Sarmiento, Educación y Mujer

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Sarmiento y la situación de las mujeres de su época, por Karina

A. Felitti

(UBA - CONICET)

"Puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las


mujeres" [1]

I. Introducción

Sarmiento es sin duda uno de los grandes pensadores del siglo XIX. Identificado
con la genialidad de los grandes hombres y la capacidad de los profetas, aún por
quienes no compartían todas sus premisas, desplegó la agudeza de su mirada
para analizar los fenómenos sociales y políticos de su época, comparándolos con
distintas situaciones y lugares. De este modo, reflexionó sobre la democracia y
sus posibilidades históricas en América; los beneficios económicos del
modelo farmer, la importancia de la vida política municipal y los deberes de la
civilización para erradicar la barbarie. Entre tantos otros temas que ocuparon su
pensamiento uno, poco destacado por la mayoría de sus biógrafos y estudiosos,
fue la situación en la que vivían las mujeres de su tiempo.

En sus escritos encontramos denuncias contra los maltratos domésticos, la


conducta patriarcal en la vida conyugal, la escasa inserción educativa de las
mujeres y su falta de libertad. Rodeándose de amigas, a quienes consideró no
sólo confidentes sino profesionales con quienes podía compartir inquietudes
intelectuales y discutir de igual a igual, Sarmiento confirmó su creencia en las
capacidades femeninas. En ese grupo de amistad se destacaron Juana Manso,
Aurelia Velez, Rosa Pavlosky y la norteamericana Mary Mann, quienes lo
fascinaron con su estilo de vida independiente y le hicieron imaginar caminos de
vida alternativos para las mujeres. [2] Algunos estudios se han ocupado de
analizar la relación que Sarmiento mantuvo con ellas, aunque muchos se limitan a
destacar romances u otros aspectos frívolos, sin profundizar en la naturaleza de
estos vínculos que podrían situar a Sarmiento como impulsor de los derechos de
las mujeres de estas tierras. [3]

Este artículo se propone releer los escritos sarmientinos en búsqueda de la


tensión que subyace entre una concepción tradicional, que limitaba la presencia
femenina al mundo doméstico, y una propuesta moderna, que buscaba superar
este relegamiento. Para ello analizaremos algunos de sus textos más destacados
e intentaremos descubrir en sus palabras, los modelos de mujer que Sarmiento
conoce y desea, y su propuesta concreta para superar la situación de
sometimiento a la que se veían destinadas.

II. La situación de las mujeres sudamericanas

Durante el siglo XIX las mujeres solteras debían permanecer bajo la tutela de sus
padres hasta los 22 años y cuando se casaban pasaban a depender de sus
maridos. Mientras duraba su matrimonio no podían desarrollar actividades
comerciales, legales o buscar un empleo sin el consentimiento de sus esposos, y
eran ellos quienes decidían el lugar de residencia. En la familia, sólo podían
ejercer la patria potestad cuando eran viudas o abuelas, aunque si volvían a
casarse perdían este derecho. [4]

En un artículo publicado en 1842, Sarmiento se ocupó de describir la posición que


tocaba a la mujer en su sociedad: asumiéndose con ironía, como experto en
peinados, sombreros y escotes de vestido, afirmaba: "Pregúntenle si no a un niño
de escuela: ¿para qué creó Dios el mundo? Para habitación del hombre (.) ¿Para
qué hizo bella y seductora a la mujer? Para que más le complaciera". [5] En ese
mismo artículo, los comentarios sobre George Sand, "un joven escritor que es
madre de dos lindos hijos; que anda con levita y pantalón, y es sin embargo
mujer; que ha escrito las más lindas cosas y ha sostenido con los primeros
escritores de Francia polémicas furibundas" [6] , y sus referencias a Madame de
Roland y Madame de Stael, le permitían ofrecer a las mujeres americanas estilos
de vida muy distintos al que estaban acostumbradas a vivir o padecer. Sarmiento
sabía de este sometimiento y de las diversas situaciones de desigualdad que las
mujeres debían atravesar y en otro artículo que comentaba el estreno de una
obra teatral, afirmaba: "el bello sexo tiene que sufrir los aplausos injuriosos e
innobles con que los caballeros de la platea festejan todas las sátiras que el autor
de un drama dirige al carácter o situación de las mujeres ¡El pobre bello sexo
condenado aún en el teatro a hacer sus papel de mártir silencioso y
resignado!". [7]

