Amor en La Viña - Susie Saint Rose
Amor en La Viña - Susie Saint Rose
Amor en La Viña - Susie Saint Rose
Portadilla
Sinopsis
Agradecimientos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Amor en la viña
Serie Corazones destinados
Mientras Elena lucha por equilibrar las expectativas familiares y sus propios
deseos, la pareja se enfrenta a los retos de mantener vivo el legado del viñedo,
introduciendo innovaciones y enfrentando prejuicios. En este viaje, descubrirán
que el amor verdadero puede florecer en los lugares más inesperados y que las
raíces del pasado pueden dar frutos de esperanza y renovación.
Queridos todos,
A mi familia, mi pilar constante, gracias por entender mis largas horas frente al
ordenador, por las tazas de café en momentos de bloqueo escritor y por creer en
mí incluso cuando dudaba de mí misma. Vuestra paciencia y amor han sido el
refugio donde siempre he podido recargar energías.
A mis amigos, que han sido mis primeros críticos y fanáticos, gracias por cada
palabra de aliento, por cada risa compartida y por escuchar incansablemente las
ideas que bullían en mi cabeza. Vuestra amistad es un tesoro que valoro
profundamente.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las colinas, tiñendo de oro y púrpura los
extensos viñedos de la familia Vidal. Las hileras de vides, meticulosamente
alineadas, se extendían hasta donde la vista alcanzaba, un tapiz verde salpicado
por los colores vibrantes de las uvas maduras. El viñedo, con más de un siglo de
historia, era el orgullo de la pequeña localidad de San Martín del Valle y el
legado de generaciones de Vidales, una familia conocida tanto por su destreza en
la viticultura como por su férreo apego a las tradiciones.
En medio de este idílico paisaje, caminaba Elena, la heredera actual del legado
Vidal. Con su cabello castaño recogido en un moño desenfadado y una blusa
blanca que contrastaba con su piel bronceada por el sol, Elena inspeccionaba las
vides con ojos expertos. A pesar de haber estudiado enología en la mejor
universidad de Europa, su corazón siempre había pertenecido a estas tierras, a
estos viñedos que conocía como la palma de su mano.
—Estas uvas están casi listas para la cosecha —comentó en voz alta, aunque no
había nadie cerca para escucharla.
—Elena, hija, ven y dinos qué piensas —la llamó su madre al verla entrar.
Elena se acercó a la mesa, donde mapas del viñedo y listas de tareas estaban
esparcidos. Conocía bien esos debates, a menudo tensos, donde cada detalle de
la producción se analizaba minuciosamente.
—Creo que la cosecha de este año será excepcional —comenzó Elena, con
confianza—. Las uvas de la parcela norte están especialmente prometedoras.
—Sí, pero debemos considerar el riesgo de las lluvias tardías —intervino tío
Alberto—. Podrían arruinar la cosecha si no somos cautelosos.
—Es una buena idea, Elena. Prepararemos todo para empezar la próxima semana
—dijo finalmente.
Más tarde, cuando la casa quedó en silencio, Elena salió a caminar por los
viñedos bajo la luz de la luna. El frescor de la noche acariciaba su piel mientras
sus pensamientos volaban libremente. Amaba estas tierras, este legado, pero a
veces se preguntaba qué sería de su vida si no hubiera nacido en esta familia, si
hubiera podido elegir su propio camino.
—Me gusta caminar por aquí después del trabajo —confesó Alejandro—. Hay
algo en el viñedo bajo la luz de la luna que lo hace aún más especial.
—Lo es, más de lo que muchos pueden imaginar. Pero también es un honor.
Estas tierras son parte de mí.
—Eres diferente, Elena. Veo cómo te relacionas con la viña, con la tierra. No es
solo un negocio para ti, es parte de tu alma.
El amanecer bañaba de luz dorada los viñedos de los Vidal, prometiendo otro día
de intenso trabajo y cuidados. Elena, ya en pie desde hace horas, recorría las
filas de vides, revisando meticulosamente cada racimo de uvas. Su mente,
siempre analítica, repasaba las tareas del día cuando un movimiento inesperado
en el extremo del campo captó su atención.
—Buenos días, señorita Elena. Parece que esta vieja manguera tiene sus propios
planes para hoy —respondió, mientras intentaba controlar el flujo de agua.
Elena no pudo evitar sonreír ante su buen humor. Había algo en Alejandro que
siempre le resultaba refrescante, una sencillez y una alegría de vivir que
contrastaban con la rigidez y formalidad que a menudo rodeaba su vida.
