Final Pedagogia
Final Pedagogia
Final Pedagogia
UNIDAD 2.
LOS FINES DE LA EDUCACION. JUAN DELVAL.
La educación es, sin duda, una de las más importantes instituciones sociales, la que hace
que un animal, uno más entre las especies vivas que pueblan la tierra, se convierta en lo
que entendemos por un ser humano. El hombre puede educarse porque nace con
disposiciones de tipo muy general que son susceptibles de ser moldeadas en diferentes
sentidos. Es un ser muy plástico, y en cierto sentido menos acabado que otros animales.
Esa plasticidad y falta determinación puede aparecer a primera vista como un
inconveniente, ya que hay que aprenderlo casi todo, y es reflexión corriente decir que
sería bueno nacer sabiendo lo que tiene que aprenderse en la escuela, o poder adquirirlo
sin esfuerzo, mediante transmisión material, por ejemplo, por medio de pastillas. Sin
embargo, hay que verla como una enorme ventaja porque da al hombre inmensas
oportunidades de aprender y le ha permitido construir una cultura, y la cultura es la que
hace al hombre ser hombre. Durante mucho tiempo se ha pensado que la educación tenía
como fin llevar al hombre a un cierto destino, conducirle hacia una meta prefijada. Esa
meta podía ser llevarle hacia Dios, hacia su salvación, prepararle para otra vida, hacerle
más humano, perfeccionarle en una dirección determinada. Kant (1804, p. 21) sostenía
que la educación debe tender a «desarrollar la naturaleza humana para que pueda
alcanzar su destino», y afirmaba que «cada generación, provista de los conocimientos de
las anteriores, puede realizar una educación que desenvuelva de un modo proporcional y
conforme a un fin, todas las disposiciones naturales del hombre, y conducir así toda la
especie humana a su destino» (ibid, p. 19). Durkheim (1911, p. 56) nos recuerda otra cita
de Kant en donde afirma que «el objeto de la educación es desarrollar en cada individuo
toda la perfección de que es susceptible». Sin embargo, esta concepción plantea muchos
problemas. Por una parte, es extremadamente imprecisa porque deja sin contestar las
preguntas ¿en qué consiste esa perfección?, ¿dónde está ese destino hacia el que hay
que dirigirse? Además, si observamos lo que ha sucedido a lo largo de la historia del
hombre vemos inmediatamente que distintas sociedades han tenido concepciones muy
diferentes dela educación, y que los objetivos han cambiado de una época a otra y de un
pueblo a otro. Esto ha llevado a pensar durante siglos a los occidentales que todas esas
sociedades estaban equivocadas y sólo nosotros sabemos cuál es e5e punto al que
debemos llegar, cosa que hoy, cuando hemos perdido alguna pizca de nuestro socio
centrismo, nos parece demasiado pretenciosa. Si nos fijamos en la forma de la educación,
en las prácticas educativas, en los métodos pedagógicos, en las ideas que se inculcan a
los educandos en diferentes culturas, nos encontramos con una variedad tal de prácticas
que hace difícil encontrar una definición única.
Posiblemente fue el sociólogo francés Émile Durkheim el primero que desarrolló de una
forma sistemática la idea de que la educaciones un; institución social, que aparece
estrechamente vinculada con el resto de las actividades sociales y que, por tanto, no tiene
un fin único y permanente sino que ese fin cambia con el tipo de sociedad, e incluso con
la clase o el grupo social al que pertenece el educando. 3Por eso, propone la fórmula
siguiente: «La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que
todavía no están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollaren el
niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él la
sociedad política en su conjunto y el medio especial al que está particularmente
destinado» (Durkheim, 1911',p. 70). Y a continuación resume su fórmula de la siguiente
manera: «La educación consiste en una socialización metódica de la generación joven».
Así pues, resulta que cada sociedad trata de perpetuarse en los nuevos individuos que
nacen dentro de ella e intenta transmitirles todas las tradiciones, normas, valores y
conocimientos que se han ido acumulando. Aunque existan elementos comunes en los
sistemas educativos actuales, posiblemente la educación que se da a los distintos grupos
sociales en una misma sociedad no sea la misma y haya diferencias, que pueden ser muy
sutiles, e incluso imperceptibles si no se analizan con gran cuidado, entre la educación
que se proporciona a unos grupos y a otros, aunque se pretenda que vivimos en una
sociedad democrática e igualitaria.
Lo que sucede es que la educación es un fenómeno tan amplio, tan complejo, y que es
realizado por instancias tan diferentes, que puede decirse que no hay .un designio
explícito y único. Es una institución social que resulta de la interacción de diversas fuerzas
sociales que no actúan necesariamente en, el mismo sentido. Puede ser el resultado de
tensiones entre grupos sociales y por ello presentar un carácter externamente
contradictorio. Podríamos decir que es una actividad multideterminada.