Su manifiesto interés en esta cuestión lo incitó a presentar un recorrido histórico y


cultural de la vida femenina y comparó la situación de la mujer asiática con la de
nuestro país, reforzando su tendencia a transplantar las claves del orientalismo a
la "barbarie pampeana". [8] Para él, la herencia colonial española contenía
elementos retrógrados legados de la influencia árabe; ésta había generado una
penosa situación para las mujeres en la cual "la palabra esclavitud no es bastante
expresiva para dar una idea justa de la infelicidad de su estado". [9]

La tradición europea, libre de la influencia de Oriente, daba origen a otras formas.


En la "civilización" el agradar al varón no era la única misión femenina puesto que
la monogamia les otorgaba el rol de compañeras, aunque aun sufrieran
humillaciones en las costumbres y las leyes, mientras que el cristianismo
reforzaba esta tendencia a través de la figura de María [10] . Sarmiento se
ocupaba de las mujeres porque entendía que el grado de civilización de un
pueblo podía juzgarse por la posición social que estas detentaban; hablar de ellas
le permitía distinguir entre civilización y barbarie y así discutir sobre la
modernidad y el progreso, desafiando los modelos tradicionales de autoridad
encarnados en el paternalismo rosista. [11]

III. Las mujeres de afuera: estampas de los viajes

En octubre de 1845, por encargo del gobierno chileno, Sarmiento emprendió un


viaje por Europa, Africa y América del Norte para estudiar sus sistemas de
educación y las políticas inmigratorias. Sus observaciones sobre estas culturas y
sistemas de gobierno quedaron registradas en los dos volúmenes publicados en
1849 y 1851, Viajes por Europa, Africa y América, 1845 –1847.

Una vez en Europa, Francia lo recibió mostrándole ambas caras de la civilización,


sabiduría y grandeza conviviendo con el embrutecimiento y la miseria. Parecía
ser que la libertad limitada de los gobiernos monárquicos se combinaba con una
profunda desigualdad social. [12] Aún así, encontró en los bailes públicos un
espacio en donde las diferencias de clase simulaban perderse; allí "la mujer de
clase ínfima se pone en contacto con los jóvenes de alta alcurnia". La vida
privada parisina se mostraba más flexible de lo esperado y con asombro,
confirmaba la diversidad de estilos de vida que recorrían los extremos entre una
prostituta y una mujer casada. Para Sarmiento, esas gradaciones, admitidas y
justificadas por la sociedad, explicaban el papel que la mujer desempeñaba en
ella. En su carta a Antonio Aberastain comentaba: "De ahí nace a mi juicio la
cultura de las mujeres de Francia, la gracia infinita de la parisiense, i el vestir
igual, en su caprichosa variedad, de todas las clases de la sociedad. De aquí
viene la injerencia de la mujer en todos los grandes acontecimientos de la historia
de esta nación.." [13] Las mujeres parecían situarse por encima de las diferencias
y el respeto del que eran acreedoras se manifestaba públicamente en plazas y
transportes colectivos. Sin duda, estas imágenes deben haber contrastado
fuertemente con la realidad que el conocía de su patria. En Argentina, las mujeres
de los sectores más acomodados no solían movilizarse sin la compañía de sus
sirvientes o familiares, y cuando salían lo hacían en horarios diurnos y sólo para
visitar a parientes cercanos.

