Tema 17
Tema 17
Tema 17
La acción de Dios por la gracia y el orden sobrenatural. La gracia como realidad presente en la
historia. La gracia de Cristo como realidad activa que lleva a la justificación, santificación y redención
(cfr. 1Co 1,30). Exponer la teología de la justificación y las cuestiones ecuménicas en relación con este
tema. El jansenismo. Las virtudes teologales.
Pelagianismo
Pelagio entendía la gracia desde la creación y la ley. Veía al hombre “sano en sus fuerzas…”, capaz por sí
mismo de alcanzar la sanctitas naturalis, prescindiendo de la gracia divina. Afirmando así el arbitrio de
la voluntad y no dejando lugar a la gracia. El bien o mal que cada uno hace es fruto de su voluntad. La
ayuda divina hace que el bien se pueda hacer con más facilidad, pero el hombre es capaz por sí mismo.
Esta doctrina es un golpe a la cristología, la teología sacramental y la doctrina de la gracia.
Augustinismo
o Agustín parte de su experiencia personal a través conversión como mudanza espiritual
totalmente inmerecida.
o La gracia es fundamentalmente la iluminación de la mente por la Verdad divina, el verbo de
Dios, y el movimiento de la voluntad por el Amor divino, el Espíritu Santo. Algún auxilio para bien obrar
añadido a la naturaleza y a la doctrina por medio de la comunicación de la ardentísima y luminosísima
caridad.
o Por la gracia somos hechos participantes de la naturaleza divina, hijos de Dios, templos de la
Santísima Trinidad y por la que la imagen de Dios en el hombre es, no solamente restaurada por la
curación de las heridas de la ignorancia y concupiscencia, sino embellecida por los dones de la sabiduría
y de la caridad.
o La gracia nos llega por medio de Cristo-hombre mediador.
o Es la capacidad para obrar el bien (auxilium gratiae). El Espíritu Santo permanece en el hombre
(adiunctum naturae), insinuando dos órdenes de dones: natural (homo capax Dei- homo capax Dei
trinitati en su condición de imago Dei) y sobrenatural (gracia habitual o santificante).
o Dos formas principales de los beneficios divinos: luz y calor; verdad y caridad. Siendo el
entendimiento y la voluntad las dos potencias en las que más influye y se comunica la acción divina
(gracia adyuvante), alejando al hombre de los obstáculos de la ignorantia et infirmitas, consecuencia del
pecado original.
1
CICAT 1996-1998.
2
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012. 148-149.
o Afirma la realidad, necesidad y gratuidad de la gracia en dos aspectos.
o Se debe admitir un “adiutorium bene agendi adiunctum naturae atque doctrinae” (como auxilio
para bien obrar añadido a la naturaleza y a la doctrina); esta ayuda es “interior, admirabilis et ineffabilis”,
y consiste esencialmente en “inspiratio flagrantissimae et luminosissimae caritati”.
o II Concilio de Orange (529) se dice que consagró en la Iglesia un augustinismo moderado.
o La batalla sobre la justificación se llevó a cabo en nombre de San Agustin, considerado fiel
interprete de San Pablo.
o El decreto saber la justificación del 13 de enero de 1547 del concilio de Trento manifiesta la
correcta interpretación de Agustín. Invita a los enemigos de la gracia diciéndoles: “Aprendan a ser
católicos” (1Co 1, 31)3.
Clasificación de la gracia:
1. La gracia santificante o deificante, recibida en el Bautismo. Es un don habitual, una disposición
estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor.
Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (Jn 4,14; 7,38–39; 2 Co 5,17–18). Es el don gratuito
que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla del pecado y
santificarla.
2. La gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la llamada divina.
3. Las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas sea en el origen de la conversión o
en el curso de la obra de la santificación.
4. Las gracias sacramentales, dones propios de los distintos sacramentos, que son los dones que el
Espíritu Santo nos concede para asociarnos a su obra, para hacernos capaces de colaborar a la salvación
de los otros y al crecimiento del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
5. Las gracias especiales (Gratia gratis data), llamadas también "carismas", según el término
griego empleado por S. Pablo, y que significa favor, don gratuito, beneficio (LG 12). Cualquiera que sea
su carácter, a veces extraordinario, como el don de milagros o de lenguas, los carismas están ordenados a
la gracia santificante y tienen por fin el bien común de la Iglesia. Están al servicio de la caridad, que
edifica la Iglesia (1 Co 12; Rm 12,6–8).
