en México.
Bernardo García adopta en su libro una visión en la que se mezclan la
geografía y la historia, en la que se unen el tiempo y el espacio. Así sucedió
paradójicamente en la época en la que geografía e historia eran la misma
cosa, y durante el siglo XVIII en el momento de la formación de la geo-
grafía como ciencia. De tal suerte que el resultado, más que estrictamente
asociado a una escuela en particular, es un excelente ejemplo de geografía
cultural.
La geografía cultural –que se ha revitalizado en la actualidad– trata
sobre la interrelación de los grupos humanos con su entorno, del impacto,
distribución y disposición espacial de culturas y de las diferencias culturales
y sus efectos sobre el paisaje. De manera que una región, como apreciamos
al leer este interesante, original y necesario texto, se identifica por la presen-
cia de una cultura distintiva, esa suma de rasgos que han conducido a los
grupos humanos asentados en un mismo espacio geográfico a darle cierta
forma al paisaje, a vivirlo y transformarlo a lo largo de su historia.

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Laberintos.indb 51 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Como se percibe en la amena y sistemática descripción que hace Ber-


nardo, la región es resultado de la combinación de múltiples factores que
cambian en el tiempo como la inmigración, la introducción de tecnología,
los cambios políticos, económicos y sociales producidos ya sea de manera
endógena o bien, en su mayoría, exógenamente. Desde luego que un as-
pecto enfatizado a lo largo de la descripción de las regiones, desde la pers-
pectiva de este historiador, tiene que ver con el proceso de modernización
que permea los cambios que con mayor o menor intensidad tienen algunas
regiones.
Los geógrafos franceses hablaban de la humanización del espacio, pero
quizá habría que pensar en la transformación del paisaje por la acción huma-
na. También de interacción cultural entre grupos diversos que conviven, se
enfrentan, invaden pacífica o violentamente un territorio. Ahora sabemos,
sin embargo, que por razones de cambio climático el medio natural ejerce
enorme presión sobre el paisaje transformado. En ocasiones Bernardo in-
siste en los rasgos naturales de la región sobre otros atributos. Sin embargo,
mantiene el balance con los procesos humanos y no deja que la biología
o las ciencias de la Tierra dominen en su descripción de la región. Son
sin duda las humanidades y las ciencias sociales las que imprimen el sello
de este breviario geográfico e histórico de las regiones de México. Todo se
complementa con el recorrido, que representa la forma ortodoxa en la que
los geógrafos abordan y presentan su tarea: la parte empírica –el recorrido
del sitio– y la parte interpretativa –la historia o el conocimiento de los pro-
cesos a lo largo del tiempo–, que tan diestra y nítidamente realiza el autor
con y para el lector de su libro.
No puedo dejar de citar la clásica definición de Carl Sauer (1925), en la
que se destaca la territorialidad como el elemento explicativo del landschaft
o paisaje:
El paisaje cultural resulta de la presencia de un grupo cultural en un
paisaje natural. La cultura es el agente y el área natural el medio a partir de
lo cual el paisaje cultural se forma. Bajo la influencia de una determinada

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los geógrafos

cultura, que es cambiante en el tiempo, el paisaje sufre un desarrollo que


transita por diversas fases y probablemente alcanza un punto final en ese
ciclo de desarrollo. Con la introducción de diferentes culturas externas, el
paisaje cultural se rejuvenece y un nuevo paisaje emerge sobre lo que queda
del anterior (p. 138).
Al igual que Sauer –intuyo que Bernardo se ha inspirado en él–, el au-
tor de nuestro libro se aleja a todas luces el determinismo ambiental o eco-
lógico que en ocasiones ha influenciado a los geógrafos nutridos de las ideas
de Ratzel, ese importante geógrafo de la escuela alemana de la geografía. Y
al igual que Meinig, aquel geógrafo cultural de gran estatura, en el texto de
Bernardo –aunque tratado de modo diferente– aparece el concepto de es-
pacio de transición. Meinig, inspirado en la noción de provincia cultural de
Ratzel, identifica el corazón o el área núcleo como aquel espacio geográfico
en el que la cultura en cuestión predomina de manera exclusiva, o casi; el
dominio en el que se identifican clara, aunque no exclusivamente, los rasgos
culturales y, por fin, la región exterior o periférica en la que la cultura, si
se encuentra, esta subordinada a otras culturas. El enfoque organicista de
Ratzel y el determinismo ambiental o ecologista no puede descartarse ple-
namente o de tajo de Meinig.
En el texto de Bernardo no hay trazos de dicho enfoque. Más bien su
espacio de transición se orienta a explicar lo difícil de las delimitaciones
y, más aún, de aquellos espacios en los que aún no se establece un paisaje
cultural definido. Tampoco puede eliminarse el enfoque sistemático en la
descripción y síntesis regional. En el libro que nos ocupa, esta descripción
sistemática nunca es mecánica. Como ejemplo quisiera referir al lector al
tratamiento que se da a la zona serrana del norte de Puebla (pp. 97-99), que
abarca parte de la región que se presenta en el mapa 9.
A lo largo del texto, el lector interesado podrá enriquecer no sólo su co-
nocimiento del territorio nacional y sus regiones, sino también su destreza
metodológica. Bernardo nos advierte de las dificultades metodológicas que
implica el manejo de datos basados en divisiones político-administrativas,

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laberintos geográficos: una antología

frente a los atributos o procesos naturales o bien socioculturales. Problemas


de cercanía y radio de influencia transregionales que por accesibilidad o
dependencia funcional permiten desarrollar relaciones estrechas entre asen-
tamientos que de hecho pertenecen a distintas regiones, como es el caso
de pequeñas localidades de Jalisco con Zacatecas y otras de este estado con
Guadalajara (p. 81). Y en ocasiones la coincidencia de los límites políti-
co-administrativos, demográficos y económicos (p. 81).
Narra cómo una región se construye apoyada en un medio físico pero
no sujeta a su conformación o sus características (p. 73). Aborda los proce-
sos de diversificación regional a partir de la accesibilidad, como es el caso
del Bajío y las localidades de ese “sistema de centros urbanos, el más com-
plejo y equilibrado del país” (p. 71).
Al mismo tiempo vemos que, por un lado, la vecindad no necesaria-
mente condiciona una delimitación regional y, por otro, que no impide el
trazo de un lindero que define una región de otra.
Encontramos la definición de región sujeta a circunstancias históricas
(p. 106), que no a características del medio físico (p. 111).
Y, además, gozamos de comentarios irónicos y perspicaces, como los
que se refieren a las acciones y planes gubernamentales en el caso de la de-
secación y eliminación del carácter fluvial de la región del Papaloapan por
la Comisión del mismo nombre, a partir de 1947: “Basta visitar el pequeño
poblado llamado Ciudad Alemán (¡!), inmediato a Tuxtepec, para encon-
trar el símbolo de muchos de los grandes proyectos nacionales: infraestruc-
tura de calles bien trazadas, pero vacías y abandonadas entre cañaverales.
Se le imaginó como la capital de un emporio agrícola e industrial”. ¿Me-
galomanía?, ¿corrupción?, ¿ignorancia?, ¿desprecio por el conocimiento de
los expertos? O el de Tlacotalpan –también sobre el Papaloapan–, del que
dice que ha perdido su importancia económica “por obra y gracia de los
fabricantes de paraísos” (p. 112).
En fin, la lectura de Las regiones de México de Bernardo García resul-
ta toda una aventura. La que más me apasionó fue la del Golfo, aunque

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los geógrafos

también me interesó el Norte (Baja California) y no menos la Cadena Cen-


troamericana, que recorre desde el Istmo hasta El Lacandón para llegar a
Frontera Corozal, donde termina el texto.
El lector no puede dejar de leer con cuidado la introducción. Ahí se
aclara lo que es y no es el libro, pero también se hace referencia a este pro-
ceso histórico característico de nuestro país durante el siglo XX: el centralis-
mo y la preeminencia económica y política de la capital, del México central.
Me hubiera gustado quizá un último capítulo de reflexiones o síntesis que,
si bien aparecen en la introducción y a lo largo del texto, habría exigido del
autor una mirada por encima de los recorridos a los que nos transporta.
Termino recomendando al lector dejarse llevar confiadamente y hacer el
recorrido por las regiones de México de la mano de este historiador que más
que eso, para mí es todo un geógrafo.

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II. LA GEOGRAFÍA

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LA REGIÓN1

E l interés por la región se ha acentuado –casi podría decirse renacido– en


los últimos años debido, paradójicamente, al proceso globalizador de
la economía y a la conformación de bloques regionales pero, no menos, al
deseo de hacer efectivo el federalismo o, bien, por el surgimiento de movi-
mientos separatistas o regionalismos de carácter étnico o económico.2
La región –que representa el tema central en el pensamiento geográ-
fico– es, a pesar de la crítica conceptual y epistemológica al interior de
la geografía, una forma lógica y satisfactoria para organizar información
geográfica y tomar decisiones respecto a la localización espacial de las acti-
vidades humanas y la asignación de los recursos.
La clasificación de la superficie terrestre por regiones, con base en di-
ferencias observadas, representa una descripción de la naturaleza de la vida
social y la forma en que ésta se organiza y organiza el espacio geográfico
para su funcionamiento y reproducción.
Los geógrafos han considerado tradicionalmente que existen cate-
gorías de regiones dependiendo del número de criterios utilizados para

1
Graizbord, B. (1994), “La región en el pensamiento geográfico anglosajón: notas metodo-
lógicas”. Estudios Demográficos y Urbanos, 9 (2), pp. 457-480.
2
Un enfoque económico reciente puede verse en Krugman y Obsfield (1994); uno político
en Ohmae (1993).

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laberintos geográficos: una antología

reconocerlas.3 Así, por ejemplo, podríamos reconocer una región con base
en un solo atributo natural o humano como el tipo de suelo, la vegetación
o la principal actividad económica, la densidad de ocupación del suelo, el
tipo de cultivo predominante, etcétera. En este caso nuestra óptica es estre-
cha y específica: una sola característica observable permite identificarla. Por
el contrario, si analizamos la calidad de vida o el nivel de desarrollo, entra-
remos necesariamente en una gama más amplia de criterios que responden
a situaciones más generales y complejas. Éste es generalmente el caso al que
nos enfrentaremos como analistas y planificadores.
Las unidades geográficas que se caracterizan por sus múltiples atributos
–y no se trata de la visión holística de los regionalistas pueden, para efectos
analíticos, clasificarse en:

1) Regiones formales o uniformes, en las cuales las áreas más pequeñas que las
forman presentan una mínima diferencia entre ellas respecto del factor o
conjunto de factores considerados. Esta similitud permite clasificarlas en
regiones homogéneas; el criterio de pertenencia, por lo tanto, está dado por
la “distancia” (varianza) mínima entre las unidades que forman la región y
máxima con las unidades que no pertenecen a ésta.
2) Regiones nodales o funcionales. Son aquellas unidades geográficas que se organi-
zan a partir de la relación que se establece entre elementos constitutivos de un
área y un centro o núcleo dominante. Esta relación o interacción espacial que
se manifiesta entre éste y aquéllos a partir de flujos de algún tipo, los consti-
tuye en regiones nodales o funcionales cuya base de pertenencia está dada por
la intensidad de estas relaciones y el grado de organización funcional interna
que el núcleo central mantiene con el área y los elementos cincundantes.

Para algunos geógrafos, no necesariamente de óptica regionalista, la existencia objetiva


3

de regiones es un hecho independiente de los propósitos y criterios subjetivos del analista u


observador. Para efectos de esta presentación se acepta la subjetividad implícita en los méto-
dos de regionalización presentados. Sobre la existencia independiente y objetiva de regiones
en México, véase Bassols (1964). Para una regionalización de corte subjetivo utilizando, por
cierto, una de las técnicas presentadas en este trabajo, véase Stern (1973).

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la geografía

En ambos casos, ya sea para diferenciar el espacio geográfico en áreas o para


delimitar esferas de influencia de centros o nodos, se requiere de decisiones
subjetivas que con la ayuda de técnicas cuantitativas es posible racionalizar
y formalizar.
Existe otra clase de regiones que no siendo específicamente geográficas
forman parte importante de la investigación del geógrafo. Se trata de las
regiones administrativas que pueden subdividirse a su vez en: i) regiones po-
lítico-administrativas de derecho como, por ejemplo, un país, estado, mu-
nicipio, distrito electoral, fundo legal de una ciudad, etcétera, y ii) regiones
administrativas ad-hoc, las cuales se constituyen con objeto de facilitar el
cumplimiento de algún propósito, generalmente temporal como, por ejem-
plo, la planificación, la distribución de algún bien o servicio público, el
levantamiento de información censal, etcétera.
Las tres categorías de regiones no son necesariamente excluyentes, pu-
diendo darse el caso de que una región nodal sea considerada como área
homogénea para el levantamiento de algún tipo de información. Muchas
veces, sin embargo, el constituirse como unidad organizadora de la infor-
mación geográfica le confiere a un espacio o área un carácter homogéneo
artificial, ya que se pierde información sobre las diferencias al interior de
ella y se desconoce el tamaño de cada una de las unidades que la forman.
Para el analista y planificador esto representa un problema metodológico y
práctico que debe tomar en consideración, pues es difícil casi siempre que
coincidan las unidades geográficas de registro de la información con un
problema geográfico y con las áreas relevantes para la implementación de
las políticas. Esto se debe, entre otras cosas, a que la fragmentación del terri-
torio en unidades político-administrativas no corresponde a la realidad de
los fenómenos; o bien, porque no siempre las unidades espaciales de las que
se tiene información delimitan con precisión el área del problema o donde
éste incide o es más grave. Es probable que la población que requiere aten-
ción esté distribuida en dos o más áreas, lo que haría que la gravedad del
problema se diluyera u ocultara ya sea porque la información se obtiene por

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laberintos geográficos: una antología

separado o porque ésta se maneja de forma agregada, dando lugar a la deno-


minada “falacia ecológica” y, en el caso de la planificación v la formulación
de las políticas, a errores de diagnóstico o de estrategia (Graizbord, 1990).
Otros problemas que se deben enfrentar en el análisis regional se refieren
a la calidad de la información con que se cuenta y al grado en que las varia-
bles o indicadores utilizados reflejan realmente las condiciones o situaciones
que se quieren conocer. Al regionalizar o adoptar una regionalización será ne-
cesario, por lo tanto, aclarar con precisión el propósito del estudio y tomar en
cuenta el carácter de la información, es decir, atender el qué, cómo y para qué.
Conceptualmente, podemos pensar que los indicadores a tomarse en
cuenta en una regionalización socioeconómica pueden clasificarse de distin-
tas maneras, independientemente de los aspectos o variables que se quieren
representar y conocer, como serían vivienda, salud, educación, empleo, ingre-
so, estructura demográfica, participación política, etcétera. Así, por su natu-
raleza, podemos referirnos a indicadores absolutos, relativos y autónomos. Los
primeros exigen un conocimiento científico –aceptado– de los valores que
deben alcanzar los distintos aspectos socioeconómicos de la población. Por
ejemplo: consumo mínimo de calorías por día y per cápita, metros cuadrados
por habitante, proteínas según la edad, etcétera. Los indicadores relativos son
aquellos que miden las condiciones de un grupo en un área respecto a otro en
esa misma o en otra área. Esto implica, desde luego, aceptar la relatividad de
los niveles socioeconómicos en un determinado momento y lugar. Implica,
además, reconocer la necesidad inevitable de introducir juicios de valor acer-
ca de situaciones sociales particulares. Por último, los indicadores autónomos
son aquellos que pueden utilizarse para conocer condiciones específicas de la
población de un área que sirvan a un propósito particular del análisis.
De acuerdo con el carácter, intención o alcances del estudio para el cual
van a utilizarse, podemos clasificar los indicadores en:

i) Informativos: son aquellos esencialmente descriptivos de condiciones parti-


culares en un momento dado. Requieren de una decisión a priori acerca de

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la geografía

cuáles son los aspectos (socioeconómicos, físicos, biológicos, etcétera) que se


desea o que es necesario medir.
ii) Predictivos: son aquellos vinculados a un modelo o teoría del cambio social
que permiten inferir, a través de variaciones en ellos, los cambios en los pro-
cesos social y (o) espacial que interesan.
iii) Específicos: constituyen el equivalente cuantitativo de problemas particulares
(v. gr. vivienda deficitaria, acceso a la educación secundaria, estado nutri-
cional de un grupo etario, etcétera) y la base de las decisiones políticas,
puesto que identifican los problemas sociales discretamente en el tiempo y
el espacio.
iv) Evaluativos: son aquellos que permiten el seguimiento, progreso y efectivi-
dad de programas y políticas al representar cuantitativamente las condicio-
nes existentes en relación con las metas y la situación inicial.

Conviene aclarar que estos indicadores no se excluyen entre sí y que, más


bien, permiten construir convenientemente un sistema de información, de
monitoreo y evaluación de condiciones (socioeconómicas) y cambios logra-
dos a través de la aplicación de políticas sociales, económicas y espaciales.
En los cuadros 1 y 2 se reproducen, a guisa de ejemplo, dos listados de
indicadores socioeconómicos utilizados para propósitos semejantes por una
misma fuente (véanse los cuadros 1 y 2).
En el caso de las regiones nodales o funcionales, las variables e indica-
dores para delimitarlas se refieren a aspectos de circulación e intercambio de
personas, dinero, mercancías, información o mensajes e ideas. En ocasiones,
como en el caso del análisis de la difusión de innovaciones o enfermedades,
por ejemplo, se estudia la evolución temporal del fenómeno en el espacio
geográfico para reconocer el área de influencia y la fuente (nodal o zonal)
del fenómeno. En otras ocasiones, se identifica el lugar de residencia de los
consumidores, usuarios o suscriptores de algún bien o servicio localizado en
un punto para conocer su alcance y su área tributaria. Graizbord y Garro-
cho, entre otros (véanse referencias bibliográficas), han empleado los datos de

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laberintos geográficos: una antología

Teléfonos de México sobre el origen y destino de las llamadas telefónicas para


delimitar regiones funcionales y reconocer o identificar la estructura nodal v
organización jerárquica de sistemas urbanos (nacional, regionales y estatales).

Cuadro 1. Índice general de nivel de vida (Naciones Unidas).

Tipo de
Componente Indicador
necesidad
A) Física 1. Nutrición a. Calorías per cápita
b. Proteínas per cápita
c. Proporción de calorías derivadas de cereales, raíces,
azúcares, etcétera
2. Habitación a. Calidad de vivienda
b. Densidad de ocupación
c. Viviendas unifamiliares
3. Salud a. Acceso a servicios de salud
b. Mortalidad por causas
c. Tasa de mortalidad
B) Cultural 4. Educación a. índice de inscripción
b. Eficiencia terminal
c. Relación maestro-alumno
5. Esparcimiento a. Tiempo promedio de ocio y recreación
b. Circulación de periódicos
c. Número de radios o televisores
6. Seguridad a. Incidencia de mujeres violadas
b. Porcentaje de población con seguro de desempleo
c. Porcentaje de población pensionada
C) Conspicua 7. Ingreso a. Excedente del ingreso familiar una vez cubiertas las
necesidades físicas y culturales básicas
Fuente: Drewnowski and Scott (1968), “The Level of living Index”, Ekistics, núm. 25, pp. 266-275, repro-
ducido en Knox (1975).

En resumen, como problema puramente taxonómico la clasificación de re-


giones representa en su aspecto geográfico-espacial lo que una clasificación

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la geografía

significaría en cualquiera de las ciencias naturales. De tal forma que una “re­-
gión de características únicas” re-presenta una “categoría”; un “límite re­gio-
nal” equivale a un “intervalo entre clases” y una “región homogénea” a una
“clase con mínima varianza interna”. Sin embargo, esta lógica deja fuera un
aspecto sin resolver: la localización única de cada región. En otras palabras,
el hecho de que dos unidades regionales pudieran pertenecer a una misma
clase y estar localizadas en latitudes apartadas como, por ejemplo, una en el
sur del país y otra en el norte, lo que, si bien las hace diferentes en muchos
aspectos, las constituye en elementos de un sistema migratorio en el que
ambas forman parte del mismo fenómeno.
Esta última reflexión –que no deja de ser un tema polémico entre geó-
grafos– no elimina, sin embargo, la necesidad de clasificar, por una parte,
unidades espaciales uniformes u homogéneas que requieren alguna forma
de trato igual o selectivo y discriminatorio (Graizbord, 1990 basado en
Papageorgiou, 1984); y, por otra, identificar una región con base en crite-
rios funcionales, utilizando variables como migración, viajes al trabajo o
de compras, circulación de periódicos, frecuencia de corridas, etcétera. En
este caso enfrentamos el problema de una demarcación o frontera distintas
para cada criterio o variable que se usa, lo cual genera espacios difusos y lí-
mites no resueltos, e introduce un elemento de in-certidumbre que implica
asumir que cada indicador tiene el mismo peso como determinante de la
región o bien, en su caso, aceptar sólo una de las delimitaciones de la región
tomando en cuenta la base metodológica o sistemática del procedimiento,
no menos que el propósito específico del estudio.
A continuación, se presentan algunos métodos o técnicas utilizadas en
la regionalización socioeconómica que responden a estas consideraciones y,
a su vez, representan las dos clases de región mencionadas anteriormente:
región homogénea y región nodal. En otras palabras, distinguimos meto-
dológicamente entre: i) la asignación y desagregación de áreas o unidades de
información geográfica a unidades, sistemas o conjuntos regionales homogéneos,
y ii) la identificación o delimitación de regiones funcionales.

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laberintos geográficos: una antología

En el primer caso (i) se trata de asignar áreas a una clase de acuerdo


con una o varias características, si bien al tomar en cuenta la contigüidad
se trataría de una regionalización propiamente, mientras que si no lo hace-
mos estaríamos hablando sólo de una clasificación o tipología de unidades
geográficas. Para el segundo grupo (ii) se hace una distinción entre región
nodal y región funcional, propiamente. Cabe decir que éstas no agotan las
técnicas posibles para la identificación o construcción estadística y funcio-
nal de regiones, pero se espera que sirvan para alentar su uso.

Cuadro 2. Índice sistemático de nivel de vida (Naciones Unidas).

Variable Aspecto básico Indicador


A. Vivienda Características 1. Densidad ocupacional
de la habitación 2. Hacinamiento
3. Vivienda compartida
4. Vivienda vacía
5. Hogares pequeños
6. Hogares grandes
7. Vivienda propia
8. Vivienda rentada
9. Vivienda pública
10. Valor catastral
Calidad de 11. Agua dentro de la vivienda
la vivienda 12. Agua caliente
13. Acceso a W.C.
14. Baño dentro de la vivienda
Construcción 15. Total de nuevas viviendas
de vivienda 16. Viviendas públicas construidas
B. Salud Enfermedad 17. Mortalidad infantil
18. Mortalidad por bronquitis
19. Mortalidad por tuberculosis
Acceso a 20. Número de médicos generales
servicios médicos 21. Dentista escolar

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la geografía

Cuadro 2. Continuación...
Variable Aspecto básico Indicador
C. Educación Amplitud de 22. Adultos que abandonaron la escuela antes de los 15 años
la educación 23. Alumnos registrados
Ambiente de 24. Maestros de educación media superior por alumno
la enseñanza 25. Maestro de educación media por alumno
D. Estatus Estatus social 26. Trabajadores profesionales
social 27. Trabajadores manuales
E. Empleo Uso de la mano 28. Desempleados
de obra 29. Población económicamente activa
30. Tasa de participación femenina
F. Riqueza Ingreso 31. Ingreso personal mínimo
monetario 32. Ingreso personal elevado
Consumo 33. Comercio al menudeo
34. Personas propietarios de autos
G. Recreación Acceso a 35. Bibliotecas
servicios 36. Cines
37. Restaurantes
38. Hoteles
H. Seguridad Seguridad 39. Servicios de seguridad pública
social Bienestar 40. Servicios asistenciales
41. Servicios para infantes
Crimen 42. Delitos perseguibles
I. Estabilidad Estabilidad 43. Divorcios
social familiar 44. Parejas en unión libre
J. Estructura Edad y ciclo 45. Grupo de edad 0-14
demográfica de vida 46. Grupo de edad 15-44
47. Grupo de edad 60 y más
K. Medio Cambios 48. Tasa de crecimiento natural
ambiente físico poblacionales 49. Saldo migratorio
y movilidad 50. Cambio de residencia
Urbanismo 51. Personas por hectárea
L. Participación Participación 52. Curules de oposición
política democrática 53. Tamaño del padrón electoral
Fuente: P. L. Knox (1074), “Spatial variations in levels of living in England in Wales in 1961”, TIBG, núm.
62,1-24. Repr. en Knox (1975).

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laberintos geográficos: una antología

Regiones homogéneas

1) La clasificación de áreas basada en un solo criterio no presenta ningún


problema: requiere solamente de decisiones acerca del número de clases
y de los valores o rangos que van a utilizarse para determinar los límites
de cada clase. Estos pueden resultar obvios al sólo revisar la distribución
de la variable representativa según el criterio utilizado; o bien derivarse de
un “corte” estadístico (v. gr. los valores menores y los mayores a la media,
una desviación estándar, etcétera) o simplemente pueden ser arbitrarios.
Con el resultado se puede construir un mapa de coropletas que, de hecho,
representa una diferenciación geográfica a partir de valores semejantes o
diferentes respecto a una variable, independientemente de que se incorpore
el criterio de contigüidad de las unidades espaciales para entonces sí hablar
de regionalización y no sólo de clasificación.
2) Si lo que se desea es una clasificación basada en dos o tres aspectos o
atributos, el uso de gráficos con la escala apropiada para los valores absolu-
tos o relativos de las variables representativas es suficiente (figura 1).

Figura 1. Posición de tres observaciones (i, j, k) en una dos y tres dimensiones o escalas.

Fuente: adaptado de Haggett (1965).

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la geografía

Al ubicar nuestras observaciones en la escala (a) o en las (b) o (c) según


se trate de uno, dos o tres atributos o variables utilizados, podremos iden-
tificar cuáles unidades se asemejan o están más cercanas unas de otras. Esto
no siempre es posible, especial-mente cuando son muchas las unidades u
observaciones, o cuando hay una gran semejanza en los valores de todas
o algunas de ellas. El ejemplo muestra que la cercanía o proximidad entre
los valores de las unidades observadas que se ubican en el plano (la escala
lineal, ortogonal o triangular) de las gráficas sirve como criterio relevante
para delimitar grupos o clases. En las tres gráficas, las observaciones o áreas i
y j constituyen de entrada una clase, dada la proximidad o cercanía mínima
entre ellas comparada con la distancia respecto de k.
3) Al introducir uno o varios atributos o aspectos adicionales, el mé-
todo convencional para una o dos dimensiones deja de ser útil. Sin em-
bargo, con base en el mismo criterio de proximidad, o sea, en el análisis
de la distancia entre observaciones, se cuenta con un método general para
analizar semejanzas y diferencias en un espacio n-dimensional, formalizado
en la siguiente expresión:

en donde la mínima distancia representa similitud entre cada par de observa-


ciones x, y; mientras que x¡, y¡ son los valores respectivos para la característica i.
El método tiene por objeto agrupar en un espacio de n dimensiones a las uni-
dades espaciales de observación en función de su cercanía entre ellas y su lejanía
con las demás unidades, conjuntos o grupos que van formándose simultánea o
consecutivamente. El proceso permite ir ganando en generalidad a la vez que
se pierde en definición. El número de pasos dependerá de los propósitos que se
tengan para llegar a un número eficiente de grupos (o regiones). Este proceso
por fases se representa en la figura 2.

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laberintos geográficos: una antología

4) Cuando se construyen regiones a partir de unidades o áreas pequeñas


existen dos fuentes de observación: una variación entre y una variación al
interior de cada una de ellas.
Para medir estas variaciones intra e inter-regiones se ha utilizado el aná-
lisis de varianza. La varianza representa el total de variación de un conjunto
de observaciones y es igual a la suma de cuadrados de las diferencias de los
valores respecto a la media aritmética de todas las observaciones. La varianza
entre regiones nos da la variación de las regiones alrededor de la media total,
mientras que la intra nos indica la variación de las unidades alrededor de la
media de la región a la que pertenecen. Para comprobar la validez de una
regionalización a base de un agrupamiento de unidades semejantes, se utiliza
el factor que resulta de dividir la varianza mayor entre la menor. Este método
se ha empleado, asimismo, para resolver el problema que se presenta al tener
que asignar unidades a una de tantas regiones, comparando la distancia de la
unidad a cada una de las regiones a partir del valor de la variación al interior
de cada una de éstas, es decir, de comprobar que la distancia entre la unidad
y la región (o conjunto) a la que se asigna es menor o similar a la distancia
que permitió agrupar a las últimas unidades incluidas en ella.
5) Por el contrario, desagregar o subdividir un espacio o área en varias
categorías o subregiones resulta un caso distinto al de asignar y agrupar
áreas para formar una región. Se trata en este caso de separar unidades con
base en un indicador de asociación regional. El empleo de la Chi cuadrada
(X2 ) permite precisamente subdividir la unidad o unidades subsecuentes de
manera sucesiva.
Como se indica en la figura 3, gráficamente se tendría la siguiente se-
cuencia en el proceso de subdivisión hipotética, de acuerdo con la presencia
o ausencia de un indicador. Como puede apreciarse, a partir de una región
única se van haciendo cortes sucesivos según los valores mayores de Chi
cuadrada (X2) que en cada fase van disminuyendo. El proceso se detiene en
el momento en que el número de subdivisiones sea aceptable o cumpla con
criterios establecidos previamente.

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la geografía

Figura 2. Proceso de agrupación de unidades u observaciones

Fuente: adaptado de Haggett (1965).

Figura 3. Desagregación por etapas de acuerdo con presencia-ausencia de atributos (i a iv)

Fuente: adaptado de Haggett (1965).

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laberintos geográficos: una antología

6) Por último, lo que no necesariamente agota todas las técnicas de


clasificación que puedan ser utilizadas en una regionalización homogénea,
se presenta un método estadístico más complejo: el análisis de factores o de
componentes principales.
Este procedimiento se ha utilizado en sus distintas modalidades desde
los años sesenta para la identificación de sistemas regionales en donde se
estima necesario considerar un número relativamente elevado de variables
o criterios para un gran número de observaciones. Se trata, como en casos
anteriores, de una forma de medir correlaciones, es decir, asociaciones entre
valores de las variables representativas, lo cual permite agrupar en regiones lo
más homogéneas posibles a las unidades de observación geográfica.
Este enfoque multifactorial incluye dos fases principales: la primera,
que permite reducir la información a proporciones manejables, extrayendo
de ella un número pequeño de factores (o componentes) significativos que
representan variables compuestas que toman en cuenta la amplia variación
de la información original. Esto es posible ya que seguramente algunas va-
riables pueden decir lo mismo que todo el conjunto de ellas acerca de las
diferencias entre las unidades espaciales consideradas. En la segunda fase,
una vez comprimida la información, y al darse a cada unidad espacial una
calificación respecto a los factores, se procede a agruparlas en clases o regio-
nes a partir de un análisis de “conglomerados (cluster analysis). Aquí cabría
preguntarse: ¿cuántos criterios y variables son relevantes?, ¿cuántos casos
o unidades espaciales deben incluirse? Ambas preguntas tienen respuesta
condicionada que dependerá, entre otras cosas, del propósito de la regio-
nalización, de la escala, la forma y el nivel en que se presenta y obtiene la
información, el grado de variación de cada variable, etcétera.
Al tener acceso a un programa de computadora, nuestra capacidad para
incluir un número elevado de variables o atributos aumenta extraordinaria-
mente. Sin embargo, ¿cuáles son las relevantes o cuáles tienen sentido en un
determinado contexto? En términos generales se puede decir que nos enfren-
tamos al problema de rechazar o aceptar una hipótesis y, en este caso, se trata

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Laberintos.indb 72 06/03/24 17:22


la geografía

de utilizar estos instrumentos analíticos para hacer inferencias de carácter


causal, o bien, no teniendo hipótesis establecidas, tratar abierta-mente de
identificar relaciones entre variables o entre unidades espaciales o entre am-
bas. En efecto, se podría pensar en relaciones entre: a) aspectos físicos y as-
pectos físicos; b) aspectos físicos y aspectos humanos; c) aspectos humanos y
aspectos físicos y, finalmente, entre d) aspectos humanos y aspectos humanos.
Esta idea de relacionar objetos, atributos, eventos, individuos o conjun-
tos de ellos es una experiencia cotidiana. Ha sido parte fundamental del tra-
bajo del geógrafo. Para éste se trata más bien de encontrar relaciones poten-
ciales entre atributos que inciden en un lugar o se encuentran próximos en
un espacio geográfico. La afirmación cuantitativa acerca de la co-ocurrencia
y co-variación de valores asignados a pares de objetos o atributos, que como
datos numéricos se denominan variables, es implícita al hablar de correlación.
Por la complejidad de ciertas situaciones geográficas es necesario consi-
derar más de dos variables o conjuntos de variables. La relación entre pares
de variables o de conjuntos de variables se representa numéricamente como
el coeficiente de correlación, al cual se le puede dar un carácter descriptivo o
bien explicativo e inferencial.
Veamos gráficamente (figura 4) distintos grados de correlación (positi-
va y negativa) entre dos atributos representados por puntos y líneas en áreas
en un plano (dos dimensiones), utilizando diagramas Venn.
Es necesario señalar que un índice de correlación, que indica una débil
o nula relación entre áreas y atributos, es tan importante como uno muy
elevado puesto que el primero podría interpretarse como una independen-
cia absoluta en la relación entre dos variables o áreas, y llevar, incluso, al
abandono de una hipótesis o vía para analizar un problema.
A continuación, de manera sucinta, se describe el método de compo-
nentes principales o análisis multifactorial que se ha utilizado como método
de regionalización en aquellos casos en que, como ya se dijo, la complejidad
de la situación requiere de la consideración de múltiples atributos, aspectos,
o variables para un número considerable de observaciones.

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Laberintos.indb 73 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Figura 4. Correlación

El análisis de componentes principales se diferencia del análisis fac-


torial en que el primero reemplaza a las variables originales por un nuevo
conjunto de igual número de componentes no correlacionados entre sí; los
principales de ellos contienen o explican una parte relativamente grande de
la varianza original. El análisis factorial hace básicamente lo mismo, excepto
que extrae del número original de variables un número reducido de facto-
res, dejando parte de la varianza en un término llamado error. Tomando en
cuenta que cada variable se distribuye en el conjunto de áreas consideradas
y que cada una de ellas representa una dimensión, una matriz de tamaño
m variables por n observaciones (o áreas) representaría un espacio de m di-
mensiones. En el análisis, cada variable contribuye a cargar a cada factor o
componente. Éstos, a su vez, permitirán agrupar a las áreas en función de la
calificación que cada una de ellas obtenga respecto al o los factores.
Los pasos a seguir en este proceso de regionalización utilizando el aná-
lisis de factores (incluido el método de agrupación o análisis de conglome-
rado), se pueden ver más claro en la figura 5.
El análisis multifactorial ofrece básicamente dos posibilidades: así como
podemos registrar nuestra información en una matriz nxm en la que n =

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la geografía

número de áreas y m = número de variables, procediendo a encontrar los


coeficientes de correlación entre las variables en una tabla mxm, podemos
también encontrar coeficientes de correlación entre lugares en una tabla
nxn, derivando de ellas factores. El análisis (referido como modalidad R o
Q) producirá dimensiones o factores que corresponden al patrón que ca-
racteriza a las áreas en un espacio multidimensional de m variables. En este
caso, la correlación mide el grado de correspondencia, no entre variables
respecto a cada área sino entre lugares en términos de cada variable, lo que
permite identificar conjuntos de lugares en un espacio de variables, en vez
de grupos de variables en un espacio de n lugares.

Figura 5. Análisis factorial

Notas: (*) Los procedimientos de agrupación pueden ser el de mínimas distancias en una, dos, tres o n
dimensiones. Este último caso lo resuelve el programa cluster analysis.
(**) Dependiendo de si se consideró o no la contigüidad de las áreas para agruparlas. Véase Spence y Taylor
(1970).

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laberintos geográficos: una antología

Las dos modalidades (R y Q) han sido utilizadas para definir regiones


homogéneas. Ahora bien, cabe reconocer que el análisis es estático en el
sentido de que el patrón resultante no hace referencia a los procesos que
lo originan -si construimos una matriz de flujos entre áreas nos estaríamos
refiriendo al análisis de un proceso: la interacción espacial. La representa-
ción matricial de esta interacción daría por resultado una tabla cuadrada de
orígenes y destinos (O-D) en el que cada cruce representaría el volumen del
flujo considerado que tiene origen en i y destino en j. Trasformar esta tabla
en una matriz de correlación entre el O y el D permitiría obtener valores
de los coeficientes que indicarían una similitud del origen de los flujos para
cada par de destinos. En estos términos, el análisis factorial a partir de una
matriz O-D producirá conjuntos de áreas semejantes en función del origen
del flujo que reciben. Los factores (la carga en los factores) indican la corre-
lación de las áreas con ese factor y la calificación de cada una con el factor
las identifica respecto al origen más importante del flujo que llega a ellas
Así podríamos identificar regiones productoras de flujos y regiones recep-
toras de éstos con implicaciones económicas y funcionales en términos de
exportación-importación o especialización-complementariedad, aspectos
fundamentales del Análisis Espacial y la Economía Regional.

Regiones nodales o funcionales

Antes de presentar algunas de las técnicas empleadas en la identificación de


estas regiones formadas por entidades espaciales o locacionales (puntos o
nodos) que presentan una intensa interacción o conexión entre ellas, con-
vendría hacer la distinción entre región nodal y región funcional.
La diferenciación del espacio geográfico a partir de la actividad humana
resulta en un sistema de regiones o áreas que se distinguen por una particu-
lar característica que las hace homogéneas o les da cohesión funcional, es de-
cir, las hace funcionalmente complementarias. Podríamos imaginar en este

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la geografía

último caso un paisaje estructurado a partir de una constelación de nodos,


redes y áreas tributarias.
Partimos para la identificación de este tipo de regiones del hecho de que
las sociedades organizan y llevan a cabo sus actividades en localizaciones
específicas o puntuales. La producción, el lugar de residencia, los asenta-
mientos, etcétera, forman entidades locacionales puntuales o nodales que
organizan la vida y las actividades de la sociedad alrededor de ellas. Un nodo
es, pues, un centro de actividad de un grupo o colectividad que ocupa un
área geográfica. De tal forma que una región nodal es aquella que se iden-
tifica por el grado de cohesión que la población de los alrededores establece
con el centro. Una región nodal es un caso especial de región funcional en
la que sólo hay un punto central o focal que introduce la noción de orden
y dominación. Si la identificación se basa en la interacción entre entidades
locacionales y la relación jerarquizada entre ellas, identificándose un centro
que domina a todas las entidades que interactúan entre sí, se tiene una re-
gión nodal o polarizada, como en ocasiones se les llama. Por el contrario,
una región funcional es aquella, en la que las entidades que interactúan lo
hacen con mayor intensidad al interior del área que con otras áreas indepen-
dientemente del rol y jerarquía de los nodos que resultara de ese patrón de
interacción. Es importante en esta distinción que se hace entre región nodal
y región funcional el hecho de que las relaciones interlocacionales no son
simétricas y que el patrón de interacción es independiente de la importancia
relativa de un centro respecto a los demás.
Debe quedar claro que una región funcional puede estar formada por
un conjunto de regiones nodales y, a su vez, una región nodal o polarizada
puede contener subgrupos de entidades locacionales que forman regiones
funcionales y pueden interactuar con el centro dominante a través del in-
tercambio de flujos sean mensajes, personas, dinero, mercancía, etcétera.
Como se mencionó antes, la actividad que se genera a partir de un cen­
tro o polo y su área tributaria, permite delimitar una región nodal. Cabe
señalar que de cada flujo específico que se considere se obtendrá una deli­-

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laberintos geográficos: una antología

mitación o frontera que superpuesta a otras obtenidas a partir de los demás


indicadores generaría una zona incierta o difusa de líneas no coincidentes.
Esta incertidumbre respecto a la línea demarcatoria de una región nodal se
convertiría en problema si de lo que se trata es de racionalizar la asignación
de recursos y de conocer precisamente el mercado existente en la región
circundante o la localización puntual de la oferta de un bien o servicio pro-
ducido y distribuido pública o privadamente. No cabe duda, pues, de la im-
portancia de definir claramente la línea demarcatoria del área de influencia
de centros o nodos contiguos; para tal efecto existe un gran número de téc-
nicas no explotadas aun suficientemente por los geógrafos. A continuación
se presentan algunas de ellas.
1) Polígonos Thiessen. Esta técnica geométrica permite trazar fronteras
entre puntos o centros distribuidos en un plano de dos dimensiones. La
validez del método se fundamenta en dos supuestos: primero -y ésta es una
simple propiedad geométrica de los polígonos-, que cualquier punto en el
área que queda delimitada al interior de las intersecciones lineales del polí-
gono es más cercano al centro del mismo que a cualquier otro centro de otro
polígono y, segundo, que no existe una jerarquía de los centros distribuidos
espacialmente, es decir, que cada centro “pesa” igual que los demás, que el
área circundante es homogénea v que, en términos agregados, el espacio se
distribuye equitativamente respecto a la posición original de los centros en el
plano. Los polígonos Thiessen producen un conjunto teóricamente óptimo
de centros y sus respectivas áreas tributarias. Es relevante señalar que de una
distribución triangular regular de centros se obtendrían polígonos hexago-
nales a la Christaller. Los pasos para formar los polígonos se muestran en la
figura 6.
Dibujar polígonos en la práctica, aunque es muy simple, consume mu-
cho tiempo, especialmente si es elevado el número de centros. Además, no
es muy precisa la delimitación de las diagonales en el trazo, por lo que éste
puede hacerse con arcos de círculo desde puntos adyacentes que permiten
encontrar en su intersección el punto medio por el que deben pasar los

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la geografía

Figura 6. Polígonos Thiessen

Fuente: adaptado de Haggett (1965).

lados del polígono. Un algoritmo basado en los triángulos pitagóricos lo


resolveríamos rápidamente si contamos con una PC. En fin, en el trazo no
entra en consideración la importancia de cada punto o nodo y así, no puede
distinguirse su influencia en el conjunto.
2) Minimización de la distancia. Con los conceptos de optimización
de la programación lineal se ha desarrollado un método de delimitación
de regiones que permite minimizar el costo-distancia a recorrer desde los
puntos dentro de la línea demarcatoria al centro o nodo correspondiente.
De manera formal, se tiene una función sujeta a un número de restricciones
que puede expresarse algebraicamente como:

en donde dij es la distancia de la sección o punto i al centro j y xij es el costo del


movimiento desde esa sección o punto i al centro j.

Hay varios ejemplos en que se aplica este método para optimizar áreas tri-
butarias de un servicio localizado puntualmente. Por ejemplo, cuando se
trata de minimizar el recorrido agregado de los niños hacia varias escuelas

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laberintos geográficos: una antología

distribuidas en una zona de la ciudad, la función objetivo sería optimizar el


área tributaria de cada una de las escuelas, de tal forma que i) la distancia
agregada de recorrido por todos los niños se minimizara, y ii) cada escuela
maximizara su captación de niños.4
3) La identificación de regiones nodales a partir del análisis de la inte-
racción espacial puede hacerse con base en dos tipos de información y dos
métodos.
a) La estructura nodal derivada de una tabla de flujos. Una estructura
regional puede definirse a partir de i) un conjunto de centros en un área,
y ii) una medida de asociación entre ellos. Esta asociación puede medirse a
partir del flujo o interacción espacial entre pares de nodos (o bien con base
en el hecho de que estén o no conectados entre sí). En la tabulación es po-
sible identificar las relaciones sobresalientes entre pares de centros lo que a
su vez permite la identificación de relaciones funcionales dependientes entre
los mismos. La estructura jerarquizada a partir de esas relaciones indicará
las regiones que se forman alrededor de los centros dominantes. El grado
de dependencia relativa de los centros al centro dominante estará dado por
el volumen del flujo (o el número efectivo de conexiones), lo cual permi-
te conocer la fuerza relativa de los vínculos regionales (la multiplicidad y
complejidad de la red), siendo este conocimiento útil, sin duda, para toda
gestión administrativa de carácter territorial (Kansky, 1963).
b) Los modelos gravitacionales. En 1931, Reilly ya había identificado
dos reglas básicas acerca del comportamiento espacial del comercio al me-
nudeo: i) mientras más grande fuese un centro más comercio atraería, y ii)
un centro capta mayor volumen del flujo que le llega de los lugares más
cercanos que de los más alejados. Ambas reglas observadas empíricamente
dieron por resultado la llamada ley de la gravitación del mercado al me-
nudeo, como analogía a la ley gravitacional del sistema newtoniano. En el
lenguaje algebraico el modelo puede escribirse como:

4
Los detalles de la aplicación del método pueden verse en Yeates (1963) y Maxfield (1972),
entre otros.

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la geografía

siendo bix y biy el volumen del comercio que los centros x y y captan de un sitio
o área i; Px y Py representan el peso o la población de x y y; dix y diy son las dis-
tancias respectivas a i.

Esta formulación simple y lógicamente plausible nos dice que “dos cen-
tros atraen comercio de un tercero intermedio en proporción directa a sus
poblaciones e inversamente al cuadrado de sus distancias respectivas con
aquél”. De tal forma que, por ejemplo: dos centros x, y de población igual
y a una distancia también igual a un tercero i recibirán el mismo volumen
de comercio (interacción) que sale de este último. Así, por ejemplo, si Px es
dos veces más grande que Py pero las distancias a i son iguales, x recibirá el
doble del comercio que y.
Debe quedar claro que es posible, aplicando una ligera variante de este
modelo, encontrar los límites del área tributaria de cada centro; ésta se defi-
niría como el punto en la línea que une dos centros en el que ambos logran
atraer la misma proporción de la interacción o flujo que ahí se genera. Es
b
decir que bix =1 y por tanto, en la primera expresión:
iy

si dix = dxy-diy, representando dxy la distancia entre x y y tenemos:

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laberintos geográficos: una antología

Es decir, que la distancia de y a i es el punto de inflexión en el que la inte-


racción con x y con y es la misma [o en el que la probabilidad de generación
de flujo desde i es la misma (0.5) hacia ambos centros] y, por lo tanto, es el
límite de las áreas tributarias de x y de y.
Un ejemplo numérico permitirá ver claramente el método:

Px = 50 000 habitantes
Py = 200 000 habitantes
dxy = 20 km

Es decir que el límite del área tributaria de y respecto a x se encuentra a


13.3 km desde y, y a 6.7 km desde x. Este punto de inflexión puede encon-
trarse para un centro x respecto a varios que le rodean. Veamos el siguiente
ejemplo numérico:

nodos habitantes distancia x y en km


x 50 000
y2 50 000 18
y3 100 000 10
y4 200 000 40
y5 30 000 10
y1 200 000 20 (conocida en el ejemplo anterior)

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la geografía

Para cada par xy existe un punto de inflexión i (figura 7). Éste permite
conocer las distancias diy que equivalen a una interacción entre x y con pro-
babilidad 50% las cuales delimitan el área de influencia o área de mercado
tributario de x respecto a los nodos alternos y.

di4 = 26.7 km
di5 = 4.4 km
di1 = 13.3 km conocido del ejemplo anterior

La identificación de regiones nodales o polarizadas ofrece una impor-


tante información en la toma de decisiones para diseñar políticas orientadas
a la asignación racional de los recursos en el espacio geográfico como serían
la localización puntual óptima de un servicio público, el punto de oferta
de un bien o servicio orientado a un mercado determinado, la distribución
jerárquica eficiente de equipamiento social, etcétera.
Ahora bien ¿qué tan exacto es este método de delimitación de áreas
tributarias? De hecho, el modelo ha sido aplicado infinidad de veces tanto
en su carácter descriptivo como predictivo. Su aplicación es rápida, simple
y nada costosa. Se puede decir que en función de la predicción certera de
la población futura de un área o región, la aplicación del modelo permitirá
predecir con relativa precisión tanto el patrón de áreas tributarias como el
flujo que podría generarse entre centros en una región.5

5
Aguilar y Graizbord (1993), Garrocho (1988a y 1988b), Graizbord et al. (1987 y 1994),
Juárez (1993), han utilizado esta metodología para resolver diversos problemas de política

83

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laberintos geográficos: una antología

Figura 7. Límite del área tributaria de x

Fuente: adaptado de Haggett (1965).

En fin, debe considerarse que un cambio en el número de los deman-


dantes o en su nivel de ingreso así como en el número o calidad de las uni-
dades oferentes de un servicio generará un cambio en el volumen del flujo
y, por tanto, en la influencia de los centros donde unos y otros se localicen.
Asimismo, que existe una interdependencia mutua, económica y social,
tanto entre el centro de oferta y su área de mercado o tributaria como entre
los centros de diferente jerarquía. Además, que el área de influencia es una
expresión territorial de toda actividad humana localizada y que tal locali-
zación y su área de influencia representan una unidad significativa para la
planificación en general (Friedmann, 1956) y para la oferta y la demanda
de servicios, en particular.
En síntesis, cualquier decisión de localizar puntualmente una inversión
(infraestructura física, equipamiento social o actividad productiva directa)

pública y ventajas locacionales en diferentes contextos y escalas: nacional, regional, metropo-


litano, estatal y subregional.

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la geografía

dará lugar a una región nodal y el conjunto de estas formarán una región
funcional o, lo que es lo mismo, un sistema regional jerarquizado. De esta
suerte, si el problema es de eficiencia, es decir, de dar servicio al mayor
número de personas dado un monto de inversión determinado (recursos
escasos o previamente asignados), la regionalización o el conocimiento de
la estructura regional, a partir de los métodos descritos en esta última parte
del texto, contribuirá a mejores y menos costosas decisiones sin que sea ne-
cesario el uso de ambiciosas metodologías que pretenden considerar “todo”.
Y, si bien, estos modelos tratan sólo un tipo de interacción cada vez, esto no
debe preocupar si se reconoce que pueden utilizarse indicadores de “masa”
y “distancia” relevantes y que una interacción representada por algún tipo
de flujos (como podrían ser llamadas telefónicas, carga, pasajeros, dinero,
mensajes por cualquier medio, etcétera) es, de hecho, una síntesis de las
complejas relaciones de tipo económico y político que resultan de la agre-
gación de las múltiples decisiones individuales de los diversos agentes eco-
nómicos y sociales en un tiempo y en un espacio geográfico determinados.

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88

Laberintos.indb 88 06/03/24 17:22


GEOGRAFÍA POLÍTICA Y GEOGRAFÍA ELECTORAL1

L a importancia que tiene el análisis espacial de los procesos políticos y


electorales justifica, a mi modo de ver, el conocimiento, aunque sea
parcial,2 de la evolución que ha sufrido y las divisiones que ha experimen-
tado a lo largo del tiempo esta rama de la geografía. Hasta hace poco, por
ejemplo, había entre los científicos sociales y los políticos una confusión
respecto a las diferencias entre geografía política y geopolítica, y no se reco-
nocía la utilidad de estas disciplinas en el estudio de los procesos sociopo-
líticos, en la práctica de la administración pública y en la planeación del
desarrollo urbano y regional. Los geógrafos mismos han mostrado a lo largo
del tiempo una falta de compresión de su sustancia y una incapacidad para
determinar sus principios esenciales.
Mi intención aquí no es evidenciar tal debilidad sino mostrar el po-
tencial del enfoque geográfico en la explicación de los procesos políticos,
en general, y electoral en particular. Este último, al parecer, afecta cada vez
en mayor medida la vida política de nuestro país y es ya objeto de debate
público, como puede apreciarse en cualquier revisión hemerográfica, por
somera que se haga, de estos temas, véase si no, los numerosos artículos que

Graizbord, B. (1993), “Geografía política y geografía electoral: notas sobre su evolución e


1

importancia actual”. Geografía y Desarrollo, año 5, 3 (8-9), pp. 72-78.


2
Apoyado básicamente en textos anglosajones.

89

Laberintos.indb 89 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

han llenado las páginas de los diarios y de las revistas dedicadas al análisis
de la coyuntura política, a raíz de las elecciones federales de julio de 1988.
Siguiendo a Busteed (1983), haré en lo que sigue una presentación su-
cinta de las ideas dominantes en la geografía política desde sus inicios como
disciplina aparte, para después referirme al amplio espectro temático que en
años recientes ha llamado la atención de los geógrafos.

EVOLUCIÓN

El término “geografía política” apareció por primera vez en 1790 en un in-


tento por sistematizar la relación entre la geografía y los procesos políticos.
El francés Turgot, interesado en ambos fenómenos, creía que toda política
gubernamental debería fundamentarse en la evolución de la geografía del
propio país. Tal preocupación, compartida por políticos y académicos du-
rante el siglo XVIII, se vio limitada en Francia tanto como en Inglaterra
por la falta de datos confiables, técnicas analíticas apropiadas y una meto-
dología de investigación rigurosa. Aún el Ensayo Político sobre el Reino
de la Nueva España de Humboldt, que se publicó en el año de 1811, no
puede considerarse como una contribución significativa a la geografía po-
lítica, pues si bien sugería la existencia de relaciones entre las condiciones
políticas, el medio físico y la explotación de los recursos, no eran estos
los temas dominantes del libro. De hecho, el autor parece haber evitado
deliberadamente las cuestiones socioeconómicas y políticas de su tiempo.
Tampoco Karl Ritter, contemporáneo de Humboldt, logró contribuir de
manera convincente a la evolución de la disciplina en lo que concierne a la
naturaleza y contenido de su campo de estudio (Busteed, 1983).
Fue Ratzel (1898) quien a fines del siglo XIX produjo un texto con
el título expreso de Geografía Política. Este geógrafo alemán concebía al
estado soberano como una comunidad u organismo que pasaba por “ciclos
de vida” luchando constantemente por espacio y recursos para garantizar

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la geografía

su supervivencia. En este sentido, el territorio tenía que cambiar de tama-


ño con el paso del tiempo, de tal suerte que al incorporar nuevas áreas se
consolidara su crecimiento orgánico. Ratzel inaugura así una línea políti-
co-ideológica que justificaría la conquista y el dominio político de nuevos
territorios. En efecto, el expansionismo sustentado en necesidades de de-
sarrollo social, económicas o religiosas se convirtió en la fuerza ideológica
que justificaba la conquista territorial por parte de los estados nacionales
alcanzando su “climax” antes de finalizar la primera mitad del siglo.
Sin embargo, no es ese el único geógrafo que propugna por las ideas
nacionalistas y patrióticas a lo largo de la historia de la geografía política.
El contexto histórico en el que se enmarca el desarrollo de la disciplina da
lugar a que se le utilice en asuntos diplomáticos, militares y en la formación
de imperios durante el siglo XIX, con la participación activa de los propios
geógrafos. El presidente de la Royal Geographical Society, a fines de 1914, se
disculpaba de tal estado de cosas arguyendo que dicha institución estima-
ba correcto que sus miembros se interesaran “en los asuntos del mundo”,
particularmente en aquellos eventos, hechos o principios que subyacían
en la acción política. Ya antes, en 1893, el secretario y editor de la Scottish
Geographical Society se adelantaría a este punto de vista al proponer la divi-
sión de la geografía nada menos que en dos ramas, una física y otra política
(Brown, 1980).
Los geógrafos estadunidenses, por su parte, no dudaban en discutir la
relación entre la geografía, la guerra, y los objetivos políticos que la susten-
taban. Sin embargo, y a pesar del importante papel que jugaron los geó-
grafos durante y al fin de la Primera Guerra Mundial, no todo el material
publicado bajo el rubro de geografía política compartiría las mismas pre-
ocupaciones, aunque hubiese surgido del mismo contexto histórico. Dos
temas en particular se abordaban en detalle: la naturaleza de las capitales
nacionales, y la relación entre las fronteras políticas y los rasgos físicos del
territorio, cuando se trataba de límites internacionales. Cabe señalar que
por esas fechas, y probablemente debido a los eventos que se suscitaron

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laberintos geográficos: una antología

al final de la Gran Guerra (el deseo de mantener territorios y poblaciones


conquistadas), el énfasis recayó en la justificación política de las fronteras
internacionales y el papel de los grupos culturales y étnicos en el trazo de-
finitivo del nuevo mapa político que resultaría del armisticio de 1918 y del
Tratado de Versalles el año siguiente.
Una revisión de las publicaciones geográficas de la época permite cons-
tatar el interés en el seguimiento de la Conferencia de Paz y los cambios te-
rritoriales que produjo -eventos políticos sobresalientes durante esos años.
En suma, la Gran Guerra y la mencionada Conferencia de la Paz tuvieron
en la geografía política un doble efecto. Se confirmó, en primer lugar, que
la geografía como disciplina tenía un valor y utilidad definitivos y que el
conocimiento del territorio, que servía como teatro del conflicto armado,
era de vital importancia tanto para elaborar tácticas y estrategias militares,
como para administrar y explotar los recursos en los territorios conquista-
dos. En segundo lugar, y recíprocamente, este conocimiento influyó sobre-
manera en la estructura y contenido de la disciplina. Así, el trazo de fron-
teras y su relación con los rasgos físicos y humanos de las áreas en cuestión,
la estructura económica y demográfica de los territorios, su fuerza política,
militar y económica, el origen y distribución espacial de grupos nacionales
y la presencia de minorías étnicas o culturales, encontraron cabida como
temas relevantes y tópicos de investigación en geografía política.
El interés por los eventos históricos en distintas regiones del planeta (la
revolución rusa, por ejemplo), y el deseo de consolidar las técnicas, meto-
dología y filosofía de la disciplina llevó a los geógrafos en los años siguientes
a contemplar aspectos más generales acerca de algunos temas persistentes
como la delimitación de fronteras políticas y su clasificación, los problemas
de derecho internacional en el uso de pasos marítimos, recursos hidrológi-
cos y rivereños internacionales.
Desde el punto de vista metodológico, es significativo que en la segun-
da década del presente siglo haya aparecido un estudio del comportamiento
electoral en Francia (Siegfried (1913), “Tableau Politique de la France de

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la geografía

L ‘Ouest”, cit. en Busteed, 1983). Pero no fue sino hasta los años treinta
en que un número importante de geógrafos (ingleses, franceses, alemanes
y estadunidenses) intentó precisar la relación de la geografía política con
el resto de la ciencia geográfica y establecer su metodología. Así, como re-
porta Busteed (1913), se decía que la geografía política era más que una
rama especializada de la Ciencia Política (Sprout, 193 1), o que podía verse
como la rama de la Geografía que estudiara las diferencias espaciales del
fenómeno político (Whittlesey, 1935). El propio Whittlesey (1944) en el
prólogo de su The Earth and the State dice: “Para mí la diferencia que existe
entre los fenómenos políticos en distintos lugares de la tierra, es la esencia
de la geografía política”, e identifica al Estado como el fenómeno político
de más importancia.
En 1939, un distinguido geógrafo, Hartshorne al retomar ideas de sus
colegas estadunidenses, así como de algunos ingleses, franceses y sobre todo
alemanes, propuso precisamente que la disciplina estudiara las relaciones en-
tre el ámbito físico y las actividades y organizaciones políticas, especialmente
las referidas al Estado soberano. Sugirió que los temas tratados siguieran pri-
mero, un análisis descriptivo del Estado (su forma y tamaño y las caracterís-
ticas naturales y culturales de las áreas que lo forman y sus interrelaciones);
en segundo lugar, una interpretación de los fenómenos territoriales (locali-
zación y extensión del “área nuclear”, y dirección y carácter de los cambios
territoriales) y, finalmente, una apreciación de sus problemas (grado de con-
formidad entre el ámbito natural y el cultural). Otros aspectos que debían
incluirse, según ese autor, eran los referentes a la relación entre sucesos po-
líticos particulares, características regionales, y capacidad del territorio para
ofrecer y mantener recursos en tiempos de guerra o de paz aunque insistía
en dejar fuera aspectos históricos, o la relación entre los grupos humano y
el paisaje, propios de la geografía social o la etnografía, así como lo relacio-
nado con el “nacimiento, apogeo y decadencia” de los estados nacionales.
Tales temas y procesos, por cierto, interesarían durante esos mismos años a
la escuela alemana de geopolítica, como se verá más adelante.

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laberintos geográficos: una antología

Hartshorne, por supuesto, enfatizaba el conocimiento del espacio, pero


a través del estudio monográfico de las distintas áreas geográficas en lugar
de profundizar en los procesos sociales subyacentes. Proponía, como tam-
bién lo hacía East (1937), estudiar los efectos espaciales derivados de las
relaciones políticas, toda vez que aparecieran como “rasgos visibles en el
paisaje”; enfoque sistemático e ideográfico que privilegia el estudio de la
diferenciación espacial como resultado de expresiones particulares y únicas
de los fenómenos políticos.
Otro capítulo importante en el desarrollo de la disciplina y en la deli-
mitación de su área de estudio lo constituye precisamente la mencionada
escuela alemana de geopolítica, que data del año 1924 en que se publicó
por primera vez el Zeitschrift fur Geopolitic, bajo la dirección de Karl
Haushofer. Esta escuela, cuyo rasgo distintivo lo marca un compromiso
patriótico y nacionalista a raíz de la inesperada y traumática derrota de
Alemania en la Primera Guerra Mundial, se convirtió desde 1933, año en
que el nacional-socialismo llegó al poder, en su portavoz académico-in-
telectual. En efecto, la geopolítica derivada de un sentimiento patriótico
ultranacionalista, se vio como el instrumento para guiar la política y las
acciones del régimen nazi y, sin importar la correspondencia con los he-
chos, que intentaba subordinar a sus designios, inventaba nuevos términos
y “slogans” para interpretar y presentar ideológicamente lo que en realidad
eran situaciones, fenómenos y procesos socio-políticos y económicos de
suyo complejos.
Con estos lamentables y desafortunados antecedentes, la participación
de los geógrafos en los eventos que marcan la intervención de los países eu-
ropeos y de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial fue nume-
rosa. Y, si bien influyeron en las discusiones políticas, buena parte de ellos
se inclinó por el desarrollo de técnicas como la fotografía aérea, la fotogra-
metría y la cartografía. En los círculos académicos, el panorama no era más
alentador: se confundía el enfoque de la geopolítica con el de la geografía
política. De tal suerte que en los primeros años posteriores a la guerra se

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la geografía

condenó indiscriminadamente el estudio de los vínculos entre geografía


y política, y no fue sino hasta entrados los cincuenta en que nuevamente
los geógrafos retomaron la discusión de los aspectos teórico-metodológicos
centrales de la geografía (Graizbord, 1989).
Un importante grupo de geógrafos, en el que se incluía Hartshorne,
se enfrascó en un debate que se caracterizó por posiciones intransigentes
ya sea en favor o en contra del sesgo ideográfico de la geografía política.
En efecto, por un lado se consideraba que dado que el objeto de estudio
de la disciplina era el Estado, y éste presentaba rasgos históricos únicos en
cada caso, los intentos por identificar patrones generales no podían sino fa-
llar. El mismo punto de vista aplicado a la geografía electoral es sustentado
por Muir (1975). Este autor argumentaba que “era extremadamente difícil
en geografía electoral desarrollar estudios que alcanzasen cierto grado de
universalidad”. El enfoque ideográfico, por tanto, se consideraba como la
única forma posible de abordar el estudio de los procesos políticos y de los
estados nacionales. Desde otro punto de vista se destacaba la fragmenta-
ción política del mundo como resultado de procesos sociales y económicos
como la circulación o el movimiento de personas, bienes, ideas; o culturales
como valores, actitudes y percepciones que, enraizadas en los pueblos, los
hacía producir una iconografía particular (símbolos, signos e imágenes).
Y, si bien esto distinguía a unos de otros, permitía con base en el análisis de
tales procesos, encontrar semejanzas. Con ello, paradójicamente, se antici-
paba la preocupación y énfasis posteriores en el significado que tienen las
diferencias económicas, sociales y culturales en la toma de decisiones y, por
tanto, en la explicación general de los procesos políticos, aspectos relevantes
que después retoma, entre otros, Karl Deutsch (1970) en su análisis del
gobierno y los sistemas políticos.
A fines de la década de los cincuenta y como resultado de este debate,
la geografía se vio impactada por transformaciones que se consideraron par-
te de una revolución paradigmática (Chorley y Haggett 1967; Graizbord
1981). Esos cambios señalaron en los estudios geográficos una marcada

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laberintos geográficos: una antología

tendencia hacia la búsqueda de leyes generales, el desarrollo de teorías y el


empleo de métodos matemáticos, que les imprimieron un sello cuantitati-
vo y nomotético. Sin embargo, la geografía política tardó aún dos décadas
en absorberlos y experimentarlos. Comenzó en los sesenta, por aplicar los
recursos instrumentales y metodológicos de la que se dio en llamar “Nueva
Geografía” al estudio de problemas sociales y, en los setenta, a destacar la
importancia de legitimar valores sociales en tanto subyacentes a los proce-
sos políticos. Ello exigió a los geógrafos no sólo un cambio de escala en sus
estudios sino la adopción de los principios filosóficos y metodológicos del
enfoque nomotético y de la teoría de sistemas, intentando con ello abarcar
en su creciente complejidad los procesos sociopolíticos. Muchas de las téc-
nicas analíticas adoptadas por otras ramas de la geografía, fueron tomadas
y se aplicaron a los problemas que enfrentaban los geógrafos políticos: la
teoría de gráfos y el análisis factorial para definir la centralidad relativa de
las ciudades capitales; el uso de modelos gravitacionales y de asignación en
la construcción de áreas administrativas; el concepto de entropía y el aná-
lisis de sistemas para una cantidad considerable de problemas de toma de
decisiones y de comportamiento de individuos, grupos sociales e, incluso,
de países en sus relaciones internacionales (O´Sullivan, 1986). Esto último
facilitó la recuperación del sentido original de la geopolítica.

IMPORTANCIA ACTUAL

En la actualidad -y después de singulares altibajos en su desarrollo la geo-


grafía política se interesa por el papel que juega el Estado y la influencia que
ejercen los gobiernos y los grupos de poder en la configuración del paisaje
económico y social en un área o territorio determinados. En palabras de
Busteed (1983), “el objeto de estudio de esta rama de la geografía humana
debe ser lo político, en tanto que se ocupa del uso del poder, la autoridad y
las influencias de los diversos grupos e individuos que forman la sociedad,

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la geografía

enfatizando las consecuencias que estos procesos tienen para cada lugar,
para las relaciones entre lugares y, en general, para el uso del espacio y los
recursos (…).”. Como bien dice Sanguin (1981), “contrariamente a cierta
época en que la geografía política acentuaba únicamente el estado, no se
debe perder de vista hoy el nivel supraestatal y el nivel infraestatal.”
En este contexto, los estudios geográficos interesados entre otras cosas
en las elecciones, han proliferado extraordinariamente desde fines de los se-
tenta (Busteed, 1983; Taylor, 1985). Incorporan conceptos derivados de las
ciencias de la conducta, aplican una amplia gama de técnicas cuantitativas
y estadísticas y enfatizan la variable espacial en el análisis de los procesos
electorales, en general, y de sus resultados, en particular, convirtiéndose
estos últimos en un tema de gran interés para la mayoría de los geógrafos
políticos.
Según Taylor (1985), el enfoque cuantitativo de la geografía electoral
destaca tres aspectos: a) la geografía del voto, en otras palabras, los patrones
espaciales que resultan de las votaciones; b) la influencia de la geografía en
las elecciones o los procesos locales que afectan el comportamiento de los
electores y, c) la representatividad proporcional de los partidos que resulta
de la subdivisión del territorio en distritos electorales. Al respecto, Taylor
apuntaba que existe el problema de la desvinculación analítica entre estos
tres aspectos, así como su falta de integración a la temática central de la
geografía política. Tal juicio nos parece injusto; de hecho, el enfoque no-
motético (Duverger y Sartori, 1988; Grofman y Lijphart 1986) ha dado
lugar a que se estudien los efectos que sobre los resultados electorales tienen
las distintas delimitaciones político-administrativas o distritales ya que se
busquen las relaciones entre dichos resultados y el contexto social y po-
lítico de las áreas de estudio. De este modo se destacan, por ejemplo, las
relaciones entre el voto y los atributos socioeconómicos y demográficos del
electorado, así como los posibles vínculos entre el voto y la asignación y dis-
tribución espacial de la inversión pública, especialmente en lo que respecta
a servicios municipales e infraestructura y equipamiento sociales.

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laberintos geográficos: una antología

A pesar de Io anterior, sorprende como acertadamente notaba Taylor


que los geógrafos políticos hayan intervenido tan poco en el debate acerca
de la naturaleza del Estado. En general, las funciones que cumple el Estado
en la sociedad capitalista contemporánea según Altvater (en Sontag y Va-
lecillos (comps.), 1977) son esencialmente cuatro: 1. Crear las condiciones
generales para producción (infraestructura). 2. Determinar y salvaguardar
el sistema legal en el que ocurren las relaciones entre sujetos. 3. Regular
los conflictos entre trabajadores y capitalistas. 4. Garantizar la expansión
del capital tanto al interior de la nación como en el mercado mundial. Sin
duda que tales funciones en su correlato espacial deben y pueden ser ana-
lizadas desde una perspectiva geográfica. Taylor mismo hace un llamado a
conocerlas y estudiarlas especialmente a aquellos geógrafos que se interesan
en analizar los procesos políticos en contextos en los que se permite a la
sociedad civil expresar sus preferencias (la “voluntad popular”) a través del
voto y formar libremente partidos y organizaciones políticas.
Uno de los geógrafos que en la actualidad ha respondido al llamado
de Taylor es Johnston, quien ha estudiado y publicado en los últimos años
un importante número de trabajos relacionados con los procesos políticos
y electorales en diferentes partes del mundo. Según este autor, el Estado en
su papel productivo dentro de una economía mixta tendría las funciones de
empleador de servidores públicos o burócratas, fuerza armada y trabajado-
res o empleados de organismos para-estatales o descentralizados; proveedor
de bienes y servicios, en aquellas áreas que así lo ameritan (bienes públicos
“puros”) o en donde los capitalistas no quieren arriesgar; inversionistas en
infraestructura económica y social y, finalmente, protector de los débiles y
redistribuidor del ingreso real a través del gasto público, los subsidios y la
política fiscal (Johnston, 1979).
Del interés de los geógrafos por estas funciones, se han derivado estu-
dios que han puesto atención en los problemas que afectan visiblemente
las condiciones sociales, especialmente de los grupos más necesitados, de
bajos ingresos y minoritarios (Coates, et al., 1977). Tales trabajos destacan

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la geografía

el problema de la distribución del poder económico y político entre clases


sociales o grupos de interés y las causas de las desigualdades sociales y re-
gionales en las economías de mercado. Del mismo modo, en el análisis de
los procesos de toma de decisiones y en el diseño de políticas que afectan el
bienestar de la población (Smith, 1973; 1980).
Dos temas importantes que habían sido considerados como ajenos a la
geografía política tienen ahora cabida: el de los conflictos sociales derivados
de cambios en el uso del suelo urbano, y el de los efectos espaciales y sociales
de la localización de servicios públicos planteados originalmente en el traba-
jo ahora clásico de Tiebout (1956). En este sentido, algunas contribuciones
importantes para el desarrollo de la disciplina tienen origen en el interés por
estudiar aspectos de la estructura espacial y la organización política de los
gobiernos urbanos. En la década de los sesenta Kasperson (1969) realizó tres
estudios pioneros. En el primero, examinaba la geografía política metropoli-
tana de Chicago y demostraba como el respaldo u oposición de los ciudada-
nos a los distintos gobiernos de la ciudad influía en las decisiones dentro del
sector público bajo condiciones ambientales extremas; y, por último, en el
tercero, estudiaba la estructura política de la administración pública urbana
en relación con los límites geográficos de los distritos electorales. Otros estu-
dios posteriores que también privilegiaron aspectos geográficos de la política
urbana han examinado, entre otras cosas, respuesta a conflictos raciales por
parte del gobierno a través del uso de la fuerza pública; la expansión física de
la ciudad como proceso político y los conflictos territoriales que surgen de
ello (Aguilar, 1988); los problemas derivados del flujo de información entre
y dentro de las instancias de gobierno finalmente, la fragmentación política
metropolitana (Graizbord, 1988). Tales aspectos han llamado recientemente
la atención de los geógrafos al igual que la de otros científicos sociales, así
como la de políticos y planificadores urbanos en nuestro país (Garza, en
prensa; Graizbord y Sobrino, 1989; Peschard, 1988; y otros).
Un sólido argumento en favor del estudio de problemas de geografía po-
lítica urbana le ofreció hace algún tiempo Barlow (1981): “… la estructura

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laberintos geográficos: una antología

urbana -decía- puede verse como el resultado del comportamiento espacial


de tres grandes actores: las firmas, los hogares y los gobiernos (locales). De
tal suerte que para entender la estructura espacial de la ciudad es necesario
analizar las decisiones que toman esos actores y reconocer que cada uno
de ellos procede de manera distinta, tiene diferentes metas y objetivos, y
un conocimiento y percepción del mundo particulares que les afecta de
diferente manera”. En el caso de los gobiernos locales -señala Barlow‑, son
tres las áreas de acción relevantes a considerar en este tipo de estudios: las
decisiones locacionales con el fin de ofrecer bienes y servicios públicos y
regular los privados; las medidas relativas a la seguridad pública y, por últi-
mo, aquellas decisiones asociadas a las relaciones verticales entre el gobierno
municipal, el estatal y el federal y horizontales entre gobiernos municipales
o entre sectores en el mismo nivel de gobierno.
Un enfoque alternativo, es el análisis de los patrones y estructuras espa-
ciales, que enfatiza la importancia de las áreas administrativas y el funciona-
miento de los sistemas de distribución de bienes y servicios públicos locales.
Su estudio se refiere a la forma en que éstos han evolucionado o bien a
la manera en que cumplen efectiva y eficazmente sus objetivos. Desde el
punto de vista de la administración pública, ello depende de las variaciones
espaciales de la demanda y de su naturaleza, por lo que habrá que ver si los
servicios públicos se producen y distribuyen centralizada o descentraliza-
damente, en localizaciones puntuales o cubriendo indiscriminadamente el
territorio, etc. (Teitz, 1968).
En todo caso, son los temas tradicionales de la geografía política los que
de hecho permiten identificar los intereses contemporáneos de los especia-
listas. Por un lado, la preocupación acerca de la forma en que las decisiones
y el proceso político afectan el medio natural y al hombre y, por el otro, los
conflictos derivados de las demandas de poder político (descentralización,
autonomía, participación, etc.) por parte de grupos étnicos, culturales o
regionales minoritarios a nivel del estado-nación y, últimamente, a nivel de
los gobiernos locales (Cockburn, 1977).

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la geografía

Los asuntos anteriores acercan a los geógrafos a oportunidades de par-


ticipación en el diseño de políticas y por ello mismo los enfrentan a riesgos
que no son de ninguna manera triviales o pequeños. Les exigen un rigor
metodológico y un conocimiento extraordinario de las dimensiones polí-
ticas de los procesos sociales y del papel del Estado en las sociedades con-
temporáneas y, al parecer, una ineludible responsabilidad de identificarse
con determinadas ideas y valores. Con esto último, sin embargo, se corre
el riesgo de que la discusión, como ha sucedido en años recientes, quede
fuera de la propia disciplina y que se privilegie el carácter normativo sobre
el analítico llegando a niveles propositivos a priori que sólo esconden po-
siciones partidistas preconcebidas, apologéticas o distorsionadoras de los
hechos. Lo cual, paradójicamente, mantendrá viva la discusión epistemo-
lógica dentro de la disciplina acerca de Io que es (lo positivo) y lo que debe
ser (lo normativo).
Puede decirse que en la actualidad, como siempre ha sido, la geografía
política se distingue de las demás disciplinas afines por su énfasis en lo es-
pacial. En primer lugar, si bien su enfoque es político, se ocupa primordial-
mente de estudiar las consecuencias del ejercicio del poder en la localización
geográfica, en los patrones espaciales resultantes y en las relaciones entre
lugares. Para los geógrafos, no se trata sólo de “quién obtiene qué, cuándo
y cómo” -en la clásica frase de Lasswell (1958)-, sino de “quién obtiene
qué, dónde y cómo” (Smith, 1974). En segundo, analiza el uso del espacio
y de los recursos por parte de individuos, grupos y organizaciones políticas.
Asimismo, enfatiza aquellos procesos mecanismos de toma de decisiones
públicas o privadas que afectan el espacio, y los factores que intervienen en
ellos. Y, finalmente, privilegia la forma en que los grupos que compiten por
los recursos entran en conflicto y alcanzan o no sus objetivos en función de
su grado de influencia y su “cercanía” física y funcional al poder.
Con todo, las variables espaciales (área, escala, distancia, etc.) en sus
relaciones de causalidad con las variables políticas económicas y sociales
siguen y seguirán ofreciendo a estos especialistas los mismos problemas

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laberintos geográficos: una antología

metodológicos y conceptuales que al resto de los geógrafos y de los cientí-


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Laberintos.indb 106 06/03/24 17:22
EL ENFOQUE DE LA “NUEVA GEOGRAFÍA”  1

INTRODUCCIÓN

L a forma en que el hombre se organiza para su existencia sobre la super-


ficie de la Tierra parece ser el objeto de estudio reconocido de la geo-
grafía humana (Smith, 1975). Es muy probable que los geógrafos estén de
acuerdo con esta definición y que la gran mayoría acepte las preguntas que
de ella se desprenden; pero quizá nunca lleguen a un acuerdo sobre la forma
de definirlas, enfocarlas y responderlas (Ackerman, 1963). Tal dilema y el
interés de darlo a conocer animan la elaboración de este ensayo.

PRIMEROS CUESTIONAMIENTOS EPISTEMOLÓGICOS

Se reconoce ampliamente desde la antigüedad clásica (Capel y Urteaga,


1982) que las preguntas centrales de la geografía tienen por objeto indagar
sobre los hechos que ocurren en la superficie de nuestro planeta, su distri-
bución y las formas o variaciones que experimentan a través del tiempo
(Cole y King, 1968), en otras palabras, el qué, dónde y cómo. Sin embargo,

Graizbord, B. (1994), “Tendencias de la geografía humana contemporánea: el enfoque de


1

la “nueva geografía””, en G. Aguilar y O. Moncada (compiladores), La geografía humana en


México: Institucionalización y desarrollo recientes. México: UNAM, FCE, pp. 23-37.

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laberintos geográficos: una antología

en años recientes el enfoque de la geografía humana y, por tanto, las res-


puestas a estas preguntas han sufrido cambios sustanciales (Gould, 1969).
Sobresalen sin duda los que produjo, en la década de los cincuenta, la lla-
mada “revolución teórica y cuantitativa” en la geografía (Burton, 1963),
como resultado de un embate epistemológico en contra del regionalismo,
del posibilismo y del excepcionalismo (Schaefer, 1953). Estos enfoques,
predominantes desde el siglo XIX, tenían por objeto describir “ordenada-
mente” el paisaje terrestre conforme aparecía ante los ojos del geógrafo.
Para ello se dividía la superficie de la Tierra en grandes regiones naturales
con base en criterios climáticos, por ejemplo, o bien en áreas con caracterís-
ticas particulares cuya supuesta individualidad revelaba, si no una completa
homogeneidad, “todos” los rasgos geográficos que permitían diferenciarlas
e identificarlas como “unidades visibles en el paisaje” (Hartshome, 1939;
1954). Esta pretensión holística contenía, sin embargo, sesgos reduccio-
nistas que aparecían claramente en los innumerables trabajos geográficos
de esa época, ya sea como determinismos físico-geográficos o culturalistas.
La reacción a tal postura comenzó a gestarse durante los cincuenta en
el mundo anglosajón (Schaefer, 1953). En Estados Unidos, el análisis de los
fenómenos geográficos adoptó una orientación cuantitativa en el intento
por “descubrir” patrones espaciales, utilizando para ello modelos matemáti-
cos y procedimientos estadísticos que facilitaran la búsqueda de leyes gene-
rales para explicar la organización del espacio geográfico (Graizbord, 1981).
Tales ideas cruzaron rápidamente el Atlántico y en menos de una dé-
cada aparecieron en Inglaterra, al igual que en Estados Unidos, buena can-
tidad de artículos y varios textos -como los pioneros y ahora clásicos de
Haggett (1965), Chorley y Haggett (1965), Berry y Marble (1963), Cole
y King (1968) y Abler, Adams y Gould (1971)- presentando algunas me-
todologías e instrumentos analíticos que, si bien eran conocidos por otras
disciplinas, para los practicantes de la geografía eran verdaderamente inno-
vadoras. Los geógrafos comenzaron a utilizarlas para abordar aspectos de la
realidad que no estaban muy claros en su mente y menos aún en el acervo

108

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la geografía

analítico de la propia disciplina. Pero no fue sino hasta los setenta cuando
los postulados de la llamada “nueva geografía” y los objetivos que proponía
para la investigación geográfica se afianzaron, consolidándose como para-
digma dominante (Johnston, 1979).
La geografía –según proponían, entre otros, Schaefer (1953), Janes
(1956), Ackerman (1963), Burton (1963), Chorley y Haggett (1965),
·Wamtz (1967)– más allá de su tradicional tarea de describir los rasgos
aparentes en la superficie de la Tierra debía explicar la relación hombre­
naturaleza globalmente; se consideraba necesario que la disciplina mantu-
viera su visión particular, pero a la vez contribuyera a explicar la realidad
en su totalidad, aspiraciones compartidas, sin duda, por todas las ciencias
sociales. Desde un punto de vista eminentemente geográfico, la pregunta
¿en qué momento y por qué las distribuciones espaciales adquieren cierta
particularidad? resumiría convenientemente las anteriores preocupaciones
(Abler, Adams y Gould, 1971).
Ya a mediados de la década de los cincuenta Watson (1955), profesor
escocés, insistía en que la geografía era una disciplina que debería destacar
la variable distancia y, por tanto, tener como tema central la localización
relativa de la gente y los lugares. La importancia de la localización relativa
resulta, por cierto, de considerar que los cambios tecnológicos han modifi-
cado históricamente la estructura económica y territorial de las sociedades
o grupos humanos (Childe, 1950; Cox, 1972; Castells, 1985; entre otros).
Así, desde este nuevo paradigma, el “paisaje humanizado” -término acu-
ñado en el siglo XIX- puede entenderse como producto de las relaciones
humanas definidas en un ámbito geográfico y en el contexto de un sistema
social, económico y político (Morrill y Dormitzer, 1979). En cierta forma
-como apuntaba Chisholm (1975)- se pasó del estudio de las regiones al
análisis de sistemas.
La relación del hombre o la sociedad con el medio geográfico se ha
estudiado desde tres grandes perspectivas: la primera concierne a la manera
en que los grupos humanos (la sociedad) adaptan y modifican el mundo

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laberintos geográficos: una antología

físico; la segunda se refiere a la forma en que a través de la cultura los pue-


blos confieren un carácter peculiar a las distintas porciones de la Tierra que
ocupan y, la tercera, mucho más abstracta y analítica, destaca la forma en
que el espacio influye (condiciona o determina) los patrones de uso del
suelo y se interesa en identificar los principios generales que explicarían
los sistemas socio-ambientales. Las dos primeras representan a las escuelas
francesa y alemana de la geografía y se caracterizan por su sesgo reduccio-
nista que privilegia una u otra parte de la ecuación “hombre-naturaleza”,
fórmula clásica de la disciplina desde sus inicios decimonónicos como cien-
cia (Ratzel, 1891; De la Blache, 1926; Fleure, 1919; entre otros). Ninguna
de ellas, por sí sola, explicaría el paisaje humanizado o la forma en que las
distintas porciones de la Tierra han sido, a lo largo de la historia, modifica-
das o utilizadas por el hombre. Por su parte la última, eminentemente an-
glosajona (Johnston, 1979), distingue a la llamada “nueva geografía” desde
los años cincuenta, e insiste en el papel que desempeña la distancia en las
actividades humanas y la forma en que la sociedad organiza el espacio. Des-
de esta perspectiva se intenta demostrar que los individuos o grupos huma-
nos tienden, en su afán de desarrollo, a organizar el espacio geográfico con
objeto de utilizar el factor suelo y los recursos de la mejor manera posible.
La tarea de la geografía resulta ser más que la simple descripción de los
rasgos únicos y visibles del paisaje (enfoque ideográfico); tiene como propó-
sito explicar y entender cómo las sociedades humanas se organizan e interac-
túan en el espacio geográfico y por qué de ello emergen patrones espaciales
hasta cierto punto predecibles y generalizables (enfoque nomotético). En
otras palabras, intenta revelar el orden espacial que subyace en el aparente
caos de un mundo que a primera vista es confuso y diferenciado, y que
resulta de múltiples decisiones humanas encaminadas al uso racional del
suelo y los recursos en un contexto cultural particular, con un nivel tecno-
lógico dado y en un medio físico determinado. Ante esta complejidad, los
elementos analíticos básicos de la geografía humana contemporánea son,
de acuerdo con Morrill (1970), tres: el espacio geográfico, las relaciones

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la geografía

espaciales y los cambios en el espacio; y las preguntas concomitantes las


siguientes: cómo se estructura el espacio geográfico, cómo el hombre se or-
ganiza y relaciona espacialmente y cómo ello trae aparejadas modificaciones
en el uso del suelo, el medio y los recursos.
Este énfasis que Morrill pone en el comportamiento humano permite
distinguirlo del interés de Haggett (1965), y otros que se mencionarán más
adelante, por la geometría espacial. Así, mientras que este último se preocu-
pa por los patrones (el qué), el primero destaca los procesos (el cómo).

TEORÍA Y PRÁCTICA

Desde el punto de vista filosófico ya Kant (citado en Holt-Jensen, 1980)


se preguntaba sobre la esencia del espacio. El problema para los geógrafos
es, sin embargo, otro. Según Morrill, desde el punto de vista del nuevo
paradigma, para estudiar el comportamiento y las decisiones humanas en
el espacio geográfico es necesario tener en cuenta cinco de sus cualidades
esenciales:

1. Distancia: la separación espacial entre un suceso y otro. Puede medirse en


unidades de tiempo o costo.
2. Accesibilidad: la facilidad relativa con que un lugar puede ser alcanzado des-
de los demás.
3. Aglomeración: el agrupamiento de actividades o de personas para alcanzar
beneficios comunes.
4. Tamaño: del lugar o importancia de la aglomeración.
5. Localización relativa: el lugar dentro de un contexto geográfico determinado
en donde ocurre una actividad humana.

De estas cualidades del espacio se derivan los principios generales en


que se basó el trabajo pionero de Garrison (1959). En efecto, este autor

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laberintos geográficos: una antología

insistía en que toda teoría de la organización espacial debía sustentarse en


un principio de racionalidad: minimizar el efecto o la fracción de la distan-
cia y maximizar la utilización de los lugares, dentro de una estructura espa-
cial. Por lo tanto, puede suponerse que cualquier decisión local o, lo que es
lo mismo, sobre el uso del suelo, se toma siempre en función de reducir el
costo de moverse de un lugar a otro con el fin de obtener el mayor beneficio
individual o económico (Zipf, 1949; Stewart, 1947).
Morrill suaviza estos rígidos principios optimadores y señala que las
decisiones locales e interacción pueden reflejar otros objetivos o metas que
no son necesariamente los que propone la teoría de la localización. Las
decisiones humanas se ven afectadas o tienen en cuenta factores ambien-
tales, culturales, psicológicos, políticos e históricos que finalmente van a
reflejarse en el uso de los recursos y en la organización del espacio (Morrill
y Dormitzer, op. cit.). Se establece así, de manera clara y explícita, la nece-
sidad de distinguir entre un enfoque positivo (descriptivo de lo que es) y
uno normativo (prescriptivo de lo que debe ser). El primero, interesado en
analizar empíricamente los sistemas y las variables espaciales; el segundo, en
construir una teoría espacial.
Nystuen (1963) –al igual que Garrison– es un exponente destacado
de esta tendencia teórica. Más que observar el “mundo real” con sus innu-
merables elementos distorsionadores, buscaba la claridad de una geografía
abstracta apoyada en conceptos fundamentales. A partir de un plano iso-
trópico (homogéneo) consideraba tres principios básicos de la ocupación
y la estructura del espacio: la orientación direccional, la distancia y la co-
nectividad o posición relativa de hechos o lugares. Este último principio se
define tanto física como funcionalmente, y con los otros dos constituye el
conjunto de conceptos necesarios y suficientes para probar cualquier siste-
ma espacial existente en el mundo real.
Por el contrario, para Morrill, toda vez que se tratara de lugares concretos
(y no abstractos) deberían tenerse en cuenta tanto las distorsiones producidas
por variaciones en el medio geográfico como las que resultaran de decisiones

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la geografía

de localización “subóptimas”, o bien derivadas de procesos en donde la va-


riable tiempo desempeñara un papel importante como, por ejemplo, en la
difusión espacial. Este último tema recibió la atención original del geógrafo
sueco Hagerstrand a principios de los cincuenta, si bien se difunde a fines de
los sesenta, cuando fue traducido al inglés (Hagerstrand, 1967).
Otra vertiente que contribuye conceptual, metodológica e instrumen-
talmente al nuevo enfoque de la geografía es la llamada “física social”, repre-
sentada de manera prominente por Zipf (1949) y su principio del “mínimo
esfuerzo”. De acuerdo con este autor, los individuos organizan sus vidas
buscando minimizar la cantidad de trabajo que deben realizar. Dado que
moverse representa trabajo, minimizar dicho movimiento forma parte del
principio general del mínimo esfuerzo. Zipf utilizó algunos descubrimientos
empíricos de Stewart (1947) sobre las reglas matemáticas que se derivan
de la distribución y el equilibrio de las poblaciones, cuyo origen puede re-
montarse a trabajos realizados durante el siglo XIX sobre el movimiento de
personas, carga o información (Johnston, 1979). Tanto Zipf como Stewart
identificaron regularidades en la relación distancia y movimiento o interac-
ción y se percataron de la analogía con el principio gravitacional de Newton:

que para efectos de ajuste estadístico tiene la forma:

La influencia de la distancia como variable explicativa del comporta-


miento humano es fundamental no sólo para los llamados “físicos sociales”
sino también para los economistas regionales (Weber, 1928; Hoover, 1963,
Isard, 1956; entre otros) y los sociólogos (Stewart, 1948). Los geógrafos,
por su parte, al percatarse del alcance de los trabajos que se realizaban fuera

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laberintos geográficos: una antología

de su propia disciplina trataron rápidamente de emularlos. El análisis de


modelos de movimiento fue estimulado por el interés en ampliar la base
técnica de la planificación del uso del suelo y del transporte, primero en
los Estados Unidos (Lowry, 1964) y luego en Gran Bretaña (Wilson, 1967;
1974). Su aplicación en la prospectiva durante los cincuenta y sesenta pro-
dujo información suficiente para mostrar la capacidad de ciertas áreas o
usos del suelo de generar viajes, así como para describir, modelar o simular
patrones de interacción entre diferentes zonas de una ciudad (Lowry, op.
cit.). Fue Wilson (1967), sin embargo, quien dio al modelo gravitacional
una base conceptual y lo convirtió en una teoría general para representar y
reproducir la localización de actividades, la asignación de personas o usos
del suelo y los movimientos o interacción en sistemas espaciales comple-
jos. De ella se derivan modelos de localización-interacción o maximización
entrópica que permiten predecir probabilísticamente que un individuo se
encuentre en un lugar en un momento dado, o que un viaje de un lugar a
otro se lleve a cabo. En estos términos, al destacar patrones agregados no es
necesario conocer el comportamiento de cada individuo, si lo que se desea
es explicar las relaciones sociales o económicas en el nivel macrogeográfico,
lo cual es precisamente el propósito de la planeación territorial.
El interés por investigar problemas asociados a la descripción de pa-
trones espaciales dio lugar a la aplicación de la estadística descriptiva e in-
ferencial. Su uso indiscriminado en Estados Unidos durante los años se-
senta produjo una reacción crítica que cuestionó tanto la importancia de
los ejemplos geográficos como los procedimientos estadísticos utilizados,
insistiendo en las dificultades que presentaba dicha aplicación y principal-
mente sus supuestos. En efecto, el modelo lineal de regresión y correla-
ción, aplicado a series de tiempo, supone que todas las observaciones son
independientes y que una no influye en la otra. Existe, sin embargo, como
señalaban los investigadores de Bristol, el problema de autocorrelación en
las series de tiempo y en los datos espaciales debido principalmente a la in-
fluencia que ejerce la vecindad geográfica (Dacey, 1973; Cliff y Ord, 1973).

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la geografía

La aplicación de métodos estadísticos (regresión, análisis factorial, etc.) a


conjuntos de datos espaciales se invalidó por tanto como modelo predicti-
vo, aunque se reconoció que el problema de autocorrelación no afectaba su
uso en procedimientos descriptivos (Johnston, 1978).
La polémica mostró la complejidad del análisis geográfico, especial-
mente en la búsqueda de relaciones de causalidad en el caso de sistemas
complejos en los que intervienen e interactúan gran cantidad de variables
sociales junto con las espaciales (Harvey, 1973). Se argumentó, asimismo,
que si bien la geografía está asociada estrechamente con la geometría, ésta
es insuficiente como base explicativa o predictiva de los sucesos geográficos,
pues ningún proceso aparece como resultado geométrico. En este sentido,
los patrones espaciales no deben estudiarse independientes de la variable
temporal o de los elementos sustantivos que los definen, puesto que el espa-
cio físico vacío no existe, ni la distancia física puede ser considerada como
un concepto en sí mismo; lo contrario evidenciaría el sesgo espacial o físico
que en ocasiones esta vertiente de la nueva geografía ha mostrado en el
análisis de los procesos sociales, económicos y políticos.
En síntesis, la discusión epistemológica sobre el método de la nueva
geografía y en particular de la corriente “geometrísta” como ciencia que
estudia el “mundo real” y su espacialidad, llegó a la conclusión de que la
disciplina no puede pretender un estatuto de independencia de las demás
ciencias sociales basada sólo en la importancia que da a la variable espacial.
Esto, debido al reconocimiento de que el espacio y el tiempo son atributos
de la materia y de que, por lo tanto, no sólo la geografía sino todas las cien-
cias sociales están interesadas en las relaciones espaciales y en la temporali-
dad de los fenómenos.
La conclusión no sería, sin embargo, que la geografía quitara su interés
primordial en el espacio o, como dirían los propios ingleses, “dejar ir al
niño con el agua de la bañera”, sino reconocer que si bien los hechos geo-
gráficos tienen propiedades topológicas y geométricas, el espacio no puede
considerarse independiente del tiempo y de la materia. Y, por ello, si las

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laberintos geográficos: una antología

leyes geográficas quisieran explicar los hechos en función sólo de estas últi-
mas, no alcanzarían el estatuto de congruencia y rigor que exige la ciencia
en la explicación de los hechos humanos, que es finalmente lo que interesa
a la disciplina.
Lo más fácil (y patético) sería llegar a una conclusión apresurada, lo
cual sucedió en algunos casos. En efecto, se pasó por alto que la geometría
cartesiana -y, por lo tanto, la distancia física- no es la única que existe: el
espacio es no sólo absoluto o lineal sino “relativo” y “relacional” (Harvey,
1969; 1973). Gatrell (1983) presenta argumentos profundos e iluminado-
res al respecto. Las recientes corrientes humanística y estructuralista, nos
dice refiriéndose a las posiciones antiespacialistas de Gregory (1978) y Sack
(1972; 1980), están de acuerdo en rechazar como estéril el hincapié en la
configuración geométrica que resulta de la actividad humana sobre la su-
perficie de la Tierra. La primera, porque considera que el análisis espacial
ignora el mundo habitado por el hombre, así como su experiencia y el
sentido que tiene para él su medio; porque, además, “reifica” a los indivi-
duos cuyas experiencias y relaciones con el mundo en que viven son únicas.
La segunda, por su parte, destaca la limitación que una descripción de lo
aparente o superficial tiene en el conocimiento de las relaciones latentes
en la sociedad. Ninguna –asegura Gatrell- puede evitar, sin embargo, la
noción de espacio, puesto que cualquier relación ya sea entre individuos,
entre grupos sociales o entre el hombre y la naturaleza define un espacio y
son estas relaciones el objeto de estudio de la geografía. Es más, dado que
cualquier relación se asocia con una geometría, no puede ignorarse el hecho
de que en ella subyace mucho de lo que tratan. Las estructuras, nos dice,
son intrínsecamente espaciales, pero no en un sentido geométrico simple.
El espacio euclidiano que, por cierto, es defendido por Sack (1980)
como el único geográfico, no es necesariamente el más apropiado para res-
ponder preguntas geográficas. Es, por tanto, errónea la primacía que se
otorga al espacio físico, pues las relaciones que definen los conjuntos de

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la geografía

objetos estudiados (por la geografía y las ciencias sociales en general) pue-


den y deben ser mucho más generales que sus simples distancias físicas. Es
necesario, entonces, si no rechazar, sí cuestionar la adopción gratuita que se
hace de la geometría euclidiana en la mayoría de los estudios geográficos.
El propio Sack (1972) distingue entre afirmaciones de tipo causal “si
A entonces B’: que no requieren un referente espacial (lo que quizá sea de-
batible), y otras que sí involucran una referencia específica de localización
espacial (Johnston, 1979). Las primeras se refieren a un concepto relacional
y las segundas a uno no relacional de espacio (Gatrell, op. cit.). El concepto
relacional es aquel en que el espacio no se divorcia artificialmente de la sus-
tancia u objeto (localizado desde luego en el espacio geográfico), mientras
que el concepto no-relacional separa el objeto o sustancia del espacio o de la
geometría -lo que Sack llama el “separatismo espacialista”. Insiste, además,
en que la distancia física no tiene poder explicativo y que lo que debe me-
dirse es la naturaleza del medio que interviene entre los objetos o lugares y
que exige trabajo en el desplazamiento y las interacciones.
Para Gatrell esta posición de Sack también presenta algunos problemas.
La referencia a ellos permite seguir la evolución reciente del paradigma de
la nueva geografía. La crítica epistemológica alrededor de estos problemas
rebasó, por supuesto, el ámbito de la disciplina. Aquella externa a la geo-
grafía se orientó a los aspectos filosóficos, meta-teóricos o político-ideológi-
cos, acerca del origen positivista que la definía. Internamente, la discusión
propició innumerables debates y también nuevas propuestas que en algu-
nos casos pretendieron constituirse ellas mismas en paradigmas o “matri-
ces disciplinarias” (Johnston, 1979). La crítica interna alrededor del nuevo
enfoque que, de hecho, se aceptó como nuevo paradigma y verdadera re-
volución dentro de la geografía (Chisholm, 1975) se remitió no sólo a los
métodos y técnicas utilizadas (análisis cuantitativo), sino a la propia teoría
(ciencia espacial-análisis locacional). Es esta crítica interna la que interesa
destacar, aunque la externa no puede soslayarse.

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laberintos geográficos: una antología

LAS POSICIONES CRÍTICAS RECIENTES

En un esfuerzo por desarrollar una explicación general de la espacialidad de


los procesos sociales, la geografía humana en esta segunda mitad del siglo
xx pasó de un enfoque tradicional regionalista, interesado en la descripción
de una porción de la superficie terrestre (la meseta central, el norte, el sur)
a uno disciplinario o sistemático según sus temas predominantes (geografía
histórica, cultural, económica, urbana, etc.), cuantitativo, que respondía al
tipo de teoría (localización, lugar central) y metodología utilizadas (física
social) y, finalmente, crítico con base en un método (conductista, tem-
po-espacial, etc.) o ideología política particulares (geografía radical, huma-
nística, de la desigualdad, etcétera).
Es claro en este cambio de paradigmas el rompimiento entre la visión
ideográfica (que destaca la singularidad, el excepcionalismo) y la nomotéti-
ca (que busca generalizaciones y leyes universales). Persiste, sin embargo, la
preocupación permanente acerca del carácter teleológico y funcional, tota-
lizador y sintético de la geografía. Y, si bien no es difícil apreciar el peso del
nivel descriptivo (inductivo) al analítico (hipotético-deductivo), no es del
todo fácil entender las diferencias entre el interés en la estructura y el fun-
cionamiento de un sistema espacial dado y la preocupación acerca del pro-
pósito y justificación del mismo. Esto último depende, además de la teoría,
métodos e instrumentos, de la posición filosófica y política que se adopte
ante los problemas sociales, lo que no es necesariamente una cuestión re-
suelta ni tampoco exclusiva de la geografía ni de la época contemporánea
(Claval, 1980).
Holt-Jensen (1980) se plantea estos problemas epistemológicos y pro-
pone el cruce entre posiciones filosóficas y metodológicas tradicionales.
Vale la pena reproducir el cuadro, pues las cuatro categorías que resultan
permitirían dilucidar el problema y nos ayudarían a entenderlo. Escoger
una combinación es, ha sido y seguirá siendo por supuesto, decisión perso-
nal del investigador.

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la geografía

Mecanicista Dialéctica
Idealistas I II
Materialistas III IV

El propio Holt-Jensen las explica de manera clara y sencilla:

- La visión mecanicista implica que el desarrollo de la ciencia es lineal con


cada nueva generación de científicos, retomando la tarea donde la anterior
generación la dejó. Por lo cual no hay revoluciones sino especializaciones que
se amplifican, profesionalismo gradual, y avances y mejoras en los métodos
y el conocimiento.
- La visión dialéctica la expresa Kuhn (1962) cuando señala que la ciencia
se desarrolla a través de contradicciones y revoluciones que cambian los
paradigmas.
- El punto de vista idealista implica que son las ideas las que constituyen la
fuerza que da lugar al desarrollo y al cambio científico. Es el genio el que
finalmente cuenta en un contexto en el que cada científico decide y hace su
trabajo.
- Un punto de vista materialista sostiene que es la base material la que gobier-
na el desarrollo y avance del conocimiento científico. En otras palabras, la
actividad científica (en un periodo determinado) refleja los intereses particu-
lares de los que controlan los medios de producción.

El debate suscitado por Kuhn (1970); la fragmentación de las corrientes


crítica y radical del marxismo y el carácter efímero de algunas de ellas;
las discusiones epistemológicas tanto en la geografía como en el análisis
urbano y regional, en donde los geógrafos han participado profusamen-
te (Castells, 1985; Harvey, et al., 1978, etc.); la aceptación de propuestas
pluralistas o anarquistas (Feyerabend, 1970); la aparición del “neo-conser-
vadurismo” en las ciencias sociales –sin tener en cuenta los cambios eco-
nómicos y políticos en el mundo actual tanto en el ámbito del socialismo

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laberintos geográficos: una antología

como del capitalismo–, justificarían y explicarían la “existencia múltiple”


(Holt-Jensen, op. cit.) o “presencia paralela” (Johnston, 1979) de distintas
escuelas de pensamiento en la geografía humana contemporánea. En todo
caso, habría que celebrar con estos autores que en la actualidad la geografía
haya dejado su “circunferencia” introvertida para convertirse en una disci-
plina dinámica, expansiva y que ve hacia afuera de su ámbito exclusivo.2
La crítica interna, cabe señalarlo, se inició casi al mismo tiempo en que
el nuevo paradigma empezó a aceptarse y puede decirse que ha corrido parale-
lamente a su difusión. En 1963, Burton ya había reconocido algunas de ellas:

- La que sentía que la disciplina había adoptado una dirección equivocada.