Si en Europa encontró el sabor amargo de la desilusión, Estados Unidos le


ofreció un modelo de republicanismo plasmado en una experiencia histórica
concreta. Además de maravillarse por el espíritu asociativo, los municipios,
escuelas, periódicos, vapores y publicidades de este pueblo, también se asombró
por el lugar que la mujer ocupaba en esa sociedad. En Estados Unidos, “la mujer
soltera, o el hombre de sexo femenino es libre como las mariposas hasta el
momento de encerrarse en el capullo doméstico, para llenar con el matrimonio
sus funciones sociales. Antes de esta época viaja sola, vaga por las calles de las
ciudades i mantiene amoríos castos a la par que desenvueltos a la luz del
público, bajo el ojo indiferente de sus padres. Recibe visitas de personas que no
se han presentado a su familia, i a las dos de la mañana vuelve de un baile a su
casa acompañada de aquel que ha valsado o polkado esclusivamente toda la
noche.” [14]

A pesar de su fascinación por la libertad que gozaban las mujeres en la sociedad


norteamericana no dejó de reconocer que, para la mayoría de ellas, luego de la
boda "el cerrado asilo doméstico es su penitencia perpetua”. Cuando se preguntó
sobre qué bases estaba sostenida esta "dulce libertad", la explicación se inclinó
hacia el factor educativo. En sus cartas afirmaba: “no sin asombro ví mujeres que
pagaban una pensión para estudiar matemáticas, química, botánica i anatomía,
como ramos complementarios a su educación. Eran niñas pobres que tomaban
dinero anticipado para costear su educación(..)” [15] Estas observaciones le
servían para confirmar la superioridad de la democracia norteamericana. Allí se
abría un porvenir capaz de conjugar la igualdad y la libertad con la ciencia y la
educación, y las mujeres podían reunir en sus experiencias todas estas
posibilidades.

IV. Los modelos de mujer: trabajadoras, víctimas y madres

Como pudimos constatar en sus escritos, la opinión que Sarmiento tiene sobre las
mujeres intenta superar una visión estereotipada que las considera seres
indefensos, sin voz propia, vanidosas y sólo aptas para la vida doméstica. Sin
embargo, como hombre de época, vive en tensión con este imaginario y su
ideales liberales e igualitarios. Por ejemplo, en Facundo, la imagen del caudillo
riojano se entrecruza con la de Rosas, para dar lugar a una figura, que según él
es “mitad mujer por lo cobarde, mitad tigre por lo sanguinario” [16] .Sin embargo,
luego de esta descalificación, más adelante destaca que “entre nosotros son las
mujeres las que cruzan los ríos con la pelota tomada por los dientes con un
lazo” y quienes se encargan "de todas las faenas domésticas y fabriles”. Estas
fuertes trabajadoras se enfrentan a otro modelo de mujer: las víctimas que sufren
las vejaciones y abusos de Facundo. La historia más destacada es la de Severa
Villafañe quien cuidando su virtud, debió huir hacia un convento. Frente a tanta
barbarie su reflexión tiende a responsabilizar a las madres por la formación que
han dado a sus hijos. [17] En este sentido, al igual que Rousseau, Sarmiento
argumenta a favor de la educación de las mujeres por el papel que juegan en la
familia, como portadoras y transmisoras de valores religiosos y morales.

Sin duda, la descripción más idealizada de la figura de la madre se encuentra en


las páginas de Recuerdos de Provincia: "La madre es para el hombre la
personificación de la Providencia, es la tierra viviente a que adhiere el corazón,
como las raíces al suelo”. [18] En esta autobiografía, su madre opera como
modelo de cumplimiento del deber y de las tradiciones. Doña Paula Albarracín
había logrado imponer el orden en un mundo turbado por los conflictos políticos
en tiempos de revolución y guerra. Luego de enumerar célebres escritores que
habían dedicado palabras de reconocimiento a sus madres, con pluma naturalista
citaba la belleza severa y modesta de Doña Paula, reiterando la regla ya escrita
en Facundo sobre “las relaciones que existen entre las formas exteriores y las
disposiciones morales”. Así "la fisonomía de sus juanetes, señal de decisión y
energía" y su frente llena de "desigualdades protuberantes” es lo desagradable
transformado en coraje. Su “beldad moral” recompensa las cuestiones estéticas y
su inteligencia clara, aunque poco cultivada, se redimía en una conciencia
elevada. Sus importantes destrezas manuales le permitieron construir su casa y
vivir de su trabajo, brindando un ejemplo imborrable sobre las capacidades
económicas de las mujeres. [19] Este canto a la austeridad le permitió a
Sarmiento destacar aún más su posterior ascenso en la vida política y cultural, y a
la vez considerarse heredero de la fuerza de su madre puesto que
creía "firmemente en la transmisión de la aptitud moral por los órganos” [20] .