Las sociedades no suelen formular de manera explícita los objetivos de la educación, las
características deseables de la generación joven, pero hay mecanismos sutiles que llevan
a la reproducción de las características de los adultos con gran exactitud, y que éstos
ejercitan perfectamente sin ser conscientes de ello. Los padres, los maestros, o los
adultos en general, saben exactamente aquello que debe permitirse y que no debe
permitirse a los niños, lo que debe apoyarse y lo que debe combatirse, frecuentemente sin
percatarse delo que están haciendo. Es como si operaran mecanismos automáticos que
hacen posible a 'los adultos participar eficazmente en la tarea común de socialización.
La definición de Durkheim. nos ayuda poderosamente a entender qué es la educación. No
hay un fin universal al que se encamine la educación, como no hay fines en la naturaleza,
cada sociedad tiene sus propios fines. Lo que sucede es que puede haber una parte
común en esos fines, compartida de alguna forma por todas las sociedades. Educar y ser
educado son componentes esenciales de la naturaleza humana, aunque varíen los
contenidos y, como decimos, cada sociedad, y generalmente cada individuo dentro de la
sociedad, los ejercita de manera muy precisa de acuerdo con los objetivos sociales,
aunque no los conozca explícitamente y nunca se haya planteado que existan. Es un
mecanismo implícito pero de una precisión asombrosa.
Está claro que la educación es consustancial con las sociedades humanas y que existe en
todas ellas, hasta el punto de que no puede concebirse una sociedad sin prácticas
educativas. Esto se debe a que, como señalábamos, el ser humano nace con un conjunto
de disposiciones y de potencialidades muy generales pero que necesitan ser satisfechas
por el ambiente. El hombre no es ni un ser predeterminado ni, desde luego -contra lo que
suponían los empiristas ingleses-, una tabula rasa que la experiencia sola se tiene que
encargar de rellenar. Toda la investigación reciente sobre recién nacidos muestra que
éstos tienen capacidades mayores de las que suponíamos y se descubre que son seres
bastante competentes (cf., por ejemplo, Mehler y Fax, 1985). Pero también se ve
claramente que el recién nacido necesita de los adultos, que difícilmente puede sobrevivir
sin ellos, y que éstos están preparados para atenderle. Es decir, que en la naturaleza del
hombre hay una preparación para esa larga infancia, para ese período de inmadurez que
los humanos tienen. La disposición de los adultos para 'atender al niño es el complemento
de su plasticidad. Es, pues, característico del hombre el proceso de educación y aquí la
comparación con los animales resulta obligada. El abanico de conductas de los animales
es mucho más reducido que el del hombre y está muy determinado en su origen por el
ambiente. El animal se ha desarrollado conjuntamente con su medio y dispone entonces
de unos mecanismos de adaptación para sobrevivir en ese medio. En el ambiente los
animales encuentran muchos elementos que desencadenan su conducta. Cuando
aparecen determinadas señales se ponen en marcha ciertas conductas y esas señales
son lo que los etólogos han llamado elementos desencadenadores innatos. Pero también
entre los animales hay una educación. Muchos animales aprenden durante su infancia las
conductas deseables, y lo más notable es que muchos son enseñados por los adultos, lo
cual constituiría un auténtico caso de educación. En épocas más recientes, biólogos y
etólogos han ido mostrando la existencia de numerosas muestras de cultura, y de
educación, en los animales no humanos. En un sugerente libro sobre las culturas
animales, J. T. Bonner (1980) define la cultura como «la transferencia de información por
medios conductuales y, de un modo más particular, en virtud del proceso de enseñanza y
aprendizaje» (p. 18), oponiéndola a la transmisión de información por vía genética, que es
mucho más lenta. Hay muchas manifestaciones de transmisión conductual en distintas
especies animales y ésta es particularmente notable en los primates no humanos (ej., por
ejemplo, Sabater Pi, 1978 y.1984). Todos estos estudios nos hacen ver que la cultura no
es algo privativo de los hombres, aunque se dé en ellos en un grado muy superior a los
restantes animales. Pero hay, además, otro elemento que conviene tener en cuenta, y es
que los animales son educables más allá de lo que sucede en el estado natural. Quiere
esto decir que tienen potencialidades para ser educados pero lo que les falta es un medio
social que lo haga. Pensemos en los animales domésticos que han sido y son educados
por el hombre y que pueden adquirir múltiples habilidades.