6. Entre las gracias especiales conviene mencionar las gracias de estado, que acompañan el
ejercicio de las responsabilidades de la vida cristiana y de los ministerios en el seno de la Iglesia 4.
La gracia tiene siempre una función sanante y elevante porque libera al hombre del pecado y lo eleva a la
vida filial. Ahora bien, La gracia viene a manera de invitaciones para dejar el mal camino y convertirse a
la vida divina, no es que transforma de inmediato al hombre. Tenemos, pues, la gracia actual, que es el
inicio de la amistad con Dios, donde el hombre es introducido a la vida divina de manera parcial y no
plena. Esta puede ser suficiente (ha llegado al hombre pero no hay todavía respuesta) o eficaz (alcanza la
respuesta del hombre). Esta preparación para la justificación se hace con la gracia actual, que acompaña
al hombre antes, durante el camino y después, llamándose previniente, concomitante y consecuente. Por
la gracia habitual o santificante el hombre queda totalmente integrado en Dios (justificación). Esto no es
otra cosa que la inhabitación de Dios en el hombre (gracia increada) de forma permanente y
transformante, por la que el hombre aparece como nueva creatura en Cristo (gracia creada). La gracia
actual llega a su término en la gracia santificante y esta es el anticipo de la visión beatífica que es su
consumación5.
Gracia preveniente, concomitante, subsiguiente. La primera precede el acto del hombre, moviendo o
disponiendo la voluntad. La segunda acompaña el acto del hombre. La tercera se dice por relación a un
efecto anterior producido por otra gracia6.
Enseña el concilio de Trento (DS 1525ss; 1553ss). La gracia “previniente” da comienzo al proceso por
el que el hombre llega a la amistad con Dios. Es la preparación a la justificación, necesaria en los adultos.
Es la gracia que excita a los hombres a que acepten y libremente cooperen con la gracia de Dios.
Por la gracia Dios realiza una doble acción en los bautizados: a) gracia increada: Se refiere a Dios mismo
y a la donación que hace de sí mismo al hombre, como la inhabitación trinitaria en el alma del justo (1Co
3
W. SOTO DE LA CRUZ, La gratuidad de la gracia según San Agustín, Arzobispado de Arequipa, Perú
2017, 253-266.
4
CICAT 1999-2005.
5
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 23-25.
6
ROYO MARÍN A., Dios y su Obra, BAC, Madrid 1963, 579.
3). b) gracia creada: Es el efecto que produce en quien la recibe “regeneración” (Tt 3, 5), “nueva criatura”
(2Co 5, 17). La vida nueva en Cristo (Jn 3,3; Ef 4, 24)7.
EL MÉRITO
El término "mérito" designa en general la retribución debida por parte de una comunidad o una sociedad
por la acción de uno de sus miembros, digna de recompensa o de sanción. Frente a Dios no hay mérito
por parte del hombre porque nosotros lo hemos recibido todo de él, nuestro Creador.
El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de Dios que ha dispuesto libremente asociar
al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en cuanto que él impulsa, y el
libre obrar del hombre es lo segundo en cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de las obras
buenas tengan que atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel en segundo lugar. Por otra parte
el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias
prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.
La adopción filial, haciéndonos partícipes por la gracia de la naturaleza divina, puede conferirnos, según
la justicia gratuita de Dios, un verdadero mérito. Se trata de un derecho por gracia, el pleno derecho del
amor, que nos hace "coherederos" de Cristo y dignos de obtener la "herencia prometida de la vida eterna"
(Cc. de Trento: DS 1546). Los méritos de nuestras buenas obras son dones de la bondad divina (Cc. de
Trento: DS 1548). "La gracia ha precedido; ahora se da lo que es debido...los méritos son dones de Dios"
(S. Agustín, serm. 298,4–5).
Por pertenecer a Dios la iniciativa en el orden de la gracia, nadie puede merecer la gracia primera, en el
inicio de la conversión, del perdón y de la justificación. Bajo la moción del Espíritu Santo y de la caridad,
podemos después merecer en favor nuestro y de los demás gracias útiles para nuestra santificación, para
el crecimiento de la gracia y de la caridad, y para la obtención de la vida eterna. Los mismos bienes
temporales, como la salud, la amistad, pueden ser merecidos según la sabiduría de Dios. Estas gracias y
estos bienes son objeto de la oración cristiana. Esta remedia nuestra necesidad de la gracia para las
acciones meritorias.
La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. Los santos han tenido
siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia8.