—Gracias, señorita Elena. No todos los días tengo la suerte de que la heredera
del viñedo me ayude en estas labores —comentó Alejandro, con un tono que
mezclaba respeto y una pizca de coquetería.
—Eso se nota. Y créame, todos aquí lo apreciamos —dijo él, con una sinceridad
que tocó a Elena.
—Bueno, debería seguir con mi ronda. Que tengas un buen día, Alejandro.
A lo largo del día, Elena intentó enfocarse en sus tareas, pero su mente volvía
una y otra vez a aquel encuentro matutino. Había algo en Alejandro que
desafiaba sus expectativas, que la hacía cuestionar las barreras invisibles que su
posición social había construido a su alrededor.
Por la tarde, mientras revisaba algunos informes en la oficina de la bodega,
Elena escuchó pasos aproximándose. Levantó la vista y se encontró nuevamente
con Alejandro, quien llevaba una caja de uvas cuidadosamente seleccionadas.
Era una niña entonces, con trenzas desordenadas y rodillas siempre sucias de
tierra. Para ella, el viñedo era un reino mágico donde cada planta, cada insecto,
tenía su historia. Su abuelo, con paciencia infinita, le enseñó a entender la
naturaleza, a escuchar lo que la tierra tenía que decir.
—Mira, abuelo, esta uva está sonriendo —decía una pequeña Elena, sosteniendo
un racimo entre sus manitas.
De niña, soñaba con explorar el mundo, con estudiar y vivir en ciudades lejanas.
Y aunque parte de ese sueño se cumplió cuando estudió enología en Europa,
siempre supo que su destino estaba aquí, en estas tierras que la vieron crecer.
—Y será una hermosa historia, mi niña, llena de amor, trabajo y pasión. Como
todo lo que hacemos aquí —respondía Don Ricardo, mirándola con orgullo.
El suave balanceo del columpio cesó, y Elena se quedó quieta, mirando las
últimas luces del día desvanecerse entre las vides. Sabía que no podía abandonar
su legado, su familia, pero una parte de ella anhelaba explorar esos sueños
olvidados, vivir aventuras que hasta ahora solo había imaginado.
El viñedo Vidal se despertaba con el primer rayo de luz que atravesaba la espesa
bruma matutina, revelando el verdor intenso de las hileras de vides. Elena, con la
mirada perdida en el paisaje, no pudo evitar pensar en Alejandro. Había algo en
él, una profundidad y un misterio que iban más allá de su rol como trabajador del
viñedo.
Ese día, Elena decidió buscarlo. Quería entender mejor quién era ese hombre
que, sin pretenderlo, había comenzado a ocupar sus pensamientos. Lo encontró
en la parcela más alejada, concentrado en la inspección de unas cepas jóvenes.
Alejandro se enderezó, mirándola a los ojos. Por un instante, Elena creyó ver una
sombra cruzar su mirada, como si la pregunta hubiera tocado algo profundo y
personal.
—Quizás sea simplemente amor y respeto por la tierra. Algo que creo que
compartimos, señorita Elena —dijo Alejandro, con un tono que insinuaba una
comprensión mutua.
Elena asintió, sintiendo una conexión inesperada con él. Había algo en su forma
de hablar, en su conexión con la tierra, que resonaba con ella.
—He viajado mucho, señorita Elena. Pero siempre termino volviendo aquí, a
estos viñedos. Hay algo en este lugar que me llama, que me hace sentir en casa.
—Parece que los viñedos de mi familia tienen un efecto especial en las personas
—dijo Elena, con una sonrisa ligera.
—Así parece, señorita Elena. Y si me permite decirlo, usted es una gran parte de
ese encanto.
—Sí, claro. Yo también tengo mucho que hacer —respondió Elena, sintiéndose
repentinamente consciente de la proximidad entre ellos.
Se despidieron con una mirada que decía más de lo que sus palabras podían
expresar. Elena se alejó, sintiendo una mezcla de confusión y fascinación.
Alejandro era como un rompecabezas que deseaba resolver, una historia que
quería descubrir.
—Tenemos que aislar la zona afectada y tratar las vides con un insecticida
orgánico. No será fácil, pero es nuestra mejor opción para salvar la cosecha.
—La naturaleza siempre nos pone a prueba, señorita Elena. Pero estoy seguro de
que superaremos esto juntos —respondió Alejandro, mirándola directamente a
los ojos.
El silencio entre ellos era cómodo, incluso reconfortante. Estaban cansados, sus
ropas manchadas de tierra, pero había una satisfacción en sus ojos, un reflejo del
esfuerzo compartido.
—Gracias por estar aquí, por luchar junto a mí por este viñedo —dijo Elena, su
voz suave pero firme.