- La que dudaba de la cuantificación y creía que sólo contados aspectos geo-
gráficos podían tratarse cuantitativamente.
- La que pensaba que los medios se privilegiaban por sobre los contenidos y
que era mucha la investigación que se hacía sin otro fin que la aplicación de
los métodos mismos.
- La que objetaba no tanto la cuantificación sino la actitud de los geógrafos
que la adoptaban.

Para Burton (1963) el enfoque cuantitativo era más que una moda. Pensaba
que la revolución cuantitativa tendría consecuencias positivas en el desarrollo
teórico y en la construcción de modelos pertinentes al análisis geográfico.

2
Véase si no los temas emergentes y las prioridades que identificaban a principios de los
setenta, respectivamente, los consejos de investigación en ciencias sociales de Estados Unidos
(i) y Gran Bretaña (ii), por un lado y Albaum (iii), por el otro (cit. en Chisholm, 1975):
i.
Análisis local, incluyendo estudios de comportamiento y simulación; geografía cultural.
incluyendo ecología cultural y percepción; estudios urbanos, sistemas de ciudades y problemas
intraurbanos; comportamiento espacial y ambiente.
ii.
Percepción; modelos de simulación; prospectiva; regionalización; normas para conservar
el ambiente; población y migración; desarrollo económico y social en el ámbito regional.
iii.
Geografía y la transformación de la sociedad; pobreza; vida urbana y vivienda; deterioro
ambiental y riesgo; crecimiento de la población y presión demográfica; conflictos sociales y su
resolución.

120

Laberintos.indb 120 06/03/24 17:22


la geografía

Para los geógrafos lo importante finalmente no era la cuantificación


en sí misma sino la teoría y el alcance que debían tener en la disciplina las
leyes generales. En este sentido, tuvo suma importancia un señalamiento
de Jones (1956) respecto del nivel de agregación en el análisis, que anticipó
la línea epistemológica de los argumentos críticos. En efecto, algunas de las
preocupaciones que surgieron entre los geógrafos se derivaron de su desilu-
sión con el positivismo, los enfoques normativos y el supuesto del modelo
racionalista sobre el comportamiento humano (el hombre económico).
Una importante posición crítica exigía el conocimiento no de cómo
debe verse el mundo con ciertas condiciones y supuestos de racionalidad
económica y de cómo con estos últimos pueden tomarse decisiones, sino
de cómo, en efecto, es que se comportan los individuos y cómo a través de
sus decisiones se estructura y organiza el espacio geográfico. Insistía en que
lo más normal son las excepciones y los límites a los supuestos óptimos en
el comportamiento individual; y sugería que al analizar las decisiones debía
distinguirse entre las prescriptivas o ex-ante (cómo debe ser) y las descripti-
vas o ex-post (cómo es). Según esto, sólo un acercamiento a lo que es permi-
tiría entender cómo las decisiones en un contexto geográfico determinado
se ven afectadas por niveles perceptivos individuales y aspectos psicológicos
o políticos particulares.
El concepto de Simon (1957) de racionalidad circunscrita (bounded
rationality) responde a la preocupación anterior. Según este autor, el cono-
cimiento de las cosas y la cantidad y calidad de la información al alcance
de los tomadores de decisiones es limitada, muchas veces trivial, instintiva
o habitual, lo cual marca una forma de comportamiento que lleva a repetir
una respuesta frente a un hecho que se cree conocido, aun cuando ésta no
sea óptima o el hecho no sea exactamente igual al que sirve de referencia.
Esta preocupación sobre la conducta humana conformó una robusta po-
sición crítica frente a la geografía cuantitativa y teórica representada por
el modelo de Christaller (deductivo, determinístico y normativo) y por la
teoría espacial de Garrison, antes citada.

121

Laberintos.indb 121 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

El trabajo pionero de Wolpert (1964; 1965) influye de manera defini-


tiva en esta corriente al introducir un concepto de suma importancia para
la llamada geografía conductista: las decisiones satisfactorias (no óptimas)
contradicen la normatividad de los modelos, puesto que se dan individual-
mente en respuesta a presiones (ambientales, económicas, políticas, cultu-
rales, etc.) que se vinculan con una experiencia previa (Cox, 1972; Pred,
1967 y 1969; White, 1973, entre otros), con una percepción de la calidad
del medio (Gould, 1963), con una capacidad evaluativa de los riesgos y
oportunidades (Kates, 1962) y de los múltiples factores que intervienen
(Brown, 1975; Brown y Moore, 1970; Golledge y Brown, 1967; Hagers-
trand, 1968; Pred, 1967; Wolpert, 1970; entre los más importantes). Fren-
te a esto Harvey (1969) proponía, como alternativa de explicación al pro-
blema de las decisiones individuales de localización, un enfoque basado
en el análisis estadístico o probabilístico que permitía modelar las innu-
merables variaciones del comportamiento individual y los resultados inde-
terminados de la pequeña escala, como ya lo había señalado Jones (1956)
anteriormente.
El aspecto fundamental de esta preocupación acerca de los procesos
de comportamiento se refiere al problema epistemológico que resulta de la
dificultad de comprender la realidad compleja, de percibirla o entenderla
en su totalidad y de su incertidumbre e indeterminación. Para la geografía
el problema es doble: por un lado, cómo entender y explicar las formas
espaciales y, por el otro, qué decir del comportamiento espacial de los in-
dividuos cuyas limitaciones, atavismos y valores culturales e históricos los
alejan del “hombre económico” o “tipo ideal” hipotéticos. La respuesta de
los geógrafos a este reto hermenéutico, fenomenológico y metageográfico
es múltiple y no se hace esperar. En particular, tanto el enfoque conductista
como el humanístico intentan recuperar por un lado al lugar (topos) y su
unicidad y, por otro, al individuo, su conciencia y percepción precientífica
del mundo que lo rodea.

122

Laberintos.indb 122 06/03/24 17:22


la geografía

Si lo último es válido o logra un nivel explicativo satisfactorio, en un


mundo de alta tecnología y de grandes cambios, que exige insumos teóricos
y respuestas sociales hipercomplejas (sinergéticas), está por verse. Cierta-
mente es necesario conocer al hombre real y no al típico o al ideal pero tam-
bién es cierto que no podemos tomar decisiones sin tener una visión más
amplia, más general y una capacidad predictiva del funcionamiento de los
sistemas sociales, basada en comportamientos agregados, modelables den-
tro de ciertos criterios, que permitan actuar no en el nivel de un individuo
o un lugar en particular sino en favor de la sociedad y el conocimiento en
general. La geografía humana en la actualidad ofrece excelentes elementos
teóricos, metodológicos e instrumentales para alcanzar tales objetivos.

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Laberintos.indb 130 06/03/24 17:22
LA REPRESENTACIÓN SOCIAL DEL ESPACIO1

B rian Harley, brillante exponente del post-modernismo en la Geografía


humana, decía (1997) que los mapas son demasiado importantes
como para dejárselos a los cartógrafos. Los mapas representan un vector
de información a cierta escala y en un momento determinado y no lo que
creían, y aún creen algunos, el registro de los rasgos superficiales de la tierra
o la representación precisa del territorio.2
Los mapas pueden representar o contener un dato o un conjunto de
atributos para uno o un conjunto de “lugares” y éstos se expresan simbóli-
camente como puntos, líneas o áreas. Si cambiamos la escala, un punto o
una línea pueden convertirse en un área y ésta en punto; “la ciudad como
punto o como área”, según la escala. El problema surge cuando lo que
representamos es parte de un proceso, rasgo o evento que cambia relativa-
mente rápido sus cualidades. Aquí lo que podemos hacer es repetir inter-
mitentemente, en una sucesión cronológica, si se quiere, el valor del o los
datos para el conjunto de lugares. En realidad, lo que estamos haciendo
son cortes de una trayectoria temporal en la que podemos captar el cambio
en el valor del o los atributos que incluimos para el o los lugares que nos

Graizbord, B. (2000), “La representación social del espacio: la geografía a debate”. Vetas,
1

año II (5), pp. 9-17.


2
Véase el capítulo “Mapas, espacio, geografía y ecología” infra.

131

Laberintos.indb 131 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

interesan. Intentamos captar, por tanto, de manera gráfica cambios tempo-


rales localizados, o bien manifestaciones espaciales en tiempos diferentes.
Hasta ahora he querido describir la matriz de datos geográficos, que
ya desde los años cincuenta Brian Berry propuso como síntesis de lo que
hacen los geógrafos. Pero los geógrafos para representar el resultado de su
tarea, que es entender el mundo, utilizan números, estadísticas, textos y
gráficas, además de mapas, no como representación sino como idea acerca
de la realidad geográfica.
La geografía, por supuesto, es más que hacer mapas, y los mapas son
más que la representación gráfica del espacio geográfico que abarcan. De
hecho, los cartógrafos reconocen que hay cualidades de la realidad intangi-
bles o no materiales o que residen en el ámbito cognoscitivo o afectivo de la
experiencia individual que deben “mapearse”. Esto es, por ejemplo, lo que
se hace con los mapas mentales. Sin embargo, la representación cartográfica
debe enmarcarse dentro de ciertos límites técnico-pictográficos. El geógrafo
(el cartógrafo) debe, entre otras cosas, decidir sobre la estrategia para regis-
trar y codificar el dato de manera pertinente y adecuada, definir el conjunto
de lugares y la escala de la representación, el tipo de variable o atributo que
desea analizar y la forma en que corta temporalmente o da seguimiento al
proceso que es de su interés. El mapa es, finalmente, un modelo analógico
y una metáfora, una narrativa; contenido y forma codificada tácitamente
para ser impresa en un papel, pero respaldado por limitantes técnicas tanto
como por decisiones, como las que acabo de señalar, no menos que por los
prejuicios o valores e idiosincrasia del que lo produce. En fin, un mapa es
un texto. Por cierto, la idea del texto como mapa, más que mapa como tex-
to, es de Deleuze (cit. Por Driver en Barnes y Gregory) cuando señala que
Foucault en su búsqueda histórica más que historias produce mapas. Para
él, Foucault es un nuevo tipo de cartógrafo.
No puedo recorrer la historia de las ideas geográficas o ver en detalle
las posibilidades y limitaciones de la matriz de datos geográficos. Quiero
sólo destacar que la Geografía, las ideas geográficas, tiene una historia que

132

Laberintos.indb 132 06/03/24 17:22


la geografía

corre paralela a los debates epistemológicos de la ciencia, en general, y de


las ciencias sociales, en particular. Quizá sea conveniente decir que Kant,
a finales del XVIII, dio a la Geografía sus fundamentos filosóficos, pero
fueron Humboldt y Carl Ritter quienes lograron desprender y desarrollar
el tema como una rama independiente del conocimiento. El primero dis-
tinguió entre una clasificación lógica, lo que permite generalizar con base
en semejanzas formales o funcionales, y la clasificación material, a partir
de semejanzas físicas únicas (excepcionalismo) con base en la coexisten-
cia temporal o espacial de los objetos propios de la historia o la geografía.
Humboldt, por su parte, es reconocido por la descripción perspicaz del
paisaje americano (México y Cuba, principalmente) que recorrió, mientras
que Ritter lo es por su reflexión sobre la relación hombre-naturaleza referi-
da a África y Asia. Ambos rompieron con la manera casuística y sin ningún
orden o propósito, salvo el de describir los rasgos de la superficie terrestre, y
adoptaron una visión unitaria, holística y sistemática en la que los aspectos
topográficos, climáticos, étnicos, culturales y políticos resultaban en una
entidad que era más que la suma de sus partes.
Tampoco es ajena la Geografía a las ideas darwinianas y el desarrollo de
las ciencias naturales. El cambio a través del tiempo, la transición de lo sim-
ple a lo complejo (evolución), la asociación y organización de las especies,
la lucha como base de la selección natural y, finalmente, el carácter aleatorio
de las variaciones en la naturaleza, son principios que la escuela francesa
de geografía de Vidal de la Blache se encargó, en el XIX, de incorporar al
concepto de paisaje cultural.
Hay quizá dos ejes en los que la Geografía recorre sus pecados: el eje
determinístico, que va de lo “humano” a lo “natural”, y el eje reduccionis-
ta, de lo “cuantitativo” a lo “cualitativo”. El primero se fue conformando
en el siglo XIX y el segundo en el XX, aunque corre con la modernidad
desde el XVII, si no es que desde tres siglos antes de nuestra era (Capel y
Urteaga, 1982). Ya para mediados del siglo XX, con una diferencia de sólo
10 años, se gestó, desde mi punto de vista, un corte paradigmático que

133

Laberintos.indb 133 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

puede apreciarse en las siguientes definiciones sobre el propósito, la tarea y


la metodología de la geografía: “La Geografía se interesa por describir e in-
terpretar de manera precisa, ordenada y racional el carácter cambiante de la
superficie terrestre”, decía Hartshorn en 1959; mientras que Taaffe en 1970
y Yeates en 1968 insistían, uno en que “el énfasis contemporáneo está en el
estudio de la organización espacial expresada como patrones y procesos”, y
el otro en que la Geografía puede verse como una ciencia preocupada por el
desarrollo racional y la comprobación de teorías que expliquen y predigan
la distribución espacial y la localización de varias características sobre la
superficie de la tierra.
Estos tres geógrafos contemporáneos representan dos generaciones que
ilustran las divergencias metodológicas y de contenido entre la geografía
descriptiva-ideográfica, que destaca el rasgo único, dominante hasta media-
dos del siglo XX, y la “nueva geografía” cuya postura analítica-nomotética
se preocupa por buscar leyes generales y que tuvo sus primeras manifes-
taciones durante los años cincuenta en Estados Unidos y Gran Bretaña
(Graizbord, 1994).
¿Qué tan relevante es la Geografía? —y no, ¿qué es o qué debería ser?—
era la pregunta que preocupaba a los geógrafos en esta revolución paradig-
mática, que en los años ochenta sufre un embate generalizado, aunque ya
había recibido fuertes críticas desde adentro de la propia disciplina (Chi-
sholm, 1975). Como dicen en inglés, creo que no debemos “tirar al niño
con el agua de la bañera”. No es posible evaluar el desarrollo de la disciplina
y su importancia actual si no entendemos el carácter de ciencia síntesis de la
Geografía. Aún Harvey, crítico de la tendencia empiricista y cuantitativa de
la “nueva geografía”, reconoce lo fecundo de la revolución de los cincuenta.
Al menos seis, señala, son las vertientes que se desprendieron de este enfo-
que: descripción cognoscitiva, con afán clasificatorio; análisis morfométri-
co, con base en conceptualizaciones geométricas de la estructura espacial,
vertiente socorrida ahora por aquellos que ven un cruce relevante entre la
ciencia espacial y la capacidad de manipulación de datos y de representación

134

Laberintos.indb 134 06/03/24 17:22


la geografía

gráfica que ofrecen los sistemas de información geográfica (SIGs); análisis


causa-efecto que insiste en la secuencia lógica de los eventos; explicaciones
temporales o historicistas; análisis ecológico-funcional, y análisis de siste-
mas. Todos estos enfoques privilegian función y propósito, no sólo con base
en el equilibrio de la estructura, que era para los críticos del funcionalismo
el punto débil, sino en el cambio, de acuerdo con Rokkan (cit. en Holt-Jen-
sen) y con Taylor (cit. en Giddens y Taylor), y en funciones tanto manifies-
tas como latentes, como señaló Harvey en su momento.
Es quizá Giddens y no Foucault, cuyo interés en las manifestaciones
disciplinarias se centra en relaciones de poder y de conocimiento que ope-
ran en el espacio del cuerpo más que en lo social, que es el ámbito de
lo geográfico, quien renueva recientemente el debate epistemológico en la
Geografía. No es, por supuesto, el único. Los geógrafos entran al post-mo-
dernismo y desde Harvey, Dear, Gregory, Scott, Sayer, Soja y otros más
se ha cuestionado la autonomía, el hermetismo y la supuesta capacidad
explicativa de las corrientes dominantes de la Geografía y lo ortodoxo de
sus estrategias analíticas.
Reestructuración en Giddens, y deconstrucción en el resto, son catego-
rías a partir de las cuales se ha producido una vasta literatura post-moderna
cuya pertinencia y profundidad la ubica en el centro de la discusión acerca
de la pertinencia de los modelos de pensamiento hegemónicos actuales ante
el riesgo y la calamidad que enfrenta el hombre en su relación con la na-
turaleza. Se destaca la importancia de la introspección, la contextualidad y
la naturaleza pragmática, situacional y construida de esta interacción, que
haría imposible las leyes y generalizaciones atemporales del positivismo. La
Geografía —según Barnes y Gregory (1997)— “no está perdida en el post”:
desde diversas fuentes “post” modernas, estructurales, industriales, colonia-
les y positivistas se abren posibilidades, aunque también hay continuidad
en la preocupación por la teoría, a pesar de la aparente fragmentación y
poca coherencia en los enfoques teóricos de los geógrafos actuales (Ley en
Barnes y Gregory). La pregunta ya no es ¿qué tan relevante puede ser la

135

Laberintos.indb 135 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

geografía?, sino ¿qué clase de conocimiento geográfico se produce y cuál se


excluye de la agenda?, ¿qué tipo de geografía se invoca y qué alternativas
pueden identificarse? Sin duda se trata de conocimiento y poder: uso de
palabras (metáforas) y visiones del mundo. Lo anterior, sin embargo, no
elimina la necesidad de descubrir propiedades básicas y desarrollar leyes
generales. (Véase “Introducción”, en Giddens, Turner et al., 1990.)
Quisiera también señalar, con Barnes y Gregory (1997), que Geografía
con “G” mayúscula representa no una sino varias geografías a lo largo de la
historia y múltiples confrontaciones de experimentos geográficos, indepen-
diente de que la “nueva geografía” haya gozado de un consenso casi genera-
lizado y penetrado “academias” de diversos países del mundo, incluidos la
URSS, Polonia, Checoslovaquia y Francia. Lo anterior no implicó estabili-
dad. Hubo reacciones tanto internas como externas. (Véase Graizbord, 1994.)
Las características del contexto social post-moderno, de acuerdo con
Cooke, 1990 (cit. en Robinson, 1998) son:

1. La propensión al dominio sensorial a través de las imágenes de los medios


electrónicos;
2. la colonización por los mercados;
3. la inclinación a glorificar el consumo como expresión del ser;
4. la pluralidad cultural sin jerarquías verticales;
5. la polarización social con base en las cada vez más amplias brechas en el
ingreso;
6. la diferenciación local con base en múltiples concepciones e interpretaciones
de la realidad;
7. la democratización (o su búsqueda) en lo social, lo cultural, lo económico
y lo político;
8. el pragmatismo en la interacción social;
9. el apoyo en redes para la supervivencia;
10. el dominio cada vez más débil del discurso único en las historias nacionales
(referido a héroes de gloriosas batallas, etc.).

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la geografía

Esto ha dado lugar a que algunos pensadores consideren que hay una cla-
ra discontinuidad o ruptura con el modernismo que emergió en Europa
durante la Ilustración en el XVIII, con énfasis en el avance tecnológico, la
diferenciación social y la maquinaria capitalista de acumulación de la rique-
za. Sin embargo, otros asocian estos cambios al desarrollo del capitalismo
tardío (Bottomore, cit. en Robinson, 1998). En una apretada síntesis, los
rasgos que se destacan son, entre otros, la acumulación flexible y la produc-
ción post-fordista, en la que los procesos de trabajo, los mercados laborales
y los productos manufacturados y sus patrones de consumo se caracterizan
por la gran diversidad y flexibilidad organizativa (véase, entre otros, los
múltiples artículos de Harvey y Scott). Se insiste en el impacto local de las
formas de operar y en la escala global de las corporaciones transnacionales
que se constituyen como actores principales en la estructuración y reestruc-
turación de las economías regionales y nacionales.
Habría que preguntarse si se trata de discontinuidad y “rompimiento
con el pasado” o más bien de un cambio de escala o de contenidos en la
relación entre las diferentes escalas de los procesos económicos y sociales
predominantes. Para algunos, lo cultural representa el aspecto básico del
cambio. Se hace hincapié en el desarrollo cultural asociado a estos cambios
de escala y se pone de relieve el multiculturalismo que ha probado ser un
estímulo para la geografía cultural de Carl Sauer y la escuela geográfica de
Berkeley, vigente desde antes de la revolución cuantitativa.
El hecho es que se insiste en que la teoría no puede replicar al mundo
—la geografía no puede representarlo (como quería Hartshorne) ni abarcar
su totalidad (como predicaban los marxistas). El rechazo epistémico por
parte del postmodernismo, según Cooke (1990), adopta diversas vertientes
o enfoques. Quisiera señalarlas, pues me parece importante que los geógra-
fos y los que hacemos “mapas” tengamos la capacidad de distinguir entre los
discursos de los “gurúes” —a falta de ideologías— post-modernos.

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laberintos geográficos: una antología

1. Un primer enfoque es el apocalíptico, que atañe al tratamiento de los datos


dramáticos relativos al ambiente, la ecología y el uso de recursos natura-
les. Este discurso —señala Cooke— se asocia con la visión escatológica de
Baudrillard acerca de la disolución de las estructuras sociales en Estados
Unidos, así como la ruina ideológica y el colapso del régimen y la hegemonía
comunista en Europa del Este. También señala el dominio de los medios
electrónicos en el imaginario colectivo, especialmente en cuanto se refiere a
las estructuras clasistas.
2. El escéptico se vincula más con el arte y la arquitectura. Ve en la arquitectura
post-moderna y en la literatura del realismo fantástico de García Márquez,
Rushdie y John Fowles, el de “La mujer del teniente francés”, una parodia
del modernismo, aunque destaca la importancia de estilos, épocas y méto-
dos y su diferenciación o heterogeneidad.
3. La tercera vertiente es la crítica. Habermas representa una crítica al mo-
dernismo como “proyecto incompleto”, pero critica también a los postmo-
dernos como anárquicos y subversivos en su tratamiento de la teoría social
universalista.
4. Por último, el pragmático o neo–pragmático acepta la crítica a la teoría social
universal, ve al post-modernismo como campo fértil de “diálogos múltiples”
y adopta una visión optimista del desarrollo social. Aboga por una sociedad
futura menos jerárquica, menos diferenciada, menos nítida en sus propósi-
tos, menos excluyente y menos distanciada.

En esta última vertiente, aunque con contenidos apocalípticos (pues su-


blima los cambios tecnológicos), quisiera ubicar a Harvey (1996) y a otros
geógrafos que insisten en que “diferentes sociedades, caracterizadas por di-
ferentes formas económicas, organizaciones sociales y políticas y circuns-
tancias ecológicas han producido ideas radicalmente diferentes acerca del
espacio y el tiempo”. En otras palabras, el tiempo y el espacio son construc-
ciones sociales —lo cual mostraría que la cartografía y los mapas, como

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la geografía

los productos literarios, pertenecen, según decía Harley (1997), al mundo


social en el que se producen, aunque a veces se adelantan a él.
Sin embargo, como bien lo advierte Harvey (1996), aceptar lo anterior
oculta confusiones. Si bien se toma como artículo de fe en las ciencias so-
ciales que el espacio y el tiempo están constituidos por prácticas y relacio-
nes sociales, en el plano operativo se dice o acepta implícitamente que las
relaciones sociales ocurren dentro de un marco espacial y temporal estático
y preconstituido. ¡No es claro siquiera si es posible o permisible tratar el
espacio y el tiempo como cualidades separadas! El tiempo se trata en in-
numerables trabajos como “sin espacio” o separado del espacio; es decir,
independiente de su base material. Pero, ¿cómo entender el ciberespacio?
¿Se trata de la anulación del espacio por el tiempo, implícito en la idea de
una reducción, opresión o estrechamiento espacio-temporal, que describe
Castells y tanto preocupa a Harvey, debido a la eliminación de barreras
espaciales para acelerar la rotación del capital que el capitalismo tardío o
postindustrial ha logrado?
Estamos, pues, ante la tarea de encontrar soporte teórico y empírico
para ubicarnos espacio-temporalmente, como individuos y sociedad, en
los “lugares”, sitios, regiones, ámbitos que habitamos, conocemos, nos
imaginamos…

BIBLIOGRAFÍA

Abler, R. et al. (1992), Geography’s Inner Worlds. Rutgers.


Barnes, T. y D. Gregory (eds.) (1997), Reading Human Geography.
Arnold.
Capel, H. y L. Urteaga (1982), Las nuevas geografías. Salvat.
Chisholm, M. (1975), Human Geography: Evolution or Revolution?
Pelican.

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laberintos geográficos: una antología

Driver, F. (1997), “Bodies in Space: Foucault’s Account of Discipli-


nary Power”, en Barnes y D. Gregory, Reading Human Geogra-
phy. Arnold.
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Clarendon Press.
Giddens, A. (1985), “Time, Space and Regionalization”, en D. Gre-
gory y J. Urry, Social Relations and Spatial Structure. MacMillan.
—, J. Turner et al. (1987), La teoría social, hoy. México: Conacul-
ta-Alianza Editorial (véase la “Introducción” de Giddens y Tur-
ner, y “Teorizar analítico” de Turner).
Graizbord, B. (1994), “Tendencias de la geografía humana contem-
poránea: el enfoque de la ‘nueva geografía”’, en G. Aguilar y O.
Moncada (comps.), La Geografía Humana en México: institucio-
nalización y desarrollo recientes. México: UNAM-FCE.
Harley, B. (1997), “Deconstructing the Map”, en Barnes y D. Gre-
gory, Reading Human Geography. Arnold.
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Geographical Imagination”, en Barnes y D. Gregory, Reading
Human Geography. Arnold.
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in Human Geography”, en Barnes y D. Gregory, Reading Hu-
man Geography. Arnold.
Robinson, G. (1998), Methods & Techniques in Human Geography.
Wiley.

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LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA SOCIAL1

U n exponente brillante del posmodernismo2 en la geografía humana


(Brian Harley, 1997), decía que los mapas son demasiado impor-
tantes como para dejárselos a los cartógrafos. (Yo diría que si son profe-
sionales o practicantes dedicados y conscientes de su quehacer no estaría
mal.) Los mapas representan un vector de información en cierta escala y
en un momento determinado y no lo que creían y todavía creen algunos,
el registro de los rasgos superficiales de la Tierra o la representación precisa
del territorio. Pueden querer representar o contener un dato o un conjunto
de atributos para un “lugar” o un conjunto de “ellos” y éstos se expresan
simbólicamente como puntos, líneas o áreas. Si cambiamos la escala, un
punto o una línea pueden convertirse en un área y ésta en punto: “la ciudad

Graizbord, B. (2003), “La geografía como ciencia social” en Negrete, M. S. Levy y J.


1

Page (coords), Entre fenómenos físicos y humanos. México: El Colegio de México, pp. 19-26. El
capítulo anterior supra inicia igual que éste con la cita a Harley. Este autor resulta, como bien
digo aquí, un exponente imprescindible del enfoque post-moderno en la geografía.
2
Desde la perspectiva posmoderna se advierte que “no necesariamente decimos lo que
pensamos... ni pensamos lo que decimos”, no porque seamos maquiavélicos, sino porque fre-
cuentemente las palabras tienen distintos significados que crean diversos sentidos. No se trata
desde esta perspectiva de identificar el “adecuado” o el “justo” (el que expresa lo correcto, lo
adecuado, lo propio, lo razonable), pues se deben esperar múltiples interpretaciones de lo que
decimos. Y si bien estoy consciente de que las palabras no son simple representación de las
cosas que nombran y que su significado puede ser complejo y cambiante, lo primero no me
parece bien; lo segundo me preocupa.

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laberintos geográficos: una antología

como punto o como área”, según la escala. El problema surge cuando lo


que representamos es parte de un proceso, rasgo o evento que cambia con
relativa rapidez sus cualidades. Aquí lo que podemos hacer es repetir inter-
mitentemente, en una sucesión cronológica, si se quiere, el valor del o los
datos para el conjunto de lugares. En realidad lo que estamos haciendo son
cortes de una trayectoria temporal en la que podemos captar el cambio en
el valor del o los atributos que incluimos para el o los lugares que nos inte-
resan. Intentamos captar, por tanto, de manera gráfica cambios temporales
localizados o bien manifestaciones espaciales en tiempos diferentes.
He querido hasta ahora describir la matriz de datos geográficos que
ya desde los cincuenta Brian Berry propuso como síntesis de lo que hacen
los geógrafos; pero éstos, para representar el resultado de su tarea, que es
entender el mundo, utilizan números, estadísticas, textos y gráficas, además
de mapas, no como representación, sino como idea acerca de la realidad
geográfica.
La geografía, por supuesto, es más que hacer mapas y los mapas más
que la representación gráfica del espacio geográfico que abarcan. De hecho,
los cartógrafos reconocen que hay cualidades de la realidad intangibles o no
materiales o que residen en el ámbito cognoscitivo o afectivo de la experien-
cia individual que deben “mapearse”, por ejemplo, los mapas mentales. Sin
embargo, la representación cartográfica debe enmarcarse dentro de ciertos
límites técnico pictográficos. El geógrafo (el cartógrafo) debe, entre otras
cosas, decidir sobre la estrategia para registrar y codificar el dato de manera
pertinente y adecuada, definir el conjunto de lugares y la escala de la repre-
sentación, el tipo de variable o atributo que desea analizar y la forma en que
corta temporalmente o da seguimiento al proceso que es de su interés. El
mapa es, finalmente, un modelo analógico y una metáfora, una narrativa:
contenido y forma codificados tácitamente para ser impresos en un papel,
pero respaldados por limitantes técnicas tanto como por decisiones, como
las que acabo de señalar, no menos que por los prejuicios o valores e idio-
sincrasia del que lo produce; en fin, un mapa es un texto. Por cierto, la idea

142

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la geografía

de texto como mapa, más que mapa como texto, es de Deleuze (citado por
Driver en Barnes & Gregory) cuando señala que Foucault en su búsqueda
histórica más que historias produce mapas. Para él Foucault es un nuevo
tipo de cartógrafo.
En el poco espacio-tiempo que me queda no puedo recorrer la histo-
ria de las ideas geográficas o ver en detalle las posibilidades y limitaciones
de la matriz de datos geográficos. Quiero sólo destacar que la geografía,
las ideas geográficas, tienen una historia que corre paralela a los debates
epistemológicos de la ciencia y de las ciencias sociales, en particular. Quizá
sea conveniente decir que Kant a fines del siglo XVIII dio a la geografía
su fundamentación filosófica, pero que Humboldt y Carl Ritter lograron
desprender y desarrollar el tema como una rama independiente del conoci-
miento. El primero, al distinguir entre una clasificación lógica que permite
la generalización con base en semejanzas formales o funcionales, y la cla-
sificación material, a partir de semejanzas físicas únicas (excepcionalismo)
con base en la coexistencia temporal o espacial de los objetos propios de la
Historia o la Geografía. Humboldt, por su parte, es reconocido por la des-
cripción perspicaz del paisaje americano (México y Cuba, principalmente)
que recorrió, mientras que Ritter por su reflexión sobre la relación hom-
bre-naturaleza referida a África y Asia. Ambos rompieron con la manera
casual y sin ningún orden o propósito, salvo el de describir casuísticamente
los rasgos de la superficie terrestre, y adoptaron una visión unitaria, holís-
tica y sistemática en la que los aspectos topográficos, climáticos, étnicos,
culturales y políticos resultaban en una entidad que era más que la suma
de sus partes.
Tampoco es ajena la geografía a las ideas darwinianas y al desarrollo
de las ciencias naturales. El cambio a través del tiempo; la transición de lo
sencillo a lo complejo (evolución); la asociación y organización de las es-
pecies; la lucha como base de la selección natural, y finalmente, el carácter
aleatorio de las variaciones en la naturaleza, son principios que la escuela
francesa de Geografía de Vidal de la Blache se encargó en el siglo XIX de

143

Laberintos.indb 143 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

incorporar al concepto de paisaje cultural. Hay quizá dos ejes en los que la
geografía recorre sus pecados: el eje determinístico que va de lo “humano”
a lo “natural” y el eje reduccionista de lo “cuantitativo” a lo “cualitativo”.
El primero se fue conformando en el siglo XIX y el segundo en el XX,
aunque corre con la modernidad desde el XVII, si no es que desde tres si-
glos antes de nuestra era (Capel y Urteaga, 1982). Ya para la mitad del siglo
XX, con una diferencia de sólo diez años, se gesta, desde mi punto de vista,
un corte paradigmático que puede apreciarse en las siguientes definiciones
sobre el propósito, la tarea y la metodología de la geografía: “La geografía se
interesa por describir e interpretar de manera precisa, ordenada y racional
el carácter cambiante de la superficie terrestre”, decía Hartshorn en 1959;
mientras que Taaffe en 1970 y Yeates en 1968 insistían, uno en que “el én-
fasis contemporáneo está en el estudio de la organización espacial expresada
como patrones y procesos”, y el otro en que la geografía puede verse como
una ciencia preocupada por el desarrollo racional y la comprobación de
teorías que expliquen y predigan la distribución espacial y la localización
de varias características sobre la superficie de la tierra. Estos tres geógrafos
contemporáneos representan dos generaciones que ilustran las divergencias
metodológicas y de contenido entre la geografía descriptiva-ideográfica, que
destaca el rasgo único, dominante hasta mediados del siglo XX, y la “nueva
geografía” cuya postura analítica-nomotética se preocupa por buscar leyes
generales que tienen sus primeras manifestaciones durante los cincuenta en
Estados Unidos y en Gran Bretaña (Graizbord, 1994).
¿Qué tan relevante es la geografía?, y no ¿qué es o debería ser?, era la
pregunta que preocupaba a los geógrafos en esta revolución paradigmática,
que en los ochenta sufre un embate generalizado aunque ya había recibido
fuertes críticas desde adentro de la propia disciplina (Chisholm, 1975)
Como se dice en inglés, creo que no debemos “dejar ir al niño con el
agua de la bañera”. No es posible evaluar el desarrollo de la disciplina y su
importancia actual si no entendemos el carácter de ciencia síntesis de la
geografía. Aun Harvey, crítico de la tendencia empiricista y cuantitativa

144

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la geografía

de la “nueva geografía”, reconoce lo fecundo de la revolución de los cin-


cuenta. Al menos seis, señala, son las vertientes que se desprendieron de
este enfoque: descripción cognoscitiva, con afán clasificatorio; análisis mor-
fométrico, con base en conceptualizaciones geométricas de la estructura
espacial, vertiente socorrida ahora por aquellos que ven un cruce relevante
entre la ciencia espacial y la capacidad de manipulación de datos y de re-
presentación gráfica que ofrecen los Sistemas de Información Geográfica
(SIG); análisis causa-efecto, que insiste en la secuencia lógica de los even-
tos; explicaciones temporales o historicistas; análisis ecológico-funcional y
análisis de sistemas, enfoques estos que privilegian función y propósito no
sólo con base en el equilibrio de la estructura, que era para los críticos del
funcionalismo el punto débil, sino en el cambio, de acuerdo con Rokkan
(citado en Holt-Jensen) y a Taylor (citado en Giddens y Taylor) , lo mismo
que en funciones tanto manifiestas como latentes, como señaló Harvey en
su momento.
Es quizá Giddens y no Foucault, cuyo interés en las manifestaciones
disciplinarias se centra en relaciones de poder y conocimiento que operan
en el espacio del cuerpo más que en lo social que es el ámbito de lo geográ-
fico, quien renueva recientemente el debate epistemológico en la geografía.
No es, por supuesto, el único. Los geógrafos entran al posmodernismo y
desde Harvey, Dear, Gregory, Scott, Sayer, Soja y otros más, se ha cuestio-
nado la autonomía, el hermetismo y la supuesta capacidad explicativa de las
corrientes dominantes de la geografía y sus estrategias analíticas ortodoxas.
Restructuración en Giddens, y deconstrucción en el resto, son catego-
rías a partir de las cuales se ha producido una vasta literatura posmoderna
cuya pertinencia y profundidad la ubica en el centro de la discusión acerca
de la pertinencia de los modelos de pensamiento hegemónicos actuales ante
el riesgo y la calamidad que enfrenta el hombre en su relación con la na-
turaleza. Se destaca la importancia de la introspección, la contextualidad y
la naturaleza pragmática, situacional y construida de esta interacción, que
haría imposible las leyes y generalizaciones atemporales del positivismo. La

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laberintos geográficos: una antología

geografía —según Barnes y Gregory (1997)— “no está perdida en el post”:


desde diversas fuentes “post” modernas, estructurales, industriales, colo-
niales, positivistas, se abren posibilidades aunque también continuidad en
la preocupación por la teoría, a pesar de la aparente fragmentación y poca
coherencia en los enfoques teóricos de los geógrafos actuales (Ley en Barnes
& Gregory). La pregunta ya no es ¿qué tan relevante puede ser la Geografía?,
sino ¿qué clase de conocimiento geográfico se produce y cuál se excluye
de la agenda?, ¿qué tipo de geografía se invoca y qué alternativas pueden
identificarse? Sin duda se trata de conocimiento y poder: uso de palabras
(metáforas) y visiones del mundo. Lo anterior, sin embargo, no elimina
la necesidad de descubrir propiedades básicas y desarrollar leyes generales
(“Introducción” en Giddens, Turner y otros, 1987).
Quisiera sólo señalar con Barnes y Gregory (1997) que Geografía con
“G” mayúscula representa no una, sino varias geografías a lo largo de la
Historia y múltiples confrontaciones de experimentos geográficos, inde-
pendientemente de que la “nueva geografía” haya gozado de un consenso
casi generalizado y penetrado “academias” de diversos países del mundo in-
cluidos la URSS, Polonia, Checoslovaquia y Francia. Lo anterior no impli-
có estabilidad, hubo reacciones tanto internas como externas (Graizbord,
1994).
Cooke señala que las características del contexto social posmoderno
(1990, citado en Robinson, 1998) son:

1) la propensión al dominio sensorial a través de las imágenes de los medios


electrónicos;
2) la colonización por los mercados;
3) la inclinación a exaltar el consumo como expresión del ser;
4) la pluralidad cultural sin jerarquías verticales;
5) la polarización social con base en las cada vez más amplias brechas en el
ingreso;

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la geografía

6) la diferenciación local con base en múltiples concepciones e interpretacio-


nes de la realidad;
7) la democratización (o su búsqueda) en lo social, lo cultural, lo económico
y lo político;
8) el pragmatismo en la interacción social;
9) el apoyo en redes para la supervivencia;
10) el dominio cada vez más débil del discurso único en las Historias naciona-
les (referido a héroes de gloriosas batallas, etcétera).

Este contexto ha dado lugar a que algunos pensadores consideren que ha


habido una clara discontinuidad o ruptura con el modernismo que emergió
en Europa durante la Ilustración en el siglo XVIII con énfasis en el avance
tecnológico, la diferenciación social y la maquinaria capitalista de acumu-
lación de la riqueza. Sin embargo, otros asocian estos cambios con el desa-
rrollo del capitalismo tardío (Bottomore, citado en Robinson, 1998). En
una apretada síntesis, los rasgos que se destacan son, entre otros, la acumu-
lación flexible y la producción posfordista, en la que los procesos de trabajo,
los mercados laborales y los productos manufacturados y sus patrones de
consumo se caracterizan por la gran diversidad y flexibilidad organizativa
(véase, entre otros, los múltiples artículos de Harvey y Scott). Se insiste en
el impacto local de las formas de operar, en la escala global, de las corpo-
raciones transnacionales que se constituyen como actores principales en la
estructuración y restructuración de las economías regionales y nacionales.
Habría que preguntarse si se trata de discontinuidad y “rompimiento
con el pasado” o más bien de un cambio de escala o de contenidos en la
relación entre las diferentes escalas de los procesos económicos y sociales
predominantes. Para algunos, lo cultural representa el aspecto fundamental
del cambio. Se hace hincapié en el desarrollo cultural asociado a estos cam-
bios de escala y se pone de relieve el multiculturalismo que ha probado ser
un estímulo para la geografía cultural de Carl Sauer y la escuela geográfica
de Berkeley, vigente desde antes de la revolución cuantitativa.

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laberintos geográficos: una antología

El hecho es que se insiste en que la teoría no puede replicar al mundo


—la geografía no puede representarlo (como quería Hartshorne) ni abarcar
su totalidad (como predicaban los marxistas). El rechazo epistémico por
parte del posmodernismo, según Cooke (1990), adopta diversas vertientes
o enfoques. Quisiera señalarlas pues me parece importante que los geógra-
fos y quienes “hacemos mapas” tengamos la capacidad de distinguir entre
los discursos de los “gurus” —a falta de ideologías— posmodernos:

1) Un primer enfoque es el apocalíptico, que atañe al tratamiento de los da-


tos dramáticos relativos al medio ambiente, la ecología y el uso de recursos
naturales. Este discurso, señala Cooke, se asocia con la visión escatológica
de Baudrillard acerca de la disolución de las estructuras sociales en Estados
Unidos así como la ruina ideológica y el colapso del régimen y la hegemonía
comunista en Europa del este. También señala el dominio de los medios
electrónicos en el imaginario colectivo, especialmente en cuanto a las estruc-
turas clasistas.
2) El escéptico se vincula más con el arte y la arquitectura. Ve el posmodernismo
como parodia del modernismo en la arquitectura posmoderna y en la lite-
ratura del realismo fantástico de García Márquez, Rushdie y John Fowles,
el de La mujer del teniente francés, aunque destaca la importancia de estilos,
épocas y métodos y su diferenciación o heterogeneidad.
3) La tercera vertiente es la crítica. Habermas representa una crítica al mo-
dernismo como “proyecto incompleto”, pero critica también a los posmo-
dernos como anárquicos y subversivos en su tratamiento de la teoría social
universalista.
4) Por último, el pragmático o neopragmático acepta la crítica a la teoría social
universal, ve el posmodernismo como campo fértil de “diálogos múltiples”
y adopta una visión optimista del desarrollo social. Aboga por una sociedad
futura menos jerárquica, más diferenciada, menos nítida en sus propósitos,
menos excluyente y menos distanciada.

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la geografía

En esta última vertiente, aunque con contenidos apocalípticos (pues subli-


ma los cambios tecnológicos), quisiera ubicar a Harvey (1996) y a otros geó-
grafos que insisten en que “diferentes sociedades, caracterizadas por diferen-
tes formas económicas, organizaciones sociales y políticas y circunstancias
ecológicas han producido ideas radicalmente diferentes acerca del espacio y
el tiempo”. En otras palabras, que el tiempo y el espacio son construcciones
sociales, lo cual mostraría que la cartografía y los mapas, como los productos
literarios, pertenecen, según decía Harley (1997), al mundo social en el que
se producen, aunque a veces lo adelantan. Sin embargo, como bien lo ad-
vierte Harvey (1996), aceptar lo anterior oculta confusiones. Si bien se toma
como artículo de fe en las ciencias sociales que el espacio y el tiempo están
constituidos por prácticas y relaciones sociales, en el plano operativo se dice,
o se acepta implícitamente que las relaciones sociales ocurren dentro de un
marco espacial y temporal estático y preconstituido. ¡No es claro siquiera si
es posible o permisible tratar el espacio y el tiempo como cualidades separa-
das! El tiempo es considerado en innumerables trabajos como “sin espacio”
o separado del espacio, es decir, de su base material. Pero ¿cómo entender el
ciberespacio?, ¿se trata de la anulación del espacio por el tiempo, implícito
en la idea de una reducción, opresión o estrechamiento espacio-temporal,
que describe Castells y tanto preocupa a Harvey, debido a la eliminación
de barreras espaciales para acelerar la rotación del capital que el capitalismo
tardío o posindustrial ha logrado?
Estamos ante la tarea de encontrar soporte teórico y empírico para ubi-
carnos espacio-temporalmente como individuos y sociedad en los “luga-
res”, sitios, regiones, ámbitos que habitamos, conocemos, nos imaginamos.

BIBLIOGRAFÍA

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Barnes, T. y D. Gregory (eds.) [B&G] (1997), Reading Human Geo-
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Laberintos.indb 149 06/03/24 17:22


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Nacional para la Cultura las Artes-Alianza Editorial.
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poránea: el enfoque de la ‘nueva geografía”’, en G. Aguilar y O.
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Autónoma de México-Fondo de Cultura Económica, pp. 23-37.
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la geografía

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Laberintos.indb 152 06/03/24 17:22
LO AMBIENTAL EN LA NUEVA
GEOGRAFÍA ECONÓMICA1

INTRODUCCIÓN

E n este texto repaso el enfoque económico sobre el espacio y presento de


manera sintética lo que Higgins y Savoie (1997) consideran limitacio-
nes del análisis ex-ante o ex-post de las políticas regionales. Exploro un tema
que a estas alturas, lejos de revelar esquizofrenia, es obligado para cualquier
enfoque de análisis regional. Cabe recordar que en los textos de desarrollo
regional se trató en un principio como natural endowments.2 Ahora se en-
tiende como una forma particular del capital (Kn, “capital natural”) que no
necesariamente representa sólo el stock de recursos, sino algo más complejo
-en el sentido sistémico del término- como son los “servicios ambientales”,
y no es precisamente la sumatoria simple de los recursos existentes. En otras
palabras, el tema del medio ambiente y del desarrollo sustentable.
Como bien lo señalan Higgins y Savoie (1997:3), las sociedades y sus
economías no pueden entenderse sin el análisis de la interdependencia y
el traslape entre espacio, estructura y sociedad. Los países y las economías

1
Graizbord, B. (2004), “Lo ambiental en la nueva geografía económica”, en Garrocho, C.
y Antonio Loyola (coords.), San Luis Potosí, Visión 2025. México: Universidad Politécnica de
San Luis Potosí, pp. 193-210.
2
Dotación de recursos naturales.

153

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laberintos geográficos: una antología

nacionales son de hecho conjuntos de espacios (regiones), cada uno de ellos


con sus propias estructuras económica, social, política y de poder. La expli-
cación de su desempeño (económico, social y político), por lo tanto, varía
en gran medida por el grado en que estos espacios (regiones) se integran
en sistemas económicos, sociales, políticos y administrativos nacionales.
Cuando el desempeño del conjunto no es satisfactorio, la intervención se
requiere en el plano de estos espacios (regionales o locales) y no sólo en los
niveles macro y micro de la economía.
En este sentido, este campo, el de la economía regional, que incluye el
análisis, el desarrollo, la política y la planificación regionales, resulta ser el
componente integrador o catalizador de las ciencias sociales en general. Así
fue sugerido por Isard en 1956 al proponer su Metodología para el análisis
regional.
Desde la economía, el espacio ha sido considerado tradicionalmente,
según Higgins y Savoie (1997:5-6), de cuatro maneras:
Explícita o implícitamente el espacio se considera homogéneo, pero se
reconoce que puede haber un conjunto de espacios contiguos que muestran
un stock de recursos físicos y humanos diferentes, lo cual crea oportunida-
des para una especialización geográfica según ventajas comparativas. De
aquí se desprende la teoría del comercio internacional e interregional (véase
Krugman y Obstfeld, 1995).
Si bien se omite considerar la fricción de la distancia y se asume una
movilidad sin costo e instantánea de todos los factores de la producción, se
reconoce que las diferencias de recursos entre regiones y su especialización
como base del intercambio regional implican la existencia de “distancias”
entre estos espacios. Por lo tanto, se considera necesario -a pesar de que
afecta la parsimonia analítica- tomar en cuenta costos de transporte y movi-
lidad limitada de factores. Estas consideraciones aparecen en la teoría de la
renta del suelo rural (Thunen, 1966) y urbano (Alonso, 1964; Mills, 1967;
etcétera).

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la geografía

La distribución no homogénea de los recursos y la población requiere


tomar decisiones acerca de qué tipo de actividad se lleva a cabo, cómo y
en dónde. La cercanía a los mercados (o consumidores) y a los recursos,
así como los costos de producción y de transporte, definen tales decisiones
(Weber, 1909). En la actualidad, el acceso a la información y el desarrollo
tecnológico son también elementos que se agregan a los determinantes de
las decisiones de localización de la actividad productiva, así como de la
población (Norton, 2000).
De lo anterior se desprende la teoría de la localización (Krugman,
1996), incluyendo la teoría del lugar central (Christaller, 1966; y Losch,
1954) y las reglas sobre el tamaño (Richardson, 1973; y Henderson, 1974)
y jerarquía (Berry, 1970) de las ciudades.
Los límites políticos administrativos y las fronteras definen unidades
espaciales como Estados-nación, entidades federativas, provincias, muni-
cipalidades y distritos. Éstos varían en el grado de poder para tomar deci-
siones de política comercial, monetaria, fiscal, de precios, sueldos y sala-
rios, usos del suelo, etcétera. De estas diferencias se desprende el análisis
de políticas en espacios subnacionales o supranacionales (como la Unión
Europea), aunque no está completamente desarrollado el análisis específico
de las diferencias culturales, sociales o políticas (e incluso ambientales) en
las diferentes escalas, desde lo local hasta lo global.

LO LOCAL Y LO GLOBAL

Estas escalas extremas representan enfoques analíticos de la economía re-


gional o dos vertientes del desarrollo o evolución de la “nueva geografía
económica” (Fujita, Krugman y Venables, 1999:3). En el primer caso se
trata de un asunto metodológico disciplinario; en el segundo es resulta-
do del cambio tecnológico, por un lado, y, por el otro, del crecimiento

155

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laberintos geográficos: una antología

económico posible bajo la expansión del sistema capitalista mundial (Wa-


llerstein, 1974), que han transformado al mercado y modificado la relación
hombre-naturaleza.
En la escala local, Harvey (1996:207-209) advierte que de acuerdo con
su organización económica, social y política y circunstancias ecológicas es-
pecíficas, diferentes sociedades han producido ideas particulares acerca del
espacio y el tiempo. Y, si bien se considera que ambos conceptos son cons-
trucciones sociales, en el consenso se mantiene una gran confusión. Así, se
acepta que el espacio y el tiempo se constituyen a partir de las relaciones
y prácticas sociales, y que aquéllos al mismo tiempo definen éstas, aun-
que muchas veces se plantea que las relaciones y prácticas sociales ocurren
dentro de un marco espacio-temporal preconstruido, como si éste fuese
un continente de las primeras. Incluso no es claro que se pueda tratar el
espacio y el tiempo como cualidades separadas en el análisis de nuestro ser
o en los intentos de explicar cómo funciona el mundo en general. En lo for-
mal, sin embargo, tanto el tiempo como el espacio se tratan separadamente
como variables explicativas o como variables dependientes (Giddens, 1990;
y Crosby, 1997). Según Harvey, la respuesta a estas preguntas es impor-
tante, pues los conceptos de espacio y tiempo son fundamentales para casi
todo lo que pensamos y hacemos; para la forma como vemos el mundo
que nos rodea y para teorizar acerca del mismo. Harvey trata de encontrar
respuestas a partir de una extensa e impresionante revisión de la literatura
desarrollada por disciplinas como la historia, la geografía y la antropología.
Estas dos últimas disciplinas presentan algunas limitaciones para el análi-
sis regional. De manera sintética puede decirse que los antropólogos han
realizado sus estudios en determinados lugares sobre sociedades o grupos
humanos particulares, pero al hacerlo no han puesto suficiente énfasis en el
análisis del ámbito físico que sostiene e interactúa con esos grupos sociales
en particular, ni se han interesado en comparar o buscar similitudes entre
un grupo/lugar y otro. Los geógrafos, por su parte, son conscientes del
entorno físico, pero subestiman las estructuras social y cultural y el marco

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la geografía

político y administrativo que caracterizan al grupo social y que definen su


interacción con el entorno.3
Para Harvey (1996:208-209), los conceptos de espacio y tiempo pro-
porcionan el referente para ubicarnos, para definir situación y posición
respecto a lo que pasa alrededor nuestro o en el resto del mundo. De esta
suerte, no es posible -afirma- discutir acerca del espacio y el tiempo sin in-
vocar el término sitio o lugar (place). Hay -continúa- infinidad de palabras
(entorno, localidad, localización, local, vecindad, barrio, región, territorio,
etcétera) que se refieren a las calidades genéricas del lugar. Otros términos
(ciudad, población, pueblo, megalópolis, etcétera) que designan tipos par-
ticulares de lugares, y aún otros (hogar, núcleo, comunidad, nación) que
evocan fuertes connotaciones de lugar, por lo que sería difícil hablar de uno
sin el otro. Pero lugar tiene también amplios significados metafóricos: “el
lugar del arte en la vida social”, “nuestro lugar en la sociedad”, “el lugar del
hombre en el universo”, que psicológicamente nos hacen sentir que perte-
necemos a algo y somos reconocidos por otros. O bien, permiten expresar
normas para poner a la gente, los eventos y las cosas en el lugar “apropiado”,
o para subvertir dichas normas definiendo nuevos lugares: “en el margen”,
“en la frontera”, desde los cuales se puede opinar, actuar... Tal profusión de
significados y ambigüedad puede, dice Harvey (1996:118), ser ventajosa
para explicar los procesos de cambio “socio-ecológico” que afectan (1) al
entorno en el que vivimos (aire, agua, suelo y paisajes), (2) al ecosistema
que soporta la vida humana (y los servicios ambientales que presta para
sostenerla), y (3) la cantidad y calidad del stock de recursos naturales (reno-
vables y no renovables) que permiten el desarrollo de la actividad humana.
Los cambios globales, por otra parte, afectan lo local en un continuum
espacio-temporal, y el nexo “socio-ecológico” que identifica Harvey abre

Este último tema, el de la interacción con el entorno, afecta los principios básicos de las
3

dos grandes ramas tradicionales de la geografía, y las pretende unir. Véase, por ejemplo, Gre-
gory (2000), texto reciente de geografía física que sistemáticamente trata la actividad humana
en su impacto recíproco con los elementos biofísicos y biogeoquímicos de los ecosistemas.

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laberintos geográficos: una antología

el interés analítico en los procesos globalizadores que, independientemente


de los impactos económicos, ideológico-culturales (Sklair, 1991:cap. 5) o
psicológicos que tienen sobre la calidad y estilo de vida de los individuos en
su entorno inmediato (en lo local), están poniendo en peligro los recursos
y servicios ambientales globales y, por lo tanto, la viabilidad de la existencia
humana sobre la Tierra. Estos procesos se manifiestan, cabe decir, en dife-
rentes escalas de acuerdo con diferentes variables.4

LO REGIONAL

Para explorar los cambios de la geografía económica en la escala regional


valdría la pena sintetizar aquellos factores “de la vida real” que según Hig-
gins y Savoie (1997:7-10) no han sido considerados sistemáticamente por
los enfoques de la economía neoclásica ni por las diversas escuelas marxistas:

· Toda sociedad o grupo social vive en un lugar particular. Las culturas se defi-
nen en términos de espacio, hecho que no ha sido reconocido explícitamente
por los economistas regionales.
· Estos espacios son siempre más pequeños geográficamente que el espacio del
Estado-nación. Ningún país puede considerarse suficientemente homogéneo
para estudiarse como una sola cultura o conjunto social.
· En la mayoría de los países coexisten grupos de interés. Éstos difieren entre
sí y en ocasiones se expresan conflictivamente y ocupan espacios distintos.
· Los intereses sociales y económicos de grupos sociales y espacios particulares
están estrictamente vinculados al predominio de sectores de la actividad eco-
nómica y, por tanto, a la estructura económica y social. Así, cuando la gente

4
Para un ejemplo a partir de la escala metropolitana, véase Graizbord, Aguilar y Rowland
(2002).

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la geografía

vive en un lugar y trabaja en una misma actividad o sector, surgen intereses


comunes.

La gente desarrolla mayor lealtad hacia el “lugar” que hacia la actividad o


sector en el que trabaja. Un conocimiento de cómo se debe actuar en ese
entorno asegura un sentido de arraigo en la mayoría de la gente que lo habi-
ta. Como consecuencia, no puede haber movilidad sin costo e instantánea
o sin carga emocional aun cuando el transporte sea gratuito o exista en otro
lugar la infraestructura y equipamiento adecuados. Este hecho debe servir
para evaluar el impacto de ciertas políticas -como aquellas de “trabajo a los
trabajadores” o “trabajadores al trabajo”- sobre el bienestar de una pobla-
ción en particular.
La mayoría de las personas no piensan en bienestar en términos de
Estado-nación. Su orgullo nacionalista cambia si viven en un espacio (re-
gión) que tiene características de retraso, no cuentan ellos o sus familiares
con trabajo, y se encuentran hacinados, empobrecidos o con deficientes o
inexistentes servicios públicos municipales y sociales de educación y salud.
El criterio, entonces, debe ser orientar políticas sociales a espacios mucho
más pequeños que el Estado-nación.
Como resultado de fallas del mercado o fallas de política gubernamen-
tal, el sistema de mercado no funciona como dice la teoría. No es seguro
que un incremento en el ingreso nacional redunde o resuelva rápidamente
los problemas económicos y sociales de un grupo en particular, un sector
o una región. De esta suerte, el criterio debería ser: políticas ad hoc con
medidas apropiadas a cada caso en particular.
No es automática e ilimitada la armonía de intereses en una economía
o sociedad nacional. Si un grupo o sector de la economía goza de prosperi-
dad podrá aumentar su consumo, pero si la oferta es ineficiente y altamente
protegida -como sucedía en épocas de industrialización por sustitución de
importaciones-, entonces habrá sectores o grupos que se opondrán a este

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laberintos geográficos: una antología

régimen proteccionista y buscarán la apertura que no beneficiará necesaria-


mente a todos.
Estos conflictos se traducen o tienen un referente espacial. En fun-
ción de las diferencias de capacidad competitiva, algunos sectores o regio-
nes estarán mejor preparados que otros para enfrentar retos y aprovechar
oportunidades. Habrá así sectores, regiones y grupos sociales ganadores y
perdedores.
Hay también traslapes entre la estructura de la economía nacional y
el desarrollo regional. Los cambios en la estructura ocupacional y sectorial
han o pueden haber significado desarrollo regional; sin embargo, éste no
llega al mismo tiempo a todas las regiones ni a todos los sectores. En la
actualidad, la fluidez en la localización de la actividad económica en el
mundo hace que los cambios sean más rápidos y más inesperados al interior
de un país, y afecten diferencialmente más a las regiones que a los sectores.
Igual sucede en la difusión de innovaciones, así que no es posible conocer
lo que pasa en el país sin tener una idea de lo que sucede en sus regiones.
Ejemplo de ello es la dinámica que se propone en el modelo de “urbaniza-
ción diferenciada” de Geyer y Kontuly (1993).
No existe la posibilidad de optar por una política de equidad para el
desarrollo regional en vez de una política de eficiencia para la economía na-
cional, pues existen fuertes complementariedades entre las dos. En efecto:

a) Los países con un ingreso per cápita creciente tienden a mostrar pequeñas
diferencias regionales, mientras que aquellos con fuertes disparidades regio-
nales muestran regularmente bajos ingresos per cápita.
b) Los países con grandes desigualdades entre regiones tienden a mostrar cur-
vas de inflación y desempleo desfavorables, mientras que aquellos con re-
ducidas brechas muestran una combinación favorable entre la inflación y el
desarrollo.
c) Las regiones de lento crecimiento presentan mayores fluctuaciones en sus
economías con periodos más cortos de crecimiento y periodos más largos de

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la geografía

depresión, contrariamente a las regiones de alto crecimiento, que mantienen


una estabilidad con periodos largos de crecimiento.
d) Las tasas de crecimiento sostenidas por largos periodos son mayores en paí-
ses que se encaminan hacia una convergencia regional.

No hay evidencias de una tendencia general hacia el equilibrio en una eco-


nomía de mercado en términos de balances regionales ni en el sentido de
“pleno empleo sin inflación”. Tampoco la propuesta de “causación acumu-
lativa” (de Myrdal), en el sentido de alejarse del equilibrio a partir de alguna
perturbación o alteración, es empíricamente evidente, ya sea en términos de
convergencia o divergencia regionales o cualquier tendencia al equilibrio.
Lo que sucede, más bien, es una secuencia de movimientos hacia o desde
el punto de equilibrio. De hecho, las teorías económicas cíclicas dependen
de este tipo de alteraciones, según se aprecia en Krugman (1999:46-49).
Este resumen de la experiencia en la evaluación de políticas regionales
que hacen Higgins y Savoie es planteado por Fujita, Krugman y Venables
(1999:9) a partir de “dos preguntas útiles” -y yo agregaría “constantes”:

· ¿Cuándo es sostenible una concentración espacial de la actividad económica?


Es decir, ¿bajo qué condiciones las ventajas que genera dicha concentración,
si llegaran a darse, pudieran ser suficientes para mantenerla?
· ¿Cuándo, en ausencia de una concentración espacial, es inestable un equili-
brio simétrico? Es decir, ¿bajo qué condiciones las pequeñas diferencias entre
localidades producen una tendencia hacia mayores diferencias en el tiempo,
de tal manera que el equilibrio simétrico entre dos localidades idénticas lle-
gue a romperse?

Se trata, pues, de dos cuestiones analíticas sobre la dinámica económica


espacial: el punto de rompimiento y el punto de sostén del equilibrio. En
otras palabras, “las respuestas a ambas preguntas se articulan en el balance
entre fuerzas centrípetas, las que promueven una concentración espacial de

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laberintos geográficos: una antología

la actividad económica, y fuerzas centrífugas, las que se oponen a tal con-


centración”. Aunque en la primera se pregunta si una situación constituye
un equilibrio y en la segunda si ese equilibrio es estable.
Los autores amplían el significado de equilibrio con dos ejemplos
(1999:9):

Si asumimos, de manera simple, en un mundo de dos regiones que toda la in-


dustria manufacturera se localiza en una de ellas, el que un trabajador decida
migrar a la otra región y encuentre que su salario real mejora, significará que la
concentración manufacturera no constituye un punto de equilibrio.
Si asumimos que la industria manufacturera se divide de igual manera en las
dos regiones y que un movimiento de un número pequeño de trabajadores de
una región a otra puede elevar o reducir el salario relativo en el destino, entonces
la situación simétrica inicial es inestable frente a pequeñas perturbaciones.

LOS SISTEMAS REGIONALES Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE

Este problema de las diferencias en el desarrollo económico entre países o


regiones en el marco de la economía globalizada se plantea en el modelo de
“crecimiento endógeno” o “nueva teoría del crecimiento” asumiéndose que
la innovación tecnológica está determinada endógenamente por las decisio-
nes de los sectores público y privado dentro del sistema económico, y no
es exógena al sistema, como se asume en la teoría convencional. En otras
palabras, si la inversión de los sectores público y privado en capital humano
e innovación es óptima, entonces es posible que una economía alcance una
tasa constante y sostenida de crecimiento en el producto y en el consumo
(Barbier, 1999:127).
La pregunta original es: ¿por qué las tasas de crecimiento económico
en el largo plazo de los países pobres en conjunto no convergen con las de
los países ricos? La respuesta es directa: “Los países pobres no alcanzan altas

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la geografía

tasas de crecimiento porque no logran generar o usar la nueva tecnología


para aprovechar o generar mayores oportunidades económicas” (Barbier,
1999:126). De acuerdo con Romer (cit Barbier, 1999:127),
[...] el rasgo principal que distingue una determinada área geográfica
[ciudad, región o país] de otra es la calidad de sus instituciones públicas.
Las más exitosas serán aquellas con los mecanismos más competentes y
efectivos para respaldar intereses colectivos, en especial los relativos a la
producción de nuevas ideas.
De tal manera que la dificultad de los países pobres para lograr el des-
pegue (take-off) económico puede atribuirse a “fallas de los políticos” y a
instituciones débiles. Si bien en los textos se reporta que con niveles rela-
tivamente bajos de capital físico y humano inicial los esfuerzos nacionales
son menos efectivos en reducir la pobreza y en responder al crecimiento
económico (Datt y Ravillon, 2002 cit Pernia y Quising, 2002:14).
Sólo que ésta no es toda la historia:
[...] en muchos países con economías pobres la reducción y degradación
de los recursos naturales -tierras fértiles, bosques, selvas, cuerpos de agua y
pesquerías- contribuye a esta inestabilidad y perturbación institucional. La
escasez de los recursos puede causar conflictos sociales y perturbar el entor-
no institucional y de la política necesarios para producir y usar nuevas ideas
y absorber conocimiento útil del resto del mundo (Barbier, 1999:128).
O de las comunidades tradicionales, agregaría yo. Lo cual significa que
la escasez puede no necesariamente limitar el crecimiento económico, pero
afecta indirectamente el potencial innovador. Sin embargo, las teorías del
crecimiento endógeno no se han preocupado por la contribución de los
recursos naturales al crecimiento o por el papel de las innovaciones para
superar la escasez de recursos, aunque algunos economistas como Stiglitz
(1994), por ejemplo, o economistas ambientales y de la economía ecológi-
ca, han explorado los efectos que los recursos escasos tienen sobre el creci-
miento económico. Para ello se emplean modelos neoclásicos de crecimien-
to del tipo Q=KLRert; es decir, el producto agregado (Q), como función

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laberintos geográficos: una antología

del stock de capital físico (K), de la fuerza de trabajo (L), y del insumo de
recursos R, siendo el exponente r la tasa constante de progreso tecnológico
en un periodo determinado. Los resultados de estos análisis son optimistas
y concluyentes (aun con elevado crecimiento poblacional y oferta limitada
de recursos naturales): los recursos pueden, efectivamente, aumentar de tal
manera que con suficiente asignación de capital humano a las innovaciones
se asegura que en el largo plazo puede posponerse indefinidamente el agota-
miento de los recursos y existe la posibilidad de alcanzar una tasa endógena
de crecimiento que permita sostener, y aun acrecentar indefinidamente, un
determinado consumo per cápita.
Según Barbier (1999:132), sin embargo, puede haber dos escenarios,
en virtud de la actual tasa tan elevada de explotación de los recursos en
algunos países o regiones:
Aquel escenario en el que la tasa de innovación de largo plazo exceda
cualquier efecto adverso de escasez de recursos, de tal suerte que la innova-
ción neta resulte positiva.
El caso en el que los efectos de largo plazo puedan, por escasez de recur-
sos, afectar las innovaciones adicionales; es decir, perturbar la innovación
técnica y social al grado de nulificarla (lo cual no necesariamente significa
el colapso de la economía).
Las economías atrapadas en este segundo escenario se ubicarían atrás de
las demás que no enfrentan una escasez de recursos o bien atrás de aquellas
que logran sobreponerse a las barreras para la innovación.

LA TRANSICIÓN AMBIENTAL

En el contexto global, y a partir de estudios comparativos, puede plantear-


se una relación entre la transición ambiental y la idea de “compresión del
espacio-tiempo” (Harvey, 1996; y Marcotullio et al., 2002). Estos concep-
tos agregados al de “ciclos de larga duración” de Kondratieff, desarrollados

164

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la geografía

por Berry (1991),5 permiten sugerir una diferenciación espacio-temporal


de procesos ecológicos con impactos diferenciados para países (regiones) en
distintas etapas de desarrollo o economías diferentes (nacionales y regiona-
les) según su ingreso per cápita.
La transición se define como un cambio de la agenda “café”, que inclu-
ye en la escala local, en países y regiones “atrasados”, aspectos como acceso
al agua potable, manejo inadecuado de residuos y contaminación, hacina-
miento y congestionamiento, degradación y ocupación de tierras vulnera-
bles, hacia la agenda “gris”, que representa, en países y regiones inmersos en
procesos rápidos de urbanización e industrialización, problemas de conta-
minación atmosférica relacionados con emisiones de ciertos gases contami-
nantes como SO2 y partículas suspendidas, así como contaminación hídrica
por efluentes industriales, y, finalmente, hacia la agenda “verde” que, en
escala global y relacionada con países muy desarrollados, con altos niveles
de ingreso per cápita y economías post-industriales, incluye contaminación
de fuentes no puntuales y muy elevados niveles de consumo que signifi-
can emisiones de CO2 y generación de enorme cantidad de residuos y de
químicos persistentes (CFC). Todo ello relacionado con impactos y riesgos
diferenciados que van de la escala local a la global.
Lo anterior exige, entre otras cosas, más que “pensar globalmente y ac-
tuar localmente”, pensar y actuar en la escala apropiada y al mismo tiempo
en todas, en virtud de la “compresión espacio-temporal” que resulta de la
globalización (véanse figuras 1-3).
Éstos son, desde la perspectiva del desarrollo regional, los retos econó-
mico-ambientales o, en términos de Harvey, socio-ecológicos que enfrenta-
rá el país y sus regiones en 2025.

5
… especialmente en lo relativo a “causalidad endógena múltiple” (pp. 127, 132), que
incluyen una relación de causalidad con tiempo y recurrencia…

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Laberintos.indb 165 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Figura 1. Transición ambiental: relación entre escala/ingreso y agenda/riesgo o impacto

Fuente: Elaboración propia con base en Marcotullio et al., 2002.

Figura 2. Experiencias de la transición ambiental urbana

Fuente: Marcotullio et al., 2002.

166

Laberintos.indb 166 06/03/24 17:22


la geografía

Figura 3. Transición ambiental en la globalización

Fuente: Marcotullio et al., 2002.

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GEOGRAFÍA Y AMBIENTE1

INTRODUCCIÓN

E n este trabajo hago un repaso de la literatura sobre el espacio geográ-


fico y presento de manera sintética algunas limitaciones de la política
regional a la luz de un tema que parece obligado para cualquier enfoque de
análisis regional: el medio ambiente. En la literatura del desarrollo regional
se explicó el bienestar de las regiones con base en el stock de natural endow-
ments (dotación de recursos naturales). En la actualidad estas condiciones
se entienden como una forma particular de capital (Kn, “capital natural”)
que no sólo incluye el stock de recursos sino algo más complejo —en el sen-
tido sistémico del término— como son los “servicios ambientales”, que no
representan necesariamente la sumatoria simple de los recursos existentes.
En otras palabras, trato de introducir el tema del medio ambiente y el desa-
rrollo sustentable en el análisis regional y urbano. Utilizo algunos recuadros
para recordar principios analíticos básicos.
Divido la presentación en seis apartados. Esta introducción, en la que
defino el espacio desde el punto de vista de la economía regional; lo local y lo
global, en el que establezco el espectro entre estos extremos y su definición;

Graizbord, B. (2006), “Geografía y ambiente: de los recursos naturales al capital natural”


1

en José Luis Lezama y José B, Morelos (coords.), Población, Ciudad y Medio Ambiente en el
México Contemporáneo. México: El Colegio de México, pp.489-516.

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laberintos geográficos: una antología

lo regional, en el que expongo el debate analítico del desarrollo regional; los


sistemas regionales y el desarrollo sustentable, en el que señalo el problema que
enfrenta el análisis regional por la introducción del paradigma del desarrollo
sustentable; recursos naturales o capital natural, en el que destaco la diferencia
conceptual y metodológica en el uso de estas categorías; y, finalmente, un
apartado de conclusiones en el que propongo una metodología para evaluar la
política urbano-regional en el contexto de la transición ambiental.
Como bien indican Higgins y Savoie (1997: 3), las sociedades y sus
economías no pueden entenderse sin el análisis de la interdependencia y
el traslape entre espacio, estructura económica y sociedad. Los países y las
economías nacionales son de hecho conjuntos de espacios (regiones) cada
uno de ellos con sus propias estructuras económica, social, política y de
poder. La explicación de su desempeño (económico, social y político), por
lo tanto, varía en gran medida por el grado en que estos espacios (regiones)
se integran como sistemas económicos, sociales, políticos y administrativos
nacionales. Cuando el desempeño del conjunto no es satisfactorio la inter-
vención se requiere en el plano de estos espacios (regionales o locales) y no
sólo en los niveles macro y micro de la economía.
En este sentido, este campo, el de la economía regional, que incluye
el análisis, el desarrollo, la política y la planificación regionales, resulta ser
un factor integrador o catalizador de las ciencias sociales en general. Así
fue sugerido por Isard en 1956 al proponer su Metodología para el análisis
regional, que constituyó el primer texto de esta corriente.
El espacio ha sido visto tradicionalmente según Higgins y Savoie (op.
cit.: 5-6) desde cuatro perspectivas:

1) La primera considera a veces explícita o en ocasiones implícitamente el espa-


cio (geográfico) como homogéneo, pero reconoce que puede haber un conjunto
de espacios o áreas geográficas que muestran un stock de recursos físicos
y humanos diferentes, lo cual crea oportunidades para una especialización
geográfica basada en ventajas absolutas o comparativas. De aquí se desprende

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la geografía

la teoría del comercio internacional e interregional (véase Krugman y Obs-


tfeld, 1995).
2) La segunda omite considerar la fricción de la distancia, pues asume una mo-
vilidad sin costo e instantánea de todos los factores de la producción, pero reco-
noce que la diferencia en la dotación de factores o recursos entre regiones
y la especialización como base del intercambio regional implicaría un costo
para cubrir la “distancia” que separa estos espacios. Por consecuencia es ne-
cesario —a pesar de que se afecta la parsimonia analítica— tener en cuenta
los costos de transporte y la movilidad limitada de factores. Estas considera-
ciones aparecen en la teoría de la renta del suelo rural (Von Thünen, 1966)
y urbano (Alonso, 1964; Mills, 1967; etcétera).
3) La distribución no homogénea de los recursos y la población requiere, según la
tercera perspectiva, tomar decisiones acerca de qué tipo de actividad se lleva
a cabo, cómo y en dónde. La cercanía al mercado y a los recursos, así como
los costos de producción y de transporte definen tales decisiones (Weber,
1909). Hoy día, el acceso a la información y el desarrollo tecnológico son
también elementos que se agregan a los determinantes de la distribución de
la población y la localización de la actividad productiva (Norton, 2000). De
aquí se desprende la teoría de la localización (Krugman, 1996), incluyendo
la teoría del lugar central (Christaller, 1966; Lösch, 1954) y las reglas sobre
el tamaño de la ciudad (Richardson, 1973; Henderson, 1974) y la jerarquía
en los sistemas urbanos (Berry, 1970).
4) Los límites político-administrativos y las fronteras definen unidades espaciales
como Estados-nación, entidades federativas, provincias, municipalidades y
distritos. Según la cuarta perspectiva, estas barreras afectan la toma de de-
cisiones en las políticas comercial, monetaria, fiscal, de precios, sueldos y
salarios, usos del suelo, etc. De estas diferencias se desprende el análisis de
políticas en espacios subnacionales o supranacionales (como la Unión Euro-
pea), aunque no se ha desarrollado suficientemente el análisis específico de
las diferencias culturales, sociales o políticas (e incluso ambientales) en las
diferentes escalas, desde lo local hasta lo global.

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laberintos geográficos: una antología

LO LOCAL Y LO GLOBAL

Estas escalas extremas representan enfoques analíticos de la economía re-


gional o dos vertientes del desarrollo o evolución de la “nueva geografía
económica” (Fujita, Krugman y Venables, 1999: 3). En el primer caso se
trata de una cuestión metodológica dentro de la disciplina, relacionada con
la definición de “lugar”; en el segundo, es resultado de la consideración
explícita de los cambios tecnológicos, por un lado y, por el otro, del creci-
miento económico posible con la expansión del sistema capitalista mundial
(Wallerstein, 1974) que han transformado el mercado y modificado la rela-
ción hombre-naturaleza, es decir, el valor de los recursos naturales y su uso
económico por la sociedad.
En la escala local, Harvey (1996: 207-209) advierte que de acuerdo con
su organización económica, social y política y las circunstancias ecológicas
específicas, las diferentes sociedades han producido ideas particulares acerca
del espacio y el tiempo. Y, si bien se considera que ambos conceptos son
construcciones sociales, en el debate se mantiene una gran confusión. Así,
se acepta que el espacio y el tiempo se constituyen a partir de las relaciones y
prácticas sociales, aunque muchas veces se plantea que las relaciones y prác-
ticas sociales ocurren dentro de un marco espacio-temporal preconstruido,
como si éste fuese un continente de las primeras. Incluso no es claro que se
pueda tratar el espacio y el tiempo como cualidades separadas en el análisis
de nuestro ser o en los intentos de explicar cómo funciona el mundo en ge-
neral. En lo formal, sin embargo, tanto el tiempo como el espacio se tratan
separadamente como variables explicativas, pero también como variables
dependientes (Giddens, 1990; Crosby, 1997). Según Harvey, los conceptos
de espacio y tiempo son fundamentales para casi todo lo que pensamos
y hacemos; para la forma en que vemos el mundo que nos rodea; y para
definir cómo teorizamos acerca del mismo. Harvey trata de encontrar res-
puestas a partir de una extensa e impresionante revisión de la literatura
desarrollada por disciplinas como la historia, la geografía y la antropología.

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la geografía

Estas dos últimas disciplinas presentan algunas limitaciones para el análi-


sis regional. De manera sintética puede decirse que los antropólogos han
realizado sus estudios en determinados lugares sobre sociedades o grupos
humanos particulares, pero al hacerlo no han puesto suficiente énfasis en
el análisis del ámbito físico que sostiene a ese grupo social en particular, y
con el cual interactúa, ni tampoco se han interesado por comparar o buscar
similitudes entre un grupo/lugar y otro. Los geógrafos, por su parte, están
conscientes del entorno físico, pero subestiman las estructuras social y cul-
tural y el marco político y administrativo que caracterizan al grupo social y
que definen sus interacciones o relaciones con el entorno.2
Para Harvey (op. cit.: 208-209), los conceptos de espacio y tiempo
proporcionan el referente para ubicarnos, para definir nuestra situación y
posición con respecto de lo que pasa alrededor nuestro o en el resto del
mundo. De esta suerte, no es posible —afirma— discutir acerca del espacio
y el tiempo sin invocar el término sitio o lugar (place). Hay —continúa—
infinidad de palabras (entorno, localidad, localización, local, vecindad, ba-
rrio, región, territorio, etc.) que describen las cualidades genéricas del lugar.
Otros términos (ciudad, población, pueblo, megalópolis, etc.) designan tipos
particulares de lugares, y aun otros (hogar, núcleo, comunidad, nación) evo-
can fuertes connotaciones de lugar, por lo que sería difícil hablar de uno sin
el otro. Pero lugar tiene también amplios significados metafóricos: “el lugar
del arte en la vida social”, “nuestro lugar en la sociedad”, “el lugar del hom-
bre en el universo”, que psicológicamente nos hacen sentir que pertenece-
mos a algo y somos reconocidos por otros. O bien, permiten expresar nor-
mas para ubicar a la gente, los eventos y las cosas en el lugar “apropiado”,
o para subvertir dichas normas definiendo nuevos lugares: “en el margen”,

2
Este último tema, el de la interacción con el entorno, afecta los principios básicos de las
dos grandes ramas tradicionales de la geografía, la física y la humana, y las pretende unir. Véase,
por ejemplo, Gregory (2000), texto reciente de geografía física que sistemáticamente aborda
la actividad humana en su impacto recíproco con los elementos biofísicos y biogeoquímicos
de los ecosistemas.

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laberintos geográficos: una antología

“en la frontera”, desde los cuales se puede opinar, actuar... Tal profusión de
significados y ambigüedad puede, dice Harvey (op. cit.: 118), ser ventajosa
para explicar los procesos de cambio “socioecológico” que afectan: 1) el
entorno en el que vivimos (aire, agua, suelo y paisajes); 2) el ecosistema que
soporta la vida en general [y los servicios ambientales que presta]; y 3) la
cantidad y calidad del stock de recursos naturales (renovables y no renova-
bles) que permiten el desarrollo de la actividad humana.
En el otro extremo está la escala global en la que se sucede la vida hu-
mana en el planeta. Los cambios globales, por cierto, afectan lo local en un
continuum espacio temporal. El nexo “socioecológico” que identifica Har-
vey abre entonces el interés analítico en los procesos globalizadores. Inde-
pendientemente de los impactos económicos, ideológico-culturales (Sklair,
1991: cap. 5) o psicológicos que tiene sobre la calidad y estilo de vida de
los individuos en su entorno inmediato (en lo local), la globalización pone
en riesgo recursos y servicios ambientales globales y, por lo tanto, cabe pre-
guntarse si es que la escala que han alcanzado las actividades humanas y los
procesos productivos en la actualidad es consistente con el deseo de hacer
sustentable y viable la existencia humana sobre la Tierra, o con la necesidad
de asegurarla sin llegar a consecuencias inaceptables (Heal, 2000: 169).3
Estos procesos se manifiestan, cabe decir, en distintas escalas a través de
diferentes variables.4

3
Note el lector que esta pregunta dista de aquellas que formuló el equipo de Los límites
del crecimiento en 1972: ¿Qué pasaría si el crecimiento de la población siguiera sin control?
Aunque de alguna manera se asemeja a las preguntas adicionales que se hicieron: ¿cuáles serían
las consecuencias medioambientales si el desarrollo económico continuara a su paso actual?,
¿qué se puede hacer para asegurar una economía humana que provea lo suficiente para todos
y además tenga cabida dentro de los límites físicos de nuestro planeta?, la cuestión quedó
entonces definida respecto de la escala, pero también de la equidad intra e intergeneracionales
cuando se dijo “suficiente para todos” (Meadows et al., 1972: 19).
4
Para un ejemplo a partir de la escala metropolitana véase Graizbord, Aguilar y Rowland
(2003).

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la geografía

LO REGIONAL

Para explorar los cambios de la geografía económica en la escala regional


valdría la pena sintetizar aquellos factores “de la vida real” que según Hig-
gins y Savoie (op. cit.: 7-10) no han sido considerados sistemáticamente por
los enfoques de la economía neoclásica ni por las diversas escuelas marxistas:

1) Toda sociedad o grupo social vive en un lugar particular. Las culturas se defi-
nen en términos de espacio, hechos que no han sido reconocidos explícita-
mente por los economistas regionales.
2) Estos espacios son siempre más pequeños geográficamente que el espacio del Es-
tado-nación. Ningún país puede considerarse suficientemente homogéneo
como para estudiarse como una sola cultura o conjunto social.
3) En la mayoría de los países coexisten grupos de interés. Éstos difieren entre
sí y en ocasiones se expresan conflictivamente y ocupan espacios sociales y
políticos distintos.
4) Los intereses sociales y económicos de grupos sociales y espacios particulares
están estrictamente vinculados con el predominio de valores económicos y,
por tanto, con la estructura de la economía. Así, cuando la gente vive en un
lugar y trabaja en una misma actividad o sector surgen intereses comunes.
5) La gente desarrolla una mayor lealtad hacia el “lugar” que hacia la actividad
o sector en el que trabaja. Un conocimiento de cómo se debe actuar en
ese entorno asegura un sentido de arraigo en la mayoría de la gente que lo
habita. Como consecuencia, no puede haber movilidad sin costo o instan-
tánea o sin carga emocional, aun cuando el transporte sea gratuito o exista
en otro lugar la infraestructura y equipamiento adecuados. Este hecho debe
servir para evaluar el impacto de ciertas políticas —como aquellas de “tra-
bajo a los trabajadores” o “trabajadores al trabajo”— sobre el bienestar de
una población en particular.
6) La mayoría de las personas no piensan en bienestar en términos de Esta-
do-nación. Su orgullo nacionalista cambia si viven en un espacio (región)

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laberintos geográficos: una antología

[ambiente] que tiene características de retraso, no cuentan ellos o sus fami-


liares con trabajo, y se encuentran hacinados, empobrecidos o con deficien-
tes o inexistentes servicios públicos municipales y sociales de educación y
salud. El criterio entonces debe ser orientar las políticas públicas a espacios
[ámbitos] mucho más pequeños que el Estado-Nación.
7) Como resultado de fallas en el funcionamiento del mercado o fallas de la polí-
tica pública, el mercado no funciona como propone la teoría. No es seguro
que un incremento en el ingreso nacional redunde o resuelva rápidamente
los problemas económicos y sociales de un grupo en particular, un sector
o una región. De esta suerte, el criterio debería ser: políticas ad hoc con
medidas apropiadas a cada caso en particular.
8) No es automática e ilimitada la armonía de intereses en una economía o
sociedad nacional. Si un grupo o sector de la economía goza de prosperidad
podrá aumentar su consumo, pero si la oferta es ineficiente y altamente
protegida —como sucedía en épocas de industrialización por sustitución
de importaciones—, entonces habrá sectores o grupos que se opondrán
a este régimen proteccionista y buscarán la apertura que no beneficiará
necesariamente a todos.
9) Estos conflictos se traducen o tienen un referente espacial. En función de
las diferencias de capacidad competitiva algunos sectores o regiones estarán
mejor preparados que otros para enfrentar retos y aprovechar oportunida-
des. Habrá así sectores, regiones y grupos sociales ganadores y perdedores.
10) Hay también traslapes entre la estructura de la economía nacional y el desa-
rrollo regional. Los cambios en la estructura ocupacional y sectorial han o
pueden haber significado desarrollo regional, sin embargo, éste no llega al
mismo tiempo a todas las regiones ni a todos los sectores. En la actualidad,
la fluidez en la localización de la actividad económica en el mundo hace
que los cambios sean más rápidos y más inesperados en el interior de un
país, y afecten diferencialmente más el espacio regional que a los sectores
económicos. Igual sucede en la difusión de innovaciones, pues no es posible
explicar lo que sucede en el país sin tener una idea de lo que pasa en sus

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la geografía

regiones. Ejemplo de ello es la dinámica que se propone en el modelo de


“urbanización diferenciada” de Geyer y Kontuly (1993).
11) No existe la posibilidad de optar por una política de equidad para el desa-
rrollo regional en vez de una política de eficiencia para la economía nacio-
nal pues existen fuertes complementariedades entre las dos. En efecto:
a) los países con un alto ingreso per cápita tienden a mostrar pocas y pe-
queñas diferencias regionales, mientras que aquellos con bajos ingresos
per cápita muestran fuertes disparidades entre sus regiones;
b) los países con grandes desigualdades interregionales tienden a una infla-
ción elevada y tasas de desempleo desfavorables, mientras que aquellos
con reducidas brechas mantienen una combinación favorable entre la
inflación y el desarrollo;
c) las regiones de lento crecimiento presentan mayores fluctuaciones en
sus economías con periodos más cortos de crecimiento y periodos más
largos de depresión, contrariamente a las regiones de alto crecimiento
que mantienen una estabilidad con periodos largos de crecimiento;
d) la convergencia regional se logra con tasas de crecimiento sostenidas
por largos periodos.
12) No hay evidencias que permitan reconocer una tendencia general hacia el
equilibrio en una economía de mercado en términos de balances regionales
ni en el sentido de “pleno empleo sin inflación”. Tampoco la “causación
acumulativa” (Myrdal, 1959), que lleva a alejarse del equilibrio en virtud
de alguna perturbación o alteración, es empíricamente evidente, ya sea en
términos de convergencia o divergencia regionales o cualquier tendencia al
equilibrio. Lo que sucede más bien es una secuencia de movimientos hacia
o desde el punto de equilibrio. De hecho, las teorías económicas cíclicas
dependen de este tipo de alteraciones, según se aprecia en Krugman (1999:
46-49) y en Berry (1991).5

Después de preguntarse si existen suficientes razones para aceptar una teoría de ciclos (de
5

larga duración), Berry (1991: 128) asegura que “técnicamente hay ondas de larga duración y
ciclos porque el proceso es endógeno: la esencia de un ciclo —dice— es una dinámica interna

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laberintos geográficos: una antología

Equilibrio
Se habla de equilibrio, término prestado de la física, para describir una
situación en la que los agentes económicos o los agregados de éstos, como
por ejemplo los mercados, no tienen presiones o no encuentran ningún
incentivo para cambiar su comportamiento económico. En otras palabras,
al aplicarlo a los mercados, el equilibrio denota una situación en la que
en el agregado los compradores y los vendedores están satisfechos con la
combinación de precios y cantidades compradas o vendidas y por tanto no
están bajo presión para cambiar sus acciones presentes… [lo que en general
¡nunca ocurre en la realidad!] (Pearce, 1992: 129-30).

Este resumen de la experiencia en la evaluación de políticas regionales que


hacen Higgins y Savoie lo plantean Fujita, Krugman y Venables (op. cit.: 9)
a partir de “dos preguntas útiles”, y yo agregaría “constantes”:

1) ¿Cuándo es sostenible una concentración espacial de la actividad económica?


Es decir, ¿en qué condiciones las ventajas que se obtienen de las economías
de aglomeración pudieran ser suficientes para mantener la concentración?; y
2) ¿cuándo, en ausencia de una concentración espacial, es inestable el equili-
brio? Es decir, ¿en qué condiciones las pequeñas diferencias entre localida-
des producen una tendencia hacia mayores diferencias en el tiempo, de tal
manera que el equilibrio simétrico entre dos localidades idénticas llegue a
romperse?

que da lugar a repeticiones”. Y luego reporta la amplia evidencia empírica de la recurrencia


cíclica en el crecimiento económico, pero también en otros fenómenos políticos e incluso
climáticos (ibid.: 168-172) que, especula, están relacionados sorprendentemente. Véase Graiz-
bord (1995) para un recuento de ciclos metropolitanos.

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la geografía

Se trata, pues, de dos cuestiones analíticas sobre la dinámica económica


espacial: el punto de rompimiento y el punto en que se sostiene el equi-
librio. En otras palabras, la pregunta acerca del desarrollo regional tiene
respuesta en el balance posible entre fuerzas centrípetas, que promueven
una concentración espacial de la actividad económica, y fuerzas centrífugas,
que se oponen a tal concentración. Aunque en la primera se preguntan si
una situación constituye un equilibrio y en la segunda si ese equilibrio es
estable. Los autores amplían el significado de equilibrio con dos ejemplos
(op. cit.: 9):

1) Si asumimos un mundo estructurado sólo por dos regiones en donde toda la


industria manufacturera se localiza en una de ellas, el que un trabajador de-
cida migrar a la otra región y encuentre que su salario real mejora significará
que la concentración manufacturera no constituye un punto de equilibrio; y
2) si la industria manufacturera se divide de igual manera en las dos regiones,
el movimiento de un número pequeño de trabajadores de una región a otra
que eleve o reduzca el salario relativo en el destino significará que la situa-
ción simétrica inicial es inestable frente a pequeñas perturbaciones.

LOS SISTEMAS REGIONALES


Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE

La discusión acerca de las diferencias o desigualdades en el desarrollo eco-


nómico entre países o regiones en el marco de la economía globalizada
se plantea en el modelo de “crecimiento endógeno” o “nueva teoría del
crecimiento” en el que la innovación tecnológica está determinada endóge-
namente por decisiones de los sectores público y privado dentro del sistema
económico, y no es exógena al sistema, como se asume en la teoría conven-
cional. En otras palabras, si la inversión de los sectores público y privado
en capital humano e innovación es óptima (o bien, adecuada), entonces es

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laberintos geográficos: una antología

posible que una economía alcance una tasa constante y sostenida de creci-
miento en el producto y en el consumo (Barbier, 1999: 127).
La pregunta original es ¿por qué las tasas de crecimiento económico en
el largo plazo de los países pobres en conjunto no convergen con las de los
países ricos? La respuesta es directa: “Los países pobres no alcanzan altas
tasas de crecimiento porque no logran generar o usar la nueva tecnología
para aprovechar o generar mayores oportunidades económicas” (Barbier,
op. cit.: 126).
De acuerdo con Romer (citado en Barbier, op. cit.: 127), “el rasgo prin-
cipal que distingue una determinada área geográfica [ciudad, región o país]
de otra es la calidad de sus instituciones públicas”. Aquellas con mecanismos
más competentes y efectivos para respaldar intereses colectivos, en especial
los relativos a la producción de nuevas ideas, serán más exitosas. De tal
manera que la dificultad de los países pobres para lograr el despegue (take-
off) económico puede atribuirse a “fallas de los políticos” y a instituciones
débiles. En efecto, en la literatura se reporta que con niveles relativamente
bajos de capital físico y humano inicial los esfuerzos nacionales son menos
efectivos en reducir la pobreza y en responder al crecimiento económico
(Datt y Ravillon, citados en Pernia y Quising, 2003: 14).
Sólo que ésta no es toda la historia: “en muchos países con econo-
mías pobres la explotación y degradación de los recursos naturales —tierras
fértiles, bosques, selvas, cuerpos de agua y pesquerías— contribuye a esta
inestabilidad y perturbación institucional. La escasez de los recursos puede
causar conflictos sociales y afectar el entorno institucional y de la política
necesarios para producir y usar nuevas ideas y absorber conocimiento útil
del resto del mundo” (Barbier, op. cit.: 128) —¡o de las comunidades tradi-
cionales, agregaría yo!—. Lo cual significa que la escasez puede no necesa-
riamente limitar el crecimiento económico, pero sí afectar indirectamente
el potencial innovador. Sin embargo, las teorías del crecimiento endógeno
no se han preocupado por la contribución de los recursos naturales al creci-
miento económico o por el papel de las innovaciones para superar la escasez

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la geografía

de recursos, aunque algunos economistas como Stiglitz (1974), por ejem-


plo, o economistas ambientales y de la economía ecológica, han explorado
los efectos que los recursos escasos tienen sobre el crecimiento económico
(Neher, 1990). Para ello emplean modelos neoclásicos de crecimiento del
tipo Q = KLRert, es decir, el producto agregado Q, como función del stock
de capital físico K, de la fuerza de trabajo L, y del insumo de recursos
R, siendo el exponente r la tasa constante de progreso tecnológico en un
periodo determinado t. Los resultados de estos análisis son optimistas y
concluyentes (aun con elevado crecimiento poblacional y oferta limitada
de recursos naturales): los recursos pueden efectivamente aumentar de tal
manera que con suficiente asignación de capital humano a las innovaciones
se asegura que en el largo plazo puede posponerse indefinidamente el agota-
miento de los recursos y existe la posibilidad de alcanzar una tasa endógena
de crecimiento que permita sostener, y aun acrecentar indefinidamente, un
determinado consumo per cápita.
Sin embargo, según Barbier (op. cit.: 132), podemos considerar dos
escenarios en el caso de países o regiones que mantienen una tasa elevada
de explotación de sus recursos:

1) Uno en el que la tasa de innovación de largo plazo exceda cualquier efecto


adverso de escasez de recursos, de tal suerte que la innovación neta resulte
positiva, y
2) otro en el que los efectos de largo plazo puedan, por escasez de recursos,
afectar las innovaciones adicionales, es decir, perturbar la innovación técnica
y social al grado de nulificarla (lo cual pudiera, aunque no necesariamente,
significar el colapso de la economía).

Las economías (nacionales y regionales) atrapadas en este segundo escena-


rio se ubicarían atrás de las que no enfrentan una escasez de recursos o bien
de aquellas que logran sobreponerse a las barreras para la innovación.

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laberintos geográficos: una antología

Recursos y escasez
En términos generales un recurso es algo que directa o indirectamente es
capaz de satisfacer una necesidad humana. Para los economistas hay tres
categorías: capital, trabajo y recursos naturales. El capital se refiere a la
clase de recurso que se produce no para consumirse directamente, sino
con el propósito de crear o alcanzar un proceso más eficiente de produc-
ción. El trabajo incluye la capacidad productiva que física y mentalmente
tiene el hombre (como humanidad) para llevar a cabo sus actividades y
producir bienes y servicios. Los recursos naturales constituyen el stock de
materiales vivos o inertes que se encuentran en el ambiente físico y que
tienen un uso potencial identificado para ser usados por los seres huma-
nos (Hussen, 2000: 4).
La economía considera que los recursos para consumo directo sufren
modificaciones, pero se utilizan como factores de la producción, es decir,
como medios para producir satisfactores; desde luego que esta noción es
estrictamente antropocéntrica, como señala Hussen (2000: 4), lo cual
implica que —desde este punto de vista— no se considera que tienen un
valor intrínseco, u otro valor que no sea el económico definido por las
necesidades humanas y, por tanto, comerciales. Pero, además, los recur-
sos son de interés para la economía sólo porque son escasos. Finalmente,
como factores de la producción los recursos se usan combinados y son o
pueden ser —según Solow 1991, citado en Hussen, 2000: 5— rempla-
zables o en otras palabras ninguno per se es considerado absolutamente
esencial para la producción de bienes y servicios, lo que no quita el hecho
de que sean escasos…
Surgen así las preguntas básicas de ¿qué hacer para satisfacer las nece-
sidades humanas por bienes y servicios en un mundo de escasez?, ¿cómo
maximizar el conjunto de bienes y servicios disponibles en un momento
dado?, ¿cómo justificar el racionamiento de los recursos limitados? La
respuesta está en (Hussen, 2000: 6-7):

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la geografía

1) Tomar decisiones y definir prioridades: escoger.


2) Considerar los costos asociados (costos de oportunidad) y, por tan-
to, sacrificar algo para obtener otra cosa.
3) Buscar la eficiencia y reducir al máximo el desperdicio utilizando
la mejor “tecnología” posible o disponible.
4) Crear reglas o instituciones sociales que reduzcan el conflicto que
causa la asignación y distribución de recursos escasos, siendo el
sistema de mercado un medio o mecanismo para ello.

RECURSOS NATURALES O CAPITAL NATURAL

Algunas veces los recursos naturales como suelo, agua, combustibles fósiles,
minerales y el ambiente natural se incluyen en lo que se denomina “medio
ambiente natural” o capital natural (Gilpin, 1996: 33). El ambiente natural
incluye: parques naturales, reservas de la biosfera y otros espacios protecto-
res de flora y fauna; costas e islas, cuerpos de agua, ríos, lagos y marismas o
pantanos; formas geológicas del paisaje, bosques, praderas o tundras; rasgos
del paisaje de interés científico (cenotes, cavidades, etc.) y, en general, ecosis-
temas; zonas donde se evidencia la evolución botánica, geológica o geomor-
fológica; hábitat de especies en riesgo de extinción; y, finalmente, cualquier
rasgo no perturbado por la actividad humana o que presente cualidades
estéticas. Estos bienes por supuesto se modifican en periodos largos y son
resultado de cambios climáticos, del fuego, de variación o evolución de la
flora, la fauna y, finalmente, de la acción humana (Gilpin, 1996: 155-156).
Se dice que la degradación que sufre el ambiente se debe a fallas insti-
tucionales (Swanson, 1996: 4). La importancia del desarrollo institucional
se desprende de un artículo seminal de Hardin (1968) del que se derivó
una vasta literatura que cuestionaba la “tragedia de los comunes” o la irre-
mediable tendencia a explotar los recursos, a minarlos, cuando individuos

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laberintos geográficos: una antología

o firmas tienen libre acceso a los mismos. De acuerdo con Ostrom (2000)
existe una distinción entre libre acceso y recursos de uso común. Estos úl-
timos alcanzan la sustentabilidad en función del desarrollo de instituciones
que expresan la organización del grupo social que los mantiene en pro-
piedad comunal o bien que acuerda su utilización con base en principios
cooperativos. Young (1997) destaca en el plano internacional la necesidad
y las opciones que enfrenta la humanidad para desarrollar sistemas inter-
gubernamentales que protejan los bienes globales de acceso libre como por
ejemplo los océanos, la atmósfera, los polos y, en general, los servicios am-
bientales que presta la naturaleza.
Si de lo que se trata es de sostener la producción de bienes y servicios
indefinidamente, se requiere pensar en términos del concepto de capital
natural, es decir, aceptar la idea de que hay que aprovechar o vivir de los
intereses y no tocar el capital (Gilpin, 1996: 206). Esto exigiría, sin embar-
go, aceptar también el concepto de “sustentabilidad fuerte”, que no admite
que otro tipo de capital (físico, económico, humano, etc.) sustituya o com-
plemente el natural. Según Hackett (2001: 335), la sustentabilidad fuerte
optimiza la economía con base en la capacidad ecológica y ambiental. Esta
última condiciona la actividad económica y no al revés, lo cual en todo caso
está lejos de aceptarse de manera realista. ¿Hay y cuál es, entonces, el punto
intermedio o aceptable?
Si, como era el caso, el desarrollo regional se fundamentaba en los na-
tural endowments (dotación de recursos naturales) y la riqueza estaba basada
en el stock de recursos, la solución era racionalizar su utilización y en este
sentido los rendimientos estaban en función de la escasez. Convencional-
mente aquellos bienes y servicios producidos que emplean recursos que se
agotan o llegan a ser escasos, pueden ser remplazados.
Sin embargo, en el análisis de los recursos naturales (Neher, 1990: 84)
éstos se valoran por los beneficios ecológicos y las amenidades que generan
igual que por su explotación. Así, se considera el valor del stock y al mismo
tiempo el de los flujos de bienes que producen. La pregunta entonces es:

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la geografía

¿cómo llegar a un balance entre los beneficios de corto plazo del flujo gene-
rado por la explotación del ambiente natural (que incluye recursos renova-
bles y no renovables) contra el daño ecológico duradero concomitante del
stock? Formalmente, el beneficio social U es una función que se obtiene de
los recursos del producto en forma de consumo ordinario C o de amenida-
des naturales A, donde C + A = 1 en U = U (A, C).
La curva intermitente indica el punto donde la pendiente de las fun-
ciones cambia de negativo a positivo. De esta suerte cualquier combinación
a la izquierda mantiene el beneficio social en un valor unitario constante
(Neher, 1990: figura 3.1, 84-85). Hacia la derecha de la línea punteada
A más amenidades o gasto ambiental parece impedir un nivel de bienes-
tar y de calidad de vida. De tal suerte que se puede dar el caso en que la
sociedad acepte renunciar a algo de C para obtener menos A “ambiente
natural”. Pero está el lado de la oferta también. En otras palabras, hay una
capacidad “natural” del ambiente para sostener un nivel dado de consumo
C y de amenidades A y éste puede ser C*, A*, en la gráfica que representa-
ría una óptima combinación, aunque la realidad es que en las economías
de mercado se tiende a más C y gozar de menos A que en ese punto de la
combinación C*, A*, pues A tiene un sobreprecio en las preferencias de los
consumidores en general (Neher, 1990: 86-87). Pero es probable además
que un aumento en la escala de la economía (una economía más grande)
haga en una primera fase más aceptable inclinarse por mayores amenidades
ambientales.
De acuerdo con este argumento, una economía más rica o con econo-
mías crecientes a escala U > 1 o que haya alcanzado un alto consumo (por
encima de C0) debería estar más dispuesta a renunciar al consumo C por
ganar en amenidades ambientales.
Por otra parte, la sociedad decide en función de sus expectativas (costos
de oportunidad) una tasa de descuento que permite establecer el óptimo
social del ritmo de explotación de los recursos. Sin embargo, se omite que
el costo de extracción puede aumentar conforme el recurso disminuye de

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laberintos geográficos: una antología

Figura 1. Beneficio social (utilidad) definido por consumo y amenidades ambientales

Fuente: Neher, 1990: figura 3.1, 85.

manera definitiva (recursos no renovables) o su capacidad de recuperación


en el tiempo no es igual al ritmo en que se explota. La escala en este sentido
es pues definitiva, y la escasez en algunos recursos puede hacerse absoluta
pues es imposible sustituir el recurso. Esto es obvio en los servicios que
presta la naturaleza y en particular algunos que son de acceso libre: el sis-
tema climático planetario y la capacidad de absorción atmosférica de gases
de invernadero; los sumideros de carbono naturales; la riqueza faunística
y de la flora que ofrece la biodiversidad; los procesos fotosintéticos que
aprovechan y transforman la energía solar en alimento, y producen oxígeno
creando carbohidratos; los procesos biogeoquímicos como la producción
de clorofila que absorbe energía solar convirtiéndola en energía química,
entre otros. La humanidad y el desarrollo científico está lejos de alcanzar

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la geografía

algún resultado satisfactorio y en todo caso los tiempos, sin pretender adop-
tar una posición catastrófica, no parecen estar de nuestro lado.

