BACLINI LIMITES PRESCRIPCION en La Buxxsqueda de Precisioxxn Al Lixxmite Temporal Del Estado Baclini
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BACLINI LIMITES PRESCRIPCION en La Buxxsqueda de Precisioxxn Al Lixxmite Temporal Del Estado Baclini
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[1] Causa 15.956, Registro Nro. 1551/2013. Los
magistrados votantes fueron Mariano Borinsky, Liliana
Catucci, y Eduardo Riggi.
[2] Para Levene, el principio presenta las siguientes
notas inequívocas: (i) garantiza un contacto directo
del juez con las pruebas y las partes y permite captar
aspectos y declaraciones imposibles de conseguir de
otra manera, obteniendo así las pruebas de las fuentes
originarias; (ii) asegura el mutuo control entre el
juez y las partes, y facilita la comprensión,
evitándose que se altere o deforme la realidad, lo que
ocurre cuando ésta llega a conocimiento del tribunal
en forma mediata o indirecta por el procedimiento
escrito, que de por sí incita a la delegación de
funciones; y, (ii) permite, en las declaraciones
indagatorias y testimoniales, en los careos y en las
explicaciones verbales de los peritos, que el juez
perciba las condiciones físicas y morales de los
declarantes, y sus reacciones, que pueden estar
motivadas por la culpabilidad, el arrepentimiento, la
indignación, o denotar su peligrosidad o indiferencia
(Levene, R. Manual de Derecho Procesal Penal. Tomo I,
pág. 111/112). El Juez Petracchi en Fallos 321:1173 ha
considerado que por mandato del principio de
inmediación “la reconstrucción de los hechos imputados
sólo puede ser dictada por los mismos jueces que
intervinieron en el debate desde el comienzo hasta el
fin, que oyeron al acusado, (y ) que recibieron la
prueba”.
[3] En tal sentido, el juez Zaffaroni ha sostenido en
el precedente de Fallos 333:1687 que “en los
denominados sistemas mixtos la etapa del debate
materializa claramente principios de puro cuño
acusatorio dada la exigencia de oralidad, continuidad,
publicidad y del principio contradictorio,
requerimientos que, por cierto, no sólo responden a un
reclamo meramente legal sino que configuran recaudos
de orden constitucional (arts. 18 y 24 de la
Constitución Nacional; art. 8.5 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos; art. 14.1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos; art. 26
de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre y art. 11.1 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos)”. Del mismo modo, el Juez
Petracchi –en el precedente de Fallos 321:1173 al que
se remitió la Corte en “Sandoval”- consideró, con cita
de Velez Mariconde, que el dictado de una eventual
nueva sentencia condenatoria tras la anulación de la
primera implica “la reedición total del juicio, esto
es, la renovación de la integridad de sus partes
(declaración del imputado, producción de la prueba,
acusación y defensa). La propia estructura de un
proceso oral -como el regulado por el Código Procesal
Penal de la Nación- determina lo necesario de esa
consecuencia. En particular, esa relación de necesidad
está dada por dos derivaciones directas del denominado
principio de inmediación: las formas o reglas llamadas
´identidad física del juzgador` y `concentración de
los actos del debate y la sentencia`. Por virtud de la
primera, se sostiene que la sentencia -en especial, su
acápite fáctico, la reconstrucción de los hechos
imputados- sólo puede ser dictada por los mismos
jueces que intervinieron en el debate desde el
comienzo hasta el fin, que oyeron al acusado, que
recibieron la prueba -la única que puede dar base a la
sentencia, esto es, la producida durante el juicio-,
que escucharon los alegatos de las partes”. Y agregó,
refiriéndose al principio de continuidad, que “La
segunda de las formas o reglas referidas designa un
límite temporal para la tarea del juzgador que asegura
que la sentencia se dicte inmediatamente después de
que sea examinada la prueba que ha de darle fundamento
y de la discusión de las partes”. Conforme la opinión
de Maier, el rango constitucional de los principios
referidos como requisitos ineludibles del juicio
previo y del debido proceso, radica en que “frente al
mandato de establecer el juicio por jurados no puede
caber la menor duda acerca de que nuestra constitución
tornó imperativo para nuestro país un procedimiento
penal cuyo eje principal eral la culminación en un
juicio oral, público, contradictorio y continuo” pues
“el establecimiento del juicio por jurados genera
espontáneamente el debate oral, público,
contradictorio y continuo”(Maier, Julio, Derecho
Procesal Penal. Editores del Puerto. Tomo I, pág.
655.)De modo que, en su concepción actual, el debido
proceso adjetivo al que debe ajustarse el juicio
previo (art. 18 CN) exige que el Tribunal que dicta
sentencia garantice los principios de inmediación,
oralidad, continuidad y contradictorio, lo cual no
sucede cuando la sentencia condenatoria es dictada por
un tribunal revisor.