V. La educación para las mujeres y las mujeres educadoras

Durante el siglo XIX la madre republicana es el modelo femenino que va


imponiéndose, aquella mujer capaz de educar a los futuros ciudadanos de la
naciones en formación. Sarmiento cree en esto y reacciona con vehemencia
contra quienes sostienen que ya se ha hablado demasiado sobre la condición de
la mujer. [21] Si ella es quien "prepara los rudimentos de la sociedad en la
familia" es imprescindible que se la eduque para semejante tarea. De este modo,
el acceso a la educación se justifica en el deber maternal: "¿cuáles son las
fuentes de instrucción en que las encargadas de tarea tan delicada beben las
doctrinas que la experiencia, la razón y la filosofía han creado para la educación
física y moral de la infancia"? [22] Además brindar educación a las jóvenes era
una forma de ayudarlas a rechazar el vicio y elevarles la moral, evitando que se
ocupasen de cosas frívolas: "!Mujeres ignorantes, no sabéis la responsabilidad
que pese sobre vuestros hombros, al desempeñar sin ciencia y sin conciencia los
augustos deberes de la maternidad". [23]

Pero no sólo debían recibir una educación que las preparara para la maternidad,
el matrimonio y el hogar. También necesitaban formarse como educadoras; si
bien por su naturaleza eran maestras naturales, había que mejorar esta
capacidad innata. Solamente ellas podían combinar la primera instrucción con los
cuidados maternales, esos que "sólo mujeres saben prodigar con
discreción" [24] Tomando el ejemplo de Estados Unidos, demostraba que la
formación de maestras no era un tema de filantropía sino de industria y
economía. El magisterio les daba una opción laboral y con él podían obtener su
sustento de manera honrosa, y a su vez extender la enseñanza de manera más
económica para el Estado: "Si todas estas familias de mujeres destituidas de
recursos y sin esperanzas para el futuro, encontrasen en la enseñanza pública
una carrera abierta a su actividad, podrían hallar de nuevo el camino perdido de
la comodidad o el de una decente medianía". [25]

Otro de sus argumentos a favor de la educación femenina se basaba en el grave


peligro que asechaba a la Nación, si todas las mujeres no recibían una formación
que evitara deshacer en el hogar la labor excepcional que desempeñaban las
maestras en la escuela. De ellas siempre se esperaba un comportamiento
condicionado por los roles de género, destacando que "su inteligencia dominada
por el corazón se dobla más fácilmente que la del hombre y se adapta a la
capacidad infantil por una de las cualidades que son inherentes a su sexo".

Lo interesante es que Sarmiento no se limitaba a proponer una educación básica


y tradicional. En Estados Unidos, acompañado por Mary Mann, había conocido la
enseñanza "altamente científica" que recibían las jóvenes norteamericanas y la
importancia que se daba a la gimnasia y las prácticas físicas. También tenía
noticias del Pensionado de Santa Rosa en San Juan, que integraba la práctica de
la costura y el bordado con conocimientos de Matemática, Geometría,
Astronomía, Gramática, Historia y Geografía. Esta visión progresista de la
educación lo hizo enfrentarse con la Sociedad de Beneficencia que, desde su
creación en 1823, tenía a su cargo la educación femenina. Sarmiento entendía
que los contenidos que se brindaban sólo lograban reforzar los estereotipos
tradicionales y le indignaba que la institución no procurara dar a las niñas una
formación más elevada: "sus deseos son al contrario, que ellas se complazcan
más en su estado conociendo mejor sus deberes, y que acepten con más
resignación su destino" [26]