La economía neoclásica y la economía ecológica:


¿cómo entender sustentabilidad?
La idea de que una economía puede seguir funcionando sin capital natu-
ral está atrás de la noción de tasa de descuento y el efecto que sobre ésta
puede tener el progreso técnico.
La noción de tasa de descuento se refiere a las preferencias de la gente a
favor de consumo (beneficio) presente frente a un consumo (beneficio)
futuro. De esta suerte la gente estará dispuesta a sustituir su consumo
(beneficio) presente por un consumo (beneficio) futuro sólo con base
en un “premio” a través de una tasa de descuento: sacrificar un peso de
consumo presente requiere una compensación que excede el valor de un
peso de consumo futuro. Por lo tanto, se descuenta el consumo futuro
a una determinada tasa de descuento que indica la sustitución del con-
sumo presente por un consumo de una fecha posterior. La pregunta es:
¿por qué se descuenta el futuro? La respuesta es porque la gente es miope
o bien hay incertidumbre acerca del futuro. El individuo es más mio-
pe y tiene mayor incertidumbre que la sociedad. De esta suerte escoger
o determinar la tasa de descuento es crucial. El individuo le da menos
importancia al futuro, asunto más bien social y ético, pues la decisión
afecta el bienestar de futuras generaciones: una tasa de descuento baja
favorece a las generaciones futuras. Sin embargo, de acuerdo con Har-
twick-Solow éste no es un problema serio pues el efecto de una tasa de
descuento positiva puede verse afectado por la tasa de crecimiento en el
progreso técnico y, por tanto, no es inmoral o equivocado usar una tasa
de descuento, especialmente si se utiliza con prudencia el premio para
mantener constante la suma o stock de los distintos tipos de capital (físi-
co, humano, ambiental).

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laberintos geográficos: una antología

Habría, sin embargo, seis posibles razones para pensar en que esta regla
acerca de la sustentabilidad o acerca de la ruta óptima (eficiente) inter-
temporal tiene débiles fundamentos (Hussen, 2000: 185-186):

1) Asume que el capital generado por el hombre y el capital natural


son sustitutos, cuando en todo caso son complementarios…
2) La eficiencia intergeneracional requiere que todos los bienes y
servicios reflejen su valor social, sin embargo se ignora o bien se
asume que no hay dificultad en remediar las distorsiones debido
a externalidades…
3) Algunos economistas argumentan (Perrings, 1991, cit. en Hus-
sen, 2000: 186) que la idea de tasa de descuento positivo es equi-
vocada y no considera el bienestar de las generaciones futuras en
todas sus dimensiones…
4) El enfoque de esta regla no tiene en cuenta explícitamente la es-
cala, es decir, el tamaño de la economía humana en relación con
los ecosistemas naturales, como algo que deba considerarse…
5) El proceso económico se conceptualiza como algo separado de
los sistemas ecológicos y sin entender las complejas interacciones
que existen entre ambos sistemas…

Se menosprecia el hecho de que las actividades humanas puedan causar


daños irreversibles al ambiente natural (y a los ecosistemas), eso recono-
ciendo que existe incertidumbre acerca de los riesgos que estos efectos
pueden ocasionar en los sistemas de soporte de la vida y en la calidad de
la vida humana…
De esta manera, contrariamente a lo que sugiere el enfoque de Har-
twick-Solow sobre la sustentabilidad (la probabilidad de sustitución y el
papel del progreso técnico), una economía como sistema difícilmente
podría continuar funcionando sin capital natural. Al menos ésta es la
posición del enfoque fuerte de la economía ecológica.*

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la geografía

Y esto significa, por un lado, considerar la equidad intergeneracional y,


por otro, mantener constante el capital natural, o lo que es lo mismo, la
preservación de los recursos naturales y la defensa a ultranza de las con-
diciones ecológicas. Con estos principios, las reglas o criterios de política,
por tanto, serán los siguientes según los sintetiza Hussen (2000: 188):

1) La tasa de explotación de los recursos naturales no puede exceder


la tasa o ritmo de regeneración de los mismos.
2) La emisión de residuos (contaminación) debe mantenerse en el
mismo nivel o uno menor a la capacidad de absorción del am-
biente (ecosistema). Sin embargo, habrá aquellas emisiones per-
sistentes cuyas tasas deben ser cero, puesto que el ecosistema no
tiene capacidad de absorberlas o los tiempos son enormes (por
ejemplo: DDT, sustancias radioactivas, CFC, etcétera).
3) La extracción de recursos no renovables (energía fósil) debe ser
consistente con el desarrollo de sustitutos renovables. De acuer-
do con Hussen (2000: 188) esto equivale —paradójicamente—
a la regla de Hartwick de sustitución.

Como puede entenderse, las consideraciones económicas se ignoran y,


por tanto, la utilidad de este enfoque para guiar políticas públicas pudie-
ra ser limitada, lo que deja el problema de sustentabilidad ¡sin resolver!
Y aquí cabe la pregunta de Hussen: ¿el desarrollo sustentable es un tér-
mino útil o un concepto vago y cualitativamente vacío? Pero esto nos
lleva a la disyuntiva equidad (intra e intergeneracional) versus eficiencia
y entonces la cuestión del trade-off entre ambos no acaba por resolverse.

*Representado por Boulding (1996) y su idea de límites ecológicos; Georgescu-Roegen


(1993) y su concepto de la energía como factor limitante; y Daly (1996) y su enfoque de la
economía en Estado estacionario.

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laberintos geográficos: una antología

Ésta no es la discusión de los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972).


Su importancia se ha visto reducida en virtud de que ahora el debate se cen-
tra no en saber en cuánto tiempo se agotarán los recursos, sino en los efectos
y las implicaciones para la contaminación regional y global que resulta de su
uso, por cierto, diferenciado entre países y regiones; la biosfera se ve como
un candidato para condicionar el crecimiento económico, más que la oferta
de recursos minerales y combustibles fósiles; quizá la metodología seguida
por el equipo de Meadows sobrestimó los resultados y redujo por tanto el
efecto del mensaje que, cabe reconocer, fue el primero que señaló la “fini-
tud” del globo terráqueo (Meadows et al., 1974) y su capacidad para “aco-
modar” actividades humanas ilimitadamente (Bowers, 1997: 180-181).6
Como señaló Serafy (1991: 168-169), el capital7 comprende tierra que
es un bien real que permite producir bienes... y que de acuerdo con Marshal
(citado en Serafy 1991: 169) constituye, como Ricardo propuso, un bien
“inherente” e “indestructible”, si bien esas cualidades de la tierra se han mo-
dificado (enriquecido o empobrecido) por el trabajo de numerosas genera-
ciones. De aquí que podamos —nos dice Serafy (ibid., 169)— extender la
definición de suelo a naturaleza como factor de producción. Los argumen-
tos de este autor están encaminados en última instancia a convencernos de
que el ingreso de una economía se sobrestimaría si se ignorara en la con-
tabilidad nacional8 el deterioro del ambiente ya sea éste concebido como

6
La finitud o límites en la explotación (Turvey, 1954) y la necesidad de regular su uso ya se
había reconocido en los años cincuenta en el marco del colapso de las pesquerías y ahí en esos
años se inicia el debate de los recursos de uso común (Gordon, 1954). Sin embargo, se debe a
Lotka (1925) la formalización original de la dinámica de las poblaciones.
7
El capital de una economía es su acervo de bienes reales que producen bienes o servicios
en el futuro.
8
La incorporación de los costos de explotar recursos y naturaleza en general o los benefi-
cios de protegerla no es fácil. Según Peskin (1991: 179) la contabilidad económica nacional
convencional tiene deficiencias en la forma en que se mide el desempeño económico y social;
es inconsistente al tratar la riqueza e ignora variables que pudieran explicar la actividad eco-
nómica, no se ha desarrollado un sistema contable perfecto para tener en cuenta o identificar
apropiadamente el gasto/beneficio ambiental.

192

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la geografía

materia prima para la producción de bienes o como sumidero en el que


disponemos de las emisiones que resultan de los procesos de producción.
Pero, ¿cuál es el ámbito apropiado de análisis? Los sistemas abiertos —y
las regiones se definen como tales— se caracterizan por flujos que cruzan
sus fronteras o límites político-administrativos, geográficos, muchas veces
mal definidos pero cruciales si se intenta analizar la dinámica del crecimien-
to regional basado en esta relación entre economía y sistema ecológico o
ambiente natural (Isard, 1972, citado en Braat y Steetskamp, 1991: 270).
En el contexto de la sustentabilidad del desarrollo el tiempo implica ne-
gociaciones intertemporales, equidad intergeneracional y planeación de largo
plazo y el horizonte se define arbitrariamente como un momento conveniente
en el futuro o bien se considera cualitativamente infinito. El espacio, por otro
lado, en el rango de la biosfera considera sistemas globales, regionales o con-
tinentales, nacionales y regionales. Las condicionantes de estas delimitaciones
espaciales adoptan tres formas: las propiedades físicas (natural endowments)
de un sistema; los límites autoimpuestos (desarrollo institucional) y el nivel
tecnológico (la capacidad de complementación o sustitución de factores).
Podemos en este marco analítico propuesto por Braat y Steetskamp
(1991), aceptar incondicionalmente vivir en un planeta “saludable” y here-
darlo a las futuras generaciones, pero no es fácil decidir cómo distribuir inter-
nacional, interregional o localmente los beneficios y las cargas (Elster, 1992).
Con el propósito de mostrar las dificultades que enfrenta el diseño de
la política ambiental por las interdependencias espaciales y sectoriales de
los distintos elementos y factores, incluyo la siguiente propuesta de Braat y
Steetskamp (1991: 269-288) de un conjunto de estrategias para el desarro-
llo de una región (concebida como sistema abierto):

1) Sustituir recursos locales (explotación de recursos) con recursos externos


(importar bienes primarios).9

9
De acuerdo con Cleveland (1991: 294) el único factor o bien primario de producción e
independiente del sistema económico es la energía de baja entropía, pues es la única que un

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laberintos geográficos: una antología

2) Usar recursos energéticos renovables hasta un límite (extinción) y sustituir-


los por recursos externos alternativos.
3) Proporcionar facilidades de espacio (localización) e insumos (agua y energía)
para aquellas actividades que importan bienes primarios y exportan produc-
tos de consumo intermedio o final.
4) Cambiar el uso de un recurso renovable de una función a otra: bosques para
obtener madera para obtener resina para recreación, incluso ofreciendo
o aplicando subsidios para apoyar esta transformación funcional.
5) Pasar de usos extensivos a usos intensivos en la producción pecuaria (y quizá
la agrícola, por ejemplo hidroponia).

Reconocen estos autores la dependencia interregional o internacional que


esto conllevaría y el hecho de que no todas las regiones pueden exportar
el mismo recurso (o estar en condiciones de hacer los cambios) al mismo
tiempo. Del mismo modo, consideran que al atraer industria importadora
de bienes primarios ésta puede convertirse en generadora de residuos y re-
querir, por tanto, de procesos de transformación, reciclado o disposición de
tales residuos (ibid.: 286).

CONCLUSIÓN: LA TRANSICIÓN AMBIENTAL


Y LA POLÍTICA URBANO-REGIONAL

En el contexto global, y a partir de estudios comparativos sobre regiones


o naciones, puede plantearse una relación entre la transición ambiental y
la idea de “compresión del espacio-tiempo” (Harvey, 1996; Marcotullio et

sistema económico no puede producir con sus factores de producción: trabajo, capital y tierra
(recursos naturales) que son interdependientes, internos e intermedios y no externos, inde-
pendientes o primarios. De hecho, todos los procesos vitales en la tierra aumentan la entropía
entendida como desorden y, por tanto, reducen la energía disponible que puede utilizarse. Esto
es lo que se conoce como la segunda ley de la termodinámica.

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la geografía

al., 2003). Estos conceptos agregados al de “ciclos de larga duración” de


Kondratieff, desarrollados por Berry (1991),10 permiten sugerir una dife-
renciación espacio-temporal de procesos ecológicos con impactos diferen-
ciados para países o regiones en distintas etapas de desarrollo o economías
diferentes (nacionales o regionales, e incluso urbanas metropolitanas) según
su ingreso per cápita como argumentan Marcotullio et al., 2003 (figura 2).
La transición ambiental o el paso de una condición ambiental a otra
tiene implicaciones de política. Se define como un cambio de agenda “café”
a “gris” y luego a “verde” (véase la figura 3). La primera incluye, en la es-
cala local y en países y regiones “atrasados”, aspectos como acceso al agua
potable, manejo inadecuado de residuos y contaminación, hacinamiento
y congestionamiento, degradación y ocupación de tierras vulnerables. La
segunda implica, en países y regiones inmersos en procesos rápidos de ur-
banización e industrialización, problemas de contaminación atmosférica
relacionados con emisiones de ciertos gases contaminantes como SO2 y
partículas suspendidas así como contaminación hídrica por efluentes in-
dustriales. Finalmente, la agenda “verde” representa, en la escala global y
relacionada con países altamente desarrollados con elevados niveles de in-
greso per cápita y economías posindustriales, la contaminación de fuentes
no puntuales y muy altos niveles de consumo que producen emisiones de
CO2 y generan enormes cantidades de residuos y de químicos persistentes
(CFC). Los impactos y los riesgos, cabe señalar, son diferenciados y van de
la escala local a la global,11 en la que se expresa el llamado cambio climático
que afecta al ecosistema mundo.

10
Especialmente en lo relativo a “causalidad endógena múltiple” (pp. 127-132), que inclu-
ye una relación de causalidad con recurrencia en el tiempo.
11
Por cierto, algunos avances actuales se relacionan con el trabajo precursor de investigación
del Premio Nobel mexicano Mario Molina (Molina y Rowland, 1974; Molina y Molina, 1992).

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laberintos geográficos: una antología

Figura 2. Experiencias de la transición ambiental urbana

Fuente: Marcotullio et al. (2003).

Figura 3. Transición ambiental: relación entre escala/ingreso y agenda/riesgo o impacto

Fuente: Elaboración propia con base en Marcotullio et al. (2003).

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la geografía

Cabe hacer notar que hay certidumbre en algunos de los riesgos pero
incertibumbre en otros. De acuerdo con Meadows et al. (1992: 127-129)
son tres las incertidumbres básicas en el contexto del cambio climático: 1)
cuál sería la temperatura global sin la interferencia humana; 2) qué supon-
dría un planeta en calentamiento para la temperatura, viento, corrientes,
precipitaciones, ecosistemas y la economía humana en cada sitio específico
de la tierra; y 3) nadie sabe cómo las diversas respuestas de retroalimenta-
ción positiva y negativa interactúan o cuáles de ellas dominarán (especial-
mente entre los flujos de carbono y los flujos de energía).
El problema en el plano nacional es que la política ambiental, en fun-
ción de diferentes niveles de desarrollo regionales (20% pobre y agrícola;
60% industrial; 20% rico y terciario o posindustrial), debe incluir las tres
agendas. Lo anterior exige, entre otros, más que “pensar globalmente y ac-
tuar localmente”, pensar y actuar en la escala apropiada y al mismo tiempo
en todas, en virtud de la “compresión espacio-temporal” que resulta de la
globalización.
Éstos son, desde la perspectiva del desarrollo y la política regionales,
los retos económico-ambientales o, en términos de Harvey, socioecológicos
que enfrentará el país y sus regiones en el futuro y que en la actualidad ya
es posible vislumbrar.

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202

Laberintos.indb 202 06/03/24 17:22


DISCIPLINA HÍBRIDA FÉRTIL: LA GEOGRAFÍA AMBIENTAL1

La Geografía es una ciencia transversal que reside en la confluencia de las


ciencias naturales y las humanas, una síntesis de enfoques originados en
otras partes.
Paul Claval (1988, cit. en Dogan y Pahre, 1990:93)

…the discipline is very fragmented today.


Mattei Dogan y Robert Pahre (1990:93)

INTRODUCCIÓN

L o innovador en un proyecto científico es muy probable que resulte de la


intersección o combinación de al menos dos especialidades o subdisci-
plinas. Así lo argumentan los autores del segundo epígrafe que he seleccio-
nado para iniciar este texto.
Me pregunto si de la profusión de trabajos que cruzan la Geografía
humana con la Geografía física podría generarse un nuevo campo de co-
nocimiento, o bien, si acaso éste (como sostienen Berry et al. [2008: 238]
acerca del “análisis espacial”2 cuyo desarrollo desembocó en una ciencia

1
Graizbord, B. (2015), “Geografía ambiental: disciplina híbrida fértil”, en Carlos Garrocho
Rangel y Gustavo D. Buzai (coords.), Geografía aplicada en Iberoamérica. Avances, retos y pers-
pectivas. Zinacantepec, México: El Colegio Mexiquense, pp. 137-176.
2
Berry, Griffith y Tiefelsdorf (2008) hacen un recorrido del desarrollo del análisis espa-
cial que desemboca en un campo consolidado y profuso que se ha beneficiado del desarrollo

203

Laberintos.indb 203 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

geoespacial) será el resultado de una amplia indagación que integra respues-


tas interdisciplinarias a las relaciones humanas con el medio físico. Se trata,
me parece, de una pregunta oportuna acerca de la disciplina que estamos
revisando.
El título del capítulo parece indicar que acepto que la Geografía am-
biental es ya una subdisciplina consolidada y fértil.3 Sin embargo, dudo,
como el lector apreciará, que a pesar de múltiples trabajos e investigaciones
que se han publicado en los últimos años (ver infra: sección Avances) desde
diferentes temáticas y enfoques -de ahí lo híbrido-, éste sea el caso, por
razones que expondré a lo largo del texto.
Quisiera tocar tres aspectos que considero relevantes para apreciar el
avance, y entender el reto y las perspectivas de la llamada Geografía am-
biental. Se trata, por cierto, de asuntos de interés no sólo científico sino de
política pública que atraviesan las ciencias naturales (a veces identificadas
como Ciencias de la Tierra) y las sociales, desde la perspectiva de los editores
de este texto de Geografía Aplicada.4 Desde luego, ambos aspectos, los del
medio físico, entendido ampliamente, y los humanos, son parte esencial
del “árbol disciplinario” de la ciencia geográfica, de ahí Geografía física y
Geografía humana como sus “ramas” esenciales.
Divido el texto en tres partes además de unos párrafos conclusivos: 1)
una definición de los alcances de las disciplinas que involucra implícitamente

tecnológico para el manejo de información geográfica e influido en éste. Hay que recordar que
formalmente, el primero inicia este camino con su libro Spatial Analysis en 1968.
3
Para Noel Castree, a quien se puede reconocer como el geógrafo ambiental desde los pri-
meros años de la década pasada, y sus coautores (2009), la Geografía ambiental es cualquier
forma de investigación que formalmente toma en cuenta y que analiza las interrelaciones de
algún elemento de la sociedad y de la naturaleza. Una definición por cierto demasiado laxa.
Para Bocco y Urquijo (2013), la Geografía ambiental es más que mitad Geografía humana y
mitad Geografía física (sic); mientras que en Bocco, Urquijo y Vieyra (2011:11), la Geografía
ambiental se considera como una disciplina -dicen ellos, “enfoque”- emergente.
4
No tengo reservas para pensar que los resultados del quehacer científico son útiles social-
mente. Y no sólo resultan en un insumo para tomar decisiones, sino que a menudo se utilizan
políticamente. Una discusión sobre este punto está en O’Riordan (1995: 6, Box 0.3).

204

Laberintos.indb 204 06/03/24 17:22


la geografía

este campo de conocimiento;5 2) una discusión acerca de la importancia


epistemológica de la especialización disciplinaria y del cruce o fusión de las
disciplinas, a veces referido como “hibridación” (Dogan y Fahre, 1990); 3)
una reflexión sobre algunos trabajos publicados en y sobre Iberoamérica,
que podrían considerarse de carácter geográfico-ambiental, algunos de los
cuales no necesariamente se presentan como tales, si bien están en el centro
de la relación entre el medio físico y el humano, entre el hombre y su en-
torno, entre sociedad y naturaleza o sociedad y ambiente.
Cabe decir que en las últimas décadas se han presentado de manera
profusa otras formas6 de plantear estas interacciones en el plano global que
ahora resultan relevantes no sólo para la investigación académica sino como
tema de interés para la agenda de política pública en los ámbitos nacional
y global.

ALCANCES DISCIPLINARIOS

Una fuente o hilo conductor para acotar el significado preciso de la produc-


ción disciplinaria puede ser el diccionario especializado.7 Utilizaré varias

En algún momento se decía que “Geografía es lo que hacen los geógrafos”. Estamos lejos
5

de aceptar tal aseveración chauvinista. En la actualidad, la temática desborda a los geógrafos.


Pero los geógrafos junto con científicos de otras disciplinas abordan problemas que podrían,
según el paradigma o tradición imperante, o no haberse contemplado o bien, no considerarse
como temas propios de la geografía.
6
Como el caso del geógrafo de UCLA, Jared Diamond (2005), reconocido como autor de
uno de los “mejores libros del año” y premiado en los medios escritos (no poca cosa cuando el
público general es indiferente a los temas científicos). Otros textos relevantes a los que también
se ha dado mucha atención incluyen: Gore, 2006; Stern, 2007; Giddens, 2010; Sacks, 2013;
y sin duda, los reportes del lntergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), desde el
segundo en 1996 sobre cambio climático, el cuarto de 2007 y el más reciente de 2011. ¿Son
ejemplos de Geografía ambiental?
7
Este ejercicio pretende, quizá de manera simplista, evitar que un concepto importado
de una disciplina a otra cambie su significado. No sería ocioso, como hizo Giovanni Sartori
(1984), compilar un diccionario de conceptos para romper barreras entre disciplinas; o bien,

205

Laberintos.indb 205 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

fuentes formales y otras informales.8 Empiezo con definiciones básicas de


ambiente, ecología, geografía, que generalmente se agrupan dentro de las
llamadas “Ciencias de la Tierra”.
Llamamos ambiente (environment) a la combinación de condiciones
climáticas, físicas, químicas y bióticas que pueden afectar el crecimiento y
bienestar de un organismo o grupo de organismos (DD). En otras palabras,
ambiente es un concepto que se refiere a los aspectos que rodean, circun-
dan la humanidad, afectando por igual a individuos y grupos sociales. La
Unión Europea ha definido el ambiente como “la combinación de elemen-
tos cuyas complejas interrelaciones constituyen el escenario, el entorno y las
condiciones de vida de los individuos y de la sociedad, cómo es o cómo se
siente” (Gilpin, 1996: 74) De tal manera que el ambiente abarca el medio
construido, el medio natural y todos los recursos naturales, incluyendo aire,
tierra y agua. La idea de un ambiente benéfico, aquel que ofrece servicios
más que afectaciones, se relaciona con el concepto de calidad de vida. A ve-
ces, la palabra se usa en un sentido estrecho como por ejemplo el “ambiente
de negocios”, el “ambiente musical”, el “ambiente cultural”, “ambiente de
trabajo”, o el ambiente residencial u hogareño equivalente a “contexto”.9

como es mi intención aquí, aclarar significados en un campo en el que se superponen o se


traslapan al menos dos disciplinas, aunque quizá más, como podrá quedar claro a lo largo de la
lectura. Otro aspecto de preocupación en estos términos es confundir criterios clasificatorios.
error muy frecuente cuando queremos referirnos a especializaciones, pues mezclamos temas,
el qué u objeto de interés (Geografía urbana, industrial, rural, etc.) con enfoques, perspectivas
o formas de abordarlos, el cómo se aborda o proceso interpretativo (Geografía crítica, postmo-
derna, postestructuralista, etc.).
8
Entre las formales, en las que me he apoyado, incluyo las siguientes: Mayhew (2004);
Clark (2003); Dunster y Dunster (1996); Gilpin (1996); Johnston et al. (2000). Las fuentes
informales aparecerán en el desarrollo del texto.
9
David Harvey (1996: 261), desde su teoría relacional espacio-temporal, explora en tres
capítulos de su -desde mi punto de vista- texto “fundacional” para la geografía, cómo se puede
teorizar-construir la forma de entender dialécticamente la indisoluble tríada espacio-lugar-am-
biente. Los conceptos de espacio-tiempo, que han sido producidos según formas de economía
y organización social y política, dice Harvey (p. 208), afectan la manera en que entendemos el

206

Laberintos.indb 206 06/03/24 17:22


la geografía

Todas las formas vivas, incluido el hombre, están íntimamente ligadas


con su ambiente (Mayhew, 2004: 164). Callenbach (1998: 1) define la Eco-
logía como la ciencia que estudia las “[...] maravillosamente complejas inte-
rrelaciones de las formas vivas en el planeta Tierra”. El término fue acuñado
en 1866 por el biólogo alemán Ernst Haeckel, para describir el estudio de
las interrelaciones entre los organismos y su entorno o mundo exterior; el es-
tudio de animales y plantas en relación con estos mismos y con sus hábitats.
La ecología tiene tres acepciones: ecología propiamente dicha, definida
antes; “Ecología científica”, entendida como área académica y subdisciplina
de la Biología; y, desde fines de los años sesenta, la “ecología”, entendida
desde las ciencias sociales, como la más política, crítica y normativa de las
ciencias tradicionales. Desde esta última perspectiva ya no se concibe como
terreno científico (si bien intenta relacionar diversas disciplinas como la
ecología humana, la urbana, la industrial, etc.), sino como la filosofía de
un movimiento social (Johnston et al., 2000: 193). Como decía Giddens
(1994: 5), el interés de los científicos sociales en los procesos ecológicos se
debe a que en esta “modernidad tardía”, los problemas de la crisis ecoló-
gica10 y de la globalización como proceso conflictivo llegan “al corazón de
nuestra propia vida diaria” y afectan la vida social o, en otras palabras, el
entorno físico y el social.
De esta preocupación o forma de percibir la crisis ambiental derivan
tres tradiciones influyentes: ecología social, identificada con Murray Book-
chin (1990), ecología global, asociada con Wolfgang Sachs (1993), y la más
profusa ecología política, término que prolifera en publicaciones académi-
cas desde los años sesenta del siglo xx, de inspiración verde, anarquista o
marxista, que se centra en las condiciones económicas, sociales y políticas

mundo que nos rodea y al mismo tiempo proporcionan el sistema referencial que nos permite
ubicarnos (“situarnos” o “posicionarnos”) con respecto a ese mundo.
10
Según Grant (1995: 70), la crisis ecológica en curso se desprende de dos corrientes inter-
conectadas: la destrucción a gran escala de hábitats (deforestación de extensas áreas, por ejem-
plo, o la degradación de zonas semiáridas para agricultura o sobrepastoreo), y la destrucción
de especies animales y plantas (pérdida de la biodiversidad, como consecuencia de la primera).

207

Laberintos.indb 207 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

que rodean las causas, experiencias y el manejo de problemas ambientales


(Forsyth, 2003:2).
Desde una perspectiva “positivista”,11 el problema es, sin embargo, el
impacto que conlleva en la vida real, en la economía, los recursos, la calidad
de vida, etc., cuyos efectos van de lo local a lo global y viceversa. Son los geó-
grafos, precisamente quienes se interesan en la forma en que los procesos y
los actores interactúan y se manifiestan en diferentes escalas (Dicken, 2004).
Desde luego, si el propósito es registrar observaciones empíricas debe consi-
derarse la escala (Hudson 1992: 280), misma que el geógrafo incorpora de
manera específica en la construcción de mapas.12 Las escalas de los mapas
son cruciales para entender las relaciones entre la gente y el ambiente. Y aun-
que convencionalmente, las escalas en los mapas se expresan en fracciones
numéricas, también pueden hacer referencia a cortes analíticos que expresan
eventos interrelacionados, tal como hace Callenbach (1998):

Escala planetaria: La vida existe como una delgada piel alrededor de la Tierra -la
biosfera- donde el aire encuentra el agua y el suelo. A través de un sistema de re-
troalimentación, los seres vivos (predominantemente microbianos) mantienen
un rango adecuado de temperatura, una atmósfera que transmite condiciones
esenciales de carbono, nitrógeno, agua y otras.
Escala biorregional: Dentro de las fronteras de una biorregión viven plantas, ani-
males, aves, insectos peces y otros seres adaptados al clima, las formas terrestres
y los suelos.
Escala de los ecosistemas: En un ecosistema como sería un bosque, una vasta
red interconectada de especies intercambia nutrientes y recicla residuos. Los

11
Véase la entrada en Scott y Marshall (2005: 506-507).
12
El mapa es la representación cartográfica [bidimensional] de información espacial espe-
cíficamente seleccionada (Mayhew, 2004: 313). Aquí vale la pena insistir en que el mapa se
origina en la mente de su creador, que construye el mapa admitiendo información de manera
selectiva y presentándola con el detalle suficiente para permitir que se evalúen sus conclusiones
(Hudson, 1992: 281).

208

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la geografía

ecosistemas proveen hábitats13 a innumerables seres que pueden observarse a


simple vista, otros microscópicos o bien, que habitan el subsuelo.
Escala humana: Los mamíferos y las aves son los compañeros del hombre más
familiares en la Tierra, comparten con él los productos de la fotosíntesis a partir
de la luz y el calor solares. Muchos otros son más pequeños pero aún recono-
cibles a simple vista, como las hormigas o las termitas y una increíble variedad
de insectos, en su mayoría ocupados en el proceso de descomposición de la
materia antes viva para convertirla en humus que alimenta un nuevo ciclo de
crecimiento.
Escala microbiana: En una gota de agua sobre una hoja flotan montones de bac-
terias, algas y pequeños organismos (que no son plantas ni animales ni hongos),
un universo imperceptible a simple vista. Las células de las hojas que junto con
ciertas bacterias son los entes productivos fundamentales en el planeta, evolu-
cionaron de asociaciones simbióticas de bacterias que viven de manera libre y
separada.

En el análisis de la ecología política, las escalas geográficas (local, rural,


urbana, regional, nacional, internacional) no están ontológicamente dadas
sino que se producen socio-ambientalmente. Zimmerer y Bassett (2003a)
proponen que “[...] diversos procesos ambientales interactuando con pro-
cesos sociales crean relaciones mutuas en escalas diferentes produciendo
ecologías políticas distintivas”. Pero reconocen diferentes enfoques (p. ej.,
Tim Forsyth, 2003) y consideran el suyo centrado en la interacción natu-
raleza-sociedad en escalas geográficas diferentes y explican que la naturaleza
-procesos biofísicos- desempeña un papel activo, aunque mediado social-
mente, en la dinámica humano-ambiental; y estos procesos se seleccionan
y se entienden a partir de la representación política y cultural de la “natu-
raleza” (p. 3)

13
En ecología, es el área en la que un organismo puede vivir y que le proporciona condicio-
nes relativamente favorables para su sobrevivencia (Mayhew, 2004: 241).

209

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laberintos geográficos: una antología

Este último término no está exento de dificultades conceptuales e in-


consistencias semánticas (Fitz Simmons, 1997) Desde una perspectiva so-
ciológica, el concepto aparece en un debate entre herencia (naturaleza) y
ambiente (el ámbito en el que ocurre la vida y que es transformado por la
acción humana). Las diferencias no son tan claras. Harvey (1996: 117-119)
ejemplifica el conflicto entre los términos ambiente y naturaleza cuando
señala la división implícita entre “ambientalistas” y “ecologistas”, dado que
los primeros adoptan la posición “externa” de manejo o gestión del ambien-
te, mientras que los segundos examinan las actividades humanas incrusta-
das, grabadas en la naturaleza.
Históricamente, esta diferencia fue objeto de un debate en América del
Norte, en las primeras décadas del siglo xx, entre conservacionistas y preser-
vacionistas. La primera posición argumentada por Gifford Pinchot, primer
jefe del Servicio Forestal de los Estados Unidos, pretendía el uso eficiente
y sostenible de los recursos naturales, con el fin de obtener el “mayor bien
para el mayor número” de personas. Frente a ésta, John Muir exponente de
la segunda argumentaba, desde una perspectiva no utilitaria, la necesidad
de proteger precisamente aquellos recursos naturales y paisajes escénicos
intocados o con mínima huella humana (Robbins et al, 2010: 68-70). Esta
última postura desembocó en la idea de ecosistema y de “ética de la Tie-
rra” de Aldo Leopold en los años cuarenta, quien pretendía “cambiar el
papel del Homo Sapiens de conquistador de la tierra a sencillo miembro y
ciudadano suyo...” (cit. en Dobson, 1999: 262) posteriormente, dio lugar
a la “Ecología profunda” de Arne Naess (cit. en Robbins et al., 2010: 74),
que defiende el valor intrínseco de la naturaleza. Estas posiciones, a su vez,
fueron criticadas o cuestionadas por la “ecología social” y la “ecología polí-
tica” y, paradójicamente, por un ambientalismo pragmático que por cierto,
aduce lo inútil y contraproducente de las divisiones teóricas, empezando
por aquella entre conservación y preservación, y pasando por la ética de la
tierra y la Ecología profunda (Robbins et al., 2010: 76-77).

210

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la geografía

Cuando nos referimos al estudio de la materia y los fenómenos que


ocurren en el espacio accesible a los seres humanos, en especial los patrones
de distribución en ese espacio, y las variaciones en todas las escalas, en el pa-
sado y el presente, estamos hablando de la Geografía. Esta ciencia se divide
en Geografía humana y Geografía física. La primera atiende las actividades
humanas (de individuos, grupos y organizaciones) en tanto se relacionan
(en el pasado o el presente) con el medio físico y con el entorno (creado por
los seres humanos mismos) y sus consecuencias. La Geografía física, por su
parte, se ocupa de las características físicas y los procesos de la atmósfera,
biosfera, hidrosfera y litosfera (Clark, 2003). El área de estudio de ambas
ramas de la ciencia geográfica es la superficie de la Tierra, los procesos que
la conforman y las actividades que tienen lugar en ésta. Los geógrafos es-
tudian el mundo de la gente y los espacios en los que habita (Goodchild,
1992: 138) Son conceptos básicos de la geografía: localización, lugar, re-
gión, espacio (Couclelis, 1992: 215).

ESPECIALIZACIÓN, FUSIÓN E HIBRIDACIÓN

Ya desde mediados del siglo XX, los geógrafos habían rechazado el “excep-
cionalismo” disciplinario (Pickles y Watts, 1992: 301) La geografía, ale-
gaban estos autores, había entrado a un conjunto caótico de tendencias
y se mostraba fragmentada e incierta en cuanto a metodología y enfoque
propios, si acaso los había. Esta situación persiste hoy. De tal suerte que
ahora parece ser que no existe una noción de límites disciplinarios ni cohe-
rencia unitaria, y que la geografía comprende formas de conocimiento y de
análisis en competencia, flexibles y transversales. Esto sucede más dentro
de la Geografía humana que en la Geografía física. De hecho, desde los
años setenta y ochenta, dos tendencias marcaron la Geografía humana: una
especialización en su interior y un pluralismo filosófico en el marco del
quehacer científico (Johnston et al., 2000: 355). De ahí la visión de que se

211

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laberintos geográficos: una antología

ha desarrollado una geografía postparadigmática que incluye, entre otras,


la Economía política regional, la Ecología política y la Geografía feminista
(Pickles y Watts, 1992: 301). Para dichos autores, por cierto, cada una
de éstas trata los temas geográficos clásicos: la naturaleza y la sociedad, el
campo y la ciudad, el tiempo y el espacio (Pickles y Watts, 1992: 303).
Sin embargo, existen diferencias: el espacio es más que un contenedor y la
naturaleza, más que un contexto.
Desde la Geografía humana, estas tres líneas inquisitivas no necesaria-
mente constituyen una unidad pero comparten aspectos que les dan un
carácter postparadigmático: i) muestran una apertura de ideas dentro y en-
tre disciplinas; ii) toman seriamente la necesidad de contar con un marco
analítico que permita explicaciones y acepte el papel de la crítica para su
propio desarrollo; y iii) se interesan en el papel causal de las estructuras
y la necesidad de una conceptualización adecuada de la agencia humana
(Pickles y Watts, 1992: 303). En cuanto a la Geografía física, los autores se-
ñalan algunos cambios; sin embargo, a pesar de los intentos que ha habido
de romper fronteras disciplinarias, no se ha producido un enfoque postpa-
radigmático, dada la tendencia fuerte en esa rama de “[ ...] operar dentro
del modelo común de las ‘ciencias naturales’” (Pickles y Watts, 1992: 304).
En este campo, habría que destacar un excelente texto de Gregory
(2000), en el cual el autor intenta replicar desde la Geografía física lo que se
ha hecho en la Geografía humana (Gregory, 2000: 3). Su argumento es que
pocos “sistemas naturales” son independientes de la influencia socioeconó-
mica, y que en el marco de los cambios ambientales globales, la Geografía
física “[ ...] necesita redescubrir su mandato original de focalizar el estudio
de los vínculos entre la sociedad y el ambiente y entre esferas del ambiente”
(Gregory, 2000: 4).
Gregory (2000: 9) proporciona una definición operativa de la Geografía
física, al aceptar con Johnston et al. (2000) que los vínculos entre las geo-
grafías física y humana eran tenues y que había que asegurar que los grandes
problemas globales no fueran ignorados -particularmente por los geógrafos

212

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la geografía

físicos-, y en contra de la advertencia de Stoddart (1987, cit. en Johnston,


1991: 132) sobre el peligro que representaría para esta subdisciplina el verse
absorbida por disciplinas vecinas. Así, afirma que “[...] la Geografía física se
enfoca en el carácter y los procesos que conforman o condicionan la superfi-
cie de la Tierra y su envoltura, enfatiza las variaciones espaciales que ocurren
y los cambios temporales necesarios para entender cómo el medio físico de
la Tierra resulta la base para y es afectado por la actividad humana”. Y, conti-
núa: “La Geografía física se subdivide convencionalmente en geomorfología,
climatología y biogeografía, su estudio requiere conocimiento en matemáti-
cas, modelaje estadístico y sensores remotos, y se beneficia de colaboraciones
o vínculos con otras disciplinas como geología, biología e ingeniería”.
En muchos países, la Geografía física se estudia e investiga en asocia-
ción con la Geografía humana. Por tanto, no es sorpresa que incluya capí-
tulos sobre procesos y cambios ambientales, actividad humana y manejo
o gestión ambiental (las preguntas, entonces, son de qué manera el medio
influye en la actividad humana y cómo ésta afecta el medio físico-,14 y que
proponga una “Geografía física cultural”, cuyos antecedentes se identifican
con cinco líneas de la Geografía cultural (Gregory, 2000: 257-260): La pri-
mera corresponde a Yi Fu Tuan, un geomorfólogo que proponía que el geó-
grafo se debe interesar “[...] no sólo donde están las cosas sino también qué
se siente estar en un lugar”. La segunda emerge del interés por ambientes
costeros y la importancia de la percepción de los individuos expuestos (por
ejemplo) a inundaciones para una verdadera explicación y entendimiento
de estos fenómenos. O bien, la necesidad de producir una visión geográfica
integradora de la relación entre tecnología, cultura y recursos naturales. La
tercera se identifica con el desarrollo de la Ecología humana o su sinónimo,
la Ecología cultural, que trata de las relaciones complejas entre el sistema

Esta relación como pregunta data del siglo XIX y persiste en la actualidad. Debe recono-
14

cerse que al menos tres o cuatro referencias son determinantes y de consulta obligada: Marsh
(1864), Thomas (1956), Turner et al. (1990) y Goudie (1993), aunque se pueden mencionar
varios artículos seminales en todo este tiempo.

213

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laberintos geográficos: una antología

ecológico y el sistema social. Incluso, pensar que las sociedades pueden ver-
se como ecosistemas humanos entrelazados (interlocking).
Aunque advierte del riesgo de caer en un determinismo simplista al
pensar que la actividad humana y el ambiente se relacionan directa y nece-
sariamente. La cuarta se basa en la complementariedad y traslape entre la
geografía y la antropología. Ambas disciplinas coinciden en el interés por
entender la relación humana con el entorno, pero mientras que la primera
se enfoca en la dimensión espacial, la segunda estudia la dimensión tempo-
ral. La quinta surge de los escritos de la biogeografía acerca de la interacción
del hombre con su ambiente y la forma en que la naturaleza se describe e
interpreta y las actitudes que se desprenden de tales interpretaciones.
Las ciencias no son estáticas, cambian con el tiempo, se desarrollan, se
especializan, pero también se imbrican o superponen, lo que conduce a la
fusión, o bien, a una hibridación. Una razón es, sin duda, el surgimiento de
nuevas preguntas que no pueden contestarse desde el centro del paradigma
establecido o que se formulan en la periferia disciplinaria, al estilo de Tho-
mas Kuhn (1962). Pero no es ésta la única razón. Cambios tecnológicos
(sensores remotos y sistemas de información geográfica con base en desarro-
llo de tecnologías de la información y las telecomunicaciones, por ejemplo)
que influyen en la metodología usual, o la atención a nuevos fenómenos
o temas que se incorporan a la agenda social, política o científica (cambio
climático) que exigen una respuesta, explicación o entendimiento frente a
su complejidad.
Según Graf y Gober (1992: 234), la esencia de la indagación o investi-
gación geográfica, tanto en el ámbito físico como en el humano, es la dis-
tribución y las interconexiones entre objetos y sujetos. Estas últimas se re-
flejan en flujos que mantienen los sistemas geográficos en balance, es decir,
en una situación dada que permite prever su evolución. Sólo los sistemas
cerrados no generan flujos,15 pero en sistemas abiertos cualquier cambio

15
En el “estado aislado” de Von Thunen, el precio en el mercado y la distancia al mis-
mo determinan si producir a cierta distancia y transportar el producto de una parcela es

214

Laberintos.indb 214 06/03/24 17:22


la geografía

en la distribución de los elementos y, por tanto, en las interconexiones de


los mismos produce un cambio que a su vez inicia procesos de ajuste que
tienden a restaurar el balance. En el caso de los ecosistemas, la capacidad de
ajuste o resiliencia varía entre ellos. Se puede decir que el impacto humano
en los ecosistemas terrestres y marinos, ha restado continuamente la llama-
da redundancia funcional (Grant, 1995), lo cual aumenta la vulnerabilidad
social y ambiental ante cambios que en la escala global son cada vez más
frecuentes e intensos. De esta situación se deriva el interés reciente por el
cambio climático y la profusión de trabajos relacionados con los cambios
globales.
Ante esta dinámica, vale la pena discutir las bondades o límites de la
fragmentación y recombinación de especialidades. Dogan (1994) considera
que es un error de perspectiva, que aparece en la literatura sobre interdisci-
plinariedad, proponer la integración de disciplinas en su totalidad. El tér-
mino “interdisciplina” lo usa por primera vez en 1937 Louis Wirtz, un ilus-
tre sociólogo de la Universidad de Chicago. Antes, la Academia de Ciencias
de los Estados Unidos hablado de cruzar disciplinas y después el Instituto de
Relaciones Humanas de la Universidad de Yale llamó a “demoler las barre-
ras disciplinarias” (SilIs, cit. en Dogan, 1994: 27).16 En los años sesenta,
otro importante sociólogo (Merton, 1963, cit. en Dogan, 1994: 27) habla-
ba de intersticios entre especialidades que gradualmente eran “llenados” por
nuevas especialidades transdisciplinarias (cross-disciplinary specialities).17

económicamente redituable. Se trata de un sistema aislado, como su nombre lo dice, en el que


ocurren flujos a partir de las decisiones que el productor toma en su parcela.
16
Es significativo el título de la reciente intervención de Myron P. Gutmann, director del
National Science Foundation, en la reunión anual de febrero 26 (2012) de la Association of
American Geographers (AAG) en Nueva York: Questions Without Borders: Why Future Research
Will Be lnterdisciplinary and How We Can Foster lt (“Preguntas sin fronteras: Por qué la inves-
tigación en el futuro será interdisciplinaria y cómo podemos fomentarla”).
17
Para Edgar Morin, según dice Dogan (ibidem: 28), los términos interdisciplina, multi o
polidisciplina, transdisciplina, no pueden definirse pues tienen un carácter polisémico y vago.

215

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laberintos geográficos: una antología

Por supuesto, en las ciencias “duras” la interacción ocurre en el trabajo


en equipo en los grandes laboratorios; no así en las ciencias sociales, en
las que se cuentan fracasos sonoros de proyectos en los que se intentó en la
práctica el trabajo interdisciplinario. Por otra parte, señala Dogan, la mul-
tidisciplina es ilusoria pues aboga por una realidad cortada, fragmentada.
Dado que tanto en las ciencias naturales como en las sociales, el “progreso
científico” (mi entrecomillado) ocurre en las interfases, en los intersticios
disciplinarios, recomienda sustituir el concepto de interdisciplinariedad
por el de transespecialidad o poliespecialidad (Dogan, 1994: 28-29). Pro-
pone, por tanto, distinguir entre especialización dentro de una disciplina
formal y especialización en la intersección de especialidades monodiscipli-
narias. Esta última puede ocurrir sólo cuando la primera ha sido plenamen-
te desarrollada.
De acuerdo con este autor en la historia de la ciencia pueden verse dos
procesos: la fragmentación de una disciplina formal como la geografía en
Geografía humana y Geografía física; o bien, de una subdisciplina como
Geografía humana en Geografía política, económica o social, y de esta úl-
tima en Geografía de la población o Geografía urbana. Así, también es
posible una recombinación de especialidades que resultan de una fragmen-
tación ¿Geografía ambiental del cruce de Geografía física con Geografía
humana? Pero el proceso no es tan simple (Dogan, 1994: 31).
Establecer fronteras entre naturaleza y sociedad depende, según Bruno
Latour (cit. en Forsyth, 2003: 87), de una falsa dicotomía que sólo puede
mantenerse por una “purificación” o separación de dos zonas ontológica-
mente distintas como lo humano y lo no humano. Lo cual, en el contexto
de la crisis ambiental contemporánea,18 está destinado al fracaso porque se
ignora la experiencia interrelacionada de la sociedad y la naturaleza, es decir

18
En el plano ambiental, distinto de la crisis ecológica pero que desde mi punto de vista
la incluye, la crisis se asocia al cambio climático global que afecta aire, suelo, agua, océanos,
polos, vida marina y terrestre, y sin duda la vida humana en el planeta. Sin embargo, crisis
ambientales ha habido muchas, la diferencia es la escala (Graizbord, 2005: 27-28).

216

Laberintos.indb 216 06/03/24 17:22


la geografía

que se mantendría una inadecuada simplicidad del dualismo sociedad-na-


turaleza. De tal manera que es necesario ver los procesos de “traducción”
o creación de redes entre objetos sociales y naturales. Para Latour (1993,
1999), la imposición de fronteras parece forzar una forma de unidad de cada
elemento como si éste fuera incontrovertido, si bien en la práctica la orto-
doxia de los enfoques tradicionales se ha debilitado, para decir lo menos.
Por supuesto, este argumento nos hace reflexionar acerca del cruce en-
tre Geografía física y Geografía humana como si fueran campos unitarios
en su interior. No es éste el argumento que sostenemos. Sin embargo, los
cruces, a veces múltiples,19 producen especialidades híbridas o campos de
conocimiento que resultan suma­mente dinámicos (Dogan, 1994: 33), tal
como ocurre en la investigación ambiental o la planeación urbana, produc-
to de recombinaciones disciplinarias.
La fragmentación de la geografía, por cierto, hizo preguntarse a Roger
Brunet (1982, cit. en Dogan y Pahre,1990: 34) si la geografía tenía una
especificidad propia; si tiene su propio campo e identidad propia. Los “fac-
tores geográficos” surgen incontestables en el contexto de la investigación
ambiental y ecológica. Pero ¿cuáles son éstos? Me parece que la Geografía
física y la Geografía humana ofrecen al ¿qué, cuándo, cómo y quién? de las
ciencias sociales en general, el ¿dónde?
Sin duda, los cambios paradigmáticos dentro de la disciplina dictan la
preeminencia de las preguntas y la construcción de los objetos de estudio.
El comportamiento espacial de los diversos agentes, en otras palabras: su

19
Las ciencias de la vida y las ciencias sociales pueden a su vez repercutir en las ciencias
físicas. En efecto, Lovelock (1979) propuso la hipótesis Gaia en la que sugiere que la vida en la
Tierra ha creado un sistema autorregulado que es capaz de perpetuarse pues tiene el efecto de
mantener ciertos límites físicos aceptables en la atmósfera y el clima terrestres (Dogan y Pahre,
1990: 208). La actividad humana está trastocando este equilibrio dinámico y es así que, por
ejemplo, Kenneth Boulding -desde otra perspectiva-, ya desde 1966 proponía pasar de una
economía de “cowboy”, en la que parece que no hay límites, a una de “astronauta” (spaceman)
para sostener la vida humana en la nave espacial Tierra (Spaceship Earth), donde no hay recur-
sos ilimitados, ¿salvo la imaginación?

217

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laberintos geográficos: una antología

localización, así como la importancia de la vecindad y la distribución es-


pecial de objetos (la estructura espacial), son cuestiones específicas que la
Geografía humana busca entender. Y si bien la esencia de la investigación
tradicional ha sido los “lugares” y las “regiones” (Pred, 1985: 337), como
apuntan Johnston et al. (2000: 353), la Geografía humana se ocupa de la
diferenciación y organización de las actividades humanas y sus interrelacio-
nes con el medio físico.20
En fin, dos tendencias (especialización interna y pluralismo filosófico)
han caracterizado la historia reciente y orientado extraordinariamente la
Geografía humana desde los años setenta. Ambas se desprenden (Johnston
et al., 2000: 353-360) de una reacción a la Geografía cuantitativa de los
cincuenta y sesenta, que a partir de la adopción de un enfoque nomo-
tético: la ciencia espacial, que en la actualidad ha desembocado en una
ciencia geoespacial (Berry et al., 2008); desplazó la ortodoxia ideográfica
de Hartshorne (1939), la diferenciación de áreas y la Geografía regional
(el excepcionalismo señalado por Shaefer, 1953). En todo caso, el debate
ideográfico-nomotético21 y la diferenciación epistemológica entre espacio y
lugar persisten.
En este contexto -dinámico, desde mi punto de vista-, ambos caminos,
y múltiples enfoques de la Geografía física y la Geografía humana, parecería
que “nos llevan a Roma”: la Geografía ambiental. Esto, en caso de que acep-
táramos definir este producto híbrido22 simplemente como el estudio de la
interacción humana con el medio físico o de la relación hombre-naturaleza,

20
Por cierto que la separación entre lo humano y lo físico surge en corrientes que caracte-
rizan la escuela alemana (antropogeografía) y francesa (Geografía humana) (Johnston et al.,
2000: 353).
21
En un texto reciente, Cortés (2008) propone eliminar posiciones absolutas en favor de lo
cuantitativo o lo cualitativo pues arguye que ambas pueden combinarse.
22
Entendemos este término referido a aquellas cosas y procesos que transgreden y desplazan
las fronteras o divisiones binarias, en este caso entre discursos disciplinarios dominantes, y al
hacerlo producen algo ontológicamente nuevo (Johnston et al., 2000: 364).

218

Laberintos.indb 218 06/03/24 17:22


la geografía

lo cual no veo en qué añade o enriquece a lo que de manera explícita se hace


ya en ambas subdisciplinas, como se aprecia en la discusión anterior.

AVANCES

Al buscar en la Internet el concepto Geografía Ambiental (GA) o Envi-


ronmental Geography, rápidamente aparece en primer lugar la edición de
Noel Castree et al. (2009) Se trata de una compilación de 33 capítulos
estructurada en cuatro secciones: l. Conceptos, II. Enfoques, III. Prácticas,
y IV Temas. Y aunque en la introducción (“Dando sentido a la Geografía
ambiental”), Castree, Demeritt y Liverman (2009) presentan una apología
de la GA, no ofrecen nunca una definición explícita de lo que es, hace o
abarca la Geografía ambiental. Queda el reto y la disyuntiva de construir
la definición, pues implícitamente se ofrecen los alcances de la misma que,
dado el espectro de temas tratados en los capítulos, nos induce a pensar en
posibilidades casi ilimitadas. Veamos.
El argumento es que ya a finales del siglo XIX, en 1887, ante la Royal
Geographical Society (Brown, 1980), el gran exponente de la geopolítica
Halford Mackinder, al hablar del alcance y métodos de la geografía, pro-
ponía que ésta podía tomar su puesto con otras disciplinas dentro de la
división del trabajo académico, pero audazmente cuestionaba la división y
argumentaba que la geografía”[...] podía conformar el puente que cruza la
mayor brecha que es la que separa las ciencias naturales y el estudio de la
humanidad”.23
Castree et al. (2009) afirman que Mackinder no estaba solo en esta
visión. La geografía se definía como”[...] la ciencia cuya principal función
es buscar la interacción del hombre en sociedad y cómo su entorno varía

Para una reflexión acerca de conceptos como “hábitat humano” o “lugar de vida” de los
23

clásicos de la escuela alemana y francesa de la Geografía de finales del siglo XIX y principios
del XX, véase el texto de Gangas y Santis (1996).

219

Laberintos.indb 219 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

localmente”. De tal manera que espacio y región, temas centrales en Mac-


kinder, unen el tema de las relaciones humanas con el ambiente como con-
ceptos organizadores de la disciplina, lo que para algunos resulta como la
original ciencia ambiental. Es así que la geografía se constituye en una de las
pocas disciplinas comprometidas en eliminar la división entre las ciencias
naturales y físicas de un lado, y las ciencias sociales y las humanidades del
otro.
En qué medida se ha logrado este cometido y cómo ha perdurado esta
apertura, es algo que resulta debatible (Matthews y Herbert, 2004, cit.
ibid.) Sin duda, las ramas siguen sólidas y los geógrafos “puros” físicos y
humanos se multiplican. Pero, como dicen nuestros autores, la escala y ri-
queza de los geógrafos que procuran entender los vericuetos entre la gente y
el mundo no humano es muy impresionante. A esto, sus hallazgos e ideas,
es a lo que tales autores llaman “Geografía ambiental”.
A lo largo de esta compilación encontramos referencias a estudios de
GA. ¿Cuáles son los temas?
Ejemplo de las relaciones sociedad-naturaleza es el que atañe al riesgo
que enfrentan individuos o grupos humanos -no digamos la humanidad-
frente a eventos ambientales extremos: “desastres naturales” que ponen en
peligro su existencia. Este es un tema que ha sido estudiado ampliamente
en América Latina y México en particular. Tiene al menos dos aspectos: la
conceptualización de peligro o riesgo y, por tanto, su definición operativa
para analizar empíricamente los efectos o daños en la población vulnera-
ble24 y, por otro, la respuesta (ex-ante y/o ex-post) y la forma en que las con-
secuencias se enfrentan desde la política y la práctica de la administración

24
Vulnerabilidad definida como la susceptibilidad de un individuo o grupo de sufrir daños
de eventos ambientales extremos y su relativa inhabilidad de recuperarse de tales daños (Cut-
ter, 1996; Adger, 2006, cit. en Mustafa, cap. 27 en Castree et al., 2007: 463). Y como señala el
propio Mustafa, el nivel de vulnerabilidad depende de factores sociales, económicos, políticos
y sociales de largo plazo.

220

Laberintos.indb 220 06/03/24 17:22


la geografía

pública, por ejemplo la estrategia de Disaster Risk Reduction, frente a la


reducción de la vulnerabilidad.
En este sentido, existen trabajos de la geografía que desde el enfoque
o la teoría crítica25 documentan, por ejemplo, el caso del huracán Mitch, y
cómo la influencia política externa (de los Estados Unidos) sobre gobiernos
débiles y poblaciones pobres (El Salvador u otros) puede inhibir o descartar
las medidas públicas necesarias para reducir las condiciones de vulnera-
bilidad prevalecientes (Brown, 2000) O bien, la incapacidad del Estado
para asumir responsabilidades y aprender de experiencias, como en el caso
también de El Salvador, e implementar medidas para prevenir pérdidas des-
pués del sismo de 2001 que afectó el país. La explicación de estas fallas se
atribuyó a la adopción por parte del gobierno salvadoreño de una ideología
de libre mercado -impuesta por cierto desde afuera- y, no menos, debido a
las profundas fisuras sociales pro­ducto de una larga y sangrienta guerra civil
que azotó ese país (Wisner, 2001)
La lección en estos casos es, por supuesto, la necesidad de mayor comu-
nicación entre comunidades epistémicas que estudian el cambio climático
con aquellas interesadas en investigación de amenazas y otras dedicadas
a investigar cuestiones de desarrollo (Schipper y Pelling, 2006). Trabajos
importantes en este sentido son los que se han producido desde hace al-
gunos años por la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en
América Latina (La Red). Una interesante compilación de Maskerey (1993)
incluye trabajos entre los que destaco los de Wilches-Chaux, Lavell y Gar-
cía Acosta. El argumento central de estos científicos sociales y de su asocia-
ción está resumido en el título del libro: Los Desastres no son Naturales. La
dimensión humana, el desarrollo institucional y las contingencias históricas
explicarían el impacto social en las poblaciones y comunidades expuestas
a múltiples eventos naturales catastróficos que han ocurrido y afectado la
región centroamericana, El Caribe y México.

25
Véase Beauregard (2012) para una tipología de enfoques teóricos.

221

Laberintos.indb 221 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Otros trabajos relacionados con este problema han sido desarrollados


en tesis, o bien, a partir de la evaluación del Fondo de Desastres Naturales
(Fonden).26 No puede omitirse el cúmulo de documentos que se han pro-
ducido en virtud de la ocurrencia de otro tipo de eventos “naturales” como
el sismo de 1985, que afectó de manera catastrófica ( en términos de vidas
humanas y pérdidas materiales) la Ciudad de México.27
Otros ejemplos en temas distintos son los que se desprenden del interés
en la deforestación México ha perdido casi 90% de la cobertura de bosques
tanto tropicales como templados. Y han sido los biólogos y algunos cientí-
ficos sociales desde distintos enfoques quienes han estudiado y publicado
trabajos sobre el tema. Un texto clave en la relación de grupos y comuni-
dades con su entorno y los recursos a su alcance es el de Elinor Ostrom
(2000). Esta autora, aunque se refiere a diversos ejemplos exitosos en el
mundo como la irrigación de huertos en España, también señala fracasos
en virtud de fallas en el diseño institucional, como definir límites y reglas
de operación, construir arreglos organizativos para supervisar, sancionar o
resolver conf1ictos, y reconocer derechos y relaciones intracomunitarios y
con el exterior.28

26
El Fonden junto con el Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (Fopreden)
son mecanismos para financiar acciones -que muchas veces se quedan muy cortas ex-ante y
ex-post del desastre-, dentro del sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) del gobierno
de México (Véanse para una descripción y crítica, varios capítulos en Graizbord, Mercado y
Few, 2011).
27
El cambio de paradigma para estudiar estos eventos y el impacto en la población al pasar
de considerarlos como meros desastres naturales hacia tomar en cuenta la percepción de la
población y su actitud ante el peligro, además de sus condiciones de vida que reflejan vulnera-
bilidad y ausencia de medidas públicas de prevención (información y educación), se muestra
en un trabajo sobre la continua peligrosidad de la actividad volcánica en Ecuador, que a partir
de indicadores respecto a la salud de las comunidades evacuadas, permite entender y evaluar
la vulnerabilidad y su nivel de tensión y percepción de urgencia para tomar medidas (Tobin y
Whitford, 2002).
28
Como ejemplo de intervenciones y análisis de los regímenes de propiedad comunal fores-
tal en México y la política del Estado, véanse: Merino-Pérez y Segura (2002); Bray, Merino-Pé-
rez y Barry (2005); Gerez-Fernández y Pineda-López (2011).

222

Laberintos.indb 222 06/03/24 17:22


la geografía

Bocco y Urquijo (2013), en una excelente reseña de la “práctica ins-


titucional” de la Geografía ambiental en México y en el mundo, señalan
además de riesgo, vulnerabilidad y cambio de cobertura vegetal, los siguien-
tes temas claves: distribución geográfica de la biodiversidad, planificación
y uso del suelo, análisis de paisaje, tenencia y acceso a recursos, manejo de
cuencas, entre otros. Temas desde luego relevantes y usualmente tratados
por los geógrafos. Aquí cabe señalar que la geografía y desde luego la Geo-
grafía ambiental no sólo la hacen los geógrafos Esta idea queda reducida
ahora en virtud de la amplitud y penetración de la disciplina (de la pre-
gunta “¿Dónde?”) en la investigación de las ciencias sociales en general y de
aquellos que atienden los problemas del cambio global.
A pesar de esto y de al menos tres décadas de atención a los temas am-
bientales, desde la Cumbre de la Tierra en Rio 1992, como resultado de
la investigación de Bocco y Urquijo (2010) puede concluirse provisional-
mente que aquellos han entrado lentamente en los medios de divulgación
científica y en el ámbito académico, aunque no como Geografía ambiental
explícitamente, y ni siquiera como Geografía y Ambiente. Esos autores se-
ñalan que a fines de la primera década de este siglo, solamente en dos de
los libros de la prestigiada editorial Blackwell sobre geografía o ambiente se
incluye de manera explícita la “Geografía ambiental” (p. 90); en editoriales
de igual prestigio como Elsevier y Springer Verlag, aquello no aparece como
tal. En las revistas científicas hubo sólo 86 menciones sobre Geografía am-
biental (p. 88) Por supuesto, como dice el epígrafe al inicio de este texto, la
disciplina está muy fragmentada, así que la producción publicable depende
de los investigadores. Más aún, en el ámbito académico de 1143 departa-
mentos de geografía en universidades de 92 países, sólo 156 incluyen el
tópico ambiente y de éstas, 73 llevan el nombre “Geografía y ambiente”
(principalmente en el mundo académico anglosajón), pero ninguno el de
Geografía ambiental (pp. 90-91).
En México, entre los programas docentes destaca la maestría y el docto-
rado en Geografía que ofrece la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto

223

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laberintos geográficos: una antología

de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)


Este programa se estructura a partir de tres orientaciones, una de las cuales
es Geografía ambiental, que permite obtener el grado de Maestro en Geo-
grafía con orientación en GA (UNAM, 1998). El programa de materias
privilegia sin embargo la línea de Geografía física con un franco y explícito
enfoque conservacionista: “[...] seleccionar segmentos del paisaje que de-
manden cuidados y protección especial (áreas naturales protegidas)”. Sin
embargo, la definición es más general: “la orientación de Geografía Am-
biental analiza las relaciones entre los subsistemas: Naturaleza, Economía y
Población, así como las que surgen de relaciones internas dentro de la So-
ciedad y la Naturaleza” -aspecto que se menciona como tarea de la ciencia
geográfica en general. Pero se insiste en áreas como climatología, Geografía
física, Geografía ambiental (que incluye conservación de bosques, ambien-
tes geográficos, ordenamiento ecológico, manejo integral de recursos na-
turales, población y medio ambiente), y cartografía aplicada. Además se
complementa con cursos monográficos como Geografía del desarrollo y
temas contemporáneos, y otros cursos optativos entre los que se incluyen
temas de Geografía física y climatología.
Referirme a este programa tiene como propósito señalar, por un lado,
la diferencia conceptual con el enfoque de la ecología política y, por otro,
la falta de claridad en el componente sociopolítico que debiera responder
a la definición de esta orientación curricular De nuevo encontramos di-
ficultades para acotar el campo, ahora en el ámbito académico. Pero de
esto a pensar que la Geografía ambiental debería sustituir a la Geografía
física, como proponía Glick en 2004 (cit. en Bocco y Urquijo, 2013: 88),
para”[...] superar la complicada (sic) división de la geografía en humana y
física y quitarle el peso a la segunda calificándola como ambiental -y no
física- concentrando su enfoque en la ecología humana”, se antoja esquizo-
frénico o bien, de una visión estática del conocimiento, por decir lo menos.
Dada la preocupación por el deterioro ambiental que acompaña la ex-
plotación de los recursos, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación

224

Laberintos.indb 224 06/03/24 17:22


la geografía

de las fuentes superficiales y los acuíferos y, en general, de la actividad an-


tropomórfica sobre el medio en todas las escalas, y no menos, los efectos
del cambio climático sobre la propia actividad humana (Gregory, 2000;
Sánchez, 2005; O’Riordan, 1995; Cowie, 2007; IPCC, 2007; entre otros),
es imposible establecer o más bien mantener fronteras disciplinarias, o una
perspectiva simplista29 de la dualidad sociedad-naturaleza (Latour, Woolgar
y Salk, 1979; Latour, 1993).

Cuadro 1. Número de artículos publicados

Publicación periódica Total 5*/5


Environment and Planning A 141 83
Transactions, Institute of British Geographers 102 56
*Hydrological Processes 90 45
Environment and Planning D: Society and Space 59 40
*Earth Surface Processes and Landforms 97 36
*International Journal of Remote Sensing 51 31
*Journal of Quaternary Science 57 29
Regional Studies 46 24
*Geomorphology 57 23
Urban Studies 41 22
*Quaternary Science Reviews 60 21
Geoforum 41 19
Journal of Historical Geography 49 17
Progress in Human Geography 28 17
Annals of the Association of American Geographers 24 17
Political Geography 38 15
*Progress in Physical Geography 33 14
*Holocene 50 13
*Journal of Hydrology 33 13
Economic Geography 20 13
Geographical Journal 32 12

29
Pensar que los procesos existen “allá fuera” igual que en el laboratorio, o bien que es posi-
ble mantener separadas dos zonas ontológicas como lo humano y lo no-humano.

225

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laberintos geográficos: una antología

Cuadro 1. Continuación
Publicación periódica Total 5*/5
Area 44 8
Applied Geography 34 6

Notas: Los autores son geógrafos nominados para la evaluación del RAE (Research Assessment Exercise)
2001 del Higher Education Funding Council de Inglaterra.
5*/5 - Número de documentos postulados a partir del grado 5*/5 de los departamentos de Geografía física
y Geografía humana;
Las revistas con un * antes de su título son las que registran una orientación clara hacia la Geografía física.
Fuente: Johnston, 2003.

En la práctica, sin embargo, la especialización parece prevalecer. En el Reino


Unido, donde la disciplina se encuentra perfectamente institucionalizada,
los medios de difusión de resultados de la investigación científica en geo-
grafía se distinguen por sus diferencias (véase cuadro 1). Y lo mismo los de-
partamentos de Geografía física y Geografía humana en las universidades.30
En el caso de México, producto de un Coloquio Internacional “Geo-
grafía y Ambiente en América Latina”, organizado por el Centro de Inves-
tigaciones en Geografía Ambiental (CIGA-UNAM) los días 18, 19 y 20 de
agosto de 2010 en Morelia, Mich., se llegó a la conclusión de que “[...] la
Geografía Ambiental carece de una presencia institucional bien establecida”
(Bocco, Urquijo y Vieyra, 2011: 12). Se pretendía evaluar el desarrollo de la
geografía en los inicios del siglo XXI en América Latina, y reflexionar sobre
el estado teórico y conceptual de la geografía latinoamericana, además de

Incluso siguen estrategias distintas. Según Johnston (2003: 138-139). además de man-
30

tener departamentos universitarios separados y competir por estudiantes, los investigadores


cuentan con sitios donde publicar, cuya reputación no se extiende más allá de su disciplina,
por lo que la mayoría de los resultados o productos de la investigación circulan dentro de un
limitado ámbito de audiencias disciplinarias en un medio de circulación fragmentado. Cabe
resaltar la revista Nature como ejemplo multidisciplinario paradigmático en el Reino Unido,
junto con Science en los Estados Unidos. En resumen, la disciplina institucionalizada en el Rei-
no Unido involucra a geógrafos físicos y humanos, que si bien trabajan en un ámbito colectivo
en el que se ofrecen cursos que combinan elementos de ambas ramas, difieren en su referente
de calidad y de pares. Los geógrafos físicos han organizado su investigación y subsecuentes

226

Laberintos.indb 226 06/03/24 17:22


la geografía

ponderar la relevancia de la Geografía ambiental en tanto enfoque emer-


gente. Lo hicieron a partir de las siguientes preguntas claves, que vale la
pena reproducir: la posible existencia institucional de la GA; la relación
entre Geografía y Ciencias Ambientales, desde el punto de vista de posibles
marcos conceptuales compartidos o interrelacionados; y el papel de los dos
campos tradicionales en que se ha compartimentado la Geografía, a saber,
la Física y la Humana, sus contribuciones a la GA. Sus hallazgos confirma-
ban su conclusión: No existe -decían los autores- una revista científica con
el nombre de Geografía ambiental; son escasos los artículos publicados en
la bibliografía internacional; casi no hay libros y menos aún departamentos
o comisiones científicas en América Latina. Pero ello no contradice, seña-
laban con razón, la aportación institucional de la Geografía a la cuestión
ambiental, tanto en la investigación, como en la docencia.
En efecto, en una búsqueda de revistas de América Latina y España (en
registros indexados), si bien no aparece ninguna con el nombre de Geo-
grafía ambiental (aunque una de las brasileñas se llama Geoambiente y se
publica en línea), se puede constatar una profusión que se intensifica en
años recientes de artículos sobre cuestiones ambientales, tanto por geógra-
fos físicos como humanos. Esas publicaciones presentan distintos temas
y, desde luego, adoptan enfoques diferentes. De las 61 identificadas de 19
países, siete españolas, cuatro brasileñas y una venezolana se identifican
explícitamente con Geografía ambiental o ecogeografía (véase cuadro 2).
En el caso de México, el vínculo Geo-UNAM del Instituto de Geografía
(IdG) de la UNAM permite revisar en línea Investigaciones Geográficas, Bo-
letín del ldG-UNAM. Esta es quizá la de mayor alcance, la más consolida-
da y mayormente consultada. Destacan la Revista Geográfica del Instituto

publicaciones siguiendo las normas convencionales de una disciplina científica, mientras que
los geógrafos humanos han orientado sus publicaciones hacia journals de Geografía general.
producidos especialmente por asociaciones gremiales como la Regional Studies Association
(RSA) o el lnstitute of British Geographers (IBG), mientras que los primeros las enfocan a
otras partes.

227

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laberintos geográficos: una antología

Panamericano de Geografía e Historia (organismo especializado de la Orga-


nización de Estados Americanos [OEA] con sede en la Ciudad de México)
que circula desde 1941, y otra académica mexicana, el Anuario de geografía
que desde 1961publica el Colegio de Geografía de la UNAM. Pero trabajos
orientados a la relación sociedad-ambiente se publican en otras revistas no
geográficas, tanto por geógrafos como por otros científicos sociales, cada
vez más interesados y conscientes de los temas ambientales (Graizbord,
2006b). Algunas aparecen en el cuadro 2, como Demos o Frontera Norte,
pero otras como Economía, Sociedad y Territorio, Estudios Demográficos y
Urbanos e incluso Estudios Sociológicos o Foro Internacional, publican de vez
en cuando trabajos sobre estos temas y enfoques. Es reciente también la
publicación en revistas en formato digital. Éstas se concentran en España.31
En líneas generales, Castree (2004 82), autor británico reconocido en
la materia, se quejaba de la producción incoherente y fragmentada de tra-
bajos sobre la relación sociedad-naturaleza publicada por geógrafos. Quizá
se debe a que considera que los geógrafos no han producido la teoría, pero
señala que si bien a los geógrafos no se les conoce por sus grandes ideas
acerca del ambiente, éstos continúan produciendo investigación de alta ca-
lidad. Cita varias corrientes y a geógrafos que han emprendido y adoptado,
en su interés por dilucidar la relación sociedad-naturaleza, el estudio de
los siguientes temas: la ecología política del Tercer Mundo; la geografía
del riesgo y los desastres; la economía política del cambio ambiental; el
problema de la justicia ambiental, la sustentabilidad, la historia del cambio
ambiental, la gestión ambiental y la política ambiental y la planeación.

Un ejemplo destacado es Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales,


31

de la Universidad de Barcelona que comenzó a publicarse en 1997 (<http://www.ub.edu/


geocrit/nova.htm>).

228

Laberintos.indb 228 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 229
Cuadro 2. Relación de publicaciones periódicas indexadas por país. (América Latina y España)1

GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
1 Argentina Antártida 0302-5691 Instituto Antártico 1971- www.dna.gov.ar Ulrich’s
Argentino
Revista 0326-8373 Universidad 1989- http://www.bibliotecadigital. Ulrich’s
universitaria Nacional del Sur uns.edu.ar/scielo.php.
de geografía
Sociedad 0325-2698 Sociedad Argentina 1931- http://www.gaea.org.ar/ Ulrich’s
Argentina de Estudios publicaciones.htm
de Estudios Geográficos
Geográficos.
Boletín
Revista de 1514-1942 Instituto de 1998- http://www.latindex. Latindex
geografía Geografía Aplicada - unam.mx/buscador/ficRev.
Facultad de Filosofía html?folio=11808&opcion=2
- Humanidades y
Artes - Universidad
Nacional de San Juan
la geografía

2 Bolivia
3 Brasil Boletim goiano 1984-8501 Programa de http://www.revistas.ufg. Periódica X
de geografia Pós-Graduação br/index.php/bgg
em Geografia
Boletim 1982-2170 Universidade http://ojs.c3sl.ufpr.br/ Periódica
de ciencias Federal do Paraná ojs2/index.php/bcg/
geodesicas
Geoambiente 1679-9860 Universidade http://revistas.jatai.ufg.br/index.php/ Periódica
on-line Federal do Goia geoambiente#.Ui9OVdJLOO4
Boletim 0006-6079 Asociacao dos 1949- http://agbsaopaulo.org.br/node/156 Ulrich’s
Paulista de Geografos Brasileiros
Geografía
Caderno de 0103-8427 Pontificia 1990- http://periodicos.pucminas. Ulrich’s X
geografia Universidad Católica br/index.php/geografia

229
de Mina Gerais

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 230
Cuadro 2. Continuación

230
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
Brasil Geografia 0100-7912 Asociacao dos Ulrich’s
Geografia Teoterica
Geografia 0533-9286 Universidade Ulrich’s
urbana de Sao Paulo
Horizonte 1987- http://horizontegeografico. Ulrich’s
geográfico com.br/exibirSumario/183
Orientacao 0103-3220 Universidade 1965- Ulrich’s
de Sao Paulo
Ra’e ga 1516-4136 Universidade 1998- http://ojs.c3sl.ufpr.br/ Ulrich’s X
Federal de Parana ojs2/index.php/raega
Revista 0034-723X Fundacao Instituto 1939- http://dialnet.unirioja.es/servlet/ Ulrich’s
Brasileira de Brasileiro de revista?codigo=12002
Geografia Geografia
Revista de Universidade 1982- http://cascavel.ufsm.br/revistageo- Ulrich’s
geografia Federal de Minas grafia/index.php/revistageografia
e ensino
Sociedade 0037-8674 Sociedade Brasileira 1950- http://hemerotecadigital.bn.br/ Ulrich’s
Brasileira de de Geografia artigos/boletim-da-sociedade-de-geo-
Geografia. graphia-do-rio-de-janeiro
Boletím
Sociedade e 0103-1570 Universidade Federal 2004- http://www.seer.ufu.br/index. Ulrich’s X
laberintos geográficos: una antología

naturaleza de Uberlandia php/sociedadenatureza


Terra livre 0102-8030 Asociacao dos 1966- http://www.agb.org.br/arquivos/ Ulrich’s
Geografos Brasileiros tl_numeros_antigos.html
4 Chile Informaciones 0716-1364 Universidad de Chile 1951- Ulrich’s
geográficas
Revista 0378-8482 Instituto Geográfico 1948- http://www.al-dia.uchile.cl/sis- Ulrich’s
geográfica Militar tema/tablas/listar.asp?r=3145
de Chile

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 231
Cuadro 2. Continuación
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
Chile Revista 0034-9577 Universidad Católica 1967- http://www.rgv.ucv.cl/ Ulrich’s
geográfica de de Valparaíso
Valparaíso
5 Colombia Análisis 0120-8551 Instituto Geográfico 1982- Ulrich’s
geográficos Agustín Codazzi
Geotrópico 1692-0791 Universidad 2003- http://www.geotropico.org/ Ulrich’s
de Córdoba GeoTropTitular.html
Sociedad 0037-8577 Sociedad Geográfica http://www.sogeocol.edu. Ulrich’s
Geográfica de de Colombia co/cont_bol128.htm
Colombia.
Boletín
6 Costa Rica Revista 10-11- Universidad Nacional 1974- http://www.revistas.una.ac.cr/ Ulrich’s
geográfica 484X index.php/geografica
de América
Central
7 Cuba
la geografía

8 Ecuador
9 El Salvador
10 España Asociación 0122-9426 Asociación de 1979- http://www.age-geografia.es/v2/ Ulrich’s
de Geógrafos Geógrafos Españoles
Españoles.
Boletín
Cuadernos 0210-086X Universitat de 1964- http://centros.uv.es/web/departa- Ulrich’s
de Geografía Valéncia mentos/D195/valenciano/general/
adicional/indice.xml?id=E125
Cuadernos de 0211-6820 Universidad 1946-2000 http://www.unirioja.es/servi- Ulrich’s
investigación de La Rioja cios/sp/ej/cig/cig.shtml
Geográfica
Cuadernos 0210+5462 Universidad 1971- http://revistaseug.ugr.es/ Ulrich’s

231
geográficos de Granada index.php/cuadgeo/

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 232
Cuadro 2. Continuación

232
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
Espe España Eria 0211-0563 Universidad 1980- http://www.revistaeria. Ulrich’s
de Oviedo es/index.php/eria
Espacio, tiempo 0214-4433 1990- http://e-spacio.uned.es:8080/fe- Ulrich’s
y forma. Serie dora/get/bibliuned:ETFSerieVI/
VI Geografía demo:Collection/view
Documents 0212-1573 Universitat de Girona 1982- http://geografia.uab.es/web/index. Ulrich’s X
d’analisi php?option=com_content&view=ar-
geografica ticle&id=60&Itemid=71&lang=es
Estudios 0014-1496 CSIC 1940- http://estudiosgeograficos.revistas. Ulrich’s X
geográficos csic.es/index.php/estudiosgeograficos
Geofocus 1578-5157 Red Iris 2000- http://geofocus.rediris.es/principal.html Ulrich’s
Geographicalia 0210-8380 Universidad de 1977- http://www.unizar.es/geografia/ Ulrich’s
Zaragoza geographicalia/principal.htm
Ifigea 0213-0149 Universidad 1984- Ulrich’s
de Córdoba
Instituto 0213-4454 Instituto Geográfico 1978- Ulrich’s
Geográfico Nacional
Nacional
Investigaciones 0213-4691 Universidad 1983- http://www.investigacio- Ulrich’s
geográficas de Alicante nesgeograficas.com/
Lurralde 0211-5891 Instituto 1978- http://www.ingeba.org/lurralde/ Ulrich’s X
laberintos geográficos: una antología

Geográfico Vasco
Nimbus 1139-7136 Universidad 1998- http://dialnet.unirioja.es/ Ulrich’s X
de Almería servlet/revista?codigo=1549
Norba 0211-0636 Universidad de 1983- Ulrich’s
Extremadura
Notas de 0212-5951 Universitat de 1979- Ulrich’s
geografía física Barcelona
Paralelo 37 0210-3796 Provincia de Almería 1977- http://dialnet.unirioja.es/ Ulrich’s
servlet/revista?codigo=7223

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 233
Cuadro 2. Continuación
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
España Revista de 0048-7708 Universitat de 967- http://dialnet.unirioja.es/ Ulrich’s X
geografía Barcelona servlet/revista?codigo=1173
Revista de 0213-9480 Universidad de 1984- http://bddoc.csic.es:8080/buscarIndice. Ulrich’s X
geografía la Laguna html?ordenacionOp1=desc&tabla=do-
Canaria cu&SQLIndice=RF+has+’’REVISTA+-
DE+GEOGRAFIA+CANARIA’’&bd=-
GEOURBI&ordenacionCampo=PU
Terra 1134-461x Institut Cartografic 1978- http://www.rcg.cat/?edition=78 Ulrich’s X
de Catalunya
Territoris 1139-2169 Universitat de 1968- http://ibdigital.uib.es/greenstone/ Ulrich’s
les Illes Balears cgi-bin/library.cgi?site=local-
host&a=p&p=about&c=te-
rritoris&l=es&w=utf-8
Papeles de 0213-1781 Universidad 1968- http://revistas.um.es/geografia Ulrich’s
geografía de Murcia
11 Guatemala Academia de 0252-337X Academia de 1924-2009 972.8106/ S6783an http://www.aca- Ulrich’s
la geografía

Geografía e Geografía e Historia demiageohist.org.gt/publi_anales.html


Historia de de Guatemala
Guatemala.
Anales
12 Honduras
13 México DemoS 0187-7550 UNAM, INEGI, El 1988 -2006 http://www.ejournal.unam. Periódica
Colegio de México mx/cuadros2.php?r=8
Anales de UNAM. Instituto 1975- Ulrich’s
Geografía de Geografía
Boletín de Sociedad Geológica http://boletinsgm.igeol- Periódica
la Sociedad Mexicana cu.unam.mx/bsgm/
Geológica
Mexicana

233
Frontera Norte 087-7372 Colegio de la 1989- http://www2.colef.mx/fronteranorte/ Ulrich’s
Frontera Norte

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 234
Cuadro 2. Continuación

234
GA/
País Título ISSN Autor/ Institución Años Clasificación/URL Fuente
ECO2
México Geo-UNAM 0188-8064 UNAM. Instituto 1992- http://www.igg.unam.mx/sigg/ Ulrich’s
de Geografía
Revista 0187-6201 INEGI http://www.inegi.org.mx/RDE/ Ulrich’s
Internacional RDE_09/RDE_09.html
de Estadística
y Geografía
Revista 0031-0581 Instituto 1941- http://campus.usal.es/~vito/ht- Ulrich’s
geográfica Panamericano de docs/PRUEBA/detallerevistas.
Geografía e Historia php?numeroderevista=42601
Anuario de 0185-1322 UNAM. Colegio 1961- Ulrich’s
geografía de Geografía
14 Nicaragua
15 Perú Sociedad 0037-8585 Sociedad Geográfica Ulrich’s
Geográfica de de Lima
Lima. Boletín
16 Panamá
17 Paraguay
18 República
Dominicana
19 Venezuela Geografía 1316-5437 Universidad de 1997- Ulrich’s
los Andes
laberintos geográficos: una antología

Revista 1012-1617 Universidad de 1959- http://www.saber.ula.ve/regeoven/ Ulrich’s X


geográfica los Andes
venezolana
Notas:
1 Geografía Ambiental o Ecogeografía.
2 Este listado es producto de la búsqueda que realizó Claudia Escobar Vallarta, bibliógrafa encargada del área de Estudios Urbanos y Ambientales de la
biblioteca “Daniel Cosío Villegas” de El Colegio de México, a quien agradezco cumplidamente.

06/03/24 17:22
la geografía

Tengo dos observaciones al diagnóstico de Noel Castree: en primer lugar, la


geografía no se circunscribe sólo a lo que hacen los geógrafos; en segundo,
en la mayoría de los trabajos relevantes que se inscriben en las cuatro tradi-
ciones que propuso Pattison (1964, cit. en Bocco et al., 2011: 12): análisis
regional, análisis espacial, hombre y su entorno (man-land) y relación so-
ciedad naturaleza (human-environment), predomina o destaca un esfuerzo
en teorizar heurísticamente, aunque no sea fácil clasificarlos y no siempre
los resultados sean felices.
Al respecto, al seguir la revisión de textos que hace Castree (2004: 82-
83) y utilizar la tipología que propone Beauregard (2012: 475), me per-
mito hacer un ejercicio. Beauregard se refiere al campo urbano-regional,
aunque sus categorías pueden servir para clasificar enfoques teóricos de los
geógrafos en general. Así, en la categoría de “gran teoría”, que entiendo
como totalizadora, algunos “grandes pensadores ambientales” como Kirsch
(2002) y Lowenthal (2000) nos recuerdan que la disciplina ha tenido sus
teóricos influyentes e imaginativos; en “teoría crítica” -que me parece más
bien ideologizada- encontramos el texto de Watts (2000, Struggles over geo-
graphy), que es ejemplo de análisis incisivo cargado de juicios morales sobre
cómo la globalización y el desarrollo son vistos con odio por los millones
cuyas vidas diarias se ven amenazadas por los intermediarios locales y globales
avaros, amorales y corruptos (cursivas mías); y, adoptando un enfoque teórico
“ínter-textual” es decir, basado en el “discurso”, algunos geógrafos humanos
con intereses en los temas ambientales han estado fascinados ante el poder y
desempeño del discurso, explorando sus efectos en nuevas temáticas y contex-
tos, confirman el retorno de la Geografía cultural que en algún momento
señala Castree.
En la actualidad, los geógrafos enfocan sus investigaciones desde todos
estos tipos de teorizar, desde las que explícita o implícitamente abordan
teóricamente sus temas, hasta las que formulan sus preguntas e intentan dar
sentido al mundo que nos rodea. Destaco dos corrientes, quizá extremas,
que imperan en la producción geográfica interesada en la relación sociedad

235

Laberintos.indb 235 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

ambiente: la Ecología política y la Ecología cultural (que se desprende de la


escuela de Berkeley conocida como “Geografía cultural”). De hecho, aun
dentro de esta última, la división de enfoques teóricos surge de manera
explícita y agresiva, pero también a lo largo del tiempo se van perfilando
temas de interés particulares, producto de “modas”, o agendas académicas
e institucionales.
Dedico un espacio primero a la Geografía cultural y posteriormente a
la Ecología política. La primera resulta aquí importante pues se acerca cla-
ramente al interés de la Geografía ambiental por dilucidar la relación com-
pleja entre sociedad y naturaleza, o entre la actividad humana y el cambio
ambiental. Pero también muestra las posibles limitaciones de desarrollar
una nueva disciplina tanto como su posible cisma ideológico o paradigmá-
tico y, por tanto, su continuidad o inhibición. Veamos.

GEOGRAFÍA CULTURAL Y ECOLOGÍA CULTURAL

Hace ya dos décadas, Price y Lewis (1993) escribieron un texto -en el que
baso los párrafos que siguen-, donde abordaban lo que consideraron más que
un debate, un intento por sepultar la tradición desde una perspectiva que se
presentó como “la nueva Geografía cultural”. Sus integrantes acusaban a los
geógrafos de la escuela de Berkeley, y en particular a Carl Sauer, de empirista,
interesado únicamente en lo material y carente de teoría, entre otros ataques.
Sauer, sin ambigüedades, enfatizaba en su último seminario (en 1964)
la importancia de los artefactos del hombre, pero no se limitaba con esto
sólo a objetos concretos. Al contrario, veía la modificación humana del
paisaje como “artifactual” (Parsons, 1987: 161). Varias docenas de mono-
grafías que pueden consultarse en las Publicaciones en Geografía y en la
Serie Ibero-Americana de la Universidad de California, revelan la preo-
cupación central de la Escuela de Berkeley: la Geografía cultural busca la
comprensión histórica de la relación humana con el ambiente. Se trata de

236

Laberintos.indb 236 06/03/24 17:22


la geografía

estudios no precisamente interesados en la distribución de hechos artificia-


les (“artifactual”) sino de las interrelaciones entre la especie humana y el
medio natural enmarcadas en sus contextos regionales e históricos. Sauer
explicaba a sus alumnos “cómo vive la gente... cuál es su relación ecológica
con la tierra” y si ésta es o no “armónica” (Parsons, 1987: 156, cit. en Price
y Lewis, 1993). De hecho, después de llegar a Berkeley, el interés de Sauer
se orientó a la frontera con México y eventualmente, hacia puntos más al
sur de ésta (Price y Lewis, 1993: 7).
Es claro el antecedente de Sauer: Rostlund (1955), quien tuvo a su
cargo cursos de Geografía cultural entre 1945 y 1961; describió el campo
como el estudio de la dominación ecológica por la humanidad. Incluyó,
por tanto, la migración de grupos humanos, la domesticación de plantas y
animales, el desarrollo e intensificación de la agricultura y la gradual emer-
gencia de Estados, civilizaciones y sistemas económicos modernos. El pai-
saje cultural, de acuerdo con Rostlund (1955: 3-4, cit. en Price y Lewis,
1993: 7), reflejaba “un largo proceso de desarrollo dirigido por el hombre”
que sólo podía ser entendido por medio del análisis histórico. En la década
de los ochenta del siglo XX, se integró la investigación de procesos sociales
con el estudio de los cambios en el paisaje, y se adoptaron métodos moder-
nos para el trabajo de campo, lo que permitió avanzar en el conocimiento
de la dimensión ecológica de las relaciones del hombre con su entorno.
Karl Zimmerer examinó la “erosión genética” en el maíz y la papa al utilizar
transectos generados por muestreo de plantas; condujo experimentos eco-
lógicos en campo con base en un diseño factorial y, a partir de su trabajo en
el laboratorio, identificó los elementos genéticos (aléles [Dunster y Duns-
ter, 1996: 12]) de la diversidad genética (Zimmerer, 1991a; Zimmerer y
Douches, 1991). Al mismo tiempo, Sally Horn (1989) usó un método
para fechar la polinización y logró reconstruir el papel que los incendios
prehistóricos tuvieron en los páramos de Costa Rica (p. 9) El trabajo de
Zimmerer, por ejemplo, se basó en una intensa investigación etnográfica
(en español y lengua quechua) con dominio de la paleografía y cubriendo

237

Laberintos.indb 237 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

zonas remotas en los altos peruanos y bolivianos; mientras que Bernhard-


son (1989) buscó con avidez durante cinco años, patrones de cambio eco-
lógico en las islas Malvinas/Falklands.
Para Sauer, eran los procesos históricos y no los culturales los que pro-
porcionaban la dinámica del cambio inducido por el hombre sobre el pai-
saje. Se le acusa de no haberse detenido a definir “cultura”, pero no hay que
olvidar que consideraba esto como un acto reduccionista. Se puede decir
que en la Geografía cultural tradicional, el término cultura ha sido usado
para referirse a las diversas interacciones que las comunidades humanas
tienen con el ambiente y la forma en que el o los cambios en el paisaje
expresan sus ideas y valores (Sauer, 1956; Price y Lewis, 1993: 11) En su
último seminario, Sauer mostraba su preocupación acerca de aquellos geó-
grafos que tratan de imponer una forma particular de trabajo, lo que según
él, sólo frustraría la curiosidad y limitaría la amplitud y alcance del discurso
intelectual (cit. en Parsons, 1987: 154).
Otro tipo de acusaciones contra Sauer como conservador o bien, “em-
piricista y sin teoría” (sic), pueden rebatirse. Aunque la Geografía cultural se
ha distinguido por su orientación hacia aspectos empíricos, la preocupación
empírica no necesariamente implicó una epistemología empirista. De he-
cho, Price y Lewis (1993: 12) argumentan que algunos críticos han interpre-
tado de manera incorrecta la tradicional Geografía cultural (“Pred’s ‘What
you see is what you get’”), cayendo en una idea oscura del paisaje, contrario
a un paisaje completamente transparente, lo que implica que éste sólo pue-
de interpretarse por un especialista acreditado. Y, siguiendo a Curry (1991:
218-22), consideran que la insistencia de ver todo paisaje como “texto” se
acerca a exigir la intervención de un experto decodificador, que resulta ser
precisamente el “nuevo geógrafo cultural”. Basta con recordar el señalamien-
to de Sauer en su último seminario, para entender el enfrentamiento de los
colegas “nuevos” con la escuela tradicional de Berkeley que nunca pregonó
una postura elitista, como concluyen Price y Lewis, (1993 13).

238

Laberintos.indb 238 06/03/24 17:22


la geografía

ECOLOGÍA POLÍTICA

La idea de fusionar el análisis naturaleza-sociedad desde la perspectiva de


la Ecología política, responde sin duda a que la crisis ambiental global se
intensifica y, por tanto, entender los vínculos históricos entre la humanidad
y el ambiente, y su carácter cultural contingente, deviene cada vez más ur-
gente e importante (Zimmerer y Bassett, 2003b).
Este enfoque se amplía y va desde un alcance limitado de la geografía
tradicional interesada en la ecología, como recursos, suelos y agricultura,
es decir, la sociedad rural que estaba en contacto directo evidente con la
“naturaleza”, el mundo natural o el medio físico; hasta el papel de los pro-
cesos urbanos e industriales, así como la administración y lo que aquí se
asocia a la “modernización ecológica” que se refiere a soluciones tecno-ad-
ministrativas. entre las que destacan el marco legal y la regulación ambien-
tal, la preservación institucional de paisajes y sus recursos (“áreas naturales
protegidas”).
Debido a diferencias físicas y culturales, nos dicen Zimmerer y Bassett
(2003b: 275), en los países en desarrollo la globalización de los temas am-
bientales y la difusión de los marcos legales e institucionales se traducen lo-
calmente. La importancia de estos cambios está dada por la “globalización
del cambio ambiental”. Los cambios, así como las múltiples condiciones o
relaciones sociedad-naturaleza, han establecido la importancia de la inter-
disciplinariedad pero también la transdisciplina. Como dicen Zimmerer y
Bassett (2003b: 275), la incorporación de múltiples aristas de las dimensio-
nes biogeofísicas y sociales, han hecho urgente la integración disciplinaria.
La demanda de grupos o equipos científicos y expertos en la administra-
ción, manejo o gestión ambiental. como meta social, aumenta el ímpetu de
los investigadores en temas que para estos autores y este enfoque (Ecología
política) resultan centrales: áreas protegidas, ambientes urbano-industria-
les, conservación y gestión de los recursos. tecnologías geoespaciales, histo-
rias ambientales Sur-Norte.

239

Laberintos.indb 239 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Su potencial innovador se describe en los párrafos siguientes. El punto


central es el puente que se construye en los estudios y análisis entre las cien-
cias sociales y las biogeofísicas. En realidad, me parece que el dinamismo
de la transdisciplina incluye fusiones o interacciones entre varias disciplinas
y así encontramos, en términos de Dogan (1994), hibridaciones latentes
entre historia y ambiente, entre planeación y ambiente, entre manejo de
recursos y administración, entre sociología y ambiente,32 entre Economía
política y Economía ecológica, etcétera.
La preocupación por la escala -que comparto- es un aspecto esencial
en análisis, pues la hipótesis es que los actores son diferentes o adelantan y
defienden intereses variados, según la escala en la que interactúan. Aquí se
puede pensar en interrelaciones sociedad-naturaleza o comunidad-entor-
no que adquieren significados distintos según se trate de barrios urbanos,
comunidades rurales, cuencas, áreas protegidas, zonas metropolitanas, re-
giones hidrológicas, mercados regionales, comercio internacional, recursos
globales.
Diferentes interacciones se identifican como de interés para el análi-
sis de la relación entre el individuo, los grupos, la sociedad y el recurso,
la propiedad, el entorno o la naturaleza. Ejemplos relevantes son las di-
ferencias entre los enfoques, agendas y las estrategias de los organismos
internacionales gubernamentales y no gubernamentales frente a los grupos
y comunidades locales; entre la importancia de conservar o preservar los
recursos naturales por parte de unos y otros actores; el conflicto potencial y
real entre intereses de mercado y los valores patrimoniales locales; el ajuste
entre estos recursos locales y la posibilidad de introducirlos comercialmente
a escala de mercados globales, o bien, ocupando nichos de mercado (como
el café orgánico de Chiapas, o el maíz orgánico en Michoacán). No menos,

32
Véase el texto de D’Antonio, Sasaki y Yonebayashi (1994), para el tratamiento de movi-
mientos sociales, modos de desarrollo, cambio ambiental y la escala global desde la sociología.

240

Laberintos.indb 240 06/03/24 17:22


la geografía

la oposición de grupos de científicos ambientalistas y algunas ONG a la


introducción de semillas genéticamente modificadas...
Otros temas nuevos que también tocan el territorio y países de Amé-
rica Latina pero ahora en el ámbito urbano, especialmente el problema
del manejo del agua, incluyen la relación entre consumidores urbanos y
productores en el campo. Los temas implícitos, además de los menciona-
dos por nuestros autores: justicia ambiental; manejo del riesgo y ajuste o
adaptación al cambio climático, que incluye conocimiento y participación
locales y lo mencionado antes de la relación entre el ámbito urbano y el
rural en términos no sólo sociales y económicos sino ambientales: usos del
suelo, explotación de recurso, transferencia de recursos (agua, por ejemplo),
afectación o degradación de ambientes que prestan servicios ambientales
con daños en comunidades rurales y de origen urbano, etc., como agua
no tratada, residuos urbanos, contaminación del aire (lluvia ácida, etc.) o
accidentes industriales.
Los procesos y fenómenos que inciden en el ámbito urbano y en el
rural generalmente se han entendido como separados.33 De tal manera que
se incorporan a la política pública ambiental como agendas independientes
café y gris, por ejemplo. El impacto de lo anterior en la convencional divi-
sión de agendas verde, café o gris, es razón para revisarla no nada más con-
ceptualmente sino en la práctica y, también, en la ingeniería administrativa.
Un efecto innovador que trasciende la ciencia y afecta la política.

Siendo que se trata de un mismo fenómeno complejo, no sólo por las múltiples escalas
33

en las que se manifiesta sino porque atañe lo social, lo económico, lo cultural y lo político, y
sin duda, lo ambiental. Cito a Harvey (1996: 186): “La larga historia de la urbanización es,
después de todo, uno de los más significativos de todos los procesos de modificación ambien-
tal, ocurridos en la historia más reciente del mundo”, de tal suerte que dice, citando a Gottleib
(1993), que sería necesario cambiar o mover el análisis ambiental de un argumento acerca de
la protección y el manejo del ambiente natural hacia una discusión de movimientos sociales
que responden a las fuerzas urbanas e industriales de los pasados cien años últimos. En pocas
palabras, dice Harvey (1996: 403), las cualidades de la vida urbana definirán las cualidades de
la civilización misma.

241

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laberintos geográficos: una antología

Una dimensión adicional, quizás incipiente en nuestro medio, es el de


las formas de conceptuar las relaciones sociedad-naturaleza u hombre-eco-
logía; la manera en que se desarrolla entre comunidades epistémicas la tarea
científica de la relación hombre-naturaleza y del cambio global; o bien,
la política científica, institucional y pública en el campo de la ecología
(Forsyth, 2003) Ejemplos en México son los trabajos de José Luis Lezama
(2006, 2010), María Fernanda Paz (2005), Leticia Merino y Gerardo Se-
gura (2002).

OTROS ENFOQUES

Una poderosa innovación a partir de la fusión entre disciplinas es la que


nutre el desarrollo de tecnologías para la investigación geográfica, en par-
ticular el uso de imágenes remotas no sólo para suplir la construcción de
mapas en el ámbito institucional (INEGI), sino para la construcción de
modelos de cambio climático en SIG. Este proceso no carece de impor-
tancia, pues al definir, desarrollar información y utilizarla se puede afectar
relaciones de poder.
Algunos de los temas se incorporan en el diseño de la política pública.
Ejemplo de ello es el pago por derechos ambientales. En efecto, las inicia-
tivas se orientan a apoyar el cuidado del capital natural34 por parte de las

34
Una definición estándar de capital natural sería la que ofrece Hackett (2001: 413): La
reserva (stock) de recursos naturales, junto con los componentes y las relaciones funcionales
de los ecosistemas de la Tierra, que en conjunto sirven como fundamento de la vida en el pla-
neta. Del acervo de este capital natural fluye la cosecha anual de recursos naturales, servicios
ecosistémicos, funciones de sumidero, y otros beneficios de un ambiente sano. Otra definición
aparece en una discusión económica del concepto de sustentabilidad (Neumayer, 2003: 8):
el capital natural es la naturaleza en su totalidad -recursos, plantas, especies y ecosistemas-
capaz de proveer a los humanos de utilidad material e inmaterial. Sin embargo, como indica
el autor, de lo anterior se desprende [paradójicamente] que esa parte de la naturaleza que no
proporciona utilidad a los humanos [virus y bacterias que causan enfermedades], no cuenta
como capital natural. En estas definiciones encontramos posiciones extremas que reflejan el

242

Laberintos.indb 242 06/03/24 17:22


la geografía

comunidades que en nuestro país por ejemplo tienen en sus manos (como
parte de su patrimonio) los bosques y, por tanto, las “fábricas de agua”,
recurso que enfrenta a sectores urbanos con otros rurales, “sumideros de
carbono” y, también, la biodiversidad.
Quisiera, para finalizar, aceptar con Robbins, Hintz y Moore (2010)
que los enfoques y las perspectivas predominantes para abordar, tratar, se-
ñalar, o enfrentar temas, cuestiones y asuntos ambientales, pueden acotarse
en población y escasez, mercados y mercancías, instituciones y acción colectiva,
riesgos y peligros, ética ambiental, economía política y construcción social de la
naturaleza. Hay que recordar que si bien no hay acuerdo universal acerca de
qué exactamente se entiende por la relación ambiente-sociedad,35 se acepta
en principio que los humanos son seres ambientales, sujetos a procesos or-
gánicos, y los procesos ambientales son fundamentalmente sociales en tan-
to vinculan individuos o actores e influyen en las relaciones (y yo agregaría:
las decisiones y el comportamiento humanos) (ibidem: 3-4). Véase, si no, el
llamado “nuevo paradigma ecológico (NPE) desde la sociología” (Dunlap y
Catton, Jr., 1994) Vale la pena recordarlos (ibidem: 16):

Mientras que los humanos tienen características excepcionales (cultura, tecno-


logía, etc.) se incluyen como una entre las especies interdependientes del ecosis-
tema global; las actividades humanas reciben influencias no sólo de factores so-
ciales y culturales, pero también a través de intrincados vínculos de causa, efecto
y retroalimentación en/con la red natural; de tal manera que los propósitos de
la acción humana pueden tener consecuencias no intencionadas; los humanos
viven y dependen de un ámbito biofísico finito que impone potentes limita-
ciones físicas y biológicas en todo asunto humano; a pesar de que la inventiva

debate no sólo entre sustentabilidad fuerte y débil (que es el origen de la segunda definición
aquí presentada), sino la importancia de reconocer tanto el acervo de recursos naturales como
los servicios ambientales como capital natural (Graizbord, 2006a).
35
Recuérdese el señalamiento (supra) de Gregory (2000).

243

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laberintos geográficos: una antología

humana y su poder derivado de ésta pareciera [ser] capaz de ampliar los límites
ecológicos, sus leyes no pueden revocarse.

La sencillez de estos argumentos no parece hasta ahora haber servido para


que las sociedades nacionales los introduzcan en la agenda pública, y en
general, que la humanidad los internalice. Cabe sin duda una nota de op-
timismo si pensamos en la cada vez más generalizada atención global a
estos temas, no así necesariamente las respuestas y acciones derivadas. Sin
embargo, para propósitos de este trabajo, representan una justificación del
desarrollo de esta disciplina y de la fusión entre ambos campos de cono-
cimiento, el Físico y el social, para ser aplicada en el intento de enfrentar
problemas, toda vez que logremos entender y mostrar la complejidad de las
relaciones entre sociedad y ambiente.