[4] El derecho al recurso frente al fallo condenatorio
se encuentra previsto primordialmente en el art. 8.2 h
de la Convención Americana de Derechos Humanos y en el
art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos. Se trata de una garantía judicial mínima
establecida por el orden normativo internacional en
beneficio de la persona humana. Así se lo ha
considerado la Corte Suprema de Justicia de la Nación
al señalar en el precedente de Fallos 320:2145 que
“…objeto y fin (de la norma) es la protección de los
derechos fundamentales de los seres humanos…”. Con
respecto a la naturaleza y amplitud del recurso al que
aluden el art. 8.2 h) de la CADH y el art. 14 inc. 5
del Pacto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
ha sostenido que el Estado parte se encuentra obligado
a garantizar una plena revisión de la condena, por
cuanto el acusado tiene el derecho que se examine
íntegramente el pronunciamiento, debiéndose asegurar
al acusado, independientemente de la denominación que
se le dé, un examen integral de la decisión recurrida,
exigiendo “…que efectivamente permita al superior
entrar en el fondo de la controversia, examinar los
hechos aducidos, las defensas propuestas, las pruebas
recibidas, la valoración de éstas, las normas
invocadas y la aplicación de ellas, inclusive en
aspectos tales como la individualización de la pena o
medida (que abarca la sustitución pertinente) como
resulte justo en consideración de la gravedad del
hecho, el bien jurídico afectado, la culpabilidad del
agente y los otros datos que concurren al ejercicio de
la individualización…”. (“Herrera Ulloa vs. Costa
Rica”, sentencia del 2/7/2004, parágrafos 164 y
165).Con similar alcance, la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos sostuvo que “el recurso debería
constituir un medio relativamente sencillo para que el
tribunal de revisión pueda examinar la validez de la
sentencia recurrida en general y controlar en
particular o en especial los derechos fundamentales
del imputado” (CIDH Informe 55/97 “Abella”, parágrafos
261 y 262). En consecuencia, y conforme el estándar
establecido por la jurisdicción nacional e
internacional, el art. 8.2 h) de la Convención
Americana garantiza a cualquier persona condenada en
sede penal (o que hubiere resultado pasible de una
decisión judicial importante y perjudicial a su
respecto, como es el caso), el derecho de obtener una
revisión amplia del pronunciamiento por parte de un
Tribunal orgánicamente superior. Es que, como lo ha
sostenido la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
“Si bien los Estados tienen un margen de apreciación
para regular el ejercicio de ese recurso, no pueden
establecer restricciones o requisitos que infrinjan la
esencia misma del derecho de recurrir del fallo” [4] y
que “no basta con la existencia formal de los recursos
sino que éstos deben ser eficaces”, es decir, deben
dar resultados o respuestas al fin para el cual fueron
concebidos (“Baena Ricardo y otros. Competencia, párr.
77; Caso Maritza Urrutia, , párr. 117; y Caso Juan
Humberto Sánchez, párr. 121).
[5] Sentencia del 23 de noviembre de 2012.Esto también
ha sido precisado en la Observación General n° 32 del
Comité de Derechos Humanos de la ONU, en la que se
señaló que las disposiciones existentes en varios
Estados partes del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos que autorizan a que ciertas causas
penales sean juzgadas en instancia única por sus
tribunales superiores, no son compatibles con el
derecho al recurso consagrado en ese tratado.
[6] Jaboks, Günther en “La imputación objetiva en
Derecho Penal”, Ed. Ad-hoc, Bs. As., 1996, págs. 212 y
213.
[7] 1. En la práctica judicial alemana RG 24 339; 46
343; 58 130; 73 57 y BGH 3 203; 7 287; 11 355 y otros.
En la doctrina, cfr., por todos, Mir Puig, Santiago
(Derecho Penal. Parte General, ob. cit., p. 317). La
falta de antinormatividad anterior excluye la posición
de garante. Por ello, Hans Joachim Rudolphi admite una
posición de garante sólo en el caso de una acción
previa contraria al deber (SystematischerKommentar zum
Strafgesetzbuch, p. 154). Quien produce el peligro sin
dolo o imprudencia (sin infracción de la norma de
cuidado) no debe cargar con la lesión dolosa si no
impide su producción.
[8] BGHSt 37, p. 106; 43, p. 381 y 397.
[9] Tribunal del Reich 46, 337 (343); 58, 130 (132);
60, 77; 64, 273 (275), formuladas en el derecho
consuetudinario, y BGH 4 20, BGH JR 54 279 aunque en
forma más limitada, y BGH 19 152.
[10] Yacobucci, Guillermo J, El Sentido de los
Principios Penales: su naturaleza y funciones en la
argumentación penal, p. 317 y sgtes., Ed. Abaco de
Rodolfo De Palma, Buenos Aires 2002).