Sarmiento, Educación y Mujer
Sarmiento, Educación y Mujer
Sarmiento, Educación y Mujer
A. Felitti
(UBA - CONICET)
I. Introducción
Sarmiento es sin duda uno de los grandes pensadores del siglo XIX. Identificado
con la genialidad de los grandes hombres y la capacidad de los profetas, aún por
quienes no compartían todas sus premisas, desplegó la agudeza de su mirada
para analizar los fenómenos sociales y políticos de su época, comparándolos con
distintas situaciones y lugares. De este modo, reflexionó sobre la democracia y
sus posibilidades históricas en América; los beneficios económicos del
modelo farmer, la importancia de la vida política municipal y los deberes de la
civilización para erradicar la barbarie. Entre tantos otros temas que ocuparon su
pensamiento uno, poco destacado por la mayoría de sus biógrafos y estudiosos,
fue la situación en la que vivían las mujeres de su tiempo.
Durante el siglo XIX las mujeres solteras debían permanecer bajo la tutela de sus
padres hasta los 22 años y cuando se casaban pasaban a depender de sus
maridos. Mientras duraba su matrimonio no podían desarrollar actividades
comerciales, legales o buscar un empleo sin el consentimiento de sus esposos, y
eran ellos quienes decidían el lugar de residencia. En la familia, sólo podían
ejercer la patria potestad cuando eran viudas o abuelas, aunque si volvían a
casarse perdían este derecho. [4]
Como pudimos constatar en sus escritos, la opinión que Sarmiento tiene sobre las
mujeres intenta superar una visión estereotipada que las considera seres
indefensos, sin voz propia, vanidosas y sólo aptas para la vida doméstica. Sin
embargo, como hombre de época, vive en tensión con este imaginario y su
ideales liberales e igualitarios. Por ejemplo, en Facundo, la imagen del caudillo
riojano se entrecruza con la de Rosas, para dar lugar a una figura, que según él
es “mitad mujer por lo cobarde, mitad tigre por lo sanguinario” [16] .Sin embargo,
luego de esta descalificación, más adelante destaca que “entre nosotros son las
mujeres las que cruzan los ríos con la pelota tomada por los dientes con un
lazo” y quienes se encargan "de todas las faenas domésticas y fabriles”. Estas
fuertes trabajadoras se enfrentan a otro modelo de mujer: las víctimas que sufren
las vejaciones y abusos de Facundo. La historia más destacada es la de Severa
Villafañe quien cuidando su virtud, debió huir hacia un convento. Frente a tanta
barbarie su reflexión tiende a responsabilizar a las madres por la formación que
han dado a sus hijos. [17] En este sentido, al igual que Rousseau, Sarmiento
argumenta a favor de la educación de las mujeres por el papel que juegan en la
familia, como portadoras y transmisoras de valores religiosos y morales.
Pero no sólo debían recibir una educación que las preparara para la maternidad,
el matrimonio y el hogar. También necesitaban formarse como educadoras; si
bien por su naturaleza eran maestras naturales, había que mejorar esta
capacidad innata. Solamente ellas podían combinar la primera instrucción con los
cuidados maternales, esos que "sólo mujeres saben prodigar con
discreción" [24] Tomando el ejemplo de Estados Unidos, demostraba que la
formación de maestras no era un tema de filantropía sino de industria y
economía. El magisterio les daba una opción laboral y con él podían obtener su
sustento de manera honrosa, y a su vez extender la enseñanza de manera más
económica para el Estado: "Si todas estas familias de mujeres destituidas de
recursos y sin esperanzas para el futuro, encontrasen en la enseñanza pública
una carrera abierta a su actividad, podrían hallar de nuevo el camino perdido de
la comodidad o el de una decente medianía". [25]
En ese tiempo las mujeres que luchaban abiertamente por mejorar su condición
no eran muchas. La acción de Juana Manso, Juana Manuela Gorriti o Eduardita
Mansilla eran experiencias individuales de liberación de la tutela patriarcal antes
que la expresión de un movimiento feminista. De ahí la importancia de la acción
de Sarmiento al difundir ideas de igualdad, fomentar la educación de las mujeres
y ofrecer ejemplos concretos de ascenso social, como el nombramiento de Manso
en un puesto directivo.
b. Bibliografía
[1] D.F. Sarmiento: "De la educación de las Mujeres", Educación popular (1848),
en Obras completas, Bs. As., Universidad Nacional de la Matanza, 2001, en
adelante OC, Vol. XI, p.87.
[2] Estas mujeres superaron los límites que imponía el espacio doméstico al
desarrollar su profesión, difundir sus ideas en los medios de prensa, sostenerse
económicamente, viajar por el mundo y manejar su vida de manera autónoma.
Para conocer sus biografías ver Lily Sosa de Newton, Diccionario bibliográfico de
mujeres, Bs. As., Plus Ultra, 1980.
[4] Donna Guy, "Familias de clase baja, mujeres y el derecho: Argentina siglo XX"
en Dora Barrancos (comp.), Historia y género, Bs. As., CEAL, 1993.
[5] Sarmiento, "Al oído de las lectoras", El Progreso, 16/12/1842, OC, vol. II, p.64.
[13] Sarmiento, Viajes por Europa, Africa y América 1845-1847 y diario de gastos,
Bs. As., FCE, 1993, p.125.
[16] Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie (1845), Bs. As., Losada, 1997,
p.46.
[17] E. Garrels, “Sarmiento and the Woman question: from 1839 to the Facundo”,
en Tulio Halperin Dongui, Gwen Kirkpatrick y F. Masiello: Sarmiento, Author of a
Nation, Berkeley, University of California Press, 1994.
[19] Esta imagen acompaña a Sarmiento y por ello cuando se refiere al trabajo de
la mujer destaca su capacidad para realizar artesanías, costuras de lujo y obras
de arte, actividades domésticas que podían transformarse en lucrativas desde el
punto de vista mercantil. Sarmiento, "El trabajo de la Mujer", El Progreso,
25/09/1844, OC, vol. XII, p.156.
[21] Por ejemplo, Alberdi sostenía: "Yo no estoy con Saint-Simon, en que la
muger necesita emanciparse (...) Demasiado emancipada está, y ojalá no lo
estuviera tanto. No solamente se escapa de nuestras manos, sino que llega
muchas veces a perderse de vista. Saint Simon dice que la muger carece de la
palabra en la sociedad actual (...) pero comete un absurdo si pretende decir que
la muger no habla, es decir que está callada la boca; porque todos vemos que la
mujer no hace otra cosa que hablar día y noche". Citado por F. Masiello, op. cit.,
p.38
[25] Sarmiento, "De la educación de las Mujeres", Educación popular (1848), OC,
Vol. XI.
[26] Sarmiento, "De la educación...", ibid., p.123
[27] N. Botana, Los nombres del poder. Domingo Faustino Sarmiento, Bs. As.,
FCE, 1996, p.35.