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III. LAS GEOGRAFÍAS
(APLICACIONES)

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EL ANÁLISIS GEOGRÁFICO
DEL ESPACIO FRONTERIZO1

ANTECEDENTES

E l creciente interés en las relaciones entre México y los Estados Unidos


ha exigido el desarrollo de un instrumental analítico que pudiera ser útil
en el estudio de los múltiples y complejos fenómenos que se manifiestan en
el espacio fronterizo. En este trabajo se intenta cubrir el elemento geográfico
que se deja de lado en los enfoques disciplinarios del fenómeno o bien, si
se explicita, se presenta en forma reducida o espuria. Se propone un marco
analítico, desde el punto de vista geográfico, que permitiría considerar, en
las distintas escalas geográficas y niveles analíticos, la complejidad de las re-
laciones entre los dos países en el contexto de su referente espacial común: la
frontera.
Refiriéndose al problema de la información apropiada y la delimitación
geográfica de regiones, en un artículo relativamente reciente Niles Hansen2

Graizbord, B. y Daniel Hiernaux (1982), “Algunas consideraciones geográficas para el


1

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257

Laberintos.indb 257 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

señalaba algunos elementos de lo que pudiera constituir una visión sistemá-


tica a fin de orientar la política económica para las regiones fronterizas. Po-
nía en evidencia la necesidad de tomar en consideración las escalas nacional
e internacional del desarrollo para entender las complejas relaciones en los
espacios de contacto entre naciones. En efecto, señalaba que las teorías del
equilibrio y la convergencia regional basadas en la tradicional teoría del co-
mercio internacional no ofrecen adecuados instrumentos para el análisis de
estas peculiares situaciones espaciales.3 Asimismo, consideraba insuficiente
el análisis comparativo de tasas de crecimiento de las regiones fronterizas y
las nacionales si no se vinculaba éste a un análisis de la estructura económica
y los patrones de crecimiento por sector, por región y por país.
Se planteaba así la cuestión del referente geográfico para el análisis sec-
torial. Al respecto Hansen proponía que éste debía llevarse a cabo a nivel de:

i) ÁREAS ECONOMICAS FUNCIONALES, cuyos límites no correspon-


derían necesariamente a los límites de las entidades político-administrativas
estatales, y
ii) ÁREAS DE MERCADO DE TRABAJO, que representan ámbito del tra-
yecto cotidiano entre el lugar de residencia y el trabajo, o en otros términos
el límite de la interacción metropolitana.

Independientemente de las dificultades prácticas que pudieran presentarse


tanto en la delimitación de estas áreas en sí mismas (en el sentido funcional
de la propuesta) como en la producción de información4 nos enfrentamos

3
De hecho, S. Hymer y S. Resnick (“International trade and uneven development” en
Bhagwati, et al., Trade, balance of payments and growth, papers in honour of Charles P. Kind-
leberger, North Holland, 1971) entre otros, señalan que estas ignoran la parte política de la
ecuación en el análisis económico del comercio internacional al tratar solo las relaciones de
mercado y omitir los aspectos sociales y políticos involucrados.
4
Se hace referencia, tanto del lado mexicano, como del norteamericano, a dos problemas de
la información: 1) esta no ha sido compilada de manera que permita el análisis fácil y eficiente,
debido a que las unidades estadísticas no tienen una base homogénea y 2) la extensión que

258

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las geografías (aplicaciones)

al problema cuando hablamos de “frontera”, de tratar con sistemas urba-


no-regionales sui-generis. Estos sistemas no sólo manifiestan una dinámica
propia sino que también responden a fuerzas económicas, políticas, sociales
y culturales, etc., exógenas, en el sentido de estar influenciados por el siste-
ma económico, político, etc., del país vecino que difiere del primero en su
estructura y nivel de desarrollo.
En estos términos, podríamos distinguir algunos problemas metodoló-
gicos: por un lado, el de la delimitación de regiones (tomando en cuenta la
“barrera” representada por la frontera internacional); por el otro, el proble-
ma de los niveles y escalas de análisis de estos espacios y sus relaciones. Es
así como el análisis del espacio fronterizo debe incluir la consideración de
las relaciones entre:

a) la región fronteriza y el resto del país;


b) las regiones fronterizas (a ambos lados de la frontera)
c) las distintas áreas al interior de cada región fronteriza (urbanas-rurales);
d) los centros urbanos (fronterizos) y su relación con centros urbanos “del otro
lado” y otros centros urbanos (fronterizos o no).

Finalmente nos enfrentamos al problema de la descripción de procesos so-


ciales a través de un posible corte temporal, espacial o sectorial que sólo
representan momentos analíticos y partes de la totalidad, i. e. de la totalidad
social nacional e internacional…
Al respecto de la frontera México-Estados Unidos, Raúl Fernández,
al afirmar que: “…un estudio adecuado sobre la historia de los procesos

cubren los datos se detiene -de ambos lados- en la línea fronteriza, ignorándose con ello los
impactos y las interacciones a través y a lo largo de una extensa frontera “porosa” y compleja
a la vez. Véase J. Bustamante: “Concepción analítica de la región fronteriza de México y los
Estados Unidos como área de investigación” documento interno de trabajo, s.f. (mimeo) y
California Border Area Resource Center, San Diego State University, noviembre 1979, (mimeo)
respectivamente.

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laberintos geográficos: una antología

económicos fronterizos tiene que esclarecer más profundamente las carac-


terísticas de los sistemas económicos de los países, así como sus mutuas
relaciones económicas y políticas,”5 permite apoyar nuestro planteamiento
sobre la necesidad de considerar un marco más amplio que el regional para
analizar el caso.
En lo que sigue presentamos nuestras reflexiones (disciplinariamente
sesgadas) sobre algunas cuestiones concernientes a un marco apropiado
(heuristico) que permite abordar operativamente (empiricamente) en los
distintos niveles, las relaciones económicas, sociales, políticas, etc. en el
espacio de frontera. Para tal efecto hemos ordenado esta presentación de
acuerdo al siguiente esquema:

a) Concepto de región.
b) Concepto de frontera.
c) Niveles de relaciones.

Con el objeto de precisar el concepto de “región” y de “frontera” y señalar las


posibles relaciones entre escalas regionales y niveles analíticos presentamos
intercalados en el texto o como notas a pie de página algunas referencias
empíricas que permiten ejemplificar cuestiones teóricas o hipotéticas.

CONCEPTO DE REGIÓN

No es éste el lugar para reabrir la discusión acerca de la existencia objetiva


de entidades regionales como hecho independiente de los criterios del ob-
servador, frente a la subjetividad implícita en los métodos de regionalización
socio-económica, aquí referidos. Tampoco nos interesaría, por el momento,

5
Raúl A. Fernández, La frontera México-Estados Unidos, un estudio socio-económico, Terra
Nova México, 1980.

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las geografías (aplicaciones)

hacer una clasificación de regiones a partir de juicios de valor, v. gr. regiones


“problema” etc., o de su escala, v. gr. macrorregiones, regiones, microrregio-
nes, que en todo caso representan una agregación o desagregación de unida-
des geográficas y/o político-administrativas de información.6
Los geógrafos reconocen tradicionalmente la existencia de clases de re-
giones que dependen del número de criterios o variables consideradas para
su identificación. Así se puede, por ejemplo, “reconocer” una región a par-
tir de la importancia relativa de una actividad económica, de la densidad
de uso u ocupación del suelo, etc. Sin embargo, una vez que se toma en
consideración el nivel de bienestar de los habitantes y el desarrollo eco-
nómico-social de un área, nos enfrentamos a situaciones caracterizadas
por un conjunto complejo de relaciones entre sus múltiples atribuciones.
Este es generalmente el caso que como analistas, planificadores o políticos
confrontamos.
Las unidades geográficas caracterizadas pues, por sus múltiples atribu-
tos pueden, para efectos del análisis, clasificarse en: a) regiones formales o
uniformes; b) regiones funcionales o nodales7 y c) regiones administrativas.
Estas últimas, a su vez, pueden subdividirse en i) político-administrativas
de derecho; o ii) “ad hoc”, las cuales se constituyen con objeto de facilitar

Véase N. Nekrasov, Oganizacion territorial de la economía de la URSS, Progreso, 1975,


6

pp: 18-ss.
7
Las regiones formales o uniformes, son aquellas formadas por un conjunto de unidades
espaciales (contiguas) más pequeñas, que presentan cierta similitud, es decir una mínima di-
ferencia entre ellas respecto al factor o conjunto de factores considerados, lo cual les da el
carácter de “homogenidad”. Las funcionales o nodales, son aquellas que se organizan a partir
de relaciones entre los elementos que la constituyen y un núcleo “central” o dominante. Esta
relación se manifiesta como un flujo de algún tipo. Su homogenidad está dada por la inten-
sidad de la interacción y el grado de organización funcional interna que se desarrolla entre el
núcleo central y los elementos circundantes. En ambos casos, ya sea en la agrupación de áreas
en regiones o en la delimitación de zonas de influencia, se requiere de una decisión subjetiva,
que con la ayuda de técnicas cuantitativas se ha racionalizado en cierta forma, sin eliminar,
desde luego, un cierto grado de subjetividad.

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laberintos geográficos: una antología

el cumplimiento de ciertos propósitos generalmente temporales, v. gr. re-


giones de planificación.
Es necesario señalar que los distintos tipos de regiones no son exclu-
yentes, pudiendo darse el caso de que una región político-administrativa
sea utilizada además como región de planificación y, asimismo, coincida
con una región nodal. Muchas veces, sin embargo, el constituirse como
unidades organizadoras de la información geográfica les confiere, de hecho,
un carácter homogéneo, aunque artificial.8 Esto representa un problema
metodológico para el analista, el planificador o político, puesto que se tien-
de a pasar por alto que la unidad geográfica que se maneja puede presentar
variables internas mayores que las que pudiera tener con respecto a otras
regiones. Esto se debe, entre otras cosas, a que la fragmentación del terri-
torio en áreas político-administrativas y/o de levantamiento estadístico no
corresponde a la realidad de los procesos económicos, políticos, sociales y
culturales en un momento dado ni reflejan la tendencia secular que se viene
danto históricamente.
Precisemos: como problema puramente taxonómico, la clasificación
de regiones representa en el aspecto geográfico lo que una clasificación de
objetos significaría en las ciencias naturales. De tal forma que una “región”
de características únicas” equivale a una “categoría”; un “límite regional”
a un “intervalo entre clases” y una “región homogénea” a una “clase con
mínima varianza interna”. Esta lógica, sin embargo, deja fuera el aspecto de
contigüidad y ubicación o localización única de cada área o región. Es decir,
que podría darse el caso que las unidades geográficas fueran clasificadas en
una misma categoría y estuviesen sin embargo, localizadas una en el centro

8
La región homogénea constituye la unidad ideal para la planificación integral. De hecho,
una región problema equivales a una región homogénea. Sin embargo, ni los problemas son
unidimensionales ni la complejidad de los procesos económicos, salvo quizá los de una econo-
mía rural “no desarrollada”, pueden considerarse suficientemente “homogéneos” para calificar
como una región. J. Friedmann, “The concept of a planning region” en J. Friedmann and W.
Alonso (eds.) Regional development and planning. MIT, 1964.

262

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las geografías (aplicaciones)

y otra en el norte del país, lo que sin duda las haría diferentes en muchos
aspectos; pero que -al mismo tiempo- podrían constituirse como partes o
elementos de un sistema territorial único en otro nivel de análisis, como
sería el caso de las regiones de expulsión y atracción o paso de las corrientes
migratorias de indocumentados.
Por otra parte, al tratar de identificar regiones en base a indicadores
funcionales (v. gr. migración, viajes al trabajo, etc.) presenta el problema de
la no coincidencia de las líneas demarcatorias para cada uno de los fenóme-
nos introduciendo un elemento de incertidumbre, generador de un espacio
difuso, ambiguo, no resuelto, que implicaría asumir que cada indicador
tuviese la misma relevancia y el mismo peso en la determinación de los lí-
mites regionales o, en su caso, rechazar una delimitación regional sin bases
metodológicas y sistemáticas.
La historia de la franja fronteriza México-Estados Unidos refleja la for-
mación de áreas -que no queremos llamar regiones- bajo la influencia de
pautas de desarrollo desigual de dos países. En la segunda mitad del siglo
pasado, la economía predominante del norte de México reflejaba el atraso
general de las fuerzas productivas del país, mientras del lado norteamerica-
no se desarrolló una colonización y una evolución hacia la dominación de-
finitiva de la economía capitalista. Los intereses del capitalismo norteame-
ricano, sobre todo a partir del siglo XX, desempeñaron un papel dominante
en la transformación del lado mexicano de la franja fronteriza, hasta llegar
a la situación actual en la que la región limítrofe y las ciudades fronterizas
mantienen altas tasas de urbanización con un escaso crecimiento de la acti-
vidad económica norteamericana.
Surge la pregunta de saber si se puede hablar de una “región fronteriza”
del lado mexicano, conforme a los criterios teóricos a los cuales hicimos re-
ferencia anteriormente. La mayor parte de los estudios de esta área afirman
como lo hace Bassols Batalla que “... la “zona norte” de México, como “gran

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laberintos geográficos: una antología

región económica” abarcando los Estados del Noroeste, Norte y Noreste del
país, no existe”.9
Si bien los 35 municipios que colindan con la frontera ofrecen ciertas
características comunes, tampoco esta “franja fronteriza” demuestra sufi-
ciente homogeneidad interna como para ser caracterizada como una región
formal uniforme.
En un estudio reciente del gobierno mexicano,10 analizan a nivel mu-
nicipal una serie de indicadores de “bienestar” referidos a la salud, la ali-
mentación, la educación y la vivienda. Sin entrar en la demostración cuan-
titativa, se desprende del estudio lo que sigue: i) los municipios de la franja
fronteriza demuestran niveles de bienestar superiores al promedio nacional
y equiparables con los de las zonas más desarrolladas del país; ii) existe una
variación sensible al interior mismo de la franja fronteriza que evidencia al
estatuto superior de los municipios más urbanizados.
Lo anterior es solo un ejemplo que pudiera ser repetido por otras va-
riables v. gr. las económicas, demostrándose la especificidad de la franja
fronteriza, respecto al resto del país, sin que exista una región formal por las
disparidades presentes en la franja.
Las relaciones funcionales que articulan el espacio fronterizo mexica-
no, tampoco reflejan la predominancia de flujos internos que justificarían
el reconocimiento de una región funcional. Ello puede ser demostrado
cuantitativamente a través del análisis de flujos de la población (turistas,
indocumentados, commuters) o lo mismo por la estructura económica de
las principales ciudades fronterizas. Al respecto, con datos de 1973, Revel

9
Ángel Bassols Batalla, México, formación de regiones económicas, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, México, 1979, p. 419. Las tres zonas se componen como sigue: Noreste:
estados de Tamaulipas y Nuevo Leon; Norte: Coahuila y Chihuahua; Noroeste: Sonora y Baja
California.
10
Coplamar (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos
Marginados); “Mínimos de bienestar”, Coplamar, México, 1979.

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las geografías (aplicaciones)

Mouroz11 ha demostrado que no menos del 18.5% (en Mexicali) y hasta un


47.7% (en Nogales) de los trabajadores dependen directamente de patrones
o establecimientos norteamericanos.
En cuanto a la existencia de regiones administrativas, el Gobierno de Mé-
xico ha establecido efectivamente un estatuto especial para la frontera: histó-
ricamente al detectar la “zona libre” en el siglo pasado y en fechas referentes
al tratar de integrar medidas económicas y sociales dentro de un programa de
desarrollo de la franja fronteriza, por medio del “Programa Nacional Fron-
terizo”. No obstante, si este programa ha tenido como tela de fondo a la
problemática de la zona, no ha cuestionado los mecanismos de dependencia
económica, social, política y cultural, etc., que son los que articulan inter-
namente a la zona fronteriza y la vinculan prioritariamente con la economía
norteamericana antes de la nacional.12 La falta de una estructuración interna
de la franja fronteriza impide que se hable entonces de una región integrada y
su desarrollo está a merced de las fluctuaciones de la economía vecina, como
lo demuestran los altibajos del empleo en las maquiladoras.

CONCEPTO DE FRONTERA EN SISTEMAS TERRITORIALES

La frontera, o la delimitación territorial entre jurisdicciones políticas di­fe-


rentes tiene implicaciones no sólo políticas,13 sino económicas y geográ-
fico-espaciales.

Jean Revel Mouroz: “La zone frontiere nord du mexique” Iheal, Paris, 1974, anexo.
11

Ver el análisis del impacto de la política de maquiladoras en Revel Mouroz: “Industriali-


12

sation...” op. cit. pp. 202 a 223 y R. Fernandez, op. cit. pp. 149-169.
13
Desde el punto de vista de la geografía histórica y política la delimitación de las fronteras
internacionales se relaciona. Históricamente con la magnitud del poder de decisión que ha
pasado progresivamente al gobierno central a partir de un proceso político. Desde el punto de
vista de la geografía física, así como de la geografía humana representan un corte arbitrario,
puesto que no respetan necesariamente los elementos o formas geográficas naturales, ni la
distribución histórica de lenguas, tradiciones culturales, etc.

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laberintos geográficos: una antología

Económicamente, las fronteras definen campos o espacios estructura-


dos por fuerzas sujetas a centros decisionales distintos: constituyen una ba-
rrera (aduanal, monetaria, y de movimiento de los factores). Señalan, por
tanto, una “discontinuidad” del proceso de producción y circulación de las
mercancías, dando origen al comercio internacional y a una división del
trabajo tanto regional como internacional. Representan, por fin, el límite
del campo de aplicación de políticas o planes.

Especialmente, una frontera14 representa un filtro o una barrera que:

a) afecta la interacción espacial entre regiones;


b) distorsiona la continuidad del gradiente de costos (de transporte) modifi-
cando el espacio económico de los centros de producción y distribución
en un área, de la misma forma como lo afectan otro tipo de barreras, v. gr.
físico-geográficas, étnicas, arancelarias, límites tarifarios, etc.15

Una barrera, v. gr. un río, una línea fronteriza internacional, constituye un


factor distorsionante del área tributaria (de mercado) de un centro urba-
no (independiente de que se apliquen o no políticas arancelarias) lo cual

14
En el espacio geográfico las fronteras, es decir, los límites entre distintos territorios puede
ser formales o informales, estables o inestables (equitativas o eficientes solo en el nivel local
subnacional). Son formales las que representan una demarcación de los derechos de propiedad
impuestos legalmente, v. gr. territorio nacional. Informales, aquellas que representan una de-
limitación territorial que es respetada tácitamente y se mantiene precariamente a partir de de-
mostraciones de fuerza cuya naturaleza varía según el caso v. gr. el espacio social de un grupo,
el área de mercado de una firma en un contexto competitivo, etc. La estabilidad o inestabilidad
de estas, dependerá generalmente del mantenimiento de la legalidad, del mantenimiento de
relaciones de equilibrio del poder tanto interno como inter-territorialmente, o bien dependerá
de la inestabilidad (cambios geomorfológicos) de los elementos geográficos que sirven como
tal. Éste ha sido el caso del canal principal del Río Grande que sirve de frontera entre México
y EE.UU.
15
Claude Ponsard, Economie et espace, ecole practique de hautes estudes, 1954, cit. en E. R.
Melchior, “Fronteras internacionales y espacio económico”, Rev. de la integración no. 5, 1969,
B. A.

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las geografías (aplicaciones)

provoca, desde luego, cambios en el patrón de localización de las actividades


económicas, como señalaba Giersch.16 Sin embargo, contrariamente al aná-
lisis de ese autor, en el sentido de que se produciría en desplazamiento de la
actividad económica hacia puntos distantes de la frontera, es decir, orienta-
dos hacia mercados internos, los cambios no se dan exclusivamente a partir
de la lógica espacial.17
El ejemplo contrario al resultado del modelo de Giersch es el caso de la
localización inducida por las políticas económicas del Estado y por el hecho
de que el espacio (el “contexto” espacial) no es “igual” a ambos lados de la
línea fronteriza. El ejemplo de las maquiladoras es significativo al respecto.
Seguramente que el cambio en los patrones de localización resultaría de
cambios en las políticas arancelarias, de localización industrial, etc.18
Estas consideraciones, sin embargo, no excluyen la necesidad de tomar
en cuenta, en el caso del análisis de barreras19 (fronteras internacionales),

Cit. en Melchior, op.cit. Véase también A. Losch, Teoría económica espacial, “El Ateneo”,
16

1957.
17
De hecho, Giersch, en su ejemplo, suponía el espacio isomorfo y homogéneo. Así, si no
consideramos que el espacio es complejo y que la ocupación de este no es homogénea, se po-
dría pensar que se establecerían fronteras exactamente a la mitad de la distancia entre centros
iguales (centros de producción o distribución de bienes homogéneos). De tal manera que si
en cada uno de ellos (pueden ser mas de 2) se produjese el mismo bien, se formarían áreas
tributarias (territorios de influencia) iguales. En este caso el gradiente de costos de transporte,
debe ser el mismo para todos. Tampoco lo seria en el caso de que los costos de producción
fueren distintos. Es decir, que solo en el caso P1=P2; T12=T22, o el caso P1=P2; T12 T22. Ver H.
Richardson, Regional Economics, Weidenfeld & Nicolson, 1969, cap. 2; D. M. Smith, Indus-
trial Location, Wiley, 1971, cap. 8.
18
La posibilidad de que se ubiquen en centros localizados en el interior del territorio nacio-
nal, independientemente de que se constituyen o no como enclaves, en respuesta a una política
de localización dirigida a maquiladoras, y complementaria de la política regional selectiva del
PNDI o de puertos industriales (que por cierto funcionan también como frontera), no elimina
el problema de la conceptualización de “región fronteriza”, sino al contrario. Hacemos más
adelante una propuesta al respecto.
19
Las barreras en la literatura geográfica sobre la difusión espacio-temporal de los fenóme-
nos se tipifican, de acuerdo a los efectos que producen en este proceso, como: absorbentes,
reflejantes, permeables e impermeables. En la realidad, en su forma “pura”, no existen barreras

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laberintos geográficos: una antología

y a partir de las distorsiones debidas a cambios en el gradiente de costos,


implicaciones espaciales que darían lugar a imperfecciones en la aplicación
de las políticas arancelarias, de localización industrial, etc. En este sentido
la relación entre el efecto espacial y el de las políticas no es unidireccional,
sino recíproca y compleja: se modifica diferencialmente a ambos lados de la
frontera,20 la accesibilidad a partir de la acción de las políticas arancelarias y
tarifarias. A la vez éstas en su implementación presentan imperfecciones-di-
ferentes a ambos lados de la frontera debido a los cambios que esto produce
en el espacio geográfico que se ve por ello distorsionado.
La mera contigüidad entre México y Estados Unidos ha jugado un
papel importante en la evolución de las fuerzas productivas en las dos eco-
nomías. Como ya lo apuntamos anteriormente, la frontera actúa como
espacio de contacto entre dos economías cuyo desarrollo ha sido y sigue
siendo desigual.
Para el capitalismo norteamericano, la existencia de una frontera de
3,114 Km con un alto grado de permeabilidad, ha ofrecido, desde siem-
pre, la oportunidad de desarrollo y expansión periféricas de su economía
en condiciones de localizaciones particularmente favorables; las diferencias
en las condiciones de producción a ambos lados de la frontera han sido
ampliamente aprovechadas por el capital norteamericano; la integración de
grandes áreas agrícolas o ganaderas constituye una de las formas de penetra-
ción; otro es el control de la distribución de los productos primarios por las
compañías alimentarias transnacionales. Por lo que respecta al trabajo, las
migraciones legales (commuters, Programa Nacional Bracero hasta 1965)
o de indocumentados han permitido el desarrollo de campo en los estados

ni absorbentes ni reflejantes y generalmente, no son absolutas. Mas bien se trata de barreras


permeables (“porosas”) que vienen a reducir la dinámica del proceso como su efecto principal
en el tiempo y en el espacio, o en general, a modificarlo, positiva o negativamente.
20
No debe descontarse para el caso de la frontera internacional el efecto diferencial debido
a sistemas legales, monetarios, políticos distintos así como al hecho de que el espacio no es el
mismo debido entre otras cosas a una desigual distribución de los recursos; la existencia, por
lo tanto de ciertas ventajas comparativas, etc.

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las geografías (aplicaciones)

norteamericanos colindantes con la línea de frontera. Finalmente, es de


mencionar que el Programa Industrial Fronterizo, al propiciar la instalación
de las maquiladoras, ha sido también una forma de remarcar legalmente el
aprovechamiento, por el capital norteamericano, de las diferencias en las
condiciones de producción entre ambos lados de la frontera, en este caso
relacionadas principalmente con la componente “trabajo”.
No cabe duda entonces que las diferencias económicas entre las franjas
colindantes a la frontera, generadas por esta misma y el desigual desarrollo
de los países, es un factor medular a tomar en cuenta en el análisis del de-
sarrollo de la zona.

NIVELES DE RELACIONES EN LA RED URBANA

Quedaría un nivel no contemplado explícitamente en el tratamiento de la


región geográfica. Se trata de la consideración de las ciudades no como áreas
sino como nodos de un espacio organizado jerárquicamente. Estos en su
conjunto forman una red21 interconectada y estructurada que geográfica-
mente se presenta como la organización espacial de la economía en un terri-
torio determinado.
Aunque las ciudades fronterizas están condicionadas a su localización
geográfica particular, así como a características locales tanto económicas
como demográficas, política, culturales, etc., su dinámica rebasa el nivel
local urbano y aún el regional, articulándose con la dinámica nacional.
Además, a diferencia de otros componentes de la red urbana nacional, su
dinámica propia se ve afectada por la presencia paralela de economías urba-
nas que interactúan con los primeros y que a su vez responden a un sistema

Para la presentación explicita de este concepto de sistema de ciudades véase B. Berry, “Ci-
21

ties as systes within systems of cities” PRSA, 1963. Para el tratamiento del sistema de ciudades
como elemento constitutivo de las políticas, ver W. Thompson, “The national system of cities
as an object of public policy”, Urban Studies 9, (1), 1972: 99-116.

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laberintos geográficos: una antología

complejo de determinaciones equivalente al descrito para sus “gemelas”.22


En este sentido podemos hacer referencia a las ciudades fronterizas, funcio-
nalmente hablando, como “sistemas urbanos bi-nacionales”.23
En el marco de un sistema urbano el análisis de las interrelaciones, a
partir de cierto tipo de flujos, requerirá de la atención de otros dos aspectos
más. Por una parte, habrá que definir el límite del sistema: hasta donde se
le considera, es regional, nacional, internacional: cuáles son sus ligas exó-
genas, cual es su origen, en donde se localizan y en que dirección tienen;
cuáles son las fuerzas y efectos al interior del mismo.24
Por otra parte, como diferenciar entre la ciudad y el campo; como esta-
blecer una frontera nítida o, más bien, como definir la relación campo-ciu-
dad, la articulación urbano-rural. Es decir, cuál es la definición formal, cuá-
les son las relaciones funcionales y estructurales entre campo o ciudad. No
cabe duda que lo que aparecía como una clara dicotomía entre lo urbano y
lo rural, se presenta en la actualidad -al menos en términos de estilo de vida
y actitudes- completamente difusa, arbitraria y sin sentido.25

22
Que sean gemelas no significa que tengan el mismo peso. De hecho tanto a nivel urbano
como a nivel nacional se trata de un proceso de desarrollo desigual, combinado, asimétrico
en todos aspectos. Véase parte V de Visión del México Contemporáneo, El Colegio de México,
1979; Richard Fagen “The politics of the US.- Mexico relationships”. Paper presented at the
meeting on Long-run economic relations between Mexico and the U.S., Stanford University,
1980 (mimeo).
23
Término acuñado por J. Bustamante, “La interacción social en la frontera México-Es-
tados Unidos: un marco conceptual para la investigación”, trabajo presentado en el simposio
sobre estudios fronterizos, UANL, Monterrey, enero 1979.
24
Para esto recuérdese, por ejemplo, la discusión entre J. Friedmann y B. Stuckey acerca
de la necesidad o no de tomar en consideración el desarrollo del sistema capitalista a nivel
internacional para el análisis regional. Los trabajos de S. Holland, Capital versus the regions,
Macmillan, 1976 y C. Palloix, S. Hymer, B. Warren, K. Murray, entre otros en H. Radice (ed.)
International firms and moderna imperialism, Penguin, 1975, tratan cuestiones importantes a
este respecto que habría que tomar en consideración.
25
Véase D. Harvey, Urbanismo y desigualdad social, S. XXI, 1978 (especialmente el capítulo
6); B. Graizbord, “Algunas ideas en torno al estudio de la ciudad”, a publicarse en Revista
Habitación, Fovissste (1981).

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las geografías (aplicaciones)

De lo anterior se desprende la necesidad -y la posibilidad- de un enfo-


que que permita la construcción de un modelo operacional para estudiar
la dinámica del fenómeno y los procesos que inciden en la frontera y que
responden a relaciones recíprocas, complejas, dialécticas, entre diferentes
escalas regionales y distintos niveles analíticos entre los cuales identificamos
los siguientes:

a) la ciudad fronteriza y su dinámica urbana propia,


b) el sistema urbano binacional formado por ciudades “gemelas”,
c) la relación y posición funcional y jerárquica de la ciudad fronteriza en la red
urbana regional y nacional,
d) el sistema regional en el que se identifican varios centros urbanos formando
regiones nodales, que puedan o no pertenecer a una “región fronteriza” defi-
nida a priori, o una región funcional, determinada empíricamente,
e) el conjunto de regiones o sistema de regiones fronterizo,
f ) la región fronteriza y el resto del país,
g) el carácter especializado de cada centro urbano, ya sea que se le considere o
no frontera o que esté o no en una región considerada como fronteriza (no
necesariamente contigua a la frontera internacional).

En todos y cada uno de estos ámbitos territoriales pueden identificarse rela-


ciones funcionales; estructurales y político-jurídicas o formales.26 Cada tipo
de relación afecta de distinta manera al sistema. El efecto puede ser parcial
o total, nacional o internacional, en una misma o en diferentes escalas y
niveles del análisis. Esto, que presenta aparentemente cierta complejidad es,
tratar en forma separada lo que constituye la totalidad compleja del proceso

26
Las relaciones estructurales describen las que se establecen entre los elementos constituti-
vos en tanto su posición en el sistema: las funcionales describen la interacción, entre las partes,
que permite extender el funcionamiento del conjunto; las formales establecen el contexto en
el que se producen las condiciones estructurales para el funcionamiento y la existencia del
conjunto y de las partes que lo constituyen.

271

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laberintos geográficos: una antología

real; facilita, por otra parte, la referencia a relaciones con otros procesos yen-
do más allá de la mera descripción de sus manifestaciones como patrones y
procesos espaciales.
En este sentido la propuesta de Hansen de un análisis de los procesos
en el contexto geográfico de regiones funcionales o bien de área de merca-
do de trabajo, reduce el marco analítico a sólo dos niveles particulares del
sistema urbano.
Para nosotros entonces, el marco referencial no sólo incluye la interac-
ción entre la o las regiones fronterizas (constituidas por unidades políti-
co-administrativas, v. gr. estados o municipios) con el resto del país, sino un
complejo de relaciones27 (funcionales, estructurales, formales) que pueden
analizarse geográficamente en los ámbitos territoriales que señalamos an-
teriormente a partir de la consideración del sistema urbano (nacional) que
afecta y es afectado por cada uno de sus componentes (centro urbano).
La interacción estructurada entre componentes del sistema urbano, tie-
ne implicaciones importantes para la discusión acerca del funcionamiento
y cambios tanto de las partes como del todo.28 Pero ¿qué clase de relaciones
existen entre las ciudades que permitan identificar un sistema urbano es-
tructurado, es decir, organizado?
Convencionalmente en las teorías neoclásicas de la organización espa-
cial (v. gr. lugares centrales) se parte de una concepción acerca de la ciudad
en la que ésta y su área circundante forman una unidad; lo que sucede en el
centro urbano es sólo reflejo de sus relaciones con el interland. Esta unidad
(funcional) forma una región nodal que se constituye en una economía
urbana tratada como un punto o nodo dentro de una red de relaciones
27
Hablar de relaciones no implica por sí mismo que estas se consideren simétricas. De
hecho no lo son: estructuralmente son asimétricas, lo que produce interrelaciones que pueden
calificarse de desiguales, ver Mario Ojeda “El futuro de las relaciones entre México y los Esta-
dos Unidos” (primer borrador) Seminario de análisis económico social de las relaciones entre
México y Estados Unidos, Stanford, noviembre 1980 (mimeo).
28
L. Bourne, Urban Systems, OUP, 1975; J. Friedmann y R. Wulff, The Urban Transition,
Arnold, 1976.

272

Laberintos.indb 272 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

externas. Relaciones estas que determinarán el tamaño, grado de especiali-


zación y tasa de crecimiento de la ciudad (de cada nodo).
Esto permite diferenciar tipos de ciudades no sólo por su tamaño sino
por su posición relativa en la red urbana. Sin embargo, la identificación de
grupos de ciudades en el marco de una compleja red de interrelaciones im-
plica: i) un grado de dominación y dependencia (funcional) entre ellas, ii)
una organización jerárquica en la que cada ciudad establece relaciones con
centros de orden superior e inferior que permite pensar en su “poder” y rol
funcional, y iii) la identificación a su vez, del tipo de interdependencia(s),
que para el propósito del análisis, sea importante en el sistema.
La presencia de una fuerte interacción entre un conjunto de elementos
(ciudades) en un área (nación, región), y la existencia de efectos reguladores
de su funcionamiento y crecimiento implican la existencia de un sistema
(urbano). El debate, sin embargo, surge al intentar decidir para el caso que
no ocupa el tipo de interacciones, así como el tipo de sistema regulador
(política) entre regiones urbanas que deban tomarse en consideración para
definir el sistema de que se trata.
En el caso de los sistemas urbanos binacionales, la evidencia empírica
demuestra que la interacción entre las ciudades gemelas es más fuerte que
la que se desarrolla entre cada una de éstas y las demás componentes del
sistema urbano.
Se registran desequilibrios en la estructura espacial urbana que se ma-
nifiestan como segregación espacial de funciones urbanas, roles segregados
en la economía, diferencias en la tasa de crecimiento y ocupación del suelo,
impactos ambientales, etc. Ello se debe a que el funcionamiento del siste-
ma urbano binacional responde a determinaciones estructurales y formales
que tienen su origen en la vinculación de dos sistemas económico-político
en un proceso de desarrollo desigual. Esta determinación no es, sin em-
bargo, unívoca, o en un solo sentido; se ve afectada por un proceso re-
troalimentador derivado de la peculiar situación espacial (contigüidad,

273

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laberintos geográficos: una antología

interacción a nivel de sistema urbano binacional) que a su turno afecta el


estado y la evolución de las relaciones entre ambos países.
Pero aún habría otra consideración más de tipo estructural que condi-
ciona los fenómenos fronterizos y que resume nuestra argumentación. La
complejidad, inestabilidad y sensibilidad para evolucionar en respuesta a
influencias exógenas impredecibles29 permite identificar al sistema urbano
como sistema social complejo. Asimismo, la capacidad de auto-regulación
para asimilar estas influencias, así como aprender de experiencias pasadas
y, por tanto, adaptarse a situaciones futuras permite hablar de un “sistema
acumulador de experiencias”. A su vez, esto hace que sea imposible consi-
derar a cada una de las partes discreta e independientemente del resto o,
más bien, que este tipo de sistemas no puede estructurarse a partir de una
simple y mecánica adición de sus partes constitutivas. Es algo más que eso,
constituye una totalidad, precisamente porque cada una de las partes cum-
ple una función diferente en momentos distintos en varios niveles. Es decir,
que una parte puede jugar un rol distinto en distintos momentos para dis-
tintas escalas o niveles o varios roles en un momento dado. La forma puede
muy bien asemejarse a la función original que la definió o por el contrario,
puede persistir sin que la función subsista. Esto presenta serias dificultades
para el análisis especialmente si el corte que se hace es solamente sincrónico
o solamente diacrónico, es decir, si sólo apunta la estructura o se interesa
sólo por su evolución a través del tiempo.
Esto, sin embargo, forma parte de la tarea que, creemos, se presenta
dentro del marco propuesto en forma más precisa y acotada para estudiar
los procesos sociales, económicos, políticos, culturales en el espacio de la
frontera entre Estados Unidos y México.

29
No se quiere decir con esto que no exista la posibilidad de generar cambios endógenos,
antes al contrario, se trata precisamente de conocer el carácter y naturaleza del sistema para
estar en posibilidad de cambiarlo racionalmente, véase J. Friedmann, Retracking America, An-
chor, 1973; B. Berry: “Comparative urbanization strategies” en L. Bourne & J. W. Simmons
(eds). Systems of cities, Oxford, 1978, e idem., “Deliberate change in spatial systems: goals
stratgies and their evaluation”, So. Afr. Geog. J. L. 54, 1972: 30-42.

274

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INTERDEPENDENCIAS GEOGRÁFICAS
EN LA FRONTERA DE MÉXICO
CON ESTADOS UNIDOS1

ANTECEDENTES

L as relaciones entre México y los Estados Unidos y en particular las que


se desarrollan a través de la frontera común entre ambos países, seguirán
ampliándose e intensificándose seguramente en los próximos años. Si esto
es así, ¿qué impactos socioeconómicos tendrán en la población; qué efectos
producirán en la estructura y dinámica económica de la región; cuál será,
en fin, para uno y otro país, el costo y el beneficio?; políticamente ¿es o no
deseable esta “progresiva integración” de la región fronteriza?
Las implicaciones que se derivan de estas preguntas, tanto para las fu-
turas investigaciones sobre la región como para los políticos y los planifica-
dores de la administración pública son múltiples y variadas. Parecería ne-
cesario abordar todos los niveles en forma integral; sin embargo, mientras
se discuten a nivel de política internacional las relaciones México-EU, se
empieza a sentir la necesidad de pensarlas en sus niveles más específicos. Los
aspectos a considerar, los ítems de la Agenda y, en todo caso, la dinámica

1
Graizbord, B. (1983), “Integración, diferencias regionales e interdependencia en la fronte-
ra de México con Estados Unidos”. Demografía y Economía, 17 (01), pp. 1–20.

275

Laberintos.indb 275 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

misma de la interacción fronteriza entre los dos países, que en gran medida
se sale del marco formal de las relaciones, representan un amplio espectro
de lo que debe estudiarse.
Si, como se sugiere en este trabajo, los niveles superiores más generales
de las relaciones son sumamente problemáticos, no quedan dudas respecto
a que todo lo demás presenta complicaciones extremas. En lo que sigue
se hace una referencia a algunos aspectos de lo que podría ser el marco
conceptual de las relaciones para posteriormente tratar dos aspectos meto-
dológicos (con su referencia empírica) que creemos debieran ser tomados
en cuenta en el análisis de los niveles intermedios, especialmente en los
ámbitos urbano y regional de las mismas.

Acerca de la integración y la interdependencia entre naciones

Para Karl Deutsch2 la integración consiste -y debe entenderse- en un proceso


de consolidación, cultural-territorial, por medio del cual los conglomerados
humanos que de hecho dominan un territorio van amalgamándose hasta
formar, en ocasiones, sistemas confederados, federaciones o imperios. Este
proceso “aditivo” de asimilación cultural y política tendría como fin último
un ‘gobierno mundial’. “¿No podría continuar este proceso hasta que hubie-
se sólo un gobierno único para todo el mundo?”, se preguntaba.3 El caso es
que si ése ha sido el proceso dominante, históricamente no se ha dado aislado
ni lineal. Frente a él y paralelo, un proceso desintegrador y de secesión, que
tiene su origen en la movilización social (v. gr. la revolución industrial, la ur-
banización), ha producido una fragmentación territorial en Europa misma,
América Latina y más recientemente en el continente africano. Es entonces

2
El nacionalismo y sus alternativas, PAIDOS, 1971.
3
Op. cit. pág. 12.

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las geografías (aplicaciones)

el equilibrio entre ambos procesos -asimilación y movilización- lo que expli-


caría, de acuerdo a ese autor, el estado de cosas en un momento dado.
Una definición más restringida de integración se ha utilizado tradicio-
nalmente en la teoría económica y política para designar, en el aspecto eco-
nómico, un proceso4 por el cual “dos o más países proceden a la abolición,
gradual o inmediata, de las barreras discriminatorias existentes entre ellos
con el propósito de establecer un solo espacio económico”; y en el político
-derivado de la preocupación por las consecuencias que la eliminación de
barreras económicas acarrea- un proceso mediante el cual las partes o “...
participantes transfieren a un ente más poderoso las lealtades y atribuciones
para regular sus relaciones dentro del espacio o unidad mayor”.5
Las definiciones anteriores, que implícitamente consideran esa integra-
ción como deseable y buena a pesar de reconocer consecuencias, se refieren
a espacios nacionales, aun cuando pudieran pensarse para espacios sub-
nacionales. Es precisamente al pasar de un nivel al otro cuando aparece
claramente delineado el problema: si bien a nivel nacional una política in-
tegracionista buscará generar fuerzas centrípetas con el fin de eliminar las
diferencias entre las distintas regiones (subnacionales), en el ámbito inter-
nacional fuerzas centrífugas parecen oponerse a las integradoras llevando al
fracaso los intentos de trascender al Estado-nación; sin embargo, en ambos
casos se producen fuerzas opuestas enfrentando intereses y necesidades re-
gionales con los nacionales.
Surge como urgente y necesario el estudio de los efectos e impac-
tos que este conflicto entre fuerzas opuestas produce para México, tanto

4
La diferencia entre “estado de cosas”: la ausencia de distintas formas de discriminación
entre economías nacionales y “proceso”: medidas diseñadas para abolir la discriminación entre
unidades económicas pertenecientes a diferentes Estados nacionales, fue señalada por B. Be-
lassa, The Theory of Economic Integration, Allen & Unwin, 1961, cit. en Isaac Cohen Orantes,
“El concepto de integración”, Revista de la Cepal, Dic., 1981: pp. 149-159.
5
Definición de E.B. Haas y P.C. Schmitter, “Economics and Differential Patterns of Polit-
ical Integration: Projections about Unity in Latin America”, en International Communities: An
Anthology, Doubleday, 1966, cit. en Cohen (p. 152, n. 8).

277

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laberintos geográficos: una antología

internamente como en sus relaciones internacionales. Urgente, porque no


puede negarse la interdependencia6 cada vez mayor o, más bien, integración
fronteriza, tratándose de países vecinos; necesario, porque al explicitar las
partes su voluntad de negociar, intervenir y mediar7 institucionalmente los
conflictos o asuntos bilaterales con objeto de resolverlos y obtener benefi-
cios mutuos de esa compleja relación, se hace imprescindible reconocer que
se trata de entidades que no son iguales (existen diferencias estructurales)
y que el proceso no es lineal (responde y genera situaciones complejas y
diversas de tipo coyuntural). Ambas consideraciones conllevan costos y be-
neficios diferenciales.
La pregunta de si es o no deseable una posible integración no debe des-
cartarse, pero su respuesta debe fundamentarse en algo más que un deseo,8
en uno u otro sentido. Es decir, deberá pasar a un nivel que al reconocer

6
Este concepto ha sido criticado por su carácter ideológico al no tomar en cuenta la distri-
bución real del poder y suponer una interacción simétrica entre las partes. Según H. Brook-
field (Interdependent Development, Methuen, 1975), las distintas ideas o teorías sobre desa-
rrollo incorporan la interdependencia como variable explicativa del desarrollo. Esta idea se
encuentra aplicada en un modelo que describe el impacto integrador que la interdependencia
entre unidades regionales originalmente aisladas tiene en el desarrollo de la organización de
una economía espacial (Véase J. Friedmann, Urbanización, Planificación y Desarrollo Nacional,
Diana, 1976). Su carácter tautológico es claro al plantear la relación desarrollo-interdepen-
dencia como recíprocamente causales. Una referencia histórica de este proceso se encuentra
en E. Lampart, “The History of Cities in Economically Advanced Areas”, EDCC 3, 2, 1955:
pp. 81-136, e ídem., “The Evolving System of Cities in the United States: Urbanization and
Economic Development”, en H. Perloff y L. Wingo (eds.), Issues in Urban Economics, John
Hopkins Press for Resources for the Future, 1968.
7
La viabilidad de plantear y establecer formas deliberadas de mediación de las relaciones
entre los dos países estaría en función de entender que se requiere de una programación (v. gr.
una explicitación de metas parciales en sus dimensiones o especificaciones tempo-espaciales) y
de la continua evaluación de los costos y beneficios para las partes.
8
l. Wallerstein (“The State and Social Transformation: Will and Possibility”, repr. en H.
Bernstein (ed.) Underdevelopment and Development. The Third World Today, Penguin, 1963),
considera que el Estado se enfrenta a factores externos e internos combinados, los cuales debe
resolver para poder eliminar la discrepancia entre los deseos y las posibilidades de desarrollo
económico.

278

Laberintos.indb 278 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

los hechos, los condiciona y exige la consideración de las implicaciones en


los diferentes ámbitos en que se manifiestan las relaciones, cada vez más
intensas y complejas, entre los dos países.
Frente a lo que pudiera denominarse el imperativo geográfico de la
yuxtaposición de México y los EU,9 las relaciones entre ambos países han
recorrido históricamente un amplio espectro que va desde el enfrentamien-
to armado hasta la política del “buen vecino”.
En un mundo de interdependencias,10 en donde lo que sucede en un
país es de inmediato conocido y afecta, de alguna manera, las relaciones
internacionales, parecería imposible, aun sin tomar en cuenta la vecindad
geográfica, pensar en una absoluta autarquía, cerramiento y ausencia de
relaciones entre naciones. Asimismo, una completa apertura es impensable
sin afectar el status político­jurídico que distingue a un Estado-nación del
otro.
En efecto, formalmente una región geográfica delimitada por una lí-
nea divisoria reconocida jurídicamente a nivel internacional constituye un
espacio que, por derecho, es el espacio jurisdiccional exclusivo de las ins-
tituciones nacionales. La frontera es, en pocas palabras, lo que distingue
territorialmente a un país de otro.11 Sin embargo, en la complejidad de los
múltiples niveles en que se dan las interrelaciones entre sistemas económi-
co-políticos nacionales, la frontera constituye de hecho, una barrera que

9
La localización geográfica se dice que es “absoluta” en tanto se define res­pecto de un
sistema referencial de coordenadas geográficas predeterminado y aceptado universalmente.
En ese sentido podría cambiar el sistema de referencia, pero no la ubicación de los espacios
o lugares geográficos. El término “yuxtaposición” se refiere a la posición geográfica de los dos
países, uno respecto del otro, pero se ha utilizado para hacer una comparación (socioeconó-
mica) entre ellos. (Primer Encuentro sobre Impactos Regionales de las Relaciones Económicas
México-EU, Gto. julio 1981.)
10
Ver n. 5, supra.
11
Al hablar de frontera suele pensarse en ésta, en términos puramente forma­les, como seña-
laba Bustamante [“Concepción analítica de la región fronteriza de México y los EU como área
de investigación”, Docto. interno (mimeo), s.f.].

279

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laberintos geográficos: una antología

no es absoluta sino “porosa” y “permeable”12 que puede abrirse o cerrarse


gradualmente tanto formal como funcionalmente.
Las diversas situaciones económicas y políticas en que el país se ha visto
involucrado, lo han “acercado” o “alejado” en sus relaciones con los Esta-
dos Unidos pero al mismo tiempo puede decirse que secularmente éstas se
han intensificado: en el aspecto económico el intercambio comercial, aun

12
La “porosidad” de la línea fronteriza de México y los Estados Unidos se ha destacado
en ocasiones a la luz de la experiencia del flujo de trabajadores mexicanos indocumentados.
En la literatura geográfica sobre la difusión espacio-temporal de los fenómenos se consideran
“barreras” absorbentes, reflejantes, permeables e impermeables. En la realidad, sin embargo,
las barreras absorbentes o reflejantes no existen y generalmente no son absolutas. Más bien se
puede decir que se trata de barreras “permeables” que modifican, positiva o negativamente, los
procesos espaciales.
La idea de relativa permeabilidad de las fronteras aparece en algunos modelos económicos.
El modelo Hecksher-Ohlin se refiere a los casos extremos de “intercambio pleno” opuesto al
“intercambio nulo”. En el primer caso, existiendo una completa libertad de movimiento de
los factores, mientras que en el segundo, se trata de una situación completa de autarquía. En
la práctica como señala Clark Reynolds (“Las perspectivas económicas y sociales de México y
sus implicaciones con los Estados Unidos”, en C. Tello y C. Reynolds (comps.), Las relaciones
México-Estados Unidos, Lecturas 43, FCE, 1981, pág. 14), todas las economías se encuentran
en algún punto entre los dos extremos antes mencionados en función de su localización, ta-
maño, ingreso, gustos y preferencias, política de comercio exterior, migración e inversión. En
los estudios históricos comparativos, la frontera se define de varias maneras: como territorio
o zona de interpenetración entre dos sociedades distintas, o bien una frontera representa un
territorio abierto y libre para la conquista, colonización y “construcción de una sociedad nue-
va”. En ambas versiones se encuentra un rasgo común: la frontera se abre o se cierra en forma
determinada.
En la primera, la frontera se mantiene abierta en tanto los intrusos o los pobladores nativos
no impongan un control exclusivo y un régimen de derecho que los haga iguales, al menos
para algunas de sus interacciones; se cierra cuando los intrusos han subyugado efectivamente
a los nativos. En la segunda, se cierra en el momento en que el territorio no ofrece más posi-
bilidades de ocupación o asentamiento libre. En ambos casos, la experiencia contiene: mitos,
simbología y en general una ideología etnocentrista. (“Settlers and ‘Savages’ on Two Frontiers”,
reseña de libros por G.M. Fredrickson, New York Review of Books, March 18, 1982).
Formalmente la frontera representa una “discontinuidad” geográfica; funcionalmente, sin
embargo, da lugar a la formación de áreas o regiones más o menos ambiguas, dependiendo de
las relaciones que los elementos integrantes desarrollan y de la integración resultante. Véase
p.ej. la conceptualización que hace Arthur L. Stinchcombe, Constructing Social Theories, Har-
court, Brace World, Inc., 1968 (Caps. 5 y 6).

280

Laberintos.indb 280 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

cuando fluctuante, se ha ido incrementando; progresivamente las inversio-


nes de capital provenientes de los EU también han ido en aumento; lo mis-
mo sucede con el flujo migratorio de trabajadores mexicanos indocumenta-
dos a pesar, por cierto, de los intentos ocasionales por cerrarles la frontera.13
Frente a estos hechos se señalaba14 la existencia de dos posturas contra
puestas respecto del futuro de esas relaciones. Una primera, que ve en ellas
un proceso de “integración silenciosa” que creará “las bases para un gran
entendimiento entre ambos países no sólo, según se dice, para el manejo
armonioso de los distintos problemas bilaterales sino para la formación de
un frente común de lucha por los valores de la civilización occidental”. Esta
postura implicaría minimizar las diferencias existentes y diferir para el mo-
mento preciso (sic) la negociación de los problemas pendientes. La segunda
corriente de pensamiento, aceptando la inevitabilidad de la profundización
de los vínculos económicos entre México y EU considera que ello acentuará
aún más el desequilibrio que existe en contra del primero. Esto produciría
nuevos y más complejos conflictos entre los dos países, lo que necesaria-
mente llevará a la toma de conciencia por parte de México de la diferencia
de intereses y necesidades basada en “experiencias... y formas de civiliza-
ción esencialmente opuestas...” Así, si prevalece la primera postura puede
esperarse un tratamiento preferencial para México por parte de los Estados
Unidos y su costo sería la aceptación de ciertas posiciones y proposiciones
norteamericanas que, se señalaba, desvincularían a México del bloque ter-
cermundista y lo limitaría en su apoyo a los movimientos revolucionarios
en Centroamérica. La segunda postura implica para México la conquista de
“un espacio para actuar de manera independiente en política internacional

13
Las cada vez más intensas relaciones de México con los EU han sido ampliamente co-
mentadas, tanto en sus aspectos positivos como en los negativos, en las múltiples reuniones
bilaterales celebradas hasta la fecha y cubren temas políticos, económicos, incluso militares,
estratégicos, ambientales, etcétera.
14
Véase Olga Pellicer, “La nueva vecindad”, Nexos 50, Feb. 1982.

281

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laberintos geográficos: una antología

y decidir la orientación de su comercio exterior y el origen de las inversiones


extranjeras a su propia conveniencia”.15
Si bien a primera vista es fácil identificar la primera posición con los
intereses norteamericanos y la segunda con los nacionales, se podría decir
que: 1) se trata, en el primer caso, de un juicio sobre un proceso (no nece-
sariamente deliberado) de integración y, en el segundo, de un deseo de que
se produzca una ruptura de las relaciones de dependencia de México con los
EU. Sin embargo, en ambos casos existirán costos y beneficios con implica-
ciones distintas -que habría que dilucidar- en los diferentes niveles y escalas
de las relaciones bilaterales e internacionales de los dos países; 2) queda
la impresión de que las implicaciones se derivan o están determinadas en
los niveles superiores de las relaciones internacionales. Sin embargo, pare-
ce válido pensar que esto no necesariamente es así; 3) operativamente, al
menos, las relaciones entre ambos países, independientemente de que sean
o se consideren conflictivas, responden no sólo a situaciones coyunturales
(endógenas o exógenas) sino a condiciones relativamente permanentes, se-
culares, estructurales. De hecho, las relaciones podrían o no responder a
una estrategia coherente de largo plazo que podría, o no, depender de una
clara definición o expresión de los “intereses nacionales”, o bien ser el resul-
tado de decisiones del momento o coyunturales. Pero, en todo caso, ¿cómo
traducir objetivos generales a particulares en los distintos ámbitos en que
aparece la necesidad de negociar?; y ¿cómo asegurar que las decisiones en
un momento dado no representen los deseos de solución momentáneos y
respondan a objetivos superiores, nacionales, de largo plazo?
No es nuestra intención seguir con una crítica de las dos posturas sino,
a partir de su consideración, abrir un marco de reflexión que permita el
análisis positivo de las relaciones entre México y los Estados Unidos al nivel
regional y urbano de sus implicaciones. Si bien el sentido de los argumen-
tos anteriores, especialmente el tercero de ellos, se sitúa en la discusión del

15
ldem. op. cit.

282

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las geografías (aplicaciones)

“modelo nacionalista” en la teoría de la planificación, intentamos, sobre


todo, salir de la trampa de las interpretaciones normativas o simbólicas
sobre la frontera y las relaciones internacionales.16

Relaciones internacionales y relaciones interregionales

Las relaciones entre regiones o naciones han tenido, históricamente, formas


y modalidades distintas conforme los países se han ido consolidando como
tales o bien se han ido integrando en sistemas de bloques económicos y/o
políticos.17 El caso es que encontramos opiniones divergentes respecto de
dichas relaciones que sugieren, unas, que la integración de regiones o países
a una economía interregional o internacional tiene efectos (económicos) po-
sitivos para todas las partes y, otras, que ven en esas relaciones una pérdida de
los valores regionales o nacionales, y que sólo propician un ensanchamiento
de las diferencias o ventajas iniciales en la explotación de las regiones o los
países pobres por parte de los ricos.18

16
No nos parece posible, de otra manera, llegar a conclusiones como por ejemplo la de
N. Hansen (“Europe’s Guest Worker Policies and Mexicans in the United States”, Growth
and Change Vol. 10, 2, 1979: pp. 2-8) de que si bien la migración de trabajadores mexicanos
indocumentados haya sido calificada y condenada ampliamente como “mala” para Estados
Unidos, para México y para los migrantes mismos, la evidencia empírica que existe muestra
lo contrario, independientemente de los deseos o razonamientos de los que han venido pre-
juzgando el fenómeno. Para una opinión semejante véase W. Cornelius, cit. en M. Ojeda, ver
nota 24 infra.
En otro orden de cosas, baste recordar el contenido simbólico que suele acompañar a las
declaraciones sobre las pretendidas fronteras de las nacionalidades vs las del Estado-nación
o las fronteras nacionales reconocidas vs las de las regiones culturales, que han dado lugar
en sus manifestaciones extremas a ideas de “espacio vital” para legitimar el expansionismo o
contrariamente, en la actualidad, a los movimientos regionales separatistas principalmente en
Europa.
17
K. Deutsch, op. cit.; l. Wallerstein , The modem world system, Academic Press, 1974.
18
La primera opinión tiene su fundamento en la teoría neoclásica del comercio interna-
cional basada en la idea del libre comercio entre países y la convergencia de los precios de los

283

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laberintos geográficos: una antología

Una variante de esta interpretación, para el caso latinoamericano, está


ejemplificada por O. Sunkel19 y en términos generales por la primera co-
rriente del pensamiento cepalino.20 Ese autor, representativo de la corriente
dependentista, intenta la descripción de los efectos sociales y económicos
de la penetración del capital extranjero (internacional) en los sistemas eco-
nómicos nacionales, llamados periféricos, dando cuenta del efecto retarda-
tario que, incluso el comercio exterior tendría sobre el desarrollo nacional.
Parte de un análisis de la interacción de las economías industriales con
aquellas sustentadas en la producción de bienes primarios y, sobre la base de
un proceso de vinculación funcional entre entidades diferentes, concluye
que éste tiene efectos simultáneos pero contrarios, o polarizantes.
Si bien es difícil negar la elegancia de este macromodelo, en los diver-
sos intentos de aplicación a casos concretos particulares se ve afectado por

factores si no se les afecta en su libre movilidad dentro de los países involucrados; la segunda
se basa en las ideas de Gunnar Myrdal sobre la causación acumulativa y las ventajas iniciales.
La necesidad de reconsiderar la teoría neoclásica del comercio internacional fue señalada por
Joan Robinson (“The need for a reconsideration of the theory of international trade”, cap. 19
en Contributions to Modern Economics, Academic Press, 1978). Señalaba J. Robinson que aun
dentro de los términos estáticos para hacer cualquier comparación, es necesario considerar al
menos tres países antes de poder llegar a una conclusión general (p. 213). Respecto de su im-
potencia para describir la realidad, S. Hymer y S. Resnick (“International Trade and Unequal
Development”, en Bhagwati, et al., Trade, Balance of Payments and Growth, Papers in Honour
of C.P. Kindleberger, North Holland, 1971) señalaban que esas teorías omiten los aspectos
sociales y políticos de las relaciones, privilegiando sólo las relaciones de mercado e ignorando
la parte política de la ecuación. Véase E. Olsen [“Regional Income Differences within a Com-
mon Market”, repr. en H. Richardson (ed.), Regional Economies: a Reader], para las diferencias
de enfoque entre los teóricos del comercio internacional y la ciencia regional. Refiriéndose a la
Comunidad Económica Europea, ese autor se preguntaba si eventualmente la abolición de ba-
rreras al movimiento libre de bienes y aun de factores de producción, llevaría a una igualación
del ingreso per cápita entre los países involucrados (p. 107).
19
Capitalismo transnacional y desintegración nacional en América Latina, Nueva Visión, 1972
20
El modelo original de Prebisch dividía al mundo en “centro y periferia” y veía las rela-
ciones entre las partes como un intercambio en términos desiguales... Para una presentación
sistemática del aporte teórico-político e ideológico del pensamiento de la CEPAL y latinoa-
mericano en general, ver: Octavio Rodríguez, La teoría del subdesarrollo de la CEPAL, Siglo
XXI, 1980.

284

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las geografías (aplicaciones)

la fragmentación real y efectiva de los dos grandes “protagonistas” (países


“centrales”, ricos, y países “periféricos, pobres). Su capacidad analítica se
ve reducida, además, por los cambios ocurridos en los últimos años en las
economías llamadas centrales y en las periféricas, así como por la aparición
de dos bloques hegemónicos opuestos a nivel mundial que, sin embargo,
incluyen tanto a países ricos o “centrales” como a pobres o “periféricos”21
Asimismo, por su nivel de agregación y su carácter estático, difícilmente
puede dar cuenta de la capacidad interna de ajuste de las economías nacio-
nales a la “nueva división internacional del trabajo’’ que afecta la dinámica
y características ínter e intraindustriales, regionales e interregionales de los
procesos productivos. Todo ello pone en duda la homogeneidad y consis-
tencia del modelo mismo, así como su pretensión explicativa de las situa-
ciones y procesos nacionales a partir de fuentes exógenas.22
Se ha señalado,23 con razón, que muchas veces las investigaciones son
parciales o moralistas y que con ello sólo se llega a generalizaciones falaces,
reduccionismos dogmáticos, “simbolistas” o normativos. En el caso del es-
tudio de las relaciones entre México y EU y, en particular, de la frontera
entre ambos países, habría que agregar la deficiencia de aquellos estudios
que “sólo llegan a la línea fronteriza”.24

21
Respecto de las implicaciones que ha tenido la aparición del bloque socialista, véase J.
Robinson, “Has Capitalism Changed?”, Cap. 20, Contributions to.... op. cit. K. Deutsch nos
recuerda de las relaciones conflictivas aun dentro del mismo bloque socialista entre países ricos
y pobres, véase p. 113 de su Política y Gobierno, op. cit.
22
Con su acostumbrada brillantez A. O. Hirschman hace una crítica a las teorías de la de-
pendencia, en “Hegel, el imperialismo y el estancamiento estruc tural”, repr. en René Villarreal
(comp.), Economía Internacional, Lecturas 30, (2 tomos), 1979.
23
Crescencio Ruiz Chiapetto, “Efectos de las implantaciones industriales en el crecimiento
demográfico: lecturas... crítica”, Coloquio franco-mexicano, Instituto de Geografía, UNAM,
México, del 25 de agosto al 9 de septiembre de 1981.
24
Jorge Bustamante, “La integración social en la frontera México-Estados Unidos: un mar-
co conceptual para la investigación”, en R. González Salazar (comp.), La Frontera del Norte.
Integración y Desarrollo, El Colegio de México, 1981.

285

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laberintos geográficos: una antología

Recientemente han aparecido varias propuestas orientadas a eliminar


estas limitaciones. Hacemos referencia a algunas de ellas en el intento de
estudiar, en sus múltiples dimensiones, el complejo conjunto de dichas re-
laciones. Para empezar, como señalaba Mario Ojeda,25 sería necesario dis-
tinguir, por una parte, el marco de la realidad político-económica dentro
del cual se dan las relaciones, es decir, su estructura y, por otra parte, los
asuntos y problemas que surgen de ellas.
Las condiciones estructurales de las relaciones México-EU, según ese
autor,26 son tres:

1) Contigüidad territorial. Desde el punto de vista geopolítico, el hecho de ser


vecino inmediato del país más poderoso y rico de la Tierra tiende a hacer de
México parte de la esfera de influencia de EU. Significa esto que: a) Méxi-
co no es totalmente libre en su política internacional; b) para nuestro país
existen ciertas ventajas comparativas para comerciar con el mercado más
rico del mundo; c) las relaciones entre ambos países rebasan el marco de las
relaciones diplomáticas entre gobiernos y del intercambio tradicional.
2) Asimetría de poder. Siendo México la parte débil, esto se refleja tanto en la
comparación cuantitativa de algunas variables como la población, el PNB o
el ingreso per cápita, así como cuando los comparamos a partir de su posición
relativa dentro del esquema más amplio del conjunto de países del mundo.
3) Dependencia de México respecto de los Estados Unidos. Esta dependencia
en términos económicos y tecnológicos hace altamente vulnerable -políti-
camente- a nuestro país. Para ese autor, la dependencia de México queda
clara al medir el peso específico de los países a partir del significado que para
cada uno tienen: a) sus relaciones comerciales con el otro; b) el volumen
del ingreso por turismo; c) el monto de inversión norteamericana directa y

25
Mario Ojeda, “El futuro de las relaciones entre México y los Estados Unidos”, en C. Tello
y C. Reynolds (comps.), op. cit.
26
M. Ojeda, op. cit.

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las geografías (aplicaciones)

d) el origen de la deuda externa pública y privada. Frente a estas diferencias


de peso, “es de suponerse que una hipotética interrupción de las relaciones
entre ambos países tendría con secuencias abrumadoras para México y sólo
efectos regionales o sectoriales para los Estados Unidos”.

Por su parte, Richard Fagen27 al referirse al “choque” o enfrentamiento entre


dos países tan distintos culturalmente y con niveles de riqueza tan diferentes,
considera que este hecho hace de la vecindad un caso único, razón por la
que “... casi todas las discusiones sobre la región avancen rápidamente hacia
la mera descripción del estado actual de las cosas -según se perciba- o de la
dirección que parezcan llevar”.28
A efecto de responder a la preocupación por salir de lo peculiar, es-
pecífico y problemático de una visión de “nosotros y ellos” y encontrar
un marco más general para encajar este caso único, habría que tomar en
cuenta que, por un lado, el norte de México y el suroeste de los Estados
Unidos constituyen un sistema económico complejo y dinámico que no
necesariamente funciona sin conflictos y tensiones y, por otra parte, com-
plementando lo anterior, la frontera constituye una zona de generación de
problemas y no el lugar donde se resuelven. En las fronteras, afirma, se paga
con creces la mezcla contradictoria de los asuntos nacionales y extranjeros.
El eje analítico de su enfoque, si bien da cuenta de una asimetría de carácter
económico, parece sintetizarse en lo que señala como la tensión múltiple
entre lo local, lo nacional y lo internacional. En esto, asegura, se encontrará
en el futuro la dinámica decisiva de la política de la frontera.
Al remarcar que la realidad económica, social y cultural en la frontera
tiene alcances territoriales que no corresponden a la delimitación jurídica
establecida por la demarcación internacional, Jorge Bustamante29 sugiere
27
“La Política de las Relaciones México-norteamericanas”, en C. Tello y C. Reynolds
(comps.), op. cit.
28
Id., p. 371.
29
Op. cit., pág. 2. Ver nota 10 supra.

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laberintos geográficos: una antología

concebirla como una realidad regional y no como dos realidades indepen-


dientes cuyo rasgo común es sólo la línea fronteriza. De tal forma, su es-
tudio debiera comprender “... dos dimensiones analíticas: una que cubra
los procesos de interacción que se dan a través de la frontera y la otra, las
implicaciones internacionales de tales procesos y el grado de determinación
que tienen los factores estructurales de carácter internacional sobre ellos”.

EL ÁMBITO URBANO Y REGIONAL DE LAS RELACIONES

Los ejes analíticos trazados recientemente por estos estudiosos de las rela-
ciones entre México y los Estados Unidos -intentando, como señalábamos,
deshacerse de la parcialidad y normatividad que subyace en la mayor parte
de las investigaciones- representan el punto de partida para orientar la cons-
trucción de un marco coherente de investigación en el que se explicite la
dimensión urbano-regional de los fenómenos y procesos implícitos en esas
relaciones. En este sentido presentamos a continuación algunas reflexiones
como parte de un avance de investigación en curso.30

a) Aspectos espacio-temporales

Partimos de la preocupación por dilucidar el efecto -mutuo- de la interac-


ción fronteriza y las relaciones entre ambos países en sus dimensiones espa-
cio­ temporales.
Enfatizando el aspecto temporal de las relaciones, de la lectura del tex-
to citado de Mario Ojeda, se desprende que la contigüidad geográfica se-
ría, en todo caso, la condición estructural “eterna”, mientras que tanto la

30
Crescencio Ruiz Chiapetto, et al. “El Sector Terciario en una Economía Urbana Fronte-
riza: el caso de Tijuana, B.C.” Preproyecto de investigación colectiva, CEDDU, El Colegio de
México, 1982 (Mimeo).

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las geografías (aplicaciones)

“asimetría de poder” y la “dependencia económica y tecnológica de México


respecto de los EU” no lo son; es decir, tienden a cambiar con el tiempo. En
ese orden, las condiciones estructurales de las relaciones, son inversamente
proporcionales a la dimensión temporal. De hecho, las dos últimas son, -o
podrían ser- objeto mismo de las relaciones entre los dos países; al menos
como objetivos a mediano o largo plazo. No se trata de un optimismo -o
pesimismo, según el lado desde el que se vea- gratuito. Simplemente, en
teoría, es posible pensar que se pueda modificar el “peso específico” de las
partes así como el carácter de las relaciones entre ellas.
Al considerar la dimensión espacial, dos de las condiciones estructura-
les no resisten a una conceptualización absoluta de espacio. Mientras que
la primera condición -la vecindad- es inamovible en términos de ubicación
geográfica, ésta no determina ni la asimetría ni la dependencia. De hecho,
la cercanía o lejanía entre las partes se hace relativa y es relacional, al mo-
dificarse sus características y las de ellas respecto del resto de los países, así
como los términos de referencia para medir, cuantitativa o cualitativamen-
te, dicha relación. Esto lo señalaba el propio autor al referirse a la segunda
condición “asimetría de poder”: “... la correlación bilateral de poder no es
eterna sino que tiende a cambiar con el tiempo, y algo más importante aún:
el poder en abstracto por más grande que sea de poco puede servir a quien
lo posee si no cuenta en la práctica con líneas operativas concretas para
ejercitarlo, como puede ser, aparte de la fuerza militar, el comercio de bie-
nes esenciales, la cooperación financiera o la transferencia tecnológica ...”31
Esto permite suponer que en el conjunto de las relaciones entre ambos
países, encontraremos diferencias, no sólo entre los diferentes objetos de
esas relaciones sino en el interior de los mismos. Las relaciones comerciales,
financieras, etc., adquieren modalidades y temporalidades distintas en las
diferentes escalas geográficas en que se manifiestan.32

M. Ojeda, op. cit., pág. 386.


31

Véase B. Graizbord y D. Hiernaux (“Algunas consideraciones geográficas para el aná-


32

lisis del espacio fronterizo”, ponencia presentada en el Primer Encuentro sobre Impactos

289

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laberintos geográficos: una antología

Hablar de una region, referirse a la frontera como objeto de estudio,


como propone Bustamante, no implica considerarla homogénea. Siendo así,
aun cuando sólo hipotéticamente, el objeto de las relaciones en las distintas
escalas espacio-temporales no estará necesariamente determinado en niveles
superiores sino que, por el contrario, se puede generar endógenamente y
en ocasiones afectar las relaciones globales o de niveles superiores. Este es
el caso de la dinámica del crecimiento de la población en la frontera. Jorge
Bustamante se refería a que “... la tasa de crecimiento de la población de
ascendencia mexicana en relación con la población “anglo” está aumentando
aceleradamente su diferencia (0.9 “anglos” y 2.8 “mexicanos”) lo cual está
modificando rápidamente la composición étnica de los estados norteame-
ricanos fronterizos a tal grado que para 1990 se calcula que la población
de ascendencia mexicana será mayoría en todos los estados fronterizos. Es
muy probable que tales cambios en la composición étnica de la población
fronteriza norteamericana -sugería dicho autor- tuviera algún efecto sobre
la estructura social y política de la zona fronteriza mexicana”. De ser así,
concluía Bustamante,33 tales cambios tendrían también un efecto sobre las
relaciones internacionales entre ambos países. No se trata sólo de una consi-
deración “académica”. Es de interés y no ha quedado fuera de las discusiones
internas del gobierno de los EU que se han hecho públicas.34 Las posibilida-
des de tales efectos se entienden en la medida que no puede asegurarse que
la población “mexicana” y, por tanto, la “anglo” sea o se comporte social y
políticamente en forma homogénea. Sin embargo, se trata de destacar lo que
se está planteando como un aspecto de la realidad regional de la frontera que
permite la comprobación de una hipótesis con implicaciones metodológicas
pero que como fenómeno ya ha sido señalado por ese autor. Si bien habría

Regionales de las Relaciones Económicas México-EU, Guanajuato, julio, 1981, mimeo), para
el desarrollo de un planteamiento como éste y sus implicaciones operativas en el análisis re-
gional y urbano.
33
Op. cit. nota 10 supra.
34
Consúltense los trabajos de W. Cornelius al respecto.

290

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las geografías (aplicaciones)

que tener cuidado de no confundir35 el fenómeno y su explicación micro


como general o determinante unívoco del proceso global de las relaciones
internacionales o de los procesos internos del país vecino, un enfoque meca-
nicista de lo general a lo particular, en el que se limita la discusión y se con-
cluye en el nivel tautológico de las proposiciones, no nos llevaría muy lejos.36
En otras palabras, sugerimos como una primera hipótesis de trabajo37
que un cambio cuantitativo en un nivel inferior (en este caso resultado del
crecimiento diferencial de dos poblaciones en una región) puede conver-
tirse en un factor generador de alteraciones cualitativas que afecten sustan-
cialmente la situación o las condiciones en que se darán las cosas en niveles
superiores; por ejemplo, las relaciones globales, las negociaciones sectoria-
les, el peso de los elementos negociables, o bien, algunos procesos como las
corrientes migratorias, etcétera.
Es claro que la simple mayoría no siempre es suficiente para afectar y/o
controlar los procesos sociales y políticos. También es obvio que esa mayo-
ría, para que contara, debería darse en el momento y el lugar apropiados:
que aun si asi fuera, existiría la posibilidad de verse a su vez afectada por una
manipulación geopolítica o administrativa, que en la literatura geográfica
anglo-sajona se conoce como gerrymandering,38 es decir, la modificación de-
liberada de los límites territoriales de áreas censales o distritos electorales con

35
En el sentido de que se considere que esa realidad (fronteriza) se da en un vacío económi-
co, histórico o político... Ver J. Bustamante, op. cit., pág. 2.
36
Para nosotros está claro que la “Gran Teoría” sólo encubre el conocimiento y limita lo que
C. Wright Mills llama la imaginación sociológica.
37
Sin pretender que pudiera adquirir el status de “ley científica” ni mucho menos. Sin em-
bargo, su probable comprobación empírica para el caso que nos ocupa permitiría presentarla
como proposición aceptable...
38
Carl Sauer, “Geography and the gerrymander” Am. Pol. Sc. Rev. 12, 1948: pp. 403-426;
B. E. Coates. R. J. Johnston and P. L. Knox, Geography and Inequality, O. U. P., 1977, dentro
de lo más reciente así como: Johnston, R. L., “Spatial structure, plurality and electoral bias”,
Can. Geog. p. 20, 1976, y del mismo autor, “Territorial justice and political campaigns”, Policy
and Politics 5, 1976.

291

Laberintos.indb 291 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

la intención de obtener resultados políticos favorables. Por otra parte queda,


sin embargo, la posibilidad de movilización política de esa población.
Al revisar los porcentajes de población de origen mexicano (hispanic
origin) en los condados fronterizos para 1970, en aquéllos con grandes con-
centraciones urbanas como San Diego, California (1 357 854 hab.), sólo
llegaba al 12.8%; en Pima, Arizona (351 667 hab.), a 23.6% y en El Paso,
Texas (359 291 hab.), excepcionalmente a 56.9% siendo relativamente ma-
yor en los de menor población.39
En el cuadro 1 puede apreciarse el crecimiento acelerado de esa pobla-
ción desde 1950 y su cambiante peso relativo a nivel estatal para los estados
fronterizos norteamericanos.
Es interesante comparar esa dinámica con la del lado mexicano en el
cuadro 2.

Cuadro 1. Población de origen hispano, 1950-1978

1950 1960 1970 1978


Abs. % Abs. % Abs. % Abs. %
S. W. Region 2,290 10.9 3,465 11.8 4,668 12.9 7,262 17.9
California 760 7.2 1,427 9.1 2,222 11.1 3,590 16.5
Arizona 128 17.1 194 14.9 246 13.9
1,010* 16.3*
New Mexico 249 36.6 269 28.3 324 31.9
Texas 1,034 13.4 1,418 14.8 1,663 14.9 2,662 20. 9
Colorado 118 8.9 157 9.0 212 9.6
Fuente: Cuadro 7.1, Personas de origen hispánico en los estados del Suroeste, 1950, 1960, 1970, 1978
(‘000) en N. Hansen, The Border Economy, U. of Texas Press, 1981 (pp. 128-9).
* En esta cifra se incluye Colorado.
Cuadro 2. Crecimiento de la población en los estados del norte de México, 1950-1975

Datos del cuadro 6 en J. Bustamante, “La interacción social en la frontera México-Esta-


39

dos Unidos: un marco conceptual para la investigación”, en Roque González Salazar (comp.),
La Frontera Norte, Integración y Desarrollo, El Colegio de México, 1981.

292

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las geografías (aplicaciones)

1950 Tasa de 1960 Tasa de 1970 Tasa de 1975


Abs. crecimiento Abs. crecimiento Abs. crecimiento Abs.
(1) (anual) (1) (anual) (1) (anual) (1)
Población total 25,791 3.08 34,923 3.4 48,225 3.48 60,145
Rep. Méx.
Población total 3,824 3.93 5,623 3.69 7,976 3.66 10,047
Norte (2)
Baja California 226 8.65 520 5.49 870 5.24 1,191
Norte
Sonora 511 4.37 713 3.57 1,099 3.44 1,368

Chihuahua 846 3.78 1,227 2.88 1,613 2.81 1,946

Coahuila 721 2.34 908 2.16 1,115 2.25 1,302

Nuevo León 740 3.84 1,079 4.8 1,695 4.6 2,240

Tamaulipas 718 3.61 1,024 3.72 1,457 3.62 1,828


(1) en (‘000)
(2) Se trata de los estudios fronterizos del Norte incluyendo a B.C.S. cuya población era de 60 000 en 1950;
82 en 60; 128 en 70 y 171 en 1975.
Fuente: Indicadores Socioeconómicos de las Zonas Fronterizas, México 1976, SIC.
Cuadro 1.1 “Características Generales de la Población”.

A nivel estatal la población en los estados mexicanos fronterizos se ha incre-


mentado diferencialmente como puede apreciarse de los datos anteriores,
con un doble sesgo hacia la frontera californiana y hacia la capital del estado
de Nuevo León.
Es todavía más significativa la proporción de población de “origen his-
pano” a nivel de localidades. Al hacer referencia a ellas encontramos un pa-
trón opuesto de carácter económico. En él se refleja la segmentación étnica
y el acceso diferencial de los distintos grupos a los mercados urbanos de
trabajo del lado norteamericano. En el cuadro 3 se puede apreciar clara-
mente la relación inversa entre las variables ingreso per cápita y porcentaje
de población de origen hispano. La r2 de -.80 (significativa al .01) corrobora
la clara correlación negativa entre estas dos variables.40

40
N. Hansen, The Border Economy, University of Texas Press, 1981.

293

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laberintos geográficos: una antología

Cuadro 3. Ingreso per cápita y porcentaje de población de origen


hispano en las ciudades froterizas estadounidenses

(1) (2) (3)


Ingreso per % de pobl. de origen Relación ingreso
capita (1974) hispano (1970 ) mex-ame/anglos (1969 )
San Diego, CA 5,016 Dlls 12.7 0.699
Yuma, Az 4,351 30.5
Tucson, Az 4,385 23.9
Las Cruces, N. M. 3,699 46.2
El Paso, Tex 3,479 58.1 0.636
Del Río, Tx 2,785 65.3
Laredo, Tx 2,279 86.4
Mc. Allen, Tx 3,017 68.9
Harlingen, Tx 2,951 64.3
Brownsville, Tx 2,196 85.9
Fuente: Tables 7.8 para (1) y (2) y 7.6 para (3) en N. Hansen op. cit. págs. 143 y 137 respectivamente.

Asimismo, ambas variables generan superficies con gradientes contrapues-


tos: mientras que a partir de la variable ingreso per cápita se produce un gra-
diente que cae de poniente a oriente, el de la otra variable lo hace en sentido
opuesto (oriente a poniente). Sin embargo, para nosotros, paralelamente al
intento de justificar esta “explicación” estadística de la variación contrastada
de ambas variables41 será necesario, a partir de su comportamiento espacial,
preguntarse cuál es el efecto regional de ciertas variables económicas, políti-
cas, culturales, específicas a la frontera en cada una de ellas (como variables
dependientes/independientes). Podrían aventurarse algunas propuestas: que
la economía californiana “pesa” demasiado en los resultados; que existe una
“mejor” distribución de la población de origen hispano en California en
comparación con los demás estados fronterizos en los que se concentra en
localidades o condados colindantes o más cercanos a la línea fronteriza, etc.

41
N. Hansen, op. cit. pp. 142-146.

294

Laberintos.indb 294 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Por otra parte, sería necesario ver de qué manera el patrón de su comporta-
miento (diferencial de salarios y estructura de las economías urbanas fron-
terizas) afecta y se ve afectado por procesos micro como la migración, la
dinámica de los mercados de trabajo urbanos y la inserción de trabajadores
mexicanos en los distintos sectores económicos, en ambos lados de la fron-
tera. Sin duda que los ámbitos territoriales van a variar para cada uno de los
fenómenos.
A nivel operativo, convencionalmente el estudio de la supuesta inte-
gración de la región fronteriza plantea el problema de medir sus efectos en
distintas escalas geográficas. Así, deberá referirse al estudio de las economías
urbanas fronterias;42 la dinámica interurbana en los sistemas regionales y
nacionales43 y, por fin, las diferencias o desigualdades regionales.44 En este
último, deberá referirse e1 problema de si un alto grado de integración en
la región tendrá efectos positivos o negativos en las desigualdades regionales
en el interior del país. Este es un problema real y paradójico a la vez. Por
un lado, los estados del norte del país tienen en términos relativos, como
unidades de medición, altos rangos positivos en los indicadores usuales del
crecimiento económico comparados con el resto de las entidades federati-
vas (excepto D.F. y Edo. de México). Por otra parte, la mayoría de los con-
dados fronterizos de los EU (exceptuando los de California) constituyen
una “región problema” con niveles socioeconómicos relativamente bajos
en comparación con el resto de aquel país (excepto los de la región de los
Apalaches). Lo paradójico está en que del lado norteamericano el salario,
así como el ingreso per cápita es varias veces superior comparado aun con
los niveles medios más altos de México.

“Sistemas Urbanos Binacionales”, reporte de IASA y CODIPLAN para AHOP, (rnimeo) s. f.


42

Para un análisis empírico de flujos entre ciudades dentro de un área fronteriza, véase: “Es-
43

quema Regional, Zona Prioritaria de Baja California Norte”, ODIPLAN para Dir. de Centros
de Población, SAHOP, 1978; Alvaro Sánchez Crispín, “Zonas de influencia urbana en el área
fronteriza tamaulipeca”, en Memoria VIII Congreso Nacional de Geografía, Toluca, Edo. de
México, 1981.
44
Stuart Holland, The Regional Problem, MacMillan, 1976, cap. 4, p. 55.

295

Laberintos.indb 295 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

b) Articulación de las distintas escalas geográficas

Para efectos de una descripción de las formas que estos diferenciales adoptan
en la dimensión espacial, habría que considerar la estructura y los cambios
que están dándose en la economía espacial de ambos países. Es probable
que no sólo puedan verse más claramente los efectos en el sistema urbano
en distintas escalas,45 sino que una descripción de los procesos que afectan
a la región desde distintos orígenes y escalas geográficas permita con mayor
claridad reconocer lo que está sucediendo. A partir de estas consideraciones
se hace una segunda proposición analítica (la primera tenía que ver con los
distintos niveles determinándose mutua y no jerárquicamente): se propone
que en el análisis de la región fronteriza, al delimitar el ámbito de estudio
(v. gr. las economías de las dos ciudades fronterizas, la región metropolitana,
las dos Californias, la red regional de ciudades de un área fronteriza, etc.),
será necesario considerar el juego de fuerza que está operando en otras es-
calas y su carácter endógeno o exógeno relativo a la delimitación propuesta.
Esto permitiría además resolver el problema de la “regionalización” que nos
parece estática y limitativa para el análisis geográfico de los procesos sociales
(económicos, políticos, culturales, etcétera).
Si bien para entender la dinámica de los mercados de trabajo fron-
terizos del lado norteamericano es necesario tomar en cuenta el patrón
contrapuesto de las distribuciones espaciales de las variables “ingreso per
cápita” y “porcentaje de población de origen hispano” —que representan
dos gradientes o superficies contrarias a lo largo del eje poniente-oriente de
la línea fronteriza— así como el que se genera a partir de la variable ingreso
per cápita y/o salario promedio, de sur a norte con un “escalón” en la línea

45
B. Graizbord y D. Hiernaux, op. cit., proponen, además de la escala urbana “bi-nacional”
y la región metropolitana de las ciudades gemelas, la consideración de la ciudad fronteriza y su
propia dinámica, su relación con el sistema regional y nacional de ciudades, la región funcional
dentro de la cual pudiera incluirse la región metropolitana, el conjunto de las áreas fronterizas
integradas y su interrelación, etc. (pp. 19-20).

296

Laberintos.indb 296 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

fronteriza que lo eleva fuertemente, indicando las diferencias en ambos la-


dos de la frontera, será asimismo necesario tomar en consideración la su-
perficie (o gradiente) producida por el diferencial de ingreso entre campo y
ciudad o actividades sectoriales, que en el caso norteamericano, en ambas,
es menor que del lado mexicano.46
La dinámica de estos gradientes y su tendencia es probable que refleje,
en un momento dado y en gran parte, los cambios que están ocurriendo
en otros niveles o escalas. Esto es al menos claro con respecto al gradiente
poniente-oriente del lado norteamericano. Este se está modificando (véase
cuadro 4) reflejando la tendencia de la economía espacial norteamericana
que se reporta en la literatura como un cambio del eje principal de esa
economía espacial, un ajuste, propiamente, en la geografía económica de
los Estados Unidos a partir de la reciente —y sostenida— crisis económica.
Este cambio o tendencia en la relocalización de la población y distribu-
ción territorial de las actividades económicas (especialmente las más diná-
micas, que por cierto contienen una alta proporción relativa de mano de
obra) se está dando desde el tradicional noreste y norte-centro hacia el sur
-principalmente la región del Golfo y la suroeste—.47

Lo que para México es resultado histórico (la brecha campo-ciudad), para el caso nortea-
46

mericano depende de: i) la pertenencia, o no, de cada lugar a una región metropolitana; ii) la
posición de cada localidad en la jerarquía del sistema urbano nacional. Mientras que del lado
mexicano las diferencias son muy pronunciadas, en Estados Unidos las diferencias tanto urba-
no-rurales como entre sectores son reducidas — interregionalmente existen diferencias relativas
que tienen su máxima expresión en la región del Appalachia—. Para el eje poniente oriente del
lado norteamericano la diferencia a nivel de condados es en forma aproximada, de 2 veces entre
los extremos: San Diego County (Cal.) de $ 5 016 y Brownsville (Tex.) de $ 2 196 para 1974,
independientemente de la distinción urbano-rural. Esta y la regional constituyen dos dimensio-
nes de la desigualdad social en los Estados Unidos, aun cuando más importante y de más peso
sean las que se derivan de las diferencias entre clases sociales, grupos étnicos, edades y sexos.
Véase Richard Peet, “Rural Inequality and Regional Planning”, Antípode 7, 2, 1975: pp. 10-24.
47
En Daniel R. Vining, Jr., et al., “Principal Axis Shift in the American Economy?”, Wor-
king Paper 48, Working Papers in Regional Science and Transportation, U. of Pennsylvania,
n. d. (mimeo), se evidencia el desplazamiento que la región Noreste ha sufrido por la Región
Golfo principalmente, tanto en lo demográfico y económico como en lo político; para los

297

Laberintos.indb 297 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Estos cambios, tanto demográficos como socioeconómicos tienen efec-


tos diferenciales a lo largo de la frontera, modificando el gradiente ponien-
te-oriente en su conjunto y puntualmente, como puede apreciarse del siguien-
te cuadro en donde se toman las SMSA (Standard Metropolitan Statistical
Areas) y regiones funcionales del Bureau of Economic Analysis (BEA).

Cuadro 4. Variables económias y demográficas en ciudades fronterizas estadounidenses

SMSA (1) (2) (3) (4) (5) (6)* (7)*


San Diego, Ca 31.4 16.9 16.2 12.4 81.6 15.4 45.6
Tucson , Ar 32.4 25.5 17.9 19.9 90.4 19.4 44.4
El Paso, Tex 14.4 15.4 -9.4 5.1 80.8 13.1 54.2
Laredo, Tx 12.5 7.2 -15.0 -4.9 105.6 -- --
San Antonio, Tx -- -- -- -- -- 7.7 59.2
Mc. Allen , Tx 0.3 21.6 -23.9 8.4 131.9 -- --
Brownsville, Tx -7.1 20.6 -29.8 8.7 113.0 22.0 61.0

U.S. 13.4 4.8 96.6 4.1 54.8


(*) Las BEA incluyen los condados que integran la región funcional del centro urbano en base a los flujos
intercondados.
(**) Se incluyó a San Antonio porque es el destino de una gran ciudad de mexicanos y su población hispana
representa el 52.2% del total (p. 10, Hansen, op. cit.)
(1) Tasa de crecimiento de la población 1960-1970;
(2) Tasa de crecimiento de la población 1970-1975;
(3) Migración neta (%) 1960-1970;
(4) Migración neta (%) 1970-1975;
(5) Cambio porcentual en el ingreso anual per cápita 1969-1977;
(6) Tasa de crecimiento de la población a nivel de región BEA 1971-1976;
(7) Cambio porcentual en el ingreso per cápita 1971-1976 a nivel de región BEA.
Las fuentes originales de la información son respectivamente:
-U.S. Bureau of the Census. County and City Data Book, 1977;
-U.S. Dept. of Commerce, “County and Metropolitan Area Personal Income, Survey of Current Business
59, 4, 1979; y
-U.S. Dept. of Commerce, Local Area Personal Income 1971-1976, Vol. 1.
Fuente: Cuadros 1.2, 1.3 y 1.4 en N. Hansen, op. cit.

efectos y el origen de la crisis, véase: N. Glickman, “National Urban Policy in an Age of Eco-
nomic Austerity”, Wkg. Paper 33, Working Papers in Regional Science and Transportation,
U. of Penn., Sept., 1980 (mimeo) y Glickman and E.M. Petras, “International Labour Flows:
Implications for Public Policy”, Wkg. Paper 53, Working Papers in Regional Science and
Transportation, U. of Pennsylvania, August, 1981 (mimeo).

298

Laberintos.indb 298 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

ALGUNAS CONCLUSIONES

Se podría pensar que estos cambios que tienen relevancia a nivel internacio-
nal,48 tendrán para México importancia significativa no sólo a nivel de la re-
gión fronteriza, vía efectos en las economías urbanas, etc., sino que afectarán
algunos macro-procesos derivados asimismo de los efectos que tengan en la
región fronteriza norteamericana y en la región en general en forma dife-
rencial (v. gr. Modificando los flujos recurrentes de trabajadores mexicanos,
el destino, origen y estrategia de las inversiones de capital norteamericano,
etc.). Pero esto no sólo afectaría la dinámica de las economías urbanas de
las ciudades fronterizas mexicanas, sino que debido a una fragmentación
regional y del sistema urbano nacional en sus componentes fronterizos —no
existe, de hecho, una región fronteriza integrada del lado mexicano— los
efectos se dejarán sentir más fuertemente en las economías regionales -o
subregionales— que sí aparecen integradas funcionalmente.49
En resumen, la consideración de los gradientes y superficies generadas
por procesos económicos y sociales y sus tendencias, como base de des-
cripción de la relación que se establece entre las “fuerzas en juego” en sus
diferentes escalas geográficas permitirán, nos parece, una visión nada des-
preciable, al menos como una primera aproximación o bien como marco
de referencia para el estudio de la dinámica urbana de la región fronteriza

La crisis económica y los cambios en los EU afectan, necesariamente, al sistema capita-


48

lista en su conjunto. Esto es especialmente cierto para el caso de Canadá y México. Véase el
diagnóstico-pronóstico que hace Gerónimo Martínez, “El Mercado de Trabajo y las Interrela-
ciones Económicas entre México, los Estados Unidos y Canadá”, ponencia en la 2a. Reunión
del ODC’s Working Group on U.S. -Mexican Border Area Issues, Tijuana, del 3 al 5 de
diciembre de 1981 (mimeo).
49
Hablar de integración y desarrollo de una economía regional en el norte del país, a partir
de su interconexión físico-espacial no tiene sentido, en parte porque la fragmentación de la
zona norte tiene un origen histórico y responde a factores estructurales y más recientemente,
debido a que al intensificarse la interacción a través de la frontera, se refuerza la dependencia
funcional de las economías regionales y urbanas más débiles con las más poderosas y dinámi-
cas. Es de suponerse que en casi todos los casos las primeras sean las mexicanas.

299

Laberintos.indb 299 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

entre México y los Estados Unidos ya sea que se considere a ésta como pun-
to de contacto de dos economías yuxtapuestas, como línea de choque entre
dos sistemas económico-políticos diferentes, como interfase o como filtro
de las interacciones entre ambos países. Queda esperar que este primer
planteo haya aclarado las implicaciones de los procesos sociales y su efecto
diferencial en lo espacial, tanto como la pertinencia de algunas preguntas
que de aquí se pueden derivar50 a pesar del sucinto tratamiento que aquí se
ha dado a los problemas metodológicos y sustantivos del caso.

50
Entre otras: ¿qué aspectos y qué elementos son los sobresalientes en cada una de las escalas
geográficas que constituyen el ámbito territorial de los diferentes intereses económicos y políti-
cos?, y ¿cuál(es) es (son) la(s) relación(es) entre una escala geográfica y otra(s)? Son las pregun-
tas a responder si se quiere evaluar y orientar el desarrollo de las relaciones entre ambos países.

300

Laberintos.indb 300 06/03/24 17:22


GEOGRAFÍA POLÍTICA DE LA REGIÓN
METROPOLITANA DE LA CIUDAD DE MÉXICO1

... algo que no se ve no sólo desmerece nuestra fe, sino que, por no verse,
abusa de su invisibilidad con fines necesariamente malvados.

Guillermo Sheridan
Frontera Norte y otros extremos, FCE, 1988.

L a relación Estado-sociedad civil, o si se quiere pueblo-gobierno, en tanto


distribución y uso del poder político, responde a condiciones o factores
de orden estructural entremezclados con situaciones de carácter coyuntural.
Esta cuestión, de relevancia para politólogos y sociólogos no ha quedado al
margen del interés de los geógrafos. En los últimos años se ha revitalizado vi-
gorosamente el cuerpo teórico y metodológico de la Geografía Política, que
intenta explicar estos factores en su distribución espacial, considerando las
opciones políticas al alcance de la ciudadanía en un contexto sociopolítico
determinado.
El interés en la geografía política de la Zona Metropolitana de la Ciu-
dad de México (ZMCM) y su región circundante justifica detenerse a

1
Graizbord, B. y L. J. Sobrino (1990), “Geografía política de la región metropolitana de la
Ciudad de México”. Actas Latinoamericanas de Varsovia, Tomo 11, pp. 227–251.

301

Laberintos.indb 301 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

estudiar uno de los mecanismos con los que cuenta nuestro sistema político
para asignar o reasignar poder: las elecciones. Estas reflejan, por un lado, la
respuesta institucional del sistema político hacia una población madura (en
tanto electorado) y, por otro, representa una vía democrática para escoger
gobierno, articular demandas y manifestarse políticamente (“la voz”, en
palabras de Hirschman, 1976), a través del voto en favor de los individuos
y partidos de sus preferencias.
Una rama de la Geografía Política que estudia este proceso es la Geo-
grafía Electoral. Esta, se interesa en los procesos electorales y privilegia la
relación entre el comportamiento de los electores y la estructura espacial a
partir de tres aspectos: a) describe la distribución geográfica del voto con
el objeto de identificar patrones espaciales del comportamiento electoral;
b) analiza la relación ´causal´ entre los resultados de las votaciones y las
características que definen al electorado en las distintas unidades políticas
(i.e. casillas, distritos, circunscripciones, etc.); c) muestra las consecuencias
que se desprenden de una fragmentación del electorado en distintas deli-
mitaciones territoriales; en otras palabras, estudia las posibles ventajas o
desventajas que se derivan de manipular los límites de las circunscripciones
geográficas de representación política por parte de los distintos partidos o
del propio sistema electoral (Sanguin, 1981; Taylor, 1985).
Abordar el estudio del proceso electoral desde el punto de vista geográ-
fico es importante pues la representatividad política del electorado se sus-
tenta precisamente en una base territorial. En efecto, al llevarse a cabo estas
elecciones federales de julio de 1988 nuestro país se dividía en 300 distritos
electorales, que correspondían al mismo número de diputaciones federales
de mayoría relativa y en cinco circunscripciones territoriales con 40 dipu-
taciones de asignación plurinominal cada una, que hacían un total de 500,
número de diputados con los que se forma en la actualidad la cámara Baja
del Poder Legislativo Federal (CFE, 1987).

302

Laberintos.indb 302 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Cuadro 1. Relación de partidos que se mencionan en los cuadros posteriores

Siglas Nombre de partido Político


PRT Partido Revolucionario de los Trabajadores
PPS Partido Popular Socialista
PMS Partido Mexicano Socialista
PFCRN Partido Frente Cardenista de Renovación Nacional
PARM Partido Auténtico de la Revolución Mexicana
PRI Partido Revolucionario Institucional
PAN Partido Acción Nacional
PDM Partido Demócrata Mexicano
FDN Frente Democrático Nacional

Son pocos, sin embargo, los estudios sobre elecciones en México que siguen
explícitamente esta perspectiva geográfica. En publicaciones recientes (por
ejemplo. González Casanova, 1985; Estudios Sociológicos, Núm. 16, 1988;
Villa, 1988), predominan los enfoques sociológicos o políticos que mues-
tran interés en analizar las posiciones políticas de los partidos y sus diferen-
cias ideológicas, o evaluar los alcances democráticos del proceso electoral, y
cuando se trata de estudios cuantitativos, éstos se ocupan de medir la forma
en que las votaciones se dividieron entre el partido oficial y la oposición, o
entre los que votaron y los que no lo hicieron.
Dichos trabajos adolecen, a nuestro parecer, de dos limitaciones:

1) No destacan la importancia que tiene ubicar a los partidos y a los votantes


en un continuum ideológico, y al dicotomizar el voto en PRI-oposición,
PRI-derecha o PRI-izquierda, subestiman el comportamiento del electorado
y sus posibilidades de expresar sus preferencias frente al espectro político
existente:
2) No dan cuenta del peso que tienen en el voto los factores geográficos y los
atributos demográficos, socioeconómicos y culturales de la población votan-
te y, por lo tanto, ignoran la diferenciación espacial en los resultados.

303

Laberintos.indb 303 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Lo que se presenta a continuación considera, por un lado, los resultados nu-


méricos de las elecciones presidenciales de julio de 1988 y, por otro, la rela-
ción entre el voto y los atributos de la población por distrito electoral y áreas
funcionales en que dividimos a la ZMCM y al resto de la región central del
país: delegaciones centrales, delegaciones contiguas y delegaciones sur del
D.F., municipios conurbados, municipios metropolitanos no conurbados,
zona metropolitana de Toluca, zona metropolitana de Cuernavaca, resto del
estado de México y resto del estado de Morelos (mapa 1).
Hemos aceptado las divisiones distritales como dato, y los atributos
del electorado los definimos de manera indirecta. El universo geográfico de
estudio es, pues, la región formada por los estados de México, Morelos y el
Distrito Federal, que constituyen una envolvente geográfica de la ZMCM.
La integran 121 municipios del Estado de México, 33 del Estado de Mo-
relos y 16 delegaciones del Distrito Federal. Políticamente se dividió para
efectos de las pasadas elecciones en 78 distritos electorales, de los cuales 65
correspondieron a la ZMCM delimitada por la Secretaría de Programación
y Presupuesto (SSP),2 19 al resto del Estado de México y 4 al Estado de
Morelos.
La no coincidencia, en algunos casos, entre unidades administrativas
y electorales exigió algunos ajustes, ya que por ejemplo, en un municipio
(Nezahualcóyotl) caben 10 distritos, mientras que hay distritos que con-
tienen varios municipios. Además, existen principalmente en el Distrito
Federal y municipios conurbados, distritos que incluyen sólo parte de dos
o más delegaciones o municipios.
Un aspecto metodológico adicional se refiere a la forma de operacio-
nalizar algunas de las hipótesis de comportamiento de los electores que
se proponen en la literatura a efecto de aplicar un modelo de regresión

2
Que comprende las 16 delegaciones del D.F., 53 municipios del Estado de México y 1 de
Hidalgo. En el análisis excluimos a este último.

304

Laberintos.indb 304 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

múltiple.3 En este sentido, nos enfrentamos primero, al problema de ubicar


al electorado en el espacio metropolitano, en función de su consumo de
bienes públicos (Dunleavy, 1979). En los estudios revisados, se habla de
diferencias de comportamiento político a partir de la forma de consumo
de vivienda (propietarios o rentistas), y los modos de transporte que los
trabajadores utilizan cotidianamente para trasladarse al trabajo. Dividir a
la región de estudio en las áreas funcionales mencionadas permitió inferir
comportamientos según la ubicación del elector en ellas.
La literatura señala, además, la diferenciación de los votantes de acuer-
do a la clase social a la que pertenecen. La dificultad de hacer operativa esta
variable (Wright, 1978; Pahl, 1984), nos llevó a sustituirla por clase ocupa-
cional. En efecto, los resultados reportados en estudios electorales en otras
partes del mundo indican relaciones claras entre ocupación y preferencias
políticas. Así, es de esperarse que los trabajadores manuales se inclinen por
partidos o plataformas populistas o de la izquierda, mientras los empresa-
rios, técnicos o profesionistas por los conservadores. Por su parte, la clase
media, que se identifica ya sea por su ocupación (no-manual) o “White
collar”) o por sus ingresos, no presenta un comportamiento definido y más
bien se caracteriza por ser un electorado “volátil” y sensible a la coyuntura
político-electoral. No es sorprendente, por tanto, que sea la que en muchas
ocasiones decida los resultados finales.
Dadas las anteriores dificultades analíticas y tomando en cuenta lo
complejo del contexto político en el que se llevó a cabo el proceso elec-
toral de 1988 en México, incluimos aquellas variables que se consideran
significativas para nuestro caso relacionadas funcionalmente con las hipó-
tesis antes referidas. Por ejemplo, la variable población económicamente
activa (PEA), la agrupamos en ocupaciones de manera que reflejara una
filiación hipotética y potencial con alguno de los sectores corporativos del

El modelo se corrió para cada candidato (partido) a la presidencia. Se usó como variable
3

dependiente el número de votos que obtuvo cada uno de ellos y como variables independientes
algunos indicadores demográficos, socioeconómicos, culturales y de calidad de vida.

305

Laberintos.indb 305 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

PRI: campesino, obrero, popular (cuadro 2). Cabe advertir que los valores
de las variables operativas (indicadores) se tomaron de los censos de pobla-
ción de 1980 a nivel municipal, por lo que nuestras conclusiones pudieran
no apegarse a la realidad actual y las asociaciones que resultaron no tener el
significado preciso que les hemos atribuido.

Cuadro 2. Asignación hipotética de la PEA por ocupación principal


a los sectores del PRI, sector gobierno y empresarial

Sectores Ocupación principal


PEA-sector campesino agricultores
operador de máquina agropecuaria
administradores agropecuarios
mayorales agropecuarios
PEA-sector obrero técnicos y personal especializado
artesanos y obreros
ayudantes de obreros
operadores de transporte
supervisores de obreros
PEA-sector popular trabajadores del arte
profesionales
oficinistas
vendedores dependientes
vendedores ambulantes
empleados en servicios
(trabajadores domésticos)
maestros y afines
PEA-gobierno funcionarios públicos
protección y vigilancia
PEA-empresarial gerentes del sector privado

306

Laberintos.indb 306 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

De acuerdo con los estudios a escala nacional publicados poco tiempo des-
pués de las pasadas elecciones del 6 de julio de 1988 (Colegio Nacional
de Contadores Públicos y Administración Pública, 1988; Fundación Arturo
Rosenblueth, 1988), así como los trabajos sobre elecciones anteriores que
algunos investigadores, sociólogos y politólogos, han venido publicando, se
esperaría que ahora en la ZMCM4 hubiera ocurrido lo siguiente:

1. Que el comportamiento electoral de sus habitantes fuera diferente al del res-


to del país: mayor votación absoluta y proporcional en favor de la oposición
de izquierda, menor abstencionismo, y menos votos relativos para el PRI;
2. Que en su interior existieran diferencias espaciales respecto a las preferencias
políticas del electorado.
3. Que el electorado hubiera tomado muy en cuenta las distintas opciones
políticas, ya que para todos los partidos, a excepción del PRI, la votación
proporcional a su favor resulta siempre mayor que la obtenida en el resto
del país;
4. Que los electores no hubieran mantenido su preferencia por el mismo par-
tido para los distintos cargos de elección popular en disputa (presidente,
senadores, diputados y para el caso del D.F. asambleístas), lo que indicaría
que no votan “en bloque” y, por tanto, que se distinguen por su madurez
político-electoral.