—No hay lugar en el mundo donde preferiría estar en este momento —confesó
Alejandro, su tono sincero y profundo.
Elena lo miró, viendo más allá del trabajador del viñedo, viendo al hombre que
había mostrado una fortaleza y una pasión que igualaban las suyas. En ese
instante, bajo el cielo crepuscular, algo cambió entre ellos. Ya no eran solo la
heredera y el trabajador, sino dos almas unidas por un desafío común y, quizás,
por algo más profundo aún.
El sol de la tarde bañaba de oro los viñedos Vidal, creando un paisaje que
parecía sacado de un sueño. Elena y Alejandro, ahora inmersos en la rutina
diaria del viñedo, compartían tareas y conversaciones que iban tejiendo, poco a
poco, un vínculo especial entre ellos.
—Mira esta cepa —dijo Alejandro, señalando una vid robusta—. Es fuerte,
resistente, siempre da buenos frutos. Pero justo al lado, esta otra es más delicada,
necesita más atención. Es como si cada una tuviera su carácter.
—Hay mucho que aprender de estas plantas. Cada día en el viñedo es una
lección nueva.
Guió a Elena a través del viñedo hasta una pequeña colina desde donde se tenía
una vista panorámica del valle. El sol al atardecer pintaba el cielo de tonos rosas
y naranjas, un espectáculo de belleza natural que dejó a Elena sin aliento.
—Gracias por traerme aquí —dijo Elena, su voz suave y llena de emoción.
Alejandro se giró hacia ella, sus ojos reflejando la luz del atardecer.
—Gracias a ti por venir. No hay nadie con quien prefiriera compartir este
momento.
El aire entre ellos vibraba con una energía indescriptible, una mezcla de
emoción, conexión y quizás algo más profundo. Elena se dio cuenta de que, a
pesar de las diferencias en sus mundos, había una sencillez y una belleza en su
relación que no podía ignorar.
Elena se despertó esa mañana con una sensación de inquietud. Los últimos días
junto a Alejandro en el viñedo habían sido como vivir en un mundo aparte,
donde solo existían ellos, las vides y el cielo infinito. Pero la realidad era más
compleja, marcada por diferencias sociales y expectativas familiares que no
podían ignorarse.
Esa noche, durante una cena familiar para celebrar el aniversario de sus padres,
esas diferencias se hicieron aún más evidentes. La elegante sala de su casa estaba
llena de invitados distinguidos, amigos de la familia y socios comerciales. Elena,
vestida con un elegante vestido de noche, se movía entre los invitados,
desempeñando su papel de anfitriona perfecta.
—Un placer, señor Márquez —dijo Elena con una sonrisa educada, aunque su
mente estaba en otro lugar.
A medida que la noche avanzaba, Elena se sentía cada vez más atrapada en un
mundo que le resultaba ajeno, a pesar de haber nacido en él. Las conversaciones
sobre negocios, inversiones y alianzas estratégicas le parecían vacías,
superficiales en comparación con los días pasados en el viñedo junto a
Alejandro.
—Sí, mamá, solo necesitaba un poco de aire —respondió Elena, forzando una
sonrisa.
—Hija, sé que todo esto puede ser abrumador a veces, pero recuerda que tienes
una responsabilidad con la familia y el legado de tu abuelo —dijo su madre,
mirándola con una mezcla de preocupación y cariño.
Elena asintió, consciente de las expectativas que pesaban sobre ella. Pero en su
corazón, una voz pequeña pero persistente cuestionaba si ese era realmente el
camino que quería seguir. ¿Podría ser feliz en un mundo donde las decisiones se
tomaban en función de la tradición y el qué dirán, y no del corazón?
Elena sabía que tenía que tomar una decisión. Entre su corazón y su deber, entre
Alejandro y las expectativas familiares, se extendían fronteras invisibles que
parecían insuperables. Pero esa noche, bajo el brillo de las estrellas, comenzó a
preguntarse si esas barreras eran realmente tan firmes como parecían, o si, tal
vez, había una manera de cruzarlas y encontrar su propio camino.
Capítulo 8
Intrigada, se sumergió en las páginas amarillentas. Las palabras, escritas con una
caligrafía elegante y fluida, narraban los primeros días del viñedo, los desafíos
enfrentados y los secretos de la tierra que habían sido pasados de generación en
generación. Pero había algo más, una historia que nunca había sido contada, una
conexión oculta con una familia de la región, cuyo nombre resonaba con una
familiaridad sorprendente.
Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Podría ser posible que hubiera
una historia desconocida entrelazada con los orígenes del viñedo? Decidida a
descubrir más, llevó el diario a Alejandro, sabiendo que él compartiría su interés
y entusiasmo por desentrañar el pasado.
Alejandro tomó el libro con cuidado, sus ojos recorriendo las páginas con un
respeto reverente.
—Mira esto —dijo Alejandro, señalando un párrafo—. Habla de una familia, los
Moreno, que ayudaron a tu bisabuelo en los primeros años. Dice que sin su
ayuda, el viñedo no habría sobrevivido.
Elena se inclinó para leer. La mención de los Moreno la intrigó. Era un apellido
común en la región, pero algo en la forma en que su bisabuelo se refería a ellos
sugería una relación más profunda y significativa.
—Deberíamos investigar más sobre esta familia. Tal vez todavía haya
descendientes en la región —sugirió Elena, la curiosidad brillando en sus ojos.
—Elena, no sé qué vamos a encontrar al final de esta búsqueda, pero quiero que
sepas que estos días contigo han sido algunos de los mejores de mi vida —
confesó, su voz suave pero firme.
Elena levantó la vista hacia él, sus ojos reflejando la misma mezcla de emoción
y miedo.
—Hay algo más, Elena —dijo Alejandro, con una seriedad inusual en su voz—.
Algunos dicen que hubo un conflicto, un desacuerdo grave que llevó a los
Moreno a alejarse del viñedo y del pueblo.
—No estoy seguro. Los detalles son confusos, pero parece que algo sucedió que
cambió la relación entre vuestras familias para siempre.
Mientras exploraban los viejos documentos y seguían las pistas del diario, Elena
y Alejandro se sumergían cada vez más en la historia de sus antepasados. Los
momentos compartidos en la investigación los acercaban, creando un vínculo
que se fortalecía con cada descubrimiento, cada conversación compartida.
Una tarde, mientras revisaban unos mapas antiguos en la biblioteca del viñedo,
Elena se encontró muy cerca de Alejandro. Sus miradas se encontraron, y por un
instante, el tiempo pareció detenerse. La proximidad física intensificaba la
conexión emocional que habían estado construyendo.
—Alejandro, me alegra que estés aquí conmigo en esto —dijo Elena, su voz baja
y sincera.
—No hay otro lugar en el mundo donde preferiría estar, Elena —respondió él, su
mano rozando la de ella.
—El pasado a veces oculta historias que no esperamos encontrar. Pero debemos
enfrentarlas, Elena, por duro que sea.
Elena asintió, consciente de que este descubrimiento podría alterar la imagen que
tenía de su familia y de su legado. La historia de los Moreno y su conexión con
los Vidal ya no era solo una búsqueda de conocimiento, sino un camino que
podía llevar a revelaciones dolorosas.
—Tenemos que saber más, Alejandro. Tenemos que entender qué sucedió
realmente entre nuestras familias —dijo Elena, determinada a descubrir la
verdad.
Mientras la luz del atardecer se desvanecía entre las vides, Elena y Alejandro se
encontraban ante un camino lleno de incertidumbres. La historia de sus familias,
entrelazada y compleja, había abierto una puerta a un pasado que debían
explorar juntos, enfrentando lo que encontraran, sin importar lo doloroso que
pudiera ser. En ese proceso, la relación entre ellos se había vuelto algo más
profundo, un lazo emocional que los unía frente a los secretos y sombras de la
historia.
Capítulo 10
Elena se detuvo frente a una vid particularmente antigua, sus raíces profundas y
fuertes. Pensaba en cómo, al igual que esa planta, estaba profundamente
enraizada en este lugar, en esta tradición. Pero, ¿era eso realmente lo que quería
para su futuro? ¿Era posible forjar un camino propio sin desviarse de la senda
trazada por su familia?
—Es impresionante, ¿no? —dijo él, mirando la vid—. Algunas de estas plantas
han visto pasar más años que nosotros.
Las palabras de Alejandro cayeron como una revelación, tejiendo aún más
profundamente sus vidas con la historia del viñedo.
—Sí. Mi bisabuelo fue quien ayudó al tuyo a establecer estas tierras. Pero
después del conflicto, mi familia se alejó, y con el tiempo, perdimos nuestra
conexión con el viñedo.
—Eso significa que... que nuestras familias tienen una historia común, una que
nos une —dijo, su voz temblorosa por la emoción.
—Sí. Y creo que es hora de sanar esas viejas heridas, de reconectar nuestros
destinos.
—Alejandro, esto cambia tanto. Nuestros lazos van más allá de lo que
imaginábamos.