La falta de un lenguaje, y sobre todo del lenguaje escrito, limita mucho la conservación de
lo adquirido. Son, entonces, los hombres los que pueden realizar la educación de los
animales, pero no los propios animales. Sin embargo, también está claro que hay
limitaciones muy claras y que a cada especie animal sólo se le pueden enseñar
determinadas cosas. Las características físicas de los animales imponen, pues,
restricciones bastante estrictas a su aprendizaje que no pueden ser sobrepasadas,
aunque no podamos saber hasta dónde podría llegarse, ya que el aprendizaje depende
de los métodos que utilicemos para enseñarles. Pero esto lo que muestra, sobre todo, es
la necesidad de un medio social con cultura acumulada para que se produzca una
educación rica.
No conviene olvidar, sin embargo, que el hombre es un animal y que comparte con los
restantes animales, y sobre todo con los más próximos, las tendencias básicas de los
seres vivos. Tradicionalmente se ha hablado de que los animales tienen instintos y se ha
discutido sien el hombre existen también. Durkheim, por ejemplo, se refiere a ello y
discute el problema, para terminar negando la existencia de auténticos instintos en los
humanos. Y lo niega porque considera que el instinto es un sistema de movimientos
determinados, siempre los mismos, que se encadenan automáticamente unos a otros
hasta que llegan a su término natural (Durkheim, 1911, pp. 87 ss.). En el hombre, sin
embargo, esos instintos no existirían, sólo son impulsos. Estas observaciones de
Durkheim son muy sugerentes ya que nos permiten ver la semejanza y la diferencia del
hombre con otros animales. Tenemos las mismas tendencias que los animales, las
compartimos con ellos, pero la manera de satisfacerlas es mucho más variada, ofrece una
gama de posibilidades mucho más amplia y uno de los factores decisivos para ampliarla
es precisamente la educación. Sin embargo, las tendencias y necesidades están ahí y
resulta difícil, por no decir imposible, eliminarlas. Como mostró Freud, tenemos la
posibilidad de canalizarlas en otras direcciones, pero no de anularlas.
La diferencia está en que el hombre, guiado por los demás, por esa acumulación social de
conocimientos que se le transmiten tanto de forma práctica y directa como por diferentes
medios simbólicos, puede ir elaborando modelos del ambiente que son mucho más
variados y precisos que los de los animales. Posiblemente uno de los aspectos que más
nos diferencia de los animales es que nuestros modelos incluyen una dimensión temporal
y que, mediante nuestros instrumentos intelectuales, nos podemos mover en el tiempo
hacia adelante y hacia atrás, lo cual nos permite recordar, no sólo nuestras propias
experiencias sino las de nuestros antepasados, y anticipamos a lo que va a suceder
aunque no sea una repetición de algo que ya ha sucedido anteriormente, que es lo único
que sí pueden realizar los animales.
UNIDAD 3.
ARQUEOLOGIA DE LA ESCUELA: ALAVREZ, URIA. VARELA, JULIA.
Maquinaria escolar: alvarez uria y julia varela comparan la escuela como una maquinaria,
donde cada engranaje fue cuidadosamente colocado con un propósito particular. Sostiene
que los poderosos han realizado variados estudios históricos de la educación que solo
ocultan las funciones reales de las instituciones educativas, ya que estas constituyen los
pilares de su posición socialmente hegemónica. De esta forma los poderosos consideran
a la escuela como algo que no existió siempre, naturalizándola y haciéndola universal,
tomando como antinatural a todo aquello que la cuestione.
Mostraran que la escuela como lugar de socialización privilegiada y obligatoria para los
niños de las clases populares, es una institución reciente, de poco más de un siglo.
Aseguran que la escuela pública, obligatoria y gratuita fue instituida en el siglo xx,
convirtiendo a los maestros en funcionarios del estado, haciendo efectiva la prohibición
del trabajo infantil. Argumentan que la maquinaria de gobierno de la infancia no apareció
de golpe sino que fue ensamblando dispositivos que se comenzaron a configurar en el
siglo xvi. Los autores trataran de conocer como fueron montando estos dispositivos
mediante el pasado para descifrar el presente. Desmenuzaran el para que de la escuela,
a quien sirve, a que sistema de poder está ligada, como se transforman y disfrazan, en
conclusión, como contribuyen a nuestra existencia actual. Para ello plantean el análisis de
las condiciones sociales de aparición de determinadas instancias que permiten la
aparición de la escuela nacional.