De los anteriores supuestos se desprenden varias interpretaciones. Una sen-


cilla sería decir que el electorado metropolitano es distinto porque de hecho
la ZMCM es diferente del resto del país (apoyándonos en el tan desgastado
modelo centro-periferia). Otra más ambigua pero quizá más fructífera para
el análisis sería la que propusiera relaciones entre factores estructurales y

Esta unidad de análisis no aparece como tal en ninguno de los estudios, todos se refieren
4

a entidades federativas. Por ejemplo, en Peschard (1988) se hace referencia a la evolución del
voto exclusivamente en el D.F. y el Reporte de la Fundación Arturo Rosenblueth se presenta
por sectores electorales correspondientes a entidades federativas.

307

Laberintos.indb 307 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

coyunturales de tipo económico y político que inciden de manera peculiar


y específica en la ZMCM. En este sentido, podríamos pensar que la coin-
cidencia de estos factores afectara de manera diferente el comportamiento
político de los electores metropolitanos, aunque no necesariamente en con-
tra de la tendencia que se venía perfilando en el D.F. (Peschard, 1988) desde
elecciones anteriores.
Históricamente, los partidos de izquierda han concentrado su voto en
esta región. En ocasiones han alcanzado entre 35% y 50% de la votación
capitalina lo que les ha significado hasta 50% de su total nacional. Al PAN,
el D.F. le ha aportado en ocasiones hasta el 35% de su total nacional. Para
partidos minoritarios (PRT, PDM), en ambos extremos del espectro políti-
co nacional, los resultados en la capital son de vida o muerte (política) pues
les significa mantener o perder su registro como organizaciones políticas
representativas. Tales resultados en todo caso reflejan sin duda la compleja
vida política y el amplio mosaico ideológico que caracteriza a esta gran
metrópolis. La capital al parecer no constituye, sin embargo, el bastión
electoral más importante del PRI. Para este partido, el D.F. ha representado
en pasadas elecciones sólo entre 10% y 12% de su voto nacional.
A continuación presentamos algunos de los resultados obtenidos del
análisis y aventuramos conclusiones que, por supuesto, no deben conside-
rarse definitivas.

1. En la región de estudio el candidato del FDN a la presidencia de la república


obtuvo la mayor votación con casi 50% del total. En el segundo lugar quedó
el candidato del PRI con 29%. En tercero el del PAN con 19%. En conjun-
to, por cada voto del candidato del PRI los de la oposición obtuvieron en el
D.F. 2.6, en el Estado de México 2.3 y 1.8 en Morelos. Sin embargo, a escala
nacional el candidato del Frente alcanzó 31%, el del PRI poco más de 50%
y el del PAN 17% (cuadro 3).
2. Por partidos políticos, en el D.F. el PRI fue el que recibió la mayor votación
con 27% seguido por el PAN con 22% y en tercero y cuarto lugares el

308

Laberintos.indb 308 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

PPS y PFCRN con 18% y 16%, respectivamente. Son sorprendentes estos


resultados pues en elecciones anteriores más recientes en el Distrito Federal
(1985, para diputados federales), los partidos que ahora formaron el llama-
do frente sumaron juntos menos de 15% de los votos totales. En términos
relativos, el PRI exhibe el mayor deterioro de la captación de votos ya que
en 1988 obtuvo tan sólo 64 por cada 100 de 1985. Tal tendencia regresiva es
predominante desde hace algún tiempo, sólo que nunca antes había sido de
tal magnitud como ahora. El PMS (antes PSUM) y el PAN, sostienen prác-
ticamente su misma participación en ambos años, y los que la incrementan
notablemente son el PARM con 428, el PFCRN (antes PST) con 478 y el
PPS con 719 votos por cada 100 votos de 1985.
3. Los datos anteriores nos llevan a la conclusión de que el voto en favor del
candidato del FDN se movió del centro y no de la derecha del electorado. La
coalición de partidos parece haber logrado movilizar en su favor a una masa
importante de votantes que tradicionalmente respaldaban al partido oficial;
aunque es también innegable el apoyo que recibió de electores “pasivos” o
“no cautivos” caracterizados ya sea por su abstencionismo o porque cuando
votan lo hacen movidos primordialmente por factores de orden coyuntural.
No menos importantes fueron los “nuevos” electores.
4. Al interior de la región de estudio, el candidato del FDN alcanzó una mayor
ventaja sobre su inmediato opositor (el candidato del PRI) en los munici-
pios conurbados y en las delegaciones sur del D.F.; el del PRI obtuvo mayo-
ría relativa en el resto de los estados de Morelos y de México mientras que el
candidato del PAN logró sus mejores resultados en las delegaciones centrales
y los peores en los distritos que corresponden al resto del estado de Morelos
(ver gráficas 1 y 2).

309

Laberintos.indb 309 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 310
Cuadro 3. Región central: distribución relativa de los votos

310
para presidente por partido político y distrito electoral, 1988

Distritos electorales Partidos políticos


PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
I Cuauhtémoc 1.02 10.65 5.12 9.61 6.48 29.97 35.52 0.53 1.11 100.00
II Cuauhtémoc 1.28 17.39 6.62 12.15 8.20 29.63 22.86 0.55 1.31 100.00
III Cuauhtémoc 1.26 18.61 6.11 13.43 7.20 32.90 18.27 0.57 1.65 100.00
IV Cuauhtémoc 0.75 18.14 7.45 14.42 8.25 30.30 17.38 0.66 2.66 100.00
V Cuauhtémoc 0.89 16.74 6.23 15.18 7.95 36.31 15.07 0.64 1.00 100.00
VI Cuauhtémoc 1.00 19.76 5.71 14.18 7.26 29.69 20.74 0.64 1.02 100.00
XXXIII Cuauhtémoc 1.16 13.43 5.72 12.61 7.38 30.77 27.07 0.72 1.14 100.00
VIII Miguel Hidalgo 0.52 12.58 4.21 11.60 5.50 33.54 30.37 0.60 1.08 100.00
XVIII Miguel Hidalgo 0.70 21.35 4.89 11.72 7.02 31.64 20.83 0.71 1.13 100.00
XXXII Miguel Hidalgo 0.66 19.98 4.92 11.78 4.66 30.39 25.96 0.66 1.00 100.00
XIII V. Carranza 0.62 15.44 5.08 15.90 11.60 28.80 19.61 0.60 2.34 100.00
VII Benito Juárez 0.89 12.29 4.58 12.52 5.75 28.43 33.91 0.60 1.02 100.00
XVI Benito Juárez 0.63 9.73 4.65 10.54 4.44 27.43 40.87 0.59 1.11 100.00
XVII Benito Juárez 0.70 13.49 5.09 13.84 6.06 28.49 30.16 0.70 1.47 100.00
XIV Iztacalco 0.73 16.64 6.47 13.37 8.56 27.72 24.68 0.61 1.21 100.00
laberintos geográficos: una antología

XXXIV Iztacalco 0.87 19.61 5.85 20.03 5.94 27.07 18.49 0.80 1.34 100.00

XI Cuauhtémoc 0.73 13.39 4.99 11.22 6.77 29.53 31.75 0.60 1.02 100.00
XXXV Benito Juárez 0.76 18.64 5.18 12.00 9.31 28.99 23.30 0.67 1.15 100.00
XXXVI Benito Juárez 0.66 10.62 4.48 9.77 6.79 26.91 39.19 0.59 0.98 100.00
XXXIX Benito Juárez 0.69 13.00 7.20 11.63 5.26 26.95 33.40 0.56 1.32 100.00
IX Azcapotzalco 0.84 15.47 5.22 14.45 7.83 27.10 27.37 0.73 0.99 100.00

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 311
Cuadro 3. Continuación
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
XIX Azcapotzalco 0.85 15.46 6.84 12.01 11.51 25.08 25.77 0.71 1.78 100.00
XXVIII Azcapotzalco 0.85 21.97 7.58 13.34 7.03 26.13 21.13 0.78 1.19 100.00
XXIX Azcapotzalco 0.80 18.07 5.86 13.08 7.00 26.85 26.63 0.72 0.99 100.00
X Gustavo A. Madero 0.60 18.35 7.67 20.72 8.27 23.58 18.34 1.08 1.37 100.00
XII Gustavo A. Madero 0.73 23.33 5.75 15.75 7.06 26.75 18.34 0.70 1.60 100.00
XX Gustavo A. Madero 0.54 16.17 7.02 13.46 5.77 26.11 26.24 0.73 3.97 100.00
XXV Gustavo A. Madero 0.61 20.87 9.27 19.32 10.15 24.08 12.72 1.56 1.43 100.00
XXX Gustavo A. Madero 0.65 20.21 7.36 19.03 9.94 26.20 14.61 0.85 1.15 100.00
XXXI Gustavo A. Madero 0.71 20.29 4.46 18.57 9.00 26.41 18.59 0.79 1.19 100.00
XXVI Iztapalapa 0.78 25.97 8.88 13.42 8.32 27.18 13.85 0.99 0.60 100.00
XXXVII Iztapalapa 0.79 14.73 6.06 18.66 6.76 26.03 23.05 0.78 3.12 100.00
XL Iztapalapa 0.59 20.53 9.35 22.21 11.31 23.99 11.13 0.90 0.00 100.00
XXII Coyoacán 0.70 18.40 7.34 18.86 7.26 25.24 19.34 0.86 1.99 100.00
XXVII Coyoacán 0.66 16.33 5.40 12.89 7.84 27.04 28.25 0.61 0.97 100.00
las geografías (aplicaciones)

XV Iztacalco 0.64 16.97 6.70 19.23 9.63 26.39 18.81 0.84 0.79 100.00
XXI Iztacalco 0.73 20.42 7.57 18.57 6.82 26.13 17.54 0.91 1.32 100.00
XXIII Cuajimalpa 0.63 15.60 7.45 20.74 7.12 29.00 17.02 1.06 1.37 100.00

XXXVIII Magdalena 0.71 18.36 6.42 15.61 5.54 26.93 23.85 0.84 1.74 100.00
Contreras
XXIV Tlalpan 0.71 23.85 8.11 17.64 6.90 24.13 15.97 0.73 1.95 100.00
DISTRITO 0.73 17.98 6.64 15.72 7.70 27.16 21.94 0.78 1.34 100.00

311
FEDERAL

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 312
Cuadro 3. Continuación

312
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
VII Naucalpan 0.74 18.69 9.12 13.46 5.29 26.53 24.00 0.84 1.33 100.00
XVIII Naucalpan 0.55 9.83 3.10 7.07 3.47 24.90 49.79 0.47 0.82 100.00
XIX Naucalpan 0.49 16.32 5.48 12.92 7.99 29.51 26.14 0.81 0.34 100.00
XX Naucalpan 1.03 18.82 17.71 17.96 5.78 24.75 12.97 0.98 0.00 100.00
XIV Tlalnepantla 0.55 16.73 5.81 19.17 4.85 25.33 26.33 1.22 0.00 100.00
XXXIII Tlalnepantla 0.74 14.99 7.40 14.61 4.94 24.47 31.18 1.10 0.57 100.00
IX Nezahualcóyotl 0.76 18.10 6.14 30.48 5.48 26.37 10.07 1.16 1.44 100.00
X Nezahualcóyotl 0.63 20.13 8.24 21.54 8.25 22.75 16.01 1.10 1.35 100.00
XXII Nezahualcóyotl 0.83 19.88 7.25 22.98 7.65 25.39 14.44 1.14 0.45 100.00
XXIII Nezahualcóyotl 0.83 19.43 6.59 29.12 7.40 25.66 9.80 1.14 0.03 100.00
XXIV Nezahualcóyotl 0.57 21.51 7.46 19.80 5.29 28.90 13.20 1.22 2.04 100.00
XXV Nezahualcóyotl 0.81 19.99 7.07 21.52 6.11 26.76 15.83 1.27 0.64 100.00
XXVI Nezahualcóyotl 0.57 25.02 7.57 25.93 5.52 23.69 9.42 1.06 1.22 100.00
XXVII Nezahualcóyotl 0.68 21.90 7.62 27.64 6.24 23.86 9.44 1.60 1.03 100.00
XXVIII Nezahualcóyotl 0.73 22.15 9.10 24.04 7.62 23.64 11.55 1.18 0.00 100.00
laberintos geográficos: una antología

XXIX Nezahualcóyotl 0.65 25.56 8.86 21.68 7.69 23.25 9.17 1.29 1.85 100.00
XI Ecatepec 0.50 22.57 14.08 16.15 6.68 24.84 13.63 1.55 0.00 100.00
XXX Ecatepec 1.01 19.02 11.33 16.23 6.85 26.85 12.58 1.19 4.94 100.00
XXXI Ecatepec 0.64 21.04 10.62 23.61 6.61 23.56 11.16 1.21 1.54 100.00
XXXII Ecatepec 0.64 24.43 8.00 16.29 7.02 24.34 16.20 1.47 1.61 100.00
XXXIV Tultitlán 0.57 18.21 7.08 13.68 8.67 24.30 21.34 1.23 4.91 100.00
XII Atizapán de Z. 0.43 11.83 6.23 11.62 3.52 35.01 29.45 1.04 0.86 100.00
XIII Huixquilucan 0.76 14.67 8.53 15.87 5.93 31.44 19.54 1.72 1.55 100.00

06/03/24 17:22
Cuadro 3. Continuación

Laberintos.indb 313
Distritos electorales Partidos políticos
PRT PPS PMS PFCRN PARM PRI PAN PDM NO REG. SUMA
XV Chalco 0.54 25.71 11.27 19.42 5.81 27.66 7.07 1.16 1.37 100.00
VI Cuautitlán 0.64 22.87 6.37 13.65 7.19 24.32 23.38 0.93 0.65 100.00

VIII Texcoco 0.55 20.44 15.37 17.14 4.76 27.18 12.21 1.46 0.91 100.00
XXI Zumpango 0.62 18.57 6.40 16.66 8.29 32.42 16.12 0.91 0.00 100.00

IV Toluca 0.47 27.46 4.62 9.31 3.11 31.33 21.82 0.90 0.98 100.00
XVI Toluca 0.54 32.86 9.89 8.73 3.25 29.29 14.01 1.43 0.00 100.00

III Lerma 0.51 35.55 7.75 10.73 4.05 32.53 7.63 0.90 0.35 100.00
V Atlacomulco 0.31 21.13 3.73 7.28 3.28 56.24 7.07 0.91 0.05 100.00
I Tenancingo 0.23 14.25 2.96 18.17 3.98 54.29 4.41 1.56 0.15 100.00
II Valle de Bravo 0.39 26.24 2.73 8.58 8.11 47.94 4.31 1.58 0.11 100.00
XVII Nicolás Romero 0.33 21.55 5.35 10.98 2.91 39.71 17.81 1.22 0.14 100.00

ESTADO DE 0.59 21.16 8.05 16.10 5.76 29.99 16.16 1.19 1.00 100.00
MÉXICO
las geografías (aplicaciones)

I Cuernavaca 0.61 15.80 3.15 21.29 14.94 28.01 14.72 0.69 0.79 100.00

II Cuautla 0.59 9.58 4.03 15.97 22.00 40.16 6.22 0.83 0.62 100.00
III Yautepec 0.58 11.03 2.68 29.31 15.74 32.03 6.02 0.66 1.95 100.00
IV Jojutla 0.34 7.93 3.01 21.05 19.60 43.46 3.25 0.64 0.72 100.00

MORELOS 0.53 11.29 3.18 22.25 17.78 35.42 7.80 0.70 1.04 100.00

313
REGION 0.66 19.01 7.08 16.20 7.36 28.76 18.80 0.95 1.18 100.00
CENTRAL
Fuente: Resultados electorales del 6 de julio de 1988. Comisión Federal Electoral.

06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología

Gráfica 1a. Zona Metropolitana de la Cd. de México: Tendencia espacial del voto

Gráfica 1b. Zona Metropolitana de la Cd. de México: Tendencia espacial del voto

314

Laberintos.indb 314 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Gráfica 2a. Región Central: Tendencia espacial del voto

Gráfica 2b. Región Central: Tendencia espacial del voto

315

Laberintos.indb 315 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Cuadro 4. Región centro: abstencionismo y participación en la


elección de presidente por distrito electoral, 1988

Distritos electorales padrón número % de abst. % de part.


electoral de votos
I Cuauhtémoc 77216 42007 45.60 54.40
II Cuauhtémoc 90982 47597 47.69 52.31
III Cuauhtémoc 88815 45337 48.95 51.05
IV Cuauhtémoc 80636 46268 42.62 57.38
V Cuauhtémoc 66612 36055 45.87 54.13
VI Cuauhtémoc 75130 43702 41.83 58.17
XXXIII Cuauhtémoc 73272 33399 54.42 45.58
VIII Miguel Hidalgo 106158 57955 45.41 54.59
XVIII Miguel Hidalgo 102331 51055 50.11 49.89
XXXII Miguel Hidalgo 82013 48218 41.21 58.79
XIII V. Carranza 83987 46961 44.09 55.91
VII Benito Juárez 91286 49907 45.33 54.67
XVI Benito Juárez 98001 54007 44.89 55.11
XVII Benito Juárez 102165 55092 46.08 53.92
XIV Iztacalco 105461 60892 42.26 57.74
XXXIV Iztacalco 118214 68967 41.66 58.34
XI Cuauhtémoc 85981 50458 41.31 58.69
XXXV Benito Juárez 86878 50183 42.24 57.76
XXXVI Benito Juárez 114845 65394 43.06 56.94
XXXIX Benito Juárez 117357 66396 43.42 56.58
IX Azcapotzalco 89741 51391 42.73 57.27
XIX Azcapotzalco 102340 60863 40.53 59.47
XXVIII Azcapotzalco 154265 93361 39.48 60.52
XXIX Azcapotzalco 96217 57260 40.49 59.51
X Gustavo A. Madero 195692 115185 41.14 58.86
XII Gustavo A. Madero 84845 45405 46.48 53.52
XX Gustavo A. Madero 122873 71341 41.94 58.06
XXV Gustavo A. Madero 142915 80638 43.58 56.42
XXX Gustavo A. Madero 103780 59246 42.91 57.09
XXXI Gustavo A. Madero 131974 80383 39.09 60.91
XXVI Iztapalapa 220594 127297 42.29 57.71

316

Laberintos.indb 316 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Cuadro 4. Continuación
Distritos electorales padrón número % de abst. % de part.
electoral de votos
XXXVII Iztapalapa 119042 72841 38.81 61.19
XL Iztapalapa 335702 187002 44.30 55.70
XXII Coyoacán 194229 111676 42.50 57.50
XXVII Coyoacán 247448 145561 41.18 58.82
XV Iztacalco 143623 82658 42.45 57.55
XXI Iztacalco 143249 86955 39.30 60.70
XXIII Cuajimalpa 191563 108579 43.32 56.68
Magdalena 197086 116140 41.07 58.93
XXXVIII Contreras
XXIV Tlalpan 230899 129624 43.86 56.14
Distrito Federal 5095462 2903256.00 43.02 56.98

VII Naucalpan 53082 31889 39.93 60.07


XVIII Naucalpan 105093 62652 40.38 59.62
XIX Naucalpan 40797 23051 43.50 56.50
XX Naucalpan 119793 69518 41.97 58.03
XIV Tlalnepantla 91095 51063 43.95 56.05
XXXIII Tlalnepantla 136034 77846 42.77 57.23
IX Nezahualcóyotl 73286 42020 42.66 57.34
X Nezahualcóyotl 79823 45349 43.19 56.81
XXII Nezahualcóyotl 87868 50092 42.99 57.01
XXIII Nezahualcóyotl 69625 42377 39.14 60.86
XXIV Nezahualcóyotl 63522 37515 40.94 59.06
XXV Nezahualcóyotl 55114 30869 43.99 56.01
XXVI Nezahualcóyotl 70924 45931 35.24 64.76
XXVII Nezahualcóyotl 73260 42608 41.84 58.16
XXVIII Nezahualcóyotl 81718 45516 44.30 55.70
XXIX Nezahualcóyotl 82960 48374 41.69 58.31
XI Ecatepec 137058 72667 46.98 53.02
XXX Ecatepec 107454 59348 44.77 55.23
XXXI Ecatepec 142502 79818 43.99 56.01
XXXII Ecatepec 155451 95053 38.85 61.15

317

Laberintos.indb 317 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Cuadro 4. Continuación
Distritos electorales padrón número % de abst. % de part.
electoral de votos
XXXIV Tultitlán 197039 117799 40.22 59.78
XII Atizapán de Z. 146831 88812 39.51 60.49
XIII Huixquilucan 130879 73303 43.99 56.01
XV Chalco 177333 96431 45.62 54.38
VI Cuautitlán 170617 101900 40.28 59.72

VIII Texcoco 220653 120959 45.18 54.82


XXI Zumpango 201306 117351 41.71 58.29

IV Toluca 106071 64773 38.93 61.07


XVI Toluca 167670 98457 41.28 58.72

III Lerma 186284 91965 50.63 49.37


V Atlacomulco 153415 80166 47.75 52.25
I Tenancingo 177439 69327 60.93 39.07
II Valle de Bravo 149490 67108 55.11 44.89
XVII Nicolás Romero 178746 104144 41.74 58.26

ESTADO DE 4190232 2346051 44.01 55.99


MÉXICO

I Cuernavaca 150844 73377 51.36 48.64

II Cuautla 133124 55102 58.61 41.39


III Yautepec 153344 86088 43.86 56.14
IV Jojutla 146285 63641 56.50 43.50

MORELOS 583597 278208 52.33 47.67

REGION 9869291 5527515 43.99 56.01


CENTRAL

318

Laberintos.indb 318 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Cuadro 5. Región central: competitividad del PRI en el voto para presidente

Distritos electorales % voto %a nivel de


IP
PRI recuperar competitividad
(a) (b) (c)
I Cuauhtémoc 29.97 89.92 10.08 2
II Cuauhtémoc 29.63 88.90 11.10 2
III Cuauhtémoc 32.90 98.72 1.28 1
IV Cuauhtémoc 30.30 90.89 9.11 2
V Cuauhtémoc 36.31 108.93 -8.93 0
VI Cuauhtémoc 29.69 89.09 10.91 2
XXXIII Cuauhtémoc 30.77 92.32 7.68 1
VIII Miguel Hidalgo 33.54 100.63 -0.63 0
XVIII Miguel Hidalgo 31.64 94.94 5.06 1
XXXII Miguel Hidalgo 30.39 91.17 8.83 2
XIII V. Carranza 28.80 86.42 13.58 2
VII Benito Juárez 28.43 85.31 14.69 2
XVI Benito Juárez 27.43 82.31 17.69 3
XVII Benito Juárez 28.49 85.49 14.51 2
XIV Iztacalco 27.72 83.17 16.83 3
XXXIV Iztacalco 27.07 81.20 18.80 3

XI Cuauhtémoc 29.53 88.59 11.41 2


XXXV Benito Juárez 28.99 86.97 13.03 2
XXXVI Benito Juárez 26.91 80.74 19.26 3
XXXIX Benito Juárez 26.95 80.87 19.13 3
IX Azcapotzalco 27.10 81.31 18.69 3
XIX Azcapotzalco 25.08 75.24 24.76 3
XXVIII Azcapotzalco 26.13 78.41 21.59 3
XXIX Azcapotzalco 26.85 80.55 19.45 3
X Gustavo A. Madero 23.58 70.75 29.25 3
XII Gustavo A. Madero 26.75 80.25 19.75 3
XX Gustavo A. Madero 26.11 78.34 21.66 3
XXV Gustavo A. Madero 24.08 72.24 27.76 3
XXX Gustavo A. Madero 26.20 78.60 21.40 3
XXXI Gustavo A. Madero 26.41 79.24 20.76 3

319

Laberintos.indb 319 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Cuadro 5. Continuación

Distritos electorales % voto %a nivel de


IP
PRI recuperar competitividad
(a) (b) (c)
XXVI Iztapalapa 27.18 81.56 18.44 3
XXXVII Iztapalapa 26.03 78.11 21.89 3
XL Iztapalapa 23.99 71.96 28.04 3
XXII Coyoacán 27.04 81.13 18.87 3
XXVII Coyoacán 25.24 75.74 24.26 3
XV Iztacalco 26.39 79.18 20.82 3
XXI Iztacalco 26.13 78.41 21.59 3
XXIII Cuajimalpa 29.00 87.02 12.98 2

XXXVIII Magdalena Contreras 26.93 80.80 19.20 3


XXIV Tlalpan 24.13 72.39 27.61 3

VII Naucalpan 26.53 79.67 20.33 3


XVIII Naucalpan 24.90 74.78 25.22 3
XIX Naucalpan 29.51 88.63 11.37 2
XX Naucalpan 24.75 74.31 25.69 3
XIV Tlalnepantla 25.33 76.07 23.93 3
XXXIII Tlalnepantla 24.47 73.48 26.52 3
IX Nezahualcóyotl 26.37 79.18 20.82 3
X Nezahualcóyotl 22.75 68.33 31.67 3
XXII Nezahualcóyotl 25.39 76.26 23.74 3
XXIII Nezahualcóyotl 25.66 77.06 22.94 3
XXIV Nezahualcóyotl 28.90 86.78 13.22 2
XXV Nezahualcóyotl 26.76 80.36 19.64 3
XXVI Nezahualcóyotl 23.69 71.15 28.85 3
XXVII Nezahualcóyotl 23.86 71.64 28.36 3
XXVIII Nezahualcóyotl 23.64 70.99 29.01 3
XXIX Nezahualcóyotl 23.25 69.81 30.19 3
XI Ecatepec 24.84 74.60 25.40 3
XXX Ecatepec 26.85 80.64 19.36 3
XXXI Ecatepec 23.56 70.76 29.24 3
XXXII Ecatepec 24.34 73.08 26.92 3

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las geografías (aplicaciones)

Cuadro 5. Continuación

Distritos electorales % voto %a nivel de


IP
PRI recuperar competitividad
(a) (b) (c)
XXXIV Tultitlán 24.30 72.96 27.04 3
XII Atizapán de Z. 35.01 105.12 -5.12 0
XIII Huixquilucan 31.44 94.41 5.59 1
XV Chalco 27.66 83.08 16.92 2
VI Cuautitlán 24.32 73.04 26.96 3

VIII Texcoco 27.18 81.62 18.38 3


XXI Zumpango 32.42 97.37 2.63 1

IV Toluca 31.33 94.10 5.90 1


XVI Toluca 29.29 87.96 12.04 2

III Lerma 32.53 97.69 2.31 1


V Atlacomulco 56.24 168.88 -68.88 0
I Tenancingo 54.29 163.05 -63.05 0
II Valle de Bravo 47.94 143.97 -43.97 0
XVII Nicolás Romero 39.71 119.25 -19.25 0

I Cuernavaca 28.01 84.11 15.89 2

II Cuautla 40.16 120.59 -20.59 0


III Yautepec 32.03 96.18 3.82 1
IV Jojutla 43.46 130.52 -30.52 0
(a) Porciento de votos para el candidato del PRI sobre 33.3%
(b) 100% menos índice de proporcionalidad (IP)
(c) 0=menor de 0; 1=entre 0 y 8; 2=8 a 16 y 3=16 y más

5. Al parecer, y así se reconoce por los analistas y dirigentes del PRI, la dramá-
tica pérdida de votos que sufrió este partido en la región de estudio fue pro-
ducto, entre otros factores, de la poca capacidad de movilización demostrada
por sus sectores, que en ocasiones anteriores habían sido tan eficaces. Nues-
tros resultados indican al respecto que en general, a mayor PEA dedicada a

321

Laberintos.indb 321 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

ocupaciones compatibles con las que aglutina el sector obrero menor fue el
número de votos a favor del PRI (cuadro 6).
6. Al evaluar el peso de los factores determinantes (variables) en los resultados
electorales en la región de estudio estos se asemejan a los nacionales, aunque
destaca algunos que aquí se manifiestan con mayor claridad. Indudablemen-
te, las variables que mejor explican el comportamiento electoral de la pobla-
ción de la región corresponden a la diferencia campo-ciudad y a la condición
socioeconómica (ingresos), lo que parece indicar que en última instancia es
la estructura productiva la que la cuenta del comportamiento político del
electorado (ver cuadros 7 y 8). La religión, que en otros países representa un
factor primordial, resulta ser en nuestro caso una variable poco significativa.
7. Aunque la región es predominantemente urbana, existe casi un 20% de po-
blación rural. Esta última votó, como lo ha hecho siempre, por el candidato
del PRI y no mostró una clara preferencia hacia el PAN. En cambio, el
candidato del FDN obtuvo proporcionalmente una votación urbano-rural
equivalente a la proporción de población urbana y rural en la región.
8. Los electores que apoyaron preferentemente al candidato del PAN, además
de concentrarse en los distritos urbanos, muestran un índice de masculini-
dad inferior al promedio regional (mayor proporción de mujeres), con alto
porcentaje de población en edad madura (55 años o más), con estudios más
allá de la primaria, ocupaciones en el sector terciario y niveles salariales entre
1.5 y 2.5 vsm. En los distritos donde residen, las viviendas cuentan en su
mayoría con agua potable. Adicionalmente, el PAN recibió un importante
apoyo de la PEA empresarial e incluso de trabajadores manuales. Por su
parte, el electorado que aparentemente simpatizó con el candidato del PRI
se divide en dos: el rural (indígena y analfabeta) y el urbano (de bajos niveles
salariales, sin ocupación predominante y con ingresos no mayores de 1.58
vsm). Por último, el candidato del FDN, además de haber obtenido votos
indistintamente del ámbito urbano y del rural, se vio favorecido por un
electorado joven, migrante, no activo o subempleado, en distritos con una
proporción significativa de viviendas con techo de lámina de cartón.

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Laberintos.indb 322 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Cuadro 6. Región central: distribución porcentual del voto para presidente


según afiliación hipotética de la PEA a sectores del PRI

Número Votación Votación Votación Votación


Abstencionismo
Sectores distritos para para el para el para el
para presidente
(a) presidente PRI PAN FDN
TOTAL 78 100.00 100.00 100.00 100.00 100.00
PEA-SECTOR CAMPESINO 13 19.98 25.61 11.13 20.35 24.09
PEA-SECTOR OBRERO 36 44.43 39.73 11.18 46.97 40.77
PEA-SECTOR POPULAR 29 35.59 34.66 44.69 32.69 35.14

Cuadro 7. Región central: distribución porcentual del voto


para presidente por distrito urbano o rural

Votación Votación Votación Votación


Número Abstencionismo
Distritos para para el para el para el
(a) para presidente
presidente PRI PAN FDN
TOTAL 78 100.00 100.00 100.00 100.00 100.00
URBANOS 66 81.13 75.93 89.26 80.81 76.87
RURALES 12 18.87 24.07 10.74 19.19 23.13

Cuadro 8. Región central: distribución porcentual del voto


para presidente por nivel salarial de la PEA

Número Votación Votación Votación Votación


Abstencionismo
Nivel salarial distritos para para el para el para el
para presidente
(a) presidente PRI PAN FDN
TOTAL 78 100.00 100.00 100.00 100.00 100.00
Con hasta 1.5 vsm 26 35.40 38.89 21.92 38.74 38.43
De 1.5 a 2.5 vsm 24 30.54 27.73 31.94 31.27 28.06
Más de 2.5 vsm 28 34.06 33.38 46.14 30.00 33.50

(a) Un distrito se asignó a una categoría cuando su porcentaje era superior al promedio regional.
Cuando esta condición era válida para dos o más categorías, se asignó a la de mayor diferencia relativa.

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Laberintos.indb 323 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

9. En lo que respecta al abstencionismo, el PAN logró mejores resultados en


aquellos distritos con los menores índices, mientras que el PRI alcanzó más
votos en los de mayor abstencionismo (mapas 2, 3 y 4; cuadros 4 y 5). Cabe
aclarar que los mayores índices de abstencionismo corresponden a aquellos
distritos con una mayor proporción de PEA en actividades primarias y con
niveles salariales de menos de 1.5 vsm.
10. Finalmente, podemos concluir que al parecer no existe una asociación po-
sitiva-significativa entre inversión en bienes y servicios públicos y votos a
favor del partido oficial que siempre se ha confundido con el gobierno. Esta
relación, que es muy nítida teóricamente (Downs, 1957), en la práctica es
elusiva ya que, por un lado, los servicios públicos se consumen por defini-
ción colectivamente y, por otro, dado su carácter local e “impuro” provocan
inequidades al ser necesariamente selectivos y escasos. En otras palabras,
en su producción y consumo generan beneficios para algunos y costos para
otros. El que los beneficiarios pudieran superar mayoritariamente a los per-
judicados implicaría, según la teoría del bienestar, votos adicionales en fa-
vor del partido en el poder, hipótesis que en nuestro país queda aún por
comprobarse.

La región Central y la Zona Metropolitana de la Ciudad de México consti-


tuyen, quizá, eventos únicos en el contexto nacional. Sin embargo, en tér-
minos político-electorales, representan el espejo de lo que va a ser el proceso
democrático de modernización que propone el gobierno actual. Dado que el
electorado del país es ya mayoritariamente urbano y metropolitano (Graiz-
bord, 1988), es de esperar que en el futuro los votos en esos ámbitos reflejen
cada vez en mayor medida la voz de la población en materia política toda vez
que las elecciones se perfeccionen y consoliden como uno de los mecanis-
mos institucionales para participar, obtener poder y articular las demandas
populares.

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las geografías (aplicaciones)

Mapa 2. Región Central: Área donde


el PRI obtuvo un porcentaje de votos
Mapa 1. Región Central: áreas funcionales inferior al que alcanzó en toda la región.

Fuente: Elaboración propia. Fuente: Cuadro 3 (porcentaje por partido y distrito


para presidente).

Mapa 4. Región central: Áreas de


Mapa 3. Región central: Área donde el PRI menor abstencionismo en la región
es relativamente menos competitivo (porciento menor al total regional).

Fuente: Cuadro 5 (nivel de competitividad 3) Fuente: Cuadro 4 (porcentaje abstenciones por


distrito)

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Laberintos.indb 325 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

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GEOGRAFÍAS ELECTORALES: 1988 Y 19911

ANTECEDENTES

E l 18 de agosto de 1991 se celebraron en nuestro país elecciones federales


intermedias. Estaban en juego las 300 diputaciones de mayoría relativa
y 200 de representación proporcional, 32 senadurías (la mitad del total), sie-
te gubernaturas, 209 presidencias municipales, 62 diputaciones locales y, en
el D.F., 40 escaños de mayoría relativa y 26 proporcionales para la Asamblea
de Representantes.
En términos generales, en la votación para diputados de mayoría relati-
va de 1991 destacan dos hechos: 1) el Partido Revolucionario Institucional
(PRI) obtuvo 61.5% del total de 22.9 millones de votos2 contra sólo 50.4%
en las elecciones federales de·1983, lo que para este partido significó en nú-
meros absolutos casi cinco millones de nuevos votos y 2) el abstencionismo
fue realmente “derrotado” al reducirse a 39% (contra cerca de 50% en 1988)

1
Graizbord, B. (1993), “Geografías electorales: cambio y participación en el voto de dipu-
tados federales de 1988”. Estudios Sociológicos XI (32), pp. 497-514. Quedo en deuda con el
maestro Alejandro Mina por su valiosa ayuda en el manejo de la información.
2
Se trata de votos válidos pues el total de votos emitidos fue de 23 969 773.

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laberintos geográficos: una antología

de un total de 36.4 millones de electores3 que aparecieron finalmente en la


lista de empadronados,4 lo cual benefició más a unos partidos que a otros.
Para el PRI la nutrida votación a su favor significó recuperar algunas
diputaciones federales de mayoría relativa hasta conquistar 290 y obtener
64% de los 500 escaños de la Cámara de Diputados en el Congreso de la
Unión (contra 264 y 52% en 1988). En cambio, los otros partidos perdie-
ron sus diputaciones de mayoría relativa, salvo el Partido Acción Nacional
(PAN) que con 17.7% de la votación total ganó 10 de éstas y 79 de repre-
sentación proporcional, para llegar a un porcentaje equivalente al de sus
votos en la conformación de la Cámara,5 aunque con una pérdida neta
de 12 diputaciones: 89 diputados de los 101 que logró en 1988.6 A pesar de
este revés, el PAN ha logrado una cierta estabilidad en el número y propor-
ción de votos que obtiene. Representa un fenómeno político que responde
a una población más o menos educada, de clase media, que ha vivido en la
ciudad por un tiempo considerable y habita en áreas cubiertas por servicios
públicos urbanos (Graizbord y Sobrino, 1990). De hecho, 32 de sus 38
diputaciones fueron ganadas en 1988 en las principales concentraciones
urbanas del país; y lo mismo ocurrió en los municipios conurbados con la
ciudad de México. No por nada el PAN logró retener en 1991 el distrito

3
El censo de población de 1990 señala 45.8 millones de mexicanos mayores de 18 años y el
Registro Federal de Electores inscribió a 43.5 millones de ciudadanos de los cuales 39 millones
quedaron incluidos en las listas nominales, para finalmente recibir credencial (y aparecer en
listas definitivas) 36.4 millones de personas (contra 38 millones de empadronados en 1988).
4
Estas cifras reducidas se han utilizado para señalar el control manipulador por parte del
organismo electoral en favor del PRI -argumentos, como otros relacionados con las irregula-
ridades denunciadas, demasiado endebles, que intentan ocultar los problemas internos de los
partidos (PAN, PRD), reconocidos por ellos mismos, o su incapacidad para llegar geográfica
y socialmente al grueso del electorado nacional (Garavito, 1991); en pocas palabras, “eluden
responsabilidades y concentran la atención en el enemigo” más que en el electorado, como
bien lo señalaba Sánchez Susarrey (1991).
5
Para un análisis cuantitativo de la eficiencia de los partidos y la eficacia del voto (el signi-
ficado de la representación proporcional) véase Graizbord (1991).
6
El PAN logró la senaduría en juego en Baja California, lo que significó su primer senador
en la historia.

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Laberintos.indb 330 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

XVIII, Naucalpan, que desde 1982 no ha perdido. Para los otros partidos,
las elecciones de 1991 resultaron un desastre.
Son varios los argumentos que diversos autores presentan para explicar
estos resultados, no del todo previstos. Cornelius (1991), destaca la figura
presidencial como principal razón del triunfo de los candidatos del PRI. Se
trata, dice, de un jefe del Ejecutivo que se percibe fuerte, activo y eficaz; su
política económica está funcionando y alimenta esperanzas de una mejoría
a corto plazo en el nivel de vida; su política social con el Programa Nacional
de Solidaridad (Pronasol) es muy visible y parece haber resuelto las nece-
sidades básicas de un número importante de votantes potenciales de bajos
ingresos, además de darles, al parecer, una sensación de fortaleza (lo cual
resulta ser el mensaje subliminal de Pronasol). No habría que descartar, sin
embargo, la labor de la “militancia priísta” convenciendo a las bases en el
seccional y casi cuadra por cuadra, con lo que este partido no sólo rescató
votos de ciudadanos que de otra forma se hubieran abstenido sino que logró
atraer a los nuevos votantes, como podrá apreciarse en la estimación que
hacemos más adelante de las transferencias del voto en el estado de México.
Otros comentaristas políticos, como Sánchez Susarrey (1991), lo atri-
buyen a la “debilidad de la oposición política”. El PAN, se argumenta, tiene
muy concentrados sus votos;7 lo aqueja internamente una confrontación no
resuelta aún –a pesar de las deserciones de fechas recientes­entre su presi-
dente y los integrantes del Foro Doctrinario, o bien, resulta ser un partido
excluyente que no parece interesarse ni tener capacidad para atraer un am-
plio electorado, según declaraciones de algunos de sus dirigentes (Carrillo,
1991). El Partido de la Revolución Democrática (PRD), tercera fuerza polí-
tica del país, no logra, salvo cuando forma coaliciones, obtener porcentajes
elevados del voto y eso sólo en dos o tres entidades federativas centrales,

El 86.8% del total de sus votaciones -no así de sus votos- lo acapararon cinco entidades
7

federativas: D.F., Jalisco, Estado de México, Guanajuato y Chihuahua. La primera y tercera


con un electorado metropolitano y la segunda y cuarta por su tradicional conservadurismo. La
última, quizá, por el arraigo que parece tener el PAN en la población femenina de clase media
cada vez más participativa en la política.

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Laberintos.indb 331 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

incluyendo a Michoacán. En estas elecciones logró del D.F. 20.8% de su


total, 16.32% del estado de México y 15.5% de Michoacán. Los demás es-
tados le aportaron 6.4 y 5.6 (Guerrero y Veracruz) y 3% o menos el resto; su
estrategia parece estar basada en una sistemática denuncia del PRI-gobierno
y rechaza, por principio, toda negociación política –no obstante los últimos
acontecimientos en Michoacán que lo han acercado a la negociación con el
PRI y la Secretaría de Gobernación–, además de que “espera tiempos pro-
picios para dar batallas definitivas” (Moguel, 1991). No ha hecho explicito
tampoco su posición en el espectro ideológico y más que un partido de la
izquierda parece ser “el partido de Cuauhtémoc” (Garavito, 1991). En otras
palabras, no está definida su identidad política ni está clara su estrategia
frente a la evolución ciudadana y al deseo mayoritario -incluyendo al parecer
el del Estado- por mantener y consolidar la vía electoral como forma posible
de transferir poder y elegir gobiernos en nuestro país.
De los demás partidos sólo el Frente Cardenista (PFCRN), el Auténti-
co de la Revolución (PARM) y el Popular Socialista (PPS) lograron en 1991
mantener su registro al obtener más de 1.5% del total de votos. En resu-
men, el PRI obtuvo 61.5%, PAN 17.6% y los otros, incluyendo al PRD
que obtuvo 8.3%, alcanzaron 20.8% del total ele votos para diputados en
estas elecciones intermedias celebradas en agosto de 1991.

La geografía electoral nacional

En el marco del apabullante triunfo del PRI en las elecciones intermedias de


1991 y de la espectacular recuperación de votos, que en 1988 favorecieron a
los partidos de oposición, subyace en estos resultados una tendencia contraria
a la global. Cabe decir que ha pasado casi desapercibida para los analistas y por
ahora es difícil prever sus posibles implicaciones políticas. Aquí sólo adelanto
preguntas que quizá abran una línea de análisis electoral para evaluar la polí-
tica social y el enorme gasto que a través del Pronasol el gobierno federal ha
realizado entre los dos momentos electorales: julio de 1988 y agosto de 1991.

332

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las geografías (aplicaciones)

Los resultados de 1991 vistos con el lente de 1988 fueron, en efecto,


abrumadoramente exitosos para el PRI, pues logró aumentar en casi 4.5
millones su caudal de votos.8 Esta cantidad representa un incremento de
46.62%9 con respecto a 1988 y es la diferencia de poco más de 14.1 millo-
nes de votos a favor de los candidatos del PRI en 1991 contra 9.6 millones
en 1988, con los que este partido logró obtener 61.5% contra 50.7% del
total, respectivamente, en estas dos elecciones.
El panorama triunfal se vio perturbado, sin embargo, por algunos nu-
barrones. En efecto, en 69 de los 300 distritos electorales el PRI obtuvo un
porcentaje menor a 50% (es decir, menos de la “mayoría absoluta”) del total
de votos distritales. A pesar de que de estos 69 distritos sólo perdió 10, los
resultados indican que los electores no se dejaron “llevar por la corriente”.
En algunas entidades tales resultados son verdaderamente significativos: en
Baja California sucedió en sus cinco distritos; en el D.F. en 35 de un total
de 40; en 19 de los 34 del estado de México; en cuatro de 13 en Guana-
juato; en Michoacán en dos de 13 y en Chihuahua, Tamaulipas, San Luis
Potosí y Yucatán en uno de los, respectivamente, diez, nueve, siete y cuatro
distritos en que se dividen electoralmente esas entidades.
También detrás del aplastante triunfo hay otra nota discordante y con-
traria a la tendencia electoral de 1991: en varios distritos y entidades del
país el PRI perdió votos, es decir, sus candidatos obtuvieron menos votos
en 1991 que en 1988. Esto, a pesar de que aumentó en algunas partes el
número de empadronados y el índice de abstenciones en general se contrajo
(es decir, hubo en casi todos los casos un mayor número de votantes). Estos
hechos no ocurrieron precisamente en los mismos distritos o entidades que
mencioné en el párrafo anterior y tienen otras implicaciones. La pregunta
que surge de inmediato es ¿coinciden estas pérdidas con las zonas relati-
vamente desatendidas por el Pronasol? Cabe señalar que estas pérdidas las
8
Me refiero a votos obtenidos en la elección de diputados de mayoría relativa, pero para el
caso es lo mismo si se tratara de votos para senadores.
9
Estos datos se tomaron de los resultados por distrito electoral para diputados de mayoría
relativa publicados en Nexos 166, oct. 1991.

333

Laberintos.indb 333 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

sufrió el PRI en 47 distritos electorales de 17 entidades y, por estado, en Du-


rango, Guerrero, Puebla y Nuevo León. En este último obtuvo 21% menos
de votos que en 1988; en Durango 11% menos y en los otros dos l% menos.
Vale, por último, la pregunta recíproca de la anterior: ¿el inesperado
vuelco de los electores en favor del PRI se debió a importantes inversiones
del Pronasol? Ciertamente hay numerosos ejemplos donde las ganancias y la
recuperación del PRI son notables: Michoacán, estado de México, Morelos,
Distrito Federal, Guanajuato, Tlaxcala, Chiapas, Campeche y Aguascalien-
tes, en ese orden. En todas estas entidades obtuvo incrementos porcentuales
muy superiores a 46.6% que logró en el total nacional. En este contexto, las
anteriores preguntas exigen respuestas basadas en un conocimiento empíri-
co y no sería ocioso trabajar en ellas. Por lo pronto sólo se formulan con el
ánimo de suscitar el interés tanto de los académicos como de los políticos.
En la siguiente sección de este trabajo presento un análisis más detalla-
do de los resultados electorales en el estado de México, una de las entidades
que el PRI “recuperó” en 1991.

Las geografías electorales del estado de México

Los resultados electorales son aleccionadores. No sólo indican al gobierno en


turno la forma en que se evalúa su desempeño por parte de la ciudadanía,
sino que sirven a todos los partidos políticos para ajustar cuentas internas y
modificar o mejorar su plataforma política en las siguientes elecciones. Hacen
posible, por supuesto, analizar tendencias y cambios bruscos del electorado.
Un análisis ex-post como el que aquí presento, permite ver interesantes
movimientos del voto entre los partidos y la forma en que sus “clientes”
se comportaron: algunos se mantienen leales y sus votos seguros, otros se
muestran más o menos volátiles. De ahí que indagar un poco para conocer
el comportamiento del electorado de una elección a otra parecería oportu-
no, si tomamos en cuenta que en 1994 habrá elecciones federales.

334

Laberintos.indb 334 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

En esta parte del trabajo se comparan los resultados de las recientes


elecciones federales intermedias del 18 de agosto de 199l con las de julio de
1988 en el estado de México para diputados de mayoría relativa. Se divide
su presentación en dos partes. En la primera, se muestran los cambios en el
voto y la participación de los partidos políticos por zona geográfica en 1988
y 199l, lo cual permite conocer su peso relativo y cual fue el incremento
porcentual en sus votos entre 1988 y 1991 (cuadros 1 al 3). En la segunda,
se presenta el resultado de un ejercicio cuantitativo sobre transferencias ne-
tas de votos para diputados federales entre 1988 y 1991. Se obtienen para
el Estado y por zona geográfica estimaciones del total de electores que cam-
biaron su voto de un partido a otro o que se abstuvieron de votar, de votos
emitidos por nuevos empadronados y de aquellos que habiéndose absteni-
do en las elecciones de 1988 esta vez sí votaron y en favor de qué partidos.

Cuadro 1. Estado de México: participación electoral y votos para diputados


federales por partido político según zonas geográficas, 1988

Total de Otros
Padrón Abstención PRI PAN
votos partidos*
Estado de 4 108 232 1 981 566 2 208 666 693 980 366 585 1 138 101
México 100.00 47.40 100.00 31.42 17.05 51.53

Municipios 2 301 208 1 072 616 1 228 595 329 028 241 916 657 648
conurbados 100.00 46.61 100.00 26.78 19.69 53.53

Valle de 177 333 85 913 91 420 28 520 7 517 55 383


Chalco 100.00 48.45 100.00 31.20 8.22 60.58

Zona 595 576 255 670 336 906 100 550 60 552 175 804
Oriente 100.00 43.15 100.00 29.85 17.97 52.18

450 025 209 967 240 058 84 877 26 997 128 383
ZM Toluca
100.00 46.66 100.00 33.96 14.72 51.30

Zona 659 090 357 400 301 609 151 005 29 802 120 883
poniente 100.00 54.23 100.00 50.05 9.88 40.07
* Se incluyen el resto de partidos que participaron en estas elecciones federales: PMS, PPS, PFCRN, PARM,
PDM Y PRT.
Fuente: Comisión Federal Electoral (CFE), Resultados por distrito electoral del Estado de México, 1988.

335

Laberintos.indb 335 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Cuadro 2. Estado de México: participación electoral y votos para diputados


federales por partido político según zonas geográficas, 1991

Total de Otros
Padrón Abstención PRI PAN
votos partidos*
Estado de 4 504 359 1 490 131 3 014 228 1 609 495 507 869 896 864
México 100.00 33.80 100.00 53.40 16.85 29.75

Municipios 2 295 084 676 159 1 618 925 770 290 304 681 543 954
conurbados 100.00 29.46 100.00 47.58 18.82 33.60

Valle de 2 813 392 99 651 181 741 110 932 20 106 50 703
Chalco 100.00 35.41 100.00 61.04 11.06 27.90

717 409 247 799 496 610 248 937 89 236 1 318 437
Zona Oriente
100.00 34.54 100.00 53.01 19.00 27.99

505 295 169 473 335 822 201 921 49 248 84 653
ZM Toluca
100.00 33.54 100.00 60.13 14.66 25.21

Zona 705 179 297 049 408 130 277 415 448 598 86 117
poniente 100.00 42.12 100.00 67.97 10.93 21.10
* Se incluyen el resto de partidos que participaron en estas elecciones federales intermedias: PRD, PPS,
PFCRN, PARM, PDM Y PRT.
Fuente: Instituto Federal Electoral (IFE), Resultados por distrito electoral del Estado de México, 1991.

a) Cambio y participación en la distribución del voto 1988-1991

En las elecciones federales de 1988 los candidatos del PRI a diputados obtu-
vieron en el estado de México sólo 31.42% de los 2 208 666 votos totales,
los del PAN 17.05% y los de otros partidos (principalmente las coaliciones
alrededor del Frente Democrático Nacional (FDN), ahora, parcialmente,
PRD, el 51.53%. En 1991 se dio un cambio radical a favor del PRI. Este
partido y sus candidatos obtuvieron 53.4% del total que llegó a 3 014 288 de
votos contra 29.75% de los otros partidos y 16.85% del PAN (véanse cua-
dros 1 y 2). Esto le significó al PAN mantener su mayoría en un distrito y al
PRI ganar 33 de los 34 distritos electorales en el Estado. Así, el PRI aumen-
tó su participación 21.98 puntos porcentuales en la distribución del voto

336

Laberintos.indb 336 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

en 1991 al obtener una ganancia absoluta de 132% con respecto a 1988,


mientras que el PAN redujo su participación 0.20 de punto a pesar de que
aumentó sus votos 38.5%. Los otros partidos disminuyeron su participación
21.77 puntos en el total de votos, resultado de un decremento porcentual de
21.2% en el número de votos a su favor entre 1988 y 1991 (véase cuadro 3).
Estos cambios se dieron en el marco de un incremento de 7.8% en el
padrón electoral de la entidad (324 mil nuevos electores) y una reducción
muy significativa del abstencionismo. En efecto, la tasa de participación
pasó de 52.6 a 66.9% del total de empadronados entre 1988 y 1991, res-
pectivamente, lo cual equivale a un decremento porcentual de 24.8% en el
número de abstenciones de un año al otro. Esto no sucedió con el mismo
signo y magnitud en todo el territorio estatal, como podrá apreciarse por
las a veces increíbles diferencias entre las zonas en que hemos dividido al
estado de México. Estas zonas geográficas resultan de una agregación de
distritos electorales y corresponden también a subregiones relativamente
homogéneas, cuyos atributos socioeconómicos y funcionales permiten dis-
tinguirlas claramente (Graizbord y Sobrino, 1990). Veamos a continuación
cual fue la dinámica que transformó la geografía electoral del estado de
México de 1988 en la de 1991.
Por zonas, el PRI recuperó en el Valle de Chalco 29.8 puntos y el PAN
2.8, mientras que los otros partidos disminuyeron su participación del total
en 32.7 puntos. Esto significó para los otros un decremento de 8.45% en
el total de sus votos de 1988 a 1991. Para el PRI un incremento de 289%
y para el PAN de 167.5%. De hecho, los otros partidos perdieron puntos
en todas las zonas, aunque en ninguna tanto como en el Valle de Chalco.
Por su parte, el PAN ganó puntos en la zona poniente (1 .05) y la oriente
(1.03) con respecto a 1988, aunque perdió en los municipios conurbados
(-0.87) en donde también los otros partidos sufrieron una reducción de casi
20 puntos porcentuales como resultado de una pérdida de 17.3% respecto
al total de votos que obtuvieron en 1988.

337

Laberintos.indb 337 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 338
Cuadro 3. Estado de México: cambios en el padrón y la votación por partido

338
político según zona geográfica entre elecciones, 1988-1991

Padrón Abstención VotTot PRI PAN Otros partidos a


Zonas
INCR b INCR DIF c INCR DIF INCR DIF INCR DIF INCR
Estado de México 7.80 -24.80 -- 36.47 21.98 131.92 -0.20 38.54 -21.77 -21.20
Municipios conurbados -0.27 -36.96 -1.42 31.77 20.80 134.11 -0.87 25.94 -19.93 -17.29
Valle de Chalco 58.68 15.99 1.89 98.80 29.84 288.96 2.84 167.47 -32.68 -8.45
Zona Oriente 21.07 -3.08 0.33 36.39 23.16 147.58 1.03 47.37 -24.19 -25.24
ZM Toluca 12.28 -19.29 0.27 39.89 26.18 137.90 -0.05 83.77 -26.13 -34.06
Zona poniente 6.99 -16.89 -0.12 35.28 17.92 83.71 1.05 49.65 -18.97 -28.76
a
Véase notas en cuadros 1 y 2.
b
Se trata del incremento porcentual entre 1988 y 1991 (tasa de cambio).
c
Se trata de las diferencias en puntos en los porcentajes de 1988 y 1991 (tasa de participación).
Fuente: Cuadros 1 y 2.
laberintos geográficos: una antología

06/03/24 17:22
las geografías (aplicaciones)

El partido oficial y sus candidatos obtuvieron incrementos porcentua-


les en todas partes así como ganancias en su participación del total de votos
no sólo en el Valle de Chalco sino en los municipios conurbados, en la zona
metropolitana de Toluca, en el oriente del estado (todas ellas de electores
urbanos) y en la zona poniente donde este partido siempre ha controlado el
voto de electores rurales o étnicos incluso en 1988 (mapa 1).

Mapa 1. Zonas de recuperación del voto PRI entre elecciones


para diputados federales de 1988 y 1991

b) Transferencias netas de votos entre 1988-1991

En nuestro modelo, el que un partido obtenga más votos a su favor de una


elección a otra se explica por: la decisión de cambiar de partido de aquellos
electores que anteriormente habían preferido a otro; la decisión de votar

339

Laberintos.indb 339 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

de aquellos que se abstuvieron antes, y por los nuevos votos de ciudadanos


que no se habían empadronado antes por cualquier razón, incluyendo el no
haber cumplido la edad requerida. Así, tenemos electores desertores (de un
partido a otro o hacia el abstencionismo), electores recuperados (de otro
partido o del abstencionismo) y electores nuevos (que por primera vez ad-
quieren o tienen derecho a votar y lo hacen).
Para cuantificar las transferencias netas de votos (y votantes) entre par-
tidos de una elección a otra se procedió a calcular, con el padrón electoral
de 1988, el número de votos que corresponderían en 1991 a cada partido
y a este resultado le llamamos crecimiento hipotético neto (SUM91). Esto
se hizo para el total estatal y para subtotales por zonas geográficas. De esta
manera se pudo conocer (estimar):

a) el número de electores que habiendo votado por un partido en las elecciones


anteriores esta vez se abstuvo o lo hizo por otro;10
b) el beneficio en votos que obtuvo cada partido del aumento de participación
del electorado en la última elección. En otras palabras, cuántos de los que se
abstuvieron antes decidieron votar ahora y en favor de qué partido;
c) hacia cuál de los partidos se orientaron los votos de los nuevos electores que
registró el último padrón. Esto equivale a la diferencia cuantitativa entre el
número de empadronado para cada elección.11

El cálculo que realizamos para estimar las preferencias del electorado en los
términos expuestos se hizo para el estado de México y para cinco zonas en
que se dividió a la entidad; es decir, representa la suma total de todos los

10
Suponemos que las transferencias de votos se dan sólo desde/hacia el partido más “próxi-
mo” en el espectro político. Aquí manejamos OTROS/PRD, PRI y PAN como izquierda,
centro y derecha, respectivamente.
11
En rigor sólo conocemos el número de votos y no sabemos si un voto contabilizado a favor
de un partido en 1991 fue emitido por el mismo elector en 1988. En otras palabras, obtenemos
saldos netos y por lo mismo hacemos caso omiso de las diferencias estructurales que pudieran
haber entre el conjunto de electores o de ciudadanos registrados en uno y otro padrón.

340

Laberintos.indb 340 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

distritos, en el primer caso, y las sumas parciales de aquellos distritos que


corresponden a cada una de las cinco zonas, en el segundo.
En primer lugar, cabe señalar que si bien el padrón definitivo se amplió
en el estado de México en 7.8%, no en todas las zonas sucedió igual. En
la conurbada disminuyó 0.27%, equivalente a 6 124 ciudadanos menos,
mientras en el Valle de Chalco se incrementó 58.68%, es decir, 104 059
nuevos electores. También en la zona oriente hubo un incremento conside-
rable de 21.07%, que significó 124 833 nuevos electores. Por otra parte, en
la zona metropolitana de Toluca y en la zona poniente los incrementos del
padrón parecen más cercanos a la dinámica demográfica: 12.28% y 6.99%
de incremento, lo que equivalió a 45 270 personas en la primera y a 46 089
en la segunda. Asimismo, la participación de los partidos en el total de vo-
tos varió de una a otra elección, como vimos en la sección anterior.
Con la distribución porcentual de 1991 se calculó el número hipo-
tético de votos que hubiera obtenido cada partido (PAN, PRI, OTROS/
PRD) en 1991, de no haberse modificado el padrón anterior. A partir de
este resultado se estimó el número de votos netos con los que cada parti-
do incrementó o redujo su votación en las últimas elecciones. Además, la
diferencia entre el total de 1991 (SUM91) y estas estimaciones hipotéticas
(SUM911) representa el número de “votos nuevos” (NVOS) totales y para
cada partido.
En el plano estatal los candidatos del PRI tuvieron un incremento real
de 915 515 votos en 1991. De éstos, 493 924 votos se debieron al aumento
en la participación del electorado (reducción del abstencionismo) y 305 774
de electores que votaron por “otros” partidos en 1988. La diferencia entre el
incremento real, 915 515 votos, y el neto, 799 698, es decir 115 817 votos,
los obtuvo el PRI de “nuevos” electores que, ya sea por su edad o porque no
se habían empadronado o no aparecieron en el padrón, no votaron en 1988
y en 1991 lo hicieron por este partido. Los 305 774 votos representan la
pérdida neta que los otros partidos sufrieron en 1991 con respecto a 1988,
aunque hubo 64 537 votos de nuevos electores a su favor. Por su parte, el

341

Laberintos.indb 341 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

PAN tuvo un incremento neto positivo de 104 738 votos provenientes de


electores que en 1988 se abstuvieron. La diferencia entre el incremento real
de votos y el neto, es decir, 36 546, representaron para el PAN el número de
votos de electores nuevos que le favorecieron en 1991.
Los municipios conurbados y aquellos que pertenecen al área de in-
fluencia de la Ciudad de México siguen siendo un bastión importante de la
oposición y de la crítica política contra el gobierno. A pesar de las victorias
del PRI, principalmente en el Valle de Chalco, el PAN logró en todas las zo-
nas urbanas y metropolitanas incrementar significativamente los votos a su
favor en 1991, comparados con 1988. Veamos: el incremento real del PRI
en 1991 en los municipios conurbados fue de 441 262 votos, de los cuales
113 694 provienen de los electores que habían votado por otros partidos
y 329 623 del aumento en la participación electoral de los que en 1988 se
abstuvieron de votar. Sin embargo, dado que el abstencionismo aumentó
en esta zona, la diferencia entre la ganancia real y la neta resulta negativa
para el PRI en 2 055 votos. En otras palabras, pareciera que este partido
no sólo no logró atraer votos nuevos sino que perdió algunos que tenía a
su favor, a pesar de haber captado votos opositores y de aquellos electores
que se abstuvieron en 1988. El PAN por su parte tuvo un incremento neto
de 62 765 votos de aquellos electores que se abstuvieron en 1988, aun-
que perdió 812 que presumiblemente votaron por sus candidatos en 1988.
Los otros partidos captaron 1 451 votos de abstencionistas de 1988 que en
nuestro cálculo indirecto votaron en 1991 si bien perdieron, por efectos de
la disminución del padrón, el mismo número de votos.
El cálculo permitió estimar transferencias del voto que para el caso del
Valle de Chalco resultan interesantes. En esta zona el PRI consiguió un
triunfo espectacular que se vio acompañado del éxito logrado por el go-
bierno en la campaña para elevar en casi 60% el número de empadronados
en esta zona.12 Sin embargo, el número de electores empadronados que se

12
Véase Graizbord (1990) para una discusión sobre el carácter político-electoral del
Pronasol.

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Laberintos.indb 342 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

abstuvieron en 1991 aumentó en 13 738. En esta zona el PRI obtuvo un


incremento real de 82 412 votos provenientes 18 750 de los otros parti-
dos, 22 639 de abstencionistas en 1988 y 44 022 votos de electores nuevos.
El PAN obtuvo 5 514 votos de electores que se habían presumiblemente
abstenido en la elección anterior y 7 435 votos de electores nuevos. Por su
parte, los otros partidos sufrieron pérdidas ante el PRI, pero también frente
al abstencionismo. En efecto, 4 680 electores que en 1988 votaron por los
otros partidos decidieron abstenerse antes que transferir sus votos al partido
ganador (PRI).
En las demás zonas el movimiento fue más sencillo. En la metropoli-
tana de Toluca 52 989 votos perdidos por los otros partidos fueron al PRI.
A este partido se sumaron además 41 968 votos de electores que antes se
habían abstenido y 22 086 votos de electores nuevos. El PAN tuvo un in-
cremento neto de 17 063 votos atribuibles a previos abstencionistas y 5 386
de nuevos votantes para un incremento real de 22 450 votos en 1991 con
respecto a 1988.
En la zona poniente los otros partidos perdieron 40 394 votos mismos
que transfirieron al PRI, el cual obtuvo además 7 884 votos de aquellos
electores que en 1988 se abstuvieron y 18 131 de los que votaron por pri-
mera vez. En esta zona el PAN captó 11 881 votos de electores que ahora
sí participaron y 2 915 votos de los que en 1991 suponemos engrosaron el
padrón. Esta ganancia del PAN no puede dejar de destacarse dado el ca-
rácter rural y étnico de esta zona que tradicionalmente ha sido controlada
por el PRI.
Por último, la zona oriente fue también escenario de grandes derrotas
para los candidatos de los otros partidos. En efecto, 67 237 de los votos
que obtuvieron en 1988 se transfirieron al PRI en 1991. Este último par-
tido captó además 37 833 votos que correspondieron al incremento de la
participación electoral y 43 316 de electores recién empadronados. Para el
PAN 13 156 votos procedieron del aumento en la participación electoral y
15 527 de nuevos electores.

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Laberintos.indb 343 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Estos incrementos a favor del PAN, cuando se toma en cuenta el carác-


ter indirecto de la estimación, permiten, sin embargo, afirmar que este par-
tido ha comenzado a competir con los demás por electores nuevos. Estos
son jóvenes o que se han empadronado por primera vez, que residen en la
zona de transición urbana y metropolitana (como es el caso de los muni-
cipios del oriente del estado de México no incluidos entre los conurbados
ni entre los del Valle de Chalco). Se trata de ciudadanos que han entrado
a formar parte del ámbito metropolitano de la capital del país, tanto por
su lugar de residencia como por su reciente inserción en ramas de activi-
dad económica y ocupaciones urbanas del sector terciario metropolitano
por definición. Ambos atributos seguramente influirán cada vez más en su
posición política y en su comportamiento electoral. Este contingente cons-
tituye, sin duda, un electorado potencial por el cual los partidos habrán
de competir en futuras elecciones, no sólo en la capital sino en las demás
grandes zonas metropolitanas del país.

CONCLUSIONES

La comparación temporal de resultados electorales, con base en estimaciones


cuantitativas de las diferencias, no está exenta de problemas metodológicos.
En rigor los padrones no son estrictamente comparables, pues los electores
empadronados no son necesariamente los mismos. Esto se debe, entre otras
causas, a los cambios en la estructura demográfica del área en cuestión. Así,
por ejemplo, la población residente que en el año base tenía entre 15 y
menos de 18 años, que se quedó ahí hasta el año final, pudo o no haberse
empadronado toda, pero debió aumentar el padrón. A esta cohorte habría
que agregar los inmigrantes así como restar la que salió o murió en el perio-
do. Simultáneamente, la población de 18 años o más que debió constituir
el padrón en el año inicial (en este caso, 1988) no necesariamente se quedó
pero pudo haber crecido socialmente con inmigración. Como puede verse

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Laberintos.indb 344 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

esta dinámica incide de alguna manera en la base demográfica del padrón,


independientemente de 1) los manejos “políticos” indebidos que puedan
afectarlo o 2) los cambios en la geografía distrital, llamados gerrymandering
por los geógrafos anglosajones, que en este caso no se dieron. En este ejer-
cicio no estaba contemplado considerar la dinámica demográfica rigurosa-
mente -cosa que puede y debe hacerse-, por lo que se reconoce que no puede
haber una comparación estricta entre el padrón de 1988 y el de 1991 en lo
que respecta a las bases socio-demográficas de referencia. Sin embargo, hay
que reconocer que la población de 15 a 18 años del estado de México repre-
sentaba un porcentaje importante de la población total en 1991 y que este
grupo es uno de los que, en términos relativos, arrojaría menor mortalidad.
Asimismo, en términos de la dinámica migratoria, si bien los saldos netos
para este grupo en condiciones estables deberían ser cercanos a cero en el
caso específico de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM)
no lo son y favorecen totalmente al estado de México.
De hecho, a pesar de que en el plano nacional “desaparecieron” en
1990 casi 7% de los que estaban empadronados en 1988 (no necesaria-
mente de manera proporcional en todos los 300 distritos electorales), en el
estado de México el padrón de 1991 registró 314 mil personas más que en
1988. Cabe reiterar que a pesar de este incremento en el padrón estatal, se
registró una ligera disminución del número de empadronados en los mu-
nicipios conurbados (que por cierto se manifestaron en 1988 en contra del
PRI) y un aumento relativo considerable en el Valle de Chalco (que se vio
favorecido excepcionalmente con acciones del Pronasol); pero con todo se
redujo de manera importante el abstencionismo en los primeros y aumentó
en esta última en números absolutos de 86 mil a casi 100 mil, aunque no en
términos relativos pues de 48.4% en 1988 bajó a 35.4% en 1991.
La confiabilidad del padrón o de los padrones resulta ser tema de de-
bate político. Cabe aclarar que por el interés que despertaron los resultados
electorales de 1988, adversos al partido oficial, el gobierno y los partidos in-
sistieron en depurar el padrón y pusieron mayor cuidado en su integración

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laberintos geográficos: una antología

subsecuente. Así, las cuestiones de transparencia y credibilidad de los pro-


cesos electorales (incluido el padrón) más que la consolidación del sistema
de partidos o las fórmulas de representatividad política de la ciudadanía,
resultan ser las que motivaron la intensa actividad legislativa a partir de
1988 (el propio dirigente máximo del PRI señaló, en un seminario realiza-
do en la UNAM sobre “Las perspectivas de la reforma política a partir de
las elecciones de 1991”, que el problema de su partido no era de legitimidad
sino de credibilidad). En todo caso, a pesar de reconocer que no todo se ha
implementado, considero, al igual que la mayoría de los analistas, que me-
didas como las de actualizar anualmente el padrón, exhibir públicamente
las listas correspondientes, entregarlas a los partidos para su revisión y la
eventual credencial del elector con fotografía permitirán obtener un padrón
confiable y más fácil de vigilar por parte de todos los interesados.
Por lo mencionado anteriormente acerca de las diferencias en la base
demográfica del área considerada en este análisis, habría quizá que castigar
las estimaciones de nuevos electores con un factor de 0.95 que incorporara
el incremento de 5% de población joven que seguramente ingresó al padrón
de 1991. Esto permitiría ponderar -sin que se modifiquen los resultados fi-
nales- el muy elevado porcentaje de participación del electorado en 1991,
especialmente en los municipios conurbados y en la Zona Metropolitana
de Toluca donde el abstencionismo se redujo 37% y 19%, respectivamente,
con respecto a las elecciones de 1988.
Es indudable que en 1991 hubo ciertamente una respuesta positiva
de la ciudadanía a la exhortación del gobierno para votar. Que se hayan
frustrado las expectativas de cambio creadas en algunos electores y partidos
a raíz de los resultados de 1988 no invalida el éxito obtenido contra el abs-
tencionismo, en términos de la elevada participación, si consideramos que
se trataba de elecciones intermedias.
Como se observa en las más recientes elecciones estatales y locales, aba-
tir el abstencionismo depende mucho del carisma del o de los candidatos,
de la credibilidad del proceso y de la capacidad de los partidos políticos

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Laberintos.indb 346 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

para organizarse y movilizar efectiva y limpiamente a los electores con sus


propuestas sobre los puntos específicos que pueden interesar a la población
en general y a los votantes en particular. Que se logre sostener el interés y
que el pueblo reconozca que a través de su voto hay posibilidades de trans-
formación social y cambio de poder político -como hemos sido testigos en
el caso de varios municipios y de tres entidades federativas- se verá en las
elecciones presidenciales de 1994, pero también en las estatales que aún
están pendientes hasta esa fecha.

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347

Laberintos.indb 347 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

—, (1990), “El caso del valle de Chalco”. El Financiero, 1 de junio,


p. 53.
—, y Luis Jaime Sobrino (1990), “Geografía política de la región
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348

Laberintos.indb 348 06/03/24 17:22


EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN
EN EL TERRITORIO: 1985 - 1990: 1
IMPACTO EN LA GEOGRAFÍA AMBIENTAL

E n este trabajo intentamos una definición operativa de la relación implí-


cita entre hombre y naturaleza con base en la división político-admi-
nistrativa del país en entidades federativas, describimos la tendencia que ha
seguido la distribución de la población en el territorio nacional desde 1985
hasta 1990.
El interés por las consecuencias (económicas-políticas y sociales) del
crecimiento y distribución espacial de la población se desprende tanto de
una visión ecologista como de una perspectiva económica, afectadas am-
bas por la escasez absoluta o relativa de los recursos naturales. Las dos plan-
tean en términos generales la relación hombre-naturaleza o tierra cultiva-
ble-fuerza de trabajo a partir de las elasticidades entre la población y algunas
variables económicas que para los economistas se traducen en niveles de
productividad y para los ecologistas específicamente en niveles de consu-
mo per cápita. Sin embargo, existen algunos problemas en planteamiento
general de esta relación que ha preocupado desde siempre a los geógrafos.

1
Graizbord, B. y A. Mina (1993), “Población-territorio: cien años de evolución, 1985-
1990”. Estudios Demográficos y Urbanos 8 (1), pp. 31–66.

349

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laberintos geográficos: una antología

El primero es el teórico-conceptual, centrado en la definición de los ele-


mentos de la ecuación y de lo que se entiende por la relación hombre-na-
turaleza; otro es el histórico, ya que dicha ecuación se obtienen resultados
diferentes según el nivel tecnológico y las modalidades del proceso de
producción en momentos históricos determinados. Es también un pro-
blema empírico, pues la relación cambia según el tamaño y características
del área y del plazo temporal del que se trate. Finalmente, existe como
problema político, dado que es el contexto socio-político, más que la exis-
tencia de los recursos o la capacidad de explotarlos, lo que determina que
su utilización productiva sea factible y socialmente aceptable o necesaria
(Ridker, 1979).
El tema se ha tratado extensamente en la literatura sobre población y
desarrollo (Hauser, ed., 1979). Se enfatiza que la relación entre población
y desarrollo es directa y aparece y debe analizarse en un momento y lugar
determinados. Pero, si bien se considera que el tamaño de la población y
su ritmo de crecimiento -desde el punto de vista demográfico-, pudieran
determinar la relación del hombre con la naturaleza, son -desde el punto de
vista geográfico- las características del territorio y la existencia de recursos o
la forma en que se perciben, las principales condicionantes que califican tal
relación. En fin, las versiones se distinguen según se considere la variable de-
mográfica como dependiente o independiente. Sin embargo, la variable tec-
­nológica siempre actúa como mediadora entre el hombre y la naturaleza, la
población y el territorio, la sociedad y los recursos, etcétera.
Textos más recientes (Thirlwall, 1986) presentan mayor preocupación
por el peligro ecológico a escala mundial: por las diferencias regionales en
la distribución de los recursos y el tamaño relativo o absoluto del espa-
cio habitable, y, finalmente, por la cambiante dinámica de la población o
“transición demográfica” (Zelinsky, 1970) y la forma en que sus efectos se
traducen e integran con otros procesos sociales, en general, y con el proceso
de planeación y de toma de decisiones (asignación de los recursos de inver-
sión) en particular.

350

Laberintos.indb 350 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

La distribución geográfica de la población en un territorio y la forma


en que ésta evoluciona en el tiempo es un aspecto que en pocas ocasiones se
ha hecho explícito en la formulación de las políticas económicas y sociales
nacionales.2 Es cierto, sin embargo, que desde hace tiempo se ha promo-
vido en varios países la “descentralización” de las actividades humanas del
centro dominante hacia la periferia, respondiendo a distintas razones, entre
las que pueden mencionarse: el fomento de una mayor participación polí-
tica, el incremento de la eficiencia y la reducción del costo de los factores
económicos así como la promoción y el mejoramiento de la calidad del
medio ambiente. En el caso de México, a finales de los setenta, se aceptó
implícitamente la importancia de la relación población-territorio al reco-
nocerse como problemas centrales del desarrollo urbano la concentración
demográfica en la capital nacional, por un lado, y la dispersión de la po-
blación en el resto del territorio en miles de pequeñas localidades menores
de 2500 habitantes, por el otro. En efecto, en la Ley General de Población
y particularmente en el Plan Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU) de
1978 y posteriormente en el de 1984 y ahora en el Programa Nacional de
Desarrollo Urbano 1990-1994, que recoge los lineamientos del Plan Na-
cional de Desarrollo del presente régimen, se reconocen los desequilibrios
que existen en nuestro país entre territorio, recursos, población y activi-
dades económicas. Por supuesto, estos planes y el mencionado programa
se refieren a horizontes de planeación de corto y mediano plazos mientras
que las variables demográficas, principalmente el tamaño de la población
son cuestión -si no ocurren eventos imprevistos o extraordinarios que las
afecten- de largo plazo.
Las supuestas relaciones de causalidad que parecen desprenderse de los
planteamientos anteriores, intuitivamente atractivas, pudieran no sostener-
se en algunos casos. Es bastante aceptada la idea de que a una variación
del índice de desarrollo o, en términos operativos, que a una modificación

2
Véanse opiniones diversas en Garza (comp.), 1989.

351

Laberintos.indb 351 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

del nivel de ingreso de una población en una región y un momento da-


dos, correspondería un cambio inmediato (a corto plazo) y sustancial (con
signo conocido) en los componentes de su crecimiento (natural y social)
y viceversa, como en ocasiones se plantea el problema. Se olvida muchas
veces el tamaño el territorio, la permeabilidad de las fronteras entre países y,
principalmente, la relativa apertura de las regiones o espacios subnacionales
en momentos de estabilidad relativa de los componentes del crecimien-
to natural. Ocurre, sin embargo, que se siguen aceptando invariablemente
las “leyes de la migración” (Ravenstein, 1885 y 1989), a pesar de que los
contextos geográficos, social, económico y político regionales, nacionales e
internacionales se han transformado radicalmente en los últimos 50 años.
Las causas son varias: los cambios tecnológicos en las comunicaciones y
el transporte han propiciado el fenómeno del commuting, cada vez más ge-
neralizado en el ámbito metropolitano y transfronterizo -como es el caso de
nuestra frontera con Estados Unidos-, lo cual inhibe la migración definitiva
hacia los centros de trabajo o permite la descentralización y suburbaniza-
ción de la población y del empleo; las diferencias en la percepción y en el
sentido que se atribuye tanto a la vida rural como a la urbana en la actuali-
dad se han reducido (sin negar a ello que los diferenciales de ingreso entre el
campo y la ciudad, con todo y el creciente subempleo urbano, sigan siendo
enormes en los países subdesarrollados), y finalmente, el surgimiento en la
primera mitad del siglo XX de nuevas formaciones políticas que han justi-
ficado e intentado practicar un férreo control sobre la movilidad geográfica
de la población, tanto internamente (China, la URSS y Sudáfrica), como
entre países (Estados Unidos, pero principalmente los industriales de Euro-
pa como Alemania).
En el plano nacional, rasgos distintivos de los patrones actuales de
movilidad espacial de la población (en diferentes escalas) parecen ser la
filtración jerárquica “de arriba hacia abajo” y la expansión geográfica “del
centro a la periferia”. Por ejemplo, en la escala metropolitana se observa una
tendencia a la ocupación discontinua del espacio que, contrariamente a la

352

Laberintos.indb 352 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

suburbanización en la primera etapa del crecimiento metropolitano, con-


solida funcionalmente grandes regiones, que algunos llaman megalópolis,
estructuradas en forma polinuclear. Éstas muestran crecimientos mayores
ya no en el centro de la ciudad sino en áreas periféricas, que al mismo tiem-
po involucran, en un complejo sistema urbano-regional, a localidades de
distintos tamaños y funciones.
A nivel macroterritorial, la población observa dos tipos de movimien-
tos diferentes de aquellos que se han reconocido y estudiado como proto-
típicos de las primeras fases de la urbanización. El primero tiene que ver
con una considerable reducción del peso de las migraciones rural-urbanas
o con destino a la(s) metrópolis nacional(es). En efecto, parece ser que la
población migrante ha dejado de privilegiar a las ciudades primarias o más
grandes como su destino único o favorito. Ahora se dirige a las ciudades
medias dentro de las propias regiones o a aquellas que experimentan una
dinámica sectorial particular (por ejemplo, turísticas o petroleras). El se-
gundo tiene que ver con un movimiento migratorio de orientación urba-
no-rural o urbano-urbano, que refleja cambios sustanciales en la estructura
y funcionamiento de las economías urbanas, regionales y de todo el sistema
urbano nacional (SUN). En otras palabras, debido al comportamiento de
las grandes empresas, a las medidas deliberadas de descentralización admi-
nistrativa y política —que se desprenden de las modificaciones al artículo
115 constitucional o resultan de intentos sectoriales por democratizar las
estructuras sindicales (maestros, principalmente)—, a los convenios de de-
sarrollo entre federación y estados, a las inversiones sectoriales (petróleo), a
los ajustes fiscales (fondos de fomento municipal) —que parecen favorecer
el federalismo en nuestro país—, y a los no menos importantes efectos no
deliberados o imprevistos productos sinergéticos de lo anterior. El conjun-
to, sumado a la llamada “transición demográfica”, puede generar cambios
importantes en las tendencias seculares de concentración y aglomeración
geográfica en la capital nacional. En este contexto no debe sorprender un
incremento sustancial del crecimiento urbano en las localidades medias

353

Laberintos.indb 353 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

del país (la distribución del crecimiento absoluto y relativo urbano favore-
ciendo sistemáticamente a estas ciudades en contra de la ciudad primaria)
y de la migración de las ciudades principalmente a las ciudades medias y
pequeñas que, sin duda, es contrario a rangos inferiores a los superiores o
de la periferia al centro, como sucedió durante las décadas de los cincuenta
a los setenta.
De este nuevo patrón de movimientos migratorios en nuestro país se
tienen noticias anecdóticas que involucran actitudes xenofóbicas de la po-
blación de las ciudades medias y se expresan con el inusitado dicho “haga
patria; mate un chilango”(!). Seguramente no toman en cuenta que si los
inmigrantes recientes nacieron en el D.F., no fue más que por una decisión
anterior de sus padres o abuelos de salir de aquellos lugares a los que ahora
regresan (migración de retorno), o bien que esos recién llegados por su
calificación son bienvenidos por las empresas que con el beneplácito local
se han instalado allí. El caso es que en su mayoría se trata de individuos
que perciben más claramente que otros la deseconomías que genera la me-
trópoli nacional y ahora buscan nuevas oportunidades en el cada vez más
numeroso grupo de ciudades medias del país (Excélsior, 30 de julio, 1990).
A pesar de la importancia que revisten los procesos anteriores, sus im-
plicaciones sociales políticas y económicas —sobre todo fiscales y presu-
puestales—, no han sido suficientemente exploradas y menos aún anali-
zadas y evaluadas rigorosamente en nuestro país3 —si bien los resultados
electorales recientes a nivel estatal comienzan a llamar la atención de los
analistas, de los políticos y de los funcionarios públicos.
En fin, esta dinámica —descrita en párrafos anteriores de manera su-
cinta—, se refleja en la distribución agregada de la población en el territo-
rio nacional o, en otros términos, en incrementos sustanciales en el peso
demográfico que tienen las entidades federativas “periferias” vis-a-vis las

3
Un trabajo reciente con esos propósitos es el de Aguilar, Graizbord y Sánchez (1991).

354

Laberintos.indb 354 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

centrales”. El fenómeno es susceptible de medirse de varias maneras. Aquí


lo hacemos desde una perspectiva geográfica.
Nuestra intención es ofrecer una visión retrospectiva de largo plazo de
la evolución que experimentó la distribución de la población en el territo-
rio nacional por entidad federativa durante los últimos cien años, según la
registraron los once censos nacionales que desde 1895 hasta el más reciente
de 1990 se han levantado en nuestro país.
Para los propósitos del análisis, se entiende por distribución de la po-
blación en el territorio nacional, la proporción que corresponde a cada en-
tidad federativa del total de población, y por distancia, la que hay entre las
capitales estatales y el D. F., que en este caso se considera como el centroide
geopolítico del país. Así, se mide la distribución territorial de la población
por la función población-distancia y su evolución por los cambios intercen-
sales que cada entidad ha experimentado en su densidad demográfica y en
sus tasas de crecimiento medio anual (TCA).
Esta forma de medir operativamente la “distancia” entre poblaciones en
áreas es usual y reconocida principalmente en casos en que la variable políti-
ca tiene un peso considerable en todas las actividades humanas. No es por lo
tanto necesario, ni afectaría el resultado, el uso de los “centroides demográ-
ficos” de cada entidad federativa pues la localización de éstos no sería signi-
ficativamente diferente de la ubicación geográfica de las capitales estatales en
casi ningún caso, debido al persistente patrón de concentración demográfica
que caracteriza a nuestro país, incluso en escalas estatales y municipales.
En todo caso, consideramos que independientemente del enfoque que se
adopte, un análisis profundo de las modalidades recientes de la distribución
geográfica de la población, así como de la relación población-territorio y su
evolución a lo largo del tiempo, es impostergable, aunque reconocemos que
no puede basarse sólo en los datos censales, ni analizarse únicamente a partir
de la metodología que hemos utilizado (Mina, 1982).
A continuación se describen los resultados del análisis de las series
centenarias (1895-1990) de la población censada por entidad federativa.

355

Laberintos.indb 355 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Hemos dividido su presentación en dos partes: a) análisis de las funciones:


población-distancia y densidad-distancia y b) análisis de las funciones: dis-
tribución del crecimiento intercensal-distancia y tasa de crecimiento medio
anual-distancia.
De estos últimos ejercicios y de la devolución de los valores de los dis-
tintos parámetros, resultan las curvas centenarias que representan sintética-
mente la forma en que el crecimiento demográfico se ha distribuido terri-
torialmente en México de 1895 a la fecha.

Distribución de la población y cambios en la densidad

Las fuentes de datos consideradas son, por una parte, los totales de la pobla-
ción censada a nivel estatal en los censos nacionales de población y vivienda
levantados en México, 1885-1990 y, por otra, las distancias de las distintas
capitales de las entidades federativas que componen la República Mexicana
a la capital del país, así como la densidad bruta de población por kilómetro
cuadrado de cada una de ellas.
En los cuadros 1 al 3 se presentan la distribución porcentual de la po-
blación total nacional censada de cada estado para cada año censal, su den-
sidad por kilómetro cuadrado y las tasas de crecimiento intercensales.
Se analizó esta información a partir de ajustes con curvas de regresión
lineal y exponenciales de la forma

y = Ax + B y y= exp (Ax + B),

respectivamente. En la regresión lineal se tomó como variable independiente


a la distancia de la capital de la República a cada una de las capitales de los
estados, y como variable dependiente al porcentaje de población en cada
estado con respecto al total nacional, esto para cada uno de los momentos
censales.

356

Laberintos.indb 356 06/03/24 17:22


Cuadro 1. México: distribución porcentual de la población censada por entidad federativa, 1895-1990

Laberintos.indb 357
Entidad federativa 1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990
E.U.M. 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
01 Aguascalientes 0.73 0.75 0.79 0.75 0.80 0.82 0.73 0.70 0.70 0.78 0.89
02 Baja California N. 0.06 0.06 0.00 0.16 0.29 0.40 0.88 1.49 1.80 1.76 2.04
03 Baja California S. 0.30 0.29 0.28 0.27 0.28 0.26 0.24 0.23 0.27 0.32 0.39
04 Campeche 0.67 0.64 0.57 0.53 0.51 0.46 0.47 0.48 0.52 0.63 0.65
05 Coahuila 2.00 2.18 2.39 2.74 2.64 2.80 2.79 2.60 2.31 2.33 2.43
06 Colima 0.46 0.48 0.51 0.64 0.37 0.40 0.44 0.47 0.50 0.52 0.52
07 Chiapas 2.53 2.65 2.89 2.94 3.20 3.46 3.52 3.47 3.25 3.12 3.95
08 Chihuahua 2.29 2.41 2.68 2.80 2.55 3.17 3.28 3.51 3.34 3.00 3.01
09 Distrito Federal 3.63 3.98 4.75 6.32 7.43 8.94 11.83 13.95 14.25 13.21 10.15
10 Durango 2.51 2.72 3.19 2.35 2.44 2.46 2.44 2.18 1.95 1.77 1.67
11 Guanajuato 8.14 7.80 7.13 6.00 5.97 5.32 5.15 4.97 4.71 4.50 4.91
12 Guerrero 3.33 3.52 3.02 3.95 3.88 3.73 3.56 3.40 3.31 3.16 3.23
13 Hidalgo 4.53 4.44 4.28 4.34 4.09 3.93 3.30 2.85 2.48 2.31 2.32
14 Jalisco 8.72 8.47 7.97 8.32 7.58 7.22 6.77 7.00 6.84 0.54 6.51
15 México 7.02 6.66 6.53 6.17 5.98 5.83 5.40 6.43 7.95 11.32 12.10
16 Michoacán 7.03 6.87 6.54 6.56 6.33 8.01 5.52 5.30 4.62 4.29 4.36
17 Morelos 1.17 1.18 1.18 0.72 0.80 0.93 1.06 1.11 1.28 1.42 1.47
18 Nayarit 1.09 1.10 1.13 1.14 1.01 1.10 1.12 1.12 1.13 1.09 1.01
19 Nuevo León 2.40 2.41 2.41 2.35 2.52 2.75 2.87 3.09 3.51 3.76 3.80
20 Oaxaca 7.01 6.97 6.86 6.81 6.55 6.07 5.51 4.95 4.18 3.54 3.72
21 Puebla 7.60 7.50 7.27 7.15 6.95 6.50 6.30 5.65 5.20 5.01 5.08
las geografías (aplicaciones)

22 Querétaro 1.75 1.71 1.61 1.54 1.41 1.25 1.11 1.02 1.01 1.11 1.29
23 Quintana Roo 0.06 0.06 0.06 0.08 0.06 0.10 0.10 0.14 0.18 0.34 0.61
24 San Luis Potosí 4.26 4.23 4.14 3.11 3.50 3.45 3.32 3.00 2.60 2.50 2.47
25 Sinaloa 2.20 2.18 2.13 2.38 2.39 2.51 2.46 2.40 2.63 2.77 2.72
26 Sonora 1.57 1.63 1.75 1.92 1.91 1.85 1.98 2.24 2.28 2.26 2.25
27 Tabasco 1.14 1.17 1.24 1.47 1.85 1.45 1.41 1.42 1.59 1.59 1.65
28 Tamaulipas 1.50 1.81 1.65 2.00 2.08 2.33 2.78 2.93 3.02 2.88 2.77
29 Tlaxcala 1.20 1.27 1.21 1.25 1.24 1.14 1.10 0.99 0.87 0.83 0.94
30 Veracruz 7.06 7.21 7.47 8.09 8.32 8.24 7.91 7.81 7.91 6.06 7.66
31 Yucatán 2.29 2.27 2.24 2.50 2.33 2.13 2.00 1.76 1.57 1.59 1.68

357
32 Zacatecas 3.52 3.39 3.15 2.05 2.77 2.88 2.58 2.34 1.97 1.70 1.58
Fuente: cálculos propios.

06/03/24 17:22
Cuadro 2. México: densidad de población por kilómetro cuadrado por entidad federativa, 1895-1990

Laberintos.indb 358
Entidad federativa 1895 1900 1910 1921 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990

358
E.U.M. 6.57 0.92 7.71 7.29 8.41 9.99 13.11 17.75 24.51 33.98 41.25
01 Aguascalientes 10.89 18.32 21.56 10.25 23.78 28.93 33.65 43.54 80.50 92.94 128.78
02 Baja California N. 0.10 0.11 0.14 0.34 0.69 1.13 3.24 7.42 12.41 16.80 23.85
03 Baja California S. 0.53 0.54 0.58 0.53 0.84 0.70 0.63 1.11 1.74 2.92 4.31
04 Campeche 1.67 1.87 1.87 1.47 1.83 1.75 2.36 3.25 4.85 8.11 10.20
05 Coahuila 1.77 1.96 2.39 2.80 2.88 3.63 4.75 5.09 7.30 10.27 13.01
06 Colima 10.03 11.94 14.24 18.02 11.35 14.45 20.59 30.15 44.21 83.48 77.05
07 Chiapas 4.43 4.88 5.94 5.71 7.17 9.20 12.28 16.39 21.24 28.21 43.36
08 Chihuahua 1.19 1.33 1.64 1.63 1.71 2.53 3.43 4.97 6.53 8.12 0.87
09 Distrito Federal 313.13 381.25 480.82 804.44 820.28 1 172.47 2 034.96 3 249.42 4 585.83 5 891.31 5 494.97
10 Durango 2.71 3.09 4.04 2.81 3.38 4.04 5.28 8.36 7.85 9.88 11.30
11 Guanajuato 34.39 34.71 35.36 28.13 32.29 34.21 43.44 56.74 74.22 98.27 130.12
12 Guerrero 8.75 7.51 9.32 8.89 10.08 11.49 14.41 18.60 25.04 33.07 41.10
13 Hidalgo 27.89 28.83 30.81 29.65 32.29 36.78 40.52 47.39 56.83 73.74 80.61
14 Jalisco 14.07 14.40 15.08 14.87 15.60 17.70 21.8 30.49 41.14 54.56 65.87
15 México 42.31 43.54 40.11 41.22 40.14 53.40 64.89 88.43 178.61 352.47 457.38
16 Michoacán 15.18 15.83 10.57 15.70 17.51 19.74 23.77 30.93 38.83 47.02 59.03
17 Morelos 30.00 32.41 30.35 20.94 20.76 36.98 55.22 78,18 124.70 101.08 241.93
18 Nayarit 5.09 5.43 0.20 5.91 0.07 7.85 10.50 14.12 10.70 28.29 29.55
19 Nuevo León 4.01 5.08 5.66 5.21 6.47 8.38 11.47 18.71 28.25 38.93 47.81
20 Oaxaca 9.50 0.05 10.91 10.23 11.37 12.51 14.90 18.11 21.16 24.84 31.66
21 Puebla 28.08 30.11 32.48 30.22 33.92 38.17 47.93 58.19 73.95 98.70 121.41
22 Querétaro 19.24 19.74 20.79 18.71 19.89 20.80 24.32 30.17 41.25 82.84 88.73
23 Quintana Roo 0.18 0.18 0.18 0.22 0.21 0.37 0.54 1.00 1.75 4.40 0.80
laberintos geográficos: una antología

24 San Luis Potosí 8.77 9.16 9.99 7.00 9.29 10.80 13.62 16.88 20.40 26.63 31.85
25 Sinaloa 4.89 5.11 5.57 5.87 8.81 8.48 10.94 14.43 21.80 31.84 38.06
26 Sonora 1.10 1.20 1.44 1.49 1.71 1.97 2.76 4,24 5.94 8.19 0.85
27 Tabasco 5.08 6.48 7.61 0.53 9.08 11.58 14.71 20.13 51.18 43.10 60.87
28 Tamaulipas 2.57 2.74 3.13 3.50 4.31 5.75 9.00 12.83 18.25 24.11 28.11
29 Tlaxcala 42.58 44.03 47.05 45.02 52.49 57.25 72.70 38.58 107.47 142.21 195.12
30 Veracruz 12.54 13.47 15.58 15.03 18.91 22.24 28.02 37.46 52.40 73.99 85.36
31 Yucatán 7.52 7.87 8.63 9.11 9.81 10.63 13.14 15.61 10.28 27.04 34.66
32 Zacatecas 8.06 6.16 6.36 5.06 6.12 7.54 8.87 10.90 12.68 15.15 17.03
Fuente: cálculos propios.

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Cuadro 3. México: tasas de crecimiento intercensales por entidad federativa, 1895-1990

Laberintos.indb 359
Entidad
1885-1900 1900-1910 1910-1921 1921-1930 1930-1940 1940-1950 1950-1960 1960-1970 1970-1980 1980-1990
federativa
E.U.M. 0.0104 0.0108 -0.0050 0.0132 0.0177 0.0269 0.0207 0.0340 0.3210 0.0200
01 Aguascalientes 0.0164 0.0164 -0.0113 0.0194 0.0202 0.0149 0.0201 0.0347 0.0423 0.0339
02 Baja California N. 0.0258 0.0256 0.0920 0.0672 0.0517 0.1086 0.0204 0.0549 0.0297 0.0356
03 Baja California S. 0.0080 0.0080 -0.0780 0.0166 0.0091 0.0165 0.0207 0.0478 0.0514 0.0406
04 Campeche 0.0001 0.0001 -0.0125 0.0093 0.0068 0.0297 0.0375 0.0426 0.0509 0.0237
05 Coahuila 0.0200 0.0200 0.0083 0.0095 0.0240 0.0266 0.0293 0.0216 0.0328 0.0244
06 Colima 0.0178 0.0178 0.0168 -0.0351 0.0249 0.0352 0.0388 0.0405 0.0356 0.0211
07 Chiapas 0.0198 0.0190 -0.0040 0.0210 0.0257 0.0285 0.0203 0.0272 0.0278 0.0450
08 Chihuahua 0.0216 0.0216 -0.0010 0.0045 0.0407 0.0302 0.0328 0.0288 0.0213 0.0203
09 Distrito Federal 0.0290 0.0290 0.0231 0.0281 0.0371 0.0553 0.0479 0.0364 0.0245 -0.0071
10 Durango 0.0270 0.0270 -0.0355 0.0168 0.0185 0.0261 0.0191 0.0221 0.0225 0.0138
11 Guanajuato 0.0019 0.0019 -0.0226 0.0126 0.0059 0.0236 0.0270 0.0283 0.0275 0.0291
12 Guerrero 0.0218 0.0218 -0.0047 0.0113 0.0136 0.0224 0.0258 0.0313 0.0272 0.0225
13 Hidalgo 0.0067 0.0067 -0.0038 0.0078 0.0133 0.0095 0.0198 0.0191 0.0254 0.0202
14 Jalisco 0.0047 0.0047 -0.0014 0.0047 0.0125 0.0205 0.0341 0.0316 0.0277 0.0195
15 México 0.0057 0.0057 -0.0111 0.0103 0.0150 0.0192 0.0324 0.0756 0.0679 0.0270
16 Michoacán 0.0058 0.0058 -0.0054 0.0100 0.0123 0.0182 0.0267 0.0238 0.0205 0.0216
17 Morelos 0.0115 0.0115 -0.0537 0.0225 0.0336 0.0399 0.0353 0.0496 0.0424 0.0241
18 Nayarit 0.0132 0.0132 -0.0048 0.0025 0.0265 0.0289 0.0300 0.0352 0.0283 0.0120
19 Nuevo León 0.0108 0.0108 -0.0082 0.0198 0.0288 0.0310 0.0384 0.0480 0.0388 0.0213
20 Oaxaca 0.0093 0.0093 -0.0064 0.0096 0.0097 0.0172 0.0197 0.0181 0.0157 0.0252
las geografías (aplicaciones)

21 Puebla 0.0076 0.0076 -0.0072 0.0106 0.0121 0.0225 0.0196 0.0252 0.0283 0.0214
22 Querétaro 0.0052 0.0052 -0.0105 0.0056 0.0046 0.0154 0.0218 0.0330 0.0415 0.0369
23 Quintana Roo 0.0093 0.0093 0.0107 -0.0029 0.0597 0.0361 0.0640 0.0602 0.0052 0.0833
24 San Luis Potosí 0.0087 0.0087 -0.0537 0.0242 0.0162 0.0229 0.0240 0.0211 0.0261 0.0185
25 Sinaloa 0.0087 0.0087 0.0053 0.0135 0.0226 0.0251 0.0280 0.0437 0.0373 0.0184
26 Sonora 0.0182 0.0182 0.0036 0.0128 0.0145 0.0335 0.0487 0.0357 0.0314 0.0192
27 Tabasco 0.0161 0.0161 0.0116 0.0057 0.0251 0.0236 0.0318 0.0464 0.0319 0.0369
28 Tamaulipas 0.0132 0.0132 0.0140 0.0166 0.0298 0.0447 0.0361 0.0372 0.0273 0.0159
29 Tlaxcala 0.0067 0.0087 -0.0031 0.0128 0.0089 0.0236 0.0199 0.0203 0.0274 0.0329
30 Veracruz 0.0145 0.0145 0.0024 0.0157 0.0186 0.0226 0.0204 0.0354 0.0339 0.0147

359
31 Yucatán 0.0093 0.0093 0.0053 0.0068 0.0082 0.0209 0.0174 0.0221 0.0332 0.0257
32 Zacatecas 0.0033 0.0033 -0.0228 0.0175 0.0215 0.0160 0.0208 0.0158 0.0173 0.0121
Fuente: cálculos propios.

06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología

Los resultados de este ajuste lineal se presentan en el cuadro 4, en don-


de se resumen las regresiones con los parámetros A, B y R2, y en la gráfica
1, en donde se presentan tanto las distribuciones de los valores observados
como los del ajuste lineal, para los censos de 1895 y 1990.

Cuadro 4. México: parámetros A, B y R2, 1895-1990. Porcentaje


de población vs. distancia, ajuste lineal

Año A B R2
1895 0.04521749 -0.00001621 0.22252356
1900 0.04505728 -0.00001603 0.22729852
1910 0.04436374 -0.00001522 0.21842311
1921 0.04403370 -0.00001486 0.19070603
1930 0.04132518 -0.00001304 0.22000013
1940 0.04116653 -0.00001283 0.21865175
1950 0.04091148 -0.00001252 0.19070603
1960 0.04025495 -0.00001165 0.15002232
1970 0.04064149 -0.00001215 0.14672044
1980 0.04151483 -0.00001328 0.15331829
1990 0.04018648 -0.00001156 0.14911661
Fuente: cálculos propios.

Gráfica 1. México: población vs. distancia año censal, 1895 y 1990 (ajuste lineal)

Fuente: Censos Nacionales de Población y Vivienda.

360

Laberintos.indb 360 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

El ajuste exponencial se hizo con las mismas variables empleadas para


el ajuste lineal; se presentan en el cuadro 5 los resultados obtenidos para A,
B y R2 y en las gráficas 2 y 3, sus respectivas distribuciones tanto observadas
como ajustadas exponencialmente para los censos de 1895 y 1990.

Cuadro 5. México: parámetros A, B y R2, 1895-1990, porcentaje


de población vs. distancia, ajuste exponencial

Año A B R2
1895 0.03471383 -0.00001438 0.78336358
1900 0.03566789 -0.00001450 0.86505951
1910 0.03555120 -0.00001440 0.86569546
1921 0.03428152 -0.00001302 0.89654386
1930 0.03216575 -0.00001114 0.91331159
1940 0.03310689 -0.00001188 0.91447575
1950 0.03214437 -0.00001090 0.93123583
1960 0.03072053 -0.00000963 0.94737418
1970 0.02993281 -0.00000887 0.95318944
1980 0.02996195 -0.00000859 0.94824556
1990 0.03053986 -0.00000819 0.96537759
Fuente: cálculos propios.

Gráfica 2. México: población vs. distancia año censal, 1895 (ajuste exponencial)

Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda.

361

Laberintos.indb 361 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Gráfica 3. México: población vs. distancia año censal, 1990 (ajuste exponencial)

Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda.

Para el análisis de la función densidad-distancia se tomó como variable


dependiente a la densidad bruta de población estatal por kilómetro cuadra-
do, conservándose como variable explicativa, la distancia de cada una de las
capitales de los estados al Distrito Federal. En este caso se consideró única-
mente el ajuste exponencial seleccionado porque describe mejor las distri-
buciones observadas. Los resultados de este último ajuste se presentan en el
cuadro 6 y en las gráficas 4 y 5 (censos de 1895 y 1990).

Cuadro 6. México: parámetros A, B y R2, 1895-1990.


Densidad vs. distancia, ajuste exponencial
Año A B R2
1895 16.38560 -0.00785615 0.70737442
1900 17.23651 -0.00825321 0.70890851
1910 19.08896 -0.00909870 0.71415049
1921 16.87831 -0.00782330 0.74433187
1930 18.65327 -0.00855043 0.75540237
1940 21.93458 -0.00992343 0.76788452
1950 27.28476 -0.01204368 0.78951552
1960 34.92777 -0.01500241 0.81096785
1970 47.28401 -0.02004832 0.82031253
1980 65.97300 -0.02772678 0.82637181
1990 82.92427 -0.03436557 0.83554325
Fuente: cálculos propios.

