Amunyoz
Amunyoz
Amunyoz
Presentada por:
D. Albert Muñoz Miralles
Dirigida por:
Dra. Elsa González Esteban
Als meus pares i al meu germà, amb
tot l´afecte.
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ÍNDICE
Índice.......................................................................................................................5
Agradecimientos.....................................................................................................11
Introducción...........................................................................................................13
SECCIÓN I- CONTEXTUALIZACIÓN
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Conclusiones......................................................................................................399
Bibliografía.........................................................................................................409
a. Bibliografía de Richard Sennett...........................................................................409
b. Bibliografía complementaria...............................................................................413
AGRADECIMIENTOS
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INTRODUCCIÓN
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una ética atenta a los problemas del presente. Por tanto, a lo largo de esta
tesis se espera poder definir las orientaciones morales que subyacen a los
trabajos de este autor, esclareciendo qué valores promueve su comprensión
general sobre el ser humano y la sociedad.
Tercero, debido a la diversidad de cuestiones tratadas por el autor a lo
largo de su trayectoria intelectual, se ha optado por prestar más atención a
aquellos elementos que permitan otorgar un carácter unitario a la tesis, en
tanto ayuden a esclarecer su visión sobre el ser humano y su lugar en una
sociedad compleja conformada institucionalmente. Pero, en cuarto lugar, es
preciso también situar el enfoque que propone el autor de las distintas
temáticas abordadas en un contexto más amplio, destacando cuáles son sus
principales influencias, y situándolo en los debates que se estén
produciendo en el ámbito académico en torno a cada cuestión, contrastando
sus propuestas con otros puntos de vista. De esta manera, se podrá percibir
cuáles sean las debilidades o los aspectos controvertidos de sus
planteamientos, así como poner de relieve aquellas aportaciones que puede
realizar al conocimiento o la reflexión en torno a una determinada cuestión.
A partir de ahí, se trata de elaborar un relato coherente que permita destacar
la originalidad del autor.
Finalmente, hay que destacar que se trata de un autor conocido
principalmente por escribir ensayos dirigidos a un público amplio de
lectores, lo que puede ir en detrimento del rigor analítico o conceptual,
careciendo de la profundidad y la exhaustividad que requiere un tratamiento
académico de temas complejos. Por ello, se tratará de definir y desarrollar de
manera completa y consistente unos conceptos, ideas y planteamientos
reconocibles en los escritos del autor, de manera que se pueda dar forma a
un pensamiento sólido y orginal, capaz de aportar valores e ideas originales
a los debates actuales sobre los temas abordados.
Para afrontar los retos que presenta esta tesis doctoral, ahondando en
las virtualidades explicativas y morales subyacentes en el pensamiento de
Sennett, será necesario precisar cuáles son las principales temáticas así
como las orientaciones valorativas y metodológicas que aportan coherencia y
unidad al conjunto de su trayectoria intelectual, vinculando sus temas de
estudio más destacables con las líneas y tendencias que marcan el
pensamiento social del presente. De esta manera, se espera poder concretar
cuáles son las aportaciones que realiza este autor a la reflexión sobre la
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espera dilucidar cuáles son los valores que orientan el análisis desarrollado
por este autor, que fija su atención en la experiencia concreta de la gente
sobre los cambios que están teniendo lugar. La transformación de los
métodos y formas de trabajo altera el papel que desempeñan los
trabajadores en el entramado institucional, por lo que será importante
fortalecer una perspectiva ética que atienda a la situación real de los propios
afectados.
En la quinta sección, titulada "Una propuesta artesanal", se pretende,
por un lado, articular una propuesta antropológica original a la altura de los
requerimientos del presente, recuperando los elementos principales de la
caracterización del ser humano ofrecida por Sennett, y que habrán ido
desarrollándose a lo largo de la tesis, para complementarla y ampliarla a la
luz de la introducción de dos nociones trabajadas este autor en los últimos
años: artesanía y cooperación, incidiendo en sus virtualidades sociales y
formativas; y complemantariamente, afrontar las implicaciones morales del
Nuevo Capitalismo desde la Ética empresarial. Así pues, se pretende ahondar
en las carencias del nuevo modelo institucional, percibidas de manera
especialmente agudas en el mundo del trabajo, para defender la necesidad
de un marco organizativo que estimule el despliegue de las capacidades
personales y el fomento de las relaciones sociales. En este sentido, se
ahondará en la propuesta artesanal de Sennett, esperando hallar la
reivindicación de un compromiso sostenido con la tarea realizada que
permita fortalecer el el carácter, mediante una apertura constructiva hacia el
exterior plasmable en la relación cooperativa con los otros. Finalmente, se
trataría de profundizar en el potencial de estas ideas para la elaboración de
una ciudadanía artesanal, desplegada a través de la participación en un
dominio público configurado cooperativamente.
Tales planteamientos conllevan el requerimiento de profundizar en la
dimensión ética de la actividad insitucional, para evaluar criticamente los
principios axiológicos que guían el desarrollo del Nuevo Capitalismo. Se
trataría de desplegar y completar la base filósofica suyacente en las
propuestas de Sennett con el apoyo de la Etica empresarial, siguiendo el
modelo de hermenéutica crítica empleado en la Escuela de Valencia. De esta
manera, se espera poder situar la interpretación de Sennett sobre el cambio
institucional y sus efectos en la vida de la gente en un marco conceptual
elaborado con un propósito netamente crítico. Pero paralelamente, se
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SECCIÓN I – CONTEXTUALIZACIÓN
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por ello llevar a cabo una breve introducción a la misma, con el objetivo de
encuadrar la obra de Sennett en un marco de pensamiento e investigación
más amplio. No obstante, se irá profundizando más en las diversas
influencias que recibe Sennett según se vayan abordando las distintas
temáticas tratadas por el autor.
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presentar de manera somera cuáles son las temáticas que aborda a lo largo
de su trayectoria investigadora.
Así, en primer lugar hay que resaltar su contribución al campo de la
sociología urbana, como continuador, tal como se ha afirmado, de la
tradición sociológica de Chicago, referente fundamental en este tipo de
estudios. La sociología urbana se distingue por desarrollar un tratamiento
marcadamente empírico de temas como los efectos de los procesos de
urbanización sobre las relaciones sociales, el desarrollo de grupos
marginados en la ciudad, comunidades locales, movimientos sociales
urbanos o los efectos de las intervenciones públicas en la ciudad (Giner, et
al., 1998, pp. 752-753). Según podrá constatarse en la sección II, la
porblemática urbana ocupa un lugar clave entre las propuestas de Sennett.
Por otro lado destacan sus estudios, especialmente a partir de los años
90, vinculables al campo de la sociología de las organizaciones, y de manera
más específica en la sociología de la empresa. Anteriormente se hablaba de
sociología industrial para referirse a este tipo de estudios. Se entiende que
esta disciplina se ocupa del estudio de las organizaciones industriales,
fijándose de modo especial en las condiciones y organización del trabajo, y
considerando a la empresa como un sistema social. De esta manera, se
atiende a los distintos grupos de trabajo que la integran, así como de las
relaciones entre la conducta laboral del individuo y los otros aspectos de su
conducta social general (Giner, et al., 1998, p. 746). Así pues, desde esta
perspectiva, el propio individuo sería uno de sus objetos principales de
estudio, junto a los roles, grupos y las distintas capas o niveles que pueden
encontrarse en una empresa (Giménez Ruiz, 1987, pp. 17-18). Algunos de los
temas abordados serían, además, los procesos de industrialización, la
división del trabajo, la relación entre tecnología y ocupación, la relación
entre la organización de la empresa y sus recursos humanos, la cultura de la
empresa, etc. En el caso de Sennett, el tratamiento de estos temas estará
marcado por la necesidad de dar una respuesta a los procesos de
transformación que están teniendo lugar en las formas de organización de
las empresas, y cómo éstos afectan a los papeles que desempeñan sus
distintos miembros y las relaciones entre ellos.
Finalmente, hay que hacer mención a sus aportaciones en un terreno
tan amplio, en principio, como el del análisis cultural. Pues bien, su
propósito en este campo es facilitar la aproximación entre dos maneras de
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1.2.2 La hermenéutica
Se ha visto más arriba que son diversas las corrientes sociológicas que
coinciden en destacar el papel de las interpretaciones que desarrollan los
distintos agentes en las interacciones sociales, siendo común hablar de
sociologías comprensivas o interpretativas. Se ha señalado también como
estos posicionamientos metodológicos podían dar lugar a ciertas carencias o
problemas, algunos de los cuales pueden ser abordados desde la
profundización interpretativa que alienta la hermenéutica (Giner et al., 1998,
p. 748). Y su importancia para esta investigación deriva de que, como
defiende Smith (2007), la orientación metodológica y la propia concepción de
la investigación social que defiende y desarrolla Sennett en sus trabajos es
heredera en buena medida de la tradición hermenéutica. Pero, conviene
llamar la atención sobre la amplitud de escuelas, autores, o disciplinas que
se han servido del concepto de hermenéutica, por lo que se será adecuado
distinguir aquellas versiones que ofrezcan una orientación crítica.
El uso de término “hermenéutica” aparece asociado principalmente a
disciplinas como la teología, la filología, o la historia del arte, entendiéndose
como la pretensión de captar el significado del mensaje escrito más allá de
su mera literalidad. Se identifica con una forma de análisis que se distancia,
por las características peculiares de su propio objeto de estudio, de la
metodología propia de las ciencias naturales (Giner et al., 1998, p. 350).