Cuando en 1856 asumió el cargo de Jefe de Departamento de Escuelas, tenía


claros sus principales objetivos: la educación debía ser común y pública, igual
para mujeres y varones; debía proveer la instrucción elemental, la formación
cívica, fortalecer la disciplina y enseñar cuestiones prácticas (agricultura,
comercio e industria). Este cargo sólo tenía jurisdicción en la campaña, en la
ciudad, las escuelas de varones dependían del municipio y las de mujeres de la
Sociedad de Beneficencia. De ahí que se generasen disputas entre estas dos
formas de entender la educación. [27] Sarmiento proponía saltar la brecha, la
formación que debían recibir las mujeres no podía limitarse a zurcir, remendar,
bordar o planchar. [28] La educación debía prepararlas para un mundo en el que
también podían tener protagonismo.

Quizás fue esa su convicción cuando Sarmiento apoyó junto a Mitre el


nombramiento de Juana Manso, a quien conoció en 1856 cuando él estaba a
cargo del Departamento de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, como
directora de la Escuela Mixta No 1. Una vez gobernador de San Juan, en 1862, le
confió la dirección de los Anales de la Educación, expresando “Es este un gran
acontecimiento. La República Argentina es el único estado sudamericano donde
una mujer haya sido llamada a desempeñar una alta misión en la
prensa” [29] Nuevamente con acciones concretas confirmaba su confianza en el
género femenino al valor la trayectoria profesional de la escritora y confiarla tan
importante cargo.

VI. A modo de conclusión

A lo largo de estas páginas hemos recorrido las opiniones de Sarmiento acerca


de la situación de las mujeres de su tiempo, y los modelos de maternidad y
educación que conoció y sostuvo. Su experiencia en EEUU, sin duda, marcó un
antes y después en su pensamiento. Allí pudo contrastar la situación en la que
vivían las mujeres de nuestra tierra y las posibilidades que se abrían en aquella
república. El ingreso a la educación que Sarmiento reclamaba para las mujeres
lejos de ser un punto de llegada, podría impulsarlas a que siguieran abriéndose
camino en una sociedad dominada por tradiciones patriarcales. Frente a la
discriminación que ellas sufrían Sarmiento les dio una oportunidad educativa y
laboral como maestras y directoras; con sus ejemplos permitió que las lectoras de
sus artículos reconocieran sus potencialidades y despertaran una conciencia
sobre la legitimidad de sus reivindicaciones.

En ese tiempo las mujeres que luchaban abiertamente por mejorar su condición
no eran muchas. La acción de Juana Manso, Juana Manuela Gorriti o Eduardita
Mansilla eran experiencias individuales de liberación de la tutela patriarcal antes
que la expresión de un movimiento feminista. De ahí la importancia de la acción
de Sarmiento al difundir ideas de igualdad, fomentar la educación de las mujeres
y ofrecer ejemplos concretos de ascenso social, como el nombramiento de Manso
en un puesto directivo.

La justificación que Sarmiento dio a la necesidad de educar a las mujeres


traducía la idea predominante en el siglo XIX acerca de la maternidad
republicana. En tanto potenciales madres de los futuros ciudadanos de las
nuevas repúblicas, las mujeres debían recibir una formación que las capacitase
para esa importante tarea. Por ello era necesario fomentar la enseñanza de
saberes que fueran más allá de las tareas domésticas. En la actualidad la
igualdad de oportunidades para ambos sexos en la educación es una premisa
indiscutible y también una promesa que aún debe alcanzarse, aunque es seguro
que la maternidad ya no constituye su fundamento. Juzgar a Sarmiento con esta
matriz de pensamiento sería un grueso error histórico; hasta mediados del siglo
XX estos argumentos que atribuían a las mujeres capacidades innatas para la
crianza y la educación, fueron esgrimidos aún por aquellas feministas que
luchaban por el derecho al sufragio. Por eso es importante valorar el pensamiento
de este intelectual que superó las contradicciones de una época de grandes
transformaciones y colaboró en la tarea de formar una conciencia política en las
mujeres acerca de sus derechos.