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las geografías (aplicaciones)

Gráfica 4. México: distancia vs. densidad año censal, 1895 (ajuste exponencial)

Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda.

Gráfica 5. México: distancia vs. densidad año censal, 1990 (ajuste exponencial)

Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda.

Lo que resalta de los ajustes obtenidos es que la regresión exponencial fue la


que mejor describió la tendencia en el tiempo, tanto de la población como
de las densidades versus las distancias; correlacionándose “mejor” al paso del

363

Laberintos.indb 363 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

tiempo. Esta correlación para la curva exponencial de la población contra la


distancia alcanza una R2 de 0.9656 para 1990.
En los tres ajustes presentados se observa que la tendencia de la pen-
diente tanto de la recta de regresión como la de la curva exponencial tien-
de a disminuir, es decir, que se reduce la elasticidad población-distancia.
Al mismo tiempo aumenta el valor de la correlación. Todo esto indica a
lo largo del tiempo una menor dispersión (estadísticamente hablando) del
comportamiento de las poblaciones estatales (proporción del total nacional
y densidad) con respecto a la distancia de sus capitales al Distrito Federal.

Evolución de las tasas de crecimiento y diferencias centro-periferia

Para cada entidad se calculó la tasa de crecimiento para los diez periodos
intercensales comprendidos entre 1895 y 1990 (véase cuadro 7), y se grafica-
ron con las distancias de su capital al Distrito Federal. En términos generales
se observa una menor dispersión de los puntos conforme avanza el periodo
intercensal, así se tiene R2 cercana a la unidad y se estabiliza en alrededor
de 98%, con una desviación estándar oscilante similar a la tendencia del
parámetro B (coeficiente de la variable distancia). Se observa también un
aumento sistemático del valor del parámetro A (ordenada al origen), excepto
para el último periodo (véanse las curvas centenarias, gráfica 1).
Una definición heurística de centro-periferia podría ser la que incluyera
en el centro al D. F. y al Estado de México, y en la periferia a las demás en-
tidades federativas. En el cuadro 7 se presentan para el periodo 1895-1990
las poblaciones censadas, sus porcentajes con respecto al total nacional y
a las tasas de crecimiento intercensales de las dos regiones consideradas: por
un lado, el D. F. y el Estado de México y, por otro, el resto de los estados.
En cuanto a las tasas de crecimiento intercensales se observa que desde
1895 a 1980 eran superiores las tasas de crecimiento para la región formada
por el D. F. y el Estado de México, invirtiéndose en el periodo 1980-1990

364

Laberintos.indb 364 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

cuando se tiene una tasa de crecimiento anual de 1.94% contra 4.57% para
el resto de los estados. Lo anterior puede explicarse por la mayor propor-
ción de población que en dicho periodo alcanzan las entidades periféricas
en comparación con la región centro. Pero al mismo tiempo, el sentido del
crecimiento de la población, notorio para el último periodo intercensal
indicaría la consolidación de un proceso que se inició en México hacia los
treinta (Mier y Terán y Rabell, 1990) conocido como la “transición demo-
gráfica” que se manifiesta en los cambios que los movimientos y flujos mi-
gratorios internos sufren en sus orígenes y destinos en favor de las periferias,
independientemente de las escalas de análisis.

365

Laberintos.indb 365 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 366
Cuadro 7. México: población total (porcentaje de población). Tasas de crecimiento

366
intercensales para el centro y la periferia, 1895-1990

Centro Periferia México


Año censal
Abs. % TC Abs. % TC Abs. % TC
1895 1 377 478 (10.85) 0.0130 12 928 262 (89.35) 0.0100 12 928 262 (100.00) 0.0104
1900 1 475 979 (10.84) 0.0299 12 139 576 (89.16) 0.0307 13 615 555 (100.00) 0.0217
1910 1 710 263 (11.28) 0.0092 13 450 106 (88.72) -0.0139 15 160 309 (100.00) -0.0111
1921 1 790 630 (12.49) 0.0439 12 544 100 (87.51) 0.0360 14 334 780 (100.00) 0.0283
1930 2 219 888 (13.47) 0.0552 14 202 844 (86.53) 0.0327 16 482 532 (100.00) 0.0358
1940 2 903 564 (14.77) 0.0866 16 749 988 (85.29) 0.0496 19 653 552 (100.00) 0.0558
1950 4 443 065 (17.24) 0.0878 21 336 189 (82.76) 0.0370 25 779 254 (100.00) 0.0626
1960 6 768 727 (19.38) 0.0961 26 154 402 (80.62) 0.0391 34 923 129 (100.00) 0.0667
1970 10 707 350 (22.20) 0.0690 37 517 888 (78.80) 0.0610 48 225 238 (100.00) 0.0675
1980 16 395 414 (24.53) 0.0914 50 451 379 (75.47) 0.0457 66 846 793 (100.00) 0.0395
1990 18 052 861 (22.25) 63 088 062 (77.75) 81 140 923 (100.00)
Fuente: cálculos propios con base en las poblaciones censales respectivas.
laberintos geográficos: una antología

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las geografías (aplicaciones)

Las gráficas, cuadros y curvas centenarias formados por los valores de los
parámetros de las funciones utilizadas -creemos-, dan cuenta claramente de
la evolución que ha experimentado la distribución de la masa poblacional en
el territorio nacional durante este largo periodo de cien años. Sus formas de
campana, cíclicas y logísticas darán pie y exigirán explicaciones teóricas que
ahora no están aun suficientemente desarrolladas.
En todo caso, los parámetros (R2, A y B) muestran la descentralización
o desplazamiento del centroide poblacional del país hacia la periferia y la
importancia cada vez menor de las localizaciones centrales para explicar la
distribución de la población y su crecimiento en el territorio nacional lo
que, en otras palabras, quiere decir que son las localizaciones periféricas las
que cada vez en mayor medida experimentan o garantizan un mayor creci-
miento demográfico. Su atención seguramente será prioritaria desde el punto
de vista económico y político por parte de los gobiernos de este país.

BIBLIOGRAFÍA

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intermedias y el desarrollo regional en México”. Instituto de
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368

Laberintos.indb 368 06/03/24 17:22


LOS ÁMBITOS GEOGRÁFICOS DEL COMPONENTE
MIGRATORIO DE LA CIUDAD DE MÉXICO1

INTRODUCCIÓN

E n este trabajo, cuya versión preliminar se expuso en el Seminario Nacio-


nal sobre Movilidad Territorial, Distribución Espacial de la Población y
Proceso de Urbanización, organizado por la Somede y celebrado en El Cole-
gio de México los días 10 y 11 de noviembre de 1993, se presentan algunos
resultados del análisis de la dinámica migratoria en la zona metropolitana de
la Ciudad de México (ZMCM) que desde la década de 1970-1980 ha inci-
dido en el resto de las localidades y regiones del país y en Estado de México,
en particular. Distinguimos diferentes modalidades o tipos de movimientos
y flujos: metropolitanos (de la ciudad de México), intermunicipales (en la
propia entidad) e interestatales (entre el Distrito Federal y resto de las enti-
dades federativas).
La fuente principal de información es el XI Censo de Población y Vi-
vienda de 1990 y se usan los datos de residencia anterior y de nacidos en
otra entidad para el primer y tercer tipos de movimientos. Para el segundo

1
Graizbord, B. y A. Mina (1994), “Los ámbitos geográficos del componente migratorio de
la ciudad de México”. Estudios Demográficos y Urbanos 9 (3), pp. 609–628.

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Laberintos.indb 369 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

tipo se obtienen residuales por municipio a partir de su tasa de crecimiento


total y la estimación de una tasa de crecimiento natural.
Además de esta introducción, en la que se describe el contexto del aná-
lisis, dividimos la presentación en cuatro secciones. La primera trata sobre
los saldos netos migratorios estimados indirectamente para los 121 muni-
cipios del Estado de México a partir de tasas de crecimiento total y natural
para la década 1980-1990. La segunda examina los movimientos que se
registraron durante el quinquenio 1985-1990 en el ámbito metropolitano
de la ciudad de México. En la tercera se revisan dos vectores de la matriz de
origen-destino (O-D) que contienen los datos del flujo migratorio interes-
tatal de la población que cambió su lugar de residencia en el quinquenio
1985-1990. Se trata del renglón D.F. como origen y el resto de entidades
federativas como destino y de la columna D. F. como destino del flujo que
se originó en los demás estados de la República. En la última sección se
ofrecen algunas conclusiones generales sobre estos fenómenos.
En publicaciones recientes (Partida, 1994; Negrete, 1990; Negrete,
Graizbord y Ruiz, 1993, entre otros) se han analizado diversos aspectos
del cambiante fenómeno migratorio en México. Asimismo, en los resul-
tados preliminares de la Encuesta Nacional de Migración en Áreas Urba-
nas (ENMAU), levantada en 16 de las principales ciudades del país por el
Consejo Nacional de Población (CONAPO, 1987), se aprecian cambios
cuantitativos y cualitativos de la migración interurbana. La importancia
de las ciudades secundarias en esta nueva fase de la urbanización en Mé-
xico y la transición en la movilidad de la población, se señaló desde antes
de la publicación de los resultados del censo de 1980 (Graizbord, 1984).
Sin embargo, los resultados del censo de población de 1990 dieron cuenta
inequívocamente de los cambios en las tendencias del crecimiento urbano
del país. Éstos afectaron de manera significativa a las ciudades medias y a las
periferias metropolitanas en la última década y marcaron la nueva geografía
de la población con la que México entrará al siglo XXI.

370

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las geografías (aplicaciones)

Aquí nos interesa mostrar sólo una parte de esta geografía que atañe al
ámbito metropolitano de la Ciudad de México. Como se sabe, la tasa de
crecimiento de la ZMCM se redujo drásticamente en la década 1980-1990,
al pasar su población de casi 14 a cerca de 15 millones de habitantes (cuadros
1a y 1b). Algunos municipios metropolitanos y casi todas las delegaciones
del D.F. perdieron población. En términos absolutos, el decremento pobla-
cional en el Distrito Federal durante el decenio fue de casi 600 000 personas,
equivalente a 6.7% del total de sus 8 831 079 habitantes en 1980. El creci-
miento de la población se dio principalmente en la periferia metropolitana.
Los 17 municipios conurbados del Estado de México pertenecientes a la
ZMCM ganaron 1 443 359 habitantes y los otros diez colindantes con ella
aumentaron su población en 147 967 habitantes para un total de 1 590 326.
Algunos municipios mexiquenses del valle de Toluca y varias localidades y
municipios del poniente de esa entidad, que forman ya parte del ámbito de
la megalópolis2 de la ciudad de México, resintieron también el impacto del
cambio en la tendencia del crecimiento metropolitano.

Cuadro 1a. Población de la ZMCM* 1980-1990

1980 1990 Dif. 1990-1980


abs. % abs. % abs. ∆%
D.F. 8 831 079 62.84 8 235 744 54.73 -595 335 -6.74
Mpios. Conurb. 5 221 615 37.16 6 811 941 45.27 1 590 326 30.46
ZMCM 14 052 694 100.00 15 047 685 100.00 994 991 7.08
* La ZMCM incluye las 16 delegaciones del Distrito Federal y 27 municipios del Estado de México.

Cuadro 1b. Población de la ZMCM* 1980-1990

1980 1990 Dif. 1990-1980


abs. % abs. % abs. ∆%
D.F. 8 831 079 64.30 8 235 744 56.48 -595 335 -6.74
Mpios. Conurb. 4 903 575 35.70 6 346 934 43.52 1 443 359 29.43
ZMCM 13 734 654 100.00 14 582 678 100.00 848 024 6.17
* La ZMCM incluye las 16 delegaciones del Distrito Federal y 17 municipios del Estado de México.
Fuente: XI Censo General de Población y Vivienda 1990, INEGI, México, 1991.

Para un extenso y clásico tratamiento del concepto y del fenómeno y sus implicaciones
2

véase Gottman, 1961.


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Laberintos.indb 371 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

La población del Estado de México llegó a 9.8 millones de habitantes


en 1990, lo cual significó un incremento intercensal de casi 2.3 millones,
estimándose un crecimiento natural de 1.6 millones durante la década, con
una tasa de 1.92% siendo la total de 2.6%. Este crecimiento no fue homo-
géneo; se distribuyó de tal manera que algunos municipios de la entidad
resultaron perdedores absolutos de población a pesar de su elevado creci-
miento natural, mientras que otros, independientemente de que mostraron
tasas de crecimiento natural más bajas que la estatal, crecieron como conse-
cuencia del elevado número de migrantes que se asentaron en ellos durante
la década.
Por fin, algunas regiones y la mayoría de las ciudades secundarias del
país recibieron de manera inusitada un elevado número de inmigrantes
provenientes del D.F. , y el porcentaje de éstos sobre los que llegaron de
otras entidades y sobre el total se incrementó notablemente (Graizbord,
1992).

Crecimiento diferenciado en los municipios del Estado de México

En esta sección se presentan estimaciones indirectas de los componentes na-


tural (TCN) y social (TCS) del crecimiento total (TCT) de la población por
municipio, con el propósito de identificar aquellos que crecieron o decrecie-
ron debido al comportamiento combinado de ambas tasas. De esta suerte es
posible conocer cuáles son expulsores y cuáles atractores de población.
La información sobre el crecimiento natural de la población municipal
no se publica como tal en el censo. Aún conociendo las estadísticas vitales
municipales no es fácil calcularlo, pues existen múltiples problemas en el
registro de muertes y nacimientos (Figueroa, 1990), que dificultan las esti-
maciones. La información que aquí ofrecemos es, pues, inédita, y permite

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las geografías (aplicaciones)

conocer el origen y destino de flujos migratorios dentro del propio Estado


de México a través de los saldos netos migratorios municipales.3
Durante la última década (1980-1990) se registraron cambios signifi-
cativos en la dinámica migratoria estatal. Ciertos municipios conurbados
del valle Cuautitlán-Texcoco (como Cuautitlán Izcalli, Huixquilucan, Ni-
colás Romero), incluyendo los del valle de Chalco (Chalco, Chicoloapan,
Chimalhuacán, Ixtapaluca y La Paz), al igual que algunos del valle de Tolu-
ca (como Almoloya de Juárez y Xonacatlán), y otros del poniente del esta-
do (como Jiquipilco, Tejupilco, Tenancingo y Villa Guerrero, entre otros),
mostraron un elevado crecimiento poblacional debido a la inmigración.
En cambio, otros municipios aumentaron su población durante la década,
pero su crecimiento no se debió tanto a la migración como al crecimiento
natural. En algunos de ellos esto sucedió incluso a pesar de que el saldo neto
migratorio resultara negativo (como en Capulhuac, Jalatlaco, Tenancingo
del Valle, Aculco, Amanalco, Jilotepec, Jocotitlán, Temascalcingo, Sultepec,
Zacazonapan, etc.). Asimismo, ciertos municipios, tanto metropolitanos
como no metropolitanos, perdieron población y generaron fuerte emigra-
ción. Se podría decir que se “vaciaron”, aunque este fenómeno obedece
en los metropolitanos (como Nezahualcóyotl, Tlanepantla y Naucalpan) a
causas distintas de las que afectan a los rurales (como Valle de Bravo, Tona-
tico o san Antonio la Isla), que son origen de la migración campo-ciudad
que aún persiste como modalidad migratoria en la entidad.

3
Con información censal del IX al XI censos nacionales de población y vivienda, se obtuvo
a nivel municipal el número de personas en cada uno de los municipios, los que sirvieron
para regionalizar y estimar con base en el método indirecto desarrollado por Rodolfo Corona
(1987) los saldos netos migratorios internos y externos, de acuerdo con la región definida (T)
la cual se divide en subregiones (A, B, C, ...) y éstas se forman de municipios (j). El objetivo
es estimar dichos saldos netos migratorios internos y externos, entendiendo por internos a la
migración entre la región A y el o los municipios j y los externos a la migración entre los mu-
nicipios de la región T sin considerar a los que están en la región A y el o los municipios j. La
migración total es la suma de los saldos netos migratorios internos y externos.

373

Laberintos.indb 373 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Cabe señalar que los orígenes de la migración varían según los desti-
nos. Así, los municipios conurbados y algunos de la zona metropolitana
de Toluca (ZMT) reciben población procedente del D.F., mientras que el
resto, salvo algunos casos que se indicarán después, reciben inmigrantes de
municipios aledaños o de otras entidades colindantes.
En el cuadro 2 se presenta una clasificación de los municipios por zo-
nas geográficas en categorías según su incremento porcentual de población
y su tasa de crecimiento debida a la migración. En la primera categoría se
incluyen ocho municipios que pierden población absoluta a pesar de su
elevada tasa de crecimiento natural, por lo que puede decirse que consti-
tuyen el origen de las corrientes migratorias intermunicipales. Cuarenta
municipios más, en la segunda categoría, también muestran saldos netos
migratorios negativos, aun cuando registran un incremento poblacional
positivo, que de todos modos es menor que el promedio estatal de 29.79%
para la década.
Una tercera categoría incluye 18 municipios que han experimentado
crecimiento poblacional y un saldo migratorio positivo durante los últimos
diez años, aunque ambos indicadores resultan por debajo del promedio
estatal. Por último, en la cuarta categoría se agrupan 55 municipios que re-
gistraron incrementos porcentuales de población superiores a la media, con
tasas de crecimiento social (migración) también por encima de la estimada
para la entidad, que fue de 0.75 por ciento.
Dentro de esta última categoría se aprecia un mayor número de mu-
nicipios de la zona conurbada, así como del valle de Chalco y del resto del
valle de México, mientras que en la segunda categoría se concentran muni-
cipios del valle de Toluca y de la zona poniente (norte y sur) de la entidad.
Los primeros resultan ser receptores de migrantes urbanos, procedentes de
la ciudad de México, que escapan a los costos de la contaminación, el con-
gestionamiento y el deterioro de la calidad de vida en el D.F., o bien que
buscan simplemente mejorar su situación económica y deciden cambiar
su lugar de residencia a zonas donde suponen que encontrarán mayores

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Laberintos.indb 374 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

oportunidades de trabajo y mejores condiciones de vida. Los segundos, por


su parte, reciben migrantes de otras entidades, como se verá en la siguiente
sección del trabajo.
Puede observarse en el análisis que el incremento porcentual de la po-
blación y la tasa de crecimiento social mantienen una relación estable hasta
el punto en que la segunda alcanza un valor de 4.5% aproximadamente, y a
partir de ahí se afecta fuertemente el crecimiento absoluto de la población.
En otras palabras, los municipios que entran a esta dinámica de fuerte in-
migración son los que crecen de manera muy rápida, lo cual repercute en el
desempeño de sus ayuntamientos en términos de capacidad administrativa
y de dotación de bienes y servicios públicos locales. Sin embargo, puede
suponerse que son diferentes las presiones de la creciente demanda cuando
se trata de migrantes urbanos o metropolitanos, que cuando ésta se debe
al arribo de migrantes rurales. Los primeros exigen infraestructura física, al
tiempo que elevan la base fiscal del municipio. Los segundos requieren equi-
pamiento social sin que necesariamente aporten recursos al fisco, pues su
nivel de ingresos es bajo y muchas son sus necesidades.

375

Laberintos.indb 375 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 376
Cuadro 2. Estado de México: Municipios según crecimiento demográfico por zonas, 1980-1990

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Valle de México Valle de Toluca Zona Poniente
Categorías de municipios por Valle de No Suma
su crecimiento poblacional* Conurbados Chalco conurbados ZO ZMT-L Resto Norte Sur %
Municipios que pierden
2 -- -- 3 -- 1 1 1 8
población absoluta y relativa
∆% (+) TCS (-) 6.61
Municipios que crecen a pesar
1 -- 2 4 3 9 11 10 40
de expulsar población
∆% (+) TCS (-) 33.06
Municipios que crecen y son
2 -- 4 1 1 2 4 4 18
receptores de migrantes
∆% (+) TCS (+) 14.88
Municipios que crecen por migración y son
17 5 9 3 3 3 9 6 55
el destino privilegiado de los migrantes
∆% (+) TCS (++) 45.45
Total de municipios 22 5 15 11 7 15 25 21
Total por zonas 53 22 46 121
Porcentaje 43.8 18.18 38.02 100
Fuente: Graizbord y Mina (1993b).
* Estimaciones indirectas de saldos netos migratorios por municipio para el periodo 1980-1990.
laberintos geográficos: una antología

∆% es el incremento porcentual de la población total 1980 y 1990.


TCS es la tasa de crecimiento social estimada para el periodo 1980-1990.
(++) indica valores mayores a las medias estatales (∆% = 29.76 y TCS = 0.75).

06/03/24 17:22
las geografías (aplicaciones)

Hasta aquí se ha ofrecido una somera descripción de la dinámica demo-


gráfica estatal a partir de la estimación indirecta de las tasas de crecimiento
natural y social municipales. En la siguiente sección se identifica el origen
estatal de la inmigración al Estado de México y se hace una clasificación de
los municipios que muestran tasas de crecimiento social positivas en dos
categorías adicionales: aquéllos cuya migración es en su mayoría urbana o
metropolitana (Distrito Federal) y aquellos cuya migración proviene de otras
entidades federativas, según los datos del censo de población de 1990. Esto
permite distinguir entre los municipios que han recibido flujos elevados de
migrantes provenientes del D.F. y aquéllos que no participan en este proceso
de descentralización metropolitana.4

Dinámica de la expansión metropolitana

Las corrientes migratorias que llegaron a la ciudad de México en los años


cincuenta y sesenta encontraron una urbe contenida territorialmente en el
Distrito Federal, que por esas fechas empezaba su gran expansión física con-
tinua en el valle de México. A principios de los años setenta el área urbana
de la ciudad de México (AUCM) había rebasado con creces el límite polí-
tico-administrativo del D.F. y ocupaba ya territorio mexiquense del valle
Cuautitlán-Texcoco.
Diversos municipios, además de Tlanepantla en 1950, Naucalpan, Eca-
tepec, Chimalhuacán, y posteriormente Nezahualcóyotl, en la década de

4
Esta información podría ser de utilidad para la planeación y programación del desarrollo
urbano si se cruzara con aquella que registra los niveles de dotación de bienes y servicios públi-
cos (en red o puntuales). Asimismo, permite comparar diferentes niveles de oferta y demanda
de servicios públicos con requerimientos de inversión: municipios cuyo crecimiento demográ-
fico se basa en la descentralización de la población metropolitana que requiere de inversiones de
capital económico (infraestructura física: redes de agua, drenaje, carreteras, etc.); otros donde
el crecimiento natural de la población exige inversiones de capital social (equipamiento social:
escuelas, clínicas, centros deportivos, etc.) y otros más donde sería importante. inducir la inver-
sión productiva directa pública o privada, para retener o arraigar a los migrantes potenciales.

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Laberintos.indb 377 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

los sesenta, empezaron a crecer demográficamente y en el área urbanizada,


consecuencia de la población migrante que llegaba principal aunque no
exclusivamente de las entidades federativas del centro del país. En los años
setenta el AUCM penetraba en el territorio de once municipios del Estado
de México colindantes con el Distrito Federal.
Al final de los años ochenta ya eran más de 17 municipios que se ha-
bían conurbado o, en otras palabras, que formaban parte del área urbana
continua de la Ciudad de México. El flujo migratorio que recibieron en
esos años tuvo su origen principal en el Distrito Federal. Se trataba de una
masiva suburbanización o descentralización de la población y las activida-
des económicas de la ciudad de México, que afectó en diversas formas la
vida y transformó el paisaje del valle Cuautitlán-Texcoco, pero también el
del resto de la entidad.
A partir de los resultados del censo de población de 1990, el INEGI
identificó 27 municipios como metropolitanos, corroborando así el pro-
ceso descentralizador que experimentó la capital. El fenómeno de metro-
polización no es nuevo, pero, por su actual alcance regional, se trata de un
fenómeno de proporciones megalopolitanas con características semejantes
a las de otras áreas en el mundo desarrollado (Jones, 1990). El proceso
transforma e incide sobre la región centro del país e involucra, junto con
la capital, a la ZMT y otras localidades y municipios del Estado de México
que, si bien no se han conurbado aún, interactúan estrechamente y, por
tanto, pertenecen funcionalmente a la ZMCM.
La última década marcó un importante cambio en las tendencias de
crecimiento urbano de la ZMCM y del Estado de México en particular.
Asimismo, constituyó el inicio y consolidación de una etapa franca de tran-
sición demográfica y urbana en México que expresa comportamientos re-
productivos y una movilidad espacial de la población distintos a los que
hasta casi mediados de los años ochenta se habían reconocido o aceptado
como predominantes y característicos del país.

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las geografías (aplicaciones)

La población del D.F. decreció en términos absolutos y relativos, como


resultado de la suma de decisiones de abandonarla que tomaron algunos
cientos de miles de habitantes de la ciudad de México, que emigraron hacia
la periferia y a otras áreas urbanas del país (como se desprende de la En-
cuesta Nacional de Migración a áreas Urbanas [ENMAU] de 1987). Por su
parte, el conjunto de municipios metropolitanos no conurbados del Estado
de México alcanzó tasas de crecimiento más altas que las del Distrito Fede-
ral y los municipios conurbados. De hecho, por cada inmigrante que llegó
al Distrito Federal desde el Estado de México, salieron seis con destino a al-
gún municipio de esta última entidad (Negrete, Graizbord y Ruiz), 1993).
Dicho de otra forma, la migración hacia el Estado de México proviene en
gran parte del Distrito Federal. Se trata de “exresidentes” capitalinos cuyo
“estilo de vida” es distinto al de aquellos migrantes que llegaron a la entidad
en décadas anteriores desde áreas o regiones predominantemente rurales.
De acuerdo con el censo, en los últimos cinco años de la década de los
ochenta, cerca de 800 000 habitantes del resto del país establecieron su re-
sidencia en el Estado de México. De éstos, casi siete de cada diez (548 974)
vivían antes de 1985 en el Distrito Federal, lo que significa que cada indivi-
duo que llegó de cualquier otro estado de la República estuvo acompañado
de 2.3 procedentes del Distrito Federal.
Con la información censal de “población de cinco años y más residente
en otra entidad en 1985” se estimaron tres índices de la inmigración re-
ciente (1985-1990) a los municipios mexiquenses, que se presentan en los
cuadros 3 y 4 por región. Se trata de mostrar la distribución geográfica de
la inmigración total (TOT) respecto a la población estatal (ITOT/POB90);
de los inmigrantes del Distrito Federal (IDF) respecto a la inmigración
total (IDF/ITOT); y respecto a los inmigrantes del resto de entidades fede-
rativas (IDF/IOTRA).
Prácticamente todos los municipios de la entidad resultan ser destino de
los migrantes que salieron del Distrito Federal en el segundo quinquenio
de la última década. Sin embargo, es posible identificar municipios a menos

379

Laberintos.indb 379 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

de 30 km de la ciudad de México que recibieron una proporción menor de


migrantes que la esperada, dada su proximidad con ella. En cambio, un
número considerable de municipios situados entre 30 y 60 km alcanzaron
proporciones elevadas de migrantes del Distrito Federal, que rebasan las
tres cuartas partes de su total de inmigrantes.
La llegada de “defeños” se reduce gradualmente hasta poco menos de
50% del total de inmigrantes en municipios que se encuentran a una dis-
tancia mayor a 80 km. A partir de ese momento, el porcentaje de inmigran-
tes provenientes del Distrito Federal cae drásticamente con un pequeño in-
cremento en la distancia para finalmente reducirse a menos de 30%. Cabe
señalar, sin embargo, que hay numerosos municipios localizados entre 80 y
100 km que tienen una capacidad extraordinaria para atraer defeños, aun-
que en general su volumen de inmigración total es reducido.

Cuadro 3. Estado de México: distribución de la inmigración


interestatal*, por zonas 1985-1990

Región ITOT IDF IOTRA


Estado de México 100.00 100.00 100.00
(100.00) (69.75) (30.25)
Valle de Cuautitlán-Texcoco 93.18 94.82 86.03
Municipios conurbados 78.61 80.51 71.62
Valle de Chalco 12.44 12.32 11.83
Municipios no conurbados 1.58 1.53 1.75
Zona Oriente 0.55 0.47 0.83
Valle de Toluca 4.54 3.65 7.73
Zona Metropolitana de Toluca 3.94 3.10 6.35
Resto Valle de Toluca 0.59 0.55 1.38
Zona Poniente 2.28 1.53 6.23
Norte 1.54 1.24 3.67
Sur 0.75 0.29 2.57
Fuente: XI Censo General de Población y Vivienda (Estado de México), lNEGI, México, 1991.
* Población de 5 años y más en 1990 que residía en otra entidad en 1985.
ITOT = inmigración total (31 entidades federativas).
IDF= inmigración del Distrito Federal.
IOTRA = ITOT - IDF.

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las geografías (aplicaciones)

Esto no evita que otros municipios alejados y fuera de esta zona sean recep-
tores de una proporción mayor de inmigrantes del Distrito Federal que de
cualquiera otra entidad federativa. En efecto, sólo 40 de los 121 municipios
registran migración mayoritaria proveniente de las demás entidades. Casi
todos ellos -salvo excepciones, como Chiconcuac, Teotihuacán, Naucalpan
y Texcoco, entre otros- se ubican a distancias mayores de 80 km del Distrito
Federal.
En el caso del municipio de Toluca, por ejemplo, 47% de los inmi-
grantes era residente del Distrito Federal antes de 1985. El resto tenía su
residencia habitual en diversas entidades, entre las que destacan Michoa-
cán, Veracruz y Guerrero, pero también Hidalgo, Puebla y Guanajuato en
menor cuantía.

Cuadro 4. Estado de México: índices de inmigración interestatal*, por regiones 1985-1990

Región ITOT/POB 90 IDF/ITOT IDF/IOTRA


Estado de México 9.19 69.75 2.31
Valle de Cuautitlán-Texcoco 11.53 70.98 2.45
Municipios conurbados 11.81 71.44 2.5
Valle de Chalco 13.34 69.07 2.23
Municipios no conurbados 5.45 67.28 2.06
Zona Oriente 2.72 59.36 1.46
Valle de Toluca 3.39 56.12 1.28
Zona Metropolitana de Toluca 4.10 54.85 1.21
Resto Valle de Toluca 1.57 64.57 1.82
Zona Poniente 1.57 46.77 0.88
Norte 1.57 56.14 1.28
Sur 1.56 27.52 0.38
Fuente: Misma del cuadro 3 y cálculos propios.
* Población de 5 años y más en 1990 que residía en otra entidad en 1985.

Regionalmente, según se aprecia en el cuadro 3, la inmigración que llegó al


Estado de México en el quinquenio 1985-1990 se concretó mayoritariamen-
te en el valle Cuautitlán-Texcoco. Esta zona sigue siendo, como siempre, la

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laberintos geográficos: una antología

receptora de migrantes interestatales. No es pues sorprendente que inclu-


so los capitalinos, al decidir cambiar su residencia, elijan algún municipio
metropolitano. Sin embargo, no se dirige todavía hacia los municipios no
conurbados dentro del valle ni tampoco a los de la zona oriente del estado,
quizá por la falta en ellos de infraestructura física y equipamiento social a la
altura de sus necesidades o preferencia. Lo anterior nos hace pensar que la
población capitalina que decide emigrar no percibe aún el carácter megalo-
politano de la región periférica de la ZMCM, pues la ciudad central sigue
siendo su principal lugar de trabajo. Su propósito parece ser la búsqueda de
mejor calidad de vida y menor costo de la vivienda, aunque no de transporte.
En síntesis, la reciente emigración del Distrito Federal al Estado de
México se distribuye por zonas de la siguiente manera (cuadro 3): el valle
Cuautitlán-Texcoco es receptor de 94.8% del total, de los cuales 80.5% se
estableció en el conjunto de municipios conurbados, sólo 1.5% en los no
conurbados, menos de 1% en los de la zona oriente y 12.3% en los del valle
de Chalco. Al valle de Toluca llegó 3.7%, concentrándose en su mayoría en
sus municipios del poniente. El restante 1.5%, dividido entre 1.2% fue a la
parte norte y 0.3% a la sur.
En cuanto a la inmigración desde otras entidades, ésta se concentra
en menor proporción en el valle Cuautitlán-Texcoco. Del total, esta zona
recibió 86% y el resto se distribuyo entre el valle de Toluca (7.7% del total)
y la zona poniente (6.2%). Así, por ejemplo, en términos absolutos, mien-
tras que al valle Cuautitlán-Texcoco llegaron 2.45 inmigrantes del D.F. por
cada uno que llegó de otras entidades, por cada inmigrante de éstas que
llegó a los municipios del valle de Toluca llegaron 1.28 inmigrantes de la
capital (cuadro 4).
En un periodo de cambio de la dinámica demográfica estatal, las tasas
de crecimiento natural y social municipales y el patrón de distribución, o
geografía de la inmigración metropolitana e interestatal, constituyen los in-
sumos para diseñar políticas de desarrollo y programar la inversión pública
en infraestructura y servicios. En esta parte del trabajo hemos descrito tales

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las geografías (aplicaciones)

patrones, pero falta dilucidar las razones que tienen los migrantes para deci-
dir cambiar su lugar de residencia, y los factores locales en el origen y el des-
tino que determinan y condicional tal decisión. Contestar estas interrogan-
tes sería motivo de una investigación de mayor profundidad que permitiera
relacionar las condiciones de vida en el origen y el destino y comparar las
pautas de movilidad de la población en distintas escalas. En la siguiente sec-
ción veremos sólo los orígenes y destinos estatales de la migración capitalina.

Flujos descentralizadores interestatales

Como se sabe, los migrantes potenciales, en virtud de la información a su


alcance (objetiva y [o] subjetiva), por su ciclo de vida, condición de trabajo,
ingresos, etc., deben decidir sobre dos cuestiones:
1) abandonar su lugar de residencia
2) escoger el lugar preciso donde irán a vivir y a trabajar.5

En esta parte del trabajo, de manera breve se intenta identificar algunos


rasgos de otra geografía de la migración o, más bien, de otra escala de la
geografía migratoria del país. Se trata del mapa del territorio nacional subdi-
vidido en entidades federativas. El evento o proceso geográfico se resume en
los vectores de la matriz O-D de migración interestatal, que registran el flujo
de emigrantes e inmigrantes con origen y destino en el Distrito Federal y el
resto de los estados de la República mexicana que el censo de población de
1990 presenta como población de cinco años y más que en 1985 residía en
otra entidad diferente a la censada.
Como puede apreciarse en los totales del cuadro 5, más de un millón de
habitantes del Distrito Federal cambiaron su lugar de residencia hacia alguna
entidad en el quinquenio y sólo cerca de 300 000 lo hizo desde las entidades

5
Si sólo se tratara del trabajo se convertirían en commuters o transmigrantes (Acuña, 1988).

383

Laberintos.indb 383 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

hacia el Distrito Federal. De tal suerte que el balance migratorio fue, por
primera vez en cincuenta años, negativo en esta última entidad, alcanzando
una cifra de 737 000 personas. Por estados, sólo Guerrero y Oaxaca fueron
la excepción pues su balance resultó favorable al Distrito Federal con 884
y 5 303 personas, respectivamente. Del millón de habitantes que perdió el
Distrito Federal en el quinquenio, la mayoría (548 974) escogió como des-
tino al Estado de México (53%). Las preferencias de los migrantes del D.F.
no coinciden de manera recíproca con las de los migrantes de las entidades
federativas correspondientes. En otras palabras, los flujos en ambos senti-
dos no son necesariamente equivalentes. Así, los del Distrito Federal prefie-
ren de manera notoria ir a vivir al Estado de México, aunque hay muestras
de que un porcentaje importante de defeños optó por otras entidades de la
región centro de México, como Morelos (3.1%) y Querétaro (2.66%); del
occidente como Jalisco (3.6%) y Michoacán (3.4%); del Bajío, como Gua-
najuato (3.45%); y del norponiente, como Baja California (2.5%). Todas
estas entidades recibieron junto con Puebla (3.7%) y Veracruz (3.37%),
que también destacan como destino, 25.8% del total de emigrantes del
Distrito Federal durante el quinquenio. Por el contrario, los inmigrantes
al Distrito Federal vienen en una alta proporción del Estado de México
(27%), pero también de Puebla (10.5%), Veracruz (9.5%), Oaxaca (8.6%)
e Hidalgo (7.7%). De este modo la región centro sigue siendo, con mucho,
la principal fuente de migración hacia el D.F., aunque ya en menor escala
que en décadas pasadas. Por su parte, Guerrero y Michoacán (5.6 y 5%, res-
pectivamente) mantienen también en esta última década su tradición como
entidades de origen de los migrantes a la principal metrópolis del país.
Una modalidad migratoria de interés es la que involucra a las tres gran-
des zonas metropolitanas. Con los datos estatales es posible tener sólo una
aproximación del sentido y volumen de estas transacciones migratorias
intermetropolitanas.6 El balance con Jalisco es negativo para el Distrito

6
La ZMCM incluye 100% de la población del D. F. Y casi 70% de la población del Estado
de México; la población de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) equivale a 43% de

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las geografías (aplicaciones)

Federal en 28 512 individuos. Esto significa que del Distrito Federal sa-
lieron 37 330 personas para irse a radicar a Jalisco (¿zona metropolitana
de Guadalajara?) por 8 818 jaliscienses que llegaron al Distrito Federal en
el quinquenio. Con Nuevo León (¿zona metropolitana de Monterrey?) el
saldo es también contrario al Distrito Federal en 7 752 individuos. Esto
resulta de un intercambio de 10 921 “defeños” por 3 169 neoleoneses.
Regionalmente, también el norte resulta con un saldo positivo de inmi-
grantes del Distrito Federal, pues mientras que esta última entidad aportó
72 360 migrantes, de la región fronteriza (Baja California, Sonora, Chi-
huahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) llegaron 15 231 al Distrito
Federal. Cabe señalar que esta cifra representa 5.1% del total de inmigran-
tes al Distrito Federal y la primera 7% de sus emigrantes totales. La dife-
rencia absoluta de 57 129 significó 7.7% del saldo neto migratorio negativo
del Distrito Federal.

REFLEXIONES FINALES

Como se reconoce en la literatura económica, el fenómeno migratorio puede


formalizarse a partir del modelo de equilibrio general, o bien verse como un
sistema en equilibrio parcial.7 El primer modelo privilegia los diferenciales
de ingreso-salario (por ejemplo, Todaro, 1969), y el segundo, la existencia
y calidad de bienes y servicios públicos y privados en los lugares de origen y
destino (por ejemplo, Lee, 1966; Ullman, 1954, entre otros). El primero
considera que los ajustes pueden darse en un periodo relativamente corto,
mientras que en el segundo el periodo de ajuste toma un tiempo considera-
ble, o simplemente se da como tendencia.

la estatal y la de la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) a 82% de su correspondiente


entidad.
7
White (1980) propone esta distinción como una dicotomía filosófica. Véase Simmons
(1991) para una revisión teórica con una perspectiva multidisciplinaria.

385

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laberintos geográficos: una antología

En ambos modelos la distancia-costo para el migrante es implícita, pero


en el primero tiene un peso menor, pues existe información accesible para
todos. En el segundo, los costos del movimiento no sólo incluyen aspec-
tos objetivos (diferencias reales entre O y D), sino subjetivos (percepción,
expectativas y valoraciones de las diferencias entre lugares o en el tiempo).
En este caso son de considerable importancia la idea de “oportunidad in-
terviniente” (Stouffer, 1960) y la evaluación por parte del migrante de la
fricción de la distancia, tanto como los aspectos positivos y negativos en el
origen y en el o los destinos (Sjaastad, 1962; Lee, 1966).

Cuadro 5. Migrantes de 5 años y más por entidad federativa hacia y


desde el Distrito Federal (según lugar de residencia en 1985)

Entidad Inmigración % Emigración % I-E %


México 80 905 27.13 548 974 53.00 -468 069 63.47
Jalisco 8 818 2.96 37 330 3.60 -28 512 3.87
Guanajuato 9 070 3.04 35 766 3.54 -26 606 3.62
Morelos 7 802 2.62 32 463 3.13 -24 661 3.34
Baja California 2 681 0.90 25 696 2.48 -23 015 3.12
Querétaro 4 568 1.53 27 553 2.66 -22 985 3.12
Michoacán 14 926 5.00 35 528 3.43 -20 602 2.79
Aguascalientes 1 149 0.39 14 642 1.41 -13 493 1.83
San Luis Potosí 3 908 1.31 16 092 1.55 -12 184 1.65
Chihuahua 1 936 0.65 11 599 1.12 -9 663 1.31
Quintana Roo 1 493 0.50 11 100 1.07 -9 607 1.30
Yucatán 1 584 0.53 9 865 0.95 -8 281 1.12
Nuevo León 3 169 1.06 10 921 1.05 -7 752 1.05
Tlaxcala 5 376 1.80 12 462 1.20 -7 086 0.96
Puebla 31 200 10.46 38 213 3.69 -7 013 0.95
Tamaulipas 3 450 1.16 10 203 0.99 -6 753 0.92
Veracruz 28 355 9.51 34 876 3.37 -6 521 0.88
Coahuila 1 978 0.66 7 915 0.76 -5 937 0.80
Hidalgo 22 947 7.69 28 686 2.77 -5 739 0.78
Zacatecas 1 501 0.50 6 338 0.61 -4 837 0.66
Sonora 2 017 0.68 6 026 0.58 -4 009 0.54
Baja California Sur 767 0.26 4 079 0.39 -3 312 0.45
Durango 1 240 0.42 4 243 0.41 -3 003 0.41
Chiapas 7 018 2.35 10 000 0.97 -2 982 0.40

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las geografías (aplicaciones)

Cuadro 5. Continuación
Entidad Inmigración % Emigración % I-E %
Tabasco 2 786 0.93 5 368 0.52 -2 582 0.35
Colima 785 0.26 3 211 0.31 -2 426 0.33
Sinaloa 2 743 0.92 5 139 0.50 -2 396 0.32
Nayarit 789 0.26 2 738 0.26 -1 949 0.26
Campeche 929 0.31 2 574 0.25 -1 645 0.22
Guerrero 16 649 5.58 15 765 1.52 884 -0.12
Oaxaca 25 696 8.62 20 393 1.97 5 303 -0.72
Total 298 235 100.00 1 035 758 100.00 -737 523 100.00
Fuente: XI Censo General de Población y Vivienda 1990, INEGI, México, 1991.

Los modelos migratorios se diseñan típicamente con el propósito de explicar


los procesos históricos de distribución de la población o como marco para
proyectar la actividad migratoria futura y pueden partir de un enfoque ma-
cro (agregado) o micro (decisión individualizada del migrante) Cadwallader
(1989) ha señalado la forma en que debieran integrarse los análisis micro y
macro a partir de cuatro relaciones: i) el volumen agregado de la migración y
el conjunto de variables que caracterizan las regiones de origen y destino; ii)
la objetividad de estas últimas características y la subjetividad en la percep-
ción que los individuos tienen de ellas; iii) estas percepciones individuales y
el flujo migratorio resultante y así, iv) la relación entre el flujo y una función
de utilidad que resulta de las percepciones agregadas de los migrantes. Y si
bien tal agregación no es lineal, una forma parcial a través de variables cru-
ciales representativas individuales o familiares (como grupos de edad, clase
social u ocupación en el trabajo) permitirá probar o rechazar microteorías en
el nivel macro del fenómeno, como lo indican Stillwell y Congdon (1991).
Aquí no se ha presentado un modelo formal para estudiar la migración
metropolitana de la Ciudad de México. Sólo se muestra, para diferentes
escalas geográficas (metropolitana, regional y nacional), lo que dicen los
datos del censo de 1990 en una primera aproximación a ellos.

387

Laberintos.indb 387 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Berry (1972), en un artículo que marcó la pauta para analizar los fenó­
menos espacio-temporales —cuyo título decía ya mucho: “Difusión jerár-
quica: las bases de filtración y dispersión en un sistema de centros de cre-
cimiento”—, señalaba las dos modalidades que pudieran ser de interés en
un estudio como el que aquí hemos emprendido. En efecto, en un marco
de evolución cíclica del proceso de urbanización y de los procesos que lo
determinan o, como lo llaman Geyer y Kontuly (1993), de “urbanización
diferencial”, cabría pensar que en esta etapa descentralizadora del crecimien-
to metropolitano, el comportamiento y las decisiones locacionales de la po-
blación y la fuerza de trabajo, así como de las empresas o del capital, se dan
en dos escalas:

1) una expansión hacia la región tributaria inmediata de la metrópolis, lo que


implica continuidad y contigüidad espaciales en el proceso de difusión del
fenómeno, en este caso de cambio de residencia y (o) lugar de trabajo en el
ámbito megalopolitano, y
2) una relocalización y descentralización en el sistema de ciudades, que implica
movimientos en un espacio jerárquico no necesariamente continuo. En este
caso, la difusión del fenómeno se manifiesta como una filtración de arriba
hacia abajo, de mayor a menor jerarquía urbana, contrariamente a lo que
sucedió en una etapa anterior del proceso de urbanización de México en la
que los movimientos eran de abajo hacia arriba y de menor a mayor tamaño
de localidad.

El fenómeno de la urbanización en el caso mexicano ya no es —si acaso al-


guna vez lo fue— de “suma cero”;8 no se puede mantener para este nuevo pe-
riodo una visión centro-periferia, ni pensar que se trata de un proceso en
el que lo pierde la ZMCM lo gana el resto del país. Habría que tomar en

8
El juego de suma cero es aquél en el que lo que unos ganan los otros lo pierden (Thurow,
1980).

388

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las geografías (aplicaciones)

cuenta la coexistencia de procesos de reacomodo regionales, pues la urbani-


zación diferencial en esta nueva fase incluye a todos los centros urbanos del
país y expresa cambios cuantitativos y cualitativos en las pautas de asenta-
miento y distribución territorial de la población y las actividades humanas,
es decir, una transición en la movilidad de la población (Zelinsky, 1979). En
otras palabras, no es lo mismo una localidad de cierto tamaño “antes” que
“después” o “cerca” que “lejos” y esto último cambia también en el tiempo,
pues “estar cerca” durante 1950-1970 se refería casi exclusivamente a la ca-
pital del país, donde se encontraban el poder político y la casi totalidad de
los centros de decisión económica. Estar cerca ahora significa el acceso a
mercados de productos, insumos, trabajo, etc. en un ámbito territorial es-
tructurado como un sistema urbano nacional (SUN) y subsistemas urbanos
regionales (SUR), en el marco de la globalización de la economía.
En la actual apertura comercial y la globalización, los ciclos económi-
cos (Berry, 1990) estarían relacionados con el crecimiento diferencial de la
población en el SUN. Sin embargo, la relación entre ambos procesos no
es automática —hay múltiples razones extraeconómicas para pensar que
existen varios ciclos de diferente temporalidad y brechas temporales que
afectan la relación—, ni tampoco el territorio nacional puede representarse
o funciona como centro-periferia —hay razones para pensar que los fac-
tores de la producción no se comportan o no perciben las oportunidades
en un espacio dicotómico ni toman decisiones que responden a una visión
homogénea de la periferia o del centro.
Desde el punto de vista del SUN, en la comparación de las tasas de
crecimiento por periodo habría que considerar las diferencias relativas entre
la tasa de crecimiento nacional y las urbanas y regionales, y las de todas ellas
en diferentes periodos. Si la nacional se mantuvo entre 1950 y 1970 en
3.6% y las de ciertos rangos urbanos dinámicos alcanzaron 4 o 5% durante
esos años, no puede concluirse que, ahora que la nacional es de 2.5% y las
de la mayoría de las ciudades medias son menores de 4%, la dinámica del
crecimiento urbano dejó de ser importante. Se trata aquí de ver cómo las

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laberintos geográficos: una antología

diferentes ciudades, por rango o por región, evolucionan relativamente res-


pecto al crecimiento de otros rangos o regiones, y comparar el crecimiento
del sistema de ciudades con el total nacional. Es de esperar, por tanto, que
en este contexto los saldos netos migratorios se reduzcan sin que necesaria-
mente disminuyan, más bien aumente, los flujos interurbanos de población.
Los problemas metodológicos (y epistemológicos) de las clasificacio-
nes y de las comparaciones sincrónicas y diacrónicas en el contexto de la
transición urbana deben preocuparnos tanto como antes el problema de la
concentración. En Japón, por ejemplo, si antes se reconoció que las econo-
mías de aglomeración eran fundamentales para el desarrollo (Mera, 1973),
ahora se acepta que las economías decrecientes de escala parecen explicar
el comportamiento locacional de las empresas. Aquí quisiera señalar, para
finalizar, que el atributo “tamaño” está detrás de las modalidades de com-
portamiento, tanto de las variables macro: estructura económica-diversi-
ficación-especialización, etc., como de las micro: comportamiento repro-
ductivo, valores y preferencias sociales, funciones de utilidad y, por tanto,
pautas de consumo, canales de circulación de bienes y servicios, gestión y
administración urbana y regional, etc. Combinar ambas es, sin duda, el reto
de la investigación geográfica, urbana y regional, en el futuro inmediato,
especialmente si queremos adaptarnos rápidamente al contexto de la globa-
lización y prever los costos y beneficios sociales y espaciales de la apertura
comercial de nuestro país.

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Laberintos.indb 394 06/03/24 17:22
LA GEOGRAFÍA DE LA DESCENTRALIZACIÓN
DEMOGRÁFICA DE LA CIUDAD DE MÉXICO1

L os resultados del censo de población de 1990 mostraron algunos cam-


bios en las tendencias del crecimiento urbano del país que afectaron de
manera significativa a las ciudades medias y a las periferias metropolitanas.
En el caso de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM)
su tasa de crecimiento se redujo drásticamente en la década 1980-1990 pa-
sando su población de 14 a 15 millones de habitantes. Algunos municipios
metropolitanos y casi todas las delegaciones del D.F. perdieron población.
En términos absolutos el decremento poblacional en el D.F. durante el
decenio fue de casi 600 mil personas equivalente a 6.7% del total de sus 8
millones 831 mil habitantes en 1980. El crecimiento de la población se dio
principalmente en la periferia metropolitana. Los 17 municipios conur-
bados del estado de México pertenecientes a la ZMCM ganaron 1 millón
443 mil habitantes y 10 más colindantes con ella aumentaron su población
en 147 mil habitantes (cuadro 1a y 1b). Algunos municipios mexiquen-
ses del Valle de Toluca y varias localidades y municipios del poniente de

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Laberintos.indb 395 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

esa entidad resintieron también el cambio en la tendencia del crecimiento


metropolitano.
La población del estado de México llegó a 9.8 millones de habitantes
en 1990, lo cual significo un incremento intercensal de casi 2.3 millones,
estimándose un crecimiento natural de 1.6 millones durante la década con
una tasa de 1.92%, siendo la total de 2.6%. Este crecimiento no fue homo-
géneo. Se distribuyó de tal manera que algunos municipios de la entidad
resultaron perdedores absolutos de población a pesar de su elevado creci-
miento natural, mientras que otros, independientemente de que mostraron
tasas de crecimiento natural más bajas que la estatal, crecieron por el eleva-
do número de migrantes que llegaron durante la década.
Por fin, algunas regiones y la mayoría de las ciudades secundarias del
país recibieron de manera inusitada un elevado número de inmigrantes
provenientes del DF y el porcentaje de éstos sobre los provenientes de otras
entidades y sobre el total se incrementó notablemente.

Cuadro 1a. Población total de la ZMCM 1980 y1990a

1980 % 1990 % %b
Distrito Federal 8,831,079 62.84 8,235,744 54.73 -6.74
Municipios
5,221,615 37.16 6,811,941 45.27 30.46
conurbados
ZMCM 14,052,694 100.00 15,047,685 100.00 7.08
a
La ZMCM incluye las 16 delegaciones del DF y 27 municipios del Estado de México.
b
Incremento decenal.

Cuadro 1b. Población total de la ZMCM 1980 y1990a

1980 % 1990 % %b
Distrito Federal 8,831,079 64.30 8,235,744 56.48 -6.74
Municipios
4,903,575 35.70 6,346,934 43.52 29.43
conurbados
ZMCM 13,734,654 100.00 14,582,678 100.00 6.17
a
La ZMCM incluye las 16 delegaciones del Distrito Federal y 17 municipios del Estado de México.
b
Incremento decenal.

396

Laberintos.indb 396 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

En este trabajo reportamos algunos resultados del análisis de la dinámica mi-


gratoria de la ZMCM que desde la década de 1970-1980 ha incidido en el
resto de localidades y regiones del país y en el Estado de México en particular.
Distinguimos diferentes modalidades o tipos de movimientos y flujos: metro-
politanos (de la Ciudad de México), intermunicipales (en la propia entidad)
e interestatales (entre el DF y resto de entidades federativas). Dividimos la
presentación en tres secciones. La primera trata de los saldos netos migrato-
rios estimados indirectamente para los 121 municipios del Estado de México
a partir de tasas de crecimiento total y estatal para década 1980-1990. La
segunda, describe los movimientos que se registraron durante el quinquenio
1985-1990 en el ámbito metropolitano de la Ciudad de México. En la tercera
examinamos dos vectores de la matriz de origen-destino (O-D) de los flujos
migratorios interestatales a partir de información sobre población que cambió
su lugar de residencia en el quinquenio 1985-1990. Se trata del renglón DF
como origen y el resto de entidades federativas como destino y de la columna
DF como destino del flujo que se originó en los demás estados de la república.

Crecimiento Diferencial en los Municipios del Estado de México

En esta sección presentamos estimaciones indirectas de los componentes


crecimiento natural (TCN) de la población por municipio con el propósito
de identificar aquellos que crecieron o decrecieron debido al compromiso
combinado de ambas tasas. De esta suerte es posible conocer cuáles son ex-
pulsores y cuáles atractores de población.
La información sobre el crecimiento natural de la población municipal
no se publica como tal en el censo. Aún conociendo las estadísticas vitales
municipales no es fácil calcularla pues existen múltiples problemas de regis-
tro de muertes y nacimientos que dificultan las estimaciones. La información
que aquí ofrecemos es, pues, inédita y permite conocer el origen y destino de
flujos migratorios dentro del propio estado de México a través de los saldos

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Laberintos.indb 397 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

netos migratorios municipales. Su potencialidad para efectos de inversión


pública en infraestructura física y equipamiento social no puede soslayarse.
Durante la última década (1980-1990), se registraron cambios signifi-
cativos en la dinámica migratoria estatal. Ciertos municipios conurbados
del Valle Cuautitlán-Texcoco (como Cuautitlán Izcalli, Huixquilucan, Ni-
colás Romero), incluyendo los del Valle de Chalco (Chalco, Chicoloapan,
Chimalhuacán, Ixtapaluca y la Paz), al igual que algunos del Valle de Toluca
(como Almoloya de Juárez y Xonacatlán), y otros del poniente del esta-
do (como Jiquipilco, Tejupilco, Tenancingo, Villa Guerrero, entre otros),
mostraron un elevado crecimiento poblacional debido a la inmigración.
En cambio, otros municipios aumentaron su población durante la década,
pero su crecimiento no se debió tanto a la migración como al crecimiento
natural. En algunos de ellos esto sucedió incluso a pesar de que el saldo
neto migratorio resultara negativo (como en Calpuhuac, Jalatlaco, Tenango
del Valle, Aculco, Amanalco, Jilotepec, Jocotitlán, Temascalcingo, Sulte-
pec, Zacazonapan, etc.) Asimismo, ciertos municipios, tanto metropolita-
nos como no metropolitanos, perdieron población y generaron fuerte emi-
gración. Se podría decir que se “vaciaron” aunque este fenómeno obedece
en los metropolitanos (como Nezahualcóyotl, Tlanepantla y Naucalpan) a
causa distintas de las que afectan a los rurales (como Valle de Bravo, Tona-
tico o San Antonio la Isla), que son origen de la migración campo-ciudad
que aún persiste como modalidad migratoria en la entidad.
Cabe señalar que los orígenes de la migración varían según los desti-
nos. Así, los municipios conurbados y algunos de la Zona Metropolitana
de Toluca (ZMT) reciben población procedente del DF, mientras que el
resto, salvo algunos casos que se indicarán después, reciben inmigrantes de
municipios aledaños o de entidades colindantes.
En el cuadro 2 presentamos una clasificación de los municipios por zo-
nas geográficas en categorías según su incremento porcentual de población
y su tasa de crecimiento debido a la migración. En la primera categoría se
incluyen ocho municipios que pierden población absoluta a pesar de su

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Laberintos.indb 398 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

elevada tasa de crecimiento natural, por lo que puede decirse que cons-
tituyen el origen de las corrientes migratorias intermunicipales. Cuarenta
municipios más, en la segunda categoría, también muestran saldos netos
migratorios negativos, aun cuando registran un incremento poblacional po-
sitivo que de todos modos es menor que el estatal de 29.79% para la década.
Una tercera categoría incluye 18 municipios que han experimentado
un crecimiento poblacional y un saldo migratorio positivo durante los últi-
mos 10 años, aunque ambos indicadores resultan por debajo del promedio
estatal. Por último, en la cuarta categoría se agrupan cincuenta y cinco
municipios que registraron incrementos porcentuales de población supe-
riores a la medida con tasas de crecimiento social (migración) también por
encima de la estimada para la entidad que fue de 0.75%.
Dentro de esta última categoría se aprecia un mayor número de mu-
nicipios de la Zona conurbada así como del Valle de Chalco y del resto
del Valle de México, mientras que en la segunda categoría se concentran
municipios del Valle de Toluca y de la zona poniente (norte y sur) de la
entidad. Los primeros resultan ser receptores de migrantes tanto urbanos,
procedentes de la Ciudad de México, que escapan a los costos de la con-
taminación, el congestionamiento y el deterioro de la calidad de vida en
el DF, como rurales de la propia entidad, que buscan mejorar su situación
económica y deciden cambiar su lugar de residencia a zonas donde suponen
que encontrarán mayores oportunidades de trabajo y mejores condiciones
de vida. Los segundos, por su parte, reciben migrantes de otras entidades,
como se verá en la siguiente sección de trabajo.
Puede observarse en el análisis que el incremento porcentual de la po-
blación y la tasa de crecimiento social mantienen una relación estable hasta
el punto en que la segunda alcanza un valor de 4.5% aproximadamente y a
partir de ahí se afecta fuertemente el crecimiento absoluto de la población.
En otras palabras, los municipios que entran a esta dinámica de fuerte in-
migración son los que crecen de manera muy rápida, lo cual repercute en el
desempeño de los ayuntamientos en términos de capacidad administrativa

399

Laberintos.indb 399 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

y de dotación de bienes y servicio públicos locales. Sin embargo, son dife-


rentes las presiones de la creciente demanda cuando se trata de migrantes
urbanos o metropolitanos, que si ésta se debe al arribo de migrantes rura-
les. Los primeros exigen infraestructura física, al tiempo que elevan la base
fiscal del municipio. Los segundos, requieren equipamiento social sin que
necesariamente aporten recursos al físico pues su nivel de ingresos es bajo y
muchas son sus necesidades.
Hasta aquí hemos ofrecido una somera descripción de la dinámica de-
mográfica estatal a partir de la estimación indirecta de las tasas de creci-
miento natural y social municipales. En la siguiente sección identificamos
el origen estatal de la inmigración al Estado de México y hacemos una
clasificación de los municipios que muestran tasas de crecimiento social
positivas en dos categorías adicionales: aquellos cuya migración en su ma-
yoría urbana o metropolitana (DF) y aquellos cuya migración proviene de
otras entidades federativas, según los datos del censo de población de 1990.
Esto permite distinguir entre los municipios que han recibido flujos eleva-
dos de migrantes provenientes del DF y aquellos que no participan en este
proceso de descentralización metropolitana. Si esta información se cruzara
con aquella de la oferta de bienes y servicios públicos (en red o puntual)
se podrían generar mapas de requerimientos regionales diferenciados de
inversión pública: aquellas zonas o municipios que requieren de inversión
de capital económico (infraestructura física: redes de agua, drenaje, carrete-
ras, etc.); otras donde se necesita inversión de capital social (equipamiento
social: escuelas, clínicas, centros deportivos, etc.) y el resto donde sería im-
portante inducir la inversión productiva directa.

Dinámica de la Expansión Metropolitana

Las corrientes migratorias que llegaron a la Ciudad de México en los años


cincuenta y sesenta encontraron una ciudad contenida territorialmente en

400

Laberintos.indb 400 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 401
Cuadro 2. Estado de México: comportamiento migratorio municipal por zonas, 1980-1990a

Valle de México Valle de Toluca Zona Poniente


Categorías de municipios por Suma
su crecimiento poblacional* Conurbados Valle de Chalco No conurbados Oriente ZMTL Resto Norte Sur %

Municipios que pierden


2 -- -- 3 -- 1 1 1 8
población absoluta y relativa
∆% (+) TCS (-) 6.61
Municipios que crecen a
1 -- 2 4 3 9 11 10 40
pesar de expulsar población
∆% (+) TCS (-) 33.06
Municipios que crecen y son
2 -- 4 1 1 2 4 4 18
receptores de migrantes
∆% (+) TCS (-) 14.88
Municipios que crecen por
migración y son el destino 17 5 9 3 3 3 9 6 55
privilegiado de los migrantes
∆% (+) TCS (-) 45.45
Total de municipios 22 5 15 11 7 15 25 21
Total por zonas 53 22 46 121
las geografías (aplicaciones)

43.8 18.18 38.02 100


Notas:
a Estimaciones indirectas de saldos netos migratorios por municipio para el periodo 1980-1990.
∆% Es el incremento porcentual de la población total 1980 y 1990.
TCS Es la tasa de crecimiento social estimada para el periodo 1980-1990.
(++) Indica valores mayores a la media estatal (∆% = 29.76% %= 29.76 y TCS=0.75).

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laberintos geográficos: una antología

el DF que por esas fechas empezaba su gran expansión física continua en el


Valle de México. A principios de los setenta el Área Urbana de la Ciudad de
México (AUCM) había rebasado con creces el límite político-administrativo
del DF y ocupaba ya territorio mexiquense del Valle Cuautitlán-Texcoco.
Diversos municipios, además de Tlanepantla en 1950, Naucalpan,
Ecatepec, Chimalhuacán y, posteriormente Nezahualcóyotl, en la década
de los sesenta, empezaron a crecer demográficamente y en área urbanizada
debido a la población migrante que llegaba principal aunque no exclusi-
vamente de las entidades federativas del centro del país. En los setenta el
AUCM penetraba en el territorio de 11 municipios del Estado de México
colindantes con el DF.
Al final de los ochenta ya eran más de 17 los municipios que se habían
conurbado o, en otras palabras, que formaban parte del área urbana conti-
nua de la Ciudad de México. El flujo migratorio que recibieron en esos años
tuvo su origen principal en el DF. Se trataba de una masiva suburbanización
o descentralización de la población y las actividades económicas de la Ciu-
dad de México, que afectó de diversas formas la vida y transformó el paisaje
del Valle Cuautitlán-Texcoco, pero también el del resto de la entidad.
A partir de los resultados del censo de población de 1990, el INEGI
identificó 27 municipios como metropolitanos corroborando así el proceso
descentralizador que experimentó la capital. El fenómeno de metropoliza-
ción no es nuevo, pero por su alcance regional actual se trata ahora de un
fenómeno de proporciones megalopolitanas con características semejantes
a la de otros casos en el mundo de desarrollado (Jones,1990). El proceso
transforma e incide sobre la región centro del país e involucra, junto con
la capital, a la ZMT y otras localidades y municipios del estado de México
que si bien no se han conurbado aún interactúan estrechamente y, por tan-
to, pertenecen funcionalmente a la ZMCM,
La última década marcó un importante cambio en las tendencias de
crecimiento urbano de la ZMCM y del estado de México en particular.
Asimismo, constituyó el inicio y consolidación de una etapa franca de

402

Laberintos.indb 402 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

transición demográfica y urbana en México que expresa comportamientos


reproductivos y una movilidad espacial de la población distintos a los que
hasta casi mediados de los ochenta se habían reconocido o aceptado como
predominantes y característicos del país.
La población del DF decreció en términos absolutos y relativos. Esto
resultó de la suma de decisiones de abandonarla que tomaron algunos cien-
tos de miles de habitantes de la Ciudad de México que emigraron hacia la
periferia y a otras áreas urbanas del país (como se desprende de la Encuesta
Nacional de Migración a Áreas Urbanas (ENMAU) de 1987. Por su parte,
el conjunto de municipios metropolitanos no conurbados del Estado de
México alcanzó tasas de crecimiento más altas que las del DF y los muni-
cipios conurbados. De hecho, por cada inmigrante que llegó al DF desde
el Estado de México, de la primera salieron seis con destino a algún muni-
cipio de esta última entidad (Negrete, Graizbord y Ruiz, 1993). Dicho de
otra forma, la migración hacia el Estado de México proviene en gran parte
del DF. Se trata de “ex-residentes” capitalinos cuyo “estilo de vida” es distin-
to al de aquellos migrantes que llegaron a la entidad en décadas anteriores
desde áreas o regiones predominantemente rurales.
De acuerdo al censo, en los últimos cinco años de la década de los
ochenta cerca de 800 mil habitantes del resto del país han establecido su
residencia en el Estado de México. De éstos, casi 550 mil (69.75%) vivían
antes de 1985 en el DF, lo que significa que cada individuo que llegó de
cualquier otro estado de la República se vio acompañado de 2.3 proceden-
tes del Distrito Federal.
Con la información censal de “población de 5 años y más residente
en otra entidad en 1985” hemos estimado tres indicadores de migración
reciente (1985-1990) a los municipios mexiquenses, que presentamos en
los cuadros 3 y 4 por región.
Prácticamente todos los municipios de la entidad resultan ser destino de
los migrantes que salieron del DF en el segundo quinquenio de la última
década. Sin embargo, es posible identificar municipios a menos de 30 km

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laberintos geográficos: una antología

de la ciudad de México que recibieron una proporción menor de migrantes


que la esperada, dada su proximidad con ella. En cambio, un número con-
siderable de municipios situados entre 30 y 60 km alcanzaron proporciones
elevadas de migrantes del DF, que rebasan las tres cuartas partes de su total
de inmigrantes.
La llegada de “defeños” se reduce gradualmente hasta poco menos de
50% del total de inmigrantes en municipios que se encuentran a una dis-
tancia mayor a 80 km. A partir de ese momento, el porcentaje de inmigran-
tes provenientes del DF cae drásticamente con un pequeño incremento en
la distancia para finalmente reducirse a menos de 30%. Cabe señalar, sin
embargo, que hay numerosos municipios localizados entre 80 y 100 km
que tienen una capacidad extraordinaria para atraer “defeños”, aunque en
general su volumen de inmigración total es reducido.

Cuadro 3. Estado de México: distribución de la inmigración


interestatal por región, 1985-1990*

Región ITOT IDF IOTRA


Estado de México 100.00 100.00 100.00

Valle de Cuautitlán-Texcoco 93.18 94.82 86.03


Municipios conurbados 78.61 80.51 71.62
Valle de Chalco 12.44 12.32 11.83
Municipios no conurbados 1.58 1.53 1.75
Zona Oriente 0.55 0.47 0.83
Valle de Toluca 4.54 3.65 7.73
Zona Metropolitana de Toluca 3.94 3.10 6.35
Resto Valle de Toluca 0.59 0.55 1.38

Zona Poniente 2.28 1.53 6.23


Zona Poniente Norte 1.54 1.24 3.67
Zona Poniente Sur 0.75 0.29 2.57
Fuente: INEGI (1990) XI Censo General de Población y Vivienda (Estado de México).
* Población de 5 años y más en 1990 que residía en otra entidad en 1985.
ITOT = Inmigración total.
IDF= Inmigración del DF.
IOTRA =Inmigración del resto de entidades excluyendo al DF.

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Laberintos.indb 404 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Cuadro 4. Estado de México: indicadores de la inmigración


interestatal por región, 1985-1990

Región ITOT IDF IOTRA


Estado de México 9.19 69.75 2.31
Valle de Cuautitlán-Texcoco 11.53 70.98 2.45
Municipios conurbados 11.81 71.44 2.50
Valle de Chalco 13.34 69.07 2.23
Municipios no conurbados 5.45 67.28 2.06
Zona Oriente 2.72 59.36 1.46
Valle de Toluca 3.39 56.12 1.28
Zona Metropolitana de Toluca 4.1 54.85 1.21
Resto Valle de Toluca 1.57 64.57 1.82
Zona Poniente 1.57 46.77 0.88
Zona Poniente Norte 1.57 56.14 1.28
Zona Poniente Sur 1.56 27.52 0.38
Fuente: Misma del cuadro 3 y cálculos propios.

Sólo en 17 municipios el porcentaje de inmigrantes sobre la población de 5


años y más en 1990 resulta superior al promedio estatal de 9.19% (véase el
cuadro 4). Se trata, por supuesto, de varios municipios metropolitanos del
Valle Cuautitlán-Texcoco, que siguen siendo los receptores más importantes
de los flujos migratorios interestatales, aunque ahora provenientes, como
dijimos antes, del DF. Esto no quita que otros municipios alejados y fuera de
esta zona sean receptores de una proporción mayor de inmigrantes del DF
que de cualquiera otra entidad federativa. En efecto, sólo 40 de los 121 mu-
nicipios registran migración mayoritaria proveniente de las demás entidades.
Casi todos ellos -salvo excepciones como Chiconcuac, Teotihuacán, Naucal-
pan y Texcoco, entre otros- se ubican a distancias mayores de 80 km del DF.
En el caso del municipio de Toluca, por ejemplo, 47% de los inmigran-
tes era residente del DF antes de 1985. El resto tenía su residencia habitual
en diversas entidades entre las que destacan Michoacán, Veracruz y Guerre-
ro, pero también Hidalgo, Puebla y Guanajuato en menor cuantía.

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Laberintos.indb 405 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Regionalmente, según se aprecia en el cuadro 3, la inmigración que


llegó al estado de México en el quinquenio 1985-1992 se concentró mayo-
ritariamente en el Valle Cuautitlán-Texcoco. Esta zona sigue siendo como
siempre la receptora de migrantes interestatales. No es pues sorprendente
que incluso los capitalinos al decidir cambiar su residencia elijan algún mu-
nicipio metropolitano. Sin embargo, no se dirigen todavía hacia los muni-
cipios no conurbados dentro del Valle ni tampoco a los de la zona oriente
del estado, quizá por la falta en ellos de infraestructura física y equipamien-
to social a la altura de sus necesidades o preferencias. Lo anterior nos hace
pensar que la población capitalina que decide emigrar no percibe aún el
carácter megalopolitano de la región periférica de la ZMCM pues la ciudad
central sigue siendo el principal lugar de su trabajo. Su propósito parece ser
la búsqueda de mejor calidad de vida y menor costo de la vivienda, aunque
no de transporte.
En síntesis, la reciente inmigración del DF al estado de México se dis-
tribuye por zonas de la siguiente manera: el Valle Cuautitlán-Texcoco es
receptor de 94.8% del total, de los cuales 80.5% se estableció e el conjunto
de municipios conurbados, sólo el 1.5% en los no conurbados, menos de
1% en los de la zona oriente y 12.3% en los del Valle de Chalco. Al valle de
Toluca llegó 3.7% concentrándose en su mayoría en sus municipios metro-
politanos. Finalmente, a los municipios del poniente llegó el restante 1.5%
del total, dividido entre 1.2% a la parte norte y 0.3% a la sur.
En cuanto a la inmigración de otras entidades, ésta se concentra en me-
nor proporción en el Valle Cuautitlán-Texcoco. Del total, esta zona recibió
86% y el resto se distribuyó entre el Valle de Toluca (7.7% del total) y la
zona poniente (6.3%). Así, por ejemplo, si comparamos las proporciones
del total de inmigrantes al estado de México por origen (cuadro 3) a la
ZMT le correspondió en términos proporcionales el doble de inmigrantes
de otras entidades que del DF. Aun así, en términos absolutos, por cada
inmigrante de aquellas llegaron a los municipios del Valle de Toluca 1.28
inmigrantes de la capital (cuadro 4).

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las geografías (aplicaciones)

Cuadro 5. Migración de la población de 5 años y más por entidad federativa


hacia el Distrito Federal (Según lugar de residencia en 1985)

Entidad Inmigración % Emigración % I-E %


México 80,905 27.13 548,974 53.00 -468,069 63.47
Jalisco 8,818 2.96 37,330 3.60 -28,512 3.87
Guanajuato 9,070 3.04 35,766 3.54 -26,606 3.62
Morelos 7,802 2.62 32,463 3.13 -24,661 3.34
Baja California 2,681 0.90 25,696 2.48 -23,015 3.12
Querétaro 4,568 1.53 27,553 2.66 -22,985 3.12
Michoacán 14,926 5.00 35,528 3.43 -20,602 2.79
Aguascalientes 1,149 0.39 14,642 1.41 -13,493 1.83
San Luis Potosí 3,908 1.31 16,092 1.55 -12,184 1.65
Chihuahua 1,936 0.65 11,599 1.12 -9,663 1.31
Quintana Roo 1,493 0.50 11,100 1.07 -9,607 1.30
Yucatán 1,584 0.53 9,865 0.95 -8,281 1.12
Nuevo León 3,169 1.06 10,921 1.05 -7,752 1.05
Tlaxcala 5,376 1.80 12,462 1.20 -7,086 0.96
Puebla 31,200 10.46 38,213 3.69 -7,013 0.95
Tamaulipas 3,450 1.16 10,203 0.99 -6,753 0.92
Veracruz 28,355 9.51 34,876 3.37 -6,521 0.88
Coahuila 1,978 0.66 7,915 0.76 -5,937 0.80
Hidalgo 22,947 7.69 28,686 2.77 -5,739 0.78
Zacatecas 1,501 0.50 6,338 0.61 -4,837 0.66
Sonora 2,017 0.68 6,026 0.58 -4,009 0.54
Baja California Sur 767 0.26 4,079 0.39 -3,312 0.45
Durango 1,240 0.42 4,243 0.41 -3,003 0.41
Chiapas 7,018 2.35 10,000 0.97 -2,982 0.40
Tabasco 2,786 0.93 5,368 0.52 -2,582 0.35
Colima 785 0.26 3,211 0.31 -2,426 0.33
Sinaloa 2,743 0.92 5,139 0.50 -2,396 0.32
Nayarit 789 0.26 2,738 0.26 -1,949 0.26
Campeche 929 0.31 2,574 0.25 -1,645 0.22
Guerrero 16,649 5.58 15,765 1.52 884 -0.12
Oaxaca 25,696 8.62 20,393 1.97 5,303 -0.72

Total 298,235 100.00 1,035,758 100.00 -737,523 100.00

Fuente: INEGI (1990) XI Censo General de Población y Vivienda.

407

Laberintos.indb 407 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

En un periodo de cambio de la dinámica demográfica estatal, las tasas de cre-


cimiento natural y social municipales y el patrón de distribución, o geográfica
de la inmigración metropolitana e interestatal, constituyen los insumos para
diseñar políticas de desarrollo y programar la inversión pública en infraestruc-
tura y servicios. En esa parte del trabajo hemos descrito tales patrones, pero
falta dilucidar las razones que tienen los migrantes para decidir cambiar su
lugar de residencia y los factores locales en el origen y el destino que determi-
nan y condicionan tal decisión. Contestar estas interrogantes sería motivo de
una investigación de mayor profundidad que permita relacionar y comparar
las pautas de movilidad de la población en distintas escalas. En la próxima sec-
ción se presenta una aproximación cuantitativa de la migración interestatal.

Flujos descentralizadores interestatales

Los migrantes potenciales en virtud de la información a su alcance (objetiva


y/o subjetiva), por su ciclo de vida, o condición de trabajo, ingresos, etc.,
deben decidir sobre dos cuestiones:

1. Abandonar su lugar de residencia.


2. Escoger el lugar preciso donde irán a vivir y a trabajar.2

En esta tercera parte del trabajo y de manera muy apretada intentamos iden-
tificar algunos rasgos de otra geografía de la migración o, más bien, de otra
escala de la geografía migratoria del país. La escala es la del territorio nacional
subdividido en entidades federativas. El evento o proceso geográfico que se
reporta es el flujo de emigrantes e inmigrantes del DF hacia y desde el resto de
estados de la República Mexicana que se registró en el censo de población
de 1990 como población de 5 años y más que en 1985 residía en otra entidad

2
Si sólo se tratara del trabajo se convertirían en “commuters” o transmigrantes (Acuña,
1988).

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las geografías (aplicaciones)

diferente a la censada, en base al número absoluto y relativo de inmigrantes y


emigrantes del DF desde y hacia cada entidad y los respectivos saldos netos.
Como puede apreciarse en los totales del cuadro 5, más de un millón
de habitantes del DF cambiaron su lugar de residencia hacia alguna entidad
en el quinquenio y sólo cerca de 300 mil lo hizo desde éstas al DF. De tal
suerte que el balance migratorio fue, por primera vez en cincuenta años,
negativo en esta última entidad alcanzando una cifra de 737 mil personas.
Por estados, sólo Guerrero y Oaxaca fueron la excepción pues su balance
resultó favorable al DF con 884 y 5,303 personas, respectivamente.
Del millón de habitantes que perdió el DF en el quinquenio, la mayo-
ría (548,974) escogió como destino al Estado de México (53%). Las prefe-
rencias de los migrantes del DF no coinciden de manera recíproca con las
preferencias de los migrantes de las entidades federativas correspondientes.
En otras palabras, los flujos no son necesariamente proporcionales. Así, los
del DF prefieren de manera abrumadora desplazarse al Estado de México
aunque hay muestras de que un porcentaje importante de “defeños” optó
por otras entidades de la región centro de México como Morelos (3.1%)
y Querétaro (2.66%); del occidente, como Jalisco (3.6%) y Michoacán
(3.45); del Bajío, como Guanajuato (3.45%); y del norponiente, como
Baja California (2.5%). Todas estas entidades recibieron junto con Puebla
(3.7%) y Veracruz (3.37%), que también destacan como destino, el 25.8%
del total de emigrantes del DF durante el quinquenio. Por el contrario, los
inmigrantes al DF vienen, además del estado de México (27%) de Puebla
(10.5%), Veracruz (9.5%), Oaxaca (8.6%) e Hidalgo (7.7%). La región
centro sigue siendo, en efecto, la principal fuente de migración hacia el DF,
aunque ya en menor escala que en décadas pasadas. Por su parte, Guerrero
y Michoacán (5.6% y 5% respectivamente) mantienen su tradición como
entidades de origen de los migrantes a la principal metrópolis del país.
Una modalidad migratoria de interés es la que involucra a las tres gran-
des zonas metropolitanas. Con los datos a nivel estatal es posible tener
una idea del sentido y volumen de estas transacciones migratorias inter-

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laberintos geográficos: una antología

­ etropolitanas. El balance con Jalisco es negativo para el DF con 28,512


m
individuos. Esto significa que del DF salieron 37,330 para irse a radicar
a Jalisco (Zona Metropolitana de Guadalajara) por 8,818 jaliscienses que
llegaron al DF en el quinquenio. Con Nuevo León (Zona Metropolitana
de Monterrey) el saldo es también contrario al D.F. con 7,752 individuos.
Esto resulta de un intercambio de 10,921 “defeños” por 3,169 neoleoneses.
Regionalmente, también el norte resulta con un saldo positivo de in-
migrantes del DF pues mientras que esta última entidad aportó 72,360
migrantes, de la región fronteriza (Baja California, Sonora, Chihuahua,
Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) llegaron 15,231 al DF. Cabe señalar
que esta cifra representa 5.1% del total de inmigrantes al DF y la primera
7% de sus emigrantes totales. La diferencia absoluta de 57,129 significó
7.7% del saldo neto migratorio negativo del DF.
En otros trabajos (Aguilar y Graizbord, 1993; Graizbord, 1992; Graiz-
bord y Mina, 1993) habíamos hecho referencia a la Encuesta Nacional de
Migración en Áreas Urbanas (ENMAU). Señalábamos que el porcentaje
de inmigrantes que llegaron a las 15 ciudades medias más grandes del país
procedentes del DF había aumentado drásticamente conforme el periodo
de referencia era más cercano a la fecha del levantamiento de la ENMAU.
Esto último, al igual que los datos presentados en este trabajo, permite con-
firmar lo que desde 1982, (Graizbord, 1984; Ledent, 1982) incluso antes
de la publicación del censo de 1980, se había señalado respecto de la fase
descentralizadora en la urbanización reciente de México.

BIBLIOGRAFÍA

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dos Unidos”. Revista Mexicana de Sociología L, (4), pp. 277-322.
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410

Laberintos.indb 410 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

en la Reunión Nacional de ONGS en la Ciudad de México (18-


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y medio Ambiente en la Zona Metropolitana de la Ciudad de
México”, Serie Cuadernos de Trabajo 2. México: LEAD, El Co-
legio de México.

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Laberintos.indb 411 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 412 06/03/24 17:22
CAMBIOS REGIONALES
EN LA GEOGRAFÍA MEXICANA1

LA GEOGRAFÍA DEL SIGLO XX

E n el siglo XX, México siguió un proceso histórico basado en el uso in-


tensivo de sus recursos naturales. Experimentó el mayor crecimiento
poblacional de su historia, principalmente urbana, y realizó esfuerzos por in-
dustrializar su economía. Ello ha permitido el desarrollo y la modernización
del país y, al mismo tiempo, el incremento de las desigualdades sociales entre
los más ricos y los más pobres, los desequilibrios geográficos entre el campo y
la ciudad, y los desbalances sectoriales entre el sector tradicional (campesinos
y artesanos) y aquellas actividades en las que el capital se utiliza de manera
intensiva.
Aquí describiremos algunos cambios que la geografía nacional ha su-
frido en este proceso. Haremos referencia a los recursos, la población y
las actividades económicas -en los sectores primario (el agro y la minería),
secundario (la manufactura y las actividades de transformación), y tercia-
rio (la distribución, el transporte, el comercio y diversos tipos de servicios
personales, sociales, gubernamentales, y otros orientados a la producción

Graizbord, B. y C. León (2001), “Cambios regionales en la geografía mexicana”, en So-


1

ledad Loaeza (coord.), Gran Historia México Ilustrada. Tomo V, El siglo XX mexicano. El siglo
del cambio, de 1920 a nuestros días. México: Planeta, CONACULTA-INAH, pp. 201–220.

413

Laberintos.indb 413 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

como los financieros, informáticos, etcétera)- que se relacionan entre sí de


manera sutil y compleja, tanto espacial como temporalmente.

Enfoque de la geografía

Desde una perspectiva geográfica, la organización del territorio nacional se


entiende como la distribución espacial de la población, las actividades eco-
nómicas y los recursos. Pero la forma en que una de estas variables se distri-
buye geográficamente se explica por la forma en que se distribuyen las otras
dos. Por ejemplo, las actividades económicas y la población responden a la
presencia de recursos naturales. Pero estos últimos no sólo aparecen visibles
sobre la superficie de la tierra, como los bosques, lagunas ríos, etcétera, sino
también se encuentran en el subsuelo -como los minerales, la energía fósil,
los mantos acuíferos que envuelve la Tierra. La tecnología o nivel de desa-
rrollo determina su utilidad y la capacidad humana de aprovecharlos. (Esta
relación adquiere modalidades diversas en función del desarrollo tecnológico
y otros factores de tipo social y cultural, como serían la forma de la organiza-
ción sociopolítica de una población determinada y los valores prevalecientes
o conocimiento objetivo -mitológico- sobre el o los lugares, el espacio ha-
bitable, los recursos y, en general la naturaleza o el entorno biogeográfico.)
Por lo tanto, describir la evolución de la geografía nacional implica indagar
sobre los procesos que han determinado que los individuos o grupos sociales
ocupen y utilicen ciertos lugares en un momento o periodo preciso.

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las geografías (aplicaciones)

Un “lugar” no es un “punto en el espacio”

“Aquí” y “ahora” no significan en realidad sino una manifestación azarosa


de un proceso cuyos elementos pudieran perfectamente no estar presentes
o no ser visibles para el observador. Un “lugar” no es “un punto en el es-
pacio”. Más bien se refiere al entorno, ámbito o contexto específico de la
interacción entre cosas, entre cosas y “hombres”, y entre individuos o gru-
pos sociales, y puede variar desde una habitación, una esquina o crucero,
el galerón de una planta industrial, un pueblo o una ciudad, hasta el área
territorialmente delimitada que ocupa el estado-nación. Pero estos lugares
se encuentran divididos o regionalizados y estas regiones constituyen el
ámbito o referente espacial de las interacciones que dan lugar a la institu-
cionalización de la vida social. Una región, entonces, no debe entenderse
como la localización en el espacio geográfico de cosas, individuos o grupos
y comunidades, como tales, sino como la “zonificación espacio-temporal”
de las prácticas sociales rutinarias. Anthony Giddens, en “Time, Space and
Regionalization” (en David Gregory y John Urry, comps., Social Relations
and Spatial Structures, 1985), distingue entre locale y place. Nosotros prefe-
rimos utilizar lugar, si bien nos adherimos a la conceptualización de locales.

Las regiones geográficas y su delimitación

La ciencia geográfica propone dos criterios prácticos para delimitar una re-
gión o un espacio determinado de la superficie terrestre. Por un lado, existe
la posibilidad de identificar una región con base en la presencia de atributos
socioculturales y/o económicos que permiten reconocer un territorio homo-
géneo o bien un espacio geográfico cohesionado funcionalmente -la cohe-
sión funcional es la relación estrecha que se establece por complementación
(básicamente de tipo económico) entre áreas o centros no necesariamente

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laberintos geográficos: una antología

contiguos-. Por otro lado, se reconoce la existencia de regiones “naturales”


que pueden o no coincidir con las anteriores, pero que muestran elementos
biogeofísicos comunes: vegetación, clima, orografía, hidrografía, etcétera.
Una delimitación de regiones “naturales” con base en rasgos biogeofísicos
no es más sencilla que una regionalización geoeconómica o sociodemográ-
fica con base en rasgos culturales, o que el trazo de límites de relaciones
funcionales en el espacio geográfico. En nuestro país se han intentado cla-
sificaciones del medio natural desde principios de los años treinta del siglo
XX, cuando el presidente en turno se propuso inventariar los recursos del
país para gobernarlo mejor, una vez terminado el periodo del caudillismo
militar regional.
La clasificación de las regiones naturales de México ha transitado desde
una descripción zonal relativamente estática, en función de atributos oro-
gráfico-climáticos, a una más reciente donde las propiedades paisajísticas
se agrupan enfatizando ecosistemas o relaciones funcionales, con una idea
de fondo que atañe a la conservación de los recursos naturales (fauna, flora
y servicios ambientales). Las primeras clasificaciones destacaban aislada-
mente elementos topográficos como cordilleras, sierras, mesetas, valles o
planicies, las últimas proponen unidades de paisaje donde los aspectos del
clima y vegetación dominante son los atributos que determinan su nueva
nomenclatura, aunque ésta haya heredado algunos nombres que coinciden
espacialmente con las primeras.
En general, la mayoría de estas clasificaciones reconocen el tipo de ve-
getación como el principal criterio de delimitación -aunque existe también
una división del territorio nacional con base en una zonificación “climáti-
ca”, como se puede ve en Modificaciones al sistema de clasificación climática
de Köppen, de Enriqueta García-. Pero mientras más criterios se sobreponen
y dejan de ser precisos, se hacen difusos o ambiguos.
En la práctica, es difícil llegar a una delimitación clara y tajante. La con-
tinuidad/fragmentación del paisaje, de los recursos naturales, reside en la
interconexión entre procesos naturales, socioeconómicos y políticos, en dis-

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las geografías (aplicaciones)

tintas escalas. Muchas veces no se reconoce la interdependencia compleja


de los recursos naturales compartidos entre grupos comunidades y nacio-
nes. Las fronteras políticas internacionales se interponen para un manejo
integral del recurso casi siempre escaso, a pesar del carácter común o global
de algunos de ellos como son los océanos, atmósfera, biodiversidad, etcé-
tera. En la escala nacional, la existencia de marcas territoriales que dividen
la superficie terrestre tampoco corresponde necesariamente a los distintos
elementos físicos (orografía, agua subterránea, cuencas atmosféricas o hi-
drológicas), biológicos (zonas de producción y crecimiento de organismos,
áreas de distribución de especies) o ecológicos (ecosistemas, hábitats, co-
munidades, nichos). La interacción de estos elementos, experimentada con
diferente intensidad y expresada también como el pulso de la historia local
y regional, es acumulativa. Deja cicatrices o huellas muchas veces irreversi-
bles que se identifican en el espacio geográfico como puntos, áreas o línea
—como, por ejemplo, la creación de un lago artificial por la construcción
del vaso de una presa, que deja bajo el agua no sólo los elementos naturales
sino vestigios históricos producto también de la presencia del hombre (mo-
numentos, caminos, viviendas, canales de riego, etcétera)—. Una expresión
extrema de estos cambios en el paisaje es la ciudad, que da cuenta de un
ambiente cultural, sociopolítico y tecnológico que distingue en tiempo y
espacio a un grupo humano de otro.

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laberintos geográficos: una antología

Perspectiva sobre la geografía

Las diferentes perspectivas epistemológicas sobre la ciencia geográfica y,


por tanto, sobre su enfoque, se pueden resumir en aquellos que la consi-
deran como “ciencia espacial” en la que hay lugares espaciales, relaciones
espaciales y procesos espaciales, mientras que otros consideran que las re-
gularidades espaciales, los patrones espaciales y los factores espaciales no
están vacíos de contenido social. Sin embargo, recientemente se tiene claro
que los procesos sociales tienen lugar en un espacio y en un mundo geográ-
ficamente diferenciado y que no pueden darse o concebirse más que en un
tiempo y espacio determinados. De tal suerte que cualquier distribución
espacial fluye en las relaciones sociales y, por tanto, la organización espacial
de la sociedad es crucial para entender la manera en que se dan los proce-
sos sociales y, no menos, la habilidad adquirida para actuar e influir sobre
ellos. Sobre este punto se puede consultar “New Directions in Space”, de
Doreen Massey (en David Gregory y John Urry, comps., Social Relations
and Spatial Structures, 1985).

Como sea que se conciba esta transformación del paisaje, las condi-
ciones actuales del territorio resultan de la relación del hombre con los
recursos a su alcance y, cada vez más, de la interacción entre el desarrollo
urbano y el rural. Las acciones directas e indirectas sobre el hábitat natural
y sus atributos son prácticamente perceptibles en cualquier lugar del mun-
do. Así lo confirman en la actualidad no sólo el atractivo paisaje artificial
de los campos de cultivo o los bosques sembrados, sino, dramáticamente,
la erosión del suelo, la desertización y deforestación o la acumulación de
gases invernadero en la atmósfera, que es causa del cambio climático que
experimenta el planeta.

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las geografías (aplicaciones)

Fronteras y espacios diferenciados

Las fronteras entre países y estados coinciden algunas veces con accidentes
naturales del terreno. Un río como frontera constituye un recurso que de-
limita pero que representa al mismo tiempo un reto para su manejo y uso
compartido. Otra frontera es la cota superior o más alta de un sistema mon-
tañoso, parteaguas de laderas arboladas y serranías a cuyos lados se extiende
uno y otro territorio; tal es el caso de los estados de México y Michoacán o
bien, de Sinaloa y Sonora, en estos casos se comparte una misma montaña,
un mismo sistema forestal.
Las fronteras responden a líneas imaginarias definidas a veces en coor-
denadas geográficas -un paralelo o un meridiano- o bien líneas en zigzag
con múltiples vértices perfectamente localizados. Pero a veces la división
no está trazada en forma clara, pues surge de divisiones míticas o heredadas
que separan un territorio social de otro. Se trata de líneas imaginarias o
zonas que, aunque no estén reconocidas de manera forma o jurídica, divi-
den grupos étnicos, religiosos o culturales, como el caso de las “regiones de
refugio” expresadas cultural y territorialmente a partir de la presencia física
y los valores culturales de grupos étnicos que han sido empujados por la
“civilización” moderna o han vivido allí desde tiempos inmemoriales y en
ocasiones, como en Chiapas, intentan un reconocimiento explícito de sus
diferencias.
Las fronteras presentan casi siempre problemas de manejo. Las cuencas
hidrológicas abarcan una parte del territorio que involucra a los usuarios
cuenca arriba con los de cuenca abajo, los de un lado de la rivera con los
del otro. Donde el territorio se divide por líneas fronterizas que no corres-
ponden a algún accidente topográfico es común que se trate de un paisaje
que requiere continuidad para su funcionamiento normal o natural, como
sería el tránsito de macrofauna (linces, borregos, venados, monos, etcétera).
Otro caso oculto a la vista pero presente en las relaciones humanas es el del
subsuelo. Los recursos enterrados, como por ejemplo los mantos acuíferos,

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laberintos geográficos: una antología

no aceptan fronteras artificiales pues siguen una dinámica o ciclo propio,


ajeno a decisiones políticas. Sin embargo, al encontrarse divididos (al igual
que sus zonas de recarga) por una frontera, resultan explotados de manera
diferente (insuficiente), lo cual puede ser origen de conflictos, como en
el caso de los ríos Colorado y Bravo, entre México y Estados Unidos, o el
acuífero subterráneo entre Chihuahua, Nuevo México y Texas.

Recursos

México posee una complicada orografía debido a la intensa actividad tec-


tónica que ocurrió en el periodo Cenozoico. La composición geológica es
también variada y compleja. En el territorio nacional existen prácticamente
todos los grupos y subgrupos climáticos posibles y las variaciones se dan en
una distancia de pocos kilómetros. Esta variabilidad climática se debe a la
gran complejidad topográfica de nuestro territorio, a la anchura variable del
continente a lo largo de éste, a las corrientes marinas que bañan los litorales
del Pacífico, el Golfo de México y el mar Caribe, y a la situación latitudinal
del país en relación con los grandes cinturones de vientos y con la trayec-
toria que por ello siguen las tormentas tropicales y las masas polares. Sin
embargo, cerca del 56 por ciento del territorio es árido y semiárido -en el
norte-, 37 por ciento es húmedo -en el extremo sur.
No menos diverso es nuestro país por su población, especialmente la
indígena. México cuenta con un mosaico étnico cultural rico y variado,
compuesto por al menos 60 grupos indígenas que hablan 57 lenguas dife-
rentes. En 1995, poco más de 5.5 millones de individuos de 5 años y más
hablaban alguna lengua indígena, casi todos en zonas rurales y asociados a
recursos forestales en el sureste o zonas críticas erosionadas del centro y del
norte.

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Laberintos.indb 420 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

El paisaje

La heterogénea fisiografía de México, su paisaje natural y también el cultural


ha sido mencionados desde las crónicas de españoles y de naturalistas como
el barón de Humboldt. En comparación con otros países de América, Mé-
xico cuenta con pocos paisajes monótonos, uniformes y de gran extensión.
A finales de los años sesenta del siglo XX, la geografía del país se definía a
partir de binomios o pares de criterios: seco-húmedo, yermo-poblado, mes-
tizo-indígena, reciente-antiguo, moderno-tradicional, etcétera, el primero
referido siempre al “norte” y el segundo al “sur”, o bien como un esquema
centro-periferia que representaba respectivamente la capital y la provincia
o “el interior” —que paradójicamente llegaba a ambas fronteras: sur y nor-
te—. Sin embargo, hoy se acepta que habitamos un México complejo, es-
pacialmente diferenciado, y que ni siquiera esfuerzos recientes —como el
de Claude Bataillon, con su obra Espacios mexicanos contemporáneos— han
podido simplificar aspectos orográfico-paisajísticos de la geografía de Méxi-
co. Efectivamente, existen muchos “nortes” y muchos “sures” mexicanos. La
riqueza exaltada por el barón de Humboldt toma forma y vida a la hora de
describir el paisaje de México. La zona árida común al Trópico de Cáncer del
planeta cruza la frontera norte y se interna custodiando las dos sierras. Las
serranías, otrora vistas como barreras para el tránsito o como zonas mineras,
ahora se transforman no sólo en reservas forestales, o en refugio y bastión
de la biodiversidad (en el espacio de la conservación), sino simultáneamente
en generadoras de otros servicios ambientales y productoras garantes de la
calidad y disponibilidad del agua que se requiere cuenca abajo, en zonas
agrícolas y urbanas.

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laberintos geográficos: una antología

El mito del “cuerno de la abundancia” mexicano

Durante mucho tiempo se pensó que la riqueza de nuestro país era ilimi-
tada al grado de ver en su forma geográfica un “cuerno de la abundancia”.
El origen de este mito -que se resiste a desaparecer a pesar de los hechos
contundentes de la crisis ambiental actual- puede rastrearse en el siglo XIX.
Enrique Krauze en su libro Mexicanos eminentes (1999) dice a propósito
de la influencia de Alejandro de Humboldt en México: “Lucas Alamán le
escribió [a Humboldt] hacia 1825: ´Por vuestras luminosas obras… puede
formarse una idea de lo que México llegará a ser regido por una buena
constitución, ya que este país posee todos los elementos indispensables
para su prosperidad´…”A esto Krauze comenta: “Este intercambio epis-
tolar de entusiasmo casi mesiánico ocurría… en el momento de una fugaz
esperanza colectiva… El ánimo correspondía puntualmente a sus reflexio-
nes sobre la riqueza y potencialidad del suelo mexicano. Los criollos mexi-
canos… llegaron a leer el célebre ensayo de Humboldt publicado en 1811
más como una profecía nacional que como un libro científico”. En efecto,
para Humboldt -continúa Krauze-: “El vasto reino de la Nueva España,
bien cultivado, produciría por sí solo todo lo que el comercio va a buscar
en el resto del globo: el azúcar, la cochinilla, el cacao, el algodón, el café, el
trigo, el cáñamo, el lino, la seda, los aceites y el vino. Proveería de todos los
metales, sin excluir el mercurio; sus excelentes maderas de construcción y
la abundancia de hierro y cobre favorecerías los progresos de la navegación
mexicana; bien que el estado de ellas y la falta de puertos… oponen obs-
táculos que serían difíciles de vencer”. A lo que concluye: “El tiempo y la
dura realidad desmentirían casi todos los entusiasmos”.

Finalmente, en una intrincada fragmentación se encuentran tanto las sel-


vas secas como las húmedas -distribuidas las primeras en el Pacífico y las

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las geografías (aplicaciones)

últimas en el sureste-, habitadas principalmente por población rural, grupos


campesinos e indígenas. Contienen un universo poco explorado de especies,
pero con lo que se sabe, tanto el riesgo de extinción como el potencial de
su riqueza van de la mano con la alteración de los hábitats naturales como
consecuencia del elevado ritmo de explotación e intenso uso de los recursos.

Zonas ecológicas como unidades de paisaje

Múltiples esfuerzos de regionalización con énfasis en aspectos ecológicos de


la última década del siglo XX muestran una preocupación por la desapari-
ción y alteración de los atributos del paisaje y tienden a estimar de manera
realista las pérdidas del potencial productivo, los riesgos de la erosión y del
balance hídrico y su disponibilidad y, en última instancia, la vulnerabilidad
de la riqueza biótica y genética del país. Tal es el caso de Víctor Toledo y Ma-
ría de Jesús Ordoñez, quienes en 1993 definieron distintos tipos de hábitats
terrestres, también denominados zonas ecológicas.

Esta zonificación ecológica, basada en criterios que incluye tipo de ve-


getación, clima y diversos aspectos biogeográficos, distingue las siguientes
categorías:
El propósito de esta regionalización (como el del cualquier otra) fue
simplificar la heterogeneidad ecológica y facilitar el reconocimiento general
de las discontinuidades del paisaje.

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Laberintos.indb 424
Cuadro 1. Características de las zonas ecológicas

424
Superficie Tipos de
Zona Ecológica Porcentaje Significado
aproximada (km2) clima
Cálido húmedo con
Am
abundante lluvia en verano
1) Tropical cálida-húmeda 214,253 11
Cálido subhúmedo con
Af
lluvia todo el año
Cálido subhúmedo con
2) Tropical cálida-subhúmeda 331,119 17 Aw
lluvias en verano
Templado húmedo con
C(m)
3) Templada húmeda abundantes lluvias en verano
19,477 2
(bosque húmedo) Templado húmedo con
C(f )
lluvias todo el año
Templado subhúmedo
4) Templada subhúmeda 389,551 20 Cw
con lluvias en verano
Bs Clima semiseco
5) Árida y semiárida (desiertos) 973,877 50
Bw Clima muy seco
6) Zona inundable o de transición (En casi toda la línea costera se
19,477 I
mar-tierra (manglares y pantanos) presentan todos los climas)
Total 1’947,754 100
laberintos geográficos: una antología

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las geografías (aplicaciones)

Ecorregiones: ¿recursos compartidos?

En 1997, tres años después de firmado el Tratado de Libre Comercio (TLC)


entre México, Estados Unidos y Canadá, apareció una publicación de la Co-
misión de Cooperación Ambiental (derivada de los acuerdos paralelos al TLC
sobre medio ambiente), en donde se hace un reconocimiento explícito de la ne-
cesidad de compartir responsabilidades entre los tres países para la protección
ambiental. Más aún, se destaca la interdependencia y conectividad de los eco-
sistemas a escala continental y señala que es precisamente en la base ecológica
donde reside el potencial del desarrollo humano, al afirmar que “todos compar-
timos recursos vitales: aire, océanos, ríos, montañas y bosques… estos recursos
naturales son la base de una vasta red de ecosistemas que sostienen nuestra sub-
sistencia y bienestar” y, al mismo tiempo, que “actualmente son los seres huma-
nos la principal fuerza que subyace en la mayoría de los cambios ecológicos”.
Se trata, sin duda, de un reconocimiento explícito de la continuidad
geográfica del territorio mas allá de las fronteras políticas de los países. Es
quizá consecuencia tardía de la integración económica y de la sinergia del
conocimiento y experiencia acumulados. Se deriva, por un lado, de conflictos
fronterizos (por recursos naturales entre los países que lo conforman, princi-
palmente asociados al agua) y, por otro, de tratados internacionales, por ejem-
plo, sobre aves migratorias, mamíferos marinos, transporte transfronterizo de
sustancias peligrosas (Convenio de Basilea), etcétera.
Las ecorregiones de América del Norte son unidades de paisaje o ecosis-
temas analizados y agrupados en tres niveles de resolución. El primer nivel
tiene 15 unidades, el segundo 52 y el tercero alrededor de 200. Esta clasi-
ficación es importante porque a medida que disminuye la escala aumenta
la resolución y, por tanto, el detalle, de tal manera que es posible asociar
a cada mancha del mapa (clase) un número de especies vegetales y/o de
fauna características, y así poder visualizar factores de la biodiversidad y,
de manera paralela, elementos sociales y económicos que establecen las bases
comparativas para estimar la presión que existe en uno y otro ecosistemas.