Weber introdujo en su sociología un método empleado por la hermenéutica
para el análisis de textos, llamado verstehen, para la comprensión del
sentido de la acción. Su utilización se explicaba por la singularidad de los
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6HFFLyQ,&RQWH[WXDOL]DFLyQ
temática concreta que aborden. Por otro lado, en sus libros recurre, además
de los indicados arriba, a una serie variada de recursos teóricos y
documentales: así, trabajos historiográficos, escritos sobre urbanismo o
arquitectura, textos literarios, etc. Introduce también en ocasiones hipótesis
o planteamientos que surgen principalmente del campo sociológico -aunque
también de otros-, que se puedan vincular al tema de que se trate, y que,
dependiendo del caso, pueden servir como apoyo para sus reflexiones, o
bien para discutirlos.
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50 personas haciendo hincapié en aquel rasgo que compartan entre sí, y que
es el objeto del estudio en particular. El investigador ha de tratar de
conjugar las diversas interpretaciones que le ofrecen los sujetos, de manera
que adquieran una nueva vitalidad al contrastarlas entre sí.
En resumen, el escritor debe guiarse por una aspiración artesanal,
esforzándose por evolucionar su técnica a través de los descubrimientos y
errores, desarrollando sus poderes expresivos en pugna con el lenguaje para
lograr una mayor inteligibilidad, durante un proceso que es de aprendizaje
permanente y nunca definitivo 8 . Esta idea de artesanía incorpora valores
como el compromiso o la apertura experiencial, que serán fundamentales en
la concepción humana y social que irá desplegándose en esta tesis a partir
de las propuestas de Sennett.
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6HFFLyQ,&RQWH[WXDOL]DFLRQ
trata de poner de relieve las interconexiones que presentan entre sí, pues la
obra de Sennett permite elaborar la imagen de un ser humano imbricado en
un mundo social e institucional del que forma parte activa en la medida en
que es capaz de desarrollar acciones e interpretaciones dinámicas sobre la
realidad en la que vive inmerso. Y al revés, el proceso de individuación
aparece condicionado por las características del contexto social e
institucional en el que se lleva a cabo, por lo que las potencialidades
humanas y los valores que éste ofrezca habrán de ser evaluados teniendo en
cuenta las perspectivas de los participantes.
En definitiva, la originalidad de este autor radica en su capacidad para
modelar un pensamiento atento a las circunstancias concretas en que se
desarrolla la vida de la gente, permitiendo desplegar un tránsito contínuo
entre la estructura sístemica de la realidad social y la actividad cotidiana de
las personas, relación mediada por la labor interpretativa propuesta por el
autor, apoyándose en las capacidades narrativas que reconoce en los seres
humanos. Por tanto, si bien puede echarse de menos cierto contenido crítico
en su pensamiento -ya que su comprensión de las situaciones concretas,
aunque alcance profundidad y riqueza, adolece de una apertura decidida
hacia un horizonte universalista-, ciertamente está lejos de producir una
sociología conformista o legitimadora de las realidades existentes, ya que se
trata de un autor muy propositivo, que invita a resaltar ciertos aspectos que
resultan más problemáticos para una teoría crítica.
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tipo cultural: así qué valores adquieren más relevancia en un momento dado
para un determinado grupo social, en la medida que condicionan las
relaciones que establezcan con otros grupos o con la ciudad. De este modo,
en diferentes trabajos de Sennett pueden hallarse muestras de esta
preocupación por analizar y evaluar los factores políticos, económicos,
sociales y culturales que ayudan a fomentar o cohibir el desarrollo de la vida
social y personal en una ciudad10.
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La introducción de la idea del ser humano como actor permite realizar una
primera aproximación a una cuestión fundamental en la reflexión de Sennett:
la distinción entre lo público y lo privado. Así, toma de la representación
teatral esa noción del público como la audiencia formada por extraños. El
lugar propio de la actuación es, por tanto, donde se encuentran los extraños,
suponiendo una forma de relación social que debe mantener unas
características propias, diferenciadas del tipo de relaciones que tienen lugar
en círculos más íntimos.
Por ello, afirma Sennett que “la actuación, en términos de maneras,
convenciones y gestos rituales representa la materia prima que da forma a
las relaciones públicas, y de la cual las relaciones públicas derivan sus
significados emocionales” (2002a, pp. 74-75). Entender al ser humano como
actor supone reconocer que dispone de unas capacidades expresivas, que
son activadas cuando se encuentra en presencia de extraños a través de la
actuación, que puede consistir en la realización de determinados gestos
rituales, maneras, o el cumplimiento de las convenciones sociales adecuadas.
Pero ello no implica que se dé un distanciamiento pleno entre la persona que
actúa y el rol que desempeña, ya que las actuaciones en público adquieren
para los actores un significado emocional. De esta manera, las personas
pueden sentirse implicadas en sus actuaciones y, por ende, en la vida
pública, de modo que emplear un modelo teatral para caracterizarla no
significa, desde este punto de vista, resignarse a que se trate de un ámbito
dominado por el fingimiento y la distancia, sino que propicia un modo de
interacción social válido por sí mismo, con unas características distintivas, y
apropiado para el despliegue de las capacidades humanas.
En este sentido, cabe entender la valoración que hace Sennett de las
convenciones sociales. Bajo la imagen del hombre público como actor
subyace, dice Sennett, una concepción de la expresión como presentación de
la emoción (2002a, p. 244). Para que la comunicación sea posible, es
necesario que los sentimientos expresados tengan una forma y un
significado en sí mismos, que no dependan de la pura subjetividad de los
individuos. Deben adoptar, pues, la forma de una fórmula impersonal, de
una convención, susceptible de ser repetida en diferentes ocasiones (2002a,
p. 257). Para defender esta postura se apoya en la teoría sobre la actuación
de Diderot. Así, afirma Sennett que "los actos sociales innatamente
expresivos son aquellos que pueden repetirse. Los actos sociales
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asaltado por una sobrestimulación que debía manejar. Para defenderse del
ella, de la densidad amenazante de la ciudad, sus habitantes crearon una
máscara de racionalidad, según Sennett, permitía llevar a cabo intercambios
neutrales entre extraños, mantenidendo un estado de equilibrio. Esas formas
de relación de carácter impersonal permitían, pues, integrarse en la vida
urbana.
Así pues, siguiendo la interpretación defendida por Sennett, Simmel, a
diferencia de Hegel, concibió la racionalidad como un constructo social,
creado a partir de la actividad propia de la vida diaria en la ciudad,
vinculándola, no a leyes universalizables, sino a un tipo de cualidades del
comportamiento que permiten manejar a la gente el caos de impresiones
físicas que les abordan en la ciudad y, en definitiva, poder vivir en ella
(Sennett, 2003, pp. 380-382). Y, de esta manera, al reintroducir la
racionalidad en el ámbito propio de una sociedad civil urbana, estaría
cuestionando la separación que se habría efectuado con Hegel entre lo
público y lo civil.
Sin embargo, la creación de esa máscara se consigue a costa de rebajar
la información ofrecida por cada uno. Para controlar la ansiedad que provoca
el encuentro con desconocidos, cada uno se identificaba a sí mismo
ofreciendo algunas pistas sobre su identidad, limitándose a esa auto-
representación, de manera que los demás supieran que no iban a ser
invadidos. Esta condición protectora alienta una forma de cosmopolitismo,
que surge del confort que se siente entre extraños, pues su presencia supone
un tipo de estimulación que no exige identificación con ellos. De este modo,
este cosmopolitismo simmeliano consistiría en una mezcla de diferencia e
indiferencia.
Como indica Sennett, la cuestión de la indiferencia social había sido ya
tematizada por Tocqueville, quien observó cómo el individuo moderno
permanecía absorbido por los asuntos propios de su esfera íntima, y cuando
se encontraba fuera de ese ámbito, pese a mezclarse con sus conciudadanos,
no era capaz de sentirlos, manteniéndose ajeno a sus destinos. Sin embargo,
para Simmel la indiferencia no sería meramente destructiva, pues se trataba
de un ingrediente necesario para el sostenimiento de ese ámbito público de
carácter cosmopolita (Sennett, 2008).
En resumen, Simmel observó cómo los habitantes de las ciudades
creaban una forma de racionalidad que aportaba orden a la caótica vida
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evolución de los usos y las formas que tiene lugar en una ciudad conforme
va siendo habitada en el tiempo por gentes diferentes que van introduciendo
actividades y comportamientos variados sobre la extensión urbana, como
expresión de la creatividad social. La sumisión del urbanismo a un sistema
de tipo cerrado ha tenido un efecto paralizante para la evolución de las
ciudades, incapacitando a sus habitantes para participar activamente en la
vida y transformación continua de la ciudad, convirtiéndose, en cambio, en
meros ocupantes pasivos de la misma. Por ello, en busca de efectos
liberadores, Sennett propugna que se acuda al modelo abierto también en la
concepción de lo que ha de ser la ciudad26.