La iglesia primitiva vio desde el principio la gracia como algo que va mucho más allá de la remisión de
los pecados, como algo que eleva al hombre a una dignidad y grandeza que no solo tiene ya nada que ver
con el pecado, sino que además sólo puede entenderse desde Dios y para Dios. La gracia no es una
abstracción ni puede separarse del hombre histórico ni de la acción histórica del Dios que opera la
salvación.
En el AT
Se presenta la salvación de Dios hacia su pueblo como una acción gratuita que procede de su exclusiva
benevolencia. Esta acción salvífica se concretiza en la alianza que hace Dios con el pueblo de su elección
y que mira al reino mesiánico como realización plena de la donación divina y la salvación que se ofrece al
hombre.La iniciativa salvadora de Dios se manifiesta sobre todo en la elección del pueblo de Israel.
Iniciativa totalmente gratuita no justificada por mérito alguno (Dt 7,7). Dios es fiel y guarda su alianza y
su amor (Dt 7, 9). Es el Dios de ternura (rahamin), de gracia (hen), rico en bondad (hesed) y virtud
(emet). El Dios de justicia (sedeq) y derecho (mispat) y de fidelidad (emunah) (Ex 34,6-7; Os 2, 21-22).
En Isaías la gracia aparece en conexión con la salvación mesiánica futura. En Jeremías aparece la
perspectiva de una nueva y definitiva alianza por parte de Dios. Esta salvación llegará a purificar y
renovar el corazón (Ez 36, 24-27).En los salmos sobretodo aparece el amor (hesed) y la misericordia de
Dios como don gratuito. En los LXX el término JÁRIS (gracia) traduce el término hebreo Hen que
significa permanente benevolencia, favor de un personaje de alta posición y su manifestación concreta
(Sal 4,2; 6,3).Así pues, el término sedeq (justicia) indica lo que se ajusta a una norma, por lo que la
justicia de Yahvé aparecerá principalmente en socorrer a su pueblo y porque cumple las promesas de la
alianza en favor de su pueblo. Justicia viene a ser sinónimo de salvación.
7
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012, 148-149.
8
CICAT 2006-2011
El termino gracia no se encuentra en el AT, aunque evidentemente Dios tuvo manifestaciones gratuitas y
graciosas con su pueblo, apareciendo numerosas acciones de favor. La teología de la gracia queda
virtualmente revelada9.
En el NT
Sinópticos
Jesucristo presenta la salvación gratuita de Dios con el término de reino de Dios, que llega de forma
inmerecida y gratuita. Es el acontecimiento salvífico por antonomasia (Mc 1, 15). Es el amor y la
misericordia divina, que por iniciativa del Padre se ha realizado en Cristo y presenta una doble dimensión:
divinización del hombre y liberación del pecado. Es iniciativa absolutamente gratuita de Dios. Supone la
comunicación de Dios, la concesión de la paternidad divina (Ef 2,18) y la liberación definitiva del pecado,
y por la participación en la resurrección de Cristo, la liberación de las tres grandes servidumbres iniciadas
por el pecado de Adán: pecado, muerte y sufrimiento. Este reino coincide en último término con la
persona de Cristo (Mc 10, 29; Mt 19, 29).
San Pablo
La doctrina sobre la gracia aparece elaborada al punto de calificarlo como teólogo de la gracia.
Usa explícitamente el término de gracia (járis) para hablar de salvación gratuita que nos ha dado en
Cristo. La gracia es la justificación divina que se nos ha dado en Cristo por la fe. El hombre caído en
Adán era impotente para conseguir la justicia, la salvación, por la fuerza del pecado que lo esclaviza. El
hombre es impotente ante la ley (Rm 7, 15-20) y ésta da el verdadero conocimiento del pecado (Rm 3,20),
mientras que su impotencia ha sido sustituida por los méritos de Cristo (Rm 3, 21-24). La razón única de
toda justicia es Cristo (1Co 1, 30) y el único medio para participar de ésta es la fe en cuanto acogida de la
salvación y no la confianza en las obras humanas (autojustificación). La justificación es por tanto puro
don de Dios (1Co 1,30; 2Co 5,21). La fe es don de Dios sin dejar de ser un acto del hombre, personal y
responsable, que supone su libertad y cooperación, es decir, una fe activa que obra por la caridad (Ga
5,6). El fundamento de la justificación será la cruz y la resurrección de Cristo (1Co 6, 20; 7,23, 11,25).