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Cuadro 2. Ecorregiones de América del Norte presentes en México

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Ecorregiones de América del Norte Distribución con respecto
Características principales
(primero y segundo niveles) a América del Norte
9 Grandes planicies Es un paisaje que Se ubican en la parte central del continente y se extiende
9.5 Planicie costera de Texas-Luisiana prácticamente comporten los desde Canadá hasta el norte de México. Clima subhúmedo-
tres países. semiárido (22 a 26°C y 300-400 mm/año). Originalmente
9.6 Planicie semiárida de Tamaulipas-Texas
contuvo una amplia gama de pastizales, sustituidos hoy en
Una porción muy día por la actividad agropecuaria. En la porción mexicana se
pequeña (9 por ciento) se caracteriza por pastizales y arbustos (mezquite-acacia).
encuentra en México.
10 Desiertos de América del Norte Aproximadamente un tercio Inmensas extensiones relativamente homogéneas de arbustos
10.2 Desiertos sonorense y de Mohave de la superficie se localiza (como la gobernadora), pastizales y cactáceas (p. ej. cardones y
en México (28 por ciento). cirios), con climas extremosos con poca lluvia (130-380 mm/
10.3 Desierto de Baja California
año). Presentan temperaturas promedio muy altas e índices de
10.4 Desierto chihuahuense evaporación altos, registrándose temperaturas récord de hasta 57°C.
11 California mediterránea La mayor superficie se Pequeño cinturón donde el clima desértico es controlado por la brisa
11.1 California mediterránea encuentra del lado de Estados marina, haciéndolo menos riguroso, más húmedo y agradable, lo
Unidos (88 por ciento). que permite el éxito de viñedos y olivos. Presenta veranos calientes
y secos e inviernos templados y húmedos (7 a 25°C, 200-1000 mm/
año).

Son frecuentes las sequías extremas y la niebla costera es común.

El paisaje de la vegetación es de chaparral con


manchones de bosques de encino y pastizales.
12 Elevaciones semióridas meridionales Paisaje primordialmente Zona de transición entre las sierras y los desiertos de América
laberintos geográficos: una antología

12.1 Piedemonte de lo Sierro mexicano (82 por ciento). caracterizada por pastizales, matorrales y bosques, con climas
Madre Occidental semiáridos (12-20°C y 300-600 mm/año). El zacate azul es una
Una pequeña porción se especie importante, y son frecuentes los mezquites y huizaches.
12.2 Altiplanicie mexicono
encuentra en Estados Unidos.

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Laberintos.indb 427
Cuadro 2. Continuación
Ecorregiones de América del Norte Distribución con respecto
Características principales
(primero y segundo niveles) a América del Norte
13 Sierras templadas Paisaje primordialmente Incluye las principales montañas mexicanas, cubre aproximadamente
13.2 Sierra Madre Occidental mexicano. Una pequeña el 25 por ciento del territorio de México. Alrededor de 40 millones
porción se encuentra de personas habitan esta región y las principales ciudades del país
13.3 Sierra Madre Oriental
en Estados Unidos se localizan aquí (primordialmente en 13.4). La vegetación está
13.4 Sistema volcánico transversal (19 por ciento). constituida básicamente por coníferas y encinos de cuyas especies
13.5 Sierra Madre del Sur México presenta la mayor diversidad y endemismos.
13.6 Sierra Madre de Centroamérica
y Altos de Chiapas Son conspicuos los bosques de niebla. El clima es templado
y muy húmedo (10-22°C y 100/4000 mm/año).
14 Selvas cálido­secas Exclusivo de México Estos bosques tropicales se caracterizan por especies caducifolias
14.1 Planicies costeras y lomeríos (100 por ciento). (que pierden su follaje durante el invierno), son propiamente
secos del golfo de México selvas bajas (4-15 m) con gran riqueza de especies vegetales. Se
extienden por el lado del Pacifico hasta América Central y el
14.2 Planicie noroccidental de
extremo norte de América del Sur. Presentan un clima tropical
la península de Yucatán
con intensas precipitaciones en verano (20-29°C y 600-1600 mm/
14.3 Planicie costera, lomeríos año). Esto implica un marcado patrón estacional con una diferencia
y cañones del occidente fisonómica entre la estación seca y la húmeda (muy verde).
14.4 Depresiones intermontañas
14.5 Planicie costera y lomeríos del Pacífico
14.6 Sierra y planicies del Cabo
las geografías (aplicaciones)

15 Selvas cálido­húmedas Paisaje primordialmente Selvas tropícales húmedas altas (hasta más de 40 m) con lluvias
15.1 Planicies costeras y lomeríos mexicano. Una pequeña prácticamente todo el año (20-26°C y 1500-3000 mm, aunque en
húmedos del golfo de México porción se encuentra en la algunas áreas alcanza más de 4000). En flora y fauna es uno de los
Florida (6.7 por ciento). más ricos del mundo. Su divesidad de especies de árboles es cuatro
15.2 Planicie y lameríos de la
veces mayor que la de bosques templados del norte de América.
península de Yucatán
15.3 Sierra de los Tuxtlas
15.5 Planicies y lomeríos del occidente
15.6 Planicie costera y
lomeríos del Soconusco

427
La numeración corresponde a la clasificación original.
Fuente: Comisión de Cooperación Ambiental, Regiones ecológicas de América del Norte. Hacia una perspectiva común, CCA, 1997.

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laberintos geográficos: una antología

En México se presentan 7 de las 15 grandes unidades del primer nivel y 24


de las 52 subregiones del segundo; las “grandes planicies”, los “desiertos de
América” y la “California mediterránea” atraviesan la frontera norte del país
y, por tanto, se comparten con Estados Unidos y Canadá. Las “elevaciones
semiáridas meridionales” y las “sierras templadas” se encuentran en mayor
proporción en terreno mexicano y, a nivel subcontinental, las “selvas” tanto
secas como húmedas sólo se localizan en México.

Áreas naturales protegidas: intento de conservación y manejo

Los intentos clasificadores de unidades paisajísticas o ecosistemas han contri-


buido a la política ambiental, que en nuestro país adquirió niveles ministe-
riales en 1994 con la creación de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos
Naturales y Pesca (Semarnap). Esta dependencia federal ha buscado conte-
ner el proceso de deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales
renovables, fomentar una producción limpia y “sustentable”, y contribuir a
través de la gestión de los recursos naturales a mitigar la pobreza y a mejorar
el bienestar de las comunidades que se asientan en áreas rurales ricas en estos
recursos y/o críticas en su explotación y deterioro. Entre múltiples accio-
nes de política cabe mencionar el Programa de Áreas Naturales Protegidas
(ANP) que, si bien hereda iniciativas anteriores de decretos de creación que
se remontan a los años cuarenta y cincuenta, en su gestión actual busca pro-
teger la biodiversidad y la vida silvestre, y consolidar su manejo.
Este programa ha seleccionado áreas en diferentes zonas del país con
las que se busca mantener y representar toda la gama de los hábitats y es-
pecies del mosaico nacional. En México existen en la actualidad 36 ANP
prioritarias. Forman parte de un sistema de 117 áreas con poco más de
12.7 millones de hectáreas que incluyen 26 reservas de la biosfera (con más
de 9 millones de hectáreas), 64 parques nacionales, cuatro monumentos
naturales, cinco áreas de protección de recursos naturales, cinco áreas de

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las geografías (aplicaciones)

protección de recursos naturales, 11 de protección de flora y fauna y siete


que corresponden, entre otras áreas, a las islas del Golfo de California.
Las tasas de explotación intensiva por presiones económicas y demográfi-
cas, y el deterioro y pérdida de bosques y selvas, así como de extinción de es-
pecies, a pesar de enormes esfuerzos desplegados por las autoridades ambien-
tales, son alarmantes en nuestro país y México ha entrado al siglo XXI con la
tarea de crear conciencia de la importancia que esta riqueza representa para
las generaciones futuras de mexicanos, del valor económico aún no estimado
de estos recursos y de los servicios ambientales que presentan, así como de los
costos sociales e históricos que pudieran derivarse de su pérdida irreversible.

LA RELACIÓN RECURSOS-POBLACIÓN-ECONOMÍA:
DOS EJEMPLOS

Control y aprovechamiento del agua

A lo largo del siglo XX, el país fue testigo de la construcción de infraestruc-


tura física con el propósito de aprovechar recursos y comunicar las regiones
en donde éstos se encuentran con los mercados donde se consumen o se
requieren. También ha visto ampliar la frontera agrícola con el afán de cum-
plir, en ocasiones irracionalmente, con el reparto agrario. Pero “la mística
de la gran obra” -como la llamó Alejandra Moreno Toscano en un artículo
publicado en 1999-, en especial la hidráulica, chocó en la década de los años
setenta con el Plan Chontalpa en donde “la realidad de los presupuestos le
impuso por primera vez límites a la imaginación de los planificadores-cons-
tructores”. Esta colonización, que destruía bosques para abrir campos de
cultivo y de pastoreo, generó enormes conflictos no sólo sociales sino am-
bientales. Acabó con humedales, rompió el equilibrio bioclimático y propi-
ció problemas de deslizamiento de tierras. Algunos vasos de las presas que se
construyeron e inauguraron como “bombo y platillo” se azolvaron y el salitre
afectó la tierra y la calidad de las aguas.

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laberintos geográficos: una antología

Ejemplos de desastres ecológicos, aparte del de Chontalpa, los hay en


la creación de la Comisión del Lerma y los proyectos hidráulicos de acarreo
de agua potable de esta misma fuente para la Ciudad de México. En el caso de
esa Comisión, no sólo hubo incapacidad para crear los mecanismos de coor-
dinación con el fin de que los gobiernos municipales y estatales cooperaran
con los planificadores, sino un derroche de recursos e inamovilidad para
poner en práctica los más de 600 estudios que se habían terminado a fines
de la década de los setenta. Nos sorprende, pues, el estado de deterioro que
actualmente guarda el cauce y la falta absoluta de control en la mayor parte
de las descargas de aguas residuales al río.
El Lerma está asociado no sólo a la historia del lago de Chapala -a
punto de desaparecer- sino a los esfuerzos para dotar de agua a la ciudad de
México. A partir de que rebasó el millón de habitantes en 1930, la capital
requirió más agua de la que se encontraba en el subsuelo. Entonces se inició
una obra que terminó en 1951 con la llegada del líquido del Lerma a la
ciudad, que en ese entonces ya tenía más de dos millones de habitantes. La
idea de abastecer de agua a los capitalinos desde fuentes externas, en vez de
optar por un sistema de captación y manejo de agua pluvial y del subsuelo,
afectó sin remedio el balance regional. La segunda etapa del proyecto ter-
minó en 1975, cuando la población de la metrópoli alcanzaba 11 millones.
En 1981 tuvo que sustraerse agua del Cutzamala y en la actualidad, para
una población de 18 millones, se contemplan otras fuentes externas, con lo
que la población se verá afectada en sus actividades y las regiones sufrirán
pérdidas y una transformación de sus sistemas naturales.

Cuencas hidrológicas y desarrollo regional

Después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la atención estatal se


dirigió al desarrollo regional mediante estrategias de manejo de cuencas

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las geografías (aplicaciones)

hidrológicas. Con ello se buscaba controlar inundaciones, corregir y regular


la dotación de agua potable, ampliar la generación de energía hidroeléctrica
y establecer sistemas de comunicación para apoyar el arranque industrial y
agrícola y responder al proceso de rápida urbanización que se iniciaba. Esta
estrategia respondía a expectativas de descentralización y apertura de espa-
cios de colonización, al incorporar al proceso de desarrollo zonas alejadas
de la mesa central. La industria, sin embargo, no se descentralizó y, en cam-
bio, se concentró cada vez más en el centro del país (en la ciudad de México),
al igual que la población pues los migrantes privilegiaron como destino la ca-
pital y algunas ciudades fronterizas durante las dos décadas que siguieron al
inicio de los proyectos. Se crearon comisiones para el manejo de las cuencas:
la del río Papaloapan en 1947, la del Tepalcatepec en 1949; las del Grijalva
y del Fuerte en 1951, un año antes -en 1950- se había creado la Comisión
Lerma-Chapala-Santiago. En 1960 se creó la del Balsas, que absorbió a la de
su tributario, el Tepalcatepec.
A todas las comisiones se les encomendó el “desarrollo integral” de las
cuencas correspondientes y se les otorgaron “facilidades para el planeamien-
to, preparación, construcción de obras para la irrigación, el desarrollo de
fuentes de energía, control sanitario (para enfrentar el impacto de posibles
inundaciones), el establecimiento de comunicaciones -incluyendo carrete-
ras, ferrocarriles, telégrafos y teléfonos- y la creación y expansión de centros
de población”. Y si bien en ningún caso se logró “desarrollo integral”, se
alcanzaron algunos éxitos en la producción agrícola de cultivos comerciales
como en el valle del Fuerte, asimismo, con la construcción de presas se
amplió la superficie irrigada y la generación de electricidad. En general, sin
embargo, los estudiosos de estos proyectos coinciden en afirmar que frente
a estos resultados positivos no se generaron vínculos o cadenas productivas
que pudieran haber significado un desarrollo económico integral y sosteni-
do, ni tampoco se logró que la gestión de la inversión pública se coordinara
entre comisiones y gobiernos federal, estatales y municipales.

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laberintos geográficos: una antología

Población: Crecimiento y distribución, 1900-1970

Al inicio del siglo XX había en el país una población de poco más de 13


millones de habitantes. Durante las primeras décadas del siglo y hasta 1940
la población mexicana creció a una tasa inferior a 2 por ciento anual, si bien
en el periodo revolucionario se perdieron casi un millón de vidas, ya que el
censo de 1910 registró 15´160,369 personas y según el de 1921, cuando
se levantó el siguiente censo al fin de la Revolución, México contaba con
14’334,780 habitantes. Estas primeras dos décadas mostraron una pobla-
ción estable que una vez alcanzada la paz aceleraría su ritmo de crecimiento
al reducirse los niveles de mortalidad y aumentar los de natalidad, en virtud
de mejoras graduales en las condiciones de salud de la población en general.
La década de los años treinta marca el inicio de la transición demográ-
fica en México. En las primeras etapas, el descenso de la tasa media anual
de mortalidad, cercana a 25 por mil, y la curva tendencial ascendente de la
tasa de natalidad, cercana a 45 por mil, hacen que el crecimiento natural de
la población en México aumente, pero también que se reduzca el tiempo
necesario para duplicarla. Esto es, mientras que en los años veinte se reque-
rían casi 70 años para duplicar la población, en los setenta este periodo se
redujo a aproximadamente 20 años.
De los cuarenta a los setenta, la dinámica demográfica recibe el impacto
del crecimiento económico y de las modalidades del desarrollo que experi-
menta el país “en el volumen de la población, en su ritmo de crecimiento
por edades y en la distribución geográfica de sus habitantes” lo que, como
señalaba Gustavo Cabrera en 1974, “[incidió] en el mismo proceso de desa-
rrollo, es decir, en la evolución y estructura de población, en la distribución
y consumo de los recursos, en la organización y desarrollo de las institucio-
nes sociales, en la estructura de poder, etcétera”.
Estas décadas se caracterizaron por una migración intensa. Los esfuer-
zos por industrializar al país se hicieron a costa del abandono del sector
agropecuario. La población se vio impulsada a abandonar las precarias

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las geografías (aplicaciones)

condiciones existentes en el campo y emigrar a los centros urbanos y, en


particular, a la capital, razón por la cual la ciudad de México alcanzó el
millón de habitantes en 1930. La población del interior del país se dirigió a
ella buscando seguridad y refugio en el periodo de 1910-1921 y, posterior-
mente, entre 1950-1970, oportunidades de movilidad social, económica y
política. Entre 1950 y 1970, casi la mitad de los flujos migratorios en Mé-
xico tuvo como destino lo que ya en esos años constituía la zona metropo-
litana de la Ciudad de México (ZMCM), pues desde 1950 la ciudad había
desbordado en su expansión física los límites político-administrativos entre
el Distrito Federal y los municipios contiguos del Estado de México, que se
conurbaron en términos de continuidad de la mancha urbana.
La ciudad de México, con tasas anuales de crecimiento superiores
a 5 por ciento había aumentado su población de 3´135,673 en 1950 a
5´381,153 en 1960, triplicándose en 20 años hasta alcanzar 9´210,853
en 1970, mientras que la población del país casi se duplicaba al pasar de
25´829,753 en 1950 a 48´850,491 en 1970.
Otras ciudades crecieron aceleradamente en esos años. Guadalajara y
Monterrey se convirtieron en metrópolis regionales; pero centros turísticos
como Acapulco y algunas localidades en regiones petroleras también experi-
mentaron elevadísimas tasas de crecimiento no menores que las fronterizas.
Lo que se inició como un “credo” presidencial-recuérdese lo de “gobernar es
poblar” – resultó cierto en el caso de la frontera norte de México. Ciudades
como Mexicali, Tijuana y Ciudad Juárez se convirtieron en receptoras de
braceros y población que buscaba oportunidades de trabajo en California y
Texas y, después a partir de los ochenta, en centros de trabajo en las plantas
maquiladoras que se establecieron en ellas.

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laberintos geográficos: una antología

Entidades que aportan fuerza de trabajo a Estados Unidos

Conviene distinguir entre migración interna y migración internacional.


Históricamente, la migración internacional de mexicanos se ha dirigido a
Estados Unidos. Estos flujos han tenido como origen entidades que con-
forman la región occidente y el altiplano central. A saber, en orden de
importancia: Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí,
Durango, Aguascalientes y Colima. Las primeras cinco han aportado mi-
grantes (mano de obra) de manera permanente a lo largo de los últimos 50
años (1940-1990), y aun en décadas anteriores (1921-1940) en el caso de
Guanajuato, Michoacán y Jalisco. De hecho, estos migrantes también po-
blaron el norte del país, sirviendo de cabeza de playa para apoyar la migra-
ción de sus paisanos tanto a las regiones fronterizas de México como a los
estados norteamericanos de California, Texas e Illinois. La última década
ha visto migración de mexicanos originarios de Puebla, Oaxaca, Guerrero
y el Distrito Federal dirigida a nuevos estados de la Unión Americana poco
conocidos por los migrantes tradicionales como son: Carolina del Norte,
Oregon, Nueva Jersey y Nueva York. Este éxodo tiene significación no sólo
demográfica sino económica y política. Cada vez más mexicanos mantie-
nen relaciones familiares estrechas con sus paisanos que viven “del otro
lado”; existe una brecha salarial significativa entre ambos países difícil de
reducir y, no menos, en términos macroeconómicos las remesas enviadas a
México se han convertido en las últimas décadas en un flujo de divisas con-
siderable que algunas fuentes estiman para 1996 entre 2,500 y casi 4,000
millones de dólares, cantidad de importancia no sólo para la economía
nacional sino para casi un millón cien mil hogares mexicanos (uno de cada
veinte) principalmente de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Guerrero, Dis-
trito Federal, Puebla, Estado de México, Oaxaca, etcétera. Destacan por el

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las geografías (aplicaciones)

alto porcentaje de hogares receptores Zacatecas, San Luis Potosí, Guana-


juato, Durango y Michoacán, en donde más de uno de cada doce hogares
(8 por ciento o más) se benefician de las remesas que sus familiares envían
regularmente como producto de su trabajo fuera del país.

Fuentes: Jorge Durand (1998), “¿Nuevas regiones migratorias?” en R. Zenteno (coord.), Po-
blación, desarrollo y globalización, SOMEDE y El Colegio de la Frontera Norte, 1998, véase
también Conapo, “Perspectivas futuras de la migración de mexicanos a los Estados Unidos”
y “Los recursos enviados a México por los trabajadores migrantes en Estados Unidos”, en La
situación demográfica de México, Consejo Nacional de Población, México,1999, Francisco Alba,
“Éxodo silencioso: la migración de trabajadores mexicanos a Estados Unidos”, Foro Internacional
17, 1976, pp. 152-179.

Desigualdades regionales

Ya en los años setenta era claro que los beneficios del crecimiento económico
no se distribuían social ni espacialmente de forma equitativa. La desigualdad
crecía entre grupos, clases sociales y regiones del país.
Los resultados positivos del crecimiento económico y demográfico du-
rante el periodo se observaron sólo en algunas entidades. Esto fue así desde
el inicio del siglo XX y aun desde fines del XIX cuando en el largo gobierno
de Porfirio Díaz se construyó una economía orientada hacia el mercado
estadounidense. Coahuila y Durango en 1900 aportaron 88.5 por ciento
del valor a la producción ganadera nacional, Baja California, Chihuahua,
Sonora, Sinaloa, Durango y Tamaulipas, el 64 por ciento del valor de la
producción minera, las primeras fundidoras se establecieron en 1900 en
Nuevo León. Estas entidades alcanzaron niveles de productividad per cápita
por encima del promedio nacional. Entre tanto, la demanda interna aún
incipiente y concentrada en la capital se cubría con la actividad industrial
diversificada localizada en el centro del país.
La situación casi no cambió durante la primera mitad del siglo, a pesar
de las políticas de desarrollo social y económico del Estado mexicano. Por

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laberintos geográficos: una antología

ello, algunos autores han concluido que “las regiones que participaron en el
desarrollo iniciado a fines del siglo pasado (XIX) son las mismas que ahora
tienen un desarrollo relativamente más alto, mientras que aquellas que no
se integraron a la dinámica de la economía del porfiriato permanecen a la
zaga económica y socialmente”, si bien “las regiones más avanzadas tuvie-
ron un desarrollo acelerado, de manera que ha aumentado la brecha eco-
nómica y social que separa a las regiones avanzadas (norte y centro) de las
atrasadas (sur, sureste y península de Yucatán)” -señalan Kirsten Appendini
y Ariel Murayama en “Desarrollo desigual en México (1900-1960)” ensayo
publicado en 1992 (la cursiva es nuestra).
En síntesis, las entidades más y las menos favorecidas con respecto a un
índice de bienestar eran de mayor a menor en el primer caso y de menor a
mayor en el segundo, las siguientes:

Más favorecidas: Baja California 204,2 Distrito Federal 188, Sonora 157, Baja
California Sur 148, Chihuahua 147, Nuevo León 144, Coahuila 136 y Tamau-
lipas 136.

Menos favorecidas: Oaxaca 43, Chiapas 52, Zacatecas 56, Guerrero 58, Tlaxcala
60, Hidalgo 65, Guanajuato 65 y Tabasco 70.

En la actualidad, si bien la posición de las más y las menos favorecidas no ha


cambiado, las diferencias en algunos indicadores parecen haberse reducido.
Ejemplo de ello son los cambios que México experimentó durante más de
cuarenta años transcurridos desde el segundo lustro de los años cincuenta
hasta el primero de los noventa en su geografía de la migración y de la salud.

Los valores del índice de bienestar asociados a cada entidad indican la distancia a la media
2

(igual a 100) como una diferencia porcentual. Por ejemplo, Oaxaca alcanza sólo 43 por ciento
del valor promedio nacional, mientras que el Distrito Federal rebasa en 88 por ciento dicho
promedio.

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las geografías (aplicaciones)

Cambios en el origen y el destino de la migración interna, 1955-1995

Cambiar de lugar de residencia habitual resulta crucial en la distribución del


crecimiento de la población. Desde el punto de vista económico, la pobla-
ción responde a diferencias de oportunidad entre regiones y a expectativas
de mayor ingreso, desde el punto de vista demográfico, los adultos jóvenes
cambian de residencia por motivos de estudio o de trabajo y los adultos
viejos cuando regresan a su lugar de nacimiento. Desde el punto de vista
socioeconómico y en términos agregados son importantes estas decisiones
por el impacto que tienen la emigración y la inmigración en el bienestar de
la población residente en los lugares de origen y destino.
A partir de los años setenta, los flujos migratorios han sufrido marcadas
transformaciones y muestran cambios en “las preferencias de los migrantes
por el lugar de destino” -como se señala en la situación demográfica de
México, obra editada por el Consejo Nacional de Población en 1998-. En
los años cincuenta, las preferencias de los migrantes se orientaron hacia la
capital y algunas ciudades en la frontera norte, mientras que en los noventa
el número de localidades urbanas aumentó en forma considerable y a ellas
se dirigieron los migrantes recientes. Hasta los años setenta, los migrantes
eran originarios en forma predominante de localidades rurales, pero en las
últimas dos o tres décadas éstos abandonan localidades urbanas o bien la
capital del país. En estos cambios tuvieron gran influencia la expansión
del sistema carretero y los transportes, así como la descentralización de la
actividad industrial manufacturera, el desarrollo turístico en diversos cen-
tros urbanos y lugares de playa que, desde los setenta, han favorecido el
crecimiento económico y demográfico de numerosas localidades de tamaño
medio (desde 250,000 hasta un millón de habitantes).

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laberintos geográficos: una antología

La fase descentralizadora, 1970-1990

En los años cincuenta, la geografía de la migración mostraba que el origen


era diversificado y que el destino era uno: la capital del país. En la década de
los setenta, en una franca expansión metropolitana, los migrantes continua-
ron privilegiando la capital pero el destino no fue el Distrito Federal sino los
municipios metropolitanos o conurbados del Estado de México. En efecto,
durante el quinquenio 1975-1980, estos municipios fueron los receptores de
migrantes del Distrito Federal, Puebla, Michoacán, Veracruz, Oaxaca, Hidal-
go, Guanajuato y Guerrero, mientras que el Distrito Federal siguió recibiendo
a los que salían del Estado de México, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Guerrero
e Hidalgo. Pero ya desde este quinquenio, el Distrito Federal aparece como
principal origen de flujos migratorios hacia el Estado de México, Veracruz, Ja-
lisco y Puebla: indicio de lo que sucedería una década después. En el quinque-
nio 1985-1990, el Distrito Federal se convierte en el origen del principal flujo
migratorio que llega al Estado de México (ahora ya no sólo a los municipios
metropolitanos que rodean a la capital), así como Puebla, Jalisco, Guanajuato,
Michoacán, Veracruz, Morelos, Hidalgo, Querétaro y Baja California.
Pero lo más importante de este periodo quinquenal es que el Distrito
Federal, por primera vez en la historia del siglo XX, no aparece como prin-
cipal destino del flujo migratorio originado en alguna entidad federativa
del país, a excepción del Estado de México. Así, la ciudad de México se
convirtió al final del siglo, de ser el principal destino, el lugar de origen
más común. Los migrantes actuales buscan y encuentran oportunidades
fuera de una urbe que además de contaminada es insegura y ha dejado de
ser tanto el mercado de trabajo por excelencia, como la única localidad que
ofrecía bienes y servicios de todo tipo en nuestro país.
La interacción migratoria entre el Distrito Federal y el Estado de México
ha sido intensa no sólo debido al crecimiento y expansión del área urbana de
la ciudad de México, sino también a complementariedades o relaciones fun-
cionales que han hecho que trabajadores de ambas entidades viajen al trabajo

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Laberintos.indb 438 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

en la otra entidad manteniendo su lugar de residencia, o bien que mantengan


su lugar de trabajo a pesar de haber cambiado de residencia a la entidad veci-
na. Ambos fenómenos caracterizan un desplazamiento cotidiano de fuerza de
trabajo conocido como commuting, poco estudiado en nuestro país.

¿Qué es Commuting?
Commuting es el movimiento cotidiano de trabajadores de su vivienda a su
lugar de trabajo como sucede en el caso del Estado de México y el Distrito
Federal, y también en el de las entidades fronterizas del norte de México,
con los trabajadores legales mexicanos, o bien norteamericanos, que viven en
ciudades del lado mexicano y trabajan en la ciudad o el campo del lado nor-
teamericano. A los interesados en este tema se les recomienda revisar los es-
tudios de Beatriz Acuña (Transmigración legal en la frontera México-Estados
Unidos”, Revista Mexicana de Sociología L. Núm. 4, 1988, pp. 277-232), Bo-
ris Graizbord y Catalina Molinatti (“Movilidad megalopolitana de fuerza de
trabajo. Notas metodológicas” 1998, para el caso de la región metropolitana
de la Ciudad de México), así como Beatriz Acuña y Boris Graizbord (“Movi-
lidad cotidiana de trabajadores en el ámbito megalopolitano de la ciudad de
México”, en Javier Delgado y Blanca Ramírez, coord., Transiciones. La nueva
formación territorial de la ciudad de México, UNAM y Plaza y Valdés, 1999).

La movilidad de la población en sus diferentes manifestaciones es indica-


tiva de las nuevas oportunidades (económicas, sociales, culturales) que se
presentan en un número elevado de ciudades grandes, medias y pequeñas
que conforman el sistema urbano nacional. Este movimiento es, al mismo
tiempo, el que marca las diferencias en las tasas de crecimiento de cada una
de estas ciudades, tasas que desde el último quinquenio de los setenta han
sido en general mayores que la de la capital. Manifiesta, seguramente, que el
país ha entrado a una nueva fase en su proceso de urbanización y, por ende,
en la distribución geográfica de la población en el territorio nacional.

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laberintos geográficos: una antología

Cambios en la geografía de la salud: ¿convergencia regional?

Se ha reconocido que México vive también una transición epidemiológica


que consiste en haber dejado atrás las altas tasas de mortalidad asociadas
a enfermedades infectocontagiosas predominantes en los años cincuenta y
moverse hacia muertes asociadas a enfermedades no transmisibles. Al anali-
zar la mortalidad por causas, se observa un patrón diferencial por sexo y por
entidad federativa o región.
La evolución de estas variables de 1950 a 1995 permite apreciar un
cambio drástico en los patrones demográficos de la geografía de la salud del
país. Las tendencias muestran, primero, que se han reducido las grandes
diferencias que existían en la década de los cincuenta entre las entidades
más ricas y las más pobres. Esto aparece indicar una convergencia tanto en
las condiciones sociales y de salud de la población (esperanza de vida y tasas
de mortalidad infantil) como en la dinámica demográfica (tasas globales de
fecundidad). Las diferencias en la esperanza de vida de la población entre
las entidades más avanzadas y las más retrasadas se han reducido a más de la
mitad. En el caso de la tasa de mortalidad infantil por cada mil nacimien-
tos, los cambios son más dramáticos aún: la diferencia entre las entidades
más ricas y las más pobres se redujo a un quinto entre 1950 y 1995.
Las entidades federativas que presentaban mayores niveles de mortali-
dad en los inicios de la década de los ochenta están entre las que registraron
las reducciones más rápidas en estos últimos años. Existe una relación direc-
ta entre los descensos y los niveles bajos de mortalidad y las ganancias en la
esperanza de vida de la población. Los estados donde hay mayor riesgo de
fallecer, como Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Tlaxcala son, paradójicamente,
aquellos que han registrado las mayores ganancias en la esperanza de vida
desde 1950.

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Cuadro 3. Variables demográficas seleccionadas para entidades federativas más y menos desarrolladas, 1950-1995

Tasa de mortalidad Tasa global de


Esperanza de vida al nacer, por sexo infantil por mil fecundidad
Entidades nacimientos (hijos por mujer)
federativas 1950-1955 1970-1975 1990-1995 1950- 1970- 1990- 1950- 1970- 1990-
Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer 1955 1975 1995 1995 1975 1995
Distrito Federal 57.28 60.60 65.71 69.99 72.86 77.60 59.0 39.7 20.7 5.62 5.14 2.19
Nuevo León 55.74 58.59 64.68 68.70 72.41 76.91 77.5 50.0 23.7 5.68 5.22 2.32
Baja California 54.46 57.97 63.65 68.00 71.87 76.40 77.2 50.2 25.1 5.54 5.05 2.38
Jalisco 52.95 57.97 62.92 67.20 71.67 76.50 100.0 62.8 27.8 7.13 6.83 3.46
Tlaxcala 48.97 51.37 60.49 64.16 70.78 75.28 136.6 82.6 30.4 7.13 6.83 3.42
Guerrero 45.21 48.11 57.10 61.43 67.67 73.09 143.0 89.8 44.6 7.70 7.46 3.49
Oaxaca 43.65 46.28 55.85 60.03 66.90 71.97 166.6 102.5 46.7 7.73 7.50 3.75
Chiapas 43.66 46.84 55.83 60.59 66.74 71.97 156.5 97.5 48.4 7.43 7.16 4.16
Diferencia
mayor/menor 13.63 14.32 9.88 9.96 6.12 5.63 107.6 62.8 27.7 2.11 2.36 1.97
República Mexicana 50.19 53.27 60.94 65.29 70.17 75.11 118.7 71.2 33.0 6.73 6.26 3.08
las geografías (aplicaciones)

Fuente: Conapo, La situación demográfica de México, Secretaría de Gobernación, México, 1998.

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laberintos geográficos: una antología

La dinámica de crecimiento de la población puede apreciarse a partir de la


tasa global de fecundidad que representa el número de hijos por mujer. Esta
tasa alcanzaba 6.73 hijos promedio en el quinquenio 1950-1955 y bajó a
3.08 en 1990-1995, una reducción de más de 50 por ciento que es aún más
impresionante si consideramos que este cambio se produjo en sólo veinte
años, de 1975 a 1995. En efecto, en el quinquenio 1970-1975 la tasa ara
aún elevadísima, de 6.26 hijos promedio por mujer, y la diferencia entre la
entidad con menor tasa (Distrito Federal) y aquella con la mayor (Oaxaca)
era de 2.36 hijos promedio. Para 1990-1995 esta diferencia se redujo a 1.97
entre el Distrito Federal, con una tasa de 2.19, y Chiapas con la tasa más
alta, de 4.16, un hijo más que la media nacional que había bajado de 6.26
en promedio durante 1970-1975 a 3.08 en promedio durante el quinquenio
de 1990-1995.
En estos cambios ha influido la política de población promovida a
través del Consejo Nacional de Población (Conapo) desde su creación en
1974. Ahora, como consecuencia de todo lo anterior, se experimentará un
envejecimiento de la población hasta quizá llegar, pasada la primera mitad
del siglo XXI, a una población que ya no crecerá y se mantendrá cerca de
los 150 millones de habitantes, con implicaciones económicas y sociales
importantes tanto en el consumo de bienes y servicios públicos y privados,
como en la carga que los viejos (65 años y más) impondrán a la población
en general y a los trabajadores, en particular.

ACTIVIDAD ECONÓMICA

Localización industrial
El mapa de la geografía económica de México comienza a sufrir cambios
regionales drásticos al empezar la segunda mitad del siglo XX. En efecto,
una vez que termina la Segunda Guerra Mundial, el país entra de lleno a un
proceso de industrialización que requiere de mano de obra abundante así

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Laberintos.indb 442 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

como de productos del campo e insumos energéticos. Para ello es necesario


construir infraestructura física y distribuir la energía, pero también crear
“medios de producción” y, además, todo tipo de servicios que, por su natu-
raleza, deben concentrarse y buscar economías de vecindad o, como señalan
los economistas, economías de aglomeración. Este desarrollo puede verse
en el crecimiento de la red de carreteras, que en 1940 alcanzaba menos de
10,000 km, para 1950 llegó a más de 20,000 km, y para 1960 se duplicó,
llegando a casi 45,000 km. En 1970, las carreteras cubrían poco más de
72,000 km, de los cuales 42,745 eran pavimentados.
La industria tendió a localizarse en el mejor lugar, el que ofrecía mayo-
res ventajas, en la ciudad más grande, es decir, la ciudad de México; pero
también en ciudades que cumplían y siguen cumpliendo en la actualidad
con el papel de centros regionales como Guadalajara, Monterrey y Puebla,
así como a principios del siglo Veracruz y algunas otras del Bajío, o bien
en aquellas que históricamente han desempeñado el papel de puntos de
transbordo como Aguascalientes, Querétaro, San Luis Potosí, Chihuahua,
Durango, etcétera. La diferencia, sin embargo, era enorme entre éstas y la
capital. La ciudad de México ofrecía las mayores ventajas no sólo económi-
cas sino sociales, culturales y políticas para la localización de la inversión
productiva en el esfuerzo de industrializar y “modernizar” al país.
Lo anterior no quiere decir que antes de los años cincuenta no había
industria en México o que ésta no estuviera concentrada territorialmente.
La industria de transformación se localizó desde el Porfiriato en la ciudad
de México y en los estados de Puebla, Veracruz, Sinaloa, Yucatán y Morelos.
En 1911, estas entidades concentraban 71 por ciento de la industria textil,
83 por ciento de la producción azucarera y 77 por ciento de la cigarrera.
Ya para los cincuenta, la industria básica -siderurgia y manufactura de
artículos metálicos- se había consolidado y se encontraba localizada prin-
cipalmente en Monterrey y en Monclova. Por su parte, la industria de ali-
mentos se distribuía de manera muy dispersa y la textil, que era en esos años
la más importante en producción, se concentraba en las entidades centrales

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Laberintos.indb 443 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

del país (Distrito Federal y estados de México, Puebla, Guanajuato, Mi-


choacán, Jalisco y Zacatecas), mientras que la producción de calzado lo
hacía en las ciudades de León, Guadalajara y la ciudad de México.
Las capitales estatales concentraban la actividad comercial y de servi-
cios, cumpliendo la función de lugares centrales o mercados importantes
para su población regional.
Durante los años que duró la Segunda Guerra Mundial, el sector in-
dustrial entró en una franca expansión que duraría treinta años, con un
crecimiento de más de 5 por ciento en el decenio de 1940-1950 y cercano
a 8 por ciento anual durante las décadas de 1950 a 1970. Este último año,
el sector secundario participó con 27.1 por ciento en el Producto Interno
Bruto (PIB) del país, la participación más alta históricamente, y a partir de
ahí la economía mexicana empezó a “terciarizarse”, es decir, la participa-
ción de las manufacturas decreció y el comercio y principalmente los servi-
cios crecieron absoluta y relativamente. El modelo de desarrollo industrial
se desaceleró, caracterizándose por periodos de recesión y expansiones de
corta duración. Esto se debió, como señalaron en su oportunidad varios
analistas, a la naturaleza dependiente del modelo de industrialización por
sustitución de importaciones.
A partir de 1975, la región central (Distrito Federal y Estado de Mé-
xico) perdió peso. En total, contribuyó al valor agregado de la industria de
transformación con 39.8 por ciento en 1940, 52.5 por ciento en 1970 y
51.5 por ciento en 1975, revelando ya en esas fechas el inicio del periodo de
descentralización del sector manufacturero del centro hacia otras regiones
y ciudades del país.
En 1975, la concentración geográfica de la industria de transformación
en México era aún muy elevada, pues sólo cuatro entidades aportaban cerca
de 70 por ciento al valor agregado manufacturero total: en el Distrito Fede-
ral y el Estado de México, así como en Nuevo León y Jalisco, entidades en
las que se encuentran las principales zonas metropolitanas del país, como la
ciudad de México, donde se producía más del 52 por ciento, y Monterrey y

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las geografías (aplicaciones)

Guadalajara, con más de 11 por ciento y casi 7 por ciento, respectivamente.


Desde entonces, otros estados han adquirido gradualmente mayor importan-
cia: Baja California y Chihuahua, Tamaulipas, Sonora y Sinaloa en el norte
y Guanajuato, Hidalgo, Querétaro y Morelos en la región central del país.

Actividad primaria y diferencias socioeconómicas


A pesar del elevado crecimiento de la población urbana y de la actividad
industrial manufacturera, 40 por ciento de la población económicamente
activa (PEA) del país se ocupaba aún en 1970 en actividades del campo.
Con base en ello, las diferencias socioeconómicas entre entidades y regiones
eran abrumadoras. Por ejemplo, entre el estado más “pobre” en términos de
PIB per cápita (Tlaxcala, pero también Zacatecas, Chiapas y Oaxaca, con
menos de 2,000.00 pesos de 1970) y el más “rico” (Baja California Norte,
pero también el Distrito Federal, con cerca de 9,000.00 pesos) había una
diferencia de casi 5 a 1. Estas diferencias se mostraban en otros indicadores,
como el ingreso familiar mensual promedio que variaba de menos de mil
pesos en Oaxaca, Chiapas y Guerrero, a más de 3,000.00 pesos en el Distrito
Federal y Baja California. Las diferencias estaban asociadas además a varia-
bles socioeconómicas como educación, reflejando patrones de consumo de
energía y, no menos, una desigual distribución del ingreso. Algunas entida-
des, cuya historia se vincula a estructuras políticas tradicionales, como San
Luis Potosí, Puebla, Puebla y Guanajuato, mostraban muy altos índices de
concentración del ingreso.
Las entidades federativas con menor proporción de PEA agrícola y ele-
vada proporción de PEA industrial y terciaria eran aquellas que mostraban
valores elevados de PIB per cápita e ingreso familiar promedio, aunque no
necesariamente una distribución menos concentrada del ingreso. Entidades
altamente industrializadas como el Distrito Federal y Nuevo León conta-
ban también con un elevado porcentaje de PEA en comercio y servicios.
El resto de entidades federativas mostraban porciones de PEA en el sector

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laberintos geográficos: una antología

agropecuario mayores a 40 por ciento. Algunas, como Chiapas y Oaxaca,


alcanzaban en esos años más de 70 por ciento y en la actualidad mantienen
aún elevadas proporciones mayores a la media nacional.

PARTICIPACIÓN ESTATAL EN EL DESARROLLO ECONÓMICO

Petróleo
No se ha destacado la importancia económica que ha tenido en nuestro país
la inversión productiva directa estatal en la explotación petrolera, tanto en
la extracción como en la refinación. Este sector, y otros que enseguida se
mencionarán, muestra el impacto de la inversión pública directa en activida-
des productivas o en infraestructura y obras públicas localizadas en algunos
puntos de territorio nacional para promover la industrialización y el desa-
rrollo regional o local. Transformó la geografía económica de México al abrir
regiones de crecimiento (en la costa del Golfo de México) o bien propició
actividades de servicio en aquellas localidades donde intervino. Asimismo,
con la construcción de redes de distribución energética, permitió sentar las
bases del despegue industrial en el centro y norte del país, si bien, paradóji-
camente, los recursos y las inversiones se dieron en el sur.
A partir de 1938, año de la expropiación petrolera, el Estado mexica-
no ha desarrollado este sector a partir de la exploración y explotación de
recursos petrolíferos no sólo en Tamaulipas y Veracruz sino en Tabasco y
Chiapas, y de la construcción de refinerías en Poza Rica, Minatitlán y am-
pliaciones en Ciudad Madero y Tuxpan. Adicionalmente, ha construido
plantas petroquímicas en Poza Rica, Cosoleacaque, Pajaritos (Coatzacoal-
cos), la Cangrejera, Ciudad Madero y Altamira, y una red de oleoductos y
gasoductos de Veracruz al centro del país, del istmo de Tehuantepec hacia
Salina Cruz para abastecer por mar a localidades del Pacífico, y de Tampico
a Monterrey y al norte del país. Se han construido también depósitos y
plantas de refinación en Salamanca (Guanajuato), Reynosa (Tamaulipas)

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las geografías (aplicaciones)

y Tula (Hidalgo), para sustituir a la antigua refinería de Azcapotzalco en


la ciudad de México, así como en Cadereyta (cerca de Monterrey) y Salina
Cruz, Oaxaca.

Electricidad
A partir de los años sesenta se ha ampliado la red de producción y distribución
de electricidad, ya sea utilizando la energía hidráulica en Orizaba y en Necaxa
que surten a la región centro del país, o bien la térmica (petróleo y gas) para
dotar de energía eléctrica a las concentraciones demográficas e industriales
de Guadalajara, Monterrey y otras ciudades fronterizas, importantes plantas
hidroeléctricas, construidas entre 1965 y 1980, son de las de Infiernillo y
Morelos-La Villita sobre el Balsas, Malpaso y Angostura sobre el Grijalva en
Chiapas y en el Bravo como la Falcón y la Amistad en Coahuila, así como
termoeléctricas en el Valle de México, Tampico, Monterrey y Torreón.

Siderurgia
Las inversiones productivas directas durante esas décadas en la siderurgia,
como es el caso de Altos Horno de México, permitieron el desarrollo del
noreste como sucedió en Coahuila (Monclova y Piedras Negras), y en Lázaro
Cárdenas-Las Truchas en el sur de Michoacán -que incluyó la construcción
de las presas en la desembocadura del río Balsas-. Tubos de Acero de México,
cerca de Veracruz, ha tenido cierto impacto en este puerto. Otras inversio-
nes más son el desarrollo minero Peña Colorada que surte no sólo a Lázaro
Cárdenas sino a la industria siderúrgica de Monclova, Veracruz y Monterrey.

Otros sectores
En el istmo de Tehuantepec, el gobierno aseguró en 1972 casi la totalidad
del capital de Azufrera Panamericana que, con la Compañía Exploradora del

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laberintos geográficos: una antología

Istmo, ha permitido el desarrollo de la producción azufrera y sus derivados


(sales y fertilizantes, etcétera).
Las inversiones anteriores, localizadas en el sureste, están ligadas a los
proyectos estatales para la producción de fertilizantes con la empresa Ferti-
mex y surten a las regiones agrícolas del noroeste.
La intervención pública en el sector transporte contribuía en 1975 con
64 por ciento del total. Se concentraba en el Combinado Industrial Saha-
gún (Hidalgo) que incluía la producción de vehículos automotores, carros
ferroviarios y vagones del Metro, y en otras plantas y talleres en Querétaro,
Estado de México e Hidalgo. De hecho, el impacto de Sahagún ha rebasado
el ámbito sectorial, pues afecta y transforma la vida rural de esa región.
La intervención estatal directa en la producción incluyó también inge-
nios azucareros en Veracruz, Morelos, San Luis Potosí, Sinaloa y Quintana
Roo, fábricas de papel en Oaxaca, Jalisco y San Luis Potosí, la planta Cor-
demex en Yucatán que aunque terminó cerrando, creó una economía regio-
nal de gran importancia basada en la producción henequenera en la región
tributaria de Mérida; la actividad pesquera ha tenido también participación
estatal en Baja California, Sinaloa y Veracruz.
El sector terciario o los servicios recibieron atención estatal a través
de Nacional Hotelera y Fonatur, con la apertura de complejos turísticos
en Baja California Sur (Loreto-Nopoló y los Cabos), Guerrero (Ixtapa-Zi-
huatanejo), Quintana Roo (Cancún) y, más recientemente, en Oaxaca
(Huatulco).
Finalmente, por medio de Conasupo, la intervención del sector públi-
co en la economía impactó regiones maiceras del país y reguló los mercados
de granos (maíz, trigo) y otros productos alimenticios que han subsidiado
el consumo de la población de escasos recursos.
Estas empresas estatales o paraestatales fueron subastadas en la última
década, y a principios del siglo XXI se discutía la privatización de los secto-
res petrolero y eléctrico aún en manos del Estado.

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las geografías (aplicaciones)

APERTURA COMERCIAL: ¿PAÍS MAQUILADOR?

En los últimos quince o veinte años concurren dos fenómenos que pueden
explicar o, más bien, servir como antecedentes de los cambios en la geografía
económica de México: la internacionalización del capital productivo aunada
a la globalización del capital financiero y el comercio en la escala mundial,
y la posibilidad concreta de fragmentar o dividir el proceso de producción y
descentralizar la plana productiva, aprovechando las economías de aglome-
ración (mercados de factores y de bienes y servicios) que ofrecen, en un nú-
mero cada vez mayor, los centros urbanos de tamaño medio. Tan importante
como lo anterior ha sido el desarrollo de las comunicaciones, que permite
reducir costos de distribución de servicios y productos en los mercados re-
gionales y, en el caso de productos exportables, en el mercado mundial.
La localización de la industria maquiladora en la frontera con Esta-
dos Unidos (el destino más importante de las exportaciones mexicanas y
el mercado más grande del mundo) y la descentralización de la actividad
manufacturera hacia otros lugares que ofrecen ventajas de localización le
han permitido crecer en volumen y valor de 1980 a 1995 más de 10 veces
(de poco menos de cuatro mil millones de dólares a poco más de cuarenta
mil). Pero la maquila localizada a lo largo de la frontera con los Estados
Unidos de Norteamérica es la parte más importante de esta transformación.
Representa un sector que explica el crecimiento del empleo manufacturero
en los últimos quince o veinte años.
En el segundo quinquenio de la década de los ochenta se experimentó
un incremento de casi tres veces en el valor total agregado de la industria
maquiladora (de 1,269.6 a 3,586.7 millones de dólares, de 1985 a 1990),
de dos y media veces en los municipios fronterizos, de casi seis veces en el
resto de municipios de los estados fronterizos y de poco más de tres veces
en otras entidades del país. En otras palabras, la maquila que se estableció
en las ciudades de la frontera ha buscado recientemente localizaciones aún
cercanas a ella, pero no necesariamente en “la línea”.

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laberintos geográficos: una antología

En el resto del país, la maquila alcanzó un incremento de más de tres


veces de 1985 a 1991, lo que parece indicar un proceso de penetración
territorial que consolidaría necesariamente esta nueva geografía económica
con la que México entra al siglo XXI.

DESCENTRALIZACIÓN: ¿FUTURO ARMÓNICO Y SUSTENTABLE?

La historia reciente muestra -como lo señalan Kurt Unger y Luz Consuelo


Saldaña- que las participaciones regionales (del norte, sur y centro) tanto en
el Producto Interno Bruto como en el sector manufacturero corren para-
lelos: “el Norte mejora su participación en el PIB total y en manufacturas,
en tanto el Centro pierde alrededor de dos puntos porcentuales en ambos”.
Esto se debe a la relocalización de la industria manufacturera del centro ha-
cia otras regiones a partir de los años ochenta y a la dinámica de la maquila
en el norte del país. Por su parte, “el Sur permanece al margen con niveles
muy reducidos en ambas medidas, aunque cabría notar que gana importan-
cia en el PIB total por la influencia de (la actividad petrolera) en Campeche
y (del turismo) y comunicaciones en Guerrero y Quintana Roo”.
De manera paralela a lo anterior, los municipios industrialmente más
avanzados han perdido peso a favor de sus zonas aledañas y sus entidades
y regiones correspondientes, lo que representa, junto con lo anterior, una
tendencia significativa hacia una posible descentralización. Este proceso se
da a escalas diferentes a la nacional y de manera desfasada en el tiempo.
En un principio son las grandes ciudades, tradicionales centros industriales
(México, Monterrey, Guadalajara y otras), las que pierden su importancia
industrial a favor de ciudades intermedias. En una segunda fase, que en
México ya se inició, son estas últimas las que experimentan un crecimiento
demográfico y económico elevado. En este contexto descentralizador queda
planteado para el siglo XXI un escenario de desarrollo regional mucho más

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las geografías (aplicaciones)

armónico y equilibrado3, aunque no queda claro cómo estos patrones de


desarrollo llevarán a la sustentabilidad, en virtud de graves condiciones de
vulnerabilidad ambiental alcanzadas en algunas zonas del país (explotación
de acuíferos, contaminación de ríos, lagunas y mares, erosión y deforesta-
ción, etcétera).

La armonía y el equilibrio regionales dependen, paradójicamente, más de un desarrollo


3

institucional que del crecimiento económico. El reto, como indica Francisco de Alba, es múl-
tiple: se trata de concebir el desarrollo no como cuestión individual o personal sino social y
colectiva; pasar del Estado interventor al administrador de la “casa pública”; y darle acomodo
a “intereses aparentemente antagónicos de devolución, autonomía y solidaridad” o de descen-
tralización, justicia territorial y equidad, aspectos cuya importancia hemos querido mostrar en
este recorrido fragmentado y parcial por el tiempo y el espacio nacionales del siglo XX.

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REGIONAL DIFFERENCES AND THE ECONOMIC
AND SOCIAL GEOGRAPHY OF MEXICO AT THE
BEGINNING OF THE TWENTY - FIRST CENTURY

DIFERENCIAS REGIONALES
EN LA GEOGRAFÍA ECONÓMICA Y SOCIAL
DE MÉXICO AL INICIO DEL SIGLO XXI1

INTRODUCTION: THE NATIONAL CONTEXT

T hroughout its history, Mexico has been characterized by strikingly di-


fferent conditions between rich and poor, urban and rural, and among
its regions (Graizbord and Ruiz, 1996). The economic crisis of the early
1990s was accompanied by increasing inequality in income distribution,
as well as by a decline in the level of living of much of the population. In
1994, the buying power of the minimum wage in Mexico was 40 percent
of what it had been in 1982. The number of poor people was 39.8 million

1
Graizbord, B. y A. G. Aguilar (2006), “Regional Differences and the Economic and Social
Geography of Mexico at the Beginning of the Twenty-first Century”, en Laura Randall (ed.),
Changing structure of Mexico: political, social, and economic prospects, 2da. edición. New York
y Londres: M. E. Sharpe, pp. 91–118. The authors would like to thank Marlon Santillán and
Irma Escamilla for their participation in the research and construction of tables. Thanks also
to José Romero for his advice on investment analysis.

453

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laberintos geográficos: una antología

in 1990, with more than 15 million in extreme poverty2 (seven out of ten
of whom lived in rural areas). In 1999, these figures increased to 46 million
and 18 million respectively. By 2004, it was estimated that both the sha-
re and absolute number of the Mexican population living in poverty and
in extreme poverty had decreased from 1999 levels, as shown in Table 1,
which indicates that the share of indigent and poor fell from 65.4 to 56.3
percent of the population during this period.
Despite this improvement, the average income of those households in
the richest 10 percent was almost twenty-three times that of the lowest
decile in 2000, compared to fourteen in 1984 and twenty-four times in
1994. The total household income share of the richest 10 percent was 42.7
percent in 2000 compared to the middle strata (deciles IV to VII), which
together participated with 24.2 percent, and was 2.4 times the average in-
come of those in the next decile just below them (only 1.8 times in 1984).
As Table 2a shows, the Gini coefficient (a measure of inequality) increased
from 0.477 in 1984 to 0.518 in 1989 and stabilized around this mark
throughout the next decade, reaching its highest value of 0.538 in 1994.
Also, the average number of household members who became recipients
of monetary income increased from 1.58 in 1984 to 1.67 in 1989 and to
almost two (1.92) in 2000 (Table 2b).

2
Meaning not enough income for a basic diet.

454

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Laberintos.indb 455
Table 1. Poverty lndicators for Mexico, 1980-2004

1980 1990 1999 2004 a


Households Population Households Population Households Population Population
% Million % % Million % % Million % Million %
Poverty b 34 28.7 42.5 39.3 39.8 47.8 38 45.7 46.9 41.1 41.1
lndigence c 11 10.6 15.7 14.1 15.6 18.8 13 18 18.5 15.2 15.2
Source: UTAL, América Latina: hogares y población bajo las líneas de la pobreza y de indigencia. Available at www.utal.org/hogaresypoblacion2.htm.
Also, NOTIMEX, Santiago de Chile, April 5, 2004.
a
Estimated.
b
Considered in “patrimonial poverty.” This category refers, according to SEDESOL’s Technical Committee for the Measurement of Poverty, to all those
households whose daily income was less than $41.80 Mexican pesos (approx. US$4.50) in 2000. Being this to all those households whose daily income
was less than $41.80 Mexican pesos (approx. US$4.50) in 2000. This amount is the minimum estimated family income to satisfy the needs for food,
health, education, transport, and other goods and services considered basic for human beings.
c
Not enough to provide for minimum food requirements.
las geografías (aplicaciones)

455

06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología

Table 2a. Mexico: Percentage Distribution of Household


Monetary lncome by Decile, 1984-2000

Decile 1984 1989 1992 1994 1996 1998 2000


I 1.4 1.1 1.0 1.0 1.1 0.9 1.1
II 2.5 2.3 2.1 2.1 2.3 2.0 2.1
III 3.6 3.3 3.1 3.0 3.2 3.0 3.1
IV 4.6 4.4 4.0 3.9 4.1 4.0 4.1
V 5.8 5.5 5.1 4.9 5.2 5.2 5.2
VI 7.3 6.7 6.3 6.2 6.5 6.5 6.6
VII 9.2 8.5 8.1 8.0 8.2 8.2 8.3
VIII 12.0 11.0 10.8 10.5 10.9 10.9 10.8
IX 16.8 15.6 15.9 15.6 15.6 16.0 15.9
X 36.8 41.6 43.6 44.7 42.8 43.3 42.7
Total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
Gini a 0.477 0.518 0.532 0.538 0.521 0.534 0.523
Source: Cortés (2003 Table 2).
a
A measure of inequality of a distribution, usually income. In the Gini coefficient a maximum value of 1
means absolute inequality, and minimum values of 0 absolute equality.

Table 2b. Mexico: Average Household Monetary lncome by


Decile, 1984-2000 (in 2001 Mexican pesos) a

Decile 1984 1989 1992 1994 1996 1998 2000


I 1,031.7 978.0 799.6 923.5 793.8 621.3 910.6
II 1,777.5 1,896.5 1,758.2 1,814.1 1,524.6 1,444.4 1,732.4
III 2,436.7 2,537.0 2,581.4 2,547.0 1,980.3 1,965.2 2,346.4
IV 2,978.3 3,137.4 3,087.9 3,206.1 2,481.8 2,565.6 2,938.9
V 3,645.3 3,796.5 3,745.6 3,881.0 2,867.3 3,017.0 3,562.2
VI 4,401.9 4,530.1 4,390.4 4,489.3 3,557.2 3,739.9 4,240.0
VII 5,251.6 5,255.9 5,265.9 5,396.3 4,077.3 4,391.2 5,291.0
VIII 6,489.7 6,490.4 6,407.3 6,780.5 5,028.1 5,564.7 6,584.9
IX 7,959.1 8,244.3 8,869.0 9,221.5 6,828.5 7,552.9 8,484.3
X 14,422.2 18,847.8 21,344.6 22,517.5 15,464.7 17,522.4 20,639.6
Total 5,791.1 6,481.1 6,777.0 7,115.1 5,246.6 5,628.5 6,258.3
recipients 1.58 1.67 1.69 1.73 1.77 1.8 1.92
per
household
Source: Cortés (2003 Table 1).
a
US$1.00 = $9.34 Mexican pesos in 2001.

456

Laberintos.indb 456 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

THE REGIONAL CONTEXT

Mexico is a federal republic. It is administratively and politically divided


into thirty-two states (including a Federal District, which is now in a tran-
sition toward becoming the thirty-second state with full rights and obliga-
tions),3 and more than 2,400 municipalities.
Changes in the distribution of per capita income in Mexico’s states are
indicated in Table 3, and its current level of well-being is shown in Map 1.
The highest income per capita, according to the state in which it was recei-
ved, reflected the administrative role of the Federal District (whose income
was 2.6 times that of the national average in 2002), and the influence of oil
(Campeche), tourism (Cancún in Quintana Roo), and industrial growth
(Nuevo León).
From 1993 to 2002, the highest average growth rate, of more than 4
percent, occurred basically due to industrial growth and in particular the
arrival of transnational corporation plants and subsidiaries in Aguascalien-
tes, Querétaro, and Guanajuato, while political unrest in Chiapas and Oa-
xaca was at least in part the result of these areas having a per capita income
only one-sixth that of the Federal District (2 thousand versus 13 thou-
sand U.S. dollars) during these years (see Table 3). States in the Central
and Northern regions show, with exceptions (Morelos, Hidalgo, México,

3
In 1928 the Federal District was removed from the municipal system, a change that is
now being reversed thanks to the efforts of the country’s political institutions, which have
achieved significant political and democratic improvements in the capital. The fact that it now
has its own legislative body and citizens can elect their own head of government and local del-
egates reflects these advances. The first reform to allow these changes to take place was passed
in 1996, modifying Article 122 of the Constitution. The idea was to give back to citizens the
right to vote for the most important authorities without actually changing the nature of the
Federal District’s judicial system. The second reform, passed on December 4, 1999, focused
on electoral law in the capital, creating the Electoral Tribunal of the Federal District, an au-
tonomous body to regulate elections in the capital. Although these changes have opened-up
possibilities for the capital’s citizens, they do not alter the legal status of the Federal District
and still allow federal law to interfere in the actions of the capital’s government.

457

Laberintos.indb 457 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Veracruz, Baja California, Baja California Sur, Nayarit, Sinaloa), a higher


or similar growth rate than the country as a whole. On the other hand,
per capita income growth in the Southern states was below the country’s
average, with the exception of Yucatán. There are many ways to subdivide
(regionalize) the vast 2 million square kilometers of Mexico’s land surface.
The country’s territory has been conventionally divided into nine geoeco-
nomic regions (Graizbord and Ruiz 1996), and intermittently perceived
as divided in three “great” regions: North, Center, and South (Alba, 1976;
Durand, 1998; Graizbord and León, 2002).

Table 3. Mexican States by Region and Income per Capita (GDPpci), 1993 and 2002

(GDPpci/ (GDPpci/
GDPpc GDPpc Growth rate
Mexican states GDPpcn) GDPpcn)
1993 a 2002 b 1993-2002
100 in 1993c 100 in 2002c
Mexico 4,101.08 5,164.65 100.00 100.00 2.60

Center 4,264.11 5,333.37 103.98 103.27 2.52

Aguascalientes 4,460.79 6,626.44 108.80 128.30 4.50

Colima 4,169.57 5,117.14 101.60 99.08 2.30

Distrito Federal 10,099.53 13,312.96 246.20 257.77 3.12

Guanajuato 2,829.36 4,034.87 68.90 78.12 4.02

Hidalgo 2,715.46 3,135.93 66.20 60.72 1.61

Jalisco 4,131.85 5,173.66 100.70 100.17 2.53

México 3,329.93 3,979.92 81.10 77.06 2.00

Michoacán 2,237.61 2,906.31 54.50 56.27 2.95

Morelos 3,869.71 4,442.23 94.30 86.01 1.54

Puebla 2,584.65 3,426.98 63.00 66.35 3.18

Querétaro 4,245.08 6,211.44 103.40 120.27 4.32

Tlaxcala 2,202.59 2,813.03 53.70 54.47 2.76

Veracruz 2,505.42 2,998.91 61.00 58.07 2.02

458

Laberintos.indb 458 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 3. Continue
(GDPpci/ (GDPpci/
GDPpc GDPpc Growth rate
Mexican states GDPpcn) GDPpcn)
1993 a 2002 b 1993-2002
100 in 1993 100 in 2002
c c

North 4,676.06 5,997.48 114.02 116.13 2.80

Baja California 6,085.52 6,244.34 148.40 120.91 0.29

Baja California Sur 5,588.16 6,446.28 136.20 124.82 1.60

Chihuahua 5,431.89 7,112.04 132.40 137.71 3.04

Coahuila 5,151.97 7,287.97 125.60 141.11 3.93

Durango 3,367.81 4,427.49 82.10 85.73 3.09

Nayarit 2,732.94 3,059.42 66.60 59.24 1.26

Nuevo León 6,948.08 9,335.04 169.30 180.75 3.34

San Luis Potosí 3,060.24 3,878.79 74.60 75.10 2.67

Sinaloa 3,526.64 4,074.37 86.00 78.89 1.62

Sonora 4,882.88 6,014.06 119.00 116.45 2.34

Tamaulipas 4,186.13 5,415.90 102.00 104.86 2.90

Zacatecas 2,298.87 3,188.48 56.00 61.74 3.70

South 2,681.75 3,187.47 65.39 61.72 1.94

Campeche 7,226.31 8,174.48 176.10 158.28 1.38

Chiapas 1,853.86 2,230.27 45.20 43.18 2.08

Guerrero 2,335.03 2,671.13 56.90 51.72 1.51

Oaxaca 1,871.18 2,148.82 45.60 41.61 1.55

Quintana Roo 7,171.17 7,671.53 174.80 148.54 0.75

Tabasco 2,769.61 3,064.64 67.50 59.34 1.13

Yucatán 3,187.09 4,160.17 77.70 80.55 3.00

Source: Proyecciones de población y principales características por entidad federativa, CONAPO, available at
www.conapo.gob.mx/micros/informe/anexo04.x1s; data on GDP (gross domestic product) in Producto In-
terno Bruto por Entidad Federativa, BIE, INEGI, available at http://dgcnesyp.inegi.gob.mx/bdine/ml5/
m1501109 .htm.
a
In current dollars of 1993. 1 dollar: 3.1152 current pesos of 1993.
b
ln current dollars of 2002. 1 dollar = 9.6560 current pesos of 2002.
c
Compares the state value against the national value in 1993 and 2002.

459

Laberintos.indb 459 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Map 1. Mexico: Social Well-Being Levels,* 1995

Source: INEGI, 1996, Sistema Nacional Estadístico y de Información Geográfica, www.inegi.gob.mx/


prod_serv/contenidos/espanol/niveles/prod_serv96.asp?c=96
*Social well-being levels in Mexico are measured by INEGI considering thirty-five census variables. These
include basically indicators related to (i) age structure of the population; (ii) schooling; (iii) working popu-
lation; and (iv) housing conditions variables.
A cluster analysis was used to find groups with similar values in the standardized variables included in a K
dimensional statistical space. The resulting seven groups go from “very high” (1) to “very low” (7).

Some of the states within a great region have very different levels of “we-
ll-being” classifications from the others. The Mexican statistical institute
(Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) measures we-
ll-being in each state by assessing the age structure of its population, years
of school of its working population, and housing conditions (see note in
Map 1), creating an index that ranges from 1 (highest) to 7 (lowest). In
general it is not difficult to see that the majority of the states in the Nor-
th are classified with a well-being index of 2, with some exceptions, and
those in the South with a 6 or 7, while the Center is more heterogeneous.
Of course, none of these regions are homogeneous. The reader should be
aware that the larger the region, or subnational territorial unit, the greater
the internal variation among its constituent states. Consequently, we note

460

Laberintos.indb 460 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

that the average well-being index for Mexico in 1995 was moderately high,
indicated by a score of 3, and also that the variations in well-being within
regions were so great that the differences in well-being among the regions
was not statistically significant.4
Nevertheless, these huge territorial entities (North, Center, and Sou-
th regions) seem to correspond to different ecological conditions, natural
endowments, historical development, cultural traits, and political preferen-
ces.5 Until recently, the South was an underdeveloped region with abun-
dant water resources,6 and not inclined yet to any political party in the
national ideological left-right spectrum; the developed industrial North
with limited water resources, but irrigated agriculture, has been historically
inclined to center-right politics; and the traditionally congested Center of
the country, where water resources are mined and polluted, with a mixture
of migrants from all over the country and a cosmopolitan and sophisticated
population, shows preferences for left-center ideologies, and has been the
leading economic, political, and cultural engine in Mexico’s development.

Table 4. Mexican States by Region: Population and Levels of Well-Being, 1995

Region and statesa Population (thousands) Level of well-being


Centera 52,867.20 4
Aguascalientes 862.7 2
Colima 488 4

The statement about lack of significant difference in well-being indicators among the
4

three regions is based on t tests. The t test on the difference in well-being between the Center
and the North indicates t = .61; between Center and South, t = .74; and between North and
South t = .689.
5
Ortega (2001) argues that the critical realignment of political party affiliation according
to region that occurred in the presidential election in 2000, and was modified in the election
for the Chamber of Deputies in 2003, strengthened a pluralistic system (with three relevant
parties) that presents itself on the state level as a bi- or tri-party system with clear regional
overtones.
6
The underdevelopment led to conflicts on social, economic, and environmental issues. See
Graizbord and Arroyo 2004.

461

Laberintos.indb 461 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 4. Continue
Region and statesa Population (thousands) Level of well-being
Distrito Federal 8,489.00 1
Guanajuato 4,406.50 7
Hidalgo 2,112.40 4
Jalisco 5,991.10 2
México 11,707.90 5
Michoacán 3,870.60 4
Morelos 1,442.60
Puebla 4,624.30 6
Querétaro 1,250.40 4
Tlaxcala 883.9 4
Veracruz 6,737.30 6
Northa 23,909.30 3
Baja California 2112.1 2
Baja California Sur 375.4
Chihuahua 2,793.50 2
Coahuila 2,173.70 2
Durango 1,431.70 4
Nayarit 896.7 4
Nuevo León 3,550.10 2
San Luis Potosí 2,200.70 6
Sinaloa 2,425.60 2
Sonora 2,085.50 2
Tamaulipas 2,527.30 2
Zacatecas 1,336.40 4
Southa 14,161.50 6
Campeche 642.5 6
Chiapas 3,584.70 7
Guerrero 2,916.50 6
Oaxaca 3,228.80 7
Quintana Roo 703.5 3
Tabasco 1,748.70 6
Yucatán 1,336.40 4
Source: Author’s classification for North, Center, and South; for well-being level see note in Map 1.
a
Author’s classification for North, Center, and South Great Regions: we have included in those great regions
states which belong to recognized geoeconomic regions, with one exception being the five Center-North
states, of which Zacatecas and San Luis Potosí have been assigned to the North Great Region and Aguasca-
lientes, Guanajuato, and Querétaro to the Center Great Region. These last three are part of the Bajío natural
region that also includes part of Jalisco and part of Michoacán. For geoeconomic regions see Graizbord and
Ruiz 1996. Well-being level for each region was estimated by multiplying the 1995 well­being level for each
state by its 1995 population, and then summing the total for a region and dividing by the population far
the region.

462

Laberintos.indb 462 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

The economic development of these regions is often tied to their economic


conditions and to factors such as policy, weather, political conditions, and
so forth. In the following pages, we first summarize some economic grow-
th theories and then indicate the regional distribution of public investment
(overhead capital investment: OC); both economic and social overhead capi-
tal (EOC and SOC); private investment (PI); gross domestic capital forma-
tion (GKF); and foreign direct investment (FDI). The level and distribution
of these variables has led to reducing regional differences, called “convergen-
ce,” in social and economic conditions among these regions, despite the fact
that, according to our current research findings,7 there are opposing trends in
per capita wages and salaries and labor productivity. We conclude our chapter
by discussing regional policy and the social impacts of economic integration.

GROWTH THEORIES

The neoclassical model identifies three sources of output growth: capital


stock, the labor force, and technology. The Solow (1979 [1956]) growth mo-
del argues that the growth in output per capita is driven by the rate of tech-
nological progress that occurs because entrepreneurs are looking for ways to
make a profit and one way of doing this is to produce new ideas (Armstrong
and Taylor, 2000). More recently, analytical models have been developed by
Romer (1986) in which it is implied that marginal productivity of knowledge
increases while marginal productivity of physical capital decreases-thus the

Regional convergence in per capita income (GDPpc) has been analyzed for Mexico by
7

Esquivel (1999) and more recently by Ocegueda (2003). For a technical study of regional
convergence of productivity per capita and salaries in Mexico, please contact graizbord@lead.
colmex.mx.

463

Laberintos.indb 463 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

importance of education,8 social capital,9 and institutional development,10 as


well as arguments about increasing economies of small-scale production (Pio-
re and Sabel, 1984). A study by Harris and Trainor (1997, cited in Armstrong
and Taylor, 2000) found that the determinant factors of regional disparities in
the United Kingdom were: the skill level of a region’s working force; its flexi-
bility; the proportion of small plants in a region (since scale economies have
become less important due to recent changes in production techniques); and
better industrial relations compared to years previous to 1980.
Economic growth, however, does not occur evenly throughout a na-
tion. According to Perroux (1950), Myrdal (1959), and Hirschman (1958),
national or regional economic growth will occur differentially in space and
time. Geographical association of a large population and numerous econo-
mic activities give rise to localization and urbanization economies, external
to firms. Development of these agglomeration economies or “growth poles”
will create regional disparities that tend to disappear once new opportuni-
ties emerge. The additional income in the newly favored areas will lead to
“convergence”, as factors of production adjust by migrating or moving to
regions or sectors where jobs are being created.
The speed at which a region’s output per capita grows, as argued by
Kaldor (1970, cited in Armstrong and Taylor, 2000), is determined by the

8
That education level is permanently related to wages and labor income has been proved
empirically through the application of different models by Becker (1964) and later by Mincer
(1974).
9
While geographers have signaled the importance of social processes and associative behav-
ior to the performance of firms in industrial districts, it was Putnam (1993, cited in Johnston
et al., 2000, 746-747) who encapsulated in the term social capital “those characteristics of
social structure or social relations that facilitate collaborative action and, as a result, enhance
economic performance.”
10
Ideas by North (1991) on the role of national social institutions can be recognized as
the background for a literature that augmented and refined regional microeconomic analysis.
North’s institutional development and Porter’s (1990) competitive advantages revived the interest
in the impact of civil institutions in regional economic performance and were, as far as we see
it, the recent building blocks for proposals of endogenous growth. See Barro (1990), Mankiw,
Romer, and Weil (1992), and Romer (1994), among others.

464

Laberintos.indb 464 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

extent to which the region is able to exploit scale economies and to reap
the benefits that accrue from greater specialization. These benefits vary ac-
cording to the type of productive activity in which a region specializes. In
particular, the manufacturing sector is able to reap substantially greater
benefits from growth than accrue from land­based activities like mining and
agriculture.
Another way of looking at regional differences in growth is that techni-
cal progress diffuses across the world so that even small economies can be-
nefit without having to rely on knowledge created within their own boun-
daries. A rapid transfer of technological knowledge across regions means
that there is less reason to expect spatial disparities in growth rate, and that
spatial disparities in per capita incomes should converge over the long run
(Armstrong and Taylor, 2000).
The question is, why are there spatial disparities in growth rates? The
answer is because different economies have different incentives to invest
and to use existing technical knowledge due to more or less favorable eco-
nomic and social infrastructure, more or less developed legal and political
institutions, and more or less stable social and political environment (Arm-
strong and Taylor, 2000).

PUBLIC INVESTMENT

Regional inequalities reflect differences in physical and social infrastructure


(Fuentes, 2003).11 Economists call additions to capital “investment.” The

11
Fuentes (2003) refers to a study by Looney and Frederiksen (1981) for Mexico in the
seventies in which these authors found that infrastructure affected GDP according to type of
investment and type of region (intermediate or depressed). These authors use Hansen’s (1965)
regional typology, in which he proposes three categories: congested (relatively developed, cor-
responding to primate cities or large agglomeration regions), lagging or de­pressed (under-
developed poor rural areas, having few attributes that would tend to attract new economic

465

Laberintos.indb 465 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

sum of investment or gross domestic capital formation (GKF) includes pu-


blic investment (OC), private investment (PI), and foreign direct investment
(FDI), which can be carried out by private domestic and foreign units with
some restrictions on activities in which they are permitted, and by national
government entities. In recent years, public investment in Mexico has been
directed to infrastructure, rather than to directly productive activities, as
was the case before the explicit adoption of the neoliberal and open market
model during the Salinas administration in the early nineties. Public invest-
ment in infrastructure is divided into economic overhead capital (EOC)—
composed of physical infrastructure such as airports, highways, railroads,
ports, electricity, telecommunications— and social overhead capital (SOC)
—composed of schools and hospitals (Hirschman, 1958; Hansen, 1965;
Fuentes, 2003).
The investment of public capital is more productive in low-income
regions of Mexico because of diminishing returns to scale. According to
Hansen (1965, cited in Fuentes, 2003), EOC explains disparities in gross
domestic product per capita (GDPpc) in the moderately developed states,
those with a GDPpc around the national value, and SOC explains it in
the less developed states, those with lower than the national GDPpc. Pro-
portionately there is more SOC than EOC investment, and the first social
overhead capital is more evenly spread among the states, which is consistent
with an increasing emphasis on investment in “human capital.”12

activity), and intermediate (regions offering significant advantages to businesses but not yet
generating externa! diseconomies of agglomeration).
12
Investments are made in human resources so as to improve their productivity. Costs are
incurred in the expectation of future benefits; hence, the term “investment in human resourc-
es” (Pearce 1995, 188).

466

Laberintos.indb 466 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 5. Mexican States: Disparities in Public lnfrastructure


by GDP per Capita and Level of Well-Being, 1998

Well-being
Mexican states EOC a SOC b OC c GDP d GDPpc e
level f
Mexico 33.37 55.95 61.42 -- 38.8
Richest
1 Distrito
1.00 g 0.4542 1.00 g 1.00 g 1.00 g 1
Federal
2 Nuevo León 0.4509 0.4815 0.6411 0.2974 0.7011 2
3 Coahuila 0.3175 0.4333 0.5163 0.142 0.5473 2
4 Chihuahua 0.2725 0.5614 0.5734 0.1868 0.5341 2
5 Aguascalientes 0.3191 0.2819 0.4133 0.0492 0.4977 2
6 Baja
0.5245 0.3761 0.6193 0.0242 0.4842 2
California Sur
7 Baja
0.5037 0.2765 0.5365 0.137 0.4688 2
California
8 Sonora 0.4695 0.4463 0.6298 0.1222 0.4516 2
9 Tamaulipas 0.3583 0.5239 0.6067 0.131 0.4069 2
10 Estado
0.3673 0.6624 0.708 0.4701 0.2988 2
de México
Moderate
11 Quintana
0.5476 0.344 0.6131 0.062 0.5762 3
Roo
12 Sinaloa 0.3678 0.6044 0.6686 0.0925 0.306 4
13 Durango 0.1787 0.7352 0.6284 0.0589 0.3326 4
14 Nayarit 0.2356 0.5573 0.5452 0.0259 0.2298 4
15 Jalisco 0.368 0.6945 0.7306 0.2825 0.3886 4
16 Colima 0.457 0.3914 0.5834 0.025 0.3844 4
17 Queretaro 0.328 0.415 0.5109 0.0749 0.4666 4
18 Tlaxcala 0.3122 0.3137 0.4303 0.024 0.2113 4
19 Morelos 0.3893 0.326 0.4919 0.0604 0.3337 4
20 Yucatán 0.3894 0.3912 0.5367 0.0585 0.3125 4
21 Guanajuato 0.2443 0.5387 0.5384 0.1481 0.3031 5
22 Michoacán 0.2162 0.7586 0.6703 0.1091 0.2183 5
23 Zacatecas 0.1361 0.6428 0.5356 0.0359 0.2395 5

467

Laberintos.indb 467 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 5. Continue
Well-being
Mexican states EOC a SOC b OC c GDP d GDPpc e
level f
Poorest
24 Campeche 0.2483 0.2819 0.4133 0.0492 0.6138 6
25 San Luis
0.197 0.6675 0.5945 0.0764 0.2913 6
Potosí
26 Puebla 0.1931 0.6395 0.5726 0.1508 0.2573 6
27 Hidalgo 0.2036 0.6769 0.6055 0.0661 0.2355 6
28 Tabasco 0.2108 0.5698 0.5368 0.0544 0.2301 6
29 Veracruz 0.3822 1.00g 0.9504 0.1951 0.2253 6
30 Guerrero 0.2392 0.8413 0.743 0.0752 0.2007 7
31 Chiapas 0.0897 0.9579 0.7204 0.0789 0.1676 7
32 Oaxaca 0.1597 0.8469 0.6922 0.0671 0.1614 7
Source: For EOC, SOC, and OC, see Fuentes 2003, cuadro 2; Table 3 for GDP per capita; for level of
well-being see note in Map 1.
a
EOC = Economic Overhead Capital investment, includes public investment in airports, highways, rail-
roads, ports, electricity, telecommunications.
b
SOC = Social Overhead Capital investment, includes education and health facilities.
c
OC = Sum of EOC and SOC.
d
GDP = Gross Domestic Product, which in this case indicates the relative size of the state’s economy, com-
pared with that of the largest state economy (Distrito Federal 1.00).”
e
GDPpc = Gross Domestic Product/state population for 2002 as index from highest (Distrito Federal=
1.00)
f
see note in Map 1.
g
Values are an index.

There is an apparent rationality in the EOC and SOC mix by state. Table 5
shows the highest EOC index values in the higher-income states (GDPpc
> 38.8, measured as an index where the GDPpc of the Federal District is
equal to 100, and well-being levels 1 and 2), and the highest SOC index
values in the lower-income states (GDPpc < 38.8, and well-being levels 6
and 7). Exceptions are the state of Mexico, a rich state economy with wide
socioeconomic differences but a high well-being level and a low income per
capita and, consequently, a high SOC index, and Veracruz, a relatively large
state economy, with a low well-being level and the highest SOC index.

468

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las geografías (aplicaciones)

PRIVATE INVESTMENT

Private investment (PI) takes place each year. The sum of private investment
was obtained as a residual, as information is not available. This residual is
obtained by subtracting foreign investment, from gross capital formation
(GKF) to obtain total national or domestic investment; public investment
(OC) is deducted from this figure to obtain private investment. In Mexico,
GKF has grown by a yearly rate of around 5 percent between 1995 and
2001. As a percentage of the country’s GDP in 1995 it reached more than
18 percent while in 2001 it reached almost 23 percent of that year’s GDP.
On the other hand private investment was 66.3 percent of GKF in 1995 and
65.4 percent in 2001. These proportions represent close to 12 percent and
15 percent of the country’s GDP in 1995 and 2001, respectively.
In aggregated terms, private investment in the Northern states in 2001
reached 16.3 percent of gross regional product, from 10.1 percent in 1995,
while the Southern states increased from 9.2 percent in 1995 to 42.1 per-
cent in 2001 of the region’s share in the country’ s GDP. These regional
differences show the contradictory impacts of the North American Free
Trade Agreement (NAFTA), as the Southern states took advantage of a
decentralizing trend. In particular, private investment was directed mainly
to tourism (Oaxaca and Guerrero) but also to oil associated activities (Ta-
basco) in the South. The private investment share in the Central Region
fell from 13.4 percent of the 1995 Gross Regional Product to 9.8 in 2001,
as a result of the absolute and relative decline in private investment in the
Federal District from US$1.4 billion and a relatively low 2.4 percent of
the GDP total in 1995 to a disinvestment of US$10.1 billion in 2001.
A partial reason for this negative figure of disinvestment in the Federal Dis-
trict was probably the decentralization of manufacturing activities as well
as of population to the neighboring states (Estado de México, Querétaro,
Puebla, etc.) and the rest of the country.

469

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Laberintos.indb 470
Table 6a. Mexican States by Region: GDP, GKF, FDI, OC, and PI, 1995 and 2001 (in millions of current dollars)a

470
Gross domestic Gross capital Foreign direct Public investment Private investment
Mexican States product (GDP) formation (GKF) investment (FDI) (OC) (Pl) b
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Mexico 256,299.1 529,874.6 46,269.7 121,636.6 8,332.9 26,569.2 7,265.9 15,525.2 30,670.9 79,542.2
Center 153,410.7 315,313.7 29,952.8 61,191.4 5,506.1 21,921.3 3,902.0 8,272.2 20,544.6 30,997.9
Aguascalientes 2,683.4 6,466.9 832.0 1,990.0 27.1 90.1 56.3 90.8 748.6 1,809.1
Colima 1,453.9 2,838.2 323.6 870.6 3.0 2.7 41.9 92.3 278.7 775.7
Distrito Federal 59,071.2 116,392.3 7,858.0 12,934.8 4,476.9 19,521.5 1,970.4 3,501.0 1,410.6 -10,087.7
Guanajuato 8,870.5 19,076.8 1,664.0 5,348.0 6.3 217.0 179.0 391.0 1,478.7 4,740.0
Hidalgo 3,600.0 7,359.3 1,063.1 2,363.1 48.3 76.5 120.9 339.1 894.0 1,947.5
Jalisco 16,362.9 34,273.7 1,109.4 3,979.9 114.4 444.0 158.8 489.9 836.2 3,046.1
México 25,738.2 56,450.4 7,442.0 13,432.3 606.2 746.0 468.6 864.6 6,367.1 11,821.7
Michoacán 6,372.5 12,282.9 1,294.3 5,348.0 48.8 5.8 106.0 375.9 1,139.5 4,966.3
Morelos 3,593.6 7,534.3 1,664.0 1,368.1 67.6 18.5 62.0 135.0 1,534.4 1,214.6
Puebla 8,154.1 18,843.5 2,403.6 4,726.2 25.3 488.5 96.9 459.2 2,281.4 3,778.5
Querétaro 3,852.5 9,123.1 1,340.5 2,363.1 42.0 177.4 65.9 156.0 1,232.6 2,029.7
Tlaxcala 1,338.6 2,948.0 92.4 870.6 11.2 13.2 57.4 82.5 23.8 775.0
laberintos geográficos: una antología

Veracruz 12,319.3 21,724.5 2,865.9 5,596.8 29.0 120.1 517.9 1,295.1 2,318.9 4,181.6
North 75,588.0 161,761.3 11,740.8 33,953.8 2,741.6 4,430.6 1,388.6 3,229.6 7,610.6 26,293.5
Baja California 7,413.5 17,282.8 878.2 2,363.1 538.1 813.6 75.9 247.8 264.2 1,301.7
Baja California Sur 1,432.4 2,980.0 92.4 995.0 20.9 136.1 45.6 92.5 26.0 766.3
Chihuahua 10,143.1 23,068.4 924.5 5,472.4 528.7 742.1 162.8 307.9 232.9 4,422.4
Coahuila 7,852.5 16,985.0 2,311.2 3,606.8 120.4 160.6 116.9 189.7 2,073.9 3,256.5

06/03/24 17:22
Laberintos.indb 471
Table 6a. Continue
Gross domestic Gross capital Foreign direct Public investment Private investment
Mexican States product (GDP) formation (GKF) investment (FDI) (OC) (Pl) b
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Durango 3,419.2 6,691.3 184.9 1,741.2 40.5 9.9 71.0 191.5 73.4 1,539.9
Nayarit 1,586.2 3,069.8 277.3 1,741.2 2.0 33.2 68.0 116.4 207.3 1,591.6
Nuevo León 16,556.6 36,552.3 1,941.4 4,850.5 704.1 1,751.0 198.8 493.9 1,038.5 2,605.7
San Luis Potosí 4,404.8 9,124.9 277.3 2,363.1 131.5 207.1 65.6 226.9 80.2 1,929.1
Sinaloa 5,931.3 11,154.0 785.8 995.0 94.1 59.8 216.5 255.1 475.2 680.0
Sonora 7,194.6 15,010.4 1,756.5 2,984.9 155.4 175.7 140.4 320.4 1,460.7 2,488.8
Tamaulipas 7,406.2 15,711.9 2,080.1 5,223.7 393.7 336.0 193.3 607.5 1,493.0 4,280.1
Zacatecas 2,247.7 4,130.3 231.1 1,616.8 12.2 5.5 33.6 180.0 185.3 1,431.4
South 27,300.4 52,799.7 4,576.1 26,491.4 85.2 217.3 1,975.3 4,023.4 2,515.7 22,250.7
Campeche 3,096.6 5,972.3 277.3 2,363.1 0.5 -21.4 404.6 901.6 -127.8 1,482.8
Chiapas 4,851.6 9,189.1 1,155.6 5,845.5 0.4 -0.9 361.6 747.9 793.5 5,098.5
Guerrero 4,845.1 8,733.7 1,664.0 4,974.9 45.2 20.7 171.1 411.3 1,447.7 4,542.9
las geografías (aplicaciones)

Oaxaca 4,302.8 7,963.8 647.1 4,104.3 -2.1 -1.7 188.4 564.5 460.8 3,541.5
Quintana Roo 3,347.1 7,433.6 138.7 1,616.8 20.5 78.0 54.2 120.9 64.0 1,417.9
Tabasco 3,467.5 6,259.5 416.0 6,218.6 1.2 4.1 737.4 1,049.2 -322.5 5,165.4
Yucatán 3,389.6 7,247.6 277.3 1,368.1 19.5 138.5 58.0 227.9 199.9 1,001.7

Source: Estimates based on INEGI for GKF: http://dgcnesyp.inegi.gob.mx/BDINE/Ml0/Ml000062.htm; and www.inegi.gob.mx/est/contenidos/es-


panol/tematicos/mediano/med.asp?t=goes018&c=l697; for GDP: http://dgcnesyp.inegi.gob.mx/BDINE/Ml5/Ml500002.htm; and for FDI: http://
dgcnesyp.inegi.gob.mx/BDINE/Kl0/Kl000005.htm; and for OC: Presidencia de la República, Anexo Estadístico del Segundo Informe de Gobierno
(Ernesto Zedillo Ponce de León), 1996: 285, and Anexo Estadístico del Segundo Informe de Gobierno (Vicente Fox Quezada), 2002: 459.
a
US$1 = 6.419 current pesos of 1995 and = 9.3425 current pesos of 2001.
b

471
PI = GKF - (FDI + OC).

06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología

Table 6b. Mexican States by Region: GDP, GKF, FDI, OC, and PI, 1995 and 2001 (percentages)

1995 2001
Mexican States GDP GKF FDI OC PI GDP GKF FDI OC PI
Mexico 100.0 18.1 3.3 2.8 12.0 100.0 23.0 5.0 2.9 15.0
Center 100.0 19.5 3.6 2.5 13.4 100.0 19.4 7.0 2.6 9.8
Aguascalientes 100.0 31.0 1.0 2.1 27.9 100.0 30.8 1.4 1.4 28.0
Colima 100.0 22.3 0.2 2.9 19.2 100.0 30.7 0.1 3.3 27.3
Distrito Federal 100.0 13.3 7.6 3.3 2.4 100.0 11.1 16.8 3.0 -8.7
Guanajuato 100.0 18.8 0.1 2.0 16.7 100.0 28.0 1.1 2.0 24.8
Hidalgo 100.0 29.5 1.3 3.4 24.8 100.0 32.1 1.0 4.6 26.5
Jalisco 100.0 6.8 0.7 1.0 5.1 100.0 11.6 1.3 1.4 8.9
México 100.0 28.9 2.4 1.8 24.7 100.0 23.8 1.3 1.5 20.9
Michoacán 100.0 20.3 0.8 1.7 17.9 100.0 43.5 0.0 3.1 40.4
Morelos 100.0 46.3 1.9 1.7 42.7 100.0 18.2 0.2 1.8 16.1
Puebla 100.0 29.5 0.3 1.2 28.0 100.0 25.1 2.6 2.4 20.1
Querétaro 100.0 34.8 1.1 1.7 32.0 100.0 25.9 1.9 1.7 22.2
Tlaxcala 100.0 6.9 0.8 4.3 1.8 100.0 29.5 0.4 2.8 26.3
Veracruz 100.0 23.3 0.2 4.2 18.8 100.0 25.8 0.6 6.0 19.2
North 100.0 15.5 3.6 1.8 10.1 100.0 21.0 2.7 2.0 16.3
Baja California 100.0 11.8 7.3 1.0 3.6 100.0 13.7 4.7 1.4 7.5
Baja California Sur 100.0 6.5 1.5 3.2 1.8 100.0 33.4 4.6 3.1 25.7
Chihuahua 100.0 9.1 5.2 1.6 2.3 100.0 23.7 3.2 1.3 19.2
Coahuila 100.0 29.4 1.5 1.5 26.4 100.0 21.2 0.9 1.1 19.2
Durango 100.0 5.4 1.2 2.1 2.1 100.0 26.0 0.1 2.9 23.0
Nayarit 100.0 17.5 0.1 4.3 13.1 100.0 56.7 1.1 3.8 51.8
Nuevo León 100.0 11.7 4.3 1.2 6.3 100.0 13.3 4.8 1.4 7.1
San Luis Potosí 100.0 6.3 3.0 1.5 1.8 100.0 25.9 2.3 2.5 21.1
Sinaloa 100.0 13.2 1.6 3.7 8.0 100.0 8.9 0.5 2.3 6.1
Sonora 100.0 24.4 2.2 2.0 20.3 100.0 19.9 1.2 2.1 16.6
Tamaulipas 100.0 28.1 5.3 2.6 20.2 100.0 33.2 2.1 3.9 27.2
Zacatecas 100.0 10.3 0.5 1.5 8.2 100.0 39.1 0.1 4.4 34.7
South 100.0 16.8 0.3 7.2 9.2 100.0 50.2 0.4 7.6 42.1
Campeche 100.0 9.0 0.0 13.1 -4.1 100.0 39.6 -0.4 15.1 24.8
Chiapas 100.0 23.8 0.0 7.5 16.4 100.0 63.6 0.0 8.1 55.5
Guerrero 100.0 34.3 0.9 3.5 29.9 100.0 57.0 0.2 4.7 52.0
Oaxaca 100.0 15.0 0.0 4.4 10.7 100.0 51.5 0.0 7.1 44.5
Quintana Roo 100.0 4.1 0.6 1.6 1.9 100.0 21.8 1.0 1.6 19.1
Tabasco 100.0 12.0 0.0 21.3 -9.3 100.0 99.3 0.1 16.8 82.5
Yucatán 100.0 8.2 0.6 1.7 5.9 100.0 18.9 1.9 3.1 13.8
Source: Table 6a.

472

Laberintos.indb 472 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

In 1995 the state of Mexico received the highest share of PI in the Cen-
tral Region up to US$6.4 billion or 31 percent of this region’s total. This
amount represented 20.7 percent of total private investment in the country
in 1995. In 2001, PI in the state of Mexico amounted to US $11.8 billion
representing again the highest share in the Central Region (38 percent) and
in the country as a whole (14.8 percent). Coahuila in the North was the des-
tination of the highest regional flow in regional PI, representing US$2.1 bi-
llion or 27.2 percent of the regional total. And in the South, PI in Guerrero
amounted to US$1.4 billion or more than half (57.5 percent) in that region.
The reader should be aware that, in general, for the country as a whole,
around 15 percent of total GKF figures correspond to public investment
and 65 percent to private investment. The remaining 20 percent is direct
foreign investment. These proportions vary within the three great regions.
In the Center private investment reached almost 70 percent in 1995 and
only 50 percent in 2001 of total investment while public investment main-
tained its share of 13 percent of GKF in both years, while FDI represented
35 percent in 2001 against only 18 percent in 1995. Private investment
in the North showed similar proportion of GKF in 1995 but a lower 51
percent in 2001. An opposite tendency was experienced in the South:
while private investment’s share of GKF was 55 percent in 1995 by 2001
it reached 84 percent. On the other hand, public investment in the South
represented 43 percent of GKF in 1995 but was reduced to only 15.2 per-
cent in 2001 (Tables 7a and 7b).
Table 7a. Regional Distribution of GDP, GKF, OC, PI, 1995 and 2001 (percentage)

Gross capital Foreign direct Public


Gross domestic Private
Great formation investment investment
product (GDP) investment (Pl)
Region (GKF) (FDI) (OC)
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Mexico 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
Center 59.9 59.5 64.7 50.3 66.1 82.5 53.7 53.3 67.0 39.0
North 29.5 30.5 25.4 27.9 32.9 16.7 19.1 20.8 24.8 33.1
South 10.7 10.0 9.9 21.8 1.0 0.8 27.2 25.9 8.2 28.0
Source: Table 6a.

473

Laberintos.indb 473 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 7b. Mexico Great Regions: Distribution of lnvestment


by Source, 1995 and 2001 (percentage)

Gross capital Foreign direct Public investment Private


Great formation (GKF) investment (FDI) (OC) investment (Pl)
Region
1995 2001 1995 2001 1995 2001 1995 2001
Mexico 100.0 100.0 18.0 21.8 15.7 12.8 66.3 65.4
Center 100.0 100.0 18.4 35.8 13.0 13.5 68.6 50.7
North 100.0 100.0 23.4 13.0 11.8 9.5 64.8 77.4
South 100.0 100.0 1.9 0.8 43.2 15.2 55.0 84.0
Source: Table 6a.

FOREIGN INVESTMENT AND TRADE

NAFTA was expected to lead to a substantial amount of FDI and to provide


Mexico with greater access to the huge markets of its main trading partner.
There is no doubt that NAFTA triggered a massive inflow of foreign invest-
ment during the 1990s. In fact, this increasing trend was maintained up to
2001, when the country still received US$26.5 billions of FDI. However, in
2002 the country received only US$13.1 billion and in 2003 till September
almost US$10 billion, showing a declining trend in FDI. Of course, these
changing trends are clearly shown by subperiods (Table 8).
Mexico, the United States, and Canada were expected to become more
closely integrated as a result of NAFTA. The regions of each nation that
were most closely integrated in part depended on the regional distribution
of investment that we indicated above and reflects a diverging trend obser-
ved between the southern and northern Mexican states from the beginning
of NAFTA. The southern states obtained only 1 percent of FDI during
1999-2003, despite the relative importance of public and private invest-
ment in this region.

474

Laberintos.indb 474 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 8. Mexican States by Region: Foreign Direct lnvestment (FDI), a


1999-2003 (millions of current dollars)

lnvestment Accumulated b Percent distribution


Mexican states
1999 2001 2003 1999-2003 2003 Accumulated
Mexico 13153.1 26536.6 9738.5 76286.5 100.0 100.0
Center 8534.7 21939.5 6752.2 55244.8 69.3 72.4
Aguascalientes 72.2 89.8 23.4 268.5 0.2 0.4
Colima 4.2 2.7 11.5 30.8 0.1 0.0
Distrito Federal 5960.8 19556.3 5641.6 45359.5 57.9 59.5
Guanajuato 136.8 217.0 183.5 734.2 1.9 1.0
Hidalgo 0.7 76.5 0.5 86.6 0.0 0.1
Jalisco 522.1 433.2 200.5 2402.9 2.1 3.1
México 1375.6 743.5 324.6 3373.0 3.3 4.4
Michoacán 6.3 2.9 5.8 43.6 0.0 0.1
Morelos 146.0 18.4 47.1 242.7 0.5 0.3
Puebla 199.7 488.5 246.8 1946.3 2.5 2.6
Querétaro 138.9 177.4 36.3 568.9 0.4 0.7
Tlaxcala 44.5 13.2 2.5 39.4 0.0 0.1
Veracruz -73.1 120.1 28.1 148.4 0.3 0.2
North 4389.3 4385.3 2891.3 20287.3 29.7 26.6
Baja California 1165.9 813.6 658.0 4331.3 6.7 5.7
Baja California Sur 97.7 127.9 74.0 545.8 0.8 0.7
Chihuahua 602.4 733.4 666.5 3419.9 6.8 4.5
Coahuila 206.9 163.8 110.9 913.0 1.1 1.2
Durango 7.1 8.2 8.5 120.2 0.1 0.2
Nayarit 15.2 33.2 57.2 137.6 0.6 0.2
Nuevo León 1367.2 1724.3 870.5 7054.6 8.9 9.2
San Luis Potosí 209.9 207.1 10.3 738.2 0.1 1.0
Sinaloa 40.9 59.5 15.7 130.7 0.2 0.2
Sonora 203.1 175.7 119.9 1035.7 1.2 1.4
Tamaulipas 461.7 333.0 298.6 1825.2 3.1 2.4
Zacatecas 11.1 5.5 1.2 35.1 0.0 0.0
South 229.1 211.8 96.0 754.5 1.0 1.0
Campeche 4.6 -21.4 11.1 15.9 0.1 0.0
Chiapas 3.3 -0.9 -0.1 4.7 0.0 0.0
Guerrero 34.3 20.7 13.5 87.9 0.1 0.1
Oaxaca 1.1 -1.7 0.2 -0.3 0.0 0.0
Quintana Roo 91.7 77.8 54.7 302.3 0.6 0.4
Tabasco 52.8 4.1 0.0 97.1 0.0 0.1
Yucatán 41.3 133.2 16.6 246.9 0.2 0.3
Source: Secretaría de Economía. Dirección General de Inversión Extranjera, México, 2003.
a
FDI includes investment, benefits reinvested, plus fixed assets imported by in-bond plants.
b
Till September 30, 2003.

475

Laberintos.indb 475 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

On the other hand, the ability of northern states and localities to at-
tract a good deal of that foreign investment because of their proximity
to the United States is indicated by the growth of assembly plants (ma-
quiladoras) along the northern border in cities such as Tijuana, Ciudad
Juárez, Nuevo Laredo, and Reynosa. In the same period, the six northern
states (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, and
Tamaulipas) obtained 24.4 percent of the total FDI in the country. But
the real beneficiary of economic integration, in terms of absolute FDI, has
been the Central Region. The Federal District and the states of México and
Puebla received 66.5 percent of the total FDI in the country. The highest
proportion is concentrated in the Federal District because, despite decen-
tralization, the Mexican capital city, or rather Mexico City Metropolitan
Area,13 provides attractive opportunities due to agglomeration economies
as it is the host of the federal government and concentrates the location of
most of the large corporate headquarters of new tertiary activities such as
the Stock Exchange and other financial services, law, audit and accounting
international firms, and multinational corporations’ headquarters. It also
serves as the main hub in the communications network at the national
level. Big cities exert a strong pull in the economic integration process, as
can be confirmed by FDI in Jalisco, Nuevo León, Baja California, and Chi-
huahua, where the metropolitan areas of Guadalajara, Monterrey, Tijuana,
and Ciudad Juárez are situated.
In fact, those regions with competitive advantages capture a larger sha-
re of the aggregated NAFTA gains: FDI flows; export capacity develops;
technology transfers through partnerships; and strategic alliances conso-
lidate with foreign firms. To the extent that such clusters are closer to the
potential markets (United States), and are located in large urban-industrial

There is a methodological question in the way FDI is registered; surely there is a bias in
13

favor of Mexico City because a high proportion of multinational corporate headquarters are
located in the capital city, while their productive units might be located in other regions of
the country.

476

Laberintos.indb 476 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

concentrations, the integration process may result in an intensification of


regional economic disparities and polarization tendencies with a detrimen-
tal effect for poor and backward regions. We can there­fore conclude that
so far NAFTA has tended to stretch the gap between the southern and the
northern states and regions in Mexico. The implementation of NAFTA
by itself does not completely explain disparities among Mexico’s regions.
Ocegueda (2003) states that there is empirical support for the hypothe-
sis that growth in the manufacturing sector induced growth in the other
sectors of the Mexican economy, which could be interpreted as indicating
that Mexico’s polarized regional development is associated with processes of
economic specialization. (See chapter 8 by Tamayo-Flores for FDI growth
rates by sector and region.) With this in mind, we next highlight the limits
of regional policy in Mexico.

CONCLUDING REMARKS: THE ABSENCE


OF A COMPREHENSIVE REGIONAL POLICY

Economic integration in Mexico has not yet been accompanied by compre-


hensive policies for regional development in a systematic fashion. Generally
speaking, topics of national economic growth are given priority over those
related to interregional equality in a context of marked social and regional
disparities. Most of the federal policies with a significant regional impact in
the country are originally directed to specific sectors; therefore an analysis of
regional policies in Mexico can be done with reference to industrial policies,
social policies, and so forth, that normally do not have a broad regional aim,
although they may be directed for political reasons to specific areas and, the-
refore, along with sectoral policies, may have significant regional impacts.
Particularly since the mid-1980s, when the economic strategy dismissed the
role of the state while promoting the competitiveness of the private sector,
this has been the hallmark of regional policy in Mexico.

477

Laberintos.indb 477 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Industrial Policy
Since the Salinas administration (1988-1994) it was clear that, despite the
creation in 1988 of a Secretaría de Fomento Industrial (Ministry for In-
dustrial Promotion), there was no central body responsible for industrial
development in Mexico’s underdeveloped regions, nor a way to stimulate
economic progress by making a distinction among regions for government
subsidies for employment and investment. For decades, the public industrial
sector (oil, petrochemicals, electricity, mining, and manufacturing) was an
important mechanism for regional development but it was not often consi-
dered as a basis for a regional policy. With economic integration and libera-
lization, the possibility of a regional development policy has been drastically
reduced.
Furthermore, until the beginning of the 1980s the federal government
introduced measures to limit industrial growth in Mexico City, but this
strategy was abandoned in the second half of the 1980s in a neoliberal
context; as a result, industrial dynamism was recovered by the capital city.
Similarly, a conventional industrial policy to induce development in the
lagged regions has had very few possibilities of being successful, being
also very costly. Another important factor that reduces potential decen-
tralization and regional development is the very small variation in official
minimum wages among states, prevalent in formal economic activities,
depriving backward or less developed regions of a potential comparative
advantage (OECD 1998, 60). In fact, given the abundant cheap labor, not
everyone who ought to receive the official minimum wage received it.