Consecuentemente, se opone a la concepción del dominio público
como un ámbito fijado y cerrado por una legislación racional, entendiendo
que debe estar abierto al conflicto, a través de la mutua exposición e
interacción de las diferencias, por lo que se trataría de generar un espacio
dinámico y fluido. Recurrir al modelo abierto significa entender el dominio
público como proceso, fomentar su dinamismo a partir de su apertura al
contexto, a los cambios y las disrupciones.
Sin embargo, previene Sennett, sería erróneo concluir que esté
defendiendo una desregulación al estilo neo-liberal, pues lo que se trataría
de distinguir es qué tipo de reglas van a guiar el diseño del espacio público o
de la propia ciudad, apostando por aquellas que tiendan a abrir el entorno al
cambio antes que a estabilizarlo, que permitan su auto-revisión, mediante el
trabajo transformador del tiempo (2008). Los rituales y las prácticas
culturales que conforman el dominio público, a su vez, también pueden ser
abiertos o cerrados. Pese a que suele interpretarse como el aspecto más
fuertemente determinado, y por tanto, más resistente a los cambios y las
novedades, lo cierto es que los rituales no son inherentemente estáticos,
sino que también presentan capacidad de innovación, facilitando la
adaptación a contextos cambiantes (Sennett, 2008; y 2012, pp. 88-89)27.
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atendiéndose mútuamente.
En este sentido, las propuestas de la democracia deliberativa ofrecen un
marco teórico en el que situar las ideas y propuestas de Sennett. Esta teoría
se distingue por situar en primer plano los procesos mediante los que se
forma la voluntad, por los que se llegan a acuerdos o se mantienen los
desacuerdos, pudiéndose producir una transformación de las preferencias.
Se trata de que las diferentes posturas o ideas puedan ser justificadas
argumentativamente, lo que conlleva un compromiso con la racionalidad y la
imparcialidad en la discusión (Elster, 2001, pp. 21-23). Así se defendería la
idea de que lo fundamental en un proceso democrático no radica tanto en el
momento de la decisión –que suele obedecer a la regla de la mayoría-, sino
en la posibilidad de examinar conjuntamente las razones que aportan los
distintos afectados, lo que requiere de un esfuerzo de reflexión, apertura y
consideración ante las razones de los demás, que alcanza a la revisión de
mis propios planteamientos. Para Gutmann y Thompson el propósito del
debate no es alcanzar puntos de encuentro definitivos, sino establecer un
suelo común en el que puedan convivir respetuosamente las diferencias. En
ese sentido, el consenso no sería el objetivo de la deliberación, sino más
bien se trataría de lograr una reducción razonable de las discrepancias a
partir del intercambio público de razones. En relación a ello, estos autores
destacan el carácter procesual y abierto de la deliberación, que lleva a la
considerar sus resultados como provisionales y, por tanto, revisables en el
tiempo (Gutmann y Thompson, 2004, p. 6).
Sennet reconoce que a través de la deliberación pública los ciudadanos
pueden tomar conciencia de puntos de vista ajenos, percatándose de la
presencia de las diferencias, mientras se va abriendo la posibilidad de
explorar formas divergentes y alternativas de actuar, pensar y vivir, que no
ofrecen un fácil encaje entre sí (1998, p. 19). La deliberación, así pues, tal
como la concibe este autor, sería el camino que permite explorar
cooperativamente la posibilidad de desarrollar proyectos comunes a partir
de las divergencias que conforman una sociedad compleja, de manera que no
traten de imponerse por la fuerza unos puntos de vista sobre otros, sino que
las discrepancias se puedan tratar mediante un intercambio constructivo de
razones.
En distintos momentos este autor manifiesta sus recelos ante los
proyectos de vida colectiva que pretenden asentarse sobre una identidad
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&I&RVHU
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pp. 150-151).
Esa noción procesual y conflictiva de la vida pública que lleva a cabo
Sennett le acerca, a mi juicio, a la posición desde la que Gutmann y
Thompson reivindican el papel de la deliberación, en la medida en que para
ellos se trataría de un proceso dinámico y abierto que da lugar a resultados
provisionales, pero que permite establecer una convivencia pacífica de las
diferencias. Para Sennett, cuando los extraños se ven impelidos a interactuar,
el resultado no tiene que consistir en el descubrimiento de una identidad
compartida, ni resolverse en una atomización disgregadora, sino que abre la
posibilidad de elaborar conjuntamente un dominio público impersonal, del
que forman parte no solo las razones o intereses enfrentados, sino también
formas de expresión y comunicación públicas. Así, la se trata de afrontar los
conflictos aceptando que no se vaya a llegar a una completa resolución, pero
se facilita de esta manera el reconocimiento mutuo
Su caracterización del dominio público como un sistema abierto
representa esa idea del dinamismo y reversibilidad que sugiere la
comprensión presentada sobre la deliberación, que no sería incompatible en
el caso de Sennett con el recurso a la negociación o las soluciones de
compromiso, en la medida que permiten salir adelante entre la
problematicidad de la vida cotidiana . La necesidad de la deliberación se
30
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de teatro, habría sido capaz de crear una realidad propia a través de sus
convenciones, a través de un modelo de credibilidad propio y autosuficiente,
que superaría la amenaza de irrealidad de la actuación (Sennett, 2002a, pp.
184 ss.). La asunción de lo público como el terreno propio de lo impersonal y
lo convencional permitió que se estableciera una distinción complementaria
y equilibrada, no contradictoria entre lo público y lo privado. Así, afirma
Sennett que ambas esferas eran moléculas de la sociedad, es decir, que
existía una continuidad funcional entre ambas, puesto que en la experiencia
humana todo estaría conectado (2002a, p. 225; Halloran, 1981, p. 323). De
este modo, si el dominio público se reconocía como el lugar propio del
artificio, en el hogar se encontraba cierta complementariedad mediante su
consideración como un espacio más próximo a lo natural.
Pero el elemento clave para el sostenimiento de ese equilibrio era la
preponderancia de la impersonalidad en el ámbito público, pues no se
entendía aún que la idea de que la personalidad pudiera constituir un
principio social. No se había extendido una consideración negativa de la
convencionalidad, y se podía tratar lo público como algo significativo en sus
propios términos, manteniéndose de este modo un sentido adecuado de la
diferencia entre lo público y lo privado (Halloran, 1981, p. 323). Fue la
irrupción de la personalidad la que quebró ese equilibrio, acarreando una
desvalorización de lo público entendido como el reino de la artificiosidad.
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la vida moderna39. Por un lado, para Parsons la familia nuclear era la más
adecuada, pues al carecer de las obligaciones de parentesco propias de la
familia extensa, el individuo se siente más liberado para participar en un
mundo exterior burocratizado y universalizado (Sennett,1970b, p. 48). La
familia actuaría como mediador con la sociedad, acostumbrando al individuo
a la la existencia de un poder segmentado, a la separación de las diversas
esferas de la vida social, propiciando que se perciba a sí mismo como un ser
fragmentado, limitado, y preparándole así para ser capaz de sustentarse a sí
mismo y de autojustificarse (1970a, p. 68). Por el contrario, Ariès sostenía
que la familia nuclear es disfuncional, ya que tiende a sobreproteger a los
niños, que se ven privados de muchas experiencias propias del mundo
adulto, encontrando a la larga más dificultades para ingresar en él. En
cambio, las familias extensas son menos protectoras, por lo que en un
contexto moderno podrían preparar mejor al individuo para que sea capaz
de arreglárselas por sí mismo (Sennett, 1970b, p. 48).
Union Park era un vecinadario socialmente homogeno, en el que
dominaba la familia nuclear formada por unos cuatro miembros, si bien
había casos de familia extensa formados a partir de un núcleo previo al que
se añadía un nuevo miembro -habitualmente un hermano trasladado a la
ciudad- (Sennett, 1970a, p. 72)40. La migración a la ciudad implicaba una serie
de cambios que incidían en el nuevo papel que desempeñaba la familia. Así,
se vieron forzados a dejar atrás la antigua red de grupos primarios, pero
eran incapaces de recrear, en el nuevo entorno, una vida comunitaria activa41.
El valor que otorgaban al ahorro y la contención, como signos de
respetabilidad, por otro lado, no facilitaba que desarrollaran relaciones
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[...]particular variedad de grupo social en la que los hombres creen que ellos
comparten algo juntos. El sentimiento de comunidad es fraternal, envuelve
algo más que la admisión de que los hombres se necesitan mutuamente en el
sentido material. El vínculo de comunidad es el de percibir identidad común,
un placer en reconocernos a “nosotros” y “lo que somos” (Sennett, 2001a, p.
70).
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(Sennett, 2002a, pp. 23-24, y cap. 10). Así, la retirada hacia la vida interior
lejos de culminar en un descubrimiento del propio yo, se resuelve en
incapacidad para contactar con extraños (Ferrer y Morello, p. 145).
En definitiva, Sennett estima necesario superar la negatividad de unas
relaciones sociales reducidas a transacciones íntimas, que da lugar a la
formación de una imagen falsificada de la sociedad, como una personalidad
colectiva, para propiciar la construcción de una nueva forma de sociedad, no
sometida a los parámetros de la comunidad, sino recuperando su ser propio,
la impersonalidad, reforzando así el ideal cosmopolita (1980, pp. 76- 103).