Definición del estatuto de infancia: igual que la escuela, el niño no es algo natural, es una
institución social reciente ligada a las prácticas familiares, modos de educación y a la
clase social. Como hecho no natural, la infancia nace como una consecuencia,
específicamente de la iglesia del renacimiento (s. xv y xvi). Los moralistas de esta época
en el momento en que comienzan a configurarse los estados modernos pondrán en
marcha todo un conjunto de tácticas con el fin de que la iglesia no pierda su poder y
prestigio. Las tácticas aplicadas van desde la manipulación de las almas hasta las
manifestaciones más públicas posibles para la extensión de la fe. Siendo los jóvenes
débiles biológicamente y en proceso de socialización, poseen lo necesario para
inculcarles la fe. De esta forma Europa se encuentra en tierra de misión dos bloques
religiosos: católicos y protestantes.
Se enfocaran principalmente en los futuros herederos, reyes y nobles. Los educaran en
colegios fundados para ellos, destacándose los colegios jesuitas. Mientras que los hijos
de los pobres serán objeto de protección ejercida por instituciones caritativas para ser
adoctrinamiento. El nacimiento de la infancia como término se lo debemos a los
moralistas, quienes lo introdujeron con sus programas educativos para la instrucción de
los jóvenes, donde la educación es el instrumento para naturalizar los estamentos
sociales. En consecuencia, se instruirán poco a poco a diferentes programas para
diferentes infancias: la infancia angelical donde los príncipes, la infancia de calidad de los
nobles y finalmente la infancia ruda la cual le corresponde a los hijos de los pobres. Claro
está que los eclesiásticos presentaran mayor importancia en las dos primeras infancias,
ya que estas dependerán en el futuro de la fe y de sus propios intereses.
Es preciso aclarar que en el siglo xvi aún no estaba definida la infancia cronológicamente,
sino que ésta se caracterizaba por la maleabilidad, debilidad que se justifica su tutela,
rudeza por la cual es necesaria su civilización, debilidad de juicio que exige desarrollar la
razón, habilidad del alma que justifica la necesidad de moldear y gobernar a los niños y a
los emergentes instituciones para ello. Será necesario un largo proceso para que se
defina concretamente esta etapa específica, infancia, denominada juventud. Los autores
destacan tres aspectos que fueron decisivos para determinar esta etapa de vida: la acción
educativa de la reciente familia cristiana, y por ultimo una acción educativa dedicada a la
recristianización.
Se comienza a aislar al niño del mundo oculto, donde el convento será la institución
preferida de las clases altas, donde al principio que el alumno fuera acompañado por su
servidumbre. Pero al final el joven distinguido deberá enfrentar solo el encierro, con una
vigilancia y cuidado continuo y minucioso. Se sumara luego la familia a este cuidado,
designando tareas que ellas deben cumplir, señalando los papeles que debe desempeñar
cada agente en la familia. De esta forma los jóvenes pudientes se verán sometidos a dos
tutelas, las familias y los colegios, ejercida por su propio bien. Los pobres, sin embargo,
solo les bastan una, las instituciones de caridad, siendo el internado la solución para
ejercer la tutela cuando los jóvenes ya están en edad de merecer. El encierro de los
pobres y la clase media resulta más duro, ya que la familia solo interviene
esporádicamente.
Así se llega al siglo xviii con una infancia inocente para las clases distinguidas. Donde el
niño comienza a ser considerando diferente a los adultos, vestidos de forma diferenciada,
mientras que el niño pobre seguirá frecuentando lugares de adultos y vistiendo como tal
hasta el siglo xix. De esta forma la infancia rica es gobernada, siendo sumisión a la
autoridad pedagógica necesaria para asumir funciones del gobierno. La infancia pobre no
recibirá tantas atenciones, siendo los hospitales, hospicios y otros centros de corrección
los centros destinados a moldearla.
Emergencia de un dispositivo institucional: el espacio cerrado: Las nuevas instituciones
cerradas, destinadas a la recogida e instrucción de la juventud, que emergen a partir del
siglo XVI tienen en común esta funcionalidad ordenadora, reglamentadora y sobre todo
transformadora del espacio conventual. Sin embargo, nos interesa particularmente
resaltar que este espacio cerrado no es en absoluto homogéneo. En virtud de la mayor o
menor calidad de naturaleza de los educandos y corrigendos, determinada por su posición
en la pirámide social, referirán las disciplinas, se flexibilizan los espacios, se dulcifican en
fin los destinos de los usuarios.
El aislamiento se convierte así en un dispositivo que contribuye a la constitución de la
infancia a la vez que el propio concepto de infancia quedará asociado de forma casi
natural a la demarcación espacio-temporal.
Formación de un cuerpo de especialistas: Es preciso señalar que la constitución de la
infancia y la formación de profesionales dedicados a su educación son dos caras de una
misma moneda. Será en los colegios donde se ensayen formas concretas de transmisión
de conocimientos y de moldeamiento de comportamientos que ajusten, transformen y
modifiquen a lo largo de por lo menos dos siglos.