—Lo sé, Elena. Y no importa lo que decidas sobre tu futuro, quiero que sepas
que estaré a tu lado. Juntos podemos escribir un nuevo capítulo para nuestras
familias y para este viñedo.
La luna llena se elevaba en el cielo, bañando los viñedos de los Vidal con una
luz etérea. Elena, inmersa en sus pensamientos, caminaba sin rumbo, sintiendo la
suave brisa nocturna acariciar su rostro. La revelación de Alejandro había
agitado un mar de emociones en ella, abriendo un abismo de posibilidades y
decisiones cruciales.
Perdida en su mundo, apenas se dio cuenta de que Alejandro había seguido sus
pasos, alcanzándola bajo el manto estrellado.
Ella asintió, agradecida por su presencia. Juntos, comenzaron a caminar por los
senderos del viñedo, envueltos en la serenidad de la noche.
—He estado pensando mucho sobre nosotros, sobre todo lo que hemos
descubierto —comenzó Elena, su voz temblorosa.
—Yo también —respondió Alejandro—. Y entiendo que esto no es fácil para ti.
Estás atrapada entre tus deseos y las expectativas de tu familia.
—Elena, no quiero ser la razón por la que te enfrentes a tu familia. Pero debo
confesarte que mi amor por ti va más allá de cualquier expectativa o tradición.
Temo por lo que esto significa para nosotros, pero mi esperanza es más fuerte.
—No sé qué decisiones tomaré, Alejandro, pero lo que sí sé es que lo que siento
por ti es real y profundo. No puedo ignorarlo, ni quiero hacerlo.
Finalmente, Alejandro tomó la mano de Elena, entrelazando sus dedos con los de
ella.
—Sea cual sea tu decisión, Elena, estaré a tu lado. Nuestro amor puede que no
sea el camino más fácil, pero creo que es el más verdadero.
Elena se apoyó en él, sintiendo una mezcla de miedo y emoción. La decisión que
tenía que tomar no era solo sobre su relación con Alejandro, sino también sobre
quién quería ser y qué futuro quería construir.
Mirando hacia el cielo estrellado, Elena sabía que las respuestas no serían
fáciles. Pero también sabía que, sin importar lo que decidiera, la noche les había
dado algo precioso: la certeza de que su amor era real y valioso, un faro en la
oscuridad que guiaría sus caminos, dondequiera que los llevara.
Capítulo 12
Los días en el viñedo Vidal se habían teñido de una tensión palpable. Los
rumores sobre la creciente cercanía entre Elena y Alejandro habían empezado a
circular, avivados por miradas curiosas y cuchicheos entre los trabajadores. Pero
era la desaprobación velada de la familia de Elena lo que pesaba más en el
ambiente, una nube oscura que amenazaba con estallar en cualquier momento.
—Elena, debes ser consciente de cómo tus acciones afectan la imagen de nuestra
familia —le había advertido su madre una tarde, su voz llena de una ansiedad
mal disimulada.
Alejandro, por su parte, también luchaba con sus propios conflictos internos.
Sabía que su relación con Elena era vista con escepticismo, incluso desdén, por
aquellos que consideraban que un trabajador del viñedo no era digno de la
heredera de los Vidal.
—No quiero causarte problemas, Elena —le confesó Alejandro una tarde,
mientras caminaban por el borde del viñedo.
—Elena, ¿es cierto lo que dicen sobre ti y ese trabajador? —preguntó, su mirada
perforando la de ella.
Elena, con el corazón acelerado, sabía que cualquier respuesta que diera tendría
consecuencias irreversibles.
—¡Lo que sientes! —la interrumpió su padre—. ¿No piensas en nuestra familia,
en nuestro legado? ¡Estás poniendo todo en riesgo por un capricho!
Las palabras de su padre la golpearon como una bofetada. Elena se dio cuenta de
que la tormenta que se había estado gestando en el horizonte ya estaba sobre
ellos, amenazando con destruir todo lo que ella valoraba: su familia, su legado y
su amor por Alejandro.
Esa noche, mientras una tormenta real retumbaba fuera, Elena se acostó, su
mente turbada por conflictos y decisiones. Sabía que el camino que eligiera
cambiaría su vida para siempre, pero aún no estaba segura de qué camino era el
correcto. En el corazón de la viña y de su propia familia, se avecinaban
decisiones cruciales y desafíos que pondrían a prueba todo lo que ella y
Alejandro habían construido.
Capítulo 13
La sala de estar de la casa Vidal estaba envuelta en un silencio tenso esa tarde.
Elena y Alejandro se sentaron frente a frente, la seriedad de la situación reflejada
en sus ojos. Después de los recientes acontecimientos, era evidente que no
podían seguir evitando las difíciles verdades que se cernían sobre ellos.