Lasch ofrece, a juicio de Giddens (1995), una percepción del fenómeno
del narcisismo cercana a Sennett. Así, Lasch considera que en el mundo
actual los individuos se sienten incapaces de controlar los sucesos que
ocurren en su entorno, por lo que se ven forzados a replegarse en sí mismos,
atendiendo a sus propias preocupaciones, y desarrollando estrategias de
supervivencia privadas. De este modo, se centran en desarrollar nuevas
formas de intimidad que les aporten seguridad y bienestar. De ahí que
también considere Lasch que la sociedad actual propicia un tipo de
personalidad narcisista, reforzada por un consumismo que fomenta las
apariencias y el cumplimiento de los deseos narcisistas. El individuo
requiere constantemente sentir la aprobación de los demás para sentirse
bien, de manera que el narcisismo consistiría en el intento de compensar
psicológicamente esa inseguridad. En sus relaciones, los individuos
narcisistas ansían encontrar satisfacciones de tipo emocional, pero
manteniendo al mismo tiempo el desapego de un yo incapaz de entregarse o
de entender las necesidades de los otros.
Giddens muestra su desacuerdo con estos análisis en varios puntos
fundamentales. En primer lugar, respecto al modo de considerar la relación
entre el individuo y la vida pública, entiende que la complejidad de la vida
moderna no debe interpretarse exclusivamente en términos de hostilidad
hacia el individuo, de alienación, ya que si bien aumenta los riesgos, también
presenta más oportunidades de participación, propiciando incluso una vida
más cosmopolita. De este modo, los individuos no se retiran pasivamente del
mundo exterior, sino que están comprometidos e intervienen activamente en
él. Por otro lado, más que ver en el narcisismo la condición propia del yo
contemporáneo, Giddens lo interpreta como una patología más (1995,
pp.215-229).
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esperados ante una situación particular. El rol, desde este punto de vista, se
define como “una respuesta típica a una expectativa simbólica” (Berger, 1990,
p. 136). La teoria de roles observa la existencia social de la persona como la
participación en distintos contextos dramáticos a través del desempeño de
los distintos papeles. Esta perspectiva lleva a juzgar a la persona como un
repertorio de papeles, cada uno de ellos provisto de una determinada
identidad (Berger, 1990, pp. 149-150). Cada papel específico, así pues, lleva
aparejado ciertas acciones, pero también las actitudes y emociones que
corresponden a esos comportamientos. La identidad, pues, está ligada a la
conducta que habitualmente realiza un individuo ante situaciones sociales
específicas. El desempeño de esos papeles no se lleva a cabo, habitualmente,
de manera reflexiva y deliberada, pues su incorporación permite realizarlos
de manera espontánea. No solo la acción, sino el propio actor es modelado
por el rol, hasta el punto que llega a convertirse en el papel que desempeña
(Berger, 1990, p. 139).
La consideración del ser humano como un participante en diversos
escenarios dramáticos a través del desempeño de los roles correspondientes
lleva a poner de manifiesto que las identidades, en tanto van aparejadas a
los roles, son conferidas, mantenidas y transformadas socialmente. Durante
el proceso de socialización, tal como lo describió Mead, los niños aprenden a
realizar papeles interaccionando con otros57. Así, a través de juego adoptan
papeles imaginarios, asimilando su importancia para la vida social. Cuando
logra una percepción clara de la sociedad es cuando puede formarse una
imagen definida de sí mismo. Para mantener la imagen formada del sí mismo
es imprescinible obtener el reconocimiento de los otros en los contextos
adecuados; así pues la identidad no es algo que se dé por garantizado, pues
su estabilidad requiere precisamente de los actos de reconocimiento social.
Si éstos fallan, también acaba por venirse abajo la imagen que uno tenía de sí
mismo (Berger,1990, pp. 141-143).
Gerth y Mills incidieron en el origen institucional de los roles, estando
implicados en el contexto social. Los diversos roles que una persona
desempeña serían segmentos de las diversas instituciones y situaciones por
las que se desplaza. Según estos autores, el niño constuye un otro dentro de
sí a partir de la figura del padre –más tarde, el jefe-, que actúa como el rol
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las prácticas heredadas del pasado. Por contra, en la vida moderna la mirada
hacia el futuro que orienta la acción se encuentra con el carácter abierto del
porvenir, que aparece como una conjunción de riesgos y oportunidades a los
que el individuo ha de hacer frente careciendo de la solidez de los puntos de
apoyo tradicionales, resultando, por ello, más nítida la llamada a hacerse
cargo de su propia vida, a construir su identidad personal.
La identidad del yo, cuando está bien desarrollada, presenta la forma de
una biografía, de la que el individuo adquiere conciencia reflexivamente,
siendo capaz de revisarla y llegando, así, a poder conocerse a sí mismo. Así
pues, en palabras de Giddens, se trata de la “continuidad del yo interpretada
reflejamente por el agente” (1995, p. 72). Si no alcanza dicha meta, el yo
puede verse invadido por un sentimiento de vergüenza, que este autor
define como la angustia referida a la dificultad de construir esa biografía
coherente.
El individuo que se desenvuelve en un orden post-tradicional se ve
impelido continuamente a hacer elecciones entre una pluralidad de vías de
acción, sin encontrar para ello el soporte, en forma de criterios fijos, que
ofrecía la sociedad tradicional, por lo que debe tratar de integrar las diversas
opciones escogidas en una crónica coherente del yo. En este sentido,
Giddens señala la centralidad del concepto de estilo de vida, entendido como
el conjunto de prácticas que desarrolla el individuo de manera integrada,
convirtiéndose en rutinas que reflejan una orientación básica, si bien
siempre se encuentran abiertas al cambio y la revisión, en consonancia con
el carácter móvil y abierto del yo.
La conciencia de la subjetividad, no obstante, no antecede a la conciencia
que tenemos de la presencia de los otros, sino que antes bien la subjetividad
deriva de la intersubjetividad, mediante la adquisición y uso del lenguaje y
de la confianza que otorgamos a los otros. Si el individuo logra adquirir un
sentido normal de su propia identidad, esta se mostrará, pues, en una
sensación personal de continuidad y coherencia biográfica, reconociéndose a
sí mismo como una persona, que sabe qué hace y por qué lo hace,
distinguiéndose, en definitiva, por su “capacidad para llevar adelante una
crónica particular” (Giddens, 1995, p.74) 60 . Sin embargo, la abundante
reflexividad acerca del yo ofrece numerosas y variadas muestras de
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roles y las formas de reaccionar ante ellos pueden encontrarse diversos tipos
de personas, cuando está dominada por un rol clave, este se convierte en el
eje de su carácter (Gerth y Mills, 1984, pp.114-119). En ese proceso es
importante el desarrollo de hábitos, que requieren la oportunidad de
practicarlos de manera rutinaria, aportando seguridad al individuo. De esta
forma, los impulsos se socializan en actividades que son consideradas
adecuadas socialmente (1984, pp. 140-144).
La persona, pues, se forma en un contexto institucional, al interiorizar los
diversos roles, las expectativas ligadas a ellos y las motivaciones para su
cumplimiento; consecuentemente, es estimada socialmente de acuerdo con
su manera de desempeñar esos roles (Gerth y Mills, 1984, pp. 167ss.). En
relación a ello, Gerth y Mills consideran que los rasgos de carácter surgen
por mediación de las relaciones interpersonales, vinculados a contextos
institucionales e interpersonales, influyendo las maneras en que los demás
evalúan esos rasgos. Cuando se trata de una sociedad en que la mayoría de
sus roles obedecen a un principio similar, los rasgos de carácter que se
formen en un contexto podrán operar con facilidad en otros contextos; en
cambio, cuando predominen los roles especializados en instituciones
autónomas, tenderán a ser más segragados y específicos (1984, pp. 177-179).
En definitiva, la biografía de una persona consiste en las transformaciones
que se producen en el carácter como resultado del abandono de ciertos roles
para asumir otros nuevos (1984, p. 163).
Según Mesienhelder (1991), la propuesta de Gerth y Mills permite
reintroducir una aproximación más estructural a la noción de carácter, que
representaba la intersección entre la persona y la sociedad. Así, el concepto
de carácter social les permitiría describir cómo la estructura social conforma
la agencia individual. Los roles sociales jugarían, en ese proceso, un papel
mediador, pues incorporan las reglas institucionales y las expectativas e
identidades personales. El carácter social permite expresar los sentimientos
individuales traduciéndolos en significados y roles sociales (Meisenhelder,
2006, pp. 61- 62). La estructura de carácter integraría, para estos autores, la
estructura psíquica con los roles sociales, lo que se efectuaría mediante el
proceso de socialización y el lenguaje. Por ello, el carácter es eminentemente
social y, por lo general, una persona desea lo que es aprobado socialmente,
ya que incluso muchos de sus aspectos íntimos estarían en realidad
modelados socialmente (Meisenhelder, 1991, pp. 61-62).
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desde este punto de vista, debido a la evolución de los mercados libres, sino
más bien gracias a la transformación estructural que llevaron a cabo las
empresas primero, y luego otras instituciones sociales y políticas, adoptando
un modelo de organización de origen militar. Como resultado, los
trabajadores pudieron aspirar ya a una posición más segura y reconocida, de
manera que la inclusión se convirtió en elemento clave que permitió el éxito
del capitalismo social, aportando por fín la estabilidad necesaria al sistema.