Esta nueva vida es un vivir para Cristo, unión con Cristo que es vida en el Espíritu (Rm8,9) y que nos da
la filiación divina para poder llamar a Dios Abba (Rm 8,14-17;Ga4,4-7). Esta nueva economía se recibe
por el bautismo (Rm6,1-11) y supone una transformación total del hombre que queda santificado y
convertido en nueva criatura (Gal6,15; 2Co5,17).
San Juan
El término járis no aparece en boca de Cristo, pero sí en la reflexión teológica de San Juan (Jn 1, 14).
Aparece cuatro veces el termino járis, pero contiene todos los elementos que la constituyen. Juan usa la
palabra vida para hablar de la gracia. Es la vida propia de Dios de la que el hombre participa (soé) (Jn
3,15ss; 10,10; 10,28; 17,2s). Es diferente a vida natural (psiché). Esta nueva vida se comunica por el
renacimiento sacramental, por obra del Espíritu (Jn1,13; Jn 6,15). La esencia de esta vida es el ser
comunión con el Padre por Cristo; es decir, una vida de filiación divina (Jn1,12;1Jn3,1-2.10). La
concesión de vida al mundo es sosein (salvar).
Mussner afirma que esta vida tiene un marco dualista: viene de arriba y es gratuita; y tiene una base
cristológica: Cristo concede la vida; se hace en la carne Logos de la vida (Jn1, 4) y es la vida de la
persona (Jn 11, 25).
Santos Padres
Dice Cipriano “Cuando pedimos no caer en la tentación, somos amonestados de nuestra debilidad y
nuestra insuficiencia. Rogamos así para que nadie se ensoberbezca y se atribuya nada a sí mismo con
arrogancia”. San Juan Crisóstomo: “Que sea absolutamente imposible llevar una vida virtuosa sin oración
es algo de todos conocido.” Padres del concilio de Milevi: “El hombre, privado de la gracia, no puede
sino sucumbir a los lazos del demonio.” El que más ha desarrollado el tema es San Agustín en oposición a
Pelagio.
Testimonio de la Liturgia
Es inevitable que en la oración de la Iglesia se manifieste la conciencia que tiene el cristiano de su
impotencia para cumplir el bien. “Te pedimos Señor que tun gracia continuamente nos preceda y
acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.” Domingo 28 T.O10.
9
A. FERNÁNDEZ, Teología Dogmática I, BAC, Madrid 2012, 149.
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 9-23. 53-55.
10
Recorrido Histórico.
La doctrina de la Gracia a través de los debates en toda la historia de la Iglesia.
El sínodo de Cartago de 418 aprobó ocho cánones sobre el pecado original contra los pelagianos
(D222-230).
Próspero de Aquitania (390-455) sintetizó en ocho capítulos las sentencias de los romanos
pontífices sobre la gracia y el libre albedrío que luego fueron publicadas bajo el nombre del papa
Clemente I (D267)
El sínodo de Orange (529) contiene veintidós cánones contra el pelagianismo y el
semipelagianismo, que comprenden los temas del pecado original, la gracia, el inicio de la fe, la
cooperación del hombre y la predestinación.
El sínodo de Quiercy (853) rebatió la opinión de la doble predestinación y precisó la definición
de la relación entre el libre albedrío humano y la predestinación divina (D316-319).
El sínodo de Valence (855) confirmó la doctrina de la doble predestinación y criticó al sínodo de
Quercy. En los sínodos de Langers (859) y de Toul (860) se consiguió la reconciliaciónde ambas
corrientes. (D320-325).
El concilio de Trento (1547) mediante los Decretos sobre el pecado original y la justificación
rechazó los ataques reformistas y expuso la concepción católica de la doctrina de la justificación (D729-
843 y D787-792).
El papa Pio V (1567) condenó los errores de Bayo sobre la naturaleza del hombre y sobre la
gracia (D1001-1080).
El papa Inocencio X (1653) condenó cinco sentencias jansenistas sobre la gracia (D1291-1321).
El papa Clemente XI (1713) condenó los errores jansenistas de Quesnel (D1351-1451).
Los papas Paulo V (1607), Inocencio X (1654) y Benedicto XIV (1748) declararon que existe
libertad de opinión sobre el problema de una más exacta definición de la gracia auxiliar y la libertad
humana, debatido por tomistas, agustinos y molinistas (D1090, 1097, 2564).
El papa Pio VI (1794) aclaró conceptos sobre el estado de inocencia, la gracia excitante y la fe
(D1516-1522).