—Elena, hay cosas sobre mí, sobre mi pasado y mi familia, que necesitas saber
—comenzó Alejandro, su voz cargada de una mezcla de nerviosismo y
determinación.
Elena asintió, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que lo que estaba a punto de
escuchar podría cambiarlo todo.
—Mi abuelo, el hombre del que habla el diario, nunca superó la forma en que se
rompió su relación con tu bisabuelo. La deuda no saldada, las promesas
incumplidas... Todo eso dejó una cicatriz profunda en nuestra familia —explicó
Alejandro.
—¿Pero por qué? ¿Qué pasó exactamente entre ellos? —preguntó Elena, su
mente luchando por comprender.
—Mi abuelo siempre sintió que tu bisabuelo lo traicionó, que después de haber
ayudado a establecer el viñedo, fue marginado y olvidado. Mi familia se vio
obligada a dejar el viñedo y el pueblo, llevando consigo solo el dolor y la
amargura.
Las palabras de Alejandro cayeron como un peso sobre Elena. La historia de sus
familias, entrelazada con conflictos y malentendidos, era más complicada y
dolorosa de lo que había imaginado.
—Lo sé, Elena. Y entiendo si esto cambia cómo te sientes sobre mí, sobre
nosotros —dijo Alejandro, su mirada triste pero firme.
—Necesito tiempo para pensar, para entender todo esto —dijo finalmente, su
mirada perdida en algún punto indefinido.
—Lo entiendo, Elena. Tomate todo el tiempo que necesites. Solo quiero que
sepas que, pase lo que pase, lo que siento por ti es real y no cambiará.
Esa noche, mientras la luna iluminaba los viñedos, Elena se encontraba sola,
enfrentando una verdad que desafiaba todo lo que había conocido. En el corazón
de la viña, bajo el cielo estrellado, se encontraba en un momento de decisión
crítica, una que definiría no solo su futuro, sino también el de las generaciones
pasadas y futuras del legado Vidal.
Capítulo 14
—Elena, ¿realmente crees que es prudente seguir adelante con esto? Piensa en el
legado de nuestra familia, en lo que está en juego —dijo, su voz reflejando una
mezcla de frustración y preocupación.
—Papá, entiendo tus preocupaciones, pero lo que siento por Alejandro es real.
No es solo un capricho. Él es parte de la historia de este viñedo, tanto como
nosotros —respondió Elena, recogiendo todo su valor.
Su madre, Sofía, una mujer elegante y siempre preocupada por las apariencias,
intercambió una mirada con su esposo.
—Pero, hija, ¿no ves cómo esto afecta nuestra posición, nuestra reputación? ¿Y
qué hay de los planes que teníamos para ti, las alianzas que podríamos formar?
—preguntó, su voz revelando su ansiedad.
—Mamá, he vivido toda mi vida siguiendo los planes que otros han hecho para
mí. Pero esto... esto es algo que he elegido por mí misma, por primera vez.
Alejandro me ha mostrado una parte de mí que no sabía que existía. Y sí, es
cierto que hay un pasado complicado entre nuestras familias, pero creo que
juntos podemos superarlo.
La habitación se sumergió en un silencio tenso. Su hermano, siempre el más
callado, finalmente habló.
—Lo sé, papá. Y no tengo intención de dar la espalda a nuestro legado. Pero
creo que con Alejandro a mi lado, podemos llevar este viñedo a un futuro mejor,
un futuro que honre tanto nuestro pasado como nuestras esperanzas para lo que
está por venir.
Finalmente, Jorge se levantó, mirando a Elena con una nueva luz en sus ojos.
—Elena, siempre has sido la luz de esta familia. Si estás segura de esto, de
Alejandro, entonces tienes mi apoyo. Pero debemos ser cuidadosos, pensar en
cómo manejar esto para proteger nuestro legado.
Elena sintió una oleada de alivio y gratitud. La batalla no había terminado, pero
había ganado un aliado crucial en su padre.
—Gracias, papá. Eso significa todo para mí —dijo, las lágrimas brillando en sus
ojos.
Sentada en la terraza, con una vista panorámica del viñedo, Elena reflexionaba
sobre los cambios que se avecinaban. La relación con Alejandro no solo había
transformado su vida personal, sino que también estaba influyendo en su visión
para el futuro del viñedo.
Alejandro se unió a ella, llevando dos tazas de café. Su sonrisa era un reflejo del
alivio y la felicidad que ambos sentían.