Los inversores, por su parte, dejaron de primar la inmediatez de la ganancia
en favor de la seguridad. En definitiva, la búsqueda de orden se convirtió en
el principio rector no solo de la actividad económica, sino también de la
política, que se sometieron siguiendo este propósito a un profundo proceso
de racionalización, descrito por Weber (Sennett, 2007, pp. 23-24).
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7.1.4 Las deficiencias del sistema piramidal y del fordismo. Una rigidez
deshumanizadora
Como se ha visto, según la interpretación clásica de Weber, la
organización burocrática se distinguía por la alta eficiencia que alcanzaba;
pero es justamente esta afirmación la que ha sido objeto de réplicas, más
que estrictamente su definición de la burocracia, que es en general bastante
aceptada. La organización científica del trabajo que reforzó el sistema
burocrático piramidal también haría patentes sus limitaciones, que afectan
de manera particular a las relaciones personales, y que estarían justificando
los cambios organizativos que han de acometer las empresas.
Merton llama la atención sobre el hecho de que la presión que el
sistema ejerce sobre los funcionarios puede resultar contraproducente, pues
impide que desarrollen la flexibilidad suficiente en la aplicación de sus
destrezas para responder a las modificaciones que se produzcan en el
ambiente. El seguimiento de las reglas, de este modo, se convierte en un fin
en sí mismo, en lugar de ser un medio para la consecución óptima del fin
previsto. La excesiva rigidez en el seguimiento de las normas redunda en
una formalización excesiva en el desempeño de las tareas, que se traduce en
la incapacidad general del sistema para adaptarse de forma eficiente a
aquellas circunstancias que no estuvieran previstas en la reglamentación
general (Ruiz Olabuénaga, 1995, pp. 163-164)88.
Toffler considera que la burocracia piramidal era el modelo adecuado
para una sociedad industrial, ya que propiciaba un funcionamiento y una
producción estandarizadas, acorde a una sociedad culturalmente homogénea
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tienen además una gran influencia sobre otros fenómenos. De esta manera,
no es extraño que se hable que nos encontramos ante una nueva fase del
capitalismo, designándose de diversas maneras según la perspectiva que se
adopte -capitalismo tardío, nuevo capitalismo, etc.-. Se debe entender,
consecuentemente, que esta nueva fase presenta una serie de características
que no se encontraban, o bien no estaban suficientemente desarrolladas, en
las fases o períodos anteriores de la economía capitalista.
En los años 70 autores como Bell o Touraine teorizaron sobre los
cambios que estaban produciéndose en la sociedad industrial-capitalista,
hasta el punto de defender que se había entrado en una nueva fase, la
llamada sociedad post-industrial. En las décadas posteriores, sin embargo, los
cambios que siguieron produciéndose acabaron por sobrepasar las
descripciones que proporcionaba este modelo, de manera que nuevos
conceptos y teorizaciones han surgido para dar cuenta que las dinámicas
económicas, políticas y sociales que dirigen la vida de las sociedades del
presente.
De este modo, la tendencia que parece guiar la actividad económica
actual, como destacan la mayoría de analistas económicos y sociales, es la
que conduce hacia la globalización. Sin embargo, junto a ese movimiento de
innegable trascendencia, Sennett pretende llamar la atención sobre un
conjunto de cambios paralelos al fenómeno de la globalización, producidos
fundamentalmente a nivel organizativo-institucional. La implantación
progresiva de formas de organización más flexibles y descentralizadas, en
forma de red, gracias a la aplicación de los avances tecnológicos, permite
ofrecer respuestas más rápidas y eficientes a los cambios en el entorno. En
consecuencia, se puede percibir importantes transformaciones en la
organización del trabajo, que han llevado a algunos autores a emplear la
etiqueta de post-fordismo para referirse a esta nueva situación.
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Así pues, para algunos autores se estaría entrando en una nueva era en
la producción capitalista, que vendría a sustituir el viejo modelo fordista,
por un nuevo modelo caracterizado por la flexibilidad y guiado por el
imperativo de innovación permanente, como forma de dar respuesta a las
demandas de unos mercados altamente diversificados. En cualquier caso,
siguiendo a Giddens, pueden señalarse las tendencias que de manera más
nítida parecen apuntar hacia una transformación de las prácticas laborales
fordistas, las cuales se encuentran interrelacionadas. Así, destacan la
producción flexible, la producción en grupo y la multicualificación.
La producción o especialización flexible trata de responder a la
necesidad de producir cantidades más reducidas e individualizadas de
productos o servicios, lo que se logra mediante una descentralización del
proceso productivo, con la formación de grupos de trabajo reducidos y no
jerárquicos -cuyos integrantes están muy cualificados gracias a una
formación continua-, y que se sirven de las nuevas tecnologías y técnicas de
producción innovadoras para ofrecer los resultados requeridos. De este
modo, se pueden introducir con mayor facilidad pequeños cambios en el
diseño, ofrecer una variedad de opciones, o modificar determinados rasgos,
con lo que poder satisfacer de una manera más personalizada las exigencias
variadas y cambiantes de los consumidores.
La segunda práctica sería precisamente la producción en grupo. Se
pretende superar la forma tradicional de trabajar, rutinaria y repetitiva,
entendiendo que los empleados estarán más motivados si pueden participar
de forma más activa, formando parte de grupos de trabajo. El trabajo en
equipo permite mejorar la eficiencia y la rentabilidad en el desarrollo de los
productos, así como resolver los problemas que se plantean de una manera
más creativa. Al valorar las aportaciones de sus miembros en la definición y
realización de las tareas que desempeñan o las funciones que realizan, se
logra obtener el máximo partido de sus capacidades. Como contrapartida, se
espera de los empleados que trabajen de manera más fluida, que sean
capaces de integrarse con el tiempo en diferentes grupos destinados a
desarrollar proyectos específicos..
El tercer aspecto a resaltar es la multicualificación. Puesto que en este
contexto no se pide a los empleados que realicen una tarea específica a lo
largo del tiempo sino que demuestren una capacidad para realizar
diferentes tareas según las necesidades, el tipo de trabajador que demandan
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nuevo modelo.
Pero ya se puede constatar qué la inclusión, la fiabilidad o la
durabilidad están dejando de ser valores axiales en la organización del
trabajo, marcada ahora por la urgencia del beneficio de unos actores que
eluden su responsabilidad, minando peligrosamente la confianza y, por
tanto, amenazando la sostenibilidad de cualquier proyecto a largo plazo. Un
ser humano abocado a una situación de permanente provisionalidad, en la
que sus relaciones sociales e institucionales o sus habilidades profesionales
son periódicamente recicladas, contando con escasos apoyos legales y
sociales, difícilmente va a poder realizarse como una persona autónoma y
socialmente vinculada. El despliegue de sus capacidades requiere de un
marco adecuado, que ofrezca las garantías necesarias al tiempo que
oportunidades para la participación activa de los individuos, y en el que se
manifieste una voluntad decidida de permanencia incorporando como
horizonte ineludible la responsabilidad social que incumbe a cualquier
actividad institucional.
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Por un lado, sostiene que resulta más dañino para un individuo padecer un
juicio general y vago sobre sus cualidades personales y sus potencialidades,
que recibir una amonestación por un fallo cometido en la realización de una
tarea específica. Así, afirmar de alguien que tiene escasa potencialidad no le
ayuda a identificar en que consiste su fallo ni le impulsa a desarrollarse y
mejorar (2003a, p. 88). Por otro lado, cuando se fomenta el cambio, el
desapego, o la apertura permanente, no se ayuda a generar una sensación de
continuidad en la experiencia. En ese sentido, Sennett habría constatado que
los trabajadores jóvenes de estas empresas sienten que no pueden sacar
provecho de la educación recibida, se muestran reacios a establecer
compromisos, o manifiestan dificultad para formarse una sensación de
permanencia, al mostrarse incapaces de pensar sobre sus vidas en el medio
plazo (2006d, p. 165). En un ambiente laboral sometido al flujo constante, no
es fácil disponer de las herramientas necesarias para poder ensamblar las
experiencias, generando un flujo narrativo que permita conectar el presente
con el pasado y el futuro, por lo que el individuo se forzado a intentar
sobrevivir en la inmediatez, sin poder llegar a adquirir una conciencia
medianamente clara no solo de su propia situación, de sus posibilidades y
aspiraciones, sino tampoco del funcionamiento profundo del mundo
institucional por el que transita diariamente.
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Sennett, la nueva ética del trabajo resulta ser menos benigna de lo que
prometía.
La falta de autoridad en el juego del poder, acorde a esta nueva ética,
propicia según Sennett, la irrupción de un nuevo tipo de carácter, que Rorty
denomina el hombre irónico, acorde con la fragilidad, la provisionalidad y la
falta de consistencia de las relaciones humanas en el nuevo orden económico,
tratándose de un yo incapaz de reconocer su propia sustancialidad y de
enfrentarse a la realidad existente (Sennett, 2000, p. 122). Se trataría, a mi
juicio, de un ser humano desarmado éticamente, incapacitado para elaborar
narrativamente su vida, para establecer vínculos estables con los otros, para
comprender las necesidades ajenas o para adherirse a proyectos colectivos.