Bibliografía y fuentes consultadas

a. Escritos de Domingo F. Sarmiento

- "La mujer y la civilización", El Mercurio, 22,23,24/08/1841, Obras


completas, Bs. As., Universidad Nacional de La Matanza, 2001, en adelante OC,
vol. XII.
- "De la Educación de la mujer", El Mercurio, 20,23,24/08/1841, OC, vol. IV.
- "Al oído de las lectoras", El Progreso, 16/12/1842, OC, vol. II.
- "Un matrimonio en el Reinado de Luis XV" (Comedia de Dumas. Traducida
bajo el título de Un casamiento sin amor), El Progreso, 18/04/1843, OC, vol. II.
- "El trabajo de la Mujer", El Progreso, 25/09/1844, OC, vol. XII.
- Viajes por Europa, Africa y América 1845-1847 y diario de gastos, Bs. As.,
FCE, 1993.
- Facundo. Civilización y barbarie (1845), Bs. As., Losada, 1997.
- "De la Educación de las Mujeres", Educación popular, (1848), OC, vol. XI.
- Recuerdos de provincia (1850), OC, vol. III.
- "Escuela Normal de Mujeres", Monitor de las Escuelas Primarias,
15/02/1853, OC, vol. IV.

b. Bibliografía

- ALTAMIRANO, Carlos: "El orientalismo y la idea de despotismo en


el Facundo", C. Altamirano y Beatriz Sarlo: Ensayos argentinos. De Sarmiento a
la vanguardia, Bs. As., Ariel, 1997.
- BELUCCI, Mabel "Sarmiento y los feminismos de su época: una visión
novedosa de la participación femenina en la educación y la cultura", en Graciela
Morgade (comp.): Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina
(1870-1930), Bs. As., Miño Dávila, 1997.
- BOTANA, Natalio: Los nombres del poder. Domingo Faustino Sarmiento,
Bs. As., FCE, 1996.
- -------------------: La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas
políticas de su tiempo, Bs. As., Sudamericana, 1997.
- GARRELS, Elizabeth: “Sarmiento and the Woman question: from 1839 to
the Facundo”, en Tulio Halperin Dongui, Gwen Kirkpatrick y F.
Masiello: Sarmiento, Author of a Nation, Berkeley, University of California Press,
1994.
- GUY, Donna: "Familias de clase baja, mujeres y el derecho: Argentina siglo
XX" en Dora Barrancos (comp.), Historia y género, Bs. As., CEAL, 1993.
- MASIELLO, Francine: Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y
Cultura literaria en la Argentina moderna, Bs. As., Beatriz Viterbo, 1997.

[1] D.F. Sarmiento: "De la educación de las Mujeres", Educación popular (1848),
en Obras completas, Bs. As., Universidad Nacional de la Matanza, 2001, en
adelante OC, Vol. XI, p.87.

[2] Estas mujeres superaron los límites que imponía el espacio doméstico al
desarrollar su profesión, difundir sus ideas en los medios de prensa, sostenerse
económicamente, viajar por el mundo y manejar su vida de manera autónoma.
Para conocer sus biografías ver Lily Sosa de Newton, Diccionario bibliográfico de
mujeres, Bs. As., Plus Ultra, 1980.

[3] Los trabajos de Francine Masiello y Elizabeth Garrels (retomados a lo largo de


este ensayo) se destacan entre lo publicado sobre Sarmiento y las mujeres. Otro
artículo más reciente pertenece a Mabel Bellucci "Sarmiento y los feminismos de
su época: una visión novedosa de la participación femenina en la educación y la
cultura" en Graciela Morgade (comp.), Mujeres en la educación. Género y
docencia en la Argentina (1870-1930), Bs. As., Miño Dávila, 1997.

[4] Donna Guy, "Familias de clase baja, mujeres y el derecho: Argentina siglo XX"
en Dora Barrancos (comp.), Historia y género, Bs. As., CEAL, 1993.

