Metodología en Contexto de Oto
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Metodología en Contexto de Oto
en contexto
Intervenciones
en perspectiva feminista/
poscolonial/ latinoamericana
Notas metodológicas
en contextos poscoloniales
de investigación
Contextos y problemas
El presente capítulo está enfocado en dimensiones de mi trabajo de
investigación en contextos poscoloniales de reflexión y pretendo con
él desagregar algunos planos implicados en ese escenario. Cuando
hago mención de contextos poscoloniales de investigación me refiero
concretamente a trabajos realizados en el dominio discursivo de las
teorías y discursos poscoloniales. Las genealogías poscoloniales han
tenido un impulso sostenido en la investigación social y en las huma-
nidades desde los tempranos años ochenta y con mayor intensidad
desde la década de los años noventa del siglo pasado hasta el presente.
No es este el espacio para realizar una historia de estos despliegues
pero en términos generales se podría decir que hay dos grandes movi-
mientos vinculados. Por un lado, lo que genéricamente se llama crítica
poscolonial (aunque admite otras denominaciones) que emergió en el
contexto de estudios el “discurso colonial”. Esa línea se puede trazar
desde los trabajos seminales de Edward Said, (1978, 1983, 1993), de
Homi Bhabha (2002 [1994]), Gayatri Spivak, (2009 [1988]) entre otros,
y se conecta también con el desarrollo de los estudios subalternos en
India, en especial con el grupo de Subaltern Studies Collective vincu-
lados a la tarea historiográfica. Las tramas teóricas que convergen en
la critica poscolonial son muy heterogéneas y en general responden
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del debate filosófico que alienta gran parte del pensamiento latinoa-
mericano5. En él se distinguen, con matices e intensidades diferentes,
sobre las autorizaciones ideológicas y epistemológicas de la disciplina
filosófica, la crítica a una razón eurocéntrica que funciona de modo
similar al discurso colonial.
Ahora bien, cuando la discusión pasa al terreno metodológico
más concreto, en particular al de una investigación, la posible clari-
dad de una posición epistémico política aquí desaparece o, al menos,
da paso a una zona brumosa donde no es tan simple dirimir domi-
nios y pertenencias. Ello ocurre así porque la metodología lidia di-
rectamente con los materiales de investigación y su organización. En
esa instancia lo que podríamos llamar, sólo metafóricamente, efecto
de proximidad, hace que los vínculos con niveles considerados ha-
bitualmente como más estructurales de la investigación, tales como
los marcos teóricos, no estén tan presentes y haya una sobre-repre-
sentación de los materiales. Por materiales me refiero al conjunto de
recursos con los que se lleva adelante un estudio, pero en particular
aquellos que tienen el carácter más preciso de fuentes, tal como en el
trabajado, dan cuenta de que el proceso de crítica del colonialismo constituye una
puesta en cuestión de la estructura representacional del colonialismo desde el punto
de vista simbólico. Estos autores advierten que el vínculo productivo entre represen-
tación y modernidad se tensiona de un modo único cuando aparece el colonialismo
en escena, ya no como una suerte de derivado de segundo orden de las historias
modernas y sus formas de sociabilidad sino como una parte inextricable de su cons-
titución. En ese momento, la crítica al colonialismo prefigura y compone el cuadro
de lo que luego serán esfuerzos sistemáticos por minar el edificio de la representa-
ción en la filosofía. Sobre esta discusión remito a los siguientes trabajos que hemos
realizado en el marco de la investigación sobre las relaciones entre las filosofías lla-
madas genéricamente postestructuralistas y los trabajos críticos del colonialismo en
particular en Frantz Fanon: Leticia Katzer y Alejandro De Oto (2013), Alejandro De
Oto y Leticia Katzer (2014a), (2014b), Alejandro De Oto y Cristina Pósleman (2016).
5 En las discusiones y propuestas de varias zonas del pensamiento filosófico latino-
americano más que haber una crítica de la representación en el modo en que se ex-
perimentó en el movimiento postestructuralista (para usar una denominacón general
de un fenómeno complejo), hay críticas que ponen en primer plano los procesos de
exclusión que los hegelianismos habían producido en la imagen misma de América
Latina. Al respecto refiero nuevamente a la saga entre Augusto Salazar Bondy y Zea.
Ellos argumentaron alrededor de la idea de si un continente no emancipado podría
tener o no un pensamiento filosófico establecido. Las posiciones de uno y otro reve-
laban grandes contactos con los pensadores anticoloniales de mediados de siglo XX,
en particular Frantz Fanon, quién, no por causalidad, es una pieza crucial tanto de la
crítica poscolonial como del giro decolonial. No obstante, es preciso decirlo, tanto en
la trama de la Filosofía de la Liberación como en la trama de la Historia de las Ideas
latinoamericanas, la concepción de la historia remite con no poca intensidad a mar-
cos hegelianos aunque sean objeto de disputa. Los deberes que impone la dialéctica
cuando se entroniza como metacategoría no son pocos.