La prevalencia institucional del cortoplacismo tiene efectos destructivos
para el mantenimiento de las relaciones sociales, quebrando así la dimensión
fundamental del carácter. Según recuerda Sennett, los lazos sociales más
significativos –como los que sustentan la lealtad, la confianza o la obligación
mutua- necesitan de tiempo para desarrollarse y solidificarse, tiempo que no
concede la nueva arquitectura institucional. Por contra, las relaciones que se
establecen para un periodo corto de tiempo, como ocurre en los equipos,
tienden a ser superficiales y a generar confusión; mientras que el
acortamiento de la relación con las organizaciones –ya se trate de una
consultor o un trabajador temporal- provoca una disminución de la lealtad
(1997b, p. 169; y 2001c, p. 330).
En mi opinión, Sennett trata de no conformarse con la degradación del
carácter que acarrea el modelo flexible, tras haber demostrado que está lejos
de ser verdaderamente liberador para el individuo, aunque sin pretender
aferrarse por ello nostálgicamente al viejo orden burocrático y su ética
correspondiente, pues no hay que olvidar que pese a las certezas que ofrecía
actuaba como una jaula de hierro que limitaba el desarrollo personal (2000,
p. 104). En cambio, recurre a una visión más equilibrada del ser humano
como la ofrecida por Pico della Mirandola, considerándolo como hacedor de
sí mismo a partir del reconocimiento de su naturaleza histórica y flexible.
Desde este punto de partida, cabe resaltar el potencial creador y
transformador de lo humano, la capacidad de dar forma a la experiencia
(2000, pp. 106-107). Según Sennett, la cuestión sobre “¿cómo debo moldear
mi vida?” planteada por el autor renacentista no se responde adecuadamente
desde la tradicional ética del trabajo ni desde la nueva, pues como se ha
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emocional o afectiva ante las dificultades que les asaltan. En este caso, ya no
se trata de expresar insatisfacción o protesta ante una situación de
explotación sistemática, sino que los individuos situados ante una realidad
institucional inestable e inconsistente, estarían más bien manifestando
desconcierto y una insatisfacción honda y difusa ante la misma, en forma de
sensación de desapego, impotencia, inutilidad o indiferencia, o mediante la
pesistente sensación de ir a la deriva. Se trataría de una sintomatología que
refleja la corrosión del carácter que caracteriza los tiempos actuales (Smith,
2007, pp. 197-198).
Como señala Smith acertadamente, en los diferentes estudios de
Sennett se presentan a unos seres humanos preocupados por dar sentido a
sus acciones, integrándolas en un marco significativo amplio, para lo cual en
nuestras sociedades el trabajo desempeña un lugar axial. En relación a esta
idea, la tesis que se esforzaría por demostrar Sennett en sus trabajos
recientes es que el marco instititucional en que los individuos desarrollan su
actividad cotidiana hoy en día, proporcionado por el Nuevo Capitalismo, no
puede cumplir la función de servir como un contexto apropiado para
encuadrar y posibilitar el desarrollo personal (Smith, 2007, p. 198). Si bien
en trabajos anteriores se había esforzado en desvelar las carencias del
modelo burocrático y fordista, en el sentido de fomentar una dependencia
paternalista o de limitar la creatividad o la iniciativa, en tiempos más
recientes ha podido constatar que la emergencia de un nuevo estilo de
organización y trabajo no está resultando liberador, sino antes bien, está
provocando nuevos modos de dependencia e incompletud.
La primacía por el corto plazo, la perentoriedad del cambio continuo,
la superficialidad de las relaciones, la elusión de la autoridad, o la defensa
de un tipo de carácter flexible y adaptable, conforman un contexto que no
resulta propicio para llevar a cabo la elaboración narrativa de la identidad
que permite el desarrollo humano, según la perspectiva que es reconocible
en Sennett. La experiencia fragmentada, caracterizada por la escasez de
puntos de apoyo y referencias, propicia la aparición de un yo inconsistente,
dubitativo e inseguro.
8.5 La corrosión del carácter provocada por las carencias del nuevo
modelo institucional
En el conjunto de la trayectoria intelectual de Sennett resulta de
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los empleados del sistema flexible, en relación con los cambios materiales y
culturales a los que tratan de hacer frente.
Siguiendo este camino, logra desarrollar una propuesta hermenéutica
que permite alcanzar una visión más profunda y amplia de los problemas
que han de afrontar los seres humanos en el mundo actual. El trabajo
interpretativo que ha llevado a cabo este autor, especialmente en los últimos
años, permite poner de relieve las dificultades y retos que asaltan a unos
individuos empeñados en dar sentido a su experiencia personal, en un
momento en que las instituciones que enmarcan de modo fundamental los
recorridos vitales de los trabajadores, parecen desentenderse de su situación,
de sus necesidades, sus aspiraciones, y en definitiva, de su destino.
Sennett percibe que la solidez y la permanencia están dejando de ser
los valores rectores de la actividad institucional, guiada cada vez más, en
cambio, por la búsqueda de la flexibilidad, la adaptabilidad y la inmediatez.
Las organizaciones flexibles desdeñan la experiencia acumulada y el
compromiso adquiridos a través del trabajo lento y constante realizado en el
tiempo, y que permite la consolidación de un saber técnico, de una relación
humana, y también del carácter personal. En su lugar, promueven la
disposición a cambiar, el desapego, o la adquisición de unas habilidades
móviles y adaptables como los rasgos adecuados que ha de demostrar poseer
un individuo para salir adelante en el contexto actual. La flexibilización de la
producción altera profundamente las formas de organizar el trabajo y de
distribuir el poder en el seno de las corporaciones, y como resultado la
posición de los empleados medios se está viendo debilitada. En relación a
ello, Sennett percibe agudamente cómo la flexibilización, lejos de redundar
en mayor autonomía, participación e incremento de las posibilidades de
mejora para los trabajadores; se está manifestando, antes bien, en
inseguridad, indiferencia, inestabilidad y en el desarrollo de nuevas formas
de dominio.
Por ello, puede concluirse que la mayoría de las personas estaría, en
realidad, padeciendo un proceso de desempoderamiento. Lo que pone de
relieve la perspectiva que escoge el autor estudiado, es que no se trata
meramente de una pérdida localizada en el nivel material o el legal –no se
produce sólo un descenso en los salarios o una mayor inseguridad jurídica-.
La apuesta por un análisis comprensivo permite contemplar unos seres
humanos que expresan sus carencias e impedimentos para integrar sus
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9.2 La cooperación
Hasta este momento se ha priorizado una descripción de la artesanía
como un modelo de desarrollo personal en relación a la actividad productiva,
fundamentalmente en forma de trabajo. Sin embargo, el trabajo tiene un
esencial componente social, ya que la mayor parte de tareas requieren del
esfuerzo coordiando de varias personas. Por otro lado, a lo largo de este
trabajo se ha insistido en la centralidad que adquiere en el pensamiento y la
obra de Sennett la problemática vinculada al sostenimiento cotidiano de una
vida social compleja, afrontando las dificultades que plantea la vida en
común entre los diferentes, así como reivindicando sus virtualidades para el
desarrollo humano. En este apartado se va han a retomar algunos aspectos
relacionados con este tema, para repensarlo desde la perspectiva que ofrece
la idea de artesanía que defiende este autor, lo que permitirá enriquecer su
tratamiento con aportaciones nuevas, matizando o complementando algunas
afirmaciones presentadas con anterioridad.
El núcleo de su argumentación lo constituye una consideración del ser
humano como homo faber; así se apoya en la idea de que “el Hombre es
producto de sí mismo, creador de la vida por medio de prácticas concretas”
(2012, p. 11). La noción de artesanía que propone este autor, según se ha ido
planteando, se articula con una visión amplia de lo humano, entendiendo
que posee una serie de potencialidades susceptibles de desarrollarse a través
de la actividad práctica, lo que implica ponerse en relación con los otros,
interactuar con el mundo material y social del que formamos parte. La
capacidad para intervenir en la realidad mediante la acción supone también
poder actuar sobre nosotros mismos, entendiendo que esa realidad tiene un
carácter fundamentalmente compartido, por lo que el desarrollo personal y
social aparecen íntimamente ligados en los planteamientos del autor
estudiado. En ese sentido, la idea de cooperación, elaborada desde un
enfoque artesanal, le permite a Sennett ahondar en sus propias concepciones
sobre la vida en común, abriendo nuevos horizontes para la reflexión.
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conversación. A partir de aquí, según sostiene este autor, surgen dos formas
de conversación, la dialéctica y la dialógica, tratándose de dos
procedimientos que, sin ser excluyentes entre sí, conducen hacia resultados
diferentes.
El objetivo de la conversación dialéctica es alcanzar el entendimiento
entre las distintas partes estableciendo un suelo común que lo permita, de
manera que los opuestos vayan resolviéndose en síntesis o acuerdo. La
habilidad, en este caso, se muestra en la capacidad para detectar aquellos
elementos que permiten sostener la elaboración de ese espacio compartido,
lo que suele encontrarse más en lo que no se dice porque se da por supuesto
que en lo explícitamente declarado. También destaca una habilidad
reconocible en los diálogos platónicos, consistente en saber reformular en
otras palabras las declaraciones de manera que se produzca un
desplazamiento de lo planteado, introduciendo así una duda que reclama
mayor atención de los participantes. En la conversación dialógica, en cambio,
no se trata de lograr ese entendimiento que permite concluirla, sino que
permanece indefinidamente en un estado de apertura, sin buscar una
finalidad concreta, de manera que la conversación puede discurrir por
direcciones no determinadas previamente. Aquí se trata igualmente de
atender a lo no declarado para hacer avanzar la conversación, tratándose
ahora de captar ciertos detalles o aspectos específicos. El intercambio, así, se
construye de abajo hacia arriba, lográndose también una mejora de la
comprensión mutua114.