Social Policy
The social sector was given a high priority during the 1990s, a fact that was
apparent in the federal budget. For example, in 1997, federal government
expenditure in social development represented 9 percent of GDP, and it
reached 10.4 percent in 2003. During President Salinas’s administration,

478

Laberintos.indb 478 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

the main program for social development was PRONASOL (National Soli-
darity Program-Programa Nacional de Solidaridad). This outstanding pro-
gram, in a context of a withdrawal of all subsidies, was designed to aid local
settlements with high levels of poverty. It is estimated that PRONASOL
benefited 9 million people in eleven different states and 375 urban centers
between 1989 and 1992. Each project had three main components: agri-
cultural production, protection of natural resources, and social well­being
(OECD 1998). PRONASOL’s actions included the construction of roads,
schools, and health centers; financial and technical support to peasants;
community development, and programs to foster women’s qualifications,
among others. In fact, the central objective in rural and urban projects was
to alleviate poverty (see chapter 29 by Gordon).
Additionally, from 1995 onward the Secretaría de Desarrollo Social
(SEDESOL) formulated a strategy to assist marginal microregions. A total
of ninety-one such regions were identified, which included municipalities
characterized by the most severe indices of marginalization (at least 60 per-
cent of the active population with no income, a high proportion of indi-
genous population, and only about 20 percent of the economically active
population earning more than one minimum salary). SEDESOL’s main
actions concentrated on improving education and nutrition, distributing
basic products, providing temporary employment, and building basic so-
cial infrastructure (SOC).
Social policy cannot be considered an explicit regional policy. All of the
programs under the heading of regional and urban development, including
alleviation of poverty, may have had an important impact at the local level
but they represented a very small proportion of the federal budget (less
than 1 percent of GDP) and therefore not important as a regional incen-
tive. Furthermore, the financial resources for the projects were partially or
even totally decentralized, which meant that municipalities were free to
allocate resources to specific ends or projects (OECD, 1998). These pro-
jects were not aimed at solving regional or state inequalities but were local

479

Laberintos.indb 479 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

in nature, and ameliorative actions did not dramatically change the existing
gaps in the provision of education, health, employment, nor the effects of
macroeconomic policies.
President Fox’s administration (2000-2006) seems committed to brin-
ging regional development to the forefront of the public agenda and to
giving greater weight to spatially based policies vis-a-vis the traditional sec-
torial approach. The Fox administration’s actions include: the incorpora-
tion of regional development policies in the National Development Plan;
the appointment, within the Executive Office of the President, of an officer
for strategic planning and regional development; and the presentation of a
National Program for Urban Development and Territorial Planning (PN-
DU-OT). The Office for Strategic Planning tried to implement a model of
regional development that would take into consideration a new political
reality of increasing democratization, which means that a greater emphasis
was given to what has been called in Mexico a new federalism, accom-
panied by a correlative decentralization of functions and responsibilities
to the subnational (state) level reaching the municipalities, with a greater
emphasis in local planning. This model tries to promote regional develo-
pment by mobilizing political will and resources in areas that have been
denominated as “meso-regions,” in a scheme that allows individual states
to participate in more than one of those (OECD, 2003). The PNDU-OT
sees spatial planning as the process “through which to orient the spatial
evolution of economy and society, and that promotes the establishment of
new functional relationships between regions, towns and cities, as well as
between the urban and rural spaces” (SEDESOL 2001). And, although its
goal is to achieve complementarities between local and regional objectives
and national ones, there seems to be an important emphasis on urban ques-
tions such as the consolidation of the National Urban System (all localities
with 15,000 inhabitants and more, including metropolitan areas), a Na-
tional Land and Territorial Reserve Policy (to incorporate available urban
land in the development process), and the Habitat Housing Program (to

480

Laberintos.indb 480 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

promote investment and employment, as well as a better quality of life in


the poorer city neighborhoods).
Despite these efforts, a good example of how regional policy has weake-
ned in the present administration, and faces several implementation diffi-
culties, is the case of the Plan Puebla-Panamá (PPP). Its primary objective
is to correct the structural conditions that have obstructed the development
of the Southern region of Mexico (Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Chiapas,
Tabasco, Campeche, Yucatán, and Quintana Roo), including Puebla, while
promoting development in the Central American region of actors from
both the public sphere and civil society in areas such as human develo-
pment, poverty alleviation, strategic infrastructure investment, and envi-
ronmental sustainability. However, at the moment some difficulties can be
identified: First, the PPP started in the president’s Executive Office, but
responsibilities were transferred to the Secretary of Foreign Affairs (SRE),
which clearly weakens the whole strategy. Second, much of the progress so
far has been achieved in the area of transport and communication infras-
tructure, but not yet in the productive sector; while infrastructure is needed
to promote productive activity, there are urgent needs in actively promoting
productive projects in the poorer areas. Third, the institutional capacity to
catalyze support from all levels of government toward such strategy is not
equally shared by all participants, from both Mexican institutions and the
seven Central American countries’ governments. Fourth, there is no precise
delimitation of responsibilities between the PPP and other elements of the
territorial development strategy, and it is not clear where its place is within
the Mexican public administration structure (OECD 2003).
Finally, we believe that a regional strategy must be based on horizontal
cooperation among the federal government ministries and decentralized
agencies and should be clearly structured and mandated; the allocation
of responsibilities and resources among sectors and levels of governments
should be accompanied by a definition of commitments. A close collabora-
tion between SEDESOL and the presidency is necessary for the planning

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Laberintos.indb 481 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

and implementation of spatial focused plans at the micro and meso levels,
and an overlapping between the two bodies should be avoided.
The vision that sustains this regional approach should be more com-
prehensive. So far, the meso-region proposal is applied in the PPP and to
some extent in the Northern border, while the micro-regional approach is
currently utilized in the context of poverty alleviation at the local level; but
these proposals should be extended to all regions, incorporating a larger
number of economic development concerns and simultaneously impro-
ving, at the macro, meso, and micro levels, the conditions of social groups
that have the lowest levels of well-being.

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Laberintos.indb 486 06/03/24 17:22
LATIN AMERICA: A REGION OF SHARED
LOYALTIES AND PERSISTENT DEPENDENCIES

LA REGIÓN DE AMÉRICA LATINA:


UNA GEOGRAFÍA DINÁMICA1

INTRODUCTION

T he concept of globalization is generally associated with the case with


which goods, capital and information cross international boundaries,
leading to an integration of economics around the world (Cyr, 2001; Allen
and Thompson, 1997). Factors such as the increasing integration of the glo-
bal economic space, the effect of the demographic transition on the econo-
mic environment in the developed world, and pressure on communities to
survive in the developing world, combined with an increase in the mobility
of people in many parts of the world while others lag behind, have caused
significant changes in the flows of capital and labour over the past three de-
cades at national, regional and international scales.
1
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laberintos geográficos: una antología

A new international division of labour was established where labour­in-


tensive production processes were moved from high labour cost core areas
to low-wage countries with quality labour and good infrastructure (Fröbel,
et al., 1981). The global division of labour has now entered a new phase
of transition, the dispersion of production processes to what Wallerstein
(1974) calls semi-peripheral areas, causing the replication of core labour
markets in such peripheral regions. Although some of the economies in
Latin America have only entered the global economic arena very recently,
they are becoming more open and should be influenced more directly by
global trends in the future. Despite these changes, some still believe that
large parts of the global periphery have been, and are still being disadvanta-
ged by the process of globalization and the policies of international funding
organizations (Amin, 2001), such as the World Bank (WB) and the Inter-
national Monetary Fund (IMF).
It is the aim of this chapter to analyse development trends in Latin
America over the past few decades in the context of an open free world
market. The analysis focuses on the broad changes in urbanization, migra-
tion and economic flows between the core and peripheral areas inside and
between Latin America and the global regions of the world over the past
three decades. In short: the opening of the national economies to foreign
trade and investment, and the irruption of global forces in terms of the new
international division of labour (Fröbel, et al., 1981), have changed co-
re-periphery relations within and between regions of the world and reflect,
among others, the process of ‘differential urbanization’ (Geyer, 2002). The
emphasis will be on social, economic and political factors that are currently
causing certain regions to lag behind, while at the same time emphasizing
the region’s connectedness to the rest of the world.
In the chapter we start off with a brief historical description of the
region. Next, we delimit our study area by looking at its inter-regional
connectedness in a global context. We use export and import figures of se-
lected countries to and from other regions of the world to demonstrate the

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las geografías (aplicaciones)

region’s global connectedness. We then proceed by identifying our region’s


main core areas in terms of their demographic and economic importance.
We look at the share of core areas with or within the region’s commercial
links with the world. We also look at foreign direct investment (FDI) in
order to demonstrate the relative importance of receiving countries and
to show the presence of transnational corporations (TNCs) in the region’s
economy. Finally, we look at the urbanization process and population
growth, the direction of migration flows in terms of concentrating and
deconcentrating tendencies to and from main metropolitan centres. We
intend to emphasize the importance of central or core regions or countries
and that of secondary or regional large economies viz-a-viz. smaller or peri-
pheral areas (countries) within the Latin American subcontinent.

A BRIEF HISTORY OF THE REGION

The colonial period


Colonial occupation in Latin America was aimed not only at the establish-
ment of an administration but also at colonial control. Prime motives of the
Spanish and Portuguese occupation in America were to ‘civilize’ and convert
the native population, as well as to exploit the region’s natural resources
as sources of profit. Conquistadores and colonists were mostly interested in
enhancing their wealth and improving their social positions. The initial fo-
cus was on areas which were either densely inhabited by Indians or which
possessed easily exploitable deposits of gold. Subsequently, colonists turned
their attention to economic activities which required greater investments in
time and capital, and led to permanent settlements (Newson, 1996, p.18).
Silver and gold mining became the driving force of the colonial economy,
while agriculture developed to meet European demands for tropical crops,
but above all, to supply growing domestic markets in the towns and mining
areas.

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laberintos geográficos: una antología

The earliest industries were limited to the processing of agricultural and


mining products for export and to the manufacturing of food and clothes
and the construction of housing necessary to sustain the local population.
As a consequence, industrial development only occurred in a few locations
such as the sugar zone of northeast Brazil and the mines of Mexico, Upper
Peru and Minas Gerais, the ports of Veracruz, Portobello and Salvador, and
the cities in the highlands of Mexico and the Central Andes. Urban growth
stimulated a range of activities such as woodworking, lime, tile and brick
making, tanning, flour milling, metal-working, and clothing and footwear
(Dickenson, 1996, pp.42-43).
Latin America, during the colonial period, can be divided into the core
areas, where European enterprises and the native population were concen-
trated, and the largely uncolonized peripheries (Newson, 1996, p.20) (see
Figure 1). Firstly, core areas were closely linked to towns and cities that,
particularly in Spanish America, were regarded as symbols of territorial pos-
session from which the surrounding countryside could be controlled and
exploited. Political and cultural centres were the most important urban
settlements in colonial Latin America. As the capitals of the viceroyalties
which housed the seats of archbishops, universities, convents and hospitals,
Mexico City and Lima remained the most important cities in the region
throughout the colonial period. Apart from the main cities, few other sett-
lements developed, and those that did were mostly mining centres such as
Potosi in Peru. Other cities that developed into important centres were the
major ports on the Atlantic coast that were used for the export for minerals
and tropical products and the import of European wares. The most im-
portant of these centres were those that were regularly used by the Spanish
fleet, such as Veracruz, Portobello and Cartagena, and on the Pacific coast,
Guayaquil, Lima/Callao and Arica (which were used for the exporting of
silver from Potosi). A striking thing is that the major administrative and
cultural centres, rather than the prominent economic centres of the colo-
nial period, are still the major centres of Spanish America.

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las geografías (aplicaciones)

Because they were largely uninhabited the peripheries remained outsi-


de effective administration of the colonial powers. Two activities that did
occur there were hunting (especially in the grasslands of Argentina, sou-
thern Brazil, and southern Venezuela where wild life abounded in the nine-
teenth century) and mission work. Otherwise they merely served as buffer
zones against possible foreign invaders.

Figure 1. Core and peripheries in the late colonial period

Post-colonial period
Most of Latin America secured its political independence before 1830 but
this did not bring an end to the region’s economic independence. In fact,

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the economic dependency of countries in the region increased after inde-


pendence. The composition of the colonial economic system and the in-
ternational division of labour accentuated Latin America’s role as a supplier
of primary products to Europe (and later also North America), and as a
recipient of their manufactured goods. This relationship stimulated the pro-
cessing of export­commodities and gradually led to industrial development
in the region -a process that brought ‘progress’ to the subcontinent in return
for commodities such as temperate agricultural products, tropical crops and
basic minerals (Dickenson, 1996: 45).
A crucial element in the exploitation of Latin America was the im-
provement of transport. In the early post-colonial period its deficiencies
tended to perpetuate the pattern of concentration of economic activities
close to the coast, and in the principal cities such as Rio de Janeiro, Bue-
nos Aires, Santiago and Lima. The introduction of the railway, however,
brought profound changes, facilitating the opening of interior areas and
resources.2 Foreign capital was also significant in improving ports and shi-
pping, providing urban services such as transport and electricity, and direct
investment in mining and some industries. These developments facilitated
Latin America’s role as a supplier of primary products, to such an extent
that by 1914 this region was a major supplier of sugar, cereals, coffee, cacao,
livestock products, rubber, fertilizers and minerals such as tin and copper
in the world.
These activities speeded up urbanization in the region. By 1870,
Mexico City, Havana, Buenos Aires and Rio de Janeiro all had more than
200,000 inhabitants each. Lima, Montevideo, Recife, Salvador and Santia-
go, had more than 100,000 inhabitants. Port cities such as Guayaquil and
Valparaiso also expanded significantly. Basic needs of the inhabitants were

The first significant railway development look place in Cuba in 1837: the completion of
2

other railways, for example, the Santos-Sao Paulo (1868), Veracruz-Mexico City (1873) and
Mollendo-Puno (1877), were of major significance for resource exploitation and development
(Dickenson, 1996: 46).

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las geografías (aplicaciones)

met by industries producing food, beer, cigarettes, leather goods, wood


products, clothing and footwear.
It was during the late nineteenth and early twentieth century that the
subcontinent became firmly enmeshed into the world economy. The inflow
of foreign capital and the expansion of markets, transport systems, techno-
logical capabilities and communication networks played a significant role
in this. The export of commodities increased, but so did the import of fo-
reign goods and services. By 1913 Latin America accounted for 10 per cent
of Britain’s foreign trade and 20 per cent of its investment. Investment only
occurred in certain sectors and countries, however. For example, around
1900, 75 per cent of British investment occurred in Argentina, Brazil and
Mexico, and a further 18 per cent in Chile, Cuba and Peru, mainly in the
form of government loans, earmarked for the building of railway lines and
public utilities. Eighty per cent of American investment occurred in Mexi-
co and Cuba, mainly in railway building and in the precious metal and
sugar industry (Dickenson, 1996, p.51) (see Figures 2 and 3).

The twentieth century


The Great Depression played a major role in stimulating industrial develo-
pment. The crisis clearly revealed the vulnerability of the region and its ex-
port-dependency, and made the case for economic diversification and grea-
ter self-sufficiency through the expansion of the manufacturing sector. This
prompted moves towards import substitution industrialization (ISI). In the
process, countries in Latin America changed from free trade to highly pro-
tected economics. This process started in the 1930s and gained momentum
during the Second World War.
By 1945 the region’s industrial base had broadened considerably, in
terms of both the range of products and the level and nature of industria-
lization. In the post-1945 period, countries such as Argentina, Brazil and
Mexico had achieved a ‘take-off leading to rapid industrial growth. These

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Figure 2. Principal cities by 1900

Source: Dickenson, 1966, p. 55.

countries had developed a fairly substantial and diverse industrial structure,


with a range of consumer durable and non-durable goods, and some hea-
vy industry (see Gwynne, 1996, pp.218-219). Although some countries
of Latin America had begun the process of import-substitution, industrial
development was limited to modest production of foodstuffs, clothing and
building materials in others. ‘Modern’ manufacturing activities were most-
ly concentrated in the capital cities and ports. Further away from these
cores, the location of some export­processing industries created industrial
enclaves in rural areas and areas with harsh climates or environments. This
pattern of concentration was destined to become of considerable signifi-
cance in terms of urban growth, patterns of migration and regional develo-
pment strategies in the post-1945 period.

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las geografías (aplicaciones)

Figure 3. Principal cities in 2000

Source: United Nations, 2001, p. 120.

The success of inward-oriented industrialization partly depended on the size


of the national market. In large markets where competition between pro-
ducers occurred and where reasonable economies of scale could be achieved,
manufacturing industry could approach international levels of competitive-
ness. Large countries recorded higher rates of manufacturing growth than
smaller countries, particularly from 1965 to 1973 when average growth rates
of 12 per cent in Brazil and 8 per cent in Mexico were achieved. As a pro-
portion of Latin American manufacturing production, Brazil and Mexico
increased their combined weight from 43 per cent in 1950 to 62 per cent
in 1978. In this respect the ISI policy led to a significant increase in manu-
facturing activities in only two Latin American countries (Gwynne, 1996,

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p.220). It is worth mentioning that the inward orientation of manufactu-


ring was reinforced by the reliance of many countries on minerals or fuel
exports. Mineral export-driven economics included two main categories,
the hydrocarbon producers (such as Venezuela, Mexico and Ecuador) and
the hard minerals exporters, such as Chile (copper), Bolivia (tin) and Peru
(copper, zinc).
By the 1970s, the more successful manufacturing and extractive (mi-
nerals) economies became the recipients of large international commercial
bank loans, but due to their misfortune a debt crisis developed a decade
later. The debt crisis revealed the long-term economic unsustainability of
ISI and of a narrow range of exports. The external accounts of all countries
were in serious trouble. Exports declined in value and quantity, interest
payments and loans soared, and national debt increased rapidly without
any sign of how and when that could come to an end, unless fundamental
economic policy changes were to occur.

Recent changes: the open economies


Free market policies were strongly recommended by international organi-
zations such as the International Monetary Fund (IMF), the World Bank
(WB) and the lnter-American Development Bank (IBD). The IMF particu-
larly favoured structural adjustment policies which involved among others:
macroeconomic stability, deregulation, privatization, openness to trade and
a poverty programme. Such policies were supposed to be more realistic at
the time of progressive internationalization of the world economy. It was
precisely those countries (Mexico and Chile) which quickly turned to free
market policies that after the debt crisis in the late 1980s showed signs of
rapid economic growth. The shift to a free market economy had logical but
contrasting results in terms of sectoral development: the immediate decline
of one set of economic sectors that was not internationally competitive and
the delayed growth of a set of sectors that was able to operate successfully in

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las geografías (aplicaciones)

global markets meant that the shift to those neo-liberal policies involved sig-
nificant short-term difficulties such as a delayed growth of export-oriented
sectors. In fact, it took ten years after the North America Free Trade Agree-
ment for Mexico, for instance, to become competitive in certain sectors in
the global market (Gwynne, 1996, p.225).

Urbanization and economic development


A persistent issue in the study of urbanization has been the question of
the degree of spatial concentration of population and economic activities
following economic development processes. But recently, in the context of
globalization, Krugman and Livas (1996) argued that international trade
and urban primacy are inversely related and that the urban hierarchies of
developing countries will flatten as their economies liberalize. On the other
hand, Pernia and Quising (2003) have stated that trade and foreign direct
investment (FDI) reinforce urban primacy. Firms located in the larger me-
tropolises, they argue, have advantages in exporting activities because the
necessary infrastructure is not always available in the rest of the national
urban system.
This is not a new issue, however. Patterns in the spatial distribution
of population were linked to foreign trade and have been highlighted in
historical studies of the Latin American cities by Morse (1971). In an ex-
tensive study, Morse and his colleagues looked at culture, the institutions
that the Latin American subcontinent inherited from Europe (mainly from
the Iberian peninsula) during the colonization period, and the formation
of nation-states. They focused on the way in which Latin American in-
dustrial metropolises were subjected to economic and geographic forces.
Morse (1971). described extensively the development of Latin American
national urban systems from 1750 to 1920 in the case of eight of the largest
countries: Argentina, Brazil, Colombia, Cuba, Chile, Mexico, Peru and
Venezuela.

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laberintos geográficos: una antología

It is important here to recapture the most important conclusions Mor-


se reached in his extraordinary work: while there was no clear tendency in
terms of centrifugal and centripetal forces in the different countries, capi-
tals such as Santiago, Mexico City and Caracas grew at rates much above
their respective countries’ average, contrary to Buenos Aires that experien-
ced a slower growth than the rest of Argentina as a whole after independen-
ce (nineteenth century). These tendencies were related to the opening of
cultivated land, the production of export goods, the expansion of forestry,
and the centralization of national political power following the expansion
of foreign trade. Another variable favouring the acquired hegemonic role
played by the national capitals was the introduction of communication
technology (railroads and tele­graph networks). Generally, tendencies of
high concentration of people, economic activities and political power in
the capital cities persisted, even increased in the eight countries (Morse,
1971, pp.26-35). This was true for Argentina (Buenos Aires), Chile (San-
tiago), Cuba (Havana), Mexico (Mexico City) and Peru (Lima). Countries
that showed a weakening of the position of their capital cities relative to the
rest of the urban system were Brazil (Sao Paulo), Colombia (Bogota) and
Venezuela (Caracas).
It was obvious, according to Morse (1971, pp.37, 47), that neither di-
ffusion nor economic dependency was universal. On the other hand, com-
mercial determinism, according to this author, was a reasonable argument
to explain Latin America’s urban development.

Urban concentration and trade


In an outstanding pioneering study McGreevey (1973) looked at the quan-
titative relationship between lognormality in city size distribution and
trade. The development of the urban system in the eight Latin American
countries between 1750 and 1960 showed a tendency of concentration
and a ‘hyper-cephalic’ pattern. McGreevey questioned the possibility of

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las geografías (aplicaciones)

considering independent or autonomous systems of cities by country, as


he concluded that there was a fragmented administrative and transport ne-
twork prevalent in Latin America during the two centuries from post-colo-
nial to the middle of the twentieth century.
According to McGreevey (1971) export value was an explanatory varia-
ble. National export sectors were developed as enclaves in areas far removed
from the largest cities in the countries (usually their capitals) during the
period. Examples of this phenomenon are tobacco production in Magda-
lena Valley in Colombia, sugar production in Central and Eastern Cuba,
and nitrate production in the North of Chile. However, he concluded that
exports, imports and tax revenues still mostly benefited the capital cities
due to their historical growth and development momentum between 1870
and 1920.
Before looking into the transition period of modernization prior to the
new globalization period, it is important to mention McGreevey’s (1971)
conclusions. First, according to him, only Mexico experienced ‘excessive’
concentration in its capital city by the end of the colonial period. But by
the end of the Second World War ‘hyper-cephalic’ urban systems were com-
mon in all Latin American countries. Second, none of the urban systems in
the countries were lognormal, except in Mexico, and in cases where there
were signs of this condition developing it was caused by several factors.
Third, all eight of the countries’ national urban systems became essentially
hegemonic by the end of the nineteenth and the first half of the twentieth
centuries. The opening of their economics was probably the main cause of
change in the urban system from lognormality to capital city hegemony.
The higher the per capita exports the more the city size distributions moved
away from lognormal distributions. Fourth, Mexico’s case was an excep-
tion. With small values of exports per capita the country’s urban system
did not show a lognormal distribution. Fifth, exports per capita form only
one of many variables explaining these patterns. He suggested other factors
explaining the rise of the capital city’s hegemony, such as the expansion of

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laberintos geográficos: una antología

the public sector, concentration of services in capital cities, economies of


scale in manufacturing, and growth in banking and wholesale.

Consolidation of the urban economy: 1920-60


The latter factors referred to above explain the consolidation of the national
urban economies in most Latin American countries during the first half
and part of the second half of the twentieth century. An excellent paper by
Durand and Pelaez (1972) provides information applicable to our analysis.
Pertinent data of 15 countries (containing more than 80 per cent of the
estimated 1960 population of the Latin American region) are arranged from
1920 to 1960. The authors looked at urbanization trends and provided cen-
sus data on cities according to size.
Since 1920, Latin America on the whole was considerably more ur-
banized than Africa and Asia and even somewhat more urbanized than
Southern Europe. These authors point out, though, that individual Latin
American countries differed greatly in degrees of urbanization. In terms of
population in cities of 100,000 or more, Latin America did not appear less
urbanized than more developed global regions. But the situation changes
when one compares settlements of 20,000 or more. During the nineteenth
and early twentieth centuries a large share of the population lived in major
agglomerations and as a result a majority of countries were ‘megalo-cepha-
lic’ (Durand and Pelaez, 1972, p.184). According to data presented by Du-
rand and Pelaez (1972) at least half of the urban populations in 16 of the
22 countries were living in the primate cities of those countries. In fact,
more than 60 per cent of the total urban populations of 20 of the 22 coun-
tries were living in cities of 100,000 or more. This proportion holds today
(see Table 1).

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Table 1. Population and its urban distribution by city-size as percentage of total population in selected countries, 1980-2005

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Population in (at mid year ´000) Urban population b (percentage of total)
1980 % 1990 % 2000 % 2004 a % 1980 1990 2000 2005
Argentina 28,094 7.8 32,527 7.4 37,032 7.1 38,854 7.1 83.0 86.9 89.6 90.6
Brazil 121,672 33.7 148,030 33.7 170,693 32.9 179,443 32.6 67.3 74.7 79.9 81.7
Chile 11,147 3.1 13,100 3.0 15,211 2.9 15,956 2.9 79.0 82.8 85.7 86.9
Colombia 28,447 7.9 34,970 7.9 42,321 8.2 45,302 8.2 64.4 69.4 74.5 76.6
Cuba 9,710 2.7 10,628 2.4 11,199 2.2 11,338 2.1 68.0 74.8 79.9 81.9
Mexico 67,570 18.7 83,226 18.9 98,881 19.1 104,735 19.0 65.5 71.4 75.4 77.2
Peru 17,324 4.8 21,753 4.9 25,939 5.0 27,547 5.0 64.2 68.7 72.3 73.5
Venezuela 15,091 4.2 19,502 4.4 24,170 4.7 26,012 4.7 78.9 83.9 87.4 88.8
Subtotal 299,055 82.9 363,736 82.7 425,446 82.0 449,187 81.7
Rest 61,661 17.1 76,152 17.3 93,418 18.0 100,809 18.3
Latin America 360,716 100.0 439,888 100.0 518,864 100.0 549,996 100.0 65.3 71.0 74.9 76.5

Table 1. Population and its urban distribution by city-size as percentage of total


population in selected countries, 1980-2005 (continue)
Population in localities Population in localities
Population in main metropolitan area c
20 000 or more 100 000 or more
1980 1990 2000 1980 1990 2000 1990 (d) 2000 (d)
Argentina 71.0 74.7 nd 58.7 61.7 nd 34.5 (38.2) 32.3 (36.9)
Brazil 52.1 61.8 64.5 41.8 47.3 49.6 10.2 (16.9) 10.1 (16.6)
Chile 68.6 72.3 nd 55.7 60.7 nd 35.4 (40.7) 36.0 (40.8)
las geografías (aplicaciones)

Colombia 55.1 59.2 nd 46.2 49.3 nd 15.8 (22.6) 16.3 (21.6)


Cuba 47.9 47.9 nd 34.5 nd nd 20.0 (nd) 20.2 (nd)
Mexico 51.9 56.4 59.0 44.4 46.5 47.3 18.5 (22.1) 18.2 (21.4)
Peru 49.9 55.2 nd 40.4 45.9 nd 27.9 (30.6) 29.1 (nd)
Venezuela 70.5 71.5 nd 59.7 59.5 nd 15.3 (22.5) 12.9 (20.5)
Notes:
(a)These figures correspond to the recommended projection, which includes the use of an average fertility hypothesis.
(b) The term urban is defined as it is used in each country (but in general it refers to population in localities with 2500 and more inhabitants).
(c) It varies in the subcontinent from 36% in Guyana and lower figures in the small island-nations to 92.6% in Uruguay in 2000.
(d) Percentage in the two main metropolitan areas: Buenos Aires and Rosario; Sao Paulo and Rio de Janeiro; Santiago and Valparaiso; Bogota and Me-

501
dellin; Havana and Santiago; Mexico City and Guadalajara; Lima and Arequipa; Caracas and Maracaibo, respectively.
Source: Statistical Yearbook ECLAC 2003 (Economic Commission for Latin America and the Caribbean) (tables 121 and 9).

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laberintos geográficos: una antología

According to Durand and Pelaez (1972, p.184) ‘a trend of decreasing


dominance of principal cities [was] apparent in the majority of the Latin
America countries’ by the 1960s, while at the same time ‘there [was] a gene-
ral trend of increasing percentages of total population in cities of 100,000
or more inhabitants’. Three additional but interrelated features were iden-
tified by the authors. First, the growth rate of the total population in Latin
America from 1950 to 1960, estimated at an average of 2.7 per cent per
annum, exceeded the estimated rates of growth in all other regions of the
world. Second, the growth rate of the urban population in Latin America
was almost twice high as that of the total population. Third, despite the
increasing rate of urbanization in the 1950s and in spite of the increasing
flow of migration to the cities, the rate of growth of the rural population
was still higher during that decade than in the intercensal period which
immediately preceded it in the majority of the cases.

Metropolitan growth: 1950-70


In 1950 Mexico City was number 21 in a list of major cities with a popula-
tion of 3.05 million. Sao Paulo was 19th with 3.16 million, Rio de Janeiro
17th with 3.22 and Buenos Aires fifth with 7.0 million (Davis, 1965). By
1962, Mexico City had no rival in Central America and was ranked twelf-
th in a list of major world metropolises. In South America, Buenos Aires
with 7.2 million inhabitants was eighth in that list, below New York, Tokyo
Yokohama, London, Osaka Kobe, Moscow, Shanghai and Paris with 15.8
million the first in the list and 7.8 million the one above Buenos Aires (Hoyt
and Pickard, 1972, p.201). In fact, only Buenos Aires was included in the
‘twenty-one great world cities’ (Hoyt, 1972, p.205). In 1960, just 125 out of
a total of 1374 cities over 100,000 were located in South and Central Ame-
rica. The world at that time supported close to 3,000 million inhabitants
of which only more than 210 million were counted in the Latin American
subcontinent.

502

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las geografías (aplicaciones)

In 1960, 32 per cent of the world’s total population lived in urban


areas, growing from only 14 per cent in 1920. But Mexico City- being the
fastest­growing city among the largest - increased from less than a million
in 1920 to almost 6.5 million by 1960.3 Only Buenos Aires lay above it
with a population of 7 million that year. Following in this category of fast-
growing metropolitan areas was Sao Paulo, starting with less than 600,000
in 1920 and reaching 4.4 million in 1960 (UN, 1972, p.33).
In Latin America the rural and small-town population increased by 68
million in 40 years from 77 million in 1920, while the urban population
increased by 55 million in the same period from 13 million. But from 1960
to 1980 the increment was 77 million for the rural population and 84 mi-
llion for the urban population, of which 65 million were concentrated in
large cities of 500,000 and over (UN, 1972: 43).
In fact, looking back at this time period (1920-60), all larger countries
in the subcontinent reached their peaks in terms of rates of growth of total
population. By the early 1970s, however, as the Geyer-Kontuly differential
urbanization model would have predicted, some new trends in the distri-
bution of their urban populations started to emerge. A new deconcentra-
tion phase emerged which contrasted with the concentration tendencies
primarily directed at their primate cities - the preferred destination of in-
ternal migration until then.
An indicator of these trends is the percentages of the urban population
in the largest cities. This proportion varied from almost 100 per cent in
Costa Rica (San Jose) in 1963 to only 16 per cent in Brazil (Sao Paulo) in
1960; with Argentina close to 60 per cent in Buenos Aires; 47 per cent in
Santiago, Chile; 27 per cent in Mexico City; 50 per cent in Lima, Peru;
close to 38 per cent in Caracas, Venezuela; and in 1953 Havana, Cuba with
slightly more than 51 per cent (Durand and Pelaez, 1972: table 3, pp.170-
171) (see Table 2).

3
Including peripheral municipalities as part of incipient metropolitan areas.

503

Laberintos.indb 503 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Since the 1970s and 1980s, a decline in population in the main me-
tropolitan areas in some countries shows a deconcentrating tendency from
primate towards secondary cities. This is reported in the literature for Sao
Paulo, Brazil (Richardson, 1980; Townroe and Keen, 1984) and Mexico
City (Graizbord 1984; Aguilar, et al., 1996). But it was also true, as Table 2
shows, for Buenos Aires, Argentina and Caracas, Venezuela (35.7 per cent
in 1980 to 32.3 in 2000 for Buenos Aires and 20.3 in 1970 to 12.9 in 2000
for Caracas).

Table 2. Population in the main metropolitan area of selected


countries as percentage of total population, 1940-2000

Metropolitan areas/country a 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000


Great Buenos Aires, Argentina 29.7 b 33.8 35.6 35.7 34.5 32.3
Sao Paulo, Brazil 3.7 4.4 4.5 8.4 10.2 10.2 10.1
Santiago, Chile 18.9 22.8 25.9 32.3 34.8 35.4 36.0
Bogotá, Colombia 3.7 5.5 14.0 14.8 15.8 16.3
Havana, Cuba 17.4 18.3 20.8 19.8 20.0 20.2
Mexico City, Mexico 7.4 8.7 8.1 18.5 20.8 18.5 18.2
Lima, Peru 8.4 14.5 24.4 25.9 27.9 29.1
Caracas, Venezuela 8.6 13.5 17.7 20.3 18.1 15.3 12.9
Notes:
(a) Main metropolitan areas are country’s capitals. In other LA countries they reach between 14.9% (Tegu-
cigalpa, Honduras) and 71.4% (Nassau, Bahamas).
(b) 1947.
Source: ECLAC (Ibid 2003) for 1970 to 2000 and Durand and Pelaez (1972: table 2) for 1940 to 1960.

Sectoral chances in the structure of the labour force: 1970-90


Latin American countries experienced a remarkable sectoral shift in the
structure of their national labour forces between 1970 and 1990. Almost
without exception all the countries were transformed from manufacturing
to tertiary economies over the two decades. Latin America as a whole lost
16.6 per cent of its workers in the primary sector (42 per cent in 1970 to
25.4 per cent in 1990) while there was a 15.2 per cent gain in the tertiary
sector (35.8 per cent in 1970 to 51 per cent in 1990). Certain countries,

504

Laberintos.indb 504 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

such as Argentina, Chile and Mexico, even lost manufacturing workers and
in all, except in Peru, a half or more of their labour forces was concentrated
in the service sector. Peru retained one-third of its labour force in the pri-
mary sector while the smallest share of its workforce was in manufacturing,
that is only 17.8 per cent of the total. Argentina, on the other hand, retained
one-third of its workers in the manufacturing sector while it had the lowest
percentage (12.2 per cent) of workers in the primary sector of all the coun-
tries (see Table 3).

Table 3. Structure and change of the economically active population (EAP)a by economic
sector b in selected countries, 1970, 1990, and 2000 (percentage of total EAP)

1970 1990 ∆1970-1990 2000c ∆1990-2000


Argentina 100.0 100.0 99.8
I 16.0 12.2 -3.8 1.4 -10.8
II 34.3 32.4 -1.9 20.0 -12.4
III 49.7 55.5 +5.7 78.4 +22.9
Brazil 100.0 100.0 99.7
I 47.2 23.3 -23.9 7.9 -15.4
II 20.0 23.0 +3.0 24.20 +1.2
III 32.8 53.8 +21.0 67.6 +13.8
Chile 100.0 100.0 99.8
I 24.1 18.8 -5.3 8.7 -10.1
II 29.3 25.4 -3.9 24.2 -1.2
III 46.7 55.8 +9.1 66.9 11.1
Colombia 100.0 100.0 99.8
I 45.1 26.6 -18.5 6.9 -19.7
II 19.3 22.9 +3.6 21.8 -0.9
III 35.6 50.4 +14.8 71.1 -20.7
Cuba 100.0 100.0
I 30.1 18.2 -11.9
II 26.4 30.4 +4.0
III 43.5 51.5 +8.0
Mexico 100.0 100.0 100.0
I 43.8 27.8 -16.0 2.4 -25.4

505

Laberintos.indb 505 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 3. Continue
1970 1990 ∆1970-1990 2000c ∆1990-2000
II 24.2 23.7 -0.5 27.9 +4.2
III 32.0 48.5 +16.5 69.7 +21.2
Peru 100.0 100.0 100.0
I 48.3 35.6 -12.7 11.0 -24.6
II 17.5 17.8 +0.3 18.1 +0.3
III 34.2 46.6 +12.4 70.9 24.3
Venezuela 100.0 100.0 99.7
I 26.0 12.0 -14.0 10.4 -1.6
II 24.8 27.3 +3.5 20.1 -7.2
III 49.2 60.7 +10.5 69.2 +8.5
Latin America 100.0 100.0
I 42.0 25.4 -16.6
II 22.2 23.6 +1.4
III 35.8 51.0 +15.2

Notes:
a
Refers to ILO estimates on population 10 years and over economically active.
b
Includes Primary (I): Agriculture, forestry, hunting and fishing, mining and quarrying; Secondary (II):
Construction, electricity, gas and water, and manufacturing; Tertiary (III): Commerce, transport, storage,
and communications, and services.
c
Refers to closest year in which census was conducted (1999-2001) and to population 15 years and over
economically active.
Source.: Statistical Yearbook ECLAC 2003 (Table 16).

By 2002 those countries that had become service-oriented urban econo-


mies tended to focus on the tertiary sector. All of them have reduced the
share of their urban population involved in agricultural activities to 11 per
cent or less and in manufacturing to 28 per cent or less, but increased the
shares of their workers in service activities (commerce, transport, finance
and services) to two-thirds or more of the total urban workforce. These
structural shifts are associated with changes in the direction, volume and
composition of exports, as will become apparent in the following paragra-
phs (see Table 3).

506

Laberintos.indb 506 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

REGIONAL DEVELOPMENT
IN THE CONTEXT OF GLOBALIZATION

The open economy: connectedness in a global context


With 378 thousand million USD in exports and 324 thousand million in
imports, Latin American trade (f.o.b.)4 was a mere 5.4 per cent of global
trade in 2003. In a regional context its international trade was even less. It
only amounted to 3 per cent of the North American total and 3.4 per cent
of the Asian total. However, North America (US and Canada) remains La-
tin America’s most important trading partner with 58 per cent of the total
exported goods and 47 per cent of the imported goods going to and coming
from the region in 2003. Second is Western Europe with 14 per cent of
its goods going to that region and 18 per cent coming from there. Asia is
the next important trading partner with 13 per cent of its imports coming
from, and 7.6 per cent of its exports going to that region. China and other
Southeast Asian countries are becoming important partners as almost two-
thirds of Asia’s trade with Latin America comes and goes to those countries.
A positive balance of payments of 53,000 million $ with the world is explai-
ned by the positive balance of trade with North America. The region shows
a negative balance with Asia and Europe, however (see Figure 4).
According to the World Trade Organization (WTO) the increase in ex-
ports from Latin America as a whole was 230 per cent from 1993 to 2003.
Mexico was the leading exporting country. Its exports increased more than
three times over the period, which brought its share of the region’s exports
as a whole from 32 to 44 per cent. The eight largest countries (Table 4)
were responsible for almost nine out of each ten US dollars exported in
2003. This affected the rest of the Latin American countries whose share
decreased from almost 14 per cent in 1993 to only 11 per cent in 2003.

4
Free on board values for balance-of-payment purposes in the current account in each
economy.

507

Laberintos.indb 507 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 4. Selected countries’ share of Latin American exports 1993 and 2003
(Value of exported goods in millions of current US$)

1993 2003
Countries
Absolute % Absolute %
Mexico 51,886 32.2 165,396 43.8
Brazil 38,555 23.9 73,084 19.4 Main core
Subtotal 90,441 56.1 238,480 63.2
Argentina 13,118 8.1 29,350 7.8
Venezuela 14,686 9.1 23,650 6.3
Chile 9,198 5.7 21,046 5.6
Other regional centers
Colombia 7,115 4.4 12,671 3.4
Peru 3,514 2.2 8,954 2.4
Subtotal 47,631 29.5 95,671 25.5
Subtotal 138,072 85.6 334,151 88.7
Cuba 1,000 0.6 1,500 0.4
Periphery
Rest 22,037 13.7 41,949 11
Latin America 161,109 99.9 377,600 100.1
Source: WTO, Commercial Statistics 2004 (Commerce by regions and appendix).

Over the last 20 years export-oriented activities in most Latin American


countries moved from primary products to manufactured goods in gene-
ral. This shows the countries’ new role in the new international division
of labour (Fröbel, et al., 1981), and in the new world economic order. The
composition of regional exports changed dramatically over the last two de-
cades from the 1980s to end of the twentieth century and first years of the
twenty-first, World Trade Organization statistics show that oil and natural
gas, which represented 40 per cent of total exports in 1980, were reduced
to less than 14 per cent in 2002; by 1990 auto parts and vehicles started
to become one of the leading export products, doubling their share from 4
per cent to more than 9 per cent in 2002. Electric and electronic appliances
and machinery have trebled their share from 3 per cent of total exports in
1995 to more than 10 per cent by 2002. On the other hand, and following
the trends of all primary products, agricultural products have practically
disappeared from the leading export products list by 2000. The same can

509

Laberintos.indb 509 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

be said for steel and other mineraIs. These commodities generated almost
one in five dollars of the total export account in 1980 but only 2 per cent
in 2000. The changing composition of leading export products also implied
a diversification of the region’s economy. While the leading products’ share
of the total exports was still almost 60 per cent in 1980, it was reduced to
one-third in 2002 (see World Trade Organization, 2004).
It is worth looking at the four larger economies (according to their
GDP in thousand million dollars): Brazil (1371.6), Mexico (934.5), Ar-
gentina (444.6) and Colombia (301.2). In fact, Mexico is first in its con-
tribution to per capita trade value (US$3,580/pc) and also in its trade to
the GDP ratio (57.1). It ranks 13th in exports in world trade and 14th in
imports. Brazil is 25th in exports and 30th in imports. Both of the largest
economies (Mexico and Brazil) are exporting manufacturing goods and Ar-
gentina and Colombia, agriculture and mining products, while importing
manufactured goods. The USA is Mexico and Colombia’s main trading
partner in imports and exports, while Brazil and Argentina mainly trade
with the European bloc. On the other hand, Brazil’s main exports are ma-
nufactured goods, amounting to more than half of its total exports, while
agricultural products amount to one-third of its total. This country imports
mainly manufactured goods, almost 70 per cent of its total imports. The
main origin and destination of these imports and exports are countries in
the European Union. On the other hand, Mexico’s origin and destination
of its imports (62 per cent of its total imports) and its exports (89 per cent)
is the US. No other country in Latin America matches this level of business
with the US which shows the impact NAFTA (North America Free Trade
Agreement) has on Mexican business relationships (see Table 5).
Commercial service trade is becoming an increasingly important in-
gredient in Latin America’s economic development. Among these are travel
services (tourism), which represent 55 per cent of total commercial services
exported and 27 per cent of total commercial services imported. This high
percentage in total exports is only comparable with Africa’s 49.3 per cent

510

Laberintos.indb 510 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

(WTO, 2004, Table IV.76). Exports of travel services in other regions in


the world reach less than 30 per cent of their total exports in commercial
services. For Mexico, travel services represent more than 75 per cent of all
its exports in commercial services. Brazil on the other hand shows other
commercial services rather than transportation and travel as its main servi-
ce sector export.

Table 5. Trade in goods and commercial services by selected countries,


2003 (in million of US$)

Merchandise trade
Exports (Destination) Imports (Origin)
Mexico 165,396 (US) 89% 178,503 (US) 62%
Brazil 73,084 (EU) 25% 50,665 (EU) 26%
Argentina 29,350 (EU) 20% 13,813 (nd)
Colombia 12,671 (US) 47% 13,892 (US) 30%
Share in world totals
Exports (Commodity) % Imports (Commodity) %
Mexico 2.2 (Mfg.) 81% 2.3 (Mfg.) 86%
Brazil 1.0 (Mfg.) 51% 0.7 (Mfg.) 69%
Argentina 0.4 (Agr.) 47% 0.2 (Mfg.) 55%
Colombia 0.2 (Min.) 40% 0.2 (Mfg.) 81%
Commercial services trade
Exports (Service) % Imports (Service) %
Mexico 12,572 (Travel) 75 17,671 (Other) 54
Brazil 9,606 (Other) 55 14,531 (Other) 60
Argentina 3,815 (Travel) 55 5,150 (Travel) 50
Colombia 1,724 (Travel) 47 3,232 (Trans.) 39
Notes: Mnf= Manufacturing, Agr= Agricultural, Min=Mining, Trans= Transport, Other= Other commer-
cial services
Source: OECD (2004) in 2003 (WTO, 2004, Table 1.10).

The result of regional integration in the national economies is ambivalent.


While Mexico’s participation in NAFTA (Canada, Mexico and USA) has
made the country more dependent, as total Mexican exports within the bloc
grew from 42.6 per cent in 1990 to 55.7 per cent in 2000 and 56.1 per cent

511

Laberintos.indb 511 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

in 2003, the tendency in the MERCOSUR (Mercado Común del Sur, or


Southern Common Market) trading bloc has been different. In fact, Argen-
tina, Brazil, Paraguay and Uruguay as a regional bloc exported 91 per cent
of its total export goods to destinations outside the region in 1990, but by
2000 extra-regional exports went down to 79 per cent and increased again
to 88 per cent.
Export flows between countries and among trading associations within
Latin America increased dramatically between 1990 and 2000. New part-
ners in bilateral trade emerged within the region. As Tables 6a and 6b show,
trade flows between Argentina and Chile increased more than four times
in both directions, while increasing seven and ten times between Brazil
and Argentina and Brazil and Colombia respectively, and almost five times
between Chile and Venezuela and Colombia and Venezuela. These large
economies have more than doubled their total trade within ALADI (Aso-
ciación Latinoamericana de Integración, or Latin American Integration As-
sociation) and, in the case of Argentina, almost five times. Some countries
in the MCCA (Mercado Común Centro Americano, or Central American
Common Market) found those large economies to be viable partners, in-
creasing their exports 15 times to Chile, 12 times to Peru and more than
11 times to Venezuela. This decade has been favourable in almost all cases.
A reduction in trade was only experienced between Venezuela and Argen-
tina, and Venezuela and Chile, and also between the rest of Latin America
with Brazil, Chile and Venezuela. In absolute terms these reversed trends
represented only very small amounts, however.

512

Laberintos.indb 512 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 513
Table 6a. Latin America’s intra-regional and world trade by country and trade association,
1990 and 2000 (based on exports FOB in millions of constant US$ of 1995) a

Year 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
1990 0 1,660 539 85 374 218 168 3,648 48 55 3,751 14,406
1. Argentina
2000 0 6,187 2,366 116 288 261 193 10,961 97 201 11,171 23,310
1990 752 0 564 190 589 170 313 3,725 133 292 4,150 36,634
2. Brazil
2000 5,516 0 1,103 456 1,514 312 665 11,334 247 372 11,952 48,747
1990 132 574 0 93 68 86 42 1,188 42 27 1,257 9,939
3. Chile
2000 565 858 0 209 722 388 202 3,327 94 75 3,496 16,119
1990 31 35 191 0 48 104 238 760 68 441 1,269 7,890
4. Colombia
2000 50 250 169 0 204 329 1,149 2,604 225 490 3,319 11,606
1990 129 192 105 127 0 75 157 1,011 483 359 1,853 30,724
5. Mexico
2000 256 458 381 409 0 186 459 2,372 1,206 919 4,497 147,291
1990 14 124 66 110 47 0 68 503 28 33 563 3,864
6. Peru
2000 24 196 233 127 134 0 98 986 39 75 1,100 6,076
1990 34 355 162 425 196 42 0 1,254 229 295 1,777 19,963
7. Venezuela
2000 20 999 132 756 243 471 0 2,937 669 1,717 5,323 27,388
1990 1,541 3,992 1,811 1,088 1,376 934 1,016 14,192 1,090 1,751 17,033 130,772
8. Total ALADI
2000 7,014 9,880 4,704 2,493 3,235 2,288 2,938 37,700 2,723 4,058 44,481 289,007
las geografías (aplicaciones)

1990 1 10 1 9 90 1 3 138 752 183 1,073 4,578


9. Total MCCA
2000 4 12 15 29 228 12 34 352 2,348 381 3,081 10,158
1990 0 66 6 10 29 2 58 181 55 423 659 7,594
10. Rest of LA
2000 4 35 3 25 86 7 36 210 260 986 1,456 5,918
1990 1,542 4,069 1,818 1,108 1,495 938 1,078 14,511 1,898 2,357 18,765 142,943
11. Total Region
2000 7,022 9,927 4,721 2,547 3,549 2,308 3,008 38,262 5,331 5,425 49,018 305,083
12. Total World 1990 5,798 24,832 7,779 6,004 46,806 2,831 8,672 109,405 7,727 20,666 137,798 3,943,870
2000 19,904 50,547 14,464 8,988 126,905 5,633 12,808 249,848 18,464 32,994 301,305 5,629,788
Note:

513
(a) US$85.74 of 1990 and US$113.00 of 2000 equal US$100.00 of 1995.
Source: Statistical yearbook ECLAC 2003 (Economic Commission for Latin America and the Caribbean) (tables 295 and 302).

06/03/24 17:22
laberintos geográficos: una antología

Table 6b. Incremental ratio of Latin America’s intra-regional


and world trade by country and trade association, 1990 and 2000
(based on exports FOB in millions of constant US$ of 1995) a

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
1. Argentina 3.7 4.4 1.4 0.8 1.2 1.1 3.0 2.0 3.7 3.0 1.6
2. Brazil 7.3 2.0 2.4 2.6 1.8 2.1 3.0 1.9 1.3 2.9 1.3
3. Chile 4.3 1.5 2.2 10.6 4.5 4.8 2.8 2.2 2.8 2.8 1.6
4. Colombia 1.6 7.1 0.9 4.3 3.2 4.8 3.4 3.3 1.1 2.6 1.5
5. Mexico 2.0 2.4 3.6 3.2 2.5 2.9 2.3 2.5 2.6 2.4 4.8
6. Peru 1.7 1.6 3.5 1.2 2.9 1.4 2.0 1.4 2.3 2.0 1.6
7. Venezuela 0.6 2.8 0.8 1.8 1.2 11.2 2.3 2.9 5.8 3.0 1.4
8. Total ALADI 4.6 2.5 2.6 2.3 2.4 2.4 2.9 2.7 2.5 2.3 2.6 2.2
9. Total MCCA 4.0 1.2 15.0 3.2 2.5 12.0 11.3 2.6 3.1 2.1 2.9 2.2
10. Rest of LA 0.0 0.5 0.5 2.5 3.0 3.5 0.6 1.2 4.7 2.3 2.2 0.8
11. Total Region 4.6 2.4 2.6 2.3 2.4 2.5 2.8 2.6 2.8 2.3 2.6 2.1
12. Total World 3.4 2.0 1.9 1.5 2.7 2.0 1.5 2.3 2.4 1.6 2.2 1.4

Source: Table 6a.

Foreign direct investment


Another indicator showing international linkages in the new interdependent
global economy is foreign direct investment (FDI). Countries in Latin Ame-
rica have always been net recipients of FDI. On average, nine out of ten do-
llars of foreign direct investment go to the seven largest national economies:
Mexico in North America, and Argentina, Brazil, Chile, Colombia, Peru,
and Venezuela in South America.
In recent years, FDI amounted to more than 25,00 million dollars in
1995 reaching more than 68,000 million in 2000 but then tapered off to
close to 40,000 million in 2002. Over this period Mexico received an ave-
rage of 10 thousand million per year (16,400 million in 2000) and became
a major destination of FDI amongst large Latin American economies (see
Table 7).

514

Laberintos.indb 514 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

During 1995-99, as an average, 65 per cent of total FDI coming into


Latin America went to South American countries - almost 22 per cent to
Mexico, Central America and the Caribbean and 13 per cent to financial
centres.51 In 2001, close to 48 per cent went to South America countries,
35 per cent to Mexico, Central America and the Caribbean and the remai-
ning 17 per cent to financial centres (CEPAL 2003: Graphic 1.2 p.26). In
the case of Mexico, in 1995, the manufacturing sector received most of the
FDI (almost 60 per cent) and other sectors close to 30 per cent while finan-
cial services received more than 10 per cent. By 2001 FDI to the manufac-
turing sector was reduced to 20 per cent of the total while financial services
reached more than half of the total. Other sectors received around 30 per
cent. This change in favour of financial services was due to Citigroup bu-
ying BANAMEX (the second­largest commercial bank) for 12,500 million
$ that year. That same year, FDI was distributed in Brazil as follows: 33 per
cent to manufacturing, 10 per cent to financial services, almost 50 per cent
to other services and the remaining 7 per cent to the primary sector (mostly
oil extraction).
The presence of transnational corporations (TNC) subsidiaries in Latin
America is impressive. Net sales of the main 100 amounted to 232,406 mi-
llion $. It is worth presenting a summary by country according to net sales,
countries of origin and economic activity. Table 8 shows Mexico in first
place with 42 TNC subsidiaries with sales of more than $110,000 million;
followed by Brazil with $31 and $80,000 million in sales; and third and
by a long way is Argentina with only 14 subsidiaries and $24,000 million.
Main sectors include autoparts, chemical, electronic and telecommunica-
tions among others; there are 17 countries of origin but only one (Mexico)
from within the region.

Banks have been very active in penetrating the Latin American economics. Among the 50
5

most important banks in the region 29 are privately foreign-owned, only 7 are state-owned,
and the remainder are privately owned locally (CEPAL, 2002, p.159, Table IIIA.I).

515

Laberintos.indb 515 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 7. Net foreign direct investment in selected countries,


1995, 2000 and 2002 (millions of US$)

Countries 1995 2000 2002


Argentina 4,112 10,654 1,741
Brazil 3,475 30,497 14,084
Chile 2,205 -348 1,139
Colombia 712 1,973 1,171
Mexico 9,526 16,405 14,435
Peru 2,550 662 2,391
Venezuela 894 4,180 -241
Subtotal 23,474 64,023 34,720
Latin America 25,789 68,862 39,169

Technological links
Trade is generally associated with urban population growth and shifts in
the labour force by economic sector in all countries. It is also related to an
expansion of e-commerce and information and communication technology
being adopted by most countries but this is still at levels much below other
regions in the world. The digital world and its spread in all kinds of social
activities (and decoupling of economic growth from resources), is perhaps
the most challenging growth factor for Latin American countries.
Some indicators look better far Latin America than far the world as
a whole. With only 4 per cent of the total world surface, its population
in 2000 represented 8 per cent (520 million) of the world’s more than
six thousand million, while its exports accounted for 5.4 per cent of total
world exports. At the same time, Latin America’s illiterate population rea-
ched 13.7 per cent of its total population, while the world’s proportion was
24 per cent. The region’s total GDP reached $2,000 billion in 2000, almost
7 per cent of the world’s $30,000 billion. At the same time, while the world
GDP experienced a positive growth of 2.8 per cent between 1989 and
1999, Latin America showed a negative growth of -0.3 per cent.

516

Laberintos.indb 516 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 8. Latin America: distribution of the 100 Larger TNC subsidiaries, 2001

Number of Sales in
Country Economic sector 2 Country of origin 3
subsidiaries MUS$ 1
Mexico 42 110,520.6 Auto, Cem, Chem, Com, Be, Ch, De, Fi, Jp, Kr,
Electro, F&B, Mach, Lu, Mx, Nl, Se, Uk, Us
Pap, Photog, Tbcco

Brazil 31 80,615.4 Auto, Chem, Com, Elec, Be, Ch, De, Es, Fr, It, Jp,
Electro, F&B, Fuel, Mach, Lu, NI, Pt, Se, Uk, Us
Metal, Oil, Tbcco, Telecom
Argentina 14 24,038.7 Auto, Com, Elec, De, Es, Fr, It, Lu, NI, Uk, Us
F&B, Oil, Telecom

Chile 5 8,563.1 Com, Elec, Min, Telecom Es, It, Jp, Nl, Us

Venezuela 3 4,413.7 Cem, Elec, Telecom Es, Mx, Us

Colombia 2 2,563.1 Fuel, Oil Us

Peru 2 1,690.9 Min, Telecom Es, Mx

Notes: 1 MUS$: Millions of US$.


2
Economic sector: Auto (Motor vehicles); Cem (Cement); Chem (Chemicals); Com (Commerce); Elec
(Electricity); Electro (Electronic); F&B (Food and beverages): Fuel (Fuel distribution); Mach (Machinery);
Metal (Metallurgy); Min (Mining); Oil (Oil); Pap (Paper); Photog (Photography); Telecom (Telecommu-
nications); Tbcco (Tobacco).
3
Country of origin: At (Australia); Be (Belgium); Ch (Switzerland); De (Germany); Es (Spain); Fi (Finland);
Fr (France); It (Italy); Jp (Japan); Kr (Republic of Korea); Lu (Luxembourg); Mx (Mexico); Nl (Nether-
lands); Pt (Portugal); Se (Sweden); Uk (United Kingdom); Us (United States of America).
Source: CEPAL, 2003, Table I.A.4, pp.59-60.

In 2001, almost 12 per 100 people in Latin America had access to a te-
lephone line compared to 14.3 in the world; and there were 4.3 cellphones
per 100 people while there were 5.6 per 100 people for the world. Four of
the selected larger countries were better off viz a viz the world figure of 5.7
in terms of PCs per 100 people: Mexico (6.9), Argentina (8.0) Brazil (6.3)
and Chile (10.6). As for Internet users there were almost 15 million in Latin
America with Brazil being on top with almost 9 million. Mexico had only
1.4 million. On average that year, one out of three Internet users bought
goods and services online through the Internet (Table 9).

517

Laberintos.indb 517 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Table 9. Latin America: Indicators for selected countries by subregion, 2000


Geographic Demographic Economic
Pop GDP
Subregions / growth Unemploy- GDP growth
country Population Illiterate Poverty
Size (SQ Km) 1990- ment (% (Billion 1989-
(´000,000) (% Pop) (% Pop)
2000 Active pop) US$) 1999
(%) (%)
Middle America a 2,496,324 136.9 534.0
Mexico 1,972,550 100.3 1.5 10.4 27.5 2.5 474.9 3.4
Caribbean 234,187 36.6 116.8
Cuba 110,860 11.1 0.4 4.3 6.0 18.6 6.2
South America 17,806,335 346.5 1,421.7
Argentina 2,766,890 36.9 1.1 3.8 36.0 15.4 281.9 -3.5
Brazil 8,511,965 172.9 0.9 16.7 17.4 7.2 760.3 0.0
Chile 756,950 15.2 1.1 4.8 22.0 10.7 71.1 -1.0
Colombia 1,138,910 39.7 1.7 8.7 17.7 20.5 88.6 -4.5
Peru 1,285,220 27.0 1.8 11.3 54.0 8.0 57.3 2.3
Venezuela 912,050 23.5 1.6 8.9 67.0 18.0 103.9 -6.0
Latin America 20,536,847 520.1 0.2 13.7 2,072.6 -0.3
World 510,072,000 6,080.7 1.3 24.0 30.0 30,212.0 2.8

Table 9. Latin America: Indicators for selected countries by subregion, 2000 (continue)
Exports b Technology c E-commerce
% of % of Telephone and Personal
Subregions / Internet Have bought
GDP GDP Cell phones Computers
country TV (´000) users (as % of
1990 2000 (100 people) (100 people)
(´000) users) 1999
1990 2000 1990 2001 1990 2001
Middle America a 28,806 1,603
Mexico 14.9 35.2 6.6 35.4 0.8 6.9 25,600 1,350 37
Caribbean
Cuba 7.4 8.8 3.1 5.2 2.0 2,640 25
South America 63,236 11,290
Argentina 10.0 15.2 9.3 41.6 0.7 8.0 7,950 800 31
Brazil 7.5 12.0 6.5 38.5 0.3 6.3 36,500 8,650 54
Chile 24.5 34.2 6.7 57.5 0.9 10.6 3,150 300 36
Colombia 13.8 18.1 6.9 24.9 0.9 4.2 4,590 700 38
Peru 11.3 19.3 2.6 13.7 4.8 3,060 200
Venezuela 26.9 31.8 7.7 37.3 1.0 5.3 4,100 300 44
Latin America 12.5 21.8 16.2 97,059 14,951
World 19.9 5.7
Notes:
(a) Includes Central America.
(b) ECLAC 2003 Table 59 for exports as percentage of GDP.
(c) Data for 1990 and 2001 from Human Development Report, 2003, Millennium Development Goal
Indicators.
Source: www.opinamos.com

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Laberintos.indb 518 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

MIGRATION: HUMAN FLOWS

During the twentieth century, migration proved to be a major factor in


urban development in Latin America. We distinguish between international
and internal migration (at country level). International migration trends in
the region in the twentieth century are briefly examined. In this category
there are two main patterns: immigration from other regions in the world
and intra­regional migration. These patterns have co-existed over time, with
variations in their characteristics and relative significance (Villa and Martí-
nez Pizarro, 2001).

INTERNATIONAL MIGRATION

Immigration from outside the region


From the second half of the nineteenth century to the first half of the twen-
tieth century there was quite a high, but fluctuating, level of immigration
from abroad. This had a strong quantitative and qualitative impact on the
social configuration of various countries in the region, especially in the
countries on the Atlantic shore, where conditions were favourable for the so-
cial and economic integration of migrants, the majority of whom came from
Southern Europe. For example, Argentina, which had a population of 1.2
million in 1860, received 2.5 million immigrants in the next 50 years and
by 1910 three out of every four adults in Buenos Aires was European-born
(Preston, 1996, p.170).
After the Second World War these migration flows to the region tape-
red off substantially and were followed by significant return migration to
the old continent. Since the 1970s and due to the lack of renewal of the
inflows, immigrants from outside the region are now much older. Because
of this, mortality and return migration resulted in a gradual decline in the
number of European-born immigrants, which fell from about 4 million

519

Laberintos.indb 519 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

persons in 1970 to less than 2.5 million in 1990. This declining trend
indicates that in the second half of the twentieth century the region was
losing its traditional attraction for the population of other regions. Latin
American countries became net exporters of population to North America,
and the United States in particular (see Table 10).

Table 10. Latin Americaa: immigrant population by origin, 1970, 1980 and 1990 b

Origin 1970 1980 1990 1970-1980 1980-1990


Rest of the world
(immigration form 3,873,420 3,411,426 2,350,441 -1.27 -3.68
outside the region)
% 76.1 63.1 51.2
Latin America and the
Caribbean (intra- 1,218,990 1,995,149 2,242,268 4.83 1.17
regional migration)
% 23.9 36.9 48.8
Total 5,092,410 5,406,575 4,592,709 0.6 -1.63
% 100 100 100
Notes: a The number of countries included as 16 in 1970; 14 in 1980 and 13 in 1990
b
The dates indicate the years of the national census rounds
Source: Estimates prepared using the IMILA data bank of CELADE, and Villa and Martínez Pizarro (2001,
p.38).

International out-migration
The United States stands out as the most important destination, mainly for
migrants from Mexico and other parts of Central America. Green (1991,
p.59) reports that by 1990 an estimated 25 million people in the United
States were ‘Hispanic’, with around half having come from Mexico, Domi-
nicans are another sizeable group in the United States, although undocu-
mented international migration makes it extremely difficult to pinpoint the
exact size of migration flows.
Over a long period there has been emigration of natives from the re-
gion, with fluctuations associated with economic and socio-political factors

520

Laberintos.indb 520 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

as well as changes in United States migration legislation. The novel element


is the strong increase in recent years. The stock of Latin American and Cari-
bbean migrants to the United States doubled between 1980 and 1990, rea-
ching a total close to 8.4 million persons or 43 per cent of the total foreign
population recorded by that country’s 1990 Census. Just over half of these
migrants to the US were from Mexico, one-quarter from the Caribbean
(mainly from Cuba, Jamaica and the Dominican Republic), and the re-
maining quarter (in similar proportions) from the other Central American
countries and South America (see Table 11).

Table 11. United States: immigration population of Latin


American and Caribbean origin. 1970, 1980 and 1990

Annual growth rates


Origin
1970 1980 1990 1970-80 1980-90
South America 234,233 493,950 871,678
7.13 5.53
% 13.6 11.3 10.4
Meso-America 873,624 2,530,440 5,391,943
9.73 7.22
% 50.6 57.7 64.4
Caribbean and others 617,551 1,358,610 2,107,181
7.50 4.32
% 35.8 31.0 25.2
Total 1,725,408 4,383,000 8,370,802
8.70 6.25
% 100.0 100.0 100.0
Source: Estimates prepared using the IMILA data bank of CELADE, and Villa and Martínez Pizarro (2001,
p.39).

The number of international migrants from Latin American and the Cari-
bbean to the United States increased to 13.1 million people in 1997. This
figure, equivalent to a little over one-half of the total stock of immigrants in
that country, shows that regional immigrants increased by approximately 40
per cent between 1990 and 1997. Mexicans, at 7 million represent 53 per
cent of Latin American and Caribbean immigrants (Villa and Martínez Pi-
zarro, 2001, p.28). These figures seem to indicate that the region has become
a net exporter of population.

521

Laberintos.indb 521 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

Intra-regional flows
The persistent nature of some intra-regional flows is connected with the links
that historically have been established between the labour markets of neigh-
bouring countries, which are similar to migration on the intra-national scale.
Other flows, which fluctuate seasonally, are related to shorter-term chan-
ges. In 1990, almost two-thirds of Latin Americans who were resident in
countries other than their country of birth were concentrated in Argentina
and Venezuela. Argentina has been the traditional destination for large num-
bers of Paraguayans, Chileans, Bolivians and Uruguayans (attracted by work
opportunities in agriculture, manufacturing, construction and services), and
these immigrants have become more visible as European immigration dimi-
nished. In Venezuela, with an economy stimulated by the oil boom, the main
inflow of migrants in the 1970s consisted of Colombians, and other immi-
grants from Southern countries forced to depart due to political reasons.
With regard to total intra-regional emigration around 1990, Colom-
bians accounted for the highest absolute numbers: a little over 600,000
were recorded in the census of other Latin American counties (90 per cent
in Venezuela). Chilean and Paraguayan emigrants, with a total of close to
280,000, (over three-quarters of them recorded in the census in Argentina),
shared the second place among migrants within Latin America. Despite
these high numbers, these figures represented, apart from Paraguay, less
than 3 per cent of the population of the countries of origin (Villa and Mar-
tínez Pizarro, 2001, pp.26, 27).

INTERNAL MIGRATION

Rural urban migration


From 1940 onwards internal migration became the main source of urban
growth. Since then urban populations have been growing rapidly in abso-
lute terms and have also experienced significant socio-economic changes.

522

Laberintos.indb 522 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Characteristics and consequences of migration involving urban locations are


of particular importance. Over the years, people have moved from rural
areas to the cities because urban living conditions were considered superior.
Figures on poverty in urban and rural areas regularly showed that city-dwe-
llers live better than their rural counterparts. The United Nations estimated
that in 1990 whereas 34 per cent of city-dwellers lived in poverty, 53 per
cent of rural Latin Americans were poor.
The impact of migration was different between countries. The contri-
bution of migration and reclassification to urban growth show, according to
estimates by the United Nations (1980), that migration was most impor-
tant to urban growth in Argentina from 1947 to 1960 (50.8 per cent). The
next most important contribution of migration to urban growth was in Brazil
from 1950 to 1960 (49.6 per cent) and from 1960 to 1970 (44.9 per cent);
in Peru from 1961 to 1972 (41.6 per cent); in Chile from 1952 to 1960 (36.6
per cent) and from 1960 to 1970 (37.4 per cent); in Colombia from 1951
to 1964 (36.6 per cent); and in Mexico from 1960 to 1970 (31.7 per cent).

DIFFERENTIAL URBANIZATION

Decline of primacy
The process of migration has clearly changed through time as economic and
social conditions changed. Improved transportation, growing rural popula-
tions, more jobs in the cities, and a greater awareness of the opportunities
available in the cities were bound to affect the kinds of migrants, their des-
tinations and their motives. These interrelationships between migration and
socio-economic change became even more visible during the 1980s when
severe economic problems hit most of Latin American cities.
The debt crisis severely reduced the chances of obtaining employment
in urban areas. Rates of unemployment increased as factories closed down,
governments laid off staff and consumer spending fell. Even for those who

523

Laberintos.indb 523 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

had work, conditions deteriorated as wages dropped. For the first time in
at least three decades many urban areas felt the full impact of recession. Of
course, the effect varied from city to city. The removal of import tariffs and
customs duties clearly hit employment in cities that were heavily reliant
on industries. For example, in Mexico several of Monterrey’s major facto-
ries closed, and in Mexico City 250,000 industrial jobs were lost as 6,000
companies closed their doors. In contrast Mexico’s border cities flourished
because export production increased (Gilbert, 1998, p.51).
From the 1970s onwards, the natural growth rate of the population
had a more important effect on urban growth in Latin America as a whole
than migration, and the biggest cities, which were historically the most
likely to gain population through migration are now attracting much less
rural urban migrants than before. While rural urban migration has beco-
me a less important issue in urban development, inter-urban, intra-urban,
and international movements have become much more significant. This
tendency has become the most visible in countries that had high levels of
urbanization and in which the rural population had declined in absolute
numbers, such as Argentina and Mexico.
The net rural urban flow of people, including the effect of international
migration and the reclassification of areas, has been diminishing over time
in its contribution to the urban growth of the 22 countries in Latin Ame-
rica. By 2000 the net rural urban flow of people had decreased by at least 2
million people. During the 1950s it accounted for 46.4 per cent of urban
growth in the region, whereas by the 1990s the proportion declined to 38.4
per cent (see Table 12). At the same time the role of migration varied greatly
between countries. During the 1990s, for instance, it ranged from 8.8 per
cent in Guatemala to 51.7 per cent in Honduras. The case of Mexico (-7.9)
and Cuba (-5.4) are explained by the fact that their urban migration balan-
ces were affected by international migration (Lattes, et al., 2004, p.95).

524

Laberintos.indb 524 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

Table 12. Rural-urban net transfers as a component of urban growth and


urbanization, for the main 22 countries of Latin America, 1959-2000

Urban growth due to rural-urban net transference (%)


Country a
1950-60 1960-70 1970-80 1980-90 1990-2000
Uruguay 27.8 9.0 -42.2 25.9 24.2
Argentina 51.0 37.9 31.1 30.2 27.6
Venezuela 56.9 39.4 43.2 22.1 13.7
Chile 41.3 33.6 30.2 11.8 16.3
Brazil 49.7 51.6 49.9 42.8 34.5
Cuba 39.2 16.7 43.9 45.7 -5.4
Puerto Rico -85.1 52.2 47.6 21.2 36.3
Mexico 40.9 36.1 32.1 21.6 -7.9
Colombia 50.5 37.6 36.6 33.0 30.8
Peru 56.8 50.9 37.6 26.2 14.8
Ecuador 48.2 39.0 46.7 48.3 50.5
Dominican 50.2 53.3 51.5 41.9 35.3
Bolivia 8.2 11.1 34.7 48.3 36.2
Panama 36.6 36.6 23.0 25.3 20.4
Nicaragua 31.5 39.8 17.7 1.0 10.3
Jamaica 35.4 19.1 15.8 15.1 12.0
Paraguay -62.2 -14.4 37.0 45.7 42.2
Honduras 53.3 48.3 44.1 45.5 51.7
Costa Rica 23.3 26.1 35.1 35.8 42.9
El Salvador 10.2 13.0 1.2 -52.2 16.0
Guatemala 28.5 26.1 5.9 -10.9 8.8
Haiti 62.6 58.5 52.6 61.1 50.1
Total 46.4 45.8 42.3 41.6 38.4
Notes: a Countries are ordered by level of urbanization in 2000
Source: Lattes, et al. (2004, p.95)

Data indicate that rural-urban migration was largely responsible for the pha-
se of rapid urbanization in most of the countries in Latin America. Since
1950 until the end of the twentieth century the net rural-urban transfer of
people in the region as a whole reached values that explain around to 50 per
cent of the urbanization rate (see Table 12).
However, more recent data also point to the growing importance of
urban to-urban migration in the internal population movements in Latin

525

Laberintos.indb 525 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

American countries over the period. The trend was already observed in the
1970s and became much more apparent in the 1980s and 1990s (Lattes,
et al., 2004, p.96). For instance, in 1987-92 almost half of the migrants
between the states of Mexico had urban origins and destinations62 (see CO-
NAPO, 2001). The same applied to Brazil where it is estimated that more
than 60 per cent of the 26.9 million inter-municipal migrants in 1981-91
moved from one city to another (see Baeninger, 1997).

Secondary cities
Until the 1970s, most migrants from the countryside tended to settle in lar-
ge, and particularly primate cities, usually capitals or major ports which con-
tained a disproportionate concentration of the national urban population.
However, since the 1980s increasing numbers of migrants started moving
from both rural areas and big cities to secondary urban centres. Although
the larger proportion of people living in cities of 1 million or more may
seem to refute the latter observation about the increase in secondary city
growth, this increase is due to an increase in the number of large cities rather
than the continued growth of primate centres. Nonetheless, it should be no-
ted that urban deconcentration is more common in larger, more urbanized
countries than in smaller ones.
Secondary urbanization has been driven first and foremost by indus-
trial relocation stemming from diseconomies of scale in metropolitan areas
and/or the development and expansion of new economic activities associa-
ted with restructuring such as international tourism and export manufac-
turing. Growth in intermediate cities, higher than the principal cities, was
most common after the 1980s particularly in those cities between 50,000
and less than 500,000 inhabitants (Jordan and Simioni, 1998, pp.56-64).

6
These data refer only to people moving to localities of 20,000 or more inhabitants and
exclude the intra-metropolitan movements.

526

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las geografías (aplicaciones)

This is certainly the case in Mexico where there was an occurrence of net
out-migration from Mexico City during the 1980s to smaller cities within
a 200 km radius, such as Queretaro, Toluca, Cuernavaca and Puebla and
to core cities of the maquiladora industry on the northern border such as
Tijuana and Ciudad Juarez. During the last decade, Mexico City became
the major origin of migrants to the rest of the country.
Tendencies towards metropolitan deconcentration in Latin America
have become a strong force in urban development. Gilbert (1995, p.322)
regards it as a stronger force than past attempts at regional development.
According to him, deconcentration achieved in ten years what regional de-
velopment policies failed to do in 30. There is also evidence to suggest that
people are moving towards secondary centres not only for economic rea-
sons but also because of concerns about the environmental conditions and
quality of life in the primate cities, that is, the role of ‘environmentalism’ in
the differential urbanization process.

CONCLUSIONS

The historical analysis of Latin America has proved that global economic
relations are not new. Through trade, Latin America has been connected
to Spain and Portugal since the colonial era. During the colonial period
Europeans and their businesses tended to concentrate in Latin America core
areas. These core areas were closely linked to towns and cities elsewhere in the
region which, particularly in Spanish America, were regarded as symbols of
territorial possession and centres from which the country could be adminis-
tered and exploited. Although in the early post-colonial period deficiencies
in transport tended to perpetuate the territorial pattern of concentration,
the introduction of the railway system brought profound changes to the re-
gion. It facilitated the opening up of interior areas and resources. Foreign ca-
pital was also significant in improving ports and shipping, providing urban

527

Laberintos.indb 527 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

services such as transport and electricity and direct investment in mining


and in certain industries. Such developments reinforced Latin America’s role
as a supplier of primary products to other regions of the world. During this
initial stage trade was regarded as an important starting point of greater
economic growth although the strategy of exporting commodities tended to
inhibit the region’s development.
It was during the late nineteenth and early twentieth century that the
subcontinent became firmly integrated into the world economy throu-
gh the inflow of foreign capital and technology and the establishment of
markets, transport systems and communication networks. More and more
commodities were exported and the import of foreign goods and services
also increased. The debt crisis of the late 1970s revealed the economic un-
sustainability of ISI associated with a narrow range of exports. External ac-
counts showed that all the countries were in serious trouble. Exports decli-
ned in value and quantity and national debt rapidly increased without any
sign of how and when that would come to an end, unless economic policy
changes were to occur. Free market policies were strongly recommended by
international funding organizations. The latter favoured the implementa-
tion of structural adjustment policies which involved steps such as macro-
economic stability, deregulation, privatization, openness to trade and an
anti-poverty programme.
The shift to a free market economy had logical but contrasting results in
terms of sectoral development - the immediate decline of economic sectors
that were not internationally competitive and the delayed growth of sectors
which were able to operate successfully in global markets. Despite ISI and
the more recent free-market strategies most Latin American states remain
only marginally afloat. Specific reasons for this include: foreign control of
key sectors, excessive protectionism in import-substituting industries and
careless government control of the money supply. But perhaps the most
fundamental problem lies in the inability of the modern (industrial and

528

Laberintos.indb 528 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

urban) sector to raise the general level of productivity and income in rural
areas, which leads to the deepening of economic dualism in the region.
A persistent issue in the study of urbanization in Latin America has been
the question of the degree of spatial concentration of population, economic
activity and political power in the larger metropolitan areas following the
economic development process. The development of the urban system in
the eight larger Latin American countries between 1750 and 1960 showed
a tendency of concentration and a ‘hyper-cephalic’ pattern. An explanatory
variable was export value. National export sectors during the period were
developed as enclaves far away from the largest cities (mainly the country’s
capital); however, exports, imports and tax revenues mostly benefited the
capital cities due to their historical growth and development momentum.
In fact, before 1960 all larger countries in the subcontinent reached their
peaks in terms of rates of growth of total population. But the early 1970s
as Geyer would predict some new trends in the distribution of their urban
population started to emerge reflecting a new deconcentrating phase con-
trary to a concentrated growth tendency in their primate city, the preferred
destination of internal migration up to these years. Although a trend of
decreasing dominance of principal cities was apparent in the majority of
the region’s countries, international trade and foreign direct investment
reinforced urban primacy.
Latin American countries saw a remarkable shift in their national la-
bour force structure by sectors between 1970 and 1990. These two decades
transformed the economic structure from manufacturing economies to ter-
tiary ones in almost all cases. But most important was the region’s irruption
into the global economy, as Latin America’s share total world trade came
close to 5.4 per cent in 2003. Export-oriented activities moved from pri-
mary products to manufactured products in general. Highest share as des-
tination and as origin of Latin American trade was North America (US and
Canada) with more than half of the total exported goods. Latin American
states adapted to the possibilities offered by large-scale export import trades

529

Laberintos.indb 529 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

because exchange offered tangible material benefits. But if trade was a ne-
cessary starting point, it was not by itself a sufficient condition for sustai-
ned growth and development: gains from trade have not been exploited to
the full to transform the economy as a whole. In fact, only larger countries
have an important participation in international trade thus, the rest have a
limited degree of economic interconnectedness and a very limited amount
of profits from international integration.
Migration explains urban development in the twentieth century. From
the second half of the nineteenth century to the first half of the twentieth
century there was quite a high, but fluctuating, level of immigration from
overseas, and this had a strong quantitative and qualitative impact on the
social configuration of various countries in the region. During the second
half of the twentieth century all Latin American countries became net ex-
porters of population to North America and the United States in particular.
The process of internal migration has clearly changed through time as the
wider economic and social environment has changed. The interrelations-
hips between migration and socio-economic change became even more ob-
vious during the 1980s when severe economic problems hit most of Latin
America’s cities. The net rural urban transference of population, including
the effect of international migration and the reclassification of localities,
has been diminishing over time in its contribution to urban growth in
most countries, small and large. There is now much evidence regarding
the growing weight of urban-to-urban migration. This trend was already
observed in the 1970s and became much more apparent in the 1980s and
1990s. It has been driven by endogenous as well as exogenous factors. The
first stem from the documented differential urbanization process, and the
second from economic forces such as industrial relocation stemming from
diseconomies of scale in metropolitan areas and/or the development and
expansion of new economic activities associated with restructuring such as
international tourism and export manufacturing.

530

Laberintos.indb 530 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

We conclude by accepting that Latin America has been dependent on


Europe but is now strongly linked to North America. It has increased in
recent decades its economic interconnectedness within and among regions.
Economically, this new relationship explains, if nothing else, a positive ba-
lance of payments for the region; politically, it has been expressed as an
uneasy and troubled recent history of foreign intervention, sometimes by
military means; and culturally, it has exposed Latin American societies to
social debates and confrontation concerning shared loyalties between those
defending traditional values held by conservative elite groups mostly an-
ti-American, and the modernizing pro-American industrial forces and se-
cular emerging groups which are trying to consolidate an open market eco-
nomy and a pluralistic and democratic political system in a global context.
Core and periphery remain very much a fundamental feature of the
current world order. Rather than international capital creating ‘one world’
it has been accompanied by deepening regional inequality through the
marginalization of most Latin American countries, as trade and investment
flows intensify the exclusion of much of the rest of the region. Despite
internationalization and regionalization, the role and position of most La-
tin American countries in the world economy have changed little over the
entire course of the last century. Contemporary economic globalization
brings with it increasingly divided nations, a segmented global workforce
with winners and losers that affect developed and developing economies.

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Laberintos.indb 535 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 536 06/03/24 17:22
GEOGRAFÍA DEL TRANSPORTE EN EL ÁREA
METROPOLITANA DE LA CIUDAD DE MÉXICO:
UNA INTRODUCCIÓN1

E ste es un estudio de geografía del transporte. El ámbito geográfico de


análisis es el Área Metropolitana de la Ciudad de México (AMCM),
delimitada por la fuente principal de información utilizada: Encuesta de Ori-
gen-Destino a los Residentes del Área Metropolitana de la ciudad de México
1994 (EOD94), que levantaron el Instituto Nacional de Estadística, Geo-
grafía e Informática y el Departamento del Distrito Federal en 1994. Esta
delimitación (Mapa 1) comprende las 16 delegaciones del Distrito Federal
(DDF) y 28 municipios metropolitanos del Estado de México (MMEM).2

Graizbord, B. (2008), “Introducción” [extracto], en Boris Graizbord, Geografía del Trans-


1

porte en el Área Metropolitana de la Ciudad de México. México: Centro de Estudios Demográ-


ficos, Urbanos y Ambientales, El Colegio de México, 2008, pp. 21-32.
2
La diferencia entre Área Metropolitana de la ciudad de México (AMCM) y zona me-
tropolitana de la ciudad de México (ZMCM) es que la primera, en un proceso de expansión
física, incluye municipios contiguos a los límites urbanos a partir de que el área urbanizada
continua de la ciudad los penetra y, por tanto, se consideran como metropolitanos, mientras
que la segunda los incluye en un proceso de descentralización a partir de una interdependencia
funcional básicamente de carácter económico (empleo y consumo) con la ciudad central. En la
literatura se usa ZMCM para referir un conjunto (funcional) de 16 delegaciones del Distrito
Federal y un número variable de municipios metropolitanos conurbados o no conurbados
según la delimitación de que se trate. Por ejemplo, Unikel (1976): toma en cuenta 11; Negrete

537

Laberintos.indb 537 06/03/24 17:22


laberintos geográficos: una antología

El desarrollo de la geografía del transporte ha seguido el camino de la


geografía en general en términos de contenido, métodos y perspectivas.3
Como disciplina emergió de la geografía económica a mediados del siglo
veinte (Rodrigue et al., 2007). Su interés se centró en la localización de las
actividades económicas y en el costo monetario de la distancia (Hoover,
1948). Así, como señalan Tolley y Turton (1995:3), mientras que los geó-
grafos sociales se han interesado en la desigual distribución de los servicios
sociales, de salud por ejemplo (Garrocho, 1995:159-189), los geógrafos
del transporte han puesto su atención en los niveles de acceso de la pobla-
ción o de ciertos grupos en particular a los puntos de oferta de este tipo
de servicios; si los geógrafos se han interesado en problemas de género, el

y Salazar (1986): 21; Graizbord y Salazar (1987): 53; Graizbord (1991): 54 (incluyendo Ti-
zayuca del estado de Hidalgo); INEGI (1993): 27, aunque se trata del área geográfica que con-
forman las 16 delegaciones del Distrito Federal (DF) y 27 municipios conurbados del Estado
de México; Comisión Metropolitana de Asentamientos Humanos (1998): 58 municipios del
Estado de México + 1 de Hidalgo.
En este análisis se adopta una delimitación del AMCM con 16 delegaciones del Distrito
Federal y aquellos 28 municipios conurbados del Estado de México que contienen un área
urbanizada continua. Este número de municipios es el mismo que incluye la EOD94, utili-
zada por este autor y sus colaboradores como base de la estimación de viajes intraurbanos que
se llevan a cabo diariamente en la ciudad de México. Si bien para otros autores, como Porras
(2000), en 1995 el AMCM se integraba con las 16 delegaciones del Distrito Federal, 40 mu-
nicipios del Estado de México y Tizayuca de Hidalgo; Garza (2000), por su parte, se refiere a
39 municipios del Estado de México, además de las delegaciones del D.F. Para una definición
de ciudad de México, Distrito Federal, área urbana, zona metropolitana, conurbación y mega-
lópolis véase Graizbord y Salazar (1987). Cabe señalar que incluso INEGI (1993) cuando se
refiere explícitamente a AMCM utiliza un criterio de continuidad del área urbanizada y otro
funcional de comunicaciones entre entidades, definitorio más bien de zona metropolitana.
CONAPO (1998:18-29), estudia la ZMCM 1999-2010 pero en principio su delimitación
es de municipios que en el tiempo se han conurbado. Una definición de ZMCM reciente es
la de la OECD (2004:27) que consiste en las 16 delegaciones del DF y 59 municipios me-
tropolitanos. Advierte ese estudio territorial de la ciudad de México que algunos municipios
incluidos presentan aún un bajo perfil urbano pero ya se experimentan en ellos las presiones
demográficas y del desarrollo metropolitano.
3
Véase Graizbord (1994) para una descripción de la llamada revolución cuantitativa en la
geografía que tuvo lugar a partir de los años cincuenta del siglo XX.

538

Laberintos.indb 538 06/03/24 17:22


las geografías (aplicaciones)

geógrafo del transporte se ha preocupado de la forma distinta de movilidad


de hombres y mujeres.
El transporte –según Ullman (1956)– es una medida de la relación
entre áreas y, por tanto, es parte esencial de la ciencia geográfica. White
(1977) señalaba que “para el geógrafo la importancia del transporte se debe
a que éste es el principal factor que afecta la distribución de actividades so-
ciales y económicas”. Según Tolley y Turton (1995), la primera aseveración,
que indica un interés en el transporte per se como actividad humana signi-
ficativa, o bien la segunda, que la justifica indirectamente a partir de su in-
fluencia sobre la distribución espacial de otras actividades, son aún válidas a
pesar de la variedad y el alcance de los numerosos estudios geográficos que
han aparecido sobre el tema. Se trata, como propone Hurst (1974a: 254),
de descubrir y explicar la circulación4 como un rasgo del sistema económico
en distintas escalas desde lo local hasta lo global.
Los métodos o enfoques que a lo largo del tiempo se han adoptado al
respecto pueden clasificarse en cuatro:

1. El que según White (Op. cit.) puede describirse como el método de “cons-
trucción-operación”, que enfatiza la relación entre las rutas, los sistemas de
transporte y las formas físicas del terreno en que se implantan, lo que hace
pensar en un compromiso entre los costos iniciales de construcción de la
infraestructura y equipamiento de la red vial y los costos subsecuentes que
se desprenden de la operación del servicio.
2. El enfoque “histórico”, que explica el inicio, crecimiento y expansión de los
sistemas de transporte con base en consideraciones relativas a la tecnología y
al contexto social y económico en un periodo y lugar determinados (Turton,
1991; Vance Jr., 1991).

Principalmente de personas y mercancías. Otro tipo de circulación es la que incluye men-


4

sajes, valores, ideas que pertenecen al ámbito de la “information technology” (IT), cualitativa-
mente distinto pero conceptualmente emparentado con la tecnología del transporte.

539

Laberintos.indb 539 06/03/24 17:22


Laberintos.indb 540
Mapa 1. AMCM: Centroides geográficos de las delegaciones del Distrito Federal y municipios metropolitanos del Estado de México.

540
DISTRITO FEDERAL (DF)
1 AZCAPOTZALCO
2 COYOACÁN
3 CUAJIMALPA
4 GUSTAVO A. MADERO
5 IZTACALCO
6 IZTAPALAPA
7 MAGDALENA CONTRERAS
8 MILPA ALTA
9 ÁLVARO OBREGÓN
10 TLÁHUAC
11 TLALPAN
12 XOCHIMILCO
13 BENITO JUÁREZ
14 CUAUHTÉMOC (CC)
15 MIGUEL HIDALGO
16 VENUSTIANO CARRANZA

MUNICIPIOS METROPOLITANOS
DEL ESTADO DE MÉXICO (MMEM)
17 ACOLMAN 31 NEZAHUALCOYOTL
18 AMECAMECA 32 NEXTLALPAN
19 ATIZAPAN DE ZARAGOZA 33 NICOLAS ROMERO
20 COACALCO 34 LA PAZ
laberintos geográficos: una antología

21 CUAUTITLÁN 35 TECAMAC
22 CHALCO 36 TEOLOYUCAN
23 CHICOLOAPAN 37 TEPOTZOTLÁN
24 CHIMALHUACÁN 38 TEXCOCO
25 ECATEPEC 39 TLALMANALCO
26 HUIXQUILUCAN 40 TLALNEPANTLA
27 IXTAPALUCA 41 TULTEPEC
28 JALTENCO 42 TULTITLÁN
29 MELCHOR OCAMPO 43 ZUMPANGO
30 NAUCALPAN 44 CUAUTITLÁN IZCALLI

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las geografías (aplicaciones)

3. El enfoque “cuantitativo”, que permite incorporar en los estudios geográfi-


cos sobre el transporte métodos y técnicas para analizar redes y entender la
forma y nivel de complejidad del sistema con mayor precisión y rigor.5 Este
enfoque estadístico se complementa con modelos teóricos –provenientes de
la investigación de operaciones, principalmente- que permiten a los geó-
grafos generar y simular sistemas de transporte a partir de un conjunto de
parámetros y comparar patrones de flujos estimados con comportamientos
reales observados en las diferentes etapas del desarrollo de los sistemas de
transporte y de las redes en general.
4. La aplicación de principios “conductistas” a la geografía del transporte. Esta
metodología permite analizar diversos aspectos relacionados con la oferta
y la demanda y, particularmente, con los complejos procesos de la toma
de decisiones que precede la generación del viaje individual. Este enfoque
enfatiza la movilidad como principio y propone adoptar un enfoque multi-
disciplinario con el fin de explicar el comportamiento espacial de individuos
o grupos sociales.6

Es indudable la necesidad de hacer concurrir múltiples métodos, enfoques y


disciplinas en el análisis de los sistemas de transporte a diferentes escalas geo-
gráficas (urbana, sub-regional, regional, nacional e internacional). En este
trabajo se siguen al menos los dos últimos enfoques: el enfoque cuantitativo
y la perspectiva conductista, y se hace referencia a las primeras tres escalas:
urbana, sub-regional y regional.
La práctica de la geografía en la actualidad, ecléctica si se quiere, ofrece
los elementos para analizar las interrelaciones entre fenómenos económi-
cos, sociales o políticos y su expresión espacial y la forma en que una región
o área se estructura u organiza funcionalmente. La geografía del transporte

Véase, por ejemplo, Taaffe y Gauthier (1973); Haggett y Chorley (1969).


5

Es Hurst (1974 a y b) quien representa mejor este enfoque desde la perspectiva geográfica,
6

si bien Kain (1962a) quizá haya sido el primero en planteárselo para estudiar la estructura
urbana.

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estudia, entonces, el papel del transporte en la conformación del territorio


y en la distribución espacial de las actividades humanas (Johnston et al.,
2000:855-6). Esto incluye la provisión de infraestructura, equipo e instala-
ciones de transporte, su uso para el movimiento de bienes y personas, y su
relación como actividad con otros fenómenos geográficos.
Este libro se divide en doce capítulos, agrupados en tres partes: I) teo-
ría, II) análisis empírico y III) política. En la primera parte, el capítulo
uno presenta una somera reseña de los diferentes modelos analíticos de
ciudad que la geografía y la economía como disciplinas han ofrecido al
intentar describir la forma y estructura urbanas. El segundo profundiza en
el concepto de estructura urbana a partir de una revisión de la literatura
eminentemente geográfica, y pone especial interés en la relación entre la
actividad residencial y el empleo. En el tercero se hace una crítica al modelo
de ciudad mononuclear. El cuarto analiza, con base en la teoría del lugar
central, la complejidad en la movilidad de los individuos en un espacio
metropolitano poli-nuclear a partir de sus atributos y la necesidad de tras-
ladarse de un punto a otro para cumplir con variados fines, en particular
el “commuting” 7 o el viaje al trabajo, pero también viajes por motivos de
consumo, o con propósitos sociales o familiares.
En la segunda parte, el quinto capítulo revela, desde una perspectiva re-
gional, el movimiento de personas que se desplazan por motivos de trabajo
en distancias que rebasan los límites del AMCM. En el sexto capítulo, con
un cambio de escala, se ejemplifica la importancia comercial y residencial de
un subcentro y se hace referencia a la interdependencia de éste con las juris-
dicciones vecinas. El séptimo capítulo relaciona los viajes al trabajo (com-
muting) con el ajuste residencial (cambio de residencia) que los habitantes
metropolitanos han hecho en respuesta a las modificaciones que ha sufrido
la estructura urbana como resultado del crecimiento y la expansión física y

7
En este capítulo se aclara el concepto. Vale la pena ahora señalar, como lo apuntó el revisor
anónimo, que el origen del término alude principalmente a la regularidad, y que no todos los
viajes al trabajo son iguales.

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demográfica de la ciudad. El octavo capítulo presenta un ejercicio analítico


para destacar la estructura metropolitana poli-nuclear y la existencia de sub-
centros con base en los viajes realizados con diferentes propósitos captados
por la EOD94 y un estimado de acuerdo al patrón de viajes. Se descubre así
un fenómeno de interdependencia entre los diferentes subcentros metropo-
litanos que más que jerárquica resulta hiperárquica.8 El noveno capítulo in-
tenta definir la estructura intraurbana del área metropolitana al caracterizar
dos subcentros de actividad (Cuauhtémoc y Tlalnepantla).
La parte III se orienta a las políticas. En el décimo capítulo se hace
una descripción del sistema de transporte metropolitano por el lado de
la demanda; se toma en cuenta la distribución de la población según sus
atributos socio-económicos; y se da especial atención al consumo de ga-
solina y a la contaminación generada en los viajes por motivos de trabajo,
de consumo o sociales. El onceavo capítulo presenta cuatro escenarios re-
lacionados con políticas específicas que, en principio, permiten modificar
los parámetros del funcionamiento del sistema y los evalúa con base en su
impacto en el consumo de gasolina y la contaminación atmosférica gene-
rada en el AMCM.
Una breve reflexión acerca de los intereses y enfoque que debe adoptar
una política realista del transporte metropolitano constituye el duodécimo
y último capítulo de este trabajo, que concluye con unas reflexiones sobre
la política urbana de transporte y usos del suelo.
En general, los estudios de la geografía del transporte en nuestro país
son relativamente escasos. La mayoría (quizá por la existencia del Institu-
to Mexicano del Transporte que realiza investigación de ingeniería apli-
cada, principalmente para el sector público) se enfoca más hacia la escala

Término utilizado por Graizbord y Acuña (2002) e inspirado por un artículo en el que se
8

describe la “red de redes global” o www, en la que las conexiones son horizontales, es decir, no
dependen de la importancia del nodo del que salen o al que llegan.

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interurbana que al análisis de la movilidad y el transporte dentro de las


ciudades.9 En este sentido, parece oportuno un texto que ofrezca al lector
interesado, y a los alumnos no sólo de geografía sino también de urbanismo
y planificación urbana, algunas pistas para llevar a cabo estudios sobre el
tema. De enfoque ecléctico, pero no descuidado en su rigor metodológico,
en este texto se combinan apreciaciones cualitativas con análisis cuantita-
tivos. Ambos enfoques, pero en especial este último, abre oportunidades
para indagar con mayor información, recursos y de manera formal10 temas
que, como dije, son pocos atendidos pero de gran relevancia para la admi-
nistración y la gestión de los sistemas urbanos en general y del transporte
metropolitano en particular.
El análisis no cubre toda la gama de problemas ni aspectos necesarios
para el manejo de sistemas de transporte y vialidad de la metrópolis. Por
ejemplo, ofrece apenas algunas líneas para asistir a los profesionales del
transporte en la evaluación ex-ante y ex-post del impacto económico y social
de los proyectos, inversiones y políticas de transporte (Forkenbrock, 2001;
Venables, 2004); no se toca el transporte de carga pues, si bien resulta vital
para el funcionamiento de la ciudad, abarca una parte más pequeña del
mercado (aunque quizá no de los problemas de la urbe) que el de pasajeros,
presenta problemas como la disponibilidad de datos relativamente limita-
da, y resulta de suyo muy complejo y amplio en su cobertura espacial: los

9
En esta escala destaca un trabajo de Cervero (1998) quien dedica un capítulo de su libro
al análisis de la estructura del transporte urbano de la ciudad de México. Enfatiza en particular
la combinación del transporte público: metro-autobuses urbanos-minibuses y peseros que en
conjunto concentran más de 70 por ciento de los viajes diarios que realizan los habitantes
metropolitanos en modos motorizados. Otro ejemplo es la compilación de Chías (1995), en la
que se incluyen trabajos sobre gestión y modernización del transporte metropolitano.
10
Formalmente el “problema del transporte” es un caso especial de la programación lineal
que trata de encontrar el costo más bajo para la oferta de bienes de N orígenes a M destinos. Si
el volumen de la oferta en cada origen n es conocido junto con la demanda en cada uno de los
destinos m, y los costos de transporte entre cada par de lugares se conocen también, entonces
la solución ofrece el patrón de flujos entre orígenes y destinos con el costo mínimo (Johnston
et al., 2000:856).

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flujos pueden ser intraurbanos o la carga salir hacia o llegar desde otros
puntos, y mucha sólo transita cruzando la ciudad o bien arriba para trans-
bordarse a otros nodos (Meersman y Van de Voorde, 2002). Tampoco se
ha puesto atención a los patrones de movilidad por medios no motorizados
como las bicicletas o los viajes a pie que pueden incluso formar parte de
un trayecto en el que se utilizan varios modos o bien resuelven la necesidad
de trasladarse de un lugar a otro en un ámbito muy local y en muy cortas
distancias. En grandes ciudades como Bombay o Calcuta y en las ciudades
principales de China, como Pekín y Shangai, la bicicleta sigue siendo el
modo de transporte urbano más importante. Alcanza hasta 30 por ciento
del total de los viajes en algunas ciudades alemanas (Royal Commission on
Environmental Pollution, 1995:183) y en los Estados Unidos el número de
adultos que usan la bicicleta regularmente aumentó en los años noventa
de 10 al 25 por ciento, aunque para fines más bien recreativos que con pro­
pósitos de transporte cotidiano (Tolley y Turton, 1995:213). Cabe decir
que su uso en general es muy restringido y que, además, presenta riesgos de
accidentes y exposición a gases contaminantes. La atención de las autorida-
des del Distrito Federal a este modo de transporte es muy reciente.
El trabajo pone especial atención al automóvil particular, modo en el
que se lleva a cabo más de una cuarta parte del total de los viajes motoriza-
dos al día en la ciudad de México. No es entonces ocioso reflexionar sobre
este modo de transporte urbano. Por una parte, representa una aspiración
(tener auto es, no sólo en nuestro país, una meta a lograr); es más flexible
(permite viajes de puerta a puerta); es más rápido si lo comparamos con los
autobuses urbanos de pasajeros (el tiempo de los viajes al trabajo en automó-
vil, aun en casos en que el porcentaje de viajes es mayoritariamente en este
último modo –es decir, hay proporcionalmente más autos en las calles- es
siempre menor). Por otra parte, produce más contaminación (los automó-
viles privados consumen una mayor proporción del total de la gasolina que
se vende diariamente en la ciudad); ocupa un mayor espacio por persona
transportada (un automóvil a la velocidad promedio en la ciudad, digamos

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10-15 Km. por hora ocupa con poco más de una persona a bordo, que es
lo normal, 20 m2, mientras que un autobús lleno a la misma velocidad solo
3 m2 y 1.5 m2 el metro que, por cierto, registra el doble de velocidad prome-
dio en su operación normal); causa más congestionamiento (no sólo porque
ocupa mayor espacio en la red vial, sino porque representa 85 por ciento del
total de vehículos en circulación en las calles en un momento dado). Es, en
fin, parte importante del problema11 –y ¿de la solución?- del transporte ur-
bano que la gente tiene que enfrentar todos los días. En efecto, las preguntas
relevantes para los habitantes de la ciudad están relacionadas con sus activi-
dades cotidianas –el transporte es un medio y no un fin. Así, los trabajadores
deben poder llegar al lugar donde prestan sus servicios con facilidad, rapidez
y menor costo; los estudiantes deben trasladarse a la escuela sin riesgo de
accidentes de tránsito; los consumidores deben hacer sus compras sin ruido
y contaminación del tráfico. Mientras que para los analistas y administra-
dores del transporte urbano el problema resulta de un conjunto de factores
o facetas interrelacionadas que ya Thomson (1977) había sintetizado en la
siguiente figura (adaptado de Tolley y Turton, 1995:182, fig. 7.3):

Figura 1. Factores del problema de transporte

· Movimiento de tráfico
· Dificultades para estacionamiento
· Impacto ambiental (contaminación)
Problema de · Condiciones de seguridad para los peatones
transporte urbano · Ineficiencias del transporte público
(en diferentes horas del día)
· Saturación en horas pico del transporte público
· Accidentes

11
Los autos, si bien por sus características particulares exacerban el problema del transporte,
no son los causantes del mismo (Tolley y Torton, 1995:186). Estos autores recuerdan que en
otras épocas y en otras circunstancias la ciudad de Roma antigua se encontraba superada por el
congestionamiento vehicular y contaminación y en ese entonces se culpó al caballo que ofrecía
energía de tracción para desplazar gente y mercancías.

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las geografías (aplicaciones)

Como el lector podrá apreciar, todo está interrelacionado y, por lo mismo,


los aspectos son numerosos e imposibles de cubrir de manera sistemática y
exhaustiva. Nótese que es además inevitable incorporar aspectos de trans-
porte a cualquier debate y análisis relativos al ambiente y al desarrollo sus-
tentable. Existe, sin duda, un nexo entre las políticas (Karekesi, Majoro y
Johnson, 2003) y esfuerzos en general (Sánchez et al., 2005) para mitigar ga-
ses de efecto invernadero en la escala global y las intervenciones en el trans-
porte urbano de las grandes metrópolis como la ciudad de México (Molina
y Molina, 2002). Las grandes ciudades, como núcleos de redes globales de
intercambio de bienes y servicios, resultan también generadores de contami-
nación atmosférica por su importante concentración de conexiones aéreas
para transporte de pasajeros y carga (Graizbord, Rowland y Aguilar, 2003).
Queda mucho por estudiar y este texto es sólo un intento por avanzar en el
conocimiento del transporte urbano de pasajeros y de la geografía de nuestra
metrópolis. Si sirve para apreciar un poco más la complejidad del fenómeno
urbano y fomentar el interés por su estudio y análisis habrá cumplido con
creces su propósito.

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Laberintos geográficos: Una antología, editado por el
Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental/UNAM.
Se publicó en marzo de 2024. La edición consta de 200 ejemplares.
Coordinación editorial, Israel Chávez Reséndiz;
el diseño de la portada y la formación tipográfica fue realizada
por Ruth Eunice Pérez Pérez, en tipos Adobe Garamond Pro
y Brother 1816 en 11:14, 10 :13, 9:11 y 13:17 pt.

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