Se produce una ruptura respecto al maestro de las universidades e instituciones
educativas medievales, como señala Durkheim, cuya autoridad se basaba
fundamentalmente en la posesión y transmisión de determinados saberes mientras que el
maestro jesuita ha de ser fundamentalmente un modelo de virtud. Todo un conjunto de
saberes van a ser extraídos del trato directo y continuo con estos seres encerrados desde
sus cortos años que, día a día, se van convirtiendo cada vez más en niños; saberes
relacionados con el mantenimiento del orden y la disciplina en las clases, el
establecimiento de niveles de contenido, la invención de nuevos métodos de enseñanza
y, conocimiento de lo que hoy se denomina organización escolar, didáctica, técnicas de
enseñanza y otras ciencias sutiles de carácter pedagógico que tuvieron sus comienzos en
la gestión y el gobierno de los jóvenes.
El estado de acuerdo con los intereses de la burguesía logrará generalizar e imponer una
formación para los hijos populares, los nuevos especialistas recibirán ahora una formación
controlada por el Estado e impartida en instituciones especiales. El estado espera del
maestro que se integre en una política de control encaminada a establecer las bases de la
nueva configuración social, el empleo de técnicas para que los niños aprendan de la
lectura, la escritura y el cálculo que los capacite para conocer y cumplir los deberes
ciudadanos.
Destrucción de otras formas de socialización: Los colegios inaugurarán una nueva forma
de socialización que rompe la relación existente entre aprendizaje y formación. Los
reformadores católicos y los que refuerzan en la práctica sus teorías educativas instauran
en los colegios un modo específico y particular de educación que rompe con las prácticas
habituales de formación de la nobleza y, mucho más aún, con el aprendizaje de los oficios
de las clases populares.
La fabricación del alma infantil, a la cual contribuyen de forma especial los colegios,
tendrá como contrapartida el sometimiento de los cuerpos y la educación de las
voluntades en las que tanto insisten los educadores religiosos.
La escuela servirá para preservar a la infancia pobre de este ambiente de corrupción,
libraria del contagio y de los efectos nocivos de la miseria, desglosarla en fin e
individualizarla situándose en un no man's land social donde es más fácil manipularla, por
su propio bien, convertirla en punta de lanza de la propagación de la nueva institución
familiar y del orden social burgués.
Institucionalización de la escuela obligatoria y control social: El niño, como si se tratase de
un capital en potencia, debe ser cuidado, protegido y educado para obtener de él más
adelante los máximos beneficios económicos y sociales. De su educación se esperan los
mayores y mejores frutos. La educación del niño obrero no tiene pues como objetivo
principal el enseñarle a mandar sino a obedecer, no pretende hacer de él un hombre
instruido y culto sino inculcarle la virtud de la obediencia y la sumisión a la autoridad y la
cultura legitima.
Emerge pues la escuela fundamentalmente como un espacio nuevo de tratamiento moral
en el interior de los antagonismos de clase que durante todo el siglo XIX enfrentan a la
burguesía. La imposición de la escuela pública es el resultado de estas luchas y supone
cerrar el paso a modos de educación gestionados por las propias clases trabajadoras. El
maestro, junto con nuevos 29 especialistas entre los que sobresale el higienista y el
médico puericultor aplicará a partir sobre todo a finales del siglo XIX a las clases obreras y
artesanas, y más tarde, a la campesina (la escuela es originariamente urbana), las
nociones de singularidad y especificidad infantil.
El espacio escolar, rigidamente ordenado y reglamentado, tratará de inculcarles que el
tiempo es oro y el trabajo disciplina y, que para ser hombres y mujeres de principios y
provecho, han de renunciar a sus hábitos de clase y, en el mejor de los casos
avergonzarse de pertenecer a ella.
La pedagogía como ciencia se verá a su vez potenciada de modo inusitado gracias a la
entrada cada vez más intensa de la psicología en el campo educativo, afluencia que ha
servido, al menos, para dotarla de una «doble cientificidad» más difícil de poner en
cuestión. A la colonización ejercida por la escuela de unos niños aprisionados en el
pupitre se añade entonces una auténtica camisa de fuerza psicopedagógica que inaugura
una neocolonización sin precedentes que no ha hecho sino comenzar. No se trata pues
de una simple reproducción sino de una auténtica invención de la burguesía para
«civilizar» a los hijos de los trabajadores. Tal violencia, que no es exclusivamente
simbólica, se asienta en un pretendido derecho: el derecho de todos a la educación.
UNIDAD 4.