El papa Pio XII (1943) en la encíclica Mystici Corporis trata de la gracia “creada e increada” y
se refería a la gracia como autodonación o autocomunicación de Dios y como unión comunicativa con él:
“Por esta visión será posible, por modo absolutamente inefable, contemplar con los ojos adornados con
sobrenatural luz al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, asistir de cerca por toda la eternidad a las
procesiones de las divinas Personas y ser bienaventurados por gozo muy semejante al que hace
bienaventurada a la santísima e individual Trinidad (D2290).
El mismo Pio XII en la encíclica Humanae generis afirmaba en contra de distintas
interpretaciones la gratuidad absoluta de la gracia y la posibilidad, en principio, de natura puray
afirmaba: “Otros desvirtúan el concepto de “gratuidad”del orden sobrenatural, como quiera que opinan
que Dios no puede crear seres intelectuales sin ordenarlos y llamarnos a la visión beatífica (D2318).
Por último, el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes ofrece una exposición
cristológica y pneumatológica global de la antropología teológica (GS 11-23)11.
Concilio Vaticano II
En la constitución Gaudium et Spes se presenta una antropología o visión del hombre contemporáneo
afectado por los éxitos y desequilibrios del mundo moderno, al tiempo que desde los ojos de la fe presenta
la profundidad trascendente del hombre, imagen de Dios, herido por el pecado y restaurado en Cristo. El
hombre siente la división de sí mismo (GS10), fruto del pecado original y que comprueba con su
inclinación al mal; se siente anegado por muchos males, que no tienen origen en su santo Creador. El
hombre se niega a reconocer a Dios como a su principio y rompe la subordinación al fin último y también
a su ordenación, como propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación.
Toda la vida humana, individual y colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien
y el mal. El hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal. Pero el Señor
vino en persona a librarlo, renovándolo interiormente y expulsando al príncipe de este mundo que lo
retenía en la esclavitud del pecado (GS13). El hombre ha de luchar continuamente en medio de la batalla
contra el pecado, y solo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de
establecer la unidad de sí mismo (GS 37) 12.
11
Síntesis de la Facultad RM.
12
J. SAYES, La gracia de Cristo, BAC, Madrid 1993, 55-57.
Como resumen13 de las declaraciones de los concilios y de los papas y del Magisterio de la Iglesia a través
de la historia se puede afirmar:
“De él os viene que estéis* en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de Dios*, justicia,
santificación y redención*, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.”
TEOLOGÍA DE LA JUSTIFICACIÓN
Definición
Etimológicamente JUSTUM – FACERE. En la edad media se denominaba gratia gratum faciens (gracia
que hace grato a Dios). El concilio de Trento la llamó gracia santificante como gracia que santifica
interiormente. “La justificación no es sólo la remisión de los pecados, sino también santificación y
renovación del hombre interior, por la voluntaria recepción de la gracia y los dones, donde el hombre se
convierte de injusto en justo, de enemigo en amigo, para ser heredero según la esperanza de la vida
eterna” (DS 1528).
La revelación nos muestra que es siempre perdón de los pecados y al mismo tiempo elevación, sanación y
santificación. En cuanto perdón de los pecados supone una acción divina que alcanza al hombre y realiza
un nuevo acto creador. Enseña el concilio de Trento que la justificación no es solo un recubrimiento del
pecado o un no tener en cuenta la culpa por parte de Dios, sino una verdadera cancelación del pecado (D
792-1515). Asimismo, es una obra exclusiva de Dios que al hombre hace partícipe de la obra redentora de
Cristo (Rm 5,12; 1Co 15,22) (D 811-1551).
Existen cinco causas que concurren simultáneamente a la justificación: La causa final que es la gloria de
Dios y la salvación del hombre. La causa eficiente es Dios misericordioso que sin merito nuestro nos lava
de nuestros pecados y nos santifica (1Co 6,11). La causa meritoria es el Hijo que nos mereció la
13
Síntesis de la Facultad RM.
justificación y satisfizo por nosotros a Dios Padre (Rm5,10; Ef2,4). La causa instrumental es el bautismo,
sin laque nadie recibe la justificación. La causa formal es únicamente la justicia de Dios (Rm3,12ss).
Cada uno recibe esta justicia según la medida en que el Espíritu Santo la reparte como quiere (1Co 12,11)
y conforme a la cooperación de cada uno (Rm 5, 3-5).
Por la justificación el cristiano alcanza la verdadera filiación divina (Rm8,15; Ga 4,6) cuya característica
peculiar es la libertad de los hijos de Dios (Rm8, 21; Ga2, 4), que implica un camino de acción redentora
de Cristo en obediencia al Padre y seguimiento de Cristo (Ga5, 1; Rm 5,18). La forma propia de esta
libertad es el amor (Rm5, 5). La justificación nos da la participación en la vida trinitaria (Jn14, 23; 2Pe 1,
4; 2Co 13,13).