Cuando se prioriza la escucha sobre la aserción, se propicia el
reconocimiento mutuo, que puede expresarse en forma de simpatía o de
empatía115. La primera consistía en una forma de identificación con el otro
propiciada por un acto de la imaginación, de manera que la experiencia ajena
se percibe como si fuera propia. La segunda no alcanza ese grado de
idetificación, pero movida por la curiosidad propicia un encuentro fructífero
con el otro, permitiendo reconocer a la persona en sus propios términos. La
empatía estaría ligada al intercambio de tipo dialógico, en el que se puede
obtener el placer social de estar con otras personas sin la compulsión de ser
iguales, es decir, manteniendo cierta distancia que permite obtener un
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aprendizaje sobre las diferencias (2012, pp. 35-43). Se trata, por tanto, de
una forma de interacción social particularmente adecuada para desarrollarse
en el contexto de una sociedad compleja, donde –según la visión que
defiende reiteradamente Sennett- asalta contínuamente la ambigüedad o
chocan las diferencias, en el que rara vez se llega a soluciones definitivas,
permaneciendo más bien como un proceso abierto en el que las piezas no
acaban de encajar. En este sentido, la curiosidad ayuda a atender a las
necesidades o valores de los demás, sin exigir una comprensión plena del
punto de vista del otro, ni el logro de un acuerdo que supere las diferencias
de perspectiva, pero ayuda a establecer una convivencia en una situación de
apertura permanente a nuevas propuestas o la aparición de nuevos
problemas. Las instituciones actuales, sin embargo, según observa Sennett,
no fomentarían las capacidades para interactuar en situaciones complejas
del tipo dialógico, desaprovechándose en buena medida las posibilidades de
la cooperación para el progreso social (2012, p. 44 y pp. 51-52).
La participación en una sociedad democrática y plural requiere de una
potenciación decidida de las habilidades comunicativas con las que cuentan
los seres humanos, aprendiendo a interactuar de manera constructiva con
los diferentes. La concepción deliberativa de la práctica democrática que
puede desarrollarse en un contexto urbano abierto, conforme a los
planteamientos de Sennett, podría reforzarse a mi juicio con esta idea de la
comunicación, especialmente en la medida en que este autor enfoca la
cooperación como como una habilidad susceptible de ser aprendida y
perfeccionada 116 . Se trataría, así pues, de una habilidad dialógica, que se
perfecciona en el trato con los demás, aprendiendo a escuchar y a considerar
las necesidades y los argumentos que plantean los otros, poniendo entre
paréntesis mis propios intereses, para poder así llevar a cabo algún objetivo
compartido. La comunicación entre extraños resulta especialmente compleja,
ya que la diferencia de perspectivas entre los diversos participantes puede
ser muy amplia, dificultando la posibilidad de encontrar lugares comunes,
en un proceso que suele estar viciado por incomprensiones mutuas.
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racional que le permite formar parte de la multitud sin ser absorvido por ella.
Saber desenvolverse en ese mundo heterogéneo requiere del florecimiento
de cierto tipo de habilidad, la socialidad, que se expresa en la capacidad para
manejar situaciones difíciles, sabiendo actuar entre personas diferentes sin
tener que sentirse próximo emocionalmente a ellas, pues se trata justamente
de mantener esa distancia protectora. Este tipo de comportamiento sociable
no aspira, así pues, a profundizar en la solidaridad, ya que está aspira a
lograr una elevada unidad o cohesión social, sino que se limita a asumir
conscientemente la presencia de los demás como seres diferentes,
aceptándolos precisamente en su especificidad, sin pretender identificarse
con ellos. Por ello, la tolerancia emerge como la virtud fundamental (Sennett,
2012, pp. 59-63).
En este sentido, Sennett reitera el importante papel desempeñado por
la empatía como una forma de adquirir conciencia del otro que no exige una
identificación emocional con él –como ocurre con la simpatía-, pues se apoya
en el trabajo de la curiosidad, que lleva a atender a la persona en sus propios
términos. De esta manera, la curiosidad anima a salir de uno mismo,
despertando el interés por las personas tal y cómo y son, sin estar guiados
por la pulsión de la semejanza. Sennett reivindica, consecuentemente, la
posibilidad de forjar un sólido vínculo social a partir de la consideración de
las diferencias y las disosnancias que se perciben. Para ello, es necesario que
las personas aprendan a mirar hacia afuera, ya que se trata de una habilidad
susceptible de interiorizarse y plasmarse en forma de hábito, a través de un
proceso en el que el propio yo es transformado (2012, pp. 39-40 y pp. 390-
391).
La descripción que propone Sennett de la vida social descansa en
buena medida en el establecimiento de un vínculo fundamental que ligaría el
escenario y la calle, entendiendo que las conductas que llevan a cabo los
individuos en público son equiparables a la actuación que desarrollan los
actores en el escenario –en ese sentido propone emplear el término
escenificación- (2012, p. 137)-. En esta concepción, juega un papel clave la
noción de rol, pues es precisamente la que permite engarzar ambas
realidades117. Tomando como punto de partida la teorización de Goffman,
observa que los actores sociales acoplan entre sí sus diversas
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ciudadanía.
Así, una de las preocupaciones que manifiesta Sennett de manera
reiterada tiene que ver con la tendencia hacia el aislamiento individual que
se produce en las sociedades modernas y que se habría agudizado en los
últimos tiempos como resultado de la flexibilización institucional propiciada
por el Nuevo Capitalismo. Según se observó anteriormente, este fenómeno
presenta una dimensión individual y otra social, aunque complementarias
entre sí. Así, la cultura y la forma de organización institucional y social que
impone el régimen emergente estaría incapacitando a los individuos para
conectar con los demás, así como para participar de manera activa en formas
de vida compleja. Como resultado, la vida social tiende a simplificarse, a
empobrecerse, cuando no a vaciarse –especialmente en lo que afecta a la
esfera pública-, desaprovechando las virtualidades que ofrece una sociedad
abierta y plural.
Los defensores de modelo flexible aseguran que concede mayor
libertad a los individuos, aportando nuevas y variadas oportunidades,
estimulando la iniciativa personal e invitando a participar activamente en los
cambios. Sennett denuncia lo engañoso de esta presunción, ya que cuando
los individuos carecen de unas densas redes informales de apoyo y
contactos cuentan con escasas posibilidades reales de prosperar por sí
mismos, siendo más dependientes de las oportunidades que ofrezcan las
instituciones. De esta manera, se ahonda en formas de desigualdad que
trascienden los índices materiales, manifestándose en las posibilidades con
que cuentan efectivamente los individuos para moverse por la sociedad en
red (2006a, pp. 72-73 y pp. 144-155). Paralelamente, cabe prestar atención a
una realidad laboral que tiende hacia una precarización general de las
condiciones del trabajo. El desmantelamiento –o cuanto menos, la
flexibilización- de las instituciones y políticas características del Estado del
Bienestar –en educación, salud o asistencia social-, ahondarían en la
percepción de inseguridad, desamparo, ansiedad y distanciamiento que
manifiestan los relatos personales (Sennett, 2000; y 2003a, pp. 185ss).
La cultura del Nuevo Capitalismo alienta la movilidad, la adaptabilidad,
la flexibilidad, la iniciativa o la originalidad, fomentando la imagen de un
individuo propenso a liberarse de las ataduras que le impiden disfrutar de la
libertad y de la posibilidad del cambio personal, menospreciando por contra
a quien manifiesta una necesidad de apoyo como muestra de debilidad. El
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Por otro lado, la defensa de una ciudadanía activa, acorde con una
concepción deliberativa de la vida democrática, implica situar en un primer
plano la cuestión de la participación. En unas sociedades marcadas por el
aislamiento, la segregación, y la indiferencia, se hace más acuciante la
necesidad de generar unos espacios donde sea posible la interacción y la
discusión públicas. El problema de base radicaría, precisamente, en lograr
que los individuos puedan sentirse conectados a los desconocidos. Sennett
observa con preocupación cómo el urbanismo contemporáneo tiende hacia la
disgregación y la homogeneización de los espacios, mientras las urbes
carecen de espacios que pudieran servir como foros públicos, actualizando
en un contexto actual la función que para la democracia ateneniense había
desempeñado el ágora. Es decir, lugares que permitan un uso fluido y activo
por parte de la multitud urbana, incitando a la observación y el contacto
mutuos, al intercambio de ideas y propuestas, y a la exposición abierta de
los conflictos existentes, desarrollando así conexiones cívicas sostenidas y
focalizadas (Sennett, 1998; y 2006c, pp. 4-5)120.