LA ESCUELA COMO FUERZA CONSERVADORA: DESIGUALDADES ESCOLARES Y
CULTURALES: PIERRE BORDIEU.
Probablemente es la inercia cultural la que, en términos de ideología escolar, todavía nos
hace ver a la educación como una fuerza liberadora (la escuela liberadora) y como un
medio de incrementar la movilidad social, aun cuando todo parezca indicar que es, de
hecho, uno de los medios más efectivos para perpetuar el patrón social existente; ya que
nos proporciona una aparente justificación de las desigualdades sociales, así como un
reconocimiento de la herencia cultural, esto es, un reconocimiento de un don social que
es asumido como natural.
Las actitudes de los miembros de las diversas clases sociales, tanto de los padres como
de los hijos, hacia la escuela, la cultura escolar y al futuro para el que son preparados por
los diferentes tipos de estudios, son, en su mayoría, una expresión del sistema de valores
explícitos o implícitos que obtienen por pertenecer a una clase social determinada. El
hecho de que las diferentes clases sociales envíen a sus hijos, en diferente proporción, a
los liceos, a pesar de que tengan el mismo nivel académico, frecuentemente se explica en
términos tan vagos como la “elección de los padres”.
Resulta dudoso que uno pueda usar tales expresiones seriamente a menos de que lo
haga metafóricamente, ya que las investigaciones han demostrado que en “general existe
una correlación masiva entre la elección de los padres y las opciones tomadas”. En otras
palabras, la elección de los padres, en la mayoría de los casos, está determinada por sus
posibilidades reales.2 De hecho, todo sucede como si las actitudes de los padres ante la
educación de sus hijos como lo muestra la elección de mandarlos a la escuela
secundaria, o dejarlos en las clases altas de una escuela primaria, y de mandarlos a un
liceo (con la intención de que prolonguen sus estudios por lo menos hasta el bachillerato),
o a un colegio de enseñanza general (aceptando un período más corto de educación
hasta el brevat, por ejemplo) fueran principalmente la interiorización ele un destino
objetivamente asignado (y estadísticamente cuantificable) en su totalidad a la categoría
social a la cual pertenecen. Se les recuerda constantemente su destino, por medio de una
percepción intuitiva directa o indirecta de las estadísticas de fracasos o éxitos parciales de
niños de la misma clase, y también menos directamente por la evaluación del maestro de
primaria quien, en su papel de consejero, consciente o inconscientemente toma en cuenta
el origen social de sus alumnos, y así compensa involuntariamente la naturaleza
suprateórica con un proyecto basado puramente en el desempeño. Si los miembros de la
clase media baja y de la clase trabajadora perciben la realidad como XI fuera equivalente
a sus deseos es porque, en esta área como en otras, las aspiraciones y exigencias son
definidas tanto en la forma como en el contenido por condiciones objetivas que excluyen
la posibilidad de aspirar a lo inalcanzable.
Las mismas condiciones objetivas que determinan las actitudes de los padres y sus
principales elecciones en la carrera escolar de sus hijos, también gobiernan la actitud del
niño frente a las mismas elecciones y, en consecuencia, toda su actitud hacia la escuela,
a tal grado que los padres, para explicar su propia decisión de no permitirle al niño ir a
una escuela secundaria, dicen que es su hijo quien desea abandonar la escuela en vez de
pagar el costo de esos estudios. Pero a un nivel más profundo, el deseo razonable de
continuar la educación no se materializará en tanto las verdaderas oportunidades de éxito
sigan siendo tan escasas. Y aunque las personas de la clase trabajadora puedan
desconocer las pocas probabilidades (dos por ciento) de que sus hijos lleguen a la
universidad, su conducta está basada en una evaluación empírica de las esperanzas
reales comunes a todos los individuos de su grupo social. De modo que es comprensible
que la clase media baja “una clase de transición” haga más énfasis en los valores
educativos, mientras que la escuela les ofrezca oportunidades razonables de lograr todo
lo que quieran mezclando los valores de éxito social con el prestigio cultural. En
comparación con los niños de la clase trabajadora, quienes están doblemente en
desventaja respecto a su facilidad para asimilar cultura y su propensión para adquirirla,
los niños de la clase media reciben de sus padres no sólo el estímulo y la exhortación
hacia el cumplimiento de su trabajo escolar, sino también el ethos de escalar la sociedad
y una ambición de hacer lo mismo en y a través de la escuela, lo que hace posible su gran
deseo de poseer cultura para compensar la pobreza cultural. Parece ser que el mismo
ethos de renunciar a una movilidad social, que aumenta el predominio de las pequeñas
familias en ciertas secciones de la clase media baja, también implica su actitud hacia la
escuela.