En el AT
Aparece la expresión “justicia de Dios” (Dt33,21) que indica el modo de obrar y de comportarse de Dios
respecto del pueblo dentro del marco de la alianza. Es una justicia salvadora (1S12,7;Sal103,6). Esta
justicia es fidelidad de Yahvé a su promesa (Sal40,11). En el exilio se relaciona con la liberación que trae
el ungido de Yahvé (Is9,6;Jr23,5s). En el Deutero y Tritoisaías equivaldrá a la presencia de Dios y tendrá
un carácter escatológico de salvación para su pueblo (Is 51,1.5-8;45,8). En el periodo posexílico será la
fidelidad salvadora a la alianza en beneficio de Israel y de los demás pueblos. El interés se va centrando
en la justicia del hombre y la justicia será como algo que el “justo” posee, que asegura la salvación
personal (Pr 3,33;10, 3s).
En el NT
Encontramos principalmente en 1Co1,30 que Cristo es para nosotros “sabiduría, justicia, santificación y
redención”. El Padre es el origen de la obra salvadora y la justicia viene de Dios en Jesucristo. Según
2Co5,21 “a quien no conoció pecado Dios lo hizo pecado por nosotros, a fin de que viniéramos a ser
justicia de Dios en él.” La justicia se convierte en una cualidad del hombre, pero solo podemos adquirirla
por la obra de Jesús que, por iniciativa salvífica del Padre.
14
Aquí se formula la tesis más importante: la salvación por la fe en el acontecimiento de Cristo. El hombre
se encuentra en una situación de pecado que pide la intervención de Dios. Pablo demuestra que con la
venida de Cristo ha comenzado una nueva etapa en la historia humana: La etapa de la justicia de Dios, de
la salvación por medio de Cristo.
La justicia de Dios es la acción salvadora y escatológica de Dios en la persona y en la obra de Cristo. Es
una justicia que llega al hombre y lo justifica por medio de la fe en Cristo Jesús, de modo que la fe es el
principio necesario de salvación para todos, judíos y gentiles. Esta justicia de Dios manifestada en Cristo,
el hombre se la apropia por la fe. Es una justificación gratuita, no debida a las obras del hombre, sino a la
redención expiatoria realizada por Cristo15.
La justificación por la fe es el tema central de la predicación cristiana. Toda justicia del hombre es ajena a
él, no inherente (imputación externa, un recubrimiento). La justicia de Dios es la única justicia. El
hombre es hecho justo por la fe; no obstante, el pecado sigue existiendo en el hombre , siendo a la vez
“justo y pecador” (simul iustus et peccator).
CICAT 2006-2011
14
15
L. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993, 186-200.
La única justicia que se nos da es la de Jesús y el único medio para alcanzarla es la fe: Solus Christus,
sola fide, sola gratia. Las buenas obras son sólo consecuencia de la fe y nunca anteriores a ella y está
excluida la “cooperación” del hombre con Dios que pueda dar lugar a un mérito” por nuestra parte ante él.
La naturaleza humana se encuentra herida, afeada, a peor, pero por la redención es justificada por Cristo a
través de su sacrificio.
Por último, la justificación conlleva la remisión de los pecados (remissio peccatorum) dado por el
Bautismo, siendo total y plena, aunque la concupiscencia o fomes peccati queda para el combate. Y a su
vez, conlleva también la renovación de la imagen (renovatio imaginis) que se da paulatinamente, poco a
poco con la ayuda de la gracia.
La doctrina de la justificación tuvo una importancia capital para la reforma luterana del siglo XVI. Desde
la perspectiva de la reforma, la justificación era l raíz de todos los conflictos, tanto en las confesiones
luteranas, como en el Concilio de Trento, donde hubo condenas de una y otra doctrina. Una de las
finalidades de la declaración conjunta es demostrar que a partir de este dialogo, las iglesias luteranas y
católica se encuentran en posesión de articular una interpretación común de nuestra justificación por la
gracia de Dios mediante la fe en Cristo. Pero esto no engloba todo lo que una y otra Iglesia enseña acerca
de la justificación pero demostrando que las diferencias subsistentes en cuanto a su explicación ya no dan
lugar a condenas doctrinales17.
Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación firmado en nombre de la Iglesia católica, por el
Cardenal Edward Idris Cassidy, presidente del consejo pontificio para la promoción de la unidad de los
cristianos y, en nombre de la Federación Luterana mundial, por el Dr. Christian Krause. El acto tuvo lugar
en Augsburgo – Alemania el 31 de Octubre de 199918.
Acuerdo católico-luterano
El mensaje bíblico de la justificación
La Sagrada Escritura nos da los mensajes sobre la justificación en Jn 3,16. En el AT escuchamos la
palabra de Dios acerca del pecado como en Sal 51, Dn 9,5 y la desobediencia humana Gn 3,1-19 así como
16
LUIS F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, BAC, Madrid 1993, 200-227.
17
Síntesis de la Facultad RM
18
L’OSSERVATORE ROMANO N. 47 – 19 de noviembre de 1999. Página 5 - 7
la justicia en Is 46,13; Jr 9,24 y el juicio Eclo 12,14; Sal 9. En el NT se alude de diversas maneras a la
justicia y la justificación tanto en los Evangelios, en las cartas católicas y en San Pablo Rm 3,23-25 a la
cabeza de todas ellas está la justificación del pecado de los seres humanos por la gracias de Dios por
medio de la fe, esto cobró singular revelación en el periodo de la reforma. San Pablo proclama que la
justicia de Dios se revela por fe y para fe Rm 1, 16-17. Y ello concede la justificación Rm 3, 21-31.
Jesucristo fue entregado a la muerte y resucitado para nuestra justificación Rm 4,25. Por lao tanto la
justificación nos llega a través de Cristo a quien Dios puso como propiciación por medio de fe en sangre.
Por la justicia de Cristo vino a todos los hombres la justificación que produce vida (Rm5,18).
Por consiguiente la doctrina de la justificación que recoge y explica este mensaje establece un vínculo
esencial entre todos los postulados de la fe. Los luteranos no niegan la justificación por la fe, de manera
igual los católicos, por tanto compartimos la meta de confesar a Cristo a quien debemos creer el único
mediador (1Tm 2,5-6).
Una de las finalidades de la presente declaración es demostrar que a partir de este dialogo, las iglesias
luterana y católica se encuentran en posesión de articular una interpretación común de nuestra
justificación por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo.
Certeza de salvación
Los católicos en el Concilio Vaticano II declaran que tener fe es encomendarse a Dios que nos libere del
pecado y que nos lleve a la vida eterna. Para los reformadores, el creyente no debería mirarse a sí mismo
sino contemplar únicamente a Cristo y confiar tan solo en él.
JANSENISMO
Es un augustinismo extremo defendido por Cornelius Jansen, en su obra Augustinus, publicada en 1640, y
se caracteriza por una desconfianza total en la filosofía y una vuelta a la Sagrada Escritura y a los Padres,
particularmente a San Agustín, a quien interpreta con un sentido ahistórico y exclusivista, como si en él se
encerrase de forma definitiva y plena toda la doctrina de la gracia.
Según Jansenio, el hombre hace necesariamente lo que más le agrada, por lo que hará el mal o el bien
según le atraiga más la concupiscencia o el amor de Dios. El hombre no tiene libertad de elección, sino
que obra movido por una necesidad interior de manera espontánea. Después del pecado, la
concupiscencia es más fuerte que la atracción por el bien, por tanto es necesaria la gracia que actúa
infaliblemente en el hombre. Sin embargo, la gracia no es para todos, no se da fuera de la Iglesia, de
manera que Cristo no ha muerto por todos (DS2005).
Se reprueban asimismo las afirmaciones sobre la imposibilidad de guardar los mandamientos, sobre la
libertad, la imposibilidad de resistir a la gracia y sobretodo se condena la negación del valor universal de
la redención de Cristo. Es inaceptable hablar de una restricción universal de la voluntad salvadora de Dios
y de la minusvaloración de la libertad humana propia de la doctrina de Bayo y Jansenio, que muestran a
un Dios diverso al que nos revela Jesús, empequeñecido e incapaz de suscitar la libre respuesta de la
criatura a su acción.
En 1690 Alejandro VIII condenó 31 proposiciones jansenistas y una de ellas se refiere al libre albedrío
(D2301). No obstante, el jansenismo se ha extendido por la Iglesia, como un movimiento de tendencia
rigorista, particularmente en la universidad de Pavía. El papa Pio VI con la bula Auctorem fidei (1794)
condena la doctrina de la doble delectación. El concilio de Trento enseña que el hombre por el pecado
original no ha perdido del todo la condición de imagen de Dios y hay en él un sustrato bueno no
corrompido, con el que puede hacer ciertas obras buenas. Puede existir, por tanto, un amor humano lícito
(D 2624 V).