En conclusión, si bien Sennett no ofrece explícitamente una noción
completa de ciudadanía, a través de diferentes publicaciones del autor es
posible extraer los rasgos más significativos de una propuesta de definición
acorde con la concepción general del autor acerca de la vida pública y con su
comprensión particular del desarrollo personal, y que responde a las
características dominantes en el actual contexto socio-político. Así, la
concepción del dominio público como un espacio democrático en el que
interactúan las diferencias, y en el que pueden abordarse deliberativamente
los conflictos que van surgiendo, da lugar a la noción de un ciudadano que
permite superar el ensimismamiento narcisista o una perspectiva
autointeresada, así como trasciende las limitaciones de las identidades
grupales, abriéndose a una fundamental dimensión cosmopolita. Finalmente,
la integración del espíritu artesanal en esta noción de ciudadanía manifiesta
la necesidad de un compromiso sostenido y creativo con la problematicidad
que constituye el dominio público, que permita pensar la ciudadanía como
una vocación común a todos los seres humanos, pero que necesita de unas
condiciones adecuadas para su buen desarrollo.
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las organizaciones empresariales. Este propósito exige dar un paso más allá
del plano de un análisis descriptivo-interpretativo por el que se ha transitado
principalmente hasta ahora siguiendo las investigaciones de Sennett, para
encontrar un modelo teórico bien articulado que pueda servir como instancia
crítica para juzgar un determinado ordenamiento institucional, así como
para valorar las actuaciones concretas que se desarrollan sobre todo en el
ámbito económico, a partir del reconocimiento de sus consecuencias para
diferentes grupos sociales. Para ello, se va a recurrir a la versión de la ética
empresarial que propone la Escuela de Valencia, que se inspira en la ética
discursiva, aunque teniendo como horizonte principal la posibilidad de la
aplicación a las prácticas reales, lo que le lleva a cuestionar los límites de
este modelo. Por ello, invitan a desarrollar una hermenéutica crítica de la
actividad económica y empresarial, atenta a los contextos en que se realiza
efectivamente, pero para descubrir la dimensión universal que subyace a las
prácticas concretas.
A partir de ahí, se volverá a la obra de Sennett para intentar discernir
cuáles son las aportaciones que pueden extrearse de sus reflexiones para ir
elaborando una ética empresarial más completa y atenta a las realidades
personales. En ese sentido, se pretende demostrar que Sennett, en la medida
en que se esfuerza por poner en primer plano la perspectiva experiencial del
miembro de la organización, destacando su capacidad para interpretar la
realidad en la que está inmerso, puede ayudar a cubrir ciertos aspectos de la
realidad institucional que no son suficientemente atendidos por la ética
empresarial, reforzando los puentes entre lo personal y lo institucional.
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perseguir, y para ello, que valores y hábitos debe incorporar (Cortina, 1994,
p. 32ss.; y 1997, pp. 29-30).
De manera específica, la meta de la actividad empresarial sería la
satisfacción de necesidades humanas, para lo que se pone en
funcionamiento un capital, del que su vertiente humana -es decir, las
capacidades de los distintos participantes-, es fundamental. Por tanto, el
bien interno que aporta es justamente esa satisfacción junto al desarrollo de
dichas capacidades, para lo que requiere promocionar valores como la
libertad, igualdad o solidaridad, además de la calidad, la iniciativa, la
honradez, el respeto o la cooperación (Cortina, 1994, p. 42).Uno de los
propósitos que guían la redacción de este capítulo es, precisamente,
dilucidar siguiendo las propuestas de Sennett, hasta que punto se realizan
estos valores y propósitos en el nuevo modelo institucional.
Alcanzar una óptima comprensión de la praxis empresarial con vistas
a su perfeccionamiento debe ser, por tanto, uno de los propósitos axiales de
la ética empresarial. La noción de práctica, tal como la define MacIntyre,
permite entenderla como una actividad coordinada, establecida socialmente,
que busca la realización de un fin común contando con unos medios
particulares, obedeciendo para ello a unos modelos de excelencia (González
Esteban, 2001, pp. 87-89). A partir de aquí, cabe reconocer que si la empresa
ha de ser objeto de la reflexión ética es porque se la concibe como una
organización que perdura en el tiempo, no siendo reducible a la suma de sus
miembros, cuya actividad se desarrolla como una práctica -siguiendo reglas
conocidas por los participantes- que persigue una meta -la satisfacción de las
necesidades humanas con calidad a través de la obtención de beneficio-,
cumpliendo así una función social de la que obtiene su sentido y
legitimidad 122
. Cualquier empresa presenta una estructura moral -se
configura como un sistema de valores-, y va desarrollando una cultura que
expresa su identidad propia, por lo que ha de considerarse como un agente
moral responsable (Cortina, 1997, pp. 19-20). Pero la generación de un ethos
propio de la organización requiere integrar las capacidades de sus diferentes
miembros en su proyecto empresarial. Para ello es imprescindible fomentar
su sentido de pertenencia, potenciando su autonomía personal y profesional
(Román, 2004, pp.3-5).
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la dignidad de cada ser humano, idea afinada por la ética del discurso en
forma de reconocimiento recíproco de todos los afectados como
interlocutores válidos (Calvo, 2012, pp. 86-89). De esta manera, es posible
tanto determinar la legitimidad de una norma o práctica, como delimitar sus
posibilidades reales de aplicación a una realidad concreta.
García Marzá (2004, 2005, 2006 y 2013), por su parte, ha seguido
profundizando en las propuestas de Cortina o Conill, destacando la
importancia de la sociedad civil, e incidiendo en las posibilidades -y las
limitaciones- de la ética diálogica para fundamentar un proyecto ético
enfocado a la aplicación, este caso atendiendo principalmente al nivel
organizacional.
El propósito de elaborar una ética empresarial tropieza, sin embargo,
observa este autor, con una idea bastante extendida sobre la actividad
económica y empresarial, entendiéndola como resultado de acciones y
decisiones libres y meramente privadas, que responden estrictamente al
propósito de maximizar el beneficio económico particular. De esta manera,
se constituiría una esfera diferenciada de acción, al margen de la actividad
pública y de consideraciones morales fuertes, encontrando como única
exigencia externa el cumplimiento de los requisitos que plantee la legislación
vigente. Pero, según sostiene Garcia Marzá, se trata de una visión estrecha e
ideológica, que no permite comprender en toda su amplitud el sentido de la
empresa, especialmente su relación con la sociedad (2004, pp. 148ss). Por
ello, desde esta escuela se trabaja por demostrar que la economía no está
nunca desligada de la ética, pues la praxis empresarial incorpora
necesariamente unos valores, una meta y un sentido propios.
En ese sentido, García Marzá afirma que “la realidad social, y la
empresa lo es, está construida sobre valores y normas, sobre ideas y
expectativas, sobre relaciones de confianza” (2004, p. 123). Además de las
acciones estratégicas y los mecanismos legales, sostiene este autor, en la
actividad institucional intervienen otro tipo de recursos, de carácter no
instrumental, como las relaciones de confianza o las obligaciones de
reciprocidad, englobados habitualmente bajo la noción de capital social
(2004, p. 45). La ética empresarial se ocuparía para este autor, así pues, de
identificar esos recursos morales existentes en la empresa para facilitar su
potenciación (2004, p. 33). Se trata de mecanismos informales de regulación
de la acción que se producen en el ámbito propio de la sociedad civil (García
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generar confianza. Por ello, una función importante de una ética aplicada
debe ser dar razón de los intereses susceptibles de generalización, cuyo
incumplimiento genera situaciones concretas de injusticia (García Marzá
2004, pp. 112-113).
La conexión entre la idea y la realidad que pretende desplegar la Ética
empresarial según la propuesta de García Marzá, atravesaría tres niveles
fundamentales, que permiten ir obteniendo progresivamente una mayor
concreción. En un primer momento –nivel de justificación moral- se trata,
según se ha visto, de definir una instancia crítica desde la cual se pueda
considerar el grado de justicia presente en los acuerdos y decisiones
concretas, funcionando así como una idea regulativa. Las condiciones
señaladas por Habermas para definir un diálogo que pueda dar lugar a un
acuerdo justo y, por tanto, reconocible por las diversas partes –principio de
comunicación, inclusión, igualdad y reciprocidad-, sirve de base para
establecer el contrato moral que debe guiar la ordenación institucional,
aportando legitimidad y sosteniendo la confianza que transmite la empresa.
La necesidad de aplicar el ideal dialógico a la realidad se aborda ya en
el segundo nivel, en el que se mide precisamente su adecuación institucional.
Se trata aquí de “averiguar los presupuestos que subyacen a una empresa
que sea digna de nuestra confianza” (García Marzá, 2004, p. 135),
desarrollando una labor hermenéutica que permita reconstruir el sentido y la
lógica interna que guía el funcionamiento de la organización. En ese sentido,
el recurso a una hermenéutica crítica permite integrar, según se ha mostrado,
los momentos de fundamentación y aplicación, ya que se trataría de sacar a
la luz los principios morales que están presentes en las distintas prácticas
humanas, en este caso en la actividad empresarial (Cortina, 1994, p. 28-29).
García Marzá defiende, no obstante, la pertinencia de recurrir a otros
modelos que ayuden a superar la abstracción propia del nivel de la
fundamentación, dotando de contenido al discurso práctico. Así, La teoría de
los Stakeholders permite identificar los diversos grupos de intereses
afectados por la actividad empresarial, ofreciendo un panorama más amplio
del que solía limitarse a reconocer a los participantes internos –accionistas,
directivos, trabajadores-, integrando en la definición de la empresa a grupos
externos -consumidores, proveedeores, etc.- pero igualmente importantes, ya
que conforman el entorno en el cual actúa. De este modo, se subraya la
vinculación fundamental de la empresa con una sociedad ante la cual es
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CONCLUSIONES
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