En los grupos sociales más fértiles, como los agricultores, trabajadores agrícolas e
industriales, las oportunidades de entrar al sexto grado disminuyen clara y regularmente
cuando hay un miembro nuevo en la familia; pero caen drásticamente para los grupos
menos fértiles, como los artesanos, los pequeños comerciantes, los &pendientes, el
personal de bajo salario y en familias de cuatro o cinco hijos o más -por ejemplo, en
familias que se distinguen de otras de su grupo por su alta fertilidad-, de manera que, en
vez de ver en el número de hijos la explicación de la drástica caída en el porcentaje de
niños que van a la escuela, deberíamos quizás suponer que el deseo de limitar el número
de nacimientos y de darles a los niños una educación secundaria es señal, en grupos
donde se noten estas dos tendencias, de una misma inclinación a hacer sacrificios.
La escuela es vista como una fuerza conservadora que perpetúa las desigualdades
sociales y culturales. Aunque se suele pensar que la educación es liberadora y aumenta
la movilidad social, en realidad es uno de los medios más efectivos para mantener el
patrón social existente. La educación proporciona una justificación aparente de las
desigualdades sociales y reconoce la herencia cultural como algo natural.
Se observa que las oportunidades de acceder a la educación superior varían según la
clase social, y los hijos de empresarios tienen más probabilidades de ingresar a la
universidad que los hijos de trabajadores agrícolas u obreros. Además, se destaca que a
medida que se asciende en el sistema educativo, el alumnado se vuelve más
aristocrático.
La desigualdad educativa se explica en parte por el privilegio cultural transmitido por las
familias, que incluye recomendaciones, ayuda con los estudios, clases extras e
información sobre el sistema educativo y las oportunidades laborales. La herencia cultural
difiere según la clase social y contribuye a la desigualdad inicial de los niños en los
exámenes y pruebas escolares.
Se menciona también que las actitudes de los padres y los hijos hacia la escuela y la
cultura escolar están influenciadas por los valores implícitos o explícitos que obtienen por
pertenecer a una clase social determinada. La elección de los padres de enviar a sus hijos
a determinados tipos de estudios también está determinada por sus posibilidades reales.
La elección de alternativas en la educación está condicionada por las actitudes de los
miembros de diferentes clases sociales hacia la escuela y la cultura escolar. Estas
actitudes son una expresión del sistema de valores explícitos o implícitos que obtienen
por pertenecer a una clase social determinada.
Se observa que las diferentes clases sociales envían a sus hijos a diferentes tipos de
escuelas en proporciones diferentes, a pesar de tener el mismo nivel académico. Esto se
explica en términos de las posibilidades reales de cada clase social. Por ejemplo, los
padres de clase alta tienen más probabilidades de enviar a sus hijos a liceos, mientras
que los padres de clase trabajadora pueden optar por colegios de enseñanza general.
La elección de los padres está determinada en gran medida por sus posibilidades reales.
Aunque a ellos les parezca que su elección se debe a su propio gusto o a su orientación
vocacional, en realidad está condicionada por las oportunidades objetivas de movilidad
social a través de la educación. Estas oportunidades objetivas son percibidas
intuitivamente y gradualmente interiorizadas.
Además, se destaca que las condiciones objetivas que determinan las actitudes de los
padres también influyen en la actitud del niño hacia la escuela y las opciones que elige.
Por ejemplo, los niños de clase trabajadora pueden percibir que las oportunidades de
éxito en la educación son escasas, lo que influye en su actitud hacia la escuela y su
elección de alternativas.
La escuela funciona como una fuerza socialmente conservadora al perpetuar y legitimar
las desigualdades sociales y culturales existentes. Aunque se presenta como una
institución que promueve la igualdad de oportunidades, en realidad reproduce y refuerza
las diferencias de clase, raza y género.
La igualdad formal que rige en la práctica pedagógica es una fachada que oculta la
indiferencia hacia las desigualdades reales en cuanto a los conocimientos impartidos y las
oportunidades ofrecidas. La escuela trata a todos los alumnos como iguales en derechos
y deberes, pero en realidad no toma en cuenta las desigualdades culturales y sociales
que existen entre ellos.
La escuela promueve una cultura aristocrática y una relación aristocrática con ella. Los
niños de clase media baja, que no reciben apoyo académico en sus hogares, dependen
completamente de la escuela para adquirir conocimientos. Sin embargo, la escuela no les
proporciona las mismas oportunidades que a los niños de clase alta, lo que perpetúa la
desigualdad cultural y social.