En los días siguientes, Elena y Alejandro comenzaron a esbozar sus planes. Con
la ayuda de su familia, especialmente de su padre, empezaron a implementar
cambios en la gestión del viñedo, introduciendo nuevas técnicas y explorando
ideas innovadoras. Aunque algunos miembros de la familia todavía mostraban
cierta reticencia, el entusiasmo y la dedicación de la pareja comenzaron a
ganarse su confianza.
Una tarde, mientras revisaban los diseños para una nueva área de cultivo, Elena
se detuvo, mirando a Alejandro con amor y gratitud.
—Alejandro, empezar esta nueva etapa contigo... significa todo para mí. No solo
estamos construyendo un futuro para el viñedo, sino también para nosotros.
—Y no hay nadie con quien preferiría compartir este camino, Elena. Contigo a
mi lado, siento que todo es posible —respondió él, besando su frente con
ternura.
Esa noche, bajo un cielo estrellado, Elena y Alejandro celebraron su amor y sus
planes para el futuro. Brindaron por los desafíos superados y por los que estaban
por venir, conscientes de que juntos eran más fuertes.
El viñedo Vidal estaba en el umbral de una nueva era, una era marcada por la
pasión, la innovación y, sobre todo, por un amor que había demostrado ser más
fuerte que las barreras del pasado y las expectativas del presente. En el corazón
de la viña, bajo el testigo silencioso de las estrellas, Elena y Alejandro dieron los
primeros pasos hacia una vida compartida, llena de promesas y esperanzas
renovadas.
Capítulo 16
Esa mañana, mientras caminaban por una de las parcelas recién renovadas, Elena
no podía ocultar su entusiasmo. Habían introducido técnicas de cultivo orgánico
y estaban experimentando con nuevas variedades de uvas, todo ello con la visión
de combinar la tradición con la innovación.
—Mira esto, Alejandro —dijo Elena, señalando hacia unas cepas jóvenes—.
Estas nuevas variedades podrían ser justo lo que necesitamos para darle un
nuevo impulso a nuestra línea de vinos.
Una tarde, mientras revisaban los planes para un nuevo sistema de riego,
Alejandro miró a Elena con una expresión seria.
—Elena, a veces aún me cuesta creer que todo esto sea real. Tú, yo, lo que
estamos construyendo aquí... ¿Piensas que la gente alguna vez nos verá como
algo más que la heredera y el trabajador?
—Elena, Alejandro, debo decir que estoy impresionado —comentó uno de los
invitados, un conocido crítico de vinos—. Lo que han hecho con el viñedo es
admirable. Están escribiendo un nuevo capítulo en la historia del vino en esta
región.
Esa noche, después del evento, se sentaron juntos, contemplando las estrellas,
sintiendo una profunda satisfacción por lo logrado.
—Sí, y aún nos queda mucho por recorrer. Pero no hay nadie más con quien
preferiría hacer este viaje —respondió Alejandro, besándola suavemente en la
frente.
—Mira esto, Alejandro. Nunca había visto los racimos tan llenos y saludables —
dijo Elena, su voz reflejando una mezcla de asombro y satisfacción.
—Es el resultado de nuestro trabajo conjunto, Elena. De nuestro amor por esta
tierra y por lo que hacemos —respondió Alejandro, su mano encontrando la de
ella entre las vides.
La cosecha de ese año no era solo una victoria profesional; simbolizaba también
su triunfo personal, el fruto de un amor que había florecido contra todo
pronóstico. Mientras trabajaban codo a codo, recogiendo los frutos de la tierra,
las risas y las charlas llenaban el aire, creando un ambiente de celebración y
camaradería.
Al final del día, con la última cesta de uvas recogida, organizaron una pequeña
fiesta en el viñedo para celebrar. Trabajadores, amigos y familiares se reunieron,
compartiendo comida, vino y música bajo las estrellas. Elena y Alejandro,
rodeados por aquellos que más querían, se sentían agradecidos y completos.
—Quiero que este lugar no solo sea conocido por sus vinos, sino también como
un espacio donde la gente pueda venir a experimentar la belleza de la vida en el
viñedo, aprender sobre nuestra pasión por la tierra —explicó Elena, su voz llena
de emoción y determinación.
—Esa es una idea maravillosa, Elena. Y creo que juntos podemos hacerlo
realidad. Podríamos crear algo que no solo honre la tradición de tu familia, sino
que también deje nuestra propia huella —agregó Alejandro, su entusiasmo
igualando al de ella.
La noche se cerró con un brindis, Elena y Alejandro levantando sus copas hacia
el cielo estrellado.