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6 Utilizo esta denominación por una convención expresiva más que por creer que
con ella designo un campo estabilizado de trabajo. Por el contrario, los debates sobre
los límites y dificultades que enfrenta tal disciplina se emparentan directamente con
el tipo de problemas que intento poner en juego en este escrito.
7 Recomiendo expresamente el trabajo de Laura Catelli (2013) que hace un uso
crítico de este concepto de Ángel Rama. Catelli lo discute y produndiza de manera
sugerente y lo relaciona con la ciudad colonial de Guaman Poma de Ayala y los es-
quemas corporales en Frantz Fanon.
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10 El texto de referencia aquí es Black Orpheus (Orfeo negro) (1976), que fue un
escrito para la introducción del libro sobre poesía negra y malgache en francés orga-
nizado por Leopold Senghor.
11 Evoco esta noción muy extendida en los estudios culturales acerca del con-
textualismo radical. En particular me interesa asociada a ella la discusión sobre
el desplazamiento de los significantes que postula Derrida y a la que Stuart Hall
propone agregarle la noción de articulación, la cual sería una fijación más o menos
arbitraria de esos significantes, lo que Hall entiende como el trabajo de la ideología.
(Hall, 2010: 196)
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Problemas prácticos
En todo este contexto, donde estoy tratando de mostrar los proble-
mas con la teoría en investigaciones situadas en mi campo de traba-
jo y, en particular, en mis estudios, quisiera ahora señalar algunas
cosas que remiten a un universo de cuestiones prácticas. Es verdad
que aunque el pensamiento teórico puede confundirse con una abs-
tracción no hay que perder de vista que sus operaciones representan
una positividad en la investigación, producen efectos y se llevan a
cabo sobre una o varias espacialidades y sobre una o varias tem-
poralidades. Así deberíamos decir que está referido, o que predica
con respecto a algo bien concreto aunque luego no se perciba de ese
modo o se lo “operacionalice” en una dirección que crea el efecto
anticipatorio de responder todas las preguntas antes de que ocurra
cualquier indagación, como parece suceder, por ejemplo, sin que se
reconozca con mucha frecuencia, en el llamado marco teórico de los
proyectos de investigación.
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12 Hago un uso sui generis de la noción de categoría hiperreal que Dipesh Chakra-
barty imaginó para explicar por qué, aún en las mejores condiciones críticas, la
historiografía de los estudios subalternos insistió con preguntas sobre los procesos
históricos de India, en especial los nacionales, que demandaban una respuesta cul-
turalmente ajena a ese espacio sociohistórico. Chakrabarty atestigua en las tramas
meta-teóricas la presencia de un significante llamado Europa (muy lejano de las rea-
lidades fácticas del continente) fuertemente codificado que funciona como categoría
hiperreal organizando las preguntas historiográficas, más allá de la realidad empíri-
ca del pasado indio (1999).
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Notas finales
Sé que suena algo obvio todo esto pero a veces creo también que resul-
ta bueno decir lo obvio por lo que quiero hacer algunas breves notas
adicionales sobre el problema de la escritura y el lenguaje. Por lo ge-
neral, la tendencia es ignorar la escritura porque se ve en la mayoría
de los casos como algo relacionado al vehículo expresivo antes bien
como lo que afecta el propio proceso de poner juntas cosas disímiles
entre sí o, para el caso, construir filiaciones y desafiliaciones entre
materiales, datos y conceptos. La escritura, en ese sentido, es crucial
porque la podríamos considerar como la espacialidad por excelencia,
al menos hasta ahora, de las humanidades y las ciencias sociales. Ano-
to simplemente este problema de la siguiente manera: luego de orga-
nizar los materiales referidos a un determinado espacio y una deter-
minada temporalidad, a un grupo determinado de personas, o incluso
si la investigación es conceptual (con más razón aún), exponemos los
resultados en textos que tienen por lo general, salvo mejores noticias
al respecto, una naturaleza muy distinta con respecto de lo que ha-
blan. Es decir, hay una instancia en que la separación, pero más que
nada el ámbito diferente de acción de la escritura de estas disciplinas
frente a sus temas, objetos y sujetos no puede ser soslayada o remitido
al cajón del armario con el rótulo “temas secundarios”. En todo caso,
una acción de ese tipo, o la inversa, la no reflexión al respecto, consti-
tuye uno de los tantos puntos ciegos de la legitimidad metodológica.
Muchos han señalado esto, en especial en las discusiones que se
suscitaron en el campo historiográfico luego de las tesis de Hayden
White acerca de la escritura de la historia, las cuales privilegiaban el
papel de la escritura en la constitución del campo de la explicación
histórica mediante la advertencia de que el lenguaje expresivo carga-
ba los significados en juego (1992a, 1992b)13. Hay un deslizamiento
adicional del problema en las reflexiones sobre el papel del lenguaje,
la escritura y las categorías en uso que un autor como Fanon detecta
con particular potencia en el espacio de las ideas críticas del colonia-
lismo hacia mediados del siglo XX. Fanon, lector tenaz de Paul Va-
lery, evoca la imagen producida por este para el lenguaje, la del “dios
extraviado en la carne”, para señalar que cuando se habla una lengua
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