Además, la escuela utiliza el concepto de talento como piedra angular de su sistema
educativo y social. Este enfoque justifica las desigualdades y convence a los estudiantes
menos privilegiados de que su falta de éxito se debe a una falta de talento individual, en
lugar de reconocer las desigualdades estructurales y sociales que limitan sus
oportunidades.
EL SURGIMIENTO DE LA PEDAGOGÍA CRÍTICA: MCLAREN, PETER.
En el contexto de aquella elección, una teoría radical de la educación ha emergido en los
últimos quince años. Definida de manera informal como la "nueva sociología de la
educación" o una "teoría crítica de la educación", la pedagogía crítica examina a las
escuelas tanto en su medio histórico como por ser parte de la hechura social y política
que caracteriza a la sociedad dominante. La pedagogía crítica opone varios argumentos
importantes al análisis positivista, ahistórico y despolitizado empleado tanto por los
críticos liberales como por los conservadores, un análisis demasiado visible en los
programas de entrenamiento en nuestros colegios de educación. Fundamentalmente
preocupados por el centralismo de la política y el poder en nuestra comprensión de cómo
trabajan las escuelas, los teóricos críticos han realizarlo estudios centrados en la
economía política de la escuela, el estado y la educación, la presentación de los textos y
la construcción de la subjetividad del estudiante.
La pedagogía crítica ha comenzado a proporcionar una teoría radical y un análisis de la
escuela, y al mismo tiempo añade nuevos avances en la teoría social y desarrolla nuevas
categorías de investigación y nuevas metodologías. La pedagogía crítica, no obstante, no
consiste en un conjunto homogéneo de ideas. Es más exacto decir que los teóricos
críticos están unidos por sus objetivos: habilitar a los desposemos y transformar las
desigualdades e injusticias sociales existentes. El movimiento constituye sólo una
pequeña minoría dentro de la comunidad académica y la enseñanza pública, pero es una
presencia creciente y desafiante en ambas arenas.
La pedagogía crítica resuena con la sensibilidad del símbolo hebreo tikkun, que significa
"curar, reparar y transformar al mundo"; todo lo demás es comentario. Proporciona
dirección histórica, cultural, política y ética para los involucrados en la educación que aún
se atreven a tener esperanza. Irrevocablemente comprometida con el lado de los
oprimidos, la pedagogía crítica es tan revolucionaria como los primeros propósitos de los
autores de la declaración de la independencia: dado que la historia está
fundamentalmente abierta al cambio, la liberación es una meta auténtica y puede
alumbrar un mundo por completo diferente.
Política: La pedagogía crítica reconoce que la educación no es neutral, sino que está
intrínsecamente ligada a la política. Se enfoca en revelar y desafiar el papel que las
escuelas desempeñan en la reproducción de desigualdades y en la promoción de
intereses políticos y culturales dominantes. Los teóricos críticos analizan las escuelas
como espacios donde se libra una lucha por el poder y donde se perpetúan relaciones de
dominación y opresión.
Cultura: La pedagogía crítica entiende que las escuelas no solo transmiten conocimientos,
sino que también promueven y legitiman formas particulares de vida social y cultural. Los
teóricos críticos examinan cómo los programas escolares reflejan y perpetúan valores,
creencias y prácticas que favorecen a ciertos grupos y marginalizan a otros. Se centran
en desafiar las formas de conocimiento y las prácticas educativas que reproducen
desigualdades y discriminación.
Economía: La pedagogía crítica reconoce que las escuelas no son entidades aisladas,
sino que están influenciadas por las estructuras económicas y las necesidades del
mercado laboral. Los teóricos críticos analizan cómo los programas escolares reflejan y
promueven los intereses económicos y las desigualdades sociales. También cuestionan la
idea de que las escuelas proporcionan igualdad de oportunidades para el ascenso social y
económico, argumentando que las recompensas económicas son diferentes para
diferentes grupos sociales.
Teoría del interés y de la experiencia: La pedagogía crítica sostiene que los programas
escolares reflejan intereses particulares y organizan las experiencias de los estudiantes
de acuerdo con categorías sociales y culturales específicas. Los teóricos críticos analizan
cómo los programas escolares promueven ciertas visiones del pasado, presente y futuro,
y cómo organizan el conocimiento y las experiencias de los estudiantes. También
cuestionan las formas de autoridad y las estrategias de enseñanza que se utilizan en las
escuelas.
En resumen, la pedagogía crítica se basa en principios políticos, culturales y económicos.
Busca desafiar las desigualdades y las injusticias sociales en la educación, y promover
una conciencia crítica y una acción transformadora. Los teóricos críticos analizan las
escuelas como espacios políticos y culturales, y buscan comprender cómo los programas
escolares reflejan y perpetúan intereses particulares y formas de dominación.