—Por nosotros, por el viñedo, y por todos los sueños que aún están por cumplir
—declaró Elena, mirando a Alejandro con amor y gratitud.
—Y por el amor, que nos ha traído hasta aquí y nos guiará en el camino que
tenemos por delante —añadió Alejandro, sellando el brindis con un beso.
La cosecha del amor había sido más que una celebración de una temporada
exitosa; había sido una afirmación de su relación, de su trabajo y de su visión
compartida para el futuro. Elena y Alejandro, rodeados por la belleza del viñedo
y el afecto de su comunidad, estaban listos para enfrentar juntos lo que la vida
les deparara. En el corazón de la viña, bajo la mirada de las estrellas, habían
tejido un futuro donde el amor, la tierra y los sueños se entrelazaban en una
danza de posibilidades infinitas.
Capítulo 18
—Elena, ¿estás lista para esta noche? —preguntó Alejandro, acercándose a ella
con una sonrisa.
—Cada momento contigo supera todos mis sueños, Elena. Construir nuestra vida
aquí, en este lugar que significa tanto para ambos, es un regalo que siempre
atesoraré —respondió Alejandro, tomando su mano.
—Y celebramos el amor, que es el mayor legado que podemos dejar. A ti, Elena,
y a todos los que están aquí, gracias por ser parte de nuestra historia.
Esa noche, bajo el cielo estrellado y rodeados por las vides que habían sido
testigos de su amor, Elena y Alejandro dieron gracias por todo lo que habían
logrado. Su legado no era solo el viñedo, sino también el amor que habían
cultivado, un amor que seguiría creciendo y floreciendo con cada nueva
estación, con cada nueva cosecha en el viñedo Vidal.
Capítulo 19
Elena, vestida con un elegante vestido de verano, recorría el lugar con Alejandro
a su lado, saludando y charlando con los invitados. Su rostro irradiaba una
felicidad pura, y su mano entrelazada con la de Alejandro era un testimonio
silencioso de su unión.
—Un sueño que hemos hecho realidad juntos —respondió Alejandro, apretando
su mano—. Estar aquí contigo, con nuestra familia, nuestros amigos, es la
confirmación de todo lo que hemos vivido y superado.
—Cuando Elena me habló por primera vez de Alejandro, debo confesar que tuve
mis dudas —comenzó, su voz resonando en la noche—. Pero esta noche, viendo
el amor que comparten y lo que han construido juntos, no puedo estar más
orgulloso. Alejandro, has demostrado ser más que digno de ser parte de esta
familia y de este viñedo.
Los invitados estallaron en aplausos mientras Jorge levantaba su copa en un
brindis. Elena y Alejandro se acercaron para abrazarlo, agradecidos y
emocionados.
—Elena, cada paso que he dado contigo ha sido el mejor de mi vida. No importa
lo que nos depare el futuro, sé que mientras estemos juntos, podremos enfrentar
cualquier cosa —dijo Alejandro, besándola suavemente.
Unos años habían pasado desde aquel mágico día de celebración bajo las
estrellas, y el viñedo Vidal había florecido como nunca antes. Elena y Alejandro,
ahora casados, habían tejido juntos una vida llena de amor, trabajo y sueños
compartidos. Las vides, cuidadas con dedicación y pasión, se extendían
vigorosas bajo el sol, simbolizando la prosperidad y la renovación que la pareja
había traído al viñedo.
Era una mañana tranquila de verano, y Elena caminaba por las hileras de vides,
su pequeña hija, Sofía, corriendo delante de ella. Alejandro, a pocos pasos de
distancia, supervisaba la cosecha, asegurándose de que cada racimo de uvas
fuera recolectado con el cuidado y la atención que caracterizaban su gestión.
—¡Mira, mamá! ¡Las uvas están tan grandes! —exclamó Sofía, con los ojos
brillantes de asombro y alegría.
Elena se agachó junto a su hija, observando las uvas a través de sus ojos llenos
de maravilla.
—Sí, cariño. Y cada una de ellas es especial, igual que tú —dijo, besando la
frente de Sofía.
—¿Crees que Sofía algún día querrá hacer vino como nosotros? —preguntó
Alejandro, acariciando el cabello de su hija.
—Quién sabe —respondió Elena con una sonrisa—. Lo importante es que ella
tenga la libertad de elegir su propio camino, como nosotros lo hicimos.
—Brindo por nosotros, por este hermoso lugar que llamamos hogar, y por todos
los sueños que aún están por cumplirse —dijo Elena, levantando su copa.
—Y brindo por el amor, que nos ha guiado y sostenido en cada paso de este
viaje —añadió Alejandro, uniéndose al brindis.
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