[5] Sarmiento, "Al oído de las lectoras", El Progreso, 16/12/1842, OC, vol. II, p.64.

[6] Ibid, p.67

[7] Sarmiento, "Un matrimonio en el Reinado de Luis XV" (Comedia de Dumas.


Traducida bajo el título de Un casamiento sin amor), El Progreso,
18/04/1843, OC, vol. II, p.121.

[8] Carlos Altamirano, "El orientalismo y la idea de despotismo en el Facundo", C.


Altamirano y Beatriz Sarlo: Ensayos argentinos. De Sarmiento a la
vanguardia, Bs. As., Ariel, 1997.

[9] Sarmiento, "La mujer y la civilización", El Mercurio, 22,23,24/08/1841, OC, vol.


XII, p.143.

[10] Sarmiento, "De la Educación de la mujer", El Mercurio,


20,23,24/08/1841, OC, vol. IV.

[11] Este argumento ha sido más extensamente desarrollado por Francine


Masiello en Entre civilización y barbarie. Mujeres, Nación y Cultura literaria en la
Argentina moderna, Bs. As., Beatriz Viterbo, 1997.

[12] Natalio Botana, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas


políticas de su tiempo, Bs. As., Sudamericana, 1997.

[13] Sarmiento, Viajes por Europa, Africa y América 1845-1847 y diario de gastos,
Bs. As., FCE, 1993, p.125.

[14] Sarmiento, Viajes ... ibid., p.303.

[15] Sarmiento, Viajes..., op. cit., p.388.

[16] Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie (1845), Bs. As., Losada, 1997,
p.46.

[17] E. Garrels, “Sarmiento and the Woman question: from 1839 to the Facundo”,
en Tulio Halperin Dongui, Gwen Kirkpatrick y F. Masiello: Sarmiento, Author of a
Nation, Berkeley, University of California Press, 1994.

[18] Sarmiento, "La historia de mi madre", Recuerdos de provincia (1850), OC,


vol. III.

[19] Esta imagen acompaña a Sarmiento y por ello cuando se refiere al trabajo de
la mujer destaca su capacidad para realizar artesanías, costuras de lujo y obras
de arte, actividades domésticas que podían transformarse en lucrativas desde el
punto de vista mercantil. Sarmiento, "El trabajo de la Mujer", El Progreso,
25/09/1844, OC, vol. XII, p.156.

[20] Sarmiento, Recuerdos de ..., op. cit..

[21] Por ejemplo, Alberdi sostenía: "Yo no estoy con Saint-Simon, en que la
muger necesita emanciparse (...) Demasiado emancipada está, y ojalá no lo
estuviera tanto. No solamente se escapa de nuestras manos, sino que llega
muchas veces a perderse de vista. Saint Simon dice que la muger carece de la
palabra en la sociedad actual (...) pero comete un absurdo si pretende decir que
la muger no habla, es decir que está callada la boca; porque todos vemos que la
mujer no hace otra cosa que hablar día y noche". Citado por F. Masiello, op. cit.,
p.38

[22] Sarmiento, "De la Educación de la mujer", Mercurio, 20, 23 y 24/08/1841, OC,


vol. IV, p.180.

[23] Sarmiento, "De la Educación ....", ibid., p.188.

[24] Sarmiento, "Escuela Normal de Mujeres", Monitor de las Escuelas Primarias,


15/02/1853, OC, vol. IV, p.316.

[25] Sarmiento, "De la educación de las Mujeres", Educación popular (1848), OC,
Vol. XI.
[26] Sarmiento, "De la educación...", ibid., p.123

[27] N. Botana, Los nombres del poder. Domingo Faustino Sarmiento, Bs. As.,
FCE, 1996, p.35.

[28] Cuando asumió la Dirección del Departamento de Escuelas del Estado de


Buenos Aires en 1856, procuró fiscalizar y dirigir los establecimientos a cargo de
la Sociedad de Beneficencia y se generaron discusiones entre él y la institución.

[29] N. Botana, Los nombres... p.37

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