VIRTUDES TEOLOGALES20
San Pablo habla repetidas veces de la fe, esperanza y caridad. Son sobrenaturales porque las otorga Dios
en el Bautismo y solo son posibles con la gracia divina. Se llaman teologales porque se refieren
exclusivamente a Dios en cuanto causa efficiens, y como objeto (divinización), contenido y fin.
Su lugar clásico es Rm 5, 1-5 “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con
Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta
gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos
gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia,
virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. Y también el himno a la
caridad (1Co 13,13).
Son virtudes infusas según Rm 5, 5, porque son un don de la gracia divina. Están intrínsecamente unidas
y con su acción conjunta edifican la nueva existencia cristiana: La fe es la regla y auriga de las virtudes de
la gracia (BUENAVENTURA). El amor se define como forma ómnium virtutum (PEDRO LOMBARDO)
o bien “principio vital” de las virtudes sobrenaturales. La esperanza es la actitud fundamental de la
existencia escatológica del cristiano en el mundo. Es “principio del progreso espiritual” porque abre y
prolonga a la historicidad de la existencia cristiana y terrena la fe y el amor
Esta triada de virtudes se encuentra ya agrupadas en el NT, en particular en los escritos paulinos
(1Ts1,3;5,8; 1Co13,13;Rm5,1-5).El amor de Dios transformante tiene una repercusión directa en el
hombre que lo capacita para obrar al modo divino, esta nueva capacidad de obrar a lo divino son las
virtudes teologales. Son “la misma sustancia del alma, perfeccionada por la acción divina en orden a los
actos sobrenaturales” (Flick).
Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen a Dios uno y trino como
origen, motivo y objeto. Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican
todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar
como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo
en las facultades del ser humano21. El Concilio de Trento señala que en la justificación se infunden en el
hombre las virtudes de fe, esperanza y amor (DS1530) (1Co 13,13)
21
CICAT 1812-1813
La fe 22
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que
la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe "el hombre se entrega entera y
libremente a Dios" (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El
justo vivirá por la fe" (Rom 1,17). La fe viva "actúa por la caridad" (Gál 5,6). El don de la fe permanece
en el que no ha pecado contra ella (Cc Trento: DS 1545). Pero, "la fe sin obras está muerta" (St 2,26):
Privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro
vivo de su Cuerpo.
Podemos ver la fe como: a) Credere Deo es la fuerza divina parar darse lo que dice Hb 11, 1 “La fe es
garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.” b)Credere Deum: como firme
convencimiento de la existencia de Dios como creador y superior a todo lo que existe. Es una gracia, cuyo
contenido puede derivar del pensamiento. c)Credere in Deum: No es solo un aferrarse a un bien, sino una
relación personal con Dios, una comunión de vida con Dios, en, por y con Cristo23.
La esperanza
Virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los
auxilios de la gracia del Espíritu Santo. (Hb 10,23; Tt 3,6–7). La esperanza cristiana recoge y perfecciona
la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham, (Gn 17,4–8;
22,1–18; Rm 4,18). Se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las
bienaventuranzas (Rom 5,5). La esperanza es "el ancla del alma", segura y firme, "que penetra...adonde
entró por nosotros como precursor Jesús" (Hb 6,19–20). Es también un arma que nos protege en el
combate de la salvación (1 Ts 5,8). Nos procura el gozo en la prueba misma (Rm 12,12). En toda
circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, "perseverar hasta el fin" (Mt 10,22; Cc de
Trento: DS 1541).
La caridad
Virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos por amor de Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (Jn 13,34; Jn 13,1; Jn
15,9; Jn 15,12). Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de
Cristo (Jn 15,9–10; Mt 22,40; Rm 13,8–10). El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado
por la caridad. Esta es "el vínculo de la perfección" (Col 3,14); es la forma de las virtudes; las articula y
las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra
facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La práctica de la vida
moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios (1 Jn 4,19). La
caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección
fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y
comunión.
La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él
corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín, ep. Jo. 10,4).
En este amor hunde sus raíces la fe, no solo como un aferrarse a Dios, sino como conocimiento de Dios
(1Co 2, 9). Es el amor que nos va transformando cada vez más en Cristo (2Co3, 18). Es la unio cum Deo
y una mutua adhaesio cum Deo24.
BIBLIOGRAFIA